Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
La composición química del gas natural es la razón de su amplia aceptación como el más
limpio de los combustibles fósiles. En efecto, la mayor relación hidrógeno/carbono en la
composición del gas natural, en comparación con la de otros combustibles fósiles, hace que
en su combustión se emita menos CO2 por unidad de energía producida.
La combustión del gas natural, compuesto principalmente por metano (CH4), produce un
25% menos de CO2 que los productos petrolíferos y un 40% menos de CO2 que la
combustión del carbón por unidad de energía producida. Se atribuye al CO2 el 65% de la
influencia de la actividad humana en el efecto invernadero, y al CH4 el 19% de dicha
influencia.
La mayor parte del CO2 emitido (75% - 90%) es producido por la combustión de
combustibles fósiles. Sin embargo, las emisiones de metano son producidas en su mayoría
por la ganadería y la agricultura, los vertederos, las aguas residuales, y las actividades
relacionadas con los combustibles fósiles. A las empresas que distribuyen gas natural les
corresponde menos del 10% de las emisiones de metano a la atmósfera, cifra que cada año
se va reduciendo por las medidas que han adoptado las empresas como renovación de
tuberías antiguas, recuperación de venteos de gas, etc.
De este modo, el gas natural es el combustible fósil que emite menos CO2 por unidad de
energía producida. Por tratarse de un gas, su mezcla con aire y posterior combustión es más
fácil que con otros combustibles fósiles y la ausencia de partículas y compuestos corrosivos
de azufre, facilitan la recuperación del calor residual y, por tanto, las eficacias de su
utilización. Además, las reservas de gas natural son abundantes, y su transporte y
distribución mediante tuberías enterradas hacen que su impacto sobre el paisaje sea
mínimo.
Por su rendimiento y baja emisión de contaminantes, el gas natural es especialmente
apropiado para la generación de electricidad y cogeneración, uso de calderas y hornos
industriales, automoción, climatización y otros usos en los sectores comercial y doméstico.
El gas natural es un combustible que tiene un impacto medioambiental mínimo comparado
con el resto de los combustibles fósiles y cuya utilización contribuye a reducir la emisión
de gases de efecto invernadero.
Protección del entorno
La preservación del medio ambiente es una de las prioridades del Grupo Gas Natural, por lo
que las actividades se desarrollan de forma que contribuyan positivamente al
comportamiento medioambiental asociado a sus procesos, instalaciones y servicios,
prestando especial atención a la protección del entorno.
La compañía realiza un esfuerzo continuado en identificar, caracterizar y mejorar el
impacto medioambiental derivado de sus actividades, instalaciones y procesos de negocio,
procurando una utilización eficiente de los mismos.
Del mismo modo, efectúa tareas de prevención de la contaminación y evaluación de riesgos
potenciales, que consisten en aplicar el principio básico de prevención de la contaminación
desde la planificación y evaluación de decisiones sobre proyectos.
Gas Natural presta, igualmente, apoyo a las diferentes administraciones y entidades
públicas o privadas en la búsqueda de soluciones a los problemas medioambientales que
plantea el ejercicio de la actividad gasista e incorpora los criterios medioambientales a la
gestión de negocio. Entre sus objetivos figura transmitir a los proveedores de las empresas
del Grupo Gas Natural los procedimientos y requisitos medioambientales aplicables y
asegurar su cumplimiento.
…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………
Voy a intentar repasar muy someramente los impactos ambientales negativos del gas
natural. Es muy común escuchar que el gas natural es un combustible más limpio, limpio o
incluso hasta ecológico. Decir que es ecológico es una barbaridad. Decir que es limpio es
una mentira. Definirlo como más limpio es un eufemismo y yo propondría decir que es
menos sucio lo cual explica un poco mejor de que se trata.
La combustión de gas natural tiene dos ventajas en relación a los otros combustibles fósiles:
no emite dióxido de azufre -por lo cual evitaría parte de las causas de la lluvia ácida- y
emite entre un 50% y un 60% del dióxido de carbono que emiten los otros fósiles. Sin
embargo mantiene los mismos niveles de emisión de óxidos de nitrógeno. El balance hasta
aquí sería positivo.
Ahora bien, hay algunos problemas que se agregan y otros que no son lo suficientemente
explicitados. Por ejemplo: es sabido que uno de los usos fundamentales que tendrá el gas
natural es la generación de energía eléctrica. Hoy por hoy las centrales Batlle y La Tablada
están funcionando muy pocas horas al año dado su alto costo de generación pues utilizan
derivados del petróleo para su funcionamiento. En caso de efectivizarse la entrada del gas
natural estas centrales funcionarán cada año un mayor número de horas con lo cual, si bien
es cierto que por kilovatio producido la emisión de CO2 será menor y la de NOx será igual,
en términos absolutos será mayor pues quemarán un volumen mayor de combustible.
Es necesario considerar que hay diferentes problemas ambientales, que hay algunos
globales y otros locales y que no para todos los países la responsabilidad es la misma. En el
tema que estamos tratando es bien distinto el problema del CO2 que el del NOx y no
debemos ponerlos en la misma bolsa. El CO2 no es dañino para la salud y su impacto
ambiental está vinculado al efecto invernadero y al calentamiento global del planeta. Sin
embargo, si bien Uruguay ha adquirido sus compromisos en el camino del desarrollo
sustentable y el control de las emisiones, es obvio que la incidencia de nuestro país en esta
materia es ínfima. Con esto no quiero decir que no debamos preocuparnos, pero sí me
parece que debe ser relativizado en la medida correspondiente. Para tener una idea, EE.UU.
emite un millón de veces más dióxido de carbono que Uruguay y solo tiene 100 veces más
población. Está claro que la preocupación uruguaya en este tema debe estar más
concentrada en lograr que los países industrializados reduzcan sus emisiones que en las
propias.
Sin embargo el caso del NOx es diferente pues es un gas que tiene efectos directos tanto en
la lluvia ácida como en las salud de las personas: afecta pulmones y bronquios y produce
irritación en los ojos. Pero además los NOx, al entrar en contacto con el aire forma también
un nuevo gas: el ozono. Este ozono es denominado ozono superficial para distinguirlo del
ozono estratosférico y todo el problema del conocido agujero de la capa de ozono y es un
peligroso contaminante.
Hay sin embargo un problema mas importante que el CO2 a nivel de la contaminación
global, que es el metano (CH4). Este es uno de los problemas que no se mencionan al
evaluar la utilización del gas natural. El gas natural está compuesto en un 90% por gas
metano. Cuando hay una fuga de gas en algún momento del proceso éste se va directamente
a la atmósfera y tiene un potencial de calentamiento atmosférico 50 veces superior al del
CO2. Y las fugas, por otra parte, no son menores. En EE.UU. -un país del que no se pueden
negar sus capacidades tecnológicas- se estima que entre un 1% y un 2% de lo que se extrae
de gas natural se escapa en algún momento de su extracción, traslado o almacenamiento.
A modo de balance, hemos visto entonces hasta ahora que la combustión de gas natural,
comparándola con otros fósiles produce: cero emisión de dióxido de azufre, menor emisión
de dióxido de carbono e igual emisión de óxidos de nitrógeno por unidad de combustible
quemado. Además contribuye al aumento del ozono superficial y al calentamiento global
por escapes de gas metano. Sólo me resta mencionar, para cerrar el capítulo de los impactos
ambientales el problemas de los accidentes y -en el caso particular del gasoducto del sur- el
Reservorio de la Cuenca del río Santa Lucía.
Se estima que hay más de 1.000 accidentes cada año en el mundo vinculados a la
explotación del gas natural. Esto se puede relativizar todo lo que uno quiera. Evidentemente
no va a ser más peligroso que la planta de ANCAP, la Central Batlle o la planta de
GASEBA. Todas ellas son potencialmente tanto o mayor fuente de accidentes que los
gasoductos. Pero no hay dudas, a juzgar por la experiencia internacional, que agregaríamos
una nueva fuente riesgo.
Y esto está estrechamente relacionado con el problema del Reservorio de la Cuenca del río
Santa Lucía. Hay quienes dicen, incluso fuentes ministeriales, que éste no tendrá impactos
ambientales. Sin embargo los estudios aún no se han hecho así que cualquier
argumentación en favor o en contra es meramente especulativa.
Se argumenta, por ejemplo que este tipo de formación rocosa es la que naturalmente
almacena este tipo de gas en el mundo. Pero con la misma naturalidad uno puede pensar
por qué será que justo éste no almacenó nada. También es lícito pensar que una cosa es un
almacenar gas en un proceso geoquímico de varios cientos de miles de años y otra muy
diferente es provocar un almacenamiento igual en unas pocas horas. Vale la pena ser muy
cuidadosos antes de hacer un emprendimiento de este tipo donde una fuga de gas puede
provocar no solo accidentes por explosiones sino la contaminación del suelo y el agua de
una cuenca que abarca el 5% del territorio nacional y de donde se toma el agua para el uso
de más de la mitad de la población del país y se produce el 80% de la fruta y la verdura que
consumimos.
En cualquier caso lo que parecería más acertado para tomar una decisión es que haya un
estudio serio e independiente de impacto ambiental y riesgos. Según la información de la
que nosotros disponemos un estudio de este tipo no podría ser encarado en toda su
profundidad con los escasos recursos con que cuenta nuestro Ministerio de Medio
Ambiente. Entre tanto los estudios que se han hecho hasta ahora y los que están previstos
están a cargo de las mismas empresas que lo van a explotar y esto no ofrece garantías
serias. Por lo tanto lo más prudente sería, en primera instancia que el gobierno contratara
una consultora internacional independiente que pudiera hacer un estudio serio y confiable
de los impactos y riesgos posibles de este emprendimiento.
En segundo lugar, debiera hacerse una consulta más amplia a la población acerca de esta
decisión. Esta es una reivindicación que los ambientalistas han venido sosteniendo por
largos años y es que cuando el riesgo es tan grande que pone en juego la vida de tantas
personas, que amenaza con la contaminación del agua y los alimentos propios, de sus hijos
y sus nietos, entonces la decisión no puede ser solamente técnica ni puede quedar en las
exclusivas manos de los expertos. Porque la ciencia y la técnica han cometido demasiados
errores en el pasado y nada hace suponer que no los puedan cometer en el futuro. Y
además, porque la ciencia es un conocimiento provisorio. Lo que es verdad hoy será
seguramente falso mañana y la vida y el ambiente de nuestros hijos, nietos y todas las
generaciones que puedan venir después de nosotros no pueden quedar en las exclusivas
manos de un puñado de técnicos con un conocimiento tan perecedero.
Para terminar quisiera hacer algunas reflexiones acerca de los costos, la competividad y los
aspectos económicos que tanto pesan y que nosotros no dejamos de considerar.
Hay varios aspectos de la producción, la economía y la energía que pueden ser evaluados
económicamente y otros que no. Los vecinos de Sauce, por ejemplo, pueden no querer vivir
arriba de un depósito de gas natural por más económica que les resulte la energía. Es decir
que evaluarían la tecnología no tanto por sus resultados económicos sino por
consideraciones ambientales, de riesgo, etc. Puede también decidirse por la razón
meramente ética de no gastar en 20 años lo que a la naturaleza le ha costado millones
producir y los miles de millones de personas que vendrán después de nosotros no tendrían.
Sin embargo, voy a hacer algunas breves evaluaciones estrictamente económicas, no
porque las considere más importante que las otras sino para demostrar que tampoco es
seguro que el gas natural sea tan barato como se sostiene.
¿Cuánto vale el gas natural? El precio al que va a llegar al Uruguay incluye los costos de su
extracción y traslado, por ejemplo. Pero no estamos pagando nada por el trabajo que hizo la
naturaleza durante millones de años ni estamos pagando el valor que significa agotar un
recurso que no es renovable. Tampoco estamos valorando el potencial riesgo de un
accidente. El caso del petrolero San Jorge es un claro ejemplo de la relación que existe
entre la certeza técnica, la realidad y la evaluación económica. El error técnico en el caso
del San Jorge es casi inconcebible. En un mundo que envía naves a viajar entre las estrellas
miles de millones de kilómetros, tenemos una roca a pocos metros de la costa y casi en la
superficie y no la conocíamos. La ciencia y la tecnología que podía haber previsto este
accidente existe. Sólo que por algún azar inexplicable del destino la catástrofe ocurrió. Y a
partir de ahora y para siempre existirá, en el fondo del océano y a pocos metros de la costa
de Maldonado unos 5.000 metros cúbicos de petróleo convertidos en venenosas pelotitas
negras.
Pero este es un costo aleatorio, es decir, ocurre si ocurre el accidente. Pero hay costos que sí
se sabe que existen porque están asociados directamente con el uso del gas natural pero que
no se contabilizan.
Por ejemplo: sabemos que los óxidos de nitrógeno acidifican nuestros pulmones y afectan
nuestros ojos. Cuando los uruguayos vayamos al hospital a curarnos estas enfermedades
vamos a estar ocasionando un gasto en el sistema de salud. Cada consulta, cada tratamiento
y medicamento van a ser un gasto del sistema de salud que va a estar originado en realidad
en la utilización del gas natural y que no se le está cargando al precio del gas. Es decir
estaríamos subsidiando con nuestra salud y con dineros de Salud Pública (es decir:
nuestros) el tan barato precio del gas natural.
Este análisis puede hacerse para cualquier sector de la energía y en cualquier caso van a ver
que de una manera u otra estamos subsidiando con salud o con medio ambiente muchas de
las actividades productivas. Si se contabilizaran estos costos seguramente las ecuaciones
económicas podrían favorecer otras alternativas.
La introducción del gas natural está siendo considerada para alimentar directamente a
industrias, el consumo doméstico y la generación de energía. Podrían discutirse los
beneficios en cada una de estas áreas: por ejemplo, explicitar que los sectores residenciales
beneficiados van a ser solamente los de mayor nivel adquisitivo y que el gas natural nunca
va a llegar a la mayoría de la población. O cuántas son las industrias beneficiadas y cuales
podrían ser otras fuentes energéticas alternativas. Pero considerando que el consumo mayor
va a estar asociado a la generación de energía eléctrica vale la pena mostrar algunas
alternativas posibles.
A modo de resumen final entonces quisiera concluir en relación a la introducción del gas
natural en nuestro país que:
El problema de los derrames es complejo y ha dado lugar a frecuentes controversias entre las
compañías que operan en la región, el gobierno nacional y los particulares afectados. Estos últimos,
han exigido indemnización a las empresas. Algunas veces, estos reclamos trascienden a la opinión
pública y reflejan la situación de las pequeñas pesquerías del lago, ya que allí existen peces de gran
valor comercial, camarones y otros recursos importantes dentro de la economía pesquera regional
y nacional, que constituyen la única fuente de ingresos de los pequeños pescadores lacustre.
La combustión de gases hidrocarburos, como los quemadores de gas natural del Zulia, en presencia
de la luz solar reacciona formando sustancias más complejas como el nitrato de peroxiacilo, el cual
es un irritante de la vista.
Otro contaminante gaseoso de la atmósfera es monóxido de carbono, gas expelido por los
automóviles. El monóxido de carbono disminuye la capacidad de la sangre para transportar oxígeno
generando una sobrecarga en la función bombeadora del corazón.
Otras de las fuentes alternativas de energía desarrollada es la radioactiva que genera muchos
desechos o contaminantes radioactivos, provenientes de las reacciones nucleares, o de yacimientos
de minerales radioactivos, de las plantas donde se refinan o transforman estos minerales, y de las
generadoras de electricidad que funcionan con materia radiactiva. Todavía no se conoce un método
para eliminar estos desechos sin riesgo para el hombre.