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José Luis L. Aranguren

ETICA

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Prólogo 9
Pntltpne rARTE: Los principios d,e la lítica 5

Cap. I: El puNro DE PARTIDA 15


Cap. II: Er, pRrNcrpro ETTMoLócrco 19
o4
Uap. TTT
iii: ñ- -----^-- ^-/---
iii, PRINCIPIO PREFILOSOFIC( ) . JU
Cap. IV ElpnrNcrpro cENÉTICo-Hrs'r'óRrco . . . . . . . 35
@ Herederos de José Luis López Aranguren Cap. V Ertce Y Soclor,oclA 46
@ Editorial Bibtioteca Nueva,
S' L' Madrid' 1997 Cap. VI: El pnrNcrplo psrcol,óGlco o ANTRopoLócICo 51
Almagro, S8 Cap. VII: L¡ Roelme¡ coNSTITUTTvAMT,TNTE MoRAr, DEL
28010 Madrid (EsPaña) HoMBRE: MoRAL coMo ESTRUCTT)RA 56
I.S.B.N. : 84-7030-411-9 Cap. VIII: Pstcor,ocÍA DE LA MoRALID,\D 70
Depósito Legal: M-919- 1997
Cap. IX: El pnr¡¡ctplo METAFfsrco 78
Cap. X: Mnr¿,r'ÍsrcA y ÉTICA DE Los vAr,oRES 85
Impreso: Rógar Cap. XI: Le 9rtce No-METMÍsrcA EN I¡qcletnRRa . . 94
Impreso en España - Printed in Spain Cap. XII: Le Ertce FRANCESA DE Los vALoRES 100
Cap. XIII: l,e,v¡.¡cu¿cró¡¡ or la Éucel m M¡-rerfsrcn 105
Cap. XtV: SsNrtoo Értco DE LA Fr-osorÍ¿ 109
Cap.XV: EucevTnolocÍe... 116
Ninguna parte de esta publicación' incluido
diseño de la cubierta' puede ser Cap. XVI: Monet, Y RELIGIóN 127
reproducida,"l*a.e"udaotransmitidaenmaneraalguna'niporningún Cap. XVII: PRnrecfe rp LA MoRAL soBr{E LA RELIGIóN 133
grabación o de fbtocopia'
óptico' de Cap. XVIII: Monnr, sErARADA DE LA Ru,tclóN 140
medio, ya sea eléctrico, químico' mecánico'
sin permiso Previo del editor'
Cap. XIX: Anrntune DE LA Euce A LA RELIGIóN .... 150
Cap. )O(: Rncepm¡¿ctóN on Los RESUUTADoS oBTENIDoS t57

SocuNoe PARrE: El objeto de la Etica 161

cap. I: Er, os.reto MATERIAL DE LA Érrce 161 Prólogo


crp. II: CenÁcton, HABIToS, ACTos 169
cap. III: TruertzectóN op m Éuce 180
cup. IV: La coNrnem.clóN orl BIEN y DE LA DETERMI-
Necrów DE LA FELICIDAD 193
La felicidad como placer t97 Aunque manual por el tamaño y porqre puede servir a los
Cap. V: Le rr¡,rcroAD coMo VIRTUD y LA FELICIDAD estudiantes de Etica, es éste un libio'de'i,rvestigación, dotado,
coMo coNrplvtpleclóN 202
::$ú-, creo, de alguna originalidad, inclus.r priñcipal. Origina-
La felicidad como contemplación 205 Iidld que no obsta a que, modestamente, sc inserte en una tra.
Cap. VI: Le rnlrctoAD coMo pnnruccróN . . . 209 dicló1 cuygs principalás eslabones son Arisróteles, santo Tomás
Cap. VII: Monnl coMo coNTENrDo 2t5 y zubiri. La Etíca a Nicómaco es el prinrer liúro de Etica y
Cap. VIII: El ronuellsMo ÉTICo 231 también el más importante que se ha escrito nunca. Los tomistaí
Cap. IX: EL osJnro FoRMAL DE LA Éuce 246 de estricta observancia sueláan a Aristótel,s ¿on Santo Tomás,
Cap. X: Le ruonze MoRAL 260 y forman con ambos un cuerpo único, rrenorninado filosofía
Cap. XI: El reu.Nrn 266 aristotélico-tomista. Esto en ninguna parte de la filosofía es
Cap. XII: Le tnonÍe DE Los SENTIMIENToS y LA TABLA justo que en la ética. santo Tomás está separado de Aris-
pscolÁsucA DE LAS PASIoNES 271 Telos
tóteles, no sólo por dieciséis siglos, sino, lo
Cap. XIII: Le ESPERANZA 277 {us es mucho más
grave todavía, por el acontecimiento del criitianismo, que ha
Cap. XIV: El nuon 282
abierto a la moral perspectivas absolutamente nuevas. por otra
Cap. XV: Les vtRruDES . 290
Cap. XVI: La vrntuo DE LA PRUDENCIA 300 qa¡te, -desde el punto de vista del método-r'epárese en que cligr.r
del métoda-, es hoy más fecunda y utiliz,bfe la obra i" Ari"r-
Cap. XVII: Le VIRTUD DE l.A JUSTICIA 309
Cap. XVIII: LE VIRTUD DE LA FORTALEZA 318 tóteles que los estudios de santo Tbmás. Lsto ya justifica una
Cap. XIX: Le vmruo DE LA TEMeLANZA . . . 324 consideración separada de ambos sistemas
-or.l"r. pero, ade-
Cap. )C(: DnsclreRn/trEwro rusún¡co DE IÁ,s DIFERENTES más, santo Tomás, unas veces, gs más platonizante o más se-
VIRTUDES MORALES 330 guidor del estoicismo que de Aristóteles; otras, al revés, pro-
Cap. XXI: El uel, Los PECADoS, Los uclos 340 longa la intención original del Estagirita, liberándolo de su
Cap. XXII: Le vrpe MoRAL 347 maestro más de lo que él mismo llegara nu.ca a liberarse. Creo,
Cap. )OilII: El nÉ"Iuos,,, CARÁSIER o PER.SONALIDAD MOnAL 363 Pugs, que.es importante enfrentarse direcramente y por sepa-
Cap. XXIV: LeuuenrE ... 370 rado con Aristóteles y c9n santo Tomás. En suárez y, en gene-
La muerte negada 375 ral, en la escuela jesuita he aprendido, apartc otras *u.ir. .iuu.,
La muerte apropiada 376 a leer libremente.al Angéli"ó. La riquüa, la pluralidad de soli-
La muerte buscada 379 citaciones, la insinuación de vías que ofrece santo Tomás, es
La muerte absurda 379 mr19ho mayor de lo que parece a través ,le sus comentaristas
Sentido ético de la muerte 381 «oficialesr. La Escolástica istá en los grandes autores del siglo xni
*Después,
Cap. )Q(V: RnppucróN rANoRÁMICA DE r-{ INIVESTIcacTóN 383 y del siglo xvr y tránsito al xvu. incluso ho!, p.e-
senta un interés infinitamente mayor el pensamiento *ád.irro.
ÍNorcB DE AUToRES . . . 393 Pero dccir que nuestra concepción- de la étjca se funda en Ia de
Aristóteles v santo Tomás no se¡ía cualificarla exactamente, y
tampoco aun cuando a tales nombres se aÍlregue el de suáiei
porque este libro no es ni aristotélico, ni.toáista, ni suarista
IEST("IDIOS ETICOS t, o () () I lt
(aunque en sentido hondo tal vez sí), sino muy abierto al pensa- de una fundamentación. antropológica y psicorógic a positiua,
es
miento moderno. Yo no soy la persona llamada a juzgar el va- de una importancia capital.
lor de esta obra. Pero, si realmente lo tiene, debe ser puesto Et verdad que Ios libros habent sua
junto a La espera y la esryranza, de Pedro Laín (libro que sí -,, .,
vlcta propra; pero también lo es que ocrpan lata, están dotados de
"; uni;
un lugar
estoy cali{icado para juzgar y admirar), como muestra de que biografía^.de quien los ha escrito. Au"qul
i;-r";;", éste es
los cursos de Xavier Zubiri durante estos últimos años, aún Iibro de filosofía y nacla-más que de fiiosofi;,;'.;
manera con-
inéditos (y nadie desea más que yo su publicación), han dado tinúa la línea de otros Iibros anteriores, p"ü;"
; puedo evirar
fruto, puesto que ambos libros dependen mucho más estrecha- que sea del mismo autor. De un autor qL.,
po. catálico, q;i;;;
mente de la obra no impresa de nuestro gran filósofo que de la rendir en todas sus obras un testimonio J.rigiá.o
er.icaz, sin
ya recogida en libro. caer en apologéticas a y moche. D., ,n'rr1or que, pese
Es el presente un libro de ética lil^o'sófíca (y, pu.u ser más ,troche
a su modesta yslir, se ha propuesto mostr.r con hechJs
precisos, de lo que antes se llamaba «ética general» i quéclese puede-y se debe-conoc.ér .l p.rru*iento moderno ;r:-;;
ciarlo en lo mucho que tiene áe'positivo; qr" y apre_
el apasionante tema de la ética social y política para otra oca- ,"-puede_y so
sión). Subrayo las dos palabras. Etica porque no constituye debe-poseer una ..niibilidrd filos¿fic, (;
actuar;
una «fuga» a la metafísica, una evasión de los genuinos pro- qut "¿litorori."¡
p.uede-y s.e debe-pensar qre ra'f ilosofia 1. un,
.t:
constitutivamente inacabadii tarea
blemas éticos; lilosólica porque rechaza con energía la diso- Que se pued,, y se debe ser todo
lución de la IilosofÍa moral en teología moral o moral cristiana. esto y, a la vez, ser católico. Directa ó inrriráctamente-en
lante más bien indirectamente: pues, por razon". ade-
En cuanto a lo primero, reconozco que la filosofía es unitaria obuiuf^";ñ
y que su parcelación en diferentes disciplinas tiene mucho de poco animado a escribir, por modo temári"o,
.obre cuestiones
religiosas-todas mis obras son, y si Dios ,tr;.;;;;guirán
convencional. Pero iestaremos obligados todos a empezar desde sien_
el principio, a proceder a la rnanera de nuestros historiadores do acción católica.
del siglo pasadon quienes, igual los encumbrados, como Menén-
dez Pelayo, que los rnodestos, se creían obligados siempre a
remontarse, cuando menos, a la España prerromana o, lisa y
Ilanamente, has.ta Ios primeros pobladores de nuestra Península?
Creo que cada cual tiene derecho-'cuando no deber-a acotar
el área de su investigación. Yo la he acotado no sólo hacia
atrás, mas también hacia adelante, hacia la abertura de Ia ética
a la religión, Es verdad que cabría «repetir» otra vez el objeto
de esta investigación, ahora. desde la nueva «formalidad» o «luz»
religiosa revelada. Sí, pero eso sería ya moral cristiana y no
ética filosófica. Reconozco que para el cristiano auténtico, que
vive la realidad moral plenaria, la «moral natural» resulta una
abstracción. Pero el profesor de filosofía lo es, constitutivamente,
in prtibus infidelium, lo es moviéndose precisamente en esa
realidad «natural». Por tanto, no puede partir de la religión,
aunque sí puede-y eso es lo que yo he hecho aquí-«llegar»
a ella, mostrar su acceso a ella.
Con lo que acabo de decir se enlaza la última observación
que, sobre el contenido d" lu obra, quiero hacer. fbte libro,
por ser filosófico, es de moral pcnsada. Sin embargo, he procu-
rado mantenerlo siempre muy abierto a la moral uíuida, relí-
giosa o secularizada, minoritaria o social, personal o usual. Creo
que este «empirismo», sobre todo si se conjuga con el principal
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PR IME,RA PARTE,
Los princi¡tios de la Etica

CAPITULO PRIMERO

EL PUNTO DE PAR']|IDA
Se trata de aprehender el objeto de la Etica. Podríamos par-
tir, como es usual, de una definición sim¡rlemente recibida. Nos
parece más lilosófico conquistar esa definición. Pero <<defini-
.ción» significa, por de pronto, «<delimitac ión». Será, pues, rne-
nester «definir» o delimitar el objetode la Iitica, acotando el
t .área de esta investigación frente al de otlas investigaciones co-
lindantes 1. Esta labor será lenta
11
y habrá de ser cumplida paso
a paso, porque son varios y muy diferentes entre sí esos otros
saberes frente a los cuales la Etica tiene que ser delimitada.
¿Cómo y por dónde emp€zar esta tarea? lie plantea así la cues-
.ti6n del punto de partida o principio desde el que se parte.
La importancia de la cuestión del ¡rrincipio o punto de par-
tida es fundamental. Husserl ha dicho r¡ue el filósofo es ein
a¡irklicher Anliinger, un verdadero princilriante. ¿Por qué ((ver-
dadero principiante»? Principiantes en el sentido obvio de la
expresión lo somos muchos, lo somos casi todos. Pero el filósofo
es ¡rrincipiante porque se ocupa dela arkhr;, del principio mismo.
Y por eso, según el mismo Husserl 2, la {i),rsofí¿r podría llamarse
también arqueología o, mejor, arcología. tratado de la arkhé
o principio.
Evidentemente, la Etica nir es la arcología, no cs cl princi-
pio de la filosofía. Este papel incumbe, ccmo su nombre mismo
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lo proclama, a la ,,filosofía pritnera» o rnctafísica. Por tanto,
tendremos que estudiar . despacio este pi imer principio de la
Etica, su princípio metalísico. De aquí resrrltará la priniera defi-
nición de la Etica: su de{inición o deli'nitación con respecto
1 Cfr. esta «de-finición, con el diorismós arir.totélir:o y con la Abgren-
zung heideggeriana o Auseinattdergrenzcn.
2 Nacl¿u¡ort zu mcinen uJrJeenr, prig. 569. l/ii.e Lar¡bién r.:n cl pe-
queño volumen Problémes actuels dc la Phór.ontónol.ogie, crlitado por
Van Breda, el articulo de Pierre Thévenaz, esptt'ialmente págs. ll y 121..
a.

t6 /E DIOS TI t,)
AI

a la metafísica; es decir, el tipo de relació¡r que mantielte o consideración prefilosófica de la moral es también primordial
con ella. y principal, hasta el punto de que Heidegger ha podiáo afirmar
Pero la metafísica no es el único principio, la única arklú que una tragedia de Sófocles nos dice más sobre la esencia cle la
de la Etica. Hay, por otra parte, la cuestión de La arkhé u ori- ética que un libro de Etica a.
gen de la moral en el hombre. ¿Cómo aparece la moral en el A través de toda esta primera parte de nuestra investigación
hombre? ¿Es algo que, por decirlo así y como quiere el socio' se tratará de alcanzar una de-finición que conduzca finai-rnente
logismo, le adviene «desde fuera»? ¿O más bien la moral es a una definición de la Etica; pues solamánte cuando aquella deli-
algo constitutivamente humano, enraizado en la psicología-sea mitación haya sido suficientemente realizada estaremos en con-
o no reducible a ella-o, si se prefiere este otro modo de diciones de contestar quíd si¿ Ia Etica. pero desde ahora pocle.
expresión, en la antropología? He aquí un segundo principio mos y debemos responder al quid nominis. surge de este modo
de Ia Etica : el principío psicológíco o' antro'pológíco. Y una rrutstro. quinto principio, el principío etímológíio. TJna indaga-
segunda de-finiCióñ de la Etica: la que ha de establecerse con ción sobre el sentido etimológico de las palabras «ética» y urño-
respecto a la psicología. ral» puede ser el comienzo de una adecuaia «definiciórr, porqr"
El principio que acabamos de mencionar se refiere al origen tal vez se nos anticipe en ella algo-o mucho-sobre el qi;a iit.
de la moral en cuanto tal. Junto a él puede y debe estudiarse el _ . ¿Cómo es posibl.- esa anticipación? Porque el mét.otlo de la
principio u origen-y el desarrollo en sus líneas esenciales- Etica-cuestión sobre la que ahóra sólo hernos de decir dos pa-
de la ciencia moral; es decir, de lg Etica como una parte de. la labras
-porque
será ampliamente tratada al final del libro-y, €ri
filosofía. Aparece así un tercer principio, el princip'io genético- general, el método de la filosofía, no es el método line'al, óo.no
hístórico de la constitución de la {ilosofía moral. También aquí pensaron Descartes al querer partir del cero de la ducla metó-
surgirán problemas de de-{inición. La Etica en Platón y Aris- dica y los escolásticos al empeiar desde la tabula raso, los hábi-
tóteles es concebida cqmo-. una .parte de la Política. Sócrates, tos de unos principios y la experiencia sensible, sino el métorJo
por el contrario, tuvo una comprensión más individualista de la circular de anticipación y re¡:erición (al que, dentro del utillaje
moral. Después, entre Kant y Hegel o, ys en nuestros días, entre escolástico, pertenecen los conceptos de loi «presupuestos» y lás
-ciencias
personalistas y doctrinarios del bien común, se repetirá la con' praecognita). La estructura metódica de las filosóficas
traposición. ¿Quién tiene razón? ¿Debe concebirse la Etica es siempre circular: Ias consideraciones principales--en nuestro
primariamente como individual (: Etica general) o como Etica casg?- muy especialmente, como veremos, la antropológica, Ia
Áocial? Otro problema de delimitación frente a la Política, enor' prefilosófica y la etimoló gica-antícípan la consideracióá temá-
memente interesante, aungue {uera ya, por su especialidad, del tica; y ésta, a su vez, rep,íte-en el sentido heideggeriano-,
marco del presente trabajo, sería el de la relación entre Ia ética esto es, asume y asimila, y también desde el nuevo nivel alcan-
y la política como actitudes reales. La tensión entre Ia <«actitud zado..revisa, amplía y confirma cuanto había aparecido ya en
ética» y la «actitud política», estudiada en el orden fáctico y aquéllas.
en el de los principios, merecería una monogra{ía aparte. Antes de- proseguir nuestra investigación iniciando el estudio,
Los priniipios a que nos hemos referido son principios a los por. separado, de cada uno de los mencionados principios o
que nos remontamos o, mejor dicho, a los que habremos de arkl¿ai de la Etica. debemos explicar, por vía de justificación,
remontarnos en el curso de la investigación. Pero hay un cuarto 'por qué renunciamos a tratar a fondo, por ahora,
Ia cuestión
principio, el p'r[¡1r¡r'io prefilo'sólico', en el que nos encontramos del método. Pues ¿no parece obligado Lmpezar con ella toda
Td, .desde el que realmente partimos. En efecto, el hombre, investigación? En efecto, si abrimos' cualquier libro usual de
antes de ponerse a hacer filosofía, tiene una concepción prefi- Etica, en seguida nos encontramos con las consabidas especula-
losófica de la realidad. Y antes de abrazar un sistema ético posee ciones metodológicas, a saber: si la Etica es ciencia especula-
unas convicciones morales, una actitud ética ante la vida. Debe, tiva o práctica (a lo que, como para no equivocarr", ,L suele
pues, distinguirse entre una ethica do'ce'ns o filosofía moral ela- contestar que es «especulativamente práctica»); si su método
borada y una ethica utens o «moral vivida» 3. Esta ethíco utenÍ de proceder ha de ser el análisis o la síntesis (a lo que por Ia
4 Platons Lehre uon der vahrhéit mit einem Bríel über den Humanís-
3 Zaragüeta, Filosolía y uída, t. III, prigs. 411-12. rnus, pág. 106.
IE os TI os
misma razó¡r attte¡ir.¡r Se ha llega,lu a cotttcst¿r, lluI i,t.¡L1i'lr'
que parezca, que la «sínlisis» y la «anátesis»); si la inducción
á h i"du"riO" (a lo que, natuialmente, se respon«le que el mé-
todo incluctivo-deductivo), etc. De esta suelte ha llegado a cons-
tituirse una metotlología separada que no es, en realidad, sino
una nachhinhen.de Lágik5, una especulación gue, caminando
renqueante detrás de Iá ciencia conireta y reai, pretende llacer
CAI'ITULO II
.r.", que va delante, simplemente porque ha converticlo er-r abs'
tracción el proceso metódico real.
Evidentemente, a la base de tales construcciones hay ¡¡¡ f,r)Il- Et PRINCIPIO ETIMOLOGICO 1

cepto equivocado de lo que es el método: método, como l:os


dice la iigni{icación etimológica de este vocablo, es el hacerse, Las viejas investigaciones sobre las cierrcias, sobre cualquier
eI irse haJiendo de la cosa misma, de Ia ciencia misma. Nlétoclc cietrcia, comenzaban siempre con una ex¡rlicaciírn etimolt'rgica.
es el «camino» de la ciencia, que no está trazado de antemano I'ero esta explicación, sobre ser muy somcra, nuncr pretendía
(¿quién iba a haberlo trazado?), sino- que se hace al andar terrer la menor im¡rortanci¿r. Se contcntaba ,,on esclalecer el quicl
háá" adelante, al investigar. Por eso, sólo a posteriorj, vulviettdo nontínis y habría considerado quimérico cl intento de acercarse
la vista atrás, reflexionando sobre el «método» o calrlino reco- a la realidacl, al quíd reí, a travós de Ia etimología. Y, sin em-
rrido, pu€de considerarse, en sí mismo, ia cuestión del mélocio' bargo, con referencia a ies cienci¿rs filosrifjc¿rs. el nrí:t<;do etimo-
Al ser'imposible separar la reflexión sobre el método de la Itigico, como una de las víes de pcnetlacirin cn lo real, está plena-
investigaciSn concreta, más bien que de metodología, debe ha- nrente justificado y las piiginas de este capítulo tienen por objeto
blarse de ¡netodización; es decir, de «encaminamiento» cie la mostrar su fecundidad para el estudio de la Etica.
investigación. Es un hecho de toda evidencia el acen amiento contemporti-
Siri duda, ahora se comprende bien por qué, renunciando neo cle la filosofía a la {ilología. Por sulrut:s[o, todo fikisofo,
a una exposición prematura, iremos tratando del método «ta lo ¡ror el hecho de set'lo, es ya ¡thilól.ogos, o sca, como dice Pla-
largo del-carninor; haremos, de-trecho en trecho, un «¿1lto en el tón 2, amigo de razonar y argumentar. Pero el filósofo no prrede
calñino» para ver éste, mirarrdo hacia atrás. Y, sobre todo, trata- co¡llentarse con ser <<amigo de las razones)); necesita ser tam-
remos dei método al final, cuando el «camino» esté ya recorlido bión <<amigo de las palabrasr¡. Pensamos con ¡lalablas y en cada
y trazado, cornpletamente a la vista. La investigación sobre el ¡ralabra importante queda prendido un pensanriento y 1:r'edeter-
*étodo será así-la más genuina y completa repetición. Só1o tr¿r'' mittado, Ilasta cierto punto, el destino intelectual dc quienes
[a repetición se ver'á cliro ei camino, incluso ell su punto cle Irabr'án de usarla en el futuro. Cada palat,ra es un cauce 3 llor
partiia, incluso en estas coilsideraciotres princi¡lales con las c¡ue el qtre discurrirán, con libertad, sí, pero tlent,ro rle é1, cuantos
iniciarenfos nuestra investigación. Porque, como escrit'ió Pascal, comienzan a investigar aceptiindola simplenrente sin hacerse cues-
la d,erniére chase qu,'on trauae en lainsant un ouurage, est tle tirin previa de ella.
sauoir celle qu'il lattf, m'ettre la ¡n'emíére. liaturalmente, después cle Heidegger y Zrrbiri cs ya coinple-
En esta prirnela parte del libro vamos a estudiar los princi- tamente cciosa toda justificación desde el punto de vista filo-
-Etica.
pios de la Ellos nos ploporcionarán no sólo, corllo es
bbuio, una fun,Jumentación, sino también, conforme a lo ciuc
1 Se refunden a cortti¡ruación algunas páginls tlcl artír;ulo «l,a llti-
ca y su etinrología», publicadas en el núm. llli (mayo 1955) de la rcvis-
llevamos dicho sobre el método, una anlicipación de ulteriores ta Arbor.
investigaciones. Tomando como punto de partida los cinco prin- 2 Tlrcetetos, 161 a.
cipios mencionados, a saber: el etimológico, el prefilosó{ico, el 3 Ortcga, «Miseriay esplendor cle la trarluccirin», en Ol¡ros cont-
gánético-histórico, e| antropológico y el metafísico, estudiados pletfts, t. V. En El hombre y la gente, Ortcga ha cxprrcsto rrnü r:onsi-
rler¡cií¡n del homhre como «el anirnal etintoLigicor, rlc las ¡xrlabras corno
por este orden, tenderemos a una de-{inición de Io ético, y _a tra- te¡riendo etimología por ser usos sociales y de l;rs etirnologías en cuanto
ué. d" ella, a una determinación del objeto propio de Ia litica. tal conro cl nornbre concreto de la raztin hist,irir:a. A la lr¡2. cle esta
o Heidegger, SeÍn und, Zeit, pág. I0. idea cabe reconsiderar el texto del presente cepítrrlo.
TI
(' L: (' AI 21

sófico de Ia investigación etimológica. Lu nos de- escribió Rilke. Y (Juevedo supo sacar e-*pléndido partido de
"ii-olugí"
vuelve la fuerza elemental, gastada con el largo uso, de las las «frases hechas». Se dirá que esto es literatura o poesía,
palabras originarias, a las que es menester regresar Parl r-e:tl- pero no filología. Sin embargo, Xavier Ztbiri está haciendo
ir".u. ,u r"niido auténtico, La arkhé, que es, como diría Zubiri, la suya, v cada vez más, apoyándola en locuciones del habla
no lo arcaico por el mero hecho de serlo, sino por lo que tiene cle castellana, cuyo sentido más hondo acierta a desentrañar: «ha-
árquico. ,
cer un poder», «no somos nada», «cada cual es cacia cuab)" etc.
La etimología nos da, pues, y por de pronto, la autenticidad Una filosofía plenamente lilológica tiene que cuidar no sólo de
de la palabra originaria; pero también, a través de ella, la autén- la palabra lejana, sino también de la cercarra; no sólo de la len-
tica realidad (lo cual no quiere decir, naturalmente, que nos gua muerta, sino también del habla viva. La una y la otra lo son
dé toda Ia realidad). Reparemos un momento en la etimología de la realidad.
de la palabra «etimología»: étuFog signif ica, como éteriC de Una investigación etirnológica sobre la ética parece desde
donde deriva, lo verdaclero, lo real, ,«lo que es en realidad»
a.
el principio mismo que, en cierto r¡oclo, Jruede ser más prove-
Pero como si {uese todavía poco descubrirnos la realidacl, la chosa aún que la llevada a cabo sobre la metafísica, por ejemplo.
etimología hace aún más. Según ha hecho ver Zubiri, con la La razón es que en nuestro caso disponcmos de dos vías de
conexión semántica se manifiesta la pertenencia a un mismo acceso al origen: la griega y la latina. Se ha hecho notar
ámbito de ser, y de este modo es puesto en nuestras manos un muchas veces, sobre todo por Heidegger, ), sin duda con razón,
valioso hilo conductor de Ia investigación y el razonamiento que las traducciones latinas de las palabras griegas filosófica-
(cfr., por ejemplo, la conexión entre r10oc / é00c, sobre la que mente más importantes, han oscurecido su genuino sentido. Los
habremos de hablar). romanos, privados probablemente de aptitud filosófica, y en
Es verdad que la orientación filológica de la filosofía encie- cualquier caso, vueltos a la cultura griega cuando Ia hora de la
rra, como todo, sus peligros. Hace algunos meses un distinguido filosofía creadora había pasado ya, mal podían aprehender a
profesor de Hispanoamérica, gxcesivamente precavido, tal vez, través de una transmisión escolar-estoicos, epicúreos, acadé-
contra ellos, me escribía esto: «. . . la nueva edición cle las micos, peripatéticos, neoplatónicos-, Qü€, para usar la expre-
Obras corapletas d,e Scheler viene apareciendo en medio de la sión de Heidegger, hubiera sido menester «destruir», lo que de
casi total indiferencia de los círculos filosó{icos alemanes. Créa- verdad pensaron los grandes filósofos griegos. Pero las cosas pre-
me que considero esto tremendamente injusto e hijo de un sentan un cariz algo distinto por |o que se refiere a la ética.
desvío de la filosofía hacia la filología, de que se abusa hoy En primer lugar, e-l hombre puede disperrsarse de hacer meta-
mucho en los círculos heideggerianos. Por ese camino pienso {ísica; pero quiera o no, y por muy <<inmoral» que llegue a
que la filosofía podría llegar a un nuevo alejandrinismo, así sea ser su comportamiento, es siempre, es corrstitutivamente moral.
de tipo rnás per{ecto.» Personalmente me inclino a pensar que el Por otra parte, tanto el pueblo romano conlo la época en que
riesgo estaría más bien en la atención exclusiva al habla lejana este vivió, estuvieron vertidos a la filosolía prácticá, a Ia {ilo-
(raíces griegas, germanas y sánscritas), con olvido o preterición sofía como modo de vida; es decir, a Ia ética. El pensamiento
d,el étymo'n actual, dei habla viva. La etimología nos devuelve postaristotélico, y concretamente ei pensamiento romano desde
las palabras a su plenitud original, y patentiza, en el canto el punto de vista ético, son importantes. En tercer lugar, el hom-
rodado, gastado, de hoy, la figura aristada, enérgica, expresiva bre romano, en la mejor hora dc su historia, se distinguió por
que poseyó. Pero lo malo de los cantos rodados no es que lo su firme carácter moral. Y,en la lengua ha quedado constancia de
sean, sino que no separlos que 1o son. Cuando acertamos a verlos ello.
tal y como a través de un largo proceso han llegado a ser, La disciplina filosólica de que tratamos se conoce con dos
humildes y batidos, cansados y limpios, ¿cómo rechazarlos? nombres: Etica y Moral (filosofía moral), ¡rrocedentes del grie-
go uno, del latín el otro. Analicemos la etimología griega, en
Díe armen Worten, die im Alltag darberu primer lugar, y la etimología latina, después.
die unsch.einbaren Worten, líeb ícÍt so, La palabra ética (r¡Otxr¡ éntotr¡¡rr¡: ta i0rxci) procede del vo-
cablo !0oc que posee dos sentidos fundamentales. Según el
a Cfr. Zubiri, Naturaleza, Hístoria, Dios, nota de las págs. 29-30- primero y más antiguo, significaba <<residencia», «rr¡orada», «lu-
IE ti7'l(: Al

gar donde se habita>¡. Se usaba, primeramente, sobre todo en rimodo o {orma de vid¿r>, en el sentido h,rnrlo ile la palabra,
poesía, con .referencia a los animales, para aludir a los lugares a diferencia de la simple «manera>> B.
donde se crían y encuentran, a los de sus pastos y guaridas. Retengamos esta palabra, «carácter¡r. Carírcter, pelo no en
Después, se ap[óó a los pueblos y a los hombres ., .l sentido el sentido biológico de «ternpcramento¡r drrdo con las estructuras
de su país. Esta acepoión de Ia palabra ft0oc se ha visto filosó- psicológicas, sino en el de modo de scr o lorm¿r dc vicla que
ficamente prestigiada en nuestro tiempo porque Heidegger ha se va adquiriendo, a1:ropiando, incorporirndo'a lo largo de la
apoyado en ella su corrcepción de la ética, expuesta en la Carta existencia. ¿Cómo acontece csta aplopiaci«in? I-s la etimología
sob,re el ltumanismo. Heidegger hace notar en este texto 5, estu- quien nos io dice, según hace notar Aristóli:lcs: I D'!i\,.xi., ¿Z
diado más adelante, que la Etica (que para él es Io mismo quel é0ouc tepr.liveta¡ 60ev zo.t -coúvo¡ra éa^y"r,r-e lttx,to» rct¡texxl.i.voy u.r,)
Ontología), es el pensar que afirma la morada del hombre toú á0oL¡c e. La etirnología nos guía: Ailrc.s tlcliva de étlrc,s, lo cual
en el ser, la verdad del ser como elemento originario del hom- quiere decir que el carácter se logra mcdiante el hábito, tlue el
bre. Helene Weiss, discípula de Heidegger, ha partido también éthos no es, como el púthos, dado por natrrr¿rleza, sino adrluirido
de este primer sentido'de la palabra éthos para interpretar en un por hábito (virtud o vicio). Pero no pol es{r licne nrcr}os rcalitlad,
bello libro 6 la ética aristotélica desde categorías heideggeria- y de ahí ia enérgica y usual exp,resión rr-st-'g¡¡¡¡l¿ n¿ltur¿rlcza».
nas. Según ella, esta significación fundamental nos abre la inte-. é0oq equivale así, en vocabulario no tócnicamente filcisírf ico, al
lección del concepto de éthos vigente en la época aristotélica, vocablo técnico é[tc. Acabarnos de decir qrrc cl Ailto.s sc aclquierc
que en seguida estudiaremos. Pero ahora va no se trataría del rnediante hábito, pero a su vcz los hábitr)s rr¿r.ccn ¡ror repetición
lugar exterior o país en que se vive, sino .del «lugar» que el de actos iguales, ix ti»v rj1t,rItov évep'¡erñ,'r ar éZe,.c, livov'co.L 10.

hombre porta en sí mismo, de su actírud interior, de su refe- Más recíprocamente, los hírl¡itos constitu,r,en el principio intrín-
rencia a sí mismo v al mundo (héxis, habitudo de los escolás- seco de los actos 11. Parece haber, pues, ur círcu1o étlt,o.s-hábitos-
ticos). EL éthos es el suelo firme, el fundamento de la ptrá"xís, actos. Así se comprende cómo es preciso resuniir l¿rs rios varian-
la raíz de la que brotan todos los actos humanos. tes de la acepción usual de 6tlt,os, ia que vc en éste el <,principio»
La interpretación del éthos como el d,esde del hombre es, de los actos, y ia que lo concibe como su ,,resultaclo». Eth.os es
según veremos en seguida, parcial, pero no arbitraria. [Iuy carácter, y.q?av.tiip, acuñado, impreso en el alm¿r por hábito. Pero
rastros de ella en Aristóteles, y Zen6n el estoico sostuvo, según de otra parte, el éthos es también, a tlai,és dcl habito, {ucnte,
el testimonio de Estobeo 7, eu€ el éthos es la fuente de la vida, rr¡1r1 de los actos. Esta tensión, sin contr;rdicción entre cl étlto,s
de la que manan los actos singulares: {0oe eoti n¡p¡ piou ilg'
como kharalct:ér y el étho's como peg,é, dcl'iniría cl árnbito con-
ljc ar xata ¡répoc npd(etc péovot. la idea central de la ética.
ceptual de L,n cl'ecto, de cuanto
Sin embargo, es la acepción más usual del vocablo áthos la Ilevamos dicho en este parágrafo parcce resultar tluc los trcs
que, según toda la tradición filosófica a partir de Aristóteles, conceptos éticos fundamentales son el clc 0t,lt.o,s, cl rle tit'ltos ct héxis
atañe directamente a la Etica. Según ella, signi{ica umodo de y el de enérgeia. Según la etimología, el f'unci¿rnrcntal, acluél del
s€r» o «carácter¡r. Xavier Zubiri ha precisado esta significación que deriva el nomhre ntismo de <<étir:a,," di:br: scr el 1¡irirnero.
con las siguientes palabras: «El vocablo éthos tiene un sentido Y, sin embargo, la ética clásica y moclelnrr se lla ocupario cous-
infinitamente más amplio que eI que damos hoy a la palabra tantemente de los actos moraics y rlc los háhitos (virtLrcles y
«ética». Lo ético comprende, ante todo, las disposiciones del vicios), pero ha prelerido e\ éthos. ¿Por rlrli:? ll'al vcz la erinrci-
hombre en la vida, su carácter, sus costumbres, y, natural- Iogía latina ayude a ex¡rlical este extr¿rño I'cnónrcno. Pclo ¿rntcs
mente, también lo moral. En realidad se podría traducir por de pasar a ella debemos esclarecer las nrrci¿'1,; dinrcnsiortcs ótir:¡s
í Platons Lehre uon der Vahrheit mít einem Briel über den Huma- que aporta la palabra héxis.
y ss.
nísm"us, págs. 104 La ¡ralabra héxis no es, ni rnuclro mcrios, sinónirrra dc ét.hos.
6 Kausaliüit und ZuÍall in der Philosophie d,es Aristoteles, págs. 101 y
siguientes. Al parentesco entre el sentido primario y el sentido usual de
é¿ños corresponde el que se da en alemán enúe wohnen y ge-wiihnen. 8 Ob. cit., pá,g.259.
(Cfr. Jan van der Meulen, Aristoteles. Die Mitte in seinem Denken, pá- s Eth. Nic., II, I, 1103 a, I7-8.
gina 238.) 10 lbidem, 1103 b, 21-2.
1 Eclogarum ph.ysícarutn et ethicarum Libri II,lf, 7. 11 Santo Tomás, S. Th.,I, II, q. 49 y q.5l a, 2.
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tEs TICOS
raimente, el hecho de que sólo exista una palabra no significa
En primer lugar, porque antes de su sentido ético posee otro
que desde el principio se perdiesen sus distintas acepciones, cla-
natural 12, según el cual signlfica «modo de ser» y, refiriéndose
ramente perceptibles en el latín clásico. Flemos visto ya que la
al cuerpo, «constitución». Modo de ser que uno posee (héxis
obra moral del hombre parece consistir, al hilo de la etimología
significa también posesión). Lo que nosotros hemos llamado
««talante», es decir, el modo de vivir anímicamente el «atempe-
griega, en la adquisición de un modo de ser. Pero este modo
de ser se logra y afirma gradualmente, por lo cual se dan clife-
ramiento» (tem.peramentum:,) sensitivo a la realidad, es también,
y aún primariamente, héxis, a di{erencia de lo que hemos lla- rentes niveles de apropiación, por así decirlo. El más bajo
sería el del pathos, el de los sentimienl'os, que son ciertamente
mado ((actitud» 13, y que se corr€spondería más bien con la
míos, pero tal vez pasajeros /: de cualquier modo, escasamente
diáthesis 14. El oroioc Í00' éxaotoq, eorr 15 es Ia definición misma
dependientes de mi voluntad. Las cost'umbres significan ya un
de la héxis, tomada en este primer sentido premoral t héxis grado mucho más alto cle la posesión. Por encima de ellas, el
como <<naturaleza», héxis como talante. No somos irrevocable' .carácter constituye una impresión de rasgos en la persona mis-
mente nuestro talante, porque podemos modificarlo-aun cuan-
do no c{e manera fácil-, y podem.os, sobre todo, encauzarlo; ma: el cflrácter es la personalidad que hemos conquistado a tra-
vés de la vida, lo que hemos hecho de nosotros mismos, vi-
pero somos, sí, según la bella expresión de Aristóteles, y en cierto
viendo. Pues bien, sin necesidad de recurrir a índices ni es.
modo, sus cómplices, tóv é[eo:v oovatrtot ÍcDq a'Jtot so¡r-ev 16.
peciales estudios de vocabulario, la simple lectura de un par
Sobre este primer sentido se levanta el sentido moral de la
de textos-entre muchísimos que podrían citarse-nos muestra
palabra: héxis oue adquirimos, hábito que llegamos a poseer, en seguida este escalonamiento de sentidos. Mores, con el signi-
modo de comportarnos y, sobre todo, Ia nueva dimensión de
ficado de «sentimientos», aparece en este pasaje de De legibus,
habitud, totalmente ausente de éthos. (El verbo éXr, del que
de Cicerón: «Natura... speciem ita formavit oris, ut in ea pe-
deriva é[tc construido con adverbio, significa, como se sabe, nitus reconditos mores ei{ingeret», y también, muy pocas líneas
.<se habele-bene, male, etc.-ad».) Esta dimensión, sumamente
.después, «vultus... indicat mores, 1?. La significación de mos
importante, es claramente visible, como mostraremos más ade-
o mores como «costumbre» o ((costumbres» no necesita ser do-
Iante, en el vocablo latjno habítus en el sentido de lmbitu,do,
cumentada porque es la rnás {recuente y la que acabó por pre-
sobre todo a través de los escolásticos. Pero, se encuentra ya
valecer. Mo,re's, con el sentido de <«carácter», ocurre reiteradas
inequívocamente en héxís.
veces en un escrito tan breve como el De amicitia, del mismo
Lo comunicación entre el sentido natural y el sentido moral
de la palabra héxís (la héxis moral es un modo de ser adqui- Cicerón: <rQuid dicam de moribus facillimis?» 18 («¿Qué diré
cle la dulzura de su carácter?») <,Mutari etiam mores hominum
rido) anticipa el carácter real de la moralidad (eI éthos v la
saepe dicebat» 1e («Decía que frecuentemente cambian los ca-
héxis, repitámoslo, como modo de ser y no, por ejemplo, como
meros ..deberes») sobre el cual, corno en realidad sobre todo lo racteres»): <«periclitatis moribus amicorum» 20 (<<tras haber pro-
descubierto etimológicamente en este capítulo, habremos de vol- bado el carácter de los amigos»); <<suavitas... sermonum atque
morum» 21.
ver una y otra vez a lo largo del libro.
En latín no hay una p'alabra ,para traducir ét'lrcs y otra para Mas, en su sentido p,lenior, signi{ica, pues, como éth,os, modo
traducir [tho,s, sino que ambas se expresan con la misma, mos. de ser o carácter. Pero el carácter se adquiere por hábito, se ad-
Esta indiferenciación verbal ha tenido, a mi parecer, gran in- quiere uiuiendo. Recuérdense los versos de Goethe:
fluencia en una concepción ulterior de la ética, la concepción
que ha prevalecido a lo largo de toda su historia. Pero, natu- 1? I, 26 y 27.
1B III. II.
12 Tampoco las palabras areté y uirtus tenían originariamente un 1e x, 33.
scntido moral. 20 XVII, 63.
13 Cfr. el libro Catolicismo y protestuntismo como lormas de exis- 2L XVIII, 66. Evidentemente, en las traducciones c{ue se dan no se
tencia, Introducción. fuerzan en absoluto los textos con el {in de probar una tesis. Tales ver-
14 En el F'ilebo platónico se encuentra Ia expresión á[iv t[,ur¡c xai siones están tomadas, respectivamente, de Alvaro d'Ors en su edición de
.bLci0¿otv ( 11 d). De Legibus (InstituLo de Estudios Políticos) y de L. Laurand en la de
15 Eth. llic., III, 5, 1114 b, 1. De amícitia (Colección Burlé).
16 Ob. cit., lll1. b,22.
tE s TI ('

Es biltlet ein I'cLcnt siclt in tler !tt,LLe. su sentido ¡tLenior para signilrcar en la lrlt-,soli¿r escol¿rstica /ra-
Sich ein Charakter ín dem Strom der Welt. bitus, que es más que consuetudo o étlrcs, pero menos que étlws,
aunque, por otra parte, contenga una nlreva dimensión, la de
Mos significa, pues, también, costumbre. Y, en fin, puede habitudo, que traduce el griego h.éxis.
significar ocasionalmente «<sentimientos», porque éstos consti- La etimología de tnos es desconocida. EI padrc Santiago Ita'
tuyen una primera inclinatio' que, perteneciend,o' tal vez en los mirez se ha ocupado de ella 24 con una cierta amplitud más bien
comienzos al genus natulae, puede ser asumida libremente y 1.ra' insólita entre los escolásticos, y cita un ,iabroso texto de Crli-
sar así al geruts moris. llermo de Auvernia que, por arbitrario cluc sca etirnológicamente,
Ya hemos dicho, sin embargo, que la diferencia de sentido eu- muestra cómo a su autor le quedaba toJaví¿r senticlo para el
tre mos : éthos y mos : él,ho's estaba amenazada desde el p¡in- tnos como usegunda naturaleza» del hombre, cotno realidad
cipio por la identidad del vocablo. Et verdad que Santo Tc,más conquistada. Helo aquí:
continúa señalando agudamente la distinción 22, pero la verdad
es que ya desde el mismo Aristóteles, |a reflexión ética había «Determinavimus tibi quae rliIicreriti¿r sit inter habitrrs ct n)orcs,
comenzado a deslizarse desde el plano del ét:hos al de los étl¿e et dicemus quia mores sunt habitus cx qrril.rus sinc irracrnerlit¡ticl-
(héxeis), desde el plano del carácter moral al de su desgaja- ne es[ frecuentia operum, ut ait Avirtetrrra ; et exemplunr cle hoc
est. in hominibus, qui non solum sit.ttl, lrrac:rrlt;rIitetiol're scrl cti¿r¡n
miento en los distintos hábitos (virtudes y vicios). De tal ma' sine mediatatione et corclis a¡rpositirinc l)crcurrunt psalrlos vel
nera que el concepto plenari o de ethos está presente en Aris- alias narrationes, quibus assueti sunt. ,4y'¿rs igitur dicitur vcl ab eo
tóteles, pero sólo de una manera latente y pol eso únicamente quod rnor, hoc est sine nrora ex eo est ttperatio; vel verissinrilius
un aristótelista, Sir W. David Ross, ha acertado a traducir ét:hos a mord,, hoc est longitucline assucfacLionis. Unde vulgata aceptio-
..---a v€C€s hasta cuando el texto griego no emplea exactamente ne pro eodem accipiuntur r¡ros e[ constLelttdr¡: unde irlem est c]icere
secundum vulgatam intentionem; iu.xta cttnsuettLdinem. I-labitus
esta palabra-por stotus of characterzs. Y tal vez no sea una ergo non statim ut est habitus est nlcs, s'ctl Ilr':r rnoranl transiI in
simp[e casualidad el hecho de que Teo{rasto, a ouien ha sido nloren ita vere dici possit quia mos est h«l¡iltLs morostts.»
atribuido recientemente por Zúrcher la redacción del corpus
aristote,lícwn,haya escrito un libro titulado precisamente Los ca- Naturalmente, el padre Ramírez recha;ra tal etirnología ¡rala
racteres éticos. La Stoa antigua tendió a contener aquel desliza' :aceptar la de modus y moderatio clad¿l cont() posible (nutrca (iolno
miento lnediante tres conceptos: el del étho's como raíz o fuente' .cicrta) por la filología antigua. Esta últimrL etituología, soltt'e n<l
de los actos, al que ya nos hemos relerido antes; el de que el ser ya admitida por la investigación actual" tiene cl inconvcniente
fin de la vida consiste en «vivir consecuentemente» (ltomologo'u' de que está {oljada, no desde la filologíir, sino d.esd,c' u,ntt irt'
ménos), es decir, en inalterable, en constante conformidad con- terpretacíón ya ética, y por cicrto rnuy alcjada dc la ¡rrinritiva
sigo mismo; y el dela unídad fundamental de la virtud. El estoi- moral griega, la moral homérica, por ejenrplo: la de r¡uc la nto'
ciimo antiguo funda su ética en el carácter, si bien tiene de ralidad consiste en la moderación de las ¡ritsiottcs por la l'¿tzón.
éste un conóepto puramente «racionalista»; el carácter colno af ir- Mo's sería el moclo de ser positiuanrcnt,t: rnoral, Ilero ¿no se
mación de la razón frente a los a{ectos, «<perturbaciones,) o Jra' toma así la parte buena por el todo, con]o 1,or Io clcnr¿is lra tcr-
siones. Pero el deslizamiento se acentúa después, dentro del minado ocurriendo tantas veces (ejemplot,: <rlortr¡nll>>, <<\,alctu-
área del latín, al prevalecer el sentido cle mos conlo hábi¡o. do»)? Pues la verdad es que tan car¿icter e,i cl malo corno el buc-
El mismo plural *,áres, tracluciendo anormalrnente un singtilar, no, cie la misma [raner& que Lan fortttnrr r:s la lnala cotu,; la
y no sólo gramatical sino, sobre todo, real, el si¡gular étlns, briena. El étthos se {olja no sirlo n-rcciiunic las ¿iccrionr:s ajusta-
ayudaba a la pérdida del concepto fundarnental de ia Etica, el das a la recta razón, sino tanibiéu, conro rtlicc Arj.lóteles, (j(rI]
que le había dado su nombre mismo. fu|os termina por percier las cumplidas xat« rov rf eúDov )...jirrv y l' inrismo hs ro.?ct r0,
ripOov ).o1ov.
22 S. Th.,I-II, 58, l. Ta¡nbién In Eth.. l'{ic., L. II, 1, nírm. 2'Ii
23 AsÍ en Eth. Nic.,II,6 y antes en II, 5, etc. En Platón se encuentra Al terminar de leer el par cle pírginirs,lrrc cl ¡retirc li¿rnrírt:z
la expresión np{ov xar ¡re1atrrí0u¡rov {0oq (Rep:, II, 3i5-c), que se tradu- ha dedicado a esta cuestión complendr:nios (lr¡c, erl el {tincl«r,
ce ordinariameilde por «carácter dulce y magnánimo». El mismo Ross, que' no le interesaba la «definitio etymologica ) y que sókr ha ¿rcce-
ha escrito también obras originales de ética, subraya, como a su ticm-
po vercmos, la importancia del concepto de carácte¡ moral. 24 De honúnís beatitudine, págs. 37-9.
/E ETICO,S AI

cliclo a ella por cumplir un requisito, la explicación del quid n.o- sino también por Hugo Grocio, Spinoza, Leibniz, Pufend<lrf,'fho-
minís. Por eso, casi no nos sorprende su pre'cipitada afirma- masius, etc., penetraion a través del latín. ¿Continuamos hoy
ción de que é[tq tiene la misma raí2, ole0, que iOoq é00s25. en la misma iituación? Evidentemente, no. Toda filosoiía que
Su métoclo de filoso{ar no tiene nada que ver con la lilología. aspile hoy a ser creadora-aunque lo sea, como la Escolástica,
Agreguemos ahora, a manera de inciso y crítica generaiiza- dentro de una tradición-tiene que volverse al lenguaje de la
dora, que uno de los problemas que tiene planteados Ia Escolás- realidad (.run manteniendo para sus conveniencias y como medio
tica de nuestro tiempo es justamente éste, el de su relación con auxiliar y meramente transmisor el latín). Creo que los esco'
la filología. La paradoja de que una {ilosofía que se titula aristo- iásticos más atentcs a la realidad vienen ya comprendiéndolo asi.
tólico-tomista esté contribuyendo tan escasamente al mejor cono-
cimiento de Aristóteles, se com.prende si reparamos en que hoy
una filoso{ía que tiene por modo de expresión y de pensamiento
el latín, di{ícilmente puede cumplir con ninguno de los requisi-
tos de una {ilosofía plenamente filológica: extrañarse de la len-
gua de ayer y entrañarse en el habla de hoy. Al pensar en latín
deja de mantenerse a la vista la distancia que nos separa del 2
.'
mundo antiguo y así perdemos la capacidad de sentir aquel asom-
bro del c1ue, según Aristóteles, surge la filosofía: asombro ante
las palabras que, por más que hayan dado origen a las nuestras,
no son Ias nuestras, son extrañas, pero están en el «origen» del
pensar. Y, por otra parte, se renuncia a enraizar el pensamiento
en el habla viva. Es verdad que, a cambio de eso, se gana una
precísión recibida y de validez universal.
Mas ¿acaso esta precisión no se salvaría igualmente, apelando
siempre que se crey€se conveniente a la expresión latina acuñada,
pero inserta en un texto y, lo que es más importante, en un pen-
samiento abierto a la palabra viva? El problema de la Escolás-
tica-de la Escolástica que, contra lo que creen algunos, está
m.uy lejos de haber perdido virtualidad-, está, pues, en su modo
de expresión, que es, a la par, su modo de pensamiento. La Es-
colástica medieval {ue creadora, primero, porque fue sintética,
y después, porque continuó exprimiendo el jugo filosófico de una
lengua que los romanos beneficiaron muy escasamente. La «se-
gunda Escolástica» prosiguió siendo creadora porque el latín
coñtinuaba siendo la lengua de cultura, permeable a las solici-
taciones de la realidad. Impulsos éticos tan importantes conlo
los dados, no sólo por los escolásticos de la Contrarreforma,
25 Véase eI artículo del paclre Ramírez (res¡:uesta al mío antes ci-
tado, del c{ue se extraen las presentes páginas), uFiloso{ía y Filología»
(Arbor, núm. 119, noviembre, 1955), en el que, aparte de hacer constar
que el e¡'ror etimológico señalado por mí se debe, en realidad, a una
errata, se esfuerza por probar, con buena copia t{e erudición tomista, el
anacronisnro de que Santo Tomás fue filólogo. Ciertamente el Aquinate
claba mucha importancia a las etimologías; pero carecía de los nccc-
sarios instrumentos de trabajo y, sobre todo, la filología propiamente di-
cha, la filología científica, estaba todavía muy lejos de ser inventarla.
t.. \/ ;l I

.¡,rlo de Aristótcles t y de hurrt 2, dc ta elLt\)(.,l,.ey;,) dr:l corrocirniell-


to común.
Por de pronto se advierten en el lcnguaje ustral clos enr-
pleos, a primera vista completamente diicrerntes, de ll ¡ralabra
,<motal». Según el más Irecuente, ésta envrrelve una cali{icación
ética. Pero otras veces hablamos de rrtcrcr un¿1 nror:rl h:lja>,
o <<elevada», preguntamos: <r¿cómo va es¿r lloral?r>, o dccirnos
cle alguien que <<está desmoralii:adcr¡. Al pirreccr, estas cx¡ir.e-
siones no hacen re{et'encia a la <,ética>r, si11,r lnás hien al rrcr¡trilo
CAPITULO III psicológico» de aquel a quicn se aplican. Entonces ¿cs ([ue so
ha convertido el vocablo ,,nroral,r en un tó:mino equívoc,r? l\{as,
Et PRINCIPIO PREFILOSOFICO ¿por qué el lenguaje nloderno ha.crcado csta nuevl accir.iór)
de la palabra <<moral¡,? ¿,,\rbitrariamentr: ?' ¿,Nn s,.:r'á (luc llor.
Flemos dicho ya que el concepto de la Etica no puede, no debe debajo de las a¡rariencias estos dos sentidos esl¿in ligados .rit."
ser un punto de partida, sino un punto de llegada. Sin embargo, sí? Naturalmente, la pura Cescripción pre{ilosó{ica no ¡ruecle res-
cuando iniciamos una investigación, cualquiera que ésta sea, ponder a estas ¡rreguntas. Pero letengamo,; cl hecho lingtií.;tico
sabemos ya, a lo menos imprecisa, vaga o aploximadamente, algo observado porque? según verer)los a su tiernl)o" es significativo.
sobre ella; sabemos de qué, más o rrr€nos, se trata. Por de Del anterior sondeo etimológico ha r esultado, cor-no corl-
cepto o preconcepto centrai de la Etica, el de ,.carácte» adquirido
¡rronto poseemos el quid nominis. Pero éste, cuando se ahonda
en é1, siempre da algo sobre el, quid rel, como acabamos de ver. por <<hábito». Los «actosr>, tornados aisladarncnte, tcndrían, pucs.
Sería imposible iniciar ninguna investigación sin disponer previa- una importancia moral subordinada. La obra de Aristótcies (lue?
pese a su profundjdad o precisamente por eila, es en buena
mente de algo praecogni.tunt,, aunque, por supuesto, esos prae- lrarte
descripción prefilosófica, explesa gráficanrente esto nrisnro en
co'gnita sean sometidos, en el crrrso de aquélla, a revisión, ple-
el refrán <<una golondrina no hace verano,r:r. Lo que irn¡rorta-
cisión y corrección, es decir, a lo que, siguiendo a Heidegger,
ría entonces es la uida entera, nuevo concrrpto que) conlo vere-
lremos empezado ya a llamar repetición. Yeamos, pues, prefilo-
mos a su tiempo, es importante para nosotl os.
sóficamente, de qué entendemos tratar cuando se trata de «ética». Veamos ahol'a qué nos dice el sabe, crpf¡,-,. Por. u,a lrarte
Pero entiéndase bien nuestro propósito. En las pocas líneas que se habla, ciertamente, de <<acciones buenasr,; sc rer,.uta ,Je ,,bue-
siguen bajo el presente epígrafe no pretendemos dar, ni mucho na» una-acción y de «mala» otra. Pero esto nos dice toclavía nruy
menos, una exhaustiva descripción fenomenológica de <,1o mo- poco sobre su autor, porque todos o casi todos los honll¡rci,
ral» que no nos interesa, entre otras razones, porque nuestro por- buenos que sean, han cometido alguna acci<ir-l censuurble, y
método-sobre el que a su tiempo hablaremos-no es simple- no hay apenas lrombre, por malo que sea, (luc no ha,a hcclro.i,
mente el método fenomenológico. Lo que no,s importa retener su vida algo bueno.
de la fenomenología es su enseñanza de mirar <«a las cosas mis- Damos un ]laso más para la caracteriz:¿rr;irin nrorul crian116
mas», a la realidad, {rente al proceder especulante en el vacío. decjnros de alguien qrre es «de bue.as cr¡stirnrl)r.cs)). [)cl
lrrccor-
Pero, naturalmente, una auténtica investigación no puede con- cepto de acto pasanlos así al de liábito (virluri o vicio). licr-o l,,s
sistir en mera <rintuición de esenciasr,. Necesita recurrir a la in- Irábitos se adc¡uieren y se ¡;icrden y enraízarr t:n l¿r viclr o se rlcs-
terpretación, necesita proceder a una fundamentación y sistema' arraigan de ella. Así se dice de alguien t1ut. ,,lleva rrn¿,. viill vir-
tización, y necesita, en fin, eslar haciendo uso, constantemente, tuosa» o ((una vida vicioSa>r. |)¿¡'6 estas cxllr.csionc:s son- o
Prrcricrr
de la «anticipación» y la «repetición». Recuérdese que nuestro ser, ambiguas. Por ejemplo, <<rnal¿r vicl¿i,, ¡rLrccle:iirnil'ic:rrr" rlc
actual propósito es el de de-finir, el de acotar la ética. Pero una parte, un, por decirlo así, slalu.s de irn¡lcrlección co]lro la
¡rara ello hetnos de etnpezar por saber «hacia dónde cae» esa I Dth. A'ic.. VlI. t, Il45 b, 3.
tierra con el fin de encaminarnos a ella y situarnos sobre ella. 2 Akad. Au,s¿¡abe, lV, S92.
Esto es lo que tratamos de hacer ahora, partiendo, según el ejem- 3 Eth. Nic., I, 2, 109+ b, 6-10.
I t.: (/ TICO
,\t
((vid¿rreligiosa» o <«vivir en religión» significa un estado de per-
raleza», en contraste con quien «se propone» ser bueno, contra-
fección. Estado o status es aquí un concepto sociológico, el riando su <<inclinación». El proble-a de l. bondad como ((in-
mal'co dentro del cual se vive, el «tipo» de vida. Pero, evidcnte-
clinaciónrl y la bondad como «,deber», del que habremos de ocu-
mente, no todos los que viven en un status de perfección son
parnos filosóficamentc, aparece y¿l, como :ie ve, en una re{le-
perfectos y, por el otro extremo, la categoría <<mala vida» o
xión prefilosófica. Desde un punto de vista distinto, hay per-
<«vida airac{a» funciona, para el saber ético-popular de hoy, aná-
sonas que nos parecen buenas y no son religiosas; otras, al re-
logamente a como, para el saber ético-popular de la época de
vés, muy religiosas no nos par€cen «de brrenc¡s sentimientos».
Jesús, funcionaba la categoría «publicanos». Es un mal modo El problema anterior del deter y la inclinación se entrecruza
cle vivir. Pero aparte del modo hay luego el vivir concreto, cam-
aquí con el de la distinción entre la religiosidad y la moralidad.
biante, real de cada cual: nuestra vida, moral o inmoral, redi.
Cuando alguien se muestra religioso 1, n*o .. moálmente bueno,
nrible o irredimible, la inmanencia o la salida del marco vital
al que un día ajustamos nuestro vivir concreto. ¿quq es Io que acontece en su alma? contestar que se trata de
De las acciones pasamos a los hábitos y de los hábitos a la
un fenómeno de Iariseísmo no siem¡rre os saiisfactorio. ¿y
si el hombre religioso se reconcce, se con{iesa malo? ¿Y si lo
vicla concreta, individual, real. ¿Hay todavía alguna otra instan-
que está haciendo, a lo largo de su vida, es luchar por ser me.
cia más hondanrente entrañada en la persona? Un hombre que nos malo? ¿Será verdad que, como pretendía Lutero, el hoinbre
ira vivido toda su vida honradamente puede caer en el último
no puede ser moralmente bueno delante de Dios? ¿cabe sepa-
instante y, viceversa, el hombre de vida más depravada puede
«arrepentirse» a ia hora de la muerte. Por eso el saber popular 1rT así la religión de la moral? La descr ipción prefilosófica
deja aquí este problema, que volverenros a tornar, filoióficamente,
hace compatibles a veces las malas acciones y la «mala vida»
cuando estudiemos las relaciones entre la m,rral y la religión.
con el ser buenoa. La calificación moral parece estar siem-
pre pendiente, suó íudice, abierta: asediada y amisible la bon- - Algunas veces calificamos a un hombre .le uinmoral» | otras,
de «amoral». ¿Qué queremos clecir con esta clistinción? Llama.
dad, pero también apropiable y asequible... El carácter moral no
mos inmoral al hombre que, comprendiendo Io que debe ha.cer,
es, como el genio y la figura, «hasta la sepultura». Un -"olo acto,
no lo hace. Al que posee sentido moral, p"ro .u."ce de luerza
cuando es decisivo, puede sobreponerse a los hábitos, por inve-
moral (por eso Aristóteles habla exPresivamónte, en este caso,
terados que sean, y aun a la vida entera. Pero el saber popu-
de a-ltrasía) y arrastrado por las pásiones, Es el uideo mel.io,rá
Iar valora este acto, no tomándolo aisladamente, sino por pensar ",
proboqu.e, det'eriora seqllor. Por el-contrario, llamamos amoral
que en él se ha revelado el auténtico y definitivo modo de ser.
al que parece,carecer de sentido moral. El problema de la <<ce-
Pues lo que importa no es el octo b'ueno, sino el hombre bueno
guera» para el «valor moral», o para deternrinados valores mo-
que se revela como tal en los actos decisivos de su vida. El rales, aparece aquí, antes de que nadie hubiese hecho filosofía de
hombre, según el juicio popular, es moralmente coherente; su
los valores. Pero, vistas las Cosas desde otr. ángulo, ¿puede el
bondad no depende de Ia veleta de sus actos, sino que se revela
hombre ser in-moral y mucho menos a-moral? (Éecuéiáese que
se oculta-a través de ellos. Y por lo demás, también el sa-
-o
ber populal toma parte contra la pretensión de hacer consistir
estas palabras son de formación moderna: 1a Escolástica hatla
de lo r<in'honestum», pero no de lo «in-morale».) conducta
la moralidad de un acto solamente en la buena intención, cuando (en francés, más explícitam ente, conduite) significa conducción,
afi¡rna clue <«el in{ierno está empedrado de buenas intenciones». acción de «conducirse». ¿Pero el hombre ,Lia algu.ra vez de
Mas, por otra parte, hablamos de quien es*bueno «por natu- conducirse, de hacer su propia vida? La vidá, .o*o ha hecho
a Vóase el
siguiente texto de Pedro Laín: «Entre nosotros es más
ver Oterga, es quelmcer, p^ero el quehacer, éticamente, es que-
es[i¡¡racla ética¡nente la relación con un hombre, fundada en lo que eso hacerse, y por eso pudo cicerón definir prefilosóficamentá la
horn [¡ re « cs»-cs decir, en lo que uno cree que es, puesto que el ser moral como uitae dege'ndae ratío5,,modo áe conducir la vida.
riltir:ro <le un ho¡nbre stílo es accesible por modo de creencia, cle conlian- Es verdad que se dice de alguien, por ejenrplo, que «no tiene
za-*-que le rneramente atenida a lo que ese hombre «hacer. Cuando el carácter», que se deja llevar por los demás, po.- los aconteci.
esllañol crec que alguien es ubuena persona, en el fondo», como suelo
rlecirsc, ias rnás villanas acciones visibles de éste son casi siempre im. mientos o por sus propios impulsos primarioi, y que su vida
pedinrento nrlry escaso para la mutua amistad» (España como problema,
t. Ii, pág. 508). 5 De Finibus, I, 64.
't' (' I) o (' ()

aller.I'ero, en rigor, en tal caso sólo se trat¿


es un l)uro.)'e laisser
de un nrodo deficiente de conducirse-por eso es absulda Ia ex-
presión, también {rancesa, inbonduíte-, d" la torma' delici.en.te
d,e cará,cter de quien da rienda. suelta a sus pasiones, se deja
dominar, etc. (La Bruyére ha desclito la forma de caráctr,-r de
quienes ((no tienen carácter».) El hombre, como veremos, es
constitutivamente moral porque es constitntivamente lible, tiene
por fuerza que hacerse-suficiente o cle{icientemente-su propia
CAPITULO IV
vida. He aquí, pues, otro grave y orimordial problema ético:
el de la realidad inexorablemente moral clel honibre. Heidegger E[ PRINCIPIO
ha dicho que la metafísica conro comportamiento-y tanrbién GENETICO-HISTORICO
Ia ética-consisten en tener que ocuparse del ser, en tener que
Hemos visto el origen etimológico de la
estar o morar en el ser. Paralelamente puede decirse, como vere- ¡ralabr.a <<(:tic¿r¡,. vea-
mos ahora el origen histírrico tjá la disci¡,lirra rluc r\r.isrirtcles
mos, que el hombre tiene que ser moral, es decir, tiene que con-
denominó con este título.
ducir su vida, o como diría Aristóteles, tiene que obrar siempre
La Etica no se desgajó dcl cuerpo unitarit, de la [rikrso[í¿r for_
con vistas a un atgat'hón. Justamente por eso Ia vida tiene siem-
mando desde el principio una disciplina se¡rar.arla y sulicientc,
pre un sentido. Y ese sentído de la uida es precisamente lo que
sino subordinada a Ia uporítica». Iil^rromb¡,j gri"gu d,: ra a¡ru"u
llamamos moral.
clásica sentía la pólis como inmecliatame.tr:'in,,o,.¿i.a,la
Pero ¿con vistas a qué hace el hombre su vida? ¿llacie dónde en Ia
Naturaleza, en la physis. La crike, ju,tura o justcza, (rr¡c es
la concluce? La respuesta prefilosófica surge inmediata: todos categoría cósmica antes que ética, ccnsistc tn el ajusta.rie.to
.na
los hombres persiguen Ia felicidad. Sí, mas ¿en qué consiste la
natural, en el reajuste éticó-cósmico de lo qre se ha clcsajuriojo
felicidad? ¿Dónde y cómo conseguirla? ,Y, por otra parte, esa ('némesís) y en_el reajuste ético.jurídico dtl ,lr,. ¿r
búsqueda de la felicidad ¿es una tarea propiamente ética? ¿No cad¿r .ro s,
parte (justicia). La dike, pues, se reparte, es decir, se har;c ,,ó,,.or-.
consistirá la tarea ética, más bien, en realizar el bien, en cum-
plir el deber o en lograr la per{ección? Y ¿qué tipo de rela- Yur,_ por otro lado, Ia ftinción ,Jel'lógoí conro plrfri, p.n1,in d"i
hombre (cada cosa tiene su- p/z1,sis, tairibién,
ción se da entre estas cosas: felicidad, perfección, bien, deber? ¡r,,. iuít,r, .i tr,rrrt,r= f
de ella emergen sus propiór *ovi-ientos i,cntc a los c_xtríná
He aquí un trraz de cuestiones morales que se encuentran ya
cos que ¡rroceden de la tykhé) consiste en comunic¿rr
planteadas, previamente a toda reflexión filosófica. Intenciona- o partici_
par en Io común, y en lo comírn xar' e(ruXi¡v cs Ia p,<ílir. p.ro
damente las dejamos por ahora, no sólo incontestadas, sino has-
ya hemos visto que el nómos, como concrcciri. ,Ic io di/re,-'es
ta imprecisamente formuladas. Esta rápida descripción prefilo-
só{ica únicamente pretendía ser una primera aproximación al lo que ajusta-y reajusra lo común, es ctecir, i;;;;
li::]::i::,:
cosmicamente ordena ra p'l'tysi.s y lo que ético-juríclicamenre
tema de la moral. A continuación iremos, poco a poco, delimi- <,r-
dena le pólis. El nómos,
tándolo. Por valer prio ru prry""si,s
'(t'r)y.rt;c¡rtcra (vo¡r,oq,
vale, por tanto, ¡tara la ¡;,óils ,,r).,.,r.r. ,.
|'ttt1.o:),
La Iey no es sentida conlo una linritación tle la lit¡e.ta.l, i
sino
precisamente., segiin ha heclio ver Zubiri, c.,rro
sr.l suprrosro y s*
prornoción (ele'ut'herí¿ freute a la esclavitud y Ia tira.í,,
tarquía de la pólis/. León Iiobin ha señalado ál arcaiz.,,,á
v au-
¿ni,i"
sentido.con que emplea Platrin la parabra tleór, como f.erz¿,r
irr-
perecedera que liga orde^adamentá el cosmc,s y con]o ,rb-ligacián

1 Lo cual no obst¿r a que la tensió, enlre nótros y prrysis, crcsurr.-


llada por_los sofistas,_Jraya surcado, en cierto rn«rtlr,, la'historia antcrior.
qf.' I. Heinemann, .Nomos^und prrysis. H_errcunf t unrl Birteur""g ii^ii -"-
Ántithese irn, griechischen Denken des s. lahrtutnut .if Bu.il.r, t"q4i.
IE 't' {' TI ('
7',

rnoral. La moralidad pertenece p,rirno et per se a la p,ólis; las para conseguir que el hombre ordinario" incapaz de dialéctica,
virtudes del individuo reproducen, a su escala, las de la ¡toliteia se comporte bien, casi se requiere, como cn ra
con su reducción conforme a un rigu¡6s6 *paralelisnro. Es ver- de Magne-
"irdud." ..q,rf"..
sia, inculcarle la virtud por encantación; es decir,
dad clue la concepción platónica no expresa directa, espontánea- ollerar sobre sus estados de ánimo y sus.itar, a falia de cánvic-
mente el viejo equilibrio comunitario, sino que representa, con ción, el entusiasmo de la virtud. con el r.orrer de los años, pla-
su intento de plena eticización del Estado, urla reacción extrema- tón fue desliz¿indose a posiciones más y nrás tr.ansp.rronáli.trc
da arrte la amenaza del fracaso del nómos de la p'ólis (muerte de (por emplear un vocablo moderno) haito llegar a la tremenda
Sírcrates, aparición del individualismo, interprefación del nómos ironía, subrayada por Gould, de que el mismo homb¡e que de-
como convención, desintegración social). Platón piensa, con ra- nunció con palabras inolvidables la condena a muerte te só-
zón, clue ]ra habido un individualismo reprobable, el de los so- crates, hace que en Las Leyes el consejo Nocturno condene a
fistas, y un individualismo bienintencionado y en cierto modo muerte al horyb¡e c1ue, sintiéndose fuera ie la rradición de la pó-
plausible, el de Sócrates. Pero él reacciona contra ambos, contra lis, rehuse.guardar para sí solo sus puntos de vista b. La políiica
el individualismo en general2, porque a su juicio es el indivi- termina así devo¡ando a la ética6.
dualismo-del que la sofística no representa sino una expresiíln- Es Aristóteles quien va a tem])lar el autoritario rigorismo pla-
el cJue lra conducido a lo que Jaeger llama una red,uctio ad, absrtr- tónico. Mas también para é1, ctmo nos clice explícitamente al
dum del Estado entero. He aquí por qué la ética de Platón es, 'comienzo de la Etica nicomaquea y de la Iitica euclemia, la Moral
ligurosamente, éúica social, ética política.Esla po'lís, y no e1 indi- ,oj"]r.O".te de la ciencia r"opt<r:tcitr¡ y ¡rci).r:ta cioXrtext,vtxl de la
viduo, el sujeto de la rrloral. El bien del individuo, en la medi- <<Política.», porque Ia vida individual sblo
d¿r en que importa 3, está incluido en el de la polís, y ambos l,uede'óumplirse áentro
dela pólis y.determinada por ella, de tal m,rdo que, como veremos
en el de la pútysís o cosm,os) presidido por la Idea del Agnthón. en seguida,
Precisamente por eso, la virtucl suprema es la virtud de la dlÉ¿ _hly también aquí una correspt)ndencia entre las for.-
mas éticas del bíos individual y las formas políticas de las polí-
o articulación, la diltaio'synea. Pero dikaio'synet y nómos no teiai. La Política prescribe como vo¡r.0eroóo¡ lo que se iebe
tienen simplemente un origen «<naturaLr, sino que por ser natural h¿cer y evitar y abraza los fines de las otras cienóiu. ...
es también divino. Véase, por ejemplo, el mito contado en el
e.l sylo y iro.
Protágo.ras sobre la téXvr¡ tó).rttxrl como don de los dioses. El .e.l riv0po:rtvov ri1aOrjv. el bien polírico es el rnás alto
de los bienes uhumanos», pues ur.rqr" tn rearidad sean uno
Platón viejo, el Platón «le Ias Leyes. es un hombre pesimista inismo el bien del individuo-y el bien cle la ciutlad, parece mejor
y, al revés que Sócrates, no confía en que los hombres puedan ( xct).).t ov) y más perfecto (Oetotepov
alcanzar la virtud como resultado del esfuerzo personal, sino )- más divino-pr.ocurar
y salvaguardar el de ésta q'e el de aquél ?. y santo Tomás,
que, según piensa, es necesaria la producción de un sistema lcgal
comentando este texto B, dice que en Aristótele s «oste'ntl,ít
y la instauración de un gobierno oligárquico que logre el estable- "t
cimiento de una sociedad directamente enderezada a la realiza- ?"o'q .politica _sit_principalissimá». En fin, para Aristóteles la
justicia depende de la Ley, de tal modo qr", árurdo ésta ha sido
ción de Jos fines morales. Solamente unos pocos hombres-los rectamente dictada, la just'ícía legal no e, ,.,no parte de la virtud,
mejores, los gobernantes-son capaces de practicar la virtud por
¿¿za virtud, sino l¿ virtud entera.
sí rnismos. Los demás tienen que ser conducidos a ella, no por Por ser éste un libro de ética general y no cle ética social no
la dialéctica, sino por Ia persuasión, por la retórica. Platón, como
habremos de tratar en él la doctriia del ,,l,i.n común» que,
casi todos los pensadores que piensan por reacci6n, rechaza derna- evi-
dentemente, tiene su- origen en estos textos aristotélicor^y orro,
siadcl tajantemettte una tesis y, en cambio, se deja contagiar por
rlfin9s. En general, las éxposiciones escol¿rsticas de la dtctrina
otras, en este caso por la tesis vitanda de la retórica. En efecto,
dei bien común adolecen de dos defectos {unclamentales. En
fri-
2 vtiase sol¡re esto el excclente libro de John Gould, The deuelopment 5
ol l'latds Ethics, Cambridge, i955. XII, 952 c, S, y ss.; Gould, ob. cít.. pág. 109.
L.eyes,
3 «A la ley no le interesa nada que haya en la ciudad una clase cle 6 véanse las ¡:ági,as dedicarlas a pl¿rón io^.rliru de'K. R. Popper,
particular felicidad, sino que se esfuerza para que ello le suceda a la extremada y unilateral, ¡rcro importante, La"nsociedart oiirrto y sus ene.
vtigos.
cir¡dad entera» (Rep., VII, 519 c). 7 Eth. Níc., I, 1094 b, 6.10.
4 Cfr. la función política del «tejedor realr, en El político. 8 ln Eth., I, II,2,núrm. 30.
{'
/L) 't' TI I) o.\ t)TICO.s
mer lugar se estudia eL bonunt, comm.une tomista sin tomarse cxteliorese. ]Jecíamos antes que, segrrn l'latón, existe rrn rigu-
la molestia de esclarecer sus supuestos aristotélicos, muchos de roso paralelismo entre las partes del Estarlo y las dcl alma, con
ellos ni siquiera claros para el propio Santo Tomás, por falta de sus respectivas virtudes. Aristóteles alirnrtr, ¿l su rnar)er¿1, un p¿l-
ser¡tido histórico. Los textos aristotélicos encielran graves pro- ralelismo semejante al distinguir en el alnra v en el Estado Jos
blemas. Por ejemplo, ¿cuál es el alcance de las expresiones <rbien partes, la que tiene por sí la razón y l,r que, no teniénd,.rla,
humano» y «vOpóntva pr.).ocogi.«, empleada esta última al final €s capaz de obedecer a la raz(>n. La crílir'¿r dc krs Iistados guc-
de la Etica nicomaquea, con referencia a la política? ¿Se refiere
rreros, como el de Lacedemonia, es heclra plecisamente <lesrie
este punto de vista. El fin de la paid,eia es educar a los ciudada-
a lo divino en el hombre 1voúc) y a la vida conforme a él (vida
nos, no primordialmente para el negoti.rtn (ac7o).ia), sino para
teorética, inmortalización) o solamente al av0pcí:ttvoc pioqr No
se puede responder negativamente demasiado de prisa porrlue su fin, que es el ocio (o7oLr¡), no ¡rarn ir gucrra, sino para srr
hemos visto que Aristóteles llama divino e incluso «más divi-
fin, que es la pazi y el adiestr'¿rn'ricntr¡ en cl traha.i,l y la qrrer'r'il
debe ser hecho supeditándolo a la consecrrción y ascguranriento
no» al bien de la pólis. En segundo lugar, la doctrina del L¡ien
común suele estudiarse en ahstracto, sin atención al kairós. a del fin, común en cierto modo al Estad,r y al honrbre 10: Ia
posibilitación de Ia forma suprema de Ia vi,la, cl bíos tlteoratil,:ó.s.
Ia oportunidad del tiempo histórico. En las épocas de integra.ción
----o de esperanza en la reintegración, como la de Aristóteles-del Cuando se traduce pólis por Estado v 4 ;r,,it-rtx\ o r,) ¡r,o).t'itx.á
individuo en el Estado-así, por ejemplo, en la plenitud medicval por la Política, se interpreta en scnticl,r político una rcali-
del siglo de Santo Tomás-se establece la supremacía relativa dacl helénica que se movía en la fronter'¿r indecis¿ dc lo so-
I
del bien común. Cuando Aristóteles afirma la subordinación de cial y lo político 11. Iisto es cvidente. Asi, ¡ior ejcnr¡rkr, cu¿rn-
i
la Etica a la «Política», Io que probablemente quiere afirmar es
do Aristóteles dice del hombre que es un zoon ¡tol.itikón,
lo
I
!

la sustentación del bien particular en el bien común. El intento


que quiere decir es que es un ¡nimal social, en cl sentido
i
dc que las {olmas de vida común de la fanrilia y h aldea lc
i aristotélico es el postrer esluerzo para salvar le forma de convi- resultan insuficientes y necesita de la ¡r,rílis quc cs
t
l¿r sor:icd¿rrl
vencia de la pólis, con su armonía del bien privado y el bien
I

I
perfecta y autosuficiente. La sociabilirlad es una cscncial habitud
público. Pero en las épocas, como la postaristotélica y la ac- humana, envuelta en la de{inición aristotélic¿r rlel hornbrc, 7-G¿ov
tual, de Estados enormes y omniootentes, el interés ático se des- ).d1ov éy ov, definición en Ia que ft5gos ,¡uiere dcr;ir siempre,
plaza hacia la persona y se centra en la defensa de la <<libertad antes que razón, lenqr¡aje.
interior» (epicureísmo y estoicismo) o en la afirmación del «per- Frente a los epicúreos y pese a su fucrte tendencia, comrin
sonalismo» frente al totalitarismo. Esta función esencial de Ia con ellos, de salvaguardar la libertad interior, los estoicos, fie-
dialéctica histórica, con su juego de corrección y compensacirin, les a la tradición platónica, se sitúan en el extremo opuesto a la
es la que no suele ser tenida bastante en cuenta por los tnante' posición individualista. Los e¡ricúreos afirnraban qrrc la sociedad
nedores de tesis abstractas, ajenas a la realidad de cada situa- ha sido creada 0éoer, por convenció¡r. Lo-. cstoicos a{irman que
ción político-social. La idea aristotélica del l;airós es capital para es una comunidad natural, y no la única. [,n primer lugar, el
entender rectamente aquellas actividades en las que la categoría hombre es miembro del universo: el co-.mr:s forma una gran
de tiempo juega un papel decisivo. La doctriua aristotólica--y unidad, un gran cuerpo, regido por cl princi¡rio rlc Ia sirnpatía
por tanto también, por lo mellos en su origen y aunque Santo universal y por un comtnttne üts arúntantiu.¡¡¿ 12. I)ent¡'o dc, est¿r
Tomás no lo supiese, la tomista-es una doctrina antitética más unidad se da una comunidad racional y jr;rídica 13 cle toclos los
que tética, como, por lo demás, también la doctrina o¡ruesta del
personaiismo. Quien, sin plantearse toda una serie de proble- e Pol.,III, l2B0 b, 33-5 y VII, 1323 b, 26-'1. t 1324 a, l.
mas previos, absolutiza una u otra, comete un error princi¡ral. 10 Pol., YlI, 1333 a, 16 hasta 1334 b.
En la doctrina aristotélica el {in de la ética y el de la polí- 1l Cfr. Marías en el prólogo a su trarlucci,in dc l¡ Po[,í tir.«, 1'tirgi-
nas XLVIII-XLIX y LIV. I)n contra, F. J. (]onrlr., lil lnntht'c, rnitrrul. ¡to.
tica son idénticos: la felicidad, el vivir bien (a diferencia del Lítico.
simple vivir), la vida perfecta y suficiente, para la que se requie- 12 I, 82, 2.
Sénaca, De Clcntcntio.,
ren, lo mismo en el caso del Estado que en el del individuo, no 13 El texto clásico, una vcz <lcsaparer:irlas las obras dr:l csl<lit:isr¡<r
sólo la virtud, sino también, en la medida precisa, los bienes antiguo y medio, es Cicelón, De LegibtLs, I, 1[] y s.
I t1, 't' I) o I (' o ..\ / 4T

seres racionales, dioses y hombres. Ei honrbre es el único ar)r- nidades inleriores le son insuficientes llara ejercitar plenamente
mal que participa de la razón. La comunión superior de los dio- la «obra del hombre» y por eso necesita de la societas perfecta.
ses y los hombres es, pues, de razón («prima homini cum deo La sociabilidad es una esencial habitud 17 humana envuelta en
rationis societas»), pu€s, como dice Cleantes en su himno a Zeus, la definición del hombre como rationalís. La ética individual y
«somos de tu linaje y parecidos a ti por la raz6n y por la len- la ética social se constituyen así como dos rlimensiones igualmente
gua)). Pero entre quienes es común la ratio debe serlo también necesarias. La Etica no se subsume ya en la Política) pero se sos-
esa rect& ratio que es la ley. Por tanto, también en cuanto a ley tiene decididamente el sentido ético de ésta, Io mismo frente al
somos socios de los dioses. Pero al haber communio' legis ha sacrificio del individuo que {rente a la inüribición polítipa cínica,
de haber también commu,nio iurís y communi,o' cíuit:atís. En efec- epicúrea o liberal, o que frente a toda suerie de maquiavelismos
to, muncluftt, esse qtnsi com.mLLn.em urb,etn et' cíu'ít'atem ho,mín.unt que pretenden hacer a la política indepencliente de la moral.
et deorumla. En esa comunidad suprcma se inscribe la del gé- Naturalmente no se trata en este estutlio del principio histó-
nero humano. Ei hombre, para los estoicos, antes que ciudada.no rico, de presentar, ni mucho menos, una historia de la Etica. Lo
de esta o la otra pólis es kosma,poliles, ciudadano del cosnlos, único que pretendemos es dejar planteada la tensión entre una
y ha sido creado para la sociedad como lo muestra la posición moral orientada fundamentalmente hacia el individuo, y otra
erguida que pel'mite presentar el rostro, éste como expresión que propone, ante todo, exigencias transpersonales. Hernos visto
de los sentimientos, la disposición de las demás partes del cLrer- que la primera manifestación de esta tensión se personifica en
po, en especial de las manos, aptas para l,a indicación y la coope- Sócrates y Platón. Vamos a ver ahora qrre, cuando a {ines del
ración, y la palabra. Y hay, en fin, Ia comunidad política estt'ic- siglo xvttl vuelve a plantearse radicalmente el problema de la
tamente dioha. O, como escribe Séneca, existen duas res publicas, Etica, se repite esa tensión, personi{icada en Kant y Hegel.
una, la de los dioses y los hombres, magnan et''D'ere p'ub'lícam, Es innegable una cierta analogía de situación histórica entre
y otra, la ciudad 15. Puesto que el individuo no es sino una parte la época de Kant y la éloca de Sócrates. T'anto la Sofística como
de ella, ude ello se sigue por naturaleza que antepongamos la uti- Ia Ilustración son expresiones de un individualismo racionalista
lidad común (comntunem utilitatem) a la nuestra. Porque lo reacio a Ia metafísica. La crisis del pensamiento tradicional se
mismo que las leyes anteponen la salvación de todos a la del par- rnanifiesta en el siglo v antes de J. C. Y arnba-" expresiones filo-
ticular, así el varón bueno y sabio y ciudadano que no ignora el só{icas transcurren en el seno de una sociedad en descomposi-
cleber civil, cuida más de la salvación de todos que de la de ción. Sócrates tenía, sin duda, supuestos comunes con los sotis-
alguno determinado o que de la suya» 16. tas; también Kant ha sido considerado, corr raz6n, como un pen-
Se ve, pues, que el pensamiento estoico se propone conjugar sador de la Ilustración, aunque, por otra parte, acabe con ella.
la a{irmación y aun sublimación de Ia libertad interior del «,sa- La ética kantiana es de un individualisnro radical, individua-
bio» con un comunitarismo de corte platónico. Una moral in- Iismo que procede inmediatamente de la Ilustración, pero que trae
dividual a la defensiva, del hombre que se replieg¿ sobre sí mis- su origen .de la adscripción de Kant a un luteranismo no por
mo, porque, como vel'emos cuando tratemos de la virtud de la secularizado menos real en el plano de los estilos del pensar. La
magnanimidad, ha peldido la confianza en el mundo, se inserta en rnoral de Ia buena voluntad pura no se ocupa de las realizaciones
el rnás amplio m¿rrco de una ética social de acento comunita' exteriores, objetivas (las únicas que importan a los demás). El
rist¿r. imperativo categórico imnone mi d.eber y la rnetafísica de las
Sin demasiado recursos {ilológicos-más bien con demasiado costumbres se ocupa del deber de la propia perfección, pues
¡rocos--la Escolástica ha seguido a su manet''a el pensamieltto nunca puede ser un deber para mí cuidar de la perfección de Ios
tie Aristóteles, en cuanto a las relaciones entre Ja «Etica>r v la 17 El concepto de habitud al que alguna alrrsión hicinros ya al ha-
<rPolítica», al entender esta segunda como «Etica especial social»
blar de la héxis y eue, como se sabe, es fundanrental en la filosofía de
o <<Etica política». Debe apuntarse en su haber la concepción Xavier ZuL,ri, será trataclo más adelante. Baste por ahora decir que
del lrombre como a,nimal sociale, en el sentido de que las contu- significa una relación o respecf¿s. Este respectu.s puede serlo a sí mis-
no (inesse), ad aliud y ad alium. Esta últinra habitud es la que nos
14 Cicerón, De Finibus, III, 64. importa en este momento: versión o disposición natural del hombre a
15 De Otio, ÍY. los otros hombres, motlo cle ser que incluye en sí, constitutivamente, la
16 [)e l"inibus, Ioc. cit. referencia a los otrus.
I t) L1 o ETICO.S' t: (' AI ,1:i

otros. Esto no obsta, ciertamente, a que en Kant puedan rastlcai' Hegel piensa, contra Kant, que el tlel¡er no ¡ruede estar en luclr¿r
se principios de una ética social que, en cierto modo, anticipan permanente con el ser, puesto que el bien sc realiz¿r en el mundo
ideas de Hegel. Así, por ejemplo, en La Religión dentro de' los y por eso Ia virtud-que no es sino realiz¿rción del deber, encar-
límites de la mera razón distingue entre una rechtlich-bürger- nación del deber en la realidad-tiene un papel inportante en su
liche y una ethi,sche b'ürge'rlíche Ge'sellschaft a la cual llega a lla- sistema. Paralelamente cree que el fiat justi,tia no exige cor.r-ro
mar efl¿isclter Staa, 18. Su principio unitario no es Ia ley, sino consecuencia el peredt mundus20; antes ¿rl contrario, porcJue lo
Ia virtud libre de toda coacción y su realización plena, la fun- Gute es, en la realidad, inseparable de 1o IJToltl (reintegración,
dación dc un <<reino cie Dios sobre la tierra». Pero, a'pesar de de acuerdo con el pensamiento tradicionrrl, clel <<bonum mor¿rlo,,
estas y otras indicaciones semejantes a óstas, es innegahle que en el <<bonum communiter sumpturnr,). \' cn fin, IIcgcl sosticne
el tono general de la ética kantiana es individualista. por casualidad su sistema es contcrn ¡oriinco del utilit¡-
-no
rismo inglés-qLre la autérrtica eticidrtl es .'fi.*, ]r por t¡nto,
[ichte, con su idea de ]a dialéctica del yo y del tú, paralcla
a Ia dialéctica del yo y el no-yo, v con su afirmación de una ética debe triunfar. (He aquí pol qué el hr:gelilrr,r Croce lrrr«lo inr:or-
social en la cual cada hombre se sabe co-responsable del destino porar con facilidacl a su sistenia impoltarrics clcnrr:ntos pragrna-
ético de los demás hombres, y Schelling con la idea romántica tistas.) ÉIoy los existcncialistas ¡.riensan rprc el (:ngagun.er¿t tot¿il
del ,«organismo» frente al atomismo social de la Ilustración, se' exige optar entre la 1:ureza de un dehcr ahslr¿rr:lo y la.s ((nr¿rnos
ñalan la reacción antikantiana que alcanzará su apogeo en Hegel. sucias>>. Hegel, co)no hemos visto, l'ro tcní¿r I¿r nlcnor illt:linaciólr
Hegel quiere representar, frente a Kant, una vuelta a la por el deber abstracto, pero su o¡rtinrisnro h;rcírr conciliables I¿r
y por otra parte, de acuerdo con los grandes
realidad concreta, justicia y la salvación del mundo.
neohumanistas alemanes contemporáneos y amigos suyos, pre{e' La eticidad se realiza a su vt)z en trcs nrr-imentos: [amilia, so-
ría la armonía griega a Ia represiva escisión kantiana. Según su ciedad (ciuil soci,ety de l,rs economistas inglr:ses) con su .S,¡,,slerl.
sistema, el espíritu subjetivo, una vez en libertad de su vincula- der Bedilrlnisse y Estado. Este, que es el r'¡ue nos im¡torta ar¡rrí.
ción a la vida natural, se realiza como espíritu objetivo en tres es concebido como el nrctnento suprerno rlr.r la clit:irlrirl, r:olno cl
momentos, que son el Derecho, la moralidad y la eticidad (Sil' más alto grado ético de la hurnanidad. El l,,st¿rdo rlrarccc así
tlichkeít) le. En el Derecho, fundado en la utilidad (la infiuen- como la vida moral en su concreción {iual. Con cst¿r cticizlci<in
cia inglesa es visible en Hegel bajo la forma de posiciones in' del Estado, Hegel empalma, pues, con Pllt«in, frentc a l(ant. I)c
sertas en su sistcma total, así como en Kant era visible bajo la ética individualista hemos pasado otr¿l vce a srr cxlr'cr)ro olrries-
la forma de críticas negativas que obligaban a buscar soluciones to, la ética socialista. ¿Cabe hablar, en llcgcl, rle rrLr¿r tliviniz¿l-
nuevas) la libertad se realiza hacia afuera. La moralidad agrega ción del Estado? Sí y no. Ei Estado es ur)¿l fornra tcrrcnil 1,sól,i
a la exterioridad de la Ley la interioriclad de la conciencia mo' terrena de vida, pero representa el paso tlc Dios ¡ror la tierra, 1,r
ttli che n 2t
ral (Gewissen), el deber y el propósito o intención (Absícht). I r ti i.s c h -G ó .

La moralidad es constitutivamente abstracta (<<Absicht enthált ety. Nuestro tiempo ha replanteado esto llnr¿r dc ll tcnsión cntre
mologisch die Abstrakion», escribe Hegel), para ella das Cute la ética personal y la ética transper;onal. l\¡rrrtc ]¿rs ¡rosici«rncs
(es decir, el «bien moral» separado del bien ((communiter sump' unilaterales de personalistas y ¡larticlari,rs rlc Ia lrr irrrlcía rlel
tumr> o Wohl) es 1o absolutamente esencial y su lema podría bien común, tal vez Jaspers y Ileidcggcr sorl los ¡rr:nsarlores qrre
ser Fiaú justitía, pere'at mtmdus. EI rigorismo del pensatniento Io ha tratado más temáticarnente. En.fas¡)crs, conro en llcgcl, la
moralista procede de su carácter abstracto; eI Terror-escribe teoría del Estado se sitúa por encima dcl deber indivitlual y dcl
Hegel en otro lugar-es Kant puesto en marcha, y la Revolu- reino cconómico-social. La existcncit dcl l,sl¿rrlo colresponrle rr
ción del 93 es Terror porque es abstracta. Lo que Hegel llama la la realidad esencialmente dramática tlc Ia cristencia y a la rcali-
<ttentación de la conciencia» es sublime en el orclen individual, zación del destino común. El indivirluo r;¿rlticipa en la cultrrr¿r
pero no hace Ia historia, pues carece de efectividad. Por eso el y en la dignidad humana a trar,és del Ii,.latlo. Y. sin crnbargo,
nromento de la moralidad es superado en la síntesis de la eticidad.
ei Estado no es en último térmirro más que la Iorm¿r privileuiada

18 «Drittes Stück, Der Sieg guten Prinzips über das 20 Parógrafo 130.
bóse und die 2L Cfr. Iwan Iljin, Dre Plvilosophie lIegel,s als kontentplat.iue Goiles-
Gründung cines Reiches Gottes auf Erden.»
le Cfr. Grundlinien der Philosophíe iles Rechts. lehre. Berna, 194ó.
t1 ,s ti l) o I',t(: (' t\/

cle la «objetividad sociali¡. [-l hombre tiene que trascender toda sino una de sus partes constitutivas. Lo cual sigrrilica que las
,<fijación>r, toda «objetivación», incluso la de! Estado, siempre txpresiones «<Etica general» y .«Etica individual)) no son equi-
impersonal, para alcanzar la «<subjetividad» de la «existencia», valentes. La Etica general, por ser. Etica de la persona, ha de
I)orqLle, como pensaba Kierkegaard, últimarnentu estamos solos 22. abrirse, necesariamente, a la ética social. Por ejemplo, la crítica
La posición de Heidegger es, en cierto modo, homóloga a marxista del capitalismo y Ia complicidad c,rn la injusticia esta-
la de Jaspers, si bien en Fleidegger el aspecto comunitario está blecida de quien <,no elige», complicidad lruesta cle manifiesto
t¿rlvez nrás acusado {rente al «,liberalismo,, de Jaspers. EI Mitsein por Sartre, nos ha ayudado a formuiar.nos esta pregunta, que es,
es ei rnodo primero y coticliano de darse la existencia, cle tal en buena parte, el tema étíco de n.uestro' ti¿ntp,o': ¿Puecle ser
moc{o clue el Se/ós¿sein es una conquista y tarea, un logro. considerado como verdaderamente bueno el hombre que acepta,
La existencia es aceptación del peso del pasado, es her.encia, y cuanclo menos con su pasividad y con su silencio, una situación
ers <<clestino>r (ser para la muerte). Justamente por eso es aiec- social injusta?
taclzr por su destino y, funclamentalmente, puesto que estar en el
munclo cs estar con otros, es afectada por el destino histórico de la
comunidad, {el pueblo. El cual destino común es anterior al
clestino indiviclual, de la misma manera que el Mítsein es an-
terior al Seló.sfse in., La existencia de la comunidad consiste en
la <«repetición» de las posibilidades recibidas, en la asunción de la
lrerenci¿r con vist¿rs al futuro. En virtud de esta <<repetición¡» rJas
Da.sein .seínen Ilelden wiihlt, la existencia misma clige sus hé-
23.
t'oes
Posleriormente, en «El origen de la obra de arte» 24, Heideg-
ger ha r:«.rnsideraclo el acto de constituir el Estado (die Slaatgriln-
rlertrle'l'at,) cotno uno de los cinco modos de fundar la verdad: y
comentando la elegía de Hólclerlin <,Heimkunft» ha considerado
die IIeinm, como cercanía al origen y arraigamiento en el ser, en
contraste con la Heimat:,lo'sigkeít característica cle nuestro tiem-
po, corl Ia ,.alienación» de Marx, con el internacionalismo y tam-
hién con el nacionalismo.
El resultado obtenido a través de esta demasiado rápida con-
sideraciírn del principio genético-histórico de la Etica, puede tal
vez resumirse del modo siguiente:
1) En el origen et:hico utens primitiva, Platón y Aristó-
teles como reacción ante la so{ística y Sócrates-la tltica aparece
subordinada a la Política, esto es, Ia ética individual a la ét;ca
social. Flegel-como reacción frente a la ilustración y Kant-,
también. El con'runismo saca las consecuencias extremas de er;ta
lrosición: «Es morai toda acción que favorece al partiiio, in.
moral la que lo perjuclica» (Lenin).
2) Lo justo de esta exageración consiste en que la ética
social no es un apéndice o aditamento de la Etica en cuanto
tal, ni tampoco su rnera aplicación a una zona .de la realitlad,
22 Ck. Philosophie,II, págs. 364 y ss.
23 Sein und Zeit, pág.385 (pág. 443 de la traducción española).
24 Artículo incluido en el libro I{olzwege.
('

.rllí, que Ia rcgla nroral es rrr)¿l olrt'¿r cc,l..'ctiva, tiric rccibir¡los


mucho más de lo que corrtribuinros a {ormularla, de l¿rl modo
que nuestro arbitrio con resl:ecto a clla es predorninantentente
pesivo. Sí, pero nosotros podcmos averiguar la natur¿rlcza de
esta regla impuesta, determinar sus conrlir:ioncs y su r¿zón de
ser y, en una palabra, hacer cicncia sobre ella. (luanclo esta
ciencia se halle ya plenamente cr¡nstituida, el conlounismo ori-
ginario va no tendrá nada de presión; analo*amentc ¿l como
CAPITULO V
pensabau los estoicos y Spinoza, la hetcrt¡nonría com¡rrendicla
deja de serlo y nos convertimos en los señorcs dcl munt[o nlor¿ll.
ETICA Y SOCIOTOGIA Para Lévy-Bruhl la función de l¿r sci,ence des mne'uts 3 es, cle
acuerdo con Durkheim. puramente descriptiva, I'el'cl c¿rbe un
I{emos visto clue en Platón y Aristóteles Ia Etica se insertaba art moral ratío'nnel que, de acuerdo con Ios rcsultarlos cle aquélla,
en la Poiítica. ¿Podrá ser hoy reducida a un capítulo de la So- tiende ala amélío'ration del orden social, sin proironerse, sin em-
ciología, como pretende el sociologismo? Platón pretendió mora- bargo, fin alguno trescendente a la experierrciil. Así, por cjemplo,
lizar, de arriba abajo, la politeia. Recíprocamente se pretende mostrando que una intuición deterrninada cst¿i arrticuacl¿r y r)o
hoy-o ayer--sociologizar Ia moral. Vcamos en qué ha consistidcr corresponde ya a la lealidad social actu¿rl.
este intento. EI sociologismo ha siclo re{utado ya muc}ras veces incluso
Ciertamente el homl¡re es constitutivamente social. Vive in- por sus propios adeptos, como Custavo IJclot. que citr los ejcm-
merso en la sociedad y recibe de ella un sistema de valoraciones plos de Sócrates, Jesús, el socialisnto prcmitrxista ¡, 'l'olstoi, que
morales-la moral socialmente vigente-que, con frecuencia, se'^opusieron a las tnoeurs de su época 4, o como ¿\lllcrt Ilavet 5,
acepta sin más. Esto es verdad. Pero a esto agrega el sociologis- que hace notar cómo el arte moral racional no puccle concebirse
mo que la fuerza moral de estas valoraciones procede? pura y sin un ideal; pero este ideal no puede ser rlac'lo por la science
simplemente, de la presión social. Augusto Comte fue, como se d,er nt,o'eurs, sino que pertenece a la libre clccciírn de los refor-
sabe, el fundador de Ia Sociología, Que para él constituía la madores morales. Y el utilitarista inglés Sidgwick señaló la frc-
ciencia suprema. Su discípulo Derkheim acometió, de una ma- cuente cont¡adicción, vivida como tal, enlre el «código de la
nera sislemática, la tarea de reducir la moral (así como la reli- opinión pública» o el «código del honor» y la moralidad 6.
gión) a la sociología. La sociedad impone al individuo tanto sus Henri Bergson ha sido u.no cle los grandes filóso{os modernos
costumbres como sus creencias. El supuesto-nada positivista, que se han opuesto a la concepción sociokrgist¿r. Pero la e{icacia
por cierto-de esta teoría es Ia hipóstasis de una <,conciencia de su oposición estuvo condicionada Ilor la aceptaciírn-a lo
colectiva», realidad distinta de los individuos, anterior y superior menos parcial-de los supuestos del sociologisrno. El advcrsario
a ellos, que se apodera de las cottciencias de éstos. Según Durk- intelectual de Durkheim aiirma, con lenguaje muy ¡rróximo al
[eim, el «hecho moral» es, pura y simplemente, un ,,hecl'ro so- de éste, que ulos miembros de la ciudad st.,n, entrc sí, como las
ciabr, es decir, una manera de proceder susceptible de ejercer células de un organismo». Desde ¡reclucñ,is so nos inculca Ia
sobre el individuo una contrair¿te exterior. Pues, en efecto. todos costumbre de obedecer, de tal modo t¡ue pr onto la obligación
los hechos sociales son data; no productos de nuestra voluntad, social es vivida casi como una ley natulal rr la que es irnposible
sino al revés, determinantes de ella, o sea-continúa diciendo
en Les régles de la mét'hode so'ciologiql¿e
l-moldes en los que 3 Cfr. L,a ntorale et la science dcs ntoeu¡s.
somos forzados a vaciar nuestras acciones. 4 Endes de morale posir,iue, pirg. tl9.
5 Cfr. .La science des laits mot'(tux. A cst¿r , icncia ]c rla cl nornbrt:
Claro que frente a tal concepción surge, obvia, esta pregunta:
de uéthologier, es decir, tomacla la ¡lalabra ]itclalnrcntr:, r:icnci¿r tlcl
¿Qué lugar queda entonces para seguir hablando de morali,.iad? étltos. Pero esta «éthologier--colro ¡lor lo tlt:lniít, I lrrn l)oc,) l¡¡ 6:or rsslon-
Durkheim la responde en L'Education mo'rale 2. Es verdad, dice diente cle Stuart Mi[-nada tiene que vcr corr r]rrestra conr:cpciíin cle
la ética. Para Bayet consiste en el estudio merarrlcntc rlt:scri¡rtivo rlc los
Pis.37. uhechos ¡norales».
y 6 The ntetlrcd,s ol Etlics, L. I, ca¡r. III, § 2.
Pógs. I23 as.
tEs s AI

sustraerse. Es verdad que, si queremos, podemos saltar desde une mente expresiva, «la sociedad es la gran desalmada». Ortega
ventana, pero la consecuencia ineluctable será que nos estrella- c¿si está áe acuerdo con Durkheim-a quien considera el soció'
remos contra el suelo. De la misma manera poclemos, ciertamente, logo más iniportante e.--.-en la ideg de }a 1,resión social, exterior
infringir un uso social, pero seremos reprobados y, si el uso en u 1u p...onu. Pero rechaza la racionalidacl de lo social y su
cuestión es vivido por la sociedacl como necesario para su con- supuesto, la existencia de un ,,alma colectiva¡. Y, en cuanto a
servtrción, la infracción podrá llegar a ser pagada con la vida, lo-que aquí nos importa, la vida personal. y por ende la moral,
exactamente igual que el salto desde la ventana. «L'obligation son totalmente ajenas a esa prásión. En efecto, así como el
est á la necessité ce que l'habitucle est á la nature.» La obligación anirnal está siempre traído y ilevado ¡ror las cosas, enajenado,
Bergson-, como su nombre lo indica, nos liga a ,,alterado¡>, lo propio del hombre es su capacidad para retraerse
-continúa
los otros miembros de la sociedad, es una ligazón del mismo del mundo y ,é.og.rse en sí mismo o ensimismarse. Ahora bien:
género que la que une entre sí a las hormigas de un mismo hor- el ensimismamienio acontece con vistas a l¿t acción en el mundo;
miguero o a las células de un organismo. La obligación se nos el hombre se retira de éste para proyectarlo y deja de ser arras'
aparece, en {in, como la forma misma que adopta la necesidad. trado por él para elegir y decidir, para inventar su vida 9 Ra¡a
en el dominio de la vida, cuando exige, para realizar ciertos u.r"*"., es lo mismo-sér rnoral en un sentido ele-
fines, la inteligencia, la elección y, por consiguiente, la libertad 7. -..gú.,
*.niál de esta palabra. Pero junto aI comportamiento,personal
Bergson concede, por tanto, al sociologismo que la moral y moral existe otro comportamierrto. propio del hombre tam'
puecle no consistir sino en pura presión social. Pero en este caso bién, que no €s, sin embargo, «ensimismado»: el comporta'
se trata, a su juicio" de lo que él llama «moral cerrada», estática, miento social. Se ve, pues, en resumen, que. según Ortega,- primg'
pasiva, meramente recibida. Junto a ella, o mejor dicho, sobre ro, el «hecho moral» (pr., emplear la terminología de Durkheim),
ella, puede darse la «moral abierta». dinámica, activa, de aque- lejos de ser reduciblá al ..hécho social», casi es su contrario,
llos hombres-a los que él llama héroes-que reaccionan frente y segundo, que el «hecho social» es tarnhién exclusivamente
al medio social, se liberan de su presión y, llamados por una humano 10.
«aspiración», conquistan emociones nuevas-por ejemplo, la ca- ¿Cuál debe ser entonces la actitud del rnoralista con respecto
ridad cristiana-capaces de cristalizar luego en representaciones a la «ciencia de las costumbres» y en general con respecto a Ia
e incluso en doctrina 8. sociología de la moral? Aceptarla como acopio de materia] Para
La teoría de Bergson es inadmisible. En primer lugar, como' el estudio de las morales concretas, polque la Etica ha de ser,
ya hemos apuntado, porque concede demasiado al sociologismo. a su modó, ciencia positiva-no positivista--, es decir, ciencia
La obligación, aunque de lacto sea impuesta por la sociedad, de que parte de la expáriencia total humana (en este sentido obras
iure nunca puede traer su origen de ésta. Como hace notar Zu- las de Sumrner, Westermarck, Malinorvski, Benedict, etc.,
biri, la sociedad no podría nunca imponer deberes si el hombre "onró
tienen un gran interés ético); pero no aceptar de ningún modo
no {uese, previamente, una realidad «debitoria»; es imposible lo social como fuente de la moral; ni siquiera de la supuesta
prescribir deberes a una mesa. Y hablar de }as <<obligaciones» ,,moral cerrada», sino solamente como su posible vehículo. El
de una célula o de una hormiga es, realmente, sacar las palabras individuo ordinario, el que nada tiene de reformador moral,
de su quicio. puede, en efecto, limitarse a ordenar su vid¿t conforme a la moral
Pero no solamente el «hecho moral» es peculiarmente hu- iocialmente vigente, y de hecho tal vez sea esto lo que ocurre las
mano, sino también el «hecho social». Quizá Ortega ha hecho más de Ias veces. Pero entonces sulge una nueva cuestión: una
ver esto último con más claridad que nadie. El fenómeno social moral totalmente impuesta por parte de la sociedad, meramente
nacla tiene que ver con las llamadas «sociedaJes animalesr>. Su recibida por parte del individuo, ¿merece rcalmente el nombre
sujeto es impersonal, «nadie determinado», «la genter), pero no de moral? He aquí el problema que Heidegger ha tratado-sin
11, porque él
existe, de ningún modo, un ««alma colectiva» o «una conciencia hablar para nadá de ,imoral» ni de «sociología»
colectiva». Al contrario, como dice Ortega con frase poderosa-
e Cfr. ¡,á,gs. 26-7 y 216í de El hom,bre y la gente.
? Cfr. Les deux source.s de la morale et de la religion, págs. I ss., 24* 10 Ob. cit., pág. 23.
84, etc. 11 «Was in Sei,n und Zeít, §§ 27 und 35 über das uMan» gesagt isl
B Ob. clt., págs. 34 y ss. soll keineswegs nur einen Beiláufigen Beitrag zur Soziologie liefern.
i
I

lE,s (I s ETIC: OS
entiende la filosofía como una realidad unitaria-bajo las rú-
bricas de existencia impropia o inauténtic a, Durchschiilrlichkeit,
Man. y VerlallenLz.
A esta pregunta h1l que contestar en primer término {ue,
como_ veremos poco más adelante, el hombre es constitutivarncnte
moral, cualesquiela que sean el contenido de su moral concl.eta,
la observancia o la inobservancia («inmoralidad») de ésla y ei
posible-origen social de ciertas normas morales qr" u veces, sin
duda, el individuo acepta, simplemente porque ,, iu..,, las cosas CAPITUI.O VI
así dentro de su grupo sociai.
en segundo lugar, hay que mantener separados, frente Et PRINCIPIO PSICOLOGICO O ANTROPOLOGICO
a ,-Pglo,
Heidegger, el origen impersonal y social def contenido de
nuestras acciones y su carácter de impropiedad q inautentici- Hasta ahora, para nuestra comenzad¿r tarea dc de-finicií>n de
dad. Zubiri ha escrito que, admitiendo un, filo.o Íía ya her:ha. la Etica nos hemos remontado a su ol'igen histórico, y así hemos
pero apropiada mediante un esfuerzo personal, puede il.gurr" u empezado por de-finir el nombre gricgr) con que se la designa
tener una auténtica vida intelectual. y paralelamente ha dlcho y a continuación hemos pasado a delinritarla {re¡rte a la «Polí-
que el hombre de vida moral puede aceptar contenidos imper- tica», de la cual en un plincipio {ormaba partc. Pero «<política»
sonales^siemple que j.e los haya apropiato por razones perso- en sentido alistotélico es un término equír oco que, por lo menos
nales. Porque la «medianía» no .oniirtl en há"e, las cosas como, incoativamente, envolvía en sí la signi{iclción de <,sociología»;
se hacen, sino en hacerlas porgue, se h,acen así. he aquí por qué a continuación hemos prc,curado acotar nues-
, Vemos, pues, que no es menester ser un «héroe», como pen- tra disciplina del lado de Ia sociología. La nroLal, según el socio-
saba Berg_son, es decir, un reformador moral que rompe .o, lo" logismo, sería algo exterior al hombre, pucsto a él dcsde fuera.
usos recibidos o inventa una nueva emoción, para 'levantarse Conforme al principio antropológico, al revés. vicne dada en
a una alta vida moral. Existen, en efecto, gentes senciilas, que el hombre mismo, en cada hombre, en su psicología. Pero ¿sig-
plantean problemas éticos y son prolurdamente morales. nifica esto que Ia moral no sea mírs que lii ¡r-.icoloría, que quepa
19 .."
El hombre, aun cuando no sea ningún uge.rio, morar, es siem- reducirla a ella? Eso es lo que ha pretcnrlido el psicologismo
pre personalmente responsable de su vida y no puede transferir inglés. Por tanto, antes de pasar a analizar el sentido justo del
esta responsabilidad a la sociedad; éste es el iesultado cle las principio antropológico, conviene empezar por la consideración
consideraciones hechas-bajo el_ presente epígrafe. porque, p;; de aquél.
-el
fuerte que sea la presión iocial, hombré iu.,t. si-pre ,.b"- El psicologismo moral no dehe ser conltrndirlo r:on el suhje-
larse contra ella-funto al fenómeno dela urirímid,ad, sá registra tivisnro moral. Los hedonistas, por ejenrplo, son subjetivistas,
el fenómeno del confi.icto-, / aun cuando no ro haga, el ajusta- pero no son necesariamente psico)ogistas 1. Otlo cjernplo toda-
miento, la justilicación de sus actos, tiene que se, c"r-pii,la por vía nrás claro es el de Kant: su ética pucrlc -.er calificacla-con
él mismo y juzgada por su propia conciencia. razón o sin ella, ése es otro problenra- de srrliietivistai pero
La ética es, por tanto, irrLductible a la sociología y autóno- sería ahsurdo tacharla de psicologista. Ila sido la filosofí¿r in-
ma frente a ella. glesa-contra la que, justamente, reacci«rnó Kant-la quc, l)or
primera vez, ha pletendido convertir la rroral, conro por lo rlc-
más toda la filosofía y aun la rcligión" cn ¡rsicología. Ya en
Gle.ichwenig meint das ul\{an, nur cras ethisch-existenziell Gegenbilcl Locke se encuentran indicaciones cn e-ste sr:ntido (su idca de la
z:urn
Selbstsein der Person,» (Platons Lehre uon Wahrhr¡t iii-i¡,r"m «opinión pública» como origen rle normas morales se queda, in-
de.m.H.umaní_sm.us, pág. "unallriel iiber
59). «Die... Titcl u;.i;;- decisamcnte aún, cntre el psicologisrno v ,.1 sociologismo), y más
"rig..iiiliii..it
tlichkeit, ...bedeuten ...nicht einen morarirch-".*i.ián1-iJ.n,
«anthropologischen Unterscl¡Íed, (ob. cit., pág. 7B).
nichr cinen abundantemente, aunque presididas por r¡na visión estética dcl
tz sein und zeit,.p6gs.42 ss-, 126 ss. y tzs ... (págs.
y 202 ss. de la edición española).
4,9 ss., 146 ss. 1
El más profundo pensador del hedonisnro, Sidgwick, ha distinguido
agudamente el hedonismo ético del herlonisrno ¡rsicoltígico.
/r. I os ETICOS 1\. I

problema moral, en shaftesbury. El punto de partida de Ia mecli- en nuestra alma de ese «espectador desintert:sado» y, por tanto,
tación de shaftesbury es deóididamente inirospectivo. En A una especie de «desdoblamiento» psicológico.
letter concerníng enth,usíasm dice así al destinataiio de la carta: Por supuesto, es imposible que la existencia moral sea reduc-
<<Pienso, señor, qu_e sería bueno para nosot'os que antes de
as- tible a simpatía o antipatía aun cuando de hecho se produzcan
cender a las más altas regiones de la Teología (,,biuinity») debe- esos procesos que los psicólogos ingleses harr analizado sutil-
t'íamos clescender un poco al interior de nosotros mente. Al psicologismo pueden hacérsele todas las objeciones
-i.rrro., y
ded.icar algunos pensamientos a las sencillas y honestas cuestiones válidas frente al sociologismo moral, del cual no ha sido sino su
de la moral (ttp,ort p,laín honest Morals).,, úo, ideas de shaftes- estadio previo, puesto que el «se» del hipotético «espectador
bury, estrechamente enlazadas entre sí, nos interesan en espe- clesinteresauo» es tan impersonal como el usc» social y, en defi-
cial para la historia del psicologismo. La primera, desarrollada nitiva, viene a coincidir con é1. El psicologismo inglés, que ha
en e.l. soliloquy, e's.la de fos reltix alt'ections (rellex app,robati.on ejercido una gran influencia en el pensamiento ulterior, incluso
or dísap'p,robatí.o'n). En el soliloquio o diálogo del hombre con. en el aparentemente más alejado de é1, el alemán--en K4nt, en
sigo mismo es como si éste se mirase en un espejo: se produce Fichte, cuya idea del ius naturñe procede de Hobbes, en la con-
trn desclol¡iamiento dei alma. Este Aduise'r or'Guíde' que sul.ge cepción hegeliana del Derecho y de la Sociedad, en la «Ein{üh-
así en nosotros se p_ersonifica, en el terreno de la moral ieligioü, lung» de Lipps, en Scheler, etc.-está hoy sobrepasado y reem-
en el Daimon, el Genio o el Angel. Y por otra parte,.r.oní"- no ya plazado en la «intención» por el behaviorismo. Lo perdurable-
en el soliloquio, sino en las relaóiones interpersonales mente válido de él es, a rni juicio, el punto de partida positivo,
ce algo llálogg. En an lnquíry concerníng Itirtru o,r ll[erir empírico, y la incardinación en la psicología. Sin embargo, esto
muestra shaftesbury cómo cada hombre se cónstituye en <<spec- último es Io que-por una explicable reaccitin-los más impor-
tator ol Auditor ol o,thers minds>>, y surgen así lós afectos de tantes cultivadores ingleses de la Etica, a partir de G. E. Moore,
,,pity, kindness, sympathyr) o sus contrarios, es decir, afectos, tienden hoy a desdeñar. La ética anglosajona contemporánea, de
<ltra vez, de aprobación o desaprobación. Moore a Toulmin, se mueve en el plano lógico, como análisis de
Los verdaderos fundadores de la ética psicológica, es decir, los juicios éticos. Para Moore, que ha sido sin duda el Iilóso{o
los pensadores pa.a quienes el problema máral s" Ira.rsforma en moral más importante de habla inglesa en lo que va de siglo,
el del origen psicogenético de 1a moral, a saber: David Hurne la ««cuestién de cómo ha de definir lo bueno es la cuestión más
y Adam smith, han aprovechado estos precedentes. La idea de la fundamental de toda la Etica» 2. y «la pecuiiaridad de la Etica
«opinión pública, experimenta ahora un giro decididamente psi- no es la investigación de asertos sobre la conclucta, sino de esa
cológico. Es el ««espectador desinteresadL quien, moviclo propiedad de las cosas denotada por el término ubuenor> 3. Y, á
simpatía o antipatía, emite juicios inmediatos de gusto. porj su
|or propósito de Sidgwick, rechaza que el tema ético sea la felicidad,
parte, el «ractor¡¡ está «interesado» (por egoísmo y- utilidad, r;e- la bondad o la perfección de la existencia humana a, añadiendo,
gúrn- el pensamiento de Hobbes), rro iólo en el actá mismo, sino con no poca ingenuidad, que el tema de la buena conducta no
también en despertar con él la simpatía clel observador; .l ,,.- es problema, porque todos sabemos muy bien Io que es «con-
gundo interés corrige el primero (p.ro la idea de la urilidacl ducta» 5. En esta concepción, lo ético no es adecuadamente des-
es insuliciente porque racionalizaría con exceso la vida psíquica Iindado. Por las razones que más adelante veremos, Moore se
y po.que, a juicio de Hume, iunto al sentimiento de ." ve abocado a desconocer el carácter dinámico-existencial de la
cla originariamente el sentimiento de simpatía), y así "góí.nio
es conro moralidad. El tema de la ética no es lo bueno en cuant'o lal, sino
sulge la mor'¿rl. En nuestra alma se refiejan lá. impresiones eI hacerse bu,eno del único ser a quien este hacerse le compete,
que cAus¿lmos a los clem¿is y, consecuerltemente, vamos ajurs- el hombre; la bondad operativa y no la bondad entitativa (o el
tando nuest¡a conducta, en adelante, a producir en ellos seirti- análisis iógico del predicado «bueno» como quiere Moore), o,
mientos de aprobación. Es decir, que el movimiento de simpatía en suma, el comp,ortatnícr¿to humano (en culnto bueno o rnalo).
es recípr-oco: por la simpatía nos introducimos, afectivamente,
ett la vida de los otros hombres, y viceversa, aprendemos a juz- 2 Principia Ethica, pág. 5.
3 Ob. cit., pág. 36.
garnos desde el punto de vista de <«los otros», de tal mo,lo qre 4 Ob. clü., Bl y ss.
la «conciencia» no sería sino la instalación introafectiva y virtual 5 Ob. cit., Z.
54 IIT DIOS ET (' At
Justamente por eso la Escolástica habla de la ,,subalte¡naciónr¡ ent¡e el estímulo y ia rcspr.lcsta.
de tal nrti,lo (lue aqtrirl srtst:it¿t
de la Etica a la Psicología. Por tanto, lo que tenemos que indagar inmediatamente ésta. La rein,lo'rcernent th.cory de I'ltorndike )
ahora es el sentido profundo de esa «subalternaciónri. Hull completa la anlerior, mostrando que cl comporlattticnto ulte-
En ciertos pensadores católicos de hoy-por ejemplo, en rior se ve reforzado ¡lor Ia tendencia il Iepetir un comltot'[a-
Jacques Leclercq-es frecuente ver el punto de partida positivista miento que ha dado buen rcsultado. ]intt¡ncr:s la reducción de
y sociológico del «hecho moral». El uhecho moral», es decir, el lo moral a lo psíquico se presenta bajo el nornbre de,,mclio-
hecho de creer en una regla moral, es un hecho humano. <,Donde- rismo» y explicada por la «ley del efecto,> puetk': cxltros¿'tlsc en
quiera quo encontramos hombres, Ios encontramos en posesión los términos siguientes: <<La tendencia dcl lrombre a lo tluc c,ott-
de una moral, creyendo en una moral.» El gran servicio prestado cibe como <,bien» no es más que e\ «clccto» conscicnte de la
por el positivismo sería entonces el de haber llamqdo la aten- conexión fisiológica relorzada entre la sitttar;irin cn que se cll-
ción sobre este «hecho moral»; pero el quedarse en él sería su cuentra el sujeto y el buen resullado obtenirlo ¿rnl"criormcnte en
gran limitación. Porque, en efecto, el hecho moral plantea in. una situación análoga.» Evidentementc csta tcoría, ¡rositivista
mediatamente el «problema moral» que los positivistas rehusan más que ¡rositiva-advié¡tase el <rno es nuis c¡tior, es clccir'" el
considerar, pero cuya solución es preciso buscar. prejuicio de recortar, de disminuir la realidad--, cierra delibe'
Estos moralistas tienen raz6n, pero dan al positivismo una radamente el paso de la psicología a la motal, al reducir: óst¿r a
importancia que, desde el punto de vista filosófico, no merece aquélla. Miller y Dollard han dicho que rttocl¡ l¿r socicdatl es
en este punto concreto y, sobre todo, tampoco radicalizan la aprendizaje»; el meliorismo, contrayenclo cl ¡troblcma, ¡;retcttde
cuestión. Partiendo del hecho del comportanliento, es menester que <«toda la moral es aprendizaje». Es curioso qtte Tlrornciike
poner de manifiesto cómo emergen los actos morales en cuanto no,siempre pensó así. Su primera posicitin cra la clc que ia vicla
morales. Para ello empecemos por decir unas palabras sobre la menfal surge precisamente como una .,mctlia[ion» cntl'e el cstí-
psicología del comportamiento, en su forma de behaviorisr-no o mulo y Ia respuesta. Pero después ha querido prescinclir <le la
conductismo. La adopción de este punto de partida científico, mediación y explicar el comportamiento por la <<c«¡nexión direc'
en el sentido restringido de la palabra-estudio <,desde fuera» ta»; o sea a «<to say «no» to ideasr,.
antes que «desde dentro»-comporta la doble utilidad de conectar Ahora bien, el <,reinforcement» es uI)o tle los <'intervctting
la filosofía con la ciencia, salvaguardándola de la especulación, y variables» o variables intermedias. Desechatla la simplista tcoría
de batir al psicologismo conductista actual, partiendo de sus de la contigüidad, es forzoso admitir siem¡rre ulla mediación. Iil
mismos supuestos, y no por virtud de una crítica exterior, fác,il- <<rein{orcement», por otra parte, es varial,lc: puede (:onslitr¡ir
menie espiritualista. un hábito {irme o una mera tendenci¿r; prrcde presentrrse, I)or
EI conductismo 6 no es una teoría unívoca, sino más bien un el contrario, un hábito inhibitorio de {rustración, y un arralisis
método de observación y experimentación científica que admite escrupuloso descubre ciertamente otras v¿rri,rbles intcrmcdias. lin
diferentes interpretaciones de la realidad. La más sencilla y e.ttre- este punto es donde incide una tercera tcorí4, lt cognit,iue t,ltertry
mista de todas es la S¿imulus-respo'nse co,ntiguíly theory, según (G. W. Allport, Goldstein, Tolman, s1c.). r.lrrc, cn lí:rlrtinos sit:rl-
la cual el aprendizaje acontece siempre por conexión directa pre de oi:eracionismo y no de introspccciórl, dicc «tsí>r ¿t las idcas,
6 La bibliografía sobre el conductismo es, naturalmente, numr:rosí- es decir, amplía el concepto de <«intervcnins v¿ttiablcs,,, (lue ilonc
sinra. Pueden verse los Iibros de su fundador, J. B. watson, Irsychology en relación con la «creative instability,,, i¡rcstal.rilitl¿rd (ltrc. al
lrom the standpoint ol a belruuiorist y conductism; los de E. I-. Thorn-
dike, Human Learning y Fundamentals ol learning; C. L. Ilull, princi-
¡troducir Ia ruptura del equilibrio vital, I'ttc,rza a la cottsirtltlc
reestructuración y, mediante la aplicaci,irr tlc cotrccptos (ion1o
ples ol belwuior; E. R. Cuthrie, The psiclrclogy ol learníng; N. E. IVtiller
y J. Dollard, Social learnin,g and behauior; G.
'H.'Mead,
Pérsorua, es¡tírittr,
Ios de <«sign>r y ((Ixeaning», así colno con Il'tr:tlcnciit otrtts ¡ttrl-
y socied,arl, y C. Morris, Slngs, language and, behauior; K. Gold.stein, cedentes del gestaltismo, muestr¿r l¿r ¡ealitl.rcl tlc tttr (,1)urlr).i\ t'
Th,e organism, y Human nature; 'E. C. Tolman, Purposíue behauior in behavior».
animals and men, etc. Se encuentra un buen resl¡men de la situación ac- Perdónese esta rcl¿lción, sin ducl¿i tlcnrrsirrdo surlnriir, dc las
ttral de las posiciones conductisras en el llandbook o! Social Psychology,
eclitado por G. Linzey, vol. I, artículos titulados ustimulus-Response Cón- principales posiciones conductistas, que lro ticnt¡ olro olrjctr) qir{)
tiguity and Reinforcement Theory in Social Psychology,, y
uCognirive servir de introducción y de marco al capítrilo siguiente.
Theoryr, debidos respectivamente a W. W. Lambert y a M. Scheerer.
57

aqui, primariamente, Ia palabra «inteligencia»? Pura y simple'


mente que el hombre, para subsistir biológicamente, necesita
uhacerse cargo» de la situación, habérselas (r:oncepto de «habi'
tud») 3 con |as cosas-y consigo mismo-como «realidad» y no
meramente como estímulos. La inteligencia es, pues, primaria'
mente, versión a la realidad en cuanto realid¿rd a. EI medio animal
cobra, por virtud de ella, el carácter de ,rmundo».
CAPITULO VII
El animal define de antemano, en virtutl de sus estructuras,
el umbral y el dintel de sus estímulos. En el hombre también
LA REALIDAD CONSTITUTIVAMENTE MORAL DEL ocurre esto hasta cierto punto. Pero tanto arluello a que debe
responder-la realidad-como aquello con que debe responder
HOMBRE: MORAL COMO ESTRUCTURA inteligencia-son inespecíficos. ¿Se puede seguir hablando
-la
en él de <<justeza»? El ,hombre tiene que considerar la realidad
Seguiremos en este capítulo las ideas antropológicas de Xavier antes de ejecutar un acto; pero esto significa moverse en la
Zubiri, que nos 'muestra al hombre qua, moralizado, es decir, en «irrealidad». En el animal el ajustamiento se produce de rea-
tanto que rnoral. La realidad moral es constitutivamente humana; lidad a realidad-de estímulo a respuesta-directamente (teoría
no se trata de un «ideal», sino de una necesidad, de una for- de la contíguity más o menos corregida). En el hombre, indirec.
zosidad, exigida por la propia naturaleza, por las propias es- tamente, a través de ia posibilídad y de la lilsertad, que no reposa
tructuras psicobiológicas. Ver surgir la moral desde éstas equi- sobre sí misma, como piensan Heidegger y Sartre 5, sino sobre
valdrá a ver surgir el ho,tnbre desde e;[, animal (naturalmente, no la estructura inconclusa de las tendencias o ureferencias» que
se trata aquí de un surgir gcnético-evolucionista). abren así, exigitivamente, el ámbito de las ,,preferencias». He
Zubiri parte, para su análisis, de la con{rontación entre el aquí la segunda dimensión de esta «situación de libertad»: li-
comportamiento animal y el comportamiento humano. En el bertad no sólo de tener que responder unívocamente, sino tam-
animal, la situación 1 estimulante de un lado y sus propias capa- bién libertad para pre-ferir en vista de algo, convirtiendo así los
cidades biológicas .del otro, determinan unívocamente una res- estímulos en instancias / recursos, es decir, en «posibilidades».
¡ruesta o una serie de respuestas que establecen y restablecen un En una palabra, al animal le está dado el ajustamiento. El hom-
equilibrio dinámico. Los estímulos suscitan respuestas en prin- bre tiene que hace'r ese ajustamíento, tiene que iusturn facere,
cipio perfectamente adecuadas siempre a aquéllos. Huy así un es decir, tiene que jusailicar sus actos.
<<ajustanriento» perfecto, una determinación ad unum entre el La justilicación es, pues, la estructura interna del acto hu-
animal y su medio. ¡\l carácter formal de este ajustamiento le mano. Por eso, en vez de decir que las acciones humanas tienen
llama Zubiri <<justeza». justificación debe decirse que tienen que tenerlai que necesitan
El hombre comparte parcialmente esta condición. Pero el
organismo humano, a fuerza de complicación y formalizaci6n2, 3 Este es el sentido primario del concepto de habitud.'versión a Ia
no puede ya dar, en todos los casos, por sí mismo, respuesta realidad en cuanto tal y respecrus en que ésta qucda al tener el hombre,
adecuada o ajustada, y queda así en suspenso ante los estímuios, a diferencia del animal, esta manera de habérsclas con ella. De este
,<libre-de» ellos (primcra dimensión de la libertad). Las estruc- sentido total y en él pueden distinguirse luego la l¡abitud social o ver-
sión a los otros hombres (sociabilidad) y la habitrrd psicológica y moral
turas somáticas e,xigen así, para la viabilidad de este hiper{or- (los diferentes hábitos que, desde el punto de rista ético, pueden ser
malizaclo ser vivo, la aparición de la inteligencia. ¿Qué significa buenos o malos, virtutles o vicios), que es la mtncra de habérselas el
hombre consigo mismo.
I Según la corrección gestaltista del conductismo, los estímulos no se a Sobre este sentido primario se montan tanto el conccpto «racional»
I)rcsultiln aislaclos, siuo constituyendo una estructura, un «campo» o y abstracto como el concepto psicológico, por ejemplo, el de Claparéde,
o [igu r:a r. según el cual, inteligencia 6s ula manera de ser de los procesos psíqui-
2I',st¿ formalización es externa e interna. La externa o del medio cos adaptados con éxito a las situaciones nuevas».
cs estructuración tie percepciones (formalización figural) y estructuración 5 La libertad, lejos de ser la «despedida de la naturalezar, como
cle rnovirnientos (formalización motriz). I¿ formalización interna es la pensaba Hegel, viene nexigida», según hemos visto, e igual que la in-
del tono vital. teligencia, por la naturaleza misma.
I

IE TI (' 5:)

tenerla para ser verdaderamente humanas; que han de ssr rcali- que ser <<justo>r, es decir, ajustado a la rcalitltrcl, coherente con
zadas por algo, con vistas a algo. Y esto lo mismo en sentido u.".pondiente, a ella. Pero, entiéndasc l;ien, se trata de una
positivo-como buenas-que en sentido negativo-como mal¿rs-.
"U",
priáera áimensión de la «justificaciónr>, iustilicoción co'rno ujus'
Pero que sean justificadas no quiere decir que lo sean totalmente iam,iento. A esta pritnera dimensión la llam¿rremos, con Zubiri,
.--ya dijimos antes que el hombre comparte, hasta cierto punto, moral coffto estructura.
la condición del animal-, porque los resortes que para la eje. 2, La justificación puede tener un segunclo sentido, al que
cución de los actos se ponen en juego penden de las estructuras, apenas ,. hu hecho más que aludir al {ina[ tle nuestra exposi-
y sólo dentro de los límites biológicos dados ha de hacerse justit'icación como'iu,st'icia. Consiste sn rlue el acto se ajtrste,
el trazado del ajustamiento, la justificación. "ión,
,ro yu a lá situación, no ya a la realidad, sino a la norma ética
Pero ¿en qué consiste, más estrictamente, esta justificación? (fin rittimo, ley natural, conciencia moral). t,Justorr ahora Ya no
Hasta ahora hemos visto que existe la justificación, que tiene significa simpÍemente «<ajustado», sino que significa «ltonesto»
que existir y que se encuentra en la línea de las posibilidades. (iecuérdes" qu. para Aristóteles y en cierto moclo tambión para
Empleemos ahora un rodeo verbal. Se dice «pedir cuentas de §anto Tomás la justicia no es una parte de la virtud, sino toda
un acto» (a otro o a sí mismo). ¿Qué es dar cuenta de un acto? la virtud. Es decir, que justicia puede tomrlrse como sinónimo
Dar razónr p€ro no meramente explicativa; dar raz6n de la de honestidad, com o'Ío,cere bonum). A esta 5trguncla climensión
«posibilidad» que he puesto en juego. La realidad no es, dentro la que todavía no hemos hablado porqtte nada tiene que
de cada situación, más que una. Por el contrario, las posibili- -de
ver con Ll principio psicológico, pero de 1a que. naturalmente
dades, como «irreales» que son, son muchas, y entre ellas hay tendremos que hutlur--lu llamaremos, con Zubiri, m,oral como
que pre-ferir. Por tanto, también entre las mismas posibilidades co'ntenído.
hay, a su vez, un ajustamiento propio, una pre'Ierencia. Consi- 3. Los actos del hombre y-lo que nos importa más, coin¡r
guientemente, el problema de la justificación no consiste única- a través del anáIisis de los principios etimológicos y prefilosó'
mente en dar cuenta de la posibilidad que ha entrado én juego, ficos hemos empezado ya a ver y }rabremos de. ver con más
sino también de la pre-ferencia. claridad-, el hombr" *ir*o, en el segundo st:ntido cle las pala-
Pero hay más. Hasta ahora hemos considerad.o las posibilir bras «justificación v «moraL>, ciertamente ltueden s€r justos o
dades como si estuviesen todas indiferentemente delante del hom- injustos, morales e irrmorales, y ltasta si se quiere tal vez amo-
bre. Si así fuese, la justificación pendería, sin más, de la libertad. rales también.
El «porque quiero» sería la última instancia y la única. No ha- 4. Pero en el primer sentido, el hombre en cada uno de
bría previamente «lo preferible». sus actos verdaderamente humanos y, desde luego, en el conjunto
Las cosas no ocurren de ese modo. El ámbito de «lo posible» de su vida no tiene más remedio que ser «jttsto» o ajustado a la
((con-
se abre por las tendencias (que en sí mismas no tienen <<justi. realidad. En el análisis prefilosó{ico vimos que e-l hombre
ficación») en tanto que inconclusas. La p're-ferencía pende, pues' duce» su vida y que a su modo de condr¡cirla lc llamamos ((con-

de las lerencías o tendencias previas. Las ferencias hacen, ittexo' ducta». Ahora'hemos visto que tiene que hacerlo ásí porque su
rablemente, preferir. vida no está predeterminada por sus estructt¡t'as psicobiolílgicas,
Pero ¿qué es lo que nos hace preferir? La bondad misma como en el áaso del animal. AI revés, í:stas ]e cxigen que sca
de la realidad. En tanto en cuanto el hombre prefiere la realidad libre. El hombre es necesariamente--con necesidad exigida por
buena, queda justi{icado. Así se abre un nuevo ámbito, el de la su natural eza, al precio de su viabilidad-libr,:. Por eso ha podido
realidad buena. escribir Ortega que somos «a Ia fuerza lilrres>r, 1 éste cs el
Antes de seguir adelante r,esumamos en unos pocos puntos sentido justoáe h conocida sentencia de Sartre: «Estamos con-
el resultado de nuestra investigación hasta el momento presente. denados a ser libres.» fin lo que se reliere a esta prirneril dimen-
1. Hemos analizado una estructura radical del comporta- sión de la moral, carecen por tanto de sentirio, referidas al hom-
miento humano, que es la del ajustamiento del acto a la situa- bre, las expresiones uinmóralidad» o «amorilliclad»: el hoinbre
6.
ción. Al animal este ajustamiento le viene dado. El hombre tiene es constitutivamente moral
que hacerlo por sí mismo: por eso en su caso lo hemos llamado o Recientemente se han produci«io en Francia dos relatos, literaria'
«justificación». Todo acto para ser verdaderamente humano tiene mente de valor, y que cito a 1ítulo de curiosidad, cn contra de esta con-
I l:) os ÉTrcos (: AI

la disposición para hacer este «ajustamiento»


er-'',bargo, incluyen, en su entidad natural, la especi{icación moral» 1. Perq
- !i"
de la moral como sin embargo, es preciso añadir que, para los escolásticos, este
,estructura puéde ser, según el estado psico-
somático ,en que el sujeto se encuentre, se ún su tono ,it"1 o primer plano moral de la moralitas ín genere envuelve siempre
temple (determinado por la salud o enfermedad, por «buena
'défi"iente.
la especificación en bondad o malicia mc¡ral. La razón de esto
forma» o por fatiga) mayor o menor, suficiente o Es es que entienden inmediatamente por mol'¿rl Ia moralidad o la
entonces cuando se habla de <«moral elevadá» o bien de encon- mensurabilidad de los actos humanos por Ia regula' tnorum.
tra.se «hajo de moral¡r, «desmoralizado», expresiones que, como Por otra parte, y conro se sabe, Santo I'omás puso el mayor
se recordará, aparecieron ya en el análisis prefilosófióo. Ahora interés filosófico en mostrar la estrech¿r vinculación entre la
se ve que estas expresiones tienen que uer ( ¡claro que tienen inteligencia y la libertad. Recuérdese aqucl conocido texto suyo:
que ver ! ) con la moral, pero precisamente en el p,lano dt la nroral «Radix ribertatis est volun.as sicut subicctum; .ser sicut causa
como estructura. est ratio; ex hoc enim voluntas libere potest ad diversa ferri,
5. De las dos dimensiones de la moral, la moral como con- quia ratio potest habere diversas conce¡rtiones boni» s. E{ecti-
tenido se monta necesariamente sobre la moral como estructura vamente, la libertad para preferir esta o la otra posibilidad pro-
y .o puede darse sin ella. Precisamente porque al hombre no 'cede de que la inteligencia como versión a la realidad concibe
le es dado por naturaleza el ajustamiento a la realidad, sino o proyecta las diversas posibilidades de salida de la situación
que tiene que hacerlo por sí mismo, cobra sentido demandarle actual. Pero ¿cómo ha podido surgir una situación que*como
que 1o haga, no arbitraria o subjetivamente, sino conforme a contraste con todas las situaciones animales-no está, en su fu-
determinadas normas, conforme a determinados sistemas de pre- turo inmediato, unívocamente determina.da por sus condiciones
ferencias. estimulantes, sino que admite desenlaces diversos? Porque eI
Expuesta ya nuestra manera de entender la articulación de la hombre, previamente a la inteligencia (naturalmente se trata
Antropología y Ia Etica, es decir, lo que los escolásticos llaman aquí de un prlas abstracto y meramente lógico; no entramos en
«subalternación» de la Etica a Ia Psicólogía, debemos hacer una el problema genético), h, quedado, a di{erencia del animal, en
rápida re{erencia a otras concepciones éticas que llegan a resul- suspenso ante los estímulos, libre-de ellos. En rigor se trata, pues,
tados más o menos próximos. como se ve, de una estructura a la vez compleja y unitaria.
La distinció, entre la moral como estructura v la moral como Por lo demás, la afirmación de Aristóteles y de la Escolástica
contenido es en cierto modo homóloga a la tlistinción escolástica, de que el hombre en cuanto tal se comporta siempre sub ratione
en la que- insisten mucho los grandes jesuitas españoles, entre ei boní, lo que no significa que su comportamiento sea siempre
ser moral en común y su especificación en bueno y malo. Hay moralmente bueno, supone implícitamente la distinción entre
una m.oralitas ín genere, una razón moral .r, .o*ún , un grnu, moral como estructura y moral corno contenido. El hombre se
¡nsvi5-¿¡ contraste con el genus nlllty¿¿-del que el ho]rnbre conduce siempre conforme a lo que le parece «mejorr» i pero
no puede evadirse por inmoral que sea. También para estos el «bien» de este «mejor» puede ser no el bonum, moral, sino
pensadores el ser hu.mano^es- siempre, quiera o no, moial, puesto el bonum commu¡titer suntpturn.
que es racionai y libre. sólo los animales o los hombres com- Desde supuestos completamente diferc.ntes, un filósofo mo-
pletamente idiotas pueden ser in-morales (mejor a-morales). El derno, Benedetto Croce, ha llegado a resultados no lejanos de
modo ínho'nesturyd" ser-es ya un modo *oroi de ser. (La pala- éstos. Benedetto Croce 10 distinguc dos grados de la vida prác-
bra rnas, como la castellana «costumbre», es genérica y vale tica: el primero consiste en la actividad econónúca; el segundo,
tanto para los buenos como para los malos hábitos.) pár eso que implica el anterior, consiste en la activid ad n¿oral. Querer
justarnente pudo Suárez decir que ulos actos de la voluntad económicamente es querer un {in. Querer moralmente es querer

cepción: L'-Etranger, de camus, y El mirón_ de Robbe-Grillet. Los pro- 7 De bonítate et malitia dct,uunl humaruorunr, s. 3, n. 20.
tagonistas de una-y otra se ven cond,ucidos a los actos que respectivalnen- B O dicho con más rigor, casi siempre. Hrry que exceptuar el caso
te ejecutan, en el primer- caso, por la conspiración de -las circunstancias de los filósofos que admiten la realitlad de actos moralmente indiferentes
y el temperamento; en el segundo, por el utirón, subconscienta d" ,rno" in indiuiduo.
cuantos objetos que parecen orgsnizarse, eilos solos, en una constelación s s. Th., I-II, 17, l, ad 2.
o «astructura» determinante del comportamiento. 10 Cfr. Filosolia della prattica: Economica ed Etíca.
IE os ÉTI os
un fin racional como universal. Pero quien ot¡ra moralmente mo término, las ideas de Nicolai Hartmann v de Ilcné Le Senne.
tiene que hacerlo también económicamente, pues ¿cómo querer EI primero distingue la r,fue rzall) y _la.,.alittrar,. I.,os principios
algo cómo universal si no lo quiere al propio tiempo como fin más elevados dependen de los más bajos y sacnn str {trerza de
particular? Pero, en cambio, la proposición recíproca no es ellos («principio-de la fuerzar>); pero al lrri:¡tno ticmpo los con-
verdadera, como lo prueban-continíra Croce-los ejemplos de forman-(«le¡ de la materia»), y, pese a -.u rlei;endencia, son
Ia.
un lvlaquiavelo, de un César Borgia, del Yago de Shakespeare. libres frente'a ellos (uprincipio de la libt'r't¿rd,r) Dc aqtrí la
Aun cuando bajo la influencia de la teoría utilitarista de la «doble {az» de la moral, negativa 1, ptisitiva. clc autti-tlominio
Etica se ve claramente que lo que Croce quiere decir aquí co- y de despliegue, de fuerza y de espiritualidld. Lo ¡rositivo de la
rresponde con lo arriba dicho. Esta distinción de Croce ha sido áportación de Hartmann consiste, descle ntrestrrl prtnlo tlc vista,
recogida posteriormente por W. G. De Burghr Que establece dos entrevisión de que la libertad no lcpos¿l sobrc ''í misura,
séntidos de ríght: I) lo que ha de hacerse, es decir, lo requerido
"n.u
sino que se levanta sobre las estructuras ¡rsit:oliolírgicas.
por un eficiente tratamiento de la situación, y 2) lo que debe Ráné Le Senne, prolongando esta línt:a de pcnsarniento y
ser hecho, esto es, lo exigido por la ley moral dentro de esa fundiendo la u{uerza)) con Ia antigua virtutl tle l¿r <rfortalezar>
misma situación. Es el doble sentido de laciendum' como must bajo el nombre de co'urage, encuentra cn t'rslc, uolt sp tlqble di-
y como ought. Ambos consisten €rI urr ajustamiento práctico mensión, puramente psíquica y, a la v9z ytl- ntoral, el ¡ruente_que
(adjustent'ent)-ajustamiento a la particular situación de {acto comunica la psicologíu .on la ética. El v¿rl,lr lnor¿tl o virturl no
o ajustamiento a un general pcitt,ern ot' beluvíour*, y el pri- sería sino /á courage du bien.. «c,'est la nrission du coul'age
mero es previo al segundo 11. Antes que De Burgh ha aplicado d'accoucher le bien.» La fortaleza o courug,e., al vctlcct el obs-
a la Etica el concepto de ajustamiento o, como él dice, de fit' tááulo, abre el ámbito de Ia vida mot'al. ,,C'cst un obstacle de
tingness, el filósofo también inglés C. D. Broad 12. I'existence {ui, en provoquant une réaction d'approbtrtio-n de
La vía de la estratificación-tan frecuentada hoy por psicó- l,un ou l,auire signé, change cle psycholo¡rique ctr moral le ca-
15. Esto aconttlcc porqtle favorecer
logos, caracterólogos y psicoanalistas-consiste, como su nombre ractére du facteurlconsideré,r
Io indica, en distinguir en el hombre distintos niveles o estra- o contrariar un dinamismo psíquico cualtluiera cquivaldría. a
tos, y procede, en definitiva, de Platón. El nivel inferior, de natu- Io menos implícitamente, a aprobarlo o desaprobarlo, es decir,
raleza biológica, es el de los impulsos o apetitos (la epít'hymín a calificarlo moralmente.
platónica) y reconoce por principio fundamental el piacer. Sobre Como Se ve, ei'r Le Senne hay un intr:nto de tr¿rscender Ia
él se extiende el estrato del thymos, el de la fuerza (andreía) y teoría de la estrati{icación abriendo, desdc la psicología, el ám-
la grandeza del alma (megalop'sykhíe),' y, en {in, por encima bito de la moral, sin caer, como los psict,logistas, en la con{u- 16:
de ambos se alza el nivel del es¡:íritu 13. El tercer estrato provee sión de ambas es{eras. Véase, por ejemplo, el siguiente ¡rasajc
de sentido a los dos primeros; pero a su vez, se alimenta de «La primera prueba de la irrecusabilid¿r,l de l¿r moral es su
ellos. Los estratos inferiores son, de este modo, sobre todo el irrdirp"rr.ubilidad vital. En el seno de una t;onl.radicción {ue Ir{r5
segundo, irnportantes factoles de la vida ética (sentido ético de desgárra o al pie de un obstáculo que nos _.clcticne, lo clue n<l
Ias «pasionesr>, etc.). Ei error de esta hipótesis es de princ;pio podemos no pieguntarnos es: ¿Q^ué hac,:r'/>r N,l «lbstantc, es
al hacer incomprensible la unidad radical del hombre. manifiesta Ia insuficiencia de su esfuerzo.
A la teoría de los estratos pueden también reducirse, en últi- Nlerleau-Ponty, igual que Zubiri, so ¿lpuya cotrstrttienrcnte
en la biología y en Ia psicología. Par¿r su iilosoiar pitrte, colllo
11 Cfr. From Morality to Religion, Londres, 1938, págs. 45-8, 6I-4 él mismo dlce, udc,scle abaio», ) se v¿rle rlc la idc¿r rlc <<estruc-
v 97.
tz tura», de una fecurrdidad apenas enlrevisla. Ilero su itlealisrno
Cfr. Fiue types of ethical theory, Londres, 1930, págs. 2lB-223 r?
y 764-5. También conviene hacer constar, aunque sea en nota, gue ¿lgu-
dialéctico y una idea totalmente insuficicntc dc i¿r «intcligencia,,
nos pensadores, como, por ejcmplo, el norteamericano Ch. L. §tevcnson, le impiclen desembocar, al estudiar la «esttt¡ctura dcl cotnltorta-
tienden a tomar como punto de partida para la investigación ética, un
amplio sentido de la palabra «moral, que abarque todo «serious question- 14 Eúík, 595 ss.
ning of aims or conduct» (cfr. Ethics and Language, Yale University 15 Traité de Morale Cénéral,e, 53I, 704, 708, 325 y 316'
Press, 1944, pág. 16). 10 Ob. cit., 24.
13 Cfr., por ejemplo, la Introd,ucción a la Etica, de Hermann Nohl. 1[ La structure du comporlement, págs. 126'I3t].
!

/E ,I' LI TI t: (l

miento>r, en una constatación de la forzosidad del comportamiento psicología y aun en la biología, lo que no significa' es clar-o,
20,
moral humano. En todo el libro apenas se encuentra una alusión qu" ,,toáu *or"l sea de esencialiológica», como -oBinó Bergson
a la conducta libre del hombre frente al encauzamiento del ,ri uun tomando este último término, como él lo hacía, en el
animal forzado por el a priorí de la especie. Todas las investiga- más amplio v contundente sentido. Sino que no se trata de nin'
ciones semejantes a Ia de Merleau-Ponty, bien sigan la orienta- gún ureino áe"lr, y que la ética constituye -un capítulo esencial
ción del beliaviorismo, bien la de la Gesta'lttheorie, y por más que áe la antropología o idea unitaria del honrbre.
intenten trascender los resultados de aquéllas, se muestran impo- Decíamós al principio que las especulaciones usuales en torno
tentes pala lograr, desde la psicología, el acceso a la es{era al método de la^ Etica sueien re{erirse a la cuestión de si es la
moral 18. Etica una ciencia especulativa o una ciencia práctica. Vamos
Llegarnos, en fin, para cerrar esta serie de confrontaciones, nosotros ahora a ehondar libremente en ella, a la manera como
a la rnás importante de todas. Corno se sabe, Ia vida humana lo acabamos de hacer en la usubalternación, de la Eqica 21.
consiste, para Ortega, fundamentalmente, en tarea o quehacer. La doctrina recibida y más comúnmente aceptada a{irma que
Dentro de este marco general se ha referido en diversas ocasiones la Etica no es, en rigor, ni una ciencia especulativa pura ni una
a lo moral, aun cuando nunca con el detenimiento que hubiéra- ciencia práctica pura, sino una ciencia especulativa, sí, pero
mos deseado. Creo que, en toda su obra, el pasaje más decisivo circa opérabilia, una ciencia late práctica o una ciencia «especu-
desde nuestro punto de vista es el siguiente: lativamente práctica». Práctica porque busca el cognoscere coma
fundamento del dirigere. Especulativamente, polque, a diferen'
uMe irrita este vocablor <trr.lor&l». Me irrita porque en su uso y cia de la dirección espiritual y de la prudcncia, no se propone
abuso traclicionales se entiende por moral no sé qué añadido de or-
n¿lnlento puesto a la vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por inmediatamente dirigir, sino conocer. Es una ciencia directiva
eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, del obrar humano, pero solamente en cuanto a los principios
no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que generales. No se propone decir a cada cual lo que ha de hacer
adquiere cuando de alguien se dice que está desmoralizado. Enton- u omitir.
ces se advierte que la moral no es una perlormance suplementaria
y lujosa que el hombre añade a su ser para obiener un premio, Esta es, expresada muy someramente, la doctrina tradicic'nal'
sino que es el ser mismo del hombre cuando está en propio qui- A los efectos que ahora nos importan, también la de Kant. Es
cio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un verdad que la Etica formal kantiana no enuncia lo gue se_ ha
honlbre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de de hacer, sino cómo se ha de hacer. Pero, en definitiva, no deja
su radical autenticidad y por ello no vive su vida, y por ello por ello de ser ciencia directiva, directiva de nuestra intención.
no crea, ni fecunda, ni hinche su destino» 19.
Sin embargo, la afirmación de que la Etica es -especulativamento
EI hecho de que este texto no tome como punto de partida práctica, o sea que tiene una dimensión especulativa y otra Prác-
Ia psicología positiva no le priva de su valor capital, sobre el iica, prede entánderse en otro sentido, que es, justamente, eI
cual únicamente habría que hacer un par de ¡eservas. La pri- sentido en que la vamos a tomar aquí.
mela, porque en él no aparece claro que el concepto de udes- Tengamos presente, en efecto, la {undamental distinción entrg
moralización» no es sino un concepto límite: un hombre total- le maral como estructura (que el hombre ha de hacer) y la moratr
mente desmoralizado dejaría absolutamente de comportarse como conlo conftnido (lo que el hombre ha de hacer). La realidad
hombre. En segundo lugar, parece-pero antes de hacer una humana, decíamos, es constitutivamente mgral, el genus maris
afirmación rotuncla sería menester estudiar seriamente la ética comprende lo mismo los comportamientos Jtonestos que los lla-
orteguiana, tarea que está por cumplir-que el alumbramiento madbs impropiamente «inmorales». La mor¿rl es, pues, una es'
de la dimensión que hemos llamaclo <<moral como estructura» tructura o un conjunto de estructuras que pueden y deben ser
se hace a expens¿rs de la «moral como conteni{.o». En cuaiquier analizadas de modo puramente teorético. No se trata simp'lemente
caso, Ortega ha visto bien que la vida humana, antes de ser de que sea posible una psicología de la moralidad y ni siquiera
honesta o irrhonesta, es moral. La ética se halla anclada en la
20 Ob. cit., pág. 103.
18 Cfr. a guisa de ejemplo el libro de J. Nuttin, Táche, réussite et 2t Se refunáeñ ¿ continuación las primeras páginas del articulo ula
échec. I'lrcorie de la conduite humnine. enseñanza de Ia Etica», ¡:ublicado en Ia Reuista eLe Educación, n(tm- 26,
rs «Por qué he escrito El hombre ala defensiua», en O C., t.IV, i2. diciembre 1954.
I

,1,
IE U 7'ICO ('

de una fenomenología de la conciencia moral. No. Es que Ia se- tikós. La iilosolía actual ha ahondado en esta antigua idea, radi-
gunda dimensión, moral como contenido, moral norma.tiva, tiene calizándola al caer por su base el ideal de la arutárkeia. Iln primer
que montarse necesariamente sobre la primeru, según hemos lugar, el hombre filosofa para huir del no-s¿lbcr-Drd 'r.j areú-,e.v
visto ya. tr¡v cÍlvorav Égt).oorjg/¡oa'r22-. Por tzrnto, en el rnejor de los casos,
La Etica en esta primera dimensión, la Etica como antropo- alcanzaría la autosr¡ficiencia a través de la {ilosr[ía, ¡rero ésta
logía o, según la terminología escolástica, la Etica como sub- sería siempre práctica en su origen: naci,l¿r p¿lra s¿rc¿lr al honr-
alternada a la psicología, es puramente teorética, se limita a bre de la indigencia, para ayudarle a sobrellcvar su encadcn¿r-
estudiar unas estructuras humanas. Pero la Etica no puede ser miento a la naturaleza23. Así, pues, tambií:rr Arist<iteles habrÍa
sólo eso, so pena de quedarnos en un puro «formalismo», del podido hacer suya esta frase de Nicolai Hartrnann: <,l)er Mencsch
que, como veremos a su tiempo, la ética existencia'l está muy ist in erster Linie praktisch, in zweiter erst theor.etisch» 31.'I'oda
cerca. La «forma» ética está siempre demandando un «conte- teoría envuelve una toma de posición y estti sustcntada lror un
nido» con el que llenarse. ¿De dónde procede ese.contenido? éthos y, recíprocamente, a través de la ocupación teorétic:r se
De la «idea del hombre» vigente en cada época. Pero esta idea define y traza una personalidad. Como lr¿r escritcl José Gaos,
del hombre se nutre de elementos religiosos y de «inclinaciones» «también con el hacer teo¡Ía se hace el hornlrre a sí misnrr¡. Cuan-
¡st¡¡¿lss-]igación a la felicidad, ob-ligación a la ley moral na- to hacemos los hombres, sin exceptua¡ las teorías, cs ¡lriictica, es
tural, etc.-, así como de otros condicionamientos situacionales hacerse a sí mismo... ; err esto radica el famoso conrprometelse
e históricos. Esta es la «materia» moral. Ahora bien: esta ma- y la famosa responsabrlidad del filósofo, que so¡¿ Ia confecció¡r
teria, para ser tomada en consideración por la ciencia ética, ha existencial misma de la esencia de uno u .tro hombre-c«¡n{cc-
de ser justificada metafísicamente (subordinación de la Etica a ci6n ética porque la esencia en confección cs un eiltos» 2s. (Parar
la Ontolo gía y a la Teología natural) y además ha de esclare- poder aceptar estas expresiones en su sentido l'ecto es ntcnester
cerse con precisión la relación entre la moral y la religión. es tener presente la'distinción de Zubiri entre c¡usí.a o csenciu .,subs-
decir, la necesaria abertura de la moral a Ia religión. En esta tante» y or,tsía o esencia «supelstante».) Per, loda tlrcctría ademírs
doble y articulada dimensión de la moral es en la que nosotros de ser práais es_ a la vez poiesís, al menos irrcoactivame.te , ¡ror-
reparamos para asumir aquella doble caracterización de la Etica eue, como también ha hecho ver Zubiri, cl saber im¡rlici el
como especulativamente práctica. La Escolástica ha descuidado <«penetrar», «registrar» e «intervenir», y hay, I)ot tnnto, ul)a
a veces el aspecto estructural. El psicologismo y el sociologismo, unidad interna entre saber y modificar. ['or todo ello, podría
por el contrario, han querido hacer de ella una ciencia pura- tener tal vez razón Marx en su crítica a los Iillsofos-,,los {iló-
mente explicativa o descriptiva, tratando de «reducirla» a la psi- sofos no han hecho más que interpretar cl mundo, pero I¿r
cología o de rebajarla a mera «science des moeurs». De este modo cuestión es cambiarlo,r-, refericla a tales o cuales filósofós, pero
han desorbitado la «subalternación» (a la psicología y a la socio- no, de ningún rnodo, si pretcnde alcanz¿rr a la actitud {ilosófica
logía), dando de lado la «subordinación» (a la metafísica), lo en su ¡rleno sentido, {ilosofía c(}nro ética también--
-filosofía
en cuanto tal. La filoso{ía, en su vertiente ótica, rc;rliza la.-sí¡r-
que la ética tiene de rnomento activo de la metafísica, de hacer
que sea plenamente Io que es. En este sentido, la ética de Aris- tesis de conocimiento y existencia, r.iencle constitr¡l.ivarncnt<l ¿l
tóteles señala el equilibrio, no estático, sino dinámico, logrado la realización.
a través de tensiones internas, entre el punto de vista heredado Hasta ahora hemos consielerado la ¡rrcfurc.ci¿r conro cl acto
de Platón-«si de los jueces a la meta o al revés»-y el hallazgo de preferir que pone en juego el sujeto l)arir ¿rjustar. su coml)or-
propio de Aristóteles; el primado de la,,subordinaciónr¡ o el de tamiento a la situación en que se encucntr'¿1. I'ero la prclcrcircia
la «subalternación¡r. Lo nuevo de Aristóteles es la orientación puede ser considerada tarnbién err la olr¿r vcrtiente suv¿r corno
de la ética a la experiencia, la psicología y la caracterología, y realización de una posibilidacl. La posibilirlatl prcferirla rlueda,
el descubrimiento de un grado distinto y propio de akríbe'ia. en e{ecto, realizada. Pero realizada ¿dónclc'i Qrrerla realizar-la,
Por otra parte, la separación de theoría y práais es artifi- 22 IVIet., 982 b, 19 ss.
ciosa. En el pensamiento de. Aristóteles la theo'ría era la forma :: Irf^:Z!Il.1ap i¡ 1',tttc Doú),1 tLilr r).'/)gi;;:r, v é:r,, ( lllcL.,9t]2 b, 29).
suprema dela p,ráxis, y justamente por eso tiene sentido que para 24 Ethik,
25 En brno a la t. II, págs.42
él la forma suprema de éthos sea la alcanzada en el bíos theo're- liLosolía mexicana, ss.
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por supuesto, en la realidad exterior a mí, en el mundo. (E* bierto etimológicamente y sobre el que habremos de volver una
lo que mi acción tiene de poíesis o lacere.) Si mato a un hom- y otra vez.
bre, por ejemplo, el resultado de mi acción es, en el mundo, la En este sentido, los libros más profundos de moral que se
sustitución de un ser humano por un cadáver. Pero el resultado han escrito, porque apuntan directamente al concepto central,
en mí mismo es que la posibilidad que yo tenía de ser homi. son los que, tal el de Teofrasto, han llevado el título de Los
cida me la he convertido en realidad, o lo que es igual, la he caracteres. Pero hay que tener presentes dos observaciones: en
incorporado a mi realidad: desde ese momento yo soy un homi- primer lugar, que debe distinguirse cuidadosamente el «carácter»
cida. Pero este «ajustamiento» y la consiguiente apropiación es en nuestro sentidor eu€ es una realidad moral, del «tempera-
claro que ocurre, no una vez, sino constantemente a lo largo de mento», que es una realidad biopsíquica. Y en segundo lugar,
la vida; y a este inexorable hacer la propia vida a través de que, como ha dicho muy bien Ortega 26, el libro de Teofrasto-y
cada uno cle sus actos y a la consiguiente inscripción de ese sus semejantes-nos dan «unos cuantos esquemas de estructuras
hacer, por medio de hábitos y carácter, en nuestra naturaleza, humanas, figuras típicas a cada una de las cuales pertenecen
es a lo que llamamos moral como estructura. muchos individuos humanos». En cambio, el éthos es estricta-
Si, según hemos visto a Io largo del presente capítulo, el mente individual.
hombre es constitutivamente moral por cuanto que tiene que
conclucir por sí mismo su vida, la moral, en un sentido primario,
consistirá en la manera cómo la conduzca, es decir, en las posi-
bilidades de sí mismo que haya preferido. La moral consiste no
sólo en el ir haciendo mi vida, sino también-y ésta es la ver'
tiente que ahora estamos examinando-en la vida tal como queda
hecha: en la incorporación o apropiación de las posibilidades
realizaclas. La tnorai resulta ser así algo lísicam.ertte real o, como
decía Aristóteles, una segtrnda na'turaleza. Tal es eI sentido fuerte,
el sentido pleno de los vocablos que clásicamente ha empleado
Ia Etica : éthos, mos, héxis, habítus y habituds', av€tét uirtus,
uitiutn (Zubiri suele aconsejar, para que se comprenda bien la
«realidad» del vicio, eüe se piense en la acepción de esta palabra
en expresiones tales como, por ejemplo, «el vicio que ha cogido
esta puerta»).
Ahora bien: esta apropiación real de posibilidades, buenas
o malas, va conformando en una «segunda naturaleza» mi perso-
nalidad. O, como decía Zubiri, al apropiarme mis posibilidades
constituyo con ello mi habitud en orden a mi autodefinición, a
la de{inición de mi personalidad. Sobre mi «realidad por natu-
raleza» se va montando una «realidad por apropiación», una
«realidad por segunda naturaleza» que, inseparablemente unida a
aquélla, la conforma y cualifica según un sentido moral. Mi rea-
lidad natural es mi propia realidad, en tanto que recibida; mi
realidad moral es mi propia realidad, en tanto que apropiada.
Porciue al realizar cada uno de mis actos voy realizando en mí
rnisrno mi étho's, carácter o personalidad moral. He aquí, pues,
cómo volvemos a encontrar un concepto, central para la Etica,
aunque pocas vec€s se haya visto así, que ya habíamos descu- 26 El hombre y la gente, págs. ltlS ó.
I

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(' 7t

dejo de estudiar un día y otro, contraigo el hábito de la pereza,


hábito que determinará, o al menos condicionará, mi carácter.
¿Qué quiere decir todo esto? Que la moral, que emerge do
Ia psicología como «justificación» y «preferencia», vuelve a ella
como «hábito» y «carácter». O sea que no sólo los actos, sino
también los hábitos v el carácter morales ¡ur:den ser estudiados
como tales actos, hábitos y carácter morales. psicológicamente. Se
constituyen así como disciplinas científicas la Psicología de la
CAPITULO VIII
moralidad y la Caracterología r. Y la pregunta u la que trata de
contestar el presente capítulo es ésta: ¿Qué valor pueden tener
PSTCOTOGIA DE tA MORALIDAD estas investigaciones para la Etica?
Prima lacíe ya parece que este valor ha de ser grancle. Pen-
Hemos visto en el capítulo anterior que la moral emerge de semos, por ejemplo, en las siguientes palabras clel caracterólogo
la psicología, pero no es reductible a psicología. Los ingleses Wellek 2: «El «,carácter» en el sentido psicológico, del que trata
intentaron esta reducción «explicando» su génesis mediante el la Caracterología, es, en sí, estrictarnente, el mismo ¿l que se
recurso al espectador desinteresado y eue, por tanto, puede juz- refiere el concepto ético de carácter. La diferencia no está en
gar sin egoísmo, mediante la utilidad y la costumbre, esto es, el objeto, sino simplemente en el modo y mátodo de su conside-
recurriendo, como dice Nietzsche, a «la partie honteuse» de ración.» Pero conviene que fijemos este valor con una cierta
nuestro mundo interior, a lo que hay en nosotros de «<Gründlich- precisión.
Stupidem». Y posteriormente han intentado cosa semejante los La Etica se vale no solamente de esas riisciplinas científicas
conductistas norteamericanos. También el propio Nietzsche se ya mencionadas, sino también de las obsen,aciones de los «mo-
ha esforzado en Zur Genealngíe der Moral para «deducir» psi- ralistas» y de la literatura en general, especialmente la novela y
cológicamente la moral vigente desde una moral del puro thyrnos. el teatro, l) como Cescripción d" Ju realidad moral sobre la
Pero con ello queda dicho que no hay aquí, en rigor, un intento cual ha de operar la Etica, y 2) como descubrimiento empír'ico
psicologista, sino la descripción psicológica del tránsito de una de los fines del hombre y en particular de los auténticos «{ines
moral a otra. Pues, como reconoce el mismo Nieztsche, «Jenseits operantis». Examinemos a continuación uno y otro empleo con
von Gut und Bdse» no quiere decir, de ninguna manera, «Jenseits algún detenimiento.
von Gut und Schlecht». Los tratados de Etica, incluso los mejores, suelen presentarse
Hemos mostrado que la moral emerge de la p,sicología y que cerrados sobre sí mismos .I-a ethica docens aparece en ellos vuelta
este emerger acontece en dos momentos: el acto, cada acto en de espaldas a la ethíca utens. ¿Cómo juzgar esta extraña in-
cuanto tal, con el peculiar ajustamiento a la realidad que en comunicación? La distancia €ntre la moral vivida o moralidad
él se lleva a cabo, y la apropiación de la posibilidad que, me- real y laética sistemática es injustificable. Los profesorqs de
diante el acto en cuestión, tiene lugar. ética olvidan con demasiada frecuencia que la ética no crea su
EI acto se cumple y pasa. Si, continuando con el ejemplo objeto, sino que se limita a reflexionar sobrc: é1. Toda moral,
del capítulo anterior, yo mato a un hombre, Ie mato de una vez, también la moral verdadera, se ha manifesta tfo en la vida, en
no le estoy matando siempre; le historia de mi homicidio tiene la experiencia, en la historia, en la religión, en. la Ilevelación.
un comienzo y una terminación. Pero ¿de verdad tiene una Por eso el método de la Etica tiene que scr Ia epagogé, en el
terminación? Si en vez de considerar el acto recortado considero
ahora la posibilidad que he realizado, hay que contestar negati- I La psicología puede ponerse al servicio de la rnoral en cuanto psico-
vamente. Soy ya, de una vez para siempre, homicida. Incluso logia aplicada a aprovcchar, encauzar, rcforzar y arraigar las t:nergías
psíquicas para la adquisición de hábitos Inorales y lir {orjir «lel car¿i<;ter.
aunque me arrepienta, mi acción se conservará siempre bajo la Cfr. sobre esto Bain, On t.he st.utly ol character y Menf.al and moral
forma de «haber matado». science, y W. James, Text-Boolc ol psycltologt. cayrítulo sobre cl hábito.
Esto aun en el caso de un acto único. Pensemos ahora, por Y antes, naturalmente, San Ignacio y la escucla ignur:iana dt: formaciti¡
ejemplo, en el repetido descuido de preparar las lecciones. Si del carácter.
2 Die Pol.ariüit ím, Aulbau des Charakters, 1ság. 279.
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7:¿ IE TTI CO

serrtido primario e intraducible de esta palabra. Esta separación Después, durante largos sigl<-rs, se pierde el interés, y, consi'
de la realidad se echa sobre todo de ver en los libros de historia guientemente, el sentido psicológico y caracterológico. Pero en
de Ia Etica. ¿Se puede estudiar la historia de la Etica prescin- L fa"a Moderna se produce toda una brillante serie de moralis-
diendo de la historia de la moral? Sin embargo, esto es lo que tas que nos van describiendo los caracteres, virtudes y vicios
se acostumbra a hacer. Y no sólo por lo que se re{iere a las (más éstos que aquéllas) de la época. Empieza Montaigng por
morales orientales. Dentro ya del cristianismo, ¿qué tratado de pintarnos, introspectivamente, su propio carácter.- Pascal nos
Etica considera su{icientemente la actitud de Lutero frente a la ira descrito de máno maestra el del hombre de la diversión. La
moral, la revolución moral a la que ha dado lugar el calvinismo, Bruyére, con su actitud det:achée, objetiva. que no se propone
la moral del hidalgo, la del honnéte ho'mme, la del gentle'man, directamente cómo se ha de vivir, nos ha dado, a su
".r..ñr.
manera, un anticipo de Io que, andando el tiempo, había de ser
la del citoyen, la del «caballero cristiano»? ¿Se estudian en los
libros de Etica, como debieran, las máximas y reflexiones sobre la moral como pura observación y descripción, la scíence des
moral viva de los escritores moralistas, un Quevedo, un Gracián, m,oeLlrs) y por otra parte, ha trazaáo muchos caracteres, a algu'
un La Bruyére, un La Rochefoucauld, etc.? René Le Senne ha no de los cuales, que parece consistir en no tener ninguno,
"f
querido trazar en su Traité de Morale générale, para dar plasti- el de quien se cansa de unos mismos vicios y virtudes y se diría
cidad a la ética: psrd presentar, junto a las doctrinas, los «mo- que hásta de ser él mismo, ya hemos hecho referencia. Gracián,
delos morales», una serie de Portraits moraux. Ahora bien: hry qu. r. de un enorme interés desde este punto-de vista, ha trazado
que decir que el laudable intento ha quedadoe en su realización, los caracteres del «héroe» y el «discreto, barrocos, y- nos ha
completamente {rustrado: ni es un estudio serio sobre modos presentado con sin igual vivacidad la deformación moderna de
Ce vida moral, ni tiene cualidades artísticas como para constituir ia virtud de ]a prudencia. Tras é1, y sin duda influido -por il, .L"
una «galería de retratos» de los distintos tipos de éthos. Nuestro Roche{oucauld,' con su desenmascaramientg sistemático de las
libro ^El pro'testanüsmo, y la manal, y en parte también Catoli virtudes como vicios disfrazados, el descubrimiento del vicio
cismo y protestantísmo conxo lormas de' exíst¿ncía', han sido ins- como ingrediente, cuando menos, en la composición de las virtu'
pirados por la conciencia de ese vacío, de esa distancia entre des y, fin, Ia descripción de un «arte de vivir» o moral mun'
la moral y la ética. En la parte final del primero de esos dos "ñ
dana. Rousseau nos pintó el carácter delicuescente, prerromántico,
libros y en el artículo «I"a actitud ética y Ia actitud religiosa», del hombre traído y ll"rado por sus sentimientos. En las obras
hemos subrayado la importancia que para la moral-y, por de Voltaire y Kant aparece el carácter, esencialmente moderno,
tanto, también para la ética-tienen los «filósofos» franceses del
clel «homo moralis» sin religión o con ésta reducida a mero
siglo xvttr; y a propósito de Mauriac, Simone Weil, Graham apéndice residual. La aporta.ión de Kier'
Greene y Albert Camus, hemos insistido en el mismo punto de klgaard con su descripción del "uru.terológico_-moral
hombre estético, del hombre ético
vista. El nombre de Voltaire, por ejemplo, es, para la his'toria de
la moral y de Ia ética, sumamente importante, pese a que no qri .. el hombre de la decisión y el comprometerse, del engage'
haya escrito nunca, ni mucho menos, un tratado de Etica. La
ilioiror^I, y del hombre religioso, ha sido capital. También la
tifologiu áJ.d de Nietzsch"iio. «ciegos», pára quienes todos
separación entre la moral vivida o etlúca' uterus y los tratados
de Etica que para casi nada la toman en cuenta, es incompren. .o-or"igrales, los «filisteos de la cultura», los «comediantes de
sible.
io gi"rrf.r, lo, resentidos, los que por pesimismo niegan la
Ahora bien: ¿dónde puede leerse esa ethica utens o moral
vidi y, frente a ellos, los del ,,p.ii*i.*o heroicr:» y la «volun'
tad de poder», etc.-es muy valiosa. Y, etr fin, citemos para
vivida? Precisamente en el tipo de obras a que se refiere este
capítulo. Por supuesto, hay excepciones, la más ilustre de las terminai, porque de otro modo la lista se haría inacabable, a
cuales es la Etíca nicomaq'ued, sumamente abierta a la moral los tres riltimás grandes moralistas {ranceses, el «inmoralista»
Gide, Mauriac y ir*r., que en La Chute reactualiza a La Roche-
vivicla por los griegos, en la que se describeir de mano maestra
{oucauld.
caracteres como el del magnánimo y las virtudes reales-no las
«librescas» o ideales-de los griegos. Teofrasto a continuación Junto a los moralistas hay que poner el testimonio de la
nos da la estampa opuesta: no los caracteres virtuosos, sino nouLlr, en especial la gran novela psicológicu d:l siglo- xlx .y
los viciosos, pero igualmente ricos, sin abstraer de su concreción. fri*.* parte det siglo-xx. Hoy Ia novela psicológica ha sido
i
t

IE UDIOS ETICOS 7', (' ,,\ l

sustituida por la novela de situación 3. .Ll cambio del interés religión y Ia moralidad, problerna occamista de la posibil;dad
novelístico ha sido resumido por Bergengrün a con estas pa- de poseer las virtudes teologales sin las virtudes morales, etc.
labras: Muy sumariamente, porque no es éste el lugar para tratar con la
«Hay algo que yo describiría como el ar[e abso]uto de la narra-
debida amplitud tal cuestión, a través dc cuanto llevamos dicho
ción y que veo en un cierto contraste con el de los modernos. se bosqueja una tipología cuyos tipos principales serían el hom-
Este arte absoluto de la narración se alcanza en los Primitivos y bre lábil, de contextura moral deficientc (cl hombre de quien
en los Anónimos. Se nranifiesta menos en la novela que en las suele decirse que no tiene carácter), quc ¡:ucde scr agitado por
historias cor[as, en las fábulas y, especialmente, en I<¡s cuentos. sus sensaciones (hombre pascaliano del tlit,<:rtissernent) o arras-
No conoce nuestra psicología analítica, ni la problemárica de los
casos singulares; en su lugar acontece la eterna y siempre recu- trado por sus sentimientos (hombre romántico); el hornbre del
n'ente problemática de Ia vida del hombre. El arte absoluto de deber y el engatgement que se va haciendo su vida a golpes de
Ia narración crea con los acontecimientos primordiales de Ia vida decisión; el homble ecuánime y bien asc¡rtado en su cluicio
del hombre y del mundo, con las situaciones y con los motivos ori- moral, hombre de carácter y virtudi ), en lin, c[ hombre sólcr
ginarios.»
religioso, inconsistente desde el punto de vista moral, zaran-
Es el hombre en cuanto tal, el hombre en su pura condición deado por fuerzas sobrenaturales opuestas. ]\{e es irnposible se-
humana, sin particulares especificaciones psicológicas, quien se guir desarrollando este terna, pero creo que con Io dicho b¡rsta
ve enfrentado con el dolor, la culpa, la muerte. La diferencia se para que se adviertan las virtualidades de--por decirlo con una
percibirá bien con un par de ejemplos tocantes al tema de la {rase de Marías-«la novela como métorlo dc conocitnicnto»
homosexualidad y al tema del sacerdocio. Al autor de novelas moral.
psicológicas le interesaba, como protagonista, el homosexual, Indicamos antes que la psicología ¡rut:dc colaborar con la
por su anormalidad psíquica, la complicada inversión de sus Etica mediante el descubrimiento empírico--actual e histórico--
sentimientos, etc. Al novelista actual le importa el hombre homo- de los {ines concretos que el hombre persigue en su vida. Es
s€xual por su soledad radical, por estar condenado a no poder Ortega quien ha reclamado un estudio de los di{erentes bienes
vivir la «vida normal», sentirse extrañado de la sociedad y empu- en que los hombres han ido poniendo, históricamente, su feli-
jado a Ia clandestinidad, etc. Cosa análoga ocurre con el sacer. cidad. De este modo se remediaría el carácter excesivamente
dote en la novela. Antes, solicitaba Ia atención del escritor por abstracto-«el placer», <<la riqueza», <<los lrcinoresr>-de la teo-
los modos corno en él se resolvía psicológicamente el encuentro ría ética del fin humano. Hace poco tiempo leía yo en un bicn
compuesto folleto 6, como comentario a la vista de una cola,
de la fe y la raz6n, etc. Hoy se ve el sacerdote como hombre
media«lor y dividido entre el cielo y la tierra, como el «lugar» en la calle, para presenciar una película crótica, eue las gen-
tes, en la carne y en. el placer, lo que realnrente buscan, esperan
donde se produce el desgarramiento de la gracia y el pecado, etc.
Perc, si las novelas actuales ya no se ocupan de «psicología»
y quieren, es amor. ¿No serían convenientes estudios de psico-
ni de caracteres, ¿continuarán teniendo interés desde el punto de logía positiva para probar experimentalmcnte este tipo de hipó-
tesis? Pienso en un libro como D'ie Fronmtigl,:eit, der Gegcnutart,
vista ético? Ciertamente que sí. Por ejemplo, en cuanto perso-
nifican'en Bernanos y Graham Greene-y antes en Dostoiewsky- de'Werner Gruehn, que ha tratado conformc a los métodos de la
psicología científica, el problema de la religiosidad actual. ¿No
al hombre religioso sin sustrato moral, o en el mismo Craham
sería muy útil tratar paralelamente los prohlcnras de la nroralidad
Greene y en Camus, al hombre moral e irreligioso. El «<creyente
contemporánea?
pecador» y el «justo sin Dios» se enfrentan así como dos posi.
bilidades extremas de lo humarto 5. Los problemas ético-religiosos
La Etica, en su aplicación concreta, neccsita tambión de la
psicología, más particularmente, para la clctcrmin¿rción de los
suscitados por tales planteamientos son capitales y, en cierto
verdaderos lines operantis. Como scñala [inamcntc Jacrlues
modo, clásicos: problema luterano de la se¡raración entre la
Leclercq, los casuistas reunieron, par¿r la ¡rrr'ictica del con{csio-
3 A la que tal vez está en trance de suceder la nnovela del objeto» nario, un inmenso caudal de obselvaciolres psicológicas Que,
de Robbe-Grillet y otros escritores actuales. desprovistas de carácter científico, conslituyen no obstante un
4 Das Geheimnis uerbleibt, pág. l0l.
5 Puede verse el capítulo último de mi libro .E/ protestantísmo y la 6 Editado por el Seminario Diocesano de Rar,:clona bajo el título de
moraI. Dialogo y espera, pág- 27.
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IE os TIC

importante precedente de la psicología de la moralidad, tan En resumen, los fenómenos morales, las v-irtudes, los vicios,
cultivada hoy, y un copioso material que debe ser utilizado por el carácter, etc., pueden y deben ser estudiados p-sicológica'
ésta. Se dice, en el lenguaje escolástico, como a su tiempo mente. De este *oáo Ia psícoiogía se convierte en colaboradora
veremos, que los especificativos de la moralidad son el objeto, de la moral teórica y en eficaz auxiliar de la moral práctica, en
las circunstancias y el f in ( linis operantis). Este último corres- desenmascaradora de ocultos lines operantís'
ponde a la vida moral en tanto que vida interior, v aquí justa-
mente es donde la agudeza psicológica, carac,ierológica e incluso
psicoanalítica ?, tiene un vasto campo de acción. Se trata, como
es bien sabido, de análisis practicados en la línea de la llanrada
psicología descriptiva y comprensiva, en oposición, o al menos
diferencia, de la psicología explicativa o causal; una psicología
que procura comprender los procesos psíquicos en función de la
totalidad de la vida y del sentido que ella delata. Quizá su logro
más per{ecto }, desde luego, el más conocido sea el libro de
Max Scheler, traducido al castellano bajo el título de El resen-
timiento de la m'oral, en el que, partiendo de la mencionada
obra de Nietzsche, se hace ver cómo un sentimiento a menudo
ni siquiera plenamente consciente, un sentimiento escondido en el
último repliegue del alma, puede alterar todo el sistema de valo-
ración o preferencia moral. Los tres pensadores del siglo xrx
más próximos, probablemente, por su sensibilidad, a nosotros,
a saber, Kierkegaard, Nietzsche y Dilthey, nos han dejado bellas
páginas sobre psicología de la moralidad. Antes que ellos, los
casuistas y: con belleza literaria, los grandes moralistas clásicos
franceses. Hoy cabe citar, entre otros muchos, los libros de
Vladimir Jankélévitch L'ironíe o,u la b'omne conscience y I-o
rnauuaise conscíence. El capítulo de L'étre et le néanf, de Sartre,
sobre la «mala fe» (entendida como enmascaramiento a uno
mismo de la verdad) es también, prescindiendo de la intención
meta{ísica con que es utilizado, una importante contribución a la
psicología de la moralidad. Naturalmente, la literatura, otra vez,
y en especial la novela-para no citar más que un ejemplo, en
Thc quiet Am¿rican, Ia última novela de Graham Greene, se con-
tiene un ejemplo interesante de ambigüedad en el linís o'perantis
de quien se hace cómplice de un homicidio 8-, son, en este sen-
tido, de una riqueza inagotable.

? Pero como hoy reconocen algunos psicoanalistas, por ejemplo, Ilrich


Fromm en Etíca y psicoanálisis, la neurosis constituye a su vez un
problerna moral, el síntoma de un fracaso moral, de una def iciente
formación de la personalidad.
s Sobre los problemas éticos de esta novela puede verse el artículo
de mi discípula, María de los Angeles Soler, uUna novela ética» ( Papeles
de Son Armadans, núm. IX, diciernbre de 1956).
(

que el principio meta{ísico Io es, ¡lara nosotr'os, en el orclcn de Ia


justificación o validez, no del efectivo cornienzo. Se objetará,
con razón: Que todo esto la Escolástca Io ha comprendido v lo
ha expresado muy bien. Sí, l¿istima quc r)o lo haya ¡rracticado
igualmente bien. Pero prosisamos.
La Etica, desde Platón y Aristóteles, se había lovantado sicm-
pre sobre una concepción metalísica (¡lor It, mcnos, corrlo aca-
bamos de decir, clesde el ¡runto de vista .le la justif ic:acíón).
CAPITULO IX Siempre, hasta que los empiristas inglescs s() l)ropusicron redu-
cirla, como vimos, a pura y sim¡rle psicología. Este fue el status
EL PRINCIPIO METAFISICO quaestionis, tal como se le presentó a Karrt. Por una parte, la
metafísica le parecía ya imtosible, por lt¡ cu¿rl no ¡rodía sati-.-
Siguiendo el hilo conductor: facerle una rnoral rn,e'tafísicor,' por otril, uníL tno'ral p.sir:ológica
Que h.mos -JJ"ir."..ión
adoptado para pro-
seguir nuestra tarea de acotac;on, del *odo era la negación de la moral. Pero, en {in de cuentas, airí estaba,
,1e la
ética en el cuerpo de ra filosofía, debemos junto al hecho de la ciencia, el hecho de Ja nroralitlad. Así, prres,
tratar ahora de ra
arkhé o principio metafísico de la Etica. la justificación de Ia moral va a ser paralt-'la a su jusli{ir;aciírn
^t'ste principio de-la ciencia físico-matemática. Tanto en L¡no como cn otro c¿rsr¡
en cuanto punto de -puede tomarse cono tar en un dobre sentido:
partida der filosofar concreto sobre cuestio- se encuentra con un factum, inconcuso ¿r st¡ cntendcr. La Cri-
nes éticas y como tica de ln razón prá.cücu será dedicada a justificar el hecho de ia
iustit'icacíón última de ese filosofar. Aconreco
lo primero cuando, partiendo de unos principios moralidad. El giro copernicano que imprinre K¿rnt a I¿r moral
metafísicos. se
construye una ética puramente deductiva. consiste en fundamentarla, no corqo antes, sobre la idea del ente
Tui .l .u.o d; spi_
".
!9'? y también-pese- a su progenie arisrot¿lr"a-er de ra Esco- como bueno y de Dios, el ente increado corno sumrnu¡rl bonum,
lástica, en la cuáI, al formurire en concreto y sobre una teoría de la causa final, sin,r precisamente sobre
como firosofía
moraf el punto de vista d" l" «subordinu.i¿", a la la conciencia misma. l"a moral deja así dr: cstar subordirracla a
prevalece sobre el punto de vista de -"tufísica
la usubalternación» a la una metafísica considerada oori.r imposible. No reposará ya sobre
psicología como aconrece en St, T;;il; las afirmaciones de que <rtodo ente es bucno», de que «omne
_y, -
comienzo de Ia
roma como
ética ra idea metafísica d"r ;i; ,ii,i*or. ens agit propter finem», ni mucho menos sobre prestrpuestos
La filosofía moral- moderna, admita o ," l"--"tafísica teónomos. Estos últimos se han tornado inválidos, puesto que
como
radical, prescináe, en general, rlel punro la teología natural quedó destruida en la Crítico de la razón putro,
:,*""r'-1I*t:T:I cle par-
roa merarrsrco qu.e sustituye por y puesto que la religión, como había de mostrar Kant en La
lactum der yo (Descaites)
o de Ia conciencia (Kant), po. el án¿liri,
e.r

humana» (suárez incoactivamente, Hrgo GroJi-o


;; í; «naturaleza religión dentro do los límites de la mera razó2, lejos r.le servir
; sobre todo, de fundamento a la moral, es, al revés, e-xigida por ellar. Una
los moralistas ingleses) o, como ú"rr"3-r".r,r'io'.otror, auténtica moralidad no ouede -.er teónorna, sino autónoma:
análisis del comportamiento humuno. pouuron., por eI
metódicas la voluntad es selóstgeselzgebend, tiene que darse la l"y a sí
no parecerá pertinente que, antes de prosegri., misma y, precisamente en esta autottontía r,le Ia voluntad y el
mirada hacia atrás para ver lo qu. ..uirr,.nü
Jirij.,no, una
nÉros hecho nos- entendimiento es en lo que ha corlsistidrt, it slr juicio, lo posi-
otros. Es claro-que nuestro puntó de partida
-k*"s el ¡rrin- tivo de la Ilustración. Por tanto, {rente a toda suerte de pre-
cipio genético-histórico, def que sorimente ;; ";-ilsido servido supuestos teónomos, Kant considera que Ia concicncia es el
para. poner de rnanifiesto la cánstitutiva
dimen.ijo supremo legislador: por lo cual la fundalrlcntac:iórl de la moral
Etica que, sin embargo, clebe guardarse d- l;"iJ; ,o";rl de la habrá de consistir, sim¡rlemente, en uIr irn¿ilisis crítico de l¿r
personalismo. Tampoco a ros
en ei rrans_
frincipio,
sóficos puede dársJles otro valtr que er de
eti.roü;i;". y prefilo- concienci¿¿ moral. Por lo que alañe ¿t l¿t,,b«rtlclatl dt:l crtte», el
antic,ipaciore,s (y, o giro antropocéntrico dc Kant es crim¡tlcto: r,l',s ist iihcrrrll niclrts
posteriori, corroboraciones). Nuesrio auténtico in der Welt, ja überhaupt auch atlsser dc¡ sellrcn zu tlcnkett móglich
puiio
ha sido el principio psicárógico o anrroporógico a" p".tia" was ohne Einschránkung fiir gut kijnrrtc gclrzrlten wertlen, als
de tar modo,
/ti Dt TI os ,s/

allein ein guter wire.» Ni dentro ni incluso


fuera del mundo lratural, erige a la conciencia moral en la instancia suprema:
hay nada bueno sin sarvo l" ñ.n, uolrntud,
la disposición para el bien por er bi.n *ir,rol. 'po.
-rimitación, sarvo ,,Das Gewissen ist ein Bewusstsein, das {ür sich selbst Pflicht
la teoría de la causa finar y ra afirmación de otro rado, ist», la conciencia moral es una conciencia que es cleber para sí
que «omne ens misma.
agit propter finem, han quedado invalidaio.,
u lui"io de Kant, La condición antigua de la moral-aunque la cuestión
por la ciencia I.la epistemología *",f;;;.'dr,u".dud se
hombre ¡ruede obrar que el discuta por algunos respecto de Aristóteles*y lo misma la medie.
,'p,ro,p.ter fi-ryuy, tanto aprehensiue (lo que
-"oÁ'o-' val y aun la moderna del racionalismo continental, consistía en
Kant Ilarnará por inclinr.iór,' Nei.gu.ng),
Kant Ilamará por propósito, Ábsi";;i,;;r_;"ofir."'prc
rirrr;r, ( lo que hallarse subordinada a la metafísica, en constituir, por decirlo
pter fitzem, así, un «momento», el momento humano de la metafísica. Los
¿es obrar moralnrente? para Kant, no. u fin a que tendemos,
por elevado que sea-la felicidad, 'nio.j, empiristas ingleses negaron, a un mismo tiempo, la metafísica
«bienestar'» (Wo'hlgelalle'n), no pura
;;^r;,
aspiración ar y la independencia de la moral. Frente a una y otra posición,
y desinteresadamente al bien Kar-rt afirma la plena autonomía de la moral, y'al psicólogismo
moral. En ése y en ros demás semejantes puede hablarse
d.e un "u.o, inglés responde con el moralismo.
Yot:t; p"ro no, en rigor, de un Gw". (Laslparación kan-
tiana del Sin embarge, constituiría un error pensar que Kant ha re.
bien ,.o^:?r1.i!e,r.-sumptrm y el bien moral
en una distinción-.ringiiística alámana de Ia se ft¡nda nunciado a toda metafísica: su sistema consiste también en una
los idiomas filosóficos anteriores, desde
qr"-"r.""ían "Ert. todos metafísica, metafísica del deber (<<metafísica de las costumbres»),
grr%"). último, el en lugar de metafísica del ser. EI fundamento de la obligación
"i
bien moral, pertenece a un orden diferente'y-iá''.,
determinado no ha de buscarse «en la naturaleza del hombre o en las ciicuns-
sino por la <<leyr,. ya no se trata tá.rrpo.o de una l.y
-Pero
general, de una ,.lex.natuiae», tancias en que éste ha sido colocado», sino que es a priori y
quien ,o, Ji.ix-lo q* tenemos válido no sólo para los hombres, sino para todo ser racional
que hacer, el «contenido» de nuestra conducta.
E" r, puro impe- (Yernunltwesen). Justamente por eso da- lugar para distinguir,
rativo que, independientemente de nuestros propósitos,
nes, deseos e inclinaciones-imperativo fines, afa_ por un lado, entre Ia filoso{ía pura de la moral aplicada a la
simplemenre, cómo hemos a" o¡."r, ".i"gári.;-, nos dice, naturaleza humana; por el otro lado, entre una voluntad divina
,*:;;;";" (Achtung)
a la ley. Se trata, pues, de una ley puramente y: en general, santa, para la cual no hay imperativos, porque
'ulu"na «iormal»; lo que €n su caso el querer concuerda por sí mismo, necesariamenté 2,
importa sólo es lá intención, l, ,oirnr"ár, el cumpli-
miento del .deber, entendiendo por deber .,die
ñotwendigkeit 9on Ia l"y, y la voluntad subjetivamente imperfecta del ser
einer Handlung aus Achtung fürs'c"r"to,, humano, _cuya relación con las leyes objetivai del querer en
tu'J.."ria.d de obrar cuanto tal se expresa mediante el imperativo categórióo.
por respero a Ia ley. La. personaridad (*o.ul)-li
pur" Kant,
Ia idea de la rey moral junto con er respeto inseparabremente El moralismo de Kant significa, en definitiva, el estableci-
unido a ella, de tal *rr".r. miento .de un primado filosófico de la Etica y la fundación de
en la cual una ley se Sr" 1t ";";;"I;-;o;;":, la manera una metafísica ética. Con ello se abre la vía de las metafísicas
nos manifiesta 1"o-p'a....'*l la teoría
sentimientos intencionales). uBuena voruntad, de Ios no ontológicas: del saber, del valor, de la vida, de la intuición,
elige.lo-que la
;;; ;; fin, ra que
raz6n (razón práctica), ira"p.rai.ntemente de la acción, etc.
toda inclinación y de todo propó.ito, ú; ;.p,ir;;f de La concepción de una moral autónoma con relación a la
porTuro respeto a la .bueno, metafísica no ces,apareció, ni mucho menos, después de Kant.
ley. "o_o
Es verdad que Fichte elabora ya deliberadamenie-y no sólo
-- -Pero ¿de dónde proceden er deber y la rey? ya lo rremos por modo subrepticio, como aquél-una metafísica. Páro en vir-
dicho antes: Kant prescincle de todo'f,,idui.rro
*que estaría en contradicción con los metafísico tud de una inversión de los términos clásicos, en él es la meta-
de la razón pura-y) dejanclo a un lado
."ruri,á;;-i" ru crítica {ísica la que aparece subordinada a la moral, convirtiéndose así
l;-;;i;;;;a y la teología la «autonomía» kantiana en una declarada «soberanía» ética.
1 Por 1o clemás, tanto en Kant El idealismo trascendental de Schelling y Hegel y el positivismo
como
el conccpre cle bien,r".er',p.no rr'p"l.r en ra. firosofía de los varores,
considerarlo como nctafísico.,u".i"'q1," secundario, porque se tiende a 2- Kant piensa, como el tomismo, que la voluntad divina y,
en gene-
c. r. üár.J .iiriqu" su ética -
ral' la voluntad
no-metafisica precisamente sobre bienaventurada, carecen de libertad para et mat, qí" *
"i Jo.,""pro de good. solamente un modo deficiente de libertad
¡
I

/E S os TI (: o.§r: ;

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negaron, cada uno a su manera, esta autonomía de la moral.


bre la experiencia moral ir"rmcdiala. en situ¡r'se nrentalmenle
Pero tras ellos vuelve la moral a reclamar su independencia.
dentro de la <<creencia» moral, con el fin de analizarla.
La filosofía del pragmatismo obedece, con su primacía de la El pragmatismo ha supucsto para la í:tica cl comienzo cle
acción, a una inspiración ética, por lo menos en el sentido
recuperación de algo que se hahía perdido rlcsrlc Kant. Como
de la «moral como estructura». Es el pensamiento el que debe
veíamos ai final del capítulo declicatlo al anírlisis clcl plincipio
probarse en la acción, en vez de regular ésta, como quería el
antropológico, cada una de nuestra.; accioncs err cl mr¡nrlo tiene
intelectualismo, puesto que el pensar busca, según Dewey, no una
dos vertientes: una transeúnte, cxlcrior. tlc p'oi.t:.sí..s o Iocere,
certidumbre intelectual, sino una hipótesis que dé resultado. Esto
y otra-la propiamente ética-, intelior, dc ¡rti«is o ogere (¡rero
ocurre así porque la verdad no es ya, para los pragmatistas,
que también tiene su aspecto rc.ttli,sla: se l.rata de hacernos
una adaequatío, pero tampoco un descubrimiento en el senticlo
naturaleza-a nosotros mismos). La ética kantiana
heideggeriano, sino un invento, una invención: «Tandis que -segunda
era una ética de la buena uolu.ntad sola. c,,n indifc¡cnr',a para
pour Ies autres doctrines une uéríté nouvelle est une découucite,
el resultado,(la discusión de Kant con l3cjanrín Constant cn torno
pour le pragmatisme, c'est une ínuention».,, escribió Bergson. La
ética pragmatista es, conforme a estas premisas, una ética de la a la mentira no hace sino poner cle maniIiesto, casi ca¡icatural-
mente, esta unilateralidad). La ética pragmalist¿r reacciona extre-
acción- y el resultado. El bien o valor no es para Dervey una
madamente frente a tal conce¡:ción. l'cro al poner su atención
<<esencia», sino una ualuación o conducta que-vale en {unción
de la- acción 3 y dentro de cada sittuación concreta, que es siem-
en la dimensión transeúnte, exterior del rtclo, cs, en primer
pre única e irreductible, por tanto, a normas generaies a. lugar, justa, porque la bondad o nialicia moral se especifica
ante todo-como dice Santo Tomás-por cl objeto dcl acto;
El pragmatismo es una concepción que ha tenido a Ia vez es decir, por lo que tiene en sí de bueno o rtr¿rlo. I'ero, natural.
<<mala_ prensa» y enorme influencia entre 1os pensadores que han
mente, esto es una especificación ontológica; l)ot tanto, cl prag-
seg '¡jflo
_9trry direcciones filosóficas. su influjo sobre É"rg.o, matismo, si fuera consecuente, tenclría que riescmboc¿rr en onto-
o- sobre Heidegger es evidente y, por Io demás,. éste ha afirrñado
logía. Por otra parte) esta concepción cs justa, pero unilateral,
últimamente el sentido técnico, es decir, pragmático, vertido
porque la objetividad considerada, haciendt, abstr¿rcción dc los
a Ia explotación del mundo de la auténtica ri.tufíri", actual- motivos, es una falsa objetividad. En segunrlo lugar, la rcacción
mente vivida, a partir de Nietzsche. Por eso no debe extra-
ñarnos que las ideas morales de ciertos pensadores no estlicta- pragmática es oportuna hoy porque en una í:poca de «.morales
del fracaso» (Jaspers), de consideracitin dcl h,rnrbre como ,,pasión
rr¡ente pragmatistas, como Benedetto Croce o Fréderic Rauh,
inútil» (Sartre) y de inadecuación entre la intención y el rcsul-
gsté¡ completamente penetradas de influencias pragmatistas. De tado (Le diable et l,e bon D'íeu) se neccsita prcdicar que, corno
la distinción de Croce-doblemente influido po. .T utilitarismo
inglés y el pragmatismo norteamericano*-entre la actividad eco- decía Eugenio d'Ors, r<tener éxito cs tamlrión un dcber»,. La
nómica o ú-til_ y la actividad moral, y Ia articulación entr.e ambas, ética del hombre bien inrpl¿rntado cn el rnuttrlo ha sirlr.¡ sienrpre
ya hemos hablado. En toda acción moral, según é1, hay ,r, u=- una ética triunfal. Lo fue desde la ótic¿r gricga. lrasta Aristóteles,
pecto utilitario, como forma concreia de la moraliáad o ,,fenó- con su ideal del magnánimo, el capaz de rcalizar grandes em-
meno», del cual es «nóumeno» |o ético. por otra parte, Frérleric presas. Lo fue y lo es Ia ética cristiana, ética tle ia gloria (palabra
Rauh 5 afirma la primacía de la acción y Ia experiencia morales que, como «triunfo», se aplicaba originariarnctt[c al hí:roe ven-
con respecto a las doctrinas y rechaza la pretónsión de {unclar cedor). En las épocas de crisis o inslal¿rcitin dclicicntc clcl hombre
metafísicamente la moral. F.sta «ne r" prorr. pas, elle s'éprouve». en el mundo, como la época estoica o la actual, cs cuando éste se
Es el «honnéte hom.me» quien uvive, ra moial'y tieni por lo repliega sobre sí mismo, ampartindose lras slr intcnción y su
mismo, un «saber» inmediato, experienciar, de eÍla. La función «buena voluntad». El acto no está com¡rlct<l rnicntras no estó:
de la filosofía moral no consiste, pues, sino en re{lexionar so- l.o, exteriorrnente realizado, y 2.o, coronad<¡ por el éxito. Pero
el éxito no se mide pragmática, sino ontológir:arncntc. f,a implan-
3 C[r. su Theory ol Yaluatíon. tación del hombre en el mundo es una implantaciírn mctafísica.
4 En Dewey, y también
-en- Croce, se encuentran textos que consti-
Actualmente estamos asistiendo a un¿l resurrección de la
tuyen ro-tundos- precedentes de la actual ética de la situa"iárl-- metafísica. Sin embargo, en no pocos filóso{os persiste el empe-
5 Cfr. su libro L'expéríence morale.
ño de afirmar la certidumbre propia y separada de la experiencia
tr: 't (/ TTCO
moral, frente a la
.cual el designio de fundar ésta err hi¡rótesis
metafísicas no sería sino la autodispensa del penoso, sálitario
y noble esfuerzo ético que, cuando ie cumpre ilasta fi.r, ,,o,
otorga una seguridld^ inqyebrantable. «Lo primero es "l sienrpre
mi convicción del bien, firmemente fundado en sus propio,
cimientos. Esto es r,álido también para toda fundamentación
metafísica de lo ético. No es lo primario la concepción del mundo,
y la, ética su consecuencia, sinó al revés: lr, éticas
"*periencias
{undamentales son los datos primordiales decisivos CAPITULO X
de toda con-
cepción del mundo,.E.r., deriva luego como metafísica... Aunque
se derrumben la teología y la meta{isica, las experienciu. METAFISICA Y ETICA DE LOS VATORES
siguen persistiendo...» 6. -or"l".
Hemos esbozado, rápidamente, la línea de pensamiento ético
que, partiendo de Kant, y prolongándose hasta nuestros días,
rompe con !a subordinación de la filosofía moral a la metafísica
y afirma la autonomía de aquélla. Su fallo es bien visible:
cuando es verdaderamente consecuente, no puede menos de caer
en el relativismo y el subjetivismo moral.
Conviene ahora estudiar una «vía media», muy en boga du'
rante los últimos tiempos, eue, sin recurso a la metafísica, ha
pretendido «fundamentar la moralr. Me refiero, como es obvio,
a la teoría de los valores. Se ha señalado que el concepto de
valor-«echt nr,oralischer Wert»-se encuentra ya en la Grund-
legung zur Metaphysik der Sitlen, de Kant 1. Sin embargo, el
primero en manejar temáticamente esta idea fue, como se sabe,
Lotze, que parte precisamente de Kant. Tras é1, Nietzsche lanza
el concepto de una <«tabla» o «jerarquía» de valores. En Nietz-
sche puede iastrearse bien de dónde ha venido a la {ilosofía el
concepto de valor. Fue un traspaso procedente de una por en-
tonces nueva, pero ya prestigiada ciencia, la Economía. García
Morente no lo vio así, deslumbrado por Ia {uerza sugestiva de la
teoría de los valores, pero al menos advirtió la relación al escri-
bir que «la teoría pura de Ios valores (útiles) constituye el fun-
damento de la economía, sépanlo o no los economistas» 2. Así
Nietzsche habla del «valor de la moral» y, tratando de Ia deuda,
del cambio y de la compraventa, dice que el hornbre se singu-
lariza como el anirnal que mide valores, como el «abschátzende
Tier an sichJr. El subjetivismo-«precio» y «aprecio» de una
cosa por parte de aquel a quien «interesa-y una realidad enti-
tativa, visible ya en el hecho de que el lenguaje financiero

1 Cfr. Hans Reiner, Das Prinzip uon Gut und Biise, pág. 31.
2 Fundamentos de filosolía, pág. 373. En los economistas clásicos
6 H. Nohl, /nrr oduccíón a la Etica. Las etperiencias édcas funda_ ingleses se maneja constantemente el concepto de ualue. Recuérdese, por
mentales, pág. 226. otra parte, el Mehrwerr o plusvalís de Marx.
('
IE UD ETICOS

reserve la denominación de «valores», en contraste con la dc SaS, eS dcCir, de ul¡ietres>r. entre los t¡tte cucttlan no síllo los
((bienes))-a nadie se le ocurre llamar «valor» a una finca; materiales, sino también los espirituales; los valorcs llropiós
la finca tendrá un pero no «es» un valor-para designar y los valores extrañtos; Ios valores de actos, los valores de {un'
una- «participación»'alor,
(una «acción») puramente eóonómica, sin .ion y ios valores de reacción; Ios v¿rlolcs {c la disposición
gestión real, en una sociedad «anóni-ár, .. encuentran así en el de ánimo, los de la acción y los del éxito; los valores dc viven-
origen mismo del concepto de valor, quieran o no los que luego cias intencionales y los valores colectivos i )- cn Iin. los valorcs
'icr"arclrría aprio-
irán echando mano de é1. Después de Nietzsche, empier, por sí mismos y los valores por refercncia:]. [,a
c_oncepto los discípulos de Brentano, 'wundt, Rickert, Ltc., hasta
"j. iística de los valores com¡rrende estos cuatro órdcnes, de menor
fleglr a Max Scheler... y todos los posteriores. En su Einlühru,ng a mayor altitudr 1.o, la Áerie de lo agrarlahlc y desagradable;
in.die
_Metaphysl& observa Heidegger que, en una bibiiografíá 2.o, lás valores vitaiesi 3.o, la esfera de los valores espirituales,
sobre la filosofía de valo..r, up"iá.ida- en lg2g, figurabfn ya que comprende los estéticos, Ios de lo iuslo c injusl.o, y los valo'
661 títulos. ¿A qué cifra llegarán los libros pubhádos ,nbie ies filosóficos o del upuro conocimiento rle la verdad>r ; Y: €n
este tema hasta hoy? fin, 4.o, el reino de los valores religiosos a.
cr.eo pueden distinguirse tres etapas principales en la Se observa en esta tabla que no apal'ecen los valores mo-
-qu_e
historia de Ia ética de los válores: la anteiior u s.hll"r, la que rales (que, según Scheler, no coinciden con el orden, Puramente
-«impersonal»,
comienza con éste y continuada por Hartmann e Hildebrand «objetivor> e de io justo y lo injuslo). Esto se
Ilega hasta hoy mismo y: en fin, la que toma en cuenta las nue- debá a que los ,aioret morales-es decir, lo bueno y lo malo-
vas posiciones del existencialismo. no poseen una «materia» propia, Como los otros valores, sino
No nos detendremos en la primera etapa porque ninguno de que su realidad consiste en la realización ,le l6s demás valores,
sus cultivadores llega a afirmar inequívoCambnte la objátividad conlorme al orden justo de preferencia, segrin srt jerarquía. Pero
i.. lor valores (Brentano, formado en Aristóteles y ..r iu Esco- todavía ha de distinguirse entre la «pre[e retrcia» y la «resolu-
lástica, no puede ser considerado, sin más, .o*L ,, filósofo ción». Hay un acto de preferir o de posterqar cl valor mírs alto.
de los valores y_la_significación justa de su doctrina moral p,lan- Este acto no eS aún «bueno» ni <«malo>r, Itorque CS un acto de
tea problemas de los que no poáe*os tratar aquí) y: por tanto, conocimiento, y la bondad moral-:-lo mismo que la nlald¿ld-
no entran propiamente en esa «vía media» entre Ia subordina- residen en la voluntad. El bien v el mal <:tinsisten en dccidirse
ción a la metafísica y la ética inmanente. Scheler, sí. pero en por la realización del valor que.-aceltadrt rl cquivocadamente,
Scheler hay que distinguir dos problemas distintos: uno es el de a estos efectos es igual*ha sido reconoci«lo como preferible o
Ia critica del formalismo ético y la defensa cle una ética material, como postergable, r'espectivamente. Se ve, ¡rues, la dependencia
prob-lema verdaderamente fundamental-para mí el problema poi de Scheler respecto de Kant. Para éste, l,r ótico tenía que ser
excelencia de la étic_a, hoy-sobre todo si se tiene Jn cuenta que puramente formal. También, en cierto tnoclo, para Scllcler, pues-
el formalismo de Kant es sólo una, de las especies posibles de io qr. consiste en pura «dirección». <<I-Jnit:aluetltc sc hnllan en
{ormalismo, sustituida hoy por el formalismá existencial. Este conexión bueno y malo con bienes y tltaltrs---cscribc Scllclcr-
problema habrá de_ser tratado aquí, más adelante, bajo la rúbrica en las cualidades valiosas extratnoral,es^ lrcnr:tt'ítndo[fls,, [,sta
t'.
de «la ética formab> /, dependencia kantiana va todavía m¿is ltrjcis: iicgtln Sclrck:r, rini-
-c¡ando áxpongamos nuestro concepto de
la ética. El segundo problema de Stheler, el que nos concierne en ,
camente podemos realizar cl valor dcl bicrl nr,rl'¿tl---t:slr) cs, cn
este momento, y que de ningún modo debe ser confundido con definitiva, ser buenos--en tartto quc )lo iltlt:ttlcttt<-ls t:ottvr'ttir
el anterior, es el de la elaboración de una «ética de los valores». este bien moral en {in de nr¡cstr¿r acr:irin. rn lrttttt) (ltt(l llo l)re-
según scheler, los valores son cualidades enteramente obje- tendamos, directamente, ser buenos. l,¿1 ¡¿1¿,itr cs í:stir: ,¿tcl,,lll¿tltros
tivas, aprehendidas por los sentimientos intencionales, de aná- de ver que la «materia» de la volulltatl cs sr('rttl)l'ú tlrt [.,ictr cxt.t'a'
loga manera a como los actos intelectuales aprehenden las ver- moral; por tanto, si prctcndctnos realiz.rr inrnediatarltente el
dadel y _los actos- de la percepción sensorial alcanzan Ia expe- valor moral, entonces eS que ya no nos im1,ot'ta el valor ntaterial
riencia de los objetos procesos materiales. Scheler distingue 3
_y Etica, t. I, 1¿15 y sigs.
diferentes clases de valores: Ios valores de personas-que se 4 Ob. ci¿., 151 y sig.
refieren a la persona en sí misma*y los valores de cosas valio- 5 Ob. cit., 57 (el subrayado es mío).
(' AI
(t l) 'l' I (:

bueno de esa acción, sino en el querer


de otro bien' eI de un
por sí mismo, sino que Io que nos importa es aparecer como é11' como para
buenos ante nosotros mismos, con lo cual incurrimos en fari' contenido ,"lioro. l"ro esto no signi{ica para sin sentido'
seísmo. El concepto de fariseísmo, no en su estricto sentido, Scheler, que todo ;;;;.;-;"t'bueno sea un querer
Por el contrario'
un querer imposibll o un querer {arisaico' directamente
sino tal como fue desmesuradamente amplificado por Lutero 6 diri'
se da, una intención
y aceptado por Kant, Ilega a través de Kant a Max Scheler. ;;"i; d;;se, y de hecho«ser
Lo que nos interesa retener aquí, sobre todo, de la posición gida ul valor moral, a bueno»'
-ElrecientetibrodeDietrichvonHildebrand,ChrístianEthícs,
de Scheler, aquello en que le siguen los principales cultivadores
€s, en cierto modo, un retroceso con relación
al de Hartmann'
de Ia ética de los valores, Hartmann, Hildebrand y Reiner, es y su incapacidad,
por su oposición ,ádi.¡ al aristotelismo ético
que mediante los valores se propone fundamentar objetivamente de las ((esen'
,ini.g.g L.la ética, desde el reino
Ia moral, pero sin subordinarla a la metafísica, ) así, en el pró- por tanto, puru la moralidad
última de
logo a la tercera edición de su obra, declara que su ética es total' cias» al de l* ,";ii;;i. i" justi{icación
y dis'
aprehende los valores
mente independiente de su meta{ísica v que las variaciones meta' es aquí l, .on.i*.i" -otti,-clu€ el punto
qY" es' desde
{ísicas y religiosas del autor no modifican la ética, sino, si acaso, tingue entre to **,i*ente relevante^y.lo la realidad
más bien a la inversa. Los valores son «esencias» que incumbe de vista rnoral, i;;;i;;;;i"' Con lo t*l t" desvanece
respuesta ado
a la persona realizar; esto es, convertir en existencia. Un nuevo moral, el ser *".;1-t moralid'd es, simplemente'
platonismo, un Xropto¡ro; r:ntre la esencia y la existencia, es la cuada a los valores, Wertantwort' Gú,
nota característica de esta filosofía. La ética de los valores no es, Finalmente, Hans Reiner, en el librito Das Prínzí!.-y7"
d".;;;; *It en el libro Pllícht und'
como quieren sus cultivadores, un progreso frente a la ética und, Bt)se. y '*pfia.mente' exponer'
ha pretendido
de los bienes, sino un retroceso, como lo sería volver a Platón Ñ-;s;;s:'ria crí"ltág,rn d,r, |¡tü;'hk'¡r,
según sus propiañ;i;;t;t, «los. rasgos capital.ás de un nuevo siste'
desde Aristóteles.
Nicolai Hartmann, siguiendo en lo fundamental a Scheler, ma de la ética».1.t" ,,nuávo sistema» se halla completamente en
supone un cierto avance, aunque más virtual que realmente: por i, tir., de la más ortodoxa {ilosofía de los valores' ocu'
su voluntad de ontología y por su contacto con el aristotelismo. En lo que concierne al problema de que nos estamos Reiner de'
Hartmann hace notar, frente a Scheler, que la aprioridad de los pando-la relación de la ética con Ia meiafísica-, filosó{ica;
valores no garantiza, sin más, su carácter absoluto (podría tra' clara t.'"t «La Etica es una ciencia
"*pr"r"*'rii. ü, ait.iplinas filosó{icas centrales, la onto'
tarse de prejuicios o, mejor dicho, de pre-disposiciones simple' ;;; ";;.""ritr'L
Iogía y la metif;i.;;-pr* iu fundamentación
su{iciente, sino
mente humanas), ) €s precisamente la mostración de Ia objeti- fundamenta'
última de esta
vidad absoluta de los valores uno de los propósitos de su obra. sólo, todo lo más, p"á tu garantía
.u.Io sobre que se levante la
Por otra parte, su diferenciación entre la «fortaleza» de los ción. Es decir,'i,i.ti""¡;"'; "l de la vida
valores y su «altura» introduce en esta ética un rasgo realista: Etica están yu d'udo, en el modo de consicleráción aquef *"*
moral cotidiana; y basta este m<¡do de estar dado
de hecho puede ser moralmente superior Ia realización de ciertos éticos» 8'
valores, teconocidos en sí mismos como in{eriores, cuando sean para la Ciscusián i. lu mayor p"i* de los -problemas
- Reiner airti.g*-"on áirtin.ión equivalónte a la que hacía
el presupuesto de los más elevados. Por ejemplo, es menester del conocimiento' y
proveer a las necesidades materiales del necesitado antes de sumi- Scheler entre 7.4 de «pre{erir»' pronio
"f dos pares de
nistrarle «cultura»; y la predicación del catecismo no debe ser- el de realizar,';;;;;;;';i; ' lu 'oi'niurl-'entre
vir de escapatoria para no darle lo que es de justicia. Esto es
verdad. Pero con esto Hartmann se limita a destruir el criterio, 't Ob. cit., pág. 260. ya
demasiado simple e «idealista», de Scheler, sin remontarse por u Éeg."A.'Si"".;iü".gu, se clebe añadir que €stas.afirmaciones,
Reiner, que
por otias tlel mismo
su cuenta a darnos otro que unifique el punto de vista de la en sÍ nrisnro. ,,ruiiruá*i-ic'restrin*en valores tienen' por lo
no en r.ano 1a.iái-ii.Jfprf" a" U?lJ"üg".,.ulo.s esposible' añade' que
<«fuerza» y el de la «altura». menos, u, furd"r,iJn*-t"""i t"t"'' Í pí' to demás
Hartmann admite, con Scheler, que el querer de una acción este «neces".i" ;;;;ü"i*to el tl' 1o expresen todavía imperfecta
"" tener presente que el uso
moralmente buena no consiste en el querer del ser-moralmente- mente, pero en cualquier caso es menester
;1;;-h; brotado á. ur" necesitlad ética a 1a que es
del concepto de
necesario au¡r"rri.,*v'q"" ,qraf "o*pio
no se puede,' por.tanto' aban-
6 Sobre esto véase mi libro El protestantísmn y la moral. tlonar, en tanto que no se encuentre otro mejor' (pág' 33)'
(

IE tlt

con quc d::Tl:


conceptos: el del bien y el del mal moral y el de Io recto o falso habia cle rlesaparccer con Ia misma seguriclad y Jamas
en nosotros un¿I voz ecuanlme
moralmente. Esta segunda distinción, la de Io recto y lo falso, recería Ia ie de que existía
moral, en este último sentido, pette'
envuelve sin duda una actitud moral, pero, en sí misma, com- eneañosa. La conciencia
#;; ;;., ; i; violácea luz crepuscutar dr:i sol en el ocaso,
pete a la razón, si bien no a la raz6n pura, sino a lo que Reiner y si^el ¡rrincipi" +: la lil¡ertad de
llama, siguiendo a Pascal y a Scheler, <<r'azón del colazón». lr"'"r'i" á.""n"iu;;li;i;.". como en Ia
Al llegar aquí Reiner se adelanta a Ia obvia objeción de que la conciencia ." *ol,,i";; ;t; aclueila interp':etución'
Edsd Moderna, i" q,t ha'in los atei¡s apr:lan y se ernplazan
distinción de aquellos dos pares de conceptos coincide con la "" en su .,n,r1r.", r¡uierc decirse
distinción escolástica entre el bien o el mal subjetivos y el bien al mismo, haciendá-.*ig.r,"ias t'llrincipio de la anar'
o el mal objetivosi y rechaza la objeción porque, para é1, la qr"." ¡a converiido, "ui'ralmente, en el
s.
distinción ética fundamental es la primera i y si se acel.rtase quía moral>>
La disociación de la <<rectitucl» moral y Ia ubondad»
moral
la coincidencia entre ambas terminologías, habría que precisar
que el supuesto bien «subjetivo» es el genuino, es el auténtico ¡r,r.r, rna, palmalia en
lleiner quc en Schelcr (y',pot supuesto'
"., prueba de la nece-
bien moral, lo que, naturalmente, no sería aceptado por los que en Hartmann). Reiner "'.* tntottrar r¡na
escolásticos. Reaparece aquí la negativa de Reiner a fundar la siclatldehacerestasellaraclonenelhechod*q""larectitud
no solamenle a las ¿rcciones, sin<r
ética en la metafísica; el bien y el mal se determinan para é1, ll, t.f*aad moral se iefierenorganización, como lo son la or ga'
exclusivamente, por la conciencia moral. Es verdad, concederá, también a formas enteras fls
nización política, Ia económig' y la social' Pero «7'quién s.erá
que ese bien y ese mal morales pueden no ser lo moralmente cle la ttconcien-
recto y lo moralmente falso, respectivamente. Pero esto último ca,az de ¿eterminu, ".t" rectituci partiend.-sólo
*.*f, y de la «buena voluntatl'? Mas a esta pregunta
ya no constituye, en rigor, un problema ético-o, por lo menos, "ií aquí más que de ¡rro-
debe contestarse cá'ott': ¿No se trata
no constituye el problema ético central-, sino un problema que, p(ir una parte' pula-
antes que a la ética, corresponde tratar a la gnoseología y a la ü1"*"t propiamente éticos, de cuestiones' y li,.?l':";
otrá, sentido de la rcalidad
ontología de lo moral. mente teóricas t ;;. la de
tunidad, de sentido del kairós,' es decir, dc cuestiones ,oltttcasl
En esta concepción de Reiner, como por lo demás antes en,
Scheler, se ve que la orierrtación del pensamiento actual hacia No entro t" lu determinación qrre hace. Reiner de los
la objetividad quiere hacerse compatible con la primacía moral. p.il;ip;; d*l"h;;;bJ" y .l-*ul y. de Ia rectirurl v Ia {¿rl.scdacl moral,
cu¿rntlo nos oct¡llemos
de la «buena voluntad» y de la «conciencia». Aun cuando Reiner norque eS un tema que debeiá ser tratado
¡1"'" moral. Lo que im1:ort.ba hacer ver aquí'
no emplea, rne parece, la expresión última, probablemente por la ili:;ñ,"'iái es que 1a teorí¿r
en principio y también con un cicrto detalle,
influencia de Heidegger, que ha raído estas palabras del len- kanriana, ror"rlpe la subor-
guaje filosófico alemán, es evidente que él es, en este sentido, de los valores, {i.f .n esto a la posición
más kantiano que Scheler, el cual en unas agudas páginas-tal dinación de la ética a la metafísica' por
vez extremadas-sobre la «subjetividad» moral y la «libertad de La ética de los valores ha sido critic¿rtla p:'inci¡lalnrcnte
y por Heitleggel; es decir, ¡rrlr_las «los concepcio'
conciencia» estudia las diferentes y sucesivas acepciones de la Ia Escolástica -vigcntes
nes metafísicai iealmente hoy. La liscol¿isti<:¿, ttpartc
palabra «conciencia», desde la escolástica-aplicación de la ley
natural al caso particular, dictando qué se ha de hacer aquí J.i ..pr"Ar" de antiintelecttialismo, (lr¡c scrá cstudiarlo en str
t,,gur,'r"rhaza,-con razón, el vano iÁte,t,l de frlrlcl¿rmcntar
l<r
y ahora, pero sólo speculatíue, a diferencia de la prudencia que le que no son, para ella, márs
hace pracf¿ce-hasta la de órgano íntimo de conocimierrto de lo nrároi en los evanescentes «valores»
quelostrascendentalesque,separaclosdelscr,quicrensttbrogltrse
bueno y de lo malo, y hace notar que nunca habría podido
llegar ésta a recibir el carácter de una instancia última o in- en su lugar, fr"., .oáo di.e Santo f',rtriis,
10.
««ir,possibile est
;iiq;id .J."'bánrm quod non sit ensr> l-n dos razo.es pre-
apelable si no hubiese sido porque, en un estudio ants¡i6¡,
se creyó que «la voz de Dios» se hacía oír en la «cottciencia
moral»'; «El patlto's con que se presenta la explicación: <<estcr
e Eüca, II, 105'
10 De Ver¡tot"ej,'rl. 21, l)e Bono, a., 2. Iis.,ol¿rlrle l¿ .rítica <le la
me dice mi conciencia», es una mera resonancia de aquella ética de lo. uotor., ü;Á; pr. b" É,,.gi,, _.^.dr:ortlriIogo
inglris in[lui«l<r
antigua interpretación tradicionalmente consagrada, reson¿rut:ia f" g.""i¿r,;ca. Cfr. I;roÁ l¡,1oroli,1, to llcli.¡;ion, ¡rágs. ll-2,
;;;k;;,-, ,n. sigs. 211'2'
que, al suprimir enteramente y para siempre la interpretación, iZt y sigs', IB2 Y Y
/E os TI O,S
tenden basarse los que
prefieren Ia parabra «varor»
que,ésr; a ra parabra realización de los v¿rlores 12. EI honibre occiderrtal ha acabado
a:l:"::,: :n razón ".';q;i;;;a y en su «realismo». pues bien,
ra prrmera así por poner Ia verdad.de los entes en las «<icleas)) y por apre-
hay quá contestar, desde .t prrto
Escolástica, que .i ,(rio-d;i;; de vista de ra 13.
d; ;ff;.'Ji realmente equí. ciar lo leal según valores Claro está clue la oposición heideg-
voco' antes Io será el de «varor», get'iana a pensar según valc¡res no afirnra que aquello que se
valores morales, a los ,.1igitlo. puesto que se aplica a los cualifica así, por ejemplo, cultura, el arte, la ciencia, la dignidad
y,,lo qu",..".a. grave, por
algunos hasra ar mismo oi"i-"
i". á.r¿ii.I.l rrr.," a ros rógicos. del hombre, el mundo y Dios, calezcan de valor. Lo que dice
Y en cuanto a r"grod;'-i;;ó",ese,«¡earis-o, .., justai.nente, Heidegger es que, al caracterizar algo conlo valor, i.pso Jacto
irserción de ra-ramoial .n i" ,árar¿, la se le arrebata su dignidad, ¡educiéndolo a objeto de la estima-
no es nada que frota vaporosamente, r" sr.-rir" de que er bien ción liumana. Toda ,,valoración)) es una subjetivación. No deja
platónico de esencias ."prroa.. ui.iealm.ri.r, en un reino
y' fantasiliü al ente «que sea y nada más», sino que le hace u-Aler para el
simplemente, er ,"r .i.,o, pura. y hombre. El esfuerzo por probar la objetividad de los valores
misriiá- .urrrtoconveniente al apetito,
en cuanro deseabte.y querido. "i" ni siquiera sabe lo que quiere, pues objetivación v subjetivación
o, cuando menos,. ulsg del ser, H ""11. ;;;';;; el ser mismo son concertos correlativos. Y cuando, finalrnente, se proclama
en él' está, por ejem-pro, ri
,tgo-q;" J í"'";, á
lísicamente a Dios, al Ente de los entes, el «valor suprerno)), se rebaja atroz-
sá trala de un orio. de «recuerdo»
en su historia: es una «conveniencia,, mente su esencia. Pues el más duro golpe contr¿ Dios no con-
f;rdr;;
rior de ese ente,. d¡ e;a
"9.u1
u'1" ,olrnrrá'^" "" otra
,petito
ante_
de otra
siste en tenerlo por incognoscible o en hacer ver la indemostra-
qye syaba de elta, y , lu qr", p;.;ü;,"f de uno u otro, bilidad de su existencia, sino en transformarle en ,«valor». El
l^.::ri
modo, pertenecro. pensar según valores es la mayor blasfemia que se puede pensar
Creo que' en sus líneas generales,
la crítica escolástica a contra el ser, y el oponerse a esta forma de pensar significa,
ética de los varores es.justa
a Ios escolásricos ecléctico.íy-rá.-a. ;"y ;;;;;uiu .o., respectola sencillamente, traer ante el pensar la iluminación de la verdad
del ser la.
elementos de novedaa o il; incrustán;;; viejo sistema La crítica heideggeriana, seca, despectiva y dura, de la ética
sosiielen que esta novedad «estaba
en la Escuela. A mi yar> de los valores coincide con la Escolástica en condenar en nombre
p:...".,-i* p*i"i*F ;;;;.on preferibles
a las «armonistas». ñatu..l**"ri
), lo meior, aunque más de la metafísica la «desrealización». Pero a esta crítica agrega,
es la sínte.ir-á".a" b raiz. difícil" como acabamos de ver, otra sumamente interesante: la de que
Para Heidegger, er «<varor» es la teoría de los valores, en el fondo, es subjetiva; y que cuando
er úrtimo y más debiritado
cendiente del agathón platónico.-E-.t" des_ sus cultivadores actuales rechazan ssta acusación, admitiéndolo
,., concepto metafísico
-procedente der entendimi."to "ru
a"-rr';";#"."J, solamente para su predecesores, no se dan cuenta de que con
suele traducirse por la o i.déa_que
,*p.".ián uel-Bienr,; il.qre esa pretensión de objetividad-que, por otra parte, envuelve
inmediatamente
-en se piensa
el bi¿" ;;;ui. Nrrrlulmente, no es en sí misma subjetivismo-contradicen sus propios supuestos y
sentido platónico, pero ra interyreta"ión éste el la línea de pensamiento en la que, quieran o no, se muelen.
ha dado ocasión para pensu, d"i
.r "bil"rir'.o*o <<idea¡r
uhi.r,, ;;;;];'"ír" Porque el pensamiento no es sólo una tarea personal, sino tam-
«computándole» como «v¿rlor» 1r. y rerminar bién, por debajo y por encima de ella, un destino, en este caso
o)aOoú Platón
En efecto, con la iDéa roú
ir é:rézerva'
intenró ouqiaq, más allá del ser. el destino de la filoso{ía moderna.
Pe¡o más a,á det ,.. ,otu..li" *,e.t{e
l; qr; ;il ;;;, y debe ser.
Así aparec e el deber-"" K;;;;;
conrraste con er ser. pero
pués' en el curso,del siglo des-
xrx, Je .iente l" ;;i;ua ¿" {unrlar
filosóficamente er a.¡.?.-
deber? Por
;¿ó'; justiiicar'"rir^*..igencia del
cuanto que encierra en sí misma
se p.ne así a la base der un valor. El varor
deber y se extiena. ulu r.uriaua
de modo que, segú" entera
* l.gr.i '" 1..;., la historia no es sino
la
11 Platons Lehre..., 36-1.
12 Einführung ín die Metaphysilc, 150'2.
r3 Platous Selrre..., 51.
14 Ob. cit., ,9-100. También págs. 238-40 dc llol,ucege.
t

(' t/

ol-rligación moral es t:r-lnr¡rletantcttlc viul(), l)oI'(lttc i:sttt tls, coll)()


ya se ha dicho, irl'cductilrle y 1:rinraria.
Prinraria, sí, pero no única en el reino ético" l)or(lt¡o jtrnt«l
al conce¡rto de obligaci<in o clcbcr rlue pet'lcttccc al orrlatt ¡¡¡t)rrtl
se da el-r-,rden tle la uírttLrl. P«lr eso s,rr cr'ílir:a <lc l\ristritr:lcs cs ia
crítica del equívoco-el erluír,ot'o a (luc so lcfict'tt cl títultl
de su primelo y más famoso artíctrltl--__, sr:qtin cl t:tt,rl lrt nlrlral
CAPITULO XI consiste en «tratado de l¿rs virtudcs,,. L,lr rc¿rlitlrtl, scgúrtr l't-iclt;tt'd,
hay dos {ormas de hacer el Iiicnr l)ot sctltirlo tle la olrliglt:ión
LA ETICA NO-METAFISICA EN INGTATERRA y por virtud; es decir, por inclinacií;rt lt¡tcitl,ir de tln ((lllotiv0)),
i,propósito» o «<finr> (pues, como dcoía Arislírtelcs, cl vit'ttttlso
Estudiaremos en este capítulo los intentos principales que se pio.éde siempre de buen¿r gana, con ¡llaccr).
han hecho en la Inglaterra contemporánea para constituii una Esta ciistinción entre la virtud v la nlol'¿llid¡tl corllo [orlrlas
ética desligada, por una parte, de lá metafísica y sin caer. por de bondad coordinadas e independientcs cxlrlica hechos r1ue. de
!a otra, en psicologismo, hedonismo o utilitarismo. Entr. .Jto. otre modo, serían, según Pric)rartl, muy clifíciles de comllrencler.
intentos descueila, con mucho, el de G. E. Moore, cuya filosofía Si desde los libros de filoso{ía nrolal volvcmos los ojos a3trna
moral, muy importante, presenta coincidencias notaÉles con la viva descripción de la existcncia y las act'iones Irulllanas tal
teoría de los valores, y también profundas divergencias de ella. como la encontramos, por ejemplo, cn Slralcespeare, nos sor-
Pero antes hemos de estudiar la posición de unf serie de filó- prende la distancia a que pal'ecen estar aqrtéllos de la vida leal.
sofos cultivadores de la ética del deber, procedentes de Kant, Esto es así porque la filoso{ía moral ha dc concentrar su aten-
que complem-entan, subrayando la importancia de la ética empí- ción, muy justamente, sobre el hecho de la obligaciírn; pero la
verdad q,r", en el caso de muchos de los personajes que más
lqr1"l- y__siguien_do, a su modo, la línea de pensamiento
rica. de "i
crítico de Schiller y Hegel, con lo cual .u .or.*p"ión resulta admiramos y cuya vida posee, sin duda, el mayor interés huma'
esencial e irreductiblemente dualista. Estos pensaclores son no, el sentido del deber, ltor importante que sea' no es, ni mucho
menos, el factor dominante. Esto nos lleva ¿r la conclusión, dice
lI. A. Prichard, E. F. Carritt, C. D'. Broad y W. G. cte Burgh. Prichard, de que el honrbre realmente mejor-«the really best
Dejaremos. para más adelante el estudio d; las concepcioñes
de un logicismo extremo. Pero conviene tener presente QUa, rtar)).--€s aquel en el que aparecen unidas la virtud y la mora-
como ya se advirtió más ar¡iba, toda la filosofía moral urglo- lidad.
sajona, desde Moore, consiste en Iógica de la ética. E. F. Carritt, discípulo de Prichard, le sigue en lo esencial,
La idea fundamental de H. A. Prichard 1 es la de c¡ue el aunque inclinándose hácia un monismo deontológico. Can'itt sub-
a,
raya la ambigüidad de Ia palabra «good» que lluedc tener
co-ncepto de «moral obligation», «duty, o «right» es fundo-.r-
hl, irreductible a ningún otro 2 q intuitivamente aprehendido, uuiior sentidos: el instrurnental de bueno'para o eficiente; el
de modo análogo a corno ocur.re con Ias verdades matemáticas. ejemplar (un buen ar.tista, un buen zapatero). cl-tlniversal y el que
si dudanlos de si una suma es correcta, para salir de la rluda no sá párticulariza según el <«interés» de cada cual. A causa dc esta
hay otro reüurso que hacer la suma de nuevo; y si clucla¡nos utt'iigü"dad Carritt piensa que la Etica clcl's ¡1¡sscindir rlc cste
5.
cle si una_obligación existe, tanrpoco hay otro ,".ri.o clue mirar término
otra vez los hechos, o sea, hacer de nuevo Ia suma mo.al. El El co¡cepto capital es, según Carritt, cl de right,, m¿is aún
intento de suministrar razones para el cumplimiento de una que el de d,uty, porquc éste cs gcrteritl, crt lrrtt[o rluc la riglrtlr:.s's
es una calacterística de relacitlnes aCtualc,;, t[cnt t <l tlt: «situa-
1 cfr' su artículo «Does m.oral philosophy rest an a mistake?,, (Mínd,
vol'.XXI'1912, pág.s.,3! y-sigs-), qu,, yo he'leido en er vorumen antrlógico 3 Prichard pcrcibc aqrrí, nrrry clarantcnlc, lu rlistirlt:irin cnlrc lo qtle
pubficado por A. I. Melden bajo el-rírulo cle Eth.icar theories. henros llanr¿rdo ethica docens y ethica u.tens.
2 «The sense oI obligation [o clo, or of t]re rightness of an action ...is a Cfr. An ant.bigui.ty ol tlrc word Good, ()rfortl Univusity [)rcss,
absolutely underivative or inmediate» (loc. cit.)." 1937.
5 The theorie ol Mor«ls, oxforrl [Jniversity I:'r'r:ss, ]928, prig. 4t].
(/ o.s CO AI
ciones particulares», ror lo cuar es imposible deducir ningún
código de deberes,de ra noción general dL d"be., p€nsar a pro¡lósito de Moole en el ciencismo, sino tnírs bien en la
.o*o tampoco, «ciencia rigurosa» de Brentano 11 y Husserl. Lo que Monre
I)or supuesto, de la noción de bien. Los deberes concretos, es tras él toda la ética ing)esa contemporánel-ha hecho es un
decir, el acto right dentro de cada .ituu"ión, ." percibe por -y
intuición «in particular instances» 6. Como .. ,*, en Carritt análisis de los juicios éticos. En e{ecto: p3r'a él la pregunta de
vuelven a encontrarse, como en_ Ios prug-u,irtr., precedentes cómo ha de ser definido lo «bueno» (go'od) es la cuestión funda-
de la ética de situación, junto a ra afirmñi¿, i"t merrtal de toda la ética 12. Moore insiste en (lue ha de empezarse
¡irru* d; i;
moralidad concreta, independiente de principios ger"ral"s por deslindar muy bien esta pregunta de otras dos, conexas con
de or- ella, pero que no han de ser objeto primario de la indagación.
den metafísico.
La concepción de C. D. Broad es mucho más compleja por- Su ¡rregunta, r'epitámosla, es ést¿r: ¿Qué quierc decir el predi-
que, como él mismo dice, el peligro del que con más cado r«l¡ueno»? Contestarla es el objeto de la Etica teorética.
cuidado
lra huido es el lu simprificación ?. Los conceptos de rigrrt La segunda pregunta es: ¿,Qré cosas o cualidarles de las cosas
9g
y ough.t son sintéticos a priori son buenas (en sí mismas)'? Itesp«:nderla es el objeto de la Ca-
'good. y, por tanto, indefinibles e iíe_
ductibles al concepto de É.- l, rightness de una suistica. Y la tercera pregunta es la siguientc: ¿Qué debemos
es función, po-r
-un_a
"..ió,
parte, dela t'ittirgrrí, o alustamiento; por
hacer o qué es bueno (comc medio) que hagamos? Su respuesta
.tra, de su utilidad (Broad, discíp,lo áe sidgwíck, recoge en su es el objeto de la Etica práctica.
conc_epción ideas hedonistas y utllitaristas). La teoría del bien en general pertenece, como se sabe, a la
l'inalmente, para W. G. de Burgh B, Ía distinción entre las metafísica. Moore la trae a la Etica poniéndola en el lugar
acciones hechas frr? a sense ol duly y las acciones
cumplidas central de ella (si bien él no emplea el susta¡rtivo good;ness,
f rom desíre.ol good.."s .t el práno natúrar no sóro irreductibre, «bien», sino el adjetivo good, <,bueno»). ¿Por qué? Por dos
sino también aporética. La ética de los valores ha intentado razones, una de las cuales, su concepción a-existencial de la ética.
superar cste duálismo mediante la introducción de la idea del en este momento no nos atañe. Pero la otra es en su prejuicio
rleber'ser (Tunso-llen) como intermedia entre er valor y -;i antimetafísico 13. Moore no quiere subordinar la ética a la meta-
deber (hacer). Pero tanto el intento de este enlace .o*á la física. Su intento es más consecuente que el de la teoría de los
idea nrisma del valor son severamente criticados, de tal modo valores que eludiendo una metafísica del ser incide en una
(lue no se ve otra posibilidad de síntesis ent¡e los
dos principios metafísica del valor. El precio de esta radical renuncia de Moore
mora.les que la religión. Esta concepción encuentra, pr.r,
su justi-
ficación última e¡ la religión, pero con exclusión de ia *.tr-
a la metalísica es quedarse en una lógíca y tener que echar
mano, como veremos en seguida, del recurso, hoy ya un poco
física, por lo cual tambié. se háce mención cre ella aquí.
desacreditado, del <«intuicionismo».
, F, Jos países anglosajones ha habido asimismo cúltivadores
de la ética de los valores
A juicio de Moore, la «ética nrcta{ísica» se basa sobre lo
.propiamente dicha, como s"rr;y ; que él llama la «falacia naturalística», consistente en suponer
4, E. Taylor, Laird y Ewing. Sin embargo, mucho ,ra, qrá que lo bueno es algo real. Ahora bien, este objeto real en que
gJIo: y que, todos nos importa aquí pensamiento de se hace consistir lo bueno puede ser un objeto de experiencia, en
C. E. N{oore e. "r' cuyo caso estamos ante una ética naturalista, o bien un objeto
El propósito de Moore es edificar u.a ética científica
- o, dicho cuya existencia, en un mundo suprasensible, no se percibe, sino
mós modesta y_ kantiánamente, los prolegómer;;;*.una
furura que se irtfiere, en cuyo caso estarnos ante la ética, me'talísicaLa.
ética que pueda pretender ser científici 10. p..o-
no debemos Frente a una y otra concepción, Moore separa cuidadosamente

9.! cir.,
:7 l,'it;. págs. 2B_-9,
!6 y sigs., il4 y sigs.
t,).pes ol thical ,hroirr, Rouhe;i;;' and
11 En ei prefacio de sus Principia Etlvica declara Moore que, des-
Kegal paul Ltd., pués de terminada su obra, ley6 El origen del conocimiento moral, de
¡rágina 2ti4.
Cfr. su lib¡o From, Morality to Religíon. Brontano, y a$ega que las opiniones de este autor están más cerca de
s! cfr' sus libros principia*ethica, cr-b.inJge
u;iversity press, 1903,
las suyas que las de ningún otro.
12 Ob. cit., 5.
y litlu.cs. Oxford University p...., Ígi2. 13 Ob. cit., tlO y sigs.
ro I'rincipia Ethica, pág. q. 14 Ob. cit., 38-9.
F
t,

(:
/E S DIOS TI .S'-
t/9

lb. suscitar el interés ¡ror este imllortante {iltisof,i clcscorl,,<;ido en


!a pregunta «¿qué es bueno?» de la pregunta «¿qué es real?»
Probablemente nunca se ha construido un sistemá ético tan fina España. Ahora que nuestros estuCiosos comicnzan a lccr ¿r Witt-
y asépticamente limpio de metafísica como el de Moore. Porque genstein y cuando ya los libros de llussell r:stárn trarlrrcitlos al
no sólo elimina de su concepción ética todo rastro de la meta- espairol, es imperdonable clue I\4oore, unido ', 1'llos en l:r tlr,cs¡¡-
física del ser real-es un error, afirma, pensar que las prepo- cia de Carnbridge y cn la atnistad, contirtr.ró c¡ttrc Ir r)sr-¡i ros
siciones éticas contienen juicios de existencia, cuyo suieto y prácticamente inédito.
predicado son reales 16-, sino también de la meta{ísica de la
voluntad, procedente de Kant, y la meta{ísica idealista de la <,self.
realization» 1?.
Entonces, si lo bueno no es nada re'al, ¿qué es? Sería un
error pensar que Moore cae en afirmar que es una cualiclad,
irreal en el sentido de la ética de los valores. No, el valor-si es
que quiere llamarse así-no es separable de lo que tiene valor,
carece de la objetividad esencial afirmada por los axiólogos y
,que inevitablemente conduce a una metafísica. La bondad, ha
precisado Moore años más tarde lB, es una propiedad natural
en el sentido de que, en lugar de ser una parte de la descripción
o de las propiedades naturales de la cosa que la tiene, su pre-
sencia en ella es una resultante necesaria de todas las otras pro-
piedades de esa cosa.
Pero con esto no se ha definido todavía el predicado «bue-
no». Ni se ha definido, ni puede definirse, porque es una noción
simple como «amarillor> le. Puede, ciertamente, denominarse me-
diante sinónimos, pero es inanalizable porque todas las proposi-
ciones que contienen este predicado son sintéticas. ,,Bueno es i
'r , t1 ,

bueno y nada más» 20. Y puesto que se trata de una característica


simple, única e irreductible, esto quiere decir que sólo puede
ser conocida inmediata e intuitivamente (compárese con la «in-
tuición de los valores»).
Moore contesta también, largamente, a la segunda y a Ia
tercera preguntas de las al principio citadas. Sería interesante
seguir exponiendo su doctrina y, en especial, las teorías de los
«organic wholes» y del «utilitarismo ideab>, como ha cali{icado
a este sistema, en lo que se re{iere al concepto de «right», su
discípulo Hasting Rashdall, pero no es este capítulo el lugar
procedente para ello. Bastará, sin embargo, con lo dicho para

15 Ob. cít.., ll3.


16 Ob. cit.,l24.
1? Ob. cit., I28 y sigs.
18 uThe conception oi intrinsic valuer, en Philosophical Sutdies,
Nueva York, Harcourt, Brace an Co., L922, pág. 253.
le Princípia Ethíca, pá9. 7.
20 Ob. cit., pág. 144.
I

At 101

y la moral no sería más que una consecuencia de la metafísica.


Fue menester la revolución, provocacla por Rousseau y llevada
a cabo por Kant, para «emancipar» a la moral dei conocimiento y
particularmente del conocimiento más dogmático, el conocimiento
«metafísico». «Es menester admitir, en efecto-concluye Le Sen'
n€-, que la metafísica no es la condición necesaria y su{iciente
de la moral. La metafísica y la moral, collro, por otra parte, la
ciencia, el arte, la religión, son modos originales de proceder
CAPITULO XII
y cada uno exige de quienes se consagran a ella que respeten
tA ETICA FRANCESA DE tOS VATORES su intencionalidad propia» r. Siguiendo esta vía, Le Senne con'
cibe a Dios, en cuanto al absoluto, como el ,,Valor absoluto» 2,
exactamente a la rnanera que, según veíamos, despierta la indig'
Hasta ahora, y aparte de Moore, Que no puede ser estricta- nación de Heidegger. Y Jules Pirlot, autor del libro Destinée et
mente considerado como un filósofo de los valores, no hemos uale'ur. La philosophie de René Le Senne, titula uno de sus
estudiado más que la escuela alemana de la ética de los valores,
capítulos con estas ¡ralabras: <,El Valor o Dios».
sin decir nada de la francesa. ¿Alcanzarán a ésta y en qué me- La insuficiencia del libro de Le Senne, precisamente desde el
dida las críticas expuestas? Esto es lo que vamos a ver a conti- punto de vista de lo que busca, es no comprender que cabe una
nuación.
metafísica que vaya más allá de la metafísica dei «tout-fait», como
La teoría de los valores ha sido cultivada en Francia princi- él dice, o del «en-soi», como dice Sartre. Ahora bien, esta meta.
palmente por los representantes de la llamada p,hilo'sophie de {ísica es, en Francia, precisamente la de Sartre. El problema se
L'esprit, Louis Lavelle y René Le Senne, de los cuales el plimero presenta entonces, para quien pretenda seguir en la línea de la
se ha ocu¡rado preferentemente de la teoría general del valor, en
ética de los valores, como la tarea de integrar éstos en la nueva
tanto que el segundo ha dirigido especialmente su atención a los metafísica. Casi no es menester decir que se trata de una vía
valores éticos. aiienas empezada a recorrer, puesto que) aun cuando eI mismo
A René Le Senne, cuyo Traité d,e Morale Général,e' es muy Sartre y Simone de Beauvoir emplean el término «valor», lo
posterior ala Etica de Hartmann (la Etica es de 1925; la primera hacen después de haberlo udesvalorizado>>,, por decirlo así.
edición del Traité, d,e1942), volvemos a encontrarle, como antes, Sartre 3 invierte los términos de la filosofía de los valores,
desempeñando una todavía confusa función de transición. Le pues su moral posee un fundamento metafísico, pero, en cambio,
Senne admite una metafísica, es decir, una teoría del ser; pero
despoja a los valores de toda subjetividad. El primo'rdium en
rechaza la escolástica identidad in re del ser y el bien, del ens y
el bonum. EI ser e'stá ya ahí y sólo cabe descubrirle por el cono-
la meditgción meta{ísica de Sartre es un ser en si originario,
increado, cerrado sobre sí mismo y per{ectamente coincidente
cimiento; en cambio, el bien debe ser instituido y creado. No consigo mismo, ollaco y macizo, compacto ), por decirlo así,
puede asimilarse al objeto de la rneta{ísica, a las ((cosas» que
totalmente lleno de ser, lleno de sí. Pero, igual que en Ia mito-
existen ya y a las que uno puede volverse-«retroversión»-por-
logía, un día intemporal, sin que pueda saberse cómo, aparente-
que es un ideal de «proversión» o versión humana hacia el futuro.
mente como si el ser e¿ .sí se hubiese dado una modificación, apa-
La metafísica envuelve, a juicio de Le Senne, una primacía del
rentemente como si se hubiera producido en él una «.descompre-
pasaclo sobre el porvenir. Pero Le Senne: p&ra apoyar su tesis
siónr> del ser, un «agujero en el serr,, una segregación de nada en
clcl primado del porvenir sobre el pasado, invoca la autoridad de
el interior mismo ,J,el en sí, habría surgido el ser para sí. En el ser
Hegel y la de Heidegger: por cierto dos metafísicos, aunque
no entiendan la metafísica a la manera clásica, hechos éstos en
los clue parece no haber reparado el pensador francés. La reduc. I Ob. cit., págs. ó85 y sigs.
z Págs. 693 y 6.
ción de la moral a Ia metafísica, dice, es ia solución clásica y 3 Cfr. L'étre et le néant, y pol lo que se rcfiere a la é[ica, entre
procede del intelectualismo de la moral tradicional. Según esta otras obras, Saint Cen.et., Comédien et LIart.yr. Sobrc el pensanriento
solución, la metafísica constituiría el fundamento de la moral nretafísico de Sartre se leerá con fruto el cxcelcnte resumen que de é1
ha dado Pedro Laín en La, espera y La esperanza.
r

102/ESTU os (: S
(' \/
pdra sí la coincidencia consigo mismo ha sido reemplazada por nos obliga a escogcr etltrc cl Misteritl o cl Absultlo. I:,sta cs la
la discordia y distancia de la libertad: ser lo que no se es y no Cot)secueltcia última qLlc-Como to<Javía ltitbrc'tuos tle volvcr a
ser lo que se es. Y la cerrazón sobre sí mismo es sustituida por ver en el prcscnte libro---so sac¿r sictnpt'c clt: stt let:tt¡t'rt.
Ia esencial abertura de la conciencia. Si dcscendemtts altora al nivcl del problullla nlol'¿ll, sc ittl-
Metafísica: pü€s, la de Sartre, de estos dos tipos de se¡: en vierte en seguida qL¡e la ótica existcllci¿llist¿r rto cs. lrroltiittncntc,
sí y para sí. ¿Habrá lugar en ella para ese otro tipo de ser que ética de los valorcs, pucsto quc nicgl la vllidr:z t,lc í:stos. ¿Qtrí:
llamamos Dios? A juicio de Sartre, la noción de Dios es una tnatrticnc, sin enlb¿tt'go, cle cttlnún cotr ollrr? l,a scpurtu:i.tin dcL
unión contradictoria del en sí y el p'ara sí. Pero un er¿ sí abso- str T el uulor. La itlca rlc l¿r dist¡rrtci¿t intct'it,r. dt: la tto-r;tiirtcirlclt-
luto no puede tener conciencia de sí y u\ parCI sí absoluto es una cia del Iornbre consigo rnismo, es uIlA adr¡uisit;i<in definitiv¿r tlc
contradíctio in termínls porqge el para sí es esencialmente con- Sartre, aullque, claro está, no complctanrc'ntc originnl, pot(l¡e
ciencia y la conciencia es siempre conciencia-de, es decir rela- ahí estaban antcs quc í:l l{eidegqer, Ortcgit Y cl nrisnro l3lonclcl,
tividad, y de ningún modo entidad absoluta. Es preciso rechazar tlue percibió claralncntc la rcalidad de Ia dcsllroporción tlLtc IIOS
la posibilidad siquiera de la existencia de Dios: es preciso sos- constituye y que se revela cn la acción, l)ues nt¡nca l«rgramtls
tener el ateísmo. Ateísmos ha habido-o parece haber habido- igualar nuestra afinnación. Aquí cs dondc sc encuclllra' crco yo7
muchos, pero ninguno ha sido consecuente. Se ha negado a oigó d" Io mucho válido de la {ilosolía cxistr:nr:ialista, perfect.-
Dios, pero en su lugar se han colocado entidades aL¡solutas de mánte separable de su sectarismo. Y 1io, aquí dcbc busc¿rrsc la
carácter meta{ísico («estadio metafísico» de Comte). Lo que -La de la moral existencialista- Ve¿im«rslo.
impronta
Sartre se propone-con gran rigor dialéctico-€s sacar, al fin, conciencia, conlo decía Hegel, es un,,,,rgujcro en el s,crr,.
todas las consecuencias del hecho de la «muerte» de Dios, de la Un agujero que per{ora el bloque compat:to dc l<¡ qtre Sttt'tre
inexistencia de Dios. Y «no hay Diosr>, quiere decir, entre otras llama ,i ...-"n'tí, haciendo al hombre quc sca lo (luc no cs y
cosas, que no hay val,ores, no hay un Bien y un Mal exteriores que no sea lo que es. Este agujero, visiblc ya cn cl ortlen rle la
a nosotros. El «espíritu de seriedad» se a{erla a la consideración conciencia psicológica-el hombre, al cr¡rlor:cr, es, clr cierto tnoclo,
de los valores como datos objetivos y trascendentes; busca en todas las coias; pero, claro está, no las es, r't:ahnentc-, es muc|6
ellos desesperadamente el sucedáneo de un Dios en el que ya no más patente en il orden de Ja conciencia mor¿rl. La conducl¿r-
cree, porque no se atreve a enfrentarse con la cruda verdail de conducción (recuérdese lo escrito arriba sol,t'e esto) sc sePara
que por encima del hombre ya no hay nada, ni personal (Dios), de lo que ya, es para volverse hacia el porvenir-la ,,¡rrovcrsiónr>
ni ideal (valores). Nc hay más que la libertad que nos exige de Le- Senne-y hacia la posibilidad. La cucstititr entotrces se
plantearía así: ¿La proversiónno consistirír míts (luc en cl
existir haciéndonos a nosotros mismos y tener el arrojo de in-
ventar nuestros propios valores. «La vida no tiene un sentido a ,,desarrollo», en el .<desltliegue» de Io quc cs? A csta allur¿r de
priorí. Es a nosotros a quienes corresponde darle un sentido y Ia meditación es donde, poco más o lTenos, tolna cl hil«.l ()corgcs
Bastide a, cuyo propósito p¿lrece scr el clc ittsc'rL¿tr cl ctlncc¡rttr
el valor no es otra cosa que el sentido que cada uno elija» (moral
de l'inue'noio,n et du choíx). de valor en el malco de la nucva mctafísir:a- m¿ls o lllorlos rc-
adaptada para ello. ¿Constituirá cl valor cl funrlartlr,.rrlo tlcl scr
No es éste el lugar procedente para hacer una crítica de la
metafísica sartriana y en especial de su ateísmo, del cual, como
y, por decirlo así, su «bien», su o¿rsí¿¡. c()ln() dir'ía. lrs g.icg,s7
hemos visto, pende todo lo demás. Pero no hay duda (como ha
Si ," contesta afirmativamente se atlntitc l¿t coitlcitkrltci¿t dc lo
real y lo posible-lo posible como ltl qrrc lr¡tlltvírt llo.s, Ir(-'I'o
visto Pedro Laín) de que el en sí originario e increado es un
inriefectiblémente, salvo contingcncias, llcgará a scr, lrot'r¡ttc r:stít
concepto de estilo precristiano. Mas Ia realidad de Dios, el Dios
ya en ((germen)) ahí-, Ia coincidencia etllrt: cl st,r y cl valor.
vivo, no puede reducirse a conceptos lógicos y es anterior a los
Entonces «nous devrjons pouvoir dirc ert lr¡tttc t;crtilutJe rlttc tortt
dos tipos de ser estudiados por Sartre. Por otra parte, deducir el
para'sí del en sí es-con{iesa Sartre-imposible. Lo inexplicable vaut de tout ce qui est et que clrarlue 6lrc ¿t I'0tlc t¡rr'il nlór'it1¡¡r.
permanece, pues, más allá de toda dialéctica. Pero Sartre nos Pero esto-continú¿r Bastide--no podrí¿ttntls atltnitir:lo mits qrte
suscribiendo con un enorrle e ilimilatlo amón ttldo lo qrrc octlrl'e
ha prestado un servicio muy estimable: al destruir las enga-
ñosas soluciones intermedias de lo que hemos llamado con Cornte
el «estadio metafísico))-las Ideas, los Valores, el Progreso, etc.-, a Métlitations pottr un. éthi,que tlc Ia pcrsonrt<t'
104 / F) TU os OS
en el mundo. Y acarrearía la muerte de la persona. cuya razón
de ser consiste en la iensión suscitada po. intervalol-diiícil,
doloroso, moral-entre el s€r- y "l
_ei valór. La concienciu s.,.gá
precisamente en la-.encrucijada donde el ser se rompe en li,
cuatro valores cardinales, los valores de prospección y los de
retrospección, los valores lógicos y los valores áxistenciáles. Una
fisura, un «abismo de inadecuaóiónr, separa un ser-nada clel
auténtico advenimiento del ser valor. Y justamente en esta r:er.e- CAPITULO XIII
grinación por los caminos de lo siemprl problemático es án Io
que consiste la vida moral. Así, prer, hay que concluir c¡ue el LA VINCULACION DE tA ETICA Y, LA
valor hace el ser de la persona; pero no como un abstracto en METAFISICA
sí, sino como una conciencia que sL abre a la alteridad y se eleva,
y ((en esta ascensión,- siempre precaria y amenazada», lleg;r ver- Hemos estudiado hasta aquí, en relación con el principio
claderamente a ser. El hombre és esta dijtancia que separa"el que metafísico, la desvinculación que de él han a{irnrado Kant y sus
es del que tiene que ser. La falta aumenta .ru áirtu*ia, proáu- discípulos, el pragmatismo y la filosofia influida por é1, la ética
ciendo una grieta por la que se infiltra la nada, es decir, ál de los valores y Moore, y, finalmente, hemos considerado la
-ul.
Por el_contrario, la confesión de la falta, la conversión, dismi- posición de Sartre. Veamos ahora las tres concepciones, a nues-
nuye el intervalo y ponen en camino de la «realización.,, de Ia tro juicio más importantes, de subordinación de la ética a la.
persona moral. metafísica, a saber: la de Heidegger, Ia de la Escolástica v la
He aquí, pues, una muestra de cómo, sobre el fundamento de Zubiri.
de la metafísica existencialista, iibremente interpretada, puede En Heidegger no se trata, en realidad, rle subordinación de
levantarse una ética que siga siendo en cierto mod. «étüa de la ética, sino de negativa a aceptar la parcelación de la {iloso-
Ios valores», pero con posibilidades de abertura a la metafísica y, fía en diferentes «ciencias». Aunque casi todas sus páginas están
cualquiera que sea la posición personai de Bastide, tambié, u i, penetradas de elementos éticos o, precisamente por eso mismo,
religión. no ha hablado directamente más que una vez, en la Carta sobre'
el Humanismo, acerca de su concepción de la ética.
Heidegger hace notar en este texto t qu. la «ética», igual
que la «lógica y la física», se desgajan por primera vez como
disciplinas independientes en la escuela de Platón. Es el tiempo
en que el pensar empieza a convertirse en «ciencia». Los grandes
presocráticos nada sabían de «ética». Y, sin embargo, una sen-
tencia de Heráclito, Ia sentencia r¡0oq dv0ptbnt'r Daí¡rc»v, nos des.
cubre, en tres palabras, la esencia misma del étltos.
Heidegger traduce Ia palabra ét:hos atencliendo a su signifi-
cación originaria-de la que ya se hizo mención al comienzo
de este libro-por el lugar donde se habita. Entonces la citada
frase significaría lo siguiente: «<El hombre habita, en tanto que
hombre, en la cercanía del dios.» A continuación interpreta esta
sentencia a la luz de aquello que cuenta Aristóteles 2 sobre He.
ráclito. Como llegasen a él unos extranjeros que querían cono-
cerle y se quedaran sorprendidos-en realidad defraudados-al.
encontrarle, como a cualquier otro, calentándose en la cocina,
1 Págs. 104 y sigs.
2 De pd,rt. aninl., A, 5, 645 a., ll .
r

('
t{)6 / E U l) ,s ÉTrcos
manera que cuanto estimamos bueno I<l cs por cierta scrncjanz¿r y
les hizo entrar diciéndolcs: «También aquí están los dioses.»
También aquí, es decir, en este lugar doméstico, dc,nde torlo es participación del sulno Bien; y así ¡luedt: tlecirse clttc en catlit
cotidiano y corriente, <<también aquí» están los dioses. Pero ti"n re apetece, en cierto modo, el sumo Iiicn. M¿is aún: incltls,r
las cosas que carecen de conocimiettto apt:tt:ccn al bicn, ¡ruestcr
entonces lo que de verdad quiere decir 10oc civ0ptírtcu baipt'r«,
que naturalmente tienden a él o son lnovirlas por Dios hacia ó1.
es que «su morada habitual es para el hombre lo abierto a Dios
(a lo inmenso e indecible)>> (,,Der [geheure] Aufenthalt ist dem a la manera Oomo la {lecha es movicla ir,,r'cl al(ltlclo hacia c}
lVlenschen das Offene fiir die Anwesung des Gottes [des Un- blanco a. EI bien se llama {in en cttattlo c.i 'rl tí'rnrino dcl anetito;
geheuren]».) Alcanzada esta significación profunda de la pala- la razón intrínseca del {in es la bonclail ,r perfección.
bra éthos, la Etica resulta ser el pensar de la verdad del ser, La ordenación del hombre a su {in es, Iltles, un c¿lso particu-
como el originario elemento del hombre en tanto que exislente. lar, aunque eminente, de la teleología gcner:al clel univetso:
Pero este pensar es precisamente la Ontología. He aquí, pues, ((omne ens agit propier finem». Unos. c()trto |os ttlirlcrales y Ias
por qué Heidegger no ha accedido a la petición que, a poco de plantas, exseattiae tan sólo; otros, conlo los anim¿rles, exseculirte
publicarse Sein un Zeit,le hiciera un joven amigo, de que escri- y aprehensiue. por virtud de Ia estimativa; cn fin, los hombres,
biera.'una ética: no hay una ética separada, ni aun distinte, de electiue, esto es, Iibremente. La causa final cs la prirncra de las
Ia ontología. La ética trata de Ia «morada» del hombre, pero la cuatro causas y todos los seres creaclos, l¿rcionalcs t: irracirlna-
morada del hombre es el ser, el hombre es D'asein, está en el les, animados e inanimados, están Sor¡cliclos a clla5. l'erg cl
ser, junto al ser, en su vecindad, como su guarda y pastor. Aquí hombre está sometido er am'ore. por an)('r fr¡ntlaclo cn c.nt¡r:i-
no procede habJar de subordinación de la ética a la metafísica, miento, ya que <<nihil volitum nisi praecoqtritttt.tlr. lll bien r-'r-'¡¡r-
sino de identificación de la ética en la metafísica. Pero ¿qué muniter sumptum es Ia conveniencia del scr al alletito en gcnlr-
quiere decir esto desde el punto de vista de la ética práctica? ral. El bien moral es la convenienci¿r ¿rl apctito racionill, a l¿
Que Ia moral, como mera doctrina y exigencia, de nada sirve voluntad. Esta conveniencia a la voluntatl sc dctcrmina ¡lor el
si no se coloca al hombre en otra relación con el ser: en una fin último de la naturaleza, que-como cl tle totlas l¿is cosas--
relación de auténtica abertura al ser 3. es Dios, y se mide por esa participación tle la ley c[tlt'tl¿l que s0
El sentido de la subordinación de la ética a la metafísica, denomina ley natural.
según la Escolástica, es bien conocido. La bondad es una pro- ¿Por qué el hombre apetece racionalmente el bien? Porque
piedad trascendental del ser, que, como tal, no Ie añade nada se pórfecciona con é1. Ahora bien, el homl,re se perlecciona lanr'
real, sino, simplemente, una relación de razón, la adaptación o bién con la verdad. ¿Cuál es la di{erencia existente erttre estos
conveniencia al apetito, la deseabilidad. Esto quiere decir que dos modos de perfección? 6. La verdad perft:cciona solamcntr:
«omne ens est bonum» y que «bonum convertitur cum ente)¡, ,«secundum ratiónem speciei>». EI entcnditrticltt«i rro a¡rrehende l¿r
que el bien y el ser son convertibles, de tal modo, que el grado realidad según su ((ser natttral», sintl sol¡tlrente Stl ((scr ittten-
de bondad se mide por el grado de ser. Los griegos entendían cional». Ercambio, el bien es perlectivo segÚrn cl set' mismo do
por agath.ón, bien,la aptitud, propiedad o perfección propja de la naturaleza de las cosas («secundum cssc tlrrod habet in reruln
cada cosa, es decir, su bien, su haber. Mas en Aristóteles aparece natura»), precisamente ¡:orque el Iien, a tli{crencia de la verdad,
otro sentido del agal,ltón: no lo que se posee, sino lo qLre se per prius está en la realidad y no en cl entendimicnto.
apetece poseer. La conexión entre uno y otro sentido estriba en En fin, el bien puede perfeccionar de clos mancras: cn cua.nto
que las cosas son apetecibles en tanto que son, en sí, bu,:nas. es rlirectamente perfectivo, por modo de {in, y, sccunclat'ianrcnle,
EI primer sentido, el sentido entitativo de la palabra a.gathón, es en cuanto es ductiuum. in tinern. En cste scgttndo caso tenemos
el que la Escolástica conocerá bajo el nornbre de bien metafísico.
El bien entitativo y metafísico es Io que, en el plano ollera. 4 Sant.o Tomtís, In Eth-, [,. I., núm. 9-l]'
tivo, todos (o, mejor dicho, todas las cosas, tcivta, ornnia) ape. 5 Obsérvese que Flart.nrann contraclicc csla lt:lcoltlgía rrnivcrsal pr<:-
tecen. También quienes apetecen el mal, puesto que lo apet.ecen cisamente por considerarla incompatible con la te«rlogía titica: ulVI¿rn hlt
sub ratíone boni, en cuanto que, como ser, es bueno. Dr: tal z.u wáhle¡r: entweder 1'eleologie rler Natur trntl rlcs Scicnrlcn iiberltaupt,
cder Teleologic des X{enschcn, (Etlik, 204).
6 Cfr. Sant¿ Tontás, de Veritate, q. 21, a' I y 6.
3 Was heisst Derulcen?, Jrág. 3'1.
r

t08/Es TI OS
el bien útil. Y he aquí. expuesta sucintamente, la serie
de con-
ceptos metafísicos en que se funda Ia ética toáista.
También para xavier Zubiri la ética .rbordinada a la
"rtá
metafísica o, como él prefiere decir, a ra filosofía
primera. pero
la filo.sofía. primera ná aquí, en primer término, ciencia del
ser', sino ciencia de "r
la realidad. No estamos en condiciones de
exponer Ia filosofía primera de Zubiri sino muy sucinta
y, sin
dtrda, i,suficientemeñte. Digamos solamente ."gnn eila, el
luJ,
ser es solamente Ia manera (humana) como'la'rea'iidad le es CAPITULO XIV
presente al hombre y {u-e, por tanto, remite a la
realidad; «lo
clue es» envía a «lo que hay». El hombre
tie¡re una intelig"n"iu SENTIDO ETICO DE LA FILOSOFIA
sentiente., cuya esencia consiste en estar en realidad.
Este"esrar
en .ealidad tiene c-arácter «noérgico», es decir, ,n estar real Hemos visto en las páginas últimas que la ética requiere un
", como dimen-
en realidad (reduptícatiue). De eie estar en realidad fundamento meta{ísico. Pero esto, que en el orden de la justifi-
sió. primaria de la inteligencia derivan la accián noética de cación filo"ófica es una verdad indubitable, r:ro siempre acon-
inteligir y.clesplfs, 11 r^{e^a,-que nos pone va, no siempre como tece así en el orden subjetivo y psicológico (lo que no debe
antes, en la realidad física, sino también'aáte l, .extrañarnos: recuérdese lo que se dijo sobre la concepción lineal
reaiidad ob.
jetu.al;,el.concepto, gtle.es la captación a" ."uiqui"r y la concepción circular de la Iilosofía). El hombre, cuando se
realidarl ar
captar la iclea, y. el.juicio: Que nos defier" lu ,"ot¡¿r¿ pone a investigar los magnos problemas meta{ísicos, está yet
esto es, que realiza la «prueba» de la realíd,ad, objetual "¡l"ti"r, en la vida. Y la vida humana, la vida concreta de óste o aquéI,
o iiri.r,
rnostrando la adae_guc,tio der concepto lu .euÍidrd.
" u probt"rrrí puede no preocuparse para nada de los problernas de la ontología,
cle Ia verdad queda inscrito así ei er primario de pero, en cambio, como veíamos al hablar de la relación entre
Ia ..uridud, y
no, como ,iene ocurriendo desde Descartes, a la inversa. y la psicología y la ética, es constitutivamente ma'ral. Antes de
tam-
el ser se inscribe en Ia realidad y surge al quedar las cosas hacer filoso{ía el filósofo ha elegido, } €,n buena parte hecho,
ante
mí Lrn respecto o habitud. s-in -rearidád y sin inteligencia moralmente su vida. ¿No influirá esta previa actitud moral en la
,«en».
no habría ser. Ei ser es s.iern-pre de «ro qr" háyr- y consiste orientación filosóficu? Irdrdablementg sí. Pero ha habido filó-
en
traer la realidad a presentidad, y esta entificación je sofos que, yendo más lejos, han llegado a invertir ios términos
es lo que hace posible la evidencia.
k realiclaá
de la subordinación. Según ellos, es la metafísica y la {ilosofía
Por tanto, viniendo a la ética, de ro qug rra de habrarse €n general lo que depende de la moral. «La clase de filosofía que
pri-
r¡ariamente,-según esta concepcjón, ,o del «ser fr.no,r, Jno se elige-afirmó Fichte-depende de la clase de hombre que se
cle la «realidad buena» ; ra realidad, en".tanro es.» De una manera más rotunda que «psicológica», es casi lo
la que nos hace preferir. Y, como veremos a su;;;tiempo,
.. br"áo.
er bien", mismo que vino a decir el agudt-r Nietzsche con estas palabras:
moral es, en una-de sus dimensiones, la realidad, misma en «Poco a poco he ido comprobando lo que ha sido siempre toda
tanto
que apropiable, y en la otra, la rearidad en tanto que gran f ilosofía: la confesión de su autor y una especie de in-
posibítidad,
apropiada o apropiación de posibilidades. r voluntarjas e inadvertidas mémoíres, de tal nranera que la inten-
La ética está, pues, suboráinada a la metafísica o, como ción moral (o inmoral) de cada filosofía constituye el germen de
pre_
ficre decir Zubiri,.a la filosofía nrimera. pero co.,riáne que ha brotado la planta enterar> 1.
que la-{ílo,sglj1 nrimera de zubiri, a cuya exposición ^grJg* Naturalmentg esto es una exageración. [.o que hay entre la
dedicó el
curso I952-1953, es, según creo, la más' ,,sobiia» y metafísica y la moral es una especie de «,círculo» objetivo-subje-
estructural
y la me,.s <<metafísica» de todás las metafíri.u, .tnocidas. tivo: objetivo, en cuanto a la primacía de la metafísica; sub-
jetivo, en cuanto a la in{luencia de la moral, del ét:hos del filósofo
sobre su {ilosoiía. El descubrimiento de la verdad está condi-
cionado por nuestra actitud moral como Io está asimismo, según
t lenseits uon Gut und B6se, Erstes Hauptstück, 6.
r

(' .\ / lll
110lES ÉTrcos
mocleste tractetur, invidiosum est.>> Ya el nonrbre mismo cle la
he mostrado en otro lugar 2, por nuestra disposición psicológica «intelectualrt--, ar:n llevaclo nroclesta-
y antropológica, por nuestro «talante». Por eso la {ilosofía exige,
iil".;ii;-como hoy el de
ocurrirá si encitrla rolnPen"los r:on los
como prelrequisito, la voluntad de no convertir a la «verdad» en -an,r, es mal visto'. ¿Qué
con la gents sn eI
,rá, ,o.l.l".l Vale irás que convengamo-s
servidora de nuestros designios, y ia instalación en el estado de y qu" .¿lo Ia iorma interior dc vi.la, qllc cs lo tluc real'
ánimo más adecuado para aprehenderla. Ahora bien: el rnan- ""r*1".
rnente importa, sea distinta 5'
tenimiento de esa voluntad y de ese talante constituye por sí Ahor.a bien: para practicar el génelo_lilosólico de
vicla es
mismo una tarea ética. Se ve, ,pues, Ia implicación de la ética menester poseer in Añot o caráctei moral ¿etcrminaclo, io clut:
en la metafísica, aun en la rnetafísica atenida objetivamente a platón llama ur,a unaturaleza {ilosófica», p/rysrs ¡ililósop.'lt'os'
las leyes de la investigación: la filosofía, como todo <<quehacer>,, iilosóiica,,? E[ mismo
es ya una tarea ética, una elección v una resolución mantenirJas lCref., son las notas de esta <<naturaleza
principio del,libro sexlo de Ia
Platón nos las t u al
a lo largo de Ia vida. Y no sólo la filosofía. El profesor Zara- "*1r,t,to
n't-piiti"r, al describirnos al joven de natur'¿rleza filosófica' No
güeta ha visto con toda claridad y ha subrayado con toda energía 3
debe habe, *n éi nada de bájo o servil
(anelcuth'ería), ni de
que la verdad en cuanto tal, que toda verdad es apetecible como (smikrolo¿aía). Por el contrario,
est.:eclrez o rn.rqrindad de alm'a
bien moral; que la tarea científica es, en sí misma, una ta.rea en cl sen-
ha de tener *rgotoprépeía, es decir, «<magtti[icettcia»'
ética. Y en este sentido, dos distinguidos tomistas dominicarros, tido de u*.gnuni*idá, (en Platón o.,rir., ircluí ntegalo¡trép'eía
el padre Roland-Gosselin y el padre Deman, han llegado a afir- es decir' capacidad para aco-
mar 4, llevando las cosas a una cierta exageración, que todo error
f"r f. ,ti.-toi¿li.o m,égal'opi»ikhía).,
nlnguna más grande tlue Ia con-
Ir*", grandes empresas, pues
cientifico es un pecado. De todos modos y justamente por eso, i"*pi"iiOn a" trr'ideas.'Ún hombir de natural cobarde o en
flojo
la filosofía, cuando no es enteramente objetiva, y en 1o que no (aneleútheros), no tienc nada que-hacer
larlrur) y vil, servil
-pu".,
es objetiva, puede estar determinada, y de hecho lo está muchas filosofía. S" u", q", según Platón' n«> bastatl los «lones
veces, por la deficiencia moral. el gennaíon
del espíritu para ,.. ilt¿tofo, iino que se t'eqtriere
Fste sentido ético de la filosofía, este pa,thos moral que sus- ;;i;;,'.1 ,oü1.;;..|, *o'ul y, cóncretamcnte' lo que en ia
cita siempre la aproximación a la verdad, es visible a lo largo sistematización Ñ;ri". de las íirtrd., se lr¿t llamado y se llama
de la historia de la filosofía, como lo es la mediatización «moral» virtud de {ortaleza.
de algunos sistemas. Es imposible aquí mostrar esto paso a paso p"ro, ud.-á, J" este modo de ser, el bíos theorét'i.kós requiere
menester considerar a esta luz la historia entera de la p* t" El orto mismo de Ia f ilosof ía
-sería una d,ecisi¿n filoso,lía.
filosofía-, p,ero sí pueden y deben hacerse algunas alusiones. ^orol
se debió a la decisión rnorul dL toma., {rcnte
al.camino de la
y aportarse algunos textos. i"ologíu, la cosmología, el mito y la doxa,la vía del noú.s. Esta es
Por de pronto, Ia filoso{ía no es algo que pueda hacerse «en la vía de la ,rrááJ'01., como iecidido path-os moral, em¡rrende
los ratos perdidos», «en los ratos libres». Aunque materialmente ,, divulgador' Jcnófancs' dirá
Parménides. Y cierto modo
no se viva de ella, no es nunca un Nebenberul: demanda, exige "" los tli.scs a los hombres,
la dedicación de la vida entera. Es, pues, una «forma de vidar>, ;;;l;;.;dad noltunu revelación cle
tle enr:onlrarla 6'
sino que éstos, buscándola lentamente' han
en el sentido ético de esta expresión; es el óíos the'orétilcós. Más tarde, tr^, la,«simulaciónr> de sabj,ltrt'ía ¡ror ¡rarte
cle los
Forma filosófica de vida que primero los cínicos y luego los sofistas, sabiduría entendicla col.llo t'ctírriclt, o sea con'lo
y la
estoicos-que, por otra parte, reducían la filosofía a un saber .ubrr úuútur de muchas cos¿rs y probirr illtlilcrclrtemetlte
urla
sobre la vida, es decir, a saber vivir-exteriorización-como hoy
i"*. y su antífesis, sin adhesión ética.i a l,r ttna ni a la.trr,
o ayer los jóvenes existencialistas-en atavío y costumbres, en el sentido ético tendrá que proponerse' al)lc trldo' clevolvcr.a
la
amaneramiento y pose. Contra esta exteriorizante trivialización Sr.g. así, con S'itrr¿ttcs, la t'sabid.ría
filosoiía su autenticidarl.
reacciona Séneca: «Satis ipsum nomen philosophiae, etiamsi cornr¡ exis'
;;;" ética, de que ha ¡abiado Zubiri, 1a lilo_solía vcrdad, ¿rttn ¿rl
qra conteni¿o, y la volu.t¿rrl dc
2 Cfr. Catolicismo y protestdnt'ismo com,o lormas de existencia, fn- tencia*a, "á*o
troducción.
3 FilosoÍía y Vida, t. II, págs. 478 y sigs., y passim. en la obra de 5 EP'5aI'ucílio'
Zaragüeta. o Iiicls, Ir. IB, Y tanrbién [r' 34'
a Apud, Dom Odon Lottin, Morale fondamentale, págs. 481 y sigs-
(: AI 113
II2 I E UD TI os
para sí solo' R-egre-sa a la caverna' y
y allí' dentro de
precio de la vida, tan admirablemente nos ha pintado Platón
Qu€ verdad
^utrru'po, Entonces'
en sus diálogos sobre el juicio y la muerte de Sócrates (Apología, áur, r, iiu"'t"J"y Ia verdad de los demás'
Critón y Fedón). Es la muerte ética. El destino de Sócrates ha ;;; 'o;;;i;;i'ü,'to, pot!9'í,. matan, -si pueden' a quien intenta
la luz; matan {uien les trae
sido, sin duda, el acontecimiento más importante de la historia 'desatarles y hr...i.. salir hacia | no quieren
de la verdad. Los hombres
de la vida filosófica, de la historia de la filoso{ía como exis- ta libertad ética, camino
porque la temen' porque
tencia. En la muerte de Sócrates trasparece toda la grandeza y la verdad porquo .,á q"i"'"' Ia.libertad' vivir
toda Ia limitación de la actitud ética pura. La muerte de Sócra- pesa demasiado .;b.;;;t hombros' Los'ho*bres -pre{ieren
tes fue el modelo de muerte ética. La muerte de Cristo fue la encadenado. d" al abrigo' bajo techado y 19 't*'
puestos
"orr',ri "tt"
u lu inte*]eñ' L* t'o*¡tti pt"fi""n
la seguridad a
rnuerte religiosa por excelencia. En este sentido, el reverso o ré-
plica de este capítulo sería el Cedicado a la abertura cle la moral la verdad.
requiere un modo
a la religión y la insu{iciencia de una actitud ética separada. Vimos primero que para ser. filósoÍo se bastan las
Hasta qué punto la «vida filosóIicari es, en sí misma, una tarea de ser determinado, con unas. vrrtudes morales-*no sexto de la Repú'
intelectual€s-: i*.'r;,*-po, it"tO" en el libro
ética, nadie lo ha mostrado tan enérgicamente, de obra, como
Sócrates, con su rnuerte; de palabra, como Platón, en el milo blica. A continu;ió. h.mo, visto, , t.uré..de una análisis clel
de la cüuerna?, tan leído y comentado en todo tiempo, v en ,<mito de Ia cave*u', que la ot'p"áión
filosó{ica es' en sí misma'
uegar a culminar' como en el
el que Platón hace un tan cuidadoso montaje escenográfico, que una tarea moral ürá'ritr"" p"tia"
ética»' Ahora nos
merecería la dedicación de una obra paralela a la que el gran ;;;;;t;digmátiáo de Sócrátes, en Lmuerte más íntima esa unión
filólogo Karl Reinhardt ha escrito sobre Esquilo, Esquilo como preguntamos: ¿Pue{e-hacerse todavia
bien: no Ine pt"gylto si de'be'
Régisseur. Heidegger ha dedicado una obra a este pasaje. Pero de ética y ,n"tufi.ica? Entiéndase 1) Ia exigen'
cómo:
lo que a él le importa I en él es el problema ontológico-histór'ico sino simpl"*.nü^li p;;d;. Se rrata de ver
del tránsito de la conce¡ción de la verdad como descubrirniento -.á*o
ciamoraldecidesobreelcontenidomismodelametafísica;
a la verdad como idea. Nosotros, en cambio, haremos de él una o bien, 2) de uJ, la ética se introduce en la meta{ísica
iectura puramente ética. Para ello dividimos el drama en que. misma, fundiéndose con ella'
consiste en cuatro actos. 1. f" pri*t'" ha acontecido hasta donde menos pudiera
'""j;;ü,-"1
I. Durante el primero, los hombres viven tranquilos atados pensarse; por ru, doctrina de Epicuro sobre los
pof una razón ética:
en la caverna, es decir, en la prisión de la seguridad de lo acos- dioses. Epicuro;i;iü;ipáá.rl" los dioses ciestruiría la libertad
tumbrado y recibido i prisión y ligaduras que ni siquiera se reco- porque, a su juicio, ,n" potencia irrfinita espiritual
*=.ituría en el mundo
nocen como tales. y el destin" *orri á.1 ho*br* y- al hombre Ia
2. Una prirnera y gran decisión moral es la de romper las io irracionrt, .ilt*i"do " los dio'e"' q19 sustrae
Iigaduras, para moverse Iibremente dentro de la caverna y mirar dt su existen"ia'^ Ht aquí cómo la ética
;;;-;;p",i.riiria^lá" r, teología natural. con esta determinación
de frente el fuego que la ilumina. decide el contenido
vendrán a conectar' a tra-
3. Una segunda decisión ética, más grave aún que Ia ante- ética de lu m"trií.ica del "' *p"*o
éticos de la época mo-
rior, es la del pasaje de la caverna al aire libre, a la luz del sol. ;;;1;. ,ist;;;;i d.ir*o-y ei ateísmo
trataremos'
Pero con salir afuera no está hecho todo. La iibertad-y con derna, de los que rnás adelante
ella la verdad-son dilíciles de soportar, hay que conquistarlas Este condi"i;;;i;". a. la meta{ísica.
p.r la ética tiene lugar
Así, en el de Kant, dondi¡
poco a poco; no se dan, sin más, con que Ie suelten a uno y le también .n ot-.-.irlu-r. {ilosóficos.
metafísicas de la
pongan ante la verdad; es menester acostumbrarse a la luz del Ia exigencia *";;i J";iJe sobre las teorías ya indicábamos
sol, es menester acostumbrarse también a la luz de la verdad y inmortalidr,l y^ l;;*i'ttntiu de Dios' o' como
por el rea'
aI principio, en'"f á" fl"hte' Para liichte' la
opción
a su presupuesto, la libertad. (Virtudes de fortaleza y sus partes, EI rea'
paciencia y perseverencia.) il; ; ior'"1 ii"Ji.*o meta{ísico de un mundoético'
es de carírcter
exterior con
4, Pero el filósofo que lo es plenamente no guarda iibertad lismo, Ia a{irmatiO^ ¿" la existencia
realidacl, según é1, materialis'
independencia áel espíritu, "r: ,.n
1 R"p., L. VII. mo, esto *., aJü'-inación iel espíril".qo',.I"
materia' Frente
B
Así como a Ballauf, por ejemplo--Die ldee der Paídeia-, que tam.- el idealismo-tertíum nan
bién lo ha analizado, el problema pedagógico. a él no h"y ;á; posibilidad que
n4 IE TU ETICOS ('

datur-, esto es, creación del mundo por el yo absoluto. Esta en trascender siempre hacia Ia subietividad..La Iibertacl.
Ia elec-
opción se hace éticamente: el <,materialista» elige el realismo y la decisió"i f" descripción de las situaciones-lírnite, de
il porque conviene a su bajeza moral; el hombre libre elige la "iO.
iu, ,.i.ion"r, drrgurramientos y contradicciotres de la existe^-
tl
'l filosofía de la libertad, el idealismo. .i", .á"riiiry"., .li"ma cle esta iiloso{ía sin conteniclo mcta{ísicro
También la {ilosofía de Nietzscire es, ya se sabe, casi pura- o con un contenido meta{ísico cifrado y' por tanto' tle
indecible'
Sartre es
mente ética. Pero aun las tesis que parecen alejadas de la moral En fin, la «intuición original» de la {ilosoiía
están determinadas éticamente. Por ejemplo, Ia del ««eterno re- también emirrentemente moraÍ, se t.ale aquI otra vez' de
torno». Jaspers ha hecho notar en su libro sobre Nietzsche que lnera estructura,
"'q""no pl()l)one nin¡¡ún «conte-
que
moral como
la teoría nietzscheana del «eterno retorno» nada tiene que ver, nido», ninguna .,pr.t.'iptión",'ninguná ayuda siquiera'
y deje
en su sentido, con el «etetno retorno» de los antiguos. En el ut t-,o-¡.e"abandfnado a sí rnismo. La cxigcncia i:tica, mons'
«eterno retorno» de Nietzsch. t. trata de expresar con Ia márxinia truosamente exacerbada, de que el hombre sca
desorclenadamente
fuerza la intensidad de aprop.iación del pasado. Hasta tal punto iib;;;"tfon=uu1" áL ti *it-o lleve a Sartre'laPor ttn lado' al
son éticamente nuestras, nuestras acciones, hasta tal punto somos ;;j;;", u'l* d.rtrucción de Dios' y corl él
.a
destrrrcción de
responsables de ellas, que no «pasan» nunca, sino que volverán de todas l¿rs
todos los valorei a. todos los órdencs espirituales,
una y otra vez, eternamente; lo que hemos hecho una vez lo normas morales, y, Oo' eI otro, a neg-ar la. <<natura.leza
humana»
hemos heoho para siempre, lo somos y seremos para siempre- v a afirmar gue'Ía'existencia precede a la esencia. Adviér'tase
Esto y no otra cosa significa el retorno nietzscheano. ür; t"^j;ti" á"1tra afirmación es precisameltt, 19 que tiene de
2. Pero antes dijimos que hay otro modo de más íntima éri.o; io d.r*.rrr^do, el levantai "u verdad ética al pla.o
unión, si cabe, entre la ética y la metafísica. Tiene lugar cuando falso }aya-una (']raturaleza humanar>'
á"iofbgi"". Pues es -qyq 'o
[o ético se transporta al plano de ]a metafísica y se funde y con- cs verclad que' si no
-.."r.iu,ontoiógica dáI hombre' Pero
una esencia
ética, del hombre, lo c{ue
funde en ella. Así, Heidegger puede suprimir tranquilamente la ioáu al m'enos la «esencia
Ia existencia' Sobre
;;;"1i"-"4" ,u et'h",sí se forja a través
ética como ciencia filosófica, porque previamente ha disuelto su de
naturaleza»' es decir' lo
sustancia en la metafísica. La estructura de la existencia consiste la <rnaturaleza» se levanta la uiegu"da
en proyecto de sus posibilidades, cuidado de su destino y angustia qu. d" aquélla hemos hecho, libre y é1icarne.n.te'..,
anto la muerte. La conciencia moral denuncia la deliciencia onto- Hemos ,""rirrl" en este capítuio el sentido
ético de la {ilo'
este sentido ético se ha
lógica del hombre en cuanto hombre. Ser hombre es morar en el :sofía. Pero lrernos podido obseivar que
ser..., y, sin embargo, el hombre, hoy, no puede hacerlo porque asudizado enorlnemente en nuestra Spntu' ¿Qué signiiica esto?

-escribe
en Aus der Erlahrung d,es Denkens-hemos llegado Ái ti"rt del libro propondrer¡65 flos resprrestas a esta prcgunta.
demasiado tarde para los dioses y demasiado pronto para el ser.
El hombre olvida el ser y cae en la existencia impropia, en el
«rse» de la medianía, y sustituye la alétheía por la habladuría sin
consistencia, por la «curiosidad» que se disipa en una fiebre de
novedades, ] por la «ambigüedad» del que, en yez de detenerso
en las cosas, prefiere manosearlas y darlo todo por sabido, lla-
mando luego a ese insensato mariposeo Aufsl,ieg y <«vida con-
creta». Casi en cada página heideggeriana encontramos un con-
cepto ético convertido en categoría ontológica.
La filosofía de Jaspers es todavía, si cabe, más inequír'oca-
mento ética-aunque sea una ética sin contenidos, sin nonnas,
puramente estructural*, es ya sólo un larguísimo y secularizado
sermón, puesto que se renuncia a toda pretensión de una onto-
IogÍa. «La {ilosofía no está ya en condiciones de exponer un
sistema de Ia totalidad del ser en fort,ra objetiva.» La objetiva-
ción es cosa de las ciencias. La misión de Ia filosofía consiste
AI

Horst Schrey ha cuidado de porrer en claro' qu" el pensamiento


heideggeriano es conciliable con el protestantismo, pero no con
lu enlJ¡unza católica, según la cual Dios puede ser conocido
co,gnosci- 2 por la razón humana natural. E{ectivamente,
-certo
Heidegger declaró, .n .rnu conversación con R. Scherer
3,
Qu9
la filo"sófia no puede ilegar a Dios, que lo que a veces llama así
no es sino un concepto mundano sublimado, algo puramente
Que, en {in, el encuentro con la ]livinidad
inmanente: 1r es una
"re.ervrda a la filosofía,
(;ÁPt]'ULo
experiencia a la religión e inaccesible
XV
cuyo objeto es el sentido del sei. Y_los propios textos últimos de
Héid.gg"r confirman esta actitud, En «El retorno al fundarnento
ETICA Y TEOIOGIA. de la
-ráetaiísica»,
puesto comointroducción a las últimas edi'
ciones de Wos ist i4eta'p,h.ysik?. ha escrito estas palabras:
La subordinación de Ia ética a la teología natural viene im-
plicada por lg subordinación a la metafísicaide l" «¿Cuándo se resolverá la teología cristiana.de una vez, a tomar
es aquélla
una parte. Y la repulsa de la subordinación a la "ual J".ro las palabras del Apóstol y, de acue¡do con ellas, a tomar
metafísica im- "., filosofía como una locura?, 4.
plica la repulsa de la subordinación a la reolo;;a natural. Esro la
segundo puede acaecer bien porque se niegue ia posibilidacl
de
la. metafísica y, consiguientementá, de Todavía más recientemente, enla Einlührung i.n tlie Metaphy'
la teJlogi, ,rltrrul (Kant),
bien.porque, aun admitiéndolas, se quiera ráubar l, ind.p.í. síft 5, insiste en esta idea dela «locura de la filosofía», conside-
dencia de la ética respecto de elras (fiio.ofíu J" Io, valor..).' ,"d" de.de el punto cle vista cristiano, y en la inconciliabilidad
de teología y filosofía, aun siendo ambas legítimas"
. P-"r9 tampoco todos los que conceden la dependencia metafí.
sica de la ética extienden esa dependencia hasta Ia teología Origlnariamente, el cristiano tenía qlen-a- conciencia, según
ral. En primer porque esa metafísica prr"d" Jondr"ir,
natu- Heideg[er, de su incompatibilidad con la filosofía. EI hombre
lug:.,
como en el caso de sartre, a la negación del objlto mismo podía"! puede tomar, bien el camino de la fe, bien el de la
de la ^También,
teología natural. una metafísica atea, que, ,o qui"r" saber nada iilorotiá. es verdad, ambos, pero entonces caminará
del ser creador ni admite.el concepto de urr"r.ibnr, dividido y su drama consistirá en no poder pensar originaria'
pr"d", como mente, en no poder entregarse a su propia ¡lregunta, porque,
es el caso del existencialismo, abiirse a «perspectivas morales»,
aunque Ia moral de que aquí se trate seá, .ó*o veremos más d" unie*a,ro, lu fe le ha asegurado yá la res¡:uesta, o en vivir
adelante, de carácter meramente uformalr. cuestionable y problemáticamente su propia {e, en sentirla agu'
Pero ni siquiera es menester ser ateo para, aun admitielldo jereada por la pregunta filosó{ica.
.la metafísica, Sin é-bargá, .. ,, hecho que el cristianismo se apoyó desde
negar la teología natural. Basta con rechazar los
p:lr-"rybyla f idei, es decir, el acceso de Ia razón a Dios, l, muy temprano en la filosofía griega. Al haccrlo así incurrió,
bilidad de justificar filosóficamente ningún «saber» acerca iro.L ."gín Heidegger, en una traición a su propia cs-encia, -Y, Por lo
Dios. Todo filósofo protestante fier u ,rr"p.ooio. *pr.rtos
cle qu-, ,.
re{ieré a los presocráticos, en un caso malentendido, pues
giosos se encuentra en este caso, s,nque, como veremos
reli- ei problemu ¿s estos no era <.Dios», sino el ente en cuanto tal y
más
adelante, el problema aquí se compri.r, ,t menos dentro der
luteranismo, porque es la posibilidad *i.*u d* ,,ro «ética
natu-
1 Véasc su artÍculo uDie Becleutung der Philo-.ophic Martin l{eideg'
,.a1,,, c{e una <<ética lilosó{icar, la que es también gers für die Thcologier, incluido en el volutnen Martin Heídeggers
pr..,u aq.í en bin¡tus6 auf die Vislenschal¿en, publicado en honrertaje a este {ilósofo
cuestión.
al cumplir los sesenta años.
Al estudiar la subordinación a la metafísica nos rcferimos z if.. Denzinger, Enchridion Symbolorum, núm' l'806'
a
Heidegger y- vim_os que en ér la ética qredaba
en la
3 R. Scherer,-uBesuch bei Heidegger», en wort und wahrherf, nú.
metafísica, absorbida por ella. Ahor_a bien: "*b.bidu mero 3. 1947.
¿cuál ., ,u posición a Pág. 18.
respecto de la teología natural? El teólogJ protestante s Pág. 6.
Heinz.
('
u,l/E UD TI
el ser 6. En cambio, Platón y Aristóteles, que representan en la desufilosofía(precisamenteporq.ue,aCausildelcarírcterfrag.
pucde leersc
tabla de valores filosóficos de Heidegger ei «fin del principio», mentario de los escritos qu. d. elios se corlservan.
pisan ya un terreno indeciso que, por lo mismo, sin demasiada .n ,u, palabras lo que se quiera)' tl'atar de Ia subcr-
violencia podía ser incorporado al campo de la teología. En Tiempo es Ya de que, puesto que hemos de
los ojos a l¿rs mora'
cuanto al primero, Heidegger hace suya la conocida {rase de dinación de la ética a la ieología, roluo.,r,rs
Nietzsche según la cual «el cristianismo es-ha llegado a ser- puede enconrrarse más o menos
il';;¿;";as. Esta <«teonomía, este pu.t«r de vista, el cuaclro
platonismo para el pueblo>, ?. Más nos interesa su juicio sobre acentuada. v.urn* J" trarar, derde
Aristóteles, en su relación con Ia teología. Para Aristóteles, el de los sistemas de la ética crisLi¡na'
"táá"ra" de lc'x' mírs aún
objeto de la metafísica o filoso{ía rrimera es el ente en cuanto Empecemot pá' aqlellos en que el conr:eltio
dc la moral es deiet"
tal, o sea el todo del ente. Pero estas expresiones pueclen ser oue central, .. ú.,ito' Et' ello' el contenido
tomadas, y las toma el propio Aristóteles, en dos sentidos dis- por Dios, que nos dice lo clue henros
Hffi;';;ü;;;rnte
tintos: bien como el ente en general, en común, o bien el todo de hacer y lo qr" f"-ot de omiiir' Pero ¿cómo'nos lo dice?
del ente en el sentido del ente más alto y, por tanto, del ente En la Revelación, "ánt"tu el calvinismo'
['s la Pa]abr a de I]ios
humano. Recor'
divino. La primera definición se reduce en realidad a la segunda, la Norma ubrolrri"-y única del comportamientoo Ia de Pu{endorf'
¿ti"' Arnoid Geulinx
porque sólo Dios es plenamente enüe (ens realissímum, acto puro). demos, po, .¡"*it,'f' de
influido por el de Des'
Los demás entes se hallan en movimiento, es decir, viniendo a En el sistema d"i ;r;.ro, directamente el Dios de
ser y dejando de ser; por tanto, no son de un modo absoluto, cartes, Dios dese;;;il un p'ptl primordial Pero mueve por
que
como lo es Dios. La meta{ísica aristotélica es, pues, al mismo a;ii"r- es el Dios calvinista, la Maiestr-¿s absolura
y que utiliza como ins'
tiempo, ontología y teología (natural, es claro). Y precisamente todas las cosas'
J-*ir*", directamente,
este su carácter fundamentalmente teológico es el que ha permi- trumentosSuyosatodosloshombres.Latesismetafísicadel
tido a Ia «teología eclesiástica del cristianismo», para su propia ocasionalismo.,unutraducciónallengrraje.{ilosó{icodela
desgracia, apoderarse de ella 8. conceoción Y |¿ ftica de Geulinx' plenamente acorde
De todas las concepciones a que nos hemos referido, sólo Ia ""lui]ri.;'
:;;:il,;;t,; i;'i;ir",rá de f)ios y pone todo el acenro en Ia
no.se trata' en rigor' de
«filosofía de los valores» ofrece una ética «materiab), pero ya sumisión del horibr. u "llu' Aqyí'puei sino de una
vimos en el capítulo anterior que su defecto consiste, precisa- una ética fiforáii"",
-"' " pt'u' d" lat apariencias"
mente, en Ia carencia de fundamento metafísico. El punto de 1a'religión' La Lex moral es la misma
,"*ri .r¡**iá"
vista luterano de negación de la filosofía moral y de toda Ia L¿x revelada.
filoso{ía representa una desquiciada hipertrofia del significado Muypróximoaestaposición'elvolurttarismomedievaltle
de la teología revelada. En cuanto a los juicios de Heidegger O..u*'y'*. ai*ip'lo' pfn" la. eÁencia de l¿r moral e. la libre'
refutación a fondo corresponde a la metafísica y no a un Voluntad de f)ios' No hay
-cuya incondiciorrrau,'"¡ioiuta, uirracional»
libro como éste, sobre ética-, baste decir que concede lo su{i- o malos desde el punto de vista
actos intrínsecamente buenos Dios; Malo' Io
ciente, a saber: que en Platón y Aristóteles hay ya-siglos antes moral. Bueno ;;;;ilpi;Lntt' 1o que prescribe
de la aparición del cristianismo-una teología natural. Es verdad sicmprc irnprevisib)e-
que prohíbe. La'Voluntad divina campea
e[ estableci-
que niega la existencia de ésta en los presocráticos-por cierto, compadeceise csto corl
mente. Mas ¿.á*o fr.d"
en flagrante contradicción con el reciente libro de Werner Jae- de un oitlen salvífico y dc una ley? La
miento por revelaciAn
Ber-, pero ello es en beneficio de una «personal>r interpreta- contestaciónaestapreguntaesposibleltl¡diirllteladistinciíln,
ción de éstos, únicos pensadores con los que busca el empalme clcntro de su sislema, entre
elaborada po. ..,o. ieólógos, y "upitol
if prrrrrti Or¡ ,itotu\ Y li' pit"'tia Dei rtrtlinata' l)c
6 EinÍührung in die Metaphysi.k, 9i' y sigs. Werner Jaeger sostiene 'ec.rr
_potenLta oroinÁlo-, Úiá, ¡a instiiuido un.s le'es,
lt¿r cre¿rcltr
en La teología de Los primeros lilósolos griegos, y ya desrle el título
mismo la opinión contraria. La «teología natural» no habría empezado unaorcienación,ycstaslevcs,estaoltlcrtltt:itin,ctlnstitttycrrlos
r')'r reprobacio,' l'ertr
por tanto con Aristóteles, sino que constituiría una originaria ocupaci«in hitos del .u*ino árJi""rio á. Ín roluuciírn
ligarla por cs¿rs leyes
nrental helénic¿1.
1 Ob. cit., pág.80. La frase de Nietzsche se encuentra en el prólogo la potenci"-.;t"l"ta-cle l)ios no qtrcda ta.to que M quiere y e.
ni someticiu u ".u ordenación, sino en
de lenseits uon Gut und Biise. ellas' y aun cotrtra clias'
8 Was ist Metaphysik?, pág. lB. la medida q,""q'il'"- Po' et'cima de
/E 't' {/ TICO E
AI 12t

puede-hac er-potentio; absolufa-absolutamente todo. Es ver:dad, De todo Io cual concluye Maritain Ja necesaria «subalterna'
concede¡á: por ejemplo, Gabriel Biel, que Dios no puede obrar ción» de }a {ilosofía moral a la teología. Se trataría, pues, en
contra la recta razón. Pero-agregará-la recta razón, por lo esta ciencia nueva de una «filosofía» (filosofía y no teología)
llue se refiere a las obras exteriores, no es más que su Voluntad. moral, pero «cristiatra», o, dicho en otros términos, de una
Lo que Dios quiere y porque lo quiere, eso es lo justo y lo recto e. «filosolia moral adecuadamente tomada», expresión que vale tan'
Hasta aquí hemos hablado de la subordina"l¿" aá la ética a to como una filoso{ía moral que constituya una ciencia real y
la teologí a st'ricto sensu, es decir, a Ia teología revelada. A con- verdaderamente adecuada a su objeto 14.
tinuación vamos a hablar de los sistemas éticos, gue, siendo ¿Qré pensar de semejante posición? A mi juicio, y en primer
independientes de la teología revelada, se subordinan- a la teolo- lugar,-qrá trl subalternación arranca de cuajo a la ética su ca-
gía natural. Pero _antes digamos dos palabras sobre la concep- rácter fllosófico. La filosofía tiene que proceder exclusivamente
ción de Jacques lVraritain, que es intermedia entre unos y otros, a la luz de la razón; ésta y la fe son heterogéneas, y, po-r tanto,
pues, sin aceptar la «subordinaciónr> a la teología revelaáa, pro- la llamada por Maritain .isubalternación» sería en verdad una
pugna su usubalternación». subordinación. En segundo lugar, esa ciencia híbrida de Maritain
es contraria al espíriiu, si no a la letra, de su maestro, de §anto
. Maritain opina que la ética natural «no es más que un
Tomás. Ya lo hemos estudiado nosotros mismos en otro lugar
15,
esbozo o una incoación de ciencia, o un conjunto de materia-
les filosóficos preparados para la ciencia» ,0, péro no una ciencia en e1 punto concreto de las relaciones entre la virtud de la jus'
propiamente dicha. Y esto porque, una de dós: o permanece en ticia, Ía virtud de la religión y la gracia. Y en tercer lugar, hay
eI plano abstracto de la destinación a un homo,fossíbilis que .que áecir que la actitud de Maritain procede del supu_esto, total-
tiene poco que ver con la condición real y del hombre mente falso-pero no infundado, si echamos una ojeada a tantos
caído y redimido o, lo que es más frecuente, "or.."fa
se destina al hom- y tantos manúales escolásticos y no escolásticos de la ética-, de
bre real, y entonces deja de_ ser, a su juicio) una «ética pura. que toda «ética natural» tiene que ser, necesariamente, por su
mente natural»; nadie desde confucio a Nietzsche, paündo esencia rnisma, abstracta. Suposición a la que agrega la de que
-pues
p_or los griegos, ha trabajado nunca sobre la pura natuüleza rr. tal estado de abstracción no puede sacarse a la filosofía moral
Y, páginau Aá9 adelante 12, precisa su pensamiento en el siguiente más que mediante la teología. El aspecto positivo y valioso de tal
párraIo: «Si de la ética de Aristóteles hago una filosofía"moral crítica es obvio: los filósófos católicos empiezan a comprender
independiente, con Ia cual me guiaré e, ml vida y espero de ella que es quehacer urgente la elaboración de una «ética concreta»,
que me diga-en el plano de la ciencia, que pr.pura de lejos o, .omo-Maritain dice, uexistencial». Pero esta concreción puede
^acciónl-cómo
la regulación concreta y prudencial de la débo y debe conseguirse por medios «naturales»; el recurso a la
hacer wrd. ser un hombre bueno y para dirigir perfectamente Í,istoria y a la psicológía y, sobre todo, Ia reforma de la menta.
mi vida, seré inducido al error por las omisio.rei que padece lidad y ei método, pueden darnos lo que Maritain busca por -vías
respecto al orden sobrenatural y a la verdad existencial ^de mi ultra{ílosóficas. La presencia del mal en el mundo, la servidum'
vicla.r> Una ética verdadera no puede prescindir de considerar bre del hombre a lá imperfección, la caducidad del ser, la au-
la vida del hombre en su situaciór, ,"*i, en el estado de hecho reola de inseguridad y temor, también de esperanza y amor, q-u9
en que ha sido colocada. Ahora bien: este estado de hecho no circundan a li existencia, son otros tantos <<datos» que están ahí,
¡ruecle ser concebido sino a la luz de la fe, puesto que depende delante del,{ilósofo que tenga ojos para la realidad concreta, y
de ciertas verdades reveladas, como son la creación, Ll estaáo de aunque en cuanto tal filósofo no pueda alcanzar su explicación
justicia original,.la caída y la Redención, verdadés que única- teológica revelada.
mente pueden serle proporcionadas a la ética por la üología 13. El defecto de la ética está, pues, en que sea abstracta, nunca
9 en su carácter estrictamente filosó{ico. ¿O es que quiere edifi'
Contm.entarii in qu,.tor Sententíarum Libros,I, Dist. l?, 2, l, arr. 3, carse, para reemplazar a la ciencia abierta a todos los hombres,
dub. 4.
10 Ciencia y sabiduría. pág. 160.
una especie de saber esotérico, una nueva gnosis cristiana (gnosis
11 Ob. cít., pág. 16l.
12 Pág. 211. 7+ Pág. 1i3.
13 Págs. 112-3. 15 Cf;. Et protestantismo y la moral, capítulo sobre _nGracia y religión
en Santo Tomásr, de donde se han extraído estos párrafos.
I

th: T{/ ET (:

en cuanto fe presentada como saber filosófico)?


nos quiere_s_egregar más-aún-y paradójica-"ír*,'por¿o es que se mento próximo de la moralidad en la «<naturaleza racional». Esta
un hom- repuración de caminos ha sido consecuencia ineluctable de la
bre como Maritain, que ha pu.rtá todo su .;p;í" en la inreri-
gencia entre los creyentes y los incrédulos-d" separación de la filosofía del corp'us thelogi.cu,nt, a ¡rartir de
un mundo con el Suárez. Pero además hay que decir que fue preparada ¡ror el
que, por desgracia, tan poco hemos [enido que
ver en los ti"*po, cambio en el concepto de lex, y por otra parte, rlue la centralidad
modernos, y pgl.u ello, lunto a la sociología, iu pr"r.r, el cine y
la novela «católicos», se nos va a prov.*, tu*bién de una ética ética del concepto de «naturaleza racional» se encuentra ya en
c9rr.ad1 a los profanos? La filosoiía es, po, .r"*ia, algunos textos del propio Santo Tomás. Expliquemos lo uno y
ctmlento que no
,n cono- lo otro.
_apela más que a la razóq luz natural de todos Para Santo Tomás la lex es «aliquid rationisr> 21, es <<ordi-
los hombres. Salviguardemós, pues, sin áompricarra, esta alta
posibilidacl de entendimiento y áe alatogo 16. ñuturul*.nre, natio rationis» 23. Razón y ley aparecen, pues, en cierto modo,
esto fundidas. Posteriormente, a partir del siglo w¡1r, la lc:r comienza
no.significa_que haya de preicindirse di toda relación enrre
lo a ser más bien «aliquid voluntatis», a tenel más r¡ue ver con Ia
religioso y lo ético. Pero-se [rata, corno veremos, no de
una voluntad (en el sentido del voluntarismo) quc con la razón. Cc¡n-
vinculación principial, sino terminal, no de un proceder-d,e,
-"ina secuentemente, Ios filósofos que quieran salvilguar<Iar el carác-
de un abrirse-a; la,ética no depená" de ra teorogia
1..rr"iudu), ter filo,sófico de la ética serán impulsados a r:onstLuirla, no sobre
sino_que se abre a la religión.
Pasemos ahora a echar una rápida ojeada a ros el controvertido concepto de /er, sino soble el de naturaleza
de simple subordinación a la teologíá natuár. El primero y
sistemas racional, de claro abolengo aristotélico 2a, el de la <rrecta
{un- razón>> 25.
damental es el de santo Tomás. Áqr] la ética ,,á ." monra
ya Adelantábamos antes que este concepto sc cncuentra ya explí-
sólo, como antes, sobre el conce_pto de Lex (o ¿" voluntaá),
sino también sobre el concept o ie ratio, razó'n divina, citamente en Santo Tomás listo para servir de base a un sistema
"L y lo qrá
nos importa más, raz6n humana también. En la ética'ur.grlo ético. Véanse, en e{ecto, los siguientes pár'Lafos de la Summa
prox_ima est ratio_hym,ana; regula autem suprema est iex contra los gentiles 26:
aeter-
na» 1?. La bondad de la volunlad depende, pr"r, de la
,urór lu, «...ea quae divina lege praecipiuntur, recl.itudinenr habenI non
si bien dep-ende mucho más de la lly etá.nu ,n, solum quia sunt lege posita, sed etiam sccuntlurn naturanl». «Sunt
dictamen de la fr..to que el igitur aliquae operationes naturaliter homrni convenientes, quae
razón no es sino farticipación'y refrejo d;
aquélla 20. sunt secundum se rectae, et non solum quasi Iege positae., «Patet.
igitur quod bonum et malum in humanis ar:tibus non solr¡m sunt
El sistema tomista rnantuvo equilibrados los dos térnrinos, secundum legis positionem, sed secundum natrtralem orrlinem-»
Ley (divina) y r-atio (humana). Era, no lo orvidemos, un sistema,
a La vez, de teología moral y de filosofía mor.al. pero, hablando Sin embargo, el tránsito desde el punto cle vista de la «[,ey»
del pecado, ya-dijo que «a theologis consideratur peccarurn se- al punto de vista de la <<naturaleza racional» no se hará brus-
cundum quo dest of{ensa contra -D"u*; , philosopho a,tem camente, sino a través de ciertas gradar:i«rnc's. Se cn-rpezarzi ¡ror
morali, secudum quod contrariatur rationi» 21. Este texto es capi_ disringuir en Ia ley misma su carácter ostcnlivo o inclicalivo y
tal porque prevé las dos rutas que va a seguir el pensamiento su carácter imperativo, y por afirmar la obliqatoriedld de 1¿l
ético cristiano: la de subordinarión u la teo"logía rávelada, qu; ley natural ante praeceptutt¿. El primcr scnlirlo es prcvi«r a la
gond¡ri e1 el.primer rérmino la ley, la obliglción y, a pcrte promulgacií:n proPiatnente clicha de la ley, ), vir:t'rc va rlatlrr en
homínis, la obediencia, y la vía filtsófica, qie verá el funda-
22 Loc. cí.t., 90, L
problema que yace bajo esta discusión sobre la subarrer¡ración
23 Loc. cit., 90, 4.
- lu
de la -El a la Teología es el tan discutido
Etica
24 CIr. Etica a Nicómaco, I, I y 10.
en el que no nos corresponde entrar aquí.
de una ufilosofía crisriana», 2c Cfr. inlra estudio clel cor-rce¡rto aristotrilico tlc ort,hótc.s.
L7 S, Th., I-II, 21, I. 26 III, i29. Tambión estos otros textos son sltnllulcnlc irn¡r,rrrilnt('s:
lB Loc. cit., 19, 3. u.,.differentia boni et mali circa obiectunl consirlerata comparatur per
lg Loc. cit., 19, 4. se atl rationem, scilicet secitndum quod obiectluri csl. ci convenicns vcl
20 Cfr. infra, pág. 24A. non conveniens:r; ubonum in quantum est sect¡ntlunr rutioncnr ct malrrm
2t I-II, 7I, 6, ad S. s¡rer:icrn ¡noris» (5. 7'h.,
et in quantum est praeter rationem cliversificant
I-II, 18, 5 y ad I).
(: AI
E
th' t-l CO
a cabo una innovación radical, sino que \'uelve a.Aristóteles y'
'litostilica
la idea misma de la Creación. «El conocimiento y el juicio na- la línea del pensamiento
tural de Dios-escribe Molina 2?-.previo al acto libre de la vo- como hemos visto, fr.olonga
luntad, por el cual conoce, respecto de aquellas cosas que son de de Santo Tomás.
derecho natulal, que algunas necesarias por Ia naturaleza misma
EI constitutivo {ormal de la bondad Inoral objetiva l: "'
llama
de las cosas, han de ser hechas por las criaturas dotadas de libre lu ,,l"yr, sino la «naturaleza racional», de tal modo que se
bien honesto al q;; conforme a la razón' esto es' el con{orme
albedrío, en la hipótesis de que cree e{ectivamente esas criatu- "t
a Ia naturul"ru .o.ional. La voluntad cle Dios no funda
ontoló'
ras, para evitar la culpa, y que otras, por la misma razrin, no que su,Porle en los actos mis-
han de hacerse, no cae verdaderamente bajo el concepto propio gi."**," el orden moral, puesto
obligación
bondJ o malicia, u la que ella agrega 1a
de ley.» Dos afirmaciones muy diferentes se hacen aquí: la de ilos di
"iertade Ia t.y dirin". El veldadlro {ur''damento,ll"i]T.:^
que tal idea divina no tiene aún propiamente el carácter de ley ..p..i"f meta{ísico según el
la'moralidrd tanto, aquel piincipi'r
y la de que, sin embargo, la obligación moral ha surgido ya. "r,'porde las cosas son inmutallles en cuanto a su
El padre Díez-Alegría, que ha estudiado dertenidamente la obra lu. naturalezas
"url a la con'
del famoso jesuita, sostiene', apoyándose en éste v otros pasajes, ser esencial y, consiguientemente, también en cuanto 30'
de sus propiedades naturales
interpretados a la luz de la obra total y de la situación histói'ico- veniencia o disconvj",ien.i"
Dos cuestiones surgen entonces' La primera -es ésta: ¿Para
intelectual de Molina, eu€ a juicio de éste, la obligatoriedacl de
qr¿, Ia ley? Suárez contesta que la ley de Dios-y
la ley no se funda ontológicamente en su carácter preceptivo, sino ".rtor,""., n"át'otia porque el hom'
consiguientemente t" ley !*'11-"u
en I)ios mismo a quien está referida éticamente, de una manera
bre no tiene voluntad índefectibie clel bien, y P9r eso
necesita
inmediata, la naturaieza racional28. y lo del mal; pero el
Así, por estas dos vías, como se ve no siempre separadas, de un precepto qr* t" incline a.él aparte
f"f no constituyl el sL. moral, sino que lo
distinción de dos sentidos de la palabra «.ley» y a{irmación de .., ,"gut"Uf" p"'.
31.
la obligación moral previamente al precepto divino, se llega a supone
Ia posición de Vázquez, el cual, por una parte, identi{ica los Pero-segundacuestión-silaleydejadeconstituiret{11.
suarecla'
conce¡:tos de «<ley natural» y fls q1¡¿turaleza racional», cle tal damento de 1á moralidad, ¿cuái es, dentro del sistema
subo.d'inación a la teología natural? N-o ya
modo que a ésta, por raz6n de su esencia misma, le son nlorai- -i¡'r,
áf senrido de 1o

mente convenientes unas acciones o inconvenientes otras. Y por


"", t"sirtador, rino p;" Cre'ador del atma a imagen de la
esencia divina.usupr..,u la voluntad de crear la naturaleza ra'
otra parte, sostiene, en lógica relación con lo anterior, que ni y el mal,
la ley natural, ni la ley eterna, de la cual aquélla es participación cional con conocimiento su{iciente para o}rrar el bien
por parte de Dios pa.ra uno y para
o reflejo, son, más que impropia y metafóricamente, leyes, por- f "on suliciente concurso prohibir a tal criatura los actos
otro, Dios no podía no querer
que no proceden de la voluntad divina (recuérdese lo que antes q'""t los honestos ne-
intrínsecamente malos, o no ordenar
decíamos sobre la moclificación del concepto de ley), sino de la 32.
«ciencia de Dios» 2s. cesarios>>
Suárez es quien alcanza el equilibrio final de esta evolución Serecordaráquehemosinsistidounayotravez-ylrabrt.mos
de insistir-en la clistinción entre la especi{icación de
la moral
de la filosofía moral que, sin romner la subordinación a la teo- llamaclo moral como con-
logía natural, hace de aquélla una ciencia estrictamente filosófica. en bcndad o malicia-lo que hetnos
ienido-y el genus moris o moral como estructura. En el pre-
La concepción suareciana consiste en reemplazar ei concepto sub.rtlinación de la ética
.;;i;-."ii,rtol al discutir el mcdo de
de «ley» por el de «naturaleza racional». Pero con ello no lleva como con'
a la teología, no hemos pensado más que-t-n.11 moral
27 [)e ILLst.itia, 5, 46, 31, apu.d Díez-Alegría, uEl problerna de] fun- ienido, er'' deci., en si el .n,locimientó del Lrien y clel mal v la
danrent<r ontológico de la olrligación en la obra De lustitia, de Luis de distinción ontolágica entre ambos sc funda en Ia ley o en ia natu'
Molin¿r (1593-1600)r, en la revista
Pensamiento, num. 26.
28 Cfr. Díez-Alegría, El desamollo de la doctrina de la ley natu,ral 30Delegibus,2,6,ll.SobreestovéaseelartículorlelpadreRamón
en Luis de Molína y en los maestros cle l,a Uniuersid.ad de Euora de (Reuista
1565 a /591; también Etica, Derecho e Historia y el artículo citado en
Ceñul ,Los fun¿unl",ós mcraiísicos de la moral según Suárez."
Ia nota anterior. d.e Filosolía, núm. 27).
29 El inllujo 311 De bonitate e:t maLitia actuu¡rl humanoru'm' 1' 2' 10'
sobre Yázquez de la línea platónica de pensamiento es
32 De legibus, 2, 6, 23'
evidente.
126/E TI
raleza, en cuanto creada por Dios. De acuerdo con
la línea central
del pensamiento aristotéiico-la «obra del hombrá, y
l,gsos.-v con la direcc-ión t'ilosólica d.r p.nru-iárrto
,r orthós
Tomás, hemos concluido, siguiento u suárer, qr"
¿" santo
subordi-
nación estriba en la naturaréza de la creaciói d*iho-bre.
".ta pero
¿cuál es el sentido de la subordinación teológiáa á. lu érica en
cuanto a estructura? Evidentemente, e.*e mjsmi, puesto
no interviene todavía I,a
que aquí
-pr"r.ribir
le.y, cuya razón de se, i, er
bien. y prohibir el mal. ni t,om¡re es constitutivamente CAPITULO XVI
morar,
considerada Ia cuestión desde el punto_de vista teológi"o,
porquá
tal es su naturaleza, según la ha creado Dios. ' MORAL Y RELIGION

En el capítulo anterior hemos trataclo cic la lelación entre la


teología-ciettcia de la religión- 1 y la titica-ciencia de l¿r
moral-. Ya hemos visto que de ninguna Iranera se trató de
«deducir» la ética de la teología, y de ningllna m¿lncra se va
a tratar ahora de <,deducir» la moral de la teligión. Proccdie¡rdo
conforme a la positividad propia de la iilos,rfÍa-perdurable lec-
ción de Aristóteles*, vamos ahora a ilttcntar vcr I¿rs I'claciones
entre la moral (natural) y la religión (positira), entenclidas ¿rmba-.
como compo'rtantíentos que proceden de sus corrcsllotldientcs
actitudes: la actitud ética y la actitud religiosa.
Claro está que en el sentido fl¿ «molal como estructura», la
reiigión, la actitud religiosa, es también, nccesariamente, como
todo comportamiento inteligente y libre, constitutivarnente moral,
puesto que pertenece al genus rnor¡,s. Sin embargo, cn cuanto
al <<contenido», religión y moral difieren. Iin el mejor cle los
casos-religiones morales-, el conrportamicnto honesto serír cxi-
gido y refrendado religiosamente, con Io cual cJuedarír, cn cierto
modo, inscrito en el ámbito de la religión. Pelo esta ¡rroposi-
ción no es convertible, Ilorque todo lo cluc l¿1 rcligiírn tienc de
genuinamente «religioso»-nlistcrios y do¡¡mas, r:ultos y ritos,
gracia, sacri{icios y purificaciones, sacrarnontos, etc.--- csl:i nras
allá de la nroral. De aquí que, junto a los clos sr:nticlos )¡¿l cono-
cidos de la moral, moral conlo cstructura v moral conro cr)ntc-
nido, haya lugar aún para hablar de moral rrn un tcrccr scntirlo:
moral cotno octitu,d,, cs clecir, actitud rnoml, actitud ct,i.co (eti-
cista). La actitud ética se dclirniLa frcntc a otras posihlcs ¿rctitudes
Iundamentales. La actitud de Sócrates ante sir muerte fue, aparte
los componentes rcligiosos que pudieran sr¡bsistir en clla, unA
actitud fundamentalmente ética (en contrastrt con l¿r actitrrd, ente-

1 O ciencia de Dios. Apenas es menester airarlir que tor-¡rlrrros aquí


la palabra ureligión» en su acepción moderna, no en la ¡nedieval de
«virtud de la religiónr.
r
I

() ('
l; ,5 ti'tt ( o ,

ramente religiosa, de Jesús en el iitonte de los Olivos y a lo largo será precisamente nuestro tema en la_s páginas siguientes-
de toda su Pasión). En Aristóteles se dibuja conceptualmente el -éste
's" h"n dado, se dan, situaciones desordenadai, que pronto exami'
perfil de esta actitud ética frente a otras posibles {ormas de bíos. nur.-or, en las cuales pugnan entre sí una y otra actitud' Pero
El estoicismo, mucho más que por su «contenido» moral se toda existencia bien compuesta y templada tiene
que ser' al par,
cumplido' se abre
caracteriza por ser una actitud envaradamente, engalladamente ,.ffgfá., y *or"l. El es{uerzo ético, rectamente
moral (incluso en lo que ella, cuando se presenta aislada, suele termina por desembocar en ella,
necesariamente a fu ,.iigio.idad,
fácilmente tene¡ de ligera degeneración, de pose, de «quedar como veremos al final de estas Ieflexiones. Y, por- su parte' Ia

actitud religiosa eÍicaz {ructifica en acción moral, en


bien»). Kierkegaard es quien, modernanrente, ha en{rentado la buenas
actitud ética, por un lado, con la estética i por otro, con la reli- obras.
reli-
giosa. En este mornento no nos interesa más que la relación de Estudiaremos a continuación, primeramente, la actitud
la actitud ética con la religiosa. Ya veremos que esta relación giosa cuando se presenta separada de la moral; lo que acaece
pueclc, efectivamente, convertirse en enfrentamiento; pet'o no
J, l* religiones primitivas-en algunas religiones, primitivas-
es necesario que así sea. Basta con señalar, por de pronto, clue un ínterés *r.ho mayor -para nosotros, en el luteranisnro.
y,
se trata de actitudes distintas, que pueden, es verdad, destruirse """
ij.rpre. a.,aliraremá, l, ,.iit'd ética (eticista) que no admite
Ia una a Ia otra, pero que pueden también darse unidas cuando dicho'
ni.rgun^ instancia superior a -ella porquer, como hemos
la religión-religiones morales-demanda un comportamiento ho. el hombre se basta a sí mísnto para
;ff;á; l" .orri..ión de que
nesto y la actitud ética, por su parte, reconoce la insuficiencia de
proceder ,""tu-.nte. Esta actitud ética putrtlr:_ revestir
dos ior'
una moral separada y «laicar> (he aquí el punto de razón de la la religiónr pelo subordinada a la moral,
crític¿r cle Maritain-que antes veíamos-a la .<ética natural») mas: o bien admite, sí,
una p"ri. de e]la y .óryo un tleber moral respecto
y se abre a la religión. "onrtltry"ndo en nom'
de los dioses o respecto de Dios, o bien, precisamente
Pero antes de seguir adelante será pertinente declarar, con religiosa. Y- lin.almente lrare.
bre de la moral, .".hu,u Ia actitud
alguna precisión, el sentido en que se toman aquí las expre- de está actitud ética adversaria
siones ((actitud religiosa» y <«actitud ética». Entendemos por *o. ,". la reducción al absurdo
actitud ética el esfuerzo activo del hombre por ser justo, por á" lu religión y Ia necesaria abertura de la moral a la religión'
La actitud religiosa, separada de la moral, se ha dado se
y
implantar la iu,sticia. Entendemos por actitud religiosa la entrega primitivtrs, exigen, por
da en las uinmoralesr'religiones 9u€
creyente. confiada y amorosa a la gracia de Dios. Son, pues,
;j;¡;;acrificios humanos"o la cómisión de actos deshonestos'
dos movimientos, en cierto modo, de sentido contrario. El pri-
¿Qré ocurre en estos casos? La vida del hombre primitivo, difí'
rnero, de demanda y exigencia (sobre sí mismo); el segundo, de ,,desde {uera» por
entrega y rendimiento (de sí mismo). El'primero está montado cilmente capaz de reflexión moral, es guiada
numi'
sobre un sentimiento de suficiencia-suficiencia, cuando menos, preceptos qr", pr.rlntándo-se con inclontrastable fuerza
la recta
para placticar la virtud o para cumplir el deber-y de libertad. nosa, como poriiiru y uevidentemente» divi.os, so{ocan
la.sindéresis, por'
El segundo, sobre un sentimiento de menesterosidad total y en- raz6n mo.rl. No falta, sin embargo, es claro,
y conretidos suó ratione
volvimiento en una realiclad suprema. El movimiento moral, que esos actos ,"prob"tl.s son ordenados
eminentem ente actíuo, es de ascenso hacia lo alto, y supuesta, toni.La oblacián de sacri{icios ¡umanos es expresi1n iniusta
d,el justo reconocimiento del señorío de Dios sobre Ia vida
y
aclrniticla, ((encontrada» la existencia de Dios o de los dioses, de y orgías
autoelevación hasta ellos o hasta El. El movimiento religioso, al ,obrl todos los seres. Las {6rnicaciones, prostituciones
religiosas pueden tener también ese sentido oferente, o bien el
revés, fundame¡rtalmente pasíuo, es de descenso,de Dios al alma,
para nrolar en ella y santificarla. En el primer caso, las palabras de exaltación oscuramente panteísta de la vida y de su multipli'
apropiaclas parecen ser os¿ensión y endío'samiento (en el límite, cación, o bien a. la búsqueda de un <réxtasis» no espiritual,
"t
sino vital. (La interpretación. dt .stos «actos cul'
cuanilo la moral se presenta totalmente separada y aun en contra por supuesto,
tuales» corresponde a la historia de las religiones
y no a Ia ética.)
cle la religión, tomanclo |a palabra <<endiosamiento» en la mala
parte del uso vulgar). En el segundo caso, las palabras adecuadas De cualquier modo, en estos casos llo se enlretlta propiamente
6on os¿¿nc ión y deificación. Iaactitudreligiosaalaactitudmoral,porlasencillarazónde
que ésta no se halla constituida como tal. Lo mismo habría
que
Estas dos actitudes, cuando se separan, se oponen, y de hecho
F

(' ;\ I t.)t
t:j0 I E 87',tCO.S

tlecir en el supuesto:'inadmisible- 2 de que se aceptase la inter- Nlas esta imposibilidad no anula, en ningún tnotnento, Ia
pretación voluntarista de la religión de Yahvé, interpretación obligatoriedad: Non itnplesñ nec potes e.t tüntcn debe.s. De ahí
según la cual el Dios de los judíos se contradiría a Sí mismo y la contradicción y el desgarramiento, la .rconciencia desgra-
ordenaría el sacrificio de vidas humanas, Ia fornicación, el hurto, ciada», como diría Hegel, a que está conden¿rdo a vivir el hom-
el incesto y la poligamia. Tampoco aquí habría oposición de la bre sobre Ia tierra. Simplifican la cuestirin los comcntat'istas
actitud religiosa a Ia actitud ética, sino desarrollo exclusivo de del luteranismo que pasan por alto esta tensión entre Ia Lev v el
la primera. Evangelio, y hacen la vivencia de esta religión mírs iácil y iaxa
La concepción de Martín Lutero y de los auténticos lutera- de 1o que, vivida en toda su profundidarl, debe ser. Pues es
nos es la única que, a{incándose en una actitud cerradamente verdad que, según ella, la justificación se obtiene ¡ror la {e sola,
religiosa, rechaza consciente y deliberadamente la moral, en pero después de Wsar por la agonía de itrtentar observar una
cuanto a su valor ante Dios. Lutero plantea la cuestión en torno Ley cuyo cumplimiento está más allá de la capacidad clel hom-
al problema de la justificación' y parte de la situación de con- bre caído. Y ni siquiera lo que acabamos cle escribir es su{i-
fusión teológica sembrada por el voluntarismo, por causa de Ia cientemente exacto. Pues tampoco se trata de un primer estadio
cual, y de su propia propensión personal, la verdadera concep- que se haya de atravesar {orzosamente, pero c¡ue despuós se deja
ción católica se le presenta como pelagiana. Según la doctrina atrás, sino de sentirse siempre obligado a lo irnposible. Esta obli-
de Lutero, el hombre es, después del primer pecado, irremedia- gación, la vigencia del imperativo del f)ec¿ilogo, es pct'manenle
blemente incapaz de cumplir la Ley de Dios, y al decir Ley y, así, también es permanente el desgarramiento del cristiano,
nostrae uitae lrago'edía.
de Dios debe entenderse no sólo la revelada, sino también la
natural, porque ésta, por efecto del pecado, se halla borrada y Decimos que Lutero niega el valor religíoso,de la moral. Y
apenas es posible advertir su huella, por lo que requiere también, por eso el sentido de la Ley no es otro que t:l de poner de relieve
para ser conocida, el mandamiento positivo de. Dios. nuestra pecaminosidad radical. ¿Significa eslo c¡ue la cl«tctrina
La condición pecadora del hombre es? pues, insubsanable. El luterana sea «inmoralista», como se inclinarían a pensar los
hombre no puede ser moralmente bueno ante Dios. Pero con ser intérpretes superficiales del Wcca lortiter scd crede lortius?
esto muy grave, no es lo más grave. Esto es lo que Lutero deno- Ciertamente, no. La moral es asunto importante, pero ¡rettettece
mina iuslitia acüiaa t opinio iustítiae. EI fariseísmo, la preten' exclusivamente al orden terreno. Lo absurclo, según l-utero, no
es pretender ordenar moralmente la propia virla y la vida común,
sión de conquistar con el propio esfuerzo la justicia y la bon-
dad, es ei único pecado que Dios no perdona. Por tanto, lo sino querer hacer valer esta <<moralidadr> ante I)ios. Hasta aquí
primero que se ha de hacer, según Lutero, es destruir esa pre' hemos considerado únicamente el usus san('fus o tlteologícus de
tensión moral, «destruir ese monstruo de la justicia propia», re- la Ley, que consiste en vivir, en primer lugar, su carácter «utó-
conocer la imposibilidad de cumplir la Ley y confesarse cortsti- pico», la imposibilidad de su observancia (si en la Biblia se nos
tutivamente pecador. Entonces, al alcanzar este estado de accusa' describen morosamente los pecados de Ios ¡ratriarcas y los varo-
tio suí y de desesperación de salvarse-la fe sólo puede venir nes justos es precisamente para que cobrem,rs concienci¿t de que
a través de la desesperación-, cessant omnes leges y es operada nadio, ni aún los más santos, han podido curnplir la Ley i ), en
en el alma la iustitia passíua, la iustitía Dei, es decir, la ju-"ti' segundo lugar, en que, desde la Ley y a travós de la deses¡rera-
ficación. Pero ésta no nos hace mejores en nada-salvo que ción, demos el «salto» a la fe. Pero de lejas abajo, en Io que
destruye el fariseísrlo-, nos deja como antes, sumidos en el atañe a la vida intramundana, es menestcr tener en cttenta su
pecado y en la indigencia moral. Simplemente, por un gratuitus uso civil y moral. La Ley en cuanto tal es insoportablc. La ar-
ticulacíón de la Ley se halla ya a medio c¿rntino erttre el cielo
lauor et indulgenda, Dios deja de tomar en cuenta nuestros pe'
cados, no nos losimputa y somos reputados justos sin serlo nunca y la tierra. Su {unció. no es ya sólo l¿r de lruniillar nucstra cer-
verdaderamente, porque es imposible. viz, revelándonos el pecado er) que consistinros. sino que reclatna
una obsert,ancia, por insuficiente que-vistas I¿rs cosas con I¡on-
2 Cfr. el Cap. IV de la sección primera de mi libro El protestantismo dura religiosa-ella lia de ser. El usus politic¿r.s de la ley ticnde
y la ntoral. a demand¿rr a los hombres que sean justos, no para con Dios,
3 Sobre esto cfr. la sección segunda del libro citado, del cual son lo que es imposible, pero sí ante los hombres, haciendo así po-
un extracto las páginas que siguen.
t;t2 I F) TI T)
TICO
sible la convivencia y la_comunidad política.
«La jusricia morar
y civil no justifica,ante Dlos, .rnqu.", por
justo ante los hombres.r, Lríero ella, ,r.., tenido por
insiste
ración de estos dos ¿s¿s de la.Ley, pero,-o.orá.n.n,* .,, la sepa-
a la vez, en Ia vigencia
de ambos. La separación el frnáamento d":; áoctrina a. La
del «uso civir,"rr" p.oilge frenre a toda acusación
'1111-"'in
(rnmo.arrsmo)). La pasión por de
ra justicia es un
que no la esgrimamos ante bio* Ii,¡rtir"io,-;";;; deber .i*r1r."
nornian et ecclesiam diligenrer seruancla irfuio*, oeco-
est. L, *orrl es válida, CAPITULO XVII
I)ero para el mundo,
,".to "1. separada de Ja ,.iigian, privada
de todo vator trascendent..
hace.r su vida
Et h;;t;; ;; ;;"il'1, .*u.ru. u PRIMACIA DE LA MORAL SOBRE tA RELIGION
.personal .onfo.*e a era. r.rt"rrtu.to es, precisa-
mente, su máximo pecado, su perdición y
.ana"nr.i¿n. Como ya hemos dicho antes, esta primacía puede revestir dos
formas: la que admite la religión: pero como una parte de la
moral rnisma-eticismo religioso-, y el eticismo irreligioso e
incluso ateo, que rechaza aquélla. Veamos en el presente capítulo
la primera de estas formas, dejando la segunda para el siguiente.
La primacía de la moral sobre la religión es característica de
la religio filosófica romana) que es considerada como una parte
de la justicia 1. Pero este punto de vista fue ya anticipado por
los griegos.
Las palabras griegas que exlresan la relación religiosa son
principalmente eusébeía y eulábeia (también otras, por ejemplo:
hosíotés'y threskeíal. Tanto la primera, que ál habla viva
s-igni{icaba 1o mismo «religión» que «piedad "n filial» y procedo
del verbo sébesthai,, que encierra la idea de terror sacro, óomo la
segunda, que signi{ica asimismo temor a ]os dioses, con el pecu-
liar matiz de «guardarse o precaverse de ellos», experimentán en
la lengua de los {ilósofos un proceso de racionalización y mora-
lización. La definición griega de la religión que ha llegado a
nosotros procede de Sócrates (Memo'rab,ilia,LV,6,9 y sigs.) y de
Platón,(diálogo Eutifrón). En el texto jenofóntico se dice que
es piadoso o religioso el que sabe (y por tanto cumple también,
ya que c"ónforme al extremado intelectualismo ético de Sócrates
el no obrar debidamente procede siempre, sin más, de ignoran-
cia) lo legal respecto de los dioses. Esie texto es un preóedente
capital de la religio romana, con su fuerte carácter juridico, más
aún que ético. El diálogo Eut'ifrón es una meditación mucho más
jugosa y
lrlu, aunque, en de{initiva, nada concluyente, pues,
como en él hace notar Sócrates, parece una obra de Dédalo; Iu.
afirmaciones de Sócrates y Eutifrón giran en torno de los inter-
locutores y huyen apenas formuladas. Su objeto es averiguar en
a Sobre el as¿s la Ley desde el punro de vista de una ética
-de
rana pucde verse Dierrich Bánhoe,Ífei,- bthik, págs. 237 y sigs.
lute, 1 cfr. el capítulo «Religión como justicia», en er ribro El protes-
tantismo y La moral, del que se extraen también estas páginas.
134 tE S T U IO ETICOS (' t.l5

qué consisre lo religioso (hósío'n o e'usébes/ y lo irreligioso o interesa aquí, de una primitiva «religión de los mucrtos>r. La p1'
,yqío. I.a primera definición propuesta es la de «lo agradable Iabra religio {ue una g.ur, .t.u"ión rlomana, si bien tal vcz débil'
de los dioses». Dos dificultades surgen en seguida. Dadá la dis- mente coásciente, pu.. es muy discutible su etimología pro[un-
cordia que reina entre los dioses, ¿c6mo agradar a todos ellos? da-según la cual derivaría de reli.gatlo y r¡tre ha dado pie al
Más importante es la segunda dificultad: ¿Lo quericlo de los importánte artículo de Zubiri «Eu torno al liroblema de Dios>>-
dioses- es tal porque es piadoso, o al revés, eÁ piadoso en cuanto y prro muchos es más probable la señalacla.por cir:er[rn en el
querido por los dioses? La mentalida.l griega, nada voluntarista, siguiente conocido pu.uf": «A los que trataban con diligencia
inclina a la primera hipótesis, y así se ilega (12, a) a Ia consi. toáo lo que pertenece al culto de los dioses y, Por decirlo así,
deración de lo piadoso como lo justo (tó dika'ion h,ósion). La lo reiteratun, ." les llamó religio'sos, de relegendo, como ele¡¡an'-
religión se1ía entonces Ia parte de la justicia que concierne al tes de eligendo,, diligentes de diligendo', i,ntclig,entes de ínte'ligen'
cuidado (therapeía) de los dioses (12, c). sin embargo, los inter. d,ot;2. P"io, como ,gr.gu Cicerón en ei misnro lugar- «no sólo
locutores no se adhieren definitivamente a ella. ¿Este cuidado los filósoios, también nuestros mayores», distinguí¿rn la religión
es útil a los dioses? ¿Es semejante a los servicior que presta el de la superstición, que consiste en el exceso y uitii notnen de
esclavo a su dueño? ¿Necesitan, por tanto, los dioses-de ios hom. súplicas L inmolaciones, en pasarse todo el día y todos ios días
bres? ¿Se trata de una técnica comercial (emporiké tékhne). de lraciéndolas. El hombre relí.gios¿¿s o religen.s, puesto en el justo
un intercambio de servicios entre hombres y dioses (14, c)? El medio entre el neglígenr y e[ superlitios¡¿s, es, pt¡es, el cuicladoso,
diálogo queda inconcluso porque el mediocre Eutifrón huye del puntual y solícito en el óulto divino, o sea cl {iel cum¡rlidor de
implacable interrogatorio socrático, pero la definición de la la oblígación para con los dioses.
religión como justicia ha aparecido ya, por primera vez, en la Poiqre, efectivamente, se trata de una «lbligación, y de una
historia del pensamiento. Pero hay más. En eite diálogo, platón obligaci-ón estrictamente jurídica, cuya infraestructura consiste,
apunta también la concepción de la religión como gracia. En como acontece siempre en este tipo de relaciones, en la uti'
efecto, y como ya hemos visto, se plantea la pregunia esencial liclad. La «justicia» socrático-platónica se ha converticlo en un
desde 9l punto de vista cristiano: ¿Qué es lo primero, ser pia- rígido conclpto jurídico que se tiende a rar:ionaiizar hasta el
doso (ser justo para con los dioses) o ser querido por elLs? máximo, y ásí ilega a escribir el mismo Cicerón que el- jura-
'allirmatlo
(Se plantea, es verdad, en forma neutra, no en la forma existen- mento o religiosa no concierne a la <,ir¿r de los
cial de la elección, la gracia y la predestinación.) Y yu hacia el dioses», qua,e rutlla esf, sino a la justicia y a la {e. Los romanos,
final se insinúa la posibilidad de que ser piadoso consista, pura llevados d. ., genio para el derecho, transforlrlsn su relación
y simplemente, en ser amado por los dioses (tó hosion, tó tots con los dioses en juríáica y procesal. La rcligiírn cs subsumida
theois phíJon). Y tal vez, como dice el padre Prümm, si Platón bajo la categoría de la justicia y cle{inida por Oiccrírn como
no dio el paso a su franca afirmación, ello se debiera a la des- iuititía adueisus deos. Se tiene el sentimicnlo cle trna obligación
confianza griega de una philía de los dioses a los hombres; el Ilara con ellos, de una deuda qle debe ser p:rgatla
cscrupLrlosa'
amor griego era de movimiento ascensional, tendía en dirección mente, ««religiosamente». Los dioses estarían, pues, itsí, frente,
única, hacia lo superior; no era, corno el cristiano, caritativo. o nosotros-estamos a mil leguas del panttlísmo, pero también
Todavía es importante hacer constar como balance final del de un pro{undo, .de un envolvente sentirnicnto autí:nticamente
«Eutifrón¡> y del pensamiento griego clásico que, según hace religiosá-igual que los otros hombres, sólo que más-potlerosos
notar el citado padre Prümm, ni Platón ni Aristóteles llegaron, que-ellos. Lá justlcia consiste en r,us sruum r:ui.qu,e. trilnre're; por
en su clasificación de las virtudes, a pone r la eusébeia como par. tanto, y Cotl mayot' razon, tambií:n a los tiioses; «l)ilz cotr los
te de la justicia, al modo que hizo Santo Tomás y, según parece, dioses,, (pax deerum), do ut de.s, cumplimiento dc los supremos
empezó a hacer el estoico Crisipo. La transformación de la reli- contratos. Incluso la rigidez del ritual, paralela a la rigidez cle
gión en asunto jurídico estaba reservada a Roma. .las fórmulas judiciales, procede de rrn cntcntlimienlo loren.se
Los rornanos usaron dos palabras pala mentar la actitud de la religión.
religiosa : pietas y religío. Pero la primera-igual que eu,sé- Este eirtendimiento jurídico-moral de la religión, ¡rro¡rio de
beia-es equívoca, pues significa tanto ptetas erga de'os como
pietas erga Wrentes, y plantea el difícil problema, que no nos 2 De natura deorunt, lI, 28, 72,
r
I

t.l6 /E DIOS TT I
AI 137

l_os pensadores romanos, había de aliarse perfectamente, andan- i


il
Hemos visto, pues, en el estoicismo romano, en el fariseísmo
do e] tiempo, con la impronta dejada poi el judaísmo tardío, i
y en el pelagianismo, es decir, dentro de tres mundos espirituales
en el cual la palabra viva se encontrabi ya reemplazada por la I
en los que Dios existe, la primacía de la moral sobre la religíón,
letra muerta, por la ley escrita y pasada por la Thor", la Sina- la primacía de la justícia humana sobre la gracia' diuina. Lo
goga y el rabinismo. Por eso pudo decir san Pablo, enérgica- que al fariseo, al estoico, al pelagiano les separa de Dios es su
1t9nte,-que Ia Promesa es anterior a la Ley.La forma de piádad autosufíciencia, la creencia de que le pueden alcanzar por sí
del judaísmo tardío es lo que Gogarten, con su terminología mismos, moralmente. Sin embargo, la gran época de la prima-
luterana, denomina «,religión de la-Ley», expresión en la cial cía de la moral sobre la religión no {ue la Antigüedad, sino,
sus dos términos están tomados peyorativa*"nt". El fariseo cree tras la subsunción de la moral en lo religioso, propia de la
poder- salvarse por su propio esfuerzo-religío-, mediante el Edad Media, la época moderna. En ésta, Cherbury, Toland
cumplimiento de las «obras» prescritas po. 1u «Ley». En vís- y otros inventan eso que. se ha llamado la «religión natural» y
peras del Advenimiento de cristo, la aliarrza judía se había que es pura moral inferida, a la luz sola de la razón, como
convertido también, a su manera, a semejanzá de la religio momento práctico de una r«teología natural», de un pelagianismo
romana, en religión legal, en aquellos precepta ,o,"re*rnilio integral, cuyas afirmaciones básicas seríanr l.o, existe un ser
et iudicíalia de que habla Santo Tomás. Lo mismo para roma- supremo i 2.", le debemos reverencia; 3.n, la mejor reverencia
nos que para judíos fariseos, la relígio no era ya más que íustitia. es la virtud (culto concebido como virtud y no como rito);
Por lo cual no puede extrañarnos que, de las tres únicas veces 4.', el hombre debe arrepentirse de sus pecados, 5.", de la bon'
que en el Nuevo Testamento (Vulgata) se emplea la palabra dad y justicia de Dios deben esperarse recompensa y castigo
religio 3 (como traducción de threskeía), dos de ellas, jas clos en esta y en la otra vida. Una {ilosofía prccrítica trata de pro.
veces que la curar un sucedáneo de la auténtica actitud religiosa con el fin
_emplea San Pablo, tenga un sentido muy alejado
de la lides christiana: en una ocasión signi{ica ureligión de Ia de que, en el orden práctico, las cosas puedan seguir, más o
Ley»; en la otra, «religión supersticiosa de los ángeleJ,. menos, lo mismo. Los «ilustrados» capaces de elevarse a los
Esta concepción jurídico-moral de la religión, instituida por principios y liberarse de las supersticiones, practicarán esta
Itoma, mediante un proceso de endurecimiénto conceptual de «religión filosófica»; el pueblo, hasta que salga de su igno.
algunas ideas, como hemos visto, originariamente giiegas, y rancia, seguirá apegado a las «religiones positivas». El progresoo
-
ratificada por el fariseísmo judaico, ha sido, históricameñte, de {avorecido por el despotismo ilustrado, terminará por extender
muy graves consecuencias. El monje Pelagio estuvo penetrado la «ilustración» a todos los hombres.
en ella-con razón denunció San Jerónimo las influenóias estoi- Kant fue, por una parte, el hombre en quien culminó el
cas en elpelagianismo-y fue ella la que le condujo a la herejía, pensamiento de la llustración, pero, por otra, el pensador que
según-Pelagio, el hombre puede merecer moralrnente la gralia, terminó con la ingenua metafísica de aquélla. El libro Die
y así la salvación se convierte en fruto del esfuerzo étiáo*de Religion innerhalb der Grenzen der blossen Vernunlt expresa
ahí la tendencia ascética y rigorista del pelagianisffio-, puesro muy claramente, en lo que concierne al problema de que ahora
que sin necesidad
i9 lu gracia pueden cumplirse todos loi pre-
ceptos divinos. El libre aibedrío, absolutamente indiferente, co-
se trata, esta doble y ambigua significación del gran {ilósofo a.
«Religión clentro de los límites de la mera raz6n.>» ¿Qué
bra dentro de este sistema la máxima potenciación frente a Dios. significa esta expresión? No, como puntualiza Hermann Noack,
solicitado por el ejemplo de cristo o por los malos ejemplos,
-hombre «religión de la mera (aus blossen) razón» 5. No se rechaza la
impulsado por una intención moral o inmoral, cada Revelación. La Revelación puede haber sido un m¿d,io divino
decide por sí mismo de su destino escatológico. La gracia viene para la introducción de la verdadera religión 6, aunque nunca
a distribuirse con arreglo al mé¡ito moral y a {uncionar como una condición objetiva para complacer a Dios ?, porque preci-
simple adyutorio: como mero auxilio pur^ Ll más fácil cumpli-
miento de los preceptos divinos. Cito esta obra por Ia edición Vorlánder, 191-16, con Int¡oducción de
Ilermann Noack, que he tomado en consideración en las líneas que siguen,
3 Apud Dictionnaire de Tlúologie Catholique, de Vacant y Mangenor., 5 LIV.LV.
artículo uReligión». Estos rres lugares son Col.,II, lB; Act., 26, I y I; 6 Pá'e. 172.
Act., I, 27. ? Pág. 201.
r"
I

138t8 ETI os (' l:)9

samente la llustración, conforme a su recto sentido, la religión natural» 14. Y apenas hace falt¿r agregar que, par¿l
demancla
que el servicio a Dios sea libre y moral B. No se rechaza
la reve- Kant, la verdadera y más profunda religitin es l¿r <treligión na-
lación, pero tampoco se aiirma: desde el punto de vista turabr comprendida en el sentido cle <<religiírn moral,>. uLa ley
de la
mera raz6n, no puede entrarse en ese problema e. po. tunto, moral-llegó a et.r'ibir en su Opas poslum,tttr¿-€s Dios'»
Kant no toma la Revelación como punto áe partida de El idealismo alemán heredó de Kant la idea de una <<teología
su inves-
ügación: y_ no ya la Revelación, sino ni .iqrie.u lu religión. racional» eu€, sin embargo, en Schclling y IIegcl pierde su
_
Su punto de partida es ético: va a fundar la religión ; i; característica moralista para tornarse mtrtaf ísica. L¿r rcligión
moral y no a la inversa 10. revelada eS Comprendida Como una fase o nlortcnto en l¿r evo-
..
L.1
T:l:l*piensa Kant-conduce indispensablem ente (unum- lución del Espíiitu hacia sí mismo. Por t:ncirna de la religión
giinglich) 11 a Is religión. ¿cómo acontece esta conducción? 12. represéntada-está la filosoiía o idca conccbida-
Los contenidos fundamentiles de la religión .on para Kant -idea
Sin embargo, en el joven Hegel se erlcucntran todavía elc-
-:copo_para la concepción de la «religión'natural»-la existen- mentos de una comprensión <.moral» de lrr religiírn. Vóase, por
cia de Dios y la inmórtalidad o existJncia de una vida futura. ejemplo, ei análisis que ha hecho Asveld's de diversos pasajes
Alola bien: 1.o, el cumplimiento der deber-progreso a ra san- de Iahegeliana Vida de le'sús16, €D la que Cristo «aparece como
tidad-es una tarea infinita; Ia coincidencia .oí lu t"y ,norut ,nu p..Jonificación del ideal de la virtud. conro un predicad.or
exige, pues, la existencia de otra vida, la inmortalidad, y Z.;,lu de la religión de la raz6n, en lucha con la religiosidad jrrdía
virtud, po¡ sí sola-piensa Kant frente al rigorismo estoico-, {undada .óbt" la obediencia a una legislación exterior recibicla
no es el bien sup-re_mo i para convertirse eri el bien .rp..*o por revelación» 1r.
demanda la felicidad, puei la felicidad y Ia Hemos examinado en este capítulo las formas llrincipales del
-o.ulidrd son los
dos elementos, enteramente diferentes Lntre sí, que integran eticismo religioso o trascendental que en realitlad dcsconoce la
aquéI. Pero esta felicidad exigida como complemerrto cl" la virtud esencia misma de Io religioso, la caída, el llccado, la redención,
sólo puede ser alcanzada ,ien otro mundt, y dist¡ibuida en la gracia, los misterios, los sacramentos; qrle, cn stlma, es cieÍIo
proporción a la moralidad. para la insulíciencia de'l ho,m.bre, la nccesidad en quc se halla
El libro La religión dentro d,e ro.s rímítes d,e ro mero. razón de ser salvado, la imposibilidad de salvarse por sí mismo, aun-
es en realidad !o contrario de lo que suele llamarse «{ilosofía que tenga que cooperar a esta salvación «n:cibidar>, a esta gracia
de la religión»; es decir, lo contrario de una reflexión sobre de la redención.
una realidad a la que no se accede racionarmente. No, este libro
es xn& teo'logía. No teología positiva, es craro, pero tampoco
teo'logía natural, declarada-imposible por Ia cri;ia de
la, razón
pura, sino una éticote'ología (Er,h.ico,tieologíe) Ls; es
decir, una
teo.logía que-pro_cura una convicción *o.uiy'no iagi.a ni
meta-
física. Por lo demás, Kant mantiene el .o.rcepro'd" <<religión
natural». «Religión-escribe-es el conocimiento de todos nues-
tros deberes como mandamientos divinos; aquella en la cual
yo debo saber, primero, que argo es un mandamiento divino
para reconocerlo como mi deber, es la religión revelacla;
po.
contrario, aquella otra en ia que yo sé qre algo es mi áeber,
"1
antes que pueda reconocerlo como un mandamfento divino,
es

B Ibídem.
e Pág. 172. r4 Die Religion..., Prigs. 170-I.
lo Pág. 3. 15 Paul Asveld, La pensée religieuse du jcune llcgcl,, ¡rágs. 50 y-:i!I:'
lr Pág. 6. 16 Hegels Theotogiiche Jugendsch'riften, editttlos por Hertnan¡r Nohl.
12 Cfr. la Crítíca de la razón prdctíca. Vie de lésus está publicada en francés, l'arís,
La"1? 1928'
13 La palabra se encuenrra en ra crítica der juicio, Asveld, ob. cit., pág. 5I.
apud. Noack, XLIL
(; A/ 141

ficio de Abraham r. El sacriiicio de Abraham, considerado desde


el estadio ético, es el ácto de un hombre, criminal o loco, que
estuvo a punto de matar a su hijo. Es verclad que, ante Dios,
Abraham {ue el «caballero de Ia fe» y no un criminal ni un
loco, porque Dios ha suspendido para é1, te,rlógicamente. la vi-
gencia de la moral. Sí, pero eso sólo lo saben, sólo pueden
saberlo, Dios y Abraham. Nadie más que éste ha oído el man-
dato, nadie más ha escuchado esa voz. La moral, que se mueve
CAPITULO XVIII en el plano de lo universal, no puede admitir esa suspensión. La
.actitud moral y la actitud religiosa no pueden darse juntas por-
MORAL SEPARADA DE tA RELIGION que se excluyen mutuamente.
Nicolai Hartmann es quizá el filósofo mr¡derno que más ha
Las formas posibles de relación entre la moral y la religión, subravado esta pretendida e inconciliable «doble verdad» de la
aparte la correcta, de distinción sin separa.ión,
i. Íu qu" hJ*o. ética y la religión. Hartmann inscribe esta particular aporía
a propósito de la subordinación a'lá t"olágír, y á" dentro de su aporético concepto general de la ética. En efecto,
l:O]:i"
la la
que volveremos a hablar al final de estas reflexioñe, .Lb." para él aquello que Heráclito llamaba la ((guerra» y que era
ética.y religión, son las siguientesr r.', rerigión
separada de ra el upadre y rey» de todas las cosas, es característico de la rea-
q.l:, en el caso def luteranismá, tt*g"u- u n"gu, el valor lidad étic¡ 3. El conflicto, la .disarmonía, la antinomia insu-
To.ul,
de esta última | 2,o, religión consideradu .oiro perable, constituyen un valor moral fundamental. Concretamente,
una mera parte
deia moral i 3.", moral totalmente autónoma frente a religión, entre la ética y la religión, Hartmann señala r:inco antinomias 3:
ra
y de la religión frente a la moral, 4.", deísmo y ateísmo La primera es la de tendencia al Allende y la tendencia al
cos». De estas cuatro formas hemós
! ,,éti-
aquende. La religión se preocupa del más all¿i; la' ética es «ganz
y, ras ao. pri-
und gar diesseitig eingestellt» a. La segunda antinomia expresa
mer'¿rs. Ahora vamos a considerar, por".tudiudo
separado, ras otras áos.
Hay filósofos que, negar ra vahdáz de la vía religiosa, el conflicto entre Dios y el hombre, considerados como valores
_sin supremos. La tercera antinomia consiste en que para la ética
_que la moral en ningún sentido viene condicionada
sostienen
por ella- Figuran entre ellos la-*ryo..parte de los cultivadores los valores morales son autónomos, en tanto que para la reli-
de la ética de los valores. pero esta posición se reduce, gión se reducen, en el fondo, a Mandamientos de Dios. Pero
.n d"fi- las dos antinomias más graves son las que conciernen al proble-
nitiva, It considerada no-suborJinación a ra teorogía. Aquí,
". -y,
cuando hablamos de separación, no-pensamos ya ma de la libertad; es decir, la «antinomia de la Providencia»
en riiraffii
dencia, sino en la incámpatibiíidad, en la ,o,iirrá¡"rión, en el v la <<antinomia de la Redención». Para quien se encastilla en
conflicto. una ética cerrada a la religión, ciertamente estas dos antinomias
según la doctrina kierkegaardiana de los tres estadios de la son insuperables. Todos los sutiles razonamientos teológicos so.
..
vida, entre el estadio ético-y el estadio ,"tigiá.á (iguar qu; bre las relaciones entre la libertad humana y el concurso o la
entre el estadio estético- I el estadio
- premoción divina, sobre la naturaleza y la gracia, dejan intacto
ético) ,o-hry continuidad el misterio. Providencia divina y previsión humana, entrega a
ni-contra Hegel-posibilidad de mediacián, de modo qr" u.rr-
bos permanecen insuperablemente separados, y sóro Dios o preocupación personal por hacer cada cual, por sí mismo,
se puede
pasar por un «<salto» del uno al otro. El 1l Cfr. Temor y
estadio ético se distingue, temblor.
como. se sabe, por la primacía del deber-y el respeto
a la l.y. i;; 2 Ethik, pág. 310. Hartnrann no sólo se opone a la subordinación de
q.ue tiene siempre carácter general, validlz univirsal. la Etica a la Teología, sino tanrbién a los intentos de Kant y Scheler de
E, .ámbiq acceder a Dios desde la Etica (clr. ob. cit., págs. 248-9).
el estadio religioso se caracteriza porque, en é1, el hombre entra 3 Ob. cir., § 85, págs. B0B y sigs. Johannes llessen, admitiendo la
como «único»
"n yl" r.relación
y durante esta relaci.ol
piiruií.ima con el Dios ,in;.o,
p.oduce la <,suspensión ieológi.u d.-ü
realidad de una tensión ético-religiosa, niega que sea una antinomia
(cfr. su artículo «Das Cute und tias Hcilige», publicad<r en Zeítscltritt
moral». Kierkegaard ha eJemplificado esia antítesis en el füraPhilosophische liorsclrung, Band IX, I{eft 1).
sacri- Pág. 811.
142/E UD ('
CO ll 1.t:l

su propia vida, «fe-fiducia» o «cuidado»


(para deci¡ro con una En este texto se plantea una cuestión rlur: habremos cle estu-
expresión que ya no' es de Ha¡tmann), .diar más adelante, y a la que se ha rcferido cl Papa en su cono-
«separada» como términos antitéticos.
aparecen a esta ética
respecto de Ia úrtima antinomia: «ra
Í J;
:J¿r_*scribe
uiatogu acontece cido discurso sobre la «<moral de situación». I'or el rnomento,
mann-es abandono de ra ribertad». r,
n.¿ Hart_ Io único que importaba era de{inir Jos tr¿rzos cle una actitud
ninguna redención. Er hombre tiene
Jrl."-r" puede admitir c1ue, sin negar .la verdad de la religión, la cxcluyc totalrnente del

justificars€-er- el prano de ra qrr tiene que campo de Io ético.


moral-por".rrr*se»,
sí mismo. <<La nos. Hemos considerado hasta aquí cuatrr¡ posiciones bastante
talgia de la redención es
religión edifica-_su obra de,un signo d" irr"urroiu interior. La .diferentes. Y sin embargo, por mucho que di{icran entre sí, des-
r"dln.ió, precisamente sobre esta cansan las cuatro sobre un supuesto común: el de que el hom-
bancarrora» 5. Harrmanl.;;.;;;.
la lic,ituJ á"^"írrr.garse en el bre necesita justificarse ante Dios. El católico a[irmará que
templo de Dios i pero entiende
qi," templo rerigioso se revan- esia justificación es de naturaleza religioso-nroral, que se cumple
ta sobre las ruinás del templo iui.o"rr.
d"t deber moral. por la obra redentora de Cristo y la gracia, pel'o con la nece-
Más recientemente I g.. ,oirp;r;llj" para todos,
Hernxan Nohl ha expráado 1._rsrrj.
saria cooperación del hombre. Podrá afirmar el pelagiano que
idels semejantes. para él ra ética el hombre es capaz de cumplir esa justilicación por sí mismo,
tiene un «límite¡r
pero en el sentido .y ,.1" paz
-quesuprema)) es-superior a toda raz6n; sin ayuda divina, merced a una ordcnación puranrente moral
de es t a ella. de su vida. Podrá afirmar el luterano que la justi{icación es
Una «ética religiosa» €s p.r"-it un "t"r"gon"I-'to"ülrr,"nt"
contrasentido; al revés, la pura gracia extrínseca de Cristo, sin más coo¡reración del hom-
moral debe ser conquistaá a
sigamos al propio N-ohl .
tftrite
-'-' a ra traál.ián ,.hgiosa. pero. bre que la de la fe. Podrá afirmar, en fin, esta concepción rlue
hemos estudiado en las páginas inmediatamenle anteriores? que
oEn la F,_d_ad Media, por ejemplo, el hombre requiere, a la vez, una justi{icacirin ótic¿r-cumplida
brado a obrar hasta un individuo acosrum- por sí solo-y una justificación religiosa-cumplida por Dios
"rpontán"u,,,",iü
en todos los momóntos
ii"i"- .j;ü ior"i"n"i" de que
decisivo.,h"r.¿ solo-totalmente independientes la una de ]a otra. Pero el hecho
normas y conceptos fijos, estabrecidos áüñ" rn ,r, acros por
independientemenre
pr; ü';"";ición
y váridos de la justificación artte Dios queda, en los cuatro casos, en pie.
a" ¿i. r.iá r" a" ü'nár*lJu" ,"gu.id"d que Dios es todavía Juez de los hombres.
posee el niño.-.. Lo esencial ,-io ,""..orio, lo.-ouüres ciegamente Sin embargo, el pensamiento moderno va a alterar sustan-
aceptados v
ros varores iní"r."rrrl-.*i"' se
funden' claro gue no- ""rrillaia*
-deja de-se.-ética una simpre enrrega a ro
con- cialmente la posición del problema ?. Por rle pronto, tomando
tradicionar v su aurorid"a, p"- rr r"'rjá, a" 'como punto de partida la separación de la religión y la moral
hay momenios gl qu" ,enti*os como de nosotros
ga"' Llega un dÍa en que tiramos inmorar":'áT;r"
tal obediencia cie- llevada a cabo por Lutero, va a ponerse cntre paróntesis a aquélla
-I; l:a, "d"ir;*=;" varoraciones negarla todavía, pero dejándola a rrn l¿rdo-para retener
tradicionares... El pro"".o.:.ilumarnr-',.Jrui"ipu"ión»... La -sin
emancipación no significa gue nos pongamos
-hacia en marcha solamente la moral y para exigir al hombre, en este plan<r
arbitrariedad, sino ri.,u rr¡99ia;'i;-,;;::."'En hacia la
impulso moral, que se justifique, sí, pet'o ya no anle I)ios, sino ante sí
ético que dio lugar a ta t¿.mut" ;y"19..r*,'áZl'lu'e*d,bewesuns,
"l
acrúa como u.,o áe .r. mismo, ante su propia conciencia. Es la ética innranente, la
rf¿r-á" fi¡ári"t; el orro, más
esencial, es la voluntad"l"*"nto.."f ética autónoma: cada hombre, su propio jrrez. I)c la justilíca-
de u.r*i.ü *"rl;';J.rllr"¡tria"a.
claro que. quedan p"nJi"rt..' estas preguntu"i-¿poaemos ción del hombre ante D'ios se pasó así a la just,i.licación del lt.ottt.-
ner que todos son suficienremenre madür;.I supo-
bre ante sí mismo',
auronomÍa ética? flerres para tar
preferible
¿No es
nidad vivan erernamenre én el temoi
q;;-ü;;;
á,;;;. de ra huma_ EI hombre moderno ernpieza, I)ucs, exigií:nrlose ser justo y
sos araq.es conrra er principio
a" Dio"...i'L* nr¿. perigro_ ordenando por sí mismo su prollia vida. I:'cro, en seguida, su
de la auron;;i; ñ".alicio siernpre
de Ia religión ;, hasra ieórogis piotestantes sentido activista, su versión, también típicamente modcrrra, a la
radicares, conrinuarrores
de Kierkegaard,.arrem"renloniia
¿r. rr-.u"
i" ,""hrrifiesra sino realidad intramundana, le llevarán a ordcn¿rr el rnundo en que
Ia profunda aniinomia .ni..- ir' *or."ü j;;;l;*i;:,
en el anragonis¡no entre S¿n Águrtín y p"frgirl,"r,., que ya acrúa vive y en e-l que reina la injusticia. Pero ¿por r1uó r'cina la injus-

5 Pág. Bs,l..
? Cir. mi artículo «La actitud ética y la actitr¡d religiosa» (Cuacler-
nos I:lispanoamericanos, núm. 54), y el capítrrlo ulil eticismo modern<;r,
a la Etica. Las experiencias éücas
lund,amentales, pá- en mi libro Ei protestantismo y la moral, de los que const.ituycn un extrac-
rr^'^, li:;:ducción .to las páginas siguientes.
AI 145

t44lE os TI
{alseadas en su
ticia en el mundo? EI cristianismo primitivo y medieval, implan- rnetidas a la iusticía, a la !*'!L {r en realidad'
instaurar el primado
verdader.o ,... Er"ü'puro to dio úant aI
tados en una concepción religiosa de la vida, partían de una moral, montado categórica'
afirmación primera: la del pecado original que había intro- de la raz6n pra.ti.l i J i*p.*tivo
de Dios, a{irma, debe ser
ducido el desorden, es decir, la injusticia, en el mundo. Pero mente sobre si mi.má. La existencia
por -la moralidad' Dios
el hombre moderno, ya lo hemos dicho, prescinde de esos datos admitida, ,o pi'' ü mor^lidad' sino
que el de garantizador de la
religiosos y sólo toma del orden sobrenatural lo que cree posible no tiene otro papel' en su {iloso{ía' inlíníta,
moral en el Más Allá, el del garantirudo, de q.ue la tarea
conocer natural, racionalmente; esto es, la existencia de Dios. un sen'
impuesta desde fáusticamente" al hombre' tendrá
Así, pues, si en el mundo reina la injusticia, hay que pedir "hotá, relígión dentro de los límites
cuentas de ella al Creador del mundo, a Dios. Hace un instante tido. Es lo qr"'il"* ftu*¿ ula
vimos el tránsito de la exigencia de justificación del hombre de la simPle razón»'
El deísmo, l""*g*"ión de la providencia, con su antecedente,
ante Dios, a la exigencia de justificación del hombre ante sí la exclusiva
mismo. Ahora ernpieza una tercera fase: la discusión en torno la relegación ética áe Dios, y, con su consecuencia'
atención a este *"'i", y á ttt"uido
y la preterición del Otro'
a la iusli licación de' Dio's ante el hom,bre. Pero Ia impla'
El primero en plantear abiertamente la cuestión fue Leibniz constituían Ya, de hecho, un «ateísmo'práclico»' más Iejos'
cable exigencia lógico-moral tenía q'¿ ir todavía
en su Teodicea, palabra que significa precisamente «justicia a,arece gobernado
(justificación moral) de Dios,r. Y lo de menos es que el Creador Un Dios ou" *or""?;;;i **¿" tai como
to. i"írt".-tttía injusto' Sí; pero ¿sería'*"19'
salga por el mornento, como e{ectivamente sale, justificado. Lo -razonab"n
grave es Ia nueva actitud que este planteamiento revela: la épo' injustounDiosquesedesentendiesedelaclamanteinjusticia
del mundo, inju.Till"; ü;td Et *it'no
dio lugar ::":l:^'
ca «<pide cuentas a Dios», demanda a juicio a Dios para que para
"t raclo'
un pensar
demuestre su bondad. Justamente por eso ha sentido la perti- §i .r t.í.*o ., i*posible, no lo es menos,
más
nalista y .orrii.,',, el áeísmo' No quedi
pues' solución
nencia, más aún, la necesidad de de{enderle.
que el ateísmo.
En la segunda instancia de este pleito, que tuvo lugar den-
AlanegacióndelaexistenciadeDioshapodidollegarse'
tro del siglo xvttt, iba a recaer una sentencia muy di{erente. La por razones estric'
Ilustración y, muy concretamente, Voltaire, se vuelven a plantear
y de hecho ," ñ"'ü;;"; por distintas vías por razones «inmo'
tamente t"óri.ur*y;l;;; i' má' frecuente'
el problema de la época, el problema de la justificación moral a su pasión' encenegado en el vicio'
rales». El p".uáJt, atado que suele
de Dios. El mét,rdo es empirista-observación de las injusticias
termina po, ,ro ,á' n"d' más aila de ellos; "t "to destluYe
del mundo, «escándaio» del terremoto de Lisboa, con sus nume- más activamente'
llamarse,,materialismo». Otras,veces, un testimonio
rosas víctimas, algunas, muchas si se quiere, culpables, pero sin
duda otras muchas inocentes-y racionalista, sin ningún sentido
en sí mismo, .""*i*'" "
subconscientemente'
oír' ««No hay '
acusatorio, y sofoca una voz que no le conviene
para el misterio. El razonamiento, esquemáticamente expuesto,. Dios»' Estas razones
es éste: Dios tiene que ser, por definición, justo, y sin embargo,
;i.r,, ,igriii"" entonces «que no haya
tlescalificadas' Las
«inmorale» q*¿'n, "t A^'"' intrínsecámente B'
en el mundo, creación suya, reina la injusticia. ¿Cómo se re- razones «morales»
que a nosotros nos importat' "qui '9"".1".:
suelve esta contradicción? Con la idea de la Providencia parece' por respeto . f"-iá.u á" Diosjser in{initamente bueno' in{ini'
imposible: Dios procedería como un «loco» o como un mal. su realidad; por respeto a §u
vado. Hay, pues, que renunciar a ella, y así, en virtud de una tamente jrrto-, e, pre"i'o negar t:1t"
No.
exigencia moralista, surge el deísmo. Dios creó el mundo, pero esencia,es preciso négat stt-exist'encía' :: o "ql-T^,1":":
escepttcrsmo;
en agnosticismo
tamente de un ui.i.*á fundado
no lo gobierna; éste es como un aparato de relojería que desde sino precisamente de
el principio recibió toda su cuerda y ha quedado así, literalrnente, no se trata de*una iri, ,.gución te,Zrica,
de El
«dcjado de la rnano de Dios». Para la Ilustración, Que ha recha. una udenuncia,, .on,r* Diás, que. empieza .blas{emando una exculpación'
zado toda Ia dogmática, lo único clue p€rmanece del cristianismo para termin"r-.r,"ontrando .n .., inexistencia

es su moral. Jesús fue, simplemente, ull gran maestro de moral, 8 para el ateísmo»' «ateísmo
Sobre las expresiones «razones morales
un hombre que enseñó a sus hermanos a ser justos y benéficos. y antes ético»' etc'' deben tenerse en cuenta las reservas
ético, que más adelante
Es ya el pleno moralismo. Pero todavía faltaba dar un paso rocanres ro "¿"it-o
i*"1; iü;;'"i .,'p."-"¿o filosófico»,
más para que la gracía, la religión, quedasen expresamente so-
"
estudiaremos.
146lES ET ('

To«los los grandes ateos de nuestro tiemoo, desde los personajes puede subsistir la dimensión estructural de l¿r moral, Ia- moral
ateos de Dostoiewsky y desde Nietzsche hasta Sartre, son lo ior*ul del existencialismo, por ejemplo, pero no Ia mor¡l como
cr¡ntrario de unos escépticos: son enemigos de Dios. Ei ateísmo contenido. Este problema áe la posibilidad de que subsistiese
ético ha sido una tremenda lucha contra Dios desencadenada el orden moral * tu hipótesis de la inexistcncia de Dios no es,
en nombre y defensa de una moral separada de la religión. Por- ni mucho menos, de planteamiento reciente. Ya lo ltemos visto
que ya desde el siglo xvIII corlsideraban los «filósofos» que los .rráii Áes arriba,'d"
a propósitg 49 Hugo
Grocio' Ya en Ia Edad
justos son los que ajustan su vida a principios exclusivamente M.áiu, Gregorio Rimini había admitido que Ia obligación
morales, en tanto que los «religionarios», como llamaba Bayle moral contiiuaría vigente aun cuando no existiese f)ios. Ahora
a los creyentes, eran los mantenedores de una inmortal supers. bien, esto es imposibie. Ningún «contenido» puede tener validez
tición. Y mucho antes, la doctrina de Epicuro sobre los dioses universal si no está susterrtudo en Dios y por l)ios- I1l funcla'
tenía, probablemente, un sentido también moral, como ya insi- mento de la moralidad concreta es Dios, n(.), es vct'rlad, el l)i6s
nuamos en el apartado sobre el sentido ético de la filosofía. Legislador, sino, como veíamos más arriba, el l)ios Creacior'
Los dioses son para él seres naturales, que ocupan su Iugar en el poiqu" lu'.r.uriór, de la naturaleza humana quü racional es
mundo, como cualquier otro ente, y que actúan con acciones lnterior, ontológicamente, a la Ley precelltiva, y.brtsta ¡lara la
puramente naturales y, por tanto, limitadas, po'rque,una poten- especificación rioral, en virtud de la convcnierlcia o discortvc'
cia infinita destruiría, a juicio de este moralista, Ia libertad y el nilncia a la razón. Santo Tomás, en Ia quoc:.sl,io I, altíctrlo 5,
destino moral del hombre y suscitaría en el mundo espiritual de D'e Verifarc, afirma, frente a toda stlcttc cle ltlatrlnisnlos,
lo irracional, el «miedo a los dioses». Si Dios fuese todopotleroso antiguos y ,noá"rrros, que ninguna vet'd¿rd es etcl'rla rnás qrle
y omnipotente, la vida moral quedaría destruida. La confron- ,rrrinrlu* quo'd, está en la mente divina; por analogía podemos'
tación entre este eticismo y el moderno es muy instructiva por- p,r.r, ,on"frir que tampoco ningírn t<valor» nlíts qrre st ctt'ndutn
Sa, Agustín,
que revela la diferencia de mentalidad, finitista de la Antigüe- irroá está en Dior, Y a ta objeción de que,- st:grinque dos y tres
dad, desmesurada e irreductible en la época moderna. Epicuro nada más eterno que el concepto del círculo o
se conformaba con limitar el poder de Ios dioses. Los moralistas son cinco, verdadei evidentemente creaclas, eI Aqui,nat,e contesta
modernos han exigido su destrucción. Algunos, sin embargo con la aliernativa de aquella remisión a l)ios, o con que aquí
((como
Sade, abiertamente Proudhon-, lo identifican se tome Ia palabra «eterno» en la acepción de ««perpetuo»,
-ambiguamente
con el mal. Para Proudhon, Dios es el diablo, el enemigo del se dice que las cosas naturales son perpetuas»'
Es u".dud que no pocos filósofos- se oponen a la famosa
hombre, anti-ciuilisctteur, anti-liberal, anti-humain. Es menester, fra-
pues, negarle. Y para poder hacerlo con conocimiento de causa, se cle Dostoiewsky ,,ri no existe Dios, toclo cstá permitido»,
justarnente el sentido moral
para poder estudiar la BibUa, Proudhon aprendió hebreo. Como f uigrno. a{irmai al revés, que- es
vio Donoso Cortés, la polémica del revolucionarismo proudho- áf qi. nos hace acatar los Mándamientos dr: Dios y el que.nos
niano era esencialmente teológica. llevaría a rechazar los de un demonio creador; así' por ejem'
Mas también esta solución, que pretendía deshacerse de Dios ;i;, Hr". Reiner e. Pero aquí se confunde.' Iror ttna parte' la
reteniendo la moral recibicla, se iba a revelar muy pronto como '.rÁti¿r, de que, psicológicamente, este sentido moral prrctla pre-
,arr,orra, en e{ecto, antes, separadamcntr}, tl contra llt crccltcia
cle
impracticable. En realidad ya Nietzsche había sacado todas sus
consecuencias al hecho trágico de Ia «muerte de Dios». Dios fue Dior, la cuestión del fundamento ontológitro dc la_ lrorrll Y,,por
muerto, según hemos visto, por una inexorable-y, por su¡ruesto, otra parte, Qu€ este {undamento de Ia especilicaciíin erttre el bien
desquiciada-exigencia moral («<la única excusa de Dios es que , *¿ áor.ul.. no es Ia «ley,,, silro la con,erticncia c inatlecua-
"i u la naturaleza racionrl, tal como ha sid'r crc¿rda llor I)ios'
no existerr). Pero si Dios ha muerto, si no existe ya, entonces la tió.,
moral carece de fundamento y <<todo está permitido». La idea EI <<ateísmo ético,r se reduce, por tanlo. rl sí misntrl rrl ¿rb-tt¡r-
de justicia, como todos los presuntos «valores» eternos, es el do y, si es consecuente, tiene que clcscrnl,,rr:itl".crl r:l tlctl'rrc¿t-
reducto abstracto, la huella despersonalizada y «filosófica»-es- *i.íio nietzscheano de ia rnor,ri. en el inmriralismo tle Antlré
tadio metafísico de Comte con todo su sentido peyorativo- Ci,il; la {ilosofía del absurdo de Camus, cn cl trcmendo des-
que ha dejado, tras su paso por la historia, Dios. Pero si des- ""
aparece l)ios, todo se torna relativo y puramente histórico y sólo 9 Das Prinzíp von Gu't un'd B6se, págs' 33-4'
AI 149
t48lE os ETI
El
orden moral de la fiiosofía de Sartre, en el nihilismo que de. La «sinceridad» no agota Ia realidad .anímica'
pliiicador. 13. Por
y- contradicc.iones
nuncia Heidegger como signo de nuestro tiempo. Y sólo se alma humana tiene"m;;;. replielues
constitutiva. Pue-
trata entonces, en un terrible círculo ín demostrando, por un debajo dela d,obt, á"i*"r"duiu/ una'd,oblee
Señor'- ayuda mi incre'
lado, de reiterar que la «muerte de Dios» acarrea Ia disolución de salirse de e]Ia con la gracia-«creo'
partido contra l)ios, buscando en
de todo r<contenido» moral firme y válido i pero, por el otro, árriJ"ár_i tu*ui¿n tomándo Es lo que hacen
la embriagu", f".,á'i* f" saliáa de la duda'
de suministrar una prueba existencial de la inexistencia tle Dios,
mediante la mostración de que todo, todos los crímenes, todas los ateos.
las aberraciones le están permitidas al hombre 10. Este y no otro
es el sentido de la apología filosófica del sadismo y de la toma
en consideración de toda suerte de aberraciones morales. El
ateísmo actual ya no es ético, eticista, salvo, en cierto modo,
en Camus 11, p€ro sigue siendo, y más que nunca, activo, volun-
tarista, militante. Persigue la destrucción de Dios. Ese es, como
veremos, el «contenido» único de su paradójica moral.
La actitud ética separada termina, pues, como vemos, en el
absurdo, pasando previamente por el ateísmo ético. Pero su raíz
se encuentra en el racionalismo. El ateísmo es un producto
racionaiista, una simpli{icación racionalista de la realidad. No
es ninguna casualidati que sean los existencialistas franceses los
ateos y que los grandes filósofos alemanes-Fichte, Schelling,
Hegel y hoy Jaspers y Heidegger-rechacen el ateísmo. El ateís.
mo es un producto racionalista porque está separado de la vida
real. El psicólogo de la religión Werner Gruehn-cultivador de
una psicología de la religión concebida como ciencia positiva-
ha mostrado experimentalmente en su libro Die Fromntigkeit
der GegenutartT2 que el ateísmo es un Sch.reibtíschprodukt, un
producto de lucubraciones racionalistas llevadas a cabo en la
mesa del cuarto de trabajo. Pero por lo mismo, digamos nos-
otros, difícilmente refutable. Se refutaría con facilidad mediante
una argumentación ad absurdum; pero ésta sólo vale para quie-
nes rechazan el absurdo, no para quienes hacen de él-o dicen
hacer de él.-..- la cifra de su concepción de la existencia.
El hombre puede tener fe o no tenerla. Pero quien no la
tiene, ¿es por eso ateo? Más bien no sabe a qué atenerse, está
en la duda. La actitud ética separada se revuelvá contra la exhor-
tación de Pascal, «toma agua bendita y terminarás creyendor,,
y dice que tal manera de procecler equivale a <<hacer como si...r,
a representar la comedia de lo sagrado, a ser hipócrita. pero
¿es
verdad? Otra vez se mezcla el ateísmo como ricionalisnro .ir-

10 Cfr. G. Bastide, Méditations pour une éthique de la personne, pá-


gina 193. 13LéaseaesterespectoelcuentodeGrahamGreene«La[epara.
11 Sobre el capítulo final del libro El dójicadelseñorMorin',queyoconozcosolamenteensuversiónalemana'
,,i*.lo' ¿"'ene.o.febrero del año 195? de la revista
Camus véase protestantísmo
y la moral. ñrúil^"d;
L2 Págs. 341, 356 y 303. Dokum,ente.
"n "l
(' t5t

mismo. EI reformador, antes de tomar la «vía religiosa» ¿rtravesó


con palabra de Kierkegaard-el r,:estadio ético».
-digámoslo
Dos caminos parecen brindar al hotno'uiutor paso hacia I)ios.
EI primero, engañoso, es el de Ia autoperfección. Altivamente,
confiando en las propias {uerzas, o en la ayuda rle t¡n pseudo-
dios dispuesto siempre a secundar la iniciativa hunratta, se cree
poder llegar a conquistar la gloria. La tentación tle ¡:erfección,
CAPITULO XIx
Ia imperturbable confianza en sí mistno, y utla especie cle he'
roísmo ascético autosuficiente, son insidiosos y solapatlos ene'
ABERTURA DE LA ETICA migos del alma. Martín Lutero ios conoció muy de ccrc¿r y los
A tA RELIGION desenmascaró. Su crítica de Ia iustitia proptia. u op'inio itt.slitiae
en realidad no es sino Ia crítica dcl {ariseísmo lret'ma-
Hemos visto, acabamos de ver, que er ateísmo ético se
des- -que
nente-y la conciencia de que una ética natural (rle Aristóteles
truye a sí mismo. Hemos visto que il d"írrrro no satisface
p.oco las.exigencias morales_para las que fue pensado.
tam. o de quien sea) se queda en el umbral del dlam¿r rcligioso y,
Entonces, por tanto, es, en su optimismo ajeno a Ia sittr¿rción concreta, untl
si. se quiere mantener a todt trance Ia no subordinación
de la abstracción (problema que Maritain ha visto bicn, aun cuando
ética, es menester retroceder al concepto antiguo
de una justicia la solución por él propuesta no sea satisfactr.lria), si n<.¡ Ilubieran
puramente moral del hombre para .o, l" divinidad, o
bien man- pasado de ahí serían irreprochables. Los htinrbtes de conciencia
tener abiertas a la ve_2, pero separadas ra una de ra
"rt".amente Iaxa minimizan sus pecados o no ponen cuidatlos en ellos; los de
otra, Ia vía ética y_ la vía religiosa. Hemos estudiado ya estas
dos posibilidades. vamos a ver- ahora qr", t.rrto en uno
conciencia pervertida-recuérdese el ¡rroceso de la <<m¿r.la fc,,
otro caso, la moral tropieza con su propio límite y necesita
como descrito por Sartre-se escamotean a si mismos al carácter cul-
abrirse pable de sus acciones y, a veces, merced a una refinacl¿r dcfor'
a la religión.
mación, transforman los vicios en virtudcs. Lutero, al contrario,
, En eI primer caso, el de ra iust:itía erga Deum, esto es evi-
dente. El fariseo, el estoico,_el pelagiuno,"tum;iá; el «justicia- ya desde su «estadio ético», agravaba probablcmente sus {altas
y convertía en pecaclos lo que no eran miis que escrírpulos y
19, de Lutero, llue pretenden ser, por sí solos, buenos ante tentaciones. Después, toda su ascética consistió en lo que cn
Pio:, tienen qr" i"corocer, si "purun la autoe*lgl.,.iu hasta el diversas ocasiones llama Ia «magni{icaciónrr clcl pecado; esto es,
{i1al, Ia vanidad, Ia «rrtepía, dó su intento. Fue la experiencia en el ahondamiento en la conciencia dc su srnvcdad. La {r¿rse tle
dolorosa de san Agustín, que consumió diez años de
su vida Kant, «<el descenso al in{ierno del conocimicnto en sí mismor,,
intentando inútilmente ue.,.", al pecado ,;.-
Dios. Fue también la trágica experienciu t
"de t;rro para con en nadie es más literalmente verdaclera qlre en ó1. Ii's cl prollio
Lul..o, que tuvo Reformador quien, en diversas ocasioncs, cnr¡rlca la palabra
su origen en una. acuciante preoáupaci¿n *o.rt, ,n
cable exigencia érica, desquiciad, póI infrujos
,nu impla- cognicio. Pero nunca en el sentido rlc rru conocimierlto intc-
o.tu*irru. y pera. leclual, frío, imparcial, por el cual el altrt¿r se vttlvicse esllccttla-
gianos. Se suele ver en Lutero, sin más, ,t há*¡.. (ri
Ievantó contra h rglesia catórica. pero aparte de
se tiva, especularmente sobre sí misma, COtt'I0 tltticn se nlira cn el
que aqueilo espejo. La conciencia, en Lutero, no eS nunCil ,«dcsdobl¿rtniettlo»,
contra lo que lucha es un maniqueo fabiicado por
__con ér mismo sino «participaciónr,; más atin, dololosa, al,asionacla, Iaccti'.ntt:
materiales{-!!, por desgraciá, re propor.ioniron en abun.
clancia muchos católicoi «identiiicación». No contempla un <<r:sl.reclirculo», sitto c¡uc vivc
conteñrporán.o.',ry.r-y^!ue toma por una<« tragedia». Pues no cabe la posibilidatl de .,aislarrr cl pccado,
el verdadero catolicismo, suere pururr" pá, alü 'er hecho de de considerarie por separado, de objetiv¿rrlt:--lo tlrte los catírlicos
Qu€, al Iuchar contra ese pretentlido .uioli.ir*o, en realidad
está luchando consigo mismo. La virurencia luteÁna llamamos ((examen de conciencia»--, sicndo conto cs carne cle
quedaría las propias entrañas. La cognicío luterana es, ¿rl misnto tiempo,
inexplicada si aquellos ataques fuesen dirigidos
u ,nu realidad tribunal, juez y cottdena. Su cxperiettcia y su obra, ctr lo tltle
puramente exterior
f: por tanto, ajena a ?1. No. Ese católico
deformado contra ei qre Lutero cámbate fu., .r, realidad, tienen de justo, son el testimonio irrefragable cle la insuficiencia
él de la «actitud ética¡r, de Ia necesidad existenci¿,rl qtre clla tiene de
I
152/E TUDI
TI Os AI 153
abrirse a lo rerigioso. si Ma¡tín
Lutero-d;üi;"moral,
se hubiera detenido aquí,
te¡rdría razón- pe.o unu cendente. Una de esas muestras, la disolución moral en que
u"r- rrierto,
al «estadio religiosor, er acceso
'v ,r, a" ,¡.ár¡"."uq,ieffu
cristiana-, ,*ihuru ",d..trrv; en éste__ética
históricamente ha desembocado la «moral separada», ha sido
i;l;;;;,"llro.ur. examinada en el capítulo anterior. Junto a ella y entre estas
extremo se ha caído -en el otio. Desde un
situaciones señalemos la misma condición humana, el fracaso,
Pero ni siquieru .i.*pr"-., las llamadas situaciones-límites, la dialéctica de {in y sentido,
*"nrter pasar, como San Aeus-
tín o Lutero. por esta. experiencia
de Ja ilr.rpá.iard de cum_ulir la dialéctica de «<vocación» o «misión», «destino» y lo que
Ia Ley, para qre se abra realmente «es o será de cada uno de nosotros», el problema
e*"bito*il"u"*lxJ,rr. Es el caso
san Pablo' A- san pubi; ;;l""r de de la felicidad y el problema de la virtud. Esta relación no
remordía ü .on.i.rcia de cosa
alguna que hubie¡a hecho
; ü"J; q" il;r y",'."gr, nos dice,
podría gloriarse. más que rrrJi"
pretende, ni mucho menos, ser exhaustiva. Veamos cómo, a tra-
en er cumprimiento de ra Lev. vés suyo, transparece 1o religioso.
Según Ia experier"iu
esta rectitud farisai.l
iruti;:' ," pr".dg cumplir la Ley; p"io Descubrimiento filosófico y a radice experiencial, propio do
bastá, no satisface al alma nuestro tiempo, es el de la «impotencia» y «menesterosidad»"
1o
Incluso dentro de la .i,r"áio"
p.;.-_.f;rü,-, ,un pagana, humana. Es verdad que una inflexión historicista tendería a
se presintió Ia precedencia ver en esta indigencia, más que algo inherente a la condición
de 1a graóia. ya ro ,i*o,
del <<Eutifrón»: para ser verdad?r;,fr;;;;;i;r" a proposito misma del hombre, una situación suya muy concreta, la de que
¡:reviamente, arnado po, lo.-dioses. Amam* hay que ser.,
estamos viviendo un «tiempo menesteroso». Pero incluso los
tello de su mismo ,*o..-- --" u-oro, con un des-
que se inclinan a ver en nuestra filosofía, prinrariamente, el re-
A priorí, por- pura refrexión metafísica,_ flejo de nuestra vida, piensan sí que ql hombre de otras épocas
contrasentido de ra iust:itia podría pre'erse el
'sátá-ro¡.e
aduers-us Deum,. vivió más seguro de sí mismo y de su poder; pero piensan,
cepción antronomó.1i., y una con.
en r""lidrd il;1;;;r" de Dios_de
asimismo, que esto ocurría porque se engañaba a sí mismo con
los dioses,
denunciando "o*.o,g"rr" i"rllüros
su incomprensión -para con pluralidad que está ya
una ilusión de seguridad.
Iu Por otra parte, han sido muchos los sistemas,{ilosóficos, des-
monrarse ra absurda pretensión' ";";;; áe Dios-puede
de .;-;;;'*."" El como de el <<nirvánico» de Schopenhauer hasta el secularizado de Hei-
ante otro hombre, como ante "rt" de este degger, para los que la existencia humana se patentiza como
mundo' I)ios,
un p{íl.]p", uri ,"¡o,
10-mo hu u^r".""t,'.ro <<culpa», concepto inevitablemente religioso. No vamos a ana-
"..rito-cr¡.ia
r1.u'un qri...» I\o podem;;--;r;:" un
", a«Quel- lizarlos. Nos conformaremos con aludir a una moral «natural»
slno porque, previamente, estamosconducirn os lre,nte I)ios, y precristiana, la de Aristóteles. Para Aristóteles, el hombre
por El-Do, en cierto. modo envuejtos
ü*gr.rifende, a" Turp"rs_, virtuoso es el que tiende derechamente al bien, el que sabe diri-
tados, fundamentádoÁ, estamos err El, susten-
..ráig"aol, EI. girse, el que se conduce rectamente. Pero ¿se trata de una rec-
"p*t'n'ión titud originaría o bien de un enderezamíento posterior? ¿Cuál
i:f*"#:';fitfflru
,.:,Ti::-,e;;; de jusricia para
r;l es en el hombre la tendencia más <«inmediata», la del vicio o ]a
D i os,- o r,.,.ri g"i;ffiff:,:" "iH.I ";" de la virtud? Estas preguntas sólo pueden contestarse en cuanto
.eligión-graciá'.Aho.u';;;'";;'"er que tambián T ffiffi , i; ellas mismas abren ei ámbito de lo que está más allá de la moral,
pendiente y mundana, la Ia ética inde-
ética i, yto uidr,. pues es tema del <,pecado original» el que asoma aquí. Aristó-
antinomias y tensiones que
;pl;^i el problema, f."p;;. con límites, teles no puede decirse que sea pesimista respecto de la condi.
en el reino de lo religifso. guiérase
ñ;;,trata aquí, naturalmente,o no,
<rdemosrrar» esto (r*^i;;;ir".i¿, de
ción humana. Para é1, la héxís de los más, de los «muchos»,
d9 ra exiitencia de ese ámbito es intermedia (metaxú) entre la tendencia al bien y la tendencia
incumbe a la metafísica y- "'rio' al mal, Iiero se inclina más hacia este último 2. La virtud es,
sino de mostrarlo a través de
*"i"si" ,ru-r-ri¿ u Ia ética),
la l*pe.ien"i;,;;;"rre una pues, para é1, más bien, el enderezamiento de una condición
cación de la uida moral y evo-
sus- rirul"ror,., d;'-;;;;uio, torcicla.
ro tras- La aspiración del hombre contemporáneo no es ya, como
I Análogamente podría- "
mostrarse, si fuese éste el luc
que también Ia lramaá" ,.r"tigiál'ir,í."t,, en tiempos más gloriosos, el titanismo o el satanisrno románti-
lada», de la que no es .iro "*.i"'i"áu""iO' ." tunJu""í,L"y,iiu?iáliril,jx:
o abstracción.
z Eth. ffic., VII, 1150 a., 15-6.
('
t54/E TU ÉTtcos
que llodemos ltacer es
cos, o el advenimiento del superhombre nietzscheano. Hoy se con- tiene que sernos ttregaladar':. !o irnico que es Io
tenta con el «humanismo», pero humanismo quiere decir-es- vivir en disposición'de recibir este uregalt':.' ll^,1:
manejábamos' que
mismo, dicho en los términos
-*orur que antes
cribe Saint-Exupéry-«llegar a ser hombre sin la ayuda de Dios». su propio límite;
tr.olrieza con
Mas ni siquiera esto es posible. Y entonces sobreviene el fracaso. er esfuerzo pr.o*.ni.
Fracaso no sólo de esta o la otra aspiración, sino, en un estra- Yese««regalo»deJaspersnoessin.ola((gIa('ia))(graciaestrict¿r.
cn to<lo caso
to más profundo, y como ha escrito Zubir\ «ei fracaso radical ;;;" ;fü, " ¡i* ll" á*'ig"ios de la pi:ovi'lt'ncia'
y envuelve el obrar hu-
de una vida y una persona que han intentado sustantivarse». un mundo ,o¡r"t'"t";i q'; circunda
El fracaso en la idea misma del hombre, en el proyecto que se mano).
ha querido ser y que tal vez incluso se ha sido verdaderamente, LadialécticadeloquellamaLesennedestin,dest'inéey
cierra todas las perspectivas de una moral separada y entonces ;;" acabamos de decir' La
destinatio', u pateni;1" Ia
destina'tion'
«vocación»'
es clecir'
no quedan más salidas que Ia desesperación o la religión. aquello a que no.áii*ás destinados'
Otro tanto acontece con las situaciones-límite, la muerte, el Ia «misiónr, ;; sí misma un elcmento trascendente'el
".,r,i'i'"';;
( ¿Quién .,os llama? ¿Quién. 'lo' Lu
enviado?) El «destino»'
sufrimiento, la lucha, la culpa. En otro lugar 3 he hecllo ver aunque {uese una trascc¡rtlencia
cómo Ia religiosidad contemporánea es predominantemente, al latttm, evidentemente timbién' de la suette de los hombres'
menos en sus testimonios literarios, religiosidad a la que ss impersonal, cósmica, la rectora la desti-
se ab¡e su. carnino
accede a través de la lucha desesperada, del riesgo, del aban- Entre la d,estina;;;;'yá ttd"tti"o»'
un mixte de destin et desti-
dono o la soledad ante la muerte. Tampoco el sufrimiento ad' née: <rLa destinée d'un homme est
quiere sentido, como ha hecho ver Max Scheler, más que a la nation...Unea"'.i"¿-...-mérite}enomdenroraled¿rnslamesure
dans son histoire le plus
luz de ,la idea de sacrificio; es decir, transportando la cuestión oü i,homm" ,¿u..ii-i {uir*6.descendre a cste respecto, en que
p"rrl'ui"-á. sa destination» Reparemos,
del plano moral al religioso. La vivencia de la culpa como a su destino es muy seme-
pecado, la del poder del mal y la de la idea de Satán a señalan la situació, ,.tu"I del hombre {iente se ievanta sobre una
el tránsito de la concepción ética a la concepción religiosa de- iante a la antigua. La {iloso{ía existencial del destino, destino
por el
la vida, como lo señalan igualmente el arrepentimiento y la con- ¿:l:ói;."i"?rllau Jru*ada peso
(yt' lari' de Nietzsche) v en sido
ello
versión. que hay qr* ,it' ;;p;I "á;áu"tit"to'moral' .ombre ha
el ,r;;" El
La idea de fin, y en particular la de «fin último», es central consiste
libertad es una <tcondena»
en la ética. Como dice Santo Tomás, el {in no es de ningún r<arrojado» a Ia existencia' su misma
es ((ser para Ia muerte»' Por eso'
modo extrínseco al acto, sino su principio ín intencíone-y su y el ciego s"'tido d" Iu 'idu escribir que "la f«ri
término-in exsecutione. Pero la cuestión es ésta: ¿Qué es lo y {rente a eso,';iÑ;; Maydeu ho-pfdido triomphe du'destin
que de verdad y por nosotros mismos podemos perseguir como esr la certitude;,i"-;; l"Ch'i" I'üomme
esa pesadumbre del destino'
fin? El activismo moderno ha pensado que todo podía uadqui- et ráalise ,u ¿"'üIátí' AUo'u bien' contemPoriineo, no
rirse», que la voluntad firme y decidida es la medida de nuestras tan craram""t";;;;;iabre en er lrensamicnro Ya Platón, en el
realizaciones. Max Scheler, reaccionando excesivamente contra es sino ,nu ,r#il;; ir".onai.i¿n a,tigua.
deia n-Iuy cscaso huelgo
esta tendencia, ha negado, según veíamos arriba, que se pueda mito de E., ,fli;;l de la Rep"ública'cle ia suerte se hace sobre
«querer el bien moral» y a{irmado que los valores morales sólo ala d,estínation,;;;t;;;"-1u-*lt""ión
patrones d" t;i'í;;i; y; dado.s' Al {inal
rl"l htlcnismo' la lrrc-
se realizan cuando, sin ninguna segunda intención, respondemos en la libera,:ió,dc ra Ileirnar'
adecuadamente a los otros valores, respetando su jerarquía. Sin :";;;;;¿r"á.r;;;il. J" polu'iz¿r ei destino humano'
llegar a los extremos de Scheler, son muchos los que se dan ilff'*Ult
tnéne,qr" ,ig"'."ri y astrológicamentc
de Nietzsc'e,
cuenta de la limitación esencial de la voluntad moral. Lo más Los estoicos, .o,"o io, actua-ies discíp,los
de atlrrólla' quc consiste'
alto-ha escrito Jaspers-no puede ni siquiera ser convertido propugnan ,";;;t;á;jica liberación
a ellos st: presen-
en fin; por ejemplo, llegar a ser una gran personalidad. []sta justament", .n* J-tq"u'io y qucrerla' Frclttt.:

3 Parte final del libro Catolícismo y protestantism.o como t'ormas d,e 5.Seríainteresanteco¡rfrorrtarestadisti¡rciólrco¡rludeDilthcy,azar'
hombrc corno agente, autor y
exístencia. caráctery a"r,i"á,-;"; t; de Zubiri, el
a Cfr. N. Hartmann, Ethik, págs. 378-9, y H. Reiner, Das Prinzip actor de su vida'
uon Gut und Bóse, i4-5 y 34-5.
6 Ob. cit., Pág' 6II'
t56tE ros E?ICOS
tarán dos fórmuras de sarvación-salvación
gnosis y: para los gnósticos der destino-, la
cristianos, el bautismo. En cual-
quiera de estor
dedeterm,,;;i#',T;Hf ,XTJ.ili"-T,:? j:rr1trj:
otro tanto acontece con er problemu
j:;i,;;
tratamiento en Aristóteies *. a" ir-t"ti.iaud, cuyo
-ry
gue tres conce¡fgs.:- e_upraxía
i".i.r.,i*. irrstóteles distin-
euda'imonía o
o buena .orr]r.ir, bien obrar;
fericidr-d,'y markario'ré.,
o bi".rru"rturanza, beati-
tud' En realidad, sóro Ía p.i*"r" d.p"nd" CAPITULO XX
siquiera enteramente, porque está J*i ro-br., / ni
noo' éxaor,q, eor¿'7, po.'n,,"fr.,
.ordi.ionrdu po. er ó:rotoq RECAPITUTACION DE LOS RESUTTADOS
.o,,,pt.*iór, nrt*al, por n,estra OBTENIDOS
élxprirera o dxp«cla; Ia i"ri.iar¿,
eud,aimonía, como su nrismo
nombre denoi,
rn en os
"., ou.,?,
escapa por
"ff ':::' i rff tj'::
J,t':' i],
completo a Ias posibilidades *o.ui". i":,i:!:;, ;!,
.
Toda esta primera parte ha tenido un carácter de introrluc'
ción a la teoría ética propiamente dicha, que se desarrollará
Aquí irrumpen la ehlrc;";-;;. dos del hombre e. en la segunda parte. En ella hemos perseguidrl una de'finición
dystykhía ro. modoi, la eutykltía v Ia o delimitación de lo ético, para lo cual hemos buscado el punto
La qr llu-u.á.',,-u'ru., son, como
el destino, poderes "toítrnár"l^r.
.rp."*á.ares. EI t or¡..-".tá* in."rto
de partida en los que nos han parecido principios fundamen'
tales de Ia ética, a saber: el principio etimológico, el principio
d'd; entrever' sóro ra rerigión en un
;::il*':ü:':Hlf:i" "' ;;.;; prefilosófico, el principio genético-histórico, el principio antro'
pológico o psicológico y el principio meta{isico y de teología
fin,,igual que ra fericidad, también
*,^E: solamente
mrentos, la erevación de senti- natural. Ahora, deteniéndonos un momento en nuestro camino
en parre depende d" ,;;o;; No podemos .--.-método-y volviendo la vista atrás, vamos a intentar obtener
«esperar», «creer» o uumar,
en el plano puramente narurar.
a nuestro arbitrio, y esto aún de él una visión recapituladora. He aquí el resumen, los pasos
tudes infusas' se revanta ;";;.
La teoría ;;;;;", de ias «vir_ principales de nuestra investigación:
una experiencia
-.i.*pr"
estrictamente 1. .Los dos primeros principios, el etimológico y el prefilo'
natural: la de que no todas ras virtud.r'
tro alcance. De nuevo se manifiesta ..,in a nues- sófico, han poseído una significación meramenle anticipatoria.
aquí Ia necesaria abertura El {iloso{ar no consiste en partir de cero, pues, cuando menos,
de la moral a la religiO, ,i. --^-^"
se parte del <,nombre» de aquello que se intenta conocer y de la
idea más o menos vaga que, previamente a todo filoso{ar, tene'
:
e.^
3{: ,!:,, i,,J', ',
1114 b, I rnos de ello. EI resultado principal de la indagación etimoiógica,
es decir, el descubrimiento anticipatorio del éthos como objeto
Ob. cit.. [, ]0, ltOt a., 15.
de la ética, comenzará a sel' plenamente asimilado desde el co-
," ;i, l'';;,,:2f;';,""";!, "),1::::""L'".," weiss Kausatitát und, zutau mienzo de la segunda parte. Y en cuanto al princiltio prefilo'
r'. Ia scs'nda parte-tr-..ügün.
de esre Iibro.ir.emos sófico, algunas de cuyas anticipaciones se han visto ya corro-
de al¡crru.at" r'' mo.rl o viendo nuevos puntos
(cap. III). Ia conrenrp.l;";;-tL"nl'Vi a.;, L rrú.qr.du ,e Ia fericidad boradas, puede decirse otro tanto.
concreciones de aquéilr. 1,, t, perfe"li¿,i-«cap. v[) conro
-í",r,"r'y--1r,,";;"t"1X,r,,{c"r.
.y 2. El estudio del principio genético'histórico nos Iia mos'
1",
dotor (cap. xlll. '1" VII), el trado, negativamente, corno la ética no puede ser reducida a la
justicia (cap. ¡y1rl,. ".r"r"r.l ¿¿";. Íuil
acro "1..ír,"..,"tcrn. xtv). la política ni a la sociología. Pero, desde un punto de vista posi-
rnidad (Cap. XVIll, l*"r-"n,^lr';;"';,{; cre to.ruf"rr'y Ja nragnani_
¡rrnii;ü; ;il curiosidad (Cap. XIX), tivo, nos ha hecho ver que posee una constitutiva dimensión
et
Ifif *"i,irl:epentimiento v
Ia .nnuJ..iin rc.,.'Iirii
,i'i"'muerte (carrí.
sacri-
social:
Aunque desde nresupuestos y por a) En cuanto que lo que hagamos de nosotros mismos,
Iibro ya citado a"' yr., b. "6;'d"i;i;, modo "r,r*- cornpretanrente diferentes, el tenemos que hacerlo, no en abstracto, sino dentro de una situa-
st¡ títtrlo' t't" n,i..ño'p.o[,l"muM';;;¡;;;,;; hetigion, tr*a-
,?T;,,fiT]aII)a del pasaje de ra nro¡ai a ción concreta, que es, ante todo, situación sociat. Nuestros actos
se dan en un mundo; es decir, en una conexión real de sentido.
f
.{

158 /E IOS ETICOS (: t\ I 159

Y de la misma manera que tienen unos antececlentes srciales


merced a los cu¿rles han_ sido posibles, tendrán, inexorablemente, no están ahí, a prí.ori, como trajes en ull altnacó¡ de ropas
unas consecuencias también sociales. Cerrar los ojos a ellas es ei hechas, esperando que los fiombres se revistan c,n cllas, y ante
pecado capital de toda ética abstracra como la dá Kant. el filósofo mo."l para que las «derluzcar> t'at:ionalmente, sino
b) En cuanto que de lo que r,trsotros, cada uno de nos- que se van alumbrando y descubriendo cn lln lento proccso
oiros ha-gamos, son corresponto-brrr-pura bien y para mal-los histórico-moral. Este,,"*1riri.*o», este c¿rrÍlcter <.epagógico,' de
otros. Y recíprocamente, al hacernos a nosotros 'mismos, con- la moral, como diría Zubiri, no tiene nada que ver, segírn mos-
tribuimos a hacer a los demás, nos hacemos correspo.sables traremos, con el relativismo moral.
de su suerte, cooperamos a dobleÉlar en d.estin o a levantar a S.obre la «moral Como estt'uctr¡rar> se lcv¿ttltir la ««mor¿rl como
destinée ]a mera destination de los oiro, hombres. pues {ormamos contenido». Precisamente porque el hombrc es lihre, pr:cc_isa-
con ellos una unidad, estamos insertos en una solidaridad ética. mente porque sus tenden.iu, ii.na., una estrtlctura incoltclusa
3: El principio , fr", q,r"'pr"f"rir siempre e-ntre ellas nal'¡ eiccul.r c,alquier
que la ética no puede -antropológico nos descubrió negativarnente ác.ión, .obiu sentido demandarle que pt'eficla- no arbitraria o
ser reducida a un capítulo de"p.icologia,
c-oro pretende el psicologismo, pero, positivamente, que emerge subjetivamente, sino con{orme u un d.t.rlnirtadtl proyect«r fun-
de la psicología o antropología, en cuánto que todo hf*b.", .Ea damental-Iin último-y con arreglo a tlnas normas cle raz(>n
natural-.
!ue3.o malo,. y antes d" r..lo, es forzosaáente moral, po, ,..
o -l"yá. Ahora bien, el ámbito de la mor¿rl como contcniclo se
inteligente y libre; moral en eJ sentido de la moral co,mo, estruc-
tura porque tiene que justificar su vida, en su totalidad y, acto abre, por una parte, desde la meta{ísica y ia tcología _ natural
por acto, en cada una de sus partes. [pri".ipio metafísico), en las- cuales se {unda. Pero ¿basta la
ética así constituida para conducir al hombrc a str «lestinación?
¿En qué consiste esta justificación? En ajustar mi realidad Ño, lu moral ha de ,bri.r* a otro nuevo tinrbito, el clc la reli-
presente a mi realidad futura, ajustamiento que se hace a través
de las ideas, propósitos, proyectos, con vistas siempre a un fin, gión. Y esto en un doble sentido:
a un ««bien». La justificación se hace, pues, siempie en función a) En cuanto que el hombre, para no lrcrdcrsc en el el'ror
del futuro, al contrario de lo-que piensa el behaviorismo puro moral, necesita de la Revelación; Y
de la conexión directa estímulo-respuesta, para el cual el com- b) En cuanto que, para no perderse en la impotencia mo-
portamiento se explica en función d"! pr.aJo; al contrario tam- ral, el hombre n"".iitu ábsolutamente de la gracia divina.
bién de !o que afirma el psicoanálisis, para el cual es la existen. con lo cual estamos ya en condiciones clc saber-aún cttan-
cia-o inexistencia-en nuestro pu.uáo de do solamente en líneas'generales-lo que le,cmos que fiacer'
«f ijaciones», ((re-
Y a través de cada u.,o á" los actos de nttcslr¿r vida lo vamos
presionesr, «complejos», lo que détermina nuestra conducta ac-
tual. La terapéutica psicoanáhti"a se propone, por tanto, t ;"r ,u-o, haciendo. Pero estc «<irnos lraciend«r» licne dr.rs
que una finalidad positiva, la negativa,-consistenü
más íertientes, la prirnera de las cualcs consistc cn lo tlue, sigtrienclo
"n
liberarnos
de la «frustraciónr, del ufracaso, o de la <<inadaptaciónr>. a Zubiri,'hemos llamado «<aj¡stamientorr 6 <,justificaciírrt» y tltrtl
se lleva a cabo en la preltercnci¿1, con catla at:tr:, tlc rt¡it
etrtre
De la confrontación de la érica con Ia psicologia ha resultado
que Ia moral emerge, necesariamente, de'ella-f"orzosidad de Is mis diversas posibilidades.
realidad moral, exigida por la naturaleza humana misma-, y 5. La segunda lertiente consiste cn quc, a travós de cs¿r

vuelve, en cierto modo, á ella, en cuanto uno de los especifica- pre{erencia, lf posibilidad elegirla es clevarlil I l¿r calcgoría de
realid,ad,. Esn realidad s¿¿l generis es n¿i rcrtli'ltul,l¿r rcalidad
nro-
tivós del acto moral-.I linis operantis, dicho con mayoi ampli-
tud, la «buena voluntad»-se áet.rmina y esclarece psicológi"a- y consiste en la apropiación de las posibili'ladcs qr:e rcalizo'
ral,'rábo,
Si nre hago tr.l.¿n; si mato, hon¡icirl¡; si prcpal'o las
mente,
-y_en cuanto, frente a todo a¡triorismo. es {undamental lecciones .or, .uidodo y compefencia, me ltrrgo l.luerl ¡lrofesol';
el papel de Ia experiencia en Ia vida'moral. (Lo cual denianda
que- esta «psicología de la moralidad» sea desarrollada
y si realizo mi destinatión, me hago slrn¡ licitcr buctr,r. Y así,
en f.nción
de la totalidad o el sentido de la vida y tenga una orienración mediante las sucesivas apropiaciotles, voy {oljalldo, a itl largcr
caracterológica, como la tiene la buená porlión de psicología de la vida, mi éth,os, caúctér o personalidatl mor¿rl (principios
que se contiene en la ética aristotélica.) La virtud, las virtud'ás, etimológico, prefilosó{ico y antropológit:o)'
¿Colnforme a qué se va adquiriendo estc 6thos, carácter o
T
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160/Es i

TI os i
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pe.sonalidad morar? conforme


a rrn proyecto {undamentar y una I

idea del bien, en, los.que,..n prin.lrio y en cierto modo,


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lodg lo
cabe
rlue el h:g"; fuesto que todo cuanto hace
hombre.
lo lrace sLtb rc¿tione boni. fT úoi"¡.e está puesto, pues, en la
condición de decidir cuár va * SEGUI.{DA PARTE
,., su bien,
mundo y de apropiárselo p...onri.*n,". "V de realizarro en el
rectamente es en Io que consiste ; h;;.. todo esro El ob¡eto áe la Etica
la moral.

CAPITULO PRIMERO

Et OBJETO MATERIAL DE tA ETICA

Se suele definir la Etica como la parte de la {ilosofía que


trata de los actos morales, entendiendo por actos morales los
medidos o regulados por la regula mot'unt. De tal modo que el
objeto material de la Etica serían los aclus huntani (a diferencia
de los actus homínis); es decir, los arctos libres y deliberados
(perfecta o imperfectamente). Y el objeto formal, estos mismos
actos, consiclerados bajo la razón formal de su ordenabilidad
por la regula morurn. Pero dejemos por ahora la reSula mot'ufft,
que transporta el problema moral, demasiado pronto, al plano
de su contenido, y digamos provisionalmente que el objeto for-
mal lo constituirían los actos hurnanos en cuanto ejecutados
por el hombre y r,regulados)) u «,ordenados)) por é1. O, dicho de
otro modo, los actos humanos considerados desde el punto
de vista del ,,fin» o «bienr>. pero tomando estas palabras en
toda su indeterminación, porque vamos a considerar la moral
como estructura antes de entrar en su contenido. Mas, previa-
mente, debemos hablar del objeto material, porque tras cuanto
se ha escrito en la primera parte, la concepción clásica del objeto
material se nos ha tornado problemática.
Hemos visto que la moral surge de la psicología o antropo-
logía y, materialmente, acota su ámbito dentro de ella. El objeto
material de la Etica ha de ser, por tanto, aquella realidad psico-
lógica que ulteriormente tematizarremos, considerándola desde
el punto de vista ético. Ahora bien, ¿cuál es, en rigor, el objeto
material de la Etica? ¿Lo constituyen los actos, según se afirma
generaimente? La palabra éti.ca deriva, como ya vimos, de éth,os;
la palabra,ntoral, de nos. Ahora bien, ni étltos ni ¡¡¿os significan
((acto)). Etlrcs, ya lo sabemos, es «<carácter)), pero no en el sen-
tido de temperamento dadcl con las estructuras psicobiológicas,
sino en el de «modo de ser adquirido», en el de «segunda natu-
(l .,\ / ¡ li;i
16218 ETICOS
..Irallcrl, adrluirido
ralezar¡. ¿Cómo se logra esta «<segunda naturaleza»», este éthos? Habitud signi{ica, IJueS, pt.irneratrrente,
v apropiaclo; pe; .ig"ltlt^ utl"'''á= clue estc ttltal¡er" consiste
Ya lo vimos tarirbién: es la costumbre o hábito, el éth.os, el que
engendra el éthos (hasta el punto de que el éthos no es sino ia :,,-.J,,-;;;úér."iu.,, de"un nrt¡do o cle otro, cotrsig. .rismo o con
<,disposición
áo".o*; es decir, en u,A <,reiación>), en ulr¿reier,plo'
¿r¡>
estructuración unitaria y concreta de los hábitos de cacla perso- es utra
na). En latín la distinción entre ei carácter o moclo de ser apro- ;;;;;¡; ,", br.t,u o rnal:l3: la salurl' 1rol.
al
buena disposición del cuel.po ltara la vida,
I¿r enfelnrerlad,
piado y el hábito o costumbre como su medio de apropiación
c1uó clispo,e la lt'ttbitud
(y como su ((rasgo» aislado), no aparece tan clara, porque Ia revés, mala disposición. Perá ¿en orrlen a n.
palabra r¿os traduce a Ia yez a étlrcs y a éthos. Santo Tomás moral? En orden fri,-,.ipolmJnte al acro L,rs háhitos son ha-
ya lo señala agudamente: en orden a la naturarlezzr y, a travús dc-e1-la, a su {in,.
bitudes ad'
i"'"p..r.ión. Consisten, pues, en disposicitrrrt:s difícilmcnte
uMos aulenl duo significat: enim significat con- I.s actos ctti'lcsl)on-
suetuc{inem... ; quandoque vero-quandoque misitles para la pronta y iácil ejecución cle
significat inclinationem quandam
naturalem, vel quasi naturalem, ad aliquid agendum: unde et ái".t.r. Lo. IraÉitos se'orrlenan. pues, ¿ |tls ac:tos' y' recí,ro'
re¡retición de acttls. Ahora collll)Iell-
etiam brutorum animalium dicuntur aliqui mores... Iit haec quidem camente, se engendralt IloI
duas significationes in nullo distinguuntur: nam ethos quod apud demos la enorme i*¡ro.tontia psicológica, y ¡rt:t' ende nrorai' cle
nos morem significat, quandoque habet primam longam; et scri-
bitur per 11 graecam litteram; quandoque habet primam correptanr, los hábitos: determinan nuestra vicla, conti¿ren- nuestra libertad,
enim
et scribitur per 6. nis inclino,ns, a r"... por moclo casi inexorable: <<Vit'tu's
arl llill'lIl1 sicrtt et natltl'tlrr 6'
Dicitur autem virtus moralis a more, secundum quod mos signi- **.ii. agit inclinanclo'determinate ?. Y ¿rsí
ficat quandam inclinationem naturalem, ad aliquid agendum. Et puesto qJe la costumbre es, el1 cierto moclo, tratttraleza
huic significationi moris propinqua est alia significatio, quae la responsabilidad
significat consuetudinem: nanl consuetudo quodammode vertitu¡ puede llegarun *á*"nto áe la vida en qrro
moral del homhre ,rdiq'", tnucho más tlue erl el lrrescnte'
t;ttsi
in naturam, et facit inclinationem similem naturali» 1.
tlue cn
ttrttclto mirs
totalmente comprometidt ya, en el pasacltl;
Sin embargo, hay que anotar que mos, en el sentido de Athos, los actos, en los hábitos'
Tras los anteriores análisis-los de cste clpítulo y
se contamina de m,os en el sentido de éthos o consuetudo, sentido todos los
éste que acaba por imponerse; y justamente por eso Santo To- parte-ventos que-la Etica o Nloral, según sr) nom'
de la primera
más, pese a su fina percepción, no puede evitar-según vere- bre, tanto griégo latint, clebe clcu,at'sc. funcl*me,talmente
mos-la debilitación del sentido de étluos que, como se advierte "o-o
del caráct"r, *ádá--uJqri.i¿o de ser o inclinación
nat.ral ad
en este texto, pasa a significar habitus, que es más que con' puesto que este c.arácter o segttncla naturalez¿r
se
agend,umi ) '.1-heUiio, también cle los htii,itos dr:be tratar la
suetudo o éthos, pero menos que carácter o élhos, aunque, por
otra parte, contenga una nueva dimensión-la de habitudo o ha- "Eqri.r"'pá,
Etica.
bitud-ausente en aquellas palabras griegas, pero presente, como Ahora bien: en este nuevo objeto ltlatcIial--caráctcr Y ]tá-
ya vimos, en héxis. La palabra ha'b'itudo significa, en primer tér' bito-queda envuelto el a,terio', iot act.s', ,orqut:' colllo <lice
mino, igual que ltéxis, «haber» o «posesión; pero en la termi" Aristóteles, ét ro)v ópoit'lv éve p'¡ert'rv ui t"=e'
'
'(,lv¡tv¡u'''t3
' IIay'
nología escolástica cobra además explícitamente un precioso tres concc¡rtos" I,()do ótico tlc scr'
;;;;; ,;;tí..r1o,, entre estos
sentido, que ya a¡:arecía en héxís y que no conserva el vocablo hábitos y actos, puesto que el primcro i,st.,la los
segtrnclos y
castellano «hábito», por lo cual, para traducirlo, es menester
recurrir al cultisrno «habitudr>. Santo Tomás ha distinguido
muy bien ambos sentidos:
3 Loc. cit.
4 I-II, 49, 3.
uHoc nomen ltabitus ab habendo est sumptum: a quo quidem
5 I-II, 54, l. (.Sl() texl(): uI\,1 tls signi.
nomen habitus dupliciter derivaturr "=-uro quidem modo secundum
6 In Et,h., 1, II,6, nírnl' 3]5. Vó¿sc tanlbitirr
{icat quam,tan-, iniinarir,r.," ttaturulcnt vcl rltrasi tllttrtt ltlcpl atl aliquid
quod homo vel quaecunrque alia res clicitur aliquid habere-; alio
modo secundunr quod aliqua res aliquo modo habet se in seipsa, agen*lum» ([-II, 58, 1). -;^
vel ad aliguid aliud» 2.
7 ln Eth..,I, III, 1, 15, núm' 549' «virtus
a Eth. N¿.., Ii,-i,-itós'¡, 2l-2, v también s' 7'l¿"' I-ll' 5-I' 2'opcrum»
moralis causatur iri ,tui. cx operationibus, o «ex c..suetudi.c
I-II, 58, 1. Cfr. también In Etlt., l, II, l, nitm.247.
(ln Eth.,1, II, I, 1,).
I-II, 49, 1.

I
t64tES IO TICO,S At 165
éstos son los .,principios intrínsecos
de los actos» s, pero, recí- gamiento o élxpcttet« uo constituye virtud, sino solamente se-
Procanlente, los,hábitos se_engendran por repetición á. náto,
el y rnivirtutl. Le falta aquietamiento de la parte racional del alma,
modo ético de ser se udqrlr" po, üábito. Ertrdi"mos,
pues, le falta Ia armonía interior o otllgpocóv7j.
a contirru¿rción, y en general, los u.tor,
los hábitos v el carácter,
consic{cr¿rdos como olr;.to rnaterial Para el cristianisrno, el problema era más difícil, porque te-
de'la Etica.
E,r¡:eztindo por los actos, ro primero que nía que contar con el t'omes ¡teccalí., secuela del pecado original,
debemos preguntar
es cuák:s. entre los actos que er'hombre rescoldo de movimientos desordenaclos que, sin embargo, en sí
tan a la Etica. La Escorá-stica estabrece i,r"a. .l.cutar, impor- mismos, no constituyen pecado. Y, por otra pilrte, tenía que con-
dos divisio'nes. I)istingue,
por una parte, los ac/¿t,s hominis que el hombre tar también con las tentaciones. A pesar de todo, el gran sen-
no realiz¿r en tido ascético y el gran sentido de la uniclad humana inclinaban
c-uanto tai, si,o naktra qrnrio*, y to, oriu, hunta,ni o re_
.¿¿t .est
duplicttt'iue, es decir, actos del hombr" a juzgar que el hombre asistido de la gracia puede, mediante
sólo éstos constituyen propir..nt, ob;.io i .o ;;;"*" tar rrombre. una vigilancia elevada a hábito, prevenir un movirniento des-
de-la Etica, I)orque ordenado antes de que nazca.
sólo éstos son perfáctamenü libres y deiibe.ador.
patte, parece que también cie¡tos actos
Mu., por otr.a Los estudios actuales a que nos hemos relerido en el capítu-
no bien delib".ádo, .on
inrputables al Ilombre. Entonces se establece lo VIII de la primera parte, el psicoanálisis, la psicología de la
una segunda dis-
tinció, ent.e actos primo- primí, provocado. po, moralidad, nos han mostrado, en primer lugar, que la vida espi-
causas natura, ritual no siempre, ni mucho menos, se desarrolla en Iorma de
tanto a la Eticá;. acros secund,o prirní, imputa-
oles, .i]I,i"^.-!:,
L",i", Jro. lo menos a veces? o parciarmente, en los tuares <<debate» discursivo, como acontece en los ¿rutos sacramentales;
bre es mcvido inmediatary..ni" por representaciones hn*- pero que esto no empece a la libertad y la imputabilidad. El
"l
sensibies;
y los actos secundo' sec-uncri, qu. ,o, Iás úricos-pr.nu*., te r¿u- hombre sabe manejar con gran destreza su suhconsciente, remitir
mani en el sentido de la divislón anterior 10. allí lo que no quiere «ver», no preguntarse demasiado, no co-
I\aturalmente, sólo un análisis casuístico y brar conciencia de 1o que no Ie conviene, producir previamente
a ra vez intros- una oscuridad en el alma para no poder advertir luego lo que
¡rectivo podr'ía establecer la imputabilidad d. lurl, uno de esos
actos que se mueven en la {rontera indecisa allí ocurre, etc. Por otro lado, los movimientos desordenados no
v la incleliberación. Lo que en una teoría dedelala.Etica
deliberación
nos im-
surgen aisladamcnte, sino que se van preparando, mediante mí-
¡torta señ¿rlar es el contraste, a este respecto, entre ra época mo- nimas claudicaciones, una atmósfera de clisipación en la que con-
cierna sentimos entrar, una lenidad interiormente tolerada, etc. Los
.rro. un lado y Aristóteles, el cristiurri.*o y ra Escorásti- actos, por pequeños que sean? no nacen ])or generación espon-
ca antiguos v Ia psicología actuai d"
lu moralidad por el otro. tánea, ni existen por sí mismos, sino que pertenecen a su autor,
En Ia E'aad úo.lein", épcica del racionurir-o y
geo de la teología *o.á1, se tencría a limitar
t*bién del apo- el cual tiene una personalidad, unos hábitos, una historia que
ia imputabilidad a gravitan sobre cada uno de estos actos. El gran error de la psi-
queproceden de
Í"lo.t _la ¡rura raz6n, Dorque descle' Descartes se
tlaf)r¿r alrrmado en realidad una mera cología clásica ha consistido en la atomización de la vida espiri-
unián a.ccidental del alma
y el.cueLpl y se pensaba que el alma y ra razón son tual. Los actos de voluntad se tomaban aisladamente, como si se
términos si-
nóninros. Por tanto, sólo ros actos uracionares,, (no
ya deribe- ¡rudieran separar de los otros actos, ltrecedenles y concomitantes,
rados, sino discursiuamente deriberado.) ;;i;n como si se pudieran separar de la vida psicobiológica entera y de
prfpiu*ente hu- Ia personalidad unitaria. La vida espiritual {orma un conjunto or-
manos.
Aristóteles,
por el contrario, pensaba gánico.
-tos que s.rgen en.el.alma que ros maros movimien-
constifuyen ya una cierta imperfección, Pero la psicología clásica no sólo ha atomizado la vida en
aunque sean reprimidos por ella: justamente actos, sino también cada acto. El análisis del acto cle voluntad,
por esto, tal sojur_
llevado a cabo por Santo Tomás 11, está justificado .Distingue
I l-ll, q. 49, comienzo.
10 La l'lsr:olástica
esLablece otras clistinciones. por ejemplo,
11 I-II, q. B-17, y De Veritate, q. 22. Puede verse un an¿ílisis del
puedcn ser ¡tartialiter. humani, bien en-cuanto los actos acto de voluntad que, ¡tartiendo de Aristt'rteles, nad¿r tiene que ver con
a Ia
intellectio y prima aolitio), b;"n ., .r"nto al n.,oao sustancia sólo (prima la Escolástica, en Ross, Io¿ndations ol Ethics, IX, uThe psychology of
por el libre imperio de lá volunrad). .álo"¡;;;" andar, etc., moral action,,. Para nuestro propósito lo más interesante es la distinción
e¡rtre clos morlos clominantes de proceder : el nlanning type y el suggestibLe
(' ,\ I l6i
166 lE.S os
del acto de voluntad será válido en el rnejor de los
c¿lsos y con
en él diferentes momentos o actos, unos respecto al Íin, uelle', lrui
re{lexi'
e intend,ere, y otros con respecto a los medios, la electio, el con- todas las reservas señalarlas ctlanclo la voltlrrt¿rrl Jrrocetle
siluím, eL consensus, el usus y el imperium. Entiende por uelle vamente. Ahora bien: ¿procede siempre así? l'a txllerir:ncia in-
<tn.es es indtrcla}le que
o anl,ore la tendencia al fin en cuanto tal y sin más, y por lruí tr.ospeetiva nos muestro"q,," no.. Pcro ettf
(;otL., clc un acto urtita'
la consecución del fin. Intendere no es una mera inclinación n.,ráho más que to a.*o*posición a¡trés
rio nos impárta curil es la esen«:i¿t tle cse acto ulrl-
al fin como u'elle, sino en cuanto que ella envuelve ios medios clescubrirl
turip ,1. voluntad o, dicho con otras p^litIras. averigttar
c1ué
necesarios para alcanzarlo. La electío es la decisión-siempre
de los medios-; el consilium, el acto de tomar consejo o deli- es quere'r.
Esta esencia no puede consistir en el nlero y volublc
uelle'
berar; el consensuso «applicatio appetitivae virtutis ad rem», qre no cs ttlda'
es decir, la complacencia o delectación (<<si se ha consentido o en lo que los escolásiicos llaman p'rima uo'lit¡o )¡
udes.o,,,,,nu «,veleicladri. 1',.rr',1ro"c¡ en la
no», como nos suelen preguntar en el confesonario); y el íntpe- vía más que un puro
rium o praeceptunl,, que) como se sabe, discuten los escolásticos intención, que es sólo una vertiente del acttl--su vertiente inte-
si es acto de la raz6n, como piensan Santo Tomás y los tomis- rior-frentá a la plena reaiización. Ni tanrpoco, colno qtriere
el voluntarista deciiionismo mo<lerno, enla elec'clrín, porque siem'
tas, o de la vóluntad. Quienes se han dedicado a la «explotación»
Tomás' t'ex aliquio amore»'
de estas indicaciones de Santo Tomás, que han sido principalmen- *" ;; resuelve, como dice Santo
querer? lleparemos-en
te Gonet y Billuart, y posteriormente Gardeil, han ordenado cro- i'reguntémonos, pues,-de- 19e1o, á19é es
españ'rla ((cJuerer» srgnl-
nológicamente estos actos, añadiendo de su cosecha algunas nara qu"l.o*o hace-notar Zubiri, la palabra
fica a la vez «apetecerr) y ((amar» o deleitarse en Io tluerido;
completar la serie, como la aprehensión o prima. intell.ectio, el
último juicio práctico, el juicio discrecional de los medios o dic- á..ir, qr. funá" "r, unu sola palabra, uelle y lrui'' hace consis'
tamen práctico, distinguiendo entre uso activo y uso posesivo
",
;ir; uá,ttl por. disfru-
¡r"i. f" palabra frui suele traducirseSan Agustín,
de los medios y hasta entre adeptío linis y fruitio, señalando, i"r, plrá "n
unt", J" airt.",ar significa, corno cscribió
con
entre todos ellos, los que son actos del entendimiento y los que uuÁot" alicui rei inhaerere propter se ipsanlr>' en r:ontraste
aliam, 12. En está sentido prirnario se {rrrye m,-
son actos de la voluntad y haciendo que unos y otros se alternen
"ii,',,p."pter
,itt.J de disfrutar, se fruye desde que se empieza a qtrerer
rigurosar4ente (esto último es la razón de que haya sido menester (el día más
arbitrar actos nuevos). Decía antes que el análisis de Santo Tomás p;;q;" hay una {rri.i¿,t aníici¡'nda o proyectiva una
"ná
feliz es siempre, .o*o suele decirse, la víspcra) y fruición
es legítimo. Pero ¿quiere decir que pueden aislarse cada uno Lu f ruición en el
;; i" .on."guiaá y por"í,Io, que es el clisfr,it".
de estos momentos? ¿No se pierde así la esencia unitaria del como
acto de voluntad, paralelamente a como aislando cada acto unita- orden de laljecu áiin (¡n exsicutione) esti -ya al principio,
entelo. (Dorn Lottin ha visto
rio se perdía cle vista, según veíamos antes, la esencia unitaria motor del acto r.n el proceso
de la vida espiritual? Es lícito analizar teoréticamente los mo- bi"n t' que el mámento i"\ no puccle aisl¡rse cntre el
"ons,n'§¿¿s cstá pe'
mentos que constituyen o pueden constituir un acto, pero siem- ,""tA¡"Á y el dictamen práctico, porqug j,stalne,tc :" re¿rlidadporqlre,el
netrado el proceso entero; pero está es así
pre que no se pierda de vista que todos esos momentos están
conserlsus representa la'lruitfo en la clisier.sión
te,riroral .del
embebidos los unos en los otros, que se interpenetran y {orman sic,t
una unidad en la realidad de cada acto in concreto'. acto.) La {ruición, como "l {i.t, «<se habct i* o,crahilihtrs
in spáculativis». De todo lo c,¿rl se c.ncluyc que,
Por consiguiente, frente al abuso del anterior análisis, hay frináip;ur"
'dice o acto de voluntad es
que decir por de pronto que la serie cronológica-no estableci- Io*o Zubir'i, t. esencia de la volición
verdad acon'
da por Santo Tomás-es completamente abstracta v convencional, la fruición y todos los {emás momentos' cuando tlc
i; y pr"á"n ai.ti.gri.se o discernise, acorttcccn cn {unciírn cle
propia de una psicología asociacionista (el asociacionismo no es no cs sitto
la {ruición. De la niisma lTlanera q,e el ¡azo¡¿trnicttlo
exclusivo de la teoría que se conoce con tal nombre). Por otra ¿r l¿r rca'
.l l"rpti"gue de Ia inteligencia como pttro atcnirnie.to
parte, y como tendremos ocasión de ver más adelante, la distin-
ción de fines y medios es mucho más cambiante y problenráti-
12 De doctrina cltrisl.iana, I, 4. Véase tarnbitirl csle ol'ro plslrjc cn <.)l
ca de lo que tal psicología supone. Finalmente, ese análisis qrr"o*áiu y lrui se recttbren: uNemo tamcn est' rlrri eo quod omat non
type. También deben verse los análisis fenonrenológicos de la voluntad fiuitu., (De'Cittitute Dei, 1, VIII, Cap' B)'

y de lo involuntario; por ejemplo, el de Ricoeur. 13 Morale Fondam'entale, págs' 67'9'


isl

/E os TI os
lidad, la voluntad reflexiva y propositiva no es más que la mo-
dulación o distensión-el deletreo, por así decirlo-de la fruición.
Esta modulación o distensión no siempre entra en juego. por
eje.mplo-sigo uno del propio Zubiri-, si estoy hamÉriento, sin
haberme dado cuenta de ello, y veo de pronto un plato apetitoso,
inmediatamente se produce en mí una fruición-que se manifies-
ta b.iológicamente en ia secreción de jugos salivaies, en que «se
me hace la boca agua))-que culminará en la realización del acto CAPITULO II
de comer, en el saborear, paladear y deglutir el alimento. Pero
si-para continuar con el mismo ejemplo-, estando hambriento CARACTER, HABITOS, ACTOS
no te-ngo- alimento a mi alcarce, Lntonces sí puede ponerse en
marcha el complicado proceso al principio descrito, aunque nunca
gracias a nuestras indagaciones antro-
Realidad moral que,'pi.{ilosó{ica,
o casi nunca con todas sus etapas discernibl€s y, desde luego, ya conocelo.tt son los há'
si se trata cle un acto plenario de voluntad, de un auténtico qire- p"lá;i; .ri-otagi.J y
rer, sin que quepa separar los {ines de los medios. por ejemplo, [ia.-i, í .obi. toáo, carácter moral' La ética escolástica
".,
en definitiva tambié.,
"l los hábitos con'Io objeto material
cuando nos casamos, el matrimonio no es un fin para tenár hijos "á*it"
de la Etica, en cuanto que los considera conlo «tprincipio
inirin;
ni para ninguna otra cosa, sino que el amor lo pánetra y unifica la,ealidad moral del
tg9o. La complicada teoría de los fines primrrio. y seóundarios seco de los f".i ¿r" concibe que
""tor,,.
hombre consista en un *.io conglomerado cle hábitos, virtudes y
sólo entra en juego realmente para quienes no quieren plena-
vicios, sin radical unidad? La única manera de superar este
«aso-
mente el matrimonio, para quienes se casan por conveniencia, hábitos se ¿rnclan y uni{ican en
para los ucalculadores». (La teología moral de la época moderna ciacionismo» es admitir que esos
una realidad éti;; *ár'profunda, el érlrcs o- carácter moral.
ha sido pensada, si no co' vistas al pecado, sí por lo menos
contando con la imperfección y la fragilidad: la teología mcral Ya hemos dicho repetidas veces que éste, <:l éthos o carácter
moderna ha sido Grenzmoral, moral de delimitación moral, consiste en todo aquello que }iemos rctcnido y.no: hemos
lo que upropiudo en cuanto a nuestro modo de ser toca, viviendo' Pero
es y lo que no es pecado.) "nire
Ahora bien, al descubrir que la fruición, como acción .i .i"¡r"to, ¿forma realmente una f,igrra? Evidentemente,¡ay sí.
de
i§i ¡i"i, tu un]dud puede ser mayor o *.not y ciertamente
fruir, constituye laesencia del acto de voluntad, no hemos pues- y ((con'
to de manifiesto más que una de las dimensiones de éste, lo qu" personalidades que áonsisten en discordia, escisión interna
nos están mos'
tiene de aclo, es decir, de transeúnte. Pero ya sabemo. qu" ár- ii.r.iu desgraciada,,. Teología y filoso{ía moral
trando lu uiidrd del carácteI moral. ¿Y no es ése el mismo sen'
ciendo esto o lo otro llegaremos a ser esto o lo otro; ,áb**o,
que al realizar un acto realizamos y nos apropiamos una posibi- 1 La psicología actual-después de James, Dcwey .y- el conductismo
lidad de ser: si amamos, nos hacemos amántei; si hacemis jus- hábito-tiende
en su fase watsoniana, que fueron g.undás defensores' del («attitude»)'
ticias, nos hacemos justos. A través de los actos que pasan va de- a sustiruir áe habito po-r el concepto de actit.ud
cantándose en nosotros algo que permanece. Y eso que perma- L" "lentendida
"on""ftocomo nstare of readins55r, uprcparedness, o «dispct'
rrece,el sistema unitario de cuanto, por apropiación, liega a ""ii*a
,i,i"", po.a lu .".p;;; e incluso «anticipatory iesponse" recoge 1o
q." ,igriiiiJ, n O¿riái,l*tr.r en lo conce.ri".tt" a la protección natural
tener el hombre es, precisamente, su más prófunda realidad rle las actitudes, que hacen no «ver» más que lo que las {avorece
(cfr. con
moral. i; rc;;;;t;; á;' i;';;;iil;¡, según Santo romás' en el casto v en el
irjurio.o), y pr...n," ,lSrn"r'uenfajus sohre el concepto- deqye hábito' como
son las de constiru; ;;;;r""pto Áá. upositivo, y la. de,(adquirible .eL ella el
elemento intelectuai o- "*"nüti¿"4' t la tenclenc.ia
por
-i."i"i"grl ,p"."""r, más Íntima y putántenrente urtidos. Quecle intacto
;;;i-;i-;r;blánia a"^irt*trl lerantar'los concepto-s de virtudque
v vicio.sobr'e
probable'
el concepro a. ,"rii.iii'.. iug"r clel concepto á". hábito,..lo
-dificultadés,
,r"n,. pi"rentaría sobre todo por las im¡rlicaciones concer-
;;;;;;r; lá. ri.t"a"r infusas. Éero si., ducla-se trata de un telna sugestivo
que, más pronto ;-;;; tarde, alguien probablemente abordará'
t

(' t7t
170/E o (l ^/
tido unitario del concepto de carácter que manejan psicopatólo. télico, está oculto, presente, pero latentc ya' ¿Por quá ha ocu-
gos y caracterólogos 2, prescindiendo aquí, naturalmente, c{e su rrido así? Aparte ei hecho, ya señalado a stt tiempo, tle que Ia
problematicidad? Incluso algunos escolásticos han vislurnbrado lengua latiná careciese de una palabra que sig.nilicase l]ura y
algo de esto 3. En fin, hoy dos filosofías verdaderamente im- exiusivam eúe éfho.s y que la con{usión sonl¿irttica de rrro's }raya
portantes, la de Ileidegger y la de Zubiri, levantan la ética, como facilitado, sin duda, la confusión filosrlfica, a rni entender, Iay
parece lógico y, desde luego, conto es etimológico, sobre el con- dos razones que explica¡ esta pérdida del co¡cepto de étlt'os'
cepto de Ailtos,' y Ortega, sin em¡rlear esta palabra-como tam. La primera es la de que el étho's o caráctct', por constituir la raíz
poco Zubiri-, había afirmado ya, criticando el utilitarismo y unit'aria de los hábitás, es menos visible q¡e éslas, nranifcstacio-
apelando expresamente a la moral cristiana, que la bondad es nes suyas, f , a priori, menos visible aí:n c¡ue los actos' La segrtn-
«primariamente cierto modo de ser de la persona» a. Heidegger .1, rarór,'íetiau sobre toclo dentro dcl orbe intclectrtal escolás-
parte, como hemos visto, de la acepción primaria de esta pala- tico, es la de que el éthos no es un collcepto p¡tigtico (¡i se rn¿1-
bra: éthos como ((rnorada», «estancia». Zubiri, de la acepción nifiásta ni prld. modilicarse directamenlc, sino stilo ¡ travós
más usual, de la acepción viva en la época de Aristóteles, funda- de los actos y los hábitos), en tanto quc la- Etica se constituyó
dor de la ciencia ética: éthos como carácter. (Debo aclarar, sin como una ciencia práctico y lu ética cscolástica en ¡larticular
embargo, que yo no le he oído referencia a esta palabra, sino como mela reducción o disminución de Ia teología morai (orga-
a la latina mos.) Es verdad que también algún otro sistema filo- nizada fundamentalmente para el uso práctico dcl confcsonaritl y
sófico ha centrado la ética en el concepto de carácter. AI prin- la dirección espiritual), cómo una teólogía nroral amputada del
cipio de este libro hemos aludido en este sentido a los estoicos. elemento
-- sobrenatural 6.
El nombre de Schopenhauer debe ser mencionado también. Pero Esta pérclida dpl concepto del étltos en ctr¿tnto pérdida del
para Schopenhauer el carácter moral es congénito, la experiencia sentido unitario de Ia realidad moral, se tradujo histriricanrcnte
sólo nos sirve para conocerlo, de ninguna manera para modifi- en una creciente atomización de la vida ¡:síquica, sobre Ia que y¿
carlo, y lo que suele llamarse «carácter adquirido» no es, según hemos hablado (aislamiento de los actos enttc sí y tlcsr:otttp«'rsi-
é1, sino conocimiento de nuestro «carácter inteligible» 5. Se rom- ción de cada acto en los doce o catorce a que antcs nc-,s }lenlos
pe así la conexión eqtre el carácter y los hábitos y procediendo referido) y de Ia vida moral (ética centrada cn los ar:tos con su
al revés que Ia ética usual, el objeto material propiamente dicho .onr."u.ntia lógica, la admisión de actos moralcs indilcrcntcs)'
de la filoso{ía moral no lo constituyen ya, según Schopenhauer, Estos dos proceios-pérdida de la conciencia de la realid¿rd dct
ni los actos ni los hábitos, sino solamente el carácter. étlro, y atámización psíquicomoral-se han desat'rollado de con-
Ahora bien: es preciso reconocer que la t'radición lítosólica suno: Santo Tomás, cuyo análisis del acto de volur-rtad .o tiene
explícíta perdió pronto de vista el étho's como objeto de la Etica. ,"á."ir, como he*á, ui.to, sentido atomizante, no atlnlitc lt.is
Tan pronto, que en el origen mismo de la Etica, que es aristo- actos iídiferentes in indi.ui.duo y hace srrya la s.cntencia tr¿rdu-
cida de Arisióteles, qualis est unu.squ,i.'squt:, ct tolis uiiel'us linis
2 Ach, Lindworsky y otros han mostrado que todo acto deja huella ei?, que supone una cier.ta conciencia dc la unicl¿rd molal. sus
en el carácter. disáípulos, áspecialmente los de la é¡:oca_tnotlerna. lran ido ¡rer'
ái.náo progrÉsiramente esta conciencia. l'cro ltoy )ra sur gido
3 Por ejemplo, Bourke, que titula un capítulo de su libro E¿áícs ya,
«The virtues and moral character» y escribe en él: uTodos los seres hu- rl ,áno"d" la Escolástica, una {uerte rcacción .ontra l¿r élica
nlanos nacen con las cuatro potencias (entendimiento, voluntad y apetitos "n
atomizante, reacción de la cual van)os a cx¿rminar ahora nrism<r
concupiscible e irascible) que entran en el .cto moral, ¡rero cacla hombre
adquiere en el curso de su vida una estructura, clif.erente en algún modo
una muestra a mi parecer exagerada y simplificatoria.
e individual, de los hábitos morales. St personaLidad, moral o carácter EI objeto matel'ial de Ja Etica p¿lrecc, l)ucs, conslitrrido por
es constituida por la adición de un equipo ( set) de hábitos a sus poten- el caráctár (éthos), los ¡ábitos v los ¿rclrs lrrtnl¿lrtos. l'ero co.
cias ingénitas, (los subrayados son míos). En este texto se advierte el esto, ¿está dicho to-lo? cabe objetar clue lo <¡uc impot't¿t no son
esfuerzo, no enteramente eficaz, por superar el asociacionisnro esco-
lástico.
4 Ob. cít., lÍ1, 341-2. 6 «Nos manuels classiqtrcs dc ¡lhilosophic ¡rloralc sont tlop s()r¡vent
6 El mundo como uoluntad y representación, cuarlo libro. Se han le décaique,l.r,runr.ls classiqu.t,l. thóologic nloralc fo¡ttlanrcntalc,'
(Dom Lottin, ob. cit').
refundido aquí un par de páginas del final del artículo, arriba citado, '- i-- t-il, q, z; 10,2,2, y possim en la obra dc Santo Tomás'
«La Etica y su etimologÍa».
t72/Es?u TICOS
At 173

los actos aislados-por lo menos lo que importa


fundamental- ble de dos maneras, realm.ente' y uiuencialmen.te. Por modo real
rnente_*,ni engendrando un hábito mái o ,rráo. dr.rd;;;,
tampoco el carácter que, tomado en ;;;; es precisamente et el éthos o carácter2 como sabemos ya, donde
sentido éü;;;pr"a" canrbiar,
sino que, como señála Aristóteles, carácter 'Iiábito, se decanta y posa, donde se imprime lo que pennanece y queda
y ho, de de ese fluir y pasar que es la vida. Vivencialrrrente se aprehende
prolongarse ((en la vida entera», porque ((una
golondrina no en actos de dos clases : discursiuos e intui,liuos. Los discursivos
hace verano ni tampoco un día» r.'8.,-,ñ";-;i
de la moral sería la vid¿r en su unidad ,".nñi;)
Á¡.ro unitario consisten en la referencia de todas y cada una de nuestras ac-
como suele ciones, de la vida entera, al {in último o sentido de la vÉda,;
decirse, la .<vida moral», de Ia cual actos
y rr-a[;r". constitr¡irían referencia sobre la que pronto hemos de hablar, porque es el
Jacques Leclercq ha insistijo en est" punro
:,:J,,^"_:.elementos.
oe vtsta: tema de la moral como contenido. Pero además de los actos dis.
cursivos hay otros intuitivos, que tampoco es posible tomar por
uUne lausse conception.., cle la nrorale, conception
qui n,: c.on- separado, atomizadamente, porque justamente son ellos los que
sidér'e que /es, dcres. [)ris en particurier ' ra -
; ui" '¡1o.ut. se réduit descubren la unidad de la vida. Tales actos ostentan este carácter
alors ¿r une cl,acres indépendants'les ,;. J;. autres qu,on
examine un á _.s!¡ie privilegiado, ora resumidor, ora definitorio, o lo uno y lo otro
un, conlme s'irs iormaient autani drentrtés in.répen-
dantes. Les actes dépendent tous les un, J". a la vez, bien por su intensión o intensidad, r¡n cierto modo so.
*i."..
I'honlme for¡ne un bttt et la vie morale ,,¿.t upp" pas La rie cle bretemporal, bien por su kaírós, por su decisivo emplazamiento
chacun de nos a.cres porre en lui t" a cette loi.
ri"iar-i.-r'J;;"'norre vie...» e. en la secuencia de la vida.
«La vie morale rroit éire.comprise comme
un- tout continu, c{lmpa- Los actos privilegiados en cuanto a la profundiclad y reasun.
rable á la
l'ensemble de ,croissance d\rne' planre ;; á'il";niLor, 10; uc,esr ción que en ellos se alcanza son el <<instante», la «repetición» y
la.uie qui imporie, non un
isolónlenr¡r 11'- -acte en particulier, pris el «<siempre». El concepto de los dos primeros fue forjado por
Iu ,i", ,r. "L'objer de ra ¡norale
<,La
ao"" ll ráaliré mérne de
vie morale est toute""tla uie prise d,un Kierkegaa.d'n y desarrollado luego por Jaspers y por Heidegger.
angle» 13.
"..ruin El «siempre» se debe a Xavier Zubiri. El acto privilegiado, desde
el punto de vista del kaírós, es la ««hora de la muerte».
Hemos visto desplazarse el objeto fundamental
de ra rnorar El «instante» es un acto momentáneo que, levantándose sobre
desde los actos hábitos, y ahora según L,eclercq, a la vida
^j."i
en su totalidad. sin duda Leclercq liene'razón la sucesión temporal, toca la trascendencia y tal vez la decide. Es
.n sus conside- la eternidad en ei tiempo, tangencia de lo eterno y 1o histórico,
raciones, pero éstas se hailan tocadas de un
u..g.oni.*o, descenso de la infinitud a la existencia finita y elevación cle ésta
p,ues jtrnto a Ia continu,idad de "i"rü-.rb;yr;
la vida es *.n..i., ;;;: a aquélla en un «golpe de vista» decisivo, echado desde la pro-
bién su díscontínuidad: la vida no es una ((corrienter,
una uni- fundidad de un <«presente auténticor¡. El inst¿rnte puede revestir
dad fluida e inarticulada, y la metáfora del .*ri*i"rto
de una distintas formas. Una de cllas, la más alta, es el éxtasis, la
¡rlanta o de un animal es clesafortunada. Jrrtr..ni. <<ar.ticu. contemplación mística. Pero sin necesidad de fenómenos místicos
lación»
-s'pone
nada.
T"T. que ra posibiiidad J; ;"ho.er".t. ra vida, el hombre puede percatarse, de pronto, de Ia tremenda seriedad
de cambiar su sentido. pero, sobie todo, a L".I...q parece de su existencia y «.elegirse». Desde el punto de vista del «con.
no
habérsele ocurrido siquiera 1a pregunta fundam"niul,
que es ósta: tenidor>, en el que por ahora nos vedamos entrar, el «instante»
esa vida en su totalidad , Iu qrJcl apela,
la vid, Ln su unidad lo mismo puede ser un acontecimiento puraniente religioso que
de sentido, ¿cóm,o.aprehenderl"?
¿Ca*o ,,,"n..*;rnro,,, esto es, religioso-moral o puramente moral, lo mismo puede ser «unión»
constitui¡ lo que .r püru
.en objero i.-poirtz
distensión que «<revelación», «aceptación» o «conversión». El hombre se
esto posible? A esta pregunta háy que contestar que sí es ¿E;
posi- convierte a Dios siempre, como San Pablo, en un «instante»,
aunque este <«instante» haya sido preparado por años, o aunque
B 1,7,1098 a. Desde el punto de vista dc la
e Les grandes felicidacl, I, 9 y 10. la expresión exterior y las consecuencias de esta conversión no
.d,e ta ¡thitosophie";;;ri;,";';; á76. lHay tra-
tr._s\es
clucción española de se maniliesten sino mucho tiempo des¡:ués. El «instante» puede
esta obra.)
ro Ob. cit., 380- presentarse bajo la disposición anímica de Ia uangustia», como
11 Ob. cit., 412. dicen Kierkegaard y Heidegger, pero no es necesario, ni mucho
12 Ob. cit,, 320.
13 Ol¡. cit.. 368.
14 Cfr. Der Augenblick, Die Wiederh.olung y Furclrt und Zittern.
l

('
174/E UD os ET CO
de tal nrodo, tlue
menos, que así sea. También, en otros casos, bajo la Iorma de y en cada uno de los sucesivos «}ric et nuncil;ct:r1;t:rtctrecerse sin
resultan
«rapto», «serenidad», «plenitud», «paz» 15. el «illic et tunc» y.t ttt'i" et nunc>t
cs dcr:ir' de tal modo
EI acto de la «repetición» cons.rste en la asunción, también confusión, pero támbién sin se¡:aración;
por tod¿rs>r de la Reden-
en un instante, de la totalidad de la vida. Esta es, por decirlo, que aquel "ri.-prá", "q'4 -«de una vez
n'eva, lu I-ra cristianr. El scgun-
así, tomada en peso y aceptada en su grandeza y en slr miseria.. ;;;, fund" u, tie*po ae Bau¿ tcrtían que
do texto dice que io, .n.",dotes de la Ley 1n!ig1a
Dicen que quien va a morir recorre en un momento todo su a sí mis-
decurso temporal y ((ve» su sentido. En esta concentrada actua* saórificar cotidianam;t;;t pero Cristo' sacrificándose
*á, 1" lrizo «de una vez por todas»' pal? siempre'
lización de Ia totalidad del pasado consiste precisamente la ((r'epe-"
tición»: el hombre «repite», vuelve a vivir en un <<instante». Estaestructrradeltiempoteológico-dc-lalteclenciírrlesco'
l)'eo Creantc'), es d'e'
junta y apretada, su vida, La «repite», no como espectador', sino mún al riempo **Ji.i." (y teológio, De
isiemple" como <téxtasisr> del
como su autor responsable. Desde el punto de vista del «conte-. cir, ai tiempo cn .,""to tuÍt del
.,d. vez por todas))',surge la,suc¡sión tempo-
nido» este acto puede consistir en «arrepentimiento». Mejcr di- ffi;;;;or,lro una
equivale
ral. y la realizaci¿.r.n actá int,itivo de ssln s5tructura
cho, y por «aceptante» que sea, aunque suscriba la vida con vida hasta su fun'
un gran «sí», es también, necesariamente, «arrepentimientor>- a remontars" a.rá" tu itr.n.ia «le nuestra
así' cottto en su {un-
porque ¿quién no tiene de qué arrepentirse? Como se ve, así damento o ".i"*pit't "" él up"h*ndemos
,errtiáo unitario y tot"l del tiernpo vital' de nues-
como el «inslante» ahonda en el presente-frente al vivir en el damento, de tal es-
tra vida. "i
p"ro yu hemos dichó que esta ¿rctu¿rlización
superficial, disipado y atomizante 11¿[6¡¿¡-abriendo desde él el, (lr'lc I'ar¿l vcz reali'
porvenir, la «repetición», vuelve la vista atrás, asume y retiene' tructura es un r"t" pti"llegiaclo y prufu,do'
dei .,siempre»,
lo sido, frente al «olvido» del pasado. ,u*or. y por eso, clundo-rro ,. tiene el scntido
s.ocia't:'lltil:'
Xavier Zubiri ve Ia esencial formal del tiempo y su unidad," vivimos ei tiempo como algo pegado al queltacer
olvidánáonoi y alien¿i,clonos dc n(tst¡tros mls-
no en el «instante» y la «repetición», como Kierkegaard, tam- nesado a las cosas,
cn un r«tienrPo cerra'
poco en la «memoria», como Bergson, sino en el «siempre». EL i"X, ,r*á a. nuestros haceres, vivie,do comcr' vol'
^
do,,, de <tetetno ,aro"to": Ievantarse' ir al trabaio'
«siempre», el «de una vez por todas», es el fundamento de la. y Io el día siguiente
mutación temporal, y el ahondamiento, la intensión en él otorga.
ir-ui
ver al trabajo, -o,ro, ti'",, dolmir' misrno
la posesión de sí mismo. EI hombre está ante el decurso y su i"f"",,:q-í áf o bien nt'i.P"td"*ut tl :l lltrir cle Ia
tiempo consiste en estar ante su propia decurrencia, autopresente. íiao, .., ái'uru.u"u',,iento, Ia ttdisiliació.»,y el diucrlisserrte,t;
sietn¡rle innli-
a ella, incurso en ella, sí, pelo también sobre ella (sobre la o bien, finul-"r]",-"i"i*"t un tiempo .ín'calzan'te' no dejírnclonos
nente, que cae uot." nosotros, ugoüiánd,)nos
y
«{luencia» de Leclercq) y sobre sí mismo. Y justamente en la
«realización» de esta estructura fundamental-«siempre>r como «tiempo,, («siemPre») Para nadl'
nrejor-*el
estructura de Ia realidad del hombre-es en lo que consiste el Pero estos actos-actualizaciones de estt ucttttits,
lu ,,rlf.tición,, el «<s.icm¡lre))'.sotl privilcgiados y aun
acto de «siempre». En él se reasume por modo sobre-temporal, «instanter,,
,to rleli'nitittrts'
es decir, en el fundamento mismo del tiempo, esa vida fh¡enre a."irári"r', d,elini'rorios, como <lice Zubiri, ,ct'o sittt) ltt:to ¡,r.'
.le que hablaba Leclercq. Ei-u.to definiiivo-'no actuaiización tle estrtrctttra,
ái"ho, que, si Io es de verdad, scr¿i larlrbir:. <<instatrte>>,
A mi parecer, esta estructura fundamental, descubierta por lir*.rr. pero en Ia
Zubiri, posee un fundamento teológico, cristológico y soterioló. «repetición, y *ia*pre))-es la ,,ltora de Ia lrlrtcrt,r'
parecer' dos
,rhora de Ia mueri." i'uy que distinguir' a nti
aspec-
gico. Pensemos que la palabra «siemprer)) se'mper, procede, coi.no.
tos: lo que ,i.1.-á" .í.É.o*."1 morir-y Io que
tiene cle acto
semel, de (mal Ahora bien: la palabra ára[ (o éganafi de irL úr.al»
humano, de última instancia conceclitla
al hc¡nllrrc ¡lara la obra
es empleada dos veces por San Pablo, en Rom,., 6, 10, y en estos clos as¡reclos'
I{ebr.,7,27, ambas con su significación de «de una vez para to- moral de sí mismo. Es importante distingtrir
suelen-,rcsentarse disocia-
dasr, en sentido cristológico y soteriológico. En el primer texto O"ñ"- 1lu"a"n-y -probaÉlemcnte según mucstra la expe-
dice qué lo que ocurrió «illic et tunc» allí y entonces ha ocurrido dos. EI instante af r'" ¡¡Lrert€ biológica, taf muy precaria
«de una vez para siempre», y: por tanto, también <«hic et nunc», riencia cle la muerte ajena-experiencia, como
«rctrasado»' cuando ya
y ««exteriotr-;;;;'iln" to" {''tt'encia no es sino un resirluo
15 Cfr. O. F. Bollnow, Das Wesen der Stimmungen. el liombr.e no ,á-fá..e y lo que queda de él
AI
t76/E os TI
inconsciente y comatoso. EI padre Karl Rahner ha llamado al úl- escribeNialrauxl?'l'eroparaelcr-istianismoeste^destinonoes
é fla-,¡ s in o
l i bremen.
im p uesto- atutn, h,e'im,ar m
nexo rab}emente
timo acto en que todavía disponemos de nosotros mismos la i |

<<muerte libre», a diferencia de la <<muerte biológica>¡. Ahora ," u;:'t*3'i*port*ba sobre el


hacer ver en Ia.presente rellexión
bien, desde el punto de vista que ahora estamos tratando-el de dt vi'ta'de str mera estructura'
los actos privilegiados-éste es el acto definitiuo. Hasta él <rhabía i*,"riir, dffi"';i;'nio en sl Qthos,
tiempo». El hombre conservaba ante sí algunas-muchas o po-
"bi;;
€s que este objeto *ut".iul^"or.i.t* "p"tá
iu.áamentalmente
personalidad
qt'€,1á,
cas- posibilidades de modificar su éthos. Desde este instante, esto €s, en lu p.t'onalidad *"tui; de los actos y de
moral se define ;^;;"¿. cle todos y .la, uno
el éthos va a quedar definido y terminado, las posibilidades van nuttl"n ser relegados a un se'
a quedar fijadas para siempre, agotadas en el ser, coincidentes los hábitos, por 1o cual éstos no es ver-
gundo término del objetá de Ia ética' También'
con él; empezamos a ser, def initivamente, lo que hemos hecho "i;;;1" Ét'o' en -¡rrimer lugar' Ia vida
de nosotros mismos, lo que hemos querido ser. dad, a través d"'ü-;i;; """'u' sí'
Hasta el instante de nuestra muerte <<aún era tiempo)), aca- no es posible t"n"tt' toda junta 'iuántittt":::irealmente
nuestro
;.;;"'*;á" ilp"¡1 en nosotros; €s: precisamente'
nr..l'i éthos)' porque transcurre y todase distiende
bamos de decir. Esta expresión, ausente por completo en los tex- en
tos antes transcritos de Leclercg, nos revela que su concepción de <<carácterr,, juntar pero
el tiempo. O, *.i; litrtli ti "t
posible tenerla
la vida moral, en su presunta totalidad, está montada sobre una a"to= privilegiados' La vida
concepción unilateral del tiempo: tiempo como «duración» (du- esto acontece precisamente ., "i"riá*- u loi actos que la
rée de Bergson). Pero el tiempo tiene otras dos duraciones: la como totalidad nos remite, pr",,"át'" "" -:l:iff:'OliTO¡|]
y el «emplazamiento». Ahora bien, desde el punto ;;r;;..-el «'instante,' la ""pt'itián''. "l crrct
;;;i ;" confirma una vez más laaestructu,a
<<futurición»
de vista ético, estas dos dimensiones son incompalablemente más determi¡rados actos, a traves
to de la ética, iLo,"riaad remite arluel sentido total)-
importantes que la rrrimera. El tiempo de la {uturición (dimen- pr".it'mente
de los cuales ; ;;;;;;." Y Ln seg'ndo lugar' aI
sión puesta de relieve por los {ilósofos de la existencia) es el de y al ucará"t"r,' f" q'á q'"aa.uimptttar'' olvidarse que ést. no
nuestros afanes, propósitos, preocupaciones y proyectos. El tiem- debe
irablar de Ia ria"r'.f .u'iotalidad'no y emplazamiento' En
po del emplazamiento, el que en este momento nos interesa, es es sóro duración, sino tambiér, i.,irrr.ión
el tiempo del «mientras», como dice Zubiri 16, el tiempo en que el áestino moral que va'
el tiempo como iuturición proyectamos v «mientrds
aún tenemos en nuestras manos la definición de nuestra vida. Has- como emplazamiento
I'I1os a {orjar. En el tiempo. ese destino moral'
ta que se cumpla el ««plazo» y llegue la «hora de la muerte». ¿Qué
llega la ntuerte», estamos a tiempo d"
ocurrirá entonces? Que, como dice Santo Tomás, la voluntad que- 'Lhace' en una de sus di'
ho*bre'
Hemos visto que el tiempo'á"i
dará inmovilizada en el último fin que ha querido. Cuando es- nrensionesesfutuiiciónye¡ot,u..'nptazamiento.Estosignifica, se es'
tudiemos Ia función de los hábitos veremos que éstos van conso- ;;;; lo aiáno q'-" hombre provecta v sc p.opone'
i'l :l
lidando aquella plasticidad durante la edad juvenil siempre dis- ' qu" el lornbre dispone de
fuerza y se alana en'el tiempo;
2'¿'
ponible. El niño podía serlo todo; ei viejo no puede ser ya casi limiiarlo para haceise a sí *i'*o' para realizar su cua'
un tiempo que
está situado en un tiempo
nada nuevo..., y, sin embargo, ««mientras siga viviendor>... ,<aún Iidad ética, , ;'1"0; "i no*Ut" t] senticlo de intercambia-
es tiempo». Nos cuesta trabajo admitir que pueda ya remover no es ,,i ,",titiüf i "i ""ito'mJ' "l Todo to quiere clecir
sus inveterados hábitos. Pero tal vez, merced a una especial mise- b1e, sino .r.";Li;."i"I.,^iit"iio,u. ¡.aI
consiste el Athos es
en que
ricordia, un acto que, psico)ógicamente hablando, no podría ya que esa creación o cuasicreación
tempórea. gr"l=.ii¿ud, prob"bleme.rte por. la
puede
desarraigar un hábito hecho carne, pone punto final a la vida -üda
constitutivamente
y ahorra la recaída, humanamente inevitable. «Ce qu'il y a de decirse .rto d. cieación o cuasicreación, empczando
Si lo que im'
terrible dans la rnort, c'est qu'elle transforme la vie en Destin», creación pr";;;;;t"-di"h'' la Creación divina'
l;;;;;;lbtoi'to habría potlido ser' sino lo que
porta no es
16 Cfr. con el «todavía» de Antonio Machado. El tiempo como er.npla- Dioshaquerido,segúnF'otetttiaortlinatá'quesea'entonceshay
implica la temporalidad'
zamiento tiene a su vez, en la concepción zubiriana, dos dinlensiones: que a{irm.' ;:': üil'I;.i;;;;; h"t1o'
plazo o «clías contaclos, y emplazamiento en el sentido de usituación)) en
determinaclo tiempo. lil texto srrpro alude solamente a la primera dimen- 1? ,4purJ Sartr., Jíg' I!6. cle, L'éte et le rtéant' 4lI y sigs'
tho"gl't' págs'
sitín. En Ortega se encuentra ya prefigurado este concepto. 18 Cfr. Onians, The origin 't fi"'pi"n'
.Al
t78 /E 7' IO cos (

Hoy se tiende a pensar gue la «creación instantánea)) es utra abs' i-,rodigio» también el <<niito crnpollónrr: que soloca al niiro
y
tracción. El universo real le, €tr expansión y devenir, supone una autént-ico, [ue tendría qu9 haber iido para,, a
su tiempo' t:t
moral para cada una de
«creatio continua» a través de las causas segundas, concebidas verdaderÁmente hombre. Hay una tarea
totáI, el tiene también su tiempo
por un evolucionismo no materialista como ««coadiutores Dei». ,,r.rr.o. horas y la tarea éthos,
«días contados»' En esto decía Séneca
Si esto es verdad para la auténtica Creación, lo es mucho bien determinado, sus
llos ha dado
qr" ,ro. di{erencilmos de los dioses: en que se
menos controvertiblemente para Ia creación o cuasicreación his'
lo más pt'ecioso' tenemos que
tórica, como ha mostrado Xavier Zubiri 20.La Historia no es un un tiempo finito. Por mismo es
ciclo cerrado, un «eterno retorno», sino una realización «abier- aprovecharlo.
ta». Pero tampoco, como tiende a pensar Teilhard de Chardin
y el mismo Tresmontant, nivelándola con la biología, una madu-
ración. El tiempo histórico es mucho más cualitativo y abierto
de lo que ellos piensan porque no conocen el concepto esencial-
mente histórico de posibilidad. Y esto mismo acontece en el ám-
bito que ahora nos importa, el de la creación o cuasicreación
moral.
La perfección ética ha de hacerse en el tiempo y con el tiernpo-
Nuestros proyectos se forjan en el tiempo, la perfección es cua-
litativamente diferente a lo largo de los años, la «experiencia de
Ia vida» es experiencia del tiempo vivido. El concepto de kairós,
u oportunidad, la eukaírío o momento propio, es esencial para
la tarea moral. Hay que dar tiempo al tiempo, saber espelar,
aprovechar el cumplimiento de todas las condiciones, la realiza-
ción de todas.las posibilidades previamente necesarias, aprove-
char el «iahora!» Y junto al concepto helénico del kairós, el
concepto bíblico del pléroma. Cristo llegó a «su hora>¡ en la
«plenitud de los tiempos» 2r. Pero también, más modestamente,,
cada uno de nosotros tiene «su hora» y su «plenitud» para cada
una de las partes de su tarea moral. El éthos se va forjando a
través de los sucesivos kaíroi, realizando «<cada cosa a su tiem-
po», sin que se pueda saltar por encima de é1. De tal rnodo que
la per{ección es cualitativamente distinta no sólo para cada per-
sona, sino también en cada kaírós. Por eso la perfección del
niño-abertura a la realidad, ojos abiertos ante el munclo, doci-
lidad para lo superior-es cualitativamente diferente de la per-
fección del joven-entusiasmo, aspiraciones infinitas-de la per*
fección del hombre maduro-sentido oe lo posible y de clue ,,.pa-
ciencia es todo»-y de Ia perfección del viejo-bendición univer-
sal, decir un gran sí de arrepentimiento, aceptación y {idelidad
a cuanto se ha sido-. La perfección ha de lograrse al hilo del
tiempo, sin «adelantarse», y por eso son insatisfactolios el <«niño

19 Sobre esto véase C. Tresmontan¡, Etudes de métaphysíque biblique


y Essai sur la pensée hébraique.
20 Naturaleza, Historia, Dios, págs. 389 y sigs.
2r Cfr. Urs von Balthasar, Théologie de tHistoire, págs. 38 y sigs.
(' l§/

bien'es de la real,idad no sotl tales btenes. Lo único «verdadera-


mente» bueno, dirá Kant, haciendo platonismo inmanentista, es
la buena voluntad. Para Aristóteles y la Escolástica la reaiiclad
entera es buena; todas las cosas, el hombre como realidad, toclo
lo que él apetece, por lo menos bajo el respecto en que él lo ape-
tece, y sobre todo este estrato del bien ct¡'rrununiler sum¡>tum,
y ya no como simple realidad, sino como «ley», <,obligación»,
<«exigencia», «conveniencia» con la naturaleza racionai o deman-
CAPITULO IIi
da de perfección el hombre qua moraL El bien de las cosas (bie-
TEMATIZACION DE LA ETICA 1
nes exteriores) y la «bondad moral, (bien honesto), el que la
<rrealidad>r sea buena y el que yo deba serlo; toclo esto queda
Tras haber tratado del objeto materiar de la comprendido en el concepto amplio, «anált-rgo», del bien como
ética tendremos propiedad trascendental de todo ser. Platón y Kant, cada uno a
que hablar de su. objeto formai, el riien
*o.rt,
actos, hábitos, vida, érho.r, ,en cuanto buenos trecir, «ros su modo, el primero poniendo el bien <,más allá del ser» 3, el
iL ".,nuro.). pero
¡;artr ello tenemos segundo trayéndole ,,más acár> de ese misnto ser, se forjan cle
continuandc todavíá ,que decir primero ro que el bien morar sea, él un concepto unívoco a. Pero con ello, y lo rnismo en uno que
atenidos ar punto de vista puramente <<for-
mal'r, indeterminado, estructural^de ra ;.;;ilrl,i en otro caso, la {ilosofía primera como ciencia de la realidad se
«contenido
.nt.u. en su torna imposible y la ética se endereza a la mera r<contemplación
».
Parece oport.lno. seguir er eje.mpro de de la Idea» (Platón), o a un vano intento por {ranquear la in-
Aristóteres
por desca¡tar una falsá conc.p.ian a"l ubien,,. y empezar salvable distancia entre el deber y el ser (I(ant).
dica el capíturo vI del ribro áe b
Áristóteles de- La ética kantiana es, pues, como se ve (y sin perjuicio de
Etiia;;;';;r,;"ea a refutar ser otras cosas también) platonismo inmanentista, transposición
la concep.ción platónica der bien como una idea
separada y uni- del «cielo estreilado>r al interior del hombre. Otro sistema ético
versal (el bien como concepto unívoco y
gé;;;.),'d" ,ul modo más literalmente fiel a Platón, la filoso{ía de los valores, ha que-
que los bienes rerrenos sóro serían trl.;
aquélla. ;;;- p-árticipución de rido dotar a éstos de irrealidad tra'scendente, haciendo de ellos
Naturalmente no esencias floiantes, <<cualidades)), que estarían «sobre» la realidad,
l/amo-s a repetir aquí, punto por punto, los
razc¡.arnienros de Aristóteles. aureándola, y que, en el mejor de Ios casos, cuando se «realizan»,
pero la aristitélica es mu.
ciro más <<actuabr de lo que pudiera "iitiá quedarían «pegadosr¡ a las cosas, como dice gritfica y críticamente
repa,ar en que, según señala Aristóreles,-pensarse. Comencemos por Heidegger. Platón ha aprehendido el ser como idea. Idea es pro-
el concepto del bien no totipo y, como tal, mensurante (massgeben.d). ¿Hay algo más
p1': Ios platónicos toralmente unívo"o, pr".já que
".tn.
cle la iclea los bienes que no lo son ,r.0
excluían próximo a esto que entender las ideas de Platón en el sentido de
oírii.-ñál .on.epto del valores, e interpretar el ser del ente desde aquí, desde lo que
bien se expulsan así fodos los bienes útires,
ro cuar es_.con un vale? 5.
crite¡io^ya rigurosamente moralista qu€, por
supuesto y como Vemos, pues, que tanto el kantismo conlo la {iloso{ía de los
vimos, falla en Platón-lo mismo qré hu.a
Kant'- p.ro, en l.ea-
lidad, ¿'sc,expulsan sóro los bie.es itil"si
il;;;,l.rn todos ros 3 Repúblicp, 576 c., 3.
bíenes reales, todos los bienes cre esre 4 Para Kánt el vocablo latino bonum es eqrrívoco, puesto que sirve
mundo, q;; ;; serían más para designal'clos cosas a su jtricio completamenle r.lifcrentes: Cut y WohL,
que reflejos del <<verdadero» bien, ra ldea-'th".r¿.aese
Ia crí- Entonces el bien proltiantenLe dicho, nlo único bueno sin limitación»,
tica de Heidegger arriba expuesta a la el bien moral, sería un concepto unívoco. Pero ¿,pcrmaneció Kant iiel a
docrrir;;;l;-rerdad como
«idea», doctrina que subyace a esta esta concep ción? ¿Crinro pudo hirblar entonces clel lt,dchst G¿.¿¿ conlo com-
concepción del bien.) Zos
puesto de dos elementos, utto de los cuales, la nltlralidacl, pertenece al
1 se refu,de, a continuación, con diversas orden del Gut en sentido estricto, pero el otro, la felicidad, es del
que conrponen el arrículo «Er bien ampriaciones, ras páginas orden del WohL? El Gu1 sullremo envuelve eIt sí, según esto, un ingre'
lor.ar .up.;;;;;^ f uiti.uao en er
Anuario de Filosolía_d.el D"r"rho,-l^rá.iá,-,. diente que no es Gut propiamente dicho, sino Wohl. Pero con tal con-
2 1096 b., págs. 7
lii,'iéiS.,'" cepción, ¿no se retorna a la analogía?
y sigs. 5 Einlührung in die Metaphysik, pág. l5I.
/E 'l' l.l TI o.s ('

mejor»'
valores quedan enredados en el concepto platónico del bien. EI fin, es decir, considerándolo como en catla caso «tltr
primero, por lo que se refiere a ia univocidad: no hay más
sin duda, hasta el final del proceso' maf in intentione está vo-
bien que el moral, interpretado éste como ««buena voluntad¡¡. La ya
segunda, que se libera de la caída en la uniuocotio, al concebir á..a" el principio mismo y moviendo toda nuestl'a actividad
Ios valores corlo idealidades separadas 6. He aquí por qué de- ;;G iráu¿rair. lo yu dícho sobre la volición como fruición),
cíamos que la crítica llevada a cabo por Aristóteles en el capí- en tanto que ProYeclo-
tulo VI del libro I de la Etica nícomaquea no ha perdido nada Los {ines-y lo mismo los medios-enrpiez'an-por ser provec-
tos, son proyectos en tanto que no t* ttnii"n' Sln clnbargo'
.de su actualidad, la
irttet'rcional de aqué'
Repito que no se trata ahora de reproducir la letra de la ar- prlub.u .,próyecto,) expresa bien Ia vertientc
ilor, inclrso acentuándola, pero no cla, en cambio' su
qumentación aristotélica, sino de reinstalarnos en el sentido filo- ((¿lpoyo))
sófico desde el que fue producida. El bien no puede ser un ."uí. En efecto, preguntémonos: ¿ De dílndc salen esos proyec--
pero ¡,sólo del proyectante?
yrrlptotoy, una idealidad separada, porque entonces no podría tos? se dirá que dII proyectante.'
ser operado (tpaz,tov) ni poseído (xtr¡tov), cuando la mo¡al No. El proyectt es insiado'por la realidad-y montado sobre ella'
es precisamente, según hemos visto y hemos de ver, cuestión 'ZuLiri ¡a analizado el proyecto dcntro de su i.serción
iruie.
natural en la situación. El hombie está siem¡)re en una
.de «apropiación». El bien no puede consistir en un napáDet1¡ra situación,
humana'
situado por encima de la realidad. El deber no está escindido del el estar en situación es una estructura constitutivamente
el tiern¡ro cluetJaría absor'
ser y en contradicción con é1. Las ideas, los pensamientos, los si las situaciones fueran sostenibles,
bienes, los valores y los deberes son ideas, pensamientos, bienes, úia", el hombre-..""p".i" a él y entraría .n ,n sfal¿¿s comple-
valores y deberes del seri parten de él y vuelven a é1. tamente distinto. Pero no es así. El <,mí, es corlstittttivamente
inquieto, las cosas vienen y se van, Ias sittraciones, por
estables
Veamos, pues, entonces, qué es en realida¿f-pero, repito, por
ahora solamente desde el punto de vista de su estructura-el bien. que parez.urr, ,ro pueden p'olotg"tse (he aquí utra di[erencia
se ve {t'rza-
Aristóteles y Santo Tomás afirman, ya lo hemos visto, que el radical entre esta vida y la otra)' EI hombre' [)ues)
para crcarsc otra
bien es lo que todas las cosas apetecen. Pero prescindiendo en dá a salir de la situación en que Se encuelrtra
esta afirmación de la teleología general del universo que ella nu"ur. ¿Cómo efectúa esa creáción? En el a.irnal ya vi*ros que

implica' y qrr" trasciende del plano puramente ético, aquí de- los estado. ,.ut* ," empalmaban directamente los unos con los
bemos reducir el aserto de este modo: el bien es lo que todos otros. En el ho*br", no. En eI hombre, el tránsito de una situa'
(c1uítese a
los hombres apetecen. Pero aun así limitado, no se refiere, es * otra se hace siernpre a través cle un r<¡rroyccto>>
claro, al bonum honestum, sino al bonu.m in genere. Lo cual "ion
;;; ;"i"tra todo sentido discursivo), el paso- dc realidad a rea-
qué con'
no obsta a que estemos situados ya, sin duda, en la dimensión lidad se hace siempre a través de una <<irrealid¿rtlr>. ¿En
moral-tomada esta palabra en su más amplia acepción-: pu€'s- .1r,. esa irrealidaá? Del lado del yo qucda rle la anterior situa'
to que la realidad total del hombre en cuanto hombre es, según .u idea y lo que arluélla valía, ¿rsí c,nr,r l¿r cle lrii mismo
.idc¿r
vimos, moral; el área de la moral es coextensiva a la de los á..r* de e[á. Hr'á..opulecic]o la relliclatl iísioa tlc l¿r situaci(rn
"iOn
pasada, p".o qr.áu Io qr"- Zubiri llama su
t<r'calitlad objetualrr,
ackrs humani (con las implicaciones señaladas en e1 capítulo I
respecto de los actus homínís) y a la de libertad, pues no hay que no es, colno cree.l¿t Iclt,lttenolo-
es decir, .u intencionaliáad,
reducto rlc i¿r
entre ellas más que una distinción de razón. Todo cuanto hace. gio, ur'f"nórreno primario, .ino la r.educr;ión, cl
mos-conocimiento, ciencia, técnica o cualquier actividad coti- realidad física arrui"da. P«rr no verlo asi la 1ettomcnologia tlt:s-

diana, tomar una decisión, preferir esto o lo otro, incluso en el ;il;", quiéralo o no, e. idealismo. I'-l lt.tnltrc, tnictttrtrs ¡trt.r-
orden de loaparentemente indiferente-, |o hacemos desde un yecta, ." *u"r.-libremente. Las ideers, abstraícl¿rs tle la realid¡ct
aga,úhón, desde un proyecto, con vistas-dice Aristóteles-a un ií.i.;, ,"purudu, del mundo, .o o{rcce. rc.;islcncia cn y pcrr.itcn
io¿u tto.L de juegos (ensueños, fantasías, ,,r:.still,s cl aire",
6 Creo que esta crítica vale también para G. E. Moore, si bien en deseos, ideales y ?r*üiO" idealismo 1ilosóf
ico). Pero I¡ reaiidad
su caso más que de un platonismo metafísico se trata de un platonismo in-'tando' Es menester'
.ro .íp"turrdo t, mejor dicho, urgiendo'
lógico. Pero su concepción de la «falacia naturalista» separa tan taiante-
mente como la filosofía de los valores y como Kant lo bueno del ser. pu"r, uolr", u É'oyt't" "s pr"" lo que se va a hacer'
7 In Eth., L. I, l, l, núm. 11. Pero «pensare»
"Íu.
significa «pesar»' EI pensanriento' cl itroyecto
/§.1 I E DI o.\ (: AI Id;¡

pesan, glavitan, tienden a Ia realidad. Y en su realización, en dios» y «{ines» 11. El proyecto, como ya ltemos dicho antes, lo
el uponerse a ello», tienen que plegarse a la realidad, apoyarse es siempre de'ntro de una situación concreta y para ella. De ante'
en las cosas, contar con ellas I y recurrir a ellas. Lo cra[ quiere mano no es aún casi nada: en tanto que se va articulando a tra'
clecir que, si del lado del yo el rodeo de la irrealidad consjite en vés del proceso y resistiendo la prueba de la realidad-es decir,
<«¡rroyecto», este proyecto está sometido a las cosas mismas (ajus- para ernplear la terminología tradicional,-conct'etándose en «me'
t¿rmiento a la realidad, «justificación» de que hablábamos al áiorr.-.i como va cobrando entidad, realidad.
estudiar el. principio antropológico) o, lo que es igual, tiene que Por todo esto conviene levantarse, con Zubiri, desde la espe'
ser «<posible». El concepto de posibilidod comprende totalmente .cificación medios-fines a la dimensión previa rle las po'sibítidades,
que comprende a unos y a otros y ofrece además la ventaja de
lo qr: e.el concepto de proyecto rinde sólo por modo parcial, uni-
lateral áescubriinos, como hemos visto, esa doble vertiente de irreali'
Aristóteles distingue los fines de los medios, pero él mismo se dad y plegamiento a la realidad que posee todo acto humano. Esta
da cuenta del carácter relativo y cambiante da esta distinción. sustituiión de conceptos presenta, por añadidura, una ventaja
En efecto, según é1, hay tres clases de bienes: de un lado los accidental. Los términos «fin» y «medio», un tanto excesiva-
qlre se buscan siempre por causa de otro ( Dt' á),.).0 ); de otro, mente intelectualistas ya en Aristóteles, se }tan cargado con el
el bien que se busca siempre por sí mi-"mo ( xal' aixó) v nunca uso y con el «finalismo» característico del pensamiento moderno,
por causa de otro. Pero entre uno y otro extremo, ciertos bienes de un sentido calculado, calculador y pragmático, que estorba a
ógd.v,, ilDovai y tpar.-que aun cuando se buscan Dl' la experiencia directa de la realidad moral.
-cpooveiy,
á),).0 tt, son también buenos xa0' aütdto. Las posibilidades nos vienen, como hemos visto, de la rea-
Los bienes, to-dos los bienes, excepto uno-en seguida vere. lidad, y después vuelven a ella. Esta vuelta a la realidad, desde
mos cuál-, pueden ser tomados, pues. según los casos, como el punto de vista de Ia tioilotC. puede y debe llamarse <trealiza-
medios o como fines (no últimos). Incluso Dios mismo, conce- ción». Pero desde el punto de vista de la x¡t(tltc, que es el punto
bido como «bien particular». En efecto, ¿qué otra cosa hace de vista moral, debe ser llamado mejor «apropiación»; es decir,
quien le rinde culto para que le conceda lo que le pide? Y, realización en nosotros mismos. En efecto, piénsese en las vir'
por elevarnos a más altos ejemplos, en la concepción de Kant tudes y los vicios. Cuando «contraemos» un vicio o una virtud,
y en la de unamuno, ¿no aparece Dios mera y ráspectivamente nos lo <<incorporamos», pasa a ser «nuestro»; es decir, nos lo
gomo el m,edio garantizador del deber, el medio garantizador de
la inmoratalidad? 1ll La rígida separación de «medios» y ofines» ha sido combatida
Por lo demás, ya hemos visto que el fin, considerado como modernamenú desde todos o casi todos los frent.es: «heterogonia de los
¡rroyecto y fruición, no sobreviene a la manera de resultado, al fines» de Wundt, teoría de G. W. Allport sobre la «autonomía funcional
terminarse la acción, sino que es inmanente a ella. pero si el de los motivos» («lo que al principio fue una técnica instrumental llega
a ser un motivo central»), pragmatismo, filosofia de la existencia. Léanse
llamado «fin, está en cada uno de los «pasos» de nuestra ac- estes palabras de Dewey: nsolamente cuando el firl «:s convertido en medio
ción, tampoco éstos pueden ser considerados como «medios», llega a ser definitivamente concebido e intelectualmente concebido y, ni
puesto que tanrbién ellos están penetrados por aquél y son inse- qué decir tiene, ejecutado. Como mero fin es v{lgo, vaporoso, impresio-
parables de é1. Solamente bajo el dominiá de una concepción nístico. No s¿óemos realnrente tras lo que vanlos ltasta que el curso de
Ia acción ha sido mentalmente acabado.,, Pucde vcrse una bucna crítica
-y propositiva puede descomponerse una acció n^, rl,es- actual, muy matter-of-fact, de la psicología de los medios y los fines,
raci<¡nalista
pués de realizada, en esas abstracciones que se denominan ((me- en Ch. L. Stevenson, Etlúcs and Language, de doncle tomo la precedente
cita.
B Y confiar en ellas: la realidad es ucredendar. Esta dimensión cle Más adelante, cuando tratemos cle la vocación, veremos que tampoco
nfianza, o «creencia, ha sido muy puesta de manifiesto por pedro Laín ésta se revela e priori y en abstracto, como un «{in» perlectamente aisla-
en La espera y la esperanza. ble, sino al hilo de las situaciones concretas y en el curso real de la vida.
lln fin, otro tanto, y aun más, acontece en esa actividad nada «idea-
(Fichte) o por lo menos acomodando el caos de la realidad'(Kant), con- lista» (los políticos «idealistas» o son ntuy malos políticos o son unos
forme a nuestra menre. De ahí el resabio idealisra-del que el áismo farsantes), iino uimpura», que es la política, y qqe no sin razón ha sido
lleidegger no está completamente libre-que suele acompañár al concepro llamada «arte de lo posibler. La política verdatlera es siempre polÍtica
filosófico de proyecto. en situación, eü€, como ha escrito Merleau-Ponty con alguna exageración,
10 Eth. Nic., I, 7 hasta 1097 a., 84 y I, 6 i09(í b., 16-9. «no elige fines, sino que Se orienta sobre fuerzas que están actuando».
/Es7'u os (:o (' ,\ I /,\;
«apropiamos» por modo difícilmente removible. y
la moral en. nuestra posibiliclad «mejor»; es decir, la «obra del lrombre»
tera no consiste sino en «apropiación».
Ahora bien: toda posiblüd;d que el hombre se apropia-o, cn sí mismo, la práxís de mi propia realidad.
dicho en la terminología aristotélica, todo {in-es bu"nr. In. Pero entonces, ¿cuál es Ia vía para alcanzar la {elicid¿rd, ese
(4toó¡revo» úyulóv? Aristóteles visualiza la vicla entcr'¿r como una
cluso en sentido moral-(pero recuérdese una vez má.s y siempre
la distinción fundamentál entre !a moral como estructura y Ia piriimide de medios fines. En la base de la pirámicle pone todos
moral como contenido)r puesto c{ue, como crice Santo To,rer,'.,1á, aquellos bienes que nunca se buscan por sí rnismos, sino siem-
que apetecen el mal no lo apetecen sino bajo razón de bien, es pre por otros. Sobre ellos monta los que, puclicndo buscarse por
decir, en cuanto lo estiman Éu".,o, y así la intención de ellos va sí mismos, regularmente están ordenatlos a otros; en lo alto
pe'r se al bien, aunq,e per accídens caiga sobre el mal 12. aquellos que, como la vista y eI n.oits, v el placcr y cl honor, se
buscan por sí mismos, pero porque creenlos quc en cllos podrá
La realidad entera es buena. El bíei moral-moral como es-
tructura-es, por consiguiente, .lo rear (ra bondad es una rle las encontrarse el cizpotatov a'¡a\b. Este suprcmo bien, .simplicit'er
propiedades trascendentales del ser, dice la escolástica), en tanlo perfecto, que sienrpre se busca ¡ror sí mistno y nunca por otro,
que fuente de posibilida:des apropíad,as. y en vista del cual hemos buscado todos los dent¿is, cs ¡rrecisa-
Pero si todo es bueno, como no rnente felicidad
9s posibre apropiársero todc, Esta comprensión «finalística» de la felicidad rci)osa sobre
hry..qy."- pleÍg'rl, ha_y que elegir. Mas^
-elecciói ¿se eligá entre todas las ulra concepción primariamente propositiva, discursiva y delibc-
posibilidades? No. La es sólJ ,,.orí- quae sunr ad
finem» 13. El último fin de ningún modo puede elegi.se, «ultimus radora, de i, voluntad, sobre la que ya henros hablarlo. Pero
finis nullo modo sub electioná cadit». c explcsa bien ese carácter de único bonu¡¡t. ab.sohúun¿, es,a inexo-
r¿rblc inclinación del hombre a ella qllc cs irer:uliar de la {eli-
.¿Qy: quie-re decir esro? Que hay una posibilidad-una sora cidad. Aristóteles se da cuenta tambión de t¡uc Ia felicidad con-
posibilidad-frente a la que no ,omo, lilres, una posibilidad siste en mi realid,ad, y no en otra cosa alguna. E. efecto, dice cle
a la que tendemos necesariámente porque, en cuanto posibilidad,
ella que es el tpaxtrjv rila0dv y el te).oq tirrv rpaxtñiv !ti. ¿Qué sig-
está ya siempre incorporada, siempre ápropiada. Esta'posibilidaá
que «la voluntad.quiere po, nr.áridad, cfn necesidad de nifica esto? Que la {elicidad es del orden de la npri[tc y no del
incli-
nación natural» 1{, €s la -felicidad. poáem * ponr, la felicidacl orden de la toilorg. Pues el fin de ésta es una obra exterior al
ez esto o en aquello, pero ella mismu.r hombre. Pero la felicidarl no puede ser extcrior al hombre por
tal («beatitudo dos razones: en primero y principal lugar, porque entonces no
in "rrnto La estructura
communi») está siempre puesta en. no,sotros.
humana es constitutivamánte «felicitante»; el homb." se claría ,p.opiación íntima y n"..."iio .ju" es característica
p.;),.;,; ".urelación con la felicidad, a la que, segírn decíamos,
tle nuestra
necesaria, alnqu-e- problemáticame-nte, su propia {eliciáad; ';;,
como dice zubiri, estArllos,<ligados». En segundo lugar, agrega Aristóteles, por
,«ligado» a ella. Esto dábe entendrrá. po.
niendo a un lado dos-.gl:gq.i9ne-s_igrlalmente moio mucho más explícito 17, ¡rorque el ,,bien perfcclo» tiene
unilat";;1..'';, ql¡e ser riorapxr7c autosuficiente, esto es, n() neccsitar de nada.
por tanto, erróneas de la felicidad; fericidad como una ,,fortuna,,
exterior, como una suerte o destino (eutuxía) o, ui Pero si consistiese en unA noi4oLq necesitarí¿r de Ia matcria y de
revés, como la obra fabricada. El último fin de la vid¡ d¡:l hornhte consiste,
.:"..t?gg_, pu.lTente «subjetivo» (sentímienrá psicolOgico
:,1. r5. de pues, no en un e'rgón, sino en una enérgei.a. F)l bien supremo
felicidad) La felicidad en sentido ¿tico no J.t"."n.iulnrenre
ni Io uno ni lo otro. La fericidad es lu upropr*ión última cs la prú^xis, y, como veremos, r¡n detertninado nrocJo rle ésta,
de lt eu-praxía.
Sin embargo, la palabra «felicidad», y rnucho más en iatín,
Lz In Eth.,I, l, núm. 10. «rbe.ltitudo)), con su inevitable contaminación cle «contenirlo», es
11 I-II, 13, e In Eth., VI, 2, núm. ll33. decir, con el sentido religioso de que va r:argacla, hace pensar
li De
15
Yeritate, 22, É.
El state of leeling de Spencer. De este casi automáticamente en algo <<beatí{ico», ajeno a la vida terrclra,
modo la concibe
en su pooo riguroso.riblo, va citado, págs. 2sI, 2s3,2ii:'ri8, J. Leclercq que tal vez ni siquiera todos los hombr.es, on todos los actos de
se dice que «la felicidad,. en.sí,-
30r, dontre
á:i,ri l" ;;;;i,i'r'01," «roda ¡noral
basada sob¡e Ia búsqueda de 'ra ",feÍicidad
" esrá ,i"iadá Éi punro de 16 I, 7, 1097 a., 23, y 1097 b., 2I.
partida». "" .,
Cfr. también N. Hartmann, Ethik,-geS-2.----- r? l, 7, L097 b., 7 y sigs.
AI i89
/.98 I E
,1,
TICO
yanecesariamenteapro'pi'ad'as'comola{elicidad'sinosimple-
la vida, persiguen. Porque, por ejemplo, ¿puede decirse que el aigunos
P"to entre estos bienes apropiables es una
'*";;;";;;;;;rál',.
desesperado que se suicida busca a través de ese su acto moral los deberes' Deber
la felicidad? Antes de contestar derechamente a esta objeción son vividos como apropiandos: son en general' sino ade'
bien
conviene recordar que Aristóteles distinguía, muy discreta- posibilidad no sólo-ifrápiable.como el
más apropianda. il;;i ton{it'" a las posibiliáades su carácter
mente, la eÜbatpovia (: felicidad) de ]a ¡raz"aptotYlc ( t'' o'd"t' a la {e}iciclad;
- beatitud más o menos apropiando es ?u p;¡;; a Ia ielicidad'
o bienaventuranza). Esta última, como ya vimos más arriba, tras- rnás conducentes
ciende del orbe moral. Si la escolástica renunció a esta distin- los deberes son las'posibilidades y ei
Es maniiiesro, *;|"il;'^;g-h;fán,t" la
realidad
ción de término y no empleó la palabra «laica» felicitas, ello
1*:l
laseparaciónafi'mudu'po'Kant'Elestardebidamente-o'segun le j os
se debió a que, por su orientación fundamentalmente teológica,
tendía a pasar demasiado de prisa al punto de vista del «.con-
a"'ir¡ i. i,',.d"b I tor iamente ¡ nrs la realidad,
i: :,',.!}Ji.' -¿ en ella'
inscribe
de contrapor",."Tl^'reulid"d' 9"
teniclo» de la felicidad. Pero, claro, de esta manera se oscurece por ser ra felicidad una posibilidad ya apropiada, el hombre
esa verdad de que el hombre tiende necesariamente a la felicidad.
está, como dice^Z"¡iti, tigido'.1 "fi';
án iio' a las demás
Y es que nos forjamos un concepto demasiado elevado de ésta, «ob "1'f
{elicitatem»'
ob'lisado'
su concepto plenario, pero no siempre el concreto y real hic ñütliá;át.-a"utt"t-"tia
penden: por tanñ' aá.f1 ielicidad' EI hombre
Los deberes
et nunc.
se encuentra debitoriamente ante ia realidad en orden a su feli'
Para entender con mayor precisión y generalidad en qué
cidad. Lo
ser
caractl.lrii* a" r"s deberes no es tantoimponer
imperanl'es
consiste estructuralmente la felicidad, volvamos a nuestro ante- deberes
rior punto de partida, al «estar en situación». Veíamos que toda como ser aprop;;á;;' Ái no*t""t" 1" Pu.tq".n
ya una realidad debitoria'
iustamente porque él es
situación es pasajera, cambiante, insostenible, y que el hombre
con lo .ríti.u de Ia -ética del deber.
," hecha i^ porque
tiene que salir de ella y entrar en otra. Pued bien: la tendencia "rul'[irÁ
EI deber no pr"áL-iundu' Iu *o'"i
subordinado'
de 'h'lu
-t"
constitutiva del hombre a la {elicidad, considerada así, en con- i'á"t á" Iu t'boJii'"ibn Ia Etica a Ia Meta'
como virnos
creto, consiste nada más que en la aspiración a salir de cada "r se halla subordinado tam-
situación de la mejor manera posible; es decir, a la «per-fección»
física, al ser; pero, por otra parte'
de cada situación. Naturalmente, si la situación es sumanrente bién,comou"áb"*osdeverahora'ul"{elicidad'Ahorabien:
aquí alguna nalabra más'
sohre esto último es menester decir
desgraciada y todas las salidas están obturadas-las salidas hu-
porque la ética kantiana tonti'n""i;
;;;;g;tu t'ítit' del «eude'
manas, porque se trate de «una situación sin salida>r; Ias salidas
monismo»>. Para Kant la «ética il i; Ielicidad» no es aceptable'
religiosas, porque se carezca de fe-, entonces puede ocurrir que f', en cuanto estado que §e
en primer lrg;;;;tgti" feiicidad'
un hombre ejecute el acto, en sí mismo malo, del suicidio, suó completamente natur al y unuer'
desea y busca, lá á' "i hombre
ratione boni, y aun del mejor bien posible, dentro de su deses- un deber le' sino*agre'
meíd,lich,po, to'ltiJ "" p"9" constiiuir
peracltr situación concreta. En la muerte creerá encontrar la eva- contrario del deber' es
ga en segundo lugar-''precisamente lo
sión al sufrimiento o al deshonor y, €n suma, la paz. Se ve, pues,
decir,la«inclinación»,quepertenecealordendelser'EIin'
que la necesaria aspiración a la felicidad no siempre puede ser,
aceptable ,rpr"'to *ét"ii'ito de
tal crítica' la tajante sepa'
no siempre es, la búsqueda concreta de la beatitudo o ¡raxapr.otr¡c,
raciónentreelordendelseryelordendeldeber,yalohemos
sino, en ocasiones, algo mucho más modesto: el mayor bien o
rebatido detenidamente más árriba.
El estrechamiento que con
el menor mal concretamente posibles. sufre la ética es bien
La felicidad, repitámoslo, es siempre una posibilidad ya apro- Ia reducció" á;-i;-*orul ,l puro deber
por- amor' ouedaría {uera
visible: lo que se hace por inclinación'
piada. Pero, como se desprende de todo lo dicho y habremos
de ella, y no digamos Io qu"' ""*""i"
Lpitu"ió' " Ia felicidad'
de ver todavía más despacio, es también constitutivamente inde-
terminada: hay posibilidades múltiples y totalmente diversas de nonomnes,hominesconveniuntinultimofine,ls.Th.,|-|I,2,7.Cfr.tam.
ser feliz 18. Esas posibilidades son Los bienes. Posibilidades no biénn5, in seinem. Zustande, sofern,
,3it"t."tigkeit, d. i., Zu{riedenheit
und zu suchen'
lB oDe ultimo fine possumus loqui dupliciter-uno modo secundum mam der r".t¿l|áii""Jri""' ;;l';
ü;:;h zu wünschenaber
ist der menschlichen Natur urr".*"iajit[-;
;b;, darum auch nicht
rationern ultimi finis-; alio modo secundum id in quo finis ultima ratio ptti"t" i"'"-ii'¡" pág' 387
ruetaph'vs'ik der Silten'
invenitur. Quantum igitur ad rationem ultimi finis, omnes conveniut ein Zweck' at''"ei"i"r'
del t. VI ¿" ro"b?"; ;';"i;;-i';';1"''
Ak'*edic-Aussabe)'
in appetitu finis ultimi. Sed quantum ad id in quo ista ratio invenirur,
r90 /E s os (: (l 19 I

se hace ¡ror amor a sí mismo. Schel:r ha refutado ampliamente aparece ya, asimismo, entre los estoicos, y Ito- llor c¿lsualidad'
toda
esta tesis, raíz del <ialtruismo» moderno, señalando que, en sí En efectó, una moral a la defensiva, que por haber perdido
mismos, los Fremdwerte y los Eigenwerte son iguales en altura confianza en el mundo y la fortuna rlenunciat,a al cumlilimjento
moral. Y mucho antes que é1, Aristóteles llevó a cabo un fino de grandes empresas y se replegaba sobre el interior del hom'
análisis y un elogio del amor a sí mismo (ro «ri)r«otov), desde el [."J,.r,iu qr" ár.rrbrir los dlb",'.r, tenía qrtc descubrir el hacer
punto de vista moral20. que sólo dápende de nuestra buena voluntad'
Kant rechaza no solamente el primado de la idea de felicidad, La antinatural discordia interior propia dr: Ia ética pura del
sino en general el de Ia idea del bien (según la concepción ciásica d.b* .rá i"r".,enible y reclamaba unu iuperación para aunque la cual
Ia felicidad era un bien, el bien supremo), y haciendo también frr, ,, elementos ., ti mismo Kant' En primer.lugar'
a.áaé un punto de vista estrictamente moral sea indilercnie
que
en el terreno ético una «revolución copernicana», reemplaza la
al rlel dcsde un
tradicional ética del bien por la ética del deber. Hasta él se había la inclinación acompañe o no sentido deber,
esta conco'
dicho «bonum est faciendum»; él va a decir: «el bien consiste trunto de vista pragmático es aitamente cleseable
clel ¡om-
en lo que se debe hacer». «No es el concepto de bien ei que ili;;"i- t e incluso Tl.g, decir Kant que -la
"
conduct¿r
de
determina la ley moral y la hace posible, sino, al contrario, es bre virtuoso que, como"en la concepci¿n det «corazón alegre»-
la ley moral la que determina el concepto de bien y 1o hace fpi.rro, ue.áud"rrmente goza erl- el cumplimiento del deber
posible.» Pero ¿realmente la doctrina de Kant es tan revolu- pu"de ser «moralisch,'n; pero este goce, cuando verdadera-
inente se da, que es pocas veces, consiste en una consecuencia
o
cionaria como a primera vista parece? En el plano teónomo el
voluntarismo había sostenido ya, frente a Santo Tomás, que el resultado del ientimilnto de respeto a la iey ntoral. E¡ segundo
bien es tal porque Dios lo quiere. La ética voluntarista era, pues, lugar, Kant abre, mediante la idea de la «voluntad santarr po-
una ética del Mandamiento y no una ética del bien: hemos de ,.ídu'd, hambre y red de justicia, otra vía cle salida de su rigo-
pcr-
amar a Dios porque así nos lo manda El. Pero Santo Tomás risrno, si bien para él--.omo buen protestante-la santiclad
había dicho: «Toda Ia razón de amar a Dios' reposa sobre el tenece u ,r, oid"n en la práctica
-en inalcanzable'
hecho de que Dios es el bien del hombre» 21. La revolución kan- Schiller es el primero buscar esta salida 25. Schiller con-
tiana consistió, pues, no tanto en inventar una moral del deber sidera éticamente'deseable-ética y no sólo pragmáticamente,
como en secularizar y hacer autónoma una preexistente moral como Kant-que en el hombre dé una «inclinación al deberr¡
."
teológica. ¡ñi*gu"g ,u d,r, Pltícht). En el-vocabulario y Ia co,cepcióIr de
Esto, por una parte. Por otra, el proceder de Kant consiste, Kant"la Inclinación al deber podía ser, a lo sumo, efecto, nunca
como ha sido usual en la filosofía moderna-otro tanto ocurrió causa, de la conducta rnoral. Por el contrario. a Schiller le palece
con la «conciencia» y la uverdadr-, en abstraer, hipostasiar y insuficiente la determinación por el deber pul o' y por cso pos-
magnificar la idea del deber, cuyos remotos orígenes habían sido tula una armonía previa y esencial, Ia pronia del. .,alrna bella»,
más bien modestos. En efecto, la idea del deber surge, con ca- merced a la cuai ios i-pulsos naturales se asocien a la razón
rácter filosófico-tras el prececlente Cei Critón socrático-pla- y presten así su .or,.urro a la obra de ésta. Para Schillcr, repi-
tónico-, entre los estoicos. Antes, en su sentido primario, íá*orlo, esta armónica perfección es una per{ección étictt' Iltica,
debitum, era lo que se debe, lo que hay que
ri'raet).d¡revov, como sí, pero no perteneciente al orden m,o'ral. schiiler, para no rom-
pagar, sentido que ha conservado esta palabra en las Ienguas pá.' .on Kant,cuyo prestigio filosóf ico gravitaba tant, más
-
Iatinas y que ha poseído el alemán S.ollen nada menos que hasta sobre él cuanto qrá et no .ñ un ¡rrofesional dc Ia iilosofía, dis-
Goethe 22. Pero incluso en el estoicismo los kathékonta u ollicia iingr. entre el ird,en. moral y el orr)en. éticcl, aun cu¿tndo rto
son los deberes concretos, circunstanciales y siempre plurales B f,^í" a rieslinde con esta preciÁión terminológica, tltte serii Hegel
"primero
que hasta pueden ser cumplidos sin la plena posesión de la virtud. el en iograr. O.ác,-, moral es cl orde¡r tlcl clebcr plllo;
Otra nota característica del deber, su sentido negativo, restrictivo, h..ir, .l o.der," de Ia morali¿ad kanti¿rna. orden ético es e[ de
",
20 Eth. Nic.,IX, 4. 24Akademic-Ausgtrbe, V[, 484.
2t II-II, 26, 13 ad. 3. zt (Jeber Anmttt"u.ntl'll'iirde, nrucho rniis inrportanlc, clcsrlt: CSlc I)r.ltlto
22 Apud, J. Pieper, Ueber die Gereclrtiglceit, págs. 35-6. de vista, que las pástcrio..r y rnircho más c.nocitl¿rs (,'¿rfa.s sobre la edu-
23 Cfr. el título y el contenido del libro de Cicerón De Ot'fícíis. iáríóo áriét¿rr. Cir. sobre esto ll. Reiner, l'lLicht untl Neig,urtg.
I
I

It 1.: cos i

Ia per{'ección tal como él Ia concibe, el orden de la armonía de


inclinación-y-deber, del «alma bella» y la virtud.
Tras schiller, Hegel aplica, sistematizándola, como ya vimos,
r presentándola ya como s,uperación, una concepción slmejante.
El orden de la ntoralidad -es individualista, aistracto, dir"or-
9.un,q,
represivo y negativo. Por eso es menester levantarse desde
él a la síntesis de la eticidad.
FIa, sido tal vez los filósofos ingleses contemporáneos, a CAPITULO IV
partir de Prichard, quienes más temáticamente han tratado la
tensión
.y posible-o imposible-vincuración entre Io. .onc"p-
tos.cle duty- o ought, por: un lado, y good,, por otro, u lo, qu"
LA CONTRACCION DEL BIEN
s_uele¡ añadir, hasta .iigirlo a veces'en-central, el de right. páro
Y LA DETERMINACION DE LA FELICID^A.D
de ellos. ya lremos habháo en er capítulo xI d; ra primia parte.
Desde la perspectiva de Ia filosofía de los ,ulo.é., Flartrnann, Tras el paréntesis del {inal del capítulo anterior, volvarnos a
con su concepto del .sei¿so,llgn, y Hans Reiner en un libro que, nuestro tema. La felicidad, decíamos? es el l:ien su¡rremo. Pcro
muy explícitamenre, lleva el título de pt'licht und, Ne,in"."g) ,é como todo es, al menos en algún aspecto, bueno, bien y felici-
han propuesto trascender esta antinomia. y finalmente, Rerié Le dad, son, por de pronto, conceptos meramente formales, inde-
senne 26, con un estilo de filosofar inspirado en el de Maine terminados, vacíos. Ratio írudeterminada, boni: el concepto de
de- Biran, ha presentado el deber, no como ««dictado», bien-y por tanto el de felicidad, que no es sino el bien suple-
sino ha- mo-es indeterminado. «Cum... possibilitas voluntatis sit res-
ciéndolo ver surgir a través de la duda y el esfuerzo, la con-
tradicción- y el fracaso, el tanteo, Ia elección, la crisis y l, p."- pectu boni universalis et perfecti, non subicitur eius ¡rossibilitas
visión de la muerte, en el desarrollo d" l, viáa moral, .ornpi"r- tota alicui particulari bono; et ideo non ex necessitate movetur
dida primariamente como <<creación» y no como ,i.eglur. El ab illo» 1. La voluntad tiende al bien perfecto i pero ningún
deber te,mina con_stituyéndose en cuanto tal como pre-cipitado «bien particular»-ni aun el mismo Dios tal como naturalmente
del bien y conocido y fijado. En cambio, la experiencia m.oral puede ser conocido-es perfecto. Por eso a ninguno queda riece-
originaria y creadora es experiencia del bien moial o vaior. sariamente ligada, sino sólo a la «<formar> de la felicidad. Esta
determinación constitutiva del bien humano ha sido siempre vista,
con mayor o menor claridad, por todos los sistemas morales y,
como veremos, sobre ella se fundan los dos grandes formalismos
éticos, el kantiano y el existencial, que se quedan en ella, re-
nunciando a toda determinación rnaterial. Pero también {ilósofos
modernos tan alejados de la ética formal, como, por ejemplo,
Nicolai Hartmann, advierten expresamente esta primera dimen-
sión de indeterminación: «... ist nicht das Glück selbst der
'Wertmasstab,
sondern etwas anders in ihm, seine Qualitát, sein
Inhalt» 2. Pero antes de seguir adelante conviene ver más de
cerca la estructura de esta indeterminación.
El bien, dicen los escolásticos, es un trascendental. ¿Qré
quiere decir esto en relación con nuestro problema? Que, en
cuanto tal, está más al,lá, de toda posible concreción, está por
encima de cualquier determinación 3. En este carácter desbor-
I s. Th., I, 82, 2 ad. 2.
2 Ethik, 91.
3 Esto es lo justo, a r4i entender, de la «indeterminabilidad» afirmada
26 Le det;otr. por Moore.
I
t94/ESTU os (' AI 195

clante-«bonum sub quo comprehenduntur omnes fines» 4-sg lcs proyectos; a través de Ia inscguridad I la exposición al
en lo que consiste su trascendentalidad. Con lenguaje moderno erl'or moral.
puede decirse que el bien es el ámbito indeiinidamente abierto Y justamente en esto consiste el pasaje de Ia inclelerrnina-
en que se mueve la voluntad, y también su inalcanzable hori- ción o sobredeterminación a la determinacitin, el tránsito del
zonte, y de otro lado, es el <,en» o el «en el cual» de todo bien querer el bien al querer' éste o el otro bien. ¿,Cómo acontece est¿r
concrelo. El bien todo lo penetra, y por eso mismo, en cuanto libre particularizaci(rn del bicn? Pc¡r un larlo, nrcrliantc la inte-
tal, es inaprehensible. El bien está soóre toda determinación. ligencia: <<Radix libertatis est v<¡luntas sicut subiectLrm ; sed
De ahí que Zubiri prefiera |a expresión «sobredeterminación» sicut causa est ratio; ex hoc enim voluntas Iibere potest h¿rl-,ct'e
a la palabra <«indeterminación». ¿De dónde procede esta sobre- diversas conceptiones boni» 6. Pcro la volición y Ia intcligerrcia
determinación? El animal está siempre determinado por el en- son las dos vertientes del ((poseerse)r, el cual se monta soble Ia
granaje de los estímulos y de sus estructuras biológicas. El hom- <<luerza de uo'luntad»; es decir, sobre las tenclencias, sobre los
bre, por el contrario, es una realidad inconclusa en orden a sus movimientos sensitivos, sobre las pasi«rnes y tarnbién sobre los
actos, que no está ajust;ada a la realidad y por eso es libre. In- hábitos. La inteligencia entiende y Ia voluntad prefierc so[¡re
conclusión quiere decir indeterminación. Mas esta indetermi- Ias tendencias sensitivas, inclinándolas, r'efrenándolas, sofocán-
nación es propiamente sobredeterminación, porque el hombre dolas, o al revés, dándoles rienda suelta.
es una «esencia abierta» que está sobre sí, so'brepuesto a su natu- Ahora bien: esta determinación del contenido dc la lclici-
raleza, a sus tendencias, proyectando sus posibilidades y defi- dad, este poner el bien sullremo e¿ esto o e¿ lo otro, .,se hace
niendo el contenido de su felicidad y Ia figura de su personali- por elección? La elección es de «eorum <¡rrae srrnt arl fincmr>.
dad. Y por otra parte, es también sobredeterminación, porque Elegimos esta acción buena o la otra n1ala, llerc-r ¿se clige ser
el hombre, por naturaleza, quiere siempre más, quiere por en- bueno o malo? Dice Santo l'omás en un texto precioso y dif ícil:
cima de lo que en concreto está queriendo cada vez; quiere, «Quod hoc vel illud su[¡ ratione beatitudinis et ultirni finis desi-
por necesidad, no éste o el otro bien, sino, a través de ellos, el deret, ex aliqua dispositione naturae contineit: unde Philosophus
bien general (ningún bien concreto puede agotar lo apetecible). dicit quod «qualis unusquisque es[ taiis et linis vicletur cii>... ?.
Y por eso toda contracción del bien envueive la sobredetermina- A través de las acciones que a lo largo de nuestr¿r vida vanros
realizando, nos vamos haciendo buenos o rnalos. Pero este ha-
ción; es decir, rebosa de sí misma: al querer esla realidad, se
cerse, ¿de qué depende últimamente? Santo 'I'timás dice en cste
está conqueriendo l¿ realidad.
texto, con palabras de Aristóteles, que del <<rlualis unusrluisc¡ue
Hemos dicho que el hombre se mueve siempre dentro del
est», del modo como es cada cual, que puede ser daclc¡-t¿rlante-
ámbito del bien y le es imposible salir de é1. Pero en esta afir-
o adquirido, al que, para seguir la tladucción hoy usual y rrues-
mación hay que subrayar dos palabras a la vez: «dentro)) y ((se
lra propia termilrología, llamaremos <<carár:tc¡r¡. ]ll car¿rcter, ya
mueve». El hombre está en el bien y, sin embargo, no reposa lo sabemos, lo vamos forjando nosotros mismos a travós de los
en él y ni siquiera consigue alcanzarlo plenariamente. Hay, como actos realizados y los hábitos contlaídos. ¿De¡rencle cntonces,
se ha dicho 5, una esencial ambigüedad en la relación del hombre sin más, de nosotros? Pero si así fucse, ¿¡ror c1ué em¡rlea S¿lnto
al bien. Lo busca estando siempre :n él y, al mismo tiempo, Tomás esa enigmática expresión <,ex alitlua sireciali dispusitione
paradójicamente, sin encontrarlo nunca. Y advirtamos que esto naturae»? ¿Qué significa acluí <<natur¿r>r? ¿,Naturalez¿r psico-
acontece no sólo en el caso de Ia defección moral, sino también biológica, tal vez <ttalantc>r? Parece que rro. Ilor(lue entonces
en la vía de la perfección, porque, como hemos visto, la inde- desaparecería la libertad y, con ella, el o¡dcn nroral. <<Nat¡¡¿¡¡,
terminación está inscrita en la esencia misma del hombre. El a rii juicio, quiere decir algo que, sin negar el libre albedrío,
hombre tiene que definir la figura de sí mismo a través de la acontece en un plano más profundo. Eticanrente soy, en princi-
búsqueda incesante, el tanteo de posibilidades, la alteración de pio, mi vocación, el yo radical que no elijo, pelo al que pueclo
ser fiel o infiel. La querencia del bien sLrl)r«:mo acontece al
a De Malo, 6, l. nivel en que la moral se al¡re a la religiírn, err el plano natural
5 Bernhard Welte, Der philosophische Glaube bei Karl Jaspers und,
d,i,e Móglichkeit seiner Deutun,g durch die thomistische PhiLosophíe, pá- 6 I-II, 17, l, ad. 2.
gina I75. ? §. c. G., IY, c. 95.
('
t!)6lEs os OS
mismos buenos' aI
del modo de ser o carácter, sí, pero también en el plano de Ia buscan el honor lo hacen para creerse a sí
salvación o Ia condenación. Natura es aquí, vista por un lado, la ser honrados por los phronimo,í -a causa
de la virtud, én' ap.et{;
fin dei bío,s pol,itilcós (que
naturaleza ética (segunda naturaleza); pero vista por el otro con 1o cual result;;r:;i r"rJud.ro
ethikósl es 1a. virtud' Estu'
lado es la gracia. Cuando el hombre adhiere al bien supremo en este sentido ¿"É.ii^ Ilamarse híos
estas tres determinaciones abstrac-
ejercita el acto supremo de libertad: Qüe es el de no querer más diemos, pues, a continuación
Pero
por el placer.
que el bien. o.-il'.if"ráa"rl;; i;l;1i"iaua, ia empezando
lt'um:ana tendrá
Mas cuando no acontece así, el hombre, movido por sus adelantemos que, en cualquier cas.o, t'eli-cid'ad
en t«'0pd:ttvov fiaurjv' en el bien
hu'
tendencias sensitivas-que son las que ullevan» al espíritu-, que estar, como ;-;;i;,
puecle pre-ferir, en esa búsqueda incesante de la felicidad, Ios rnano, y éste, .n 1,fu obia del hbmbre'' en \\a prá'ecis suya

bienes sensibles e inmediatos, los bienes creados, el bonum propia.


cornmutabile o b'onum, secundum se'nsllfil.. Pero aun en esta voli- La leticidad co'mo Placer
ción, tan por debajo de la destinación humana, el hombre pre-
tende encontrar en ese parvo bien el bien en cuanto tal. Por eso discusión en torno
La ética griega es, en uno de sus. aspectos'.
la entrega a la concupiscencia es una carrera tan desenfrenada
como insensata B. Se corre de un bien a otro y todos se agotan -Epi""o,' Espeusipo, Aristipo de cirene, Pla-
pñ;r. E.fro*z-¿"'cnido,
"l
tón, Aristóteles y f'á'on,'ui p"tttót' los principales
dejando al alma vacía. Y así, el hombre puede adherir a estos
bienes y aun cifrar en ellos la {elicidad, pero la señal de la uartícipes .rt, discusión' Las posiciones extremas son' p'or
", rrdoxo y Arístipó; por otro' la de Espeusipo'
',} ffi;;"r*-a.-
verdadera {elicidad, el sosiego espiritual, la quiescencia, la paz, Eudoxo' cuvo
está delatando, con su ausencia, la vanidad de esta vía. ;;";-;";; Antístenes, an;icipaa|itravés
postura
de ":t?ill:
Aristóteles 11, sostenía
¡rensamiento nos es
conocidá
Es lo que se suele llamar la vía o la vida del placer, el bíos
qu. *t placer es eI bien supremo que todos lo-s seres, xat étr)'o1a
apolaustikós. Pero ¿significa esta repulsa de la búsqueda del
placer por el placer que éste nada tenga que ver con la vercladera io, &).01o apetecen. Mas ¿en qué consiste el placer? Arístipo es,
."gún la tádici¿r, d" .u"er.rálu, quien primero.ros lo
dice con
felicidad? ¿Cómo es posible entonces que hombres «gravissimi»,
es decir, según la interpretación que hace Santo Tomás del ).eia xtvr¡otg, movimiento tranquilo o, como diría
gop;tzrbtatot aristotélico e, de gran seriedad «por la autoridad de
"rí*-prfriras:
Platón, 1éveotc, Aristótáles se opone a e§ta conc€pción
del placer
sostenidu, al menos parcialmenle, por Platón 11 y '
la antítesis
su ciencia y doctrina o por la honestidad de su vida», hayan
medial de Aristóteles
1.r.o,q-érép1eta. En ,irtrd de
p,uesto la {elicidad en el placer? Tres son las determinaciones esta postura
cual eI ideal
primeras y principales de la ielicidad: el placer, la virtud y la se abandonará la idea de la kínesís-placer, con lo
tlteoría10, que se corresponden con las tres formas de vida que á.f pü".t á" npi.r* que culmi"' "n el reposo y la-ataraxía'
distingue Aristóteles, el bíos apolaustikós, el b'ws politikós y el ,.- prr"."rá psicológicamente no .poco a la aoX)reoia de Espeu'
I¡íos tlrcot'etikós, pues aun cuando la segunda parece poner la sipá: los exiremos terminan tocándose'
que se ha
{elicidad en el honor, es patente que-dice Aristóteles-quienes La teoría ,ririot¿li.a del placer es lo más pro{undo
escrito sobre esta materia; p"'o no se comprende bien si no se
B I-II, 30, 4, «Utrum concupiscentia sit infinitar. atiende a su punto de urr".qu" y confrontación, el File'bo'' La
9 Eth,. Nic., l, 5, 1095 b., 16, y Santo Tomás, In Eth., núq. 57. Se teoría de los que en este áiálogo desarrolla Platón ado-
ti"n..
trata de una l.raducción e interpretación errónea. W. D. Ross traduce:
nnren of the most vulgar type»; y Franz Dirlmeier, «Die Leute, d. h. die i.." á.f fallo que encontramos ,or doquier en su pensamiento:
besonders groschláchtigen Naturen». .l y.urp,o¡r.rjc, lá separación de los bienes como si constituyesen
10 En la imposibilidad de hacer aquí indagaciones psicológicas espe- .níiaáa., abstractis, ideas. La vida mejor es, según é1, una «vida
ciales, acepto una clasificación recibida y un tanto abstracta, pues, por *i*ir,r, establecida en virtud de una especie de mezcla(el<tfarma'
ejemplo, es manifiesto que nadie persigue como bien supremo eI placer,
sino, a lo más, determinados bienes, por ser placenteros, 1o que evi«lente- céutica,, de todos los bienes, entre los cuales el placer placer
mente no es lo mismo. Recuérdese lo que escribimos en el capírulo octavo .«verdader.o» y <,puro») resulta ocupar el quinto lugar.
de la primera parte sobre la suma conveniencia de una investigación em-
pírica-que también pedía mi distinguido alumno, hoy licenciaclo en 11 Etí. Nir., x, 2.
!-ilosofía, Ricardo Sánchez y Ortiz cle Urbina-para indagar en qué Lienes 12 Filebo, 5a" i.- y 55 a. Sobre eI placer, cl dolor y ia rlcvlía,
reales ltan puesto y ponen hoy los hombres su felicidad. cfr. ReP., lX, 583 c'
t98tE ut) TICOS ('

Aristóteles ¡
Por consiguiente, si, como l,emos visto, cl place.r: es ittse¡la'
" h .:,,llffif ;:i"ríj.ü-:i f;1";T1?,1;r*'i';
tamente,
rable de la ,Idu y de iodo acto, no puede consistir en é1, en
bueno y lo deleitable no deben separarse (oü D,ípiot«r 22, sino que
como en
Ia inscripción- de Delos rs. La viáa de qui.n.. irrr.., ),el bien cuanto tal, el bien sumo, ni todo placer es elegible
placentera 1rpúc) en sí mismarn y no .o.o un añaciido 15;
es hay que distinguir entre los placer€s, Y la ctrestió¡ está ett ver
nadie es verdaderamente bueno si no goru .on ias buenas
y a¿"aá ponemos-nuestro placei. <<Importa no- poco en.las acciones
23. Los placeres diiieren entre
ciones 16.
ac- <leleitaise y apenarse bián o mal»
sí y son br.no, o malos según la operación a que correspondan.
. El placer no es, por tanto, una entidad separada. c. D. IJroad Y por otra parte, cada espJcie de sires tienc su propio placer' y
ha, escrito tr, qu", en rigor, ntás que de upü.eres»
o «dolores» así vemos qu., dice Heráclito, el asno elige la paja-mejor
deberÍa hablarse de una cualidad o tono hedónico positi'o "o*o está, pues, en averiguar ahora cuál es el
negativ-o, que acompaña lo mismo a los actbs de
o qu. oroln. Todo
conocimiento "l
,ifLu"", del hombtc)>2b, a'diferencia del placer del perro,.dcl
que a los sentimientos o las voliciones. Esta cualidad hedónica
puede ser determinada y del asno. Naturaimente, a partir de aquí la medita-
26,
_For Jas otras cualidades no-hedónicas, e "ábullo
ción de Aristóteles trasciende el prt to de vista del placer
incluso-continúa Br6u¿--r, posible qr" .onri.tu-*.ru.,ente
una «propiedad relacional» de Ia experiencia fáctica conlo con-
en pcrque el problema del «placer def hombre)) nos remite al pro-
junto. Y, naturalmente, si el placer no es una entidaa tl"rn, de ia uobra del hombre». Es, pues, esta última Ia que
menos puede ser un «movimiento» violento, ccmo
,"pu.uá*, importa determinar, pues en e,lla estiibarír la {elicidad. Pero
doi;r: ;;: sin olvidar nunca, resultado cie esta rcflexión sobre el p'la'
I.:i4: I il y casi igualmenre alejado que él de la "l verdadera "o*oimplica el placer» 2?' Y puesto que una,y
tellcldad. No; la prueba es que hay actos como el 0eo-rpeiv y cer, que «la felicidad
el otro son inseparables, puede afir^marse que cierto placer es lo
¡rav0dverv que constilu¡e1 u.rplacei sin dolor ni pasión're. mejor (ttq ilbovl to üoio'cov) 28; a saber: el placer que corona
¿quó
es ento.nces évép1sr«v t{c x«ta goc,_,t éieac re, el acti u efecto, de esta práxis dirá Aristóteles
-el- f-lager? la ,ractividad,i melor. Y,
operació, del hábito conforme a la natu.alez". Es decir, .i "n 2e'
placer es el carácter mismo con que es vivido naturalmente que proporciona 0au¡raorric riDováq' admirables placcres
=_'
ejercicio de nuestras
el Epiriro depende enteramente de Aristíiteles en su doctrina
_cipet«i
(tomada esta palabra en su más
amplio- sentido), la «delectatio in operatione virtutis», p.r a.f piu."r. p.- hay que distinguir en él el arranqrte teorótico,
muc¡o más
Io cual en cierto
lo ;r";; maierialista, y ta práxis moral, de orientac.ión
Todl p"uede decirse {ue es la «perfección»
misma deJa operación. Pues, como comenta santo To*a. ro, ;;;;
ascética que Ia clocirina aristotélica. EI placer perseguitlo por
el epicureismo se siente tan frágil, tan amen¿rzado, tan fácilmente
Ilega a haber delectación
:T operación ni tampoco perfecra'op"-
ración sin delectación». Mas convertible en su contrario, quá ". menester hacer difíciles cálcu-
Ia vida misma es toábi¿" ol,.iu- Ios y tomar toda suerte cle precauciones pal¿r q-ue no se desva-
ción y no otra cosa. De ahí-que todos apetezcan el placer,
ñ;l;
todos apetecen, por natu, aliza, vivir. Éero enton"á, o.ur.re
n"riu. y además contentarse con un míniñrr¡nr de placer. Zubiri
p.r:g:nla: ¿Elegimos Ia vida por el esta ha hecho notar, como característica de l¿ ¡:rlstura epicúrea, la
_placer, o el place; I,., i; minimizacióp de la relación con la natur¿ilci¿1. I'or lo dcrrlás, el
vida? Aristóteles, {iel u..u ."prlsa dll
vida y placer van «uncidos y rio perrnit.n Trupto¡rdc, conresta que bien supremo tambión se pone aquí, e¡ cc[irtitiva, en ]a razón
ru iepáraciónr2r"
22 1174 a., 13-4.
l1 Eth. Nic., I, B, l0g9 a., 2Z-8. 23 ll05 a., 6-7.
t4 1099 a., 7. 24
l5 1099 a., 16. 2s
1176 a., 6-7.
'églrv dyo.lóc é.¡rr¡.Xaiprov rarq xq).«i( rpd[:vtv (1099 1176 a., 2415.
i: 110 a., t7-B). 26 Corno Íra visto claramente G. E. Moore frcntc a Stuart N{ill, tan
. .,,. Ltr. liue types.ol ethical_theory,.pegs.2Zg'y sigs. El pensamienro pronto se introduce una cliferencia cualitativa crr ,:l placcr, sc ccs¿l .<le
hedonístico inglés-sobrl a" §iái*I"k-;;í j"-ii.*a, qr;
"t en serio el heclonismo-es mucho;,;n¡ás
tocro ;; ser he,lonista en sentido estricto. uIf one pleitsttre can tliffcr from anotlrcr
propiamente hedonista, pero toma
imp.ortante- de Io que piensan los uespiritualistasr,. in-q,irlity, that means, that a plcas¡re ii sonrcthi¡g complex, cot¡¡rosetl,
18 ll53 a. in io"r, ái pleu.u." íi additioi to that which prodttces pleasttre, (['rirt'
le ll53 a., 14. cipia Ethica, pág. 79).
27 ll53 b., 14-5.
20 L. X, 6, núm. 20J8.
21 X, 4, I175 a., lB-20. 28 1153 b., l2-3.
2e ll77 a., 25.
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T

IE os Al 201
E

(<«esmejor ser desgraciado, pero plovisto de razón, que {eliz, sidera la ttn accitlente prc-'pio ti-e'la {elicidad
<,delecratiorr como
pero irracional»): en el lo.gismós, en la raz6n calculadora que y solamente puede decirse que se
"q"it'" ;"1 la, felicidad en eI
ésta' Aristóteles
mide y pesa las necesidades y modera todas las apetencias. sentido de que es concomitánte o 'on"quá'.de más mati-
pero
Santo Tomás estudia por separado la «delectación» y la también se incrina hacia ra segunda sáten.ia, 1a pri-
<<fruición». El concepto de fruición, sumamente importante, ha- zada,más indeci.u*"ntt. Sut' Ág"tín y Suárez adoptan
para
mera sentencia. También, en nuestro' áí^''
bía sido introducido por San Agustín, re{erido inmediata v ex- Xavier
,!ubiri'
clusivamente al orden espiritual. Por el contrario, Ia «delecta- quienlacomplacenciaof¡uiciónesunanotaesencialdela{eli.
del hombre es hedó'
tio» era la versión escolástica de la antigua r¡Dovii, sobre la que cidad, ya que, en primer lugar, la realidad 35' Y en
pesaban la desconfianza de Platón, la repulsa de los estoicos 30 nica por ser éste íntutig'nti 'í,áu' también sentiente
y la mala reputación en que se tenía a sus mantenedores, los ^p"ro para Zubiri la esencia
segundo lugar, .";;;; "i*ot Pot9le
á" í"i *áao que_todos los demás
epicúreos. La «delectatio>r es considerada por Santo Tomás como de la volición ..^^irri.t¿;;
el movimiento del apetito sensitivo que se produce con Ia con- actosdelavoluntadseejecutanenluncióndelafruición;e
secución del bien deseado, y estudiada por tanto entre las pasio- intelección y frui^."i?l-r .onJti,ry"n las dos
ptimarias dimensiones
nes. La «fruitio» es considerada, junto con la simple volición y santo Tomás se {unda para negar que
;;ih;ú;"' quo ho^bre. en un acto de
con la intención (uelle, f ruí, intendere), como acto de la voluntad la {elicidad puede consistir, ni aun parcialmente' último; pero
con respecto al iin. Pero Santo Tomás se da cuenta del íntimo consecución del in
voluntad en que ulu f.li"idad es
f
acto de volun'
parentesco entre una y otra: «<Fruitio pertinere videtur ad amo- la consecución del fin no consiste en el mismo la fruición
considera
rem vel delectationem.» Y agrega que en ia delectación deben dis- tad» 3?. Pero no Á,t.h" páginas después.
bien: según su etimo'
tinguirse la percepción de lo conveniente, que pertenece a la po- como un acto d" ,áluntad. Áho.u fruitio,
ex'
tencia aprehensivá,, y la complacencia en ello, que corresponde il;; .on.ia*rrd";;; §^nto la declaración
.Tomási v is^eg-ln
uu'h"' pues' en }a doc'
a la potencia apetitiva 31. La fruición propiamente dicha 1o es presa rJe éste, ultimi {init"
"r'ttJa'ptio de que no llega
sólo del último fin, y la fruición perfecta lo es sólo del bien con- trina tomista una ;;;ü contradicción' procedcnte y la de'
seguido. Y por otra parte, al tratar de la delectación reconoce, a desarrollu, ,"*iii.o*."t. la relacibn entre la lruitio a que se trata
insinuado,
siguiendo a Aristóteles, que «beatitudo non est sine delectatione» lriái;". E.to ob.J."", .o*o ya hemos distinto. La teo.
y que «alguna delectación del hombre puede decirse que es lo de teorías que tienen,un origen completamente
la palabra uoluptas
óptimo entre los bienes humanos», puesto que el úitimo fin del ría de 1a dete,ci;;; il. a ü sustit*i¿n de
hombre es Dios y la fruición de 8132. Y, siguiendo la doct¡ina ntut'ul, procede del paganit*o' La teoría
ñ ;;r; *or"l."riJ tont'u'io,
d,ela lrtdtr, po.,i üa surgido dántro.del cristianismo
1;latónica, distingue los placeres que siguen a la ,,generatio» y Ii, .on .pción escindida del
el «<rnotus» y los ««placeres intelectuales» qlre siguen a las «ope- v con vistas ^ i^"ii"¡'íi"- beatiliica.
Ír#;;;j;,ir-i"á" Ias pasiones, det otro la voluntad-v la gra'
raciones per{ectas».
iilosófica (en este punlg concreto' como
En resumen, puede afirmarse que no hay felicidad sin placer. ,ii..iO" de la tradición
Pero, aun admitido esto, caben, como resume muy bien Santo en tantos otros ¿" tu ética tomista, más la tradición pl.atónica 'y
^p.ápi"
'f omás, dos sentencias: la de quienes ponen Ja feiicidad en la csroica que Ia JJ Aristótéles), impidieron ei desarrollo
virtud con el placer (fruición), entrando ambos, por decirlo así, de una teoría completa de la {ruición'
ex üequo, y la de aquellos para los cuales la felicidad es la virtud
con el placer, pelo considerando a éste usecundario se habente
ad felicitatem» 33. Santo Tomás 3a y todo el tornismo acentan
decididamente esta segunda sentencia i y así, Sarrto Tomás con- 35 La doctrina de la «inteligencia sentiente» es' como se sabe' capital

30 Cicerón habla de 1a «invidia verbir, reliriéndose a la en la filosofía de Xavier Zubiri'


palabra 36 Cfu. suPra, CaP' I'
«voluptas» (De Íínibus, I, 43).
3l I-II, 11, I y ad. 3. il 1-11,
l'. donde habla
r, v 3, ad' 3' cfr' también q' 3rdcl-a'padre
1r,*
de
32 I-II, 34, 3. fu-ái.rinción Gardeil entre
33 In Eth., L. I, 12, núrn. 148. «adeptio ,"1 f.uiúo'firi. ,l,i.rir. acto de 1a voluntad'
34 Í-lI, 2,6; 4, 1, y 3, 4.. la «adeptio,, ""to'iJ entendimie"to' f-tu--ttt*itio»'
contradice texto§ tomistas'
('

cabo el deslizamiento de ia <Tpovriotc al plano de las virtudes mo-


rales. Pero la vida más elevada y la felicidad siguen consistierrdo
para él en theoría. como para Platón. Aunque tal vez._-el pen'
iamiento aristotélico está lleno de meandrr¡s-esa vida teorética
sea propiamente sobrehumana y divina, y las virtudes éticas sean
las verdaderamente humanas (civOp«rttxo.t), así como la vida y la
felicidad conforme a ellas a.
CAPITULO V
Quienes llevarán Ia actitud de Aristótr:les hasta sus últimas
consecuencias serán los estoicos. Ahora sí que la Etica se ocu-
tA FELICIDAD COMO VIRTUD Y LA FELICIDAD pará, exclusivamente, de las virtudes éticas. La felicidad y el
COMO CONTEMPTACION único bien verdadero del hombre se hará cstribar en ellas. Es
verdad que los estoicos y Io mismo los epicúreos siguen hul
Aristóteles define la felicidad, como es sabido, diciendo que es blando de oogr«, y nunca hasta ellos se h¿rbía exaltado tanto el
Qr/,r¡c évép1eta xat' dpet¡v te).eiav, acto
u operación del alma con- r<ideal del sabio>>, úuico hornbre ,,feliz». Pelo ahora se entiende
forme a la virtud perfecta 1. Hemos visto en el apartado anterior por sabiduría el saber práctico, li: rgpcívr¡otc de Epicuro ,la élxprite''rr
que la perfección de la operación implica siempre placer, con (ue sujeta las pasicnes y la aÚtapxern" Ill giro que imprime _el
Io cual éste queda envuelto en la definición anterior. La cuestión estoicismo a este último s6¡septo aristotírlico es muy notable.
está ahora en determinar qué se ha de entender por areté. Zubiri Aristóteles, cuando ponía la felicidad en la aÜtri¡rzeta, no pen-
ha hecho notar que esta palabra «de suyo no tiene el menor saba ni remotamente en aislar al hom|rc, en que llevase tln
sentido primariamente moral» 2, y lo mismo ocurre con la pala- piov ¡rovótr¡v5, puesto que el hombre es social por naturaleza;
bra latina uírtus. La felicidad plena residiría,,pues, en el per- sino, sencillamente, en poner el bien niíts alto-que no excluye
fecto ejercicio de todas las capacidades que el hombre posee. los otros, pero los subordina a él-en una ¡rrrí*is que tenga srt
Pero las capacidades, las virtudes, son muchas. ¿Cuál o cuáles {in en sí misma y no necesite dc ninguna materia 6 so}¡re Ia
son las que deciden? Aquí volvemos a encontrar él p.ensamiento que operar; ahora bien, esta práaís es justarnente la tlLearí.a.
de Aristóteles en equilibrio entre el socrático-platónico y el Los esioi"os vierten este concepto de la autarquía a la vida prác'
estoico-epicúreo. Para Platón las virtudes intelectuales consti- tica y lo hacen consistir en que el hornbre no ncccsite de los
tuían el objeto mismo de la ética y el modo de acceso a la bienes exteriores, en que se abstenga de ellos, al menos en que
felicidad, concebida como contemplación y participación en la los considere adiáp,ho'ra, indiferentes. La lelicidad consiste, lrura
Idea del Bien. Era, en definitiva, aunque sublimada, la con- y simplemente, en la virtud, y así escribe Séneca: «,Itaquc erras
cepción misma de Sócrates, según el cual todas las virtudes serían cum interrogas quid sit illud pro¡lter tltttrfl virlutem ¡retam'
Quaeris enim aiiquid supra summuln, Interrogas quid petam ?.
dianoéticas y nadie haría el mal sino por ignorancia. Platón da ex
un vuelo trascendente y meta{ísico a esta teoría, que trataba de virtute? Ipsam: nihil enim habet melius, ipse pretium sui>,
hacer buenos a los hombres mediante una pedagogía filosófica, Pero, por otra parte, la virtud es afectacla por e-l carácter nega-
pero, en definitiva, no descubre el verdadero objeto de la Etica, tivo, propio de la actitud vital estoica v concebicla como aprÍ-
si bien da el importante paso de ligar el concepto de «petrl con el tlteias.
de a1a0ov. Aristóteles, sí. Aristóteles hace consistir el agathón . Aristóteles, fiel a su reacción contra cualquier 7r'rptc¡r"dc,
en las ¡0ouq ciperat o virtudes del éthos; es decir, en las virtudes se adelantó a re{utar esta concepción, negan(lo que la felicidad
éticas, en las héxis o éthe, qn los hábitos morales. Sin embargo,
no desplaza de la ética a Ias virtudes dianoéticas. Es verdad que, a X,7yB.
como ha hecho ver Jaeger 3, es él precisamente quien lleva
5 r,7.
a 6 X, B, llTB a., 24 y sigs. El hombre político, el libcral, cl jtrsto,
I I, 13, 1102 a., 5; 1,7,1098 a., 16-8, y I, B, 1098 b., 30-4. el fuerte y el temPerante, todos la necesitan en tlno u otro grado.
2 Naturaleza, Historia, Dios, pág. 258. 1 De Vita beata,lX.
3 Cfr. su libro Aristóteles. Bases para la historía d,e su desarrollo 8 La definición de la virtud como apátheía es anterior a los estoicos,
intelectual.
y conocida ya por Aristóteles (Eth. Nic-,II, 110'1' b.,24)-
(: At
IE TU 7'ICO
13' la {elicidad consiste en
resicla sóLo en la virtud. En primer lugar, y por más quo este eirrra?iu. Ser feliz es eó npáttetv
^i;-o.i"b.u
'r,;li;"i, I;;" ,:up'ox.ío significa' a .la vez' buena
argumento, desde el punto de vista que aquí nos importa, se dos dimen'
reduzca a una cuestión de palabras, porque la felicidad no puede -'-1".1+,y
forruna buena;";;;r. Es'en Ia unldad de esiasdel es{uerzo
ser un <<hábito», sino un «acto» (de ahi su de{inición: acto una d" lu, depende ciertamente
"r.1.,
pero la otru no, donde Éstá la felicidad' I-a virtud sola
con{c¡rme a la virtud). De otro modo, ios hombres que no tienen moral,
ocasión de ejercitar la virtud-por ejemplo, ciertas virtudes que ;; ;;;á" grrantJarla. La virtud moral' como el deber' aunque
y cuando
requieren un kairós-habrían de ser considerados felices, y la no en tal grado, .rp;;"1; negatividad, supone
el mal'
felicidad podría consistir en la inacción e. En segundo lugar, y menos la limitaci#. fu {ortaiiza y la ternplatza,.evidentemente'
esto es mucho más importante, porque el virtuoso puede xaxora0eiv Lapruden.iuesrirtudsubordinadaalasop/úavelnousy Y la
xat riroleivr a ¡-té1tota10, puede sufrir los mayores infortunios y nropia de una inreligencia, como-lo hr*u,iu, liáitrd". Io
se puede dar suvo a
ser sometido a los mayores tormentos. La felicidad requiere de I;tri;;":;p"r" i, i"i",ttitia,. pues sólo
del homo oíato'r,
los bienes del cuerpo, de los bienes exteriores y de la tupi 11. Nin- cada cual si todavía no Io tiene. son virtudes
ol orden felicitario o paradisíaco. La {elicidad
está
gírn bien particular, por muy elevado que sea, puede procurarla ;;.;;.."n «dada»'
iiene.que sernos
más allá d, .,r"rt.us fosibilidades,
separado de todos ios demás. a la
La riqueza, la inagotable riqueza de la ética aristotélica, La ielicidad tiene, pues, uná vertiente trascendentevirtud podría
por la
procede, en parte, de sus tensiones internas. Antes veíamos que oráxis humana. Pero, aparte esto, ¿la virtud
Epicuro procede cle Aristóteles. También en la obra de éste, aun i;;;;,;;;;;;'lr- t*li.ia'ai Menos' aún' ¿sería siquiera buena'
cuando en menor medida que en la de Platón, se encuentran sería propiu*.nt" ,irtud? Recordemos Ia crítica de scheler sobre
directa y
materiales que utilizará el estoicismo. El capítulo X del libro I ios «valores *Á1".r. Según é1, es imposibie hacer tienen «con'
el hien, por{r" }os valores morales no
de la Etica nicornaq'ue'a es) sin duda, el más próximo a la ética
i.,iiao, propio. Veíamos a su tiempo qle esta
"ü"ii"r*""te a{irmación es
estoica. La felicidad del hombre no puede esiar a merced de lo.s purno.ianismo de la
cambios de fortuna y mudar con eilos como el color del cama- excesiva. pero hay ;ú" á" justo
".,
éUu.'El
a los
de engañar'
león. Los actos de Ia virtucl, más {irmes y estables que, todas virtud o se enganá ,Ii mismo o eng-aña' .tt11u
tiende por natura'
las otras cosas humanas, son las operaciones capitaies de la vida, d;;; El horibre está lígado a la felicidad,apetito, sin fruición,
leza. a ser {eliz. iá ,iri"a}or lu virtud, sin
y de ellos pende la felicidad. EI hombre virtuoso sobrelleva las vericuetos de
vicisitudes de la existencia y <<tetrágono sin vituperio», resiste sin amor, ,oli^' notiri*. «A rebours», ¡rrir-los
", en la virtud,
i¡rconmovible los embates del azar. Sabe sacar siempre el mejor ir^,;;;,;, irrr¡i¿, el estoico busca s¿ {eiic,idaddel deber' La
como Ia busca el kantian o en el cumplimiento
¡rartido de las circunstancias 1,, como el buen zapatero, con el El: <tHoc est quo
cuero de que dispone hace el mejor calzado posible. busca en ser.orno Dios y hasta superior.a
est, vos supra
O}¡servemos que esta comparación con el zapatero 12 nos áeo antecedatis: ille extrá patientiam malorum
iu. L. ulrtud esioica es conrpl.cencia en sí mismo,
clesvía ya del clirna moral del estoicismo. Tal apartamiento se frrif "*i"*,
m¿rni{iesta más claramente al final del capítulo. Se trata de no contiene un ingrediente de soberbia'
ser ptoilúlo's, cambiante, de muchos colores, y de no dejarse
at'r'ebatar fácilmente la felicidad. Pero felicidad, eüDarp.ovi«, no es LA FILICIDAD COI\{O CONTEMPLACION
tanto como ¡raxapr.ot4c, dicha, bienaventuranza, Y para la eudai-
tr¿onía misma son nece'sarios los bienes exteriores, como ya hemos Hemos visto que ni el placer solo' ni la virtud separad^:,?1,1t^-
tituyen Ia {eticidad. Vamos a ver ahora que' segun 'É\rrstoteles'
dicho.
así porque hay un bien más alto que uno y otra' un
Hay una palabra griega que, con su doble sentido, resume esto es
en cuanto que
muy exactamente la concepción de Aristóteles: es la palabra bien que, pó. oiru puitt, los envuelve a ambg¡'
y es «operación de la virtud».
proporciorro ,,rá*i.lhl" p,lacer»
e Ia tlrcoría, la conte*¡llación' Aristóteies,
1095 b., 30 y sigs. Este bien ,upr..no es
10 i095 b., 3, y 1096 a., l-2.
11 1153 b., li-21. 13 1098 b., 21-2.
Lz Comparación que, sin embargo, emplea también en alguna ocasión
14 Cfr. H. Weiss, ob. cit', Pág' 105'
Epicteto.
15 Séneca, De Prouidentia, Yl' 6'
1\l
/E UD ETICOS
cihnente aceptaría el ideal del iilóso{o-rey
y la ecuación {eli-
después de haber abogado por la causa del placer como cons- sobre todo
cidad : filoso{ír.-E., la liloso{ía misma' los-griegos.'
En
titutivo de la felicidad, y después de haber deslindado «lo morab> plajón, subrayan ;i lir; filoso{ía para ellos es filo.so/ía.
Ia
-«las
virtudes morales»-como el tema propio de la Etica, cuan-
cambio, para el homb''" *od"'no se trata' Por emplear
do llega el momento de dar cima a ésta, termina volviendo a
Platón.
expresiónkantiana,deuna«tareain{inital¡(/llosofía),deuna
o'
Ui,iq.,.ar, de problematismo y provisionaiitiacl :in']do-Xi::'
El razonamiento que lleva a cabo Aristóteles aquí no es sino epagogrcos,
de un menester, de una ocupación constitutivamentecxtraítamente
la prolongación del nervio de su ética. La felicidad es operación pesar de estar
.como dice Zubiri. Á'ittóteies,'uli-itoción»
con{orme a la virtud; pero como las virtudes son muchas, habrá -a tle la {ilosofía, alir'
abierro, ,ara su';i";;;,';-iu
-itu.., que el de
de ser la operación conlorme a la virtud más elevada; la virtud de los que- cor)repplan
rnará que es *"y;;";i
más elevada es el noú,s y su operaci6n theoreín,' luego la felicidad al cabo d' lo' siglos' dirír con las
estriba en el tlteoreí,n, en la contemplación. Por otra palte, y
i;;^;r;-;;;'{i-r'rJing, Y áesde el punto de
mismas palabras á*uttu'ntite Io contrario'
puesto que el placer debe mezclarse (napa¡re¡ríX0ar) a la felicidad, probablemente es Lessing
nada hay tan deleitable como |a operación conforrne a la sabi-
vista de lo upuramente humano»' pucde ser' Y es'
bien: theorla también
duría. Además es el acto más «sostenible», como dice Zuhiri, ;;; ;;"; ,uian.-Áhu'u según dice el mismo Aristóteles' Y
un bien ,rá. qr" t'uÁ"o,
el más continuo loovelectdtr¡)i también el más autosuficiente enestecaso-teoríacomocanternplatio'consusdosdimensio'
(aütapxrf¡oraroc), porque el sabio no necesita de nada ni de nadie que' efectiva-
nes, uisio v ÍruiÁo en unio-hay g19 .t:tllo*tt pero esla content'
para la contemplación; añádase a ello {ue la felicidad ha de *.n,", uqui ,i reside la perfecta {elicidad' platónica-y en Io
consisti¡ en ocio (oy-oll¡), porque no trabajamos sino para repo- platio, ¿es cosa^i;-l; iiioro{iu? La filoso{ía
sar, y el o'tium es el fin del nego'tium,. En fin, la virtud actuali- aristotélic^ dei ,lteorein-es a la
zada en la contemplación, el noú,s, que difiere del compuesto
ü;;'á;:ii" á.p"rJ" lu docrrina religiosld'{1 v mística' Es
vez, confur"*",rlJ,"fii";J; v l:otí1tan afectado de
humano, es lo divino en nosotros; y así, la contemplación nos curioso que un pensamiento "o*o""1 de Platón'
se da
levanta sobre nuestra mortal condición y nos inmortaliza cuanto
7(r)ptsptq, tan propenso .a .seperar Io qtre en realitlati
es posible. Por tanto, y en conclusión, r¡ ecrD«t¡rovic,. 0st'rpia tic 'unido, oi,l.n Ia iilosofía de
no distinl}Isc del,idaáentc el de
sí. en
la felicidad consiste en contemplación. co.siste,
lo que está más x[ñ; .u". Lu felir:idad ¡:r:rfecta
en conducir
Ahora bien: ¿es esto efectivamente así? Para contestar a contempla¿ro. p"lo Ia misión de Ia ética
n0 consistc
tal pregunta debemos distinguir dos aspectos de la cuestión: .füir-O* f. es imposible, sino en clejar'lo dispo-
al hornbre
1.o, qué se entiende exactamente por theoría, y 2,o, sobre qué " en el que ella le será' tal
nible para el acceso a un nuevo 'iino
versa la theorí.a,, qué es lo que realmente ss contempla. vez,<iada.Ot,u"'-senoshace¡latentelaneces¿rriaabertura
Por theoría pueclen entenderse dos cosas bastante distintas: de la ética a la religión'
bien la contemplación filosófica, bien una suerte de contenrpla- si considerr*"r'.r segundo aspecto de al la cuestión, cs decir,
ción que está más allá de la filosofía. Esta última sería para iltíoría' mismo resultado'
sobre qué ,..;;';'; llegare-mos
nosotros, cristianos, la contemplatio propiamente dicha ; la otra Io ha dicho muy bien:
¿contemplación-¿" q"¿z §*o.T-omás últirna a que el
debe llamarse más bien speculalio, que es como Santo Tornás los antiguo, pori*i"-t*ti"i,lad, la-perfección
traduce siempre la palabra theo'ría en sus Comentarios a ,4ris- hombre puede llegar, en que en- el alma-(Iue
es- en cierto modo
tóteles 16. Si lo que Aristóteles quiere decir es que la felicidad .ir* de conoccrlas todas-se describa
ro¿as iu.
consiste en contemplación intelectual, en sofía como culmina- "o.r.,';;;';
todo ei orden á.i ,r,iu.rsó y las c¿rusas tlc él; pero para nos-
ción de la filosofía, bay que contestar que semejante concreción otros,cristianos,eliinúltimononuedettl¡5istireneso'slno
de la felicidad depentle de una «idea del hombre», la idea gliega filosófica, que es
en la ,¡r¡o iui", forqr" la contámplaci'in
del hombre, que hipertrofia la gno'sís y el otíum, desconoce la
metánoia y el amor (agá.pe) y sobrevalora éticamente la fitroso- 1? ll7i' a., 26'7.
F' velda-d que' tcóricarnente' la ui'sjo Dei no
fía. El hombre occidental de hoy-ni siquiera el filósofo-difí- 18 D, V"'¡tá'í,'i, z' corúempLatio
siclo una -rnera
16 También cuando en la S. Th., I-IÍ,3, 6, niega que la felic,iclacl es eI único rin"'poitú. É"¿ri"-- rr"rr'"¿á
Po. lo clenr/rs, en las piigi.as sig.ien-
narural; pero )"ii^'ilri¡rl;'rji"..
perfecta pueda encontrarse en la theori¿ intelectual, emplea Ia ex¡rrcsión
tes, y siempr" qo"-r-,r¡ro d" rbr.tu.n1l* lu moral a la religión, nlc rcIicro,
scientiae speculatittae.
tL, 7' (¡ os ETICOS
meramente «teorética», no puede
Ia felicidad no consiste .n .".olu.r el {in último de Ia vida:
ser
probremas filosóficos ni en
descifrar los enigmas del ,nlu...o iriii;;;;;;
contemplación_con amor en pienituá, consistir en una
una contenrolación-personal, que
,i.n";;"ser, por tanto,
.-olo ;r.j;.illnt..r.e en Dics.
Ahora bien: ra iitásoii;;'¡ir"a. ,i.urru,I^i u" ,¡r¡o Dei, ra
ética pr.eparar al hombre, mai -qr" ^i
a" l.¡".,
san Agustín, partiendo de esta concepción pl.u ,ffu.
cidad como contempla.ió" Je lu antigua de ra feri-
,".dud, lrega a desembocar en CAPITUI,O VI
su concepción de ra felicidad como
contemplación y fruición de
la verdad de Dios. si se .Jmr" LA FELICIDAD COMO PERFECCION
que sóro * tu inu".tiga"ión de
la ve¡dad puede encontrar;; i""téli.-ia"Jr;,^1"
ronces se plantea cuestión que en_
g: é:t1, ¿basta I" t;;;r.hr-a" l, verdacl o es Hemos seguido la cleterminación del bicn supremo por tres
menester su posesíón7 Dicho
en ra ,..*¡""r"giu qu. antes em_ vías diferentes, virtud, contemplación y fruición, y hemos visto
¡rleábamos: ¿ra felicidad ., {,o.sofi"";;;'.;f;Íi"ro. que ninguno de estos bienes, Jror separado, es suliciente para
afirmaban que la vida inteieciuar académicos
es un «progreso» hacia Ia colmarnos de felicidad, sino que se requiercn los tres juntos.
verdad' nunca
,su
prena p".".iar. Er ho."b."t,lyTr.u,
en torno Pero aun reuniendo, es decir, poniéndolos juntos I los tres, no
a Ia verdad 21' se ,."..u .it., o.ro nunca ,ega a <<perfeccionarse» hemos alcanzado todavía Ia apetecida concreci,in de la felicidad;
con ella' A lo cuar san Agu.ií¡l contestr, .n primer
rugar, nos movemos aún en un plano abstracto. En efecto, decir «vir-
mando Ia posesión de a)girr.
yo, las verdades matemáiicas,
r.Jri".-;'#'i"'duda y laafir- der
tud» no es decir nada o casi nada, mientras no se desarrolle
la de Ia .*i.i.r"i" de Dios. pero la teoría de las virtudes. Y <<contemplación», lo mismo quo
responde, sobre todo, haciendo
ver que ra verdadera {elicidad «fruiciónr), puede haberlas de muchas cosas. ¿Cuál es el bien
pe.tenece a orro prano superior
es ser feliz «.beatae
.r nutr.ul;-p;;;; que im,orta concreto2, cuya contemplación y fruición proporciona la feli'
uitu.,r{i;^'.;;;¿, ¿ti.^ desem-
alteriu. cidad? Pero, ante todo, ¿existe ese bien concreto y supremo?
boca así en la cuestión *risl*"; ,,o.rrn*igilJ;';; habet bearus Y en el caso de que exista, ¿,constituye el objeto propio de una
est¡i 23. La felicidad es ,,pláituJo»,
gentia"' conrinúr, .. u"idad, siendo "oño I, d".g.".ia «indi-
así ética autosuficiente, de una ética useparadar,?
autem dicenda sapienria, ¡isi. qru"
,tpi""ir"i,"i"ro ««Quae esr A la primera pregunta se puede contestar, desde luego, afir-
mo¡al se abre, una vez más, al
Dái ;rñ;,i; est?» 2a" La mativamente, siempre que se acepte, como hemos aceptado nos-
ámbito ;" lí^;;lüión 2s. otros, la subordinación de la ética a la teología natural. Esta
nos muestra que existe Dios y que es el cúmulo de todas las per-
realidad histórica-v no meramente
ii1,J[itlli,,l:,1" hipotética-a la fecciones, el Bien infinito. Si no se acepta la legitimidad de la
19 Cf¡. Santo Tomás, teología natural, entonces, aun cuando se admita la existencia
in S. TlL., I-II, 3, 6, «utrum beatitudo consistat
consideratione scientiorü, .oJ.rf",irarum».
:? (.'ontra acadénticos,
l, l,-ii,"i.-' 1 Es la de{inición de Boecio, «status omnirrm bonorum aggregatione
2L sol¡re er doble ."n,iáo'i"'1"' parabra «errar», perfectus». Frente a esta concepción de la lelicidacl como agregado sería
también-coi"
cfr, ob. ci¿., I, IV, menester tener presente la doctrina de los «organic wholes» de Moore
l3r,lr]'.;fr1i'Uh,T. "i á.¿",.. nepagólico,, ,rer .ub",'rilol ( Principia Eth.ica, págs. 27-30), según la cual el valor de un conjunto

?? Ob. cit.,I, I, L
,^t.
no es igual a la suma de los valores de sus partes. I.a felicidad debe ser
De beata lI, Il, final. concebida no como un «agregado», sino como un «conjunto orgánico»
24 Ob. cit..IV,uita,
84. (ob. cit.,92 y sigs.).
25 En Vor*aer:_:d
Aulsaetze, 2 Naturalmente, una cosa es que el hombre esté ligado a la ufelicidad
frcntc a Ia etimoíogía usuai ¿" págs. 52_6, Heidegger ha presenrado, en comúnr, y otra, completamente distinta y adcnrás falsa, que busque
procede de ,ea visión "frt.mplación, theoría, según la cual esa mera sombra en sí misma; la busca necesariarnente en bienes con-
lo qu.;;;;;.. y.0.d,
se manifiesá a,go, y 6pcÍot
ver, orra conforme a ia"n que piocedería cretos. EI padre Augusto Andrés Ortega ha escrito esto: «La voluntad
dado' Enronces theorír, ."g,ii .r';;iid; .de ;il;;;';";-p«, cura o cui- no ama el «bien en común, ni la ubienaventuranza en comúnr, ni libre
veneració., curro o cuidadá ;.t;#; ;¿;lu a".i, ho¡rra,
-áirirraJJ. ni necesariamente. Estos son puras abstracciones a veces peligrosas...
a" r" ü.i"1,*,,r,iilll, «teorérico,i
usual habría que remontarse a un
sentido puramenle religioso. La voluntad ama sólo bienes concretos y reales» (Dios y el problema d,el
mal, pág. l7).
IE U l) o E'I'ICOS (l AI

que el
de Dios en virtud de una experiencia religiosa, ese Dios incog. aquél se alcanza a través de éste' Pero ya hetnos .visto
noscible, ese Bien en Sí que, como dice Plotino, estaría «<más Oiá, ar la filoso{ía no es el bien supremo, sino un 6ien particu'
allá de lo pensablei), no puede constituir el {in último de la de ia
iar; y por otra pur*, no se debe pasar ,demasiado aprisa.Ircrma'
(tritrarnundana)'
feti'cííai (intramundaáa) a la beati.tudo
ética en cuanto tal. Entonces, desde el punto de vista filosófico, el
«bien supremo» sería una idea-límite o un concepto vacío. Lo necienclo, pues, por uhoru, en el punto de vista intramttnclano'
que realmente habría, y de lo que Ia ética tendría que ocuparse, Ia {elicidad ." ,o, uprr..á como ia problemática realiz¿rción
cle
es de una pluralidad de bienes, y a lo más que podría aspirar nuestrosp.oy..ro, fieferidos, conlo ia ap.o¡ri,rción c{e la posibi'
lidad {undamentul,'romo el cumplimiento dc nuestro Atho's'
es a establecer entre ellos una jerarquía de valor. Platón intentó o'
abrazar todos los <«bienes»-todas las <<ideas))-€n la klea del *d" dice Aristá,Lt"., como la uobra del honrb¡s,r, Ia acru¿rJi-
Suá-
Bien, pero no consiguió resolver el problema de esta koinonía de zación de sus porencias propias, específica-s y.más elevadas'
las ideas. La filosofía de los valores en algunos de sus lepre. de{ine el bi.n moral conro la
..r, fi"l ,l ".pírir, ,ri.totálico,
sentantes ha reanudado el intento de Platón. Pero en su {orma ccnveniencia con la naturaleza racional. Pero esia cle[inición,
esa ((co]lve-
más sistemática y madura, la de Nicolai Hartmann, considera siendo verdadera, no explicita suficientemente que
vano este esfuerzo y se inclina resueltamente a un pluralismo niencia» no está--desde' el pttnto de vista ótico-'enteramente
irreductible de valores 3. tlad,a,sino qtte, ,port* ciertas eviclencias moralcs
mrly gcnerales'
ia vida dc cadn urro,
Pero, aun admitida racionalmente y por tanto de una manera en cuanto ," d"..i"r,de al plano concrcto cle
válida para la filosofía moral la existencia de Dios, sin em- ;; ;;;;"-probl.-ática y tiene que ser log,rttrld' pcro' al propio
s", *olograda'-Ei sienr,re está por-hacer'
bargo, él,ica'mente no es todavía verdadera la ecuación felicjdad ii.*po,'prád*
en concreto : Dios. El dios de la filosofía no es el bien infinito ''ien etr sentido amplio' es'
;;;q;; Ia obra del honibre,, Io creaciora
racional
adecuadamente propuesto y adecuadamente aprehendido, sino so- en el plano concreto, una tarea y abicrta 5' Lo que el
fr"*¡i" ha de hacer en cada una de las sittracio,es no es casi
lamente un «bien particuiar». El hombre 'desea, apetece y per- no con-
nunca perfectamente aprehensibie-de-antemano' porque
sigue la felicidad; esto es, el bien absoluto. Pero el dios de Ia
siste solamente en el mero cumplimiento tle un deber pree'sta-
filosofía no aparece ante la inteligencia como el bien absoluto,
blecido. Mas arrlba poníamos afgún re,-aro * la palabra <<fin,,
sino como el resultado de un razonamiento, como una idea, como oscuro'
que no expresa ,i.á"'"r indeierminádo' con{uso' de
un bien particular. Solamente una aprehensión adecuada y en "l un «scntido»' pero
lf qr. se bus.a. Nuestra prá^tcís-tiene siempre
esta vida imposible ), ertre tanto, la aprehensión por la le cari- ojos,-colno el
t'ate lormafa, pueden ver en Dios el bien total. Pero aun así el no siempre, ni mucho *Lno., lo tettetnos atltc 165 ((dal
tenemos que csperar,
r./eces tiem-
problema moral subsiste. Por consiguiente, desde el punto de corredor la meta. Muchas
po al tietnpo», y saber escuchar, a su horrt y tlo anles' lo que
vista de la ética, responder inmediatamente que la felicidad está al hablar
I"t 1i.*po',diráí. La perfección, ya lo dijimos del
en Dios es dar por resuelto el problema moral concreto, subsu- de la vida'
miéndolo en el religioso. Veamos de recorrer el camino un poco éthos y it ti.rnfo, ," fo,jo al hilo cle óste' a traví:s
que es tiempo, contando óon edades y o¡ltlrtttniclades y some-
más despacio.
a las ündiciones lácticas"t de la existcncia, pttest. qtre per-
La unidad concrela del bien supremo tiene dos as¡rectos: ei tida
bien o perfección en si y nli perfección. EI bien suprenlo, en i.".i¿rr, perfectío, de p'er'ficere o perf.ace'1'e' es rrn hacer tern-
sentido absoluto, es Dios ; quoad no,s es nuestra perfección a. Y ,o*1. El' hombr"' .. tit*p", tn''o ¿ijo Sa^ i\g,stín' tln pro-
tia* p"." ,i mismo y ,<está sobre sí», p'oyectanrlo siempre

3 Ethik,288 y sigs. ;;;;t'i".ción (tul ut' 1io'.el rodeo dc la rc-iecció* o cn cn


el ¡to-
virtud
4 «Il y a la différence, entre la béatitude, le souverai* bien, er lladero a" f, ¿"-i."ciónj. Ahora bien: esta ,cr'fección,
l¿ derniére fin ou le but auquel doivent tendre nos actions; lo del modo de ser det }ómbre, abiert. a ¡s cosas, h¿r dc llacerse
"nielle
béatitude n'est, pas le souverain bien; mais elle le présuppose, er ;;;-;li;.'u. Ei t,o*bre se perfecciona con l,ts cosits, "bonum ens
est le contentement ou la satisfaction d'sprit qui vient dé
-ce
qtr'on la
possede.Mais par la fin de nos actions on peui entendre l'un e[ i'aurre;
en bon droit nommé notre fin, (Descartes, carta <le lB
de agosto de ]645,
car le souverain bien est sans doute la chose que nous ¡rous clevons et TannerY, IV, 275)'
proposef pour but en toutes nos actions, et le contentement d'esprit ed. Adam
gu'en revient, étant l'attrait qui fait que nous le recherchons, est aussi
5 Cfr. Santo Tomás,
-ñ" De Virtutibus in com^mttni' 9'
o Peclro L"i" pÉ.,i.do y escrito mucho sobrc la articulación de
/E 7'U TI (.) Al 213
perfectivum alterius», con ra rearidad. pero
con roda la rearida,r, con el hecho ¿con qué rearidad? convertirse en una infinitud llena? ¿Hay más allá del ser indeli-
.ual.ut-dE-ü^."uridad, en Ia nido un ser infinito? ¿Hay un ser en sí mismo, un lpsum esse,
que ,uestra vida está envuerta. (Nos
t
otlos mismos- agere-haciendo-/ orrru-ju" u..rno, ¿ri.r-.rü'r'nor1 para el que no vale ya la distinción heideggcriana entre el ser y
vocación mundana y ayudando ;;:., de nuestra el ente, porque es, a la vez, <<el ser mismo» y el sumo ente, la
a hacerse áii.á-"rte a ros de- ¡ealidad fontanal?
más' La pe.fección'en este sentido
Itt sell-re,liza'tío'n;
," ri;;-;;;a que ver con Otra vez volvemos a errcontrar a Dios o, mejor dicho, nos
J menos con er per{eccionismo o esteticismo
de la perfecciór..) ia capacidal rp*iitiuu encontramos en El. Pero otra vez también hemos ido demasiado
en un doble y equívoco sentido;'huy
d"l homb.e es infinita, de prisa. Volvamos sobre nuestros pasos. Concebimos la felici-
ntun'e y la infinitud del ens
f" i"ii"ltra del ens com- dad como la per-fección. «Est enim beatitudo ultima hominis
sumnl,i,n. La p.i*..u, la cier ser perlectio», escribe Santo Tomás E. Pero entonces, ¿consistir:á la
como trascendental u horizonte
de todo -Á la del felicidad en un bien del alma misma? Sí y no. No puede ser
e¡rte como indefinido, es una infinitrd "ri"^^"on.."ro,
apetición de los enres concretos ur"iu. t.urés de la esencialmente un bien «exterior» al alma porque en la jerarquía
de pretender. apresar este ámbito tot"I " ;;.;J;ir ra c¡uimera
se llega
de los bienes-bienes exteriores, bienes del cuerpo, bienes del
Los bienes de la vida son finitos,
d. fo q*"'r" alma-los bienes exteriores son los de menor valor. Pero, por
limitados] io qr" ".. ésra «da
de sí» sume siempre en el descontento, otra parte, tanpoco ese bien supremo puede ser el alma misma;
incluso aun cuancro todo de lo contrario, todos poseeríamos en el acto la felicidad y no
nos haya salido bien, precisamente-sl
así-s¡¿¡d. todo nos É, sarido ¡i"r."^p".",""a5-us, se me permite decirlo tendríamos que buscarla desde nuestra indigencia. Santo Tornás
optimismo de Ia perfección .on..biáu frente ai distingue finamente el linís qui y el f inis cui. La felicidad misma,
tesbury, Leibniz), hay que co.rtar
.;;;l.d;iii.*u., (shaf_ como per-fección del alma que es, es un bien inherente al alma
con er riesgo, .á r" defección,
con el f.acaso, con É presencia del misma; pero aquello en lo que la felicidad consiste, o sea aque-
Iimitación constitutivu, ,r, lro.izorte,
mal.-i;?;"ü""te, hay úna llo que hace feliz, está fuera del abma 0. Santo Tomás emplea
Ja muerte. por todo ello aquí la expresión exlro;' animam porque todo su, razonamiento
Ia reticidad intramundana ;;;i;ü;,;?;;ümática.
nadie ha meditado "" Tal vez se endereza, tras haber descartado los bienes materiales, a hacer
,tan p.ofrn,tr*ente como ortega sobre
ca¡ácter. «utópico» de la iericidad el ver que el hombre no es autosuficiente, como creían los fi1ó-
y d"1 ;;;.;^;ue necesaria- sofos estoicos, con respecto a su felicidad, y que el bien supremo
mente tiende a ella sin poder alcanzarra.
nuestra vida proyectada y nuestra ortega distingue entre no es inme..rente, sino trascendente. Pero Dios no puede decirse
vida efectiv? v real. La coin-
cidencia enrre ambas pádr.. sím,p'l,ícíter que eslé extra animam. La felicidad es nuestra propia
felicidad». Pe¡o plano ,,a, "p."aigi*á* {loó,n..ro cie ra
"i p.ofrndo perfección y nuestra perfección está en Dios; pero Dios no
coincidencia, «la "1 ,rn que el de la fugaz está fuera de nosotros: «en El vivimos, nos movemos y somos».
vida es .on.tituiiuamente un drama,
siempre la lucha fre.é_tica po. porque es Y menos, si cabe, el Dios a que tendemos. Los conceptos ««espa.
somos en proyecto» ?. "orrr.guir ser de hecho ro que
Haciendo uso de- ra distinción entre ciales» se tornan aquí radicalmente inválidcis. La unión del hom-
monía y
makariofes, q¡s yu .ono..mos, puede et¿dai- bre a Dios es la plena realización de sí misnro. La separación
eudairnonía es arduu, pf.o decirse que la entre la Perfección y mi pertección queda superada. Felicidad
pleta no es de este mundol ó"ri¡i",) en tanto que ra fericidad com. es, a Ia vez, lo uno y 1o otro, el logro de mi per{ección y la
Y entonces surge este problema: semejante consecución de la Per{ección, del Bien supremo.
infinitud, ¿puede EI hombre, en la calrera de su vida, ha corrido tras los bie-
los bienes particulares o terrenosy la vocación munclana con el bien nes particulares ; quizá también, guiado por la {iloso{ía, tras de
supremo y la vocación clivina; Dios como «bien particularr>. Ninguno de estos bienes ha podido
envolviénclolos ".tÁ ;"a,ir"."ir"..;;;;;',"nuélios,
v asumiéncrol,-,s. ñ;;; pero
saciar su sed de {elicidad. Sólo Dios, no ya como «bien particu-
veanse en La esDera y la esperanza, 1,1". *ir'ürl-'..,.,,rima obra,
7 ot¡ras ,oÁptetLi,"ñ,''l{'"f^,,iili?,;¡v, sisi í, ;l¡ y srgs.
pá,g..5T_r
larr,, sino como ubien universal», como «infinitud llena», es
otro plano, sobre er controveriii; ;;,1-' ;ói",, vi,rn.n, , orras. En
"int"o"tiara capaz de colmarla. Pe¡o la uísío y la lruitio perfectas de I)ios no
hombre para arcanzar d. Iu- naturar rrer
s-u fin y i.ll.i,i"á narurares y
ér estado de ra cues-
urg*"r's"nÁ',"To pura natirateza
::';,;:"i:n§:;,:i.'' humana en ta 8 I-II, 3, 2.
9 I,Í1, 2, 7.
214 /E S DI ETICOS
son alcanzables po, la vía de la filosofía
ni tampoco en esta vida.
Hay que u"."e.i, eir ellas.
Decíamos antes que h.y siempre
una distancia insalvable
entre la eudaímonía y ra maíaríore.s,
que tar vez, en determinados
instantes, logra:'emos ser ferices, pero
que la dicha o bienaven-
turanza no es de este mundo. ¿.i-i.-o
o desajuste entre la perfección subjetiva, h.y-,i'l"in.orgruencia
er ét,ho,s
Ia fortuna y la fortuna o tó7¡. Esta incong;r"r.;;;;ste acreedor a
¿son superables? y si lo son, ¿cuándo-i7 iárl?z
desajusre,
que algun a vez o en argunu p.rtJ se Si se piensa CAPITUT,0 VII
estabÍecerá
equivale a planteal .; renguaje securarizad" Ia fericidad, esto
<<reino de Dios». Los idea"ristás ;r probrema der MORAT COMO CONTENIDO
postulaban er estabrecimiento
final del reino de-Dios * U ii*ra. Los
marxisras, traduciendo
su lenguaje, postulan una Antes de proseguir nuestra investigaciírn es convenicnte re-
retticíáad. d," uniorn;;;; escatorógico-
terrenal. Kant pensaba, por el contrario, flexionar unos momentos sobre lo que se llcva dicho hasta ahora
gue Ja felicidad no es
de este mundo, p".o qr.. en argún en esta segunda parte. En sus clos primeros capítulos hemos ((r'e-
gencia de Kant es excésiva. Nos"otros,-uí¿J-¿rt'ju.r.. La exi- petido», es decir, resumido, algunos resultados de la primera
esa autonomía der orden ético,
los cri.tia.ror, sin aceptar
compartimos con ai i" .rp.-.JnJ" parte, tocantes al objeto material de la ética. A continuación, y
en una lelicídad de ffoscen¿u"L¡a, porque tras mencionar los actos intuitivos que nos descubren el sentido
rechazamos ra arbitra-
ria tó7.r¡, y creemos que ra existencia de la vida, hemos tratado de penetrar en ést¿r mediante el dis-
tiene ,"rriJ". Er nombre
propio que damos a ese sentido es_er de curso. Nuestro método ha seguido consisticndo en una analítica
,.p;;;i;;;cia». Ahora
bien: Ia providencia re-ueh ;; ñ;; ;;ri;"';';.';bremático del comportamiento humano, en el plano cle la ,,moral como
el mundo y des-uerará, un árá"n--rnifiesto en
estructura». Hemos puesto de maniiiesto el carácter proyectante
Paraíso 10' Pero er paraíso ;;;;'exígibre,como en el
"'iíJ.f".tibre
pensaba Kant;
de la existencia, y a continuación hemos visto el tránsito del
la felicidad nerfecta, Ia bienaátrrrnr", proyecto del bonum in comntuni o bo'nu,tn, corunllníter sumpturn
de Ia vida prov""trdu y h il;"i"rr
ra coi¡icidencia final
al del bien moral, a través de los proyectos o posibilidades
y el destin In íu desünle irr s"r*), torrega), de ra ¿estinq¿isn supremos. Para todo ello hemos seguido el «rss¡ils¡r del {ilosofar
iel aff; J p.rr...ión per.
sonal y su respuesta, Ia corsecu"i¿;;;r";;;;i,)o'r'r^o, actual y, a la vez, hemos procurado desarrollar un en{oque apun-
tuyen una gracia, La rnoral se abre consti-
una vez más a Ia rerigión. tado ya en Aristóteles que, a mi juicio y metodológicamenl'e
Los dos sentidos de la parab., ,,furi"idra, la restricción de la a{irmación a lo metodológico-, es
."lrná.n*"n uno soro. -subrayo
más valioso qlre Santo Tomás para la í:tica tal como dehe cons-
tituirse hoy. Todo lo cual significa que lremos prescindido de
los puntos de partida usuales: el antiguo o escolástico, qrre arran-
ca de la doctrina del fin último del homtrre tal como viene ya
{ormulada por la metafísica, y el moclcrno o kantiano, qr¡e
arranca del lrc,turu de la conciencia y pone en juego un positi-
vismo de la introspección.
En el curso de esta última investigacitin hcmos ¡rrocuraclo
asimismo evitar dos errores: en ¡:rimer lrrgar', la interyrret¡cir'rn
de la doctrina de la felicidad como Dn eu(lentorismo,(al rlue -.e
inclina excesivamente la Escolástica antigua; mucho mcnos la
llamada «segunda Escolástica>>), frente al'cual hemos sut-,rayado
10 Cfr. Julián Marías, «La felicidad humana:
la dimensión de Ia felicidad como per-Iccción, et.hos, modo de
Ensayos d,e teoría. mundo y paraíso», ser o conformación de la personalidad, sancionada, por gracia,
con una «dicha» o «beatitud» que tr¿rscicntle sl providente orden
/F) Ttl os TIC Al 217

oculto y probler¡ático der mundo.


En segundo rugar, hemos pro- d,entro de ella, en el orden práctico. Se refiere al comporta-
curado evitar er frecuente error,
más o i,.no. exprícito, de con- miento nluy concreto, sí, pero no mío, sino de «otrosr>. Se trata,
siderar que Ia especificación morar
por er sentido o fin úttimo por tanto, en definitiva, de resolver un «caso), moral con todo
de la vida es uni e.p..ificació.n
tuoíig;rl, i."rr" a ra especi{i- el <<desinterés>r y la <,objetividad» propios del «espectador des-
cación de los por su objeto, qr; ;;.i;á prnto de
-acros
propio del filósoio moral. vista interesado»» 3. Es, {inalmente, en el plano de la prudencia, últi-
Frente a cuarquier tendencia a ma contracción de la regula tn,orlltn' cuando el ,,engagement»
afirmarse que ra
ra atomización morar debe o compromiso a{ecta no sólo al <<juicio» moral, sino a la per-
ilt;o..o rorm:,a suprema de ra moraridad es ra sona entera, a la apropiación, mediante Ia preferencia, de la
leferencia al sentido últiáo d. '"iár,-pr".,*.o*o
Iu dice Santo posibilidad libremente elegida.
Tonrás, «ex ,ltimo fine ,Jep.nJet tota
t¿rtis¡r r. Pero esa regla. ,rorlul,
bonitas vel maritia v.run. La doctrina escolástica que sumariamente hemos expuesto
á. no ,"; ,;;;;_;l sanro le basta contiene, embalsamadas en una terminología ya inservible y en
el
"ama er fac quod-vis, "gr.ti.,iun"-, ;; ;;. di., en con*ero una propensión al racionalismo discursivo) una serie de verda-
si esle acto, en estus circun"stancias, .. br;;;
cente al bien supremo o no 2. Lo cual Lulo, es condu- des que es menester «repetir» o reasumir. El primer obstáculo,
ter una contracción o concreción de
qui;r;;;i. qr" es nrenes- el terminológico, es el más {ácil de salvar: ias palabras mue-
y por eso dicen los escolásticos que l, rá ,rguio"*orum, suprema, ren, en tanto que la filosofía es, tiene que ser, un saber vivo.
dohle relación: reración aet t om¡re -orílidrrl consiste en una La palahra «sindéresis» 4, procedente de o,rvtqpljotq, «conser-
con ;; fir, que es la ya vación», que, según San Jerónimo, es la scintilla conscientiae,
estudiada, y relación der acto con
su objeto, qr"^"t o., debemos conservada después del pecado original, y no extinta, tampoco,
estudiar. Esta concreción de ra regra
,rp."rirJ-l-"ontinuamos re- tras el pecado actuai; o tal vez proviniente de or;velbr¡ctc, saber-
sumiendo la doctrina escolást¡.¿__lpuede,
dos: los principios gene.ur", J" Ia'sindéri;il; pr"..rtff diversos gra- con o cutn-scientia, con-scientia, es hoy una antigualla imprac-
en general, debemos hacer y ro q-ue, dictan ro que, ticable, que algunos han propuesto sustituir por las expresiones
en generar, debemos omitir. «evidencia moral» o, mejor, «sentido moral». Lo que nos im-
Por ellos sabemos que, en g"r,"rri, á
n¿altun.. Pero después ra üpricitación
;r;;^áJrir*, y el matar,
"nrturar porta de la doctrina tomista de la sindéresis es que, Irente a
de tu 1"f por ra otros escolásticos, como eI canciller Felipe y San Buenaventura,
f ilosofía moral piocruce
u,"r"' ..ri"l á- ai.ii""i;:r, por ejernpro,
al orar, que la .concebían como un hábito de la voluntad, «naturale
la obligación *i;;;;" la devocién,
y'est)ecto
respecto al matar,.ctue
que no-es lo mismo 4 matar
pondus», opuesto al <<fomes peccati», que también es por modo
premeditadamente, ni mucho menos en riña que de hábito volitivo, Santo Tomás afirma decididamente su ca-
que matar en defensa pro- rácter intelectual s. El entendimiento puede proceder como ratio
pia, o en guerra, o como ejecutor d.
ttrse c¡ue, pese a estas preciiiones,
lu ir"i.l". pero adviér_ ut ratío, es decir, raciocinando, discurriendo; pero también, y
nos movemos todavía en el esto es lo que ocurre en la evidencia de estos principios inme-
de lo generar. (óorrro ,* u., ra ética
Il'i'"
tica €s, ante todo, ética del bien, pero ,.i.tot¿li.a.escorás-
subordinadamente 3 La psicología
también ética de ra rev. el es experimcntal muestra que cl juicio moral es más
( o Iercera,
v debe..)'ú"u:;;;;;. contracción ser¡ero en el plano de laconscientia-renerido a «los otros»-que en el
según .g. ái¡" , ."glu suprema,
primera dererminación, Ios priñcipioJ,*a.'*"n"iát"r; .l bien supremo ; de la prudencia-¡eferido a uno mismo.
a CIr. Dyroff, «Ueber Name und Begriff rles Synderesis,,, Philo-
segunda
c{eterminación, la r.y .,átu.al
:; .;' sophisches tahrbuch, I-3, 1912, y Zucker, Syneidesis-Conscientia, 1928.
lugar en el prano aé ta "*pli"r"io?i"
ri.ü*¿,i.a) tiene s Al principio, en De Veritate, e. 16, con un¿r doctrina aún incierta,
""'"t"1ái¿,
cientía aplica la regla general
(.án.i*.i"
"."#;;;: *"r"r ). La cons- pero para nosotros muy importante, dudando en[re si es hábito o acto
,r á* ;:";" juzga toda_ del entendimiento.
vía en el orden .o*o dicen El padre Johannes Nlichael l{olleri}:ach,S.J., en un importante libro
decir, juzga, sí, f,"ip"ü,rutiuo, roá l..rresricos; es
rente u lu .ltru.ió, ;; ;rJ"r."ir,e, titulado Sein und Geuíssen, se ha esforzado por superar la antítesis de
pero no posiciones a que nos referimos en el texto, sosteniendo que la potencia
I S. .. G., IV, 95. que subyace al hábito de la sindéresis es, en curnto movimiento, la vo-
t?n' luntacl, que tiene a su vez su última raíz en el conocimiento de que soy
7a vez, conducenres
" ,"',,rll"."iTH,I;:.1': 1 supremo o no ar bien un ser limitado en Dios: uDie durch natürliche Cottesserkenntniss aufge-
.i,-e,,;i;il;"X::""'"lJ*§;;,","TT,Íi,".:,*inlil*;d;iit: rufene und ausgerichtete Grundneigung und Urleidenschaft des Willens
wáre denn die Synderesis.»

20
l

tt,: 't. (.1 os ETICOS (: 2[)

diatos, como raüo ut natur6, es es, «sine inquisitione)), por una La posición opuesta al intelectualismo es el intuicionismo
intuición ( : t,isión o evidencia) que nada tiene que vel. con moral. Los filósofos de la llamada escuela oscocesa habiaban
la emocional, sino que es igual a la que en el orden especula- vaga e imprecisamente de un ((sentido>r moral. Aqtrellos contr¿r
tivo tenemos del principio de contradicción. Como se ve, este quienes lucharon, los asociacionistas, ponían el origen-psico-
planteamiento tomista nos retrotrae a la cuestión del origen del
logista-de la moral en los sentimientos. I)e esta concepción,
conocimiento moral.
prolongada por Jacohi y Herbart, se ha apoderatlo rntldr:rna-
El problema del origen del conocimiento moral suele presen-
tarse bajo esta alternativa: intelectualismo o intuicionismo, cada
mente Max Scheler, que considera conlo órganon del conoci'
uno de cuyos términos admite diversas gradaciones. El punto miento moral el sentimiento, pero no ya el sentimiento pur¿1'
extremo, en cuanto a intelectualismo ético, está representado mente psicológico, sino el <<sentimiento intr:ncional>r. H^y L¡na
por la posición socrática. Para Sócrates, la virtud se enseña fur-rción cognoscitiva del valor a calgo del sentilniento, como
y se aprende exactamente igual que la ciencia; el que obra hay una función cognoscitiva del ente a cargo dc la inteligencia.
mal lo hace involuntariamente, por ignorancia (iu expresión Ambas discurren separadamente, ¡:or lo cual la étic¿r de ningún
paradójica de esta afirmación es la conclusión del Hipints me- modo está subordinada a la metafísica.
nor); el fin supremo del hombre es conocer la virtud, pues Este ltopro¡rdc de la vida moral-inteligencia ¡rráctica, por
conocerla implica y equivale a practicarla: y no ha lugar a la un lado j' sentimientos intencionales, por otro-es inadmisible.
distinción entre virtudes dianoéticas y éticas: todas las virtudes La inteligencia humana eS, como ha hecho ver Zubiri, consti-
son intelectuales o, como transcribe Santo Tomás, «omnes vir- tutivamente sentiente, Y, por tanto, los sentimientos intencio-
tutes esse prudentias», y así, por ejemp.lo, el valor consiste nales, cuando verdaderamente lo son, son una modulación de la
sencillamente en ciencia práctica, en saber lo que hay que hacer inteligencia. De la inteligencia, no de la razón. tlt error del
en caso de peligro. intele-ctualismo es suponer que cuando se obra moralmente se
Aristóteles corrige esta desmesura racionalista, y Santo To- opera siempre y necesariamente «lógicamente». Pcro inteligen-
más resume acertadamente su doctrina al decir que para que y lógos o razón no son sinónimos z el lógos es un uso de la
el hombre obre bien se requiere no sólo que la razón esté bien "i"
inteligencia; su uso propositivo, rellexivo y delibertrdor. Es evi-
dispuesta por el hábito de la virtud intelectual, sino también dentJque el hombré, en muchos casos, p¿:lra p,oceder moral-
que la ais appetitiua est6 bien dispuesta por el hábito de la mente bien, neceSita razonar. Pero en otros casos no, lo cual
virtud moral. Y no sólo porque el apetito puede sublevarse contra no quiere decir, de ningún modo, que se clispense entonces de
los dictados de la prudencia (akrasía), sino porque puede arras-
inteligir. Sin duda existen muchas gentes incapaces tlc «vel)),
trar a Ia razón a juzgar en particular contra la ciencia per{ecta-
€n aÉstracto, los principios generales, !, I)or tanto, nrucho
mente poseída en cuanto a lo general.
más de aplicarlos silogísticamente a la sittración concreta. que
Mas, a pesar de las correcciones aristotélicas, persistió eI
inteligen áirecta e inseparablemente en. ésla cl principio de r1ue,
intelectualismo en la moral griega, que desconoce Ia realidad clel
«pecado» y la necesidad de la metá.noia. Calcando la urazón en cada caso, Se trate. Es claro que ¿¡ posteriori ¡rucde reclucirse
práctica» sobre la «razón especulativa» y «lógica», se ordena siempre la determinación moral a un juicio ¡lráctico, pcro esto
la conducta moral, según silogismos prácticos (in" operabilibus) no pasa de ser una «construcción» o ((recot'lstrtlccirin» ltigica
o de la acción. La habitud de las acciones con respecto a los opr'á, coup, También el «cogito, ergo srrrn,, puedc revestil la
principios prácticos se corresponden exactamente a la de las con- forma de un silogismo i pero en su rcalidarl vivirla ¡¿o es ull
clusiones con respecto. a las premisas. Naturalmente, no puede silogismo. La prráencia no siempre, ni mucllo trenos, procctle
menos de reconocerse que no todo el que obra bien plocede syllogistico, sino que, como escribe el ¡radre l)ícz.-Alcgría,
ajustándose a los modos y los pasos prescriptos por la lógica,
^oio
,,la recta decisión de ttna situación concrcta se nos da a vcces
y entonces llegó a hablarse del «silogismo instantáneo». Con intuitivamente en presencia de la sittración misnta, sitt c¡ue nos
todo lo cual una importante dimensión de la prudencia, lo que sea siempre dable ieducir reflejamertte y de una m¿lnera plenaria
ella tiene de «tacto» y de «esprit de finesse», solía quedar oscu- esta intuición a una construcción lógicamente detlucida de los
recidn. principios abstractos. Es a aquel conocimient<¡ Por «connatu'
'T ..rri

/ t: 7', {-l (.' .s AI ,tt

ralidad efectiva»,.r1 qu". la mejor escolástica


importante, especialmente en áateria moral» 6.
concedió un papel existencial, de lo que ya vieron los escolásticos e: que Ia con-
ciencia puede errar y, lo que es más, que la «bonne conscience»,
Hemos visto antes que la moral no viene r.de
fuera». ¿Debe tomada hoy casi corno síntoma de fariseísmo, se las arregla muy
hablarse entonces de ,na moral autónomaz
No. ya mostramos bien para vivir cómodamente en el error moral.
a su tiempo qyg la concepción kantiana reposa sobre
puesto, subrepticiamente deilizado el su- El «contenido» de la moral, si bien es verdad que no viene
}¡ tot¿l¡¡snt" i.rdir.utido, je simplemente «de fuera», tampoco se lo dicta la conciencia sobe-
que la <«materia» moral es tan pósitivamente conocida
la ciencia newtoniana: que todo Ll mundo sabe ro que como ranamente a sí misma, sino que se limita a aplicarlo, mejor
hacer. Y también q.r"
ha cre o peor. ¿Cómo se determina entonces lo que es bueno y lo que
aconteció porq* kurt, sin darse es malo?
cuenta, aceptaba como un "rto«hecho,
la morri cristiana. Entonces Santo Tomás contesta a esta pregunta diciendo que por la
la cuestión quedaba reducida para ér a determi nar cómo ha de
hacerse-folma--eso que todo el *rnao .r;; ley natural 10. La ley natural es la participación de la ley eterna
;; ha de hacer en la criatura racional. La ley eterna es conóebida como una
respero a la ley Que uno mismo se di"ta,
;fl1r.;:_r_.lor «luz» 11 ínsita en nosotros por Dios en el ar:to de Ia creación
ya veremos cuál es el térrnino a que conducefár y gue, por consiguiente, toda criatura racional conoce, según
f^tl"r;,rero
tormallsmo que realmente lo sea puramente y hásta un
consecuencias: Ia disolución de iodo el contenido
sus últimas una mayor o menor «irradiación» de ella 12, pero siempre por
de la ética participación directa e inmediata 13. La posición del Aquinate
y el caos moral.
suele manifestarse apoyada en el salmo 4, 6. Y éanse estos dos
No, la co'nciencia morar no se dicta a sí misma las
normas pasajes de la Summa Theolo'gico: «Lumen rationis, quod in
morales.. Según vimos y veremos aún, Ia
idea moderna de la nobis est, in tantum potest nobis ostendere bona, et nostram
conciencia, como- la suprema instancia ética, no
es más que una voluntatem regulare, in quantum est lumen vultus tui, id est,
sustantiVación del voúq rpaxt ulc y d"
!u escolástica ?, a vultu tuo derivatum» 14. Y más explícitamente aún: ((... Psal-
que aplica las norma_s generales'a los casos-
"o,nrrierrio
fr.ii"rtr.", (co.n- mista . .. dicit: Signatunt est super nos lumen uultus tui, Do
cienciq,, según santo Toñás, es apricación
ie- rZ-)irrr;r1 y dicta míne; quasi lumen rationis naturalis, que discernimus quid sit
speculatiue, a diferencia de la prudencia_io que bonum et quid malum, quod pertinet ad naturalem legem, nihil
-pero,sólo
so ha de hacer u omitiri / esta sustantivacián ha.ido
posifle aliud sit quam impressio luminis divini in nobis. Unde patet
rnerced a Ia concepción cristiana, según ra quod lex naturalis nihil est quam participatio legis aeternae
cual esas normas
generales-la lex naturae-consistían Jn ,ru prrii.rpr.ión
ley eterna de Dios. La voz de ra conciencia er.a así Ia
de ra 9 Y, por supuesto, también los luteranos de ayer y de hoy. Véase,
voz de por ejemplo, lo que escribe D. Bonhoeffer: «El hombre de conciencia
Dios 8, y el proceso en virtud del cuar lu .on.irn.i, tiene que producir su decisión en las más apremiantes y forzadas situa-
se hace
autónoma no es sino uno de tantos exponentes ciones. Pero la resolución de los conflictos en los cuales, sin más consejo
de ra secura¡i- ni guia que el de su conciencia, tiene que elegir, le desgarra. Los in-
zación del hombre moderno y de ra .r..lión
d"-rru morar sew- numerables disfraces y máscaras, honrados y sedrrctores, tras los cuales
la
::*!.? religión, primero, vuelta luego .o,riru .iiu y, uf ti,{ut,
tambren contra sí misma. y, en efecto, plr
se le acerca el mal, convierten st¡ conciencia en angustiada e insegura
hasta que, {inalmente, se contenta con tener, en lugar de una ubuena
ro que a ra ronciencia
se refiere, hoy nadie duda, tras er priáo",.áli.ü; conciencia>), una conciencia descargada, y engaña a su propia co¡rciencia
; psicoanárisis para no desesperar; pues el hombre cuyo único ap()yo es su conciencia no
€s capaz de comprender que una nmala conciencia, ¡ruede ser más fuerte
6 Eüca, Derecho Hisrcria, pág. y más saludable que una conciencia engañada, (Ethik, págs. l2-3).
-e
? sanro 'fom¿is ha 193.
10 No va.mos a tr&zar aquí la historia del concepto «le ley natural,
anarizaáo' ti. ,... funciones de ra
l'4, rcconocer que se ha hecho o no r" r" rr..ir"'rigJ, conciencia: de la que algo hemos clicho ya y volveremos a decir. Un tenta interesante
( l, quc nroclcrnarrentc I] á".r., testiricar sería el de la confrontación del concepto de ley natural en la escuela
se lrunru psicológica) ; 2.¿, recorrocer
q*e no se tiene o se tiene que hacer"orciencia to¡nista y en la franciscana. Para la primera su principio fundamental es,
3.&, juzgar que algo ya hecho
ulgo,
,", ¿""fr,"\¡i", o instigar, y como se sabe, el de bonunt t'acíendum., rnalum, uitandum.. Para la segunda,
¡i*-o mal, es decir,-ercusar o (rcusar
(«renrorder,. Cfr. S.-!t:.,I, 79,
ú,-;"Oe l¡ei¡ñie,-i;1.' '-
"at¿
8 Según Sroker (ctr'. Das C"-,iírril,l;
la llamada uregla de oror.
11 Cfr. Db Veritate, 16, 3.
{enómeno puramenre moral,..l;;;";;rgel1,e
;;;;";.'io uo es nunca un t2 I-II, 93, 2.
también la obra -pr¿.á t; ;;f;;;;.ia" a Dios. \,.éase 13 Cfr. Díez-Alegría, ob cít., págs. 112-3, y bibliografía allí citada.
antes citacln a.f Hollenbactr.
14 I-II, 19, 4.
(l ,,\ t 22:)
/E ET',tCOS
in rationali creatura¡r 15. El padre Díez-Alegría resume en estas -;;;p. fabilidad moral' Con
de l.a humana
Io cual' como ya se vro'
palabras la concepción tomista: «La ley eterna no toma prime- a la teología natural' lirimera-
;; ;; Ia subordinación
y en segundo lugar'
ramente el carácter de un orden de ser que se encuentra en la mente, porque ," *rt'ti"ne Ia ley natural'
naturaleza de las cosas para ser reconocido despues como tal porque también ;';i-;];ro {rnáu.rre de l¿r rnoral se ,rantiene
es tal
por la raz6n, sino que parece comunicarse inmediatamente a la ása subordinación, en cuanto 9!e la naturalcz¿r ltumana
u'i po'-bio" a su im*gen y semejanza'
ñ ir;b;, ,ia" ".LJucentral
16.
razón»
Pero a partir del Renacimiento la ley natural va a ir gra- EI conce¡lto ético de lod<l el pensatniento renaccn-
clualmente desprendiéndose de su vinculación inmediatamente tista y postrenacentista pasa a ser' de este mod<¡' el cle ((natu'
divina, aunque sin romper todavía, hasta Kant, la subordina. ra|ezadelhombre».Aestenuevoplantearlricnl"odel¡lroblema
ción metafísica. Al comienzo de la época moderna pareció a moral no {ueron';;;;,-;i*,..ho ,n.no., las in[luenci¿rs cle la
'int""as durante este pcríodo' Los gra.dcs
importantes pensadores católicos-como ya vimos-que una ética ética estoica, tu, Ia dirección cle
fundada inmediata y capitalmente en la idea de uley» vinculaba pensadore. .rp"áot..-á"rurrollaron esta idla en co''
pero los {ilóso{os umodernos»
demasiado estrechamente esta zona de la filosofía a la teología. ffi ;;;;;iu'r..ot;srica,>,;
No se trataba, claro está, de romper tal vinculación, pero sí de tine¡rtales pu.i"ro,' en marcha un concepto atrtónomrl de la razón'
autónomo de la
ahondar en las ideas de Aristóteles y Santo Tomás. Se empezó v los filósofos «rnodernos» ingleses, un conccPto la formtr'
afirmando la obligatoriedad de Ja ley natural ante praece'ptum. l##ffi;i;;;;;, qu" tri*inarán por
-11,rrd.uci-t intcrmedio
Se distinguió luego €ntre la ley nafural como preceptiva y qomo Iación de una éil;;;.;menre inmaneite.
I-l t:slabón
merBmente normativa. Yázquez, más tarde, identi{icó la l"y los teólog;;lJr;t;;s y Ia «ética moclern¿r» i. constit,ye el
entre
(según é1 impropia o metafóricamente llamada así) natural con sisrema d. Hrg; ó-.io. según ér, ra es{era de Jrrincipios
'¡s
la misma naturaleza racional: a ésta, por razón de su esencia, le éticossubsistiríaauncuandonoexistieseDios-enclqueGrocio
son moralmente convenientes unas acciones e inconvenientes creefirmemente-.Elfundamentodelamoralidadsetrasladaasí'
sicnclo para
otras, y esto sería lo que llamamos ley natural. Hasta que, final- integramcnte, a Iu'*t"'"leza dei hombre' que sigue
mente, Suárez establece, de una parte, de acuerdo con Y ázquez, Grocio-quizámásquenunca,enelsentidoclelraciorraiistrltl---
¿rnclada etr la ,sico-
que la razón de bondad o malicia moral se funda en la confor- racional. L- *;;;i ápo."." dá rrt" modo no han llegaclo
rnidad o disconformidad con la naturaleza racional i pero, de Iogía, pero en l" p'itolog"'.u.abierta-todaví¿r
otra, contra Vázquez, que la ley no se identifica con la natura- loí psicologistas-a Ia meta{ísica'
leza, que sobre la razón de bondad o malicia se da otra razón Lailusión"de.H,goGrocio,segúncIc¡lllal"yllattlral
l)ios, va a ser dc-s-
de prescripción o prohibición moral que es, justamente, la ley _v Dor tanro ü-*;r;i-subsistiiía áun .in
la r.¡r«¡ral la
rlue furrrla
natural. Por tanto, los actos qud morales son: I.o, buenos o ;"r Ka,r,_para quien esprimt:ro--<<si
;:.H;#ii;;"d3biár. tro existe
malos, y 2.o, prescritos o prohibidos. La primera ralio funda la creenciu Pero Úostoiávsky,,
", permitido»-; Nieztsche, ittego, lrl Pt'egtltrtar-'e
una «obligaeión imperfecta» y abarca un ámbito más amplio Dios, todo está
que el de la segunda (puesto que comprende el bien supereroga- ñ¿1;t;r" d;";;iá, -oi"' ha muert"lll J.,11]]"lmetrte' Sattte'
consecuenclas de una posicirin atoa
cohel'ente,
torio). Esta difelencia se funda en ei testimonio de la experien- al sacar todas las
cia moral: cada hombre conoce no sólo que sus acciones son hu" tido los destructores de esta ilusión' sc
t1uí: esta
buenas o malas, sino que también algunas de las primeras Santo Tomás se pregunta agudamente llor 'lcv.
tal,
llama unuturuir, ,i"ndo L.í que"ei homb.c, eIr cu¿rnto t¡Lrr¿r
deben ser necesariamente ejecutadas (bonum cuiu,s carentia est
malunr). Se distingue así entre el bien moral libre y el bien Ia.voluniad' y 10 .per nuturant' \ coutesta
;;; i" raz6n r'oát toau
moral necesario, y entre la «obligación imperfecta» y la <,obli- pro{undarnentá qr" op.ru"íóí dc la razón y1?' cle la voluntad
Aliill'a Ilictt'
se deriva de aquello qr" ., según-la
natul'lIlt'zil
gación perfecta». La ley natural restringe la voluntad libre y cs sictnlrrc algo
constituye por tanto un dictamen preceptivo, pero no funda el eI principio del movlmiento á. la voluntacl
1s' hacia el cual la vo-
ser moral, sino que Io presupone va; su papel es de sup.lencia naturalmert" ;;tido, el bien en común

l5 I-II, gl, 2. r? I.I[, 91, 2, objeción 2.


1,6 Díez-Alegría, ob. cít., pirg. ll2. 1B I.II, I0, 2.
T

!2.1 / ¡.),
't' TICOS At 225

luntad se mueve n.atural y no libremente. O sea, que Ia ley se Dios campea imprevisible absoluta. Cabrá objetar que J)ios
y
llarna y es «natural» en cuanto que se funda sobre la inclinación no pr",l" fbrr. ucontra la rácta razón). Es verdad,-concede Biel;
natural a la felicidad. Dicho en la terminología de Zubiri: el p"rá tu recta razón, por lo- q1e se refiere a las obras ad extro'
hombre está ob-ligado al deber porque está ligado a la {elicidad. no más que su váluntad. Pues-continúa Biel-nadie puede
La «ligación» es natural; la «ob-ligación», en cierto modo, ",
enfrentars* óon Dios y decirle: [Por qué obras así? 21'

también. Pero dejemos estas teorías extremas y vayamos a Santo To'


Pero si se trata de una ley «natural» y, consiguientemente, más. El principio general de su concepción con_siste en a{irmar
inmutable, ¿cómo se compadece esta inmutabilidad con la histo- que Ia ley natural quantum est de.se' es inmutable' Pero a con'
ricidad que también parece cierta? El planteamiento escolástico tinuación scrnete eÉte principio al contraste «le las aporías bí-
clásico advirtió esta historicidad, pero no en sus propios tér- blicas, tratamiento tnuy inteiesante porque, aun cuando sea por
minos, sino bajo especie de dispensabilidad. Es, pues, en torno modo implícito, ,uponá ya la historicidad y aborda el problema
a la <<dispensa» de la ley natural como se trata el problema entre según un punto dó vista concreto. Las diiicultacies que se pre'
los escolásticos. Veámoslo rápidamente le. ,.irun f."nt" al principio general son de tres clases: c[ue exalni'
Empecemos por examinar las dos respuestas voluntaristas: naremos a continuación separadamente:
la de Escoto y la de Ockam. Para Escoto, lo único realmente I.' La ley natural, aunque es inmutable, puede mudar' sin
bueno es Dios y su amor; por eso son perfectamente dispen. embargo, por causas accicleniale-s y justas,.con dispensa llamada
sables, con dispensa propia, los preceptos de la segunda Tabla improiia,'u .urr", dice Santo Tomás, de la naturaleza muclable
d.f há*úr. ,r. Algunos autores como Deploige han quelido
23.
del Decálogo; es decir, los que no se re{ieren a Dios, sino al
prójimo. Según Ockam, Dios puede dispensar, con dispensa ver aquí un cierto- relativismo tomista de buena ley -que illg'
propia y de potencia absoluta (.eslo es, según la incondicionada defenderse de las acusaciones de la escuela socioló'
voluntad divina), también los preceptos de la primera Tabla "ulurr'para
gica. Ño hry tal, evidentemente-. Cuando Santo Tomás habla
del Decálogo; es decir, los que se refieren a Dios mismo. Nos- á" lu naturaláza mudable del hombre, piensa, sencillamente, en Ia
otros hemos estudiado esta posición, no en Ockam directamente, mutabilidad de su disposición anímica, como lo p_rueba el ejem'
presenta. llsta suspensió_n
sino en su discípulo el alemán Gabriel Biel 20. ;i; á" la devolución iel depósito- que de la virtud de la
Biel comienza por distinguir entre los preceptos de la pri- irovisional se explica mediante la fuñción
mera y la segunda Tabla. Para é1, estos últimos no son propia- prudencia qr" y aplica rectamente los preceptos gene-
mente de ley natural, sino positiva, puesto Que, a su juicio, "á'ni|ae
rales de la ley natural.
su infracción no aparta necesariamente del fin último, de tal 2." Hay una plirnera serie de alorías. bíblicas consistentes
modo Que, estando vuelto a éste, se puede despreciar a los en casos párticulares. Así, el sacri{icio de Abraham, la sus'
propios padres, matar al prójimo y ser adúltero y ladrón. Por tracción que, por mandato de Dios, hicieron- los israelitas al
consiguiente, Dios puecle perfectamente dispensar del cumpli- huir de egipto, de los vascs de oro y plata y la su¡uesta orden
miento de estos preceptos-y aun ordenar que se conculquen, de hermenéutica
conlo en el caso del sacri{icio de Abrahsñ-, puesto que sólo
de Dios a" br.^, (que'q.r",plantea un pioblema
escrituraria en naturalmente, no corresponde entrar
en senticlo lato pueden llamarse cle ley natural. "1 prortitrtu y engendra hijos de.prostitución»'
aquí), «<toma mujer
Pero también puede dispensar de los preceptos de la pri- Ti., de honri.1,Iio, robo y aclulterio, respectivamente, que,
mera -fal¡la, en el sentido de que puede salvar a quien no se ""sos
sin embargo, no mudan la ley,- sino la materia, puesto clue el
halle en estado de gracia; es decir, a quien carece de caridad Señor iie lI vida y cle todos los bienes puecle disponer de la una
(pues para Biel ch,aritas ídentifica'tur gratiae). La voluntad de y de lc-rs otros, .in qr" "l :i:.r1ior de su voluntad cometa por
állo, .luro es, robo ni homicidio'n (el texto de Oseas no se inter'
19 Quien quiera estudiar más ampliamente esta cuestión puede ver
Stadtnri.iller, Das Naturrech.t ím Lichte der geschichtlichen Erlahung;
Petrasclrek, System der Rechtsphilosophie y System der Philosopltie des 2L Biel, oó. cir., dist. I7', q. l, a. 3, dub' 4'
§¿aa¿cs u.nd des Vól,kerrechts; y Díez-Alegría, ob. cit. 22 CÍr. Com. in'lY Lib. Sen't.,d' 3, q. l, a' 2,y S' Th', I-II' 57' 2' ad l'
20 Com,mentarii iru quattor Setentiartun libros. Sobre esto puecle verse 23 Cir. so libro Ie conllit de la moraLe et de la socíologie.
el Cap. VI de la sección primera de mi libro El protestantismo y la moral. 24 I-II, 100, B, ad 3.
tF) U COS ('

preta hoy, según la exégesis católica, de manera simplista y de l,o's jesuitas, obr¿r violcntamente antijesuita y anticatólica,
extremadamente literal). reprocha a Suárez el voluntarism<¡. Uno de los tópic«rs más repe-
3."
Pero las anteriores explicaciones no valen para el caso tidos y más discutibles es este del voluntarismo de Suítrez. Sin
verdaderamente aporético: Ia legislación divino.mosáica del ma- embargo, en este punto creo que puede alegarse con alguna
trimonio, con permisión de poliginia y divorcio o repudio. Aquí raz6n.
ya no se trata de casos particulares, sino de una /ey positiva en EI problelna en la actualitlacl se plarttea ya en sus términos
contradicción con la ley natural, ambas procedentes del mismo exactos; esto es, como el problema dela conjugaciitn de Ia itrntu-
Dios. tabilidad con la historicidad de la ley natural. El historicismo
Santo Tomás 25, como hace ver bien el citado padre Diez- no ha pasado-como nada en {ilosofía-en vano.
Alegría, vacila entre dos explicaciones. Por una parte, Rufino, Esta conjugación se intenta por múlliples vías. Yo voy a se-
comentador del Decreto de Graciano, había distinguido entre los guir la de Stadtmüller, Petraschek 28 y el padre Díez-Alegría,
mandatas y prohíbitiones y los que él llama demotnstrat'iones, que admiten un despliegue histórico de los preceptos.
es clecir, simples ¡:ecomendaciones. Esta doctrina {ue recogida Hemos visto, a través del resumen anterior, qLIe el caso
por Guillermo de Auxerre, que, como ha mostrado Schubert 26, verdaderamente aporético, el único que queda sin resolver satis-
influyó mucho sobre Santo Tomás en toda su doctrina, tan agus- factoriamente, es el de la legislación mosaica del matt'imonio.
tiniana, de la ley eterna y la ley natural. Guillermo de Auxerre, Recurrir al dominio absoluto de Dios y a la mutación de m¿rteria
modificando la terminología de Rufino, distingue entre los pre- no basta si se quiere extirpar todo voluntarjsmo. Por eso los
ceptos de primera y de segunda necesidad. Santo Tomás aplica citados autores ponen en relación ese dominio absoluto de Dios
esta doctrina, y así dice qu'e la poliandría impide el fin principal con la ley de doble a{ecto y con el nivel ético-histórico. El resul-
clel matrimonio, en tanto que la poligimia solamente impide el fin tado, si se considera a esta luz la institución tnosaica del rnatri-
secundario. Y por otra parte, Santo Tomás recoge también una monio, es que con ella acaecía:
seguncla posible explicación, que venía ya rodada d,e tiempos ante' 1.o Una asequibilidad mavor de ciertos bicnes, fundame¡r-
riores, y es la distinción entre los preceptos de la primera y talmente el de la multiplicación del pueblo elegido.
la segunda Tabla, que, como hemos visto, hizo suya después 2.o Una inasequibilidad existencial cottcreta-¿l c¿lusa del
Escoto. bajo nivel ético-cultural reai del pueblo en aquella é1:oca--de los
No podemos perseguir aquí la evolución de este problema, bienes conyugales a que se opone la poliginia, a saber: la amis-
por ejemplo, en Lutero ni, sobre todo, en los tratadistas espa- tad de los cónyuges (pues de todos modos la conclición cle la
ñoles. El padre Díez-Alegría lo ha estudiado particularmente en mujer era de sierva) y la mejor educación cle'los hijos.
Molina. Digamos una palabra sobre Suárez 2?, aunque la verdad 3.o La inasequibilidad existencial concreta de los princi-
es que en este punto y por una vez nos decepciona un poco. pales males que se siguen de la poliginia, a silber: la tcntación
Sigue en líneas generales las doctrina de Santo Tomas, rechaza a no concebir hijos y a la disminución de Ia rratalidad, pues ya se
Ia de Escoto y, por supuesto, la de Ockam y su última palabra, sabe que la fecundidad era para estos ¡lueblos antigrtos cl mayor
demasiado tajante, es: Dios, stlprv¿'¡nut legíslator, supremu,s bien e incluso señal de elección.
dominus, supreüLus index, r4uda, no la ley, sino la materia de No sé si estas explicaciones--.que, como ya se ha dicho, no
Ia ley, y esto, agrega, aun en el caso de la legislación mosaica son mías-se estimarán completamente satiqf;rcl"orias. l:,n cu¿rl-
del matrimonio, donde lo que hace es conceder el dominio sobre quier caso para mí, y aparte el ploblema de la resolución de las
otras mujeres, además de la propia. aporías bíblicas que, evidentemente, no cs un problema sol¿r'
El italiano Giuseppe Saitta, hegeliano, discípulo y amig<i de mente ni aun primariamente filosófico, la cuestión funilamental
Gentille, en su libro La Esco!ástíca del siglo XVI y la política y más general está en otro lugar. Estír en quc la ley natural es
25 In IV Sent. Lib., d. 33, q. 1, a. l, y S. Tb., 94, 4 y 5, y 100, B. 28 Cfr. obras eitadas sutr)ra. Dcscle otro pr¡nto de vista dcbe verse
26 Augustins Lex-Aeterna-Lel¿re nach. Inhalt und Quellen. apud. la conferencia reciente de Arthur Kaufntann, Naturrecht. und Oescli-
Díez-Alegría, ob. cít., I12. Cfr. también Dom Odon l.ottin, Le tlroit natu- chtlichkeit. El problenra de la lcy natural se suclc estudiar concrctaclo
rel ch.ez Saint Thoma.s e¿ ses prédécesseurs. en el derecho natural aun cua¡rtlo cl conccpto <le Ia primcra es nrás
27 De Legibu,s, lI, 7 y sigs. amplio y comprende dentro de sÍ eI segundo.
.S DIOS TI(, ¡t (: At 229

una realidad moral segunda o tercera y no primera. La regula


tnorunt, primera es, como vimos, el bián .rp."*o en su foima natural. Y el Concilio Vaticano confirmó y rati{icó esta doc-
concleta de felicidad como perfección. Esta lelicidad como per- trina.
fección, el hombre tiene que buscarla concreta, históri"u*.nt", Se ve, pues, dejando ya atrás las dificultades de exégesis
mediante la razón práctica o inteligencia moral humana: es el bíblice, que la inmutabilidad de la ley natural es perfectamente
plano de la «naturaleza racional, .o-o {undamento de Ia mora- compatible con el descubrimiento histórico de ésta. Pero hay
lidad, e¡ el que, como hemos visto, se movieron los grandes un problema más grave que el d" lu historicidad en el conoci-
escol¿isticos españoles. Y en fin, la lev-ley natural_ádviene miento de la ley natural. Hemos visto que la ratío suprerna
lógicanrente después, como conducente, por modo más o menos de Ia rnoralidad es la {elicidad como perfección del hombre.
problemático a esa felicidad como perflcción y a esa con{or- Ahora bien, por ser la felicidad, en principio, «indeterminada»
miclad con la naturaleza racional. y por ser el hombre--cada hombre-limitado, es posible y aun
necesaria una pluralidad de ideas de la perfección. Pero esta
, Ahora bien, lo importante consiste en ver-y en ello estriba pluralidad de ideas de la perlección, comprobable empírica-
el sentimiento profundo de la distinción entre la sindéresis,
mente, plantea un problema en relación con el relativismo moral.
quo- quis agit, y la ley natural, qucd quis agit-que el contenido
de la «ley natural» se descubre, ," vá descubriendo lenta, labo- La cuestión, como dice Zubiri, debe ser examinada en dos situa-
ciones distintas: dentro de una misma idea del hombre o sobre
riosa, históricamente, a través de ia experiencia: experiencia
estrictamente moral y, sobre todo, experiencia religiosa, porque la base de di{erentes ideas del hombre.
el contenido del éthos ha sido siempre manifestado po, ^la vía En el primer caso, ¿qué significa el cambio en la {igura
,concreta d" lu moralidad? Esta pregunta se rr:duce a esta otra:
religiosa (o i-rreligiosa). Conf ucio, Budha, Zaratusfra y, por
§upuesto, muy sobre tocios, cristo, han sido los grandes inven. ¿se trata en este caso'realmente de un cambio do moral? Sí
tores de moral. También para el cristianismo heterodoxo, Lutero, y no. No hay-dice Zubiri-un canrbio intrínseco, aditivo o por
que destruye el valor religioso de la moral, y Calvino, de quien conexión física, sino una conexión de implir:ación intrínseca:
surge una en parte nueva moral. Y para la actitud atea, pero la realidad moral es la que, desde sí misma, hace posible el
anti-cr¿sliana de nuestro tiempo, Nietzsche, liero no el ufilósáfo» canrbio. Se da aquí un desarro'llo de la moral, pero no propia-
(la etltica docens no crea étlao's, sino que ie limita a filosofar mente un cambio; la «explicación» de las posibilidades impli-
sobre él), sino el «predicador» y el <,profeta». La moral nunca cadas en una misma idea del hombre. Cuando esta <<explicación»
está enteramente dada. La ley natural, salvo los primeros y co- ya no bontinúa y cuando la moral concreta, en vez de mante-
munísimos principios, es menester, como reconoce Santo Tomás, nerse, lo o're hace es deformarse, llega un momento en que se
irla clescubriendo ", se desarrolla por modo de adición 30 y yugula la moral de ese grupo social y ya no queda más salida
puede borrarse de los corazones humanos 31. El primer principio,
que el cambio radical de esa sociedad.
bo'nutn e'st faciendum et proseq'uendunt, et malum uitandum', es Pero cabe una segunda hipótesis, la del cambio en la idea
todavía una mera «forma» que será necesario ir rellenando misma del hombre. No es, claro está, que cambie la naturaleza
humana, pero sí lo que ella puede dar de sí: cambia Ia idea
de <<contenido». La explicación de la ley natural es objeto de la
Etica en cuanto ciencia práctica. Y precisamente porque la'ley de perfección (idea de la perfección con sus posibles ingre-
natural no es legible sin más en nosotros mismos, porque la dientes de limitación, parcialidad o inadecuación). ¿Cómo se
ley natural no es la sindéresis, es menester, para precaverse de produce este cambio? No es-continúa Zubiri-que entren en é1
erú aequo la idea de Ia per{ección y las circunstancias. Tampoco
errar, la Revelación directa de la Voluntad de Dios, la I.y
divina. Santo Tomás alega cuatro razones para hacer ver É que virtual o implícitamente estén contenidas unas ideas en las
necesidad de ésta. Una de ellas, la que aquí nos importa, es la otras. Se trata de un despliegue de posibilidades diferentes que,
«incertidumbre del juicio humano», pese a la existencia de la ley incoativamente, están toda.s en el hombre que va a cambiar. La
idea de la perfección se funda en la perfectividad humana y
admite líneas distintas de desarrollo. FIay, pues, o puede haber,
2e Í-rI, 94, 4. un cambio en la idea misma de perfección y no sólo un cambio de
30 I.lI, 94, 5.
3r I-II, 94, 6. materia con conservación de forma, como sostiene el formali*"mo
rnoral. Pero este caso, Io mismo que el anterior, se resuelve,
qr
l

IF:,STU os ÉTrc
en definitiva, en una cuestión de verdad rnoral: que ia idea de
perfección de que se trate sea universalizable, que sea adecuada
o inadecuada a la realidad.
Tanto Ia pluralidad de ideas de la perfección como el des-
arrollo dentro de una misma idea, responden a una incertidum-
bre en el plano de lo concreto que es verdadera «<indetermina-
ción». El hombre ha sido puesto en la condición histórica de
tener que tantear y buscar lenta y trabajosamente su propia CAPITULO VIII
perfección. Y por eso, aun sin salir del plano moral, rtecesita
de la Revelación y de su histórica explicación, que va patenti-
EL FORMALISMO ETTCO
zando más y más el «contenido» de la moral.

Enloscapítulosírltimoshenrostratadoclelaral¿osuprema la raz6n
o stffnntu* brnuii, V Arf sentido moral (sindéresis),
la prudencia como
la
;r;;;i;; ("rtrt"i.r" íu'iá"ul), conciencia v
de la moral'
Ios modos a" .rái"ni" "o"ór"ción del
cooi'e,riio-
Pero¿esquelamoraldebeteneruncontenido?Evitarelca-
el desideratum
«dado» a.-"r. contenido es precisamente
rácter
cle los sistemas de ética {ormal'
Cuandotratamosdelprincipioantropológico'hicimosver'
también a Ia Escolástica v a
--igr;;á; , Zr¡i.i";,;; Jl fo"do' moral
Aiistóteles, que I, í"did^d humana es constitutivamente
de t«in-moral»
humana
y {ue, por tanto, calificar u.na. co.nducta
esincurrirrr,unu-contrad'í'ctíoí'n'ad'iecto'Unactopuedeser
inhonestu-,p".o-nun"^in*oral'(Laexpresiónsolamenteten-
que considerase Ia
dría sentido pr.á '"-l""i"nalismo extremo <<sup€restrut::::
*iálg"""i; ; Ia voluntad como engañosas
se destruiría a si mrsma
I ;; l;xtd, i*putri"". pero esta {ilosofía pues tl"lpo-"-: sus conciu-
en virtud de sus propios supuestos'
I

sionesseríanmásqtre«tsuperestructuras»singarantíaalguna.
I

como actitud, siempre que,


Tal a{irmación áaiio sólo, si acaso,
al sillncio y-a Ia'dimisión de la
inmediatamente, ;';;;Jt';se
hombredad. Ni q* attit tiene
que no se han dado nunca tan
Un Nietzsche o un
extremada* y .o'*radictorias prátensiones. la moral reci-
se limitan a luchar contra
Klages, po,
"5"*pio, del irnpulso y la espon-
bida, pero suponén otra: una moral
taneidadd"r",,i"nuda'Yellosmisrnoslosabenylocon{iesan:
luchancontra"l'on"nidorecibiclodelamoral'para'-acentuar
La estructuro Áo'ut A" Io vida'
Podría alcgarse también' coüro
,rairi-a.lo *orul,-en una dirección muy distinta,
il;;ñ; él preri-ica
el determi.,ir*á'qü""**" l, Íib.r,ud. Pero tambií:n
con nuestro destino, el parere deo,
una moral: lr-.o'rrfor*iiacl libertad)' La vida
el conocimiento como única posibilidad dc como dice
vida moral, en cuanto a su «{orma»-'consiste'
-la
iiñ;

/E TI At 233

(mé'
Ortega en <«quehacer». Este «hacernos» nuestra propia vida, en la de cualidad, la virtud; en la de cantidad, lo medio
prefiriencio unas posibilidades y postergando otras, poniendo trión); en la de relación, Io útil; en la de tiempo ', el kairós'
nuestra {elicidad en este o en el otro bien y definiendo así, en la oportunidad; en la de lugar, la diaíta, etc' l
cada uno de nuestros actos, según hace notar Zubiri, la {igura bl bi., es, pues, 'por de"pronto, un conc-epto indeterminado'
de nuestra personalidad que un día quedará {ijacla para siempre inconcreto, ufoimrl,,--todo puede ser tomado como tal porque,
según dirán los escolásticos, «omne ens est bonum»-; eI
en Io que de{initivamente hemos querido ser; esto y no otra bien
cosa es Ia moral como estructura. esi simplemente, aquello que se busca, el iin ¿e nuestras accio'
Todas las filoso{ías suponen, aun cuando no expliciten. esta n.r, .l objeto áe nuestra llre{erencia, cualqttierra que éste sea;
primera dimensión «formal» de la moral. Veamos, como botón aquello con vistas a lo cual se hace algo'
de muestra, una entre ellas, una típicamente ((material», Ia de Ahora bien, aquello con vistas a lo cual hacemos' no algo'
Aristóteles. Naturalmente, sería inútil buscar en Arisióteles una aquello qr" ." busca xafl' qóto y nunca en vista cle otro
sino todo,'r^u
limpia distinción entre el genus m,o'ris y su especi{icación, entre bi"r, .. palutra, el bien supremo, el {in último del hom'
la moral como estructura y la moral como contenido, tal como ha bre, es la {elicidad.
sido llevada a cabo, ésta por Zubiri, aquélla por la Escolástica, Pero todo cuanio ." ha dicho, todo cuant,l dice Aristóteles
sobre todo la gran Escolástica española. Pero, al menos, implí- en la Etica nícomaquea sobre el bien y la ielicidad en los seis
citamente, está ya allí.
I *.a¡ capítulos hasta L0g7, b 22, sacando las alusiones arriba
Para Aristóteles, la teleología ética está subsumida dentro íranscritas,^a Dios, el noits, la virtud, etc', pcrtenecen estricta-
lu
4: teleología general del universo: xa).óc úr.e,oi¡vavro t,i-1a00'r mente al plano ufármal, de ia ética porqué, efectivamente, eI
oó tavt' ergietat, «<bonum est quod omnia appetunt» 1. Pero rro hay bien, .o*o hemos clicho, puede ponerse en cualquier cosa'
un bien al que, en realidad, tienda todo, por lo cual no se y la'felicidad consiste purr,to. en el placcr, para otros en la
refiere este texto, todavía, a un bien determinado, sino al actividad política y para alguno_s en la contcmplación de la ver'
«bonum communiter sumptum». dad. Sólo ahora, árr.,do pa-ra decirnos concreta, <<materialnren-
Sobre esta teieología universal se montan la tékhne y el i.,r, qué es de verdad. la jelicidad-esa felicidad en la que,-en
m.éthctdo's,la práais y la proaíresís humanas. Todo acto humano p.in"ipio, «{ormalmettte», cabe todo-, indague-cuál es la <tobra
se lleva a cabo con vistas a algún <<bien motal», en el senticlo de hel h"mbre» y desarrolle la teoría de las vit'tudes, entrará en el
los versos de Hesíodo que cita Aristóteles: «El mejor de todos estudio del «contenido» de la moral'
es el que todo lo intelige»; la dimensión primera de la moral Son, pues, dos demandas distintas las que constituyen
Ia
como realidad constitutivamente humana está apuntada aquí; moral,'qL" hrgr*n. por nosotros mismos nuestra vida y, por
ei hombre es moral porque se conduce a sí mismo, bien direc- encima de nuestü personaliJad; y que la hagamos con-
tamente, por su inmediato inteligir, bien porque su inteligencia "llal
forme a esta o la otra «idea del hombre>,, conforme a esta
(versión a la realidad y, por tanto, a los otros), le induzca a o a la otta regula mo,runt, conforme a tal o cual «escala de
seguir los consejos ajenos. Y de este modo es ya moral, inde- valores>,. Una c-osa es afirmar que, queramos o no' somos
sujetos
perrdientemente de adonde se conduzca (al bien o al mal moral). morales, y otra precisar cómo-_d.ebé ... nr..tra realidad moral'
Es verdad que, a causa del intelectualismo ético griego, en esta pro.ád" el «contenido» de la moral? Para eI tomismo,
¿De dónd"
primera dimensión de lo moral viene inde{ectiblemente dada la pur¿ tocla ética áe la lex naturae' este contenido es
;;";";;ri
segunda. Pero esto no obsta a que la distinción esté ya insi- constitutivo también, en sus principios generales, ,le Ia natu'
nu¿rcla. raleza humana, qr" por". un habítu.s princípiorltm practícorum
L¿r impugnación de la Idea del Bien como universal nos o sindéresis. Ahora bi.n, este segundo momento-moral como
con{i¡rna en ello. Aristóteles sostiene, frente a Platón, un con- contenido-: á diferencia del primero-moral colno estructura-,
-En
cepto análogo, no un concepto unívoco del bien (si es que real- dista de ser incontrovertible. primer lugar, porque se funda,
mente llegó al concepto cle analogía en el sentido escolás;tico). clesde el punto de vista {ilosó{ico, á., un supuesto.procedente
de la
El bien se da en Ia categoría de la sustancia, así Dios y el nofis; Providencia, etc. (Ya
;*l"gf, iratural, la existencia de Dios, la
hemo"s visto que en la época moderna, tras algún precedente
t Eth. Nic., f, t, 1094 a, 2-3. medieval, se intenta hacei independiente la obligación natural
T

tt: TUDIOS Tt('


de la existencia de Dios. Pero prescindiendo de lo problemá- mente se eche de ver por slls críticos, el sei;undo intenttl y eI
tico de este empeño-sobre lo que ya hemos hablado-, siempre más radical para fundar una ética puramente fo.rrial. Sus pre-
subsistiría una dependencia metafísica, mayor o menor, y tam- cursores han sido Kierkegaard y, .ábt. toclo, Nietzsche. EI pri-
bién cuestionable.) En segundo lugar, desde el punto de vista *á.o, al poner el acento de Io ético, no en el contenitlo' sino
positivo, porque la historia muestra que ese contenido ha va¡iado en la u".titudr-actitud ética frente a Ia eslética v frcnte a Ia
profundamente a través de los tiempos, incluso dentro de una religiosa-, en Ia uforma», en el r«cómo» : cn Ia seriedad, la sin-
misma re)igión y una misma idea del hombre (por ejemplo, la la'profundidad, la decisión. Su ¡,firmación, porejemplo,
""r.i?"a,
de que',,1o i-portante es Ia elección, nrás rlue el hecho de clue-se
judaica y aun la cristiana). Volveremos en seguida sobre esto.
Digamos ahora, simplemente, que la Iglesia se ha hecho cargo f" justo,im lu energía, el pathos,la seriedad con clue se-ha
"fi¡á {or-
del problema, distinguiendo entre moralidad y moral concreta ffiao,i preÍudia lo qu{ andando eI tiernpo, }rabría de ser el
y definiendo que el hombre necesita de la Revelación para cono- malismo ético existencial.
cer bien el contenido justo de la moral, y por eso mismo el Pero Kierkegaard era cristiano, Y ya hemos v-isto que utta
Romano Pontífice es infalible, no sólo en materia de fe, sino ética puramente formal sólo puede engenclral'se,. dc verdad, en
también en la de costumbres. Entonces venimos a parar a lo una atmósfera no cristiana, y que ni sicluie¡a el deísnlo es un
que ya hemos visto al tratar de la actitud religiosa y Ia actitud clima suficientemente propiclo para ella. Ahora bien, el sen-
ética: B que el contenido de la moral concreta depende siempre tido de Ia {iloso{ía de Nietzschá consistió, como ha mostrado
de la religión, es determinado, a lo menos parcialmente, por ella. Heidegger 3, €tr hacer ver todo lo que entraña el hecfio-pues
Comprendemos ahora La raz6n que hizo surgir una morol como"tá1, como una especie de acontecimiento, lo toma Nictz-
puratwnte lormal (puramente formal, al menos como preten- sche-de Ia «muerte de Dios». La expresion <,I)ios ha lnuertor¡
sión). No ha habido, en rigor, más que dos éticas formales: no manifiesta simplemente una «opiniónrr del ateo Nictzsche,
la kantiana y la existencial. Ambas han surgido en épocas de sino toda una revolución metafísica y ética: la destrucción
profunda crisis religiosa, en épocas de desconfianza en cuanto al lo que pensaba Hugo Grocio-del nrundo es¡riritual,
-contra
del reino de ias esencias, ios valores y los icleales, tle la ver-
«contenido» de la moral que, como hemos visto, es inseparable
de la religión: en la época del deísmo y en ia época flsl q[sí.srw, dad, del bien, de la belleza, la destrucción del ánibito mismo
respectivamente. El contenido de la moral, para que sea univer- .n q.r. se ]ran movido el platoni.To y el crjstianismo' Natr¡r¿il-
salmente válido, tiene que estar sustentado por Dios. Una ética *.rt", el resultado insoslayable de un destino semejante ".. 9l
que quiera a toda costa ser autónomn tiene que renunciar a ese nihilismo y el absurdo. Érrto.r.". la ética ya no consistiría
contenido establecido y ser meramente formal. Así es como se sino en la «forma» de acel¡tar el absurclo y la nada, ]a ética
sería entonces, de verclad, puramente formal. Nietzsche no llcgó
constituyó la ética de Kant, indiferente a lo qu,e, se haga con
tal que se haga bajo la forma de puro respeto al deber. en guardia) de una encrucijada cle idcas ntoralr:s qt¡c sc infiltran hoy
Ahora bien, el formalismo kantiano, que expresaba una ;; t- jiri'r"tud. Cabe, pues, distinguir en aqucllr- exposició¡ crtatrg in-
rlit:hu, ética de los valores,
exigencia y una tarea propuesta al hombre en cuanto que puro ;;;ái;;;", *orul de Ía'situacióny esirictamente ético-cxistcncial, quc es el
Vernunftuterer¿, pero de ninguna manera una realidad empírica, ;;"."" de subjetivismo moral formalismo
qoá ,roa imporia en este ntomento. Véase a es.e respecto el sigtlic.te
fue mucho más nominal que real. La razón es obvia: aunque p"*:" del discurso: uEn la detelminación dc la r;tlrtcicncia, curlanroclo'
hotrtbrr:
el teísmo I, por tanto, el cristianismo habían entrado en crisis, !rr-prrti"ular se entiende clirectan.¡cnte con I)ios. \/ista tle t:ste l¡
Ia moral cristiana continuaba vigente. Por ello, cuando Kant decisión de la conciencia es, pues, un «riesgo, ¡tcrs<lnitl, con plcna si,ctr-
.ia"J a.tunte de Dios. Estas dos cosas, la inten<:irin rccta y la r-es.puesla
acepta como punto de partida el lactum de la moralidad, lo que
;il;;", son lo que Dios considera; la acci<in n. lc iutporta...'lbtlo estc¡
acepta, sin hacerse siquiera cuestión de ello, por su ahisto¡i- .e.ía pÍenumentá con la condición de urnlyor erla¿' del hc¡rnbrc
cismo filosó{ico, es la moral cristiana protestante. ;.d"n "onforir" lu relación de filiacitin. llsta visitln ¡rcrsonal
;;-;;:1
El formalismo ético existencial 2 es, aun cuando esto rara- áiorr" aI hombre me,lii "o,
"ri.iün-o, a cacla momento si la clccisión corres[)olrdc a los
«le la ley y a las normas abstractas, y le ¡rrcserva clc la [ipo-
2 Adviértase gue, como ha señalado Pío XII en su discurso de 18 de de una fl¿elíaaa fal'isaica a las leycs, así «;onto cle l¿r ligcrcza o
".ti"uto.
falta de conciencia, porque hace recaer personalrttt:nte sobrc cl cristiatrtl
"r".íu
abril de I952, este formalismo ético-existencial ha presentado algunos la
-- responsabilidad total delante de Dios''
brotes entre los católicos. El mencionado discurso no pretende ser tanto i- 'A.tí"ulo «Nietzsches Wort «Gott ist tot», ctr Ilolzutege'
la exposioión de un sistema actual de moral como la exposición (y puesta
r
/ti LI 't' I
237
a ella. Nietzsche abrió el camino de
enredado en el biorogismo, fundó
la ética exjstenciai, pero, por su renuncia, explícita en el pasaje que transcribimos a con-
-"ual ,ru é;i;; rirt..iol, ra ética
de los valores vitales] pu., ru tinuación, a entrar en la problemática material de los fenómenos
!o ubr"rol,--rería lo nobre, morales:
impulsivo y ,,señorirt,. pá.o ;;;^';;.rdo
I:j?":i,roo Dor
,,resc esta escapatoria, tampoco habría llegado
no se hu- <«Se echará de menos en este análisis un contenido «positivo»
fo.malismo ético- puro. a un en la ,,llamada»: por esperar, en toda ocasión, un informe uti-
io*o rá acontece a su discípuro Sartre,
la <<materia», sóró negativa, d" ., ética, habría lizable sobre las posibilidades, disponibles y calculables con
«sacar todas las consecuencias consistido en seguridad del «obrarr». Esta espera se funda en el horizonte
de una posición atea co]rerenteri 4.
<rEl secreto doloroso de los
dioses y de los reyes es que los hom- de interpretación del comprensivo cuidado mundano, que somete
bres son libres», se dice Lu, llt[ou"lr,"r. pír.. úi"n, el «rconte_ el existir del Dasein bajo la idea de un negocio regulable. Tal
"n ética atea
nido», <<la materiar, de esta espera? que también, en parte, está implícitamente a la base
consiste en ribertar a ros
h«rnrlrres del y der ur."f.nti,niento, de rus normirs y de de una ética material de los valores, {rente a otra «sólo» formal,
-pecado
Ios valores, de los reyes, de ros es frustrada, ciertamente, por la conciencia moral. La yoz de la
dioses, aa errtero,
de Dios. Sólo en un mundo d"l qre ".irtirnismo conciencia no da semejantes instrucciones <<prácticas», porque
último rastro de fe y en er qu"fpo.
." frrUi* borrado ya el lo único que ella hace es llamar al Dasein a la existencia, al
tanto, fuera ya ocioso Iuchar
co.t,a el cristia.nisnp, se¡ia
pá.üt" in.,ul* ,rr'j,i., puramente más propio poder ser sí mismo» e.
formal clel s¿sri¡¿e._pero, t.u! important", ...*.urs, puecre
La voluntad heideggeriana de formalismo ético se expresa
d.ecirse que la de sartre lo es."riu,
E.t" ,ii*" ; r*'el varor no es en este pasaje con la máxima claridad apetecible. La ética de
sino Ia exp.esión de ra constitutivu *urqr"ala", Heidegger es completamente fiel, en este punto, al espíritu
lracaso de Ia existencia, a la que a.l inevitable de Kant.
19 e. poribl" coincidir consigo
nrisnla. se reprocha ar existencialismo, Ninguna filosofía, empero, más próxima al puro formalismo
6, dice simone de Beau-
voir que ((no p.oilone ar acto morar' existencial que la de Jaspers. En efecto, por una parte, es la
ningún contenido .bje-
tivor>, y reconoce que así es,
efecüvament;. T""g."g, que a las menos anticristiana, ni en realidad anti-nada-«la filosofía es
¡rreguntas ((¿quéacción es buena?» y ((¿cuál esencialmente antipolémica», ha escrito Jaspers-, con lo cual
contestar rrdesde fuera», porque uro "rItu"ir,'no .J. renuncia al «contenido negativo», tan a la vista en Nietzsche
tri -o.ui"; ";;;.
descansa en ningún ,,fi.r,, establecido
rre receras» y Sartre. Por otra parte, con su renuncia a toda «doctrina», a
de ,'lu u", Por todas,
consiste en pura e incesanre tensión todo <«contenido filosófico>r y también a todo «aparato» pre-
;;ff,:lr. y en el <<engagement
socrático, filológico, etc., se reduce a una grave exhortación
ll.n Fleidegger el formalismo é1. (Ap¡tell) moral. La enérgica repulsa que hace Jaspers de la
en te po.q ue ra ma ter,
recisa m
- xüff"Ii:.o['.x «objetividad», de la doctrina, es bien conocida: «Das Fest-
1'
do no falta; 'véu.,se ru. dr*, palabras

:l::: f
: l'oT: werden der Objektivitát ist die Vernichtung der Existenz.» La
nismo, en esueciar ar, catórico, án que dedica al cri-stia- tarea de Ia {iloso{ía consiste en mostrar el camino, desde el
p'lLvsik. Toda la obra h.id.;;;;iJna
ru it"iiirr"|
in die Mera- Weltda'sein a la e,xistencia. El primero, el l)asein mundano, se
está impregnada de sentido
ético, pero Hans Reiner ..ñio, .o, agota en mera preocupación por la subsistencia, por las ganan-
.urón ?, gu€ no es lo mismo
tene. un étlLos t qu. poseer una cias, por el éxito, y también por la «<seguridad» de un conoci-
ética ;rfr.nta¡se con
las cuestiones v ta¡eai concretas
de ra "upull;
miento objetivoi por ejemplo, la <<metafísica» como «saber» de
sentido "*'i.r"n.ir."i qu. en este
*rv expresivo ,.,¿liri. h"id;;g;;iñ i"r
«otro mundo», la concepción de la «inmortalidad» como «blose
". "l Gewissen,
4 Llexisterutialis¡-ne est un ht¿manísm,e?, e Sein und Zeit, pág. 294 (pág. 338 cle la tradur:ción española). Para
5 L'étre et le néant, pág. 94.
el discípulo de I-Ieidegger y gran teólogo Bultmann (Clauben und Vers-
6 Pour frg.- ;á'1,'';p;;rpecrivas morales,.
une morale'¿L Fo^-¡¡'s"'iti.' tehen, I, 234), una ética filosófica no puede ser ética «material», sino,
I"
?1:._,,:,nzip uon c,,;;;;"T;;;: pág. Br. como desde Kant, solamente formal. La filosolí¿r se sale de su cornpe-
rlpenas es menesrer d""ir que la polabro tenci¿r cuando pretende contestar a e$ta pregunta: jQué debo hacer?
acepción usual dent..o éthos se torna aquí e* su
d" t" iir"iori" actuar-sistema t{e preferencias*, Unicamente le compete interpretar la situación moral desde el punto
la relación enrre una y de vista existencíal, no exístenzíell. La respuesta material corresponde a
lJ.ill:T1i,,i1J,ll;.r,ifij orra^acepción argo
la ética teológica, cristiana, aunque también aquí, a juicio de Bultmann,
sería preciso distinguir.
r
I
(' /\ I 239
/E OS ÉTrcos E*
constitutivamente moral del hombre) y moral . como contenido
Ubergang zwischen Daseinsfonnen», etc. 10. Siempre la aspi- etc.). Kant,
ración a un «feste Halt», a una firme aprehensión de realidades i;;i;;tpt" det bien^i;;i ;r1, deberes, prescripciones,

objetivadas y aun cosificadas. La experiencia de las <<situaciones- de una manera "o,'fundtnt*, y después lleidegger' Jaspers y
de a1bi1, Ut::,::
límite»-la muerte, el sufrimiento, la lucha, la culpa-nos saca Sartre, se mlreven únicamente en la pt'imera
que es asl-qLlle-
del Dasein y nos pone ante el Existieren, ante el no-saber ya, ante .ion.r. Y Justamente por eso, en la medida en
quc, subrepti-
ro decir, prescindiendo de la <<matelia>r r¡oral
la Unheímlichkeit, ante Ia «nada», ante la Trascendencia. «Exis- ellcls-, es una m<¡r¿rl insu-
tir» es lo mismo que estar ante la Trascendencia, y que pasar, .i"_".,_ d'eslizada, se encuentra en
cle verdad, por una «situación-límite» 1r. La filosofía habla de Jíciente (aparte,'íriu"ut*ente, de Io que tiene de falsa). una
'Jri.u ,.ui y concreta no puede contentarsc con reflexioncs mer¿l-
«existencia», de las «situaciones-límite», de la uTrascendencia» aunque no
y de sus «cifras». Pero directamente nada puede decir sobre ,rr"rrt" formales, sino que necesita ser <<material»' valores"'
.,or ello tenga que ser, necesartamente' «tótica de Ios
ellas. E.s una experiencia de vida profunda que cada cual ha de el pasaje antes
hacer por sí mismo y que «objetivamente» no le enseñará nada. :;;;^';^;".8-aá, por supuesto- Heidegger_ enque el kantismo
transcrito. A la prigtlntu'de cómo es posible.
Huy una «verdad dogmática» y una uverdad comunicativa». unu moral sin «contenido>r,
La primera pretende suministrar «objektive Festlegbarkeit», yl" iif"r"fía existenlial pr-opugn"., que' e{ectivamente' esa
pero de nada sirve ya a esta profundidad. La {ilosofía es sólo hav que contestar qut, "t' la- medida en
ilii;;; d" cánte^ido, es insuficienre. I-o mismo la mora'
«comunicación», contacto de existencia, exhortación, llamada a 'iiirr^'ri"i;;;;;;; tu
-'*o*"rto, en bie. v mal moral son
la libertad interior, al ser sí mismo, a la trascendencia del mundo. "'p"lticacion
de toda ótica qr:e aspire, verdade-
Pero esta trascendencia del mundo, ¿significa un abandono del imprescindibles
mundo? De ninguna manera. EI movimiento envuelve necesa- ramente, a ser tal.
riamente el tér¡nino a quo como su punto de partida. La ,<exis- Hastauq,ih"*oshabladodeformalismoenclsentidode 1o que'
tencia» se hace d,esde el mundo; necesita de su peso2 de su qr";-;;gút h f."liismo y la -{iloso{ía de la cxistenci¿r'
éticamenre, i*portu no L, eI contenido tle
nuestras acciones,
resistencia, de la acción en é1. Ni la indiferencia, ni la aventura, ctittto lo hacemos'
ni la huida, ni la «mística» amundana o Ia pura contemplación, sino su ,,for*o,,; no io gue hacemos' sitto
pero la ética puede ser fórmal en otro sentido: en tanto que'
nos abren la vía de la trascendencia. Sólo a través de la tensión, buenas
sean
del desgarramiento y de la contradicción podemos llegar a ella, como ciencia, no puede ocuparse cle qué acciones d.e l¿r
ái lo, .o.o., será compcrcrcia
en un llegar que es siempre «buscar». Y este buscar y no otra o malas_..o, .i áñ"; 12, sino de la naturaleza, signi-
cosa es precisamente la filosofía. casuística o de 1u ética iráctica-
;t.*i¿ñ p".iliii;;'d;i;, predicados y tos juicios éticos. Est¿r
Filosofía que, como se ve, tiene el puro carácter de una anglosajona: Ia. Iilostl[ía cn .gc-
meditación ético-existencial. Es una incitación y, en cierto modo, es nrecisamente la orientación
;;;i se concibe como r«análisis del lengrrajc" " y, conslgrucl]-
una «ayuda» a «existir» i pero que no nos dice absoiutamente en ct¡anto cieitcia, conrr¡ <<an¿ilisis
temente, la ética se constituye,
nada sobre lo que hemos de hacer. Ni es el conteniclo de nues- razír. de
tras acciones, las «obrasr>, Io que es «bueno» o «malo», sino la
o sea ióglro .e la ét,c,.
del lenguaj" eti.or,'"ono."*oí.
I.,¿r esta

orienración y"'l; La traclicit'rn iilosófica inglesa'


aceptación o la repulsa de nuestro vivir auténtico. Solamente met¿t[ísit'a' y la lrsicoUl*]:l
Ia inserción de Jaspers en una tradición-cristiana, protestante, desde Ockam, i*;.;; l;renuncia a Ia
ciencia experimental. No cluctla, I)rl('s, sttto
l¿t
europea, alemana-que está por debajo, sustentando todo esto, se constituya
"o*o iJgit",.di.1" cicncii¡ lírgica tlc la moral--'
salva a Jaspers del puro formalismo-formalismo existencial-, lógica-lógi"u fwu, "tradición
",1" b'rittunte
i"i!.i¡fir" en Inglaterra,- desdc Escoto y
del que está, sin duda, más próximo que nadie. (qu9 trabajó en Inglaterra
Y ahora ya podemos volver a la vez sobre un tema central Ockam hasta Moo'", Wittgenstein
á" ., vicla'iilosírficr), Ilcrtrand Rt¡s-
de este libro y sobre la pregunta a que debía contestar esta los años -á, i;;;,tunt.,
primera parte. Dijimos que la moral comporta clos dirnensiones, sell, Whitehead, etr:'
montada la una sobre la otra : moral como estructura (realidad
12 G. E. Moore, Príncipia I'tlil:a' 3 y siiis'
13 sobre esto véase el artíc,,1,,',1" li".t,it"r N{,rrll u'lres {isolofías'
()rcgoriaruun'
(PretLues, rr.irn. Z"gl' Átinllt*o' el tlcl padrc Co¡'lcstorl' cn
10 Philosophie, II, 224. por una «revista tlc rcvislas»'
11 Loc. cit., páe. 204. 1;ái,";;; solamente conozco
AI 241
IE ETICOS

EI formalismo de que nos vamos a ocupar ahora es, pues. basesdeun{ormarismocríticoy,€nde{initiva,destructordela


alusi-o11¡ a la ética
predominantemente anglosajón, si bien naturalmente también se ética. Wittgenste;^;;;";t hizo más que
Iia dado en otros países la. Descartes, según parece, perseeuía en él alguna perspectiva de aber'
v'áá.*e. [u"a" encóntrarse Pero sus conti'
una ética matemática, y los intentos de Spinoza y Leibniz son tura a ella junto a otras de obturaciói absoluta.
Áyt', etc" han concluido que
conocidos. Kant, Brentano y Husserl 15 deben ser mencionados nuadores C".nup] A.-l: Russell'
pertenecientes ni a
también a este respecto. En la imposibilidad de seguir paso a los juicio, éti"os'*-*u"tá Iá1"', como no
no nuede decirse que
paso este movimiento en el que, como ya he dicho, queda impli- las matemáticas ni * lu ciencia positiva,
carecen de sentido' Este no
cada to.da la filosofía inglesa y ncrteamericana contemporáneas, sean ni verdaderos ni falsos porque
un estado
i" ráei.",-'i"o, u.l''p'i"ología: expresamandatos
vamos a detenernos en cuatro momentos representados por Moo- ;;;;;;* " imperativos, o
re, Ia crítica procedente de Wittgenstein, Stevenson y Toulmin. de alma, unos á;;;;; ir"ducidos "n
§' es' pues' merament'e optativo'
G. E. Moore 16 fue quien, a principios del siglo, enderezó simples '"ntido
áfrr," d; I ;;"ienden tener dá juicio pertenece al
reino
a ia ética por esa vía. Dice en su prefacio de los Principia Etl¿ica ;;^ñ; "*"tu*u"iorrá
que el objeto de su libro es, expresado en términos kantianos, inexperimentable de la metafísica
establecer los <<Prolegómenos para [oda ética futura que pueda A propósito de esta escuela, que :t loy ,la más atrayente
le, se ha hablado de «pesimismo» e
pretender ser cientifica>¡. Su pregunta fundamental-ya lo vi- para los jóvenes Íiló'o{ot
^i;l;; Probablemente su preocuf"ign
puramente
mos en la primera parte--es la pregunta por el predicado .,bue- incluso de ucinismo». {ilo'
no» y los otros predicados éticos, y su conclusión, expresada lógica está muy dL ensayir.no á" literatura
"rrlquier no. ob.sta a (lue' como
en términos lógicos, es Ia de que las proposiciones sobre estos .á?i." según Iu *oáu continental' pero esto
predicados son todas sintéticas y nunca analíticas, y declaran resultado l" áe' Wittgensrejn haya conducido
"bjdi;;, ".."4,a una uang"ustia Jógic-1)r comparable
qué cosas poseen esa simple e irrealizable propiedad llamada en los países anglosajones 20'
«valor intrínseco¡¡ o <<bondad» 1?. Sin embargo, aun cuando el u lu uungustia n[ta{ísica" de ios existencialistas
naturalrnente' grande' y
punto de partida, el método y el estilo de {iloso{ar de Moore La reacció" ;;;;" ella ha sido' "':í'
de un libro de Ayer' se l-ra escrito
sean «lógicos», no hay en é1, propiamente hablando, formalismo por ejemplo, con ocasión
guillotinan la reli'
Iógico, del que le liberan su intuicionismo en el plano de las que «bajo f, pr.tÑ¿; á" saber último se
gión, Ia ética y'ir ttiática, el yo' la persona' el libre albedrío'
proposiciones fundamentales (las que contienen el predicado A nosotros'
«bueno») y su utilitarismo no hedonista ("n el piano de las Í;";;ñrtabiliáad y todo Io que pot"" algúncríticas 1'aior»'internas' Por
proposiciones sobre lo justo y el deber). sin embargo, ,ol*ii,;;;; ;ucho más lÁ
que nos--vamos a detener
Con el positivismo lógico de Wittgenstein 18 se pusieron las eso eI tercero y cuarto momentos en con los posi'
l4
,están ,.p'.r"r,tid;; ú f"l'ig"'i' q'*'
"^ 1:llT:
tivistas iógi.o., tienden--a salir de su
La importancia de las Inuestigaciones lógicas para la fundamen- negatrvrsmo'
está todavía -pró'
tación tle las disciplinas normativas es capital. En los archivos Husserl,
de Lovaina, se conserva un manuscrito, todavía inédito, sobre nFormale
El norream;r;;;;; ¿Irarles Leslie Stevénso,r 21 está plena'
Ethik. Rechtsphilosophier. ximo uqréllor:"il \iro Et:hics and' l'anguage {ormalismo
rnente"en Ia ñ;" ;; i" que hemos
15 En España se ha ocupado del lenguaje de Ja ética el profesor denominado
Zaragiieta. Sobre el estado actual de la lógica jurírlica, que puede ser
conside¡ada conro paralela a la lógica ética, cIr. Legaz, Anuario de lilo- 39., España este pensa-
solía del Derecho, 1954. Para una y otra, cfr. Garcia Valdecasas, Jriicio re Ross, Found.ations ol Ethics,
Pác: F" dichos,
y precepto. Desde un punto de vista de formalismo lógico radical, el la mano,-ná á""to. lógicos-proniamente
mienro está entranáo.le"r"*r" tratadistas de
sino de quienes r,i"", á"'r- v-á" "rárrás
§i" "*¡argo'"i.""i", oosible que este
trabaj<r de Enrique Tierno Galván, «La realidad como resultado, (Boletín
Ine parece llruy
lnlormatiuo del Sentinario d,e Derecho Político de la Uni"^ersidad, de Sala- derecho v .o"iotoiiJ"'extienda
entre nosotrc,s, pues corresponde
prónto
üLanca, noviembre-dicienlbre 1956, enero-abril 1957), tiene afirmaciones moclo de p"n."."?" y en Ia contingen'
habitualizar,ión
concernientes a la ética. bien a ,r, que también se puede
16 Principia Ethica, 1903; Ethics, 1912; Philosop.hicaL Studíes, 1922, cia, es decir,"*r"riJi"i^'á""i*,aluciór,
a Ia extraña y nueva "*o'"ti"""i" cle de cansancio y escep-
ánimo
y también Ia obra colectiva Th.e philosophy ot' G. E. Moore, ed. por «vivir sin fundamento»' Y -ut'I est*tlo cle
P. A. Schlipp, 1942. licismo qu" ,"rrrrli""ái áu.olrto y
."1""tenta corl la eliciencia técnica'
1? I'ríncipía Ethica, 7, 58, 20 véase eI excelente arLículo i; i.;;;;;;. I\4ora, uwittgenstein o la
143.
1B Cfr. su Tractatus logico-philosophícus, edición bilingüe de Ia .Re. destrucciónr, .""JgiJo'"" tu libro -Cues¿iones dispumdas'
"""áf"Í"t"'Univisitv
uista de Occidente, 1957, traducción de Tierno Galván. Press' 1944'
/ESTU I',t Al 243

lógico: su objeto es el ethical meaning o meaníng ol the eth"ical trario, no {ueso cierta Ia citada suposición, es iyUosible toda
2a'
terms desde |a perspectiva de la «semántica». solución por el razonamiento rlel problema ático
El juicio ético se caracteriza, frente al juicio científico, por El cuarto y último momento es ei representado P-ol . St::
su naturaleza dual: envuelve no sólo acuerdo o desacuerdo en pU.n n. io,rl*in,-J" .ryu obra T.he pl'ace ál .'*t'n in Ethies2s
convicciones o creencias (beliels), sino también en actitudes, .* ha dicho, a mi juició .o, raz6n', que es el libro más impor-
Las teorías tradicionales no veían la dimensión de ««actitud>r. iuri" ,1" eti"u publilado en Inglaterra-desde lc¡s Pri,n'cipia Ethica
Hoy se ha de procurar no caer en el error opuesto, pensando .de Moore.
que la ética nada tiene que ver con el razonamiento 22. El intento cle Toulmin pertenece rigurosamente a la iógica,
La ética tiene por finalidad, es claro, modificar las actitudes. y d.nt.o de ella a la «lógi.l_d"J, evaluaciírn», cuestiótr que fue
Pero esto puede hacerlo por dos vías: por la de su modifica- bu.on eI primero en traiar 26. Toulmin, a tliferencia de Moore,
ción directa mediante la persuasión, Ia propaganda, la suges. renuncia tr. pr"guntas clásicas, qué es lo bueno' lo justo' el
tión, etc., o por el cambio de actitudes «via changes in belief», d"b"r, etc." [,a *lti¿n de Ia raz6n no es, a su juicio, determinar
alegando «supporting reasons» para modificar la convicción o ái...t^*..,te qué es buenoo sinor. trabajar, como todas Jas demás
creencia sobre la que se monta o puede montarse la actitud. ciencias, sobrá dam recibidos EI pensamiento estrictarnente
El correlato semántico de estas dos dimensiones en el «método» iOgiro áe Toulmin es más consciente y riguro-sam_cnte antifilo'
o modo de proceder de los moralistas es la doble dimensión del ,;?i;, (y sólo antimetafísico) que el cle todos,-los anteriores
lenguaje, que posee un descriptiue y un emo,tiue meoning. "o
iratadisiás de filtsofía moral, y sL sitúa en la Iínea de
Witt-
Sobre estos supuestos, ¿cuál es la posición de Stevenson genstein
o y John Wisdom.
con resp€cto a la ética? Por de pronto es menester reconocer El práblema cientí{ico de la ética es, pa'a Toulmin, el del
ethical reasoning (asi como para Stevenson lo era el ethícal
el «sentido emotivo» representa un papel suma- mean'
-piensa-que
mente importante en la vida humana y es tan digno de atenta ing) y .su preiunta ésta: ¿qué es un buen razonamiento ell
-¿i?í^?'¿Qré
consideración como el sentido «cognitivo» o inteligible. El len- clíse de razones son válidas para {undar una deci-
guaje persuasivo puede usarse legítimamente y no debe darse sión m"oial? Naturalmente, la invcstigación sobre el razona-
de lado, como hacen los positivistas lógicos, bajo pretexto de miento ético exige plantear la cuestión previa clel razonamiento
que carece de la «verificabilidad» de los juicios empíricos. Pero ,a., g.rr".ul, puesú qrt realidad <tse dan razones)) en contextos
".t matemáticos y fácticos
s' Y io
además, y puesto que en los juicios éticos hay también, segírn *r! dif.r"r,t., de los lógicos,
hemos dicho, elementos tlescriptivos que no pueden ser cornple- primero que se nos pone de manifiesto en [al investigación -pre-
de la
tamente separados del sentido emotivo, tampoco puede decirse via es la <<versatilidad de la razón», Ia variedacl en los usos
de ellos, sin más, que no son ni verdaderos ni falsos 23. razón, frente a los intentos dognráticos-como el de I'Iume.-
A pesar de esto, Ios juicios éticos carecen, al parecer de prrl hJl"ir el «reasoning» u.ívocamente. lloy se tiende a no
Stevenson, de validez científica, ouesto que el «sentido descrip- admitir más que el uso áentí{ico (en cl sentido de la ciencia
tivo» se refiere primariamente a «actitudes, del moralista; y p"*iii""i de lá ,^rón,, pero ¡ay otros usos igual,rente válidos'
el «sentido emotivo» nada tiene que ver con la verdad o con la
'El
,uronumiento u.onté." siempre clentro cle una situación
y en
falsedad i 1l en cuanto al «razonamiento» ético, es utilizado con ,un contexto verbal y vital concrctos y sc us¿r con una {tlnción
un fin extracientífico, el de modificar una «actitud». 24 Págs. 136-8. No es éste el ltrgar rl«: cslrrrliar, Jl.lt '"t'"t'-d^t) l,?:
Esta es la situación de la ética hasta hoy. Sin embargo, si se Citemos, por vIa
recientes investigaciones norteamerican¡s sobre <iticr'
concede la suposición de que todo desacuerdo en Ia actitucl está lu de Rob..t S. Ilartmann, pllra el t:ttal rtn¿l ólicrl cicntífir:a
de ejemplo,
montado sobre un desacuerdo en la convicción o creencia, puede sino meta-ótica, clc,nominad. p,r cl autor
v" .li .Jri" propi"*"nte ética,'.uyu
axiología, pu.urn*i" for,ral, ."1""iírn ciin le ética corrr:spondería
esperarse que, lentamente, el acuerdo ético se obtenga sencilla-
mente por razones y que el aumento del conocimiento cientí- a]adelamatenráticaConrespectoalasciclrciasnaturalcs(cfr.Stt
prrblicado ct I)ianoia'
ur¡16ufs «La de una érica cientí{it:a"'
fico conduzca a un mundo de ilustración moral. Si, por el con- anuario de "r"u"it;n
filosofía, México, 1955)'
- 25
Cambridge University Press' 1950'
26 Ob. cit., párg. 7.
22 Ob. cít., pág. 23. 2't páe. 225,'l?ir"a" palabras de Galdsworthy Lowes Dickinson.
&¡ Ob. cit., pás. 267. 28 Pág' 56'
() Al 245

2,t4 / li TU os
declara expresamente
y un propósito que, dentro de las distintas situaciones, pueden c{el ámbito de la ética. Y así Toulmin la «persecu-
§er muy diferentes 2s.
'á; a las «relaciones personales»'
oue lo concerniente
las acciones que
:ió;';.i;i"" ,no', la uelecóión de
¿Cuál es entonces la función del razonamiento ético? ¿La ".d" la armonía,34, Ias «human
misma que la del ¡azonamiento cientí{ico? Ciertamente no. La se refieren a la felicidad más que a
ss y lo tocante al uvuior de las características persona'
función del juicio científico consiste en modificar nuestras «ex- ,áfrii."., caracteres morales de
pectations» o previsiones, con el fin de lograr predicción, cohe- les, la convenienli" d" los motivos' los 3?.o modo de vida;
36 y ü elección de u*uj áf lii"'
rencia y economía mental30. En cambio, la {unción del juicio Ios hombres» es 1o más
ético consiste en modificar los sentimientos y el comportamien- todo esto-concluye Toulmin-es *'y importante' hablar en
to 31 para armonizar de este modo las acciones de las gentes que important" d" tu*'uid;-;;;; 9".:llo no corresponde 38'
un «libro de lógicar', sino má' bien "n un' "áutobiografía»
viven en comunidad.
Decíamos .";;';;;;-t"gti" la concepción de Toulmin' eI
Obsérvese que la radical renuncia a la {ilosofía obliga a de
Toulmin a restringir el ámbito propio de la ética hasta el extre- «contenido» de f, ¿ti'"" conJistiría meramente en una suerte
ya qYe
habla,
neoutilitarismo. p"ro a" tal «contenido»
apenas
mo de que su función no consiste más que en lograr la armo-
niosa satis{acción de los deseos e intereses de los miembros de Ia
p.* concluir-lo que realmente ^1: t*Ootta' lo
de la
-repitámorto la uio'*u" o especie lógica
comunidad, de tal modo que su ideal sería el de una sociedad que se propone ;;;.i"t*inar de Moore
ética. Veíamos e| objeto de la invesiigaoión
de la que hubieran sido abolidos todo conflicto, toda miseria "rriü"-qr"to' proiegómenos para. una {utura ética
y toda frustración 32. Es decir, restringe la ética al ámbito de consistió en est;;úttJ
"üñ
A Io óulminando en la res'
i"-'i"aio"siglo ¿
una <<ética social» concebida de modo un tanto extrínseco y cientí{ica.
rneramente organizatorio; es decir, al de una suerte de ,,polí- puesta de Toulmif',odo, lo. inurítigudor., anglosajones-sal'
casuistica del deber
tica sociab> o neoutilitarismo. vo ciertas incursiones por el campo i" lucada uno a su modo'
o de Io justo-ha' toi'i"iaido en áfi'*ut,
Toulmin piensa-con raz6n, naturalmente-que, contra lo
quo Ia ¿ti.u tr posible' tenárá que serlo como ló'
que creía el ciencismo, a la ciencia no le compete responcler a "i"niiilt', "s
las preguntas úitimas. Y análogamente sostiene que tampoco la gica de la ética.
ética puede elevarse hasta ellas. La «justi{icación» de la ética,
como la «justi{icaciónr> de la ciencia, están más allá de ellas
mismas. Pero este ««más allá» debe tomarsé en el sentido en
el que dice Wittgenstein que sus propias proposiciones son c-s-
clarecedoras en cuanto Que, quien las comprende, acaba por
reconocer que no tienen sentido y procede como quien tira la
escalera desp.ués de haher subido por ella 33.
De este modo, todo lo que para nosotros constituye objeto
de la filoso{ía moral, la re{erencia de nuestros comportamientos
al bien supremo y la persecución del propio bien, los actos con-
siderados en sí mismos y con referencia a su autor, las virtudes
y vicios, la vida moral en sus diferentes modos, el éthos o carác-
ter y la abertura de la moral a la religión, todo esto es eliminado
2e Págs. 85, 89-102, I14, 117, etc.
30 91 y sigs.
31 I29, 130 y 136-7.
32 137, 145, 166, 223. 34
33 Wittgenstein, ob. cit., 191. Toulmin cira otras palabras cle
'!litt- 158,9.
genstein, según las cuales aquelios filósofos que preguntan por una jrrsti-
35 185.
36 185.
ficaci<in de la ciencia-y lo mismo podría decirse de la ética-se parecen 3? 220.
a los antiguos que sentían la necesidad de que hubiese un Atlas para 38 221.
sostener la tierra sobre sus hornbros (pág. 206, nota).
r

C Al 217

completarse a sí misma, operativamente' cott una


l(operación»
uápropiación», como ya sabemos' Aho'
que es «incorporación» o
., p.ú"""ión segírn el «ser real», per'
ra bien, esta per-fección
fección con la ,"ulidud entera. Por consiguiente,
ya se considere
perfección, su
el acto en sí mismo o en cuanto contribuy-c a m.i
É""ár¿ depende de su realidad. Ahora 5ie., !o primero que
;;;;;r; á lu pl"nitud de la realidad es lo que da la especie
CAPITULO IX moral, a saber, adecuado o conve.i"nt" u la razón, ei
obi.t, racional "l
o "ulá"
razonuble. (Esta «razón práctica» o <<natura'
sino
EL OBJETO FORMAL DE LA ETICA i"; ;";;;a1,, debe ser concebida no estáticamente, cotno ya
esen-
vimos
.iut*"rrt" dotada de dinamismo e historicidad'
Cornenzábamos esta segunda parte estudiando el objeto ma- de Ia historicidad de la ley natural, y a.tes, al consi-
terial de Ia ética desde el punto de vista puramente estructural. ;;;1" per{ección como una cuasicreación y no como el
"i-ir"¡f"r
el
mero
Pasamos luego a considerarla tematización moral, primero en ;;d;ünro de un deber preestablecido, y al recorclar texto
en lin, al tratar
cuanto a su estructura-la forma indeterminada del bien y la de Santo Tomás del ser racio.ral como «tarca, Y:
felicidad-y a continuación en cuanto a su contenido. Alcanzado delafunciónesencialdeltiempoenrelaciónConelét]ns.)
ya éste debemos volver ahora sobre el objeto material para es- por las circurlstan'
f" *gundo lugar, los actos se especifican «rcircunrstat
tudiarlo a la luz de su ordenación moral. Se trata, pues, como cias_l"o que e=iá en torno al acto, lo que actum>r,
santo To-
diría Heidegger 1, de «repetir» el análisis del objeto material, quedando por tanto fuera de su sustanc^ia, como clice
pero considerándolo ahora formalmente desde el punto de vista más-que.o,"o,,"nenellos,Iasituaciónclentrodelactlalesos
moral. actos han tenido lugar. Hasta aquí el orden
de Ia moralí''Jad ob'
Dijimos a su tiempo que el objeto material de la ética lo Iá objeiiva los actos son
¡"u;*. O.a", de moralidad Porque
igual q,ue son buenos
constituyen los actos, los hábitos, la vida en su totalidad uni. éticamente br.ná, o *ulo. en sí m-ismo¡,
taria y lo que de ellá retenemos apropiándonoslo, a saber, el ia pers¡'e"tiva del bo-
o malos en sí *i.*o" considerados desde
éthos, carácter o personalidad moral. Estudiemos, pues, ahora num,inro**u.ni-,elhomicidioesmalocomoesmalalaen-
parecernos un bien.
cada una de estas entidades en su especificación moral: los actos fermedad. si" .*ürrgo, la enfermedad puecle
en cuanto buenos o malos; los hábitos en cuanto virtudes o vi- si, p.i" también "l iámicidio. Efectivamenre, el acto humano
ob;.to del acto interior es el fin (línis
cios; las formas de vida desde el punto de vista moral y, €n es interior y r*i"rior. EI
cuanto tal que
fin, lo que a lo largo de la vida hemos querido y logrado o Jprrontir, u aif"."r.ia del ob¡*to de la acción en
malogrado ser y que quedará fijado para siempre en el instante es el fünis operis). Por tanto, en tercer lugr'tr'
los actos huma-
al mo'
de la muerte. *t r" ..p..i{i.un *o,ult"ente por el {in que
' ejecutarlos'
Establecida, como quedó en Ia primera parte, la vinculación vió a su autor. En resumen: ei objeto otorga a las acciones su

de la ética a la metafísica y la convertibilidad del bien y el bondad intrínseca; las circunstancias qtle erl cl acto conctrrrcn
ser (o la realidad) y puesto que el opera'rí sigue al ser y es tro.dad. Y el
nueden modificar,' ü-bién intrínsecaniente, esta
éi mismo ser, realidad, es patente que los actos tendrán de bon- iJir*Ui¿n du o quita bondad, pero por modo.extrínscco'
dad lo que tengan de realidad, y serán malos en la medida Esto último sigrriflca que si ál li";' o¡rcrantis es
rn*lo' con'
en que no alcancen la plenitud de ésta. Esto si se consideran vierte al acto en ñ,alo, aunque por su ohjct, fucsc ¡ueno, con'
los actos en sí mismos, aisladamente, como es usual. Si se conside. forme a la ,i"¡, ,"it"nti' bi'u* ex irttcgra causü') malum
ran con referencia a su autor, dentro de la secuencia temporal de ," ,¡"S"lrríbus h,electibus. Si, por el cotttt'.t'io, el linis cn
operantis
bueno
la vida, serán buenos en cuanto contribuyan a la perfección de su ;; ;;";;, puede cánvertir un ácto malo ,or st¡ g¡jeto
realidad p,ersonal, a la plenificación de su é¿ltos o carácter mo- :;;; táti ,r[¡.tiva y extrínsecament" j"'"nn' Es el c¿rso de la
ral. El hombre es una esencia entitativamente abierta que debe ratio e*an, o ,o^cíincia erronea, el cual, c.nforme a lo que
.* u.u¡u de decir, se diversifica en dos: I.u, voluntad discor.
I acto bueno por
dante de la conciácia errónea que convierte al
S¿i¿ und Zeit, § 66.
,rf

AI 249

248 TI
que siga al -quantu¡¿ de Ia
su objeto en simplifica'r malo, conforme a l.a sentencia general. medios, en cuyo caso no es verdad
F-n este caso se dice que la conciencia errónea liga) y 2.o, volun-
i;;;;;iá". rn Lt ,.gu,ao
Tl 'TlTl,.'"::l;.lllT,
regla si, Por ejemPlo,.le qurel'e
ml l?"'[l:"i::
no querer
tad concordante con la conciencia errónea, en cuyo caso el acto querer sanar' pero
continúa siendo objetivamente malo, pero subjetivamente se con. medios o ,i..r.rJu' (Se pued-" los medicamentos; o
querer con ;;;";i'¿nsidad--tomar
^"Utái"""ia' los medicamentos
vielte en bueno si no ha habido negligencia. Es el caso de la -o en tomar
y en el que poner más interü;;;
<«buena voluntad» se dice que la conciencia errónea que deseur curarse') agrega
excusd.
En fin, t."t' problema es el de si el acto exteriorser con'
Pero la <.buena voluntad» no basta. Basta para excusar, pero "I Esta.cuestión,y¡ede
bondad o malicii ut'utto interior-' por Io que
no puede volver bueno lo que es objetivamente malo, ni tampoco clel finis op'erantis'o
siderada desde "i;;';;;;^;ittt
en el orden personal nos conduce a la perfección un camino equi-
vocado. La moral no es cosa de la ubuena voluntad» solamente,
s.lrefierealactoob¡"tiuomenteconsiderado.Enelnrimercaso
del acto la voluntad
no hay aumento, a no ser q'.t:' "i;;;;;;;rso extensivamente' En
ni de meras «obligaciones de conciencia», sino del hombre en- se haga mejor o peor numértca'
intensiva o
tero y, por tanto, de su inteligencia, de su conocimiento moral, indiferentes' cuya mora'
de su prudencia. Huy que «saber» acertar, hry que, por ejemplo, el segundo caso'"i tt trata,de actos no' Pero si eI acto per-
Iidad de¡rende ,'it"*"t á" lu in-tención'
es' por
realizar nuestla auténtica vocación.
tenece ,* ou¡"i);i^;;il motul sí' porque la realidad
Naturalmente, lo que acaba de decirse no significa, de nin-
gtrn modo, desvalorizar el linis o'p,erantis, e incluso el proceso his- si, per{ección.
tórico que desde la primitiva moral como derecho que mide Porloqueserefierealas-consecuenciasdelacto2'esme'
querido (oulitus, in-
la responsabilidad por los hechos exteriores se levanta a la in- nester distinguiJ.i "l"r*," ., al...io*.nt" (itoluntariu's) o sim'
teriorización, estoica primero y después, desde Abelardo a Kant, tentus) indirecta o negativa*"nt"-quericlo la bondad o ma'
representa un progreso ético, aun cuando no unívoco: la pura plemente previsto' En Éste caso' fut'u ¡u'g^tpor
* una parte, deter'
exterioridad era def iciente; la extremada interiorización vuelve licia del acto por su efecto, es menester, rlt in pluribus»
minar si este e{ecto es «per U""i '*"""u'io'otra
^p"tioti["";
'9' pai'te' si eI
a serlo. y por
Pero la bondad o malicia de los actos no se mide solamente
o «per accidens, ut in bu""o uno-I oLro malo' Pudién'
efecto previsto podía ser doble' aspectos de la
por su objeto inmediato. El acto exterior tiene un antecedente,
el acto interior, y una serie de consecuencias o dose presentar casos que '-bot
""*;lil;;^
efectos. Debe-
de los
mos, pues, preguntarnos, de r¡na parte, cómo se articulan el acto ""1?Í.',; a'ora hemos habrado de ra especificación morallos
interior y el acto exterior, y de otra, los problemas referentes y maios' ¿Existenjuntó u. y otros actos
actos en buenos -u'ot
a lo uoluntario in canlso.
indiferent..? Ei'.;;;;"qr. lu orientación general de la vida
La primera cuestión, en el proceso del acto total, desde Ia el hieñ' sino que ha de
intención a la realizaciín, plantea algunos problemas. En pri- no puede ser indi{erente, 'e't*l unte antes' buscamos nuestro
tender po, ru."J -"¿i' fáa"s' clecíamos y cada
mer lugar el de si la bondad y la malicia se dan per príri,s en ll"ra"*os a.él en toclos
bien. pero Ia cuestión es ésta,
el acto de voluntad o en el acto exterior, a Io que debe contestarse
uno de nuestros actos? ¿No se
¿r"" ."rlr moralmente indiferentes?
que, genética o cronológicamente, en la voluntad de la cual de. típicarn"rri" escolástica, {ue tiene dos ver'
riva, en el proceso, el acto exterior. Pero {undamental y radi. Es ésta una cuestión 3'
calmente bondad y malicia penden de la recta ratio, esto es, de ;;ti;t; ambas muY imPortantes
la consideración objetiva del acto en su realidad plenaria. (heclonista o no) es que' para Ia
I El segundo problema es el de si la quantito.s o quantum. de 2 Lo característico clel utilitarismo cxclurivilrnenre a su teleología
uilencle
:

bondad o malicia en la voluntad sigue al quantum de la intención esnecificación moral clc los "ctns, que sc sigan de ellos'
o, dicho de olro modo, si es verdadero el antiguo axioma «tan- o ufecundidatl'; es tlecir' o. lut tontecuencius
,,,"n"to't'p'i-i" iát bien"s""hJ'i:;::: t*:f:f : ,::
para.no retcner mrs q\rc á 1:; ii,tt;ro;
i De esta
I
tunr intendis, tantum facis». EI quantum puede ser nombre, o ;;tj;J o malicia iirtrínseca)
i qtte conducen a él'
sea, significar un bien mayor, o adverbio, es decir, bien más in- bienes útiles en cuanto de los actos, fueron
3 Las Iíneas que siguen,_ ."b;"j; ii-,¿ii..-.""i,
i.

i
tensamente querido. En rl primer caso, la voluntad en el curso f., ii".". ilf"rentes a Abelardo-' for'
publicadas
t
de su ejercicio puede ser insuficiente, por ejemplo, por falta de "r,lii"]i"r"r;-rr'fü
2l
I

i
I

I
T

t\l 251
IE ETICOS
t.:l-:l-de las estruc-
Por de pronto, no hay duda de que ciertos actos, considera- de entonces es claro que Ia cualilicació"
é1,
de rep-ercutir' Por fuerza'
dos en sí mismos, ) abstrayéndolos de la situación en que se dan, turas superiores, ;t;; ; q',';' \'in"'ton' Para los santos todo
se
pueden carecer de sentido moral. Por ejemplo, el hecho de que en Ia de los actos oü "i ellas porque' si amas rectamente'
el lector, ai terminar de leer estas páginas o antes de terminarlas, es santo. «Ama tt"l"""q*J 'it''
se vaya a la calle, a dar un paseo, o permanezca en su cuarto, cuanto hagas será recto' psicomoral' esta
tomado así, en abstracto o, como dicen los escolásticos, «in spe- Pero, verdaderamente'.loi ¿es esta atomización
actos' ia única raíz de Ia teoría de
cie», prescindiendo de su modo concreto de ser, de los vicios, consideraci¿n aislada de o, mejor dicho, otras dos'
aficiones o manías del lector, es moralmente indiferente. Abe- la indiferencia? ñ",-r,"v todavía-otru -b;t;utto= indiferentes procede
il'
lardo, el primer pensador medieval que se propone cuestiones pu- Recordem"' o]'? ," á";;;;;;
el único auténtico -era Ia virtud'
ramente éticas, había ido mucho más lejos, afirmando que todos clel estoicir*o' ÉJá'Zti"' punto -de vista ético'
desde eI
los actos humanos son, en sí mismos, moralmente indiferentes, Todas las demás ;;"Fan' Ias que
y que la moralidad depende exclusivamente de la intención con adiáphora, i"dif;';;;;' Pero hav entre éllat alg"nas'
salud' Ios placeres' la {or'
que el acto se haya ejecutado. Esto es, sin duda, inadmisible, el vulgo "or,rid"iu como biene'jla a sus contrarios comm*
pues la ética perdería así todo fundamento objetivo, meta{ísico. tuna-, que son ;'Z*;"o' preferibles '
Pt'o el acto de procurarlas no
Pero no ha¡r duda de que, si no todos, por lo menos algunos da. Es lícito, nt:t,;";;;;;ti;t' desde el punto de vista
actos humanos son moralmente indiferentes si se consideran ob- ,i,i"]i i;Ñ;;;', in¿it"r*nte
es virtuoso, r antínatural del estoi-
jetivamente, o, como dicen los escolásticos, secundutn suanl. spe- moral. R"páre.á ;-;;; i;; el carácte
las cosas como son' le obli-
ciem, Pero estos mismos actos, tomados en su ilación concreta cismo el que, d-i;;"áitle.reconocer excluyén-
de io' ufon"t humanos'
y real, tal como se presentan «in individuo», nunca son in- só a neutralizar una porcion
diferentes, contesta Santo Tomás, porque las circunstancias y, áolo. del orbe moral' semejante den-
en todo caso, el fin con que se ha ejecutado el acto, le darán Pues bien , ;;;;''; mutand'ís ha ocurrido algo
cristianismo {unda, no un or'
especificación moral, buena o mala. tro del cristiani'#1""L.áil"rr. El pero sí un orden sobrenatu'
Adviértase que ha sido esa atomización de la vida moral, den antinatu'ot ÁiÁo el estoicismo' dt*asiado deprisa a él
contra la que tanto combatimos a lo largo de este libro, lo que ral, por .r,.i*""á"i""^i'*r'
Si
';'ri*u él' multitud de actos hu-
ha podido llevar a la admisión de actos indiferentes. En efecto, y no se piensa;; q; en él y J"Ja"en el sentido de meritorios
si el objeto de la ética se hace consistir, como es usual en la *"r,o, ,uiat"t"'1lfitJ; ;;;i';os gracia Y de
q'" '"- p'ot"dc" de la«splendida
escolástica, sólo en los actos, tomados uno a uno, aisladamente" de la vida eterna, puesto ''lii*urr*o. enlonces vi-
entonces se comprende muy bien que -lgunos y aun muchos de Ias virtud", irir.l.:";il;r pareció a todas luces
ellos se califiquen de indiferentes. El acto de coger una paja del tia»? Llumu'lo';j;t: U^*"'lot f""udos' hombre muy -t-lie]'l'
suelo, si se toma desconectado del modo de ser de quien lo excesivo. Entoncls 51" Butno'"itutu' dado a no reconocer nrn-
ejecute, por ejemplo, solícito y cuidadoso y hasta maniático o, ;Ü";;; "il"'¡t'itmente religioso'
la religiosa' desarrollando
al revés, perezoso y negligente, es evidente que carece de signili- guna otra in'tfi;i;; '"lqt -ñi;'de para esttx actos y para las
cación moral. Pero si se advierte, como en páginas anteriores indicacion"' ;;;;;"t "
¿f' habilitó
me he esforzado por mostrar, que el verdadero objeto de la virtudes ¿" q*" l'á"ta*" "'
á*bito i"r.r-t]ol', L¿s <<virtudes» na'
por eiemplo' o los actos'
ética lo constituyen, además de los actos y los hábitos y, en cierto turales, tu, ¿*"rJ' Ili;t;i; lntigt'o''
iniiEles,'sáríat' actos y hábitos
sim-
sentido, por encima de ellas, la vida €n su totalidad unitaria y. lo con{ormes ú;á;,-á. lo,
que es más importante, el étlt,o,s o carácter moral; o, dicho en "
indiferentes
a'
.olemente de esta tendencia pos.teriores
a santo Tomás,
otras palabras, si se advierte que lo decisivo éticamente no son E, los Iilósofos
existáncia de actos indi{erentes'
sólo las acciones aisladas, sino el sentido virtuoso o vicioso de la asi en Ur"",", p"r"-ádr*ar Ia y al criterio sobrena-
áe vista-atomizante
vida y, sobre todo, el ser bueno o malo; si se advierte que el
ser está por encima del hacer, aun cuando se manifieste a través
se agrega'á
"i ;;;;o
turalista l, pr'.J;;;.ñ p", r"
ri¡erra«I, es decir, ei voluntaris-
citada del libro de
a Cfr' sobre esto págs' 18?'B--y bibliografía 'allí
eine katholische Besin.
mando parte del artículo «Cuatro actitudes del hombre ante su bien,' Hans Küng, Rechtlerri.gun!. D¡"
x,o,l.Bi,ítu ""¿
(Papeles de Son Armadans, núm. 4, julio 1956). nun8.
LI
1t .S
A/ 253

mo. se quiere salvaguardar a toda costa la obligación moral objetiva, los casos de dudu. Y entonces, a.dmi'
indeterminación de la
voluntad: el hombie es libre, incruso f..ni" Dior. tiendo el supuesto-típicamente idealista-de que objetiuamente
punto es así que Dios, queriendo respetar Hasta tar
esa libertad, haacotrdo, no es posib[e salir de-esa duda, se pretende crear una conciencia
para que el hombre: para que todoiombre, subjetiuament'e cierta, es decir, una conciencia relleia, adquirida
no, pueda
explayarse libremente en ér, un ámbito firáoro o no frente a la reaiidad, sino con arreglo a un «principio»; es
La voluntad del hombre es distinta de Dio,
á" .o.u. indiferentes.
la y, por ranto, nun- decir, se pretende resolver un problema real, no investigando
ca puede coincidir enteramente con elra. Basta'.o'r, la realidad, sino, en el recinto de Ia conciencia y mediante pu'
qu" coincicra
en aquello que Dios Ie manda. ras ideas, en un juego reflejo de juicios. Y así, según ios sis'
Frente al sobrenaturalismo unilateral, el harazgo temas, se recurre al principio aio t'utior est eligenda, al de «no
Tomás consiste en atender, a ra vez, ar
de santo
orden naturar y es lícito exponerse al peligro del pecado», al de lex dubia non
natural. La escala entera de las actividades humanas ar sobre- obligat, ai áe ,.ley objeiivamente dudosa es subjetivamente nula»,
tido moral. Ningún acto humano, es decir, ;ir.ñ, posee sen- etcéiera. Naturalmente, no es que estos «<casos de conciencia»
acto delibe-
rado y libre es nunca indiferente para lu'.rori no puedan y aun deban ser estudiados. Lo que nos importa aquí
gracia no sea meritorio de vida éte.na. Frente aunque sin ra es él valor lndicativo, signi{icativo, de que sean precisa y sola'
sobrenaturalistas, la {ilosofía de sant" T;;
a los excesos
se afi.ma como mente ellos los que pasan al primer plano. (El casuismo tiene
un auténtico «humanismo cristiano». En otro ...rriáo, dos vertientes, que interesa distinguir para lo que luego se dirá:
se ha di"h;
que san Agustín ha,sido. el primer hombre estudio de ucasos de conciencia» y estudio de «casos reales».)
moderno. En éste,
debe decirse que lo ha sido banto Tomás. Mediante esta primacía d,e la conciencta tn.oral sobre la realid,ad
En el curso de este capíturo rr..-o= ."guido, hasta moral, se ha atierto, queriéndolo o sin quererlo, el camino del
doctrina tomista 5. Esta dáctrina ha sido ";.;"d; aq,í, la
por quienes, subjetivismo. La conciencia, psicológica o moral, es siempre con'
al.negar el principio metafísico de. ru etr.u,*poril ciencia de la realidad. Por tanto, si no pelmanece siempre abier'
r'" .rpl.ili."i
ción moral exclusivamente en el fin. y ,.írunnrrte, ta a ella, prepara el idealismo y el subjetivismo. La sustanti-
ra ila,rada
«ética concreta» o «ética de ra situación» también vación metáfísica de la conciencia y la sustantivación ética de la
se encuent.a,
desde. otro.punto de,vista, en discrepancia con ella. conciencia moral son {enómenos rigurosamente colresp'ondientes
El subjetivismo G morar
kantiano no surgió de la nada, sino y característicos de la llamada época moderna 1. Por eso no es
q.r". preparánd,o.." 1o largo de Ia épocailr;d*r".
Ir"- : Realmente ,,ingrn" casualidad que tras Descartes y tras la teología moral
al ídealisnlo en el ámbito de- la meta{ísica i" q;. corresponde de la conciencia viniese Kant.
en. el plano ético es er co,nciencísmo,:
uno y otro estabrecen la Kant rompe la vinculación de Ja ética con la ciencia de la rea-
primacía de la conciencia, er hailazgo
verdad que éste no fue un idearista puro
;; Descartes. Es lidad y consiguientemente pone la especificación moral en el fin.
""p;rár
puesto que terminaba Pero es menester precisar lo que ha de entenderse por la pa'
por salir a la realidad. Anárogamente, la te;ro;ía labra «fin». Kant ve la moralidad, como ya se hizo notar an'
__que es, en el plano ético, ,iorur moderna
ra manifestación cor."rpordi.nte a teriormente, en la «buena voluntod». Es la disposición del bien
la metafísica caitesiana-tampoco puede ser carificada por puro respeto al deber (imperativo categórico) y no paro,
jetivista. Lo mismo Descartes que'la de sub-
teología moral modern" ningún fin, por elevado que sea (imperativo hipotético) lo que
parten de la duda:,no estoy_.*grro
tampoco agregará ra otra, de Ia rearidad {e la,"rii;r;; 'sólo
dirá el uno; determina la moralidad. Pero evidentemente este modo de espe'
morar. estot ,"- cificación cae dentro de Io que los escolásticos, siguiendo a
guro de mi concie,ncía de la realid,ad, y, Aristóteles, llamaban, más ampiiamente, <<finrr, con una pa'
tr.;i;iáerte,
obligación maral^en conciencia, d" uqr.lÍo'u q;;;.toy de mi
obligado labra que, como ya hemos visto un par de veces en el curso
su'bjetiuamente. Prec.isamente por esta pérdida
de contacto de este libro, no es h.oy enteramente adecuada, por la carga prag'
la.realidad plena-época esencialme.t. .;r;;J.ta_pasan con matista que, querámoslo o no, Ileva, y por las otras razones a su
primer plano, en teología moral, ro. .u.o, ai
..;;; no consta ra tiempo expuestas.
I 9t.. S. Th., I-II, iB y sigs., y también Z. ? He aquí una de las varias I'azones que hemos tenido para no fun'
6 No enrro aqui áifiñ pári..n" de si Ia ética kantiana puedo
", rigor,
ser calificada, con todo "r dar nuestra concepción de la ética en el lactum de la conciencia, como
ae su¡jetlrista. hacen hoy tantos tratadistas, incluso escolásticos eclécticos.
tE s TI (:

f)igamos, pues, que Kant pone la especilicación moral en situación, incanjeable con las sit¡aciones de otros y, _adcnrás,
la «razón práctica», es decir, en la «conciencia». (Es el propio irrepetible .i tiempo. La conciencia tiene qtre decidir, pero
Santo Tomás quien cumple esta ecuación: «cum conscientia "r, generalei de la «moral abstracta» y la ley
los princip.ios -natural
sit quadammodo dictamen rationis» 8.) «La cuestión-escribe son" demaiiado vagos frente a las circunstancias y condiciones
Kant-no es: cómo debe ser conducida la conciencia moral cambiantes, únicas, irreduciibles a nolmas L¡niversales. La <,Ein'
(pues no requiere ningún conductor; bastante es tenerla), sino maligkeit>r tiene que suscitar sus propias dccisiones, adecttarlas
-unicidad
cómo ella misma puede servir de hilo conductor en las decisio- a la de cada situación e imprevisibles antes dc que ella
nes morales importantes.» «La conciencia moral es una concien- se presente.
'El discurso del Papa de 18 de abril de 1952 ha hecho ver
cia que es para sí misma deber», deber incondicionado e inde-
pendiente del juicio objetivo sobre Ia cuestión, porque «si una el error de esta ética que consiste, para decir'lo con palabras de
acción es, en cuanto tal, justa o injusta, sobre esto juzga el Santo Tomás, en poner en lugar de la ««suhstancia>¡ del acto su
entendimiento, no la conciencia». Naturalmente, también Santo «circunstancia»; i ul propio tiempo ha señalado que una ade-
Tomás reconoció que ula conciencia, aun la conciencia errante, cuada com¡rrensión de lu ,irtrrd de la prudencia contiene todo Io
obliga siempre», pero la volición correspondiente, aunque sub- que hay de justo y de positivo de esta concepción. Tan verdad
jetivamente sea buena, constituye un acto objetivamente malo. es esto'qr" Llgunár p.ñsadores católicos se han deslizado a la
Por el contrario, según Kant, los actos dejan de ser buenos o ma- moral dá Ia situación plecisamente clesde un llrudencialismo ex-
los en sí mismos: serán buenos cuando procedan de la buena tremado.
voluntad. La moral de la buena voluntad es la moral de la Para mostrar la superioridad de la moral de la situación--o,
conciencia pura y rigurosa. como él dice, du, choii et de l'inuention-sobre las morales de
Hans Reiner, según vimos también en la primera parte, quie- los principios generales o priori, Sartre cita el caso de un dis-
re mantener a la vez los dos órdenes morales: el del bien y el cíp,rio ,ryo qr" le pidió consejo durante lg grerra mundial so-
del mal según la conciencia y el de la rectitud o no rectitud de bre si deÉia en Inglaterra en las Fuerzas Francesas Li-
la acción. Pero, invirtiendo los términos de la ética clásica, consi- bres o quedarse"lirtur.L
en Francia junto a su madre para asegural
dera que Ia moral primo et per se se refiere a aquel primer su subsistencia. r<No tengo más que una respuesta que darle-le
oiden. A su tiempo hicimos notar que, tanto la concepción de contestó Sartre-: usted es libre, elija, es decir, invente. Nin-
Kant como la de Reiner, proceden de la afirmación de la autono- guna moral general puede dictarle Io que ha de hacer.» Alhert
mía de la ética frente a la metafísica. Ccmo ya hemos estudiadc Óondeyne 1o,1omentándo esta respuesta, hace notar que el mo-
esa cuestión, nos remitimos a lo arriba dicho. ralista católico habría aconsejado prácticamenle lo mismo. si
El absolutismo de la conciencia y el deber es en Kant tan bien apelando a Ia virtud de la prudencia. Porque la moral es
extremado que desatiende por completo la objetividad, las cir- siem¡:re moral de elección aun cuando no arbitraria'
cunstancias y hasta las consecuencias malas, inmediatament¿ p¡¿- De hecho, la moral, y no sólo la moral getteral, sino tam-
visibles, del inflexible cumplimiento del deber abstracto, como bién la ética cristiana, tiencle a hacerse cada vez más concl'eta
se puso de manifiesto en su discusión con Benjamín Constant en el sentido de dotar de contenido propio, sin merma, clato es,
sobre la mentira, ilícita, según é1, aun para salvar Ia vida de del esquerna general de los preceptos a qrle todos sin excepción
un inocente e. estalnoi sonretidos, a la lterfecci«in de r:acllt cual. No hay ull¿l
Así como, según acabamos de ver, la ética kantiana consiste perfección abstracta, sino que cada hollrbrt: ticne clelatttc, lrcrrr
en la unilateral especificación moral por el linis operantis, la no pre{ijacia, sino 1:ruclencialmente deternrinable a tt'aví-'s de
actual «ética concreta» o «ética de la situaciónr) pone la es:eci- tantáos y talvez de equivocaciones, su ¡rropia posibilidad de per'
ficación moral, fundamentalmente, en Ias circunstancias, elr lo fección. Los caminos hacia ])ios son tantos colno los viaclol'es. I-¿l
que ahora se denomina la sítuación. Cada cual vive su propia ascética cristiana, a partir so}¡re toclo de San Francisco dc S¿r-
les, viene es{orzándose por mostrar la nrultiplicidad de módulos
B I.II, 19, 5. de perfección en los distintos «estados» (también perfección lai-
I Empleo la palabra «rr¡entira» en su significación usual. La teo. cal, perfección conyugal, etc.). La proliferación de Ordenes re-
logía moral entiende que, en el caso citado, no habría mentira, sino
restricción mental latamente entendida. 10 En foi chrétienne et pensée conternporaürc.
/ES IOS TI os Al 257

ligiosas, Institutos seculares, etc., es expresión de esta inagotable resolución de «casos reales», no de «casos cle conciencia»), aI re'
variedad de ser bueno religiosa y también moralmente. vés, pretende prever todas las situaciones posibles y predeterminar
La ética de la situación arranca, igual que la filosofía de la lo que en c;da una de ellas ha de hacerse u omitirse. Para
existencia, de Kierkegaard, para el cual tanto la meta{ísica como la ética de la situación ]a conciencia tiene que <<inventaL» en
la ética se ocupan de io general y dejan fuera la existencia indi- cada caso la decisión; el casuismo quisiera teuer «dictadas» a
vidual y Ia situación singular, respectivamente 11. Por eso entre la conciencia, de antemano, todas las decisiones que ésta ha de
la filosofía de la existencia y la ética de la situación hay un tomar. Para ia ética de Ia situación la ,,regla)) Ilo sirve de nada
evidente paralelismo: el existencialismo rechaza una esencia an-
terior a Ia existencia; no hay más esencia que la esencia con- o casi nada; el casuismo, por el contrario, pretende uregular»
la vida entera. Su ideal..--por .rpr.sto, inaicanzable porque la
cre'ta conquistada por cada libertad existencial, existiendo. Aná-
realidad desborda todo plan y es infinitamente más rica que nues-
logamente, la ética de la situación rechaza una norma anterior
tras previsiones-consiste en la particularización, en la concre-
a la situación; no hay más norma que la norma concreta hallada
desde dentro de cada situación única viviéndola.
ción total de Ia regla moral; el hombre sabría así siernpre lo
que tiene que hacer 12.
A Ia ética de la situación hay que hacerle, por tanto, obje-
ciones análogas a las que deben formularse a la filosofía de la ¿Qué debemos pensar del casuismo? Creo que en él cieben
existencia. EI hombre no es nuda existencia, sino <<esencia abier- distinguirse aspectos difelentes: su <<utopía,,, su {uncionamiento
ta». Viviendo conquista un modo de ser, es decir, desde el punto histórico y el principio de «objetividad» a {u9 responde. De
tie vista moral, un étluo,s personal, incanjeable con ningún otro, hecho es meneitel reconocel que la casuística ha servido con
único. Es a po,sterio,rí, no a priori, donde ha de buscarse la in- frecuencia para «descalgal'» la conciencia, pat'a dispensar ¿rl hom-
dividualidad concreta. Cada cual cumple unas mismas normas, bre de su realidad inexorablemente mol'al-.lrtoral conto estruc'
válidas para todos, pero las cump,le siempre con su peculiaridad tura-y, pese a que la res¡ronsabilidad es jntrans{erible, pal'a Ie-
y modo propios. cibir ,,heóha» de. los demás-y en ciertos casos no sólo ,.hecha»,
Por_otra parte, junto al bien necesarie, que es el prescrito sino también facilitada mediante la demanda de un umínitnum»-
por la ley natural, hay el bien libre, cuyo campo es amplísimo [a propia vida. Ahora bien, este uso de la casuística es ilegíti-
v a través del cual cada hombre define su propio carácter mo- mo y además, en el {ondo, ilusorio. Pensar clue nuestra vida,
ral. Y, cn fin, como ya vimos, ni la ley natural ni el derecho na- en todas sus situaciones concretas, con el peso de nuestra in.
tural, parte suya, están dados de una vez para siempre, de an- dividual historia gravitando sobre ellas, pueda estar descrita y
temano y en su integridad (lo único dado es la sindéresis): es resuelta en un libro y que, por [anto, no ]ray más que abrirlo
menester e'nco'ntra'rlos. La vida y la historia no son simplemente para encontrar allí esc¡ito lo quc tenemos que hacer, es quimérico
el escenario sobre el que representamos nuestra moralidád (posi- y sólo pudo pensarse en la é¡toca del raciorrulísmo: época apro'
tiva «r negativa), sino que ésta se constituye y adquiere a tiavés piada para hacer de la moral una especie de «cálculo infinite'
cle Ia vida y a través de la historia. simal» de las acciones. La virtud de la prudencia no puede sus^
La ética de la situación considera absolutamente indetermina- tituirse con un «aprendizaje». Se objetará que la prudencia es
ble de antemano lo que ha de hacerse en la singularidad de cada una virtud intelectual y, por tan[o, no accesible o, al tnenos,
circunstancia concreta. El casuismo (considerado ahora como una no plenamente accesible a todos, porque de nuestro esfuerzo de-
pende Ia apropiación de las virtudes éticas, pero no así ia
11 Ta¡nbién en el pragmarismo y en los pensadores por él influidos áe las dianoéticas; y siempre habrá gentes que no selian deter^
se encuentlan rotundos precedentes de la Situatíonsethik.Yéase, por ejem-
plo, el siguiente texro de Benederto croce: n...Ma il Decalogo, ir coái"", minar por sí mismos lo que deben hacer en cada caso concreto.
il corpus iuris, ampi e particulari e minuti che si facciano, non sono o, al menos, en casos particularmente arduos, Esto es verdad,
nrai in grado cle esauriré l'infinitá delle azioni che le infinitamenre varie pero a tal menesterosidad subviene mucho más e{icazmente la.
situazione di fatto condizionano. L'uomo pratico sa o sente bene che le
leggi sono semplice aiuto... che non danno l'azione; e sa o sante bene
che egli deve, caso per caso, a{frontare las situazione de fatto, percepirla rz C{r. el cap. IX del libro de Jacques Leclercq, La enseñanza d,e'
nella sua originalitá e originalrnente produrre l'azione sua prápia, (La la moral cristiana, mezcla, como casi todos ios escritos del autor, de
natura economica delle leggi, 1909). sentido crítico, espiritualidad moderna y falta de rigor-
t
IE os ETICOS (l AI

«dirección espirituab) que por su mayor flexibilidad y por no de- recho del casuismo, no con respecto al par de conceplos de lo
jarse fuera, como el casuismo, el hombre concreto, está en ,,bueno, y lo <,malo» (cuya determinación correspondería exclu-
condiciones de adaptarse, hasta donde sea posible a la situa- sivamente a la conciencia), pero sí con respecto a Ia disti¡rción
ción individual del sujeto moral. entre Io «recto» y lo <«falso» moralmente, y con respecto a la
Pero después de dicho esto, después de reafirmar enérgica- individualización del deber moral en sí mismo ra.
rnente que la «casuística» no debe pretender subrogarse en el
lugar de la «conciencia» y la «prudencia», es menester añadir
que las críticas contra el casuismo en sí, y no simplemente contra
su utilización o sus exageraciones, implican un contagio, mayor
o menor, de subjetivismo moral o de lexnaturalismo excesivo.
Poner Ia esencia de la moralidad en la ley natural y en su apli-
cación prudencial contradice el principio de la moralidad intrín-
seca de los actos, tan acertadamente defendido por Suárez: la
bondad es «ante praeceptum» y «ante prudentiam». No se trata,
pues, de que cada acto resulte bueno o malo, una vez que se le
aplica extrínsecantente una norma¡ yd sea ésta general o concretí-
sima, sino que es yq bueno o malo, lo sepamos o no, que ésa
es otra cuestión. El lexnaturalismo y el prudencialismo excesi-
vos y la ética de la situación, al op.onerse, sin distinguir, al ca-
suismo, incid,en, como alguna vez ha hecho notar Zubiri, en
una suerte de «positivismo moral» (en el sentido en que se ha-
bla de positivismo jurídico, es decir, positivismo de la «ley».
ya sea ésta general o individual). Si, como afirma la ética que
acata Ia subordinación a la metafísica, los actos son buenos o
malos, ante todo, objetivamente, tiene pleno sentido el esclare-
cimiento y la discusión de «situaciones», ((casos», ««conflictos
de deberes», etc., .particularmente intrincados 13. En definitiva,
ésta y no otra es la razón de ser de la moral en cuanto práctica-
mente práctica. Y sería absurdo renunciar a esta fuente de orien-
tación moral que es asimismo un modo de formación de con-
ciencia y de desarrollo de la prudencia.
Después de una época de desprestigio para el casuismo, hoy
comienza a hacérsele j usticia. Y así un pensador tan alejado
de lo que el casuismo ha representado históricamente, tan alejado
asimismo de la Escolástica como Hans Reiner, antiguo discípulo
de Heidegger y uno de los pensadores sobre filosofía moral más
importantes en la Alemania de hoy, levanta su voz para excla-
mar: «Kasuistik? Ja ! » Según é1, es menester defender el de-
13 Ppr ejemplo, el de la histerectomía o ablación del útero cance-
roso durante el embarazo, lo que acarrea inevitablemente la muerte del l4 Das Princip üon Gut und Bose, págs. 13 y 20. Tanrbién los inves-
feto, y sobre la que han discutido Gemelli, Vermeersch, Jansen y Mer- tigadores sobre cuestiones morales hacen casuística para la quc, como
kelbach. vimos, Moore encuentra un lugar en el sistema de l.r ética.
.,,ill

't' (: Al 261

su estricta dependencia biológica (uhumqr colérico», por eje+'


plo). Junto a las emociones, formando- parte q" l." misma claso
'ienómenos,
áe deben ponerse los <<afectos» de la Escolástica,
hoy denominados sentimientos, que según aquélla surgirían por'
qrl et bien espiritual puede mover al apetito- sensitivo y, recí'
pro.u*.rrte, ei bien sensible puecle mover a la voluntad; y en
esta «mutua interacción» consistirían los sentimientos' La teo'
ría moderna de los sentimientos (procedentes como se sabe de
CAPITULO X Tetens y Kant) ha surgido como ieacción justificada contra el
sentido'unívocamente deteriorativo de la teoría de las pasiones,
tA FUERZA MORAL .de la que en seguida hablaremos. El presente libro no es una
obra dL psicología: p€ro probablemente, como pensaba Ia Esco'
Hemos tratado de los actos y hemos de tratar de los hábi- lástica, prede uTirn á.r" qr" r. trata, no de actos simples, sino
Ios (virtudes y vicios) como objeto {ormal de la ética. Pero en- de fenómenos complejos.
tre los unos y los otros se da una tercer.a clase de {enómenos. Estos fenómenos se diferencian de los hábitos porque los
La vivencia de un amor o de una esperanza no puede asimilarse sentimientos o vivencias no Son udados», es decir, no pueden ad-
ni a la acción de elogiar a alguien ni al hábito de decir la ver- quirirse voluntariamente, al menos por modo directo, aunque -sí,
dad. ¿,Cuál es la diferencia entre estos {enómenos vivenciales a á u...., suscitando las condiciones anímicas propicias; y ade'
los que ahora nos referimos 1,: por una parte, los actos, por otra, más no son t«sostenibles» ni «apropiables», pueden irse lo mismo
los hábitos? que vinieron. Frente a ellos somo; libres de muy distinto modo
La di{erencia con los actos de la voluntad es notoria: los u.o-o somos libres en el ejercicio de los ar:tos y en la consti'
llamados actus h.utnanis son libres y deliberados; éstos no son tución de los hábitos voluntarios.
cleliberados, y si son libres lo son de modo distinto a aquéllos, La palabra «virtudr» signi{ica, como se =1b", «{uerza»' y
como luego veremos. Tienen de común el estar unos y otros verdadeiamente las virtudes arraigadas en el alma constituyen
montados sobre una aprehensión; pero en el primer caso se una «fuerza» de ésta para el bien. Pero ¿de dónde- procede
lrata de una aprehensión intelectual, / en el segundo, de una primariamente esa fuerza? El hombre no se divide en dos «par'
aprehensión sensible. Los actos, tanto de coirocimiento como de tes», como pensaba la psicología antigul, gru de.las cuales <<go'
voluntad, son ejecutivos, apuntan directamente a su objeto. De bierna, d"5fl. fuera a ia otra, bien «políticarr, bien «despótica-
a.hí su,.sobriedad». Pero nunca se presenta, puro, un acto de menter¡. La unidacl del hombre es radical. Es Ia estructura in-
conocimiento o de voluntad. Siempre se da envuelto en uno conclusa de los impulsos lo que exige la libertad, son las {e'
o varios lenómenos de los que ahora consideramos y que, desde rencias la" que colocan en la necesidad de la pre-ferencia. Por
Dilthey, se denominan «<vivencias». El acto no es. más que eso, €so no qr* la vida sensitiva «puedarr ser -,,gobernada», sino
acto; pero todo acto se vive <<dentror¡ de un clima psicológico ",
que ir"xorrbl"mente tiene que ierlo. En el hombre no hry
que lo envuelve y, por decirlo así, lo «llena» incluio hastá el posibilidad de vida-ni siquiera de esa vida que consiste en
« desbordamiento ». ,irir, como suele decirse, entregado a las pasiones-sin decisión
Los {enómenos en cuestión no caen todos dentro del género de la voluntad; esa misma «entrega a las pasiones» es hecha, ne-
de 1o que antiguamente se llamaba «pasiones,, y hoy <«emocio. cesita ser hecha, libremente por el hombre'
nes)), clue no son sino mani{estaciones externamente extrema- Pero, recíprocamente, la fuerza de Ia voluntad no la saca
clas de estas vivencias, es decir, qxplosiones súbitas y muv in- Zu'
ésta de sí misma, sino que procede del psiquismo. Como dice
tensas de los sentimientos. Estas emociones o pasiones no pue- eri,,hacer un podu'». articulando feren'
biri, lu volición consistá
dert ser consideradas sint¡tlicit'er cotno rractr¡s hominis¡r poique y pre-{erencias y conduciendo las ¡irimela: ,c,on la fuerza
la inteligencia como «estar en realidad,, ss un respec¿¿s iadical "ir.' á. ella, mi.*as procede. El esquema psicobiológico circuns'
que constituye al hombre en cuanto tal; pero son esencialmente fr" yo formalizar y orga'
cribe lo que me es dudo hrcer; pelo puedo
inmoderados por ese carácter de subitaneidad e intensidad y por
nizar ese esquema dinámico de un modo o de otro'
iflf

ID TI os (: t\ I 263

Desde esta perspectiva se comprende bien el profundo error jo.'. Si seguimos leyendo y vemos que el o*?1, la esperanza,
del estoicismo, que pretendía suprimir las pasiones 1 sin darse ia delectaf,iá, el gaudiurn. son estudiados entre ellas, comprende-
cuenta de que, si de verdad hubiese llevado a cabo esta preten- mos aquellas palabras: EI Doctor Angélico se da cuenta de
sión, en vez de conseguir la felicidad-que negativamente cifra- que el un o., lá esperanza,la alegría y el ¡lla,:er no son de suyo
fasiores, pero la tradición pesa sobre él -y -no se decide
ba en ello y positivamente en la virtud, pero entendida ésta como a

mera negación de las pasiones, d¡d.0era y 1pe¡ria, según dijo ya abandonaria. La psicología tomista, aceptando Ia concepción es-
Aristóteles-lo que habría hecho es suprimir la fuerza, el im- toica-sin perjuilio do reaccionar contra e1la, p-ero no en Ia
pulso de la vida, extinguiéndola. Santo Tomás se da cuenta de disposición- arquitectónica-no distingue adecu.adamente entre
ello, como se pone de relieve en el siguiente pasaje: upásiones,, y u"f..tos» 4 o, mejor dicho, sentimientos. Esta dis-
tinción no implica, por otra parte, la exigencia de que se esta'
«Virtus est homini naturalis secundum quamdan inchoationen.r: blezca una clase especial de fenómenos psíquicos, Ia de los sen-
secundum vero naturam individui, in quantum ex corporis dispo- timientos, a lo que .rr opon"n la Escolástica, Ilrentano y Zubiri;
sitione aliqui sunt dispositi vel melius vel peius ad quasdam
virtutes, prout scilicet vires quaedam sensitivae actus sunt qr¡a- sino que se limita a hácer ver que los sentimientos no_ pueden
rundam partium corporis, ex quarum dispositione adiuvantur vel *, .uiifi"ados y clasificados, sin más, como <<pasiones» 5, de no
impediuntur huiusmodi vires in suis actibus, et per consequens sustentar una concepción psicológico-moral estoica'
vires rationales, guibus huiusmodi sensitivae vires deserviunt» 2. Repito que Santo Tomás, aunque-acepte el esq.uema lormal,
rechazá la áesvalorización moral de la vida «sentiente» en que
La virtud es, en cierto modo, incoativamente natural al ]lom-
incurre el estoicismo. El artículo 3 de la Quaestitt 24 pone las
bre. ¿En qué consiste ese cierto modo? Le es natural como dis-
bases de una valoración moral de Ia sensibilidad, al¡solutamente
posición, pero no meram.ente pasiva, sino como fuerza, im-
diferente de la estoica. Dice en él Santo Tomás que los estoicos
pulso, ferencia.
consideraban que toda pasión del alma es mala; y esto, cierta-
En un error semejante al del estoicismo incide Kant cuando
mente, ., uerdud si llamamos pasiones del alma solamente a los
opone el deber a la inclinación. Pero si el deber, como hemos
movimi,entos desordenados del apetito sensitivo, en cuanto son
dicho, es un bien apropiado y por tanto apropiable, no hay po-
perturbaciones o en{ermedades. Pero si denominamos pasiones a
sibilidad psíquica de apropiación como no sea utilizando Ia ener-
iodos los movimientos del apetito sensitivo, entonces ya no pue-
gía de las inclinaciones, aunque sea para derivarlas, conducién-
de decirse simplemente que sean malas. Al contrario: a la_ per-
dolas por otros derroteros. Incluso para Iuchar contra deterini-
fección del bián moral compete que el hombre sea movido al
nadas inclinaciones, es menester siempre movilizar y fomentar
bien no sólo según la voluntud, sino también scqún _el apetito
otras, existentes ya en el alma, al menos incoativamente. Por
sensitivo, de acuerdo con las palabras del Salnlo: «,Cor metrm
ejemplo, para contrarrestar una tendencia desordenada al pla-
cer sexual es preciso apoyarse en la inclinación, igualmente na-
et caro mea exultaverunt in Deum vivum'tr
Las pasiones no son, pues, malas, segírn Santo T.más' Es
tural, a otro género de goces no pecaminosos, etc.
más, puéden ser buenas siempre que sean moderadas y regu-
La teoría clásica de las pasiones lra quedado indeleblemente 6
ladas por la razón. Y por eso hay una serie de virturles «circa
marcada por el unilateral influjo del estoicismo. El nombre mis-
passiones».
ffio, «pasiones» o «perturbaciones», lo está diciendo así. Por '
si la valoración de las pasiones no quedase suficientemente de.
ta ética moderna, a partir de los psicólogos ingleses cle los
siglos Xvu y XVIII y Pascal, y culminanclo en Max Schcler, es,
clarada con su nombre mismo, Santo Tomás precisa que la tras
al"revés que la ética estoica en particular y la antigua en general,
mutación en que ellas consisten «magis proprie habet rationem
passionis» cuando se hace a peor que cuando se hace a me.
3 I-II, 22, l. Cfr. también Cicerón, De li'nibrts, II[' 35'
a Sobre la ecuación Passiones : aÍlecttts, cfr' 1'll, 22, 2'
I Véase, sin embargo, el siguiente texto de Séneca, en el que sc 5 Por otra parte, una compt'ensión más aclecr¡arla dc la virla erno-
percibe bien que la ufuerza, de la virtud procede del psiquismo inferior. cional en un estiato más hondo y unitario qrre el dc l¿rs «pasiones' tietre
«Sostén y afirma el impulso de tu alma a fin de que lo que cs ímpetu que en{rentarse con cl utalanre, conto mo«[o r.le uencontrarse» afcctiva'
llegue a ser hábito» («Carta XVI a Lucilior). üente abierto a la realidad. Sohre esto, véase el capítulo siguicnte.
3 I-[I, 63, l. 6 I-lI, 60, 5.
q
T

/t: 7'U os 7't O§- At 265

((moral del sentimiento» ?. Según Scheler, la percepción de los ap1:etitu,et ternlinum in ratione, in cuius conformitatem appe'
valores es de carácter emocional. Son los sentimientos intencio. tit,., tenclit. Motum autenl virtutis est c converso, principitrm
quod a
nales los que nos descubren Io valioso de Ia realidad. Scheler habens in ratione, et terminum in appetitu, secundum
ratione movetur» 10.
distingue cuatro órdenes de sentimientos: los sensibles, los cor-
porales, los puramente anímicos y los espirituales. El sentimien-
to, intencional éticamente más elevado es el amor 8. Casi totlos La virtud está anciada en la realidad en cuanto buena, con{orme
los partidarios de Ia ética de los valores consideran los senti- ul" int"tigencia. EI sentimiento, en el mejor 4g 1o: casos' accede
a ella. La"di{erencia en el grado de apropiación del bien es evi'
mientos como el modo de aprehensión de aquéllos, si bien dis-
rlente. Los sentimientos nos son dados, no dependen de nosotlos;
crepan en su jerarquización. Así, por ejemplo, para Reiner, la
las virtudes son adquiridas, sostenibles y apropiables'
esencia de la actitud éticamente buena no consiste tanto en el
amor como en la «donación» («Hingabe»).
¿Qué pensar de esta posición? Que la separación de senti-
miento e inteligencia que ella implica reincide en un lopro¡rrJ;
del hombre mismo. Los sentimientos, si son intencionales, son
e'o ipso inteligentes, están vertidos sentientemente a la realidad.
La inteligencia humana es, como ha hecho ver Zubiri, consti-
tutivamente sentiente, vuelta per se a la sensación. Y no sólo
«vidente», sino también <<posidente», y justamente por eso el
acto moral, la volición, es radicalmente fruición. Lo que los fi-
lóso{os de los valores llaman sentimientos intencionales no son
sino actos de Ia inteligencia práctica posidente que constituye el
sentido moral (que consigue una aprehensión moral más certera
que ios «razonamientos» morales).
Ahora bien, una ética de los sentimientos, por intencionales
que sean, y aunque se borre la injustificada escisión scheleriana
entre sentimientos e inteligencia, no puede reemplazar a una
ótica de las virtudes. Esos sentimientos, cuando son indomeña-
bles-«passione stante»-, absolutamente fuera de control, no
lrertenecen, como dice Santo Tomás, al genus moris, sino al genus
naturde e, son constitutivamente inestables y no pueden ser apro-
p'iados, como las virtudes, esto es, convertidos en ét:hos. El len-
guaje usual distingue finamente entre el que es «hombre virtuo-
so» de un,rnodo cabal y ei que solamente es «de buenos senti-
mientos». Santo Tomás esclareció ya esta diferencia entre los
«,buenos sentimientos» y las virtudes:

«Dato quod aliqua passio se habeat ad bonum solum... tamen


motus passionis, in quanto passio est, principium habet in ipso

? Frenteal ideal estoico de la apátheia se ha sustentado, antes y


clespuésdel estoicismo, el de una vida llena de pasiones. Así, Caliclei
en el Gorgias de Platón y Filebo en el diálogo de este nombre. Así, en
cierto modo, Nietzsche. La grandeza del hombre se mediría por la insa-
ciabilidad de sus deseos.
8 Etica, lI, 24 y sigs, 210 y sigs.
s I-II, 24, 4.
r0 I II, 59, I.
É (: t\l

El páthos o talante nos es dado. Es nuestro moclo cle encon-


trarnos bien, mal, tristes, confiados y seguros, temerosos, deses-
perados, stc., en Ia realidad (no el <<estar en realidadr>, que es
una habitud previa, la radical habitud humana, sino su modu-
Iación o entonamiento afectivo). lll patlrcs no depende de nos-
otros; al revés, somos nosotros quienes, por Io menos en buena
medida, dependemos de é1, quienes nos encontramos con él y en
é1. Justamente por eso ha podido hablar I{eidegger de la Ce-
CAPITULO XI worleruheil. Hemos sido puestos en el munclo, «,arrojados» en él
o, mejor, enviados a é1, con una esileranza o una angustia ra-
Et TALANT¡E dical, {ondo permanente, que sale poco a la superficie, de los
cambiantes estados de ánimo, sentimientos y pasiones. Sin em-
-
En el capítulo anterior hemos hablado, en general, de im- bargo, y esto hay que subrayarlo {rente al irracionalismo prin-
pulsos, tendencias, sentimientos, emociones o fasiones, consi. cipal de Heidegger, no es el primer existencial, no es nuestra
derándolos como las fuerzas del alma. Pero estas fuerzas, ¿están primaria abertura a la realidad o mundo, portlue, naturalmente,
en ella y operan por modo inconexo, o bien forrnan ,rru ,ridud? supone la «inteligencia» entendida colno cslar en la realidad
Los escolásticos, con su concepto de anímus como «complexio y como constitución de ese mundo que d,c:spuós el patltos va a
affectum», Spinoza con su concepto del conatus, otros filósofos colorear emocionalmente con una gama fría o cncenclida) con
también
_y posüeriormente los psicólogos, psicoanalistas (tibido una paleta oscura o ardiente. Probablemenle lo que biológica-
de Freud) y caracterólogos han advertido lá unidad de las fuer- mente aparece como «tono vital» o, si se rluiere emltlear el tér-
zas del alma. Heidegger inicia su analítica del In-sein y el Da mino clásico, «temperamento>r es, en cu¿rrrtr) anímicamente vi-
djcie_ndo que la Bet'índlich,keít o «encontrarse», que seríá, según vido, el talante. Tan incuestionablementr-' sul)one la inteli.gencia,
é1, el prim,er, existencial, corresponde en el plano ontológicá a que no consiste sino en la apertura inteLi.giblc al lt¡no vital y a su
lo que en el plano óntico se llama Stimmung. Heidegge.r hace no- en cada caso idiosincrásico atemperatrtiento (l,emp'era,rrtcrúunt),
tar que la psicología de las Stimm,ung€rl está absolutamente sin en el «habérselas» con esta suerte de <<h¿rbito a{cctivo)) que es
cultivar, lo cual, cuando él escribió s.. libro, era completamente nuestro sentimiento fundamental de la existencia.
cierto. Pero si el concepto de S¿im mung apenas ha enirado hace La propensión asociacionista «avant Ja lettre» de la l:sicolo-
unos años en la pisocología, la ética continúa desconociéndoio, gía clásica pasó por alto esta estructura unitaria del talante, igual
a pesar de la importancia que tiene para ella. que, según hemos visto, pasó por alto Ia cstructu¡a unitaria del
A Io largo de este libro venimos sirviéndonos constantemente car'ácter, a p€sar de que en la Escolástica, con cl conce¡rto de
del vocablo griego étho-s para referirnos al carácter o personali- <rconcupiscentia» (que la ascética cristiana se inclin¿r a tornar
dacl moral. Con el fin .de señalar mediante un paralelismo termi- en mala parte) y sobre todo los de uls (appet,i,tibiLi.s e irascibili.s)
nológico el paralelismo conceptual, y porque no será ocioso re. y animus, al que antes nos hemos referido ', huy elcmentos par¿r
montarse también
1-quí a la etimología, al talante podemos de. una comprensión unitaria de la luerza del ¿tlma. lin vcz de parilr
nominarle pátho's. Efectivamente, páthos, confor*. i su sentido mientes temáticamente en la unidad de la vida emocional, se
primario, no significa- «pasión>r en el sentldo técnico que esta pa- repara, bien en la pluralidad de emociones o pasiones (Antigüe-
labra tomó luego en filosofía (cada una de las llamaáas «pas'io-
nes»), sino «<lo que se siente», el sentimiento fundamenial, el r La famosa sentencia aristotélica énoirjc ro0'Sxrzttoq éott, torolto xor :o
modo de enfrentarse emocionalmente, es decir, po,r naturaleza, re).0qlaivetatao{1t que Santo Tomás hace suya t:n divcrsos lugares, cotrto
hemos visto, bajo la traducción de qualís est unusquisque, talis linis
con la realidad, el «estado del alma», o lo qr" y-o he solido lla- videtur ei, puede interpretarse como el modo cle ser cada cual según
mar el «talante». Pero como esta espontaneidad, este modo de su talante o según su carácter. Ross preficrc cstit última intcr¡rretación
ser natural, se manifiestan más visiblemente en la agitación, rJe y traduce así: «the end appears to each tnau in a fortn answering ttr
his character». Por otra parte, al cstudiar cl ¡rrinci¡-rio ctirtroligico, vintos
ahí que se llame páthos por antonomasia al estadá del alma también que la palabra ñóris significa t¡nas vi:r:,,:s talantc y otr¿ls ca-
cuando está conturbada. rácter.
ilI

/Es7'U os 7' C

dad y Edad Media), bien en Ia pluralidad de los sentimientos trata de dos conceptos-límite que no -llretenden reproducir. -Ia
(¡rsicología moderna). El hombre, desde el punto de vista emo- ,"utiau¿ tal cual er, sino esquematizarli para- su comprensión'
cional, es concebido como un haz de pasiones, como un haz de r.prtrra, ld.ul*.rte lo que en se cla junto' No hay
-realidad pues'
sentimientos, sin advertir la unidad profunda de la que éstos bro- .riudos puramente sentimentales sin mezcia de inteiigencia,
t¡rn (adviértase el paralelismo con la concepción atomizada de to que inteligencia es «estar en realidad», y este ¿slar e'¿ es an-
los actos y de los hábitos). Pero la vida emocional no es un amon- terior (lógiclmentef al estar cónto (triste, alegre, desesperatlo,
con{iado). El hombre es «inteligencia sentienter>, y nunca
tonarniento, urr agregado o una sucesión de sentimientos. De iguai pue'
manera que hay un ordo uirtutunr, en virtud del cual y contra den presentars" ..pu.Jas estas- dos vertientes de su realidad.
lo que creía el occamisrno, no pueden darse determinadas virtu- El hombre constituye una unidad radical que..el'uelve en sí
sentimientos de intéligencia, natural e7'a y moralidad'
cles sin otras, hay también un ordo alfectuutn¡ determinado por talante y
la disposición connatural a cada individuo. A la psicobiolc,gía, algunos moralistas predicaron una mo-
carácter. Por eso .uorrdo
a la psicología, a la caracterología y a la antropología iilosrifica ral clel carácter (d;;i;-pio, lot estoicos, Culvino' Kant' Nietz'
corresponde en primer término estudiar este concepto. Pero des- ejemplo el
sche en parte), y otros una- moral del talante--(por '
pués, también a la ética. La ética clásica presenta pasiones v vir- C^ti.t". ,i" ptái¿i, Lutero, Nietzsche en parte, Klages), si en vez
el domi'
de conformarse con pedir que predomine uno u otro'
tudes como los dos modos, en cierto sentido opuestos-<<dado» el
uno, «.adquirido» el otro-de que disponemos para perseguir na- o, ul'r"uét, iu ttpot'taneidad' el entusiasmo y la
nio de sí mismo
tu¡almente el fin último. Pero de ia misma manera que las vir- suprimido todo
vida apasionada, d.-"rrdu., un caráctel que haya
tncles (y los vicios) se articulan en un unitario carácter, éthos
ilÑiJ; natural'o, al contrario, un talante puro' lo que en rea'
o p€rsonalidad moral, también los sentimientos se articulan en un
lid;d piden .. .l ábrrrdo de luchar sin {uerzas contra Ia {uerza
unitario talante, páthos o naturaleza premoral. (La antro¡rología á"1 ut*, prr* logrrr un moclo de ser inaninrado o el
del regl'eso
tiende hoy, en todos los terrenos, a las concepciones unitarias: raleza Inimal (en la que ya ni siquiera cabría hablar
así, por ejernplo, la Cestelt'theoríe, {rente a la psicología de las
a la natu
de talante, pu".to qr" ¿.i. he** dilho qu" Lt la apertura inteli'
sensaciones; y asimismo Zubiri ha mostrado la prioridad del
<«sentido» unitario de la realidacl, por desgajamiento del cual
gible al tono vital).
A esta altura ¿" n¡estrs investigación se comprende
bien la
ocurren los distintos y especí{icos r«sentidos»). el es Ia materia
importancia del tutuntl para la étiáa: talante
PtítlLos y éthos, talante y carácter, son, pues, conceptos co- o {ueiza que poseemos Ia. forja del ca'
rrclativos. Si pathos o talante es el modo de enfrentarse, por na- fri-u, el thymós Para
partiendo'
rácter. Ei hombrá tiene que hu.rri., se hu"e en Ia vida,
turaleza, con la realidad, éthos o carácter es el. mocJo de enfren- es' Tiene' Pttes' que con'
quiera o no, de lo qrr" po. naturaleza
talse, por hábito, con esa misma realidad. Si el páthos es, en de-
tar ineludibtemente'.on^ ., talante v opelar sobre él' Algunos
finitiva, «naturaleza» (entiéndase esta a{irmación con todas las hombres encontrarán en éste su -i¡oi colab.rador (según Ia
reservás que supone lo arriba dicho), el €thos es «segunda na- corpo.ris díspositíone'
naturaieza-escribe Santo Tomás '-y '*
turaleza», modo de ser no emocionalmente dado, sino racional virtudes);
unos están mejor dispuestos que otros para ciertas
y voluntariamente lograclo. Quintiliano escribió que p'a.thos es para otros, en cambio, lu tarea ética consistirá en luchar, a lo
<<affectio concitata et vehemens)), en tanto que éthos es <<af{ectio ¡a sido dado. Pero
mocleratar,. Y erunque esta concepción no está forjada sobre la i*" i; .; vida, con ei umul talante» que les
también estos úitimos para luchar contra eI talante tendrán, en
realidacl, sino tomada de la filosofía, advierte bien la diferencia
cierto modo, que adapiarse a é1. A veces Ia lucha {rontalmente
entre una reacción espontánea y otra encauzada (bien o mal
ética será demasiado'dura y convendrá acurlir a otros meclios
encauzada); diferencia clue también percibe Kant cuando, en
la Grund.legung y en la Crítica de Ia razón práctíca, distingue á" op.ru. sobre el talante pár, "orregirlo e incluso para-Ia.sus-
citació,r del más adecuado. istos medios pueden ser psicológic9:,
entre eI Zt¿stand y lo que llama Besch{fenhe'it o compiexión de
médicos (terapéutica endocrinológica, psicote¡apia, etc.), ontoló'
la personalidad. prácticos, de
Talante y carácter son, pues, los dos polos de la vida ética, ;1.;, (descubrimiento de la ,eráorlera realiclad),
premoral el uno, auténticamente moral el otro. Pero impor'ta
mucho hacer notar que sólo por abstracción son separables. Se 2 I-II, 63, 1.
I
i

/E UDIOS ÉTtcos
persuasión retórica, religiosos, etc.) 3.
Natu¡armente, er desid,era-
tum consiste en rograr una sensibiiiaaa
nada a la razón prlctica, gu" ..,riituya
*;r;ü';; decir, coorde*
ra i;*;;ra rucha v aun
la escisión del aima por'lá ur-o"i"'y
no siempre es hacedero y
l^ pir;;;;;. p;.i ;J;
personalidad moral ," mbdirá-en ciertos casos Ia grandeza de una
por Ia J; ;"'l..?hl irt.rior. Lo
mismo en uno que en otro caso sigmpr"
que al hom-
";;;;;;; como
bre moral se Ie conoce, según dijo Aristóteles,
ar buen
zapatero, por el partido quelabe rá.r. CAPITULO XII
del cuero, Lu.no o malo,
que Ie ha sido dado.
Los modos de talante s.on muy varios,
y argunos de eilos serán
LA TEORIA DE LOS SENTIMTENTOS Y LA TABLA
examinados en lo.s capítulos siguientes,
plrolro *rr".ponde ha- ESCOTASTICA DE tAS PASIONES
cer su esrudio sistemárico ,i libro áe ¿iir". iiir"mbre_-cada
hombre-posee siempre ,n"ntulunt" furrdu*"rirrT"i No podemos realizar aquí un estudio clasificatorio de los
cambiantes estados dá ánimo. Todos nuestros
qre emergen
actos acontecen des_ impulsos, tendencias y sentimientos, porque esta tarea compete
de un talante fundamental
v tamb ié; ;;;;;;;";"
santo Tomás se planteó .rí" úili*a cuestión de ánimo. a la antropología y la psicología. Pero tampoco ¡rodemos aceptar,
ar preguntarse si sin más, una clasificación establecida ya por ésta, ¡rues las mírs
Ia virtud moral conocidas adolecen de la atomización que hemos combatido y
"y.q", darse :"1 n.ria1l"r.li;r*5'.in pasión a.
A Io primero contestó que sí disiinguiendo entre <«ex passicne, las investigaciones llevadas a cabo desde el punto de vista cl,,
y «cum passione», con distinción qü h d" K;;; las Stimmungen o sentimientos {undamentales dc la existencia
gung y mit Nei.gung repite. A lo slguldo aus Nei-
"nrr"
,"rpáraiá qr. Ia jus. son aún inmaturas y están necesitadas de revisión. Por Io cual
ticia puede darse sin pasión. Sin pisión,
por lo demás todas las virtud..; p..o sin *;i;;ue sí, como este capítulo es, inevitablemente, provisional.
sentimiáto, sin ten- Es sabido que la tabla escolástica de las pasioncs divide éstas
dencia o impulso,, no. Lo qu. €n concupiscibles e irascibles. Las primeras son el ¿lmor v el o,-lio,
-o.i.re es que en este caso se trata
de sentimientos d:. gu*" fría-com
h o la lclttu,ns la concupiscencia o deseo y el horror o fuga, el guurliurrt o delec-
y, por tanto, más fácilmente inadvertibles. o de Kant_ talío y la trístitia o dolor. Las irascibles son la esperan za v la
desesperación, Ia audacia y el temor y la ira. Sin entrar a dis-
cutir su problematicidad, varnos a retener, entre ellas, las que
más nos importan, por constituir una torralidad anímica, un
temple fundamental o talante.
El ga'udiu¡n indudablemente puede serlo cuanclo consiste en
alegría vital, confianza y tranquila seguridad dc la existencia.
Pero del gaudium, al menos en cuanto tle'let:ttttio, ya hcmos ha-
blado en conexión con la fruitilt. Hay sin duda otros modos de
enfrentarse emocionalmente con el mundo, ]a ,,calma» o el <rso-
siego» 1, por ejemplo, el temple inquisitivanrente teorótico (tlrco-
ría y otium)rla apntlrcia y la ataraxía2 <t acqunni,ntita.s, (lue por
presentar características opuestas a la c<¡nntoción o srrbitaneiclad
de las pasiones quedaron fuera del cuadro de éstas. I)entro de él
vamos a considerar, por vía de muestra provisional y casi sin

1 X{arías, Ensayos de conutuencia, Tl y sigs., y Aturoxía y al<:ionisrno


3 Sobre. esto puede. versela Introclucción y Quírón eL centauro. Rellexiones psicoanaLítícas sobrc lu otttroxío, de
protestantismo cle mi libro Catolicismo
4 I-II, 59, 3.5.
como lormas de exisrencia. Rof Carballo.
2 Marías, Ataraxia y alcionisnto.
M

IE I U (' ()

muerte', ,1" Ia que constituye un como anticipo, y


v¿rlor de lo que habría de ser una teoría de los modos del talante qu-e condu'
absurdo"'
en s¡.r fu¡rción ética, el temor y la tristí,tia en sus diversas varie- ciría a la misma inexorable alternativa: el dolor como
ilustración de esto Io escrito
d.des, la esperanza y la desesperación y, finalmente, ei amor. o como misterio. cabe releer como
r'a tristitía y el temor son los movimientos alectivos que con ;r";i';;iiri" ivi¡ de Ia primera parte,. sobre el deísmo v el
nrayor pro¡riedad se llaman pasiones 3, Ios que mejor se ijustan que se p,tüto' en marcha' como vimos' con
ateísmo'éticos,
ocasión d"l f^má.o i.ri"-oto de Lisboa y el
a l¿r c¿u¿rcterización estoica cle éstas. El objeto dél ternor es el tremendo sufri-
mal ftrtulo-pero no lenroto-y grave, al que rlo se puede re- miento que in{ligió a tantos niños inocentes'
sistir, irero f¡ente al que se conserva alguna espelanza; el temor L". árpe.ies áe tristitia que señala Santo Tomás' Tuy iT'
tiene siempre una causa extrínseca: pu€s, como dice Heidegger, poron,.t lot, t, Áíreríro'dii o trist'eza del mal ajeno' la envi'
lo es de un ente intramundano y determinado. santo Tomás, áiu, Ia ánxietas o «aggravatio animi»,-Que'--cuando no deja
y Ia B, se llama angustia' y
a¡rarte la distinción entre el temor de malo' co,rruptiuo,y de malo, ,pr."..t ningún r"frgI;' corta voz
c:or¿trístatiuo, señala distintas especies de temor, la mayor ilarte lá aced'ia, en castellano acidia'
de las cuales sólo con violencia y por pura exigencia de ai.qui- Lamisericord,íanoesaquí,claroestá'lavirtuddelamise'
tectula clasificatoria pueden ponerse bajo esa rúbrica geneial. .i.*Jiu, .ino el sentimientb, enteramente natural y primario,
de «sinrpatía» o, mejor, d"-ulátti-a», compasi6n' pit:y o
Así, la segnitie's o temor al trabajo, la erubescencia o rubor pitié'
del acto que se está cometiendo y la uerecundia: del ya cometido; Sin embargo, Y;;;á ." t"b", la- discusión en torno a la valo'
,.r,ti*ienío llena to«lo un capítulo de la his'
la adrniración-que es en realidad un modo de talante-y el es- ,".i¿" -oát ¿L erie
tupor, que se calacterizan, la primera, rati.one rnagnit'udínis, ioriu a. la ética e. Hobbes no veín e, él sino Ia repugnancia ante
y la-segurtda, ratiorte díssuetudínís, y, en fin, la agonía, temple el sufrimiento, el «fear felt for oneself of another's distress», sin
f undamental, como se sabe, en la concepción de la existencia con lo cual la desproveía completamente de sr:ntido moral.
propia de un Unamuno. fue en il -irmu Inglaterra donde s,rgió la moral de

De la misma manera que la alegría es una especie de la "*bu.go,


i, .i*í"íia, prolongada luego po. el sentimentalismo romántico.
'S.rrápl"lr"rJr,
delectat'io,la trístitia es una clase de dolor, el dolor óausaclo por hu.T.ndo c'ilminar el .pro:es.o .de magni{icación
aprensión interior a. Sobre el dolor o sufrimiento y su sentido d" .rt" sentimiento, hizo de él una virtud única' que como sal' su'
párr.iA" ,let "goíáo-se.rv.iría de- pasaje de Ia.momentánea
ético es muy conocido el trabajo de Max Scheler. El dolor ser-
vación estética a Ia delinitiva sallación metafísica del
nirvana'
viría como purificación o decantación de los sentimientos de y tras él todos los
Probablemente arnbos extremos, el de Hobbes
nuestlo itlrcs, por el que nos desprenderíamos de cuanto no son equi'
racionalistas y ei de ios ensalzadores de 1a compasión,
¡rcrtenece a nuestro ser personal 5. Pero Ia verdad es que todos
los escla.ecimientos éticos del dolor-tales el estoico o el bu. vocados.Lacompasión,comotodoslossentimientos'escosa
dista ético-nretafísico-son radical y constitutivamente insatis- distinta de Iavirtid y, en buena parte, constituye un movimiento
factorios; nos encontramos cle nuevo ante uno de los numerosos á; ;;;irroteccián aá't. sensibiúdad' Pero, como ya vimos' lao
puntos en los que la ética tiene que abrirse necesar.iamente a ia {u"rru primaria del alma consiste en los impulsos, tendencias
religión 6. En este sentido sobre el dolor, especialmente el dolor sentimientos, y por tanto a la base de la virtud correspondiente
cle los inocentes, como revelador del sin-sentido de la vida en a la miseri.oidiu tiene que estar este sentirniento. Mas ¿existe
el plano natural, podría hacerse un análisis semejante al de la realmente una virtud natural de la misericordia? La seculari'
;;;;i.; *oJ.rnu así lo ha pensado, denominándola, según los
casos, con estos tres nombres: filantropía,-benevolencia
o bene-
3 Santo Tomás, S. Th.,I-II, 41, 1. virtud, al constituirse una
4 I-II, 35, 2. volencia racional y altruismo. Esta
5 Sclreler, Etíca, II, 2. ética autónoma, ,qrrrrdu de la religión, ha venido a ocupar el
6 Sol;re este sentido religioso del dolor puede verse el bello cliscurso iugu. de Ia .uríd^d. El hombre caritativo ama a su prójimo en
rle Pío XII a los enferrnos iralianos, publitado en el osseruatore llo-
mano de 9 dc octubre de 1957. En sentido análogo y a títuio de «ejem- '? Cfr. Infra, caP. XXIV'
plor, pueole verse también mi artículo nAngel Aluare, de Miranda y la I Santo 1'o*¿. 'r"t].." últirna nota a la acidia, pero sin duda
vocació¡r» (l'apeles
_de_ soy. Armadans, núm. IB), y, en otro sentidó, e[ más a la ".,"
angustia'
excelente libro de Pedro Laín, Mysteriunt, doloris. ---, mucho
cuadra
C{r. R. L" S"rrn", fri¡t¿ d,e MoroJe général'c, págs' 542-9'
/t. (i l) o 7' o.§ (:
Dios. Pero sin que esto justifique ra constitución
de una ética
autónoma, el hombre juito d"Ée ,no.trar afabilida«r ((en su casa» (el mundo morada del hombl'e). Pero la angustia
y, ,n la Unheímlichkeit, lo ex-traño del mundo,
:::tjd: amplio, amistaá al hombre en cuanto tal; y
esra "*a{a- pone al hombre en
bilidad o amistad de ra que, como veremos, habla hace que el ,,en¡r se hunda bajo sus pies y le revela suspenditlo
santo Tomás
coastituye_ el correlato en el orden naturar
de la pasión de ra en el solipsismo existencial del «solus ipse,, ante la nacla.
misericordia; así como su correlato ,ob,'"nutu.ur
., No hay duda de que la angustia es un talante o temple {trn-
otra
damental en el plano antropológico. Lo problemático es que Io
miserico.di? qu" con el gaudium y la pax
Ia caridad 10.
;; ;i;;" inter"ruior de sea también en el plano ontológico, como quiere Heidegger,
La acidia es, e,l hastío profundo, el taed,ium. aitae. Joseph esto es. que nos revele el sentido último del ser v que éste sea la
Pie_per11
ha señalado como notas de ra nada. Y por otra parte, ¿la angustia surge ante la mucrte o ante
".idi;, li la ru
dad que rechaza Io que constituye una exigerciu;'i)
farsa humil-
p..udu¡n-
el más allá de ella? La pregunta fundamental de la atrgustia es,
bre o pesantez qu* á"..or.ron, y paraliza"; Sj
d*."o de «que como ha dicho Zubiri, ¿qué va a ser de mí?, pero la angustia
me dejen en paz»; 4) la inquieiuá o "f
,oogriío-*inti, ningún estado de ánimo-es incairaz de dar ningttna
.:9iiu*,:T:, que cierra el p"ro a todo "pens"-l.ntoytrascen_aun el -como
respuesta razonable, y por otra parte, a su tnanera, cs ya un¿
dente; 5) la embotada indiferenclu, It udásgana,r respuesta prerracional, pero sólo una de las respuestas ¡rosibles.
o ra nrrqr"-
dad espiritual» del Ienguaje ascéticá, to qr.'."-"1
vocabulario,
Cuando Kierkegaard-y en definitiva Heidegger también, aun
de sartr_e podría llamañe Laída-hari" a"'.a. cuando su asepsia ética se lo vede hacerlo expres¿lmcnte-nos
", |'o.iu"_en
en'sai; 6) la pusilanimidad, y 7) el «olvido ;"1'mismidad el
dice que hay «que aprender a angustiarse», prctertcle clevar un
del
hombre' Es, el propio- pieper quien empareja .estado de ánimo a la categoría de virtucl; I)ero ya sabemos que
«existencia
la acidia con Ia se trata de realidades completamente distintas. I'or lo demás,
banal» de Heidigger.
En conexión con la acidlideben mencionarse er aburrirnien- una «virtud» de la angustia es ya imposible por razones pura-
to t' y la melancolía. Uno.y otra.son ambivrt"rrr"l, mente psicológicas: la angustia no puede convertil'se en hábito.
pues por
Justamente por eso, Pedro Laín l{ }ra podido Inostr¿tr que el pro-
el
tedio como por la nostalgiá puede er hombre remontarse
hacia
ro eterno o puede sumirse y enviscarse en el pecado. ceso de mitigación y habitualización de la angustia la trueca en
Trl ue, haf .desesperanza.
una gradación entre estos ires sentimientos, á.iair,
,¡urrimiento
y melancolía. El aburrimiento es, sin duda, ;á superficiar La angustia, como ha hecho ver el mismo Pedro [,aín 15, está
y
neutral. La acidia inclina del lado d"l "l condicionada por la «constitución psicosomírtica, cl mundo his-
-ui-no-fo.
fue considerada como pecado capitar-, ;; ,;;;ue
casualidad
tórico y social y el tipo de la vida personaL>. EI sentido y aun
Ia nreran-
colia como. «búsqueda ápasionadá en h. ;;.;r';l el surgimiento de la angustia se hallan en {unción clel sentido de
see_n, el absoluto» 13 ofrece- mayores
lo qr" no po_
la r'ealidad y de la concepción o creencia quc de ósta se tenga.
posibilidades éticas. La
melancolía hace suavemente.ro que t" Si se cree, como decía Renan, que .<la verdad es tal vez triste»,
nos al vacío, descubrirnos la itía"ngu.iio--r. "ír"pro.. abrir-
rium, tu inrrticiencia
¿iis¿ si se sustenta un pesimismo ontológico a lo Sartre o existcncial
las cosas y del mundo. vacío que, a dif"."n.i"-á.i^fr"arcido de a lo Camus, entonces se suscita la angustia; y las difusas, y por
por
el aburrimiento, no se- espera pod,, colmar intramunrjanamente. lo mismo más propiamente angustiosas anrcnazas de nuestro
Y Que, por tanto, nosdeja e* disponibilidad de trascendr*i..-'"-' tiempo-el «comunismo», la guerra atómica, los cohetes inter-
.continentales-constituyen el clinra mírs ¡rrolricio para ello. La
, If .angustia se diferencia del temor, según la caracrerización
de Heide.gg€r, porque no tiene objeto determinado, angustia se halla, pues, en {unción de la realidad última, y de
acerca, sino que está ya
ni éste se ahí la enorme profundidad de la afirmacirin de Santo Tom¿is:
-,,"U,_,
y, sin .,rbu.go, ná ningún
ente, no es nada, es la nada. El estar en el _r"ndo .; ", la angustia se mitiga por la contemplación de la verdad 16. Se
es, de ordinario, estar en, estar sustentado,
;;;;;;t;i mitiga, pero no siempre desaparece dcl todo, y así, n¿rcla menos
estar Zu,lra¿¿se, como
que un místico, y tal vez eL más grande tle todos los tiempos,
r0 Sanro Tomás, S. II-I[, ha hablado de los «aprietos», es decir, de la angustia de Ia muerte.
T!, comienzo de la q. 28 y q. 30.
11 Zucht und. Itiass, I15-6.
:? !fr. W. J. Revárs, psicología del aburrímiento. 14 La espera y la esperanza, 532 y sigs.
13 R. Guardini, De lá *io"r"ü¡l
gZ. 15 Ob. cit., 538.
16 I.II, 38, 4.
I

/E UD ETICO§
Por eso tenemos que prepararnos a rearizar nuestra
persorraridad
moral a pesar de la angustia, a través d" mejor diciro,
contando con la posibilidad de ella. "ri;-;,
Santo Tomás menciona otros medios de aplacar
la
a.tes de citar el de_la conremplación de la u..'áua. La tristiria
relar;ión
es, en su ingenuidad, profunda. Dice-l? que la tristitio se mitiga
per delecta'tionent, p'er-lletum, es decir,. po. el lr;;;;
sionent om.ico'rurn y per som,nutn ut_'bárnea, p"; ;i
p* co,mpüs-
sueño y ros
baños. I-o que decíamos en er capíturo anterio, ,o¡.* CAPITULO XIIi
los metrios
psicobioló.gicos y de operar sob¡e el talante, aparece
,médicos
aquí previsto de alguna manera por el santo a. Áqui.ro. LA ESPERANZA
Sobre Ia esperanza hay, como se sabe, un libro español re-
cientey admirable, el de Pedro Laín 1. Uno de sus tnuchos y
grandes méritos es el de haber descubierto-por clebajo de la
pasión o sentimiento de la esperanza, liue puede preseniarse
constituyendo un talanie esperanzado, el talante del hombre que
{ía o confía en la realidad, o bien en form¿r cleficiente, en cuyo
caso hablamos de talante desesperado-una estructura ontoló'
gica, fundamental de la existencia humana, el hábito entitativo 2
(hábito de la primera naturaleza) de la espera. La espera hu-
mana supone el estado puramentc biológico de la <<espera ani-
mal», tendencia o impulso real del animal a su {uturo, mani-
fiesto en estructuras puestas de relieve nor los biólogos, tales las
del estado vigil o de alerta, estado de alarma y t<estar a la es['s¡¿¡
o espera predatoria.
En el animal el ajustamiento de este impulso a la realidad
iutura vi'ene dado. El hombre tiene que hacer su ajustamiento:
surge así ese orden de las posibilidades y preferencias, de las
que hablábamos en la primera parte, al estudiar el principio
antropológico; la espera humana es la pre-tensión3 o versión
del hombre a su futuro, la necesidad vital de desear, proyectar y
conquistar el {uturo. Esta proyección al futr¡ro se articula bajo
{orma de proyecto a (Heidegger) o, como dice Ortega, de «in-
vención del futuro». Pero a la base de todas las formulaciones
proyectadas o imaginadas del {uturo hay esta estructura, tejida
de fianza o creencia en la realidad y de proversión o pre-tensión
que Pedro Laín ha llamado «espera». Espera que en su traduc-
ción al plano del hábito a{ectivo o talante continúa condicio-
nada biológicamente y depende del «tono vitalr>, de tal modo que,

L La espera y la esperanza, «Revista de Occidente», Madrid, 1957.


2 Págs. 514, 517 y 543.
l? I-II, q.
3 514 y sigs.
BB. 4 4BI-5I1, 417 y 543.
I

(:
os ETICOS

como ha dicho Laín, es el cuerpo misnio el que unas veces nos «movimientodelaparteapetitiva.consiguienleaia'aprelrelrsiíln
«pide» y otras nos «im'pide» esperar. Y esta dependencia es de un bien futur;,
"#;" 'y posible de i.. alcarrzador¡ B. Dcntro
sobre ei scntido de la pala'
la razón de la fina observación de Santo Tomás*procedente de de Ia Escuela ," fri ái..*iá"'mucho ,,elevado»? santo
la Retórica aristotélica-de que en los jóvenes y en los embria- bra «,arduo». ¿si;;ii;;-,,¿iti"it, o significa
farduum vel dif f icilem»,
gados abunda la esperanza 5. Los embriagados, por una altera- Tomás emplea "'t;;;;; lu- "*p.".ió" el sentido de
«arduus»
ción pasajera; los jóvenes, porque su pre-tensión es muy grande pero otra, en cambio, da a ta. palabra
((magnus» o ,,"r.uoi""' La diirepancia n.
es' sin cmbat'go'
enim multo habent de futuro et parum de proete- s' 1o grande y
de mucha *o.,,,i'1'á^;ñ;, t"*"
-«iuvenes ái"e Santo Tonrírs
rito»-; unos y otros viven en la esperanza, tal vez sería mejor
decir en la ilusión y en la esperanza. lo ciifícil van juntos' pode-
por encim. a"'i"'p"sión de Ia esperanza-que.también
Justamente el carácter estrictamente biológico y «dado» de darse un sentimiento espirit,al
Ia espera animal es lo que le da a ésta aquella «seguridad» can- mos llama, u.r,,..,"'i"l'iá"-p"de
es un }¡ien racional y
tada por Rilke, en tanto que el carácter «conquistado», siempre de esperarr", .,unáo el oil¡eto de ésta
nunca merezca el nom-
problemático e incierto, de la «creencia» o «fiducia» concretas moral. ¿Quiere ;;;át;it que tal estado imper{ecto-,
por natur¿rltlza
en que se basa la esperan za hace que el hombre oscile siempre bre de virtud-siendo Como eS po""'?10' Enton*:'1':ll
en su talante-más o menos-entre el extremo de la confiada pues sólo se espera lo que oú1 1.o""
este ,ttnto trataremos mas
seguridad: por un lado, y el de la angustia y la desesperación, 5. t""ili; á; lu m"gn"'imidad? De sobre'
"i de quá ciertos bienes
por el otro. Pero esa «seguridad» de la espera animal tiene, en adelante. De lo ;';;?';;y á'au es
pasan, por su utir*, a las'fuerzut-á'
l" pasión y aun a la virtucl
cambio, su reverso: que el animal no espera sino aquello a que el hombre as¡.lira y tiende
se siente estimulado por su medio y su apetito instintivo, en tanto natural del hombre' Y, sin emhargo'
Pedro Laín, elesperan'
que la espera humana es «suprainstintiva, suprasituacional e a esos inasequibl", bián".. como"di.e en cada caso espera' 1o
«algo" que
indefinida» 6. zado, a trau'és del^ni"fiál "on"'"to como término
espera «todo»
ri. Ug" el hombre espora
Hay, pues, que distinguir tres realidades: en primer lugar, las csPcl'anzas concretas
realmente contenido en cada una
de
la «espera» o pre-tensión de un ser futuro: QUe es un acto entita- to fclicidad terrcna'
es eI bien .rpr"*I, l' t"iitia'9' sólo como
tivo, algor por tanto, que en rigor somos; en segundo lugar, la ya vimos cuando traramos de
«esperanza», hábito afectivo o sentimiento al que por naturaleza sino como uroii,irá'r'.-Ahora bien, o l¡eatitttdc" no de'
niakariotes
tiende la espera, y en tercer lugar, el «aguardo» o acto de espe- la ielicidad quo ésta, en cuanto más allár de nucstro
pende de nuestio;;ñ;;" ético',porque cslá
rar, acto que implica siempre espera y aun esperanza, por tenue
y desesperanzada que ésta sea ?, por lo que el equívoco de la len- pod".. ¿Qué acontece entoncesl pueclc esperar securulutn
gua española, en la que una misma palabra2 «espera)) o ((espe- Hace .,otur* sunto Tomás que se 12'
to*Uié"' um t'iriutcrn altcritts
rar», confunde el «aguardo» con la «esperanza», es, más allá propriarn,i"*''Ji' p",.o "t"d p<tr vilttltl propia
de su limitación, un acierto que revela una conexión estructural. La primeru *un"" de espe]ar' la espel'arlza Sarrto l'6¡¡1¿!'s Ia
u-to'.eq,,n,1,,.
es la spes Orüt"*qlie cl'icha,
espe,'a,,2.,r tle ttrl ¡icn
La esperanza es, ante todo, como acabamos de ver, un «hábito (ftre
afectivo» montado sobre el «hábito entitativo)r de la espera. Este ilama exsp,ect;liJ."Ánor" bien: la inscns¡lo ¡roncrla clr la
sobrepasa tu. htlmana sería
hábito afectivo es el temple vital o talante de la esperanza. Pero "uiu'oleza
nadie, por esperanzado que sea, vive constantemente en estado 'viri'rcl teol<igal' tlc 1a cspcranz'a 13'
uirtusr)roprltt.TaIbiennoprredeC0ItSCt.:llit.setrrírs(lIlc{r§fl¿I'.
anímico de esperanza, ni nadie, por propenso a la desesperanza xilio uirtut¡r'otieno''- "' la este ca¡'ítul'r ]1o llt'ctcnclc scr
que sea, carece de rachas de esperanza. La esperanza: p'u€s, N[uy sumariameute' porque 'liirrn clc I',r,,llti I-,aítt, a.alr^nlo-' dc
además de ser un modo afectivo de ser, cs también un cambiante sino una ,"r"'q,r"'r.nrl*' nl
estado de ánimo; es lo que los estoicos llamaban, y los esco-
lásticos llaman, una pasión. Pasión que Santo Tomás define como 8 I-II, 4'0, 2.
e II-II, 129, 2.
10 I'Il, 62, 3, ad 2'
6 S. Th., I-II, 40, 6. 11 Oá' ci¿', 553'
5' 3'
6 Laín, ob. cit., 4ó9. rz I'll, 40" i,"-ua l' v. II--U'
'17'
a«l 3'
l'' L.ítr' oÜ' cit'' 510'')'
? Cfr., por ejemplo, En attendant Godot, de Samuel Becker. 13 santo r"Í;,at, s'' /n'' íl'll"iliz"v
*1

AI 281

tEs os ETICO.S
trascienda y desborde: Ia
ver la línea de despliegue que, sobre la base de la estructura v a nuestra tarea en el mundo' lo a Dios' No es' pues'
ontológica de la espera y pasando por el hábito o talante espe- ¿r;r;;;;"a" o"l*";;A *,,n¿o'encuentra porciue a algunos hombres
ranzado, por la pasión de la esperanza y por el «aguardo» o el camino mejor, pero es " tu*'no' ultraterrena
abre Ia perspectiva de una esperanza
solamente se les
acto de esperar, se levanta, con la gracia, a la virtud teológica tias-el abándono de todas las
de la esperanza. Y se comprende muy bien que esta línea de tras el desengaño y la desilusión,
€speranzas terrenas'
uulo' positivo a Ia desesperación en
despliegue posea un sentido moral, esto es, que se encauce según otro
una virtud-virtud natural, virtud moral-de la esperanza, sobre Lutero quiso fu'
ji' i;á;, ieprobable: la desesperación como
la que hablaremos más adelante. sentido, que es,
como, por decirlo así, }a
Mas la espera puede orientarse no sólo hacia la esperanza, inseparabl" d" l, {*, la dásesp"r.ián
'C"!" distinguir uYn" en el pensa'
sino también, deficientemente, hacia la des-esperanza. EI «no otra cara de la i" ;';¿';tu' áe "saludable desespe'
saber a qué atenerse», cuando trasciende el ámbito rnerarnente miento luterano, ;;; {;t;as diferentes
ración» que en éi;p;i;; ñtunaiaur r la de
desesperación
intelectual y se apodera de ia persona entera en sus proyectos y del creyente oscilaría
¡rretensiones, en sus invenciones y esperanzas, conduce a la
la salvación, en "i "'itido de que J talantesalvarse' y en segundo
entre la con{ian za y la dt"'pt'utiOn
dt
desesperación.
;;;;Ji"-i",^"r-á."it, Ia duá' existencial
Nos importa ahora, porque incumbe directamente a nuestro lugar, tu d.r..pái"itá.
tt-i'' llamado Ia fe «escondida»'
cometido, preguntarnos por el aspecto moral de la desesperación, sobre si se tiene o no {e, 1o que
pasión ésta en el sentido más propio de la palabra, puesto que Estad.r"rp.'u"iónluteranae§expresiónextremadaY'Por
tener valor
la transmutación de ánimo en que ella consiste es peyorativa y tanto, inadmisible, de una desesptt"ibn 1'" P.'*u cómodo
dit"i*do de
no meliorativa, como las pasiones impropiamente llamadas así, positivo: Ia d";;"*'";iái 9'r
Ios fariseos y oe iantos cristianos
al uso' mero garantizad:: -9,"
";ñi;;;
la es¡reranza,la alegría o el amor; esto es, conduce a un estado en el mundo y de nuestra «segun'
psíquicamente peor que aquel en que se encontraba el sujeto nuestra «buena "onti""tia»
dad» de .^lu".iát ,tltna' tl *unáo;
o üi"tt la desesperación
antes de que se apoderase de él esta pasión. Repitamos la pre- en la airtus propria como
gunta con otras palabras: pese a la deficiencia constitutiva de que destrry" tu?"ii;;;; pelagiu"'
porque, ya hemos visto
como
la desesperación, ¿puede poseer este talante o esta pasión, en autosuficiente paia iu ..trá.ióri. solarnente
antes, solamente una §p€§ qYP abrl a eecspcctatio'
.t" y l* gt"ia puede convertirse
la vida concreta del hombre, algún sentido moral? Creo que sí. ;i"
A veces la esperanza tiene que pasar a traués de la desesperación una spes qr" .J J;; '!ligio"
y sobreponerse a ella. Y quizá para esperar de veras, para espe. en la virtud teologal de la esperanza'
rar profundamente, haya que haber desesperado de muchas co.
sas; la desesperación puede decantar y puri{icar, puede esen.
cializar nuestra esperanza.
Pero yendo ahora al plano religioso, ¿tiene o puede tener
algún sentido positivo en él la desesperación? Creo que también
debe contestarse afirmativamente esta nueva pregunta la. Por
de pronto hay hombres que para llegar a la esperanza ultrainun-
dana se ven obligados a pasar por una desesperación intra-
mundana. No es, probablemente, el mejor camino. EI mejor
camino consiste, a_ mi p,arecer, en renunciar a Io natural por
un sacrificio, cuando aún conservamos nuestras esperanzas pues-
tas en ello; es decir, renunciar a una esperanza por otra
ranza más alta. O bien esperar, a la vez, en el mundo y en-".p"-
el
más allá de é1, con ulla esperanza que, sirr renunciar al mundo

14 Pueden verse sobre esto mis libros El protestantismo y la morar,


págs. 278-BI de este volumen y Catolicismo, d,ía tras día, pág. 284.
AI

Esta apetición o querencia, dimensión de una estructura en.


vuelta en la unidad radical del hombre como «inteligencia sen-
tiente», se manifiesta en el plano afectivo bajo la forma concreta
de amor. Conforme a lo que acabamos de decir. el amor es,
ante todo, amor al propio bien, amor de uno mismo (que no
tiene por qué ser amor a sí mismo, y menos, egoísmo). Es el
gr.).autov de Aristóteles. El amor de sÍ mismo puede dirigirse a
CAPITULO XIV sí mismo (Aristóteles), a otro y también, en sentido ya impro¡rio,
a las cosas. Para Aristóteles el amor a sí mismo no es sinónimo
EL AATOR de lo que peyorativamente se denomina ««egoísmo». El auténtico
amor a sí mismo es tendencia a la felicidad y búsqueda de la
Dice santo Tomás que er amor no se contrae perfección: es amor a lo mejor de sí mismo y, consiguiente-
determinado de.virtud o vicif .e igual p;J;; a argún género mente, incluye en sí el amor a Dios y a los hombres. Pero los
bueno o malo: sino que, si decir de acro
oid.nudo, r"'in.luy" en todo epicúreos y los estoicos empezarán a establecer una cierta ten-
aeto bueno-, I si desord,enado,", "áo, sión-todavía sin contradicción-entre los distintos objetos del
e., iod, p;il;i L'"rul quiere de-
cir que todo acto, voluntario Lr, sentido amor. San Agustín 3 no establece la menor contraclicción entre
Efectivamente, el bien es r"áá "r,sólo de amor.
, "*pri;,'acto
lo ñ.:i;; hombres ape- el amor a sí mismo-an1,or sui-y el amor a Dios-a'mor De'i-.
tecen; todo apetito g. aperiro dei bien,;"r'';;r;;] Al contrario, Dios es el único bien que puede satisfacer el amor
{Pero repitamos Io dichi
,*o, al bien. del hombre. La contradicción se encuentra en el amor-como
nadie aperece er bien en abs.
tracto, siempre se aperecen"i¡r",
rearidad.. tr;;;.:i y";o, bien supremo-de Dios o del mundo. El mundo puede amarse,
romás define el amor eso
san-ro
pero no como el bien suprerno, sino como bien subordinado y
";;;-;;;ü""i"';;;;io
o como coa,ptatio de ra uirt,ud, a"t apetito,
aáetitiva ut ¡i.,i.-cu.ndo se posee útil para la salvación; o dicho en la terminología de Agustín:
el bien tienl lrr:iii
¿ri"áiali'que es quíes en ét; y al movi. el lrui se ha de poner en Dios, que es quien se debe amar por
miento hacia él"lo IIam;;";-;;" Lupisceitía sí mismo i el uti o uso amoroso con vistas al fin último, en el
o--d"r¡drrium, pero
ya vimos al estudiar el acto de vollntua qu" mundo.
lf,"iruiuo no está
sólo al final del acto, sino en su misma'purriu'en El am,or suí, según la concepción antigua y medieval, es, pues,
a lo largo de todo su proceso. vemos, pues, marcha y
que, en rearidacr, er un movimiento afectivo éticamente neutral: todos los hombres
amor está a Ia base de todo apetito. ' L se aman a sí mismos en el sentido de que todos los hombres
¿Qué significa esto? Que er'amor, como r«apetición» o «que- quieren su propio bien. La cuestión moral comienza, por una
rencia» e
iSu{ que. La _((espera», es un hábi; entitativo, una parte, en el momento de poner el sumo bien-la felicidad-en
estructura fundamentar de Ia existencia z. Esta up"ii.ion corres- ésta o en la otra realidad, en los placeres del mundo, por ejem-
ponde a la realidad ontorógica del hombre,;;;
.r";;.encia abier- plo, o en Dios, y por otra parte, en la <,idea del hombre)) que
ta» a su perfección. Esra. pre-tensión ."';u;;; cada cual se forja como correlato de aquell:r conce¡rción de la
per'fección es la «apetición» o «querenciar>, fretensión de felicidad: ser cuya destinación es inmanente al mundo.o ser
así como en su
dimensión de prerenrlór, d" duración y fr;;; que trasciende el horizonte intramundano.
J'lu
".p".u. Solamente cuando con Lutero se degrade la naturaleza hu-
1 II-II, ,mana y consiguientemente se considere escnciahnente malo el
2 Pedro125, 2.
Laín, en. f,-a espera y la esperanza, amor a sí mismo y cuando, al propio tiempo, con la mentalidad
estructura, «písrica, elpÍdica' y. fílica,, ali -..i.i;;"iu
ha hecho ver
"i;;.nrru la tri,le
nece constitutivamente ar hombre el se.
l" , perre- moderna, surja una moral inmanente y Ia antitesis am.or Dei-
P,r tanto, podría y de-beri,
cre-yente, y arna,te.
esperante atnor mund,i pierda sentido, comenzarán a oponerse el amor a
un libro, paralelo ar cre Laín
nadie más calificado que"."iiüir*
,i.*o sí mismo o egoísmo y ei amor al prójimo. La reducción del anti-
o-yla «querencia» como esrructura ontol;gr:;i"'i;""."i"1.tir.
¿t para hacerro-, sobre er amor
Iin cierro guo dnwr sui (que, como hemos visto, envolvía todos los objetos
modo, sanro Tomás enrrevió eso ar
de las pasiones irascibles. "on.id.ru,
;l;r;;;;ro ra primera
3 Sermo, CXXI, I.
srr
q

2u.l .\ UD CO At 285

del amor) a egoísmo acontece, como


se sabe, con Hobbes. Natu- Sin embargo, ha sido siempre una influencia profunda y du-
ralmente, tal ioncepción es inaceptabre,-
plista' Butler *: *:i infruido por por uniraterar y sim- radera.
ÁristórárÁ v ü estoicos, reac- Esta ambigüedad del amo.r suí se funda, como vimos, en la
cionará eficazmente conrra uqr.itu
es contra Ia propia naturareza
Ii., rrr"i.í¿T que el vicio neutralidad ética del amor, y va ,más allá de lo descrito. Santo
r por tanto,".,er verdadero Tomás 6, con su distinción entre el amor amicitiae y el amor
amor a sí mismo, el amor r"cionár Que,
El sellJoue o egoísmo ,""ion"i
u'.í'*'i.*o, .r-.r"-pre bueno. concupiscentiae, ha puesto de manifiesto otra de sus facetas.
,no de los principios El primero lo es per prius y y consiste en el que
fundamentares consiste
v ",
Iu búl[;d. ;";iial',
éticos simpl,iciter,
"n
de.la propia felicidad. (1und:anri. «prudente» b se tiene directamente a alguien como a <<alter ipse»»,' el anror
É. ,"";;;liJ único. Junto de concupiscencia es el que se tiene a alguien-o a algo-, p€ro
el principio de Ia bincuo,l"n"r!.ru"ioruliru"ión
"t
:,:r^::-rl
stmpatra o amor razonable al de la no por sí mismo, sino en cuanto es un bien para otro (qr"
nrójimo,
la rornanidad se Ilamaba i"Ái"¡ro, (y lo que -en "n "l t.rrgrr;" á" puecle ser el que ama o un tercero). Y, evidentemente, no puede
qu" la época moderna decirse que el amor de concupiscencia sea, sin más, malo. Puede
constituye una secularización de.
lu
continental, t'ílavrtro,pía, y después, -iori;rr¡: ; ll pensamiento serlo, pero no tiene por qué serlo.
desde ¡;;;; ultrui..no. Uno El amor, apetito sensible, es claro que puede ser un senti-
y otro principio no son
den entrar en corisión; "rur.i"lrn"nte p..; ;;;-
incomp"iilf"., miento espiritual (racional), pero no virtud, porque siempre es
lnionr.. u¡- tercer principio étic.,
de ".
Ia conciencia, er rh;ril-; decidir. otrá el tendencia a un bien que no se posee enteramente, ya sea porque
sigdwick, ve en i,órofo ingrés, es imposible poseerio enteranlente, ya sea porque su posesión
i, ju.iu ,.ü"iá, entre er rational, egoism. v ra no satisface el apetito. (La concupiscencia lo es siempre de bienes
ratíonal beneuolence «erprobt.,,," -a, p-rr.i"'t tu ética».
Butler no es ciertamánte un iil¿soJJ;;ñ;d1", infinitos.) El amor natural no puede ser nunca virtud. (La «be"
en todos los libros de ética. sin ." estudicn nevolencia», sí.) Solamente la amístad, de la que hablaremos en
históricamente mucho
embarg;,;;';;"'ái"r,to ha sido. seguida, es, como dice Aristóteles, una semivirtud. La ausencia
Tíilñ"rhnte de lo que parece. En
primer lugar, la moral vivida de pasión, la voluntariedad en la adquisición de una amistad y la
.ij" fraguada mu-
"r'¡;r;;;."i,;;;;"rllr¡.",
cho,más por él que por los empiri"st"r, sostenibilidad y apropiabilidad de las amistades, el sentido ra-
mucho más conócidás. De otrJ parte, nos son zonable-no se trata en ellas como en el amor propiamente
entre ellos (la influencia sobre él'de
su posición intermedia dicho, de buscar en el amado la felicidad-de la colaboración,
fluvó asimismo
si"ri"J¡*r,'nr" tanto in_ cooperación y mutua ayuda que posee la verdadera amistad, son
sobre Hume, ¿riJ"ri";;":üíiamiento racio- notas que distinguen claramente a la amistad del amor. Pero
nalista continenta]-
o:. "r tradicionaL
un'luáo-,
teles y el estoicismo) i,".¿t." (Arisró- el carácter virtuoso o semivirtuoso de la amistad procede, como
-por otro, y tradicion"t ..l.tirno por un
tercero (Butler fu,e obispo se ve, de su limitación. El auténtico amor husca lo que nunca
,ngli"r.rol, f" pr._iiiO abrir una
plausible «vía media» entre esüs acaba de encontrar, porque es inaccesible. Solamente un amor
cuatro
faz de palabras como «amor a sí mismo,,direcciones. La dobre ilimitado puede alcanzar el bien ilimitado. Pero un amor ilimi-
no significa en er vocaburario morri ;.á y-.ó.raencia», que tado es un amor dado: es el amor de caridad, virtud infusa, vir-
mente malo-egoísmo-ni argo enteramente
i,r'iL" inequívoca_ tud teologal, de Dios en nosotros.
de Ia perfección, virtud-, p.o?"d", buáo-búsqueda Esto último nos plantea una cuestión de relación entre la
a mi pare cer,, y por distintos
caminos, de ér. La infrueráia ingresa ética y la religión. El amor, con{orme a Ia estructura entitativa
en iilosofia'no ." ha pro_
ducido nunca a tambor ¡rti.niE, como de que es manifestación afectiva, es siempre pre-tensión o ver-
prestigio de la alernana (wittgeístein,
la francesa, ni con el sión al bien, al sumo bien. Tal fue la concepción del eros pla-
pensraá. ,.i*irado por tónico: aspiración o tendencia de lo inferior a lo superior, de
los ingleses, es mucho
-*o. cino.i,ro que sartre, pero tar vez
_-la historia de Ia filosofía lo imperfecto a Io perfecto. Esta concepción penetra toda la
ro dirá-_no l. .;;-..,"'i^portancia).
mentalidad griega, ) así, la philía ? o amistad aristotélica consiste
sus serrnon s on human nature y la Dissertation on the nature más bien en amar que en ser amado y exige que el superior
,t irrrrÍlri sea amado más de lo que él ama. Con todo, como supone una
5Sobre este concepto moderno de
ra prudencia, ligada a un 6 I-II, 26, 4, y 28, I y 2.
razonable, uide infra, áap. XVI. egoísnro
7 Eth. ¡Yic., VIII y IX.
('
lE s ÉTtcos
Pero ól planteó el pro-
cierta igualdad entre ambos, Aristóteles plantea la cuestión-pere- Lutero vino a romp€r esta síntesis'
grina para nosotros en sus propit s términos, n¡uy razonable blemasolamenteenelterreno-primordial-delagraciayno
del hombre' corrompida por
reducida a los nuestros-de si se debe desear a los amigos que en eI de Ia .rri¿J. Lu-nut"'uleá intrínsecamente' sino sólo
lleguen a ser dioses, porque entonces dejarían de amar a los el pecado, no p;;"*';;-i'utttia*
po' la.gracia' La lucha contra la llevó
preten-
que antes eran amigos suyos. Y es que el eros es siempre un im- reve"stida formata» Ie
pulso o movimiento ascendente, subida hacia Dios. De ahí su "*t.rn"i'-"ti"
sión de la, ubue""t-oU""" y lit "tiat"u'itut"
ut t*or cristiano y;;;; la justiiicación en la ie
caracterización platónica como metaxú («demonio») o térimino a postergu,
en Ia tcoría del amor una
medio entre lo terreno y lo celestial. Tender a la perfección es soia. And"r, Nffir'^f,"1""fíruao teoría tle la justicia' Pero'
mejor que permanecer, inerte, en la imperfección. Pero por lo reforma paralela" la de Lutero
.r, lu
intentado pt"y"tt"t esta reforma suya en el
mismo que se mueve hacia la perfección, proclama su indigen- igual que Luter.o,lu
pl.n"mente consciente de este
cia, su imperfección: si fuésemos dioses no amaríamos, repo- pensamienro
y de que su teoría no es sino
"r,*'r#i;';;il;;ol-Y' transpost'
saríamos, inmóviles, en nuestra plenitud. Y por eso, en la con- paralelismo co-n i;;; en Luteto estas
ha buscado
cepción cosmológica de Aristóteles, el primer motor mueve, sin ción a otro pta"o á" fá luterana' plttto como lema de su lil¡ro:
moverse, xtvei éc épó¡revov, mueve como amado, por pura y está- nalabras autorizadoras y las ha
...Amor diiigibile, amor lrominis
tica atracción a lo inferior. D"i no.,.in,.,.it, sed .,.ui,.uu*
de Dios no encuentra' sino que
El cristianismo vino, conlo ha mostrado Scheler 8, I invertir fit a suo diligibili;;' ;1 ;41 lto*bt"' ¿ revés' es amor de Io
el movimiento amoroso. El amor de lo inferior a lo superior, crea lo amable; el amor d"l
naturalmente, prosigue. Pero sobre él se revela otro amor, agape oreviamente amable para"éI es"el puro amor
o charitas, gü€ es-al revés-amor de lo superior a lo inferior, e"t'e lo. que
''""É;;;;il-i#i;gueu ogáp'' ^toná"pción católica de éste' a
de Dios a los hombres. Antes el amor-movimiento en sí mismo cristiano, qu" tt"'i y lu
neutral desde el punto de vista ético--se justificaba, se hacía
"f
la que d"no*ii"'-i"¡¡'í"La'agá'pe
e' pu'o amor inmotivado'
itgún' el modo catóIico
bueno, por su tendencia al bien; ahora es el bien, es el grado «indiferent" ll'-'uio"t'.-i'i*ionul los <telegidos,'
"
de bondad el que se mide por el grado de amor, por el grado de ver*, q'" ;;;it"Je uarbitruti'*"ntt""'ot''e de Cristo:
de caridad. Lo mej'or, lo verdaderamente bueno, es el amor: Como pruebas;;;;átas cita I'.**" sino ,I1: l^11:'^'
a los pecadores»' y'
Dios es amor. uNo he venido I ilill-"- ' t-9: iuitos' lo-por Io cual
Ahora bien: la teología cristiana primitiva-la Patrística- todas las qu"' i.nJ,ur, pre,lil.J.ián^'po. éstos
S.h.l.r, en eI sentido de que
no vino a oponerse al pensamiento griego, sino que edificó sobre intenta refutar su interpretación-por
é1. Por ello aceptó tres supuestos griegos: el de que la realidad existe un fondá de válor
t"- tI'pecador qrrc' frente al {ariseo'
f''*ifá" "on"i"ntiu y la de
de él
ente¡a es buena, el de que su Creador, f)ios, es la Bondad y la con{iese su pecado y tieng y también
Razón infinitas, y el de que la caridad es amor a Dios inlundido el
Harnack sobre"dlt uvalor in{inito -á."l*u humana»*'de la últirna
á;i
iiii" práaigo f los viíradores
en el hombre e incorporado intrínsecamente a él por la gracia. tas parábotr,
La caridad del hombre cristiano sigue siendo eros en ei sentido ho't"*ú,, concepciói
de que es movimiento de lo inferior a lo supremo, y si es también Nvgren, 11 .sgnuin-a ::l::':',1; li'Tiili"r';
"la
movimiento hacia el igual o prójimo, lo es por Dios, envolvién- es de agá'fi teocéntrica' {u€ crea gratu-rtatne el centro mismo
elá agá¡'e es
dole en el «cuerpo místico» de Cristo; no es, en cambio , ero's amado; si bien, precisamente porqu
no {u" -nt'¡ttn cle ttna re{lexión
en el sentido de que constituya un puro movimiento egocéntrico de la {e cristialra y su suptlest;' antigtta seguía viva'
y ascendente: amamos a Dios con el amor otorgado por el consciente y aog*ática. É..o la'mentalidati
-
,,,riiiu!-ó I:^
superior al inferior, con el amor que EI nos ha dado. Eros y y San a*u.lill";il" t;il;ii"^;;, de.1t,,, ll,,:::,::
la curitus' oue sc.ra' segtrn
amor procedentes de Dios se funden en el hombre, como se Lgipn.riiiu"u pol' su concepción ert el catolicismo' dc
funden en él naturaleza y gracia. Nygren, ,r,"lt'ltt'i, ;;;H"ptt*ittitlo
eros y agüpe'
s Cfr. El resentimiento en la moral. Tambión Heinrich Scholz, .L-ros
und Caritas. Die platonische Liebe und die Liebe im Sinne d,es Chris- 9 Cfr. su libro AgaPe and Eros'
tentun6. 10 Ob. cit., Págs., i2 Y sigs'
,^rmrq

Al 289
IE TUD os
como una transposición o humanización de
ciertas notas del
Tal la construcción de Nygren, como se ve en Ia más pura
es
línea luterana, aunque frente a ella, con un reconocimiento del amor divino, puro rebosar de una.plenitud sin «.aspiración»' sa'
arrojada a voleo'
<<catolicismo» de San Agustín. Durante los siglos XVII y xvtrr, el .riil.i" ,,i fín"Ua"á, ,*ittua inútil],, igualmente para
siempre
todos
protestantismo y las herejías inspiradas en él pretendían ampa- puro modo a. .., q,e, como el sol, brilla
rarse en San Agustín. Los protestantes actuales renuncian a ello. i;;;;tres, buenás o malos, y sobre todas las cosas'
La .construcción de Nygren presenta tres de{ectos muy visi-
bles. En primer lugar, el de ser, precisamente, una pura cons-
trucción; es decir, una proyección sobre los autores antiguos de
los supuestos interpretativos del propio Nygren. En segundo lu-
gar, su irracionalismo voluntarista, que concibe un Dios desde
el punto de vista humano uabsurclo>,. Finalmente, esta concep-
ción hace incomprensible el an:lor cristiano en el hombre. Pues,
Ilor una parte, el amor del hombre a Dios no puede ajustarse
al esquema de la agáp,e, puesto que no puede ser inmotivado,
y por otra parte, el amor cristiano al prójimo queda sin sufi-
ciente justificación teológica.
Ya que acabarnos de re{erirnos al amor cristiano al prójimo,
conviene ahora que, dejando a Nygren, procuremos caracterizar
este amor, no desde el punto de vista teológico, sino natural 11.
Frente al precristiano amor al prójimo como próximo (amor a
los familiares, amor al pueblo y la patria), el amor cristiano al
prójimo es uniüersal, y frente al amor a una persona por sí mis-
ma, por su modo concreto e individual de ser, el amor al prójimo
es general: <,homo quidam», dice la parábola del buen Sama-
ritano. Se ama al hombre, a cualquier hombre, a todo hornbre,
no por sí mismo, sino por Dios y con el amor de Dios, y se ve
en él al mismo Cristo Dios. Amor, pues, universal y general,
pero p'ersonal 12. En esta última nota se distingue del que
Nietzsche, y tras él llartmann 13, llaman «amor aI lejano», y
que puede ser amor a una idea o a un ideal, o amor transper-
sonal a la humanidad, al superhombre, al hombre del porvenir
(Liebe zum Fernsten und, Künltigen), etc. Amor siempre sin
reciprocidad posible, puesto que es amor a la idea o ideal del
hombre, no al hombre real.
Los mismos Nietzsche y Hartmann han hablado de otra suerte
de anror, la Schenkende Tugendra o virtud donante, que sería

11 Cfr. N. Flartmann, Ethik, 449-460.


72 Cfr. R. Bultmann, Glau.ben und Yerstehen, l, 229ysigs.,yII,
69-70 y 136.
t3 Nietzsche, Also sprach Zarathustra, primera parte, uVon der
Náchstenlieber, yHartmann, Ethik, 48+502.
14 Ob. cit., primera parte, «Von der schenkenden Tugendr, y ob. cit.,
502-9.
(l )qt

deber 1. La virtud no es en principio sirto una y la misma. Pero


en relación con el fin de las acciones debidas, es decit', en rela-
ción con su «materia», puede haber muchas virtudes, de las
cuales Kant estudia las que considera más irnport¿rntes 2.
Es, pues, evidente, en el mismo Kant, la insu{iciencia de la
«ética del deber¡r. Aun aceptando los supuestos de Kant, el deber
es siempre un «debe», una «falta» de algo que, cn el peor de
los casos, no podrá completarse nunca, pero a Io que ese «debe»,
CAPITÜLO XV esa ufalta», están remitiendo siempre, por lo menos inteltcional
o idealmente. EI deber es, pues, un concepto negativo, es in-
tAS VIRTUDES suficiencia. Podrá alegarse que la suficiencia a que remite es
puramente «ideal» y, por tanto, inalcanzable, irrealizable; peto
Al tratar del objeto material de la ética, hablamos de los no por eso, en el orden conceptual, el concepto del deber dejará
hábitos desde el punto de vista de su pura estructura. conside- de fundarse en esa plenitud irreal. Ahora bien: semejante «ple-
¡ados ahora en cuanto a su ((contenido,r moral, pueden ser bue- nitud irreal» es precisamente lo que se ha llamado ,.valorr¡. La
nos o malos, es decir, virtudes o vicios. Trataiemos prirnera- ética del deber conduce así, inexorablemente, a la ético de los
rnente de las virtudes en general. uolores'. Huy un intervalo entre el ser y lo que tiene que ser,
Los sistemas éticos clásicos difieren entre sí, fundamental- entre el ser y el deber. Este intervalo, esta distancia, podrá sal-
rr¡ente, como hemos vjst9, por poner el sumo bien en el placer, varse o no-ésta es otra cuestión-, pero, cn cualquier caso, el
la virtud, la contemplación o Dior. pero todos ellos convienen «debe», lo que «falta», sólo pueden entenderse dcsde la totali-
en ser sistemas de las virtudes. El libro de moral más impor- dad. Si se debe hacer algo es siempre porquc ese algo es va'
tante. de la antigüeda d, la Etica níco'm^quea, y el libro de mtral lioso. Añádase a esto que, como hace notar Zubiri, el deber no
yir agota, ni mucho menos, la moralidad. El árnbito de la moral es
i*p.ortante de la Edad Media, la se§unda parte d,e la summa
mucho más amplio que el cle lo simplemente rlebido.
Theoto'gic_a, constituy_en sistemas de virtud.r. Lu, cosas prosi-
guen así hasta K?nt. Kant, frente a la moral d,e las uirtu.cles, erige La ética de los deberes nos conduce, pues, a l¿r ética de los
una rnoral del deber (qu-e luego, a la hora de su aplicació"n, valores. De los valores, con su inevitable platonismo-<<esencias»
transformaron sus discípulos en una d,eonto'Iogía). La^raz6n dá separadas, preestablecidas en una especie de <<cielo inteligible»
esta sustitución es obvia para quien conoce los principios capi- y más o menos «realizabl€s))-, ya se hizo más arriba una crítica
tales de la filosofía kantiana. Lis «virtudes» son ir.orporuciones detenida a. Los valores no son <<esencias¡r preestablecidas, sino,
o apropiaciones del bien. El deber se convierte así en ,,realidad», como dice Zubiri, pura y simplemente posibilidades apropia-
en «segunda naturaleza». Ahora bien: este tránsito, esta comu- bles 5. El valor no es sino la deseabilidad de las cosas, la con-
nicación entre el «deber, y el ((ser», entre la «naturaleza» y la veniencia de la realidad con lo que el hombre apetece. Pero
«libertadr), es para Kant imposible. La realidad del hombre no consideradas en concreto, desde el ángulo de la «posibiiidad», la
es unitaria, sino radicalmente discorde. por eso su moral es 1 G. S., ed. cit., t. VI, príg. 399.
moral del deber y no de la virtud. 2 Independientemente de la línea de pensamiento quc pasa de la
sin embargo, Kant, cuando Ilega el momento de desarrollar ética kantiana del deber a la del valor (Lotze, etc.), y de ésta ¿r la de la
prácticamente su ética, reconoce también, desde el punto de vista virtud, que es la línea que se considera en el cuerpo dc este capítulo,
se da históricamente otra que, arrancando del nrismo Kant, pas¿r por
empírico, la necesidad de una «doctrina de la virtud, (<«Tugen- Schiller y Hegel, se prolonga en el inglés Prichard y llega hasta el
dlehre»), cuyos fundamentos expone en la segunda parte aá la alemán Reiner. Esta línea, que trata de armoniz.ar dcbcr, inclinación y
Me'lalísica de las co.stu,mbres. La ética críti.u purámente for- virtud, ha sido examin¿rda en el cap. III.
mal. La ética empí-ric1 tiene que ocuparse del "r 3 En contra de esta desembocadura de la ótica clel debcr en la ética
,,cóntenido», por-
de los valores, puede verse De Burgh, ob. cit., ptigs. Ill-2, 12? y sigs.
que el hombre no ha llegado todavía d ser puro vernunftwrisen, a Cfr. el cap. X de la printera parte.
necesita una guía paru lo que ha de hacer. La virtud es la fuerza 5 Cfr. a esta luz las págs. 47-9 de la Ethilc de llartmann, donde se
moral de la voluntad de un hombre en la prosecución de su «toca)) Ia aporía de los valores, para decirlo con palabras c{e su autor.
IE OS A/
por
caridad (agápe) o la humildad no.eran «valores» antes de Cristo. tudes nuevas (incluso dentro del cristianismo: piénsese,
Y por otra parte, si antes decíamos que el ámbito de la mora- -' -E;
ejemplo, en las virtudes calvinistas)'- y d"t*parecen
-hombte otras'
lidad es más vasto que el del deber, ahora hay que decir, a la iirr, t"*bién Zubiri, que áefine al qua moral'
inversa, que la ética de los valores no logra acotar lo especí{ica- cümo animal de potibilidades apropiadat,. d1 a. la virtud
y al
que
mente ético, sino que lo desborda. ;i;i", qr. ,on los modos de apropiación, toda la importancia que'
No hay, pues, valores sin apropiabilidad y apropiación. Pero demandan en un estudio de ia moral. Hay una posibilidad
esta apropiación es precisamente la virtud. He aquí cómo, tras ;";; vimos, está siempre constitutivamente apropiada' rnuchassi bien
haber sido conducidos a la ética de los valores por la ética del problemáticámentei es la {elicidad' 4"y luego.otras
De éstos, algunos' los de'
deber, la ética de los valores desemboca en ética de las u,irtudes. ioriUitiaudes apropiables: los bienes'
Decíamos que las dos morales más importantes de otros tiempos, t.r.r, ,or, ,de*ái- "pro:piandos. Y la configuración moral del
la de Aristóteles y la de Santo Tomás, consistían en teoría de ho*b." se lleva .oüo po, .r* apropiaciones cumplidas y arrai'
las virtudes. Pues bien, hoy se está regresando a aquella con- gadas: virtudes "Y vicios 8. r
cepción. Ya la Etica de Hartmann-con su fuerte influjo aris- La de{inición más acreditada de la virtud es la dada- por
de libre
totélico-tiene mucho de teoría de las virtudes. Tras é1, Hans -.o*o z héxis, procedente
Aristóteles en la Etica nicomaqueas
consis'
Reiner atiende con el mayor interés a los «Haltungswerte», es .ie""ión (o habitus electiuus, dice Santo Tomás),
decir, a las virtudes: virtudes de los germanos, virtudes de los tente en un «término mediori en relación con
nosotros-:rgoc itt'ic
romanos, falta de una doctrina de las virtudes rnorales en el apelación a! hic el a la realidad circunstan'
ruunc de cada cual,
Antiguo Testamento, según Bultmann, porque el éthos judio ha- ;iJ;; i, prudencia-, regulada por el logos como la regularía
b¡ía estado total y exclusivamente orientado hacia lo religioso, el hombre Prudente.
etcétera, etc. Otto Friedrich Bollnow, yendo más allá, a{irma que Importa conservar en esta de{inición todas las dimensiones
la ética tiene que ser, fundamentalmente, «teoría de la virttid», en las palabr as héxís, h.abitus y habi'
"on..ptufl., "ort.r,idas
iuáo,', Ou, hemos explicado- más arriba' Se trata de una po§:e'
y entiende por virtud, de acuerdo con el sentido primario de p.ro no dada por naturaleza, sino adquirida
ltéxis, que analizábamos anteriormente, ««una complexión gene- sión o ousía real,
p", iiU." elección. bsta elección se hace con arreglo a una nor'
ral del hombre más allá de las acciones aisladas» («eine allge-
meine, über die einzelne Handlung hinausgehende Ver{a,ssung Lu:óp,ofrév'n, ópicetev,69oa*, rectitud (orthótes) de la inte'
des Menschen») 6. Lo mismo la ética {ormal de Kant que la ética
iig"n.i"' (Ári.i'¿t"i"s dice iogot, pero ya sabemos que el logos no
es sino un uso de la inteligencir) y "or.retada prudencialmente'
de los valores son apriorísticas. Frente a ellas es menester a{ir-
Werner Jaeger ha hecho i'.t-q'i'á incluso Yjndo demasiado
mar-dice Bollnow-el empirismo de la ética de las virtudes, lejos-el giio qr" Aristóteles imprimió a Ia phrónesis en rela'
fundado en el pa¡lel fundamental que juega la experiencia-como
ción con Platón y los anteriores escritos aristotélic os*Protréy
vio Aristóteles-en la filosolía moral, y el respeto que es me- lro, tt¡o ^ Eud,"*o_, redactados aún bajo el. preponderante
nester guardar a los datos que ella proporciona. La teoría de
i.ffr¡o platónico. La {unción de la- phrónesis-el tránsito de la
Ias virtudes-continúa Bollnow-ha de desarrollarse, no según ,r,rr:r'a la prud,encía,.para decirlo con palabraspara modernas-
un método sistemático, sino experiencial q históricamente. La á;j"- dL .r, lá aprehensión de Ia norma universal consistir
palabra misma «virtud» ha cambiado de sentido: lo que los fu recta elección de Io que se ha de hacer (recta ratio agibi'
griegos entendieron por virtud no es lo mismo que entendjeron ""
l¡"*1. los phrónimoi no.ón yu los sapfenfes, sino los prudentes,
los romanos; el cristianismo lleva a cabo una verdadera Umwer-
tung de las virtudes, y modernamente hay un concepto uburgués»
y un concepto «marxista» de la virtud, diferentes de los antiguos ? cfr. mi libro El protestantism.o y la m.oral, sec. I[[, cap. III.
B G. E. Moore desiaca esta dimensión de «conduci'eness» o «expe'
y diferentes entre sí. También cada una de las virtudes ha de diency» qu. po.""n Ias virtude-s, en cuanto
que conducen a lo bueno
ser estudiada histórica y psicológicamente, porque surgen vir- ;;i: Pe.o Ia d..u", unilateralÁente, como todos los utilitaristas' reba'
jando y aun n.g";áá-.u valor íntríns¿co (cfr. Principia ethica, págs' 171
y sigs.).

6 «Konkrete Ethik», en Zeitschrílt lür philosophische Forsclrung, 9 II, 6, 1106 b, 36 a, 1107 a, 1: éfirq x-poatpertxir, E' peoótr¡tt oóoa
Band VI, IIe{t 3, 1952. npoc {p/c, íptopév¡ }.ó1q nat {r dv é
gpivtpoc épioetav'
IES?TI os ('

que poseen la sapientia mino,r de las rerunT. humanarurz. Todavía metafísico, la supremacía del páros t hóros
(lo que es el bien,
en la Eüca eudemi.a 10, la virtud no era más que un instrumento a{irmaban- los pitagóricos) sobre el áwiron ( gu-" es el

del entendimiento. La definición de la Etica níco,maquea, que "o*o


mal), y trata en seguida dá disting-uir el méso'n moral del méson
vale para las virtudes éticas, no para las dianoéticas, manifiesta mutemático. santo Tomás sigue al Estagirita, y así se pregunta
que, por primera vez, se ha deslindado el ámbito de la filosofía utrum uírtutes morales sint in medio, contestando a{irmativa-
moral. mente 14. Y los escritores ascéticos conjugarán esta idea de la
La idea de tnesótes (mediedad o «término medio») está en nted,ietas con la de la rectítudo, diciendo-es un lugar común
relación, por una parte, con la idea de méson (y ., contrario de la Ascética--que la virtud consiste en seguir el camino recto,
á-meson), y por otra, con la de métron. Veamos una y otra sin torcerse ni hacia la derecha ni hacia Ia izquierda, es decir,
conexión. El impulso in-mediato (d,-meson/ del hombre le arras- -sin pecar por exceso ni por defecto, y apoyarán
la doctrina en
15.
tra a entregarse a sus pasiones. Por el contrario, el ejercicio textós de ü Sagrada Escritura
de la razón, y no sólo de Ia razón práctica, sino también de Nicolás Hurl*ann, gue se sirve libremente de la teoría aris-
la razón teórica, es un establecimiento de mediedad y mediación; totélica de la m.esótes, óon vistas a la teoría de los valores y- a
es, frente a la sensación y al sentimiento, diá-noía y dís-curso, la fundamentación de la polaridad que 16,- se daría -enlre ellos, [a
es decir, distancia 11, €tr el plano teor6tico, y en el plano moral analizado y desmontado esta doctrina páIa hacer ver que
es no ceder a las solicitaciones in-mediatas, constituir una héxís tras eI apaiente «término medio», lo que hay -es una síntesis de
difícilmente removible, conservar la sophrosyne o temperantia. dos valores polarmente opuestos, cada uno de ellos, a los su-
y el dominio (élxpdteta) sobre la parte concupiscible e irascible puestos «extremos» de Aristóteles, -que- serían .así los corres-
del alma. pondientes contravalores. Por ejemplo, -Ja andreía' es' a la vez'
valentía, lo opuesto a la cobardía, perg como
((sangre
Esta mediedad es siempre medida, métron. En el conoci-
"o*o
iríu, (precaución, Vorsích't, dice Hartmann), lo opuesto a la
miento, cotrütrwnsuraüio y adaequatio (ó¡roiootq); en la actividad
moral, armonía d,el noú,s y la órexis, equilibrio entre ambos de irrr.r.ui", a la alocada temeridad; con lo cual resulta así ser
((sangre
tal modo, que ni se sofoque el primero ni se apague la segunda; una síntesis de valentía y precaución o, si se prefiere,
Iría». (Personalrnente prefiero esto último, que además me pa-
esto es, término rnedio, mc:tas¡i,, mesótes.
Recordemos la imagen aristotélica del arquero: la recta pun- ,""" *á, {iel al sentid; último del pensamiento de Hartmann'
tería ( orthótes, de la que en seguida hablaremos) consiste en La precaución está ya en- la línea de la pnrdencia y nos trans-
acertar en el blanco (y blanco se halla dentro de nosotros pori", por tanto, u oiru esfera de valores, en ta'to que-la «saxgre
"l
mismos, ¡réoov Ds oüto toú npctl¡ratoc d).).4 to npoq tpdc tz, no en un iría, pertenece, igual que la valentía, al orden de los valores
extremo ni en el otro, sino en su punto medio, en su nrcsótes 13. llumado* vitales. Si, porll contrario, se escoge el término precau-
La concepción de la virtud como término medio entre el u otro afín, hatría que hablar, por el otro lado, de <<{orta'
exceso (ó:rsppol{) y defecto ($.}.etr{.rtc o évDe[a) es, como se leza»--en el sentido de lá virtud cardinal de este nombre-, no
"i¿n
sabe, característica de "l Aristóteles, y a ella dedica Ia segunda de «valentía», y se complica enormemente la cuestión')
mitad del libro II de la Etica nicomaqueo. Aristóteles empieza i'inalmente, l" d"tinición aristotélica de la virtud consta de
reconociendo el origen matemático de esta idea y su presupuesto otro concepto, el de orthótes, implícito en el del.bgos, que ha
de ser ortlrós y en el dehóros. Heidegger, en sY bello y ptnetran-
10 VIII, 2. te estudio Pl'atons Lehre uott, der Waltreit, ha evidenciado el
11 El problema que aquí nos ocupa, intentado ver en la totalidad origen platónico del concepto de orthó¡es. A la antigua concep'
de sus dimensiones, es el objeto del libro de Jan van der Meulen-que ciói de'la verdad como aléth,eio, esto es, des-ctrbrimiento, se sus'
no me parece de primer orden-, Aristóteles. Die Mitte in seinem Denken
(«lVlitte», en el sentido de «centro»r, sentido en el cual queda envuelto
tituye su concepción como homaíosis. I-a verdad no estarílr ya
el de «mesótes»). No me ha sido posible ver el libro de Herald Schilling, Corncrir^rri yu a no estar-en lo que llarnamos realidad, sino
Das Ethos der Mesotes.
-o
en las ideas, y cinsistiría-empezaria a consistir-'en Ia adecua-
L2 II, 6, 1106 b, 7.
13 Está vinculación de orthótes y mesótes es también patente en la 14 S. Th,I-II, 64, l.
Polítíca. El régimen político orth.ós es.xat'e[op¡v,precisamettte el régimen 15 Por ejemplo, Deuter',5 y 17; Prouerb',4' e ^ls'' 30'
mésos (1295 a, 35-<l{); 1295 b, 35; 1296 a,7). 16 Ethik, págs. 439 y sigs. y 566 v sigs'
..I

IE os TI os (: AI
TU
ción a éstas, puesta de manifiesto por la orthótes de nuestro Ia elección n y, suma, a la prudencia, virtud intelectual qYe
mirar (mirar derechamente a las ideas en vez de mirar a sus *rrrir," la "r,
ápli"ación concreta de la recta razón
22. El segundo

sornbras, proyectadas en eI fondo de la caverna, las «cosas,,).


"n
sentido se refiáre a la sumisión de la órexis a la recta raz6n.
La rectitudo pasa así, gradualmente, al primer plano. En el Las virtudes especí{icamente éticasconstituyel, cuanto tpog t[
la recta raz6n,
"l
relación consistente en
platónico ««mito de la caverna», las dos concepciones de la ver- una relaci¿n del impulso a
dad se encuentran, todavía, casi indecisamente juntas, aunque, ser sofrenado y temperado por ella.
en rigor, la Idea tiene ya ganada la partida. Vemos, prlr, qrte orthót'es es, en varios sentidos, una nota
Pero se dirá: esto es ontologia del conocimiento ; vayamos a definitoria de la viitud, que se concibe como rectitudo conforme
la ética, que es lo que nos importa realmente aquí 1?. Mas ¿no a un kanón, hóros o medida. Cuál sea esta lledida en Aristó'
estamos ya en ella? El aludido texto de Platón .es, a la uez, teles, este hóror, con{orme al que debe determinarse el recto
metafísico y ético. Y eso mismo acontece con la categoría de «término medio», es problema harto intrincadr:. Para Platón lo
la orthótes en Aristóteles. Hay un pasaje de la Etica niconta- era el Bien, lo era Úior. Frente a esto, si bien con todas las
queats en el que. tratando de la eubo'ulío, se a{irma esta doble 23, Aristóteles pa'
reservas pertinentes, que no han de ser pocas
vertiente del concepto de orthótes : o[rlc D' ópDotlc ti].r¡0eta, rece decir que el hombre virtuoso encuentra en sí mismo el canon
verdad es un enderezamiento de la opinión (aquí se conserva, y medida Je todas las cosas 2a. Lo cual significa, cuando menos,
incluso en la contraposición, de origen parmenideo, entre dóxa qr" d" aquella orthófes platónica como pura c.o'nt'emplación. de,
y al.étheia, un eco de la antigua concepción de la verdad)i pero, lL ldeo dit Btro se ha paiado al concepto práctico de la rectitud
a la vez-continúa el texto-dpOdtqc tiq écttv r¡ eüpoo).iá pou).r¡c moral, y del reino de los conceptos cuasimatemáticos al de la
deliberación es la rectitud o enderezamiento de la voluntad. Y ,e"to ,aiío agibilium. (Obsérvese ¿ómo, en esta clásica de{inición
en otro pasaje le, después de decir que para la inteligericia pura- tomista de lá prudencia, como en tantos otros lugares de Santo
mente teorética lo bueno y lo malo son lo verdadero y lo falso, Tomás, pe.uivl el concepto aristotélico ciue hemos estado ana'
agrega que toú De npaxttxoú xa,t Dtgvor¡ttxoú d).ti0eta ó¡ro).o1i,r; lizando ,1.lu rectifudo.) Pero con estas últimas reflexiones se
éXocroa t1
dpé[et t1 ópOr¡. o sea que, desde el punto de vista de h, el tránsito del concep to or_thótes al cle mét'ron y al
la inteligencia práctica, la verdad es conforme al impulso recto. "r*plido
de mesótes, de los que ya hemos hablado'
Tanto la verdad como la bondad moral son, por tanto, ort;ltóles. Sin emba.go, ..tu definición aristotélica que hemos consi'
Pero ¿en qué sentido preciso esta rectitudo constituye Ia derado en todás sus partes deja sin ex¡rresar uno de los carac'
bondad moral? Por de pronto, en el de la rectitu,do del conoci- teres de la virtud, lo que tiene de {uerza, y al que- ya \e19s
miento moral. Con relación a la vida, el coiocimiento del bien hecho alusión en el ca!ítulo X. En e{ecto, Ias palabr as lt'é.xis,
supremo es de la mayor importancia, porque, merced a é1, como ltabitus- habitud,o y aun areté no dicen lo que la palabra uírtus'
arqueros que ven bien el blanco, podemos alcanzar mejor nues- Virtud es, además de todo lo anterior, frterza moral' Scheler lo
tro fin. La arth.ótes ética es, puesz ante todo, orthótes dianoética, ha visto con claridad al escribir que la virtud esla <<fuerzavivida
ya que sólo podemos apetecer lo conocido y en tanto que cono- inmediatamente, de hacer algo debidoD
25, y también Le Senne,
cido (nihil uolitum nisi praecognitum, dirá después la Escolás- cuando dice que la virtud es ule courage du bien» 26'
tica tomista, moviéndose dentro de esta misma línea aristotélica). Al decir qu" lu virtud es uhábito eiectivo» queda dicho ya
Todavía en dos sentidos más debe hablarse de o'rthótes. La
virtud es hábito ¡retci toú dp0oú ).010ú mediante la razón, penetra-
do de ella, esencialmente racional. Pero también es hábito x«ra. 2r VI, 13, 1145 a. 4.
22 «...rationem I'ectam, id est, virtutem intellectuallem quae est
tov ópOdv ).cí1ov 20. El primer sentido apunta a la deliberación, a In Eth' VI, -1, 1-. núm' 1109)'
'- is rationis..', (Suntá Tomás,
rectituclo
La posición de Jaeger, según la cual en la Etica nicomaquea-.no
17 Aristóteles-sea dicho de paso-aplica también el concepro de habrÍa ya normas unir"i.ít"s miteriales ni más medida que la indiv.i'
y su contrario, el de desviación, a las formas de gobierno.
orthótes Jrália"á de cada ;;;.;"; ética autónoma, parece extremada y tocada
Véase Política,l279 a,24; I2B4 b, 37¡' l2BB a,33, y l2B9 a,27. de un anacrónico kantisrno.
18 VI, 9, 1142 b, 11 y 16. 24 IlI, 4, 1II3 a, Y IX, 4, 1166 a, 12'3'
le VI, 2, 1139 a, 29-30. 25 Etica, l, 266.
20 VI, 13, 1144 b,22 y sigs.; VII,9, 1151 a,29 y sigs. 26 Traité de Morale générale, 704'
IE DI TI os (:

que e: hábito operativo y no entitativo, ad, agere y no ad essezz,


Tomás, como para Kant, sólo es bueno en absoluto cl que tiene
r9.?l y n9 natura.l. Pero- ya hemos visto tairbiéi que la mora. «buena voluntad»: «Unde solus ille dicitur esse bonus homo
lidad es físicamente real, según están pregonando todas las simpliciter qui habet bonam voluntatem» 33. Pero, como vere-
palabras éthos, rnos, habirus, héxis, areté) ui"rrus, uítium, qu"
u mos pronto, la buena voluntad en el sentido kantiano no basta;
ella atañen.
es menester también la prudencia.
Hemos dicho que las virtudes son una fuerza. pero cuando
se mecanizan, cuando pierden su sentido positivamente moral
La Escolástica destaca entre todas las virtudes las cuatro
denominadas cardinales. La tabla de las virtudes cardinales pro-
y -se reducen a sirnples «hábitos>¡ psíquicos, fu.rra ;r;d; cede, como se sabe, de Platón y los estoicos, desde Crisipo, que
volverse contra nosoiros. La virtud-*r.ríu, qr" "sa
yu no es propia- las dividen y subdividen de diversas {orrnas. Se llaman así
mente fuerza, sino inercia, puede ejercer,'.ó*o'dice Hari*unr,
porque son consideradas como las virtudes goznes (cardínes)
una «tiranía» sobre ás h «gimnasia ética» o la
-el hombre; sobre las que se basan y giran las otras virtudes. Santo Tomás,
«dietética»
i" qI" habla Kant 28, El rigor ñorul por puro maso- ahondando en el principio de su clasificació. ", ve en ellas las
quismo, el fanatismo, el exclusivismo. ucada urlo,
lHartmann virtudes-tipo que realizan perfectamente los cuatro modos gene-
habla de los valores, p_ero sus palabras son aplicabres, con ma-
rales de virtud: determinación racional del bien (prudencia),
yor raz6n' a las virtudes), una vez que ha gánado poder sobre institución o establecimiento del bien (justicia), firmeza para
una persona, tiene la tendencia a convertiÉ. .i tirano del adherir a él (fortaleza) y moderación para no dejarse arrastrar
élhos entero del hombre, a costa precisamente de "r,los otros valo. a su contrario, el mal (templanza).
res» a. La virtud por Ia virtud al modo estoico, la sofocación Las virtudes cardinales se dividen en íntegrales, que son las
de ciertas virtudes por hipertrofia de otras, .l auto.nutismo de
diversas partes de cada virtud, por Io que se requiere tener todas
las virtudes, son algünos db los peligros que amen azan a la
moral cuando las virtudes pieráen r,, oid"rración ,l bie" y .e
vida para poseerla enteramente ; subjetiaosr eue sc¡n las diversas clases
degradan a simples porque la práctica de la uirtrá,
o especies, y finalmente, potenciates (que Santo Tomás llama
-«prácticás». también subordinadas o anejas, y que se denominan potenciales
vaciada de su sentido, no es ya virtud. por ser secundarias respecto de la principal. como lo son las
Aristóteles y santo Tomás distinguen las virtudes dianoéti- potencias del alma con respecto a ésta). Las virtudes potenciales
cas o intelectuales ¡, las virtudes étlcas o morales. ya hemos realizan el mismo tipo de virtud que Ia cardinal correspondicnte,
aludido al deslizamiento de la phróncsis del plu"o de las pri- bien en una rnateria secundaria o bien imperfectamente.
meras-a-un plano intermedio entie eilas y las morales.
santo bo- Nosotros, en los capítulos siguientes nos atendremos al cua-
más, fiel a la innovación aristotélica-acotación del terreno
de dro de las virtudes cardinales, entre otras razones, porque no
Io ético-, considera que las virtudes intelectuales sólo deben conocemos otra clasificación mejor. Pero conviene tener pre-
llam-arse buenas, secuodurn quíd, en cuanto hacen del hombre
sente que Aristóteles no hizo ninguna clasificación, sino que se
un buen_filósofo, por ejempio,_o ,r., buen artífice, pero de las limitó a una descripción empírica y abierta. Y esto es 1o que
que puede hacerse un uso moralmente malo. Las virüdes
éticas, verdaderamente importa, más que la clasif icación aceptada:
a diferencia de aguéllas, y en particular de las tekhnai, ro
nunia ambivalenFr'1, pues consisten precisamente en el
,oí mantener la disponibilidad empírica y la capacidad crítica frente
buen a cualquier cuadro. El de las virtudes cardinales se estudia en
uso moral de la facultad (dan el posse.'ad, bene agena"i),-
lo que han de ser denominadas it*6írít* bu.rrl ,t. p;'á;,
p* el Catecismo, pero, por supuesto, no constituye ningún dogma
y es perfectamente discutible. Sin embargo, repitámoslo, mucho
la ratio uirtutis, el concepto de virtud, compet. *a, bien a las más que discutirlo importa no petrificarlo, mantenerlo abierto
virtudes morales que ,, las virtudes intelectuales ,i. pu.u
santo a la experiencia histórica del descubrimiento y la realización
de las diferentes virtudes posibles.
21 S_antoTomás, S. Th.,I-II, SS, Z.
2A G. S., VI, 494.
29 Ethik, 576. 33 De Vírtutibus in communi, T, ad 4.
30
31
_CJl. {, Gould, ob.
I-II, 56, 3 y 57, 1.
cit., págs. 2Z-g, 48, y, en general, cap. Itr. 34 Sobre la constitución de la tabla de las virtudes en la Edad
32 I-II, 66, 3. Media, véase Dom Lottin, Psychologie et Morale aux Xll, et XIll' siécles,
ts. III, I y IV, II.
AI 301

la interpretación secamente racionalista, ¿no tendría su doctrina


un punto de raz6n? ¿Qué significa usaber»? ¿Signi{ica lo mis-
mo en un contexto científico o técnico que cuando Cristo en la
cruz dice a su Padre: <«Perdónalos, porque no saben lo que
hacen.»? El problema de la relación entre la ignorancia o el
€rror y el pecado está todavía sin resolver. «No hay pecado sin
CAPITULO XVI error» es un principio tomista. Algunos escolásticos, por ejem-
plo, el padre De Blic, S. J., han protestado contra este exceso
tA VIRTUD DE LA PRUDENCIA de intelectualismo moral, sin duda con razón. Pero volv&mos
a la distinción entre saber y saber. Kierkegaard y Jaspers han
Hemos visto,en er capíturo anterior hecho ver que la verdad puede estar en nosotros por modo ente-
que Aristóteres, ar dis-
tinguir las virtud., *o."1.. á, ramente objetivo, sí, pero también incorporada a la existencia,
1", intelectuale., J".li.rdó el á¡r-
bito de la ética' Anres d". á,;";, sócrates, hecha carne y sangre de quien es poseído por ella. ¿No vendrá
ras virtudes morales
se reducían a ra.prudencia. '§igro, esta doctrina de la verdad como apro,piación a a aclararnos nues-
después de ér, para Kant, ra
prudencia nada tendrá y"-qu.'r.r tro problema? (La fecundidad del diálogo con la {ilosofía actual
co-n la moral, que penderá,
pura y exclusivamente, d-e rabuena .consiste en esto, y no en buscar concordismos.) Sí. Todo pecado
voruntad. s" jiur;"rr'".ii.",
concepciones fundamentales de la €s, en cierto modo, un error, y si supiésernos io que hacemos no
ética: ética de la prudencia
( sócrates), ética
de la bu"n" (Kant) y ética de ra pru- pecaríamos. Pero se trata de un error existencial, perfectamente
dencia y de la buena voluntad"orr"t"a
(Aristóteles). 'compatible con un saber separado y como adventicio y pega-
En rigor, la ética de sócraür ,,o. to dizo, que no penetra la existencia entera. Esto ya lo vislumbró
{e ra prudencia pro-
se ".
piamente dicha, d1h phr.ónesís, o,
.i Aristóteles-y, con é1, comentándolo, Santo Tomás-cuando dis-
prefiere este otro modo
de expresión, la phrónesis ro tinguió entre la posesión de la ciencia en general y en singular
las otras viriudes dianoética. ,,i
"stá'aún
b'ien-i.ri-irra, frente a o en hábito y en acto, y con más claridad cuando escribió que
ro habría de estar hasta Aris_
tóteles' Platón la subsumía en ra la ciencia para hacernos buenos Dei Tap oup@or¡vat tooto De Xprjvou
so_p¿ío. sJ"*t;; Ia distingue
bien-cle la eplstéme.y, sobre r"á",
de la tekhne.. frente a la «.eclu- Deitat 5, necesita «connascir) y «concresci» con nosotros, hacer-
cación convencionari,, retórica cuando
,ro .ofiri", !ócrates ve en senos «quasi connaturalis» y no quedar en repetida simplemente
la a're'té un «saber-cómo-obrar,,- expresado directamente en ra
de oídas, a la manera como los comediantes recitan su papel.
acción moral l. Pero un saber-cómo Frente a esta concepción que deduce la bondad del saber y
que, en definitiva, es mucho
prácrica» que prudencia, mucho más uuniversale reduce la malicia a la ignorancia, Kant separa tajantemente el
il::^l:.._:"cia
rudrcrum de agendis» que «iudicium- de singulis orden clel conocimiento del orden de la voluntad, expulsa la
agilibus r r. La
ética socrática, tal cornó- aparecs
e" ro.-p;l;-;, iiatogo, prató- prudencia del reino de la moral 6 y convierte ésta en asunto
cual ta'malicia procede pura y sirnptemente exclusivo de la buena voluntad. Ya no importa conducir ¡ecta-
Í:.?:,,:::g::^ta
oe la rgnorancia, es demasiado intere^ctuaristá mente nuestra vida, acertar con nuestra vocación y realizarla en
y dJma.iado para-
dójica para que pueda,.r, u.Jptuáa. sócrates
cieía en Ia bondad
el mundo, ayudar eficazmente al prójimo, hacer objetiuamente
del homb." v .n la plena moral de la .utiarriu mejor la realidad; lo que importa es el cumplimiento de un
la educación i, como todos "ii";u
y de abstracto imperativo categórico, cualesquiera que sean sus efectos
lo. .a.ioraristas. pero, más ailá de
en el orden del ser, que nada tiene que ver con el deber. Obsér-
cít" cap.' I, v. págs'- 47 v
,i' " ,fii,,J
"iili; :b' S2'4.rambién onians,
-
vese que la repulsa de la prudencia-{ue, como veremos en se-
:" "?"# Bí, r,, !,o"Tfl !,, x xli;,)Í,,:
í,, , n á i, r,, n, iá
"iu{' creyendo en la sabiduríá,u.'ff r".
rlaron sesuia -no " " ".
a Bajo el nombre de olchfunktion» (Girgensohn), también la psico-
del hombre' En"cuanro á ru pero en la bonclad
logía positiva actual se ha hecho cargo de la idea de «apropiación».
"a**i¿n,.-confía "n-.,","p"ro distingue:
,a paideia por la sopría.v i^-rr*-¡r.ár"".i*";;'il.tejores; s Eth. Nic., Yfl, 3, 7147 a, 22, y comentario de Santo Tomás,
los orros, la pedagogia há ae .L".i"rr para
«entrenamiento»-y en adiert.a"ri""iá-rrry diríarnos In Eth.
persuasión ¡etórica. 6 De esta decisión no incumbe a Kant toda la responsabilidad. El
descrédito de la prudencia ha sido obra de toda la Edad Moderna.
(' ;lr)ri

It {t (;
realidad, y aquella
citiva» ynos proporciona el senticlo de la
guiCa, es Ia virtud del sentido de Ia realidad-corresponde a ia dei bien concrcto; pero
repulsa de la especilicación moral por el objeto, es decir, por
otra «secundum qlod sst praeceptiva» de la polémica sobre el
la realidad objetiva, ) gue una ética de la buena voluntad pura lo cierto es que iot 'o*itias' a tu"uen esta segunda que en la
imoerium, han p"t'"a" *"ho *át
no puede admitir otra especificación moral que la del línis o,pe-
rantis.
ori*.ru, infinitámente más importante'
n"'i;;;J;;t únicos campeolles
En realidad, la concepción justa de la ética es inseparable
;'e ni siquiera los tomistas'
h.n sabido ver toda la
del concepto de la prudencia, y por eso no es ninguna casu;rlidad
de la prudencia J" i""¿plü"*oaánr, opuesto a ello:
importancia de Dos obstácuÍos se
que Aristóteles delimitase a la uez el ámbito de la moral frente a "*-'i",j' J. lu 'an
ética (lós act'os) v la
la metafísica y a las otras ciencias, y el de Ia ph.rónesis frente su concepción atJmi;; del objeio como
i"ució, tle las virtudes
aplicación u tu. piu^á*;; J" h "llif lle'ado a ver en ella
a la sophíar por un lado, y la tekltne, por otro. En el alma racio- *.Oro,,,"i""q*-i"1u1*""1" ha
<<término
mediocre' .cuya función
una virtud *orig"*aá'u, alicorta y es «prudente,
nal cabe distinguir dos partes, ro éttote¡rovtxcív, que es la que se
ocupa de aquellas actividades cuyos principios son invariables, primaria .orrrirt"".i',;;;;;t"". lo qy" Y.rechazar
eso, cn
a saber, éttotl¡¡rr¡ y oogia, y to ).oltottxcív, a la que conciernen f"';ilffirü;;;;;¡ente, etc. pe.o la verrlatl es q,re todo
aquellas otras cuyos principios son variables, a saber, téXvr¡ la prudencia, apenas constituye
1o que no es unr'Lti].*l"ia"-a"
y gpdvr¡oiq. Por tanto, es claro que esta última no debe con- stlya' Si tenemos prc-
rnás que una tunción secundariamente
fundirse con la sophía, como tendía a hacer Platón. Pero ¿en sente que el de L *átul no 'Ln los actos tomados
qué se diferencia de la tekhne? La telchne consiste en itciiq,ot3 ,uno a uno, sino
'iftimo
"f¡ti"el étho's unitaria' y puesto
o ptt'o"ulidad moral
esto €s, en saber facere, en saber hacer cosas. La phrónesis que la ,idu *o'li ;";;t;'; quehacer
y realización de mi voca-
consiste en npci[tq, €sto es, en saber q,g,ere, en definitiva, en «sa- ,ción o «esencla ética>r, claro ""á qut
Io pli-"t: rlue ha de
ber vivirr». (Sapíenüa ín rebus humonis o ad fune u'iuere.) y áío t'*' día' al hilo de cada
hacerse es determinar en toncreto hacer (porcluc
Platón había confundido la pru'dencia con la sabiduría. Los situación, *i,";;i¿tt-á lo q'" tengo que
'lmcemo's
'u"u' ho"n v a través
epicúreos, al comprender aquélla como un logismós o cálculo :nuestro ,",."ruiii^;; ;;;ti''á 'i''' esto es Io que
juitanrente
razonado que <<mide» lo que se ha de hacer, y Ios estoicos, al de lo qué no'r'*Z')' "\g'." bien'
virtudes no consisten sin<r
reducirla a reglas, la confunden con la telchn,e o ors, y al tratar el incumbe u tu prrJ.í"ir. Í las demás y pol ello los esco'
agere como la'cere, pasan del régimen prudencial al racionalista en Ia ejecució, ;;^ü';"; "i".dtt"tmina' distinciones-señalan'
las
del ars uü¡endi. lásticos-tan afiñ';;"; a multiplicar para guiar a cada
Si recordamos el análisis llevado a cabo en el capítulo ter- *"-".p..ial
" r,
lunto p.ui",i.iu*grn.rut,
cero, comprenderemos bien el papel de la prudencia. Decíamos vl.ltud.
allí que el hombre, mientras proyecta por proyectar, se mueve sin santoTomás,siguiendoaAristóteles,ciceró.y-Macrobio,
e de Ia prudencia' la memoria
resistencia alguna i pero que el verdadero proyecto, el posible, ,distingue como;";;:;';'*gt"t"t
se hace con vistas a la realidad y tiene, por tanto, que plegarse enelsentidodelaexperiencra,.elintelectóenel-sentidodeinte.
o atenerse a ella, apoyarse en las cosas, contar con ellas, recurrir lecciónde Io d"ái'' visiór' clara,cic. Ia situació.)'
a ellas. Pues bien: este plegamiento a Ia realidad, este uso con- 'il;'i;i-[t'
Iadocilidadparaseguirelbuen,.on..jo,|asolertíaoprontitud
lo que llamamos ser
creto y primario de la inteligencia, que, frente a la rigider ^;!*ilá"
,en la eiecución y lá razó" 9!9 signi{ica
propensa a la repetición habitudinal T posee flexibilidad para ri e'":'!:'y:i^t¡ue i^cluve la
iuicioso o ,",*i¡i;' Ia circunspccción tlue es atenta
adaptarse a las nuevas situaciones, es precisamente la prudencia. «previsión» y Ia «provisiónrr ; y la. caución, prccau-
Joseph Pieper ha visto bien B que la prudencia es la virtud de considera.ia. á, tádus las circunstancias
la realidad y que lo prudente es lo conforme a la realidad. JJes- pult-": st'l'jetivas' de las cuales
ción o cautela' Of*'g" Lmbién I'roccde dircctamente
tacar esta dimensión es sumamente importante, porque la ¡rru- política.
la más importalt;i; prudencia
Sa.to 'Ionrás lla.ra partcs
dencia tiene dos vertientes: aquella «secundum quod est cognos- d"'Ar;rró;i", iil-.f lruaio de lo que
?Recuérdese lo dicho en el capítulo anterior sobre Ia inercia o
mecanización y sobre la «tiranía>, de Ia virtud. s S. Th., II-II, q. 49.
B Cfr. su Traktat über die Klugheit. Sobre la virtud de la prudencia to -
¡t¡.
-
Ni.., VI, 9, 10 Y 11'
debe verse también la obra de Th. Deman, O. P., La prudence.
/E TUD TI AI
potenciales 11 de la prudencia: ra aüpou).ia o buen consejo, la
¡lrepararon el camino rescatándola: el hombre «industrioso»
': buen jricio y
oüveotq
communes
ra pdr¡rr¡ o capacidad de obrar «rlraeter- ha precedido al «industrial». Y en tercer lugar, la providencia.
regula», conforme a prirrcillios más altos. t*poriu
señalar que esra. última .o.."rprn.ie, La «providentia» era para Santo Tomás, como hemos visto ya
dent.o d;i;;." de ra pru- también, simplemente una parte integral de Ja prudencia. Pero
dencia, a Ia epiq.ueya .n t" la justicia.-r*'nos con{irma
tl lo_ que ya sabemos: Que "l las virtudes están estrechamente la <<providentia» humana aparecía, claro está, enteramente subor-
vinculadas entre.sí-y-que esta vinculación dinada a la Providencia divina. Con la modernidacl se debilita
no es sino manifes- el sentido de lo trascenclente, y el hombre del Renacimiento,
tación de la unidad dei éthos y en
i la inevitable artificiosidad
de toda clasilicación sistemátiáa'de Ias virtudes: haciendo suyas las palabras de Epicuro, sustituye la providen-
la ethica ute,ns cia de Dios por la del hombre. El párhos de grandeza del hom-,
desborda los cuadros de la ethica d,ocens.
santo Tomás estudia también la imprudencia bre que afronta solitario su destino se contagia a veces hasta
en sus distin-
precipitación, inconsideració'n, in"on.,uncia y
a quienes están lejos de compartir su irreligiosidad. Veamos,
:T-j:^ti?
gencra, pero nos interesan más la prudencia imperfecta'"
negli- por ejemplo, estas palabras de Kierkegaard: <rBella es la pre-
algún especial negocio, que llama uindustria,,, ;;;; visión de una providencia que a todos atiende y cuida de todos;
dencias, a saber,-lu uprudencia de la ;.;;;,'{u"i-ir. pero más bella es la previsión de un hombre que es como su
{arsas pru-
aplica a un bien la que se propia providencia» 14. Si esto les ocurre a los hombres ¡eli-
tomado como fin último, ". y Ia astucia giosos, ¿qué no dirán los doiorosamente ateos, como Nieztsche,
"rr.rrl en el uso
y el dolo, que consisten de medios turrt., simurados o los que, como Hartmann, separan la ética de la religión?
o aparentes, y la solicitud y digo qr.- no. interesan
_superflua.
más. porque Ia época- modernr, El primero afirma que el hombre debe fiarse a su poco de raz6n
que pe.dló Jompletamente el porque corre a su perdición si se abandona a la Providencia.
sentido de la virtud de la prráer"ia, ha
retenido,
dolas, algunas de sus nartes y a. .ri *rf*"'pr.i*. desorbitán- Según Nicolai Hartmann, el mito de Prometeo es el símbolo
En primer lugar, ia sottiíindo. para santo Tomás más profundo de lo ético. Prometeo, «e! que piensa previa-
forme al senrido ascético de ra ra.a M"dt;;-]; y con- tnente», es el previsor, pro-vidente; pero lo es porque ha robado
cada a las cosas temporares rayaba. casi siempr€
soricitucr dedi_ a los dioses su Providencia, fundando con ello el éthos del
en Ia superflu,i- hombre. Esta previsión se conjuga con la so'llicitudo, que ad-
dad.y desde-luego.se oponía cási siempre
u rá urrira de la nrag- quiere así otra dimensión: preocupación, no ya por las cosas
nanimidad. La solicituá ha de ponerse
en r* espirituares, en ra terrenas, sino por el ser mismo del hombre, que, al no sentirse
que, por añadid*r, se nos darán aquéllas
:":f*lr:-de
._1..11
e¡r la ya amparado por la bienhechora Providencia, sino abando-
sea conveniente. El calvinismo opera aquí
i:"::ii
Ia gran : ,ros el buen negocio
revolución: nado a la «fortuna», suscita el «cuidado» barroco de un Que.
temporal es considerado vedo 15 y Ia «industria» y «prudencia» de un Gracián.
prenda y señal. de predestlnación.
_
o. é.t.--odo
"9m9
citud la soli- Efectivamente, junto a la sollicitudo, la industria, la proui-
por los' biener t"ápo.ur". cobra un ."niiao positivo, dentia y la cura que, como piezas arrancadas de Ia virtud de la
de.sde el,punto de vista religioso r2.
En *grra"lr*u.,
tría' rndustria era,-para santo Tomás, .J-o h"-É ra ind,us- prudencia, serían en sí mismas plausibles de n<¡ haberse desarro-
forma imperfecta dá prudencia; pero en general dicho, una llado unilateralmente, en detrimento de otras virtudes, en la
a toma¡ esta nalab.r. gn él se inclina época moderna surge una cuarta {orma de prudencia que, más
-rreor parte aún, haciéndora sinónilna que desordenada, debe ser cali{icada de {alsa prudencia. Aun
de malicia'e. bl cambio ¡r.t¿.il"o de signo
en la acepción de cuando con antecedentes en el plano de Ia moral política (Ma-
esta palabra, su transfiguración, e. verdJderamente
te' En ella se resum€ h-oy ra hazaña del hombru sorprenden_ cluiavelo y sus discípulos), su fundador en el de la moral per.
dominio y explotación de la naturar"ru. p"ro.;;;rl.
ác"id"ntal, su sonal fue Baltasar Gracián. Como se sabe, el tema constante de
ficación por el industriarismo, ., magni-
.ulrini.*;-r";i barroco ya
"l 14 Entweder/Od,er, lI, 243.
l1 I-[I, q. S1. 15 El «cuidado» quevedesco es, a la vez, existencial y literario, en
12 Puede verse sob,re esto cuanto procédente de la cura o mérimna de los estoicos. Como se sabe,
.ra gran bibrio gtafía prorrucida a partir
de Max Weber. Tamb_ién .u; lib-'Ei Heidegger ha recordado aquella sentencia de la .0p. 124 d,e Séneca, según
13 cfr. s. Th., r_rf, za, uá- ¡,rotestantismo y la nrcral.
t lr" íi1"," ií,"íi"'í {n.," la cual en tanto que el bien de Dios fue completado por la
el del hombre quedó a su propio cuidado.
naturaleza,
306/Es TICO
(:
Gracián es el del,«arte de prudencia» y su obra
[oda quiso ser
un man'ual para el «discretol,. pero h píu,i"n"il;" gulares que es la prudencia, y por su contagio de idealismo
Gracián es la
prudencia de la carne o, si se prefiere'ra-r,.prrrii", sustituye ésta por la conciencia. En los libros de teología moral
ra prudencia
mundana. Gracián, pese a su estado ,:ltgiJ.;,"ir"'f,"ri¡r. moclerna acontece, como ha escrito el padre Garrigou.Lagrange,
camente «moderno», para quien lo
iipi:
una «quasi-suppression du traité de la prudence» 11, y en la prác-
-celejial en lo qrc todríá
se cree, está abismarmente separado de ro i"rr".ro. tica moral cristiana ésta tiende a concebirse como una destreza
y, además, hombre éspañol y plrrii.r, Hombre minimalista para permanecer en el límite mismo de lo permi-
f^"-|::T Quevedo, eu€, como
sentía la dLcadenóiu'd" s,, pui. y Ia sen_ tido, sin caer en lo prohibido lB.
::rnHy
tra también, como Pero si aquellos que tenían a su cargo, por decirlo así. la
.«desengaño)), en su propio corázón.'El hom-
bre gracianesco vive en-soredad ; ;ñ;;i;;i, virar cruda, conservación del sentido de la prudencia habían llegado a esta
amarga, desilusionada. Vive en ,r, *rnio idea de ella, ¿podemos extrañarnos de quc los modernos no
hostil, ,od"udo Já
enemigos. Pero su reacción no es ra der ..hé;;;;, viesen en la prudencia sino la habilidad para conseguir el propio
titule así uno de sus tratados; va a defenderse
por más que
y luchar, no a bienestar mundano? Las palabras «prudencia» y «egoísmo» apa-
pecho descubierto, sino
"r-ráo
entendida como industria,
ú .;;;;"i"rur. prudencia
"",.rrt.ü,
recen en los escritos de los siglos XVII y xvIII constantemente
astucia, l*utr.i¿. ;- J;l;: juntas-'por ejemplo, en inglés, «selfish prudence»_.*, y aun
Y esto en un doble sentiáo, ,,.upr"."ntando», fingiendo-unas cuando Butler, partiendo de Aristóteles, afirmará t'¡ue también
veces más, otras vec-es menos, ságún el sell-loue es uno de los principios de la moral, es claro que la
realidad se es-y «descifrandá, ü -r;;;;;ár?"iiom
fo qr"-ro
"oruungr,--d"u prudencia, como la virtud del egoísmo racional, continíra apa-
En este mundo, ya
del rivat-
T sabido, ñ;; su juego: lo reciendo, en general, como virtud inferior comnarada con la
"rar-.uui rr¡i" Ios demás. pero
que imp-orta es que el nuestro prevarezca benevolencia. El concepto peyorativo que de la prudencia tiene
¿de verdad es esro, para Gracián, lo gy";;;.irl ñ",-;;;q;; La Rochefoucauld procede, por una parte, del racionalismo y,
nuestro triunfo forma también parte ail y por otra, de la reacción s6¡¡tra Gracián, de quien fue buen
¡u"go cuando Ia re-
presentación se acabr nada quedará sino "d"íengaño conocedor, según han mostrado Bouillier, Coster y otros. El
Gracián no es un hombre aÉt Renacimiento, siio
y ,ol.duJ.
der Barroco. racionalismo transparece en aquel pasaje en el que dice que,
Por eso, aurr cuando.
lra¡a rearizado ;, ri pi;;"-á. r, prt;;iü;
y de Ia moral individuál
por tener que trabajar en materia tan cambiante y desconocida
una obra paralela , l, d, ivtuqriurEi" como es el hombre, la prudencia no puede ejecutar con segu-
en el de Ia teo¡ía y Ia morar porítiü, no ti"n"lJ"r.,
-los propia ridad ningrrno de nuestros proyectos 1e. La influencia de Gra-
l¡Tr.Españo.l por cuatro costados, ,t ,nunao-no es morada cián en este otro: «Les vices entrent dans la composition des
Io bastante dilatada para su afán y su orbe,
por ro menos el de vertus comme les poisons entrent dans la composition des re-
sus obras se cierra rob." sí mismo,'sin feliciáud
.ri iru.cendencia. médes. La prudence les assemble et tempérc et elle s'en sert
Gracián está solo y por eso le amamos. pero utilement contre les maux de la vie» 20.
su «arte de pru-
dencia»-«arte». es Por supuesto, el gran reformador de la ética, Kant, parti-
.iecir, conjunto d" ..gir."ir.u maniprrrar
Ia reatidad y no senrido cipó, como se sabe, del concepto peyorativo tlc la prudcncia que,
;.rd;;irl, io,nri"i);;
porque et casuismo no ha- pasado í;" p.rcrencia,
como habilidad pragmática, para ejerccr inilujo sobre lr¡s otros
yo, la más eficaz conr¡afiguru á" ñ. ;i;;;;;Jjh, sirro, r:reo
hombres y utilizarlos con{orme a los propios dcsignios (Weltklug-
iu pruJ.n;ü'; para surgi-
miento, por reacción,. der-antip.ri.n;i^r;;;"*odlrnn elque heit), para la consecución del bienestar privaclo (Privalklugteit),
mos a estudiar a continuación. va_
nada tiene que ver con la moral. De este modo, como vcmos,
La primera forma de éste procede toda Ia ética moderna, lo mismo la concicnci¿rlista dc los si-
.también, como Gr.acián,
del seno de Ia Escorástic. y .r'.i-casuismo.
hemos visro más El'caluismo. y. ro yt Apud Pieper, pág.
15.
-arriba, "J ;;u-;" h. i;;-;; !lr" ,"u;.,"n er 18 Cfr. 'Werner Schólgen, Crenzntoral. Soziale Krisis u.nd neuer
racionalismo v er concienciarism" ;;;;. p;;'racionarisra, Aulbau.
el casuismo ná podíu ;p;;;;;ia 19 Réllexion ou et maxímes morales, LXV (cfr. este Iren-
ui.tud de las situaciones sin- sentences
sanriento, más ampliamente desarrollado, enla 1.o ed., bajo el nrim. LXXV,
v muv Ieído en Francia y y en las posteriores, hasta la penúltima inclusive, bajo los núms. LXVI
". ii-,?,3::i1,"T,:;;,,'iof'#",,11?j."ido y xxv).
20 Ob. cít., CLXXXU.
--.,!
1
I

,:]08 /E TU I

TI I
I

I
glos xvrr y
xvlrl que la fundada por Kant, se ha hecho
mente contra la prudencia o, nr";o, precisa- ;

defo_rmado de
-' --'- dichá, ;;;.; un concepro
la prudencia.
Hoy mismo y- pese a los es{uerzos
de
dencia no ha ..*biudo ;, ;i9j;^;;;r;üi", los tomistas, la pru.
,r.r'i,l".ur, su nom-
bre misrno constituye una aificultaa. prudencia,
una virtu,l utilitaria, y pequeña, se piensr, es
br.grerr, que busca «seguririad»
frente-al riesgo y r;.ir.;;rriára"constituriva CAPITULO XVII
tico. Esta crírica^es-in*.i..iáu del exisrir autén-
Ilev"a siempre consigo
porque la decislón prudencial
LA VIRTUD DE LA JUSTICIA
2r' su riesgo propio, riesgo vitar, desde
8o y además el iiesgo inte'leciual-con lue-
todas sus consecuen-
o" acerrar o .q,,Tuo""...,- i. I";;; ¿A qué se refiere la justicia como virturl? Sin duda, a Io
;i,T* " *rr"*rar la tarea justo. Nosotros no disponemos más que de un solo sustantivo,
Finalmente, la- prudencia es atacada
hoy en otros dos frentes: «justicia», para designar la realización de lo justo y lo justo
el de la ética de lá .itr.iár,,;;;" mismo. Los griegos, en cambio, distinguieron lingüísticamente
aparece' al revés-que desde Ll r" _..r1 prudencial
"l "rál.o*o-J"iasiado
.u.ui.*o, la Díx1 y Ia Drxatooóvr1. La segunda palabra deriva de la primera,
lectualista, v desde ro...iri.-ur"iu" inte-
(.o*" .r a. ñeiner), he¡e- del mismo modo que la justicia como virtud se funda lógica-
deros de Kant, continúan ."rr.r'ndo mente en la realidad de lo justo. Por tanto, la pregunta funda.
mente recror, Ia buena voluntad
Io «bueno» y ro «morar-
y .o.ro.l;;;rj moral. mental que debemos hacernos es ésta: ¿qué es lo justo? Pero
"t para prepararla podemos empezar por esta otra ¿qué enten.
dieron los griegos por Dixr¡?
El primer texto griego conocido, que hace réferencia a ella,
la pone en relación inmediata con su contraria, la «D¡xia. Es el
fragmento de Anaximandro que dice así: é[ óv bé r¡ 1éveotc éotr
toiq oüot xar triv g0opriv eis ra,ura. liveo0at xata rd Xpeóv. brb«jvat
i<ip aütct Díxr¡v xa¿ tiorv <i).).r¡).orc tic ribtxiac xata tiv Xoóvou td.[tv.
O sea: <«allí donde está la génesis de las cosas que existen, allí
mismo tienen éstas que corromperse por necesidad: pues ellas tie-
nen que cumplir la justicia y pena que recíprocamente se deben
por su injusticia conforme al orden del tiempo». ¿Qué significa
este texto? l.
El tiempo cósmico es, en su cos¡nos u orden mismo, instau-
ración-y restauración-de la justicia o dike, cerramiento de
todos los círculos que van abriendo las diversas injusticias o
adikías (restauración del equilibrio perturbado, anlapódosis pi-
tagórica, antídosis aristotélica). Dike es, pues, primariamente,
e! orden de la p/zysis que, como ésta misma 2, incluye en sí el de
la pólís y, €n general, el de las cosas humanas, y que se cumple
1 Heidegger ha dado de este fragmento, en trabajo a él dedicado,
e incluido en el libro Holzwege, una interpretación muy personal, con.
forme a su propia metafísica. Puede verse también la de Jaeger en La
teología de los primeros lilósolos griegos, probablemente demasiado «ju-
dicial».
2t Cfr. Santo Tonrás, l[_II, 2 Yide stlpra, cap. IV de la primera parte.
4,1, 9 ad 2.
\
('
310 IE c'os
por virtud de una concepción rítmico-religiosa del tiempo 3, conceptodelajusticiasiguesiendotambiénelaristotélico.En
porque, en efecto, el tiempo es dialéctico, de tal modo que hay efecto, para Arist;;h, lI
justicia f.e;f oü ¡répoc tipetr¡c d¡.tr'ó)'i1
un tiempo de la adíkia o perturbación de la justicia, pero tras él <ioarn éotlv no p""á de h 'i'"ua' sino -toda Ia virtud'
hay un tiempo de la remuneración, de la expiación, del sacri.
"."r"*
il'*,:,fir:'ir"plJuura justicia en este sentido plenario-el
que
como' aun cuando
tiene en Ju a*pr".ión uuu'ót justo»-'
que e^s
ficio... Realización cíclica que se cumple por una ley del des- ( «iusti'
tino, pues, como ya hemos dicho, se trata de una concepción .rüJi¿i,á"I" tuáüi¿n santo -Tomás que sus
vacilantemente, sig;,;
a- decirse
cósmica y no simplemente moral. tia est omnis.virius'), es como puede llegar a malo» B'
La primera forma, por tanto, bajo la que se ha concebido partes integrales'Jo'""iut"" Uo"u*' y Lao'tinare
histórico-etimoló'
Ia, digamos-aunque impropiamente-, d,ikaiosyne ha sido, pues, En resumen, a través d" "rtu inda[ación de Ia iusti'
las áos"dimensiones
no la de una virtud humana, sino la de una vindicación cósmica, gica hemo.r.pu"rtJa.-*r"iii.sto
cia: su drmensrá;;;"" t : ÑZ^"it) y su dirnensión ética
divina: es la Némesis. La palabra némesis, como la palabra con"
también que' en definitiva'
themís, expresa en su etimología misma (de nornos y vé¡rol y de |Z ailrriÁi"ii. rlemos visto Tomás e' en iustari o ajustar'
la raíz 0e, de donde tt0r¡¡rt, respectivamente) la idea de un ¡e. siste siempr", .o*o;i;" Santo
como hemos
¡rarto o distribución del destino que da a cada uno su parte, ya sea qu" urtJ'"¡"ti'ryrtf io tt lleven a cabo' con respecto
hombre
a Ia que hay que atenerse, respetándola, so pena de ser p€rse- i,ir"l- rj-i", aio;", á-ludestino; 2) el.
justicia propiamente dicha); 3) el
guido por la némesis. Es, pues, la hybris humana la suscitadora cd alterutn. ("i;;;l á" en.Platón' como buen
de Ia nétnesis divina. hombre .on ,rril.io t 'í mismo [¡"t'titiu'
aJ f'" p"tt"t del alma)' La primela de estas tres
De aquí que la primera virtud humana, la primera virtud aquí' Pero ¿y Ia ter'
moral concerniente a la dike, no sea, para los griegos, la dikaio- "i"tá*l.ri"
formas, evidentemente, no "ot-tá"tietne mismo' ¿es en
syne, sino la némesis humana, que no consiste sino en la confor- ;;;;? i" j,r.ticil qu" t"*plt el hombre
10,
consigo
sólo Io es
xata ¡retarTopá'r
midad con la némesís divina; es decir, en alegrarse del bien rigor justicia? sJs,i" Ar'istóteles methaphoryce dicta».
y el mal merecidos que, como hemos visto, tarde o temprano, o, como trudrc"t:"";; T;;;ii uiustitia
justificación,
teolósica
«según el orden del tiempo», habrán de ser, respectivamente, Esto es i*portJrü;;"td"ctrina 1:,Y 12'
n? seip'so
pues ésta *, jurtitá ad' seipsurn'
pero
recompensados y penados a. ''
ad alterum))' que es la
Hemos visto antes que la díke 5 se maniliesta en el orden Atengámonos, Ptle-s,. u 13 tti"iitiu es el hábitcr
cósmico. Pero ¿en qué consiste? En «juntura» o «encaje», en justicia propi"'i'-"'it aict'u' L" 'i'tud de Ia iusticia suvo' Lo suyo;
I;;;l**a de dar a cada uno 1o
«justeza» o «ajustamiento» 0 cósmico. El orden del universo re. consistent, Pero
sulta de que cada parte se ajusta bien, entitativa y operativa-
"^
estü es, su derecho, su «patte»' ;;; decían.los griegos'
de hecho o no-: su
mente a las demás. Pues bien, la virtud de la dikaiosyne, descu- si cada uno ti;;;-Lu a""tho-]o posea huy dike' orden
bierta por Platón, es como Ia vertiente ética de esta concepción
yl"
«parte», Io ";;;';- t'iá 'ig"ifit"'qu" jirsticia' O' dicho de
de
de la dike y consiste en la demanda de que este ajustamiento o derecho, pr"uio' a nuestra ""i"t'á««ideal» o el <<valor)) a que
operativo acontezca, así como en el cosmos, en el alma y en la otro modo, que la justicia no es el
ciudad, o sea que cada parte del alma y cada miembro de la ciu-
dad haga lo suyo, con lo cual se lograría la armonía anímica
't Eth. Nic., V, 3, 1130 a, 9'
y la política; en suma, la moralidad en cuanto tal. Este amplio I iirl,lrf i'l't11,;" Tr¡más.acierta yaqrrí' inttritivanrente' con la me-
ior ¡"'ii¡i
etimología de iu''-potuu'ut
;';;' Antcs se pensaba quc itrs
3 Cfr. Louis Gernet, Recherches sur Ie d,eaeloppement de la pensée üff"J .iin,ol,,gi,-'.lll:'* {""u'"cidas so¡t
p.oce.le ¿" ¡uuii",'in"I;;;:'ñ:i jtrtrtura o ajustanricnto;
iuridíque et morale en Gréce, págs. 46-52, 74-6, 146, 206,3i2 y sigs. ¡"'":it o Iigar'' v iisit¡andum'
ittngere v ¡us";,;1;;i;' juramento'. La prirtrera
y passlilL. v iurare, afirmar con i"-a'*¿"' su ori-
porair"o ;;i' ,ú.;;i,"; la seruntla,
a Sobre la némesís como virtud humana, cfr. Aristóteles, Eth. Nic., pone de manif iesto el aipecto. -
Gcreclttigkeit
II, 7, 1l0B b, I y sigs.; Retórica, l, I0, 1369 b (timoría); y Sanro gen religioso
"ri'"lt;';;;i;
-
.0".'¡.it'i";'^d;"v"'"' "R"trrt'
Tomás, II-II, q. 108, De uíndícatione. und Lieber', en- Hochland" -abril -1955)'
-"-Ll
5 Dike, según la raíz dik (o deik) sienifica primariamente mostra- iilr.'N¿c., v, 11, r13B b' 5 Y sigs'
I L';f;"tLt3 punto puede verse mi libro El protestantisnto v
ción; es decir, en sentido jurídico, «prueba, de un agravio recibido. la
6 Cfr. Heidegger, ob, cit,, especialmente págs. 326 y sigs., y Einfüh.-
rwng ín die Meuprysik, 122 y sigs. moral.
I

312 IE TU TI () .
At 313

debe «tender» el derecrlo-como_ piensan


partidarios de Ia ética de los uulo.".j, los idearistas y lor; o derecho de cada cual, y así entendida, se divide en dos espe'
con respecio al derecho; v oue éste,
,ir" «segu,dori cies-o partes subjetivas, como las llama Santo Tomás-, la
"fg"
como dike,-es el Is¡,ecto ,
justicia commutativa (o'rdo prtium, ad portes) y la justicia
««jrrrídico» de Ia realidad,'"rio es, la realidad *i.*u en cuanto
ajustacla u ordenadu':. y por eso, distributiva (ordo ta'tíus ad partes). ¿En qué consisten la obje'
como acertadame,te señara tividad de una y otra?
Pieper ,a, santo Tomás- ,ri"ponu
una quaestio De iure a su La justicia parcial (xat« ¡répoc), la justicin considerada como
doctrina de la justicia. La viitucl d"
in l;rili; es rógicarnenre virtud especial y no como la virtud sin más, consiste siempre
precedida po. ál derecho, .i-i"..ho
r5. es-er objero de la justi. en una igualdad o, mejor dicho, en una igualación. «La justicia
cia La palabr.a latina izs, como Ia castellan,
fican, pues, er: primer términá, Ia nrisma ,iJ..."ho»,y signi- ha evocado siempre-escribe Bergson 16-las ideas de igualdad,
después Ia cienciá del derecho,
ior^ ¡urtr. sólo de proporción, de «compensación». Pensare, de donde derivan
.i o.,"-q;; ;;;." los hombres ((comp€nsación» y «recompensa», liene el sentido de pesar; la
de leyes-de conocer, en concreto, qué
d"."cho, o sea qué justicia se representaba como una balanza. Equidad significa
". "l determinada
derechos asisten en una situación jurídica
a éste
o al otro. *r.o-.1^yértase que ni eite arte igualdad. Regla y reglamento, rectitud y regularidad, son pala-
algo se
.,i .riu ciencia_por hras que designan la línea recta. Estas referencias a la arittné.
llaman ciencia y arte-constituyen
justicia, sino sendas íi.tud.. interecíual"r. la virtud moral de la tica y a la geometría son características de la justicia, a través
la jurisprudencia (iuris-prud,entia) En- tin, tamPoco del curso de su historia.» Hasta tal punto esta referencia arit-
*;, qr*lr,o de ra virtud mético-geométrica es constante y evidente, que Aristóteles (y con
de la prudencia; crundo ".,;;pl;q;;, se ejecute él Santo Tomás) distingue la proporción debida en las llamadas
y pa'ra aquel que"olamente
la ejecute se convieit.'"n'acto"]rura"
de la j usticia. de Ia virtud por Santo Tomás justicia commutativa y justicia distributiva,
I)e todo cuanto se ileva dicho se infiere afirmando que !a primera ha de ser según proporción aritrné-
la justicia. En efecto, ra justi"i" .orri.;;;l; Ia o,bjetiuidad de tica y la segunda según proporción geométrica 1?. La idea de
objetivo, el de¡echo.. Lu prud.n.ru, .]."r.ia., de algo igualación o de iguaidad preside toda la teoría aristotélica de la
como percepción concreta
de Ia realidad, y.lr. justicü, .o*o iusticia: igualdad en la distribución de los bienes y de las pri-
realización concreta del bien vaciones, igualdad en las transacciones civiles, igualación tam-
en esa misma realidad-«facere bonum»
bonum»-, son las dos grurd., virtudes y no meramente «agere bién mediante la pena, que tiende a tomar del delincuente cuanto
objetivas, y por eso él tomó de mas. Por eso, siempre que hay disputa se acude al
mismo una y otra precedln
lu forruLá ;i;^;;*planza, que juez. Se'acude a él como m1éson (he aquí cómo aparece la cone-
"
inmediata-.nt" .. á.d.nrn ,i.u]",o y no a Ia rearidad exterior.
Pero la concepció.n que de e.ta otjetividad xión con la mesótes, analizada anteriormente, al estudiar la
la virtud de la justicia'-ra o[jetivitrad.4g "-qr. se refiere definición general de la virtud), y de ahí el nombre de «me-
Aristóteles, y p9i seguirle, lu jusro-se forja diador» que a veces se aplica a los jueces, como si encontrar
pá.t",
-un también-S"'rio Tomás, es, 'el méson, el término rr¡edio, equivaliera a encontrar lo díhaion,
como en seguida ".,
de exagerado formalismo mate-
_veremos,
matizante- La justicia, ya Ío uimos lo justo. Y así se piensa que es. Si el juez es un méson, tam-
antes, puede ser considerada bién lo justo es méso,n. El juez iguala las partes. Lo igual es
como vi¡tud general, .ó-o «qénero»
a"Í l¡r" iur-or... virtudes el medio cntre lo rnás y lo menos. La palabra dílcaion (lo justo)
serían especies' Pero, junto a"esta
concepción, ra justicia puede procede, dice Aristóteles, de díklm' (división en dos), a través
tomarse en el sentido estricto de
ejecución'dJ iien jurídico de díkhnion, y el juez (dikastés) se llama así porque es el que
13 von der Heydte ha hecho ver divide las cosas en dos (dikhastés) tB.
en su obra Die Geburtstunde d,es
soueránen staates que er derecho
pr." er hom-b¡e l".ai"uut simptre- Evidentemente, esta teoría aristotélica de la justicia como
14
"i"
mente orden, el orden divino o ,ju.t"mi.nto
al cosmos. 16 Les deux sources de la morale et de la religion, pág. 68. Deben
Ueber die Gerechtiirii, ("f;. ;;ñ;Zn s"n,o Tomás,
s' c' G'' II' 2B)' pieper, como iodoliil-r.ig". que leerse también las páginas siguientes, muy finas, en las que se estudia
si todo esto surgiese de ra nada tlmista se estime, procede conro
§unro Tomás, pero acabamos de ver
el tránsito de la «justicia cerrada» a la «justicia abierta».
que no es así' l'o gu-e no obsta "n quá 1? Eth. Nic., V, 3, ll3l b, y comienzo e ll32 a. También S. fi2., II-II,
este librito, como los dedicados
15 II-II, 57, 1.
" ll" ,nuy
a las orras tres virtude. .ria-in.¡"!,
estimable.
67,2.
lB V, 4, 1132a, 19-32. Naturalmente, esta etimología no cs filológica-
mente aceptable.
'-"I

(:
314tDS?U TI os :t 15

igualdad, por más que rechace el grosero antipeponláós re pita- Lesbos, venga a cambiar en cada caso, ajust¿indose a la {orma
górico y arcaico 20, es artificiosa violentación de la realidad mudable dela Piedra que mide 25'
de la vida y las relaciones humanas, que no se dejan reducir La epiqueya o equidad tiene todavía otro aspecto suma-
mente important., qrá es el de constituir Ia
de Ia liber-
a «matemática aplicada». 'irtuden tanto que
Harto más profundas son la doctrina de la epiqueya o erlui- ,u
ira fr"r,te a la iey o precepto. La libertad,
dad y la teoría de Ia restitutio. Empecemos por consider¿rr esta virtud, es, como veremos en el capítulo siguiente, lucha por la
la es' según visto'
última, tal como la ha interpretado agudamente Pieper 21. El iib;;"d, iaralelamente a como iusticia ^hemosal pre'
acto de la justicia commutativa-dice Santo Tomás-es la r¿rsri- lucha po, lu justicia. Pero la lucha por.la libertad .frente
o
tuo, ¿Qué quiere decir esto? La justicia no consiste meramente cepto y páa"r, para ser justa requiere que este precepto
en dar a cada uno; «de una vez para todas>r, Io suyo, sino en "l
pod., ,"un i.,jurtos y que.ella misma esté templada pol h equi-
«re-stituírselo», en establecerle íterato, de nueuo2 una y otra vez, nunca, ni siquiera
dacl. porque no d.bá*or luchar injustamente
en su dominio. Schopenhauer-continúa Pieper-a¡runtaba al contra la injusticia.
de la
centro del problema cuando decía: «si es lo suyo, no hace falta Santo Tomás estudia también las partcs potcnciales
dárselo.» Esa es preoisamente la cuestión: que es «lo suyo» ;urti.io á ,irrr,l". un.¡1. a. ella' Son lai quc realizan imper{ec'
yo sin embargo, no lo tiene ni lo tendrá plenamente nunca; tamente .l .on."pto áe' justicia, bien por fáltarles
la razi¡n de la
que la justicia ni fue establecida ni puede _establecerse de una igualdad, bien por faltárles la raz6n de débito.
En el primer
vez para siempre, que el reparto se desequilibra constantemente casoestán rarelígíoojusticiaparaconDios,lapíetasoi,..-
y que siempre volvemos a ser-irerat'o-acreeclores y deudores; justicia o
ii.i" puru .o' lor"pudtt, y lu pat'iu y la oóserua'ntía
que la «reductio ad aequalitatem» nunca termina; que no es con lai personas constit.idas en
posible-como quiere el marxismo-un estado «ideal» y «defi- ;;;; :;; los superiores, Irara
dignidad.
nitivo» en que la justicia quede implantada para siempre. La La religión, de la que no hablaré aquí por haber trataclotrcs'
de
justicia es, en realidad, lucha por la justicia, y la restitutío, una 2?, es la que- más nos imcorta cle las
ella en otio lugar
tarea infinita.
;;;qr" ul *o.tiu, la imposibilia"a de ser justos para con Dios'
Con lo cual se puntualiza y corrige la idea, anteriormente de-la ética sobre
nos hace ver la insuficiencia de una primacía
expuesta, de que la dike o Io justo consiste en orden, ajusta- de aquélla a ésta'
miento. Sí, es un orden, pero no estático, sino dinámico. en i" t"iigi¿, y la necesaria abertura
Las virtudes que constituyen débito moral y no legal son
función del tiempo. No hay un ««orden justo» establecido de una uind'ícitio,la verdad o veracidad' la amis'
vez para todas, sino que al derecho-al derecho natural-, como to grotío o gratituh ,la
tad o afabilidacl y ia liberalidad. Como ilustración
a la p-rimera
parte de la Iey natural (como vimos), le compete una constitu- Séneca: «qui festinat
tiva dimensión de historicidad. .cita Santo To*á.'uno palab.a profunda de
grati sed debitoris.>' El t'no
La epiqueya o equidad,_parte subjetiva lg jlsticia legal 22, reddere non animr* úrb.t hominis
-d9 quiero deber noJu u ése,, ef la actitud contrari¿r a la del agra-
nos es necesaria para suplir esa imposibilidad de alcanzar un
orden definitivo y estático de justicia. El hecho de que, corno decido,quegustadereconocersedeudornroral'f'auirulicatio
dice Platón en El políticoz\, nada humano esté en reposo, eslaantiguanémesí.s,delaque-yaht1lthirblatlo'Delaverclad
tiene utr aspecto
impide un absoluto que valga para todas las cosas y para todos o veracidád que, como Ia viitud'de la libertad,
que tlel'rernos Ia
los tiempos. Y por eso es menester esta 1vó¡rr¡2a o prudenr;ia de justicia para'con los otros hombres' a los
de Ia equidad que, como la regla de plomo de la arquitectura de verdad-lour.rdudclebida».-.-rp€Iotambiórrotrodeltrcltapor
i, ,.ra"a y la u"ro.i.lud, hablaiemos en .l capítulo siguie.te' y Santo
19 El Sobre Ia amistad o a{abiliclad han escrito Aristótelcs
Tomás sendas ,.nt.n.ios, bellas ambas y t:orlsoladc¡ras:
contrapassunT de Santo Tomás. «todo
20 Pero que perdura siempre como tentación de resolver la justicia
en «pesos y medidasr.
21 Ob. cit., págs. 70-4.
22 II-II, 2 y 80 a, unicus, ad 5.
25 V,
Aristóteles, Eth. Níc.,'La I0, 1i37 b, 30-2'
23 294 b. 2G Ctt. eusuátá Adu*, uirturl de lo libertad'
24 Cfr. el capítulo anterior. 2't En Et. proíiitonr¡rrro y la ntoral¿,244 y sigs. rle esre volumen.
AI
lE§ ÉTr os
cialesdel--justiciaY,sobretodo'lavirtuddelareligión'nos
hombre, para todo hombre, familiar y amigo» 28 y «sicut autem ser justos' en especial para
muestran nuestra'irJ;p;;;d--;1;"
non possit homo vivere in societate sine veritate, ita nec sine' lu j"titiu humana está la gratia
delectatione» 2e. Y, en fin, la liberalidad, virtud que consiste con Dios, y por "'ál'*U'"
en ,dar al otro, no como la justicia, lo suyo, sino lo nuestro. divina' a. , ^- r-^-' - agregul q":- Io mismo el
hay- 1u9
La justicia es una virtud sobria, ceñida y nada «románti- Pero una vez dicho esto arraigan en
derecho-aspecto i;;; d;i; "árid"a-['" "l "To''
ca» 30. Teniendo por objeto la ejecución de «exteriores acciones el ser del hombr"l;;;""¿" uno se vuelve hacia lo externo
et res», es decir, facere-y no agere-bonum, cobra su sentido hacia los actos inte'
moral último en la ayuda para el perfeccionamiento del hombre y su ejecución, í';;; ;l': ;i ot'o "'i'^ constituiría un
riores, anrbos son inseparables.
y' po' Io,nrisnro'
]"i""t", disolver'lo sobrio, ceñido y «
a quien se hace justicia y de aquel que Ia hace. Los hombres justo»
sravísimo error
--todos los hombres-necesitan una cierta cuantía de bienes, senrimientos aparentes o real'
materiales e inmateriales, para su per{ección morai. Por debajo ?,.::ffi";;)";" la jusricia de
.en
cada cual no promete' como
el
de ella, tratados como seres in{eriores, sin libertad social, se mente elevados. ni"-l'o*» según veíamos antes'
tá¿u¿ de oro»' P*'9''
comunismo, ninfun' '".;"i"I-a"
ven obligados para subsistir a abdicar de su humana dignidad.
es la única *r.ilffi
l"'.iignidad- personal. Mas no
Por encima de ella, adquieren una ilusión de sobrehumano po-
der que les conduce a la perdición. He aquí por qué el hombre ,áto aa lado «materialista» .orr"ffiil,iJrH.j;'i#i§;x;:
ritualistas» que farisaicamente in
-todo
hombre-debe disponer de aquella parte de los bienes
sarse de la justicia y-lo que
nos importa nlucl.ro más porque
que equitatiuamcnte («equitativamente», que no es sinónimo de
es una actitud ;;;¿ q"" i'"a"
*,,"i'o hoy 'entre los jóvenes
<<igualitariamente») le corresponda, ni demasiado ni demasiado riJrJ"" d;;i;;; el orden natural de Ia
poco. Los bienes que, como hombre, ser per{ectible, pero limi- sacerdotes-q,ri"^r""1^ "
tado, ser <«intermedio», pueda soportar. Decía Aristóteies 31 que, iusticiaenelo,d.osobrenaturaldelacariciad,unosYotros,p'opi1 de la
{e, dejan gt 'Juptut to esfera
áe *^lu o de buena"';;;';;'"ralismo
para los dioses, no hay exceso posible en cuanto a ellos y que u algunos de nos'
a los seres incurablemente malos ningún bien puede hacerles iusticia. FrenteT 'lt'an'u'
humanismo crístiano
e'to, segúl del
mejores. Sí, pero entre nosotros ni iray ningún dios ni tampoco llilt",1t."1;;i;t-;; 'ito' de partida para
de Santo To*á., pt¿"t*"
-los fi"lttit' co-mo ypunto
problemls sá"iales pu'" eI diálogo
lo que a{irme el maniqueísmo de turno-ningún ser con
-contra
incurablemente malo. Por eso todos necesitamos los bienes para en{rentarnos con
de las id"ar de iusticia y clig'
Ios oprimidor, iu "frrr'r"¡riedad
nuestro perfeccionamiento moral, pero con medida y límite. Este
nidad humana' Claro está q"' pá"it"do del árden natural'
lírnite debe ser establecido por ]a justicia. introduce su propio límite,
la iusticia, prr* ;;i;", el hialo ir.ie
Pero también la justicia, por su parte, tiene un límite, es
i:,idfi;; il;';;'" tude"u'idad' sí' p'1::.iil9l..a nuestra con'
limitada. Ya lo hemos visto antes; y no sólo porque necesita
cepción {undamental Ia ética' oCurrirá aquí' gomo en los
de la equidad (qr., en definitiva, es parte de la justicia), sino lo religioso como
porque, como hemos visto, su tarea es infinita. Aún más: no ::fr;"r'^;;ili", de ésra, que-d"encontraremos
nu"rt., investigación, sin haber
es el ord,o iustitiae, sino el s¡fl,6' 6morís, el primer fundamento la necesari" ¿r..*¡;á;r;
de ello'
de la realidad 32. Aquél encuentra en éste su principio funda- p"tifJ"- t"¡renaturalísticamente
mental, pues, como dice Santo Tomás, el «opus divinae iustitiae
semper praesupponit opus misericordiae» 33. Las partes poten-

28 Eth. Nic., VIII, 1, 1155 a, 21-2. Cfr. también Tanto Tornás,


III, 1I7.
S. c. G.,
2e II-II, i142.
30 Cabe invocar, sin embargo, románticamente, una justicia reuolu-
cionaria que juzga no conforme a la ley establecida, sino conforme a un
«ideal» del porvenir, y que resuelve el orden jurídico en orden político-
Sobre esto puede verse Humanismo y terror, de Merleau-Ponty.
31 Eth. Nic., V, 9, 1137 a, 28-30.
33 Messner, Ethik, págs. 286-9.
33 Santo Tomás, S. Th., I, 21, 4.
T

;t 1:t

moral heroica de la megalo¡tsykh.ía o había en1pezadc a scr ] a,


más bien, una ética de la sap'hrosyne, es decir, de arm6nía y
<«término medior>, pero de Io que no hay drrda es de qr:e c-asi
nada tien" qr" ^hry ,á. aún con ulla
moral a lil dcfensiva. Dcl
susl,inere.ro en él más rastro-a¡rarte lo que luego se dirá
sobre la ,,*ugránimidad de los filósofosr,_-que la an.d,reíu o for'
taleza militai virtud muy concreta y determirlada t¡ue consiste
CAPITULO XVIII
en la valer"rtía en la guerra. Valentía que, cierlan'lente, tiene su
LA VIRTUD DE lado defensivo, de sobreitonerse al miedo. pcro tambión otr()
tA FORTALEZA ofensivo y emprendedor. Es el estoicismo el que, tras no vcr
más que el piin-,.r aspecto de esta virtucl, la generaiizará al
Así como las virtudes de la prudencia y Ia justicia perfec.
cionan moralmente a quien las ejircita, por .noai mediatá,
afrontámiento de toda suerte de temores, temor a la mtterte
por- en general, al dolor, a la miseria, a la clesgracia. l;'l sust'inerc
=que inmediatamente conciernen a la dÉterminación intelectual pasa así ai primer plano.
del bien y a su ejecución (lacere) exterior, lur-r¡.traes de Ia ' Si consiáeramos ahora este primer aspectc, de ia lartitrudc,
fortaleza y Ja templanza tienden derechamerrt" u la formación 2,
no hay duda de que, como hace ¡rotar bien Pieper su pres.u'
del del que lás practica.
_áll¿os puesto es la existencia del rnal, Ia vulnerabilidad de Ia existencia,
La virtud de Ia lortitudo o fortaleza históricamente es una iu u*"nura de la realidad y la fragilidad y riesgo cortstitutivos
síntesis estoico-escolástica de dos virtudes diferentes la and.reia
y la , de lo humano. Todo esto es verdad y conviene no olvidarlo
qu€ a actitudes opuestas f ren- dejándose llevar del optimisrno de una motal de -¡lura expansiírn
-megalgpstkhía, -corresponden
te al mundo: emprendedora, pujante y entusiasta ^ra segunda;
o áespliegue de las capacidades ínsitas en el Irombre. Pero igual-
derbnsiva, replegada sobre rí *i.*, y paciente la primEra. El
mente pa"rcial sería ver en la realidad una pura amcnaza y tln.el
éthos de que surgen ula y otra e_s dí,tirto, po, ro cuar
er pri- mundo el enemigo {rente al cual no cabe 6,¡¡¿ ¡glitucl que Ia de-
me:.problema que se planiea es el de la cuestionabilidad d,i .,
fensiva.
unificación.
La {ortaleza se somete a la más ciura ¡tnreba,«circa ¡rcricrrla
santo Tomás advierte bien que la tiene dos vertien-
t'o,rtitud,o mortis», ya que <<ad rationem virtutis pertinel. ut respiciat ulti-
tes o aspectos: su,stí.nere.y aggredl, soportar y emprender. y
murinr y el peiigro y temol rnayor es el de la muerte. Pero el
entre ambos da la primacíá al piimero por tres razones: porque
peligro-de muerte surge, principalmente, eu la ltrcha._guet'ra
el qu,e soporta sufré el ataque .ie algo qr", .n
que le ataca, puede reputárse más-fuárt" qu"f.i""ipi"
y'pr.!to L párti"ulrtris impugnatio-. De ahí c¡ue cl rnartirio t"" "l ¿rcto
ér, en tanto que principal de la fortaleza.
q.uien emprende lo hace porque se siente .on fr"rrr. pi.u " L; doctrina tomista so[re el martirio cs sumanrente sobria,
ello; ,algo
.porque q-uien soporta .iunt* inminente p.ligro, .n tanto y Con esto está hecho, a nli ,arer)er, su mcj,rr elogio. ['or. de
que el emprendedor se limita por er momento ^u p-rer..lo
como pronto, el martirio €s, ante todo, testiiir:ar:itin de la verdacl,
futuro, y, €n {in, porque el sáportar supon. .oniinuicrad err el
conlessio ue,ri. De ahí que, como veracidad, {t¡rma ¡rartc,. scgtin
esfuerzo, en tanto que puecle .*prrnh.rr. algo ((ex subito vimos, de la virtud de la jrrsticia. Frellte a la ad¡iiracirin tlro-
motu» l.
derna por las gratuitas o scmigratuitas decisiones lteroicas, Santo
Pero bajo estas plausibles razones, 3
Tomás pide que no se dé ocasión al martir io v clue naclie se
-Lo que ¿qué hay en rearid¿rd?
varias veces hemos encontrado'r"lá turgá'de este libr.o: al péligro de muerte más clue por Ia justicia a-
que la fil<lsolía moral t_omista depende, con fricrencia, mucho '
"*po.,gá
Ya" hemó, iicho, y lo proclama su mismo nombre, que el
más del estoicismo que de Aristóteles. En este caso, la irifluencia
doctrinal estoica es evidente. La ética aristotélica-la erltica 2 Von Sinn der Tapferleeit, págs 23 y sigs-
docens y,la ethica utens-podrá discutirse ,i ,ágriu siendo 3 S. Th.,II-lI, 124, I atl 3.
la
4 1l-[I, 123, 12 ad 3. Cuando hablemos, en cl cap' XXI[, dc la vida
I S. Th., 123, 6 ad l. moral, traiaremos de las críticas modernas al martirio y, etr general'
al sacrificio.
I
1
-r1
(l Al 321
:120 I E TLl os CO
sea tal' necesitan acallar
martirio €s, antes que derramamiento de sangre, testi{icación por Io mismo,.para que su «seguridad» y
dt t' allenación' -+t ahí que no
permr'
de la verdad. De ahí que toda confesión de Ia verdad, cuando la Ia «mala "on.r"n"iu'i io *'dud-ti iJ llam¿rda a la libertad'
verdad es difícil de decir e intolerable de oír, participe de la vir- tan la pro"lu*u"i;;'ü r' verdad y la Iibertad
tud de la fortaleza,, a la vez que de la justicia. Es cierto que ni Y, sin .*burgo,^ü^';;";idad' el'a"tit las posean' nos inte'
interior, virtudes para todos' uu'qu" constitutivas de la autén'
pocos
debe¡nos al prójimo toda verdad porque hay un secretun't. meun7,
ntihí, ni pod,emos decírsela, porque la posibilidad de comuni- resan especialmeni" uq'í p1''q'","un^ y-esp.ecialmente el Iiló'
cación tiene sus límites y cn ocasiones somos mucho más veraces tica existencia iii"'all="Et iit¿tJo' táa" ii"tgo' el peso de la
sofo moral, es ei que toma sobre
ti' '
con nuestro silencio que con una impresionista «sinceridad» que
conciencia y el ¿i tu enseñanza áL f" eleccióñ moral y libre'
vierta al exterior lo que va «apareciendo» en el sobrehaz de contextura moral' la filoso{ía'
nuestra alma. No ya sólo la sinceridad, incluso la autentit:idad, Esto y no otra cosa es, en su
pasemos ahora a consider-^. i" ,ir,ua ¿" Ia masnanimidad
constituye un problema. El hombre es constitutivamente ambi- la de Ia
guo, la doblez como desdoblamiento es una categoría ontológica que, como h"*;;;;ho y.a' ro' ttüi"á'-
-lo 'ub"'tit'on"tn
tomado a Ia letra'
menos
antes que un vicio moral: hay una distancia siempre entre fortaleza, y s"'1o Tomás' por
nuestra palabra, nuestra conducta y nuestro étho,s o realidad ''también.
«grandeza,de
moral; y la autenticidad-igual que, ya lo hemos visto, la jus- El sentido originario de la palabra ¡re1«io+rxil, en el perdón
ticia y Ia libertad-es, propiamente, lucha por la autenticidad, alma», ..u, ,t*ii'l';#;;' ;'á"'s";"'o'u'"le*"átjá un texto de
Iucha ¡:or disminuir esa distancia. de las oi.r,.rr."'bl;iffi;^ü ;;;.. en relación
',qiii;;;;, .. .-l'qr" tangencialmente
Aristótelcs
Pero, tras expuestas estas reservas, es menester rati{icar que los segun ¿o, otros de Ia Etica eudemia
se ocupa a" ru'ol'i"""i*iJ"¿' áon
la vida en la verdad forma parte de la fortaleza y, de una ma- aristotélico de esta
nera o do otra, debe manifestarse, bien como es{uerzo y lucha, y nicomaqr.u,'i"iu"^Jtit'*i"'r el concepto
bien en acto por la palabra, cuando el silencio sería culpable, utttill, ((nragnanimidad de los
que empezar por distinguir una
porque, corno decía Marías en Gredos) norü Wssumu.s non loqui, que cónsiste en I"
y sea necesario hablar, bien para denunciar, bien para procla- políticos» (AI.iti;J;s' Aquilet'-Ayt*)' y-mundo :-"-1'
una «magnanr'
del mundo, en las grandes empre§as'
mar, bien pura y simplemente para que la verdad no preste á;it" e impasi'
midad de los filósof os», que es-de=f t""io
del
asistencia a la mentira entrando en su juego. En los segundos
Mas, por otra parte, y como vimos ya aI comentar el mito bilidad ante i., li.i.ii"á". 4" I',forruna.
lograr una sínte'sr: **1':'
platónico de la caverna en el capítulo XIII de la primera parte, Analíticos no J';'il;;;uiti¿ta de
se abstrae, como nota comun,
Ia verdad está, desde el punto de vista ético, íntima y circular. bos conceptos. En la Etica eudenria
en la Etica nicomaquea
mente ligada a la libertad: descubrimos la verdad a través de Ia el sentido d. 1f;; d'"'u y' finalmente'
Ser magná'
se alcanza
J" ru mágnunimidad'
fit'i"io gtána"ts empresa::"It^l^":1*
libertad, y es ella, la verdad, a su vez, la que nos hace verdade- ";":;il;
"l y juzgarse digno.á"
ramente libres. nimo es ser
se ¡rresenta srempre
Mantenerse en la verdad-vivir en la verdad y decirla-y qr. r. ".piri.ián'" Io' giandessehonores
;;".i;;ár31r"''"; nero-¡¡¡1s buscan en cuanto
suponen
en la libertad, en lucha contra la presión social de un i.nundo
que se aparta de ellas por su incapacidad para soportar la ver- unaproyecclonyunreconocimientoexteriordelagrandezainte.
positivo' es decir' en Ia pros'
dad y por su «miedo a la Iibertad» 5, es prueba de la virtud de '' ;;; !; Iado
rior. Esta *t;;i';;;
{ortaleza. Los hombres consideran que la verdad y la iibertad peridad, ,i.r,i" ü i;;tl¿* a"t *'nao; por su reservo' enque Ia
caracterológico
adversidad, i*pr..iu'ul ,nun-do. EI
retrató
constituyen una carga demasiado pesada para llevarla sobre y
alcanza hasta
B es esp-léndido
sus hombros y abdican con gusto de ella a cambio de una del magná.i*;'i;;; artil,"r.s y voz
lo psicoso*á;i;;;- ;cioso e indolente' ie
andar pausado
«seguridad» aparente y de que otro elija por ellos 6. Pero, pot . to grande' es independiente' acepta
grave, .¿to ,""i"*
,"*o a-lo que había de
in{erior z et y,'frente
5
Erich Fromm, Die Furcht üor der Wahrheit. Cfr. también el el honor, p.ro
«Mut zur Wah¡heit, y «Mut zum Wort» de Hartmann (ob. cit., zl53),
y la «voluntad de verdadr, de Messner (Ethik, 105-7). ? Cfr. su excelente obra La magnanimité' 56 y sigs'
6 El texto clásico es oEl gran inquisidor» de .Los hermanos Karo. 8 Eth. Nic., lV, 3'
mazoü, de Dostoiewsky.
Tt

(' A / ;t2;l
IE S ? U ÉTrcos
s€r con el tiempo el canon de Ia moral burguesa, olvida pronto racional de esperal aquellos bienes naturales dc cuya consc'

los beneficios recibidos. cución nos sentimos caPaces.


Pero, como es sabido, Ia moral aristotélica, ponderadamente A la magnanimidad corresponden otlas dos virtucles, la
lid,ucía o .onfiurrza, que, por otro
lado, es también muestra de
emprendedora, fracasó históricamente por un fracaso que, antes
que a ella, concernía al hombre griego. La «autarquía» aristo- iortaleza, y la securitas (frente a la desesperación), clue tambié¡,
télica contaba con el mundo. Sin embargo, eJ hombre de la en cuanto'libra de temor, tiene relación con Ia {ortalcza.
época postalejandrina, lejos de sentirse capaz de dominar al Y, en fin, cabe mencicnar todavía otr¿r virtud, muy aristo-
mundo, se siente sojuzgado por las ciegas y sordas potencias télica, la magnilicencia, que en el orden de las poíesis corlcs-
que rigen el cosmos. Entonces la reacción estoica, no exenta ponde a la ,iagranimitlad en el de la práxi,s. Así como la nrag-
ciertamente de grandeza, consiste en proclamar que el hombre nanimidad .onii.t. sn agere grandes hazañas, la magnificencia
12. Es la liberalidad o gelrero-
verdaderamente digno de este nombre, el sabio, no necesita del consiste en lacere grandes cosas
mundo. La antigua «magnanimidad de los filósofos», el despre- sidad virtud noble án contraste con Ia conrercial economía bur'
13 han mostrado tlue la
cio del mundo, prevalece sobre el espíritu de conquista. Enton- guesa. Las investigaciones sociológicas
ces, como hoy, las gentes vivían vn temps du mépris. El temple áconomíu de la donación, rnontada sobre la magnificencia, es
anímico de la resignación sustituye al del entusiasmo. Los dis- anterior, con mttcho, a Ia economía clel cclntrato individual y
tintos filósofos estoicos disputarán sobre si, en el cuadro de las del do ut des.
virtudes, la megal,opsykhía debe subordinarse a la andreín, o
viceversa, o si tal vez ambas deben ponerse tras la kartería.
Pero es una mera disputa de nominlóus. Para el estoico, ,,hom-
bre a la defensiva», como diría Ortega, la virtud consiste en
rivé10,.r tat dréyoo, en «sustine et abstiner: el susllnere es ya toda
la virtud.
Gauthier estudia luego la historia de la magnanimidad en
la Edad Media a través de la escuela prehumanista con su bella
definición ««raisonnable emprise de hautes choses» («rationabilis
aggressio arduorum»), Abelardo, el canciller Feiipe y San Al-
be¡to Magno hasta llegar a Santo Tomás.
Santo Tomás, recuperando el pleno sentido humanista de
Aristóteles y dándole un giro cristiano, ve en la magnanimidad
virtud de la grandeza en cuanto tal, ante todo e, la grandeza
interior que, en el hombre, criatura encarnada, demanda una
irradiación exterior, consistente en el honor 10. La magnanimi-
dad en cuanto que el magnánimo emprende grandes tareas por-
que, naturalmente, espera darles remate, regula la pasión de la
esperanza. La esperanza racional consiste, por una parte, en la
confianza de obtener ciertas cosas por nuestras propias fuerzas,
tamen sub Deo: es la virtud natural de la magnanimidad; pero,
por otra parte, la esperanza racional-y sobrerraci6¡¿l-son-
siste también en obtener otras er airtute Dei, pero con nuestra
propia cooperación: es la virtud sobrenatural de la esperanzaLr.
La virtud de la magnanimidad consiste, pues, en la manera
0 II-II, l2g, l. 12 Cfr. S. 7'h., I[-ff,, 134, 2.
lo II-II, 129, I y 131, 2 ad l. 13 C{r. MarceÍ Mru.r, uEssai sur le don, (recogido en el volunten
11 I-II, 128 a, unicus, ad 2. Sociologie et Anthropologie, P' U. F.).
,lteorne

(' At 326

virtudes. Esto, que de ninguna manera Io habría dicho un pen'


sador gricgo de la sophrosyne, está plenamente justi{icado para
dicha de una actitud con respecto a la sensualidad, que es a lo
que ha venido a parar, fundamentalmente, la templanza. (Con
todo. debe añadirse que el vicio oDuesto, la intemperantia,, es el
más embrutecedor, el que más rebaja al hontbre.)
Sin embargo, la conexión existente entre las virtudes y los
CAPITULO XTX vicios y su complexión en el étho's hacen a esta virtud mucho
más importante de 1o que podría parecer tras un sstudio sepa'
LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA rado de ella. En efecto, y como ya dijo Aristóteles con un juego
de palabras, es la salvaclora o preservadora de Ia prudencia
El-prirner problema que plantea el estudio de esfa virtud ogeouoa tr¡v gpovaotv. ¿Qué quiere decir esto? Ya hemos visto
es el de si la t'emp'erantiu de la ética cristiana recubre exacta, que la prudencia es ante todo la virtud que nos asegura el
mente lo que significaba la oturppocüvr¡ griega. A lo cual hay que sentido de la realidad. Ahora bien, lo primero que nubla
contestar que no. La sophrosyne, rnás que una virtud, á, u, la intemperancia es la realidad plena y objetiva para no dejar
modo de ser, un éthos, una idea helénica de ra pe.fec"ión hu- percibir -más que el interés subjetivo que la hace «deseable».
Tnlu que sucede en parte a otra anterior qr" yu hemos estu. La lujuria, por ejemplo, en cuanto <<abstrae» de la realidad una
diado, me.galopsykhía. En cambio, l^ tr^prrantia cristiana única nota, empobrece la mirada, la desvía por el estrecho cauce
_]a
es mucho más concreta, especial y determinada, es propiamente de lo sexualmente concupiscible. Evidentemente, la inlemperan'
una virtud. De la sopkrosyne no podría decirse, .o,ná dice santo cia en cuanto «vida disoluta» supone tambión la pérdida de la
J'omás cle la tentperantia, que, moderando las pasiones concu- fortaleza. Y, en fin, subrayemos esta nota frente a la moral
piscibles. se refiere principáhente a la del tacio (el gusto es obsesiva y unilateralmente antisexual. Santo Tomás pone la raz6n
considerado en esta psicología como tacto del paladar)IAgrega de pecado del adulterio y de la «fornicatio simplex» en la injus'
santo Tomás que esta principalidad se debe a'que las d.i..t"u- ticia que en ,esos actos se comete contra el cónyuge y contra la
ciones del tacto peio lo que nos prole, respectivamente 3.
-son las mayores de todas.
interesa sobre toclo Ya'hemos dicho que para los griegos la sophr<rsyne era toda
es el porqué de esto último: porque ((ornnes
autem alii sensrs fundantur super tactum» t, poiquá todos los una conformación de la personalidad, una actitud general ante
otros sentidos se fundan sobre el tacto. Desie i{eidegger es la realidad y una manera arrnoniosa de concebir la relación
frecue-nte oír que toda Ia filosofía occidental-que tád, lu entre el alma y el cuerpo. Los griegos de la época clásica, cuya
filoso{ía propiamente dicha-y aun la concepciSn del ", mundo ética era estética-recuérdese el ideal de la kalokagath,ía-, vie-
occidental, se funda sobre un primado otorgad-o, con una cierta ron en la so'phro,syne, ante todo, su belleza. Fueron, más tarde,
parcialidad, al sentido de la vista. Es posible que así sea; pero los estoicos y, en parte, los cristianos quienes pusieron el acento
en este texto vemos que, por lo menos en principio, Santo Tomás de la témpera,ntia más bien en la ascesis. Santo Tomás, sin em-
no r€conoce ese primado. bargo, conservando como un reflejo de la concepción antigua,
Muchas cosas hay sumamente actuales en la .doctrina tomista advierte que la temperan,tia es condición para percibir la belleza
de la temperantia 2. En primer lugar, que esta virtud se opone, de la reaiidad. Porque el hombre, a di{erencia de los animales,
no sólo, como suele pensar la mojigaiería moral, a ra iitrrrr- puede deleitarse no sólo con el tacto y en Io que atañe a la con-
perantia, sino también, por otro lado, a la insensibilitas. servación de la naturaleza humana, sino también, con una com-
Otra afirmación que importa subrayar en la doctrina to- placencia desinteresada, «propter convenientia sensibilium», en
mista es la de que.la templánza, por ser una virtud subjetiva cosas tales como «un sonido bien armonizado» a.
y por la materia misma a que se áplica, es inferior a las otras Santo Tomás distingue en la temperantia partes integrales,
1 S. 7¿., 1,76, 5.
2 Acerca de ella debe verse el librito de pieper, zucht und, Mttss.
3 II.II, 154, 2 Y B,
4 II-II, 141, 4 ad 3.
IE CO (:
subjetivas potenciales. Partes integ¡¿lss son
I la uerecund,ía
ción exterior, así como Ia mansedumhre (rnakrothymítt, el ser
de ios.g1iego.s-: Que, según A¡isrótetes y Santo
r omas, es 1:?rI
;lD^T.I mas bren semivirtud porque no 'le <«tardo en airarse») es moderación de la pasión misma. EI vicio
es v<¡luntaria, f.alta
perfección y, diríamos hoy, tu*¡ie" inter;orrza.iá" r 'y opuesto es la iracunclia o exceso de ira. I,a ira en sí misma
nestas, que santo Tomás llama «spiritualis ; ru-rro- no es vicio, sino pasión, y por eso, el defecto de ira es vicioso.
pulchrituáor, y qr"
es en realidad la.virtud g..r.rul (,,bonum honestum, es el En la punición debe distinguirse, según se proceda 1 c¿LrrL passione
bien moral). Adviértase en"n .on..pto de ra honesta.s, i¡;ua[ o ex ¡xtssione. El proceder apasionadamente, siempre que al apa-
"It. g.n.rui
que €n el de la justicia, virtud (Ío"l,"ru b,n,r* y ciccli- sionado le asista la razón, está muy lejos rle ser vicioso. Lo vi-
ng'-e g malo), cómo la conexióri entre las cioso es proceder movido solatnente ex pa.ssione, por la irra-
virtudes remite, más
allá de cada una de elras, a su raíz ,nitu.ia, ;;;rh,r, cional pasión.
o persona- La modes¿la, virtud moderadora en aquellos casos en los
lidad moral.
que no es tan difícil contenerse como en los anteriores, se sub-
, .Las partes subjetivas de la kmperantr,a, abstinencia, sobrie-
y,castidad, regulan cada una de las'tres divide, según Santo Tomás, en humildad, estudiosidad y nlo-
{u{ glrnd., necesi-
dades humanas. como es bien sabido,l";brdud", .,ri"io opuesro destia en los movimientos exteriores, en el orttato y <«circa
a actiones ludi». La teoría tomista de la humildad es sumamente
.la sobriedad, puede proceder más que de intemrerancia, de
falta de fortaleza, de ternor v huida dá i. ;;"Hd;;. problemática. La humildad es una virtud esencialmente religiosa
Las partes-potenciales son Ia contínencia,
.ü..n.iu y específicamente judeocristiana. Su vicio opuesto, la soberbia,
,
sedumb¡e
Ia
y la modestia. La continencia es crasificaday como
man-
poco o nacla tiene que ver con la h,ybris, que es falta de medida
parte,potelcial porque es irnperfecta y, según Aristóteles,
serni-
y no-conformidad dcl hombre con los límitr:s que el nómos
virtud, más que virfud, y" qu. er
que co,siste de la naturaleza ha {ijado a su s/al¿rs y condición 1. Natural-
acredita que la pf¡te .on"rpir.ibre no irre -ror"gudu,
-sojuzgarrir"nto-., mente, Aristóteles no habla para nada de la humildad, por(lue
"¡" lo"s estoicos.ino
meramente sometida,
.qI€ no hay armonía. Fueron los griegos, cuyo ideal de vida era Ia nte.'ga,lo'¡tsykltía, incluso
quienes al hacer consistir ar hombre excrusivam.nil €n su relación con la divinidad-a la que, c:orno vilnos, scl intcltta
racional, la elevaron a. vi¡tud prena-«in seipso
,r, su parte
se tenere»-e ascender por el eros-) la desconocieron existenci¿rlmente. Sarlto
incluso a la virtud principar. La áistinción;.;;'r"
e^¡rpa..,r. y ra Tomás, falto de sentido histórico y sin conciencia suf iciente
oorgpooüvr¡-es imp-ortante: r) históricamente,
po.qu", como aca- aquí para Ia novedad del cristianismo, intenta probar lo con'
s
bamos do decir, áfirma Ia unidad cuerpo.almu'f."ii"
a cuarquier trário-B: la humildad sería la metrióte.s de r'¡ue hal¡la Orígenes
«espiritualismo» y Jlorque descubre que la 10
y de la que si Aristóteles no lo hace es porque sólo se ocupa
virtud no es sóro
«prud-encia», es decir, cosa de ra interige".i"
ri*fümenre, como de las virtudes en cuanto se ordenan a la vida civil. De esta
pensaba Sócrates, sino manela Santo Tomás se ve conducido a confundir la virtud del
.también, por
,rin iado, ,,ir*oríu,,; por
otr-o,
-«<firmeza»; y el vicio, además d" ig,.o.u"";,- «infirmitas¡> humilde con la actitud del templratus. En lo que se refiere
y fealdad o deformación morar ; y z) a?ra.-rr..tro al bien arduo sería necesaria una doble virtucl: la lnagnanl'
vista de una ética centrada en er i,thoi,
punto de
*ü;.-.iurlri.rra que ro midad, para tender a él razonablemente, pero tambií:n la humil'
plenariamente mo¡al, Io que constituye ra ratio 11. Iividentenrentc, la autén-
uirtutis, es su clad para no tender inmoderadamente
apropiación o realiz":i9n pr.n., su conversión tica humildad no consiste en esto. Pero, como }tace notar Gau-
en «segunda na-
turaleza»: lo que manifiesta*.ni" no ocurre thicr, otro totelista de orientación Pagana, Siger de llral¡ante,
en Ia é1xoá reLd ) co,tl-
tinentia,-que es lucha en acto y escisión interna 6.' saca la consecuencia lógica del error tomista: Ia magn¡nirnidad
La clemencia es la virtud moderadoru d. iu u."ion es la virtud de los grandes, en tanto que la humildacl es Ia vir-
o puni-
tud de los mediocres, que conocen srrs lirnit¿rciones. Nictzsche,
5 Cfr. la actitud de Kierkegaard con
6 «Luego un hombre ¿e ,rián ora.n"ao, respecro a ella.
n.r" a"'"peritos no dorni.
nados todavía, no Dosee Ia virriü'i;-il-;;pi;;;r:"r;:;'., 7 Cfr. L. Getnet, ob. ci¡,., 1 y r:igs', 206 y sigs., 3BQ y sigs.
tido por las pasionei, arnque no se deje v-encer ," í,co,),r,- B Véase sobre esto Gauthier, ob. cit., págs. 4'51 y sigs'
y alegría, según .' f.ápio de de eras, y no obra er bien
Ia ,i.irj,"fo e t/eritote, I II-II, 16t d, Sed contra.
ü: o1:",,,0ad t0 II-II, 16l, 1 ad 5.
1l II.II, i61, l.
32,S/Es?' IO C At 329

con su distinción entre la moral de los señores y


la moral de los ventura con respecto a las tesis tomistas. Porque lo sobrenatural,
esclavos, no está muy lejos.
lejos de rebajarse, se realza más al elevar lo natural.
Todo el error procedé de no ver Ia novedad
humildad {renre á lu
existencial de la La estudiosidad es la templanza en cuanto al apetito de co'
helénica á.-t. (las vir- nocer y saber. Se opone, por una parte, a la negligente indife'
"on.epción
tudes,. como ya adelanlamoi y en el "iaa pondre-
.igri".,t* rencia; pero, por la 6tra, a la curiosidad. La ascética cristiana
"rpi,rio -.n r"
mos de manifiesto, se descubien empíriáamente,
ha considerado siempre que es pecado el comer la manzana del
cia iristórico natural y sobrenaturar). Es 'f..uo. "*p"ri.rr-
helenista árbol del conocimiento del bien y del mal para ser como dioses.
"l
el que desca*ía aquí a santo Tomás. F;r"-;;;er asimilar ra La curiosidad o está en conexión con la soberbia-saber supers'
lrumildad a la ntetrióte's se ve obrigad" .;;;.ir-i";o
de la templanza, en vez de hacerrl, .o*J
ra virrud ticioso de Io que no se debe, utilización mágica de 1o sobre'
Agustín y rodos los medievales, fa;o h ;.;;;^de
i; ;;1i"^ hecho San natural, aprender acerca de las criaturas sin referencia a su fin,
y la religio. Personalmente ..eo 1i qrá t" .on""f.ión
la ¡r,rtilio Dios, o querer aprender lo que está por encima de nuestras
justicia de la' ,e,tig;o facultades 14-, o está en relación con la {rívola avidez de nove'
como es insuficiente porque ra es más rlro- dades, la So,rge des Sehen,s ls, el díuertissenrcnt pascaliano, el
funda. y oscura, más ,.religiosar) que un"."rrgio,
acto o un hábito de
justicia. Pero, al *rnor, -iu aturdido y
disipado manoseo de todo hablando de oídas, sin
conáepción agustiniano-medievar detenerse, sin profundizar, con una' {iebre de «selrsaciones» e
compensaba esta. unilateralida.d poniendo
¡,i"to u lu ,.justicia
religiosa» una virtud tan auténticamente ráligio.u «impresiones» eu€, como dice Pieper, nos lleva a tirar cada
mildad 13. santo,
.o*o la hu- día la realidad cotidiarra como se tira un periódico ya hojeado.
Torir., al desprazarru ¿" .!i""lrgu., Pero tanto en uno colno en otro caso, vinculada a Ia soberbia
su doctrina de la r.eligio'.y. desnaturaliza la humilird, debilita
diéndola con una virtrid helénica, secundaria, d"otro o a la «evagatio mentis», la curiosidad procede siempre de la
de "o.rir.r-
ra crn- ,<experiendi noscenclique libido», de esa ((concupiscencia de los
cepción de su tiempo. ¿podía aimitirse ra concrusión
de siger ojos», que unas veces conduce a la «concupiscencia de la carne))
de Brabante? ciertameite no. pero entonces,
daba? Tal vez la de que magnanimidad y rrr*ll,í"h-no ¿qué salid" qi,"- y otras a Ia usoberbia de la vida» 16.
dicen, porque la primera se-refiere al hlmbre uin
se conrra- La modestia se refiere también a los movimientos exteriores
sensu cornpo- y al ornato-*es el sentido en que se p.redica a las jóvenes que
y Ia segunda, «in sensu diviso» de El, po. a".i',:to tengan ««modestia cristiana»-y, {inalmente, a los juegos, diver-
::,,"r":"1 ?l:r, si
ast' trI hombre, se considera absorutamente, esto es, cornpa-
rado con el Absoluto y dejadg a sí mismo, ti... que siones y entretenimientos. EI hombre no puede trabajar conti-
sentirse nuamente, necesita descanso. Santo Tornás cita 1'¡ un ejemplo
miserable y humild". P"ro el hombre, unido ,t
es, sabedor de que _lra sido cread_o ,' i.ug* -y -.._.;onr"
Á¡rotuto, tomado de las Collationes Pa,trum, según el cual San Juan Evan-
".io gelista había comparado al hombre con un arco que, si estu-
Dios y destinado.a El, sin dejar de ser l-,r"-ira'" iespecto cle
a su viese siempre tenso, se rompería pronto. La diversión, como
miseria, se convierte_ en magnánimo en cuanto a
sus dones veremos en el capítulo XXII, ocupa un puesto importante en la
y pos-ibilidades, que re vienei de Dios. y tlrgnilicat es el vida del hombre. Por eso es necesaria una virtud que la regule,
hermoso "r
p-rofundo cántico para procrama'r
Tá: ,y
d* 13 humildad y la magnanimidad. esta unión y esta virtud es la e¿¿lrapelía.

Lo e¡ormemente posltivo de santo Tomás, más ailá


errores históricos y iu. equivocaciones de sus
té;;t;;;;^;s su senticro
de la grandeza humana natural_virtud i, f,
_"*animidad_
frente a ]a, depreciación de las ;;r;;rb;:consideradas
"irtudes
desde la alrura de las sobrenaturul.., ..titrd-;;;, p.á";1i.","
de los sp\e'ndida uitía de san Agusiír, *untr'uo' su,
Buena_
14 Santo Tomás, S. Th.,II-II, 167, t.
Cfr. El protestantismo y la moral.
:: un. 15
ejemplo nluy craro A" .ri.rd"r y pracricar Heidegger, Sein und Zeit, 170 y sigs. (179 y sigs. de la traduc.
1' .
auténtica humildad-sin ponerla en reración '"on ra humircrad-ra ción española).
l. ,.iigün puede ve.se
en Benjarnín Franklin , A-utobíogropt y, tlÁát' a" ir-ir""t"!"¡,"
16 San Agustín, Confessiones, l, X, cap. XXXV.
en 178,1.. 1? II.II, 168, 2.
(: A I 3J'

mos, que estos principios, de validez universal, se ^han desalro'


[adá ár, los disiinto.^pr"ilos v civilizaciones conforme a dife-
rerrtes direcciones, s.gúr, las diversas,,1íneas de fuerza» que
constituyen las diversás ideas del homble y de su pcrfección'
Por otra parte, es mani{iesto que los pueb}os antiguos no han
concebido nunca una perfección ética separada'-idea comple-
tamente modertta--, poi lo cual lo ético sc confunde, po.r a,riba'
CAPITULO XX con lo religioso y, pár debajo, con las ,rescripciones jurídicas.
La variedaá moral que puede observarse procede, por tanto' en
DESCUBRIMIENTO HISTORICO primer término, de la pre{erencia en la idca del honibre y su
DE LAS DIFERENTES VIRTUDES MORATES perfección; esto es, de la preferencia entre éste r¡ el otro At'ltos,
entre los muchos éticamente buenos clue son posillles. Pero tam'
La virtudes tienen una historia, la historia de su descubri- bién, y en segundo lugar, pueden io"', y de lrecho se han
dado, ár.o.., i* (no de sentido) mrral. P,r ejet,-
miento y apropiación primera, la historia de su revelación en "nno"iÁienti el cadávcr de su malido' con
el caso de las virtudes teológicas. La historia de las virtudes plo, ál cle enterrar a la viucla con
coincide con la historia de la ética, pero comprenclida ésta io qu" el principio de Ia fidelidad conyugal es c.ndttcido a u,n
como ethica ul.ens o moral vivida y no meramente como ethica ,ronrtruoia aplicación. Repito que las sumari¿rs inclicaciones qt¡e
docens o moral filosófica. Por consiguiente, el ámbito que este siguen tienen por objetq -* que -la i.fol'm¿rcit'r^ sobrc el
capítulo habría de cubrir es mucho más vasto que el de los táa, la incitación a los estudios de efl¿ica ul,ens ct nroral vivida,
usuales tratados de historia de la ética.. Sabemos que, en el pla- para corregir los excesos de «apriorismo» y <<sistema» a que
no de la «moral como estructura», el hombre es inexorable;nente iuelen tender nuestros tratados de ética'
moral, porque su vida no le es dada, sino que, honesta o irrho- En el antiguo Egipto, una religión dc inmortelidad, justiciir
nestamente, tiene que hacerla por sí mismo. En el plano de la y «,obras>, buénas imprime su cuño a I;.r ntont'I, ernincntctncttte
«moral como contenido», la etnología, la historia, la antropo- áctivista y pr.o.rpuáa del .,rendimiento», segÚrn uIr mórlulLr
á" ...rual p.r{"..ión. Justicia en el rnundo, clictada po.r el
logía y la sociología histórica .de la moral nos muestran que divino, rlr¿rni[icste la lcy, /rap;
Faraón, que, intérJrrete del verbo
todos los pueblos de la tierra han poseído y poseen un código i.r:rtci.ór¿ o dcfcnsa tlel
V justicia'rlirunrun,lana, logradl f-or
o conjunto de normas rectoras de la conducta. Por tanto, una iust,i.f
conlesió1 de ¡o
historia completa de la ethica utens tendría que comenzar con muerto ante los dioses. .,Julcio de lo. mttct't6sri,
haber hecho nada malo, de no haber dcjado a nadie morirse
el origen de la humanidad. Naturalmente, en este capítuio no se
trata ni siquiera de resumir rápidamente la historia conocida de hambre, no haber hecho llorar a naclic, tto haber rnatado ni
de las tnoeurs o mores. Nuestro propósito se limita a mostrar, hecho matar a nadie, etc.; y sentencia matriIiesta llor l¡ Balanza,
,en uno de cuyos platillos se ha puesto cl corazón clel muerto
con unos cuantos ejemplos históricosr clu€, efectivamente, Ias
virtudes yr €n general, las distintas actitudes morales tienen una y la verdad en el otro.
' En la antigua China, el sentido ético l. represcnt<i Conftr
historia. Con esta afirmación, evidentemente, no se sostiene nin-
gún evolucionismo o relativismo y ni siquiera se infirma la cio frente a la tendencia mística rle [,ao-'Isé" por más rluc fttese
validez universal, que puede mostrarse empíricamente, de los común a ambos la idea del «Tao>» o camirto del cielo, clue Para
principios morales generales l. Lo que ocurre es, como ya sabe- confucio-perdónese el carácter aproximativo y_telegráfico .dc
estas notaslviene a coincidir con la «virtud'r. La él"ica china
t Este es precisamente el objeto de la gran obra de Victor Cathrein. lógico, a algunos de los cuales se hizo re fcre¡,:ia y¿ al t ratar rle Ia
Die Eínheit des síttlichen Bewt¿ssrsein d,er Manschheít, 1912. Sobre el ..áio"ián entie la sociología y la moral: así, Wt:stcrtr¿rrck, Orig¡n and
'irr,,"l,ip*rnt
objeto de este capítulo existen otras tres grandes obras: la Geschichte ol moral itt,'ias,'1906; William (,ralrlnt Stttrtncr, I'-olkways.,
der Ethik, de Otrmar Dittrich, 1926; la Ethik der aLten Griechen, de lóiil-i ;;. áode..,u,nente las obras de flol¡housc, N{alinowski, N'[catl,
Leopold Schmitt, IBBI, y la Historia de la Etica griega, 1908, de Max h.n.aí.r, etc. Algunos de los libros citados t:n l,rs ca¡rÍlttlos a¡rtctigres (irit
I[undt. Deben tenerse en cuenta además los grandes libros de historia pueden rraerse ,ín.',bi¿n aq!¡l -y asimismo cl dc Custav N{ensching,
o investigación etnológica de I¿ moral desde el punto de vista socio- und, Biise int. Glau'ben der Viilker.
Al 333
/ES E.T
a Ia historia de
estriba en el cultivo de las buenas disposiciones, mucho más que dores han encontrado manifestaciones paralelas
en Ia lucha contla el mal. El hombre es bueno por naturaleza, Job y a la revelación de los Mandamientos'
y la ética, que tiende a desarrollarse como «ética política», Danc.r ahora ;;;; salto a occidente, la ética de los antiguos
tiene por objeto la contribución del orden humano a la armonía germanos se caracteiiza por su sentido del
honor' Qü€ aparece
y el «marco» de las de'
universal. Se comprende muy bien que la afinidad electiva, como eI prlnclpro é,i.o i'nd"*"ntal
las tttu["t" islandesas han mos'
y no la casualidad, empujase a los «{ilósofos¡¡ del siglo xvut más virtuder. Lo, de
"rtudio,p"i*brrt dilerentes para-la de «honor»
a.
a interesarse por Ia moral de Confucio. trado la existenci- "*" de Ia liber'
En coirtraste con ella, la moral del Japón se caracteriza por v nueve nara la d;",á;.h;riotr. También las virtudes
de las o{ensas frente a 1a cobar'
su fuerte étho,s, articulado en virtudes viriles, militares y un I";;";"*f".il"-"indi.u.i¿n
gran sentido del honor, que, frente al apacible «humanismo» día-son muy estimaá;;t asimismo la amistad y fidelidad lS,p'
chino, conduce con frecuencia a extremos de un ,,sobrehuma- pengenossen, séquito).
nismo» inhumano. Naturalmente,l*mora}vividamásestudiadahasidolamo. {ases' La
La ética hindú se distingue por su carácter negativo y su ral helénica. D"t"*o, distinguir en ella ¿i{erentesalcanzan su
ella
tendencia a liberar o «desencadenar» al hombre del mundo me- ética homérica es noble, heroiJa y guerrer*' qn
el,euth,ería y eleuth,*
diante Ia negación dc la vida individual, mediante la negación, apogeo las virtuáes de 1a m^egaloprykhí^,la
liberal' gene'
sobre todo, de la cupidit'as del vivi¡ individual. Huy un desco- ,íirZ, y la nt'egai"'p,ip;' ("i'gttuni*ld{' señ.oría el
;;rtá;á *rgnIfi""Ii*'f-*r"iTiciente). También aidós v Ia2
nocimiento de la realidad ético-personal del pecado-las palabras malas acciones
aískhyne, que consistíán en el pudor de las
«bien» y «mal» carecen de sentido moral-que es transportado -en
ante los otros y ante sí mismo, el respeto 1 lo lu.e
íntegramente al plano cósmico-metafísico. (Es, para decirlo en -*:::::
honor y el pudor; «ten azdos
términos de Ia teología cristiana, como si el pecado personal se consideración, en el sentido del
disolviese, sin dejar residuos, en el pecado original, pero enten- antetimismoynotendrásaiskh,ynea¡tenadie»eSu.namáxi.de
dido éste no como «falta», sino como Karmon.) Este vacío ético ma, ya tardía y racionalizante, cle esta moral' ' procedente
se sustituye por una moral de la compasión universal. Por 1o Teo frasto, según Estobeo'
La ética clásica es funclamentalmente una ética de
sophrosy'
demás, y como se sabe, el budismo constituye, entre otras co' nada' dema'
sas2 una aguda eticización de la concepción brahmátrica, que ne|, de mesó'tes y d're metríotes, uMeden ag.an1' de
leyenda del anillo
era mucho más predominantemente religiosa. siado (ni siquierá h f"li.idad: recuérdese-la
á" poli"rut".), tr.ni" , l" hybrís" moderación que' según vimos'
La rnoral oriental más afín a la europea y más señaladamente a'
nada tiene que ver con la humildad
ética es, sin duda, la del Irán, por más que la actual moda ira- Se dieron en
nista de investigación haya exagerado probablemente el acerca' Junto a estas-mora]es primariamente vividas, de la phró'
Grecia otras primariamente pensadas: la s<¡crática
miento y la influencia irania sobre Grecia. Contra 1o que tra' prrd"r"ü, i" pl"tóniáa de la dikaiosyne o justicia gene'
dicionalmente se decía, la religión irania no es propiamente Cua'
;;;
lista porque Ahura Mazda está por encima de la síntesis (lu reaL
religión rigurosamente dualista fue el servanismo y no el maz- 2 Aibr¡cr que era ante todo el nombre de una diosa, significa
sino una
deísmo). Es una religión de lucha moral, de reforma de la vida ,n".r,.,'"áÁl É" fr."rt" ,Lt W"rt"t F' Otto' no pud.or deyaLgo'
7'heoVhnmia)'
indecible heilige'i;i"""-(cfr. Die Giiter briecienland'
y de a{irmación del mundo y del principio del bien. El momento 3 Sobre l^ toll.rilynr, ula más de entertder para nosotros»
'lifícil oá' cir'' ll y sigs' Tam'
de Ia elección es puesto de relieve en esta ética decisionista, de las virtudes cardinales griegas,
bién p. Laín, "Lul;;i;"i;;ióri plátJnic" dál ensalni6 v la invención
'é""'Gould'
en la que el hecho de «tomar partido>r reviste más importancia de la psicoterapia verbal,, "n. Arch¡,]o"i;;;r;;"ri,cano
tle Historia de la
que el <<contenidor> de las acciones y en la que se valoran mucho y
nlrá,¡rino Aitripoli'sía'méd'ica, vol' X' fasc' 2' 1958'
también la buena intención y la verdad en contraste con la a La hybris,"!l-3áiuio, sí'tiene que- ver. con la soberbia, el
es so'
llora¿o
de..estos temas,
mentira. berbia. Uno de fo.-'poáo. ".rudio.o, "rpáno1*.
;;i;; irclf Áfr"..l-áe Miranda, e.sc.ibió u, bello estudio muv concer'
Babilonia vivió en gran proximidad, no sólo física, sino tam- niente a este .roi,rf"]"rü;;; ¿i; través de.las figuras { Job v
bién espiritual, a Israel. Las realidades religiosas-pecado, gra- promereo,.".ot"l:ri'"i !in^ iuaqico'y' el étltos griego.(uJob y Prometeo
cia-prevalecen sobre los puntos de vista éticos. Los investiga- o religión i.r"tilián:","";'";;;;'tisi..o Annuc' núm'
2' Ronta' 1954)'
"
,l
'{
I
i
i

i 'l ,\ I ;l}s
/E o§ (: os:
y quizá más, maestros de moral' ps¡s Jesucristo establece
una
ral y la aristotélica, que es una síntesis-empírica en alto grado la cual
nueva reiación entre el hombre y Dios, de surg(i
-una
y en el mejor sentido-de todo lo anterior. La ugápe.o caritas' de la
nueva actitud *"trf y un nuevo étho''
A grandes rasgos, la tercera {ase en la rnoral vivida de los t""iógita" in{orma Ia
griegos es la estoica (o, si se quiere, estoico-epicúrea). A través il; ;;h;-o, h"bl*áo, sie"do una virtud propone el
de la apología y el relato de la muerte de Sócrates por Platón,.se ética cristiana. Esta, POr obra de sus p-ensadores' .se esto no es
hace el descubrimiento tardío del concepto de to Deov y 'ra beovtq,
práif"*" de asimila, l" étit* grieua' Natur¿rlmente'
por ejemplo' no puede
el deber y los deberes. También, como ya hemos visto, aco¡rtcce posible más que *.diu'' La-jusiicia'
" ahora incapaz'
el tránsito de la mcgalo,psykía de los políticos guerreros a la ser va tod,a la virtud porque el hombre se sabe
plantea''l
de los «filósofos» (desprecio del nlundo ante la imposibilidad ;:':i ;ff*;, ;; .;"¡u'io' La magnanimidarl 1]l:
stt colr]ugaclon
de dominarlo: la lechuza de la «{ilosofíar¡ levanta su vuelo en ;tl'p;;bi;;u, ul qr" yu ,'ot hemos re{erido' de el seno del cris-
el crepúsculo). Una moral enteramente a la de{ensiva presenta con la humildad, ; .; frecuencia-prevalece'.en Lo
estoica al con.tem¡t'ttts mundi'
como su lema el «anekhou kai apekhou» (soporta y renuncia)" "¡r"rr"ito Ia incliíación
tianismo, '_u-',':
cristiana mal podía coincidir ya .:n la so'p'hro.syr¿e grle-
en tanto que la é1xpáteta o continentia es elevada por Pa-
ga, virtud propia d*
-p*p.,d" 6¡is¿ sstéti"u' por eso' en el ámhito
necio a 1á categoría de virtud fundamental. 'no Pero ya
La ética romanB lo es, por una parte, del honor y la dignidad tlel cristianismo a convertirse en ttsce,ismo.
Tomás, tanto en lo que concie'ne a l;-r
(La semnoúes griega), pero en ella el frescor germánico y helé- hemos que'surrto
'isto
nico se trueca por una solemnidad un tanto exterior; y por temp'erantjacomoenloqueatañealamagnirnimitla<l,consigtttl,
qlle es uno dc
otra parte, en su mejor época fue una moral de tipo tradicional, en definitiva, salvaguo"lut el senticlo humanista'I)t¡r'ante Ia Edad
del ¡nos maiorum,. Por influjo del estoicismo, de la antigua oáli- los grande, Ui.n.."t;;;;.; i" iu nntigiiedatl'
so.bre todo' como
gatio jurídica, se pasa a la concepción ética de los ollicia o tU"&u Ia justicia particular es .comprendida' cntientle q,e debe
deberes de estado. justicia ¿istributiv'a. p"ro la distribución se
necesiclades vitiiles' como en
La rnagnanimidad romana, tal como la pre'sentaron los pc;etas lracerse no tanto .orr{or*" a las
(Ennio, Plauto), era la del m-agntts homo por sus hazañas, con Ia lucha rrod".nu pn' lu social' sino corlf r)rnle a las ne-
iusticiu
a que se pcrtenece'
iudiferencia para el contenido moral. Son los delensores de la ,necesidad", ,.pr"réntativas dent: o clel slolu's
República-Catón, Cicerón-quienes descubren el magnus ani- En'la época *oát'"" pasan al primer plano la justicia conrnu'
tnus o la magnitudo anim,i. La República es presentada por ellos tativa y la honrud", to*trcial' EI nu"uo espíritu dc cmprcsa y
cl calvinismr:' Pro'
corno el régimen de la honestas, y Bruto como el paladín de la \a uo'catio irtrumu"dunos, fomentados por
virtud. (Compárese con la afinnación de Montesquieu: el prin- pugnan,{rente.u.tu.*on.kí,huírlues,lavirtuddeltrabajo,lir
cipio de la monarquía es el honor; el de Ia república, la virlud.) laboriosidua y iu*l;J" tu previsión,
la indu,stria y la cura o
Israel representa, por antonomasia, en el conjunto de la IIis- cuidado intramundanos'
por.desnaturalizarse'
toria, la subsunción del principio rnoral en el religioso. Por eso Como yu ui*o', la prudencia comienza
el bien es comprendido como la voluntad de Dios y las virtudes á"i"r¿dito. El amor cariitativo al prójimo se
para caer tu"go';r,-.1 que ert el
judías son siempre virtudes religiosas: así la fe-confianza o Ii- seculariza y ,;;;";J lu filunt.opia o be¡teuolcnce,
ducia, la esperanza-esperanza mesiánica-, que es siempre po- mientr¿rs que en Inglaterra
continent. ," trrlrda racionalmente,
sitiva y no en principio neutral, elpís, que lo mismo puede ser sobre el senrimiento de simpatía.
se monta
euelpis que dyselris, como la griega, la upo,móne, que es pa- "rry';i;;tu*".,t"
La antigu u pietÁ se convierte en la
moderna virtud del patrio-
ciencia (en el sentido de Job) que no coincide con la karteríct se Ie da un sentido rnucho
tismo, en tanto*f,'" o fu -o'bed'ienci¿
o paciencia griega ni tampoco exactanlente con nuestra «pa- ,n:ás riguroro qrá*unies. Lat ernperantía
medieval, tan equilibra-
ciencia». (Los apologetas, en su noble afán por presentar el mr¡n- ¿1 octlPar un lrtgar ¡;rc-
da, como ui*oi-"t' Santo Tomás'
pasa
do griego corno pecristiano, tienden a asimilar los conceptos y- cl en la
dominante pot'J'u att p-utituniJ*o iansenismo
hebraicos a los helénicos e inducen a sí a confusión.)
má,al burguesa' «La virtud en la ntujerr> o ((trna mu-
El cristianismo no es, evidcntemente, un nuevo sistema de toJ.rnu
jer honradu, .o' t*-p"'io"t' qut' to*o la' palalira y paralela'
<«honestidadr>'
moral vivida, ni Jesús puede ser puesto junto a Confucio o a Iá scxual;
Budha que, aun siendo reformadores religiosos, fueron también, comienzan u ,"i"riire exclusivuáente
1

(: Al s37
/li TICOS
meno§ casos de
mente, un «hombre honrado:> 5 empieza a signi{icar unilateral- cumnlimiento; es decir, que se dan en ella meno§
mente honrado en sus relaciones comerciales, de tipo conntutati- Hiffi';;i;h";"del vínculo conyugal, i:eroaei.en.carnbio
vínculo obtenida
vo. La moral moderna, estrechándose como jamás había ocu- fi;i;;tJ'r""*Tür-ly rirgun" di.oiu.i¿n
Se renuncia así a un
rrido, ha sido una moral económico-individualista y sexual. Las tal vez mediante á"rfár".i"l"es falsas, etc.).
unos preceptos
llamadas moral del <«honn6te homme» y moral del «gentleman)), il;ri, su juicio demasiado elevado y, medianre
obiene' una mayor moralirlad
no han constituido en esta evolución desde lo religioso y nobi- más {á.ciles de cumplir, se espera
'*olahdad patrón de la lealtad en
iiario-honor estamental-a io secular y económico, más que ,*¿ i;;;;;utá" r^ según-
-el esta compen'
peldaños intermedios. io, .t*p.omisos intramundanos). Naturalmente, emuíricamente, lo cual
EI resultado Ce esta evolución histórica-continuamos ha- sación real habría de ser comprobud"
6'
blando en líneas muy genelales-ha sido la existencia en el ám- ná a.¡u de presentar dificultades
el de
bito de la cultura occidental de dos morales .di{erentes, una pro- un peligr" d;-i;- *"rrr católico-latina es ciertamente la práctica
testante-secularizadu-y otra católico-latina. La segunda con- Ia. tentación a" I.tu"r--io.-p.inripios, aun -cuando pues, en el
real quede u un" áiriancia ,¡i.*it dá aquéllos.
Es,
tiníra teniendo una raíz religiosa y por eso tienen un valor cen- y el cSmpli'
tral dentro de ella la virginidad (cuyo sentido ha sido, en todas es{uerzo po, ub."ui;; l' distancia entre ti ptttt't'to
p'oblen*.'rát, grave' Por Io
ias civilizaciones, el de ofrenda a la clivinidad), la indisolubi- miento donde t" pr..""'; ñ;i el
posible
lidad conyugal (el hecho de que los tratadistas a{irnren, con ra- demás, cranto'. l" t'"'iión dá pr-incipio',si r{uese pro'
"r, razón Ia moral
zón, que ésta es de derecho natural, no obsta a que, como moral una ética ,.purJu a. f" religió-n, tendría
vivida, se apoye en un fundarnento religioso y en los pueblos, testante ,."rlu.iñi- p.r" y"" hótno. visto a lo largo de este
palte' que la ética se abre
incluso muy religiosos, como el judío, si no es religiosamente iil;;;; ;ÑialtrI;;1á J" 'u primera qul en ella po.r'
exigida, no se practica) y la procreación (carácter sagrado de la necesariam"n," , iu ieligión,^tie.te desembocar
ir,oIi"I"rrte e incluso termina en la negación
{uente de la vida). Por el contrario, Ia moral protestante secu- que separudu
larizada considera todas las relaciones humanas desde el punto de sí misma.
".
moral
cle vista de una ética de la lealtad y la palabra dada y desde el Otro aspecto, en realidad..más grave'. 9t 1l práctica individua'
punto de vista de la justicia. Si desaparece la injusticia para la ,católico-larina es .i a. ." unilateraf«'espiritualismo»
prole, la fornicación es una pura relación intersexual ajena al lista.sufundamentaciónenunareligiosidad-comolrasidola ha hecho que los
orbe de la moral. Análogamente, el matrimonio es un compro- religiosidad *"¡;;;-áe tipg.indiváualista'
vigencia se hallen, desde
miso libremente contraído, y, por tanto, transgresión-adulte- países a que ." .*,i.nae el ámbito de su
el nunro d. ,i.t" á" ia justicia social, *oñ1*.t
te más atrasados
rio-es moralmente censurable. Pero, en cambio, la voluntaria
en todo lo que
separación, el divorcio, que retira-por mutuo disenso o por ñ:T;;;;.I ." sóló en esto, sino en_sene,.al
falta de cumplimiento de una de las partes-la palabra dada, ;;;.j;;,l" *or"i .n ., ,elaáión con la economía' Una espi'
debe ser admitido según esta moral. Lo que no impide que subsis- ritualidad *""1,,',".".-.."biéndolo o sin saberlo-farisaica,
en su descuido del orden económico, a este
es.
ta o pueda subsistir la aspiración al matrimonio único, pero como hu
cl,esid,eratunr. (casi en el sentido de los consejos evangélicos). Es
"ond,.ido,
,in¿oli, no áiJ- q* Ja catolicismo' pero ti .gt
los católicos'
éticamente valioso el libre compromiso de Ia vida para siempre; Creo que ,o" problemas vivos' y también el de las vir'
"itot virtudes- para los
pero hay que contar con el posible {racaso que debe, en lo posi- tudes que más necesitá nuestro tiempo-las
ble, remediarse. Los adeptos a tal concepción confían en que. confiictos que ti;;;; pian'teados el hombre y la sociedad-' así
cambio de nombre si ne'
esta moral, de exigencias menos elevadas ciertamente que la, ;il la aciualir""i¿n, incluso con un y pocq acredita'
otra, fundada y aureolada religiosamente, compensa la menor ,..".io fuese, ¿".i.,tát virtudes,,muy nece§arias
que debe plan'
altura en cuanto a exigencia con una mayor altura en cuanto a. áu" (po, iu p"dtt"ia)1, lós problemas
"¡.*pio,
5 Sobre el honor en su sentido más ar4plio y en su sentido más 6 Véase, por ejemplo, los Intormes Kinsey' etc' con 1a cien-
profundo, sobre la diferencia entre el honor «interno» y el honor uex- -;;;r-, .Lov, en estiecha ¡e]1¡ianpor
7 La prrd".,"i"J"i,""láq.i.iaá lo que se
lerno», y sobre la necesaria rehabilitación de esta Vesenskern der .cia-econorni", .á.joiogi', la'máxima importancia
imposibles de resolver mediante solu'
Sittlichicei¿, puede verse el reciente libro de I{ans Rein er, Die Ehre- refiere to,
Kritische Sichtung einer abendliindisch",n Lebens und Sittlichkeitsform- "
;i;;; dictadas "oniii.a?-Éoci"les,
por la buena voluntad sin más'
{

IE TI (: t\ I Jl]9

tearse el m«:ralista, y no el de elaborar o reelaborar un más e! neutralismo del hombre «privado¡, ltace¡nos tlescender, más
perfecto cuadro de virtudes. Hay que reaccionar contra el siste- allá de nuestras máscaras y áutoengaños, a ast¡mir -toda nuestra
matismo y dar vida auténtica a las virtudes, sacándolas del ca- ,..ponruUilidad ética, directa o indirecta, individt¡a.l o solidaria,
sillero donde un tanto rutinariamente acostumbran ponerse, h"r'"dudu o actual; y cobrar conciencia de que-el fiecho de que
haciendo ver que en realidad trascienden todos los cuadros, pcr- [ava gentes menores de edad, desde el punto de vista ético, es
que, como manifestaciones que son de un élhos unitario, se solamente eso, un hecho, de ningunu *untto un ideai moral:
hallan, más allá de todas las clasificaciones, estrechamente vincu- el auténtico reconocimiento del prójimo como tal implic¿r Ilues-
ladas entre sí. En este sentido hemos procurado mcstrar que vir- tra voluntacl de respetarle y ayuáarle a asumirse y a realizarse a
tudes tan actuales como la de la veracidad, la de la autenticidacl
=í *i=*o, es decii, a la l.rcorporación perso.al de su propio
o la de la libertad, se salen del marco de la justicia en que se ,étltos.
tiende a ponerlas /, al entroncar con otras, comprometen en tea- En nuestro tiempo casi todo el mundo espera su bien, no
lidad al hombre entero, a su éthos o personalidad moral. sólo material, sino iambién moral, de un determinado régime-n
Por otra parte, como reacción frente al refugio burgués en la político, el comunismo, la democracia, etc' Y, sin .cmbargo'- la
airtud, priaada, es menester dar toda su importancia a la virttld' iibertad, por ejemplo, ningún régimen político nos. la pucrle dar
de contenido más social, la justicia. El hombre moral de nuestro porque antes qu*'unu u.Iitud políti.o es una actitud personal,
tiempo, y muy en particular el cristiano, deben tomar sobre sí ,'esto'es, una viitud. Es menestei clesplazar e-l centro de nuestras
como principal la tarea de la lucha por la justicia. Nadie ptrede ;;";;;r.iones desde lo -político a lo socia-1,. Por un lado' a lo
permanecer ya neutral ante su demanda. El que no milita en p"r.onul por otro. La salvación de los pueblo.s, corno la de los
pro de la justicia, en realidad ha elegido-inhibitoriamenle, que hombres, es antes personal y social que políti9i'
Y la educa'
es la peor manera de elegir-la injusticia. La conciencia y asun- que es tambiéni ,l"o ed"ación política--la
"i¿n -o.al, "'tá,
ción de todas nuestras responsabilidades es una de las virtudes auténtica eduóación, tan descuidada por nuestros educadores-es
más necesarias al hombre de hoy. Pero esa virtud tiene dos ca* una de las grandes tareas por cumplir'
ras: por una de ellas consiste en «aceptación»i por l¿r otra es
la virtud del «hereje», como dice Jaspers, del reaolté, como dice'
Camus: esto es, del que, cuando es menester, sabe decir ,,not,
al «sistema», al <«régimen>r, a la presión de la realiclad política
y social, cuando son injustos, y recluirse si la lucha por el mo-
rnento es imposible en el aislamiento y la soledad. Pero aisla-
miento y soledad presentes siempre, con su silencio, con su no-
complicidad, con su protesta, en el mundo del que no podemos,
ni queremos evadirnos.
Otro de los problemas más importantes hoy, y en íntirna co-
nexión con lo que acabamos de decir, es el del enfrentamiento
de nuestra moral con las dos más pujantes hoy, la marxista y la
existencialista. El comunismo tiene, probablemente, un plo{t,ndo
sentido ético, como realidad política existente frente al nrundo
burgués: el de forzarnos a luchar por |a justicia social (proba-
blemente un imperialismo mundial de tipo burgués se volvería
perezoso desde el punto de vista ético-social) y, por tanto, el
de un reproche viviente, el de una terrible acusación para nos-
otros. Por otra parte, la moral vivida del existencialismo, la
moral de la sit.uaiión, de la libertad, de la elección e invención
personal, o como quiera llamársela, €n rfledio de sus graves erro-
res, nos ha hecho dos grandes servicios: refutar existencialmente
q 5

ti Al 341

tencia de un sumnlum, m,alurn, puesto que tendría que existir


separado del ser, lo que es contradictorio 6.
El mal no es, por tanto, más que «privatio eius quod quis
natus est et d-bet habere» ?. Y el mal moral, privación del bien
debido o contrariedad a éL in agendo. Sin embargo, se suele decir
del pecado que es aversión a Dios. La palabra aversión tiene
dos significaciones, próximas, pero diferentes. Signi{ica «apar-
CAPITULO XXI tamiento» y significa «odio». ¿Se puede odiar el bien, es decir,
llamando a las cosas por su nombre, se puede odiar a Dios? El
Et MAt, LOS PECADOS, LOS UCIOS Dios verdadero no es nunca Otro. Nos envuelve y nos sostiene,
,,en El vivimos, nos movemos y somos», no podemos, por tan-
EI objeto de la ética no co,siste solarnente en el estuclio to, enfrentarnos con El. Pero el Dios concebido como Dios par-
del
bien moral y de los actos y hábitos buenos, sino también, por ticular sí que es Otro. Y a ese Otro podemos odiarle abierta-
su rleverso, en el estudio del mal y de los u"ío. y mente si se opone a nuestros afanes y designios. Piénsese en el
hábitos *uio..
El mal no existe en sí, junto a las otras coáas: oóx éotr ro protagonista de The end of the allair, la novela de Graham
xaxóv rlga tri rpri.1¡r«rar. Esta Greene. El sacerdote que en ella aparece le llarna, con razón, «a
afirmación aristotérica, al latro
de aquella otra del comienzo dela Etica nicomaquea, good hater», un gran odiador. Odiador de Dios, que le ha arre-
«'el bien es
nr? todos apete_cen», constituye el fundamánto de la ética. batado a su amada. Sí, el hombre., por amor desc¡rdenado a qtro
Lq,
¿l mal no es sino el ente mismo en cuanto in-conveniente bien, puede odiar a Dios.
al ape-
tito, su imperfección. Y la malicia o maldad consiste en Pero «aversio», en latín, no significa tanto como odio. Sig-
la n.g"-
ción o privación de Ia rectirud debida t; ;g;;;;. El hombre nifica apartamiento. El hombre se aparta del Bien porque es atraí-
está constituido de-tal manera que nuncu do por un bien. Así, pues, incluso en el pecado se busca el bien.
püd" apetecer sirro
el bien: est'á' ligado al bien, .o*o ro est,í a la iericidaJ, y
Incluso cuando se apetece el mal, se apetece por lo que tiene de
sólo per acciden-s, al buscar su-bie., desordenaáamente, bueno o, como dicen los ecolásticos, ««sub ratione boni».
causa
el mal. Puesto que nadie ejecuta un acto en cuanto malo,
sino ¿Puede, sin embargo, hacerse el mal por el mal mismo? Tres
siempre sub ra:tione boni. filósofos actuales, Nicolai Hartmann, Karl Jaspers y Hans Reiner,
Esta concepción aristotérica es también la se han planteado este problema.
de san Agusrín y
Sa¡rto Tomás. El,mai y-el bien, dice el
pri*".o,-.J, Hartmann afirma que puede concebirse la voluntad del mal
a Ia regla según la cuai los atriúutos coitrarios "*..pciones por el mal, la <«teología del mal», como él dice, pero sólo en la
no pueden predi.
carse en un misrno sujeto. pues el mar nace idea. Es lo que llama «Ia idea de Satán>r. La figura de Satán
der biá y no puecre
existi, sino en función de él 2. Er mal no tiere .rur. haría lo que el hombre no puede: buscar el mal por el mal,
esenciar,
sino accidental; no tiene causa eficiente, ,ino apetecer la aniquilación B.
que procede de una «defección» B. Santá To_á. "altllierter, corrrr¡ Karl Jaspers viene a coincidir con Hartmantr en este punto.
trina a, y además agrega que el mal, p;;;;.il ;;pite esta doc-
que crezca,
Para él existe el mal sólo porque existe Ia libertad. Solamente
se mutliplique, nunca consumirá o agotará la voluntad puede ser mala. Ahora bien, la mala voluntad abso-
fl:: puesto T"
bren,1l:]l:^ que éste es su subiectum. y aunque en el luta sería el pleno y claro querer de la nada contra el ser. Pero
mo-ral puede haber una de'minutio, ir, int'iníuÁ,'ui
el orden
esta mala voluntad absoluta no es ni puede ser una realidad:
-rt le aconr-
pañará siempre en su progreso la natural.ru qr"'p"r_rr"." es una construcción, es Satán, es una {igura mítica.
es buena, puesro qr. 5. Asimir;; Á-lrip"rrble y que Hans Reiner discrepa de esta concepción. Según é1, la bús-
"r"urrs la exi,s-
queda del mal no es una pura «idea» inaccesil¡le como realidad
I2 U"r., VIII, 9, I0Sl a, lZ-8. al hombre, sino que se da de hecho en é1, como han hecho
Enchirídion, cap. XlV.
3 Cü,itas Dei, l,'XlI
6 Ob. cit., c. 15.
I
5 lg. eiernplo, en .9. c. G., III, 10. 7 Ob. cit., c, 7.
Ob. cit., c. i2.
a Ethiki 378-9.
lES TI (: ,t4,t

ver, a su parecer, los caracterólogol. «El placer de la venganza concupitum contra legem aeternamr¡. Visto en la segunda lrers-
en p_arte,puede explicarse po, ,n apetito il"esor- pectiva es «dictum. factum vel concupitum» contra la razón 11.
-escribe-sólo
denado de justicia. La aÉgría poi el mal'ajeno, la envidia sin Con lo cual desembocamos en la segunda cuesti<in: i Es el pe-
el menor provecho propio, ál plr.er de atormántaí a los anin,ales cada un concepto ético o un concepto religioso? Los susl.entado-
Y, con mayor razón, el de ver sufrir a los hombres, muestran res de una ética separada de la religión, naturalmente, rechazan
que, contra
-lo
que pensaba Aristóteles y Ia Escolástica, a veces, el concepto de pecado. Así, i:or ejenrplo, Hartnrann i2: «,1)ieserr
por d^esgracia, se busca el mal sub ratiáne malí>»s. Sündenbegriff kennt die Ethik nicht. Sie liat lür' ihn keinen
-¿Qué
debemos pensar de esta úrtima posición? se in- Raum.» NIas ya hemos visto, rnuy detenidamcnte, que la ética
troduce con ella.un prineipio maniqueo?'creo qu.¿No ,í. Xavier se distingue, sí, pero no puede separarse de la religión, que se
zubiri ha obviado rsi" peligro reconociendo, sin '.rnburgo, abre necesariamente a la religión. La diferencia está, como agre-
fr.-
namente, los fueros clel mal. Zubiri distingue los concelros'de ga Santo Tomás 13, €tr que el teólogo considera eI pecado ¡rrirr-
«potencia», «posibilidad» "mal cipalmente «secundum quod est offensa cont¡a l)cunr», y el f iló-
«poder». El
{ pósitiva es mera priva.
ción, no se da ra"ón formal de ér, por tanto no puede sofo moral «secundurn quod contrariatur rationi». Pero sin prcs-
ser. una potencia. Pero puede convertirse en'poder-po,l., cindir ninguno de ellos del punto de vista del otro, porquc arl1-
-u-
léfico-si se acepta la negación er quj consiste, ,i ,e. da poder bos se envueiven mutuamente.
a la-posibilidad-es,o.-.r,ii r" aptica r, ene.gíu'fsicofírrca a ra Por Io que aquí respecta, efectivamente la i:tic¿r no puede 1:res-
posibilidad de negación-, si sá naruraliza I cindir de la referencia del pecado a Dios, porque ya henros visto
así, psi-
",i."rru
c.ofísicamente, esa posibilidad. sólo de este rnoao, .o*o posibili- que el supremo bien, la felicidad, consiste en la contern¡rlación y
dad aceptada y aeci¿-ida-pecado, vicio-adqri"r. una fruición de Dios. Cayetano, en sus Comentarios a la Prüna Se-
enticrad
real, se apod,era del homble que empezi poi dart^e, pode, cundae, señala agudamente entre el concepto Ionnal de pecado,
hace «malo». De aquí Ios dos^aspectos que er mal presenta:
v ri privación o discon{ormidad, y el cor-rcepto de pccado como mero
er
aspecto. de «impotencia» y el aspecto de upoderosiá"dr. Ei p.- acto material correspondiente al genus nalurae, una rat'it¡ Jornta-
:'d9T siente que n9 puede hacer lo que debe (sentimiento de uáe. lis media, correspondiente ya, por tanto, al genus m,oris, pero
fección», de «caídar,-de «empecatamiento»); o bi..r, consistfrnte no en «aversión a Dios», sino en conversión a aque-
se siente
en posesión de u,'-poder maléÍico (sentimienio de umaliciar>,
de
llo que en él se apetece y busca, el bien conmutable. De este
preferencia decidida por el mal, aunque siempre bajo rarón
d" modo habría un concepto no religioso, merarnente {ilosófico
poder-para guien Io ctmete). ñ; hry, pr.., una del pecado. Pero esta ratio formalis media, es inadmisible. E¡r
|'1en-f,uer1a,,
búsqueda del mal por e] mal. pero efecto, Santo Tomás distingue el pecado mortal del venial se-
_hay algo bastante pió*i*o u
ella: es el sentimiento del poder maléfíco."Po, ..o'ia soberbia es gún que la razón formal sea la aversión de Dios o, sim,plemcnte,
el primero y rnás grave de todos los pecados. una conversión actual al bien conmutable, secundutn qukl y
Hablemos, pu€s, de los pecados-'y los vicios y empe{ernos «citra aversionem a Deo» 14, sin remoción del hhbito de conver-
preguntándose dos cosas respecto der'pecado: l.","Quít:;;, -¿"; sión a Dios 15. Y análogamente distingue el pccado c¿rrnal del
qué consiste?; 2.i l,_9s, en rigor, un concepto ético pecado espiritual y considera más grave este últirno, entrc otras
o sólo un
Loncepto razones porque el carnal tiene más de convelsjtin al bien c«rrpo-
.religioso? «Peccatum proprie nominat actum inordina-
tum1.r,. ?ero- ¿desordenado con respecto a qué? ya vimcs ral y el espiritual tiene más de aversión del Lrit:n cspiritual e in-
al
estudiar la subordinación de la ética a la teoiogía que conmutable 16.
Ia regla
de Ia voluntad humana, la regura m',u,L es
doble": una próxima, Así, pues, el concepto de pecado es comrin a la rnor¿rl y a Ia
tde,yin humana; otra ,.irnña. Ia ley ut"rr", uqr" como razón
Dios»' visto desde
religión, y en él se patentiza una vez m¿is i¿r nccesaria dcsenr-
".
.el primer respecto, el pecado es, como 11 I-II, 71, 6.
dice san Agusrín y reitera santo Támás,' ,.ái,irrrr, factum ver 72 Ethik, BlB. Pero hay que añadir gue sr¡ con(r('l)to dcl pccado
es mucho más luterano que católico.
Das Prinzip ao! Gut und- Biise, r4-s. para Sartre, el mal no e, 13 I-I[, 71, 6, ad 5.
mas que una proyección de la ilusión del bien: es la «gente resperable» 14 L-rr, 72, 5,
que necesita del delincuente para sentirse respetable. 15 Com. Sent., d. 42, l, a. 3 ad 5.
l0 Í-rf, 71, 2. 16 I-II, 73, 5.
",q

I t.: .\ T¡ (:o.§ A/ 345

bocadura dela ética en la religión: el hombre, con sus solas {uer- se ha de contestar: 1.o, que de hecho no es posible una ignoran'
zas morales, no puede librarse de cometer pecados. Necesitamos cia o negación filosófica de Dios sin pecado personal previo,
de Dios hasta para poder volvernos a El. Nicolai Hartmann, pre- esto es, sin o{ensa voluntaria a Dios ín causa; pero además,
tendiendo exponer el concepto cristiano del pecado, ha expre. 2.o, si per impossibile se diese alguna vez un «ateísmo de buena
sado esto drástica, pero también exageradamente, porque su com- fer>, por ejemplo, tal ateísmo sería siempre pecaminoso porque el
prensión del pecado es luterana, con las siguientes palabras: homlre ,ia án el pecado original. Por otra parte, el mero plei-
tear filosófico sobie la existencia de I)ios es ya pecado actual,
«La Etica puede, en efecto, enseñarnos lo que debemos hacer,
la enseñanza es impotente: eI hombre no puede seguirla. La es, como veíamos al descubrir la génesis del <<deísmo ético»,
¡rero
Etica es normativa según la idea, pero no en la realidad. No tratar de erigirs e en iue'z de Dios. Hablábamos antes de la so'
deter¡nina ni conduce al hombre en la vida, no es práctica. No hay berbia, a propóstio del poder maléfico. Pues bien, la soberbia
filosofía práctica. Práctica es solamente la religión, 12.
cor.i.ie en el empeho de-antiguamente diciéndolo, hoy sin de'
cirlo-hacerse Díos. Esta pretensión revestía en otros tiempos
Después de nuestro análisis, cumplido en la primera parte,
formas grandiosas, titánicai. Hoy liene un arte sordo, casi_ sór'
de la relación entre la ética y la religión, es ocioso ya desentra-
dido. Uñ p"r.onaje de La Peste, de Albert Camus, lo ha dicho
ñar por menudo el presupuesto no-católico de esta «interpreta-
ción cristiana». La ética es realmente, y no sólo según la idea, bien: ulllgar a ser un santo sin Dios.» Pero si no se puede
ser santo, .] no se puede ser Dios, por lo menos-y éste es el
filosofía práctica. Pero no porque, separada de la religión, pueda
conducirnos a la felicidad como per{ección, sino porque, en pri-
grito del ateísmo contem'por áneo*que no hayo ?i2t'
Los vicios son los hábitos morales malos, los hábitos del pe-
mer lugar, nos conduce hasta el umbral de la religión; y des-
pués porque, junto con la religión, indivisiblemente-la religión cado. En ellos y por ellos el hombre se apropia la posibilidad
del mal y éste, como veíamos, en poder que se apo-
católica es religión esencial y constitutivamente moral-nos con- "otrui.ite
dera de át. O" ahí los dos aspectos que presenta: el aspecto de
duce a la perfección en Dios.
A propósito de esta relación, a que acabamos de aludir, impotencia» y el aspecto de ,,poderosidad». El vicioso siente que
entre la ética o {ilosofía moral y la religión, y de la que he- no pued,e h"clr Io que debe (sentimiento de «defecciónr>, de «caí'
mos tratado extensamente en la primera parte, se plantea un du,,, de «<empecatamiento»); o bien se siente en ¡rosesión de un
problema que concierne al pecado. Hablábamos allí de un deís- pod,'er malé{ico (sentimiento de «malicia» o r,industriar>, como
mo y un ateísmo ««éticos>) que habrían surgido para salvaguar- iice Santo Tomás, de preferencia deliberada por el mal-aun'
dar el sentido moral de la realidad. Pero si, en efecto, quienes que siempre, es .l^.o, iub ratíone boní para quien lo comete).
lo sostuvieron lo hicieron de buena {e con esa intención, parece É, lo qr" Ari.tóteles llamó, respectivamente, ahrasía y ,f:l:t-í:
que no habrían pecado en ello. Habrían cometido un error filo- (inconiinencía e intemperantia, segitn la traducc_i.ón escolásttca)
sófico, ,pero no un pecado contra Dios. Es el problema del lla- y estudia en el libro Vli d,e \a Etíca níco'm'aquea, Iibro que, como
mado ««pecado {ilosófico¡r. Alejandro VIII condenó, bajo le si- .e .ub", procede de la eudemia' El dxó)'áor0q-que procede
guiente sentencia, la suposición que estábamos haciendo. «Pecca. ,'o.u to" 9:Úbov )''01.'''r desencadena deliberatlamente el mal;
tum philosophicum quantumvis grave in illo, Qui Deum igno. cl A/-oa\\q'-----que procede raPa - t1'1 rip0ov )'o1ov*-se siente el
en-
rat vel de Deo actu non cogiat, est grave peccatum, sed non est cadenado'e inipotente {rente a é1. EI plim'._o es l)ervelso; se-
offensa Dei, neque peccatum mortale, dissolvens amicitia Dei, árrá", J¿bil. Santo Tomás enla quaistio 77 dela Prima Secun'
neque aeterna poena dignum 18. La pregunta primera que debe- 'nr,, ,¿produce la cloctrina del Estagirita. I,a pasiírn puede preva'
mos hacernos sobre este tema es la de si realmente es posible Iecer sobre la razón si se tiene ésta en hábilo, l)el'o
no en acto
un «pecado meramente filosófico», meramente ético, quiáro de- (si se tie¡e ¡rero no se usa rle ella, conto clice Aristó¡eies), o si
c_ir, una ignorancia filosóiica de Dios y de sus perfecciones {un- se la consiciera in' uniuersctli, pero no ((en particular» (si se
damentales que no suponga pecado reiigioso. Piegunta a la cual u.o, xa0cl)rou ¡lero no ru{)' 'év-aaftt\, porque. no es lo mismo
u¡rr.h.na.. s¡;'eculatiu.e q'e p'o'ii9"'Y,los pecados de pa'
.l ti.n
1? Ethík, pecados dá {ragilidad, como dicen los moralistas-son
23-5.
18 Cfr. Denzinger, núm. I.290.
"iá"-to.
menos graves que los procedentes de malicia'
r

IE ó¡
tt

Mas tanto el desencadenamiento habitual de un poder malé.


fico como el encadenamiento habitual a é1, tanto li akolasía o.
inüempratúia como la akrasía o incontinentia, son uicios, son
apropiaciones reales-aunque, como dice Santo Tomás, conüra
naturam-yr por ende, determinaciones del carácter moral, del
étl¿os.

CAI'ITULO XXII

tA VIDA MORAL
Cuando, al principio de esta segunda parte, estudiamos el
objeto material, r,os pr.grntábamos si no debía considerarse tairyt-
bién la uíd,a en" su untíáad como objeto de ia ética y respondía'
'mos que, en rigor, el objeto último es el ét'h's. Pero como éste
.. .o.rqrista prácisarnentá a lo largo de la vida, en cierto sentido
o, .o*i diría un escolástico, <«secundum quid', la vida, en tanto
que étáos haciéndose, puede y düe*para evitar una concep-
ción estática-considerarse objeto de la ética'
Desde que scheler echó de menos en la Etica de Hartmann
((un análisis de la vida moral de la personalidad», todos los tra'
tados de filosofía moral de factura moderna dedican un amplio
.capítulo, o toda una sección, a este tema. Ya vimos como Aris-
tóieles liamó la atención sobre él: el objeto material de la ética
no lo constituyen los actos tomados aisladamente, sino insertos
en la totalidad unitaria de la vida. Aristóteles, además de esta
clemanda, {ormula una teoría de las diversas formas de virla:
bío, opoloustikós, bíos po'lír'ikós y bío's tlt,,eareti,kós-attnque .la
verdad es que ya Platón las distinguió antes, vida.según "] Plu-
,cer, la phrbnetTt o el noú.s 1. La éiica postaristotélica se rledica
soúr" todo a determinar el éthos de la {ortna ideal de vida, la
del «sabio», que ya no es vida puramente lcorética, sino óíos
synthetos. El cristianismo, sobre las estampas híblicas tle Marta
y N{uriu y cle Lía y Raquel,-va a clistinguir |a uittt conternplatíaa
y lu ,,íto' a'ctíua, dando-pre{erencia a la .primera, de acuerdo, a
í^ u"r, con el Evangelio y con Platón y Aristritt:les. Pero la ética
cristiana ya no uu" u ..iur señore¿icla, conlo la antigua, ¡tor ei
ideal del sabio, sino por el ideal del santo'
Si la clasi{icación más acreditada de ]as lormas del étlt'os,
entre las de la Antigüedad, es la de Aristótcles, y cntt'e las me-
dievales la de Santo-Tomás, en los tiempos nrodernos es la divi-
sión de Kierkegaard-estadio estético, estadio ótico y estadio re-
1 Véase, por ejernPlo, Filebo. 21'2.
At 349
'J-1,\ (/ (: ()

ligioso de la vida-la que, si bien desde hac; relativamente po- siones. dotes a cada uno dadas' En este seu'
Y también por las
cos años, ha ejercido y está ejerciendo mayor influencia. tido es menester rectificar lo que hace un momento decíamos:
el hombre siempre está limitado, aun en sus añm primeros'
antes
Xavier Zubiri ha hecho ver, en primer lugar, que el problerna
de las fortnas de vida es filosó{icamente secundario, porque se de que liaya tomarlo decisiones y haya empezado a dar {orma a

trata de una preferente <«dedicacióri»; y no de una estructura ra- ,u ui¿u; iirritudo entonces po' su constitución psicobiológica'
dical de la vida rnisma; pero, en segundo lugar, esas di{ert:ntes El condicionamiento de i" li$ertad por la vida es, pues, tt'i'
formas no se excluyen ni ,pueden excluirse; no hay una vida ple: condicionamiento psicobiolóFitol «'naluralizació'll-1"-.li
-naturaleza, slno que
puramcnte activa ni puramente conternlilativa 2. Sobre Aristó- iibe.tud, pues ésta no es la desped-ida de la
emerge'pr*.i.urr.* a" la naturaleza; condicionamiento por
el
tcles pesa en este punto, como en otros, la idea platónica del
mi mano dar a mi
XruotcPoq, (yo hemos visto que su misma teoría de las fol'mas ,Jrrr,"p". la situación: ahora ya no está en
de vida procede, en definitiva, de Platón). Pero la vida no es vida una orientación per{ectamente posible [ace veinte añ.s;
nunca 1«lpto¡roC y ni siquiera la vida eterna debe ser imaginada qr-i."-rla fundado una familia ya no ,p.uede uoluerse atrás y- de'
como pura theoría. En el caso de Kierkegaard este lroptoppq ii.r.r" a Ia vida monástica. Lá situa"ión .on,,reta nos arrebata
es rnás patente aún, puesto que cada uno de los estadios estár se- p"r"ión de posibilidailes -y nos impone en cambio deberes
parado por un ««salto» y son incompatibles entre sí.
"""
in.ir¿i¡t.s. Cada't á*Ur" puio habe^ ido *uy di{erente Y' cle lo
gue es, pero pasó ya la oportunidad, el kairó-s.para ello' en
Ya dijimos antes que quizá s.ea Jacques Leclercq quien más Los
ha insistido sobre Ia consideración de la vida moral como el ob- á;, ;;' i-.*Lr'iugui, condicionamiento por el
.ltabit'us.
há-

jeto formal .de la ética. La vida del hombre forma un <<todo», bitos que hemor"cortruído restringen ¡uestra libertad, nos eln'
de tal modo que cada uno de nuestros actos lleva en sí el ¡leso pujan a esto§ o io. otros actos' Vlrtudes y vicios son cualidades
de la vida entera. En los primeros años todas las perspectivas )rálur, impresas" en nosotros' Al cixpati c de , toda la vida lea
hecho
estaban abiertas y el número de posibilidades era prácticamente es ya' ."ri i*posible dominarse; pero pudo haberlo
ilimitado. A medida que, después, vamos prefiriendo posibilida. tieápo. Los hábitos fueron voluntarios en cuanto a su genela'
des y dándonos realidad, vamos también conformando nuestra oá^'rrn cuando ahora no Io sean 3. Por eso la responsab.ilidad
vida según una orientación, y dejando atrás, obturadas o al me- principal recae'no ."¡." el acto cometido h9y' sino sobre el
háb'íto contraído ayer, que nos inclina a él' La vida
moral es
nos abandonadas, otras posibilidades. Por otra parte, nuestras vir-
tudes y nuestros vicios nos automstizan, nos inclinan a unos ac- una totalidad indivisible a.
tos o a otros: el virtuoso se protege del pecado con sus virtudes La naturaleza, el hábito y Ia situación, cercan, triplemente
y, por el contrario, el vicioso es inclinado hacia é1. De este modo nuestra libertad actual. ¿Puedln [egar a anularla? No. La liber'
el campo de la acción plenamente libre se va estrechando a medi- tad está inscrita en la naturaleza: '!€ro en mayor o menor me'
da que pasa la vida. Nuestra libertad actual está condicionada dida-no todos los hombres disponerr de igull luerza de liber'
por la historia de nuestra libertad, anterior a esta decisión que irj, a. igrut tu..r, áe voluntad-*, la trasr,iintle'siempre.. Y jus'
querríamos tomar ahora y que tal vez no podemos tomar. El 'tamente en este ser «transnatural» es en lo que consiste ser
hor¡bre se va así enredando en su propia maraña, en la red que hombre. EI hábito es verdad que quita libertad actual, pelo
él mismo ha tejido. La libertad está hic et nunc comprometida también la da: gracias a la {ijación mecánica de una parte de
siempre, como ha visto bien la filosofía de ]a existencia; no hay la vida, u lu de una serie de automatismos, puede eI
una libertad abstracta. ho.rr¡r"
".á.ión
ciuedar disponible y libre p-ar:a 1o re¿lmente importante.
Comprometida por sus decisiones anteriores: pero tamt,ién por otra parte, en un nivel más ólevado, cl problema práctico
cn ten'
¡ror las tendencias profundasr ,por las ,,felencias», por las pa- de la éticá normativa consiste en convertir las tlccisioncs

2 listo ya lo vio claranlente Séneca en el siguiente pasaje: uTria 3 lith. Nic., III, 5.
genera sunt vitae, inter quae quod sit optinrun quaeri solet: unuln vo- 4 Co,ro ¡. r.;iltu,lo
"J. ocasión, el drama cle los perso'
en alguna otra
ionsiste que clesprenclerse
Iuptati vacüt, altcrum contemplationi, tertium actioni... Nec ille qui najes novelescos Ñlno.ioc en-
-no lrueclen
volu¡ltatern probat sine contemplatione est, nec ille qui contemplationi i"'a. su vicio; pero la gracia, otorgándoles a.la vez el arrepentimiento
«le'un iáposible-humanarnente imposible-
inservit sine voluptate est, nec ille cuius vita actionibus destinata est
sine corrtemplatione est» (De Otio, YII).
i-r""*u.ri., Í".'';i.p;,r;
esfuerzo.
-r IE TI os
dencias, es decir, en virtudes. Es verdad, y de eso se trata ahora,
quo también hay un problema negativo, el de los vicios. pues
bien, a esto hay que contestar, c&r Santo Tomásr I.o, que el
Al
.I' ('

hombre no le acontece, salvo casos sobrenaturales, una


reuelación de lo que ha de ser; al hombre nadie le dicta, de
;15 I

acto vicioso es peor que el vicio, de tal modo que somos casti- und, uez pr todas,lo que ha de hacer. EI porvenir es constituti-
gados por el p.imero-y no por ei segrndo, vamente opaco y por tanto impenetrable: nadic puede preuerlo
tJnto que éste no
pase al acto 6 i y 2.", que aún cuando el"n hábito inclina casi como no sea profeta. Nadie puede ver su destino, contemplán
como la naturaleza, siempre 'hay un remedio contra é1, porque dolo en una idea-arquetipo. Por eso decía antes que la palabra
ningún hábito corromp,e todas las potencias der arma y uii, po, «vocación», tomada al pie de la letra, es engañosa. En el plano
Io que queda de r-ectitud en las poteñcias no corrompidas, natural no hay ««llamada» a priori, quietamente oída. La voca-
í,á*.
ser inducido a proyectar y hacer Io contrario "l ción se va forjando en la realidad, en la prá"xis con ella. La ma-
!1" qu"_d* del há-
nera concreta como esto ocurre ya la hemos estudiado en el ca-
bito o. Y en fin, por muy intrin."á" que sea Ia situación, y
aun cuando el hombre se haya cerrado á sí r4ismo, .on 1", ie- pítulo III, al analizar los proyectos y la realización cle las lrosi-
cisiones de la vida pasada, todas las salidas humanas, siempro bilidades. Naturalmente, ahora no se trata de un proyecto ctral-
Ie quedará la salida por elevación, la salida a Dios. Salida difí- euiera, sino del proyecto fundamental de la existencia. Pelo éste,
cil, que tal vez acarree necesariamente el deshonor, la pérdida forjado a priorí, es muy poca cosa; necesita ser articulatlo, a
de todos los bienes humanos y la muerte. Pero salida siemp.e po- través de la vida, en el modo concreto, personal, intlans[crible,
sible. nuestro, de ser artista, intelectual o religioso. Y esto sólo acon-
Hasta ahora,. en este compromi.so de la libertad por la vida, tece en Ia realidad, frente a la realidad, con la realidad carnbiante
no hemos considerado má¡ que su lado negativo o lirnitrtiro, lo de cada dia.
que tiene de com,protnís. Pero el comproñro .s también enga- He aquí por qué las vocaciones prematu¡as o abstractas, for-
gement. Debe pues considerarse también er otro lado de la jadas a espaldas de la realidad, son vanas, no son tales vocacio-
cuestión: el comprometer libremente la vida. La vocación y el nes. Lo que el hombre ha de hacer y ser se va determinando en
sacrificio son formas de este compromiso concreto, a través de cada una de sus situaciones; nuestra prrÍ-
¡rositivo de la prápia rís hr de tener siempre un sentido, p€ro a veces la dimensión
vida.
[,a palabra «vocación» ? es prest-igiosa, pero ambigua, porque más profunda de éste sólo se revela a través del tiempo; por eso
contiene demasiadas resonancias plátónicás. Según -el mito 'de hay que saber escuchar, a su hora: poro no antes, lo que «el
Er, al final de la República, cada ul*u durante íu prr"*irtencia tiempo dirá».
qodrjg elegir, sí, pero- solamente entre los paradigmas o patrones Precisamente este don de saber: a) 'preguntar a la realidad,
de vida previamente dados. De este modo nuestro"destino, p".t".- ó/ escuchar su respuesta, y c,/ seguir lo que nos ha res¡rondido,
tamente trazado antes de venir a la existencia, sería el cópo de nos lo otorga la virtud de la prudencia. Su nombre está hoy,
lana hilado y.tejido por_las Parcas. Después, Á ,n, concepción por desgracia, desacreditado i pero su realidad es sumamente
ya más espiritualizada, los dioses, en uá, de movernos como a actual. Ante una situación dramática caben dos p«rsturas: la
marionetas, nos «vocan)) o llaman. Pero, tanto en uno como en del que, mientras contesta «lo pensaré» o «es menester reflexio-
otro caso, el sentido de nuestra vida nos vendría dado y nuestra nar», lo que está buscando es una escapatoria porque, incapaz
tare', en el de los casos, se limitaría a escuchui o no, a de tomar una decisión por sí, espera el «giro de l,¡s acontecirnien-
-meJ:r tos» y que la decisión le sea dictada <«por las cosas mismas,r, es
seguir o no la llamada. Ahora bien, ¿es verdad que la ,o.u.íón
consiste en esto? No. decir, por los otros; y a este modo de comporlamiento es a Io
que se llama hoy «ser prudente». Pero frcrrte a esa misma
6 situación dramática cahe otra manera de com¡r«lrtarse: la del clue
I-II, ?1, 3. «ve» lo que se ha de hacer v lo llace i ] en c[a consiste Ia ver-
6 De Veritate, 24, 70.
? sobre la vocación deben verse la obra de ortega y la de D'ors; dadera prudencia. La prudettcia no radica en la decisión ¡ror la
el libro de E. Nicol, La uocación humana, que no conozco; el bcllá decisión, pero tampoco es rctroceder ante lo (lue ((nos ponc en un
trabajo de Luis Rosales, «La vocaciónr, pubiicado en el núm. 4J d; compromiso». La prudencia no es, sin má,", engoge¡nenl, pero
cuad.ernos Híspanoamcriconos, y las págs. iz+ y sigs. de La espera y la
esperanza, de Pedro Laín. es también engagement.
Tras Io dicho creo que estamos en condicioncs dc dar alguna
352 t t: TI TI AI 35t

contracción a la antigua palabra «vocación». La vocación se vista, frente a las cuatro características anteriores, es menester
deternrina según las características siguientes: poner estas otras cuatro:
1.n Nunca se dao configurada, de antemano: sólo «en situa- I.n La vocación religiosa, sin dejar de «mirar» y de ((con-
ción», al hilo de la vida concreta de cada cual y de las elecciones siderar», oye una llamada.
que la van comprometiendo, va cobrando figura propia. 2.^ Sin de;ar de advertir toda la <,problemática» de la voca'
2." Siempre es problemática, esto €s, plantea problemas. ción, la penetrá de un saber cierto porque es- de fe'
Iin primer lugar, el problema intelectual de la adecuada deter. 3., Más allá de los «riesgos de errorr, cle no saber si ]re-
minación de nuestro proyecto fundamental, que no depende sólo mos acertado o tro, descansa en la esperan,za de Ser acepto
de nuestra <<buena intención» o nuestra «buena voluntad», sino de Dios.
tanrbién de ese peculiar saber preguntar y escuchar que es la pru- 4." La vocación ética es una «búsqueda» tan larga como
la vida. Pero en lo más íntimo de esa búsqueda, cuando se es
dencia.
3." Problemática también porque la tarea ética no consiste religioso, reina una gran quietud: quietud de entrega y «en'
simplemente en proyectar adecuada'ntente, sino también en reali- cuentro», de confianza Y de amor.
zar cuntplida,mente el proyecto (ambos momentos son distirrgui- Sabemos que estamos puestos en las manos de Dios.
I-rles, pero no separables, porque, como hemos dicho, el pro-
yecto sólo Io es de verdad, en situación y al hilo de su ejecución).
*
Nuestra tarea ética tiene que ser lograda, pero puede ser malo-
grada, por {allo en el acep'tar Io que debíamos hacer o por haber Partiendo del compromiso de la vida hemos examinado sus
retrocedido ante sus dificultades, '¡or falta de ánimo, por fallo dos aspectos; en primer lugar, el compromiso pasivo o com.pro-
moral ulterior, etc. Y también aquí se da, o puede dalse, una mir; de.pués, el compromiso activo o engd.gement, la elección
opacidad a posleri,ori, porque no siempre nos es dado saber si de nuestia vida conforme a nuestra vocación. La vocación es,
hemos hecho lo que teníamos que hacer, si hemos sido lo que pues, eleccíón (o fidelidad en la elección ¿ri ser que sontos y
teníamos que ser. A algunos, a Ios ¡rersonajes importantes, les que tenemos que ser). Pero por sel elección es también renuncía
juzga la historia o la posteridad, pero a todos será Dios quien (lu ,.nrn.ia ás la orra cara de la elección). Al elegir la ,posibi-
ho; juzgue. lidad demandada por nuestra vocación, eo ipso, de golpe, re-
4.o El quehacer ético no se perfecciona en el hacer mismo, nunciamos a otras posibilidades. Es verdad que cabe no renun'
sino en el ser. Su meta es el llegar a ser, el hacerse a sí nrismo. ciar a nada: er la actitud del dilettante que pica en todo sin
Pero sólo es posible hacerse a sí mismo a través del hacer cosos. abrazarse definitivamente a nada. Por el contrario, el envés de
<«Agere» y <,facere», «práxis» y <«poíesis» son aspectos de una la vida del hombre de vocación está tejido de renunciaciones'
nrisnra realidad. Plecisamente por eso todas las profesiones tie- Ahora bien, la culrninación de la renunciación es el saÜílício.
nen, o pueden tener, sentido ético; cumpliéndolas a la perfec- Renunciamos a los bienes exteriores, renunciamos sobre todo a
ción n«.¡s perfeccionamos. La vocación interna o personal pasa una parte de nosotros mismos («Sortijas y otras joyas, ha escrito
necesarianrente por la vocación externa o social. Cuidar tan sólo Emeiron, no son donaciones, sino apariencias de donación. EI
de mi propia perfección sería fariseísmo o esteiicismo. Es en la único regalo que de verdad puedes Éu""r*" es una parte d,e ti
r:ntregtr a un quehacer, siempre social, como puede el hombre al- mismor,) po. ulgo más alto: sacrificio por la per{ección moral
canzar su perfección. (ascetismó), 1:or amor al prójimo, a la patria, a Dios'
Fl¿rsta aquí hemos hablado rinicamente de la vocación en el El sac'ificio no siempre es genuino. Puede producirse poT
sentido ético, que es el que nos incumbe tlatar aquí. Pero nu ilo- huida de Ia realidad,,por: pobreza o incapacidad de ser: es el
demcs olvidtrr, y menos después de haher mostrado Ia necesaria p'ortc étroite, de André
-A se presentu, po, eiemplo, en La
caso que
abertura de la ética a la religión, Que la vocación tiene una ver- Gide. vecás e} sacrif icio puede ser también una solución sim'
tiente religiosa y sobrenatural. Ahora bien, lo soblenatural no plisla, prenratura y; en definitiva, frente a Ia coniirlicació¡.de
destruye el orden natural ni tampoco, en rigor, se superpone a é1, ia vicla-y de,la realidad. En el mundo sc dan muchos sacrificios
sino que lo penetra. Desde este supuesto y desde este punto de inauténiiccls. Sí, es verdad, pero tarnbién se producen muchos
/E TIC E (l AI
verdaderos sacrificios. Y, por regla general, el mayor de todos
Nietzsche se mezcla a veces, extrañarnente, con un cierto pla-
es el martirio. tonismo). Naturalmente, con¡o la verdad no depende de Ia pa-
El martirio ya fue estudiado anteriormente como acto de las sión ni de la voiuntad, se ven obligados a rechazarlo. Pero si
virtudes de justicia-en cuanto testimonio de la verdad debida-
se reconoce que, como diio San Agustín, «no es el sufrimiento,
y de fortaleza. Ahora toca considerarlo
desde el punto de vista es la verdad la que hace al mártir»; y si además no se olvida
de la vida moral 8. Desde luego, e.tre las actitudás reacias a ó1, que el martirio es un sacrificio, es decir, la renunci¿-ss¡¡ f¡s'
la primera sería la del intelectual <,puro». Esta confesión tle cuencia dolorosa-a un bienr I err suma, un deber aunque a
Montesquieu la represent_a muy bien: <«Quisiera de buen graclo veces cumplido con entusiasmo, se reconocerá la injusticia ra-
ser el confesor de l.a ve_rdad, pero no su mártir.» Semejani" ,.-
dical de su repulsa. Si los críticos del maltirio empezasen por
titud _hoy es desestimada. Entiéndase bien io que quiero decir: tener de él la idea serena y deliberadamente ,<etr{riadarr que afir-
no, claro está, que todo el mundo esté dispu".to ser mártir, ma Santo Tomás, carecerían de razón ,para sus críticas. Iil mar-
pero sí que "
,pensador es considerado hoy responsabJe
-el de sus tirio, y en general el sacrificio, es una muestra rnás del tránsito,
ideas, no sólo en el orden del pensamiento, sinó también en el cumplido existencialmente con humildad, de la esfera ética al
de Ia realidad.
reino de la religión.
Cabe también una desconfianza de la autenticidad del mar.
tirio: del martirio en cuanto tal y no sólo de éste o del otro *
martirio concreto. Es Nietzsche e quien ha creído desenmasca-
rar,al mártir, pre.sentándole como un hombre inseguro, que tra-
ta de sobreponerse a su duda mediante el voluntarlsmo y la em- Estamos tratando en este capítulo de la vida moral. Pero
briaguez de la e,trega al padecimiento-pasión. La ,erdu,l debe la verdad es que, como escribió Séneca, <<máxima pars vitae
bastarse a sí misma; pero en el martirio recurre a una fuerza elabitur male agentibus. Magno nihil agentibus. Tota vita aliud
.-rio por paciente y padeciente menos fuerza-que la consolide agentibus» 12. Toda la vida, casi toda la vida, se nos ¡rasa hacien-
y afiance desde fuera. Este «psicoanálisis» efectivamente es vá- do, no el bien, tampoco el mal, sino ni lo uno ni lo otro, otrü
lido, pero no, para el martirio genuino, sino para la deforma- cosa, ¿Cuál es esa otra cosa? Diue'rtirnos, cn el sentido más am-
ción suya: el falso martirio del fanático. Algunos psicoanalis- plio de esta expresión, es decir, andar de un lado parra otro,
agitarnos sin tregua, o sea, por !o menos al parecer, ,<perder el
tas han visto esto bien.
tiempo».
Desde una actitud luterana, de falta de estimación de las
Es curioso que, contra lo que parece, el ,,no tener tiempo»
obras, Kierkegaard l0 ha puesto en cuestión .,el derecho de mo-
rir nor la verdad¡¡. El martirio sería entonces una abusiva garan- y el uperder el tiempo» vayan íntimamente unidos. Heidegger
tía de estar en la verdad, una «gloria» que a sí mismo ,á .or- lo ha hecho notar en uno de sus últimos libros, en Was lt.eísst
Denken?, enraizándolo en su historia de la meta{ísica como me-
cede el mártir. Solamente Cristo, porque era Dios,
'podía afron. tafísica del ser en cuanto descubierto históricanrente:
tar el martirio sin impurificarlo. Y, sin embargo, óabe objetar
que el propio Kierkegaard murió en una especie de martirio. sí,
«El hecho de que hoy en los deportes se crrenten cltici¡nas de
pero en un martirio menguado, ridículo, un martirio, en su es. segundo y, en la moderna fÍsica, millonésinras de segundo, no
tilo, tan pocg <«brillanter) como el del sacerdote de Et poiler quiere decir que nosotros aprehendamos el Iienrpo nrás aguda-
y la gloria, de Graham Greene 1r, €l único martirio legítimo a mente y, por tanto, lo ganemos, sino que este c¡rlcular es el camino
juicio de Kierkegaard. más seguro para perder el tiempo esencial; es de<:ir, par¿r «tcner»
cada vez menos tiempo. Dicho con más rigor: la crecier"rte pér-
Advirtanros que las críticas expuestas, no por casualidad, dida de tiempo no es ocasionada por este calcrrlar el tienrpo, sino
proceden de los dos adelantados del existencialismo (qr. en que justamente la fiebre de ¡nedir el tiem¡ro co¡nenzó en el mo
mento en que el hombre cayó en la in-quictu«l dc qrre ya no
8 véase sobre esto,_ Gusdorf, L'experience hurnaine du sacrilice. tenía tiempo. Este rnomcnto es el comienzo de la época moderna.u
s Apud Gusdorf, ob. cit., Z3B.
10 Véase Gusdorf, ob. cit., 239 y sigs. Lz
1l Puede verse sobre esto el Séneca, Carta printera a Lucilio. (El subraya«lo cs, rtaturalrncnte,
final de rni libro catolicismo mío.) Lo que sigue es refundición de páginas clcl artículo «Cu¿rtro acti-
y protestantismo como tormas de "upit,Ju
exístencia. tudes del hombre ante su bienr, ya citado antcrior¡rlentr-'.
.,idryl

/E TICO (: /\ I 357

Desde esta perspectiva del «tiem,po perdido» se compren- La diversión reclama su puesto, la vida del hombre tiene quo
de bien el sumo acierto estirístico de séneca ren ser tambíé¿ diversión. Ortega, QUe, por otra parte, ha insistido
verbo que usa en la frase citada: elabitur.
la elección del
El tiempo es consti- una y otra vez, quizá antes que naclie, en que la vida consiste
tutivamente lábil, <,se desriza», resbala d" nr.rtrrs en «preocupación» y «quehacer», no por eso ha preterido su
manos y tre
nuest.a vida, se nos escapa precisamente, paraáJji.u*.rte,'por- necesaria dimensión de r«diversión». Aparte el texto de su con'
que corremos tr'as éi. siempre, casi siemprl, hry ferencia er^ el Ateneo sobre el teatro, es su prólogo al tratado
ii.rrpo pá.u ro
verdaderamente-importante. sorno. nosotios' de montería del conde de Yebes el que más nos interesa a este
ves, cor,o ha dicho_Marías, cuando decimos
lor'qu", muchas ve-
qu" uro tenemos respecto. Ortega sigue en él concibiendo la vida como «quehacerr>
tiempo para nada», la verdad es que, en el y «ocupación». Pero junto a la «ocupación trabajosa» hav la
fondo, ((no tenemos
nada para el tiempor. Es nuestra' incapacidad pr.u ,,ocupación felicitaria». Así, pues, la ocu,pación humana es doble:
unu autén-
tica conversión Ia que nos ileva , h""e. d; l; i-id" «existir» y «descansar de existir». Esta segunda ocupación, la
.r,t"ra una
incesante diversión, diversión de .diuersión, es, por tanto, «una dimensión radical de la vida del
lo verdaderamente importante.
A veces la situación se hace, en sí misma, independientemen- hombre». Por eso toda cultura tiene que ser tambiin cultura
te de nuestra intención, por encima d_e- nosotoo.,-*a, de evasión. Y la excelencia de las bellas artes consiste en que
grave aún,
! esto es lo que tiende a ocurrir hoy. ya no es .álo qr. nosotros, son <«los modos de más perfecta evasión; la cima de esta cultura
por nuest.a cuenta, retrocedamos ante lo esencial y no que es broma, farsa y juego y que colma la máxima aspiración
queramos
enfrentarnos con ello. Es que la estructura, lu o.gu.rización de los seres humanos: ser felices».
mis-
ma de la vida social, tal cámo objetivam.ít" Aristóteles se planteó ya este problema en la Etica nícoma-
hoy nlon-
,,rdi, ..: incompatible con el "f"?cecomo suele
sosiágo. Se da uh-o.u, quea. Las diversiones-DtaToTy¡, rcatDta, rivcitaootg-son busca.
oecrr ¿ubrrr, una grave disyunción--entre ro que es das, efectivamente, por sí mismas. Pero Ia felicidad no consiste
«im¡ror-
lolt"]l que es «urgente» hacer. No es sóro nuestra per.sonar en diversión, oüx év tatDtg ¿ipo ú eüDat¡rov[a 13. «Jugar y diver-
-y ]o
frivolidad, es la frivolidad de nuestro tiempo, es una tirse para poder trabajar luego, como dice Anácarsis, parece
suerte de
«pecado histórico» lo que nos impid€-o,
pii r" menos, nos di- ¡azonable. Pues el juego descansa y no es posible trabajar con-
ficulta-vivir al ritmo,áel tiempo iurgo y ;;;;r¡;-, lugar de tinuamente, sino que se requiere descanso. Pero el descanso no
hacerlo al entrecortado e uincanzuñt",,, ", sieinpre
echándosenos es el fin de la vida (la <ivd,naootq; sí Io es, para Aristóteies, la
encima, de nuestros inquietos relojes. oXo).r¡, pero la oXo).¡ no consiste en «juego», sino en thnoría),
Naturalmente, frente a este *odo de vivir que, nos guste La vida feliz es la vida con{orme a la virtud; y esta vida es
o
no, es el de nuestro tiempo, es el nuestro, cabe la
i".iuiliari-;"; seria (pera oTrouDlc) y no cosa de juego» 1a. Como que en ella
lo,demás completamente
.inoperante-á" r.n"gá..-podemos, cre se de{ine y decide el destino eterno.
palabra, r'echazar la- inquietuá moder.u,
"Áo'pod"*or,
labra, rechazar la técniáa o Ia energía átómica
de pa- ¿Qué pensar, pue3, en suma, de la diversión en la vida del
y p.opugnar un hombre? Realmente ocurre aquí lo que con respecto a la indi.
¡omá,tico retorno a la simplicidad y el ocio uiri'guo.
vano. Será nada más que ,o c será en ferencia. Veíamos antes que nunca se dan actos indiferentes:
siempre son buenos o malos. Desde el'punto de vista ético, nünca
Podemos también demandar "rru.roni.-o.
al hombre que se preocup€, y que estamos nihil agentibus. Ese no hacer nada será, cuando menos,
preocupe obsesivam_ente, pero de lo impórtante, cle consentir el mal del mundo o resistir pasivamente a él; es decir,
:e lo'ese.rcial.
cuando Pascal se indignáu" a" que er hombre'a quien hacernos sus cómplices o negarnos a ello. Nuest¡o silencio anté
se le
ha ¡nuerto.su hijo, i., de estai
"n jugando incesantemente pensando en la injusticia, nuestra indi{erencia, no es éticamente indiferente.
su desgracia, se distraiga a la pelota, o de que los honr- Análogamente, la diversión siempre merece una calificación mo.
bres vean sin congoju que .I r.. acerca lentamente ral. Si es «descanso» para continuar luego, con renovados afa.
la hora
TY",.t.,
lo que prop_rgnaba era raer toda diyersión cle la de la
vjda nes, nuestra tarea, es buena. Si es afabilidad y juego para hacer
ciel hombre, com.o Quevedo, en su política de l),ios,
pretendía
raer toda diversión de la vida de su rey.
13 X, 6, 1176 b,27.8.
esra concepción, extremada por el 14 X,6, 1176 b,33 a, ll7i a,3. Cfr. también Política, VIII, B, 13BZ b,
,^rltl'-.:i!-r.*:,,tampoco
lado opuesto al de «perder el tiem,pol,, puesta en raz6n. 35 y sigs. Y, asimismo, Eth. fiic., IV, B.
".iá
/E TIC() (: ,\ Li,ll/

la-vida grata a nuestros prójimos, pues, como dice santo Tomás,


«sicut autem non possef homo vivere in societate sine veritate,
peso, de pronto, su vida pasada, y advierte qué ligera y fírtil,
qué «sin sustancia», como decimos en castellano, ha sido. La
ita nec sine delectatione», también es buena, es casi obra de conversión desde Ia diversión es como un restablecimiento de
justicia y aún más que de justicia, pues dumos así
más de Io Ias verdaderas perspectivas de la vida. Lo trtgente, por mucha
que legalmente debemos, damos simpatía, goce y p;r;l prisa que corra, si no es existencialmente inrportante, es secun-
"l"griu.,.rpon-
contrario, si la diversión huye de lo Lsenciai, ,e ánud""d" dario. Por el contrario, lo importante, aunque parezca aplazable
s¿bilidades, pierde ef tiempo o, como se suele decir en caste- y, en los años de juventud, aplazable «sine clie», aunrJue nadie
¡lano, «lo mata», entonces la diversión es aversión, apartamiento .en el mundo nos urja a ello, es fundamental. Re¡rárese en que la
de Io que- tendríamos que hacer, del bien. uMatal'el tiempo» es misión de los predicadores-religiosos o laicos, pues a esos efec-
casi suicidarnos, es matar una parte de nosotros mismios, es tos tan predicadores son Séneca, Fleidegger o Jaspers como To-
mutilarnos, porque ese tiempo qr" am,putamos está sacado de más de Kempis--*ha sido siempre corregir las perspectivas habi-
nuestra propia vida, sale del fondo de nosotros mismos. Esto, tuales y anteponer lo importante a lo urgente.
p9,t lq que refiere a la diversión propiamente dicha, ,Iu qu"
.§e Naturalmente, los hombres suelen estar tan poco dispuestos
sólo depende de nosotros. En lo que ctncierne a ese modo de a escuchar sermones, que los predicadores, para impresionarles,,
vivir diversivo, inquieto, apremiante siempre, propio de nues- tienden a exagerar. <<Morimos cada día», decía Séneca. ,,Ser para
tra época, es verdad q-y"lo podemos rechaárll'sin'más, porque morir», decía Heidegger. <«Vanidad de las cosas humanas», es
estamos envueltos en é1. Pero siempre podremos reservarnos cada
el lema de los Kempis de todos los tiempos. Hasta que el huma-
día un tiempo íntimamente nuestro,- pura la lecturar para la nismo cristiano pone las cosas en su ,punto; la vida terrena, no
conversación y el ejercicio de la amisiad, para la meditación, por ser temporal deja de ser auténtico bien. Los afanes que
para Ia oración. Defendamos este tiempo'po. .n"i*a de todo, nlueven a los hombres al estudio, al conocimiento y a la ciencia,
porque es el mejor de nuestra vida. al triunfo y a la gloria mundanos, son legítimos y nobles. Y si
se^ordenan y conforman según la caridad, son meritorios de la
otra vida, del bien infinito.
Pero pensemos ahora no en la conversión, que consiste en
Hablábamos arriba del triple cerco que asedia a nuestra liber- mero acercamiento o, como hemos dicho, en «caer en la cuenta»
tad para el bien:
,el de los impulsos náturales desordenados, los del sentido de nuestro ser, sino en el viraje total, en la met,ánoia,
hábitos_ malos y la situación en que nos hemos envuelto. en el tránsito desde la aversión a Ia conversión. La conversión
La
rotura de este- triple cerco acontece por obra del arrepentimiento €n este sentido supone y exige el arrepentimientr¡. Pero a pro-
y la conversión 15. pósito del arrepentimiento, debemos hacernos las dos preguntas
La conversión consiste en volverse al bien verdadero, al clásicas: An sí0, si es posible, y Quid sít, qué es, en qué consista
bien imperecedero. Pero volverse ¿l algo implica que nos vol- La respuesta a la primera pregunta no es tan obvia como parece.
vemos desde algo. La conversión al bien implica aveisión al mal. Son muchos los que han pensado que el arrepentimiento pre'
La conversión es siempre del mal al bien. La conversión supone, tende un im,posible: borrar el pasado. Quidquid feci adhuc
por tanto, el arrerpentimiento. inlectum esse malten, exclama Séneca: quisiera no haber hecho
Pero éste no se revela con toda su intensidad cuando la lo que hice, quisiera que lo que hice no estuviera ahí, ante
actitud anterior a Ia conversión era esa forma disminuida de mí, cuajado para siempre. Pero ya está inexorablemente hecho.
aversión que hemos llamado diversión, en el sentido amplio y Y lo de menos es el «hecho» como tal, ei hecho exterior y por
deteriorativo de esta palabra. El hombre que vivía atridido, tanto separado ya de mí. Lo grave es que a través de cada uno
corriendo de allá para acá, sin pensar ,runcá en lo esencial, lo de mis actos me he ido haciendo yo; de tal rnodo, que ellos han
que hac_e cuando se convierte, más que arrepentirse, en el sentido dejado su huella impresa en mí, han modr:lado mi ét:lrcs, mi
fuerte de esta palabra, es caer en tá cuenti. El hombre toma en carácter. Por eso de nada serviría, suponiendo que fuese ¡rosible,
revocar mis acciones pasadas, en virtud cle una reversión, de
También- a propósito del arrepentimiento y la conversión debe una marcha atrás en la vida. Supongamos qrre, por un milagro,
-
leerse el artículo de Luis
Rosales anies citado. pudiésemos quedarnos sol¿imente con las ar:ciones de las que

L
/L) l/ 't' I A/ 361

estamos satisfechos y rechazar por «infectas»r por «no hechas». esencialmente, por lo que está siempre a tiem¡ro de sacudírselos,
aquellas otras de las que nos urLrgorra*or. liberándose de ellos. Imagina la 'persona flotando por encima
¿Hubríamos ganado
mucho con ello? No. Las acciories ya pasaron, tal vez no las de las acciones y de la vida, sin «comprometerse» con ellas. La
recuerde ya nadie, casi ni yo mismo.'peio yo, después vida y el yo serían entidades totalmente independientes, perfec-
de come-
terlas, y por el hecho de-haberlas conretiáo,' ,oy'dilerente tamente despegables el uno de la otra.
del
que era antes. Mientras no se borrase esa diierer,.iu u, Advirtamos que con esta concepción hemos pasado al extre-
mí mismo
y ng simplemente en los he,chos, poco habría ganado. mo opuesto de la de Nietzsche. Nietzsche hacía coincidir tan
A esto se contesta,rá quizá que sí, qr. incorpo- exactamente a mi ser con mi vida y con la sucesión de las
rado y hecho,carne lo llevamor .ór, nosotios, ".""pasado
*r.ho más intrínse- acciones en que ésta ha consistido, gu€ mi ser, escatológicamente
camente unido a nos-otros que las acciones aisladas. porque futuro, no contendría ya otra cosa que la <<repetición», el «eterno
lo
:lue yo creí hace¡ incluso es posible que en realidad no lo retorno» de esa serie de acciones. Por el contrario, este hombre
hiciesei y, sin embargo, no por'elro- me ir" d...r.gado del pesá cómodamente espiritado de quien hablamos ahora piensa que el
de mi puesto que tuvá la mala intención de'hacerlo. por pasado pasó y no cuenta ya; que el espíritu nace cada día y
-cu_lpa,
eso scheler dice que el arrepentimiento no es ,nu ,i*piá que puede ser, sin compromisos previos, lo que en cada ins-
,lrrlr-
ción de las accio,es, sino, según su expresión, una «intervención tante decida.
operatoria» en el pasado, en mi vida pasada. pero
[es esto real-
mente así? Mas con ello pasamos a.lá_segu.rtla cues"tió ¿Cuál de estas dos concepciones es la justa? Ninguna de las
n, el quid, dos. Frente a Nietzsche y todos los vitalistas-acepten o no este
si¿ del arrepentinriento. El arrepentimienlo no es una interven-
nombre, pasado ya de moda-hay que decir que el hombre no
ción que extirpa y
-quirúrgica
pasada, -losuprime virtualmente la vida es su vida. Si lo fuese quedaría adherido a ella, coincidiría con
como no es váíamos antes, una supresión ella. La vida es Ilujo, corriente, decurso. Pero la,persona, el
-tampoco,
l,"r acciones pasadas. Frente a esa ligera, ,oiu¡t. concepción
{" Irombre, está ante ese decurso. Tampoco es que esté fuera del
de la e4istencia, Icuánto más- profundá la'«aceptación» de lo decurso, sino, como dice Zubiri, incurso'en é1. Antepuesto a su
bueno y Io malo que hemos hácho, ro que ivi.[r.n. llama propia presencia y, por tanto, sobre sí. Por eso puede volverse
ei
((eterno retolno», ese volver a repeti*la
y otra vez, siempre, hacia su vida y hacia sí mismo, distanciándose de su vida y
mi vida entera, con sus luces y ru. sombrrá, ..u, .o*o ai.e ¿t, juzgándose a sí mismo. Y por eso puede arrepentirse. El pasado
<,mnemotécnica al rojo» ! es ciertamente irrevocable e irreversible, como dice Jankelevitch,
Pero es Heidegge_r quien ha hecho notar que, junto al «eterno pero sólo en cuanto a su acontecimiento y contenido, no en
retorno» en el sentido nietzscheano, el arrepentimiento cristiano cuanto a su senddo. Cuando un cristiano se arrepiente y es per-
es otra manera-paradójica manera-, no -de borrar el pasado, donado, el pecado desaparece, pero no el «haber pecado». Ll
como quería scheler, sino precisamente al revés, de válver arrepentido acepta su pecado bajo la forma de «haber sido»'
querer lo que fue. Pero, ahora, de quererlo como <,perdonado»,
;
pecador. Nadie recobra la inocencia perdida. Pero lo que sí hace
es decir, puesto en relación con los conceptos puramente reli- quien se convierte es rehacer el pasado «formalizándolo» de
giosos de la Redenció¡ y el perdón de los p""ra'o.. Ei cristiano otro modo: la adhesión antigua a aquel pasado, su conformidad
no «olvida-» sus ,pecados, tiene tan buena memoria como Nietz- última con é1, pasa a ser carga y cruz que se ha de llevar.
sche. Prueba de ello, Ias llamadas «confesiones generales». Después del arrepentirniento, todo el pasado sigue igual, y,
En
ellas volvemos a acusarnos, una y otra vez, de picados qr" sin embargo, todo él es diferente ya, porque, exactamente con
no.s fuerof rerdgngdos. ¿En qué_ consiste entonce, l"
.t ,..áp..,ii los mismos elementos, «compone» ya otra {igura. Pero lo im-
miento cristiano? En una actiiud nueva frente a las accion", portante no es que haya carnbiado en su sentido la aída pasada;
y
a la, vida pasada, en una nueva manera de <<estar¡r ante ellas y lo verdaderamente importante es que también ha cambiado el
de llevarlas sobre nosotros, de asumirlas. se'r del arrepentido, su carácter moral, su étltos, Porque el arre-
_He aquí la diferencia profunda entre el cristiano verdadero pentimiento profundo-y aquí tiene plena razón Scheler-no es
y el {rívol.. El {rívolo cree que siempre está a tiempo para volver arrepentimiento de <<actos», ni tan siquiera de «<vida», sino del
a empezar. Interpreta su vida como una sucesión áiscontinua, <,modo de ser» o, dicho con todo rigor, del étho's.
puntual, de actos aislados, ninguno de los cuales l. p.rtur."á Por eso si la vida pasada no ha su{rido, después del arre-
/E I',t
pentimiento, la menor alteración en cuanto a su acontecimiento
y contenido, la vida de aquí en adelante será completamente dife-
rente, y eso es lo que significa en el uso común la palabra
«conversión». Pero decíamos antes que hay una esencial ambi-
güedad en la relación del hombre a su bien. Lo busca estando
siempre en él y, paradójicamente, sin encontrarlo nunca del
todo. Incluso ahora, cuando, convertido, oriente su vida a la
perfeccién en el bien. éticamente nunca puede encontrarle del CAPITULO XXIII
todo. Por eso la ética es por sí sola insuficiente y necesita abrirse
a la religión. Y por eso toda verdadera conversión es siempro EL «ETHOS»», CARACTER O PERSONALIDAD
religiosa.
Mas no debemos creer que con la eonversión, por muy reli. MORAL
giosa que sea, todos los problemas éticos queden, de golpe, re-
sueltos. Porque la bondad de nuestros actos no depende sólo Sin embargo, la vida en cuanto tal, por seria c¡ue sea, no es
de nuestra buena intención, sino que es objetiva y real, y porque la decisiva instancia ética. Ya Io hemos visto a propósito de la
en buena parte el resultado y alcance de nuestros actos escapa conversión: la vida pasa y hasta podemos h¿rcerla cambiar de
a nuestro control, éstos constituyen, por lo general, un tejido sentido. Pero lo verdaderamente importante no es lo que pasa,
entremezclado de logros y malogros. Pero lo más grave es que sino /o que queda; no la vida, sino lo que con ella hemos hecho.
más allá de los logros y los malogros particulares, el hombre no «Puede decirs,e-ha escrito Gaos'-qr" el ir viviendo o exis-
,puede saber si ha logrado o malogrado su vida, si, para decirlo tiendo consiste en ir haciendo cosas no sólo materiales, sino in-
en términos religiosos, ha hecho lo que esperaba Dios de é1. La materiales, y al ir haciendo las unas y las otras, ir haciéndose
vida es constitutivamente problemática, oscura, opaca, impene- cada cual a sí mismo; y lo que cada cual va haciéndose es lo
trable en cuanto a su fin. Por eso nunca acabamos de saber, en que va siendo; o que cada cual va confeccionado con su indi-
esta vida, si somos o no los buenos arqueros de que habla Aris- vidual existencia su esencia individual hasta perfeccionarla en
tóteles, que han alcanzado el blanco. Mejor dicho, no es que la muerte.» El objeto formal de la ética es, en riltima instancia,
no sepamos si hemos alcanzado el blanco, es que no lo hemos no la vida, sino el carácter adquirido en ella. A la vida venimos
alcanzado aún. Todo está, todavía, en cuestión. Y por eso, aun con una «naturaleza», con un «,habe» dado. A Io largo de la vida
para los elegidos, es éticamente necesario el luicio, línal. Pues conquistamos un carácter, un «haber» por apropiación, y éste
todos necesitaremos un día que se nos diga 1o que más allá de es el que importa éticamente. Lo que se ha llegado a ser con
lo que hayamos hecho, más allá de lo que hayamos sido, habría- lo que se era por naturaleza, lo que en ella y sobre ella hemcs
mos tenido que ser. Ortega ha dicho que «nuestra v.ida tiene impreso: el «carácter».
uua condición trágica, puesto que, a lo mejor, no podemos en El carácter, éticamente considerado, es la personalidad moral;
e[a ser el que inexorablemente somos». Pues bien, justamente lo que al hombre le va quedando suyo, a medida que la
«.de
eso, lo que habríamos tenido que ser y no hemos podido ser, es vida pasa: hábitos, costumbres, virtudes, vicios, modo de ser ;
lo que--.creo yo-eternamente seremos. en suma, éthos. La tarea moral consiste en llegar a ser Io que
se puede ser con lo que se es. Porque, como dice Zubiri, somos,
ala vez,, agentes, autores y actores de nuestros actos. Agentcs, en
cuanto que emergen de nuestra naturaleza; autores, en cuanto
que son libres, dependen, no de aquélla, sino de nuestra voli'
ción; actores, en cuanto que definimos nuestra propia figura
aun en aquello-naturaleza-de que no somos dueños, y trans'
formamos en «destinación» lo que, dejado a sí mismo, sería
«destino». La personalid¿ld no descansa sobre sí misma, sino
t En torno a lu filoso!íu mexicana, II, 4l-2.
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que tiene que ser montada sobre la naturaleza psicobiológica, l'er.r adenr¿rs el pro¡lio Santo Tomás nos da ejemplos concretos
precisamente para determinarla y refaccionarla. de ello; así, cuando nos dice-según vimos-que el vicio de
El éthos, carácter o personalidad moral, va ¡iendo definido la intemperancia hace perder Ia prudencia y la fortaleza y que,
a través de cada uno de los actos humanos. La apelación a ula bajo la {orma de fornicación y adulterio, constituye esencial'
vida en su totalidad» suele no ver con clariclad esto. Con cada mente una injusticia. He aquí los cuatro vicios cardinales estre'
nueva posibilidad quc nos apropiamos, con cada actr-ralización chamente vinculados. Y es evidente que) como éste, podrían po-
de un vicio o una virtud, describimos, corregimos o subrayamos nerse otros muchos ejemplos de conexión 3.
los rasgos de nuestro carácter. En cada acto hay dos dimensio- La conexión de las virtudes suele admitirse por todos, salvo
nes: lo que tiene en sí de acto concreto y aislable y la figura por los occamistas. Cuando la teología mor¿rl ¿rfirma que no es
de felicidad que con él se deiine o se contribuye a definir. Evi- posible que se dé la caridad sin que se infundan también todas
dentemente, esta figura a'propiada excede enormemente del acto las virtudes morales, y cuando la filosofía moral hace ver que
concreto. Y, sin embargo, el hombre ve con más relieve el acto y las virtudes morales per{ectas tienen conexión entre sí, de tal
se siente más responsable de él que de aquella {igura que se va modo que no puede tenerse ninguna sin la prudencia y a la vez
modificando paulatinarnente a través de los sucesivos actos, o ésta supone las virtudes morales, y que ciertas virtudes corres-
que cambia bruscamente en un «instante», que es, <«de una vez», ponden a otras, como la discreción a Ia prudencia, la rectitud a
siempre. En el primer caso el pasado se conserva y reafirma la justicia, teología y filoso{ía moral están afirmando la unidad
bajo forma habitudinal. El segundo es el caso de la conversión, ,del carácter moral. EI sentido profundo de Ia mesótes aristoté-
del que ya hemos hablado. lica es también éste: no que cada virtud, tomada aisladamente,
Hemos dicho que el carácter consiste en todo aquello-bueno consista en un «término medio», sino que las virtudes, si lc
o malo-que hemos retenido y nos hemos apropiado. De que son de veras, no se dan aisladamente, sino que consisten en una
realmente forma una figura ya nos cercioramos al estudiarlo .cohesión, en una armonía, en una ou¡rntroxr7: las unas se exigen
como objeto material cle la ética. Ahora podemos agregar que a las otras y no acaban de serlo sin las otras. La personaliclad
esta conexión se advierte más claramente que entre los hábitos bien lograda es unitaria.
tomados ¡.n genere, en su especificación moral: las virtudes y Esta f igura unitaria, mientras dura la vida, permanece siem-
los vicios son «coherentes». EI padre Ramírez ha rechazado esta pre abierta y modificable. No sólo eso, sino también «provisio'
afirmación mía, por lo que se refiere a los vicios, y le opone nal», «indeterminada». Como decíamos antes, por ser la bondad
esta orta: <<No son conexos o coherentes, disgregan la natu. objetiva, real y no pendiente simplemente de nuestra recta in'
raleza y con frecuencia se oponen y neutralizan mutuamente tención, nunca acabamos de saber, en esta vida, cuál ha sido,
entre sí, como un clavo que saca otro clavo» 2. Creo que en esta a punto fijo, nuestro logro y nuestro malogro.
afirmación, más fiel a la letra que al espíritu de Santo Tomás. Pero este logro y malogro de que somos responsables no es
huy alguna confusión. Por supuesto, los vicios no se exigen únicamente el nuestro, quiero decir el de cada uno de nosotros.
necesariamente, cada uno a todos los demás, como ocurre con X,a responsabilidad es siempre solidaria, de tal modo que, en
las virtudes, aunque solamente cuando alguna de ellas se posee mayor o menor grado, según los casos, soy éticamente corres-
per{ectamente. Fero es claro que esto no obsta a que haya cohe- ponsable de la perfección y la imper{ección de los demás. Lo
rencia ent're ellos. Si Ia personalidad d,el malvado {uese tan des- .cual no quiere decir que sea un quehacer ético mío--*como mu-
organizada y contradictoria como supone en este texto el padre
Ramirez (que viene a identi{icar a todo malvado con un «clisolu. 3 No ya en el texto, sino simplemente al pie de página, para no
to» y además toma esta palabra demasiado literalmente), ¿cómo dar a esta observación demasiada importancia, cabe hacer notar que
se comprende el poder del malo? ¿Y cómo no ha triun{ado ya si al texto del padre Ramírez se le aplicasen los procedimientos exegé-
definitivamente el bien sobre el mal, a la manera como un ticos de que yo he sido víct.ima tantas veces, y aun sin llegar a extrernos
tan violentos, podría sacarse de é1, como consecuencia, una sorprendente
ejército organizado derrota siempr,e a otro desorganizado? Es el ascética. En efecto, si .,los vicios se ollonen y neutralizan mutuamente
simple buen sentido quien nos ratifica de esta «coherencia». entre sí» (si es mutuamente, será sin duda errtre sí), «si un vicio saca
a otro vicio, como un clavo a otro clavor, iqué tal estaría aconsejar
2 Artículo ya citado.
al vicioso que contraiga un nuevo vicio con el fin de que éste y el
viejo se opongan y neutralicen mutuamente?
IE DI (' o t,' (' I
(;',

chas gentes piensan-el conseguir que el prójimo realice uefis , Lu sociología: por muy atenida a la re¿rliciatl humatta clue
nolis lo que yo me imagino que es su perfección. Es ante todo quiera estar, y justamente por cso, por estar ¿tenida a la realidad
mediante el respeto a su personalidad moral y después-aunque liumuna, no puede dejar de ser, explícita o implícitamente, ética
cronológicamente, si cabe la expresión, antes-proporcionándo- (aunque como ciencia descriptiva-si es que de verdad es ciep'
le los medios a mi alcance, para que, salvándole de la aliena- cia meramente descriptiva--no se decida por url co'ntenido deter-
ción, realice esa personalidad, como yo puedo y debo ayudarle. minado). En efecto, ya hemos visto que Ia realidad humana es
Es pensando en nuestras imperfecciones más que en nues- .constitutivamente rnoral. Pero la realidad social, ¿no es acaso
tras perfecciones, y en la realización de nuestra tarea y la co- tan realidad humana como la realidad individual? Estudiar los
laboración en la de los demás, como nos encaminamos a nuestra ])rocesos sociales es, en fin de cttetttas, estudiar acciones huma-
realización. EL éthos es el objeto último de la ética, pero no i',as y, en tanto que humanas, moralr:s (moral como estructura).
puede ser el objeto inmediato de nuestro propósito, porque el Según se mostró, «lo nroral» recubre y pcnetra enteramente «lo
éthos sólo puede configurarse a través de los actos y los hábitos, hr¡manor. Puede alegarse además otra razírn más específica-
Por eso la vía más directa para «lograrse,, es la entrega, la mente «sociológica» para hacer ver este aspecto constitutiva-
acción social, la renunciación, el sacrificio, el «darse». El éthos mente ético de la ciencia social. Alfredo Weber y también NIax
no puede perseguirse como el corredor la meta. El mundo no. Weber han puesto tle relieve que la dirección moderna de la
es, como dijo Bernard Shaw, una especie de gimnasio moral historia es de intensificación del proceso civilizatorio'racionali'
para hacer mejor nuestro carácter. El perfe.cionismo, el fariseís- zador, en virtud .del cual hay una invencible tendencia a .,ajus-
mo y el esteticismo que quisiera hacer de nosotros mismos una tar» y «reajustar», es decir, a justilícar (por más que esta <<jus-
obra de arte porfecta, una bella estatua, nos alejan de la autén- tificaciónr) nos parezca éticamente discutible) modos de convi'
tica perfección. Lo más alto no puede convertirse en «fin». Pero- vencia adoptados antes simplemente por tradición. Y la sociología
-ci nosotros nos «damos», también la perfecrción nos será «dadar¡- ((replte» en el plano del conocimiento esta dirección de Ia rea-
El é¡hos, carácter o personalidad moral, es siempre, por lidad. Pero con ello es evidente que crece, tanlo en Ia realidad
supuesto, estrictamente porsonal. Entonces, iqué sentido tiene social como en la ciencia de la realidad social, Ia carga de etici-
esta expresión cuando la usan Scheler y otros filósofos referida dad, y por otra parte, atendemos el <,fin» de la sociedad. EI
a todo un pueblo o cultura, a todo un estamento o clase social, hombre s,e asocia no simplemente «por naturaleza», sino, se-
y qué relación puede descubrirse entre tal concepción y Ia .gún decía Aristóteles, para «vivir l¡ien» (.1 ((por naturaleza»
nuestra? v el «vivir bien» son inse¡rarables, son indisociables); esto es,
Eth.os, en el sentido de Scheler, es el «sistema de preferen- con un fin moral. Y justamente porque el hombre es, por nece-
cias» de un grupo social. La perfección personal de quienes sidad, moral (moral como estructura, m.oralitas in genere ), en
constituyen ese grupo se realiza conforme a'ese sistema de pre- el sentido de que tiene que <<hacer» su vida y no le es bioló-
ferencias vigente, pero no consiste en é1, no se agota en é1. Es gicamente «dada» como al animal, es por fo que es social. Ir¡
como el cauce por el que ha de discurrir nuestro quehacer moral, sociolo'gía se fundo, pues, en la ética (como la realidad social
pero no es nuestro quehacer moral, rigurosamente concreto, per- en la realidad moral) y reuierte a ella. La comunidad es comu'
sona'I, incanjeable, único. F) éthos de Scheler está, pues, más nicación de bienes reales y, lo que es más importante, comuni'
cerca de lo que hemos llamado «idea de la perfección» que de cación de posibilidades. Pues ya vimos a su tiempo que la moral,
la perfección o éthos propiamente dicho, que es el modo de ser €n su dimensión estructural, es pura y sim¡,,lt'mente apropiación
moral, apropiado a través de la vida. de posibilidades. Ahora bien: las posibilidades supremas-la
Sin embargo, bien entendido, el concepto de éthos socíal es plenitud moral, la felicidad-sólo pueden cortseguirse-normal-
legítimo y además importante. Este libro se proponía ser un mente-viviendo en sociedad. Una sociología com¡rleta tiene qtre
tratado de lo que suele o solía llamarse «ética general», /, por desembocar en ética social. Y si se cierra a sí misma esta puerta,
tanto, no corresponde tratar en él temas de ética social. Sin es unilateral e insuficiente. Paralelamente, se tla una unilatera-
embargo, no será, creo yo, inoportuno ni ocioso que a esta altura lidad e insu{iciencia en la ética social clirsir;a. La á'tica social
de la invdstigación mostremos la comunicación de la ciencia se ha orientado casi exclusivamente por modo jurídico-político.
social con Ia ética y su necesaria abertura a una ética social. Era, por una parte, derecho natural; por ott'a, cicn<:itt polín<:a.
lh- ,1,
o§ (l At 369

La afirmación rnoderna de la sociedad {rente al l,stado es el tlucción-introducción necesaria--¿t Ia politita: sin ¡;/rili¿ entle
acontecimento que ha hecho surgir la sociología. Los términos los ciudadanos? sin las virtudes de socialidad, no puede existir
«sociedad» y «Estado» no se identifican ya como en el pasado; una buena politeia. No es éste el lugar de desarrollar la teoría
la ciencia social no puede ocuparse solamente de la sociedad, de las virtuies-y los vicios-sociales. Por otra parte, ¿se tiene
civil (y la sociedad doméstica). Esta primera unilateralidad ha suficientemente presente que es de eso y no de otra cosq I ud9:
sido, por tanto, vencida. Pero la ética social, ¿debe seguir orien- más estudiado ni en abstiacto, con re{erencia a la sociedad civil
tada, como hasta ahora es usual, exclusivamente en el derecho €n general, sino con referencia a la nuestra, a España, de lo
natural? ¿Es exacta la ecuación «ética social : derecho natural qr"irun tratado en buena parte de su obra los pensadores espa-
social»? Creo que no. El derecho natural no es sino la párte: ñoles preocupados por España, y entre ellos, por citar_algunos
de la ley natural que atañe a las obligaciones interindividuales y .,ombies, Unrmunq Ortega, D'Ors, Américo Castro, Sánchez'
sociales dc justicia. Ahora bien: ¿Io primario en Ia ética son Albornoz y Pedro Laín?
las obligaciones, los deberes? Ya sabemos que no. Lo primario, TambiSn podríamos «repetir» aquí, refiriéndonos ahora al
en un sentido-punto de vista «formal»-es el «bien» (bien su- áthos social (iocialidad, solidaridad), cuanto hemos dicho sobre
premo, {elicidad). Y y" hemos visto también que el objeto ple- ,el éthos personal. El hombre en su vida, el español en.su historia,
nario de la ética son las «virtudes» y es el éthos. Pero ya vimos. se han ápropiado, se siguen apropiando, un determina do éthos
el carácter segundo y no primero que tiene en Suárez Ia ley. social, ,n -tdo bueno y malo, virtuoso y vicioso, de colvivir.
natural, y por tanto también el derecho natural, que no es más Y este éthos social ha dá ser tarnbién el objeto {ormal último de
que una parte de ella. La ley natural, impositiva de obligaciones, la ética social.
tiene un sentido de suplencia. El hombre es constitutivamente
moral y ha de determinar por sí mismo su conducta; y lo moral-
mente bueno es 1o que la inteligencia determina como adecuado a
la naturaleza humana; pero justamente porque Ia naturaleza,
abandonada a sí misma, podria equivocarse, nos ha sido otor-
gada supletoriamente la ley natural. La idea dei derecho natural
debe ser manejada en los tratados de ética t'ilosólica y no espe-
cíficamente cristiana (aunque ya sabemos que la ética separada
es insostenible y que la moral tiene que desembocar en la reli-
gión) con una cierta cautela. El apresurado reculso a ampalar
un orden social, político o económico en el derecho natural,
produce con frecuencia en el no cristian«¡ una sensación de
dogmatismo, sobre todo en los manuales, donde no se dispone
de espacio ni a veces del rigor necesario para las debidas preci-
siones. La moral no es, ante todo, cosa de deberes y obligaciones,
sino que éstos tienen un carácter derivado. El punto de ryrtido.
para la ética social es la determinación del bien moral social;
el punto de llegada, la perfección moral, consistente en la apro-
piación de las virtudes sociales y del éthos social.
De lo primero no podemos decir nada aquí porque nos apar-
taría conrpletamente de nuestro tema. Pero afirmamos también
que la ética social tiene que ser teoría de ias virtudes sociales y
del éthos social. Vano será buscar nada de esto en los manuales
de ética social al uso, donde no se habla más que de «derecho
naüuralr>. Y, sin embargo, ahí está la larga teoría aristotélica de
la philía, cuyo sentido es evidentemente el de servir de intro-
(' ,\ Li/'l

Por eso mismo, al enunciarla, como v¿imos a hacer nosotros,


inevitablemente se Ia traiciona ya, puesto que se saca a plena luz
19 tu.e sólo puede mantenerse en la penumbra de la semicons-
crencta.
La conuiccíón subyacente-subyacente de una manera más
o menos consciente, más o ntenos reflexiva-a esta actitud es
la siguiente:
CAPITULO XilV La mu,erte es lo contrario de la vida, paraliza y extingue la
vida. Paralelamente, el pensamíento' de la m,uerte perturba y
LA MUER.TE paraliza Ia vida, le sustrae energías. Es un pensamiento morl-roso,
antivital, condenable, pues, desde el punto de vista pragmático,
-En
esteapartado vamos a considerar, primeramente, las acti- ¿quién se entrega¡á con todo entusiasmo al trabajo, al goce,
tudes actuales que cabe adoptar frente u l" *r.rte. Todas ellas a la «obra del hombre», si mantiene ante sí la representación
envuelven una estimación ética de la ru,uerte o una negaciórr de" de la muerte y su antipragmática consecuencia, la vanidad de
su sentido y, consiguientemente, de su valor moral. Dlspuás, y todas las empresas humanas? Ocurre con \a preoatpación de la
tomado muerte lo que con Ia muerte misma: que son enemigas de la
:-omo punto de partida el resultado de esta pri*.ru ií.
vestigación, trataremos de declarar cuál es el sentido ético-ético vida. La muerte, hoy por hoy, no puede ser elirninada. Pero
y no religioso, si bien, es claro, d" unu ética abierta a la reli-. Ia preocupación por la muerte, sí. Veamos córno.
gión-de la muerte 1. 1) En primer lugar, la naturaleza misma ayuda a ello. A
Las actitud,es usuales la preocupación por la muerte ni corresponde ni es ¡rosible que
f9v unt" la muerte, vigentes por tanto,.
pueden serlo por una doble raz6n: unas, porque efectivamentá corresponda la ímagen de nuestra muerte: la imagen de nues-
son las más usadas, Ias más frecuentadas .rrtr" nuestros contem- tra muerte escapa a nuestras posibilidades de representación,
poráneos; otras, porque, siendo de hecho muy poco frecuentes* porque, en efecto, no podemos saltar ¡ror encim¿r de nosotros
son hoy las más prestigiosas o, p,or decirlo ,rí,'1", más acredi- mismos. En este sentido todos somos ideailístcrs, y este idealismo
tadas. existencial es, precisamente, la raíz del idealismo filosófico: no
. A mi parecer, las actitudes usuales hoy ante la muerte-usua- podemos imaginar nuestra muerte, nuestra eliminación del mlln.
les, repito, bien por más frecuentadas, bieí por más acreditadas- do; no podemos imaginar-pensar sí, pero no imaginar-un
son cinco, Qu€ denominaré así: la muertebludida, la muerte ne* mundo del que hayamos desaparecido n<lsr:tros.
qada,_ la muerte apropiada, la muerte buscada, la muerte absurda-
¿Hasta dónde llega, a lo sumo, nuestro poder ile represen-
Estudiémoslas separadamente. tación? A imaginar nuestra muerte como la pérditla de todos
nuestros miembros, como la aniquilación cle nucstro cuerpo o,
LA MUERTE ELUDIDA dicho con más rigor, a una es¡recie de paraclójiczr utnputación
tot'al.
Es evidentemente la actitud más frecuente, aunque nunca se Considerada esta representación dc otr'¿r manera, la márxima
formule de una manera expresa. precisamente su áaracterística tentativa del hombre es la de ver, imaginalivflnrentc, srt itropirr
es ésa, la de permanecer siempre inexpresada, aludida y elu.licla. entierro; pero es clat'o que el yo no es nunca irnaginativamerlte
eliminado, puesto quo subsiste precis¿tmente viéndolo. De esta
!u- Rrrt. primera y más extensa de este capítulo refuncie las pá-
ginas del arrículo que, bajo el tírulo de uLus altitrá.. u"ruol"s imposibilidad de imaginar la mue¡te procede su inevitable sus-
la m,erte- y la muerte crisiiana,,, ha sido puuri.rJo-'.n-"t n,inr. 96 anre
(cli-
tantivación: nos la representamos sienrpre, bien alegóricamente,
c.iemb¡e de l95i) de la revista cuatrerno, irirponoo*iriránor.
El ¡rúrcleo hien personificada por modo fantasmagí»'iccl o espectral, o, on
de tal artí_culo procede de una comunicación llevacla' o 'lu. con'ersa- fin, sustituida por los muertos. Hoy, p,ues, en resumen, una
ciones católicas de Gredos del año 19s6, a fin de
punto de-partida para un diálogo. Al ser converriclo lue
si.vi".e como intposibilidad natural de la represe'ntació¡t d,e ln mu,e'rle.
en arr.ículo se ha
enriquecido con diversos complementos y observacion.. qu" ., aquel 2) En segundo lugar, a esa imposibilidad cle re¡rresentación
diálogo se aportaron. Es para mí un debei muy grato hacerlo constar así. corresponde una replesión natural del perusamient'o'de la rnuerte,
'l'7,) /E (' (: Al 373

especiainrente durante Ia jtruentud. Los jóvenes, normalr,ente, aún puede echarse mano de otro ex¡'rediente que Max Scheler ha
no piensan en la muerte, sin duda porqu", como dijeron Aristó- visto bien.
teles y santo Tomás, tienen *u.Éo futuro por dllu.rte y por La existencia humana cada vez se distancia más-en todos
ende mucha esperanza. los órdenes-de la natural eza) para moverse en el plano de Io
Por consiguienle, la supresión de la enfermedad y cI dolrir,
,la conservación artificial. El mundo se concibe, For ejemplo, en Heidegger-al
de la salud y la abertura de posibilida,le. ,itule., menos en el primer Heidegger, de sein und, zeit,-como una
en todos los órdenes y para rodos los hombres, cualquiera quá y lu "l
Óitución, como una grandiosa {ahri'
giguuter.u {actoría,
ErZlO.,. Arti{icialiduá qr", ciertamente, no elimina el fallo,
sea su edad, ¿,o podrían procurar una prolongación de Iu ju- la
ven[ud y, con ella, un alejamiento de la -idea J. l, muerte? si ;;;iir;";cia, el ,rrr. Ál contrario, no sólo no los elimina' sino
logramos sentirnos jóvenes es como si {uésemos jóvenes. Ahora que los supone.
bien: para_sentirse joven no basta con gozar de plena salud y Pues bien: a esta creciente arti{icialidad de la vida corles'
bienestar. Hay que eliminar esos signos ixteriores'-costumbres ponde el creciente sentir moderno de toda rnuerte como muerte
propias de cada edad-que iban señalando antss, inequívoca- artilicial.
Efectivamente, por una parte, ¡ocurren hoy tantas muertes
-
mente, el paso del tiempo y, con é1, el acercamiento de la muerte.
joven implica hacer lo mismo que los jóvenes: bailar, prac- por iccid,enre,! EÍ accidente y e-¡1 otra muerte arti{icial que es
!".
ticar deportes o, por lo menos, llevai un atuendo deportivo, vestir Ia occisión constituyen en realidad los esquemas de muertes
juvenilmente, etc. áracterísticos de nuestro tiempo. Y por otra par'te, el hecho de
De este modo conservamos la ilusión de permanente juventud, qut i""o"table gente haya -u"lido muriendo, hasta hace unos
)'r con ella, mantenemos a raya el pensamiento de la muerte. ;;;r,- prrqu, ioa'rría no'se habían inventado las sul{amidas, la
nos impulsa a considerar
Porque si bien es verdad que la preocupación acerca lo lejano, f""iáiii"", lu t".rrmicina, etc., ¿no
producidas por accidente, por
iambién todas esas muertes como
acerca la muerte, también lo es....-y con ello afinca una natural De este modo se
el accidente de que «no se llegó a tiempor?
propensión humana--que la juveniiización aleja lo cercano, aleja
la muerte. La acercan y la alejan, respectivamente, como pen- ,i.ná" a consideiar toda mueit" "omo muerte artificial. Hoy
samiento, es claro. el cáncer produce muchas víctimas. Pero mañana, en cuanto se
3) Pero una cosa es alejar la muerte como pensamiento y hoy. d.r.ub.ierto eI medicamento oficaz, Ya.nadie más morirá de
otra muy distinta es alejarla como realidad. Ahora bien: jpuede ,iá.r., de ia rnisma manera que una m'ás perfecta regulación
alejarse la realidad, el acontecimiento biológico de la muerte?
del tráfico evitará muchos atropellos. Es claro que siempre
quedará un margen para el azar. Sí, las gentes seguirán mu'
Evidentemente, no sólo puede alejarse, sino que de hecho se está
,ierrdo; pero todás, de ,r" manera u otra, por accidente'
alejando. Hace un momento veíámos que lá medicina y la hi-
Hrrtu aquí hemos visto que la naturaleza misma inclina a
giene modernas están prolongando la juventud. La verdad es reprimir la idea de la muertá, que nosotros ayudamos y forza'
que también están prolongando lu vida. Pero nuestro tiempo, con
mos esa represtón, que Ia prolongación de la.juventud y-la pro'
su ciencia y con su pseudociencia, hace todavía más: fomenta la
longación áe l, vidá contribry"n al mismo efecto Y, €n {in,- que
esperanza p'seudocíentífica de, en algún modo, no rnorir, de .t .lqr.*a, cada vez más vigente, de Ia «muerte artiiicial» {avo'
alejar, tal vez indefinidamenre, la müerte. Esta era una temá- rece este proceso de elusión.
tica espelanza. del progresismo, esperanza expresada abiertamente S) Si pero para derribar este muro que tan cuidadosa-
por Condorcet y que, inconfesada, difusamente, sigue operando mente habíamos lávantado con el {in de que nos ocultase lo que
h.oy, porqug, pese a ciertas anariencias, queda mucho progre- no queríamos ver, ahí está e) es¡tectúculo de lu' nuuertc. Es ver'
sism<¡ aún disuelto en nuestro tiempo. dad que no podemos imaginar, que- no- podemos ver nuestra
Merced a esta vaga esperanza se fomenta un deslizamient' muerte; pero, en cambio, vemos cada día la mue'rte del o¿ro'.
del plano del pensamiento al plano de la realidad; es decir, se ¿cómt se las entiende la oscura voluntad de -represión
con
fomenta el equívoco de que al alejamiento de la idea tle la muerte esta inesquivable realidad de Ia muerte del otro? Por de pront_o,
corresponde un alejamiento de la realidad de la muerte. se puede evitar el encuentro con los muertos. En este sentido
4) Naturalmente, esto es sólo una esper anza. Entre tanto, ha escrito Heidegger: «En el morir de los otros llega a ver§e
374t8 tl (' .\ I ;i75

una inconveniencia social, cuando no toda una falta de tacto, que


bueno. Hoy hay todo un condicionamiento p'ara la muerte. La
debe ser sustraída
sacados, como se hace.a la publicidad.» Los cadáv".", pu"d"i .r, «anestesia»-entendida esta palabra en su acepción más am-
ón hs cünicas y sanatorios, por una plia-priva al moribundo del sentimiento de su muerte inmi-
puerta trasera, rpara que nadie los vea.
nente. Se le atonta y adormece mediante unos medicamentos que
Pero tal vez más tranquilizador, a ra rarga:
-el ![ue este esca- de ninguna manera sirven para sanarle, pero sí para «,alterar>,
moteo'de los rnuertos se" aceptarlos ror, ñriur"lidad, .orno su muerte: pBrE enajenársela. Dentro de una auténtica concel)-
coso corriente. Digo como coto) es decir, no .o*o
muertq», no como «otro yo» que acaba de morir. pensemos
nhombre ción cristiana, al moribundo se le preparu par(t bien morir,
en para lo cual se empieza por advertirle la p,osible inminencia de
qug, según-ha ieferido Evelyn Wrugh, ," inflig; su muerte. También dentro de esta concepción se' le prenaro,
:1,11r:l*te:rto
a los muertos en América. se Ies pinta y aóicala .o*o si fuesJn
pero al revés, drogándole, insensibilizándole para su muerte.
los ¡etratos de los muertos, como .i fr"rrn raproa*.iones suyas
Los moribundos son reducidos a enfermos que, como decía llilke,
en cera, museo Grevin al alcance de todos los muertos. pens"áos
mueren, intercambiablemente, en 559 camas, fabríkmiissig. Su
en ese odioso lenguaje según el cuar un muerto es un «fiaimbre»
y el asesinar es «<liquidar». Tratar a los muertos como cosas es muerte propia les ha sido concienzuda y deliberadamente sus-
traída.
un medio de eludir la.muerte der otro. El empleaáo del cemen-
terio, o simplemente el que tiene su casa junto'al cementerio, Hasta aquí hemos considerado una de las actitudes actuales
tal ante la muerte, Ia más usual, Ia que consiste en-dentro de lo
vez, por paradójico que par€zca, están 1". mejores condicio- posible-evitarla; es decir, encubrirla y eludirla. Actitud que
"n una época, toclavía
ne§ para no encontrarse con Ia mue¡te. Hubo
constantemente estamos adoptando todos, cristianos y no cristia-
en. que se consideraba de mal gusto, irfluro intelec- nos, y que, evidentemente, no es una actitud cristiana. A con'
1o,leiala'
Iul r literario, hablar de Ia muerte. Hof ocurre Io contrario.
Pero Ia ¡nuerte puede ocultarse tanto silentiándola como hablan-
tipuación vamos a hacer referencia a la segunda de las actitudes
al principio enumeradas, la actitud que hemos llamado de Ia
do de ella.
muerte negada.
Esto en cuanto a la exterioridad, en cuanto al encuentro en
la calle, por decirlo así. Pero dentro de esta línea cabe hacerse LA MUERTE NEGADA
todavía una reflexión muy apta para tranquilizar (por lo menos
en el plano de lo pensado). cónsiite en hac.r u", quJ, como
expe- Consiste en quitar gravedad a la muerte, en considerarla
riencia, nadie muere para sí, sino que cod,os sotamente como simple pasaje. En los escritos socráticos de Platón, y sin-
^rii*o,muerte. Es
pard:'bs. olros, nunca nos encontramos ,con nuestra
gularmente en el Fedón, se presenta Ia muerte como una mera
Ia tan eonocida reflexión de Epicuro: «Mientras tú existes, no
apariencia. La vida, dirán después estoicos y epicúreos, es como
existe_la m.uerte, y cuando Ia muerte sobreviene,
.

tíl'» Yo y mi rnuerte somos incompatibres; .runá, t' rio existes un teatro: si la representación nos aburre, no tenemos más que
eila venga salir de é1, pues, agrega Séneca, patet exitus, la puerta de salida
estaré yo para experimentarla. serán los orros quier,"es
itend¡án
lrg q-ue entenderse
con mi muerte, quienes tendrán que
está franca. Pasar por la muerte sería, pues, según esta concep-
por tanto, ción, como pasar por una puerta.
_ocuparse de ella y_con ella.
Io que nunca tendré que ocuryrme? ¡ ¡
¿a qué pre-ocuwrm¿ de Importa mucho hacer referencia a est¿r actitud porque es
tal vez a la que más propensos estamos los cristianos, sobre todo,
6) sí, esto es verdád. Pero'aun cuando la muerte, mi rnuerte, es claro, cuando nos encontramos, a la vez, {ervorosos, exultarttes
nunca llegará a hacérseme presente-como ocurre en
los cuen- y oon buena salud. Con frecuencia, cuando se habla de <<muerte
tos macabros-, sí-puedo sinrí,rla acerccffse. A veces, es
vercrad, cristiana», un entusiasmo espiritado tiende a dar poca impor-
la muerte ocurre dó repente, bruscamente, repentinamente, sin
tancia en la dialéctica vida-muerte-supervivencia, al momento in-
tiempo para nada. Peró otras se r,a u" ,riír.'¿cá-o
eludir ra termedio, al momento o, como suelá decirse, a la «hora de la
muer,te en estos casos? Antes sóro se disponía-iparte
de la obra muerte».
de la-naturaleza, que, a veces, sume al mo¡ibunáo
an ra incons- Fingir demasiado {ácilrnente la continuidad de ésta y la otr¿r
ciencia-, sólo se disponía, diqo, de esas n*"ntir* piadosas»
vida, llevar a cabo. en idea, un pasaje r:órnodo y rápido a la
con las que *e ,procuraba haceire cr'er que pronto se pondría
nmortalidad, es otra sutil manera de eludir la gravedad existen-
l) () () 't' (' .\ / :177

cia! de ia muerte. I)entro de esta línea suele decirse que la muerte ce¡rción, Ia mucrte tlueda tot¿rlnletlte incorporada a Ia vida, di-
es el encuentro con el amor y otras cosas semejantes, bellas, pro. suelta en todos y cada uno de sus momentos-
fundas y verdaderas. Pero no debemos olvidar que esa lriiuo En nuestro tiempo ha habido dos grandes intentos de apro-
tiene su ,precio, que es, por una parte, una vida piadosa, pero, piación de la muerte: el de Rilke y el de Heidegger. Examiné-
por otra, un trago amargo, el de la muerte. moslos separadamente:
No niego, ciertamente, que quepa una actitud «natural» ante 1) Lá muerte es el término, el {in de la vida i por tanto,
la muerte, según la cual se muerá casi como se nace, en con- pertenece a ella. EI residuo comatoso que prolonga el acto propio
formidad y sosiego, de acue¡do con una religiosidad que acepta de morir es, ,para usar el lenguaje de los matemáticos, un residuo
las cosas como son. Todavía se ve morir así a algunas gentes en enteramente despreciable. Por consiguiente, lo que verdadera'
el campo. Pero temo que para nosotros, tan lejos de la náturaleza mente importa ei, la muerte, lo que tiene de acto final,- se puede
y d" la naturalidad, sea ésta una actitud en realidad inadopta- y se debe incorporar a la vida. Tengo que hacer- de la muerte
ble. Pe¡o entonces no tenemos der,echo a fingir que la adopta- --di." Rilke-mi muerte propia, preparada y con{ormada, «tra'
mos. No tenemos derecho a negar la muerte cuando 1o que nos bajadar> (arbeiten) y .,dada a luz» ( gebiihren/ po, mí mismo.
pasa es, sencillamente, que la sentimos lejos. Es-el primer estadio-el más conocido también, el de los Cua-
No niego tampoco que haya cristianos que, aun sin esa dispo- d,ernoi de Maltz Inu.rids Brigge y el Líbro de Horas, y que más
sición, en cie¡to modo «naturabr, a la que acabamos de aluáir, nos importa aquí-en la concepción rilkiana de la muerte.
se hallen tan acendrados ya que reciban la gracia de no ver Su riesgo es, evidentemente, aparte el de querer «dominar»
más que la rotura de «la tela de este dulce encuentro». Pero la muerte, el de caer en una espeóie de esteticísmo ¡ágico. El
no olvidemos que fue el mismo San Juan de ia Cruz quien habló de que el muriente, no queriendo morir ((como los demás», sino
también de «los aprietos de la muerte» y quien llamó al morir de una manera «elegida» y «artísticar), se cotrlponga para la
<«subir por el desierto de la muerte». muerte como quien se compone para una grande y dramática
La verdad es que las más de las veces nos cuesta trabajo dejar fiesta. Frente á esta desmedida pretensión de apropiación total
el mundo y que hasta nueva orden-o nuevo orden-la- *u.ite del sentido de la muerte, hay que afirmar, desde el punto de
será siempre triste. No neguemos, pues, la realidad. En otras vista cristiano, que la muerte no es sólo un acno del muriente,
ocasiones hemos visto cómo una frecuente deformación del cris- sino también, y sobre todo, un destino suyo' algo que se hace
tiano «pío» consiste en no dar toda su importancia a las empre- con é1, que no hace é1. Es verdad que también hay una- apro'
sas mundanas. Pues bien: otra posible deformación consistiría piación cristiana-ascótica-de la muerte, y por eso a tal ascé'
en no advertir toda la tremenda gravedad de la muerte. Yo en tica se la denomina r«mortificación». Pero el cristianismo nllnca
definitiva-salvo los casos, repito, en que sea así concedido por ha pretendido reducir la realidad de la muerte a mera morti'
la gracia divina-, sería otra manera de eludir el cuidado de ta ficación.
muerte. Las posteriores actitudes de Rilke nos interesan menos, den'
tro de ¡¡sstro actual contexto. En el segundo estadio de su pen'
LA MUERTE APROPIADA samiento, al que corresponden las obras más importantes, la
atención se proyecta, no tanto en el lado humano de la muerte
Las actitudes hasta aquí consideradas rechazan la muerte como en el uhtrahumono. La «despedida» es considerada como
porque la consideran contraria a la vida. Contraria y, por tanto, situación fundarnental de la existencia humana, y la muerte es
ajena, extrínseca. Pero ¿esto es verdad? designada con una serie de verbos-überschreiten, übersteigen,
Los estoicos consideraron ya a Ia muerte comé el constitutivo übergehen-compuestos todos con el prefijo über. Lo que im-
mismo de la vida, si se Ia mira por el envés; quiero decir que porta ahora, sobre todo, es lo que la muerte tiene de un tras'
hacían la muerte coextensiva a la vida, extendiáa a lo largo de cender a un «más allá» misterioso, místico y transpersonal. La
ella, recubrióndola totalmente. Quotidie mo,rior, decía Séneca. La muerte es alabada ( preisen) , cantada ( singe'n) y glorificada
muelle no está «delante» de nosotros, sino también «detr.ás», ( rühmen) .
puesto que desde que nacimos estamos muriendo; la «cuna)) Bollnow, en su libro sobre Rilke, ha señalado un posible
y Ia «sepultura» se hallan juntas, dijo Quevedo. según esta con. tercer estadio que estaría representado rprincipalmente por Ias
378t8 't' DI TI o E
,1,
(: .1\ Ll7!)

po-esías últimas en francesa. ljentro de él parece con- lista, que está montacla sobre si nlisrllir y no sobre la realidad,
-lenquq
cebirse una nueva felicidad de la existencia, toda rn.iiodíu y ve- perscinde de lo que se le resiste; pero eso de que prescinde si-
rano: una «presencia pura» que sería salvación de la mueri. gue ahi.
el sobrenatural ser pleno y presente. ".,
2) Heidegger, en ciertó Eodo, y por paradójico que pa- LA MUEIiTE BUSCADA
rezca, no está lejos de la famosa sentencii de Epicurá uni*,
citada. En efecto, Heidegger distingue tajante..ri. la muerte Fue Freud quien a{irmó la existenci¿r «le un impulso tanático,
gonto heclw, el hecho de terminar fírica, iealmente, la vida, y de una tendencia a la clisolución o inilrulso de retorno al estado
la muerte corno cuidad,o o pre-ocupación, el pensar anticipatoria- inorgánico. Cuando este impulso se convierte en actitud, lo que
mente rni propia r¡nuerte.
sin duda ocurre a veces, puesto que hry genles que quieren y
La muerte corno «hecho bruto» es absolutamente inapropia- buscan la muerte, ¿cuál es el presulluesto de tal actitud? Evi-
ble. En efecto, con la muerte se cornlpleta la existencia justa- dentemente, la creencia en la nada tras la muerte. Pero la nada
mente cuando ésta se acaba; la .ganancia se vuelve simultánea- puede entenderse de dos maneras distintas: bien creyendo que
mente pérdida total, Entre la mueite en este sentido y la vida no
tras la muerte no hay nada o bien crcyendo que lo que hay tras
hay, pues,-conexión real; a lo sumo, rnera tangencia. se trata la muerte es la nada. Es decir, ponienclo el acento, bien en el
he-g|ro que-como pensaba Epicuro-of icto a los otros ((no»" bien en la unada». En el primer caso esta actitud implica
9".rn-
(mis farniliares, mis por lo cual Heideg.
3misos), p"ro ,o a mí. la pretensión de apro¡riación total cle la nlucrte. Lo positivo de
ger se desentiende absolutamente de él-y ahí estriba pre"isf- ésta, que depende absolutamente de nuestra volrrntad tanática,
rnente, corno veremos luego, la insuficiencia de su ráflexión suicida, sería el «morir», una cosa más que se ipuede hacer:
sobre la rnuerte. trabajar, divertirse, ciormir, morir. Es la muerte-utensilio, como
con la muerte camo hecho se completa-sólo para los otros- se ha dicho, tras la cual no habría narla ¡n¿is. Pero en la nada
mi ser, realm^ente. Con La m,uerte 6o,mo
We-o,cu,Wf¿óz se com- clue habría tras la muerte puede verse también algo en cierto
pleta-.para mí-rni ser, existenciolmente. '
-

modo positivo: el descanso para siempre en el seno del mundo,


. La «anticipación» de la mue'te en que consiste el cuidado de o el nirvana, o Ia unada» en el senticlo del epílogo del Was ist
la muerte-expreso, sobre todo, en la angustia-, nos permite M etaph,y sik?, de Heidegger
tener por antícípad-o-es decir, de ra únici manera posible para En el primer caso, la ((muerte huscacla» viene a reducirse a
nosotros-, no realmente, es claro, t¡ero sí existencialmente', nues- ((muerte apropiada». En el segundo, a ((rnuerte negada».
tro ser total. siempre somos ya-ásto es lo característico de la
existencia humana-lo que todauía no sornos i por tanto, cui-
dando de nuestra muerté, nos la apropiamor, no, Ia incorpora- LA MUIIRTN, ABSURDA
*or..,19. qy" _era puro <.hecho bruto» se convierte en la .,,p'r"*u
posibilidad. Estábamos sometidos a la muerte y nos volvemos La meditación de Sartre sobre la mucrte es irnportante pre-
libre¡ para la muerte. La muerte queda así plenamente interio- cisamente porque, merced a su radicalidad, cierra toclas las {alsas
rizada. La muerte se convierte en acto humano, en acto libre. salidas que hemos analizado hasta trquí. (lomo ha escrito Pedro
_Naturalmente, y conforme indicábamos antes, lleidegger ha Laín, «a Sartre hemos de agradecellc siempre su lucidez, su
podido incorporar la rquerte a la ribertad precisamente porclue radicalidad y
su consecuencia». Sartre mantiene ante sí las dos
desdeña en ella el acontecimiento real y se dásentiende de át caras d.e la muerte: de un lado, lo que la muerte es ¡rara la
pá."
no retener más que el cuidado de la muerte. Efectivamente, e,-, la vida; del otro, Io que la muerte es como hecho inasimilable.
muerte hay algo- qu-e €s pura interiorización: el pensar en ra Esta segunda cara es para é1, como p¿rra nosotros, la más im-
rquerte, el cuidado, la angustia. Pero también hay algo qr" ,ro portante.
puede humanizarse, que está ahí, frente u noroíros, resistente En cuanto a la primera, Sartre piensa, contra Fleidegger,
y opaco, que no puede «anticiparse» con el pensamiento: es que la muerte, vista desde mi vida, interiorizada, no es una
l. «hora,!* lu muerte», es el ácaecimiento real de la muerte. posibilidacl ,mía, ni mucho menos la posibilidad suprema, sino,
La filosofía heideggeriana, que, en última instancia, es idea- al contrario, la néantísatí.o¿ de todas mis posibilidades.
,r80 / ti I t_l r, 1t At 381

- l'ero nos importa más ei aspecto clue lleidegger había des-


deirado, el <,hecho» de la muerte. Para Sartre lá- muerte conlo
el que nos coffLprende a nosotros. La cuestión estriba, pues, en
si existe o no un misterio que nos comprenda.
lreclro es ]iuro azar, contingerrcia, ext'eric¡ridad y no int¿ríoriza- Si muriésemos ante nadié, la muerte, en efecto, sería absurda,
ción. A veces nos resulta tan evidente que la muerte. efectiva- porque nadie podría darle sentido. Si muriésemos solamente anfe
mente, «rtrunca» la vida, que hablamos en tales -basos del «malo- io, ho,*b.ur, iambié, sería absurda, porque éstos dispondrían
grado,> Fulano o Zutano. ¿Cómo incorporar entonces a la vida abusivamente de algo que no conocierón más que en su exterio'
lo que es raclicalmente extrínseco a ella? Podría contestarse que ridad; dispondrían de una vida muerta. Pero San Pablo dijo:
<<eligiendo» la muerte, esto es, mediante el suicidio. Pero sólo «Ning,rno lor.r" para sí mismo, morimos para el Señor'» Dios
des¡rués de un imposible y sobretemporal «ver» como habría nos tiene ante sí üt.ror, como nadie, nÍ nosotros mismos, dando
sido Ia vida de no haberla puesto fin con el suicidio, podríamos el salto de sobrevivirnos a nosotros mismos, podría tenernos'
saber si éste {ue acertado o no, si acabamos la vida cuando Y porque morimos antu Dios y hacia Dios, la rnuerte tiene sen'
convenía, si acertamos con la eukairío. con el momento oportuno. tido.
La muerte priva a la vida de toda signif icaci 6n, y no es, no He aquí cómo la meditación de Sartre, desvaneciendo toda
puede ser, una estructura ontológica de mi ser, en tanto que clase de iiusiones, ha sido una auténtica «reductio ad absurdum»'
«para mí>r (pour-so'í), sino en cuanto po,ur-autruí, a los ojos Después de él ya no caben paliativos, términos medios, -qgño:
del otro. Aunque a su manera, también Sartre viene a admitir calientes, ya no nos queda *át qu" elegir, sin tertíutn posible, el
la concepción de Epicuro: morimos para eI otro, sólo el otro absurdo o el misterio, el nihilismo o Dios.
puede dar sentido a nuestra muerte; sólo el otro tiene ante sí
mi vida entera, para disponer de ella como quiera. Para mí,
mí muerte' os simp,le'menle obsurda, SE¡ITIDO trTICO DE LA MUERTE
Nosotros podemos, si se quiere, morir auténticamente o in-
auténticamente. Sí, podemos jugar a ese juego. Pero la verdad La muerte, colno realidad, hemos visto que no es apropiable
es que, aclemás de eso, más allá de eso, morimos. Morimos. éticamente de una manera intrínseca porque nos desborda y
como clice Sartre, Wr dess¿¿s le mnrché. estamos envueltos en el misterio del que ella {orma parte' Pero
entonces, ¿cuál es su sentido ético? Esta es la pregunta que ahora
* debemos responder.
xavier Zubiri ha puesto de manifiesto, conlo ya vimos, q_ue
Hemos ido viendo que la muerte es ineluclible, innegable el tiempo no es sólo duración, como- pensaba .la filoso{ía clá'
e inapropiable. Hemos visto también que aun cuando la bus- sica, y que tampoco la comprensión heideggeriana del tiempo
como-{ufurición agota su esencia, sino que el tiempo posee una
quenlos y la provoquemos, no por eso logramos hacerla nuestra, -el
tercera estructura, emplazamiento. La vida es constitutivamente
ni tampoco pasar sob¡e ella. Y ahora, al {inal, ha venido Sartre
a confirmarnos con tremenda energía en lo que había:nos visto. emplazamiento, plazo. ios días del hombre están contados-ios
El cristiano cuenta siempre con el hecho inasimilable de la udía, contaclos» de que hablaba Ortega*, y este hecho coloca
éticamente al honrbre, al limitado plazo de que dispone, y a !9
muerte, doblemente inasimilable, tremenda contradicción de «ha-
que, mientras dura, hace, en una ir, "o*plLtamente nueva' El
be¡se ido», y, sin embargo, «quedar ahí» residualmente, en pu-
tiempo comprendido como futurición y proyección puede^en'
tre{acción. La muerte trasciende a la vida, es la primera «postri.
contrar su punto final en el fracaso, pero- no- en la muerte. Sólo
mería», es un eskltato'n o realidad escatológica, extrema, tras-
se puede .rt"nde. la vida como *oitol desde la estructura del
cendente.
emplazamiento.
La muerte, pues, no puede ser humanamente comprendida. La vida, considerada éticamente desde el punto de vista del
Pero ¿esto ocurre porque es absurda o llorque constituye un
emplazamiento, consiste en un <<mientras»; <<mientras seguimos
misterio? Quizá no podam os comprender la muerte porque es viviendor, según la expresión de Zubiri. Pero ¿h,acia dónde se-
ella, o mejor dicho, el misterio de que ella forma parte, el que guimos viviendo? Expresado negativamente, .hacia la muerte.
nos ciíre, desborda y envuelve, porque es el misterio de Ia muerte
É*p.r.udo positivameñte, hacia la autodefinición, hacia la con'
/t) TI o.\
secución y posesión de sí mismo por apropiación de posibili.
dades.
, En el capítulo anterior hemos visto que la vida, mientras
d.ura, por muy endu¡ecida, po-r muy empedernida, por muy obs-
tinada que esté, es siempre ieformable, y aun refoimad", ,Lnqr"
sólo sea para endureceila más. Cadu un, de nuestras acciones
determina, p-e_ro-no termina nuestro éthos, es d,elinit,oria d,e nues-
tra personalidad. Delinitorid, pe.ro, como dice Zubiri, no ctefíni- CAPITULO XXV
tíaa_. Delinitiva, terminadora y- terminante, no hay más que
un":
la del instante en que- queda decidida para siempre la figura de REPETICION PANORAIViICA DE tA INVESTIGACION
felicidad que hemos elegido, que hemos preferido', lu d" la uhora
de Ia rnuerte». Y Ia sanción no consisie sino en hacer que el
Solamente ahora, cuando ya hemos terminaclo la invcstiga'
hombre sea-plenamrll" y para siempre aqueilo que hu qr*.ido
ción, estamos en condiciones de reflexi()nar sobre nuestro nté-
ser, en que ia figura {ísica y moral dé felicidad quede y" ir.e{or-
todo. Toda la investigación ha tendido, si bien se rnila y como
mable, en que la vida se iransforme en destinación eterna. En
este sentido ha dicho Zubiri que llevamos en nosotros mismos
al principio dijimos, a conquistar una cabal defíniciór¿ de Ia
ética. Pero la palabra <rdefinición>, ¡rucde signi{icar clos cosas:
!!"lo o In{ierno: Qu€ la gracia y el pecado son, en potencia, el de-finición o delimitación y concepto. Lo primero {ue consegui-
Cielo y el Infierno.
do, al par que la fundamcntación, en la primera parte, soble
El alma del pecador, al quedársele inmovilizada con la muerte cuyos resultados no hemos de volver norque ya fueron reca¡li-
Ia voluntad, que estaba pueita en la aversión de Dios_pues en tulados al cerrarla 1.
esto consiste fundamentalmente, corno vimos, el pecaclo morta)_, Tras aquella primera fase quedó delimitado, de'{inido en
«elige» su conden^tÍn: que no es, en esencia, .ino la privaciírí sus límites, ad efrlra, hacia fuera, el objeto de nuestra ciencia.
absoluta de Dios. El destino del pecador es ,u ,*p."amiento Después fue menester el apoderamiento real del objeto, su apre-
sempiterno. hensión distinta ad inlra, la colocación del «de suyo)) de las
. El hombre queda.unido para siempre a aquelo a que estaba cosas ante nosotros en un determinado ángulo de perspectiva.
abrazado al morir. Li.gado nó sólo a lá fericidád .o*ún, como Es lo que se llama modernamente temat'ízación. Pensemos, por
lo,estuvo ".,
por vida, sino también a aquella especial
d-9 disposi- ejemplo, en la constitución del objeto material de la ética. Pa'
ción-«qualis est unusquisque talis et finis videiur eir-ápro- reció en un principio que lo formaban solamente los acto¡.
prldl. en vida, I. por Ia cual desea esro o aquello bajo razón de Después se vio que éstos se hallaban en conexión con los hábi-
felicidad. Esa dispositio de que habla Santó Tomás es el éthos tos. Más tarde se comprendió que éstos debían ser entendidos
de_ que hemos tratado
9t capítulo anterior y a lo largo d;
todo este libro. No la vida,"lsino lo que, viviendo, hemos hecho
desde la totalidad unitaria de la vida. Pero, cerrando el círcuio,
vimos que ciertos actos privilegiados podían modificar el scn-
de nosotros mismos. En último término, el objeto formal cle Ia tido total de la vida y, en todo caso, que era a través de ell,.rs
ética. como se comprendía ese sentido total. Vemos, nues, que la
aprehensión real del objeto material ha consistido en el descr.r-
brimiento de su interna alticulación circular acto-hábito-vida-
acto. El descubrimiento clel étltos y la prioridacl, corlro objeto de
la moral, de él y de las virtudes óticas, así como, haciendo el
tránsito del objeto rnaterial al ohjeto formal y de Ia moral corno
estructura a la moral como contenido, la contracción dcl t,ien
supr€mo o felicidad, la determinrción de las rcguLae morunl
I Se refunden a continuación pírginas publicadas en el núnr. 26 de
La Reuista de Educación, bajo el título de ul-a enseíranza de Ia lltica,,.
/Es tl OS (' o s (' \ / J,§,í

-"uboldinarlas a la ccrnsecución de at¡uélla y el desiizanrierrto t.le Ias virtudes, distinguc el conocimiento de la verdad ex doctrina
Ia virtud de la prudencia, del reino de lo puramente intelectual y ex inuenlione, aprendiéndola de otros o encontrándola uno
a ser una vi¡tud al par intelectual y moral, son otros tantos pasos mismo 2. Es el tan debatido problema de si se enseña filoso{ía
decisivos para la conceptualización fundamental de la filásofía o se enseña a filoso{ar. Filosofía y {ilosofar o, como decíamos
moral. Mediante sucesivas distinciones articuladas en el seno del antes, ciencia y método, son inseparables. Si se pretende enseñar
objeto se va desplegando progresivamente el sistema; mediante solamente a filosofar, no se enseñará mucho más que a divagar
sucesivas revisiones de los conceptos fundamentales se ensancha en torno a la filoso{ía, sin conseguir entrar en ella. Si se pre-
y afirma la ciencia. Deslinde y desgajamiento, conceptualiza- tende enseñar solamente filoso{ía, se suministrarán, a modo de
ción o tematizació. y sistematízacióñ-luego hrblrr.*os tam- recetas, unas respuestas que no responden a ninguna pregunta,
bi:l de Ia <«repeticiór))-r han sido las eta=pas metódicas reco- puesto que nadie puede preguntarse nada decisivo más que
rri das. filosofando.
. Estas etapas, mutatís rnyfanflis-.que no es poco-, son las
de constitución de toda ciencia. Pero la ética es, en un determi-
Ahora bien, el profesor de ética posee, mejor o peor, su filo-
sofía, la filosofía moral. La ha recorrido completamente una
na.do sentido, ejemplar. En efecto, toda ciencia es un corr¡porta- y otra vez. ¿C6mo librarse de caer en mera transmisión de lo
miento; per-o la moral es el comportamiento por antonomasia. que «sabe»? Se diría que andando una vez más con sus discí-
De ahí que el método de la ética-;l «camino, dL la vida moral- pulos el camino que se abrió ante é1, hace ya tiempo, cuando
rros prerente vívida, dramáticamente, lo que el método de las adquirió su ciencia. Pero ¿cómo podrá desvanecer en sus dis-
cienciaq_ puramente especulativas nos re-presenla sólo teórica- cípulos la impresión de que no está haciendo más que transitar
mente. Veamos esto. monótona y rutinariamente una vía que carece ya para él de
La tematización se hace siempre desde un principio o prius tcdo interés de investigación, porque sabe muy bien adónde
hacia el cual se hace converger, co.ro razón de ser,'lu ."aiidrd conduce? Recordemos lo que antes decíamos de la «ternatiza-
entera; ción» y de su última etapa, revisión o «repetición» de las pre-
.es lo
que Platón llama agathón y Aristóteles télos o agd,
thón. Ahora bien: este télos, esle agathón, lo son en la ética-en guntas fundamentales. Ninguna ciencia está nunca completa y
sentido eminente: el {in último de la vida, el agathón que ade- definitivamente constituida, ninguna ciencia se encuentra nunca
más de serlo «en común» lo es en sentido moial. Esa interna in statu perfecu. Cada paso hacia adelante no es propiamente
articulación de las cosas, ese carácter «respectivo» de la realidad, tal mientras el avance no sea incorporado hacia atrás, modi{i.
:i .h- que todas las estructuras .on u.ongéneres», es lo que Zu- cando en el retruque la {igura de la ciencia tal como estaba
biri llama su sintaxis. Zubiri hace ver qu" .on las cosas *i.*ur, constituida hasta entonces. Un tratado de ética, como de cual'
qui es la realidad misma la que está constituida así, y que en quier otra ciencia filosófica, tiene que desembocar en un jrggo
ese carácter sintáctico se funda el carácter coligente o siitético de uanticipaciones» y «repeticiones». Nosotros, en el desalrollo de
de la inteligencia y el carácter sistentá.tico de la ciencia. pero este libro, hemos hecho uso, un par de veces por lo menos,
esta sintaxis de la realidad y este sistema de la ciencia, en nin- de la «repetición». En las primeras páginas adelantábamos un
guna región de realidad y en ninguna ciencia son más visibles concepto etimológico y un concepto pre{ilosófico de Ia ética,
que en la vida moral y en la {ilosofía moral, respectivamente. que luego hemos ido «repitiendo», ensanchando, revisando y
Si Aristóteles pudo concebir la realidad moral entera como una afirmando progresivamente. Por otro lado, en la parte dedicada
pirámide de medios y fines, {ue precisamente por esto. y si los al «Objeto de la ética», aprehendimos, primero, el objeto ma-
términos télos y agath6n, que prlmuriamente mentaban esa sin- terial; después, la «formalidad», y ya en posesión de ésta, «refle-
taxis general de la realidad, pudieron en seguida ser «morali- timos» desde el nuevo nivel r«formal» de la investigación el aná.
zados», esto ocurrió por la evidente sintaxis-de I'a vida moral, lisis del objeto material. La «repetición» es un momento es€n-
por esta «vida como sistema», para decirlo imitando el título de cial del método, que impide el anquilosamiento de la ciencia.
Ortega, «historia corno sistema». Y he aquí la raz6n profunda por la cual, en la enseñanzá supe.
Pero dentro ya del ámbito de la sistematización moral, de rior, la tarea docente no alcanza toda la altura apetecible si no
la ciencia ética, sL-plantea un nuevo problemar
-JcJ*o
debe ser
expuesta, cómo debe ser enseñada? santo Tomás, a propósito de 2 In Eth, nttm.21$,
/E UDIO TI
('
va unida a la tarea investigadora: sólo puede enseñar de una
m&nera viva quien en cada «repaso» está «repitiendo» las pre- mente entendida, sea ajcna a la juventud. AI contrario. Pues
guntas y los análisis. Y también, a propósito de la «repetición», si bien es verdad que los jóvenes, arrastrados por la pasión,
se nos confirma este carácter antonomástico del método de la dejan muchas veces de comportarse éticamente, en un cierto
ética con respecto al método de las ciencias, esa capacidad de sentido la juventud es la edad de la actitud ética; por de pronto
darnos tota)ite'r, existencialmente, lo que las demás ciencias nos lo es, sin duda, como acabamos de indicar, en cuanto que es la
dan sólo portialíter, especulativa, especularmente. En efecto, la edad del entusiasmo, de la valentía, del l'reroísmo, de las aspi-
palabra «repetición» está siendo tomada aquí como «repetición» raciones infinitas, del «querer ser», de la gallarda no acepta-
de la ciencia. Pero en el capítulo sobre el «objeto material de la ción de «compromisos», a los que el adulto, con el correr del
ética», cuando hablábamos de los actos morales privilegiaclos, tiempo, muchas veces se va acomodando. Y no solamente eso:
empleábamos ese mismo término en otro sentido, como ((repe- nadie como el joven tiene tan hipertenso sentido de la justicia
tición» de la vida. Ahora bien, este último sentido es estricta y de la injusticia, tan acuciante búsqueda de umodelosr», tan
y exclusivamente ético. Por eso podemos decir que en la ética la fuerte exigencia de perfección. Nadie es tan riguroso juez como
<«repetición» aparece como un acto que envuelve método y ob- él para las faltas éticas (por lo menos ptrra las de los dr:más).
jeto, existencia y ciencia, en tanto gue la «repetición» en las Tan es así, que no pocas veces les crisis de le se producen en
demás investigaciones constituye un concepto puramente metó- los jóvenes al descubiir las {allas moral:s de sus ((rnaestros»
dico y un comportamiento estrictamente científico 3. religiosos, y por erigir como ideal de conducta, dejándose llevar
Tras haber hablado primero del método de investigación y del páthos étíco, una moral separada de Ia religión, en el sentido
últimamente de la inseparabilidad de investigación y enseñanza, de que hemos hablado en el capítulo cor"responcliente.
tratemos ahora de lo que atañe más propiamente al método de No, la moral no es aburrida, sino todo lo contrario. La
ésta.
moral, es decir, el sentido de la vida, es lo más apasionante
Nietzsche ha escrito Que Ia moral es aburrida a. Lo es, sin en que el hombre puede pensar. Pel'o la í:tica sí suele ser abu-
duda, Ia moial concebida como un código de obligaciones; lo rrida. Jacques Leclercq? y otros moralislas cristianos ]ran tra-
es, doblementeo la filosofía moral que deduzca cuasi matemática-
tado de poner remedio a esto, casi sienrprc con más pérdida
cie precisión ciue ganancia de atractivo. NIc p¿lrcce que la solrr-
mente esa tabla de deberes. Aristóteies se daba va cuenta, en
cierto modo, de esto, cuando decía que la política (léase, la ética) ción está en Ia atención a la realid¿rd, es clecir, a la experiencia,
no €s estudio adecuado a los jóvenes (jóvenes no l¿¡16 xara a la vida, a la historia, a la religión y, cn fin, a la litcratu¡a
como expresión de todo esto. Lo cual de ninguna m¿lnera es una
ypovov como xataTd0oq pues lo que importa es el {floqve«pog) 5,
<<concesión», pues, como hernos visto a lo largo de estc libro,
ya que, como su objeto es más la prirís que el conocimiento (la
de todo ello y no de abslraccioncs tiene tlue alirnentarse l¿r ética.
ética es propter operati.o'nem, \o proplEr contempl,a.tío,nem;), de
Creo, por tanto, que al bucn profesor de ótica le es irnples-
nada sirve al seguidor de sus pasiones. Al decir esto, Aristóteles
cindible un hondo coliocirniento dc la historial cle l¿r mc,ral v cle
reaccionaba contra el extremado intelectualismo socrático: la
Ias actitudes morales vivas. Ahora bicn, ésta,. donde se revelan
virtud no se aprende, al incontinente de nada le sirve estudiar es en la literatura. El leculso a la meior literatura, a rn¿is de
la ética. Sí, pero diciéndolo, olvida aquello otro, dicho también
ponel al discípulo en cotrtacto crln l¿rs Iortnas reales y vigentcs
por Nietzsche 6, que él mismo había visto ya en la Etica eude-
de vida moral, presta a la enseiranza una fuerza plástica incom-
mia: la virtud es entusiasmo. Ahora bien, la juventud y la
que
parable y, consiguientemente, una captaciirn del interés del alurn-
pasión son, respectivamente, la edad y el estado de ánimo del no. Naturalmente, y como antes he dicho, este método de e¡rse-
entusiasmo. Por tanto, no es verclad que Ia actitud ética, plena-
ñanza no debe sacrificar el rigor a la anrenidad, por lo cual
las «figuras» literarias sólo cuando puedan ser fuente de autén-
3 Podrá objetarse, con razón, que en Ia metafísica heitleggeriana tico conocimiento moral deben ser incor¡roradas a las lecciones.
ocurre lo que en la ética. Sí, pero precisamente, como ya vimos, es una
metafísica constitutiva¡nente ética. Pero, en cambio, por vía de ilustración, como ejercicios y en
4 Jenseits aon Gut und Biise, núm. 228. trabajos de seminario, deben ser ampliamcnte utilizadas. A guisa
5 Eth. Nrc., I, 3, 1094 b, 28 y sigs, hasta el final del capítulo.
I Ob. cl¿., núm. 2BB.
? Véase su libro La enseñat;za de la moral cristiana.
At 389
IE IO ()

de ejemplo-de ejemplo y tro, por supuesto, de modelo-de io por buscado contraste, se levistctt tle Iumildes metáforas. Aris'
que quiero decir y aparte las muchas indicaciones que, en este iót"I.. dijo bien, poreso, que el Itonlbre vel'daderamente moral
sentido, se han hecho en el curso del presente libro, puede verse es como el buen za¡atero, que acierta a sacar el mayor partido
el capítulo final de cada uno de mis libros Catolicism,o' y pra\ posible del cuero que le ha sido dado. También nosotros, todos
testantism.o conlo t'o'rmns de existencia y El prot'estantismo y ta y cada uno de nosotros, tenemos que es{orzarnos por sacar -el
ntoral. No se crea, sin embargo, que este medio airxiliar de ense- mayor partido posible de este cucro individual y colectivo, de
ñanza de la ética sea de fácil empleo. Hay que conocer profun- nuestra-naturaleza propia y dei ser español que hemos recibido...
damente la literatura, sobre todo la literatura contemporártea Hacernos mejores a nosotros mismosn hacer, en la medida de
tiene mayor capacidad de solicitación del interés de los nuestras posibilidades, una España más justa, un mundo mejor,
-que
jóvenes-, y hay que ser un buen crítico literario. Cualidades es la gran tarea ética que, mientras vivamos, nos es-tá espe'
que, ciertamente, no suelen darse con {recuencia entre los pro- rando, porque, como dijo Antonio Machado, con palabra tem'
fesores de ética. poral y, sin embargo, inmortal, «<ltoy es siempre todavía».
*
Hemos recorrido a lo largo del libro, paso a paso? el ámbito
total de la ética y ahora, para terminar, hemos echado una
ojeada al camino andado. Podría poner aquí punto final. Voy
a permitirme agregar unas pocas palabras. Los manuales anti'
guos, de cualquier ciencia que fuesen, no dejaban nunca de
incluir algunas páginas, o líneas, sobre la «importancia de la
asignatura». Su conclusión, de creer al autor, era que aquella
ciencia, y, por tanto, cada una de las ciencias, resultaba ser,
incongruentemente, la más importante de todas. No quisiera yo
caer aquí en aquella vieja ingenuidad, lo que sin duda no evi'
tará que caiga o haya caído en otras. (Cada época tiene sus
propias ingenuidades.) Pero sí quisiera hacer notar que la ética
ha ádquirido hoy una trascendencia tal que se funde y confunde
con la metafísica. Ya lo vimos a su tiempo: en Heidegger, desde
luego, temática y deliberadamente, pues «ética» no sería sino
otro nombre para designar lo mismo a que apunta la palabra
<«ontología»; y también viene a acontecer lo mismo en los
otros sistemas de filoso{ía de la existencia. Librémonos nosotros
de incurrir en tamaña exageración. Basta con reconocer las cosas
tal corno en realidad son para que la ética cobre ante nosotros
toda la importancia que merece. Pues, según hemos vistc, no se
ocupa simplemente, como suele decirse, de las acciones buenas
y malas del h<lmbre, ni aun con el añadido de las costumbres.
El sentido de la vida y lo que, a través de la existencia hemos
hecho y estamos haciendo de nosotros mismos, y no sólo cada
uno en sí, sino también de los 6tros, porque somos correspon-
sables del ser moral y el destino de los demás: he aquí el tema
verdadero, unitario y total de la ética. Solamente las pequeñas
realidades necesitan ser enfatizadas para que reparemos en
ellas. Las grandes parece que se engrandecen aún más cuando,
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Abelardo: 248 ss.,322. Bastide, G.: 103 s., 148.


Ach, N.: 170. Bayet, A.: 47.
Adam, Augusto: 315, Bayle, Pierre: 146.
Agustín, San: 139, 747, 150, L52, Beauvoir, S. de: 101,237.
167,200 s., 208, 211,252,283, Becket, S.: 279.
287, 328 s,, 340, 342, 355. Belot, G.: 47.
Alberto Magno, San: 322. Benedict, R.: 49,332.
Allport, G. W.: 55, 185. Benzo, R:212.
Alvarez de Miranda, A.:272,333. Bergengrün, Werner: 74.
Anácarsis: 357. Bergson, H.: 65, 82,174,176, 3L3.
Anaximandro: 309. Bernanos, G.:74.
Andrés Ortega, Augusto: 209. Biel, Gabriel: 120, 224 s.
Antístenes: 197. Billvart, C.: 1.66.
Arístipo: 197. Blic, J. de: 301.
Aristóteles: 11, 16, 22 ss., 26 ss., Blondel, Maurice: 73.
31, 33 ss., 37 ss., 44, 46, 59, 61, Boecio: 209.
66 ss., 79, 81, 83, 86, 88, 95, 105 s., Bollnow, O. F.: 174, 292,377.
118, 120, 125, 127 s., 134, L51, Bonhoeffer, D.: 132, 22L.
153, 156, 163 ss., L70 ss., 181 s., Bono, de: 91.
184 s., 187 s., 190, 195 ss., 211, Bouillier, V.: 307.
213, 2lB, 222, 23L, 253, 262, Bourke, V. J.: 171.
270, 283 ss., 292 ss., 298 ss., Brentano, F.: 86, 97, 240, 263.
307, 310 ss., 315 s., 3l-8, 321 s., Broad, C. D.: 62,94,96, L98.
325 ss., 342, 345, 347 s., 357, Bruyére, J. de Ia: 34,72 s.
362,367,372,394 s. Budha:228,334.
Asueld, P.: 139. Buenaventura, San: 2\7, 227, 328.
Auvernia, G. de: 27. Bultmann, R: 237, 288, 292.
Auxerre, G. de:227. Burgh, W. G. de: 62, 91., 94, 96,
Avicenna: 27. 155,291.
Ayer, A. J.: 242. Butler, J.: 284,3O7 .

Bacon, F.:244. Calvino, Juan: 228, 269.


Bain, A.: 71. Camus, Albert: 60, 72 ss., 147,
Balthasar, Hans Urs von: 178. 275,338,345.
Ballauf, Tl..: 112. Carnap, R.: 241.
José: 239, 241,
t44, 212, 240.
42,53,91, 109, 113,

Freiherr von der:


137,
s., 135, Lg0, t7 7, 299.

146,284.

7t.

118,202,293,

75, ',214, 271,


83, 114, 148, 128, 151.
237 ss., 301,

72,74, 76, 149,


s., 53, 65,
124, 219, 29, 78, 147, 223, 94, gg,
14 I,

185,316

67, 86, 88 s.,


154, 196,
305, 320,

: 73.
: 3Í14, Illl4
80, 94, 96 ss.,
184,211, 193, 1gg, 209,
30, 350, 369, 259,293.
SS''
1r4,
18 1,
258,
295,
cn,

1:']9, 142.
Rof Carballo, J.: 27l. 185, 240 ss. Yázquez, G.', 124,222.
Roland-Gosselin, M. D.: 110. Ven, J. J. van der: 311.
179,224, 226, Rosales, Luis: 351, 859. 11,60,78, Vermeersch, A.: 259.
Ross,Sir W D.: 26,1G5,196,247. s., 222, 226, Voltaire, IL M.: 72 s.,144.
177, 300. Rousseau, J. J.: 23, 101. Vorlánder:137.
Rufino: 226. Watson, J. B.: 54.
Rusell, B.: 23P. 241. Waugh, E.:374.
Sade, Marqués de: 14G. Weber, Alfredo: 367.
Saint-Exupéry, A. de: 154. Weber, Marx: 304,367.
Saitta, G.:374. Weil, Simone: 72, 156.
Sánchez Albornoz, C.: 869. Weiss, H.: 49, 205.
Sánchez y Ortiz de Urbina, R.: 1g6. Wellek: 71.
152, 173,381. Sartre, Jean-Paul: 44, 57,76, gB, Welte, B.: 194.
191 .., 1.05, 115 s., 148, Llt,177, Westerrnarck: 49, 332.
148, 263, 223,236, 239, 255, 274 s., 842, Whiteheal, A. N.: 239.
379 ss. Wisdom, ,L:243.
Scheerer, M.: 54. Wittgenstein, L.: 99, 239 ss., 243,
Scheler, Max: 20, 58,76,86 s., g0, ,26, 284.
307, \!!, 154, 190, 205, 219, 263, 107, Wundt, M.: 330.
272,286 s.,297 ,94?, 960 s., 866, L54, Wundt, W.:86, 186.
lnc
t82, Zaragoeta, J.: 16, 110, 240.
Schelling, F. W.: 42, BL,1Sg, 14g. 198, Zaratustra: 228.
4t, Scherer, R.: 117. Zenón de Citio: 22.
105, Schiller, F.: 94, 191, 291. Zubiri, X.: 11 s., 19 ss., 35, 4L,48,
181, Schilling, H.:294. 50, 56, 59, 63, 67 s., 105, 108,
232, Schilpp, P. A.: 240. 111, 135, 154 s., 159, 167 s., L70,
Schmitt, L.: 330. 173 ss., 183, 185 s., 189, 194,
Schólgen, W.: 307. 199, 201 s., 206 ss., 219, 224,
Scholz, H.: 286. 229, 231 s., 258, 261 ss., 268,
t92,291. Schopenhauer, A.: l5B, l7O, 278, 275, 291, 293, 342, 348, 353,
314. 361, 36tJ, l]81, 384.
Schubert, A:226. Zucker 217.
Sé¡r_e_ca: 39 s., 110, 208, 2OS, 262, Zürcher, J.: 26.
273, 305,315, 848, B5b s., 35g,
376.
B. Le: 63, 72, 100 s., 108,
Se_n_n-e,
155,I92,274,297.
Shaftesbury, Conde de: 52, 212,
284.
Shakespeare: 62, 95.
Shaw, B.: 366.
Sidgwick, H.: 47,51, 53, 96, 1gg,
284.
Siger de Brabante: 828 s.
Smith, Adam: 52.
Só_crates: 16, 36, 4L, 44, 47, lJ.I s.,
^ l?7, I33,2O2, 277, 3OO, 326, 334'.
Sófocles: 17.
Soler, M.'de los Ángeles: 76.
Sorley, W. R.: 96.
Spencer, H.: 187.
Spinoza, B.: 29, 47,78,240,266.
Stadtmüller, J.: 224, 227.

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