Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
ETICADEONTOLOGIAPROFESIONAL Lectura3 PDF
ETICADEONTOLOGIAPROFESIONAL Lectura3 PDF
El marco
conceptual del
debate ético
contemporáneo
3. El marco conceptual
del debate ético
contemporáneo
3.1. Racionalidad herméutica como
racionalidad práctica: lo conveniente y
lo inconveniente. Discernimiento y
deliberación en el problema del
conocimiento aplicado
1
Tipos de racionalidad: racionalidad hermenéutica y
deliberación
Podemos entender a la racionalidad hermenéutica como la racionalidad
práctica aristotélica o racionalidad prudencial. Para ello es necesario
retomar la distinción entre la razón teórica y práctica y el papel de las
virtudes en el pensamiento aristotélico. En la Lectura 2 definimos a las
virtudes como aquellos hábitos o modos del carácter que nos acercan al
bien, “porque hacen a la capacidad de dominio que permite al que las
posee encauzar sus deseos y pasiones y relacionarse con el placer y el dolor
de un modo adecuado” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 172).
Por otra parte, Aristóteles (citado por Guariglia y Vidiella, 2011) nos aporta
la siguiente definición: “la virtud es un hábito selectivo que consiste en un
término medio relativo a nosotros, determinado por la recta razón y por
aquello por lo cual decidirá el hombre prudente” (p. 175).
Estas tres virtudes (el nous, la episteme y la sofía) son propias de la razón
teórica y su regla correcta es el silogismo teórico. La téjne y la phrónesis,
en cambio, son propias del ámbito de la razón práctica y su regla es el
silogismo práctico. En este campo podemos producir (poíesis) algo que nos
es ajeno a nosotros mismos, es decir, un producto como podría ser una
casa o una obra de arte, en cual caso necesitaremos contar con una técnica
o arte para su realización; o bien podemos llegar a cabo una actividad cuyo
producto sea interno a ella misma, como vivir. Esto es lo que Aristóteles
llamaba praxis o actuación, y la virtud requerida para actuar correctamente
2
la phrónesis o prudencia que permite, al que la posee, alcanzar la sabiduría
práctica.
Dado que la regla recta en el ámbito de las acciones tiene la forma del
silogismo práctico, podemos definir a la prudencia como “aquella facultad
deliberativa (…) que realiza las inferencias correctas para elegir los medios
más adecuados en vistas al fin deseado” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 176).
Para comprender mejor esta definición, veamos ahora cuál es el silogismo
práctico y qué entendemos por deliberación.
3
Guariglia y Vidiella (2011) nos aportan el siguiente ejemplo:
4
Encontramos, entonces, una superposición entre la deliberación y el
silogismo práctico, ya que la deliberación conduce el procedimiento de
análisis de la situación y sólo cesa cuando el agente ha obtenido la premisa
menor del silogismo práctico, para pasar a la acción.
5
de la reflexividad e incluyen el valor de la responsabilidad personal) y c)
colocarse o imaginarse en el lugar del otro o pensar extensivo” (García,
2006, p. 197).
6
Paradigmas de aplicabilidad
La principal dificultad en la aplicación de las normas morales reside en el
contraste entre su contenido general y el carácter concreto y particular de
cada situación conflictiva. Algo similar ocurre con las normas jurídicas, las
cuales deben ser generales por definición, pero esa misma generalidad
puede generar injusticias en su aplicación al caso particular. De allí que
para García (2006) “lo que es general es imperfecto en cuanto a que
requiere de interpretación y de juicio con respecto a las circunstancias
particulares” (p. 196). Así, el juez que debe contemplar la ley y aplicarla al
caso particular opera de manera semejante al hombre prudente que
contempla en sus acciones tanto los criterios universales como las
contextualidades en forma articulada.
7
3) Paradigma del rigorismo: este paradigma comparte con el de
autoridad su criterio casuista, pero, a diferencia de aquel, se
apoya en la razón para explicitar sus fundamentos. En la Lectura
2 citamos como ejemplo de este rigorismo a la ética kantiana
según la cual el imperativo categórico (como condición de
moralidad de todo acto) debe ser aplicado sin excepciones en
toda situación. El error de este paradigma de acuerdo con
Maliandi (2009) es pretender imponer la universalidad negando
al mismo tiempo la validez a lo particular o contextual.
8
6) Paradigma de la convergencia: al igual que el paradigma de la
restricción compensada, el paradigma convergente reconoce que
la aplicación de los principios éticos tiene ciertos límites, pero
concibe esta restricción de diferente manera ya que el conflicto
entre principios, en el paradigma convergente, no sólo surge al
momento de su aplicación sino que la conflictividad entre ellos
se reconoce como un a priori, es decir, se parte del supuesto de
que los cuatro principios cardinales (universalidad,
individualización, conservación y realización) siempre están en
tensión. De allí que sea imposible su aplicación irrestricta. Esto es
lo que llamamos, en la Lectura 2, la incomposibilidad de los
óptimos y supone considerar a los conflictos empíricos como
casos concretos que tienen a la conflictividad entre principios
como condición de posibilidad. De esta imposibilidad se deriva
también un deber compensatorio, como el caso del paradigma
anterior, que en este caso se traduce en un nuevo principio o
metaprincipio, el principio de la convergencia, que exige
maximizar la armonía o equilibrio entre los cuatro principios
cardinales. Maliandi (2009) lo expresa de la siguiente manera:
9
los conflictos” (p. 187). De allí la exigencia de procurar en todos los casos la
mayor convergencia posible entre las exigencias derivadas de ellos.
10
3.2. Ética y derechos humanos: El Pluri
Principalismo como concepción.
¿Conflicto o concordancia entre
principios?
“La ética contemporánea se ha enfrentado
constantemente a un dilema que ha buscado
superar una y otra vez: presentar sus principios
como universalmente válidos con independencia de
que éstos hayan sido elaborados y expuestos por la
filosofía occidental a través de sucesivas etapas de
secularización” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 239).
11
Para comenzar a responder este conjunto de preguntas debemos, primero,
aclarar el particular status de los derechos humanos y sus vínculos con las
ordenaciones jurídicas de cada país.
De allí que tengan una íntima relación con la noción de dignidad humana, a
la que Kant, como vimos en lecturas previas, contribuyó a definir.
12
integridad física; el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y
de religión; el derecho a las garantías procesales; a participar en el
gobierno de su país, directa o indirectamente por medio de
representantes; entre otros. Estos derechos tienen sus antecedentes en el
movimiento de la Ilustración del cual Kant fue uno de sus representantes, y
en las revoluciones burguesas del siglo XVIII (la norteamericana primero y
la francesa después). Como señala Cortina (2000) todos ellos tienen en
común el valor moral de la libertad y encuentran su justificación teórica en
autores como Locke, quien enuncia que “no ve mayor razón para crear la
sociedad civil que la defensa de tales derechos. En definitiva, el Estado no
tiene más tarea que la de proteger los derechos civiles y políticos de sus
ciudadanos” (p. 41).
13
artículos sólo expresan aspiraciones cuyo efectivo cumplimiento no puede
ser impuesto coactivamente (Guariglia y Vidiella, 2011).
14
también para los objetivos más perversos y crueles. De allí que la Ética
tenga mucho que decir con respecto a estos dos campos de intervención
humana. Sin duda, otro ejemplo lo constituye Internet, que por su carácter
abierto traspasa las fronteras de los Estados nacionales generando flujos
de información transnacionales. Esta herramienta ha sido fundamental
para la lucha de ciertos colectivos sociales en contra de regímenes políticos
dictatoriales, como, por ejemplo, en el caso de la Primavera Árabe2, donde
las concentraciones masivas en contra de estos regímenes se organizaron
por medio de las redes sociales. Sin embargo, Internet también es una
herramienta utilizada por el crimen organizado y los grupos terroristas que
habitualmente la usan para reclutar y entrenar nuevos miembros.
La prohibición de instalar antenas parabólicas para la recepción de
imágenes extranjeras vía satélite por parte de algunos países islámicos
integristas o la restricción al acceso a Internet en regímenes autoritarios,
como en el caso de China, demuestran el miedo de estos gobiernos a que
la tecnología se convierta en el vehículo de transmisión de ideas que vayan
en contra de sus propios códigos morales y culturales o de sus ideologías
políticas.
Finalmente, existiría una quinta generación de derechos que incluye la
posibilidad de conducta inteligente de software, robots y otros, en la
medida en que estos podrían lesionar derechos humanos considerados
básicos. Y una sexta generación, que incluiría a los transhumanos o
posthumanos, es decir, a las personas alteradas genética o
tecnológicamente.
15
internacional, que no se encuentra desregulado como los mercados de
capitales financieros, sino sometido a las regulaciones de la Organización
Mundial de Comercio (OMC).
16
planteada por Kant en su opúsculo Paz Perpetua (1795). Allí Kant menciona
tres condiciones básicas para que la paz sea un proyecto perdurable: que la
constitución civil de cada Estado sea republicana; que el derecho de gentes
se fundamente en una federación de estados libres; y que el derecho
cosmopolita se limite a establecer las condiciones de hospitalidad universal
(derecho de visita al extranjero). El maestro de la Ilustración planteaba que
en el plano internacional nos encontramos todavía en un estado de
naturaleza donde “lo pacífico de cada momento sólo es un episodio
empírico en el subyacente estado de guerra. Si se quiere que exista el
estado de paz, debe ser explícitamente instituido” (Hassner, 1996, p. 573).
Para ello Kant postula la creación de una federación o república de
repúblicas, anticipándose, de esta manera, dos siglos a la creación de la
Sociedad de Naciones en 1919, primer antecedente de la Organización de
Naciones Unidas. Asimismo, Kant creía que la expansión del comercio y de
la Ilustración contribuiría a alcanzar la meta de la paz.
3) Los pueblos son iguales y son partes de los acuerdos que los ligan.
17
7) Los pueblos deben observar ciertas restricciones estipuladas en la
conducción de la guerra.
18
acento en la común pertenencia de todos los hombres a un mismo orden
mundial. También Kant (1795), como vimos, había hecho referencia a un
derecho cosmopolita, entendiendo por tal el derecho de todo individuo a
presentarse y ser escuchado dentro y a través de las distintas comunidades
políticas. Entre los representantes contemporáneos de esta postura
encontramos autores como Beitz (1999) y Pogge (2006), quienes insisten
en la necesidad de incluir el principio de justicia distributiva de los recursos
desde los países más ricos hacia los más pobres, principio sugestivamente
omitido por Rawls (2000) en su propuesta de una justicia internacional
basada en el derecho de gentes.
19
las normas y valoraciones morales. Aunque ciertamente hay quienes
niegan la posibilidad de tal fundamentación, sin embargo, la mayoría de los
filósofos suelen acudir a distintos principios éticos para fundamentar la
moral y esta actitud se denomina principalismo. En la ética clásica
encontramos ejemplos de principalismo; en la teoría de Kant, su
imperativo categórico; en el utilitarismo, su recurso al principio de utilidad;
y en la ética contemporánea podemos mencionar el principio de
responsabilidad de H. Jonas (1995), el principio de reverencia por la vida de
A. Schweitzer (1929), o el principio de discurso de K. O. Apel (1975). Todas
estas teorías éticas tienen en común la apelación a un único principio,
razón por la cual se las denomina monoprincipalismos.
20
La exigencia de intentar maximizar la armonía o equilibrio entre
las exigencias derivadas de los otros cuatro (principio de
convergencia).
21
también la bidimensionalidad de la razón. Mientras los principios de no
maleficencia y justicia forman parte de la dimensión fundamentadora, los
de beneficencia y autonomía corresponden a la dimensión crítica de la
razón.
Cuando A. Huxley (1981) escribió por primera vez en la década del 30 del
siglo XX Un mundo feliz -la novela de la cual procede la frase inicial-, la
fertilización asistida, la clonación humana, el genoma humano, los chips de
ADN, o las terapias genéticas sólo eran fantasías propias de una novela de
ciencia ficción. Sin embargo, los avances biotecnológicos han convertido a
estas quimeras en una realidad. Estos adelantos suscitan grandes
esperanzas, pero también grandes temores, como, por ejemplo, las formas
22
de discriminación genética que podrían implementarse por medio de los
nuevos descubrimientos.
En este campo, la ciencia cumple al menos tres roles diversos: por un lado,
proporciona información para la reflexión moral (primer paso de la
aplicación); además es el campo donde se deben tomar decisiones de
significación moral (segundo paso de la aplicación); y, en tercer lugar,
constituye un objeto del enjuiciamiento moral “en el caso de conductas
científicas moralmente aprobables o impugnables” (2009, p. 70).
Por su parte, Jonas (1995) señala que los desarrollos del poder técnico han
modificado de tal modo la existencia humana que resulta imprescindible
plantearse seriamente el problema ético de la responsabilidad científica. Si
los problemas que suscita la biotecnología son analizados como casos
específicos dentro del marco del bioética, cabe preguntarnos cómo pueden
los principios bioéticos ayudarnos a resolver o minimizar los conflictos
morales derivados de la aplicación de estas nuevas tecnologías.
23
actuales investigaciones en biotecnología; el principio de exploración, que
defiende el derecho a la investigación; el principio de no discriminación
genética; y el principio de respeto a la diversidad genética.
En tanto que en los casos en que los riesgos se extiendan a las futuras
generaciones, el principio de precaución implica la exigencia de no llevar a
cabo tales experimentos.
24
fuego) y la adopción de la agricultura fueron quizás sus dos
exploraciones exitosas claves que, en determinados
momentos de su desarrollo (…) lo salvaron de la extinción.
(p. 27).
25
No es necesario ser fundamentalista para ejercer esa
discriminación: basta, por ejemplo, ser empresario de una
compañía de seguros de vida o de salud. Por ahora es de
valor comercial dudoso, en razón de los altos costos de los
chequeos genéticos, acceder a la información genética de
los asegurados; pero sin duda el avance de la biotecnología
irá abaratando esos costos. (Maliandi, 2003, p. 33).
4
Artículo 6 -Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos.
UNESCO. [Recuperado de http://goo.gl/266yKX].
26
Tabla 1. Principios biotecnoéticos.
Dimensión
Estructuras Principios Principios Principios racional (F=
conflictivas cardinales bioéticos biotecnológicos fundamentación;
K= crítica)
27
acción positiva a fin de que la demanda del agente portador resulte
satisfecha” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 221), por oposición a los derechos
negativos o de no interferencia, como los civiles y políticos. En el caso del
derecho a la salud, éste es todavía más complejo que otros derechos
positivos como el derecho a la educación o a una alimentación adecuada
debido a los altos costos que demanda, especialmente el acceso a
tecnologías médicas complejas. De manera que determinar en qué consiste
el derecho a la salud se convierte en una tarea ardua que exige, a su vez,
especificar “qué debe entenderse por necesidades de salud, qué criterios
emplear para definir prioridades, cuál es el peso que habría que asignar a la
salud en relación con otros bienes básicos” (2011, p. 222), entre otros. Por
otro lado, se hace necesario considerar cuál es la competencia del Estado
en materia sanitaria y qué nivel de atención le corresponde garantizar: ¿el
mejor posible, cuidados básicos o ningún nivel?
28
que las compañías de seguros rehúsen brindar cobertura a
las personas más necesitadas de asistencia médica. (p.228).
29
En segundo lugar, Daniels (1988) intenta conectar estas necesidades
sanitarias con la noción de bienes primarios aportada por la teoría de
Rawls (1978). Recordemos que, en su teoría de la justicia, Rawls (1978)
propone dos principios de justicia como criterios para distribuir bienes
sociales primarios, entendiendo por tales bienes aquellos “que conforman
las condiciones mínimas que necesitan los ciudadanos de una democracia
moderna para perseguir y promover racionalmente sus concepciones
particulares del bien” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 129). Estos dos
principios eran el principio de igual libertad para todos y el principio de
desigualdad. Según este último, las desigualdades económicas y sociales
están justificadas siempre que sean para mayor beneficio de los menos
aventajados, unido a que los cargos y funciones sean asequibles a todos
bajo condiciones de justa igualdad de oportunidades. En tal sentido,
Daniels afirma que:
30
En contraposición a la tesis de Engelhardt (1986) de
que la salud y la enfermedad obedecen a la lotería
natural, algunos estudios parecen demostrar que
ciertos determinantes estructurales, como la clase
social, el género o la edad, influyen en el acceso a la
salud. ¿Cuál es tu opinión personal en torno a este
debate? ¿Consideras que el cuidado de la salud es
un derecho universal?
Son muchas las definiciones del concepto que se podrían mencionar. A los
fines de esta reflexión, nos concentraremos en las definiciones aportadas
por Malem Seña (2002) y Estévez (2005). El primero entiende por
corrupción “aquellos actos que constituyen la violación activa o pasiva, de
un deber posicional o del incumplimiento de alguna función específica
realizados en el marco de discreción con el objeto de obtener algún
beneficio extraposicional, cualquiera sea su naturaleza” (2002, p. 28). Por
su parte, Estévez (2005) alega que corrupción es “toda acción u omisión de
un actor, que confunda lo público con lo privado, a los efectos de obtener
algún beneficio personal” (2005, p. 47). El autor destaca que lo público no
31
se interpreta de manera restringida a lo estatal, sino que también incluiría,
por ejemplo, a un director de empresa o un dirigente sindicalista que
aprovecharan su posición para obtener una ventaja personal. Es decir, se
trata de cualquier decisor que deba tomar decisiones en beneficio de
muchos pero que desnaturaliza su rol al privilegiar el interés o el beneficio
individual por encima de sus deberes morales o legales.
En este sentido, merece la pena preguntarse, ¿cuáles son las causas que
llevan a un individuo o sociedad a cometer actos corruptos y/o a permitir
su generalización? De acuerdo con Grondona (1993), las posibles
respuestas son dos: por un lado, el economicismo y, por el otro, la
ambición de poder. Cuando el dinero deja de tener un valor instrumental
para convertirse en un fin en sí mismo, la corrupción tiene un campo fértil
para prosperar. Por otro lado, de acuerdo con una famosa frase citada por
32
Grondona (1993), el poder “pone a personas ordinarias ante tentaciones
extraordinarias” (p. 24). De manera que, ante esas tentaciones, la única
forma posible de prevenir los actos corruptos es mediante el debido
sistema de controles y límites al poder.
Sin embargo, no son pocos los que creen que Ética y Política son esferas
incompatibles entre sí. De hecho, el mismo Maquiavelo en El Príncipe,
planteó la tesis contraria, es decir, que es más importante que el político
aparente ser virtuoso a que realmente lo sea. Porque, en definitiva, el
único objetivo que realmente importa en política es la conquista y
conservación del poder.
33
sociólogo alemán, se planteó estas preguntas en su conferencia titulada La
política como vocación, donde plantea la distinción entre aquel que vive
para la política y aquel que vive de la política. El primero es aquel que con
sinceridad se compromete y pone al servicio de una causa que considera
justa, mientras que el segundo es aquel que privilegia el factor económico
por sobre otras consideraciones. En palabras de Weber (2002):
34
no líderes, es decir, los ciudadanos, controlan a los líderes políticos, y
llamaba a este sistema poliarquía para diferenciarla de la noción clásica de
democracia entendida como gobierno del pueblo.
Otra de las causas asociadas a la corrupción tiene que ver con el déficit
democrático, entendiendo por tal aquellos “sistemas políticos deficientes
que carecen de democracias óptimas con división de poderes; y de
métodos de inspección y de balance de instituciones” (Estévez, 2005, p.
50). De acuerdo con el autor, numerosos estudios parecen confirmar que
existiría una relación inversa entre democracia y corrupción. Dicho de otro
modo, cuanto más democrático sea un sistema político y más consensuada
sea su forma de ejercer el poder, menor sería la corrupción política. Los
bajos niveles de percepción de la corrupción que ofrecen, por ejemplo,
países como Finlandia parecen confirmar esta hipótesis.
Respecto del tamaño del Estado, las aguas se dividen entre quienes
piensan que un tamaño excesivo del Estado favorece la corrupción y
35
aquellos que demuestran lo contrario, por ejemplo, al comparar el nivel de
gasto público en relación con el Producto Bruto Interno (PBI) de cada país
y el índice de percepción de corrupción. Éste sería el caso de los países
nórdicos, como Dinamarca, Finlandia y Suecia que detentan elevados
porcentajes de gasto público en relación con su PBI y muy buenos puestos
en el ranking de la organización Transparencia Internacional (Estévez,
2005).
Sin embargo, más importante que el tamaño del Estado parece ser la
ineficiencia burocrática. De acuerdo con Estévez (2005), casi todos los
estudios sobre corrupción parecen coincidir en que “la sobrerregulación
administrativa y la ineficiencia de los procesos burocráticos pueden llevar a
los ciudadanos a pagar un soborno para acelerar u obtener aquello que los
funcionarios debieran brindar en buena ley” (p. 53).
36
Cuando las democracias han alcanzado su consolidación se
observan bajos niveles de corrupción, en razón de su calidad
institucional elevada (políticos representativos, jueces
eficientes, organismos de control profesionalizados,
sociedad civil activa, etc.). En el caso de las democracias en
transición se constata una débil calidad institucional y una
baja actividad de la sociedad civil. Por lo tanto, los
resultados son bajos niveles de responsabilidad, confianza,
compromiso, eficiencia y subciudadanía. (p. 56).
En tanto que, entre las consecuencias de la corrupción, tal vez una de las
más significativas sea la pérdida de la legitimidad no sólo del gobierno
acusado de corrupción, sino en general de la política. Para Estévez (2005)
37
connotación positiva y lo público, sobre todo lo estatal, una connotación
negativa” (p. 152). Resulta imprescindible, en tal contexto, revertir esta
tendencia, para recuperar el valor de lo público, esto es, como planteaba
Aristóteles (2003), privilegiando el bien común por sobre los bienes
individuales.
38
Referencias
39
García, D. (2006). Ética y cultura: importancia de la racionalidad hermenéutica. En
Hernández Baqueiro, A. (coord.). Ética actual y profesional. Lecturas para la
convivencia global en el siglo XXI (pp. 182-206). México D.F.: Thomson.
Guariglia, O. (2002). Una ética para el siglo XXI. Ética y derechos humanos en un
tiempo posmetafísico. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
40
Putnam, R. (1993). Making Democracy Work: Civic Traditions in modern Italy.
Princeton: Princeton University Press.
Sen, A. y Kliksberg, B. (2009). Primero la gente. Una mirada desde la ética del
desarrollo a los problemas del mundo globalizado (4ta. Edición). Buenos Aires:
Temas.
www.21.edu.ar
41