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Atrocidad vs.

rebelión
En 1946, el Tribunal Militar Internacional de Núremberg condenó a Göring, Ribbentrop
y Kaltenbrunner, y declaró a algunas organizaciones del Estado de Hitler, como las SS,
la Gestapo o el Sicherheitsdienst (SD), grupos criminales. El Tribunal concluyó que
estas organizaciones participaron en la comisión de crímenes de guerra y crímenes de
lesa humanidad, porque “fueron empleadas para la persecución y el exterminio de los
judíos, la ejecución de torturas y matanzas en los campos de concentración, las
agresiones contra la población civil de los territorios ocupados, la organización de un
programa de trabajo forzado y el maltrato y asesinato de prisioneros de guerra”.

El Tribunal concluyó que los miembros de estas organizaciones, que lo seguían siendo a
sabiendas de que eran usadas para la comisión de semejantes crímenes, eran ipso facto
criminales. Solo se excluyó a aquellos que “fueron forzados a afiliarse (…) y que no
habían cometido crímenes” (Proceedings of the International Military Tribunal sitting at
Nuremberg, Germany, Part 22. 22nd August-1st October, 1946).

Sin embargo, no se aplicó esta figura de responsabilidad criminal colectiva en los


juicios de Tokio, aunque su estatuto era muy similar al de Núremberg. En los procesos
contra el general Yamashita (1946) y 28 de los máximos líderes militares y civiles de
Japón (1946-48), los tribunales juzgaron a los responsables como individuos, por
crímenes contra la paz, asesinatos, crímenes de guerra y conspiración para cometer estos
crímenes.

La innovación está en el uso de la figura de la responsabilidad del comandante, aplicada


por primera vez en el caso Yamashita: el general fue condenado a muerte por los
crímenes de guerra cometidos por sus subalternos, aunque él no los ordenó, ni estaba en
posición de prevenirlos. Según el fallo, su responsabilidad criminal se sustenta en la
“falta de control efectivo de sus tropas”. El Tribunal condenó a los miembros del
gabinete de guerra por crímenes de los cuales tenían conocimiento, aunque no los
habían cometido ni ordenado directamente. Una lógica similar fue empleada por el juez
en el razonamiento expuesto en la condena contra alias ‘Simón Trinidad’ en los Estados
Unidos.

Después de estos procesos, la figura de la atribución colectiva cayó en desuso. Solo las
guerras de Yugoslavia le devolvieron la relevancia, cuando la sala de apelaciones del
Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia (TPIY) resucitó una forma de
responsabilidad colectiva con la doctrina de “joint criminal enterprise” en el caso contra
Dusko Tadic (1999), condenado por el asesinato de cinco hombres en la aldea de
Jaskici, aunque solo podía probar que Tadic formó parte del grupo que capturó y golpeó
a los hombres, pero no su participación en el homicidio.

El TIPY responsabilizó a Tadic por los asesinatos porque participó en la ejecución de


un plan criminal común. Esta forma de responsabilidad no requiere una organización
criminal formalmente constituida, sino a un grupo de personas que siguen un plan
criminal común y actúan para implementarlo. No es necesario que todos los integrantes
cometan crímenes personalmente, sino que formen parte del plan criminal para incurrir
en la responsabilidad penal por los crímenes cometidos por el colectivo. Este principio,
que ya constituye parte del derecho penal internacional consuetudinario, fue aplicado en
numerosos casos por el TPIY (v. g., casos Kvocka y otros, 2001; Krnojelac, 2002;
Stakic, 2003, Krajišnik 2006), el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (casos
Rwamakuba, 2004; Ntakirutimana, 2004; Sima, 2007) y la Corte Especial para Sierra
Leona (caso Norman y otros, 2005). Se aplica a los crímenes que no tienen ninguna
conexión con la rebelión.

Natalia Springer

Publicación
eltiempo.com
Sección
Editorial - opinión
Fecha de publicación
17 de junio de 2013
Autor
Natalia Springer

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