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DE Dios
Gerhard F. Hasel
y
Michael G. Hasel
Printed in México
ISBN 950-573-886-2
ISBN 950-573-886-2
—36779—
C O N T E N I D O
C a p í t u l o l O . El nuevo pacto 88
12
CAPITULO 1
Referencias
' Estudios recientes sobre problemas teológicos que rodean la creación incluyen Randall
W. Younker, God's Creation (Boise, ID: Pacific Press, 1999); John Templeton Baldwin, ed.,
Creation, Catastrophe, and Calvary (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000); para un
enfoque más científico, ver Ariel A. Roth, Los orígenes: eslabones entre la ciencia y las Escrituras
(Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1999).
2
Sobre los aspectos técnicos de este versículo, ver Gerhard F. Hasel, "Recent Transla-
tions of Genesis 1:1: A Critical Look", The Bibíe TransJator 22 (1971), pp. 154-167.
3
Jacques B. Doukhan, The Genesis Creation Story: Its Literary Strucíure. Andrews Uni-
versity Doctoral Dissertation Series 5 (Berrien Springs, MI: Andrews University Press,
1978).
4
Gerhard F. Hasel, "The Meaningof 'Let Us' in Gn 1:26", Andrews University Senúnary
Studies 13 (1975), pp. 58-66.
5
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 34.
6
Derek Kidner, Genesis: An Introduction and Commentary. Tyndale Oíd Testament
Commentaries. (Chicago, InterVarsity Press, 1967), p. 70.
7
Michael G. Hasel, "In the Beginning...", Adventist Review (25 de octubre de 2001), pp.
24- 27.
13
C A P Í T U L O 2
Dios, EL I N I C I A D O R DEL P A C T O M O S A I C O
Dios tomó la iniciativa de establecer un pacto con los israelitas, a
17
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Dios, EL I N I C I A D O R DEL N U E V O P A C T O
En Jeremías 31:31 al 34 encontramos la promesa más profunda y
excitante del nuevo pacto. Este anuncio maravilloso del nuevo pacto
contiene en su primera oración el tema clave de Dios como iniciador
divino del nuevo pacto: "Haré nuevo pacto" (Jer. 31:31). Esto revela
que el nuevo pacto, en algún sentido, es una continuación de los
pactos anteriores. El compañerismo divino que era el propósito de
Dios para sus pactos previos se cumpliría en el nuevo pacto: "Yo seré
a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo" (Jer. 31:33).
19
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencias
1
Hans G. Güterbock, "Bogazkóy", Oxford Encycfopedia of the Archaeology in the Ancient
NearEast, t. 1 (Oxford: Oxford University Press), pp. 333-335.
2
George E. Mendenhall, Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East (Pitts-
burgh, PA: Presbyterian Board of Colportage. 1955).
3
Por ejemplo, K. A. Kitchen, Ancient Oríent and Oíd Testament (Chicago: InterVar-
sity, 1966), pp. 90-102.
20
CAPITULO 1
4
D. J. McCarthy, "Covenant in the OT: The Present State of Inquiiy", Catholic Bíblica]
l.luarterly 27 (1965), pp. 217-240; íbíd., Traite and Covenant, Analecta Bíblica 21a (Roma: Bi-
blical Institute Press, 1978).
5
Walther Eichrodt, Theology of the Oíd Testament (Filadelfia: Fortress, 1961), t. 1, pp.
13 17; sobre el cuadro más abarcante con respecto a un "centro" o tema unificador de la Bi-
blia, ver Gerhard F. Hasel, "The Problem of the Center in the Oíd Testament Debate",
/oitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft 86 (1974), pp. 65-82; Ibíd., Oíd Testament Theo-
logy: Basic Issues in the Current Debate, 4ta. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991), pp.
139-171.
6
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 118.
7
Ibíd., p. 388.
8
E. G. de White, Fundamentáis of Christian Education, p. 403.
9
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 386.
10
E. G. de White, Fundamentáis of Christian Education, p. 403.
21
C A P Í T U L O 3
El diluvio, el pacto
y el futuro del hombre
tra Dios. 1
LA REACCIÓN INTERIOR DE D I O S
N o es frecuente que obtengamos de las Escrituras una vislumbre
de la vida interior de Dios. Pero Génesis 6:6 nos da una vislumbre de
su reacción ante el enorme y terrible crecimiento del pecado. Esta
vislumbre se revela de dos maneras. Primero, Dios "se arrepintió"
(RV 1960, NVI), "le pesó" (Biblia de Jerusalén [BJ]). Este "arrepenti-
miento" no es idéntico al arrepentimiento humano. La lengua he-
brea en el Antiguo Testamento usa en forma consistente una palabra
específica al referirse al arrepentimiento de Dios: nacham. N o implica
una falta de previsión de parte de Dios, ni una vacilación en su natu-
raleza o propósito. En este sentido, Dios n o se arrepiente de nada (1
24
CAPITULO 1
maldad.
Por definición, las señales apuntan a algo más allá de sí mismas, pro-
veyendo una garantía o un compromiso. Pueden impartir conoci-
miento, servir como protección, producir fe, o hacer recordar y con-
firmar.
La mayoría de estos aspectos aparecen en la señal del arco iris.
En contraste con las otras dos señales del pacto (que serán considera-
das más tarde), el arco iris es una señal física, externa en las nubes
que le hace recordar a Dios su pacto (Gén. 9:15, 16) de que nunca
destruirá otra vez la tierra con un diluvio. Aunque el arco iris nos re-
cuerda que Dios una vez castigó la maldad con un diluvio universal,
garantiza que cuando las nubes traen lluvia, no necesitamos temer
otro diluvio. Nos recuerda que Dios ha cumplido y cumplirá su pro-
mesa de nunca volver a traer un diluvio para destruir la tierra. El arco
iris, como un recordativo de la fidelidad de Dios a su promesa, debie-
ra hacer surgir fidelidad en nosotros, y servirnos como un poderoso
factor disuasivo de una vida de pecado.
EL PACTO Y EL REMANENTE DE FE
Pocas personas perciben que la primera mención específica de
un remanente en la Biblia aparece en Génesis 7:23. "Quedó sola-
mente Noé, y los que con él estaban en el arca".4 La palabra traducida
"quedó" deriva de la raíz hebrea sa'ar, la que de diversas formas expre-
sa la idea del remanente en el Antiguo Testamento.
En contraste con esta referencia explícita, antes de ella aparece
en el Antiguo Testamento una referencia implícita a un remanente,
dentro de la narración del primer homicidio. Después que Abel fue
asesinado, sólo Caín quedó como el progenitor de la raza humana
hasta que otros hijos les nacieron a Adán y Eva (Gén. 4:1-15). En
forma significativa y comprensiva, a Caín no se lo llama un rema-
nente porque él no es un ejemplo de un remanente de fe, que es un
tema recurrente en el Antiguo Testamento. En contraste con la refe-
rencia a un remanente literal en el caso de Caín, la referencia a un
remanente fiel en Génesis 7:23 es más significativo. Noé y su familia
sobrevivieron al diluvio y llegaron a ser los portadores de vida para el
29
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencia s
1
Un tratamiento extenso de la doctrina del pecado puede verse en John M. Fowler,
"Sin", en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Com-
mentary (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), t. 12, pp. 233-270.
2
Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 263, 264.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 101.
4
Sobre el concepto de remanente, ver Gerhard F. Hasel, The Remnant: The History and
Theology of the Remnant Idea from Genesis to Isaiah, 2da. ed. (Berrien Springs, MI: Andrews
University Press, 1975); Ibíd., "Remnant", Interpreter's Dictionary of the Bible, Supplementary
Volume (Nashville, TN: Abingdon, 1976), pp. 735, 736.
30
C A P Í T U L O 3
¿ P A C T O CONDICIONAL O INCONDICIONAL?
Si el pacto abrahánico fue condicional o incondicional es un
asunto de acalorados debates entre los cristianos de hoy. U n a línea
de interpretación teológica, designada como "dispensacionalismo",
pone un énfasis considerable sobre la supuesta incondicionalidad del
pacto abrahánico. La Nueva Biblia de Scoñeld sugiere que el pacto
abrahánico revela el propósito soberano de Dios de cumplir por me-
dio de A b r a h á n su programa para Israel, y de proveer un Salvador
para todos los que creen. Además, afirma que el cumplimiento final
depende de la promesa divina y el poder de Dios, en vez de depender
de la fidelidad humana. 6
Los intérpretes dispensacionalistas argumentan que así como las
promesas al Israel físico fueron incondicionales, también lo son las
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CAPITULO 1
pacto con Abrahán, de acuerdo con este capítulo sobre el pacto tem-
prano en la historia de Abrahán, podía ser guardado o quebrantado
por los participantes humanos, haciendo que el pacto fuera un pacto
condicional.
Otras afirmaciones explícitas en el Génesis también indican que
el pacto abrahánico es condicional por cuanto requería que la perso-
na con quien se hacía debía ser fiel a Dios. Génesis 18:18, 19, afirma:
"Abrahán se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él se-
rán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo lo he elegido para
que instruya a sus hijos y a su familia y a su casa, a fin de que se man-
tengan en el camino del SEÑOR y pongan en práctica lo que es justo y
recto. Así el S E Ñ O R cumplirá lo que le ha prometido" (NVI). Abra-
hán debía enseñar a su familia los caminos de Dios, de modo que
cuando él muriera, sus descendientes vivirían como él había vivido.
Los descendientes de A b r a h á n debían también " m a n t e n e r l e ] en el
camino del Señor" con el fin de que Dios cumpliera "lo que le ha
prometido" [a Abrahán],
La respuesta de fe de Abrahán se observa en su obediencia a las
instrucciones de Dios, notablemente en su disposición de sacrificar a
Isaac, una actitud sumisa que mantiene efectiva la promesa. U n estu-
dio de Génesis 22:16 al 18 es especialmente importante en relación
con esto. Abrahán llega a ser el modelo de todos los que son justifica-
dos por la fe (Gén. 15:6; ver Rom. 4), y demuestra que la fe justifica-
dora siempre está acompañada por la obediencia a la ley de Dios
(Gén. 26:5).
Referencias
1
Aquí se adopta la cronología temprana para Abrahán, datando el viaje de Abrahán
desde Ur en el año 2092 a.C.; ver J. J. Bimson, "Archaeological Data and the Dating of the
Patriarchs", en Essays on the Patriarchal Narratives, A. R. Millard y D. J. Wiseman, eds. (Wino-
na Lake, IN: Eisenbrauns, 1980), pp. 53-89.
2
Susan Pollack, "Ur", en The Oxford Encyclopedia of Archaeology in the Near East, E.
M. Moyers, ed. (Mueva York: Oxford University Press, 1997), pp. 288-291; cf. Informes de
excavaciones por C. Leonard Woolley, Ur of the Chaldees (Ithaca, NY: Cornell University
Press, 1982).
3
G. H. Parke-Taylor, Yahweh: The Divine Ñame in the Bible (Waterloo, Ont.: Wilfred
Laurier University Press, 1975); Millard C. Lind, Yahweh is a Warrior (Scottdale, PA: Herald
Press, 1980).
f
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 117.
5
Jean-Cl. Margueron, "Ur", en Anchor Bible Dictionary, D. N. Freedman, ed. (Nueva
York: Doubleday, 1992), pp. 766, 767; C. E. Cárter, "A Brief History of the Third Dynasty of
Ur", Biblical Archaeologist 50/3 (1987), pp. 141-143.
6
The New Scoñeld Bible, p. 20.
7
Ibíd., p. 1318.
8
Bruce K. Waltke, "The Phenomenon of Conditionality within Unconditional Cove-
37
EL PACTO ETERNO DE DIOS
nants", en Israel's Apostasy and Restoration: Essays in Honor of Roland K. Harrison, Abraham
Gileady, ed. (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1988), pp. 123-139; Ronald Young-
blood, "The Abrahamic Covenant: Conditional or Unconditional?", en The Living and Active
Word of God: Studies in Honor of Samuel J. Schulz, Morris Inch and Ronald Youngblood, eds.
(Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1983), pp. 31-46.
9
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 132.
38
C A P Í T U L O 3
La promesa divina
y el pacto abrahánico
L A S PROMESAS DIVINAS
Dios hizo muchas promesas registradas en toda la Biblia. Hizo
promesas en diferentes momentos y circunstancias. Dios hizo prome-
sas que se relacionaban con la conservación, la protección, la posteri-
dad, las posesiones y la prosperidad: asuntos terrenales. También hizo
promesas que se relacionan con asuntos espirituales. U n a de ellas es
Génesis 3:15, que t i e n e n implicaciones de largo alcance. En ella
Dios anunciaba el plan de salvación y cómo sería logrado por medio
de la simiente (Jesucristo), aplastando la cabeza de la serpiente (Sata-
nás). Incluía una promesa de enemistad entre la simiente de la mujer
y la simiente de la serpiente, es decir, enemistad entre las dos ramas
de la humanidad: los creyentes y los no creyentes,
Siendo que el concepto de la promesa es t a n destacado tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, es importante reconocer
que la palabra de Dios es la que hace que las promesas sean seguras.
Dios mismo está hablando, haciéndose responsable por el sostén de su
pueblo y su destino.
Las promesas que Dios hizo a Abrahán están entre las más pro-
fundas de la Biblia porque están asociadas con el pacto de Dios a
Abrahán. Se relacionan con la presencia constante de Dios con su
siervo, asegurándole a Abrahán que Dios sería su "escudo". Dios tam-
bién le dio una promesa mesiánica que se cumpliría por medio de la
simiente de Abrahán. Prometió hacer de Abrahán una nación grande
y poderosa. También le prometió que su nombre sería grande. Y ade-
más, prometió darle a él y a su descendencia una tierra propia. Nos
concentraremos ahora en esas promesas en más detalle.
una posteridad (Gén. 12:7; 13:15; 15:18; 17:16, 19, 30; etc.), sino
que también haría de Abrahán una nación grande y fuerte.
Antes de que Jacob se mudara de la Tierra Prometida, Canaán, a
Egipto, Dios le repitió la promesa inicialmente hecha a su abuelo,
Abrahán: "Porque allí [en Egipto] yo haré de ti una gran nación"
(Gén. 46:3). Estas palabras no sólo repiten la promesa originalmente
hecha a Abrahán, sino que, además, le aseguraba a Jacob que Dios
cumpliría la promesa en un lugar específico, Egipto. Dios realiza sus
propósitos en su propia manera, en su propio tiempo, y en su propio
lugar. Cuando la familia de Jacob eran pocos en número (Gén. 46:8-
27), sólo setenta personas, se mudaron a Egipto. De ese número pe-
queño y al parecer insignificante, los descendientes de Jacob aumen-
taron y llegaron a ser tan numerosos que constituyeron una gran na-
ción (Deut. 26:5). En Egipto, Israel no tenía tierras propias y ninguna
perspectiva de adquirirlas. Sin embargo, en la manera milagrosa de
Dios, Israel llegó a ser una "nación". De este modo Dios cumplió de
manera espectacular la promesa de que los descendientes de Abra-
h á n llegarían a ser una gran nación.
En cuanto a números, solamente, Israel realmente llegó a ser
una "nación" en Egipto. Pero en cuanto a una comunidad religiosa
cohesiva, Israel llegó a ser una nación sólo más tarde, cuando entra-
ron en una relación formativa y valedera, la relación del pacto, con
su Dios en el monte Sinaí. En ese punto de su experiencia, cuando
llegaron a ser el pueblo del pacto, debían actuar como una "nación
santa" (Exo. 19:6), puesta totalmente aparte para servir a Dios, ado-
rarlo, y ser de servicio a otros.
Referencias
1
Walter C. Kaiser, h., "The Centre of Oíd Testament Theology: The Promise", The me-
llos 10 (1974), pp. 1-10; Ibíd., Toward an Oíd Testament Theology (Grand Rapids, MI: Zonder-
van, 1978), p. 23.
2
E. G. de White, Meditaciones matinales (1955), p. 28.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 130, 131.
46
C A P Í T U L O 3
El verdadero Israel
y la tierra prometida
LA FORMACIÓN DE ISRAEL
Es comprensible que debemos comenzar nuestra investigación
en el Antiguo Testamento. Allí, por la manera en que Dios describe
su propósito para el antiguo Israel, podemos entender cómo llegó ori-
ginalmente a la existencia el concepto de Israel y lo que ese concepto
incluye. Primero de todo, tenemos que reconocer que el Israel del
tiempo del Antiguo Testamento llegó a ser una entidad nacional
porque Dios lo eligió para ser su "pueblo santo" (Deut. 7:6; 14:2;
26:18, 19). Sólo en un caso Dios designó a Israel como una "nación
santa" (Éxo. 19:6).
El designio expreso de Dios de que el Israel que él estableció en
Egipto fuera un "pueblo santo" o una "nación santa" indica clara-
mente que fue su propia iniciativa la de hacerlos "santos". Esta ob-
servación clarifica que el antiguo Israel, designado por los nombres
de "pueblo santo" o "nación santa", no se caracterizó por una santi-
dad inherente que los hizo dignos de mérito. Más bien, el término
"santo" expresaba la elección divina que separó a este pueblo, o lo
cortó de entre otros pueblos así como de las prácticas paganas, para
cumplir un propósito específico en el plan de Dios para la salvación
del mundo.
Es de importancia especial que Israel debía ser un "reino de sa-
cerdotes" y una "nación santa" (Éxo. 19:5, 6). La expresión "reino de
sacerdotes" no es sinónimo de "nación santa", ni puede reducirse a
la idea de que fueran sacerdotes regios o sacerdotes-reyes. El marco
del pacto en el monte Sinaí (ver Éxodo 19), durante el cual Dios les
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CAPITULO 1
LA PROMESA DE LA TIERRA
En el capítulo anterior investigamos la promesa de la tierra, co-
mo se registra en Génesis 12:1 al 3. Vimos cómo manifestando una
obediencia incondicional A b r a h á n salió de U r (Gén. 11:31) y más
tarde de Harán "para ir a tierra de Canaán" (Gén. 12:4, 5). U n a vez
que A b r a h á n llegó a la tierra de Canaán, el Señor se le apareció en
Siquem y le prometió: "A tu descendencia daré esta tierra" (Gén.
12:7). ¿Qué es esta tierra? ¿Cuál es su extensión territorial?
N o tenemos que buscar muy lejos en el libro de Génesis para
encontrar que Dios reveló a Abrahán la extensión del territorio de
la tierra que le había prometido. En Génesis 15:18 al 21 tenemos un
breve bosquejo de ella: el río Eufrates en el noreste, la entrada de
H a m a t al norte, el "Gran mar" o mar Mediterráneo al oeste, el río de
Egipto (Nilo) al sur, y el desierto al este. La extensión territorial de la
49
EL PACTO ETERNO DE DIOS
tro de la entidad nacional- política de Israel era hacer que este rema-
n e n t e llevara las promesas de Dios y a quienes él usaría como instru-
mentos divinamente designados para declarar la "gloria [de Dios] en-
tre las naciones" (Isa. 66:19). Este testimonio, dado universalmente
entre "todas las naciones y lenguas" (Isa. 66:18), llevaría a otros, fue-
ra de Israel, a unirse a los fieles para "adorar al Rey, a Jehová de los
ejércitos" (Zac. 14:16). De este modo, el remanente fiel constituye
el verdadero Israel dentro de la nación apóstata de Israel. El verdade-
ro Israel, es entonces, una entidad evidentemente espiritual, u n Is-
rael espiritual, no ligado por relaciones de sangre con Abrahán. En
este sentido, vemos evidencias en el Antiguo Testamento de que
Dios esperaba un Israel verdadero y espiritual que estaría formado
por los descendientes de Abrahán y también de miembros de las na-
ciones gentiles.
El Nuevo Testamento hace tres referencias claras a "Israel", en
las cuales este término se aplica a la iglesia universal (Rom. 9:4-8;
Efe. 2:11-19; Gál. 6:15, 16). El Nuevo Testamento claramente argu-
menta que la mera descendencia de sangre de A b r a h á n nunca fue
una garantía rigurosa de pertenecer al verdadero Israel. Pablo mostró
con el Antiguo Testamento que "no todos los que descienden de Is-
rael son israelitas" (Rom. 9:6). Más bien, el verdadero Israel es "un re-
m a n e n t e escogido por gracia" (Rom. 11:5). Es una nueva creación
(Gál. 6:15).
HEREDEROS DE LA PROMESA
El apóstol Pablo argumenta en forma sostenida en Gálatas 3 y
Romanos 4 para probar que los hombres y las mujeres son salvados
por la fe, y que "los que son de fe, éstos son hijos de Abraham" (Gál.
3:7). La promesa de bendiciones pertenece a hombres y mujeres de fe
(v. 9) y no a aquellos que meramente reclaman una relación de san-
gre con Abrahán. El pensamiento judío en el tiempo del apóstol Pa-
blo pretendía que los gentiles iban a compartir las bendiciones pro-
metidas a Abrahán, siempre que adoraran a Dios y se sometieran a la
circuncisión. Sin embargo, el apóstol Pablo insiste que la Escritura
54
CAPITULO 1
Referencias
1
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 508.
2
Para un estudio más detallado de la separación entre el Israel espiritual y el literal,
ver Hans K. LaRondelle, The Israel of God in Prophecy: Principies of Prophetic Interpretation
(Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983); Gerhard F. Hasel, "Israel in Bible
Prophecy", Journal of the Adventist Theological Society 3/1 (1992), pp. 120-155; para una crítica
detallada de la teología dispensacionalista, ver Samuele Bacchiocchi, The Advent Hope for
Human Hopelessness (Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives, 1986), pp. 214-262.
56
C A P Í T U L O 3
La redención
y el pacto del Sinaí
LA REDENCIÓN Y EL PACTO
El gran evento redentor de la experiencia del Éxodo, el acto de
60
CAPITULO 1
62
CAPÍTULO 10
(Deut. 7:6; 14:2; 26:18, 19). La idea de una posesión peculiar implica
así un valor y una relación especiales.
Segundo, y estrechamente relacionado con el primer aspecto del
pacto, Dios quería hacer de Israel un reino de sacerdotes. Aunque al-
gunos intérpretes sugieren la traducción "sacerdotes reales" o "sacer-
dotes regios", la expresión hebrea significa literalmente "reino de sa-
cerdotes". Este propósito expreso parece comunicar la idea de que Is-
rael había de actuar como un reino constituido por sacerdotes. La
elección específica un pueblo, o sea, Israel, tenía detrás de sí un pro-
pósito de proporciones e importancia universales. Cada israelita, de
una manera o de otra, debía actuar como el agente sacerdotal de
Dios para llevar bendiciones a las naciones del mundo entero y para
ministrar a sus necesidades.
¡Cuán trágico es comparar este ideal con la forma en que se desa-
rrolló realmente la historia! El antiguo Israel nunca cumplió su desti-
no divino de llegar a ser un "reino de sacerdotes". Más tarde el após-
tol Pedro aplicó la misma frase descriptiva, "real sacerdocio" (1 Ped.
2:9), a la iglesia del Nuevo Testamento, y con las mismas implicacio-
nes. ¿De qué manera vemos que está transcurriendo la historia hoy?
¿Estamos haciendo mejor que ellos en cumplir nuestra tarea como
pueblo escogido de Dios para compartir el mensaje salvador del cielo?
El tercer punto expresado en la propuesta del pacto divino a Is-
rael era su propósito de que fueran una "nación santa". Solamente
una vez en el Antiguo Testamento se afirmó este propósito de esta
manera. Nunca más encontramos en el Antiguo Testamento una re-
ferencia a Israel como una "nación santa", aunque más tarde en Deu-
teronomio encontramos en varias ocasiones esa expresión modifica-
da: "pueblo santo" (Deut. 7:6; 14:2, 21; 26:19; 28:9).
El hecho de que Israel debía ser una nación santa en vez de una
nación secular descansaba sobre la promesa y la intención de Dios de
hacerlos santos, separándolos de las demás naciones que los rodea-
ban. El Israel del pacto debía ser principalmente una entidad religio-
sa. La terminología del acuerdo divino con ellos enfatizaba que él los
santificaría. Este énfasis se nota especialmente en Levítico 19:2 y en
Ezequiel 36:25 al 28. Por cuanto Dios es santo, su pueblo también ha
64
CAPÍTULO 10
"HAREMOS"
Dios, bondadosamente les había dado una invitación a Israel de
ser su pueblo del pacto. Les había ofrecido un pacto de gracia. ¿De
qué modo respondió el pueblo? "Y todo el pueblo respondió a una, y
dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Éxo. 19:8; comparar
con Éxo. 24:3).
Israel prometió solemnemente ser obedientes a Dios y hacer todo
lo que él había dicho. ¿Había algo equivocado en su respuesta: "Hare-
mos"? ¿No era el plan de Dios que Israel diera una respuesta positiva a
su ofrecimiento? Sí, pero esta respuesta debía estar calificada por una
observación adicional acerca de la respuesta: su aceptabilidad ante
Dios dependía también de las intenciones y motivaciones ocultas del
pueblo. La motivación detrás de la respuesta: "Haremos", podía hacer
que ella fuera legalista y de justificación propia (lo que reduciría el
pacto de Dios a un pacto de obras), o podía hacer que la respuesta
fuera n o legalista sobre la base de la aceptación por parte de Israel
del intento y propósito de Dios para ellos. Es decir, si la respuesta no
65
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencias
1
"Comentarios de Elena G. de White", en el Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 1117.
2
John I. Durham, Exodus, Word Biblical Commentary (Waco, TX: Word Books, 1987),
t. 3, p. 38.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 388.
1
Ibíd., p. 389.
67
C A P Í T U L O 1 0
capacitándolos para obedecerlo. Asi, el pacto divino con sus leyes di-
vinas proporciona los medios para una experiencia siempre más pro-
funda y amplia de crecimiento espiritual, mental y bienestar físico
para aquellos que viven y actúan dentro de la relación del pacto.
La identificación propia de Dios está al comienzo de los Diez
Mandamientos: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de casa de servidumbre" (Éxo. 20:2). Esta introducción a los
Diez Mandamientos revela el fundamento para la relación entre Dios
y su pueblo. Pone esta relación en el contexto de la redención divina
e inmerecida. Así que, inmediatamente antes de dar la ley el monte
Sinaí, Dios hizo recordar la base por la que dio la ley. Se ha dicho
que sólo este recuerdo puede unir el evangelio y la ley en uno. El cre-
yente guarda la ley porque él recuerda la salvación que Dios ya ha
provisto.
En el designio divino, el recordar dará como resultado una res-
puesta de amor edificada sobre la fe, la que provee la motivación para
la obediencia (Deut. 6:5; Sal. 18:1; Jer. 2:2). La motivación para la
obediencia no es asegurar el favor de Dios o ganar la vida con la sal-
vación. La ley no es un agente para conseguir la salvación, y la obe-
diencia nunca ha sido el medio designado por Dios para que los seres
humanos lograran la justificación, la salvación y la vida. La obedien-
cia, o la ley, es un acto de fe mediante el cual el creyente confiesa su
amor y lealtad a Dios. Es un acto de fe mediante el cual el creyente
demuestra que depende del poder habilitante de Dios para obedecer,
no sólo en actos externos, sino aun en el corazón.
El pacto incluye relaciones y comunión. No puede existir nin-
guna relación real ni comunión verdadera entre dos personas sin un
conjunto de normas que definen la base sobre la cual se mantendrá la
relación o la comunión. Del mismo modo, una relación de pacto en-
tre el Dios redentor y el pueblo redimido puede operar sólo sobre la
base de normas, obligaciones o estipulaciones establecidas, o sea, la
ley. La ley define las relaciones y proporciona las condiciones para
continuarlas con éxito.
La ley forma parte integrante del pacto. Dios dio instrucciones
específicas de modo que su pueblo pudiera comprender qué debían
69
EL PACTO ETERNO DE DIOS
70
CAPITULO 8
de Dios.
74
CAPÍTULO 10
Referencias
1
Acerca de la ley, ver Mario Veloso, "The Law of God", Handbook of Seventh-day Ad-
ventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Commentary, Raoul Dederen, ed. (Hagers-
town, MD: Review and Herald, 2000), tomo 12, pp. 457-492.
2
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 387.
3
Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 593.
76
C A P Í T U L O 1 0
El sábado:
señal y sello de Dios
EL SÁBADO Y EL MANÁ
Es interesante notar que la historia familiar del don del maná a
Israel, como está registrada en Éxodo 15, es el marco en el cual Dios
enseña a los israelitas, antes del Sinaí, la importancia de guardar el sá-
bado. La forma incidental en la que se introduce el sábado en Éxodo
16 y el énfasis que Dios pone sobre él para probar "si anda en mi ley, o
no" (Éxo. 16:4) implica que el sábado ya era conocido previamente.
Esto es lo que afirma G. H. Waterman: "De hecho, al igualar el sába-
do con el séptimo día, la declaración de que Dios les dio el sábado a
los israelitas, y el registro de que el pueblo, por orden de Dios, descan-
só en el séptimo día, todo señala inequívocamente a una temprana
institución del sábado". 4
Dios eligió el don milagroso del maná (Éxo. 16:4-30) como la
80
CAPÍTULO 10
ocasión para enseñar acerca del don mayor y perpetuo del sábado. El
don del maná sirvió para identificar el sábado y enfatizar su carácter
santo por lo menos de tres maneras: Primera, una porción de maná
caía regularmente cada día, pero el sexto día se proveía una porción
doble. Segunda, el sábado no caía maná. Tercera, la porción que se
guardaba del sexto al séptimo día se mantenía sin dañarse, mientras
que en cualquier otro día se echaba a perder.
EL SÁBADO Y EL MANDAMIENTO
En un sentido real los Diez Mandamientos constituyen el cora-
zón de los cinco libros de Moisés, si no de toda la Biblia. Ellos propor-
cionan el f u n d a m e n t o divino para la vida, definen la relación con
sus semejantes y con Dios. El contexto amplio de la entrega de los
Diez Mandamientos en Éxodo 20, es el pacto que hizo Dios con su
pueblo. En este sentido, el Decálogo provee la base legal para la rela-
ción del pacto. Pero esta interrelación debe ser comprendida en su
verdadero sentido.
Puede ser ventajoso comprender el aspecto legal de la relación
del pacto en un sentido similar al de un certificado de casamiento en
un contrato de matrimonio. U n matrimonio no puede ser legalizado
por un certificado de casamiento, pero llega a ser una relación marital
verdadera sólo cuando los términos legales del contrato se expresan
con amor, al participar ambas personas de su vida juntas. De este mo-
do el Decálogo como ley, es legalmente obligatorio, aunque no en un
sentido restrictivo. Sus términos representan el amor de Dios por los
seres humanos y representan la naturaleza y el carácter de Dios.
Los Diez Mandamientos demandaban, a su vez, una respuesta de
amor de Israel, (ver Deut. 6 :4, 5). Se ha afirmado con profunda per-
cepción que los Diez Mandamientos "representaban el amor de Dios
en esas órdenes, t a n t o negativas y positivas, y que conducían no a
una restricción de la vida, sino a una vida plena. Demandaban una
respuesta de amor, no porque la obediencia de algún modo acumula-
ría créditos a la vista de Dios, sino por causa de la gracia de Dios, ex-
perimentada ya en la liberación de Egipto y en la iniciativa divina
81
EL PACTO ETERNO DE DIOS
extendido".
Debe reconocerse la diferencia por lo que dice, sin enfatizarla
exageradamente. La referencia en el Exodo es a la obra creativa de
Dios realizada en seis días durante la semana de la creación. El des-
cansar el sábado era para recordar que los seres humanos, como parte
del orden creado por Dios, son totalmente dependientes del Creador.
El tema de la creación, como lo han destacado diversos eruditos,
también está presente en Deuteronomio 5. En este pasaje se hace re-
ferencia al éxodo de Egipto que señala, en efecto, "la creación del
pueblo de Dios como nación, y el recuerdo de ese evento debía tam-
bién recordarles a los israelitas su total dependencia de Dios". 6
De este modo, Éxodo 20 se refiere a la creación, al principio del
mundo, y Deuteronomio 5 se refiere a otro principio, el principio del
pueblo de Dios. En otras palabras, existe una profunda relación de te-
ma entre las motivaciones en Éxodo 20 y en Deuteronomio 5 con
respecto al sábado. La creación es el tema común: el poder creador de
Dios.
EL SÁBADO, SELLO DE D I O S
Se ha reconocido una y otra vez que el mandamiento del sábado
se encuentra en el centro de los Diez Mandamientos. ¡Cuán apropia-
do es, siendo que relaciona la dimensión divino-humana y la dimen-
sión humana-humana! También es apropiado como analogía con el
lugar de los sellos en los antiguos documentos oficiales. El manda-
miento del sábado identifica al Señor del sábado de una manera espe-
cial e indica su esfera de autoridad y dominio. En estos dos aspectos
—o sea, 1) la identidad de la deidad como Yahweh, el Señor, quien es
el Creador (Éxo. 20:11; 31:17) y que por ello ocupa una posición sin
guiar, y 2) la esfera de su dominio y autoridad sobre "los cielos y la
tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay" (Éxo. 20:11; compa-
rar con 31:17) — del mandamiento del sábado tiene las características
de un sello típico en los documentos que contenían tratados inter-
nacionales del antiguo Cercano Oriente. Estos sellos estaban típica-
mente en el centro o en el medio de los documentos del tratado y
contenían también 1) la identidad de la deidad en cuyo nombre se ju-
raba el tratado (usualmente un dios pagano), y 2) la esfera de su do-
minio y autoridad (generalmente un área geográfica limitada).
Por analogía, el sábado opera como una "señal" (Éxo. 31:13,
17), o en este caso, más bien como un sello, entre Dios y su pueblo
("entre mí y vosotros"), y por ello es el sello de la relación entre Dios
y su propio pueblo. Esto es importante para el creyente, porque al ob-
servar el sábado, como lo hizo Dios al terminar la semana de la crea-
ción, el creyente lo reconoce como el Creador y el Re-creador (Re-
dentor y Santificador). El creyente también reconoce la propiedad o
86
CAPÍTULO 10
Referencias
1
Ver las discusiones detalladas acerca del origen del sábado en Gerhard F. Hasel, "The
Sabbath in the Pentateuch", The Sabbath in Scrípture and History, Kenneth A. Strand, ed.
(Washington, D.C.: Review and Herald, 1982), pp. 21-43; Ibid., "Sabbath", Anchor Bible
Dictionary, D. N. Freedman, ed. (Nueva York: Doubleday, 1992), t. 5, pp. 849-856; Ibid.,
"The Origin of the Biblical Sabbath and the Historical-Critical Method: A Methodological
Case Study", Journal of the Adventist Theological Society 4/1 (1993), pp. 17-46.
2
Ver el desarrollo de este concepto en Abraham Joshua Heschel, The Sabbath: Its Mea-
ning forModern Man (Nueva York: Noonday Press, 1951), pp. 13-24.
3
G. H. Waterman, "Sabbath", Zondervan Pictoriai Encyclopedia ofthe Bible, Merrill C.
Tenney, ed. (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1975), p. 183.
4
Ibid., p. 184.
5
P. C. Craigie, The Book of Deuteronomy (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), p. 150.
6
Ibid., p. 157.
7
E. G. de White, Testimonies for the Church, (. 6, p. 350.
8
E. G. de White, Mensajes selectos, t. 2, p. 182.
87
C A P Í T U L O 1 0
El nuevo pacto
don. Es claro otra vez que el pacto que Dios establece con su pueblo,
es decir, el nuevo pacto, es un pacto que él inicia y que él establece.
Por esta razón podemos hablar del Dios bíblico como el Dios que es-
tablece pactos. También podemos hablar del Dios bíblico como el
Iniciador de la salvación por medio del establecimiento de pactos.
Y la promesa del compañerismo y la comunión divinos en el
nuevo pacto es igual al del pacto anterior que Dios hizo con Israel
(comparar con Éxo. 19:5): "Seréis mi especial tesoro". Las palabras
"Yo seré su Dios", tan típica del Dios que hizo el pacto con Israel en
el Sinaí, otra vez se expresa en el pasaje del "nuevo pacto" en Jere-
mías 31:33: "Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo".
Los participantes de ambos pactos son los mismos: Dios, por un
lado, y su pueblo, por el otro. El nuevo pacto es anunciado por el
profeta como el que se hace con "la casa de Israel y con la casa de Ju-
dá", o sencillamente con la "casa de Israel" (ver Jer. 31:31, 33). Aun-
que algunos piensan que esto significa que el "nuevo pacto" es sólo
para la antigua nación de Israel, ese no es el caso. Es cierto, el Señor
ofreció el "nuevo pacto" primero a su pueblo que él había elegido y
con quien había hecho un pacto en el monte Sinaí en tiempos de
Moisés. Trágicamente, los israelitas transformaron ese pacto del Si-
naí en un método legalista de salvación, o sea, de justificación por
obras. Intentaron justificarse mediante sus propios esfuerzos inútiles,
no aprovechando el método de fe que produce obediencia. (En la fe-
obediencia, las obras y buenas acciones de la persona obediente no
hacen que ella merezca la salvación, sino que son el resultado de una
salvación otorgada y dada por Dios).) Así, eventualmente Dios tuvo
que pasar del Israel étnico al Israel espiritual para encontrar la coope-
ración que necesitaba para poner en marcha las provisiones y los be-
neficios del pacto eterno, que ahora se llama el nuevo pacto.
Los participantes humanos del nuevo pacto de Dios son ahora
los que tienen la ley de Dios escrita dentro de sus corazones, sin to-
mar en cuenta su origen étnico. "La escribiré en su corazón", es la
promesa de Dios (Jer. 31:33). Esta internalización de la "ley" —la
misma ley que Dios había proclamado en el monte Sinaí y que había
usado para hacer el nuevo pacto con el Israel étnico en esa oca-
91
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencias
1
"Comentarios de Elena G. de White", en el Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 943.
2
E. G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 296.
96
C A P Í T U L O 1 0
87
EL PACTO ETERNO DE DIOS
del Sinaí sólo eran tipos que señalaban hacia la muerte de Cristo en
la cruz, y encontraron su significado sólo en la muerte sustitutiva, co-
mo sacrificio, de Cristo. El h e c h o de que sea mediador nos hace
comprender que afecta a la redención de todos los creyentes, ya sea
los que están bajo el pacto nuevo como los que están bajo el antiguo.
El nuevo pacto también es superior al antiguo en la certeza del
perdón. Sería un error, sin embargo, obtener la impresión de que bajo
el pacto del Sinaí, con sus sacrificios animales, el perdón no estuviera
disponible. El perdón de Dios fue también prometido a aquellos peni-
tentes en el período durante el cual el pacto del Sinaí estuvo en ope-
ración (Éxo. 34:6, 7; Lev. 4:20, 26, 31, 35; 19:22; Sal. 103:12; Isa.
38:17; 43:25; Neh. 9:17). Pero el perdón bajo el pacto sinaítico anti-
cipaba el perdón que quedaría asegurado por la sangre de Cristo
(Heb. 9:15), "que por muchos es derramada para remisión de peca-
dos" (Mat. 26:18).
El perdón de los pecados bajo el nuevo pacto puede ser llamado
superior en el sentido de que está asegurado por la muerte de Cristo
en la cruz. En el pacto antiguo, el pecado era perdonado en vista y
en espera de lo que Cristo lograría en la cruz cuando muriera por los
pecados de la humanidad; pero en el nuevo pacto, el perdón es con-
cedido sobre la base de lo que ya había sido realizado en la cruz. En el
primer caso, los creyentes miraban hacia adelante, al logro que al-
canzaría el Hijo de Dios; en el segundo, contemplamos hacia atrás, a
lo que ya ha sido logrado por él.
se refiere, del mismo modo, a las dos partes, las dos divisiones del
santuario celestial. Todo esto afirma que el Nuevo Testamento así
como el Antiguo (Sal. 11:4; 18:6; 29:9; 60:6; 63:2; 68:35; 96:6;
150:1; Miq. 1:2, 3; Hab. 2:20; etc.), enseñan la realidad del santuario
celestial y que es el verdadero o "real" santuario celestial de dos par-
tes, y no meramente una idea o una metáfora.
Antes del período del Nuevo Testamento, el camino divina-
mente designado para que el pecador se liberara del pecado y la culpa
era llevando sacrificios animales. Levítico 1 al 7 detallan las ofren-
das y sacrificios de los israelitas. Los procedimientos requerían una
cuidadosa atención al uso y eliminación de la sangre en las diversas
clases de sacrificios.
La persona que había pecado había quebrantado la relación del
pacto y la ley que la regulaba. Esta persona, bajo el pacto antiguo,
podía ser restaurada a la plena comunión con Dios y sus semejantes si
esa persona traía un animal como sacrificio para sustituirlo a él. Los
sacrificios, con sus ritos, eran los medios señalados por Dios para pro-
ducir la limpieza del pecado y la culpa. Habían sido instituidos para
limpiar al pecador, para transferir el pecado y la culpa del pecador
por medio de la aspersión de la sangre al santuario, y para restablecer
la comunión y el compañerismo pleno con Dios y los semejantes.
"De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues
sin derramamiento de sangre no se hay perdón" (Heb. 9:22, NVI).
El israelita observador sabía que los sacrificios de animales eran
el medio designado por Dios para apuntar proféticamente al gran Sa-
crificio. U n animal ciertamente no podía ser un sustituto para una
expiación adecuada del pecado y la culpa de una persona (ver Ose.
6:6; Sal. 50:8-15; 51:15-19; Isa. 1:10-18; 53). El autor de Hebreos de-
clara explícitamente: "Porque la sangre de los toros y de los machos
cabríos no puede quitar los pecados" (Heb. 10:4). Así, los sacrificios
de animales eran sólo una figura anticipada del Sacrificio que ven-
dría, que moriría como una muerte sustitutiva por los pecados del
mundo.
Esta verdad profunda está expresada proféticamente en uno de
los capítulos más majestuosos de toda la Biblia: "Mas él herido fue
101
EL PACTO ETERNO DE DIOS
bras de todos los diversos sacrificios del sistema del Antiguo Testa-
mento, los cuales señalaban a su muerte.
Cuando Jesucristo murió en la cruz, el templo y su ritual perdie-
ron su importancia. El velo del templo se rasgó por el medio (Mat.
27:51), indicando que el templo y sus ritos habían perdido ahora su
significado en el plan de Dios. A u n cuando los judíos —y ciertos
cristianos de origen hebreo, como podemos vislumbrar en la carta a
los Hebreos— siguieron ofreciendo sacrificios en el templo terrenal,
estos sacrificios ya no tenían valor. Jesucristo, el Sacrificio real, había
venido, cumpliendo la totalidad de lo que estos sacrificios de anima-
les habían señalado, haciendo que tales sacrificios ya no tuvieran
sentido después que él murió.
temporal del fin, después que la profecía de los 1.260 días-años del
dominio del cuerno pequeño sobre el pueblo de Dios se haya cum-
plido y antes de que el pueblo de Dios reciba el reino (Dan. 7:21,
22). Aspectos adicionales que amplían el tema ya revelado en la vi-
sión de Daniel 7 se encuentran en Daniel 8:13 y 14. Específicamente,
proporcionan detalles con respecto al elemento de tiempo de la se-
gunda fase, relacionando esta segunda fase con la "purificación" del
santuario celestial y fechándola como iniciándose al concluir los
2.300 años, o sea, en 1844. (Ver Daniel 9:24-27 para encontrar las
razones por las que la profecía de los 2.300 días-años comenzó en el
año 457 a.C.)
Es asombroso notar que el término santuario en Daniel 8:14 es
el término hebreo qOdesh. Este término mismo es la palabra típica
usada para designar el santuario ("el tabernáculo de reunión", el "lu-
gar santo", etc.) que debía ser purificado el Día de la Expiación en
Levítico 16, donde aparece ocho veces (vs. 2, 3,16, 17, 20, 23, 27,
33). Aquí se demuestra claramente un eslabón en la terminología
como también en el concepto entre Daniel 8:14 y Levítico 16. En
Levítico 16, el capítulo del gran Día de la Expiación, la purificación
del santuario es el del pacto antiguo. Pero en Daniel 8:14 la "purifica-
ción" del santuario es el del nuevo pacto, el santuario ungido después
de la muerte y la ascensión de Cristo (ver Dan. 9:24, última frase) y
que ahora es purificado en "el tiempo del fin" (Dan. 8:17; comparar
con el v. 19).
La actividad descrita en Daniel 8:14 que ocurrirá en el santuario
celestial es aquella para la cual Daniel usó una palabra tradicional-
mente traducida como "purificación". El término hebreo es nísdaq, la
única vez que esta forma verbal se usa en el Antiguo Testamento. Ha
sido traducida como "purificar" desde las traducciones más antiguas a
otros idiomas. Dos traducciones griegas, llamadas la Septuaginta y
Teodoción, contienen la misma traducción: "purificado". En la tra-
ducción latina conocida como la Vulgata, la palabra es traducida co-
mo mundabitur, "purificado" o "limpiado". Esto también es cierto en
las traducciones como la Siriaca antigua y la copta.
U n a investigación filológica cuidadosa revela que la idea de ser
107
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencias
1
Ver artículos en Frank B. Holbrook, ed., Issues in the Book ofHebrews. Daniel and Re-
velation Committee Series (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1989), t. 4.
2
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 387.
3
William G. Johnsson, "The Heavenly Sanctuary: Figurative or Real?", Issues in the
Book of Hebrews, pp. 35-51; cf. Ángel Manuel Rodríguez, "The Sanctuary", Handbook ofSe-
venth-day Adventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Commentaiy, Raoul Dederen, ed.
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), t. 12, pp. 388, 389, 412-416.
4
E. G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 132.
5
Rodríguez, "Sanctuary", pp. 381, 382.
6
Ver el repaso conveniente que da Richard Rice, "The Doctrine of Atonement in
Contemporary Protestant Theology", The Sanctuary and the Atonement: Bíblica], Histórica],
109
EL PACTO ETERNO DE DIOS
110
C A P Í T U L O 1 0
El pacto y la fe:
contados por justicia
A M I G O DE D I O S
A l estudiar este importante pasaje de Génesis 15:6, será útil re-
cordar que se presenta dentro del contexto del establecimiento del
pacto de Dios con Abrahán. Dios se dirigió a Abrahán en la visión
registrada en Génesis 15:1: "No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu
galardón será sobremanera grande". Fue una revelación de origen di-
vino. Las palabras introductorias: "No temas", presentan un desafío
calculado para despertar fe. Aquí A b r a h á n enfrentó una prueba de
tener fe y confianza 1) en la persona de Dios ("Yo soy tu escudo"), y
2) en su promesa ("tu galardón será sobremanera grande").
111
EL PACTO ETERNO DE DIOS
nada especial para él. Pero ahora, Dios las estaba usando como una
ilustración: las estrellas hacían que la promesa fuera vivida, aunque
no le daban certeza por sí mismas. Lo que era confirmador y le daba
seguridad era la "palabra de Dios" específica. El cielo estrellado no
hacía la diferencia. La diferencia para A b r a h á n era la divina palabra
de promesa. Esta palabra era suficiente para él. "Y creyó a Jehová" (v.
6).
FE EN D I O S
Notemos primero que esta es la declaración más temprana de la
fe que se menciona en la Biblia. Antes de Génesis 15:6 el sustantivo
fe y el verbo creer no aparecen en el Pentateuco.
La forma del verbo creer que aparece aquí viene del término he-
breo he'^mín. Este término es traducido normalmente como "creer",
pero que también puede traducirse como "tener fe". Es digno de notar
que cuando la Biblia habla explícitamente por primera vez acerca de
la fe, la pone en un contexto de "fe en Dios". Y Dios cuenta esta fe
como justicia a quien la manifiesta.
Sigamos profundizando un poco más acerca de la fe mencionada
por primera vez en la Biblia. Para comenzar, noten lo que no es. La fe
en Génesis 15:6 no es un mérito culminante de parte de Abrahán.
La fe aquí no es un asentimiento intelectual a un cuerpo definido de
verdad. N o t e n que Génesis 15:6 no dice, "Abrahán creyó esto de Je-
hová". En cambio, el texto afirma definidamente que "Abrahán creyó
a Jehová".
Pero el texto hebreo tiene una preposición que sigue al verbo,
que se traduce con la preposición en. Algunas versiones incluyen la
preposición y traducen la oración con exactitud: "Y creyó él en Yah-
veh" (BJ). Esta distinción también aparece en Éxodo 4:1, 8, 9 donde
Dios le da a Moisés el poder de realizar señales porque los israelitas no
creerían. Moisés no espera que los israelitas creyeran en él, sino las
señales harían que ellos creyeran a Dios, como dice más tarde que
realmente hicieron (v. 31). Más adelante, se dice que los israelitas
creyeron a Moisés (Éxo. 14:31). El hecho es que "creer en" o "creer a"
113
EL PACTO ETERNO DE DIOS
CONTADA
La segunda idea principal en esta revelación increíble de Génesis
15:6 es la declaración de que "le fue contado por justicia" por Dios.
Estamos particularmente interesados en la palabra contado, también
traducida como "reputada" (BJ), "lo reconoció" (NVI), "lo aceptó"
(DHH). El término hebreo traducido por cualquiera de estas palabras
esjdsab, y aparece muchas veces en el Antiguo Testamento de modo
que podemos investigar su significado en otros contextos (ver por
ejemplo, Gén. 31:15; Núm. 18:27, 30; y Lev. 7:18). Dios está con-
tando o considerando al pecador como justo, aunque, en un sentido
particular, realmente no es justo. En la ley de los sacrificios, dada por
Dios, la declaración de que el sacrificio "es contado" a favor del peca-
dor sigue después del acto de sacrificio realizado por el pecador. En
I evítico 17:1 al 4 la ley ordena que se traiga un animal a la entrada
114
CAPÍTULO 10
J U S T I C I A POR LA FE
En la promesa: "Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia"
(Gén. 15:6), la última palabra que necesitamos examinar es el térmi-
no crucial justicia. Este término aparece en el Antiguo Testamento
veintenas de veces en diversos contextos y con diferentes significa-
dos. Generalmente es la traducción del término hebreo scd5qah.
"Justicia" no es una recompensa que Dios paga por un servicio
fiel o por la obediencia. La justicia no depende de algún acto ejem-
plar del esfuerzo humano diseñado para ganar méritos. La clara afir-
mación de Dios indica que la obediencia no es la base de la justicia.
La justicia es algo que Dios declara que le es contado a Abrahán.
En la situación de Abrahán, el uso que Dios le da al término jus-
ticia expresa el hecho de que Abrahán era "justo" delante de Dios. Él
115
EL PACTO ETERNO DE DIOS
Referencia
1
E. G. de White, Fe y obras, p. 104 (la cursiva fue añadida).
117
C A P Í T U L O 1 0
chas formas a lo largo de los siglos, aun dentro del cristianismo mis-
mo. La verdad bíblica acerca de la salvación va en contra de cual-
quier método legalista de ganar la salvación por medio de ritos reli-
giosos o actos de contrición.
El camino de salvación, en la Escritura, también se opone a
cualquier forma de antinomianismo. El que practica el antinomianis-
mo rechaza la ley moral y la vida correcta como una parte indispensa-
ble de la experiencia cristiana, una perversión de la verdad que ya
existía en tiempos del Nuevo Testamento. Pablo, en sus días, tuvo
que refutar la sugerencia de que la doctrina de la justificación por la
fe dejaba lugar para seguir pecando. Las epístolas con frecuencia con-
denan la herejía de que el evangelio permite el libertinaje. En mu-
chos casos, las discusiones modernas acerca de la ley y la gracia real-
mente tienen que ver con la necesidad de una vida correcta. Increí-
blemente, la dicotomía aparente entre la ley y la gracia, y el agudo
contraste que a menudo se señala en ellas surge de una mala com-
prensión de la enseñanza misma de Pablo. Ninguno, por supuesto,
rechaza más claramente que Pablo la ley como un medio de salva-
ción y simultáneamente afirma que la ley continúa siendo un compo-
nente integral de la vida cristiana (ver Rom. 3:31; 8:4).
La salvación gracias al nuevo pacto nos viene del Jardín del
Edén, diseñada por Dios mismo para toda la humanidad. La Biblia
entera da testimonio de ello. Es una salvación cimentada en Jesucris-
to y lograda por él.
Referencias
1
"Life", NewEncyclopaedia Britannica (Chicago: Encyclopaedia Briíannica, 1980), t. 10,
p. 893.
2
Richard M. Lemmon, "Life", Encyclopedia Americana (Danbury, CN: Grolier, 1998), t.
17, p. 418.
3
G. L. Borchert, "Gnosticism", Evangélica! Dictionaiy of Theology, Walter A. Elwell,
ed. (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1984), pp. 444-447; Hans Joñas, The Gnostic Reli-
gión: The Message of the Alien God and the Beginning of Christianity, 2da. ed. (Boston: Beacon
Press, 1963); Robert M. Grant, Gnosticism and Early Christianity, ed. rev. (Nueva York: Harper
and Row, 1959).
126
L a inmensa tragedia de la decisión del hombre de ceder
ante el diablo no hizo que el Creador se apartara de
Adán y Eva en su necesidad desesperada. ¿Podría un padre
o madre que por primera vez contempla el rostro de su hi-
jo, y ve reflejada en sus ojos una imagen de sí mismos, des-
cuidar a ese bebé durante el período de su mayor necesidad
e impotencia?
Por eso, la pregunta escrutadora: "¿Dónde estás tú?" no
es una maldición, condenación ni castigo. Más bien, escu-
chamos a Dios llamando al pecador a volver a una relación
redentora. Aquí el Creador es también el Redentor.
De este modo, en el comienzo mismo de las Escrituras,
ellas nos cuentan no sólo la historia de la creación sino tam-
bién la historia de la redención: la historia de una relación
de pacto entre Dios y nosotros; de su deseo de salvarnos y
restablecer una relación interrumpida. Esta es su promesa.