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ahorrado durante este tiempo para ofrecértelas.


CUENTOS Y PARÁ- Por favor, abrázame ahora”.

BOLAS Al llegar a la montaña, oyó una voz que descen-


día retumbado de las nubes: “¿Quién está ahí
abajo? ¿Por qué te escondes de mí? ¿Qué has
1. CUENTOS puesto entre nosotros?”
Yo no sé muchas cosas, es verdad. “Soy yo. Tu santo hombre. Te he traído este
Digo tan sólo lo que he visto. precioso jarrón. Mi vida entera está en él. Lo he
Y he visto: que la cuna del hombre traído para Ti”.
la mecen con cuentos, los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, “Pero no te veo. ¿Por qué has de esconderte
que los huesos del hombre detrás de ese enorme jarrón? No nos veremos
los entierran con cuentos, de ese modo. Deseo abrazarte; por tanto, arró-
y que el miedo del hombre... jalo lejos. Quítalo de mi vista”.
ha inventado todos los cuentos. No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Romper
Yo sé muy pocas cosas, es verdad, su precioso jarrón y tirar lejos todas sus piedre-
pero me han dormido con todos los cuentos... citas? “No, Señor. Mi hermoso jarrón, no. Lo he
y sé todos los cuentos. traído especialmente para Ti. Lo he llenado de
Ahora estoy de regreso, he llegado hace poco, mis...”
Soy nuevo en la ciudad... Y esto quiero decir: “Tíralo. Dáselo a otro si quieres, pero líbrate de
Me durmieron con un cuento... él. Deseo abrazarte a ti. Te quiero a ti”.
y me he despertado con un sueño. Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 31
Es un sueño sin lazos, Sin espejos, sin anillos,
sin redes, sin trampas y sin miedo. 3. ACCIÓN DESINTERESADA
León Felipe
“Lo que más me deprime es la absoluta vulgari-
2. EL ABRAZO DE DIOS dad de mi existencia. Jamás en la vida he hecho
nada tan importante como para merecer la aten-
Un hombre santo, orgulloso de serlo, ansiaba ción del mundo”.
con todas sus fuerzas ver a Dios. Un día Dios le
habló en un sueño: “¿Quieres verme? En la “Te equivocas si piensas que es la atención del
montaña, lejos de todos y de todo, te abrazaré”. mundo lo que hace que una acción sea impor-
tante”, dijo el Maestro.
Al despertar al día siguiente comenzó a pensar
qué podría ofrecerle a Dios. Pero ¿qué podía Siguió una larga pausa.
encontrar digno de Dios? “Bueno, pero es que tampoco he hecho nada
“Ya lo sé”, pensó. “Le llevaré mi hermoso jarrón que haya influido en alguien, ni para bien ni para
nuevo. Es valioso y le encantará... Pero no mal...”
puedo llevarlo vacío. Debo llenarlo de algo”. “Te equivocas si piensas que es el influir en los
Estuvo pensando mucho en lo que metería en el demás lo que hace que una acción sea impor-
precioso jarrón. ¿Oro? ¿Plata? Después de tante”, volvió a decir el Maestro.
todo, Dios mismo había hecho todas aquellas “Pero, entonces, ¿qué es lo que hace que una
cosas, por lo que se merecía un presente mu- acción sea importante?”
cho más valioso. “El realizarla por sí misma y poniendo en ello
“Sí”, pensó al final, “le daré a Dios mis oracio- todo el propio ser. Entonces resulta ser una
nes. Esto es lo que esperará de un hombre acción desinteresada, semejante a la actividad
santo como yo. Mis oraciones, mi ayuda y servi- de Dios”.
cio a los demás, mi limosna, sufrimientos, sacri- Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
ficios, buenas obras...”. Sal Terrae.
Estaba contento de haber descubierto justamen-
te lo que Dios esperaría y decidió aumentar sus 4. ACTITUDES
oraciones y buenas obras, consiguiendo un
Dice una antigua leyenda que, cuando Dios
verdadero récord. Durante las pocas semanas
estaba creando el mundo, se le acercaron cua-
siguientes anotó cada oración y buena obra
tro ángeles, y uno de ellos le preguntó: “Qué
colocando una piedrecita en su jarrón. Cuando
estás haciendo?”; el segundo le preguntó: “¿Por
estuviera lleno lo subiría a la montaña y se lo
qué lo haces?”; el tercero: “¿Puedo ayudarte?”;
ofrecería a Dios.
y el cuarto: “¿Cuánto vale todo esto?”
Finalmente, con su precioso jarrón hasta los
El primero era un científico, el segundo un filó-
bordes, se puso en camino hacia la montaña. A
sofo, el tercero un altruista, el cuarto un agente
cada paso se repetía lo que debía decir a Dios:
inmobiliario.
“Mira, Señor, ¿te gusta mi precioso jarrón? Es-
pero que sí y que quedarás encantado con Un quinto ángel se dedicaba a observar y a
todas las oraciones y buenas obras que he aplaudir con entusiasmo. Era un místico.
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2”
Textos para orar y reflexionar 1
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5. ACTUAR DE DIOS - En todo caso adoraría las nubes, capaces de


apagar el fuego.
Un hombre se hallaba en el tejado de su casa - Adora las nubes.
durante unas inundaciones y el agua le llegaba - No, porque el viento es más fuerte que ellas.
a los pies. - Entonces adora el viento que sopla.
Poco después, pasó un individuo remando en - Si debiera adorar al viento, adoraría al hombre
una canoa y le gritó: que tiene poder de soplar.
- Adora entonces al hombre.
- “¡Oiga! ¿Quiere que le lleve a un sitio más - No, porque muere.
alto?”. - Adora la muerte.
- “No, gracias - replicó el hombre -. Tengo fe en - Lo único digno de adorarse es el Dueño de la
el Señor y Él me salvará”. vida y de la muerte.
El maestro alabó la sabiduría del discípulo.
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una Anónimo judío
lancha de motor.
8. LA ALFORJA
- “¿Quiere que le lleve a un sitio más alto?” -
gritó el que la llevaba. Un día Júpiter bajó a la tierra, convocó a todos
los animales, incluido el hombre, y les dijo:
- “No, gracias - respondió el hombre -. Tengo fe
en el Señor y Él me salvará”. - Quiero que viváis en armonía y contentos. Así
que, si alguien tiene alguna queja, que la diga
Más tarde, cuando el nivel del agua le llegaba sin temor y enseguida le pondré el remedio.
hasta al cuello del individuo, llegó un helicópte-
ro. - Nadie expuso nada. Júpiter entonces se dirigió
al mono
- “¡Cójase a la cuerda - gritó el piloto -. Yo le
subiré”. - ¿Qué? ¿Tú estás contento?
- “No, gracias - dijo el hombre por tercera vez -. - Claro, - respondió el mono - tengo cuatro pati-
Tengo fe en el Señor y Él me salvará”. tas que son un tesoro y tengo un tipo que todos
me envidian. Yo no tengo motivos para envidiar
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en a nadie... Comparado con el oso, tan feo, soy
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después una maravilla. Él sí tendrá de qué quejarse.
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no
pudo resistir más, se ahogó y fue a recibir su Los otros animales pensaban como el mono y
recompensa. esperaban la queja del oso. No hubo tal queja.
Al contrario, con tono de orgullo dijo:
Mientras aguardaba en las puertas del Paraíso,
se halló frente al Creador y se quejó de lo ocu- - Yo me veo fuerte, bien proporcionado, con
rrido: cierto aire señorial. Comparado con el elefante,
que es un monstruo, una masa de carne que
- “Señor - le dijo -, yo tenía total fe en que Tú me parece que se cae a trozos, soy un encanto. No
salvarías y me abandonaste. ¿Por qué?” me quejo de nada.
A lo cual le replicó el Señor: El elefante tomó la palabra y dijo:
- “¿Qué más quieres? ¡Te mandé dos lanchas y - ¡Ah!, pues yo no me quejo absolutamente de
un helicóptero”. nada, me siento fuerte, sólido, como un rey con
mucho poder. Mucho peor es la ballena que
6. ACUMULAR
parece una masa informe.
Cuando el gorrión hace su nido en bosque, no La ballena no se quejó; se veía mejor que la
ocupa más que una rama. Cuando el ciervo jirafa, larguirucha y desgarbada. La jirafa se
apaga su sed en el río, no bebe más que lo que sentía esbelta, fina, señorial, no como la hormi-
le cabe en la panza. ga, insignificante y rastrera. La hormiga se veía
Nosotros acumulamos cosas porque tenemos el como una reina comparada con el mosquito. Y
corazón vacío. el mosquito se vio ágil, se defendía muy bien...
Así todos hasta que llegó el hombre. Éste se
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
entretuvo en contar todas sus cualidades y
tomo)”, p. 83
encantos. Luego siguió hablando sobre los
7. ADORAR AL VERDADERO DIOS defectos de los otros. Y se reía de ellos.

El maestro preguntó al discípulo: Júpiter, que había estado en silencio, se dirigió


- ¿Por qué no adoras a los ídolos? a todos de nuevo y les dijo: Bien, veo que cada
El discípulo respondió: uno lleva dos bolsas: en la de atrás metéis vues-
- Porque el fuego los quema. tras faltas y en la de delante las faltas de los
- Entonces adora al fuego. otros.
- En todo caso adoraría al agua, capaz de apa- Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 35
gar al fuego.
- Adora entonces al agua.

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9. AMANTE Y ACTIVISTA El pájaro libre cantaba: “Amor mío, pía cancio-


nes del campo”.
Un activista regresó al monasterio para averi- El pájaro preso decía: “Estáte a mi lado, te
guar de qué clase de luz tenía aún necesidad. enseñaré la canción de los sabios”.
“La luz que todavía necesitas - le dijo el Maestro El pájaro libre cantaba: “No, no, nadie puede
- es la que te permita conocer la diferencia entre enseñar las canciones”.
un amante y un activista. El amante toma parte
en una sinfonía”. El pájaro preso decía: “Ay, yo no sé las cancio-
nes del campo”.
“¿Y el activista?”
Su amor es un anhelo infinito, mas no pueden
“El activista sólo oye el sonido de su propio volar ala con ala. Se miran y se miran a través
tambor”, dijo el Maestro. de los hierros de la jaula, pero es en vano su
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. deseo. Y aletean nostálgicos y cantan: “Acérca-
te más, acércate más”.
10. AMAR LO QUE SOMOS
El pájaro libre grita: “¡No puedo! ¡No puedo!
Los animales del bosque se dieron un cuenta un ¡Qué miedo me da tu jaula cerrada!”
día de que ninguno de ellos era el animal per- El pájaro preso canta bajito: “¡Ay!, no puedo.
fecto: los pájaros volaban muy bien, pero no ¡Mis alas se han muerto!”
nadaban ni escarbaban; la liebre era una estu-
penda corredora, pero no podía volar ni sabía 12. ANTE UN ELEFANTE
nadar... Y así todos los demás.
Un príncipe oriental, para dar una lección a sus
¿No habría una manera de establecer una aca- súbditos sobre la búsqueda de Dios, hizo reunir
demia para mejorar la raza animal? Dicho y un día a muchos ciegos. Después ordenó que
hecho. En la primera clase de carrera, el conejo se les mostrase el mayor de sus elefantes sin
fue una maravilla, y todos le dieron sobresalien- decirles qué animal tenían delante. Cada ciego
te; pero en la clase de vuelo subieron al conejo se acercó al elefante y le tocaron en diversas
a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, cone- partes de su cuerpo. Al final el príncipe preguntó
jo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, qué había palpado cada uno.
con tan mala suerte que se rompió dos patas y
fracasó también en el examen final de carrera. El que había tocado las piernas dijo que un
El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron tronco arrugado de un árbol.
que excavara como el topo. Al hacerlo se lasti- El que había tocado la trompa, una gruesa rama
mó las alas y el pico y, en adelante, tampoco nudosa. El que había tocado la cola, una ser-
pudo volar; con lo que ni aprobó la prueba de piente desconocida. Un muro, dijo el que había
excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo. tocado el vientre. Una pequeña colina, el que
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estu- había tocado el lomo.
pendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por Como no se ponían de acuerdo entre ellos,
qué ser pájaro. Un hombre inteligente debe comenzaron a discutir. El príncipe interrumpió la
sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse discusión:
en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a
- Esta pequeña muestra os hacer ver cómo de
la vez. Una mucha fea difícilmente llegará a ser
las grandes cosas conocemos muy poco, y de
bonita, pero puede ser simpática, buena y una
Dios casi nada.
mujer maravillosa... porque sólo cuando apren-
damos a amar en serio lo que somos, seremos Parábola hindú
capaces de convertir lo que somos en una ma-
ravilla. 13. ANTICREACIÓN
Anthony de Mello Al fin, el hombre destruyó el cielo y la tierra.
La tierra era bella y fértil,
11. AMOR ENTRE PÁJAROS la luz brillaba en las montañas y los mares,
y el espíritu de Dios llenaba el universo.
El pájaro manso vivía en la jaula y el pájaro libre Y el hombre dijo:
en el bosque. “Posea yo todo el poder
Mas su destino era encontrarse, y había llegado en el cielo y en la tierra”.
la hora. Y vio que el poder era bueno
El pájaro libre cantaba: “Amor, volemos al bos- y llamó “grandes jefes”
que”. a quienes detentaban el poder,
y dio el nombre de débiles
El pájaro preso decía bajito: “Ven tú aquí, viva- a los que buscaban la reconciliación.
mos los dos en la jaula”. Así fue el sexto día antes del fin.
Decía el pájaro libre: “Entre rejas no pueden Y el hombre dijo:
abrirse las alas”. “Haya una gran división entre los pueblos:
- Ay, decía el pájaro preso, ¿sabré yo posarme y póngase a un lado
en el cielo? las naciones que están por mí

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y al otro lado las que están contra mí”. toda la superficie del océano
Y hubo buenos y malos. se cubrió de oscuridad
Así fue el día quinto antes del fin. y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas.
Y el hombre dijo: 14. EL ÁRBOL GENEROSO
“Juntemos nuestras fortunas en un lugar
y creemos instrumentos para defendernos: Érase un árbol copudo, denso, fuerte; sobre
la radio y la televisión todo fuerte frente a la lluvia y los vientos hura-
para controlar los espíritus de los hombres, canados que desmelenaban salvajes su frondo-
la movilización y el registro sa cabellera verde.
para controlar los cuerpos de los hombres, Pero el árbol tenía una debilidad: un niño, a
los uniformes para dominar quien amaba más allá de sí mismo. Lo amaba
las almas de los hombres”. desde que la madre del recién nacido venía,
Y así fue. El mundo quedó dividido casi todos los días, con el bebé en brazos, lo
en dos bloques, en guerra. mecía y lo dormía contándole nanas entraña-
El hombre vio que tenía que ser así. bles, apoyada en su tronco rugoso, sentada
Así fue el cuarto día antes del fin. sobre sus raíces vegetales. El corazón del árbol
Y el hombre dijo: “Haya censura creció, casi sin sentirlo, al aire de aquellas deli-
para distinguir cadas nanas, haciéndose a la medida del cora-
nuestra verdad de la de los demás”. zón inmenso de aquella mujer.
Y fue así: Un día, la madre murió; el niño tenía cuatro
el hombre creó dos grandes instituciones: años. Y fue precisamente entonces cuando el
una para ocultar la verdad en el extranjero. corazón de madera del árbol sintió que le madu-
Y otra, raban por dentro las entrañas de la madre muer-
para defenderse de la verdad dentro de casa. ta. Amar es tener algo hermoso y querer com-
El hombre lo vio y lo encontró normal. partirlo.
Así fue el tercer día antes del fin.
Tomó cariño al niño, tanto que cuando le veía
Y el hombre dijo: venir, agotaba jubiloso sus ramas y le gritaba:
“Fabriquemos armas que puedan destruir
- Ven, ¿quieres jugar? Vas a ser el rey de la
a distancia ingentes multitudes”.
selva. Toma mis flores y mis hojas, trenza una
De este modo perfeccionó
corona, colócala en tu cabeza.
la guerra bacteriológica,
perfeccionó los arsenales Y el niño pasea por los senderos del bosque.
de muerte submarinos, ¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su fronda!
los proyectiles teledirigidos.
El hombre lo vio y se enorgulleció. Nadie puede detener la vida. El niño creció,
Entonces los bendijo, diciéndoles: otras instancias llenaron su corazón. Ya no
“Sed numerosos y grandes sobre la tierra, quería jugar a ser el rey de la selva; su corazón
llenad las aguas del mar quería cosas, cosas, cosas... pero no las tenía,
y los espacios celestes, multiplicaos”. y su rostro languidecía de tristeza.
Así fue el día segundo antes del fin. - ¿Por qué estás triste? - le preguntó el árbol.
Y el hombre dijo: “Hagamos a Dios - Porque necesito cosas y no tengo dinero para
a nuestra imagen y semejanza, comprarlas.
digamos que Dios
obra como nosotros obramos, - No sufras por eso. Ven: súbete en mis brazos,
que piensa como nosotros pensamos, están cargados de manzanas, toma las que
que quiere lo que nosotros queremos, quieras, llévalas al mercado, véndelas y tendrás
que mata como nosotros matamos”. el dinero que necesitas.
El hombre creó un Dios a su medida. ¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de sus frutos
Y lo bendijo diciendo: en sazón!
“Muéstrate a nosotros
y pon la tierra a nuestros pies: Pasó el tiempo, tiempo de soledad para el árbol;
no te faltará nada, si haces nuestra voluntad” pero una mañana su corazón volvió a estreme-
Y así fue: cerse de alegría. El niño de otros tiempos, hom-
el hombre vio todo lo que había hecho bre ahora, volvió junto a él, eso sí, serio, pensa-
y estaba muy satisfecho de todo ello. tivo:
Así fue el día antes del fin. - ¿Qué te pasa? - le preguntó el árbol -. ¿Por
De pronto se produjo un gran terremoto qué estás triste?
en toda la superficie de la tierra, - Porque quiero hacerme una casa y no tengo
y el hombre madera.
y todo lo que había hecho dejaron de existir.
Así acabó el hombre - No sufras por eso: toma tu hacha y corta mis
con el cielo y con la tierra. ramas más robustas, hazte una casa y sé feliz.
La tierra volvió a ser El niño de otros tiempos, hombre ahora, tomó el
un mundo vacío y sin orden; hacha y fue segando los brazos henchidos de

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savia del árbol. Y se hizo una casa al borde del 16. AZRAEL, EL ÁNGEL DE LA
bosque.
MUERTE
¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su madera!
Cuentan que en la ciudad de Bagdad, cierto día
Pero el corazón del hombre no se llena con
un joven charlaba en el jardín de su suntuoso
cosas. Hastiado de vivir en su casita de madera
palacio con dos ancianos mercaderes. Éstos se
al borde del bosque, el niño de otros tiempos,
quejaban de su incierta vida, siempre viajando
hombre maduro ahora, volvió a internarse en la
entre peligros y fatigas. El joven, en cambio, se
maraña de la selva. Cuando el árbol lo divisó a
siente feliz, porque llegará a la vejez gozando
lo lejos, se estremeció de gozo y le preguntó:
de su palacio. De repente aparece Azrael, el
- Te veo de nuevo triste, ¿qué te pasa, no te ha ángel de la muerte, que mira con extrañeza al
llegado la madera? joven: desaparece después.
- Sí, pero estoy aburrido de ver siempre el mis- El joven, espantado, monta en su mejor caballo
mo paisaje, de oír siempre el eco de mis pasos y huye; al cabo de unas horas de loca carrera,
resonando sobre la madera. Me han dicho que sufre, cerca de Damasco, una caída y en ella
lejos, muy lejos, hay mares bellísimos, paisajes encuentra la muerte.
de ensueño, gentes extrañas, y quiero conocer-
Pasado algún tiempo uno de los ancianos ve a
las... pero no tengo barca.
Azrael y le pregunta por qué mostró aquella
- No sufras por eso. Empuña de nuevo el hacha, extrañeza ante el joven; el ángel de la muerte
tala mi tronco a raíz del suelo y hazte una barca. respondió: porque estaba gozoso en Bagdad y
Luego, con las pocas ramas que me quedan, yo debía llevármelo poco después en Damasco.
lábrate unos remos y vete a navegar: conocerás
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
esos mares bellísimos, paisajes de ensueño y
dos”, p. 112
gentes extrañas.
¡Y el árbol fue feliz con la ofrenda de su tronco! 17. EL BANQUETE DEL PRIMER
Pasó mucho tiempo, tanto que el viejo árbol MUNDO
generoso apenas respiraba ya por algunos Érase una vez un grupo de personas. Estaban
retoños verdes. Hasta que un día, empinándose invitados a un banquete en un castillo medieval.
sobre la hierba, vio que llegaba su antiguo ami- Era una fiesta espléndida. Los mejores manja-
go. Casi no le reconoció: volvía encanecido, res. Los vinos más costosos. No faltaba la or-
vacilante el paso, envejecido. questa. Los invitados tenían buen apetito. Y una
- Ven, viejo amigo - invitó el árbol -. Y ahora, vez saciados, en lugar de ir a casa, continuaban
¿qué necesitas? degustando alimentos.
- Nada, no necesito nada. Estoy cansado de Eran tan voraces que se acabó la comida. El
tanto viajar. Ahora no busco más que un lugar dueño de la casa envió a sus criados, apoyados
tranquilo donde sentarme, volver la vista atrás y por los guardias de seguridad, a buscar más
reposar. alimentos entre los pobres campesinos del en-
- Acércate a mí, - replicó el viejo árbol agotado -. torno. También el gas empezó a escasear, y los
Ven, siéntate en el tronco que cortaste a ras de cocineros ordenaron a algunos criados que
tierra: es lo único que puedo ofrecerte... Des- cortaran madera de las columnas y del tejado
cansa. para hacer fuego y continuar cocinando. Pasado
un buen rato las columnas cedían y aparecían
Y el niño de otros tiempos, anciano ahora, se grietas en el techo. Pero los siervos y los co-
sentó y descansó. mensales estaban tan absorbidos en lo suyo
¡Las raíces del árbol morían alegres con la últi- que no se daban cuenta de las consecuencias
ma ofrenda de su viejo muñón! de sus acciones.
LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...” Misión Abierta, nº 8 de octubre de 1996

15. ARREPENTIMIENTO 18. LA BOLSA DE SEMILLAS


“¿Por qué no aconsejas nunca el arrepentimien- En una tienda de flores hay una bolsa de semi-
to?”, preguntó el predicador. llas. Mientras esperan que alguien las compre,
hablan entre sí. Una de las semillas quisiera que
“¡Pero si no enseño otra cosa...!”, replicó el
la comprara un campesino y que, después de
Maestro.
ser plantada, el viento la arrancara y así poder
“¡Pues yo nunca te he oído hablar del dolor por viajar por todo el mundo. Otra desearía ser
los pecados!” plantada en un jardín para que los niños jue-
“El arrepentimiento no consiste en afligirse por guen entre las flores. Una tercera quisiera estar
el pasado. El pasado ha muerto y no merece un en una maceta, en el balcón de una abuelita
solo momento de aflicción. Arrepentirse es cam- para alegrarla. La cuarta dice que ella prefiere
biar de mente; es ver la realidad de un modo quedarse dentro de la bolsa y así no sufrir mo-
radicalmente distinto”. lestias. La última en hablar, finalmente, quiere
ser plantada y dar como fruto muchas flores que
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. a su vez produzcan nuevas semillas.
Textos para orar y reflexionar 5
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19. BUENA NOTICIA suelo a dos dedos (¡a dos dedos tan sólo!) de la
alfalfa.
El Reino de los cielos es semejante a dos her- Dos vacas que pasaban por allí, en maravillosa
manos que vivían felices y contentos, hasta que camaradería, se pararon y, con parsimonia
recibieron la llamada de Dios a hacerse discípu- inteligente, liquidaron uno de los montones y,
los. después, con idéntico entendimiento, acabaron
El de más edad respondió con generosidad a la con el segundo.
llamada, aunque tuvo que ver cómo se desga- Alfonso Francia. “Historias de la vida”.
rraba su corazón al separarse de su familia y de
la muchacha a la que amaba y con la que soña- 21. BUSCAR A DIOS DONDE SE EN-
ba casarse. Pero, al fin, se marchó a un país
CUENTRA
lejano, donde gastó su propia vida al servicio de
los más pobres. Se desató en aquel país una El ermitaño, en oración oyó claramente la voz
persecución de resultas de la cual fue detenido, de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro
falsamente acusado, torturado y condenado a especial con Él. La cita era para el atardecer del
muerte. día siguiente, en la cima de una montaña lejana.
Y el Señor le dijo: “Muy bien, siervo fiel y cum- Temprano se puso de camino; necesitaba toda
plidor. Me has servido por el valor de mil talen- la jornada para llegar al monte y escalarlo. Ante
tos. Voy a recompensarte con mil millones de todo, quería llegar puntual a la importante entre-
talentos. ¡Entra en el gozo de tu Señor!” vista.
La generosidad del más joven fue menor. Deci- Atravesando un valle, se encontró a varios cam-
dió ignorar la llamada, seguir su camino y ca- pesinos ocupados en intentar controlar y apagar
sarse con la muchacha a la que amaba. Disfrutó un incendio declarado en el bosque cercano,
de un feliz matrimonio, le fueron bien los nego- que amenazaba las cosechas y hasta las pro-
cios y llegó a ser rico y próspero. De vez en pias casas de los habitantes. Reclamaron su
cuando daba una limosna a algún mendigo o se ayuda porque todos los brazos eran pocos.
mostraba bondadoso con su mujer y sus hijos. Sintió la angustia de la situación y el no poder
También de vez en cuando mandaba alguna detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a
pequeña suma de dinero a su hermano mayor la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con
que se encontraba en un remoto país, adjuntán- una oración que el Señor les socorriera, apresu-
dole una nota que decía: “Tal vez con esto pue- ró el paso, ya que había que dar un rodeo a
das ayudar mejor a aquellos pobres diablos”. causa del fuego.
Cuando le llegó la hora, el Señor le dijo: “Muy Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la mon-
bien, siervo fiel y cumplidor. Me has servido con taña, jadeante por la fatiga y la emoción. El sol
valor de diez talentos. Voy a recompensarte con comenzaba su ocaso; llegaba puntual, por lo
mil millones de talentos. ¡Entra en el gozo de tu que dio gracias al cielo en su corazón.
Señor!”
Anhelante esperó, mirando en todas las direc-
El hermano mayor se sorprendió al oír que su ciones. El Señor no aparecía por ninguna parte.
hermano iba a recibir la misma recompensa que Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo
él. Pero le agradó sobremanera. Y dijo: “Señor, escrito. Leyó: “Dispénsame, estoy ocupado
aun sabiendo esto, si tuviera que nacer de nue- ayudando a los que sofocan el incendio”.
vo y volver a vivir, haría por Ti exactamente lo
Entonces comprendió dónde debía encontrarse
mismo que he hecho”.
con Dios.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 151
Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
20. BURROS, MÁS QUE BURROS 22. BUSCAR EN LUGAR EQUIVO-
Dos burros estaban atados entre sí. A uno y otro CADO
lado, a cinco metros aproximadamente, su due-
ño había puesto dos montones de verde y rica Un vecino encontró a Nasrudim cuando éste
alfalfa. Torpes, como burros que eran, acucia- andaba buscando algo de rodillas.
dos por el hambre, se empeñaron en comer “¿Qué andas buscando?
cada uno del montón que tenían más cerca.
“Mi llave. La he perdido”.
Tantas eran las ansias por comer, tanto el es-
fuerzo al tirar cada uno por su lado, tanta la Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la
obcecación y la cabezonería y tanto su egoís- llave perdida. Al cabo de un rato dijo el vecino:
mo, que se agotaron sin probar bocado. A punto “¿Dónde la perdiste?”
estuvieron, cada uno por su lado, de tocar con
su hocico la hierba de enfrente pero no lo logra- “En casa”
ron. Eso aumentó más su sufrimiento, su angus- “¡Santo Dios! Y entonces, ¿por qué la buscas
tia y su esfuerzo inútil. aquí?”
Pasaron así una hora, hasta que, extenuados “Porque hay más luz”.
por el hambre, el trabajo y la rabia, cayeron al

Textos para orar y reflexionar 6


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¿De qué vale a buscar a Dios en lo lugares el hombre seguía llorando.


santos si donde lo has perdido ha sido en tu A la mañana siguiente
corazón? seguí buscando la felicidad.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 42 A la vera del camino
había un niño que lloriqueaba.
23. EL CABALLO QUE NO TENÍA Para tranquilizarlo
SED cogió una flor y se la dio.
La fragancia de la flor
¿Qué hay que hacer para que beba un caballo perfumó a los dos.
que no tiene sed? Salvando las distancias, ¿qué Una pobre mujer temblaba de frío,
hacer para devolver la sed y el gusto de Dios a cubierta con sus harapos.
los hombres que lo han perdido? ¿Y a los que La llevó hasta el sol y también se calentó.
se contentan sólo con licores, la tele o el auto? Un grupo de niños cantaba.
Él les acompañó con su guitarra.
¿A bastonazos? El caballo es más testarudo
También él se deleitó con la melodía.
que nuestro bastón. Además ese antiguo méto-
Al volver a casa de noche,
do ha sido declarado demasiado directivo por
el buen hombre sonreía de verdad.
los educadores modernos.
Había encontrado la felicidad.
¿Hacerle tragar sal? Aún peor por lo que tiene
de tortura psiquiátrica. 26. EL CAMPO DE MINAS
¿Cómo hacer beber, pues, a ese caballo respe- Un ex combatiente del Vietnam se hizo querido
tando su libertad? y apreciado entre sus vecinos, después de vol-
Sólo hay una contestación: encontrar otro caba- ver de la guerra y asentarse en oficio y familia,
llo que tenga sed... y que beba mucho delante por su consideración con todos y su prontitud en
de su congénere, con alegría y voluptuosidad. Y ayudar en cualquier momento. No parecía enca-
esto, no para darle buen ejemplo, sino ante todo jar tanta delicadeza con la imagen de un solda-
porque tenga sed, porque de verdad tenga sed, do de vuelta de la guerra, y de tal guerra. Pero
simplemente sed. él tenía su explicación, que sus amigos íntimos
sabían.
Un día, quizás su hermano, lleno de envidia, se
pregunte si no haría mejor metiendo también él Su misión en la guerra había sido limpiar cam-
su hocico en el cubo de agua fresca. pos de minas. Todo aquel terreno de bosques y
maleza, de escaramuzas y emboscadas, estaba
Hacen falta hombres con sed de Dios, que son sembrado de minas traidoras que al menor
más eficaces que todas las necedades dichas contacto con una rama, un alambre, una piedra
sobre Él. en el camino podían explotar y llevarse la vida
Jacques Loew. “Fábulas y parábolas”, p. 30. de un hombre. Y el mayor peligro era para quie-
nes se adelantaban a detectar, adivinar, desac-
24. CAMBIAR LA PERSPECTIVA tivar la muerte disfrazada en el terreno.
“Según cuál sea tu percepción, así será tu ac- Había que medir cada paso, calcular cada ges-
ción. Lo que hay que cambiar no es la acción, to, arriesgar cada tirón. Varios de sus compañe-
sino la perspectiva”. ros de equipo habían muerto así, y él sabía que
lo mismo le podía ocurrir a él en cualquier mo-
“¿Y qué debo hacer para cambiarla?” mento. Y eso le hizo sentir el valor de la vida.
“Sencillamente, comprender que tu perspectiva Cada paso valía una eternidad. La vida entera
actual es defectuosa”. había de ser vivida entre el levantar un pie y
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. volver a posarlo sobre el terreno incierto. Cada
instante estaba lleno de vida porque el siguiente
25. EL CAMINO DE LA FELICIDAD podía estar lleno de muerte. Todos los sentidos
alerta a flor de piel, todo el corazón vivido en
Es la historia de un hombre cada latido, toda mirada abierta a la pincelada
que estaba harto de llorar. de colores que descubre el paisaje, todo sonido
Miró a su alrededor y vio analizado en el espectro que va de la mina a la
que tenía delante de sus ojos la felicidad. muerte. Vida intensa en el campo de minas.
Estiró la mano y quería cogerla.
La felicidad era una flor. Ése era su secreto. Vivir al día, vivir el minuto,
La cogió. vivir al instante. Vivir el presente. La vida es un
Y nada más tenerla en su mano, campo de minas.
la flor ya se había deshojado. Carlos G. Vallés
La felicidad era un rayo de sol. Vida Nueva nº 2008, septiembre 95
Levantó sus ojos para calentar su cara
y en seguida una nube lo apagó.
27. EL CANTO DEL JILGUERO
La felicidad era una guitarra. Leyenda guaraní. Un indio oyó en la selva el
La acarició con sus dedos, canto de un jilguero. Nunca había oído una
las cuerdas desafinaron. melodía igual. Quedó enamorado de su belleza
Cuando al atardecer volvía a casa, y salió en la búsqueda del pájaro cantor. Encon-

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tró a un gorrión. Le preguntó: “¿Eres tú el que te a la otra: “Te presento a Gratitud”, dijo Dios.
canta tan bien?”. El gorrión contestó: “Claro que “Ésta es Caridad”.
sí”. “A ver, que te oiga yo”. El gorrión cantó, y el Pero, en cuanto Dios se dio la vuelta para aten-
indio se marchó. No era ese el canto que había der a otros invitados, ellas se separaron. Así es
oído. como ha circulado la historia de que ni siquiera
El indio siguió buscando. Preguntó a una perdiz, Dios puede hacer que haya Gratitud donde hay
a un loro, a un águila, a un pavo real. Todos le Caridad.
dijeron que sí, que eran ellos, pero no era su Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
voz lo que él había oído. Y siguió buscando. En tomo)”, p. 180
sus oídos resonaba aquel canto único, distinto,
ensoñador, y no podía confundirse con ningún 30. CARTA A LOS MISIONEROS
otro. Siguió buscando, y un día a lo lejos volvió
a escuchar la melodía que había escuchado una Hace unas semanas, el Ministerio de Asuntos
vez y que desde entonces llevaba en el alma. Exteriores pidió a los misioneros españoles que
Se paró silencioso. Sintió la dirección y midió la abandonaran Burundi ante el peligro que corren
distancia con sus sentidos alerta. Se acercó sus vidas. En estos momentos hay ocho sacer-
sigiloso como un indio sabe andar en la selva dotes y seis religiosas compatriotas nuestros en
sin que sus pies se enteren. Y allí lo vio. No este país de los Grandes Lagos.
necesitó preguntarle. Lo supo desde la primera “Queridos compañeros:
nota, sació su mirada con la silueta del pájaro
cantor, y volvió feliz a su aldea. Ya sabía cuál Si podéis... quedaos allí. Lo entiendo desde su
era el pájaro de sus sueños. punto de vista. Creen que su deber es poner a
salvo la vida los españoles. La vida de los afri-
La voz del Espíritu es inconfundible en el alma. canos no es su problema. No cae en su jurisdic-
Nos quedó grabada desde que nuestro cuerpo ción. Lo suyo es “sacar a las monjitas de la
fue cuerpo y nuestra alma fue alma. Y vamos selva” y a todos los españoles del polvorín de
por el mundo preguntando ignorantes: “¿Eres Ruanda y Burundi.
tú?”. Mientras preguntamos no sabemos. Cuan-
do se oye, ya no se pregunta. Dios se revela por Pero vosotros estáis en la jurisdicción del amor.
sí mismo, y sabemos que está ahí con fe incon- En otra onda. Lo vuestro es estar al lado de los
fundible. Que no se nos borre nunca el canto del que sufren, tratando de curarles con el bálsamo
jilguero. de la ternura y con la sal de la comprensión y el
perdón que cicatriza todas las heridas.
Carlos G. Vallés
Trato de comprender vuestros miedos, los odios
28. CANTO DEL PÁJARO ciegos que nada respetan, las sospechas injus-
tas, los egoísmos sin límites y toda la mentira.
Los discípulos tenían multitud de preguntas que Esa que tergiversa vuestras palabras y vuestras
hacer acerca de Dios. Les dijo el Maestro: “Dios más puras intenciones. La verdad es que sois
es el Desconocido y el Incognoscible. Cualquier un estorbo para las desmesuradas ambiciones
afirmación acerca de Él, cualquier respuesta a políticas de algunos. Más aún, creo y sé que
vuestras preguntas, no será más que una dis- vuestra huida o muerte está calculada para
torsión de la verdad”. algunos egoístas como un triunfo para “su cau-
Los discípulos quedaron perplejos: “Entonces, sa”... Tú lo sabes también.
¿por qué hablas sobre Él? El miedo es humano. La prudencia también. Si
“¿Y por qué canta el pájaro?”, respondió el las tensiones de una situación tan dura te han
Maestro. perder tu paz interior y que tus nervios estén a
flote... no lo dudes... vuelve a tu patria a des-
El pájaro no canta porque tenga una afirmación cansar. Nada debe perturbar tu ilusión de amar
que hacer. Canta porque tiene un canto que y de luchar.
expresar.
Pero si puedes, si la paz está contigo, con el
Anthony de Mello corazón en la mano, sigue sembrando estrellas
29. CARIDAD Y GRATITUD de amor y de amistad. Seguro, la victoria está
de tu lado. Y si te derriban, sólo habrán alum-
Hace mucho tiempo ofreció Dios una fiesta a brado una luz más que seguirá irradiando amor
todas las virtudes, grandes y pequeñas, humil- misionero.
des y heroicas. Todas ellas se reunieron en una Chicho Morales. Vida Nueva nº 2029, de febrero
sala del cielo espléndidamente decorada, y no de 1996
tardaron en disfrutar de la fiesta, porque todas
se conocían entre sí, e incluso algunas de ellas 31. LA CASA EN LLAMAS
mantenían estrechas relaciones.
No hace mucho tiempo vi una casa que ardía.
De pronto, Dios reparó en dos hermosas virtu- Su techo era ya pasto de las llamas. Al acer-
des que no parecían conocerse entre sí en carme, advertí que aún había gente en su inter-
absoluto y daba la sensación de encontrarse ior. Fui a la puerta y les grité que el techo estaba
incómodas la una junto a la otra. De modo que ardiendo, incitándoles a que salieran rápidamen-
tomó a una de ellas y se la presentó formalmen-

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te. Pero aquella gente no parecía tener prisa. cosa que hacer, me puse a contar los copos que
Uno preguntó, mientras el fuego chamuscaba caían sobre la rama donde me encontraba.
sus cejas, qué tiempo hacía fuera; si llovía, si no Cayeron 3.751.952 copos.
hacía viento y otras cosas parecidas. Sin res- Cuando muy lentamente cayó el copo
ponder, volví a salir. Esta gente, pensé, tiene 3.751.953, casi nada como acabas de decir, la
que arder antes que acabe con sus preguntas. rama se rompió...”. Y dicho esto, el pájaro se
Verdaderamente, amigos, a quien el suelo no le marchó volando.
queme en los pies hasta el punto de desear
gustosamente cambiar de sitio, nada tengo que La paloma, toda una autoridad experta en mate-
decirle. ria de la paz desde tiempos de Noé, se quedó
pensativa y luego dijo: “A lo mejor sólo falta una
Bertolt Brecht persona para que la paz sobrevenga al mundo”.
32. CASA ORIGINAL Quizá sólo faltas tú.
Nuestro Padre, Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 29
no todos los hermanos
le profesábamos el mismo cariño, 34. CAZAR MONOS
nos dejó en herencia Los cazadores de monos han inventado un
una original casa redonda. método genial e infalible para capturarlos. Una
No la rodeaban muros, vez descubierto el lugar donde suelen juntarse,
ni rejas la aprisionaban. entierran en el suelo unas vasijas de cuello largo
De color azul cambiante y estrecho. Recubren las vasijas con tierra,
tenía pintados sus techos dejando sólo la embocadura a ras de la hierba.
y en las habitaciones Luego meten en las vasijas unos puñados de
abundaba el color verde. arroz y otras bayas que les gustan mucho a los
Era grande. monos.
También los hermanos éramos muchos.
La luz entraba a raudales durante el día Cuando se retiran los cazadores, los monos
y múltiples lamparitas vuelven. Como son curiosos por naturaleza,
daban misterio a sus noches. examinan las vasijas y cuando se dan cuenta de
Era una buena casa redonda para vivir. las golosinas que encierran, introducen sus
La calefacción funcionaba manos y agarran un buen puñado de arroz y de
potentemente en verano bayas, cuanto más grande mejor. Pero el cuello
y el aire acondicionado de las vasijas es muy estrecho. La mano vacía
nos hacía tiritar en invierno, penetra fácilmente, pero cuando está llena no
pero era la mejor casa para vivir puede salir.
pues, en ella, podía aspirarse En ese momento salen los cazadores y los cap-
el perfume de las plantas, turan fácilmente, porque, aunque se resisten
no era difícil adivinar mucho, no les viene la más mínima idea de abrir
la silenciosa huella de los animales la mano y abandonar lo que aprietan en el puño.
y convivían pacíficamente
Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 57
el frescor de cumbres y mares
con la sedosa tibieza 35. LA CEBOLLA
de la vida palpitante.
Era una casa amplia y redonda “Había una vez una vieja muy mala y murió. La
con capacidad de acogida para todos mujer no había realizado en su vida ni una sola
aunque, entre los hermanos, acción buena y la echaron en el lago de fuego.
surgieron envidias, recelos y luchas Pero el ángel de la guarda que estaba allí pen-
que hicieron temblar sus paredes. só: “¿Qué buena acción podría recordar para
Era la herencia de nuestro padre. decírselo a Dios?” Entonces recordó algo y se lo
Más que redonda era esférica manifestó:
y nunca acertamos a comprender - Una vez arrancó de su huertecillo una cebolla
cuáles eran sus cimientos. y se la dio a un pobre.
Marina Cuervo y Jesús Diéguez. “Al calor de las
parábolas”, PPC, 1989, p. 34 Y Dios le respondió complacido: “Toma tú mis-
mo esa cebolla y échasela al lago de forma que
33. CASI NADA pueda agarrarse a ella. Si puedes lograr sacarla
del fuego, irá al paraíso, pero si la cebolla se
Un pájaro preguntó a una paloma: “¿Cuánto rompe tendrá que quedarse donde está”.
pesa un copo de nieve?
El ángel corrió hasta donde estaba la mujer y le
“Casi nada”, le contestó la paloma. alargó la cebolla: “Toma, mujer, agárrate fuerte,
Entonces el pájaro le contó esta historia: “Esta- vamos a ver si te puedo sacar”.
ba en la rama de un pino cuando empezó a Y comenzó a tirar con cuidado. Cuando ya casi
nevar. No era una ventisca, sino una de esas la había sacado del todo, los demás pecadores
nevadas suaves. Caían los copos lentos, balan- que estaban en el lago de fuego se dieron cuen-
ceándose graciosamente. Como no tenía otra ta y empezaron todos a agarrarse a ella para
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poder también salir de allí. Pero la mujer era arranquemos, no la repondrán jamás. Yo me
mala, muy mala, y les daba patadas diciendo: moriré, es cierto, sin ver desaparecer la monta-
“Me van a sacar sólo a mí, no a vosotros: es mi ña; pero mis hijos continuarán la tarea; y, cuan-
cebolla, no la vuestra”. do ellos mueran, la continuarán mis nietos... Y
Pero apenas había pronunciado estas palabras, algún día, no sé cuando, la montaña habrá
cuando la cebolla se rompió en dos y la mujer desaparecido y el sol podrá entrar en nuestra
volvió a caer en el lago de fuego. Allí arde hasta casita. ¿No es mejor hacer algo, aunque sea
el día de hoy. poco cada día, que lamentarse todos los días
sin hacer nada?”
El ángel se echó a llorar y se fue”.
F. Dostoievski 37. CIELO E INFIERNO
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a
36. CHINO LOCO mucha gente sentada en torno a una mesa
Érase que se era un chino, padre honrado de ricamente servida. estaba llena de alimentos, a
familia y trabajador de un pequeño campo por cuál más apetitoso y exquisito. Sin embargo,
las regiones del norte del país. todos los comensales tenían cara de hambrien-
tos y el gesto demacrado. Tenían que comer
Su casita estaba situada en un paraje maravillo-
con palillos; pero no podían, porque eran tan
so entre verdes praderas y arroyos de agua
largos como un remo. Por eso, por más que
limpísima. Pero, ¡oh desgracia!, la enorme mole
estiraban su brazo, nada conseguían llevarse a
de una montaña hacía sombra continuamente a
la boca.
la casa, de manera que, ni en verano ni en in-
vierno, podía entrar por las ventanas ni un rayo Impresionado, el sabio salió del infierno y subió
de sol... al cielo. Con gran asombro, vio que también allí
había una mesa llena de comensales y con
- ¡Qué casa más oscura! - decían las personas
iguales manjares. En este caso, sin embargo,
que venían a visitar al buen chino.
nadie tenía la cara desencajada; todos los pre-
- ¡Qué casa más triste! - repetía cada día el sentes lucían un semblante alegre; respiraban
chino cuando, al levantarse y abrir la ventana, salud y bienestar por los cuatro costados. Y es
se encontraba ante las narices aquella monta- que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba
ñona inmensa que le ocultaba el sol... de alimentar con los largos palillos al que tenía
Pero, ¿qué hacer? Una de dos: o cambiar la enfrente.
casa de sitio, o cambiar de sitio la montaña... Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
El chino lo pensó bien y se decidió por esto dos”, p. 79
último. ¡Sí! trasladaría aquella gigantesca mole
de piedra a otro lugar...
38. CINCO ALPINISTAS
Pero... ¿cómo? Un grupo de cinco montañeros amigos estaban
escalando un pico alto y remoto después de una
Paletada a paletada. Espuerta a espuerta... larga preparación. Para la ascensión se habían
Así se lo comunicó a sus hijos. atado los cinco en una cordada, como es de
- “Hijos míos - les dijo -, esta casa, que yo here- rigor, ya que así, si uno de los cinco resbalaba,
dé de mi padre y él de mi abuelo, es muy triste. podrían izarlo y salvarlo, como tenían bien en-
Yo quiero dejaros a vosotros una casa más sayado. Todo hizo falta en la ardua ascensión,
alegre. Por eso he decidido que, desde mañana, pues la cumbre era escarpada y cualquier caída
saldremos al campo con pico y pala e iremos sobre el valle, lejano desde tanta altura, había
demoliendo lentamente la montaña y trasladan- de resultar necesariamente fatal. Paso a paso
do su tierra a otra parte...” avanzaban hacia el vértice blanco, con firme
voluntad de conquista segura.
Los hijos no se asustaron del trabajo que el
padre les presentaba y dijeron que sí. Y al día Todo fue bien hasta que uno de los cinco resba-
siguiente, comenzaron su trabajo. ló y cayó con fuerza hacia el vacío. En su caída
arrastró al compañero más cercano, que nada
Pero los habitantes de las fincas vecinas, al pudo hacer por detenerlo, y éste a su vez arras-
enterarse, se echaron a reír: tra al siguiente, hasta que los cinco amigos,
- “¡Están locos! - decían - ¿Quién puede contra atados aún por la firme cuerda, comenzaron su
la montaña? ¡No conseguirán nada...!” descenso vertiginoso hacia una muerte segura.
La roca no tuvo piedad y, tras la larga y solidaria
Y todos los días venían a comprobar si la mon-
caída, los cinco amigos perecieron en su aven-
taña desaparecía. Pero la montaña seguía im-
tura.
pasible en el mismo sitio, pues solamente habí-
an conseguido arrancarla unas pocas espuertas Allá en el cielo, san Pedro se aprestó a recibirlos
de tierra... y, como había presenciado con mucho interés
su arriesgado alpinismo, decidió hacerles una
Pero el chino tenaz se dirigió a sus vecinos:
sola pregunta, la misma a todos, para decidir si
- “Ya sé que las montañas son muy grandes. podía admitirlos en el cielo o no. Llegó el prime-
Pero... ¡no crecerán más! Cada paletada que les ro de la cordada, y san Pedro le preguntó: “He

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visto que has caído desde una gran altura a una Al cerrar la puerta del cielo, murmuró san Pedro
soledad de piedra, y la caída ha sido larga, ya para sus adentros: “Pero ¿cómo voy a dejar
que estabais a punto de alcanzar la cumbre entrar en el cielo a quien no ha sabido disfrutar
cuando caísteis. Dime, pues, y dime con since- en la tierra? ¿Cuándo se enterarán lo de ahí
ridad, pues de tu respuesta dependerá tu suerte, abajo?”
¿en qué pensabas mientras caías por el aire Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”.
desde la cumbre hasta el valle en que encon-
traste la muerte? ¿Qué pensamientos pasaron 39. CINCO MADEJAS
por tu mente?
El rey, en su avaricia, había apresado y
El primer alpinista contestó: “En cuanto me
encarcelado a Háyarat Isa, a quien todo pueblo
desprendí de la roca, caí en la cuenta de que
veneraba y reverenciaba como a hombre de
aquello era el fin, y todo lo que pensé fue lo
Dios y profeta de su pueblo, e hizo saber que no
tonto que había sido al embarcarme en una
lo pondría en libertad hasta que el pueblo
locura que bien sabía yo que habría de acabar
pagase una muy elevada cantidad de dinero por
mal. Pero me dejé convencer, y tenía que pagar
su rescate. Una manera un poco primitiva y
las consecuencias. Me dio mucha rabia, y con
salvaje de cobrar impuestos. El rey sabía que el
esa rabia me estrellé”. San Pedro le dijo: “Lo
pueblo veneraba al santo, y pagaría.
siento, pero no puedes entrar”.
Pagaron mucho, en efecto, pero la cantidad
El segundo contestó: “Yo me vi caer y, aunque
recaudada no llegaba aún a lo estipulado. Una
comprendí que la situación era desesperada, no
viejecita de un pueblo muy lejano se enteró
perdí toda esperanza y traté, según caía, de ver
también de lo que sucedía y quiso contribuir en
si había algún saliente que pudiera agarrar con
su pobreza. Era hilandera, y todo su capital en
las manos o con la cuerda para quedar engan-
aquel momento eran cinco madejas recién hila-
chado allí y salvar mi vida y las de mis compa-
das. Las tomó y se encaminó a palacio a entre-
ñeros. Pero ya ves que no lo conseguí, y aquí
garlas para el rescate.
estoy”. San Pedro reflexionó un momento y
sentenció: “Tampoco tú puedes entrar aquí”. La gente, al verla pasar, se contaban unos a
otros su caso, y no podían menos de sonreírse
El tercero contestó: “Yo no pensé en mí mismo,
ante la ingenuidad de su gesto y la inutilidad de
sino en mi mujer y mis hijos. Me dio gran pena
su esfuerzo. ¿Qué valían cinco madejas de hilo
pensar que con mi muerte mi mujer quedaría
en un rescate de millones? Algunos incluso se lo
viuda, y mis niños huérfanos. Con esa pena en
decían a la cara y la disuadían de su empeño.
el alma morí”. San Pedro lo miró con cariño y
comprensión, pero luego le dijo suavemente: Pero ella seguía su camino y contestaba: “No sé
“Está bien, pero no puedes entrar”. si pondrán en libertad a Háyarat Saheb o no. Lo
único que pretendo es que cuando Dios en su
El cuarto contestó: “Desde el primer momento
juicio me pregunte qué hice yo cuando Háyarat
de la caída, yo pensé en Dios. Le encomendé
Saheb estaba en la cárcel, no tenga yo que
mi alma, le pedí perdón por todos mis pecados
bajar los ojos avergonzada”. Y presentó su
con contrición sincera y, aunque no tenía mucho
ofrenda.
sentido hacer propósitos de enmienda y prome-
ter no pecar más cuando sabía que ya no había El rey, a cuyos oídos había llegado ya su histo-
de tener ocasión, sí expresé mi dolor por haber ria, liberó al hombre de Dios.
ofendido a Dios y me entregué a su misericor- Sabemos que el alma de la humanidad está en
dia”. San Pedro se rascó la cabeza pensativo y, la cárcel. ¿Cuándo nos pondremos en camino
por fin, dijo: “En eso hiciste bien, pero fue un con nuestras cinco madejas?
poco tarde. Tampoco tú puedes entrar”.
Carlos G. Vallés
El quinto contestó: “Yo vi desde el primer mo-
mento que me quedaban sólo unos instantes de 40. LA CITA DE UNA ESTRELLA
vida. Abrí los ojos y vi a mi alrededor la vida
más bella que el hombre puede imaginar. Mien- Juntos vivían los dos monjes en lo alto de la
tras escalábamos la cumbre, estaba demasiado montaña: entrado en años uno, joven el otro. La
preocupado con la ascensión y agotado por el figura del viejo ermitaño más parecía una gavilla
esfuerzo para fijarme en la belleza del paisaje; de sarmientos: alto, seco, comida parca, sueño
pero, una vez libre de toda preocupación en corto, duro consigo mismo. Antes de rayar el
aquella soberbia caída, pude dedicarme a alba, ya estaba en oración. Cómo resplandecía
disfrutar con toda el alma del espectáculo único su rostro de gozo cuando cada mañana ilumina-
de las montañas, la nieve, el valle y las nubes, ba el sol la cumbre del monte y él, desde su alto
todo visto desde la perspectiva privilegiada del coro de piedra, cantaba sobre el valle, todavía
vuelo del pájaro que por unos instantes fue mío. denso en brumas:
Con esos felices sentimientos estaba cuando - Montes y cumbres, manantiales y ríos, cuanto
me llegó el fin”. San Pedro le puso la mano en el germina en la tierra, bendiga al Señor.
hombro y le dijo: “Adelante, hijo mío. Este reino
El monje joven, en cambio, era todo ojos para
es para ti”. Entraron los dos juntos en el cielo y
ver, todo oídos para escuchar cuanto hacía y
se cerró la puerta.
decía el Maestro. Sentía verdadera veneración

Textos para orar y reflexionar 11


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por él, porque más que un hombre, evocaba 41. CLUB DEL REFUGIO
otra Presencia: la de Dios.
Aquella cumbre era el lugar adecuado para su Era una costa peligrosa. Golpeada por el oleaje
empeño contemplativo: lejanía del barullo de la y los grandes huracanes. La costa había sido
ciudad, silencio creador, aire puro. testigo d innumerables naufragios. La fama de la
zona era reconocida por todo el mundo. Los
Cierto, era el lugar más adecuado. Sólo tenía un capitanes de los grandes barcos procuraban no
pequeño inconveniente: periódicamente debían pasar cerca de esa costa por el peligro de nau-
descender al valle, avituallarse de provisiones y fragio. Sin embargo, cada año, varios barcos se
emprender de nuevo la marcha, pendiente arri- hundían en las rocas y arrecifes por esos luga-
ba, cargados de alimentos. res.
A mitad del repecho bullía una fuente. Eso sí, Los que vivían en esa parte, siendo misericor-
cada vez que el viejo monje asceta en su fatigo- diosos, decidieron establecer un pequeño ran-
sa ascensión se acercaba a la fuente, ofrecía su cho sencillo en la costa, con un equipo de sal-
sed a Dios... y pasaba de largo. Y Dios, que no vavidas. Hicieron campañas, año tras año, para
se deja vencer en generosidad, se lo agradecía recoger fondos y así poder sostener el humilde
cada noche, haciendo aparecer una estrella. Era refugio. El equipo de salvavidas se volvió exper-
como la sonrisa de Dios, aceptando la renuncia to con mucha práctica y el número de personas
de su fiel servidor. perdidas iba disminuyendo.
Pero aquel día, el venerable anciano dudaba. La fama del pequeño refugio creció y varios
No es que a él le importara mucho beber: toda ricos de buena voluntad dejaron en herencia
su vida había sido una larga cadena de renun- dinero para mantenerlo. Al final, se notó que los
cias; pero aquel novicio... Lo miraba y veía su- fondos del refugio eran muchos. Fue necesario
doroso, fatigado, los labios resecos, cargado nombrar un tesorero y comité para controlar
con el pesado saco de alimentos. Dudaba... bien el dinero. Así lo hicieron...
- ¿Qué hago? ¿Bebo... o no bebo? Si bebo, Un día, un barco de primera categoría - con
Dios no me sonreirá esta noche tras la estrella; pasajeros ricos - se hundió cerca del refugio.
pero si no bebo, tampoco beberá él. ¿Y llegará Los salvavidas salieron con sus lanchas para
a la cumbre? ¿No desfallecerá por el camino? salvar a los pasajeros. Cuando los llevaron al
Era mediodía: quemaban la piedras del monte. refugio, tenían vergüenza de las condiciones tan
pobres del lugar. En la próxima reunión del
- Pues beberé, se decidió al fin el viejo monje
comité pro mantenimiento, decidieron mejorar
asceta: antes es el amor. Dios mismo lo ha
las condiciones del refugio para poder servir
dicho.
mejor a los pobres náufragos. A la vez, tomaron
Inmediatamente el joven novicio se deshizo de la decisión de dar sueldos a los salvavidas (an-
su fardo pesado de alimentos, se arrodilló y tes eran voluntarios) para poder servir mejor a
bebió largamente. Cuando hubo saciado su sed, esos mismos náufragos. Se creó un “comité pro
refrescó rostro y muñecas con el agua fría, se mejoramiento del refugio”. Ellos resolvieron
volvió sonriente al Maestro y le dijo: conseguir un decorado interior para hacer el
- Gracias... ya no podía más: me estaba mu- refugio más presentable y poder recibir mejor a
riendo de sed. de verdad, se lo agradezco. los pobres náufragos. El decorador hizo bien su
trabajo y el edificio resultó muy bello.
Reemprendieron la marcha. Pero ahora, la que
repentinamente se nubló fue el alma del viejo La fama del refugio iba creciendo. Mientras
asceta: tanto, muchas personas pidieron ser miembros
del equipo salvavidas aunque fuera como
- No debía haber bebido... Treinta años pasando miembros honorarios. Contribuyeron ellos con
junto a la fuente, privándome de beber... Tantas fondos propios para mantener el lugar. Uno de
y tantas sonrisas de Dios... Hice mal. ¡Esta ellos hizo una bandera especial para el refugio y
noche no se me aparecerá Dios tras la estrella otro - con mucha iniciativa creadora - sugirió un
amiga! lema y un cambio de nombre del refugio, así
Llegaron tarde a la cumbre. Anochecía. Turbado como un reglamento específico. Así, la institu-
como estaba, el monje anciano apenas probó ción pasó a llamarse “El Club del Refugio”.
bocado. Se retiró pronto a orar. Sus ojos no se El comité hizo un libro especial, reuniendo todos
atrevían a mirar al horizonte. Seguro, aquella los reglamentos y las tradiciones más importan-
noche no acudiría Dios a la cita de la estrella tes para los miembros. Fue igualmente organi-
amiga. zado un rito de iniciación para admisión de los
Entrada ya la noche, a hurtadillas, como de nuevos miembros del Club.
reojo, miró. Sí, miró y gritó. No se pudo conte- La fama de “El Club del Refugio” creció aún
ner. Sus ojos asombrados no veían una estrella: más. En el sitio se ubicó un gran restaurante
veían dos. para atender a los socios. Progresivamente
Su viejo corazón de ermitaño se desbordaba: aparecieron canchas de tenis, salones de fies-
tas, etc.
- Gracias por la lección.... ¡Gracias, Señor!
LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...”
Textos para orar y reflexionar 12
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Un día, durante la reunión almuerzo de los “Todo lo contrario: hace aflorar lo peor, porque
miembros, ocurrió un naufragio. El equipo de te enseña a odiar”.
salvavidas salió para salvar a las víctimas. “¿Odiar... qué?”
Cuando llegaron, estaban mojados, sucios.
Entre los náufragos había blancos, negros, “Odiarte a ti mismo, por permitir que tu actividad
amarillos - gente de toda clase - porque la nave venga determinada por tu competidor, no por tus
que se había hundido era un barco que llevaba propias necesidades y limitaciones; y odiar a los
trabajadores pobres que buscaban trabajo en demás, porque lo que buscas es triunfar a su
otra parte. Al ver a las víctimas, la dirección del costa”.
Club del Refugio se reunió en asamblea de “¡Pero eso suena a una especie de réquiem por
urgencia y proporcionó el garaje para alojamien- el cambio y el progreso!”, protestó alguien.
to de los náufragos, por un corto período, ya que
“El único progreso que hay - dijo el Maestro - es
el sitio sería pronto usado para recibir a los
el progreso del amor y el único cambio digno de
invitados a las fiestas nocturnas del Club.
producirse es el cambio del corazón”.
Esa noche, en una sesión extraordinaria, se
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
decidió que si algunos miembros querían hacer
entrar tales tipos en el refugio, sería mejor cons- 45. COMPRAR A UN HIJO
truir un pequeño rancho sencillo más allá de la
costa, para salvar náufragos nocturnos. Una joven pareja entró en el mejor comercio de
José DAVID. “Juegos y trabajo social”. juguetes de la ciudad. Ambos se entretuvieron
mirando los juguetes alineados en las estanterí-
42. EL COMERCIO as. Había de todo tipo. No llegaban a decidirse.
Se les acercó una dependienta muy simpática.
Un joven soñó que entraba en un comercio. El
- Mira, - le explicó la mujer - tenemos una niña
dependiente era un ángel.
muy pequeña, pero estamos casi todo el día
- ¿Qué es lo que se vende aquí? - preguntó el fuera de casa y, a veces, hasta de noche.
joven.
- Es una cría que apenas sonríe - continuó el
- Todo lo que desees - respondió el ángel. hombre -. Quisiéramos comprarle algo que la
- Quiero el fin de todas las guerras del mundo, hiciera feliz, algo que le diera alegría aun cuan-
más justicia para los explotados, tolerancia y do estuviera sola...
generosidad para los extranjeros, trabajo para - Lo siento - sonrió la dependienta con gentileza
los parados y... -. Pero aquí no vendemos padres.
- Lo siento - le interrumpió el ángel -. Usted no Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 42
me ha entendido. Aquí no vendemos frutos, sino
sólo semillas. 46. CON TODAS TUS FUERZAS
Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 19 Un padre estaba observando a su hijo pequeño
que trataba de mover una maceta con flores
43. COMPARTIR EL MEJOR MAÍZ muy pesada. El pequeño se esforzaba, sudaba,
Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido pero no conseguía desplazar la maceta ni un
el primer premio en la Feria del estado, tenía la milímetro.
costumbre de compartir sus mejores semillas de “¿Has empleado todas tus fuerzas”, le preguntó
maíz con todos los demás agricultores de los el padre.
contornos.
“Sí”, respondió el niño.
Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo:
“No”, replicó el padre, “aún no me has pedido
“En realidad, es por puro interés. El viento tiene
que te ayude”.
la virtud de trasladar el polen de unos campos a
otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz Bruno Ferrero. “Historias para acortar el cami-
de clase inferior, la polinización rebajaría la no”, p. 23
calidad de mi propio maíz. Ésta es la razón por
la que me interesa enormemente que sólo plan- 47. CONOCERSE Y CONOCER LA
ten el mejor maíz”. REALIDAD
Todo lo que das a otros te lo estás dando a ti Un gallo estaba convencido de que era la po-
mismo. tencia y belleza de su canto quien hacía desper-
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º tar al sol cada mañana. Y que si, por desgracia,
tomo)”, p. 167 un día dejase de cantar, el sol y ano saldría.
Pero la realidad era muy diferente de aquella
44. COMPETITIVIDAD que el gallo suponía. Porque un día, agotado, se
quedó dormido y descubrió que eran los rayos
El Maestro deploraba los males que acarreaba del sol quienes hacían posible el amanecer y no
la competitividad. su canto.
“¿Acaso el competidor no hace aflorar lo mejor Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
que hay en nosotros?”, le preguntaron. gelización”, p. 141

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48. LOS CONSTRUCTORES oro y se lo llevó. Cuando el avaro fue a contem-


plar su tesoro, todo lo que encontró fue un agu-
En Antioquía, donde el río Assi corre a encon- jero vacío.
trarse con el mar, se construyó un puente para El hombre comenzó a dar alaridos de dolor, al
acercar una mitad de la ciudad a la otra mitad. punto que sus vecinos acudieron corriendo a
Fue construido con enormes piedras cargadas averiguar lo que ocurría. Y, cuando lo averigua-
desde lo alto de las colinas sobre el lomo de las ron, uno de ellos preguntó: “¿Empleaba usted
mulas. su oro en algo?”
Cuando el puente fue terminado se grabó sobre “No”, respondió el avaro. “Lo único que hacía
el pilar en griego y en arameo: “Este puente fue era contemplarlo todas las semanas”.
construido por el Rey Antíoco II”.
“Bueno, entonces”, dijo el vecino, “por el mismo
Una tarde, un joven, tenido por algunos como un precio puede usted seguir viniendo todas las
loco, descendió hasta el pilar donde se habían semanas y contemplar el agujero”.
grabado las palabras, y las cubrió con carbón y
escribió por encima: “Las piedras del puente No es nuestro dinero, sino nuestra capacidad de
fueron traídas desde las montañas por las mu- disfrutar, lo que nos hace ricos o pobres.
las. Al pasar de ida o de vuelta sobre el puente Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2”
están cabalgando sobre los lomos de las mulas
de Antioquía, constructoras de este puente”. 52. CORAZÓN DE CEBOLLA
Y cuando la gente leyó lo que el joven había Había una vez un huerto lleno de hortalizas,
escrito, algunos se rieron y otros se maravilla- árboles frutales y toda clase de plantas.
ron. Pero una mula dijo a otra: “¿No recuerdas,
acaso, que verdaderamente nosotras acarrea- Como todos los huertos, tenía mucha frescura y
mos esas piedras? Y, sin embargo, hasta ahora agrado. Por eso daba gusto sentarse a la som-
se decía que el puente lo había construido el bra de cualquier árbol a contemplar todo aquel
Rey Antíoco. verdor y a escuchar el canto de los pájaros.

Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)” Pero de pronto, un buen día, empezaron a nacer
unas cebollas especiales. Cada una tenía un
49. CONSTRUYENDO UNA CATE- color diferente: rojo, amarillo, naranja, morado...
DRAL El caso es que los colores eran irisados, des-
lumbradores, centelleantes, como el color de
Un transeúnte se detuvo un día ante una cante- una mirada o el color de una sonrisa o el color
ra en la que trabajaban tres compañeros. de un bonito recuerdo.
Preguntó al primero: “¿Qué haces, amigo?” Después de sesudas investigaciones sobre la
Y éste respondió sin alzar la cabeza: “Me gano causa de aquel misterioso resplandor, resultó
el pan”. que cada cebolla tenía dentro, en el mismo
corazón (porque también las cebollas tienen su
Preguntó al segundo: “¿Qué haces, amigo?”
propio corazón), una piedra preciosa. Ésta tenía
Y el obrero, acariciando el objeto de su tarea, un topacio, la otra un aguamarina, aquella un
explicó: “Ya lo ves, estoy tallando una hermosa lapislázuli, la de más allá una esmeralda... ¡Una
piedra”. verdadera maravilla!
Preguntó al tercero: “¿Qué haces, amigo?” Pero por alguna incomprensible razón se empe-
Y el hombre, alzando hacia él unos ojos llenos zó a decir que aquello era peligroso, intolerable,
de alegría, exclamó: “Estamos edificando una inadecuado y hasta vergonzoso.
catedral”. Total, que las bellísima cebollas tuvieron que
Y el caso es que los tres estaban realizando la empezar a esconder su piedra preciosa e íntima
misma tarea. con capas y más capas, cada vez más oscuras
y feas, para disimular cómo eran por dentro.
50. CONTAMOS CONTIGO Hasta que empezaron a convertirse en unas
cebollas de lo más vulgar.
Cuando el sol se escondía detrás de las monta-
ñas, preguntó: Pasó entonces por allí un sabio, a quien gustaba
sentarse a la sombra del huerto y que sabía
- ¿Hay alguien que quiera sustituirme? tanto que entendía el lenguaje de las cebollas, y
- Se hará lo que se pueda, respondió la lámpara empezó a preguntarles una por una:
de aceite - ¿Por qué no eres como eres por dentro?
R. Tagore Y ellas le iban respondiendo:
51. CONTEMPLAR UN AGUJERO - Me obligaron a ser así...

Un avaro enterró su oro al pie de un árbol que - Me fueron poniendo capas... incluso yo me
se alzaba en su jardín. Todas las semanas lo puse alguna para que no dijeran...
desenterraba y lo contemplaba durante horas.
Pero, un buen día, llegó un ladrón, desenterró el

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Algunas cebollas tenían hasta diez capas, y ya vio que el Crucificado empezaba a mover los
ni se acordaban de por qué se pusieron las labios y le dijo:
primeras. - Amigo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser
Y al final el sabio se echó a llorar. con una condición: que, suceda lo que suceda y
Y cuando la gente lo vio llorando, pensó que veas lo que veas, has de guardar silencio.
llorar ante las cebollas era propio de personas - Te lo prometo, Señor.
muy inteligentes. Por eso todo el mundo sigue Y se efectuó el cambio. Nadie se dio cuenta de
llorando cuando una cebolla nos abre su cora- que era Haakón quien estaba en la cruz, soste-
zón. Y así será hasta el fin del mundo. nido por los cuatro clavos, y que el Señor ocu-
Imágenes de la fe, 34 paba el puesto del ermitaño. Los devotos seguí-
an desfilando pidiendo favores, y Haakón, fiel a
53. CORAZÓN DE RATÓN su promesa, callaba. Hasta que un día...
Había un ratón que estaba siempre angustiado, Llegó un ricachón y, después de haber orado,
porque tenía miedo al gato. Un mago se com- dejó allí olvidada su bolsa. Haakón lo vio, pero
padeció del él y lo convirtió... en un gato. guardó silencio. Tampoco dijo nada cuando un
pobre, que vinos dos horas más tarde, se apro-
Pero entonces empezó a sentir miedo del perro.
pió de la bolsa del rico. Y tampoco dijo nada
De modo que el mago lo convirtió en perro.
cuando un muchacho se postró ante él, poco
Luego empezó a sentir miedo de la pantera, y el
después, para pedir su protección antes de
mago lo convirtió en pantera. Con lo cual empe-
emprender un viaje. Pero no pudo contenerse
zó a temer al cazador.
cuando vio regresar al hombre rico, quien, cre-
Llegado a este punto, el mago se dio por venci- yendo que era ese muchacho el que se había
do y volvió a convertirlo en ratón, diciéndole: apoderado de la bolsa, insistía en denunciarlo.
“Nada de lo que haga por ti va a servirte de Se oyó entonces una voz fuerte:
ayuda, porque siempre tendrás el corazón de un
- ¡Detente!
ratón”.
Ambos miraron hacia arriba y vieron que era la
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2”
imagen la que había gritado. Haakón aclaró
54. CREENCIAS cómo había ocurrido realmente las cosas. El rico
quedó anonadado y salió de la ermita. El joven
“Una creencia religiosa - dijo el Maestro - no es salió también porque tenía prisa para emprender
una afirmación de la Realidad, sino un indicio, su viaje. Cuando por fin la ermita quedó sola,
una pista de algo que es un Misterio y que que- Cristo se dirigió a Haakón y le dijo:
da fuera del alcance del pensamiento humano. - Baja de la cruz. No vales para ocupar mi pues-
En suma, una creencia religiosa no es más que to. No has sabido guardar silencio.
un dedo apuntando a la luna.
- Señor - dijo Haakón confundido -, ¿cómo iba a
Algunas personas religiosas nunca van más allá permitir esa injusticia?
del estudio del dedo.
Y Cristo le contestó:
Otras se dedican a chuparlo.
- Tú no sabías que al rico le convenía perder la
Y otras usan el dedo para sacarse los ojos. bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virgi-
Éstos son los fanáticos a quienes la religión ha nidad de una mujer. El pobre, en cambio, tenía
dejado ciegos. necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárse-
En realidad, son poquísimas las personas reli- lo. En cuanto al muchacho último, si hubiera
giosas lo bastante objetivas como para ver lo quedado retenido en la ermita no habría llegado
que el dedo está señalando. Y a estas perso- a tiempo a embarcar y habría salvado la vida,
nas, que han superado la creencia, se las con- porque has de saber que en estos momentos su
sidera blasfemas”. barco está hundiéndose en alta mar.
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
dos”, p. 202
55. EL CRISTO DE LOS FAVORES
56. CREENCIAS
El viejo Haakón cuidaba una cierta ermita. En
ella conservaba un Cristo muy venerado que “Una creencia religiosa - dijo el Maestro - no es
recibía el significativo nombre de “Cristo de los una afirmación de la Realidad, sino un indicio,
Favores”. Todos acudían a él para pedirle ayu- una pista de algo que es un Misterio y que que-
da. Un día también el ermitaño Haakón decidió da fuera del alcance del pensamiento humano.
solicitar un favor y, arrodillado ante la imagen, En suma, una creencia religiosa no es más que
dijo: un dedo apuntando a la luna.
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu Algunas personas religiosas nunca van más allá
puesto. Quiero reemplazarte en la cruz. del estudio del dedo.
Y se quedó quieto, con los ojos puestos en la Otras se dedican a chuparlo.
imagen, esperando una respuesta. De repente

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Y otras usan el dedo para sacarse los ojos. - Mamá, y aquel hombre que está arriba vestido
Éstos son los fanáticos a quienes la religión ha de colores, ¿quién es?
dejado ciegos. - Un santo.- Respondió la madre.
En realidad, son poquísimas las personas reli- Pasaron los años. En una tertulia de amigos, no
giosas lo bastante objetivas como para ver lo sé dónde, no sé quién, lanzó esta pregunta:
que el dedo está señalando. Y a estas perso-
nas, que han superado la creencia, se las con- - ¿Qué es un santo?
sidera blasfemas”. El niño de otros tiempos, hombre ya maduro,
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. revolviendo en el arcón de sus recuerdos, defi-
nió:
57. DE OÍDO - Un santo es el hombre que está muy alto y que
Dos amigos andan juntos por una calle de una deja pasar la luz.
gran ciudad. Los envuelve el ruido multiforme de Bellísima definición del cristiano. “Brille vuestra
la ciudad moderna. luz ante los hombres, de tal manera que vean
Los dos amigos son diferentes y se nota en su vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro
andar. Uno es alemán, hijo de la ciudad, criatura Padre del Cielo”.
del asfalto, ciudadano del marco. El otro es un El hombre de hoy cree más a los testigos que a
yogui hindú. Está de visita. Lleva ropas anaran- los maestros, a no ser que los testigos sean
jadas y mirada inocente. Anda con pies descal- maestros. Mejor, busca maestros que sean
zos que se apresuran para seguir a su amigo. testigos... Y dejar pasar la luz.
De repente el yogui se para, toma del brazo a su LÓPEZ ARRÓNIZ, Prudencio. “Más allá...”
amigo y le dice: “Escucha, está cantando un
pájaro”. El amigo alemán le contesta: “No digas 59. ¿DESEAS A DIOS DE VERDAD?
tonterías. Aquí no hay pájaros. No te detengas”.
Un día fue un discípulo en busca de su maestro
Y sigue adelante.
y e dijo: “Maestro, yo quiero encontrar a Dios”.
Al cabo de un rato el yogui disimuladamente El maestro miró al muchacho, sonriéndole.
deja caer una moneda sobre el pavimento. El
El muchacho volvía cada día, repitiendo que
amigo se detiene y le dice: “Espera. Se ha caído
quería dedicarse a la religión. Pero el maestro
algo”. Sí, claro. Allí estaba la moneda sobre el
sabía muy bien a qué atenerse.
adoquín.
Un día que hacía mucho calor, le dijo al mucha-
El yogui sonríe. Tus oídos están afinados al
cho que lo acompañara hasta el río para bañar-
dinero, y eso es lo que oyen. Basta el sonido
se. El muchacho se zambulló en el agua. El
mínimo de una moneda sobre el asfalto para
maestro lo siguió y, agarrándolo por la cabeza,
que se llene tus oídos y se paren los pies. Estás
se la metió en el agua un buen rato, hasta que
a tono con el dinero, y eso es lo que oyen tus
el muchacho comenzó a forcejear para sacarla a
oídos, lo que ven tus ojos y lo que desea tu
flote. El maestro lo soltó y le preguntó qué era lo
corazón. Oímos lo que queremos. En cambio
que más deseaba cuando se encontraba sin
estás desafinando ante los sonidos de la natura-
respiración dentro dl agua.
leza. Tienes muy buen oído, pero estás sordo. Y
no sólo de oído, sino de todo. Estás cerrado a la - Aire - respondió el discípulo.
belleza y a la alegría y a los colores del día y a - ¿Deseas a Dios de la misma manera? - le
los sonidos del aire. Andas desafinado. preguntó el maestro -. Si lo deseas así, lo en-
El pájaro sí había cantado. contrarás inmediatamente. Pero si no tienes ese
Carlos G. Vallés deseo, esa sed, por más que luches con tu
Vida Nueva nº 2081 de marzo del 97 inteligencia, con tus labios y tu fuerza, no podrás
encontrar esa religión que deseas. Mientras no
58. DEJAR PASAR LA LUZ se despierte esa sed en ti, no vales más que un
ateo. Incluso a veces el ateo es sincero, y tú no
También por allí, como fiera en celo, había pa-
lo eres.
sado la guerra. Las casas color de tierra, el
cementerio vecino, la iglesia parroquial, todo 60. DESEOS TORCIDOS
mostraba el zarpazo salvaje de la furia fratricida.
Un santo asceta hindú llevaba años haciendo
Una mañana, acompañando a su madre, tras-
penitencia. Sabía que cuando alcanzase cierta
puso el niño el recinto sagrado. Aquello era una
cuota certificada de penitencias oficiales, tendría
pura desolación: altares calcinados, imágenes
derecho a pedirle a Dios una gracia concreta y
mutiladas, sagrario desportillado, paredes rene-
Éste habría de concedérsela. Él le había dicho:
gridas, montones de escombros por doquier.
“Deseo el don de la levitación, quedar suspendi-
Algo, sin embargo, se había salvado: una vidrie- do del aire como hacían los santos. No lo pido
ra. Una vidriera que, herida por el sol, abría el por mí, sino por Vos. Cuando la gente me vea
abanico mágico de sus mil colores. El niño pre- suspendido en el aire, vendrán a mí, y yo apro-
guntó: vecharé para enseñarles el camino del cielo y el
culto a Vos. Por su bien y el Vuestro lo hago”.

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Dios no las tenía todas consigo, pues temía que Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 90
lo que el asceta quería era presumir ante la
gente de acrobacias místicas. Pero no tuvo más 63. EL DINERO
remedio. Cuando el asceta llenó la cuota, Dios
“Maestro, ¿qué piensa del dinero?”, preguntó el
accedió a regañadientes y le dijo: “Pide lo que
discípulo.
quieras, pero una sola gracia”.
“Mira a la ventana”, le dijo el maestro, ¿qué
Hubo un silencio. Cuando abrió su boca, el
ves?”
asceta dijo: “Os pido que nunca más vuelva yo a
desear la gracia de la levitación”. “Veo una mujer con un niño, una carroza tirada
por dos caballos y una persona que va al mer-
Dios sonrió. La penitencia había surtido su ver-
cado”.
dadero efecto. Había liberado al penitente de
todo deseo aun aparentemente bueno. Le con- “Bien. Ahora mira al espejo. ¿Qué ves?”
cedió la gracia de no tener ya el deseo. Y luego “¿Qué quiere que vea? Me veo a mí mismo,
sí, le concedió la gracia de la levitación. naturalmente.
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2.077 “Ahora piensa: la ventana está hecha de vidrio,
lo mismo que el espejo. Basta una pequeñísima
61. EL DIAMANTE capa de plata por detrás del vidrio para que el
El sannyasi había llegado a las afueras de la hombre sólo se vea a sí mismo”.
aldea y acampó bajo un árbol para pasar la Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p.57
noche. De pronto llegó corriendo hasta él un
habitante de la aldea y le dijo: “¡La piedra! ¡Da- 64. DIOS EN EL CORAZÓN
me la piedra preciosa!”
El maestro se hizo famoso mientras aún vivía.
“¿Qué piedra?”, preguntó el sannyasi. Contaban que Dios mismo había ido un día a
“La otra noche se me apreció en sueños el Se- pedirle consejo: “Quiero jugar al escondite con
ñor Shiva”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si los hombres. He preguntado a mis ángeles cuál
venía al anochecer a las afueras de la aldea, sería el mejor sitio para esconderse. Unos dicen
encontraría a un sannyasi que me daría una que en lo profundo del océano. Otros, que en la
piedra preciosa que me haría rico para siempre”. cima de la montaña más alta. Otros que en la
cara escondida de la luna o en una estrella
El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una
lejana. Tú, ¿qué me aconsejas?
piedra. “Probablemente se refería a ésta”, dijo
mientras entregaba la piedra al aldeano. “La Respondió el maestro: “Escóndete en el corazón
encontré en un sendero del bosque hace unos humano. Es el último sitio en que se les ocurrirá
seis días. Por supuesto que puedes quedarte ir a buscarte”
con ella.” Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 49
El hombre se quedó mirando la piedra con
asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor 65. DIOS ES UN ZAPATERO
diamante del mundo, pues era tan grande como El viejo zapatero remendón, detrás de los crista-
la mano de un hombre. les de la tienda, estaba siempre trabajando,
Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche absorto, concentrado, encorvado sobre aquellos
dando vueltas en la cama, totalmente incapaz zapatos destrozados, gastados, sucios, anticua-
de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a dos, como si fuera un cirujano, que rebaja, cor-
despertar al sannyasi y le dijo: “Dame la riqueza taba y recosía, curando las huellas del cansan-
que te permite desprenderte con tanta facilidad cio y las heridas de nuestro caminar a rastras
de este diamante”. por la vida.
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 182 Yo le llevaba alguna vez mis zapatos, mis botas
para arreglar. Le compraba plantillas. Y siempre
62. DIENTES DE LEÓN me admiraba su labor de esperanza, de humil-
dad, de realismo y paciencia. Hay quienes todo
Un hombre que se sentía muy orgulloso del
lo arreglan comprando cosas nuevas y tirando lo
césped de su jardín se encontró un buen día
viejo, como si no tuviera ya arreglo. Tú, Padre,
con que en dicho césped crecía una gran canti-
te arreglas con lo viejo. Solamente una vez
dad de “dientes de león”. Y aunque trató por
empezaste de nuevo. Después, siempre has
todos los medios de librarse de ellos, no pudo
tomado a los hombres como son, con nuestros
impedir que se convirtieran en una auténtica
rotos, miserias y pecados. En vez de tirarnos a
plaga.
la basura como algo inservible y estrenar otros
Al fin escribió al ministerio de Agricultura, refi- nuevos, prefieres arreglarnos.
riendo todos los intentos que había hecho, y
Desde el comienzo de la historia, trabajas sin
concluía la carta preguntando: “¿Qué puedo
descanso, remendando, cosiendo, abrillantando
hacer?”
la vieja piel del hombre. Ante cada remesa que
Al poco tiempo llegó la respuesta: “Le sugerimos llega hasta tu tienda, recomienzas de nuevo,
que aprenda a amarlos”. lleno de confianza, la paciente tarea de recons-
trucción, hasta que, al fin, un día nos colocas
Textos para orar y reflexionar 17
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flamantes en la vitrina de tu tienda, en el esca- una doctrina escrita que guardaba


parate brillante de tu Reino. Cada vez que pa- en el bolsillo interno del chaleco.
saba junto a la tienda de aquel humilde tauma- La doctrina creció.
turgo, recordaba a tu Hijo, trabajando en la Y tuvo que meterla en un arca,
Iglesia, recibiendo incansable toda clase de en un arca como la del Viejo Testamento.
encargos, recogiendo amoroso imposibles Y el arca creció.
trabajos, transformando lo viejo con sus divinas Y tuvo que llevarla a una casa muy grande.
manos. Entonces nació el templo.
La Iglesia nunca dice: “Esto hay que tirarlo”. Y el templo creció.
Acepta con amor cada par de zapatos que lle- Y se comió al arca, al hombre
van a la tienda, y recoge el encargo. Sabe que y a la doctrina escrita que guardaba
el Zapatero verá cómo arreglarlo. en el bolsillo interno del chaleco.
Luego vino otro hombre que dijo:
Revista Catequética de enero - marzo 1995 “El que tenga una doctrina que se la coma,
antes de que se la coma el templo;
66. DIOS PERSONAL que la vierta, que la disuelva en su sangre,
A algunos discípulos les inquietaba el hecho de que la haga carne de su cuerpo...
que al Maestro no pareciera preocuparle dema- y que su cuerpo sea
siado si la gente creía o no en un Dios personal. bolsillo, arca y templo.
En cierta ocasión, el Maestro les citó un pensa- León Felipe. “Ganarás la luz”. Cátedra, p. 225
miento que le gustaba muchísimo y que lo había 69. DOS RANAS
tomado del Diario del antiguo Secretario Gene-
ral de la ONU, Dag Hammarskjold: Dos ranas, jóvenes y amantes de la aventura,
“Dios no muere fueron una tarde a dar un paseo. En el camino
el día en que dejamos de creer hallaron una casa de campo. Como la ventana
en una divinidad personal, estaba abierta, una de ellas dijo: “¿Qué te pare-
sino que morimos nosotros ce? ¿Echamos un vistazo al interior?”. La otra,
el día en que nuestras vidas naturalmente, estaba de acuerdo. Dieron un
dejan de estar iluminadas salto y se encontraron en un gran balde de
por el continuo resplandor, leche en la habitación campestre.
renovado día a día, Aquello no era una tragedia para las ranas.
de un prodigio cuya fuente Después de todo, saben nadar. Pero pronto se
excede todo razonamiento”. dieron cuenta de que la leche es más espesa
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. que el agua y, sobre todo, que no podían salir
del balde, porque sus paredes estaban llenas de
67. DISTINGUIR EL DÍA DE LA NO- grasa. Resbalaban y se iban al fondo una y otra
CHE vez.
Preguntó un gurú a sus discípulos si sabrían Una de las ranas era pesimista. Después de
decir cuándo acababa la noche y empezaba el unos veinte intentos inútiles, se rindió, estiró las
día. patas, se fue al fondo y se ahogó.
Uno de ellos dijo: “Cuando ves a un animal a La otra, en cambio, era optimista. No se rindió.
distancia y puedes distinguir si es vaca o un Braceó y braceó toda la noche y, cuando al
caballo”. amanecer entraron los primeros rayos del sol,
estaba sobre algo sólido: la leche se había vuel-
“No”, dijo el gurú. to mantequilla.
“Cuando miras un árbol a distancia y puedes Moraleja: no hay que desesperar ni siquiera en
distinguir si es un mango o un anacardo”. las situaciones aparentemente sin vías de sali-
“Tampoco”, dijo el gurú. da. De algún modo o en cualquier momento se
presenta siempre una solución que ayuda a
“Está bien”, dijeron los discípulos, “dinos cuándo
superar las dificultades en que nos movemos.
es”.
“Cuando miras a un hombre al rostro y recono- 70. DRAGÓN INVULNERABLE
ces en él a tu hermano; cuando miras a la cara
a una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Los dragones en China tienen el poder de trans-
Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora formarse en cualquier animal que deseen para
que sea, aún es de noche”. acercarse o alejarse de hombres y mujeres,
según el caso. Sucedió una vez que un Gran
Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º Dragón, a quien le gustaba mucho la compañía
tomo)”, p. 227 de los seres humanos, se transformó en una
paloma blanca para estar cerca de ellos. Disfru-
68. DOCTRINA tó mucho en un principio revoloteando en sus
Había un hombre que tenía una doctrina. plazas, posándose en sus tejados, anidando en
Una doctrina que llevaba en el pecho las torres de sus pagodas y comiendo lo que la
(junto al pecho, no dentro del pecho), gente compasiva le echaba con cariño.

Textos para orar y reflexionar 18


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Todo iba bien hasta que un día el Dragón hecho Pero todos los años, en ese mismo tiempo, el
paloma se acercó inocentemente a una pandilla Dragón vuelve a convertirse en paloma para
de chiquillos traviesos y agresivos que empeza- recordar los días en que disfrutó del cariño de
ron a tirarle piedras a ver si le daban. La pobre una familia. Si aciertas a ver una paloma con
paloma no podía creerse aquello, le pareció que una pluma roja en el ala derecha, ése es el Gran
debía ser una equivocación, y para cuando se Dragón que se acerca a nosotros. Si le saludas,
dio cuenta de que los chiquillos iban de veras y te bendecirá.
tiraban a dar, y quiso elevar el vuelo y huir rápi- Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”
damente, una piedra la alcanzó en el ala y se la
rompió. Sobre sus blancas plumas se dibujó un 71. EL ELEFANTE
trazo de sangre, y al verla supo el Dragón que
tenía un serio problema. Sabía que, mientras no Todos los habitantes de aquella ciudad eran
se restañara la sangre y curara la herida, no ciegos. Un rey con su cortejo llegó cerca de
podría volver a su forma original de Dragón, ya aquel lugar, trajo su ejército y acampó en el
que para ello su cuerpo había de estar libre de desierto. Tenía un poderoso elefante que usaba
todo defecto. Una herida en el ala de la paloma para atacar e incrementar el temor de la gente.
se traduciría en un defecto en las patas del La población estaba ansiosa por ver al elefante,
Dragón, y eso no podía ser así, porque el Dra- y algunos ciegos de esa comunidad se precipita-
gón había de ser perfecto. Él lo sabía muy bien, ron como locos para encontrarlo.
y tuvo miedo.
Como no conocían ni siquiera la forma y aspec-
Intentó volar, pero no podía remontar el vuelo. to del elefante tantearon ciegamente, para reunir
Con ayuda del ala sana corrió rauda para alejar- información, palpando alguna parte de su cuer-
se de los muchachos, pero las piedras que po.
éstos lanzaban eran más veloces que su carre-
ra. Varias lo alcanzaron, y los gritos salvajes de Cada una pensó que sabía algo, porque pudo
muerte de los agresores le hicieron perder toda tocar una parte de él.
esperanza. En aquel momento, un hombre de la Cuando volvieron con sus conciudadanos, im-
vecindad que había oído el griterío se acercó, pacientes grupos se apiñaron a su alrededor.
comprendió al instante lo que pasaba, tuvo Todos estaban ansiosos, buscando equivoca-
compasión de la paloma, la recogió cuidadosa- damente la verdad de boca de aquellos que se
mente en sus manos y obligó a dispersarse a hallaban errados.
los muchachos. Una vez en su casa, cuidó a la Preguntaron por la forma y aspecto del elefante,
paloma, le limpió la herida, le dio de comer y le y escucharon todo lo que aquellos dijeron.
preparó un rincón mullido para descansar. La
paloma durmió agradecida. Al hombre que había tocado la oreja le pregun-
taron acerca de la naturaleza del elefante. Él
Día a día, siguió cuidando el buen hombre a la dijo: “Es una cosa grande, rugosa, ancha y
paloma, acariciándola con cariño y asegurándo- gruesa como un felpudo”.
se de que iba recobrando sus fuerzas y no le
faltaba nada. Pronto se le curaron las heridas, Y el que había palpado la trompa dijo: “Yo co-
se le fortalecieron las alas y recobró el ánimo. nozco los hechos reales, es como un tubo recto
Ya era otra vez el Gran Dragón y podía volver a y hueco, horrible y destructivo”.
su forma original cuando quisiera. Pero él tam- El que había palpado sus patas dijo: “Es pode-
bién le había cogido cariño a aquella familia, al roso y firme como un pilar”.
hombre que lo cuidaba, a su mujer y a sus hijos
e hijas, que rivalizaban en colmarle de atencio- Cada uno había palpado una sola parte de las
muchas. Cada uno lo había percibido errónea-
nes. Muchas veces el Gran Dragón había senti-
do su poder, y había visto a hombres y mujeres mente. Ninguno conocía la totalidad: el conoci-
miento no es compañero de los ciegos. Todos
temerlo, admirarlo, venerarlo, suplicarle, pero
nunca se había sentido amado, cuidad, mimado. imaginaron algo, algo equivocado.
Aquello era una nueva experiencia para él. No La criatura humana no está informada acerca de
quería dejarla. la divinidad. No existe camino en esta ciencia
También un Dragón tiene sus obligaciones que por medio del intelecto ordinario.
no debe descuidar, y el Gran Dragón, que hacía Idries Shah. “Cuentos de los derviches”. Paidós,
mucho faltaba de sus despacho, lo sabía. Había
peticiones que atender, necesitados a quienes 72. EN TODAS PARTES
socorrer, fiestas a que asistir, y ya no podía
Un experto en arte pronunciaba una conferencia
retrasarse más. La familia que o había protegi-
en el monasterio.
do, al asegurarse de que la paloma se había
recuperado del todo, decidió devolverle la liber- “El arte - decía - se encuentra en los museos,
tad, la llevaron al aire libre, lejos de muchachos pero la belleza se halla por doquier: en el aire,
agresivos, y la echaron a volar, La ploma voló en la tierra, en todas partes, a disposición de
en círculos cada vez más altos, mirando a sus todos... y sin nombre de ninguna clase”.
bienhechores con cariño hasta perderse de vista “Exactamente igual que la espiritualidad - dijo el
en el cielo. Una vez allí, recobró su forma de Maestro al día siguiente, cuando estuvo a solas
Dragón y volvió a sus actividades normales.
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con sus discípulos -. Sus símbolos se encuen- desearíais tener? Mas yo os digo que si entra-
tran en ese “museo” que llamamos templo, pero rais en su vida, veríais que está vacío de otras
su substancia se halla en todas partes, a dispo- cosas y sufre por no tenerlas tanto como voso-
sición de todos, sin que nadie la reconozca y sin tros.
nombre de ninguna clase”. No juzguéis por los ojos, ni deseéis por los ojos.
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. Pensad que cada uno trae su carga. Y ayuda-
dos unos a otros a llevarla.
73. ENCONTRARSE CON DIOS
Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”
El ermitaño en la oración oyó claramente la voz
de Dios. Le invitaba a acudir a un encuentro 75. EL ESPANTAPÁJAROS
especial con Él. La cita era para el atardecer del En un lejano pueblo vivía un labrador muy ava-
día siguiente, en la cima de una montaña lejana. ro. Era tanta su avaricia que cuando un pajarito
Temprano se puso en camino, se encontró a comía un grano de trigo encontrado en el suelo,
varios campesinos ocupados en intentar contro- se ponía furioso y pasaba los días vigilando
lar y apagar un incendio declarado en el bosque para que nadie tocara su huerto.
cercano, que amenazaba las cosechas y hasta Un día tuvo una idea: “Ya sé, construiré un
las propias casas de los habitantes. Reclamaron espantapájaros. Así alejaré a los animales de mi
su ayuda porque todos los brazos eran pocos. huerto”.
Sintió la angustia de la situación y el no poder
detenerse a ayudarles. No debía llegar tarde a Cogió tres cañas y con ellas hizo los brazos y
la cita y, menos aún, faltar a ella. Así que con las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo.
una oración que el Señor les socorriera, apresu- Una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de
ró el paso ya que había que dar un rodeo a maíz de ojos, por nariz puso una zanahoria y la
causa del fuego. boca a una hilera de granos de trigo.
Tras ardua ascensión, llegó a la cima de la mon- Cuando terminó el espantapájaros le colocó
taña, jadeante por la fatiga y la emoción. El sol unas ropas rotas y feas y de un golpe seco lo
comenzaba su ocaso ; llegaba puntual por lo hincó en tierra. Pero se percató de que le faltaba
que dio gracias al cielo en su corazón. un corazón y cogió el mejor fruto del peral, lo
metió entre paja y se fue a casa.
Anhelante esperó, mirando en todas las direc-
ciones. El Señor no aparecía por ninguna parte. Allí quedó el espantapájaros moviéndose al
Por fin descubrió, visible sobre una roca, algo ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló des-
escrito: “Dispénsame, estoy ocupado ayudando pacio sobre el huerto buscando dónde podía
a los que sofocan el incendio”. encontrar trigo. El espantapájaros al verle quiso
ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se posó
Entonces comprendió dónde debía encontrarse en un árbol y dijo:
con Dios.
- Déjame coger trigo para mis hijitos.
74. LA ENVIDIA - No puedo. - contestó el espantapájaros. Pero
Cuidaos de la envidia, porque ante el Cielo a tanto le dolía ver el pobre gorrión pidiendo co-
cada uno se os dio según vuestra necesidad. mida que le dijo - Puedes coger mis dientes que
son granos de trigo.
Y muchos diréis: “A mí no me dio el Cielo según
mi necesidad porque paso hambre. Ni me dio El gorrión los cogió y de alegría besó su frente
según mi necesidad porque paso falta de amor. de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca,
Ni me dio según mi necesidad porque parece pero muy satisfecho de su acción.
que mi cuerpo atrajera todas las enfermedades”. Una mañana un conejo entró en el huerto.
Mas yo os diría: Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el mu-
ñeco lo vio y quiso darle miedo, pero el conejo le
- Había una vez un hombre al que le fue dado miró y le dijo:
un huerto para alimentarse y pasaban los días
sin que fuera a cultivarlo, y pasaban semanas - Quiero una zanahoria, tengo hambre.
sin que se preocupase de labrarlo, ni abonarlo, Tanto le dolía al espantapájaros ver un conejito
no cortarle las malas hierbas. Llegó el tiempo de hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria.
la cosecha y no recogió nada, entonces miró al
Cuando el conejo se marchó, quiso cantar de
Cielo y enfrentándose con Él se violentó dicien-
alegría, pero no tenía boca, ni nariz para oler el
do: “¿Qué mal he hecho, ¡oh Dios!, para que me
perfume de las flores, pero estaba contento.
trates así? ¿Qué mal he hecho para me mandes
esta desgracia? ¡Mira los campos de mi vecino Más tarde apareció el gallo cantando junto a él.
qué frondosos están y mira el mío mustio y - Voy a decirle a mi gallina que no le ponga más
seco! huevos al dueño de esta huerta, pues nos mata
Mirad pues y meditad y no pidáis al Cielo lo que de hambre.
no os pedís a vosotros mismos. - Eso no está bien, dijo el espantapájaros. Yo te
¿Y cuántas veces veis a un hermano y lo envi- daré comida, pero tú no digas nada a tu mujer.
diáis porque creéis que tiene lo que vosotros ¿De acuerdo? Coge mis ojos que son de maíz.

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- Bien, contestó el gallo, y se fue muy agradeci- Un huracán, potente y perverso, desperdigó por
do. todo el mundo los trozos del espejo.
Poco más tarde alguien se acercó a él y dijo: Algunos trozos eran más pequeños que un
- Espantapájaros, ¿podrías darme una limosna, granito de arena y penetraron en los ojos de
tú que eres tan bueno? El labrador me ha echa- muchas personas. Estas personas comenzaron
do de su casa. a verlo todo al revés: sólo percibían lo que era
malo de manera que sólo veían la maldad por
- ¿Quién eres?, le preguntó el espantapájaros. todas partes.
Yo no puedo verte.
¿No os habéis encontrado, acaso, con hombres
- Soy un vagabundo que pido limosna. de ese tipo?
- Coge mi vestido, es lo único que puedo ofre- Cuando Dios se dio cuenta de lo que había
certe. pasado se entristeció. Y decidió ayudar a los
El vagabundo, tomando las ropas viejas del hombres. Se dijo: “Enviaré al mundo a mi Hijo.
espantapájaros, se marchó muy contento. Más El es mi imagen, mi espejo. Es el reflejo de mi
tarde el espantapájaros notó que alguien lloraba bondad, de mi justicia y de mi amor. Refleja al
junto a él. Era un niño que buscaba comida para hombre como Yo lo he pensado y querido”.
su madre. El dueño de la huerta no había queri- Y Jesús vino como un espejo para los hombres.
do ayudarle. Quien se miraba en él descubría la bondad y la
- Toma, le dijo el espantapájaros, te doy mi hermosura y aprendía a distinguirlas del egoís-
cabeza que es una gran calabaza... mo y de la mentira, de la injusticia y del despre-
cio.
Cuando el labrador fue al huerto y vio su espan-
tapájaros en aquel estado, se enfadó muchísimo Muchos amaban el espejo de Dios y siguieron a
y le prendió fuego. Jesús. Otros, en cambio, rechinaban de rabia y
decidieron romper este espejo de Dios. Y lo
Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y
asesinaron.
amenazaron al labrador, pero en aquel momen-
to cayó al suelo algo que pertenecía a aquel Pero bien pronto se levantó un nuevo y potente
monigote: su corazón de pera. El labrador, rién- huracán: el Espíritu Santo. Arrastró los millones
dose, se lo comió diciendo: de fragmentos por todo el mundo. El que recibe
una mínima centella de este espejo empezará a
- ¿Decís que todo os lo ha dado? Pues esto me
ver al mundo y las personas como las veía Je-
lo como yo.
sús: lo primero que se refleja en ellas son las
Pero sólo al morderla, notó un cambio en él. El cosas buenas y hermosas, la justicia y la gene-
espantapájaros le había comunicado su bondad. rosidad, la alegría y la esperanza. En cambio, la
Entonces el labrador dijo: maldad y la injusticia aparecen como vencibles y
- Perdonadme, desde ahora os acogeré siem- cambiables.
pre. Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 17
Mientras tanto, el espantapájaros se había con-
vertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol
77. LA ESTATUA
transformándose en el más brillante de sus Cierta vez, entre las colinas, vivía un hombre
rayos. poseedor de una estatua cincelada por un an-
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- ciano maestro. Descansaba contra la puerta de
dos”, p. 73 cara al suelo. Y él nunca le prestaba atención.
Un día pasó frente a su casa un hombre de la
76. LOS ESPEJOS ciudad, un hombre de ciencia. Y advirtiendo la
Un día descubrió Satanás un modo de divertir- estatua preguntó al dueño si la vendería.
se. Inventó un espejo diabólico con una propie- Riéndose, el dueño respondió: “¿Y quién desea-
dad mágica: en él se veía feo y mezquino todo ría comprar esa horrible y sucia estatua?
cuanto era bueno y hermoso y, en cambio, se
El hombre de la ciudad dijo: “Te daré esta pieza
veía grande y detallado todo lo que era feo y
de plata por ella”.
malo.
El otro quedó atónito, pero agradado.
Satanás iba por todas partes con su terrible
espejo. Y todos cuantos se miraban en él se La estatua fue trasladada a la ciudad al lomo de
horrorizaban: todo aparecía deforme y mons- un elefante. Y, luego de varias lunas el hombre
truoso. de las colinas visitó la ciudad y, mientras cami-
naba por las calles, vio una multitud ante un
El Maligno se divertía de lo lindo con su espejo.
negocio y a un hombre que a voz en cuello
Cuanto más repugnantes eran las cosas más le
gritaba: “Acercaos y contemplad la más maravi-
gustaban. Un día le pareció tan delicioso el
llosa estatua del mundo entero. Solamente dos
espectáculo que se desternilló de risa. Se rió
piezas de plata para admirar la más extraordina-
tanto que el espejo se le fue de las manos y se
ria obra maestra”.
hizo trizas, partiéndose en millones de pedazos.

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Al instante, el hombre de las colinas pagó dos Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 47
piezas de plata y entró en el negocio para ver la
estatua que él mismo había vendido por una 81. FLEXIBILIDAD
sola pieza de ese mismo metal.
El discípulo fue a visitar al maestro en el lecho
Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)” de muerte.
78. ¿EXISTE DIOS? - Déjame en herencia un poco de tu sabiduría -
le pidió.
Alguien le preguntó si existía un Dios. Contestó: El sabio abrió la boca y pidió al joven que se la
- Te aconsejo que medites si tu comportamiento mirara por dentro: “¿Tengo lengua?”
variaría según la respuesta que se diese a esa - Seguro - respondió el discípulo.
pregunta. Si permaneciese inalterable, la pre-
gunta sería ociosa. Si, por el contrario, tu con- - ¿Y los dientes, tengo aún dientes?
ducta variase, en tal caso puedo ayudarte di- - No - replicó el discípulo -. No veo los dientes.
ciendo que tú mismo habrías zanjado la cues-
- ¿Y sabes por qué la lengua dura más que los
tión: efectivamente, necesitarías ese Dios.
dientes? Porque es flexible. Los dientes, en
Bertolt Brecht. “Historias de almanaque”. cambio, se caen antes porque son duros e in-
flexibles. Así que acabas de aprender lo único
79. EXPECTATIVAS que vale la pena aprender.
Cuando el Maestro oía decir a alguien: “Me Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 24
gustaría mucho más mi mujer si fuese de otra
manera”, solía contar lo que le ocurrió a él un 82. LA FÓRMULA
día mientras contemplaba una puesta de sol en
El místico regresó del desierto. “Cuéntanos”, le
el mar.
dijeron con avidez, “¿cómo es Dios?”.
- “¿No es precioso?”, le dijo entusiasmado a una
Pero ¿cómo podría él expresar con palabras lo
pasajera que se encontraba junto a él apoyada
que había experimentado en lo más profundo de
en la barandilla.
su corazón? ¿Acaso se puede expresar la Ver-
- “Sí - dijo de mala gana la mujer -. Pero ¿no dad con palabras?
cree usted que estaría mejor con un poco más
Al fin les confió una fórmula (inexacta, eso sí, e
de rosa a la izquierda?”
insuficiente), en la esperanza de que alguno de
- “Todo el mundo - dijo el Maestro - te resulta ellos pudiera, a través de ella, experimentar por
encantador cuando prescindes de las expectati- sí mismo lo que él había experimentado.
vas que te habías forjado sobre cómo deberían
Ellos aprendieron la fórmula y la convirtieron en
ser”.
un texto sagrado. Y se la impusieron a todos
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”. como si se tratara de un dogma. Incluso se
tomaron el esfuerzo de difundirla en países
80. EXPLORADOR extranjeros. Y algunos llegaron a dar su vida por
El explorador había regresado junto a los suyos, ella.
que estaban ansiosos por saberlo todo acerca Y el místico quedó triste. Tal vez habría sido
del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar mejor que no hubiera dicho nada.
con palabras la sensación que había inundado
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 46
su corazón cuando contempló aquellas flores de
sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos 83. GRAN MIEDO
nocturnos de la selva? ¿Cómo comunicar lo que
sintió en su corazón cuando se dio cuenta del Caía la noche. El sendero se internaba en el
peligro de las fieras o cuando conducía su ca- bosque más negro que la noche. Yo estaba
noa por las inciertas aguas del río? sólo, desarmado. Tenía miedo de avanzar, mie-
do de retroceder, miedo del ruido de mis pasos,
Y les dijo: “Id y descubridlo vosotros mismos.
miedo de dormirme en esa doble noche.
Nada puede sustituir al riesgo y a la experien-
cias personales”. Pero, para orientarles, les hizo Oí crujidos en el bosque y tuve miedo. Vi brillar
un mapa del Amazonas. entre los troncos, ojos de animales y tuve mie-
do, más miedo que nunca. Por fin salió de la
Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el
sombra una sombra que me cerró el paso.
Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada
uno. Y todo el que tenía una copia se conside- - “¡Vamos pronto! ¡La bolsa o la vida!”
raba experto en el Amazonas, pues ¿no conocía Y me sentí casi consolado por esa voz humana,
acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán porque al principio había creído encontrar a un
ancho y profundo era, y dónde había rápidos y fantasma o a un demonio.
dónde se hallaban las cascadas?
Me dijo: “Si te defiendes para salvar tu vida,
El explorador se lamentó toda su vida de haber primero te quitaré la vida y después la bolsa.
hecho aquel mapa. Habría sido preferible no Pero si me das la bolsa solamente para salvar la
haberlo hecho.

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vida, primero te quitaré la bolsa y después la “Entonces, ¿para qué me hacéis practicar tantos
vida.” ejercicios de penitencia y devoción y estudio y
Mi corazón se enloqueció, mi corazón se rebeló. contemplación?, contestaba el discípulo.

Perdido por perdido, mi corazón se dio la vuelta. “Para que estés despierto cuando salga el sol”.

Caí de rodillas y exclamé: “Señor, toma todo lo Paradoja eterna del esfuerzo y la gracia. Para-
que tengo y todo lo que soy”. doja bella y cierta, atrayente y desesperante,
ayuda permanente y prueba irritante. Hay que
De pronto me abandonó el miedo y levanté mis hacer todo sabiendo que no sirve para nada.
ojos.
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2039, mayo 96
Ante mí todo era luz. En ella el bosque verdecía.
87. ¿HACIA DÓNDE REZAR
84. GRANO DE ORO
- Rezo siempre mirando a la Meca, maestro,
Iba yo pidiendo de puerta en puerta por el cami- porque allí me han enseñado a dirigir mis plega-
no de la aldea, cuando tu carro de oro apareció rias.
a lo lejos como un sueño magnífico. Y, yo me
preguntaba maravillado, quién sería aquel Rey - Haces bien, hijo mío. Pero no puedes estar
de reyes. todo el día mirando hacia la Meca, y Dios está
en todas partes. Acostúmbrate a rezar también
Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé todas las direcciones.
que mis días malos se habían acabado. Y me
quedé aguardando limosnas espontáneas, teso- - Rezo siempre a las horas determinadas cuan-
ros derramados por el polvo. do el muecín llama a la oración desde la mez-
quita.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y ba-
jaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida - Haces bien, hijo mío ; pero acostúmbrate a
había llegado al fin. Y de pronto, tú me tendiste rezar también cuando no llama nadie, pues Dios
tu diestra diciéndome: “¿puedes darme alguna está dispuesto a escucharte en cualquier mo-
cosa?”. mento.

¡Qué ocurrencia de tu realeza! ¡Pedirle a un - Yo rezo con mis labios, maestro, cuando recito
mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué versos sagrados, con mis dedos al pasar las
hacer. Luego saqué despacio de mi saco un cuentas benditas de oración, con mis rodillas al
granito de trigo y te lo di. hincarlas en el suelo en adoración, con mis ojos
cuando derraman lágrimas de emoción.
Pero, qué sorpresa la mía, cuando al vaciar por
la tarde mi saco en el suelo encontré un granito - Haces bien, hijo mío ; pero acostúmbrate a
de oro en la miseria del montón. ¡Qué amarga- rezar también cuando tus labios no se muevan o
mente lloré por no haber tenido corazón para tus rodillas no estén hincadas ; cuando tus ojos
dártelo todo! miren otros objetos y tus dedos se empleen en
otros menesteres. Dios están en todas las cir-
R. Tagore cunstancias de la vida, en todo movimiento y en
toda palabra, en todo gesto y en toda mirada, y
85. GRITAR PARA QUEDAR A SAL- allí hemos de hallarlo si queremos estar siempre
VO en su presencia. Las posturas rituales son sólo
para recordarnos que cualquier postura nos ha
Una vez llegó un profeta a una ciudad con el fin
de llevar a pensar en Dios ; y las lecturas sagra-
de convertir a sus habitantes. Al principio la
das son sólo para recordarnos que toda palabra
gente le escuchaba cuando hablaba, pero poco
ha de servirnos para recordar su nombre. La
a poco se fueron apartando, hasta que no hubo
mezquita está en su sitio para consagrar todo el
nadie que escuchara las palabras del profeta.
espacio. La Meca es una para bendecir a toda la
Cierto día, un viajante le dijo al profeta: tierra.
- ¿Por qué sigues predicando? ¿No ves que tu - Lo acepto, maestro, ya que veo a Dios en vos.
misión es imposible?
- Como yo veo a Dios en ti, hijo mío.
Y el profeta respondió:
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2025
- Al principio tenía la esperanza de poder cam-
biarlos. Pero si ahora sigo gritando es única- 88. HERMANOS
mente para que no me cambien ellos a mí.
Dos hermanos, uno soltero y otro casado, po-
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 82 seían una granja cuyo fértil suelo producía
abundante grano, que los dos hermanos se
86. HACER SALIR AL SOL repartían a partes iguales.
“Por mucho que te esfuerces no lograrás en- Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó
mendar tu vida ni alcanzar la iluminación más un momento en que el hermano casado empezó
que podrías hacer salir al sol por tus propias a despertarse sobresaltado todas las noches,
fuerzas”, decía el Maestro. pensando: “No es justo. Mi hermano no está
casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero

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yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, en “¡Vaya!”, dijo Dios, “se ha quedado bastante
mi ancianidad, tendré todo cuanto necesite. solo, ¿no es verdad? Anda y di a todos que
¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando vuelvan.
sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho Cuando el gordo, viejo y calvo individuo oyó que
más de lo que actualmente ahorra, porque su todos iban a ser perdonados, se indignó y gritó a
necesidad es, evidentemente, mayor que la Dios: “¡Eso es injusto! ¿Por qué no me lo dijiste
mía”. antes?”
Entonces se levantaba de la cama, acudía sigi- ¡Ajá! ¡Otro fariseo a la vista! ¡Otro hijo mayor! ¡El
losamente a donde residía su hermano y vertía hombre que cree en recompensas y castigos y
en el granero de éste un saco de grano. que es un fanático de la más estricta justicia!
También el hermano soltero comenzó a desper- Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 156
tarse por las noches y a decirse a sí mismo:
“Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y 90. LA HOJA BLANCA
cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha;
pero yo no tengo que mantener a nadie más que Dijo un día una hoja blanca de papel: “Me he
a mí mismo. ¿Es justo que mi pobre hermano, formado blanca, nítida, inmaculada y pura, y así
cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo seré hasta la eternidad. Prefiero quemarme y
mismo que yo? volverme ceniza blanca antes de permitir que
me mancille la negrura y me macule la sucie-
Entonces se levantaba de la cama y llevaba un
dad”.
saco al granero de su hermano.
Oyó un tintero aquellas razones y se rió en su
Un día se levantaron de la cama al mismo tiem-
negro corazón, pero no se atrevió a tocar aque-
po y tropezaron uno con otro, cada cual con un
lla hoja blanca de papel.
saco de grano a la espalda.
La oyeron también las plumas y tampoco la
Muchos años más tarde, cuando ya había muer-
tocaron. Y así permaneció la hoja de papel
to los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los
blanca, nítida, cual la nieve... pero vacía.
ciudadanos decidieron erigir un templo, escogie-
ron para ello el lugar en el que ambos hermanos Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 1)”
se habían encontrado, porque no creían que
hubiera en toda la ciudad un lugar más santo 91. LA HOJA QUE NO QUERÍA AGUA
que aquél. Había una vez una planta muy joven en la que
Anthony de Mello. Alfonso Francia. “Educar con se ponían grandes esperanzas. Tenía exacta-
parábolas”, p. 52 mente cuatro hojas. Cuatro bonitas hojas, res-
plandecientes al rocío y al sol.
89. EL HIJO MAYOR Un día las cuatro hojas tuvieron (es la moda)
Estaba Dios paseando por el cielo cuando, para una reunión.
su sorpresa, se encontró con que todo el mundo Una dijo que su vocación clara consistía en
se hallaba allí. Ni una sola alma había sido permanecer unida al naciente arbolito, pero que
enviada al infierno. Esto le inquietó, porque en lo sucesivo había decidido prescindir del
¿acaso no tenía obligación para consigo mismo agua. Cuestión de proyecto personal: “Que sus
de ser justo? Además, ¿para qué había sido compañeras estudiasen el asunto y una vez
creado el infierno, si no se iba a usar? entendido respetaran su libertad”.
De modo que dijo al ángel Gabriel: “Reúne a Las otras tres hojas estaban repletas de buenas
todo el mundo ante mi trono y léeles los Diez disposiciones y decidieron aceptar lo que su
Mandamientos”. compañera les pedía.
Todo el mundo acudió y leyó Gabriel el primer Se instaló un ingenioso sistema de paraguas:
mandamiento. Entonces dijo Dios: “Todo el que con el buen tiempo el paraguas se cerraba y se
haya pecado contra este mandamiento deberá abría en cuanto amenazaba lluvia.
trasladarse al infierno inmediatamente”. Algunas
personas se separaron de la multitud y se fue- Y he aquí que el arbolito tan prometedor dio
ron llenas de tristeza al infierno. signos de languidez y murió.

Lo mismo hizo con el segundo mandamiento, Cada hoja fue llevada por el viento a un sitio
con el tercero, el cuarto, el quinto... Para enton- distinto.
ces, la población del cielo había decrecido con- ¿Qué se podía haber hecho? ¿Pedir a la hoja
siderablemente. Tras ser leído el sexto manda- que no quería agua que se marchara a otro
miento, todo el mundo se fue al infierno, a ex- sitio? ¿Llegar a un compromiso?
cepción de un solo individuo gordo, viejo y cal- Hay grupos en que para respetar la libertad de
vo. uno, no se respeta a los otros. Y, finalmente,
Le miró Dios y dijo a Gabriel: “¿Es ésta la única termina muerto todo el grupo.
persona que ha quedado en el cielo? Jacques Loew
“Sí”, respondió Gabriel.

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92. HUELLAS DE DIOS - Era un hijo especial. Era... ¡Jesús de Nazaret!


- ¡Por Dios santo! Tú estás loca. Déjate de sue-
Era africano. Y creía en Dios. Alguien se propu- ños y vamos a comer.
so tomarle el pelo y reírse de él. Y le preguntó:
Los cinco se pusieron a la mesa como siempre.
- ¿Cómo sabes tú que existe Dios? Pero aquel día, ella había puesto una silla de
- ¿Y cómo sabes tú que una persona o un perro más, como si fueran seis. Esa noche, en la
o un burro ha estado alrededor de tu choza? cama, junto a su esposo, soñaba aún despierta.
- Lo descubro por las huellas que deja en la La mañana siguiente era día de fiesta. Ella es-
arena del suelo. taba radiante, como el que lleva dentro el sol de
una alegre noticia saliendo por los ojos.
- También yo descubro a Dios por las huellas
que deja. - ¡El sueño era verdad! Esta noche lo he visto
aún más claro. Tendremos otro niño. Será Jesús
93. HUELLAS EN LA ARENA de Nazaret.
- Pero mujer, ¿ya estamos otra vez?
Una noche soñé que iba andando por la playa
con Dios. Y que se proyectaban en el cielo mu- - No es ninguna locura. Es la pura verdad. Nos
chas escenas de mi vida. En cada cuadro veía haremos la cuenta de que él es otro hijo. Cuan-
huellas de pisadas en la arena. A veces las de do les regalemos juguetes o les demos propi-
dos personas y otras sólo las de una. nas, al comprarles los libros, la ropa, comida o
medicinas, contaremos con cuatro, y una parte
Observé que durante los períodos más difíciles
será para los niños pobres. ¿No nos dio su
de mi existencia se veían huellas de una sola
palabra, palabra de hombre y Palabra de Dios?
persona. Y dije:
“Conmigo lo hicisteis”. Es como si adoptáramos
- Me prometiste, Señor, que siempre caminarías al Hijo del Dios y al hijo de María. ¿No es una
a mi lado. ¿Por qué cuando más te necesité no gran verdad?
estabas conmigo?
Alberto Iniesta
Él respondió:
- Cuando viste las huellas de una sola persona, 96. EL JUICIO DE LA COLMENA
hijo mío, fue cuando tuve que llevarte en brazos. “¡Oh, hermanas mías!”, dijo la abeja, “somos
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- chispas del sol; nuestro cuerpo es del mismo
dos” metal. Somos hijas del gran cielo; nuestras alas
son del mismo cristal. La justicia reina en nues-
94. INSTRUMENTOS tras ciudades: la razón nos dirige a la dicha; la
música acompaña nuestros actos.
En el escritorio de un famoso poeta había un
tintero que, por la noche, cuando las cosas Nos alimentamos con luz líquida; con un azúcar
cobraban vida, se daba mucha importancia. incorruptible y diáfano. Somos las únicas criatu-
Decía: “Es increíble la de cosas hermosas que ras que saben comer sin matar. Para nosotras,
salen de mí. Con una sola gota de mi tinta se comer es unirnos a la más fina esencia de las
llena toda una página. ¡Y cuántas cosas magní- cosas. Para nosotras, comer no es perseguir
ficas y conmovedoras se pueden leer en ellas!” una presa, abatir a un ser viviente, desgarrar el
cadáver, arrancar y dañar el fruto; para nosotras
Pero sus jactancias provocaron el resentimiento es fecundar la flor, es hacer resurgir la vida.
de la pluma: “¿No comprendes, tonto barrigudo,
que tú sólo eres el que pone la materia prima? Mas, ¡oh hermosísimas mías! ¿Por qué no so-
Soy yo la que con tu tinta escribo lo que hay en mos del todo perfectas como los astros son
mí. ¡La que realmente escribe es la pluma!” perfectos? Sólo una cosa nos aparta de la dig-
nidad de los dioses: el aguijón y el veneno que
Volvió el poeta que fue a un concierto y que con llevamos en el vientre. Y el que emplea el agui-
la música se había inspirado. Y escribió en la jón muere, pero quita la vida del que mata. Si,
hoja: “¡Qué necios serían el arco y el violín si pues el amor no os contiene, que por lo menos
pensaran que son ellos los que tocan! Igual de el temor os cohiba.
necios somos los hombres cuando presumimos
de lo que hacemos, olvidando que todos somos En cuanto a mí, prefiero morir a manos de mis
simples instrumentos de Dios”. enemigos que por efecto de mi propia malicia.
¡Oh, reina!, te devuelvo mi aguijón y de mi pro-
Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan- pio veneno haré miel”.
gelización”, p. 168
Las obreras juzgaron y dijeron: “¿Para qué sirve
95. JESÚS, ADOPTADO la miel sin el aguijón y el veneno? Cuanta más
miel tengamos, más expuesta al robo quedará
- Anoche tuve un sueño realmente precioso. nuestra colmena. Devolver el aguijón es hacerse
- ¿Ah, sí? ¿Qué fue? cómplice del enemigo. ¿Quién no descubre el
aguijón y el veneno de la traición en las melosas
- Soñé que teníamos un hijo.
palabras de ésta? La acusada merece la muer-
- ¿Otro más ? ¡Si van tres...! te”.

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Los zánganos juzgaron y dijeron: “Conocemos los leones, se ganó su confianza con graduado
nuestro destino, que es perecer por el aguijón. contacto, ofreció tierna caza a la leona y ordeñó
¿Pero quién sospecha que somos cobardes? El su leche. La llevó derecho al rey y le invitó a
amor y la muerte están ligados. Querer el uno beberla.
sin la otra es contrario a la lógica, a la costum- En la corte sobran los envidiosos. Alguien gritó:
bre y al honor. La proposición ofende. La acu- ¡No es leche de leona! Otro: ¡Es leche de cabra!
sada merece la muerte”. Otro: ¡Es leche de camella! La sospecha se
La reina juzgó y dijo: “Si el razonamiento de la adueñó de todas las mentes, y el rey se dispuso
acusada fuese justo, señalaría el fin de la col- a castigar al imprudente que por ganar una
mena; por ende, es falso. Ella merece la muer- recompensa real traía leche falsa. Pero el cam-
te”. pesino supo defenderse. Dijo al rey: “¿Queréis
Todos los aguijones se volvieron, pues, contra la saber si es de verdad leche de leona la que
abeja que había renunciado al suyo. traigo? Bebedla. Si es de leona os curaréis, y si
no, os quedaréis como estáis. ¿No digo ver-
Todas las que picaron murieron con valentía. dad?” Calló la corte. Bebió el rey la leche y se
Toda a colmena murió por miedo a quedarse curó inmediatamente. El campesino recibió la
indefensa. recompensa.
Lanza del Vasto. “Umbral de la vida interior” Mil dudas en la mente. ¿Será, no será? ¿Resul-
tará, no resultará? Oración, petición, práctica
97. LA LECCIÓN DE UDDALAKA espiritual, ejercicios del alma, fe en el obrar,
esperanza en el preservar. ¿Merece la pena?
El sabio Uddalaka enseñó a su hijo a descubrir ¿Dará fruto? ¿Será verdad? Mil dudas nos asal-
al Uno tras la apariencia de lo múltiple. Y lo hizo tan ante las verdades y las prácticas del espíritu.
valiéndose de “parábolas” como la siguiente: Y las mil dudas tienen una solución: bebe la
Un día le ordenó a su hijo: “Pon toda esta sal en leche. Ora, reza, lee, medita. Daño no te hará. Y
agua y vuelve a verme por la mañana”. si te cura, era leche de leona. En vez de llenar la
El muchacho hizo lo que se le había ordenado, y vida de vacilaciones, tengamos sencillamente la
al día siguiente le dijo su padre: “Por favor, decisión de hacer lo que sabemos hacer. Beber
tráeme la sal que ayer pusiste en el agua”. de un trago. Y llega la salud.
Carlos G. Vallés
“No la encuentro”, dijo el muchacho. “Se ha Vida Nueva nº 2004, de 5 agosto del 95
disuelto”.
“Prueba el agua de esta parte del plato”, le dijo 99. EL LEÓN Y LAS HORMIGAS
el padre. “¿A qué sabe?” Un día el león hizo que se reunieran todos los
“A sal”. animales de la sabana, del bosque y de la mon-
taña. Cuando todos llegaron ante él, el pregone-
“Sorbe ahora de la parte del centro. ¿A qué
ro se subió a un árbol y gritó la proclama: “Or-
sabe?
den del rey león. Todos los animales, de todo
“A sal”. género, especie y tamaño, deben reconocer al
“Arroja al suelo el contenido del plato”, dijo el león como rey, rindiéndole obediencia. Quien se
padre. niegue será castigado”.
Así lo hizo el muchacho y observó que, una vez Se escuchó un gran murmullo en la asamblea
evaporada el agua, reaparecía la sal. Entonces de los animales; después una vocecita se alzó
le dijo Uddalaka: “Tú no puedes ver a Dios aquí, protestando. Era el portavoz de las hormigas
hijo mío, pero de hecho está aquí”. guerreras: “Nosotras no aceptamos. En nuestra
tribu, nuestros antepasados nos dieron una
Los que buscan la iluminación no logran encon- reina y nosotros sólo obedecemos sus órdenes”.
trarla, porque no comprenden que el objeto de
su búsqueda es el propio buscador. Al igual que El león, con un rugido desafiante, respondió:
la belleza, también Dios está en el yo del “Tendréis vuestro castigo”.
observador. Todos se dispersaron, los hijos del león salieron
Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º de caza, cogieron un jabalí, lo escondieron tras
tomo)”, p. 197 unas ramas y fueron a llamar al rey. Las hormi-
gas se reunieron desde los cuatro puntos cardi-
98. LECHE DE LEONA nales y en un momento cubrieron la sabana. Se
preparaban para la gran batalla.
El rey enfermó, y el médico real emitió el dia-
gnóstico que el rey no curaría a no ser que En un momento se comieron el jabalí, dejándole
tomase la leche de una leona. El rey estaba sólo los huesos. Mientras tanto el sol había
dispuesto a tomar la leche. ¿Pero quién traería desaparecido tras el horizonte. Llegó el león,
la leona? Se ofreció la real recompensa. ¿Se majestuoso, con su familia. Entonces en ejército
atrevería alguien? de hormigas entró en acción.
Un campesino que habitaba en la selva se ofre- De la hierba y de las hojas llovieron sobre los
ció y pidió un tiempo. Él conocía la guarida de leones, treparon por sus patas mordiendo con
fuerza. Los leones rugían de dolor, se tiraban
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sobre la hierba para frotarse, intentaron esca- na mostraba a su esposo navegante como el
par, pero no podían luchar en la oscuridad co- ejemplo perfecto a seguir. Mi hermano pensaba
ntra el enemigo omnipresente. que debía ser como él un excelente atleta. Y mis
A la mañana siguiente un buitre, pasando en profesores, como el doctor de filosofía, el de
vuelo rasante, vio esparcidos los esqueletos música y el de lógica, ellos también fueron ter-
desnudos de la familia de aquel que había que- minantes y cada uno quiso que fuera el reflejo
rido imponerse como rey absoluto de los anima- de sus propios rostros en un espejo. Por eso
les. Y continuando su camino solitario pensó vine a este lugar. Lo encontré más sano. Al
que los poderosos no deberían nunca despre- menos, puedo ser yo mismo”.
ciar la fuerza de los pequeños cuando se unen. En seguida se volvió hacia mí y dijo: “Pero dime,
Fábula del pueblo bantú. Antena Misionera, ¿te trajeron a este lugar la educación y el buen
marzo 1993 consejo?”
Yo respondí: “No, soy un visitante”.
100. LEYENDA
Y él añadió: “Oh, tú eres uno de los que
Abel y Caín se encontraron después de la muer- viven en el manicomio del otro lado de la pa-
te de Abel. Caminaban por el desierto y se re- red”.
conocieron desde lejos, porque los dos eran Kahlil Gibrán. El vagabundo, p. 49-50
muy altos. Los hermanos se sentaron en la
tierra, hicieron un fuego y comieron. Guardaban 103. LA LUZ EN EL PAÍS DE LA
silencio, a la manera de la gente cansada cuan- NOCHE
do declina el día. En el cielo asomaba alguna
estrella, que aún no había recibido su nombre. A Sucedía en el país de la noche. Una noche que
la luz de las llamas, Caín advirtió en la frente de nunca se acababa: jamás había salido el sol. Le
Abel la marca de la piedra y dejó caer el pan gente en este país era apocada y triste, por
que estaba por llevarse a la boca y pidió que le tanta oscuridad. Ni se daban cuenta de que
fuera perdonado su crimen. estaban tristes: lo veían tan normal. Para ellos,
Abel contestó: la vida era triste, oscura. Las calles y las casas
eran tan oscuras como la misma boca del lobo.
- ¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no No existían las estrellas.
recuerdo; aquí estamos juntos como antes.
Un día en aquel pueblo se presentó un niño que
- Ahora sé que de verdad me has perdonado - tenía una pequeña llama en la palma de la ma-
dijo Caín -, porque olvidar es perdonar. Yo trata- no y se paseaba por las calles. Algunos niños
ré también de perdonar. del país de la noche salieron a los balcones y
Abel dijo despacio: decían a los mayores: “Aquel niño que pasa por
la calle lleva una lucecita en la mano. ¿Qué
- Así es. Mientras dura el remordimiento dura la
es?”. Y la gente mayor les respondía: “Anda,
culpa.
niño, métete en casa y cierra el balcón. Ha veni-
101. LA LLAVE do del país de la luz. Quiere hacernos daño en
los ojos”. Y cogían a los niños y los encerraban
Una tarde, el padre se encuentra a su mujer en casa. Pero ellos, aun estando cerrados,
llorando ante al hijo que acaba de preparar su decían: “Quiero irme al país de la luz, quiero
maleta y se dispone a abandonar la casa. irme con aquel niño al país de la luz”.
Quiere preguntarle, dialogar con él, intentar La gente se dio las buenas noches, se acostó, y
comprenderle. Pero le paralizan las respuestas después se levantó para ir al trabajo. Y mira por
glaciales. Se queda allí, destrozado sin poder dónde, ya de mañana, había niños que pasea-
reaccionar. Segundos más tarde el hijo desapa- ban por el país de la noche con una lucecita en
rece dando un portazo... Entonces, el padre da la mano. Y daban saltos cantando: “Nosotros
un salto en el rellano de la escalera, corre y nos hemos pasado al país de la luz”. Y estaban
alcanza a su hijo. Le entrega su propia llave de locos porque el pequeño de la lucecita en la
la casa y le dice: “Toma, cógela. Así, cuando mano les había dado la llama. Y de esta manera
vuelvas, no hará falta que llames”. se paseaban por los callejones del país de la
noche.
102. EL LOCO
Los hombres del país de la noche no querían la
Fue en un jardín de un manicomio donde conocí luz. Decían: “Eso hace daño en los ojos”. Y
a un joven de rostro pálido y hermoso y lleno de murmuraban entre ellos y se enfurecían contra
encanto. los niños del país de la luz porque llevaban la
pequeña lucecita en la mano. Y ahora ya no
Y sentándome a su lado sobre el banco le pre-
eran cinco o diez; eran cientos y cientos, y entre
gunté: “¿Por qué estás aquí?”
todos llenaban de alegría y luz el país de la
Me miró asombrado y respondió: “Es una pre- noche.
gunta inadecuada, pero te contestaré. Mi padre
En la casa grande del país de la noche se re-
quiso hacer de mí una reproducción de sí mis-
unieron los hombres para discutir lo que harían
mo; también mi tío. Mi madre deseaba que
a los niños del país de la luz. Y decidieron
fuera la imagen de su ilustre padre. Mi herma-
llamarles, no a todos, pero sí a los cabecillas. Y
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marles, no a todos, pero sí a los cabecillas. Y papel de estraza hallado en el campo de con-
les dijeron: “Ahora mismo, ante nosotros, apaga- centración de Ravensburg:
réis vuestra luz; tener esa luz encendida va “Acuérdate, Señor, no sólo
contra nuestras costumbres sagradas de nues- de los hombres y mujeres de buena voluntad,
tro país”. Y mandaron a los guardianes apagar sino también de los de mala voluntad.
todas las luces de todos los niños y a los prime- No recuerdes tan sólo el sufrimiento
ros les mandaron al calabozo más oscuro del que nos han causado;
país de la noche. Muchos de los niños que recuerda también los frutos
habían paseado su pequeña lucecita se pusie- que hemos dado gracias a ese sufrimiento:
ron a llorar. Y unos hombres del país de la no- la camaradería, la lealtad,
che entraron en el calabozo para apagarles el la humildad, el valor,
resplandor, pero no podían de ninguna manera; la generosidad y la grandeza de ánimo
soplaban con toda su rabia, pero la luz no se que todo ello ha conseguido inspirar.
apagaba nunca; les metían las manos en los Y cuando los llames a juicio,
cubos de agua, pero era imposible: la pequeña haz que todos esos frutos que hemos dado
lucecita no se rendía nunca. Al final, los dejaron sirvan para su recompensa y su perdón”.
estar... Hicieron poner en los periódicos que Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
todo había concluido, cerraron la puerta con Sal Terrae.
siete candados, pusieron vigilantes en la entra-
da y se fueron. 106. MANIFIESTO DE LAS INDIAS
Dentro quedaron solos los niños del país de la E INDIOS JÓVENES
luz. Pero todo el país de la noche, desde el
calabozo hasta la casa del zapatero, todos vie- Nosotros, la gran mayoría de las indias y de los
ron cómo en el país de la noche empezaba a indios jóvenes de la tribu de aquí, no tener
clarear. ¡Quién sabe si habían descubierto que trabajo y por eso no tener mondas para comprar
la pequeña llama había dejado en todos los choza, ni para comida, ni para taparrabos, ni
corazones un poco de resplandor! para plumas de colores que alegrar vida y fies-
tas de vez en cuando.
104. MAESTRO DEL MAESTRO Así que tener que aguantar en choza de padre y
Al maestro le preguntaron: “¿Y quién fu vuestro madre mientras nuestras caras envejecer y gran
maestro?” Él respondió: “Un perro. Lo vi al bor- mala leche nos invadir.
de de un estanque que agua clara; jadeaba de Cuando trabajar, tener que ser el trabajo de
sed y no se atrevía a beber. Al acercarse a la pocas lunas o debajo de agua y, aunque trabajo
superficie del agua veía su imagen reflejada, ser igual o más que trabajo de indios mayores,
creía que era otro perro que le amenazaba y monedas ser muchas menos.
huía sin beber. Al final, la sed pudo más que el Nosotros decir que aunque no nos dejar mover
miedo, se arrojó al agua, con lo que desapareció manos para trabajar, necesitar mover boca para
el otro perro y bebió a gusto”. comer, y tener derecho a monedas como todos
“¿Y de qué le sirvió a usted ese incidente?”, los indios y las indias de la tribu.
insistieron los discípulos. El maestro explicó: Además, cuando crecer, tener que ir a la mili a
“Entendía en aquel momento que el obstáculo perder el tiempo y hacer gilipollas y aprender a
que impedía al perro saciar su sed era su propio usar palo de fuego y tener que ir en canoa lejos
yo, es decir, la falsa imagen de la ilusión del yo. a hacer guerra a indios pobres que no habernos
Una vez que ésta desapareció, el perro alcanzó hecho nada. Si decir no, o mili caca, encerrar en
su objetivo. Ésa es la suprema lección. El obs- cárcel.
táculo que te impide avanzar es tu yo. Hazlo
desaparecer. Bórrate tú delante de tus ojos. El Culpa de todo tener gran jefe morro gordo y su
más mínimo apego a tu yo es una pesada cade- clan, que sólo ayudar a rostros pálidos pasta
na que traba tus pies. Si sientes la sed de la gansa de afuera a amontonar muchas monedas,
presencia de Dios, no vuelvas nunca a ti. El que mientras nosotros morir de asco.
renuncia a su yo, encuentra a Dios”. Nosotros saber que situación chunga de ahora
Carlos G. Vallés no tener por qué ser situación chunga siempre,
Vida Nueva nº 2055 de 7/9/96 sino que poder y tener que cambiar.
105. MAL QUE PRODUCE BIEN Nosotros empezar por denunciar, ¿y tú?

Dijo un día el Maestro: “No estaréis preparados 107. LAS MARIPOSAS


para combatir el mal mientras no seáis capaces
Tres mariposas amigas vieron cierto día una
de ver el bien que produce”.
lámpara de luz en una vivienda. La curiosidad
Aquello supuso para los discípulos una enorme por saber qué era aquello que brillaba como el
confusión que el Maestro no intentó siquiera sol, pero que no era el astro, les hizo entrar en
disipar. aquella habitación. La primera, intrépida, se
Al día siguiente les enseñó una oración que acercó a la bombilla. Enseguida regresó dicien-
había aparecido garabateada en un trozo de do: “No he podido saber muy bien qué era por-
que aquello me cegaba”.
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La segunda, más atrevida, se acercó más y casi 110. LA MISMA DIRECCIÓN


se quema las alas; “Es horrible, casi me destro-
za las alas”. Una pareja de novios preguntó al maestro:
La tercera mariposa se acercó más y más, hasta “¿Qué debemos hacer para que nuestro amor
quedar atrapada por el calor de la bombilla y dure para siempre?”
arder con ella. La luz en aquel momento se “Amar juntos otras cosas”, respondió el maestro.
volvió más intensa durante algunos segundos... Los amigos no se miran a los ojos, sino que
Sólo la tercera supo realmente qué era la miran los dos en la misma dirección.
bombilla.
Bruno Ferrero. “El canto del grillo”, p. 54
Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
gelización”, p. 37 111. LA MONA
108. MILAGRO Había una vez una mona que andaba saltando
de árbol en árbol. Mientras saltaba vio un bello
- ¿Para qué orar? Dios no me ha concedido lo nogal. Cogió una nuez y la mordió. Como la
que le he pedido. He buscado a Dios, lo he cáscara estaba amarga, la mona la tiró y se
buscado sinceramente, con todo el ardor... pero quedó sin probar el rico bocado que tenía de-
Dios no acudió a la cita. ntro.
- Perdón... ¿De qué Dios me hablas? ¡Es tan En la vida sucede lo mismo. Existen personas
fácil buscar un dios a la medida de nuestros que comienzan a realizar una actividad: apren-
sueños y deseos! En tu país se considera mila- der un oficio, tocar un instrumento, comenzar
gro el que Dios haga tu voluntad. Entre nosotros una escultura, etc. Estas personas, cuando
se considera un milagro el que alguien haga la tropiezan con las primeras dificultades, abando-
voluntad de Dios. nan la tarea iniciada y, de ese modo, se quedan
El Dios cristiano nos sorprende, nos desborda y sin saborear las satisfacciones que les hubiera
descascarilla nuestros falsos sueños, nuestros deparado el trabajo iniciado, una vez que hubie-
facilones mesianismos. ¡Y nos deja en la Ver- ran superado las dificultades del comienzo.
dad! Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 20
Prudencio López Arróniz. “Más allá..! PS Ed.
112. LA MUÑECA DE SAL
109. MIRAR A DIOS
Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros
El Maestro impartía su enseñanza: “El genio de de tierra firme hasta que, por fin, llegó al mar.
un compositor se halla en las notas de su músi- Quedó fascinada por aquella móvil y extraña
ca; pero analizar las notas no sirve para revelar masa, totalmente distinta de cuanto había visto
su genio. La grandeza del poeta se encierra en hasta entonces.
sus palabras; pero el estudio de éstas no revela
su inspiración. Dios se revela en la creación; “¿Quién eres tú?”, le preguntó al mar la muñeca
pero, por mucho que escudriñes la creación, no de sal. Con una sonrisa, el mar respondió: “En-
encontrarás a Dios, del mismo modo que no tra y compruébalo tú misma”.
descubrirás el alma por mucho que examines el Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida
cuerpo”. que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta
Llegado el momento del diálogo, alguien que apenas quedó nada de ella. Antes de que
preguntó: “Entonces, ¿cómo podemos encontrar se disolviera el último pedazo, la muñeca ex-
a Dios? clamó asombrada: “¡Ahora ya sé quién soy!”.
- Mirando la creación, no analizándola. Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 53
- ¿Y cómo hay que mirarla? 113. LA MURMURACIÓN
- Si un labrador intenta buscar la belleza de una
Un día, una mujer dada fácilmente a sacar de-
puesta de sol, lo único que descubrirá será el
fectos de los demás se fue a confesar con al-
sol, las nubes, el cielo y el horizonte de la tie-
guien que tenía fama de santo. Aquel confesor
rra... mientras no comprenda que la belleza no
escuchó pacientemente a la penitente; después
es una “cosa”, sino una forma especial de mirar.
le dijo: “Como penitencia, coge una gallina y
Buscarás a Dios en vano mientras no compren-
recorre las calles más importantes de tu pueblo
das que a Dios no se le puede ver como una
arrancando lentamente las plumas que soltarás
“cosa”, sino que requiere una forma especial de
al viento. Después. regresa otra vez a mí”.
mirar... semejante a la del niño, cuya visión no
está deformada por doctrinas y creencias prefa- Aquella señora obedeció. Cuando retornó al
bricadas. confesor, éste le dijo: “La penitencia no ha con-
cluido. Ahora debes volver a andar por las calles
Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
y recoger todas las plumas que has sembrado”.
“Es imposible”, contestó la mujer.

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“Así es la murmuración”, respondió el confesor. El maestro pondera el valor de la justicia de


Pequeños juicios sobre otras personas pueden Dios, cuya acción está explicada por dos nuevos
crear situaciones irreparables. elementos: el amor y la gratuidad. Y prosigue:
P. Righetto - Un padre tiene tres hijos. Uno es fuerte y sano,
constituye un ejemplo de laboriosidad y entrega
114. NI SIQUIERA TÚ ERES TUYO al trabajo familiar. El segundo es débil y de
salud quebradiza, trabaja regularmente, pero no
Y dijo Buda: “Esta tierra es mía, éstos son mis
puede con los trabajos más duros y a veces ha
hijos”... son las palabras que dice el loco que no
de guardar cama. El tercero tiene parálisis des-
comprende que ni siquiera él mismo es suyo.
de la infancia, es una carga en casa, ya que no
En realidad, nunca posees cosas. Tan sólo las puede valerse por sí mismo. Vive gracias a los
retienes durante un tiempo. Si eres incapaz de cuidados de los demás. ¿A quién de los tres
desprenderte de ellas, serás agarrado por ellas. hijos habrá de amar más el padre?
Todo cuanto atesores debes tenerlo en el hueco El joven, tras breves reflexión, responde en tono
de tu mano como si fuera agua. seguro:
Trata de apresarla y desaparecerá. Intenta - Los tres tienen igual derecho al amor del pa-
apropiártela y te manchará. dre, y en todo caso recibirá más amor aquel que
Déjala en libertad y será tuya para siempre. tenga mayor necesidad de ser amado. El padre
ama sin más, no por los méritos que tenga cada
Antohny de Mello. “La oración de la rana. 2 uno.
115. NO CAMBIES Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
Durante años fui un neurótico. Era un ser angus- 117. NO PESA... ES MI HERMANO
tiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo
insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban El grupo estaba de excursión cuando aparece a
de recordarme lo neurótico que era. lo lejos un niño de unos ocho años que trae
sobre sus hombros a otro más pequeñito, como
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con de tres. Su rostro era ardiente, tostadito como el
ellos, y deseaba cambiar, pero no me convencía de todos los campesinos del lugar. Más expresi-
de la necesidad de hacerlo, por mucho que lo vo quizás al pasar a nuestro lado, pero incapaz
intentara. de ocultar un cierto cansancio, producido sin
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba duda por la distancia, lo difícil del camino y el
de recordarme lo neurótico que estaba. Y tam- peso del niño.
bién insistía en la necesidad de que yo cambia- Para dar calor humano y aliento al pobre niño,
ra. pregunté con tono de cariñosa cercanía: “Amigo,
Y también con él estaba de acuerdo, aunque ¿pesa mucho?”. Y él, con inefable expresión de
tampoco podía impedir ofenderme con él. De cara y encogimiento de hombros, que encerra-
manera que me sentía impotente y como atra- ban una gran carga de amor, de valor y de re-
pado. signación, dice con fuerza y decisión: “No pesa,
Pero un día me dijo: “No cambies. Sigue siendo es mi hermano”, y agarrando más fuertemente
tal como eres. En realidad no importa que cam- al pequeño, que sonríe y saluda con su manita
bies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como derecha, echa una corta y lenta carrera hacien-
eres y no puedo dejar de quererte”. do saltar con gracia a su hermanito que aún
mira una vez atrás para sonreír.
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como
música: “No cambies. No cambies... Te quiero”. 118. NO SE PUEDE ENSEÑAR
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh Un rey envió a su hijo al maestro para que lo
maravilla!, cambié. formase en ciencia y en verdad. Cuando volvió,
Ahora sé que en realidad no podía cambiar su padre le preguntó: “¿Has aprendido aquello
hasta encontrar alguien que me quisiera, pres- que no se puede enseñar?”. “No”. “Pues vuelve
cindiendo de que cambiara o dejara de cambiar. al maestro”.
¿Me quieres Tú de esa manera, Dios mío? El maestro le dijo: “No te lo enseñé porque no
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 92 me lo pediste y porque no se puede enseñar.
Sólo se puede indicar. Mira, toma esas cuatro-
116. NO CUENTAN LOS MÉRITOS cientas cabezas de ganado, vacas, bueyes,
ovejas, cabras, llévalas al bosque profundo
El joven está confuso. Su idea de la justicia no donde nadie llega, cuídalas en silencio, y cuan-
parece avenirse con lo leído en el Evangelio. do las cuatrocientas sean mil, vuelve a mí”.
Pregunta:
El muchacho partió, escogió el lugar y quedó en
- ¿Por qué Dios paga igual jornal a quien trabajó solitario apacentando el ganado. Se aburrió. Se
de sol a sol y a quien sólo trabajó una hora? desesperó. Se calmó. Se encontró. El silencio
apagó las palabras y acalló el pensamiento. Su
ser entero se sintió uno con la naturaleza y los

Textos para orar y reflexionar 30


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árboles y los prados y el ganado y la vida. adolescente y joven con todo el cariño de madre
Aprendió lo que no se podía enseñar. Vio lo que y la sumisión de la fe. Creció Krishna y le llegó
no se podía leer. Sintió lo que no se podía ex- el momento de dejar su casa, su pueblo y a su
presar. Se olvidó de contar el ganado, de perse- madre para predicar, ayudar y redimir a su pue-
guir un fin, de por qué estaba allí. Alcanzó la blo. Al despedirse, su madre le pidió una gracia:
iluminación. “Que siempre que cierre yo los ojos, te vea”.
Un día los mugidos del ganado le hicieron caer Krishna le contestó: “Te concedo una gracia
en la cuenta de que ya no cabían en el valle. mejor: que siempre que abras los ojos, me ve-
Eran ya más de mil. Sonrió al recordar la misión as”.
que le había llevado allí. Recogió el ganado y lo Ver a Dios en todo. En las personas, en las
pastoreó sin prisas hacia la morada del maestro. cosas, en la vida. Ver a Dios con los ojos abier-
Al ver al maestro, el discípulo se inclinó profun- tos. El andar se hace fe y el mirar se hace con-
damente ante él. Y el maestro, con la misma templación. Allí está Él. En cada sonido está el
elegante generosidad, se inclinó profundamente eco de su voz, en cada color está un destello de
ante el discípulo. Por fin había aprendido lo que su mirada. Allí se esconde, o mejor dicho, allí se
no se puede enseñar. revela. Todo lo ha hecho Él y Él vive en todo lo
Nada que merezca la pena puede ser enseña- que ha hecho. Todo son huellas para quien bien
do. Sólo pueden crearse situaciones en uno conoce el pisar del Amado.
aprenda consigo mismo y con Dios. Ésa es la Los ojos bien abiertos. Los hizo Él para que
labor del maestro. viéramos todos, y en todo a Él. Rostros y movi-
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2027, de febre- mientos, encuentros y sucesos, naturaleza y
ro del 96 asfalto. No hay diferencia en cuanto a su pre-
sencia, porque Él está en todo. Basta con abrir
119. NUEVAS DIMENSIONES los ojos y verlo. Ver claro, ver de frente, ver del
todo. Saber reconocer rasgos eternos en paisa-
Una vez iba una oruga paseando por la rugosa jes diarios. Saber sentir la presencia divina en
superficie de un tronco. La vio una mariposa y un apretón de manos. Saber contemplar la pre-
posándose ante ella le dijo: “Hola, hermana del sencia divina en un apretón de manos. Saber
pasado. ¿Por casualidad sabes tú que vendrán contemplar la visión infinita en el horizonte del
en el futuro días en que abandonando esa en- entorno constante. Saber ver.
voltura terrena te hagas voladora como yo y
¿Por qué la gente, cuando proponemos unos
asciendas hacia el cielo?”
minutos de oración, siempre cierra los ojos?
Y la oruga le dijo: “Sí. Eso es lo que me enseña-
Carlos G. Vallés. Vida Nueva, 18/3/95
ron mis padres y a ellos les enseñaron mis
abuelos. Decían que después de ésta hay otra 121. ORACIÓN “ESCUCHADA”
vida donde podemos liberarnos de las cadenas
de la tierra y ascender alados a nuevas dimen- Un piadoso musulmán rezaba todos los días
siones. Mas yo no lo creo, y aunque en mis días ante Dios, y todos los días le suplicaba una
y en mis noches pienso que camino hacia algo, gracia que deseaba le concediese. Se colocaba
mi imaginación se para en este plano donde siempre para su oración en el mismo rincón de
adoro el latido de la savia y el palpitar de las la mezquita, y tantos años pasaron y tantas
hojas cuando me acarician los pies”. veces repitió su oración que cuentan que las
Entonces la mariposa se fue hacia arriba y des- señales de sus rodillas y sus pies quedaron
apareció. Pasaron varios días, que fueron años marcadas sobre el mármol del suelo sagrado.
para la oruga, y ésta notó que se le venía el Pero Dios parecía no oír su oración, parecía no
final. Se fue hacia una rama saliente de pino y enterarse siquiera de que alguien le invocaba.
cuando se ponía el sol hizo su tumba de seda, Un día por fin se le apareció al devoto musul-
acostándose para esperar la venida de la muer- mán en su oración un ángel de Dios, y le dijo:
te. “Dios ha decidido no concederte lo que le pi-
Y con el tiempo llegó la primavera de su naci- des”. Al oír el mensaje del ángel, el buen hom-
miento como mariposa, extendió sus alas y bre comenzó a dar voces de alegría, a saltar de
rauda se ensimismó en el aire y dio sus prime- gozo, a contarles, a todos los que se reunieron
ros aleteos hacia el sol de la mañana. Y cuando al verlo, lo que le había sucedido. La gente
volaba vio a una oruga que subía trabajosamen- preguntó, sorprendida: “¿Y de qué te alegras, si
te por un tronco y posándose delante de ella le Dios no te ha concedido lo que le pedías?” A lo
dijo: “Hola, hermana del pasado. ¿Por casuali- que él contestó, rebosándole el gozo sincero en
dad sabes tú que vendrán en el futuro días...?” cada palabra: “Es verdad que me lo ha negado,
Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka” pero al menos así sé que mi oración llegó hasta
Dios. ¡Qué más puedo desear!” Y siguió repar-
120. OJOS CERRADOS; OJOS tiendo alegría.
ABIERTOS Oración es saber que mi voz llegó a Dios. No es
la petición, la concesión, la respuesta. O sí es
La madre de Krishna, la encarnación del dios todo eso, pero por dentro y por encima de todo
más popular, cuidó de él mientras era niño, es la fe de saber que el mensaje llegó, que mis
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palabras sonaron en oídos divinos, que la tierra chadamente gratificantes cuando se los muerde,
tocó el cielo. ¿Qué importa el “resultado” de la no sin cierto cuidado, porque si el bocado es
oración cuando tenemos el “contacto”? Yo es- muy ávido, le entra a uno miedo de tropezar con
cribí la carta, y ahora sé que la carta llegó y fue el hueso!
leída. Eso es lo que me interesa. El reino del capital se parece a uno de esos
El buen musulmán continuó yendo todos los melocotones de cada día de cada verano, que
días a la mezquita, al rincón marcado por sus son una maravilla de la técnica. Son preciosos,
rodillas, para dar gracias porque su oración descomunales, tientan a los ojos con sus colo-
había llegado a Dios. res de lienzo de Sorolla, que sugieren la prome-
Carlos G. Vallés sa de un nuevo festín de Babette. Su sola vista
parece justificar aquel eslogan antiguo y cazatu-
122. LA OVEJA PERDIDA... ristas de que “España ofrece calidad”. Y, sobre
todo, parece justificar cualquier precio que se
Parábola para educadores religiosos: pague por ellos. ¡Ellos sí que son un buen ne-
Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se gocio!
escabulló a través de él. Estaba feliz de haber Pero con ellos el festín se acaba a la hora de
escapado. Anduvo errante mucho tiempo y hincarles el diente: tienen figura y color suave y
acabó desorientándose. sugerencia, pero carecen de lo único decisivo: el
Entonces se dio cuenta de que estaba siendo buen sabor. El exceso de agua que los ha hen-
seguida por un lobo. Echó a correr y a correr..., chido y los ha lavado, e invita a pagarlos sin
pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que temor y a morderlos sin miedo, debe ser el mis-
llegó el pastor, la salvó y la condujo de nuevo, mo que los ha vuelto insípidos. Están diciendo:
con todo cariño, al redil. “Págame y muérdeme”, pero luego no saben a
nada.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo
contrario, el pastor se negó a reparar el agujero No saben a nada, claro; pero ¡éstos sí que son
de la cerca. rentables! Mientras que lo del sabor es simple-
mente cuestión de tiempo: dentro de pocos
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 198 años, las generaciones que suben ya se habrán
acostumbrado, y ya no conocerán el sabor del
123. LOS PADRES Y LOS HIJOS
melocotón de secano, ni siquiera del melocotón
Un cabrero paseando por el campo vio un árbol. en general. No podrán comparar. Y donde no
En el árbol había un nido de pajarillos. Estaban puede haber comparación tampoco puede haber
solos, pues los padres habían ido a buscar el sospecha, ni queja, ni protesta. ¡Ya veis qué
alimento. El cabrero cogió los pajarillos y los sencillo resulta todo!
metió en una fría jaula de metal. Quien tenga oídos para oír, que oiga.
Cuando llegaron los padres, viendo que no
estaban sus hijos, afligidos los buscaron. Encon- 125. EL PARAÍSO
traron la jaula donde la había puesto el cabrero En un sueño un ferviente discípulo del Talmud
y allí estaban los pajarillos revoloteando en su fue autorizado a acercarse al templo del Paraí-
interior. so, donde los grandes sabios del Talmud pasa-
Al verlos el cabrero se dijo: “Si los padres vienen ban su vida eterna. Vio que estaban sencilla-
a cuidar a sus hijos con tanto esmero, quiero ver mente sentados alrededor de varias mesas
cómo los hijos agradecidos de tanto amor a sus estudiando el Talmud. El discípulo se preguntó:
padres, los cuidan a ellos”. ¿Estoy de verdad en el Paraíso? De pronto oyó
Cogió una red y la echó sobre la pareja aprisio- una voz: “Te equivocas. Los sabios no están en
nándolos. Inmediatamente abrió la puerta de la el Paraíso. El Paraíso está en ellos”.
jaula y, dejando libres a los hijos, metió en ella a Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
los padres. Los hijuelos salieron volando y en dos”, p. 59
vano los padres esperaron su regreso.
126. PASARÁ
Al cabo de un tiempo murió la pareja de hambre
y dolor. Un rey convocó a la corte a todos los magos del
Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 24 reino y les dijo: “Querría ser siempre un buen
ejemplo para mis súbditos. Presentarme siem-
124. PARÁBOLA DEL MELOCO- pre como un hombre fuerte y seguro, sereno e
TÓN DE SECANO impasible frente a las vicisitudes de la vida. Me
ocurre a veces que me encuentro triste o depri-
El Reino de los Cielos se parece a esos meloco- mido por una mala noticia. Otras veces una
tones de secano, que son más pequeños, más alegría imprevista o un gran éxito me ponen en
feos y menos presentables que los aguados un estado de sobreexcitación anormal. Todo eso
melocotones del mercado. Por todas esas razo- no me gusta. Me hace sentirme como una briz-
nes no pueden competir con ellos en precio y se na que lleva el viento de la suerte. Fabricadme
venden por una nonada. Pero ¡qué sabrosos un amuleto que me proteja de esos estados de
son!, ¡qué delicadamente dulces!, ¡qué insospe- ánimo y estos cambios de humor”.

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Uno tras otro, los magos se echaron atrás. Sa- hombres, sino que una vez perdonados, los
bían hacer amuletos de todas las clases para olvida. Es decir, los perdona del todo.
los incautos que se acercaban a pedirles ayuda, Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
pero no era fácil engatusar a un rey. Y a un rey dos”, p. 107
que, además, pretendía un amuleto de efecto
tan difícil. 129. LA PERLA
El rey estaba a punto de estallar de ira, cuando
Dijo una ostra a otra: “Siento un gran dolor de-
se adelantó un viejo sabio que dijo: “Majestad,
ntro de mí. Es pesado y redondo y me lastima”.
mañana te traeré el anillo que buscas. Cada vez
que lo mires, si estás triste te pondrás alegre y Y la otra ostra replicó con arrogante complacen-
si te encuentras nervioso, podrás calmarte. cia: “Alabados sean los cielos y el mar. Yo no
Simplemente bastará que leas la frase mágica siento dolor dentro de mí. Me siento bien por
grabada en el anillo”. dentro y por fuera”.
Al día siguiente, el sabio volvió y, en medio de En ese momento, un cangrejo que por allí pasa-
un silencio general, ya que todos tenían curiosi- ba escuchó a las dos ostras, y dijo a la que
dad por conocer la frase mágica, alargó el anillo estaba bien por dentro y por fuera: “Sí, te sien-
al rey. tes bien e intacta; mas el dolor que soporta tu
vecina es una perla de inigualable belleza”.
El rey lo miró y leyó la frase grabada sobre el
aro de plata: “También esto pasará”. Kahlil Gibrán. “Obras completas (tomo 2)”
José Joaquín Gómez Palacios. “Buenos días / 130. EL PESCADOR SATISFECHO
2”. CCS. 1995”
El rico industrial se horrorizó cuando vio a un
127. EL PEQUEÑO PEZ pescador del Sur tranquilamente recostado
contra su barca y fumando su pipa.
“Usted perdone”, le dijo un pez a otro, “es usted
más viejo y con más experiencia que yo y pro- “¿Por qué no has salido a pescar?”, le preguntó
bablemente podrá ayudarme. Dígame: ¿dónde el industrial.
puedo encontrar eso que llaman Océano? He “Porque ya he pescado bastante por hoy”, res-
estado buscándolo por todas partes sin resulta- pondió el pescador.
do”.
“¿Y por qué no pescas más de lo que necesi-
“El Océano - respondió el viejo pez - es donde tas?”, insistió.
estás ahora mismo”.
“¿Y qué iba a hacer con ello?”, preguntó a su
“¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo vez el pescador.
que yo busco es el Océano”, replicó el joven
pez, totalmente decepcionado, mientras se “Ganarías más dinero”, fue la respuesta. “De
marchaba nadando a buscar en otra parte. ese modo podrías poner un motor a tu barca.
Entonces podrías ir a aguas más profundas y
Deja de buscar, pequeño pez. No hay nada que pescar más peces. Entonces ganarías lo sufi-
buscar. Sólo tienes que estar tranquilo, abrir tus ciente para comprarte unas redes con las que
ojos y mirar. No puedes dejar de verlo. obtendrías más peces y más dinero. Pronto
Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 26 ganarías para tener dos barcas... y hasta una
verdadera flota. Entonces serías rico, como yo?”
128. PERDÓN Y OLVIDO “¿Y qué haría entonces?”, preguntó de nuevo el
Un cura estaba harto de una beata que todos pescador.
los días le venía a contarle revelaciones que “Podrías sentarte y disfrutar de la vida”.
Dios personalmente le hacía. Semana tras se-
“¿Y qué crees que estoy haciendo en este pre-
mana, la buena señora entraba en comunica-
ciso momento”, respondió el satisfecho pesca-
ción directa con el cielo y recibía mensaje tras
dor.
mensaje. Y el cura, queriendo desenmascarar
de una vez lo que de superchería había en tales Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 171
comunicaciones, dijo a la mujer: “Mira, la próxi-
ma vez que veas a Dios dile que, para que yo 131. PIDE LO QUE QUIERAS
me convezca de que es Él quien te habla, te Kapil Muni era pobre y desconocido antes de
diga cuáles son mis pecados, esos que yo sólo alcanzar la santidad que lo hizo querido y vene-
conozco”. Con esto, pensó el cura, la mujer se rado en toda la India.
callará para siempre. Pero a los poco días re-
gresó la beata. “¿Hablaste con Dios”. “Sí”. “¿Y Su mujer le dijo un día: “Me he enterado de que
te dijo mis pecados?”. “Me dijo que no me los el rey da una moneda de oro al brahmán que es
podía decir porque los ha olvidado”. Con lo que el primero en bendecirle”.
el cura no supo si las apariciones aquellas eran Kapil fue a dormir a la puerta de palacio para ser
verdaderas. Pero supo que la teología de aque- el primero en cuanto amaneciera el día. A media
lla mujer era buena y profunda: porque la verdad noche le despertó la luna llena, creyó que era el
es que Dios no sólo perdona los pecados de los sol, y se precipitó a la puerta. Los guardas lo
apresaron como ladrón. El rey, sin embargo, al
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juzgarlo, creyó su historia y le dijo que pidiese lo El resto, que contenía lo mejor, ni lo abrieron y
que quisiera. lo arrojaron a un montón de basura.
Kapil pensó: “Pediré la moneda de oro que me Algunos pájaros, que observaban de lejos, baja-
corresponde. O, ya que el rey me ofrece más, ron enseguida y se dieron un festín: “¡Qué estú-
pediré cinco. No, diez. Mejor veinte para cubrir pidos son los humanos! ¿Es que no pueden
todo el año. O cien. Más seguro mil. Digamos probar por sí mismos la calidad en lugar de
cien mil para asegurar el porvenir de los hijos. confiar en las etiquetas?”
Mejor aún un millón para vivir de los intereses. Pedro Ribes. “Parábolas y fábulas...”, p. 81
Pero el dinero solo no da seguridad. Ya que el
rey no ha puesto límite a lo que puedo pedirle, le 134. PROGRESO
pediré la mitad de su reino. ¿Y por qué la mitad
tan sólo? Le pediré el reino entero. Aunque eso El maestro estaba escuchando a un afamado
no sería justo para con el rey que tan bien se economista cómo explicaba sus ideas acerca
porta conmigo. Mejor conformarme con la mitad del desarrollo. El economista defendía que lo
del reino. Ahora que eso de la administración más importante era el crecimiento económico y
conllevaría muchas preocupaciones. Más vale el bienestar. Porque todo crecimiento es bueno
dejarlo en dinero. Volvamos al millón de mone- en sí mismo.
das de oro. Demasiado. La verdad es que con El maestro tomó la palabra: “Si su teoría fuese
cien mil me basta y me sobra para mí y toda mi cierta, habría que admitir que es lo mismo que
familia. Y también con mil. Para ser sincero voy piensa la célula cancerosa: lo único importante
a pedir sólo cien. O veinte. O diez. O cinco. Lo es crecer, sin discernir el bien o el mal que se
mejor será pedir honradamente una moneda de pudiera estar haciendo”.
oro que es lo que me corresponde. ¿Y para qué
necesito yo una moneda de oro? Mejor estoy Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
como estoy”. gelización”, p. 192

Cesó el deseo. Y Kapil alcanzó la iluminación. 135. LOS PUERCOESPINES


Carlos G. Vallés Es de noche y hace frío. Y en una gran exten-
sión están unos puercoespines. Como hace frío,
132. EL PRESO Y EL REY se acercan, y como se acercan, se pinchan. Y al
En la cárcel se decía: “Un hombre está preso, hacerse daño, se separan. Y así sucesivamente.
pero todas y cada una de las noches sueña que Todo el juego de la vida consiste en encontrar la
es rey y vive con todas las comodidades de un distancia que nos permite al mismo tiempo ayu-
rey; en cambio, muy lejos de la prisión, un rey darnos los unos a los otros y no hacernos daño
tiene cada noche el sueño opuesto, es decir, los unos a los otros. Aceptar que el otro no sea
que está preso y vive penado en la cárcel. yo, que posea caminos propios y, al mismo
¿Quién será más feliz de los dos?” Y la respues- tiempo, no aceptar la separación: intentar vivir a
ta: “En invierno el preso, en verano el rey”. dos.
Bernardo Atxaga. “El hombre solo”. Ediciones B. Schopenhauer
133. PROBAR POR UNO MISMO 136. ¡QUÉ DIFÍCIL ES EL PERDÓN!
Una compañía internacional pidió a un comer- Érase un rey que tenía tres hijos. Poseía ade-
ciante indio que le proporcionara muestras de más muchas riquezas. Sobre todo un brillante
frutas, incluyendo variedades para elegir a dife- de valor extraordinario, admirado en el mundo
rentes precios. Siguiendo sus indicaciones, entero. ¿Para quién sería aquel brillante al re-
preparó cinco cajas separadas, indicando el partir la herencia? Su padre les sometió a una
comerciante a sus obreros que les colocaran las prueba. Sería para el que realizase la mayor
etiquetas. hazaña el día señalado... Al llegar la noche,
Lamentablemente, los embaladores confundie- cada uno relató los acontecimientos de la jorna-
ron las etiquetas, por lo cual los precios y las da.
calidades estaban mal indicados. Cuando los El mayor había dado muerte a un dragón que
importadores abrieron las cajas y probaron las sembraba el pánico por todo el reino. El segun-
de “calidad excelente”, lo que probaron fue en do venció a diez hombres bien armados con una
realidad la calidad ínfima. pequeña daga. El tercero dijo: “Salí esta maña-
Sin inmutarse, sin embargo, declararon que na y encontré a mi mayor enemigo durmiendo al
eran deliciosamente dulces, a pesar de lo ele- borde de un acantilado... y le dejé seguir dur-
vado del precio, que ellos estimaron excelente miendo”.
para aquella calidad. Decididamente harían un Entonces el rey se levantó de su trono, abrazó a
pedido grande. su hijo menor y le entregó el brillante.
Al probar la siguiente clase, que realmente eran Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
bastante mejores, pusieron gesto de desagrado dos”, p. 116
por lo ácido y convinieron en que la inferioridad
estaba reflejada en el precio, mucho menor.

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137. ¡QUÉ MÁS QUIERES! - Es muy sencillo. Jesús nos vino a mostrar, con
su vida, y a decirnos lo que Dios quiere de noso-
Un hombre se hallaba en el tejado de su casa tros: simplemente lo quiere todo.
durante unas inundaciones y el agua le llegaba Vidal Ayala. “La voz del bosque”. PS.
ya a los pies. Poco después, pasó un individuo
remando en una canoa, y le gritó: “¡Oiga! ¿Quie- 139. RAÍCES
re que le lleve a un sitio más alto?”.
Un niño que jugaba con otros niños lo vio pasar
“No, gracias”, replicó el hombre. “Tengo fe en el
y dejándolo todo se fue tras Él para escucharle.
Señor y Él me salvará.
Y el Maestro señalándolo decía:
Pasó el tiempo, y el agua le llegaba al hombre
- Mirad que para él, aquello que deja es tan
hasta la cintura. Entonces pasó por allí una
valioso como si vosotros dejarais vuestras casas
lancha de motor. “¿Quiere que le lleve a un sitio
y vuestras familias y todas vuestras posesiones.
más alto?”, gritó el que la llevaba.
Bienaventurados vosotros que podéis dejar
“No, gracias”, respondió el hombre. “Tengo fe en
porque tenéis y más bienaventurados aquellos
el Señor, y Él me salvará”.
que más tienen porque más pueden dejar.
Más tarde, cuando el nivel del agua llegaba ya
Envidia os tiene la montaña, que no puede dejar
al cuello del individuo, llegó un helicóptero.
de ser montaña para hacerse nube. Envidia os
“¡Cójase a la cuerda!”, gritó el piloto. “Yo le sub-
tiene el hermano árbol, que no puede ni por un
iré”.
instante dejar de ser árbol para hacerse águila.
“No, gracias”, respondió el hombre por tercera Y la hermana rosa, ¡cuánto daría por volar como
vez. “Tengo fe en el Señor, y Él me salvará”. una mariposa! Vosotros podéis dejar todo cuan-
Desconcertado, el piloto dejó a aquel hombre en to se os dio, para probaros.
el tejado, casi cubierto por las aguas. Después Y cuando guardáis, no hacéis sino alargar las
de haber pasado horas allí, el pobre hombre no pruebas, hasta atrofiaros, como se atrofian los
pudo resistir más, se ahogó, y fue a recibir su árboles viejos y echan raíces cada vez más
recompensa. profundas.
Mientras aguardaba ante las puertas del Paraí- Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”,
so, se halló frente al Creador, y se quejó de lo
ocurrido: “Señor, yo tenía total fe en que Tú me 140. RANA DEL POZO
salvarías, y me abandonaste. ¿Por qué?”.
En un pozo profundo vivía una colonia de ranas.
A lo cual replicó el Señor: “¿Qué mas quieres? Llevaban su vida, tenían sus costumbres, en-
¡Te mandé dos lanchas y un helicóptero”. contraban su alimento y croaban a gusto ha-
Johnny Hart ciendo resonar las paredes del pozo en toda su
profundidad. Protegidas por su mismo aisla-
138. ¿QUÉ PIDE DIOS DE MÍ? miento, vivían en paz, y sólo tenían que guar-
darse del pozal que, de vez en cuando, alguien
El viejo monasterio había sobrevivido a las di- echaba desde arriba para sacar agua del pozo.
versas vicisitudes y pruebas de su ya larga Daban la alarma en cuanto oían el ruido de la
historia. La fundación se remontaba a los tiem- polea, se sumergían bajo el agua o se apreta-
pos en que la comarca estaba deshabitada, por ban contra la pared, y allí esperaban, conte-
tratarse de un terreno abrupto de difícil acceso. niendo la respiración, hasta que el pozal lleno
El núcleo de la población actual nació a la som- de agua era izado otra vez y pasaba el peligro.
bra del monasterio y se mantenía vinculado a él.
Existía una mutua dependencia y complementa- Fue a una rana joven a quien se le ocurrió pen-
ción. En todo tiempo hubo jóvenes del pueblo sar que el pozal podría ser una oportunidad en
que abrazaban la vida monacal. Los monjes, a lugar de un peligro. Allá arriba se veía algo así
su vez, dedicaban generosos esfuerzos a culti- como una claraboya abierta, que cambiaba de
var el espíritu del pueblo. aspecto según fuera de día o de noche, y en la
que aparecían sombras y luces y formas y colo-
Había destacada, en estas tareas, un anciano res que hacían presentir que allí había algo
monje cuya larga vida de entrega a Dios y de nuevo digno de conocerse. Y, sobre todo, esta-
atención a los demás era objeto de admiración ba el rostro con trenzas de aquella figura bella y
común. Retirado de la actividad directa por su fugaz que aparecía por un momento sobre el
avanzada edad, aún era buscado por su don del brocal del pozo a arrojar el cubo y recobrarlo
consejo. todos los días en su cita sagrada y temida. Ha-
Hasta el venerado monje llegó un joven, atraído bía que conocer aquello.
por la fama de su ciencia y virtud. Cuando estu- La rana joven habló, y todas las demás se le
vo ante él, le expuso: echaron encima: “Eso nunca se ha hecho. Sería
- Deseo que me digas, con brevedad y sin pala- la destrucción de nuestra raza. El cielo nos
bras rebuscadas, qué es lo que Dios pide a castigará. Te perderás para siempre. Nosotras
cada uno; necesito saber qué quiere Dios de mí. hemos sido hechas para estar aquí, y aquí es
donde nos va bien y podemos ser felices. Fuera
Responde el monje:
del pozo no hay más que destrucción absoluta.

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Que nadie se atreva a violar las sabias leyes de Por tomarme


nuestros antepasados. ¿Es que una rana joven- las asquerosas medicinas: 14 pesetas.
zuela de hoy puede saber más que ellos? Total: 50 pesetas.
La rana esperó pacientemente la próxima baja- Había terminado de leer. Ella estaba tan tranqui-
da del pozal. Se colocó estratégicamente, dio un la moviendo su bolígrafo entre los dientes. Mien-
salto en el momento en que el pozal iba a ser tras la miraba, algo me hizo sentir una profunda
izado y subió en él ante al asombro y el horror pena. Y al mismo tiempo una serie de recuerdos
de la comunidad batracia. El consejo de ancia- se agolparon en mi mente. Tomando el bolígra-
nos excomulgó a la rana prófuga y prohibió que fo, di la vuelta al papel y comencé a escribir:
se hablara de ella. Había que salvaguardar la Por nueve meses
seguridad del pozo. que duró tu gestación: REGALO.
Pasaron los meses sin que nadie hablara de ella Por ese parto
y nadie se olvidara de ella, cuando un buen día que ahora dicen sin dolor: REGALO.
se oyó un croar familiar sobre el brocal del pozo, Por las lágrimas
se agruparon abajo las curiosas y vieron recor- que pude derramar: REGALO.
tada contra el cielo la silueta conocida de la rana Por mis horas
aventurera. A su lado apareció la silueta de otra de desvelo e inquietud: REGALO.
rana, y a su alrededor se agruparon siete pe- Por los gastos
queños renacuajos. de colegio y de profesor: REGALO.
Por los objetos
Todas miraban sin atreverse a decir nada, que rompiste de valor: REGALO.
cuando la rana habló: “Aquí arriba se está ma- Por la ropa
ravillosamente. Hay agua que se mueve, no que te compro sin cesar: REGALO.
como allá abajo, y unas fibras verdes y suaves Por los chicles,
que salen del suelo y entre las que da gusto golosinas y demás: REGALO.
moverse, y donde hay muchos bichos pequeños Después de leer mi mensaje, tenía lagrimas en
muy sabrosos y variados, y cada día se puede los ojos. Me abrazó muy fuerte y me dijo: “Ma-
comer algo diferente. Y luego hay muchas ranas má, te quiero mucho”. Tomó el papel en mis
de muchos tipos distintos, y son muy buenas, y manos y en grandes letras escribió: REGALO.
yo me he casado con ésta que está aquí a mi
lado, y tenemos siete hijos y somos muy felices. Regalo, regalo nada más, hija mía. Mi suma de
Y aquí hay sitio para todas, porque esto es muy amor te quiero regalar. Yo nunca me fijo en la
grande y nunca se acaba de ver lo que hay allá suma. ¡Qué más da!
lejos”.
142. REGATEAR POR LA VIDA
De abajo, las fuerzas del orden advirtieron a la
rana que, si bajaba, sería ejecutada por alta En sus años jóvenes, el Maestro había viajado
traición; y ella dijo que no pensaba bajar, y que por todo el mundo. Hallándose una vez en el
les deseaba a todas que lo pasaran bien, y se puerto de Sanghai, oyó un griterío cerca de su
marchó con su compañera y los siete renacua- barco. Al mirar hacia allá, vio cómo un hombre,
jos. inclinado sobre la borda de un junco cercano,
sujetaba por la coleta a otro hombre que se
Abajo en el pozo hubo mucho revuelo, y hubo
debatía frenéticamente en el agua.
algunas ranas que quisieron comentar la pro-
puesta, pero las autoridades las acallaron en El del junco sumergía al otro de vez en cuando
seguida, y la vida volvió a la normalidad de en el agua y lo volvía a sacar. Luego discutían
siempre en el fondo del pozo. ambos durante un minuto, o algo así, hasta la
siguiente zambullida.
Al día siguiente, por la mañana, la niña de las
trenzas rubias se quedó asombrada cuando, al El Maestro llamó entonces al grumete y le pre-
sacar el cubo con agua del pozo, vio que estaba guntó de qué discutían. El muchacho sonrió y
lleno de ranas dijo: “No discuten, señor. El del junco le pide al
otro sesenta yuans por no ahogarle, y éste sólo
Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”
le ofrece cuarenta”.
141. REGALO, NADA MÁS Tras las lógicas risas de los discípulos, el Maes-
tro dijo: “¿Hay uno solo de vosotros que no ande
Ayer me encontraba en la cocina preparando la regateando con la única Vida que hay?”. Y todos
cena. Entró mi hija mayor. Me dio un papel es- guardaron silencio.
crito. Apartando la comida del fuego y tomando
el papel entre mis manos comencé a leer: Anthony de Mello. “Un minuto para el absurdo”.
“Por haberme lavado los dientes 143. SALVAR A UNO
toda la semana: 7 pesetas.
Por ir a comprar el pan: 3 pesetas. - Con lograr salvar a un solo muchacho en esta
Por traer el pan y la gaseosa: 4 pesetas. institución ya habrán quedado justificados los
Por cuidar el hermanito gastos y esfuerzos que se invierten en una
cuando saliste con papá al cine: 15 pesetas. institución de este tipo - dijo un experto educa-
Por ir a buscar las quinielas: 7 pesetas. dor en el momento de inaugurar un reformatorio.

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Posteriormente, un miembro de la junta directiva La deliciosa viejecita les respondió: “Me reveló
le dijo: que, incluso los que aparentan seguridad, todos
- ¿No ha estado usted ligeramente exagerado? tienen necesidad de mí”.
¿Cree de veras que el salvar a un solo mucha- Herminio Otero
cho justificaría todos los gastos y esfuerzos? Narraciones para la catequesis
- ¡Si se tratara de mi hijo, sí! - fue la respuesta. 146. EL SECRETO DEL PARAÍSO
Antohny Mello. “La oración de la rana. 2”, p. 30 Un samurai fuerte y corpulento fue a visitar a un
pequeño monje: “Enséñame en qué consiste el
144. SANTO Y PECADOR cielo y el infierno”.
El maestro le pide al discípulo: “Encuéntrame un El monje alzó los ojos para contemplar al impo-
santo. recorre toda la tierra y sus continentes, nente guerrero y le respondió con enorme des-
busca en rincones y cuevas si es necesario; precio: “¿Enseñarte a ti en qué consiste el cielo
tómate todo el tiempo que haga falta, pero al y el infierno? En verdad que no me sería posible
final trae a un verdadero santo a mi presencia”. enseñarte nada. Eres puerco y hediondo, eres
El discípulo parte, busca, tarda en volver y, al una vergüenza, un flagelo para la casta los
fin, regresa solo. Y explica: “No lo encontré. Vi a samurais. Apártate de mi vista, no puedo sopor-
grandes ascetas, pero me parecían cerrados en tarte”.
sí mismos; observé a quienes servían heroica- El samurai montó en cólera. Comenzó a tem-
mente al prójimo, pero percibí una sombra de blar, el rostro encendido de rabia. no lograba
vanidad en sus acciones; admiré oraciones decir una palabra. Desenvainó la espada y la
encendidas, pero noté que e fervor no duraba puso en alto, dispuesto a acabar con la vida del
en su firmeza. Ninguno me satisfizo del todo”. monje.
El Maestro cambia su mandato: “Búscame un - Eso es el infierno - murmuró el monje.
pecador y tráelo a mi presencia”.
El samurai estaba confundido. ¡Cuánta compa-
El discípulo parte... y regresa nuevamente solo: sión y rendimiento en este hombrecillo que
“No encontré a un verdadero pecador. Unos había ofrecido la propia vida para darle esa
hacían el mal, pero era por debilidad, no por enseñanza, para demostrarle lo que es el infier-
maldad; otros no sabían lo que hacían; y otros no! Lentamente bajó la espada, lleno de gratitud
hacían el mal creyendo que hacían el bien”. y de una paz inesperada.
El Maestro concluye: “Y tú, ¿qué eres?” - Y eso es el cielo - murmuró el monje.
Hay tanto de bueno en el peor y tanto de malo Bruno Ferrero. “La silla vacía...”, p. 34
en el mejor que es absurdo condenar a nadie.
Carlos García Vallés 147. SENDA ESTRECHA
En cierta ocasión previno Dios al pueblo de un
145. EL SECRETO DE LA FELICI- terremoto que habría de tragarse las aguas de
DAD toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a
Una niña caminaba por el bosque cuando vio las desaparecidas habrían de enloquecer a todo
una mariposa atrapada entre las zarzas. Con el mundo.
sumo cuidado para no romperle las alas, la Tan sólo el profeta se tomó en serio a Dios.
liberó. Transportó hasta la cueva de su montaña enor-
La mariposa, después de volar un rato, regresó mes recipientes de agua, de modo que no hu-
y, de improviso, se transformó en una preciosa biera de faltarle el líquido elemento en los días
hada que le dijo: “Para agradecer tu bondad, de su vida.
escucharé tu mayor deseo”. Y efectivamente, se produjo el terremoto, des-
La niña reflexionó un instante y después res- aparecieron las aguas y una nueva agua llenó
pondió: “Quiero ser feliz”. los arroyos y los lagos y los ríos y los estan-
ques. Algunos meses más tarde bajó el profeta
Entonces el hada se inclinó sobre ella, le susu- de su montaña a ver lo que había ocurrido. Y
rró algo al oído y desapareció. era verdad: todo el mundo se había vuelto loco y
La niña se convirtió en mujer y nadie en todo el le atacaba a él y no quería tener nada que ver
país era más feliz que ella. Cuando le pregunta- con él. Y hasta se convenció de que era él el
ban el secreto de su alegría, se limitaba a sonre- que estaba loco.
ír y decía: “He seguido el consejo de una buena Así pues, el profeta regresó a su cueva de la
hada”. montaña, contento por haber tenido la precau-
Pasaron los años y la niña se hizo vieja, pero ción de guardar agua. Pero, a medida que
era siempre la más dulce y feliz viejecita del transcurría el tiempo, la soledad se le hacía
país. Sus vecinos, y también sus nietos, temían insoportable. Anhelaba tener compañía humana.
que pudiese morir con ella el secreto de su De modo que descendió de nuevo a la llanura.
felicidad. Le pidieron: “Revélanos qué te dijo el Pero nuevamente fue rechazado por la gente,
hada”. tan diferente de él.

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Entonces el profeta tomó su decisión: Tiró el que no existe castigo más doloroso que el tra-
agua que había guardado, bebió del agua nueva bajo inútil y sin esperanza ninguna... Ver todo
y se unió a sus semejantes en la locura. el esfuerzo en tensión para elevar la enorme
Cuando buscas la Verdad, vas solo. La senda piedra, hacerla rodar y ayudarla a vencer la
es demasiado estrecha para llevar compañía. fuerza de gravedad de una pendiente, cien
Pero, ¿quién puede soportar semejante sole- veces bajada y subida; ver el rostro crispado
dad? con la mejilla pegada contra la piedra...

Anthony de Mello. “El canto del pájaro”, p. 120 Y al final de cada largo esfuerzo, medido por
el cielo y el tiempo sin profundidad, tener la
148. LOS SENDEROS DE LA LUZ esperanza de lograr la meta. Una vez allí,
Sísifo ve la piedra descender de nuevo, rápida-
Un día, al atardecer, un campesino se sentó a la mente, en unos instantes, hacia ese mundo
puerta de su casa a tomar el fresco, Por ahí inferior de donde es necesario elevarla otra vez
pasaba el camino en dirección al cercano pue- hacia las cimas. Vuelta a descender a las llanu-
blo. ras. Esa misma lucha hacia las cumbres basta
Pasó un hombre, que al divisar al campesino para llenar un corazón de hombre. Pensemos
sentado, pensó para sí: “Este hombre es un que Sísifo era dichoso.
perezoso. No trabaja y se pasa el día sin hacer Nota.- La acción tiene valor en sí. Es lo que
nada sentado a su puerta”. Y siguió de largo. exalta el mito. Permite al hombre la satisfacción
Luego pasó otro caminante en dirección al pue- de desarrollarse. Pero le falta algo muy humano:
blo, y al ver al campesino sentado, pensó para saber por qué lucha.
sí: “Ese hombre es un mujeriego. Está todo el
día sentado junto al camino para ver pasar a las 151. SOLIDARIDAD
muchachas y alternar con ellas”. Y siguió de Estaba un día Diógenes plantado en la esquina
largo. de una calle riendo como un loco.
Pasó otro viajero en dirección al pueblo, y al ver “¿De qué te ríes?”, preguntó un transeúnte.
al campesino sentado a su puerta, pensó para
sí: “Este hombre es muy trabajador. Ha trabaja- “De lo necio que es el comportamiento humano”,
do duro todo el día, y ahora, al caer la tarde, se respondió.
toma un merecido descanso”. Y siguió su cami- “¿Ves esa piedra que hay en medio de la calle?
no. Desde que llegué esta mañana diez personas
Enseñanza de la parábola: en realidad no po- han tropezado con ella y la han maldecido, pero
demos decir mucho del carácter y costumbres ninguna de ellas se ha tomado lo molestia de
del campesino que se sentó a la puerta de su retirarla para que no tropezaran otros con ella”.
casa. Pero sí podemos decir algo de los tres Raúl Berzosa, “Parábolas para una nueva evan-
hombres que pasaron por el camino: del primero gelización”, p. 109
podemos decir que era un perezoso, del segun-
do que era un mujeriego y del tercero que era 152. EL SUFRIMIENTO
un hombre muy trabajador.
Un discípulo preguntó al maestro:
De un apotegma de los Padres
- ¿Por qué los buenos sufren más que los ma-
149. LA SERPIENTE Y LA ABEJA los?.
El maestro respondió:
Iba una abeja volando por un campo lleno de
flores y arbustos, se paró en uno de ellos y - Una vez un ciudadano tenía dos vacas, una
extrajo miel. Pasaba por allí una serpiente y se robusta y otra débil. ¿A cuál puso el yugo?
acercó al mismo arbusto, mordió el tronco y - Ciertamente a la fuerte, respondió el discípulo.
sacó veneno.
Concluyó el maestro:
Esto me hizo pensar que, de un libro lleno de
- Así hace el Misericordioso: para que el mundo
ciencia leído por dos personas, una mala y la
siga adelante, pone el yugo a los buenos.
otra buena, pueden sacar la buena miel, es
decir lo bueno del libro, y la mala el veneno. Anónimo judío. “Parábolas para una nueva
evangelización”, p. 73
De lo que se deduce que todo depende de las
buenas o las malas intenciones con que se 153. EL TALISMÁN
miran y hacen las cosas. O dicho de otro modo:
el malo lo malo ve, y el bueno ve lo bueno. En premio a sus servicios al maestro, el joven
Alfonso Francia. “Educar con fábulas”, p. 86 recibió un talismán con el que podría lograr todo
lo que desease. Sólo tenía que tener cuidado de
150. SÍSIFO cumplir con las condiciones que imponía su uso.
Podía usarse sólo para algo importante, algo
Los dioses habían condenado a Sísifo a que no hiciera daño a nadie sino bien a todos, y
hacer rodar una roca hasta la cima de una algo que él no pudiera obtener por sus propias
montaña, llegada a la cual, la piedra volvía a
caer por su propio peso. Pensaron, y con razón,
Textos para orar y reflexionar 38
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fuerzas. Con esas condiciones quedaba garanti- había convertido en uno de los hombres más
zada la fuerza del talismán y el efecto inmediato. ricos de la aldea.
El joven lo guardó celosamente y esperó la Años más tarde, acertó a pasar por allí el gurú,
ocasión de usarlo. Pensó en dinero, pero eso lo que se sorprendió al ver una suntuosa mansión
podía ir consiguiendo él mismo poco a poco; donde antes se alzaba la cabaña. Entonces le
pensó en el amor de una joven, pero compren- preguntó a uno de los sirvientes: “¿No vivía aquí
dió que era mucho más noble ganarle el cora- un discípulo mío?”
zón con su propia bondad y cariño; pensó en Y antes de que obtuviera respuesta, salió de la
viajar por todo el mundo, pero supo que también casa el propio discípulo. “¿Qué significa todo
eso entraba dentro de sus propias fuerzas si esto, hijo mío?”, preguntó el gurú.
realmente lo deseaba.
“No va usted a creerlo, señor”, respondió éste,
Al fin cayó descubrió el verdadero mensaje del “pero no encontré otro modo de conservar mi
talismán. Hacerle caer en la cuenta de lo que taparrabos”.
verdaderamente deseaba y hacerle extremar
sus esfuerzos pues, bien pensado, siempre Así crecen las organizaciones espirituales.
estaba a su alcance lo que realmente deseaba, Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
y era mucho más satisfactorio lograrlo con su tomo)”, p. 110
propio esfuerzo que no con la magia de un ta-
lismán extraño. El talismán tenía su fuerza en no 155. EL TAPIZ MARAVILLOSO
ser usado. En hacer reflexionar ante cada crisis.
En sacar a flote las fuerzas ocultas que siempre Un buen hombre recibió una carta de un amigo.
son más de las que creemos tener. En entre- Le comunicaba que le iba a regalar un hermoso
garnos al máximo y hacer todo lo que está en tapiz. Era precioso, le decía, y hacía los mayo-
nuestra mano antes de pedir ayuda ajena. En res elogios del tapiz precioso que iba a recibir
descubrirnos a nosotros mismos. todo él bordado en oro, representaba primoro-
samente unas escenas bellísimas de cacería,
Por eso se trata de un talismán que todos los colores estaban perfectamente conseguidos.
hemos recibido. Ahora nos toca usarlo... sin Su valor, en una palabra, era incalculable.
usarlo.
A los pocos días llamaron a su puerta para en-
Carlos G. Vallés
tregarle el tapiz.
Vida Nueva nº 2051 de julio 1996
Lo desembaló a toda prisa, y al verlo, no pudo
154. EL TAPARRABOS menos de sentirse defraudado. Aquello no era
sino un montón de hilos mal distribuidos sin
Un gurú quedó tan impresionado por el progreso
formar dibujo alguno inteligible. Aquí y allá se
espiritual de su discípulo que, pensando que ya
veían nudos empalmados de cualquier manera.
no necesitaba ser guiado, le permitió independi-
Por ningún sitio veía aquellas maravillosas es-
zarse y ocupar una pequeña cabaña a la orilla
cenas de cacería de que le había hablado. ¿No
del río.
será fruto de la imaginación de mi amigo?, llegó
Cada mañana, después de efectuar sus ablu- a pensar. ¡Tantos elogios para tan poca cosa!
ciones, el discípulo ponía a secar su taparrabos,
De repente, y casi sin advertirlo, dio la vuelta al
que era su única posesión. Pero un día quedó
regalo y respiró aliviado. Desgraciadamente lo
consternado al comprobar que las ratas lo habí-
había estado mirando del revés. Ahora sí pudo
an hecho trizas. De manera que tuvo que men-
admirar los riquísimos matices de los colores,
digar entre los habitantes de la aldea para con-
las bellas escenas representadas... En fin, le
seguir otro. Cuando las ratas también destroza-
pareció que su amigo se había quedado corto
ron éste, decidió hacerse con un gato, con lo
en las alabanzas.
cual dejó de tener problemas con las ratas,
pero, además de mendigar para su propio sus- Así nos ocurre a nosotros con el dolor. Depende
tento, tuvo que hacerlo para conseguir leche de por dónde lo miremos. Mirado del lado de
para el gato. acá nos parece un sinsentido, un absurdo. Visto
desde los ojos de Dios puede convertirse en una
“Eso de mendigar es demasiado molesto”, pen-
ocasión maravillosa para encontrarnos con lo
só, “y demasiado oneroso para los habitantes de
mejor de nosotros mismos, con los demás y con
la aldea. Tendré que hacerme con una vaca”. Y
el mismo Dios.
cuando consiguió la vaca, tuvo que mendigar
para conseguir forraje. “Será mejor que cultive el Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar-
terreno que hay junto a la cabaña”, pensó en- dos”, p. 217
tonces. Pero también aquello demostró tener
sus inconvenientes, porque le dejaba poco 156. TE AYUDARÉ SIEMPRE ASÍ
tiempo para la meditación. De modo que empleó En el patio de recreo de un centro de recupera-
a unos peones que cultivaran la tierra por él. ción para poliomelíticos, un niño de siete años
Pero entonces se le presentó la necesidad de acaba de caer al suelo y lucha por levantarse.
vigilar a los peones, por lo que decidió casarse Los músculos de sus piernas están atrofiados y
con una mujer que hiciera esa tarea. Natural- agarrotados por la terrible enfermedad y se
mente, antes de que pasara mucho tiempo se retuerce en el suelo buscando una posición que

Textos para orar y reflexionar 39


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le permita utilizar las fuerzas intactas de sus 158. TODO ES RELIGIÓN


brazos, para poder incorporarse.
El educador pasa en esos momentos por allí y el Un predicador norteamericano preguntó al ca-
niño, al verlo, abandona el esfuerzo y le tiende marero de un restaurante de Pekín qué era la
la mano gritándole: “Levántame”. Pero el edu- religión para los chinos.
cador se le aproxima sonriendo y le responde: El camarero le hizo salir a la terraza y le pregun-
“No, Juanito, levántate tú”. El niño tiene un arre- tó: “¿Qué es lo que usted ve desde aquí, se-
bato de cólera, golpea el suelo con los puños, ñor?”
pero el educador no cede. Entonces, calmado “Veo una calle y unas casas, gente que pasea y
ya, reanuda su esfuerzo. Poco a poco, encuen- autobuses y taxis que circulan”.
tra una forma de equilibrio irguiéndose por atrás
y apoyándose en los brazos muy despacio, se “¿Y qué más?”
levanta y se mantiene de pie. Su cara se dilata “Árboles”.
en una inmensa alegría y arrojándose en brazos
“¿Qué más”
del educador le grita: “Tú no me has ayudado,
¿eh? Tienes que decírselo a los demás... que tú “Está soplando el viento...”
no me has ayudado, que lo he hecho yo solo”. El chino extendió sus brazos y exclamó: “¡Eso
Pero después, un poquito después reflexiona un es la religión, señor!”
poco y añade: “Sí, a pesar de todo, tú me has
ayudado...”. El otro le responde: “Te ayudaré ¡Lo buscas como quien busca la visión con los
siempre así”. ojos abiertos! Es tan evidente que es difícil bus-
carlo.
Jean Le Du
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
157. TE HICE A TI tomo)”, p. 102

Un hombre que paseaba por el bosque vio a un 159. TONELADA DE ARROZ


zorro que había perdido sus patas, por lo que el
hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. “Una mujer que deseaba vivamente encontrar la
Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una paz en medio de sus quehaceres domésticos de
presa en su boca. El tigre ya se había hartado y esposa y madre, acudió al sabio Yang Zhu y le
dejó el resto de la carne para el zorro. rogó le instruyera lo más rápidamente posible
para alcanzar la iluminación enseguida y poder
Al día siguiente, Dios volvió a alimentar al zorro volver a su hogar con el ánimo ecuánime, ya
por medio del mismo tigre. que tenía plena fe en que, una vez liberada su
En hombre comenzó a maravillarse de la gran mente de la ilusión que es la vida, podría dedi-
bondad de Dios y se dijo: carse plenamente a sus deberes sin que éstos
turbaran en manera alguna su espíritu. sabía
- Voy también yo a quedarme en un rincón,
que esto era así, y estaba dispuesta a hacer
confiando en el Señor, y Éste me dará cuanto
todo lo que se le dijera para llegar a la liberación
necesito.
interior en el breve tiempo de que disponía.
Así lo hizo durante muchos días. Pero no suce-
El sabio respondió: “Genuino es tu deseo, y ésa
día nada. El pobre hombre estaba casi a las
es la primera gran condición para alcanzar el
puertas de la muerte cuando oyó una voz que le
fruto del espíritu. Pero también hace falta cierta
decía:
instrucción y ciertas prácticas que puedo ir en-
- Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre señándote poco a poco en ratos breves, según
los ojos a la verdad. Sigue el ejemplo del tigre y tengas tiempo para venir a verme. Junto con el
deja de imitar al pobre zorro mutilado. gran deseo, la gran paciencia es también requi-
Luego, el hombre vio a una niña aterida y tiri- sito indispensable para la iluminación. Me has
tando de frío dentro de un ligero vestido y con dicho que tienes un hijo. En toda su vida tu hijo
pocas perspectivas de conseguir una comida llegará a comerse una tonelada de arroz. Pero
decente. Se encolerizó y le dijo a Dios: ¿qué pasaría si le haces comerse todo ese
arroz de una vez? No le haría bien, sino daño.
- ¿Por qué permites estas cosas? ¿Por qué no Aprende a tener gran deseo y ninguna prisa.
haces nada para solucionarlo? Vuelve aquí cuando lo desees”.
Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero Carlos García Valles. “Salió el sembrador...”
aquella noche, de improviso, le respondió:
- Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a 160. UNO DE VOSOTROS ES EL
ti. MESÍAS
Manuel Sánchez Monge. “Parábolas como dar- El gurú, que se hallaba meditando en su cueva
dos”, p. 191 del Himalaya, abrió los ojos y descubrió, senta-
do frente a él, a un inesperado visitante: el abad
de un célebre monasterio.
“¿Qué deseas?”, le preguntó el gurú.

Textos para orar y reflexionar 40


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El abad le contó una triste historia. En otro tiem- que resultaba imposible distinguir al original de
po, su monasterio había sido famoso en todo el la reproducción. Un día se enteró de que anda-
mundo occidental, sus celdas estaban llenas de ba buscándole el Ángel de la Muerte, y entonces
jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el hizo doce copias de sí mismo. El ángel no sabía
armonioso canto de sus monjes. Pero habían cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que
llegado malos tiempos: la gente ya no acudía al tenía ante sí era el científico, de modo que los
monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha dejó a todos en paz y regresó al cielo.
de jóvenes candidatos había cesado y la iglesia Pero no por mucho tiempo, porque, como era un
se hallaba silenciosa. Sólo quedaban unos po- experto en la naturaleza humana, se le ocurrió
cos monjes que cumplían triste y rutinariamente una ingeniosa estratagema. Regresó de nuevo y
sus obligaciones. Lo que el abad quería saber dijo: “Debe ser usted un genio, señor, para ha-
era lo siguiente: “¿Hemos cometido algún peca- ber logrado tan perfectas reproducciones de sí
do para que el monasterio se vea en esta situa- mismo. Sin embargo, he descubierto que su
ción?” obra tiene un defecto, un único y minúsculo
“Sí”, respondió el gurú, “un pecado de ignoran- defecto”.
cia”. El científico pegó un salto y gritó: “¡Imposible!
“¿Y qué pecado puede ser éste?” ¿Dónde está el defecto?”
“Uno de vosotros es el Mesías disfrazado, y “Justamente aquí”, respondió el ángel mientras
vosotros no lo sabéis”. Y dicho esto, el gurú tomaba al científico de entre sus reproducciones
cerró sus ojos y volvió a su meditación. y se lo llevaba consigo.
Durante el penoso viaje de regreso a su monas- Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º
terio, el abad sentía cómo su corazón se desbo- tomo)”, p. 185
caba al pensar que el Mesías había vuelto a la
tierra y había ido a parar justamente a su mo- 162. LA VECINA DESALIÑADA
nasterio. ¿Cómo no había sido él capaz de
Una mujer se quejaba ante una amiga que
reconocerle? ¿Y quién podría ser? ¿Acaso el
había ido a verla de lo desaliñada y poco cuida-
hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El
dosa que era una vecina suya. “¡Tendrías que
hermano administrador? ¿O sería él, el hermano
ver cómo lleva de sucios a los niños... y cómo
prior? ¡No, él no! Por desgracia, él tenía dema-
tiene la casa! Es una auténtica desgracia tener
siados defectos...
que vivir con semejante vecindario... Echa una
Pero resulta que el gurú había hablado de un mirada a la ropa que tiene tendida en el patio:
Mesías “disfrazado”... ¿No serían aquellos de- fíjate en las manchas negras que tienen esas
fectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos sábanas y esas toallas...”
en el monasterio tenían defectos... ¡y uno de
La amiga se acercó a la ventana, miró hacia
ellos tenía que ser el Mesías!
afuera y dijo: “A mí me parece que esa ropa
Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes está perfectamente limpia, querida. Lo que tiene
y les contó lo que había averiguado. Los monjes manchas son tus cristales”.
se miraban incrédulos unos a otros: ¿el Mesí-
Anthony de Mello. “La oración de la rana (2º
as... aquí? ¡Increíble! Claro, que si estaba dis-
tomo)”, p. 154
frazado... entonces, tal vez... ¿Podría ser éste...
o aquél? 163. EL VENDEDOR DE GLOBOS
Una cosa era cierta: si el Mesías estaba allí
disfrazado, no era probable que pudieran reco- Un niño negro contemplaba extasiado al vende-
nocerle. De modo que empezaron todos a tra- dor de globos en la feria, el cual era, evidente-
tarse con respeto y consideración. “Nunca se mente un excelente vendedor: en un determina-
sabe”, pensaba cada cual para sí cuando trata- do momento soltó un globo rojo, que se elevó
ba con otro monje, “tal vez sea éste...” por los aires, atrayendo a una multitud de posi-
bles clientes. Luego soltó un globo azul, des-
El resultado fue que el monasterio recobró su pués uno amarillo, a continuación un globo
antiguo ambiente de gozo desbordante. Pronto blanco. Todos ellos remontaron el vuelo hacia el
volvieron a acudir docenas de candidatos pi- cielo hasta que desaparecieron.
diendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia
volvió a escucharse el jubiloso canto de los El niño negro, sin embargo, no dejaba de mirar
monjes, radiante del espíritu de Amor. un globo negro que el vendedor no soltaba en
ningún momento. Finalmente le preguntó: “Se-
¿De qué sirve tener ojos si el corazón está cie- ñor, si soltara usted el globo negro, ¿subiría tan
go? alto como los demás?”
Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º El vendedor sonrió compasivamente al niño,
tomo)”, p. 58 soltó el cordel que tenía sujeto el globo negro y,
mientras éste se elevaba hacia lo alto, dijo: “No
161. LA VANIDAD es el color lo que hace subir, hijo. Es lo que hay
Érase una vez un científico que descubrió el arte dentro”.
de reproducirse a sí mismo tan perfectamente

Textos para orar y reflexionar 41


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164. VER AL CREADOR cometieron el error garrafal de que todos los


animales habían de seguir todos los cursos.
Un filósofo dijo a un anacoreta: El conejo se comportó magníficamente en la
- Hazme ver tu Dios. carrera; ningún otro podía correr como él. Pero
El anacoreta respondió: se dijeron que enseñar a volar era algo positivo,
intelectual y emocionalmente. Por tanto, se
- Alza los ojos y mira al cielo: Dios está allí. empeñaron en que el conejo aprendiese a volar.
El filósofo alzó los ojos y resultó deslumbrado Le pusieron sobre una rama y exclamaron:
por la luz del sol. “Vuela, conejo”. Y el pobre animal saltó al vacío
y se rompió la pata. Como consecuencia de la
Entonces el anacoreta contestó:
caída ni siquiera pudo ya correr bien. En vez de
Tú me pides ver a Dios y no eres capaz siquiera sobresaliente en carrera, sólo obtuvo un apro-
de soportar el resplandor de una criatura suya. bado, y en vuelo le suspendieron. El comité de
Anónimo judío. estudios seguía entusiasmado.
Con el pájaro ocurrió algo parecido: volaba a su
165. LA VERDAD OS HARÁ LI- antojo, por lo que era candidato seguro al so-
BRES bresaliente. Pero quisieron que el pájaro exca-
vara agujeros como el topo. Naturalmente se
Un joven se lanzó en busca de la Verdad. De- quebró las alas y el pico, por lo que no pudo ya
seaba encontrarla costase lo que costase y volar satisfactoriamente.
estuviese donde estuviese. Donde preguntaba,
siempre le decían que más allá, que más arriba, F. Basaglia. “Vivir, amar y aprender”.
que más lejos. Atravesó desiertos, cruzó ríos,
escaló montañas. Y por fin, en un pico del Hima- 167. VERÉIS LO QUE SOIS
laya, en una cueva escondida, entre hielos y Un pajarillo me dijo un día: “He volado y volado
nieves, encontró a la Verdad. Era una anciana buscando las alas que me hacen volar y la fuer-
decrépita con un solo diente en la boca, rostro za que me mueve, y no la encuentro”.
con más arrugas que piel, y lacios cabellos
blancos sobre sus hombros. Pero era la Verdad, Y yo respondí: “Hermano mío, también el hom-
y su voz clara y firme daba testimonio a su sa- bre anda buscando su camino y la fuerza que lo
ber de todo lo que había sucedido desde el hace andar y no se da cuenta que es “él mis-
principio del mundo. mo”.

El joven comenzó a preguntarle sobre todas las Y una palmera que nos escuchaba dijo: “Dejaos
dudas que tenía, que eran muchas; y a todas de filosofar y tomad mi ejemplo. Cada ser es lo
contestó la Verdad con certeza indudable. Le que da. Mirad lo que dais y veréis lo que sois”.
preguntó si los gobernantes decían la verdad. Y después miré hacia arriba y vi que muchos
(No). Si su mujer le engañaba. (Lo mismo que él pajarillos dormían en su seno.
a ella). Si el pelo de su vecino era postizo. (Sí). Cayetano Arroyo. “Diálogos con Abul-Beka”
Si los quitamanchas quitan las manchas de
verdad. (No). Y así siguió preguntando sobre 168. LA ZANAHORIA ES MÍA
todo lo que se le ocurrió preguntar, y recibió
siempre la respuesta definitiva y clara a cada Una anciana falleció y fue llevada por lo ángeles
pregunta. Durante un año y medio estuvo pre- ante el Tribunal. Pero, al examinar su historial,
guntando, hasta que se le acabaron las pregun- el Juez descubrió que aquella mujer no había
tas y se dispuso a despedirse. Preguntó a la realizado un solo acto de caridad, a excepción
dama: “¿Y deseáis que les diga de vos a los de cierta ocasión en que había dado una zana-
hombres y mujeres de allá abajo?” A lo cual ella horia a un mendigo famélico.
sonrió con viveza: “Decidles que soy joven y Sin embargo, es tan grande el valor de un sim-
hermosa”. Y sonrió con su único diente. ¡La ple acto de amor que se decretó que la mujer
Verdad miente! ¡Oh liberación de liberaciones! fuera llevada al cielo por el poder de aquella
Carlos G. Vallés zanahoria. Se llevó la zanahoria al tribunal y le
Vida Nueva nº 2.083 de marzo del 97 fue entregada a la mujer. En el momento en que
ella tomó en su mano la zanahoria, ésta empezó
166. VERDADERA ESCUELA a subir como si una cuerda invisible tirara de
Un conejo, un pájaro, un pez, una ardilla, un ella. llevándose consigo a la mujer hacia el cielo.
pato y otros animales, decidieron fundar una Entonces apareció un mendigo, el cual se aga-
escuela. Todos se pusieron a discutir qué es lo rró a la orla del vestido de la mujer y fue elevado
que se debía enseñar. El conejo insistía en que junto con ella; una tercera persona se agarró al
la carrera debía figurar como asignatura. Lo pie del mendigo y también se vio transportado.
mismo hizo el pájaro con el vuelo, el pez con la Pronto se formó una larga hilera de personas
natación y la ardilla con la trepa de árboles. que eran llevadas al cielo por aquella zanahoria.
Todos los demás animales querían también que Y, por extraño que pueda parecer, la mujer no
sus respectivas especialidades constasen en el sentía el peso de todas aquellas personas que
repertorio de disciplinas. Hecho de este modo,

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ascendían con ella; y además, como ella no El diálogo insistente retrasa al viajero. ¿A dónde
dejaba de mirar al cielo, ni siquiera las veía. vas? ¿Cuál es la meta? ¿Cuándo llegarás?
Siguieron subiendo y subiendo, hasta llegar ¿Cuándo volverás? Quien se para a responder
prácticamente a las puertas del cielo. Entonces estas preguntas se envuelve en la duda y se le
la mujer miró para abajo, para echar una última paraliza el caballo. Es decir, se le paraliza la
ojeada a la tierra, y vio toda aquella hilera de mente. Por tener que detallar a dónde llegar le
personas detrás de ella. resulta por fin imposible el partir. Las garantías
matan la aventura. La seguridad ahoga el entu-
Aquello la indignó y, haciendo un imperioso siasmo. La necesidad de la certeza no permite
ademán con su mano, gritó: “¡Fuera! ¡Fuera desplegar las alas de la posibilidad. La tiranía
todos de aquí! ¡Esta zanahoria es mía! del fin anula los medios.
Pero, al hacer aquel imperioso gesto, soltó la El criado del establo no había oído la trompeta.
zanahoria por un momento... y se precipitó con
todos hacia abajo. Carlos G. Vallés. Vida nueva nº 2103 de sep-
tiembre 97
Hay un solo motivo de todos los males de la
tierra: “¡Esto me pertenece!”. 171. ESTAR UNIDOS
Anthony de Mello. “La oración de la rana (1º Los hijos de un labrador estaban peleados.
tomo)”, p. 187 Éste, a pesar de sus muchas recomendaciones,
no conseguía con sus argumentos hacerles
169. LA ENCINA INÚTIL cambiar de actitud. Decidió que había que con-
Érase una vez un carpintero que caminaba por seguirlo con la práctica. Les exhortó a que le
el monte con uno de sus aprendices. Les llamó trajeran un haz de varas. Cuando hicieron lo
la atención una gran encina, rugosa, enorme, ordenado, les entregó primero las varas juntas y
añosa, espléndida. Y el carpintero preguntó al mandó que las partieran. Aunque se esforzaron
aprendiz: no pudieron; a continuación, desató el haz y les
dio las varas una a una. Al poderlas romper así
- ¿Sabes por qué este árbol es grande, tan
fácilmente dijo: “Pues bien, hijos, también voso-
rugoso, tan añoso y espléndido?
tros, si conseguís tener armonía seréis invenci-
- No lo sé. ¿Por qué? bles ante vuestros enemigos, pero si os peleáis,
- Porque es inútil, respondió el carpintero. Si la seréis una presa fácil”.
encina hubiese sido útil ya hace tiempo que la Esopo
hubieran cortado para hacer mesas y sillas. Por
el hecho de ser inutilizable ha podido ser tan 172. SOLIDARIDAD CON EL FU-
grande y hermosa que uno puede sentarse y TURO
descansar a su sombra.
El sultán sale una mañana rodeado de su fas-
Misión Abierta nº 6 de junio del 97 tuosa corte. Al poco de salir encuentran a un
campesino que planta afanoso una palmera. El
170. PARTIR ES LLEGAR
sultán se detiene al verlo y le pregunta asom-
Un cuento de Frank Kafka: brado:
“Ordené que trajeran mi caballo del establo. El - Anciano, plantas esta palmera y no sabes
criado no me entendió, así que fui yo mismo. quién comerá su fruto... Muchos años necesita
Ensillé el caballo y lo monté. A la distancia oí el para que madure y tu vida se acerca a su térmi-
sonido de una trompeta y pregunté al mozo su no.
significado. Él no sabía nada; no había oído El anciano lo mira bondadosamente y luego le
sonido alguno. En el portón me detuvo y me contesta:
preguntó: “¿Hacia dónde cabalga, señor?” – “No
lo sé”, respondí, “sólo quiero partir”. – “¿Enton- - ¡Oh, sultán! Plantaron y comimos; plantemos
ces conoce usted la meta?”, preguntó él. – “Sí”, para que coman.
contesté, “ya te lo he dicho. Partir es mi meta”. El sultán se admira de tan grande generosidad y
Partir es la meta. El futuro es el presente. El le entrega cien monedas de plata, que el ancia-
sonido de la trompeta ha llegado al oído, y en no toma haciendo una reverencia, y luego dice:
eso no está todo. La esencia es partir. Dar el - ¿Has visto, oh rey, cuán pronto ha dado fruto
primer paso. Abrir el establo. Montar en el caba- la palmera?
llo. Si nos paramos a preguntar, no saldremos
Más asombrado, el sultán, al ver cómo tiene
nunca. Y si nunca salimos, nunca llegaremos.
sabia salida para todo un hombre del campo, le
No hace falta mapas, ni itinerarios, ni brújulas.
entrega otras cien monedas.
Hace falta fe para salir de casa y alegría para
lanzarse al camino. La meta era salir. Ya hemos El ingenioso anciano las besa y luego contesta
salido. Ahora cada paso será otra meta, cada prontamente:
encrucijada será un comienzo, cada principio - ¡Oh, sultán!, lo más extraordinario de todo es
será un fin. Salir es llegar. que generalmente una palmera sólo da fruto una

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vez al año y la mía me ha dado dos en menos El marido llamó a su hijo, que todavía era un
de una hora. niño: “Baja al establo y dale a tu abuelo una
Maravillado está el sultán con esta nueva salida, manta de los caballos para que tenga con qué
ríe y exclama dirigiéndose a sus acompañantes: abrigarse”.

- Vamos pronto. Si estamos aquí un poco más El niño bajó al establo con su abuelo, escogió la
de tiempo este buen hombre se quedará con mi mejor manta, la dobló por la mitad y, haciendo el
bolsa a fuerza de ingenio. abuelo sostuviera uno de los extremos, comen-
zó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano
Carolina Toval tristemente le decía: “¿Qué haces, niño? Tu
padre te ha mandado que me la dieses entera.
173. EL CUERVO Y LA ZORRA Voy a quejarme a él”.
Un cuervo que había robado un trozo de carne “Haz como quieras”, contestó el muchacho.
se posó en un árbol. Y una zorra, que lo vio,
El abuelo salió del establo y, buscando a su hijo,
quiso adueñarse de la carne, se detuvo y co-
le dijo: “Mi nieto no ha cumplido tu orden: no me
menzó a exaltar sus proporciones y belleza, le
ha dado más que la mitad de una manta”.
dijo además que le sobraban méritos para ser el
rey de las aves y, sin duda, podría serlo si tuvie- El padre ordenó al muchacho: “Dásela por ente-
ra voz. Pero al querer demostrar la a la zorra ro”.
que tenía voz, dejó caer la carne y se puso a dar “No, por cierto”, contestó el rapaz. “La otra mitad
grandes graznidos. Aquélla se lanzó a arrebatar la guardo para dárosla a vosotros cuando yo
la carne y dijo: “Cuervo, si también tuvieras sea mayor y os arroje de mi casa”.
juicio, nada te faltaría para ser el rey de las
aves”. El padre, al oír esto, llamó al abuelo que ya se
marchaba: “¡Volved, padre mío! Os hago dueño
Esopo y señor de mi casa. No comeré un pedazo de
carne si que vos hayáis comido otro. Tendréis
174. EL PASTOR BROMISTA un buen aposento, un buen fuego, vestidos
Un pastor que llevaba su rebaño bastante lejos como los que yo llevo...”.
de la aldea, se dedicaba a hacer la siguiente Y el buen anciano lloró sobre la cabeza de su
broma: se ponía a gritar a los aldeanos diciendo hijo arrepentido.
que unos lobos atacaban a sus ovejas. Dos o
tres veces los de la aldea se asustaron y acudie- Carolina Toval
ron corriendo, volviéndose después burlados; 176. LA RESPONSABILIDAD ES
pero al final ocurrió que los lobos se presentaron
de verdad. Y mientras su rebaño era saqueado, DE TODOS
gritaba pidiendo auxilio, pero los de la aldea, Éste es un cuento sobre Gente llamada Todos,
sospechando que bromeaba según tenía como Alguien, Cualquiera y Nadie. Había que hacer
costumbre, no se preocuparon. Y así ocurrió un trabajo importante y Todos estaban seguros
que se quedó sin ovejas. de que Alguien lo iba a hacer. Cualquiera lo
La fábula muestra que los mentirosos sólo ga- podría haber hecho, pero Nadie lo hizo. Alguien
nan una cosa: no tener crédito aun cuando se enojó por esto, porque era el trabajo de To-
digan la verdad. dos. Cada uno pensó que Cualquiera lo podría
hacer, pero Nadie se enteró de que Todos no lo
Esopo
iban a hacer. Todos culparon a Alguien, cuando
175. LA MANTA Nadie hizo lo que Cualquiera podía haber he-
cho.
Un padre casó a su hijo y le donó toda su fortu-
na. Se quedó a vivir el padre con los recién 177. EL QUÉ DIRÁN
casados y así pasaron dos años al cabo de los
Érase una vez un viejo que tenía un burro al que
cuales nació un hijo del matrimonio.
quería vender. Un día él y su hijo, y el burro por
Fueron luego sucediéndose los años. El abuelo supuesto, fueron al mercado.
no podía ya andar sino apoyándose en su bas-
Alguien les increpó por el camino: “Qué tontos
tón y se sentía sucumbir bajo la aversión de la
sois, puesto que vais andando teniendo un
nuera. Ésta decía constantemente a su marido:
burro”.
“Me voy a morir pronto si tu padre continúa
viviendo con nosotros”. El padre dijo: “Es verdad, ya que tenemos un
burro, usémoslo mientras podamos”. Se subió
El marido fue donde su padre y le dijo: “Tienes
en él y el hijo agarró el ramal para seguir el
que irte. Ya te hemos mantenido durante mu-
camino.
chos años”.
“¿No te da vergüenza, viejo?”, le dijo alguien.
La respuesta del padre fue: “¡Que Dios te ben-
“Tú en burro mientras tu hijo tiene que caminar”.
diga, hijo mío! Me voy, pero al menos dame una
manta para abrigarme pues estoy muerto de El anciano se sonrojó, se bajó del burro y dijo a
frío”. su hijo: “Móntate un rato y yo sujetaré el ramal”.

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A continuación se encontraron con unas seño- descuidó el ponerse en carrera, se tiró al borde
ras que venían del mercado: “¿No te da ver- del camino y se durmió. Pero la tortuga, cons-
güenza? Un joven como tú montando en burro ciente de su propia lentitud, no cesó de correr, y
mientras tu anciano padre va andado. de este modo tomó la delantera de la liebre
La cara del joven se puso tan roja como la de su dormida y se llevó el premio del triunfo.
padre momentos antes. “Las señoras tienen La fábula muestra que muchas veces el esfuer-
razón, padre. Yo no debería ir descansando zo vence a la naturaleza descuidada.
mientras tú caminas”. Esopo
“¿Por qué no nos montamos los dos?”, dijo el
viejo. El burro siguió con los dos hombres sobre 180. MEJOR HACER ALGO QUE
él. LAMENTARSE
“¿No os da vergüenza?”, gritaron unos hombres Un anciano vivía en el norte de China. Su casa
que recogían heno en un campo cercano. “Dos miraba al sur, pero ante su puerta se alzaban
adultos encima de un pobre burro. ¿Cómo po- dos enormes montañas. Le cerraban el camino.
déis ser tan crueles?” El anciano y sus hijos se pusieron manos a la
El viejo y su hijo se bajaron rápidamente. “Ya sé obra: con pico y pala comenzaron a allanar las
lo que podemos hacer”, dijo el joven. “En lugar montañas.
de que el burro nos lleve, nosotros llevaremos al El vecino del anciano, moviendo la cabeza, dijo:
burro”. "¡Qué locos estáis! Es imposible allanar estas
Los hombres fueron recibidos a carcajadas de montañas".
burla mientras se esforzaban en llegar al mer- El anciano sonrió y luego dijo: "Cuando yo mue-
cado llevando al burro sobre sus hombros. ra, mis hijos continuarán. Cuando mueran mis
“Fíjate, dos hombres llevando un burro, cuando hijos continuarán mis nietos. Las montañas son
el burro está hecho para llevarlos a ellos”, grita- altas, pero ya no crecen. Nuestras fuerzas pue-
ba la gente a coro. den crecer. Con cada palada de tierra que qui-
tamos nos vamos acercando a la meta. Es me-
“Por intentar dar gusto a todos, dijo el viejo, no
jor hacer algo que lamentarse de que las mon-
hemos agradado a nadie. En el futuro seremos
tañas no nos dejan ver el sol".
nosotros los primeros en agradarnos”.
Y el anciano siguió cavando con ánimo inque-
365 cuentos para dormir
brantable.
178. LA NAVAJA Esto conmovió al mismo Dios. Y mandó a sus
mensajeros a la tierra para allanar las monta-
Un día la navaja, saliendo del mango que le
ñas.
servía de funda, se puso al sol y vio el sol refle-
jado en ella. Misión Abierta nº 9 de noviembre de 1997
Entonces se enorgulleció, dio vueltas a su pen- 181. HISTORIA UNIVERSAL
samiento y se dijo: “¿Volveré a la tienda de la
que acabo de salir? De ninguna manera. Los Al principio, la Tierra estaba totalmente desor-
dioses no pueden querer que tanta belleza de- ganizada. Hacerla habitable constituyó una
genere en usos tan bajos. Sería una locura hermosa tarea. Para atravesar ríos nos había
dedicarme a afeitar las enjabonadas barbas de puentes, no había caminos para subir montes.
los labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿Estoy desti- ¿Te querías sentar? Ni siquiera un banquito a la
nada para un servicio así? Sin duda alguna que sombra. ¿Te caías de sueño? No existían las
no. Me ocultaré en un sitio retirado y allí pasaré camas; para no pincharse los pies, ni zapatos ni
mi vida tranquila”. botas. Si veías poco, no encontrabas unas ga-
fas. Para jugar un partido no había balones.
Después de vivir este estilo de vida durante
Faltaban la olla y el fuego para cocer macarro-
algunos meses, salió fuera de su funda al aire
nes y, pensándolo bien, hasta faltaban los ma-
libre, se dio cuenta de que había adquirido el
carrones. No había nada. Cero más cero, y
aspecto de una sierra oxidada y que su superfi-
basta. Sólo existían los hombres, con dos bra-
cie no podía reflejar ya el resplandor del sol.
zos para trabajar y así los errores más grandes
Arrepentida, lloró en vano su irreparable des-
se pudieron remediar. No obstante, quedan aún
gracia y se dijo: “¡Cuánto mejor hubiera sido
muchos por corregir: ¡Remangaos, hay trabajo
gastarme en manos del barbero que tuvo que
para todos!
privarse de mi exquisita habilidad para cortar!
¿Dónde está ya mi rostro reluciente? El óxido lo Gianni Rodari
ha consumido”.
182. LA OSTRA
Leornardo da Vinci
Es una gracia especial la de la ostra.
179. LA TORTUGA Y LA LIEBRE Cuando entras en su seno un grano
de arena, una chinita que le hace daño,
Una tortuga y una liebre discutían sobre quién no se echa a llorar; no se queja,
era más rápida. Así, fijaron una fecha y un lugar ni desespera. Día a día va cambiando
y se separaron. La liebre, por su natural rapidez,
Textos para orar y reflexionar 45
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su dolor por una perla: una obra 185. LA FELICIDAD VIENE DE-
maestra de la naturaleza.
Bruno Forte
TRÁS
183. EL TOQUE DEL MAESTRO Un perrito le dijo a un viejo perro: “Durante un
curso de filosofía, aprendí que lo mejor para un
Estaba maltrecho y desportillado, perro es la felicidad, y resulta que esa felicidad
y el subastador pensó que no merecía la pena está en mi rabo. Por eso trato de atraparlo; en
perder mucho tiempo con el viejo violín. cuanto lo atrape, la tendré”.
Pero lo alzó en sus manos con una sonrisa:
El viejo perro le replicó: “También yo pienso que
"¿Qué ofrecéis por él, buena gente? - exclamó -
la felicidad es algo bueno para un perro y que
¡Mil pesetas, mil...! Van dos mi pesetas.
esa felicidad está en mi rabo. Pero me he dado
¿No hay quien dé más?
cuenta de que, cuando voy detrás de él, se
Dos mil, dos mil... ¿Quién ofrece tres mil?
aparta de mí; pero cuando marcho a cumplir mi
Van tres mil a la una, tres mil a las dos,
deber, él viene detrás de mí”
Y tres mil a las... ¡pero no!"
Desde el fondo de la sala 186. CORRESPONSABLES
un hombre de cabellos grises
se adelanta y toma el arco, En un crudo invierno, un anciano tembloroso fue
limpia el polvo del viejo violín, llevado ante los tribunales. Se le acusaba de
tensa las flojas cuerdas haber robado pan. Al ser interrogado, el hombre
y toca una melodía pura y celestial, explicó al juez que lo había hecho porque su
celestial como el canto de los ángeles. familia estaba muriéndose de hambre.
- La ley exige que sea usted castigado – declaró
Cesa la música, y el subastador, el juez -. Tengo que ponerle una multa de qui-
Con voz grave, dice: nientas pesetas.
"¿Qué dais por el viejo violín?
- mientras lo mantiene en alto - Al mismo tiempo metió la mano en el bolsillo y
¡Cien mil pesetas! ¿Quién da doscientas mil? dijo: “Aquí tiene usted el dinero para pagar la
¡Doscientas mil! ¿Quién ofrece trescientas mil? multa. Y además, pongo una multa de cien
Trescientas mil a la una, pesetas a cada uno de los presentes en la sala
trescientas mil a las dos, por vivir en una ciudad donde un hombre
¡y trescientas mil a las tres!" necesita robar pan para poder sobrevivir”.
La gente aplaudía, pero algunos lloraban. Pasaron una bandeja por el público y el pobre
"No acabamos de entenderlo. hombre, totalmente asombrado, abandonó la
¿Quién ha cambiado su valor?" sala con cinco mil pesetas en su bolsillo.
Pronto llegó la respuesta:
"El toque de la mano del maestro". 187. EL CAMINO DE LA FELICI-
DAD
¡Cuántos seres humanos hay,
de vida desafinada, El sabio está sentado bajo el árbol de siempre.
maltrechos y destrozados por el pecado, La gente viene y le consulta y le pregunta y le
que son subastados a precios irrisorios cuenta cuitas y le pide bendiciones. Y él escu-
ante una turba inconsciente! cha y bendice y responde a cada uno según lo
¡Lo mismo que el viejo violín! necesita.
En esto se acerca un joven y le pregunta sobre
Un plato de lentejas, un vaso de vino, la felicidad. Hemos nacido para ser felices. No lo
Una apuesta y, luego, sigue tu camino... somos. ¿Cómo serlo? El joven pregunta y el
A la una, a las dos... casi a las tres... sabio escucha. Después le dice: "Vuelve maña-
Pero llega el Maestro... na. Te espero aquí".
y la turba insensata nunca puede comprender
el valor de un alma y el cambio que produce El joven vuelve al día siguiente, pero no hay
el toque de la mano del Maestro. nadie bajo el árbol. Se cerciora de que es el
mismo árbol, el mismo sitio. Sí, lo es, pero no
184. MI DIOS Y YO hay ni rastro del sabio. Espera, pero no viene.
Sigue esperando, pero sin resultado.
El petirrojo le dijo al gorrión: “Me gustaría, de
veras, saber, por qué estos afanosos seres Entonces al joven se le ocurre sentarse bajo el
humanos se apresuran y se preocupan tanto”. árbol. El árbol es de todos, y allí descansará. Lo
hace con paz.
Y el gorrión le contestó: “Amigo, estoy seguro de
que tiene que ser porque ellos no tienen un Al cabo de un rato alguien se acerca. La gente
Padre Celestial que se cuide de ellos como se sabe que bajo ese árbol se sienta el sabio, y
cuida de ti y de mí”. vienen a consultarle, y hoy llega un hombre,
toma a nuestro joven por el sabio, pues nada
hay de extraño en el mundo de la sabiduría, y se
pone a hacerle preguntas. El joven cae en la
cuenta de la equivocación, pero decide seguir la

Textos para orar y reflexionar 46


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broma. Así por lo menos pasará el tiempo. Lue- os ha de faltar. Por eso voy a sacar de mi tesoro
go ya se lo dirá y se reirán los dos. una perla para vosotros. Héla aquí: ¡es una
El hombre pregunta sobre la felicidad. Hemos lágrima! Y cuando os encontréis con una catás-
nacido para ser felices. No lo somos. ¿Cómo trofe, derramaréis esa lágrima de vuestros ojos
serlo? Y el joven se encuentra con que va res- y os sentiréis aliviados de vuestra tristeza”.
pondiendo, va diciendo cosas, y el visitante En ese momento los ojos de Adán y Eba empe-
asiente, entiende, se siente satisfecho. zaron a derramar lágrimas. Y esas lágrimas
El joven sospecha y se fija en las facciones del rodaban y caían por tierra. Estas lágrimas eran
visitante. Sonríe. El visitante es el sabio disfra- las primeras de mundo que humedecían la su-
zado. Le ha enseñado a que se responda a sí perficie del suelo. Adán y Eva les dieron estas
mismo. Nadie puede decirnos el camino de lágrimas en herencia a sus hijos y a los hijos de
nuestra felicidad sino nosotros mismos. sus hijos hasta la eternidad. Pero fuera de la
descendencia de Adán, nada en el mundo forma
Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2121 de enero algo semejante para llorar con lágrimas. Desde
del 98 entonces y hasta el día de hoy, las personas
vierten una lágrima en los momentos de angus-
188. EL DILUVIO tia y de desgracia y ella aligera su carga y con-
Todo el pueblo de Israel conoce el Midrash suela su corazón.
sobre los motivos del diluvio: una situación repe- Marie Vidal. “Un judío llamado Jesús”
titiva consentida por todos aquellos que no la
consideraban grave, si bien se aprovechaban 190. LOS SEIS ABSURDOS
ampliamente de ella. Si un pobre tenía sólo un
cesto de habichuelas para poder subsistir, cada El Maestro dijo: "¿Has oído hablar alguna vez
uno le robaba una habichuela. Para él represen- de los seis absurdos y sus consecuencias?"
taba el fin de habichuelas. Pero ellos no venían El discípulo respondió: "Nunca he oído hablar de
dónde estaba el mal. ¿Qué pasa? Quitarle a uno eso".
una habichuela, ¿a eso le llamáis robar? ¡Vaya Entonces el Maestro se lo explicó: "El primer
tontería! Y de todos modos ¿creéis que nos absurdo consiste en pretender alcanzar el bien
pondrán pleito por una habichuela? No, no po- prescindiendo del estudio y su consecuencia es
dría poneros un pleito por tan poca cosa. Pero la decepción; el segundo consiste en intentar
Dios califica esta actitud de violencia. Y decidió alcanzar la ciencia sin entregarse al estudio, lo
mandar el diluvio. que conduce a la incertidumbre; el tercero con-
La sentencia puede parecer muy dura e impro- siste en el deseo de ser sincero prescindiendo
pia de la misericordia de Dios. Pero este vere- del estudio, lo cual provoca el engaño; el cuarto
dicto se hace mucho menos rígido cuando se consiste en pretender obrar rectamente sin
entiende la pedagogía puesta en acción para haber recibido la instrucción adecuada, con lo
evitar el diluvio. Los contemporáneos de Noé que se cae en la temeridad; el quinto consiste
fueron advertidos durante 120 años largos para en querer compaginar el valor con la incultura, lo
que se arrepintieran de su falsa conducta y de que da lugar a la insubordinación; finalmente, si
sus técnicas de desnaturalización de la verdad. se desea alcanzar la perseverancia prescin-
¿Por qué Dios le manda construir el arca? Para diendo del estudio, se cae en la testadurez y
que sus contemporáneos observaran e hicieran obcecación".
penitencia. Dios le manda plantar cedros, regar- Carlos Díaz
los, esperar a que crezcan, ir haciendo el arca... Diez palabras clave para educar en valores
y la gente cuando le veía hacer aquellos le pre-
191. LIBRE HASTA EL FIN
guntaban y Noé respondía que si dejaban de
robar habichuelas, Dios evitaría el diluvio. Se cuenta que una vez un ejército rebelde
Pero ellos... no prestaron atención. irrumpió en una ciudad coreana y todos los
monjes del templo budista de la localidad huye-
Marie Vidal. “Un judío llamado Jesús” ron. Todos, excepto el abad. Entonces el gene-
ral rebelde que se pavoneaba por el templo se
189. ADÁN Y EVA quedó atónito al ver que el abad no caía de
El Señor escuchó la penitencia de Adán y le hinojos inmediatamente ante él:
respondió: “Te perdono según tu palabra”. Y - ¿No sabes - rugió - que estás viendo a un
cuando el Señor vio que Adán y Eva se arrepen- hombre que puede traspasarte con su espada
tían de su pecado se llenó de compasión hacia sin un parpadeo?
ellos y los tranquilizó para que no se sintieran
desgraciados por haber sido expulsados del - ¿Y tú - replicó el abad - estás viendo a un
Paraíso donde todo era bueno. No les abando- hombre que puede ser traspasado por una es-
nó, sino que los amó para siempre. El Señor pada sin un parpadeo!
llamó al hombre y a la mujer y les dijo: “Sé que El general quedó desconcertado. Pasado un
vendrán sobre vosotros días duros, días de momento, se inclinó reverencialmente y se mar-
angustias y males que quebrantarán vuestro chó.
espíritu. Pero sabed que Yo os amo y que nada Carlos Díaz

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Diez palabras clave para educar en valores ofrece incienso y se postra ante ella. Pero sigue
en la cárcel.
192. LA SILLA VACÍA
Desilusionado por el fracaso, pierde la fe en
Un enfermo tenía una silla vacía junto a su ca- llave, en Dios, en la religión y continúa mise-
ma. Cuando llegó un sacerdote de visita, le rable en su calabozo. Un día un compañero
comentó: “He colocado a Jesús en esa silla y escucha su historia y le abre los ojos. Le explica
estaba hablando con él hasta que llegó usted”. el funcionamiento de la llave, cómo hay que
Algunos días más tarde, cuando falleció, la hija introducirla en el agujero que tiene la puerta,
del enfermo fue a visitar al cura y le dijo: “Lo darle la vuelta a la derecha, empujar la puerta y
dejé solo un par de horas. ¡Parecía tan lleno de salir. El recluso escucha, lo intenta, lo consigue
paz! Cuando volví de nuevo a la habitación lo y queda libre.
encontré muerto. Pero noté algo raro: su cabeza
La llave, dice el Maestro, son los convenciona-
no reposaba sobre la almohada de su cama,
lismos religiosos. De nada sirve la llave si no se
sino sobre una silla colocada junto a la cama.
usa. La llave no va a hacerlo por nosotros. Y de
Antonny de Mello nada vale el incienso y las postraciones y las
Sadhana, un camino de oración adoraciones. La llave es para abrir la puerta, no
193. ¿HE SIDO BUENO? para venerarla en sí misma. Es para practicarla.
Hay quienes, sigue el Maestro, no quieren tener
Una pareja iba paseando por la calle con su hijo nada que ver con prácticas religiosas. Tiran la
de unos cinco años. Al ver a un pobre mendi- llave porque puede convertirse en objeto de
gando en la calle dieron una moneda al niño culto, y señalan que de hecho hay gente religio-
para que se la entregara al necesitado. sa que hace eso precisamente y convierte las
Cuando éste lo hizo, volvió sonriente diciendo: enseñanzas en culto, las instrucciones en recita-
¡Qué bueno he sido! les y las llaves en ídolos. Quizá. Pero, concluye
¿No nos pasa a nosotros que nos creemos el Maestro, si aún te encuentras dentro de la
buenos porque damos lo que únicamente he- cárcel, la llave puede ayudarte.
mos recibido para los demás? ¿E incluso que, Carlos G. Vallés
en lugar de darlo todo, nos reservamos una Vida Nueva 2.135 de mayo del 98
parte de ello para nosotros mismos? ¿Somos
196. UNIÓN CON DIOS
buenos porque lo damos todo o sólo hacemos lo
que tenemos que hacer? ¿Y nos damos cuenta Érase una vez un asceta. El solitario estaba
que estamos en ese mismo momento ante meditando en un rincón, en el campo. De pronto
nuestros padres? se le presentó un ratoncillo y comenzó a oler
sus viejas sandalias. El asceta abrió sus ojos. Y
194. ALFABETO se enfadó mucho:
Un pobre campesino que regresaba del merca- - ¿Por qué me molestas en mi meditación?,
do a altas horas de la noche descubrió de pron- gritó.
to que no llevaba consigo su libro de oraciones. - Tengo hambre, dijo el ratón.
Se hallaba en medio del bosque y se le había
salido una rueda de la carreta y el pobre hombre - Vete de aquí, estúpido ratón, añadió el asceta,
estaba muy afligido pensando que aquel día no estoy buscando la unión con Dios. No me mo-
iba a poder recitar sus oraciones. lestes.
Entonces se le ocurrió orar del siguiente modo: - ¿Cómo quieres entrar en unión con Dios, si ni
“He cometido una verdadera estupidez, Señor: siquiera estás en unión conmigo?, preguntó el
he salido de casa esta mañana sin mi libro de ratón.
oraciones y tengo tan poca memoria que no soy Misión Abierta nº 7 de septiembre de 1998
capaz de recitar sin él ni una sola oración. De
manera que voy a hacer una cosa: voy a recitar 197. ¿DÓNDE NO ESTÁ DIOS?
cinco veces el alfabeto muy despacio, y Tú, que
conoces todas las oraciones, puedes juntar las Érase una vez un místico que iba se peregrina-
letras y formar esas oraciones que yo soy inca- ción a la Meca. Hacía mucho calor y las jorna-
paz de recordar”. das eran largas. Se detuvo a la sombra de un
árbol y se durmió.
Y el Señor dijo a sus ángeles: “De todas las
oraciones que he escuchado hoy, ésta ha sido, Otro peregrino, que llevaba la misma ruta, vio el
sin duda alguna, la mejor, porque ha brotado de místico dormido; le despertó y comenzó a hacer-
un corazón sencillo y sincero”. le grandes reproches: ¡eres un desalmado, un
impío, no tienes respeto a Dios, te has dormido
195. LA LLAVE DEL CALABOZO con los pies hacia la Meca! ¡Deberías sentirte
avergonzado!
El preso está encerrado en la cárcel cuando
El sufí levantó la cabeza y pidió amablemente
Dios se le aparece, le da la llave de la prisión y
perdón. Y añadió: “¡Colócame los pies en la
le dice que la use para salir fuera y liberarse. El
dirección donde no esté Dios!
recluso queda fuera de sí por la emoción, cuelga
la llave de la pared y le reza todos los días y le Misión Abierta nº 8 de octubre de 1998
Textos para orar y reflexionar 48
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198. EL PAYASO SERIO los tres reyes se quedaron


boquiabiertos e indecisos,
Sucedió una vez que se declaró un incendio oyendo hablar como a un Hombre
entre bastidores de un teatro. El payaso salió al a un Niño recién nacido.
escenario a informar al público. Creyeron que - No quiero oro ni incienso,
era una broma y aplaudieron. Repitió el aviso, y ni esos tesoros tan fríos,
aplaudieron más fuerte. Por eso creo que el quiero al camello, le quiero.
mundo se acabará en medio de los aplausos de Le quiero, repitió el Niño.
todos los graciosos que se creerán que es una A pie vuelven los tres reyes,
broma. cabizbajos y afligidos.
Nos dicen cristianos serios que la iglesia está Mientras tanto el camello echado
perdiendo credibilidad. Y nos reímos. Nos dicen le hace cosquillas al Niño.
que en grandes regiones no hay apenas jóvenes Gloria Fuertes
que aspiren al sacerdocio y a la vida religiosa. Y 200. VENIR SIN NADA
no le damos importancia.
Un día un monje fue a visitar a un maestro y le
Nos dicen que los jóvenes de hoy "pasan" de la
dijo: "He venido sin nada".
iglesia. Y no nos afecta, porque sabemos que la
iglesia durará para siempre. El maestro le contestó: “Entonces, déjalo por
ahí”. Si tenía la sensación de venir sin nada,
Nos dicen que impera el "cristianismo a la car-
implica que echaba en falta algo.
ta", donde cada cual toma lo que quiere de
dogmas y mandamientos y creencias y conduc- El monje no entendió nada y se enfadó. Enton-
tas, con la consiguiente confusión y anarquía y ces, tranquilamente, el maestro le dijo: “Te lo
debilitamiento de fe y costumbres. Y seguimos ruego, recógelo y vuelve a casa”.
tan tranquilos. Catherine Clément. “El viaje de Teo”
Nos están dando los avisos más serios que
pueden darse, y que son verdad porque el fuego 201. LA PAJARITA DE PAPEL
se ha declarado ya entre bastidores. Y segui- "Tato tenía seis años y un caballo de madera.
mos riendo y aplaudiendo. Siento en el rostro
del payaso responsable su agonía en el escena- Un día su padre le dijo:
rio. A veces sueño que soy yo ese payaso. - ¿Qué regalo quieres? Dentro de poco es tu
Carlos G. Vallés. Vida Nueva 2161 de noviem- cumpleaños.
bre de 1998 Tato se quedó callado. No sabía qué pedir.
Entonces vio un pisapapeles sobre la mesa de
199. EL CAMELLO su padre. Era una pajarita de plata sobre un
El camello se pinchó pedazo de madera. Y sobre la madera estaba
con un cardo del camino escrito:
y el mecánico Melchor PARA LOS QUE NO TIENEN TIEMPO DE HA-
le dio vino. CER PAJARITAS.
Baltasar fue a reportar,
más allá del quinto pino... Al leer aquello, sin saber por qué, el niño sintió
e intranquilo el gran Melchor tristeza por su padre y dijo:
consultaba su Longinos. - Quiero que me hagas una pajarita de papel.
- ¡No llegamos, no llegamos, El padre sonrió:
y el Santo Parto ha venido!
- Son las doce y tres minutos, - Bueno, te haré una pajarita de papel.
y tres reyes se han perdido. El padre de Tato comenzó a hacer una pajarita
El camello cojeando, de papel, pero ya no se acordaba. Fue a una
más medio muerto que vivo, librería y compró un libro. Con él aprendió a
va especulando su felpa, hacer pajaritas de papel. Al principio le salían
entre los troncos de olivos. mal, pero después de una horas hizo una pajari-
Acercándose a Gaspar, ta de papel maravillosa.
Melchor le dio al oído:
"Vaya birria de camello, - Ya he terminado, ¿te gusta?
que en Oriente te han vendido". El niño miró la pajarita de papel y dijo:
A la entrada de Belén - Está muy bien hecha, pero no me gusta. La
al camello le dio el hipo. pajarita está muy triste.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo! El padre fue a casa de un sabio y le dijo:
Se iba cayendo la mirra - Esta pajarita de papel está triste; inventa algo
a lo largo del camino, para que esté alegre. El sabio hizo un aparato,
Baltasar lleva los cofres, se lo colocó a la pajarita debajo de las alas y la
Melchor empujaba al bicho. pajarita comenzó a volar. El padre llevó la pajari-
Y a las tantas ya del alba,
ya cantan los pajarillos,
Textos para orar y reflexionar 49
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ta de papel a Tato y la pajarita voló por toda la En respuesta, el anciano se puso en pie, elevó
habitación. hacia el cielo sus manos y apuntó hacia unas
- ¿Te gusta ahora?, le preguntó. Y el niño dijo: antorchas encendidas y le dijo: "Te falta trans-
formarte en eso, totalmente en fuego".
- Vuela muy bien pero sigue triste. Yo no quiero
una pajarita triste. 203. UN SUSPIRO COMO ORA-
El padre fue a casa de otro sabio. El otro sabio CIÓN
hizo un aparato y con él la pajarita podía cantar.
Un zapatero remendón acudió a un Maestro
La pajarita de papel voló por toda la habitación
judío, y le dijo: "No sé que hacer con mi oración
de Tato, y, mientras volaba cantaba una hermo-
de la mañana. Mis clientes son personas pobres
sa canción.
que no tienen más que un par de zapatos. Yo se
Tato dijo: los recojo a última hora del día y me paso la
- Papá, la pajarita de papel está triste; por eso noche trabajando; al amanecer aún queda
canta una triste canción. !Quiero que mi pajarita trabajo por hacer si quiero que todos ellos los
sea feliz¡ tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es:
¿qué debo hacer con mi oración de la maña-
El padre fue a casa de un pintor famoso. Y el na?".
pintor famoso pintó hermosos colores en las
alas, en la cola y en la cabeza de la pajarita de "¿Qué has venido haciendo hasta ahora?",
papel. El niño miró la pajarita de papel pintada preguntó el Maestro judío.
de hermosos colores. "Unas veces hago la oración a todo correr y
- Papá, la pajarita de papel sigue estando triste. vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me
hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me
El padre de Tato hizo un largo viaje. Fue a casa pase la hora de la oración, y también entonces
del sabio más sabio de todos los sabios. Y el tengo la sensación de haber faltado; y de vez en
sabio más sabio de todos los sabios, después cuando, al levantar el martillo para golpear un
de examinar la pajarita, le dijo: zapato, casi puedo escuchar como mi corazón
- Esta pajarita de papel no necesita volar, no suspira: ¡qué desgraciado soy, pues no soy
necesita cantar, no necesita hermosos colores capaz de hacer mi oración de la mañana...!".
para ser feliz. Le respondió el Maestro judío: "Si yo fuera Dios
Y el padre de Tato preguntó: apreciaría más ese suspiro que la oración".
- Entonces, ¿por qué está triste? 204. DIOS NO SE OCUPA DE LO
Y el sabio más sabio de todos los sabios le QUE PUEDES HACER TÚ
contestó:
Un discípulo llegó a lomos de su camello ante la
- Cuando una pajarita de papel está sola, es una
tienda de su maestro sufí. Desmontó, entró a la
pajarita de papel triste.
tienda, hizo una profunda reverencia y dijo:
El padre regresó a casa. Fue al cuarto de Tato y "Tengo tan gran confianza en Dios que he deja-
le dijo: do suelto a mi camello ahí fuera, porque estoy
- Ya sé lo que necesita nuestra pajarita para ser convencido de que Dios protege los intereses de
feliz. los que le aman".
Y se puso a hacer muchas pajaritas de papel. Y "¡Pues sal afuera y ata a tu camello, estúpido!",
cuando la habitación estuvo llena de pajaritas, le dijo el maestro. "Dios no puede ocuparse de
Tato gritó: hacer en tu lugar lo que eres perfectamente
capaz de hacer por ti mismo".
- ¡Mira, papá!¡ Nuestra pajarita de papel ya es
muy feliz! Es el mejor regalo que me has hecho 205. MEDIACIONES DE DIOS
en toda mi vida.
Un hombre se perdió en el desierto. Y más tar-
Entonces todas las pajaritas de papel, sin nece-
de, refiriendo su experiencia a sus amigos, les
sidad de ningún aparato, volaron y cantaron por
contó cómo, absolutamente desesperado, se
toda la habitación.
había puesto de rodillas y había implorado la
202. TRANSFORMARSE EN FUE- ayuda de Dios.
GO "¿Y respondió Dios a tu plegaria?", le pregunta-
ron.
El sacerdote Lot fue a ver a otro sacerdote (Jo-
"¡Oh, no! Antes de que pudiera hacerlo, apare-
sé) y le dijo: "Padre, de acuerdo con mis posibi-
ció un explorador y me indicó el camino.
lidades, he guardado mi pequeña regla y he
observado mi humilde ayuno, mi oración, mi 206. ACTUAR COMO DIOS
meditación y mi silencio contemplativo; y en la
medida de lo posible, mantengo mi corazón Un día, Abraham invitó a un mendigo a comer
limpio de malos pensamientos. ¿Qué más debo en su tienda. Cuando Abraham estaba dando
hacer? gracias, el otro empezó a maldecir a Dios y a
decir que no soportaba oír su Santo Nombre.

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Presa de indignación, Abraham echó al blasfe- terminación a la puerta de san Pedro, que en-
mo de su tienda. treabrió.
Aquella noche, cuando estaba haciendo sus - ¿Quién es? – preguntó una voz.
oraciones, le dijo Dios a Abraham: "Ese hombre - ¡Soy yo, don Enrique Fernández del Valdi-
ha blasfemado de mí y me ha injuriado durante vieso! –contestó orgulloso.
cincuenta años, y sin embargo, yo le he dado de
comer todos los días. ¿No podías haberlo - ¡Vete, aquí no hay sitio para los dos!
soportado tú durante un sólo almuerzo?". Y don Enrique tuvo que instalarse en el purgato-
rio. Al cabo de un tiempo, si es que en la eterni-
207. ANDAR PRIMERO CON EL dad hay tiempo, volvió a ascender al cielo y
CORAZÓN volvió a llamar, con más timidez, a la puerta.
Un anciano peregrino recorría su camino hacia - ¿Quién es? – preguntó de nuevo la voz.
las montañas del Himalaya en lo más crudo del - ¡Soy yo! – contestó don Enrique omitiendo
invierno. De pronto se puso a llover. esta vez sus apellidos insignes.
Un posadero le preguntó: "¿Cómo has conse- - ¡Vete, aquí no hay sitio para los dos! – le
guido llegar hasta aquí con este tiempo de pe- volvió a responder la voz.
rros, buen hombre?".
Y de nuevo don Enrique tuvo que volver al pur-
Y el anciano respondió alegremente: "Mi cora- gatorio, y de nuevo la misma historia se repitió
zón llegó primero, y el resto de mí le ha sido una, dos, tres, cuatro, cien veces, hasta que un
fácil seguirle". día al preguntarle la voz, don Enrique respondió:
208. VIVIR ES MÁS IMPORTANTE - ¡Soy Tú!
QUE TEORIZAR Sólo entonces hubo sitio para él en el cielo.
Un niño le preguntó a un electricista: "¿Qué es Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
exactamente la electricidad?". Dios”
"La verdad es que no lo sé, pequeño. Pero pue- 212. LA TENTACIÓN
do hacer que te dé luz?".
- Después de vencer una serie de terribles
(La verdad no es teórica. Fundamentalmente se tentaciones en mi cueva del desierto – ex-
le vive). plicaba el maestro a sus discípulos – exte-
209. CARIDAD Y NO BENEFICEN- nuado, desfallecido, le pregunté al Señor:
CIA - ¿Dónde estabas, Dios mío, mientras me
atacaba la tentación?
Una enjoyada duquesa salió, a latas horas de la
- Estaba en medio de tu corazón, orgulloso,
noche, de un elegante hotel de Londres donde
viéndote combatir y vencer – me respondió
había cenado y asistido a un "baile de caridad" a
el Señor.
beneficio de los niños abandonados.
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
Estaba a punto de subir a su Rolls Royce cuan-
Dios”
do un andrajoso pilluelo se le acercó suplicante:
"Por caridad, señora, déme seis peniques. Llevo 213. LA FE
dos días sin comer..."
Le preguntaron al maestro por qué partían tan-
La duquesa le rechazó con un gesto y le dijo:
tos barcos a la mar y por qué regresaban tan
"¡Desgraciado! No te has dado cuenta de que he
pocos, a lo cual él contestó:
estado bailando para ti toda la noche?"
- La vela del barco de la existencia humana
210. OCUPARSE DEL MUNDO es la fe. Mientras la vela existe y está izada,
ENTERO el viento conduce el barco hacia puerto.
Cuando la vela no está izada o no existe,
Érase una vez un hombre que estaba constru- las palabras de los sabios son sólo viento.
yéndose una casa. Y quería que fuera la casa
mas hermosa, más acogedora y más conforta- Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
ble del mundo. Dios”

Entonces llegó alguien a pedirle ayuda, porque 214. LA ORACIÓN Y LA FE


el mundo estaba ardiendo. Pero lo que a él le
interesaba era su casa, no el mundo. - ¿Hay algo más importante que la oración?
– le preguntó el discípulo al maestro.
Cuando, al fin, tuvo construida su casa, descu-
brió que no tenía de un planeta donde colocarlo. - Ciertamente – respondió éste -. La fe es
más importante. La oración entre los mu-
211. NO HAY LUGAR sulmanes es obligatoria cinco veces al día.
La fe, para todos los hombres realmente re-
Cuando don Enrique falleció, fue directamente al ligiosos, es necesaria en todo momento.
cielo. Nada más llegar, llamó con fuerza y de- Puedes dejar de orar por fuerza de causa

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mayor, sin embargo en los momentos difíci- este espejo para en todo momento puedas
les tu fe ha de ser todavía más fuerte. contemplarte en él.
Además, sin la fe la oración carece total- Así pues, prosiguió el maestro después de rela-
mente de valor y de eficacia: es pura hipo- tar la historia, ¿qué creéis que le podéis ofrecer
cresía mientras que la fe sin la oración no a Dios?, ¿vuestros méritos?, ¿vuestros sacrifi-
carece de valor. Las oraciones son diver- cios?, ¿vuestras ofrendas?, ¿vuestros conoci-
sas, varían según los lugares, las épocas y mientos? ¡Él es todo conocimiento, todo mérito y
las religiones, pero la fe es siempre la mis- toda belleza, más que todos vosotros juntos!
ma. Sólo desea una cosa de vosotros: que en el día
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a de la verdad le ofrezcáis un espejo puro en el
Dios” que poder contemplarse.
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a
215. LA ÚNICA COSA
Dios”
Después que hubieran realizado todos los traba-
jos que el maestro les había encomendado, y 218. EL HOMBRE QUE LLORÓ
que no eran pocos, éste se acercó a ellos y les Era un hombre que había nacido en la tierra de
dijo: Yen, pero que creció y se educó lejos de allí. En
- Todo lo que habéis hecho no sirve para su ancianidad le entró nostalgia de su tierra
nada. natal y decidió volver a ella.
Sorprendidos, le preguntaron por qué, y les En su viaje, sus compañeros de viaje decidieron
relató la siguiente historia: gastarle una broma. Uno le dijo al llegar a un
- Una vez un rey envió a uno de sus servido- poblado: “Este es tu pueblo”. Y él quedó muy
res a hacer un pequeño recado. Dado que serio. Otro señaló un edificio y le dijo: “Este es el
estaba muy lejos y suponía muchos días de templo al que te llevaban de pequeño”. Él suspi-
viajes y un gasto elevado, el criado decidió ró profundamente. Otro le llevó a una casa
comunicar a sus parientes y amigos su par- abandonada y le dijo: “Esta es la casa de tus
tida para ver si alguien la confiaba más re- antepasados, donde tú naciste”. El hombre se
cados y así aprovechaba más el viaje. No emocionó visiblemente. Por fin, otro compañero
se equivocó: mucha gente tenía asuntos de viaje le llevó a un cementerio, le mostró unas
que resolver y la distancia hacía que se re- tumbas antiguas y le dijo: “Éstas son las tumbas
trasaran. Por eso se los confiaron al criado. de tus antepasados”. Ante ellas el hombre se
Y aún más, todos ellos eran aparentemente postró y se deshizo en sollozos y lágrimas.
de mayor envergadura e importancia que el Viéndolo tan apesadumbrado decidieron que ya
recado que le había encomendado el rey. Y era bastante y le dijeron que todo era una bro-
así el criado partió hacia su destino, carga- ma. El hombre pidió perdón por sus emociones,
do de encargos más urgentes y rentables y no habló más por el camino.
que el que había motivado el viaje. Cuando Llegaron por fin a su verdadero pueblo y allí vio
le tocó regresar, éstos habían tomado tanto su verdadera casa donde nació y las tumbas de
tiempo que volvió sin haber podido realizar sus antepasados. Pero no se sintió mal ni lloró.
el encargo del rey.
El hombre había entendido que nuestras emo-
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a ciones no son el resultado de lo que realmente
Dios” es, sino de lo que nosotros creemos que es.
Nuestros sentimientos no vienen de las cosas
216. UNO MISMO
en sí, sino de nuestras creencias acerca de
El maestro les decía: “Diez mil hombres que ellas. Quien entiende eso, encuentra la paz.
vienen de fuera no pueden abrir la puerta de la Carlos G. Vallés
ciudad si dentro no tienen un cómplice. Diez mil
palabras que vienen de fuera son totalmente Vida Nueva nº2183, de mayo del 99
inútiles si no son confirmadas por el interior. Si
un árbol no tiene humedad en sus raíces, de
219. LA CARAVANA EN EL DE-
nada la servirán diez mil torrentes”. SIERTO
Julio Peradejordi “56 cuentos para buscar a Un poderoso sultán viajaba por el desierto se-
Dios” guido de una larga comitiva que transportaba su
tesoro favorito de oro y piedras preciosas.
217. EL ESPEJO
A mitad de camino, un camello de la caravana,
La mujer de Abdul era la más bella de la ciudad. agotado por el ardiente reverbero de la arena,
En cierta ocasión en que Abdul regresaba de un se desplomó agonizante y no volvió a levantar-
largo viaje, ésta le preguntó: se.
- ¿Qué me has traído? El cofre que transportaba rodó por la falda de la
duna, reventó y derramó todo su contenido de
- Nada más bello que tu semblante. ¿Qué
perlas y piedras preciosas, entre la arena.
iba, pues, a traerte? Sólo puedo ofrecerte

Textos para orar y reflexionar 52


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El sultán, no quería aflojar la marcha; tampoco muy bueno desde el principio, ventilado, cómo-
tenía otros cofres de repuesto y los camellos do... pero sólo para él.
iban con más carga de la que podían soportar. La MENTIRA se escondió en el fondo de los
Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a océanos (¡mentira!, en realidad se escondió
sus pajes y escuderos a recoger las piedras detrás del arco iris), y la PASIÓN y el DESEO
preciosas que pudieran y a quedarse con ellas. en el centro de los volcanes. El OLVIDO... ¡se
Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia me olvidó dónde se escondió!... pero es no es lo
sobre el rico botín y escarbaban afanosamente importante.
en la arena, el sultán continuó su viaje por el Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR
desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía todavía no había encontrado un sitio para es-
caminando detrás de él. Se volvió y vio que era conderse, pues todo se encontraba ocupado,
uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y hasta que divisó un rosal y, enternecido, decidió
jadeante. esconderse entre sus flores.
- ¿Y tú - le preguntó el sultán - no te has parado -¡Un millón!- contó la LOCURA y comenzó a
a recoger nada? buscar.
El joven le respondió con dignidad y orgullo: La primera en aparecer fue la PEREZA, sólo a
- ¡ Yo sigo a mi rey ! tres pasos de la piedra. Después se escuchó a
la FE discutiendo con Dios en el cielo sobre
220. LAS VIRTUDES Zoología. Y a la PASIÓN y al DESEO los sintió
en el vibrar de los volcanes.
Cuentan que una vez se reunieron en un lugar
de la tierra todos los sentimientos y cualidades En un descuido encontró a la ENVIDIA y, claro,
de los hombres. Cuando el ABURRIMIENTO pudo deducir dónde estaba el TRIUNFO. Al
había bostezado por tercera vez, la LOCURA, EGOÍSMO no tuvo ni que buscarlo; el solito
como siempre tan loca, les propuso: salió disparado de su escondite, que había
resultado un nido de avispas.
- ¿Jugamos al escondite?
De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al
La INTRIGA levantó la ceja intrigada y la CU-
lago, descubrió a la BELLEZA. Y con la DUDA
RIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó: "¿Al
resultó más fácil todavía, pues la encontró sen-
escondite?, ¿ y cómo es eso?"
tada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado
- Es un juego - explicó la LOCURA- en que yo esconderse.
me tapo la cara y comienzo a contar desde uno
Así fue encontrando a todos: el TALENTO entre
hasta un millón mientras ustedes se esconden y
la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura
cuando yo haya terminado de contar, el primero
cueva, la MENTIRA detrás del arco iris y hasta
de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar
el OLVIDO, al que ya se le había olvidado que
para continuar el juego.
estaba jugando a los escondidos.
El ENTUSIASMO bailó secundado por la EU-
Pero sólo el AMOR no aparecía por ningún sitio.
FORIA. La ALEGRIA dio tantos saltos que ter-
mino por convencer a la DUDA, e incluso a la La LOCURA buscó detrás de cada árbol, bajo
APATÍA, a la que nunca le interesaba nada. cada arroyo del planeta, en la cima de las mon-
Pero no todos quisieron participar. La VERDAD tañas y, cuando estaba por darse por vencida,
prefirió no esconderse (¿para qué?), si al final divisó un rosal y las rosas... Y tomó una horqui-
siempre la hallaban, y la SOBERBIA opinó que lla y comenzó a mover las ramos, cuando de
era un juego muy tonto (en el fondo lo que le pronto un doloroso grito se escuchó. Las espi-
molestaba era que la idea no hubiese sido su- nas habían herido en los ojos al AMOR. La
ya), y la COBARDÍA prefirió no arriesgarse... LOCURA no sabía qué hacer para disculparse;
lloró, rogó, imploró y hasta prometió ser su laza-
- Uno, dos, tres...- comenzó a contar la LOCU-
rillo.
RA.
Desde entonces, desde que por primera vez se
La primera en esconderse fue la PEREZA que,
jugó al escondite en la tierra,
como siempre, se dejó caer tras la primera pie-
dra del camino. La FE subió al cielo, y la ENVI- EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA LO
DIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO, ACOMPAÑA SIEMPRE.
que con su propio esfuerzo había logrado subir
a la copa del árbol más alto. La GENEROSIDAD 221. EL CIEMPIÉS
casi no alcanzaba a esconderse; cada sitio que - Qué complicación (exclamó el Abad viendo
hallaba le parecía maravilloso para alguno de caminar a un ciempiés) y qué maravilla: lo hace
sus amigos: que si un lago cristalino, ideal para tan bien que parece fácil.
la BELLEZA; que si el bajo de un árbol, perfecto
para la TIMIDEZ; que si el vuelo de la mariposa, De pronto, le vino a la memoria una historieta
lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD; que si una que había escuchado no sabía dónde: "El pe-
ráfaga de viento, magnífico para la LIBERTAD. queño ciempiés sintió que debía lanzarse a
Así que terminó por ocultarse en un rayito de caminar, y preguntó inquieto a su madre:
sol. El EGOÍSMO, en cambio, encontró un sitio

Textos para orar y reflexionar 53


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- Para andar, ¿qué pies debo mover primero: los el Maestro que, si el ladrón no era expulsado, se
pares o los impares, los de la derecha o los de irían todos ellos.
la izquierda, los de delante o lo de detrás? ¿O El Maestro contestó: "Podéis iros. Vosotros
los del centro? ¿Y cómo? ¿Y por qué? tenéis ya buenas costumbres y buen juicio.
- Cuando quieras andar, hijo mío - le respondió Sabéis discernir el bien y el mal y actuar según
la madre- deja de cavilar y... anda". el dictamen de vuestra conciencia. Pero este
pobre hermano no distingue el bien del mal.
222. LA SED ¿Quién le va a enseñar si yo no lo hago? Yo
seguiré enseñándole a él, aunque todos los
Un joven inquieto se presentó a un sacerdote y
demás os marchéis".
le dijo:
El ladrón se echó a llorar. Sintió que todo deseo
- 'Busco a Dios'.
de robar había desaparecido de sus entrañas.
El reverendo le echó un sermón, que el joven Hasta entonces se había mostrado arrogante,
escuchó con paciencia. Acabado el sermón, el confiado al verse protegido, impenitente en
joven marchó triste en busca del obispo. busca de la próxima ocasión para practicar
- 'Busco a Dios', le dijo llorando al obispo. impunemente sus artes. Pero, ante la bondad
del Maestro, se le deshizo el orgullo, se le abrie-
Monseñor le leyó una pastoral que acababa de ron los ojos, se le enterneció el corazón. Y vio lo
publicar en el boletín de la diócesis y el joven que nunca había visto y entendió lo que ninguna
oyó la pastoral con gran cortesía, pero al acabar lección le podría haber hecho aprender.
la lectura se fue angustiado al papa a pedirle:
El ladrón no fue el único que lloró. Hubo también
- 'Busco a Dios'. lágrimas escondidas en ojos de muchachos que
Su santidad se dispuso a resumirle su última se sabían culpables de faltas encubiertas que al
encíclica, pero el joven rompió en sollozos sin no ser vistas iban quedando en su conciencia
poder contener la angustia. apagada como no cometidas.
- '¿Por qué lloras?', le preguntó el papa total- La compasión del Maestro es la gran virtud que
mente desconcertado. inspira la mejor conducta en el discípulo. Ya no
- 'Busco a Dios y me dan palabras' dijo el joven hubo más robos.
apenas pudo recuperarse. Carlos G. Vallés
Aquella noche, el sacerdote, el obispo y el papa Vida Nueva 2189 del 12 de junio de 1999
tuvieron un mismo sueño. Soñaron que morían
de sed y que alguien trataba de aliviarles con un 225. EL OTRO YO
largo discurso sobre el agua.
Se trataba de un muchacho corriente: en los
223. DAR pantalones se le formaban rodilleras, leía histo-
rietas, hacía ruido cuando comía, se metía los
Aquella tarde, la comunidad monástica hacía, en dedos a la nariz, roncaba en la siesta, se llama-
su oratorio, una plegaria de intercesión. Una tras ba Armando Corriente en todo menos en una
otra, se escuchaban las oraciones de los mon- cosa: tenía Otro Yo.
jes: "Señor, te pido", "Señor, te pido", "Señor, te El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se
pido". También el Abad hacía su plegaria: "Se- enamoraba de las actrices, mentía cautelosa-
ñor, te pido...". Por fin, todos callaron largamen- mente, se emocionaba en los atardeceres. Al
te. muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le
Hasta que de nuevo se dejó oír la voz del Abad: hacía sentirse incómodo frente a sus amigos.
"Ahora, Señor, dinos en qué podemos ayudarte; Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y
te escuchamos en silencio". debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar
Al cabo de un rato concluyó: "Gracias, Padre, como era su deseo.
porque quieres contar con nosotros". Y todos los Una tarde Armando llegó cansado del trabajo,
monjes respondieron al unísono: "Amén". se quitó los zapatos, movió lentamente los de-
(Porque habían comprendido que la oración, dos de los pies y encendió la radio. En la radio
como el amor, tiene dos tiempos: dar y recibir, y estaba Mozart, pero el muchacho se durmió.
que si falta uno de ellos, se muere.) Cuando despertó el Otro Yo lloraba con descon-
suelo. En el primer momento, el muchacho no
224. COMPASIÓN supo que hacer, pero después se rehizo e insul-
tó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo
Uno de los discípulos fue sorprendido en el acto nada, pero a la mañana siguiente se había sui-
de robar. Lo apresaron, denunciaron, acusaron cidado.
y esperaron el castigo ejemplar del Maestro.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo
Pero el Maestro no hizo nada. El descontento se
golpe para el pobre Armando, pero enseguida
intensificó entre los demás discípulos que mur-
pensó que ahora sí podría ser íntegramente
muraron, protestaron, amenazaron. Por fin, al
vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
ver que no se castigaba al culpable, todos los
demás discípulos se reunieron y declararon ante

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Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la Cuando reinició su marcha no había perdido la
calle con el propósito de lucir su nueva y com- ruta. Pasó rápidamente sobre una D oscura, y al
pleta vulgaridad. Desde lejos vio que se acerca- reingresar en la zona clara, otro obstáculo la
ban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e in- detuvo. Era un trocito de algo, un palito acaso
mediatamente estalló en risotadas. Sin embar- tres veces más grande que ella misma. Retro-
go, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron cedió, avanzó, tanteó el palito, se quedó inmóvil
su presencia. Para peor de males, el muchacho durante unos segundos. Luego empezó la tarea
alcanzó a escuchar que comentaban: "Pobre de carga. Dos veces se resbaló el palito, pero al
Armando. Y pensar que parecía tan fuerte, tan final quedó bien afirmado, como una suerte de
saludable". mástil inclinado. Al pasar sobre el área de la
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de segunda A oscura, el andar de la hormiga era
reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del casi triunfal. Sin embargo, no había avanzado
esternón un ahogo que se parecía bastante a la dos centímetros por la superficie clara del papel,
nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melan- cuando algo o alguien movió aquella hoja y la
colía, porque toda la melancolía se la había hormiga rodó, más o menos replegada sobre sí
llevado el Otro Yo. misma. Sólo pudo reincorporarse cuando llegó a
la madera del piso. A cinco centímetros estaba
226. A IMAGEN Y SEMEJANZA el palito. La hormiga avanzó hasta él, esta vez
con parsimonia, como midiendo cada séxtuple
Era la última hormiga de la caravana, y no pudo paso.
seguir la ruta de sus compañeras. Un terrón de
Así y todo, llegó hasta su objetivo, pero cuando
azúcar había resbalado desde lo alto, quebrán-
estiraba las patas delanteras, de nuevo corrió el
dose en varios terroncitos. Uno de éstos le in-
aire y el palito rodó hasta detenerse diez centí-
terceptaba el paso.
metros más allá, semicaído en una de las rendi-
Por un instante la hormiga quedó inmóvil sobre jas que separaban los tablones del piso. Uno de
el papel color crema. Luego, sus patitas delante- los extremos, sin embargo, emergía hacia arri-
ras tantearon el terrón. Retrocedió, después se ba. Para la hormiga, semejante posición repre-
detuvo. Tomando sus patas traseras como casi sentó en cierto modo una facilidad, ya que pudo
punto fijo de apoyo, dio una vuelta alrededor de hacer un rodeo a fin de intentar la operación
sí misma en el sentido de las agujas de un reloj. desde un ángulo más favorable. Al cabo de
Sólo entonces se acercó de nuevo. Las patas medio minuto, la faena estaba cumplida. La
delanteras se estiraron, en un primer intento de carga, otra vez alzada, estaba ahora en una
alzar el azúcar, pero fracasaron. Sin embargo, el posición más cercana a la estricta horizontali-
rápido movimiento hizo que el terrón quedara dad. La hormiga reinició la marcha, sin desviar-
mejor situado para la operación de carga. Esta se jamás de su ruta hacia el zócalo. Las otras
vez la hormiga acometió lateralmente su objeti- hormigas, con sus respectivos víveres, habían
vo, alzó el terrón y lo sostuvo sobre su cabeza. desaparecido por algún invisible agujero.
Por un instante pareció vacilar, luego reinició el
Sobre la madera, la hormiga avanzaba más
viaje, con un andar bastante más lento que el
lentamente que sobre el papel. Un nudo, bas-
que traía.
tante rugoso de la tabla, significó una demora de
Sus compañeras ya estaban lejos, fuera del más de un minuto. El palito estuvo a punto de
papel, cerca del zócalo. La hormiga se detuvo, caer, pero un particular vaivén del cuerpo de la
exactamente en el punto en que la superficie por hormiga aseguró su estabilidad. Dos centíme-
la que marchaba, cambiaba de color. Las seis tros más y un golpe resonó. Un golpe aparen-
patas hollaron una N mayúscula y oscura. Des- temente dado sobre el piso. Al igual que las
pués de una momentánea detención, terminó otras, esa tabla vibró y la hormiga dio un saltito
por atravesarla. Ahora la superficie era otra vez involuntario, en el curso del cual, perdió su car-
clara. De pronto el terrón resbaló sobre el papel, ga. El palito quedó atravesado en el tablón con-
partiéndose en dos. La hormiga hizo entonces tiguo. El trabajo siguiente fue cruzar la hendidu-
un recorrido que incluyó una detenida inspec- ra, que en ese punto era bastante profunda. La
ción de ambas porciones, y eligió la mayor. hormiga se acercó al borde, hizo un leve avance
Cargó con ella, y avanzó. En la ruta, hasta ese erizado de alertas, pero aún así se precipitó en
instante libre, apareció una colilla aplastada. La aquel abismo de centímetro y medio. Le llevó
bordeó lentamente, y cuando reapareció al otro varios segundos rehacerse, escalar el lado
lado del pucho, la superficie se había vuelto opuesto de la hendidura y reaparecer en la
nuevamente oscura porque en ese instante el superficie del siguiente tablón. Ahí estaba el
tránsito de la hormiga tenía lugar sobre una A. palito. La hormiga estuvo un rato junto a él, sin
Hubo una leve corriente de aire, como si alguien otro movimiento que un intermitente temblor en
hubiera soplado. Hormiga y carga rodaron. Aho- las patas delanteras. Después llevó a cabo su
ra el terrón se desarmó por completo. La hormi- quinta operación de carga. El palito quedó hori-
ga cayó sobre sus patas y emprendió una enlo- zontal, aunque algo oblicuo con respecto al
quecida carrerita en círculo. Luego pareció tran- cuerpo de la hormiga. Esta hizo un movimiento
quilizarse. Fue hacia uno de los granos de azú- brusco y entonces la carga quedó mejor acomo-
car que antes había formado parte del medio dada. A medio metro estaba el zócalo. La hor-
terrón, pero no lo cargó. miga avanzó en la antigua dirección, que en ese

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espacio casualmente se correspondía con la pensó, por milésima vez, que aquellos ojos no
veta. Ahora el paso era rápido, y el palito no parecían de ciego.
parecía correr el menor riesgo de derrumbe. A La mano de José Claudio empezó a moverse,
dos centímetros de su meta, la hormiga se detu- tanteando el sofá. "¿Qué buscás?", preguntó
vo, de nuevo alertada. Entonces, de lo alto apa- ella. "El encendedor." "A tu derecha." La mano
reció un pulgar, un ancho dedo humano y con- corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese
cienzudamente aplastó carga y hormiga. temblor que da el continuado afán de búsqueda,
el pulgar hizo girar varias veces la ruedita, pero
227. PERSECUTA
la llama no apareció. A una distancia ya calcula-
Como en tantas y tantas de sus pesadillas, da, la mano izquierda trataba infructuosamente
empezó a huir despavorido. Las botas de sus de registrar la aparición del calor. Entonces
perseguidores sonaban y resonaban sobre las Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda.
hojas secas. Las omnipotentes zancadas se "¿Por qué no lo tirás?" dijo, con una sonrisa
acercaban a un ritmo enloquecido y enloquece- que, como toda sonrisa para ciegos, impregna-
dor. ba también las modulaciones de la voz. "No lo
tiro porque le tengo cariño. Es un regalo de
Hasta no hace mucho, siempre que entraba en
Mariana."
una pesadilla, su salvación había consistido en
despertar, pero a esta altura los perseguidores Ella abrió apenas la boca y recorrió el labio
habían aprendido esa estratagema y ya no se inferior con la punta de la lengua. Un modo
dejaban sorprender. como cualquier otro de empezar a recordar. Fue
en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y
Sin embargo esta vez volvió a sorprenderlos.
todavía veía. Habían almorzado en casa de los
Precisamente en el instante en que los sabue-
padres de José Claudio, en Punta Gorda, habí-
sos creyeron que iba a despertar, él, sencilla-
an comido arroz con mejillones, y después se
mente, soñó que se dormía.
habían ido a caminar por la playa. El le había
228. RUTINAS pasado un brazo por los hombros y ella se había
sentido protegida, probablemente feliz o algo
A mediados de 1974 explotaban en Buenos semejante. Habían regresado al apartamento y
Aires diez o doce bombas por la noche. De él la había besado lentamente, morosamente,
distinto signo, pero explotaban. Despertarse a como besaba antes. Habían inaugurado el en-
las dos o las tres de la madrugada con varios cendedor con un cigarrillo que fumaron a me-
estruendos en cadena, era casi una costumbre. dias. Ahora el encendedor ya no servía. Ella
Hasta los niños se hacían a esa rutina. tenía poca confianza en los conglomerados
Un amigo porteño empezó a tomar conciencia simbólicos, pero, después de todo, ¿qué servía
de esa adaptación a partir de una noche en que aún de aquella época?
hubo una fuerte explosión en las cercanías de "Este mes tampoco fuiste al médico", dijo Alber-
su apartamento, y su hijo, de apenas cinco to.
años, se despertó sobresaltado. "No."
"¿Que fue eso?", preguntó. Mi amigo lo tomó en "¿Querés que te sea sincero?"
brazos, lo acarició para tranquilizarlo, pero,
conforme a sus principios educativos, le dijo la "Claro."
verdad: "Fue una bomba". "¡Que suerte!", dijo el "Me parece una idiotez de tu parte."
niño. "Yo creí que era un trueno".
"¿Y para qué voy a ir? ¿Para oírle decir que
229. LOS POCILLOS tengo una salud de roble, que mi hígado funcio-
na admirablemente, que mi corazón golpea con
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos negros, el ritmo debido, que mis intestinos son una ma-
dos verdes, y además importados, irrompibles, ravilla? ¿Para eso querés que vaya? Estoy
modernos. Habían llegado como regalo de Enri- podrido de mi notable salud sin ojos."
queta, en el último cumpleaños de Mariana, y
La época anterior a la ceguera, José Claudio
desde ese día el comentario de cajón había sido
nunca había sido especialista en la exterioriza-
que podía combinarse la taza de un color con el
ción de sus emociones, pero Mariana no se ha
platillo de otro. "Negro con rojo queda fenome-
olvidado de cómo era ese rostro antes de adqui-
nal", había sido el consejo estético de Enriqueta.
rir esta tensión, este resentimiento. Su matrimo-
Pero Mariana, en un discreto rasgo de indepen-
nio había tenido buenos momentos, eso no
dencia, había decidido que cada pocillo sería
podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el
usado con su plato del mismo color.
infortunio, él se había negado a valorar su am-
"El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?", preguntó paro, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se
Mariana. La voz se dirigía al marido, pero los concentró en un silencio terrible, testarudo, un
ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y silencio que seguía siendo tal, aún cuando se
no dijo nada, pero José Claudio contestó: "To- rodeara de palabras. José Claudio había dejado
davía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar de hablar de sí.
un cigarrillo." Ahora sí ella miró a José Claudio y

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"De todos modos debería ir", apoyó Mariana. que él la estaba sacando del apuro. "Gracias",
"Acordate de lo que siempre te decía Menén- había dicho entonces. Y todavía ahora la pala-
dez." bra llegaba a sus labios directamente desde su
"Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No Está corazón, sin razonamientos intermediarios, sin
Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Cien- usura. Su amor hacia Alberto había sido en sus
cia No Cree en Milagros. comienzos gratitud, pero eso (que ella veía con
toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para
Yo tampoco creo en milagros." "¿Y por qué no ella, querer había sido siempre un poco agrade-
aferrarte a una esperanza? Es humano." cer y otro poco provocar la gratitud. A José
"¿De veras?" Habló por el costado del cigarrillo. Claudio, en los buenos tiempos, le había agra-
decido que él, tan brillante, tan lúcido, tan sa-
Se había escondido en sí mismo. Pero Mariana
gaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante.
no estaba hecha para asistir, simplemente para
Había fallado en lo otro, en eso de provocar la
asistir, a un reconcentrado. Mariana reclamaba
gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión
otra cosa. Una mujercita para ser exigida con
más absurdamente favorable, es decir, cuando
mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante
él parecía necesitarla más.
margen para esa exigencia; ella era dúctil. Toda
una calamidad que él no pudiese ver; pero esa A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso
no era la peor desgracia. La peor desgracia era inicial, la generosidad de ese primer socorro que
que estuviese dispuesto a evitar, por todos los la había salvado de su propio caos, y, sobre
medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella
menospreciaba su protección. Y Mariana hubie- había provocado su gratitud, claro que sí. Por-
ra querido -sinceramente, cariñosamente, pia- que Alberto era un alma tranquila, un respetuo-
dosamente- protegerlo. so de su hermano, un fanático del equilibrio,
pero también, y en definitiva, un solitario. Duran-
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio se
te años y años, Alberto y ella habían mantenido
había operado con lentitud. Primero fue un de-
una relación superficialmente cariñosa, que se
caimiento de la ternura. El cuidado, la atención,
detenía con espontánea discreción en los um-
el apoyo, que desde el comienzo estuvieron
brales del tuteo y sólo en contadas ocasiones
rodeados de un halo constante de cariño, ahora
dejaba entrever una solidaridad algo más pro-
se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo
funda. Acaso Alberto envidiara un poco la apa-
eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfru-
rente felicidad de su hermano, la buena suerte
taba manteniéndose solícita. Después fue un
de haber dado con una mujer que él considera-
temor horrible frente a la posibilidad de una
ba encantadora. En realidad, no hacía mucho
discusión cualquiera. El estaba agresivo, dis-
que Mariana había obtenido a confesión de que
puesto siempre a herir, a decir lo más duro, a
la imperturbable soltería de Alberto se debía a
establecer su crueldad sin posible retroceso. Era
que toda posible candidata era sometida a una
increíble cómo hallaba a menudo, aún en las
imaginaria y desventajosa comparación.
ocasiones menos propicias, la injuria refinada-
mente certera, la palabra que llegaba hasta el "Y ayer estuvo Trelles", estaba diciendo José
fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y Claudio, "a hacerme la clásica visita adulona
siempre desde lejos, desde muy atrás de su que el personal de la fábrica me consagra una
ceguera, como si ésta oficiara de muro de con- vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a
tención para el incómodo estupor de los otros. la suerte y el que pierde se embroma y viene a
verme."
Alberto se levantó del sofá y se acercó al venta-
nal. "También puede ser que te aprecien", dijo Alber-
to, "que conserven un buen recuerdo del tiempo
"Que otoño desgraciado", dijo, "¿Te fijaste?" La
en que los dirigías, que realmente estén pre-
pregunta era para ella.
ocupados por tu salud. No siempre la gente es
"No", respondió José Claudio. "Fijate vos por tan miserable como te parece de un tiempo a
mí." esta parte."
Alberto la miró. Durante el silencio, se sonrieron. "Qué bien. Todos los días se aprende algo nue-
Al margen de José Claudio, y sin embargo, a vo." La sonrisa fue acompañada de un breve
propósito de él. De pronto Mariana supo que se resoplido, destinado a inscribirse en otro nivel
había puesto linda. Siempre que miraba a Alber- de ironía.
to se ponía linda. El se lo había dicho por prime-
Cuando Mariana había recurrido a Alberto en
ra vez la noche del 23 de abril del año pasado,
busca de protección, de consejo, de cariño,
hacía exactamente un año y ocho días: una
había tenido de inmediato la certidumbre de que
noche en que José Claudio le había gritado
a su vez estaba protegiendo a su protector, de
cosas muy feas, y ella había llorado, desalenta-
que él se hallaba tan necesitado de amparo
da, torpemente triste, durante horas y horas, es
como ella misma, de que allí, todavía tensa de
decir, hasta que había encontrado el hombro de
escrúpulos y quizás de pudor, había una razo-
Alberto y se había sentido comprendida y segu-
nable desesperación de la que ella comenzó a
ra. ¿De dónde extraería Alberto esa capacidad
sentirse responsable. Por eso, justamente, ha-
para entender a la gente? Ella estaba con él, o
bía provocado su gratitud, por no decírselo con
simplemente lo miraba, y sabía de inmediato
todas las letras, por simplemente dejar que él la

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él la envolviera en su ternura acumulada de tró además, con unas palabras que sonaban
tanto tiempo atrás, por sólo permitir que él ajus- más o menos así: "No, querida. Hoy quiero
tara a la imprevista realidad aquellas imágenes tomar en el pocillo rojo."
de ella misma que había hecho transcurrir, sin
hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus 230. LA CUEVA DE LA MORA
melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto
I
fue desbordada. Como si todo hubiera estado
dispuesto para la mutua revelación, como si sólo Frente al establecimiento de baños de Fitero, y
hubiera faltado que se miraran a los ojos para sobre unas rocas cortadas a pico, a cuyos pies
confrontar y compensar sus afanes, a los pocos corre el río Alhama, se ven todavía los restos
días lo más importante estuvo dicho y los en- abandonados de un castillo árabe, célebre en
cuentros furtivos menudearon. Mariana sintió de los fastos gloriosos de la reconquista por haber
pronto que su corazón se había ensanchado y sido teatro de grandes y memorables hazañas,
que el mundo era nada más que eso: Alberto y así por parte de los que lo defendieron como de
ella. los que valerosamente clavaron sobre sus al-
menas el estandarte de la cruz. De los muros no
"Ahora sí podés calentar el café", dijo José
quedan más que algunos ruinosos vestigios; las
Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita
piedras de la atalaya han caído unas sobre otras
ratona para encender el mecherito. Por un mo-
al foso y lo han cegado por completo; en el patio
mento se distrajo contemplando los pocillos.
de armas crecen zarzales y matas de jaramago;
Sólo había traído tres, uno de cada color. Le
por todas partes adonde se vuelven los ojos no
gustaba verlos así, formando un triángulo.
se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y
Después se echó hacia atrás en el sofá y su carcomidos; aquí un lienzo de barbacana, entre
nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida cuyas hendiduras nace la yedra; allí un torreón
de Alberto, ya ahuecada para recibirla. Qué que aún se tiene en pie como por milagro; más
delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse allá los postes de argamasa con las anillas de
suavemente y los dedos largos, afilados, se hierro que sostenían el puente colgante.
introdujeron por entre el pelo. La primera vez
Durante mi estancia en los baños, ya por hacer
que Alberto se había animado a hacerlo, Maria-
ejercicio, que, según me decían, era convenien-
na se había sentido terriblemente inquieta, con
te al estado de mi salud, ya arrastrado por la
los músculos anudados en una dolorosa con-
curiosidad, todas las tardes tomaba entre aque-
tracción que le había impedido disfrutar de la
llos vericuetos el camino que conduce a las
caricia. Ahora no. Ahora estaba tranquila y po-
ruinas de la fortaleza árabe y allí me pasaba las
día disfrutar. Le parecía que la ceguera de José
horas y las horas escarbando el suelo por ver si
Claudio era una especie de protección divina.
encontraba algunas armas, dando golpes en los
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba muros para observar si sonaba a hueco y sor-
normalmente, casi con beatitud. Con el tiempo, prender el escondrijo de un tesoro, y metiéndo-
la caricia de Alberto se había convertido en una me por todos los rincones, con la idea de encon-
especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba trar la entrada de alguno de esos subterráneos
en condiciones de aguardar el movimiento pró- que es fama existen en todos los castillos de los
ximo y previsto. Como todas las tardes, la mano moros.
acarició el pescuezo, rozó apenas la oreja
Mis diligentes pesquisas fueron por demás in-
derecha, recorrió lentamente la mejilla y el men-
fructuosas.
tón. Finalmente se detuvo sobre los labios en-
treabiertos. Entonces ella, como todas las tar- Sin embargo, una tarde en que, ya desesperan-
des, besó silenciosamente aquella palma y cerró zado de hallar algo nuevo y curioso en los alto
por un instante los ojos. Cuando los abrió, el de la roca sobre la que se asienta el castillo,
rostro de José Claudio era el mismo. Ajeno, renuncié a subir a ella, y limité mi paseo a las
reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese orillas del río que corre a sus pies, andando a lo
momento incluía siempre un poco de temor. Un largo de la ribera, vi una especie de boquerón
temor que no tenía razón de ser, ya que en el abierto en la peña viva y medio oculto por fron-
ejercicio de esa caricia púdica, riesgosa, inso- dosos y espesísimos matorrales. No sin mi po-
lente, ambos habían llegado a una técnica tan quito de temor, separé el ramaje que cubría la
perfecta como silenciosa. entrada de aquello que me pareció cueva for-
mada por la naturaleza y que, después que
"No lo dejes hervir", dijo José Claudio.
anduve algunos pasos, vi era un subterráneo
La mano de Alberto se retiró y Mariana volvió a abierto a pico.
inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero,
No pudiendo penetrar hasta el fondo, que se
apagó la llamita con la tapa de vidrio, llenó los
perdía entre las sombras, me limité a observar
pocillos directamente desde la cafetera.
cuidadosamente los accidentes de la bóveda y
Todos los días cambiaba la distribución de los del piso, que me pareció que se elevaba for-
colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el mando como unos grandes peldaños en direc-
negro para Alberto, el rojo para ella. Tomó el ción a la altura en que se halla el castillo de que
pocillo verde para alcanzárselo a su marido, ya he hecho mención, y en cuyas ruinas recordé
pero antes de dejarlo en sus manos, se encon- entonces haber visto una poterna cegada. Sin
tró con la extraña, apretada sonrisa. Se encon-
Textos para orar y reflexionar 58
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duda, había descubierto uno de esos caminos alborozaron al verle, creyendo llegada la hora
secretos, tan comunes en las obras militares de de emprender nuevos combates; pero el alma
aquella época, el cual debió servir para hacer del caballero se había llenado de una profunda
salidas falsas o coger, estando sitiados, el agua melancolía, y ni el cariño paterno ni los esfuer-
del río que corre allí inmediato. zos de la amistad eran parte a disipar su extraña
Para cerciorarme de la verdad que pudiera ha- melancolía.
ber en mis inducciones, después que salí de la Durante su cautiverio logró ver a la hija del al-
cueva por donde mismo había entrado, trabé caide moro, de cuya hermosura tenía noticias
conversación con un trabajador que andaba por la fama antes de conocerla; pero que cuan-
podando unas viñas en aquellos vericuetos, y al do la hubo conocido la encontró tan superior a la
cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre idea que de ella se había formado, que no pudo
para encender un cigarrillo. resistir a la seducción de sus encantos y se
Hablamos de varias cosas indiferentes: de las enamoró perdidamente de un objeto para él
propiedades medicinales de las aguas de Fitero, imposible.
de la cosecha pasada y la por venir, de las mu- Meses y meses pasó el caballero forjando los
jeres de Navarra y el cultivo de las viñas; ha- proyectos más atrevidos y absurdos: ora imagi-
blamos, en fin, de todo lo que al buen hombre naba un medio de romper las barreras que lo
se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de separaban de aquella mujer, ora hacía los ma-
mi curiosidad. yores esfuerzos por olvidarla, y ya se decidía
Cuando, por último, la conversación recayó por una cosa, ya se mostraba partidario de otra
sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien absolutamente opuesta, hasta que, al fin, un día
que hubiese penetrado en ella y visto su fondo. reunió a sus hermanos y compañeros de armas,
hizo llamar a sus hombres de guerra y, después
-¡Penetrar en la cueva de la Mora! -me dijo, de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos
como asombrado al oír mi pregunta-. ¿Quien necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza
había de atreverse? ¿No sabe usted que de esa que guardaba a la hermosura objeto de su in-
sima sale todas las noches un ánima? sensato amor.
-¡Un ánima! -exclamé yo, sonriéndome-. ¿El Al partir a esta expedición, todos creyeron que
ánima de quién? sólo movía a su caudillo el afán de vengarse de
- El ánima de la hija de un alcaide moro que cuanto le habían hecho sufrir arrojándole en el
anda todavía penando por estos lugares, y se la fondo de sus calabozos; pero después de toma-
ve todas las noches salir vestida de blanco de da la fortaleza, no se ocultó a ninguno la verda-
esa cueva, y llena en el río una jarrica de agua. dera causa de aquella arrojada empresa, en que
tantos buenos cristianos habían perecido para
Por explicación de aquel buen hombre vine en
contribuir al logro de una pasión indigna.
conocimiento de que acerca del castillo árabe y
del subterráneo que yo suponía en comunica- El caballero, embriagado en el amor que, al fin,
ción con él había alguna historieta, y como yo logró encender en el pecho de la hermosísima
soy muy amigo de oír todas estas tradiciones mora, no hacía caso de los consejos de sus
especialmente de labios de la gente del pueblo, amigos, ni paraba mientes en las murmuracio-
le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco nes y las quejas de sus soldados. Unos y otros
más o menos, en los mismos términos que yo, a clamaban por salir cuanto antes de aquellos
mi vez, se la voy a referir a mis lectores. muros, sobre los cuales era natural que habían
de caer nuevamente los árabes, repuestos del
II
pánico de la sorpresa.
Cuando el castillo, del que ahora sólo restan
Y, en efecto, sucedió así: el alcaide allegó de los
algunas informes ruinas, se tenía aún por los
lugares comarcanos y una mañana el vigía que
reyes moros, y sus torres, de las que no ha
estaba puesto en la atalaya de la torre bajó a
quedado piedra sobre piedra, dominaban desde
anunciar a los enamorados amantes que por
lo alto de la roca en que tienen asiento todo
toda la sierra que desde aquellas rocas se des-
aquel fertilísimo valle que fecunda el río Alhama,
cubre se veía bajar tal nublado de guerreros,
tuvo lugar junto a la villa de Fitero una reñida
que bien podía asegurarse que iba a caer sobre
batalla, en la cual cayó herido y prisionero de los
el castillo la morisma entera.
árabes un famoso caballero cristiano, tan digno
de renombre por su piedad como por su valen- La hija del alcaide se quedó al oírlo pálida como
tía. la muerte; el caballero pidió sus armas a gran-
des voces y todo se puso en movimiento en la
Conducido a la fortaleza y cargado de hierros
fortaleza. Los soldados salieron en tumulto de
por sus enemigos, estuvo algunos días en el
sus cuadras; los jefes comenzaron a dar órde-
fondo de un calabozo luchando entre la vida y la
nes; se bajaron los rastrillos, se levantó el puen-
muerte, hasta que, curado casi milagrosamente
te colgante y se coronaron de ballesteros las
de sus heridas, sus deudos le rescataron a
almenas.
fuerza de oro.
Algunas horas después comenzó el asalto.
Volvió el cautivo a su hogar; volvió a estrechar
entre sus brazos a los que le dieron el ser. Sus El castillo podía llamarse con razón inexpugna-
hermanos de armas y sus hombres de guerra se ble. Solo por sorpresa, como se apoderaron de

Textos para orar y reflexionar 59


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él los cristianos, era posible rendirlo. Resistie- La mora, herida de muerte, logró, sin embargo,
ron, pues, sus defensores una, dos y hasta diez arrastrarse a la entrada del subterráneo y pene-
embestidas. trar hasta el fondo, donde se encontraba el
Los moros se limitaron, viendo la inutilidad de caballero. Éste, al verla cubierta de sangre y
sus esfuerzos, a cercarlo estrechamente para próxima a morir, volvió en su razón y, conocien-
hacer capitular a sus defensores por hambre. do la enormidad del pecado que tan duramente
expiaban, volvió sus ojos al cielo, tomó el agua
El hambre comenzó, en efecto, a hacer estragos que su amante le ofrecía y, sin acercársela a los
horrorosos entre los cristianos; pero sabiendo labios, preguntó a la mora:
que, una vez rendido el castillo, el precio de la
vida de sus defensores era la cabeza de su jefe, -¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi
ninguno quiso hacerle traición, y los mismos que religión y, si me salvo, salvarte conmigo?
habían reprobado su conducta juraron perecer La mora, que había caído al suelo desvanecida
en su defensa. con la falta de sangre, hizo un movimiento im-
Los moros impacientes, resolvieron dar un nue- perceptible con la cabeza, sobre la cual derramó
vo asalto al mediar la noche. La embestida fue el caballero el agua bautismal invocando el
rabiosa, la defensa desesperada y el choque nombre del Todopoderoso.
horrible. Durante la pelea, el alcaide, partida la Al otro día, el soldado que disparó la saeta vio
frente de un hachazo cayó al foso desde lo alto un rastro de sangre a la orilla del río, y siguién-
del muro, al que había logrado subir con la ayu- dolo entró en la cueva, donde encontró los ca-
da de una escala, al mismo tiempo que el caba- dáveres del caballero y su amada, que aún
llero recibía un golpe mortal en la brecha de la vienen por las noches a vagar por estos contor-
barbacana, en donde unos y otros combatían nos.
cuerpo a cuerpo entre las sombras.
231. LA ROSA DE LA PASIÓN
Los cristianos comenzaron a cejar y a replegar-
se. En este punto la mora se inclinó sobre su (Leyenda religiosa)
amante, que yacía en el suelo, moribundo, y
Una tarde de verano, y en un jardín de Toledo,
tomándolo en sus brazos con unas fuerzas que
me refirió esta singular historia una muchacha
hacían mayores la desesperación y la idea del
muy buena y muy bonita.
peligro, lo arrastró hasta el patio de armas. Allí
tocó a un resorte, se levantó una piedra como Mientras me explicaba el misterio de su forma
movida de un impulso sobrenatural y por la boca especial, besaba las hojas y los pistilos que iba
que dejó ver al levantarse, desapareció con su arrancando, uno a uno, de la flor que da nombre
preciosa carga y comenzó a descender hasta a esta leyenda.
llegar al fondo del subterráneo. Si yo la pudiera referir con el suave encanto y la
III tierna sencillez que tenía en su boca, os conmo-
vería como a mí me conmovió, la historia de la
Cuando el caballero volvió en sí, tendió a su
infeliz Sara.
alrededor una mirada llena de extravío, y dijo:
Ya que esto no es posible, ahí va lo que de esa
-¡Tengo sed! ¡Me muero! ¡Me abraso!
piadosa tradición se me acuerda en este instan-
Y en su delirio precursor de la muerte, de sus te.
labios secos, al pasar por los cuales silbaba la
I
respiración sólo se oían salir estas palabras
angustiosas: En una de las callejas más oscuras y tortuosas
de la ciudad imperial, empotrada y casi escondi-
-¡Tengo sed! ¡Me abraso! ¡Agua! ¡Agua!
da entre la alta torre morisca de una antigua
La mora sabía que aquel subterráneo tenía una parroquia mozárabe y los sombríos y blasona-
salida al valle por donde corre el río. El valle y dos muros de una casa solariega, tenía hace
todas las alturas que lo coronan estaban llenos muchos años su habitación raquítica, tenebrosa
de soldados moros, que, una vez rendida la y miserable como su dueño, un judío llamado
fortaleza, buscaban en vano por todas partes al Daniel Leví.
caballero y a su amada para saciar en ellos su
Era este judío rencoroso y vengativo, como
sed de exterminio. Sin embargo, no vaciló un
todos los de su raza, pero más que ninguno
instante, y tomando el casco del moribundo, se
engañador e hipócrita.
deslizó como una sombra por entre los matorra-
les que cubrían la boca de la cueva y bajó a la Dueño, según los rumores del vulgo, de una
orilla del río. inmensa fortuna, veíasele, no obstante, todo el
día acurrucado en el sombrío portal de su vi-
Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse
vienda, componiendo y aderezando cadenillas
para volver de nuevo al lado de su amante,
de metal, cintos viejos o guarniciones rotas, con
cuando silbó una saeta y exhaló un grito.
las que traía un gran tráfico entre los truhanes
Dos guerreros moros que velaban alrededor de de Zocodover, las revendedoras del Postigo y
la fortaleza habían disparados sus arcos en la los escuderos pobres.
dirección en que oyeron moverse las ramas.
Aborrecedor implacable de los cristianos y de
cuanto a ellos pudiera pertenecer, jamás pasó
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junto a un caballero principal o un canónigo de tez era blanca, pálida y transparente como el
la primada sin quitarse una y hasta diez veces el alabastro de la estatua de un sepulcro. Contaba
mugriento bonetillo que cubría su cabeza calva apenas dieciséis años, y ya se veía grabada en
y amarillenta, ni acogió en su tenducho a uno de su rostro esa dulce tristeza de las inteligencias
sus habituales parroquianos sin agobiarlo a precoces, y ya hinchaban su seno y se escapa-
fuerza de humildes salutaciones, acompañadas ban de su boca esos suspiros que anuncian el
de aduladoras sonrisas. vago despertar del deseo.
La sonrisa de Daniel había llegado a hacerse Los judíos más poderosos de la ciudad, prenda-
proverbial en todo Toledo, y su mansedumbre, a dos de su maravillosa hermosura, la habían
prueba de las jugarretas más pesadas y las solicitado para esposa; pero la hebrea, insensi-
burlas y rechiflas de sus vecinos, no conocían ble a los homenajes de sus adoradores y a los
limites. consejos de su padre, que instaba para que
Inútilmente los muchachos, para desesperarlo, eligiese un compañero antes de quedar sola en
tiraban piedras a su tugurio; en vano los pajeci- el mundo, se mantenía encerrada en un profun-
llos y hasta los hombres de armas del próximo do silencio, sin dar más razón de su extraña
palacio pretendían aburrirlo, llamándole con los conducta que el capricho de permanecer libre.
nombres más injuriosos, o las viejas devotas de Al fin, un día, cansado de sufrir los desdenes de
la feligresía se santiguaban al pasar por el um- Sara y sospechando que su eterna tristeza era
bral de su puerta, como si viesen al mismo Luci- indicio cierto de que su corazón abrigaba algún
fer en persona. secreto importante, uno de sus adoradores se
Daniel sonreía eternamente, con una sonrisa acercó a Daniel y dijo:
extraña e indescriptible. Sus labios delgados y - ¿Sabes, Daniel, que entre nuestros hermanos
hundidos se dilataban a la sombra de su nariz se murmura de tu hija?
desmesurada y corva como el pico de un agui- El judío levantó un instante los ojos de su yun-
lucho, y aunque de sus ojos pequeños, redon- que, suspendió su continuo martilleo, y sin mos-
dos y casi ocultos entre las espesas cejas, bro- trar la menor emoción, preguntó a su interpelan-
taba una chispa de mal reprimida cólera, seguía te:
impasible golpeando con su martillito de hierro
el yunque donde aderezaba las mil baratijas - ¿Y qué dicen de ella?
mohosas y, al parecer, sin aplicación alguna, de - Dicen -prosiguió su interlocutor-, dicen... ¡Qué
que se componía su tráfico. sé yo! Muchas cosas... Entre ellas, que tu hija
Sobre la puerta de la casucha del judío, y dentro está enamorada de un cristiano.
de un marco de azulejos de vivos colores, se Al llegar a este punto, el desdeñado amante de
abría un ajimez árabe, resto de las antiguas Sara se detuvo para ver el efecto que sus pala-
construcciones de los moros toledanos. Alrede- bras hacían en Daniel.
dor de las caladas franjas del ajimez, y enre-
Daniel levantó de nuevo sus ojos, lo miró un rato
dándose por la columnilla de mármol que lo
fijamente, sin decir palabra, y, bajando otra vez
partía en dos huecos iguales, subía desde el
la vista para seguir su interrumpida tarea, ex-
interior de la vivienda una de esas plantas tre-
clamó:
padoras que se mecen verdes y llenas de savia
y lozanía sobre los ennegrecidos muros de los - ¿Y quién dice que eso no es una calumnia?
edificios ruinosos. - Quien los ha visto conversar más de una vez
En la parte de la casa que recibía una dudosa en esta misma calle, mientras tú asistes al ocul-
luz por los estrechos vanos de aquel ajimez, to sanedrín de nuestros rabinos -insistió el joven
único abierto en el musgoso y agrietado pare- hebreo, admirado de que sus sospechas prime-
dón de la calleja, habitaba Sara, la hija predilec- ro, y después sus afirmaciones, no hiciesen
ta de Daniel. mella en el ánimo de Daniel.
Cuando los vecinos del barrio pasaban por Este, sin abandonar su ocupación, fija la mirada
delante de la tienda del judío y veían por casua- en el yunque, sobre el que después de dejar a
lidad a Sara tras las celosías de su ajimez mo- un lado el martillo se ocupaba en bruñir el bro-
risco y a Daniel acurrucado junto a su yunque, che de metal de una guarnición con una peque-
exclamaban en alta voz, admirados de las per- ña lima, comenzó a hablar en voz baja y entre-
fecciones de la hebrea: cortada, como si maquinalmente fuesen repi-
tiendo sus labios las ideas que cruzaban por su
- ¡Parece mentira que tan ruin tronco haya dado
mente.
tan hermoso vástago!
- ¡Je, je, je! -decía, riéndose de una manera
Porque, en efecto, Sara era un prodigio de be-
extraña y diabólica-. ¿Con que a mi Sara, al
lleza. Tenía los ojos grandes y rodeados de un
orgullo de la tribu, al báculo en que se apoya mi
sombrío cerco de pestañas negras, en cuyo
vejez, piensa arrebatármela un perro cristiano?
fondo brillaba el punto de luz de su ardiente
¿Y vosotros creéis que lo hay? ¡Je!, ¡je! -
pupila como una estrella en el cielo de una no-
continuaba, siempre hablando para sí y siempre
che oscura. Sus labios, encendidos y rojos pa-
riéndose mientras la lima chirriaba cada vez con
recían recortados hábilmente de un paño de
más fuerza, mordiendo el metal con sus dientes
púrpura por las invisibles manos de un hada. Su

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de acero-. ¡Je! ¡Je! Pobre Daniel, dirán los míos, diantres se tendrán dada cita con Satanás, que
¡ya chochea! ¿Para qué quiere ese viejo mori- todos acuden a mi barca, teniendo tan cerca el
bundo y decrépito esa hija tan hermosa y tan puente?... No, no irán a nada bueno cuando así
joven, si no sabe guardarla de los codiciosos evitan toparse de manos a boca con los hom-
ojos de nuestros enemigos?... ¡Je! ¿Crees tú, bres de armas de San Cervantes, pero, en fin,
por ventura, que Daniel duerme? ¿Crees tú, por ello es que me dan buenos dineros a ganar, y a
ventura, que si mi hija tiene un amante..., que su alma su palma, que yo en nada entro ni sal-
bien pudiera ser, y ese amante es cristiano y go.
procura seducirla, y la seduce, que todo es Esto diciendo, el buen hombre, sentándose en
posible, y proyecta huir con ella, que también es su barca, aparejó los remos, y cuando Sara, que
fácil, y huye mañana, por ejemplo, lo cual cabe no era otra la persona a quien al parecer había
dentro de lo humano, crees tú que Daniel se aguardado hasta entonces, hubo saltado al
dejara arrebatar su tesoro?... ¿Crees tú que no barquichuelo, soltó la amarra que lo sujetaba y
sabrá vengarse? comenzó a bogar en dirección a la orilla opues-
- Pero -exclamó interrumpiéndole el joven-, ta.
¿sabéis acaso...? - ¿Cuántos han pasado esta noche? -preguntó
- Sé -dijo Daniel levantándose y dándole un Sara al barquero apenas se hubieron alejado de
golpecito en la espalda-, sé más que tú, que los molinos y como refiriéndose a algo de que
nada sabes ni nada sabrías si no hubiese llega- ya habían tratado anteriormente.
do la hora de decirlo todo... Adiós; avisa a nues- - Ni los he podido contar -respondió el interpela-
tros hermanos para que cuanto antes se reúnan. do: ¡un enjambre! Parece que esta noche será
Esta noche, dentro de una o dos horas, yo esta- la última que se reúnen.
ré con ellos. ¡Adiós!
- ¿Y sabes de qué tratan y con qué objeto
Y esto diciendo, Daniel empujó suavemente a abandonan la ciudad a estas horas?
su interlocutor hacia la calle, recogió sus trebe-
jos muy despacio y comenzó a cerrar con do- - Lo ignoro...; pero ello es que aguardan a al-
bles cerrojos y aldabas la puerta de la tiendeci- guien que debe de llegar esta noche. Yo no sé
lla. para qué lo aguardarán, aunque presumo que
para nada bueno.
El ruido que produjo ésta al encajarse rechinan-
do sobres sus premiosos goznes impidió al que Después de este breve diálogo, Sara se mantu-
se alejaba oír el rumor de las celosías sobre el vo algunos instantes sumida en un profundo
ajimez, que en aquel punto cayeron de golpe, silencio y como tratando de ordenar sus ideas.
como si la judía acabara de retirarse de su alféi- «No hay duda -pensaba entre sí-; mi padre ha
zar. sorprendido nuestro amor y prepara, alguna
venganza horrible. Es preciso que yo sepa dón-
II de van, qué hacen, qué intentan. Un momento
Era noche de Viernes Santo, y los habitantes de de vacilación podría perderlo.»
Toledo, después de haber asistido a las tinieblas Cuando Sara se puso un instante en pie, y como
en su magnífica catedral, acababan de entre- para alejar las horribles dudas que la preocupa-
garse al sueño o referían al amor de la lumbre ban se pasó la mano por la frente, que la angus-
consejas parecidas a las del Cristo de la Luz, tia había cubierto de un sudor glacial, la barca
que, robado por unos judíos, dejó un rastro de tocaba a la orilla opuesta.
sangre por el cual se descubrió el crimen, o la
historia del Santo Niño de la Guardia, en quien - Buen hombre -exclamó la hermosa hebrea,
los implacables enemigos de nuestra fe renova- arrojando algunas monedas a su conductor y
ron la cruel Pasión de Jesús. señalando un camino estrecho y tortuoso que
subía serpenteando por entre las rocas, ¿es ese
Reinaba en la ciudad un silencio profundo, inte- el camino que siguen?
rrumpido a intervalos, ya por las lejanas voces
de los guardias nocturnos que en aquella época - Ese es, y cuando llegan a la Cabeza del Moro,
velaban en derredor del Alcázar, ya por los desaparecen por la izquierda. Después, el dia-
gemidos del viento, que hacía girar las veletas blo y ellos sabrán a dónde se dirigen -respondió
de las torres o zumbaba entre las torcidas re- el barquero.
vueltas de las calles, cuando el dueño de un Sara se alejó en la dirección que éste le había
barquichuelo que se mecía amarrado a un poste indicado. Durante algunos minutos se la vio
cerca de los molinos, que parecen como incrus- aparecer y desaparecer alternativamente entre
tados al pie de las rocas que baña el Tajo, y aquel oscuro laberinto de rocas oscuras y corta-
sobre las que se asienta la ciudad, vio aproxi- das a pico después, y cuando hubo llegado a la
marse a la orilla, bajando trabajosamente por cima llamada la Cabeza del Moro, su negra
uno de los estrechos senderos que desde lo alto silueta se dibujó un instante sobre el fondo azul
de los muros conducen al río, a una persona a del cielo, y, por último, desapareció entre las
quien, al parecer, aguardaba con impaciencia. sombras de la noche.
- ¡Ella es! -murmuró entre dientes el barquero-. IV
¡No parece sino que esta noche anda revuelta
toda esa endiablada raza de judíos !... ¿Dónde

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Siguiendo el camino donde hoy se encuentra la había revelado, no pudo contenerse a la vista de
pintoresca ermita de la Virgen del Valle, y como aquel espectáculo y, rompiendo por entre la
a dos tiros de ballesta del picacho que el vulgo maleza que la ocultaba, presentóse de imprevis-
conoce en Toledo por la Cabeza del Moro, exis- to en el umbral del templo.
tían aún en aquella época los ruinosos restos de Al verla aparecer, los judíos arrojaron un grito de
una iglesia bizantina, anterior a la conquista de sorpresa, y Daniel, dando un paso hacia su hija,
los árabes. en ademán amenazante, le preguntó con voz
En el atrio, que dibujaban algunos pedruscos ronca:
diseminados por el suelo, crecían zarzales y - ¿Qué buscas aquí, desdichada?
hierbas parásitas, entre las que yacían, medio
ocultas, ya el destrozado capitel de una colum- - Vengo a arrojar sobre vuestras frentes -dijo
na, ya un sillar groseramente esculpido con Sara con voz firme y resuelta- todo el baldón de
hojas entrelazadas, endriagos horribles o gro- vuestra infame obra, y vengo a deciros que en
tescas o informes figuras humanas. Del templo vano esperáis la víctima para el sacrificio, si ya
sólo quedaban en pie los muros laterales y no es que intentáis cebar en mí vuestra sed de
algunos arcos rotos ya y cubiertos de hiedra. sangre, porque el cristiano a quien aguardáis no
vendrá porque yo lo he prevenido de vuestras
Sara, a quien parecía guiar un sobrenatural asechanzas.
presentimiento, al llegar al punto que le había
señalado su conductor, vaciló algunos instantes, - ¿Sara! -exclamó el judío, rugiendo de cólera-.
indecisa acerca del camino que debía seguir; Sara, eso no es verdad; tú no puedes habernos
pero, por último, se dirigió con paso firme y hecho traición, hasta el punto de revelar nues-
resuelto hacia las abandonadas ruinas de la tros misteriosos ritos, y si es verdad que los has
iglesia. revelado, tú no eres mi hija...
En efecto, su instinto no la había engañado. - No; ya no lo soy; he encontrado otro Padre, un
Daniel, que ya no sonreía; Daniel, que no era ya Padre todo amor para los suyos, un Padre a
el viejo débil y humilde, sino que, antes bien, quien vosotros clavasteis en una afrentosa cruz
respirando cólera de sus pequeños y redondos y que murió en ella por redimiros, abriéndonos
ojos, parecía animado del espíritu de la vengan- para una eternidad las puertas del cielo. No; ya
za, rodeado de una multitud como él, ávida de no soy vuestra hija, porque soy cristiana y me
saciar su sed de odio en uno de los enemigos avergüenzo de mi origen.
de su religión, estaba allí y parecía multiplicarse Al oír estas palabras, pronunciadas con esa
dando órdenes a los unos, animando en el tra- enérgica entereza que sólo pone el cielo en
bajo a los otros, disponiendo, en fin, con una boca de los mártires, Daniel, ciego de furor, se
horrible solicitud los aprestos necesarios para la arrojó sobre la hermosa hebrea y derribándola
consumación de la espantosa obra que había en tierra y asiéndola por los cabellos, la arrastró,
estado meditando días y días, mientras golpea- como poseído de un espíritu infernal, hasta el
ba impasible el yunque de su covacha de Tole- pie de la cruz, que parecía abrir sus descarna-
do. dos brazos para recibirla, exclamando al dirigir-
Sara, que en favor de la oscuridad había logra- se a los que los rodeaban:
do llegar hasta el atrio de la iglesia, tuvo que - Ahí os la entrego; haced vosotros justicia de
hacer un esfuerzo para no arrojar un grito de esa infame, que ha vendido su honra, su religión
horror al penetrar en su interior con la mirada. y a sus hermanos.
Al rojizo resplandor de una fogata que proyecta- IV
ba las sombras de aquel círculo infernal en los
Al día siguiente, cuando las campanas de la
muros del templo, había creído ver que algunos
catedral asordaban los aires tocando a gloria, y
hacían esfuerzos por levantar en alto una pesa-
los honrados vecinos de Toledo se entretenían
da cruz, mientras otros tejían una corona con las
en tirar ballestazos a los Judas de paja, ni más
ramas de los zarzales o afilaban sobre una
ni menos que como todavía lo hacen en algunas
piedra las puntas de enormes clavos de hierro.
de nuestras poblaciones, Daniel abrió la puerta
Una idea espantosa cruzó por su mente: recor-
de su tenducho, como tenía por costumbre, y
dó que a los de su raza los habían acusado más
con su eterna sonrisa en los labios comenzó a
de una vez de misteriosos crímenes; recordó
saludar a los que pasaban, sin dejar por eso de
vagamente la aterradora historia del Niño Cruci-
golpear en el yunque con su martillito de hierro;
ficado, que ella hasta entonces había creído una
pero las celosías del morisco ajimez de Sara no
grosera calumnia inventada por el vulgo para
volvieron a abrirse, ni nadie vio más a la hermo-
apostrofar y zaherir a los hebreos.
sa hebrea recostada en su alféizar de azulejos
Pero ya no le cabía duda alguna; allí, delante de de colores.
sus ojos, estaban aquellos horribles instrumen-
...
tos de martirio, y los feroces verdugos sólo
aguardaban a la víctima. Cuentan que algunos años después un pastor
trajo al arzobispo una flor hasta entonces nunca
Sara, llena de una santa indignación, rebosando
vista, en la cual se veían figurados todos los
en generosa ira y animada de esa fe inquebran-
atributos del martirio del Salvador del mundo,
table en el verdadero Dios que su amante le
flor extraña y misteriosa, que había crecido y
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enredado sus tallos por entre los ruinosos muros ti; mas yo volveré después de haber conseguido
de la derruida iglesia. un poco de gloria para mi nombre oscuro... El
cielo nos ayudará en la santa empresa. Con-
232. LA PROMESA quistaremos a Sevilla, y el rey nos dará feudos
en las riberas del Guadalquivir a los conquista-
(Leyenda castellana)
dores.
I
Entonces volveré en tu busca y nos iremos
Margarita lloraba con el rostro oculto entre las juntos a habitar en aquel paraíso de los árabes,
manos; lloraba sin gemir, pero las lágrimas donde dicen que hasta el cielo es más limpio y
corrían silenciosas a lo largo de sus mejillas, más azul que el de Castilla; volveré, te lo juro;
deslizándose por entre sus dedos para caer en volveré a cumplir la palabra solemnemente
la tierra, hacia la que había doblado su frente. empeñada el día que puse en tus manos ese
Junto a Margarita estaba Pedro; éste levantaba anillo, símbolo de una promesa.
de cuando en cuando los ojos para mirarla, y - ¡Pedro! -exclamó entonces Margarita, domi-
viéndola llorar, tornaba a bajarlos, guardando a nando su emoción y con voz resuelta y firme-.
su vez un silencio profundo. Ve, ve a mantener tu honra -y al pronunciar
Y todo callaba alrededor y parecía respetar su estas palabras se arrojó por última vez en bra-
pena. Los rumores del campo se apagaban; el zos de su amante. Después añadió, con acento
viento de la tarde dormía y las sombras comen- más sordo y conmovido-:Ve a mantener tu hon-
zaban a envolver los espesos árboles del soto. ra; pero vuelve..., vuelve a traerme la mía.
Así transcurrieron algunos minutos, durante los Pedro besó la frente de Margarita, desató su
cuales se acabó de borrar el rastro de luz que el caballo, que estaba sujeto a uno de los árboles
sol había dejado al morir en el horizonte; la luna del soto y se alejó al galope por el fondo de la
comenzó a dibujarse vagamente sobre el fondo alameda.
violado del cielo del crepúsculo, y unas tras Margarita siguió a Pedro con los ojos hasta que
otras fueron apareciendo las mayores estrellas. su sombra se confundió entre la niebla de la
Pedro rompió al fin aquel silencio angustioso, noche, y cuando ya no pudo distinguirle, se
exclamando con voz sorda y entrecortada, y volvió lentamente al lugar donde la guardaban
como si hablase consigo mismo: sus hermanos.
- ¡Es imposible..., imposible! - Ponte tus vestidos de gala -le dijo uno de ellos
al entrar-; que mañana vamos a Gómara con
Después, acercándose a la desconsolada niña y todos los vecinos del pueblo para ver al conde,
tomando una de sus manos, prosiguió con acen- que se marcha a Andalucía.
to más cariñoso y suave:
- A mí más me entristece que me alegra ver irse
- Margarita, para ti el amor es todo, y tú no ves a los que acaso no han de volver -respondió
nada más allá del amor. No obstante, hay algo Margarita con un suspíro.
tan respetable como nuestro cariño, y es mi
deber. Nuestro señor, el conde de Gómara, - Sin embargo -insistió el otro hermano-, has de
parte mañana de su castillo para reunir su hues- venir con nosotros, y has de venir compuesta y
te a las del rey don Fernando, que va a sacar a alegre; así no dirán las gentes murmuradoras
Sevilla del poder de los infieles, y yo debo partir que tienes amores en el castillo y que tus amo-
con el conde. Huérfano oscuro, sin nombre y sin res se van a la guerra.
familia, a él le debo cuanto soy. Yo le he servido II
en el ocio de las paces, he dormido bajo su
Apenas rayaba en el cielo la primera luz del
techo, me he calentado en su hogar y he comido
alba, cuando empezó a oírse por todo el campo
el pan a su mesa. Si hoy le abandono, mañana
de Gómara la aguda trompetería de los solda-
sus hombres de armas al salir en tropel por las
dos del conde, y los campesinos que llegaban
poternas de su castillo, preguntarán maravilla-
en numerosos grupos de los lugares cercanos
dos de no verme: <<¿Dónde está el escudero
vieron desplegarse al viento el pendón señorial
favorito del conde de Gómara?>>, y mi señor
en la torre más alta de la fortaleza.
callará con vergüenza, y sus pajes y sus bufo-
nes dirán, en son de mofa: <<El escudero del Unos sentados al borde de los fosos, otros sub-
conde no es más que un galán de justas, un idos en las copas de los árboles, éstos vagando
lidiador de cortesía>>. por la llanura, aquéllos coronando las cumbres
de las colinas, los de más allá formando un
Al llegar a este punto, Margarita levantó sus
cordón a lo largo de la calzada, ya haría cerca
ojos, llenos de lágrimas, para fijarlos en los de
de una hora que los curiosos esperaban el es-
su amante, y removió los labios como para diri-
pectáculo, no sin que algunos comenzaran a
girle la palabra; pero su voz se ahogó en un
impacientarse, cuando volvió a sonar de nuevo
sollozo.
el toque de los clarines, rechinaron las cadenas
Pedro, con acento aún más dulce y persuasivo, del puente, que cayó con pausa sobre el foso, y
prosiguió así: se levantaron los rastrillos, mientras se abrían
- No llores, por Dios, Margarita; no llores, porque de par en par, y gimiendo sobre sus goznes, las
tus lágrimas me hacen daño. Voy a alejarme de
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pesadas puertas del arco que conducía al patio una vez expugnado el famoso castillo, puso los
de armas. reales a la vista de la ciudad de los infieles.
La multitud corrió a agolparse en los ribazos del El conde de Gómara estaba en la tienda senta-
camino para ver más a su sabor las brillantes do en un escaño de alerce, inmóvil, pálido, terri-
armaduras y los lujosos arreos del séquito del ble, as manos cruzadas sobre la empuñadura
conde de Gómara, célebre en toda la comarca del montante y los ojos fijos en el espacio con
por su esplendidez y sus riquezas. esa vaguedad del que parece mirar un objeto y,
Rompieron la marcha los farautes, que, dete- sin embargo, no ve nada de cuanto hay a su
niéndose de trecho en trecho, pregonaban en alrededor.
alta voz y a son de caja las cédulas del rey lla- A un lado, y de pie, le hablaba el más antiguo de
mando a sus feudatarios a la guerra de moros y los escuderos de su casa, el único que en aque-
requiriendo a las villas y lugares libres para que llas horas de negra melancolía hubiera osado
diesen paso y ayuda a sus huestes. interrumpirle sin atraer sobre su cabeza la ex-
A los farautes siguieron los heraldos de corte, plosión de su cólera.
ufanos con sus casullas de seda, sus escudos - ¿Qué tenéis, señor? -le decía-. ¿Qué mal os
bordados de oro y colores y sus birretes guar- aqueja y consume? Triste vais al combate y
necidos de plumas vistosas. triste volvéis, aun tornando con la victoria.
Después vino el escudero mayor de la casa, Cuando todos los guerreros duermen rendidos a
armado de punta en blanco, caballero sobre un la fatiga del día, os oigo suspirar angustiado, y si
potro morcillo, llevando en sus manos el pendón corro a vuestro lecho, os miro allí luchar con
de ricohombre con sus motes y sus calderas, y algo invisible que os atormenta. Abrís los ojos y
al estribo izquierdo, el ejecutor de las justicias vuestro terror no se desvanece. ¿Qué os pasa,
del señorío vestido de negro y rojo. señor? Decídmelo. Si es un secreto, yo sabré
guardarlo en el fondo de mi memoria como en
Precedían al escudero mayor hasta una veinte- un sepulcro.
na de aquellos famosos trompeteros de la tierra
llana, célebres en las crónicas de nuestros reyes El conde parecía no oír al escudero. No obstan-
por la increíble fuerza de sus pulmones. te, después de un largo espacio, y como si las
palabras hubiesen tardado todo aquel tiempo en
Cuando dejó de herir el viento al agudo clamor llegar desde sus oídos a su inteligencia, salió
de la formidable trompetería, comenzó a oírse poco a poco de su inmovilidad y, atrayéndole
un rumor sordo, compasado y uniforme. Eran hacia sí cariñosamente, le dijo con voz grave y
los peones de la mesnada, armados de largas reposada:
picas y provistos de sendas adargas de cuero.
Tras éstos no tardaron en aparecer los apareja- - He sufrido demasiado en silencio. Creyéndome
dores de las máquinas, con sus herramientas y juguete de una vana fantasía, hasta ahora he
sus torres de palo; las cuadrillas de escaladores callado por vergüenza; pero no, no es ilusión lo
y la gente menuda del servicio de las acémilas. que me sucede. Yo debo hallarme bajo la in-
fluencia de laguna maldición terrible. El cielo o el
Luego, envueltos en la nube de polvo que levan- infierno deben querer algo de mí, y lo avisan con
taba el casco de sus caballos, y lanzando chis- hechos sobrenaturales. ¿Te acuerdas del día de
pas de luz de sus petos de hierro, pasaron los nuestro encuentro con los moros de Nebrija en
hombres de armas del castillo, formados en el aljarafe de Triana? Éramos pocos. La pelea
gruesos pelotones, que semejaban a lo lejos un fue dura, y yo estuve a punto de perecer. Tú lo
bosque de lanzas. viste: en lo más reñido del combate, mi caballo,
Por último, precedido de los timbaleros, que herido y ciego de furor, se precipitó hacia el
montaban poderosas mulas con gualdrapas y grueso de la hueste mora. Yo pugnaba en balde
penachos, rodeado de sus pajes, que vestían por contenerle. Las riendas se habían escapado
ricos trajes de seda y oro y seguido de los escu- de mis manos, y el fogoso animal corría lleván-
deros de su casa, apareció el conde. dome a una muerte segura. Ya los moros, ce-
rrando sus escuadrones, apoyaban en tierra el
Al verle, la multitud levantó un clamor inmenso
cuento de sus largas picas para recibirme en
para saludarle, y entre la confusa vocería se
ellas. Una nube de saetas silbaba en mis oídos.
ahogó el grito de una mujer, que en aquel mo-
El caballo estaba algunos pies de distancia del
mento cayó desmayada y como herida de un
muro de hierro en que íbamos a estrellarnos,
rayo en los brazos de algunas personas que
cuando... Créeme: no fue una ilusión. Vi una
acudieron a socorrerla. Era Margarita, Margarita,
mano que, agarrándole de la brida, lo detuvo
que había conocido a su misterioso amante en
con una fuerza sobrenatural y, volviéndole en
el muy alto y muy temido señor conde de Góma-
dirección a las filas de mis soldados, me salvó
ra, un de los más nobles y poderosos feudata-
milagrosamente. En vano pregunté a unos y
rios de la corona de Castilla.
otros por mi salvador. Nadie le conocía, nadie le
III había visto. <<Cuando volabais a estrellaros en
El ejército de don Fernando, después de salir de la muralla de picas -me dijeron-, ibais sólo,
Córdoba, había venido por sus jornadas hasta completamente solo. Por eso nos maravillamos
Sevilla, no sin haber luchado antes en Écija, al veros tornar, sabiendo que ya el corcel no
Carmona y Alcalá del Río de Guadaira, donde, obedecía al jinete>>. Aquella noche entré pre-

Textos para orar y reflexionar 65


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ocupado en mi tienda. Quería en vano arran- dialectos diversos y vestido cada cual al uso de
carme de la imaginación el recuerdo de la extra- su país y cada cual armado a su guisa, forma-
ña aventura. Mas al dirigirme al lecho torné a ban un extraño y pintoresco contraste.
ver la misma mano, una mano hermosa, blanca Aquí descansaban algunos señores de las fati-
hasta la palidez, que descorrió la cortinas, des- gas del combate, sentados en escaños de aler-
apareciendo después de descorrerlas. Desde ce a la puerta de sus tiendas y jugando a las
entonces, a todas horas, en todas partes, estoy tablas, en tanto que sus pajes les escanciaban
viendo esa mano misteriosa que previene mis el vino en copas de metal; allí algunos peones
deseos y se adelanta a mis acciones. La he aprovechaban un momento de ocio para adere-
visto, al expugnar el castillo de Triana, coger zar y componer sus armas rotas en la última
entre sus dedos y partir en el aire una saeta que refriega; más allá cubrían de saetas un blanco
venía a herirme; la he visto, en los banquetes los más expertos ballesteros de la hueste, entre
donde procuraba ahogar mi pena entre la confu- las aclamaciones de la multitud, pasmada de su
sión y el tumulto, escanciar el vino en mi copa, y destreza; y el rumor de los tambores, el clamor
siempre se halla delante de mis ojos, y por don- de las trompetas, las voces de los mercaderes
de voy me sigue: en la tienda, en el combate, de ambulantes, el golpear del hierro contra el hie-
día, de noche... Ahora mismo, mírala, mírala rro, los cánticos de los juglares, que entretenían
aquí, apoyada suavemente en mis hombros. a sus oyentes con la relación de hazañas por-
Al pronunciar estas últimas palabras el conde se tentosas, y los gritos de los farautes que publi-
puso de pie y dio algunos pasos como fuera de caban las ordenanzas de los maestros del cam-
sí y embargado de un terror profundo. po, llenando los aires de mil y mil ruidos discor-
El escudero se enjugó una lágrima que corría des, prestaban a aquel cuadro de costumbres
por sus mejillas. Creyendo loco a su señor, no guerreras una vida y una animación imposible
insistió, sin embargo, en contrariar sus ideas, y de pintar con palabras.
se limitó a decirle con voz profundamente con- El conde de Gómara, acompañado de su fiel
movida: escudero, atravesó por entre los animados gru-
- Venid... Salgamos un momento de la tienda. pos sin levantar los ojos de la tierra, silencioso,
Acaso la brisa de la tarde refrescará vuestras triste, como si ningún objeto hiriese su vista ni
sienes, calmando ese incomprensible dolor, llegase a su oído el rumor más leve. Andaba
para el que yo no hallo palabras de consuelo. maquinalmente, a la manera que un somnámbu-
lo, cuyo espíritu se agita en el mundo de los
IV sueños, se mueve y marcha sin la conciencia de
El real de los cristianos se extendía por todo el sus acciones y como arrastrado por una volun-
campo de Guadaira hasta tocar en la margen tad ajena a la suya.
izquierda del Guadalquivir. Enfrente del real, y Próximo a la tienda del rey, y en medio de un
destacándose sobre el luminoso horizonte, se gran corro de soldados, pajecillos y gente me-
alzaban los muros de Sevilla, flanqueados de nuda que le escuchaban con la boca abierta
torres, almenadas y fuertes. Por cima de la apresurándose a comprarle alguna de las barati-
corona de almenas rebosaba la verdura de los jas que anunciaba a voces y con hiperbólicos
mil jardines de la morisca ciudad, y entre las encomios, había un extraño personaje, mitad
oscuras manchas del follaje lucían los miradores romero, mitad juglar que, ora recitando una
blancos como la nieve, los minaretes de las especie de letanía en latín bárbaro, ora diciendo
mezquitas y la gigantesca atalaya, sobre cuyo una bufonada o una chocarrería, mezclada en
aéreo pretil lanzaban chispas de luz, heridas por su interminable relación, chistes capaces de
el sol, las cuatro grandes bolas de oro, que poner colorado a un ballestero con oraciones
desde el campo de los cristianos parecían cua- devotas, historias de amores picarescos con
tro llamas. leyendas de santos.
La empresa de don Fernando, una de las más En las inmensas alforjas que colgaban de sus
heroicas y atrevidas de aquella época, había hombros se hallaban revueltos y confundidos mil
traído a su alrededor a los más célebres guerre- objetos diferentes: cintas tocadas en el sepulcro
ros de los diferentes reinos de la Península, no de Santiago, cédulas con palabras que él decía
faltando algunos que de países extraños y dis- ser hebraicas, las mismas que dijo el rey Salo-
tantes vinieran también, llamados por la fama, a món cuando fundaba el templo y las únicas para
unir los esfuerzos a los del santo rey. libertarse de toda clase de enfermedades con-
Tendidas a lo largo de la llanura mirábanse, tagiosas; bálsamos maravillosos para pegar a
pues, tiendas de campaña de todas formas y hombres partidos por la mitad; evangelios cosi-
colores sobre el remate de las cuales ondeaban dos en bolsitas de brocatel, secretos para ha-
al viento distintas enseñas con escudos parti- cerse amar de todas las mujeres, reliquias de
dos, astros, grifos, leones, cadenas, barras y los santos patrones de todos los lugares de
calderas y otras cien y cien figuras o símbolos España, joyuelas, cadenillas, cinturones, meda-
heráldicos que pregonaban el nombre y la cali- llas y otras muchas baratijas de alquimia, de
dad de sus dueños. Por entre las calles de vidrio y plomo.
aquella improvisada ciudad circulaban en todas Cuando el conde llegó cerca del grupo que
direcciones multitud de soldados, que, hablando formaban el romero y sus admiradores, comen-

Textos para orar y reflexionar 66


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zaba éste a templar una especie de bandolina o Apenas el cantor había terminado la última
guzla árabe con que se acompañaba en la rela- estrofa, cuando rompiendo el muro de curiosos,
ción de sus romances. Después que hubo esti- que se apartaban con respeto al reconocerle, el
rado bien las cuerdas unas tras otras y con conde llegó a donde se encontraba el romero y,
mucha calma, mientras su acompañante daba la cogiéndole con fuerza del brazo, le preguntó en
vuelta al corro sacando los últimos cornados de voz baja y convulsa:
la flaca escarcela de los oyentes, el romero - ¿De qué tierra eres?
comenzó a cantar con voz gangosa y con un
aire monótono y plañidero un romance que - De tierra de Soria -le respondió éste sin alte-
siempre terminaba con el mismo estribillo. rarse.
El conde se acercó al grupo y prestó atención. - ¿Y dónde has aprendido ese romance? ¿A
Por una coincidencia, al parecer extraña, el quién se refiere la historia que cuentas? -volvió
título de aquella historia respondía en un todo a a exclamar su interlocutor, cada vez con mues-
los lúgubres pensamientos que embargaban su tras de emoción más profunda.
ánimo. Según había enunciado el cantor antes - Señor -dijo el romero, clavando sus ojos en los
de comenzar, el romance se titulaba el Roman- del conde con una fijeza imperturbable-, esta
ce de la mano muerta. cántiga la repiten de unos en otros los aldeanos
Al oír el escudero tan extraño anuncio, pugnó del campo de Gómara, y se refiere a una desdi-
por arrancar a su señor de aquel sitio; pero el chada cruelmente ofendida por un poderoso.
conde, con los ojos fijos en el juglar permaneció Altos juicios de Dios han permitido que al ente-
inmóvil escuchando esta cántiga: rrarla quedase siempre fuera de la sepultura la
mano en que su amante le puso un anillo al
I hacerla una promesa. Vos sabréis, quizá, a
La niña tiene un amante quién toca cumplirla.
que escudero se decía.
El escudero le anuncia V
que a la guerra se partía. En un lugarejo miserable y que se encuentra a
“Te vas y acaso no tornes.” un lado del camino que conduce a Gómara he
“Tornaré por vida mía.” visto no hace mucho el sitio en donde se asegu-
ra tuvo lugar la extraña ceremonia del
Mientras el amante jura, casamiento del conde.
diz que el viento repetía: Después que éste, arrodillado sobre la humilde
Mal haya quien en promesas de hombre fía! fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita y
II un sacerdote autorizado por el Papa bendijo la
El conde, con la mesnada, lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio y la
de su castillo salía. mano muerta se hundió para siempre.
Ella, que le ha conocido, Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay
con grande aflicción gemía: un pedacito de prado que al llegar la primavera
“¡Ay de mí, que se va el conde se cubre espontáneamente de flores. La gente
y se lleva la honra mía!” del país dice que allí está enterrada Margarita.
Mientras la cuitada llora,
diz que el viento repetía: 233. LOS OJOS VERDES
¡Mal haya quien en promesas de hombre fía!
III Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir
cualquier cosa con este título. Hoy, que se me
Su hermano, que estaba allí,
ha presentado ocasión, lo he puesto con letras
estas palabras oía.
grandes en la primera cuartilla de papel, y luego
“Nos has deshonrado”, dice.
he dejado a capricho volar la pluma.
“Me juró que tornaría.”
“No te encontrará, si torna, Yo creo que he visto unos ojos como los que he
donde encontrarte solía.” pintado en esta leyenda. No sé si en sueños,
Mientras la infelice muere, pero yo los he visto. De seguro no los podré
diz que el viento repetía: describir tal cuales ellos eran: luminosos, trans-
¡Mal haya quien en promesas de hombre fía! parentes como las gotas de la lluvia que se
IV resbalan sobre las hojas de los árboles después
de una tempestad de verano. De todos modos,
Muerta la llevan al soto;
cuento con la imaginación de mis lectores para
la han enterrado en la umbría;
hacerme comprender en este que pudiéramos
por más tierra que le echaban,
llamar boceto de un cuadro que pintaré algún
la mano no le cubría:
día.
la mano donde un anillo que le dio el conde
tenía. I
De noche, sobre la tumba, - Herido va el ciervo..., herido va... no hay duda.
diz que el viento repetía: Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del
¡Mal haya quien en promesas de hombre fía! monte, y al saltar uno de esos lentiscos han
flaqueado sus piernas... Nuestro joven señor

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comienza por donde otros acaban... En cuarenta no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si
años de montero no he visto mejor golpe... Pero, llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habita-
¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el dores. ¡Sus, Relámpago!; ¡sus, caballo mío! Si
paso por esas carrascas, azuzad los perros, lo alcanzas, mando engarzar los diamantes de
soplad en esas trompas hasta echar los híga- mi joyel en tu serreta de oro.
dos, y hundid a los corceles una cuarta de hierro Caballo y jinete partieron como un huracán.
en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la Iñigo los siguió con la vista hasta que se perdie-
fuente de los Alamos y si la salva antes de morir ron en la maleza; después volvió los ojos en
podemos darlo por perdido? derredor suyo; todos, como él, permanecían
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en inmóviles y consternados.
eco el bramido de las trompas, el latir de la El montero exclamó al fin:
jauría desencadenada, y las voces de los pajes
resonaron con nueva furia, y el confuso tropel - Señores, vosotros lo habéis visto; me he ex-
de hombres, caballos y perros, se dirigió al pun- puesto a morir entre los pies de su caballo por
to que Iñigo, el montero mayor de los marque- detenerlo. Yo he cumplido con mi deber. Con el
ses de Almenar, señalara como el más a propó- diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el
sito para cortarle el paso a la res. montero con su ballesta; de aquí en adelante,
que pruebe a pasar el capellán con su hisopo.
Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los
lebreles llegó a las carrascas, jadeante y cubier- II
tas las fauces de espuma, ya el ciervo, rápido - Tenéis la color quebrada; andáis mustio y
como una saeta, las había salvado de un solo sombrío. ¿Qué os sucede? Desde el día, que yo
brinco, perdiéndose entre los matorrales de una siempre tendré por funesto, en que llegasteis a
trocha que conducía a la fuente. la fuente de los Alamos, en pos de la res herida,
- ¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Iñigo enton- diríase que una mala bruja os ha encanijado con
ces-. Estaba de Dios que había de marcharse. sus hechizos. Ya no vais a los montes precedido
de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras
Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas despierta sus ecos. Sólo con esas
trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la cavilaciones que os persiguen, todas las maña-
pista a la voz de los cazadores. nas tomáis la ballesta para enderezaros a la
En aquel momento, se reunía a la comitiva el espesura y permanecer en ella hasta que el sol
héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el se esconde. Y cuando la noche oscurece y
primogénito de Almenar. volvéis pálido y fatigado al castillo, en valde
- ¿Qué haces? -exclamó, dirigiéndose a su busco en la bandolera los despojos de la caza.
montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro ¿Qué os ocupa tan largas horas lejos de los que
en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. más os quieren?
¿Qué haces, imbécil? Ves que la pieza está Mientras Iñigo hablaba, Fernando, absorto en
herida, que es la primera que cae por mi mano, sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su
y abandonas el rastro y la dejas perder para que escaño de ébano con un cuchillo de monte.
vaya a morir en el fondo del bosque. ¿Crees Después de un largo silencio, que sólo inte-
acaso que he venido a matar ciervos para festi- rrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la
nes de lobos? pulimentada madera, el joven exclamó, dirigién-
- Señor -murmuró Iñigo entre dientes-, es impo- dose a su servidor, como si no hubiera escu-
sible pasar de este punto. chado una sola de sus palabras:
- ¡Imposible! ¿Y por qué? - Iñigo, tú que eres viejo, tú que conoces las
- Porque esa trocha -prosiguió el montero- con- guaridas del Moncayo, que has vivido en sus
duce a la fuente de los Alamos: la fuente de los faldas persiguiendo a las fieras, y en tus erran-
Alamos, en cuyas aguas habita un espíritu del tes excursiones de cazador subiste más de una
mal. El que osa enturbiar su corriente paga caro vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado, por
su atrevimiento. Ya la res, habrá salvado sus acaso, una mujer que vive entre sus rocas?
márgenes. ¿Cómo la salvaréis vos sin atraer - ¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro
sobre vuestra cabeza alguna calamidad horri- y mirándole de hito en hito.
ble? Los cazadores somos reyes del Moncayo, - Sí -dijo el joven-, es una cosa extraña lo que
pero reyes que pagan un tributo. Fiera que se me sucede, muy extraña... Creí poder guardar
refugia en esta fuente misteriosa, pieza perdida. ese secreto eternamente, pero ya no es posible;
- ¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante.
de mis padres, y primero perderé el ánima en Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a
manos de Satanás, que permitir que se me desvanecer el misterio que envuelve a esa cria-
escape ese ciervo, el único que ha herido mi tura que, al parecer, sólo para mí existe, pues
venablo, la primicia de mis excursiones de ca- nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede dame
zador... ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue razón de ella.
a intervalos desde aquí; las piernas le fallan, su El montero, sin despegar los labios, arrastró su
carrera se acorta; déjame..., déjame; suelta esa banquillo hasta colocarse junto al escaño de su
brida o te revuelvo en el polvo... ¿Quién sabe si señor, del que no apartaba un punto los espan-
Textos para orar y reflexionar 68
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tados ojos... Este, después de coordinar sus pupilas que yo había visto..., sí, porque los ojos
ideas, prosiguió así: de aquella mujer eran los ojos que yo tenía
- Desde el día en que, a pesar de sus funestas clavados en la mente, unos ojos de un color
predicciones, llegué a la fuente de los Alamos, imposible, unos ojos...
y, atravesando sus aguas, recobré el ciervo que - ¡Verdes! -exclamó Iñigo con un acento de
vuestra superstición hubiera dejado huir, se profundo terror e incorporándose de un golpe en
llenó mi alma del deseo de soledad. su asiento.
Tú no conoces aquel sitio. Mira: la fuente brota Fernando lo miró a su vez como asombrado de
escondida en el seno de una peña, y cae, resba- que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó
lándose gota a gota, por entre las verdes y flo- con una mezcla de ansiedad y de alegría:
tantes hojas de las plantas que crecen al borde - ¿La conoces?
de su cuna. Aquellas gotas, que al desprender-
se brillan como puntos de oro y suenan como - ¡Oh, no! -dijo el montero-. ¡Líbreme Dios de
las notas de un instrumento, se reúnen entre los conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar
céspedes y, susurrando, susurrando, con un hasta estos lugares, me dijeron mil veces que el
ruido semejante al de las abejas que zumban en espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en
torno a las flores, se alejan por entre las arenas sus aguas tiene los ojos de ese color. Yo os
y forman un cauce, y luchan con los obstáculos conjuro por lo que más améis en la tierra a no
que se oponen a su camino, y se repliegan volver a la fuente de los álamos. Un día u otro
sobre sí mismas, saltan, y huyen, y corren, unas os alcanzará su venganza y expiaréis, murien-
veces, con risas; otras, con suspiros, hasta caer do, el delito de haber encenagado sus ondas.
en un lago. En el lago caen con un rumor indes- - ¡Por lo que más amo! -murmuró el joven con
criptible. Lamentos, palabras, nombres, canta- una triste sonrisa.
res, yo no sé lo que he oído en aquel rumor
- Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres,
cuando me he sentado solo y febril sobre el
por vuestros deudos, por las lágrimas de la que
peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la
el Cielo destina para vuestra esposa, por las de
fuente misteriosa, Para estancarse en una balsa
un servidor, que os ha visto nacer.
profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el
viento de la tarde. - ¿Sabes tú lo que más amo en el mundo? ¿Sa-
bes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los
Todo allí es grande. La soledad, con sus mil
besos de la que me dio la vida y todo el cariño
rumores desconocidos, vive en aquellos lugares
que pueden atesorar todas las mujeres de la
y embriaga el espíritu en su inefable melancolía.
tierra? Por una mirada, por una sola mirada de
En las plateadas hojas de los álamos, en los
esos ojos... ¡Mira cómo podré dejar yo de bus-
huecos de las peñas, en las ondas del agua,
carlos!
parece que nos hablan los invisibles espíritus de
la Naturaleza, que reconocen un hermano en el Dijo Fernando estas palabras con tal acento,
inmortal espíritu del hombre. que la lágrima que temblaba en los párpados de
Iñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mien-
Cuando al despuntar la mañana me veías tomar
tras exclamó con acento sombrío:
la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca
para perderme entre sus matorrales en pos de - ¡Cúmplase la voluntad del Cielo!
la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuen- III
te, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una
locura! El día en que saltó sobre ella mi Relám- - ¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dón-
pago, creí haber visto brillar en su fondo una de habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca,
cosa extraña.., muy extraña..: los ojos de una y ni veo el corcel que te trae a estos lugares ni a
mujer. los servidores que conducen tu litera. Rompe de
una vez el misterioso velo en que te envuelves
Tal vez sería un rayo de sol que serpenteó fugi- como en una noche profunda. Yo te amo, y,
tivo entre su espuma; tal vez sería una de esas noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre.
flores que flotan entre las algas de su seno y
cuyos cálices parecen esmeraldas...; no sé; yo El sol había traspuesto la cumbre del monte; las
creí ver una mirada que se clavó en la mía, una sombras bajaban a grandes pasos por su falda;
mirada que encendió en mi pecho un deseo la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la
absurdo, irrealizable: el de encontrar una perso- niebla, elevándose poco a poco de la superficie
na con unos ojos como aquellos. En su busca del lago, comenzaba a envolver las rocas de su
fui un día y otro a aquel sitio. margen.
Por último, una tarde... yo me creí juguete de un Sobre una de estas rocas, sobre la que parecía
sueño...; pero no, es verdad; le he hablado ya próxima a desplomarse en el fondo de las
muchas veces como te hablo a ti ahora...; una aguas, en cuya superficie se retrataba, temblan-
tarde encontré sentada en mi puesto, vestida do, el primogénito Almenar, de rodillas a los pies
con unas ropas que llegaban hasta las aguas y de su misteriosa amante, procuraba en vano
flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre arrancarle el secreto de su existencia.
toda ponderación. Sus cabellos eran como el Ella era hermosa, hermosa y pálida como una
oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y estatua de alabastro. Y uno de sus rizos caía
entre las pestañas volteaban inquietas unas
Textos para orar y reflexionar 69
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sobre sus hombros, deslizándose entre los plie- del abismo donde estaba suspendida, y parecía
gues del velo como un rayo de sol que atraviesa ofrecerle un beso..., un beso...
las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias Fernando dio un paso hacía ella..., otro..., y
brillaban sus pupilas como dos esmeraldas sintió unos brazos delgados y flexibles que se
sujetas en una joya de oro. liaban a su cuello, y una sensación fría en sus
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios labios ardorosos, un beso de nieve..., y vaciló...,
se removieron como para pronunciar algunas y perdió pie, y cayó al agua con un rumor sordo
palabras; pero exhalaron un suspiro, un suspiro y lúgubre.
débil, doliente, como el de la ligera onda que Las aguas saltaron en chispas de luz y se cerra-
empuja una brisa al morir entre los juncos. ron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata
- ¡No me respondes! -exclamó Fernando al ver fueron ensanchándose, ensanchándose hasta
burlada su esperanza-. ¿Querrás que dé crédito expirar en las orillas.
a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Hábla-
me; yo quiero saber si me amas; yo quiero sa- 234. EL BESO
ber si puedo amarte, si eres una mujer...
(Leyenda toledana)
- O un demonio... ¿Y si lo fuese?
Cuando una parte del ejército francés se apode-
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió ró a principios de este siglo de la histórica Tole-
por sus miembros; sus pupilas se dilataron al do, sus jefes, que ignoraban el peligro a que se
fijarse con más intensidad en las de aquella exponían en las poblaciones españolas disemi-
mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demen- nándose en alojamientos separados, comenza-
te casi, exclamó en un arrebato de amor: ron por habilitar para cuarteles los más grandes
- Si lo fueses.:., te amaría..., te amaría como te y mejores edificios de la ciudad.
amo ahora, como es mi destino amarte, hasta Después de ocupado el suntuoso alcázar de
más allá de esta vida, si hay algo más de ella. Carlos V, echóse mano de la Casa de Consejos:
- Fernando -dijo la hermosa entonces con una y cuando ésta no pudo contener más gente,
voz semejante a una música-, yo te amo más comenzaron a invadir el asilo de las comunida-
aún que tú me amas; yo, que desciendo hasta des religiosas, acabando a la postre por trans-
un mortal siendo un espíritu puro. No soy una formar en cuadras hasta las iglesias consagra-
mujer como las que existen en la Tierra; soy una das al culto. En esta conformidad se encontra-
mujer digna de ti, que eres superior a los demás ban las cosas en la población donde tuvo lugar
hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas, el suceso que voy a referir, cuando una noche,
incorpórea como ellas, fugaz y transparente: ya a hora bastante avanzada, encueltos en sus
hablo con sus rumores y ondulo con sus plie- oscuros capotes de guerra y ensordeciendo las
gues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente estrechas y solitarias calles que conducen des-
donde moro; antes lo premio con mi amor, como de la Puerta del Sol de Zocodover, con el cho-
a un mortal superior a las supersticiones del que de sus armas y el ruidoso golpear de los
vulgo, como a un amante capaz de comprender cascos de sus corceles, que sacaban chispas
mi caso extraño y misterioso. de los pedernales, entraron en la ciudad hasta
unos cien dragones de aquellos altos, arrogan-
Mientras ella hablaba así, el joven absorto en la tes y fornidos de que todavía nos hablan con
contemplación de su fantástica hermosura, admiración nuestras abulas.
atraído como por una fuerza desconocida, se
aproximaba más y más al borde de la roca. Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el
cual iba como a distancia de unos treinta pasos
La mujer de los ojos verdes prosiguió así: de su gente, hablando a media voz con otro,
- ¿Ves, ves el límpido fondo de este lago? ¿Ves también militar, a lo que podía colegirse por su
esas plantas de largas y verdes hojas que se traje. Este, que caminaba a pie delante de su
agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho interlocutor, llevando en la mano un farolillo,
de esmeraldas y corales..., y yo..., yo te daré parecía servirle de guía por entre aquel laberinto
una felicidad sin nombre, esa felicidad que has de calles oscuroas, enmarañadas y revueltas.
soñado en tus horas de delirio y que no puede Con verdad, decía el jinete a su acompañante,
ofrecerte nadie... Ven; la niebla del lago flota que si el alojamiento que se nos prepara es tal y
sobre nuestras frentes como un pabellón de como me lo pintas, casi casi sería preferible
lino...; las ondas nos llaman con sus voces in- arrancharnos en el campo o en medio de una
comprensibles; el viento empieza entre los ála- plaza.
mos sus himnos de amor; ven..., ven.
¿Y qué queréis mi capitán?, contestóle el guia
La noche comenzaba a extender sus sombras; que efectivamente era un sargento aposentador.
la luna rielaba en la superficie del lago; la niebla En el alcázar no cabe ya un gramo de trigo,
se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos cuando más un hombre; San Juan de los Reyes
verdes brillaban en la oscuridad como los fue- no digamos, porque hay celda de fraile en la que
gos fatuos que corren sobre el haz de las aguas duermen quince húsares. el convento adonde
infectas... Ven, ven... Estas palabras zumbaban voy a conduciros no era mal local, pero hará
en los oídos de Fernando como un conjuro. cosa de tres o cuatro días mos cayó aquí como
Ven... y la mujer misteriosa lo llamaba al borde de las nubes una de las columnas volantes que
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recorren la provincia, y gracias que hemos podi- leguas en el cuerpo, o menos acostumbrado a
do conseguir que se amontonen por los claus- ver estos sacrilegios como la cosa más natural
tros y dejen libre la iglesia. del mundo, hubiéranle bastado dos adarmes de
En fin, exclamó el oficial, después de un corto imaginación para no pegar los ojos en toda la
silencio y como resignándose con el extraño noche en aquel oscuro e imponente recinto,
alojamiento que la casualidad le deparaba; más donde las blasfemias de los soldados que se
vale incómodo que ninguno. De todas maneras, quejaban en voz alta del improvisado cuartel, el
si llueve, que no será dificil según se agrupan metálico golpe de las espuelas, que resonaban
las nubes, estaremos a cubierto y algo es algo. sobre las anchas losas sepulcrales del pavimen-
to, el ruido de los caballos que piafaban impa-
Interrumpida la conversación en este punto, los cientes, cabeceando y haciendo sonar las cade-
jinetes, precedidos del guía., siguieron en silen- nas con que estaban sujetos a los pilares, for-
cio el camino adelante hasta llegar a una maban un rumor extraño y temeroso que se
plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra dilataba por todo el ámbito de la iglesia y se
silueta del convento con su torre morisca, su reproducía cada vez más confuso, repetido de
campanario de espadaña, su cípula ojival y sus eco en eco en sus altas bóvedas.
tejados desiguales y oscuros.
Pero nuestro héroe, aunque joven, estaba ya
He aquí vuestro alojamiento, exclamó el tan familiarizado con estas peripecias de la vida
aposentador al divisarle y dirigiéndose al de campaña, que apenas hubo acomodado a su
capitán, que después que hubo mandado hacer gente, mandó colocar un saco de forraje al pie
algo a la tropa, echó pie a tierra, tornó al farolillo de la grada del presbiterio, y arrebujándose
de manos del guía y se dirigió hacía el punto como mejor pudo en su capote y echando la
que éste le señalaba. cabeza en el escalón, a los cinco minutos ron-
Comoquiera que la iglesia del convento estaba caba con más tranquilidad que el mismo rey
completamente desmantelada, los soldados que José en su palacio de Madrid.
ocupaban el resto del edificio habían creído que Los soldados, haciéndose almohadas de las
las puertas le eran ya poco menos que inútiles, monturas, imitaron su ejemplo , y poco a poco
y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arran- fue apagándose el murmullo de sus voces.
cándolas pedazo a pedazo para hacer hogueras
con que calentarse por las noches. A la media hora sólo se oían los ahogados ge-
midos del aire que entraba por las rotas vidrie-
Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer ras de las ojivas del templo, el atolondrado revo-
llaves ni descorrer cerrojos para penetrar en el lotear de las aves nocturnas que tenían sus
interior del templo. nidos en el dosel de piedra de las esculturas de
A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se los muros, y el alternado rumor de los pasos del
perdía entre las espesas sombras de las naves vigilante que se paseaba envuelto en los anchos
y dibujaba con gigantescas proporciones sobre pliegues de su capote, a lo largo del pórtico.
el muro la fantástica sombra del sargento apo- II
sentador, que íba precediénsole, recorrió la
iglesia de arriba abajo, y escudriñó una por una En la época a que se remonta la relación de
todas sus desiertas capillas, hasta que una vez esta historia, tan veridica como extraordinaria,,
hecho cargo del local mandó echar pie a tierra a lo mismo que al presente, para los que no sabí-
su gente, y hombres y caballos revueltos, fue an apreciar los tesoros de arte que encierran
acomodándola como mejor pudo. sus muros, la ciudad de Toledo no era más que
un poblachón destartalado, antiguo, ruinoso e
Según dejamos dicho, la iglesia estaba comple- insufrible.
tamente desmantelada; en el altar mayor pendí-
an aún de las altas cornisas los rotos jirones del Los oficiales del ejército francés, que a juzgar
velo con que le habían cubierto los religiosos al por los actos de vandalismo con que dejaron en
abandonar aquel recinto; diseminados por las ella triste y perdurable memoria de su ocupa-
naves veíanse algunos retablos adosados al ción, de todo tenían menos de artistas o arqueó-
muro, sin imágenes en las hornacinas; en el logos; no hay para qué decir que se fastidiaban
coro se dibujaban con un ribete de luz los extra- soberanamente en la vetusta ciudad de los
ños perfiles de la oscura silleria de alerce; en el Césares.
pavimento, destrozado en varios puntos, distin- En esta situación de ánimo, la más insignificante
guíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de novedad que viniese a romper la monótona
timbres, escudos y largas inscripciones góticas; quietud de aquellos días eternos e iguales era
y allá a lo lejos, en el fondo de las silenciosas acogida con avidez entre los ociosos; así es que
capillas y a lo largo del crucero, se destacaban promoción al grado inmediato de uno de sus
confusamente entre la oscuridad, semejantes a camaradas, la noticia del movimiento estratégico
blancos e inmóviles fantasmas, las estatuas de de una columna volante, la salida de un correo
piedra, que, unas tendidas, otras de hinojos de gabinete o la llegada de una fuerza cualquie-
sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los ra a la ciudad, convertianse en tema fecundo de
únicos habitantes del ruinoso edificio. conversación y objeto de toda clase de comen-
A cualquier otro menos molido que el oficial de tarios, hasta tanto que otro incidente venía a
dragones, el cual traía una jornada de catorce

Textos para orar y reflexionar 71


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sustituirle, sirviendo de base a nuevas quejas, en tan incómodo alojamiento. Es todo lo que se
críticas y suposicones. llama una verdadera aventura.
Como era de esperar, entre los oficiles que, !Contadla! !contadla!, exclamaron en coro los
según tenían costumbre, acudieron al dia si- oficiales que rodeaban al capitán, y como éste
guiente a tomar el sol y a charlar un rato en el se dispusiera a hacerlo así, todos prestaron la
Zocodover,no se hizo platillo de otra cosa que mayor atención a sus palabras, mientras él
de la llegada de los dragones, cuyo jefe deja- comenzó la historia en estos términos.
mos en el anterior capitulo durmiendo a pierna Dormía esta noche pasada como duerme un
suelta y descansando de las fatigas de su viaje. hombre que trae en el cuerpo trece leguas de
Cerca de un hora hacía que la conversación camino, cuando he aquí que en lo mejor del
giraba alrededor de este asunto, y ya comenza- sueño me hizo despertar sobresaltado e incor-
ba a interpretarse de diversos modos la ausen- porarme sobre el codo un estruendo horrible, un
cia del recién venido, a quien uno de los presen- estruendo tal que me ensordeció un instante
tes, antiguo compañero suyo del colegio, había para dejarme después los oídos zumbando
citado para el Zocodover, cuando en una de las cerca de un minuto, como si un moscardón me
bocacalles de la plaza apareció al fin nuestro cantase a la oreja.
bizarro capitán, despojado de su ancho capotón
de guerra, luciendo un gran casco de metal con Como os habréis figurado, la causa de mi susto
penacho de plumas blancas, una casaca azul era el primer golpe que oía de esa endiablada
turquí con vueltas rojas y un magnífico mando- campana gorda, especie de sochantre de bron-
ble con vaina de acero, que resonaban arras- ce, que los canónigos de Toledo han colgado en
trándose al compás de sus marciales pasos y su catedral con el laudable propósito de matar a
del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro. disgustos a los necesitados de reposo.
Apenas le vio su camarada, salió a su encuentro Renegando entre los dientes de la campana y
para saludarle, y con él se adelantaron casi del campanero que toca, disponíame, una vez
todos los que a la sazón se encontraban en el apagado aquel insólito y temeroso rumor, a
corrillo, en quienes había despertado la curiosi- seguir nuevamente el hilo del interrumpido sue-
dad y la gana de conocerle, los pormenores que ño, cuando vino a herir mi imaginación y a ofre-
ya habían oído referir acerca de su carácter cerse ante mis ojos una cosa extraordinaria. A
original y extraño. la dudosa luz de la luna que entraba en el tem-
plo por el estrecho ajimez del muro de la capilla
Después de los estrechos abrazos de costum- mayor, vi una mujer arrodillada junto al altar.
bre y de las exclamaciones, plácemes y pregun-
tas de rigor en estas entrevistas; después de Los oficiales se miraron entre sí con expresión
hablar largo y tendido sobre las novedades que entre asombrada e incrédula; el capitán, sin
andaban por Madrid, la varia fortuna de la gue- atender al efecto que su narración producía
rra y los amigotes muertos o ausentes, rodando continuó de este modo: no podéis figuraros
de uno en otro asunto la conversación vino a nada semejante a aquella nocturna y fantástica
para el tema obligado, esto es, las penalidades visión que se dibujaba confusamente en la pe-
del servicio, la falta de distracciones de la ciu- nunbra de la capilla, como esas virgenes pinta-
dad y el inconveniente de los alojamientos. das en los vidrios de colores que habréis visto
alguna vez destacarse a lo lejos, blancas y
Al llegar a este punto, uno de los de la reunión luminosas, sobre el oscuro fondo de las catedra-
que por lo visto, tenía noticia del mal talante con les.
que el joven oficial se había resignado a aco-
modar su gente en la abandonada iglesia, le dijo Su rostro, ovalado, en donde se veía impreso el
con aire de zumba: sello de una leve y espiritual demacración; sus
armoniosas facciones llenas de una suave y
Y a propósito del alojamiento, ¿qué tal se ha melancólica dulzura; su intensa palidez, las
pasado la noche en el que ocupáis? purísimas lineas de su contorno esbelto, su
Ha habido de todo, contestó el interpelado, pues ademán reposado y noble, su traje blanco y
si bien es verdad que no he dormido gran cosa, flotante, me traían a la memoría esas mujeres
el origen de mi vigilia merece la pena de la vela- que yo soñaba cuando era casi un niño. !Casta-
da. El insomnio junto a una mujer bonita no es ñas y celestes imágenes , quimérico objeto del
seguramente el peor de los males. vago amor de la adolescencia!. Yo me creía
!Una mujer!, repitió su interlocutor, como admi- juguete de una adulación, y sin quitarle un punto
rándose de la buena fortuna del recién venido. los ojos ni aun osaba respirar, temiendo que un
Eso es lo que se llama llegar y besar el santo. soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecía
inmóvil.
Será tal vez algún antiguo amor de la corte que
le sigue a Toledo para hacerle más soportable el Antojábaseme al verla tan diáfana y luminosa
ostracismo, añadió otro de los del grupo. que no era una criatura terrenal, sino un espíritu
que, revistiendo por un instante la forma huma-
!Oh, no!, dijo entonces el capitán, nada menos na, había descendido en el rayo de la luna,
que eso. Juro, a fe de quien soy, que no la co- dejando en el aire y en por de si la azulada
nocía y que nunca creí hallar tan bella patrona estela que desde el alto ajimez bajaba vertical-
mente hasta el pie del opuesto muro, rompien-

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dose la oscura sombra de aquel recinto lóbrego Una nueva y aún más ruidosa carcajada de los
y misterioso. oficiales saludó esta original revelación del es-
Pero ..., exclamó interrumpiéndole su camarada trambótico enamorado de la dama de piedra.
de colegio, que comenzando por echar a broma Nada, nada, es preciso que la veamos, decían
la historia, había concluido interesándose con su los unos.
relato ¿cómo estaba allí aquella mujer? ¿no le Sí, sí, es preciso saber si el objeto corresponde
dijiste nada? ¿no te explicó su presencia en a tan alta pasión, añadían los otros.
aquel sitio?
¿Cuándo nos reuniremos para echar un trago
No me determiné a hablarle, porque estaba en la iglesias en que os alojáis? exclamaron los
seguro de que no había de contestarme, ni demás.
verme, ni oírme.
Cuando mejor os parezca, esta misma noche si
¿Era sorda?, ¿era ciega?, ¿era muda?, excla- queréis, respondió el joven capitán, recobrando
maron a un tiempo tres o cuatro de los que su habitual sonrisa, disipada un instante por el
escuchaban la relación. relámpago de celos. A propósito, con los baga-
Lo era todo a la vez, exclamó al fin el capitán jes he traído hasta un par de docenas de bote-
después de un momento de pausa, porque era llas de champagne, verdadero champagne,
... de mármol. restos de un regalo hecho a nuestro general de
Al oír el estupendo desenlace de tan extraña brigada, que, como sabéis es algo pariente.
aventura cuando había en el corro prorrumpie- !Bravo, bravo!, exclamaron los oficiales a una
ron a una ruidosa carcajada, mientras uno de voz prorrumpiendo en alegres exclamaciones.
ellos dijo al narrador de la peregrina historia, !Se beberá vino del país!
que era el única que permanecía callado y en
una grave actitud: !Y cantaremos una canción de ronsard!
!Acabáramos de una vez! Lo que es de ese Y hablaremos de mujeres, a propósito de la
género, tengo yo más de un millas, un verdade- dama del anfitrión. Conque ... hasta la noche.
ro serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo Hasta la noche.
que desde ahora pongo a vuestra disposición,
III
ya que a lo que parece, tanto os da de una
mujer de carne como de piedra. Ya hacia un largo rato que los pacíficos habitan-
tes de Toledo habían cerrado con llave y cerrojo
!Oh no!, continuó el capitán, sin alterarse en lo
las pesadas puertas de sus antiguos caserones;
más mínimo por las carcajadas de sus compa-
la campana gorda de la catedral anunciaba la
ñeros: estoy seguro de que no pueden ser como
hora de la queda, y en lo alto del alcázar, con-
la mía. La mía es una verdadera dama castella-
vertido en cuartel, se oía el último toque de
na que por un milagro de la escultura parece
silencio de los clarines, cuando diez o doce
que no la han enterrado en un sepulcro, sino
oficiales que poco a poco habían ido reuniéndo-
que aún permanece en cuerpo y alma de hino-
se en el Zacodover tomaron el camino que con-
jos sobre la losa que la cubre, inmóvil, con las
duce desde aquel punto al convento en que se
manos juntas en ademán suplicante, sumergida
alojaba el capitán, animados más con la espe-
en un éxtasis de místico amor.
ranza de apurar las comprometidas botellas que
De tal modo te explicas, que acabarás por pro- con el deseo de conocer la maravillosa escultu-
barnos la verosimilitud de la fábula de Galatea. ra.
Por mi parte, puedo deciros que siempre la creí La noche había cerrado sombría y amenazado-
una locura, más desde anoche comienzo a ra; el cielo estaba cubierto de nubes de color de
comprender la pasión del escultor griego. plomo; el aire, que zumbaba encarcelado en las
Dadas las especiales condiciones de tu nueva estrechas y retorcidas calles, agitaba la mori-
dama, creo que no tendrás inconveniente en bunda luz del farolillo de los retablos, o hacía
presentarnos a ella. De mi sé decir que ya no girar con un chirrido agado las veletas de hierro
vivo hasta ver esa maravilla. Pero ... ¿qué dian- de las torres.
tre te pasa?... diríase que esquivas la presenta- Apenas los oficiales dieron vista a la plaza en
ción, !ja, ja! bonito fuera que ya te tuviéramos que se hallaba situado el alojamiento de su
hasta celoso. nuevo amigo, éste que les aguardaba impacien-
Celoso, se apresuró a decir el capitán, celoso de te, salió a encontrarles, y después de cambiar
los hombres, no ... mas ved, sin embargo, hasta algunas palabras a media voz, todos penetraron
dónde llega mi extravagancia. Junto a la imagen juntos en la iglesia, en cuyo lóbrego recinto la
de esa mujer, también de mármol, grave y al escasa claridad de una linterna luchaba trabajo-
parecer con vida como ella, hay un guerrero ..., samente con las oscuras y espesísimas som-
su marido sin duda ... Pues bien lo voy a decir bras.
todo, aunque os moféis de mi necedad ... si no !Por quien soy!, exclamó uno de los convidados
hubiera temido que me tratasen de loco, creo tendiendo a su alrededor la vista, que el local es
que ya lo habría hecho cien veces pedazos. de lo menos a propósito del mundo para una
fiesta.

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Efectivamente, dijo otro, nos traes a conocer a ¿Y no sabéis quién es ella?, preguntaron algu-
una dama, y apenas si con mucha dificultad se nos de los que contemplaban la estatua al capi-
ven los dedos de la mano. tán, que sonreía satisfecho de su triunfo.
Y con todo, hace un frío que no parece sino que Recordando un poco del latín que en mi niñez
estamos en la Siberia, añadió un tercero, supe, he conseguido, a duras penas, descifrar la
arrebujándose en el capote. inscripción de la tumba, contestó el interpelado;
Calma, señores, calma, interrumpió el anfitrión; a lo que he podido colegir, pertenece a un título
calma, que a todo se proveerá. !Eh, muchacho!, de Castilla, famoso guerrero que hizo la campa-
prosiguió dirigiéndose a uno de sus asistentes, ña con el Gran Capitán. Su nombre lo he olvida-
busca por ahí un poco de leña, y enciéndenos do; mas su esposa, que es la que veis, se llama
una buena fogata en la capilla mayor. doña Elvira de Castañeda, y por mi fe que si la
copia se parece al original, debió ser la mujer
El asistente, obedeciendo las órdenes de su más notable de su siglo.
capitán, comenzó a descargar golpes en la
sillería del coro, y después que hubo reunido Después de estas breves explicaciones, los
una gran cantidad de leña, que fue apilando al convidados, que no perdían de vista al principal
pie de las gradas del presbiterio, tomó la linterna objeto de la reunión, procedieron a destapar
y se dispuso a hacer un auto de fe con aquellos algunas de las botellas, y sentándose alrededor
fragmentos tallados de riquísimas labores, entre de la lumbre, empezó a andar el vino a la ronda.
los que se veían ,por aquí, parte de una A medida que las liberaciones se hacían más
columnilla salomónica, por allá, la imagen de un numerosas y frecuentes, y el calor del espumo-
santo abad, al torso de una mujer o la so champagne comenzaba a trastornar las ca-
disconforme cabeza de un grifo asomado entre bezas, crecían la animación, el ruido y la algaza-
hojarasca.
A los pocos minutos, una gran claridad que de ra de los jóvenes, de los cuales éstos arrojaban
improvisto se derramó por todo el ámbito de la a los monjes de granito adosados en los pilares
iglesia, anunció a los oficiales que había llegado los cascos de las botellas vacías, y aquéllos
la hora de comenzar el festín. cantaban a toda voz canciones báquicas y es-
candalosas, mientras los de más allá prorrumpí-
El capitán que hacía los honores de su aloja- an en carcajadas, batían las palmas en señal de
miento con la misma ceremonia que hubiera aplausos o disputaban entre sí con blasfemias y
hecho los de su casa, exclamó, dirigiéndose a juramentos.
los convidados:
El capitán bebía en silencio como un desespe-
Si gustáis, pasaremos al buffet. rado y sin apartar los ojos de la estatua de doña
Sus camaradas, afectando la mayor gravedad, Elvira.
respondieron a la invitación con un cómico salu- Iluminada por el rojizo resplandor de la hoguera
do, y se encaminaron a la capilla mayor prece- y a través del confuso velo que la embriaguez
didos del héroe de la fiesta, que al llegar a la había puesto delante de su vista, parecíale que
escalinata se detuvo un instante, y extendiendo la marmórea imagen se transformaba a veces
la mano en dirección al sitio que ocupaba la en una mujer real; parecíale que entreabría los
tumba, les dijo con la finura más exquisita: labios como murmurando una oración; que se
Tengo el placer de presentaros a la dama de alzaba su pecho como aprimido y sollozante ;
mis pensamientos. Creo que convendréis con- que cruzaba las manos con más fuerta; que sus
migo en que no he exagerado su belleza. mejillas se coloreaban, en fin como si se rubori-
zase ante aquel sacrílegio y repugnante espec-
Los oficiales volvieron los ojos al punto que les
táculo.
señalaba su amigo, y una exclamación de
asombro se escapó involuntariamente de todos Los oficiales que advirtieron la taciturna tristeza
los labios. de su camarada, le sacaron del éxtasis en que
se encontraba sumergido, y presentándole una
En el fondo de una arco sepulcral revestido de
copa, exclamaron en coro:
mármoles negros, arrodillada delante de un
reclinatorio con las manos juntas y la cara vuelta !Vamos brindad vos, que sois el único que no lo
hacia el altar, vieron, en efecto, la imagen de ha hecho en toda la noche!
una mujer tan bella que jmás salió otra igual de El joven tomó la copa, y poniéndose en pie y
manos de un escultor, ni el deseo pudo pintarla alzándola en alto, dijo encarándose con la esta-
en la fantasía más soberanamente hermosa. tua del guerrero arrodillado junto a doña Elvira.
!En verdad que es un ángel!, exclamó uno de !Brindo por el emperador, y brindo por la fortuna
ellos. de sus armas, merced a las cuales hemos podi-
!Lástima que sea de mármol!, añadió otro. do venir hasta el fondo de Castilla a cortejarle su
mujer, en su misma tumba, a un vencedor de
No hay duda que aunque no sea más que la
Ceriñola!.
ilusión de hallarse junto a una mujer de este
calibre, es lo suficiente para no pegar los ojos Los militares acogieron el brindis con una salva
en toda la noche. de aplausos, y el capitán, balanceándose, dio
algunos pesos hacía el sepulcro.

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No ... prosiguió dirigiéndose siempre a la esta- materiales me quemaba como un hierro canden-
tua del guerrero, y con esa sonrisa estúpida de te, y las apartaba de mi con disgusto, con
la embriaguez, no creas que te tengo rencor horror, hasta con asco; porque entonces, como
alguno porque vea en ti un rival ... al contrario, ahora, necesitaba un soplo de brisa del mar
te admiro como un marido paciente, ejemplo de para mi mente calurosa, beber hielo y besar
longanimidad y mansedumbre, y a mi vez quiero nieve ... ; nieve teñida de sueave luz, nieve
también ser generoso. Tú serías bebedor a fuer coloreada por un dorado rayo de sol ... ; una
de soldado ... no se ha de decir que te he deja- mujer blanca, hermosa y fría, como esa mujer
do morir de ser, viéndonos vaciar veinte botellas de piedra que parece incitarme con su fantástica
... !toma!. hermosura, que parece que oscita al compás de
Y esto diciéndole llevóle la copa a los labios, y la llama, y me provoca entreabriendo sus labios
después de humedecérselos con el licor que y afeciéndome un tesoro de amor ... !Oh ...! si
contenía le arrojó el resto a la cara, prorrum- ...; un beso ....,sólo un beso tuyo podrá calmar el
piendo en una carcajada estrepitosa al ver cómo ardor que me consume.
caía el vino sobre la tumba goteando de las !Capitán...!, exclamaron algunos de los oficiales
barbas de piedra del inmóvil guerrero. al verle dirigirse hacía la estatua como fuera de
!Capitán!, exclamó en aquel punto uno de sus sí, extraviada la vista y con pasos inseguros,
camaradas en tono de zumba, cuidado con lo ¿qué locura vais a hacer?, !basta de bromas, y
que hacéis mirad que esas bromas con la gente dejad en paz a los muertos!.
de piedra suelen costar caras ... Acordaos de lo El joven ni oyó siquiera las palabras de sus
que aconteció a los húsares del 5 en el monas- amigos, y tambaleando y como pudo llegó a la
terio de Poblet ... Los guerreros del claustro tumba y aproximóse a la estatua, pero al tender-
dicen que pusieron mano una noche a sus es- le los brazos resonó un grito de horror en el
padas de granito y dieron que hacer a los que templo. Arrojando sangre por ojos, boca, y nariz,
se entretenían en pintarles bigotes con carbón. había caído desplomado y con la cara deshecha
Los jóvenes acogieron con grandes carcajadas al pie del sepulcro.
esta ocurrencia: pero el capitán, sin hacer caso Los oficiales, mudos y espantados, ni se atreví-
de sus risas, continuó siempre fijo en la misma an a dar un paso para prestarle socorro.
idea: En el momento en que su camarada intentó
¿Crees que yo le hubiera dado el vino, a no acerca sus labios ardientes a los de doña Elvira,
saber que se tragaba al menos el que le cayese habían visto al inmóvil guerrero levantar la mano
en la boca ...? !oh ...! !no! yo no creo, como y derribarle con una espantosa bofetada de su
vosotros, que estas estatuas son un pedazo de guante de piedra.
mármol tan inerte hoy como el día en que lo
arrancaron de la cantera. Indudablemente, el 235. EL MISERERE
artista, que es casi un dios, da a su obra un
(Leyenda religiosa)
soplo de vida que no logra hacer que ande y se
mueva, pero que le infunde una vida incompren- Hace algunos meses que, visitando la célebre
sible y extraña, vida que yo no me explico bien, abadía de Fitero, y ocupándome en revolver
pero que la siento, sobre todo cuando bebo un algunos volúmenes de su abandonada bibliote-
poco. ca, descubrí en uno de sus rincones dos o tres
cuadernos bastante antiguos, cubiertos de polvo
!Magnifico!, exclamaron sus camaradas, bebe y
y hasta comenzados a roer por los ratones.
prosigue.
Era un Miserere.
El oficial bebió, y fijando los ojos en la imagen
de doña Elvira, prosiguió con la exaltación cre- Yo no sé música; pero le tengo tanta afición
ciente: que, aun sin entenderla, suelo coger a veces la
partitura de una ópera y me paso las horas
!Miradla...! !Miradla ...! ¿no veis esos cambian-
muertas hojeando sus páginas, mirando los
tes rojos de sus carnes mórbidas y transparen-
grupos de notas más o menos apiñados, las
tes ...? ¿no parece que por debajo de esa ligera
rayas, los semicírculos, los triángulos y las es-
epidermis azuladas y suave de alabastro circula
pecies de etcéteras que llaman llaves, y todo
un fluido de luz color de rosa ...? ¿queréis más
esto sin comprender una jota ni sacar maldito el
reaidad ...?
provecho.
!Oh!, sí, seguramente, dijo uno de los que le
Consecuente con mi manía, repasé los cuader-
escuchaban, quisiéramos que fuese de carne y
nos, y lo primero que me llamó la atención fue
hueso.
que, aunque en la última página había una pa-
!Carne y hueso...! !Miseria, podredumbre...!, labra latina, tan vulgar en todas las obras, finis,
exclamó el capitán. Yo he sentido en orgía arder la verdad era que el Miserere no estaba termi-
mis labios y mi cabeza; yo he sentido este fuego nado, porque la música no alcanzaba sino hasta
que corre por las venas hirvientes como la lava el décimo versículo.
de un volcán, cuyos vapores caliginosos turban
Esto fue, sin duda, lo que me llamó la atención
y transtornan el cerebro y hacen ver visiones
primeramente; pero luego que me fijé un poco
extrañas. Entonces el beso de esas mujeres
en las hojas de música, me chocó más aún el

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observar que en vez de esas palabras italianas encontrado; pero si logro expresar lo que siento
que ponen en todas, como maestoso, allegro, en mi corazón, lo que oigo confusamente en mi
ritardando, piú vivo, a piacere, había unos ren- cabeza, estoy seguro de hacer un Miserere tal y
glones escritos con letra muy menuda y en ale- tan maravilloso, que no hayan oído otro seme-
mán, de los cuales algunos servían para advertir jante los nacidos; tal y tan desgarrador, que al
cosas tan difíciles de hacer como esto: Crujen..., escuchar el primer acorde los arcángeles dirán
crujen los huesos, y de sus médulas ha de pa- conmigo, cubiertos los ojos de lágrimas y diri-
recer que salen los alaridos; o esta otra: La giéndose al Señor: ¡Misericordia!, y el Señor la
cuerda aúlla sin discordar, el metal atruena sin tendrá de su pobre criatura.
ensordecer; por eso suena todo y no se confun- El romero al llegar a este punto de su narración
de nada, y todo es la Humanidad que solloza y calló por un instante, y después, exhalando un
gime; o la más original de todas, sin duda, re- suspiro, tornó a coger el hilo de su discurso. El
comendada al pie del último versículo: Las notas hermano lego, algunos dependientes de la aba-
son huesos cubiertos de carne; lumbre inextin- día y dos o tres pastores de la granja de los
guible, los cielos y su armonía..., fuerza:..., fuer- frailes que formaban un círculo alrededor del
za y dulzura. hogar, escuchaban en un profundo silencio.
- ¿Sabéis qué es esto? -pregunté a un viejecito - Después -continuó- de recorrer toda Alemania,
que me acompañaba, al acabar de medio tradu- toda Italia y la mayor parte de este país clásico
cir estos renglones, que parecían frases escritas para la música religiosa, aún no he oído un
por un loco. Miserere en que pueda inspirarme, ni uno, ni
El anciano me contó entonces la leyenda que uno, y he oído tantos, que puedo decir que los
voy a referiros. he oído todos.
I - ¿Todos? -dijo entonces, interrumpiéndole, uno
Hace ya muchos años, en una noche lluviosa y de los rabadanes-. ¿A que no habéis oído aún el
oscura, llegó a la puerta claustral de esta abadía Miserere de la Montaña?
un romero y pidió un poco de lumbre para secar - ¿El Miserere de la Montaña? -exclamó el mú-
sus ropas, un pedazo de pan con que satisfacer sico con aire de extrañeza-. ¿Qué Miserere es
su hambre y un albergue cualquiera donde ese?.
esperar la mañana y proseguir con la luz del sol - ¿No dije? -murmuró el campesino, y luego
su camino. prosiguió con una entonación misteriosa-: Ese
Su modesta colación, su pobre lecho y su en- Miserere, que sólo oyen por casualidad los que,
cendido hogar puso el hermano a quien se hizo como yo, andan día y noche tras el ganado por
esta demanda a disposición del caminante, al entre breñas y peñascales, es toda una historia,
cual, después que se hubo repuesto de su can- una historia muy antigua, pero tan verdadera
sancio, interrogó acerca del objeto de su rome- como, al parecer, increíble. Es el caso que en lo
ría y del punto adonde se encaminaba. más fragoso de esas cordilleras de montañas
- Yo soy músico -respondió el interpelado-. He que limitan el horizonte del valle, en el fondo del
nacido muy lejos de aquí, y en mi patria gocé un cual se halla la abadía, hubo hace ya muchos
día de gran renombre. En mi juventud hice de mi años, ¡qué digo muchos años!, muchos siglos,
arte un arma poderosa de seducción y encendí un monasterio famoso, monasterio que, a lo que
con él pasiones que me arrastraron a un crimen. parece, edificó a sus expensas un señor con los
En mi vejez quiero convertir al bien las faculta- bienes que había de legar a su hijo, al cual
des que he empleado para el mal, redimiéndo- desheredó al morir, en pena de sus maldades.
me por donde mismo pude condenarme. Hasta aquí todo fue bueno; pero es el caso que
este hijo, que por lo que se verá más adelante
Como las enigmáticas palabras del desconocido debió de ser de la piel del diablo, si no era el
no pareciesen del todo claras al hermano lego, mismo diablo en persona, sabedor de que sus
en quien ya comenzaba la curiosidad a desper- bienes estaban en poder de los religiosos y de
tarse, e instigado por ésta continuara en sus que su castillo se había transformado en iglesia,
preguntas, su interlocutor prosiguió de este reunió a unos cuantos bandoleros, camaradas
modo: suyos en la vida de perdición que emprendiera
- Lloraba yo en el fondo de mi alma la culpa que al abandonar la casa de sus padres, y una no-
había cometido; mas al intentar pedir a Dios che de Jueves Santo, en que los monjes se
misericordia no encontraba palabras para ex- hallaban en el coro, y en el punto y hora en que
presar dignamente mi arrepentimiento, cuando iban a comenzar o habían comenzado el Mise-
un día se fijaron mis ojos por casualidad sobre rere, pusieron fuego al monasterio, entraron a
un libro santo. Abrí aquel libro, y en una de, sus saco en la iglesia, y a éste quiero, a aquél no, se
páginas encontré un gigante grito de contrición dice que no dejaron fraile con vida. Después de
verdadera, un salmo de David, el que comienza: esta atrocidad se marcharon los bandidos, y su
Miserere mei, Deus! Desde el instante en que instigador con ellos, a donde no se sabe, a los
hube leído sus estrofas, mi único pensamiento profundos tal vez. Las llamas redujeron el mo-
fue hallar una forma musical tan magnífica, tan nasterio a escombros; de la iglesia aun quedan
sublime, que bastase a contener el grandioso en pie las ruinas sobre el cóncavo peñón de
himno de dolor del Rey Profeta. Aún no la he donde nace la cascada que, después de estre-

Textos para orar y reflexionar 76


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llarse de peña en peña, forma el riachuelo que Después de una o dos horas de camino, el
viene a bañar los muros de esta abadía. misterioso personaje que calificaron de loco en
- Pero -interrumpió impaciente el músico- ¿y el la abadía, remontando la corriente del riachuelo
Miserere? que le indicó el rabadán de la historia, llegó al
punto en que se levantaban, negras e imponen-
- Aguardaos -continuó con gran sorna el raba- tes, las ruinas del monasterio.
dán- que todo irá por partes.
La lluvia había cesado; las nubes flotaban en
Dicho lo cual, siguió así su historia: oscuras bandas, por entre cuyos jirones se
- Las gentes de los contornos se escandalizaron deslizaba a veces un furtivo rayo de luz pálida y
del crimen: de padres a hijos y de hijos a nietos dudosa; y el aire, al azotar los fuertes machones
se refirió con horror en las largas noches de y extenderse por los desiertos claustros, diríase
velada; pero lo que mantiene más viva su me- que exhalaba gemidos. Sin embargo, nada
moria es que todos los años, tal noche como en sobrenatural, nada extraño venía a herir la ima-
la que se consumó, se ven brillar luces a través ginación. Al que había dormido más de una
de las rotas ventanas de la iglesia; se oye como noche sin otro amparo que las ruinas de una
una especie de música extraña y unos cantos torre abandonada o un castillo solitario: al que
lúgubres y aterradores que se perciben a inter- había arrostrado en su larga peregrinación cien
valos en las ráfagas del aire. Son los monjes, y cien tormentas, todos aquellos ruidos le eran
los cuales, muertos tal vez sin hallarse prepara- familiares.
dos para presentarse en el Tribunal de Dios Las gotas de agua que se filtraban por entre las
limpios de toda culpa, vienen aún del purgatorio grietas de los rotos arcos y caían sobre las losas
a impetrar su misericordia cantando el Miserere. con un rumor acompasado, como el de la pén-
Los circunstantes se miraron unos a otros con dola de un reloj; los gritos del búho, que grazna-
muestras de incredulidad; sólo el romero, que ba refugiado bajo el nimbo de piedra de una
parecía vivamente preocupado con la narración imagen en pie aún en el hueco de un muro; el
de la historia, preguntó con ansiedad al que la ruido de los reptiles, que, despiertos de su letar-
había referido: go por la tempestad, sacaban sus disformes
cabezas de los agujeros donde duermen o se
- ¿Y decís que ese portento se repite aún?
arrastran por entre los jaramagos y zarzales que
- Dentro de tres horas comenzará sin falta algu- crecían al pie del altar, entre las junturas de las
na, porque precisamente esta noche es la del lápidas sepulcrales que formaban el pavimento
Jueves Santo y acaban de dar las ocho en el de la iglesia, todos estos extraños y misteriosos
reloj de la abadía. murmullos del campo, de la soledad y de la
- ¿A qué distancia se encuentra el monasterio? noche llegaban perceptibles al oído del romero,
que sentado sobre la mutilada estatua de una
- A una legua y media escasa. Pero, ¿qué ha- tumba, aguardaba ansioso la hora en que debi-
céis? ¿A dónde vais con una noche como ésta? era realizarse el prodigio.
¡Estáis dejado de la mano de Dios! -exclamaron
todos, al ver que el romero, levantándose de su Transcurrió tiempo y tiempo, y nada se percibió;
escaño y tomando el bordón, abandonaba el aquellos mil confusos rumores seguían sonando
hogar para dirigirse a la puerta. y combinándose de mil maneras distintas, pero
siempre los mismos. ¡Si me habrá engañado!,
- ¿A dónde voy? A oír esa maravillosa música, a pensó el músico; pero en aquel instante se oyó
oír el grande, el verdadero Miserere, el Miserere un ruido nuevo, un ruido inexplicable en aquel
de los que vuelven al mundo después de muer- lugar, como el que produce un reloj algunos
tos y saben lo que es morir en el pecado. segundos antes de sonar la hora: ruidos de
Y esto diciendo, desapareció de la vista del ruedas que giran, de cuerdas que se dilatan, de
espantado lego y de los no menos atónitos maquinaria que se agita sordamente y se dispo-
pastores. ne a usar de su misteriosa vitalidad mecánica, y
sonó una campanada..., dos..., tres...; hasta
El viento zumbaba y hacía crujir las puertas,
once.
como si una mano poderosa pugnase por arran-
carlas de sus quicios; la lluvia caía en turbiones, En el derruido templo no había campana, ni
azotando los vidrios de las ventanas, y de cuan- reloj, ni torre ya siquiera.
do en cuando la luz de un relámpago iluminaba Aún no había expirado, debilitándose de eco en
por un instante todo el horizonte que desde ellas eco la última campanada; todavía se escuchaba
se descubría. su vibración temblando en el aire, cuando los
Pasado el primer momento de estupor: doseles de granito, que cobijaban las esculturas,
las gradas de mármol de los altares, los sillares
- ¡Está loco! -exclamó el lego.
de las ojivas, los calados antepechos del coro,
- ¡Está loco! -repitieron los pastores, y atizaron los festones de tréboles de las cornisas, los
de nuevo la lumbre y se agruparon alrededor del negros machones de los muros, el pavimento,
hogar. las bóvedas, la iglesia entera comenzó a ilumi-
II narse espontáneamente, sin que se viese una
antorcha, un cirio o una lámpara que derramase
aquella insólita claridad.

Textos para orar y reflexionar 77


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Parecía como un esqueleto de cuyos huesos salmista con notas y acordes tan gigantes como
amarillos se desprende ese gas fosfórico que sus palabras terribles.
brilla y humea en la oscuridad con una luz azu- Siguió la ceremonia; el músico, que la presen-
lada, inquieta y medrosa. ciaba absorto y aterrado, creía estar fuera del
Todo pareció animarse, pero con ese movimien- mundo real, vivir en esa región fantástica del
to galvánico que imprime a la muerte contrac- sueño, en que todas las cosas se revisten de
ciones que parodian la vida, movimiento instan- formas extrañas y fenomenales.
táneo, más horrible aún que la inercia del cadá- Un sacudimiento terrible vino a sacarlo de aquel
ver que agita con su desconocida fuerza. Las estupor que embargaba todas las facultades de
piedras se reunieron a las piedras; el ara, cuyos su espíritu. Sus nervios saltaron al impulso de
rotos fragmentos se veían antes esparcidos sin una conmoción fuertísima, sus dientes choca-
orden, se levantó intacta, como si acabase de ron, agitándose con un temblor imposible de
dar en ella su último golpe de cincel el artífice, y reprimir, y el frío penetró hasta la médula de los
al par del ara se levantaron las derribadas capi- huesos.
llas, los rotos capiteles y las destrozadas e in-
mensas series de arcos que, cruzándose y en- Los monjes pronunciaban en aquel instante
lazándose caprichosamente entre sí, formaron estas espantosas palabras del Miserere:
con sus columnas un laberinto de pórfido. - In iniquitatibus conceptus sum: et in peccatis
Una vez reedificado el templo, comenzó a oírse concepit me mater mea.
un acorde lejano que pudiera confundirse con el Al resonar este versículo y dilatarse sus ecos
zumbido del aire, pero que era un conjuro de retumbando de bóveda en bóveda, se levantó
voces lejanas y graves que parecía salir del un alarido tremendo que parecía un grito de
seno de la tierra e irse elevando poco a poco, dolor arrancado a la Humanidad entera por la
haciéndose cada vez más perceptible. conciencia de sus maldades; un grito horroroso,
El osado peregrino comenzaba a tener miedo; formado por todos los lamentos del infortunio,
pero con su miedo luchaba aún su fanatismo por de todos los aullidos de la desesperación, de
todo la desusado y maravilloso, y alentado por todas las blasfemias de la impiedad; concierto
él dejó la tumba sobre que reposaba, se inclinó monstruoso, digno intérprete de los que viven en
al borde del abismo por entre cuyas rocas salta- el pecado y fueron concebidos en la iniquidad.
ba el torrente, despeñándose con un trueno Prosiguió el canto, ora tristísimo y profundo, ora
incesante y espantoso, y sus cabellos se eriza- semejante a un rayo de sol que rompe la nube
ron de horror. oscura de una tempestad, haciendo suceder a
Mal envueltos en los jirones de sus hábitos, un relámpago de tenor otro relámpago de júbilo,
caladas las capuchas, bajo los pliegues de las hasta que, merced a una transformación súbita,
cuales contrastaban con sus descarnadas man- la iglesia resplandeció bañada en luz celeste;
díbulas y los blancos dientes las oscuras cavi- las osamentas de los monjes se vistieron de sus
dades de los ojos de sus calaveras, vio los es- carnes; una aureola luminosa brilló en derredor
queletos de los monjes, que fueron arrojados de sus frentes; se rompió la cúpula, y a través
desde el pretil de la iglesia a aquel precipicio, de ella se vio el cielo como un océano de lumbre
salir del fondo de las aguas y, agarrándose con abierto a la mirada de los justos.
los largos dedos de sus manos de hueso a las Los serafines, los arcángeles y los ángeles y las
grietas de las peñas, trepar por ellas hasta tocar jerarquías acompañaban con un himno de gloria
el borde, diciendo con voz baja y sepulcral, pero este versículo, que subía entonces al trono del
con una desgarradora expresión de dolor, el Señor como una tromba armónica, como una
primer versículo del salmo de David: gigantesca espiral de sonoro incienso:
- Miserere mei, Deus, secundum magnam mise- - Auditui meo dabis gaudium et laetitiam: et
ricordiam tuam! exultabunt ossa humiliata.
Cuando los monjes llegaron al peristilo del tem- En este punto, la claridad deslumbradora cegó
plo, se ordenaron en dos hileras y, penetrando los ojos del romero, sus sienes latieron con
en él, fueron a arrodillarse en el coro, donde, violencia, zumbaron sus oídos y cayó sin cono-
con voz más levantada y solemne, prosiguieron cimiento por tierra, y no oyó más...
entonando los versículos del salmo. La música
III
sonaba al compás de sus voces: aquella música
era el rumor distante del trueno, que, desvane- Al día siguiente, los pacíficos monjes de la aba-
cida la tempestad, se alejaba murmurando; era día de Fitero, a quienes el hermano lego había
el zumbido del aire que gemía en la concavidad dado cuenta de la extraña visita de la noche
del monte; era el monótono ruido de la cascada anterior, vieron entrar por las puertas, pálido y
que caía sobre las rocas, y la gota de agua que como fuera de sí, al desconocido romero.
se filtraba, y el grito del búho escondido, y el - ¿Oísteis, al cabo, el Miserere? -le preguntó
roce de los reptiles inquietos. Todo esto era la con cierta mezcla de ironía el lego, lanzando a
música y algo más que no puede explicarse ni hurtadillas una mirada de inteligencia a sus
apenas concebirse; algo más que parecía como superiores.
el eco de un órgano que acompañaba los versí-
culos del gigante himno de contrición del rey - Sí respondió el músico.

Textos para orar y reflexionar 78


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- ¿Y qué tal os ha parecido? A las doce de la mañana, después de almorzar


- Lo voy a escribir. Dadme un asilo en vuestra bien, y con un cigarro en la boca, no le hará
casa -prosiguió, dirigiéndose al abad-, un asilo y mucho efecto a los lectores de El Contemporá-
pan para algunos meses, y voy a dejaros una neo. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció,
obra inmortal del arte, un Miserere que borre y la he escrito volviendo algunas veces la cabe-
mis culpas a los ojos de Dios, eternice mi me- za con miedo cuando sentía crujir los cristales
moria y eternice con ella la de esta abadía. de mi balcón, estremecidos por el aire de la
noche.
Los monjes, por curiosidad, aconsejaron al abad
que accediese a su demanda. El abad, por Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caba-
compasión, aun creyéndole un loco, accedió, al llo de copas.
fin, a ello y el músico, instalado ya en el monas- I
terio, comenzó su obra. - Atad los perros, haced la señal con las trom-
Noche y día trabajaba con un afán incesante. En pas para que se reúnan los cazadores y demos
mitad de su tarea se paraba y parecía como la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día
escuchar algo que sonaba en su imaginación, y de Todos los Santos y estamos en el Monte de
se dilataban sus pupilas, saltaba en el asiento y las Animas.
exclamaba: - ¡Tan pronto!
- ¡Eso es; así, así, no hay duda..., así! -y prose- - A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese
guía escribiendo notas con una rapidez febril, rebaño de lobos que las nieves del Moncayo
que dio en más de una ocasión que admirar a han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es
los que lo observaban sin ser vistos. imposible. Dentro de poco sonará la oración en
Escribió los primeros versículos y los siguientes los Templarios, y las ánimas de los difuntos
hasta la mitad del salmo; pero al llegar al último comenzarán a tañer su campana en la capilla
que había oído en la montaña le fue imposible del monte.
proseguir. - ¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asus-
Escribió uno, dos, cien, doscientos borradores: tarme?
todo inútil. Su música no se parecía a aquella - No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede
música ya anotada, y el sueño huyó de sus en este país, porque aún no hace un año que
párpados y perdió el apetito, y la fiebre se apo- has venido a él desde muy lejos. Refrena tu
deró de su cabeza, y se volvió loco, y se murió, yegua, yo también pondré la mía al paso, y
en fin, sin poder terminar el Miserere, que, como mientras dure el camino te contaré esa historia.
una losa extraña, guardaron los frailes a su
muerte, y aún se conserva hoy en el archivo de Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos
la abadía. grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel
montaron en sus magníficos caballos, y todos
... juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso,
Cuando el viejecito concluyó de contarme esta que precedían a la comitiva a bastante distan-
historia, no pude menos de volver otra vez los cia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en
ojos al empolvado y antiguo manuscrito del estos términos la prometida historia:-
Miserere, que aún estaba abierto sobre una de - Ese monte que hoy llaman de las Animas per-
las mesas. tenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí,
In peccatis concepit me mater mea... a la margen del río. Los Templarios eran guerre-
Estas eran las palabras de la página que tenía ros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los
ante mi vista, y que parecía mofarse de mí con árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras
sus notas, sus llaves y sus garabatos ininteligi- para defender la ciudad por la parte del puente,
bles para los legos de la música. haciendo en ello notable agravio a sus nobles
de Castilla, que así hubieran solos sabido de-
Por haberlas podido leer hubiera dado un mun- fenderla corno solos la conquistaron. Entre los
do: caballeros de la nueva y poderosa Orden y los
¿Quién sabe si no será una locura? hidalgos de la ciudad fermentó por algunos
años, y estalló al fin, un odio profundo. Los
236. EL MONTE DE LAS ÁNIMAS primeros tenían acotado ese monte, donde
reservaban caza abundante para satisfacer sus
(Leyenda soriana) necesidades y contribuir a sus placeres. Los
La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué segundos determinaron organizar una gran
hora el doble de las campanas. Su tañido monó- batida en el coto, a pesar de las severas prohi-
tono y eterno me trajo a las mientes esta tradi- biciones de los clérigos con espuelas, como
ción que oí hace poco en Soria. llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del
Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez reto, y nada fue a parte a detener a los unos en
aguijoneada la imaginación es un caballo que se su manía de cazar y a los otros en su empeño
desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda. de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó
Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como a cabo. No se acordaron de ella las fieras. Antes
en efecto lo hice. la tendrían presente tantas madres como arras-

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traron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue - Tal vez por la pompa de la Corte francesa,
una cacería. Fue una batalla espantosa: el mon- donde hasta aquí has vivido se apresuró a aña-
te quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a dir el joven. De un modo o de otro, presiento
quienes se quiso exterminar, tuvieron un san- que no tardaré en perderte... Al separarnos,
griento festín. Por último, intervino la autoridad quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te
del rey: el monte, maldita ocasión de tantas acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias
desgracias, se declaró abandonado, y la capilla a Dios por haberte devuelto la salud que viniste
de los religiosos, situada en el mismo monte, y a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la
en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué
enemigos, comenzó a arruinarse. Desde enton- hermoso estaría sujetando un velo sobre tu
ces dicen que cuando llega la noche de Difuntos oscura cabellera! Ya ha prendido el de una
se oye doblar sola la campana de la capilla, y desposada; mi padre se lo regaló a la que me
que las ánimas de los muertos, envueltas en dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?
jirones de sus sudarios, corren como en una - No sé en el tuyo contestó la hermosa, pero en
cacería fantástica por entre las breñas y los mi país una prenda recibida compromete una
zarzales. Los ciervos braman espantados, los voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe
lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbi- aceptarse un presente de manos de un deudo...,
dos. Y al otro día se han visto impresas en la que aún puede ir a Roma sin volver con las
nieve las huellas de los descarnados pies de los manos vacías.
esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos el
Monte de las Animas, y por eso he querido salir El acento helado con que Beatriz pronunció
de él antes que cierre la noche. estas palabras turbó un momento al joven que,
después de serenarse, dijo con tristeza:
La relación de Alonso concluyó justamente
cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del - Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los
puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de ce-
Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, remonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?
después de incorporársele los dos jinetes, se Beatriz se mordió ligeramente los labios y ex-
perdió por entre las estrechas y oscuras calles tendió la mano para tomar la joya, sin añadir
de Soria. una palabra.
II Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silen-
Los servidores acababan de levantar los mante- cio, y volvióse a oír la cascada voz de las viejas
les; la alta chimenea gótica del palacio de los que hablaban de brujas y de trasgos, y el zum-
condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, bido del aire que hacía crujir los vidrios de las
iluminando algunos grupos de damas y caballe- ojivas, y el triste y monótono doblar de las cam-
ros que alrededor de la lumbre conversaban panas.
familiarmente, y el viento azotaba los emploma- Al cabo de algunos minutos, el interrumpido
dos vidrios de las ojivas del salón. diálogo tornó a reanudarse de este modo:
Solas dos personas parecían ajenas a la con- - Y antes que concluya el día de Todos los San-
versación general: Beatriz y Alonso. Beatriz tos en que así como el tuyo se celebra el mío, y
seguía con los ojos, y absorta en un vago pen- puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuer-
samiento, los caprichos de la llama. Alonso do, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada
miraba el reflejo de la hoguera chispear en las en la de su prima, que brilló como un relámpa-
azules pupilas de Beatriz. go, iluminada por un pensamiento diabólico:
Ambos guardaban hacía rato un profundo silen- - ¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la
cio. mano al hombro derecho, como para buscar
Las dueñas referían, a propósito de la noche de alguna cosa entre los pliegues de su ancha
Difuntos, cuentos temerosos, en que los espec- manga de terciopelo bordado de oro, y después,
tros y los aparecidos representaban el principal con una infantil expresión de sentimiento, aña-
papel; y las campanas de las iglesias de Soria dió:
doblaban a lo lejos con un tañido monótono y - ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a
triste. la cacería, y que no sé qué emblema de su color
- Hermosa prima exclamó, al fin, Alonso, rom- me dijiste que era la divisa de tu alma?
piendo el largo silencio en que se encontraban, - Sí.
Pronto vamos a separarnos, tal vez para siem-
- ¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pen-
pre; las áridas llanuras de Castilla, sus costum-
saba dejártela como un recuerdo.
bres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y
patriarcales, sé que no te gustan; te he oído - ¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso,
suspirar varias veces, acaso por algún galán de incorporándose de su asiento y con una indes-
tu lejano señorío. criptible expresión de temor y esperanza.
Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo - No sé... En el monte acaso.
un carácter de mujer se reveló en aquella des- - ¡En el Monte de las Animas! -murmuró, palide-
deñosa contracción de sus delgados labios. ciendo y dejándose caer sobre el sitial. ¡En el

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Monte de las Animas! -luego prosiguió, con voz retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía,
entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo y, a querer, en menos de una hora pudiera ha-
habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda berlo hecho.
Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No - ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, ce-
habiendo aún podido probar mis fuerzas en los rrando su libro de oraciones y encaminándose a
combates, como mis ascendientes, he llevado a su lecho, después de haber intentado inútilmen-
esta diversión, imagen de la guerra, todos los te murmurar algunos de los rezos que la Iglesia
bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de consagra en el día de Difuntos a los que ya no
mi raza. La alfombra que pisan tus pies son existen.
despojos de fieras que he muerto por mi mano.
Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y Después de haber apagado la lámpara y cruza-
he combatido con ellas de día y de noche, a pie do las dobles cortinas de seda, se durmió; se
y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.
me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz
Otra noche volaría por esa banda, y volaría oyó entre sueños las vibraciones de las campa-
gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta nas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los
noche..., ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronun-
¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha ciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una
sonado en San Juan del Duero, las ánimas del voz ahogada y doliente. El viento gemía en los
monte comenzarán ahora a levantar sus amari- vidrios de la ventana.
llentos cráneos de entre las malezas que cubren
- Será el viento -dijo-, y poniéndose la mano
sus fosas... ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede
sobre su corazón procuró tranquilizarse.
helar de terror la sangre del más valiente, tornar
sus cabellos blancos o arrebatarlo en el torbelli- Pero su corazón latía cada vez con más violen-
no de su fantástica carrera como una hoja que cia, las puertas de alerce del oratorio habían
arrastra el viento sin que se sepa adónde. crujido sobre sus goznes con chirrido agudo,
prolongado y estridente.
Mientras el joven hablaba, una sonrisa imper-
ceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que, Primero unas y luego las otras más cercanas,
cuando hubo concluido, exclamó en un tono todas las puertas que daban paso a su habita-
indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, ción iban sonando por su orden; éstas con un
donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento
de mil colores. largo y crispador. Después, un silencio; un si-
lencio lleno de rumores extraños, el silencio de
- ¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir
la medianoche; lejanos ladridos de perros, vo-
ahora al monte por semejante friolera! ¡Una
ces confusas, palabras ininteligibles; ecos de
noche tan oscura, noche de Difuntos y cuajado
pasos que van y vienen, crujir de ropas que
el camino de lobos!
arrastran, suspiros que se ahogan, respiracio-
Al decir esta última frase la recargó de un modo nes fatigosas, que casi se siente, estremeci-
tan especial, que Alonso no pudo menos de mientos involuntarios que anuncian la presencia
comprender toda su amarga ironía; movido de algo que no se ve y cuya aproximación se
como por un resorte se puso en pie, se pasó la nota, no obstante, en la oscuridad.
mano por la frente, como para arrancarse el
Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza
miedo que estaba en su cabeza y no en su
fuera de las cortinas y escuchó un momento.
corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a
Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por
la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el
la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.
hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:
Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las
- Adiós, Beatriz, adiós, Hasta pronto.
crisis nerviosas, como bultos que se movían en
- ¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con todas las direcciones, y cuando dilatándolas las
rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer fijaba en un punto, nada; oscuridad de las som-
detenerlo, el joven había desaparecido. bras impenetrables.
A los pocos minutos se oyó el rumor de un - ¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su her-
caballo que se alejaba al galope. La hermosa, mosa cabeza sobre la almohada de raso azul
con una radiante expresión de orgullo satisfecho del lecho. ¿Soy yo tan miedosa como esas
que coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel pobres gentes cuyo corazón palpita de terror
rumor que se debilitaba, que se perdía, que se bajo una armadura al oír una conseja de apare-
desvaneció por último. cidos?
Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos Y cerrando los ojos, intentó dormir...: pero en
de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma.
vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más
doblaban a lo lejos. inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión:
III las colgaduras de brocado de la puerta habían
rozado al separarse, y unas pisadas lentas
Había asado una hora, dos, tres; la medianoche sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas
estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se pisadas era sordo, casi imperceptible, pero

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continuado, y a su compás se oía crujir una leyenda, que, a los que nada vean en su fondo,
cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se al menos podrá entretenerlos un rato.
acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba I
a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito
agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría, Era noble; había nacido entre el estruendo de
escondió la cabeza y contuvo el aliento. las armas, y el insólito clamor de una trompa de
guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza
El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de un instante, ni apartar sus ojos un punto del
la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno oscuro pergamino en que leía la última carta de
y monótono; los ladridos de los perros se dilata- un trovador.
ban en las ráfagas de aire, y las campanas de la
ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, Los que quisieran encontrarlo no lo debían bus-
doblaban tristemente por las ánimas de los car en el anchuroso patio de su castillo, donde
difuntos. los palafreneros domaban los potros, los pajes
enseñaban a volar a los halcones y los soldados
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, por- se entretenían los días de reposo en afilar el
que la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al hierro de su maza contra una piedra.
fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor en-
treabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. - ¿Dónde está Manrique? ¿Dónde está vuestro
Después de una noche de insomnio y de terro- señor? -preguntaba algunas veces su madre.
res, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del - No sabemos -respondían sus servidores-;
día! Separó las cortinas de seda del lecho, ten- acaso estará en el claustro del monasterio de la
dió una mirada serena a su alrededor, y ya se Peña; sentado al borde de una tumba, prestan-
disponía a reírse de sus temores pasados, do oído a ver si sorprende alguna palabra de la
cuando de repente un sudor frío cubrió su cuer- conversación de los muertos; o en el puente,
po, sus ojos se desencajaron y una palidez mirando correr una tras otra las olas del río por
mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinato- debajo de sus arcos; o acurrucado en la quiebra
rio había visto, sangrienta y desgarrada, la ban- de una roca y entretenido en contar las estrellas
da azul que fue a buscar Alonso. del cielo, en seguir una nube con la vista o con-
Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, templar los fuegos fatuos que cruzan como
a notificarle la muerte del primogénito de Alcu- exhalaciones sobre el haz de las lagunas. En
diel, que por la mañana había aparecido devo- cualquiera parte estará menos en donde esté
rado por los lobos entre las malezas del Monte todo el mundo.
de las Animas, la encontraron inmóvil; asida con En efecto, Manrique amaba la soledad, y la
ambas manos a una de las columnas de ébano amaba de tal modo, que algunas veces hubiera
del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la deseado no tener sombra por que su sombra no
boca, blancos los labios, rígidos los miembros, lo siguiese a todas partes.
muerta, ¡muerta de horror!
Amaba la soledad porque en su seno, dando
IV rienda suelta a la imaginación, forjaba un mundo
Dicen que después de acaecido este suceso, un fantástico, habitado por extrañas creaciones,
cazador extraviado que pasó la noche de Difun- hijas de sus delirios y sus ensueños de poeta,
tos sin poder salir del Monte de las Animas, y porque Manrique era poeta, ¡tanto, que nunca le
que al otro día, antes de morir, pudo contar lo habían satisfecho las formas en que pudiera
que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se encerrar sus pensamientos, y nunca los había
asegura que vio a los esqueletos de los antiguos encerrado al escribirlos!
Templarios y de los nobles de Soria enterrados Creía que entre las rojas ascuas del hogar habi-
en el atrio de la capilla levantarse al punto de la taban espíritus de fuego de mil colores, que
oración con un estrépito horrible, y, caballeros corrían como insectos de oro a lo largo de los
sobre osamentas de corceles, perseguir como a troncos encendidos, o danzaban en una lumino-
una fiera a una mujer hermosa y pálida y sa ronda de chispas en la cúspide de las llamas,
desmelenada que, con los pies desnudos y y se pasaba las horas muertas sentado en un
sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba escabel, junto a la alta chimenea gótica, inmóvil
vueltas alrededor de la tumba de Alonso. y con los ojos fijos en la lumbre.
237. EL RAYO DE LUNA Creía que en el fondo de las ondas del río, entre
los musgos de la fuente y sobre los vapores del
(Leyenda soriana) lago vivían unas mujeres misteriosas, hadas,
Yo no sé si esto es una historia que parece sílfides u ondinas, que exhalaban lamentos y
cuento o un cuento que parece historia; lo que suspiros o cantaban y se reían en el monótono
puedo decir es que en su fondo hay una verdad, rumor del agua, rumor que oía en silencio, inten-
una verdad muy triste, de la que acaso yo seré tando traducirlo.
uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis En las nubes, en el aire, en el fondo de los bos-
condiciones de imaginación. ques, en las grietas de las peñas imaginaba
Otro, con esta idea, tal vez hubiera hecho un percibir formas o escuchar sonidos misteriosos,
tomo de filosofía lacrimosa; yo he escrito esta formas de seres sobrenaturales, palabras inteli-
gibles que no podía comprender.

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¡Amar! Había nacido para soñar el amor, no donde contempló un momento la negra silueta
para sentirlo. Amaba a todas las mujeres un de la ciudad que se destacaba sobre el fondo de
instante: a ésta porque era rubia, a aquélla algunas nubes blanquecinas y ligeras arrolladas
porque tenía los labios rojos, a la otra porque se en el horizonte, se internó en las desiertas rui-
cimbreaba al andar, como un junco. nas de los Templarios.
Algunas veces llegaba su delirio hasta el punto La medianoche tocaba a su punto. La luna, que
de quedarse una noche entera mirando a la se había ido remontando lentamente, estaba ya
luna, que flotaba en el cielo entre un vapor de en lo más alto del cielo, cuando al entrar en una
plata, o a las estrellas, que temblaban a lo lejos oscura alameda que conducía desde el derruido
como los cambiantes de las piedras preciosas. claustro a la margen del Duero, Manrique exhaló
En aquellas largas noches de poético insomnio un grito, un grito leve y ahogado, mezcla extraña
exclamaba: de sorpresa, de temor y de júbilo.
- Si es verdad, como el prior de la Peña me ha En el fondo de la sombría alameda había visto
dicho, que es posible que esos puntos de luz agitarse una cosa blanca que flotó un momento
sean mundos; si es verdad que en ese globo de y desapareció en la oscuridad. La orla del traje
nácar que rueda sobre las nubes habitan gen- de una mujer, de una mujer que había cruzado
tes, ¡qué mujeres tan hermosas serán las muje- el sendero y se ocultaba entre el follaje, en el
res de esas regiones luminosas! Y yo no podré mismo instante en que el loco soñador de qui-
verlas, y yo no podré amarlas... ¿Cómo será su meras o imposibles penetraba en los jardines.
hermosura?... ¿Cómo será su amor? - ¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio... ¡A
II estas horas! Esa, esa es la mujer que yo busco -
Sobre el Duero, que pasa lamiendo las carcomi- exclamó Manrique-; y se lanzó en su seguimien-
das y oscuras piedras de las murallas de Soria, to, rápido como una saeta.
hay un puente que conduce de la ciudad al III
antiguo convento de los Templarios, cuyas po- Llegó al punto en que había visto perderse,
sesiones se extendían a lo largo de la opuesta entre la espesura de las ramas, a la mujer mis-
margen del río. teriosa. Había desaparecido. ¿Por dónde? Allá
En la época a que nos referimos, los caballeros lejos, muy lejos, creyó divisar por entre los cru-
de la Orden habían ya abandonado sus históri- zados troncos de los árboles como una claridad
cas fortalezas; pero aún quedaban en pie restos o una forma blanca que se movía.
de los anchos torreones de sus muros; aún se - ¡Es ella, es ella, que lleva alas en los pies y
veían, como en parte se ven hoy, cubiertos de huye como una sombra! -dijo, y se precipitó en
hiedra y campanillas blancas, los macizos arcos su busca, separando con las manos las redes
de su claustro, las prolongadas galerías ojivales de piedra que se extendían como un tapiz de
de sus patios de armas, en las que suspiraba el unos en otros álamos. Llegó, rompiendo por
viento con un gemido, agitando las altas hier- entre la maleza y las plantas parásitas, hasta
bas. una especie de rellano que iluminaba la claridad
En los huertos y en los jardines cuyos senderos del cielo... ¡Nadie! ¡Ah!... Por aquí, por aquí va -
no hollaban hacía muchos años las plantas de exclamó entonces-. Oigo sus pisadas sobre las
los religiosos, la vegetación, abandonada de sí hojas secas, y el crujido de su traje, que arrastra
misma, desplegaba todas sus galas, sin temor por el suelo y roza en los arbustos -y corría, y
de que la mano del hombre la mutilase, creyen- corría como un loco, de aquí para allá, y no la
do embellecerla. veía-. Pero siguen sonando sus pisadas -
Las plantas trepadoras subían encaramándose murmuró otra vez-; creo que ha hablado; no hay
por los añosos troncos de los árboles; y las duda, ha hablado... El viento, que suspira entre
sombrías calles de álamos, cuyas copas se las ramas; las hojas, que parece que rezan en
tocaban y se confundían entre sí, se habían voz baja, me han impedido oír lo que ha dicho;
cubierto de césped; los cardos silvestres y las pero no hay duda: va por ahí, ha hablado..., ha
ortigas brotaban en medio de los enarenados hablado... ¿En qué idioma? No sé; pero es una
caminos, y en los trozos de fábrica, próxima a lengua extranjera...
desplomarse, el jaramago, flotando al viento Y tornó a correr en su seguimiento, unas veces
como el penacho de una cimera, y las campani- creyendo verla, otras pensando oírla: ya notan-
llas blancas y azules, balanceándose como en do que las ramas por entre las cuales había
un columpio sobre sus largos y flexibles tallos, desaparecido se movían, ya imaginando distin-
pregonaban la victoria de la destrucción y la guir en la arena la huella de sus breves pies;
ruina. luego, firmemente persuadido de que un perfu-
Era de noche; una noche de verano, templada, me especial, que aspiraba a intervalos, era un
llena de perfumes y de rumores apacibles, y con aroma perteneciente a aquella mujer que se
una luna blanca y serena en mitad de un cielo burlaba de él complaciéndose en huirlo por
azul, luminoso y transparente. entre aquellas intrincadas malezas. ¡Afán inútil!

Manrique, presa su imaginación de un vértigo de Vagó algunas horas de un lado a otro, fuera de
poesía, después de atravesar el puente, desde sí, parándose para escuchar, ya deslizándose

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con las mayores precauciones sobre la hierba, espaldas y que a cada momento esperaba ver a
ya en una carrera frenética y desesperada. su lado, anduvo algunas horas corriendo al azar
Avanzando, avanzando por entre los inmensos de un sitio a otro.
jardines que bordeaban la margen del río, llegó Por último, se detuvo al pie de un caserón de
al fin al pie de las rocas sobre las que se eleva piedra; oscuro y antiquísimo, y al detenerse
la ermita de San Saturio. brillaron sus ojos con una indescriptible expre-
- Tal vez, desde esta altura podré orientarme sión de alegría. En una de las altas ventanas
para seguir mis pesquisas a través de ese con- ojivales de aquel que pudiéramos llamar palacio
fuso laberinto -exclamó, trepando de peña en se veía un rayo de luz templada y suave, que,
peña con la ayuda de su daga. pasando a través de unas ligeras colgaduras de
seda color de rosa, se reflejaba en el negruzco y
Llegó a la cima, desde la que se descubren la agrietado paredón de la casa de enfrente.
ciudad en lontananza y una gran parte del Due-
ro, que se retuerce a sus pies, arrastrando una - No cabe duda; aquí vive mi desconocida -
corriente impetuosa y oscura por entre las cor- murmuró el joven en voz baja y sin apartar un
vas márgenes que lo encarcelan. punto sus ojos de la ventana gótica-; aquí vive...
Ella entró por el postigo de San Saturio... Por el
Manrique, una vez en lo alto de las rocas, tendió postigo de San Saturio se viene a este barrio...
la vista a su alrededor; pero al tenderla y fijarla En este barrio hay una casa donde, pasada la
al cabo en un punto, no pudo contener una medianoche, aún hay gente en vela... ¿En vela?
blasfemia. La luz de la luna rielaba chispeando ¿Quién, sino ella, que vuelve de sus nocturnas
en la estela que dejaba en pos de sí una barca excursiones, puede estarlo a esas horas?... No
que se dirigía a todo remo a la orilla opuesta. hay más; ésta es su casa.
En aquella barca había creído distinguir una En esta firme persuasión, y revolviendo en su
forma blanca y esbelta, una mujer sin duda, la cabeza las más locas y fantásticas imaginacio-
mujer que había visto en los Templarios, la nes, esperó el alba frente a la ventana gótica; de
mujer de sus sueños, la realización de sus más la que en toda la noche no faltó la luz ni él sepa-
locas esperanzas. Se descolgó de las peñas ró la vista un momento.
con la agilidad de un gamo, arrojó al suelo la
gorra, cuya redonda y larga pluma podía emba- Cuando llegó el día, las macizas puertas del
razarlo para correr, y desnudándose del ancho arco que daban entrada al caserón, y sobre
capotillo de terciopelo, partió como una exhala- cuya clave se veían esculpidos los blasones de
ción hacía el puente. su dueño, giraron pesadamente sobre los goz-
nes, con un chirrido prolongado y agudo. Un
Pensaba atravesarlo y llegar a la ciudad antes escudero apareció en el dintel con un manojo de
que la barca tocase en la otra orilla. ¡Locura! llaves en la mano, restregándose los ojos y
Cuando Manrique llegó, jadeante y cubierto de enseñando al bostezar una caja de dientes
sudor, a la entrada, ya los que habían atravesa- capaces de dar envidia a un cocodrilo.
do el Duero por la parte de San Saturio entraban
en Soria por una de las puertas del muro, que Verlo Manrique y lanzarse a la puerta, todo fue
en aquel tiempo llegaba hasta la margen del río, obra de un instante.
en cuyas aguas se retrataban sus pardas alme- - ¿Quién habita en esta casa? ¿Cómo se llama
nas. ella? ¿De dónde es? ¿A qué ha venido a Soria?
IV ¿Tiene esposo? Responde, animal -ésta fue la
salutación que, sacudiéndole el brazo violenta-
Aunque desvanecida su esperanza de alcanzar mente, dirigió al pobre escudero, el cual, des-
a los que habían entrado por el postigo de San pués de mirarlo un buen espacio de tiempo con
Saturio, no por eso nuestro héroe perdió la de los ojos espantados y estúpidos, le contestó con
saber la casa que en la ciudad podía albergar- voz entrecortada por la sorpresa:
los. Fija en su mente esta idea, penetró en la
población y, dirigiéndose hacía el barrio de San - En esta casa vive el muy honrado señor don
Juan, comenzó a vagar por sus calles a la ven- Alonso de Valdecuellos, montero mayor de
tura. nuestro señor el rey, que, herido en la guerra
contra moros, se encuentra en esta ciudad re-
Las calles de Soria eran entonces, y lo son poniéndose de sus fatigas.
todavía, oscuras y tortuosas. Un silencio profun-
do reinaba en ellas, silencio que sólo interrum- - Pero, ¿y su hija? -interrumpió el joven, impa-
pían, ora el lejano ladrido de un perro, ora el ciente-. ¿Y su hija, o su hermana, o su esposa,
rumor de una puerta al cerrarse, ora el relincho o lo que sea?
de corcel que piafando hacía sonar la cadena - No tiene ninguna mujer consigo.
que lo sujetaba al pesebre en las subterráneas - ¡No tiene ninguna!... Pues, ¿quién duerme allí,
caballerizas. en aquel aposento, donde toda la noche he visto
Manrique, con el oído atento a estos rumores de arder una luz?
la noche, que unas veces le parecían los pasos - ¿Allí? Allí duerme mi señor don Alonso, que,
de alguna persona que había doblado ya la como se halla enfermo, mantiene encendida su
última esquina de un callejón desierto; otras, lámpara hasta que amanece.
voces confusas de gentes que hablaban a sus

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Un rayo cayendo de improviso a sus pies no le Vamos, vamos al sitio donde la vi la primera y
hubiera causado más asombro que el que le única vez que la he visto... ¿Quién sabe si,
causaron estas palabras. caprichosa como yo, amiga de la soledad y el
V misterio, como todas las almas soñadoras, se
complace en vagar por entre las ruinas en el
- Yo la he de encontrar, la he de encontrar; y si silencio de la noche?
la encuentro, estoy casi seguro de que he de
conocerla... ¿En qué? Eso es lo que no podré Dos meses habían transcurrido desde que el
decir...; pero he de conocerla. El eco de sus escudero de don Antonio de Valdecuellos des-
pisadas o una sola palabra suya que vuelva a engañó al iluso Manrique; dos meses durante
oír, un extremo de su traje, un solo extremo que los cuales en cada hora había formado un casti-
vuelva a ver, me bastarán para conseguirlo. llo en el aire, que la realidad desvanecía con un
soplo; dos meses durante los cuales había bus-
Noche y día estoy mirando flotar delante de mis cado en vano a aquella mujer desconocida,
ojos aquellos pliegues de una tela diáfana y cuyo absurdo amor iba creciendo en su alma,
blanquísima; noche y día me están sonando merced a sus aún más absurdas imaginaciones,
aquí dentro, dentro de la cabeza, el crujido de cuando, después de atravesar, absorto en estas
su traje, el confuso rumor de sus ininteligibles ideas, el puente que conduce a los Templarios,
palabras. ¿Qué dijo?... ¿Qué dijo?... ¡Ah!, si yo el enamorado joven se perdió entre las intrinca-
pudiera saber lo que dijo, acaso...; pero aun sin das sendas de sus jardines.
saberlo, la encontraré...; la encontraré; me lo da
el corazón, y mi corazón no me engaña nunca. VI
Verdad es que ya he recorrido inútilmente todas La noche estaba serena y hermosa; la luna
las calles de Soria; que he pasado noches y brillaba en toda su plenitud en lo más alto del
noches al sereno, hecho poste de una esquina; cielo, y el viento suspiraba con un rumor dulcí-
que he gastado más de veinte doblas de oro en simo entre las hojas de los árboles.
hacer charlar a dueñas y escuderos; que he Manrique llegó al claustro, tendió la vista por su
dado agua bendita en San Nicolás a una vieja, recinto y miró a través de las macizas columnas
arrebujada con tal arte en su manto de anasco- de sus arcadas... Estaba desierto.
te, que se me figuró una deidad; y al salir de la
Colegiata, una noche de maitines, he seguido Salió de él, encaminó sus pasos hacia la oscura
como un tonto la litera del arcediano, creyendo alameda que conduce al Duero, y aún no había
que el extremo de sus holapandas era el del penetrado en ella, cuando de sus labios se
traje de mi desconocida; pero no importa...; yo la escapó un grito de júbilo.
he de encontrar, y la gloria de poseerla excede- Había visto flotar un instante y desaparecer el
rá seguramente al trabajo de buscarla. extremo del traje blanco, del traje blanco de la
¿Cómo serán sus ojos?... Deben de ser azules, mujer de sus sueños, de la mujer que ya amaba
azules y húmedos como el cielo de la noche; me como un loco.
gustan tanto los ojos de ese color...; son tan Corre, corre en su busca; llega al sitio en que la
expresivos, tan melancólicos, tan... Sí..., no hay ha visto desaparecer; pero al llegar se detiene,
duda: azules deben de ser, azules son segura- fija los espantados ojos en el suelo, permanece
mente, y sus cabellos, negros, muy negros y un rato inmóvil; un ligero temblor nervioso agita
largos para que floten... Me parece que los vi sus miembros, un temblor que va creciendo, que
flotar aquella noche, al par que su traje, y eran va creciendo, y ofrece los síntomas de una ver-
negros...; no me engaño, no, eran negros. dadera convulsión, y prorrumpe, al fin, en una
¡Y qué bien hacen unos ojos azules muy rasga- carcajada, en una carcajada sonora, estridente,
dos y adormidos, y una cabellera suelta, flotante horrible.
y oscura, a una mujer alta...; porque... ella es Aquella cosa blanca, ligera, flotante, había vuel-
alta, alta y esbelta como esos ángeles de las to a brillar ante sus ojos; pero había brillado a
portadas de nuestras basílicas, cuyos ovalados sus pies un instante, no más que un instante.
rostros envuelven en un misterioso crepúsculo
Era un rayo de luna, un rayo de luna que pene-
las sombras de sus doseles de granito!
traba a intervalos por entre la verde bóveda de
¡Su voz!... Su voz la he oído...; su voz es suave los árboles cuando el viento movía las ramas.
como el rumor del viento en las hojas de los
...
álamos, y su andar acompasado y majestuoso
como las cadencias de una música. Y esa mu- Habían pasado algunos años. Manrique, senta-
jer, que es hermosa como el más hermoso de do en un sitial, junto a la alta chimenea gótica de
mis sueños de adolescente, que piensa como yo su castillo, inmóvil casi, y con una mirada vaga e
pienso, que gusta de lo que yo gusto, que odia inquieta como la de un idiota, apenas prestaba
lo que yo odio, que es un espíritu hermano de atención ni a las caricias de su madre ni a los
mi espíritu, que es el complemento de mi ser, consuelos de sus servidores.
¿no se ha de sentir conmovida al encontrarme? - Tú eres joven, tú eres hermoso -le decía aqué-
¿No me ha de amar como yo la amaré, como la lla-. ¿Por qué te consumes en la soledad? ¿Por
amo ya, con todas las fuerzas de mi vida, con qué no buscas una mujer a quien ames, y
todas las facultades de mi alma? amándote pueda hacerte feliz?

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- ¡El amor!... El amor es un rayo de luna - Pedro, entonces, acercándose a María le tomó
murmuraba el joven. una mano, apoyó el codo en el pretil árabe des-
- ¿Por qué no despertáis de ese letargo? -le de donde la hermosa miraba pasar la corriente
decía uno de sus escuderos-. Os vestís de hie- del río y tornó a decirle:
rro de pies a cabeza; mandáis desplegar al aire ¿Por qué lloras?
vuestro pendón de rico hombre, y marchamos a El Tajo se retorcía gimiendo al pie del mirador,
la guerra. En la guerra se encuentra la gloria. entre las rocas sobre las que se asienta la ciu-
- ¡La gloria!... La gloria es un rayo de luna. dad imperial. El sol trasponía los montes veci-
- ¿Queréis que os diga una cantiga, la última nos; la niebla de la tarde flotaba como un velo
que ha compuesto Mosén Arnaldo, el trovador de gasa azul, y sólo el monótono ruido del agua
provenzal? interrumpía el alto silencio.

- ¡No! ¡No! -exclamó el joven, incorporándose María exclamó:


colérico en su sitial-. No quiero nada...; es decir, No me preguntes por qué lloro, no me lo pregun-
sí quiero: quiero que me dejéis solo... Canti- tes, pues ni yo sabré contestarte ni tú compren-
gas..., mujeres..., glorias..., felicidad..., mentiras derme. Hay deseos que se ahogan en nuestra
todo, fantasmas vanos que formamos en nues- alma de mujer, sin que los revele más que un
tra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y suspiro; ideas locas que cruzan por nuestra
los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, imaginación, sin que ose formularlas el labio,
¿para qué? Para encontrar un rayo de luna. fenómenos incomprensibles de nuestra natura-
Manrique estaba loco; por lo menos, todo el leza misteriosa, que el hombre no puede ni aun
mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me concebir. Te lo ruego, no me preguntes la causa
figura que lo que había hecho era recuperar el de mi dolor; si te la revelase, acaso te arrancaría
juicio. una carcajada.
Cuando estas palabras expiraron, ella tornó a
238. LA AJORCA DE ORO inclinar la frente y él a reiterar sus preguntas.
(Leyenda toledana) La hermosa, rompiendo al fin su obstinado si-
I lencio dijo a su amante con voz sorda y entre-
cortada:
Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura
que inspira el vértigo, hermosa con esa hermo- Tú lo quieres; es una locura que te hará reír;
sura que no se parece en nada a la que soña- pero no importa; te lo diré, puesto que lo de-
mos en los ángeles y que, sin embargo, es so- seas. Ayer estuve en el templo. Se celebraba la
brenatural; hermosura diabólica, que tal vez fiesta de la Virgen, su imagen, colocada en el
presta el demonio a algunos seres para hacerlos altar mayor sobre un escabel de oro, resplande-
sus instrumentos en la tierra. cía como un ascua de fuego; las notas del órga-
no temblaban, dilatándose de eco en eco por el
El la amaba; la amaba con ese amor que no ámbito de la iglesia, y en el coro los sacerdotes
conoce freno ni límite; la amaba con ese amor entonaban el Salve, Regina. Yo rezaba, rezaba
en que se busca un goce y sólo se encuentran absorta en mis pensamientos religiosos, cuando
martirios, amor que se asemeja a la felicidad y maquinalmente levanté la cabeza y mi vista se
que, no obstante, diríase que lo infunde el Cielo dirigió al altar. No sé por qué mis ojos se fijaron,
para la expiación de una culpa. desde luego, en la imagen; digo mal; en la ima-
Ella era caprichosa, caprichosa y extravagante, gen, no; se fijaron en un objeto que, hasta en-
como todas las mujeres del mundo; él, supersti- tonces, no había visto, un objeto que, sin que
cioso, supersticioso y valiente, como todos los pudiera explicármelo, llamaba sobre sí toda mi
hombres de su época. Ella se llamaba María atención... No te rías...; aquel objeto era la ajor-
Antúnez; él, Pedro Alonso de Orellana. Los dos ca de oro que tiene la Madre de Dios en uno de
eran toledanos, y los dos vivían en la misma los brazos en que descansa su Divino Hijo... Yo
ciudad que los vio nacer. aparté la vista y torné a rezar... ¡Imposible! Mis
ojos se volvían involuntariamente al mismo
La tradición que refiere esta maravillosa historia
punto. Las luces del altar, reflejándose en las mil
acaecida hace muchos años, no dice nada más
facetas de sus diamantes, se reproducían de
acerca de los personajes que fueron sus héroes.
una manera prodigiosa. Millones de chispas de
Yo, en mi calidad de cronista verídico, no añadi- luz rojas y azules, verdes y amarillas, volteaban
ré ni una sola palabra de mi cosecha para alrededor de las piedras como un torbellino de
caracterizarlos; mejor. átomos de fuego, como una vertiginosa ronda
II de esos espíritus de las llamas que fascinan con
su brillo y su increíble inquietud... Salí del tem-
El la encontró un día llorando, y la preguntó: plo; vine a casa, pero vine con aquella idea fija
¿Por qué lloras? en la imaginación. Me acosté para dormir; no
pude... Pasó la noche, eterna con aquel pensa-
Ella se enjugó los ojos, lo miró fijamente, arrojó
miento... Al amanecer se cerraron mis párpados,
un suspiro y volvió a llorar.
y, ¿lo creerás?, aún en el sueño veía cruzar,
perderse y tornar de nuevo una mujer, una mu-

Textos para orar y reflexionar 86


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jer morena y hermosa, que llevaba la joya de derramado a porfía el tesoro de sus creencias;
oro y pedrería; una mujer, sí, porque ya no era de su inspiración y de sus artes.
la Virgen que yo adoro y ante quien me humillo; En su seno viven el silencio, la majestad, la
era una mujer, otra mujer como yo, que me poesía del misticismo y un santo honor que
miraba y se reía mofándose de mí. ¿La ves? defiende sus umbrales contra los pensamientos
parecía decirme, mostrándome la joya. ¡Cómo mundanos y las mezquinas pasiones de la tie-
brilla! Parece un círculo de estrellas arrancadas rra. La consunción material se alivia respirando
del cielo de una noche de verano. ¿La ves? el aire puro de las montañas; el ateísmo debe
Pues no es tuya, no lo será nunca, nunca... curarse respirando su atmósfera de fe.
Tendrás acaso otras mejores, más ricas, si es
posible; pero ésta, ésta, que resplandece de un Pero si grande, si imponente se presenta la
modo tan fantástico, tan fascinador..., nunca, catedral a nuestros ojos a cualquier hora que se
nunca. Desperté; pero con la misma idea fija penetra en su recinto misterioso y sagrado,
aquí, entonces como ahora, semejante a un nunca produce una impresión tan profunda
clavo ardiendo, diabólica, incontrastable, inspi- como en los días en que despliega todas las
rada sin duda por el mismo Satanás... ¿Y galas de su pompa religiosa, en que sus taber-
qué?... Callas, callas y doblas la frente... ¿No te náculos se cubren de oro y pedrería; sus gra-
hace reír mi locura? das, de alfombras, y sus pilares, de tapices.
Pedro, con un movimiento convulsivo, oprimió el Entonces cuando arden despidiendo un torrente
puño de su espada, levantó la cabeza, que, en de luz sus mil lámparas de plata; cuando flota
efecto, había inclinado, y dijo con voz sorda: en el aire una nube de incienso, y las voces del
coro y la armonía de los órganos y las campa-
- ¿Qué Virgen tiene esa presea? nas de la torre estremecen el edificio desde sus
- La del Sagrario murmuró María. cimientos más profundos hasta las más altas
- ¡La del Sagrario! -repitió el joven con acento de agujas que lo coronan, entonces es cuando se
terror-. ¡La del Sagrario de la Catedral! ... comprende, al sentirla, la tremenda majestad de
Dios, que vive en él, y lo anima con su soplo, y
Y en sus facciones se retrató un instante el lo llena con el reflejo de su omnipotencia.
estado de su alma, espantada de una idea.
El mismo día en que tuvo lugar la escena que
- ¡Ah! ¿Por qué no la posee otra Virgen? - acabamos de referir se celebraba en la catedral
prosiguió con acento enérgico y apasionado-. de Toledo el último de la magnífica octava de la
¿Por qué no la tiene el arzobispo en su mitra, el Virgen.
rey en su corona o el diablo entre sus garras?
Yo se la arrancaría para ti, aunque me costase La fiesta religiosa había traído a ella una multi-
la vida o la condenación. Pero a la Virgen del tud inmensa de fieles; pero ya ésta se había
Sagrario, a nuestra Santa Patrona, yo..., yo, que dispersado en todas direcciones, ya se habían
he nacido en Toledo, ¡imposible, imposible! apagado las luces de las capillas y del altar
mayor, y las colosales puertas del templo habí-
- ¡Nunca! -murmuró María con voz casi imper- an rechinado sobre sus goznes para cerrarse
ceptible-. ¡Nunca! detrás del último toledano, cuando de entre las
Y siguió llorando. sombras, y pálido, tan pálido como la estatua de
la tumba en que se apoyó un instante mientras
Pedro fijó una mirada estúpida en la corriente
dominaba su emoción, se adelantó un hombre
del río; en la corriente, que pasaba y pasaba sin
que vino deslizándose con el mayor sigilo hasta
cesar ante sus extraviados ojos, quebrándose al
la verja del crucero. Allí, la claridad de una lám-
pie del mirador, entre las rocas sobre las que se
para permitía distinguir sus facciones.
asienta la ciudad imperial.
Era Pedro.
III
¿Qué había pasado entre los dos amantes para
¡La Catedral de Toledo! Figuraos un bosque de
que se arrestara, al fin, a poner por obra una
gigantescas palmeras de granito que al entrela-
idea que sólo al concebirla había erizado sus
zar sus ramas forman una bóveda colosal y
cabellos de horror? Nunca pudo saberse. Pero
magnífica, bajo la que se guarece y vive, con la
él estaba allí, y estaba allí para llevar a cabo su
vida que le ha prestado, el genio, toda una crea-
criminal propósito. En su mirada inquieta, en el
ción de seres imaginarios y reales.
temblor de sus rodillas, en el sudor que corría
Figuraos un caos incomprensible de sombra y en anchas gotas por su frente, llevaba escrito su
luz, en donde se mezclan y confunden con las pensamiento.
tinieblas de las naves los rayos de colores de
La catedral estaba sola, completamente sola y
las ojivas donde lucha y se pierde con la oscuri-
sumergida en un silencio profundo. No obstante,
dad del santuario el fulgor de las lámparas.
de cuando en cuando se percibían como unos
Figuraos un mundo de piedra, inmenso como el rumores confusos: chasquidos de madera tal
espíritu de nuestra religión, sombrío como sus vez, o murmullos del viento, o, ¿quién sabe?,
tradiciones, enigmático como sus parábolas, y acaso ilusión de la fantasía, que oye y ve y
todavía no tendréis una idea remota de ese palpa en su exaltación lo que no existe; pero la
eterno monumento del entusiasmo y de la fe de verdad era que ya cerca, ya lejos, ora a sus
nuestros mayores, sobre el que los siglos han espaldas, ora a su lado mismo, sonaban como

Textos para orar y reflexionar 87


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sollozos que se comprimen, como roce de telas y confundían en las naves y en el altar. A sus
que se arrastran, como rumor de pasos que van pies oficiaban, en presencia de los reyes, de
y vienen sin cesar. hinojos sobre sus tumbas, los arzobispos de
Pedro hizo un esfuerzo para seguir en su cami- mármol que él había visto otras veces inmóviles
no; llegó a la verja y siguió la primera grada de sobre sus lechos mortuorios, mientras que,
la capilla mayor. Alrededor de esta capilla están arrastrándose por las losas, trepando por los
las tumbas de los reyes, cuyas imágenes de machones, acurrucados en los doseles, sus-
piedra, con la mano en la empuñadura de la pendidos en las bóvedas ululaba, como los
espada, parecen velar noche y día por el san- gusanos de un inmenso cadáver, todo un mun-
tuario, a cuya sombra descansan por toda una do de reptiles y alimañas de granito, quiméricos,
eternidad. ¡Adelante!, murmuró en voz baja, y deformes, horrorosos.
quiso andar y no pudo. Parecía que sus pies se Ya no pudo resistir más. Las sienes le latieron
habían clavado en el pavimento. Bajó los ojos, y con una violencia espantosa; una nube de san-
sus cabellos se erizaron de horror; el suelo de la gre oscureció sus pupilas; arrojó un segundo
capilla lo formaban anchas y oscuras losas grito, un grito desgarrador y sobrehumano, y
sepulcrales. cayó desvanecido sobre el ara.
Por un momento creyó que una mano fría y Cuando al otro día los dependientes de la iglesia
descarnada lo sujetaba en aquel punto con una lo encontraron al pie del altar, tenía aún la ajor-
fuerza invencible. Las moribundas lámparas, ca de oro entre sus manos, y al verlos aproxi-
que brillaban en el fondo de las naves como marse exclamó con una estridente carcajada:-
estrellas perdidas entre las sombras, oscilaron a - ¡Suya, suya!
su vista, y oscilaron las estatuas de los sepul-
cros y las imágenes del altar, y osciló el templo El infeliz estaba loco.
todo, con sus arcadas de granito y sus macho-
nes de sillería. 239. MAESE PÉREZ, EL ORGA-
NISTA
¡Adelante!, volvió a exclamar Pedro como fuera
de sí, y se acercó al ara; y trepando por ella, (Leyenda sevillana)
subió hasta el escabel de la imagen. Todo alre-
En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y
dedor suyo se revestía de formas quiméricas y
mientras esperaba que comenzase la misa del
horribles; todo era tinieblas o luz dudosa, más
Gallo oí esta tradición a una demandadera del
imponente aún que la oscuridad. Sólo la Reina
convento.
de los cielos, suavemente iluminada por una
lámpara de oro, parecía sonreír tranquila, bon- Como era natural, después de oírla aguardé
dadosa y serena en medio de tanto horror. impaciente que comenzara la ceremonia, ansio-
so de asistir a un prodigio.
Sin embargo, aquella sonrisa muda e inmóvil
que lo tranquilizara un instante concluyó por Nada menos prodigioso, sin embargo, que el
infundirle temor, un temor más extraño, más órgano de Santa Inés, ni nada más vulgar que
profundo que el que hasta entonces había sen- los insulsos motetes con que nos regaló su
tido. organista aquella noche.
Tornó empero a dominarse, cerró los ojos para Al salir de la misa no pude por menos que decir-
no verla, extendió la mano, con un movimiento le a la demandadera con aire de burla:
convulsivo, y le arrancó la ajorca, la ajorca de - ¿En qué consiste que el órgano de maese
oro, piadosa ofrenda de un santo arzobispo, la Pérez suene ahora tan mal?
ajorca de oro cuyo valor equivalía a una fortuna.
- ¡Toma! -me contestó la vieja-, ¡es que ése no
Ya la presea estaba en su poder; sus dedos es el suyo!
crispados la oprimían con una fuerza sobrenatu-
ral; sólo restaba huir, huir con ella; pero para - ¿No es el suyo? ¿Pues qué ha sido de él?
esto era preciso abrir los ojos, y Pedro tenía - Se cayó a pedazos de puro viejo hace una
miedo de ver, de ver la imagen, de ver los reyes porción de años.
de las sepulturas, los demonios de las cornisas, - ¿Y el alma del organista?
los endriagos de los capiteles, las fajas de som-
bras y los rayos de luz que, semejantes a blan- - No ha vuelto a aparecer desde que colocaron
cos y gigantescos fantasmas, se movían lenta- él que ahora lo sustituye.
mente en el fondo de las naves, pobladas de Si a alguno de mis lectores se le ocurriese ha-
rumores temerosos y extraños. cerme la misma pregunta después de leer esta
Al fin abrió los ojos, tendió una mirada, y un grito historia, ya sabe por qué no se ha continuado el
agudo se escapó de sus labios. La catedral milagroso portento hasta nuestros días.
estaba llena de estatuas, estatuas que, vestidas
con luengos y no vistos ropajes, habían descen- I
dido de sus huecos y ocupaban todo el ámbito
de la iglesia y lo miraban con sus ojos sin pupila. - ¿Veis ese de la capa roja y la pluma blanca en
el fieltro, que parece que trae sobre su justillo
Santos, monjes, ángeles, demonios, guerreros, todo el oro de los galeones de Indias; aquel que
damas, pajes, cenobitas y villanos se rodeaban baja en este momento de su litera para dar la
Textos para orar y reflexionar 88
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mano a esa otra señora que, después de dejar paga las candelillas que le enciendo los sába-
la suya, se adelanta hacía aquí, precedida de dos!... Vedlo qué hermosote está con sus hábi-
cuatro pajes con hachas? Pues ése es el mar- tos morados y su birrete rojo... Dios le conserve
qués de Moscoso, galán de la duquesa viuda de en su silla tantos siglos como deseo de vida
Villapineda. Se dice que antes de poner los ojos para mí. Si no fuera por él media Sevilla hubiera
sobre esta dama había pedido en matrimonio a ya ardido con estas disensiones de los duques.
la hija de un opulento señor; mas el padre de la Vedlos, vedlos, los hipocritones, cómo se acer-
doncella, de quien se murmura que es un poco can ambos a la litera del prelado para besarle el
avaro... Pero, ¡calla!, en hablando del ruin de anillo... Cómo lo siguen y lo acompañan confun-
Roma, cátale que aquí se asoma. ¿Veis aquel diéndose con sus familiares. Quién diría que
que viene por debajo del Arco de San Felipe, a esos dos que parecen tan amigos, si dentro de
pie, embozado con una capa oscura y precedido media hora se encuentran en una calle oscura...
de un solo criado con una linterna? Ahora llega Es decir, ¡ellos, ellos!... Líbreme Dios de creer-
frente al retablo. los cobardes. Buena muestra han dado de sí
¿Reparasteis, al desembozarse para saludar a peleando en algunas ocasiones contra los ene-
la imagen, en la encomienda que brilla en su migos de Nuestro Señor... Pero es la verdad
pecho? A no ser por ese noble distintivo, cual- que si buscaran... Y si se buscaran con ganas
quiera lo creería un lonjista de la calle de Cule- de encontrarse, se encontrarían, poniendo fin de
bras... Pues ése es el padre en cuestión. Mirad una vez a estas continuas reyertas, en las cua-
cómo la gente del pueblo le abre paso y lo salu- les los que verdaderamente baten el cobre de
da. Toda Sevilla lo conoce por su colosal fortu- firme son sus deudos, sus allegados y su servi-
na. El solo tiene más ducados de oro en sus dumbre.
arcas que soldados mantiene nuestro señor el Pero, vamos, vecina, vamos a la iglesia, antes
rey don Felipe, y con sus galeones podría for- que se ponga de bote en bote..., que algunas
mar una escuadra suficiente a resistir a la del noches como ésta suele llenarse de modo que
Gran Turco... no cabe ni un grano de trigo... Buena ganga
Mirad, mirad ese grupo de señores graves; ésos tienen las monjas con su organista... ¿Cuándo
son los caballeros veinticuatro. ¡Hola, hola! se ha visto el convento tan favorecido como
También está aquí el flamencote, a quien se ahora?... De las otras comunidades puede de-
dice que no han echado ya el guante los seño- cirse que le han hecho a maese Pérez proposi-
res de la Cruz Verde merced a su influjo con los ciones magníficas. Verdad que nada tiene de
magnates de Madrid... Ese no viene a la iglesia extraño, pues hasta el señor arzobispo le ha
más que a oir música... No, pues si maese Pé- ofrecido montes de oro por llevarlo a la cate-
rez no le arranca con su órgano lágrimas como dral... Pero él, nada... Primero dejaría la vida
puños, bien se puede asegurar que no tiene su que abandonar su órgano favorito... ¿No cono-
alma en su almario, sino friéndose en las calde- céis a maese Pérez? Verdad es que sois nueva
ras de Pedro Botero... ¡Ay, vecina! Malo..., ma- en el barrio... Pues es un santo varón pobre, sí,
lo... Presumo que vamos a tener jarana. Yo me pero limosnero, cual no otro... Sin más pariente
refugio en la iglesia. Pues, por lo que veo, aquí que su hija, ni más amigos que su órgano, pasa
van a andar más de sobra los cintarazos que los su vida entera en velar por la inocencia de la
paternóster. Mirad, mirad: las gentes del duque una y componer los registros del otro... ¡Cuidado
de Alcalá doblan la esquina de la plaza de San que el órgano es viejo!... Pues nada; él se da tal
Pedro, y por el callejón de las Dueñas se me maña en arreglarlo y cuidarlo, que suena que es
figura que he columbrado a las del de Medina una maravilla... Como que lo conoce de tal mo-
Sidonia. ¿No os lo dije? do, que a tientas... Porque no sé si os lo he
dicho, pero el pobre es ciego de nacimiento...
Ya se han visto, ya se detienen unos y otros, sin ¿Y con qué paciencia lleva su desgracia!...
pasar de sus puestos... Los grupos se disuel- Cuando le preguntan que cuánto daría por ver,
ven... Los ministrales, a quienes en estas oca- responde: Mucho, pero no tanto como creéis,
siones apalean amigos y enemigos, se retiran... porque tengo esperanzas. ¿Esperanzas de ver?
Hasta el señor asistente, con su vara y todo, se Sí, y muy pronto -añade, sonriendo como un
refugia en el atrio... Y luego dicen que hay justi- ángel-. Ya cuento setenta y seis años. Por muy
cia... Para los pobres. larga que sea mi vida, pronto veré a Dios:
Vamos, vamos, ya brillan los broqueles en la ¡Pobrecito! Y si lo verá..., porque es humilde
oscuridad... ¡Nuestro Señor del Gran Poder nos como las piedras de la calle, que se dejan pisar
asista! Ya comienzan los golpes... ¡Vecina, de todo el mundo... Siempre dice que no es más
vecina! Aquí..., antes que cierren las puertas. que un pobre organista de convento, y puede
Pero, ¡calle! ¿Qué es eso? Aún no han comen- dar lecciones de solfa al mismo maestro de
zado cuando lo dejan... ¿Qué resplandor es capilla de la Primada. Como que echó los dien-
aquel?... ¡Hachas encendidas! ¡Literas! Es el tes en el oficio... Su padre tenía la misma profe-
señor arzobispo. sión que él. Yo no lo conocí, pero mi señora
La Virgen Santísima del Amparo, a quien invo- madre que santa gloria haya, dice que lo llevaba
caba ahora mismo con el pensamiento, lo trae siempre al órgano consigo para darle a los fue-
en mi ayuda... ¡Ay! ¡Si nadie sabe lo que yo lles. Luego, el muchacho mostró tales disposi-
debo a esta Señora!... ¿Con cuánta usura me ciones que, como era natural, a la muerte de su

Textos para orar y reflexionar 89


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padre heredó el cargo... ¡Y qué manos tiene, discordante sonido de las sonajas y los pande-
Dios se las bendiga! Merecía que se las llevaran ros, al mirar aparecer al arzobispo, el cual, des-
a la calle de Chicharreros y se las engarzasen pués de sentarse junto al altar mayor, bajo un
en oro... Siempre toca bien, siempre; pero en solio de grana que rodearon sus familiares, echó
semejante noche como ésta es un prodigio... El por tres veces la bendición al pueblo.
tiene una gran devoción por esta ceremonia de Era hora de que comenzase la misa. Transcu-
la misa del Gallo, y cuando levantan la Sagrada rrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el
Forma, al punto y hora de las doce, que es celebrante apareciese. La multitud comenzaba a
cuando vino al mundo Nuestro Señor Jesucris- rebullirse demostrando su impaciencia; los
to..., las voces de su órgano son voces de ánge- caballeros cambiaban entre sí algunas palabras
les... a media voz, y el arzobispo mandó a la sacristía
En fin, ¿para qué tengo que ponderarle lo que a uno de sus familiares a inquirir por qué no
esta noche oirá? Baste ver cómo todo lo más comenzaba la ceremonia.
florido de Sevilla, hasta el mismo señor arzobis- - Maese Pérez se ha puesto malo, muy malo y
po, vienen a un humilde convento para escu- será imposible que asista esta noche a la misa
charlo. Y no se crea que sólo la gente sabida, y de medianoche.
a la que se le alcanza esto de la solfa, conoce
su mérito; sino que hasta el populacho. Todas Esta fue la respuesta del familiar.
esas bandadas que veis llegar con teas encen- La noticia cundió instantáneamente entre la
didas, entonando villancicos con gritos desafo- muchedumbre. Pintar el efecto desagradable
rados al compás de los panderos, las sonajas y que causó en todo el mundo sería imposible.
las zambombas, contra su costumbre, que es la Baste decir que comenzó a notarse tal bullicio
de alborotar las iglesias, callan como muertos en el templo, que el asistente se puso en pie y
cuando pone maese Pérez las manos en el los alguaciles entraron a imponer silencio con-
órgano...; y cuando alzan no se siente una mos- fundiéndose entre las apiadas olas de la multi-
ca...: de todos los ojos caen lagrimones tama- tud.
ños, al concluir se oye como un suspiro inmen-
En aquel momento, un hombre mal trazado,
so, que no es otra cosa que la respiración de los
seco, huesudo y bisojo por añadidura, se ade-
circunstantes, contenida mientras dura la músi-
lantó hasta el sitio que ocupaba el prelado.
ca... Pero vamos, vamos; ya han dejado de
tocar las campanas, y va a comenzar la misa. - Maese Pérez está enfermo -dijo-. La ceremo-
Vamos adentro... Para todo el mundo es esta nia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el
noche Nochebuena, mas para nadie mejor que órgano en su ausencia, que si maese Pérez es
para nosotros. el primer organista del mundo, ni a su muerte
dejará de usarse este instrumento por falta de
Esto diciendo, la buena mujer que había servido
inteligente.
de cicerone a su vecina atravesó el atrio del
convento de Santa Inés y, codazo con éste, El arzobispo hizo una señal de asentimiento con
empujón en aquél, se internó en el templo per- la cabeza, y ya algunos de los fieles, que cono-
diéndose entre la muchedumbre que se agolpa- cían a aquel personaje extraño por un organista
ba en la puerta. envidioso, enemigo del de Santa Inés, comen-
zaba a prorrumpir en exclamaciones de disgus-
II
to, cuando de improviso se oyó en el atrio un
La iglesia estaba iluminada con una profusión ruido espantoso.
asombrosa. El torrente de luz que se desprendía
- ¡Maese Pérez está aquí!... ¡Maese Pérez está
de los altares para llenar sus ámbitos chispeaba
aquí!...
en los ricos joyeles de las damas, que arrodi-
llándose sobre los cojines de terciopelo que A estas voces de los que estaban apiñados en
tendían los pajes y tomando el libro de oracio- la puerta, todo el mundo volvió la cara.
nes de manos de sus dueñas, vinieron a formar Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba, en
un brillante circulo alrededor de la verja del efecto, en la iglesia, conducido en un sillón, que
presbiterio. todos se disputaban el honor de llevar en sus
Junto a aquella verja, de pie, envueltos en sus hombros.
capas de color galoneadas de oro, dejando Los preceptos de los doctores, las lágrimas de
entrever con estudiado descuido las encomien- su hija, nada había sido bastante a detenerle en
das rojas y verdes, en la una mano el fieltro, el lecho.
cuyas plumas besaban los tapices; la otra sobre
los bruñidos gavilanes del estoque o acariciando - No -había dicho-. Esta es la última, lo conozco.
el pomo del cincelado puñal, los caballeros Lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi ór-
veinticuatro, con gran parte de lo mejor de la gano, esta noche sobre todo, la Nochebuena.
nobleza sevillana, parecían formar un muro Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia.
destinado a defender a sus hijas y a sus espo- Sus deseos se habían cumplido. Los concurren-
sas del contacto de la plebe. Esta, que se agita- tes lo subieron en brazos a la tribuna y comenzó
ba en el fondo de las naves con un rumor pare- la misa. En aquel punto sonaban las doce en el
cido al del mar cuando se alborota, prorrumpió reloj de la catedral. Pasó el Introito, y el Evange-
en una exclamación de júbilo, acompañada del lio, y el Ofertorio; llegó el instante solemne en

Textos para orar y reflexionar 90


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que el sacerdote, después de haberla consa- La multitud se agolpó a la escalera de la tribuna,


grado, toma con la extremidad de sus dedos la hacia la que, arrancados de su éxtasis religioso,
Sagrada Forma y comienza a elevarla. Una volvieron la mirada con ansiedad todos los fie-
nube de incienso que se desenvolvía en ondas les.
azuladas llenó el ámbito de la iglesia. Las cam- - ¿Qué ha sucedido? ¿Qué pasa? -se decían
panas repicaron con un sonido vibrante y maese unos a otros, y nadie sabía responder, y todos
Pérez puso sus crispadas manos sobre las se empeñaban en adivinarlo, y crecía la confu-
teclas del órgano. sión, y el alboroto comenzaba a subir de punto,
Las cien voces de sus tubos de metal resonaron amenazando turbar el orden y el recogimiento
en un acorde majestuoso y prolongado, que se propios de la iglesia.
perdió poco a poco, como si una ráfaga de aire - ¿Qué ha sido eso? -preguntaron las damas al
hubiese arrebatado sus últimos ecos. asistente, que; precedido de los ministriles, fue
A este primer acorde, que parecía una voz que uno de los primeros en subir a la tribuna y que,
se elevaba desde la tierra al cielo, respondió pálido y con muestras de profundo pesar, se
otro lejano y en un torrente de atronadora armo- dirigía al puesto donde lo esperaba el arzobispo,
nía. Era la voz de los ángeles que, atravesando ansioso, como todos, por saber la causa de
los espacios, llegaba al mundo. aquel desorden.
Después comenzaron a oírse como unos him- - ¿Qué hay?
nos distantes que entonaban las jerarquías de - Que maese Pérez acaba de morir.
serafines. Mil himnos a la vez, que al confundir-
se formaban uno solo, que, no obstante, sólo En efecto, cuando los primeros fieles, después
era el acompañamiento de una extraña melodía, de atropellarse por la escalera, llegaron a la
que parecía flotar sobre aquel océano de acor- tribuna, vieron al pobre organista caído de boca
des misteriosos, como un jirón de niebla sobre sobre las teclas de su viejo instrumento, que
las olas del mar. aún vibraba sordamente, mientras su hija, arro-
dillada a sus pies, lo lloraba en vano entre suspi-
Luego fueron perdiéndose unos cuantos; des- ros y sollozos.
pués, otros. La combinación se simplificaba. Ya
no eran más que dos voces, cuyos ecos se III
confundían entre sí; luego quedó una aislada, - Buenas noches, mi señora doña Baltasara.
sosteniendo una nota brillante como un hilo de ¿También usarced viene esta noche a la misa
luz. El sacerdote inclinó la frente, y por encima del Gallo? Por mi parte, tenía hecha intención
de su cabeza cana, y como a través de una de ir a oírla a la parroquia pero, lo que sucede...
gasa azul que fingía el humo del incienso, apa- ¿Dónde va Vicente? Donde va la gente. Y eso
reció la Hostia a los ojos de los fieles. En aquel que, si he de decir la verdad, desde que murió
instante, la nota que maese Pérez sostenía maese Pérez parece que me echan una losa
tremante se abrió y una explosión de armonía sobre el corazón cuando entro en Santa Inés...
gigante estremeció la iglesia, en cuyos ángulos ¡Pobrecillo! ¡Era un santo!... Yo de mi sé decir
zumbaba el aire comprimido y cuyos vidrios de que conservo un pedazo de su jubón como una
colores se estremecían en sus angostos ajime- reliquia, y lo merece... Pues en Dios y en ni
ces. ánima que si el señor arzobispo tomara mano
De cada una de las notas que formaban aquel en ello, es seguro que nuestros nietos lo verían
magnífico acorde se desarrolló un tema, y unos en los altares... Mas ¡cómo ha de ser!... A muer-
cerca, otros lejos, éstos brillantes, aquéllos tos y a idos no hay amigos... Ahora lo que priva
sordos, diríase que las aguas y los pájaros, las es la novedad..., ya me entiende usarced. ¡Qué!
brisas y las frondas, los hombres y los ángeles, ¿No sabe usted nada de lo que pasa? Verdad
la tierra y los cielos, cantaban, cada cual en su que nosotras nos parecemos en eso: de nuestra
idioma, un himno al nacimiento del Salvador. casita a la iglesia y de la iglesia a nuestra casita,
sin cuidarnos de lo que se dice o deja de decir...
La multitud escuchaba atónita y suspendida. En Sólo que yo, así..., al vuelo..., una palabra de
todos los ojos había una lágrima; en todos los acá, otra de acullá... sin ganas de enterarme
espíritus, un profundo recogimiento. El sacerdo- siquiera, suelo estar al corriente de algunas
te que oficiaba sentía temblar sus manos, por- novedades.
que Aquel que levantaba en ellas, Aquel a quien
saludaban hombres y arcángeles, era su Dios, y Pues, sí, señor. Parece cosa hecha que el orga-
le parecía haber visto abrirse los cielos y transfi- nista de San Román, aquel bisojo que siempre
gurarse la Hostia. está echando pestes de los otros organistas,
perdulariote; que más parece jifero de la Puerta
El órgano proseguía sonando; pero sus voces de la Carne que maestro de solfa, va a tocar
se apagaban gradualmente, como una voz que esta Nochebuena en lugar de maese Pérez. Ya
se pierde de eco en eco y se aleja y se debilita sabrá usarced, porque esto lo ha sabido todo el
al alejarse, cuando de pronto sonó un grito en la mundo y es cosa pública en Sevilla, que nadie
tribuna, un grito desgarrador, agudo, un grito de quería comprometerse a hacerlo. Ni aun su hija,
mujer. que es profesora, después de la muerte de su
El órgano exhaló un sonido discorde y extraño, padre entró en un convento de novicia. Y era
semejante a un sollozo, y quedó mudo. natural: acostumbrados a oir aquellas maravi-

Textos para orar y reflexionar 91


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llas, cualquiera otra cosa había de parecernos Al fin llegó el esperado momento, el momento
mala, por más que quisieran evitarse las compa- solemne en que el sacerdote, después de incli-
raciones. Pues cuando ya la comunidad había narse y murmurar algunas palabras santas,
decidido que en honor del difunto, y como mues- tomó la Hostia en sus manos... Las campanillas
tra de respeto a su memoria, permaneciera repicaron, asemejando su repique una lluvia de
callado el órgano en esta noche, hete aquí que notas de cristal. Se elevaron las diáfanas ondas
se presenta nuestro hombre diciendo que él se de incienso y sonó el órgano. Una estruendosa
atreve a tocarlo... No hay nada más atrevido que algarabía llenó los ámbitos de la iglesia en aquel
la ignorancia... Cierto que la culpa no es suya, instante y ahogó su primer acorde.
sino de los que le consienten esta profanación. Zampoñas, gaitas, sonajas, panderos, todos los
Pero así va el mundo... Y digo... No es cosa la instrumentos del populacho, alzaron sus discor-
gente que acude... Cualquiera diría que nada ha dantes voces a la vez; pero la confusión y el
cambiado de un año a otro. Los mismos perso- estrépito sólo duraron algunos segundos. Todos
najes, el mismo lujo, los mismos empellones en a la vez, como habían comenzado, enmudecie-
la puerta, la misma animación en el atrio, la ron de pronto. El segundo acorde, amplio, va-
multitud en el templo... ¡Ay, si levantara la cabe- liente, magnífico, se sostenía aún, brotando de
za el muerto! Se volvía a morir por no oír su los tubos de metal del órgano como una casca-
órgano tocado por manos semejantes. da de armonía inagotable y sonora.
Lo que tiene que, si es verdad lo que me han Cantos celestes como los que acarician los
dicho, las gentes del barrio le preparan una oídos en los momentos de éxtasis, cantos que
buena al intruso. Cuando llegue el momento de percibe el espíritu y no los puede repetir el labio,
poner la mano sobre las teclas, va a comenzar notas sueltas de una melodía lejana que suena
una algarabía de sonajas, panderos y zambom- a intervalos, traídas en las ráfagas del viento;
bas que no hay más que oír... Pero, calle, ya rumor de hojas que se besan en los árboles con
entra en la iglesia el héroe de la función. ¡Je- un murmullo semejante al de la lluvia, trinos de
sús!, ¡qué ropilla de colorines, qué gorguera de alondras que se levantan gorjeando de entre las
cañutos, qué aire de personaje! Vamos, vamos, flores como una saeta despedida de las nubes;
que hace ya rato que llegó el arzobispo y va a estruendos sin nombre, imponentes como los
comenzar la misa... Vamos, que me parece que rugidos de una tempestad; coros de serafines
esta noche va a darnos que contar para muchos sin ritmo ni cadencia, ignota música del cielo
días. que sólo la imaginación comprende, himnos
Esto diciendo la buena mujer, que ya conocen alados que parecían remontarse al trono del
nuestros lectores por sus exabruptos de locua- Señor como una tromba de luz y de sonidos...,
cidad, penetró en Santa Inés, abriéndose, según todo lo expresaban las cien voces del órgano
costumbre, un camino entre la multitud a fuerza con más pujanza, con más misteriosa poesía,
de empellones y codazos. con más fantástico color que lo habían expresa-
Ya se había dado principio a la ceremonia. El do nunca.
templo estaba tan brillante como el año anterior. ...
El nuevo organista, después de atravesar por en Cuando el organista bajó de la tribuna, la mu-
medio de los fieles que ocupaban las naves chedumbre que se agolpó a la escalera fue
para ir a besar el anillo del prelado, había subido tanta y tanto su afán por verlo y admirarlo, que
a la tribuna, donde tocaba, unos tras otros, los el asistente, temiendo, no sin razón, que lo
registros del órgano con una gravedad tan afec- ahogaran entre todos, mandó a algunos de sus
tada como ridícula. Entre la gente menuda que ministriles para que, vara en mano, le fueran
se apiñaba a los pies de la iglesia se oía un abriendo camino hasta llegar al altar mayor,
rumor sordo y confuso, cierto presagio de que la donde el prelado lo esperaba.
tempestad comenzaba a fraguarse y no tardaría
mucho en dejarse sentir. - Ya veis -le dijo este último cuando lo trajeron a
su presencia-. Vengo desde mi palacio aquí sólo
- Es un truhán que, por no hacer nada bien, ni por escucharos. ¿Seréis tan cruel como maese
aun mira a la derecha -decían los unos. Pérez, que nunca quiso excusarme el viaje
- Es un ignorantón que, después de haber pues- tocando la Nochebuena en la misa de la cate-
to el órgano de su parroquia peor que una ca- dral?
rraca; viene a probar el de maese Pérez -decían - El año que viene -respondió el organista- pro-
los otros. meto daros gusto, pues por todo el oro de la
Y mientras éste se desembarazaba del capote tierra no volvería a tocar este órgano.
para prepararse a darle de firme a su pandero, y - ¿Y por qué? -interrumpió el prelado.
aquél percibía sus sonajas, y todos se disponían
a hacer bulla a más y mejor, sólo alguno que - Porque... -añadió el organista, procurando
otro se aventuraba a defender tibiamente al dominar la emoción que se revelaba en la pali-
extraño personaje, cuyo porte orgulloso y pe- dez de su rostro-, porque es viejo y malo, y no
dantesco hacía tan notable contraposición con puede expresar todo lo que se quiere.
la modesta apariencia y la afable bondad del El arzobispo se retiró, seguido de sus familiares.
difunto maese Pérez. Unas tras otras, las literas de los señores fueron

Textos para orar y reflexionar 92


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desfilando y perdiéndose en las revueltas de las con esta distinción, pensé arreglar unos regis-
calles vecinas; los grupos del atrio se disolvie- tros y templarlo, a fin de que os sorprendiese...
ron, dispersándose los fieles en distintas direc- Vine al coro... sola..., abrí la puerta que conduce
ciones, y ya la demandadera se disponía a a la tribuna... En el reloj de la catedral sonaba
cerrar las puertas de la entrada del atrio, cuando en aquel momento una hora..., no sé cuál...,
se divisaban aún dos mujeres que después de pero las campanas eran tristísimas y muchas...,
persignarse y murmurar una oración ante el muchas..., estuvieron sonando todo el tiempo
retablo del Arco de San Felipe, prosiguieron su que yo permanecí como clavada en el umbral, y
camino, internándose en el callejón de las Due- aquel tiempo me pareció un siglo.
ñas. La iglesia estaba desierta y oscura... Allá lejos,
- ¿Qué quiere usarced, mi señora doña Baltasa- en el fondo, brillaba como una estrella perdida
ra? -decía la una-. Yo soy de este genial. Cada en el cielo de la noche, una luz moribunda...: la
loco con su tema... Me lo habían de asegurar luz de la lámpara que arde en el altar mayor... A
capuchinos descalzos y no lo creería del todo... sus reflejos debilísimos, que sólo contribuían a
Ese hombre no puede haber tocado lo que aca- hacer más visible todo el profundo horror de las
bamos de escuchar... Si yo lo he oído mil veces sombras, vi..., lo vi, madre, no lo dudéis; vi a un
en San Bartolomé, que era su parroquia, y de hombre que, en silencio, y vuelto de espaldas
donde tuvo que echarlo el señor cura por malo; hacia el sitio en que yo estaba, recorría con una
y era cosa de taparse los oídos con algodones... mano las teclas del órgano, mientras tocaba con
Y luego, si no hay más que mirarlo al rostro, la otra sus registros..., y el órgano sonaba, pero
que, según dicen, es el espejo del alma... Yo me sonaba de una manera indescriptible. Cada una
acuerdo, pobrecito, como si lo estuviera viendo, de sus notas parecía un sollozo ahogado dentro
me acuerdo de la cara de maese Pérez cuando, del tubo de metal, que vibraba con el aire com-
en semejante noche como ésta, bajaba de la primido en su hueco y reproducía el tono sordo,
tribuna, después de haber suspendido al audito- casi imperceptible, pero justo.
rio con sus primores... ¡Qué sonrisa tan bonda- Y el reloj de la catedral continuaba dando la
dosa, qué color tan animado!... Era viejo y pare- hora, y el hombre aquel proseguía recorriendo
cía un ángel... No que éste, que ha bajado las las teclas. Yo oía hasta su respiración.
escaleras a trompicones, como si le ladrase un
perro en la meseta, Y con un olor de difunto y El horror había helado la sangre de mis venas;
unas... Vamos, mi señora doña Baltasara, sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en
créame usarced, y créame con todas veras: yo mis sienes fuego... Entonces quise gritar, quise
sospecho que aquí hay busilis... gritar, pero no pude. El hombre aquel había
vuelto la cara y me había mirado...; digo mal, no
Comentando las últimas palabras, las dos muje- me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi
res doblaban la esquina del callejón y desapare- padre!
cían. Creemos inútil decir a nuestros lectores
quién era una de ellas. - ¡Bah! Hermana, desechad esas fantasías con
que el enemigo malo procura turbar las imagi-
IV naciones débiles... Rezad un paternóster y un
Había transcurrido un año más. La abadesa del avemaría al arcángel San Miguel, jefe de las
convento de Santa Inés y la hija de Maese Pé- milicias celestiales, para que os asista contra los
rez hablaban en voz baja, medio ocultas entre malos espíritus. Llevad al cuello un escapulario
las sombras del coro de la iglesia. El esquilón tocado en la reliquia de San Pacomio, abogado
llamaba a voz herida a los fieles desde la torre, contra las tentaciones, y marchad, marchad a
y alguna que otra rara persona atravesaba el ocupar la tribuna del órgano; la misa va a co-
atrio, silencioso y desierto esta vez, y después menzar, y ya esperan con impaciencia los fie-
de tomar el agua bendita en la puerta, escogía les... Vuestro padre está en el cielo, y desde allí,
un puesto en un rincón de las naves, donde antes que daros sustos, bajará a inspirar a su
unos cuantos vecinos del barrio esperaban hija en esta ceremonia solemne, para el objeto
tranquilamente a que comenzara la misa del de tan especial devoción.
Gallo. La priora fue a ocupar su sillón en el coro en
- Ya lo veis -decía la superiora-: vuestro temor medio de la comunidad. La hija de maese Pérez
es sobre manera pueril; nadie hay en el templo; abrió con mano temblorosa la puerta de la tribu-
toda Sevilla acude en tropel a la catedral esta na para sentarse en el banquillo del órgano, y
noche. Tocad vos el órgano, tocadlo sin descon- comenzó la misa.
fianza de ninguna clase; estaremos en comuni- Comenzó la misa y prosiguió sin que ocurriera
dad... Pero... proseguís callando, sin que cesen nada notable hasta que llegó la consagración.
vuestros suspiros. ¿Qué os pasa? ¿Qué tenéis? En aquel momento sonó el órgano, y al mismo
- Tengo... miedo -exclamó la joven con un acen- tiempo que el órgano, un grito de la hija de
to profundamente conmovido. maese Pérez. La superiora, las monjas y algu-
- ¿Miedo? ¿De qué? nos de los fieles corrieron a la tribuna.

- No sé..., de una cosa sobrenatural... Anoche, - ¡Miradlo! ¡Miradlo! -decía la joven, fijando sus
mirad, yo os había oído decir que teníais empe- desencajados ojos en el banquillo; de donde se
ño en que tocase el órgano en la misa, y, ufana había levantado, asombrada, para agarrarse

Textos para orar y reflexionar 93


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con sus manos convulsas al barandal de la rayos del sol, y su hatillo al hombro en la punta
tribuna. de un palo, apareció el zagal que los conducía.
Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. - A propósito de aventuras extraordinarias-
El órgano estaba solo, y, no obstante, el órgano exclamó al verle uno de los monteros de don
seguía sonando...; sonando como sólo los ar- Dionís, dirigiéndose a su señor, ahí teneis a
cángeles podrían imitarlo... en sus raptos de Esteban, el zagal que de un tiempo a esta parte
místico alborozo. anda más tonto que lo que naturalmentre lo hizo
... Dios, que no es poco, y el cual puede haceros
pasar un rato divertido refiriendo la causa de sus
- ¿No os dije yo una y mil veces, mi señora doña continuos sustos.
Baltasara; no os lo dije yo? ¡Aquí hay busilis!
Oídlo. ¡Qué! ¿no estuvisteis anoche en la misa ¿Pues qué le acontece a ese pobre diablo?,
del Gallo? Pero, en fin, ya sabréis lo que pasó. inquirió don Dionís con aire de curiosidad pica-
En toda Sevilla no se habla de otra cosa... El da.
señor arzobispo está hecho, con razón, una !Friolera!, añadió el montero en tono de zumba,
furia... Haber dejado de asistir a Santa Inés, no es el caso que, sin haber nacido en Viernes
haber podido presenciar el portento..., ¿y para Santo, ni estar señalado con la cruz, ni hallarse
qué?... Para oir una cencerrada, porque perso- en relaciones con el demonio a lo que se puede
nas que lo oyeron dicen que lo que hizo el di- colegir de sus hábitos de cristiano viejo, se en-
choso organista de San Bartolomé en la catedral cuentra, sin saber cómo ni por donde , dotado
no fue otra cosa... Si lo decía yo. Eso no puede de la facultad más maravillosa que ha poseído
haberlo tocado el bisojo, mentira...; aquí hay hombre alguno, a no ser Salomón, de quien se
busilis, y el busilis era, en efecto, el alma de dice que sabía hasta el lenguaje de los pájaros.
maese Pérez. ¿Y a qué se refiere esa facultad maravillosa?,
se refiere, prosiguió el montero, a que, según él
240. LA CORZA BLANCA
afirma, y lo jura y lo perjura por todo lo más
En un pequeño lugar de Aragón , y allá por los sagrado del mundo, los ciervos que discurren
años de mil trescientos y pico, vivía retirado en por estos montes se han dado de ojo para no
su torre señorial un famoso caballero llamado dejarle en paz, siendo lo más gracioso del caso
don Dionís, el cual después de haber servido a que en más de una ocasión los ha sorprendido
su rey en la guerra contra infieles, descansaba a concertando entre sí las burlas que han de ha-
la sazón, entregado al alegre ejercicio de la cerle y después que estás burlas se han llevado
caza, de las rudas fatigas de los combates. a termino, ha oído las ruidosas carcajadas con
las que las celebran.
Aconteció una vez a este caballero, hallándose
en su favorita diversión acompañado de su hija, Mientras esto decía el montero, Constanza, que
cuya belleza singular y extraordinaria blancura así se llamaba la hermosa hija de don Dionís, se
le habían granjeado el sobrenombre de la Azu- había aproximado al grupo de los cazadores, y
cena, que como se les entrase a más andar el como demostrase su curiosidad por conocer la
día engalfados en perseguir a una res en el extraordinaria historia de Esteban, uno de éstos
monte de su feudo, tuvo que acogerse durante se adelantó hasta el sitio en donde el zagal
las horas de la siesta, a una cañada por donde daba de beber a su ganado, y le condujo a pre-
corría un riachuelo, saltando de roca en roca sencia de su señor que, para disipar la turbación
con un ruido manso y agradable. y el visible encogimientos del pobre mozo, se
apresuró a saludarle por su nombre, acompa-
Haría cosa de unas horas que don Dionís se
ñando el saludo con una bondadosa sonrisa.
encontraba en aquel delicioso lugar, recostado
sobre la menuda grama a la sombra de una Era Esteban un muchacho de diecinueve a
chopera, departiendo amigablemente con sus veinte años, fornido, con la cabeza pequeña y
monteros sobre las peripecias del día, y refirién- hundida entre los hombros, los ojos pequeños y
dose unos a otros las aventuras más o menos azules, la mirada incierta y torpe como la de los
curiosas que en su vida de cazadores les habí- albinos, la nariz roma, los labios gruesos y en-
an acontecido, cuando por lo alto de la empina- treabiertos, la frente alzada, la tez blanca , pero
da ladera y a través de los alternados murmullos ennegrecida por el sol, y el cabello, que le caía
del viento que agitaba las hojas de los árboles, parte sobre los ojos y parte alrededor de la cara,
comenzó a percibirse , cada vez más cerca. el en guedejas ásperas y rojas semejantes a las
sonido de una esquililla a las del guión de un crines de un rocín colorado.
rebaño. Esto, sobre poco más o menos, era Esteban en
En efecto, era así, pues a poco de haberse oído cuanto al físico, respecto a su moral, podía
la esquililla empezaron a saltar por entre las aseverarse sin temor de ser desmentido ni por
apiñadas matas de cantueso y tomillo y a des- él ni por ninguna de las personas que le conocí-
cender a la orilla opuesta del riachuelo, hasta an, que era perfectamente simple, aunque un
unos cien corderos blancos como la nieve, de- tanto suspicaz y malicioso, como buen rústico.
trás de los cuales, con su caperuza calada para Una vez el zagal repuesto de su turbación, le
libertarse la cabeza de los perpendiculares dirigió de nuevo la palabra a don Dionís, y con el
tono más señorío del mundo, y fingiendo un

Textos para orar y reflexionar 94


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extraordinario interés por conocer los detalles ¿Y hacía qué sitio seguía el rastro?, pregunté a
del suceso a que su montero se había referido, los peones, con ánimo de ver si topaba con la
le hizo una multitud de preguntas, a las que tropa. Hacía la cañada de los cantuesos, me
Esteban comenzó a contestar de una manera contestaron.
evasiva, como deseando evitar explicaciones No eché en saco roto la advertencia, y aquella
sobre el asunto. noche misma fui a apostarme entre los chopos.
Estrechado, sin embargo, por las interrogacio- Durante toda ella estuve oyendo por acá y por
nes de su señor y por los ruegos de Constanza, allá, tan pronto lejos como cerca, el bramido de
que parecía la más curiosa e interesada en que los ciervos que se llamaban unos a otros, y de
el pastos refiriese sus estupendas aventuras, vez en cuando sentía moverse el ramaje a mis
decidióse éste a hablar, mas no sin que antes espaldas, pero por más que hice todo ojos, la
dirigiese a su alrededor una mirada de descon- verdad es que no pude distinguir a ninguno.
fianza, como temíendo ser oído por otras perso- No obstante, al romper el día, cuando llevé a los
nas que las que allí estaban presentes, y de corderos al agua, a la orilla de este río, como
rascarse tres o cuatro veces la cabeza tratando obra de dos tiros de honda del sitio en que nos
de reunir sus recuerdos o hílvanar su discurso, hallamos, y en una umbría de los chopos, donde
que al fin comenzó de esta manera: ni a la hora de la siesta se desliza un rayo de
Es el caso, señor, que según me dijo un preste sol, encontré huellas recientes de los ciervos,
de Tarazona, al que acudí no ha mucho para algunas ramas desgajadas, la corriente un poco
consultar más dudas, con el diablo no sirven turbia y, lo que es más particular, entre el rastro
juegos, sino punto en boca, buenas y muchas de las reses las breves huellas de unos pies
oraciones a San Bartolomé, que es quien le pequeñitos como la mitad de la palma de mi
conoce las cosquillas, y dejarle andar; que Dios mano, sin ponderación alguna.
que es justo y está allá arriba, proveerá a todo. Al decir esto, el mozo, instintivamente, y al pa-
Firme en esta idea, había decidido no volver a recer buscando un punto de comparación, diri-
decir palabra sobre el asunto a nadie, ni por gio la vista hacia el pide de Constanza que
nada, pero lo haré hoy por satisfacer a vuestra asomaba por debajo del brial, calzado de un
curiosidad, y a fe, a fe que después de todo, si precioso chapín de tafilete amarillo, pero como
el diablo me lo toma en cuenta y torna a moles- al par de Esteban bajasen también los ojos de
tarme en castigo de mi indiscreción, buenos don Dionís y algunos de los monteros que le
evangelios llevo cosidos a la pelliza y con su rodeaban, la hermosa niña se apresuró a es-
ayuda creo que, como otras veces, no me será conderlo, exclamando con el tono más natural
inútil el garrote. del mundo; !Oh no!; por desgracia, no los tengo
Pero vamos, apremió don Dionís, impaciente al yo tan pequeños pues de este tamaño sólo se
escuchar las digresiones del zagal, que amena- encuentran en las hadas cuya historia nos refie-
zaba no concluir nunca, dejate de rodeos y ve ren los trovadores.
derecho al asunto. Pues no paro aquí la cosa, continuó el zagal,
A él voy, contestó con calma Esteban, que des- cuando Constanza hubo concluido, sino que
pués de dar una gran voz acompañada de un otra vez, habiéndome colocado en otro escondi-
silbido para que se agruparan los corderos, que te por donde indudablemente habían de pasar
no perdía de vista y comenzaba a desparramar- kis ciervos para dirigirse a la cañada, allá al filo
se por el monte, tonó a rascarse la cabeza y de la medianoche me rindió un poco el sueño ,
prosiguió así: aunque no tanto que no abriese los ojhos en el
mismo punto en que creí percibir que las ramas
Por una parte vuestras continuas excursiones, y se movían a mi alrededor. Abrí los ojos, según
por otra el dale que le das de los cazadores dejo dicho, me incorporè con sumo cuidado, y
furtivos, que ya con trampa o con ballesta no poniendo atención a aquel confuso murmullo
dejan res a vida en veinte jornadas al contorno, que cada vez sonaba más próximo, aí en las
habían no hace mucho agotado la caza en estos ráfagas de aire como gritos y cantares extraños,
montes, hasta el extremo de no encontrarse un carcajadas y tres o cuatro voces distintas que
venado en ellos ni por un ojo de la cara. hablaban entre si, como un ruido y algabaria
Hablaba yo de esto mismo en el lugar, sentado semejantes al de las muchachas del lugar,
en el porche de la iglesia, donde después de cuando riendo y bromeando por el camino vuel-
acabada la misa del domingo solía reunirme con ven en bandadas de la fuente con sus cántaros
algunos peones de los que labran la tierra de a la cabeza.
Veratón , cuando algunos de ellos me dijeron: Según colegía de la proximidad de las voces y
Pues, hombre, no sé en qué consistía el que tú del cercano chasquido de las ramas que crujían
no las topes, pues de nosotros podemos asegu- al romperse para dar paso a aquella turba de
rarte que no bajamos una vez a las hazas que locuelas, iban a salir de la espesura a un pe-
no nos encontremos rastro, y hace tres o cuatro queño rellano que formaba el monte en el sitio
días, sin ir más lejos, una manada que, a juzgar donde yo estaba oculto, cuando enteramente a
por la huellas, debía de componerse de más de mis espaldas, tan cerca o más que me encuen-
veinte, le segaron antes de tiempo una pieza de tro de vosotros, aí una nueva voz fresca, delga-
trigo al santero de la Virgen del Romeral. da y vibrante que dijo ...., creedlo, señores, esto

Textos para orar y reflexionar 95


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es tan seguro como que me he de morir..., dijo Como a esta sazón notábase don Dionís que
... claro y distintamente, estas palabras: entre unas y otras las horas del calor eran pa-
!Por aquí, por aquí, compañeras, sadas y el vientecillo de la tarde comenzaba a
que está ahí el bruto de Esteban! mover las hojas de los chopos y a refrescar los
Al llegar a este punto de la relación el zagal, los campos, dio orden a su comitiva para que ade-
circunstantes no pudieron ya contener por más rezasen las caballerías que andaban paciendo
tiempo la risa que hacia largo rato les retozaba sueltas por el inmediato soto; y cuando todo
en los ojos, y dando rienda suelta a su buen estuvo a punto, hizo seña a los unos para que
humor prorrumpieron en una carcajada estrepi- soltasen las traíllas, y a los otros para que toca-
tosa. De los primeros en comenzar a reír y de sen las trompas, y saliendo en tropel de la cho-
los últimos en dejarlo , fueron don Dionís, que a pera, prosiguió adelante la interrumpida caza.
pesar de su fingida circunspección no pudo por II
menos que tomar parte en el regocijo, y su hija Entre los monteros de Don Dionís había uno
Constanza, la cual cada vez que miraba a Este- llamado Garcés hijo de un antiguo servidor de la
ban todo suspenso y confuso, tornaba a reírse familia, y por tanto el más querido de sus seño-
como una loca hasta el punto de saltarle las res.
lágrimas a los ojos.
Garcés tenía poco más o menos la edad de
El zagal, por su parte, aunque sin atender al Constanza, y desde muy niño habíase acostum-
efecto que su narración había producido, pare- brado a prevenir al menor de sus deseos y adi-
cía todo turbado e inquieto; mientras los señores vinar y satisfacer el más leve de sus antojos.
reían a sabor de sus inocentadas, él tornaba la
vista a un lado y a otro con visibles muestras de Por su mano se entretenía en afilar en los ratos
temor y como queriendo descubrir algo a través de ocio las agudas saetas de su ballesta de
de los cruzados troncos de los árboles. marfil, él domaba los potros que había de mon-
tar su señora, él ejercitaba en los ardides de la
¿Qué es eso, Esteban, qué te sucede?, le pre- caza a sus lebreles favoritos y amaestraba a sus
guntó uno de los monteros, notando la creciente halcones, a los cuales compraba en las ferias de
inquietud del pobre mozo, que ya fijaba sus Castila caperuzas rojas bordadas de oro.
espantadas pupilas en la hija de don Dionís, ya
las volvía a su alrededor con una expresión Para con los otros monteros, los pajes y la gente
asombrada y estúpida. menuda del servicio de don Dionís , la exquisita
solicitud de Garcés y el aprecio con que sus
Me sucede una cosa muy extraña, explicó Este- señores le distinguían, habíanle valido una es-
ban, cuando, después de escuchar las palabras pecio de general animadversi´0n, y al decir a los
que dejo referidas, me incorporé con prontitud envidiosos , en todos aquellos cuidados con que
para sorprender a la personas que las había se adelantaba a prevenir los caprichos de su
pronunciado, una corza blanca como la nieve señora, reveláse su carácter adulador y rastrero.
salió de entre las mismas matas en donde yo No faltaban, sin embargo, algunos que más
estaba oculto, y dando unos saltos enormes por avisados o maliciosos, creyeron sorprender en
encima de los carrascales y los lentiscos, se la asiduidad del solicito mancebo algunas seña-
alejó seguida de una tropa de corzas de su color les de mal disimulado amor.
natural, y así estas como la blanca que las iba
guiando, no arrojaban bramidos al huir, sino que Si en efecto era así, el oculto cariño de Garcés
se reian con unas carcajadas cuyo eco juraría tenía más que sobrada disculpa en la incompa-
que aún me está sonando en los oídos en este rable hermosura de Constanza. Hubiérase ne-
momento. cesitado un pecho de roca y un corazón de hielo
para permanecer impasible un día y otro al lado
!Bah!....!Bah!... Esteban, exclamó don Dionís de aquella mujer singular por su belleza y sus
con aire burlón, sigue los consejos del preste de raros atractivos.
Tarazona no hables de tus encuentros con los
corzos amigos de burlas, no sea que haga el La Azucena del Moncayo llamábanla en veinte
diablo que al fin pierdas el poco juicio que tie- leguas a la redonda, y bien merecía este sobre-
nes, y pues ya estás provisto de los evangelios, nombre, porque eran tan airosa, tan blanca y tan
y sabes las oraciones de San rubia, que como a las azucenas, parecía que
Dios la había hecho de nieve y oro.
Bartolomé vuélvete a tus corderos, que comien-
zan a desbandarse por la cañada. Y sin embargo, entre los señores comarcanos
murmurábase que la hermosa castellana de
Si los espíritus malignos tornan a incomodarle Veratón no era tan limpia de sangre como bella,
ya sabes el remedio: paternoster y garrotazo. y que, a pesar de sus trenzas rubias y su tez de
El zagal, después de guardarse en el zurrón un alabastro, había tenido por madre una gitana. Lo
medio pan blanco y un trozo de carne de jabalí, cierto que pudiera haber en estas murmuracio-
y en el estómago un valiente trago de vino que nes nadie pudo nunca decirlo, porque la verdad
le dio por orden de su señor uno de los pañafre- era que don Dionís tuvo una vida bastante aza-
neros, despidióse de don Dionís y su hija, y rosa en su juventud, y después de combatir
apenas anduvo cuatro pasos , comenzó a vol- largo tiempo bajo la conducta del monarca ara-
tear la homda para reunir a pedradas los corde- gonés del cual recabó entre otras mercedes el
ros. feudo del Moncayo marchóse a Palestina, en

Textos para orar y reflexionar 96


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donde anduvo errante algunos años, para volver No sabemos, se apresuraron a contestar los
por último a encerrarse en su castillo de Veratón otros servidores; desapareció de entre nosotros
con una hija pequeña, nacida sin duda en aque- cerca de la cañada, y esta es la hora que toda-
llos países remotos. El único que hubiera podido vía no le hemos visto.
decir algo acerca del misterioso origen de Cons- En este punto llegó Garcés todo sofocado, cu-
tanza, pues acompañó a don Dionís en sus bierta aún de sudor la frente, pero con la cara
lejanas peregrinaciones, era el padre de Garcés, más regocijada y satisfecha que pudiera imagi-
y este había ya muerto hacía bastante tiempo, narse.
sin decir una sola palabra sobre el asunto ni a
su propio hijo, que varias veces y con muestras Perdóname señora, rogó, dirigiéndose a Cons-
de gran interés se lo había preguntado. tanza, perdonadme si he faltado un momento a
mi obligación: pero allá de donde vengo a todo
El carácter tan pronto retraído y melancólico correr de mi caballo, como aquí, sólo me ocupa-
como bullicioso y alegre de Constanza, la extra- ba en serviros.
ña exaltación de sus ideas, sus extravagantes
caprichos, sus nunca vistas costumbres, hasta ¿En servirme?, repitió Constanza, no compren-
la particularidad de tener los ojos y las cejas do lo que quieres decir.
negros como la noche, siendo blando blanca y Sí ,señora, en serviros, repitio el joven, pues he
rubia como el oro, habían contribuido a dar averiguado que es verdad que la corza blanca
pábulo a las hablillas de sus convecinos , y aun existe. A más de Esteban, le dan por seguro
el mismo Garcés, que tan íntimamente la trata- otros varios pastores, que juran haberla visto
ba, había llegado a persuadirse que su señora más de una vez, y con ayuda de los cuales
era algo especial y no se parecía a las demás espero en Dios y en mi patrón San Humberto,
mujeres . que antes de tres días, viva o muerta, os la
Presente a la relación de Esteban, como los traeré al castillo.
otros monteros, Garcés fue acaso el único que !Bah!... !Bah!.. ,exclamó Constanza, con aire de
oyó con verdadera curiosidad los pormenores zumba, mientras hacían coro a sus palabras las
de su increíble aventura, y si bien no pudo me- risas más o menos disimuladas de los presen-
nos de sonreír cuando el zagal repitió las pala- tes. Dejáte de cacerías nocturnas y de corzas
bras de la corza blanca, desde que abandonó el blancas; mira que el diablo ha en la flor de tentar
soto en que habían sesteado comenzó a revol- a los simples, y si te empeñas en andarle a los
ver en su mente las más absurdas imaginacio- talones, va a dar que reir contigo como con el
nes. pobre Esteban.
"No cabe duda que todo eso de hablar las cor- Señora, interrumpió Garcés, con voz entrecorta-
zas es pura aprensión de Esteban, que es un da y disimulando en lo posible la cólera que le
completo mentecato, decía entre si el joven producía el burlón regocijo de sus compañeros,
montero mientras que, jínete en un poderoso yo no me he visto nunca con el diasblo y, por
alazán, seguía a paso el palafrén de Constanza, consiguiente, no sé todavía cómo las gasta:
la cual también parecía mostrarse un tanto dis- pero conmigo os juro que todo podrá hacer
traida y silenciosa, y retirada del tropel de los menos dar que reír, porque el uso de ese privi-
cazadores, apenas tomaba parte en la fiesta, legio sólo en vos sé tolerarlo.
pero, ¿quién dice que en lo que se refiere a ese
Constanza conoció el efecto que su burla había
simple no existirá algo de verdad?, prosiguió
producido en el enamorado joven; pero desean-
pensando el mancebo.
do apurar su paciencia hasta lo último, tornó a
Cosas más extrañas hemos visto en el mundo, y decir en el mismo tono: ¿y si al dispararle te
una corza blanca bien puede haberla, puesto saluda con alguna risa del género de la que oyó
que, si se ha de dar crédito a las cantigas del Esteban, o se te ríe en la nariz, y al escuhcar
país, San Humberto, patrón de los cazadores, sus sobrenaturales carcajadas se te cae la ba-
tenía una. !Oh, si yo pudiese coger viva una llesta de las manos, y antes de reponerte del
corza blanca para ofrecérsela a mi señora!." susto ya ha desaparecido la corza blanca más
Así pensando y discurriendo pasó Garcés la ligera que un relámpago?.
tarde, y cuando ya el sol comenzó a esconderse !Oh! ,exclamo Garcés, en cuanto a eso, estad
por detrás de las cevinas lomas y don Dionís segura que como yo la topase de ballesta, aun-
mandó volver grupas a su gente para tornar al que me hiciese más monos que un juglar, aun-
castillo, separóse sin ser notado de la comitiva y que me hablara, no ya en romance, sino en
echó en busca del zagal por lo más espeso e latín, como el abad de Munilla, no se iba sin un
intrincado del monte. arpón en el cuerpo.
La noche había cerrado casi por completo En este punto del diálogo terció don Dionís, y
cuando don Dionís llegaba a las puertas de su con una desesperante gravedad a través de la
castillo. Acto continuo dispusieron una frugal que se adivinaba toda la ironía de sus palabras,
colocación y sentóse con su hija en la mesa. comenzó a darle al ya sendereado mozo los
Y Garcés ¿dónde está?, preguntó Constanza, consejos más originales del mundo, para el caso
notando que su montero no se encontraba allí de que se encontrase de manos a boca con el
para servirla como tenía de costumbre. demonio convertido en corza blanca. A cada

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nueva ocurrencia de su padre, Constanza fijaba El viento, agitando los frondosos pabellones de
sus ojos en el atribulado Garcés y rompia a reír verdura que derramaba en torno su flotante
como una loca, en tanto que los otros servidores sombra, dejaba penetrar a intervalos un furtivo
reforzaban las burlas con sus miradas de inteli- rayo de luz, que brillaba como un relámpago de
gencia y su mal encubierto gozo. plata sobre la superficie de las aguas inmóviles
Mientras duró la colocación prolongóse esta y profundas.
escena en que la credulidad del joven montero Oculto tras los matojos, con el oído atento al
fue, por decirlo así, el tema obligado del general más leve rumor y la vista clavada en el punto en
regocijo; de modo que cuando se levantaron los donde según sus cálculos debían aparecer las
paños, y don Dionís y Constanza se retiraron a corzas Garcés esperó inútilmente un gran espa-
sus habitaciones, y toda la gente del castillo se cio de tiempo.
entregó al reposo, Garcés permaneció un largo Todo parecía a su alrededor sumido en una
espacio de tiempo irresoluto, dudando si, a profunda calma. Poco a poco, y bien fuese que
pesar de las burlas de sus señores, proseguiría el peso de la noche, que ya había pasado de la
firme en sus propósitos o desistiría completa- mitad, comenzara a dejarse sentir, bien que el
mente de la empresa. lejano murmullo del agua, el penetrante aroma
!Y qué diantre!, exclamó, saliendo del estado de de las flores silvestres y las caricias del viento
incertidumbre en que se encontraba. Mayor mal comunicasen a sus sentidos el dulce sopor en
del que me ha sucedido no puede sucederme, y que parecía estar impregnada la Naturaleza
si, por el contrario es verdad lo que nos ha con- todo, el enamorado mozo que hasta aquel punto
tado Esteban ... !oh, entonces cómo he de sabo- había estado entretenido reviviendo en su men-
rear mi triunfo!. te las más halagüeñas imaginaciones, comenzó
Esto diciendo, armó su ballesta, no sin haberle a sentir que sus ideas se elaboraban con más
hecho antes la señal de la cruz en la punta de la lentitud y sus pensamientos tomaban formas
vira, y colocándosela a la espalda se dirigió a la más leves e indecisas.
poterna del castillo para tomar la vereda del . . . . . . . . . . .
monte. Cosa de dos horas o tres haría ya que el joven
Cuando Garcés llegó a la cañada y al punto en montero roncaba a pierna suelta, disfrutando a
que según las instrucciones de Esteban, debía todo sabor de uno de los sueños más apacibles
aguardar la aparición de las corzas, la luna de su vida, cuando de repente entreabrió los
comenzaba a remontarse con la lentitud por ojos sobresaltado, e incorporóse a medias lleno
detrás de los cercanos montes. aún de ese estupor del que vuelve en sí de
A fuer de buen cazador y práctico en el oficio, improvisto después de un sueño profundo.
antes de elegir un punto a propósito para colo- En las ráfagas del aire y confundido con los
carse al acecho de las reses, anduvo un gran leves rumores de la noche, creyó percibir un
rato de acá para allá examinando las trochas y extraño rumor de voces delgadas, dulces y
las veredas vecinas, la disposición de los árbo- misteriosas que hablaban entre sí, reían o can-
les , los accidentes del terreno, las curvas del río taban cada cual por su parte y una cosa dife-
y la profundidad de sus aguas. rente, formando una algarabía tan ruidosa y
Por último, después de terminar este minucioso confusa como la de los pájaros que despiertan
reconocimiento del lugar en que se encontraba, al primer rayo del sol entre las frondas de una
agazapóse en un ribazo junto a unos chopos de alameda.
copas elevadas y oscuras, a cuyo pie crecían Este extraño rumor sólo se dejó oír un instante,
unas matas de lentisco, altas lo bastante para y después todo volvió a quedar en silencio.
ocultar a un hombre echado en tierra. Sin duda soñaba con las majaderías que nos
El río, que desde las musgosas rocas donde refirió el zagal, se dijo Garcés, restregándose
tenía el nacimiento, venía siguiendo las sinuosi- los ojos con mucha calma, y en la firme persua-
dades del Moncayo, al entrar en la cañada por ción de que cuando había creído oír no era más
la vertiente, deslizábase desde allí bañando el que esa vaga huella del ensueño que queda, al
pie de los sauces que sombreaban sus orillas, o despertar, en la imaginación como queda en el
jugueteando con alegre murmullo entre las pie- oído la última cadencia de una melodía después
dras rodadas del monte, hasta caer en una que ha expirado temblando la última nota. Y
hondura próxima al lugar que servía de escon- dominado por la invencible languidez que am-
drijo al montero. bargaba sus miembros, iba a reclinar de nuevo
Los álamos, cuyas plateadas hojas movía el aire la cabeza sobre el césped, cuando tornó a oír el
con un rumor dulcísimo, los sauces que inclina- eco distante de aquellas misteriosas voces, que
dos sobre la limpia corriente humedecían en ella acompañándose del rumor del aire, del agua y
las puntas de sus desmayadas ramas, y los de las hojas, cantaban así:
apretados carrascales por cuyos troncos subían CORO
y se enredaban las madreselvas y las campani- - El arquero que velaba en lo alto de la torre ha
llas azules, formaban un espeso muro de follaje reclinado su pesada cabeza en el muro.
alrededor del remanso del río.

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- Al cazador furtivo que esperaba sorprender la Ya de pie, y cerciorándose a tientas de que el


res lo ha sorprendido el sueño. arma estaba preparada, dio un paso hacía de-
- El pastor que aguarda el día consultando las lante, alargó el cuello por encima de los arbus-
estrellas, duerme ahora y dormirá hasta el ama- tos para dominar el remanso, y tendió la balles-
necer. ta, tendió la vista buscando el objeto que había
de herir, se escapó de sus labios un impercepti-
- Reina de las ondinas , sigue nuestros pasos. ble e involuntario grito de asombro.
- Ven a mecerte en las ramas de los sauces La luna, que había ido remontándose con lenti-
sobre el haz del agua. tud por el ancho horizonte, estaba inmóvil y
- Ven a embriagarte con el perfume de las viole- como suspendida en la mitad del cielo. Su dulce
tas que se abren entre las sombras. claridad inundaba el soto, abrillantaba la intran-
quila superficie del rio y hacia ver los objetos
- Ven a gozar de la noche, que es el día de los
como a través de una gasa azul.
espíritus.
Las corzas habían desaparecido.
Mientras flotaban en el aire las suaves notas de
aquella deliciosa música, Garcés se mantuvo En su lugar, lleno de estupor y casi de miedo,
inmóvil. Después que se hubo desvanecido, con vio Garcés un grupo de bellísimas mujeres, de
mucha orecaución apartó un poco las ramas, y las cuales unas entraban en el agua juguetean-
no sin experimentar algún sobresalto, vio apare- do, mientras las otras acababan de despojarse
cer las corzas, que en tropel y salvando los de las ligeras túnicas que aún ocultaban a la
matorrales con ligereza increíble unas veces codiciosa vista el tesoro de sus formas.
deteniéndose como a escuchar otras, juguetea- En esos ligeros y cortados sueños de la maña-
ban entre sí ya escondiéndose entre la espesu- na, ricos en imágenes risueñas y voluptuosas,
ra, ya saliendo nuevamente a la senda, bajaban sueños diáfanos y celestes como la luz que
del monte en dirección al remanso del río. entonces comienza a transparentarse a través
Delante de sus compañeras, más ágil, más de las blancas cortinas del lecho, no0 ha habido
linda, más juguetona y alegre que todas, saltan- nunca imaginaciones de veinte años que bos-
do, corriendo, parándose y tornando a correr, de quejase con los colores de la fantasía una es-
modo que parecía no tocar el suelo con los cena semejante a la que se ofrecía en aquel
pies, iba la corza blanca, cuyo extraño color punto a los ojos del atónito Garcés.
destacaba como una fantástica luz sobre el Despojadas ya de sus túnicas y sus velos de mil
oscuro fondo de los árboles. colores, que destacaban sobre el fondo suspen-
Aunque el joven se sentía dispuesto a ver en didos de los árboles o arrojados con descuido
cuando le rodeaba algo de sobrenatural y ma- sobre la alfombra del césped, las muchachas
ravilloso, la verdad del caso era que, prescin- discurrían a su placer por el soto, formando
diendo de la momentánea alucinación que turbó grupos pintorescos, y entraban y salían en el
un instante sus sentidos, fingiéndole músicas, agua, haciéndola saltar en chispas luminosas
rumores y palabras, ni en la forma de las corzas, sobre las flores de la margen como una menuda
ni en sus movimientos, ni en los cortos bramidos lluvia de rocío.
con que parecían llamarse, había nada con que Aquí una de ellas, blancas como el vellón de un
no debiese estar ya muy familiarizado un caza- cordero, sacaba su cabeza rubia entre las ver-
dor práctico en esta clase de expediciones noc- des y flotantes hojas de un planta acuática, de la
turnas. cual parecía una flor a medio abrir, cuyo flexible
A medida que desechaba la primera impresión, talle más bien se adivinaba que se veía temblar
Garcés comenzó a comprenderlo así, y riéndose debajo de los infinitos círculos de luz de las
interiormente de su incredulidad y su miedo, ondas.
desde aquel instante sólo se ocupó en averi- Otra allá, con el cabello suelto sobre los hom-
guar, teniendo en cuenta la dirección que seguí- bros mecíase suspendida de la rama de un
an, el punto donde se hallaban las corzas. sauce sobre la corriente del río, y sus pequeños
Hecho el cálculo, cogió la ballesta entre los pies, color de rosa, hacían una raya de plata al
dientes, y arrastrándose como una culebra por pasar rozando la tersa superficie. En tanto que
detrás de los lentiscos, fue a situarse sobre éstas permanecían recostadas aún al borde del
unos cuarenta pasos más lejos del lugar en que agua con los ojos azules adormecidos aspirando
se encontraba. Una vez acomodado en su nue- con voluptuosidad del perfume de las flores y
vo escondite, espero el tiempo sificiente para estremeciéndose ligeramente al contacto de la
que las corzas estuvieran ya dentro del río, a fin fresca brisa, aquéllas danzaban en vertiginosa
de hacer el tiro más seguro. Apenas empezó a ronda, entrelazando caprichosamente sus ma-
escucharse ese ruido particular que produce el nos ,dejando caer atrás la cabeza con delicioso
agua cuando se bate a golpes o se agita con abandono e hiriendo el suelo con el pie en alter-
violencia, Garcés comenzó a levantarse porqui- nada cadencia.
to a poco y con las mayores precauciones, apo- Era imposibles seguirlas en sus ágiles movi-
yándose en la tierra primero sobre la punta de mientos, imposible abarcar con una mirada los
los dedos, y después con una de las rodillas. infinitos detalles del cuadro que formaban, unas
corriendo, jugando y persiguiéndose con alegres

Textos para orar y reflexionar 99


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risas por entre el laberinto de los árboles; otras - Venid, que ya el astro protector de los miste-
surcando el agua como un cisne y rompiendo la rios brilla en la plenitud de su hermosura.
corriente con el levantado seno; otras, sumer- - Venid, que ha llegado el momento de las trans-
giéndose en el fondo, donde permanecían largo formaciones maravillosas.
rato para volver a la superficie, trayendo una de
esas flores extrañas que nacen escondidas en -Venid, que las que os aman os esperan impa-
el lecho de las aguas profundas. cientes.
La mirada del atónito montero vagaba absorta Garcés, que permanecía inmóvil, sintió al oír
de una lado a otro, sin saber dónde fijarse, has- aquellos cantares misteriosos que el áspid de
ta que, sentado bajo un pabellón de verdura que los celos le mordía el corazón, y obedeciendo a,
parecía servirle de dosel , y rodeada de un gru- un impulso más poderoso que su voluntad,
po de mujeres todas a cual más bella, que la deseando romper de una vez el encanto que
ayudaban a despojarse de sus ligerísimas vesti- fascinaba sus sentidos, separó con mano trému-
duras, creyó ver el objeto de sus ocultas adora- la y convulsa el ramaje que le ocultaba, y de un
ciones; la hija del noble don Dionís, la incompa- solo salto se puso en la margen del río. El en-
rable Constanza. canto se rompió , desvanecióse todo como el
humo, y al bullicioso tropel con las tímidas cor-
Marchando de sorpresa en sorpresa, el enamo- zas, sorprendidas en lo mejor de sus nocturno
rado joven no se atrevía ya a dar crédito ni al juegos, huían espantadas de su presencia, una
testimonio de sus sentidos , y creíase bajo la por aquí, otra por allá, cuál salvando de un salto
influencia de un sueño fascinador y engañoso. los matorrales, cuál ganando a todo correr la
No obstante, pugnaba en vano por persuadirse trocha del monte.
de que todo cuando veía era efecto del desarre- !Oh, bien dije yo que todas estas cosas no eran
glo de su imaginación, porque mientras más la más que fantasmagorías del diablo!, exclamó
miraba, y más despacio, más se convencía de entonces el montero; pero por fortuna, esta vez
que aquella mujer era Constanza. ha andado un poco torpe, dejándome entre las
No podía caber duda, no ; suyos eran aquellos manos la mejor presa.
ojos oscuros y sombreados de largas pestañas, Y, en efecto, era así, la corza blanca, deseando
que apenas bastaban a amortiguar la luz de sus escapar por el soto, se había lanzado entre el
pupilas, suya aquella rubias y abundante cabe- laberinto de sus árboles, y enredándose en una
llera que, después de coronar su frente se de- red de madreselvas, pugnaba en vano por des-
rramaba por su blanco seno y sus redondas asirse. Garcés le encaró la ballesta. pèro en el
espaldas como una cascada de oro, suyos, en mismo punto en que iba a herirla, la corza se
fin, aquel cuello airoso que sostenía su lánguida volvió hacía en montero, y con voz clara y agu-
cabeza, ligeramente inclinada como una floir da detuvo su acción con un grito, diciéndole:
que se rinde al peso de las gotas de rocío, y
aquellas coluptuosas formas que él había soña- - ¿Garcés, qué haces?.
do tal vez, y aquellas manos semejantes a ma- El joven vaciló, y después de un instante de
nojos de jazmines, y aquellos pies diminutos, duda, dejó caer al suelo el arma, espantazdo a
comparables sólo con dos pedazos de nieve la sola idea de haber podido herir a su amante.
que el sol no ha podido derretir y que a la ma- Una sonora y estridente carcajda vino a sacarle
ñana blanquean entre la verdura. al fin de su estupor, la corza blanca había apro-
En el momento en que Constanza salió del vechado aquellos cortos instantes para acabar-
bosquecillo, sin velo alguno que ocultase a los se de desenredar y huir ligera como un relám-
ojos de su amante los escondidos tesoros de su pago, riéndose de la burla hecha al montero.
hermosura, sus compañeras comenzaron nue- !Ah, condenado engendro de Satanás!, exclamó
vamente a cantar estas palabras con una melo- Garcés con voz espantosa, recogiendo la balles-
día dulcísima: ta con una rapidez indecible, pronto has cantado
CORO victoria pronto te has creido fuera de mi alcance,
y esto diciendo, dejó volar la saeta, que partió
- Genios del aire, habitadores del luminoso éter, silbando y fue a perderse en la oscuridad del
venid envueltos en un jirón de niebla plateada. soto, en el fondo del cual sonó al mismo tiempo
- Silfos invisibles, dejad el cáliz de los entre- un grito, al que siguieron después unos sonidos
abiertos lirios y venid en vuestros carros de sofocados.
nácar, a los que vuelan uncidas las mariposas. !Dios mío!, exclamó Garcés, al percibir aquellos
- Larvas de las fuentes, abandonad el lecho de lamentos angustiosos. !Dios mío, si será ver-
musgo y caed sobre nosotras en menuda lluvia dad!.
de perlas. Y fuera de sí, como loco, sin darse cuenta ape-
- Escarabajos de esmeralda, luciérnagas de nas de lo que le pasaba, corrió en la dirección
fuego, mariposas negras, !venid!. en que había desaparecido la saeta, que era la
- Y venid vosotros todos, espíritus de la noche, misma en que sonaban los gemidos. Llegó al
venid zumbando como un enjambre de insectos fin; pero al llegar, sus cabellos se erizaron de
de luz y de oro. horror, las palabras se anudaron en su garganta

Textos para orar y reflexionar 100


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y tuvo que agarrarse al tronco de un árbol para 242. LA GESTIÓN DEL TIEMPO
no caer a tierra.
Constanza, herida por su mano, expiraba allí a Un experto asesor de empresas en Gestión del
su vista, revolcándose en su propia sangre, Tiempo quiso sorprender a los asistentes a su
entre las agudas zarzas del monte. conferencia.
Sacó de debajo del escritorio un frasco grande
241. CÓMO DAR UNA MALA NO- de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a
TICIA A TUS PADRES una bandeja con piedras del tamaño de un puño
y preguntó: “¿Cuántas piedras piensan que
Queridos papá y mamá: caben en el frasco?.
Desde que me fui al colegio he descuidado el Después de que los asistentes hicieran sus
escribiros y lamento mi desconsideración por no conjeturas, empezó a meter piedras hasta que
haberlo hecho antes. Ahora os pondré al co- llenó el frasco. Luego preguntó: “¿Está lleno?”.
rriente, pero antes sentaos. No leáis nada más,
a menos que estéis sentados. ¿De acuerdo? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó
de debajo de la mesa un cubo con gravilla.
Bueno, pues me encuentro bien ahora. La frac- Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó.
tura de cráneo y la conmoción que me produjo Las piedrecillas penetraron por los espacios que
la caída al saltar desde la ventana de mi dormi- dejaban las piedras grandes. El experto sonrió
torio, cuando este se incendió, a poco de llegar con ironía y repitió: “¿Está lleno?”.
aquí, se han curado perfectamente. Pasé sólo
quince días en el hospital y ahora veo casi con Esta vez los oyentes dudaron: “Tal vez no”.
normalidad y sólo me afecta el dolor de cabeza “¡Bien!”.
una vez al día. Por fortuna, el incendio en el
Y puso en la mesa un cubo con arena que co-
dormitorio y mi salto por la ventana fueron pre-
menzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba
senciado por un empleado de la gasolinera
en los pequeños recovecos que dejaban las
cercana, que avisó a los bomberos y a la ambu-
piedras y la grava. “¿Está lleno?”, preguntó de
lancia. Después me vino a visitar al hospital y
nuevo.
como yo no tenía sitio donde vivir, a causa del
incendio, él fue tan amable que me invitó a “¡No!”, exclamaron los asistentes.
compartir su vivienda. Realmente se trata de un “Bien”, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro
sótano, pero es muy cuco. Él es un muchacho que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún
excelente y nos enamoramos como locos, por lo no rebosaba.
que pensamos casarnos. Aún no sabemos la
fecha exacta, pero podrá ser antes de que se “Bueno, ¿qué hemos demostrado?”, preguntó.
note mi embarazo. Un alumno respondió: “Que no importa lo llena
Sí papás, estoy embarazada. Me consta lo mu- que esté tu agenda, si lo intentas, siempre pue-
cho que os complacerá ser abuelos y estoy des hacer que quepan más cosas”.
segura que recibiréis bien al bebé, dándole el “¡No!”,concluyó el experto: “Lo que esta lección
mismo cariño, afecto y cuidados que tuvisteis nos enseña es que si no colocas las piedras
conmigo cuando era pequeña. grandes primero, nunca podrás colocarlas des-
La causa del retraso en nuestra boda se debe a pués. ¿Cuáles son las grandes piedras en tu
una ligera infección que padece mi novio y nos vida?. Tus hijos, tus amigos, tus sueños, tu
ha impedido pasar las pruebas hematológicas salud, la persona amada.... Recuerda, ponlas
prematrimoniales, y que yo, descuidadamente, primero. El resto encontrará su lugar”.
me he contagiado de él.
243. UN TROPIEZO
Estoy segura de que lo recibiréis en nuestra
familia con los brazos abiertos. Él es cariñoso, y El Chaco ardía en el algodonal. Mediaba enero,
aunque no muy educado, tiene ambición. Su y Ciriaco se había levantado muy temprano a fin
raza y religión son distintas de la nuestra, pero de aprovechar el fresco de la mañana para
sé que vuestra tolerancia, frecuentemente ex- pegar la última carpida al tabloncito de algodón
presada, no os permitirá enfadaros por esto. que tenía en un claro del monte, como a siete
cuadras de las casa. Comenzaban ya a preñar-
Ahora que ya estáis al corriente de todo, quiero se los capullos tratando de reventar en una
deciros que no se incendió mi dormitorio, no mano abierta que regalaba la blanca fibra.
tuve fractura ni conmoción de cráneo, ni fui al
hospital, no estoy embarazada, no tengo novio, Serían cerca de las once de la mañana. Estaba
no sufro ninguna infección y no hay ningún con la azada en la mano desde las cinco, y
muchacho en mi vida. Sin embargo, he sacado ahora el cansancio se desparramaba por su
un suspenso en Historia y un aprobado en Cien- cuerpo lo mismo que el sudor que lo deshidrata-
cias, y quiero que veáis estas notas en su pers- ba dejándole huellitas de sal al secarse. Tenía
pectiva adecuada. sed y esperaba llegar cuando antes a su rancho
para refrescarse bajo el chorro de agua de la
Vuestra hija que os quiere.. Ana. bomba y beber después despacio y a sorbos
lentos. Conocía los peligros del agua fresca

Textos para orar y reflexionar 101


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para el que la bebe con ansia y con el cuerpo enfermos, habría niños abandonados, si Dios
recalentado por las faenas del campo. existiera no habría sufrimiento ni tanto dolor
Decidió acortar el camino. En lugar de hacerlo para la humanidad, yo no puedo pensar que
por la huella que bordeaba un rastrojo viejo lleno exista un Dios que permita todas estas cosas.
de malezas, lo cortó derecho por entre los yuyos El cliente se quedó pensando un momento, pero
altos y la gramilla espesa. Con la azada al hom- no quiso responder para evitar una discusión. El
bro, y arrastrando a medias sus viejas alparga- barbero terminó su trabajo y el cliente salió del
tas, trataba de avanzar por entre el malezal negocio. Recién abandonaba la barbería, obser-
donde el año anterior había tenido la chacra. Iba vó en la calle a un hombre con la barba y el
distraído de lo que hacía y concentrado en lo cabello largo. Al parecer, hacía mucho tiempo
que le esperaba. Ni tiempo tuvo de darse cuen- que no se lo cortaba y se veía muy desarregla-
ta, cuando sus pies tropezaron en un gran bulto do.
que estaba escondido entre el pastizal. Entonces entró de nuevo a la barbería y le dijo
No hubo manera de evitar la costalada. Instinti- al barbero:
vamente arrojó a un lado la azada, para no - ¿Sabe una cosa? los barberos no existen . . .
lastimarse con ella, y dejó que el cuerpo cayera
lo más flojo posible, para evitar quebraduras. Se - ¿Cómo que no existen? - pregunto el barbero -
dio un tremendo golpe que apenas si lograron Si aquí estoy yo, y soy barbero.
mitigar las ramas del yuyo colorado que lo reci- - ¡No! - dijo el cliente - No existen porque si
bió, junto con algunas rosetas traicioneras. existieran no habría personas con el pelo y la
Desde adentro le nació la necesidad de des- barba tan larga como la de ese hombre que va
ahogarse con una maldición. ¡Lo que le faltaba por la calle.
al día!
- Ah, los barberos sí existen, lo que pasa es que
Pero se contuvo. Si había tropezado, con algo esas personas no vienen hacia mí.
sería. ¿Y si aquello fuera una sandía? Se puso
- ¡Exacto! - dijo el cliente - ese es el punto, Dios
de pie, y recogiendo la azada, fue despejando el
sí existe, lo que pasa es que las personas no
lugar donde terminaban las huellas de sus pisa-
van hacia Él y no le buscan, por eso hay tanto
das y comenzaba la de su cuerpo. Y efectiva-
dolor y miseria...
mente, allí entre la gramilla alta y los yuyos
frondosos, estaba una hermosa sandía con la Texto aportado por María Elena Ruiz
guía medio seca. Pesaba como veinte kilos.
Seguramente alguna semilla de la cosecha 245. EL BURRITO
anterior había germinado entre el rastrojo, y El burrito es de un amigo mío (la foto de la pos-
ahora le ofrecía su fruto de la única manera que tal) muy edificante y al que mucho me gustaría
tenía: poniéndoselo delante de sus pies. imitar en muchas de sus virtudes. Siempre calla
A pesar del cansancio, del calor, y de su cuerpo (fuera de algún rebuznillo); nunca se queja, no
dolorido por la caída, cargó con cariño la sandía tiene pretensiones de caballo; carga con todo
sobre sus hombros y con cuidado completó la como lo que es, como un burro. Cuando la gen-
distancia que lo separaba de su rancho. Y mien- te quiere insultar a otro le dicen su nombre y él
tras de antemano saboreaba la sorpresa que le no se molesta: le da un comino; se ve que
daría a su patrona, se iba diciendo a sí mismo: aprendió aquello de "oprobios, injurias, afrentas,
- ¡No hay tropiezo que no tenga su parte apro- etc." Es el más humilde de los animales. Y por
vechable! humilde mereció estar con Jesús: en su naci-
miento, en su huida a Egipto, llevándolo encima
Mamerto Menapace, osb. Monasterio en los momentos duros de la persecución; y
Santa María de Los Toldos después en los gloriosos de la entrada en Jeru-
salén; y en esos momentos de gloria y de pal-
244. DIOS EXISTE mas y de andar sobre vestiduras, no se envane-
Un hombre fue a una barbería a cortarse el pelo cía, porque sabía que esto no era por él sino por
y recortarse la barba. Como es costumbre en el que llevaba encima: él no era sino el borriqui-
estos casos, entabló una amena conversación to de Jesús. Pidamos al Señor que nos haga
con la persona que le atendía. también esta gracia a nosotros.
Hablaban de muchas cosas y tocaron varios Revista Ave María, nº 656 Agosto-Septiembre
temas. De pronto tocaron el tema de Dios. El de 2000
barbero dijo:
246. EL ENANO Y EL GIGANTE
Fíjese caballero, que yo no creo que Dios exista,
como usted dice... Cuentan de un gigante que se disponía a atra-
vesar un río profundo y se encontró en la orilla
- ¿Pero?, ¿por qué dice usted eso? - preguntó el
con un pigmeo que no sabía nadar y no podía
cliente.
atravesar el río por su profundidad. El gigante lo
- Pues es muy fácil, basta con salir a la calle cargó sobre sus hombros y se metió en el agua.
para darse cuenta de que Dios no existe, o
Hacia la mitad de la travesía, el pigmeo, que
dígame, acaso si Dios existiera, habrían tantos
sobresalía casi medio metro por encima de la

Textos para orar y reflexionar 102


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cabeza del gigante, alcanzó a ver, sigilosamente la sección y estaba terriblemente ocupada con
apostados tras la vegetación de la otra orilla, a muchos ángeles clasificando peticiones escritas
los indios de una tribu que esperaban con sus en voluminosas hojas de papel de personas de
arcos a que se acercase el gigante. todo el mundo.
El pigmeo avisó al gigante, Este se detuvo, dio Ellos siguieron caminando hasta que llegaron a
media vuelta y comenzó a deshacer la travesía. la siguiente sección y el ángel le dijo: "Esta es
En aquel momento, una flecha disparada desde la sección de empaquetado y entrega".
la otra orilla se hundió en el agua cerca del Aquí, las gracias y bendiciones que la gente
gigante, pero sin haber podido ya llegar hasta él. pide, son empacadas y enviadas a las personas
Así ocurrió con otras sucesivas flechas, mien- que las solicitaron. El alma vio cuán ocupada
tras ambos - gigante y pigmeo - ganaban la estaba. Había tantos ángeles trabajando en ella
orilla de salida sanos y salvos. como tantas bendiciones estaban siendo empa-
El gigante dio las gracias al pigmeo, pero éste le quetadas y enviadas a la tierra.
replicó: - "Si no me hubiese apoyado en ti, no Finalmente, en la esquina más lejana del cuarto,
habría podido ver más lejos que tú". el ángel se detuvo en la última sección. Para su
Ideas para trabajar el texto en grupos: sorpresa, sólo un ángel permanecía en ella
+ Dramatizar el cuento. ocioso haciendo muy poca cosa. "Esta es la
+ Revisar en nuestra vida si alguna vez vivimos sección del agradecimiento" dijo el ángel al
alguna experiencia parecida. Ponerla en común. alma. "¿Cómo es que hay tan poco trabajo
+ Si el grupo es de chicos de primaria, dibujar el aquí?" - preguntó el alma.
cuento a manera de historieta y colocar una "Esto es lo peor"- contestó el ángel. Después
frase que resuma el mensaje central. Luego que las personas reciben las bendiciones que
exponer los trabajos de cada uno y terminar con pidieron, muy pocas envían su agradecimiento.
una oración.
+ Si se trabaja con jóvenes de secundario, divi- ¿Cómo uno agradece a las bendiciones de
dir en pequeños grupos y encargar a cada uno Dios?
que escriba un cuento semejante con alguna "Simple" contestó el ángel, "Solo tienes que
situación cotidiana para todos ellos. Dar también decir, Gracias Señor"
la posibilidad de dramatizar la situación. Gracias Señor, por darme el regalo más grande;
+ Debatir el cuento entre todos intentando pro- por enviar a tu hijo unigénito a morir por mis
fundizar cuál es el mensaje que brinda. Imaginar pecados y darme la salvación, la vida eterna por
y reproducir con improvisaciones el diálogo medio de Jesús.
entre los dos personajes en los distintos mo-
mentos del cuento. Yanira C.
+ Realizar tarjetas individuales con un pensa-
miento alrededor del mensaje del cuento y una
248. IMAGEN Y SEMEJANZA
ilustración realizada por cada integrante del Estaba el Niño Jesús a la costa del Paraná
grupo. Luego intercambiar las tarjetas entre jugando. Como todos los niños se dedicaba a
todos. modelar figuras de animales y de pajaritos con
Preguntas para profundizar: sus manitas embarradas. Solo que él tenía el
+ ¿ Es común la ayuda mutua entre nuestros poder de darles además de la forma, la vida.
conocidos? ¿Recordamos ejemplos similares Luego de trabajarlos bien, no los ponía a secar.
que hayan salido en los medios de comunica- Simplemente los colocaba en la palma de la
ción? mano y los soplaba. Es decir: los rozaba con su
+ ¿Cómo nos sentimos cuando damos una aliento como si les diera un beso. Y al sentirse
mano a alguien? ¿Y cuándo no la damos? alentados por el beso de Dios, los animalitos se
+ ¿Somos agradecidos con quienes nos ayu- estremecían de vida; y se largaban a volar, a
dan? correr, a saltar o a hacer aquello que la vida les
+ ¿Cuándo prestamos un servicio lo hacemos regalaba por dentro.
por amor al otro (sea quien sea) o para buscar Pero un día el Niño Dios quiso hacer algo real-
un reconocimiento de los demás? mente bonito. Iba a crear el mainumb: el pica-
J.I. González Faus flor. La verdad es que se esmeró al inventarlo.
No quería hacerlo grande, pretendía hacerlo
247. GRACIAS, SEÑOR hermoso. Buscó entre los ivot iporá veva, las
flores más lindas, los colores más brillantes y
Un alma recién llegada al cielo se encontró con
llamativos y se los colocó en la palma de la
un ángel. El ángel llevó al alma a un recorrido
mano. En un claro del monte recogió algo del
por el cielo.
ñasaind, dejado por la luna. Del cohetí mañane-
Ambos caminaron paso a paso por unos gran- ro, la alborada, extrajo los colores suaves. Mez-
des talleres llenos con otros ángeles. El ángel cló todo esto con un puñadito blando de retá
se detuvo frente a la primera sección y dijo: pytá, tierra colorada del borde del Paraná. Lo
"Esta es la sección de recibo". amasó despacito con sus dedos divinos hasta
Aquí, todas las peticiones hechas a Dios me- hacer una pasta tierna y delicada. Y le dio la
diante la oración son recibidas. "El alma miró a
Textos para orar y reflexionar 103
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forma de un pajarito, en le que metió una chispa cargo del nido, donde doce huerfanitos dormían
de aratirí: el relámpago. en sus cascarones.
Así lo tenía en al palma de su mano derecha, Y cubrió con su calor de madre el nido abando-
como si fuera el nido desde donde tendría que nado.
partir. Lo arrimó despacito a la boca y lo rozó Pasaron los días, y entre sus plumas comenzó a
apenas con sus labios para besarlo. Tocado por moverse la vida. Doce patitos, hijos adoptivos
el soplo divino el pajarito se estremeció entero y de mamá gallina, comenzaron a caminar por el
abriendo las alas partió recto hacia arriba, para campo. A veces como una cinta amarillenta
doblar en ángulo cerrado sobre sí mismo y ser detrás de la madre adoptiva y, otras, como un
una flor temblorosa frente a un racimo azul de remolino de hojas secas, llevadas por el viento.
jacarandá. Así nació el mainumb.
En una jornada de intenso calor, mamá gallina
Pero resulta que Añá Mba’e Poch, el diablo, lo sintió sed. Y se encaminó con su familia hacia la
andaba espiando. Porque quería copiar lo que el cercana laguna, para beber.
Niño Dios hacía, para sacar también él algo
parecido. Fue haciendo lo que le veía hacer. Y Pero, ¡qué mal rato pasó! ¡Qué susto terrible!
así, juntó también él un poco de los colores de ¡Qué disgusto! Porque en cuanto los doce huer-
las flores primorosas, le robó los tintes a la albo- fanitos descubrieron el agua, se arrojaron a ella,
rada, y los mezcló con claro de luna y temblor ¡felices! Flotaban como copos de algodón amari-
de refucilo. Buscó la greda colorada del Paraná llento.
y con sus dedos peludos y largos trató de darle Mamá gallina olvidó su sed. Abrió las alas. Ca-
forma a la pasta que había conseguido. No le careó desesperadamente. Los llamó con insis-
salió tan prolijo, porque de apurado tenía un ojo tente cloqueo.
en lo que miraba y otro en lo que hacía. Lo que
Pero, ¡nada! Los doce patitos se internaban
siempre es feo. Cuando lo tuvo listo a su pajari-
aguas adentro, como una flota de barquitos de
to, resulta que éste no se movía. Y claro ¡que se
juguete, llevada por el viento. ¡Seguros! ¡Feli-
iba a mover! Si no tenía vida adentro. Tenía que
ces! Mamá gallina siguió en su deseperado
soplarlo. Pero el diablo tiene mal aliento. En
cloqueo. Volvió a cacarear con toda su fuerza.
cuanto Añá Mba’e Poch la arrimó a su hocico y
lo quiso besar, el pobre bichito se aplastó contra Ante lo inútil de todos sus llamados intentó arro-
la mano como para atajarse. El diablo lo tiró jarse al agua, para salvar a sus hijos adoptivos.
para arriba, a fin de que volara. Y resultó que en ¡Imposible! Sintió que las aguas amenazaban su
vez de largarse de flor en flor como el mainumb vida. Retrocedió y sacudió sus plumas en la
de Dios, el animalito cayó al suelo como un orilla.
cascote y se desparramó todo. Así nació el Esto la convenció más hondamente del peligro
cururú vaí, el escuerzo. A pesar de que tiene que corrían sus hijos en las aguas.
lindos colores, siempre anda aplastado y escon-
diéndose, porque lleva arriba el mal aliento del Y cacareó una vez más, desesperadamente.
diablo. Y llegó corriendo el gallo.
Dios inventó el amor, con todo lo lindo que en- "¿Qué sucede?", preguntó, asumiendo su res-
contró, y le dio el beso de su bendición. El dia- ponsabilidad de jefe.
blo quiso copiarlo, y lo que le salió fue el vicio, la
"¿No ves?", respondió mamá gallina, mirando
pasión y el egoísmo. En muchas cosas se pare-
absorta la flota lejana.
cen, pero son muy distintos. Como el mainumb
lo es del cururú vaí. El gallo miró detenidamente a los felices patitos
flotar sobre el agua tranquila.
Mamerto Menapace, osb. Monasterio
Santa María de Los Toldos Después dijo resignadamente, para sí y a mamá
gallina: "Estos no parecen hijos nuestros".
249. LA GALLINA Y LOS HIJOS
PATOS
Una pata muy maternal puso paciente una do-
Ideas para trabajar el texto en grupos:
cena de huevos. Soñaba con su nueva familia.
Nos parece que este cuento puede resultar una
El amor la afiebró y comenzó a pasar largas
excelente motivación para una reunión de pa-
jornadas, con sus días y sus noches, empollan-
dres de hijos adolescentes. Es común que apa-
do paciente su esperanza. En uno de sus bre-
rezcan en las familias las problemáticas acerca
ves descansos, corrió hasta la vecina laguna,
de las diferencias generacionales, lo que los
para refrescarse con un rápido baño. Y fue tan
padres esperan de los hijos, los distintos modos
mala su suerte, que fue descubierta por un zorro
de pensar y vivir que caracterizan a padres e
que acechaba hambriento. Y el zorro se la co-
hijos. Un buen equilibrio entre la necesaria liber-
mió.
tad para crecer y la autoridad propia de la mi-
Una gallina muy maternal, afiebrada por la clue- sión de los padres ayuda a sobrellevar estos
quez, y desposeída de sus huevos, se sintió conflictos y resolverlos sin enfrentamientos.
dolida ante la desgracia. Y decidió hacerse Charlar de esto en reuniones de padres puede
ayudar mucho.
Textos para orar y reflexionar 104
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Lectura del cuento. - Padre: he perdido a mi hijo. No tengo paz ni


Trabajo en grupos: consuelo. En vano he llamado a la Muerte. Vivo
en martirio.
+ Relacionar el cuento con la vida cotidiana y la
experiencia de ser padres. - "Bienaventurados los que sufren porque de
+ ¿Qué cosas o situaciones pueden ser para ellos será el reino de los cielos... Dios da y Dios
cada uno la "laguna" del cuento? quita. Tu criatura, Mujer, es un ángel grato a los
+ ¿En qué aspectos notamos a nuestros hijos ojos del Señor. Resignación, hija mía".
diferentes a nosotros? ¿En que nos afecta esto? Cubierta con su cabellera como un manto, la
+ Reflexionar juntos el siguiente pensamiento: Madre entró en la Sinagoga. Refulgían la estre-
"A cada generación de adultos lla de David y los candelabros de siete brazos.
le nace una generación nueva, Arcos de flores blancas, para el cortejo de la
capaz de hacer lo que ellos no alcanzaron. novia, temblaban al acercarse a la bordada seda
No le prohibas a tu hijo arrojarse al mar, de un dosel.
porque tú no sabes nadar".
Se arrodilló ante el rabino.
En plenario:
+ Un integrante de cada grupo hace una breve - Señor: he perdido a mi hijo. Lo engendré con
exposición de los temas charlados entre todos. alegría. No tengo calma, ni consuelo, ni sentido
+ Se termina haciendo una ronda en la que mi vida. Soy un dolor.
cada padre comenta su conclusión sobre lo - "Un Rabí perdió a su hija recién nacida y, en
charlado luego de oír las reflexiones de los su acompañamiento, iba alegre y danzando...
diferentes grupos. Cuando le preguntaron el motivo, repuso: "Me
René Trossero alegra poder devolver a Jehová un alma tan
pura como cuando El me la dio en custo-
250. EL DON DEL CONSEJO dia...Dios da y Dios quita. Resignación, hija
mía".
Dinámica para trabajar con jóvenes y adultos el
don del consejo. Envuelta en la oscuridad de su cabellera y de su
pena, la Mujer entró en la mezquita. Finas co-
La madre, la muerte y el ángel. lumnas de alabastro copiaban la altura y la
"En pleno día -por tiempo y por edad- la mujer esbeltez de las palmeras del desierto. La filigra-
vestía de noche. La oscuridad de su pena hacía na de la piedra reproducía, hasta el infinito, el
juego con la suelta cabellera, los ojos insonda- nombre de Alá.
bles y la túnica. Unidad exterior y anímica. Se hizo un ovillo a los pies del Imán.
Cansada de llamar a la Muerte -que bajó la - Señor: he perdido a mi hijo. Era tan pequeño
caperuza, tapó sus oídos y vagó por todo el que mis brazos le bastaban. Lo amaba y lo
mundo sólo por no oírla- acudió al Angel. perdí. No tengo consuelo. Vivo en desespera-
- Señor: he perdido a mi hijo . ¡Era tan pequeño ción.
que cabía exactamente en la cuna de mis bra- - "La verdadera tumba de los mortales no está
zos! En vano llamé a la Muerte para que me lo en la tierra sino en el corazón de los hombres...
devolviera... Tu hijo está vivo en tu corazón. Vida y Muerte
- ¿No sabes, Mujer, que la muerte no devuelve no nos pertenecen, Dios da y Dios quita.
nada...? Resignación, hija mía".
- Le rogué que me llevara junto a él. No fui es- Arrebujada en el manto vivo de su cabellera, la
cuchada. Madre entró en una capilla evangelista.
Las alas del Angel permanecieron rígidas como Las paredes eran grises y desnudas. Ni un
si nunca hubieran levantado vuelo. cuadro, ni un signo de mundana frivolidad. Sólo
un crucifijo fino, de madera negra. En lo alto, los
- Señor: no tengo paz ni consuelo. Toda yo soy
fragmentados colores de un "vitraux".
una estéril lluvia de lágrimas.
Dobló su torturada humanidad ante el Pastor.
- Resignación, Mujer.
Señor: he perdido a mi hijo. Era tan pequeño y
- Lo soñé con amor. Lo engendré con amor. Lo
tan grande mi dolor. Vivo penando y sin consue-
esperé con amor. Lo dí a luz con amor... Y me
lo.
fue arrebatado. No tiene sentido. (*)
El pastor le dijo: "En el día del juicio final vere-
- Busca las palabras de la resignación y de la fe
mos los rostros de El y de los seres que ama-
- dijo el Angel y desapareció.
mos y perdimos. Mira las aves del cielo... Con-
La Mujer cerró sus desolados ojos. Cuando los sidera los lirios del campo... Dios da y Dios
volvió a abrir estaba en una Iglesia que destila- quita. Resignación, hija mía".
ba esplendor. En los murales escenas del Viejo
En lágrimas, ya sin fuerzas, la Madre era una
y Nuevo Testamento. Pintores de clara estirpe
figura oscura, espasmódicamente sacudida por
idealizaron hasta el arrebato místico, los rostros
sollozos y el viento.
de Vírgenes y Santos.
Se arrodilló ante el sacerdote.

Textos para orar y reflexionar 105


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Ajena a la vida que pasaba a su alrededor, sólo - Dejar un momento de silencio en el cual cada
recordaba la fugaz que latió dentro de ella, tuvo uno va a pensar en las personas que alguna vez
en sus brazos y se perdió como un sueño... le pidieron un consejo, cómo respondieron,
El Potero Celestial, con infinita pena, extendió cómo las escucharon, si fueron capaces de
su celeste ala derecha y, movimiento de brisa, le aconsejar desinteresadamente, si fueron capa-
alzó el rostro. ces de ponerse en el lugar del otro y junto al
otro. Invitar al que lo desee para que comparta
- Mujer, levántate. Voy a llevarte ante quien sus reflexiones.
comprenderá tu dolor. - Hacer una oración al Espíritu Santo pidiendo
Por un instante, la Madre abandonó su oscuri- que nos de capacidad para saber aconsejar.
dad de cuerpo y espíritu. Vio la claridad y supo
251. LA MANO DERECHA
que ante esa luz, toda otra luz -la de la aurora y
la del mediodía, de las fogatas, las bujías y las Este es un cuento de bichos. Y trata de Aguará,
lámparas- era casi sombra... el Zorro. Don Juan, como se lo llama en el cam-
- ¡Señora...! - suplicó ante la augusta figura -. Tú po. Personaje lleno de astucia, y por demás
que perdiste a tu Hijo, ¿cuál es la fórmula del aficionado a los gallineros. Pero que no deja así
consuelo...? nomás el cuero en la estaca. Aunque a veces el
hambre lo lleva a cometer imprudencias, que
Entonces, a dos mil años del hecho, los ojos de suele pagar caro.
la Virgen maría se llenaron de lágrimas..."
Se la tenían jurada en la estancia a Don Juan.
de Eugenia Calny. 30. Cuentos para la Cate- Sabían que era inútil buscarlo entre las pajas
quesis. bravas del cañadón, una vez que allí se ganaba.
Para reflexionar: También hubiera sido de gusto buscarlo con
En general, los cuentos, permiten adaptaciones perros de día. Los olía de lejos y cualquier cue-
y es factible utilizar la misma narración para va le servía de escondite para hacérseles humo.
distintas edades. Sin embargo, en esta ocasión De ahí que decidieron ganarle por la astucia.
elegimos un cuento destinado sólo a los adultos. Conocían su preferencia por las que llevan
Cuando estábamos haciendo el proceso de pluma, sobre todo cuando están gordas y aleja-
selección de los cuentos para los dones del das de la defensa normal de los gallineros cer-
Espíritu Santo, y empezamos a leer "La madre, canos a la casa.
la muerte y el ángel", nos pareció que era muy Y así fue que le armaron la trampa. En la tapera
fuerte, por el gran dolor de esta madre que no vieja. Le ataron una gallina viva y gorda a media
puede encontrar consuelo para sus sufrimientos. altura, enredándola en un alambre, entre los
Sin embargo, cuando llegamos al final, com- gajos no muy altos de un naranjo viejo. Todo
prendimos que era el cuento adecuado para parecía haber sucedido de casualidad. La galli-
trabajar este don, el del consejo. ¿Quién puede na podría haberse alejado de la casa habitada y
aconsejar? El que tiene sabiduría y la noche la sorprendería picoteando en el patio
entendimiento, pero además, es capaz de lleno de yuyos en la tapera vieja. Allí se habría
ponerse en el lugar del otro. Los consejos que subido al naranjo para dormir a seguro, y un
recibe esta mujer de parte de los distintos alambre quizá de cuánto tiempo olvidado, la
pastores o sacerdotes, no son malos, cada uno habría enganchado dejándosela a pedir de boca
de ellos va diciendo una verdad, pero es María a Don Juan.
la única que se pone junto a la mujer y llora con Al menos esa fue la conclusión a la que llegó el
ella. Es con la actitud que le dice que no está Aguará luego de estudiar desde la distancia y
sola, que ella está a su lado, que Jesús también con cautela la situación con la que se encontró
la escucha y la comprende en su sufrimiento. Es aquella nochecita. El hambre lo había sacado
necesario pedir con insistencia esta capacidad del pajonal, y antes de arriesgar una cercanía al
de aconsejar que implica necesariamente saber gallinero había querido pasar por aquel lugar
escuchar, ponerse en el lugar del otro, para averiguar el ruido del aleteo de lo que
compadecerse, como tantas veces lo hizo podría ser un ave. No se dejó convencer muy
Jesús,y por sobre todas las cosas, dejar fácil. Pero al fin el hambre por un lado, y su
nuestros propios intereses de lado para tratar de instinto de cazador solitario por el otro, lo anima-
descubrir qué es lo mejor para el que necesita ron a acercarse. Y lo que vio le confirmó sus
de nosotros un consejo. esperanzas. La gallina estaba al alcance de sus
Para trabajar con el cuento: saltos, y de ninguna manera había allí arriba
- Narrar o leer el cuento hasta (*). Preguntar a nada que se pareciera a una trampa. Tenía
los participantes qué le dirían a una mujer en suficiente experiencia como para conocer dón-
esta situación. de había peligro. Y la gallina estaba realmente
- Entregar a cada participante una copia del apetitosa.
cuento y terminar la lectura. Analizar lo que dice - Dios ayuda al que madruga – se dijo, sin per-
cada uno de los personajes: ángel, sacerdote, catarse de que otro había madrugado antes
rabino, imán, pastor y María. que él. De esto se dio cuenta recién cuando al
- Conversar entre todos qué significa aconsejar segundo salto, y casi teniendo ya el ave entre
sus dientes, al caer a tierra sintió el ¡trac! De la

Textos para orar y reflexionar 106


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trampa de hierro que estaba escondida entre los Insatisfecho, el marajá planteaba su problema a
pastos del suelo. todos los que encontraba. Un sabio aceptó
Eso no se lo había esperado. ¡Maldita gula, que comprometerse y le dio su receta de la felicidad:
lo llevó a descuidarse! La trampa no estaba "Tenéis que poneros la camisa de un hombre
entre las ramas, sino donde había puesto la feliz, y llegaréis a serlo". Inmediatamente, el
pata. O mejor la mano. Porque la pinza de hierro marajá envío a sus embajadores por todo su
con dientes herrumbrados, había agarrado su reino con la misión de encontrar al hombre feliz
mano derecha justo por arriba de la muñeca. La y llevarle su camisa.
sangre comenzó a chorrear y el frío inicial se fue Los enviados partieron hacia los cuatro puntos
convirtiendo en un agudísimo dolor que le aca- cardinales del reino e interrogaron a las gentes.
lambraba todo el cuerpo. Fueron inútiles los Por todas partes la misma respuesta:
esfuerzos. Los dientes penetraban cada vez
más en la coyuntura, y la trampa estaba ama- - No, no soy feliz
rrada con alambre al tronco del árbol. - No tengo mas que un pedazo de tierra y no
Bien pronto Don Juan el Aguará comprendió puedo alimentar a mi familia.
que todo estaba perdido. De allí no se soltaría, - No estoy bien en mi pellejo; no estoy de
ni podría llevarse aquella maldita trampa a su acuerdo conmigo mismo.
cueva. Luego de una noche de dolores tremen-
- Estoy terriblemente fastidiado, etc.
dos, llegaría la madrugada y con ella el peón
recorriendo al trotecito de su caballo zaino. Ricos y pobres, hombres y mujeres, adultios y
Abriría desde arriba la tranquera, se acercaría a niños, nadie era feliz.
la tapera, se dejaría caer del caballo con el Los legados estaban a punto de desesperarse
talero en la mano, arrollada la lonja sobre el cuando, un día, uno de ellos descubrió, en el
puño y libre el cabo para sacudirle el golpe que fondo de un macizo montañoso, una cueva en la
lo despenaría definitivamente. De todo esto no que vivían unos "yoguis". Habían abandonado el
le cabía la menor duda. Aunque a veces el dolor mundo para dedicarse a las realidades divinas.
y su instinto de conservación lo llevaban a reali- No poseían nada y se alimentaban con un grano
zar desesperados esfuerzos por arrancar su de arroz por día. Al primero a quien se acercó,
mano derecha de la dentadura de fierro que lo el enviado le hizo la pregunta:
atenazaba.
- ¿Eres feliz?
Y llegó la madrugada. El golpe del cierre sobre
el travesaño de la tranquera lo despertó del - ¿Yo? Completamente feliz, contestó.
letargo. Allí estaba el peón acercándose al tro- - Entonces, dame tu camisa al momento.
tecito sobón de su zaino. Don Juan se dio cuen-
Unos instantes, el sabio fijó sobre el rostro del
ta de que había llegado el momento decisivo.
interlocutor su mirada profunda y transparente.
Había que optar. Y optó.
Después dijo, con un gesto que indicaba una
Arrimó con rabia sus afilados dientes a los dien- evidencia:
tes de hierro de la trampa, afirmándolas justo allí
- Muy gustoso te daría mi camisa. Pero ya hace
sobre la herida que producían. Cerró los ojos, y
tiempo que no la tengo
a la vez que daba un tremendo tirón, mordió con
todas sus fuerzas su propia mano, cortándosela Pierre Babin
a ras del hierro.
253. LOS GRILLOS Y EL VENDA-
Allí quedaría su mano derecha, mientras él, en
tres patas y casi sin fuerzas, huía hacia los
VAL
pajonales salvando así su vida. La tarde había ido apilando nubarrones en el
Consideró preferible salvar la vida rengo, que oeste. Hacía días que el viento norte andaba
terminar con sus cuatro patas bajo el talero del suelto, acartuchando los maizales y enervando
peón. a la gente. Algo tenía que pasar esa noche.
Mamerto Menapace, osb. Monasterio Caído ya el sol, todo el horizonte refucilaba en
Santa María de Los Toldos silencio, como quien prueba el filo de sus armas
antes del entrevero.
252. LA CAMISA DEL HOMBRE Los molinos montaban guardia, cada uno en la
FELIZ esquina de su potrero, olfateando el viento,
siempre de frente. Y los grandes eucaliptos de
Un gran marajá indio no era feliz. Sin embargo,
las avenidas entraban en la noche de a pie, bien
tenía todo lo que un mortal puede desear, un
agarrados en la tierra con sus raíces en abanico
palacio lujoso, riquezas en abundancia, escla-
y recortando un trozo del cielo estrellado con su
vos a su disposición, distracciones renovadas
ramaje tendido al aire. Algunos eran bien gran-
incesantemente, mujeres que cambiaba varias
des. Se los podía ver desde legua y media de
veces por semana. A pesar de eso, no era feliz.
distancia; y hasta podían ser puntos de referen-
Un día, fue en busca de su gran visir, y le pre-
cia. Alrededor de las casas estaban desparra-
guntó qué debía hacer para ser feliz.
mados los demás árboles. Unos grandes; otros
- Nadie es feliz, le respondió el hombre. pobres, más chicos. Algunos tenían como mi-

Textos para orar y reflexionar 107


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sión dar fruta, otros sólo flores. Y otros estaban las raíces de los inmensos eucaliptos, y en su
allí nomás por llenar un hueco, simplemente caída esos gigantes aplastaron en su abrazo a
porque la casualidad de la vida había hecho cuanto se guarnecía a su sombra. Todo cuanto
entrar allí su carozo. O tal vez porque alguien, estaba de pie fue sacudido por el vendaval, que
alguna vez, se había fijado en ellos y los había en sólo tres minutos cambió el viejo paisaje
transplantado allí. abriendo brechas de luz y derramando descua-
Pero todos, eso sí, habían buscado la altura. Su jados los ramajes con historias y proyectos.
ansia de aire y de luz los había obligado a esti- También el canto de los grillos fue ahogado por
rarse para sacar al menos el brazo de una rama ese alarido del vendaval y de las cosas, y en
por encima de los demás. Algunos no habían esos momentos ya nadie pensó más en ellos. Ni
llegado a tiempo y ahí estaban, tapados y se- en ello ni en nada. El impacto de la sorpresa y la
cos. angustia del paisaje transformado, hicieron que
los hombres se olvidaran de todo lo que aún
Todos entraban en la misma noche, cada uno seguía igual.
con su historia hecha de pasado y de proyectos.
Cada uno asegurado en su existencia por la A lo mejor nadie pensó que las estrellas aún
profundidad de sus raíces, la seguridad de sus seguían en sus sitios. Nadie de los hombres,
tornillos o la flexibilidad de sus ramas. El tiempo aturdidos por el miedo, consideró que aún se
había ido acumulando en ellos fuerza y resis- darían atardeceres quietos y anocheceres tibios
tencia. Curtidos por los soles o los vientos, ha- con luciérnagas en los reparos.
bían terminado por tener confianza en ellos Tratando de templar los nervios, tendido en la
mismos. Además, cada uno de ellos comprendía cama, yo escuchaba los truenos que se aleja-
y valoraba el aporte de su propia existencia. ban hacia el este destrozando paisajes viejos,
Algunos tenían sus frutas casi maduras. Otros arriados por refucilos que la distancia hacía
las estaban haciendo crecer para mayo. Leña, cada vez menos enérgicos. El silencio se fue
abrigo, sombra o agua: cada techo y cada árbol acercando, como para ver qué pasó. Y fue en-
tenía conciencia de estar cumpliendo una mi- tonces cuando un chirrido arañó el silencio de
sión. Y la conciencia de estar cumpliendo una los truenos lejanos. Breve, el canto del grillo se
misión importante mantiene fácilmente en pie y detuvo como asustando de lo que había hecho.
hace que uno considere su propia existencia Pero al ratito se repitió con más confianza. Y
como imprescindible. A los mejor, acostumbra- pronto tomó la firmeza y el ritmo cadencioso de
dos de tiempo a estar allí plantados, les resulta- las letanías de capilla de misión. Otros grillos se
ba difícil imaginarse ese paisaje sin ellos. Y de unieron a su rezo, y pronto, de entre los pastos
tanto tomarse entre ellos como puntos de refe- prosternados por el vendaval, surgió hacia la
rencia, y de mirar desde la altura de sus ramas noche madre de las estrellas aún ocultas, hacia
hacia abajo, habían reducido su geografía a la Dios, esa profesión de fe en la vida y en la victo-
superficie capaz de ser cubierta por su sombra. ria sobre todos los vendavales pasados y futu-
Habían reducido la vida a su vida, y la existencia ros.
a su existencia. ¿Inconsciencia del grillo? No.
Al final la noche terminó por envolverlo todo. El Simple y profunda intuición de mi pueblo humil-
candil de una luna en creciente apenas si logra- de.
ba mantenerse encendido detrás de las nubes;
pero no iluminaba nada. Sólo el chispear de los Hay árboles que sólo cuando han caído uno se
refucilos cada vez más amplios en sus adema- da cuenta de lo grandes que eran (proverbio
nes, lograba regalar su contorno a los árboles chino).
con más tamaño. Pero eso era sólo el gesto de Mamerto Menapace, osb. Monasterio
un instante, lo necesario como para ubicar al Santa María de Los Toldos
enemigo.
Cuando del bochorno del día cada uno se fue 254. LOS HOMBRES Y LA TIERRA
entregando al descanso atrincherado en sus Hay muchas maneras de estudiar la tierra. De
viejas seguridades. Sólo los grillos parecían relacionarse con ella. He conocido un grupo de
estar despiertos y mezclaban en toda esa geo- ingenieros que vinieron al campo, extrajeron
grafía su humilde canto inútil. Acostumbrados a pequeñas muestras de tierra, y luego las anali-
mirar desde abajo y a sentirse pequeños, se zaron minuciosamente en sus laboratorios. Al
habían olvidado casi de sí mismos y necesita- tiempo volvieron acompañados por otros hom-
ban de su canto para comunicarse con sus bres e instalaron una ladrillería. Arañaron la
hermanos grillos invisibles, pero también des- superficie de la tierra y le sacaron toda la capa
piertos. Así profesaban su fe en todo lo grande fértil. La humillaron prolijamente en el pisadero,
que veían arriba: el cielo, las nubes, los refuci- la mezclaron con otros elementos, de la zona
los; y mucho, pero mucho más lejos, las estre- unos y otros traídos de afuera. moldearon el
llas ahora ocultas. amasijo, luego lo resecaron al sol y lo apilaron
A media noche se oyó un grito. Ese grito inmen- de a miles formando un hormiguero. El fuego
so de la naturaleza sorprendida por el vendaval. completó la obra, endureciendo esta tierra fértil,
Cada rama, cada tronco, cada arista gimió bajo desmenuzada sin identidad en una infinitud de
el tremendo empuje de la avalancha. Cedieron

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paralilepípedos útiles para ser transportados y posibilidades muchísimo más ricas que aquello
apilados en cualquier parte. que puede dar cuando es dejada a sus solas
Cuando se agotó la tierra fértil y el paisaje mos- fuerzas.
tró su rostro agrio de médano y de tosca, esos No es que se hayan propuesto liberarla de algo:
hombres levantaron el campamento y se fueron yuyos invasores o antiguo pajonal. No quisieron
a reanudar su minería en paisajes nuevos. No liberar la tierra de algo. Quisieron liberar algo en
creo que la nostalgia haya tenido nada que ella. Sus posibilidades ocultas, su capacidad de
hacer en su despedida. Nada dejaban allí esos trigal, su florecer de linares, sus rastrojos de
hombres que fuera obra suya, a no ser los res- maizal fortificado de trojas.
tos de hornallas de color entre rojo y negro, que La tierra aceptó a estos hombres. Les devolvió
en ese paisaje de tierra semejaban bocas de con inmensa generosidad las semillas que ellos
puñalada en el cuerpo de un finado. habían sembrado. Al tiempo comenzó a haber
También he visto un grupo de hombres que en una identificación entre esos hombres y la tierra
términos científicos hablaban de la fauna y de la liberada.
flora. De cada yuyo distinto sacaron un par de Bajo un mismo sol, la tierra y los hombres co-
hojitas. Descubrieron flores raras y se indigna- menzaron a tener la piel color trigal. Y cuando el
ron al comprobar que otras se habían extingui- hombre se acostó a dormir en el surco, la tierra
dos. Estos hombres, ¡con qué respeto y con qué se levantó a vivir en el alma de sus hijos.
altura hablaban de la tierra! Con términos preci-
sos y correctos aborrecieron el trabajo de los Así cuentan que nació el folklore, con sus co-
ladrilleros. plas.
Y luego de unos días, agotado ya lo que tenían Mamerto Menapace, osb. Monasterio Santa
que decir, se fueron también ellos del paisaje, María de Los Toldos
sin que quedaba de ellos ni un recuerdo en
absoluto. A su paso, es cierto, el paisaje no 255. LOS TRES CIEGOS
quedó humillado. Pero tampoco se aportó nada Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios.
nuevo al paisaje. No se vio allí organizarse un Aunque los tres eran ciegos. Como no podían
trebolar, ni verdear un trigal. ni preñarse los ver, se habían acostumbrado a conocer las
surcos en el batatal. cosas con solo tocarlas. Usaban de sus manos
Al tiempo, una ley declaró a ese paisaje: “Par- para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de
que Nacional”. Y con ello esa tierra fue senten- la calidez de cuanto se ponía a su alcance.
ciada a virginidad perpetua; a ser para siempre Sucedió que un circo llegó al pueblo donde
tierra de turismo, paisaje para ser gozado o vivían los tres sabios que eran ciegos. Entre las
estudiado sin compromiso; con prohibición cosas maravillosas que llegaron con el circo,
absoluta de que allí se hiciera ni organizara venía un gran elefante blanco. Y era tan extra-
nada.
Y he visto también otros grupos de hombres. ordinario este animal que toda la gente no hacía
Vinieron con todo lo poco que tenían, y algunos más que hablar de él.
animales. Tenían muchas menos posibilidades Los tres sabios que eran ciegos quisieron tam-
que los ladrilleros y mucha menos ciencia que bién ellos conocer al elefante. Se hicieron con-
los sabios. Pero tenían una gran riqueza: tenían ducir hasta el lugar donde estaba y pidieron
tiempo y cariño por la tierra. permiso para poder tocarlo. Como el animal era
Comenzaron por incendiar un trozo de pajonal. muy manso, no hubo ningún inconveniente para
Ordenaron un pequeño trozo de paisaje y allí se que lo hicieran.
instalaron para vivir. Traían semillas distintas, El primero de los tres estiró sus manos y tocó a
nuevas para ese paisaje viejo. Al principio todo la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las
pareció quedar igual, salvo los pequeño tablo- enormes orejas y luego los dos tremendos col-
nes de geografía cambiada. Y la presencia millos de marfil que sobresalían de la pequeña
constante de aquellos hombres en diálogo con- boca. Quedó tan admirado de lo que había
tinuo con la tierra, interpelándola por los abrojos, conocido que inmediatamente fue a contarles a
por la quínoa y el chamico. los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:
Nuestros hombres no interpelaban a la tierra por - El elefante es como un tronco, cubierto a am-
lo visible de la tierra, por lo que la tierra mostra- bos lados por dos frazadas, y del cual salen dos
ba. Interpelaban a la tierra por lo que en la tierra grandes lanzas frías y duras.
había de oculto. No se limitaron a recoger u
organizar lo que encontraron en su superficie. Pero resulta que cuando le tocó el turno al se-
La incendiaron, la roturaron, la recorrieron tran- gundo sabio, sus manos tocaron al animal en la
co a tranco sembrándola de semillas nuevas. panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste
Después supieron esperar. Esperaron vigilantes, era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con
carpiendo siempre el rebrote del paisaje viejo. Y los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar,
lo que es importante: vivieron en la tierra; no se decidió también él contar lo que había aprendi-
fueron de ella. do. Les dijo:

Eran hombres con fe en la tierra. Con un cariño


profundo por la tierra. Sabía que la tierra tiene

Textos para orar y reflexionar 109


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- El elefante se parece a un tambor colocado armó un enorme galpón en el que guareció de


sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cada especie de bicho una yunta. Además logro
cuero con pelo para afuera. salvar a su familia: su patrona y los tres hijos
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal con sus esposas.
justo por la cola. se colgó de ella y comenzó a Cuando bajó la creciente, aquello parecía un
hamacarse como hacen los chicos con una cementerio. Pero no era cuestión de echarse
soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo para atrás. Enseguida se comenzó todo de
largo rato divirtiéndose en medio de la risa de vuelta. Noé entregó a cada uno de sus hijos los
todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que animalitos salvados, asignándoles la zona de
sabía. También él dijo: campo donde podrían criarlos. Como él ya an-
- Yo se muy bien lo que es un elefante. Es una daba medio viejo y con las tabas entumecidas
cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la de tanta humedad como había soportado, deci-
punta. Sirve para hamacarse. dió dedicarse a cultivar una pequeña chacrita
vecina a las casas.
Resulta que cuando volvieron a casa y comen-
zaron a charlar entre ellos lo que habían descu- Además de la verdura y hortalizas para el con-
bierto sobre el elefante no se podían poner de sumo, le dio al viejo por probar con unas espe-
acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro cies nuevas, que parecían ser de buen porvenir.
de lo que conocía. Y además tenía la certeza de En una cosa de esas dio una plantita medio
que sólo había un elefante y de que los tres rugosa, que daba una especie de racimos con
estaban hablando de lo mismo. pero lo que frutita muy dulce. Pensó que podía ser buena
decían parecía imposible de concordar. Tanto fruta para fabricar algún jugo virtuoso y reconfor-
charlaron y discutieron que casi se pelearon. tante. Sin darse cuenta, había descubierto la
planta de vid.
Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy
sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a Como era hombre de ingenio, en cuanto la vio
preguntar a otro sabio que había tenido la opor- prosperar y crecer, enseguida le armó una parra
tunidad de ver al elefante con sus propios ojos. para que se fuera agarrando. A cosa de una
cuadra de las casas quedaba el terrenito que le
Y entonces descubrieron que cada uno de ellos dedicó. Todos los días iba a echarle una miradi-
tenía razón. Una parte de la razón. Pero que ta, a la vez que aprovechaba para carpir los
conocían del elefante solamente la parte que yuyos que aparecían entre los surcos y almáci-
habían tocado. Y le creyeron al que lo había gos. Si algún gusano, de los salvados vaya a
visto y les hablaba del elefante entero. saber cómo de la inundación, se atrevía a subir-
Ideas para trabajar el texto en grupos: se al parral, lo bajaba de allí con el lomo del
+ Analizar el cuento. ¿qué momentos podemos falcón, y lo aplastaba con la bota sin miedo de
señalar? ¿cuál es la conducta de cada persona- acabar con su especie.
je? Una mañanita encontró algo raro en su quinta.
+ Relacionar el cuento con alguna situación Vio pisadas que no eran de cristiano, pero tam-
similar que hayamos vivido. Ponerla en común. poco parecían de animal. Y para peor, parecía
+ Para contestar juntos: que el desconocido se las había agarrado con la
- ¿Escuchamos a los demás, sus opi- plantita de viña. Porque allí se arremolinaban las
niones, sus ideas? huellas, y hasta había removido la tierra alrede-
- ¿Creemos tener siempre la"justa", y dor del tronco. Lo rastreó, pero la rastrillada se
que los otros están equivocados? le perdió entre los pajonales un par de cuadras
- ¿Qué nos enseña este cuento sobre más allá.
la verdad de las cosas? Como no era hombre de dejarse madrugar por
+ Relacionar el cuento con Dios. ¿Nos pasa lo un cualquiera, Noé se decidió a esperarlo es-
mismo que a los tres sabios? ¿Por qué? condido entre los matorrales, para ver qué in-
+ Hacer un listado de situaciones comunes que tenciones traía. Al principio no tuvo suerte. Una
puedan ser iluminadas con este cuento. Por tardecita sintió que le bicho volvía. Digo bicho,
ejemplo, cuando hay que tomar decisiones en porque le pareció que se trataba de eso cuando
conjunto, al analizar la realidad, etc. vio aparecer algo que podía parecerse a un
Mamerto Menapace mono. Pero pronto se percató de que en reali-
dad se trataba del mismísimo Mandinga en
256. LOS TRES ESPÍRITUS persona. Traía de una soguita una mona, puro
De esto hace mucho tiempo. Fue para poco gruñido y morisquetas. Se arrimó a la plantita de
después de esa gran creciente que se llevó a parra, y sin más ceremonia, agarró a la mona
casi toda la humanidad, con aves, bichos y por el pescuezo y la degolló allí mismo. Con su
sabandijas. Además de cuarenta días de agua- sangre regó bien la tierra en derredor del tronco
cero sin parar, se rompieron las defensas y el de la planta. Después agarró al animalito muer-
agua sublevada atropelló llevándoselo todo por to, y revoleándolo de la cola, lo tiró entre los
delante. pajonales. Limpió el facón en los pastos, y sin
siquiera saludar se hizo humo.
Anoticiado por Tata Dios, el paisano don Noé
había construido una gran jangada, sobre la que Don Noé no tuvo tiempo para reaccionar. Cuan-
do se quiso dar cuenta, Satanás ya se había ido
Textos para orar y reflexionar 110
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sin dejar rastros. Pensaba irse para su casa a continúa bebiendo, se le despierta el espíritu del
comentar lo extraño del suceso pero volvió a puma. Se pone malo y peleador. Se atreve
sentir ruido entre los pajonales. Esta vez la cosa cobardemente con su mujer y con los chicos. Le
parecía en serio, porque eran bramidos. Y no da por buscar camorra y por provocar peleas.
era para menos Mandinga apreció de nuevo, Es que le ha entrado en el cuerpo la sangre del
traía un puma a la cincha. Bravo andaba el puma. Si continúa bebiendo, entonces es el
bayo, tirando zarpazos y dentelladas por todos cerdo el que se le despierta por dentro. Comien-
lados. Pero el diablo no era manco, y pisándole za a gruñir, se le cae el chiripá y termina por
en las ancas lo inmoló allí mismo, repitiendo el tirarse en las cunetas revolcándose en el barro
extraño rito de regar con su sangre la plantita de igualito que un chancho.
viña. Terminada la operación, tomó al puma por - ¡Ahá, bicho desgracio! – bramó Noé, al tiempo
la cola y revoleándolo lo tiró entre los pajonales. que le descargaba un tremendo rebencazo -. Yo
Y a los saltos desapareció como si se fuera a te voy a enseñar a andar haciendo picardías.
buscar otro animal para repetir lo que andaba Aquí mismo te voy a despenar para limpiar el
haciendo. mundo de un sabandija como vos.
Noé sospechó que volvería esta vez decidió no Pero al querer sacar el facón, aflojó un poco las
dejarlo escapar. Se tanteó la cintura para cercio- rodillas, y Mandinga se le fue de abajo como
rarse de que el facón estaba a mano. De su carozo mal apretado. Noé quedó de rodillas y
empuñadura colgaba el grueso rebenque cabo con el cuchillo en la mano, mientras Mandinga
de naranjo, y lonja de cuatro dedos de ancho. salía echando humo por los pajonales con el
Se agazapó sobre sus garrones, listo para el trasero ardiéndole por los rebencazos.
salto. No tuvo que esperar mucho. De nuevo se
sintieron unos gruñidos y golpes. Mandinga traía Noé se secó el sudor de la cara con la punta del
de la cola y a los rodillazos un chanchito. Aun- pañuelo que tenía al cuello. Después se arrimó
que el animal se quería empacar, el diablo se con pena a la planta de vid, dispuesto a cortarla
dio maña y lo arrimó a la parra. Después de de un solo hachazo. Ya había levantado el fa-
degollarlo, como entendido en el asunto, volvió cón, cuando el ángel del cielo le detuvo el brazo
a regar con su sangre el tronco y toda la tierra al tiempo que le pegaba el grito:
que lo rodeaba. Ya se disponía a tomarlo de la - ¡No amigo, no lo haga! ¡Respete los dones de
cola para revolearlo, cuando Noé se le fue en- Dios! Llegará un día en que el mismísimo Hijo
cima como un ventarrón. No le dio tiempo ni pa’ de Dios necesitará del vino, para convertirlo en
encomendarse a Dios. De un talerazo en la su sangre, a fin de que todo aquel que la beba
nuca lo volteó panza abajo, y ya se le tiró enci- tenga la vida eterna, lo que es la vida de Dios.
ma apretándolo con las rodillas en la cintura, Ahora usted ya sabe los peligros que encierra.
mientras le bajaba el rebenque sin asco por las Tómelo con moderación y enséñele a sus hijos y
asentaderas. nietos la verdad de esta historia.
Mientras le menudeaba los azotes, Noé le grita- Pero Noé medio afligido le dijo que aunque así
ba furioso: lo hiciera, a lo mejor sus descendientes, empe-
-¡Te agarré, maldito! De aquí no vas a salir sin zando por sus hijos, no le harían caso.
marca, hasta que no me hayas confesado todito Entonces el ángel de Dios agachándose levantó
lo que andás haciendo, y por qué me has queri- del suelo el rebenque y se lo alcanzó, mientras
do engualichar mi viña. riendo le decía:
Bramaba el maldito por el dolor, pero no podía - Tome amigo, y enséñeles esto...¡pa’ recuerdo!
sacárselo al paisano Noé de encima. La boca se
Mamerto Menapace, osb. Monasterio
le llenaba de tierra, y ya medio ahogado le su-
Santa María de Los Toldos
plicó que no le siguiera pegando. Que le conta-
ría todo lo que había estado haciendo. Así, ya 257. ASAMBLEA EN LA CARPIN-
medio charqueado por la lonja de la guacha que
Noé no le mezquinaba, se decidió a confesar la TERÍA
picardía que andaba realizando. Y apretando Un cuento para compartir
contra el suelo, al final dijo:
Cuentan que en la carpintería hubo una vez una
- Le estaba echando gualicho a la raíz de la extraña asamblea. Fue una reunión de herra-
viña, para darle virtú al vino. mientas para arreglar sus diferencias. El martillo
- ¿Y de que virtú se trata? – bramó Noé. ejerció la presidencia, pero la asamblea le notifi-
có que tenía que renunciar. ¿La causa? ¡Hacía
- Son tres espíritus diferentes – respondió el
demasiado ruido! Y, además, se pasaba el
apretaro -. Tres espíritus que se van despertan-
tiempo golpeando.
do a medida que le hombre se interna en el
vino. Al principio es el de la mona. Al que no El martillo aceptó su culpa, pero pidió que tam-
sabe dominarse a tiempo, en cuanto se bandea bién fuera expulsado el tornillo; dijo que había
un poco, le entra el espíritu de este bicho, y que darle muchas vueltas para que sirviera de
comienza a hacerse el gracioso para hacer reír algo.
a la gente. Y todos los que lo ven, lo cargan Ante el ataque, el tornillo aceptó también, pero a
diciéndole que suelte la mona que se agarró. Si su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver que

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era muy áspera en su trato y siempre tenía en la arena, el sultán continuó su viaje por el
fricciones con los demás. desierto. Se dio cuenta de que alguien seguía
Y la lija estuvo de acuerdo, a condición de que caminando detrás de él. Se volvió y vio que era
fuera expulsado el metro que siempre se la uno de sus pajes que lo seguía, sudoroso y
pasaba midiendo a los demás según su medida, jadeante.
como si fuera el único perfecto. - ¿Y tú - le preguntó el sultán - no te has parado
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e a recoger nada?
inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el me- El joven le respondió con dignidad y orgullo:
tro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera - ¡ Yo sigo a mi rey !
inicial se convirtió en un lindo mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, 259. CUENTO
la asamblea reanudó la deliberación. Fue enton-
"Un muchacho se quejaba un día a Dios y le
ces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
decía:
"Señores, ha quedado demostrado que tenemos
defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras - Señor, tú has hecho ricos a todos los demás,
cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así mientras que a mí no me has dado nada.
que no pensemos ya en nuestros puntos malos Un viejo, que escuchaba sus quejas, le dijo
y concentrémonos en la utilidad de nuestros
puntos buenos". - ¿Eres tan pobre como crees? ¿No te ha dado
Dios juventud y salud?
La asamblea encontró entonces que el martillo
era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija - Sí, es verdad, y me siento orgulloso de ello,
era especial para afinar y limar asperezas y dijo el muchacho.
observaron que el metro era preciso y exacto. Entonces el viejo le tomó de la mano y le dijo
Se sintieron entonces un equipo capaz de pro- - Si te diese cien mil pesetas, ¿te dejarías cortar
ducir muebles de calidad. Se sintieron orgullo- la mano derecha
sos de sus fortalezas y de trabajar juntos. - ¡Ni hablar!
Ocurre lo mismo con los seres humanos. Ob- - ¿Y la izquierda?
serven y lo comprobarán. Cuando en un grupo
se buscan a menudo defectos en los demás, la - ¡Tampoco!
situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, - ¿Y si te diese un millón, te dejarías quedarte
al tratar con sinceridad de percibir los puntos sin vista?
fuertes de los demás, es cuando florecen los
mejores logros humanos. - ¿No lo permita Dios! Ni por una fortuna daría
uno de mis ojos
Es fácil encontrar defectos, cualquiera puede
hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para - Entonces, ¿de qué te quejas?, le dijo el viejo.
espíritus superiores que son capaces de inspirar ¿No ves la inmensa fortuna que Dios te ha rega-
todos los éxitos humanos.- lado? Pues vete, y no seas desagradecido.

Martha Lambrechts. Catequesis 2000 - año Tolstoi


jubilar 260. LA SOMBRA SANTA
258. LA CARAVANA EN EL DE- Érase una vez un hombre tan piadoso que hasta
SIERTO los ángeles se alegraban viéndolo. Pese a su
enorme "santidad", no tenía ni idea de que era
Un poderoso sultán viajaba por el desierto se- un santo. ÉL se limitaba a cumplir sus humildes
guido de una larga comitiva que transportaba su obligaciones, difundiendo en torno suyo la bon-
tesoro favorito de oro y piedras preciosas. dad de la misma manera que las flores difunden
A mitad de camino, un camello de la caravana, sus fragancia, o las lámparas su luz.
agotado por el ardiente reverbero de la arena, Su "santidad" consistía en no tener en cuenta el
se desplomó agonizante y no volvió a levantar- pasado de los demás, sino que tomaba a todo el
se. mundo tal y como era en ese momento, fijándo-
El cofre que transportaba rodó por la falda de la se por encima de la apariencia de cada persona,
duna, reventó y derramó todo su contenido de en lo más profundo de su ser, donde todos eran
perlas y piedras preciosas, entre la arena. inocentes, honrados y demasiado ignorantes
El sultán, no quería aflojar la marcha; tampoco para saber lo que hacían. Por eso amaba y
tenía otros cofres de repuesto y los camellos perdonaba a todo el mundo, y no pensaba que
iban con más carga de la que podían soportar. hubiera nada de extraordinario en ello puesto
Con un gesto, entre molesto y generoso, invitó a que era la consecuencia lógica de su manera de
sus pajes y escuderos a recoger las piedras ver a la gente.
preciosas que puedieran y a quedarse con ellas. Un día le dijo un ángel: "Dios me ha enviado a ti.
Mientras los jóvenes se lanzaban con avaricia Pide lo que desees y te será concedido. ¿De-
sobre el rico botín y escarbaban afanosamente seas, tal vez, tener el don de curar?". "No",
respondió el hombre, "preferiría que fuera el

Textos para orar y reflexionar 112


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propio Dios quien lo hiciera". "¿Quizá te gustaría Cuando este perrito salió del cuarto pensó: "Que
devolver a los pecadores al camino recto?" "No", lugar tan horrible es este!! Nunca más volveré a
respondió, no es para mi eso de conmover los entrar allí!" En el frente de dicha casa se encon-
corazones humanos. Eso es propio de los ánge- traba un viejo letreroque decía: "La Casa de los
les". "Preferirías ser un modelo tal de virtud que 1000 Espejos".
suscitaras en la gente el deseo de imitarte? "No" TODOS LOS ROSTROS DEL MUNDO SON
dijo el santo, "porque eso me convertiría en el ESPEJOS. NO ERES RESPONSABLE DE LA
centro de atención". CARA QUE TIENES, ERES RESPONSABLE
"Entonces, ¿Qué es lo que deseas?" preguntó el DE LA CARA QUE PONES...
ángel. "La gran gracia de Dios" -. Respondió Él.
"teniendo eso, no deseo tener nada más". "No", 262. MANOS QUE ORAN
le replicó el ángel, "tienes que pedir algún mila-
Durante el siglo XV, en una pequeña aldea
gro; de lo contrario, se te concederá cualquiera
cercana a Nuremberg, vivía una familia con 18
de ellos, no sé cual..." "Está bien; si es así,
niños. Para poder poner pan en la mesa para tal
pediré lo siguiente: deseo que se realice el bien
prole, el padre, y jefe de la familia, trabajaba
a través de mí sin que yo me dé cuenta."
casi 18 horas diarias en las minas de oro, y en
De este modo se decretó que la sombra de cualquier otra cosa que se presentara. A pesar
aquel santo varón, con tal de que quedara de- de las condiciones tan pobres en que vivían, dos
trás de él, estuviera dotada de propiedades de los hijos de Albrecht Durer tenían un sueño.
curativas. Y así, cayera donde cayera su som- Ambos querían desarrollar su talento para el
bra - y siempre que fuese a su espalda -, los arte, pero bien sabían que su padre jamás po-
enfermos quedaban curados, el suelo se hacía dría enviar a ninguno de ellos a estudiar a la
fértil, y recobraban la alegría los rostros de los Academia. Después de muchas noches de
agobiados por el peso de la existencia. conversaciones calladas entre los dos, llegaron
Pero el santo no se enteraba de ello, porque la a un acuerdo. Lanzarían al aire una moneda. El
atención de la gente se centraba de tal modo en perdedor trabajaría en las minas para pagar los
su sombra que se olvidaban de él; y de este estudios al que ganara. Al terminar sus estudios,
modo se cumplió con creces su deseo de que el ganador pagaría entonces los estudios al que
se relizara el bien a través de él y se olvidaran quedara en casa, con las ventas de sus obras, o
de su persona. como fuera necesario.
Anthony de Mello Después de muchas noches de conversaciones
calladas entre los dos, llegaron a un acuerdo.
261. LOS MIL PERRITOS Lanzarían al aire una moneda. El perdedor
trabajaría en las minas para pagar los estudios
Se dice que hace tiempo, en un pequeño y al que ganara. Al terminar sus estudios, el ga-
lejano pueblo, había una casa abandonada. nador pagaría entonces los estudios al que
Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, quedara en casa, con las ventas de sus obras, o
logró meterse por un agujero de una de las como fuera necesario. Lanzaron al aire la mo-
puertas de dicha casa. neda un domingo al salir de la Iglesia. Albretch
Durer ganó y se fue a estudiar a Nuremberg.
El perrito subió lentamente las viejas escaleras
Albert comenzó entonces el peligroso trabajo en
de madera. Al terminar de subir las escaleras se
las minas, donde permaneció por los próximos
topó con una puerta semiabierta; lentamente se
cuatro años para sufragar los estudios de su
adentró en el cuarto. Para su sorpresa, se dio
hermano, que desde el primer momento fue
cuenta que dentro de ese cuarto habían 1000
toda una sensación en la Academia.
perritos más observándolo tan fijamente como él
los observaba a ellos. El perrito comenzó a Los grabados de Albretch, sus tallados y sus
mover la cola y a levantar sus orejas poco a óleos llegaron a ser mucho mejores que los de
poco. Los 1000 perritos hicieron lo mismo. Pos- muchos de sus profesores, y para el momento
teriormente sonrió y le ladró alegremente a uno de su graduación, ya había comenzado a ganar
de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver considerables sumas con las ventas de su arte.
que los 1000 perritos también le sonreían y Cuando el joven artista regresó a su aldea, la
ladraban alegremente con él ! Cuando el perrito familia Durer se reunió para una cena festiva en
salió del cuarto se quedó pensando para sí su honor. Al finalizar la memorable velada, Al-
mismo: ¡Qué lugar tan agradable! ¡Voy a venir bretch se puso de pie en su lugar de honor en la
mas seguido a visitarlo!¨ mesa, y propuso un brindis por su hermano
querido, que tanto se había sacrificado para
Tiempo después, otro perrito callejero entró al
hacer sus estudios una realidad.
mismo sitio y se encontró entrando al mismo
cuarto. Pero a diferencia del primero, este perri- Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert
to al ver a los otros 1000 perritos del cuarto se hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a
sintió amenazado ya que lo estaban viendo de Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me
una manera agresiva. Posteriormente empezó a haré cargo de ti". Todos los ojos se volvieron
gruñir; obviamente vio como los 1000 perritos le llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa
gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empa-
los otros 1000 perritos le ladraron también a él. pado en lágrimas, y movía de lado a lado la

Textos para orar y reflexionar 113


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cabeza mientras murmuraba una y otra vez: sabio. Llegó el tercer día, estaba él con el mis-
"No... no... no...". Finalmente, Albert se puso de mo cartel pero esta vez le dieron menos dinero
pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a que el día anterior y muy pocos le dieron comida
cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió y la que recibió él la distribuyó con los otros
luego a su hermano, y poniendo su mano en la mendigos del lugar, pero, un hombre apareció
mejilla de aquel le dijo suavemente: "No, her- se acercó al sabio, le preguntó cómo estaba, le
mano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde sonrió, conversó un rato con él y después se
para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en retiró. Cuando el hombre se fue, el sabio se
las minas han hecho a mis manos. Cada hueso movió y abandonó el lugar.
de mis manos se ha roto al menos una vez, y Dos días después, los jóvenes preguntaron
últimamente la artritis en mi mano derecha ha sobre lo que había sucedido. "Mis jóvenes, la
avanzado tanto que hasta me costó trabajo realidad es que tanto el dinero como la comida
levantar la copa durante tu brindis... mucho que me dieron no tenían nada de especial
menos podría trabajar con delicadas líneas el
compás o el pergamino y no podría manejar la Simplemente cumplían con su deber, por tener
pluma ni el pincel. No, hermano... para mí ya es algo, dando a los que no tienen. Sin embargo, la
tarde". persona que se acercó, me sonrió y conversó
conmigo es la mejor de todas, porque me dio la
Sus palabras finales fueron: "Y ahora, Albert riqueza de la vida y la comida del alma.
hermano mío, es tu turno. Ahora puedes ir tú a
Nuremberg a perseguir tus sueños, que yo me "Siempre que busquen a alguien bueno,
haré cargo de ti". Todos los ojos se volvieron verifiquen que, junto con cualquier cosa
llenos de expectativa hacia el rincón de la mesa material, esa persona dé algo de si misma."
que ocupaba Albert, quien tenía el rostro empa-
pado en lágrimas, y movía de lado a lado la 264. EL PODER DE LA PUERTA
cabeza mientras murmuraba una y otra vez: NEGRA
"No... no... no...". Finalmente, Albert se puso de
Érase una vez en el país de las mil y una no-
pie y secó sus lágrimas. Miró por un momento a
ches...En este país había un rey que era muy
cada uno de aquellos seres queridos y se dirigió
polémico por sus acciones, tomaba a los prisio-
luego a su hermano, y poniendo su mano en la
neros de guerra y los llevaba hacia una enorme
mejilla de aquel le dijo suavemente: "No, her-
sala... Los prisioneros eran colocados en gran-
mano, no puedo ir a Nuremberg. Es muy tarde
des hileras en el centro de la sala y el rey grita-
para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en
ba diciéndoles: “Les voy a dar una oportunidad,
las minas han hecho a mis manos. Cada hueso
miren el rincón del lado derecho de la sala...” Al
de mis manos se ha roto al menos una vez, y
hacer esto, los prisioneros veían a algunos
últimamente la artritis en mi mano derecha ha
soldados armados con arcos y flechas, listos
avanzado tanto que hasta me costó trabajo
para cualquier acción. Ahora, continuaba el
levantar la copa durante tu brindis... mucho
rey...miren hacia el rincón del lado izquierdo...Al
menos podría trabajar con delicadas líneas el
hacer esto, todos los prisioneros notaban que
compás o el pergamino y no podría manejar la
había una horrible y grotesca puerta negra, de
pluma ni el pincel. No, hermano... para mí ya es
aspecto dantesco, cráneos humanos servían
tarde".
como decoración y el picaporte para abrirla era
263. EL MENDIGO la mano de un cadáver...en verdad, algo verda-
deramente horrible sólo de imaginar, mucho
Cuentan que a un pueblo lejano, un día llegó un más para ver.
hombre ya bien anciano. Dicen que era sabio. El rey se colocaba en el centro de la sala y gri-
Unos jóvenes universitarios decidieron probarlo. taba: “Ahora escojan, ¿qué es lo que ustedes
Fueron hasta él y le preguntaron: "Si eres un quieren: morir clavados por flechas o abrir rápi-
sabio, entonces dinos quien es la mejor persona damente aquella puerta negra mientras los dejo
de este pueblo." encerrados allí? Ahora decidan, tienen libre
Al día siguiente, se posicionó en una calle don- albedrío, escojan....” Todos los prisioneros tení-
de se dice que todos los ciudadanos pasaban an el mismo comportamiento: a la hora de tomar
continuamente. Colocó un cartel que decía la decisión, ellos llegaban cerca de la horrorosa
"NECESITO ALGO DE USTED. POR FAVOR, puerta negra de más de cuatro metros de altura,
DÓNEME ALGUNA COSA." La gran mayoría le miraban los cadáveres, la sangre humana y los
dio dinero. Pero, cada vez que le daban dinero, esqueletos, con leyendas escritas del tipo: "viva
él lo arrojaba a otro mendigo que se encontraba la muerte" , y decidían: - prefiero morir flecha-
a su lado. La gente se sorprendió con su actitud. do... uno a uno, todos actuaban de la misma
Al día siguiente, de nuevo estaba él con el mis- forma, miraban la puerta negra y a los arqueros
mo cartel. Esta vez, muy pocos le dieron dinero de la muerte y decían al rey: - prefiero ser atra-
- que fue debidamente arrojado al otro mendigo vesado por flechas a abrir esa puerta y quedar-
– pero le trajeron comida, de la mejor y de la me encerrado.
peor. Nuevamente, el sabio dio toda la comida Millares optaron por lo que estaban viendo: la
recibida a otros mendigos cercanos y, al llegar muerte por las flechas. Un día, la guerra termi-
la hora del almuerzo, comió de su propia comi- nó, pasado el tiempo, uno de los soldados del
da. Nadie entendió que quería realmente el
Textos para orar y reflexionar 114
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"pelotón de flechas" estaba barriendo la enorme 2) Incorporación de una opción que permita que
sala cuando apareció el rey. El soldado con toda ESPOSA 2.0 pueda ser instalada con la opción
reverencia y un poco temeroso, preguntó: - "desinstalar en cualquier momento", sin la per-
Sabes, gran rey, yo siempre tuve una curiosi- dida de la cache y otros recursos valiosos del
dad, no se enfade con mi pregunta, pero... ¿qué sistema.
es lo que hay detrás de aquella puerta negra? El 3) Una opción para correr el controlador de red
rey respondió...recuerdas que a los prisioneros en modo "promiscuo", que permita al sistema
siempre le di la opción de escoger?, pues probar en versión shareware diversas aplicacio-
bien...ve y abre esa puerta negra. El soldado, nes de la competencia, para tener un mayor
temeroso, abrió cautelosamente la puerta y conocimiento del mercado.
sintió un rayo puro de sol besar el suelo de la
enorme sala, abrió un poco más la puerta y más Yo, por mi parte, he decidido evitar todos los
luz y un delicioso aroma a verde llenaron el dolores de cabeza asociados a ESPOSA 1.0,
lugar. El soldado notó que la puerta negra daba continuando con NOVIA 4.0. Incluso así he
hacia un campo que apuntaba a un gran cami- encontrado numerosos problemas. Aparente-
no. Fue ahí que el soldado se dio cuenta de que mente no puedes instalar NOVIA 4.0 sobre
la puerta negra llevaba hacia la... Libertad. NOVIA 3.0, debes desinstalar las versiones
anteriores primero.
265. CAMBIO DE LA APLICACIÓN Además, aparentemente, las versiones de NO-
NOVIA 6.0 A ESPOSA 1.0 VIA tiene conflictos para compartir el uso de la
puerta I/O (Entrada/Salida).
El año pasado un amigo mío, administrador de
sistemas como yo, cambio la aplicación NOVIA En el servicio de soporte técnico me han comen-
6.0 por ESPOSA 1.0 y encontró que la actuali- tado que se trata de un bug conocido y que
zación dejaba mucho que desear. están buscando una manera de rodear el pro-
blema, pues aparentemente se encuentra im-
En primer lugar ESPOSA 1.0 deja muy escasos
plementado en el kernel (corazón) de la aplica-
los recursos del sistema para otras aplicaciones;
ción y no consideran aconsejable modificar este.
no solo eso, sino que se ha dado cuenta de que
ESPOSA 1.0 es también prolífica procesadora Para empeorar las cosas, el programa para
de NIÑOS 1.X, los cuales son adicionalmente desinstalar NOVIA 3.0 no funciona muy bien,
consumidores de recursos valiosos. dejando trazas indeseables de la aplicación del
sistema.
No había mención de este particular fenómeno
ni en la documentación aportada por el fabrican- Otro problema: todas las versiones de NOVIA
te del producto, ni en la garantía del mismo, continuamente lanzan molestos mensajes acer-
aunque otros colegas le habían informado de ca de las ventajas de cambiar a ESPOSA 1.0.
que esto seria de esperar debido a la naturaleza Consultado de nuevo, el soporte técnico me
de la aplicación. sugiere ignorar tales mensajes, cuando les indi-
co que para esa solución no me hacia falta lla-
Pero las sorpresas no acabaron ahí. Además,
marles, vuelven sobre la explicación al anterior
ESPOSA 1.0 se autoconfigura de forma que
problema (bug en el kernel).
siempre se lanza en la inicialización del sistema,
desde donde puede monitorear todo el resto de ESPOSA 1.0 AVISO DE INCOMPATIBILIDAD:
los procesos. Si tratas de instalar AMANTE 1.1 antes de des-
instalar ESPOSA 1.0, esta borrara los archivos
Mi amigo se esta encontrando con que algunas
MS-DINERO y a continuación procederá a eje-
aplicaciones como NOCHE DE POKER 10.3,
cutar una auto-desinstalación. Entonces AMAN-
JUERGA DE CERVEZA 2.5 y NOCHE DE PUB
TE 1.1 rehusara instalarse alegando insuficien-
7.0 no se pueden ejecutar nunca mas, porque
tes recursos en el sistema.
ESPOSA 1.0 bloquea el sistema cuando son
seleccionados (incluso aunque antes funciona- Para evitar este efecto indeseable, intenta insta-
ron bien siempre). lar AMANTE 1.1 en un entorno diferente y nunca
ejecutes una aplicación de transferencia de
En su instalación, ESPOSA 1.O instala automá-
archivos, como por ejemplo MANCHA DE
ticamente servicios indeseados, como SUEGRA
ROUGE 6.0.
3.1 y CUÑADO versión DEMO, los efectos mas
notables de estos servicios añadidos es una También evita similares aplicaciones de alquiler
degradación diaria y progresiva del rendimiento porque se sabe que pueden transferir virus que
del sistema. pueden afectar a ESPOSA 1.0. Otra solución
podría ser ejecutar AMANTE 1.1 vía proveedor
Mi amigo, que no escarmienta, esta consideran-
de red bajo un nombre anónimo; de nuevo evita
do muy seriamente cambiar la versión de la
los virus que puedan ser accidentalmente car-
aplicación ESPOSA, pero hay algunas caracte-
gados.
rísticas que el querría ver añadidas en la si-
guiente versión de la aplicación (ESPOSA 2.0) y N.R.: algunos consideran que la única aplicación
estas son: que funciona correctamente, aun cuando convi-
ve con otras mencionadas, es MANUELA 1.0 o
1) Un botón "Olvídate de mi" y otro para minimi-
(en sus diversas versiones)...
zar.

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266. ESCONDITE DE AMOR Y LO- divisó un rosal y, estremecido, decidió escon-


derse entre sus flores.
CURA
- Un millón- contó la locura y comenzó a buscar.
Cuenta, que una vez se reunieron en un lugar
La primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres
de la tierra todos los sentimientos y las cualida-
pasos de la piedra. Después se escuchó a la fe
des de los hombres, y ocurrió cuanto sigue:
discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología.
Cuando el aburrimiento había bostezado por Y la pasión y el deseo los sintió en el vibrar de
tercera vez, la locura, como siempre tan loca, los volcanes.
les propuso:
En un descuido, encontró a la envidia y, claro,
- ¿Jugamos al escondite? pudo deducir dónde estaba el triunfo.
La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosi- Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo; él solito
dad, sin poder contenerse preguntó: salió disparado de su escondite, que había
- ¿Al escondite? ¿Cómo se juega? resultado ser un enjambre de avispas.

- Es un juego -explicó la locura- en que yo me De tanto caminar, sintió sed y al acercarse al


tapo la cara y comienzo a contar desde uno lago, descubrió la belleza.
hasta un millón, mientras ustedes se esconden y Y con la duda, resultó más fácil todavía, pues la
cuando yo haya terminado de contar, el primero encontró sentada en una cerca sin decidir aún
de ustedes al que encuentre, ocupará mi lugar de qué lado esconderse.
para continuar el juego. Así fue encontrando a todos: el talento entre la
El entusiasmo bailó secundado por la euforia. La hierba fresca: la angustia en una oscura cueva:
alegría dio tantos saltos que terminó por con- la mentira detrás del arco iris, y hasta el olvido,
vencer a la duda, e incluso a la apatía, a la que el cual ni se acordaba que estaba jugando al
nunca le interesaba nada. Pero no todos quisie- escondite. Pero sólo el amor no aparecía por
ron participar. ningún sitio.
La verdad prefirió esconderse -¿para qué?, si al La locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada
final siempre la encontraban-. Y la soberbia arroyo del planeta, en la cima de las montañas
opinó que era un juego muy tonto -en el fondo lo y, cuando estaba por darse por vencida divisó
que le molestaba era que la idea no había salido un rosal y las rosas... y tomó una horquilla, co-
de ella y fuese suya- y la cobardía prefirió no menzó a pinchar en el corazón de las rosas y de
arriesgarse. pronto escuchó un grito. Las espinas habían
herido en los ojos al amor. La locura no sabía
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.... -comenzó
qué hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró
a contar la locura.
y hasta prometió ser su lazarillo.
La primera en esconderse fue la pereza, que
Desde entonces, desde que por primera vez se
como siempre, se dejó caer tras la primera pie-
jugó al escondite en la tierra, el amor es ciego y
dra del camino.
la locura lo acompaña siempre.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras
Revista Misión Joven marzo 1999
la sombra del triunfo, que con su propio esfuer-
zo había logrado subir a la copa del árbol más 267. CARTA DE UN BEBÉ
alto.
La generosidad, casi no alcanzaba a esconder- Hola Mami.....
se. Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso Soy tu hijo, me recuerdas? El que debió ser mi
para alguno de sus amigos. Así le ocurrió que si padre andaba fuera del país, no bastaron las
un lago cristalino para la belleza; que si el bajo promesas de amor que le escribías, ni tu hones-
de un árbol perfecto para la timidez; que si el tidad, ni tu familia. En su ausencia surgió otro
vuelo de la mariposa para la voluptuosidad; que hombre. De ese romance fui engendrado yo.
si una ráfaga de viento para la libertad.... Que gratos recuerdos mami, de los tres meses y
Así que terminó por ocultarse en un rayito de veintiún días que me acunaste en tu vientre, me
sol. El egoísmo, en cambio, encontró un sitio sentía tan seguro!. Que bonito era sentir tu
muy bueno desde el principio: ventilado, cómo- caricias, escuchar el timbre dulce de tu voz,
do, pero sólo para él. jugar con tu universo interno. Sin embargo,
había que blanquear tu desliz, tenia que MORIR
La mentira se escondió en el fondo de los océa- el delator y ese era YO.
nos - esto no es verdad, en realidad se escondió
detrás del arco iris-, y la pasión y el deseo en el Por entonces supe de los problemas y de las
centro de los volcanes. discusiones que tenías con tu amante, mi padre.
El quería verme nacido y tu no. Que peleas!,
El olvido no recuerdo dónde se escondió, pero hasta que al fin pudiste arrancarle el dinero que
esto no es lo importante. costó mi defunción. Por cierto, que triste que a
Cuando la locura contaba 999, el amor todavía todo le pongan precio en el mundo de los hom-
no había encontrado un sitio para esconderse, bres. "Hasta el asesinato de un inocente". Que
pues todo se encontraba ocupado hasta que caros son los abortos! Comentaste. Pero no

Textos para orar y reflexionar 116


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hay, tiempo que perder, lo que tenga que ser A mi amigo le obsesiona una pregunta. ¿Por
que sea de una vez. qué si mi mama no amaba al hombre que la
No justifico tu crimen mamá, pero lo perdono. Lo violó, me mató a mi, que la hubiera amado por
que no me cabe en la cabeza es la maldad de siempre y jamás me hubiera avergonzado de
aquella bestia vestida de blanco. ¡Que temor tan ella?. Aquí en el reino del amor, solo entende-
horrible!, cuando me apuntaba con aquella mos el lenguaje del amor, por eso no compren-
enorme aguja, que anunciaba el fin de mi vida. demos esos "argumentos" acerca del aborto:
Recuerdo que en ese momento, presintiendo el que por malformaciones del feto, que por viola-
final de mi vida, rompí en llanto incesante, pero ción, que por dificultades económicas de los
ni tu ni él pudieron escucharme. Quise huir, padres, que por no tener mas hijos, que "la
alejarme de aquel extraño monstruo que ame- familia pequeña vive mejor". Me cuenta que ni
nazaba con destruirme. Mi ritmo cardiaco iba las guerras, ni Hitler con sus cámaras de gas
aumentando, sobrepasaba los 200 latidos por mortal, han realizado tan criminal y desmedida
minuto, me agitaba, me convulsionaba lo más masacre. Con los abortos, se ha privado a la
fuerte posible para evitar el contacto con aquel humanidad de brillantes poetas, sacerdotes y
tubo letal, pero el espacio era reducido y el médicos, de músicos, pilotos, estadistas, profe-
agresor llevaba las de ganar. sores, periodistas, licenciados, pintores, arqui-
tectos, ingenieros, escultores.... a mi todos me
Finalmente y para desgracia mía, la punta de dicen que quizá hubiera sido un brillante ciruja-
succión se adhirió a una de mis piernitas y la no o un pianista. Cuando nos reunamos mami,
desprendió de un tajo. Mutilado y con un dolor ya veras que manos tengo: lo que más me
que no imaginas, seguí moviéndome cada vez agrada es cuando me dicen "tu mami tiene que
más lento, pues aquel ambiente antes tan agra- ser muy hermosa".
dable, trasparente y calientito, se fue volviendo
rojizo y cada vez mas seco. La punta de la aspi- No llores mami. Perdóname si acaso yo soy el
radora me seguía insistentemente. El médico la culpable de tu sufrimiento, lucha por olvidar el
introducía y buscaba a ciegas. Le daba lo mis- pasado para que seas feliz. Si es necesario,
mo arrancarme una piernita, un bracito o mi olvídate de mi. Ah! Se me olvidaba, aunque me
tronco. como te darás cuenta, para el asesinato consumo por las ganas de verte, no te des prisa
en si, no existe ningún procedimiento técnico, lo en venir, pues mis hermanos te necesitan más
importante es matar. que yo. Hazle a ellos lo que nunca pudiste
hacerme a mi. Fíjate que cuando bañas al bebé
YO seguí llorando en una agonía impresionante. o lo amamantas, no se, me entra un poquitín de
El tubo volvió a alcanzarme, esta vez engan- añoranza de todo lo que pude ser y no fui. No
chándome un bracito, que también fue despren- sabes lo que me hubiera gustado que me arru-
dido. Negándome a morir, mi cuerpecito desga- llaras en tus brazos o que me amamantaras con
rrado seguía sacudiéndose. La manguera jalaba leche de tus pechos, ser acariciado por esas
mi tronco, tratando de arrancarlo de la cabeza. manos tuyas tan lindas y tan semejantes a las
Al fin lo logro. El desmembramiento fue total, mías, manos de cirujano mal logrado.
solo mi cabeza quedó dentro, esta era demasia-
do grande para ser succionada; así que el medi- Y termino pidiendo por favor, no para mi pues
co introdujo unas poderosas pinzas y con ellas comprenderás que ya no lo necesito, sino para
la aplastó. Ah, que horrible!, mi tierna cabecita otros niños que aún viven en el seno materno,
explotó como una nuez. Para entonces ya tenía que a ellos no los maten como a mi, si conoces
rato de estar muerto. No sentía nada. Me trago a una joven madre que quiera abortar o algún
por completo la sanguinaria aspiradora. sujeto que monta campañas a favor del aborto.
O a una médico que se burla de Hipócrates, o a
Sé que lo que te sucedió a ti te traumó. Conoz- una enfermera que se presta a ese crimen,
co, mamá, tus largas noches en vela y tus so- cámbiales ese corazón de roca por uno de car-
bresaltos. Sé que me amas, pues sueñas con- ne. Préstanos, a millones que no tienen voz, la
migo y más de una vez te has preguntado, si tuya y grítales a todos que tenemos derecho a
soy niño o niña, ah, si supieras la alegría que te vivir como ellos, exigimos que nos dejen amar
hubiera traído!. ¿Sabes mami, que los niños no aunque no nos amen, pedimos que nos den la
deseados al nacer son mas amados?. Ah por oportunidad de demostrar cuanto somos capa-
cierto, soy niño!. Y quiero que sepas que me ces de dar y hacer por los demás..... es tan triste
parezco mas a ti que al seductor que te engañó. tener un corazón para nada.
Pero no te preocupes, vas a olvidar, yo a cada Ya no quiero atormentarte más, es mejor decirte
momento pido a Dios que borre de tu mente adiós, para no seguir alimentando ese dolor que
esas pesadillas que turban tu descanso y te dan te lacera y te quema por dentro. Hasta que nos
muerte en vida!. Mientras te escribo tengo a mi veamos mami, entonces te enseñaré lo mucho
lado a Antonio, bueno es un decir, porque mi que te amo. Te espero con los labios aún sin
amigo es igual que yo, lo mato su mamá porque estrenar, rebosantes de besos que tengo guar-
cuando ella era muy joven, una noche al regre- dados solamente para ti.
sar a su casa, un hombre la violó, y por eso se
deshizo de su hijo a los pocos días de haberlo Hasta entonces....
concebido.

Textos para orar y reflexionar 117


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268. EL RATÓN FEDERICO cierto número de sus miembros. Uno tomó la


palabra y dijo: “no podemos tener entre nosotros
En medio de un prado donde pacían vacas al hermano cepillo: tiene un carácter cortante y
y caballos había una vieja mansión. En uno de puntilloso, que pelea y rebaja todo lo que pilla.
sus muros, cerca del granero y del pajar, vivía El hermano martillo –protestó otro- tiene un
una familia de parlanchines ratones campestres. temperamento fuerte y violento. Yo diría que es
Pero los labradores habían abandonado la un machacón. Su modo de golpear constante-
casa, y pajar y granero estaban vacíos. Se acer- mente es irritante y pone de los nervios a todos.
caba el invierno y los pequeños ratones ¡Expulsémosle!
campestres comenzaron a hacer acopio de Otro intervino para decir: Tenemos que
trigo, nueces, cereales y paja. Todos los ratones expulsar a nuestra hermana la sierra porque
trabajaban día y noche. Bueno, todos... menos muerde y hace rechinar los dientes. Tiene el
Federico. carácter más mordaz y desagradable de toda la
Federico, ¿Por qué no trabajas? –le tierra. ¿Y los clavos? –dijo otro- ¿se puede vivir
preguntaron-. con gente tan punzante, tan hiriente?, ¡que se
Pero si estoy trabajando –dijo Federico- es- vayan! ¡Y también que se vayan con ellos la
toy almacenando rayos de sol para los días fríos lima y la escofina, Vivir con ellos es un roce
y oscuros del invierno!. contInuo. Y echemos también a la lija cuya úni-
ca razón de existir parece ser la de arañar al
Otro día, vieron a Federico sentado y mi- prójimo.
rando fijamente hacia la pradera y le dijeron:
Así discutían y discutían, cada vez con
Y ahora, Federico... ¿Qué haces ahora? mayor animosidad las herramientas. Hablaban
Estoy reuniendo colores –dijo- pues el in- todas a la vez. El martillo quería expulsar a la
vierno es lúgubre y gris. lima y al cepillo; éstos a su vez exigían la expul-
sión de los clavos y el martillo y así sucesiva-
En otra ocasión, Federico parecía estar
mente. Al final, todos habían expulsados a to-
adormecido, le preguntaron en tono de repro-
dos.
che:
La reunión fue bruscamente interrumpida
¿Sueñas, Federico?
por la llegada del carpintero. Todas la herra-
No, respondió- es que estoy acumulando mientas callaron cuando lo vieron acercarse al
palabras. Los días del invierno son largos y, a banco de trabajo. El hombre tomó una tabla y la
veces, no se sabe de qué hablar... serró con la sierra mordaz. La cepilló con el
Cuando vino el invierno y cayeron las pri- cepillo que rebaja e iguala todo lo que toca. La
meras nieves, los cinco pequeños ratones cam- hermana hacha que hiere con crueldad, la esco-
pestres se retiraron a su escondrijo entre las fina con su lengua áspera, la hermana lija que
piedras... araña y raspa entraron en acción inmediatamen-
te. El carpintero tomó después a los hermanos
Pero la historia no ha terminado aún. Po- clavos, con su carácter punzante y al martillo
déis imaginaros su continuación. Quiero, no que golpea y machaca. Se sirvió de todas estas
obstante, relatarla: herramientas de mal carácter para fabricar una
El invierno fue muy largo y muy frío, pero cuna, una hermosísima cuna que habría de
los ratones sobrevivieron gracias a sus provisio- acoger a un niño que estaba a punto de nacer...
nes, y a las de Federico. Éste les habló del sol,
y los ratones sentían calentarse su corazón; le
habló de los acianos azules y de las rijas ama- 270. RANAS Y HUMANOS
polas en medio de los trigales amarillos, y de las
verdes hojas de los viñedos; y los ratones se Un grupo de ranas viajaba por el bosque y,
sentían inundar de gozo. Y cuando le pregunta- de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo
ron por las palabras que había acumulado, profundo. Todas las demás ranas se reunieron
desde lo alto de una piedra, como subido en un alrededor del hoyo. Cuando vieron cuan hondo
escenario, les declamó una poesía sobre los era, le dijeron a las dos ranas que estaban en el
cambios de las cosas y de las cuatro estacio- fondo que para efectos prácticos se debían dar
nes, y los ratones recobraron ánimo para espe- por muertas, que no lograrían salir.
rar la primavera... Las dos ranas no hicieron caso a los co-
mentarios de sus “amigas” y siguieron saltando,
tratando de salir fuera del hoyo, con todas sus
269. TALLER DEL CARPINTERO fuerzas.
Hace mucho tiempo, en un pueblecito Las otras seguían insistiendo en que sus
había un taller de carpintero. Un día, durante la esfuerzos eran inútiles. Finalmente, una de ellas
ausencia del dueño, todas sus herramientas de puso atención a lo que las demás decían y se
trabajo, celebraron un gran consejo. La reunión rindió. Se desplomó y murió.
fue larga y animada... Se trataba de excluir de la La otra rana continuaba saltando cada vez
distinguida comunidad de las herramientas a un más y más fuerte, tanto como le era posible.

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Una vez más, las ranas desde arriba, le gritaban caer al agua un sobre muy rojo. El agua lo abrió
y le hacían señas para que dejara de sufrir y y leyó:
que simplemente se dispusiera a morir; le decí- “Querida hija, me apresuro a contestar tu
an que ya no tenía sentido seguir luchando. carta. Parece que te has cansado de ser agua,
Pero la rana saltó cada vez con más fuerzas yo lo siento mucho porque no eres un agua
hasta que finalmente logró salir del hoyo. cualquiera. Tu abuela fue la que me bautizó en
Cuando salió, las otras ranas le dijeron: el jordán, y yo te tenía destinada a caer sobre la
“nos da gusto que hayas logrado salir a pesar cabeza de muchos niños. Tú preparas el camino
de lo que te gritábamos”. La rana les explicó que del fuego. Mi Espíritu no baja a nadie que no
era un poco sorda, y que pensó que la estaban haya sido lavado por ti. El agua siempre es
animando a esforzarse más y a salir del hoyo. primero que el fuego”.
Mientras el agua estaba embebida leyendo
Moraleja: La palabra tiene poder de vida y la carta, Dios bajó a su lado y contempló en
de muerte. Una palabra de aliento compartida silencio. El agua se miró a sí misma y vio el
con alguien que se siente desanimado puede rostro de Dios reflejado en ella.
ayudar a levantarlo y a finalizar bien el día. Una Y Dios seguía sonriendo esperando una
palabra destructiva dicha a quien se encuentre respuesta...
mal y desanimado puede ser la que lo termine El comprendió entonces, que el privilegio
de destruir. de reflejar el rostro de Dios sólo lo tiene el agua
¡Tengamos cuidado con lo que decimos! limpia. Suspiró y dijo:
Una persona especial es la que se da tiem- “Sí Señor, seguiré siendo agua. Seguiré
po para animar a los demás... siendo tu espejo. GRACIAS”.
Dispongámonos a ser “alguien especial” pa-
ra los demás.

Una referencia relacionada con esto:


En los EE.UU. de Norteamérica, en la NA-
SA, hay un póster de una abeja que dice así:
“Aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no
está en absoluto hecho para volar, lo bueno es
que la abeja no lo sabe”.

271. AGUA Y FUEGO


“Ya estoy cansada de ser fría y de correr
río abajo. Dicen que soy necesaria pero yo
preferiría ser hermosa, y encender entusiasmos.
¡Y ser roja y cálida, y hacer arder el corazón de
los enamorados. Dicen que yo purifico lo que
toco, pero más fuerza purificadora tiene el fue-
go. ¡Quisiera ser fuego y agua!”.
Así pensaba en septiembre el agua de un
río de la montaña.
Y como quería ser fuego, decidió escribir
una carta a Dios para pedir que cambiara su
identidad.
“Querido Dios: Tú me hiciste agua, pero
quiero decirte con todo respeto, que me he
cansado de ser transparente; prefiero el color
rojo para mí: desearía ser fuego, ¿puede ser?.
Tú mismo, Señor, te identificaste con la zarza
ardiente y dijiste que habías venido a poner
fuego a la tierra. No recuerdo que nunca te
compararas con el agua. Por eso, creo que
comprenderás mi deseo. No es un simple capri-
cho. Necesito este cambio para mi realización
personal...”.
El agua salía todas las mañanas a su orilla
para ver si llegaba la respuesta de Dios. Una
tarde pasó una lancha muy blanca que dejó

Textos para orar y reflexionar 119

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