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Directora de tesis
Diciembre, 2016
Agradecimientos
Agradezco a mi madre por su apoyo incondicional, sus consejos y el respeto frente a mis decisiones; a mi tía Betty
por su solidaridad y presencia inquebrantable en mi vida; a mis primitos Jose y Laura.
Definitivamente todo mi agradecimiento y cariño para mi asesora Sara Fernández Moreno, nunca se agotará mi
gratitud con esta mujer, su paciencia, excelente pedagogía, su escucha y comprensión en momentos difíciles que se
truncaron con mi proceso formativo. A ella le debo todo el aprendizaje riguroso en la investigación.
A Patricia Ramírez, la profe con quien emprendí la experiencia formativa en la maestría, dejó bases imborrables
para mi proyecto investigativo y para mi vida.
Como no, a todos mis compañeros y compañeras de la IV cohorte de Estudios Socioespaciales: Los recuerdo con
mucho cariño, desde el primer día me sentí a gusto con el grupo, excelentes personas, unos tesos académicamente y
ni qué decir de su buen sentido del humor… Me llevo muy gratos momentos.
A Éryka Torrejón, por incluirme en el macroproyecto de investigación del cual luego se desprendería esta tesis.
Especialmente, le agradezco su paciencia y el haberme involucrado con el trabajo de campo rural, ingrediente
novedosísimo para una politóloga.
Mis agradecimientos con el Consejo directivo del Iner y el Comité de maestría, por su comprensión y solidaridad en
momentos difíciles de mi vida que llegaron a cruzarse con mi proyecto de grado. Pero en especial, quiero agradecer
a Heidy Ramírez, por su solidaridad y generosidad, pocas profesionales como ella, antes que nada, seres humanos.
A mis compañeras de otras maestrías, ellas conocen de primera mano los altibajos con la escritura de la tesis, las
angustias, euforias, demencias…
Por supuesto, a la Universidad de Antioquia y la oportunidad que me abrieron con la beca; a la Facultad de Derecho
y Ciencias Políticas, el proceso formativo y las bellas personas del área administrativa.
A mis amigos y amigas a los que he descuidado durante mi labor de escritura, espero no me hayan retirado sus
afectos y comprendan la razón de mi enclaustramiento.
Al grupo de apoyo de whatsapp “Niñas maestría”, juntas sobrellevamos el estrés, la angustia y bien que nos
burlábamos de nuestros infortunios…
Sin duda, a las campesinas y campesinos que amablemente compartieron sus testimonios conmigo, depositaron en
mí la confianza para relatarme aspectos de sus vidas y me dieron el privilegio de conocer sus puntos de vista,
aflicciones y anhelos.
A las académicas, funcionarias y activistas sociales, gracias por participar tan generosamente en el proyecto, por
compartirme sus apreciaciones y criterios que tan valiosos e imprescindibles resultan en esta investigación.
A la Ruta Pacífica de las Mujeres, a la que de a poco me he ido acercando y me ha nutrido con su valioso trabajo; a
la Fundación Forjando Futuros, una fuente sólida de consulta, a ambas les agradezco su labor crítica y su
perseverancia en medio de la turbulencia.
A mis perritas Wendy y Cachita, al nuevo perro que llegó (Tony), también a mis migrañas que me han dado tregua
para culminar: Nunca entenderán el mensaje pero como sea, han estado ahí.
1
Contenido
Agradecimientos ........................................................................................................................................... 1
Resumen........................................................................................................................................................ 7
Introducción .................................................................................................................................................. 8
Capítulo I. Referentes teóricos: El pensamiento socioespacialen las rutas de las mujeres y la tierra ........ 18
Sujeto de derecho, espacio, geometrías del poder y género: Recorridos de mujeres con la tierra .......... 21
Género ................................................................................................................................................. 33
Capítulo III. Disputas por la tierra en Colombia: Política de tierras, conflicto armado y restitución. Caso
de San Carlos, Granada y Urabá en el Departamento de Antioquia ........................................................... 52
2
2.3 Urabá antioqueño .......................................................................................................................... 65
3. Justicia transicional, Ley 975 de 2005, Ley 1448 de 2011 y la persistencia del problema agrario .... 67
Capítulo IV. Mujeres, tierra y restitución: El camino (trabado, inconcluso o abierto) hacia el
reconocimiento de derechos ........................................................................................................................ 72
4.1 Mujeres despojadas sin proceso de restitución de tierras: “Si él va a pedir restitución tiene que tener
la escritura de los terrenos” ..................................................................................................................... 72
4.2 Mujeres reclamantes con proceso activo bajo la Ley 1448 de 2011: “Ella iba a reclamar sus tierras
porque ya sabía a qué tenía derecho” ...................................................................................................... 80
3. Restitución de tierras: Características de las demandas y particularidades del proceso ............... 100
4. Reparación material: La búsqueda por mejorar las condiciones de vida ...................................... 101
Capítulo V. Discusión de resultados: El largo aliento de las dueñas sin tierra ........................................ 109
5.1 Experiencias de las mujeres antioqueñas previas al desarraigo: Siempre ha sido así... .................. 109
3
A manera de conclusión: Consideraciones socioespaciales .............................................................. 115
5.3 Problemas de las mujeres para el acceso a la propiedad y goce efectivo de la tierra bajo la ley 1448
de 2011 .................................................................................................................................................. 130
5.4 Posicionamiento del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra ................................................... 142
4
Índice de cuadros
5
Índice de gráficas
6
Resumen
En esta investigación, se busca reflexionar acerca de la construcción del sujeto de derecho mujer
en torno a la tierra, a partir del recorrido por las representaciones de las mujeres en la política
pública rural armonizado con las experiencias de campesinas reclamantes de tierras en la Ley de
Víctimas y Restitución, bajo la hipótesis de que la reposición de víctimas mediante la Ley 1448
de 2011 es una pieza clave para el reconocimiento de las mujeres en tanto sujetos de derecho.
7
Introducción
La reparación en la Ley de Víctimas y la Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a
la emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en
Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011
La presente investigación se orienta a partir de la siguiente pregunta ¿Qué papel desempeñan las
mujeres reclamantes de tierras en Antioquia en el marco de la Ley de Víctimas y de Restitución
1448 de 2011, en tanto, sujetos de derecho de la misma?
Para empezar, es necesario recordar que la tierra es un recurso productivo que garantiza la
supervivencia de las personas que la habitan y la trabajan, más el desarrollo de localidades de
tradición rural y campesina. Para diversas culturas la tierra tiene un valor asociado a la vida, a las
formas de ser y hacer las cosas en lo cotidiano, habla de la identidad, de la idiosincrasia, al igual
que de posiciones de poder y de la facultad para tomar decisiones en determinados ámbitos.
En el caso del campesinado colombiano, durante los últimos años se ha venido complejizando la
generación de ingresos para su supervivencia a través de la agricultura, si se reconoce por
ejemplo la tendencia creciente al uso y disposición de la tierra para otras actividades, diferentes a
la vocación agrícola. Tampoco son extrañas las dificultades que afrontan grandes grupos
poblacionales para acceder a la propiedad y al goce efectivo del derecho a la tierra, o los
impactos del conflicto armado interno, con sus formas características de abandono, despojo de
tierras y de apropiación ilegal y/o ilegítima de los predios o territorios colectivos, con grandes
influencias en el reordenamiento del territorio nacional.
8
En general, puede decirse que Colombia tiene una amplia tradición de inequidad respecto a la
distribución de la tierra1, lo que a la larga ha favorecido la consolidación de las brechas
socioeconómicas y políticas en un país con un fuerte raigambre agrario, para luego dar cabida a
un conflicto armado persistente, con diversas dimensiones y actores pero con un vínculo
inescindible con el tema de la propiedad y uso de la tierra.
En este entramado, las mujeres han desempeñado un papel particular, caracterizado por la
presencia constante y activa en el campo, ligado al sostenimiento de los núcleos familiares y en
igual medida, invisibilizado por las estructuras jurídicas, económicas y culturales en medio de las
cuales se desenvuelven. Este estado de cosas ha marcado ciertas pautas en el desarrollo y los
modos de vida en la ruralidad colombiana, con impactos diferenciados de acuerdo al género, que
revierten tanto en los sujetos y poblaciones campesinas y al mismo tiempo, se redireccionan e
inciden en la producción y reproducción de lo rural.
Una mirada panorámica de la evolución del campo colombiano acorde con la presencia estatal en
las últimas décadas, devela que con el paso del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria –
Incora- hacia el Instituto Colombiano para el Desarrollo Rural –Incoder-, desaparecen, entre
otros, los puntos de atención comunitarios en las cabeceras municipales de los pequeños
municipios del país. Las mujeres resultan particularmente afectadas, ya que pierden la asistencia
técnica proveída por el Incora para producir a pequeña y mediana escala.
Asuntos como éste no son de talla menor, porque permiten dar cuenta de un fenómeno más
amplio que se abandera del campo colombiano, con afectaciones concretas de acuerdo al género:
Se trata de la industrialización, donde la inversión pública se asigna según criterios de
tecnificación, que desconocen las relaciones tradicionales de las comunidades con la tierra y los
saberes locales, en medio de lo cual las mujeres desempeñan un papel elemental (Coll, 2015).
1
Para un análisis completo del asunto en el caso colombiano y en América Latina ver Deere, C. D. &
León, M. (2000). Género, propiedad y empoderamiento: Tierra, Estado y mercado en América Latina.
Bogotá: Universidad Nacional Facultad de Ciencias Humanas. Esta publicación es vital para incursionar
en el tema de tierras y género en la región. En este breve estado de la cuestión no se refiere con
suficiencia este trabajo porque se prioriza en la revisión de publicaciones tipo artículo, salvo un pequeño
registro de capítulos de libro e informes institucionales.
9
Otro factor que condiciona el acceso de las mujeres a la tierra son las características políticas,
económicas y culturales locales, con dimensiones particulares en medio del conflicto armado.
Uno de los casos representativos en Antioquia, es la región del Urabá antioqueño, al
noroccidente del departamento, identificada como una de las zonas más afectadas por el conflicto
armado a nivel nacional. Desde mediados de la década de los noventa se activa el despojo
masivo en la región, por la acción conjunta de los paramilitares, instituciones del Estado y
empresarios (Betancur, 2015), ansiosos de controlar al Urabá en razón de su valor geoestratégico
pues es una salida al mar Caribe, está cerca de Panamá y dispone de amplios recursos naturales.
Otra cosa sucede al oriente de Antioquia, con municipios caracterizados por fuertes oleadas de
abandono forzado de la tierra. En extenso, el oriente antioqueño es una subregión2 del
departamento integrada por 23 municipios que conforman una zona rica en recursos naturales,
por ejemplo abundantes fuentes hídricas (ríos Nare, Negro, el Buey, Calderas y Samaná), área
boscosa, un cordón montañoso y una zona de vertiente. Su localización es estratégica por
2
El departamento de Antioquia se divide en nueve subregiones creadas para facilitar la administración
departamental, sin implicaciones en términos de gobierno. A continuación, se enumeran cada una de ellas
con sus respectivos municipios (125 en total del área político-administrativa antioqueña):
1. Bajo Cauca: Caucasia, el Bagre, Nechí, Tarazá, Zaragoza y Cáceres.
2. Magdalena Medio: Caracolí, Maceo, Puerto Berrío, Puerto Nare, Puerto Triunfo, Yondó.
3. Nordeste: Amalfi, Anorí, Cisneros, Remedios, San Roque, Santo Domingo, Segovia, Vegachí, Yalí,
Yolombó.
4. Norte: Angostura, Belmira, Briceño, Campamento, Carolina del Príncipe, Donmatías, Entrerríos,
Gómez Plata, Guadalupe, Ituango, San Andrés de Cuerquia, San José de la Montaña, San Pedro de los
Milagros, Santa Rosa de Osos, Toledo, Valdivia, Yarumal.
5. Occidente: Abriaquí, Anzá, Armenia, Buriticá, Caicedo, Cañasgordas, Dabeiba, Ebéjico, Frontino,
Giraldo, Heliconia, Liborina, Olaya, Peque, Sabanalarga, San Jerónimo, Santa Fe de Antioquia, Sopetrán,
Uramita.
6. Oriente: Abejorral, Alejandría, Argelia, Carmen de Viboral, Cocorná, Concepción, El Peñol, El Retiro,
El Santuario, Granada, Guarne, Guatapé, La Ceja, La Unión, Marinilla, Nariño, Rionegro, San Carlos,
San Francisco, San Luis, San Rafael, San Vicente, Sonsón.
7. Suroeste: Amagá, Andes, Angelópolis, Betania, Betulia, Caramanta, Ciudad Bolívar, Concordia,
Fredonia, Hispania, Jardín, Jericó, La Pintada, Montebello, Publorrico, Salgar, Santa Bárbara, Támesis,
Tarso, Titiribí, Urrao, Valparaíso, Venecia.
8. Urabá: El Urabá antioqueño se subdivide en tres regiones, a saber: a) Arboletes, San Juan de Urabá,
San Pedro de Urabá, Necoclí (Norte); b) Apartadó, Carepa, Chigorodó, Turbo (zona central o eje
bananero); c) Mutatá, Murindó, Vigía del Fuerte (Sur).
9. Valle de Aburrá: Barbosa, Bello, Caldas, Copacabana, Envigado, Girardota, Itagüí, La Estrella,
Medellín, Sabaneta. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Subregiones_de_Antioquia Consultado
en octubre de 2015.
10
ubicarse entre el Cañón del Cauca, los corredores de los ríos Magdalena y Medellín-Porce y del
Nus (Observatorio, 2007, en Restrepo, s.f.).
En esta investigación se seleccionan los municipios de San Carlos y Granada. Ambos, junto con
los municipios de San Rafael, El Peñol, Guatapé, Concepción y Alejandría, constituyen la que se
denomina la “zona de embalses” del oriente de Antioquia. Esta región agrupa el 15.9 por ciento
de la población del oriente del departamento y tiene una urbanización de 39.4 por ciento
(Observatorio, 2007, en Restrepo, s.f.). Sólo para referir alguno de los impactos de la
construcción de estos embalses, considérese el declive de la economía campesina entendida de
manera tradicional (Restrepo, s.f.) lo que evidentemente se complejiza con el desplazamiento
forzado y en los casos de un eventual retorno.
3
Asamblea General de Naciones Unidas –ONU-, AG Res. 60/147 del 16 de diciembre de 2005
4
El trabajo de “Principios y directrices básicos (…)” nace de una solicitud de la Subcomisión de
Prevención de Discriminaciones y Protección a las Minorías de la ONU, a través de su resolución
1989/13, en la que encarga al experto holandés Theo van Boven realizar un estudio sobre el derecho de
restitución, indemnización y rehabilitación a las víctimas de violaciones flagrantes de los derechos
humanos y las libertades fundamentales. Luego de producir una serie de trabajos relacionados, van Boven
presenta en 1993 un estudio trascendental sobre el tema (Doc. ONU E/CN.4/Sub.2/1993/8).
Posteriormente, la Comisión de Derechos Humanos encarga al experto egipcio-estadounidense Cherif
Bassiouni la realización de un informe acerca de “El derecho de restitución, indemnización y
rehabilitación de las víctimas de violaciones graves de los derechos humanos y las libertades
11
Conforme se estipula en estos Principios,
En este caso, interesa hacer seguimiento a los procesos de restitución de tierras para mujeres en
el Urabá antioqueño, San Carlos y Granada, al amparo de la Ley 1448 de 2011, que articula un
conjunto de disposiciones específicas para esta población (articulado 114 al 118), en un intento
del Estado por encarar la tradición discriminatoria atravesada por las mujeres campesinas
respecto a la posesión de los predios y la facultad para decidir sobre su uso y manejo. Si se
quiere, es el insumo fundamental para dilucidar la configuración de las mujeres como sujetos de
derecho en torno a la tierra a la luz de una lectura en clave socioespacial, con la necesaria
intermediación de la figura de la reparación prevista en la Ley 1448 de 2011 para una población
reconocida jurídicamente como víctimas del conflicto armado colombiano.
Así pues, esta investigación es oportuna porque se basa en la interpretación de las trayectorias de
mujeres campesinas respecto a la tenencia, uso y gozo de la tierra, en un proceso que comprende
el anonimato jurídico, la victimización con la pérdida del terreno en el marco del conflicto
armado, la reclamación del predio al amparo de la Ley 1448 de 2011, hasta el reconocimiento de
la titularidad de derechos en un escenario de reparación por vía restitución. La recomposición
histórica, política y jurídica de este camino, es un proceso socioespacial en la medida en que se
indaga por la posición del sujeto y su intersubjetividad en torno a la tierra, en este caso
campesinas que la viven, perciben y representan como un espacio articulado por diversos sujetos,
acontecimientos y estructuras que interactúan y dan cuerpo a la dimensión espacial de la
fundamentales” (Doc. ONU E/CN.4/2000/62). Ambos estudios fungen como base para la elaboración del
texto mencionado en principio. Este documento fue sometido a revisión durante varios años por un Grupo
de Trabajo creado por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, abierto a la participación de todos
los Estados, bajo la dirección del embajador chileno Alejandro Salinas (Comisión Colombiana de Juristas,
2007). Para mayor información, consultar
http://www.coljuristas.org/documentos/libros_e_informes/principios_sobre_impunidad_y_reparaciones.p
df Consultado en junio de 2016.
12
construcción de su subjetividad política y jurídica a propósito del acceso a la tierra, titularidad y
garantías para el goce efectivo de derechos.
Se espera que esta investigación beneficie a las testimoniantes de las áreas delimitadas, mediante
la generación de espacios reflexivos acerca de la relación con la tierra y con los procesos de
restitución, a partir de un diálogo donde sobresalga la palabra de las mujeres y sus perspectivas
respecto al papel que desempeñan como sujetos de derecho frente a sí mismas, en sus hogares y
en sus comunidades. De otro lado, se busca ofrecer un aporte académico y político, en la medida
en que la investigación problematiza el acceso a la tierra para las mujeres, la restitución y por
qué no decirlo, el contexto de acuerdos de paz en el cual es imprescindible abordar el asunto a
cabalidad, no como la adenda de los “temas de mujer” que con frecuencia se incorpora en la
política pública. Asimismo, se espera compartir los resultados con movimientos sociales u
organizaciones de mujeres comprometidas con la cuestión, en aras de fortalecer los tan
necesarios lazos entre la universidad, los movimientos, las organizaciones sociales y el
activismo. El último aporte, se da en el campo de los estudios socioespaciales, demostrando su
potencial para interpretar fenómenos sociales, a partir del reconocimiento del espacio como algo
más que una dimensión física, conjugable con distintas tradiciones epistemológicas, entre ellas el
feminismo y el interaccionismo simbólico, que en este estudio enriquecen la labor aprehensiva
de la construcción del sujeto de derecho mujer en materia agraria.
5
Esta tesis nace al interior del macroproyecto de investigación “Sistema de Información y Comunicación
para la Restitución de Tierras en Antioquia: Estudio de Caso con Enfoque de Género” del grupo de
investigación Medio Ambiente y Sociedad de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, con recursos
de la Convocatoria Temática y la Estrategia de Sostenibilidad (versión 2013) de la Universidad de
Antioquia. Rol en el proyecto: Convenio de pasantía de investigación como estudiante de maestría en
formación. Duración del proyecto: Febrero de 2014-febrero de 2016.
13
En lo referente a los vacíos del conocimiento que motivan la presente investigación, no está de
más recalcar la continua invisibilización de las experiencias de mujeres campesinas en la
academia. Obsérvese por ejemplo, el abundante tratamiento de las formas de victimización
características del conflicto armado, entre ellas el despojo de tierras, que carecen de un análisis
suficiente respecto a la situación de las mujeres y niñas despojadas o sobre la protección jurídica
que para ellas ofrece el Estado (Coll, 2015). Al indagar por este tipo de elementos, se aporta a la
resolución de la pregunta de investigación y se fortalece la pertinencia del trabajo en tanto se
abre un espacio para adentrarse en experiencias concretas de mujeres, con una mirada atenta a
sus realidades territoriales, que trascienden a su vez el plano de lo personal.
Otro tanto sucede a propósito de la restitución de tierras, en donde se gestan otras formas de
invisibilización de las mujeres, a través del enfoque familista que sesga los procesos restitutivos
e impide conocer a fondo la situación de las campesinas víctimas de despojo o abandono forzado
(Coll, 2015).
Si bien esta investigación parte de reconocer la importante labor de la otrora Comisión Nacional
de Reparación y Reconciliación mediante el Grupo de Memoria Histórica, en publicaciones
como “San Carlos: Memorias del Éxodo en la Guerra”, o el tratamiento del conflicto armado en
el oriente antioqueño en el Informe General del Grupo de Memoria Histórica “¡Basta ya!
Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad”, no deja de identificarse la necesidad de profundizar
en el acceso a la tierra para las mujeres, a la manera de una preocupación inscrita en las
dinámicas de conflicto armado y cómo éstas han afectado a las campesinas en Antioquia, pero al
mismo tiempo las precede y las trasciende en la medida en que este asunto atañe a cuestiones
como la propiedad y los regímenes patrimoniales, si bien no se agota en el ámbito del derecho
privado. La puesta en marcha de la Ley 1448 de 2011 deja claro que un título de propiedad no
basta y con éste deben brindarse una serie de garantías para habitar la tierra en condiciones
dignas (Amnistía Internacional, 2014). En este orden, el acceso de las mujeres a la tierra se
relaciona con cuestiones como el empoderamiento y la autonomía, pero además la seguridad e
integridad personal, familiar y comunitaria, entendiendo la seguridad de manera amplia, como
indicativo de bienestar en múltiples escalas (económica, política, educativa, entre otras).
14
En el plano metodológico, se brinda uno de los aportes quizás más potentes de esta
investigación, pues al adoptar el enfoque socioespacial, se sientan las bases procedimentales e
interpretativas para el cumplimiento de los objetivos propuestos, a través del seguimiento y
aprehensión de las distintas fases que atraviesan las mujeres en el marco de su subjetivación
jurídica y política, desde el completo anonimato hasta la restitución de tierras como una puerta
que se abre para el reconocimiento de la titularidad y goce efectivo de derechos.
Con esto en mente, se busca dilucidar el papel que desempeñan las mujeres reclamantes de
tierras en los municipios de San Carlos, Granada y la subregión del Urabá antioqueño, en el
marco de la Ley de Víctimas y Restitución 1448 de 2011, en tanto sujetos de derecho de la
misma. Para lograrlo, se reconocen tres momentos articulados con la construcción política y
jurídica, a partir del proceso previo, simultáneo y posterior a la pérdida de la tierra. En este
orden, puede pensarse en un primer momento en el que las mujeres son moradoras de la tierra, la
cultivan, la preservan y en general desarrollan el grueso de sus actividades cotidianas alrededor
de ésta, sin embargo, ellas no suelen ser las titulares de los predios. Un segundo momento,
inscrito en las lógicas del conflicto armado, se caracteriza por la expulsión violenta de la
población de sus localidades, para confluir en un ingente desarraigo que experimentan las
mujeres según una serie de condicionantes específicos. En tercer lugar, a nivel nacional se
promulga la Ley 1448 de 2011 y con ella se abre un panorama para el posicionamiento de las
mujeres como sujetos de derecho frente a la tierra, como titulares de la misma, lo que implica
necesariamente el que éstas afronten los procesos de reclamación, precedidas por el obligatorio
reconocimiento en el discurso legal como víctimas del conflicto armado en proceso de
reparación.
Con este derrotero, se concretan los objetivos específicos, con los cuales se busca caracterizar las
experiencias de las mujeres sancarlitanas, granadinas y urabeñas en torno a la tierra antes del
abandono o despojo ocurridos en el marco del conflicto armado. De igual forma, se procura
identificar las experiencias de estas mujeres durante el desplazamiento forzado y el consecuente
desarraigo al que fueron sometidas. También, interesa describir los problemas de estas
campesinas para acceder a la propiedad y goce efectivo de los predios bajo la Ley 1448 de 2011,
además de identificar los factores de incidencia en el posicionamiento de estas mujeres como
15
sujetos de derecho frente a la tierra y sus procesos de reclamación a partir del reconocimiento
inicial en el discurso legal como víctimas del conflicto armado, sujetos de reparación por parte
del Estado.
El trabajo se desarrolla bajo un enfoque cualitativo, acoge distintos componentes del abordaje
socioespacial, el interaccionismo simbólico y el feminismo, priorizando la investigación a nivel
micro y el engranaje permanente entre las estructuras y los sujetos que las constituyen. Con esta
premisa, se adoptan técnicas para generar información como entrevistas semiestructuradas y la
revisión documental de fuentes secundarias, tipo material bibliográfico, prensa y jurisprudencia,
entre otros.
El primero, El pensamiento socioespacial en las rutas de las mujeres y la tierra, esclarece los
referentes conceptuales y teóricos en su mayoría provenientes del enfoque socioespacial, para
discernir la construcción del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, bajo la hipótesis de que
la reparación de víctimas mediante la Ley 1448 de 2011 es una pieza clave para el
reconocimiento de las mujeres en tanto sujetos de derecho.
En el segundo capítulo, Un camino para (re)pensar la construcción del sujeto de derecho mujer
en torno a la tierra, se anuncia la metodología investigativa, que conjuga los aportes
conceptuales desde los estudios socioespaciales, del interaccionismo simbólico y del feminismo,
en virtud del cumplimiento de los objetivos de investigación.
El tercer capítulo, Disputas por la tierra en Colombia: Política de tierras, conflicto armado,
justicia transicional y restitución. Caso de San Carlos, Granada y Urabá, se contextualiza la
16
problemática de tierras en el país, sus expresiones en Antioquia y en las localidades
seleccionadas, al igual que los pilares para la promulgación de la Ley 1448 de 2011.
17
Capítulo I. Referentes teóricos: El pensamiento socioespacial
En este orden, pensar hoy en el espacio representa una necesidad para las ciencias sociales, si se
trata de comprender las dinámicas sociales y en extenso la realidad. Resulta entonces que la
espacialidad de los fenómenos forma parte de su misma constitución, dando lugar a un ciclo
abierto en el que el despliegue de la realidad marca, organiza y direcciona el devenir de las
espacialidades en sí.
En otras palabras, toda lectura que se haga del espacio, trae consigo una reflexión por sus
procesos de apropiación y (re)producción, que se basan en la interacción de múltiples factores y
el grado de acción de los diferentes actores y actantes6. En este trabajo, la tierra funge como un
espacio apropiado, signado y representado en tanto es un lugar disputado por diversos sujetos
insertos en lógicas más amplias de supervivencia, identidad, acumulación, y/o poder. La manera
en que se habita o se tiene la tierra, va a depender del cruce entre distintos atributos, por ejemplo
la etnia, la clase, la raza, el género y la edad, que para campesinas antioqueñas reclamantes de
6
Con “actores y actantes” se alude a los sujetos y objetos involucrados en una relación de cualquier
orden, en la que pueden participar agentes humanos y no humanos, entre ellos las materialidades de un
sitio, factores bioquímicos o animales no humanos, todos estos desempeñando papeles específicos, de
acuerdo al ritmo y características propias de la interacción (Para un desarrollo completo de este tipo de
propuestas, se recomienda consultar la obra de Bruno Latour, en su teoría del actor-red).
18
tierras, ha redundado en desventajas de acceso, uso y disposición en el marco de vastas
estructuras dentro de las cuales, se viene reproduciendo el campo colombiano como un espacio
de inequidades entre hombres y mujeres, con distintas posibilidades para su aprovechamiento y
disfrute.
En tanto se tejen las relaciones espaciales implicadas mediante la lectura de las horizontalidades
y verticalidades de la problemática, se hilan también las perspectivas teóricas y políticas de la
investigación; en este caso, retomar ambas instancias del pensamiento socioespacial, permite
posicionar el debate de la construcción del sujeto de derecho mujer respecto a la tenencia de la
tierra, en el cruce entre las representaciones en política pública, en sintonía con las experiencias
de campesinas reclamantes bajo la Ley 1448 de 2011.
El cruce de las instancias socioespaciales con el fenómeno de estudio, se forja al interior de una
tradición geográfica en la que se priorizan las relaciones entre los sujetos, las prácticas y los
lugares7. Según Peña (2011), en esta corriente “se interpretan las configuraciones espaciales
7
En la propuesta de Matriz Espacial de Peña (2011), se reconocen tres grandes esferas que recogen de a
una, las tendencias académicas y políticas del pensamiento socioespacial. Dice el autor que estos
segmentos no necesariamente reúnen escuelas homogéneas de pensamiento pero sí contemplan elementos
comunes de corte epistemológico y metodológico:
19
desde la escala de la agencia, las experiencias y las prácticas cotidianas de las personas
entendidas como sujetos pertenecientes a un género, a un grupo étnico, a una comunidad,
etcétera” (p. 24). Al indagar por la espacialidad del proceso estudiado, se pretende interpretar sus
dinámicas sociales, buscando preservar una mirada dialógica entre el pasado, el presente y el
futuro de las relaciones que lo conforman, de sus estructuras y de los sujetos que lo encarnan y
(re)producen. Es menester aclarar que al interior de esta tradición, no hay un proceder conceptual
y metodológico homogéneo, de manera que hay posturas cercanas al positivismo, mientras que
otras se aproximan al marxismo (Peña, 2011).
…una visión no tan voluntarista de las prácticas espaciales de las personas y, por el otro, ofrecen una
perspectiva no tan determinista de las estructuras. Son las perspectivas donde el sujeto está inmerso en
estructuras de la sociedad capitalista pero no es necesariamente un títere de éstas (Peña, 2011, pp. 113-
114).
Estas apuestas teóricas son, si se quiere, un esfuerzo algo más realista para comprender las
dinámicas sociales y sus configuraciones espaciales, con una cuota crítica y propositiva en la que
es claro que no todo está perdido, pero habría mucho… demasiado por hacer.
A lo largo del trabajo, se introducen cuatro categorías analíticas que dialogan entre sí, algunas
encausadas dentro del citado dominio geográfico, para desplegar una urdimbre en el capítulo de
discusión, con las instancias del pensamiento socioespacial. A continuación, se recuperan sus
principales elementos.
Sujeto de derecho, espacio, geometrías del poder y género: Recorridos de mujeres con la
tierra
De acuerdo al orden categorial propuesto, se presenta el concepto de sujeto de derecho y su
diferente evolución para hombres y mujeres, con las respectivas implicaciones en la vida
cotidiana que ahondan las brechas de la desigualdad, si bien del debate moderno conviene
rescatar la asunción del sujeto jurídico en el plano de la intersubjetividad. En segundo momento,
se retoman los aspectos cruciales del debate latinoamericano sobre las mujeres en tanto sujetos
de derecho y la reconceptualización de la categoría con base en el movimiento de mujeres y el
feminismo. En este punto, se incorporan las categorías de espacio y geometrías del poder que se
articulan en estos procesos, interceptados por permanentes conflictos de género que condicionan
la tenencia y el disfrute de la tierra por parte de las mujeres.
21
Sujeto de derecho: Luchas por la definición y el reconocimiento
Al hablar de “sujeto de derecho”, se alude a algo más que la mera titularidad de derechos, ya que
el ser titular de los mismos implica todo un proceso de reconocimiento y legitimación social que
se condensa en la legalidad, sin embargo, este proceso no está exento de dificultades, no sólo por
lo que depara la nominación de determinado sujeto en el discurso jurídico, en este caso las
mujeres, sino fundamentalmente de qué manera se reconoce la titularidad de derechos frente a
una situación concreta. Al respecto, Castro-Gómez (s.f.) apunta que la función jurídico-política
moderna “es precisamente, inventar la ciudadanía, es decir, crear un campo de identidades
homogéneas que hicieran viable el proyecto moderno de la gubernamentalidad” (Castro-Gómez,
s.f., p. 149).
En este escenario, se inscribe el sujeto de derecho como un concepto clave para materializar las
promesas de la modernidad. Sin embargo, esta categoría no ha germinado de manera uniforme,
más bien se ha logrado en diferentes momentos, bajo circunstancias dispares y sobre todo, para
determinados sujetos. En este sentido, se puede afirmar que aún hoy, no es posible concebir la
construcción de esta noción como un proceso cerrado, pues dependerá de los ritmos de cada
sistema político -pensando en Occidente- y con ello, de la concepción y acción política de las
personas que lo conforman.
Por los alcances de la investigación, no se hace una genealogía del concepto, aunque conviene
precisar que sus orígenes están en la Europa moderna, en el marco de las teorías iusnaturalistas o
derecho natural. En el armazón conceptual, se identifican los aportes de Hugo Grocio, Thomas
Hobbes, Samuel Pufendorf, John Locke y finalmente, Gottfried Leibniz, del que se recuperan sus
ideas para determinar el epicentro de este trabajo, a saber, el sujeto de derecho en relación con la
intersubjetividad.
22
el portador de derechos a partir del siglo XVII9. Del renacimiento, se conserva la idea de la
especificidad y exclusividad del hombre, en distinción de los demás seres naturales, no obstante,
la dignidad de éste ya no se define por el lugar que ocupa en una jerarquía de los seres y en
cambio, remite a la libertad propia para hacerse a sí mismo. Dicho de otra forma, del hombre
renacentista portador de derechos como una característica inalienable, se pasa al hombre que
tiene la responsabilidad de llegar a ser, sobre la base del carácter irreductiblemente moral del
sujeto de derecho y la necesidad recíproca que cada sujeto tiene de los demás (Zarka, 1999).
Sobre esta base, se articula el esfuerzo por dilucidar el rol de las campesinas reclamantes de
tierras en tanto sujetos de derecho de la Ley 1448 de 2011, teniendo presente el carácter
procesual de este atributo que para las mujeres, ha partido de la exclusión en el marco de una
condición ideada por y para varones, con abiertos precedentes desde los proyectos renacentistas
individualizadores y libertarios, abriendo camino a la unanimidad en los discursos misóginos de
todos los tiempos (Kelly, en Amorós, 2000).
9
La palabra “hombre” no se emplea a la manera del genérico instalado desde el lenguaje para tratar de
englobar a toda la humanidad. Contrario a ello, se busca acentuar el interés de los pioneros de la filosofía
política y moral moderna que salvo pocas excepciones, remarcan en su pensamiento de forma tácita o
expresa, la supremacía de los varones frente a las mujeres, con lo cual reconocen a los primeros como
sujetos de atribución de beneficios y garantías, lo que no ocurre para ellas.
De otro lado, la invención del sujeto de derecho se circunscribe al hombre como un género dentro de la
especie humana (según los parámetros taxonómicos), a quien se asignan una serie de cualidades que
saldrán en el texto, que sirven a su vez para excluir a otros seres del reconocimiento como sujetos de
derecho, por ejemplo los animales no humanos.
10
En Noveaux essais sur l'entendement humain.
23
Este trayecto, incuba lo propio en el contexto latinoamericano mediante prácticas colonizadoras
que incorporan elementos a la concepción de fondo del “sujeto de derecho”, frente a la
vindicación de derechos y la lucha por el pleno ejercicio de la ciudadanía, abanderadas por los
movimientos de mujeres y los feminismos. En esta investigación, es necesario considerar tanto
las premisas de la intersubjetividad con Leibniz para el pleno reconocimiento y ejercicio de la
titularidad de derechos, hasta la pregunta por la propiedad respecto del acceso a la tierra, en
contextos de capitalismo y (transición a) democracia.
Según Alviar (2008), el derecho de propiedad alude a la capacidad de gozar, usar y disponer de
un bien de acuerdo a sus limitaciones legales y en consideración a su función social. Incluye la
posibilidad de contar con recursos de una sociedad sin impedimentos legales para su libre
acceso, además de que contempla la producción de riqueza a través del trabajo. Entre los medios
para acceder a la riqueza, se cuenta la propiedad urbana, los establecimientos comerciales y los
predios rurales (Alviar, 2008).
11
Líneas de debate: (i) Liderada por activistas y académicas, discurre sobre la igualdad y el
establecimiento de derechos para las mujeres en materia de propiedad. En este ámbito, la legislación ha
versado acerca de las reformas agrarias, la regulación de la propiedad ejidal y el acceso a la vivienda
urbana; (ii) Impedimentos sociales, económicos y culturales que tienen las mujeres para acceder a la
propiedad en contextos de conflicto armado y desplazamiento forzado; (iii) Línea crítica al sistema
jurídico en América Latina, en todos los campos del derecho (Alviar, 2008).
24
En la primera línea, las garantías del derecho a la propiedad se corresponden con el acceso
universal, la imparcialidad y la neutralidad que sólo podrían restringirse bajo el principio de
legalidad, amparado por el debido proceso que dicta la ley. Sin embargo, recalca Alviar (2008),
el acceso a la propiedad ha sido restringido históricamente por razones de raza, clase o género,
de manera que desde el liberalismo se ha previsto la intervención en aras de la protección de la
familia y la madre en lo que respecta a la distribución de los bienes en la sociedad conyugal. En
consecuencia, de alguna forma se ha reconocido el trabajo reproductivo12 endilgado a las
mujeres, fundamental para justificar el establecimiento y la separación radical entre las esferas
pública y privada.
Por su lado, la segunda vertiente analítica que consagra el acceso privilegiado a la propiedad, se
cimienta en la discusión interina del liberalismo acerca de la pertinencia de la intervención
estatal en la distribución de los recursos, y en el movimiento feminista internacional. En el marco
de ambas corrientes han emergido problemas de corte jurídico-político, que preguntan por las
mujeres como titulares de derecho y en razón de qué se les otorga dicho reconocimiento. De este
modo, desde el Estado se identifica la necesidad de intervenir en pro de las mujeres víctimas de
desplazamiento forzado en contextos de conflicto armado, previendo la reparación del daño
desde una perspectiva de género. La teoría feminista ha debatido este argumento, de una parte en
razón de la tradicional indefensión y victimización en la que se hallan las mujeres en el tema de
la propiedad, por lo cual se justifica la asistencia estatal. Contrario a ello, los feminismos
12
El concepto de trabajo reproductivo lo desarrolla Engels en El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado (Engels, [1992], en Alviar, 2008, p. 494) en alusión a las formas de producción
instauradas con la industrialización y el establecimiento de la propiedad privada, que pasan del núcleo
familiar privado a lo público.
25
posmodernos arguyen que no se debe categorizar de modo absoluto a las mujeres como
“víctimas”, pues este tipo de rótulos conllevan a una parálisis en el potencial de acción (Alviar,
2008).
Otro de los problemas con la emergencia del sujeto de derecho en relación con este segundo eje,
atañe al derecho de una vivienda digna para las madres cabeza de familia. Según Alviar (2008),
la categoría de “madre cabeza de familia” funge como estrategia clave para el ejercicio de la
función social de la propiedad, que dependerá del concepto de familia reconocido en el
ordenamiento jurídico y en la sociedad, en concordancia con el concepto de propiedad que se
promueva.
El tercer eje analítico evalúa las tensiones que surgen entre los grupos marginados por el
reconocimiento de los derechos a la propiedad. En este escenario, se confronta por ejemplo el
privilegio del derecho de posesión13 como requisito para la propiedad, con el principio de
igualdad de género, en cuyo caso la tierra es disputada entre mujeres que son madres, y
campesinos que laboran la tierra. En estos casos, ambos grupos marginados –campesinado sin
tierra y madres que no pueden poseer la tierra debido a sus obligaciones del cuidado familiar-
litigan por el acceso a un recurso “limitado”, amparados en principios normativos de diferente
orden.
El hito más importante en el tema de la propiedad proviene del movimiento de mujeres rurales, que ha
reivindicado el derecho a la tierra y a la herencia, una buena parte de los logros que acusa los derechos
de las mujeres rurales sobre los derechos de propiedad a la tierra se debe a su presencia, presión e
injerencia (p. 295).
13
Por posesión se entiende el cultivo de la tierra, con comportamientos de señor(a) y dueño(a), sin contar
con el título de propiedad. La posesión no incluye en su definición el trabajo reproductivo.
26
Para la autora, el acceso a la propiedad representa para las mujeres la base del poder de
negociación y del empoderamiento, indispensables para el pleno desarrollo en la esfera del
reconocimiento.
En esta etapa, es prioritario recordar el sustrato del tema de la propiedad de la tierra para las
mujeres, anclado en el reconocimiento, trasfondo y efectividad de su nominación como sujetos
de derecho. Al presentar la cuestión en términos de género indiscutiblemente se indaga por las
relaciones de poder en una sociedad, y en el campo, por las relaciones en torno a la tenencia,
usos de la tierra y los roles subsecuentes.
Con la restitución de tierras bajo la Ley 1448 de 2011, se añaden otras dificultades para las
campesinas, pero también germinan posibilidades de transformación, que en principio exigen del
reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho, en contextos de inveteradas disputas por
la tierra. Para interpretar la situación, se acuñan elementos conceptuales del enfoque
socioespacial, oportunos para la lectura de un proceso desigual que depara analizarse en su
interdependencia con variados factores, principalmente de tipo estructural. En este nivel, serán
indispensables las horizontalidades y verticalidades que permiten reconocer el fenómeno de
estudio en concordancia con otras dimensiones de la realidad, lo cual se perfila dentro del
dominio espacial acogido en la investigación.
27
Y es que en efecto, la tierra es el espacio de disputa, signado por dinámicas intersubjetivas al son
de regímenes en medio de los cuales las mujeres podrían transitar de víctimas a sujetos de
derecho, en clave de reparación. En este tránsito, algo ocurre con el espacio, con la tierra, con las
formas de vivirla y apropiarla, que trascienden al sujeto, las relaciones interpersonales y a los
entornos. Se tiene entonces que la tierra se (re)produce y experimenta de manera diferencial, lo
cual es el medio y el producto de las distintas posiciones de los sujetos en la sociedad, entre las
que interesa rastrear la situación de las campesinas antioqueñas, mediante la categoría del
espacio.
En el centro de esta mixtura, se hallan los agentes sociales, que en su corporalidad ocupan sitios
del espacio físico analizables a través de las relaciones que establecen entre sí: relaciones de
proximidad, yuxtaposición, distancia, encima, debajo, más cerca, más lejos, todas ellas
dimensiones físicas de la exterioridad recíproca de las partes. Estas variables se condensan en el
espacio social mediante realidades de exclusión y clasificación de los sujetos, traducidas en una
serie de yuxtaposiciones sociales (Bourdieu, 1999).
De esta forma, las jerarquías sociales de las sociedades capitalistas no son raseros ingenuos,
mientras que se arraigan y reproducen en los mismos procesos de estructuración física y mental
del espacio, reforzando con ello las distancias sociales y afinándose en su valor jerárquico.
Dice el autor (1999) que las grandes oposiciones sociales objetivadas en el espacio físico, se
reproducen en las personas y en su lenguaje, a la manera de oposiciones constitutivas que marcan
28
principios de visión y división. De la misma forma, la estructura del espacio físico se materializa
por medio de oposiciones espaciales, en las que el espacio habitado y apropiado funge como el
producto inherente de la simbolización consabida del espacio social. En consecuencia, en las
sociedades jerarquizadas todos los espacios están escalafonados física y mentalmente,
ensamblados en el distanciamiento social que al mismo tiempo se refuerza (Bourdieu, 1999).
Para aprehender las realidades de cada sociedad, será necesario entonces descifrar sus
configuraciones espaciales, a través de la inspección del juego social de circulación, distribución
y apropiación de las diversas formas de capital social:
El espacio social reificado (vale decir físicamente realizado u objetivado) se presenta en consecuencia,
como la distribución en el espacio físico de diferentes especies de bienes y servicios y también de
agentes individuales y grupos localizados físicamente (en tanto cuerpos vinculados a un lugar
permanente) y provistos de oportunidades más o menos importantes de apropiación de esos bienes y
servicios (en función de su capital y también de la distancia física con respecto a esos bienes, que
depende igualmente de aquél). En la relación entre la distribución de los agentes y la distribución de
los bienes en el espacio se define el valor de las diferentes regiones del espacio social reificado
(Bourdieu, 1999, p. 120).
En otras palabras, la posición de los sujetos en el espacio social, objetivado, signado, codificado
y representado, muestra las jerarquías y órdenes de acción, determinación y sujeción que se
despliegan en una sociedad. Puede decirse que la posición de un agente en la sociedad se
entiende de acuerdo al lugar físico que ocupa y según su posición relativa con respecto a otros
agentes (actores y actantes), localizaciones que pueden ser temporales o permanentes.
Asimismo, la posición social de los sujetos también está determinada por la capacidad de
accesibilidad al espacio físico, la potestad de movilización, grado de desplazamiento, al igual que
la capacidad para impedir el movimiento y las accesibilidad de las y los otros. Según Bourdieu
(1999), estas facultades dependen de la conexión con las formas de capital (social, cultural,
29
político, económico), de manera que a mayor grado de capital de los sujetos, mayor será el nivel
de accesibilidad y control del espacio, tendrán mayor grado de injerencia en la estructuración
física del mismo, con los efectos correspondientes en las mentalidades e imaginarios de las
personas que modelan sus percepciones y juicios sobre la realidad (Bourdieu, en Peña, 2011).
En suma, las posiciones de los sujetos en el espacio físico, su apropiación e intervención, las
percepciones y representaciones, fluyen al ritmo de las relaciones intersubjetivas que a la manera
de procesos abiertos, se movilizan pudiendo con ello reconfigurar el espacio físico y metal, es
decir, las espacialidades o lo que es lo mismo, las expresiones espaciales de los fenómenos
sociales. Sin embargo, la inercia también es una posibilidad en el movimiento, o sea, la
perpetuación de las configuraciones existentes, que en las sociedades capitalistas se observa en
las amplias brechas sociales, afincadas en formas concretas de distribución y apropiación de
bienes y servicios, generalmente a favor de unos grupos y en desmedro de otros.
Como quiera que sea, la producción del espacio en el capitalismo, se circunscribe finalmente a
unas luchas de apropiación, en donde, según se ha indicado, el capital de cada agente juega un
papel crucial. Al final, quien posee mayor capital, tiene mayores posibilidades de dominar
material y simbólicamente y a la inversa, la carencia de capital relega al distanciamiento, físico o
simbólico, “de los bienes socialmente más escasos” (Pérez, 2006, p. 100).
Esta categoría será vital en el trabajo, pues permite rastrear la posición relativa de las mujeres
con respecto a la tierra, en una historicidad que precede y se prolonga durante el conflicto
armado, con claras expresiones físicas acerca del papel de las campesinas en los predios
habitados, pero también en la política rural que da cuenta de la representacionalidad del espacio,
su distribución institucional y los discursos que han respaldado imaginarios en los que las
mujeres han ocupado un lugar secundario con respecto a agentes como el varón.
Aunque la anterior definición podría albergar un sino pesimista, habrá que recordar la apuesta
investigativa en la que en este mismo espacio físico y mental, se abre una puerta para cambiar la
posición de las mujeres en ese espacio social que es la tierra, con sus formas de tenerla, habitarla,
vivirla y apropiarla. Sería entonces el llamado para pensar en las campesinas en tanto sujetos de
derecho, ya no ciudadanas de segunda clase, sin acción ni decisión política. En este otro
30
panorama, se retoman elementos para la investigación sobre la apertura del espacio con Massey
(2012), que propone cuatro formas enlazadas de entenderlo:
En primer lugar, el espacio se concibe como el producto de las interrelaciones existentes, desde
el nivel cósmico hasta las instancias más íntimas de los sujetos. Dichas interrelaciones se dan
entre las diferentes entidades/identidades (actores y actantes), las cuales se vinculan a una
espacialidad que es parte fundada y fundante de tales relaciones (Massey, 2012). Con esta idea,
se refuerza el interés del trabajo por entender simultáneamente el espacio o la tierra como el
medio y el producto mediante, con y a través del cual se materializa lo rural y la realidad de las
campesinas antioqueñas en el camino de la subjetivación política y jurídica.
A partir de esta tríada, se conceptúa el espacio como dimensión básica para la existencia y
fundamental para un ejercicio crítico de interpretación de la realidad. De este modo, el espacio se
entiende cómo y por la relación entre las diferencias coexistentes, de la multiplicidad (segunda
vertiente). De igual forma, es la esfera de los (des)encuentros entre los sujetos, de la intersección
de trayectorias, lugar de coexistencia, de influencias y conflictos, todo lo cual se traslada al
espacio como un producto y productor de interrelaciones (primera corriente). En resultado de
ambas tendencias: El espacio nunca está concluido, permanece abierto y en gestación (tercera
visión), y es justamente la simultaneidad interactuante el requisito para la existencia del tiempo,
del cambio y de la creatividad. Dice Massey (2012) que “para que haya tiempo tiene que haber
en un mismo momento más de una cosa. Para que haya tiempo debe haber espacio” (p. 166). En
palabras de la autora (2012) y para efectos de la investigación, el espacio sería entonces “un
14
Contrario a la tradición filosófica de Bergson que tiene una amplia resonancia en las ciencias sociales y
humanas, para la cual el cambio equivale a la modificación de una sola cosa a través del tiempo, mientras
que el espacio se homologa con lo estático y predecible, en oposición a la vida del mundo y lo cotidiano.
31
“sistema” abierto que contiene relaciones existentes y futuras siempre cambiantes. Se trata de
una formación de potencial” (Massey, 2012, p. 174).
Con estos elementos, se abre paso a la cuarta y última vertiente conceptual del espacio,
entendido como la fuente de producción de nuevas trayectorias, nuevas historias, una fuente de
producción de nuevas espacialidades, identidades, relaciones y diferencias, ya que es la esfera de
la yuxtaposición potencial de los distintos relatos, virtuales forjadores de nuevas relaciones
(Massey, 2012). En esta multiplicidad, repleta de trayectorias e intersecciones, actúan las
campesinas de víctimas a titulares de derechos, ambas identidades que como cualquier otra,
reflejan posiciones cargadas de poder, en tanto se potencie sus valores estratégicos.
Por supuesto, estos influjos e interconexiones se corresponden con el papel de las mujeres
alrededor de la tierra, las posiciones de opresión, subordinación, inercia y victimización, pero
también en calidad de sujetos en reparación, reivindicantes de derechos y en pleno ejercicio de la
ciudadanía. En seguimiento a este camino alternativo, sintetizado en los objetivos de
investigación, se adopta la tercera categoría analítica, en pos de mapear las relaciones de poder
circunscritas en la tierra.
Género
El género es una categoría transversal en el trabajo, imprescindible para comprender las
diferentes experiencias espaciales de mujeres alrededor de la tierra, que abarcan desde el acceso
hasta su uso, gozo y pleno disfrute, interceptadas por el anonimato y la invisibilización en
diferentes discursos, entre ellos el jurídico, o la emergencia del sujeto de derecho bajo la Ley
1448 de 2011, intermediada por la victimización acaecida en el marco del conflicto armado.
33
De acuerdo con Marta Lamas (2006), la noción de género articula la diferencia sexual con la
dimensión psíquica y los procesos de identificación conexos. En términos generales, puede
decirse que las personas son enlaces de construcciones sociales y de anatomía y en ambas
dimensiones está en juego la carne (hormonas, procesos bioquímicos), mente (cultura,
prescripciones sociales, tradiciones) y el inconsciente (deseos, pulsiones, identificaciones). Por
consiguiente, el cuerpo de las personas es mente, carne e inconsciente y está simbolizado en los
dos ámbitos: el psíquico y el social, lo cual no necesariamente conduce a la esencialidad de la
duplicidad biológica, todo dependerá de las connotaciones que se instauren alrededor de la
diferencia sexual, como el soporte de buena parte de las relaciones de poder y subordinación que
transcurren en las sociedades (Lamas, 2006).
En un esfuerzo por desmantelar cualquier tipo de “esencia” en las formas de (re)producción del
espacio, la geografía feminista busca develar la relación entre las divisiones de género y las
divisiones espaciales, su co-constitución y las problemáticas intrínsecas, solapadas tras el velo de
la naturalidad (o lo que describe Bourdieu como el “efecto de naturalización”). De lo que se trata
es de “examinar hasta qué punto los hombres y las mujeres experimentan de un modo distinto los
lugares y los espacios” (McDowell, 2000, p. 27), y cómo a partir de estas experiencias se tejen
diferentes relaciones en las que se produce, se apropia y distribuye físicamente el entorno, que
repercute a su vez en los tipos de prácticas y subjetividades, con expresiones manifiestas de
poder; proceso que por lo demás se mueve en ambas direcciones, de suerte que la constitución de
los sujetos y sus prácticas, revierte en la organización y distribución del espacio, afianzando de
esta manera los consabidos tipos de poder, tal cual sucede en la ruralidad antioqueña y las formas
de vida y acceso a la tierra por parte de las campesinas.
En la misma línea, se retoman los planteamientos de Bourdieu (1999), para quien la ubicación de
los sujetos en un espacio social signado y representado se basa en su jerarquización, en este caso
manifiesta en el lugar físico donde se sitúan las campesinas y según la posición relativa con
respecto a otras agentes y actantes. De igual forma, la posición de las mujeres también está
condicionada por la accesibilidad al espacio físico, el grado de desplazamiento y la posibilidad o
no de ingerir en la movilización de los demás –geometrías del poder-, facultades que dependerán
de las conexiones establecidas con las formas de capital (Bourdieu, 1999); lo que para McDowell
34
(2000) y Massey (2012), se compadece además con otra serie de atributos como el género, la
raza, la edad o la clase, en una interdependencia que va dando forma de manera abierta y
permanente a las subjetividades de las campesinas y su rol en la manera de estructuras y redes
sociales.
Conclusiones y aperturas
¿Qué pistas podrían dar estos conceptos para interrogar la construcción del sujeto de derecho
mujer en materia de tierras? ¿De qué se habla cuando se alude a la problemática de la tierra en el
país y más concretamente en Antioquia, en términos de los sujetos de derecho? ¿Por qué se
marca una diferencia respecto a las mujeres con la adopción del concepto? Este tipo de
interrogantes alientan el cuerpo de la investigación, a partir de la premisa de que en Colombia las
mujeres no han recibido el mismo trato que los hombres en el tema de la posesión y la titularidad
de la tierra.
La situación se agrava con el hecho de que las mujeres han ganado algunas luchas con respecto
al reconocimiento de derechos, abanderadas por el movimiento de mujeres y los feminismos,
pero las prácticas cotidianas no se corresponden con los avances de la igualdad formal entre
hombres y mujeres, prescrita en el derecho.
35
Capítulo II. Un camino para (re)pensar la construcción de la subjetividad política
En este capítulo, se presenta el material para llevar a cabo la investigación, entre fundamentos
epistemológicos, decisiones metodológicas, consulta y sistematización de la información, hasta
la redacción del informe final. Así pues, se discurre sobre el enfoque socioespacial en la
investigación cualitativa, el trabajo de campo, los métodos, técnicas y herramientas empleadas,
para cerrar con una reflexión acerca del proceso investigativo.
Vale recordar que la adopción de la perspectiva cualitativa permite dilucidar el tema de las
mujeres en relación con la tierra, como una realidad social producto y productora de una
construcción colectiva de sentido, que en palabras del profesor Torres (1995) obedece a:
…un tejido de relaciones y representaciones sociales siempre cambiantes y complejas; por tanto, su
abordaje investigativo exige descifrar tal urdimbre, acudiendo a su configuración histórica, a su
análisis estructural y al reconocimiento del universo simbólico y de sentido, vivido por sus
protagonistas (Torres, 1995, p. 12).
36
y de su cotidianidad. Por tal razón, en esta investigación se recupera una mirada histórica del
acceso de las mujeres a la tierra, en simultánea con las lógicas cotidianas de las testimoniantes,
para hilar las trayectorias subjetivas y los sentidos asociados a propósito de las campesinas y su
posición en cuestión de derechos agrarios.
Los fundamentos conceptuales del interaccionismo simbólico lo ubican como una metodología
dentro de la investigación cualitativa, la cual se recupera a partir de dos aspectos centrales:
37
2) El uso de conceptos que remitan a la noción de estructura, debe sintonizarse con los
individuos que forman parte de la investigación. Con ello se justifica la elección de las técnicas,
a saber, (i) entrevistas semiestructuradas, de acuerdo a los perfiles de sujetos investigados; (ii)
revisión documental de bibliografía, prensa y jurisprudencia. La aplicación de ambas técnicas se
lleva a cabo de manera permanente y simultánea, en consideración de que ambos pasos son el
reflejo de la complementariedad existente entre la teoría y el trabajo de campo.
De esta forma, con las entrevistas se procura interpretar y reconstruir los significados de las
mujeres acerca de sus experiencias con la tierra, sus procesos en escenarios de conflicto armado
y su posicionamiento como sujetos de derecho en el marco de la Ley 1448 de 2011, a la luz de
los objetivos de investigación y las categorías analíticas delimitadas, todo lo cual robustece la
pregunta por la construcción del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, a partir de la
reparación prevista con la Ley de Víctimas y Restitución.
En este dominio, se apuesta por entender el espacio en términos relacionales, lo cual permite en
la investigación sondear los mapas de poder, a través de los cuales se produce la sociedad, las
subjetividades y las identidades. Metodológicamente, esto implica (i) reconocer las
interrelaciones presentes en el contexto, e (ii) indagar en la forma de esas relaciones, en su
contenido de poder social (Massey, 2012). En este punto, resulta útil la interlocución con el
interaccionismo simbólico, para promover el análisis de manera conjunta. Así entonces, se hace
un esfuerzo por interactuar entre las estructuras y los elementos contextuales que soportan una
tradición de tenencia de la tierra en el país, en la que interviene el género con sus condicionantes
específicos15, al tiempo que se integra el testimonio de las mujeres en las localidades delimitadas.
15
Conviene recobrar el Informe de Desarrollo Humano en el Plan de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD, 2011), donde se afirma que las mujeres rurales sufren tres formas de discriminación
que les acarrean un impacto desproporcionado en sus vidas: por estar en el campo, por su condición de
género y por ser víctimas de la violencia. Lo primero es un flagelo compartido entre hombres y mujeres
por el hecho de vivir en la ruralidad, con la precariedad en el acceso a bienes públicos, las bajas
condiciones laborales y escasas garantías de derechos. La segunda forma se sustenta en la condición de
género en un orden de patriarcado, y la tercera es el medio y el producto de las distintas formas de
violencia a las que se ven sometidas las mujeres rurales en escenarios de conflicto armado (PNUD, 2011).
Cita sugerida por la profesora Sandra González, evaluadora de este informe.
39
compendian sus formas de habitar y tener la tierra, en contraste con las citadas características
sociales que son una amalgama histórica materializada en la estructura agraria local.
Otro de los distintivos teóricos útiles para el trabajo, es que se distancian de los enfoques
comportamentalistas y humanísticos, respectivamente, pues en ambos casos se ignora que las
prácticas espaciales cotidianas de las personas germinan en medio de limitaciones y
posibilidades, y no se constriñen ni al determinismo ni al voluntarismo.
Dicho lo anterior, se sustentan las categorías teóricas acogidas, base del dispositivo de preguntas
para el trabajo de campo y la organización de la información entre entrevistas, material jurídico,
consulta de prensa, literatura académica y participación en eventos públicos vinculados con la
temática. En este sentido, se acotan tres grupos de categorías, en concordancia con los objetivos
investigativos.
2. Categorías analíticas
En el proceso investigativo han emergido tres grupos categoriales para analizar y clasificar la
información. El primero de orden teórico, se integra por cuatro categorías conceptuales
transversales a la investigación. En sentido estricto, dos de ellas forman parte del cuerpo teórico
socioespacial (espacio y geometrías del poder), mientras que las otras dos (sujeto de derecho y
género) no se limitan a la geografía pero son susceptibles de analizarse a través de una pregunta
directa por el espacio. Tales conceptos se introducen según un orden argumentativo previsto
acorde con los objetivos. El segundo y tercer grupo cumplen un papel metodológico para la
sistematización de los datos, de manera que en lo corrido el texto aparecen tácita o
explícitamente, bien sea la pertinencia. En el cuadro 1 se desglosan los tres grupos categoriales,
nexo con los objetivos y fundamentación.
40
Cuadro 1. Categorías analíticas
Específicos:
Las categorías analíticas, las instancias del pensamiento socioespacial y los objetivos de
investigación auxilian la sincronización de la información consultada para de a poco responder
las preguntas de investigación (ver anexos gráfico 1).
Hay dos razones por las que se decide trabajar con los municipios de San Carlos y Granada al
Oriente antioqueño, y la subregión del Urabá: En primer lugar, la consulta de fuentes secundarias
acerca del conflicto armado en Antioquia, arroja resultados significativos respecto a la algidez de
la violencia en estas áreas, la cuales son el vivo testimonio de los mecanismos de arrebatamiento
de la tierra en el marco de la conflictividad. La segunda razón es algo más instrumental, tiene
43
que ver con la apertura de contactos con habitantes de la zona, que además hayan sido víctimas
directas del conflicto armado.
En este sentido, se adelanta una revisión panorámica sobre la evolución del conflicto armado en
el departamento, al tiempo que se concretan vínculos con distintas personas que han trabajado en
las áreas delimitadas, por ejemplo funcionarias públicas, personal docente, integrantes de
organizaciones sociales e investigadores académicos. A partir de esto, se decide trabajar con los
dos municipios referidos del Oriente antioqueño, fuertemente signados por el abandono forzado.
Con la idea de abordar los mecanismos del arrebatamiento de tierras, se ubica el caso del Urabá
antioqueño que a diferencia del Oriente, está marcado por el despojo y contrario a San Carlos y
Granada, hay un escaso número de sentencias restitutivas proferidas en virtud de la flagrante
presencia de actores armados, económicos y gremiales, que persisten con el acaparamiento de
tierras y la revictimización de las y los campesinos despojados.
Las actividades de campo se financian con recursos del macroproyecto de investigación “Sistema
de Información y Comunicación para la Restitución de Tierras en Antioquia: Estudio de Caso
44
con Enfoque de Género” del grupo Medio Ambiente y Sociedad de la Facultad de Ciencias
Sociales y Humanas en la Universidad de Antioquia (recurso CODI versión 2013 y estrategia de
sostenibilidad de los grupos). El proyecto va de 2014 a 2016, con la participación de quien les
habla entre abril de 2014 y agosto de 2015 bajo modalidad de pasantía de investigación.
Entre las actividades realizadas, se tiene (i) la participación en reuniones del grupo de trabajo
para la programación y desarrollo del proyecto; (ii) diseño del plan de trabajo acorde con los
objetivos investigativos; (iii) apoyo a las actividades de ejecución del proyecto; (iv) colaboración
en la sistematización de la información generada mediante las técnicas de investigación; (v)
participación en la gestión y difusión de los resultados parciales y finales; (vi) apoyo al equipo de
trabajo en los procesos de convocatoria a los talleres, recolección y organización de la
información primaria y secundaria; (vii) elaboración de informes periódicos con los avances del
proyecto; y (viii) presentación de ponencias en eventos académicos y de divulgación
investigativa.
Por medio de estas actividades, se consolida un acervo que luego da lugar al proyecto en la
maestría, con las respectivas autorizaciones para emplear la información primaria. Dentro del
macroproyecto, se distribuyen las distintas zonas, de manera que a la investigadora le
corresponde el área de San Carlos, a T. Soto el municipio de Granada y a K. Bejarano la
subregión del Urabá.
Del amplio número de entrevistas logradas, se decanta el material primario para la tesis, de
manera que se fijan tres perfiles de campesinas víctimas del conflicto armado: quienes han
perdido sus tierras, adicional a otras tres figuras entre expertas académicas, funcionarias públicas
y activistas sociales vinculadas con el problema agrario. Respecto a las campesinas, se
seleccionan: (i) Mujeres despojadas sin proceso de restitución de tierras; (ii) Mujeres reclamantes
bajo la Ley 1448 de 2011, en espera de sentencia; (iii) Mujeres ya restituidas, en reconocimiento
de titularidad de derechos. Algunos de los predios forman parte de la mediana propiedad
(terrenos entre 20 y 200 hectáreas –ha-, en el Urabá antioqueño), distinto a las campesinas de
Granada y San Carlos, en donde prima el minifundio (entre 3 y 10 ha) y el microfundio (menores
de 3 ha) (IGAC, s.f.) (Para profundizar en la caracterización de los sujetos investigados, ver
anexos cuadro 3).
45
Los tres grupos de campesinas se demarcan en función de las distintas posiciones de las mujeres
en relación con la tenencia y pérdida de la tierra, cómo se asumen para reclamarla, si se
reconocen como sujetos de derecho, en qué escenarios conciben el ejercicio de los mismos, en
cuáles no, si actúan en representación propia o de terceros, para quién y para qué esperan
recuperar la tierra.
En general, las mujeres despojadas sin proceso de restitución (San Carlos) desconocen sus
derechos sobre el predio, identifican al padre como el titular y cabeza de las decisiones
familiares, ignoran el funcionamiento de la Ley 1448 de 2011 y no se asumen como víctimas de
despojo, aun cuando lo ocurrido se inscribe perfectamente dentro de una de las modalidades,
aspiran hacerse a una vivienda propia en pos de garantizarle los derechos al hijo-nieto.
Por su lado, las mujeres reclamantes en espera de sentencia (Urabá antioqueño) tienen claro que
son víctimas de despojo, los titulares de la tierra son los padres o suegros y en general, reclaman
en nombre propio, de sus padres y hermanos, o como madres cabeza de familia. Algunas
demandan en el marco de procesos organizativos, para fortalecer sus exigencias colectivas y
familiares.
Finalmente, dentro del grupo de las mujeres restituidas (Granada o San Carlos), la mayoría son
víctimas de abandono forzado, algunas asumen la plena titularidad de derechos, mientras que en
otros casos se identifica al esposo como el legítimo dueño de la finca, o se concreta la titularidad
conyugal, si bien nunca se sintieron en desventaja y porque no perciben precisamente, que ello
menoscaba su condición de sujeto de derecho por no figurar hasta entonces en las escrituras.
Las entrevistas están respaldadas por la firma de consentimiento informado (ver anexos formato
1) y a los tres perfiles de campesinas se les aplica el mismo formulario (ver anexos cuadro 4),
mientras que con las expertas académicas, activistas sociales y funcionarias públicas se adelanta
una conversación, según el área de conocimiento y experticia.
En los capítulos de resultados 4.1, 4.2 y 4.3, se contrastan las respuestas de las campesinas
conforme a sus perfiles, para más tarde analizarlas en el quinto capítulo de acuerdo a la
información generada con las expertas académicas, activistas y funcionarias, más el resto de
material de tipo secundario consultado.
46
Las entrevistas y conversaciones se transcriben literalmente. A las expertas, activistas y
funcionarias se les envía las respectivas transcripciones, como una estrategia de devolución de la
información. Con las campesinas, se programan encuentros colectivos en cada localidad, para
compartirles los hallazgos y el estado del proceso. Los nombres de las mujeres han sido
cambiados para salvaguardar su identidad y generarles confianza al compartir los testimonios.
Del total de entrevistas realizadas, se selecciona una parte en razón de su valía para los
propósitos de la investigación. Mediante esta técnica, se exploran los bemoles del conflicto
armado para las mujeres y en general, con estas fuentes primarias se configura la construcción
del sujeto de derecho mujer alrededor de la tierra, con experiencias directas que se suman a la
labor política y académica liderada por las activistas, expertas temáticas y funcionarias.
Sobre el trabajo de campo, basta decir que se compone de dos etapas: La consulta de las fuentes
primarias ya citadas, y la revisión de fuentes secundarias entre literatura académica, material
jurídico, revisión de prensa, documentales, programas de televisión, transmisiones virtuales y
participación en eventos públicos relacionados con el tema.
Por ser la restitución un tema de actualidad, a veces se dificulta la decantación de los datos y
establecer con prontitud las categorías analíticas, sin embargo, la priorización del material
permite concretarlas e irle dando forma al trabajo. En el cuadro 10 (ver anexos) se comparte un
esquema básico para triangular la información y vigorizar la postura epistémica y política de la
investigación.
48
Reflexión final
Hay una rica consulta de información disponible en materia de restitución, un asunto que ha
dejado de ser coyuntural para convertirse en un punto neurálgico sobre el rumbo del país. No
obstante, en esta vasta producción hay escaso material con perspectiva de género, a lo sumo se
hallan tímidas referencias con enfoque diferencial, en el cual se incluye de refilón el caso de las
mujeres.
Al principio, este aspecto opera como una dificultad en el sondeo de la información pues parece
desajustarse de los propósitos del trabajo. Sin embargo, lo que antes fuese un obstáculo, al final
se convierte en una oportunidad en la medida en que se profundiza en el tema, de allí la riqueza,
pertinencia y necesidad de la propuesta.
Resulta entonces que las fuentes secundarias ofrecen una excelente panorámica de la restitución
de tierras, su génesis, evolución y particularidades que gradualmente se refinan con la pregunta
por la situación de las mujeres en la estructura agraria colombiana y antioqueña. Para enlazar
este contexto con las localidades, es fundamental el recabado de las entrevistas, sin olvidar la
participación en eventos especializados, más aún cuando convocan a mujeres víctimas y
organizadas, o a funcionarias y funcionarios comprometidos con la cuestión.
El informe final se construye en distintas etapas, incluidas las reformulaciones. Los capítulos
más desafiantes para la investigadora son los de resultados (IV: 4.1, 4.2 y 4.3), en virtud de la
inexperiencia para la presentación académica de testimonios directos; luego de varios ajustes
concertados con la asesora, se logra la versión definitiva en la que se clarifica y ordenan los
hallazgos, respetando la integridad del testimonio. En el marco de estas reformulaciones, se
fortalecen elementos de los referentes teóricos que más adelante allanan el camino para redactar
el capítulo de discusión (V) y dar cierre al trabajo, por supuesto contemplando los ajustes
sugeridos por los jurados.
La Ley de Víctimas y Restitución se lee al interior de la política pública para el campo, buscando
develar el papel histórico de las mujeres en la ruralidad, con la ayuda de la ciencia política y el
feminismo. El eje del trabajo es la reparación jurídica que la Ley concibe mediante varios
mecanismos, entre ellos la restitución de tierras. El enfoque socioespacial marca las pautas para
la interpretación del fenómeno, tanto en su unicidad como en la interdependencia con otras
49
dimensiones de la realidad, trazando mapas y flujos de poder en donde las campesinas ocupan
determinadas posiciones en relación con los distintos actores y actantes en la esfera agraria.
A lo largo del trabajo, se recorren las trayectorias en la consolidación del sujeto de derecho
mujer y se realzan los elementos para su (re)posicionamiento en las lógicas de unas geometrías
del poder que tradicionalmente han obstruido la construcción de una ciudadanía con justicia de
género. Queda pendiente la indagatoria por los escenarios para las mujeres tras la restitución de
tierras, que bien podría alimentarse a partir de nuevos acercamientos a las campesinas para
conocer las condiciones de vida posteriores al fallo y los limitantes o estímulos para el pleno
ejercicio de la ciudadanía. De igual forma, el enfoque socioespacial podría aportar en la
comprensión de la apropiación cotidiana del espacio por parte de los sujetos, de acuerdo con
atributos como el género, la clase, la etnia, entre otras cualidades, desde una mirada situada que
reconozca las experiencias subjetivas en los amplios flujos estructurales de la tierra, la propiedad
y los regímenes de género.
Las preguntas de investigación se resuelven mediante las categorías analíticas especialmente las
teóricas, asidas al enfoque socioespacial y al feminismo. En cuanto a restitución de tierras, lo
socioespacial aporta una batería conceptual para identificar actores, materialidades, posiciones e
intereses en los entramados rurales.
En este punto del trabajo ¿Qué se reformularía? ¿Qué no se haría de nuevo y con qué se
persistiría? Más que reformular, se complementaría el objetivo central de la investigación para
acentuar el interés por dilucidar el proceso de construcción del sujeto de derecho mujer en torno
a la tierra, a partir de la reclamación bajo la Ley 1448 de 2011.
¿Qué no se repetiría? El afán inicial por demarcar rotundamente las categorías teóricas, en
especial las del enfoque socioespacial porque según la experiencia en el trabajo, adquieren
consistencia en la medida en que se avanza y poco a poco se precisan tranquila y oportunamente
sin necesidad de forzar el análisis.
50
En el próximo capítulo, se esboza el contexto de las disputas por la tierra en el país, el conflicto
armado y el escenario en el que emerge la Ley 1448 de 2011 con sus propuestas reparadoras.
51
Capítulo III. Disputas por la tierra en Colombia: Política de tierras, conflicto armado y
restitución. Caso de San Carlos, Granada y Urabá en el Departamento de Antioquia
Las reyertas por la tierra en Colombia se han presentado en el país desde su constitución misma
como Estado Nacional, cargando el legado del período colonial, las grandes haciendas, hacia los
vastos latifundios para la época de la República. En general, Latinoamérica es prueba viva de la
situación, de manera que la tierra ha sido el epicentro de históricos enfrentamientos y
sectarismos que fragmentan los proyectos nacionales.
En el ejercicio de contexto, se presenta en primer lugar los resultados del estado del arte en
materia de tierras, seguido por una sucinta referencia a las disputas que origina en el país, los
énfasis de la política rural y desarrollos avenidos tras la Constitución Política de 1991,
expresiones locales de violencia y confluencia en la justicia transicional, con mecanismos de
reparación para las víctimas del conflicto armado, en especial cuidado de la situación de las
mujeres en la trama de la problemática rural.
16
El estado del arte se construye a partir de la consulta de artículos investigativos en los repositorios
académicos Scopus y Google Académico, publicados a partir del año 2000. También se consultaron otras
bases de datos de uso frecuente en las ciencias sociales sin obtención de resultados. En el rastreo, se
excluyen libros e informes de agencias de gobierno u Organizaciones No Gubernamentales, salvo escasas
excepciones en razón de la vitalidad de las obras.
52
asentamientos informales de poblaciones desplazadas que compiten por la tenencia de la tierra
(Barry & Mayson, 2000). En segundo lugar, se recalca la ciudadanía como eje analítico,
alrededor de la movilidad social y el empoderamiento de los reclamantes de tierras (Beyers,
2007). Por otra parte, se exploran las categorías de identidad colectiva tras el apartheid y sus
formas de incidencia en la restauración de los derechos rurales (Jannecke, 2008). También se
observa el papel de las políticas públicas en escenarios de reparación (Turner, 2013). De otro
lado, se reflexiona sobre las agendas de desarrollo rural y los enfrentamientos de intereses entre
distintos actores que se disputan la tierra (Hellum & Derman, 2008; Leynseele & Hebinck, 2008;
Puttergill et al., 2011), para cerrar con la pregunta por la justicia social en contextos de
restitución de tierras urbanas (Beyers, 2013).
En esta escala, escasean las investigaciones conscientes del género. Únicamente, se reseñan dos
trabajos, el primero relacionado con el VIH-SIDA, la restitución de tierras y el género
(Akinboade, 2008), mientras que el segundo evalúa las políticas de género en la Sudáfrica post
apartheid, con base en la noción de ciudadanía generizada y la reflexión sobre la improbabilidad
de que los beneficios de la reforma agraria y el modelo económico imperante, se extiendan hasta
las mujeres rurales pobres (Cejas, 2008).
Para el caso latinoamericano, la lente se fija en la tenencia de la tierra en general, con tres
bloques temáticos que arroja la búsqueda: (i) La relación de los indígenas con el recurso, (ii) la
gobernanza de la tierra, más (iii) la experiencia mexicana con respecto a la propiedad indígena,
la evolución de la reforma agraria y el modelo ejidal. En el primer frente, se hallan publicaciones
sobre los indígenas bolivianos y sus maniobras en defensa de la tierra (Mendieta, 2006), sumado
a las políticas del Estado chileno para el pueblo mapuche en su lucha por la autonomía territorial
(Alwyn, 2002). La segunda tendencia, diserta sobre la soberanía en materia de tierras y las
formas de resistencia asociadas (Borras & Franco, 2010). En el último bloque, se explora el caso
mexicano y los tipos de propiedad indígena (Berlanga, 2000); la reforma agraria y su finalización
tras la implantación del modelo neoliberal (Bobrow-Strain, 2004; Tiedje, 2008), cerrando con la
evolución de la propiedad ejidal (Zúñiga & Castillo, 2010).
La producción académica para Colombia en materia de restitución de tierras, gira en torno a ejes
más amplios como son la estructura agraria del país (Albán, 2011; Comisión Nacional de
Memoria Histórica CNMH, 2013); las problemáticas del sector rural (Machado, 2011) y el
conflicto armado interno y el desplazamiento forzado (Ibáñez & Querubín, 2004). De estos
nodos se desprenden estudios en el campo de la justicia transicional y los derechos humanos
(Valdivieso, 2012); las medidas de reparación a las víctimas en el marco de un conflicto armado
(Sánchez & Uprimny, 2010; Gómez-Isa, 2010; Buitrago, 2012; Estrada & Rodríguez, 2014) y la
restitución de tierras como uno de los mecanismos reparadores, que se desprenden de la Ley
1448 de 2011 (Uprimny & Sánchez, 2010; Saffon, 2010; Martínez & Pérez, 2012; Huertas, 2012;
González & Henao, 2012; Plata, 2012; Vélez, 2013).
A escala nacional, hay pocos hallazgos con perspectiva de género o centrados en las experiencias
concretas de las mujeres. Entre el escaso material, priman cuatro tópicos: (i) El desplazamiento
forzado; (ii) La propiedad para las mujeres en clave de justicia de género; (iii) Dificultades
particulares que traviesan las mujeres para acceder a la tierra y (iv) Ejecución de la Ley 1448 de
2011 desde un enfoque diferencial.
54
En conclusión, una búsqueda suficiente sobre tierras, restitución y género en dos de las
principales bases de datos académicas, arroja que a escala internacional el foco de este fenómeno
ha sido Sudáfrica, con base en los procesos librados tras el apartheid, no obstante es poco lo que
se ha publicado desde una perspectiva de género.
Para Latinoamérica, sobresalen las luchas por la tierra en el contexto indígena y en modo
particular, la producción académica acerca de la propiedad ejidal en el Estado Federado de
México pero igualmente, se remarca la ausencia de análisis con perspectiva de género.
55
2. Conflicto armado, política rural y campesinado*
El seguimiento del conflicto armado en Colombia remite en primera instancia al tema de la tierra
y la inconformidad generalizada con su distribución. Para Giraldo (2015), el acceso a la tierra se
apareja con una serie de componentes que en esencia, responden a la satisfacción de las
necesidades primarias de cualquier ser humano, a saber, la alimentación, la vivienda y el trabajo-
ingreso. Piénsese por ejemplo en las Leyes del Llano (1952-53) y el Programa Agrario de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- (1964), que para la época recopilan las
aspiraciones insurgentes con un acento agrario.
En contrapartida, la política pública rural permite apreciar los tejemanejes del problema en
medio de respuestas oficiales, la presión gremial y las demandas campesinas (verbigracia, Ley
200 de 1936, Ley 100 de 1944 y Ley 135 de 1961).
La represión de la protesta social por parte del Estado es decisiva para la conformación de la
insurgencia armada, como el ataque a Marquetalia entre 1964 y 1965, una de las dieciséis
“repúblicas independientes” de las que hablara el ex congresista Álvaro Gómez Hurtado, que no
aplicaban la Ley del Estado (Pizarro, 2004).
Más tarde, en el período de 1982 a 1996 se lleva a cabo el auge de las guerrillas, se gestan las
políticas de paz con Belisario Betancur y emerge el paramilitarismo (Grupo de Memoria
Histórica, en adelante GMH, 2013).
*
Para un encuadre más amplio sobre normatividad y política agraria acentuada en las mujeres, ver
anexos, gráfico 2.
56
Durante la administración de Barco (1986-1990) se aviva el conflicto armado, en medio de la
ejecución de una Ley con someros alcances reformistas (Ley 30 de 1988) y la descentralización
administrativa y política a nivel nacional, contraria a los poderes regionales de hecho que
imponen sus regímenes de autoridad, para dar cabida al paramilitarismo con el que luego se
imbrica el narcotráfico (GMH, 2013).
La Carta Política de 1991 preconiza el acceso a la propiedad de la tierra como un medio para la
construcción de la paz, acompañada de la democracia participativa y el bienestar de la población
rural. En esta vía, la Ley 160 de 1994 o Ley de Reforma Agraria y Desarrollo Rural, prevé la
redistribución de la tierra y el crecimiento de la economía campesina, con paupérrimos alcances
debido a las asimetrías entre propietarios y campesinos, sin mencionar los efectos de la apertura
económica neoliberal (GMH, 2013).
Estos movimientos rurales alimentan el conflicto armado, con el favorecimiento del narcotráfico
a través de la compra masiva de las tierras depreciadas que se destinan para la ganaderización, lo
cual deviene en el agravamiento de la concentración de la tierra y la sobreutilización de áreas de
vocación agrícola para la ganadería bovina extensiva, que sostiene al latifundio y los poderes
políticos locales y regionales. Valga anotar que el país sólo utiliza un 37 por ciento de la tierra
apta para la agricultura, mientras que la ganadería absorbe cerca del 28 por ciento de la tierra
indicada para esta actividad. Dice la Comisión Colombiana de Juristas (2011) que entre nueve y
diez millones de hectáreas con vocación agrícola, no se destinan para dicho propósito.
En este escenario, el país rural queda a la deriva ante las fuerzas del mercado mientras que el
Estado se repliega, limitándose a apoyar a determinados sectores agropecuarios.
Como si fuera poco, entre los años 1996 y 2005, Colombia se eleva como un vergonzoso
referente internacional por los elevados índices de la tragedia humanitaria. Las organizaciones
guerrilleras y paramilitares se expanden, trayendo consigo el incremento desmedido del
desplazamiento forzado (GMH, 2013).
57
su auge en amplias zonas del país, lo que muestra la marcada divergencia entre la política
nacional y los poderes fácticos locales y regionales (GMH, 2013)17.
Además del cruento enardecimiento del conflicto que se registra a comienzos del siglo XXI, la
persistencia de las disputas por la tierra y las consabidas afectaciones para la población civil,
durante este período se gesta el fenómeno de la captura (CdelE) y reconfiguración cooptada del
Estado colombiano (RCdelE), una amalgama jurídico-política en la que actores legales o ilegales
intervienen en la formulación de la normatividad oficial para favorecer sus intereses particulares,
en detrimento del bienestar general. Para lograrlo, se apoyan en la débil consolidación del Estado
Social de Derecho, que los faculta para viciar de raíz las decisiones administrativas, legislativas y
judiciales (Garay, Salcedo-Albarán, Beltrán y Guerrero, 2008)18.
17
En cuanto al Ejército de Liberación Nacional –ELN-, a lo largo de ese período registra un retroceso
militar y espacial en el norte del país, donde estuvo fuerte durante los ochenta en el plano político, militar
y social. El desgaste, es consecuencia de la acción combativa del ejército, al igual que de la expansión
paramilitar en la región. Por tal motivo, el ELN se concentra en algunas zonas del sector nororiental y en
algunos frentes aislados (Valle, Cauca y Nariño) (GMH, 2013).
18
La expresión más conocida tal vez sea el fenómeno de la parapolítica, precedida por el caso de Pablo
Escobar, uno de los primeros actores ilegales que intenta influir de manera directa en la elaboración de
normas con la no extradición de narcotraficantes contemplada en la Constitución Política de 1991.
También está el caso de Carlos Lehder, quien funda en 1982 el partido político Movimiento Latino
Nacional en el Quindío (procedimiento de captura instrumental de partidos políticos CiPP). Por su parte,
la campaña presidencial de Samper (1994-1998) resulta involucrada con la financiación de recursos del
narcotráfico: El afamado proceso 8.000 y los dineros aportados por el Cartel de Cali. Aquí, los hermanos
Rodríguez Orejuela intervienen con bajo perfil en la elección del presidente de la República, sin embargo,
al destaparse el escándalo ambos son judicializados y extraditados, lo cual demuestra que en los Estados
en proceso de consolidación “el nivel menos efectivo para avanzar en las primeras fases de un proyecto
de captura y penetración del núcleo sistemático del Estado, es el nivel central” (Garay et al, 2008, p. 110).
En cuanto a la parapolítica, “El resultado político de esta expansión se vio más adelante, en las elecciones
del 2002, cuando sus fichas coparon una tercera parte del Congreso y pudieron influir decididamente en la
campaña presidencial; también ejercieron control sobre 250 alcaldías y nueve gobernaciones, en las
elecciones del 2003. En total, en diversas elecciones, según lo ha determinado la justicia, las AUC
consiguieron la elección de 26 senadores en sus zonas de influencia, que representaron 1.741.947 votos, e
infiltraron e influyeron en organismos del Gobierno nacional” (Romero, Parapolítica, p. 30, en GMH,
2013, p. 160).
58
Ralito”19 que representa una promesa de justica social por parte de algunos de los mayores
responsables de la inequidad, el destierro y el derramamiento de sangre en el país. En este
proyecto, la violencia se camufla con promesas desarrollistas, aunque no renuncia al ejercicio
directo de la misma.
Así entonces, las estadísticas del conflicto arrojan que una de cada tres muertes violentas en
Colombia es producto de la guerra y a lo largo de cinco décadas murieron en promedio 11
personas al día por esta causa. El 81 por ciento de estas muertes han sido de civiles, lo que
demuestra que el conflicto armado en el país se ha adelantado en su mayoría contra población
inerme en tanto medidas estratégicas en virtud de la ocupación y el control territorial (GMH,
2013).
Los asesinatos selectivos y la desaparición forzada son las modalidades cotidianas para atentar
contra la población civil. Sin embargo, las arremetidas violentas también difieren en razón del
género, de modo que a menudo los hombres son reclutados a la fuerza para el fortalecimiento de
las tropas, son asesinados o desaparecidos, mientras que las mujeres son objeto de violencias de
género (abuso sexual, prostitución forzada), violencia basada en género (servicios domésticos
forzosos) (Meertens, 2011) y de manera intempestiva , deben asumir la jefatura del hogar y el
aprovisionamiento material del mismo, ante la muerte o desaparición del varón.
Según el informe global del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Internacional –IDCM por
sus siglas en inglés- (IDCM, 2015, en El Espectador, 2015), durante el 2014, 38 millones de
personas en el mundo se vieron obligadas a desplazarse. La lista la encabeza Irak con 2,2
millones de personas que huían del Estado Islámico y Colombia, con 6.044.200 desplazados en
19
“11 congresistas, dos gobernadores, tres alcaldes, varios concejales y funcionarios públicos. En total, 32
personas, custodiados por tres anillos de seguridad.” Recuperado de
http://www.semana.com/nacion/articulo/pacto-diablo/83048-3 Consultado en julio de 2015.
59
el marco del conflicto armado. Además, el informe muestra que las y los desplazados en
Colombia constituyen el 12 por ciento del total de habitantes del país, de los cuales más del 63
por ciento viven por debajo del umbral de pobreza y el 33 por ciento subsisten en condiciones de
extrema pobreza (IDMC, 2015, en El Espectador, 2015)20. Estas migraciones forzadas han
reconfigurado el territorio nacional, siendo así que actualmente, el 70 por ciento de la población
colombiana se encuentra en las ciudades y el 30 por ciento restante es población rural. De esta
última, 53 por ciento son mujeres (Coll, 2015).
Más allá de los enfoques asumidos en política pública para abordar la problemática (perspectiva
humanitaria, derechos humanos, u otras “lecturas de ciudad” entre seguridad y paisaje urbano), al
final el desplazamiento no es una realidad meramente rural o urbana: Es un conflicto de país que
ha subvertido esquemas fronterizos, de modo que la Colombia actual es en buena medida el
reflejo de estas movilizaciones forzadas y sus impactos en la gente.
20
Los 38 millones de desplazados en el mundo se registran en América, África, Oriente Medio y Asia.
Para mayor información, ver http://www.internal-displacement.org/assets/library/Media/201505-Global-
Overview-2015/20150506-global-overview-2015-en.pdf Consultado en agosto de 2015.
21
Índice GINI de tierras: 0.84=13% tiene el 70% de la tierra. Presentación del libro Coll, A. (2015).
Acceso de las mujeres a la tierra: realidades de la restitución y el desarrollo rural para las mujeres en
Santander, Antioquia y Cauca. Bogotá: Ruta Pacífica de las Mujeres. A cargo de Alejandra Coll, 21 de
abril de 2015, Auditorio Confiar, Medellín.
60
organizaciones armadas ilegales y macroproyectos de inversión empresarial, más las políticas
agrarias emprendidas en la última década o la informalidad en la propiedad que deja a las
poblaciones más vulnerables ante el despojo por parte de las estructuras paramilitares
principalmente, lo que se traduce en un “proceso de contrarreforma agraria” (Comisión
Colombiana de Juristas, 2011, p. 10).
Sólo para contextualizar los alcances del problema de la informalidad para las campesinas en
Antioquia, Zuluaga (2011) comenta que en el departamento, un alto porcentaje de mujeres no
dispone de la propiedad sobre la tierra, en general acceden a ella por medio de sus parejas,
padres u otros familiares varones, quienes por su parte tampoco han forjado una tradición de
formalización de los predios, quedando igualmente a la deriva frente a potenciales actos de
despojo.
Pese a las vastas dimensiones del desplazamiento forzado, el Estado ha tardado en su labor de
reconocimiento y puesta en marcha de soluciones. Ya desde 1985, la Conferencia Episcopal
Colombiana alerta sobre las enormes magnitudes del fenómeno pero sólo hasta 1997 el gobierno
nacional toma cartas en el asunto y promulga la Ley 387 que abre el Registro Único de Víctimas
–RUV-. Aunque el desplazamiento es anterior a la fecha, el RUV comienza a recopilar
información a partir de 1996 (GMH, 2013), lo que da cuenta de un subregistro en el conteo
inicial para un problema que ya se perfilaba como sistemático y de amplia duración.
Hay que advertir que la pérdida de la tierra no es homogénea, por lo que del abandono forzado se
pasa a la modalidad del despojo. En este orden, la Unidad Administrativa Especial de Gestión de
Restitución de Tierras Despojadas (creada con la Ley 1448 de 2011) define el abandono forzado
como “la situación en la cual la víctima se ve obligada a dejar sus tierras para proteger su
derecho a la vida, libertad e integridad suya y la de su familia, razón por la cual se ve impedida
para usar y explotar su predio” (Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de
Tierras Despojadas, s.f., p. 12). Una de las regiones más afectadas por el abandono forzado es el
oriente antioqueño, con los municipios de San Carlos y Granada que han encarnado fuertes
oleadas migratorias y el desamparo de sus tierras.
61
2.1 San Carlos
Su ubicación privilegiada lo ha convertido en carne de cañón para el conflicto armado en la
región. El municipio se encuentra en la zona de embalses en el oriente del departamento, fuente
de generación del 33 por ciento de la energía que consume el país. Junto con el complejo
hidroeléctrico, está la autopista Medellín-Bogotá y el aeropuerto José María Córdova, trilogía
que forma parte de un proyecto estratégico modernizador llevado a cabo sin la consulta previa de
los lugareños y sin estimar mayores beneficios para el grueso de la población sancarlitana. Por el
contrario, los habitantes del municipio describen estas obras como las fuentes de despojo en
manos del Estado, que los obliga a vender sus predios, en compañía de un convoy militar para
proteger las inversiones en capital mas no al territorio ni la población (Comisión Nacional de
Reparación y Reconciliación –CNRR-, 2011).
Esta riqueza instiga la presencia de otros actores armados. Por un lado, grupos insurgentes que
buscan expandirse y hallan en el tema energético un enclave de denuncias sobre la estructura
económica, y en el saboteo de la infraestructura hidroeléctrica una forma de presionar al Estado.
Por otra parte, grupos paramilitares que fijan a San Carlos como una zona en disputa. En esta
lógica, las y los sancarlitanos suelen asociar el desarrollo llevado por el Estado con la violencia
que asola al territorio durante años (CNRR, 2011).
En este escenario, las guerrillas hacen caldo de cultivo para justificar la lucha armada como vía
de transformación. La capitalización del descontento social hace que algunos de los dirigentes
sociales se incorporen a las filas guerrilleras, lo que confluye en la estigmatización de la totalidad
de la población sancarlitana y toda forma de expresión organizativa como extensión de la
62
insurgencia. Sumado a ello, emerge la acción paramilitar, apoyados principalmente por algunas
élites económicas locales como ganaderos y comerciantes, que se disponen a controlar la región
y desatan una fuerte oleada de violencia que fuerza a la población a huir (CNRR, 2011).
Los actores armados en San Carlos se han diversificado y con ellos, sus intereses, alianzas y
estrategias. Lo que está claro es que en momentos de algidez del conflicto, la población es un
blanco de ataque para todos los frentes, incluidos ejército y policía (CNRR, 2011). En los
últimos treinta años, en San Carlos han actuado por lo menos seis grupos armados ilegales. Por
su parte, hay importante presencia militar con cuatro bases ubicadas en la zona de influencia de
las centrales, dos batallones de la IV Brigada y una estación de policía permanente. Durante ese
mismo período se asesina a un amplio número de personas, por lo menos 33 masacres, se
registran 156 desapariciones forzadas y 78 personas que son víctimas de minas antipersonales.
Entre los años de 1997 y 2004, se incrementa el arribo paramilitar y con él, las cifras de
desplazamiento forzado (CNRR, 2011). En general, más del 70 por ciento de la población
sancarlitana debe abandonar sus tierras, cuando se agudiza la violencia en el municipio tras la
llegada paramilitar. Entre 1985 y 2010, alrededor de 20 mil personas –de los 25.840 habitantes-
abandonan su lugar de origen, 30 de las 74 veredas quedan desoladas y más de 20 se abandonan
de modo parcial.
A diferencia de otras áreas del país, la mayoría de sancarlitanos no pierden sus tierras: muchos
las malvenden presionados por las circunstancias, aunque el mayor porcentaje las abandona y en
buena medida retornan (CNRR, 2011).
2.2 Granada
De acuerdo con Clara García (2009), el conflicto armado en el oriente antioqueño se desarrolla
en cuatro etapas. La primera, durante las décadas ochenta y noventa, centrada en la expansión
guerrillera, en especial del ELN. La segunda etapa (1988-2000), en la que coincide el ascenso
guerrillero con la respuesta militar y la entrada del paramilitarismo. Entre 2000 y 2003 hay un
cierto equilibrio en el que desciende la acción guerrillera y paramilitar, mientras que aumenta la
de las fuerzas armadas. Por último, el conflicto avanza de manera irregular (2004-2007), con las
consecuencias de las etapas de escalonamiento y equilibrio (García, 2009, en Restrepo, s.f.).
63
En el caso de Granada, las acciones militares despuntan entre 2003 y 2004. Se presentan
combates por iniciativa de las fuerzas militares con algunos hostigamientos entre los años 2000 a
2004 y con eventos de piratería en 1998, 1999 y 2003. El ritmo de las acciones militares es
similar al de los homicidios, excepto en el año 2004, cuando se registra un incremento de la
acción militar pero no de los homicidios. Sin embargo, la violencia política tiene un
comportamiento diferente. De acuerdo con la autora (Restrepo, s.f.) 1993, 2000 y 2001 son años
de bajos niveles de acciones militares, en los que se presentan homicidios políticos y masacres.
En el año 2002 se incrementa de manera fuerte el homicidio político, cuando aún las acciones
militares no alcanzan su cúspide. A consecuencia de la violencia política, el desplazamiento
forzado asciende entre el 2000 y el 2002, y bajan sus niveles en el 2003 para cuando aumentan
las acciones militares.
Restrepo (s.f.) concluye que en Granda se presentan cuatro estadios de violencia, a saber, una
etapa previa a 1998, de dominio guerrillero; de 1998 a 2002, la confrontación entre insurgencia y
paramilitarismo con altos costos en lo concerniente a violencia política; entre 2003 y 2004, se
incrementa la confrontación armada mientras que se reduce aquel tipo de violencia; finalmente,
un escenario de aparente dominio militar, “con la reducción de la violencia común y política”
(Restrepo, s.f.).
Con todo y esto, García (2009) manifiesta que en el oriente de Antioquia el conflicto armado se
inserta de forma tardía y con particulares condiciones. Aunque han calado los estragos de la
guerra, la inserción tardía del conflicto responde a la existencia “de una sociedad estructurada y
jerarquizada, con fuerte cohesión social e identidad regional más o menos consolidada” (García,
2009, en Restrepo, s.f.).
Por su parte, el despojo es otra de las modalidades de usurpación de la tierra, que se vale del
ejercicio directo de la violencia, las argucias legales para la formalización de la toma de los
predios y el aprovechamiento de las condiciones de vulnerabilidad del mercado para la compra
de terrenos a bajo costo. El Urabá antioqueño es el ejemplo por antonomasia del despojo de
tierras en el departamento, sobre el cual se ofrecen algunas características.
64
2.3 Urabá antioqueño
Ubicado al noroccidente del país, el Urabá antioqueño22 es un foco de reyertas por su posición
geográfica privilegiada: es región fronteriza internacional marítima y terrestre, con límites en la
región pacífica y atlántica al norte de Colombia; área de frontera interna consolidada a partir de
los recientes procesos de expansión en la segunda mitad del siglo XX, destacado por ser un
territorio clave para el contrabando de armas y en tiempos más recientes, para el tráfico de
drogas.
Desde el origen de los grupos armados ilegales, Urabá se ha catalogado como zona
geoestratégica, de manera que en los años sesenta se instalan las guerrillas de las FARC y el
Ejército Popular de Liberación –EPL-, se forjan las Autodefensas Campesinas de Córdoba y
Urabá –ACCU-, en los noventa se forman las Autodefensas Unidas de Colombia –AUC- y desde
allí se abandera la táctica de expansión paramilitar por todo el país (García, 2004).
La posición estratégica regional la fija como un blanco de contienda en las lógicas del conflicto
interno, en virtud de la confluencia de tres elementos: (i) el valor geopolítico de la zona; (ii) el
gran poder de la industria agropecuaria asentada en la localidad y (iii) los mega proyectos
situados en el área (Molano, 2006).
…el desarrollo del conflicto armado (en Urabá) coincide en el tiempo con la dinamización de los
procesos de configuración de la región –la colonización y la urbanización, el montaje de la economía
bananera de exportación, la conformación de haciendas y de economías campesinas, la organización
de trabajadores y de campesinos, la delimitación administrativa de municipios-. Esta coincidencia
imbrica y polariza los conflictos sociales políticos y militares en un contexto de fuerte
desinstitucionalización (García, 2004, p. 104).
Con la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, los reclamantes se enfrentan a toda suerte de
adversidades por cuenta del modelo expropiador imperante en la región. En este orden, el
22
La subregión se divide en tres zonas: Urabá norte, integrado por los municipios de Arboletes, San Juan
de Urabá, San Pedro de Urabá y Necoclí; área central o eje bananero, conformada por Apartadó, Carepa,
Chigorodó y Turbo; y el Urabá sur, con los tres municipios que articulan el Atrato Medio antioqueño:
Mutatá, Murindó y Vigía del Fuerte. Recuperado de http://es.wikipedia.org/wiki/Urab%C3%A1
Consultado en agosto de 2015.
65
Instituto Popular de Capacitación (IPC, 2015)23 afirma que luego de la barbarie y el despojo
vienen los megaproyectos productivos, tal cual sucede en Urabá y en Montes de María, donde
desde finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI llegaron grupos de empresarios, muchos
de ellos antioqueños, que para desarrollar sus megaproyectos productivos necesitaron grandes
extensiones de tierra, lo que facilitó el despojo bajo modalidades específicas. En este caso, el
despojo de la tierra trae el desplazamiento forzado, favoreciendo los intereses ilegítimos de élites
económicas que se enriquecen a costa de la expropiación.
23
Betancur, M. S. (2015, 12 de febrero). Ganaderos impiden a sangre y fuego la restitución de tierras en
Turbo, Urabá antioqueño. Agencia de Prensa IPC. Recuperado de
http://www.ipc.org.co/agenciadeprensa/index.php/2015/02/12/ganaderos-impiden-a-sangre-y-fuego-la-
restitucion-de-tierras-en-turbo-uraba-antioqueno/ Consultado en agosto de 2015.
24
Corte Constitucional. Sentencia T-025 de 2004. ESTADO DE COSAS INCONSTITUCIONAL DE LA
POBLACIÓN DESPLAZADA. Magistrados ponentes: Manuel José Cepeda Espinosa, Jaime Córdoba
Triviño y Rodrigo Escobar Gil, Sala Tercera de Revisión de la Corte Constitucional. Recuperado de
http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2004/T-025-04.htm Consultado en agosto de 2015.
25
Para mayor información consultar
http://www.codhes.org/index.php?option=com_content&view=article&id=20:comision-de-
seguimiento&catid=2:uncategorised&Itemid=121 Consultado en agosto de 2015.
26
El Auto 004 de 2009 ordena la protección de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas
desplazados. El Auto 005 de 2009 obliga la protección de los derechos fundamentales de la población
66
acceso a la tierra para las mujeres desplazadas, totalmente oportuno si se consideran las cifras de
la Unidad de Victimas (2014) según la cual las mujeres entre los 27 y 60 años de edad, han sido
las más afectadas por el conflicto armado, el desplazamiento forzado y el despojo de tierras
(Unidad de Víctimas, 2014, en Coll, 2015).
Y a propósito de las dificultades para llevar a término el conflicto armado, en la actualidad está
en marcha una estrategia político-jurídica que sortea diferentes mecanismos institucionales para
la resolución negociada del conflicto. Se trata de la justicia transicional, un conjunto de medidas
previstas para materializar acuerdos en Estados de amplia perturbación social que en Colombia
se abren paso con la Ley 975 de 2005 o Ley de Justicia y Paz.
3. Justicia transicional, Ley 975 de 2005, Ley 1448 de 2011 y la persistencia del problema
agrario
La justicia transicional agrupa todas aquellas transformaciones de un país llevadas a cabo de
manera ordinaria, en el ámbito político y social. Tienen como propósito transitar de un estado de
guerra civil a uno pacífico, de un régimen dictatorial a uno democrático, o la superación de un
conflicto armado27.
El modelo de justicia transicional comienza en Colombia con la Ley 975 de 2005, en cabeza del
ex presidente y actual congresista, Álvaro Uribe Vélez. Con esta iniciativa, se busca la
desmovilización de los grupos paramilitares quienes a cambio de sus confesiones y la
participación en la reparación a las víctimas, reciben en contrapartida rebajas en sus penas,
contribuyendo de este modo con los procesos de verdad, justicia y reparación.
Al final, esta Ley fracasa en su ambición máxima de acabar con el paramilitarismo. Para el GMH
(2013) ello se debe a la casi absoluta impunidad consentida en el proyecto legal para los
victimarios –relacionado con las dinámicas de CdelE ya reseñadas- y el escaso reconocimiento
de los derechos de las víctimas. En respuesta, sectores de la justicia y diversas organizaciones de
afrodescendiente y poner en marcha la ruta de protección de los territorios étnicos. El Auto 008 de 2009
prescribe reformular la política de tierras y de Verdad, Justicia y Reparación para la población desplazada
(GMH, 2013).
27
Estas medidas abarcan acciones penales, que propenden por la aplicación de justicia; las comisiones de
la verdad, para investigar los motivos y la sistematicidad de los crímenes; los programas de reparación, ya
sea por parte de los victimarios o en manos del Estado y por último, las reformas institucionales que
contemplan modificaciones en aras del fortalecimiento democrático (Uprimny, 2006).
67
derechos humanos se movilizan, por lo que el gobierno se ve abocado al cambio de estrategias e
instrumentos. Pero otro de los grandes desajustes de la Ley aparece con los posteriores rearmes
paramilitares en asocio con el narcotráfico, con un pico en el período de 2011 a 2012 (GMH,
2013).
Mientras tanto, Colombia es uno de los países más inequitativos en lo que refiere a la garantía de
recursos para vivir en condiciones dignas, más aún cuando se trata de las comunidades
campesinas y sus posibilidades de acceso igualitario a la tierra. Al respecto, el GMH (2013)
habla sobre la persistencia de los factores estructurales que alimentaron el conflicto armado. En
este sentido, no se intervino el tipo de desarrollo implantado por las élites y los grupos
paramilitares en el país rural; tampoco se revisó la política pública de la ruralidad ni se reversó la
contrarreforma agraria de los paramilitares. En contravía, se radicalizó la liberalización
económica en el país, se redujo la intervención estatal, se incentivaron los proyectos
agroindustriales y continuó la expansión del latifundio ganadero, que ha sabido valerse del
abandono de la tierra, en simultánea con la legalización del despojo a través de iniciativas como
la palma africana (GMH, 2013).
Con el gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2014 primer período), las víctimas y la solución
negociada del conflicto se imponen como guía de la política gubernamental. En muestra de este
compromiso, se promulga la Ley 1448 de 2011 o Ley de Víctimas y Restitución de Tierras,
seguida por el proceso de paz con las FARC desde octubre de 2012 hasta hoy.
Esta Ley se concentra en la restitución de tierras para las víctimas del conflicto armado,
reconocida en tanto uno de los mecanismos centrales en los procesos para la reparación a cargo
del Estado.
En extenso, la Ley abarca sus ordenanzas generales; los derechos de las víctimas en los procesos
judiciales; las medidas administrativas de asistencia, atención, ayuda humanitaria y reparación,
más un proceso que consta de las fases administrativa, judicial y posfallo para la restitución de
tierras; asimismo, prevé la creación de un complejo de entidades y la transformación de otras
encargadas de implementar la Ley; exige la adaptación de medidas y programas integrales de
protección para las víctimas, al igual que medidas concretas para mujeres, niñas, niños y
adolescentes; finalmente, establece una vigencia de diez años a partir de su promulgación.
68
Conforme al texto legal, se considera “víctimas” a aquellas personas que hayan sufrido un daño
individual o colectivo, por hechos ocurridos desde el primero de enero de 1985, consecuencia de
infracciones al Derecho Internacional Humanitario o violaciones a los Derechos Humanos, con
ocasión del conflicto armado (Ley 1448 de 2011, artículo 3). Las víctimas por hechos ocurridos
antes de la fecha tienen derecho a medidas de reparación simbólica y a las garantías de no
repetición estipuladas en la Ley como parte del conglomerado social, en todo caso no tienen
derecho a reparaciones de índole económica y no hay necesidad de que sean individualizadas
(Corte Constitucional, C-250 de 2012)28. Una vez incluidas en el RUV, la Ley tiene una serie de
prescripciones para atender a las víctimas, desarrolladas en el Decreto 4800 de 2011.
Por su parte, la restitución de tierras es la medida preferente para la reparación integral, pensada
para la devolución material y jurídica de la tierra a quienes hayan sido despojados de la misma u
obligados a abandonarla, después del 1° de enero de 1991. Cuando no sea posible la devolución
material del predio, la Ley contempla la entrega de un terreno con similares características o en
su defecto, la compensación monetaria.
Para analistas como los del GMH (2013), la puesta en marcha de la restitución de tierras es
asumida como “un desafío abierto desde la institucionalidad a los poderes paramilitares
rearmados, razón por la cual se responde con el escalamiento de la violencia, en particular contra
los reclamantes de tierra” (p. 48).
28
Algunos decretos reglamentarios son: a) Decreto 4800 de 2011: procedimiento de inscripción en el
Registro Único de Víctimas –RUV-, requisito para acceder a los beneficios previstos en la ley; medidas
de estabilización socioeconómica y cesación de la condición de vulnerabilidad manifiesta; gastos
judiciales; medidas de asistencia y atención; reparación integral; instancias de coordinación del Sistema
de Atención y Reparación Integral a las Víctimas; participación de las víctimas y de los bienes;
articulación del proceso de justicia y paz; b) Decreto 4829 de 2011: parámetros para el Registro de
Tierras Despojadas y Abandonadas Forzosamente y el procedimiento para la restitución de tierras;
desarrolla las medidas de compensaciones y alivio de pasivos establecidas en la ley; organiza el Fondo de
la Unidad Administrativa Especial de Gestión de Restitución de Tierras Despojadas; c) Decreto 4633 de
2011: establece medidas concretas de asistencia, atención, reparación integral y restitución de derechos
territoriales para las comunidades y grupos indígenas; d) Decreto 4634 de 2011: medidas de asistencia,
atención, reparación integral y restitución de tierras a las víctimas pertenecientes a pueblos Rom o
Gitanos; e) Decreto 4635 de 2011: medidas concretas de asistencia, atención, reparación integral y
restitución de derechos territoriales para las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y
palenqueras; f) Decreto 0599 de 2012: referida a la coordinación local para la micro focalización e
implementación gradual y progresiva del Registro de Tierras Despojadas y Abandonadas Forzosamente
(Corporación Humanas, 2012).
69
A esta clase de presiones violentas se añaden acontecimientos en materia de política de
restitución para Antioquia. En 2012, este departamento forma parte de las doce áreas de
Colombia priorizadas para la restitución de tierras por ser una de las zonas oficiales con mayores
índices de despojo, registrando 66 municipios de los 143 a nivel nacional. Entre las áreas
priorizadas, aparecen dos subregiones completas, Urabá y Bajo Cauca, lo cual no impide que el 7
de abril de 2015 se proclame la “Estrategia 20-15” con la que se espera avanzar en la resolución
de 24 mil solicitudes de restitución en siete departamentos de Colombia (Atlántico, Magdalena,
Bolívar, Cesar, Sucre, Cundinamarca, Santander, Caldas y Quindío), sin contar con Antioquia.
Como es de esperarse, esta determinación entorpece los procesos de reclamación en el
departamento y por supuesto, los de las mujeres, en vista de que los esfuerzos institucionales no
se concentran en Antioquia (IPC, 2015)29.
Según datos de la Unidad de Tierras Territorial Antioquia (2014), este departamento, junto con
Meta y Cesar, destaca por la reclamación de importantes extensiones de tierra, en particular a
cargo de mujeres. Urabá es una zona protagonista, en virtud de la intensidad del conflicto
armado en la región (Unidad de Tierras Territorial Antioquia, 2014, en Coll, 2015). No obstante
la intensidad del despojo, Coll (2015) señala que al comparar la densidad del fenómeno con el
número de reclamaciones recibidas por la Unidad30, se constata que las personas aún no
29
Betancur, M. S. (2015, 23 de abril). Santos abandona la priorización de Antioquia como departamento
para la restitución de tierras. Agencia de Prensa IPC. Recuperado de
http://www.ipc.org.co/agenciadeprensa/index.php?option=com_content&view=article&id=1200:santos-
abandona-la-priorizacion-de-antioquia-como-departamento-para-la-restitucion-de-
tierras&catid=37:general&Itemid=150 Consultado en agosto de 2015.
30
De acuerdo con cifras de rendición de cuentas de la Unidad de Tierras Territorial Antioquia (2014), el
número de hectáreas reclamadas en Urabá en 2013 no ascendía a las 20.000. Recuperado de Coll, A.
(2015) Acceso de las mujeres a la tierra: realidades de la restitución y el desarrollo rural para las
mujeres en Santander, Antioquia y Cauca. Bogotá: Ruta Pacífica de las Mujeres y Comunitarias. P. 29.
Obsérvese la cantidad de hectáreas reclamadas, en comparación con los registros de algunas
organizaciones que hacen seguimiento al despojo y abandono forzado en Urabá: “En 2011 con base en
datos del Incoder, en investigación entregada por el IPC y Forjando Futuros, se habían registrado como
abandonadas o despojadas 98.292 hectáreas en los 11 municipios de Urabá. Para el 2014 la Comisión de
Seguimiento y Monitoreo al Cumplimiento de la Ley 1448 (CSML) ha identificado que solo en los
municipios del “eje bananero se reportaron 8.110 predios abandonados con un total de 160.166
hectáreas (negrilla del autor), de las cuales 87.741 has. le corresponden al municipio de Turbo, 33.671
has. al municipio de Mutatá, 22.487 has. al municipio de Apartadó, 10.753 has. al municipio de
Chigorodó y 5.514 has. al municipio de Carepa”. (Ver Comisión de Seguimiento y Monitoreo al
Cumplimiento de la Ley 1448 de 2011. “Primer informe al Congreso de la República”, 2014: 364)”. En
Betancur, M. S. (2015, 23 de abril).
70
reclaman toda la tierra principalmente por el temor que se afianza porque es una zona con activa
presencia e influencia paramilitar (Coll, 2015).
Una lectura compleja de lo anterior, tanto de la estrategia 20-15 como del desajuste entre niveles
de despojo y número de demandas, implica analizar a las élites empresariales que actúan en
connivencia con la oficialidad departamental, verbigracia el Urabá antioqueño, con el gremio
bananero y el ganadero. Hay un interés por obstaculizar la restitución de tierras a través de
diferentes vías como la estigmatización y criminalización de los reclamantes (IPC, 2015). Tal
estado de cosas evidencia que si bien la promulgación de la Ley 1448 de 2011 vuelve a priorizar
en la agenda pública el tema agrario, el acceso a la tierra en condiciones seguras, dignas y justas
aún parece un asunto entre difícil y peligroso para millones de campesinos y campesinas a la
espera de habitar nuevamente sus predios.
Se deja abierta la reflexión para la siguiente etapa del informe, donde se contrastan estos amplios
contextos de pérdida y reclamación de la tierra con experiencias puntuales de mujeres en el
marco de la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras y sus posiciones en dichas trayectorias.
71
Capítulo IV. Mujeres, tierra y restitución: El camino (trabado, inconcluso o abierto) hacia
el reconocimiento de derechos
Este trabajo no hubiera sido posible sin la participación de las campesinas que amablemente
comparten sus testimonios sobre las trayectorias en torno a sus predios, más las repercusiones del
conflicto armado en sus vidas, lo que esto les ha significado en términos prácticos y
emocionales. Como una forma de honrar y agradecer la buena disposición de estas mujeres, los
siguientes apartados se destinan exclusivamente a la presentación de los testimonios conforme
los tres perfiles delimitados31, buscando reducir al mínimo las reinterpretaciones de ningún tipo.
Lo importante ahora será hilar las declaraciones de acuerdo a los objetivos de investigación para
al final, hacer un ejercicio de síntesis que compendie los gruesos temáticos de los testimonios a
fin de ordenar la relación entre tierra, sujetos de derecho y mujeres, esencial para resolver la
pregunta de investigación, que en el próximo capítulo culminará con la triangulación de fuentes
mediante la guía de una lectura socioespacial.
4.1 Mujeres despojadas sin proceso de restitución de tierras: “Si él va a pedir restitución
tiene que tener la escritura de los terrenos”
A continuación, se comparten testimonios de dos mujeres, Stella Gómez y su hija Sandra
Múnera, habitantes de la vereda Chocó en el municipio de San Carlos. El rasero temático son los
objetivos de investigación, para -en un primer momento- explorar las condiciones materiales
previas al despojo, seguido por las experiencias durante el desplazamiento forzado, más tarde las
dificultades percibidas con los procesos de restitución y la decisión de no acogerse al programa.
Aunque todos participan en el cuidado y trabajo del predio, sólo al padre se le reconoce como el
titular de las escrituras:
31
Perfiles de campesinas: 1) Mujeres despojadas sin proceso de restitución de tierras; 2) Mujeres
reclamantes en espera de sentencia bajo la Ley 1448 de 2011; 3) Mujeres ya restituidas, en
reconocimiento de titularidad de derechos y sujetos de reparación. En algunos casos, se incorporan
apartes de las sentencias de restitución para afinar los testimonios. Se hace una exposición diacrónica que
demanda una lectura cuidadosa, pues en ocasiones las mujeres van y vienen en la temporalidad y
espacialidad de sus relatos.
72
(Era de) mi papá (…) nada más, él solito. Múnera, p. 112 y 114.
…pues mi papá nos levantó tan humildes que nos hemos dejado de ellos, entonces ellos lo
que hagan pues como que… aceptamos ¿cierto? Pero eso es muy maluco, le venden a
uno las cosas y uno sola no es nada. Gómez, p. 120 […] Entonces uno se deja, mi papá
Vea mijita, él es muy pobre, usted tiene que estar a lo que él diga, y sí, sí… tazándole
mucho y tal cosa y vea, como han sido tan toma tragos lo dejan a uno sin nada. Gómez,
p. 122.
Con todo y la inconformidad de Stella, la finca permanece titulada a nombre del esposo, hasta el
momento en que deben desplazarse para proteger sus vidas.
Tras el conflicto armado en San Carlos, buena parte del campesinado, incluyendo a Stella y a
Sandra, se ve forzado a desplazarse de sus tierras.
O sea toda la gente con la que él ha andado (el padre), los mataron a todos, uno por uno,
el único vivo de toda esa gente es él, porque se fue, lo mismo pasó con mi cuñado, el
único vivo de todas las personas, digamos de la edad de ellos en ese tiempo (…) Múnera,
p. 96.
…y amenazando a mi esposo, que tenía que irse que porque pero que ¿Quién lo
amenazaba? Por ahí mandaron boletas que si no nos íbamos que entonces que [silencio]
Entonces mejor nos fuimos para Argelia pues, que estuvimos por allá lejos. Gómez, p.
141.
Dice Sandra, que a ella y a su familia no les toca afrontar los períodos álgidos de la violencia, no
obstante conoce bien las lógicas de la guerra porque buena parte de sus parientes permanecen en
el municipio, en veredas como Chocó:
Claro, mis tíos me cuentan todo lo de las bombas y todo lo que tiraban, ellos fueron
resistentes, ellos se fueron como los últimos tiempitos pues ya, que ya no aguantaron
73
más, se fueron para Medellín, pero de resto [silencio] en cuanto a esa experiencia yo no
sé nada porque yo estaba lejos. Múnera, p. 10.
…esa es gente (los y las campesinas de Chocó) que sí vivió la real, real, real violencia, a
ellos sí les tocó, les tocó lo duro, duro, que se iban a, mandaban los niños a estudiar, o
sea las historias que me cuentan ellos, mandaban los niños a estudiar y se encontraban
dos o tres muertos de ahí para arriba ¡Es muy duro! El niñito venía ¡Él seguía! Por lo
menos el niño de mi tío, él seguía, iba a estudiar y se devolvía ¿Usted cree? (…) Yo no
sigo, yo me devuelvo. Múnera, p. 51.
Éste por lo menos, una de las zonas más minadas que hubo se puede decir en Colombia
fue la zona El Chocó ¡Fue la zona más minada que hubo! La escuela El Chocó, es que El
Chocó toda, toda, toda era minada. Múnera, p. 57.
Sobre la finca en Peñoles, considera que no pierden los bienes, al fin y al cabo su padre recibe
algo de dinero por ellos, pese a la venta depreciada:
…en sí eso no se perdió porque mi papá antes de irse él la vendió (la finca) ¡La vendió
muy barata! Pero él la vendió, lo mismo las casas que tenía en el pueblo él las vendió y
nos fuimos, como le digo yo estaba muy sardina, tenía trece años. Múnera, p. 39.
Sí, él lo vendió (el padre) porque a él también en ese tiempo también había mucha,
mucha, estaba la guerrilla comenzando a molestar y todo eso entonces hubo mucha
presión para él [silencio] y si no se iba también lo mataban entonces él qué hizo: Ah, no,
yo me voy. Múnera, p. 86.
No, de pronto nadie le dijo: Si usted no vende yo lo mato [silencio] No, él lo vendió
porque a ellos ya los habían boletiado un poco, veintipico de los amigos, de todos los
amigos que él tenía (su padre) el único vivo es él, con eso, ahí más o menos le digo lo que
pasó en ese tiempo, o sea era como veintipico de amigos [silencio]. Múnera, p. 92.
Una vez la familia sale de San Carlos, se instalan por algunos años en el Valle del Cauca, con
cierta inestabilidad al llegar:
…nos fuimos para Argelia (municipio del Valle del Cauca) en un principio y de ahí nos
fuimos para Cali como a los dos añitos que yo recuerde. Múnera, p. 86.
…eso por ahí (Cali, sector Puerto Rellena, sur de la ciudad) que fue donde nosotros
llegamos y en sí esa colonia es muy de aquí, casi toda la gente que hay por allá, en ese
barrio, pues excepto mucha gente también que viene… que llegó de… Tumaco, por allá
de otros lados. Múnera, p. 26.
74
Ambas mujeres retornan por motivos distintos y en diferentes momentos. Stella por
ejemplo retorna varias veces, las cosas en Cali se ponen difíciles pero al volver a San
Carlos, nada le fluye así que nuevamente, debe emigrar: A propósito, Sandra cuenta
que,
ellos la sintieron (oleada fuerte de violencia) porque se regresaron (su madre, padre y
hermanos) pero yo no la sentí porque yo me fui y yo no volví, yo volví después de 27
años, o 27 no, 26 porque yo volví hace tres años, entonces yo la sentí por el radio, por el
televisor, por lo que contaban (…). Múnera, p. 75.
Dicho esto, Stella recuerda el primer regreso, la nueva salida y el retorno definitivo al municipio:
Cuando después vinimos como le digo, en el 2000 que estudió la niña en Palmichar y
después nos volvimos para Cali y hace como tres años y medio que volvimos, otra vez, o
cuatro años, cuatro años largos. Gómez, p. 141.
Nosotros nos vinimos en el 2000 (desde Cali a la vereda Chocó), estuvimos en la misma
casita, viviendo, y acabó hasta el quinto de escuela la niña que tenía pequeña, allí en
Palmichar (…) Cuando vinimos apenas estaba como que [silencio] ya estaba mejor (…)
nosotros nos vinimos de ahí de una parte que le digo yo, que estuvo estudiando la niña
chiquita, la pequeña, y entonces ya nos fuimos para Cali otra vez, a seguir trabajando
por allá, de todas maneras por aquí no teníamos nada y no fuimos por eso, porque pues
tanta cosa (…) Gómez, p. 132 y 141.
Aunque en el pasado, Sandra se opuso a volver a San Carlos, en 2012 regresa temporalmente
para luego quedarse de manera definitiva:
No la sentí, me dio mucho miedo para regresar, sí, porque yo decía que yo por aquí no
volvía ¡Ni a palos! Múnera, p. 12.
Cuando yo volví, es que yo apenas aquí llegué hace año y medio, entonces en sí yo no
[silencio] Y mi madre vino ya hace seis años, cinco o seis años, algo así. Múnera, p. 14.
Para este momento, la familia no tiene nada propio a dónde llegar, por lo que se hospedan en una
vivienda que les facilitan algunos parientes, en la espera infructuosa de una casa que les promete
el gobierno:
Eso fue ahorita último cuando regresaron ellos, ya no llegaron a Peñoles porque ellos ya
no tenían la finca allá, entonces llegaron fue, o sea ya el retorno fue [silencio] Ellos por
acá (vereda Chocó) tienen hermanos. Múnera, p. 37.
Sí, y resulta de que no resultó nada, le resultó fue a un cuñado mío que vive más abajito,
y nosotros espere y espere, entonces como vivíamos en una casa allí prestada, nosotros
nos prestaron una casa hace cuatro años que vinimos. Gómez, p. 128.
75
Nos la prestó un tío de él, de mi esposo, y entonces vivimos ahí tres años, más de tres
años, y de ver pues que no resultaba nada de casa, nosotros que fuimos desplazados,
porque nosotros estuvimos en Cali pero nos vinimos. Gómez, p. 130.
Sí, vinimos una vez y nos volvimos, bueno, entonces ahora sí hace más de cuatro añitos
que vinimos, que vinimos a la misma casa, y es una casa prestadita, esperando pues que
nos dieran la casita y nada. Gómez, p. 143.
Cuando Sandra regresa, varias cosas han cambiado, por ejemplo hay nuevos habitantes
entremezclados con antiguos vecinos y gente conocida:
La gente que ha llegado es de un pueblito que se llama (…) De Ituango, sí de por allá, o
sea la gente que ha llegado aquí diferente de esta zona, la gente que ha llegado a esta
zona diferente es de Ituango, toda, o sea hasta donde yo me doy cuenta pues porque
[silencio]. Múnera, p. 47.
Hoy, se respiran otros aires en San Carlos, ha bajado la violencia pero sigue la zozobra:
Hasta estos días, hace por ahí unos ocho meses vinieron que porque avisaron que de
pronto había minas todavía por ahí y vinieron y revisaron y ellos dijeron que no, cuando
eso yo estaba en la Escuela El Chocó trabajando (…) Múnera, p. 57.
Los muchachos esos de desminado, vinieron como seis, estuvieron mirando (…) ahí en el
cerrito, de ahí de la carretera ahí arribita estuvieron ahí, y yo ¡¿Ah?! Y yo les pregunté:
¡¿Por aquí hay minas todavía?! (…) Y me dicen: Hay minas de Calderas para allá,
todavía. Múnera, p. 59.
Y es que una buena área del territorio sancarlitano ha estado copada por minas antipersonales.
Recientemente, el municipio ha sido declarado libre de sospecha de minas, aunque en tiempos de
la entrevista (marzo de 2015), persisten los riesgos para algunas zonas:
¡Sí, hay una cantidad de gente! (en Calderas) Y me dicen: Hay minas, todavía hay minas
pero de Calderas para acá no hay nada, porque es la zona que más desminaron pero nos
dijeron que viniéramos a revisar, revisaron y en cuanto a eso me quedé yo como
tranquila, yo vuelvo y cojo mi casa (…) no mi niño, yo creo que el punto débil mío es (su
hijo) Múnera, p. 61.
Las dos campesinas se afianzan de nuevo en San Carlos, pero mientras Sandra regresa por gusto,
Stella lo hace por la iniciativa de otros:
Porque vine a pasear donde ellos y me gustó mucho [risas], entonces yo ya ¡Ahhh! Y el
ambiente para mi hijo, Cali en este momento no es ambiente para criar un niño. Múnera,
p. 77.
76
Porque la ciudad (Cali) yo estaba muy amañada, yo trabajaba por allá, hacía muchas
arepas, vendía, y entonces ya como se antojaron a venirse yo dije pues vámonos pues,
hace cuatro años que vinimos. Gómez, p. 239.
Madre e hija desconocen por completo el destino de las tierras malvendidas en Peñoles. Hoy,
viven en otra finca, construida en un lote que les cede un cuñado:
Era, ya es de nosotros. Él (su cuñado) le dijo (al esposo de Stella): Vea, compren yo les
doy con qué paguen, porque él vivía en Cali y vendía mucha carne, le iba muy bien,
entonces nos mandaba plata para que le trabajáramos también la tierrita, y entonces él
dijo: Hagan la casita y tranquilos, yo la compré fue para que ustedes hagan la casita,
vea hasta cocina [risas], y entonces nos dio el bordito para que sembráramos las matas
(…) Gómez, p. 145.
Este predio no ha sido formalizado y en el caso de hacerlo, quedaría en manos de varones en la
familia:
Mi cuñado, que es el que ha tenido la plata, tiene que hacer las reformas [silencio] No sé
[silencio] Se la dan a él (al esposo), como son hermanos y todo [silencio]. Gómez, p.
171, 173, 175.
Mientras la situación se define, Stella gestiona una vivienda a nombre propio, no obstante carece
de un lote o terreno para construirla:
Pues viene a nombre mío pero tienen que hacer un documentico donde la vamos a hacer,
sea que nos regalen el pedacito o sea que se compre, no sé. Gómez, p. 179. 134
Sí, ésa la hacen a nombre mío, porque eso ya viene es del banco, entonces… los mismos
de la alcaldía son los que están mirando dónde van a hacer las casas. Gómez, p. 181.
Si logra sacar adelante esta iniciativa, Stella planea cederle las escrituras a Sandra por una razón
muy específica:
Ella, ella (Sandra) habló con la alcaldesa y le dijo que si se la podía dar, que se la diera
pues a ella porque ella tiene su niño, ella es independiente, ella es solita, es con el niño y
a las señoras solitas con los bebés no les [silencio] les ayudan mucho más. Gómez, p.
185.
En definitiva, esta mujer anhela hacerse a una vivienda para garantizarle el cobijo a su nieto. Ya
de por sí ha sido difícil conseguir el terreno, a lo que se añade la oposición de su esposo, que no
está de acuerdo con la iniciativa:
Porque mi esposo es muy orgulloso, pobre pero muy orgulloso, que yo no podía ir a
hablar porque para que le dieran a uno algo porque nosotros no éramos limosneros, que
si no me daba pena, tal cosa. Gómez, p. 197.
77
Tan sólo por el interés de que [silencio] como no teníamos ni casa, y ayuditas que sirven,
y entonces yo (inaudible) a las reuniones, y entonces cuando yo venía lo encontraba muy
bravo, yo le decía: Pero vea que eso es muy bueno ¿Y si nos resulta casa qué?, ¡Qué va a
resultar! (dice el esposo), yo apenas haciendo por allá cola, y todavía no le gusta que
uno (inaudible). Gómez, p. 199.
Entonces, la casa habitada no será titulada a nombre de Stella. Asimismo, la eventual nueva
vivienda estará escriturada en cabeza de la hija, a fin de garantizar la morada del nieto. Por el
momento, la finca en la que viven ha sido construida de manera colectiva, si bien Stella
minimiza su aporte en tanto que resalta las contribuciones ajenas:
Entonces ya la familia toda se reunió y le dio (al esposo), unos le daban bloques, otros le
daban cemento y al techo, todo, y nos dieron todo pues, y de las ayuditas también, porque
también hubo ayuda humanitaria, también estuvo la indemnización que fue con la que
organizamos la cocina y repellamos, lo que pudimos repellar, faltan las piezas no más, y
el baño también lo organizamos con esa plata, y bueno y aquí estamos, con la casita
gracias a dios; y un cuñado fue el que compró este pedazo y nos dio el puestico para la
casa. Gómez, p. 143.
Como se recordará, estas mujeres no participan en la restitución de tierras, sin embargo conocen
muy bien los procesos de los cuales opinan abiertamente.
Pues visitando, visitando, pero a mí, yo he dicho que a mí no se me perdió nada porque
mi esposo vendió por lo que lo amenazaron y nos fuimos para Argelia (…) Ellos visitan
las casas, hasta con los policías, visitan los de [silencio] ¡No sé qué gente vendrá, de
Medellín o qué! Y les dicen que les van a ayudar a hacer la escritura, que les van a
responder por lo que se perdió, a no sé qué cosas, y ahí han estado en eso desde que
vinieron hace cuatro años (…). Gómez, p. 155. 136
En cuestión de restitución yo sí he visto que hay mucho, o sea que ha venido la gente a
decir pues que sí van a restituir y todo eso, pero en cuestión de que ya lo hayan hecho
[silencio] pues yo veo ahí mucha gente (…) Dieron unas casitas que están construyendo,
ésas son de restitución, ésas las está dando restitución, yo no sé qué fue lo que dijeron
que tenía que hacerse en el terreno ¡Bueno, yo no sé! Y lo otro es el dinero que está en el
banco, que no se los han desembolsado, pues hasta donde yo he escuchado ¿no? Múnera,
p. 102.
Hay una amplia lista de quejas, que bien pueden resumirse en unos cuantos aspectos:
78
Hay gente que se queja mucho porque quedaron de darles ciertas cosas, o las ayudas, o
restituirles no sé si será con dinero o algo así, entonces no les han dado (…) Múnera, p.
100.
Pues hay personas que están inconformes por lo que les dicen y no más, y bueno, ahora
estamos como casi que al principio: Los que tienen ajustan más, entonces los que tienen
dicen: ¿Por qué no nos dan mejor para organizar la casa? que ya después de tener para
qué más, y dicen que no, que tiene que ser la casa y que no la reciben pues de una
[silencio]. Gómez, p. 157.
Como que lo emboban a uno mucho y le dicen: Vayan a las reuniones, diciéndole a uno
que es para la casa, para la tierra, para todo eso ¡Y todo el tiempo lo mismo! Lo mismo
[silencio] Y haciéndole uno dizque, la gente la unían así, y como jueguitos y cositas así,
que dibujar casas, que dibujar caminos y que árboles y que tal cosa. Gómez, p. 191.
Sí, querían tanto como que fuera de verdad, que no lo embobaran a uno tanto, que
porque uno no era un niño pequeño, eso lo decían constantemente, que por qué
embobaban tanto, que por qué, y dizque la plata está en el banco, que no sé qué, que
porque es que necesitamos más reuniones, que no sé cuántas (…) Gómez, p. 197.
Con todo y las dificultades, para ellas el proceso marcha a la par entre hombres y mujeres.
4. Derechos condicionados
De la finca en Peñoles, no demandan nada porque a su juicio, nada les ha sido arrebatado:
No, nosotros no tenemos nada de restitución de tierras, mi papá como le digo él había
vendido todo antes de irnos. Múnera, p. 84.
Usted sabe que para pedir restitución, si él va a pedir restitución tiene que tener la
escritura de los terrenos, al él venderlos, las escrituras quedaban para otra persona,
igual lo que él dijo, lo vendió muuuy barato, esos terrenos son hermosos, eran cafeteras,
entonces [silencio] Múnera, p. 90.
Para ambas, los derechos sobre el predio terminan cuando el padre lo vende, no importa la causa,
no importa el valor, una vez entrega las escrituras, acaba la relación con la finca.
A manera de conclusión
Persiste la tradición de la propiedad en cabeza de los varones, inculcada desde la crianza y
asociada con la humildad, la sumisión y la resignación de las mujeres. De un lado, se entiende
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como una garantía para la familia, el hecho de que el padre titule las escrituras. Contrario a ello,
indica vulnerabilidad para las campesinas en un escenario de falencias materiales.
En el contexto del conflicto armado, la zozobra y el temor obligan a las personas a huir de sus
tierras, sin embargo para estas mujeres la victimización también tiene grados y niveles de
afectación de acuerdo a la intensidad y la resiliencia.
Con la migración forzada, viene la inestabilidad material que de a poco signa los proyectos de
vida personales y familiares. En igual sentido, aparecen los retornos con los que a menudo se
prolonga la inestabilidad, por lo menos durante los primeros años. El regreso a los lugares de
origen no se equilibra con la plena superación de la conflictividad armada, de suerte que es
probable retornar y toparse con nuevos riesgos y viejas amenazas.
Se desconoce el estado actual de las tierras malvendidas. El grupo familiar logra solventar
paulatinamente sus necesidades habitacionales, empero con frecuencia se destaca la intervención
masculina, al tiempo que se opaca la contribución de las mujeres, incluso por las mismas que
merecen el crédito.
De manera paralela, las campesinas aúnan esfuerzos para adquirir otra vivienda esta vez a título
propio, sin embargo, no las motiva el beneficio personal sino la protección de los derechos del
varón, bajo el manto de la maternidad.
4.2 Mujeres reclamantes con proceso activo bajo la Ley 1448 de 2011: “Ella iba a reclamar
sus tierras porque ya sabía a qué tenía derecho”
Cuatro mujeres reclamantes de tierras en el Urabá antioqueño, narran las particularidades de la
restitución, sus frustraciones y expectativas en espera de la sentencia. En consonancia con el
80
anterior perfil, los testimonios conservan el hilo conductor de los objetivos de investigación,
comenzando por las características jurídicas de la finca previas al despojo, las experiencias a lo
largo del desplazamiento forzado, su incursión como reclamantes, y los factores que alientan o
impiden su posicionamiento como sujetos de derecho.
Para auxiliar la lectura, se recuerdan los nombres de las campesinas: Noemi Páez, Jazmín Borja,
Aurora Ibáñez y Astrid Perea.
Eso se lo dieron a mi papá para que viviera ahí, en esas tierras, era de mi papá, no de mi
mamá sino de mi papá, eran de su familia de mi papá. Páez, p. 65.
Mi mamá tenía, mi papá tenía, son dos, es la misma finca pero mi papá la dividió en dos:
la de mi mamá y la de él (…) Mi papá, las escrituras estaban a nombre de mi papá (…)
Ibáñez, p. 70 y 117.
Las mujeres reconocen a sus padres o suegro como dueños de la finca, pero en ningún caso
figuran en las escrituras ni se identifican en calidad de propietarias. Por su parte, Astrid Perea no
aclara si la finca es del padre o de la madre, mientras que una de las cuatro recalca que la tierra
está a título paterno y ella funge como apoderada en el proceso de restitución. Todas las mujeres
aprueban la situación, no manifiestan inconformidades ni objeciones al respecto. No son en
realidad un grupo, son las mujeres seleccionadas por el perfil del estudio que es diferente.
81
A veces recuerdan integralmente la temporalidad de los hechos, otras veces la mente hace lo
propio para dispersar los dolorosos relatos:
Yo me vine para acá con el embarazo del hijo mío y él ya tiene cinco años
(aproximadamente en 2010), cuando eso fue que a él lo mataron ya yo vivía acá en
Casablanca (…) Borja, p. 98.
Eso fue en… ¡Ay! vea no, a mi hermano lo mataron al que sí enterramos que recogimos,
lo mataron en el 96, lo mataron en Colonia, a mi hermano el que me seguía, el menor
que mí. Ibáñez, p. 33.
Para dos de las reclamantes, ésta no es la primera vez que son desplazadas por la violencia: Con
Jazmín Borja y Astrid Perea, es el segundo desplazamiento y es por el cual ahora reclaman bajo
la Ley de Víctimas:
Yo sé que fue del 198… ahí no me acuerdo si fue del 85 u 84 (…) yo andaba con una tía
por allá. Borja, p. 148.
La otra finca que ya nos habían prácticamente desplazado también el gobierno, porque
ese momento fue el Incora (Instituto Colombiano de Reforma Agraria) cuando era
Incora, que nos hizo desocupar esa finca (…) que no podíamos estar allí porque eso eran
resguardos indígenas (…) entonces ellos esas tierras se las iban a comprar a los indios
(…) pienso que eso fue el primer desplazamiento que nosotros tuvimos (…) ahí fue donde
llegamos a Las Tulapas y ahí fue el segundo desplazamiento, porque igual acá a la finca
que se llama (…) por los resguardos indígenas el gobierno ese momento no nos dejó, no
nos la pagó. Perea, p. 18.
Salimos desplazados por un grupo armado que llegó ahí y nos hizo salir, nos dieron
veinticuatro horas para que saliéramos, así que nosotros dejamos todo porque nosotros,
dejamos todo. Allá papá tenía arroz, maíz, todo eso lo tuvo que dejar. Páez, p. 57
A nosotros nos tocó salir ese día de noche (…) Sí, porque no podía salir uno en el día
porque quemaban a una con todo y carro, a nosotros nos tocó salir en la noche. Páez, p.
67 y 69.
Nos hicieron salir, pues los grupos armados, la guerrilla, más antes se metió el ejército y
la guerrilla ya y otras personas ahí que supuestamente dizque los paracos, entonces
nosotros al ver eso nos hicieron salir porque mi papá era el presidente de la vereda, era
el presidente de junta. Ibáñez, p. 9. Al ver que él era el presidente todo el mundo allá le
echó el agua sucia a él (…) que él era el que cubría a la guerrilla (…) pero eso era
82
mentira porque como él era el presidente al llegar cualquiera tenía que recibir a las
personas (…) Ibañez, p. 13. Entonces ya lo culpaban, entonces cuando le dijeron a él que
iban a matar al hijo mío, que si él no salía lo iban a matar (…) entonces mi papá: ¡Noo!
(…) Entonces ya nosotros salimos de la finca y dejamos todo allá porque él embarcaba
plátano con Banacol. Ibáñez, p. 17 y 23.
En esa finca llegaban todos los del ejército y hacía campamentos (…) a veces uno no
sabía si realmente era el ejército, quién era el que estaba ¿Cierto? (…) ese terreno lo dio
mi papá a la junta de acción comunal (…) entonces ellos encontraban ese espacio ahí
como muy acogedor para ellos hacer sus campamentos ahí entonces debido a eso, a mi
familia, nosotros nos tocó tiempos muy duros (…) Perea, p. 6. Los paramilitares decían
que nosotros éramos guerrilleros, que nosotros éramos no sé qué cosa, en fin, entonces
debido a eso llegó pues llegó el desplazamiento forzado de mi papá (…) A mi papá y a mi
hermano (…) los tiraron pues duraron mucho tiempo amarrados allí de pies y manos
tirados en el piso, tirados muy feo diciéndoles pues palabras que ¿cierto? Perea, p. 10.
Mi mamá y nosotros quedamos pues ahí, todavía como que amaneciendo porque con esos
muchachitos para dónde, pero ya mi papá y mi hermano ellos sí tuvieron que coger el
monte pues a esa hora ¿cierto? (once de la noche) Porque no sabían para dónde coger.
Perea, p. 18.
Jazmín Borja por su parte, además de perder la tierra, le arrebatan a dos de sus familiares:
Nosotros declaramos en Mutatá, bueno, al declarar él se fue otra vez para allá (para la
tierra de donde son desplazados), entró, entonces ahí fue lo sucedido (p. 118) ellos eran
siete hermanos y mataron dos el mismo día, o sea me mataron el marido mío y el cuñado.
Borja, p. 198.
Al parecer, el despojo no siempre se limita a arrebatar las tierras, sino que se extiende hasta
socavar los ánimos y las redes interpersonales. En este sentido, los actores armados también se
ensañan contra Aurora Ibáñez, a quien igualmente le asesinan varios de sus seres queridos:
Forzadas a huir, toman diferentes rumbos, algunas medio se estabilizan mientras que otras
continúan el éxodo. En este orden, Noemí y Jazmín se dirigen hacia la vereda Casablanca, la
primera llega a tierras de su abuela y la segunda se instala en la casa materna. A Aurora y Astrid
se les complejiza la situación, de entrada no logran estabilizarse y se les dificulta resolver las
necesidades básicas de subsistencia:
Ellos se fueron para Moñito, Córdoba: se fue él (el padre) mi mamá y mi hijo. Porque yo
me quedé por ahí, rondando todavía (…) yo salí de aquí fue en el 96. Ibáñez, p. 29 y 31.
83
Tiempo después, Aurora se reúne con su familia en Córdoba, para de nuevo afrontar la
inestabilidad residencial y la falta de alimentación:
Nosotros desde que salimos de la finca fue sufrir porque venimos dando vueltas desde
Córdoba para acá (Apartadó), nos fuimos otra vez y nos vinimos, hemos aguantado más
hambre también que una paleta ¡No! Eso es muy duro. Ibáñez, p. 281.
Ya nosotros al ver que ya las pelaítas no aguantaban porque era mucha necesidad, esas
peladas tenía una que se me estaba desnutriendo y yo dije no, vámonos que aquí para
Urabá, para Apartadó y pues si nos van a matar que pues ¡Dios es muy grande! Y
después es que volvimos otra vez acá (Apartadó). Ibáñez, p. 287.
De las Tulapas llegamos acá a Apartadó una parte, porque todos pues nos dispersamos
porque sin dinero, sin nada. Perea, p. 26.
Ellos (padre y madre) estaban en un billar en el pueblito y mi papá llegó allí, cuando mi
papá llegó allí lo cogieron también unas personas allí y ya pues empezaron a ultrajarlo y
en todo caso que ahí se salvó de milagro y enseguida, y en seguida nos tocó de salir.
Nosotros que estábamos acá (ella y otros familiares), salir a buscar a mi papá al Totumo
y entonces lo trajimos hasta acá hasta Apartadó y acá nos tocó llevarlo pues en una
avioneta hasta Montería y de Montería ya lo mandamos para Cartagena con mi mamá,
así fue como inició este cuento, pues como fue lo del desplazamiento de nosotros, ya
debido pues a eso, ya nosotros pues cada quien por su lado. Perea, p. 32.
Seguidamente, muere su padre, la madre permanece un poco más en Cartagena y ella se queda en
Apartadó, trabajando con uno de sus hermanos para tratar de solventar las deudas acopiadas.
Ninguna de estas mujeres ha intentado regresar a las fincas. A veces tienen claro el peligro que
implica, también hay experiencias traumáticas cercanas o simplemente están convencidas de no
volver:
Nosotros nunca más, nunca más fuimos por allá, y ninguno de los que sacaron de sus
tierras yo nunca los he escuchado diciendo que han ido. Páez, p. 244.
84
Uno teme no es por la gente que sacaron a uno de allá porque yo creo que esa gente ya
los han ido matando pero entonces el que está en la tierra. Ibáñez, p. 223.
No a mí me da miedo volver por allá, que alguno me conozca: ésa es la dueña, ésa es la
que está reclamando, esa gente lo conoce a uno todo por allá y no: ésa es la hija del
señor dueño de la tierra, usted sabe que no falta el que me dejen por allá mismo. Ibáñez,
p. 295
.
De la misma forma, Astrid tampoco ha regresado, y en cuanto a Jazmín, conoce de primera mano
el peligro de retornar: una vez se inscribe como desplazada, su esposo regresa a la tierra sin
ningún amparo y es asesinado.
En la actualidad, poco saben de los predios y sólo Noemi tiene vagas ideas:
No, ya todo eso por allá debe de haber gente viviendo por todas esas tierras, si eso era
una finca bien grande y era pura familia que vivíamos en esa finca, así que todos salimos
de por ahí, en ese tiempo se puso bien maluco, a todo el mundo nos hicieron salir de por
ahí y todos salimos. Porque toda mi familia que vivía para esos lados de allá, todos se
salieron, mis tíos, todos. Páez, p. 168.
Lo que sucede con Aurora es bastante distinto, para su comprensión habrá que detenerse en un
par de elementos cuando trata de establecer una línea temporal de los acontecimientos
posteriores al desplazamiento:
Entonces de ahí dejó la tierra mi papá, cuando de un tiempo antes un señor (…) le dijo a
mi papá, mi papá la finca estaba hipotecada por el banco agrario, dijo que: Ustedes no
pueden ir por allá, deme esa finquita a mí que yo la pongo a producir y cuando ya la
haga producir, ya ustedes tienen de a dónde comer de a dónde agarrar. Ibáñez, p. 98.
El padre accede a la petición del hombre, siempre y cuando éste salde la hipoteca del banco y
trabaje la finca, sin adueñarse de ella. Entre tanto, Aurora y su familia continúan en Córdoba, sin
sospechar las movidas de aquel sujeto que al final se apodera de la tierra y la puebla con ganado,
por una suma irrisoria que eventualmente envía al padre de la campesina:
Cuando en el 2007 o 2008 apareció con una Caravaca una camioneta nuevecita,
entonces dice: Vea viejito lo que me quedó de la finquita, y nosotros pidiendo para comer
y mi papá y mi mamá bien enfermos (…) Ibáñez, p. 105.
No conforme con lo anterior, el hombre negocia la finca con un tercero, que prosigue hoy en día
con el proyecto ganadero:
85
La gente dice que ésa es la mejor finca que hay, es la de nosotros (…) El señor la tiene
muy montada, esta semana me dijeron que supuestamente tiene 500 reses ahí. Ibáñez, p.
291 y 293.
Ahora estamos así, el señor de la finca, el que tiene la finca él es que está comprando
esas tierras por allá supuestamente, un señor ahí que yo no sé cómo se llama. Ibáñez, p.
129.
En definitiva, estas mujeres no han logrado restablecer el nexo con la tierra y aunque no se
enfrentan a amenazas directas, algunas de ellas han optado por permanecer al margen del predio,
frente a otras que saben de la finca y por eso mismo, continúan alejadas por seguridad.
Yo vivo en un lote que pues todavía no es mío, eso es de un señor, y como empezaron a
repartir todo los lotes que estaban solos a gente que no tenían en dónde vivir, entonces
[silencio] (…) Entonces a mí me dieron ese lote (la JAC), aunque ese lote tiene su dueño.
Pero yo tengo como quince años de estar viviendo en ese lote ya. Páez, p. 83 y 85.
Él dijo que no (el dueño), que nos saliéramos de ahí porque él no nos había mandado, no
nos había metido ahí para que nosotros nos metiéramos ahí. Yo dije: Pero es que nos
metió la junta (…) [porque] como mi papá tenía veinte años cuidando ese lote antes de
yo meterme ahí, él iba pero dejaba a sus otros hermanos ahí que, quedaba aquí cuidando
ese lote. Páez, p. 89 y 92.
En 2006, Aurora regresa de Córdoba en compañía de su familia (cerca de diez años por fuera de
Urabá) para ubicarse con sus hijas en un terreno desierto en el barrio Policarpa, de Apartadó.
Reaparecen las disputas por la tierra, comenzando ahora una nueva odisea para Aurora:
86
En su lugar, Astrid busca rehacer su vida en Apartadó en una vivienda que no le pertenece,
mientras que el resto de su familia trata de subsistir en diferentes partes. En 2011, la madre
regresa de Cartagena tras la muerte del esposo y con la esperanza de estabilizarse en Urabá,
intenta recuperar con Astrid las tierras arrebatadas por el Incora, el primer desplazamiento
forzado que ha vivido la testimoniante:
Ella llegó y se metió (la madre) yo me fui con ella, la acompañé a Turbo y fuimos al
Incora que estaba en ese momento en Turbo, le dijimos que nos pagaran sus tierras (…)
que ya esas tierras, eso era pasto todo cuando nosotros llegamos, cuando nosotros
estábamos ahí. Perea, 62. Entonces el Incora lo que nos dio fue una carta (…) que las
tierras eran de nosotros, que ya ellos no iban a pagar esas tierras cuando ya se había
perdido todo (…). Perea, p. 64.
Los que nos desplazaron a nosotros de Tulapas, cuando se dieron cuenta que estaba en
la vereda El Caimán (tierras recuperadas al Incora), en la otra vereda, hasta allí llegó
un señor llamado… que le dicen el Mono Roldán, que es pues muy difícil que se le olvide
a uno ese nombre de esa persona, entonces él fue a decirle a mi mamá que le compraba
las tierras entonces ella le dijo que no, que ella no estaba vendiendo (…) Perea, p. 71.
(Al final, la mujer es forzada a malvender la tierra) Veintiún hectáreas eran y nos dieron
cinco millones de pesos por ellas (año 2000) (…) teniendo en cuenta que la persona que
negoció con ella eran de las personas que ya nosotros sabíamos que son personas que
bueno, o vendes tú o venden tus hijos porque ya el papá no estaba ¿cierto? Perea, p. 79.
A diferencia de las anteriores, Jazmín no experimenta nuevas dificultades una vez llega a la
vivienda de su madre, en Casablanca. En este panorama, se mueve la reclamación, en un lento y
truncado camino para estas mujeres.
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3. El lento y difícil camino de las reclamantes de tierras
En algunas ocasiones, las campesinas se organizan con otras víctimas para hacer valer sus
derechos, otras veces incursionan individualmente liderando procesos familiares:
Yo estoy metida en la directiva así que nosotros llenamos ya la papelería los que estamos
ahí, porque muchos no han querido entrar (…) a trabajar con nosotros, porque nosotros
ahora trabajamos unidos ya, varios (…) todos los desplazados que quieran entrar ahí,
para trabajar ahí unidos, trabajan pero hay muchos que no. Pero nosotros sí, estamos
hasta estudiando con el Sena. Páez, p. 108.
Ya me quedé trabajando con ellos (organización Tierra y Vida, de allí se forma Tierra y
Paz, con la que permanece Astrid) y de hecho pues tuve muchas amenazas, pasé por
muchas cosas, yo me retiré por un tiempo de la organización y luego volví en el 2013, al
final del 2013 volví a la organización y ahorita. Perea, p. 89.
Entretanto, Aurora decide reclamar, con todo y los temores que ello le genera. Jazmín parece
pesimista, se muestra cansada y desmotivada.
En esta línea, narran los distintos obstáculos que se interponen en la reclamación. En primer
lugar, se quejan por la lentitud del proceso:
A nosotros ni siquiera nos llaman (organización Tierra y Paz), no nos dicen nada, ni
cómo va eso, nada nos dicen, en cambio acá nosotros a veces llamamos a la abogada,
abogada necesitamos que venga y nos informe de eso, cómo va esto, nosotros la
llamamos. Páez, p. 202.
Pues el proceso a mí me ha ido mal porque igualmente de las víctimas no le dicen nada a
uno. Esa investigación que pida papeles, que lleve papeles, que pida papeles y nada
responden. Ibáñez, p. 203.
Al pesado ritmo se le añade la situación de las y los desplazados, que van de un lado a otro sin
los mínimos de subsistencia:
El campesino lo importante es estar en sus tierras y como ellos dicen, por las tierras nos
hacemos matar y de aquí no nos saca nadie, y son personas que en el pueblo están
llevando del bulto con sus hijos, pagando un arriendo sin tener un dinero ni tener empleo
para sostenerse ¿cierto? Entonces hay unos que les toca vivir prácticamente de aquí para
allá y de allá para acá como personas pues ¿cierto? de la calle. Perea, p. 149.
88
Otro de los malestares es la indolencia institucional, o los verdaderos intereses que persiguen las
instituciones, al parecer contrarios a la restitución de tierras para las y los campesinos:
Prácticamente a ellos como que no les interesa el proceso, que el proceso se dé, como
que les influye, ellos como que quieren [silencio] pues eso es lo que nosotros como
organización vemos y como víctimas, que son diez años que tenemos para que nos
restituyan y lo que quieren es que se vayan los diez años para que quedemos en lo mismo
y no se haga realidad la restitución. Perea, p. 181.
Uno a veces sí le da temor, porque de pronto uno dice y si le van a comprar una tierra
que esté [risas], a uno sí le da temor, porque hay muchos pues que estamos en el grupo y
decimos, ay no, a mí me da como miedito meterme allá, a veces decimos así, a mí me da
miedito irme a meter y nos sacan de allá. Páez, p. 230.
Pues la dificultad es que a uno le dan mucho miedo esas cosas porque uno no tiene
respaldo de nada, porque uno está reclamando y tú sabes que uno reclama pero no falta
quien diga: Ésa es la dueña de la tierra, ésa es la que está reclamando (…) uno no sabe
quién le puede dar dedo, ésa que está reclamando entonces puede que el dueño, el que
tiene las tierras vaya diga: no, desaparézcala. Ibáñez, p. 187 y 189.
Yo y otra muchacha y varias personas pero así graneaditos, son muy poquitas porque los
otros dicen: No, por mí que se pierda eso, yo no voy a buscar que me maten, yo no voy a
buscar [silencio]. Ibáñez, p. 221.
Las dificultades no son pormenores, significan mayor tiempo de errancia e incertidumbre para
las y los desplazados, además de potenciales riesgos contra sus vidas, la angustia, el descrédito
del Estado y la deslegitimación institucional.
En ocasiones, a las mujeres se les vuelve más complicado en razón del género, cosa que no
perciben por igual las campesinas:
Acá la cuestión de las instituciones no, el hecho de que sea mujer o de que sea hombre
no, a nosotros nos daban el mismo trato: mal (…) Para todo el mundo, eso es por parejo,
que no porque yo fuera mujer no me iban a recibir la declaración, no, al igual a los
hombres también, a los hombres también los [silencio] Perea, p. 193 y 195.
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Porque yo soy mujer y la mujer es más débil, el hombre es más verraco y no más débil,
las mujeres somos más débil en muchas cosas, las mujeres no tienen esa capacidad que a
veces tienen los hombres que se saben defender más que uno, aunque uno a veces se sabe
defender más pero nunca como un hombre. Ibáñez, p. 269.
El hombre tiene más cabalidad, que el hombre se va pa´l monte, va a estar pendiente, va
a traer el mercado y uno tiene que estar trayendo el mercado y estar ahí mismo en la
casa porque, no tiene como esa ansiedad para uno salir como allá ¿Si me entiendes? En
cambio el hombre sí, se va a trabajar, se va pa´l monte, se va pa´l pueblito, camina más y
uno la familia, los hijos no los deja ya, una tiene que cocinar, tiene que hacer la comida,
tiene que planchar ¿O no es así? Entonces el hombre sí, porque antes uno tiene que
hacerles las cosas a ellos. Ibáñez, p. 269 y 271.
Bajo esta óptica, el proceso marcha igual de mal para hombres y mujeres, o por el contrario, para
las segundas se hace más difícil reclamar ya que se sienten menos capacitadas para
desenvolverse en público, o los roles de género las limitan, entre ellos la maternidad y los oficios
domésticos.
En medio del proceso, sus desaciertos y el pesado ritmo, emerge el tema del retorno como algo
que trasciende la nostalgia del reencuentro con las tierras perdidas. El horizonte de regreso, más
parece un imposible o un riesgo, que un estímulo o ilusión:
Sí hay posibilidades pero a uno le da miedo ¡Ay no! yo no me voy para allá, ninguno de
nosotros cogemos para allá, mejor que vendan eso y que le compren por otro lado a uno
(…) Pues porque yo así por así no. No ¡Y mi papá cuándo va a coger nuevamente para
esos lados! pues y nosotros tampoco, ninguno de los que estamos en la organización,
ellos no quieren esas tierras ni regaladas [risas] Páez, p. 236 y 238.
Pues por el momento nada, a mí no me gustaría pues, ya dejar eso porque no, me da
como miedito pues de volver a ir, no, ya yo eso lo dejé como cosa perdida ya. Borja, p.
126.
Si le dan protección a uno pero yo tampoco, yo no regresaría así que no ya me la dieron
las tierras y yo me voy a meter allá, no. Si a uno le dan esa seguridad que a uno no le va
a pasar nada allá ok, pero si uno va empezar, como que no, no. Ibáñez, p. 231.
Claro, porque yo no voy a buscar que me maten por allá sola en un monte de esos, quién
dijo que lo van a cuidar a uno por allá, si está uno acostadito, se acuesta uno en la noche
y qué: En la noche llegan tres manes, cinco o seis manes, una cuadrilla y cojan a uno y lo
maten y después quedan sus hijos y uno y violan sus hijas de uno o lo violan a uno, usted
sabe que pasan muchas cosas. Ibáñez, p. 235.
90
Quien no descarta el retorno, exige condiciones claras y permanentes de seguridad, que impulsen
el repoblamiento y la organización de la comunidad:
Sólo cuando ya le gente comience su rol, y uno se va adaptando sus tierras ¿Si me
entiendes? Pero mientras no nos brinden protección, nosotros no podemos ir a las tierras
(…) Yo sí vuelvo pero si me dice el gobierno: nosotros vamos a amparar, vamos a tener
presencia por todo eso, hasta que ya los campesinos vayan volviendo todos y ya se haga
el pueblito ¿sí? Ibáñez, p. 251 y 253.
Pero si yo me pongo a irme solo para la finca y no, esta vieja fue la más verraca vamos a
ver qué vamos a hacer si es la más verraca, entonces cuando ya el pueblito se vaya
haciendo, que digamos llegó la vecina, que volvió el vecino, que llegó éste ahí sí porque
estamos en grupito ya, hay más gente pero para volver uno solito no. Ibáñez, p. 255.
En otras palabras, el miedo es el principal impedimento para retornar, más la vulnerabilidad ante
las personas que usurparon los predios. Sólo bajo estrictas garantías de seguridad a la integridad
física, podría pensarse en regresar, cuando se recompongan los vecindarios y que las personas no
vuelvan solas y a la deriva.
Pero, si todo es tan complicado y hay más peligros que beneficios ¿Por qué reclaman estas
mujeres?
Igualmente a él (el cónyuge), él tenía la carta de desplazado cuando eso y al morir, pues
al fallecer él, me dijeron que tenía que declarar nuevamente para que, para quedar yo
por cabeza (de familia). Borja, p. 110.
Yo ya cogí y busqué todos los papeles y hasta fui a instrumentos públicos y cogí y fui a
restitución de tierras y llevé la papelería y fui a fiscalía e hice la denuncia (…) Y todo
eso, y vine acá a Tierra y Vida y traje toda la papelería. Ibáñez, p. 119 y 121.
Mi mamá llega acá a Apartadó (2011) y se da cuenta de las oficinas de Tierra y Vida,
que son las personas que le colaboraban pues a los campesinos como a iniciar su
proceso en la reclamación de sus tierras. Perea, p. 57. Nosotros (Astrid y sus hermanos)
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le dijimos que no, que dejara eso así y ella pues que no, que ella iba a reclamar sus
tierras porque ya sabía a qué tenía derecho y que de todas maneras las ventas no habían
sido porque ella quería sino que había sido una venta forzada y no le dieron lo que ella
quería por sus tierras. Perea, p. 85 y 87.
Pues como mi mamá era una señora ya de bastante edad y como mis otros hermanos no
la querían acompañar porque ellos no querían y hasta el momento hay pues algunos que
apenitas están, ¡Ah bueno, listo, hagámosle! (…) Perea, p. 89.
Se afirma que los orígenes de la reclamación vienen marcados por el desinterés institucional para
asumir la restitución de tierras, lo que en buena medida inspira la consolidación de
organizaciones de víctimas en defensa de sus derechos. Otras mujeres se amparan en el hecho de
ser madres cabeza de hogar, o luego otras actúan como apoderadas para reclamar en nombre de
padres y/o hermanos. Como quiera que sea, el comienzo y la persistencia se valen de complejas
decisiones que despejan el camino para una posible transformación en las condiciones de vida.
Hay distintas motivaciones para reclamar, dependerá de las circunstancias en las que se pierde la
tierra, el grado de afectación y los giros de la vida con el desplazamiento:
Porque mi papá nunca ha querido declarar, pero nosotros todos declaramos solos, o sea
todos nosotros fuimos y declaramos pero, nosotros fuimos y dimos la misma versión,
todos los pelaos, los hermanos. Páez, p. 58.
Él tenía la carta de desplazado cuando eso (el esposo) y al morir, pues al fallecer él, me
dijeron que tenía que declarar nuevamente para que, para quedar yo por cabeza (de
familia). Borja, p. 110.
Al ver que ella de todas maneras con su enfermedad, con sus cosas no podía estar de
aquí para allá para donde se requiere pues ir, para allá para donde los necesita hacer
esa vuelta, ella me dio un poder para que yo la representara y representara por ahí
derecho a mis hermanos y así inició la reclamación de nosotros en Tierra y Vida y Tierra
y Vida pues la verdad me gustó la situación (…) Perea, p. 89.
En este orden, la iniciativa de reclamar va ligada a la incapacidad física de los padres para
apersonarse de los procesos, la desmotivación de los titulares o el reconocimiento como jefas de
hogar, en la ausencia del varón.
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De las solicitudes, no hay mayores avances para compartir, sólo Astrid conoce de su demanda,
en actual fase judicial. Lo anterior también aplica para las demandas adicionales de Noemi y
Aurora, la primera con una solicitud antigua que presenta en compañía de su padre, un proceso
que a su juicio nunca comenzó. Aurora, reclama el derecho de quedarse en Policarpa, un terreno
que habita desde hace quince años, actualmente disputado con un hombre que afirma ser el
dueño del lote.
El todo es que le den a uno en donde uno poder trabajar, porque hoy en día uno no tiene
una fuente de trabajo así para uno trabajar, entonces le dan a uno su, alguna tierra, uno
se va a trabajar en sus tierras ¿Cierto? Eso es lo que uno pide ahora. Páez, p. 146.
Entonces eso es lo que nosotros queremos, que si en caso tal nos llegan a dar sus tierras
pues yo sé que si a mí me pasa algo pues ellos quedan bien, sí pero entonces así no.
Ibáñez, p. 263.
A la larga, la restitución trae consigo las bases para la estabilización material y la tranquilidad
emocional. De igual forma, representa una vía para legalizar la propiedad y el compromiso
permanente con otras víctimas de despojo y desplazamiento forzado.
A manera de conclusión
Antes del desplazamiento forzado, las mujeres habitan las fincas con sus familias, las trabajan y
la cuidan principalmente en labores agrícolas y domésticas. Ninguna es propietaria de las tierras
que reclama, pertenecen a sus padres o esposos, con lo cual no sienten inconformidad y de
hecho, para ese momento no saben muy bien que ellas pueden ser las titulares.
Tras la pérdida del predio, deben huir desde diferentes partes de Urabá, algunas víctimas de un
segundo desplazamiento. En general, las amenazas de actores armados son la principal causa de
la huida, algunas veces continuadas por asesinatos o desapariciones de familiares.
En el marco del desplazamiento, tanto grupos armados ilegales como el mismo Estado, han
liderado el despojo. En otras circunstancias, aparecen nuevos dueños, aquellos que hoy son
considerados de buena fe, pero que en el capítulo de análisis se mostrará su resultado en formas
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de expropiación por vías violentas, venta y reventa de predios a terceros que desconocen el
origen de los títulos, tal cual sucede en el caso de Aurora.
Con la migración forzada, algunas mujeres logran estabilizarse de forma temprana, otras no
gozan de la misma suerte y siguen trashumantes, con miles de precariedades. La inestabilidad
material es el común denominador de los desplazamientos forzados, se fragmenta la familia, se
malvive o aparecen nuevas amenazas a los seres queridos.
De su lado, el retorno no parece una opción plausible. A veces están claras las fuentes de peligro,
hay experiencias traumáticas en relación con los retornos, o está la plena convicción de
simplemente no regresar.
Acerca de las tierras perdidas, se desconoce su estado actual, hay vagas ideas o se avienen,
nuevos pleitos que involucran a terceros. Los reasentamientos obedecen a distintas
circunstancias, algunas tan complejas que abren nuevos enfrentamientos, esta vez por la tierra a
donde se llega.
En materia de restitución de tierras, sobran los problemas por la lentitud del proceso, que no se
compadece con la errancia permanente de las y los desplazados. La indiferencia institucional es
otra de las quejas, o intereses turbios que se oponen a la restitución. Las reclamantes también
temen por sus vidas y las de los suyos, no disponen de medidas de protección, ningún lugar es
seguro y cada vez esperan menos del Estado.
Mientras que para algunas de las campesinas, la reclamación va a la par entre hombres y
mujeres, otras perciben diferencias en su contra, en función de los roles de género y su presunta
debilidad e indefensión, en comparación con los varones.
Aunque la solicitud se resuelva de manera favorable, no hay voluntad de retornar, ya que ello
representa nuevos peligros y zozobras que se agravan para las mujeres con la amenaza de
violencia sexual. El retorno sería factible siempre y cuando el gobierno garantice condiciones
claras y permanentes de seguridad.
Las dudas y el temor encabezan las solicitudes de restitución, sin embargo, las mujeres se
aventuran a reclamar y asumen demandas patrimoniales para su bienestar y el de sus familias.
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Para adelantar las demandas, se apoyan en organizaciones ciudadanas, otras se amparan en el
hecho de ser madres cabeza de hogar, o actúan como apoderadas legales para reclamar en
nombre de los padres y hermanos.
A fecha de las entrevistas, no hay mayores avances con respecto a las solicitudes. De los posibles
usos programados para las fincas recibidas por concepto de reparación, se piensa en la tierra
como un recurso para el trabajo y base para la estabilización de la familia.
En el siguiente y último apartado, se recopilan los testimonios de cuatro campesinas del oriente
antioqueño que han sido reparadas mediante sentencia de restitución, en algunos casos de manera
personal o en otros a través de la titularidad compartida con el cónyuge.
Al principio, las mujeres hablan de las tierras perdidas, salvo el caso de la sancarlitana que se
resiste a abandonar el predio.
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Otro vecinito me regaló un pedazo de tierra, ya el señor que le trabajaba yo me regaló
material, me regaló cosas para hacer la casita, él mismo me la ayudó a hacer. Pérez, p.
45.
Algo distinto sucede con Delia Rendón, quien obtiene la finca mediante la herencia de su madre
y padre:
Desde que mi mamá se agravó, los muchachos (sus hermanos) que para que no nos
dejaran volando, mamá nos la escrituró antes de morirse pero que cuando faltara papá. O
sea que nosotros no podíamos vender y gastarnos la plata, no, porque estaba igualmente
papá para gastarle, para desyerbar. Rendón, p. 11.
Entretanto, Lía Ruiz y Gabriela Leal dicen que la finca le pertenece a sus esposos pero sólo la
segunda tiene escritura pública a nombre del cónyuge.
En los cuatro casos, los varones tienen un rol determinado con la propiedad del predio, así que a
Nubia, un vecino le obsequia el terreno a donde llega con sus hijos aunque nunca formalizan la
entrega. Delia en cambio, es la propietaria de la finca junto con su hermana Fabiola, sin
embargo, su padre y hermanos se encargan de administrarla. Por su parte, Lía y Gabriela
reconocen a sus esposos como únicos propietarios. Esta situación, les merece algunas opiniones:
Entonces cuando ya mi papá faltó ya igualmente los muchachos (sus hermanos) tampoco
podían decir nada porque ellos sabían que la escritura estaba a nombre de nosotras. Sí,
eso tiene escritura. Rendón, p. 11.
Sí, pues yo me siento tranquila (respecto a que su esposo sea el propietario oficial) pues
porque él y yo siempre hemos trabajado como en unión, cierto. Leal, p. 98.
Las otras por su parte, hablan del tipo de documento que respalda la finca:
Como los hombres de ahora días era la palabra de un hombre era como una escritura y
todavía mi esposo sigue siendo así, el negocio que se hace con él así aparece. Ruiz, p. 18.
Al hablar del documento, Nubia planea formalizar el predio, diferente a Lía que se siente
respaldada por la palabra del esposo. Delia sabe de la importancia de tener las escrituras a su
nombre, en tanto Gabriela se siente tranquila con la mera titularidad del cónyuge.
Como habitantes del oriente antioqueño, conocen muy bien las inclemencias del desplazamiento
forzado, en esta región prima el abandono, las tierras desoladas para salvaguardar la vida.
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2. Abandono forzado y desplazamiento
A excepción de Nubia, estas campesinas han sido víctimas del desplazamiento forzado en
Granada. Sólo la primera resiste en la vereda Chocó, en medio de confrontaciones abiertas que
soporta en compañía de muy pocas personas:
No más dos familias (…) Una parejita que ahorita actualmente vive en San Carlos, y
nosotros (…) eran solos. Solamente quedamos nosotros (Nubia y su anterior esposo).
Pérez, p. 207 y 209.
A comienzos de la década del 2000, estas mujeres deben salir de sus terruños, la misma época en
que Nubia se resiste a abandonar Chocó. Para las granadinas, el desplazamiento forzado es
producto del contexto generalizado de violencia, a menudo precedido por el abandono del
campo, en virtud de las dificultades económicas:
No es que eso hace mucho tiempo ya que la vereda ya pues andaba sola, desde antes del
desplazamiento venían saliendo porque es que la vida del campo es dura entonces se van a
las ciudades y a algunos les va bien a otros les va súper mal. Ruiz, p. 70.
En la sentencia reza: Así, la Vereda Campo Alegre de Granada fue afectada por esa
situación (Período 1998-2005: Mayor daño humanitario por cuenta de las FARC, ELN y
autodefensas) y entre las víctimas estuvo el señor (el esposo), quien se vio forzado a
desplazarse con su núcleo familiar en el año 2002, en razón del temor infundido por la
violencia existente en la zona. Sentencia R 5, p. 4.
Un día llegaron unos tapados no sabíamos quiénes eran si la guerrilla o los paracos, nos
dijeron que abriéramos el negocio, pero antes nos habían dicho que lo teníamos que dejar
(...) nosotros ya habíamos dejado el negocio, nos esculcaron la casa por todo, mi papá
estaba operado de las vistas y a los pocos días nos vinimos para acá (casco urbano de
Granada) (...) Rendón, en Sentencia N°16 (003), p. 28.
Sí nos tocó allá en la vereda, pues como quedamos tan linderos del Santuario, entonces
nosotros éramos un corredor de paso entonces por ahí a veces llegaba y mi esposo estaba
trabajando y lo llamaban, le decían que viniera. Leal, p. 37.
¡Qué, qué mucha guerrilla por aquí! Eso ya últimamente gracias a dios ya no se ve,
gracias a dios ya, a muchos nos tocó súper duro. Uno se acostaba a dormir y en el
corredor podrían estar durmiendo cinco y escuchaban lo que uno hablaba y así. ¡Ufff! Yo
creo que nos tocó dos añitos convivir prácticamente [silencio] Leal, p. 37.
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Aunque Nubia no se va de la vereda, tiene claro por qué sus vecinos huyen de la zona, pese a lo
cual ella se queda:
[Razón por la que los vecinos abandonan la vereda] Por miedo, por miedo (…) inclusive la
guerrilla les decía a ellos, pues cuando veían que se estaban yendo que iban a dejar el
campo solo, la guerrilla les decía o gente que había por ahí, milicianos, yo no sé, les
decían que si se iban no podían volver y que si se iban se iban solamente con el mero
encapellado no más, no les dejaban sacar nada (…) pero ellos tiraban era para que no
dejaran solo el campo, o sea la guerrilla (…) la gente se fue, así hubiera sido con el
encapellado, con lo que pudieran sacar se fueron, toda la gente se fue yendo. Pérez, p. 215
y 217.
Por aquí esto estuvo miedoso, por ejemplo se enfrentaban los del monte con el ejército,
helicópteros arriba y la guerrilla abajo, enfrentándose todos, a mí me tocó todo, toda esa
violencia. Pérez, p. 221
El miedo deja sola a Nubia, en una vereda abandonada casi en su totalidad, pero con todo y las
difíciles circunstancias, es preferible soportarlas a retornar al Valle de Aburrá donde no hay
buenas condiciones para criar a sus hijos.
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Y en este momento pues la vereda se encuentra sola, pues no vive nadie allá pero nosotros
(Lía y su esposo) sí tenemos la finquita y allá vamos y nosotros la trabajamos. Sí,
semanalmente bajamos un día. Ruiz, p. 38 y 40.
En su lugar, Delia regresa de modo definitivo a la finca abandonada, alrededor de tres o cuatro
meses luego del desplazamiento, sin que media ninguna sentencia.
Gabriela, no recuerda con exactitud el tiempo que dura por fuera de la tierra, al cabo del cual se
regresa para trabajarla:
En el 2000 que mataron a mi mamá, nosotros por esos días estuvimos acá propiamente,
pero sí estuvimos. No recuerdo si fueron dos semanas o dos meses, no me recuerdo. Porque
en ese tiempo eso era [silencio]. Leal, p. 33.
A partir de 2005, la vereda Chocó comienza a repoblarse. Para Nubia, la presencia del ejército ha
sido decisiva en cuanto a los retornos, sin contar con las urgencias económicas y las dificultades
de la gente para adaptarse en los nuevos entornos, que igual sucede con las mujeres de Granada:
En el 2005, en el 2005 ya se empezó a ver ejército por ahí, y llegaba el ejército, ya pues,
aunque también nos iba mal porque mire que por ejemplo nosotros salíamos y era un
ejército armado, ya nos decían que nosotros éramos colaboradores de la guerrilla (…) nos
hostigaban, también nos hostigaban entonces [silencio] o sea también nos tocó duro con
ellos. Pérez, p. 233 y 235.
Como a los tres meses. Sí, porque nosotras éramos aburridas en Granada, tiesas de frío,
igualmente las costuras, igualmente yo tenía la maquinaria ahí porque nosotros nada
llevamos, nada. Rendón, p. 25.
Nosotros estuvimos acá (casco urbano de Granada) muy poquito tiempo pero después
decidimos volver a la vereda pues no teníamos para dónde irnos y la situación económica
a uno no le da. Leal, p. 27.
Ya se dijo que Lía emigra de la finca en dos ocasiones, la primera por el avivamiento del
conflicto, la segunda porque las condiciones de la zona les impiden trabajar el predio. Respecto a
lo último, reza en la sentencia:
Tal vez allá vivirá un ermitaño o un misántropo alejado de la realidad social —aunque son
víctimas de la misma-, como quiera que el terreno está muy incomunicado, con difíciles
vías de acceso. He ahí las consecuencias de la violencia, que agobia, aleja a los
campesinos de su terruño y del ejercicio de la función social de la propiedad. Ruiz,
Sentencia R 5, p. 30.
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No, no. Es que imagínese que para ir diario no, porque imagínese el transporte, ya a uno le
da muy duro para subirse, siempre sí es complicadito pero sí, nosotros vamos
semanalmente, damos vuelta y limpiamos los potreritos, todo eso. Ruiz, p. 44.
En la actualidad, todas las tierras están siendo trabajadas: un hijo de Nubia se encarga del predio,
Delia la habita en compañía de su hermana, Gabriela la trabaja y reside en ella junto con su
esposo, y Lía la trabaja pero en general, la finca permanece sola.
De a poco, las campesinas han podido reestablecerse y en esto la restitución aporta lo suyo, más
allá de los trajines del proceso.
Yo nunca me fui pero entonces ¿A mí por qué me cobijó restitución de tierra? Por cabeza
de familia, porque yo era cabeza de familia, por eso me acogieron ahí. Pérez, p. 57.
Pues sí porque de todas maneras cuando las personas de restitución iban pues a los dos
(Lía y su esposo) nos tomaban los datos, nos preguntaban todo. Ruiz, p. 32.
Ya el año pasado (2014) nos desembolsaron plata, hicimos las pesebreras, la piececita
para la picapasto y a comprar las cosas que nos exigía la hoja, porque ahí tenemos es que
tener una hoja con todas las cosas que tenemos que comprar. Rendón, p. 7.
Sí, yo creo que por ahí fue (finales de 2013) porque ese desembolso nos lo hicieron como
en febrero o marzo me parece, el segundo nos lo hicieron… como en agosto o en octubre
no recuerdo. Pero fueron muy distantes y ahí estamos en el proceso del otro. Leal, p. 94.
Para Nubia, el proceso comienza una vez se reconoce como madre cabeza de hogar. Lía, es
reclamante junto con su esposo, no obstante es la encargada porque éste es analfabeta. Según
Delia, lo valioso de la reparación es la puesta en marcha del proyecto productivo, en tanto a
Gabriela se le ralentiza por la entrega interrumpida de los recursos aprobados con la restitución.
Pues la casa le quedó faltando el arreglo del baño que me lo hicieron muy mal hecho, pues
el alcantarillado abre la pila y por ejemplo se inunda el baño, el baño queda inundado
¿Qué más es? Y una humedad que hay como en el piso, pues eso se penetra todo en el piso
así es una humedad, pues a mí me parece que esa casa de pronto en cualquier momento
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eso se cae como por la humedad agarra el adobe o sea del piso y eso agarra el adobe (…)
Pérez, p. 9.
Cuando vino la jueza pues ella me investigó a mí primero y después investigó a (…) que es
el hijo del señor que me dio la tierrita, entonces él dijo que esa casita no era sólo mía: que
era de un señor y de la mamá mía y entonces eso no era así, pues la casita era mía porque
el señor que él dice él me la regaló a mí (…) Pérez, p. 48.
Pero ahora últimamente ya en estos diitas ya volvieron a abrir hasta una parte en
carreterita y ya así está malo todavía el camino pero sí, ya lo más duro ya le sacaron
carreterita unos señores que compraron a los que vivían, eran unos monjes, los monjes
vendieron también eso porque no había acceso allá. Era muy horrible. Ruiz, p. 38.
A mí no me la daban toda porque no había mucha caña y como tenía que ser era en la
finca donde estaba la escritura, no podía ser sin escritura. Entonces en el otro lado
tenemos un pedazo que es de todos, entonces yo hablé con los muchachos (los hermanos) y
me dijeron que sí me lo prestaban por cinco años. Rendón, p. 7
Un tiempo estuvimos muy incómodos porque siempre había dado que: Fotocopia de
escritura, que cédula, que huellas, que todo y uno ¡Dios mío! Y no nos decían nada.
Pasaron como ocho meses y nada, y nada y nada… Nosotros preocupados porque se ven
tantas cosas que uno pensaba que era que nos iban a quitar la finca, que nos iban a dejar
en la calle. Pero ya gracias a dios con el tiempo, me parece que ya para fin del otro año de
arriba nos dijeron pues que sí y como que dio una luz. Leal, p. 55.
A diferencia de perfiles anteriores, estas campesinas han recuperado los predios pero no
completamente gracias a la restitución, sin embargo, este mecanismo les ha permitido formalizar
las propiedades, acceder a vivienda y/o desarrollar proyectos productivos.
Acá llegaron ciertas personas, ellas se presentaron como de restitución de tierras, ellas
empezaron a hablarme, empezaron a preguntarme si yo me había desplazado, bueno,
muchas cosas, y de ahí entonces empezaron ya a restituirme la tierra (…) el señor que me
101
regaló la tierra, entonces como a ellos también, ellos se desplazaron y luego volvieron otra
vez, o sea retornaron, entonces ya por medio de eso ya la tierrita mía vinculada ahí con la
de ellos también y [silencio]. Pérez, p. 55.
Pues nosotros nos enteramos por medio de la emisora de que iba a haber una reunión en
una vereda vecina, entonces mi esposo fue a la reunión y se hizo anotar para la restitución.
Y bueno ya fueron visitantes de los de Bogotá, no me recuerdo de los nombres de las
personas, y ya fueron y conversaron con nosotros, midieron el predio y para sacarle la
escriturita y pues ahí se fue yendo hasta que gracias a dios pues ya tenemos la escritura en
mano. Ruiz, p. 10.
Un día yo me fui para Granada a pagar servicios (…) Cuando de pronto me llamaron al
celular, teníamos una reunión en el salón de acción comunal que a las nueve (…) Yo fui a
hablar allá a ver qué propuestas que porque yo había salido en restitución de tierras por
desplazamiento forzado. Rendón, p. 7.
Nos llamaron a una reunión y ahí nos dijeron en un principio eso fue ya dos años, ahora
para principios de año que nosotros estábamos corriendo para esas reuniones que porque
habíamos salido en un proyecto ¡Qué no sé qué! Pues uno en un principio no creía, un
proyecto dizque de 22 millones de pesos y uno pues como que tanta dicha si será verdad.
Leal, p. 45 y 46.
La clave para difundir el programa, ha estado en manos de las y los funcionarios que incentivan
la reclamación en las veredas, o los medios de comunicación tradicionales en el campo con las
pautas publicitarias. En lo particular, los funcionarios motivan a las campesinas para reclamar
bajo el programa, de manera que en cada caso se aprovechan distintos estímulos para adentrase
en el proceso:
O sea, no fue idea sino que como que llegaron y nos hablaron, me hablaron de todo eso,
me decían que si me provocaba pues estar como en esa restitución, y yo dije que sí, que si
quería recuperar las tierras y yo decía que sí, aunque pues no las tenía perdidas pero sí,
porque me decían que, por ejemplo la persona que me dio por ejemplo la tierrita, por y
motivo me decía, ah que esa tierrita no era mía, entonces yo qué podría hacer, acudir a
ellos o rechazarlos a ellos, yo les decía, no, acudir a ustedes porque de todas maneras veo
que eso es como para uno lograr volver a conseguir la tierrita, aunque pues, a mí no me la
quitaron [silencio] Pérez, p. 161.
Entonces ya fui, me gustó el proyecto, me lancé y ya vinieron, midieron las fincas, si daba
o no daba y como también un señor me hizo cuarto que para que me dieran fuera vacas
porque para nosotras joder con caña, en caña me quita mucha plata a mí el proyecto.
Rendón, p. 7.
Nosotros no sabíamos del programa, nosotros pensamos que fue tal vez que el alcalde se
dio cuenta y nos incluyó a las personas que habíamos sido pues [silencio] yo en ningún
momento me inscribí. A nosotros nos decían: ¡Vayan, hagan vueltas de esto y lo otro! Pues
yo sí volteaba en lo que me dijeran que había que hacer, yo dije: Ya los perdimos a ellos,
nosotros tenemos que luchar es por lo de nosotros (…) Leal, p. 43.
102
Lo alentador es prevenir futuros inconvenientes alrededor de la propiedad, el compromiso de un
proyecto productivo y la lucha por adquirir recursos propios para el trabajo. Entre los años 2013
y 2014, estas mujeres son reparadas a través de sentencia, en la mayoría de los casos salen como
titulares, bien sea de forma individual o con los cónyuges. A Nubia por ejemplo, la restituyen en
2013, con escrituras exclusivamente a su nombre. En el mismo año le autorizan y escrituran el
proyecto productivo a Gabriela, aunque la finca en donde se adelanta la restitución es propiedad
del esposo. Para 2014, Lía y su cónyuge reciben las escrituras, en simultánea con la reparación
material de Delia en compañía de su hermana Fabiola.
Por concepto de restitución, Nubia y Lía reciben de a vivienda y se les aprueba un proyecto
productivo, respectivamente. De la reparación, Gabriela destaca la entrega del proyecto
productivo, mientras que Delia recupera para ella y su hermana, el derecho real de dominio sobre
la tierra, es decir, la posibilidad de gozarla autónomamente, junto con el proyecto productivo y
los aportes del programa Familias en su Tierra para alimentación, trabajo y mejoras de vivienda.
El quid de la restitución se logra con los proyectos productivos, además de otros beneficios para
ellas y sus familias:
Yo estuve allá en la casa con mi hijo y ella (funcionaria pública) y yo le dije que yo quería
arreglar la casita, como tener algo para mi hijo, que mi hijo era el único que yo tenía por
acá, el que vivía ahí únicamente en esa casita o sea quería arreglarla para que él viviera
ahí. Pérez, p. 23 y 25.
Claro que yo pues, por ejemplo, ellos (los demás hijos) están siempre al contacto de la
casita, por ejemplo, ahorita que me llegó el material los de Medellín vinieron y me
ayudaron a entrar el material, estaban pues pendientes de la casita y ahora que me va a
venir esa ayuda de ese proyecto productivo también ellos están pendientes ahí, pues yo los
vinculo a ellos todos en las ayudas, pues o sea a mí me llega eso y yo soy en contacto con
ellos para que ellos de pronto si no pueden vivir en la ciudad, si no quieren ya vivir en la
ciudad ellos se vengan para acá y trabajen eso mismo. Pérez, p. 29.
Yo voy a continuar con la tienda (empleo actual. No es la propietaria) sino que… o sea yo
voy a tener el proyecto productivo pues ahí para trabajar pero mi hijo es el que va a
trabajar, o sea mi hijo es el que va a trabajar, ya yo me encargaría de pagarle a él y así.
Pérez, p. 355.
Pero más allá de los alcances materiales de la restitución ¿Qué significa para ellas formar parte
del programa? Sin negar los tropiezos del proceso, son enfáticas en sus bondades y lo que el
mismo les ha permitido:
Porque de todas maneras no tendría con qué salir adelante, o sea, sino fuera por ese
proyecto yo no… No tendría nada. Pérez, p. 367.
Ya con esos proyectos uno tendría otra entrada más y trabajaría con otra cosa diferente,
por ejemplo yo aquí trabajaría fuera de esto otra cosa distinta, no sería solamente metida
en esto aquí sino en otra cosa. Pérez, p. 386. Estuviera en una situación pues menos que en
la que estoy ahora, sí porque no estaría sino estancada en este trabajito no más y mi
vivienda sería la misma, no encontraría más nada sino eso. Pérez, p. 388.
Uno ahí porque no es capaz de subsistir, uno sin estudio ni nada, tiene que estarse en la
finquita porque es lo único que uno sabe hacer entonces le toca quedarse en el campo.
Porque la vida del campo es muy dura. Ruiz, p. 70.
Pues estamos muy contentos que ya la tierrita pues es de nosotros, a nosotros nos la
entregaron y nadie nos la puede quitar ya. Ruiz, p. 34. Mucho porque de todas maneras, o
sea sí siente uno que ya es de uno (…) Como no va a haber cambios si de todas maneras el
cambio es mucho porque ya sabe uno que es de uno la tierrita. Ruiz, p. 80 y 82.
Uno cuando tienen harto trabajo uno no piensa sino en trabajo, que pa´ delante es pa´
adelante (…) Nosotros, por ejemplo yo a las dos de la tarde o tres me siento a coser. Ahora
que mi hermana está enferma yo hago todo hasta las dos, lo que es aseo, todo. Hay que ir
muy lejos por cuido (…) traérmelo al hombro, cortarlo, traerlo al hombro y venir y picarlo.
Entonces que pa´ ponerme también a coser (…) Rendón, p. 47 y 49.
Bueno, porque eso es como un apoyo grande que uno siente que le colaboren a uno a pesar
de que la situación siempre [silencio] Hay veces que anteriormente uno pensaba que no le
104
colaboraban a uno y uno salía adelante y uno ve ahora que tanto le colaboran a uno. Pero
uno sí ve la situación económica cada vez es más difícil. Leal, p. 100.
Los beneficios asociados con el programa, vienen por cuenta de la generación de ingresos a
través de los proyectos productivos, la recuperación formal de los predios, la certeza legal con
los bienes y elementos para la estabilización laboral.
Antes de las sentencias restitutivas, sólo una de las campesinas dispone de una propiedad a su
nombre. Al cierre de las entrevistas, Nubia aparece por primera vez en cabeza de la propiedad de
la tierra, la vivienda y el proyecto productivo. Para Lía, es la primera vez que le titulan algo a su
nombre, aún si comparte la escritura con el esposo. A Delia, le reafirman los derechos sobre el
predio abandonado, y finalmente a Gabriela, por vez primera le titulan un activo, correspondiente
al proyecto productivo.
A manera de conclusión
Antes del desplazamiento forzado, se identifican distintos modos de tenencia de la tierra, según
las formas en que se adquiere el predio: Hay cesiones de los terrenos que no se formalizan, a
veces es la herencia, o son los esposos quienes figuran como exclusivos propietarios de la finca.
Con las cuatro campesinas, los varones ejercen un rol determinante en relación con la propiedad,
ya sea porque ceden el terreno, pese a que no lo formalizan; las mujeres son herederas pero los
hombres de la familia gestionan y administran la finca; o los esposos aparecen como los únicos
propietarios, pero no siempre lo constatan en escritura pública. De la restitución de tierras, se
espera la formalización de los predios, aunque en ocasiones para las campesinas basta con la
palabra de cónyuge para asegurar las propiedades.
Tras el desplazamiento forzado, las campesinas granadinas huyen de las tierras, movilizándose al
interior del municipio. En contraste Nubia, la testimoniante de San Carlos, se resiste a abandonar
el predio y por ello atestigua los desplazamientos masivos en la vereda.
105
confrontaciones veredales abiertas conllevan al abandono forzado de las tierras, a lo cual se
resiste la testimoniante por la falta de recursos y garantías para salir de la localidad con sus hijos.
Obligadas por las necesidades materiales, las mujeres desplazadas han vuelto a sus predios, sin
que medie la protección de una orden judicial. En la actualidad, las reclamantes o sus parientes
habitan y trabajan las fincas. Las viviendas en las que ahora residen, les pertenecen a sus
esposos, excepto con Delia y su hermana, quienes son las titulares de la finca.
Aunque en estos casos, el retorno no depende de la restitución, es de notar que a través del
mecanismo se han formalizado los bienes –a título personal o de la pareja-, se promueve el
acceso a vivienda, más la construcción de proyectos productivos.
106
Los proyectos productivos se basan en actividades pecuarias, una apuesta para generar ingresos
personales y para el núcleo familiar.
Una vez logrados los testimonios, entonces ¿Qué papel desempeñan las mujeres reclamantes de
tierras sancarlitanas, granadinas y urabeñas bajo la Ley 1448 de 2011, en tanto sujetos de
derecho de la misma? Para resolver el interrogante, se viene fraguando una trama en la que
importa la situacionalidad de las campesinas. La ruta de los objetivos investigativos, devela la
semejanza entre las experiencias de las mujeres antes del desplazamiento forzado o del despojo,
su relación con la tierra y las formas de tenencia. Igual sucede con los testimonios acerca del
desplazamiento forzado: Más allá de los perfiles, hay importantes acercamientos en las
vivencias, los impactos y alteraciones en la vida cotidiana.
Los cambios se marcan a partir del tercer objetivo: Aunque todas han perdido las tierras con
ocasión del conflicto armado, las primeras no se reconocen como víctimas y por tanto no
reclaman, el segundo perfil sólo refiere quejas y malestares, en la espera de un fallo judicial,
diferente a lo que ocurre con las terceras, para quienes hay un proceso continuado de reparación
material que no ha sido expedito, pero ya hay logros concretos.
El cuarto objetivo es la pauta diferencial, pues mientras el primer perfil poco conoce de sus
posibilidades en el tema de derechos, las mujeres en espera de sentencia algo presumen pero no
tanto por ser mujeres y para el bienestar propio, como sí por la situación de víctimas y para
garantizarle el bienestar a sus familiares. Con respecto a las restituidas, tampoco se aprecia un
claro empoderamiento, más lo sienten como una ayuda del Estado para afianzarse en el ámbito
laboral.
107
Sobra decir que un factor decisivo en el avance o demora para reparar a las campesinas del
segundo y tercer perfil, tiene que ver con las dinámicas del conflicto armado a nivel local, de
suerte que las mujeres reclamantes en espera de sentencia, han sido todas víctimas de despojo en
el Urabá antioqueño, lo cual entorpece las opciones de reparación ya que hay claras oposiciones
dentro del proceso. Cosa distinta, le ocurre a las campesinas ya reparadas en el oriente del
departamento, caracterizado por vastos niveles de abandono forzado, eliminando con ello
opositores dentro del proceso, lo que agiliza el trámite restitutivo.
108
Capítulo V. Discusión de resultados: El largo aliento de las dueñas sin tierra
El eje del capítulo serán los tópicos testimoniales de las campesinas ordenados según los
objetivos investigativos, en el capítulo anterior. Dichos núcleos se reúnen en las conclusiones de
cada perfil, para ahora abundarlos mediante la triangulación de información a fin de proponer
lecturas y análisis interpretativos a los hallazgos de campo. En este momento, son
particularmente útiles los aportes del dominio socioespacial de los sujetos, las prácticas y los
lugares, que gracias al interaccionismo simbólico en tanto guías metodológicas ayudan a
desentrañar las configuraciones espaciales desde la escala de la agencia y las estructuras. El reto
consiste en reconstruir los significados e implicaciones materiales que tiene para las campesinas
reclamantes, una práctica o institución concreta respecto a la tenencia de la tierra.
El hilo conductor serán los núcleos testimoniales, ligados al problema de investigación mediante
los objetivos y en su interior, los distintos perfiles de campesinas para lograr resolver la pregunta
de investigación. Al final de cada apartado, se hace una reflexión en términos sociespaciales,
para redondear los aportes del enfoque en la lectura del fenómeno estudiado.
5.1 Experiencias de las mujeres antioqueñas previas al desarraigo: Siempre ha sido así...
De acuerdo con Bourdieu (1999), el espacio se vive y se apropia de diferentes formas, según las
posiciones de los sujetos en las sociedades, tanto físicas como simbólicas. Tales posiciones se
condensan en unas verticalidades, con jerarquías espaciales y subjetivas, entre ellas de género.
Al analizar la tierra bajo esta lente, se encuentra que las jerarquías se expresan a través de
mecanismos como la propiedad y la administración de este recurso. Así pues, Massey (2012)
propone que la sociedad equivale a un conjunto de flujos e interconexiones en donde los
individuos se sitúan de maneras muy precisas, lo cual se extiende a la tierra dando cabida a unas
geometrías del poder que establecen clasificaciones y con ellas, exclusiones en el marco de estos
cruces.
109
que “[a] las mujeres se les trata como si fueran menores de edad… eso tiene una tradición [en]
la cultura jurídica de nuestro país (…)”. Antes de la Ley Cecilia, las mujeres están formalmente
por debajo de los hombres en lo económico y político, el matrimonio las deja en desventaja y
parecen un hijo más dentro de la sociedad marital (Peña, Observatorio de tierras, l. 252-254)32.
Esta tradición, se remonta a la crianza, en la que a los hombres les alientan el carácter
dominador, mientras que a las mujeres les reafirman la humildad, la sumisión y la resignación.
En la década de los ochentas, se registran los primeros esfuerzos legislativos por cambiar la
situación –primera política de mujer rural con el Ministerio de Agricultura a cargo de Cecilia
López-, pero el discurso se queda corto por la desarticulación de voluntades políticas y el
tratamiento del tema a la manera de una coyuntura, que se dispersa.
Otro de los obstáculos aparece en el nicho afectivo de las mujeres. Por ejemplo, lo que sucede en
1982 con la formación de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas, Negras e Indígenas de
Colombia –ANMUCIC- que alientan el proceso organizativo, en medio del vituperio de los
esposos, por considerar estas iniciativas enemigas de la estabilidad familiar (Gutiérrez, 2014)33.
Por su parte, la Ley 731 de 2002 es un aporte de mujeres rurales, pero de nuevo la legislación no
alcanza a falta de esfuerzos mancomunados en el sector público, que en cabeza del Ministerio de
Agricultura, se limita a establecer un fondo mal planeado para asignar proyectos de corta
duración.
Pese al registro de estas luchas, otras mujeres están conformes con la titularidad de la tierra a
cargo del padre de familia, se sienten representadas y con derechos garantizados para ellas y el
núcleo. Naturalizada, la cuestión se reproduce en el seno de relaciones de poder en las que las
mujeres se supeditan a los varones, para acceder a recursos económicos, a causa de “las
32
Peña, Rocío [entrevista experta académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto La
reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011,
Bogotá D. C.
33
Gutiérrez, Myriam [entrevista experta académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá D. C.
110
limitaciones impuestas por el mercado y el Estado, y, adicionalmente normas socioculturales
poco favorables a ellas” (Meertens, 2008, en Zuluaga, 2011).
Un análisis con perspectiva de género de los regímenes patrimoniales, devela los subrepticios
jurídicos y políticos, afianzados en la dicotomía esfera pública/privada, que se vale de la división
sexual del trabajo, la dicotomización del pensamiento y la jerarquización de los valores, con la
subsecuente delimitación de espacios para el desarrollo de los varones (esfera pública), mejor
34
Guerra, Nuris [entrevista funcionaria pública], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto
La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011,
Medellín-Antioquia.
111
ponderados que la esfera privada, endilgada a las mujeres. Según Facio (2002), así se ha
normalizado la injerencia del derecho en la primera esfera y la total ausencia en buena parte de la
segunda.
¿Cuál es la situación con las mujeres reclamantes bajo la Ley 1448 de 2011 en espera de
sentencia? En el caso de las campesinas, considérese en principio el trabajo de cuidado no
reconocido ni remunerado, tributante a la subordinación de las mujeres rurales. Las campesinas
asumen las labores domésticas, sumado a la producción agrícola para la cobertura de la
alimentación familiar (el pancoger) y la frecuente participación en el cultivo de la tierra para la
comercialización, si bien rara vez se las reconoce como productoras (Kidder, 2015)35. Sobre esta
doble y triple jornada de trabajo, dice Restrepo (2014) que,
Lo que sucede es que la intensidad del trabajo de las campesinas no parece suficiente para asumir
la titularidad de la tierra, tal cual sucede a las mujeres de este perfil que bien siendo aguerridas
reclamantes, ninguna es propietaria del predio demandado, el que han protegido y labrado, en
simultánea con las labores del hogar.
En escenarios de este tipo, el trabajo reproductivo constituye una barrera para la participación de
las mujeres en el mercado laboral y asimismo les impide el acceso a otros derechos. Siguiendo
con Kidder (2015), “la intensidad y responsabilidad de su trabajo perpetúan la desigualdad de
derechos de la mujer en la política, salud, educación, seguridad social, y también a disfrutar
adelantos científicos y a descansar”. Por tradición, el Estado no repara estas actividades,
35
Kidder, Thalia [entrevista], 2015, por María José Medellín [prensa] El trabajo invisible de las mujeres
rurales, El Espectador. Recuperado de http://www.elespectador.com/noticias/actualidad/el-trabajo-
invisible-de-mujeres-rurales-articulo-553139 Consultado en mayo de 2016.
36
Restrepo, Leonor [entrevista funcionaria pública], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Medellín-Antioquia.
112
calificadas como un fútil engrosamiento del gasto público, lo que agudiza la dicotomía
público/privado con las subsecuentes configuraciones sociales y atribuciones de género.
De acuerdo con el Plan de Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia (PNUD), lo anterior
es un problema del desarrollo, en vista de que las horas no remuneradas dedicadas a la tarea de
cuidado, representan 20% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional. Por lo tanto, los recursos
destinados a ella, más que un gasto, equivaldrían a una inversión en productividad (Kidder,
2015). En la lectura del desarrollo, Leonardo Boff alienta a construir nuevos indicadores basados
en experiencias micro, en aras de implementar propuestas alternativas de desarrollo rural,
conscientes de las iniciativas de las mujeres con la tierra (Lagarde, en Mazo, Vamos Mujer,
2014)37.
Por supuesto, las lecturas no son homogéneas: Dentro del campesinado minifundista hay
diferencias económicas que revelan profundas jerarquías de dominación masculina en los
sectores más deprimidos, divisiones que se producen en el cruce de los atributos de clase y
género.
De cualquier forma, un llamado al reconocimiento económico y moral del papel de las mujeres
en calidad de productoras, a la vitalidad de sus aportes para la seguridad alimentaria, o a las
labores de cuidado endilgadas históricamente, en ningún caso basta para desmontar los
regímenes de género que las envuelven. De hecho, estos factores suelen instrumentalizarse para
abonar a las funciones domésticas, en la preservación del rol reproductivo (León, 1986).
En este perfil, las mujeres reclaman las tierras pero no son propietarias. Las configuraciones
sociales tradicionales son el medio y el producto para dicha situación. Sin embargo, los orígenes
de tal desigualdad se remontan a la colonia y a la constitución misma del Estado nacional
colombiano que se labra con el legado español:
…entonces resulta que la pregunta tenía que resolverse en el siglo XIX, que es cuando se
dieron la formación de los Estados Nacionales en toda América Latina, los códigos civiles y
la gran pregunta entonces era, bueno, esto venía de la colonia, que fue la que nos impuso
37
Mazo, Clara [entrevista activista social], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto La
reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011,
Medellín-Antioquia.
113
tales y tales normas, en los regímenes matrimoniales, en los regímenes de herencia, y así
llegamos pues al 20 de julio de 1810, cuando logran lo mismo para todos los países (León, l.
281-301)38.
Estos regímenes impiden que las mujeres gocen plenamente de derechos, perpetuando su
exclusión del contrato social moderno ideado por varones. En el caso de las campesinas,
A pesar de lo anterior, las mujeres entrevistadas no discrepan de la situación e ignoran que son
víctimas de violencia patrimonial:
Incluso, a las mujeres se les dificulta “sentirse dueñas” de las parcelas, dejando a cargo de los
varones la toma de decisiones, quienes por su parte no consideran sus percepciones y
necesidades (Zuluaga, 2011).
La situación con las mujeres ya restituidas, conserva varios de los ingredientes. Antes del
desplazamiento forzado, las testimoniantes surten varias formas de tenencia de la tierra entre la
formalidad e informalidad, algunas en cabeza propia mientras que otras por cuenta de sus
esposos. Estas campesinas forman parte del oriente antioqueño, donde paulatinamente se forja la
costumbre de apropiarse de las áreas trabajadas sin formalizarlas (Mira, Concejo de San Carlos,
2015)39.
38
León, Magdalena [entrevista experta académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá D.C.
39
Mira, Pastora [entrevista funcionaria pública], 2015, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto
La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011,
Bogotá D.C.
114
En ocasiones, aunque se tengan las escrituras a título personal, no es suficiente para concretar la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Deere y León (2000) comentan que desde la
década de los ochenta, se promulga un compendio de leyes en pro de la igualdad de género, sin
embargo, en la práctica persiste la desigualdad de oportunidades para las mujeres en aspectos
como la titularidad de la tierra y la autonomía para su manejo.
Finalmente, con las mismas autoras (Deere & León, 2000) no sobra recordar que “en América
Latina las mujeres poseen menos cantidad de tierra que los hombres en términos absolutos y
cuando la poseen, es menos atractiva desde la perspectiva productiva y comercial” (Deere y
León, 2000, en Zuluaga, 2011, p. 5951).
En el entendido de Massey (2012), estos escalafones no son otra cosa que las geometrías del
poder que se (re)producen en los flujos y las formas de relacionamiento entre hombres y mujeres
alrededor de la tierra, las cuales perfilan estructuras sociales como la agraria y en simultánea, las
identidades de los sujetos intervinientes, en este caso de las campesinas reclamantes.
A lo largo del texto, se identifican una trama de verticalidades imbricadas con los componentes
físico y representacional del espacio. Básicamente, en la discusión se retoma el género y el
derecho, género y el desarrollo y el código moral y pensamiento dualista.
115
De igual manera, esta verticalidad atraviesa el espacio físico de lo externo a la casa: La calle, la
polis, el pueblo, la plaza, el mercado, que en el ámbito representacional se conjuga con la
llamada esfera pública, epicentro del trabajo productivo, al que se le reconoce valor económico y
moral, fundamentalmente a cargo de los hombres, por lo demás uno de los pilares para atribuirles
la potestad exclusiva de la titularidad de derechos sobre la tierra.
En el contexto de la tradición jurídica y demás normas sociales, se aprecia cómo los diferentes
grupos e individuos están situados de manera diferente en esos flujos e interconexiones a la
manera de unas geometrías del poder que se desglosan en el espacio representacional y material.
En aquél, el atributo de género produce y fija identidades mediante las normas, al tiempo que
éstas mutan o se refuerzan con el devenir de las identidades. En el caso de las trayectorias de las
mujeres alrededor de la tierra, lo anterior se observa entre la ley de reforma agraria (1961) hasta
mediados de la década de los ochenta, período en el cual la política agraria se basa en un modelo
tradicional de familia con jefe masculino y por tanto, eje para la dotación y la titularidad de las
tierras.
Más tarde, el auge de las luchas del campesinado impulsa la participación de las mujeres
campesinas en la organización rural, en busca de remover el statu quo. La primera de las
concepciones espaciales de Massey (2012), propone el espacio como el producto de
interrelaciones, lo cual deviene en el análisis de la tierra como el epicentro de la movilización del
campesinado, más tarde de las mujeres campesinas y por supuesto del Estado, bajo el manto de
la reforma agraria.
En la década de los ochenta, se implanta el modelo del neoliberalismo antecedido por el fracaso
de la reforma agraria con lo cual, paradójicamente, se refuerzan las luchas de las mujeres
campesinas. En este momento el espacio es entendido como la esfera de la multiplicidad y
escenario de conflictos y negociaciones (segunda concepción del espacio, Massey, 2012),
encarnado por las campesinas con sus demandas, aun cuando entran en declive las
organizaciones del campesinado, y aquéllas deben luchar con los incipientes preceptos
neoliberales en la región. En esta vorágine, las mujeres refuerzan sus exigencias en la agenda
pública, alterando el espacio representacional normativo con la Política Nacional para la Mujer
116
Campesina en 1984, más la creación de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e
Indígenas de Colombia –ANMUCIC-.
Sin embargo, ya que el espacio es un devenir (tercera concepción de Massey, 2012), los lentos
flujos de la estructura agraria se perturban de manera exigua para al final, retornar a su
monotonía. La Ley 160 de 1994, prescribe la titulación conjunta y el reconocimiento de las
mujeres jefas de hogar, con tímida concreción de lo primero y muy escasa en lo segundo. Con la
Ley 731 de 2002 (Mujer rural), se logran avances representacionales en aspectos del fondo para
crédito a mujeres rurales y su participación institucional. No obstante, en el plano material hay
pobres resultados, con retraso en la reglamentación de fondos y la participación. Bien plantea
McDowell (2000) que la idea de un espacio abierto y en movimiento no debe llamar a
ingenuidad con la “expedita” transformación de rancias estructuras.
Otra de las verticalidades concierne al género en el desarrollo, que se vale igualmente del espacio
material y la posición de las mujeres en las labores del hogar. La dimensión representacional se
centra en el trabajo reproductivo, menospreciado desde la verticalidad del género y el derecho, y
por supuesto en el desarrollo. El trabajo productivo también forma parte del espacio representado
en esta verticalidad, que para el caso de las mujeres es sobreexplotado e invisibilizado en las
verticalidades aludidas. Otra de las caras del espacio aquí representado tiene que ver con la idea
de que el bienestar económico de la familia equivale al bienestar económico de las mujeres. Sin
embargo, como el espacio es la esfera de las yuxtaposiciones y de las contradicciones, la
representación contraria aboga por la independencia económica de las mujeres, diferente a la de
la familia. En el marco de esta representacionalidad, emergen nuevamente las geometrías del
poder que muestran la trayectoria de campesinas en materia de bienestar económico y
autosuficiencia, interceptada a su vez por otras dos corrientes que abren cada una direcciones
diferentes: De una parte, está la línea de las campesinas autosuficientes económicamente que
117
inciden en la disminución de la pobreza en tanto piensan en sus hijos para la descendencia
material, no obstante, el corte discrepante identifica en aquélla una posibilidad para perpetuar las
estructuras de propiedad alrededor de la tierra.
Una tercera verticalidad sería la del código moral y el pensamiento dualista, arraigado en los
regímenes de género. Los espacios físicos de esta verticalidad pueden ser múltiples y diversos,
enlazados con un espacio representacional fundado en el contrato social y sexual que valida a los
varones como sujetos de derecho en tanto excluye y somete a las mujeres. En vista de que las
segundas no son sujetos de derecho con la propiedad, lo que de una parte se denomina
subordinación, de otro lado se califica como negociaciones incrustadas en relaciones de poder,
en las que las campesinas negocian estratégicamente su supervivencia a partir de la cooperación
en el matrimonio u otro tipo de relaciones familiares.
Al analizar la situación de las mujeres despojadas sin proceso de restitución, se recuerda que
éste no es un efecto colateral de la guerra, más bien es una pieza fundamental para el desarrollo
de los intereses en pugna:
118
cultivos a gran escala que responden a los intereses de grandes empresas multinacionales;
la construcción de infraestructuras para facilitar esas actividades; la ocupación del
territorio en la pugna política entre el Estado, los grupos paramilitares y las fuerzas
guerrilleras insurgentes. Todo ello con el trasfondo de desigualdad social en el reparto de la
tierra. En los conflictos que se desarrollan en el territorio colombiano, la clave es separar a
las poblaciones de la tierra (Ruta Pacífica de las Mujeres, 2013).
Con la migración forzada, interesa destruir los arraigos de las poblaciones para usurpar los
territorios y lucrarse de los recursos naturales (Ruta Pacífica de las Mujeres, 2013). Tras ello,
ocurre la devastación de los cimientos de la humanidad, en especial cuando la violencia se
ensaña contra las campesinas que se han centrado en el cuidado de los espacios vitales de las
comunidades.
Los testimonios de las campesinas, reflejan la inestabilidad material y emocional avenida con el
desplazamiento. En los lugares de acogida, sin embargo, los hombres y las mujeres se readecúan
de manera distinta. Las campesinas por su parte, se adaptan con mayor facilidad que los varones
en el ámbito laboral, con lo cual asumen la responsabilidad de la supervivencia familiar. La
pérdida de los nichos productivos, desata en los hombres una pesada carga emocional pues al
perder sus trabajos, menoscaban el status de proveedores, mientras que las mujeres son más
recursivas y flexibles para la generación de ingresos (Meertens, 2006).
Quienes toman la decisión de retornar al municipio son los parientes de las entrevistadas, quienes
por su parte -principalmente la madre- se sienten a gusto en el lugar de acogida. Cuando regresan
a San Carlos, ya han cesado las confrontaciones y las veredas se repueblan progresivamente, lo
que no significa el final del conflicto armado y los peligros cotidianos asociados:
Aún hoy, las minas son una amenaza para la población, y aunque el Ejército Nacional
realiza un trabajo importante de desminado en veredas como La Hondita, Calderas, El
Chocó (negrilla propia), El Vergel y La Mirandita, la presencia de estos artefactos sigue
constituyendo un riesgo para las personas civiles. Por otro lado (…) los procesos de retorno
de la población desplazada se han visto obstaculizados por la presencia de minas. Es decir,
éstas no han dejado de ser un guerrero silencioso con el potencial de acabar la vida de
cualquiera que se le acerque (CNRR, 2011, p. 163).
Es común que durante los primeros años del retorno, se prolongue la inestabilidad material. Al
igual que le sucede a estas campesinas, usualmente las mujeres eligen permanecer en los lugares
de reubicación. Lo ideal para retornar, sería bajo circunstancias de seguridad física y económica,
pero aún sin ellos, muchas regresan por decisión de sus parejas u otros familiares:
119
Hombres y mujeres tienen diferentes perspectivas frente a las “opciones” (reales o soñadas)
de retorno, reubicación rural o integración urbana. Ellas suelen preferir mucho más que los
hombres, la integración urbana sobre el retorno (Meertens & Segura, 1999, en Meertens,
2006). (En general sólo el 11.3% de la población desplazada prefiere el retorno, según un
estudio de Pastoral Social). Desde su experiencia cotidiana, no se acogen a una perspectiva
de retorno que no garantice seguridad personal, ni acceso al empleo o la propiedad y, en
cambio, remita a los dolorosos momentos vividos, al miedo (Meertens, 2006, pp. 30-31).
En cuanto a las tierras perdidas, estas mujeres desconocen que han sido víctimas de una de las
formas de despojo. En vista de que al padre de familia lo obligan a vender la finca, por un precio
muy inferior al avalúo, las testimoniantes consideran que de igual forma, reciben dinero como
parte de una transacción legal que no puede deshacerse. El desconocimiento de las diferentes
formas en que opera el despojo implica de una parte, el impedimento para las campesinas a ser
reparadas, y por otro lado, la anulación del reconocimiento como sujetos de derecho, por cuenta
propia y a cargo del Estado.
De las tierras no han vuelto a saber nada. Paulatinamente, el grupo familiar resuelve sus
necesidades habitacionales con una activa participación de las mujeres en la reconstrucción del
proyecto conjunto, sin embargo, estas campesinas sólo destacan el trabajo masculino y no
reconocen los esfuerzos propios en esta empresa. En igual sentido, buscan hacerse a una nueva
vivienda a título personal, motivadas por la estabilidad para el hijo-nieto, no tanto el bienestar
propio. Con ello se observa uno de los cruces en las geometrías del poder que se recalca en las
conclusiones del apartado anterior (5.1), referente al papel de las mujeres en la disminución de la
pobreza, frente a otra línea interpretativa en la que esta actitud refuerza la estructura patriarcal de
la propiedad, en tanto se remarca un supuesto deber ser en función de la maternidad que posterga
las expectativas personales de las mujeres como sujetos de derecho.
De su lado, las mujeres en espera de sentencia, han sido desplazadas de diversas áreas en el
Urabá antioqueño. Allí, las mujeres atestiguan el ensañamiento y la brutalidad de la guerra, con
la presencia indiscriminada de actores armados que se oponen a la restitución:
En general, las amenazas de actores armados son la principal causa de la migración forzada, en
algunos casos acompañadas por asesinatos o desapariciones de familiares, posteriores a la huida.
El mecanismo preferente es el despojo de tierras, en especial a cargo de grupos paramilitares que
han instaurado todo un programa bélico, secundado política y económicamente:
Para las mujeres aumenta la carga, en vista de que los paramilitares desarticulan sus procesos
organizativos, controlan sus cuerpos y conductas amedrentándolas para que no denuncien ni
exijan los derechos sobre las tierras:
Para aconductar a las poblaciones, los grupos armados ejercen violencia sexual contra las
mujeres y las despojan de sus tierras, remontando su cosificación e invisibilización en lo público.
40
Luna, Estefanía [entrevista investigadora académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá D. C.
41
Gutiérrez, Myriam [entrevista experta académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá D. C.
121
adhieren varios eslabones, lo que sucede a una de las testimoniantes, quien se enfrenta a un
supuesto “ocupante de buena fe” que se ha hecho al terreno mediante engaños al padre de la
campesina (más adelante se precisan estos mecanismos).
Otra cosa sucede con el despojo en manos del Estado, que aparece en uno de los testimonios en
el que el Incora es el perpetrador (caso Astrid Perea). En este proceso, al despojo no lo preceden
intimidaciones, ni violencia directa o intereses turbios de los funcionarios de turno. Aquí sucede
lo que Alviar (2008) califica como las tensiones que origina el derecho de propiedad entre los
grupos marginados, pues el Incora le arrebata las tierras a esta familia de humildes campesinos,
para otorgársela a población indígena, seguramente también necesitada del terreno. La
desarticulación estatal es igualmente responsable del despojo de tierras: en el afán de proteger los
derechos de algunos sujetos, se terminan vulnerando los de otros.
42
Concentración de la propiedad rural-índice Gini de propietarios para los municipios y la región a la que
pertenecen las testimoniantes: Municipio San Carlos: 0.791-0.865; Municipio Granada: 0.640-0.715;
Región de Urabá antioqueño: -San Juan de Urabá y Turbo: 0.866-0.941; -San Pedro de Urabá, Necoclí,
Arboletes, Chigorodó, Murindó: 0.791-0-865; -Apartadó, Carepa, Mutatá: 0.716-0.790; -Vigía del Fuerte:
0.564-0.639 (IGAC, 2012, p. 159).
La información no está discriminada de acuerdo al sexo, una gran dificultad a la hora de hacer análisis
sobre mujeres y propiedad de la tierra.
122
ritmos de concentración, contrarrestan los débiles esfuerzos de reforma agraria que en 42 años
afecta a cuatro millones de ha, aunque sólo 25% (un millón de ha) es parcelado y distribuido
(Meertens, 2006, p. 32).
En ocasiones, funcionarios públicos promueven los despojos a través de la captura del Estado
(Garay et al, 2008) para legislar en beneficio de los despojadores. Por ejemplo, la Ley 1182 de
2008 (derogada por la Ley 1561 de 2012) que rebaja los requisitos de adjudicación de la tierra
para patrocinar a los usurpadores. Sucede en Urabá y también en el oriente antioqueño, según
recuerda Pastora Mira (2015) en el caso de San Carlos:
…cuando salió esa ley “Colombia, país de propietarios” (Ley 1182 de 2008) una ley que en
el marco del conflicto, rebajaron los requisitos para adjudicarle al que tenía la tierra, aquí
pegamos el grito ¡¿Cómo así que le van a titular la tierra al poseedor de mala fe cuando
nuestros desplazados están afuera?! ¡¿Qué es esto?! ¡Esto es insólito! (…) (Mira, Concejal
de San Carlos, l. 297-303)43.
Dice Gutiérrez (2014) que en zonas como el Urabá antioqueño, no se da un desmonte real del
paramilitarismo. Estos sujetos se asientan en el poder político local, ampliando los rizomas entre
la legalidad y la ilegalidad, que en todo caso alejan al campesinado de sus tierras, con especial
impacto para las campesinas que en el mejor de los casos, han logrado un endeble vínculo legal
con los predios.
43
Mira, Pastora [entrevista funcionaria pública], 2015, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto
La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011, San
Carlos-Antioquia.
123
peligro y sólo esperan la restitución por canje, para estabilizarse con sus familiares. En otros
casos, no se confía en el proceso ni en la capacidad y voluntad institucional.
Conviene precisar que la reparación no es igual al asistencialismo, por lo menos la Ruta Pacífica
de las Mujeres (2013) aclara, que la reparación es el medio para que las campesinas puedan tener
una vida digna, con autonomía económica y proyección social que las haga saberse útiles a la
sociedad. Las testimoniantes, concuerdan en reclamar la tierra para trabajarla, una oportunidad
de salir adelante con sus familias, y restablecerse subjetivamente. Sobre esto, dice Restrepo
(2014)44, que cuando una persona es forzada a salir de su sitio de origen, se lleva consigo todos
los problemas y todos los temas: Salud, educación, participación, entre otros. Adicionalmente, se
desbaratan los lazos vecinales, comunitarios y/o familiares, lo cual incrementa la indefensión de
las campesinas ante la pérdida de sus posibles grupos de apoyo. Entonces, habrá que pensar en la
tierra más allá de la pecunia: También es un espacio afectivo, de construcción de los proyectos
de vida e identitarios, un espacio convertido en lugar, apropiado y representado que forma parte
de la constitución subjetiva.
En igual sentido, la desintegración de los lazos afectivos también dependerá de las diferentes
modalidades de desplazamiento: Los individuales y los dispersos registran mayor incidencia de
jefatura femenina que los desplazamientos colectivos a pueblos vecinos (Comité Internacional de
la Cruz Roja, 2002, en Meertens, 2006). Por lo general, la jefatura femenina incrementa la
vulnerabilidad propia y de la familia, sobre todo cuando hay hijos pequeños (esto no es lo mismo
que decir que la feminización de la pobreza coincide con la feminización de la jefatura del hogar)
(Meertens, 2006).
Estos y otros daños se dan con la pérdida de la tierra, y aunque ninguna de las testimoniantes ha
sido reparada, el retorno no es una opción: Algunas lo descartan radicalmente, mientras que otras
lo supeditan a la plena garantía de condiciones de seguridad.
44
Restrepo, Leonor [entrevista funcionaria pública], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Medellín-Antioquia.
124
De todas formas, para detener el despojo no basta con la garantía de condiciones mínimas para
los retornos, ni siquiera con la restitución. En otras palabras, la redistribución de la tierra no
garantiza la estabilidad del retroceso en su concentración, para lo cual sería necesario acabar con
los factores que promueven el acaparamiento (Machado, 1998, en Meertens, 2006).
Algunas de las entrevistadas desconocen el estado actual de las tierras, otras tienen vagas ideas y
en el peor de los casos, una de las testimoniantes se disputa el predio con un supuesto “ocupante
de buena fe”. A esta figura jurídica, se acoge el grueso de despojadores en Urabá antioqueño,
que hoy se presentan como víctimas de la restitución, bajo el supuesto de la adquisición honesta
del terreno. Para entender el calificativo de “supuestos” ocupantes “de buena fe”, basta con
revisar el común denominador del despojo en Urabá, liderado por tácticas de terror y engaños a
cargo de grupos paramilitares. Según la Comisión Colombiana de Juristas (en Verdad Abierta, s.
f.), entre 1995 y 1997 las ACCU en Urabá, se apropian sistemáticamente de las tierras de los
campesinos mediante el destierro, la intimidación, compras forzadas e infra valuadas, que
prosigue bajo la ofensiva paramilitar de la “retoma de Urabá”, posterior a 1997.
Tres factores motivan el despojo en la región a cargo de los paramilitares: (i) expulsar a las
guerrillas y debilitar el sindicalismo bananero; (ii) fungir como brazo armado de empresarios
bananeros, ganaderos y palmeros para ampliar sus negocios o ellos mismos convertirse en
empresarios del agro; (iii) abrirse rutas estratégicas para tráfico de cocaína y armas (Verdad
Abierta, s. f.)45. La situación actual en Urabá permite suponer un contubernio entre gremios
económicos y paramilitares, pues en efecto las tierras usurpadas hoy se destinan a la ganadería
extensiva.
Luego de las migraciones forzadas, algunas campesinas se re asientan con menor dificultad en
tanto que otras afrontan nuevas disputas por los predios a donde llegan, avivando futuros
despojos y desplazamientos.
Un panorama algo distinto ofrece el oriente antioqueño, donde residen las mujeres ya
restituidas. Con preeminencia del abandono forzado, en Granada la violencia marca la memoria
de las y los habitantes con hechos como las tomas guerrilleras de 1988 y 1990, las disputas entre
45
Verdad Abierta (s. f.). Terror y engaños: Estrategia de despojo, Verdad Abierta, recuperado de
http://www.verdadabierta.com/terror-tactica-de-despojo Consultado en junio de 2016.
125
ELN y FARC a principios de los noventa, el desplazamiento masivo desde el corregimiento de
Santa Ana en 1998 y los numerosos asesinatos y atentados en el año 2000. En 2002, se
incrementan los desplazamientos desde las veredas hasta el casco urbano y un amplio número de
residentes abandonan el municipio a causa del temor y el bloqueo de alimentos (Sentencia 16
(003), p. 9)46.
Respecto a San Carlos, entre 1998 y 2005 se desata el desplazamiento forzado, período
recordado por los sancarlitanos como el de guerra total, tras la llegada del paramilitarismo. Entre
1997 y 2005, se registran desplazamientos masivos en 23 veredas, un barrio y un corregimiento,
equivalente a 94% del total de desplazamientos en la época (CNRR-Grupo Memoria Histórica,
2011).
Las campesinas de Granada retornan sin que medie la protección judicial. El principal motivo
son las precariedades económicas o la imposibilidad de adaptarse a los nuevos entornos. Dice la
Ruta Pacífica (2013) que para las mujeres indígenas, afrodescendientes y campesinas una de las
principales aspiraciones es el acceso a la tierra para recuperar una fuente de ingresos, un lugar
para vivir y rehacer todo un modo de vida y de relación con la naturaleza.
Entre 2006 y 2009 se produce [en San Carlos] una reducción paulatina de la expulsión con
un total de 1279 personas (6,4% del total general) y de la recepción con 467 personas
(8,6%). El promedio anual de expulsión fue más bajo que cualquiera de los años
comprendidos entre 1998 y 2005 (CNRR-Grupo memoria Histórica, 2011, p. 90).
46
Delia y Fabiola Rendón*, res. 13 de junio de 2014, sentencia N° 16 (003).
*Nombres sustituidos de acuerdo a compromiso pactado en la investigación.
126
Al presente, todos los predios de las campesinas de Granada y de San Carlos están habitados y
son trabajados, ya sea por ellas mismas o por sus parientes. Las viviendas en las que ahora
residen son propiedad de los esposos, excepto en un caso de Granada en el que la finca es
trabajada y habitada por un par de hermanas propietarias.
A propósito del actual contexto campesino, según datos de la séptima entrega del último censo
nacional agropecuario, en cerca del 60% del área rural dispersa del país los hombres toman las
decisiones de producción sobre la tierra, 24% a cargo de las mujeres y 16,5% entre ambos. Las
mujeres campesinas solas tienen menor acceso a crédito, maquinaria y asistencia técnica,
mientras que cuando las decisiones se toman entre los dos, tienen mejores resultados.
Este contexto no es ajeno a la restitución, en la que se evidencian los rezagos del sistema judicial
para entender el concepto de propietaria, poseedora u ocupante, disminuidos en los casos de
parejas porque a juicio de los operadores, la propiedad en cabeza de los hombres equivale al
beneficio de la compañera (Medina, Corporación Humanas, en El Espectador, 2015) 47. De los
cuatro casos de mujeres restituidas, dos de las sentencias priorizan el relato de los esposos y
reparan a título de la pareja. Esto a su vez puede entenderse como el enfoque familista imperante
en la institucionalidad; rara vez hay situaciones donde funcionarias o funcionarios se salgan de
esta línea y estén dispuestas y dispuestos a reconocer a las mujeres como titulares de derecho y
propietarias de sus tierras.
En el censo no se pregunta por la propiedad formal sino por la tenencia, para encontrar que el
tamaño de la tierra en cabeza de mujeres es menor que en el caso de los hombres: Casi 74% de
las mujeres tienen menos de 5 ha en comparación con 62% de los hombres. En el rango entre 5 y
100 ha, la participación de los hombres es mucho mayor. Esto sucede con las testimoniantes
restituidas, para las que el promedio de la extensión del terreno es igual o menor a 5 ha.
Finalmente, se resalta la creciente participación de las mujeres como jefas de hogar, de manera
que en 2005, 82% de los hombres son jefes de hogar, pasando ahora a 72,2%. Entre las cuatro
entrevistadas restituidas, dos asumen la jefatura familiar.
47
Medina, M. A. (2015, 14 de octubre). Desigualdad con rostro de mujer rural, resultados del Censo
Nacional Agropecuario, El Espectador, recuperado de
http://www.elespectador.com/noticias/temadeldia/desigualdad-rostro-de-mujer-rural-articulo-592478
Consultado junio de 2016.
127
A partir de los casos abordados en esta investigación se detecta la vigencia del patrón relacional
entre las mujeres, los varones y la tierra. La novedad, aparece con el posicionamiento de la
jefatura femenina, nombrado en el tercer censo nacional agropecuario. Quizá sea el único cambio
sólido, avenido con el giro en la legislación sobre mujeres y tierras desde finales de la década de
los ochenta. El giro no es radical porque el hecho de que las mujeres encabecen las familias no
les ha garantizado iguales condiciones de acceso a las formas de trabajar los predios. Aunque en
los casos estudiados hay dos mujeres con jefatura, las demás salen restituidas bajo el rótulo de la
unidad familiar.
En medio de los procesos de desposesión, cambian las espacialidades físicas y mentales de los
lugares de origen. El espacio físico, se transforma en territorio abandonado y despejado para la
reproducción de la guerra (oriente antioqueño), o territorio despojado, usurpado y readecuado
productivamente (Urabá). Las representaciones campesinas rompen con los lugares de origen,
entendidos como espacios otrora apropiados, ahora arrebatados. Del mismo modo, estas mujeres
construyen otros lugares en los espacios de acogida, que pueden ser sombríos, de transición o
readecuados para un “nuevo comienzo”, con la constante de la tierra, ya sea para retornar o para
permutarla y reanudar sus vidas en nuevos entornos. En cualquiera de los casos, estos lugares
son susceptibles ante otras migraciones forzadas, principalmente por las características jurídicas
de los predios de llegada o las formas de tenencia de la tierra.
128
Dicha producción del espacio refuerza las distancias sociales, en donde las campesinas destacan
los actores armados en sus tierras, un Estado ausente o cooptado, y en el último escalafón, ellas
mismas como desplazadas y vulneradas en sus derechos. El espacio social resultante son
escenarios desolados para la reproducción de la guerra (Granada y San Carlos), la concentración
de la tierra (Urabá), un campo sin campesinado, reforzado por la exclusión formal y cultural de
las mujeres en el manejo de la propiedad y el dominio de los predios que con frecuencia, las ha
hecho más vulnerables frente al despojo.
Las geometrías del poder en estos desplazamientos ayudan a comprender las condiciones de vida
de las campesinas y sus expectativas a futuro. Tales geometrías auscultan los movimientos
geográficos según la dirección y extensión de la movilidad. Las campesinas de Urabá
permanecen en la región pero se movilizan a otros municipios, las de Granada permanecen en el
municipio y una de las testimoniantes de San Carlos no se desplaza. La poca o nula extensión de
la movilidad obedece a la falta de recursos materiales y sólo en uno de los casos de San Carlos,
se presenta una amplia movilización, con la salida del departamento. Los actores armados
interceptan las trayectorias de estas mujeres, cesando las confrontaciones directas en el oriente lo
que conlleva en su mayoría a una movilización cíclica, es decir, con retorno a los lugares de
origen. Por su parte, los despojadores son quienes impiden el retorno de las campesinas en
Urabá. En algunos casos la movilidad es permanente, sin aspiraciones de retornar, mientras que
en otros las mujeres desean recuperar las tierras perdidas.
En los flujos migratorios, se activa la producción del espacio que en últimas responde a la
(re)producción de la sociedad y de las subjetividades. Durante el desplazamiento forzado, el
espacio se produce mediante las interrelaciones de las campesinas con los demás sujetos y
entornos, ya sea sitios de tránsito o lugares de acogida permanentes. De acuerdo con las
características del entorno receptor, a veces se generan sincretismos prácticos y
representacionales, nutridos con el legado de las desplazadas y la herencia cultural y material de
los lugares de recibimiento.
En los nuevos entornos, encaran otras condiciones de vida, al asumir nuevos roles que
eventualmente les garantizan estabilidad material o por el contrario, refuerzan su inestabilidad
material y emocional. El desempeño de estos nuevos roles, para algunas representa un
129
mecanismo de supervivencia, mientras que para otras se convierte en una herramienta de
vindicación de derechos en torno a la tierra perdida. Lo anterior da cuenta de un sistema de
producción del espacio, que algunas intencionan a modo de oportunidad.
En este orden, la asunción de nuevos roles difumina los límites entre el espacio público y el
privado, a través de las demandas en las que se reconocen como sujetos de derecho en torno a la
tierra, una cara de esos papeles desempeñados recientemente. Mediante el ejercicio, algunas
aspiran formalizar derechos patrimoniales en beneficio propio y de las familias, a otras en
cambio, las motiva la estabilización material inmediata.
5.3 Problemas de las mujeres para el acceso a la propiedad y goce efectivo de la tierra bajo
la ley 1448 de 2011
En primer lugar, se discuten los testimonios de las campesinas despojadas sin proceso de
restitución que si bien no participan del programa, perciben dificultades en la vereda,
básicamente por la exagerada tramitología y masiva incursión de funcionarios púbicos,
semejante a la insuficiencia de resultados y el lento ritmo de proceso. Habrá que considerar la
antiquísima tradición de informalidad en el oriente antioqueño, encargada a la Unidad de Tierras
para desenmarañarla, lo cual excede por mucho la capacidad institucional que no logra atajar los
desajustes agrarios en el departamento.
Otro problema que lidian las testimoniantes, se generaliza a un buen grupo de mujeres que aun
siendo despojadas, no exigen la reparación de sus tierras. Entre las causas, destaca el
desconocimiento del funcionamiento de la ley, de sus derechos sobre el predio, o la
invisibilización de los mismos en el seno de la familia. Alejandra Coll (2015) afirma al respecto:
“en Colombia hay 3.480.000 mujeres registradas como víctimas del conflicto armado, de
esas, 1.704 han solicitado en nombre propio predios despojados y no hay claridad sobre las
130
mujeres que pueden estar incluidas en otros núcleos familiares en procesos de restitución de
tierras” (Coll, 2015, en Vásquez, 2015)48.
Ante las dilaciones del proceso, a finales de 2015 la Corte Constitucional51 obliga al gobierno a
elaborar un plan estratégico para llevar a cabo la restitución, en vista de los pocos avances y la
dificultad para lograr devolver la totalidad de predios a 2021. Para la ejecución eficiente, también
se necesita desvertebrar y judicializar a las organizaciones criminales responsables del despojo,
48
Vásquez, C. (2015, 1 de junio). El acceso a la tierra para las mujeres, un reto para alcanzar la paz,
Agencia de Prensa IPC, recuperado de http://www.ipc.org.co/agenciadeprensa/index.php/2015/06/01/el-
acceso-a-la-tierra-para-las-mujeres-un-reto-para-alcanzar-la-paz/ Consultado en junio de 2016.
49
Estos agregados no desglosan entre hombres y mujeres, lo cual dificulta el análisis de la información
inicialmente sexuada y posteriormente analizada desde la perspectiva de género, aclarando por supuesto
que sexo no es igual ni sinónimo de género.
50
Fundación Forjando Futuros. (2016, 3 de junio). Así va la restitución de tierras en Antioquia, El
Tiempo, recuperado de http://forjandofuturos.org/fundacion/index.php/sala-de-prensa/registro-de-
medios/79-registro-de-medios/1490-2016-06-03-14-59-10 Consultado en junio de 2016.
51
Corte Constitucional. Sentencia T-679 de 2015. Magistrado ponente: Luis Ernesto Vargas Silva, Sala
Novena de Revisión de la Corte Constitucional. Recuperado de
http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2015/t-679-15.htm Consultado en junio de 2016.
131
pues sólo así se lograría detener las lógicas del acaparamiento y la concentración de la tierra, que
no se eliminan con la redistribución de la gran propiedad (Machado, 1998, en Meertens, 2006).
La Superintendencia de Notariado y Registro reconoce que buena parte de los despojos en el país
han ocurrido por la vía legal, lo que dificulta las acciones de esclarecimiento que en el caso de
las mujeres es más complicado pues históricamente no han tenido un vínculo claro con la
propiedad de la tierra.
De otro lado, es evidente el bajo compromiso para llevar a cabo la política de restitución, por
parte de las entidades territoriales y las instituciones articuladas al Sistema Nacional de Atención
y Reparación Integral de las Víctimas (Herrera, 2015)52. Situación que se agrava con el nicho de
los parapoderes a nivel local, la cooptación estatal y la vigorosa “contracultura de la tenencia de
la tierra” (Gutiérrez, l. 275)53 complejizando aún más la perspectiva de las campesinas, que en
regiones como Urabá se ven sometidas a la “contracultura del patriarcado” liderada
fundamentalmente por los paramilitares en su afán de anular la capacidad de liderazgo por parte
de las mujeres.
52
Herrera, D. (2015, 1 de junio). Balance agridulce de la Ley 1448, Agencia de Prensa IPC, recuperado
de http://www.ipc.org.co/agenciadeprensa/index.php/2015/06/11/balance-agridulce-de-la-ley-1448/
Consultado en junio de 2016.
53
Gutiérrez, Myriam [entrevista experta académica], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá D. C.
132
reclamantes”, en simultánea con la impunidad para grandes empresarios y terratenientes, el
archivo o la prescripción de procesos judiciales contra los despojadores (FFF, 2016a)54.
Está claro que la política de restitución no puede sola, necesita de todo el Estado y en especial,
de las instancias territoriales que es donde se materializan o no los derechos. Sin embargo, se
sabe que los presupuestos locales están sujetos a restricciones, de allí la importancia de la
coordinación centro-localidades para sacar avante la política.
Las víctimas conocen bien la situación, pero el temor y el agotamiento les ha minado la
confianza en la restitución. Como lo expresa una activista de la Mesa de Víctimas de Antioquia,
pareciera mayor el riesgo que las ganancias:
…la restitución de tierras es un riesgo grandísimo, porque ya han matado a muchos líderes
que están reclamando tierras, igual siguen y seguirán cada vez más porque esto es como un
cartel, un cartel, los terratenientes quieren tener las grandes tierras, y el que tiene la plata
tiene el poder, entonces yo creo que la restitución de tierras, como se está implementando,
54
Fundación Forjando Futuros. (2016, 17 de mayo). Impunidad para los empresarios, despojo de tierras
para los campesinos, Fundación Forjando Futuros, recuperado de
http://forjandofuturos.org/fundacion/index.php/sala-de-prensa/comunicados/78-comunicados/1488-
impunidad-para-empresarios-despojo-para-campesinos Consultado en junio de 2016.
55
Valencia, L. (2016, 16 de abril). El cartel contra la restitución de tierras, Semana, Recuperado de
http://www.semana.com/opinion/articulo/leon-valencia-ordonez-lafaurie-uribe-y-el-cartel-contra-la-
restitucion-de-tierras/469644 Consultado en junio de 2016.
133
es un riesgo muy grande para las personas que están reclamando tierras, pues no veo las
garantías… no veo las garantías (Suárez, l. 54-60)56.
Otra de las dificultades se relaciona con el género, pues para algunas testimoniantes, la
restitución avanza igual entre hombres y mujeres, mientras que otras, observan mayores
desventajas de acuerdo a los roles de género, o la presunta debilidad e indefensión de las mujeres
comparadas con la fuerza y el ingenio de los varones. Lo que se aprecia en los testimonios es una
taxonomía desventajosa instaurada por las propias campesinas y reforzada por las instituciones
que de entrada, complejiza aún más la reclamación y la eventual reparación.
Pese a que en los diagnósticos para la formulación de la Ley se reconoce el sesgo de género en
materia agraria, a la hora de restituir derechos, los jueces se apegan a su formación en civil que
recoge toda una tradición acentuada en la preeminencia de la propiedad (Peña, Observatorio de
Tierras, 2014)*, en la cual las mujeres han logrado tímidos avances. Dicha tradición se queda
corta ante la justicia transicional, evidenciado en la falta de creatividad de las y los funcionarios
para interpretar y aplicar la norma. Otras veces, cuando las mujeres son llamadas en calidad de
sujetos procesales, rara vez consideran sus solicitudes y aspiraciones (Uribe, 2014).
De manera que al sopesar las dos grandes dificultades de género en los procesos de reparación
(autolimitaciones y aplicación de la norma), a la inseguridad para las reclamantes se agrega la
56
Suárez, Mariana [entrevista activista social], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto La
reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011,
Medellín-Antioquia.
57
Parada, Mónica; Uribe, Sonia & Peña, Rocío* [entrevista expertas académicas Observatorio de
Restitución y Regulación de Derechos de Propiedad Agraria], 2014, por Natalia Posada [trabajo de
campo], Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a
la emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Bogotá, D.C.
134
necesidad de que las campesinas surtan el autorreconocimiento como sujetos de derecho, desde
la autonomía y las libertades personales, hasta el empoderamiento en tanto sujetos políticos. Este
trabajo exige que las mujeres tomen consciencia de sí, de su posición en el mundo y sean capaces
de superponerse a la misma crianza y a los dogmas culturales.
Para cerrar el perfil, se discute sobre el retorno. De ser restituidas, por un lado las campesinas no
desean volver a los predios despojados en vista de los riesgos latentes en la región. De otra parte,
contemplan la posibilidad siempre y cuando el gobierno ofrezca garantías claras y permanentes
de seguridad. A propósito, Coll (2015) documenta que Human Rights Watchs ha denunciado la
continuidad de las amenazas contra las y los reclamantes de tierras, impidiendo los retornos y la
efectividad de los fallos favorables a las víctimas. Asimismo, en 2013 la ONG Somos
Defensores reseña más de 200 amenazas directas contra reclamantes y el asesinato de 70
defensoras y defensores de derechos humanos. Dice la autora que la política de restitución es un
avance pero está desorientada con respecto a las realidades territoriales de las y los despojados
(Coll, 2015).
Más allá de la seguridad militar, la restitución de un predio y los retornos, debe acompañarse del
fortalecimiento de procesos organizativos que favorezcan la productividad y la competitividad de
la mano de las aspiraciones reales de las mujeres. De no lograrse, las campesinas regresarían al
esquema de autosubsistecia que conocen y que da pie a la llamada feminización de la pobreza,
sin contar con las necesidades actuales de las familias campesinas, distintas a las de hace algunas
décadas. Para Gutiérrez (2014), lo anterior implica trascender la lógica de pequeños proyectos y
en su lugar, afianzar la productividad regional para el sostenimiento de una vida digna, no
meramente la subsistencia; o que bajo otra cara del despojo, las campesinas deban vender los
terrenos ya legalizados por la incapacidad para salir a flote, pasando de dueñas a engrosar la
creciente proletarización del campesinado.
En última instancia, los “ocupantes de buena fe” son un peligro para las reclamantes, tal cual
sucede en uno de los testimonios (Aurora Ibáñez), en el que hay un despojador que acrecienta su
patrimonio a través de la desposesión. No obstante, en ocasiones los segundos y terceros
ocupantes son campesinos tanto o más pobres que los demandantes, debilidad manifiesta en la
135
Ley 1448 de 201158, diseñada para los casos de grandes despojadores a la manera del
paramilitarismo, sin considerar por ejemplo, las distintas dinámicas en áreas de influencia
guerrillera (Cárdenas, 2015).
Mientras esto sucede en Urabá, en el oriente antioqueño no todo es celebración, aunque las
mujeres ya han sido reparadas, también hay malestares con el proceso. Por supuesto hay
importantes logros, el más franco atañe a la entrega de los proyectos productivos avenidos con la
restitución. La FFF dice que un alto porcentaje de las víctimas en oriente ha iniciado la ejecución
de un proyecto productivo, por un valor aproximado de 24 millones de pesos (FFF, 2016b)59.
Coll (2015), valora positivamente la entrega de proyectos productivos porque cumple con el
enfoque transformador de la Ley 1448 de 2011 en los procesos de restitución. Sin embargo, en la
situación de las mujeres, es menester analizar si los proyectos de ganadería, café y caña
responden efectivamente a las necesidades de las campesinas y si este tipo de apoyos son los que
se requieren para garantizarles la permanencia (p. 32). Hasta el momento, en el oriente
antioqueño los proyectos tienen buena acogida, aplicable también para las testimoniantes. Se
necesita eso sí, del seguimiento continuo por parte de los entes encargados para verificar que las
campesinas no queden solas en medio de la agreste competitividad mercantil.
Pero a diferencia de lo anterior, hay cuestiones con serios desajustes que comprometen la
vigencia de la restitución: (i) Los terrenos entregados no siempre se corresponden con la Unidad
Agrícola Familiar (UAF) y (ii) La calidad de las viviendas construidas, ordenadas en las
sentencias. El primer aspecto no está expreso en los testimonios pero es un continuo en materia
de tierras y mujeres, importante en el análisis.
Sobre lo primero, Uribe (Observatorio de Tierras, 2014) percibe que se podría atentar contra la
sostenibilidad de los proyectos y la autonomía económica de las campesinas, además de que se
abre un hueco para el despojo a través de la compra masiva de terrenos (Uribe, Observatorio de
58
Ver decreto 440 de 2016 expedido de cara a las circunstancias.
59
Fundación Forjando Futuros. (2016, 28 de mayo). Campesinos despojados de sus tierras sí están
retornando pero sin vivienda, Fundación Forjando Futuros, recuperado de
http://forjandofuturos.org/landings/tierra-sin-techo.html Consultado en junio de 2016.
La investigación estudia cien sentencias aleatorias que representan 174 casos de restitución de tierras bajo
la Ley 1448 de 2011, en cuatro de las zonas de mayor despojo en el país: Oriente antioqueño (45 casos),
Urabá (34), Montes de María (75) y Cesar (20).
136
Tierras, l. 400-410)60. No se disertará sobre la correspondencia de la UAF para cada una de las
testimoniantes, sin embargo, se recupera el caso de Nubia Pérez en San Carlos, con un marcado
desajuste entre las medidas legisladas y lo entregado por vía restitución, de manera que su
terreno escasamente alcanza una hectárea.
Se supone que con la restitución integral, se promueve la reparación de las víctimas a partir del
mejoramiento de las condiciones de vida anteriores al daño. En este sentido, aunque aquélla sea
la medida de la tierra objeto de reparación, cabría preguntarse en qué nivel operaría la restitución
integral, pues podrían quedar en entredicho las garantías a futuro de la campesina, por cuenta de
la extensión del terreno y el verdadero potencial del proyecto productivo; más aún si se considera
que a diferencia de lo que preconiza Gutiérrez (2014), esta mujer no forma parte de ninguna
cadena asociativa que la pudiera equilibrar para la competitividad del mercado. Esta forma de
restituir quizá no alcance para sacar a las campesinas de la pobreza y más bien, se encargue de
perpetuarla.
La otra queja tiene que ver con la calidad de las viviendas entregadas, y es que éste no parece un
problema aislado (como le ocurre a Nubia Pérez, por ejemplo): La FFF afirma que la falta de
construcción o mejoramiento de vivienda es la orden más incumplida con la restitución. De
hecho, en el oriente antioqueño, 63% de las víctimas manifiestan la mala calidad de la vivienda
recibida (FFF, 2016).
60
La resolución 041 de 1996 establece las extensiones de la UAF en Antioquia con base en la
potencialidad de explotación de los predios, para lo cual identifica nueve zonas relativamente
homogéneas. El municipio de Granada forma parte de la zona del Valle de Aburrá y el Oriente Cercano,
mientras que San Carlos integra la zona del Oriente Lejano. En el primer caso, la UAF se ha delimitado
así: Agrícola 3-5 ha; mixta 12-16 ha. y ganadera 27-37 ha. Para el Oriente Lejano, las medidas son:
Agrícola 6-8 ha; mixta 15-20 ha. y ganadera 52-71 ha. Ver Finkeros. (2013, 8 de octubre). Extensiones de
la UAF en Antioquia, ABC del Finkero, recuperado de http://abc.finkeros.com/extensiones-de-las-uaf-en-
antioquia/ Consultado en junio de 2016.
137
A tales embrollos, se suma la confusión de los funcionarios para identificar a las dueñas
legales/legítimas de los predios y la inaccesibilidad a los terrenos. Para algunas campesinas, la
ejecución del fallo no fluye con celeridad, a veces debido a los vestigios de la no titularidad de
derechos. Sucede entonces que cuando los encargados van a ejecutar la sentencia, personas
ajenas a la restitución informan que a su entender, el predio le pertenece a otro sujeto distinto a la
campesina restituida. Esto retrasa la concreción del fallo, ya que se necesita indagar en las
presunciones para no afectar en su derecho a otra persona, cuando se intenta reparar a la mujer
(caso Nubia Pérez).
El segundo aspecto, tiene que ver con la dificultad de las campesinas para acceder a los terrenos,
pues además de la inaccesibilidad física, muchas de estas áreas no pasan por un reordenamiento
social del territorio que favorezca la reconstrucción del tejido social (caso Lía Ruiz). Uribe
(Observatorio de Tierras, 2014), encuentra que con la restitución, mandan una comisión para
dejar a las mujeres en las tierras pero luego el Estado se va, dejándolas en medio de la nada, sin
herramientas sociales y de empoderamiento efectivas (Uribe, Observatorio de Tierras, l. 454-
460).
Otro tanto sucede con la lentitud de la restitución, un malestar generalizado en los testimonios.
Al respecto, Mira (2015)61 evoca la desarticulación entre los circuitos del Estado, cuando la rama
61
Mira, Pastora [entrevista funcionaria pública], 2015, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto
La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del
138
judicial supedita el cumplimiento de la sentencia a unos tiempos desfasados con los presupuestos
municipales y la normatividad interna de contratación (Mira, concejala de San Carlos, l. 255-
265). La Corte Constitucional llama a la coordinación inter partes (Auto 383 de 2010)62, no
obstante, el espacio representacional de la ley no alcanza a abastecer la materialidad en las
localidades, que desbordan por mucho las prerrogativas centralistas. Un primer paso, sería la
genuina consideración de la reparación dentro de los planes de desarrollo locales y las agendas
municipales, entretanto, la presión de las organizaciones y movimientos sociales es indispensable
para lubricar los pesados engranajes del sistema.
Para cerrar este perfil, se discuten las particularidades del proceso para las mujeres, que cubren
desde la demanda hasta los retornos. En los casos explorados, las campesinas defienden la
preservación de la unidad familiar, subrayan la alianza matrimonial como eje de la reparación, o
en otros casos se prioriza en el patrimonio para el bienestar de los hijos. Sólo una de las
testimoniantes ha defendido la propiedad a título personal y el de su hermana (Delia Rendón).
Vale anotar que las estructuras de género y sus formas convencionales de relacionamiento, se
cristalizan con fuerza en el derecho pero más aún en los sujetos, sus prácticas y creencias
cotidianas.
En general, las campesinas no perciben marcadas diferencias del proceso en relación con los
varones y afirman que la restitución ha sido relativamente sencilla, lo que se compagina con
Vega (FFF, 2016) respecto a la fluidez de la reparación en zonas como el oriente antioqueño,
caracterizadas por el abandono forzado y con escasos oponentes a las demandas. De la mano, se
han dado los retornos, en lo que FFF (2016) sostiene que en el oriente de Antioquia, el 82% de
los retornos son previos a las sentencias, apoyados en programas de las alcaldías de Medellín,
Granada y San Carlos (planes de desarrollo municipal 2008-2015). Las necesidades económicas
sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011, San
Carlos-Antioquia.
62
Corte Constitucional. Auto 383 de 2010. CORDINACIÓN DE POLÍTICA PÚBLICA DE ATENCIÓN
A LA POBLACIÓN DESPLAZADA DE ENTIDADES TERRITORIALES Y NACIONALES.
Magistrado ponente: Luis Ernesto Vargas Silva, Sala especial de seguimiento a sentencia T-025 de 2004
y autos de seguimiento. Recuperado de
http://www.corteconstitucional.gov.co/RELATORIA/Autos/2010/A383-10.htm Consultado en junio de
2016.
139
estimulan a las campesinas para regresar y por supuesto, el apego a los lugares abandonados que
ya forman parte de su identidad.
En la base está la estructura de género, compuesta por instituciones, prácticas y creencias que se
condensan en el desconocimiento de las propias campesinas de su condición de propietarias. El
conflicto armado y la victimización es una de las verticalidades que la robustecen y al unísono,
potencia cambios respecto a la tradicional invisibilización de las mujeres en materia de tierras y
derechos. De esta verticalidad, se desprenden el despojo y el desplazamiento forzado como
verticalidades subsidiarias del conflicto, que se cruzan con los patrones estructurales de violencia
y discriminación de las mujeres, traducidos en el incremento de los obstáculos para su acceso a
la propiedad de la tierra y la protección del patrimonio en el largo plazo.
A partir de esto, se entrecruza la verticalidad del derecho y el género, que en respuesta a los
vejámenes de las mujeres en el marco del conflicto armado, se expresa a través del espacio
representacional de las normas con el propósito de interferir en el espacio material y simbólico
de los sujetos, desde la cotidianidad hasta la adhesión a mecanismos más refinados para ordenar
sus vidas y ejercer control (por ejemplo, los imaginarios sociales respecto a la tierra y las normas
de propiedad).
140
que obstaculizan la restitución mediante la cooptación de funcionarios públicos y/o el
amedrentamiento para detener los procesos de reparación.
Otras de las veces, el espacio representacional de las sentencias restitutivas se queda corto ante la
materialidad en las localidades, de manera que formalmente se repara a las mujeres, en contravía
de las realidades financieras municipales y del orden representacional en los planes de desarrollo.
En estas geometrías del poder, opera también el mercado, una línea de corte adyacente al modelo
de desarrollo, con apuestas claras en un espacio físico de acumulación de capital (tierras) y
competitividad, cuya contracara para las mujeres ha sido el espacio simbólico de exclusión, el
relegamiento a la esfera privada, la dependencia a la figura del varón y la desvaloración social de
su derecho a formalizar vínculos autónomos con los predios.
En último lugar, los espacios físico, representacional y social marcados por las inequidades de
género son las configuraciones más difíciles de deshacer pues tienen las pesadas cargas de las
configuraciones sociales (normas jurídicas y extrajurídicas) y de los códigos morales que se
imbrican en las prácticas y la psique de los sujetos. Más allá de las verticalidades que afectan la
construcción del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, los lineamientos más difíciles de
141
remover están en manos de las propias mujeres, en su capacidad para superponerse a la tradición,
de dirigir sus propias vidas, administrar sus recursos y de reconocerse como parte activa y
creativa de un entorno.
Con lo anterior en mente, se discuten los factores de emergencia y posicionamiento del sujeto de
derecho mujer alrededor de la tierra, a la luz de la trayectoria de invisibilización, exclusión y
victimización de las campesinas antes y durante el conflicto armado.
La funcionaria pública Guerra (2014) de la URT de Medellín, propone que en San Carlos y
Granada la mayoría de reclamantes son varones, en virtud de su dominio exclusivo de las
escrituras o títulos (Guerra, l. 116-118)63. Ya se ha indicado que en las sociedades jerarquizadas,
todos los espacios están escalafonados física y mentalmente, ensamblados en el distanciamiento
social que al mismo tiempo refuerzan (Bourdieu, 1999). En las sociedades de tradición agraria,
las jerarquías se imbrican con las dinámicas de circulación, distribución y apropiación del capital
social, asociadas en este caso con la tenencia de la tierra, la base del capital en las relaciones del
campesinado. Con respecto a las mujeres, su invisibilización en las escrituras, limita su acceso
efectivo a la tierra, además de replegarlas material y mentalmente para reclamar los terrenos
perdidos, porque lo sobreentienden como un asunto de varones, reforzando con ello el dominio
de estos sobre el capital agrario, naturaliza la relación e invisibiliza la subordinación.
63
Guerra, Nuris [entrevista funcionaria pública URT], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo],
Proyecto La reparación en la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la
emergencia del sujeto de derecho. El caso de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley
1448 de 2011, Medellín-Antioquia.
142
no obstante las brechas que persisten en la cotidianidad. Para comprender la discordancia, habrá
que recordar el carácter social del espacio -la tierra-, como el producto de interrelaciones
(Massey, 2012) que en este caso, aluden a las campesinas y su posición en el campesinado, en el
derecho, en el conflicto armado y el desarrollo, todas esferas interdependientes y con puntos de
cruce permanentes. La tierra, producto material y simbólico de estas relaciones, por su misma
constitución está empapada de poder que se expresa conforme a la posición de las campesinas en
estas redes.
En esta órbita, la ley 1448 de 2011 sienta principios para tratar de encarar la desventaja
estructural de las mujeres frente a la tierra64. A pesar de que el reconocimiento formal no basta
para detener la exclusión e invisibilización, no debe olvidarse que el espacio también es el
escenario de la multiplicidad simultánea, por lo que la tierra es un objeto de disputa que para
resolverse por la vía democrática, será preciso explicitar el acuerdo social de base (Massey,
2012), lo cual implica el reconocimiento pleno de los actores sociales involucrados. Aquí el
Estado tiene un papel fundamental, al reconocer y respaldar a las mujeres como actoras centrales
en la malla de intereses agrarios, que eventualmente podría hacer de la tierra un recurso
extensible para una vida digna y equitativa.
Habrá que cuidarse eso sí, de un reconocimiento homogéneo, a la manera que el enfoque
diferencial opera en los mecanismos de restitución, en los que las mujeres se amontonan en el
64
En la base, están los Principios Pinheiro de Naciones Unidas, correspondientes a la voluntariedad,
seguridad y dignidad para el retorno. Por su lado, la Corte Constitucional a través del Auto 092 de 2008,
ordena a las entidades responsables de la política de tierras y atención a víctimas del conflicto armado, la
creación de un programa especial de acceso a la tierra para las mujeres. En el mismo sentido, este
organismo profiere tres sentencias que refuerzan las exigencias a las entidades estatales: (i) Sentencia T
496 de 2008: Se ordena crear un mecanismos de restitución de tierras con enfoque de género, antes de la
existencia del proceso administrativo actual; (ii) Sentencia C 715 de 2012: se reconoce que el derecho de
acceso a la tierra va más allá de los aspectos civiles relacionados con la propiedad privada. Se establece
que los beneficios de la Ley 1448 de 2011 aplican proporcionalmente para tenedores y poseedores de
predios, teniendo en cuenta sus afectaciones. Esta beneficia en gran medida a las mujeres, pues muchas de
las reclamantes de predios tienen una relación jurídica precaria con la tierra y en su mayoría, no son
propietarias; (iii) Sentencia C 180 de 2014: La restitución de tierras forma parte de la justicia transicional
y por lo tanto se flexibilizan los requisitos de acceso. La Corte aclara que en los procedimientos judiciales
de justicia y paz (Ley 975 de 2005) también se puede y debe hacer restitución de tierras como parte de la
reparación integral a las víctimas.
Finalmente, los documentos Conpes 161 de 2013: Enfoque de género; Conpes 3712: Plan de financiación
para la sostenibilidad de la Ley 1448 de 2011; Conpes 3784 de 2013: Mujeres víctimas del conflicto
armado (Coll, 2015, pp. 24-25).
143
mismo saco de la ruralidad, de modo que en los casos estudiados se obvia la interseccionalidad65
de campesinas de clase baja, adultas jóvenes o mayores, que no son atributos aleatorios en
cuanto a la reparación y sus alcances.
Las mujeres desplazadas se adaptan a la fuerza a los espacios receptores, alterando los roles
tradicionales que entre otras, las incentiva a reclamar el patrimonio perdido para devolver el
bienestar a la familia. Aunque los roles cambian, esto no necesariamente altera las estructuras de
género que se valen de la institucionalización de prácticas y representaciones, con posiciones
específicas para las mujeres. Las geometrías del poder muestran las nuevas relaciones que se
entretejen en el marco del conflicto, sin embargo, estos flujos cambiantes no alcanzan a mover
las estructuras, de modo que las campesinas replican el papel cuidador y aplazan sus necesidades
en pos del bienestar familiar. Dice MacDowell (2000) que una concepción relacional del espacio
no puede ser un llamado a la ingenuidad, como una promesa vacía de que a los regímenes de
género inevitablemente los secunda un cambio radical.
Desde otra perspectiva, las mujeres se organizan para reclamar pero en estos casos, no resaltan el
bienestar de las familias como sí la necesidad de incidir políticamente frente a la corrupción y el
acaparamiento de tierras. En estas experiencias aparece un sentido colectivo de justicia, evocado
desde la autodenominación como “víctimas” que no se refieren tanto a la tierra como el lugar de
sus afectos, sino al territorio como un espacio de empoderamiento plural. Hay un claro esfuerzo
65
Rosa Inés Curiel Pichardo (Ochy Curiel), que trabaja la teoría del feminismo lésbico decolonial, critica
el uso del término “interseccionalidad”, al entenderlo como un reducto del colonialismo que secciona las
características de los sujetos negra, mujer, pobre, etcétera, como si fuesen compartimentos separados que
eventualmente se entrecruzan, descuidando la integralidad subjetiva, el resultado abierto de estas
argamasas. En su lugar, propone la adopción del término “imbricación” para el análisis de estas
construcciones.
144
en pos de cambiar la estructura agraria del país, que muestra cómo en las trayectorias de
construcción del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, no siempre la revaluación del statu
quo entre hombres y mujeres es el estímulo inicial, sin embargo, no necesariamente se excluyen
tales reivindicaciones puesto que la organización misma de las campesinas para reclamar sus
tierras, va mostrando el desligamiento de las mujeres con el ámbito doméstico, silenciadas y
subsumidas a la acción y decisión de otros. La tierra entonces es un devenir (Massey, 2007, un
espacio que desata luchas con alcances materiales y representacionales. Siempre hay relaciones
pendientes, por omitirse o modificarse, de modo que la subjetivación política y jurídica es un
proceso abierto que dependerá de las interacciones, actores y posturas en los flujos de poder.
Mientras que algunas mujeres se amparan en los colectivos de víctimas, otras se acogen a los
roles tradicionales de género para vindicar su derecho a la tierra, verbigracia la maternidad. De
acuerdo con Meertens (2011), remarcar la categoría de madres cabeza de familia para acceder a
la reparación, conlleva el desconocimiento de las mujeres en calidad de sujetos de derecho por
mérito propio. Para Alviar (2008), en cambio, esta noción es una estrategia clave para el ejercicio
de la función social de la propiedad, mientras que por su parte los feminismos del ala marxista
interpelan la maternidad frente a la esencialización de la identidad femenina para acceder a
derechos, traduciéndolo como un rol prioritario a socializarse con los varones, para el cuidado de
la vida en tiempos de guerra (Miller, 2015).
La geografía feminista confronta los estereotipos de esta clase, en aras de remover el velo de la
naturalización (McDowell, 2000) que a menudo encubre las configuraciones sociales alrededor
de la tierra. En consecuencia, una auténtica propuesta de restitución para las campesinas, necesita
superar estos estereotipos, apoyada en lo que Caicedo Ramírez (2015) denomina como una
justicia transicional sencilla, accesible a las y los reclamantes desde el espacio representacional
normativo, que favorezca y estimule la inteligibilidad de las mujeres en los procesos legales,
requisito para que logren apropiarse de los predios eventualmente restituidos. Lo anterior
dependerá a su vez de una justicia transicional comunitaria, construida desde abajo, a partir de
las realidades locales (Caicedo Ramírez, 2015). Lograr esto se supedita a las conexiones de las
reclamantes con las diversas formas de capital en torno a la tierra, entre ellas el acercamiento al
145
Estado, a través de la conexión con las y los funcionarios competentes para la toma de decisiones
y la ejecución de los fallos.
Por su parte, las mujeres ya restituidas, afirman que la restitución les ha significado un
mejoramiento de las condiciones materiales de vida, a través de la legalización del terreno, el
acceso a la vivienda y la puesta en marcha de proyectos productivos. Empero, estas condiciones
no tendrían que ser novedosas, pues desde la Constitución Política de 1991 se enaltecen como
mínimos en derecho, de cuya garantía debe encargarse el Estado.
De acuerdo con Uribe (2014)66, acceder a derechos y ejercer la ciudadanía, resulta más efectivo a
través de la victimización, o en otros casos, como victimario. Resulta entonces que por medio de
los mecanismos de justicia transicional, se concretan los deberes ordinarios del Estado. En estas
circunstancias, las mujeres han removido en algo las estructuras de género que atraviesan la
tenencia de la tierra, ya que mediante la restitución, logran figurar como propietarias de los
terrenos, aunque sea en compañía del cónyuge.
Sin embargo, lograr la propiedad mediante la reparación, tiene sus pro y sus contra. Entre las
ventajas, se tiene que las mujeres han encontrado en esta vía, una oportunidad para “salirle
adelante” al Estado, exigiéndole el cumplimiento de unos mínimos en derecho. En el caso de las
mujeres víctimas, opera una suerte de esencialismo estratégico (Gayatry Spivak, en Lamas,
2006) bajo la victimización, una carta de entrada para el reconocimiento como sujetos de
derecho respecto a la tierra pero que debe asumirse con cautela, pues hay una fina línea entre la
victimización estratégica para el posicionamiento de la subjetividad política intermediada por la
restitución, y la victimización a la manera de un esencialismo sustancialista (Spivak, en Lamas,
2006) apegado a supuestas esencias, que podría devenir en revictimización.
Butler retoma a Spivak en términos del “esencialismo operativo” para polemizar la categoría
mujer dentro de la teoría feminista, el centro para cualquier reivindicación política, que podría
confluir en,
66
Uribe, Sonia [entrevista experta académica Observatorio de Restitución y Regulación de Derechos de
Propiedad Agraria], 2014, por Natalia Posada [trabajo de campo], Proyecto La reparación en la Ley de
Víctimas y Restitución de Tierras: Del anonimato jurídico a la emergencia del sujeto de derecho. El caso
de mujeres reclamantes de tierras en Antioquia bajo la Ley 1448 de 2011, Bogotá, D.C.
146
…un cierre político en la variedad de experiencias que se articulan como parte de un
discurso feminista. Cuando esta categoría se considera como representativa de un conjunto
de valores o disposiciones, se vuelve normativa en su carácter y, por tanto, excluyente en
principio (Butler, 1989a, en Mattio, 2009, p. 3).
Lo mismo ocurre con las mujeres víctimas del conflicto armado, quienes si bien han potenciado
sus derechos mediante la victimización reconocida en la ley, pasando de la restitución de tierras a
la titularidad de derechos, corren el riesgo de ser ubicadas eternamente en el plano de la
abyección, la destrucción moral y la dependencia, perpetuando con ello el avasallamiento de las
campesinas.
Bajo este manto, se piensa en los contra del reconocimiento de la titularidad de derechos
mediante la reparación en escenarios de conflicto armado. A partir de los análisis de Butler sobre
la identidad de “las mujeres”, se abre un interrogante con respecto a la identidad como
“víctimas”:
“¿Qué uso será legislado y qué juegos se producirán entre legislación y uso de tal manera
que los usos instrumentales de “identidad” no se conviertan en imperativos de regulación?”
(Butler 1989a, en Mattio, 2009, p. 4)67.
“las categorías de identidad nunca son meramente descriptivas, sino que son gravemente
normativas y por ello excluyentes, siempre se hace necesario el abrir tales términos a
nuevos usos, otrora no autorizados” (Butler, 1992, en Mattio, 2009, p. 4).
Esto no significa impugnar el uso de las categorías identitarias como un recurso para delimitar la
inclusión en la definición, siempre y cuando quede lugar a “un nuevo sitio de disputa política”.
De lo contrario, si los fundamentos contingentes de las categorías no son discutidos y
reelaborados permanentemente, se sacrifica irremediablemente el ímpetu radical de toda política
identitaria. En igual sentido, no se puede desconocer que aun cuando fuese posible fijar
transitoriamente el referente de las categorías identitarias, habrá que tomarse en serio la
historicidad de dichos términos, así pues, a la legítima necesidad de autodenominarse apelando a
ciertas categorías identitarias, hay que unir la imposibilidad de dominar la trayectoria de tales
categorías (Butler, 1992, en Mattio, p. 4). La reflexión encuadra perfecto para vigilar el apelativo
67
Aquí no interesa cuestionar quién establece la categoría de víctima o las disputas que ha suscitado su
construcción desde la legislación, en el marco de la Ley 1448 de 2011. Para un análisis completo, se
recomienda ver Bautista y Coll, 2013.
147
de la victimización, una nominación transitoria entramada en un proyecto más amplio de
subjetivación política y titularidad de derechos.
Finalmente, está el peligro de exotizar la guerra como situación excepcional en la que las
mujeres sufren daños anómalos o que no sufren aquéllas que no están inmersas de manera directa
en la guerra. En este orden, se sublima el conflicto armado como el escenario requerido para que
las mujeres tengan la posibilidad de negociar transformaciones en sus vidas, dejando a un lado
los daños padecidos en el cotidiano que también urgen de soluciones y transformaciones.
Según Alviar y Jaramillo (2012), este continuo de violencias experimentado por las mujeres
desde sus hogares, tiene una doble cara pues si bien por un lado resulta que no es tan fácil
discernir entre tiempos de guerra y paz cuando se trata del género, por otro lado estas duplas son
necesarias para que el Estado imparta justicia, que va desde la penalización de los victimarios al
reconocimiento efectivo de los derechos materiales e identitarios de las mujeres, como ejes de la
justicia de género. Pero esta dupla retorna el debate hacia la esencialización de las víctimas, que
podría perjudicar a las campesinas en su negociación de derechos económicos y sociales más de
lo que podría beneficiarlas, en vista de que ubicar a las víctimas en el mero plano del
abatimiento, hace más difícil argumentar que éstas son agentes económicos y sociales que han
sufrido daños (Alviar & Jaramillo, 2012, pp. 171-172).
En última instancia,
“habría que cuestionar la confianza en que los mecanismos de la justicia transicional (como
la restitución de tierras) logren escapar a la lógica patriarcal que reduce a los mecanismos
ordinarios” (Alviar & Jaramillo, 2012, p. 172)
Pero en últimas ¿Para qué reclamar lo que ya se perdió? Entre las motivaciones, figura la
previsión de futuros inconvenientes jurídicos alrededor del terreno, el incentivo de un proyecto
productivo para la generación de ingresos y la lucha por adquirir recursos propios para la
subsistencia. De acuerdo con Magdalena León (2008), la propiedad es la bisagra que une la
redistribución de los recursos materiales de una sociedad, con el reconocimiento de la identidad
en un binomio que constituye a la justicia de género.
148
En el núcleo de estos debates, está la familia, una unidad en permanente negociación, en medio
de la cooperación y el conflicto, situación última que podría dejar a las mujeres ante una seria
desventaja. Para afrontarla, las campesinas necesitan elementos para negociar, lo que las
economistas feministas llaman la posición de resguardo o de retirada, urgida de los activos a
nombre de las mujeres, una garantía para negociar, para fomentar la cooperación intrafamiliar y
pautar condiciones para la negociación (León, l. 350-356).
Pero para lograr la verdadera igualdad entre hombres y mujeres, es menester un cambio tanto en
el acceso de las campesinas a la propiedad como en el ejercicio de poder, lo cual dependerá de
efectivos procesos de empoderamiento que logren transformar las relaciones de género. El
asunto interroga también, la entrega de proyectos productivos en el paquete de restitución, pues
no debe suponerse que la inclusión de las campesinas en las dinámicas del desarrollo económico
se traduce necesariamente en su empoderamiento, ignorando con ello la inserción de la mano de
obra femenina para el sostenimiento de un modelo de planeación y desarrollo sentado en un
engranaje de producción capitalista desigual, en pos del sostenimiento de grandes capitales.
Habrá que sumar a la reflexión, la prospectiva con las actuales negociaciones de paz entre el
gobierno de Santos y las FARC, articulada en un acuerdo de Reforma Rural Integral en medio de
una disparidad de intereses en la política de tierras. Pero más allá de si es un pacto entre élites
(Garay, 2016)68, el concepto de mujer rural debe transversalizar todo el acuerdo y superar el
enfoque familista que envuelva lo pactado, reconocer a las mujeres como sujetos de derecho por
mérito propio, reforzado con el acercamiento del Estado a la ruralidad, con política y oferta
institucional adecuada y consensuada con las comunidades, en vigía por supuesto de las voces y
demandas de las mujeres campesinas (Gallego, 2014).
68
Garay, Luis Jorge [entrevista], 2016, por Juanita León [prensa] Los acuerdos de La Habana
básicamente son un acuerdo de élites, La Silla Vacía, Recuperado de http://lasillavacia.com/historia/los-
acuerdos-de-la-habana-b-sicamente-son-un-acuerdo-de-lites-luis-jorge-garay-55462 Consultado en junio
de 2016.
149
de gobernabilidad y ciudadanía. Su correlato: el espacio físico de las mujeres en tanto madres y
esposas bajo la tutela del varón, seguidas por la paridad matrimonial sobre los derechos de
propiedad, las preeminencias familistas en la ley y la preservación de la dicotomía entre espacios
públicos y privados.
El tercer componente del espacio representacional viene por cuenta del conflicto armado, con el
correlato físico del desplazamiento forzado para las mujeres y la asunción de nuevos roles a
partir de la ausencia del varón; o la mayor vulnerabilidad de aquéllas frente al despojo dada la
endeble relación con la propiedad de la tierra.
150
Entretanto, los flujos normativos en conexidad con los flujos cotidianos, desdibujan el espacio
físico y representacional, de lo cual resulta una formación en red, intricada por el concepto y el
acontecimiento, con expresiones rastreables en las experiencias de las mujeres reclamantes y las
ya restituidas.
De esta manera, se contempla la apertura del espacio, que en la investigación permite dar cuenta
del devenir de la tierra, las mujeres construyéndose como sujetos de derecho y en general, que
sobre el campo no todo está dicho y posiblemente, la apertura venga de la mano de la titularidad
de derechos en cabeza de las campesinas, que eventualmente logrará alterar las relaciones de
poder perpetuadas en la ruralidad.
Finalmente, no sobra la reflexión por el derecho como una máquina productora de regímenes de
conducta, en este caso entremezclados con estructuras de género que se (re)producen a través de
las instituciones económicas, políticas y culturales, de las prácticas e imaginarios de las personas
que día a día convalidan formas de ser y hacer las cosas.
La idea entonces no es cerrar al sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, a la manera de una
formación acabada. Por el contrario, es una nominación que no se agota en la sustantivación
jurídica. En estos flujos hay un tránsito permanente y multidireccional de conceptos y
acontecimientos entre espacialidades (física, representacional y social), con un marcado cariz
político que se condensa en las campesinas y todo el trasegar alrededor de la tierra. De este
proceso, se desprende una labor de autorreconocimiento por parte de las mujeres, indispensable
para forjar la autonomía, el empoderamiento y la corresponsabilidad de derechos,
consustanciales en la construcción de una ciudadanía con justicia de género, que para las mujeres
campesinas, inicia con la propiedad de la tierra y un medio que favorezca el goce efectivo de
derechos y la (re)subjetivación en tanto sujetos conscientes y libres.
151
En el capítulo de conclusiones y retos a futuro, se reúnen los elementos desarrollados a lo largo
de la tesis que han permitido el cabal cumplimiento de los objetivos de investigación, unas fases
sucesivas caracterizadas por la invisibilización de las mujeres, su victimización con ocasión del
conflicto armado, la reclamación de derechos sobre los predios y posterior reparación bajo la Ley
de Víctimas y Restitución, todos componentes para la apertura de la titularidad de derechos sobre
la tierra, el acicate inicial para la ciudadanía plena de las mujeres campesinas.
152
Conclusiones y retos a futuro
En este capítulo, se delimitan cuatro bloques, que atañen en primera instancia a la respuesta de la
pregunta de investigación, mediada por el cumplimiento de los objetivos y los principales
elementos de la lectura socioespacial, la guía interpretativa a lo largo del trabajo. En segundo
momento, se evalúan los logros y/o limitaciones de acuerdo con los propósitos trazados, es decir,
los alcances de la investigación. Tercero, se reflexiona acerca del papel de la teoría y
específicamente el valor de lo socioespacial, para concluir con un apartado sobre los retos a
futuro y el horizonte de sentido en la investigación sobre esta temática.
La pregunta logra resolverse a partir del cumplimiento de la ruta con los objetivos de
investigación, unas fases sucesivas emprendidas a partir de la delimitación y consulta de tres
perfiles de campesinas involucradas en distinto grado con los procesos de restitución de tierras
(despojadas no reclamantes, demandantes sin sentencia y mujeres ya restituidas bajo la Ley 1448
de 2011). Tanto los testimonios de las campesinas como la discusión de resultados, se presentan
de acuerdo a los distintos perfiles y en el orden secuencial pautado en los objetivos.
Las tres verticalidades que atraviesan estos procesos y se imbrican con el espacio físico y
representacional son (i) el género y el derecho, (ii) el género y el desarrollo, y (iii) el código
moral y pensamiento dualista, una tríada interactuante en la construcción del sujeto de derecho
mujer en torno a la tierra, que ha favorecido la invisibilización u obstaculización de las
campesinas en calidad de titulares de derecho sobre los predios ardua e ingratamente trabajados
por ellas durante años.
Por su parte, se cumple con el tercer objetivo al describir los problemas de estas campesinas para
acceder a la propiedad y goce efectivo de los predios bajo la Ley 1448 de 2011. En esta etapa, se
analizan los ritmos del proceso de restitución, las dificultades que lo ciñen y las particularidades
conforme al género. A través de este objetivo, se remarca el valor del reconocimiento oficial de
la victimización y la posterior incursión en los procesos de reparación, secundados por distintos
obstáculos que sortean las mujeres en su aspiración de recuperar la tierra. Conforme la
interpretación socioespacial, el conflicto armado y la victimización son una de las verticalidades
que robustecen los regímenes de género, al tiempo que potencian posibles alteraciones respecto a
la tradicional invisibilización de las mujeres en materia de derechos agrarios.
154
Finalmente, con el cuarto objetivo se logra identificar los factores de incidencia en el
posicionamiento de estas mujeres en tanto sujetos de derecho frente a la tierra, conforme los
procesos de reclamación a partir del reconocimiento inicial en el discurso legal como víctimas
del conflicto armado. El objetivo se desarrolla en el seguimiento del proceso de reclamación, al
contrastar la situación de las mujeres antes de la restitución y luego de la misma. Tal mecanismo
puede interpretarse a la luz del espacio físico y representacional. El primero comprende el
derecho moderno, la gobernabilidad y consolidación de la ciudadanía, correlativo al espacio
físico de las mujeres en la esfera privada, con roles de cuidado y reproducción. De igual manera,
la estructura agraria colombiana y los regímenes patrimoniales, son otros de los espacios
representacionales, traducidos en el espacio físico de la propiedad a cargo de varones, en
simultánea con la invisibilización de las campesinas. El conflicto armado aparece como el
tercero de los espacios representacionales, correlativo al espacio físico del desplazamiento
forzado y sus características de género. La justicia transicional es el cuarto espacio
representacional, que en el plano físico da lugar a la movilización de las víctimas en pos de la
materialización del Auto 092 de 2008. El quinto y último nivel del espacio representacional,
figura con la reparación a las víctimas concebida en la Ley 1448 de 2011, compaginada en el
espacio físico con el mecanismo de la restitución, entre otros. La interdependencia entre el
espacio físico y representacional, se refleja en el espacio social, es decir, en la sociedad. Este
último, se configura en medio del tránsito de las categorías desde el plano abstracto,
representacional, hacia el plano material, físico, concretándose de manera específica,
produciendo así determinadas versiones de la realidad.
Por todo esto, para resolver la pregunta de investigación es necesario detallar la construcción del
sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, que aquí se rastrea a través de unas etapas
redondeadas en los objetivos de investigación, que llevan hasta el camino abierto mediante la
reparación en la Ley 1448 de 2011, una oportunidad para la consolidación de la ciudadanía de las
mujeres campesinas, seguida por el fortalecimiento de la autonomía, el empoderamiento y la
necesaria corresponsabilidad entre derechos y deberes, en la base de la intersubjetividad de la
democracia y el Estado Social de Derecho.
155
El enfoque socioespacial es un componente primordial en el trabajo, que se conjuga con otras
corrientes de las ciencias sociales para responder la pregunta de investigación. Se tiene entonces
que el proceso de construcción del sujeto de derecho mujer en torno a la tierra, es un proceso
socioespacial desde la perspectiva del feminismo, que se robustece con variadas lecturas político
jurídicas, ello parte de un esfuerzo más grande por potenciar el valor y mérito de la analítica
socioespacial, al conversar con variadas tradiciones y lecturas en ciencias sociales. En otras
palabras, el enfoque socioespacial, más que un cuerpo teórico y metodológico reducido a un
grupo de expertos, rompe el fetiche del espacio y se imbrica con otras lecturas que enriquecen la
interpretación de las verdaderas problemáticas que fijan el quehacer diario del científico y la
científica social.
2. Alcances de la investigación
El conflicto armado se reconoce como eje analítico, pero la indagación no se agota aquí pues se
vale de interrogantes más amplios en relación con la estructura agraria del país y la posición de
las mujeres en este continuo, desde la época misma de la fundación del Estado nacional
colombiano hasta el presente.
Otro de los logros, resulta de la mirada dialógica de la política pública agraria en aras de
comprender el manejo de la tierra en el país y en el departamento, y las distintas posiciones de
las mujeres en estos flujos.
También se adelanta una mirada crítica del derecho, desde una perspectiva politológica y
feminista, que se enriquece con el acercamiento a movimientos sociales de mujeres y a
156
académicas feministas comprometidas con el estudio de las mujeres rurales. La reflexión sobre la
tradición jurídica en el país, de las configuraciones sociales, la estructura agraria y los regímenes
de género, fijan un horizonte histórico para interpretar las experiencias de las testimoniantes en
el cuadro de la reclamación de tierras y los fundamentos de su invisibilización o anulación como
sujetos de derecho en torno a este recurso.
Dichas geometrías tienen todo que ver con los cambios de posición en estas líneas, el
reposicionamiento, esto si se tiene en cuenta que la subjetividad política en el marco de la
titularidad de derechos, es un atributo logrado, no asignado, luchado y construido y como toda
construcción, muestra un proceso de reubicación, valoración y representación en torno a las
prácticas, imaginarios y materialidades desplegados en la tierra.
Así pues, en los procesos intersubjetivos, las mujeres se posicionan de víctimas a sujetos de
derecho, en clave de reparación como una ruta jurídica para la vindicación. En este entramado,
algo se tiene que mover: Se mueve el sujeto en los discursos, en las prácticas, por tanto se mueve
157
el espacio, la tierra, donde se posicionan y donde ejercen los derechos. Cabría preguntarse
entonces ¿Hay espacios que anulan la posibilidad de este ejercicio? Según los perfiles de las
campesinas, sí. En ellos, se reflejan las distintas posiciones de estas mujeres, que van desde lo
intersubjetivo hasta lo concreto. El dominio socioespacial de los sujetos, las prácticas y los
lugares resulta apropiado para entender la situacionalidad de las campesinas y el papel de la
intersubjetividad en su reposicionamiento a través del anonimato jurídico, la victimización y el
reconocimiento de la titularidad de derechos agrarios. Definitivamente, la titulación jurídica no
cierra el proceso, más bien es el aporte de la reparación que a través del mecanismo de la
restitución, brinda lo propio al amplio espectro de la construcción de la ciudadanía con justicia
de género.
4. Retos a futuro
Este trabajo puede servir de base para formular otros interrogantes acerca de las condiciones
reales para la autonomía y el empoderamiento de las mujeres tras ser reconocidas como titulares
de derecho, intermediadas por la propiedad de la tierra: ¿Qué o quiénes deberían alentar estos
procesos, de qué forma y en qué condiciones? ¿Cómo podría sostenerse la emancipación de las
mujeres campesinas tras ser reconocidas como sujetos de derecho? ¿Habrá cambios reales y
sostenidos en los modos de ser y hacer las cosas en el campo? ¿Variarán efectivamente las
relaciones interpersonales en los espacios íntimos, privados y públicos de las mujeres rurales?
¿Estos cambios realmente fortifican la construcción de sociedades con justicia de género? ¿Qué
aportes podrían retomarse de la batería conceptual socioespacial, para resolver los nuevos
interrogantes?
Mientras tanto, la pregunta de partida podría reformularse para vivificar la naturaleza procesual
de la configuración del sujeto de derecho, de modo que podría presentarse en estos términos:
¿Cuál es el papel que desempeñan las mujeres reclamantes de tierras en San Carlos, Granada y
Urabá antioqueño en el marco de la Ley 1448 de 2011, en tanto su construcción como sujetos de
derecho?
158
Las demás preguntas que alientan la investigación se discurren a lo largo del texto 69, mediante
elementos del enfoque socioespacial como son el espacio, las espacialidades y las
configuraciones espaciales; las geometrías del poder; las geografías feministas y las instancias
del pensamiento socioespacial, en especial las verticalidades a la manera de ejes transversales
para el cruce, análisis y prospectiva de la información. Por su parte, el sujeto de derecho y el
género son dos categorías presentes en lo corrido de la investigación, la primera rastreada a
través de las nociones socioespaciales y del género, mientras que ésta involucra a todas las
demás, en la historicidad del fenómeno de estudio.
Respecto a los aportes y el aprendizaje de la investigación cualitativa, habría mucho por decir:
Son tantos y tan valiosos que parece difícil condensarlos en unas cuantas palabras. Lo más
enriquecedor viene por cuenta de la vindicación de la voz de la otra, un sujeto en apariencia tan
distante a la investigadora (campesinas, contexto rural, agricultoras, amas de casa, víctimas
directas del conflicto armado) que desde el confortable escenario de la academia poco ha
contrastado con el mundo cotidiano de los sujetos del conocimiento.
69
¿Qué pistas podrían dar estos conceptos (los referentes teóricos) para interrogar la construcción del
sujeto de derecho mujer en materia de tierras? ¿De qué se habla con la problemática de la tierra en el país
y más concretamente en Antioquia, en términos de los sujetos de derecho? ¿Por qué se marca una
diferencia respecto a las mujeres con la adopción del concepto?
159
atributos que también se construyen y estarán mediados, en mayor o menor medida, por la acción
propia y la interacción permanente con los demás.
Entre estos otros, el Estado es un actor indispensable para la garantía de condiciones mínimas
que permitan a las mujeres irse posicionando como sujetos de derecho, en contextos altamente
inestables como la ruralidad colombiana. La política pública es el mecanismo por excelencia a
través del cual el Estado interviene en el ordenamiento social. Respecto a las políticas públicas
sobre tierras, mujeres y conflicto armado, no es conveniente proponer la formulación de nuevas
leyes por ejemplo, en tanto sí es menester alterar los mecanismos de acción que coordinen y
reconozcan los avances jurídicos que ya existen en la materia, verbigracia el entrelazamiento
para la puesta en marcha de la Ley 1448 de 2011 con la política de Mujer Rural (Ley 731 de
2002).
En igual medida, el Estado deberá permanecer alerta ante todos los factores que obstruyan el
goce efectivo de derechos por parte de las mujeres campesinas. No es otra cosa que remarcar su
obligación para desarticular las estructuras delictivas del despojo y el acaparamiento de tierras,
incluyendo el desmantelamiento de funcionarios que abusan de su posición política y cohonestan
con prácticas dolosas. De no lograrse, medidas como la restitución de tierras terminarían siendo
meros paliativos, en escenarios rurales con amplias brechas de género e injusticias de variada
índole.
Por su parte, se recomienda que la perspectiva de género deje de ser un tema marginal en la
academia, cuestión de interés de unos cuantos grupos de investigación o en el peor de los casos,
una moda o requisito para la aprobación de proyectos. Este también es un llamado para los
160
estudios socioespaciales, que tienen un fuerte potencial para desmenuzar e interpretar las
precisas hebras en la urdimbre generizada y sexuada de las sociedades y sus problemáticas: La
producción del espacio pasa por la producción de los sujetos y nada en estas construcciones,
petrificaciones y variaciones es aleatorio e inerte; en medio de todo ello, opera el género como
uno de los constructos más antiguos de la humanidad, con impactos concretos según cada
sociedad, y al igual que el espacio, se (re)produce y recrea entre los ritmos de la historia y la
subjetividad.
Desde luego, habrá que motivar la adopción de la batería teórica y metodológica socioespacial en
la investigación, enriquecerla en su uso pero no por y para el espacio a la manera de una entidad
aislada, sino efectivamente al servicio de las ciencias sociales, como área del conocimiento más
amplia y nutrida, si se quiere apostarle a un pensamiento complejo en el que el espacio deje de
ser esa dimensión aislada y plana, y se presente efectivamente como un motor analítico e
interpretativo.
Para la academia, las y los funcionarios públicos, mujeres rurales en general, movimientos
sociales, en fin, hombres y mujeres de toda posición e ideología, es importante el (auto)
reconocimiento como partes directas o indirectas en el conflicto armado y las rupturas que este
implica en los seres humanos. No está de más reposicionar la búsqueda y defensa de la dignidad
como seres vivos, valor inconmensurable, no otorgado, no adquirido, sino coextensivo a la vida
misma. Por fortuna se trata de seres humanos, sencillamente eso, en constante construcción en
tanto tales.
161
ANEXOS
Gráfico 1. Construcción sujeto de derecho mujer en torno a la tierra
162
Cuadro 2. Objetivos de la investigación y procedimiento
163
3. Técnicas orales, de discusión, 3. –Investigadoras/es
reunión de expertas y expertos, académicos.
técnicas dinámicas de grupo.
-Funcionarias/os públicos.
Participación (asistente o
ponente) en: Seminarios, -Activistas sociales.
coloquios, talleres, plenarias,
paneles, foros. -Víctimas conflicto armado.
Fuente: Elaboración propia. *En todos los objetivos se emplean las mismas técnicas y fuentes de
información, con variado grado de profundidad.
164
Cuadro 3. Caracterización de los sujetos de investigación
2015
2015
Investigadora T.
Soto conserva la
copia. 2015.
166
Magdalena León Socióloga NA NA NA NA
Universidad
Nacional, experta en
mujer rural, Bogotá
D.C., 2014.
CONSENTIMIENTO INFORMADO
Esta investigación contempla los parámetros establecidos en la resolución N° 8430 de 1993 del Ministerio de salud
y la Ley 1090 del 2006 -Código Deontológico y Bioético en Psicología-.
EXPLICACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN:
a. Justificación y objetivos:
Objetivo General: Identificar, caracterizar y analizar las experiencias de restitución de tierras para la
población desplazada en el Departamento de Antioquia, especialmente en las regiones con mayor despojo y
abandono forzado a partir de técnicas de carácter cualitativo y con enfoque diferencial de género.
Al finalizar la investigación, los investigadores informarán los resultados a la población participante, a través
de medios de comunicación de los que ustedes dispongan.
c. Riesgos e incomodidades: Su participación en este estudio no representa riesgo a nivel físico ni psicológico.
Si usted se siente cansado o agotado durante la actividad o si tiene alguna inquietud podrá decírselo a los
investigadores.
d. Beneficios: Por su participación en el presente estudio, usted no recibirá ningún tipo de pago o incentivo
económico o de otro tipo. Sin embargo, su valiosa colaboración permitirá hacer un aporte a la comprensión y
análisis del proceso de retorno y restitución de tierras, visibilizando el papel protagónico de la comunidad en
estos procesos y sirve de insumo para futuras intervenciones en este campo.
168
e. Responsabilidades que asumen los investigadores frente a los riesgos e incomodidades que genere la
participación en la investigación: Toda la información que usted suministre a los investigadores en el curso
de esta investigación permanecerá en secreto y, bajo ninguna circunstancia, será proporcionada a personas
diferentes a usted.
f. Consideraciones éticas:
Teniendo en cuenta su derecho a la privacidad, se garantiza que ninguna persona por fuera de la investigación
va a conocer acerca de su participación en este estudio, ni tampoco sus datos personales. Los investigadores se
comprometen a no informar en sus publicaciones, ninguno de los nombres de los participantes ni otra
información que permita su identificación.
La participación suya en este estudio es completamente voluntaria. Usted tiene plena libertad para negarse a
responder total o parcialmente las preguntas que le sean formuladas y a terminar su colaboración cuando a bien
lo considere.
Los fines de esta investigación son académicos y profesionales y no tienen ninguna pretensión económica. Por
tal motivo, la colaboración de los participantes es totalmente voluntaria y no tiene ningún tipo de
contraprestación económica ni de otra índole.
Cuando lo estime pertinente, usted podrá solicitar información con relación a los propósitos, procedimientos,
instrumentos de recopilación de datos, u otra que considere necesaria, sobre la investigación.
Los investigadores se comprometen a clarificar oportunamente cualquier duda que usted tenga sobre la
investigación. Para esto podrá comunicarse con la profesora Erika Torrejón Cardona a través del correo
electrónico: etorrejon1@gmail.com o en el teléfono 2196480
Si usted está de acuerdo en participar en este estudio, por favor firme abajo.
______________________________ _____________________________
Firma del participante Firma investigador principal
C.C. C.C.
______________________________ ______________________________
Firma testigo Firma testigo
______________________________ ______________________________
Nombre Nombre
______________________________ ______________________________
C.C. C.C.
______________________________ ______________________________
Dirección Dirección
______________________________ ______________________________
Relación con el participante. Relación con el participante.
169
Cuadro 4. Guía de entrevista para mujeres campesinas
OBJETIVO GENERAL: Dilucidar el papel que desempeñan las
mujeres reclamantes de tierra en Antioquia en el Marco de
la Ley de Víctimas 1448 de 2011, en tanto, sujetos de derecho
de la misma. PERFIL
3. Mujeres ya restituidas, en
1. Mujeres despojadas sin proceso de 2. Mujeres reclamantes con proceso bajo reconocimiento de titularidad de
OBJETIVOS ESPECÍFICOS restitución de tierras la Ley 1448 de 2011 derechos y sujetos de reparación.
1. Caracterizar las experiencias de las mujeres en Antioquia 1. ¿A nombre de quién estaba la finca de la que 1. ¿A nombre de quién estaba la finca de 1.¿A nombre de quién estaba la finca de
en torno a la tierra antes del abandono o despojo ocurridos fue desplazada forzadamente? ¿Tenía escrtura la que fue desplazada forzadamente? la que fue desplazada forzadamente?
en el marco del conflicto armado interno. pública? ¿Tenía escritura pública? ¿Tenía escritura pública?
2. ¿Qué piensa respecto a la titularidad de la 2. ¿Qué piensa respecto a la titularidad de 2. ¿Qué piensa respecto a la titularidad
finca? la finca? de la finca?
3. Describir los problemas de las mujeres para acceder a la 12. ¿Cómo ha sido el proceso de restitución de 12. ¿Cómo ha sido su proceso de
propiedad y goce efectivo de la tierra en Antioquia bajo la tierras en la vereda, según los casos de sus restitución de tierras? (desprender 12. ¿Cómo ha sido su proceso de
Ley 1448 de 2011. vecinos? formas organizativas para reclamar) restitución de tierras?
13. ¿Qué dificultades identifica con el proceso 13. ¿Qué dificultades identifica con el 13.¿Qué dificultades identifica con el
de restitución? proceso de restitución? proceso de restitución?
14. ¿Identifica algunas particularidades del 14. ¿Identifica algunas particularidades 14. ¿Identifica algunas particularidades
proceso con las mujeres? del proceso con las mujeres? del proceso con las mujeres?
15. ¿Retornaría a la finca de la que fue 15. ¿Retornaría a la finca de la que fue 15. ¿Retornaría a la finca de la que fue
desplazada, en caso de restituírsele? desplazada, en caso de restituírsele? desplazada, en caso de restituírsele?
Bibliografía o cibergrafía
Resumen de contenido general
Palabras clave
Transcripción de párrafos importantes con respectivas palabras o frase clave por Categorías analíticas por
parágrafo párrafos
Categorías teóricas y según objetivos
Notas reflexivas
Fuente: Elaboración propia.
Título evento
Fecha y lugar
Participantes
Generalidades del contenido Categorías analíticas
Notas reflexivas, aspectos relevantes
Fuente: Elaboración propia.
171
Cuadro 10. Triangulación de información
172
Gráfico 2. Normatividad nacional e internacional sobre mujeres, ruralidad y tierras
173
174
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