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LA GUERRA DEL PACIFICO

INTRODUCCION
El presente ensayo se propone una aproximación retrospectiva a la guerra del
Pacífico, desde el presente, algo así como una genealogía. Recogemos la veta abierta
por René Zavaleta Mercado en La querella del excedente; texto de análisis teórico y
crítico de la guerra del Pacífico, alejado de las historiografías tradicionales y los
discursos chauvinistas. Zavaleta nos dejó una reflexión profunda, a la vez
apasionada, de esta contingencia que ha abierto heridas en los tres países. Algunos
dirían más en unos que en otro, incluso otros dirían más en uno que en los otros.
Pero, la verdad es que desde la guerra se han formado como sentidos comunes de
enemistades labradas por los años, en lo que va de más de un siglo, que transcurre
desde la culminación de la guerra, por lo menos en algunos sectores de las
poblaciones. Por otra parte, Bolivia, no solamente como Estado, sino como país, ha
quedado enclaustrada, perdiendo su acceso al Pacífico. ¿Es aceptable esta condición
como consecuencia de una guerra? Sabemos que la guerra no puede otorgar
derechos de conquista, menos aún dejar a un país sin costa. Esta no es una buena
condición como principio de integración. Los pueblos no son los que se inclinan por
las guerras, sino sus estados y sus burguesías, tampoco pueden aceptar condenas
territoriales como las del enclaustramiento. La opción alternativa por la
complementariedad de los pueblos, la solidaridad y las composiciones cooperantes
entre ellos, es la base democrática y participativa para la solución de problemas
pendientes. Y esta opción alternativa es la base para la confederación de los pueblos,
que es la tarea pendiente de los pueblos, para corregir las mezquindades inaugurales
de las oligarquías, que prefirieron las repúblicas chicas, los Estado-nación
subalternos, en vez de la Patria Grande.
PÉRDIDAS TERRITORIALES
¿Qué se puede decir de un país que ha perdido un poco más la mitad de su territorio
con el que ha nacido a la vida independiente? El país nació a la vida republicana con
una superficie pretendida de 2.363.769 km². A partir del año 1860 empezó a sufrir
pérdidas territoriales. En la actualidad, la superficie de Bolivia es de 1.098.581
kilómetros cuadrados. En relación a su territorio actual, la diferencia es de 1.265.188
kilómetros cuadrados. Con Brasil pierde unos 490.430 kilómetros cuadrados, en
sucesivos años que comprenden 1860, 1867, 1893 y 1958. ¿Qué a “condenado” a
Bolivia a ser tan débil y tan vulnerable? Cierta interpretación histórica descarga la
culpa en la oligarquía gobernante, que prefirió conservar el flujo de sus intereses
económicos a arriesgarse en la defensa del país y de sus recursos naturales. ¿Esto
no es más bien un contra sentido, atendiendo a la estrategia a largo plazo de la
composición de sus intereses? ¿Es qué estas oligarquías regionales cuentan tan solo
con una mirada a corto plazo y quizás a mediano plazo, a mucho pedir? También se
dice que estamos ante una oligarquía, mas bien, desarraigada, desapegada; sin
apego al territorio dónde se enriquece. Puede ser cierto; sin embargo, esta psicología
tampoco es tan distinta a lo que ocurría con otras oligarquías europeizantes
latinoamericanas.
Zavaleta escribe:
Pues bien, si hubiera que distinguir entre cómo se vive la Guerra del Pacífico y cómo
la Revolución Federal… habría que escribir que la primera debe ser considerada en
rigor como un asunto de Estado o materia estatal, es decir, como algo que ganó o
perdió la clase dominante, por cuanto entonces no estaba diferenciada del Estado
como una responsabilidad suya ante sí misma… Decimos entonces que, en el modo
ideológico inmediato que tuvo que ocurrir, la Guerra del Pacífico fue una guerra de
incumbencia del Estado y de la clase del Estado, y no de la sociedad, al menos no de
un modo inmediato. Vamos a ver luego por qué. La Revolución Federal, en cambio,
sacó al claro lo más vivo de los conflictos clásicos de la sociedad civil.
La pregunta de Zavaleta abre la herida:
¿Cuál es la razón, por cierto, por la cual Bolivia se demoró tanto en darse cuenta (dar
cuenta a uno mismo) de lo que había ocurrido? Los pueblos que no cobran
consciencia de que han sido vencidos son pueblos que están lejos de sí mismos. Lo
que llama la atención, en efecto, es el desgano o perplejidad con que este país
expecta un hecho tan decisivo no sólo para su ser inmediato, sino también para su
futuro visible. Tratábase por cierto, en su cualidad, de la pérdida territorial más
indiscutible como pérdida, la más grave de modo terminante para el destino de
Bolivia.
Como antecedentes inmediatos de la guerra tenemos los tratados firmados en 1866
y 1874. Estos tratados supuestamente buscaban resolver la querella limítrofe con
Chile, en lo que respecta a la soberanía sobre el desierto de Atacama. Desierto
despreciado, en principio, empero después de las demandas provocadas por la
revolución industrial, se convirtió en el desierto de la tierra prometida para los tres
países de la contienda bélica; Bolivia, Chile y Perú. Atacama es rico en guano,
también en yacimientos de salitre y de cobre. Los tratados definieron como línea
demarcadora entre Bolivia y Chile el paralelo 24 de latitud sur. También por medio
de los tratados se otorgaron diversos derechos arancelarios y concesiones mineras a
empresarios chilenos en la Atacama boliviana. El 14 de febrero de 1879, Chile ocupó
el puerto boliviano de Antofagasta, iniciándose la llamada guerra del Pacífico en la
que los ejércitos y las armadas aliados de Bolivia y Perú fueron vencidos por el
ejército y la armada de Chile. Chile ocupó el litoral, el desierto de Atacama y una
parte de la puna, antes de cruzar la cordillera de los Andes, también ocupó el
desierto de Tarapacá, del Perú, invadió Lima y combatió en la sierra, donde se
atrincheró parte del ejército peruano, que optó por una guerra de guerrillas.
Sin embargo, no podemos atender a la cuestión planteada, al requerimiento de una
explicación histórica y estructural de lo acontecido en la guerra del Pacífico, si sólo
nos situamos en la perspectiva corta de los antecedentes inmediatos, que en este
caso parecen ser los tratados limítrofes, así como posteriormente, el cobro del
impuesto de 10 centavos por cada quintal de salitre exportado. Estos antecedentes
no explican el desencadenamiento de la guerra, menos el
La Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana concurre desde el año 1836 hasta
1839. Se enfrenta la Confederación Perú-Boliviana a la alianza formada por peruanos
contrarios a la confederación y la República de Chile.
La flamante Confederación andina no sólo tuvo que enfrentar esta oposición peruana
y chilena, sino también el desacuerdo argentino; la Confederación Perú-Boliviana
combatiría a la Confederación Argentina, dirigida por Juan Manuel de Rosas. En las
batallas emprendidas en este frente de guerra s e pugnaron territorios del altiplano.
En este caso, también el ejército confederado de Andrés de Santa Cruz consiguió
imponerse.
Zavaleta Mercado habla de disponibilidad y de óptimo. Dice que el Estado chileno
logró esta disponibilidad de fuerzas y un óptimo para cuando estalló la guerra del
Pacífico. Lo que no ocurrió con Bolivia y Perú, que contaban con excedente, pero no
con disponibilidad de fuerzas y un óptimo. Zavaleta cree ver que la militarización del
Estado chileno tiene que ver también con la contingencia de la constante amenaza
de la guerra indígena; Chile se vio obligado a conformar un Estado fortaleza,
encargado de cuidar y definir las fronteras permanentemente. Puede ser; empero,
esta característica también la compartían Bolivia y Perú, aunque en otro contexto y
de otra manera. Es preferible concentrarse en dos aspectos:
1) la mejor adecuación y adaptación de la burguesía trasandina a las demandas de
materias primas de la revolución industrial, logrando pautas de reproducción social
más afines al nuevo ciclo del capitalismo
2) la reorganización y modernización del Estado, incluyendo, claro está, de la
armada y del ejército.
La guerra confederada forma parte de las historias de las guerras entre el interior y
la exterioridad misma de la formación económico-social, entre los proyectos
endógenos y los proyectos exógenos. La historia de estas guerras más se parecen a
la historia de guerras civiles entre las provincias del interior y la capital, núcleo
primordial de la externalización.
La derrota del ejército confederado era una derrota más del interior contra la costa,
de la interiorización contra la externalización, de los proyectos endógenos contra los
proyectos exógenos. Se puede decir también que la derrota de la Confederación
anticipa la derrota de Bolivia y Perú en la guerra del Pacífico, aunque esta guerra es
de otra índole. Ya no se trataba de una guerra entre un interior y la externalización,
entre unos proyectos endógenos y otros proyectos exógenos, pues claramente los
tres países optaron por la externalización, por el proyecto exógeno, por el modelo
extractivista de sus economías.
Zavaleta anota otro tópico en el análisis del desenlace de la querella por el
excedente. Este es el de la vinculación con el espacio. Considera un vínculo con el
espacio en las civilizaciones andinas, pre-coloniales, distinta al vínculo dado en las
repúblicas. Mientras las civilizaciones andinas emergían del espacio, nacían del
territorio, domesticando plantas, arrancando a la tierra una fertilidad difícil, mediante
tecnologías agrícolas innovadoras y la organización colectiva. Las repúblicas
producirán el espacio, por así decirlo, conformaban un espacio adecuado al mercado
internacional; sin embargo, no todas lograron controlar su propio espacio.
Los incidentes siguen y se suman:
La barca Rumena, la goleta Janequeo y la fragata Chile cargaron guano de covaderas
bolivianas. El 20 de agosto de 1857, una expedición militar de la corbeta Esmeralda
ocupó la bahía y la península de Mejillones, ampliando la frontera chilena hasta el
paralelo 23. En 1863, el gobierno boliviano busca una alianza secreta con el Perú. En
el Congreso Extraordinario reunido en Oruro se plantea la posibilidad de declarar la
guerra a Chile si es que no obtenía la devolución de Mejillones. Perú no asume, en
ese entonces, la alianza con Bolivia; quedando la opción de la protesta por la
incursión militar en su territorio. Bolivia rompe relaciones diplomáticas con Chile.
El Tratado de Amistad y Límites lo firmó don Juan Ramón Muñoz Cabrera, Ministro
Plenipotenciario de Bolivia en Chile, con el canciller Álvaro Covarruvias, en Santiago,
el 10 de agosto de 1866. Dispuso que el paralelo 24 fuera la línea de separación de
las soberanías de Bolivia y Chile. Que no obstante ello, ambas naciones, se repartían
por igual el producto de la venta del guano y las rentas fiscales de los minerales
existentes entre el grado 23 y 25. Que serían libres de todo derecho de importación
los productos naturales de Chile que se introdujesen por el puerto de Mejillones
El problema es el excedente
Cuando decimos que el problema es el excedente decimos muchas cosas. ¿Cuándo
los recursos naturales se convierten en el excedente? Cuando el capitalismo
convierte en renta los recursos naturales, cuando son valorados como mercancías en
el modo de producción capitalista. Forman parte de las condiciones iniciales para el
proceso productivo. El guano, el salitre, el cobre, la plata, los minerales, los
hidrocarburos, se convirtieron en mercancías ante la demanda de materias primas de
la revolución industrial. Fueron el guano, el salitre y la plata de caracoles la cuestión
de la querella del excedente. El guano y el salitre eran los fertilizantes que
necesitaba la revolución agrícola empujada por la revolución industrial. La plata
seguía siendo cotizada por la demanda de los circuitos monetarios.
El término guano viene del quechua wanu; proviene de la acumulación masiva de
excrementos de animales; en el caso del pacífico, se debe a la acumulación de las
heces de aves marinas. Para su formación se requieren climas áridos . Es utilizado
como un fertilizante efectivo debido a sus altos niveles de nitrógeno y fósforo. El
guano se recolecta de varias islas e islotes del océano Pacífico, también de parte de
la costa, como la de Mejillones. Estas islas han sido el hogar de colonias de aves
marinas por siglos; el guano acumulado tiene muchos metros de profundidad. Desde
el año 1845 comenzó a explotarse, y por sus propiedades como fertilizante; era
importado por países como Gran Bretaña y Estados Unidos.
El salitre también es utilizado como fertilizante. El salitre se convierte en una
mercancía apreciada a mediados del siglo XIX. Perdió importancia económica a partir
del desarrollo y producción del salitre sintético. Había como un control nominal del
Estado peruano y del Estado boliviano desde la década de 1830 hasta la finalización
de la guerra del Pacífico. Después de la culminación de la guerra prácticamente Chile
quedó con el control de la mayor parte del salitre; este control se dio desde 1884
hasta la caída del mercado del salitre (1920). La explotación del salitre, si bien en el
caso de Bolivia y Perú quedaba bajo administración estatal, fueron empresas
privadas las que efectivamente la explotaban, particularmente empresas chilenas,
con apoyo de capital británico. El Estado peruano nacionalizó las empresas salitreras,
quedando en manos del Estado peruano desde 1870. En lo que corresponde a la
administración chilena de este recurso, la misma estuvo en manos de empresas
privadas, conformadas por capitales ingleses, en su mayoría, y en menor proporción,
alemanes y estadounidenses. En lo que respecta al salitre del antiguo litoral
boliviano, la explotación de este recurso siempre estuvo en manos de capitales
británico-chilenos.
El 10% de esta riqueza mineral va destinada a la transformación tecnológica militar y
equipamiento del ejército y la armada. No está demás decir que Chuquicamata se
encuentra en lo que fue territorio boliviano. La mina está ubicada a 15 kilómetros al
norte de Calama y a 245 kilómetros de Antofagasta. En la mina de Chuquicamata se
explota oro y cobre a cielo abierto; es considerada la más grande del mundo en su
tipo y es la mayor en producción de cobre de Chile. Bueno pues, se dice que este es
el excedente que es causa y motivo de la guerra del Pacífico; pero, una guerra no se
desata por la mera existencia de yacimientos de recursos naturales, sino por el
decurso conflictivo que adquieren las estructuras de relaciones que se inscriben en
torno a estos recursos.
Zavaleta escribe a propósito:
El coronel peruano Andrés Avelino Cáceres tuvo que recurrir a la resistencia indígena
para desplegar su guerra de guerrillas. Esta hubiera sido la mejor estrategia para
afrontar la guerra; ir a la guerra con los únicos que tenían consciencia territorial del
archipiélago andino, de la complementariedad de los pisos ecológicos, donde tanto la
puma y el desierto de Atacama jugaban un papel en esta articulación
complementaria y transversal biótica. Empero, las oligarquías boliviana y peruana
estaban muy lejos de hacerlo y de tener consciencia histórica de lo que se requería
hacer. Los tres países asistieron a la guerra con lo que tenían como disponibilidad
estatal. En esto Chile llevaba la mejor parte, pues su Estado tenía mayor capacidad
de movilización, incluso de convocatoria a la guerra, a pesar de que el proletariado
chileno manifestó su descontento cuando estalló la misma. Sin embargo, el tema no
es tanto explicarse por qué gano Chile esta guerra y por qué la perdieron Bolivia y
Perú, sino comprender el significado histórico y político de esta guerra, que incluso
podemos llamarla fratricida.
Habíamos dicho que la guerra del Pacífico es antecedida por la guerra contra la
Confederación Perú-Boliviana; que en esta guerra se dio el enfrentamiento entre las
oligarquías de la costa contra las oligarquías de la sierra, que era como las guerras
de la capital portuaria contra las provincias del interior. Ahora bien, Chile es un país
costeño, se extiende a lo largo de la costa del Pacífico, desde el Estrecho de
Magallanes hasta el desierto de Atacama, primero, y hasta el desierto de Tarapacá,
después. La mayoría de sus ciudades se encuentran cara al mar; se trata de un país
esencialmente marítimo, aunque hay ciudades que pueden considerarse del interior,
tierra adentro, hacia la cordillera de los
BALANCE DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
Para Bolivia, Chile y Perú, cuando se habla de la guerra del Pacifico, la referencia es
la guerra que se desata a fines del siglo XIX, al noreste de Chile, al sur de Perú y al
sudoeste de Bolivia. Guerra naval y del desierto de Atacama, guerra nombrada como
la del guano y del salitre, también puede ser considerada como la guerra del cobre,
aunque este yacimiento fuera descubierto después, por la importancia de la mina de
cobre de Chuquicamata, que se encuentra en lo que fueron territorios bolivianos,
antes de firmado el Tratado de 1904. René Zavaleta Mercado habla de La querella
del excedente. Todos estos nombres nos hablan de los factores intervinientes como
“causas” de la guerra mencionada. La expansión al norte, de lo que fue la Capitanía
de Chile, parece tener que ver con la consolidación de un Estado-nación, después de
la independencia, cuya geografía política cuenta con dos largas fronteras naturales,
al oeste, el océano Pacífico, al este, la cordillera de los Andes.
El balance de lo ocurrido, nos muestra un desarraigado comportamiento político de la
casta gobernante liberal boliviana; no se puede considerar de otra manera, estamos
ante una alarmante muestra de desapego respecto de los territorios perdidos. En
contraste, tenemos de la misma casta gobernante, el apego compulsivo a garantizar
la salida de los minerales al mercado internacional. En este caso, parece que la
condición de posibilidad para el control territorial, la defensa y la capacidad bélica del
Estado, por lo menos en lo que respecta a los entornos fronterizos, con pretensiones
de expansión de mediana intensidad, es la combinación de una cierta hegemonía
local de la burguesía nativa, la construcción de instituciones que se parapetan en
estructuras consolidadas, en prácticas que se apegan a estas estructuras, que no se
disocian de las mismas, respondiendo más bien a otras estrategias no institucionales.
Un ejército moderno es como una máquina; todo sus dispositivos, todos sus
engranajes, toda su composición, sus divisiones, están ligadas a la estrategia de
guerra.
CRONOLOGÍA DE LOS EVENTOS
La llamada guerra del Pacífico, conocida también como guerra del guano y salitre, se
desencadenó entre 1879 y 1883. En esta guerra, anticipada por la guerra naval, que
concurrió en el desierto de Atacama, se extendió al desierto de Tarapacá, se propagó
a Lima y se adentró al interior del territorio peruano, en la sierra, se enfrentaron tres
países andinos y costeños; Chile contra Bolivia y Perú. El Congreso de Bolivia, el año
1878, se dio a la tarea del análisis del acuerdo celebrado por el gobierno con Chile en
1873. La interpretación boliviana del contrato firmado con la Compañía de Salitres de
Antofagasta no estaba vigente, pues los contratos sobre recursos naturales debían
aprobarse por el Congreso. El 14 de febrero de 1878 esta interpretación fue
ratificada por la Asamblea Nacional Constituyente mediante una ley; la misma
establecía el reconocimiento del acuerdo con la condición de que se pagara un
impuesto de 10 centavos por quintal de salitre exportado por dicha empresa.
De manera expresa la Ley de 14 de febrero de 1878 dispone que:
Se aprueba la transacción celebrada por el ejecutivo en 27 de noviembre de 1873
con el apoderado de la Compañía Anónima de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta a
condición de hacer efectivo, como mínimo, un impuesto de diez centavos en quintal
de salitre exportado.
Ya en lo que se podría considerar la víspera misma de la guerra, el gobierno de
Bolivia, el 1 de marzo, emite un decreto por el que se corta tanto el comercio, así
como la comunicación con Chile. Se ordena la desocupación de los residentes
chilenos, el embargo de sus bienes, propiedades e inversiones, desconociendo toda
transferencia de intereses chilenos hecha con posterioridad al 8 de noviembre, fecha
en la que el gobierno chileno declaró nulo el tratado de 1874. Las tropas de
ocupación ya se encontraban en territorio de Antofagasta; lo que quedaba era
avanzar al norte; quince días después del mes fatídico, en Chile se da comienzo a los
últimos arreglos para invadir los territorios que se encuentran al norte del paralelo
23. Se puede decir, que la primera batalla terrestre de la guerra todavía no
declarada, aunque ya prácticamente efectuada, se da el 23 de marzo, cuando se
invade la población boliviana de Calama. Un abrumador contingente de fuerzas
invasoras venció a un reducido grupo de civiles bolivianos, que se inmolaron en la
defensa, entre los que se encontraba Eduardo Abaroa. Formalmente el 5 de abril de
1879 Chile declaró la guerra a Bolivia y Perú.
LA GUERRA NAVAL
En esta guerra del Pacífico, en términos estratégicos, quedaba clara la necesidad
evidente de contar con un dominio en el mar; vencer la guerra en el mar parecía una
condición indispensable para ganar la guerra terrestre. De alguna manera, se puede
decir, que la guerra naval es como la antesala de todos desplazamientos de la guerra
terrestre. Sin ser grandes armadas, con lo que contaban para entonces, se
enfrentaron las escuadras beligerantes. En la comparación, la ventaja en el arsenal
marítimo la llevaba Chile. Sin embargo, las primeras victorias navales fueron para el
Perú. La escuadra chilena consistía en las fragatas blindadas gemelas, Cochrane y
Blanco Escalada. El resto de la escuadra estaba formada por naves de madera: las
corbetas Chacabuco, O’Higgins y Esmeralda, la cañonera Magallanes y la goleta
Covadonga. La escuadra peruana estaba conformada por la fragata blindada
Independencia y el monitor Huáscar. Completaban la escuadra peruana los
monitores fluviales Atahualpa y Manco Cápac, la corbeta de madera Unión y la
cañonera de madera Pilcomayo. En cambio Bolivia contaba con buques de guerra
como el Guardacostas Bolívar, el Guardacostas Mariscal Sucre y las embarcaciones
Laura y Antofagasta. Iquique, puerto peruano, se encontraba bloqueado por parte
de la armada chilena. La escuadra zarpó al combate, a desbloquear el puerto. El
combate naval de Iquique se dio lugar el 21 de mayo de 1879; en el combate, el
monitor Huáscar, al mando del capitán de navío miguel Grau Seminario, hundió a la
corbeta chilena Esmeralda, al mando del capitán de fragata Arturo Prat Chacón. El
mismo día, la fragata Independencia se enfrentó con la goleta Covadonga, cuyo
comandante capitán de corbeta, Carlos Condell de Haza, evadió el combate
bordeando la costa; perseguido por la Independencia que, en su afán de espolonear
a la Covadonga, hizo que el blindado peruano encallara en Punta Gruesa. Los
combates navales de Iquique y Punta Gruesa le dieron una victoria táctica al Perú: el
bloqueo del puerto de Iquique fue levantado y las naves chilenas fueron hundidas o
abandonaron el área.
A pesar de la inferioridad numérica, el comandante del Huáscar mantuvo ocupada a
toda la escuadra chilena durante un semestre. Es sobresaliente la actuación del
Huáscar en la guerra naval; entre su desempeño destacado se puede contar con el
primer combate naval de Antofagasta, dado el 26 de mayo de 1879, y con el
segundo combate naval de Antofagasta, dado el 28 de agosto de 1879. Una de sus
victorias tajantes fue la captura del vapor Rímac, ocurrida el 23 de julio de 1879. En
la captura, Grau no sólo detuvo al buque, sino también al regimiento de caballería
Carabineros de Yungay, regimiento que se encontraba a bordo. Esta captura provocó
una crisis en el gobierno de Santiago, ocasionando la renuncia del almirante Juan
Williams Rebollo. El nuevo nombramiento recayó en el comodoro Galvarino Riveros
Cárdenas, encargado de dar caza al Huáscar.
LA GUERRA TERRESTRE
El teatro de operaciones terrestre fue también favorable al ejército chileno. Las
tropas de ocupación comenzaron sus desplazamientos militares en las provincias de
Tarapacá, Tacna y Arica. Teniendo como antecedente lo ocurrido con el desembarco
en Antofagasta y la toma de Calama, quedando el dominio de Atacama en manos del
ejército chileno, las victorias de Pisagua, Pampa Germania y Dolores, que se dieron a
fines de 1879, aseguraron el control sobre el departamento de Tarapacá; después
devino la ocupación y el control de Tacna y Arica en 1880. En contraste, la batalla de
Tarapacá culminó con una victoria aliada; sin embargo, esta victoria no cambió el
curso de la guerra a favor de los aliados. Sorpresivamente el ejército de apoyo que
venía de Bolivia, al mando de Hilarión Daza, se retiró de la guerra después de la
batalla del Alto de la Alianza. Una vez terminadas las batallas de San Juan y de
Miraflores y dejando como desenlace la victoria de Chile en la ocupación de Lima, el
coronel peruano Andrés Avelino Cáceres y el capitán José Miguel Pérez,
acompañados por otros oficiales tomaron la determinación de continuar la lucha
contra el ejército invasor. Se propusieron alcanzar los Andes Centrales, llegar a la
sierra, donde se reorganizaría al ejército con el objeto de ofrecer resistencia al
ejército de ocupación. Cáceres se hizo cargo de la resistencia en la Sierra Central, en
tanto que el coronel Gregorio Albarracín se encargó de la resistencia en la Sierra del
Sur. Ambos oficiales optaron por la táctica de la guerra de guerrillas durante tres
años, apoyados por la población, primordialmente indígena. En esto ayudó el
dominio del quechua por parte de Cáceres. Estos oficiales guerrilleros establecieron
su centro de operaciones en la breña de los Andes centrales, pues esta zona
presentaba una topografía adecuada para el desplazamiento de la guerra de
guerrillas. La guerra de guerrilla de las regiones sur y centro andinas logró varias
victorias contra las fuerzas chilenas. Con este dominio de los territorios interiores,
Cáceres se dirigió a Cajamarca, ubicada en la Sierra del Norte. Mediante esta
incursión buscaba evitar el ascenso de Miguel Iglesias; autoridad peruana que ya
había manifestado su intención, desde el año 1882, de firmar la paz con Chile,
concediéndole territorio. Esta incursión de Cáceres no fue suficiente; la base del
Tratado de Ancón ya estaba acordada, entre Patrico Lynch y Miguel Iglesias, el 3 de
mayo de 1883. Iglesias firmó el convenio inicial en Cajamarca. Al ejército de
ocupación le quedaba vencer la guerra de guerrillas y a los oficiales rebeldes de la
resistencia; esto aconteció en la Batalla de Huamachuco, el 10 de julio de 1883. Se
puede decir que la guerra concluyó oficialmente el 20 de octubre de 1883; esta
culminación quedaba ratificada con la firma del Tratado de Ancón. Con la aplicación
del tratado el departamento de Tarapacá pasó a manos chilenas permanentemente;
a esto hay que añadir que las provincias de Arica y Tacna quedaron bajo
administración chilena por un lapso de 10 años; al cabo de la década un plebiscito
decidiría si quedaban bajo soberanía de Chile, o si volvían al Perú.
La paz entre Chile y Bolivia fue firmada en 1904. En este tratado Bolivia reconoce la
permanente soberanía de Chile sobre los territorios conquistados. A lo largo de la
historia diplomática entre ambos países, este tratado fue cuestionado, revisado e
incumplido por parte de los distintos gobiernos y administraciones de Chile.
CONCLUSION
La guerra del Pacífico fue una guerra periférica, desencadenada en el acomodo
territorial de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Fue una guerra que
corresponde a la geopolítica regional, mediadora de la geopolítica imperialista, en el
ciclo del capitalismo de la revolución industrial. Sin embargo, hay que tener en
cuenta otros procesos y estructuras desencadenantes del conflicto; la forma cómo se
constituyen las repúblicas independientes, renunciando a la integración de la Patria
Grande, las contradicciones que aparecen de proyectos de nación encontrados, entre
el interior y la costa, entre un proyecto endógeno y un proyecto exógeno, las guerras
civiles que se desatan, además de las guerras entre estados, que reproducen estas
contradicciones, nos muestran otras condicionantes históricas y políticas de la
guerra. Estamos ante formaciones sociales abigarradas, ante formaciones
económico-sociales-culturales cuyos interiores geográficos, cuyas regiones íntimas,
se resisten al moldeamiento del mercado internacional desde las costas. También se
enfrentan proyectos inconclusos con el nuevo proyecto de adecuación a la
geopolítica del sistema mundo capitalista en el ciclo de la revolución industrial. Esta
es la razón por la que el proyecto de Diego Portales chocha con el proyecto de
Andrés de Santa Cruz. La otra clave, entonces, de la guerra del Pacífico hay que
encontrarla en la guerra confederada.
La geopolítica es un saber de la dominación imperialista; le corresponde como
derivación, como mediación, en el juego geopolítico del sistema-mundo capitalista, la
geopolítica regional, como mecanismo de “ordenamiento territorial” en la geografía
de las periferias. Ahora bien, la geopolítica puede darse conscientemente, como
proyecto estatal confeso, o de una manera rudimentaria, en elaboración,
fragmentaria, emergiendo en la consciencia de la clase dominante a partir de la
experiencia política, del incremento de poder y de las contingencias que se enfrenta.
Se puede observar que la burguesía chilena no solamente contaba con una
estrategia estatal sino también que fue configurando una geopolítica regional. Se
puede notar en la historia del Estado-nación de Chile, sobre todo a partir de la
guerra del Pacífico, una adecuación eficiente entre Estado, control de recursos
naturales, fuerzas armadas y economía. Podemos concluir que hay como una
geopolítica regional elaborada.
En contraposición a la geopolítica, tanto global como regional, a los proyectos de
dominación imperial y a los proyectos de control territorial de los entornos
periféricos, de las burguesías, la alternativa de los pueblos es oponerles la contra-
geopolítica, es decir, los saberes proliferantes, heterogéneos, horizontales, de la
geografía emancipadora. Esto significa, que lejos de pensarse belicosamente sus
relaciones, se valoran las capacidades de intercambio, de comunicación, de
complementariedad, de composición solidaria entre los pueblos. Es posible pensar
una confederación de los pueblos; en primer lugar, a nivel continental; en segundo
lugar, y en proyección, a nivel mundial.

BIBLIOGRAFIA
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=198736
http://www.aprendiza.org
http://www.semillitas.com

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