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Existen determinados contextos en los que no se puede ser objetivo. El caso venezolano es, sin
dudas, uno de ellos
OPINIÓNCOLUMNISTASDESTACADO
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En estos días he recibido una gran cantidad de felicitaciones y comentarios llenos de aprecio tras
haber acudido como invitado al programa Agárrate de Patricia Poleo, en el que hablé sobre el
artículo publicado en este medio sobre el distanciamiento entre Juan Guaidó y María Corina
Machado.
Además, conversamos sobre el papel del periodismo crítico en este proceso histórico.
Suscríbase
Jovel Álvarez
@Jovel_Alvarez
A quienes insisten en preguntar: “¿por qué no atacan a Maduro?” y a quienes desconocen lo que
es la libertad de expresión y la democracia, les comparto un poco de la entrevista de ayer con
@PattyPoleo sobre las alianzas de @jguaido.
Video insertado
719
10:46 - 20 ago. 2019
Estos días me han demostrado lo equivocado que estaba y quiero agradecer a los cientos de
personas que se tomaron el tiempo de escribirme o comentar la entrevista con halagos y mensajes
de ánimo.
Quiero permitir unas líneas de esta columna a una opinión muy personal sobre un comentario que
me hicieron bastante en estos días. Muchas personas elogiaron mi «objetividad» durante la
entrevista con la señora Poleo. Sé que lo dijeron con la mejor de las intenciones, pues durante
décadas se ha instalado la creencia de que la objetividad debe ser una cualidad inherente al buen
periodista. Eso, amigos lectores, no es verdad.
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Para la Real Academia Española lo «objetivo» es aquello «relativo al objeto en sí mismo, con
independencia de la manera propia de pensar o de sentir». Me temo, queridos amigos, que tal
adjetivo en mi ser no aplica.
– Pues mira, yo creo que tenemos que ser primero humanos y cuando hay una tragedia
humanitaria tenemos que ponernos del lado de la humanidad. Así de fácil. Lejos de cualquier
escenario político o de cualquier ideología las tragedias humanitarias se reconocen como tal. Yo
puedo dar fe de la tragedia que viven los venezolanos porque la viví. Los acompañé. Lloré hasta
cierto punto. No hago caso a declaraciones de nadie más, aparte de lo que yo puedo comprobar
fehacientemente. Estoy del lado de esos seres humanos que necesitan ayuda, apoyo y viven una
tragedia. Ya en el escenario político lo manejo de una forma muy diferente. Escucho a las partes,
puedo estar o no de acuerdo con ellas, pero hay que ser veraz antes que cualquier otra cosa.
Así como le pasa a Del Rincón, para mí la objetividad en este tema no es posible. Nunca podré
hacer una equivalencia moral entre el victimario y su víctima.
Jorge Ramos ha dicho en numerosas ocasiones que ha identificado seis áreas en las que un
periodista no puede ser neutral: «racismo, discriminación, corrupción, mentiras públicas,
dictaduras y violaciones a los derechos humanos».
En Venezuela se cumplen al menos cuatro de esos rubros.
Por otra parte, aunque muchos aseguran que opinar no es periodismo, me permito decirles que
están en un error. El periodismo de opinión es un género tan válido como cualquier otro.
Eso sí, debe ejercerse con responsabilidad, siempre haciendo una distinción ante el público de
cuándo un artículo es informativo y cuándo refleja únicamente el sentir de su autor.
Por ello, alerto: lo escrito en esta columna y lo dicho en la entrevista con Patricia Poleo hace gala
de mi absoluta subjetividad, misma que porto con gran orgullo, pues mis palabras y mi trabajo
nunca estarán al servicio de una dictadura (o de un grupo de bandidos disfrazados de oposición).
Yo opino en favor de una cosa: la libertad. El cese de la usurpación, el gobierno de transición y las
elecciones libres. Apelo a la coherencia de quienes prometieron esa ruta en enero y les pido que
enmienden un camino a todas luces desviado.
Hermanos venezolanos: jamás imaginé que en un país que no es el mío podría encontrar una
recepción tan cálida, aunque sea a través de esta distancia nefasta que impone la dictadura. Pese
a ella, sepan también que en mí, costarricense de nacimiento, tienen a un venezolano más.