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PRÁCTICA No 6 ÉTICA Y DEONTOLOGÍA

LA CONCIENCIA MORAL
JOSÉ R. AYLLÓN.

“Conciencia” tiene dos acepciones: una psicológica y otra moral. Conciencia


psicológica es el conocimiento reflejo, el conocimiento de uno mismo, la
autoconciencia. Conciencia moral es la capacidad de juzgar la moralidad de la
conducta humana (propia o ajena) Es, por tanto, una de las múltiples capacidades
de la inteligencia humana, que es polifacética. Hay, entre tras, una inteligencia
estética, un inteligencia matemática, una inteligencia lingüística, una inteligencia
moral. Por eso Kant pudo hablar de razón pura (científica) y razón práctica (moral)
Conciencia moral es la razón que juzga la moralidad: el bien o el mal. No el bien o
el mal técnico o deportivo –el que nos dice si somos un buen dibujante o un mal
tenista– sino el bien o el mal moral: el que afecta a la persona en profundidad, el
que dice “eres buena persona” o “eres mala persona” Hay acciones que afectan a
la persona superficialmente y hay otras que lo afectan en profundidad. Lavarse la
cara afecta a la exterioridad de la cara, en cambio, mentir o traicionar afectan a la
interioridad de la persona. Un periodista preguntaba a la modelo Valeria Mazza si
alguna vez había rechazado algún trabajo. Ésta fue la respuesta:

- Sí, nunca hice un desnudo o posé ropa transparente. Al principio me


costaba mucho negarme, porque lo que quieres es trabajar, pero me
daba cuenta de que eso afectaría seriamente a mi personalidad.

La conciencia es una curiosa exigencia de nosotros a nosotros mismos. No es –no


debería ser– una imposición externa que provenga de la fuerza de la ley ni del peso
de la opinión pública o del consejo de los más allegados. Gandhi, acusado de
sedición, se defiende en el más grave de sus procesos con estas palabras: “he
desobedecido a la ley, no por querer faltar a la autoridad británica, sino por obedecer
a la ley más importante de nuestra vida: la voz de la conciencia”
En ocasiones la conciencia juzga con criterios absolutos porque puede situarse más
allá de la muerte. Por la presencia de ese criterio absoluto, el hombre intuye su
responsabilidad absoluta y su dignidad también absoluta. Por eso entendemos a
Tomás Moro cuando escribía a su hija Margaret, antes de ser decapitado: “Ésta es
ese tipo de situaciones en las cuales un hombre puede perder la cabeza y aun así
no ser dañado”
La conciencia es una brújula para el bien y un freno para el mal. Confucio la define
con palabras sencillas y exactas: luz de la inteligencia para distinguir el bien y el mal.
Y las grandes tradiciones culturales de la humanidad, desde Confucio y Sócrates,
han llamado conciencia moral a ese muro de contención del mal, y le han otorgado
el máximo rango entre las cualidades humanas.
Conviene aclarar que el ejercicio correcto de la conciencia moral es incompatible
con el relativismo moral, con la concepción subjetivista del bien. Inteligencia y
conciencia desempeñan correctamente su cometido cuando se esfuerzan en
reconocer la realidad como objetivamente es, no como subjetivamente puede
parecer o nos conviene que sea. Una tarea que no es nada sencilla. Pongo un
ejemplo literario: lo que para Don Quijote son gigantes enemigos, par Sancho son
molinos de viento. Pero los dos no pueden tener razón porque la realidad no es
doble. El ejemplo es tan grotesco que no nos sentimos aludidos. Nos parece que
nadie en su sano juicio ve la realidad tan distorsionada. Sin embargo, por desgracia
no es así: entre un terrorista y un ciudadano pacífico, entre un defensor del aborto y
un defensor de la vida, entre u nazi y un judío, entre un vendedor de droga y un
vendedor de helados, entre el que vive fuera de la ley y el que vive dentro, entre el
que conduce sobrio y el que conduce borracho, las diferencias pueden ser mayores
y más dramáticas que las diferencias entre Don Quijote y Sancho.
Hemos dicho que la conciencia es un juicio de la razón, no es una decisión de l a
voluntad. Por eso el hombre puede juzgar bien y obrar mal. Con otras palabras, la
conciencia es condición necesaria, pero no suficiente del recto obrar. Los personajes
de Shakespeare saben esto perfectamente. Dice Hamlet de sí mismo:

Yo soy medianamente bueno. Sin embargo de tales cosas podría acusarme,


que más me valiera que mi madre no hubiese echado al mundo. Soy muy
soberbio, ambicioso y vengativo, con más pecados sobre mi cabeza que
pensamientos para concebirlos, fantasía para darles forma o tiempo para
llevarlos a ejecución.
El juicio moral de Hamlet es correcto, pero su voluntad no consigue rectificar su
deseo de venganza. Así se pone de manifiesto que la conciencia no es suficiente
para lograr una conducta ética, pues solo es capaz de seguir su conciencia quien
tiene el hábito de obrar bien, el que además de conocer lo bueno tiene la fortaleza
de actuar en consecuencia. Ello nos lleva al terreno de las virtudes.

ACTIVIDADES
1. A través de un cuadro comparativo indique las diferencias entre la conciencia
psicológica y la conciencia moral.
2. Realice un breve comentario sobre de lo dicho por Gandhi, acusado de sedición, se
defiende en el más grave de sus procesos con estas palabras: “he desobedecido a la
ley, no por querer faltar a la autoridad británica, sino por obedecer a la ley más
importante de nuestra vida: la voz de la conciencia”
3. Explique específicamente ¿Qué es conciencia Moral? ¿Y cuál es su función?.
4. Desde su experiencia personal puede definir lo que es la conciencia moral.
5. Elabore un organizador del conocimiento del tema tratado.

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