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Una aproximación a “Ríos Profundos”(1958) de

José María Arguedas


El sufrimiento, la pobreza, la violencia, las injusticias, la historia
familiar y social, todo el contexto histórico y personal tiene cabida
en la obra “Ríos profundos” de José María Arguedas. Una novela
cada de emotividad y de una carga autobiográfica considerable.
En este ensayo profundizaremos la lectura de este libro, para ser
exacta el tercer capítulo de la obra, en la búsqueda de referentes
que nos hagan comprender mejor el universo de Arguedas.
Ernesto es aquí fin y cómplice del quejido de su padre. Es también
él pedidor de su agonía.
Resulta único que la casualidad se empeñara en volver un alarido la
honestidad y candidez de él; ¿por qué, si bajo sus ojos se esconde
solo miedo y cariño, empeñosa la historia se encarga de pervertir?.
El tercer capítulo ‘’La despedida’’, es algo más que solo una parte
de la historia. Es de manera sutil una realidad que José María
Arguedas vislumbro desde su escritorio. La continuidad de estos
tristes casos es repetitiva, mostraba él. Y Ernesto representa más
que solo un niño que extraña, representa todos los niños que
extrañan, no solo de los cuentos ni de las novelas, representa a la
realidad.
Cada padre que con tristeza no huye por él, si no por los suyos, a
otras inseguras tierras dibujadas por algún forastero perteneciente
a aquel lugar. Afligido por él y por todo aquel que de él desprende.
Yo sé que de su pecho nace con orgullo y dolor ¡Payhunak’a nerk’
achá!.
Ahí está el niño, inerte pero ágil quizás por su resigno que se
expresa como fortaleza, como las montañas inmóviles de las tierras
que pisó acompañado de su padre. ¿quizás huían para sobrevivir?
Y quizás de esto solo estaba consciente el señor. Pero ha pasado
ya y los caminos que eternamente convergen se separan letra a
letra por estas líneas, se desgarran y duelen no por capricho, si no
por vitales. Son carne y sangre sus memorias.
Difícil sería comprender, explicar y más aún comparar qué dolor es
más punzante: la soledad de un niño o la necesidad de un padre.
La bondad y la alegría está presente, aunque esta duela y pareciera
que se esconde como el sol de las páginas contadas.​ ​Ernesto tiene
encima de sus hombros y de su cabeza lo que desde sus ojos no ha
sido conquistado: el cielo, enorme, imponente, extranjero,
cambiante, risueño, noble y nunca gris, que observa y observa.
Casualidad o destino, o quizás una manera furtiva del cariño de
Dios, se asoma por este color y esta forma: Los ojos de su padre
del mismo matiz, cansados, lo observan desde lejos, atento a sus
riñas y aventuras esperando del otro lado de la cordillera. Ernesto lo
sabe y por eso a pesar del hondo dolor, del niño herido, de las
ganas de gritar que su cómplice de aventuras no se aleje, se siente
feliz y contento porque así todo niño debe estar.
Este capítulo es el que más atesoro de la obra, el que más
comparto con el personaje y el que muchas personas en la
actualidad, en nuestra serranía, en cualquier lugar del mundo,
viven. Estamos en un tiempo de constantes despedidas. Sin duda
alguna el mensaje de la obra es profundamente humano.
Concluyo que Ríos Profundos es, no sólo la novela más bella y
perfecta de la producción literaria de Arguedas; sino la más
significativa por su excelente narrativa plena de la vida del hombre
de los Andes y el conflicto entre su mundo y el occidental.

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