Año: 2002 Fotografía: Rodrigo Prieto País: Estados Unidos Montaje: Barry Alexander Brown Duración: 135 min. Música: Terence Blanchard Dirección: Spike Lee Elenco: Edward Norton, Philip Seymour Guion: David Beniof Hofman, Barry Pepper, Rosario Dawson, Producción: Julia Chasman, Jon Kilik, Anna Paquin, Brian Cox Spike Lee, Tobey Maguire
Luego de un contundente y prometedor comienzo como realizador que inició a
finales de los ochenta con Haz lo correcto (1989) y alcanzó hasta principios de los noventa con Malcom X (1992), Spike Lee permaneció unos diez años lidiando con la inercia de su éxito inicial y una producción que no conseguía escalar al mismo nivel, concentrada fundamentalmente en cortometrajes sobre sus primeros filmes, o en documentales acerca de músicos reconocidos o, simplemente, en películas que repetían lo que ya habíamos visto de él. La hora 25, en este contexto, supone una reconsideración de su figura como un director serio, profundo, capaz de producir un relato complejo, lleno de interrogantes para el espectador acerca del mundo en el que vive y de la manera de actuar en él. Para ello, el realizador apela a una realización sobria y magistral y, a la vez, se vale de la potencia interpretativa desplegada por todo el elenco con el fin de se correrse de la cuestión del racismo como problemática central y habitual en su filmografía y colocar al protagonista en una situación de vida extrema. La premisa que dispara la trama de este filme podría ser expresada a partir de las siguientes preguntas: ¿cómo te sentirías si mañana fueras a entrar en prisión y te enfrentaras a tu última noche de libertad de los próximos siete años? ¿Qué harías con el sentimiento de culpa que te produce el de saber que la codicia arruinó tu vida? ¿Qué sucedería con tu entorno personal? ¿Podrías confiar en tu pareja, en tus amigos? Pero, ¿cuáles son tus amigos? Traficantes y mafiosos, aunque no, aún pueden quedar los amigos de la infancia, los amigos de la inocencia y, sin embargo, uno de ellos se convirtió un corredor de bolsa sin códigos ni principios que parece estar esperando el momento para quedarse con tu novia y, el otro, en un profesor con peligrosos sentimientos hacia una alumna adolescente. El panorama es realmente desolador. A pesar de ello, y al contrario de lo que se podría esperar, esta situación de vida extrema conjugada con un contexto desesperanzador, provocan en Monty Brogan una serie de decisiones, reflexiones y acciones que le revelan algunas verdades personales sobre la relación con su familia, con la amistad, con el amor y con la libertad que nunca antes había podido experimentar. Hay una escena muy elocuente en este sentido que se produce en el baño de un restaurante. Se trata de un monólogo del protagonista frente a un espejo en el cual, de algún modo, encarna el odio de la humanidad y la desesperación que ese odio produce frente a
CINE CLUB UNIVERSITARIO
UNIVERSIDAD NACIONAL DE VILLA MARÍA la imposibilidad de purgarlo. Al ver esta escena sumamente expresiva - que también vincula a la película con toda la obra de Spike Lee -, uno no puede dejar de percibir todo el aire de tristeza que inunda a la ciudad de Nueva York después del atentado a las Torres Gemelas. De hecho, la acción se sitúa tan sólo unos meses después del 11 de septiembre y la ciudad aparece aún conmocionada y con rabia. De este modo, una clave para entender el sentido de este filme se concentra en la idea de que el que no tiene nada que perder, es capaz de ver todo lo que vale la pena ganar, aunque la falta de tiempo para conseguirlo, produzca una angustia irremediable. Salvando las distancias, la película recuerda a Vivir (1952), una vieja obra maestra de Kurosawa, en la que un triste y monótono empleado público se entera que le queda solo un año de vida y, gracias a ello, puede encontrarle el sentido auténtico que nunca antes percibió.