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El contrato es la manifestación más importante del acto jurídico de naturaleza

patrimonial. El Código Civil regula la Teoría General del contrato en la Sección


Primera del Libro VII.

La Sección Primera del Libro VII, denominada Contratos en General, comprende


las disposiciones generales; el consentimiento; el objeto del contrato; la forma;
los contratos preparatorios; los contratos con prestaciones recíprocas; la cesión
de la posición contractual; la excesiva onerosidad de la prestación; la lesión; el
contrato a favor de tercero; la promesa de la obligación o del hecho de un tercero;
el contrato por persona a nombrar; las arras y las obligaciones de saneamiento.

En el presente trabajo vamos a analizar los artículos correspondientes desde el


artículo 1351 al 1372 de La Sección Primera del Libro VII del Código Civil
Peruano.

Art. 1351.- DEFINICIÓN

El contrato es el acuerdo de dos o más partes para crear, regular,


modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial.

Nuestro Código repite la misma definición del Código Civil Italiano, el cual
establece que el contrato es el acuerdo de dos o más partes para constituir,
regular o extinguir entre ellas una relación jurídica patrimonial. (Artículo 1321).
Conforme al artículo 1351, los componentes de la definición son:

1) Que exista un acuerdo. El contrato es un acto


consensual.

2) Que sean dos o más las partes. El contrato es un acto


jurídico bilateral o plurilateral.

3) Que sus efectos sean constituitivos, modificativos,


extintivos o reguladores. Las partes llegan al acuerdo con
una finalidad, lo que está indicado con la preposición
para: las partes llegan al acuerdo con el fin de incidir en
una relación jurídica patrimonial. El contrato es un acto
de voluntad.

4) Que la relación jurídica sea de naturaleza patrimonial.


El contrato es un acto jurídico patrimonial.
ELEMENTOS DE LA DEFINICIÓN

Podemos señalar como elementos de esta definición los siguientes:

A) Acuerdo de dos o más partes

En el contrato hay acuerdo de las partes para voluntariamente llegar a una


consecuencia. Es un acto jurídico, en el cual no puede faltar la manifestación de
la voluntad, y no un hecho jurídico, en el que sí puede faltar este elemento.

No cabe hablar de contrato sin la noción de cópula o bilateralidad, pero


bilateralidad no siempre implica la concurrencia de dos o más personas, sino
correlación de obligaciones y derechos.

La pluralidad de personas presupone pluralidad de voluntades. Esta voluntades


no deben ser mantenidas en el fuero interno de cada uno, porque entonces no
podrían conocerse, sino que debe ser expresadas y exteriorizadas.

En resumen, siendo el contrato de acto jurídico plurilateral, o sea que intervienen


dos o más partes en la declaración de voluntad, destinado a consistir, modificar,
transmitir y extinguir una relación jurídica patrimonial, el necesario para que
exista contrato, que se cumplan los siguientes requisitos:

a) Que se encuentran frente a frente, personalmente o debidamente


representadas, las dos o más partes que desean crear la relación jurídica.

b) Que las partes emite una declaración de voluntad común.

c) Que la declaración que se emite pretenda crear una relación jurídica


patrimonial.

d) Que, en caso de los contratos reales o solemnes, se haga entrega, efectiva


o jurídica, de la cosa materia del contrato o se cumpla con la formalidad exigida
para la validez del mismo.

B) Partes o personas físicas o jurídicas

La persona jurídica, llamada también colectiva, "es el hombre colectivamente


considerado". Sin ser persona física tiene personería jurídica.
La persona física natural, es el hombre individualmente considerado. Por tanto,
el contrato puede celebrarse entre las partes naturales y jurídicas o también
solamente entre las primeras o las segundas.

C) Consecuencias Jurídicas

El concierto, tiene un fin determinado que se manifiesta en cuatro modalidades:


crear, regular, modificar o extinguir una relación jurídica patrimonial.

Cada uno de estos elementos está en conexión con los demás. No es contrato
el acto en el cual falte uno o más de estos elementos.

Como en todo acto o negocio jurídico, para que se forme válidamente el contrato
deben ocurrir los siguientes requisitos de validez:

La manifestación de la voluntad de las


partes, que en los actos bilaterales o
plurilaterales, como son los contratos,
toma el nombre de acuerdo o
consentimiento.

LA forma cuando ha
La capacidad de las
sido prescrita bajo
partes
sanción de nulidad

El objeto posible,
La causa fin lícita lícito, determinado o
determinable.
Además de estos elementos comunes a todo contrato, deben concurrir los
elementos propios de cada contrato, los cuales son la cosa y el precio en la
compra-venta. La falta de alguno de estos elementos es causal de nulidad del
contrato. Si alguna de las partes contratantes o ambas adolece de incapacidad
relativa, o si el consentimiento está viciado, el contrato es anulable. Las causales
de nulidad están enumeradas en el artículo 219 y las de anulabilidad en el
artículo 221.

El contrato es, por tanto, un acto o negocio jurídico por cuanto con él las partes
autorregulan sus intereses patrimoniales, pero se distingue de otros actos
jurídicos patrimoniales, sobre todo, por la necesaria presencia de dos o más
partes, que no equivalen a la presencia de dos o más sujetos. La parte indica un
centro de referencia de intereses, por ello varios sujetos – portadores de
idénticos intereses – constituyen a una sola parte, mientras un solo sujeto puede
ser, en casos particulares, punto de referencia de dos distintos centros de
intereses, como sucede en el contrato consigo mismo que regula el articulo 166.
Cuando la regulación de intereses es dictada por una sola parte no estamos
frente a un contrato, sino a un acto jurídico unilateral, por ejemplo, el testamento,
la cancelación de hipoteca.

El acuerdo es el asentimiento recíproco de las partes sobre el contenido del


contrato, es decir, el consenso de las partes sobre la creación, regulación,
modificación o extinción de obligaciones. Sin encuentro de las voluntades de las
partes no existe el fenómeno contrato. Éste no nace si las partes no están de
acuerdo.

En el sentido del artículo 1531, el acuerdo designa la fase conclusiva del iter
procedimental que conduce al encuentro de las determinaciones de las partes,
esto es, la regulación dictada por las partes; el acuerdo es el contenido del
contrato: los derechos que adquieren y las obligaciones que asumen las partes.

Otra nota que caracteriza al contrato es la naturaleza de la regulación de


intereses: el contrato debe crear, regular, modificar o extinguir una relación
jurídica patrimonial. La relación jurídica – contractual es susceptible de
valoración económica. Por tanto, el matrimonio, en nuestro ordenamiento jurídico
no es un contrato porque regula relaciones no patrimoniales, es decir es
extrapatrimonial, aunque produce consecuencias patrimoniales (en la relación
entre cónyuges, en la relación con los hijos, en el plano sucesorio).

El contrato es la expresión y realización de la autonomía de la voluntad privada


de los contratantes, quienes se vinculan recíprocamente, es decir, “cada uno a
sí mismo y, con ello, al propio tiempo a la otra parte”, estableciendo, de este
modo, para su relación recíproca una norma jurídica, la lex contractus.

La definición del contrato como el acuerdo de dos o más partes para crear,
regular, modificar o extinguir una relación jurídica corresponde a su noción
clásica que tiene como núcleo central al “consentimiento”, expresión del acuerdo
de voluntades coincidentes.

El contrato es inexistente si falta el acuerdo de las partes sobre todas las


estipulaciones contractuales.

Queda, por último, manifestar que el contenido del artículo 1351 es igual al de la
primera parte del numeral 140, que define al acto jurídico, de donde existiría
redundancia, si se tiene en cuenta que el contrato es una especie de aquel.
Empero y en descargo de lo expuesto, el contrato se limita a las relaciones
jurídicas patrimoniales, mientras que el acto jurídico comprende también las
extrapatrimoniales.

De todos modos y para evitar esa repetición, en la Subcomisión Revisora se ha


repensado la definición y sugerido una futura modificación la cual sería la
siguiente:

“Artículo 1351.- El contrato es un acto jurídico plurilateral, referente a una


relación jurídica obligacional de carácter patrimonial.”

ETIMOLOGÍA:

La voz contrato deriva de contrahere que, a su vez, proviene de trahere.

El contrato da origen al vinculum iuris en que consiste la obligatio. Contrahere


significa realizar, perpetuar, concitar. En el Derecho romano clásico la palabra
contrahere no significaba celebrar un contrato. En contraste con el verbo
contrahere, el sustantivo contractus apareció mucho más tarde, en el ultimo
periodo de la República. Se llamaba contractus a ciertos actos solemnes y
rituales que generaban una obligación. La voz “pacto” deriva de pactum, para
cuya vigencia se requiere el acuerdo, de esto resulta que el pactum es más
acorde con la noción clásica de contrato.

El concepto moderno de contrato se deriva, no del contractus, sino del nudo


pacto (conventio).
Art. 1352.- PERFECCIÓN DE CONTRATOS

Los contratos se perfeccionan por el consentimiento de las partes,


excepto aquellos que, además, deben observar la forma señalada por la
ley bajo sanción de nulidad

El artículo en mención establece el principio del consensualismo. Se dice que


todo contrato supone inevitablemente el acuerdo de las partes.

Esto ha dado lugar a que en la formación del contrato existan, por un lado, las
voluntades internas de cada parte y, por otro lado, la manifestación de las
voluntades teniendo el carácter de una declaración de voluntad común. Tal como
señala Mazeaud: “La eficacia de la voluntad supone su existencia real (o sea
voluntad interna) y su manifestación (declaración de voluntad)”.

Esto es, que, no obstante que el consentimiento es uno solo, en el sentido de


que ambas partes prestan el mismo consentimiento, este muestra dos lados,
constituido uno de ellos por las voluntades internas de cada parte que no se
manifiestan y, el otro, por la exteriorización de ellas, como declaración de
voluntad común. Conviene estudiar por separado cada uno de estos lados del
consentimiento.

Vale la pena repetir las palaras de Baudry-Lacantinerie y Barde: “Yo puedo


querer solo, pero no puedo consentir solo, porque el consentimiento es un
concurso de voluntades”.

La voluntad constituye la esencia misma contrato, pero solo por su manifestación


el sujeto la hace conocer. Es por eso que la voluntad sola no es suficiente, pues
necesita de su manifestación y que entre ambas exista una imprescindible
correlación, y además, que la manifestación responda a la verdadera y real
intención del sujeto y que, entre lo que este manifiesta y lo que quieren exista
también una imprescindible correlación.

La formación de la voluntad interna será compuesta por tres factores: (a) el


discernimiento, (b) la intención y (c) la libertad.
a) El discernimiento: es la aptitud para percibir o distinguir las diferencias en
relación a aquello que guarda conformidad con nuestra convivencia o
sentido moral. Es, pues, una aptitud que nos permite diferenciar lo que
nos conviene de lo que no nos conviene, de lo que nos interesa de lo que
no nos interesa, y, en general, de lo que nos hace actuar con
entendimiento y desarrollar nuestra inteligencia.
La codificación civil le da especial relevancia al discernimiento pues lo
toma como factor para la determinación de la capacidad de ejercicio. Es
por eso que se dice que el discernimiento es inherente a la racionalidad
del ser humano y por eso es el presupuesto de su capacidad de ejercicio.
b) La intención: es el querer realizar un acto con conciencia de sus
consecuencias en el momento de su realización.
c) La libertad: es la espontaneidad que debe existir para tomar la decisión
de celebrar un contrato. Hay libertad cuando el agente o sujeto puede
elegir espontáneamente entre varias determinaciones y realiza el contrato
sin coacción externa,

El proceso formativo de la voluntad jurídica, concluye con la exteriorización


de la voluntad interna mediante su manifestación que es la que determina la
voluntad jurídica,

La voluntad interna, una vez formada con el discernimiento, la intención y la


libertad, debe exteriorizarse y, por eso, viene a ser el sustrato de la voluntad
manifestada. La voluntad interna, también llamada voluntad real, aun cuando
esté conjugada con el discernimiento, la intención y la libertad, no es
suficiente para la formación de la voluntad jurídica y darle validez al contrato
que se quiere celebrar, pues este requiere de la exteriorización de la voluntad
interna mediante la manifestación.
Art. 1353.- RÉGIMEN LEGAL DE LOS CONTRATOS

Todos los contratos de derecho privado, inclusive los innominados,


quedan sometidos a las reglas generales contenidas en esta sección, salvo
en cuanto resulten incompatibles con las reglas particulares de cada
contrato.

La Sección Primera del Libro VII del Código Civil, contiene la regulación de la
teoría general del contrato, o sea las reglas aplicables al contrato considerado
como categoría general y abstracta, que comprende todas las figuras de
contrato.

El artículo 1353 plasma este concepto estableciendo que todos los contratos de
Derecho privado quedan sometidos a las reglas generales contenidas en esta
Sección, de tal manera que, en principio, la teoría general del contrato
comprende todo el ámbito de la contratación privada.

Sin embargo, el artículo 1353 establece una excepción a este principio,


disponiendo que él no será aplicable en el caso que las reglas generales resulten
incompatibles con las reglas particulares de cada contrato.

Esto tiene sentido, por cuanto cada contrato particular requiere, muchas veces,
dadas sus peculiares características, de una regulación propia que no tiene
necesariamente que coincidir y, es más, que puede estar en oposición, con las
reglas generales relativas a todos los contratos. Se aplica entonces el principio
de que la Ley especial prima sobre la Ley general, la cual queda limitada por la
excepción contenida en la ley especial.

A continuación, definiremos qué son los contratos típicos y atípicos.

El contrato típico puede ser definido, de acuerdo a lo anteriormente expuesto,


como aquel contrato que tiene una regulación legal propia que lo identifica
respecto a los demás. Es, como dice GETE-ALONSO, “la manera de ser” del
contrato, en el sentido que “la ley individualiza a un determinado fenómeno a
través de una serie de elementos y datos peculiares, y al conjunto, así descrito,
lo valora y le atribuye una concreta regulación jurídica unitaria”. Son los que
tienen nombre y están expresamente determinados en el Código Civil, ejemplo,
la compraventa, permuta, arrendamiento, suministro, hospedaje, mutuo,
comodato, depósito, etc. nuestro Código Civil nos llaman “Nominados”.

Por contraposición, es contrato atípico el que, no obstante tener una


identificación propia y reunir los requisitos necesarios para ser contrato, no ha
merecido aún recepción legislativa mediante una disciplina particular. El contrato
atípico viene a ser el que carece de disciplina particular, tanto legal como social
(doctrinaria o jurisprudencial). Aplicando rígidamente este concepto, se llegaría
a que sólo es contrato atípico aquél que se encuentra huérfano de toda
regulación externa, de tal manera que todo el contenido y efectos contractuales
no sólo son originales, sino también completos. Esto determinaría, a su vez, que
tal contrato, además de su disciplina propia, únicamente estaría regulado
supletoriamente por las pautas de los contratos en general (artículo 1353 del
Código civil). Son los que carecen de ubicación en el ordenamiento jurídico
sustantivo, debido a que las regulaciones económicas del hombre, intensas y
variadas, crea situaciones jurídicas no previstos por el legislador.

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