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Fernandez Christlieb Pablo El Lenguaje Cotidiano Como Dato Empirico PDF
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El lenguaje cotidiano, y de hecho todo lenguaje, musical, matemático, etc.,
es metafórico (Cfr. Vgr. Lakoff y Johnson, 1980), esto es, habla de otra
cosa, y más concretamente, enuncia las escenas con las que se originó
dicho lenguaje; por ejemplo, la frase “me caes mal” es una metáfora que
describe la escena de un cuerpo precipitándose pesadamente sobre otro,
con lo cual puede uno acercarse a la realidad corpóreo-fáctica del
sentimiento referido, de donde se puede entender porque los que nos caen
mal son unos “pesados”. Puede advertirse, de paso, que dicha escena es
una interacción. Asimismo, las etimologías, o sea, el significado originario
de las palabras, son metáforas condensadas, sintéticas, que de ser
escenificadas con la imaginación, dan cuenta del pensamiento y el
sentimiento que las creó. Por ejemplo, etimológicamente, la psicología es el
discurso sobre el alma o la psique, o el espíritu; estos vocablos, con que se
alude al conjunto de pensamientos y sentimientos, significan
etimológicamente “aire” o “viento”, es decir, un elemento que pulula por
fuera de los individuos, entre la gente, de modo que originariamente es ahí,
en la atmósfera, donde se sitúa el lugar de gestación de los pensamientos y
los sentimientos, y es donde radican las ondas sonoras de las palabras del
lenguaje, con lo que resulta que los pensamientos y los sentimientos que
estudia la psicología se producen en medio de la gente, entre ella, en sus
interacciones; en efecto, el término “psicología” hace referencia a una
interacción como el órgano de producción de la realidad psíquica. Esto es
un dato. Todavía, actualmente, en el lenguaje cotidiano, se menciona esta
realidad por su nombre cuando se habla con toda verosimilitud de “aires” de
fiesta, “clima” político, “ambiente” de discordia: terminología pneumática,
realidad paráclita. En efecto, en el lenguaje cotidiano están guardados el
pensamiento y el sentimiento sociales, junto con las transformaciones de su
historia. Al hablar de pensamientos y sentimientos sociales, se esta
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evidentemente considerando por igual a las realidades individuales, incluso
íntimas, que serían también obras de la interacción. Puede argumentarse
que lo psíquico individual está constituido con la misma sustancia de la
psique colectiva; puesto en escena, ello se representaría como aire
respirado por los individuos, lo cual, efectivamente, puede advertirse en el
lenguaje cotidiano; por ejemplo, “estar inspirado”, que es cuando uno tiene
brillantes ideas y una disposición de ánimo inmejorable, significa
etimológicamente “tomar aire”, lo mismo que estar “alentado”, y de ahí una
serie de derivaciones como “desaliento”, “aspiraciones”, etc., hasta que
finalmente, cuando uno deja de pensar y de sentir, de tener psique, que es
cuando se muere, se dice que se “expira”.
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inconsciente colectivo. Por lo anterior, no puede haber dato mas
estrechamente vinculado con el objeto de estudio; el lenguaje cotidiano ha
construido al objeto en la medida en que ha sido construido por él: es casi el
mismo.
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porque dicen lo que dicen, verbo y gracia “levantarse en armas”, “el año que
entra”, “le dio calabazas”, “carne de cañón”, sino solo saben que así “se”
dice, y pueden entender frases que en sí no tienen sentido. Aquí aparece
otra vez la objetividad del lenguaje (objetivo es aquello que está acordado
públicamente), en tanto que no es lenguaje de nadie, que no es ningún
individuo el que lo dice, porque si él fuera, no diría tales cripticismos, sino
que así es como “se” dice, “se” hace, “se” entiende; en efecto, el lenguaje
cotidiano es impersonal, expresado en el pronombre reflexivo “se” que se
utiliza cuando uno se viste o se peina a sí mismo; cuando algo así se dice,
si se busca quien es el obligado sujeto que lo dice, se encuentra que se lo
dice a sí mismo, o sea, el lenguaje cotidiano dice las cosas para sí mismo, y
solo él se entiende, sin que el individuo que lo pronunció lo intelija
cabalmente; sólo sabe que así se dice (Apel, 1973). En la misma lógica, el
que así “se” habla es “uno”, como en la frase “uno nunca sabe”: uno es
cualquiera, todo el mundo, la realidad psicosocial, la interacción, que es,
finalmente, la que habla; entonces, el lenguaje cotidiano vale como dato de
realidad para todos, es acatable por todos y resulta pues lo más objetivo
que la gente tiene; es la garantía de realidad, de pertenencia a un mundo.
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provenientes de esa realidad, los cuales pueden ser verificados
posteriormente en la medida en que se encuentran ejemplos lingüísticos
que expresen cotidianamente lo que ha sido desarrollado al nivel de la
teoría. Si se elabora, por ejemplo, la hipótesis teórica de que la realidad
psíquica esta estructurada de la misma manera que el espacio, esto es, que
lo psíquico se vive como espacial, lo que ha sido la intención de la
psicología colectiva desde Mead (citado por Blanco, 1988, p.189) y Lewin
(1937-1947), puede uno encontrar las pruebas en el lenguaje cotidiano que
menciona a lo psíquico como una geografía que tiene sus arribas y sus
abajos, sus adentros y sus afueras, ya que se dicen con toda normalidad
frases como “altas virtudes”, “bajos instintos”, “ideas superficiales”, “penas
profundas”, “levantar el ánimo”, “te llevo dentro de mi”, “ya te saque de mi
vida” o “en el fondo eres bueno”. Describir las escenas originales de tales
metáforas, localizar la época en que fueron acuñadas, mostrar su presencia
en las teorías científicas, discurrir su interrelación y su dinámica,
organizarlas en un discurso coherente, señalar las situaciones vitales en las
que estas imágenes se actualizan, constituye un programa de investigación
teórica de alcances no del todo desdeñables.
En suma, lo que pretendía este texto era argumentar la validez del lenguaje
cotidiano como dato empírico de la investigación teórica en psicología
social, desde el punto de vista de la psicología colectiva, entendiendo a la
psicología colectiva no como una rama de la psicología social, sino como
una versión completa de la psicología general. Comoquiera, se emplearon
términos que le son caros a la psicología positivista por haberlos tomado de
las ciencias naturales (Cfr. Apéndice #5), tales como “ciencia”, “dato”,
“empírico”, “verificación”, “objetivo”, porque si lo empírico es “lo que se guía
por la experiencia”, si la verificación es “averiguación” y objetivo es lo que se
objeta, “lo que se opone” (Corominas, 1973), no hay, entonces, de fondo,
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ninguna razón por la que estos vocablos tengan que estar reservados a la
producción técnica del racionalismo moderno. Como reivindica Gadamer
(1975), ciencia (scientia) es todo conocimiento, ciencia es todo saber (scire).
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Apéndice #2. Todo lenguaje técnico está iniciado en lenguaje cotidiano.
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Cuando una teoría elige un tipo de datos como referentes de su realidad, en rigor
está adscribiendo un tipo de lenguaje con el cual pueda conectarse con el objeto.
El lenguaje adscrito determina lo que se le puede interrogar y, por supuesto, la
información que se tenga como respuesta. Newton debe haber preguntado:
“¿porqué te caíste, manzana?” y como Newton era, además del primer científico
moderno, un espiritista esotérico (Berman, 1981, p.115), concluyó que la manzana
respondía: “porque me llamo la tierra”. En todo caso, no era una buena pregunta
porque ni las manzanas ni los sistemas solares hablan español o inglés, de modo
que lo que Newton quiso saber entonces fue: “¿Qué lenguaje utilizó la tierra para
llamar a la manzana?”, por lo que necesitó formular la duda en un lenguaje distinto
y el lenguaje que le funcionó quedo como masa, fuerza y aceleración. En efecto,
funciona mejor porque permite obtener mas respuestas de parte del objeto de
análisis; cuando Newton regresó de su laboratorio, las manzanas seguían
cayendo pero su actividad se expresaba mas elocuentemente en términos de
gravedad que en términos de intención. Ciertamente, los lenguajes científicos se
construyen para hacer hablar a los objetos: un geólogo es una persona que
entiende el idioma de las piedras.
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la que existe en la naturaleza: acción y reacción, estímulo y respuesta, predicción
y control de movimientos, etc.. A niveles químicos, psicofisiológicos, da la
impresión de que tal lenguaje resulta adecuado, aunque quizá pueda dudarse si
resulta adecuado llamarlo psicología. Hay otras teorías psicológicas menos
naturales que dan la apariencia de utilizar el lenguaje cotidiano como fuente de
datos, porque realizan tests y cuestionarios preguntando cosas a la gente, pero
eso no es cierto porque lo que hacen es entresacar de las respuestas un lenguaje
binario de si/no, correcto/incorrecto, racional/no racional, el cual se refiere no ya a
una realidad física propia de las ciencias naturales, sino a una realidad de
mercado propia de la economía o de la administración, que asume que el objeto
de estudio se mueve en términos de interés, ganancia y poder, cuyos datos son
bits de información. En ambos casos la realidad psicológica no es así, en absoluto,
sino que estos fueron los datos que se buscaron y, en ambos casos, permiten
conocer efectivamente los pensamientos y los sentimientos, no de la gente, sino
de los científicos, porque de ellos es este lenguaje, de ellos es tal realidad. Los
astrónomos saben que las ideas que tienen sobre los sistemas solares son suyas
y no de los sistemas solares porque éstos no hacen ecuaciones ni miran por un
telescopio; a los psicólogos se les olvida que sus pensamientos no son los
pensamientos de su objeto de estudio. La psicología colectiva frente a la
adscripción de lenguajes de fuerzas naturales y de economía de mercado,
argumenta que su objeto de estudio, la gente, produce su propio lenguaje, el
lenguaje cotidiano, y éste es un lenguaje de significados, porque la realidad
psicológica es una realidad de sentido, por tal motivo no requiere adscribir otro
lenguaje que el que ya esta dado, el que es datum de antemano.
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completamente diferentes, sino en el tipo de lenguaje que se le adscribe al objeto
de estudio. Parece que, ante el fracaso del racionalismo cientificista (cfr. Ibáñez,
1989), se ha empezado otra vez a jugar con la posibilidad de que a la naturaleza
se le pueda adscribir un lenguaje cotidiano; esto es, cargado de intencionalidad
(cfr. Vgr. Dennett, 1987) y de sentido, así como capacitado para entrar en diálogo
razonable con la gente (cfr. Vgr. Berman, 1981); por ejemplo, la relación ecológica
del planeta con sus habitantes parece poder solucionarse solamente por esta vía
(cfr. Vgr. Roszak, 1977).
Bibliografía:
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