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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Psicología Evolutiva Adolescencia.

Cátedra 1- José Barrionuevo

CONSIDERACIONES SOBRE EL DESEO


EN PSICOANÁLISIS

Referencias en las obras de Freud, S. y de Lacan, J.

marzo de 2016
Consideraciones sobre deseo en la obra de Freud:

En la correspondencia con Fliess:

“Los restos de las dos variedades de vivencia [de satisfacción y de dolor]


que hemos tratado, son los afectos y los estados de deseo; común a ambos es
contener una elevación de la tensión Qn en psi, en el caso del afecto por
desprendimiento repentino, en el del deseo por sumación”. (Freud, S. (1950
[1892-1899]). Fragmentos de la correspondencia con Fliess. Bs. As.: Amorrortu
Editores. 1994. Vol I. pag. 366/67)

En “La interpretación de los sueños”:

“Ahora podemos preguntar de dónde proviene en cada caso el deseo que


se realiza en el sueño. Pero, ¿a qué oposición o a qué diversidad referimos este
“de dónde”? A mi juicio, a la oposición entre la vida diurna devenida conciente y
una actividad psíquica que permanece inconciente y que sólo puede hacerse
notable durante la noche. Hallo tres posibilidades para la génesis de un deseo:
1) Puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción a causa de
condiciones exteriores; así queda pendiente para la noche un deseo admitido y no
tramitado. 2) Puede haber emergido de día, pero topándose con una
desestimación; queda pendiente, pues, un deseo no tramitado pero que fue
sofocado. 3) Puede carecer de relación con la vida diurna y contarse entre
aquellos deseos que sólo de noche se ponen en movimiento en nosotros desde lo
sofocado. Si ahora recurrimos a nuestro esquema del aparato psíquico,
localizamos un deseo de la primera clase en el sistema Prcc; del deseo de la
segunda clase suponemos que fue esforzado hacia atrás [zurückkdrängen], del
sistema Prcc al Icc, y si es que se ha conservado, lo ha hecho sólo ahí; y de la
moción de deseo de la tercera clase creemos que es de todo punto incapaz de
trasponer el sistema del Icc. Ahora bien, ¿tienen los deseos de estas diversas
fuentes la misma significatividad para el sueño, el mismo poder de incitar un
sueño?”

“Una revisión de los sueños de que disponemos para responder a esta


pregunta nos indica, primero, que hemos de agregar como cuarta fuente del
deseo del sueño las mociones de deseo actuales, que se despiertan durante la
noche (v.gr., por el estímulo de la sed o la necesidad sexual)…”
“…que en todos los sueños sometidos a la desfiguración el deseo proviene
del inconciente y no pudo percibirse durante el día, lo sabemos como resultado
de innumerables análisis.”

“Los sueños infantiles, es cierto, no nos dejan duda alguna de que un


deseo no tramitado durante el día puede ser el excitador del sueño… Pero en
general, creo yo, en el adulto el deseo que quedó pendiente de cumplimiento
durante el día no basta para crear un sueño. Concedo de buen grado que la
moción de deseo que proviene de lo conciente habrá de contribuir a incitar el
sueño, pero probablemente nada más. El sueño no se engendraría si el deseo
preconciente no supiese ganarse un refuerzo de otra parte.”

“¿De dónde? Del inconciente. Me imagino las cosas así: el deseo


conciente sólo deviene excitador de un sueño si logra despertar otro deseo
paralelo, inconciente, mediante el cual se refuerza. A estos deseos inconcientes
los considero, …siempre alertas, dispuestos en todo momento a procurarse
expresión cuando se les ofrece la oportunidad de aliarse con una moción de lo
conciente y de trasferir su mayor intensidad a la menor intensidad de esta… ”.
(Freud, S.: (1900) “La interpretación de los sueños”, segunda parte. Bs. As.:
Amorrortu Ediciones. Vol. V. 2001, cap. 7. pag. 543-546)

Indestructibilidad de los deseos inconcientes:

“Estos deseos siempre alertas, por así decir inmortales, de nuestro


inconciente, que recuerdan a los titanes de la saga sepultados desde los tiempos
primordiales bajo las pesadas masas rocosas que una vez les arrojaron los dioses
triunfantes, y que todavía ahora, de tiempo en tiempo, son sacudidas por las
convulsiones de sus miembros; estos deseos que se encuentran en estado de
represión, decía, son ellos mismos de procedencia infantil… El deseo que se
figura en el sueño tiene que ser un deseo infantil. Por tanto, en el adulto
proviene del Icc; en el niño, en quien la separación y la censura entre Prcc e Icc
todavía no existen o sólo están constituyéndose poco a poco, es un deseo
incumplido, no reprimido de la vida de vigilia…” (ant. cit. pag. 546)

Mociones de deseo de la vida conciente y mociones de pensamiento en los


sueños de los adultos:

“A las mociones de deseo que restan de la vida conciente de vigilia les


asigno, entonces, un papel secundario en la formación del sueño…”

“El pensamiento diurno, que en sí no era un deseo, sino al contrario una


preocupación… tuvo que procurarse por algún camino el anudamiento con un
deseo infantil sofocado y ahora inconciente, que le permitió después, aunque
convenientemente modificado, “nacer” para la conciencia.” (ant. cit. pag. 546 y
548)

Relación deseo inconciente - restos diurnos (deseos o mociones psíquicas


de cualquier índole o impresiones recientes):

“Es muy posible que un pensamiento onírico desempeñe para el sueño el


papel del empresario; pero el empresario que, como suele decirse, tiene la idea y
el empuje para ponerla en práctica, nada puede hacer sin capital; necesita de un
capitalista que le costee el gasto, y este capitalista, que aporta el gasto psíquico
para el sueño, es en todos los casos e inevitablemente, cualquiera que sea el
pensamiento diurno, un deseo que procede del inconciente.” (ant. cit. pag. 553)

Esquema del aparato psíquico. Vivencia de satisfacción y deseo:

“…el aparato obedeció primero al afán de mantenerse en lo posible exento


de estímulos1, y por eso en su primera construcción adoptó el esquema del
aparato reflejo que le permitía descargar enseguida, por vías motrices, una
excitación sensible que le llegaba desde fuera. Pero el apremio de la vida perturba
esta simple función; a él debe el aparato también el envión para su constitución
ulterior. El apremio de la vida lo asedia primero en la forma de las grandes
necesidades corporales. La excitación impuesta [setzen] por la necesidad interior
buscará un drenaje en la motilidad que puede designarse “alteración interna” o
“expresión emocional”. El niño hambriento llorará o pataleará inerme. Pero la
situación se mantendrá inmutable, pues la excitación que parte de la necesidad
interna no corresponde a una fuerza que golpea de manera momentánea, sino a
una que actúa continuadamente. Sólo puede sobrevenir un cambio cuando, por
algún camino (en el caso del niño, por el cuidado ajeno) se hace la experiencia de
la vivencia de satisfacción que cancela el estímulo interno. Un componente
esencial de esta vivencia es la aparición de una cierta percepción (la nutrición, en
nuestro ejemplo) cuya imagen mnémica queda, de ahí en adelante, asociada a la
huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad. La
próxima vez que esta última sobrevenga, merced al enlace así establecido se
suscitará una moción psíquica que querrá investir de nuevo la imagen mnémica de
aquella percepción y producir otra vez la percepción misma, vale decir, en verdad,
restablecer la situación de la satisfacción primera. Una moción de esta índole es
lo que llamamos deseo; la reaparición de la percepción es el cumplimiento
de deseo, y el camino más corto para este es el que lleva desde la excitación
producida por la necesidad hasta la investidura plena de la percepción. Nada nos
impide suponer un estado primitivo del aparato psíquico en que ese camino se

1
El llamado “principio de constancia”.
transitaba realmente de esa manera, y por tanto el desear terminaba en un
alucinar. Esta primera actividad psíquica apuntaba entonces a una identidad
perceptiva2, o sea, a repetir aquella percepción que está enlazada con la
satisfacción de la necesidad.” (ant. cit. pag. 557-558)

Identidad de pensamiento. Proceso secundario:

“Una amarga experiencia vital tiene que haber modificado esta primitiva
actividad de pensamiento en otra, secundaria, más acorde al fin [más adecuada]…
La satisfacción no sobreviene, la necesidad perdura… toda la compleja actividad
de pensamiento que se urde desde la imagen mnémica hasta el establecimiento
de la identidad perceptiva por obra del mundo exterior no es otra cosa que un
rodeo para el cumplimiento de deseo, rodeo que la experiencia ha hecho
necesario. Por tanto, el pensar no es sino el sustituto del deseo alucinatorio, y en
el acto se vuelve evidente que el sueño es un cumplimiento de deseo, puesto que
solamente un deseo puede impulsar a trabajar a nuestro aparato anímico. El
sueño, que cumple sus deseos por el corto camino regrediente, no ha hechos sino
conservarnos un testimonio del modo de trabajo primario de nuestro aparato
psíquico, que se abandonó por inadecuado. Parece confinado a la vida nocturna lo
que una vez, cuando la vida psíquica era todavía joven y defectuosa, dominó en la
vigilia…” (ant. cit. pag. 558-559)

Deseo y cultura:

“… hemos tomado noticia de dos diversos orígenes del sentimiento de


culpa: la angustia frente a la autoridad y, más tarde, la angustia frente al superyó.
La primera compele a renunciar a satisfacciones pulsionales; la segunda esfuerza,
además, a la punición, puesto que no se puede ocultar ante el superyó la
persistencia de los deseos prohibidos”… “… en el caso de la angustia frente al
superyó. Aquí la renuncia de lo pulsional no es suficiente, pues el deseo persiste
y no puede esconderse ante el superyó” (Freud, S. (1930). El malestar en la
cultura. Bs. As.: Amorortu editores. Vol XXI. pag 123).

2
Algo perceptivamente idéntico a la “vivencia de satisfacción”.
Consideraciones sobre deseo en la obra de Lacan:
El deseo como defensa:

Lacan (1958/59), por su parte, considerando los procesos defensivos dice


que éstos serían defensa contra algo, para concluir que ese algo no es otra cosa
que el deseo cuya energía es la libido. Este deseo libidinal marcaría la
dependencia del niño, y del adolescente, podríamos agregar, de los significantes
que lo constituyen.

“…se defiende de su deseo”. “… el deseo es una defensa (défense), una


prohibición (défense) que veda ir más allá de cierto límite de goce” (Lacan, J.
Escritos I. Siglo Veintiuno editores. 1980. pag. 322)

“Desear involucra una fase defensiva que lo hace idéntico a no querer


desear”. (Lacan, J. (1964). Seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Editorial Paidós. 1987. pag. 235)

Deseo no es instinto:

“Si la relación del deseo con el objeto no fuera problemática no habría tema
para tratar en el análisis. Los hombres, como los animales, se dirigirían a su
objeto, y no le darían rodeos a éste. […] es decir, el hombre goza de desear, de
ahí la necesidad de mantener el deseo insatisfecho.” En “El significante, la barra
y el falo”, Lacan sostiene que el deseo es excéntrico a la satisfacción.

Deseo - deseo del Otro:

“La metonimia es… ese efecto hecho posible por la circunstancia de que no
hay ninguna significación que no remita a otra significación, y donde se produce su
más común denominador, a saber la poquedad de sentido (comúnmente
confundida con lo insignificante), la poquedad de sentido, digo, que se manifiesta
en el fundamento del deseo…”. “… el deseo es la metonimia de la falta en ser
” (Lacan, J. (1958) La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos I.
Siglo Veintiuno editores. 1978 pag. 254)

“El deseo humano es el deseo del Otro” (Lacan, J. (1964). Seminario 11.
Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Bs. As. Editorial Paidós.
1987. pag. 235)
“Qué viene Freud a articular para nosotros al nivel del sueño, nos
asombraremos por lo que suelta, si puedo decir, para indicar cierto perfil de vigilia
del sujeto en el dormir. Si hubiese algo que caracteriza esta falta del Otro que
designo como fundamental de la alienación, si el Je no es nada más que la
opacidad de la estructura lógica, si la intransparencia de la verdad da el estilo del
descubrimiento freudiano, no es extraño verlo decir que tal sueño que contradice
su teoría del deseo no significa más que el deseo de contrariarlo. No es
suficiente a la vez para mostrar la justeza de esta fórmula la que artículo que el
deseo es el deseo del Otro, mostrar en qué suspenso el estatuto del deseo es
dejado si el Otro no existe.”

“No hay ocasión de que el deseo sea satisfecho” (Lacan, J. (1966).


Seminario 14: La lógica del fantasma. Bs. As.: Publicación E. F. B. A. 2003).

Deseo – demanda - lenguaje:

"Que el falo sea un significante es algo que impone que sea en el lugar del
Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Pero como ese significante no está allí
sino velado y como razón del deseo del Otro, es ese deseo del Otro como tal lo
que al sujeto se le impone reconocer, es decir el otro en cuanto que es él mismo
sujeto dividido de la Spaltung significante". (Lacan, J. (1958) La significación del
falo. Escritos I. Siglo Veintiuno editores. 1978, pag 287)

“Es de la demanda que surge el deseo, por eso el deseo en el inconciente


está estructurado como un lenguaje…” (Lacan, J. (1966). Seminario 14: La
lógica del fantasma. Bs. As.: Publicación E. F. B. A. 2003)

“El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la


necesidad: margen que es el que la demanda, cuyo llamado no puede ser
incondicional sino dirigido al Otro, abre bajo la forma de la falta posible que
puede aportarle la necesidad por no tener satisfacción universal (lo que suele
llamarse: angustia)”. (Lacan, J. (1960). Subversión del sujeto y dialéctica del
deseo en el inconciente freudiano. Escritos I. Siglo Veintiuno editores. 1978, pag.
325)

“La castración quiere decir que es preciso que el goce sea rechazado, para
que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la Ley del deseo”. (Lacan, J.
(1960). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano.
Escritos I. Siglo Veintiuno editores. 1978, pag. 338)

“Pero Freud nos revela que es gracias al Nombre del Padre como el
hombre no permanece atado al servicio sexual de la madre, que la agresión contra
el Padre está en el principio de la Ley que está al servicio del deseo que ella
instituye por la prohibición del incesto”. (Lacan, J. (1964). Del Trieb de Freud y del
deseo del psicoanalista. Escritos II. Siglo Veintiuno editores. 1980, pag. 831)

“Es pues más bien el asumir la castración lo que crea la carencia con que
se instituye el deseo. El deseo es deseo de deseo, deseo del Otro, hemos
dicho, o sea sometido a la Ley”. (ant. cit, pag. 831)

“El Otro concierne a mi en la medida de lo que le falta. Es en el plano de lo


que le falta sin que él lo sepa donde estoy concernido del modo que más se
impone, porque para mí no hay otra vía para encontrar lo que me falta en tanto
objeto de mi deseo”. (Lacan, J. (1962) Seminario 10. La angustia. Bs. As.:
Editorial Paidós. 2006. pag. 32)

“Digo, pues, que este deseo en tanto que su imagen-soporte es el


equivalente del deseo del Otro”… “Este Otro está connotado ahí como A
tachado porque es el Otro en el punto que se caracteriza como falta” (ant cit. pag.
34)

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