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Issa Kobayashi (1763 - 1827)

Vida
Kobayashi, una de las figuras centrales dentro de la historia del haiku, es el
haijin que tuvo una mirada reivindicatoria y compasiva con lo seres marginados, con las
moscas, los pobres, las plantas. En un mundo absorbido por la tecnología y donde prima
las destrucción del medio ambiente, las actividades mineras, petroleras, la poesía de
Kobayashi Issa se vuelve urgente en el sentido de darle una dignidad a aquello que
ignoramos y que decimos son minoría, pero que en realidad son cientos de millones. La
poesía de Kobayashi aborda y cuestiona el hecho de que no somos muy distintos de los
animales en cuanto a espíritu y asimilación de lo que pasa alrededor nuestro, ser parte
de la naturaleza y no dejar de sorprendernos por ella ante el vuelo de una luciérnaga o el
cantar de un ave, o la insólita mirada entre una mariposa y un perrito. Su vida estu llena
de tragedias pero siempre se mantuvo en el noble oficio de la observación y la escritura.
Issa Kobayashi nace el 5 de mayo de 1763 en Kashiwabara, un pequeño pueblo
de setecientos habitantes, en la provincia de Shinano (Nagano en la actualidad), al norte
de Tokyo. Hijo de Yagobe Kobayashi, que era agricultor y criaba caballos para la posta.
Este último era un cargo público, ya que dependía de la administración central de Edo
(nombre antiguo de Tokyo). Se trataba de una una familia que viví con ciertas
comodidades, perteneciente a los que hoy se denominaría clase media. Su verdadero
nombre fue Nobuyuki, y más tarde se haría llamar a sí mismo como <<Issa>>, cuya
traducción literal sería <<una taza de té>>, haciendo referencia a la simplicidad.
Su madre muere cuando el poeta tiene tres años y pasaría a ser cuidado por su
abuela Kana. Este hecho lo marcaría para siempre. El pequeño en ese momento se
llamaba Yataro, y según la costumbre mudó de nombre a una edad más avanzada. Sin
embargo, en otras ediciones de sus libros enconramos el nombre de Nobuyuki. El
asunto es que más tarde se haría llamar a sí mismo como <<Issa>>, cuya traducción
literal sería <<una taza de té>>, haciendo referencia a la simplicidad.
El padre volvería a casarse cuando Issa tenía apenas ocho años y tuvo otro hijo.
Este hermanastro causará grandes problemas al poeta junto a la madrastra llamada
Satsu, pues tratará de ponerlo por encima de él, ignorando sus derechos.
En el año 1777, por constantes presiones de su madrastra y por los problemas
económicos que atravesaba la familia, parte a Edo a trabajar. Es ahí que hace un
equilibrio entre el trabajo y el estudio del haiku. Lo aprende en la escuela Katsushika,
fundada por Sodoo Yamaguchi, quien fue discípulo de Basho. Su maestro sería Chikua
Nirokuan.
Fueron varios años en los que Issa estaría lejos de su casa Cuando tiene 29 años
regresa al pueblo y empezará el viaje más largo de su vida, una serie de varios trayectos
ligados con la poesía y la religión que duraría 10 años. Iniciaría esta odisea siguiendo
las enseñanzas del maestro Matsuo Basho, y recorrerá el este como bonzo.
Issa vivía pobremente. En 1801 recibe otro golpe: muere su padre. Este dejó
como exigencia que el patrimonio se dividiera entre los dos hermanos, hecho al que se
negará la madrastra. La herencia que deja el padre fue sinónimo de disputa y después de
once años de litigio, se decide dividir la casa paterna. En los años que vienen comprará
una casa, logrando cierta estabilidad, y va adquiriendo mayor madurez poética y
personal.
Se sabe que en 1813 tiene tranquilidad económica, algo que siempre deseó. Ese
mismo año se casa con Kiku y del matrimonio tendrá cuatro hijos. Sin embargo, el
viento de la desgracia llegará a su casa, todos los hijos mueren al igual que su mujer,
fallecida en 1823. En este período y a raíz de la muerte de su segundo hijo llamado
Sato, Issa escribirá una de sus obras más importantes: Ora ga haru, o en español, <<La
primavera de mi vida>>. El poeta se volvería a casar dos veces más. La segunda mujer,
llamada Yuki, se divorció al poco tiempo. En realidad el matrimonio había sido por
interés y no soportó los celos sexuales excesivos del poeta. Su tercera esposa, Yao, dio a
luz a un niño poco después de morir Issa. Finalmente, y en el colma de las tragedias, el
poeta murió el 5 de enero de 1827, víctima de un incendio que asola su casa.
Breve antología poética

De Mi nueva primavera
(Traducción de Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala)

koromo-gae
kaete mo tabi no
shirami kana

Cambio de ropa;
y, con todo, hay piojos
de mis viajes.

(El primer día del cuarto mes por el calendario lunar es una fecha memorable de cambo
de indumentaria: todo un rito en el antiguo Japón. Issa descubre que, entre toda la ropa
recién sacada del arcón, aún anidan piojos de sus pasados peregrinajes. Con humor, y
sin la hipocresía de un posible disimulo, Issa canta el hecho.)

ware weshi
matsu mo oikeri
aki no kure

El pino que planté


también ha envejecido
tarde de otoño

(El envejecimiento es ley de vida; aunque apunte a la muerte, envejecer es ir sumando


los días, meses, años… Y mientras se envejece, se vive. La misma ley está en vigor para
los vegetales y animales, por muy queridos que sean: el perro de la casa, el pino que
planté… Y el haiku vive y envejece asimismo con los seres de su entorno.)

buppo ga
nakuba hikaraji
kusa no tsuyu

Sin ley de Buda,


ni rocío hay que brille
sobre la hierba.

(<<Ley>> ha de tomarse aquí el sentido amplio de <<doctrina, enseñanzas>>. También


el evangelio nos dice que no se nos cae un cabello sin que lo permita nuestro Padre del
cielo. En suma: todo es sagrado, incluso lo que nos parece material y efímero. La única
exclusión de lo sagrado sería para cuanto lleve un sello de egoísmo.)
higurashi ya
kyuu ni akaruki
umi no kata

Cantando la cigarra,
de pronto aclara el día
allá por la laguna.

(¿Amanece el día porque la cigarra canta, o es al revés? La lógica de la ciencia a veces


discurre en dirección opuesta a la de la poesía, la cual va más con la visión infantil de
las cosas. La palabra higurashi a la letra significa <<el oscurecedor del día>>. No en
vano Basho había dicho: <<Para entender el haiku, dadme a alguien de un metro de
altura.)

ne-mushiro ni
satto shigure no
akari kana

Echado en mi esterilla
me sorprendió un chubasco,
con relucientes gotas.

(Se considera que Issa tendría cuarenta y ocho años cuando compuso este haiku, y ya
llevaba encima una vida de continuo peregrinaje. La estrella de dormir —a modo de
jergón portátil— sería la misma en verano que en invierno. Pese a la contrariedad del
repentino aguacero, nuestro haijin busca un consuelo en la luz que reflejan las gotas de
lluvia, mensajeras ya de la aurora.)

yoo-nashi wa
ware to mugura zo
hototogisu

Sin gran cosa que hacer


ni yo, ni la bardana,
nos canta el cuco.

(Equipararse a los animales, e incluso a las plantas, en comunión de vida, es una de las
características creativas de Issa. Aquí se sitúa ante la bardana, cara a cara, para escuchar
el canto del cuco. Ni el poeta ni la planta tienen otra preocupación que les urja. El ave
cantará para ambos.)
oi-nureba
tada ka wo yaku wo
tegara kana

Al hacernos viejos,
nuestra sola proeza
será quemar mosquitos.

(La vejez suele traer consigo que el hombre alardee de hechos pasados en los que fue
protagonista: son célebres <<batallitas>> para contar a los nietos. Pero, ¿qué acciones
gloriosas le quedan al abuelo por realizar? Proezas triviales, valga la paradoja, como
quemar mosquitos con las lámparas preparadas al efecto. Con amable ironía, Issa nos
alienta a que no decaiga el ánimo, no obstante el avance de los años.)

saru mo ko wo
oote yubi-sasu
hotaru kana

Aun el mono que porta


a su cría, señala
a la luciérnaga.

(Una luciérnaga en vuelo es un espectáculo tan cautivador, que resulta difícil sustraerse
él. Tanto un mono como una persona humana tienden espontáneamente a señalar con su
dedo índice a dicho insecto, en su órbita de luz. Y hay un riesgo más: tanto una mona
como una mujer japonesa que sean madres de un bebé, suelen llevarlo encima,
notoriamente a su espalda.)

tsuyu harari
harari yo no naka
yokaki keri

Cae ingrávido el rocío


sobre este mundo nuestro
de que gozamos.

(Cae el rocío, levemente, constantemente, y sin ruido. Es la música callada que celebra
la marcha del mundo. El mundo envuelve muchas facetas, tristes y alegres, luminosas y
sombrías…, pero innegablemente lo amamos. El poeta lo ama y, pincel en mano —
evoquemos la figura de Issa escribiendo sobre papel de arroz— lo retrata como un ser
querido.)
ware to yama
kawaru-gawara ni
hototogisu

Alternativamente
—hacia el monte, hacia mí—
canta el cuclillo.

(El cuclillo parece tener ante sí dos focos de atención para brindarles su canto. Opta así
por irse girando para orientar su voz ya a la montaña, ya al poeta. ¿Capricho de la
naturaleza? ¿Hermandad de reinos naturales? ¿Humanidad del poeta extendida al
monte? ¿Grandeza del monte, que eleva y dignifica al hombre? Preguntémosle al
cuclillo, que nos responda con su canción.)

sumi no kumo
anji-na susu wa
toranu zo yo

Araña del rincón;


no te aflijas, que ahí
no llega la limpieza.

(El haijin anda de limpieza doméstica en su ermita y, ya sea porque ha llegado a


cansarse, ya sea porque la escoba no alcanza hasta un rincón alto, ya sea por no molestar
a la araña —que a su vez le libra de muchas moscas y mosquitos—, opta por dirigirse a
esta para darle confianza: <<No te preocupes, que no te echaré de ahí arriba, ni romperé
tu tela>>.)

mugura kara
anna kochoo no
umarekeri

Bardana en flor:
de su enramada brota…
¡esa mariposa!

(Aquí el haijin se aventura por lo que en su poética se llama <<ruptura de sistema>>, a


saber: romper la expectación semántica del lector u oyente, introduciendo un elemento
inesperado. De la planta de bardana pueden brotar nuevos capullos, aromas, retoños
verdes… Pero la mariposa, con su súbita irrupción en escena, resulta ser un elemento
sorpresivo. El adjetivo anna que precede a la <<mariposa>>, resalta la vistosidad de la
misma.)
mata hito ni
kake-nukare keri
aki no kure

Una vez más


me han superado todos;
tarde de otoño.

(El que en medio de una carrea ve pasar a sus contrincantes y situarse en su delantera,
irremediablemente pensará que algún otro va a romper la cinta de la meta, pero no él
mismo. Un bajón anímico así experimentaría Issa más de una vez. En este haiku trata de
compensar su infortunio evocando a la tarde de otoño, que también va de vencida.)

medetasa mo
chuu gurai nari
ora ga haru

Sea bienvenida
mi nueva primavera,
más bien gozosa.

(En este haiku las primaveras van midiendo la edad, como ocurre entre nosotros cuando
hablamos de <<una chica de diecisiete abriles>>. Issa estima que su cumpleaños, ya en
la madurez, es para celebrarlo; y de ahí, la frase inicial, gratulatoria, de su haiku. Y el
final del mismo evoca irónicamente su edad: ora ga haru <<primavera>>. Esta frase es
también un título de un escrito autobiográfico suyo. Él considera que el balance de sus
años pasados no supera el promedio venturoso que se supone en un japonés de su edad.

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