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CUATRO POETAS SUICIDAS CHINOS

Wilfredo Carrizales

Prefacio

El más famoso y prominente poeta chino, Qu Yuan (340 a.C.-¿287?a.C.), fue el primer gran poeta en
cometer suicidio y aunque no lo hizo en su condición de creador de poesía, sino como protesta debido
al aniquilamiento de su Estado natal de Chu, su ejemplo ha perdurado hasta hoy y el día que, según la
tradición se conmemora la fecha de su muerte por inmersión en el río Miluo, se celebra la Festividad
Duanwu, el día quinto del quinto mes lunar. Ese día se llevan a cabo, en el sur de China, competencias
de barcas con cabezas de dragón.

La muerte del poeta Qu Yuan se convirtió en un ideal mítico. De allí en adelante los chinos tuvieron su
primer suicidio legendario que conducía a alcanzar lo sublime, la escogencia de un valor moral o ético
más allá de la vida.

Lo histórico y lo social en China no sólo ha únicamente formado la conducta suicida de Qu Yuan, sino
la de otros, tanto en la antigüedad como en el siglo XX. Podemos mencionar a famosos personajes que
se suicidaron: Xue Ji (649-713), calígrafo y erudito, quien fue forzado a cometer suicidio después de
que fue implicado en un complot para envenenar al nuevo emperador; el poeta Lu Zhaolin (aprox. 637-
680) se suicidó arrojándose a un río por no poder soportar los dolores reumáticos; el erudito, poeta y
funcionario Sun Chengzong (1563-1638) cometió suicidio al fracasar su resistencia contra el ejército
manchú; Lao She (1899-1966), novelista, dramaturgo y cronista, se suicidó en agosto de 1966
arrojándose a un lago en Peking; Chen Mengjia (1911-1966), poeta y erudito en huesos oraculares y
oponente espiritual a la simplificación de los caracteres chinos se ahorcó; San Mao (1943-1991),
novelista y traductora, se suicidó colgándose en la habitación del hospital donde estaba recluida…y los
cuatro poetas antologados en Cuatro poetas suicidas chinos: Hai Zi, Luo Yihe, Ge Mai y Gu Cheng.
Aunque la lista está muy lejos de ser completa.

Después de cada suicidio cometido en las pasadas décadas por escritores y poetas la gente se lanzó a
ansiosos debates acerca del significado de la vida y la muerte, pero tales acaloradas discusiones
debieran finalizar si no fuera porque la rata de suicidios en China es una de las más altas en el mundo.
También notable es el hallazgo de que la rata de enfermos mentales parece significativamente más baja
entre los suicidas chinos que entre la mayor parte de los suicidas de los países occidentales.
La familia ha sido durante largo tiempo el soporte de la institución central de la sociedad china. Para
los chinos, el indicador más crucial de felicidad es que ella o él hayan logrado una vida en una familia
armoniosa. El hecho de que la vida familiar es esencial para la felicidad personal de los chinos, sin
embargo no significa que sea fácil o que se la enfrente cómodamente. En una familia es necesario tratar
con seres humanos cuyas personalidades, necesidades y experiencias son diferentes unas de las otras.
Esto guía todas las formas de conflicto entre los miembros de la familia.

En China, tradicionalmente, se han usado diversos métodos de suicidio. Cabe nombrar los siguientes:
cortarse la garganta con una espada (ziwen), prenderse fuego (zifen), envenenamiento (fudu), ahorcarse
(shangdiao), colgarse de las vigas de la casa (xuanliang), morir por inmersión lanzándose a un pozo,
lago, río o al mar (toujing, touhu, touhe, touhai), lanzarse desde un barco que va navegando (tiaohai),
dejarse morir por negarse a comer (jueshi), saltar desde un edificio (tiaolou), cortarse las venas (gemai),
dispararse con un arma de fuego dentro de la boca (tunqiang)… En la China antigua un hombre que
cometía suicidio por deshonra era algo más egoísta (tal como el fracaso en aprobar los exámenes
imperiales) y podía ser condenado por no ser filial si él era el hijo mayor o el hijo único. Primeramente
porque había sido incapaz de tomar a sus padres bajo su cuidado durante la vejez. Segundo porque no
había sido capaz de hacer ofrendas a sus espíritus después de sus muertes y sostener a sus propios hijos
para continuar con el ritual de los ancestros. Dejar atrás a la esposa y a los niños es una gran carga para
los chinos. Los hombres rutinariamente mataban a sus esposas e hijos antes de matarse ellos mismos.

También en China el suicidio fue y es una herramienta para protestar. Cuando alguien se consideraba a
sí mismo víctima de la injusticia y sin salida debía cometer suicidio para protestar contra el cielo. En la
práctica esto causaría una conmoción en la opinión pública y haría que la gente simpatizara con el
suicida. Tal práctica aún es así, mentalmente, en China.

¿El suicidio ejerce una especial influencia en el espíritu de los poetas y escritores para hacerles más
proclives a coquetear con la muerte? ¿Cómo hacer distinciones entre suicidio y literatura, suicidio por
la literatura y suicidio en la literatura? Muchos suicidios en China entre la clase “letrada”, ilustrada
(shi), eran cometidos para demostrar lealtad a sus respectivos soberanos.

La tradición del suicidio en China es única en dos sentidos. El primero: el sistema de valores de la
antigua China tenía una clara definición de misión que cada persona estaba obligada a su cumplimiento
como un adulto responsable. Esta virtud cardinal incluía la lealtad a la corte o a los superiores (zhong),
piedad filial hacia los padres (xiao), rectitud (yi) y benevolencia (ren) hacia el pueblo en general.
Cuando la vida está concebida como una serie de obligaciones para ser respetadas y cuando uno toma
sobre sí mismo el rol del ejecutor de estas obligaciones, uno no puede pensar de sí mismo como poco
menos que un misionero. El autosacrificio, por lo tanto, denota un positivo gesto que afirma la santidad
de la existencia humana. Que estas virtudes son concretas, misiones obligatorias para ser cumplidas
está implícito en el lenguaje que describe estos suicidios valorados. Las misiones obligatorias no sólo
son para los hombres, sino que también involucran a las mujeres. Ellas morían por lealtad a sus
esposos, por castidad y, en algunos casos, por defender la propiedad.

El segundo sentido en el cual los chinos valoraban el suicidio puede ser única en la tradición de China:
la narrativa y la historia con frecuencia emergen como un todo, con la segunda sirviendo a una
distintiva función descriptiva. Esta tradición es parcialmente reforzada por el hecho de que en la
antigua China, los “letrados” (eruditos literarios) y los hombres de Estado eran uno y el mismo y los
funcionarios en la posición de inmortalizar a otros y las figuras históricas estaban también bien
entrenados en la imaginación literaria.

Los registros de suicidios en la China pre-moderna nos muestran una cosa: que quienes escogieron
poner fin a sus vidas autopercibían el lugar y el propósito que ocupaban en el mundo. En lo más lejos
que llegamos al siglo XX encontramos este universo y propósitos ampliamente transformados. Se
defendían ciertos valores con los cuales una vida podía sentir solamente a través de una antigua norma
de honor y la vergüenza desarrollada por repetidas narrativas que reforzaban lo que era correcto y
erróneo. Las nociones de lealtad, benevolencia, rectitud, piedad filial, estaban siendo redefinidas por un
avivamiento del tiempo del cambio social que comenzó, inexorablemente, al fin del siglo XIX. ¿Esto
significa que el valor que conducía al suicidio estaba muerto? La respuesta es negativa, aunque este
sabor había cambiado de manera dramática desde los tiempos del poeta Qu Yuan.

En un artículo escrito en un periódico en 1941 titulado “El poeta”, el escritor Lao She trató de definir al
poeta como alguien que reaccionaba con intensidad sobrehumana hacia el mundo. Para ser un poeta
uno debía estar encantado. Uno debía perder su propia cabeza, sacrificar su vida y buscar las
revelaciones de la verdad y la benevolencia, la iluminación de la belleza y la felicidad: sólo entonces se
sería poeta. En el mismo artículo Lao She también menciona que los poetas, quienes caminan y cantan
a lo largo de las riberas, y quienes, cuando la sociedad está en peligro, se lanzan al agua y se convierten
en mártires.

El hecho del suicidio persiste en la mayor parte de los suicidas que saben el efecto que su acción deja
en los otros. Al menos esto es verdad para aquellos que abandonan tras de sí notas de suicidio. Algunas
de estas notas han explicitado instrucciones sobre asuntos póstumos y algunas de ellas tratan de
priorizar el consuelo de lo por ellos amado. El hecho de que también perdure que el suicidio puede ser
una poderosa manifestación que busca venganza, protesta o resignación o una profesión de fe y lealtad
es notorio. Esta manifestación es una de las más poderosas que una persona puede hacer ya que la
muerte siempre tendrá al mundo por perdido.
Lo que distingue a un suicidio conducido por un valor, de otros tipos de suicidios, es su esperanza de
construir algo más allá de la muerte. Puede buscar crear un tipo de memoria, imagen o mantener un
ideal.

Por esta razón, el suicidio conducido por un valor con frecuencia requiere una audiencia póstuma,
personas que recordarán el ideal construido a través de la muerte. En un aspecto se puede decir que esta
audiencia de lectores póstumos notará su posición relativa al escritor o poeta pre-suicida, sin embargo
estarán conscientes de lo que él o ella pueden hacer de esta privilegiada posición. La relación de
complicidad entre el escritor o poeta pre-suicida y los lectores póstumos, empero, puede tener su
desagradable costo y su lado feo.

¿En un suicidio puede haber un intento de exorcismo? El poeta, novelista y dramaturgo Han Dong
(nacido en Nanjing en 1961) afirma, con un toque de cinismo, que el suicidio del poeta Hai Zi en 1989
se debió a que no pudo distinguir la poesía de la vida ordinaria y que los que actúan de esa manera
buscan siempre acciones extraordinarias. Ellos beben, luchan, bromean acerca de las mujeres, se dejan
llevar, cultivan excentricidades… para probar que son poetas. Al final trascienden lo mundano y
solamente muertos piensan probarlo.

¿Cómo puedo yo decirles a otros que he vivido y de qué manera lo he hecho? Intentar clasificar a los
suicidios es aceptar hacer simplificaciones de un amplio rango de conductas humanas que son capaces
de conducir a ellos. Aunque es difícil tratar con el problema del suicidio se puede decir que en una gran
escala, los suicidios son susceptibles de ser sometidos a reflexión a lo largo de tres ejes, reducida y
mutuamente sobrepuestos: en lo interno, y ciertamente más a nivel clínico y positivo, el suicidio está
relacionado con varios tipos de desórdenes emocionales o enfermedades siquiátricas que han mostrado
que las causas del suicidio pueden incluir desórdenes bipolares, abuso infantil, depresión,
alucinaciones, desorden por pánico, esquizofrenia y desórdenes de la personalidad. En un nivel más
externo, los suicidios pueden ser conducidos por la situación, donde el suicida puede sentir que
muriendo es la única vía de salida a condiciones traumáticas tales como humillación, dolor físico,
penalidades financieras, persecución política, inminente castigo, marginación o pérdida repentina de la
emoción. Aun el solo enfoque sobre la inestabilidad mental y factores situacionales ignora lo
existencial, la carga del valor dado a la vida, las fuerzas simbólicas y narrativas que conforman la
conducta humana. Lo más interesante podría ser la tercera dimensión del suicidio, donde la muerte por
propia mano sirve para mantener o actualizar algún valor escogido (o una combinación de valores) o
estético. Estos valores cuando se juzgan fuera de sus contextos culturales pueden parecer absurdos, lo
estético puede parecer irrelevante o, peor aún, condenable, inhumano y coloreado con total insania.
Pero esos valores continuarán haciéndoles señas a la imaginación literaria (y acaso también a lo no
literario) en los tiempos por venir.
Wilfredo Carrizales – Peking (China) 2012

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