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SÉPTIMO DÍA
A Jesús le preguntaron, “Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas y qué señal habrá de tu
venida y del fin del mundo?” Apocalipsis 6: “Miré cuando él abrió el sexto sello. Se
produjo un gran terremoto, el sol se ennegreció como un saco de silicio, la luna se
volvió toda como sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la
higuera echa sus higos cuando es sacudida por fuertes vientos. Por la historia,
conocemos que los eventos descritos en el libro de Apocalipsis tuvieron su
cumplimiento como sigue: (1) el terremoto de Lisboa en 1755, (2) el eclipse del 19 de
mayo de 1780, y (3) la lluvia de meteoritos el 13 de noviembre de 1833
Sin embargo, fue Samuel S. Snow quien, convencido, por sus estudios intensivos
sobre el tabernáculo mosaico y de los tipos de los festivales judíos, sugirió a Guillermo
Miller que Cristo volvería en ocasión al Día de Expiación judía (de los caraítas), en el
séptimo mes del año, esto sería en el otoño en vez de primavera de 1844. Es decir, el
22 de octubre. Miller y otros dirigentes del movimiento aceptaron esta postura recién
el 16 de octubre de 1844, días antes. Llegado el 22 de octubre de 1844, la experiencia
del movimiento adventista fue “dulce como la miel, pero después fue amargo” (Apoc.
10:10). Dulce por el mensaje precioso y la gran acogida que tuvo, y amargo por el
“gran chasco” de no haber visto el regreso de Jesús.
Guillermo Miller, entendió que Cristo vendría a purificar el santuario (la tierra
para Miller), después de las 2300 tardes y mañanas, es decir, el 22 de octubre de 1844,
ese sería el día del segundo advenimiento. Sin embargo, “Dios se propuso probar a su
pueblo. Su mano cubrió el error cometido en el cálculo de los períodos proféticos. Los
adventistas no descubrieron el error, ni fue descubierto tampoco por los más sabios de
sus adversarios. Estos decían: “Vuestro cálculo de los períodos proféticos es correcto.
No hay otra profecía más con fecha exacta para el surgimiento de un pueblo de
Dios. Al cumplimiento de la profecía de las 2300 tardes y mañanas, ese mismo día, el
22 de octubre de 1844, Cristo dio origen a Su pueblo, que “Guarda los mandamientos
de Jesús, y tiene el Testimonio de Jesús” (Apoc. 14:12), y es contra ella que Satán se
opone (Apoc. 12:17), con el pueblo remanente de Dios. Salen de Babilonia, para ser
parte del Israel Espiritual, de las tinieblas a su luz admirable (1 Ped. 2:9).
El mismo día, tal como Dios lo había dicho, levantó un pueblo para el tiempo del
fin. Ese pueblo es el pueblo Adventista del Séptimo Día. El 22 de octubre de 1844 no
debe ser visto como un “chasco”, sino como el inicio del ministerio Sumo Sacerdotal
de Cristo en el Santuario Celestial, y el día del nacimiento del pueblo de Dios.
Dios sacó a Israel de Egipto, para llevarlos a la Canaán terrenal, el mismo día que
estaba profetizado. Así, Dios sacó a los Adventistas de Babilonia, para llevarlos a la
Canaán celestial, el mismo día en que fue profetizado.