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Santo Tomás de

Aquino
«[Santo Tomás hizo] una filosofía que, por su fondo más
íntimo, era irreductible a cualquiera de los sistemas
del pasado y, por sus principios, permanece
perpetuamente abierta al futuro»
Étienne Gilson, filósofo (1965a, 502)

«Es un hecho de indiscutible importancia que Santo


Tomás fue un hombre de un talento privilegiado que
reconcilió a la religión con la razón, que la extendió
hacia las ciencias experimentales, que insistió en que
los sentidos son las ventanas del alma y que la razón
tiene un derecho divino a alimentarse de los hechos, y
que es incumbencia de la fe digerir la comida fuerte
de la más recia y práctica de las filosofías paganas»
G.K. Chesterton, escritor (1948, 26)
a) Vida y obras
Nació Tomás de Aquino, Doctor Angelicus, en
1224/25 en Roccasecca, cerca de Aquino, en la parte
septentrional del Reino de Napóles.
A los cinco años fue llevado por sus padres al
monasterio de Montecasino, donde fue ofrecido
como oblato benedictino, con el propósito de que
llegase a ser, con el paso de los años, abad de aquel
importantísimo cenobio.
En 1239, cuando Federico II fue excomulgado por el
papa, el emperador expulsó, en represalia, a los
benedictinos de esa abadía, y Tomás regresó con su
familia. Ese mismo año fue enviado a estudiar a la
Universidad de Napóles. Allí vistió el hábito dominico
en 1244, hacia el mes de abril. En verano de 1248
a) Vida y obras
Nació Tomás de Aquino, Doctor Angelicus, en
1224/25 en Roccasecca, cerca de Aquino, en la parte
septentrional del Reino de Napóles.
A los cinco años fue llevado por sus padres al
monasterio de Montecasino, donde fue ofrecido
como oblato benedictino, con el propósito de que
llegase a ser, con el paso de los años, abad de aquel
importantísimo cenobio.
En 1239, cuando Federico II fue excomulgado por el
papa, el emperador expulsó, en represalia, a los
benedictinos de esa abadía, y Tomás regresó con su
familia. Ese mismo año fue enviado a estudiar a la
Universidad de Napóles. Allí vistió el hábito dominico
en 1244, hacia el mes de abril. En verano de 1248
a) Vida y obras
Regresó a París a finales de 1252 como bachiller
sentenciario, cargo que ejerció durante cuatro años,
hasta la primavera de 1256. En mayo o junio de 1256
recibió el nombramiento de maestro, pero no pudo
tomar posesión de su cátedra hasta agosto de 1257. A
finales de 1259 dejó París para trasladarse a Napóles.
De este período son, entre otras obras, la Summa
contra gentiles, la primera parte de la Summa
theologiae, y las Quaestiones disputatae De malo, De
potentia y De spiritualibus creaturis. En enero de 1269
estaba de nuevo en París, donde ocupó por segunda
vez la cátedra para "extranjeros" en la Universidad,
hasta verano de 1272.
a) Vida y obras
En verano de 1272 abandonó París y se dirigió a
Napóles. En la cuaresma de 1273 predicó sus célebres
sermones sobre el Credo, Padre nuestro, Avemaria y
Decálogo. Continuó la redacción del Compendium
theologiae, iniciada en 1269, que dejaría inacabado.
Redactó el opúsculo De substantiis separatis y comenzó
el dictado de la tercera parte de la Summa theologiae,
que no pudo concluir.
El 6 de diciembre de 1273 tuvo una alta visión de Dios
y, a partir de esa fecha, se negó a proseguir su obra
teológico filosófica. Falleció el 7 de marzo de 1274, en
el monasterio de Fosanova, camino del Concilio II de
Lyón.
Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323, y
b) Autoridad doctrinal
de Santo Tomás
Los primeros elogios a su actividad filosófico-teológica
proceden de tres maestros de París, contemporáneos
suyos: San Alberto Magno, Siger de Brabante y Rogelio
Bacon. Los tres le sobrevivieron, y no mudaron su
parecer ni siquiera después de las condenas del obispo
Esteban Tempier, promulgadas en 7 de marzo de 1277.
No obstante la fama y renombre de que gozó en el
mundo universitario parisino, Santo Tomás, que tan
activamente había intervenido en las polémicas con los
averroístas de finales de la década de los sesenta, se
vio salpicado, después de muerto, por las censuras de
1277, que precisamente eran antiaverroístas.
b) Autoridad doctrinal
de Santo Tomás
Las censuras de 1277 tuvieron, en todo caso, un efecto
negativo sobre la aceptación de la síntesis tomasiana.
Guillermo de la Mare publicó, hacia 1278, un
Correctorium fratris Thomae, que pocos años después,
en 1284, habría de ser aprobado y recomendado por el
capítulo general de la Orden franciscana, celebrado en
Estrasburgo, como antídoto de los supuestos errores
del Doctor Angélico.
La sospechas, no sólo sobre la validez de las tesis más
características tomasianas, sino incluso sobre su
ortodoxia cristiana, pesaron sobre el Aquinate durante
más de cincuenta años, y sólo comenzaron a
desvanecerse después de la canonización, en 1323.
b) Autoridad doctrinal
de Santo Tomás
Desde finales del siglo XIX, una serie de actos
pontificios de singular relieve han consolidado la
autoridad científica de Santo Tomás entre los católicos.
León XIII publicó su encíclica Aeterni Patris, en 1879;
San Pío X dio a conocer su Motu proprio Doctoris
Angelici, en 1914; las indicaciones del Código de
Derecho Canónico, de 1917, y las determinaciones de
Pío XI en la Encíclica Studiorum ducem, de 1923, fueron
también hitos importantes en lo que se ha llamado
"restauración del tomismo". Finalmente, no podemos
olvidar las dos referencias del Concilio Vaticano II; la
carta de Pablo VI titulada Lumen Ecclesiae, de 1974; el
discurso de Juan Pablo II en la Pontificia Universidad de
Santo Tomás, de 1979; las recomendaciones del Código
de Derecho Canónico, de 1983; y las expresas
b) Autoridad doctrinal
de Santo Tomás
Unas preguntas brotan casi espontáneamente:
¿Por qué ese reconocimiento tan generalizado,
que no decae con el paso de los siglos, sino que
aumenta?
¿Por qué ha inspirado siempre tanto respeto el
modo de filosofar de Santo Tomás, si
exceptuamos algunas críticas disonantes de los
ilustrados?
¿Porqué en un horizonte de soluciones
filosóficas tan dispares como el nuestro, las
aportaciones de Santo Tomás despiertan tanto
interés?
c) Fuentes de la filosofía
aquiniana
«No es necesario advertir que en
una obra como la presente, de
carácter general, no es posible
abordar una exposición amplia y
suficiente del pensamiento
tomista. Aun prescindiendo de su
inmensa labor como teólogo, que
cae fuera de una historia de la
filosofía, la forzosa limitación del
espacio nos obligará a presentar
Rasgos generales de la
síntesis filosófica
tomasiana
Tres coordenadas definen la síntesis tomista:
1) Una en cuanto a sus contenidos (es una "filosofía del
ser").
2) Otra en cuanto a la finalidad (es una filosofía que
busca la verdad).
3) Por último, otra en cuanto al obrar (es una filosofía
que analiza el esfuerzo del hombre por alcanzar el
bien).
A estas tres coordenadas, que merecen cada una un
epígrafe propio, añadiremos un cuarto epígrafe
dedicado a la filosofía social o política del Angélico, y
un quinto, sobre el "pulchrum".
a) Filosofía del ser
● Primero: Santo Tomás repite al menos tres veces,
apoyándose en Avicena, que "aquello que
primeramente concibe el intelecto como lo más
evidente y en lo cual vienen a resolverse todas sus
concepciones, es el ente". Es su famosa tesis: "Primo
in intellectu cadit ens" o, de otro modo: "primum
quod in intellectum cadit, est ens".
Al captar la realidad del ente, el intelecto
comprende, mediante un juicio preciso, qué sea la
contradicción. De modo que, el principio de no
contradicción y el de identidad no son ni innatos, ni
a priori, sino consecuencia y expresión del
conocimiento de la realidad. El pensamiento no pone
la realidad en ningún caso, sino que la realidad se
impone a la inteligencia: es decir, la inteligencia es
● Segundo: La experiencia nos presenta no sólo el
ente, sino que manifiesta además que las cosas
cambian. Al analizar el hecho del cambio, y
comprobar la necesidad de hacer compatible el ser
con el devenir, pues ambos son reales y no ficciones,
la inteligencia humana descubre en la realidad
cambiante dos principios constitutivos ínsitos:
potencia y acto.
● Tercero: La misma consideración del cambio nos
muestra que el par potencia-acto aparece en dos
niveles de la realidad: si por el cambio surge una
realidad que antes no existía, el plexo potencia-acto
está constituido por la materia prima y la forma
substancial. Si, no obstante el cambio, la cosa
permanece lo que antes era, entonces ese plexo
● Cuarto: Los dos niveles del par potencia-acto que
acabamos de considerar, en los que las formas
(tanto substancial como accidentales) son siempre
acto, se conocen con el nombre de orden
predicamental o categorial. En cambio, el orden en
que las formas son potencia, es el orden
trascendental. En el orden trascendental (entendido
en este sentido, no en el posterior sentido que le
atribuirá Kant), el par potencia-acto se manifiesta en
el plexo esencia-ser.
● Quinto: El orden trascendental conduce al
descubrimiento del principio de causalidad,
contemplado en su sentido más profundo: la
causalidad trascendental o causalidad del ser en
cuanto tal, que sólo puede ser obra de Dios.
b) Filosofía del conocer
El principio inmediato del conocimiento humano es,
según Santo Tomás, la facultad del alma que llamamos
inteligencia, y no la iluminación divina, como decían los
agustinistas, ni tampoco una especie de inteligencia
superior e impersonal -como un intelecto posible
universal y único para todos los hombres- como parece
que afirmaban los averroístas.
En la acción de conocer intervienen la persona entera y
todas sus potencias. El rasgo más notable de la
gnoseología tomasiana es la unión entre la actividad
inteligible y el obrar sensitivo, muy descuidada por los
autores de corte platónico. Todo ello es conforme, como
resulta obvio, con su doctrina de la unión substancial
del alma con el cuerpo.
c) Filosofía del obrar
El estudio de la ética tomista no puede ser aislado de la
metafísica aquiniana. Pensar lo contrario equivaldría a
considerar la actividad humana como algo que
subsistiría al margen de las cosas. El análisis del obrar
humano se encuadra, por tanto, dentro de la
concepción general tomasiana del universo creado.
El acto, por el cual Dios ha puesto en la existencia
todas las cosas (creación), no es substancialmente
distinto del acto por el cual Dios atrae a Sí todas ellas,
como su causa final última (providencia y gobierno).
Por todo ello, dos temas ocuparán en la ética tomista el
primer plano del análisis: las nociones de fin y de ley
eterna.
● El fin, que puede ser contemplado bajo los dos
aspectos de fin de la obra o acción y fin del agente o
intención, será la primera y más importante fuente
de moralidad de los actos humanos (actos que
proceden de su voluntad deliberada).
Ahora bien, la existencia de acciones orientadas
hacia fines particulares, tanto si son libres como
impuestos, exige necesariamente la existencia de un
fin último que comunique su finalidad a los fines
particulares. Sin fin último no habría finalización
posible de ningún tipo. Esto es perfectamente
congruente con toda la síntesis tomista, que observa
que la causalidad divina se ejerce primeramente en
el orden de la causalidad eficiente y, en segundo
lugar, en el de la causa final.
● La ley eterna es la norma suprema de la moralidad. Aquí
Tomás de Aquino es consecuente con su doctrina acerca
de la primacía de la inteligencia sobre la voluntad, que
traslada análogamente a Dios. Aunque en Dios todo es lo
mismo, salvo cuando media relación de oposición, y, por
consiguiente, no hay distinción real entre los atributos
divinos; siendo inteligencia y voluntad idénticas a la
esencia divina, puede no obstante distinguirse en Dios,
según nuestro modo de entender, una primacía de la
inteligencia sobre la voluntad. Primero, con una prioridad
que no es ni temporal ni esencial, sino sólo según
nuestro modo de hablar de la Divinidad, en Dios hay la
idea, el proyecto de lo que desea hacer, y después viene
su ejecución. El proyecto de todo cuanto quiere hacer se
denomina ley eterna, porque las cosas son lo que Dios ha
querido que fuesen, es decir, que Dios marca la ley
Esa ley constitutiva esencial de las cosas es, por lo
mismo, necesariamente reflejo del proyecto divino, y
recibe el nombre de ley natural. Pues bien, según
Tomás de Aquino, la ley eterna es conocida por cada
hombre en sí mismo de forma inmediata y
espontánea, al menos en sus principios más
generales, y es aplicada a través de un juicio
práctico o prudencial, que se denomina conciencia
moral (distinta de la conciencia psicológica).
Los dos soportes de la ética aquiniana, el fin y la ley
eterna, configuran al pensamiento moral de Santo
Tomás sobre una base totalmente objetiva. Las
finalidades particulares se orientan a un fin último
del que obtienen su moralidad fundamental, fin
último que trasciende al sujeto actuante.
Por otra parte, la norma suprema de moralidad, que
se identifica con el fin último, es la ley eterna, que
expresa la esencia divina bajo la perspectiva
intelectual. La moral o ética, por tanto, no queda a
merced de la voluntad divina, que habría de ser
entendida como voluntad puramente aleatoria o
cambiante desde los primeros momentos del
nominalismo bajomedieval; sino a merced -valga la
expresión- de las ideas divinas, que no son otra cosa
que las infinitas formas como la esencia divina
puede ser imitada por las realidades creadas.
d) Filosofía política
● Si consideramos, pues, a los criterios que inspiran la
politicología tomasiana, basados en la convicción de
que la causa primera de todo, tanto del orden
natural como, en última instancia, del orden
"artístico", es Dios; y nos apoyamos en el axioma de
que todo intelecto es activo, tanto el divino como el
humano, entonces el modelo de vida social que nos
presenta Aquino, y su correspondiente organización
política, resultan irreprochables. El orden social y
político serán tanto más perfectos, cuanto mejor
imiten el orden natural. El orden natural es un todo
integral, con partes bien trabadas y jerarquizadas,
armoniosamente dispuestas. De la misma forma, el
orden social y político debe tender a ser un orden
estructurado y ordenado, según una jerarquía
e) Los trascendentales
y el 'pulchrum'
● La definición -dice Tomás- nos da a conocer qué es
una cosa. Responde a la pregunta: ¿qué es esto?
Definir es expresar la esencia de una cosa (especie)
por medio el género próximo y de la diferencia
específica; es decir un concepto incomplejo por
medio de un concepto complejo ("hombre" es
"animal racional"). Ésta es la definición esencial
(caben otros tipos de definiciones, que ahora no
interesan). A su vez, el género próximo puede
reducirse a un concepto todavía más alto (en la
escala de Porfirio), y así sucesivamente, hasta
alcanzar aquello que sea lo más general. Lo más
general es tanto el ente como aquello añadido al
ente que exprese algún modo del ente no designado
por el nombre de ente, y "que acompañe de forma
Estos modos generalísimos son "ser" (ens) y cosa
(res), y sus propiedades trascendentales: "unidad",
"algo", "verdad" y "bien" (unum, aliquid, verum y
bonun)
Tales modos generalísimos ya no son definibles,
porque intervienen en toda definición y la hacen
posible. En consecuencia, todo lo que el hombre
concibe es conocido implícitamente como "ser", es
decir, como existente (es decir: en acto de ser).
El Tomismo
«los personajes que figuran en la historia de la cultura son
los que no sólo han producido obras relevantes, sino que
han tenido un influjo en la posteridad (...) es obvio que los
pensamientos de Aristóteles, de San Agustín, de Descartes
o de Kant han tenido una notable pervivencia a través del
tiempo. Sin embargo, en éstos, como en tantos otros
casos, se trata no de la integralidad de sus doctrinas, sino
de una orientación general o de algunas de sus posiciones
significativas. Hoy no se hallarían quienes sostuviesen
todas las conclusiones del aristotelismo, del agustinismo,
del cartesianismo o del kantismo. Pero en el caso del
tomismo, durante siete siglos los seguidores de Santo
Tomás han profundizado, defendido y aplicado todas sus
ideas y sus conclusiones teológicas y filosóficas con la sola
excepción de algunos temas tangenciales referentes a las
ciencias naturales de su época. Se trata de un caso único

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