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El deber de hacer vida común

La fidelidad no es suficiente para hacer posible el cumplimiento de los fines del matrimonio,
y sobretodo, resultaría muy difícil o imposible, que los cónyuges cumplan las obligaciones
contraídas con el matrimonio y que son necesarios para su desenvolvimiento, especialmente
para alimentar y educar a los hijos, sin la plena comunidad de vida conyugal, o la
cohabitación y vida en común del marido y la mujer.
Por esto, la Ley nacional vigente, en su artículo 289, prescribe que es deber de ambos
cónyuges hacer vida común en el hogar conyugal, añadiendo el artículo 290, in fine, que a los
dos cónyuges compete fijar y mudar el domicilio conyugal, en tanto que por el artículo 36 se
establece complementariamente que domicilio conyugal es aquel en el cual los cónyuges
viven de consuno.
Ahora bien, si el deber de fidelidad es inflexible, en cuanto no permite excepción alguna, no
sucede lo mismo con el deber de cohabitación, el que dada su naturaleza la ley permite
excepciones, en función de las cuales se facultad al Juez competente para que autorice la
suspensión del cumplimiento de la obligación de hacer vida común, en los casos siguientes:
I) Cuando se ponga en peligro la vida o la salud de cualquiera de los cónyuges; como podría
ocurrir si uno de ellos priva al otro de lo necesario para subsistir o lo somete a maltratos o
cuando de ellos contraiga enfermedad contagiosa, demencia mental y otros.
II) Si se pone en riesgo la dignidad o el honor de uno de los cónyuges, como cuando se impone
a uno de ellos, especialmente la mujer, la presencia de una concubina, hijos
extramatrimoniales, o de someterlo al papel de subordinada de otras personas.
III) También puede cesar la obligación de hacer vida común si pone en peligro la actividad
económica de cualquier de los cónyuges, de la que dependa el sostenimiento de la familia

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