Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mª Rocío Rosas
Palomino
3º Filología Hispánica
Filosofía del lenguaje
El lenguaje es creación, una suerte de inmortalidad.
Yo estoy usando la lengua castellana.
¿Cuántos muertos castellanos están viviendo en mí?
Jorge Luis Borges
Ludwing Wittgenstein alteró el curso de la filosofía del siglo XX con su obra Tractatus lógico
philosophicus influenciado por Bertrand Russel. Su preocupación era alcanzar la verdad, conocerla.
Desde el Crátilo platónico, la relación entre lenguaje y realidad ha despertado inquietudes en el
hombre occidental.
En su primera publicación del Tractatus concibe el lenguaje como pura lógica matemática, “un
lenguaje inmutable liberado de las pasiones de los hombres”. Pero un lenguaje científico y exacto,
inequívoco. En cambio, retirado ya de la filosofía vuelve para una reelaboración de su discutida
obra, proyectando la concepción del lenguaje como una estructura no lógica para comprender la
realidad; la esencia para comprender la realidad será mediante “juegos”, es decir, lingüísticamente
hablando, la gramática de cada lengua. El principal problema sería ¿ el lenguaje construye la
realidad? . Nos encontramos ante 7000 universos cognitivos, 7000 lenguas distintas con normas
diferentes; así pues, la realidad está condicionada por los “juegos” del lenguaje de cada comunidad.
Podemos considerar el Tractatus como una teoría híbrida entre pensamiento filosófico a través de
una teoría lingüística. En su primera etapa, Wittgenstein afirma que donde acaba el sentido acaba la
capacidad de pensar. No se puede pensar lo que no tiene sentido o lo que no está lingüísticamente
conformado. Solo tiene sentido el lenguaje como lógica es igual a todo lo que lingüísticamente esta
formulado. Lo que no se puede designar, no puede ser pensado.
Al igual que Wittgenstein fijó límites al lenguaje, Jorge Luis Borges, creador de Ficciones concibió
el lenguaje como un sistema arbitrario de signos incapaces de aprehender la sustancia propia de los
real. En El Hacedor (1960) “La rosa amarilla; “ Marino vio la rosa, como Adán pudo verla en el
Paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidad y no en sus palabras y que podemos mencionar o
aludir pero no expresar” .Podemos ver claramente la intención de Borges sobre su pensamiento de
un lenguaje arbitrario. Borges caracteriza lo lingüístico como un universo de signos encerrados en sí
mismos, incapaces de expresar una realidad distinta a las propias palabras. En Ficciones (1944),
“Funes el memorioso” aparece la ruptura entre conceptos abstractos del lenguaje y lo particular de
la experiencia; “Cada palabra tenía un signo particular, una especie de marca; las últimas eran
muy complicadas... Yo traté de explicarle que esa rapsodia de voces inconexas era precisamente lo
contrario de un sistema de numeración. Le dije que decir 365 era decir tres centenas, seis decenas,
cinco unidades: análisis que no existe en los "números" El Negro Timoteo o manta de carne. Funes
no me entendió o no quiso entenderme. Locke…”
Si decimos que lo lingüístico no puede expresar lo real, se debe de tener una experiencia sobre
aquello que no se puede transmitir mediante palabras; desde allí percibir la diferencia entre lo
decible y lo indecible. En el caso de Wittgenstein el hombre accede a la experiencia de lo inefable, a
un nivel de realidad que existe más allá de los conceptos, mediante el obrar ético. Borges, en
algunos cuento de su obra El Aleph (1949 y reeditado en 1974), por ejemplo; “Los inmortales”,
“Los teólogos” etc… narran que la realidad profunda inefable (no se puede describir) nunca podrá
ser domesticada por el ser humano.
Borges en sus obras, coincide con la última etapa de Wittgenstein. El autor del Tractatus, dice que
la realidad solo puede ser percibida parcialmente por la acción ética. Para Borges, la realidad es
literatura o poesía llena de metáforas que brota desde los pulmones, donde solo podemos hallar una
dosis de realidad por medio de la experiencia.