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Politécnico Grancolombiano

Institución Universitaria

EDUCACIÓN VIRTUAL

OCIO Y TIEMPO LIBRE

Recopilado por: Julio Enrique Arbeláez P.

Bogotá, agosto de 2010


Politécnico Gran Colombiano

Institución Universitaria

EDUCACIÓN VIRTUAL

OCIO Y TIEMPO LIBRE

CONTENIDO



LA OPOSICIÓN ENTRE EL TIEMPO DE OCIO Y EL TIEMPO DE TRABAJO .................. 3

UN EXTRAÑO TIEMPO DE SEMI LIBERTAD ....................................................................... 6

CRÍTICA DEL TIEMPO SEMILIBRE ...................................................................................... 11

CONCLUSIONES .................................................................................................................... 14


Politécnico Grancolombiano

Institución Universitaria

EDUCACIÓN VIRTUAL

OCIO Y TIEMPO LIBRE

Recopilado por: Julio Enrique Arbeláez P.

Fecha: Bogotá, Agosto de 2010

LA OPOSICIÓN ENTRE EL TIEMPO DE OCIO Y EL TIEMPO DE


TRABAJO
Stanley R. Parker ha dividido las teorías sobre las relaciones entre el trabajo y el
ocio en dos grandes tendencias. De una parte está el segmentalismo para el que
el ocio guarda una independencia relativa, en términos de contraste o separación,
con respecto al trabajo. Según los segmentalistas –entre los que cita Parker a R
Dubin, G Friedmann, J. Ellul y D. Riesman – la diferenciación entre el trabajo y el
ocio es un rasgo característico y deseable de la sociedad industrial; por lo que
defienden una política social de efectos inmediatos y carácter reformista a base
de tratar con relativo aislamiento los problemas de uno y otro fenómenos. De otra
parte, se encuentra el holismo, el cual considera artificial esta división y afirma
que hay una relación de identidad e interdependencia relativa entre ambos tipos
de actividad humana (aunque quizá sea más exacto hablar de una dependencia
relativa del ocio en relación con el trabajo). Los holistas y aquí cita el sociólogo
inglés a F. Friedlander, Ben Seligman y K keniston defienden una política social de
integración del trabajo y el ocio, efectiva a largo plazo y de carácter, según
Parker, revolucionario.

El planteamiento de Parker, basado en el criterio de que hay o no compatibilidad


de dos tipos de actividad básicos, es interesante porque confirma que estamos
ante una cuestión en la que reina la divergencia. Pero para los efectos que aquí
me propongo no es útil, pues no se basa en el aspecto temporal del fenómeno.

En principio y desde el punto de vista del tiempo, hay que reconocer que ocio y
trabajo aparecen como dos polos opuestos, y así ha podido verse a través de los
diferentes tipos históricos: cuando se trabaja no se está ocioso y viceversa . Pero
es esa polaridad una necesaria constante histórica, inherente a la realidad social y
personal, o es más bien producto ya de una particular concepción teórica, ya de
una específica situación práctica del trabajo y del ocio, de tal forma que para
tener este último hay que negarle tiempo a aquél.

Quede claro que ahora no planteo una cuestión práctica, sino teórica, o si se
quiere decir de otro modo, que no se trata de ver si aquella oposición responde a
algún tipo concreto de ocio, sino si tiene un carácter contingente o necesario
atendiendo a lo que el tiempo, el trabajo y el ocio representan para los hombres.
Y desde esta perspectiva suprahistórica no faltan, en verdad, argumentos en pro
de la oposicion entre el tiempo de trabajo y el del ocio.

Las consideraciones que puedan alegarse proceden de los más diversos campos:
el doctor Zbinden, con base en la psicología y la fisiología, señala que el ritmo
vital humano puede resumirse en dos situaciones clave: el ansia de trabajo y el
ansia de diversión añadiendo que entre ambas se abre el abismo de la vaciedad y
del tedio, o bien Jennings descubrió en sus investigaciones sociométricas que las
preferencias interpersonales en las situaciones lúdicas son diferentes a las del
trabajo. Ciampi, basándose en la natuarlza de las cosas, afirma que tiempo de
trabajo y tiempo libre son como lo blanco y lo negro, el día y la noche; términos
irreversibles de una realidad que responde a las exigencias naturales de los
individuos y de la colectividad organizada.

En fin, filosóficamente, basta recordar el pensamiento de Eugeni d´Ors con su


concepción del hombre que trabaja y que juega.

A pesar de tales consideraciones, la oposición entre el trabajo y el ocio no se


ajusta a la naturaleza de la realidad, sino a una determinada interpretación de
ésta, porque supone la existencia de una prioridad del trabajo sobre el ocio
basada en la consideración de que el tiempo de trabajo es el único tiempo
productivo o lucrativo posible.

En consecuencia, el tiempo de ocio es visto como un tiempo económicamente


negativo, lo cual origina la oposición. Este modo de considerar la actividad del
hombre, típico especialmente de las interpretaciones más elitistas, pero
localizable incluso en Dumazedier, entraña la creencia de que si se realiza una
actividad económica, ya no es posible que el tiempo dedicado a la misma sea un
tiempo de ocio, más profunda es la razón de un carácter antropológico, según la
cual aquella dicotomía representa aceptar la existencia de una escisión natural de
la persona entre un hombre de trabajo (homo – faber) y un hombre de ocio o de
tiempo libre (homo ludens) o como más de uno ha dicho “una especie de
esquizofrenia del pensar y el obrar humanos” otros alegatos importantes podrían
hacerse, como los derivados de los datos aportados por las investigaciones
antropológicas culturales sobre las culturas primitivas, en las que aquella
oposición parece carecer de todo significado.
La objeción más fundamental, en el aspecto que ahora interesa resaltar, es que la
oposición entre el trabajo y el ocio supone uan reducción dicotomizante del
tiempo social que falsea la realidad, pues éste se da fácticamente de un modo
mucho más complejo de lo que pretende tan elemental alternativa. Algunos
autores, entre los que se cuenta Prudenski y France Govaerts, por citar a dos
representantes de diferente tendencia, advierten esta complejidad cuando en sus
respectivas teorías del ocio se limitan a constituir sólo una porción de la totalidad
del tiempo disponible después del trabajo. En cualquier caso, la oposición trabajo-
ocio conduce explícitamente o implícitamente a conceptualizar el tiempo de ocio
como un tiempo negativo y residual, simple lapso en la productividad. Es decir,
queda concebido por exclusión, lo que se traduce en amplias definiciones per
negatio.

La complejidad del tiempo social no es aprehensible desde aquella alternativa. Se


describe cuando uno se pregunta si el tiempo de ocio excluye únicamente el
trabajo no voluntario, y no por lo tanto el trabajo como actividad orientada a un
fin ni menos, claro es, el trabajo como actividad creadora. Y aún más cuando se
observa, con Touraine, que definidos los ocios como cualquier actividad fuera del
trabajo estricto, estos pasan a englobar la mayor parte de los rasgos culturales de
una sociedad, tanto la vida religiosa como los juegos, tanto la actividad política
como el deporte.

De ahí, la pregunta que De Grazia se ve obligado a formularse: aunque al tiempo


libre, como tiempo fuera del empleo no relacionado con él, le restemos el de
comer y dormir ¿dónde ubicar el tiempo empleado en la visita semanal a los
parientes o en ir a la iglesia?

La problemática expuesta no queda resuelta, sino se agrava la oposición trabajo-


ocio dentro de la alternativa más genética dada por el par obligación-no
obligación, o si se quiere expresar de otro modo, por el par necesidad-libertad.

Para los que así operan es tiempo libre, tautológicamente, el tiempo que queda
libre de las necesidades y obligaciones cotidianas, es decir, el empleado en
actividades no obligatorias sean o no económicamente productivas. La crítica que
hace el marxismo a aquella oposición se basa precisamente en la naturaleza de
esta nueva alternativa. Argumenta que la contraposición entre el trabajo y el ocio
es falsa si se le toma en términos absolutos, pero no lo es dialécticamente,
porque responde a una contradicción social, consustancial al capitalismo.

Al igual que en la hipótesis anterior, también en ésta se plantea el problema de


que en el tiempo humano muchas actividades se encuentran a caballo entre los
dos términos de la alternativa, aunque en este caso se opere con unos conceptos
más amplios y abstractos.
Para sortear este engorroso asunto, cada vez son más los que intentan combinar
la variable obligación con otra variable dada por la producción, tomando cada una
de ellas en un doble aspecto positivo y negativo. El tiempo de trabajo pasa a ser,
entonces, el tiempo empleado en actividades a la vez obligatiorias y productivas,
mientras que el tiempo de ocio se refiere a las que tienen un carácter que no es ni
obligatorio ni productivo. Con ello, se piensa quedan destruidas las dicotomías,
ya que a ambos tipos de actividades hay que añadir el de aquellas actividades que
son obligatorias pero improductivas y el de aquellas otras que inversamente no
son obligatorias pero sí productivas.

Esto complica evidentemente el panorama ¿cuál es la naturaleza del tiempo


dedicado a tales actividades híbridas, no constitutivas por definición de un tiempo
ni de trabajo ni de ocio?

UN EXTRAÑO TIEMPO DE SEMI LIBERTAD


Uno de los primeros en afrontar este problema ha sido Joffre Domazedier, el cual
basándose en amplias investigaciones empíricas, y después de puntualizar que
para la mayoría de los trabajadores industriales es la actividad y no el trabajo lo
que parece constituir una necesidad fundamental, señala que en la vida cotidiana
además del trabajo, o sea de las obligaciones profesionales para ganarse la vida,
se da una amplia serie de actividades asimismo obligatorias y de carácter
fundamental como: las de asegurar el trabajo doméstico, la educación de los
hijos, las obligaciones protocolarias de la vida social, los deberes sindicales,
espirituales, etc. Tales actividades no pueden ser constitutivas de ocio, porque
aquellas investigaciones muestran también que “el ocio es, en primer lugar, una
no-obligación” esto es, “el derecho de actuar uno a su gusto después de haberse
liberado de todas las obligaciones fudamentales” en la encuesta de 1990, casi
todos los obreros y empleados consultados definieron el ocio en contraste con las
ocupaciones de la vida cotidiana, y la mitad caracterizó a estas como necesidades
y obligaciones.

En consecuencia la estructura de la vida cotidiana no es bipolar (trabajo-ocio)


sino, cuando menos, tripartita. La vida del trabajo, la de fuera del trabajo
conviene también distinguir entre las demás obligaciones institucionales y las de
ocio. Dichas “demás obligaciones” quedan, por lo tanto, situadas en una zona
fronteriza de carácter ambivalente, oscilante entre el trabajo y el ocio.

Por su carácter mixto, Dumazedier designa a estas actividades intermedias con el


nombre de semiocios (semiloisirs). Son actividades ambiguas, en las que el ocio
se mezcla con el trabajo (distracciones que procuran dinero) con las obligaciones
familiares (bricolage, jardinería) o que implican ceremonias sociales (festividades
y festejos). Su característica esencial es que medio obligan; y esto, por su carácter
en parte desinteresada y en parte utilitario, en proporción que varía en cada
sociedad, como el bricolage o las activdades de tipo “hágalo usted mismo” (do it-
yourself), o por temor al que dirán debido al sistema tradicional de valores, como
no separarse de los hijos, pasar las horas leyendo novelas, etc.

Los semiocios han sido tipificados por el propio sociólogo frances en cuatro
clases de actividades “desde el punto de vista del trabajo profesional y del
doméstico”

1. las actividades del ocio de carácter semilucrativo o seminteresado.


Trabajos de mecánica o de oficios varios para los vecinos, pesca lucrativa
participación remunerada en sociedades deportivas o en orquestas, etc.

2. Las tareas domésticas de carácter semiutilitario y semirecreativo: jardinería,


oficios diversos, cría de animales.

3. Las ocupaciones familiares, semi educativas y semirecreativas, por ejemplo


participación de las lecciones o de los juegos de los niños. Etc.

4. Los trabajos de ocio, hechos para sí, para la familia, los amigos, las
sociedades, por ejemplo la decoración, el armar modelos reducidos de
barcos y aviones, entre otros.

A estas cuatro clases de actividades semiociosas debe añadirse un quinto tipo que
consiste en: las distracciones rituales, más o menos ligadas a las demás
obligaciones familiares o sociales, o sea, los actos mundanos y festividades.

La nueva categoría dumzadiana de los semiocios “que ocupa en la vida de la


mayoría de los trabajadores casi tanto tiempo como los ocios” supone una triple
división del tiempo social, según el carácter y clase de obligaciones de las
actividades humanas. Con palabras del propio autor: el ocio queda definido no
sólo en relación con las obligaciones profesionales, sino también con una serie de
obligaciones de índole familiar y social, desde los deberes con la administración
pública, “funciones todas ellas que han de realizarse en el tiempo libre, después
de la jornada de trabajo” trabajo, semi ocio y ocio se oponen entre sí: la
observación sistemática conduce a oponer el ocio no sólo al trabajo, sino a “toda
obligación primaria impuesta por la sociedad” mostrándonos la imbricación de
dos realidades, el trabajo y el ocio, en una actividad mixta de semiocio.

El tiempo libre está integrado, según esto, por los ocios y los semiocios. En
resumen, la visión dumazediana de las actividades del hombre puede sintetizarse
como sigue:
La categoría de los semiocios ha sido admitida por muchos autores, sobre todo
por los europeos; pero otros lo aceptan, una vez establecidos ciertos matices. Tal
hacen, por ejemplo, G. Friedmann y F Govaerts. El primero, aceptando que el ocio
se opone a las necesidades y obligaciones, y que éstas no dependen sólo del
trabajo profesional fuera del cual existen numerosas variables como dice
Dumazedier. Considera que el tiempo fuera del trabajo no siempre es libre que
muchas obligaciones no laborales como son las de orden doméstico, educativo
etc. no son constitutivas del mismo-. Es más, si por un lado, junto con la
industrialización adviene “el hombre de después del trabajo” por el otro, el
bricolage para los demás, el trabajo negro y el doble empleo representan “la
infiltración del trabajo después del trabajo”

Por lo que se refiere a France Govaerts, sustituye el criterio de trabajo


remunerado por distinguir las tareas constitutivads de als actividades de ocio, por
el criterio de noción de obligación más o menos presionante, aunque no siempre
se perciba como tal. Y estima que si se consideran desde el punto de vista del
deber muchas tareas domñésticas, poc reglamentadas per no por ello menos
imperativas que als ocuapciones profesionales, es fozoso excluirlas del tiempo
libre reservado a los ocios.

Aparte de estos importantes matices el concepto de semiocio ha sido


abiertamente criticado por sectores tan disitintos como los representados por el
norteamericano Nels Anderson y por el ruso Boris Grsuhin. Uno y otro reaccionan
frente a Dumazedier, proponiendo otra categorización de las actividades
humanas en relación con el tiempo libre.

Anderson mantuvo inicialmente una posición similar a la de Dumazedier. Las


obligaciones no laborales (por laborales se refería a las del trabajo pagado) y los
deberes básicos familiares y cívicos, derivados de la vida en el hogar y la
comunidad, constituyen el cuasiocio, el cual integra con el ocio el tiempo libre. Y
subrayaba, con perspicacia, que el gran problema de nuestro siglo no se plantea
entre el trabajo y el ocio, sino entre éste y el cuasi ocio. Pero poco después revisó
su tesis con ocasión de analizar la de Dumazedier y critica a éste tanto por su
concepto del ocio como por el de semiocio:

a. Porque el uso restringido del término ocio en el sociólogo francés choca con el
general que tal palabra recibe en la vida cotidiana, y deja sin identificar la zona
total de tiempo libre; b. Porque los semiocios no son actividades identificadas, a
no ser como demandas o como obligaciones reconocidas del individuo. A los
semiocios puntulaiza Anderson, ni siquiera se les puede nombrar como el mismo
había hecho, con la expresión de “no trabajo”. Lo mejor es emplear el termino
inglés choring tomando el sentido amplio para referirse al tiempo empleado en
atender las obligaciones familiares y sociales y reservar el de recreación, para
designar el tiempo dedicado al descanso, la diversión y el desenvolvimiento
personal.

Al igual que hemos hecho con la concepción de Dumazedier, esquematicemos la


explicación de Anderson para ver más claramente las diferencias y las similitudes
existentes entre ambos autores.

Otro autor que también rechaza la categoría, se refiere a actividades sin ningún
elemento sustancial de libertad, a pesar que contiene cierta alusión a un tiempo
incondicionalmente ocupado, refiriéndose concretamente a las necesidades
domésticas, desde la preparación de la comida hasta la limpieza de la vivienda,
explica que si las inversiones de tiempo que dichas necesidades suponen se
toman en todo su volumen como magnitudes absolutas de tiempo, cualquiera que
sea el momento en que se realicen, son estrictamente necesarias, ya que no
dependen por completo del deseo ni de la elección del interesado. No son, pues,
libres, aunque pueden ser realizadas en cualquier tiempo o no realizarse en
absoluto. Estas necesidades y otras que implican gastos necesarios o
imprescindibles de tiempo – tales como los desplazamientos desde la casa al
lugar de trabajo, el de ir e compras, el cuidar de los niños o el atender las
necesidades fisiológicas- forman parte del tiempo no dedicado al trabajo, siendo
constitutivas de un timepo obligatoriamente ocupado y no, por lo tanto, de un
tiempo libre. Este último sólo es aquella parte que queda del tiempo después de
cumplir todo género de obligaciones ineludibles.

He aquí un esquema, la concepción de Grushin

Comparemos, ahora las posturas de Dumazedier, Anderson y Grsuhin. Anderson,


critica al primero quien restringe ilícitamente el sentido corriente de la palabra
ocio al no incluir dentro de este concepto los semiocios y para superar tal
objeción, el estado unidinense no duda en ampliar el sentido que generalmente
recibe el choring. No advierte, por lo visto, que él también manipula
semánticamente el fenómeno, aunque su manipulación es de signo inverso a la
criticada al francés.

Por su parte, Grushin, obrando con mayor cautela, no propone ninguna categoría
específica. Ahora bien, estos tres localizan un sector intermedio que no es de
trabajo pero que tampoco lo es de ocio (Dumazedier) de recreación (Anderson) o
de libre actividad (Grusin) un sector cuya naturaleza discuten. Si para los dos
primeros constituye tiempo libre, no lo es para el último.

Pero el debate no termina aquí. Al menos hay que contar con la opinión de un
cuarto investigador importante, el inglés Stanley Parker, la cual se debe a un
nuevo intento teórico de resolver esta embarazosa cuestión. Como Grushin, cree
él que el sector que comentamos tampoco forma parte del tiempo libre, pero su
exposición ofrece aspectos nuevos del problema.

Parker no parte del par polar trabajo-no trabajo- ni tampoco del par a si mismo
polar obligación-libertad, sino de ambas a la vez. El primero se refiere a la
variable tiempo y el segundo a la variable actividad, y las correlaciona entre sí del
modo que muestra el siguiente cuadro de doble entrada

Como es visible, resultan no cuatro – como eran de esperar- sino seis tipos
diferentes de tiempo actividad, debido a que se introduce una zona intermedia en
el continuum obligación-libertad a diferencia de otro par cuya oposición es total.
Esta zona, integrada por obligaciones (las derivadas del trabajo y las del no
trabajo en, las que entran, según señala el propio Parker, los semiloisirs de
Dumazedier) no constituyen ni ocio en el trabajo ni ocio a secas.

Así, diferenciando más o menos del trabajo y del ocio, aparece en todos los
autores examinados en el presente apartado, un campo de actividades
intermedias. Excepto en el caso de Parker, en que persiste la dicotomización, en
su aspecto temporal ese tercer campo puede ser designado con la expresión de
tiempo semilibre designación válida para cuantos introducen una cuña entre los
tiempos de trabajos y de ocio, o de obligación y de libertad. Con ese tiempo
semilibre intenta superar la dicotomía del tiempo social.

CRITICA DEL TIEMPO SEMILIBRE


Las tipologías anteriormente examinadas son criticables al menos en dos
aspectos: porque el tiempo semilibre es reductible, en la práctica, a las dos
categorías cuya oposición intenta superar y también porque esa zona simplifica
aún excesivamente la distribución del tiempo social, con la grave secuela de que
lo desnaturaliza.
En efecto, las tipologías de Dumazedier, Anderson y Grushin – la de Parker es un
caso aparte, como veremos después- parten de una alternativa (obligación – no
obligación; trabajo – no trabajo) que tratan de suavizar introduciendo un tiempo

intermedio que desaparece en gran parte cuando en cada actividad concreta –


dadas las circunstancias en que se realiza, así como las motivaciones, finalidades
y satisfacciones concurrentes – tiende a ser vivido más que sentido por cada uno
ya como trabajo (por ejemplo, el trabajo doméstico en la mayoría de las amas de
casa) ya como diversión (por ejemplo, el cultivo del propio jardín) Y cuando el
trabajo y el ocio tienden a equilibrarse (como sucede en el aficionado a construir
pequeños modelos de coches, trenes, aviones o buques que luego vende; o en el
hombre de negocios que le gusta jugar golf pero acude a un club básicamente
para fomentar ciertas relaciones sociales) la actividad semilibre se desintegra en
acciones propias de situaciones en las que predominan la obligación o la libertad.

El propio Dumazedier lo confiesa explícitamente al señalar que, según las


diferentes situaciones los semiocios se clasifican “sea entre los ocios, sea entre
las obligaciones”

Así cualquier intento de categorizar un tiempo semilibre queda frustrado al


aplicarlo a la factibilidad cotidiana. La actividad laboral y en general cualquier
actividad prácticamente obligatoria, sigue oponiéndose al resto de las actvidades
de no considerarse así, aquella categoría resulta ser un cómodo cajón de sastre
en el que cabe todo. Porque aceptada su realidad, la mayor parte de las
actividades podrían ser consideradas como más o menos semilibres.

Hay, como he dicho, otro punto criticable, especialmente importante. Todos los
autores que aíslan una zona semilibre dentro del tiempo social simplifican tanto
la distribución real de ese tiempo que el mismo queda abstraído de un contenido
concreto

Otros intentos se han hecho, empero, que siguen una vía distinta a la del tiempo
semilibre para abarcar la totalidad del tiempo social y localizar en su seno un
tiempo libre o de ocio. Mencionaré tres que me parecen interesantes, cada uno
por razones distintas. Me refiero a las tipologías de Parker ya descrita aunque
todavía no comentada críticamente, la de Totti y la de Lefebvre.

En Parker, las actividades intermedias de semitrabajo y de semiocio parecen


responder a una categorización mas consistente que las de semiloisir, pero
padecen de una dicotomía interna resultante de la consideración puramente
negativa de los polos: el de las obligaciones de no trabajo. El trabajo sigue
considerándose, en el conjunto del esquema, opuesto al resto de las actividades
humanas, al inombrado “no-trabajo”. Y en ese aspecto, la dicotomía continúa
dándose ahora incluso en el seno mismo del tiempo semilibre.
Sin embargo, un aspecto interesante se encuentra en la tipología de Parker: su
consideración de la relación libertad-obligación como contiuum; más ¿por qué no
opera de igual modo con el tiempo?

La tipología que, por las mismas fechas que Parker, presentó Gianni Totti, va más
allá de la tríada obligación semi-libertad-libertad. Adoptando un enfoque
concreto, Totti diferencia hasta cinco parcelas en el tiempo cotidisano.

1. El tiempo desocupado, o sea, tiempo involuntario.

2. El tiempo de trabajo o de producción propiamente dicho – esto es, en


sentido técnico y material- y que incluye el tiempo de transporte y el
trabajo voluntario.

3. El tiempo fisiológico, necesario para comer, dormir, bañarse, cuidarse


hacer el amor, dedicarse al deporte etc.

4. El tiempo cultural, dedicado a la formación, la enseñanza, la educación, la


escuela, educación de adultos, la cultura colectiva, el turismo popular, las
vacaciones formativas, la participación y la gestión políticas etc.

5. El tiempo libre propiamente dicho, de recreación de nosotros mismos, de


autohumanización, que es producto y una riqueza nueva de nuestra época
comprometida en una larga desaenajenación humana

Al contrastarla con la realidad, tampoco parece responder a la tipología del Totti.


Cultivarse culturalmente, practicar un deporte, etc. Pueden ser objeto del tiempo
libre, por lo que este último a menudo no se diferenciará del tiempo cultural, ni
en muchos casos del fisiológico. El tiempo libre involuntario no por ello deja de
poder ser libre. Las actividades consideradas por otros como semilibres quedan
diluidas en esta tipología; en cuanto al tiempo libre propiamente dicho resulta
absolutamente vago. Los cinco tipos de Toti, en definitiva, dividen la vida
cotidiana para poder aclarar el contendio del tiempo social, lo que demuestra que
el problema del tiempo semilibre no se supera parcelando simplemente más el
tiempo social. A mi juicio, el interés de esta tipología se encuentra en su carácter
concreto, ya que no pierde de vista en ningún momento los contenidos fácticos
resultantes de la práctica del tiempo social.

Por último Hanri Leffebvre, en su estudio de la vida cotidiana en el mundo


moderno, ha presentado una clasificación del tiempo social tripartita como las
primeramente examinadas. Según el inquieto pensador francés en el tiempo
cotidiano cabe diferenciar: el tiempo obligado, ocupado por el trabajo profesional
el tiempo libre, que es el de los ocios; y el tiempo constreñido, dedicado a las
diversas exigencias fuera del trabajo, como son los transportes, las formalidades
sociales etc.

Ese tiempo contrait no parece, en principio, muy distinto al tiempo semilibre, sin
embargo, presenta un matiz digno de ser retirado. Su contenido no está formado

por actividades estrictamente obligatorias ni tampoco enteramente libres, sino


por toda una vasta serie de actividades solicitadas requeridas por la vida social
que nos envuelve y presiona sobre nosotros, coaccionando nuestra libertad
forzándonos a vincular a ellas una buena parte de nuestro tiempo sustraído al
trabajo. Es tiempo disponible no para cualquier cosa sino sólo para ciertas
acciones, sean o no placenteras y queridas. Es un tiempo que tenemos
previamente comprometido, que está encadenado; es un tiempo condicionado por
nuestra situación personal y nuestra posición social.

Así visto, el tiempo contraint presenta una mayor entidad que el tiempo semilibre,
pero continúa definido en función de los otros dos, los cuales siguen en
oposición. Y al menos por lo que se refiere al trabajo, no puede considerarse que
este último constituye siempre una obligación de carácter absoluto, sino que es
susceptible de variaciones cualitativas de intensidad. Pero Lefbvre introduce con
aquella clase de tiempo, un nuevo factor que indica la existencia de una clara
relación entre la temporalidad y el condicionamiento humano.

CONCLUSIONES
Dos conclusiones generales pueden sacarse de lo expuesto.

La primera, que cualquier extraño tiempo de semilibertad no elimina y ni siquiera


reduce la oposición entre el trabajo y el ocio; más bien parece, paradójicamente,
que cualquier cuña introducida entre ambos polos acentúa aún más su oposición.

El llamado tiempo semilibre es una pura construcción conceptual, que sólo tiene
interés en tanto que representa una denuncia de la dicotomización del tiempo
social.

La segunda es que todo ello esta conectado con la distribución real de ese
tiempo.

Ahora bien, en las últimas tipológicas criticadas han aparecido algunos


elementos que señalan la posibilidad de solventar el problema de la
dicotomización siguiendo otra camino, tales como la continuidad de la relación
entre la obligación y la libertad, la exigencia de una tipología del tiempo que
responda a la práctica social y la conexión entre el tiempo y aquella relación a
través de la actividad humana como contraste social. Este camino merece estudio
aparte.



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