Está en la página 1de 26

Tesina de Licenciatura en Psicología

El lugar del analista en la transferencia


psicótica

Tutor: López, Mariano Alejando


DNI: 26.737.016
Alumna: Agosta, Pamela Noemí
L.U.: 33.284.619/0

2018
1
Índice

Introducción-------------------------------------------------3

Estado del arte------------------------------------------------4

Planteo del problema-----------------------------------------6

Idea directriz/ cuasi hipótesis-------------------------------6

Objetivos. General. Específicos------------------------------7

Marco teórico---------------------------------------------------------7

Metodología-------------------------------------------------------------9

Desarrollo.

Constitución subjetiva y psicosis---------------------------------10

El objeto a y el campo de la realidad-------------------------------11

El lugar del analista ¿objeto causa?---------------------------------12

El lugar del analista y la constitución subjetiva-------------------15

El lugar del analista y el campo de la realidad-----------------------18

Conclusiones----------------------------------------------------------------------21

Referencias bibliográficas-------------------------------------------------------24

2
El lugar del analista en la transferencia psicótica

Introducción

El tema de la presente tesis se gesta desde la cursada de psicopatología,


donde surge el primer acercamiento a la conceptualización de las estructuras:
neurosis, psicosis y perversión desde el psicoanálisis. A partir del vasto recorrido
que realiza Freud, padre del psicoanálisis, es Lacan quien lo lee a la letra y realiza
importantes aportes en lo que refiere a las psicosis, donde Freud halló cierto límite
para la instauración del dispositivo analítico. Entonces, comenzar a pensar en la
posibilidad de la transferencia en las psicosis fue a partir de Lacan, situando un
ejemplo dentro de su exhaustiva obra, uno de sus primeros textos en 1958 De
una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, siguiendo por
aquello que afirma en uno de sus escritos: Apertura a la sección clínica: "La
psicosis es eso delante de lo cual un analista no debe recular en ningún caso”
(1977, p.14).

Continuando por el recorrido de la carrera, en el ciclo de formación


profesional sí se plantea la posibilidad de que algo del orden de la transferencia se
instale en la psicosis ¿Cuál sería el lugar del analista allí? Principalmente, este
tema fue explícito en la materia obligatoria Clínica Psicológica y Psicoterapias:
Clínica de Adultos, conjuntamente con ciertos lineamientos dados en la cursada
de dos prácticas. En lo que respecta el resto de la formación, aquello ligado al
área clínica de las psicosis, se trasmitió de una manera un tanto desproporcionada
si se comparará con lo dado acerca de las neurosis. Por esta razón, se considera
de interés realizar un recorrido acotado a los fines de la presente tesina, que
aborde algo de lo que puede haber quedado como interrogante.

3
Estado del arte

Para llevar a cabo el presente apartado se realizará un breve relevamiento


de parte de la bibliografía disponible ligada a aquellas cuestiones principales que
conciernen al tema del presente escrito, tales como la transferencia en las psicosis
y el sujeto psicótico en el psicoanálisis, y se mencionará algo con relación a la
última enseñanza de Lacan y el lugar del analista.

De acuerdo a la transferencia en las psicosis se tomarán los aportes que


realizan Leibson y Lutzky (2015) en su libro Maldecir la psicosis. Estos autores se
posicionan con respecto a las psicosis no como una estructura deficitaria, sino
diferente, planteando qué es posible hacer, es decir, no se trata de limitarse a
realizar una mera comparación entre neurosis y psicosis. Sostienen que si bien no
será fácil escuchar el decir psicótico, el diálogo con él será posible en la medida
en que el analista sostenga “Una sumisión a las posiciones propiamente subjetivas
del sujeto”, tal como lo dice Lacan (1958). El psicótico efectivamente se dirige al
analista porque quiere hablar de eso que padece, como de aquellas voces que le
hablan y así, ese objeto entra en análisis, aliviando algo de ese goce que irrumpe.
“En esa tarea, el analista puede ser de compañía de interés para el psicótico. En
este sentido, la instalación de la transferencia, o sea, que el analista (…) soporte
lo que de transferencia se engendre allí (…)” (p.69).

Siguiendo de este modo se considerará, brevemente, aquello que


conceptualiza Broca (2017), uno de los discípulos de Lacan, en su escrito El sujeto
psicótico en el discurso analítico. Dicho autor realiza un análisis de las vicisitudes
transferenciales con el sujeto psicótico. Sostiene que la maniobra del analista se
orienta hacia la temperancia del goce y que esta será llevada a cabo una vez que
se instale el dispositivo analítico. De acuerdo con lo que se encuentra en la clínica
propondrá dos tiempos de la transferencia relacionados a los discursos que
propone Lacan a partir del Seminario 17. En la primera fase denominada
paranoización, el analista se ubicará en el lugar del destinatario y en una segunda
fase de erotomanía; la posición del analista se cambiará hacia la de objeto a,
como la posibilidad de construcción de un cierto tipo de lazo social.

4
En lo que respecta la última enseñanza de Lacan, se considera pertinente
incluir algo con relación a la misma que estará ligada a la clínica de los nudos. El
fin de esta inclusión es el de mencionar el lugar del analista desde esta
perspectiva.

Tomando a Dafunchio (2008) en su obra Confínes de las psicosis1 para


explicar el último recorrido de Lacan realizará un contrapunto entre el paradigma
de Schreber y el de Joyce. El primero estaría ligado a las tres estructuras
existentes —neurosis, psicosis y perversión— donde el lugar del analista, en las
psicosis, era el de apuntalar al paciente en la construcción de una metáfora
delirante, siendo el secretario del alienado para restablecer el campo de la
realidad y suplir la metáfora paterna ausente. El segundo se encontraría con
relación al nudo borromeo: cada registro representará un redondel de dicho nudo.
A esta altura los tres registros se consideran equivalentes. En las neurosis, el
cuarto nudo que sostiene a los tres registros anudados es el significante del
Nombre del Padre. En las psicosis, al estar forcluído dicho significante, la
reparación que llegará a surgir puede anudar a los otros tres, pero no de modo
borromeo2. A partir de ubicar qué registro se soltó, se direccionará el tratamiento y
la maniobra del analista, ubicándose como quien posibilite el anudamiento,
desanudamiento y reanudamiento y así, la clínica de la psicosis se diversificaría.

Finalmente, se incluirá una investigación: De la transferencia a la posición


del analista en las psicosis de Pereyra (2016). De acuerdo a lo que se menciona
del último tramo de la enseñanza de Lacan, se sitúa la cara real del inconsciente
en el encuentro con el retorno de lo real S1 de las psicosis, como fenómeno que
da cuenta de la cadena rota y, en principio, no dialectizable. De lo que se trataría
es de incluir esto como intento de curación por parte del sujeto en análisis. Allí el
analista se propone como sinthome en tanto que sería el cuarto elemento que
operaría como suplencia, reanudando la estructura y a modo de complemento de

1
La autora emplea el término “confines” haciendo referencia a ciertas formas de límite presente en
las psicosis, que no obedecen a la lógica fálica.
2
El modo borromeo sería el de si se corta un redondel, se sueltan los demás.

5
ese síntoma que se incluye dentro del análisis. Esta sería la manera de tratar
aquello traumático que se le impone al sujeto como S1 y el analista lo
acompañaría en un saber hacer, ofertando su presencia en cuerpo. Por lo tanto, el
tratamiento con pacientes psicóticos es posible si el analista está dispuesto a
dejarse tomar como sinthome, destituido subjetivamente siendo causa de su decir,
complementando el síntoma, y así le será dirigido y algo de él podría modificarse.

Planteo del problema

La posición del analista frente a las psicosis presentará diversas


coordenadas si se lo situara con relación a las neurosis, lo cual no será ajeno en el
momento de abordar el encuentro con el paciente, dado que, si se sigue aquello
que refiere Lacan (1962-63) en el Seminario 10, se deberá considerar qué relación
tiene el sujeto con el objeto a. Si el psicótico lo posee a su disposición no se lo
demandaría en principio a un Otro y, a su vez, se considera que habitualmente el
Otro se presenta para él como gozante, es decir, el sujeto queda como objeto de
goce del Otro. A partir de esto, surge el interrogante ¿El analista podría
posicionarse como semblante de objeto a en la transferencia con el sujeto
psicótico?

Idea directriz-cuasi hipótesis.

La posición del analista en la transferencia con el sujeto psicótico podría ser


la de semblante de objeto a entendiendo que el sujeto psicótico posee el objeto a
consigo, la causa a su disposición, al mismo tiempo que se sitúa como objeto de
goce del Otro. Cabría la posibilidad de que el analista sea quien cause algo del
decir del sujeto, introduciendo una hiancia por donde pueda circular algo del goce
que se halla en exceso en el sujeto psicótico. Es decir, desde allí, extraer ese
objeto que el sujeto porta en su “bolsillo”, producir una separación del Otro y
propiciar algo de una posible delimitación de la realidad.

6
Objetivos generales

 Sistematizar el lugar del analista como semblante de objeto a en la


transferencia con el sujeto psicótico.

Objetivos específicos

 Explicar qué relación tiene el sujeto psicótico con el objeto a.

 Localizar en diversos autores el lugar del analista como semblante de


objeto a en la transferencia con el sujeto psicótico.

 Conceptualizar el lugar del analista en la transferencia con el psicótico,


considerando cómo este se posiciona respecto del a minúscula.

 Puntualizar lo que podría producir como resultado si el psicótico se sirviera


del analista en la posición de objeto.

Marco teórico

Para el desarrollo del presente trabajo se cree necesario introducir una


breve definición de aquellos conceptos que se consideran principales en lo que
hace el recorrido del escrito, tales como psicosis, Das Ding (antecedente del
objeto a) y transferencia. Los mismos se sitúan desde el marco psicoanalítico,
principalmente lacaniano.

Para definir qué se entiende por psicosis se remitirá al Seminario 3 de


Lacan (1955-56). En ese momento de su obra predomina el registro simbólico
sobre el imaginario y el real, a razón de lo cual, situará el mecanismo de la
forclusión, característico de esta estructura, como aquel que hace retornar de lo
real aquello que no fue inscripto en lo simbólico “Todo lo rehusado en el orden
simbólico, en el sentido de la Verwerfung3, reaparece en lo real” (Lacan, 1955-56,
p.24). Principalmente, lo que se halla forcluído es el significante primordial del
Nombre del Padre, el que será designado como aquel que comanda la cadena

3
Lacan suele poner en este seminario el término de forclusión en alemán: Verwerfung.

7
significante y hace de carretera principal. Si el sujeto ante determinada situación
requiere servirse de este para responder, será donde se confronte con el agujero
de la no inscripción, lo que ocasionaría la entrada en la psicosis como
desencadenamiento. Por lo tanto, los retornos en lo real serán aquellos
fenómenos de los que padezca el psicótico, como es el caso de la alucinación.

Siguiendo de este modo, si se tomara el Seminario 7 de Lacan (1959-60)


para definir la cosa, el Das Ding, como el antecedente de lo que posteriormente
conceptualizará como el objeto a propiamente dicho. Para realizar este desarrollo
Lacan circunscribirá al concepto de objeto perdido de Freud. En tanto que,
extraviado, se emprende la búsqueda del mismo, operando como causa “(…) es
aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto” (p.70). De acuerdo
a lo que allí plantea Lacan, el fin del hallazgo de ese objeto estaría ligado a la
primera experiencia de satisfacción que describe Freud como aquel momento
mítico donde se inaugura el deseo, dado que, en pocas palabras, el sujeto intenta
alcanzar la repetición idéntica de esa experiencia para alcanzar aquella
satisfacción, que se asimilaría a encontrar el objeto, pero ella jamás podrá
recuperarse, está perdida. Por lo tanto, da por resultado un resto, un tanto
insatisfecho, que promueve el emprendimiento de la búsqueda cada vez.

Se seguirá por el término de transferencia, en lo que refiere a la lógica de


este trabajo se tomará dicha definición a partir del Seminario 10 de Lacan (1962-
63) porque allí conceptualiza el objeto a. Lo que se destaca es cómo relaciona al a
minúscula con la maniobra transferencial. Es decir, para que la transferencia
pueda instalarse es necesario considerar qué relación posee el sujeto con el
objeto a y de lo que se trata es de que el analista interiorice ese objeto a. Lacan
menciona que a pesar de que siempre se trata del a, no implica que cuando se dé
el encuentro con él esté en el lugar de la causa de la transferencia. Es allí donde
hace referencia al psicótico, que en principio no demanda al Otro el objeto, sino
que lo tiene a su disposición y que justamente dependerá de la maniobra
transferencial incorporar el a en cuestión.

8
Metodología

El método de investigación que se empleará será el de carácter cualitativo,


el mismo consiste en realizar una revisión teórica sobre los desarrollos en el
campo del psicoanálisis acerca del lugar del analista en la transferencia con el
sujeto psicótico, puntualmente, la posición del analista como semblante de objeto
a. Si se toma aquello que menciona De Sousa Minayo (2004) en Investigación
social, Método y creatividad con relación al concepto de investigación, dirá que
para que algo se problematice intelectualmente tiene que haber sido previamente
un problema en la práctica, es por esta razón que esta autora afirma que la
investigación enlaza el pensamiento y la acción. Dicho de otro modo, a partir de
las limitaciones que se presentan en el momento de emplear la teoría disponible
en la clínica surgen nuevos interrogantes que movilizan posteriores
investigaciones que de seguro aportarán material a la literatura disponible.

El ordenamiento que se llevará a cabo en la presente tesina constará en


conceptualizar qué relación tiene el sujeto psicótico con el objeto a, por un lado,
desde la constitución subjetiva y, por otro, a partir del campo de la realidad.
Situadas estas dos cuestiones, que conciernen al sujeto y al objeto a, se
proseguirá por delimitar el lugar del analista, teniendo en cuenta la relación
particular del sujeto con el objeto a, siendo él mismo quien lo posee a su
disposición, al mismo tiempo, que él mismo queda como objeto de goce del Otro.
Por último, se explicará aquello que podría producir como resultado si el psicótico
se sirviera del analista en la posición de objeto.

9
Constitución subjetiva y psicosis

Para realizar el presente recorrido se emplearán los aportes, por un lado, de


Tendralz y, por el otro, de Laznik y Lubián, a partir de la lectura que han realizado
los mismos del Seminario 11 de Lacan (1964-65).

Tendralz (2016) utilizará la teoría de los conjuntos empleada por Miller para
explicar la constitución subjetiva desde Lacan. En principio existen dos conjuntos:
el del sujeto y el del lado del Otro, donde están los significantes. La intersección
de estos conjuntos se dará mediante la identificación del sujeto al S1, como el
significante que presta el Otro, siendo aquel que produzca la metáfora inaugural
de la constitución subjetiva. Por lo tanto, la primera operación refiere a la
alienación a los significantes del Otro; así Laznik y Lubián (2014) afirmarán que:
“El sujeto adviene en el campo del Otro (…) la existencia de un sujeto requiere de
la nominación del Otro” (p.88). Luego de esta nominación inicial como ineludible,
advendrá el momento en el que el sujeto, o bien quede coagulado a los
significantes del Otro o que tome la palabra como ser a cargo de sus propios
significantes. Esta cuestión conduce a la segunda operación que “Consiste en una
doble separación: por un lado, el sujeto se separa de los significantes del Otro, y
por otro, se separa de la posición de objeto que ocupo respecto del goce del Otro”
(Laznik y Lubián, 2012, p.4).

Para que se dé la operación de separación es necesario que el sujeto se


interrogue, a través de su pérdida, qué lugar ocupa en el Deseo del Otro, si este
estaría dispuesto a perderlo. En este punto se sitúa un lugar de angustia como
algo inhabitable. En respuesta a este interrogante puede aparecer el fantasma,
que funcionará como velo, ofertando objetos postizos, en los cuales se desplazará
aquel afecto despertado ante la pregunta por el deseo del Otro. “Ese pasaje es la
única garantía que asegura no ser solo una marca, no quedar coagulado ni en los
significantes de la demanda del Otro, ni en el lugar de objeto de goce del Otro”
(Laznik y Lubián, 2014, p.90).

10
Tanto en las psicosis como en las neurosis se produce la alienación a fin de
la inclusión del sujeto en el lenguaje. En cuanto a la separación, tiene lugar en las
neurosis y es allí donde se inscribe la pérdida de objeto ligada al deseo (Tendralz,
2016). Dado que impulsa la búsqueda incesante del objeto en el campo del Otro,
sosteniendo la ilusión de que es él quien lo posee. Es decir, el deseo se desplaza
metonímicamente entre los significantes, siendo inalcanzable e innombrable, lo
que funcionará como motor para emprender la búsqueda del objeto perdido que
cayó en la separación (Lombardi, 1999).

En el caso de las psicosis, la separación no se produce: “Como


consecuencia de ello no hay extracción del objeto y se holofrasea la cadena
significante (…) en la psicosis, el objeto queda positivizado” (Tendralz, 2016,
p.57). Es decir, no está perdido el objeto, no se ha inscripto en el lugar de la falta
como en las neurosis. Lo que trae como consecuencia la holofrase: “cuando no
hay intervalo entre S1 y S2, cuando el primer par significante se solidifica, se
holofrasea (…)” (Lacan, Seminario 11, p.245). Tendralz retoma lo enunciado por
Lacan para explicar que el sujeto se identifica al S1 prestado por el Otro para su
entrada al lenguaje, pero lo que sucede es que queda petrificado a él, alienado y
no se da la separación. Por lo tanto, el sujeto no es representado por otro
significante, ya que el S2 no se constituye como tal, quedando solo el S1; sin S2
en la célula elemental, no habría intervalo donde se desplazaría el deseo. Es
decir: “La falta de intervalo entre los significantes impide la emergencia del deseo
del Otro, en su lugar aparece el goce del que el sujeto se vuelve objeto” (p.58). El
sujeto quedaría así en el lugar de objeto a, haciéndose portador de este y su
discurso y, en principio no sería dialectizable al no haber espacio que dé lugar al
movimiento.

El objeto a y el campo de la realidad

En el apartado precedente se delimitó a partir de la constitución subjetiva


que sucede con el objeto a y el sujeto psicótico, aquel que no cayó como resto
sino que quedó del lado del psicótico y, a su vez, él mismo como objeto de goce
del Otro. Resulta pertinente remitir a otra referencia que realiza Lacan con

11
respecto al objeto a y al sujeto psicótico, en este caso, con relación al campo de la
realidad, para lo cual se tomarán los aportes de Lombardi en su escrito Las
psicosis, a partir de la lectura que realiza del texto de Lacan De una cuestión
preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis de 1959.

Si bien a esta altura de la obra de Lacan en 1959 todavía no ha


conceptualizado el objeto a, en lo que se hará hincapié es en aquella nota que
agrega posteriormente en 1966, donde mencionará el objeto a y el campo de la
realidad en el esquema R, propuesto para las neurosis. Lo que “El objeto a aporta
a ese campo es la constitución de la realidad misma, a partir de que él se extrae
de ella” (Lombardi, 1999, p. 90). Por consiguiente, si en las psicosis no se da dicha
extracción ocasionará que el objeto se presente en el campo perceptual, como es
el caso de una alucinación, donde la voz áfona se hace audible, no hallándose
fuera de la realidad produce que esta se desarme, “La realidad misma se
desdibuja, se desarma, se pierde, cuando el verdadero objeto libidinal retorne a
ella” (ídem, p. 97). Continuando con dicho autor, lo que produciría que el objeto se
hallara por fuera de la realidad es un vaciamiento de goce, condensado en el
mismo. Dado que, este retorno en lo real invade de goce al sujeto. Es difícil
pensar, en ese momento, un lugar posible para el Otro, ya que no le demandaría
el objeto teniéndolo al alcance de su mano. Cabe preguntarse ¿qué lugar cabría
allí para el analista?

El lugar del analista ¿objeto causa?

Inicialmente, para delimitar el lugar del analista, resulta conveniente


introducir aquello a lo que refiere Lacan (1958) en La dirección de la cura y los
principios de su poder, situando al analista en el banquillo de los acusados. Lo
cual atañe la idea de que el fracaso del análisis no sería atribuido al analizante, ya
que “no hay otra resistencia al análisis que la del propio analista” (p.575). De modo
que, afrontar el encuentro con el sujeto psicótico conllevará a que el analista
considere que las coordenadas serán diferentes a las que se encontraría en las
neurosis, no siendo ello un impedimento. Siguiendo a Lombardi (1999) “El analista
debería atenerse para no forzar al sujeto más allá de sus posibilidades

12
estructurales. Definen entonces la ‘tela’ estructural del psicótico” (p. 138). Se
trataría, entonces, de tomar aquello con lo que sí cuenta el paciente y trabajar a
partir de ello.

Es momento de comenzar a delimitar cuál sería el lugar del analista, si se


toma aquello que Lombardi (1999) sitúa con respecto a la posición del analista
ante el psicótico, dirá que la más conveniente es la de semblante de objeto a. Esta
afirmación la sustenta a partir de una referencia que realiza Lacan en el Seminario
10:

“Si se trata del perverso o del psicótico (…) para manejar la relación
transferencial, en efecto, tenemos que incluir en nosotros el a en cuestión, a
la manera de cuerpo extraño (…) ya que el objeto en tanto causa de su falta
le es absolutamente ajeno al sujeto que nos habla” (p.153).

Sería posible sustentar que el lugar del analista podría ser el de objeto a
causa, teniendo en cuenta que encarnar este semblante requiere de una maniobra
que estaría basada en incluir este objeto “a la manera cuerpo extraño”. En tanto
que, hay algo allí que el sujeto desconoce y esto puede ser situado a partir de
pensar la relación del sujeto con el objeto a. Dado que este no cayó como
resultado de la constitución subjetiva, por no darse la separación, “un objeto
recortado sí, no caído” (Leibson, 2015, p.34) y siendo él mismo quien lo porte. Al
respecto Lacan (1967) dirá que:

“Los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos. No hay
demanda del a minúscula, su a minúscula, él lo tiene, es lo que él llama sus
voces (…) el a él lo tiene a su disposición (…) digamos que su causa en su
bolsillo” (p.19).

La demanda se encuentra impedida a causa de que el sujeto tenga el


objeto a su disposición. Por lo tanto, para que emerja la posibilidad del análisis con
el sujeto psicótico, ese a minúscula debería ser extraído, como parte de la
maniobra transferencial y así propiciar que cierto orden de la demanda se instale,
situándose del lado del analista algo que posibilite que el sujeto se dirija al campo

13
del Otro. El lugar de objeto a como causa por fuera de sí mismo no es algo con lo
que el sujeto se haya encontrado y, entonces, es allí donde es posible pensar el
lugar del analista.

Si se retoma esta cita de Lacan, junto con la referencia del Seminario 10, el
analista encarnaría el lugar de objeto a causa que el psicótico tiene en su
posesión. Leibson (2015) con respecto a esto se interroga “¿Sería algo como
quedar metido en el ‘bolsillo del psicótico’?” (p.32). Siguiendo con lo expuesto por
este autor, es preciso que el psicótico tome al analista como destinatario de
aquello que tiene para decir “Debemos salir y destacarnos de esa Asamblea de los
Parlantes en la cual todos lo que son afectados por la palabra tienen igual
estatuto, para convertirnos en aquel que puede alojar un decir extranjero e
impropio” (p.65). Si la maniobra transferencial constaría en incluir ese a debería
presentarse algún motivo para que el psicótico se dirija al analista, haciéndose
causa de su decir y para ello es preciso alojar eso “extranjero”, tal vez de este
modo algo del orden de la transferencia podría instalarse.

A propósito de esto Leibson (2015) realiza otra referencia en cuanto a la


transferencia y el a minúscula: “El psicótico toma al analista como objeto,
haciéndolo causa de su decir y al hacerlo lo pone en serie con aquel objeto que
tiene en su bolsillo” (p.69). ¿Sería viable establecer una articulación con una de
las definiciones de transferencia de Freud?

Freud (1912) en Dinámica de la transferencia sostiene que la transferencia


consistiría en investir a la persona del médico de acuerdo a los clisés
preexistentes de cada quien, conformados por aquellas imagos infantiles de las
que recibió amor. De modo tal que el analista quede insertado, enhebrado, en las
“series” psíquicas del paciente. Si bien Freud hace referencia a las neurosis, lo
que se destaca es que para que se instale la transferencia el analista debe quedar
entramado con algo investido por el sujeto. En el caso de las neurosis, las imagos
infantiles y si se piensa desde las psicosis, el objeto a que el sujeto tiene consigo
puede ser aquello que enhebre al analista. Si este lograra posicionarse como
semblante de objeto a, quedando en serie, entramado con dicho objeto,

14
desalojando a la alucinación, como ese objeto intrusivo que se presenta al alcance
de su mano, sirviéndose del analista.

“Si el analista pudiera constituirse, como para el neurótico, en una suerte de


fenómeno de franja civilizable por el vínculo analítico (…) en su destino de
objeto a, se alcanzaría tal vez el éxito parcial de introducir una mediación
entre el sujeto y su goce intrusivo” (Lombardi, 1999, p.107).

Para que el analista pueda soportar el lugar de objeto como causante del
trabajo del sujeto, se requiere de una destitución subjetiva. Es decir, que el propio
analista resigne su posición de sujeto para ser tomado como objeto causa. Esta
destitución se adquiere cada vez, en acto, en cada encuentro con el paciente:
“Preparado por su propio análisis, el analista para serlo, ha de admitir no ser
sujeto, sin por ello aniquilarse como ser hablante como ser deseante (…)”
(Lombardi, 2015, p.136). Este autor menciona además que, con ciertos pacientes,
entre ellos los psicóticos, serán más exigentes con esta posición transferencial del
partenaire analista. Dado que el sujeto psicótico aceptará al analista si él admite la
escucha de eso que no está dentro de lo habitual de la realidad compartida,
aquello en su decir que desestructura el lazo social, como lo inverosímil, lo
contradictorio, lo irónico, la presencia de neologismos, el despliegue del delirio y
alucinaciones. Se trataría de incluir ese fuera del discurso en análisis “Solo si el
analista admite salir de la realidad compartida, podrá volver al discurso analítico
acompañado por el loco, que es el hombre libre” (p.189)

Cabe mencionar, por último, que la posición del lugar de objeto a para el
analista, destinatario de aquello que tiene para decir el sujeto psicótico, no podría
llevarse a cabo sin “una sumisión completa (…) a las posiciones propiamente
subjetivas del enfermo” (Lacan, 1958, p.516).

El lugar del analista y la constitución subjetiva

Se ha sostenido que el lugar del analista podría ser el de semblante de


objeto a causa. En el presente apartado se expondrá qué efecto surgiría si se
diera la posibilidad de que el sujeto psicótico hiciera uso de la presencia del

15
analista en dicha posición. Esto será abordado retomando lo trabajado sobre la
constitución subjetiva.

El hecho de que en las psicosis no haya tenido lugar la operación de


separación, implica una doble consecuencia. Por un lado, quedó impedido que el
objeto caiga, quedando del lado del sujeto, no inscribiéndose el objeto como falta,
en tanto perdido y, por otro lado, el sujeto queda alienado a los significantes del
Otro, como objeto del goce del Otro. (Tendralz, 2016).

Siguiendo este lineamiento, Pirroni y Caamaño (2014) trabajarán la relación


que el sujeto psicótico posee con el a, o sea, “tenerlo en su bolsillo” (Lacan, 1967)
y qué haría el analista a partir de situar esto. Afirmaran que “Vía la transferencia
se tratará de disputarle el objeto para allí operar respecto del corte” (p.5). Hacer
algo en el encuentro con el sujeto psicótico podría estar en relación a la operación
de separación, como el corte con el objeto a que él posee consigo y que le impide
dirigirse al campo del Otro en la búsqueda del mismo. Para que esto acontezca se
piensa al analista desde el lugar de objeto a. Dicho de otro modo, el analista en
esta posición podría accionar separando, mediante el corte, para extraer el objeto
a y que caiga, pasando a ser él mismo la causa, dando lugar al despliegue del
trabajo por parte del sujeto psicótico. “Con las intervenciones del analista se
produce dicho corte, intervenciones que dan lugar al sujeto, lo cual implicaría
necesariamente introducir la dimensión del agujero que opera en la lógica del
corte y el vaciamiento de goce” (Ídem.) Esta “dimensión del agujero” a la que
refieren dichas autoras, estaría ligada al corte como separación del objeto y, a su
vez, podría aludir a aquel intervalo impedido, holofraseado, donde el agujerear
posibilite habilitar un espacio, allí donde había una soldadura, para que surja una
hiancia.

A propósito de la dimensión del agujero mencionada, resulta pertinente


introducir una referencia que realiza De Battista (2015) en su libro El deseo en las
psicosis siguiendo a Lacan (1975) su escrito Intervention: “Si no hay agujero, no
veo muy bien qué podemos hacer como analistas” (p.197). La operación del
analista se direccionaría en producir un espacio al posibilitar que se dé, mediante

16
el corte, algo del orden de la separación no acontecida en el sujeto psicótico y así,
caiga ese objeto, que sea cedido en cierto modo, para que se habilite un “hacer
allí como analistas”, a través de la introducción de un agujero. A partir de él se
emprendería un movimiento que provea una modificación en la posición subjetiva
del paciente, otorgando un alivio al padecer que implicaría quedar tan solo como
una marca, alienado a ese Otro del cual el sujeto psicótico es objeto de goce.

Cabe interrogarse si mediante esta operación podría rectificarse algo de la


relación con ese Otro mortificante, predominante en las psicosis; es decir, si el
analista desde la posición de objeto a puede ofertar al sujeto otro estatuto de ese
Otro. Para lo cual se tomará aquello que Prego y Ros (2012) ubican con relación
al analista, en cuanto a que podría operar como punto de tope y detención de esto
que se impone al paciente, tratando de ubicar los momentos de
desencadenamiento o lo que desestabiliza al paciente, lo que delimitaría esos
lugares en donde el analista tendría que operar separando, produciendo un corte
de ese Otro por el cual el sujeto es gozado. Tal vez se podría establecer un lazo
con el analista, donde parte del goce pueda ser metabolizado, regulado, haciendo
algo distinto con lo que se encuentra característicamente en las psicosis, un goce
en exceso, desbordado. Siguiendo a los presentes autores:

“El analista frente a la psicosis, teniendo como horizonte un proceso de


estabilización como un modo de obtener cierto grado de homeostasis,
puede producir la posibilidad de un corte, de una separación, para que la
lengua no sea más compacta, ni holofraseada. Se trata de obtener y
producir comas, a modo de hiato que otorguen espacio para la producción
subjetiva” (p.192).

Por lo tanto, si el Otro para el sujeto psicótico solía presentarse como un


Otro completo, consistente, donde sería difícil pensar un lugar allí para él
disponible, habría que proponer un agujero que se situaría en el lugar mismo del
analista, como alguien descompletado, ofreciendo un vacío donde el sujeto pueda
ser alojado, siendo un Otro distinto, resultando aliviador y no amenazante “que el
analista pueda ofrecer otra cosa (…) la construcción en transferencia de otro al

17
que el sujeto psicótico le hace falta, un Otro agujereado al que pueda faltarle” (De
Battista, 2015, p.217).

Un modo de pensar este encarnar el agujero por parte del analista, podría
ser dejándose enseñar por el psicótico, situándose desde el lugar de no saber, lo
que se adicionaría a cómo promover que el analista sea tomado como destinatario
de lo que tiene para decir el sujeto acerca de su síntoma. Esta maniobra se
consideraría como una de las maneras en las que se puede redistribuir el goce
alrededor del agujero que oferta el analista y así, el sujeto encontraría una
localización del objeto a que adquiera otro estatuto de lo que en principio se
presentaba como estragante para el sujeto (Salinas, 2013).

El lugar del analista y el campo de la realidad

El siguiente tema pendiente a abordar es el del lugar del analista y el campo


de la realidad, donde se retomarán las cuestiones trabajadas en torno a este tema.
Tomando lo que sitúa Lacan en su escrito De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de las psicosis se mencionará, de modo breve, que el
esquema R fue propuesto para las neurosis, donde a partir de la extracción del
objeto a se produce el agujero que enmarca la realidad y sobre el mismo, se
montará el fantasma. En cambio, el esquema I será el que postulará para las
psicosis, en el que no se extrae el objeto, produciendo que la realidad no se halle
delimitada; la sustracción del a “extrae el goce del cuerpo, lo vacía” (Dafunchio,
2008, p. 32). Con relación a esta cuestión, Lombardi (1999) señalará que en
esquema R la realidad se halla enmarcada por un corte, donde se halla un vacío,
libre de goce “El corte es el bueno si ha dejado afuera el objeto a que condensa
goce y se lo lleva consigo (…) a lo real, de donde no puede recuperarse” (p.97).

Es momento de reflexionar cómo podría operar el analista desde el


semblante de objeto a ligado a campo de la realidad.

Soler (1991) en “¿Qué lugar para el analista?” propone dos lugares donde
el analista puede intervenir, no siendo excluyentes entre sí. Por un lado, el de
testigo siliente, en el momento en que el analista sea convocado a responder

18
como el Otro primordial, oráculo “es llamado a suplir con sus predicaciones el
vacío súbitamente percibido de la forclusión” (p.9). Frente a lo cual sería
conveniente que el analista se abstuviera de ocupar este lugar, dejando un vacío
donde se ubique la palabra del paciente, apuntando a la posición del propio sujeto.
Por otro lado, la de “orientador del goce”, dividiéndose en dos: la limitativa y la
positiva. En la primera, el analista asumiría el lugar de “Guardián del goce” como
significante ideal “Único elemento simbólico que, a falta de la ley paterna puede
construir una barrera al goce” (p.11). La segunda, positiva: aquí es donde se
tomarían en consideración aquellos puntos pesquisados en el sujeto que puedan
posibilitar algún tipo de estabilización, ligado al trabajo de las psicosis, incluyendo
al analista de por medio.

Soler denominará a la alternancia entre estas dos posiciones “vacilación de


la implicación forzosa del analista” (p.11), cuya expresión será retomada por
Lombardi (1999) relacionándola con el esquema de la realidad. Dado que los dos
modos de intervención mencionados serían como las dos líneas desde las que se
podría enmarcar la realidad del psicótico, supliendo la delimitación ausente.
Siguiendo con dicho autor, afirmará que si bien se puede alternar entre estos
lugares y que serán lo que enmarquen la realidad del sujeto psicótico:

“El lugar del analista es el que sostiene el intervalo entre una y otra, la
posibilidad misma de que esas dos líneas no se colapsen una sobre la otra.
Es la causa a del deseo lo que el analista logra así ahuecar, extraer, en
lugar del objeto a del goce —que resulta extraído por su intervención—.”
(p.133).

De tal manera que el lugar del analista pensado desde el campo de la


realidad sería el de objeto a introduciendo la “Dimensión del agujero”, abriendo un
espacio, una hiancia entre las dos líneas que enmarcarían suplementariamente la
realidad del sujeto psicótico, impidiendo que se superpongan, intentado mantener
el corte, un espacio vacío de goce, como aquello que trae por resultado la
extracción del objeto a.

19
Por último, cabe mencionar una expresión con relación al deseo del analista
“El analista, por su formación, tiene otra cosa para ofrecer. La respuesta del
analista concierne a su posición, a su deseo inédito que Lacan llamó ‘Deseo del
analista’ (…) El analista soporta en su presencia este deseo” (De Battista, 2015, p.
212). Si se enlazara esta definición con lo expuesto de modo precedente, se
podría decir que de acuerdo a cómo responda el analista, esto hablará acerca de
su posición y según con lo que se viene planteando, lo que el analista ofrecería
con su presencia en el encuentro con el sujeto psicótico es semblantear ese lugar
de objeto a. A partir del cual, si el sujeto puede hacer uso de esto, surgiría una
alternativa a aquello que en principio no aconteció, como la introducción de la
dimensión del agujero, tal como fue expuesta, para hacer algo diverso a partir de
ello. Por lo tanto, este deseo del analista estará soportado allí, en ese modo de
posicionarse en el lugar de objeto causa.

20
Conclusiones

En el presente recorrido se propuso conceptualizar qué relación posee el


sujeto psicótico con el objeto a para poder, a partir de allí, delimitar el lugar del
analista en la transferencia psicótica. Sostenido en lo que menciona Lacan (1962-
63), Seminario 10, en cuanto al manejo de la relación transferencial. Es decir, el
analista debe incluir en él mismo el a en cuestión y para llevar a cabo esto es
necesario considerar qué sucede con el a minúscula y el psicótico.

Asimismo, se intentó dar cuenta de la particularidad de la constitución


subjetiva, conformada por dos operaciones lógicas: alienación y separación. La
alienación refiere a cómo adviene el sujeto y su inclusión en el lenguaje. A través
de la segunda operación, la separación, se posibilita que el sujeto no quede
coagulado bajo los significantes del Otro como su objeto de goce, que caiga de
ese lugar y que el objeto se inscriba como una pérdida. En las psicosis esta
operación no se dio, lo que trajo como consecuencia que el objeto no se inscriba
como falta, quedando en el “bolsillo” del sujeto, al mismo tiempo que este sí sitúa
como objeto de goce para el Otro. (Tendralz, 2016)

Luego se continuó por el campo de la realidad, se mencionó que en el caso


de las psicosis la extracción del objeto a no se produjo, en tanto que, su
sustracción propiciaba que la realidad se enmarque y producía un vaciamiento de
goce, ya que el objeto a es quien lo condensa. En las psicosis este objeto está al
alcance de su mano, emerge en el campo perceptual desarmando la realidad,
arrojando al sujeto al estado de perplejidad. (Lombardi, 1999)

Por lo tanto, una vez ubicadas estas dos coordenadas, se delimitó el lugar
del analista sabiendo qué relación tiene el sujeto psicótico con el a. Incluir el a en
cuestión es de lo que se trataría. Por un lado, si en la constitución subjetiva no se
dio la separación, para incluir el objeto que posee el sujeto a su disposición, la
maniobra transferencial podría estar orientada a que el analista opere como corte
de ese objeto, para que este caiga, se separare de ese objeto. De igual modo, en
cuanto al accionar del analista direccionado a la separación, este podría estar

21
ligado a funcionar como barrera contra ese Otro intrusivo del que el psicótico es su
objeto gozado. A partir de situar en la historia del sujeto aquellos puntos
desencadenantes, donde se visualiza la emergencia de ese Otro feroz como
desestabilizador. Siguiendo esta lógica de la separación, se trataría de introducir
vía la transferencia un espacio allí donde la cadena significante esta soldada para
que algo comience a circular, es decir, aquella certeza que se presenta en el
discurso del psicótico, entre en conversación y ver si algo del goce allí
condensado se empieza a movilizar. (Pirroni y Caamaño, 2014)

Por otro lado, con relación al campo de la realidad, se propuso como lugar
para el analista el de propiciar un vacío, ya que este se encuentra imposibilitado
por no estar sustraído el objeto a. Puede vacilar por diferentes lugares como el de
testigo siliente, si es convocado a responde desde el lugar del oráculo o el de
guardián del goce, ya sea posibilitador o limitador que funcionarían como líneas
suplentes que enmarquen algo de la realidad (Soler, 1991). No obstante, el lugar
del analista será principalmente aquel de sostener el intervalo, es decir, tratará de
mantener una hiancia donde estas dos líneas no se superpongan, de modo que
algo del rearmado de la realidad sea posible. (Lombardi, 1999)

Con todo lo expuesto, se llegó a la conclusión de que el lugar predominante


que se propone para el analista en el encuentro con el sujeto psicótico es el de
semblante de objeto a, donde a partir de allí será posible introducir la dimensión
del agujero, lo cual habilitaría el hacer como analistas (Batistta, 2015). Si en la
constitución subjetiva no se dio la separación de objeto y en la realidad este no
está sustraído, se tratará de considerar estas coordenadas y, a partir de esto,
hacer algo con aquello que no aconteció en un inicio. Lo cual no implica un
impedimento sino que el considerar la relación del sujeto con el a será la brújula
que guíe el camino a seguir en transferencia para direccionar el tratamiento
posible de las psicosis. Para que este se dé, el objeto debe ser extraído, de modo
que la causa se halle por fuera del sujeto, que algo lo enlace al campo del Otro y a
su vez, mediar entre el sujeto y ese goce en exceso.

22
Tal como lo afirmó Lacan (1977) no hay que retroceder ante las psicosis, la
única resistencia que exista será la del analista (Lacan, 1958) Por lo tanto, para
posicionarse desde el lugar de objeto a causa, se requiere que el analista esté
destituido subjetivamente, sumirse a las posiciones subjetivas como lo que atañe
lo singular de cada quien. Sostenido por el deseo del analista, como aquel que le
permite ofertar algo distinto, presentarse como alguien descompleto, que haya una
causa posible en el Otro, es decir, demandar algo al Otro, que el analista encarne
alguien más aliviador de aquel que en principio suele presentarse para el psicótico
como estragante (Salinas, 2013). Cabe destacar la importancia de darle la palabra
al psicótico, dejándose enseñar, alojando aquello que tiene para decir acerca de
su síntoma, de esos retornos de lo real de los que padece, apuntando a la
posición propia del sujeto.

El analista debe posicionarse de modo que el sujeto psicótico pueda


tomarlo como destinatario de ese decir: “alojar un decir extranjero e impropio”
(Leibson, 2015, p.65), ser tomado como objeto causa y ponerse en serie, quedar
enhebrado con ese objeto que tiene en su bolsillo y de este modo sustentar que
algo del orden de la transferencia se podría instalar en el encuentro con el sujeto
psicótico. El analista no estará de modo permanente en ese lugar de objeto, no
obstante se podría decir que este sería el lugar principal, aquel más conveniente a
ocupar por el analista en la transferencia psicótica.

23
Referencias bibliográficas

- Broca, R. (2017). El sujeto psicótico en el discurso analítico. Buenos Aires:


Logos Kalós

- Dafunchio, N. (2008). Confines de las psicosis. Buenos Aires: Del bucle.

- De Battista, J. (2015). El deseo en las psicosis. Buenos Aires: Letra Viva.

- De Souza Minayo, M. C. (2004). Investigación social, Método y creatividad


Buenos Aires: Lugar.

- Freud, S. (1912). “Sobre la dinámica de la transferencia”. En Obras


Completas. Volumen XII. Buenos Aires: Amorrortu editores.

- Lacan, J. (1955-56). El Seminario. Libro 3: Las psicosis. Buenos Aires:


Paidós.
- Lacan, J. (1958). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de
la psicosis. En Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

- Lacan, J (1958). La dirección de la cura y los principios de su poder. En


Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

- Lacan, J. (1959-60). El Seminario. Libro 7: La ética del psicoanálisis.


Buenos Aires: Paidós.
- Lacan, J. (1962-63). El Seminario. Libro 10: La Angustia. Buenos Aires:
Paidós
- Lacan, J.: (1964-65). El Seminario. Libro 11: Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.

- Lacan, J. (1967). Breve discurso a los psiquiatras, 10 de noviembre de


1967. Inédito.

- Lacan, J. (1977). Apertura de la sección clínica, Revista Ornicar 3,


Barcelona: Petrel.

24
- Laznik, D. y Lubián, E. (2012) Ficha de cátedra: Alienación-Separación-
Desamparo. Disponible en:
http://23118.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_
adicional/electivas/654_clinpsicoa1/index.htm
- Laznik, D. y Lubián, E. (2014). Separación y desamparo. En Actualidad de
la clínica psicoanalítica. Buenos Aires: JVE

- Leibson, L. y Lutzky, J. (2015). Maldecir la psicosis. Buenos Aires: Letra


Viva.
- Lombardi, G. (1999) La clínica del psicoanálisis 3: las psicosis. Buenos
Aires: Atuel

- Lombardi, G. (2015). La libertad en psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós

- Pereyra, A. (2016) De la transferencia a la posición del analista en las


psicosis. Disponible en: https://www.aacademica.org/000-044/812

- Pirroni, Andrea y Caamaño, Verónica (2014). Del tipo clínico a la


singularidad: el objeto entre el paciente y el analista . Disponible en:
https://www.aacademica.org/jornadas.psicopatologia.30.aniversario/95.pdf

- Prego, E. y Ros, L. (2012). Un manual especial. En Rubistein, A. (Comp.)


(2012) La terapéutica analítica: efectos y terminaciones. Buenos Aires: JCE.
(pp. 183-192)

- Salinas, L. (2013). La transferencia psicótica y el acto del analista. En


revista Aun. N°7. pp. 115-122. Buenos Aires: Letra viva.

- Soler, C. (1991). Estudios sobre las psicosis. Buenos Aires: Manantial

- Tendlarz, S (2016). Clínica del autismo y las psicosis en la infancia. Buenos


Aires: Colección Diva.

25
26

También podría gustarte