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Alumno: Eliana Mariel Ferioli Núñez

Asignatura: Conocimiento, Ciencia y Sociedad.

Profesor responsable: Alicia Rodríguez Serón

La ballena y el reactor
Langdon Winner

Esta obra parte de una necesidad vital, la necesidad de remarcar los límites completamente
difusos que demarcan nuestra era tecnológica. En efecto, el cambio tecnológico nos ha
encontrado sin armas intelectuales para defendernos. La actitud más racional ante la
tecnología parece ser la de “así es el progreso” y así, nos encontramos ante un grave
problema.

Considero que esta obra tiene un gran interés principalmente porque ayuda a distinguir y
entender muchos de los conceptos que están inmersos en cualquier discusión acerca del
cambio tecnológico. Por otro lado, es indiscutible el hecho de que la tecnología ha incidido en
nuestras vidas de una forma única. Hoy en día, la tecnología condiciona nuestra forma de
relacionarnos con los demás, con el entorno y, al mismo tiempo, condiciona nuestras
concepciones acerca del mundo. Este hecho no debe ser tomado como un mero dato histórico
sino que tiene que ser tratado como lo que es: un hecho del que nos hemos dado cuenta hace
relativamente muy poco. Es por eso que creo que es de vital importancia entender cómo se da
ese desarrollo y, principalmente, cómo nos afecta. Solo así, podremos entender nuestra era y,
en el mejor de los casos, controlar los mecanismos que intervienen en ella.

1- La tecnología y la sociedad

Martin Heidegger llegó a afirmar que Nietzsche se encontraba tan cerca de la técnica que no
fue capaz de verla. En efecto, según Winner, parece ser ésto lo que le ocurre a la sociedad
actual. Para él, está claro que el hombre no se ha ocupado del problema de la técnica y su
desarrollo hasta que ya lo tenía encima. Gran parte de este problema puede deberse a la idea
de “progreso” que se encuentra inmersa en el desarrollo tecnológico. En efecto, no es fácil
darle la espalda al progreso. De hecho, todo lo que prometa un progreso suele ser aceptado
sin titubeos. Así, en el siglo XX existe una confianza absoluta en las nuevas máquinas y técnicas
que prometen un futuro mejor. La sociedad, en este sentido, es un elemento pasivo en el
desarrollo tecnológico. El progreso sigue su curso y al hombre no le queda más remedio que
aceptarlo en aras de tener un futuro mejor. Visto así, no resulta extraño que Winner compare
la postura del sujeto del desarrollo tecnológico con la postura de los utopistas del siglo XIX.
Winner, además, plantea que el problema es mucho más profundo de lo que parece. No se
trata sólo de una actitud psicológica ante el progreso. El problema de la técnica se encuentra
ya inmerso en nuestro lenguaje y nuestra capacidad de relacionarnos con las cosas. Así, las
tecnologías se revelan como poderosas fuerzas que actúan y tienen la capacidad de modificar
y moldear la actividad humana y su significado.

Resulta así evidente el hecho de que la sociedad tiene que armarse intelectualmente ante la
convivencia con la tecnología. Ya en las primeras páginas de la obra se afirma la necesidad de
una filosofía dirigida a éste tipo de problemas. En efecto, surge el problema que filosofías
como la de Wittgenstein o Marx nos dejan ante un tradicionalismo pasivo o un “dejar todo
como está”. Para Winner es necesario crear disciplinas que lleven a la sociedad a preguntarse
qué clase de mundo estamos construyendo. La sociedad necesita estar al corriente de este
desarrollo imparable y debe entender la importancia que significa adoptar ciertas condiciones
psicológicas, sociales y políticas. Por eso, debemos introducirnos en la idea de progreso,
investigarla y entenderla de forma tal que no adoptemos una actitud pasiva ante el desarrollo
tecnológico.

2- La tecnología y la política

Hoy en día no resulta extraña la idea de que los sistemas tecnológicos están inmensamente
involucrados en las condiciones de la política moderna. Las disposiciones físicas de la
producción industrial, las relaciones laborales, las guerras, las comunicaciones y muchos otros
ejemplos nos demuestran que política y tecnología son, en nuestra era, un binomio
inseparable. Sin embargo, algunos críticos pueden incluso ir más lejos y llegan a afirmar que
las tecnologías tienen en sí mismas propiedades políticas. Esta afirmación va dirigida en dos
sentidos. En primer lugar, existen casos en donde la invención, el diseño o la disposición de un
sistema tecnológico se convierten en una manera de resolver los problemas de una comunidad
en especial. En segundo lugar, podemos encontrarnos con lo que se conoce como “tecnologías
inherentemente políticas” que son sistemas hechos por el hombre que parecen requerir tipos
particulares de relaciones políticas.

Estas ideas se encuentran fuertemente relacionadas con el hecho de que, la mayoría de las
veces el cambio tecnológico expresa una gran cantidad de motivos humanos y, muchos de
estos motivos humanos expresan el deseo de algunos de ejercer poder sobre otros. Visto así,
las propiedades políticas de los objetos tecnológicos no es algo que deba tomarse a la ligera.
De hecho, este tipo de denuncia no hacen más que evidenciar la necesidad de volver al
cuestionamiento de acerca del mundo estamos que estamos construyendo. En la obra, Winner
nos presenta una gran cantidad de casos donde las sociedades han sido políticamente
afectadas por el desarrollo tecnológico. Pero en este trabajo me gustaría hacer hincapié sobre
un hecho que hoy en día está saliendo a la luz. El desarrollo tecnológico trae consigo un gran
precio, la explotación infantil en las minas de coltán. Visto a gran escala, el desarrollo
tecnológico trae consigo no solo una gran cantidad de injusticias, sino el hecho de que los
países desarrollados sigan ejerciendo su poder sobre los países más pobres (Güel 2008, 14). La
tecnología inherentemente política arrastra consigo la idea de que si aceptamos ciertos
productos tecnológicos, también hemos de aceptar sus condiciones políticas. En este sentido,
si queremos ordenadores, hemos de aceptar que la mayor riqueza del mundo se encuentra en
manos de desarrolladores informáticos. O, si queremos móviles o televisores, hemos de
aceptar que se exploten niños en las minas de coltán.
Pero aún podemos ir un poco más lejos, aceptar ciertas tecnología también supone aceptar
ciertos tipos de jerarquizaciones, centralizaciones y especializaciones. En este sentido, la
postura de Winner me parece bastante comparable con la postura de Habermas cuando
expone todo el proceso político que existe detrás del desarrollo científico y tecnológico. En
efecto, este autor sostiene que en esta sociedad los especialistas y expertos han proliferado y
se han integrado en las grandes estructuras burocráticas y unas de sus funciones
fundamentales es la de aconsejar a quienes corresponde la toma de decisiones, es decir, a los
políticos. Habermas denomino “decisionistas” a las sociedades en las que los especialistas
colaboran pero no dirigen. En la cúspide de este sistema se halla una élite política que toma
decisiones para alcanzar objetivos e intereses y que además tienen acceso al conocimiento
especializado, lo cual facilita la toma de decisiones. Inmediatamente por debajo de esta
cúspide aparece un estrato formado por administradores especializados, cuyo conocimiento y
habilidad técnica les sitúan en una posición privilegiada y les otorga una participación real
aunque secundaria. Finalmente llegamos al tercer sector de la sociedad, la gran masa, que
generalmente carece de conocimientos y se le impide acceder a él y, por lo tanto, no tiene
participación alguna en la actividad política. Se puede decir que aquel que carece de
información carece de poder. Habermas califica este estrato como los “despolitizados”
(Barnes, 197: 123-127).

Así pues, en la sociedad decisionista existen tres niveles de conocimiento que coinciden con
tres niveles distintos de poder. Desde el punto de vista de Habermas resulta preocupante la
utilización de expertos técnicos para legitimar porque al centrar nuestra atención en
situaciones cada vez más técnicas y complejas nos alejamos de aspectos más significativos y
fundamentales relacionados con lo moral y en este campo faltan expertos de ética, de moral,
de decencia humana y además no existe un lenguaje especial para discutir estos temas.
Habermas lamenta el uso desafortunado de la práctica de la técnica y prever que podemos
llegar a una sociedad tecnológica cuyo control se haya en manos de expertos y
administradores donde la población permanece despolitizada y el conocimiento se distribuye
únicamente para definir dos grupos, los expertos y el resto y donde el poder descansa sobre
los expertos. En este sentido, es evidente que en los estratos más altos de la pirámide social,
los técnicos especialistas ejercen una función primordial en la toma de decisiones. El precio
que hemos de pagar por una sociedad tecnificada es la jerarquización, la especialización y,
consecuentemente, la despolitización de las grandes masas.

3- La técnica y la historia

Winner en su obra reconstruye los principales momentos de la historia norteamericana con


respecto al desarrollo científico. Esto nos llevará a hacernos una mejor idea acerca del
panorama actual. En efecto, a comienzos de siglo, la sociedad norteamericana alentaba a las
personas a ser autómatas, a perseguir sus propios objetivos económicos. Esta idea resulta
bastante armónica si la situamos en el trasfondo de una abundancia material que garantiza la
felicidad para todo el mundo. Así, la abundancia material se vio más que avalada por el
desarrollo tecnológico. Pronto, el progreso técnico en Norteamérica se identificaría con la idea
de libertad. Mientras las tecnologías funcionen como un cuerno de la abundancia, los
estadounidenses no tedrán de qué preocuparse.
Evidentemente, la panacea no duró tanto y a principios de la década de 1970 comenzaron a
surgir grupos de activistas que ponían en tela de juicio la polución, el daño ambiental, la espiral
al alza de los costes energéticos, el agotamiento de los recursos, la alienación y otros males
sociales. Junto con estas denuncias nace la idea de “tecnologías apropiadas”. Durante éste
período, las personas abandonaron la actividad política y comenzaron una especie de bricolaje
sociotécnico: hacían jardines en sus azoteas, optaban por la energía solar y los molinos de
vientos se convirtieron en un centro de acción comunitaria. Una vez más, la historia nos
demuestra cómo el desarrollo técnico trae consigo muchas más cosas. Así, en 1970 Estados
Unidos padeció una imagen nunca antes vista, la de los científicos en contra del progreso.

Pese a todo, este cambio de actitud está destinado a fracasar tal y como fracasó la actitud de
aquellos que avalaban el progreso industrial. En efecto, esta orientación camina sobre una
cuerda floja ya que su verdadero propósito no es el de producir fuentes renovables de
energía, sino generar la esperanza de una renovación social en una época tormentosa para los
Estados Unidos. Otra vez, ser nos revela la idea de que la tecnología nada sobre un mar de
cuestiones muchos más profundas y se nos hace evidente la necesidad de contar con
especialistas dedicados a su análisis.

Además, el surgimiento de un número creciente de institutos de investigación, pequeñas


empresas, agencias gubernamentales, universidades, organizaciones filantrópicas e individuos
independientes que proclamaban hacer tecnología apropiada no era una señal de que todos
compartían una filosofía común. De hecho, la tecnología apropiada era perfectamente
compatible con el sistema que en ese momento estaba siendo criticado: el capitalismo. El
capitalismo solo tenía que reorganizarse para proporcionar más fondos de inversión a este tipo
de tecnologías. Por lo tanto, pronto se hizo evidente el hecho de que no existía un verdadero
cambio de paradigma sino un pequeño cambio en el motor del desarrollo. Todo el movimiento
de tecnologías apropiadas no fue un intento de cambiar la estructura social, sino un intento de
crear medicamentos paliativos. Así, estos ideales no muestran más que una falla crucial en los
sueños del materialismo moderno.

El movimiento de las tecnologías apropiadas murió en 1980 cuando Reagan asume la


presidencia de los Estados Unidos y fomenta la siguiente máxima: “dejemos que el mercado
funcione”. A partir de esa premisa sólo puede haber una actitud ante el desarrollo tecnológico:
la de espectador pasivo del progreso.

4- El mito detrás de la tecnología

El mensaje parece claro: la utilización de las nuevas tecnologías como la informática y las
tecnologías avanzadas de comunicaciones, están produciendo un arrasador conjunto de
transformaciones en la vida social que directamente nos llevan a experimentar un crecimiento
de la igualdad y una mayor democratización. Con los ordenadores funcionando como grandes
igualadores, el gobierno, por medio de una autoridad centralizada y el dominio de un clase
social, desaparecerá gradualmente. En el horizonte de estas expectativas se muestra la
maravillosa promesa de una “ciudad mundial”. El ordenador, eliminará los males de la
sociedad destrozando la pirámide política gracias a su capacidad de dar acceso a la
información a todo el mundo que la requiera.
En el trasfondo de este mito nos encontramos con la idea de que la información es el bien más
preciado. En efecto, parece ser que el mero acceso a la información nos hace libres e iguales.
Pero es bastante discutible hasta qué punto podemos aceptar esta premisa. Para Winner está
claro que esta idea está totalmente equivocada ya que confunde el abastecimiento total de
información con una habilidad disciplinada para obtener conocimiento y actuar de manera
efectiva basados en ese conocimiento. Para él, uno de los males principales de esta sociedad
es que en muchas partes del mundo se carece de esta capacidad. Por lo tanto, es imposible
que el mero acceso a la información nos pueda proporcionar una sociedad más igualitaria. Lo
mismo ocurre con la democracia, lamentablemente la mayoría de los gobiernos pecan de
totalitarios en tanto que regulan los mecanismos políticos del contenido virtual. Así, una forma
de limitar la libertad es dictar qué contenidos uno puede encontrar o no es un país
determinado. De esta forma, la información puede estar fuertemente manipulada y, al mismo
tiempo, puede servir como un medio de manipulación. Por lo tanto, estamos ahora mismo en
manos de una arma de doble filo.

En suma, para Winner, las expectativas políticas de los partidarios de los ordenadores acerca
de que éstos desmoronarán las jerarquías, desplomarán la desigualdad, harán renacer la
participación y disolverán el poder centralizado no son más que un mito que no soporta un
escrutinio cuidadoso. Pero aun así, cabe advertir que el mito de la información es algo que está
fuertemente extendido y podría llegar a considerarse como una ideología basada en que la
información es el telos de la sociedad moderna.

5- La naturaleza y la tecnología

La comprensión que se tiene hoy en día del término “naturaleza” puede ayudarnos arrojar luz
ante el problema de los límites de la tecnología. En este sentido, podemos decir que en el
desarrollo histórico se ha modificado bastante la noción de naturaleza. No obstante, Winner va
a partir de la noción moderna de “naturaleza” que con Bacon y Descartes alcanza el estatuto
de “bienes para el consumo”. En la modernidad la naturaleza es algo que el hombre debe
dominar. Desde esta perspectiva nace la idea de que la dominación de la naturaleza es el
progreso, ésta idea es la que nos llevará a la primera crisis que comentábamos más arriba. En
efecto, el siguiente paso es entender a la naturaleza como ambiente. Pero no como cualquier
ambiente, sino como un ambiente que está en peligro y a cuya fuerza de destrucción debemos
atenernos. Siguiendo esta línea no puede sorprender el hecho de que finalmente se pueda
entender a la naturaleza como una fuente de bien intrínseco. Así, ocurre que el hombre se
separa un poco de la naturaleza y se ve a sí mismo como parte de ella. De esta forma ya no
quiere ejercer su domino sino que entiende que él parte de ella al igual que el resto de los
seres vivos.

No obstante, Winner defiende que la naturaleza es algo más, es un sistema incalculablemente


intrincado y delicadamente equilibrado con un conjunto de partes y de procesos
interdependientes. Solo así se puede llegar a entrever la importancia que tiene la naturaleza.
Es tarea de los pensadores y científicos, en especial lo ecólogos, hacer que esta noción de
naturaleza sea entendida por la sociedad. Solo así podremos entender qué significa poner en
riesgo el ambiente o el entorno natural. Evaluar la naturaleza y los riesgos nos lleva aceptar
que estamos viviendo en un ambiente que se está deteriorando. Es por eso que gran parte de
los nuevos debates se basan en entender que muchos de los riesgos que hoy en día se
consideran posibles, son en realidad hechos reales que ya estamos sufriendo por culpa de esta
desarrollo incontrolable de la tecnología.

Conclusiones

La tecnología se nos revela como la máxima expresión del ser humano. En este sentido, me
parecen importantes aquellas filosofías que se han dedicado a examinar cómo se da la técnica
en el ser humano y cómo hemos llegado a ser lo que somos y cómo somos. Dentro de este tipo
de filosofías creo que la más importante es la de Martín Heidegger que considera que el
problema central de nuestra época es la técnica. En occidente la ciencia basada en la técnica
ha derivado en una ciencia productiva. Heidegger ve la técnica como el culmen de nuestra
época y el reflejo de esto es el hecho de que el ser de los entes es un ser tecnificado. El deber
de nuestro tiempo será, para Heidegger, pensar sobre la técnica. En este sentido, me parece
que también es la opinión de Winner de que la tecnología tiene que ser algo que debemos
pensar, analizar, entender y transmitir.

La nueva era tecnológica nos demanda nuevos compromisos no ya políticos sino también
morales y epistemológicos. Es necesario determinar normas, métodos, modelos,
descubrimientos y esclarecer la terminología para poder hacer juicios sólidos sobre todos los
temas que afecta el desarrollo tecnológico. En este sentido, me parece de vital importancia
libros como éste que nos adentran a un mundo tan nuestro que nos es plenamente
desconocido. Es importante entender que somos seres que estamos en un entorno único y que
nuestra idea de progreso y de bienestar económico nos está llevando a agotar lo único que
tenemos. Para Winner está claro que existe una necesidad vital en nuestra época, la necesidad
de hacernos cargo. Si no lo hacemos, quizás en el futuro sea normal ver en paisaje ballenas y
reactores o solo reactores.

Bibliografía

- Barnes, Barry. Sobre ciencia. Barcelona: Editorial Labor, 1987.


- Güel, Oriol. 2008. “Coltán el regalo envenenado de Congo”. El país, Diciembre 14.
- Winner, Langdon. La ballena y el reactor. Barcelona: Gedisa, 2008.

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