no les agradase, ¿estarían ellos aún dispuestos a confiar en el amor y la sabiduría del Padre? ¿Se deleitarían en hacer su voluntad, y obedecer su ley? ¿O insistirían en seguir su propio camino? ¿Rehusarían alguna vez prestarle el leal apoyo y la obediencia gustosa, únicas condiciones que podrían proporcionarles la felicidad y seguridad? En caso que se rebelasen o desobedeciesen, podría haber un solo resultado: ¡deberían morir! A fin de preservar el cielo mismo y el universo entero de una ruina completa, Dios debía destruir el pecado. “El pecado es la transgresión de la ley” y “la paga del pecado es muerte” . ¿No habría algún escape de esta terrible suerte? Unicamente uno. “Como la ley divina es tan santa como Dios mismo, solamente un ser igual a Dios podía expiar su transgresión” . ¿Quién era el único igual a Dios? Era su Hijo. “En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente” . El Hijo de Dios era el único que podía pagar esta deuda arruina dora. ¿Moriría él por los pecadores si por acaso entrase el pecado en el universo de Dios? ¿Estaría dispuesto a hacerlo? El momento era solemne. Jesús siempre había estado a la diestra de su Padre. Era el consejero admirable del Padre. Ningún otro podía comprender totalmente los planes y propósitos del Padre y tomar parte en ellos. Ningún otro podía compartir sus responsabilidades, pues ningún otro era igual a él. ¿Cómo podía consentir el Padre? ¿Cómo podía hacerlo? Y sin embargo, ¿cómo podía él negarse a consentir? ¿Cómo podía rehusar dar todo lo que tenía, proteger y salvar a aquellos a quienes él mismo había dado la existencia? Eran sus propios hijos, aunque se extraviaran. Y entonces, más que nunca, necesitarían el cuidado especial del Padre. No, él no podría dejarlos. Los amaba con un amor eterno. 5. El don de Jesús. El asunto fue considerado cuidadosamente. Por fin, se hizo la decisión. Jesús se entregó. Dios dio a su Hijo. Con un corazón transido, el Padre pronunció el decreto: “Levántate, oh espada, sobre el pastor, y sobre el hombre compañero m ío” . Sí, Jesús era el “compañero” de Dios, su socio en todas sus posesiones, su camarada, su acompañante íntimo; porque Jesús “está en el seno del Padre” . Existía entre el Padre y el Hijo un compañerismo cuya fuerza y dulzura ningún ser humano puede comprender plenamente, aunque Dios tal vez procuró ilustrar su perfecta unidad cuando dijo del hombre y su compañera: “Ambos serán una carne” . “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” . Fue una lucha terrible. Pero como Dios es Dios, y puesto que Dios es amor, era esto lo único que se ppdía hacer. Ahora bien, si alguna vez entrase el pecado en el uni verso, el remedio ya estaba provisto. No-es extraño que solamente la eternidad pueda revelar tal amor. Sólo entonces podremos comprender plenamente el ver dadero significado de la verdad siguiente: “El que aun a su propio Hijo no per donó, antes le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” 6. Un sacrificio doble. Y éste era el “misterio” de la deidad “encubierto desde tiempos eternos” . Tuvo su origen en el “concilio de paz” , llamado así por 22