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Emotivismo

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El emotivismo ético es una corriente metaética que afirma que


los juicios de valorno afirman nada sobre algún objeto externo (como la acción
evaluada) o interno (como el estado personal de ánimo): sólo expresan ciertas
emociones. Adviértase que expresar no es lo mismo que afirmar: así expresar un
dolor (usualmente con un "¡ay!") es distinto que afirmar que se lo siente. Al no
ser afirmaciones, los juicios de valor no son ni verdaderos ni falsos; por lo tanto
carece de sentido hablar de verdades morales o de un conocimiento moral. Su función
es expresar emociones o persuadir a los demás para que sientan lo mismo. Al
interpretar el lenguaje moral en términos sentimentales, el emotivismo no admite
criterios racionales para determinar la validez de los juicios de valor.

DesarrolloEditar

Durante el siglo XX el emotivismo fue de las teorías metaéticas más influyentes.


Sus representantes más destacados fueron el filósofo británico Alfred Jules Ayer,
principal portavoz del empirismo lógico en Inglaterra, y el filósofo
estadounidense Charles Leslie Stevenson.

Alfred AyerEditar

Alfred Ayer sostiene que los juicios de valor no afirman nada ni sobre algún objeto
del mundo (como aseveran las posturas objetivistas) ni sobre el estado personal de
ánimo del enunciador (como supone el subjetivismo): sólo expresan ciertas
emociones. Pero expresar no es lo mismo que aseverar: decir “Robar dinero es malo”
es como decir “¡¡Robar dinero!!”, con un particular tono de horror. “Malo” no
agrega ninguna información: sólo manifiesta un sentimiento de desaprobación, del
mismo modo que “¡Ay!” no es una afirmación acerca de un dolor que se siente, sino
la expresión de ese dolor. Al no ser afirmaciones, estos juicios no son ni
verdaderos ni falsos. Los conceptos éticos son pseudo-conceptos, que no agregan
ningún tipo de información sobre la acción evaluada. Niega, a su vez, que se pueda
argumentar sobre valores: cuando creemos hacerlo sólo argumentamos sobre los hechos
que rodean a nuestras valoraciones.

Bertrand RussellEditar

En la particular versión del emotivismo debida a Bertrand Russell (posición que más
adelante matizaría en buena medida), cuando se pronuncia “X es bueno en sí mismo”
lo que se dice realmente es “¡Ojalá que todos deseen X!”. Un juicio de valor, pues,
expresa un deseo, que como tal no es una descripción, por lo que no le cabe verdad
o falsedad. A diferencia de la posición de Ayer, sin embargo, el deseo moral
manifiesta para Russell la pretensión de extender universalmente la cualidad
valorada.

C. L. StevensonEditar

C. L. Stevenson destaca no tanto la función expresiva de los términos morales como


su carácter “magnético”, esto es, su capacidad para influir en la opinión y en el
curso de la acción de las personas. Así, para Stevenson, aceptar que algo es bueno
nos haría en principio tender a obrar en su favor. Por ejemplo, un juicio de valor
como “La música clásica es buena” además de expresar una emoción significaría “A ti
también debería gustarte la música clásica”. De modo que los juicios de valor no
sólo tendrían un valor expresivo, sino que mediante ellos el enunciador pretendería
ejercer una presión normativa sobre su interlocutor, persuadirlo de que realice
ciertas acciones.

Stevenson admite que hay un razonamiento moral, es decir, que tendemos a respaldar
nuestros juicios morales mediante razones. Sin embargo, para este filósofo la
relación que guardan estas razones con los juicios que pretenden apoyar es sólo
psicológica y no lógica. Lo que hace posible este apoyo es el hecho de que nuestras
actitudes morales están psicológicamente emparentadas con nuestras creencias, y la
alteración de las creencias conlleva en general la modificación de las actitudes
del caso

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