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EUCLIÓÓ N.- Yo síó lo soy, y terriblemente arruinado; yo, que ando abatido por
tantos males y pesares.
EUCLIÓÓ N.- ¿Queó danñ o te causeó yo, joven, para que obraras asíó y nos echaras a
perder, a míó y a los míóos?
LICÓÓ NIDES.- Reconozco que obreó mal y seó que soy culpable. Por esto vengo a
rogarte que, benignamente, sepas concederme el perdoó n.
EUCLIÓÓ N.- ¿Coó mo has podido atreverte a tocar lo que no era tuyo?
LICÓÓ NIDES.- ¿Queó se puede hacer? El mal ya estaó hecho. No es posible hacer
nada maó s. Creo que asíó lo quisieron los dioses, puesto que sin su voluntad la cosa
no hubiese sucedido; de eso estoy seguro.
EUCLIÓÓ N.- Yo tambieó n estoy seguro de que los dioses quieren que te deje
morir bien atado, en mi casa.
EUCLIÓÓ N.- ¡Ah, gran desvergonzado! ¿Con semejante discurso te has atrevido
a venir, imprudente? Si esto es ley, y con esto pudieras excusarte, podríóamos ir a
robar las joyas de las senñ oras, en plena luz del sol. Despueó s, si nos cogíóan, nos
excusaríóamos diciendo que lo hacíóamos impulsados por la embriaguez o el amor.
Demasiado baratos deben costar el vino y el amor, si el borracho y el amante
pueden satisfacer, a su gusto, todos los caprichos.
LICÓÓ NIDES.- Pero si he venido por propia voluntad a pedirte perdoó n por mi
locura.
EUCLIÓÓ N.- No me gustan los hombres que, cuando ya han hecho el mal,
suelen venirte con excusas. Tuó sabíóas muy bien que no era tuya. No debiste tocarla
para nada.
LICÓÓ NIDES.- No deseo obtenerla, en contra de tu voluntad, pero creo que ella
me pertenece. Ademaó s, Euclioó n, al punto vas a convencerte de que conviene que
ella sea míóa.
EUCLIÓÓ N.- ¡Síó, por Heó rcules! Yo te llevareó enseguida junto al pretor y le direó
que te abra un proceso, si no me la devuelves.
LICÓÓ NIDES.- ¿Que yo he robado algo tuyo? ¿Doó nde? ¿De queó se trata?
EUCLIÓÓ N.- (Irónicamente) ¡Quieó rame bien Juó piter, de modo que tuó no lo
sepas!
EUCLIÓÓ N.- Hablo de la olla de oro, esto es lo que pido; aquella olla que tuó
mismo has dicho que habíóas robado.
EUCLIÓÓ N.- Veamos. Aquella que te has llevado del bosque de Silvano.
Devueó lvemela y estaríóa de acuerdo en dividirla contigo, mitad y mitad. Aunque seas
un ladroó n, no me disgustas. ¡Vamos, devueó lvela!
LICÓÓ NIDES.- Tuó estaó s loco, trataó ndome de ladroó n. Creíóa, Euclioó n, que estabas
al corriente de otra cuestioó n que me con cierne a míó. Sobre ella, quiero hablarte con
toda tranquilidad, si tienes tiempo.
EUCLIÓÓ N.- Dime con toda sinceridad, ¿no has robado el oro?
EUCLIÓÓ N.- ¿No aceptaríóas tampoco una parte del que la tiene, ni encubriríóas
al ladroó n?
LICÓÓ NIDES.- Entonces, que Juó piter haga conmigo lo que quiera.
EUCLIÓÓ N.- Bueno, ya tengo bastante. Ahora, dime lo que queríóas decirme.
LICÓÓ NIDES.- Por si no nos conoces, ni a míó ni a mi familia, aquíó vive mi tíóo
(señalando la casa de Megadoro). Mi padre era Antíómaco y yo me llamo Licoó nides.
Mi madre es Eunomia.
EUCLIÓÓ N.- Ya conozco esta familia. Pero me gustaríóa saber queó quieres.
LICÓÓ NIDES.- Tranquilíózate y no digas esas palabrotas. Ahora, para que todo
vaya a salir bien para ti y para tu hija, di: "¡Asíó lo quieran los dioses!"
LICÓÓ NIDES.- ¡Y asíó lo quieran los dioses tambieó n para míó! Pero escucha. No
hay ninguó n hombre, por poco que valga, que no sienta verguü enza por una falta que
haya cometido y no quiera justificarse. Por todo lo que maó s quieras, Euclioó n, si en
mi locura hice algo malo contra ti o contra tu hija, perdoó nalo y daó mela por esposa,
tal como manda la ley. Ya lo reconozco; abuseó de tu hija en la víóspera de la fiesta de
Ceres: el vino, la fuerza de la juventud.
LICÓÓ NIDES.- ¿Por queó te quejas? Yo he hecho que seas abuelo en las bodas de
tu hija. Porque tu hija ha dado a luz, al cabo de nueve meses. Haz cuentas. Por esto,
mi tíóo ha renunciado a ella en mi favor. Entra y podraó s ver si es verdad todo cuanto
te digo.