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10. Adlai E.

Stevenson: la administración norteamericana y el subdesarrollo


latinoamericano, problemas y soluciones (1960)

La pasada primavera estuve en América Latina al mismo tiempo que el Presidente


Eisenhower. En ocho semanas recorrí doce países, mientras él visitaba en diez días cuatro.
El Presidente volvió optimista; yo volví hondamente preocupado.
Volví preocupado porque América Latina, como la mayor parte de las regiones en
desarrollo del globo, está atravesando un período de revolución social y política. Volví
preocupado porque, en una región rica en recursos, la mitad de sus habitantes sufren
hambre, no duermen en cama y son analfabetos. Volví preocupado por nuestra ignorancia
con respecto a nuestros vecinos latinoamericanos y por el antinorteamericanismo que
advertí. […] Volví preocupado porque el crecimiento demográfico en aquella zona es el
más rápido del mundo y está dejando atrás a la producción. Y, finalmente, volví
preocupado porque si los pueblos latinoamericanos no satisfacen su deseo de una vida
económica y política mejor, quizá tengamos a nuestras puertas, en vez de amigos,
enemigos.

Programa tardío e insuficiente

En julio último la administración Eisenhower propuso repentinamente un «Plan Marshall»


de 500 millones de dólares para ayudar a América Latina a que realice la reforma agraria,
construya carreteras y casas, mejore su sanidad y su educación y lleve a cabo su desarrollo
en todos los aspectos. […] Por desgracia, el momento para tomar semejante decisión no
podía ser peor: hoy es general la sospecha de que, si no hubiera sido por Castro y por
Kruschef, Washington seguiría aún sordo.
[…] El nuevo programa de ayuda es un paso en la buena dirección, pero viene
demasiado tarde y ya es poca cosa. La única forma de inmunizar a América Latina contra el
virus cubano consiste en mejorar su salud social, política y económica. Es un grave error
por nuestra parte el aminorar la popularidad de la revolución cubana en toda Sudamérica.
[…] Los métodos comunistas de Castro han indignado a la gente que piensa en
Latinoamérica. Pero el líder cubano ha conseguido inflamar la imaginación de las masas.
Recordaré durante mucho tiempo la nutrida delegación de cultivadores campesinos que
vino a verme en Bogotá. Humildes y pobres, pronunciaron palabras vacilantes y
conmovedoras de agradecimiento por mi visita, expresaron su esperanza de conseguir
mejores precios para el café y concluyeron inocentemente su exposición con elogios para
Estados Unidos… ¡y para Castro!
[…] Antes de que Castro subiera al poder, pocas personas consideraban posible el
establecimiento de un régimen comunista en América Latina. El choque producido al
comprobar que ello es efectivamente posible nos ha despertado a la verdad de que haríamos
muy bien en procurar conocer más profundamente a estos vecinos latinoamericanos que
hasta ahora hemos considerado tan adictos.
Lo primero que debemos comprender es que América Latina no es una unidad como
Estados Unidos. Entre los veinte países que la integran existen grandes diferencias de
desarrollo, de clima, de economía y de raza. Chile y Argentina apenas tienen indios o
negros. En otros países existen pocos blancos puros. Algunos de esos países son pequeños.
Brasil es enorme y pronto se convertirá en una de las grandes potencias mundiales.

Situación tras 150 años de corrupción y tiranía

La generalización es difícil y peligrosa. Pero la mayor parte de los países de


Latinoamérica tienen efectivamente ciertas cosas más o menos en común -economías de un
solo producto, baja renta per capita, dependencia respecto de las exportaciones, una
oligarquía del poder, una estructura social de carácter feudal y una creciente y peligrosa
separación entre los pocos ricos que suelen gobernar el país y los muchos y silenciosos
pobres que comienzan a moverse. Los ricos tienen escasa conciencia o responsabilidad
social. La evasión de impuestos es una práctica corriente. Y la corrupción es endémica y
tan vieja como las plazas y palacios del periodo colonial.
La implantación de gobiernos constitucionales sigue siendo en gran parte, tras 150
años de revoluciones y de tiranías, una aspiración insatisfecha. La inflación es un mal
general. Chile, Argentina y Perú están realizando esfuerzos heroicos para dominarla, pero
el año pasado el coste de la vida en Brasil aumentó en un 50%. Las organizaciones
laborales son en su mayor parte primitivas. En la mayoría de los países la educación es
insuficiente y anticuada en todos sus niveles; los estudiantes politizados parecen dominar
prácticamente las universidades. Y -con el estimulo de Estados Unidos- se gasta demasiado
dinero en unos ejércitos que son más útiles para la política interior que para la defensa
exterior.
El desarrollo resulta en algunos lugares explosivo. En muchos casos las naciones de
Latinoamérica disfrutan hoy de líderes democráticos fuertes y decididos, hombres que
desean realizar las reformas sociales necesarias y contener la revolución mientras aún es
tiempo para lograrlo. […]

Cuatro criticas fundamentales

Es una tontería por nuestra parte atribuir simplemente el antinorteamericanismo a la


agitación comunista. Los ataques contra Estados Unidos son muy anteriores a Castro y a los
comunistas. Las críticas que oí repetir con más frecuencia son las siguientes:
1. La administración Eisenhower se ha preocupado fundamentalmente por hacer de
América Latina un coto privado para los negocios norteamericanos, no por promover en
ella la democracia. Estados Unidos han apoyado y condecorado a dictadores odiados. […]
2. Se afirma que nuestros hombres de negocios se interesan únicamente por los beneficios
que pueden obtener, y no por el país y por su desarrollo. No aprenden el idioma nativo ni
vienen para quedarse, como los europeos. Se muestran paternalistas y piensan que su forma
de hacer las cosas es la única justa y acertada.
3. Se acusa a nuestro Gobierno de haber descuidado a América Latina desde que terminó la
guerra.[…] Los latinoamericanos se quejan de nuestra “mentalidad de banqueros” y
afirman que cuando consentimos en hacerles préstamos, se debe únicamente a la presión o
al miedo al comunismo. […]
4. Se acusa a Estados Unidos por el bajo nivel y las fluctuaciones de los precios del cobre,
el café y otros productos lo que hace alternar los periodos de prosperidad y de depresión,
casi siempre de esta última. (Debido sobre todo a la caída de los precios de exportación, las
naciones latinoamericanas perdieron, en 1959, 700 millones de dólares, lo que representa
una cantidad superior al total de las inversiones de capital extranjero en ese mismo año).
Después de tanto hablar de competición y de libre empresa, dicen nuestros críticos
latinoamericanos, gravan ustedes con impuestos nuestro cobre y aplican cuotas de
importación al plomo, zinc, azúcar y petróleo que producimos.
La lista de quejas es larga. […]
Pero lo que más me preocupó fue que, a pesar de su arraigada creencia en la libertad
política y en las libertades individuales, una gran proporción de los elementos progresistas
y de los jóvenes de América Latina parecían impresionados por las realizaciones
económicas soviéticas. Sin embargo, lo que ellos desean para sus países lo ha conseguido
ya el capitalismo en Estados Unidos, desde el reparto de la tierra hasta los impuestos
progresivos sobre la renta, y la legislación sobre el bienestar social, y todo ello sin pérdida
de las libertades personales.
¿Por qué esos elementos progresistas y esos jóvenes desdeñan las ventajas evidentes
de nuestro sistema?
En primer lugar, nuestra propaganda incesante sobre la libre empresa y las
inversiones privadas extranjeras no suscita el interés de los latinoamericanos en estos
tiempos de presión creciente. […]
En segundo lugar, la «libre empresa» no tiene para los latinoamericanos el mismo
sentido que para nosotros. En América Latina quienes la defienden son generalmente
aquellos que se oponen al progreso: reforma agraria e industrialización, utilización del
sistema impositivo para redistribuir la renta nacional, mejora de la legislación social,
control de los monopolios y estímulo a las organizaciones laborales honradas. […]

Lo que corresponde hacer a los latinoamericanos

En cuanto Estados Unidos y las Repúblicas hermanas comiencen a cooperar en


serio, no me cabe duda alguna de que nuestras relaciones con ellas mejorarán. Con los
problemas hoy planteados sólo pueden enfrentarse los mismos latinoamericanos. Ellos son
quienes han de adoptar las medidas audaces, valerosas y difíciles que son necesarias para
un mejor reparto y utilización de la tierra, una mejora de las condiciones de alojamiento y
una educación mejor en todos sus niveles. Ellos son quienes habrán de acabar con los
horrendos suburbios que rodean a todas las ciudades. Ellos son quienes tendrán que
reformar el sistema de impuestos y su recaudación, acabar con la corrupción, disminuir los
gastos inútiles de armamentos, aumentar el índice de ahorro y reducir la separación actual
entre pobres y ricos.
En resumen, […] son ellos quienes tienen que hacerlo. Pero nosotros podemos ayudarles.
Primero, con los estudios y los planes esenciales necesarios a escala nacional y regional:
segundo, con una ayuda económica a largo plazo de proyectos saludables que sean bastante
amplios para asegurar el progreso; y tercero, con el envío de nuestros peritos y profesores
de todas las materias, desde la agricultura hasta el sindicalismo.

Coste del crecimiento económico

¿Cuál sería el coste de todo esto? El distinguido economista argentino Raúl Prebisch,
secretario ejecutivo de la Comisión Económica de la O.N.U., calcula que para aumentar el
índice de crecimiento anual hasta un 3% per capita -en la mayoría de los países
latinoamericanos el índice está muy por debajo de esa cifra- sería menester un aumento
anual en las inversiones extranjeras de casi 2.000 millones de dólares.
[…] Estimulada gracias a la ayuda financiera y técnica, la empresa privada en
Latinoamérica se convertiría en una fuerza vital en el desarrollo económico. […] Y no
deberíamos considerar lo que hagamos en América Latina como pura filantropía, pues a
medida que nuestra producción se desarrolle necesitaremos un mercado más amplio para
nuestras mercancías en Latinoamérica.
[…] Basta ya de meras cortesías de gobierno a gobierno. Ya es hora de que los dirigentes
financieros y sindicales, los intelectuales, los artistas y los políticos del Norte y del Sur
entren más en contacto. Debemos multiplicar este tipo de intercambios y estrechar los lazos
así entre los pueblos y los gobiernos, pues en Estados Unidos tenemos tanto que aprender
como que enseñar.
Quizá el cambio más importante que tenemos que realizar estribe en la actitud de
nuestro Gobierno para con los vecinos de Latinoamérica. Estos desean ser tratados -y deben
serlo- como partes integrantes de la «Comunidad americana», no como subordinados. Las
naciones de Latinoamérica tienen una historia y una cultura enorgullecedoras, poseen
grandes recursos y vitalidad. Son miembros importantes de la comunidad mundial y han
sido nuestros amigos leales en los momentos difíciles. Habría, pues, que consultarlas en
aquellas cuestiones que les interesan a ellas tanto como a nosotros. […]

Adelai E. Stevenson. « Estados Unidos y América Latina » Cuadernos del Congreso por la libertad de la
cultura (47), Mars-Avril 1961, p. 3-8.

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