El sufrimiento, la pobreza, la violencia, las injusticias, la historia familiar y social, todo el contexto histórico y personal tiene cabida en la obra “Ríos profundos” de José María Arguedas. Una novela cada de emotividad y de una carga autobiográfica considerable. En este ensayo profundizaremos la lectura de este libro, para ser exacta el tercer capítulo de la obra, en la búsqueda de referentes que nos hagan comprender mejor el universo de Arguedas. Ernesto es aquí fin y cómplice del quejido de su padre. Es también él pedidor de su agonía. Resulta único que la casualidad se empeñara en volver un alarido la honestidad y candidez de él; ¿por qué, si bajo sus ojos se esconde solo miedo y cariño, empeñosa la historia se encarga de pervertir?. El tercer capítulo ‘’La despedida’’, es algo más que solo una parte de la historia. Es de manera sutil una realidad que José María Arguedas vislumbro desde su escritorio. La continuidad de estos tristes casos es repetitiva, mostraba él. Y Ernesto representa más que solo un niño que extraña, representa todos los niños que extrañan, no solo de los cuentos ni de las novelas, representa a la realidad. Cada padre que con tristeza no huye por él, si no por los suyos, a otras inseguras tierras dibujadas por algún forastero perteneciente a aquel lugar. Afligido por él y por todo aquel que de él desprende. Yo sé que de su pecho nace con orgullo y dolor ¡Payhunak’a nerk’ achá!. Ahí está el niño, inerte pero ágil quizás por su resigno que se expresa como fortaleza, como las montañas inmóviles de las tierras que pisó acompañado de su padre. ¿quizás huían para sobrevivir? Y quizás de esto solo estaba consciente el señor. Pero ha pasado ya y los caminos que eternamente convergen se separan letra a letra por estas líneas, se desgarran y duelen no por capricho, si no por vitales. Son carne y sangre sus memorias. Difícil sería comprender, explicar y más aún comparar qué dolor es más punzante: la soledad de un niño o la necesidad de un padre. La bondad y la alegría está presente, aunque esta duela y pareciera que se esconde como el sol de las páginas contadas. Ernesto tiene encima de sus hombros y de su cabeza lo que desde sus ojos no ha sido conquistado: el cielo, enorme, imponente, extranjero, cambiante, risueño, noble y nunca gris, que observa y observa. Casualidad o destino, o quizás una manera furtiva del cariño de Dios, se asoma por este color y esta forma: Los ojos de su padre del mismo matiz, cansados, lo observan desde lejos, atento a sus riñas y aventuras esperando del otro lado de la cordillera. Ernesto lo sabe y por eso a pesar del hondo dolor, del niño herido, de las ganas de gritar que su cómplice de aventuras no se aleje, se siente feliz y contento porque así todo niño debe estar. Este capítulo es el que más atesoro de la obra, el que más comparto con el personaje y el que muchas personas en la actualidad, en nuestra serranía, en cualquier lugar del mundo, viven. Estamos en un tiempo de constantes despedidas. Sin duda alguna el mensaje de la obra es profundamente humano. Concluyo que Ríos Profundos es, no sólo la novela más bella y perfecta de la producción literaria de Arguedas; sino la más significativa por su excelente narrativa plena de la vida del hombre de los Andes y el conflicto entre su mundo y el occidental.