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Barrio, Agustina

EL DETECTIVE Y EL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

Introducción.
El género policial en literatura nace como una expresión consecuencia de una realidad histórica
vinculada a la formación de las grandes ciudades de la mano al deseo y búsqueda de justicia, por lo
que hace imposible determinar una fecha exacta de su surgimiento. De este modo, ingresan en la
literatura nuevos personajes y ambientes estrechamente relacionados a espacios urbanos,
particularmente a entidades como la policía, los cuerpos de seguridad, la investigación científica,
entre otros, organizados a principios del siglo XIX. Al hablar del género policial, podemos decir que
1 nos referimos a un género nuevo, en desarrollo, moderno, el cual en su surgimiento era considerado
como literatura basura, debido a que la esencia del mismo, un crimen a resolver, era un objeto
antiestético, de poco trasfondo artístico. Sus comienzos fueron en diarios y revistas, por lo que
perjudicaba aún más su respeto como literatura, dado que las personas leían casos de crímenes.

El surgimiento del genero puede extenderse tanto antes como tanto después de este siglo por lo
que hace difícil disponer una fecha o una obra exacta que represente el inicio, dado que podríamos
nombrar Edipo Rey de Sófocles, en la tragedia griega, que tiene ciertas similitudes como la
investigación del personaje para llegar a resolver un crimen del que el mismo es culpable. Por otra
parte, cabe aclarar que múltiples escritores británicos desarrollaron textos que estaban muy
relacionados al género policial. Sin embargo, se estima que la génesis está en el escritor
estadounidense Edgar Allan Poe con sus cuentos “Los Crímenes de la Calle Morgue” (1841), “El
Misterio de Marie Rogét” (1842-1843), “La Carta Robada” (1844) y “El Escarabajo de Oro” (1843).
Los tres primeros tenían a Auguste Dupin, encarnando el papel protagónico del primer detective de
ficción, que sirvió de base o génesis para la creación de uno de los personajes “tipo” del género:
Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle.

Dicho escritor, junto a otros reconocidos, crearon una escuela especializada en el género policial,
caracterizado por un desarrollo en cuanto a su trama casi matemática, centrada en la resolución de
un enigma a través de pistas y piezas que deben encajar con perfección, intelectualidad y psicología,
que se desenvuelve casi siempre en espacios interiores y en estratos sociales de clase alta. El relato
policial necesita y exige del escritor, técnica, un orden estipulado en cuanto a su trama en la cual
debe crear hechos y vincularlos con una lógica interior. Esto es consecuencia de su influencia de la
investigación científica, lo que conlleva a que nos encontremos frente a un caso que precisa ser
resuelto, por lo que resulta en el relato una estructura que concluye cuando una investigación se
cierra. Generalmente este caso es resuelto por un personaje que utiliza la razón, la indagación, la
observación, la intuición y/o la acción.

Por consiguiente, se puede decir que nos encontramos con dos corrientes dentro del género
policial. Por un lado, con la Escuela Inglesa, centrada en la resolución de un crimen por medio del
intelecto, sin dejar nada al azar, sin permitir que los aspectos sociales o morales intervengan en lo
absoluto. El detective se encuentra en un rango social alto al igual que los crímenes que trata. Trata
con tranquilidad, paciencia e inteligencia cada caso que se presenta, con un análisis lógico de las

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pistas que llevan al culpable sin recurrir a la violencia. Por otra parte, se encuentra la Escuela
Norteamericana, la misma también denominada como policial negro. El mismo está caracterizado
por desarrollarse en circunstancias sociales específicas a raíz de la Gran Depresión, dándole un tinte
diferente, vinculado al surgimiento de una honda preocupación social; el realismo en ambientes,
tema, personajes, estilos; la aparición de nuevos escenarios relacionados a la crisis y la corrupción;
entre otros. De este modo, la búsqueda estilística quedaba rezagada, y el relato recurría más al uso
de la violencia y de las armas por parte del detective para obtener la información que necesita para
encontrar al culpable, los temas re hondaban a la indiferencia por el color de piel o su lugar de
nacimiento, los crímenes se desarrollan en ámbitos donde la pobreza y los personajes marginados
2
y desheredados están a la orden del día.

Para resumir, se podría decir entonces que, por un lado, Respecto al Origen, La Escuela Inglesa
aparece en 1841. Conan Doyle, basado en “Los Crímenes de la Calle Morgue” de E. A. Poe,
perfecciona el género. Por su parte la Escuela Estadounidense se origina en la época del a Gran
Depresión (década ’30), relacionándose a la aparición de gánster y narcotraficantes. Por otro lado,
Respecto al Detective, al Crimen y al Marco que los Engloba, en la Escuela Inglesa, el detective
posee un carácter calculador y científico, medido, intelectual. Resuelve sus casos mediante el puro
razonamiento e indagación, la deducción lógica basada en las diferentes pistas que va encontrando
en su investigación. Es un personaje ajeno a las fuerzas policiacas, por lo que no usa la violencia ni
las armas para lograr su objetivo. De este modo el crimen se resuelve como un juego de deducción
mental, generalmente de robos o asesinatos desarrollados en las clases medias y altas. Por su
parte, en la Escuela Estadounidense, el investigador trabaja por un pago, siendo un ex policía o un
detective privado. Se trata de un personaje más duro y práctico, que no teme utilizar la fuerza o las
armas para llegar a su objetivo. Vinculado a su origen, los crímenes se vinculan a la prostitución, el
narcotráfico, la corrupción, temáticas utilizadas por los autores para hacer, a su vez, denuncias
sociales de la realidad que se vivía en ese momento y, por consiguiente, se retratan la vida de los
marginales, los suburbios. Philippe Hamon define al personaje como inestable a lo largo de la
historia, siendo una construcción de la misma reconstrucción o co-construcción que realiza el lector
y que produce un efecto, por lo que al mismo tiempo es un efecto. Por consiguiente, el personaje
nace de una identidad, la cual a priori lo convierte o vincula con una persona. Sin embargo, Hamon
expresa que estas nociones (personaje-persona) se confunde permanentemente, pero que no son
inherentes a referirse uno al otro, ya que no siempre ocurre de este modo.

En el presente trabajo se intentará, por un lado, comprender las diferentes posturas teóricas que
giran en torno al relato policial vinculándolos a su vez, por otro lado, a realizar un abordaje particular
sobre dos cuentos que participan y comparten ciertas “reglas”, haciendo énfasis particularmente en
el juego que se produce entre el motivo, el crimen, la investigación (y búsqueda de verdad por parte
del detective) y la resolución. El corpus seleccionado gira en torno a los cuentos “La Loca y el Relato
del Crimen” de Ricardo Piglia y “El Crimen Casi Perfecto” de Roberto Arlt, y teniendo en cuenta
teóricos como Sergio Pastormerlo, Daniel Link, Roland Barthes, Phillippe Hamon, Tzvetan Todorov,
entre otros, proporcionándonos los constructos necesarios para realizar dicho abordaje literario.

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El Controversial “Género” Policial.


Quizás en este punto nos sea necesario remontarnos directamente a autores que polemizan y
discuten sobre las concepciones del género policial, sus características o elementos que propician
su participación en el género. Entre ellos podemos pensar en Todorov, escritor, crítico y lingüista
participante de la escuela estructuralista, quien proponía una concepción de género policial
completamente opuesta a Pastormerlo, argentino doctor en Letras. Si bien a ambos autores citados
los separan algunas décadas, nos proporcionan dos posturas totalmente opuestas y críticas entre
3 sí. Nos parece interesante ponerlas en presencia en el trabajo para dejar asentado nuestra posición
teórica con la que acordamos y nos guiaremos a la hora de abordar nuestro corpus, lo haremos
teniendo como punto de referencia el texto “Literatura Policial en la Argentina” de Sergio
Pastormerlo1 y “Tipología del Relato Policial” de Tzvetan Todorov2

Cuando pensamos en género tendemos al encasillamiento de las cosas, en este caso de la


literatura. Solo aquellos relatos que sumen una cantidad estipulada de características que
representen una categoría y estipulando quien pertenece y quién no. Por ejemplo, remitiéndonos al
género policial que nos interesa en este trabajo, pensamos que todo cuento que plantee un caso, en
principio indescifrable y complejo, que se resuelva a través de la lógica y el intelecto de un detective
culto, observador, inteligente, que siga un método científico de observación, análisis y deducción y
que se plasme el responsable del crimen y como lo hizo. Dicho de este modo, todo relato que no
presentara estas características, para una visión más restricta y que tiende a encasillar la literatura
en lo que es o no es, en lo que pertenece o no, dependiendo si cumple metódicamente una serie de
pasos o caracteres particulares.

Coincidimos en este plano con la concepción de Pastormerlo, que polemiza esta visión y la
confronta con una más flexible, participativa, abierta, amplia, en la cual la noción de género se ve
desdibujada y permite el acceso de diferentes relatos en diferentes tipologías temáticas de relato,
transgrediendo las fronteras y mezclándose entre sí como españoles e indígenas en la época de la
conquista, dado por resultado la raza mestiza. El policial, como dijimos, es altamente controversial,
y aun actualmente sus rasgos, en teoría, son fácilmente reconocibles por muchos estudiosos,
escritores, críticos y lectores. Todorov, en su visión restrictiva de género, ni si quiera reconoce al
policial como tal, dado que lo califica como literatura de masas, aquella que no transgrede las reglas
de su género, sino la que se conforma con ellas. Sin embargo, más allá de que responda a
estándares de masa, pensando en su producción y mercado, también existen autores que se apartan
de los estereotipos, con un público más reducido y homogéneo. Podemos redefinir lo anteriormente
comentado siguiendo a Pastormerlo: “Lo que distingue al género policial, lo que le otorga un carácter
doble y contradictorio, es el hecho de que en él se manifiesten ambas tendencias de un modo

1
“Literatura policial en la Argentina. Waleis, Borges, Saer”, S. Pastormerlo, (1997)
2
“Tipología del relato policial”, T. Todorov, (1974),  en “El juego de los Cautos”, D. Link
(1994)

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extremo: si buscamos un género excepcionalmente definido y monótono, el policial es


probablemente el mejor ejemplo posible; si buscamos un género excepcionalmente difuso,
transformable y capaz de dispersarse por la literatura”. De este modo podemos explicar cómo el
policial es un hibrido posible de mutación como de tradición, de monotonía como de multi-
variabilidad.

Y es esta ambigüedad la que trae consigo un sinfín de críticas que se confrontan completamente
entre sí. Por ejemplo, en torno a su uniformidad que caracteriza al género es la que confronta con
las formas más heterodoxas de narración, que dan paso a juicios dispares, pensando en por ejemplo
la parodia, la mezcla de géneros o toda aquella acción que se caracterice como una desviación 4
excedente al límite del policial. Es que pensar en el género policial es remontarnos, como dijimos
anteriormente en la introducción, a Poe, y de allí, una copia sistemática, imitativa y que roza el plagio,
dando paso al género en cuestión. Sin embargo, podemos pensar que la fidelidad con la que fueron
copiados los cuentos de Poe, implica también una reducción del policial, pero en sus posibilidades
proponía un camino diferente. En otras palabras, no leemos Poe y los cuentos reproducidos bajo la
imitación; leemos lo que sucede con el género policial después de Poe incluyendo, por ejemplo, el
narrador que tomaba otro papel diferente abriendo el abanico de posibilidades, siendo una de las
formas distantes y heterodoxas de hacer policial.

Todorov sin embargo parte de la comprobación de esta notable relación entre textos y luego
emplea esa propiedad como un criterio de demarcación para establecer qué textos pertenece o no
la genero, es decir, si un texto no posee esta propiedad (es decir, nos remitimos a una forma original
y heterodoxa) no forma parte del genero policial. Pero al hablar de dichas propiedades de un género,
siguiendo la propuesta de Pastormerlo, podemos remitirnos a dos categorías diferentes: por un lado,
a un conjunto de propiedades atribuibles a los miembros de la clase, y por otro, un conjunto de
propiedades atribuibles a la clase como tal. Por ejemplo, la uniformidad es una propiedad de la clase,
no de sus miembros, ya que pensamos que un género no es solo su historia (sus textos), sino
también sus posibilidades, interesándose como abstracción, como una matriz de posibilidades.

Otro punto importante del abordaje de los desacuerdos entre las dos concepciones, gira alrededor
de la relectura. Podría decirse que la mayoría de los críticos expresan que no puede realizarse una
relectura ya que, siguiendo a Todorov, “hay una verdad por descubrir, el autor nos pondrá frente a
una cadena rigurosa de la cual no es posible desplazar ningún eslabón por este motivo, y no a causa
de una deficiencia en su escritura, las novelas policiales no se releen”. Sin embargo, esta concepción
se vincula, por un lado, con la noción del policial como literatura de consumo, un texto que se
construye en torno al descubrimiento progresivo de una verdad, que al alcanzarse la misma, el texto
esta consumido, exhausto, consumido, por lo que no se puede releer. Pero siguiendo la concepción
más amplia del policial, nos orienta a la relectura y su importancia: descubre al lector una gran
cantidad de información nueva y esa información es de carácter técnico: lo que el policial exhibe a
los relectores son los mecanismos de su construcción. Podemos afirmar que lo que se lee en la
relectura no puede ser leído sin el conocimiento del final del texto: nos encontramos frente a otro

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texto diferente. Es que la solución final no extingue la producción de significados, según Pastormerlo,
si no que por el contrario es un punto de inicio de un impulso nuevo, retrospectiva y de profunda
transformación. Ésta misma, propone una relectura durante el desarrollo de sus textos, porque
requiere un tipo de lector que efectué un trabajo más intenso e interno para relacionar los numerosos
datos aportados por la investigación y el ordenamiento de la información que supone un gran número
de interpretaciones y reinterpretaciones retrospectivas.

Del mismo modo, la figura del detective es otro punto de conflicto entre las concepciones respecto
al género. Pastormerlo se pregunta ¿El detective es un personaje redundante y por lo tanto
5 eliminable? Pensando en una concepción restricta, la cual se enfoca en el nivel de los textos, la
figura protagonista siempre es el detective, construyéndose como un rasgo esencial e imposible de
eliminar, por lo que, si esto ocurriera, ya no hablaríamos de género policial. En cuanto a una
concepción más amplia y participativa, puede pensarse en la necesidad del personaje, pero no en
que sea un rasgo esencial, ya que se vincula al nivel de posibilidades. En otras palabras, se enfocará
fundamentalmente no en la fama y la omnipresencia del detective, tampoco extremarnos por la
eliminación del personaje, sino que le interesa distinguir entra la posibilidad de una literatura policial
sin detectives y la imposibilidad de una literatura gauchesca sin gauchos, como expresa el autor en
cuestión. La concepción restricta impide la expansión del genero a través de sus rasgos formales y,
por el contrario, la concepción amplia permite relativizar o negar la importancia del detective. Retará
en el abordaje de los cuentos seleccionados, tratar de observar si en este caso el detective es o no
importante en el correr de la historia.

Para concluir, coincidimos en que hablar de géneros solo simplifica y falsea a la literatura,
tratándose de un error deliberado cuya compensación es permitirnos manipularla de algún modo. Es
decir, si definir un género refiere establecer sus fronteras y sus criterios excluyentes, para el género
policial hablamos de algo infundado. Sin dudas, todo discurso sobre la literatura propicia a encasillar,
clasificar, subordinar, recortar el objeto en sí. Sin embargo, una concepción amplia del policial tiende
a no reflejar con mayor o menor fidelidad el género, pero puede captar mejor sus aspectos más
valorados. Pastormerlo lo define de mejor manera: “Concebir el género policial como un género
estricto compuesto solamente por sus textos más ortodoxas más que un modo de concebirlo. No se
trata de una concepción errónea, pero requiere de lectores y críticos ascéticos dispuesto a infligirse
las mismas limitaciones que le atribuyen al género”. De esta manera, concebimos abordar nuestro
corpus de cuentos desde una concepción más amplia, participativa, sin juzgar ni encerrarnos en que
deben cumplir una estipulada lista de rasgos y, de no hacerlos, no considerarlos policiales. Hablamos
de cuentos que participan de una temática policial, y discrepar con algunas concepciones más
restrictivas como la presentada por Todorov. De este modo daremos paso a comenzar el abordaje
propiamente dicho del detective y el proceso de investigación en el corpus seleccionado.

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Construcción del Corpus.


Si tenemos en cuenta lo anteriormente expuesto, se crea una cierta ambigüedad en que, si
pensamos en que el detective es un personaje que puede relativizarse o incluso ser puesto en un
segundo puesto de importancia dentro del género policial, sea uno de los ejes de nuestro análisis.
La realidad es que, en los cuentos seleccionados, la figura del detective o de un personaje construido
desde el pensamiento de un detective, juega un papel importante en la resolución de los crímenes
acontecidos. El proceso de investigación y de averiguación de la verdad y la búsqueda de justicia
serán los puntos a abordar también, tanto por el lector como por el detective. 6
Nos encontraremos frente a preguntas particulares que giraran en torno a ¿Existe el personaje
del Detective? ¿Cómo se construye dicho personaje? ¿Se parecen entre los cuentos abordados?
¿Qué procesos llevan a cabo para la averiguación de la verdad? ¿Qué es la verdad? ¿Se consigue
restituir la justicia? ¿Podríamos pensar en una matriz analítica, científica metódica? ¿Conseguir la
verdad, significa que se conseguirá la justicia? Veremos entonces que, en estos relatos policiales,
se produce un juego constante entre el crimen y el enigma que lo envuelve y que, a su vez, produce
en el lector la necesidad de releer e intentar comprender dichos procesos llevados a cabo. Pero si
pensamos en la verdad, ¿Qué es en los policiales la verdad? Podríamos decir que sería el
esclarecimiento de los hechos narrados, la develación del enigma, los “porqués” del crimen en
cuestión, pero que no está, en algunos casos como veremos, directamente ligado a la restitución de
la justicia. Puede existir la verdad y no la justicia, y es esta verdad la que se reconstruye a lo largo
de los procesos de investigación y de la reconstrucción de la historia misma. Es aquí que el uso de
esta verdad ingresa al terreno inestable de la sociedad en el cual hasta puede ser manipulada de tal
manera en la que no sirva para la restitución de justicia, siendo la verdad de los hechos, pero no la
verdad legal.

El detective (o el personaje que ejecute tal acción) es, en los cuentos seleccionados, un personaje
que se encargará de llevar a cabo el proceso de investigación, que puede estar o no asociado a las
fuerzas de la ley. Es el encargado tanto de la búsqueda de la verdad como del intento de la
restauración de la justicia, lo cual podremos observar no siempre ocurre, por medio de la develación
del enigma y la resolución del crimen. Veremos que se distancia, en parte, del resto de los personajes
por poseer un conocimiento o lógica únicos que le permiten construir y reconstruir los indicios,
informantes huellas y marcas para poder develar los responsables del crimen.

Los textos seleccionados para el abordaje del detective y el proceso de investigación fueron dos
cuentos que en una mirada rápida tienen muchos puntos que los distancian que los que los acercan.
Abordaremos su análisis de forma particular para luego llegar a una conclusión final de ambos.

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“La Loca y el Relato del Crimen” – Ricardo Piglia

A lo largo de la historia la locura ha sido construida y reconstruida sociológicamente a lo largo de


la historia. Hasta el final del siglo XIX se designó como locura a determinados comportamientos que
eran rechazados por las normas sociales establecidas. En diferentes momentos de la historia, las
convenciones sociales interpretaron de diferentes maneras la locura que retrospectivamente
correspondían a fenómenos distintos, pero siempre vinculándola a la desviación de la norma y, a su
vez, la pobre definición médica, y a veces contradictorias, de estas. Estos fenómenos eran
7 interpretados desde diferentes puntos de vista, dependiendo de la religión, la época o las
circunstancias sociales del sujeto.

Pero también es importante pensar, como planteaba Foucault en sus pensamientos, que las
diferentes manifestaciones de “locura” siempre fueron un concepto impuesto por quienes tienen el
poder de definir lo que es “normal” de lo que “no lo es”. Es que cualquier sociedad definía (¿y define?)
la locura de tal manera que ciertas personas sean catalogadas de esa forma y, por consiguiente,
sean aisladas. Pero, además, el poder puede determinar el Conocimiento, la Justicia y la Verdad,
dado que éstos no son conceptos preexistentes que nosotros debemos descubrir, sino más bien algo
que nosotros producimos y que los poderosos definen para mantener el control.

Esta pequeña introducción al termino de locura no es por azar, si no debido a que el cuento que
abordaremos gira en torno al conocimiento, la justicia, la verdad, vinculado estrechamente con la
locura y el poder. “La Loca y el Relato del Crimen” es un cuento de Piglia que, en cierto modo a pesar
de su brevedad, es confuso. Estructuralmente se divide en dos capítulos. En el primero, nos presenta
a la mayoría de los personajes. Se relata cómo un hombre llamado Almada llega a la entrada de un
prostíbulo, con la intención presunta de asesinar a Larry, una prostituta. En la puerta se encuentra
con una mendiga loca llamada Angélica Echevarne Inés, que le dicen Anahí. Luego se cambia la
perspectiva hacia la de Antúnez, el hombre que vive con Larry, que al llegar a su departamento se
encuentra con un mensaje escrito en el espejo de ella, advirtiéndole que Almada la fue a buscar y
que debería esconderse. En el segundo capítulo nos encontramos con otro lugar y otro tiempo. Un
periodista especialista en lingüística, Emilio Renzi, es designado a crónicas de crímenes, y debe
cubrir el asesinato de Larry, la prostituta. La investigación del crimen define que Antúnez es el
asesino ya que es el primer sospechoso por su vínculo con la víctima y, sobre todo, porque la única
testigo es Anahí, la loca que repite sin cesar un discurso psicótico y sin sentido. Renzi sin embargo
se propone analizar y descubre que la loca declaraba, en su locura, la verdad. Sin embargo, es
censurado por el dueño del diario para el que trabaja y no puede concretarse la justicia.

Aquí es donde podemos establecer un punto de relación importante entre la introducción y el


cuento, ¿Por qué la única testigo no es escuchada y se resuelve el caso a lo, en teoría, mas “obvio”?
Foucault lo simplificó: lo denominado “loco” no tiene valor. Anahí conoce la “verdad” de los hechos,
la presenció con sus propios ojos, pero no es escuchada ya que su discurso infringe las normas

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sociales establecidas. Pero sería posible fuera tomada en serio al ser tratado desde un conocimiento
valido como el que tiene Renzi en materia de lingüística, y siendo totalmente diferente al de la policía.
Podría ejecutarse la verdadera justicia si fuera tomado en cuenta. Pero la censura proporcionada
por el poder transgrede absolutamente todo, rompiendo así con la verdad, la justicia y el
conocimiento. Nuevamente el poder es lo que determina, aísla, construye y destruye absolutamente
todo, poniéndonos en conciencia del manejo social que se propone en este relato del “poder” como
determinante de absolutamente todo.

Pero es momento de centrarnos en los que este trabajo nos compete especialmente: El Detective
y su proceso de investigación. En este cuento en particular, el rol está encarnado no por un detective 8
propiamente dicho, si no por un periodista llamado Renzi, impregnado por el concepto de la “verdad”
ligada estrecha e inseparablemente a la justicia y al honor, indignándose al punto de querer renunciar
a su trabajo por la intolerancia de inculpar a un inocente de cometer el crimen que, claramente, no
cometió. Y, a su vez, al ser censurado periodísticamente propone la producción del cuento que
estamos leyendo, siendo Piglia, el autor, quien propone un juego de escritura en forma de bucle. Y
es aquí donde más fuertemente podemos la lucha de la verdad y la justicia subordinadas y
desprestigiadas por el poder y lo que trae consigo: no importa que Renzi haya re significado la verdad
del crimen en base a hechos científicamente comprobados para salvar de la culpabilidad al inocente,
sino el poder de Luna, el dueño editorial del diario, para censurar por conveniencia la historia
verdadera.

De este modo nos preguntamos, ¿Se llega a la verdad del crimen? Si, el detective puede
alcanzarla. Sin embargo, ¿Se hace justicia con dicha verdad? No. La verdad no puede ganarle la
puja al poder, quedando descaradamente en un último plano. Nos es sumamente difícil no pensar
en nuestras épocas de dictadura militar y vincularlo a la constante tergiversar la realidad, censurar
la verdad y manipular los medios culturales y de información. El poder se dispone así los valores
socialmente aceptados, por lo que el caso no trae mucha trascendencia en la vida de la sociedad
en cuestión, dado que se trata de una prostituta y su amante, celoso de la labor de la mujer tendría
los motivos suficientes para ejecutar el crimen. Aquí ya deja de importar lo que la testigo, dentro de
sus posibilidades, pueda decir, sobre lo que vio, ya que el poderoso era el criminal, y lo demás no
importa.

Y lo mas frustrante quizás de esta historia es que Renzi, en su rol de periodista pero un gran
entendido en materia de lingüística, expone la verdad basada en un proceso de investigación con
bases sumamente científicas y reales, incorruptible, objetivo y aun así no alcanza para sobreponerse
al poder. ¿Cuál es dicho proceso? Renzi fue el único que al escuchar a la loca sabia que algo había
detrás de su discurso, a pesar de lo que Rinaldi le dijera. Tres horas le llevo comprender a la loca y
desplegar sobre el escritorio de Luna, el jefe de redacción, una transcripción literal del monologo de
la loca, subrayado con diferentes colores, con marcas y números. Luna, escéptico, se muestra
molesto de pensar que Renzi le creía al sospechoso, pero en realidad le explica que todo tiene que
ver con lo que la loca repetía hacia 10 horas sin parar. El simple periodista que escribía bibliografías

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en el diario “El Mundo” se había especializado en la fonología de Trubetzkoi y le atraía enormemente


la lingüística. De este modo pudo descubrir por medio de una serie de reglas lingüísticas, un código
que se usa para analizar el lenguaje psicótico, en el cual los locos están obligados a repetir ciertas
estructuras verbales fijas, como un molde. Se guio por las treinta y seis categorías verbales que se
llaman operadores lógicos, que funcionan a forma de un mapa, que al ponerse sobre lo que dicen y
se puede de este modo comprender que el delirio esta ordenado y que repite esas formulas. De este
modo, todo aquello que este por fuera sin clasificar, es lo nuevo, lo que el loco trata de decir. En este
caso, Anahi repetía siempre el mismo discurso, pero en su locura se distinguía un nuevo discurso
que no ingresaba en la repetición: “El hombre gordo la esperaba en el zaguán y no me vio y le hablo
9
de dinero y brillo esa mano que la hizo morir”.

Podemos observar que el proceso de investigación realizado por Renzi es totalmente valido y
real, comprobable por una base científica y lingüística, en este caso. Sin embargo, Luna es un
personaje que no tiende a relacionarse directamente con la verdad, llegando al tono burlesco frente
a lo que se le presentaba ante sus ojos, y tomando una posición de cobardía frente a lo que ocurría:
dejaría impune a un asesino. Resuena nuevamente en nuestro pensamiento la relación que se puede
establecer con la dictadura militar cuando Luna se justifica diciendo “Pero yo hace treinta años que
estoy metido en este negocio y sé una cosa: no hay que buscarse problemas con la policía. Si ellos
te dicen que lo mató la Virgen María, vos escribís que lo mató la Virgen María”.

De este modo nos hace pensar, ¿Qué valor adquiere una investigación seria de un crimen,
completamente comprobable, si la verdad es una mercancía que se remata a quien proponga,
subordinando la justicia al poder y convirtiéndose en un constante ciclo de corrupción? ¿Los medios
de comunicación e información no deberían ser lo mayormente objetivos, dentro de lo posible, para
no tergiversar la realidad para que los destinatarios conozcan la verdad lo más fiel posible? Nos
limita a pensar que la verdad se liga a esto, produciendo entonces que nunca se llegue a una solución
justa o se proclame la justicia, dado que los portadores del poder buscan un beneficio personal. La
ecuación es simple: Si los grupos de poder son quienes tienen valores y principios ligados a la
justicia, el honor, la fidelidad, la lealtad: La verdad se revela al resto de los integrantes de la sociedad
sin ninguna modificación. Pero, si dichos grupos de poder solo piensan en su posición, la verdad que
será revelada indudablemente no será la verdad de los hechos, si no una transmutación de la misma,
siendo una versión no verdadera de lo que realmente aconteció. De este modo podemos observar
que Renzi, siempre está del lado de la justicia, no cambia su postura a pesar de la censura por parte
de Luna. El problema reside en que no tiene un poder superior para hacer saber su verdad, por lo
que la versión conocida será la proporcionada por el diario, aun cuando el periodista decide escribir
el Cuento, ¿Quién sabe qué puede hacer con él, Renzi?

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“El Crimen Casi Perfecto” – Roberto Arlt

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