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Blog: adarve5.blogspot.com
Es indudable que María Antonia Vallejo y Fernández, conocida por «La Caramba», poseyó el
don de la fascinación en un tiempo muy alejado entonces de las reivindicaciones feministas,
y que paseó e hizo gala de su dotes interpretativas y forma de vida desde su Andalucía natal
hasta los teatros de La Cruz y del Príncipe en la capital madrileña, donde triunfaron sus
extravagantes atuendos y los adornos que lucía sobre su cofia. Su reivindicación de lo
popular-nacional frente a las modas extranjerizantes conectó con la aquiescencia de los
espectadores y del público en general. Su debut en la Corte universalizó la tonadilla La
Caramba, representando a una maja que se resistía al insinuante cortejo de un petimetre,
al que respondía: "Usted quiere..., ¡Caramba! ¡Caramba!", lo que valió para que se
propagase el estribillo y se adjudicase a la tonadillera el célebre apodo.
Un señorito
muy petimetre
se entró en mi casa
cierta mañana,
y asi me dijo al primer envite:
—¿Oye usted... ? ¿Quiere usted ser mi maja
Yo le respondí con mi sonsonete,
con mi canto, mi baile y soflama:
—¡ Qué chusco que es usted, señorito!
Usted quiere..., ¡caramba!, ¡caramba!
¡Que si quieres, quieres, ea!
¡Vaya, vaya, vaya !
Me volvió a decir muy tierno y fino:
—María Antonia, no seas tan tirana:
mira, niña, que te amo y te adoro
y tendrás las pesetas a manta.
Yo le respondí con mi sonsonete,
con mi canto, mi baile y soflama:
—iQué porfiado es usted, señorito !
Usted quiere..., ¡caramba!, ¡caramba!
Tal fue el éxito de la tonadillera que, con su sobrenombre, puso de moda los aderezos y
adornos que lucía en su cabeza y que pasaron a designarse como «carambas». La caramba
era una especie de complicado lazo en forma de moña donde podían colocarse objetos de
orfebrería o carísimas telas de variados colores con el fin de resaltar la belleza de las damas.
De este modo, hizo decir al pueblo que en vez que bailaba «carambeaba», que los caramelos
eran «carambelos» o que Carabanchel se llamaba «Carambalchel». Goya nos dejó muestras
de las damas que lucían esas carambas en sus pinturas.
quien no era, hizo fabricar una cédula de defunción de sus padres, que aún vivían,
cambiando sus nombres y llamando a su padre Benito Fernández y a su madre Manuela
Rodríguez. El matrimonio pronto se fue a pique y, ya separados, María Antonia se fue a vivir
con su madre.
Emilio Cotarelo y Mori, en el tomo segundo de sus imprescindibles Estudios sobre la
historia del arte escénico en España, dedicado a María del Rosario Fernández, «La Tirana».
Primera dama de los teatros de la corte, publicado en 1897, nos ofrece una serie de noticias
sobre el personaje que da pie a este pliego y a su ajetreada vida. No hay que confundir a Mª
del Rosario, la originaria «Tirana», a la que dedica el ensayo, con «La Caramba», que es la
tonadillera que nos ocupa y sobre la que nos ofrece valiosísimos datos.
«Mayor ruido que todas éstas promovía entonces en la corte la tercera de música,
María Antonia Fernández, sobrenombrada la Caramba, célebre por su belleza, su
canto desgarrado y gitanesco, donde acumulaba toda la voluptuosidad andaluza,
su alegre conducta y su extravagancia en el vestir, lo que no impidió que el enorme
lazo de la cabeza, por ella ideado, que tomó su nombre y sacó en 1778, fuese luego
de uso general. A este adorno, y quizá pintando también la inventora del mismo,
aludió Jovellanos en una de sus sátiras contra aquellas encopetadas damas de su
tiempo que, á pesar de su alcurnia, no desdeñaban imitar á la Caramba.
Baja vestida al Prado cual pudiera
Una maja con trueno y rascamoño,
Alta la ropa, erguida la caramba,
Cubierta de un cendal más transparente
Que su intención, á ojeidas y meneos
La turba de los tontos concitando.
Era granadina, nacida en Motril en 1751. De Cádiz, escuela entonces de los
principales artistas de Madrid, vino como sobresalienta de música en 1776. Dos
años más tarde se la nombró tercera de cantado, con sólo la obligación de hacerlo
así y con partido de 22 reales y 9 más de ración. La tonadilla y el sainete cantado
fueron desde el principio su gran triunfo. El público corría precipitadamente á oir
aquellos ayes interminables y al parecer tan hondamente sentidos. Todo el arte de
la Caramba se reducía á esto; mas por nada del mundo se atrevería la Junta á
excluirla: el pueblo se hubiera sublevado. Toleraba, pues, sus desafueros y
extravagancias, dentro y fuera del teatro, á trueque de que la
terrible mosquetería estuviese contenta».
Más adelante, sigue relatando Cotarelo, las circunstancias que dieron lugar a su
alejamiento de la vida disipada y su acercamiento a una vida de oración. (pág.
133):
https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=1-NQvn2hcgc
¿Qué poder de sugestión no tendría el fraile capuchino con sus palabras y gestos
para convencer a la tonadillera de que abandonara todo? ¿En qué estado emocional
se encontraba entonces María Antonia? Es algo que tiene difícil respuesta, pero este
cambio radical en la vida de la tonadillera incrementó de hecho su fama y la
perdurable atracción hacia su persona y su vida.