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EL PACTO ETERNO

DE Dios

Gerhard F. Hasel
y
Michael G. Hasel

ASOCIACIÓN CASA EDITORA SUDAMERICANA


Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste
Buenos Aires, Argentina
Título del original: The Promise. God's Everlasting Covenant, Pacific
Press Publishing Association, Boise, ID, E.U.A., 2002.

Traducción y redacción editorial: Rolando A. Itin


Tapa: Hugo O. Primucci
Editado por:
Agencia de Publicaciones México Central A.C.
Calle Yácatas No. 398
México D.F.
C.P. 03020
Tel. 56 87 21 00
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Litografía Magno Graf S.A. de C.V.
Calle E No. 6 Parque Ind. Puebla 2000
Puebla, Pue.

Printed in México
ISBN 950-573-886-2

231.76 Hasel, Gerhard F. y Hasel, Michael G..


HAS El pacto eterno de Dios. - la. ed. - Buenos Aires:
Asociación Casa Editora Sudamericana. 2002.

128 p. ; 20x14 cm.

ISBN 950-573-886-2

I. Título - 1 . Dios 2. Relación con y acción en la historia

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publi-


cación (texto, imágenes y diseño), su manipulación i
formática y transmisión ya sea electrónica, mecánica
por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del
PUBLICACIONES
editor. ADVENTISTAS DEL T DIA

—36779—
C O N T E N I D O

Capítulo 1. Dios, la creación y el pacto 5

Capítulo 2. Dios: El Iniciador constante 14

Capítulo 3. El diluvio, el pacto y el futuro del hombre 22

Capítulo 4. El pacto con A b r a h á n 31

Capítulo 5. La promesa divina y el pacto abrahánico 39

Capítulo 6. El verdadero Israel y la tierra prometida 47

Capítulo 7. La redención y el pacto del Sinaí 57

Capítulo 8. El pacto y la ley en Sinaí 68

Capítulo 9. El sábado: señal y sello de Dios 77

C a p í t u l o l O . El nuevo pacto 88

Capítulo 11. El santuario y los ministerios del nuevo pacto 97

Capítulo 12. El pacto y la fe: contados por justicia 111

Capítulo 13. Vida, esperanza y el futuro 118


3
C A P Í T U L O 1

Dios, la creación y el pacto

" T ? n el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gén. 1:1). C o n


1—j estas palabras majestuosas se presenta a Dios ante los seres co-
mo Creador, a quien más tarde conoceremos como Redentor.'
Esta oración contiene cuatro ideas básicas.
Primero, nos presenta a Dios. El pensador Immanuel Kant escri-
bió una vez que en toda filosofía hay sólo tres grandes problemas: el
mayor de los cuales es el problema de la existencia de Dios. El pri-
mer versículo de la Biblia revela la existencia de Dios.
Segundo, el verbo de la oración, creó (bara ), siempre indica acti-
vidad de Dios: Dios creó. Esto significa que el Dios que creó se revela
en sus actividades creadoras. La palabra creó indica cómo Dios, el
creador, hizo el mundo; hizo el mundo mediante su actividad crea-
dora.
Tercero, la expresión "los cielos y la tierra" se usa en el mismo or-
den, o en el orden inverso, 41 veces en el Antiguo Testamento, indi-
cando que esta frase se refiere a nuestra Tierra y sus atmósferas celes-
tiales. Aquí se responde a la pregunta de qué fue lo creado.
Finalmente, llegamos a las palabras iniciales: "En el principio"
Estas palabras nos dicen cuándo creó Dios "los cielos y la tierra".
La primera oración va más allá del problema máximo de la filo-
sofía, pues contesta cuatro preguntas básicas: ¿Quién? ¿Cómo? ¿Qué?
¿Cuándo? Génesis 1:1 se ocupa de las preguntas más esenciales de la
existencia humana al proveer información acerca de Dios, de nuestro
planeta y de las atmósferas que lo rodean, la forma en que el globo
5
EL PACTO ETERNO DE DIOS

llegó a existir, y el tiempo en que llegó a su existencia. 2


La Biblia no prueba que Dios es el Creador: revela que él es el
Creador. Sin esta revelación nunca habríamos sabido que este mundo
fue creado por Dios. Sin esta revelación nunca habríamos conocido el
propósito de nuestra vida sobre la tierra.
La Biblia revela claramente que Dios el Padre fue el originador
de la creación (1 Cor. 8:6; Efe. 3:9; Heb. 1:2), y también revela que
Jesucristo, la segunda persona del Dios triuno, es el agente de la crea-
ción (Juan 1:3; Efe. 3:9; Heb. 1:2). La Biblia afirma claramente que
Dios no creó por una necesidad de realizarse (Isa. 40:12-31), porque
después de la creación él fue exactamente el mismo que antes de ella
(Sal. 90:2). Dios el Creador es autosuficiente y completo, y no es
parte de su creación; él es el Dios trascendente por sobre su creación
y más allá de ella.
La creación de Dios se describe como "buena" en Génesis 1 y 2.
Él "vio todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran
manera" (Gén. 1:31). La capacidad creadora y la bondad de Dios van
j u n t a s desde el principio.
A través de toda la Biblia se presenta al Creador como el Dios
triuno. El Creador es el Dios eterno y el Señor. Por medio de Jesu-
cristo fueron creadas (Col. 1:16) todas las cosas en el cielo y en la
tierra (Efe. 3:9). Por la Palabra (el Verbo, Jesús) fue hecho el mundo;
"sin él nada de lo ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1:3). "El Espíritu
de Dios se movía sobre la faz de las aguas" (Gén. 1:2).

EL LUGAR DEL HOMBRE EN LA CREACIÓN


En la historia bíblica de la creación, el "hombre" ( adam, un sus-
tantivo genérico que se refiere a los seres humanos o a la gente) se
representa como el climax con que se coronó la creación. En el capí-
tulo 1 se pone más énfasis en la creación del hombre que en cual-
quier otro aspecto de la creación. El segundo capítulo del Génesis
hay una expansión elaborada sobre el tema de este climax. 3
De hecho, la creación del hombre es el resultado de la delibera-
ción divina dentro de la Trinidad. Esta deliberación se expresa por pri-
6
CAPITULO 1

mera vez en el plural que se usa en Génesis 1:26: "Hagamos al hom-


bre". Ningún otro acto creativo está precedido por una deliberación
entre "Dios y Dios". El elevado sitial del hombre en la creación queda
así establecido desde el principio. 4
Los seres humanos son las únicas criaturas de la tierra que Dios
creó a su imagen y a su semejanza. Las palabras "imagen de Dios" ex-
presan con profundidad que la semejanza externa, el carácter y las
capacidades mentales, espirituales y morales del hombre reflejan la
imagen divina. Todo esto sugiere la inmensa dignidad y valor, autori-
dad y responsabilidad, con que los seres humanos fueron dotados en
la creación.
Las declaraciones de que el hombre fue hecho a la "imagen de
Dios", que fue creado "conforme a nuestra semejanza" revela, por un
lado, la cercanía entre Dios y el hombre, y por otro lado, la distancia
básica entre Dios y el hombre. El hombre no fue creado para ser otro
dios o el dios sobre la tierra. Dios es el Creador y el hombre su criatu-
ra, pero no una criatura al nivel de un animal, aun si se pensara en un
animal superior. El hombre es una criatura a semejanza e imagen de
Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, está puesto
completamente aparte, no sólo de los animales, sino también de la
Deidad.
Ser creado a la imagen y semejanza de Dios no fue el privilegio
sólo de Adán. Tanto el hombre como la mujer fueron creados a ima-
gen y semejanza de Dios. En la creación no hay distinción de rango o
importancia entre el hombre y la mujer: eran iguales. Tanto el hom-
bre como la mujer encuentran su significado pleno, no en una rela-
ción superior-inferior, sino en su relación mutua y en su comunión
común y vital con Dios.
El hombre es, de hecho, un nuevo orden de seres. Por cuanto
Dios creó al hombre y la mujer a su imagen y semejanza, podía existir
una comunión muy profunda y una relación sumamente significativa
entre él y los seres humanos. Esta relación Dios-hombre es el fantásti-
( o don que Dios dio a la humanidad. Dios hizo a la gente de modo
que pudiera existir esta relación y que pudiera crecer siempre. Los se-
M-s humanos son la corona de la creación porque fueron hechos espe-
7
EL PACTO ETERNO DE DIOS

cialmente para gozar del compañerismo y la comunión con su Crea-


dor.

EL INICIADOR DE LA COMUNIÓN CON EL HOMBRE


En los primeros dos capítulos de la Biblia, donde se describe el
tiempo y los acontecimientos antes que el pecado entrara en el mun-
do, encontramos evidencias explícitas de que Dios el Creador esta-
bleció una comunión con el hombre y la mujer. En Génesis 1:28 lee-
mos: "Y los bendijo Dios". Antes que Dios hablara a Adán y Eva, los
"bendijo". La bendición divina es un don gratuito e inmerecido de
Dios que involucra el bienestar y la prosperidad del hombre, una inte-
gridad arraigada en Dios y experimentada en la vida diaria.
La comunión no estorbada ni perturbada y profunda de la rela-
ción Dios-hombre nunca podría ser completa y total si el hombre no
tenía la libertad para elegir vivir dentro de esa relación.
Aunque la más elevada vocación de Adán y Eva era servir a
Dios, esto era singular por ser las únicas criaturas que podían respon-
der a Dios con la obediencia como también con la desobediencia,
con fe y confianza así como con rebeldía y desconfianza. A diferencia
de la creación animal, que obedece sobre la base de impulsos y leyes
instintivos, el hombre y la mujer recibieron la libertad de su voluntad
como parte de su herencia mental y espiritual. El hombre y la mujer
recibieron la posibilidad de separarse de Dios tan fácilmente como la
de continuar su compañerismo con él. Por esta elección que Dios les
dio, Adán y Eva "podían obedecer y vivir, o desobedecer y perecer". 5
Esta elección fue subrayada por ese árbol especial y único, del
cual la primera pareja no debía comer. "Mas del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, cier-
tamente morirás" (Gén. 2:17).

LA PRUEBA DEL COMPAÑERISMO


La prueba, provista en la forma del árbol del conocimiento del
bien y del mal, indicaba que la relación del hombre con Dios depen-
día de la libertad de elección. No existiría prueba alguna si los hom-
8
CAPITULO 1

bres y las mujeres no tuvieran libertad para decir Sí o No a Dios.


La prueba mostraría que el hombre no era un superhombre, y
que andaría mejor sólo cuando dependiera de su Hacedor. La prueba
demostraría si el hombre deseaba ser como Dios y ¿así abandonar su
lugar de dependencia y posición de ser creado a la imagen de Dios. La
prueba revelaría que la relación del hombre con Dios podía ser efecti-
va y duradera sólo si el hombre elegía libremente vivir y actuar en
esa relación benéfica. Rechazar la relación significaría que el hom-
bre intentaba vivir en forma independiente de Dios, pensando que
no tenía necesidad de Dios. Pero quebrantar la relación significaba
también conocer el mal, experimentar la alienación y la soledad y
todo el dolor de la separación de una vida apartada de Dios.
La narración de la creación en Génesis 1:1a 2:4, primera parte, y
la historia complementaria de la creación de Adán y Eva en su am-
biente perfecto que se ofrece en Génesis 2:4 segunda parte al 25, no
contiene ningún indicio ni presagio que sugiriera, de alguna mane-
ra, una amenaza a la perfecta creación de Dios. Todo lo que aparece
en estos dos relatos tiene el sello de la perfección. Hasta que el hom-
bre y la mujer desobedecieron a Dios, el futuro que les esperaba era de
un continuo compañerismo con él, sin obstáculos.
Nuestros primeros padres fracasaron en la prueba de amor, fe y
obediencia. "Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que
era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y
tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió
así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos" (Gén. 3:6,
7). El árbol que Dios había puesto en el jardín no era malo en sí. No
contenía ningún virus o bacteria mortales en sus frutos. El mal estaba
en escuchar a la persona equivocada. Eva escuchó a la serpiente, a
quien Satanás estaba usando como médium (2 Cor. 11:3, 14), y
Adán escuchó a su mujer. ¡Ninguno de los dos escuchó a Dios! De
este modo el pecado trastornó la relación Dios-hombre, que les daba
vida. El pecado interrumpió la comunión abierta.
Dios, en su hablar y hacer creativos, había establecido una rela-
ción de amor y gracia. Pero el hombre, sordo y desobediente, la des-
truyó. El desprecio que mostró el hombre por el mandato divino:
9
EL PACTO ETERNO DE DIOS

"No comerás" (Gén. 2:17), indica que el pecado es un acto de trans-


gresión de la voluntad de Dios. Este acto de rebeldía manifiesta el
deseo del hombre de ser su propio "señor", que él mismo quiere deci-
dir qué es bueno y qué es malo. El pecado de A d á n y Eva revela su
desconfianza del plan de Dios para el bienestar de ellos.

C A M B I O DE RELACIONES POR EL PECADO


El pecado del hombre manchó todos los aspectos de la vida sobre
la tierra (Rom. 8:21, 22). Génesis 3 explica, en los versículos 7, 10,
11-13, que ocurrieron varios cambios importantes por causa del peca-
do del hombre. Primero, la relación entre el hombre y la mujer se
rompió, marcado por el acto de emergencia al coser hojas de higuera.
Segundo, la relación entre el hombre y el mundo creado se interrum-
pió y llegó a estar marcado por el temor, la alienación y la muerte
(Rom. 8:19-23; 2 Ped. 3:13). Tercero, la relación entre Dios y el
hombre se interrumpió en forma decisiva. El hombre había sido he-
cho para el compañerismo y la comunión con Dios. Después del peca-
do, A d á n y Eva huyeron de la presencia de Dios y se escondieron
(Gén. 3:8-10); de este modo la comunión saludable se transformó en
una alienación amarga y una separación dolorosa.
La enseñanza bíblica acerca de la caída del hombre se opone a
muchos conceptos populares. La idea moderna del hombre como el
producto de un desarrollo lento, elevador, evolucionista, no es apoya-
da por las enseñanza bíblicas de la caída del hombre en el pecado. El
cuadro bíblico de la caída contradice el esquema evolucionista del
hombre que se eleva del temor primitivo e ignorancia crasa a las ele-
vadas alturas de la sensibilidad y de las percepciones religiosas. La Bi-
blia no describe al hombre como elevado, sino como caído, un ser
creado que tiene una necesidad desesperada y continua de un Dios
salvador.

RESTABLECIMIENTO DE LA RELACIÓN DIOS-HOMBRE


La inmensa tragedia de la decisión del hombre de ceder ante el
diablo —decisión que lo llevó hasta casi borrar la "imagen de
10
CAPITULO 1

Dios"— no hizo que el Creador se apartara de Adán y Eva en su ne-


cesidad desesperada. ¿Podría un padre o madre que por primera vez
contempla el rostro de su hijo y ve reflejada en sus ojos una imagen
de sí mismos, descuidar a ese bebé durante el período de su mayor
necesidad e impotencia? A u n entonces, el mismo Cristo que se in-
clinó para soplar el aliento de vida en los pulmones de Adán, entró
en acción para salvar a la criatura que ahora se había apartado y se es-
taba escondiendo de él.
Dios tomó otra vez la iniciativa. La maravillosa historia del
amor de Dios que se desarrolla en su Palabra es que él siempre es el
iniciador, buscando activamente la atención y la redención del hom-
bre.'Mientras Adán y Eva estaban escondidos de Dios con temor,
culpa y vergüenza, con evidencias del pecado dentro de ellos y a su al-
rededor, Dios se acercó a ellos con el llamado amante: "¿Dónde estás
tú?" (Gén. 3:9). Nadie en el mundo puede escapar de esta pregunta.
La pregunta escrutadora: "¿Dónde estás tú?" no es una maldi-
ción, condenación ni castigo. Más bien, escuchamos a Dios llamando
al pecador a volver a una relación redentora. Aquí el Creador es
también el Redentor. Aunque la creación precedió a la redención,
ambas estuvieron juntas en el corazón de Dios desde el principio.
Sólo la serpiente y el suelo fueron maldecidos (Gén. 3:14, 17,
19). La pregunta: "¿Dónde estás tú?" fue diseñada para atraer al hom-
bre cargado de culpa a volver a los brazos de Dios. Como observó
Derek Kidner: "Las primeras palabras de Dios al hombre caído tienen
todas las evidencias de la gracia. Es una pregunta, ya que para ayu-
darle [al hombre], él debe atraerlo en lugar de sacarlo de su escondi-
te". 6
La búsqueda divina inicial de Adán y "Eva no terminó en el
Edén. Hasta nuestros días, hasta este momento, el Señor continúa
buscando a sus criaturas. La historia de la redención es un tema doble
que se repite: El pecado rompe la benéfica relación Dios-hombre (el
compañerismo más estrecho que es posible concebir en la mente hu-
mana) . Inmediatamente, el iniciador divino de esa relación comienza
el proceso de traspasar esa barrera causada por el pecado y Satanás,
para restablecer el compañerismo perdido con el hombre caído. En
11
EL PACTO ETERNO DE DIOS

el momento de dolor y culpabilidad, vergüenza y frustración, aliena-


ción y separación, el amor de Dios se extiende por sobre el golfo de
separación causado por el pecado —el de Adán y el nuestro— para
llevarnos de regreso a sus amantes brazos. El apóstol Pedro lo revela
con mucha percepción: "El Señor no retarda su promesa, según algu-
nos la tiene por tardanza, sino que es paciente con nosotros, no que-
riendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepenti-
miento" (2 Ped. 3:9).

PROVISIÓN PARA LA SALVACIÓN


En Génesis 3:15 la palabra sorprendente de esperanza profética
habla de una hostilidad divinamente ordenada: "Pondré enemistad
entre ti (la serpiente, Satanás) y la mujer; y entre tu simiente y la si-
miente suya". Esta enemistad culmina con la aparición victoriosa de
él, un descendiente representativo de la simiente de la mujer, que le
da un golpe mortal a la cabeza de Satanás. De este modo, la primera
promesa en la Biblia habla de Alguien que quebrantará efectivamen-
te el poder del tentador.
Esta promesa mesiánica le dio a Adán y Eva esperanza en su de-
sesperación. Esta esperanza transformó su existencia porque es una
esperanza dada por Dios y garantizada por él. Esta esperanza del Me-
sías y de la victoria final trasciende toda otra esperanza. Está edificada
sobre la promesa de una relación renovada con Dios, relación de gra-
cia y misericordia, de perdón y salvación, de perdón y poder.
De este modo, en el comienzo mismo de las Escrituras, ellas nos
cuentan no sólo la historia de la creación sino también la historia de
la redención: la historia de una relación de pacto entre Dios y el
hombre. Dios puede ser Redentor sólo porque él es el Creador.
La filosofía humana produjo una separación entre la doctrina de
la creación y la revelación especial de Dios, haciendo del estudio de la
creación un tema de la teología natural. La Biblia muestra claramente
la creación como el comienzo de la historia, y tanto la creación como
la historia están inseparablemente relacionados y unidas entre sí.7 La
creación es el fundamento del pacto y de la relación pactual entre
Dios y el hombre. Por esto no es correcto decir que el pacto es el

12
CAPITULO 1

principio racional o la base de la creación. El cuadro bíblico de la


creación es anterior al pacto, y el pacto encuentra su significado y su
culminación en relación con la creación, y no lo contrario.

Referencias
' Estudios recientes sobre problemas teológicos que rodean la creación incluyen Randall
W. Younker, God's Creation (Boise, ID: Pacific Press, 1999); John Templeton Baldwin, ed.,
Creation, Catastrophe, and Calvary (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000); para un
enfoque más científico, ver Ariel A. Roth, Los orígenes: eslabones entre la ciencia y las Escrituras
(Buenos Aires: Asoc. Casa Editora Sudamericana, 1999).
2
Sobre los aspectos técnicos de este versículo, ver Gerhard F. Hasel, "Recent Transla-
tions of Genesis 1:1: A Critical Look", The Bibíe TransJator 22 (1971), pp. 154-167.
3
Jacques B. Doukhan, The Genesis Creation Story: Its Literary Strucíure. Andrews Uni-
versity Doctoral Dissertation Series 5 (Berrien Springs, MI: Andrews University Press,
1978).
4
Gerhard F. Hasel, "The Meaningof 'Let Us' in Gn 1:26", Andrews University Senúnary
Studies 13 (1975), pp. 58-66.
5
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 34.
6
Derek Kidner, Genesis: An Introduction and Commentary. Tyndale Oíd Testament
Commentaries. (Chicago, InterVarsity Press, 1967), p. 70.
7
Michael G. Hasel, "In the Beginning...", Adventist Review (25 de octubre de 2001), pp.
24- 27.

13
C A P Í T U L O 2

Dios: El Iniciador constante

E n 1905 un equipo de arqueólogos alemanes comenzar a trabajar


para excavar las antiguas ruinas ubicadas cerca del pueblo de
Bogazkóy, en la Turquía moderna. El sitio incluía una antigua biblio-
teca que contenía centenares de textos escritos en cuneiforme. U n a
de las tabletas comenzaba mencionando al "Gran Rey, el Rey de
Hatti", que indica que esa era la capital del imperio hitita. 1 En 1931
un experto en idiomas publicó los tratados hechos entre los príncipes
hititas, confirmando que ése es el primer texto de un tratado encon-
trado fuera de la Biblia, pero pasaron más de veinte años hasta que el
profesor George Mendenhall, de la Universidad de Michigan, lo
comparó con los pactos encontrados en los escritos contemporáneos
de Moisés. 2 El profesor Mendenhall encontró que los tratados hititas
y los bíblicos contenían una cantidad de semejanzas:
• Preámbulo que presenta al soberano.
• El prólogo histórico que describe las relaciones previas entre
las partes contratantes.
• Las estipulaciones que bosquejan la naturaleza de la comuni-
dad formada por el pacto o tratado.
• La cláusula del documento que provee su preservación y nue-
vas lecturas regulares del tratado.
• La lista de los dioses que presenciaron el tratado.
• Las maldiciones y bendiciones, o la fórmula de las bendicio-
nes: las maldiciones dependían de la infidelidad y las bendiciones de
la fidelidad al tratado.
Muchos eruditos del Antiguo Testamento llegaron a la conclu-
14
CAPITULO 1

sión de que aparentemente existe una semejanza formal entre los


pactos del Antiguo Testamento y el esquema de los tratados orienta-
les antiguos, como se manifiestan particularmente entre los hititas. 3
Otros sienten que se ha demostrado que esta es una base demasiado
angosta, y que debe usarse una gran medida de precaución al compa-
rar los tratados entre los príncipes hititas y otros gobernantes, con los
pactos del Antiguo Testamento. 4 Es seguro que el pacto del Antiguo
Testamento es singular en varios aspectos cuando se lo compara con
cualquier tratado secular antiguo. Primero, sólo en las Escrituras tal
acuerdo contractual o relación se formaliza entre Dios y el hombre.
Todos los tratados del Cercano Oriente son entre iguales o vasallos:
poderes civiles o gobernantes. Segundo, Dios siempre es el iniciador
del pacto, nunca el hombre.
De este modo la idea del pacto, uno de los conceptos bíblicos
más profundos, expresa de manera singular la profunda comunión, la
relación íntima, y el compañerismo más estrecho entre Dios y el
hombre. De hecho, muchos eruditos bíblicos h a n considerado que el
pacto es la idea central de la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento
como en el Nuevo. 5 Algunos han sugerido que el tema del pacto es el
concepto del todo abarcante que unifica los dos testamentos de la
Biblia. Sin importar de qué manera se exprese, la idea del pacto opera
como uno de los temas centrales de las Escrituras.

T E R M I N O L O G Í A RELACIONADA CON EL PACTO


La expresión corriente en el Antiguo Testamento para la realiza-
ción de u n pacto entre Dios y los hombres es la frase idiomática "ha-
cer un pacto" (Gén. 15:18; Exo. 24:8; Deut. 4:23; 5:2; Jer. 11:10; Eze.
34:25; etc.). La frase hebrea dice literalmente "cortar un pacto" (karat
herít). Esta expresión aparece en el Antiguo Testamento no menos de
80 veces, y el término pacto (berít) mismo aparece unas 287 veces.
En la Biblia la palabra berít se usa en dos tipos de relaciones. Por
un lado, se usa como una designación de la relación entre dos partes
humanas de igual rango, o entre socios desiguales. Dependiendo de la
< ondición de las partes contratantes, berít, en este contexto, puede
15
EL PACTO ETERNO DE DIOS

significar "contrato", "alianza", "unión" o "tratado" (Gén. 14:13;


21:22-32; 26:26-31; 1 Sam. 18:3; 20:16; 2 Sam. 3:12, 13; 5:1-3; 1
Rey. 20:34; Ose. 12:1; Eze. 17:15; Mal. 2:14; etc.). Esta clase de pacto
tiene poca importancia religiosa en el Antiguo Testamento.
El uso más frecuente y significativo del término hebreo berít,
"pacto", ocurre en relación con la relación de pacto entre Dios y el
hombre, como en los pactos con Noé, Abrahán, Moisés (sinaítico),
David, y el "nuevo" pacto. En estos casos el pacto no es un contrato
mutuamente negociado o convenido (unión, tratado, o alianza), ni
una obligación divinamente impuesta. La expresión hebrea karat b°rít
(literalmente, "cortar un pacto") corresponde a una expresión súmera
que significa "cortar una maldición" (n a rn - erírn - TA R). El significado
de "cortar" en la expresión hebrea tiene el sentido idiomático de
"hacer". La idea original inherente a "cortar un pacto" es la práctica
de matar y luego "cortar" (karat) uno o varios animales para estable-
cer o ratificar el pacto.
Aunque una definición abarcante de pacto es difícil de formular,
la siguiente definición será útil para comprender los capítulos subsi-
guientes: En la situación divino-humana, el pacto es una relación di-
vinamente iniciada y soberanamente ordenada entre Dios y el hom-
bre, en la cual Dios, como Señor superior, revela, confirma y cumple
bondadosamente la promesa del pacto. El hombre, como beneficiario
de los dones divinos del pacto, libremente acepta la relación durade-
ra y presta obediencia a las obligaciones divinas (mandamientos, esta-
tutos, leyes u ordenanzas) por la ayuda y capacitación que le da la
gracia provista por Dios.
El sustantivo pacto (berít) se encuentra en la Biblia por primera
vez en Génesis 6:18. Dios es quien habla, y se dirige a Noé. Se ha to-
mado una decisión divina: Dios virtualmente acabaría con la obra
que había realizado en la creación, descrita antes en el Génesis. La ra-
zón: una difusión masiva y continua del pecado que culminó con el
mundo corrompido de los días de Noé.
El castigo divino tomaría la forma de un diluvio universal. Sin
embargo, Dios se había comprometido con el mundo que había crea-
do. N o había abandonado a quienes lo abandonaron a él. Por eso
16
CAPITULO 1

Dios, al cumplir su propósito divino, hizo un pacto como una expre-


sión de su relación con Noé.
El propósito divino y redentor de la relación del pacto que había
estado en operación desde la Caída (Gén. 3:15) es aquí renovado por
Dios, quien tomó la iniciativa: "Estableceré mi pacto contigo" (Gén.
6:18). El "yo" divino de la iniciativa del pacto es la base de la seguri-
dad de Noé en la crisis inminente. Dios establece el pacto. El origen y
el comienzo de la relación de pacto está totalmente basada y asegura-
da en Dios. El hombre es el beneficiario de esta relación, demostran-
do una vez más que la salvación viene del Señor.
La iniciativa redentora de Dios para el bienestar del hombre está
expresada claramente en los pasajes del pacto en Génesis 6:19 y Gé-
nesis 9:8 al 10. Estas iniciativas divinas son la reafirmación que hizo
Dios de sus intenciones salvadoras para la familia humana.

D I O S , EL, INICIADOR DEL PACTO ABRAHÁNICO


Dios dispuso la realización del pacto con Abrahán en varios mo-
mentos. En Génesis 12:1-3 encontramos cinco veces la expresión de
lo que Dios haría, revelando la intensidad y grandeza del compromiso
de Dios con Abrahán. A b r a h á n recibió una sola orden escrutadora:
"Vete" (Gén. 12:1). A b r a h á n obedeció por fe, de acuerdo con He-
breos 11:8, no con el fin de obtener la bendición prometida por
Dios, sino como una respuesta de fe de su parte, que correspondía a la
relación llena de gracia que Dios estaba por establecer con él. "La
obediencia incondicional de Abrahán es una de las más notables evi-
dencias de fe de toda la Sagrada Escritura". 6 Aunque no puede haber
una relación de pacto y bendiciones sin obediencia, la obediencia es
una respuesta de fe de parte del creyente, y el resultado de una ac-
ción capacitadora previa de Dios. La obediencia no es el medio para
lograr el compañerismo con Dios u obtener las bendiciones prometi-
das por Dios, sino el resultado de la iniciativa de Dios y del compañe-
rismo que él ha establecido con nosotros.

Dios, EL I N I C I A D O R DEL P A C T O M O S A I C O
Dios tomó la iniciativa de establecer un pacto con los israelitas, a
17
EL PACTO ETERNO DE DIOS

quien él estaba llevando de Egipto a Canaán. Durante varios siglos


los descendientes de Abrahán, Isaac y Jacob habían vivido en la es-
clavitud egipcia. "Durante su servidumbre, el pueblo había perdido
en alto grado el conocimiento de Dios y de los principios del pacto de
Abrahán". 7 En su bondad, Dios restableció la relación entre él y los
israelitas, que se expresa en las palabras: "Y os tomaré por mi pueblo y
seré vuestro Dios" (Éxo. 6:7).
La insondable e inesperada iniciativa de parte de Dios hacia los
israelitas en medio de la idolatría y la corrupción egipcia, libertándo-
los de la esclavitud denigrante y de la adoración idolátrica, descansa
en el profundo misterio del amor, la misericordia y la gracia de Dios
(Deut. 4:37; 7:7-9; 10:15). Este misterio de la iniciativa salvadora de
Dios se despliega en la revelación divina y está más allá de las pene-
trantes preguntas filosóficas y de la investigación humana.
La fuente de esta relación de pacto reside en Dios mismo. La re-
dención de la esclavitud y servidumbre egipcias fue producida por el
propio poder de Dios y sus actos milagrosos (Éxo. 5 al 12). Esta re-
dención terrenal realizada bondadosamente en favor del pueblo es-
clavizado precede a la realización del pacto que hizo Dios, y a la res-
puesta de Israel al pacto, una respuesta de obediencia y amor. El acto
de hacer un pacto con el antiguo Israel fue u n acto de la bondad lon-
gánime de Dios, totalmente iniciado por él y completamente inmere-
cido y no ganado por su pueblo.

D I O S , EL INICIADOR DEL PACTO DAVÍDICO


El pasaje clave que describe el pacto de Dios con David está re-
gistrado en 2 Samuel 7:1 al 17. En este caso la iniciativa de Dios en
hacer un pacto con el rey David claramente aparece en primer plano.
La iniciativa de Dios no fue comprada por David, ni condicionada
por los deseos o ambiciones de Dios. El salmista escribió: "Dijiste:
'He hecho un pacto con mi escogido; le he jurado a David mi siervo:
«Estableceré tu dinastía para siempre, y afirmaré tu trono por todas
las generaciones» ' " (Sal. 89:3, 4; Nueva Versión Internacional
[NVI]). Nota dé qué modo expresa el salmista la iniciativa de Dios en
18
CAPITULO 1

forma cuádruple. Cada una de estas maneras se introduce con un


verbo de acción en primera persona: 1) "He hecho un pacto"; 2) "He
jurado"; 3) "Estableceré" tu dinastía"; 4) "Afirmaré tu trono". Las dos
primeras expresiones hablan acerca del establecimiento del pacto,
mientras las dos siguientes contienen las promesas del pacto.
La maravillosa promesa acerca del "linaje" en 2 Samuel 7:12 re-
quiere un examen adicional. La palabra linaje (zera') refleja un tema
familiar en la Biblia que apareció primero en la maravillosa promesa
hecha por Dios a A d á n y Eva en Génesis 3:15. En este versículo lina-
je es un sustantivo en singular con una referencia flexible a los mu-
chos descendientes, la descendencia colectiva, y a la Persona, el des-
cendiente único, que había de venir para aplastar la cabeza de Sata-
nás. La aparición de la palabra linaje (o simiente) en la promesa del
pacto a Abrahán en Génesis 12:7 y su repetición a su hijo Isaac en
Génesis 26:3, 4 y a su hijo Jacob en Génesis 32:12 y 35:12, es un esla-
bón notable en la cadena que une la promesa hecha por primera vez
en Génesis 3:15 con la simiente mencionada en relación con el rey
David. En un sentido más estrecho, el "linaje" de David vino en la
forma de su hijo Salomón. Sin embargo, Salomón no pudo construir
su reino de la manera en que se había predicho, es decir, como un
reino que duraría para siempre (2 Sam. 7:16). La verdadera "simien-
te" de David fue manifestada finalmente con el nacimiento de Jesu-
cristo, quien en su vida y resurrección estableció su reino para siem-
pre (Hech. 2:30).

Dios, EL I N I C I A D O R DEL N U E V O P A C T O
En Jeremías 31:31 al 34 encontramos la promesa más profunda y
excitante del nuevo pacto. Este anuncio maravilloso del nuevo pacto
contiene en su primera oración el tema clave de Dios como iniciador
divino del nuevo pacto: "Haré nuevo pacto" (Jer. 31:31). Esto revela
que el nuevo pacto, en algún sentido, es una continuación de los
pactos anteriores. El compañerismo divino que era el propósito de
Dios para sus pactos previos se cumpliría en el nuevo pacto: "Yo seré
a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo" (Jer. 31:33).
19
EL PACTO ETERNO DE DIOS

El estudiante cuidadoso notará que este es el único pasaje en el


Antiguo Testamento en el que el pacto que Dios hace es un "nuevo
pacto". Pocas personas se dan cuenta de que el Nuevo Testamento
recibió su nombre de este pasaje específico. Siendo que la palabra la-
tina para pacto es testamento, Orígenes, el famoso padre de la iglesia
(ca. 185-254 d.C.) llamó a los veintisiete libros de la Biblia desde
Mateo al Apocalipsis el Nuevo Testamento, con el fin de distinguir la
revelación pre cristiana de la cristiana.
La antigüedad de la iniciativa de Dios al hacer pactos con el
hombre, al establecer una relación profunda, duradera y significati-
va, y al mantener una comunión vital con él, se ha declarado de la si-
guiente manera: "Antes que se echaran los fundamentos de la tierra,
se hizo el pacto de que todos los que eran obedientes, todos los que
por medio de la abundante gracia provista por Dios, llegaran a ser
santos en carácter, sin mancha delante de Dios, al apropiarse de esa
gracias, serían hijos de Dios". 8
Este pacto de gracia se inició en la mente de Dios mucho antes
de que se echaran los fundamentos de la tierra, fue el pacto que Dios
estableció con Adán en el jardín del Edén. "El pacto de la gracia se
estableció primeramente con el hombre en el Edén... Este pacto puso
al alcance de todos los hombres el perdón y la ayuda de la gracia de
Dios para obedecer en lo futuro mediante la fe en Cristo". 9 Este pacto
de gracia hecho con el primer pecador en el jardín del Edén era el
mismo pacto que Dios estableció con Abrahán. "Este pacto, hecho
desde la eternidad, fue dado a Abrahán centenares de años antes de
que viniera Cristo". 10 El hecho de que las Escrituras contienen buenas
noticias para la vida, ahora y la por venir, es la mejor noticia para to-
da la humanidad.

Referencias
1
Hans G. Güterbock, "Bogazkóy", Oxford Encycfopedia of the Archaeology in the Ancient
NearEast, t. 1 (Oxford: Oxford University Press), pp. 333-335.
2
George E. Mendenhall, Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East (Pitts-
burgh, PA: Presbyterian Board of Colportage. 1955).
3
Por ejemplo, K. A. Kitchen, Ancient Oríent and Oíd Testament (Chicago: InterVar-
sity, 1966), pp. 90-102.

20
CAPITULO 1

4
D. J. McCarthy, "Covenant in the OT: The Present State of Inquiiy", Catholic Bíblica]
l.luarterly 27 (1965), pp. 217-240; íbíd., Traite and Covenant, Analecta Bíblica 21a (Roma: Bi-
blical Institute Press, 1978).
5
Walther Eichrodt, Theology of the Oíd Testament (Filadelfia: Fortress, 1961), t. 1, pp.
13 17; sobre el cuadro más abarcante con respecto a un "centro" o tema unificador de la Bi-
blia, ver Gerhard F. Hasel, "The Problem of the Center in the Oíd Testament Debate",
/oitschrift für die alttestamentliche Wissenschaft 86 (1974), pp. 65-82; Ibíd., Oíd Testament Theo-
logy: Basic Issues in the Current Debate, 4ta. ed. (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1991), pp.
139-171.
6
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 118.
7
Ibíd., p. 388.
8
E. G. de White, Fundamentáis of Christian Education, p. 403.
9
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 386.
10
E. G. de White, Fundamentáis of Christian Education, p. 403.

21
C A P Í T U L O 3

El diluvio, el pacto
y el futuro del hombre

U na madre ahoga a sus cinco hijos en una bañera y luego finge


locura. Unos terroristas dirigen aviones de pasajeros para que
choquen contra las Torres Gemelas de Nueva York, matando a más
de tres mil personas inocentes, incluyendo centenares de valientes
operarios de rescate. U n suicida hace estallar una pizzería en Jerusa-
lén. Estos son sólo unos pocos titulares recientes que indican que el
mundo está avanzando en espiral sin control. Sin embargo, hubo un
tiempo cuando las cosas eran aún peores.
Dios describió la humanidad de los días de Noé como tan degra-
dada que "todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era
de continuo solamente el mal" (Gén. 6:5). Sólo se siente el verdade-
ro impacto de esta descripción dentro del contexto de la declaración
de Dios al final de la creación cuando afirmó que todo "era bueno en
gran manera" (Gén. 1:31). El pecado había corrompido de tal mane-
ra la perfecta creación de Dios que su desintegración había alcanzado
proporciones fantásticas en los días de Noé.
Con este trasfondo de devastación anterior al diluvio, reflexio-
nemos por un m o m e n t o en la naturaleza del pecado. Las Escrituras
definen al pecado de diversas maneras, las que se complementan mu-
tuamente dando un concepto amplio de su naturaleza. El pecado es
rebelión; el pecado es iniquidad; el pecado es transgresión; el pecado
es infracción; el pecado es ilegalidad; el pecado es impiedad. Todas es-
tas definiciones incluyen una característica en común: el desafío con-
22
CAPITULO 1

tra Dios. 1

EL ORIGEN, LAS CONSECUENCIAS Y LA DIFUSIÓN DEL


PECADO
La Biblia revela que el pecado ya había invadido el universo an-
tes de la caída de A d á n y Eva. Este poder satánico preexistente se
manifestó por medio de la serpiente en el jardín del Edén y sedujo al
primero hombre y la primera mujer a que pecaran. Génesis 3 desplie-
ga la trágica historia. "Y vio la mujer que el árbol era bueno para co-
mer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría" (Gén 3:6). Pero el pecado no comenzó con una codicia fí-
sica o sensual, o aun una codicia visual. Tal concepto de la entrada
del pecado en este mundo deja de captar la esencia del asalto de Sata-
nás y el engaño por medio del cual entrampó a Eva. Satanás dirigió su
ataque contra la integridad y la veracidad de Dios (Gén. 3:4) y sedujo
a Eva al asegurarle que ella, como Dios, conocería el bien y el mal
(Gén. 3:5). Ser como Dios significa no tener más necesidad de Dios.
El problema del pecado en el jardín del Edén fue que Eva le dio a Sa-
tanás el lugar que le pertenece sólo a Dios; y Adán, a su vez, dio ese
lugar a Eva. La transgresión de A d á n y Eva significaba repudiar la
autoridad de Dios, dudar de su bondad y sabiduría, como también re-
chazar su justicia y una contradicción a su veracidad.
C o m o consecuencia del pecado, la actitud del hombre hacia
Dios cambió. Ahora, en lugar de dar la bienvenida al compañerismo
con él, A d á n y Eva "se escondieron de la presencia de Jehová Dios
entre los árboles del huerto" (Gén. 3:8). También se fabricaron algo
con que cubrirse. Ahora temían el encuentro con su Señor. Tanto la
vergüenza como el temor dominaban su experiencia, indicando que
había ocurrido una ruptura básica en su relación con Dios.
Otra consecuencia del pecado se mostró en la actitud mutua del
hombre. A d á n y Eva, ahora en un estado de temor y vergüenza, co-
menzaron a separarse el uno del otro (ver Gén. 3:12).
El pecado afectó a la raza entera cuando la muerte entró en el
mundo. Dios le había declarado a la primera pareja que si comían del
23
EL PACTO ETERNO DE DIOS

fruto del árbol, "ciertamente morirás" (Gén. 2:17). La muerte, en su


sentido último, significa una separación final de Dios. Esto es lo que
significó el primer pecado de A d á n para toda la raza humana (Rom.
5:12, 14-19; 1 Cor. 15:22).
El pecado produjo consecuencias que se extendieron también al
m u n d o físico. Dios dijo, por ejemplo: "Maldita será la tierra por tu
causa" (Gén. 3:17; comparar con Rom. 8:22). La creación entera sin-
tió las repercusiones del pecado.
Desde Génesis 4 hasta Génesis 6:5, se despliega un cuadro de di-
fusión y crecimiento del pecado. El pecado destruye como una ava-
lancha. Produce un abismo cada vez más ancho entre Dios y los seres
humanos. Pasa desde la desobediencia (Gén. 3:1-7) al asesinato
(Gén. 4:8) al homicidio temerario, a una codicia enorme (Gén. 4:23,
24), y a una corrupción y una violencia totales (Gén. 6:1-12).
Por eso, cuando Dios dijo en los días de Noé que "todos sus pen-
samientos tendían siempre hacia el mal" (Gén. 6:5, NVI), hizo una
evaluación amplia. La palabra "designio" (del hebreo yeser) significa
"propósito" o "intención". La palabra corazón designa el asiento del
pensamiento y de los poderes de la razón, y generalmente se refiere a
la mente con todas sus facultades.
¡Qué evaluación terrible: todos los propósitos, intenciones y de-
signios de los hombres eran de continuo solamente al mal!

LA REACCIÓN INTERIOR DE D I O S
N o es frecuente que obtengamos de las Escrituras una vislumbre
de la vida interior de Dios. Pero Génesis 6:6 nos da una vislumbre de
su reacción ante el enorme y terrible crecimiento del pecado. Esta
vislumbre se revela de dos maneras. Primero, Dios "se arrepintió"
(RV 1960, NVI), "le pesó" (Biblia de Jerusalén [BJ]). Este "arrepenti-
miento" no es idéntico al arrepentimiento humano. La lengua he-
brea en el Antiguo Testamento usa en forma consistente una palabra
específica al referirse al arrepentimiento de Dios: nacham. N o implica
una falta de previsión de parte de Dios, ni una vacilación en su natu-
raleza o propósito. En este sentido, Dios n o se arrepiente de nada (1
24
CAPITULO 1

Sam. 15:29). Por supuesto, el arrepentimiento de Dios no involucra


un aspecto de culpabilidad o de pecado. La palabra se emplea senci-
llamente para presentar la verdad "de que Dios, en consonancia con
su inmutabilidad, cambia de posición respecto al hombre quien ha
cambiado". 2
La segunda reacción que revela Génesis 6:6 es la tristeza de
Dios. "Le dolió en su corazón" a Dios, profundamente herido por la
humanidad y su maldad. Esta descripción de Dios como un ser cuyo
corazón puede dolerse por nuestro pecado va en contra del concepto
de que Dios es una idea estática, abstracta, indiferente, o como un
principio inflexible. Lo revela como abierto al impacto del pecado
humano, como un Dios que se siente afectado por lo que ocurre entre
sus criaturas humanas.
Pocos seres humanos reflexionan sobre el profundo dolor que el
pecado infligió al corazón de Dios. Piensan que Dios no se vio afecta-
do por nuestra desesperación. Pero el cuadro bíblico lo muestra en
forma diferente. Lo describe como profundamente involucrado en lo
que respecta al pecado: por cierto no en el sentido de que él mismo es
pecaminoso, sino más bien porque él responde con profundo dolor
cuando los seres humanos pecan.
Esta vislumbre del corazón de Dios revela que él no juzga el pe-
cado humano fríamente, sino en cambio, de manera de controlarlo.
Esta clase de acción refleja la clase de situación descrita en Génesis
6:6.
Dios decidió que la difusión masiva y continuada del pecado ne-
cesitaba ser controlada. U n a perversión total de la voluntad y el po-
der razonador del hombre demandaba una acción drástica. Ese juicio
vendría en la forma de un diluvio mundial destructivo, que eliminaría
"toda carne". Dios dijo: "Raeré de sobre la faz de la tierra a los hom-
bres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y
las aves del cielo" (Gén. 6:7). Este pasaje define la referencia en Gé-
nesis 6:13 donde Dios afirma: "He decidido el fin de todo ser, porque
la tierra está llena de violencia a causa de ellos". Aclara que la ex-
presión "toda carne" incluye desde "el hombre hasta la bestia, y hasta
el reptil y las aves". Ellos habían llenado la tierra con violencia y
25
EL PACTO ETERNO DE DIOS

maldad.

LA BONDADOSA SALVACIÓN DIVINA DE LOS JUSTOS


Varios detalles presentados en Génesis 6, específicamente en los
versículos 8 y 9, se refieren a la salvación de Noé y su familia. Tres ca-
racterísticas principales de la vida de Noé contrastan vividamente
contra el mal, la violencia y la corrupción de su propia generación.
Primero, Noé era "varón justo" (Gén. 6:9). Su justicia consistía en
la integridad de su relación con Dios. Una "persona justa" en el Anti-
guo Testamento hace justicia a la relación en la que se encuentra
con Dios. Si una persona está en una relación de fe, confianza y de-
pendencia de Dios, que resulta en su obediencia a Dios, esa persona
es llamada "justa".
Segundo, Noé es llamado "perfecto" (Gén. 6:9, RV60), "honra-
do" (NVI). Las palabras no indican un estado de perfección absoluta
o sin pecado, sino de integridad moral. Este compromiso completo le
permitió estar sin mancha delante de Dios.
Tercero, Noé "caminó" con Dios (Gén. 6:9). La expresión tras-
mite la idea de principios constantes y fieles. Es la última persona de
la época antediluviana y la primera de la posdiluviana que caminó
con Dios. Como tal, es un ejemplo del remanente de fe que sobrevivi-
rá al cataclismo del fin del tiempo (Heb. 11:7).

EL PACTO CON N O É ANTERIOR AL DILUVIO


Hemos notado antes que la primera referencia explícita en las
Escrituras con respecto a hacer un pacto, aparece en Génesis 6:18:
"Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos,
tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo". U n a comparación cuida-
dosa de las palabras con otras declaraciones de pactos en el Antiguo y
el Nuevo Testamentos revela que contiene los puntos esenciales del
pacto bíblico. Definidamente un pacto entre Dios y el hombre es el
pacto que Dios hizo con Noé.
Encontramos que aquí se mencionan las partes que hacen el
pacto: Dios y el hombre. En los pactos bíblicos, Dios y el hombre se
26
CAPITULO 1

relacionan, y Dios toma la iniciativa. Aquí también encontramos es-


ta situación.
El mandato: "Entra tú en el arca", revela que el pacto de Dios
con Noé estipulaba una obligación. La idea del pacto aquí está lejos
de la idea de un contrato, alianza, unión o acuerdo entre Dios y Noé.
De hecho, es el pacto de Dios ("mi pacto"), y Noé y su familia fueron
los receptores y los beneficiarios de la bendición del pacto como re-
sultado de su obediencia.
La declaración de Génesis 6:18, aunque breve, contiene concep-
tos profundos. Predice provisiones para el futuro de la humanidad.
Al establecer este pacto con el superviviente del diluvio y su familia,
Dios otorga su abundante gracia y misericordia. La seguridad de la
humanidad en el presente y la seguridad de la salvación en el futuro
surgen de la gracia de Dios y del acto divino en favor de ellos. Dios
mismo se muestra como un Dios misericordioso y lleno de gracia,
constante en su amor por la humanidad.
La expresión típica del establecimiento de un pacto no aparece
en este pasaje, específicamente, la que se usa en ochenta lugares del
Antiguo Testamento: "cortar un pacto", o en la expresión típica y
apropiada de "hacer un pacto". Aquí el término usado es establecer
(heqim). U n a investigación cuidadosa de este término en relación
con el establecer un pacto, revela la importancia de "mantener" o
"confirmar" (comparar Deut. 9:5; 27:26; 1 Sam. 15:11; 2 Sam. 7:25; 2
Rey. 23:3, 24; etc.). Este descubrimiento nos da la impresión de que el
establecimiento divino del pacto implica el mantenimiento de un
compromiso en el que Dios se ha empeñado con anterioridad.
A u n cuando Génesis 6:18 es la referencia más temprana a un
pacto en la Biblia, el uso de este término hebreo específico en rela-
ción con él implica que Dios había hecho previamente un pacto con
la humanidad. En este sentido, el pacto de Dios con Noé puede con-
siderarse como una renovación de su pacto con Adán, al que la Biblia
se refiere implícitamente en Génesis 3:15.
Obviamente, Noé respondió con fe y obediencia a la invitación
de Dios de hacer en un pacto con él al entrar en el arca. Noé y su fa-
milia demostraron la clase de obediencia que surge de una confianza
27
EL PACTO ETERNO DE DIOS

total y completa en Dios, en lugar de la obediencia que tiene la in-


tención de ganar méritos ante Dios.
Génesis 9:8 al 17 describe el pacto posterior al diluvio que Dios
hizo con Noé y su familia. Es amplio pues incluye los animales tam-
bién, y demuestra que la provisión de la gracia de Dios no depende
necesariamente de la comprensión o la obediencia de parte de los
beneficiarios del pacto. Es importante notar que el pacto de Génesis
9:8 al 17 es el primero y el único pacto bíblico que en su alcance es
totalmente universal.
El pacto posdiluviano que Dios hizo con Noé se describe, a ve-
ces, como un pacto incondicional porque no menciona ninguna con-
dición u obligación específica impuesta a los seres humanos. No resul-
ta completamente claro si las instrucciones en los siete versículos an-
teriores deben considerarse como las obligaciones del pacto . Algunos
eruditos las han entendido como que están relacionados, y por eso
sugieren que este pacto es condicional. De cualquier manera, aun si
no hay obligaciones explícitas observables fácilmente, se supone que
deben estar implícitas, porque son parte de todos los pactos.
En el pacto hecho con Noé después del diluvio, Dios prometió
que nunca más un diluvio universal destruiría toda la tierra. Esta pro-
mesa no implica, sin embargo, que Dios está obligado a no destruir al
mundo otra vez por otros medios que no sean el agua. Su plan revela-
do es usar un gran fuego destructor para terminar con toda la maldad
al fin de la historia humana (2 Ped. 3:7, 10, 11; Apoc. 20:9). Esta in-
tención de ninguna manera contradice la promesa que Dios hizo a
Noé y sus descendientes. "Así destruirá Dios a los impíos de la tierra.
Pero los justos serán protegidos en medio de estas conmociones, como
lo fue Noé en el arca. Dios será su refugio y tendrán confianza bajo
sus alas protectoras". 3
Sólo tres pactos bíblicos incluyen señales explícitas del pacto.
En el pacto posterior al diluvio hecho con Noé, la señal es el arco
iris (Gén. 9:12, 13), producido por la refracción de la luz solar a tra-
vés de las gotas de lluvia.
Por cuanto las señales bíblicas cumplen funciones importantes,
resulta útil comprender la naturaleza de la señal ligada a este pacto.
28
CAPITULO 1

Por definición, las señales apuntan a algo más allá de sí mismas, pro-
veyendo una garantía o un compromiso. Pueden impartir conoci-
miento, servir como protección, producir fe, o hacer recordar y con-
firmar.
La mayoría de estos aspectos aparecen en la señal del arco iris.
En contraste con las otras dos señales del pacto (que serán considera-
das más tarde), el arco iris es una señal física, externa en las nubes
que le hace recordar a Dios su pacto (Gén. 9:15, 16) de que nunca
destruirá otra vez la tierra con un diluvio. Aunque el arco iris nos re-
cuerda que Dios una vez castigó la maldad con un diluvio universal,
garantiza que cuando las nubes traen lluvia, no necesitamos temer
otro diluvio. Nos recuerda que Dios ha cumplido y cumplirá su pro-
mesa de nunca volver a traer un diluvio para destruir la tierra. El arco
iris, como un recordativo de la fidelidad de Dios a su promesa, debie-
ra hacer surgir fidelidad en nosotros, y servirnos como un poderoso
factor disuasivo de una vida de pecado.

EL PACTO Y EL REMANENTE DE FE
Pocas personas perciben que la primera mención específica de
un remanente en la Biblia aparece en Génesis 7:23. "Quedó sola-
mente Noé, y los que con él estaban en el arca".4 La palabra traducida
"quedó" deriva de la raíz hebrea sa'ar, la que de diversas formas expre-
sa la idea del remanente en el Antiguo Testamento.
En contraste con esta referencia explícita, antes de ella aparece
en el Antiguo Testamento una referencia implícita a un remanente,
dentro de la narración del primer homicidio. Después que Abel fue
asesinado, sólo Caín quedó como el progenitor de la raza humana
hasta que otros hijos les nacieron a Adán y Eva (Gén. 4:1-15). En
forma significativa y comprensiva, a Caín no se lo llama un rema-
nente porque él no es un ejemplo de un remanente de fe, que es un
tema recurrente en el Antiguo Testamento. En contraste con la refe-
rencia a un remanente literal en el caso de Caín, la referencia a un
remanente fiel en Génesis 7:23 es más significativo. Noé y su familia
sobrevivieron al diluvio y llegaron a ser los portadores de vida para el
29
EL PACTO ETERNO DE DIOS

futuro de toda la humanidad. Por medio de ellos, también las bendi-


ciones de la vida llegan a la humanidad posdiluviana.
No podemos pasar por alto el hecho de que el remanente que
sobrevivió a la primera catástrofe mundial fue un pueblo de fe y con-
fianza (Gén. 6:9 y 7:1). Siendo que la Biblia usa el diluvio de Noé
como un tipo de la destrucción del fin del tiempo, esta observación
tiene mucha importancia. También es importante reconocer que al
fin, el remanente que será salvado será otra vez un pueblo que res-
ponda a Dios con fe y obediencia. Será un remanente que, como
Noé, estará en una relación correcta con Dios, un remanente perfec-
to en su esfera, un remanente que camina con Dios (Apoc. 12:17).
¿Quién pertenecerá a ese remanente al fin del tiempo? ¿Serás tú
uno de ellos?

Referencia s
1
Un tratamiento extenso de la doctrina del pecado puede verse en John M. Fowler,
"Sin", en Handbook of Seventh-day Adventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Com-
mentary (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), t. 12, pp. 233-270.
2
Comentario bíblico adventista, t. 1, pp. 263, 264.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 101.
4
Sobre el concepto de remanente, ver Gerhard F. Hasel, The Remnant: The History and
Theology of the Remnant Idea from Genesis to Isaiah, 2da. ed. (Berrien Springs, MI: Andrews
University Press, 1975); Ibíd., "Remnant", Interpreter's Dictionary of the Bible, Supplementary
Volume (Nashville, TN: Abingdon, 1976), pp. 735, 736.

30
C A P Í T U L O 3

El pacto con Abrahán

C uando vino la palabra de Dios a Abrahán en Ur de los Caldeos,


para que fuera a un lugar que él le mostraría, Abrahán no tenía
idea hacia dónde iría (Heb. 11:8, 9). El no tenía acceso a un agente
de viajes que le consiguiera un vuelo. N o podía tener acceso a Inter-
net para tener una galería de fotos de la tierra de Canaán. Sin embar-
go, como veremos, el pacto abrahánico fue un pacto de gracia y de
salvación. Dios lo inició por su amor generoso (Gén. 12:1, 2; 15:7,
18; 17:1, 2, 7). Él se reveló a A b r a h á n repetidamente como Yahweh
(Gén. 12:1; 15:7). Le dijo: "Yo soy tu escudo" (Gén. 15:1), y "Yo soy
el Dios Todopoderoso" (Gén. 17:1). Esto llega a ser más significativo
al comprender de dónde vino A b r a h á n y el tiempo en el que vivió. 1
Durante la primera parte del tercer milenio a.C., la ciudad de Ur
era la capital de un vasto imperio. Durante el reinado de Ur-nammu,
la ciudad experimentó una especie de renacimiento. Las excavaciones
hechas por los británicos revelaron maravillas arquitectónicas increí-
bles tales como el ziggurat, una torre-templo que llegaba hasta el cie-
lo. El cementerio real proporcionó la clase de riqueza que todo ar-
queólogo sólo sueña con encontrar. 2 ¿Por qué llamaría Dios a Abra-
hán para que saliera de una ciudad tan espléndida y opulenta? Cierta-
mente, A b r a h á n no lo sabía. Todo lo que tenía era la promesa de
Dios. Era importante que A b r a h á n primero conociera quién era
Dios.

EL D I O S DEL PACTO ABRAHÁNICO


Dios se ocupó de un acto de identificación propia en su conver-
31
EL PACTO ETERNO DE DIOS

sación con Abrahán, registrada en Génesis 15:7: "Yo soy Jehová", un


nombre propio o personal de Dios. Otro nombre, Elohim, es el nom-
bre genérico para Dios, en contraste con el nombre personal de Yah-
weh o Jehová.
La identificación de Yahweh como el que sacó a Abrahán de Ur
(Gén. 15:7), alude a la iniciación del pacto de Dios con Abrahán re-
gistrado en Génesis 12:1 al 3. Dios hizo un pacto en tres etapas con
Abrahán. La primera aparece en Génesis 12:1 al 3; la segunda, en
Génesis 15:1 al 21; y la tercera, en Génesis 17: 1 al 14. La informa-
ción cronológica en la narración revela que Dios se ocupó de este
proceso de hacer un pacto con Abrahán durante un período de vein-
ticuatro años.
No se puede establecer fácilmente el significado exacto del
nombre Yahweh. Se han escrito libros enteros sobre el tema. 3 Pero
en Exodo 3:14 Dios mismo explica que este nombre significa: "Yo
SOY EL QUE SOY". Esta frase distintiva expresa la realidad de la existen-
cia incondicional de Dios y su soberanía sobre el pasado, el presente y
el futuro. En él reside la iniciativa de la creación como también de la
salvación, y además del control último sobre el presente y el futuro.
Cuando Abrahán tuvo noventa y nueve años de edad, Yahweh
se le apareció otra vez y se presentó con la identificación propia de "el
Dios Todopoderoso" (Gén. 17:1). Esta designación (o sencillamen-
te, "el Todopoderoso") se encuentra principalmente en dos libros del
Antiguo Testamento: Génesis y Job.
La designación "Dios Todopoderoso" es la traducción del hebreo
El-Shaddai. El es el nombre genérico semítico para la deidad, y se usa
en la mayor parte del Antiguo Testamento como un sinónimo de
Yahweh. Ejemplos de este uso aparecen en Números 23:8, 19, 22, 23;
24:4, 8, 16, 23; Salmos 16:1, 2; 17:1, 6; 85:8; Isaías 40:18; 42:5. El
origen y significado exactos del nombre Shaddai no son claros. La tra-
ducción "El Todopoderoso" en la versión Reina Valera, como tam-
bién en otras, parece bastante correcta (comparar Isa. 13:6; Joel
1:15). El énfasis en el "poder" de Dios frente a la fragilidad humana es
admirablemente adecuado en la experiencia de Abrahán.
Dios le había prometido un hijo a Abrahán casi un cuarto de si-
32
CAPITULO 1

glo antes de los eventos registrados en Génesis 17. Pero cuando él y


Sara todavía no tenían un hijo después de diez años, A b r a h á n tomó
las cosas en sus manos, se casó con la sierva de su esposa, Agar, y en-
gendró a Ismael. Casi una década y media más tarde, cuando Abra-
hán había alcanzado la avanzada edad de noventa y nueve años, Dios
reafirmó su pacto y le anunció que sería establecido con el nacimien-
to de un hijo, Isaac, que nacería en el espacio de un año (Gén.
17:21). En este punto crítico Dios se presentó a A b r a h á n como el
"Dios Todopoderoso" para quien nada es imposible. Hombres y muje-
res apremiados, con una fe vacilante como la de Abrahán, pueden
tener la certeza plena de que el Dios del pacto es realmente un "Dios
Todopoderoso", que realiza el cumplimiento de las promesas de su
pacto en su momento y sin la ayuda humana. Dios puede realizar en
cualquier momento lo que él promete.

A B R A H Á N , PARTÍCIPE EN EL PACTO DIVINO


La elección que hizo Dios de Abrahán n o estaba basada en una
superioridad inherente que demandaba una recompensa. Ciertamen-
te Abrahán fue "fiel entre los fieles, incorrupto en medio de la preva-
leciente apostasía, se mantuvo firme en la adoración del único Dios
verdadero". 4 Pero su fidelidad no debe ser considerada como un méri-
to que le ganó el derecho a ser escogido por Dios. La elección de
Dios siempre está basada en el amor, la gracia y la misericordia de
Dios (Deut . 7:6- 11)7
E l registro bíblico de la experiencia de Abrahán revela una can-
tidad de acciones totalmente indignas de quien fue escogido para lle-
gar a ser partícipe en el pacto de Dios (comparar Génesis 12:10-20;
16:1-16; 20:1-18). Sin embargo, la peregrinación de Abrahán revela
un crecimiento constante y un progreso que alcanzó las alturas de la
fe, virtualmente sin paralelo en la historia humana (Gén. 18:22-33;
22:1-14).
A l concluir el proceso de hacer el pacto, A b r a h á n recibió un
nombre nuevo: de Abram que significa "el padre es exaltado", a
Abrahán, "el padre de una multitud". Fue la primera persona men-
33
EL PACTO ETERNO DE DIOS

cionada en la Biblia a quien Dios le dio u n nombre nuevo. El nuevo


nombre indicaba que la nueva relación del pacto fue sellada, y la
promesa divina asegurada: "Porque te he confirmado como padre de
una multitud de naciones" (Gén. 17:5, NVI).
A l llamar a A b r a h á n para que saliera de Ur, Dios no sólo cum-
plía su promesa a Abrahán de que sería padre de una multitud de na-
ciones, sino ponía a A b r a h á n en una ubicación donde este nuevo
pueblo podía producir el máximo de impacto. Como un puente entre
los imperios, Canaán era la elección geográfica natural para el pueblo
de Dios. Desde C a n a á n podían interactuar con los egipcios, las di-
versas naciones cananeas — A m ó n , Moab, Edom— y los reinos de la
Mesopotamia hacia el este. Pero tal vez hubo una razón más personal
por la que Dios llamó a A b r a h á n y a su familia a salir de Ur en ese
momento. Poco sabía Abrahán que cuando dejaba Ur al final del ter-
cer milenio a.C., su prominencia como capital de un imperio flore-
ciente sería de corta duración. El III período de U r terminó en
2004/3 a.C., cuando la ciudad fue destruida por los elamitas. 5 Parecie-
ra que Dios no sólo deseaba establecer una gran nación mediante la
descendencia de Abrahán, sino que personalmente procuró sacar a
A b r a h á n de una ciudad que pronto encontraría su destrucción.

¿ P A C T O CONDICIONAL O INCONDICIONAL?
Si el pacto abrahánico fue condicional o incondicional es un
asunto de acalorados debates entre los cristianos de hoy. U n a línea
de interpretación teológica, designada como "dispensacionalismo",
pone un énfasis considerable sobre la supuesta incondicionalidad del
pacto abrahánico. La Nueva Biblia de Scoñeld sugiere que el pacto
abrahánico revela el propósito soberano de Dios de cumplir por me-
dio de A b r a h á n su programa para Israel, y de proveer un Salvador
para todos los que creen. Además, afirma que el cumplimiento final
depende de la promesa divina y el poder de Dios, en vez de depender
de la fidelidad humana. 6
Los intérpretes dispensacionalistas argumentan que así como las
promesas al Israel físico fueron incondicionales, también lo son las
34
CAPITULO 1

promesas a las familias de la tierra que serán benditas en Abrahán.


La Nueva Biblia de Scofíeld afirma que "el nuevo pacto [en el cual par-
ticipan los gentiles]... asegura la bienaventuranza eterna, bajo el pac-
to abrahánico, a todos los que creen. Es absolutamente incondicional
y, siendo que la responsabilidad no fue entregada al hombre, es final e
irreversible". 7 Basados en esta interpretación del pacto hecho con
Abrahán, muchos cristianos actuales pretenden que el Estado de Is-
rael, formado en 1948 cumple la promesa de Dios hecha a Abrahán
en Génesis 12:1 al 13 y pasajes sucesivos. Por lo tanto, también
creen que el Estado de Israel desempeñará un papel importante como
nación en la obra final de Dios sobre la tierra.
Por otro lado, muchos otros cristianos han encontrado dificulta-
des importantes con la interpretación del pacto abrahánico como un
pacto incondicional. 8 En el libro Patriarcas y profetas, Elena G. de
White nota que "por este rito [la circuncisión] se comprometían [los
descendientes de Abrahán] a cumplir, por su parte, las condiciones
del pacto hecho con Abrahán". 9
El libro de Génesis proporciona evidencias para sostener este
concepto. En una afirmación explícita, Dios encarga a Abrahán y a
su simiente después de él a "guardar" (en hebreo samar) el pacto que
Dios hizo con ellos (Gén. 17:9). La misma palabra se usa en el Anti-
guo Testamento para guardar los pactos sucesivos. Por ejemplo, el
pacto que Dios hizo con Moisés, reconocido por todos como un pacto
condicional, debía ser "guardado" (Deut. 29:9). El mismo término
guardar aparece más de treinta veces en el libro de Deuteronomio pa-
ra observar los mandamientos (ver, por ejemplo, Deut. 4:2). En di-
versas partes de las Escrituras, también se emplea específicamente
para guardar el sábado (Éxo. 31:13, 14, 16; Deut. 5:12; etc.) así como
también ciertas fiestas (Éxo. 13:10; 23:15; 34:18).
En el mismo capítulo del Génesis, también encontramos que el
pacto abrahánico puede, de hecho, "ser violado" (hebreo, parar;
Gén. 17:14). Es notable que esta misma palabra hebrea aparece con
frecuencia, exactamente veintidós veces, en el Antiguo Testamento
como un término típico para la idea de quebrantar o invalidar el pac-
to (Lev. 26:15; Deut. 31:16, 20; Isa. 24:5; etc.). Evidentemente, el
35
EL PACTO ETERNO DE DIOS

pacto con Abrahán, de acuerdo con este capítulo sobre el pacto tem-
prano en la historia de Abrahán, podía ser guardado o quebrantado
por los participantes humanos, haciendo que el pacto fuera un pacto
condicional.
Otras afirmaciones explícitas en el Génesis también indican que
el pacto abrahánico es condicional por cuanto requería que la perso-
na con quien se hacía debía ser fiel a Dios. Génesis 18:18, 19, afirma:
"Abrahán se convertirá en una nación grande y poderosa, y en él se-
rán bendecidas todas las naciones de la tierra. Yo lo he elegido para
que instruya a sus hijos y a su familia y a su casa, a fin de que se man-
tengan en el camino del SEÑOR y pongan en práctica lo que es justo y
recto. Así el S E Ñ O R cumplirá lo que le ha prometido" (NVI). Abra-
hán debía enseñar a su familia los caminos de Dios, de modo que
cuando él muriera, sus descendientes vivirían como él había vivido.
Los descendientes de A b r a h á n debían también " m a n t e n e r l e ] en el
camino del Señor" con el fin de que Dios cumpliera "lo que le ha
prometido" [a Abrahán],
La respuesta de fe de Abrahán se observa en su obediencia a las
instrucciones de Dios, notablemente en su disposición de sacrificar a
Isaac, una actitud sumisa que mantiene efectiva la promesa. U n estu-
dio de Génesis 22:16 al 18 es especialmente importante en relación
con esto. Abrahán llega a ser el modelo de todos los que son justifica-
dos por la fe (Gén. 15:6; ver Rom. 4), y demuestra que la fe justifica-
dora siempre está acompañada por la obediencia a la ley de Dios
(Gén. 26:5).

LA CIRCUNCISIÓN, SEÑAL DEL PACTO


Así como el pacto con Noé fue acompañado por una señal, tam-
bién lo fue el pacto abrahánico. La señal del pacto de Dios con
Abrahán fue la circuncisión. Dios la llama "señal del pacto entre mí y
vosotros" (Gén. 17:11).
Esta señal del pacto comunicaba varias verdades importantes.
Primera, distinguía a los descendientes de A b r a h á n de los gentiles
(Efe. 2:11). Segunda, perpetuaba la memoria del pacto de Dios (Gén
36
CAPITULO 1

17:11) y simbolizaba una circuncisión del corazón. Tercera, fomen-


taba el cultivo de la pureza moral (Deut. 10:16; Rom. 2:29). Cuarta,
representaba la justicia que es por la fe (Rom. 4:11). Quinta, prefigu-
raba la ordenanza cristiana del bautismo (Col. 2:11, 12).
Hace unos pocos años un inmigrante de dieciocho años de edad
fue al estado moderno de Israel. Por cuanto su madre era judía, tenía
derecho a la ciudadanía. Como parte del proceso de llegar a ser ciuda-
dano de Israel, por ley se le exigía circuncidarse, ¡una perspectiva do-
lorosa para un adulto!. Algunos se preguntan si la circuncisión es to-
davía una señal válida para el pueblo de Dios. Seria mejor responder a
esta pregunta desde el punto de vista del Nuevo Testamento. El
apóstol Pablo define la circuncisión del siguiente modo: "la circunci-
sión es la del corazón, la que realiza el Espíritu, no el mandamiento
escrito" (Rom. 2:29, NVI). El Nuevo Testamento insiste que para el
creyente, ni la circuncisión física ni la incircuncisión tiene valor algu-
no (1 Cor. 7:19). Sin embargo, enfatiza que "la fe que obra por el
amor" (Gál. 5:6), llegar a ser "una nueva creación" (Gál. 6:15) y "el
guardar los mandamientos de Dios" (1 Cor. 7:19) siguen teniendo
importancia hoy en día.

Referencias
1
Aquí se adopta la cronología temprana para Abrahán, datando el viaje de Abrahán
desde Ur en el año 2092 a.C.; ver J. J. Bimson, "Archaeological Data and the Dating of the
Patriarchs", en Essays on the Patriarchal Narratives, A. R. Millard y D. J. Wiseman, eds. (Wino-
na Lake, IN: Eisenbrauns, 1980), pp. 53-89.
2
Susan Pollack, "Ur", en The Oxford Encyclopedia of Archaeology in the Near East, E.
M. Moyers, ed. (Mueva York: Oxford University Press, 1997), pp. 288-291; cf. Informes de
excavaciones por C. Leonard Woolley, Ur of the Chaldees (Ithaca, NY: Cornell University
Press, 1982).
3
G. H. Parke-Taylor, Yahweh: The Divine Ñame in the Bible (Waterloo, Ont.: Wilfred
Laurier University Press, 1975); Millard C. Lind, Yahweh is a Warrior (Scottdale, PA: Herald
Press, 1980).
f
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 117.
5
Jean-Cl. Margueron, "Ur", en Anchor Bible Dictionary, D. N. Freedman, ed. (Nueva
York: Doubleday, 1992), pp. 766, 767; C. E. Cárter, "A Brief History of the Third Dynasty of
Ur", Biblical Archaeologist 50/3 (1987), pp. 141-143.
6
The New Scoñeld Bible, p. 20.
7
Ibíd., p. 1318.
8
Bruce K. Waltke, "The Phenomenon of Conditionality within Unconditional Cove-

37
EL PACTO ETERNO DE DIOS

nants", en Israel's Apostasy and Restoration: Essays in Honor of Roland K. Harrison, Abraham
Gileady, ed. (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1988), pp. 123-139; Ronald Young-
blood, "The Abrahamic Covenant: Conditional or Unconditional?", en The Living and Active
Word of God: Studies in Honor of Samuel J. Schulz, Morris Inch and Ronald Youngblood, eds.
(Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1983), pp. 31-46.
9
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 132.

38
C A P Í T U L O 3

La promesa divina
y el pacto abrahánico

L a promesa divina se entreteje a través de la Biblia como un hilo


rojo. Algunos sugieren que constituye el tema que une los cinco
primeros libros de la Biblia. Otros teólogos van aún más lejos, sugi-
riendo que la promesa divina es el tema bíblico clave que une al An-
tiguo con el Nuevo Testamento. 1
Puede ser difícil sostener pretensiones tan amplias, pero es cierto
que para los indefensos, los sufrientes, y todos los demás que cami-
nan por la senda de la fe, las promesas de Dios son como las hojas del
árbol de la vida. Cuando se personalizan, las promesas de Dios con-
suelan el alma y proporcionan un fundamento para la fe: "Apropiaos
de las promesas de Dios, luego, cuando llegue la prueba y la a f l i c c i ó n ,
"2
esas promesas serán cantarinos manantiales de consuelo celestial .
Las promesas de Dios están en agudo contraste con las promesas
humanas. Estas tienen las marcas distintivas de quienes las hacen y
están sujetas a la fragilidad humana. En este capítulo, no estamos ha-
blando de la clase de promesas que Jacob extrajo de José: que sería
llevado fuera de Egipto y enterrado en la tierra de sus padres (Gén.
47:29-31). Tampoco estamos hablando de la clase de promesas que
Dios ordenó que Israel cumpliera (Deut. 23:23 y Núm. 32:24)- Y
ciertamente no estamos hablando acerca de promesas tales como las
que hizo Balac a Balaam, y las que hizo A m á n al rey Asuero: prome-
sas motivadas por malas intenciones (Núm. 22:17 y Est. 4:7). La clase
de promesas de que estamos hablando son muy diferentes, como se
destacará en las próximas páginas, es decir, las promesas de Dios.
39
EL PACTO ETERNO DE DIOS

L A S PROMESAS DIVINAS
Dios hizo muchas promesas registradas en toda la Biblia. Hizo
promesas en diferentes momentos y circunstancias. Dios hizo prome-
sas que se relacionaban con la conservación, la protección, la posteri-
dad, las posesiones y la prosperidad: asuntos terrenales. También hizo
promesas que se relacionan con asuntos espirituales. U n a de ellas es
Génesis 3:15, que t i e n e n implicaciones de largo alcance. En ella
Dios anunciaba el plan de salvación y cómo sería logrado por medio
de la simiente (Jesucristo), aplastando la cabeza de la serpiente (Sata-
nás). Incluía una promesa de enemistad entre la simiente de la mujer
y la simiente de la serpiente, es decir, enemistad entre las dos ramas
de la humanidad: los creyentes y los no creyentes,
Siendo que el concepto de la promesa es t a n destacado tanto en
el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, es importante reconocer
que la palabra de Dios es la que hace que las promesas sean seguras.
Dios mismo está hablando, haciéndose responsable por el sostén de su
pueblo y su destino.
Las promesas que Dios hizo a Abrahán están entre las más pro-
fundas de la Biblia porque están asociadas con el pacto de Dios a
Abrahán. Se relacionan con la presencia constante de Dios con su
siervo, asegurándole a Abrahán que Dios sería su "escudo". Dios tam-
bién le dio una promesa mesiánica que se cumpliría por medio de la
simiente de Abrahán. Prometió hacer de Abrahán una nación grande
y poderosa. También le prometió que su nombre sería grande. Y ade-
más, prometió darle a él y a su descendencia una tierra propia. Nos
concentraremos ahora en esas promesas en más detalle.

EL D I O S DE LAS PROMESAS DEL PACTO


Entre los actos de revelación propia de Dios están aquellos en
los cuales se presenta a sí mismo. Dios se presentó a Abrahán como
Yahweh (ver Gén. 12:1; 15:7). Ya hemos visto que este nombre, Yah-
weh, es el nombre personal de Dios y también es una designación del
Dios del pacto. También notamos que al presentarse Dios a sí mismo
como el "Todopoderoso", daba la seguridad de que es poderoso, infini-
40
CAPITULO 1

tamente capaz de cumplir la promesa divina.


Pero Dios no se reveló a Abrahán como Yahweh y como el Dios
Todopoderoso; también se dirigió a él con un saludo personal de áni-
mo: "No temas" (Gén. 15:1). ¡Cuán oportuno es este saludo, y cuán
apropiado! La mente de Abrahán había llegado a estar "tan deprimi-
do por los presentimientos que no pudo esta vez aceptar la promesa
con absoluta confianza como lo había hecho antes... ¿Cómo iba a
cumplirse la promesa del pacto, mientras se le negaba la dádiva de
un hijo?" 3
En ese momento, Abrahán no tenía ningún hijo natural. ¿Debía
seguir confiando en Dios y creer en su promesa, aun cuando era de
edad avanzada? ¿O debía seguir la costumbre de su tiempo y proveer-
se de un heredero por su cuenta? ¿Debía tomar las cosas en sus manos
y ayudar a Dios a cumplir su promesa? De acuerdo con Génesis 15:1
al 6, descubrimos que Abrahán optó por seguir la costumbre estable-
cida al hacer planes de adoptar a Eliezer, de Damasco, corno su here-
dero legal.
De acuerdo con los descubrimientos arqueológicos, en ese tiem-
po una persona que no tenía herederos podía adoptar uno legalmente.
Este heredero legal tenía todos los privilegios y los derechos de pro-
piedad así como las responsabilidades de un heredero normal o un
hijo. En ese momento específico, Abrahán había decidido avanzar
en la dirección de la adopción, pero Dios le apareció en una visión y
le aseguró: "Yo soy tu escudo" (Gén. 15:1).
Por favor, note el pronombre personal tu en la promesa de Dios.
Dios le dijo a Abrahán: "Yo soy tu escudo". Este pronombre tu revela
el interés íntimo que Dios toma en los asuntos de alguien cuya fe está
vacilando y está siendo probado.
La designación de Dios como "escudo" aparece aquí por primera
vez en la Biblia, y es la única vez en que aparece como una auto reve-
lación de Dios. Más tarde, la misma expresión se usa repetidamente
cuando las personas hablan acerca de Dios (ver Deut. 33:29; Sal.
18:2, 30; 84:11; 144:2).
Dios era el "escudo" de Abrahán, el hombre de fe. Dios es el "es-
cudo" de cada creyente, es decir, su protección. El "escudo" o protec-
41
EL PACTO ETERNO DE DIOS

ción de que se habla aquí no se refiere a la protección física en la


guerra, o contra las desgracias. Más bien, se refiere a la protección de
la posibilidad de que la promesa del pacto no se cumpliera por medio
de A b r a h á n y su simiente futura. La promesa de Dios a Abrahán, de
que sería su escudo, es la misma promesa hecha a cada descendiente
de Abrahán. Si somos la simiente de Abrahán (y todos los que tene-
mos la fe de Abrahán somos su simiente), entonces también tenemos
la seguridad de que Dios será nuestro escudo. Dios nos protegerá en
cada aspecto de nuestras vidas, pero especialmente en el sentido de
que él cumplirá la gran promesa que todavía no ha ocurrido.

LA PROMESA DE LA PRESENCIA DIVINA


La promesa del Cristo resucitado antes de su ascensión fue: "He
aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo"
(Mat. 28:20). Esta promesa de Jesucristo dada a todos sus discípulos,
no sólo a los que estuvieron presentes en ocasión de su ascensión, es
uno de los grandes temas de la Biblia. Pocas personas perciben que
esta promesa previa a su ascensión sencillamente reitera promesas si-
milares y repetidas a menudo en todo el Antiguo Testamento.
La promesa de la presencia continua de Dios y de su compañeris-
mo íntimo, expresada en frases como "Yo estaré contigo" o "Yo estoy
contigo" (Gén. 26:3, 4; 28:15; 31:3; Éxo. 3:12; Deut. 31:23; Jos. 1:9:
3:7; 7:12; Isa. 41:10; Jer. 1:8; Hag. 1:13; etc.), es uno de los temas
destacados de la Biblia. En muchos casos la promesa de la presencia
de Dios está conectada con el mandato: "¡No temas!" (Deut. 20:1;
31:8; Isa. 41:10; 43:5; etc.).

LA PROMESA DE BENDICIÓN PARA TODAS LAS FAMILIAS


Dios dio otra promesa del pacto con un inmenso potencial futu-
ro, la promesa hecha a Abrahán en Génesis 12:3: "Serán benditas en
ti todas las familias de la tierra". Repitió esta promesa en Génesis
28:14: "Y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu
simiente", lo cual destruye todas las expectativas limitadas y naciona-
listas que cualquier seguidor de Abrahán, o cualquiera de sus descen-
42
CAPITULO 1

dientes, pudiera tener. Los horizontes de esta promesa son expansi-


vos, sus dimensiones, universales. El alcance de la bendición abarca a
todos. Sus beneficios son totalmente libres de restricciones.
Algunas traducciones modernas expresan las palabras "serán
benditas" de Génesis 12:3 en forma reflexiva como "se bendecirán a
sí mismas". No intentaremos analizar las complejidades de las formas
verbales hebreas usadas en Génesis 12:3; 18:18; 26:4; y 28:14. Sin
embargo, podemos sugerir que hay apoyo lingüístico sólido para
mantener la traducción "serán benditas" como la que expresa la in-
tención original del texto.
El apóstol Pablo argumenta con fuerza en favor del uso en singu-
lar de la palabra simiente cuando escribe a los creyentes en Galacia.
EnjGálaJasJBig, J6^demuestra que la intención de la palabra en sin-
gular fue cumplida por nada menos que Jesucristo mismo.
En el segundo sermón del apóstol Pedro, registrado en_Hechos
^ e n c o n t r a m o s una referencia a Génesis 12:3 y 22:18, donde Pedro
aplica la simiente al siervo de Dios, Jesucristo. Obviamente, tanto
Pedro como Pablo reconocieron que esta promesa tenía una aplica-
ción mesiánica intencional. Pablo además clarifica que la descenden-
cia física de Abrahán no significaba una garantía de una relación es-
piritual, que es por fe, y no por descendencia étnica. Estas buenas
nuevas para el creyente se resumen en Gálatas 3:29: "Y si vosotros
sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos se-
gún la promesa".

LA PROMESA DIVINA DE UNA NACIÓN GRANDE


En el marco del pacto abrahánico hay numerosas menciones de
la promesa que Dios le hizo a Abrahán de que llegaría a ser una na-
ción grande. Se le comunicó esto por primera vez a Abrahán en Gé-
nesis 12:2: "Haré de ti una nación grande". Más tarde fue repetida a
Abrahán en una afirmación que se encuentra en Génesis 18:18: "Ha-
biendo de ser Abraham una nación grande y fuerte". Durante el
tiempo en que Abrahán no tenía descendientes, el Dios en quien él
confiaba le hizo la promesa del pacto de que no sólo le daría un hijo y
43
EL PACTO ETERNO DE DIOS

una posteridad (Gén. 12:7; 13:15; 15:18; 17:16, 19, 30; etc.), sino
que también haría de Abrahán una nación grande y fuerte.
Antes de que Jacob se mudara de la Tierra Prometida, Canaán, a
Egipto, Dios le repitió la promesa inicialmente hecha a su abuelo,
Abrahán: "Porque allí [en Egipto] yo haré de ti una gran nación"
(Gén. 46:3). Estas palabras no sólo repiten la promesa originalmente
hecha a Abrahán, sino que, además, le aseguraba a Jacob que Dios
cumpliría la promesa en un lugar específico, Egipto. Dios realiza sus
propósitos en su propia manera, en su propio tiempo, y en su propio
lugar. Cuando la familia de Jacob eran pocos en número (Gén. 46:8-
27), sólo setenta personas, se mudaron a Egipto. De ese número pe-
queño y al parecer insignificante, los descendientes de Jacob aumen-
taron y llegaron a ser tan numerosos que constituyeron una gran na-
ción (Deut. 26:5). En Egipto, Israel no tenía tierras propias y ninguna
perspectiva de adquirirlas. Sin embargo, en la manera milagrosa de
Dios, Israel llegó a ser una "nación". De este modo Dios cumplió de
manera espectacular la promesa de que los descendientes de Abra-
h á n llegarían a ser una gran nación.
En cuanto a números, solamente, Israel realmente llegó a ser
una "nación" en Egipto. Pero en cuanto a una comunidad religiosa
cohesiva, Israel llegó a ser una nación sólo más tarde, cuando entra-
ron en una relación formativa y valedera, la relación del pacto, con
su Dios en el monte Sinaí. En ese punto de su experiencia, cuando
llegaron a ser el pueblo del pacto, debían actuar como una "nación
santa" (Exo. 19:6), puesta totalmente aparte para servir a Dios, ado-
rarlo, y ser de servicio a otros.

LA PROMESA DIVINA DE UN GRAN NOMBRE


U n a acción típica de los seres humanos es la de intentar crearse
un buen nombre, obtener una buena reputación y fama, llegar a ser
una celebridad. En los anales de la historia secular encontramos esta
historia de aspiraciones y esfuerzo vez tras vez. La Biblia también in-
cluye informes de esta preocupación por la fama, extremadamente
vital en la raza humana.
44
CAPITULO 1

Los constructores de la torre de Babel, de acuerdo con Génesis


11:1 al 9, estaban procurando hacerse de un nombre para sí mismos.
Así que se dijeron unos a otros: "Hagámonos un nombre" (Gén.
11:4). Pero como suele ocurrir a las personas motivadas por metas
egoístas, los constructores de la torre de Babel fallaron miserable-
mente en su ambición de hacerse un nombre ilustre para sí mismos.
El contraste entre lo que intentaron los constructores de la torre
de Babel y lo que Dios realizaría en favor de Abrahán es vivido y
cautivador. Por un lado, la raza humana entera se unió para hacerse
un nombre y terminó con un fracaso monumental y una confusión
cuyos resultados todavía nos molestan hoy. Por otro lado, una sola
persona, Abrahán, un hombre que confió en Dios y vivió en fe y
obediencia a su Señor, entró en una relación de pacto con Dios. A él
Dios le prometió: "Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre" (Gén
12:2). Y por cuanto Abrahán respondió a las condiciones de Dios,
Dios mismo se comprometió a darle a este hombre solitario lo que
otros tan egoístamente procuraron alcanzar y fallaron. Del mismo
modo hace Dios, por su gracia, por todos los que entran en una rela-
ción de pacto con él, algo que ninguna persona puede hacer por sí
misma: lograr para la persona un gran nombre, según Dios define la
grandeza.

LA PROMESA DIVINA DE UN PAÍS


Otras promesa de gran importancia que Dios le dio a Abrahán
fue de que tendría la tierra que Dios le mostraría. "Vete de tu tierra...
a la tierra que te mostraré" (Gén. 12:1). Note el contraste significati-
vo entre "tu tierra", por un lado, y "la tierra que te mostraré" por el
otro. En otras palabras, en el mandato de dejar su tierra e ir a otra, se-
gún Dios lo dirigiría, descansaba el plan que Dios tenía para Abra-
hán y el cumplimiento de la promesa de heredar Canaán, tierra que
Dios quería que él gozara.
U n a vez que Abrahán entró en la tierra de Canaán, la tierra
prometida, Dios se le apareció otra vez y dejó bien en claro que aun-
que Abrahán sólo peregrinaría en la tierra de Canaán, la tierra even-
45
EL PACTO ETERNO DE DIOS

tualmente sería dada en posesión a su simiente (Gén. 12:7). Esta


promesa le fue repetida a Abrahán después que él y Lot se separaron
(Gén. 13:14, 15, 17). Fue repetida también en la experiencia de la
ratificación del pacto registrada en Génesis 15. Luego, en la fase final
del proceso de hacer el pacto registrada en Génesis 17:8, se repitió
otra vez la promesa. A u n después de estas confirmaciones, Dios si-
guió repitiendo la promesa a Isaac, hijo de Abrahán (Gén. 26:2-5), y
a Jacob, hijo de Isaac (Gén. 28:13, 15; 35:12).
Dios reveló a Abrahán, según Génesis 15:13, 16, que el cumpli-
miento de la promesa ocurriría 400 años más tarde. Después de cuatro
siglos, Dios le anunció a Moisés que él sacaría a los hijos de Israel de
la tierra de Egipto a una "tierra buena y ancha", una tierra que fluye
leche y miel (Éxo. 3:8, 17; 6:8). De modo que durante el tiempo de
Moisés la promesa comenzó por fin a cumplirse. Sin embargo, no se le
permitió a Moisés mismo entrar en la Tierra Prometida. En cambio, él
vería la tierra mejor del mundo celestial. Dios repitió la promesa a
Josué (Jos. 1:3), quien hizo entrar al pueblo en Canaán. En los días de
David la promesa finalmente había alcanzado su cumplimiento, aun-
que ni siquiera entonces en forma completa (ver Gén. 15:18-21; 2
Sam. 8:1-14; 10; 1 Crón. 19; 1 Rey. 4:21). Cumplir esta promesa llevó
un tiempo muy largo.
El Señor del pacto es un Dios de promesas. Sus promesas están
aseguradas por él. Las promesas de Dios son ciertas. Él cumple sus
promesas en su propio momento, y en la forma en que lo desea. Con-
fiar en Dios y en sus palabras de promesas, y someterse a las condicio-
nes del pacto, nos hacen parte de la experiencia de la promesa y parte
del pueblo de la promesa que algún día ocupará la verdadera tierra
de la promesa con el Señor.

Referencias
1
Walter C. Kaiser, h., "The Centre of Oíd Testament Theology: The Promise", The me-
llos 10 (1974), pp. 1-10; Ibíd., Toward an Oíd Testament Theology (Grand Rapids, MI: Zonder-
van, 1978), p. 23.
2
E. G. de White, Meditaciones matinales (1955), p. 28.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 130, 131.

46
C A P Í T U L O 3

El verdadero Israel
y la tierra prometida

El estado moderno de Israel es una tierra de contrastes. Es una


nación industrial moderna que se enorgullece de tener algunas de las
tecnologías más sofisticadas que van desde la fabricación de productos
farmacéuticos hasta el desarrollo más nuevo en memoria instantá-
nea, en la planta Intel más grande del mundo. Sin embargo, todavía
se ven beduinos viviendo en tiendas y mudándose de un lugar a
otros, algo no muy diferente de lo que fue la vida de Abrahán hace
casi cuatro mil años. Es una tierra de diversidad religiosa que incluye
lugares sagrados del Judaismo, del cristianismo y del Islam. Se pue-
den ver musulmanes orando con su rostro vuelto hacia la Meca y
más tarde verlos regatear en los mercados callejeros de la Ciudad
Vieja. Llama la atención el contraste con los judíos jasídicos, incli-
nándose rítmicamente en oración frente el Muro Occidental durante
el sábado, con los jóvenes judíos que bailan al son de una banda de
rock cerca de la calle Ben Yahuda el sábado de noche.
De hecho, el nombre "Israel" mismo trae a la memoria ideas di-
versas y frecuentemente conflictivas. Muchos piensan en el Estado
de Israel, establecido el 14 de mayo de 1948 bajo los auspicios de las
Naciones Unidas. Otros se imaginan el Israel de la Biblia, el pueblo
de Dios que vivió allí hace m u c h o tiempo. Los cristianos pueden
pensar en la iglesia, como lo sugieren ciertos pasajes en el Nuevo
Testamento. Los dispensacionalistas podrían también pensar en u n
Israel de Dios del futuro, un pueblo que ellos creen que reinará por
47
EL PACTO ETERNO DE DIOS

mil años sobre la tierra.


Sea que pensemos en el Israel del pasado o en el Israel del pre-
sente o el Israel del futuro, las preguntas candentes siguen en pie:
¿Quién constituye el verdadero "Israel de Dios"? ¿Sólo los descen-
dientes de Abrahán según la sangre? ¿Exclusivamente los ciudadanos
del Estado de Israel de hoy? ¿Una combinación de judíos y cristia-
nos? ¿La iglesia cristiana en general? ¿Quién pertenece al verdadero
Israel? ¿Pertenece usted al verdadero Israel?

LA FORMACIÓN DE ISRAEL
Es comprensible que debemos comenzar nuestra investigación
en el Antiguo Testamento. Allí, por la manera en que Dios describe
su propósito para el antiguo Israel, podemos entender cómo llegó ori-
ginalmente a la existencia el concepto de Israel y lo que ese concepto
incluye. Primero de todo, tenemos que reconocer que el Israel del
tiempo del Antiguo Testamento llegó a ser una entidad nacional
porque Dios lo eligió para ser su "pueblo santo" (Deut. 7:6; 14:2;
26:18, 19). Sólo en un caso Dios designó a Israel como una "nación
santa" (Éxo. 19:6).
El designio expreso de Dios de que el Israel que él estableció en
Egipto fuera un "pueblo santo" o una "nación santa" indica clara-
mente que fue su propia iniciativa la de hacerlos "santos". Esta ob-
servación clarifica que el antiguo Israel, designado por los nombres
de "pueblo santo" o "nación santa", no se caracterizó por una santi-
dad inherente que los hizo dignos de mérito. Más bien, el término
"santo" expresaba la elección divina que separó a este pueblo, o lo
cortó de entre otros pueblos así como de las prácticas paganas, para
cumplir un propósito específico en el plan de Dios para la salvación
del mundo.
Es de importancia especial que Israel debía ser un "reino de sa-
cerdotes" y una "nación santa" (Éxo. 19:5, 6). La expresión "reino de
sacerdotes" no es sinónimo de "nación santa", ni puede reducirse a
la idea de que fueran sacerdotes regios o sacerdotes-reyes. El marco
del pacto en el monte Sinaí (ver Éxodo 19), durante el cual Dios les
48
CAPITULO 1

confirió ese título, revela que la expresión "reino de sacerdotes" desig-


naba a Israel como un pueblo del pacto. Este pueblo del pacto debía
cumplir su propósito entre las naciones y estados terrenales vecinos,
pero no sencillamente como otra nación o estado j u n t o con ellos.
Más bien, Dios proyectó que, como reino sacerdotal, sirvieran entre
las naciones del mundo y en favor de ellos, como un reino de sacerdo-
tes que operaran dentro de la sociedad en general, para revelar a Dios
y mostrarles el camino de vida para ellos.
La expresión "nación santa" (Éxo. 19:6) sigue enfatizando este
papel especial que Dios tenía en mente para Israel. La idea de ser
"santos" no contenía nada de una situación inherente superior. En
cambio, expresaba que Israel había sido separada de las otras nacio-
nes, por la gracia de Dios, con un propósito específico. La nación fue
puesta aparte para pertenecer a Dios y para revelar por medio de la
calidad total de su vida y existencia la relación de pacto en la que
Dios los había colocado, y conducir a otros a la misma relación. Si
este pueblo escogido dejaba de satisfacer el ideal de Dios para ellos,
Israel ya no seguiría siendo el verdadero Israel de Dios sino quedaría
reducido al nivel de una entidad política y nacional ordinaria.

LA PROMESA DE LA TIERRA
En el capítulo anterior investigamos la promesa de la tierra, co-
mo se registra en Génesis 12:1 al 3. Vimos cómo manifestando una
obediencia incondicional A b r a h á n salió de U r (Gén. 11:31) y más
tarde de Harán "para ir a tierra de Canaán" (Gén. 12:4, 5). U n a vez
que A b r a h á n llegó a la tierra de Canaán, el Señor se le apareció en
Siquem y le prometió: "A tu descendencia daré esta tierra" (Gén.
12:7). ¿Qué es esta tierra? ¿Cuál es su extensión territorial?
N o tenemos que buscar muy lejos en el libro de Génesis para
encontrar que Dios reveló a Abrahán la extensión del territorio de
la tierra que le había prometido. En Génesis 15:18 al 21 tenemos un
breve bosquejo de ella: el río Eufrates en el noreste, la entrada de
H a m a t al norte, el "Gran mar" o mar Mediterráneo al oeste, el río de
Egipto (Nilo) al sur, y el desierto al este. La extensión territorial de la
49
EL PACTO ETERNO DE DIOS

tierra prometida más tarde a Moisés fue esencialmente idéntica (ver


Exo. 23:31; Deut. 11:24; comparar con Jos. 1:4).
Dios aclaró que la promesa de la tierra era condicional. "Si aun
con esto no me oyereis... asolaré la tierra... y a vosotros esparciré en-
tre las naciones" (Lev. 26:27, 32, 33). La desobediencia traería consi-
go la pérdida de la tierra prometida al Israel literal.
En relación con esto también debemos recordar declaración de
otros profetas en diversas partes del Antiguo Testamento que reve-
lan de qué modo Dios esperaba que Israel le fuera fiel, pero que en
realidad cayeron en una obstinada desobediencia. En lugar de ser de-
dicados y separados como un "reino de sacerdotes" y una "nación
santa", llegó a ser un pueblo "cargado de maldad" (Isa. 1:4). U n a y
otra vez Dios envió a sus profetas para llamarlos de regreso a él, pero
el pueblo llegó "al colmo de la corrupción" (Ose. 9:9, NVI), resueltos
a rebelarse contra Dios (Ose. 11:7; Amos 3:1; Eze. 16:2, 23; etc.).

EL. TIEMPO DEL CUMPLIMIENTO DE LA TIERRA


PROMETIDA
El cumplimiento de la promesa de que Israel recibiría la tierra
comenzó durante los días de Moisés. El libro del Éxodo relata clara-
mente los preparativos hechos para su liberación de Egipto, la libera-
ción misma, el pacto que Dios hizo con ellos sobre el monte Sinaí,
la peregrinación por el desierto, las instrucciones para construir el ta-
bernáculo, la apostasía, y la renovación del pacto. Moisés, en su dis-
curso de despedida afirma: "Mirad, yo os he entregado la tierra; en-
trad y poseed la tierra" (Deut. 1:8).
La muerte de Moisés señaló la conquista inminente de la Tierra
Prometida (Jos. 1:1-9). El milagroso cruce del río Jordán proveyó una
evidencia visible de la constante presencia de Dios, y evidencia adi-
cional de que era su propósito darles la Tierra Prometida (Jos. 3:1-
17). Cuando Josué murió (Jos. 23:1, 14), Dios le había dado a Israel
"toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y ha-
bitaron en ella... N o faltó palabra de todas las buenas promesas que
Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió" (Jos. 21:43-
50
CAPITULO 1

45; comparar con Jos. 23:14).


"Lo que resta de estas naciones" (Jos. 23:12), que todavía vivían
entre los hebreos, llegaron a ser t a n impotentes que no constituye-
ron una amenaza para Israel, mientras Israel se mantuvo fiel a su
Dios (Jos. 23:11-13). A pesar de que parte del país quedó en manos
de los pueblos paganos (Jos. 13:1-6), las promesas se habían cumpli-
do. Dios no había prometido la destrucción inmediata de todos los
cananeos, sino su exterminación gradual (Exo. 23:20, 30; Deut.
7:22). En todo esto, el Dios de Israel actuó de una manera conse-
cuente con su propio carácter.

EL FRACASO DE ISRAEL Y LA PROMESA CONDICIONAL


DE RESTAURACIÓN
El cumplimiento de las maravillosas promesas de Dios, incluyen-
do la promesa de la tierra, dependía de la fidelidad de Israel. "Y esto
sucederá si oyereis obedientes la voz de Jehová vuestro Dios" (Zac.
6.15). Si los israelitas eran desobedientes, Dios no podía otorgarles
sus bendiciones. Dios no sólo retendría sus bendiciones, sino que, en
armonía con las estipulaciones del pacto, él arrancaría a los israelitas
de la Tierra Prometida y los esparciría entre las naciones. Dios nunca
deseó castigar a su pueblo (Ose. 11:8, 9), pero su continua infidelidad
no le dejó otra elección. Pero aún entonces él proyectó que el castigo
les enseñaría lecciones de fidelidad y obediencia.
En el año 722 a.C., cuando la ciudad de Samaría cayó en manos
de los asirios, el reino del norte de Israel experimentó el cumpli-
miento de las amenazas divinas (Deut. 28:63-68; 31:20-22; Lev.
26:3-33). U n siglo y medio más tarde, el reino de Judá, al sur, fue
arrancado y esparcido por todo el imperio neo-babilónico (2 Rey.
17:7-22).
El exilio del antiguo Israel n o significaba el fin del plan de Dios
para su pueblo. Dios les extendió la esperanza de la restauración y un
retorno a su tierra. El profeta Isaías predijo que Dios alzaría "otra vez
su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede en
Asiría, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar y Hamat y en las costas
51
EL PACTO ETERNO DE DIOS

del mar... y reunirá a los esparcidos de Judá de los cuatro confines de


la tierra" (Isas. 11:11, 12).
Esta promesa visualizaba la recuperación de sólo un "remanente"
de Israel, en contraste con la restauración de todo Israel de la esclavi-
tud egipcia. La expresión "otra vez" no implica una reunión en un
futuro distante —una reunión similar al retorno de los judíos al actual
Estado de Israel— porque los países y lugares mencionados son todos
territorios donde los antiguos israelitas fueron llevados en las cautivi-
dades asiría y babilónica. La frase "los cuatro confines de la tierra"
significa las cuatro direcciones cardinales, correspondientes a los te-
rritorios incluidos en el versículo 11. De este modo, la segunda reu-
nión a la cual se refiere Isaías fue la que ocurrió en el tiempo de los
persas. Esa profecía encontró su cumplimiento en el regreso de los
exiliados, como lo registra el libro de Esdras.
No resulta una sorpresa que el profeta Jeremías, que sirvió du-
rante los últimos años del reino de Judá, presentó un mensaje preciso
acerca de la divina restauración de su pueblo. "Habitarán en su tierra"
(Jer. 23:8). Les prometió: "Cambiaré su suerte" (Jer. 32:44, NVI),
con lo que Dios se refería a la promesa hecha a los patriarcas: "Os
haré morar en este lugar, en la tierra que di a vuestros padres para
siempre" (Jer. 7:7). Estas promesas de retorno y restauración están
basadas sobre la relación del pacto: "Y seré a vosotros por Dios, y vo-
sotros me seréis por pueblo" (ver Jer. 7:23; 11:4; 24:7; 30:22; 31:33;
32:38). Esta correlación debe considerarse como marco de referencia
al estudiar el fracaso de Israel, ya esbozado en detalle por Isaías (Isa.
40:2; 42:24; 50:1; 54:7, 8), quien también enfatizó los resultados que
podrían ocurrir por el restablecimiento de una relación de pacto ge-
nuina con Dios (Isa. 55:3-5; 54:9, 10; 42:6; 49:8).
La constante interrelación entre restauración en el sentido físico
y la restauración de la vida interior del pueblo también es sostenida
por Jeremías. Sin la restauración interior, basada en el nuevo pacto
"en su mente", con la ley escrita "en su corazón" (Jer. 31:31, 34), no
puede haber ninguna restauración genuina en el sentido físico. El
nuevo pacto formaría un nuevo pueblo. El arrepentimiento debía ser
la condición para recibir la posesión de la Tierra Prometida y para
52
CAPITULO 1

permanecer e n ella. "Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os


haré morar en este lugar" (Jer. 7:3; comparar con Jer. 18:11; 22:3-5).
Las numerosas promesas de restauración en Jeremías (Jer. 23:1-8;
24:4-7; 30:8, 9, 18-21; 31:27, 28; 32:6-23) y otras promesas del Anti-
guo Testamento están todas condicionadas por los "si" de la obedien-
cia así como también por los "si no" de la desobediencia (Jer. 17:24,
27; 18:8-10; 22:5; Zac. 6:15).

EL REMANENTE COMO EL VERDADERO ISRAEL


El plan de Dios para Israel como una entidad religioso-política se
frustró por la larga historia de desobediencia e infidelidad de Israel.
Pero el plan de Dios en realidad no se frustró del todo, porque el ver-
dadero Israel, como Dios lo siguió revelando, es un Israel de fe y de
obediencia. De modo que, dentro de la entidad nacional, la entidad
nacional del Israel infiel, siguieron existiendo individuos fieles, israe-
litas fieles. La evidencia de este hecho aparece en el caso de Elias y
los 7.000 que no doblaron sus rodillas ante Baal (1 Rey. 19:14, 18).
De este modo Elias, con los que rehusaron doblar sus rodillas ante el
ídolo, constituyeron el remanente, o verdadero Israel, el verdadero
pueblo de Dios. Ellos existieron dentro de la nación de Israel.
Muchos de los profetas del Antiguo Testamento hablaron de este
remanente fiel dentro de la nación de Israel misma. "Dejaré en medio
de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Je-
hová. El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en
boca de ellos se hallará lengua engañosa; porque ellos serán apacenta-
dos, y dormirán, y no habrá quien los atemorice" (Sof. 3:12, 13). Este
verdadero remanente de Israel habrá aceptado el gobierno de Dios
(Miq. 4:7; comparar con Miq. 2:12, 13). Son una "simiente santa"
(Isa. 6:13), un remanente santo registrado para vida (Isa. 4:3). Este
remanente fiel es una entidad religiosa, no nacional. Poseen "un co-
razón" y un "espíritu nuevo" (Eze. 11:16-21; comparar con Jer. 31:31-
34; Eze. 36:26), estos fieles vivirán sobre la base y las condiciones del
nuevo pacto (Jer. 31:31-34).
El propósito de Dios al crear y conservar un remanente fiel den-
53
EL PACTO ETERNO DE DIOS

tro de la entidad nacional- política de Israel era hacer que este rema-
n e n t e llevara las promesas de Dios y a quienes él usaría como instru-
mentos divinamente designados para declarar la "gloria [de Dios] en-
tre las naciones" (Isa. 66:19). Este testimonio, dado universalmente
entre "todas las naciones y lenguas" (Isa. 66:18), llevaría a otros, fue-
ra de Israel, a unirse a los fieles para "adorar al Rey, a Jehová de los
ejércitos" (Zac. 14:16). De este modo, el remanente fiel constituye
el verdadero Israel dentro de la nación apóstata de Israel. El verdade-
ro Israel, es entonces, una entidad evidentemente espiritual, u n Is-
rael espiritual, no ligado por relaciones de sangre con Abrahán. En
este sentido, vemos evidencias en el Antiguo Testamento de que
Dios esperaba un Israel verdadero y espiritual que estaría formado
por los descendientes de Abrahán y también de miembros de las na-
ciones gentiles.
El Nuevo Testamento hace tres referencias claras a "Israel", en
las cuales este término se aplica a la iglesia universal (Rom. 9:4-8;
Efe. 2:11-19; Gál. 6:15, 16). El Nuevo Testamento claramente argu-
menta que la mera descendencia de sangre de A b r a h á n nunca fue
una garantía rigurosa de pertenecer al verdadero Israel. Pablo mostró
con el Antiguo Testamento que "no todos los que descienden de Is-
rael son israelitas" (Rom. 9:6). Más bien, el verdadero Israel es "un re-
m a n e n t e escogido por gracia" (Rom. 11:5). Es una nueva creación
(Gál. 6:15).

HEREDEROS DE LA PROMESA
El apóstol Pablo argumenta en forma sostenida en Gálatas 3 y
Romanos 4 para probar que los hombres y las mujeres son salvados
por la fe, y que "los que son de fe, éstos son hijos de Abraham" (Gál.
3:7). La promesa de bendiciones pertenece a hombres y mujeres de fe
(v. 9) y no a aquellos que meramente reclaman una relación de san-
gre con Abrahán. El pensamiento judío en el tiempo del apóstol Pa-
blo pretendía que los gentiles iban a compartir las bendiciones pro-
metidas a Abrahán, siempre que adoraran a Dios y se sometieran a la
circuncisión. Sin embargo, el apóstol Pablo insiste que la Escritura
54
CAPITULO 1

previo su participación en las bendiciones prometidas a Abrahán an-


tes de la introducción de la circuncisión (ver Rom. 4:9-12).
Ellos pueden compartir las bendiciones prometidas a Abrahán
como los descendientes o hijos de Abrahán por fe en Jesucristo. "Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herede-
ros según la promesa" (Gál. 3:29). "Todos los que llegasen a ser por
Cristo hijos de la fe habían de ser contados como simiente de Abra-
hán; serían herederos de las promesas del pacto; como Abrahán se-
rían llamados a cumplir y comunicar al mundo la ley de Dios y el
Evangelio de su Hijo". 1
El apóstol Pedro, así como Pablo, afirma que la iglesia cristiana
no es un grupo nacional con una descendencia lineal directa de
Abrahán, sino un pueblo llamado de todas nación, tribu, lengua y
pueblo, para constituir el verdadero Israel espiritual en todo el mun-
do. El apóstol Pedro afirma: "Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anun-
ciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admi-
rable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo... ahora habéis al-
canzado misericordia" (1 Ped. 2:9, 10). Pedro afirma que Dios ha
asignado a la comunidad cristiana los privilegios y las responsabilida-
des que él había querido que experimentara y cumpliera el Israel físi-
co y literal de la antigüedad.
Pedro asigna al verdadero pueblo de Dios varios títulos una vez
asignados al antiguo Israel literal. En 1 Pedro 1:1 y 2, y en 2:9 se oye
el eco de la expresión "elegidos", o "linaje escogido" o "mi pueblo es-
cogido" que se encuentra en textos como Isaías 43:20. Estos títulos
enfatizan la elección divina y expresan el destino de la iglesia.
El título "real sacerdocio" (1 Ped. 2:9) deriva de Éxodo 19:6,
donde se indica que Israel debía actuar, en los planes de Dios, como
"un reino de sacerdotes" o un reino sacerdotal. Israel, por causa de su
desobediencia, rechazó su condición como reino sacerdotal; y ahora
el Israel de fe, la iglesia, constituido por judíos y gentiles, recibe este
papel. Ahora la comunidad de creyentes debe ofrecer a Dios "sacrifi-
cios espirituales" (1 Ped. 2:5) y un "sacrificio vivo" (Rom. 12:1).
La designación "nación santa" también deriva de Éxodo 19:6.
55
EL PACTO ETERNO DE DIOS

Indica que el verdadero Israel de Dios, en la forma de una comunidad


de creyentes, la iglesia, está totalmente separada del mundo para re-
presentarlo a él sobre la tierra.
El cuarto título, "pueblo que pertenece a Dios" (1 Ped. 2:9,
NVI), o en lenguaje más tradicional, un "pueblo peculiar", deja en
claro que Dios por medio de Cristo los ha adquirido y considera como
su posesión especial a esta nueva amalgama de creyentes. El Israel li-
teral, la entidad nacional-política del pasado, ha sido el objeto del
afecto especial de Dios. Pero ahora este afecto es transferido al verda-
dero Israel, la iglesia, que es la comunidad de creyentes. 2 Todos los
títulos de privilegio conferidos al Israel antiguo son asignados al nue-
vo Israel de fe, el Israel espiritual, el verdadero Israel, que es la iglesia
compuesta por diferentes razas, naciones y pueblos. La profunda uni-
dad manifestada en la iglesia como la raza, la nación y el pueblo de
Dios, trasciende todas las barreras y distinciones, ya sean étnicas, so-
ciales, económicas o políticas, porque está cimentada en Jesucristo.
Somos todos uno en Cristo, y somos todos los unos de los otros.

Referencias
1
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 508.
2
Para un estudio más detallado de la separación entre el Israel espiritual y el literal,
ver Hans K. LaRondelle, The Israel of God in Prophecy: Principies of Prophetic Interpretation
(Berrien Springs, MI: Andrews University Press, 1983); Gerhard F. Hasel, "Israel in Bible
Prophecy", Journal of the Adventist Theological Society 3/1 (1992), pp. 120-155; para una crítica
detallada de la teología dispensacionalista, ver Samuele Bacchiocchi, The Advent Hope for
Human Hopelessness (Berrien Springs, MI: Biblical Perspectives, 1986), pp. 214-262.

56
C A P Í T U L O 3

La redención
y el pacto del Sinaí

C omenzamos nuestra jornada a las 2 de la madrugada en medio


de la oscuridad nocturna. El desierto estaba ahora frío en con-
traste con el calor ardiente del día anterior. Llevando linternas, co-
menzamos nuestro ascenso al monte llamado Gebel Musa, "la monta-
ña de Moisés". A l avanzar lentamente, recordamos que hace mucho
tiempo Moisés dejó atrás a los hijos de Israel y subió ese monte para
encontrarse con Dios por segunda vez. Después de un ascenso de dos
horas, llegamos a la cumbre, y esperamos serenamente en la oscuridad
que llegara el m o m e n t o de la transformación. Cuando los rayos del
sol finalmente iluminaron las montañas del desierto, vimos la escena
espectacular que Moisés habría visto hace siglos.
La actividad de Dios en favor de Israel y con ellos en el monte
Sinaí subyace a toda la religión bíblica. El pacto que Dios hizo allí
con Israel —llamado el pacto de Moisés o el pacto sinaítico (del Si-
naí)— contiene la auto revelación más amplia de Dios, que revela el
significado de su nombre salvador, en el que codificó sus leyes y esta-
bleció formas de adoración, incluyendo los sacrificios, que manten-
drían a la comunidad del pacto en una relación de pacto con él. El
pacto del Sinaí es importante tanto para Israel como para la humani-
dad en conjunto.
U n a pregunta importante que surge es si el pacto h e c h o en el
monte Sinaí es totalmente nuevo. En vez de describirlo como nue-
vo, debemos considerar que esencialmente es una continuación, una
57
EL PACTO ETERNO DE DIOS

ampliación y particularización de pactos anteriores de Dios, que con-


tiene básicamente el mismo diseño, propósito y metas para la reden-
ción de Israel y de la humanidad como los pactos previos.
El pacto sinaí tico (mosaico) no era un pacto de obras. N o tenía
la intención de enseñar a los antiguos israelitas una manera de alcan-
zar la justicia o la justificación por méritos humanos o por esfuerzos
humanos para guardar la ley. Como el pacto que Dios hizo con Abra-
hán y los otros patriarcas, también era un pacto de gracia. De hecho,
demanda obediencia, pero el pacto abrahánico también demandaba
obediencia, al igual que el pacto hecho con Noé. Pero la obediencia
en conexión con los pactos que Dios hizo no son un camino para ob-
tener la salvación sino más bien un estilo de vida para que los redimi-
dos vivan mediante la gracia y el poder habilitadores de Dios.
Las obligaciones o condiciones del pacto que Dios pone sobre
los miembros de la comunidad del pacto, sencillamente bosquejan el
estilo de vida de la comunidad, una vez que sus miembros han experi-
mentado la redención, la salvación y la liberación divinos. Este estilo
de vida podía vivirse entonces, como también hoy, sólo por la gracia
y el poder habilitadores de Dios. Si tratamos de vivir esta vida sola-
mente por el esfuerzo humano, esos esfuerzos se degeneran en inten-
tos de obtener méritos humanos, la clase de méritos que Dios no
acepta en su plan de redención. De este modo podemos apreciar la
siguiente vislumbre: "El pacto que Dios hizo con su pueblo en el Sinaí
ha de ser nuestro refugio y defensa... Este pacto tiene t a n t a fuerza
hoy día como la tuvo cuando el Señor lo hizo con el antiguo Israel". 1

EL D I O S DEL PACTO SINAÍTICO


Los capítulos de Éxodo 19 al 24 contienen no sólo el pacto que
Dios hizo con el pueblo de Israel después que salieron de Egipto, sino
también vislumbres extraordinarias de la naturaleza de Dios. Revela
que el Dios que está activo en la salvación es también el Dios que
controla la historia. Este cuadro bíblico de Dios lo presenta como el
Controlador Invisible de toda la historia y de todas las circunstan-
cias. Este Dios que se manifiesta en los capítulos iniciales del Éxodo
58
CAPITULO 1

es un Dios que controla cada circunstancia de la vida, no meramente


los puntos culminantes del curso de la historia sino cada detalle de las
vidas individuales. El domina todos los eventos y se muestra como
un poder invencible sobre la historia. Este dominio para el bien máxi-
mo de sus hijos es parte de la actividad salvadora de Dios y de su pro-
videncia amante manifestada en el libro del Éxodo.
La asombrosa experiencia de la zarza ardiente registrada en Éxo-
do 3:1 al 12 contiene el importante llamado de Moisés para ser un
instrumento de Dios en la negociación de la liberación de los israeli-
tas de la esclavitud egipcia. En este marco, Moisés le preguntó a Dios
qué debía contestar cuando los israelitas le preguntaran: "¿Cuál es su
nombre?" (Éxo. 3:13). Descubriremos la gran importancia de esta
pregunta sólo después de comprender el contexto y analizar la res-
puesta.
Debe notarse que la palabra traducida qué no procura descubrir
un título o designación de la deidad en términos de preguntar sólo
un nombre. Si se pidiera sólo el nombre, el hebreo usaría el término
interrogativo mí, que si se hubiera usado en este pasaje sólo pediría el
nombre o título literal de Dios. Pero en la pregunta que hizo Moisés,
se usa el interrogativo mSh, y este tipo de interrogación procura des-
cubrir el poder, las cualidades y el carácter de Dios. "Lo que pide
Moisés, entonces, tiene que ver con el hecho de si Dios puede cum-
plir lo que está prometiendo. ¿Qué hay en su reputación que le da
credibilidad a la pretensión implícita en su llamado?"2 El lector sensi-
ble a los matices del idioma hebreo comprenderá de inmediato que la
respuesta pedida no demanda un nombre o un título o designación,
sino más bien el significado del nombre de Dios: "Yo SOY EL QUE
SOY" (Éxo.3:14).
Esta breve oración "Yo SOY EL QUE SOY" es una clara referencia al
nombre de Yahweh, pero la cláusula le agrega nuevo contenido a la
palabra. Presenta el significado del nombre de Dios de una manera
que nunca antes se había revelado. La frase expresa el "ser", y sin
embargo no como lo expresaron los antiguos filósofos griegos con el
"ser puro" en el sentido filosófico, sino más bien un "ser activo" en
términos de revelación. Esta frase también expresa la idea de que
59
EL PACTO ETERNO DE DIOS

Dios ha existido en el pasado, existe en el presente y existirá en el


futuro.
El es el Dios que siempre tiene la iniciativa. Ya hemos visto có-
mo Dios tomó la iniciativa en la creación, y cómo la tomó una vez
que la humanidad cayó en pecado, ingresando para restablecer la co-
munión con la humanidad. Ahora Dios toma otra vez la iniciativa. Él
es el Dios independiente de la historia, y sin embargo, que controla la
historia, independiente del futuro pero todavía en el control.
Otro aspecto central de la naturaleza y del carácter de Dios se
reveló a Moisés como lo registra Éxodo 6:3. En este pasaje Dios dice
que antes del tiempo de Moisés, él no se había dado a conocer con el
nombre de Yahweh. ¿Qué quiere decir con esto? En el libro de Géne-
sis, Dios se había revelado repetidamente bajo el nombre Yahweh
(Gén. 12:1, 7; 13:14; 15:2, 7), aun afirmando explícitamente a Abra-
hán: "Yo soy Jehová" (Gén. 15:7). ¿Qué significa esta afirmación he-
cha a Moisés?
En toda la experiencia que condujo hacia el Éxodo, a la salida y
sus consecuencias, Dios i n t e n t ó revelar un aspecto de su carácter
además del que ya había sido expresado con las designaciones ante-
riores tales como "Dios Todopoderoso": "Me aparecí a Abraham, a
Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios Todopoderoso, pero no les re-
velé mi verdadero nombre, que es el SEÑOR [Yahweh]" (Éxo. 6:3,
NVI). La intención de la afirmación es que Dios se mostró a Abra-
hán, a Isaac y a Jacob en el carácter y el sentido de Dios Todopodero-
so, pero en el carácter y la significación de su nombre Yahweh no se
había dado a conocer antes. El nuevo aspecto del carácter de Dios y
su importancia que se centraban aquí es que él se revelaría por medio
de la redención: al liberar a Israel de la esclavitud, al hacer de Israel el
pueblo especial del pacto, al proveer los medios para que siguieran
siendo su pueblo del pacto por medio de su gracia y su poder habili-
tante.

LA REDENCIÓN Y EL PACTO
El gran evento redentor de la experiencia del Éxodo, el acto de
60
CAPITULO 1

Dios de liberar a su pueblo del yugo egipcio, es referido como un acto


de su amor. "Por tu gran amor guías al pueblo que has rescatado"
(Exo. 15:13, NVI). "Aun amó a s u pueblo" (Deut.. 33:3). Se le recor-
dó a Israel que "Jehová os amó" (Deut. 7:8). Pero Dios no sólo amó a
Israel o a cada miembro de los que pertenecían a Israel, también ama
al extranjero o forastero que habitaba entre ellos (Deut. 7:18). El
amor de Dios hacia su pueblo, como se expresa aquí, describe no una
actitud emocional o intelectual, sino su actividad salvadora y reden-
tora en favor de la humanidad.
Dios, en su amor, eligió a Israel. Este fue un acto de la iniciativa
bondadosa y amante de Dios, así como lo fue en los pactos anteriores
hechos con los patriarcas. La elección que hizo Dios de Israel no fue
determinada por ninguna característica o excelencia de Israel, sino
más bien estuvo basada y cimentada totalmente y en forma suprema
en el amor y la gracia inmerecidos que Dios le dio a su pueblo Israel
(Deut. 4:37; 7:6-8). El acto redentor de Dios descansa exclusivamen-
te en su naturaleza y es una revelación parcial de su carácter.
En la historia de la liberación de Israel de Egipto, la experiencia
de la redención precede a la realización del pacto. En otras palabras,
la relación entre el pacto y la redención es inequívoca. La redención
precede a la realización del pacto. Dios le dijo a Moisés que anuncia-
ra al pueblo: "Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto, y de
que los he traído hacia mí como sobre alas de águila" (Éxo. 19:4,
NVI). Lo importante es que Dios ya había redimido a Israel. Él los
había liberado de la esclavitud egipcia como un acto de pura gracia y
divino amor. El amor, la elección y la redención son dones de Dios
totalmente inmerecidos por su pueblo.
Sin embargo, no queremos dejar la impresión de que en la se-
cuencia de la redención seguida por el pacto, los dos son separados y
que el pacto no es también un acto de redención. Todo lo contrario,
el hacer el pacto, el pacto que Dios hizo con Israel en el monte Sinaí,
es también un acto de la iniciativa de Dios en la redención. Dios pri-
mero redimió a su pueblo liberándolo de la esclavitud y servidumbre
egipcia; luego Dios se ocupó de otro acto de salvación y redención al
hacer un pacto con ellos. En todo sentido, el amor de Dios, su ini-
61
EL PACTO ETERNO DE DIOS

ciativa, su misericordia, y su propósito redentor, totalmente iniciados


y totalmente cimentados en Dios mismo, llegan a estar en primer
plano.
Otro aspecto adicional necesita considerarse brevemente aquí.
Israel como pueblo había sido amado en forma suprema, elegido en
forma soberana, y milagrosamente redimido. Dios hizo esto siguiendo
el pacto con A b r a h á n y cumpliéndolo (Exo. 2:24; 3:16; 6:4-8; Sal.
105:8-12, 42-45; 106:45). Esta correlación indica que el pacto del Si-
naí y el de A b r a h á n no divergen mucho uno del otro. El pacto de
Abrahán no puede ser designado como un pacto de gracia, ni el pacto
del Sinaí como un pacto de obras. Tanto el del Sinaí como el de
Abrahán son pactos de gracia; ambos tienen la misma relación espiri-
tual en su centro: "Y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y
vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de deba-
j o de las tareas pesadas de Egipto" (Éxo. 6:7).

" S Í USTEDES ME OBEDECEN"


Al tiempo en que Israel llegó al monte Sinaí, ya habían experi-
mentado las milagrosas intervenciones de Dios a su favor una y otra
vez. Habían sido liberados de la servidumbre egipcia sin tener que
pelear por su libertad. Dios era su guerrero: Dios los había conducido
al Mar Rojo y luego a través del mar sobre tierra seca. Dios los había
salvado de calamidades potenciales. Les había provisto con alimentos
milagrosos en el desierto (Éxo. 16). Había impedido que sus sandalias
se gastasen mientras caminaban por las ásperas rocas del desierto
(Deut. 29:5). Dios los había guiado paso a paso.
Ahora, después de haber llegado al monte Sinaí, Dios le hizo la
propuesta a Israel de hacer un pacto con ellos: "Así que, si ustedes
me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferi-
do entre todos los pueblos" (Éxo. 19:5, versión Dios habla hoy
[DHH]). Israel había llegado hasta allí por los actos poderosos de
Dios en la historia, pero ahora tenían que decidir la naturaleza y la di-
rección de su propio futuro. ¿Intentarían ellos "seguir por su cuenta"
de aquí en adelante? ¿Decidiría el pueblo de Israel seguir en el mundo

62
CAPÍTULO 10

con sus propias fuerzas? ¿Decidirían regresar a la "seguridad" de Egip-


to, como algunos de entre ellos realmente lo sugirieron? ¿O promete-
rían ser leales a su Dios salvador, Yahweh? Evidentemente, una cosa
era ser liberado de la esclavitud, pero otra muy diferente era la de
quedar libres espiritualmente, físicamente, o en otra forma. Esa gran
elección les propuso Dios. ¿Qué camino elegirían seguir?
Dios quería que el pacto que les ofrecía estableciera la más pro-
funda, estrecha e íntima relación posible entre él, como su Dios, y el-
los como su pueblo. Esta sublime relación Dios-hombre debía darle
al pueblo de Israel seguridad, protección y bendiciones en cada as-
pecto de su vida. Le ofrecía al pueblo de Israel la libertad, en el senti-
do más pleno y amplio, no ser sujetos al egoísmo, la avaricia, la pa-
sión; no luchar por la autonomía moral y/o espiritual, sino vivir una
vida verdadera con Dios, una vida llena del más profundo sentido de
pertenencia. Pero una libertad tan abarcante demandaba que ellos
entraran en una relación de pacto con Dios, un pacto de salvación y
de gracia, que era la única base para seguir actuando en forma singu-
lar, totalmente libres y completamente dedicados a su Dios.
Antes de analizar la respuesta de Israel, debemos considerar bre-
vemente los tres aspectos que revelaba el pacto del Sinaí acerca de
la intención, el propósito y el plan de Dios para ellos: "Si ahora uste-
des me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propie-
dad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me per-
tenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación
santa" (Éxo. 19:5, 6, NVI).
Dios hizo planes de hacer de Israel su posesión preferida, su
"propiedad exclusiva" (NVI) o su "especial tesoro" (RV60). Estas
traducciones intentan representar en un castellano adecuado el tér-
mino hebreo s"gullah, la palabra que se usa en el Antiguo Testamento
en forma consistente para expresar la idea de Israel como una pose-
sión escogida o atesorada. En contraste con otros tipos de posesiones,
es decir, las que no se podían mover como los bienes raíces, Israel lle-
gó a ser, por medio del amor y el afecto de Dios, su tesoro movible. Is-
rael era la posesión propia de Dios, ganada personalmente y atesorada
privadamente. Israel fue puesto aparte con un propósito definido
63
EL PACTO ETERNO DE DIOS

(Deut. 7:6; 14:2; 26:18, 19). La idea de una posesión peculiar implica
así un valor y una relación especiales.
Segundo, y estrechamente relacionado con el primer aspecto del
pacto, Dios quería hacer de Israel un reino de sacerdotes. Aunque al-
gunos intérpretes sugieren la traducción "sacerdotes reales" o "sacer-
dotes regios", la expresión hebrea significa literalmente "reino de sa-
cerdotes". Este propósito expreso parece comunicar la idea de que Is-
rael había de actuar como un reino constituido por sacerdotes. La
elección específica un pueblo, o sea, Israel, tenía detrás de sí un pro-
pósito de proporciones e importancia universales. Cada israelita, de
una manera o de otra, debía actuar como el agente sacerdotal de
Dios para llevar bendiciones a las naciones del mundo entero y para
ministrar a sus necesidades.
¡Cuán trágico es comparar este ideal con la forma en que se desa-
rrolló realmente la historia! El antiguo Israel nunca cumplió su desti-
no divino de llegar a ser un "reino de sacerdotes". Más tarde el após-
tol Pedro aplicó la misma frase descriptiva, "real sacerdocio" (1 Ped.
2:9), a la iglesia del Nuevo Testamento, y con las mismas implicacio-
nes. ¿De qué manera vemos que está transcurriendo la historia hoy?
¿Estamos haciendo mejor que ellos en cumplir nuestra tarea como
pueblo escogido de Dios para compartir el mensaje salvador del cielo?
El tercer punto expresado en la propuesta del pacto divino a Is-
rael era su propósito de que fueran una "nación santa". Solamente
una vez en el Antiguo Testamento se afirmó este propósito de esta
manera. Nunca más encontramos en el Antiguo Testamento una re-
ferencia a Israel como una "nación santa", aunque más tarde en Deu-
teronomio encontramos en varias ocasiones esa expresión modifica-
da: "pueblo santo" (Deut. 7:6; 14:2, 21; 26:19; 28:9).
El hecho de que Israel debía ser una nación santa en vez de una
nación secular descansaba sobre la promesa y la intención de Dios de
hacerlos santos, separándolos de las demás naciones que los rodea-
ban. El Israel del pacto debía ser principalmente una entidad religio-
sa. La terminología del acuerdo divino con ellos enfatizaba que él los
santificaría. Este énfasis se nota especialmente en Levítico 19:2 y en
Ezequiel 36:25 al 28. Por cuanto Dios es santo, su pueblo también ha
64
CAPÍTULO 10

de ser santo, es decir, h a n de vivir de manera santa. En Deuterono-


mio 26:19 Dios afirma: "Y para que seas u n pueblo santo a Jehová tu
Dios, como él ha dicho". La obediencia a los mandamientos de Dios,
incluido en las condiciones del pacto, se revela aquí como el resulta-
do más bien que la condición de ser un "pueblo santo". Dios había
planificado establecer a Israel como "pueblo santo suyo" (Deut. 28:9;
comparar con 7:6-9) con la condición de que ellos guardaran sus
mandamientos. Pero Dios hace posible la observancia de los manda-
mientos y la obediencia continuada gracias a la promesa de su pacto
para hacer que su pueblo sea santo. Él los separó del mundo y los se-
paró a sí mismo y vive con ellos por medio de su Espíritu. En este
sentido, la santidad no es algo que debe ser alcanzado por los seres
humanos librados a sus propias .fuerzas y sobre la base de sus propios
esfuerzos, sino más bien algo recibido y reflejado en la vida diaria de
fe y obediencia por aquellos que h a n sido llamados a ser un pueblo
santo.

"HAREMOS"
Dios, bondadosamente les había dado una invitación a Israel de
ser su pueblo del pacto. Les había ofrecido un pacto de gracia. ¿De
qué modo respondió el pueblo? "Y todo el pueblo respondió a una, y
dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Éxo. 19:8; comparar
con Éxo. 24:3).
Israel prometió solemnemente ser obedientes a Dios y hacer todo
lo que él había dicho. ¿Había algo equivocado en su respuesta: "Hare-
mos"? ¿No era el plan de Dios que Israel diera una respuesta positiva a
su ofrecimiento? Sí, pero esta respuesta debía estar calificada por una
observación adicional acerca de la respuesta: su aceptabilidad ante
Dios dependía también de las intenciones y motivaciones ocultas del
pueblo. La motivación detrás de la respuesta: "Haremos", podía hacer
que ella fuera legalista y de justificación propia (lo que reduciría el
pacto de Dios a un pacto de obras), o podía hacer que la respuesta
fuera n o legalista sobre la base de la aceptación por parte de Israel
del intento y propósito de Dios para ellos. Es decir, si la respuesta no
65
EL PACTO ETERNO DE DIOS

era legalista, los Israelitas se darían cuenta de su dependencia total


de Dios para obtener misericordia si ellos fallaban, y de su gracia ayu-
dadora en todo momento para su obediencia.
La diferencia entre estas dos motivaciones posibles que podrían
estar detrás de la respuesta: "Haremos", se relaciona con 1) si Israel
haría con sus propias fuerzas lo que Dios había hablado, con la inten-
ción de obligar a Dios a otorgar las bendiciones del pacto como un
mérito ganado por sus propios esfuerzos, o 2) si Israel obedecería las
obligaciones del pacto por fe mediante la gracia capacitadora miseri-
cordiosamente provista por Dios, y de ese modo experimentar las
bendiciones del pacto como dones gratuitos generosamente otorga-
dos por Dios. La diferencia reside en la motivación de quienes res-
ponden, sea en el antiguo Israel o en nosotros actualmente.
El apóstol Pablo hizo muy claro en Romanos 9:31, 32 que Israel
siguió la justicia en forma legalista, intentando alcanzar el cumpli-
miento perfecto de la ley con sus propias fuerzas. Esta forma de al-
canzar justicia hizo que Israel no llegara a los ideales y bendiciones
prescriptos por la ley y prometidos en el pacto, ni obtuvieron la justi-
cia por la ley que persiguieron. "Dios los llevó al Sinaí; manifestó allí
su gloria; les dio la ley, con la promesa de grandes bendiciones siem-
pre que obedecieran: [se cita Éxo. 19:5, 6], Los israelitas no percibían
la pecaminosidad de su propio corazón, y no comprendían que sin
Cristo les era imposible guardar la ley de Dios; y con excesiva pre-
mura concertaron su pacto con Dios. Creyéndose capaces de ser jus-
tos por sí mismos, declararon: 'Haremos todas las cosas que Jehová
ha dicho, y obedeceremos' (Éxo. 24:7)". 3
Elena de White bosqueja con gran percepción y brevedad ciertos
elementos clave para recordar acerca de la obediencia por la fe en Je-
sucristo: la clase de justicia aceptable a la vista de Dios y hecha posi-
ble por medio del pacto de gracia: "En vez de tratar de establecer
nuestra propia justicia, aceptamos la justicia de Cristo. Su sangre ex-
pía nuestros pecados. Su obediencia es aceptada en nuestro favor.
Entonces el corazón renovado por el Espíritu Santo producirá los fru-
tos del Espíritu. Mediante la gracia de Cristo viviremos obedeciendo
a la ley de Dios escrita en nuestro corazón. Al poseer el Espíritu de
66
CAPÍTULO 10

Cristo, andaremos como él anduvo". 4


El camino a la salvación para el antiguo Israel es el mismo que
para los cristianos de hoy. Nunca fue la intención y el plan de Dios
que los antiguos israelitas se salvaran por su propia obediencia a la
ley. Ni tampoco el cristiano puede alguna vez llegar a ganar su salva-
ción por la obediencia a la ley. El propósito y la intención de la obe-
diencia a la ley no es ganar la salvación. Por su mismo origen, la ley
está firmemente arraigada en el contexto de la gracia. El hombre o
la mujer que ha sido salvado por Dios nunca querrá vivir en desobe-
diencia a la ley. Pero la obediencia es posible sólo mediante la gracia
auxiliadora de Dios mediante Jesucristo y el Espíritu Santo. La rela-
ción entre el pacto, la gracia y la ley será considerada en más detalle
en el próximo capítulo.

Referencias
1
"Comentarios de Elena G. de White", en el Comentario bíblico adventista, t. 1, p. 1117.
2
John I. Durham, Exodus, Word Biblical Commentary (Waco, TX: Word Books, 1987),
t. 3, p. 38.
3
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 388.
1
Ibíd., p. 389.

67
C A P Í T U L O 1 0

El pacto y la ley en Sinaí

C uando hablamos acerca del pacto y de la ley, entramos en uno de


los asuntos más fundamentales de la fe y la vida. Durante siglos
algunos estudiantes de la Biblia h a n pretendido que Dios ofreció a Is-
rael un pacto de obras en el monte Sinaí, es decir, un pacto mediante
el cual la salvación o la justificación se obtendrían mediante obras y
logros humanos. Contrastan este pacto de obras con el pacto ante-
rior hecho con Abrahán, donde la justificación se producía por fe en
los logros de Dios, pero esa fe era activa en buenas obras. Si esta teo-
ría es correcta —si el pacto del Sinaí es de hecho u n pacto de
obras— entonces, ¿por qué Jesús condenaría a los judíos por su lega-
lismo? ¿Por qué se condenaría a los judíos si sencillamente seguían lo
que Dios les había pedido que hicieran?

EL PACTO CONTIENE LA LEY


Para el antiguo Israel, como siempre ocurre en la Biblia, la acti-
vidad salvadora, redentora y liberadora de Dios precedió el estableci-
miento del pacto y la entrega de la ley o la instrucción. 1 Podemos
presentar esta verdad de otra manera: La ley es el estilo de vida espe-
cificado por Dios dentro del pacto entre él y la humanidad. De este
modo el pacto de Dios con su ley —las dos cosas juntas— constitu-
yen el medio divino para mantener a su pueblo en un estado de re-
dención. Ellos permanecen en ese estado, no por obedecer la ley me-
diante sus propias fuerzas y disciplina, sino más bien por la presen-
cia, el poder y la actividad de la gracia continuos de Dios en sus vidas,
68
CAPÍTULO 10

capacitándolos para obedecerlo. Asi, el pacto divino con sus leyes di-
vinas proporciona los medios para una experiencia siempre más pro-
funda y amplia de crecimiento espiritual, mental y bienestar físico
para aquellos que viven y actúan dentro de la relación del pacto.
La identificación propia de Dios está al comienzo de los Diez
Mandamientos: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de
Egipto, de casa de servidumbre" (Éxo. 20:2). Esta introducción a los
Diez Mandamientos revela el fundamento para la relación entre Dios
y su pueblo. Pone esta relación en el contexto de la redención divina
e inmerecida. Así que, inmediatamente antes de dar la ley el monte
Sinaí, Dios hizo recordar la base por la que dio la ley. Se ha dicho
que sólo este recuerdo puede unir el evangelio y la ley en uno. El cre-
yente guarda la ley porque él recuerda la salvación que Dios ya ha
provisto.
En el designio divino, el recordar dará como resultado una res-
puesta de amor edificada sobre la fe, la que provee la motivación para
la obediencia (Deut. 6:5; Sal. 18:1; Jer. 2:2). La motivación para la
obediencia no es asegurar el favor de Dios o ganar la vida con la sal-
vación. La ley no es un agente para conseguir la salvación, y la obe-
diencia nunca ha sido el medio designado por Dios para que los seres
humanos lograran la justificación, la salvación y la vida. La obedien-
cia, o la ley, es un acto de fe mediante el cual el creyente confiesa su
amor y lealtad a Dios. Es un acto de fe mediante el cual el creyente
demuestra que depende del poder habilitante de Dios para obedecer,
no sólo en actos externos, sino aun en el corazón.
El pacto incluye relaciones y comunión. No puede existir nin-
guna relación real ni comunión verdadera entre dos personas sin un
conjunto de normas que definen la base sobre la cual se mantendrá la
relación o la comunión. Del mismo modo, una relación de pacto en-
tre el Dios redentor y el pueblo redimido puede operar sólo sobre la
base de normas, obligaciones o estipulaciones establecidas, o sea, la
ley. La ley define las relaciones y proporciona las condiciones para
continuarlas con éxito.
La ley forma parte integrante del pacto. Dios dio instrucciones
específicas de modo que su pueblo pudiera comprender qué debían
69
EL PACTO ETERNO DE DIOS

hacer y qué no debían hacer. "Habla a los hijos de Israel, y diles: Yo


soy Jehová vuestro Dios. No haréis como hacen en la tierra de Egipto,
en la cual morasteis; ni haréis como hacen en la tierra de Canaán, a
la cual yo os conduzco, ni andaréis en sus estatutos. Mis ordenanzas
pondréis por obra, y mis estatutos guardaréis, andando en ellos. Yo
Jehová vuestro Dios" (Lev. 18:2-4). Este pasaje aclara el tema: El
pueblo en Egipto se comportaba como lo hizo porque seguían a los
dioses de los egipcios. El pueblo en la tierra de Canaán actuaba en
armonía con los dioses que adoraban. Pero Israel, el pueblo de Dios,
conocía a su Dios por la fórmula de su presentación: "Yo soy Jehová
tu Dios". De este modo, Dios instruyó a su pueblo: "No andaréis en
sus estatutos. Mis ordenanzas pondréis por obra, y mis estatutos guar-
daréis, andando en ellos".
Darles la ley fue un acto de gracia así como lo fue el don de la
elección divina. El dar la ley es tanto un acto de misericordia como lo
fue la liberación de la esclavitud de Egipto. El dar la ley es tanto un
acto de amor de Dios como hacer el pacto al cual pertenece la ley.
La ley, entonces, llega a ser un instrumento que define todas las rela-
ciones dentro del pacto y de la comunidad del pacto. Define la rela-
ción vertical Dios-hombre. También define las relaciones humanas
horizontales. La ley es el instrumento divino para definir las relacio-
nes en las cuales la fe responde al amor con la obediencia.
A través de todo el Antiguo Testamento encontramos una inte-
rrelación muy íntima entre el pacto y la ley. Cuando Moisés se dirigió
a Israel, notó que en el monte Sinaí, Dios "les dio a conocer su pacto,
los Diez Mandamientos, los cuales escribió en dos tablas de piedra, y
les ordenó que los pusieran en práctica" (Deut. 4:13, NVI). Notamos
aquí una ecuación evidente entre el pacto y el Decálogo. En otros
casos se encuentran en paralelo o en estrecha asociación (si no como
una relación entre sinónimos) con la palabra pacto (berít), diversas
palabras tales como ley (Sal. 78:10; Isa. 24:5; Ose. 8:1), estatutos (Sal.
50:16; 2 Rey. 17:15), testimonios (Sal. 25:10; 132:12), mandamientos
(Sal. 103:18), y palabra en el sentido de la palabra de Dios (Deut.
33:9). En Jeremías "las palabras de este pacto" (Jer. 11:3, 6, 8) son las
palabras de la ley, los estatutos, los testimonios y los mandamientos

70
CAPITULO 8

de Dios.

LA LEY DENTRO DEL PACTO


La palabra hebrea ley (tóráh) aparece en el Antiguo Testamento
no menos de 220 veces. N o debe ser tomada como que significa "ley"
en el sentido latino de iex, es decir, la ley del imperio. Ni debe enten-
derse como los griegos comprendían su palabra para ley (nomos), es
decir, lo que siempre se ha hecho. En el idioma hebreo el término
tórSh proviene de la palabra hóráh, que significa "señalar", "enseñar",
o "instruir". De acuerdo con esto el sustantivo tórSh significa, en su
sentido más amplio "enseñanza", "instrucción". En este sentido la pa-
labra ley significa toda la voluntad revelada de Dios, o cualquier parte
de ella.
Dios le dio a Israel esta instrucción, esta tórSh, en términos de
"estatutos y juicios" (Deut. 4:14) o "los testimonios, los estatutos y
los decretos" (v. 45) para regular la vida de Israel. TórSh se usa con
frecuencia en este sentido. Así la ley podía ser una especie de "ins-
trucción" amplia que incluía todas las leyes: morales y éticas, civiles y
sociales, de adoración y de sacrificios, de higiene y de salud.
En otros casos, ley (tóráh), se usa en un sentido muy específico
con el significado de los Diez Mandamientos, o Decálogo, también
llamada "las palabras del pacto" (Éxo. 34:28). Los Diez Mandamien-
tos, con los detalles y los principios que h a n de gobernar tanto las re-
laciones Dios- hombre como las de hombre-hombre, incluyen todo
y abarcan todas las esferas de la vida y la experiencia.

L A S CONDICIONES DEL PACTO


En diversos casos explícitos, encontramos en relación con el
pacto del Sinaí ciertas declaraciones condicionales. "Ahora, pues, si
diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi espe-
cial tesoro sobre todos los pueblos" (Éxo. 19:5). Esa pequeña palabra
si tiene una importancia extraordinaria. Indica que el pacto del Si-
naí contenía condiciones. Las opiniones acerca de cómo deben in-
terpretarse estas condiciones varían muchísimo, pero antes de trans-
71
EL PACTO ETERNO DE DIOS

formar esto en un debate, sería bueno notar un par de declaraciones


adicionales que contienen declaraciones claramente condicionales.
"Si anduvieres en mis decretos y guardareis mis mandamientos, y los
pusiereis por obra, yo daré vuestra lluvia... pero si no me oyereis, ni
hiciereis todos estos mis mandamientos... invalidando mi pacto, yo
también haré con vosotros esto: enviaré sobre vosotros terror" (Lev.
26:3, 4, 14-16).
Otra vez en el libro de Deuteronomio, encontramos otra prome-
sa condicional: "Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios
os ha mandado, para que viváis y os vaya bien, y tengáis largos días en
la tierra que habéis de poseer" (Deut. 5:33).
Las declaraciones que contienen la palabra "si" son claramente
condicionales, involucrando obligaciones. Pero al dar el pacto del Si-
naí, ciertamente obligatorio por su naturaleza, Dios no presentó nin-
guna novedad al establecer una relación entre él y su pueblo. No fue
un pacto de obras en las cuales el hombre podía ganar su salvación y
vida por la obediencia a la voluntad de Dios. No fue un pacto edifica-
do sobre méritos humanos, que obligarían a Dios a cumplir sus pro-
mesas. El aspecto condicional del pacto de Sinaí es idéntico, con la
misma intención de las declaraciones condicionales que tenía el pac-
to con Abrahán (ver Génesis 17:9, 14; 18:19; 22:16-18; 26:4, 5), que
es claramente un "pacto de gracia".
Estos pasajes en conexión con Abrahán y el pacto abrahánico
dejan bien en claro que Abrahán y sus descendientes debían vivir en
una relación de pacto con Dios, en la cual el hombre era justificado
por fe (Gén. 15:6). Esta relación de fe se manifestaba o resultaba en
la obediencia originada por la fe y hecha posible mediante la gracia
de Dios. La fe genuina produce obediencia: "Oyó Abraham mi voz, y
guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes"
(Gén. 26:5). Debemos entender que "el pacto con Abrahán también
mantuvo la autoridad de la ley de Dios". 2 Así, el pacto con Abrahán
también era condicional. El pacto no era unilateral en el sentido de
que el cumplimiento de las promesas depende exclusivamente de
Dios, sin tomar en cuenta los actos de la parte humana.
Desafortunadamente, las declaraciones con "si" en Éxodo 19:5,
72
CAPÍTULO 10

Levítico 26:3 al 45; y Deuteronomio 11:13 al 17; y 28:1 al 68, pueden


ser fácilmente mal interpretadas y mal comprendidas y tomar una
forma legalista. Se podría entender los pasajes como que dicen que
la vida eterna y física, y las bendiciones de Dios están garantizadas
automáticamente por la obediencia, sin tomar en cuenta la disposi-
ción interior del corazón. Sin embargo, la intención de las declaracio-
nes condicionales no son un legalismo frío y mecánico, sino una ver-
dadera relación de pacto con Dios que involucra motivaciones co-
rrectas t a n t o de la mente como del corazón.
Israel debía guardar "los mandamientos de Jehová tu Dios, an-
dando en sus caminos y temiéndole" (Deut. 8:6). Israel debía "amar"
a Dios como resultado de un sentido y experiencia de gratitud a Dios
(Deut. 6:5; 10:12; 11:1, 13, 22; 13:3; etc.) y a "seguirlo" (Deut.
10:20; 11:22; 13:4; etc.). La bendición seguiría en pos de la obedien-
cia. A u n q u e la bendición estaba condicionada a la obediencia, no
podía ganarse por una obediencia legalista a la ley.

OBEDIENCIA, VIDA Y BENDICIÓN


U n o de los pasajes que algunos estudiantes encuentran más difí-
ciles de armonizar con la enseñanza bíblica de la salvación por la gra-
cia es Levítico 18:5: "Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis orde-
nanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo Jehová".
En esencia, sólo existen dos maneras en las cuales los seres humanos
pueden ganar o intentar ganar la salvación. U n a manera es la salva-
ción por obras: la justificación ganada por la obediencia a la ley. Y la
otra es la salvación por le fe: justificación recibida por fe mediante la
gracia de Dios.
Cuando recibimos vida (de acuerdo con Lev. 18:1-5) o bendi-
ción (de acuerdo con Deut. 28:1, 2), ¿son estos actos de mérito huma-
no en los que la obediencia a la ley gana la bendición? ¿O es la bendi-
ción que alcanza al hacer de la ley u n don de la gracia de Dios?
Puede ayudar considerar el uso que hace Pablo de Levítico 18:5
en Romanos 10:5. Parece que en esta serie de citas que se encuen-
tran en Romanos 10:6 al 8, como también en Romanos 10:5, el
73
EL PACTO ETERNO DE DIOS

apóstol Pablo está desarrollando una guerra contra el estilo de vida


mantenido por los fariseos. U n estudio cuidadoso de Romanos 10:6 al
8 parece indicar que Deuteronomio 30:11 al 14, que él cita, no debe-
ría ser mal interpretado de la manera farisaica, es decir, que los seres
humanos son salvados por las obras de la ley. Parece evidente que el
apóstol Pablo está afirmando también en el versículo anterior, Ro-
manos 10:5, que Levítico 18:5 debería ser comprendido de una mane-
ra radicalmente diferente de la interpretación sostenida por el judais-
mo.
Pablo parece sugerir que los requerimientos para hacer justicia
no se cumplen por logros sobrehumanos tales como "subir al cielo" o
"descender al abismo", que fue la manera en que Pablo describió los
intentos imposibles de los judíos para producir y cumplir la justicia
de la ley por sus propios esfuerzos y méritos. Pablo entonces sigue su-
giriendo que la justificación demandada por la ley es cumplida me-
diante la palabra, que está en el corazón y en la boca, que de acuerdo
con Romanos 10:10, es la fe y el confesar a Dios: "Porque con el cora-
zón se cree para [lo que conduce a la] justicia, pero con la boca se
confiesa para [lo que conduce a la] salvación" (traducción del autor).
La vida que Moisés prometió en Levítico 18:5, de acuerdo con
Romanos 10:5 al 10, parece que la gozarán los que creen y confiesan.
La obediencia de fe llega a ser así el cumplimiento apropiado de la
ley, que requiere justicia y promete vida a quienes hacen justicia. Si
nuestra comprensión del énfasis de Pablo sobre Levítico 18:5 y su in-
terpretación de ese pasaje en Romanos 10:5 al 10, es correcta —que
la obediencia de la ley que resulta en gozar la vida prometida en Leví-
tico 18:5 es la obediencia de fe— entonces tenemos el significado bí-
blico proyectado por Dios para este texto particular. En otras pala-
bras, la forma judía, farisaica, de entender este texto como que im-
plica que guardando la ley lleva al hombre a tener una relación co-
rrecta con Dios, es totalmente equivocada. Pablo argumentó correcta-
mente que la observancia de la ley es el fruto de una relación correc-
ta con Dios, en vez de ser el medio para ganar o merecer una rela-
ción correcta con Dios. La exégesis que hace Pablo de Levítico 18:5
es fiel al contexto original del pasaje. La ley fue dada al pueblo con el

74
CAPÍTULO 10

pacto después de su redención de Egipto (Lev. 18:3), no como una


valla moral que debía ser sobrepasada, o una actividad meritoria que
se debía realizar si querían ser salvos, sino como una descripción del
estilo de vida del pueblo redimido por Dios motivado por el amor.
Pablo muestra efectivamente que "la justicia por la ley", en el
sentido de la perversión humana para establecer la justificación por la
obediencia legalista, no es lo que enseñaba el Antiguo Testamento.
Pablo contrasta la forma divina de "justificación por la fe" con los in-
tentos humanos de la justificación por la ley", que es un mal uso le-
galista, una mala comprensión y una interpretación equivocada de la
ley siguiendo el pensamiento judío y farisaico. Pablo muestra que la
justificación planteada por la ley, que es "santa, y justa y buena"
(Rom. 7:12), es la justificación por la fe, o la obediencia por fe. "Para
muchos comentadores ha significado un problema el hecho de que
Pablo usara palabras de Moisés, que parecen referirse únicamente a
la ley, para describir la justicia que es por la fe... El problema se resuel-
ve reconociendo que la justicia que es por la fe siempre ha sido el
método de Dios para salvar al hombre, y que la promulgación de la
ley por medio de Moisés era una parte integral de ese plan... Por lo
tanto, es completamente irrazonable suponer que Moisés ignoraba la
debida relación entre la ley y el Evangelio, y que cada vez que habla-
ba tan decididamente de la obediencia a los mandamientos de Dios
estaba ensalzando la justicia por la ley antes que por la fe". 3
Pablo expone con efectividad la perversión legalista y farisaica
de la ley de parte de quienes dependían de su propio cumplimiento de
la ley para obtener su justificación ante Dios. Él usa las palabras de
Moisés mismo en Levítico 18:5, para recordar a los legalistas que
mientras la justificación viene por la fe, es una fe que emana o se
manifiesta por la obediencia. Pero los creyentes no son capaces de
prestar tal obediencia, sin ayuda, sin la gracia habilitadora provista
por Dios mediante el Espíritu Santo. O sea, el problema con Levítico
18:5 no es que enseña que el gozo de la vida depende de la obediencia
por méritos propios. U n a interpretación legalista ha impuesto este
significado al texto, que el texto mismo no tiene la intención de dar.
La obediencia a la ley, que resulta en el gozo de la vida tal como lo
75
EL PACTO ETERNO DE DIOS

promete Levítico 18:5, es la obediencia de la fe. No es el legalismo o


la salvación por las obras, sino más bien es la salvación por la fe de la
cual procede la obediencia. De este modo es evidente que el camino a
la salvación en el Antiguo Testamento y el camino de salvación en el
Nuevo Testamento son el mismo: ambos son la salvación por la gra-
cia, mediante la fe, que resulta en la obediencia.

Referencias
1
Acerca de la ley, ver Mario Veloso, "The Law of God", Handbook of Seventh-day Ad-
ventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Commentary, Raoul Dederen, ed. (Hagers-
town, MD: Review and Herald, 2000), tomo 12, pp. 457-492.
2
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 387.
3
Comentario bíblico adventista, t. 6, p. 593.

76
C A P Í T U L O 1 0

El sábado:
señal y sello de Dios

B uscar el origen del sábado fuera de las Escrituras ha demostrado


ser inútil. Esa búsqueda comenzó en el siglo diecinueve cuando
los descubrimientos arqueológicos de textos babilónicos incentiva-
ron la búsqueda de los orígenes del sábado en esa ubicación geográfi-
ca y en ese tiempo. Otros procuraron encontrar sus orígenes en textos
ugaríticos de Siria, de los madianitas en Sinaí, y en otras partes. El
consenso acerca de la búsqueda del origen del sábado es que no hay
consenso. 1 Parece ser único como una institución bíblica originada
en la creación y reafirmada en el Sinaí.
El sábado actúa como una señal del pacto que Dios hizo con su
pueblo (Éxo. 31:17). La celebración sabática proporciona un palacio
especial en el tiempo para la comunicación y la comunión con Dios,
y en su estela, trae regeneración física, mental y espiritual. 2 También
proporciona libertad y liberación del trabajo, de la competencia, y de
las tensiones de la existencia diaria. En resumen, trae descanso y re-
novación.
Quienes guardan el sábado reconocen a Dios como su Señor del
pacto, el Señor de sus vidas. Reconocen a Dios como su Redentor y
Santificador. Mediante ese reconocimiento, renuncian a cualquier
pretensión de que guardar el sábado es una manera de ganar vida.
Sin embargo, la obediencia indica que guardar la ley por el poder ha-
bilitante de Dios es la manera adecuada de vivir para cada verdadero
hijo e hija de Dios.
El sábado es una señal del pacto con tres dimensiones en el
77
EL PACTO ETERNO DE DIOS

tiempo. Tiene importancia para el aquí y ahora; reflexiona sobre el


pasado; y alcanza al futuro. Reflexiona en que fue instituido en la
creación y es un monumento a la creación divina del mundo. Dice al-
go significativo relacionado con la actividad de Dios en el presente,
confirmando como señal del pacto en las vidas de quienes reconocen
a Dios como su Señor y h a n aceptado su señorío y su redención y
que viven como lo hacen por el poder de Dios. Entonces el sábado al-
canza al futuro definitivo, al encontrar su cumplimiento concreto en
el plan de salvación, cuando se experimentará la libertad total e ilimi-
tada y la redención final.
Las cualidades redentoras y santificadoras maravillosas inheren-
tes al sábado nos dirigen desde la creación "buena en gran manera" de
Dios (Gén. 1:31), en el principio, a un futuro más glorioso de comu-
nión sin obstáculos con el Padre y el Señor Jesucristo y el acceso ili-
mitado a ellos. El sábado une la creación (Gén. 2:2, 3) con la nueva
creación (Isa. 66:23). Es un eslabón que señala al futuro como una
garantía de un cielo nuevo y una tierra nueva, donde los redimidos
gozarán un compañerismo no interrumpido y cara a cara con Dios
para siempre.

EL ORIGEN DEL SÁBADO


Leemos en ambos Testamentos que el sábado tiene su origen en
la creación del mundo. Esta verdad es afirmada en el Antiguo Testa-
mento en Génesis 2:2, 3 (NVI): "Al llegar el séptimo día, Dios des-
cansó porque había terminado la obra que había emprendido. Dios
bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de
toda su obra creadora". El Nuevo Testamento reafirma en las pala-
bras de Jesús y de los apóstoles el hecho de que el sábado, el séptimo
día, tuvo su origen en el Edén (Mar. 2:27; Heb. 4:1-11).
Tanto los observadores del sábado como quienes no lo guardan
han reconocido que el séptimo día mencionado en Génesis 2:2 y 3
es el sábado. N o t e n un ejemplo contemporáneo: "La palabra 'sába-
do' no se emplea [en Génesis 2:2, 3]; pero es seguro que el autor [del
Génesis] tuvo la intención de afirmar que Dios bendijo y santificó el
78
CAPÍTULO 10

séptimo día como el sábado". 3


Dios "descansó" el sábado. ¿Tenía Dios necesidad de descanso fí-
sico? ¿Estaba Dios agotado después de su obra creadora durante la se-
mana de la creación? ¿Cuál fue el propósito real al descansar el sépti-
mo día de la semana de la creación? Sería ridículo sugerir que Dios se
había cansado, porque Dios no se cansa nunca, de acuerdo con la Bi-
blia. Así, el propósito de Dios para descansar el sábado no pudo haber
sido que él necesitaba reposo físico.
Sería bíblico sugerir que Dios descansó el séptimo día para pro-
porcionar un ejemplo divino para los hombres. Debemos recordar
que el séptimo día de la semana de la creación fue el primer día com-
pleto de la vida de Adán y Eva. Dios se tomó el tiempo en ese primer
día de su vida para tener compañerismo y comunión con ellos al pro-
veerles un día de reposo, una rutina que había de seguirse de allí en
adelante en cada séptimo día del ciclo de siete días.
El modelo que Dios estableció para los seres humanos al ser
nuestro Ejemplo en el reposo indica que nosotros también debemos
trabajar durante seis días y luego descansar el séptimo, el sábado. El
sábado llega a ser un punto culminante de cada semana, diseñado pa-
ra llamarnos a dejar nuestras actividades regulares de sustento, protec-
ción y de cuidado de nosotros mismos y de nuestros semejantes, y co-
municarnos en una forma especial con el Creador, quien también es
nuestro Salvador.
Otra idea importante expresada en Génesis 2:2 y 3 es que Dios
"santificó" o "hizo santo" el séptimo día. ¿Cuál es la idea que comuni-
ca el hecho de hacer santo el sábado? ¿Es para proporcionar un día
con la calidad mágica de santidad, presente sólo en ese día específico?
El significado básico de "hacer santo" o "santificar" sugiere que el
término, como se usa aquí, describe un acto de Dios al poner aparte
ese día de todos los demás días, con el propósito de la presencia santi-
ficadora del Creador.
La santidad con que está saturado el sábado tiene la connota-
ción de la manifestación especial de la presencia de Dios en ese día
específico. La santidad del sábado y la santidad del pueblo de Dios
están interrelacionadas de una manera u otra. El propósito de Dios
79
EL PACTO ETERNO DE DIOS

cuando pidió a su pueblo: "Guardaréis mis sábados", es que "yo soy


Jehová que os santifico" (Exo. 31:13). La santidad de Dios, la santi-
dad del hombre, y la santidad del sábado deben estar juntas.
También se afirma que Dios "bendijo" el sábado. La idea de ben-
decir en las Escrituras es sumamente rica. En el Antiguo Testamento
la palabra para bendecir generalmente indica un otorgamiento de al-
gún bien material (Deut. 11:26; 28:1-14; Prov. 10:22; 28:20). Pero
también se usa en otras situaciones. Por ejemplo, encontramos ex-
presiones como "bendito sea... Israel mi heredad" (Isa. 19:25). Rara
vez encontramos que en el Antiguo Testamento Dios bendiga cosas:
una vez se registra que Dios bendijo los campos (Gén. 27:27), y una
vez que bendijo los animales (Gén. 1:22).
Sólo en Génesis 2:3 y en Éxodo 20:11 se declara que Dios bendi-
j o el sábado. Probablemente esto significa que mediante el sábado,
Dios trasmite la bendición divina a la persona que guarda el sábado y
que de ese modo se une a Dios en una relación de pacto. Esta impli-
cación parecería asegurar a cualquiera que entra en el compañerismo
y la comunión con Dios por la observancia del sábado, de que esa
persona será bendecida con una vida plena en las esferas física, men-
tal y espiritual.

EL SÁBADO Y EL MANÁ
Es interesante notar que la historia familiar del don del maná a
Israel, como está registrada en Éxodo 15, es el marco en el cual Dios
enseña a los israelitas, antes del Sinaí, la importancia de guardar el sá-
bado. La forma incidental en la que se introduce el sábado en Éxodo
16 y el énfasis que Dios pone sobre él para probar "si anda en mi ley, o
no" (Éxo. 16:4) implica que el sábado ya era conocido previamente.
Esto es lo que afirma G. H. Waterman: "De hecho, al igualar el sába-
do con el séptimo día, la declaración de que Dios les dio el sábado a
los israelitas, y el registro de que el pueblo, por orden de Dios, descan-
só en el séptimo día, todo señala inequívocamente a una temprana
institución del sábado". 4
Dios eligió el don milagroso del maná (Éxo. 16:4-30) como la
80
CAPÍTULO 10

ocasión para enseñar acerca del don mayor y perpetuo del sábado. El
don del maná sirvió para identificar el sábado y enfatizar su carácter
santo por lo menos de tres maneras: Primera, una porción de maná
caía regularmente cada día, pero el sexto día se proveía una porción
doble. Segunda, el sábado no caía maná. Tercera, la porción que se
guardaba del sexto al séptimo día se mantenía sin dañarse, mientras
que en cualquier otro día se echaba a perder.

EL SÁBADO Y EL MANDAMIENTO
En un sentido real los Diez Mandamientos constituyen el cora-
zón de los cinco libros de Moisés, si no de toda la Biblia. Ellos propor-
cionan el f u n d a m e n t o divino para la vida, definen la relación con
sus semejantes y con Dios. El contexto amplio de la entrega de los
Diez Mandamientos en Éxodo 20, es el pacto que hizo Dios con su
pueblo. En este sentido, el Decálogo provee la base legal para la rela-
ción del pacto. Pero esta interrelación debe ser comprendida en su
verdadero sentido.
Puede ser ventajoso comprender el aspecto legal de la relación
del pacto en un sentido similar al de un certificado de casamiento en
un contrato de matrimonio. U n matrimonio no puede ser legalizado
por un certificado de casamiento, pero llega a ser una relación marital
verdadera sólo cuando los términos legales del contrato se expresan
con amor, al participar ambas personas de su vida juntas. De este mo-
do el Decálogo como ley, es legalmente obligatorio, aunque no en un
sentido restrictivo. Sus términos representan el amor de Dios por los
seres humanos y representan la naturaleza y el carácter de Dios.
Los Diez Mandamientos demandaban, a su vez, una respuesta de
amor de Israel, (ver Deut. 6 :4, 5). Se ha afirmado con profunda per-
cepción que los Diez Mandamientos "representaban el amor de Dios
en esas órdenes, t a n t o negativas y positivas, y que conducían no a
una restricción de la vida, sino a una vida plena. Demandaban una
respuesta de amor, no porque la obediencia de algún modo acumula-
ría créditos a la vista de Dios, sino por causa de la gracia de Dios, ex-
perimentada ya en la liberación de Egipto y en la iniciativa divina
81
EL PACTO ETERNO DE DIOS

de la promesa del pacto, reclamaban esa respuesta agradecida del


hombre". 5
Concentraremos nuestra atención en el cuarto mandamiento.
"Acuérdate del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás
toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no
hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu
criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las
cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová
bendijo el sábado y lo santificó" (Exo. 20:8-11).
Este mandamiento es el más largo de los diez, y se encuentra en
el centro del Decálogo. En él Dios da un mandato positivo: "Seis días
trabajarás, y harás toda tu obra" (v. 9). Este mandato positivo en-
cuentra su análogo en el mandato negativo del versículo 10, donde
Dios afirma en forma claramente: "no hagas en él obra alguna, tú, ni
tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extran-
jero que está dentro de tus puertas" .Tenemos, entonces, dos mandatos
aquí, uno que declara que la gente trabajará seis días, y el otro que
no trabajarán ni harán ninguna obra el séptimo día. En forma similar,
en este mandamiento encontramos dos motivaciones para guardar el
sábado, que se complementan y se amplifican mutuamente. La pri-
mera, también positiva, indica que Dios quiere que el hombre haga
toda su obra en los primeros seis días de la semana porque el séptimo
día es el sábado de Dios. La segunda motivación comienza con una
prohibición negativa pero termina en forma positiva al ligar la prohi-
bición de hacer cualquier trabajo en el sábado con el hecho de que
Dios mismo creó todo en seis días y reposó el séptimo día.
En las palabras del mandamiento del sábado repetido por Moisés
en Deuteronomio 5:12 al 15, también notamos dos motivaciones. La
primera, que aparece en el versículo 14, es idéntica con la primera
motivación en Éxodo 20: "Mas el séptimo día es reposo a Jehová tu
Dios".
Pero la segunda motivación difiere significativamente, como se
indica en el versículo 15: "Acuérdate que fuiste siervo en tierra de
Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo
82
CAPÍTULO 10

extendido".
Debe reconocerse la diferencia por lo que dice, sin enfatizarla
exageradamente. La referencia en el Exodo es a la obra creativa de
Dios realizada en seis días durante la semana de la creación. El des-
cansar el sábado era para recordar que los seres humanos, como parte
del orden creado por Dios, son totalmente dependientes del Creador.
El tema de la creación, como lo han destacado diversos eruditos,
también está presente en Deuteronomio 5. En este pasaje se hace re-
ferencia al éxodo de Egipto que señala, en efecto, "la creación del
pueblo de Dios como nación, y el recuerdo de ese evento debía tam-
bién recordarles a los israelitas su total dependencia de Dios". 6
De este modo, Éxodo 20 se refiere a la creación, al principio del
mundo, y Deuteronomio 5 se refiere a otro principio, el principio del
pueblo de Dios. En otras palabras, existe una profunda relación de te-
ma entre las motivaciones en Éxodo 20 y en Deuteronomio 5 con
respecto al sábado. La creación es el tema común: el poder creador de
Dios.

EL SÁBADO: SEÑAL DEL PACTO


El tema de la creación no sólo aparece en Éxodo 20:11 y en
Deuteronomio 5:15, sino también reaparece en Éxodo 31:16 y 17 en
relación con el sábado como una señal entre Dios y su pueblo, una se-
ñal del pacto: "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel, cele-
brándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para
siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová
los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó"(Éxo. 31:16,
17). En el Antiguo Testamento el sábado se designa cuatro veces co-
mo una señal (ver Éxo. 31:13, 17; Eze. 20:12, 20).
¿Qué significa que el sábado sea una señal? La palaba señal puede
tener varios significados. En su sentido más amplio, se aplica a una
acción, condición, cualidad, u objeto visible que señala un hecho o
trasmite un mensaje. Es apropiado comprender el sábado como una
señal en el sentido en que la Biblia usa la palabra señal. Para determi-
nar este sentido, investigaremos unas pocas de las setenta y ocho ve-
83
EL PACTO ETERNO DE DIOS

ees en que se usa ese término en el Antiguo Testamento.


En tres casos tenemos señales asociadas a pactos. La primera se-
ñal es el arco iris (Gén. 9:12, 13, 17). Luego tenemos la "señal" rela-
cionada con la circuncisión en el pacto hecho con Abrahán (Gén.
17:11). Y el tercer caso asocia "señal" con "pacto", en relación con el
sábado como una señal del pacto que Dios hizo con su pueblo en el
monte Sinaí en Éxodo 31 (ver también Eze. 20). Al asignar ciertas
características a estos eventos en la historia de la salvación, o al asig-
nar a estos eventos el carácter de una señal, estos acontecimientos y
los fenómenos asociados con ellos adquieren un valor mucho más al-
lá del tema y del evento mismos.
El sábado es una señal del pacto "entre mí y vosotros por vuestras
generaciones" (Éxo. 31:13; comparar con Eze. 20:12), había dicho
Dios a Israel. La persona que guarda el sábado con el espíritu correcto
indica por ese medio que él está en una relación salvadora con Dios.
El sábado, como una señal, le imparte al creyente en primer lugar
el conocimiento de que el Señor es su Dios del pacto. También indica
que Dios "santifica" su pueblo (Lev. 20:8; 21:8; 22:32; Eze. 37:28)
haciéndolo un pueblo "santo" (Éxo. 19:6; Deut. 7:6; Lev. 19:2, 3).
El sábado como una señal de la santificación divina necesita
más ampliación. Consideremos más de cerca Éxodo 31:13, un texto
sabático que declara específicamente: "Guardaréis mis sábados; por-
que es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que
sepáis que yo soy Jehová que os santifico". Se enfatiza aquí un aspecto
enteramente nuevo del sábado como señal, la idea del sábado como
una "señal" de santificación. Una persona que considera la observa-
ción del sábado como algo legalista o farisaico puede pensar que la
observancia del sábado misma lo santificará. De ninguna manera. El
Señor es quien santifica, dice el texto. Que la santificación es un acto
de parte de Dios en favor de su pueblo es algo que nunca debe ser pa-
sado por alto.
El proceso de santificación es tanto la obra del amor redentor de
Dios como lo es la obra salvadora y redentora del Cielo mediante
Cristo. Tanto la justificación como la santificación son actividades
de Dios. "Yo soy Jehová que os santifico". De este modo el sábado es
84
CAPÍTULO 10

una señal que imparte el conocimiento de Dios como Santificador.


"El sábado dado al mundo como la señal de que Dios es el Creador es
también la señal de que él es el Santificador". 7
La segunda idea nueva en Éxodo 31:13 es que el sábado es una
señal de conocimiento: "Para que sepáis". El concepto hebreo de co-
nocimiento es sumamente amplio. El conocimiento tiene aspectos
intelectuales, emocionales y de relación. "Conocer" no significa sim-
plemente saber un hecho intelectualmente, particularmente cuando
el objeto es una persona. Significa tener una relación significativa
con la persona que es conocida. Así, "conocer a Dios" significa estar
conscientemente en una relación correcta con él. Significa "servir-
le" (1 Crón. 28.9); significa "temerle" (Isa. 11:3; Sal. 119:79; Prov.
1:7); significa "creer" en él (Isa. 43:10); significa "confiar" en él (Sal.
9:10); significa "buscarlo" (Sal. 9:10); significa "invocar" su nombre
(Jer. 10:25; Sal. 79:6).
El texto afirma claramente que el sábado es una señal del pacto
entre Dios y su pueblo por todas las generaciones, con el propósito
de que "sepáis que yo soy Jehová que os santifico" (Éxo. 31:13). El
sábado como señal, con respecto al conocimiento, relaciona el he-
cho de que Dios es conocido como el que santifica a su pueblo. Es
Dios quien hace que el pueblo sea santo. Este conocimiento es cono-
cimiento salvador. El creyente que realmente comprende el signifi-
cado del sábado y de la observancia del sábado comprende que el Se-
ñor del sábado también es su Señor. Su Señor es el Creador. Su Señor
es el Redentor. Su Señor también es el Santificador.
El sábado actúa como señal todavía en otro sentido. Sirve como
una marca de separación, indicando al pueblo de otras religiones o al
pueblo que no guarda el sábado que existe una relación singular entre
Dios y su pueblo observador del sábado. Actuando como una señal
de reconocimiento, el sábado separa para Dios a su pueblo del resto
de la humanidad. Como Caín fue reconocido por una señal que Dios
puso sobre él, así el pueblo de Dios es reconocido por el sábado que
los mantiene separados para Dios en servicio al mundo.
La pluma de Elena G. de White ha captado adecuadamente un
aspecto importante de esta función del sábado como una señal: "Me
85
EL PACTO ETERNO DE DIOS

diante la santificación del sábado debemos demostrar que somos su


pueblo. Su Palabra declara que el sábado ha de ser la señal que distin-
guirá al pueblo que guarda los mandamientos... Los que guardan la
ley de Dios serán uno con él en la gran controversia comenzada en el
cielo entre Satanás y Dios". 8 El sábado es una señal de separación y de
distinción del pueblo de Dios, haciéndolos visibles dentro de la esfera
del gran conflicto entre los poderes del bien y los poderes del mal.

EL SÁBADO, SELLO DE D I O S
Se ha reconocido una y otra vez que el mandamiento del sábado
se encuentra en el centro de los Diez Mandamientos. ¡Cuán apropia-
do es, siendo que relaciona la dimensión divino-humana y la dimen-
sión humana-humana! También es apropiado como analogía con el
lugar de los sellos en los antiguos documentos oficiales. El manda-
miento del sábado identifica al Señor del sábado de una manera espe-
cial e indica su esfera de autoridad y dominio. En estos dos aspectos
—o sea, 1) la identidad de la deidad como Yahweh, el Señor, quien es
el Creador (Éxo. 20:11; 31:17) y que por ello ocupa una posición sin
guiar, y 2) la esfera de su dominio y autoridad sobre "los cielos y la
tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay" (Éxo. 20:11; compa-
rar con 31:17) — del mandamiento del sábado tiene las características
de un sello típico en los documentos que contenían tratados inter-
nacionales del antiguo Cercano Oriente. Estos sellos estaban típica-
mente en el centro o en el medio de los documentos del tratado y
contenían también 1) la identidad de la deidad en cuyo nombre se ju-
raba el tratado (usualmente un dios pagano), y 2) la esfera de su do-
minio y autoridad (generalmente un área geográfica limitada).
Por analogía, el sábado opera como una "señal" (Éxo. 31:13,
17), o en este caso, más bien como un sello, entre Dios y su pueblo
("entre mí y vosotros"), y por ello es el sello de la relación entre Dios
y su propio pueblo. Esto es importante para el creyente, porque al ob-
servar el sábado, como lo hizo Dios al terminar la semana de la crea-
ción, el creyente lo reconoce como el Creador y el Re-creador (Re-
dentor y Santificador). El creyente también reconoce la propiedad o
86
CAPÍTULO 10

dominio de Dios y su autoridad sobre toda la creación, aun sobre él


mismo. Hace que el creyente sea parte de la comunidad del pacto de
Dios de los verdaderos adoradores.
Estas son algunas de las vislumbre de las riquezas del sábado
dentro del pacto. El sábado es realmente un don de Dios para los seres
humanos. Proporciona para ellos un tiempo señalado divinamente
para el descanso humano dentro de la inquietud de la humanidad.

Referencias
1
Ver las discusiones detalladas acerca del origen del sábado en Gerhard F. Hasel, "The
Sabbath in the Pentateuch", The Sabbath in Scrípture and History, Kenneth A. Strand, ed.
(Washington, D.C.: Review and Herald, 1982), pp. 21-43; Ibid., "Sabbath", Anchor Bible
Dictionary, D. N. Freedman, ed. (Nueva York: Doubleday, 1992), t. 5, pp. 849-856; Ibid.,
"The Origin of the Biblical Sabbath and the Historical-Critical Method: A Methodological
Case Study", Journal of the Adventist Theological Society 4/1 (1993), pp. 17-46.
2
Ver el desarrollo de este concepto en Abraham Joshua Heschel, The Sabbath: Its Mea-
ning forModern Man (Nueva York: Noonday Press, 1951), pp. 13-24.
3
G. H. Waterman, "Sabbath", Zondervan Pictoriai Encyclopedia ofthe Bible, Merrill C.
Tenney, ed. (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1975), p. 183.
4
Ibid., p. 184.
5
P. C. Craigie, The Book of Deuteronomy (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1976), p. 150.
6
Ibid., p. 157.
7
E. G. de White, Testimonies for the Church, (. 6, p. 350.
8
E. G. de White, Mensajes selectos, t. 2, p. 182.

87
C A P Í T U L O 1 0

El nuevo pacto

E l nuevo pacto es de importancia crucial para el creyente porque


se centra en Jesucristo. Se ha dicho repetidamente que un nuevo
pacto implica uno antiguo. Esto plantea la pregunta de cuán nuevo es
el nuevo pacto. La expresión "nuevo pacto" y "pacto antiguo" impli-
can t a n t o un aspecto de continuidad como uno de discontinuidad.
La continuidad entre los pactos nuevo y antiguo está ciertamente
implícito en la fraseología misma: la palabra pacto en ambos. Los di-
versos puntos de discontinuidad entre el "nuevo pacto" y el "pacto
antiguo" descansan principalmente en los adjetivos nuevo y antiguo.
En nuestro estudio del "nuevo pacto" en este capítulo, intentare-
mos investigar las diferencias entre los respectivos pactos. En investi-
gaciones similares, algunos teólogos y estudiantes de la Biblia han
usado la expresión "pacto de obras" para designar al "pacto antiguo".
Del mismo modo, ellos designan al "nuevo pacto" con el término de
"pacto de gracia". El "nuevo pacto" es virtualmente considerado
idéntico con el "pacto de gracia".
Las dos palabras gracia y obras indican, para muchos intérpretes,
la distinción radical entre dos caminos de salvación. Supuestamente,
un camino por el que somos salvos es mediante obras meritorias; el
otro camino es mediante la gracia de Dios otorgada en Jesucristo. Los
que hacen la distinción entre el "pacto de gracia" y el "pacto de
obras" generalmente se refieren a este último como el período que
comenzó en el monte Sinaí y suponen que Dios proyectó que Israel se
salvara por sus obras. En otras palabras, su punto de vista es que Israel
fue salvado por obras y obediencia. En su perspectiva, "el pacto de
88
CAPÍTULO 1 0

gracia" designa la salvación por gracia, una salvación en la que las


obras no tienen una cualidad meritoria ni salvadora.

EL A N U N C I O DEL NUEVO PACTO


Puede sorprender, aun a los estudiantes cuidadosos de la Biblia,
saber que la designación de "nuevo pacto" aparece sólo una vez en el
Antiguo Testamento. El gran profeta Jeremías, que profetizó en los
últimos días del reino de Judá, cuando el pueblo de Dios estaba a
punto de ser llevado a la cautividad babilónica, anunció mediante la
palabra de Dios que vendría un nuevo pacto: "He aquí que vienen
días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel
y con la casa de Judá. N o como el pacto que hice con sus padres el día
que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos in-
validaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová"
(Jer. 31:31, 32).
A u n cuando el pacto se describe aquí con el adjetivo nuevo por
primera vez en Jeremías 31:31 (la única vez en todo el Antiguo Testa-
mento), profetas anteriores ya habían hablado del nuevo pacto.
Unos 150 años antes de Jeremías fue enviado como mensajero de
Dios al reino del sur, Judá, el profeta Oseas, al reino del norte, Israel.
Éste también predijo un nuevo pacto: "En aquel tiempo y haré para ti
pacto con las bestias del campo, con las aves del cielo y con las ser-
pientes de la tierra; y quitaré de la tierra arco y espada y guerra, y te
haré dormir segura. Y te desposaré conmigo para siempre; te desposa-
ré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te despo-
saré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová" (Ose. 2:18-20).
La frase "en aquel tiempo" introduce la predicción del profeta. Es
una fórmula o una expresión que apunta al futuro. La predicción no
indica cuándo sería ese día futuro pero sí comunica que ese tiempo es-
taba decisivamente fijado en el plan de Dios. "En aquel tiempo" de-
nota el fin de un orden de cosas más antiguo y el comienzo de una
nueva época con un nuevo orden de cosas. El cuadro en Oseas 2:18
de un pacto futuro, involucrando al reino animal así como a la gente,
y prometiendo la abolición de las armas de guerra y la introducción
89
EL PACTO ETERNO DE DIOS

de la paz, es ciertamente un cuadro del futuro reino mesiánico de


paz.
La mención de un nuevo pacto también recuerda las ricas decla-
raciones que se encuentran en varias partes del Antiguo Testamento
acerca de un nuevo corazón. Por ejemplo, Dios les dará "corazón para
que me conozcan que yo soy Jehová" (Jer. 24:7) y "un corazón, y un
camino" (Jer. 32:39). Dios también les quitará "el corazón de piedra
de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne" (Eze.
11:19), y les dará "corazón nuevo" y un "espíritu nuevo" (Eze.
36:26).
Estas declaraciones nos recuerdan el cambio que ocurrirá en las
vidas de los seres humanos cuando se establezca el nuevo pacto. Así
dice el Señor: "Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu" (Eze.
36:27). Esta obra de Dios dentro de la humanidad, dentro de los cora-
zones de los hombres y las mujeres, proporciona el fundamento para
la actividad, la receptividad, y la importancia del "nuevo pacto" en
las vidas humanas. Oseas e Isaías, los grandes profetas del siglo octavo
a.C., j u n t o con los grandes profetas que los siguieron más tarde, Jere-
mías y Ezequiel, profetizaron cada uno a su manera acerca de la expe-
riencia del nuevo pacto, aunque sólo una vez se lo designe como nue-
vo.

LAS PARTES EN EL NUEVO PACTO


Al comparar el "pacto antiguo" que Dios hizo con el antiguo Is-
rael en el monte Sinaí, con el "nuevo pacto", notamos varias líneas
de continuidad. En ambos, el Dios es el mismo. El que establece el
"nuevo pacto" es el mismo Dios que estableció los pactos anteriores.
En la profecía de Jeremías 31:31 al 34, el Dios del Éxodo claramente
se presenta como actuando de nuevo en el establecimiento de pactos,
al declarar explícitamente: "Haré nuevo pacto" (v. 31). Así vemos
que la iniciativa del nuevo pacto otra vez la toma Dios, el mismo
Dios que establece pactos que se h a n mostrado previamente.
Siempre es el Dios salvador el que inicia lo que es nuevo y busca
llevar la salvación a quienes distorsionan su plan o rechazan su gran
90
CAPÍTULO 1 0

don. Es claro otra vez que el pacto que Dios establece con su pueblo,
es decir, el nuevo pacto, es un pacto que él inicia y que él establece.
Por esta razón podemos hablar del Dios bíblico como el Dios que es-
tablece pactos. También podemos hablar del Dios bíblico como el
Iniciador de la salvación por medio del establecimiento de pactos.
Y la promesa del compañerismo y la comunión divinos en el
nuevo pacto es igual al del pacto anterior que Dios hizo con Israel
(comparar con Éxo. 19:5): "Seréis mi especial tesoro". Las palabras
"Yo seré su Dios", tan típica del Dios que hizo el pacto con Israel en
el Sinaí, otra vez se expresa en el pasaje del "nuevo pacto" en Jere-
mías 31:33: "Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo".
Los participantes de ambos pactos son los mismos: Dios, por un
lado, y su pueblo, por el otro. El nuevo pacto es anunciado por el
profeta como el que se hace con "la casa de Israel y con la casa de Ju-
dá", o sencillamente con la "casa de Israel" (ver Jer. 31:31, 33). Aun-
que algunos piensan que esto significa que el "nuevo pacto" es sólo
para la antigua nación de Israel, ese no es el caso. Es cierto, el Señor
ofreció el "nuevo pacto" primero a su pueblo que él había elegido y
con quien había hecho un pacto en el monte Sinaí en tiempos de
Moisés. Trágicamente, los israelitas transformaron ese pacto del Si-
naí en un método legalista de salvación, o sea, de justificación por
obras. Intentaron justificarse mediante sus propios esfuerzos inútiles,
no aprovechando el método de fe que produce obediencia. (En la fe-
obediencia, las obras y buenas acciones de la persona obediente no
hacen que ella merezca la salvación, sino que son el resultado de una
salvación otorgada y dada por Dios).) Así, eventualmente Dios tuvo
que pasar del Israel étnico al Israel espiritual para encontrar la coope-
ración que necesitaba para poner en marcha las provisiones y los be-
neficios del pacto eterno, que ahora se llama el nuevo pacto.
Los participantes humanos del nuevo pacto de Dios son ahora
los que tienen la ley de Dios escrita dentro de sus corazones, sin to-
mar en cuenta su origen étnico. "La escribiré en su corazón", es la
promesa de Dios (Jer. 31:33). Esta internalización de la "ley" —la
misma ley que Dios había proclamado en el monte Sinaí y que había
usado para hacer el nuevo pacto con el Israel étnico en esa oca-
91
EL PACTO ETERNO DE DIOS

sión—, no es otra cosa que la internalización de la voluntad y el ca-


rácter de Dios.
La internalización de la ley de Dios en el corazón del creyente no
significa que Dios impone su voluntad sobre la gente. El hecho de
que Dios escribirá la ley en el interior de la persona, haciéndola parte
de la persona total y de su voluntad, demuestra el principio de la
elección de parte de la persona. Dios no impone en el corazón de las
personas su ley ahora, ni nunca lo ha hecho en el pasado. La elec-
ción de que Dios escriba la ley en el corazón es una elección indivi-
dual, hecha exclusivamente por cada persona. Sin embargo, es vital
que los participantes humanos, con quienes se hace el nuevo pacto y
que experimentarán y se mantendrán dentro de la relación del nuevo
pacto, comprendan esta elección.
Los miembros de la comunidad del nuevo pacto no son todos los
descendientes físicos o de sangre de Abrahán, sino toda persona que
permita que Dios escriba la ley en su interior, haciéndola formar par-
te de la voluntad total del creyente de modo que éste pueda obedecer
a Dios por fe. De este modo la elección que permite que la ley se es-
criba sobre el corazón identifica a esta persona como miembro del Is-
rael espiritual de Dios, donde la descendencia física no tiene valor
alguno. Cualquier persona que permite que Dios haga su obra dentro
de ella llega a ser miembro del Israel de Dios, su verdadero Israel espi-
ritual. El verdadero Israel espiritual en quien Dios haya escrito su ley
llega a ser participante con Dios en el nuevo pacto.
En el Nuevo Testamento aquellos judíos que recibieron a Jesu-
cristo y su evangelio, por un tiempo constituyeron el núcleo de la
iglesia (ver Mat. 18:17). De este modo, la continuidad entre el Israel
literal y el pueblo de Dios, el "remanente escogido por gracia" (Rom.
11:5), está claramente indicada en el Nuevo Testamento. Los judíos
incrédulos, por otro lado, son descritos como "endurecidos" (Rom.
11:7), que no forman parte del verdadero Israel.
Los gentiles, que anteriormente no creían, aceptaron el evange-
lio y fueron injertados en el verdadero pueblo de Dios, una comuni-
dad compuesta por creyentes de cualquier origen étnico (Rom.
11:13-24). De este modo los gentiles, que "en aquel tiempo" estaban
92
CAPÍTULO 1 0

"sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de


la promesa" (Efe. 2:12) fueron traídos cerca por la sangre de Cristo y
ahora ya no son "extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de
los santos, y miembros de la familia de Dios" (v. 19). Cristo es el me-
diador del "nuevo pacto" (Heb. 9:15) para todos los creyentes, ya
sean judíos o gentiles, negros o blancos, amarillos o pardos, hombres
o mujeres.
La ley en ambos pactos es la misma. "Las condiciones por las
cuales puede ganarse la vida eterna bajo el nuevo pacto, son las mis-
mas que había bajo el antiguo pacto: perfecta obediencia". 1 Veremos
más de este elemento importante de comparación a medida que prosi-
gamos.

ELEMENTOS DEL NUEVO PACTO


Los lectores de la palabra de Dios siempre son bendecidos de
nuevo al volver a estudiar e investigar el fecundo pasaje de Jeremías
31:31 al 34. Este texto contiene elementos básicos que haríamos bien
en contemplar. Dice algo acerca de la iniciativa divina, de la respues-
ta humana, de la idea de la ley de Dios, del propósito de los pactos, y
del resultado de establecer esos pactos. Consideremos brevemente
cada una de estas ideas.
Hemos notado ya cómo Jeremías 31:31 al 34 enfatiza repetida-
mente la iniciativa divina. Esta predicción comienza con una declara-
ción de acción divina: "Haré nuevo pacto". Aquí Dios anuncia su ac-
ción salvadora que ocurrirá en el futuro. Del mismo modo, la predic-
ción del nuevo pacto concluye con las palabras: "Perdonaré" y "No
me acordaré más de su pecado". Esta iniciativa divina apunta a la ac-
ción culminante del perdón total de Dios y del olvido completo de
los pecados humanos.
La respuesta h u m a n a también surge claramente en este texto
importante. La respuesta humana en el establecimiento del pacto no
puede ser pasada por alto. Dios nunca reduce a los seres humanos al
nivel de robots sin la posibilidad de hacer elecciones. El nuevo pacto,
como el del Sinaí, no es un pacto sin condiciones que permanece ge-
93
EL PACTO ETERNO DE DIOS

neración tras generación sin quebrantarse, no importando la respues-


ta de los hombres o su relación con Dios y con su voluntad revelada
en la ley. Lo que hace que el nuevo pacto sea permanente y duradero
es que Dios mismo obrará un cambio en los corazones humanos, ha-
ciendo que sea posible para ellos cumplir la ley por su gracia divina y
capacitadora (Jer. 24:7; Eze. 36:26-28).
La declaración en la promesa del nuevo pacto acerca de la ley
de Dios es también de importancia crucial. U n elemento común en
los pactos previos hechos con Adán y con Abrahán, y especialmente
en el pacto hecho con el antiguo Israel en el monte Sinaí, es tam-
bién la ley de Dios. La ley de Dios, apropiadamente llamada aquí "mi
ley" (Jer. 31:33), en el pacto del Sinaí fue la ley de Dios escrita sobre
tablas de piedra (ver Éxo. 24:12; 31:18; 34:1, 28). Las tablas de piedra
algunas veces se las llama realmente "el pacto" (1 Rey. 8:21). Esta ley
de Dios no tiene fallas y no fue eliminada. La ley de Dios es inmuta-
ble y eterna.
Además, esta expresión inmutable de la voluntad de Dios en la
ley no debe permanecer como algo exterior al creyente. Por esta ra-
zón este pasaje del nuevo pacto enfatiza que la ley será escrita por
Dios "en su corazón". "La gran ley de amor revelada en el Edén, pro-
clamada en el Sinaí, y en el nuevo pacto escrita en el corazón, es la
que liga al obrero humano a la voluntad de Dios". 2 Esta actividad de
Dios, el escribir su ley en el corazón humano, es su maravillosa obra
de gracia dentro de nosotros. Escribir la ley interiormente por medio
del Espíritu Santo es la obra de Dios. De este modo la ley llega a ser
internalizada dentro del creyente y será una parte integral de la vo-
luntad del creyente, saturándola, de modo que la voluntad humana y
la ley divina se conformen perfectamente la una a la otra (2 Cor. 3:5,
6).

La obediencia resultante no es un logro humano, no es una obe-


diencia meritoria, no es una obediencia que apunta a lograr la justifi-
cación y la salvación por los esfuerzos propios; más bien, es la fe-obe-
diencia, una obediencia hecha posible por la fe en el poder de Jesu-
cristo que nos capacita.
El propósito de establecer los pactos es claramente bosquejado
94
CAPÍTULO 1 0

en Jeremías 31:31 al 34. Dios no habla de una nueva ley, sino de un


nuevo pacto. La ley, como camino de vida, da expresión a esta rela-
ción del nuevo pacto. La relación está expresada específicamente por
una fórmula: "Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo"
(Jer. 31:33; comparar con 7:23; 32:38). La relación del pacto en el
Sinaí fue descrita con la misma fórmula (Exo. 6:7; Deut. 26:16-19;
Lev. 26:12; etc.). El propósito de Dios para su pueblo es que esa rela-
ción prometida, de tan corta duración en el antiguo Israel, sea reno-
vada, restaurada y hecha permanente.
Los resultados de establecer el pacto son de la mayor importan-
cia. U n o de los principales es la experiencia resultante de la comuni-
dad del nuevo pacto de ser un Israel espiritual compuesto por los que
permiten que Dios internalice su ley dentro de ellos, y que por ello
llegan a ser canales santificados para iluminar y bendecir a otros. El
nuevo pacto también establecería una relación y comunión duraderas
y profundas entre los participantes humanos y el Señor que hace el
pacto, el Dios de su salvación. Además, produciría la bendición grati-
ficante del perdón, que trae paz a la mente y al alma (Jer. 31:34). Se-
ría un perdón que estaría asegurado y anclado en el sacrificio del pro-
pio Hijo de Dios.

LA NOVEDAD DEL NUEVO PACTO


Lo opuesto a "nuevo" es "antiguo". La palabra antiguo implica
una existencia previa o un uso continuado durante un tiempo largo.
También designa con frecuencia algo anticuado en el sentido de que
ha caído en desuso o es anticuado. Debemos ser cuidadosos de no so-
breponer los significados modernos al uso bíblico en lo que se refiere
a comprender las intenciones, propósitos e ideas del lenguaje bíbli-
co.
El término nuevo con respecto al "nuevo pacto" en Jeremías
31:31 es el término hebreo jadas. Esta palabra hebrea significa con
frecuencia 1) "renovar" o "restaurar"; y 2) algo "nuevo" que no ha
estado todavía presente con la misma calidad o forma. Reflejando
ambos sentidos, el nuevo pacto es sencillamente un pacto "renovado"
95
EL PACTO ETERNO DE DIOS

o "restaurado", que también tiene ahora características que no estu-


vieron presentes antes en la misma forma o calidad.
El apóstol Pablo en 2 Corintios 3:6 sugiere que el nuevo pacto es
un pacto del Espíritu, en contraste con el pacto antiguo que era de la
letra: Servimos "bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régi-
men viejo de la letra" (Rom. 7:6). Lo que Pablo parece estar enfati-
zando aquí es que la letra (ver 2 Cor. 3:5, 6) es la letra de la ley en el
sentido de que es algo que está fuera del creyente, y no escrito todavía
en su interior. Mientras la letra (sencillamente una designación del
pacto antiguo) permanezca fuera del creyente y no escrita por el Espí-
ritu dentro de él, sólo puede traer condenación.
Pero el Espíritu, que caracteriza al nuevo pacto, da vida; él es-
cribe la ley en el corazón y de ese modo internaliza o pone la ley
dentro del creyente. De este modo la novedad del pacto está caracte-
rizada en forma más efectiva por la palabra mejor (Heb. 8:6). El pacto
de Dios permanece o se vuelve anticuado en el mismo momento en
que permanece fuera del corazón humano, cuando es meramente un
método de guardar la ley con el fin de ganar la salvación por méritos
humanos. Pablo enfatiza que en contraste con este enfoque de la sal-
vación —y aquí está en completa armonía con el total del énfasis bí-
blico— el nuevo pacto es un pacto del Espíritu, en el que el creyente
ahora sirve en novedad del Espíritu y no en la antigüedad de la letra
(Rom. 7:6).

Referencias
1
"Comentarios de Elena G. de White", en el Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 943.
2
E. G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 296.

96
C A P Í T U L O 1 0

El santuario y los ministerios


del nuevo pacto

L a carta a los Hebreos contiene una relación profética y tipológica


muy fecunda entre el plan de Dios como fue revelado mediante el
sistema hebreo de los sacrificios y su plan como fue revelado median-
te el ministerio personal de Jesucristo en su vida, muerte, ascensión y
mediación celestial. 1 Hebreos 9:15 nos presenta un estudio de estas
dos revelaciones complementarias del plan de Dios. "Cristo es me-
diador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia
eterna prometida, ahora que él ha muerto para liberarlos de los peca-
dos cometidos bajo el primer pacto" (NVI).
Aquí la Biblia enfatiza claramente que Jesucristo es nuestro Me-
diador celestial de un pacto superior. El cumplió el tipo del así lla-
mado pacto antiguo de una manera doble.
Primero, él es el verdadero Sacrificio sobre el cual está basado
ese pacto, cuya sangre también lo ratificó. La sangre de Cristo tam-
bién ratificó el nuevo pacto y transformó en anticuado el pacto del
Sinaí y su sistema mediador basado sobre sacrificios de animales. "El
pacto hecho con Abrahán fue ral iflcndo mediante la sangre de Cristo,
y es llamado el 'segundo' pacto o 'nuevo' pacto, porque la sangre con
la cual fue sellado se derrame') después de la sangre del primer pacto". 2
Segundo, Cristo cumplió el tipo al llegar .1 ser el Mediador del
nuevo pacto, así como Moisés lúe el mediador del pacto del Sinaí. El
hecho de que Cristo sea el medladoi, i 11 embarco, incluye también la
redención "de las transgresiones qtir habla bajo el primer pacto"
(Heb. 9:15). El que incluya todo Indli .1 que l<>•• sa< 1 ¡lirios del pacto

87
EL PACTO ETERNO DE DIOS

del Sinaí sólo eran tipos que señalaban hacia la muerte de Cristo en
la cruz, y encontraron su significado sólo en la muerte sustitutiva, co-
mo sacrificio, de Cristo. El h e c h o de que sea mediador nos hace
comprender que afecta a la redención de todos los creyentes, ya sea
los que están bajo el pacto nuevo como los que están bajo el antiguo.
El nuevo pacto también es superior al antiguo en la certeza del
perdón. Sería un error, sin embargo, obtener la impresión de que bajo
el pacto del Sinaí, con sus sacrificios animales, el perdón no estuviera
disponible. El perdón de Dios fue también prometido a aquellos peni-
tentes en el período durante el cual el pacto del Sinaí estuvo en ope-
ración (Éxo. 34:6, 7; Lev. 4:20, 26, 31, 35; 19:22; Sal. 103:12; Isa.
38:17; 43:25; Neh. 9:17). Pero el perdón bajo el pacto sinaítico anti-
cipaba el perdón que quedaría asegurado por la sangre de Cristo
(Heb. 9:15), "que por muchos es derramada para remisión de peca-
dos" (Mat. 26:18).
El perdón de los pecados bajo el nuevo pacto puede ser llamado
superior en el sentido de que está asegurado por la muerte de Cristo
en la cruz. En el pacto antiguo, el pecado era perdonado en vista y
en espera de lo que Cristo lograría en la cruz cuando muriera por los
pecados de la humanidad; pero en el nuevo pacto, el perdón es con-
cedido sobre la base de lo que ya había sido realizado en la cruz. En el
primer caso, los creyentes miraban hacia adelante, al logro que al-
canzaría el Hijo de Dios; en el segundo, contemplamos hacia atrás, a
lo que ya ha sido logrado por él.

EL VERDADERO SANTUARIO EN EL CIELO


Así como el pacto antiguo tenía un santuario, el nuevo pacto
tiene un santuario. El santuario en el cielo no es meramente una
idea en el mundo celestial que tuvo un reflejo impreciso en la tierra;
más bien es muy real: algo en el centro del universo que puede verse y
apreciarse. 3
Dios deseaba morar con su pueblo; por eso dijo: "Y harán un
santuario para mí, y habitaré en medio de ellos" (Éxo. 25:8). El pro-
pósito pleno de Dios para la construcción de un santuario portátil en
98
CAPÍTULO 10

el desierto era que pudiera estar más íntimamente presente en medio


de su pueblo del pacto. El proyectó que el santuario terrenal, erigido
para morada de la divina Presencia, revelara su propósito de hacer de
los corazones humanos templos para su habitación 4 : una provisión
clave del nuevo pacto (Heb. 13:20, 21). Todo el proceso de establecer
el pacto (Éxo. 19 y 24) y de la promulgación de la ley (Éxo. 20:1-11)
es una garantía de la realidad de la presencia de Dios en su tabernácu-
lo y en el corazón de las personas.
U n estudio cuidadoso de Éxodo 25:9 y 40, revela que la repeti-
ción de las palabras diseño y modelo (en hebreo, tabnit) expresa la idea
de que Moisés en su visión (Núm. 8:4) vio un modelo a escala o una
copia en miniatura del santuario celestial. Dios le ordenó que cons-
truyera un santuario terrenal según el diseño de ese modelo en mi-
niatura. Por lo tanto, el santuario terrenal era una copia diseñada si-
guiendo la realidad celestial. 5
El libro del Apocalipsis, en el Nuevo Testamento, claramente
enfatiza que el templo/santuario celestial no debe ser considerado
idéntico a todo el cielo. Apocalipsis 11:19 claramente muestra un
templo "en el cielo" que se abrió y que el arca del pacto estaba dentro
de este templo divino. En Apocalipsis 14:17 el revelador informa que
"salió otro ángel del templo que está en el cielo" (la cursiva fue añadi-
da). Este énfasis aparece otra vez en Apocalipsis 15:5, donde declara
que "el templo del tabernáculo del testimonio... fue abierto en el cie-
lo" (la cursiva fue añadida). Este énfasis repetido revela más allá de
toda duda que existe en el cielo un templo o santuario y que de nin-
guna manera el cielo mismo o los cielos superiores pueden ser inter-
pretados como el santuario. En resumen, es claro sobre la base de la
visión que recibió Moisés, y la visión que recibió Juan el revelador,
que debe hacerse una distinción clara entre el cielo mismo y el san-
tuario/templo de Dios en el cielo.
La realidad del santuario celestial también es enfatizada en He-
breos 8. En el versículo 2 encontramos el adjetivo verdadero asociado
con el santuario celestial. El santuario celestial es el "verdadero ta-
bernáculo". La palabra verdadero aquí sería mejor traducida como real,
porque el adjetivo griego usado aquí es alSthinós, que representa lo
99
EL PACTO ETERNO DE DIOS

"real" en oposición a lo meramente "aparente". (Otro adjetivo griego,


alethes, significa "verdadero" y define algo como "verdadero" en opo-
sición a algo "falso".) Este "verdadero tabernáculo" (Heb. 8:2) es el
original del cual los dos santuarios terrenales fueron "figura y som-
bra" (v. 5). El santuario terrenal es sólo una'sombra"; la realidad está
en el cielo. La "sombra" sobre la tierra refleja la realidad física y real
del santuario en el cielo con dos partes, que arrojan su sombra (com-
parar Éxo. 25:40; 26:30; 27:8).
La carta a los Hebreos nos informa que en el cielo superior
(Heb. 4:14; 7:26; 8:1, 2; 9:24; 12:25, 26), muy por sobre la tierra y
los cielos que serán sacudidos por Dios (Heb. 1:10-12; 11:1, 2;
12:26), existe la realidad de una Jerusalén celestial (Heb. 11:10;
12:22; 13:14) y el santuario "real" de dos partes (Heb. 8:2, 5; 9:11,
28). Como su copia terrenal tenía sus dos compartimentos (Heb.
9:1-6), así el original celestial tiene dos partes o escenarios (Heb.
8:2, 5; 9:8, 11, 12, 23, 24; 10:19), uno de los cuales contiene el trono
de Dios (Heb. 4:16; 8:1; 12:2). Este santuario celestial real con dos
partes no sólo es el original, sino el lugar exacto del ministerio celes-
tial, salvador y benéfico.
La lógica de la carta a los Hebreos demanda que así como el
pacto antiguo tenía un santuario con dos partes, el nuevo pacto tiene
un santuario con dos partes. La tipología usada en Hebreos 8:1 al 5 y
Hebreos 9:8 al 28 describe una tipología vertical celestial-terrenal y
una tipología de original- copia.
Hebreos 9:1 al 5 describe la estructura del santuario terrenal con
los lugares Santo y Santísimo. Los versículos 6 y 7 dan detalles de los
servicios realizados en cada uno de ellos. En Hebreos 9:8 la expresión
el primer tabernáculo (NVI) [en la versión Reina-Valera 1960 la tradu-
ce como primera parte del tabernáculo; N. del Tr.] (en hebreo protesken)
se usa en el sentido temporal de "primer santuario" o "santuario ante-
rior" del pacto antiguo en su totalidad, incluyendo tanto el lugar
Santo como el Santísimo.
En Hebreos 9:8 la expresión "Lugar Santísimo" (griego, ta hagia)
se refiere al santuario celestial entero con sus dos divisiones. "El más
amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos" (Heb. 9:11)
100
CAPÍTULO 10

se refiere, del mismo modo, a las dos partes, las dos divisiones del
santuario celestial. Todo esto afirma que el Nuevo Testamento así
como el Antiguo (Sal. 11:4; 18:6; 29:9; 60:6; 63:2; 68:35; 96:6;
150:1; Miq. 1:2, 3; Hab. 2:20; etc.), enseñan la realidad del santuario
celestial y que es el verdadero o "real" santuario celestial de dos par-
tes, y no meramente una idea o una metáfora.
Antes del período del Nuevo Testamento, el camino divina-
mente designado para que el pecador se liberara del pecado y la culpa
era llevando sacrificios animales. Levítico 1 al 7 detallan las ofren-
das y sacrificios de los israelitas. Los procedimientos requerían una
cuidadosa atención al uso y eliminación de la sangre en las diversas
clases de sacrificios.
La persona que había pecado había quebrantado la relación del
pacto y la ley que la regulaba. Esta persona, bajo el pacto antiguo,
podía ser restaurada a la plena comunión con Dios y sus semejantes si
esa persona traía un animal como sacrificio para sustituirlo a él. Los
sacrificios, con sus ritos, eran los medios señalados por Dios para pro-
ducir la limpieza del pecado y la culpa. Habían sido instituidos para
limpiar al pecador, para transferir el pecado y la culpa del pecador
por medio de la aspersión de la sangre al santuario, y para restablecer
la comunión y el compañerismo pleno con Dios y los semejantes.
"De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues
sin derramamiento de sangre no se hay perdón" (Heb. 9:22, NVI).
El israelita observador sabía que los sacrificios de animales eran
el medio designado por Dios para apuntar proféticamente al gran Sa-
crificio. U n animal ciertamente no podía ser un sustituto para una
expiación adecuada del pecado y la culpa de una persona (ver Ose.
6:6; Sal. 50:8-15; 51:15-19; Isa. 1:10-18; 53). El autor de Hebreos de-
clara explícitamente: "Porque la sangre de los toros y de los machos
cabríos no puede quitar los pecados" (Heb. 10:4). Así, los sacrificios
de animales eran sólo una figura anticipada del Sacrificio que ven-
dría, que moriría como una muerte sustitutiva por los pecados del
mundo.
Esta verdad profunda está expresada proféticamente en uno de
los capítulos más majestuosos de toda la Biblia: "Mas él herido fue
101
EL PACTO ETERNO DE DIOS

por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de


nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su
camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angus-
tiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al ma-
tadero; y como oveja delante sus trasquiladores, enmudeció, y no
abrió su boca" (Isa. 53:5-7). Estas palabras proféticas acerca del Me-
sías venidero y su lugar como el Sacrificio, manifiestan el hermoso
plan de Dios para la salvación de la humanidad.
El hecho de que Jesucristo murió en la cruz como un sacrificio es
el tema principal del Nuevo Testamento. Jesús es llamado el Cordero
de Dios matado vicariamente: "He aquí el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo" (Juan 1:29). Pablo describe a Jesús como
"nuestra Pascua, que es Cristo", que fue "sacrificada por nosotros" (1
Cor. 5:7). De hecho, Jesús "se entregó a sí mismo por nosotros" como
un "sacrificio a Dios" (Efe. 5:2), "como de un cordero sin mancha y
sin contaminación" (1 Ped. 1:19). Él ofreció "una vez para siempre
un solo sacrificio por los pecados" (Heb. 10:12).
La idea de que la muerte de Cristo en la cruz es sustitutiva y no
meramente representativa, ha perdido popularidad entre muchos in-
térpretes. 6 Sin embargo, el sacrificio sustitutivo de Cristo en la cruz
no puede ser negado fácilmente. El Nuevo Testamento insiste vez
tras vez que Cristo, quien fue "sin pecado" (Heb. 4:15), murió "a
causa del pecado" (Rom. 8:3) y fue crucificado en favor de los hom-
bres y las mujeres. Cristo "se dio a sí mismo por nuestros pecados"
(Gál. 12:4). "Fue entregado a la muerte por nuestros pecados" (Rom.
4:25, NVI). Él "murió por nuestros pecados, conforme a las Escritu-
ras" (1 Cor. 15:3). Estos pasajes, j u n t o con Gálatas 3:13 y 2 Corintios
5:14, demuestran que la muerte de Cristo en la cruz fue sustitutiva. Él
murió en nuestro lugar. Él nos sustituyó a nosotros. Él murió la muer-
te del transgresor, pagando la penalidad de nuestro pecado, y con el-
los proveyó vida y compañerismo con él y la Deidad para siempre. 7
Así como se mataba al animal en el altar fuera del santuario, Je-
sucristo murió en la cruz en la tierra, fuera del santuario celestial. La
muerte de Cristo en la cruz resumió y cumplió todos los tipos y som-
102
CAPÍTULO 10

bras de todos los diversos sacrificios del sistema del Antiguo Testa-
mento, los cuales señalaban a su muerte.
Cuando Jesucristo murió en la cruz, el templo y su ritual perdie-
ron su importancia. El velo del templo se rasgó por el medio (Mat.
27:51), indicando que el templo y sus ritos habían perdido ahora su
significado en el plan de Dios. A u n cuando los judíos —y ciertos
cristianos de origen hebreo, como podemos vislumbrar en la carta a
los Hebreos— siguieron ofreciendo sacrificios en el templo terrenal,
estos sacrificios ya no tenían valor. Jesucristo, el Sacrificio real, había
venido, cumpliendo la totalidad de lo que estos sacrificios de anima-
les habían señalado, haciendo que tales sacrificios ya no tuvieran
sentido después que él murió.

LA PRIMERA FASE DEL MINISTERIO DE C R I S T O EN EL


SANTUARIO CELESTIAL
Después de la dedicación del santuario terrenal (Éxo. 40:1-11)
y la consagración de los sacerdotes (Éxo. 40:12-15; 30:30-33), se ini-
ció el ministerio en el santuario terrenal. En el antitipo, nuestro Sa-
cerdote y Sumo Sacerdote celestial también comenzó su ministerio
en el santuario celestial después de su dedicación, un rito predicho
en Daniel 9:24. El derramamiento pentecostal del Espíritu Santo sig-
nificó, de acuerdo con Hechos 2:33, que Cristo había iniciado su mi-
nisterio celestial. Por medio del Espíritu Santo, el ministerio de Cris-
to sostiene a su iglesia sobre la tierra, y vindica a los creyentes ante
sus enemigos.
Jesús es nuestro "mediador" celestial de un pacto superior. La
propia sangre de Cristo, derramada en el Calvario en nuestro favor,
ratificó el nuevo pacto e hizo caducar el pacto anterior y sus sistema
mediador. La propia sangre de Cristo nos da "libertad para entrar en
el Lugar Santísimo" [el santuario] (Heb. 10:19). Provee "el camino
nuevo y vivo" (v. 20) por el cual podemos "confiadamente" acercar-
nos "al trono de la gracia" (Heb. 4:16).
Cristo es nuestro Sacerdote y Sumo Sacerdote celestial. La desig-
nación "sacerdote" se aplica tres veces en la carta a los Hebreos al
103
EL PACTO ETERNO DE DIOS

Cristo exaltado y entronizado (Heb. 7:15; 8:4; 10:21). En Hebreos


7:15 y 16, Cristo es presentado como el Sacerdote distinto a seme-
janza de la orden de Melquisedec. Melquisedec no es llamado "sumo
sacerdote" sino "sacerdote", y es un tipo de Cristo, el "sacerdote" ce-
lestial.
Otra característica distintiva de la carta a los Hebreos es el desa-
rrollo de una extensa tipología de Cristo como el Sumo Sacerdote
celestial. Investigaciones recientes muy cuidadosas de esta tipología
muestran que tiene aspectos horizontales así como verticales. Habla-
mos antes de la tipología vertical. La tipología sumo sacerdotal de
Hebreos se desarrolla principalmente siguiendo líneas horizontales.
Hebreos 5:4 y 5 enfatiza que Jesús fue llamado por Dios a su cargo su-
mo sacerdotal así como Aarón lo fue. Su designación fue un cumpli-
miento de la predicción registrada en Salmos 110:4. Cristo fue "de-
clarado" (Heb. 5:10) y "hecho más sublime que los cielos" (Heb.
7:26). Su designación como sumo sacerdote fue el resultado de un
llamado divino y no por medio de un acto de designación propia o
por herencia física. Investido de ese modo, Cristo demuestra que sus
ministerios sacerdotal y sumo sacerdotal son de una naturaleza supe-
rior.
El Nuevo Testamento presenta la función de Cristo en el cielo,
aparte de la de Sacerdote y Sumo Sacerdote, también como la de
Mediador e Intercesor. Pablo describe a Moisés como el "mediador"
de la ley (Gál. 3:19), pero en 1 Timoteo 2:5, el Señor Jesucristo,
quien se dio a si mismo como rescate por todos, es llamado "un solo
mediador entre Dios y los hombres". El término Mediador es uno de
los grandes títulos que el Nuevo Testamento da a Jesús, y se le aplica
cuatro veces: 1 Timoteo 2:5; Hebreos 8:6; 9:15; 12:24.
El uso de la palabra "mediador" en el Nuevo Testamento es la
de un árbitro o intermediario cuya tarea es unir de nuevo dos partes
que se habían alejado mutuamente. Él borra las diferencias entre las
partes enemistadas y también inicia un contrato o pacto. U n "media-
dor" también puede servir como garante (Heb. 7:22) que asume la
deuda de otra persona.
De este modo en la primera fase del ministerio celestial de Cris-
104
CAPÍTULO 10

to, llevada a cabo en la primera parte o escenario del santuario ce-


lestial, Jesús, el Mediador celestial, actúa como nuestro intermediario
entre nosotros y Dios. El es el eslabón entre Dios y la humanidad. Él,
como nuestro Mediador, ha pagado todas las deudas de cada uno de
sus clientes. Jesús es el Mediador que responde por nuestra deuda an-
te Dios por lo que está representado por su sangre (Heb. 10:10, 19),
habiéndose dado a sí mismo por nosotros. Sólo él es capaz de unir las
dos partes enemistadas.
Jesucristo es el camino de acceso al santuario celestial (ver Heb.
9:8). Su mediación continuada en el santuario celestial es tan per-
fecta y de una naturaleza tan superior que el creyente en Cristo no
necesita otro mediador, sea en la tierra o en el cielo. La gloria singular
de Cristo como Mediador demanda que los fieles no inviertan en
ningún otro ser que tuviera ni un remoto parecido con la función y la
obra que Jesucristo está realizando en el santuario celestial.
Cristo también actúa como Intercesor celestial. El ministerio ce-
lestial de Cristo incluye el aspecto de una intercesión continua como
se enfatiza en la forma del verbo en Romanos 8:34. También se dice
que la obra de Jesús es "interceder" por los que "por él se acercan a
Dios" (Heb. 7:25). La enseñanza de la intercesión celestial continua
de Cristo se desarrolla al máximo en la carta a los Hebreos, donde se
muestra que sus actividades de intercesión continua (Heb. 7:25) se
realizan "por nosotros ante Dios" (Heb. 9:24) y donde continuarán
mientras Cristo sea el Sumo Sacerdote (Heb. 6:20; 7:3).
Esta intercesión, realizada individualmente en favor de cada uno
que se acerca a Dios por medio de Cristo, es un acto legítimamente
sumo sacerdotal. Mediante su función intercesora, nuestro Sumo Sa-
cerdote celestial nos limpia de toda iniquidad. La función intercesora
de Cristo es la de un Paracleto, un abogado ante el Padre (1 Juan
2:1), quien habla al Padre en nuestra defensa, con el fin de que los
pecados confesados de los santos puedan ser perdonados.
El conocimiento de la función de Cristo como Sacerdote y Sumo
Sacerdote intermediario e intercesor en el cielo, como nuestro Me-
diador e Intercesor celestial, nos da confianza de nuestra salvación.
Nos libera de la culpa cuando confesamos nuestros pecados a él. Nos
105
EL PACTO ETERNO DE DIOS

eleva a un plano más alto de crecimiento espiritual. Nos enseña


acerca de Aquel por quien solamente podemos llegar a ser perfectos.
Nuestro conocimiento de las funciones celestiales de Cristo nos pro-
porcionan una clave esencial para entender el significado de la justifi-
cación por la fe.

LA SEGUNDA FASE DEL MINISTERIO CELESTIAL DE


CRISTO
La segunda fase del ministerio celestial de Cristo se realiza en la
segunda división o escenario del santuario celestial y comenzó en
1844. La separación de esta segunda fase del ministerio celestial de
Cristo de la primera se relaciona tipológicamente con la separación
del ministerio terrenal del sumo sacerdote en el día de la Expiación
de la que se llevaba a cabo diariamente a través del año. El ministerio
"anual'' del sumo sacerdote terrenal durante los tiempos del Antiguo
Testamento, en el gran Día de la Expiación, corresponden tipológica-
mente a la segunda fase del ministerio de Cristo en la segunda divi-
sión del santuario celestial.
Al hablar de la segunda fase del ministerio de Cristo en el san-
tuario celestial, es de gran importancia reconocer que la segunda fase
no elimina la primera fase. Por el contrario, una nueva segunda fase
de ministerio se añade a la primera fase de modo que ambas fases si-
guen operando simultáneamente. Vemos este paralelo en los ritos del
santuario terrenal. En el Día de la Expiación, también se ofrecía un
holocausto continuo, además de los sacrificios específicos de ese día
(Núm. 29:11). Del mismo modo, al comienzo de la segunda fase del
ministerio expiatorio de Cristo, en la fase sumo sacerdotal, él no cesó
de actuar como Intercesor y Mediador. Durante la segunda fase, así
como durante la primera, el perdón como los demás beneficios que
corresponden al creyente por el ministerio sacerdotal continuo de
Cristo siguen estando disponibles.
Examinaremos ahora el factor de tiempo en la comparación del
ministerio sacerdotal típico con el antitípico. La escena del juicio en
Daniel 7 ilumina este aspecto del tema. Se ubica dentro del marco
106
CAPÍTULO 10

temporal del fin, después que la profecía de los 1.260 días-años del
dominio del cuerno pequeño sobre el pueblo de Dios se haya cum-
plido y antes de que el pueblo de Dios reciba el reino (Dan. 7:21,
22). Aspectos adicionales que amplían el tema ya revelado en la vi-
sión de Daniel 7 se encuentran en Daniel 8:13 y 14. Específicamente,
proporcionan detalles con respecto al elemento de tiempo de la se-
gunda fase, relacionando esta segunda fase con la "purificación" del
santuario celestial y fechándola como iniciándose al concluir los
2.300 años, o sea, en 1844. (Ver Daniel 9:24-27 para encontrar las
razones por las que la profecía de los 2.300 días-años comenzó en el
año 457 a.C.)
Es asombroso notar que el término santuario en Daniel 8:14 es
el término hebreo qOdesh. Este término mismo es la palabra típica
usada para designar el santuario ("el tabernáculo de reunión", el "lu-
gar santo", etc.) que debía ser purificado el Día de la Expiación en
Levítico 16, donde aparece ocho veces (vs. 2, 3,16, 17, 20, 23, 27,
33). Aquí se demuestra claramente un eslabón en la terminología
como también en el concepto entre Daniel 8:14 y Levítico 16. En
Levítico 16, el capítulo del gran Día de la Expiación, la purificación
del santuario es el del pacto antiguo. Pero en Daniel 8:14 la "purifica-
ción" del santuario es el del nuevo pacto, el santuario ungido después
de la muerte y la ascensión de Cristo (ver Dan. 9:24, última frase) y
que ahora es purificado en "el tiempo del fin" (Dan. 8:17; comparar
con el v. 19).
La actividad descrita en Daniel 8:14 que ocurrirá en el santuario
celestial es aquella para la cual Daniel usó una palabra tradicional-
mente traducida como "purificación". El término hebreo es nísdaq, la
única vez que esta forma verbal se usa en el Antiguo Testamento. Ha
sido traducida como "purificar" desde las traducciones más antiguas a
otros idiomas. Dos traducciones griegas, llamadas la Septuaginta y
Teodoción, contienen la misma traducción: "purificado". En la tra-
ducción latina conocida como la Vulgata, la palabra es traducida co-
mo mundabitur, "purificado" o "limpiado". Esto también es cierto en
las traducciones como la Siriaca antigua y la copta.
U n a investigación filológica cuidadosa revela que la idea de ser
107
EL PACTO ETERNO DE DIOS

"purificado" es parte de la connotación de este término, como parale-


lo a términos hebreos (Job 4:17; 17:9; 15:14; Sal. 51:7; Prov. 20:7-9)
que significan "limpiar" o "purificar". Pero el término hebreo nisdaq
en Daniel 8:14 abarca también ideas como las de "corregir", "restau-
rar", así como "justificar" y "vindicar". 8 Parece no existir un término
castellano adecuado que capte en una palabra los diversos matices de
significado, tales como purificar, corregir, justificar y vindicar, que
necesitan ser encapsulados en una sola palabra para transmitir la ri-
queza de esta palabra hebrea.
Hemos señalado antes que la nueva fase en el ministerio celestial
de Cristo comenzó en el año 1844, una actividad en la segunda divi-
sión o escenario del santuario celestial. Esta actividad previa al ad-
venimiento es el antitipo de la obra del Día de la Expiación en el sis-
tema levítico. Se lleva a cabo en el Lugar Santísimo y tiene dimensio-
nes cósmicas. La "purificación" involucra el borrar los pecados. La
"restauración" involucra obtener el lugar adecuado para el funciona-
miento de la intercesión sumo sacerdotal de Cristo durante esta últi-
ma fase del ministerio celestial. La "justificación" involucra la activi-
dad forense y judicial del juicio, en el cual se toma la decisión acerca
de quién será resucitado y los que serán rescatados en la segunda ve-
nida de Cristo (ver Dan. 12:1-3). La "vindicación" involucra la indi-
cación de la inocencia de los santos antes las inteligencias del univer-
so (ver Dan. 7:9, 10), y contados como dignos de la ciudadanía en el
eterno reino de Dios. La "vindicación" también involucra que se
vindican el carácter y la justicia de Dios.
La actividad judicial, redentora y purificadora descrita en Daniel
8:14 señala precisamente el comienzo de estos eventos en el santuario
celestial: ocurren al final de las 2.300 "tarde y mañanas". Estas activi-
dades celestiales se comparan con el día típico de la Expiación regis-
trado en Levítico 16, la purificación, justificación y vindicación del
santuario y de los santos. La actividad judicial, redentora y purificado-
ra del tiempo del fin ante las inteligencias del universo restauran el
santuario a su lugar apropiado, borra el pecado, y los santos, así como
Dios mismo, quedan vindicados delante del universo.
La base pactada de la actividad judicial, redentora y purificadora
108
CAPÍTULO 10

en el santuario celestial para el pueblo de Dios es Cristo y su sacrifi-


cio: "Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pue-
blo" (Dan. 12:1; comparar con Jud. 9). El puede salir victorioso en el
tiempo de angustia y liberar físicamente a los santos, "todos los que se
hallen escritos en el libro de la vida. Y muchos de los que duermen en
el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros
para vergüenza y confusión perpetua" (Dan. 12:1, 2). Evidentemente,
la gran culminación de la actividad judicial, redentora y purificadora
del tiempo del fin (justificación, purificación, vindicación, restaura-
ción) afecta tanto al santuario celestial como a los santos que están
en la tierra.
La contemplación de esta obra de Jesucristo, majestuosa, maravi-
llosa, y que desafía la mente, puede revelar a cada uno de nosotros
un sentido verdadero del elevado privilegio de pertenecer al pueblo
de Dios en una relación de pacto. No estarnos solos en nuestras lu-
chas. Más bien, nuestro Sumo Sacerdote celestial ahora nos asegura
de su ministerio en nuestro favor arriba y de su presencia con noso-
tros y en nosotros aquí abajo. La contemplación de lo que está ocu-
rriendo en el cielo a nuestro favor también nos invita y nos motiva a
participar en una purificación personal de nuestras vidas por su gra-
cia. Además, una comprensión genuina de la actividad celestial que
se realiza en lugar Santísimo del santuario celestial debiera animarnos
con un sentido de misión para cooperar con él para que las personas
estén listas para su regreso.

Referencias
1
Ver artículos en Frank B. Holbrook, ed., Issues in the Book ofHebrews. Daniel and Re-
velation Committee Series (Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1989), t. 4.
2
E. G. de White, Patriarcas y profetas, p. 387.
3
William G. Johnsson, "The Heavenly Sanctuary: Figurative or Real?", Issues in the
Book of Hebrews, pp. 35-51; cf. Ángel Manuel Rodríguez, "The Sanctuary", Handbook ofSe-
venth-day Adventist Theology, Seventh-day Adventist Bible Commentaiy, Raoul Dederen, ed.
(Hagerstown, MD: Review and Herald, 2000), t. 12, pp. 388, 389, 412-416.
4
E. G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 132.
5
Rodríguez, "Sanctuary", pp. 381, 382.
6
Ver el repaso conveniente que da Richard Rice, "The Doctrine of Atonement in
Contemporary Protestant Theology", The Sanctuary and the Atonement: Bíblica], Histórica],

109
EL PACTO ETERNO DE DIOS

and Theological Studies, Arnold V. Wallenkampf y W. Richard Lesher, eds. (Washington,


DC: Review and Herald, 1981), pp. 478-499.
7
Raoul Dederen, "Christ: His Person and Work", Handbook, pp. 175-182; Rodríguez,
"Salvation by Sacrificial Substitution", Journal of the Adventist Theological Society 3/2 (1992),
pp. 49-77.
8
Gerhard F. Hasel, "The 'Little H o r n , the Heavenly Sanctuary and the Time of the
End: A Study of Daniel 8:14", Symposium on Daniel, Frank B. Holbrook, ed. (Washington,
D.C.: Biblical Research Institute, 1986), pp. 448-461; Richard M. Davidson, "The Meaning
of Nisdaq in Daniel 8:14", Journal of the Adventist Theological Society 7/1 (1996), pp. 107-119.

110
C A P Í T U L O 1 0

El pacto y la fe:
contados por justicia

A brahán es el héroe bíblico de la fe (Heb. 11:8-12; Rom. 4).

También fue el "amigo de Dios" (Sant. 2:23). Abrahán fascina a


cada estudiante de la Palabra de Dios. U n a de las frases más fantásti-
cas en toda la Biblia se refiere a la experiencia de la vida de Abra-
hán registrada en Génesis 15:6: "Y creyó a Jehová, y le fue contado
por justicia".
Quienes leen esta oración y la contemplan se preguntan cuál es
la idea que se indica con la cláusula "creyó a Jehová". ¿Qué significa
creer a Jehová? ¿Qué significa que algo "le fue contado "por justicia?
¿Qué significa justicia en un contexto en el cual aparecen contado y
creyó juntos? Estas y otras preguntas vienen a la mente cuando uno
contempla esta notable oración.

A M I G O DE D I O S
A l estudiar este importante pasaje de Génesis 15:6, será útil re-
cordar que se presenta dentro del contexto del establecimiento del
pacto de Dios con Abrahán. Dios se dirigió a Abrahán en la visión
registrada en Génesis 15:1: "No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu
galardón será sobremanera grande". Fue una revelación de origen di-
vino. Las palabras introductorias: "No temas", presentan un desafío
calculado para despertar fe. Aquí A b r a h á n enfrentó una prueba de
tener fe y confianza 1) en la persona de Dios ("Yo soy tu escudo"), y
2) en su promesa ("tu galardón será sobremanera grande").
111
EL PACTO ETERNO DE DIOS

Abrahán objeta con una respuesta fogosa: "Señor Jehová, ¿qué


me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es
ese damasceno Eliezer? (Gén. 15:2). Abrahán aquí cuestiona a Dios
acerca de sus promesas. Él estaba dispuesto a sustituir al mayordomo
por un hijo auténtico. Pero el Señor insistió que uno nacido de él
mismo sería su heredero, a pesar de la incapacidad de Abrahán y de
Sara de producir un heredero.
A Abrahán le pareció que Dios había sido lento en cumplir sus
promesas. Así que Abrahán cuestionó a Dios, no sencillamente por
curiosidad, sino como una pregunta honesta con respecto al cumpli-
miento de la promesa. La promesa de un descendiente parecía no es-
tar más cerca de su cumplimiento en ese momento que cuando Dios
le aseguró por primera vez que su simiente heredaría la tierra. Ahora,
casi un octogenario, Abrahán había perdido la esperanza de tener un
hijo propio alguna vez.
Dios tenía el plan de que Abrahán tuviese un hijo en forma na-
tural, no uno adoptado. Así que Dios le habló por segunda vez: "No
te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará" (v. 4). Esta
promesa adicional difícilmente facilitó la fe a Abrahán. Él y Sara ha-
bían tenido años de chasco por la esterilidad de ella, y ahora se ha-
bían vuelto viejos. Abrahán no podía ver cómo podría tener un hijo
propio.
En ese momento Dios le pidió que saliera de su tienda y mirara a
las incontables estrellas. Todos los que han mirado el cielo en una
noche estrellada reconocen su lugar en el orden del universo: somos
una mera partícula en la vasta extensión de la creación de Dios.
Nuestros problemas repentinamente se ven muy diminutos, porque
reconocemos que Dios es todopoderoso y omnisciente. Dios presentó
esta reafirmación a Abrahán, pero él tenía un propósito todavía ma-
yor. Dios le dijo: "Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las
puedes contar... Así será tu descendencia" (Gén. 15:5).
¿Qué estaba haciendo Dios aquí? ¿De qué modo esa orden de
mirar el cielo nocturno estrellado debía darle a Abrahán la certeza
de que Dios realmente cumpliría su promesa? ¿Cuánto consuelo había
en mirar las estrellas? Él las había visto antes, y no habían significado
112
CAPÍTULO 10

nada especial para él. Pero ahora, Dios las estaba usando como una
ilustración: las estrellas hacían que la promesa fuera vivida, aunque
no le daban certeza por sí mismas. Lo que era confirmador y le daba
seguridad era la "palabra de Dios" específica. El cielo estrellado no
hacía la diferencia. La diferencia para A b r a h á n era la divina palabra
de promesa. Esta palabra era suficiente para él. "Y creyó a Jehová" (v.
6).

FE EN D I O S
Notemos primero que esta es la declaración más temprana de la
fe que se menciona en la Biblia. Antes de Génesis 15:6 el sustantivo
fe y el verbo creer no aparecen en el Pentateuco.
La forma del verbo creer que aparece aquí viene del término he-
breo he'^mín. Este término es traducido normalmente como "creer",
pero que también puede traducirse como "tener fe". Es digno de notar
que cuando la Biblia habla explícitamente por primera vez acerca de
la fe, la pone en un contexto de "fe en Dios". Y Dios cuenta esta fe
como justicia a quien la manifiesta.
Sigamos profundizando un poco más acerca de la fe mencionada
por primera vez en la Biblia. Para comenzar, noten lo que no es. La fe
en Génesis 15:6 no es un mérito culminante de parte de Abrahán.
La fe aquí no es un asentimiento intelectual a un cuerpo definido de
verdad. N o t e n que Génesis 15:6 no dice, "Abrahán creyó esto de Je-
hová". En cambio, el texto afirma definidamente que "Abrahán creyó
a Jehová".
Pero el texto hebreo tiene una preposición que sigue al verbo,
que se traduce con la preposición en. Algunas versiones incluyen la
preposición y traducen la oración con exactitud: "Y creyó él en Yah-
veh" (BJ). Esta distinción también aparece en Éxodo 4:1, 8, 9 donde
Dios le da a Moisés el poder de realizar señales porque los israelitas no
creerían. Moisés no espera que los israelitas creyeran en él, sino las
señales harían que ellos creyeran a Dios, como dice más tarde que
realmente hicieron (v. 31). Más adelante, se dice que los israelitas
creyeron a Moisés (Éxo. 14:31). El hecho es que "creer en" o "creer a"
113
EL PACTO ETERNO DE DIOS

es una idea mucho más abarcante que sencillamente "creer".


¿Qué produjo esta respuesta de fe en Abrahán? Ocurrió por la
iniciativa divina. Dios la produjo. El le apareció a A b r a h á n en un
evento revelador de la historia. El Señor, o Yahweh, el Dios que guía
a los seres humanos y quien es el soberano de la historia y la dirige,
había venido otra vez a Abrahán. De modo que la fe de A b r a h á n era
en una persona, el Ser Divino. Por esto esa fe y confianza era "en Je-
hová".
El segundo aspecto de esta experiencia del pacto también es im-
portante. La fe de Abrahán era una respuesta, no sólo a la aparición
de la persona misma, sino también a una promesa divina. Ya hemos
notado que el cielo estrellado no confirmó que A b r a h á n tendría un
hijo. La divina palabra de promesa hizo la diferencia para Abrahán.
La fe aquí significa que Abrahán aceptó plena e incondicionalmente
como suficiente la revelación divina en la forma de la promesa de un
hijo. Esta fe responde a una revelación divina que es proposicional. Es
una promesa tangible para ser cumplida en el futuro. La fe en este ca-
so, como siempre que se relaciona con la fe verdadera, es evocada
por Dios.

CONTADA
La segunda idea principal en esta revelación increíble de Génesis
15:6 es la declaración de que "le fue contado por justicia" por Dios.
Estamos particularmente interesados en la palabra contado, también
traducida como "reputada" (BJ), "lo reconoció" (NVI), "lo aceptó"
(DHH). El término hebreo traducido por cualquiera de estas palabras
esjdsab, y aparece muchas veces en el Antiguo Testamento de modo
que podemos investigar su significado en otros contextos (ver por
ejemplo, Gén. 31:15; Núm. 18:27, 30; y Lev. 7:18). Dios está con-
tando o considerando al pecador como justo, aunque, en un sentido
particular, realmente no es justo. En la ley de los sacrificios, dada por
Dios, la declaración de que el sacrificio "es contado" a favor del peca-
dor sigue después del acto de sacrificio realizado por el pecador. En
I evítico 17:1 al 4 la ley ordena que se traiga un animal a la entrada
114
CAPÍTULO 10

del santo tabernáculo de reunión para ser degollado. Si, en cambio, la


ofrenda es degollada fuera del campamento y no a la entrada del ta-
bernáculo de reunión, entonces "será culpado de sangre" ["considera-
do culpable", NVI] (v. 4). Evidentemente, el verbo "contar" se em-
plea en relación con los sacrificios que son aceptables a Dios. Pero si
los sacrificios no son presentados de la manera correcta, entonces el-
los no pueden ser contados en beneficio de quien los trae. Evidente-
mente el sacerdote juzga en nombre de Dios y declara que la ofrenda
es aceptable a Dios; y así el sacrificio es "contado" en favor del que
trajo la ofrenda, que ahora está otra vez en buenas relaciones y en la
comunión del pacto con Dios.
Se pueden obtener profundas vislumbres de la manera en que se
usa la misma palabra en diferentes contextos. En Génesis 15:6 no es
el sacrificio el que es "contado" como justo, sino un acto de fe evoca-
do por la iniciativa de Dios. Difícilmente puede sobreestimarse que el
acto de Dios de "contar" a alguien como justo delante de él está basa-
do en la fe de esa persona y no en su sacrificio. En otras palabras, ser
contado como justo no está basado en un acto del ser humano sino
más bien sobre la fe evocada por Dios mismos dentro de ese ser hu-
mano.

J U S T I C I A POR LA FE
En la promesa: "Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia"
(Gén. 15:6), la última palabra que necesitamos examinar es el térmi-
no crucial justicia. Este término aparece en el Antiguo Testamento
veintenas de veces en diversos contextos y con diferentes significa-
dos. Generalmente es la traducción del término hebreo scd5qah.
"Justicia" no es una recompensa que Dios paga por un servicio
fiel o por la obediencia. La justicia no depende de algún acto ejem-
plar del esfuerzo humano diseñado para ganar méritos. La clara afir-
mación de Dios indica que la obediencia no es la base de la justicia.
La justicia es algo que Dios declara que le es contado a Abrahán.
En la situación de Abrahán, el uso que Dios le da al término jus-
ticia expresa el hecho de que Abrahán era "justo" delante de Dios. Él
115
EL PACTO ETERNO DE DIOS

está en una relación correcta ante Dios. Su respuesta de fe en la pala-


bra de promesa divina hace que Dios cuente esta fe a Abrahán como
justicia. ¿Debemos, entonces, concluir que creer o tener fe es un acto
meritorio? De ninguna manera. "La fe es la condición por la cual
Dios ha visto conveniente prometer perdón a los pecadores; no porque
haya virtud alguna en la fe que haga merecer la salvación, sino porque la
fe puede aferrarse a los méritos de Cristo, el remedio provisto para el
pecado". 1 No, la fe en sí misma no es un mérito. ¿Por qué, entonces,
Dios cuenta esta fe del patriarca Abrahán como justicia? El problema
es profundo. ¿Qué cualidades existen en la confianza sencilla que ca-
pacita a Dios para atribuir a Abrahán la experiencia de la justicia?
El contexto de Génesis 15:6 requiere consideración adicional al
tratar de comprender de qué modo la fe de Abrahán pudo ser contada
como justicia. Abrahán creyó la palabra de Dios de que se proveería
una "simiente" de sus propias entrañas. Él confió en que Dios cumpli-
ría su promesa. Sencillamente confió en Dios. La confianza implícita
de Abrahán en Dios como Persona y en la promesa de Dios, revela en
este pasaje específico que la justicia describe una relación. Por lo
tanto, la justicia es contada a una persona cuando existe una correcta
relación de fe entre él y Dios. Todo el tiempo, esta relación de fe no
es producida por el hombre; es producida por Dios y aceptada por los
hombres y las mujeres.
La relación de fe que se expresa aquí se encuentra dentro de la
relación del pacto. Encontramos que los versículos que siguen a Gé-
nesis 15:6 registran la ceremonia de establecimiento del pacto con
Abrahán. Este establecimiento del pacto en Génesis 17:7 al 15 fue
posible porque Abrahán estaba ahora en una relación de fe correcta
con Dios. La persona que entra en esta clase de relación de pacto de
fe afirma las promesas y los mandatos de Dios. En otras palabras, afir-
ma la promesa divina (Gén. 15:1-6; Sal. 106:12), y también afirma
las consecuentes reglas de conducta que expresa esta genuina rela-
ción de fe.
La relación interior de fe en Dios revelada en Génesis 15:6 no
debe ser considerada idéntica con una receptividad pasiva. La di-
mensión humana de la fe y la confianza en la promesa de Dios y en
116
CAPÍTULO 10

Dios mismo, significa una sumisión de la vida entera de la persona,


presente y futura, en las manos de Dios. La fe bíblica genuina llega a
ser evidente en el estilo de vida y las actitudes.
Los ninivitas ilustran esta sumisión. Cuando oyeron el mensaje
de Dios por medio del profeta Jonás, "creyeron a Dios, y proclamaron
ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de
ellos" (Jon. 3:5). La fe genuina en Dios produce arrepentimiento y
conversión. La fe en Dios produjo en Abrahán su consentimiento de
seguir el plan de Dios en la historia y no tomar los asuntos en sus
propias manos. Seguir el plan de Dios para Abrahán significó en últi-
ma instancia la obediencia hasta el punto de sacrificar a su único hijo
(Gén. 22). El acto de fe de Abrahán es el de fe contada por justicia.
Es seguridad en Dios. La meta bíblica de esta clase de fe, sin embargo,
trasciende la seguridad y llega a la alabanza. El salmista expresa este
punto en forma vivida: "Entonces creyeron a sus palabras y cantaron
su alabanza" (Sal. 106:12). La fe contada como justicia encuentra se-
guridad en Dios; esa fe arraiga la vida y la existencia entera de la per-
sona en el Dios del pacto, y lo alaba, aun con cantos.

Referencia
1
E. G. de White, Fe y obras, p. 104 (la cursiva fue añadida).

117
C A P Í T U L O 1 0

Vida, esperanza y el futuro

E l concepto bíblico básico acerca de Jesucristo como Salvador se


resume en su importante declaración acerca de sí mismo: "Yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia"
0 u a n 10:10). Vida, vida real, es mucho más que la mera existencia fí-
sica. La gran búsqueda para comprender la vida en su sentido más
pleno ha tomado muchas formas a lo largo de siglos de contempla-
ción, estudio e investigación. The New Encyclopaedia Britannica de-
clara llanamente: "No existe una definición generalmente aceptada
de la vida". 1 Dieciocho años más tarde la Encyclopedia Americana, do-
tada de autoridad, comienza su artículo con esta advertencia: "Cuan-
to mayor es el conocimiento de la humanidad, t a n t o más difícil es
definir la idea de la vida". 2
Las definiciones de la vida pueden ser diversas, pero permanece
el hecho indisputado de que toda vida conocida sobre el planeta tie-
rra termina con la muerte. Desde tiempos inmemoriales los seres hu-
manos h a n respondido al hecho de la muerte intentando prepararse
para seguir su existencia después de la muerte, o intentando alcanzar
las riquezas y la vida más plena aquí y ahora. Las pirámides egipcias,
por ejemplo, son una evidencia de los intentos humanos de garantizar
la vida en el más allá.
Sin embargo, todos los esfuerzos por mejorar o perpetuar la vida
están condenados a fracasar a menos que los seres humanos acepten
la vida que sólo Dios puede proporcionar, como se describe en las Es-
crituras. La declaración de Cristo: "Yo he venido para que tengan vi-
da, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10) resume la res-
118
CAPÍTULO 10

puesta divina a la búsqueda humana de una vida mejor.

LA SALVACIÓN DEL NUEVO PACTO


El apóstol Pedro hace la afirmación asombrosa de que sólo en
Jesucristo podemos encontrar la salvación. "Y en ningún otro hay
salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hom-
bres, en que podamos ser salvos" (Hech. 4:12). Jesucristo es el punto
focal de la salvación.
La revelación de Dios en las Escrituras acerca de la salvación es-
t á n centradas en Jesucristo y van en contra de todas las maneras hu-
manas de salvación. Algunos intentan comprender la salvación por la
sabiduría o el conocimiento recto. El gnosticismo, un movimiento
religioso y filosófico muy difundido en los primeros tres siglos de la
era cristiana, enseñaba este método. Los diversos maestros, grupos, y
sistemas tomados en conjunto bajo la etiqueta de gnosticismo com-
parten la convicción de que, aunque en la humanidad exista la igno-
rancia y la ilusión, podemos por medio del "conocimiento" o la "sabi-
duría" obtener la liberación espiritual. Es decir, podemos alcanzar la
identidad última con lo divino, sea lo que fuere que esto signifique. 3
Esta filosofía gnóstica es estrechamente paralela con las ense-
ñanzas del misticismo pagano y no pagano. Este sistema de pensa-
miento se ocupa de la vida interior del espíritu, la peregrinación hacia
lo divino, que comienza con la percepción interior y sigue hasta las
etapas más elevadas posibles del desarrollo personal. La relación in-
mediata con lo fundamental es la esencia de sus enseñanzas. Esta rela-
ción puede ser psicológica o una experiencia epistemológica en la
cual lo místico, aparte de una institución religiosa o de un libro sagra-
do, obtiene conocimiento religioso directamente de lo divino.
La enseñanza bíblica de la salvación en Jesucristo va en contra
de las pretensiones legalistas a la justificación y la salvación. El térmi-
no ¡egalismo designa una manera de buscar la salvación mediante la
observancia de reglas, reglamentos, y leyes, tanto humanos como di-
vinos, con el fin de ganar méritos ante Dios y de ponerlo bajo la
obligación de otorgarnos la salvación. El legalismo ha tomado mu-
119
EL PACTO ETERNO DE DIOS

chas formas a lo largo de los siglos, aun dentro del cristianismo mis-
mo. La verdad bíblica acerca de la salvación va en contra de cual-
quier método legalista de ganar la salvación por medio de ritos reli-
giosos o actos de contrición.
El camino de salvación, en la Escritura, también se opone a
cualquier forma de antinomianismo. El que practica el antinomianis-
mo rechaza la ley moral y la vida correcta como una parte indispensa-
ble de la experiencia cristiana, una perversión de la verdad que ya
existía en tiempos del Nuevo Testamento. Pablo, en sus días, tuvo
que refutar la sugerencia de que la doctrina de la justificación por la
fe dejaba lugar para seguir pecando. Las epístolas con frecuencia con-
denan la herejía de que el evangelio permite el libertinaje. En mu-
chos casos, las discusiones modernas acerca de la ley y la gracia real-
mente tienen que ver con la necesidad de una vida correcta. Increí-
blemente, la dicotomía aparente entre la ley y la gracia, y el agudo
contraste que a menudo se señala en ellas surge de una mala com-
prensión de la enseñanza misma de Pablo. Ninguno, por supuesto,
rechaza más claramente que Pablo la ley como un medio de salva-
ción y simultáneamente afirma que la ley continúa siendo un compo-
nente integral de la vida cristiana (ver Rom. 3:31; 8:4).
La salvación gracias al nuevo pacto nos viene del Jardín del
Edén, diseñada por Dios mismo para toda la humanidad. La Biblia
entera da testimonio de ello. Es una salvación cimentada en Jesucris-
to y lograda por él.

LA VIDA DEL NUEVO PACTO


La vida del nuevo pacto se caracteriza por la vida y existencia
de Cristo en el corazón del creyente, donde el término corazón aquí
designa el asiento del pensamiento, del propósito y de la compren-
sión, del cual surgen nuestras actitudes reveladas por nuestra conduc-
ta. El corazón "de piedra" (Eze. 11:19; 36:26), que también es llamado
"incircunciso" (Eze. 44:7), necesita una re- creación así como tam-
bién una limpieza (Sal. 51:10; Jer. 24:7; Eze. 18:31).
Jesús prometió que los puros de corazón verán a Dios (Mat. 5:8).
120
CAPÍTULO 10

La promesa del nuevo pacto es que Dios escribirá su ley en nuestros


corazones (Jer. 31:33; Heb. 10:16, 17). Esta internalización de la ley
de Dios en el corazón de los creyentes hace posible que ellos vivan la
nueva vida del pacto.
La fe es el medio por el cual Cristo mora en los corazones hu-
manos (Efe. 3:17), una fe que evoca una respuesta de amante obe-
diencia a las palabras de Cristo (Juan 14:23). Cristo entonces llega a
ser una Presencia constante y permanente en los corazones de los
creyentes, no sólo un visitante ocasional. Él hace de esta relación de
pacto algo vivo y duradero, una realidad continua en las vidas de sus
seguidores.
Los escritores inspirados de las Escrituras argumentan con fuerza
que un cristiano avanza hacia la madurez en la vida cristiana. Esta
madurez involucra el "arrepentimiento de obras muertas" (Heb. 6:1).
La carta a los Hebreos plantea la siguiente pregunta decisiva:
"¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno
se ofreció a sí mismo sin m a n c h a a Dios, limpiará vuestras concien-
cias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Heb. 9:14).
Estas "obras muertas" no son pecados que conducen a la muerte,
sino obras humanas a las que les faltan el elemento que las transfor-
maría en obras de fe. Son obras producidas no por la obediencia de fe
sino más bien por u n espíritu legalista. En este sentido las "obras
muertas" son las "obras de la ley", u obras que procuran la justicia de
la ley en vez de la justicia de la fe. El estilo de vida caracterizado por
los verdaderos cristianos que viven en una relación genuina y dinámi-
ca con Jesucristo no es una de justicia por obras, sino una de justicia
por fe. Los que sirven al Dios vivo producirán "justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo" (Rom. 14:27).

LA ESPERANZA DEL NUEVO PACTO


Hay varias clases de esperanza: esperanzas nacionales, esperan-
zas políticas, esperanzas filosóficas, esperanzas teológicas. Estas espe-
ranzas tienen en común el deseo acompañado de expectativa. El as-
pecto de la expectativa nos hace plantear vez tras vez la pregunta:
121
EL PACTO ETERNO DE DIOS

¿Están esta o aquella esperanza libres de ilusión?


A menudo las esperanzas no basadas en las promesas bíblicas de-
muestran ser meras proyecciones de deseos humanos y terrenales.
Pintan cuadros del futuro basados en los propios deseos de la humani-
dad. Algunas de ellas prometen utopías terrenales, pero los sueños de
una sociedad política perfecta resultan ser espejismos. Planes que
apuntan a la perfección se derrumban por causa de la imperfección
innata de los planes. Sueños de riquezas o fama nunca se materializan.
Tales esperanzas y expectativas generalmente terminan en fracaso y
desilusión porque están basadas sólo en la capacidad y la decisión hu-
manas.
La Biblia revela claramente la existencia de una esperanza que
está basada en la realidad, no en una ilusión: "segura y firme ancla
del alma" (Heb. 6:19). Esta esperanza, fundada sobre las promesas de
Dios trascendentemente seguras, está arraigada en la revelación de
Dios, y revelada mediante su pacto. Esta clase de esperanza es una es-
peranza sin ilusiones y una esperanza sin temor al fracaso.
El énfasis de las Escrituras sobre la esperanza es el mismo en el
Antiguo Testamento como en el Nuevo. La verdadera esperanza, la
esperanza bíblica, la esperanza que no está basada en una ilusión, tie-
ne a Dios como su Fuente y su Autor. El salmista confiesa en Salmos
71:5: "Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza". El profeta Je-
remías describe dos veces a Dios como la esperanza de Israel (Jer.
14:8; 17:13). El pueblo del pacto de Dios basa su esperanza en el
Dios de la esperanza. Pablo repite como un eco este tema al llamar a
Dios "el Dios de esperanza" (Rom. 15:13).
Dios es el Autor y la Fuente de esperanza para el creyente. Tam-
bién es el Dador de esperanza. Él da una esperanza que se extiende
hacia el futuro y que nunca producirá desilusiones. El salmista revela
que esa esperanza es un don: "Porque de él es mi esperanza" (Sal.
62:5). Pablo afirma que el Padre nos ha dado "buena esperanza" (2
Tes. 2:16). Esta "buena esperanza" del Padre es completamente dife-
rente de la esperanza fundada en las proyecciones, deseos o expectati-
vas humanas. En la esperanza que Dios proporciona, los deseos y las
expectativas están edificadas sobre él y sobre ninguna otra cosa. Dios
122
CAPÍTULO 10

mismo garantiza que esta esperanza no contiene ilusiones.


U n aspecto principal de la verdadera esperanza es su promesa de
vida eterna. El Nuevo Testamento revela mucho acerca de la vida
eterna. La vida eterna, de acuerdo con una cantidad de pasajes en el
Nuevo Testamento, comienza en el presente. El creyente experimen-
ta en el presente la vida abundante (Juan 10:10; comparar con 6:33,
35, 63). La cualidad de eternidad reside en Jesucristo (Juan 5:26;
comparar con 4:10, 14; 11:25; 14:6); y el creyente que continúa parti-
cipando de él y que tiene a Jesucristo morando dentro de él "vivirá
para siempre" (Juan 6:51). En otras palabras, el discípulo de Jesús, el
que sigue a Cristo con una relación dinámica y diaria de sumisión to-
tal, experimenta la vida eterna hasta cierto grado ya ahora y nunca
perecerá (Juan 10:28).
Por supuesto, además está el aspecto futuro de la vida eterna que
involucra la resurrección del cuerpo (Juan 5:28, 29; 6:39, 40, 44, 51-
56). La vida eterna en este sentido consiste claramente de un evento
y experiencia futuros. La vida caracterizada como espiritual y no car-
nal (comparar Rom. 8:14; Gál. 5:16) continuará después de la resu-
rrección del cuerpo (1 Cor. 15:44, 51; 2 Cor. 5:1-5; Fil. 3:21; 1 Tes.
4:13-18) en ocasión de la segunda venida del Señor Jesucristo (1
Cor. 15:22; Col. 3:4).
La salvación de "ahora" es una realidad presente para el creyen-
te. Pero permanece un "no todavía" de salvación que ocurrirá más
adelante. La esperanza, en el Antiguo Testamento, esperaba la venida
del Mesías, que vino como se había predicho. El "ahora" de la salva-
ción llega así a ser segura mediante el aspecto del ministerio de Jesu-
cristo de la muerte-resurrección-ascensión, pero el aspecto del "no
todavía" de la esperanza de la salvación todavía debe cumplirse.
Las Escrituras del Nuevo Testamento expresan este aspecto del
"no todavía" de nuestra esperanza de diversas maneras. Nuestra es-
peranza tiene un objeto futuro. Noten cómo se expresa este aspecto
en varias frases bíblicas: "Nos regocijamos en la esperanza de alcanzar
la gloria de Dios" (Rom. 5:2, NVI). Esperamos la "redención de
nuestro cuerpo" (Rom. 8:23). "Aguardamos por fe la esperanza de la
justicia" (Gál. 5:5). En la carta a los Hebreos, esperanza es "la espe-
123
EL PACTO ETERNO DE DIOS

ranza" (Heb. 3:6; 6:18, 19; la cursiva fue añadida).


El objetivo de toda esperanza es la cercanía de "aquel día" (Heb.
10:25). Este día es la segunda venida de Jesucristo, designado como
"el día del Señor" (Hech. 2:20; 1 Tes. 5:2; 2 Tes. 2:2; 2 Ped. 3:10),
"el día de Jesucristo" (Fil. 1:6), "el día de la visitación" (2 Ped. 2:12),
"aquel día" (Mat. 7:22; 2 Tes. 1:10), o el "día postrero" (Juan 6:39,
40, 44, 54; 11:24; 12:48).
La meta de la esperanza bienaventurada del advenimiento es es-
tar eternamente con el Señor después de su segunda venida (1 Tes.
4:17). Esta esperanza de un futuro de comunión ininterrumpida y
una reunificación con Dios tiene varias implicaciones importantes
para la vida presente del creyente.
Consideremos una de estas grandes implicaciones: la respuesta
del creyente. La Biblia es muy explícita acerca de la respuesta que la
esperanza provoca en el creyente: "Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le vere-
mos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro" (1 Juan 3:2, 3). Aquí el
apóstol hace una declaración acerca de nuestra purificación ahora en
vista de lo que la esperanza será en el futuro. De este modo Juan refu-
ta la pretensión de que la esperanza cristiana puede tenerse sin refe-
rencia a la moralidad y ética presente de la persona misma. La pers-
pectiva de ver a Cristo cuando venga y de ser en ese momento como
él motiva a todos aquel que tiene esta esperanza a purificarse ahora
mediante los medios a nuestra disposición que Dios generosamente
ha provisto.
Esta experiencia de purificación es un aspecto de la vida vivida
con Dios y bajo él, y por el poder de Dios en el nuevo pacto. La espe-
ranza del creyente está cimentada en el pacto de Dios y adquiere sig-
nificado por causa del pacto divino. Desde la perspectiva del pacto,
dos cosas resultan evidentes: 1) La esperanza es una parte intrínseca
del esquema total de acción divina y respuesta humana. El creyente,
como miembro de la comunidad del pacto, responde al Dios de espe-
ranza con palabras y hechos apropiados que reflejan su compromiso
124
CAPÍTULO 10

con el Señor del pacto. 2) La comunidad del pacto está compuesta


por dos grupos, ambos caracterizados por la esperanza. Por un lado,
hay un "Dios de esperanza", y por el otro, el creyente, un ser de espe-
ranza, que ha recibido la esperanza del Dios de esperanza. En conse-
cuencia, la comunidad del pacto es una comunidad de esperanza, una
comunidad de esperanza mediante Dios. Es una comunidad de espe-
ranza compuesta por personas que reciben su esperanza de Dios.
También es una comunidad de esperanza en el futuro de Dios. La es-
peranza de la comunidad del pacto es una esperanza sin aspectos ilu-
sorios porque está cimentada en el Dios de la esperanza y descansa
sobre la confiabilidad de Dios.
La esperanza del creyente de que "estaremos siempre con el Se-
ñor" (2 Tes. 4:17), incluye una segunda implicación acerca de cómo
los creyentes viven la vida presente: estamos viviendo en una acti-
tud de paciente espera, de perseverancia duradera, de lealtad resuelta.
Mientras esperamos la venida de la gloria de Dios, cuando aparezca
por segunda vez, los creyentes estarán serenos y sin preocupaciones
(ver Isa. 40:31; 41:1), pero no inactivos. La gracia divina proporciona
nuevo poder para la vida diaria, poder suficientemente fuerte como
para resistir las tentaciones más severas, y suficientemente sólidas pa-
ra soportar las pruebas más duras. Nuestra esperanza en Dios es la
fuente de lealtad resuelta a Dios. Los que hemos nacido de nuevo a
una "esperanza viva" (1 Ped. 1:3) para obtener una "herencia inco-
rruptible, incontaminada e inmarcesible" (v. 4), viviremos una vida
de obediencia sobria y santidad piadosa (Heb. 12:1-17).
Además, la esperanza de la segunda venida de Cristo, una espe-
ranza que reposa en el nuevo pacto de Dios, trae una nueva realidad a
la gran comisión dada por el Cristo resucitado a sus discípulos: "Por
tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mat. 28:19, 20). Este
mandato implica que la comunidad del pacto, edificada sobre el nue-
vo pacto ratificado y ejemplificado en Jesucristo, llega a ser una co-
munidad de misión. Su misión es enseñar a todas las naciones las
125
EL PACTO ETERNO DE DIOS

buenas nuevas de Jesucristo —lo que él logró por su vida perfecta, su


muerte en la cruz, su resurrección y su ministerio sumo sacerdotal—,
y la buenas nuevas culminantes de su pronta venida, que llevará toda
la esperanza de las Escrituras a su cumplimiento completo.
El foco central y la aplicación personal de estas buenas nuevas es
que "si alguno está en Cristo" puede llegar a ser una "nueva criatura"
(2 Cor. 5:17; comparar con Rom. 6:4), pueda llevar los frutos de la vi-
da nueva (Gál. 5:19-23; comparar con Efe. 5:9), y pueda actuar con el
poder del Señor resucitado, realizando la voluntad de Dios (Efe. 6:6).
Por lo tanto, la vida del creyente es una vida que él vive para Cristo y
que Dios puede garantizar (Rom. 6:11, 13; 2 Cor. 5:15).
La promesa del Resucitado: "Yo estoy con vosotros todos los
días" (Mat. 28:20), es la maravillosa promesa del pacto de la presen-
cia constante de Cristo. La presencia viviente de Jesucristo en nues-
tros corazones es la palabra culminante de seguridad que transforma la
realidad presente, haciendo que el encuentro cara a cara con el Señor
en su segunda venida sea una seguridad que trasciende a todas las de-
más certezas.

Referencias
1
"Life", NewEncyclopaedia Britannica (Chicago: Encyclopaedia Briíannica, 1980), t. 10,
p. 893.
2
Richard M. Lemmon, "Life", Encyclopedia Americana (Danbury, CN: Grolier, 1998), t.
17, p. 418.
3
G. L. Borchert, "Gnosticism", Evangélica! Dictionaiy of Theology, Walter A. Elwell,
ed. (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1984), pp. 444-447; Hans Joñas, The Gnostic Reli-
gión: The Message of the Alien God and the Beginning of Christianity, 2da. ed. (Boston: Beacon
Press, 1963); Robert M. Grant, Gnosticism and Early Christianity, ed. rev. (Nueva York: Harper
and Row, 1959).

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L a inmensa tragedia de la decisión del hombre de ceder
ante el diablo no hizo que el Creador se apartara de
Adán y Eva en su necesidad desesperada. ¿Podría un padre
o madre que por primera vez contempla el rostro de su hi-
jo, y ve reflejada en sus ojos una imagen de sí mismos, des-
cuidar a ese bebé durante el período de su mayor necesidad
e impotencia?
Por eso, la pregunta escrutadora: "¿Dónde estás tú?" no
es una maldición, condenación ni castigo. Más bien, escu-
chamos a Dios llamando al pecador a volver a una relación
redentora. Aquí el Creador es también el Redentor.
De este modo, en el comienzo mismo de las Escrituras,
ellas nos cuentan no sólo la historia de la creación sino tam-
bién la historia de la redención: la historia de una relación
de pacto entre Dios y nosotros; de su deseo de salvarnos y
restablecer una relación interrumpida. Esta es su promesa.

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