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El Olvido Del Músico Interior - Weintraub, M PDF
El Olvido Del Músico Interior - Weintraub, M PDF
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Lógicamente no es la intención de este artículo minimizar o restar importancia al éxito
profesional y a los beneficios evidentes que éste acarrea. Es evidente que todo músico (y
en definitiva toda persona) anhela, desea y necesita ser reconocido por sus pares y por sus
superiores, ascender en la escala social de su profesión así como obtener una mayor
retribución económica por su trabajo. Este anhelo, esta necesidad es no solo válida sino
deseable ya que habla de la propia esencia del ser músico y del ser humano en relación
con la vida en sociedad.
Sin embargo, este artículo sí desea reflexionar acerca de cuál es el objetivo final de
nuestra actividad musical o, en otras palabras, cuál es la luz que guía nuestra actividad y
por la cual nos movemos y en cómo la elección de este objetivo ayuda o interfiere con
nuestro disfrute del hecho musical.
Cuando indagamos en aquellos músicos que experimentan displacer en el momento de
tocar, encontramos que muchas veces el objetivo final de su actividad musical es esta
obtención del reconocimiento externo.
Este posicionamiento del éxito como el objetivo más importante aunque pueda provenir,
como hemos dicho, del ámbito familiar y académico, es posteriormente producto de una
reiterada elección personal generalmente no consciente.
Es por ello que la pregunta acerca de “¿Para qué hago música?” se torna muchas veces
imprescindible a fin de comprender con mayor profundidad esta problemática.
En general cuando realizo esta pregunta en mis cursos en un primer momento surgen las
respuestas “diplomáticamente correctas”. Así, algunas respuestas son:
“Para expresarme.”
“Porque amo la música.”
“Porque quiero ser un artista.”
Sin embargo muchas veces estas respuestas, si bien verdaderas, no expresan las
motivaciones más profundas del músico en cuestión. Es por ello que suele ser conveniente
no conformarse con estas respuestas y profundizar lentamente la indagación con el
objetivo de encontrar no “para qué debería estar estudiando música” o “para qué creo
bueno estudiar música” sino “para qué estudio música hoy, en este momento, en mi
realidad cotidiana”.
Suele ocurrir que, luego de un tiempo en contacto con esta pregunta el músico comienza
a vislumbrar (o a admitir) otras motivaciones que impulsan su actuar musical.
Es así como aparecen otras respuestas tales como:
“Para que me admiren.”
“Para que me acepten.”
“Para que me quieran.”
“Para demostrar que puedo tocar (o cantar o dirigir) bien.”
“Para ganar más dinero.”
Estas respuestas abren la puerta a una nueva auto-percepción por parte del músico e
inaugura un tiempo fundamental para su aprendizaje de sí mismo.
Quizá por primera vez el músico comprende que lo que a él “lo mueve” en su actividad
musical, su objetivo al hacer música, no tiene que ver de manera directa con la música
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sino con el reconocimiento y la aceptación de un “otro”. Comprender este punto suele ser
sumamente movilizante y transformador para el músico ya que algo en él entiende que no
disfruta de su actividad musical porque en lo profundo ésta no está dirigida hacia el
disfrute sino a conseguir la admiración y aceptación externa lo cual está totalmente
alejado de su motivación inicial en el comienzo de su vida musical.
En realidad muchos de los músicos somos un poco este músico, muchos conocemos o
hemos conocido el deseo insaciable de éxito y la necesidad de aprobación externa que
surge generalmente de la falta de aprobación propia. También muchos intentamos saciar
este deseo durante un tiempo. Y también muchos conocemos el vacío que esto produce.
En innumerables ocasiones los músicos corremos en una loca carrera hacia este supuesto
éxito profesional, con la creencia de que en él encontraremos nuestro sentido de
realización y nuestra sensación de “descanso” y de “estar en casa”. Así, viajamos a través
de la vida musical a toda velocidad persiguiendo un objetivo esquivo e inasible que cada
vez que es alcanzado se escapa nuevamente.
Sin embargo, algunas veces puede ser interesante detenerse y preguntarse por aquel
“Pequeño Músico” que en el inicio de nuestra vida musical nos señaló el camino a través
del deseo de la vivencia sonora.
Quizá buscándolo descubramos que no está delante, en aquella “zanahoria exitosa” a la
que perseguimos, sino que está detrás de nosotros o, mejor dicho, dentro de nosotros,
esperándonos, mirándonos con tristeza y asombro y preguntándonos ¿qué buscamos en
nuestro diario correr?
Quizá buscándolo recordemos su esencial necesidad de experimentar el hecho musical
profundamente, independientemente de puestos y calificaciones y notas en los diarios.
Quizá buscándolo comprendamos que la sensación de plenitud y realización surgirá de
nutrir a este “pequeño músico” hasta transformarlo en un músico capaz de expresar en
sonido sus emociones.
Quizá buscándolo nos demos cuenta de que el éxito es maravilloso cuando es una
consecuencia de la búsqueda de la experiencia musical profunda pero que solo es un
envoltorio de nada cada vez que lo buscamos como causa de nuestro bienestar y
realización.
Quizá buscándolo comprendamos que exigirle al éxito la profundidad de la vivencia
musical es confundir el juego y el lugar de búsqueda.
Quizá buscándolo comprendamos que muchas veces el miedo, el aburrimiento y el hastío
por nuestra actividad musical son solo síntomas que expresan nuestra confusión y nuestro
olvido de aquel aspecto esencialmente creativo.
Quizá buscándolo lo reencontremos.
Y en él... a nosotros.