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Aunque parecen que no están y que sus años de éxito pasaron a la historia, los
negocios de pueblo o boliches de antaño se niegan a desaparecer, no solo
físicamente, sino que también se han quedado en la memoria de los habitantes que
los recuerdan y valoran el legado cultural y emocional que estos boliches han dejado
en ellos.
En la ciudad de Linares existen este tipo de locales y están repartidos por diversos
lugares de la urbe. En este reportaje, volveremos a encontrarnos con esa historia,
a través de un enigmático y reconocido boliche, que vive en la memoria colectiva de
la comuna.
Hacemos nuestra parada en un local, que para muchos es uno de los más
reconocidos y emblemáticos del sector oriente de la ciudad, que lleva un nombre
muy particular y si se quiere muy pertinente. Hablamos del “quita pena”, expendio
de bebidas alcohólicas y restaurant que se encuentra ubicado a escasos metros
del cementerio parroquial de la ciudad. Sus paredes exteriores gastadas, el nombre
del local a estas alturas desteñido, recuerdan que el paso del tiempo no ha sido en
vano, pero que en su interior hay una historia viva que es interesante conocer.
“Es muy lindo saber que este restaurant se ha mantenido por tanto tiempo en el
corazón de las personas, y que ha perdurado por tantos años, siendo parte del
barrio y de la ciudad”, manifiesta, emocionado, Lucho.
Al sentarse en cualquier sector del boliche, se puede ver, pegados en sus murallas,
afiches publicitarios de la década de los ochenta, que aunque desgastados por el
paso del tiempo, no dejan de emocionar y hacer rememorar momentos vividos. El
piso del local de madera, con muchas de sus tablas podridas, la poca luz que dejan
pasar las pequeñas ventanas instaladas en lo alto de la pared, así como el silencio
del local, dan la sensación de encontrarse en otra época, en otro espacio, en un
lugar perdido en el tiempo, pero tan vivo, que es difícil mantenerse indiferente.
El Quita Pena es, sin lugar a dudas, una muestra latente de la historia de la comuna,
que como en muchas otras ciudades, han dejado un legado cultural, arquitectónico
y emocional a los habitantes de estas ciudades.