Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tomo como texto estas palabras de la sección 42, la revelación intitulada “La ley
de la Iglesia”:
Tomo del libro de Rut, en el Antiguo Testamento, estas expresiones, que aunque
originalmente no fueron pronunciadas con referencia al matrimonio, contienen
un principio que es totalmente aplicable:
”No me niegues que te deje, y me aparte de ti; porque a donde quiera que tú
fueres, iré yo, y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu
Dios mi Dios.
Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aún me
añada”, y ahora haré un leve cambio: que ni “la muerte hará separación entre
nosotras dos.” (Rut 1:16-17.)
Y para que sea henchida con la medida del hombre, conforme a la creación de
éste, antes que el mundo fuera formado”. (D. y C. 49:15-17.)
Cuando nosotros como Santos de los Últimos Días hablamos acerca del
matrimonio, estamos hablando acerca de una orden celestial y santa; estamos
hablando acerca de un sistema del cual puede emanar el mayor amor, gozo, paz,
felicidad y serenidad que la humanidad haya conocido; estamos hablando acerca
de crear una unidad familiar la cual tiene el potencial de ser perpetua y eterna,
una unidad familiar donde el hombre y la mujer pueden continuar en esa
asociación por toda la eternidad, y donde la madre, la hija, el padre y el hijo están
unidos por lazos eternos que nunca serán destruidos, una unidad la cual conduzca
a la exaltación y la vida eterna; y cuando hablamos acerca de la vida eterna, nos
referimos a la clase de vida que lleva Dios, nuestro Padre Celestial.
REPORT THIS AD
El profeta José Smith nos dice que Dios, al ver que se encontraba en medio de
espíritus y gloria, decretó leyes mediante las cuales éstos pudiesen avanzar y
progresar para llegar a ser como El. Esas leyes incluyeron la creación de esta
tierra; el darnos un cuerpo mortal con el cual pudiésemos ser probados en un
estado transitorio y recibir experiencias que sería imposible obtener en cualquier
otra forma; incluyeron la oportunidad de elegir entre el bien y el mal, hacer lo
bueno o lo malo, la oportunidad de progresar y desarrollarnos en las cosas del
espíritu; también incluyeron la oportunidad de entrar en una relación
matrimonial que tiene el potencial de convertirse en eterna. Comenzamos este
curso en la vida preterrenal; ahora nos encontramos aquí, tomando el examen
final de toda la vida que vivimos en aquel entonces, el cual también es el examen
de admisión para los reinos que están por delante.
La vida que vive nuestro Padre Celestial se llama vida eterna, y consiste de dos
cosas: la continuación de la unidad familiar en la eternidad, y una herencia de lo
que las Escrituras llaman la plenitud del Padre o la plenitud de la gloria del Padre
(D. y C. 76:56), significando el poder, dominio y exaltación que El mismo posee.
REPORT THIS AD
“Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán
vivificados.” (1 Cor. 15:22.)
“Porque todos los que quisieren recibir una bendición de mi mano han de cumplir
con la ley que rige esa bendición, así como con sus condiciones, cual quedaron
instituidas desde antes de la fundación del mundo.” (D. y C. 132:5.)
Este es el principio básico, regulador y predominante que rige los hechos de los
hombres de todas las épocas. Nadie obtiene algo de la nada. Todos hemos
recibido la resurrección como un don gratuito; pero en cierto sentido, ni siquiera
ésta es gratuita, ya que en la preexistencia hemos vivido dignamente en justicia y
de este modo ganado el derecho a pasar por este estado de probación mortal y de
resurrección posterior.
En la perspectiva más amplia y eterna, nadie obtiene algo sin tener que pagar un
precio por ello; de manera que vivimos la ley y como consecuencia natural
obtenemos la bendición prometida. El Señor dijo más adelante:
“Y de cierto te digo que las condiciones de dicha ley son éstas:” (aquí menciona
las condiciones de la ley que gobierna todos los aspectos de la religión revelada,
pero aplicaremos esto más específicamente a nuestra responsabilidad mayor, que
es el matrimonio). Todos los convenios, contratos, vínculos, compromisos,
juramentos, votos, efectuaciones, uniones, asociaciones o aspiraciones que por el
Santo Espíritu de la promesa, bajo las manos del que es ungido, no se hacen, se
celebran y se ligan, tanto por esta vida como por toda la eternidad, y eso también
de la manera más santa, por revelación y mandamiento, mediante la
instrumentalidad de mi ungido, al que he señalado sobre la tierra para tener este
poder (y he nombrado a mi siervo José para que tenga este poder en los últimos
días, y nunca hay más de una persona a la vez sobre la tierra a quien se confieren
este poder y las llaves de este Sacerdocio), ninguna eficacia, virtud o fuerza tienen
en la resurrección de los muertos, ni después de ella; porque todo contrato que
no se hace con este fin, termina cuando mueren los hombres.” (D. y C. 132:7.)
¿Qué es lo que implica esto? Como mortales, tenemos el poder de hacer entre
nosotros cualquier clase de arreglo o convenio que deseemos hacer, siempre que
sea legal dentro de la sociedad en que vivimos, el cual nos ligará tanto tiempo
como acordemos estar ligados, aun hasta la muerte. Pero como mortales, no
tenemos poder para ligarnos más allá de la muerte; ninguno de nosotros puede
entrar en un contrato que le permita hacer algo en la esfera del más allá. Dios nos
ha dado el libre albedrío para que lo ejerzamos aquí y ahora, mientras estamos en
la mortalidad.
Así nosotros, los Santos de los Últimos Días, luchamos y nos esforzamos por ser
dignos de tener una recomendación para poder entrar al templo, porque el
Espíritu no puede morar en un tabernáculo impuro. Luchamos a fin de que
nuestroxtabernáculo sea limpio, por ser puros, refinados, educados, y por tener
siempre la compañía del Espíritu Santo; cuando llegamos a ese punto, nuestro
obispo y el presidente de estaca, nos dan la tan deseada recomendación.
Creo que la idea más noble que puede albergar el corazón de un hombre, es el
hecho de que la unidad familiar continúa en la eternidad. El matrimonio celestial
es lo que abre la puerta a la vida eterna en el reino de nuestro Padre.