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Ercilla, La Araucana PDF
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La Araucana
Alonso de Ercilla
© Pehuén Editores, 2001 )1(
ALONSO DE ERCILLA LA ARAUCANA
PRESENTACIÓN
Paréceme que siento enternecido la de ponerse en el punto de vista del otro, es excepcional y característica
al más cruel y endurecido oyente de Alonso de Ercilla.
desde bárbaro coo referido, Historia y Geografía se amalgaman en este poema que es el orgullo
al cual, señor, no estuve yo presente, y la gloria de una raza. He aquí a un español que toma su pluma en
que a la nueva conquista había partido 1550 ó 1554 ó 1560 y escribo:
de la remota y nunca vista gente:
que si yo a la sazón allí estuviera, Es Chile Norte Sur de gran longura,
la cruda ejecución se suspendiera. costa del nuevo mar, del Sur llamado,
tendrá del este al oeste de angostura
Pero no estaba ahí Ercilla. En cierto sentido llegó tarde a la cien millas, por lo más ancho tomado,
historia que cuenta, pero en otro sentido llegó a, tiempo. Y decimos bajo del Polo Antártico en altura
esto porque es imposible relatar algo que está sucediendo, sólo somos de veintisiete grados, prolongado
capaces de contar lo que ha pasado tal como le ocurre al poeta de La hasta do el mar Océano y chileno
Araucana. mezcla sus aguas por angosto seno.
Fuera de nuestro medio, ¿qué opiniones se han dado sobre la
Araucana? CARLOS RUIZ-TAGLE
La Enciclopedia Británica la considera como el mayor Canto Epico 1984
sobre la Conquista Española. Agrega que su mérito es la descripción
de las luchas con los aborígenes y su falla la desigualdad poética,
Voltaire emite una opinión singular. Compara a Colo Colo, el
anciano consejero de los caciques en pugna, que los insta a la paz y a la
unión, con Néstor de La Ilíada. Según Voltaire, es evidente que lo más
valioso de los escritores modernos se debe a la imitación de los modelos
de la antigüedad. Al comparar los consejos de Néstor y de Colo Colo,
Voltaire se queda con los de este último, que Ercilla tomó, seguramente,
de Homero. Un paso más en provecho de su teoría, de que lo mejor
de los nuevos poemas, es el material que se debe a las imitaciones.
Quien desee profundizar en esta curiosa opinión, puede leer Essai Sur
la Poesía Epique, Don Alonso de Ercilla, Capítulo VIII. Tomo 10.
1834, Chez Léfébre. París. Traducido para este volumen.
Si tuviéramos que señalar cuáles son los valores principales de la
Araucana, el primero es algo insólito: el amor y la admiración de un
español de la época de la Conquista, por sus enemigos, los araucanos.
Además habría que agregar varios otros. La fiereza del hombre y de la
mujer aborígenes, la descripción fluida, enamorada, de Chile, la visión
de los españoles contemplados por ojo araucano. Esta última facultad,
los españoles. Alonso sostuvo contra ellos una guerra larga y penosa, Agamenón. La disputa no es por un cautivo, sino por el mando del
corrió peligros terribles, vio y realizó las acciones más asombrosas, ejército. Cada uno de estos generales salvajes se vanagloria de sus méritos
cuya única recompensa fue el honor de haber conquistado, unas tierras y de sus proezas, y la pelea es tan acalorada que están a punto de llegar
rocosas y de someterlos a la obediencia del Rey de España. a las armas; entonces uno de los caciques llamado Colo Colo tan viejo
En el transcurso de esta guerra, Alonso concibió el proyecto de como Néstor, pero menos favorablemente dispuesto para con él que
inmortalizar a sus enemigos inmortalizándose a sí mismo. Fue al mismo el héroe griego, lanza la siguiente arenga:
tiempo el conquistador y el poeta: empleó los intervalos de tranquilidad
que la campaña le dejaba para cantar las acciones de guerra, y a falta de “Caciques, del Estado defensores,
papel, escribió la primera parte en pequeños trozos de cuero que después codicia de mandar no me convida
le dieron buen trabajo para ordenar y componer. El poema se llama a pesarme de veros pretensores
La Araucana por el nombre de aquella zona. de cosa que a mí tanto era debida;
Comienza con una descripción geográfica de Chile, de sus porque, según mi edad, ya veis, señores,
costumbres y de la forma de vivir de sus habitantes. Este principio, que que estoy al otro mundo de partida;
sería insoportable en cualquier otro poema, se hace aquí necesario, y no más el amor que siempre, os he mostrado,
disgusta puesto que la acción se desarrolla más allá del otro trópico, a bien aconsejamos me ha incitado.
donde los héroes son gentes salvajes que hubieran sido absolutamente
desconocidos para nosotros, si no los hubiera conquistado y celebrado. “¿Por qué cargos honrosos pretendemos,
El tema, que era nuevo, hizo nacer pensamientos nuevos. Voy a presentar y ser en opinión grandes tenidos,
uno al lector, como muestra, para poder comprobar la chispa de fuego pues que negar al mundo no podemos
que algunas veces animaba al autor. haber sido sujetos y vencidos?
“Los araucanos –decía– se quedaron muy sorprendidos al ver Y en esto averiguarnos no queremos,
criaturas parecidas a los hombres llevando fuego en las manos y mon- estando aun de españoles oprimidos:
tados en monstruos que luchaban debajo de ellos. Al principio los mejor fuera esa furia ejecutalla,
tomaron por dioses descendidos del cielo, armados de truenos y contra el fiero enemigo en la batalla.
seguidos de destrucción, y entonces se sometieron aunque con dificultad;
pero al cabo del tiempo, habiéndose familiarizado con sus conquista- ¿Qué furor es el vuestro, ¡oh, araucanos!,
dores, conocieron sus pasiones y sus vicios y decidieron que no eran que a perdición os lleva sin sentillo?
más que hombres. Entonces, avergonzados de haber sucumbido a seres ¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
mortales parecidos a ellos mismos, juraron lavar su error con la sangre y no contra al tirano en resistillo?
de aquéllos mismos que la habían provocado, e infligirles una venganza, Teniendo tan a golpe a los cristianos,
ejemplar, terrible y memorable”. volvéis contra vosotros el cuchillo?
Viene al caso hablar aquí de una parte del Canto II, que se parece Si gana de morir os ha movido,
mucho al principio de La Ilíada, y que habiendo sido tratado el tema no sea en tan bajo estado y abatido.
de forma distinta merece ser sometida a los lectores para que juzguen
con imparcialidad. La primera acción de La Araucana es una lucha “Volved las armas y ánimo furioso
entre los jefes de los bárbaros, igual como en Homero entre Aquiles y a los pechos de aquellos que os han puesto
que calma su animosidad, la ternura majestuosa de sus palabras, hasta Además no es un defecto mediocre el que su poema se componga
qué punto le anima el amor al país, cómo penetran en su corazón los de treinta y seis cantos muy largos. Se puede suponer con razón que un
sentimientos de la verdadera gloria, con qué prudencia ensalza su autor que no sabe o no puede detenerse, no es merecedor de una tal
valor reprimiendo su furor, con qué arte evita dar la superioridad a carrera.
ninguno de ellos: es un censor, un panegirista diestro; y por lo tanto Tan gran número de defectos no impidió al célebre Miguel de
todos se someten a sus razones, reconociendo la fuerza de su Cervantes decir que La Araucana puede compararse con los mejores
elocuencia, no mediante alabanzas vanas sino por la obediencia poemas de Italia. Sin duda el amor ciego a la patria es quien dictó al
inmediata. De otra parte, juzgad si Néstor es tan sabio al hablar de su autor español un juicio tan falso. El verdadero y sólido amor a la patria
sabiduría, si es tanto una forma segura de atraer la atención de los es hacer lo mejor para ella y contribuir a su libertad en la mayor medida
príncipes griegos, como de rebajarlos y considerarlos por debajo de posible; pero discutir solamente sobre los autores de nuestra nación y
sus antepasados, si toda la asamblea puede oír con alegría que Néstor vanagloriarnos de tener entre nosotros mejores poetas que nuestros
diga que Aquiles es el más valiente de los jefes presentes. Y después vecinos, es más amor a nosotros mismos que amor a nuestro país.
de haber comparado el parloteo presuntuoso y descortés de Néstor
con el discurso modesto y mesurado de Colo Colo; la odiosa diferencia VOLTAIRE, en Essai Sur la Poesie Epique, Don Alonso de Ercilla, Capítulo
de aquél otorga entre el rango de Agamenón, y el mérito de Aquiles, VIII. Tomo 10. 1834.
con esta igualdad de grandeza y de valor atribuidos con parte a todos
los caciques, que el lector se pronuncie. Y si hay un general en el
mundo que soporte de buena gana que se prefiera a un inferior por la
valentía; si hay una asamblea que aguante sin sobresaltos el discurso
de un hombre que le habla con desprecio y cante la gloria de sus
antecesores a sus expensas, entonces se podrá preferir Homero a
Alonso, en este caso particular.
Es verdad que si Alonso es superior a Homero en un solo pasaje,
está en el resto por debajo del menor de los poetas. Uno se sorprende
al verle caer tan bajo después de haberle visto volar tan alto. Sin duda
hay mucho fuego en sus batallas, pero ninguna invención, ningún plan,
ninguna variedad de las descripciones, ninguna unidad en la narración.
Este poema es más salvaje que las naciones que lo protagonizaron.
Hacia el final de la obra, el autor, que es uno de los principales héroes
del poema, hace de noche un largo y aburrido camino seguido de
algunos soldados, y para pasar el rato, hace surgir entre ellos una
discusión sobre Virgilio y en especial sobre el episodio de Didon. Alonso
aprovecha la ocasión para hablar con sus soldados de la muerte de
Didon, tal como la cuentan los antiguos historiadores y para mejor
desmentir a Virgilio y restituir su reputación a la reina de Cartago, se
divierte discutiendo el asunto durante dos cantos enteros.
LA ARAUCANA
Dirigida
al REY DON FELIPE
nuestro señor.
PRÓLOGO
DE DON ALONSO DE ERCILLA
y firmeza han defendido su tierra contra tan fieros enemigos como son
los españoles. Y, cierto, es cosa de admiración que no poseyendo los
araucanos más de veinte leguas de término, sin tener en todo el pueblo
formado, ni muro, ni casa fuerte para su reparo, ni armas, a lo menos
defensivas, que la prolija guerra y los españoles las han gastado y
consumido, y en tierra. no áspera, rodeado de tres pueblos españoles y
dos plazas fuertes en medio de ella, con puro valor y porfiada
determinación hayan redimido y sustentado su libertad, derramando
en sacrificio de ella tanta sangre así suya como de españoles, que con DECLARACIÓN
verdad se puede decir haber pocos lugares que no estén de ella teñidos DE ALGUNAS DUDAS QUE SE PUEDEN OFRECER EN ESTA OBRA (1)
y poblados de huesos, no faltando a los muertos quien les suceda en
llevar su opinión delante; pues los hijos, ganosos de la venganza de sus
muertos padres, con la natural rabia que los mueve y el valor que de
ellos heredaron acelerando el curso de los años, antes de tiempo PORQUE MUCHOS NO ENTENDERÁN ALGUNOS VOCABLOS O NOMBRES que
tomando las armas se ofrecen al rigor de la guerra, y es tanta la falta de aunque indios son ya tan recibidos y usados en aquella tierra de los
gente por la mucha que ha muerto en esta demanda, que para hacer nuestros, que no los han mudado en nuestro lenguaje, será bien
más cuerpo y henchir los escuadrones, vienen también las mujeres a la declararlos aquí, porque como yo, por variar uso alguna vez de ellos, el
guerra, y peleando algunas veces como varones, se entregan con grande que leyere este libro no tenga que preguntar.
ánimo a la muerte. Todo esto he querido traer para prueba y en abono ANGOL: Se llama el valle donde poblaron una ciudad y le pusieron
del valor de estas gentes, digno de mayor loor del que yo le podré dar nombre los confines de Angol.
con mis versos. Y pues, como dije arriba, hay ahora en España cantidad APÓ: Señor o capitán absoluto de los otros.
de personas que se hallaron en muchas cosas de las que aquí escribo, a ARAUCO (EL ESTADO DE): Es una provincia pequeña de veinte leguas de
ellas remito la defensa de mi obra en esta parte, y a los que la leyeren se largo y siete de ancho, poco más o menos,que produce la gente más
la encomiendo. belicosa queha habido en las Indias, y por eso es llamado el estado
indómito; llámanse los indios de él araucanos, tomando el nombre de
la provincia.
ARCABUCO: Espesura grande de árboles altos y boscaje.
BOHÍO: Es una casa pajiza, grande, de solo una pieza, sin alto.
CACIQUE: Quiere decir señor de vasallos, que tienen gente a su cargo.
Los caciques toman el nombre del valle de donde son señores, y de la
misma manera los hijos o sucesores que suceden en ellos; declárase
esto, porque los que mueren en la guerra se oirán después nombrar en
otra batalla: entiéndase que son los hijos o sucesores de los muertos.
CACHIRAS: Son unas cuentas muy menudas, a manera de aljófar, que las
hallan por las marinas, y en cuanto más menuda es más preciada; labran este nombre, sino al de noble linaje y señora de muchos vasallos y
y adornan con ellas sus llautos y las mujeres sus hinchos, que son como hacienda.
una cinta angosta que les ciñe la cabeza, por la frente, a manera de PENCO: Es un valle muy pequeño y no llano, pero como es puerto de
vidrios; andan siempre en cabello y suelto por los hombros y espaldas. mar poblaron en él los españoles una ciudad, la cual llamaron La
CAUPOLICÁN: Fue hijo de Leocán y Lautaro, hijo de Pillán. Declaro esto Concepción.
porque como son capitanes señalados, de los cuales la historia hace PUELCHES: Se llaman los indios de la sierra, que son fortísimos y ligeros,
muchas veces mención, por no poner tantas veces sus nombres, me aunque de menos entendimiento que los otros.
aprovecho de los de sus padres. VALDIVIA: Es un pueblo bueno y provechoso; tiene un puerto de mar
CAUTÉN: Es un valle hermosísimo y fértil, donde los españoles fundaron por un río arriba, tan seguro que varan los naos en tierra y está fundado
la más próspera ciudad que ha habido en aquellas partes, la cual tenía no muy lejos de un gran lago, al cual y a la ciudad llamó Valdivia de su
trescientos mil indios, casados, de servicio; llamáronla imperial porque nombre: entiéndase que cuando se fundaron estos pueblos era Valdivia
cuando entraron los españoles en aquella provincia hallaron sobre todas capitán general de los españoles, y a él se atribuye la gloria del
las puertas y tejados águilas imperiales de dos cabezas, hechas de palo, descubrimiento y población de Chile.
a manera de timbre de armas, que cierto es extraña cosa y de notar, VILLARICA: Es otro pueblo que fundaron los españoles a la ribera de un
pues jamás en aquella tierra se ha visto ave con dos cabezas. lago pequeño, cerca de los volcanes, que lanzaban a tiempos tanto fuego
COQUIMBO: Es el primer valle de Chile, donde pobló el capitán Valdivia y tan alto, que acontece llover en el pueblo ceniza.
un pueblo que le llamó la Serena, por ser él natural de la Serena; tiene un YANACONAS: Son indios, mozos, amigos, que sirven a los españoles;
muy buen puerto de mar, y llámase también el pueblo Coquimbo andan en su traje y algunos muy bien tratados, que se aprecian mucho
tomando el nombre del valle. de policía en su vestido; pelean a las veces en favor de sus amos, y
CHILE: Es una provincia grande que contiene en sí otras muchas algunos animosamente, en especial cuando los españoles dejan los
provincias. Toma el nombre de Chile toda la provincia por su valle, del caballos y pelean a pie, porque en la retiradas los suelen dejar en las
cual tuvieron primero noticia los españoles por el oro que en él se manos de los enemigos, que los matan crudelísimamente.
sacaba, y, como entraron en su demanda, pusieron nombre de Chile a
toda la tierra, hasta el estrecho de Magallanes.
EPANOMÓN: Nombre que le dan al demonio, por el cual juran cuando
quieren obligarse infaliblemente a cumplir lo que prometen.
LLAUTO: Es un trocho o rodete redondo, ancho, de dos dedos, que
ponen por la frente y les ciñe la cabeza: son labrados de oro y cachira,
con muchas piedras y dijes en ellos, en los cuales asientan las plumas o
penachos de que ellos son muy amigos; no los traen en la guerra porque
entonces usan celadas.
MAPOCHO: Es un hermoso valle donde los españoles poblaron la ciudad
de Santiago, y llámase asimismo el pueblo Mapochó.
MITA: Es la carga o tributo que trae el indio tributario.
MITAYO: Es el indio que la lleva o trae.
PALLÁ: Es lo que llamamos nosotros señora; pero entre ellos no alcanza
PARTE PRIMERA
CANTO I
Suplícoos, gran Felipe, que mirada Es Chile Norte Sur de gran longura,
esta labor, de vos sea recibida, costa del nuevo Mar del Sur llamado,
que, de todo valor necesitada tendrá del Este al Oeste de angostura
queda con darse a vos favorecida: cien millas por lo más ancho tomado;
es relación sin corromper sacada bajo del Polo Antártico en altura
de la verdad, cortada a su medida; de veintisiete grados prolongado,
no despreciéis el don, aunque tan pobre, hasta do el mar Océano y chileno
para que autoridad mi verso cobre. mezcla sus aguas por angosto seno.
Quiero a señor tan alto dedicarlo, Y estos dos anchos mares que pretenden,
porque este atrevimiento lo sostenga, pasando de sus términos, juntarse,
tomando esta manera de ilustrarlo, baten las rocas y sus olas tienden,
para que quien lo viere en más lo tenga, mas esles impedido el allegarse;
y si esto no bastare a no tacharlo, por esta parte al fin la tierra hienden
a lo menos confuso se detenga y pueden por aquí comunicarse.
pensando que, pues va a vos dirigido, Magallanes, señor, fue el primer hombre
que debe de llevar algo escondido. que, abriendo este camino, le dio nombre.
Chile, fértil provincia y señalada Digo que Norte Sur corre la tierra
en la región antártica famosa, y báñala del Oeste la marina;
de remotas naciones respetada a la banda del Este va una sierra
por fuerte, principal y poderosa: que el mismo rumbo mil leguas camina:
la gente que produce es tan granada, en medio es donde el punto de la guerra
tan soberbia, gallarda y belicosa, por uso y ejercicio más se afina:
que no ha sido por rey jamás regida Venus y Amor aquí no alcanzan parte,
ni a extranjero dominio sometida. solo domina el iracundo Marte.
Hacen fuerzas o fuertes cuando entienden También suelen hacer hoyos mayores
ser el lugar y sitio en su provecho, con estacas agudas en el suelo,
o si ocupar un término pretenden, cubiertos de carrizo, hierbas y flores,
o por algún aprieto y grande estrecho, porque puedan picar más sin recelo
de do más a su salvo se defienden allí los indiscretos corredores,
y salen de rebato a caso hecho, teniendo solo por remedio el cielo:
recogiéndose a tiempo a sitio fuerte se sumen dentro y quedan enterrados
que su forma y hechura es de esta suerte. en las agudas puntas estacados.
Juntos, pues, los caciques del senado, Do una fresca y altísima alameda
propóneles el caso nuevamente, por orden y artificio tienen puesta
el cual por ellos visto y ponderado, en torno de la plaza, y ancha rueda,
se trata del remedio conveniente; capaz de cualquier junta y grande fiesta,
y resueltos en uno y decretado que convida al descanso y al sol veda
si alguno de opinión es diferente, la entrada y paso en la enojosa siesta:
no puede, en cuanto al débito, eximirse, allí se oye la dulce melodía
que allí la mayor voz a de seguirse. del canto de las aves y armonía.
Después que cosa en contra no se halla, Gentes sin Dios ni ley, aunque respeta
se va al nuevo decreto declarando a aquel que fue del cielo derribado,
por la gente común y de canalla que como a poderoso y gran profeta
que alguna novedad está aguardando: es siempre en sus cantares celebrado,
si viene a averiguarse por batalla, invocan su furor con falsa seta
con gran rumor lo van manifestando y a todos sus negocios es llamado,
de trompas y atambores altamente, teniendo cuanto dice por seguro
porque a noticia venga de la gente. del próspero suceso o mal futuro.
Y estos que guardan orden algo estrecha El potente rey inca aventajado
no tienen ley, ni Dios, ni que hay pecados; en todas las antárticas regiones,
mas solo aquel vivir les aprovecha fue un señor en extremo aficionado
de ser por sabios hombres reputados; a ver y conquistar nuevas naciones;
pero la espada, lanza, el arco y flecha y por la gran noticia del Estado,
tienen por mejor ciencia otros soldados, a Chile despachó sus orejones,
diciendo que el agüero alegre o triste mas la parlera fama de esta gente
en la fuerza y el ánimo consiste. la sangre les templó y ánimo ardiente.
En fin, el hado y clima de esta tierra, Pero los nobles incas valerosos
si su estrella y pronóstico se miran, los despoblados ásperos rompieron,
es contienda, furor, discordia, guerra, y en Chile algunos pueblos belicosos
y a solo esto los ánimos aspiran; por fuerza a servidumbre los trujeron:
todo su bien y mal aquí se encierra, a do leyes y edictos trabajosos
son hombres que de súbito se aíran, con dura mano armada introdujeron,
de condición feroces, impacientes, haciéndolos con fueros disolutos
amigos de domar extrañas gentes. pagar grandes subsidios y tributos.
Los indios promaucaes es una gente Con una espada y capa solamente,
que está cien millas del Estado; ayudado de industria que tenía,
brava, soberbia, próspera y valiente, hizo con brevedad de buena gente
que bien los españoles lo han probado; una lucida y gruesa compañía;
pero, con cuanto digo, es diferente y con designio y ánimo valiente
de la fiera nación, que, cotejado toma de Chile la derecha vía,
el valor de las armas y excelencia resuelto en acabar de esta salida
es grande la ventaja y diferencia. la demanda difícil o la vida.
Pues don Diego de Almagro, adelantado, Tuvo a la entrada con aquellas gentes
que en otras mil conquistas se había visto, batallas y reencuentros peligrosos,
por sabio en todas ellas reputado, en tiempos y lugares diferentes,
animoso, valiente, franco y quisto, que estuvieron los fines muy dudosos;
a Chile caminó determinado pero al cabo, por fuerza los valientes
de extender y ensanchar la fe de Cristo; españoles con brazos valerosos,
pero, en llegando al fin de este camino, siguiendo el hado y con rigor la guerra,
dar en breve la vuelta le convino. ocuparon gran parte de la tierra.
CANTO II
Con un revés de todo se desquita, Por dioses, como dije, eran tenidos
que no quiere que nadie se le atreva, que los indios los nuestros; pero olieron
y mucho más que da siempre les quita, que de mujer y hombre eran nacidos,
no perdonando cosa vieja y nueva; y todas sus flaquezas encendieron;
de crédito y honor los necesita, viéndolos a miserias sometidos
que en el fin de la vida está la prueba, el error ignorante conocieron,
por el cual han de ser todos juzgados, ardiendo en viva rabia avergonzados
aunque lleven principios acertados. por verse de mortales conquistados.
Del bien perdido, al cabo, ¿qué nos queda No queriendo a más plazo diferirlo,
sino pena, dolor y pesadumbre? entre ellos comenzó luego a tratarse
Pensar que en él fortuna ha de estar queda, que, para en breve tiempo concluirlo
antes, dejara el sol de darnos lumbre, y dar el modo y orden de vengarse,
que no es su condición dejar la rueda, se junten a consulta a definirlo,
y es malo de mudar vieja costumbre. do venga la sentencia a pronunciarse
El más seguro bien de la Fortuna dura, ejemplar, cruel, irrevocable,
Es no haberla tenido vez alguna. horrenda a todo el mundo y espantable.
Eso verse podrá por esta historia, Iban ya los caciques ocupando
ejemplo de ello aquí puede sacarse, los campos con la gente que marchaba,
que no bastó riqueza, honor y gloria, y no fue menester general bando,
con todo el bien que puede desearse, que el deseo de la guerra los llamaba
a llevar adelante la victoria; sin promesas ni pagas, deseando
que el claro cielo al fin vino a tumbarse, el esperado tiempo, que tardaba
mudando la Fortuna en triste estado para el decreto y áspero castigo
el curso y orden próspera del hado. con muerte y destrucción del enemigo.
Sin dejarle acabar, dijo Elicura: Purén, que estaba aparte, habiendo oído,
“A mí es dado el gobierno de esta danza, la plática enconosa y rumor grande,
y el simple que intentare otra locura diciendo, en medio de ellos se ha metido,
ha de probar el hierro de mi lanza.” que nadie en su presencia se desmande.
Ongolmo, que el preimero ser procura, “¿Y quién a imaginar es atrevido
dice: “Yo no he perdido la esperanza, que donde está Purén más otro mande?”
en tanto que este brazo sustentare, La grita y el furor se multiplica,
y con él, la ferrada gobernare.” quién esgrime la maza y quién la pica.
“¿Por qué cargos honrosos pretendemos “Que esta flaca persona, atormentada
y en ser en opinión grande tenidos, de golpes de fortuna, no procura
o es que negar al mundo no podemos sino el agudo filo de una espada,
haber sido sujetos y vencidos? pues no la acaba tanta desventura:
Y en esto averiguarnos nos queremos aquella vida es bien afortunada,
estando aun de españoles oprimidos; que la temprana muerte la asegura;
mejor fuera esta furia ejecutalla pero, a nuestro bien público atendiendo,
contra el fiero enemigo en la batalla. quiero decir en esto lo que entiendo
Podría de alguno ser aquí una cosa Purén tras él lo trajo medio día,
que parece sin término notada, y el esforzado Olgolmo más de medio;
y es que, en una provincia poderosa, y cuatro horas y media Lebopía,
en la milicia tanto ejercitada, que de sufrirle más no hubo remedio.
de leyes y ordenanzas abundosas, Lemolemo siete horas le traía,
no hubiese una cabeza señalada el cual jamás en todo este comedio
a quien tocase el mando y regimiento, dejó de andar acá y allá saltando,
sin allegar a tanto rompimiento. hasta que ya el vigor le fue faltando.
De los hombros el manto derribando Era este noble mozo de alto hecho,
las terribles espaldas descubría, varón de autoridad, grave y severo,
y el duro y bravo leño levantando amigo de guardar todo derecho,
sobre el fornido asiento le ponía; áspero, riguroso y justiciero;
corre ligero aquí y allí, mostrando de cuerpo grande y relevado pecho,
que poco aquella carga le impedía; hábil, diestro, fortísimo y ligero,
era de sol a sol el día pasado, sabio, astuto, sagaz, determinado,
y el peso sustentaba aun no cansado. y en cosas de repente reportado.
Por entre dos altísimos ejidos Era salido el sol cuando el enorme
la esposa de Titón ya parecía, peso de las espaldas despedía,
los dorados cabellos esparcidos y un salto dio en lanzándole disforme,
que de la fresca helada sacudía, mostrando que aun más ánimo tenía:
con que a los mustios prados florecidos el circunstante pueblo, en voz conforme,
con el húmedo humor reverdecía, pronunció la sentencia, y le decía:
y quedaba engastado así en las flores “Sobre tan firmes hombros descargamos
cual perlas entre piedras de colores. el peso y grande carga que tomamos.”
Es cosa en que mil gentes han parado Fueron, pues, escogidos los ochenta
y están en duda muchos hoy en día, de más esfuerzo y menos conocidos:
pareciéndoles que esto que he contado entre ellos dos soldados de gran cuenta,
es alguna ficción o fantasía; por quien fuesen mandados y regidos;
pues en razón no cabe que un senado, hombres diestros, usados en afrenta,
de tan gran disciplina y policía, a cualquier peligro apercibidos:
pusiese una elección de tanto peso el uno se llamaba Cayeguano,
en la robusta fuerza y no en el seso. el otro Alcatipay de Talcahuano.
Sabed que fue artificio, fue prudencia Tres castillos los nuestros ocupados
del sabio Colocolo que miraba tenían para el seguro de la tierra,
la dañosa discordia y diferencia: de fuertes y anchos muros fabricados,
y el gran peligro en que su patria andaba: con foso que los ciñe en torno y cierra;
conociendo el valor y suficiencia guarnecidos de prácticos soldados,
de este Caupolicán que ausente estaba, usados al trabajo de la guerra:
varón en cuerpo y fuerzas extremado, caballos, bastimento, artillería,
de rara industria y ánimo dotado. que en espesas troneras asistía.
Viéndose en tanto estrecho los cristianos, No tan presto las fieras acudieron
de temor y vergüenza constreñidos, al bramar de la res desamparada,
las espadas aprietan en las manos, que de lejos sin orden conocieron
con ira envueltos y en furor metidos, del pueblo y moradores apartada,
cargan sobre los fieros araucanos como los araucanos cuando oyeron
por el ímpetu nuevo enflaquecidos; del valiente español la voz osada,
entran en ellos, hieren y derriban, partiendo más de ciento presurosos
y a muchos de cuidado y vida privan. del lance y cierta presa codiciosos.
Sintiendo un español mozo que había Acuden los contrarios de otra parte
demasiado temor en nuestra gente, y, en medio de aquel campo y ancho llano,
más de temeridad que de osadía, al ejercicio del sangriento Marte
cala sin miedo y sin ayuda el puente; viene el bando español y el araucano:
y puesto en medio de él, alto decía: la primera batalla se departe,
“Salga adelante, salga el más valiente: queda de ciento a un solo castellano,
uno por uno, a treinta desafío vuelven el crudo hiero no teñido
y a mil no negaré este cuerpo mío.” contra los que del fuerte habían salido.
Esta fue quien halló los apartados Viendo los nuestros ya que al plazo puesto
indios de las antárticas regiones; los tardos corredores no volvían,
por esta eran sin orden trabajados unos juzgan el daño manifiesto;
con dura imposición y vejaciones; otros, impedimentos les ponían;
pero rotas las cinchas y apretados, hubo consejo y parecer sobre esto;
buscaron modo y nuevas invenciones al cabo, encaminar se resolvían,
de libertad, con áspera venganza, ofreciéndose todos a una suerte,
levantando el trabajo a la esperanza. a un mismo caso y a una misma muerte.
¡Cuán cierto es, como claro conocemos, Aunque el temor allí tras esto vino,
que al doliente en salud consejos damos en sus valientes brazos se atrevieron,
y aprovecharnos de ellos no sabemos, y a su próspera suerte y buen destino
pero de predicarlos nos preciamos! el dudoso suceso cometieron:
Cuando en la sosegada paz nos vemos, no dos leguas andadas del camino,
¡qué bien la dura guerra practicamos! las amigas cabezas conocieron
¡Qué bien damos consejos y razones de los sangrientos cuerpos apartadas
lejos de los peligros y pasiones! y en empinados palos levantadas.
“Quien estos son tendréis en la memoria, En esto acaso llega un indio amigo,
pues hay tanta razón de conocellos, y a sus pies, en voz alta, arrodillado,
que si de ellos no hubiésemos victoria le dice: “¡Oh capitán, mira que digo
y en campo no pudiésemos vencellos, que no pases el término vedado;
será tal su arrogancia y vanagloria, veinte mil conjurados, yo testigo,
que el mundo no podrá después con ellos; en Tucapel te esperan, protestando
dudoso estoy, no sé, no sé que haga de pasar sin temor la muerte honrosa
que a nuestro honor y causa satisfaga.” antes que vivir vida vergonzosa!”
Valdivia aquí paró, y dijo: “¡Oh constante Como el caimán hambriento cuando siente
española nación de la confianza, el escuadrón de peces, que cortando
por tierra está el castillo tan pujante, viene con gran bullicio la corriente,
que en él solo estribaba mi esperanza! el agua clara en torno alborotando:
El pérfido enemigo veis delante, que, abriendo la gran boca cautamente,
ya os amenaza la contraria lanza; recoge allí el pescado, y apretando
en esto más no tengo que avisaros, las cóncavas quijadas lo deshace
pues solo el pelear puede salvaros.” y al insaciable vientre satisface.
“¡Oh ciega gente del temor guiada! En esto, una nervosa y gruesa lanza
¿A dó volvéis los temerosos pechos? contra Valdivia, su señor blandía;
Que la fama en mil años alcanzada dando de sí gran muestra y esperanza,
aquí perece y todos vuestros hechos. por más los persuadir, arremetía;
La fuerza pierden hoy, jamás violada, y entre el hierro español así se lanza,
vuestras leyes, los fueros y derechos; como con gran calor en agua fría
de señores, de libres, de temidos, se arroja el ciervo en el caliente estío
quedáis siervos, sujetos y abatidos. para templar el sol con algún frío.
“No os desnudéis del hábito y costumbre Rota la fiera asta, luego afierra
que de nuestros abuelos mantenemos, del suelo una pesada y dura maza;
ni el araucano nombre de la cumbre mata, hiere, destronca y echa a tierra,
a estado tan infame derribemos; haciendo en breve espacio larga plaza;
huid del grave yugo y servidumbre, en él se resumió toda la guerra,
al duro hierro osado pecho demos; cesa el alcance y dan en él la caza;
¿por qué mostráis espaldas esforzadas mas él, aquí y allí, va tan liviano,
que son de los peligros reservadas? que hieren por herirle el aire vano.
“Fijad esto que digo en la memoria ¿De quién prueba se oyó tan espantosa,
que el ciego y torpe miedo os va turbando; ni en antigua escritura se ha leído,
dejad de vos al mundo eterna historia, que estando de la parte victoriosa
vuestra sujeta patria libertando; se pase a la contraria del vencido?
volved, no rehuséis tan gran victoria, ¿Y que solo el valor, y no otra cosa,
que os está el hado próspero llamando; de un bárbaro muchacho haya podido
a lo menos, fijad el pie ligero, arrebatar por fuerza a los cristianos
veréis cómo en defensa vuestra muero.” una tan gran victoria de las manos?
No los dos Publios Decios que las vidas Estaba el suelo de armas ocupado
sacrificaron por la patria amada, y el desigual combate más revuelto,
ni Curcio, Horacio, Escévola y Leonidas cuando Caupolicano, recortado,
dieron muestra de sí tan señalada; a las amigas voces había vuelto;
ni aquellos que en las guerras tan reñidas también habían sus gentes reparado,
alcanzaron gran fama por la espada, con vergonzoso ardor en ira envuelto,
Furio, Marcelo, Fulvio, Cincinato, de ver que un sol mozo resistía
Marco Sergio, Filón, Sceva y Dentato. a lo que tanta gente no podía.
Decidme: ¿estos famosos qué hicieron Cual suele acontecer a los de honrosos
que al hecho de este bárbaro igual fuese? ánimos de repente inadvertidos,
¿Qué empresa, qué batalla acometieron o cuando en los lugares sospechosos
que a lo menos en duda no estuviese? piensan otros que van desconocidos,
¿A qué riesgo y peligros se pusieron que en pendencias y encuentros peligrosos
que la sed del reinar no los moviese? huyen; pero si ven que conocidos
¿Y de intereses grandes asistidos fueron de quien los sigue, avergonzados,
que a los tímidos hacen atrevidos? vuelven furiosos, del honor forzados,
(1) Tiembla
Gran rato anduvo en término dudoso Dos mil amigos bárbaros soldados,
la confusa victoria de esta guerra, que el bando de Valdivia sustentaban,
y en el aire de estruendo sonoroso, en el flechar del arco ejercitados,
roja de sangre y húmeda la tierra; el sangriento destrozo acrecentaban;
quién busca y solo quiere un fin honroso, derramando más sangre, y, esforzados,
quién a los brazos con el otro cierra, en la muerte también acompañaban
y por darse más presto cruda muerte, a la española gente, no vencida
tienta con el puñal lo menos fuerte. en cuanto sustentar pudo la vida.
Cuando de aqueste y cuando de aquel canto Tal tempestad de tiros, Señor, lanzan
mostraba el buen Valdivia esfuerzo y arte, cual el turbión que granizando viene,
haciendo por la espada todo cuanto en fin, a poco trecho, los alcanzan,
pudiera hacer el poderoso Marte, que un paso cenagoso los detiene:
no basta a reparar él solo tanto, los bárbaros sobre ellos se abalanzan,
que falta de los suyos la más parte; por valiente el postrero no se tiene;
los otros, aunque ven su fin tan cierto, murió el clérigo luego, y, maltratado,
ningún medio pretenden ni concierto. trujeron a Valdivia ante el senado.
Cual suelen escapar de los monteros Como el dañoso toro, que apremiado
dos grandes jabalíes fieros, cerdosos, con fuerte amarra al palo, está bramando
seguidos de solícitos rastreros de la tímida gente rodeado,
de la campestre sangre codiciosos, que con admiración le está mirando,
y salen en su alcance los ligeros y el diestro carnicero ejercitado,
lebreles irlandeses generosos, el grave y duro mazo levantado,
con no menor codicia y pies livianos recio al cogote cóncavo desciende,
arrancan tras los míseros cristianos. y, muerto, estremeciéndose le tiende;
Y dando orden bastante y esto hecho, “A Valdivia y los suyos habéis muerto,
para acabar de ejecutar su saña, y a una importante plaza destruido;
con gran poder y ejército de hecho, venir a la venganza será cierto
querían pasar al vuelta de la España, luego que en las ciudades sea sabido;
pensándola en poner en tanto estrecho demos al enemigo el paso abierto,
por fuerza de arma, puestos en campaña, esto asegura más nuestro partido;
que fuesen cultivadas las iberas vengan, vengan con furia, a rienda suelta,
tierras de las naciones extranjeras. que difícil será después la vuelta.
“Menos que vos, señores, no pretendo “Esto os vengo a decir, porque se entienda
la dulce libertad tan estimada, cuánto con más seguro acertaremos,
ni que sea nuestra patria yo defiendo para poder tomar la justa enmienda,
en el sublime trono restaurada: que en sitios escogidos esperemos,
mas hase de atender a que, pudiendo donde no habrá en el mundo quien defienda
ganar, no se aventure perder nada; la razón y derecho que tenemos;
y así con este celo y fin, procuro cuando temor tuviesen de buscarnos
no poner en peligro lo seguro. a sus casas iremos a alojarnos.”
Por darle más favor le tenía asido Fue Lautaro industrioso, sabio, presto,
con la siniestra de la diestra mano, de gran consejo, término y cordura,
diciéndole: “¡Oh varón, que has extendido manso de condición y hermoso gesto,
el claro nombre y límite araucano!, ni grande ni pequeño de estatura;
por ti ha sido el estado redimido, el ánimo en las cosas grandes puesto,
tú lo sacaste del poder tirano, de fuerte trabazón y compostura,
a ti solo se debe esta victoria, duros los miembros, recios y nerviosos,
digna de premio y de inmortal memoria. anchas espaldas, pechos espaciosos.
“Y, señores, pues es tan manifiesto Por él las fiestas fueron alargadas,
(esto dijo volviéndose al senado) ejercitando siempre nuevos juegos
el punto en que Lautaro nos ha puesto de saltos, luchas, pruebas nunca usadas,
(que así el valiente mozo era llamado), danzas de noche en torno de los juegos;
yo por remuneralle en algo de esto, había precios y joyas señaladas,
con vuestra autoridad que me habéis dado, que nunca los troyanos ni los griegos,
por paga, aunque a tal deuda insuficiente, cuando los juegos más continuaron,
le hago capitán y mi teniente. tan ricas y estimadas las sacaron.
Del grato mozo el cargo fue aceptado “Por tierra de Elicura son bajados
con el favor que el general le daba; catorce valentísimos guerreros,
aprobólo el común aficionado, de corazas finísimas armados,
que si a alguno pesó no lo mostraba: sobre caballos prestos y ligeros;
y por el orden y uso acostumbrado, por estos solos son desbaratados
el gran Caupolicán le trasquilaba, dos escuadrones tuyos de piqueros,
dejándole el copete en trenza largo, y, visto el gran estrago, al improviso,
insignia verdadera de aquel cargo. partí corriendo a darte de ello aviso.”
y del sangriento y áspero combate. GENTE DE REPUESTO: MUEREN SIETE ESPAÑOLES Y TODOS LOS AMIGOS QUE
LLEVAN; ESCAPANSE LOS OTROS POR UNA GRAN VENTURA.
No quiero yo decir que a cada paso Fue hecho tan notable que requiere
traiga el hierro en la mano la justicia, mucha atención y autorizada pluma,
sino según la gravedad del caso y así digo que aquel que lo leyere
y la importancia y fin de la malicia, en que fue de los grandes se resuma:
pues vemos claro en el presente caso dirá cuanto en mi estilo yo pudiere,
que, al cabo corrompida de avaricia, aunque todo será una breve suma,
dio a la maldad lugar de arraigase y los nombres también de los soldados
y en los ánimos mas se apoderase. que con razón merecen ser loados.
En un punto los bárbaros formaron Ellos que iban así por la espesa
de puntas de diamante una muralla; mata, al calar de un áspero collado,
pero los españoles no pararon ven un indio salir a toda priesa,
hasta de parte a parte atravesalla: el vestido y el rostro demudado,
hombres, picas y mazas tropellaron, el cual en el camino se atraviesa,
revuelven por dar fin a la batalla y del seno sacó un papel cerrado
con más valor y esfuerzo que esperanza, que Juan Goméz de Almagro, el propio día,
vista de los contrarios la pujanza. dando aviso a Valdivia, escrito había.
Tras los nuestros los bárbaros saliendo Calan de fuerte fresno como vigas
en el llano asimismo repararon, los bárbaros las picas al momento,
y la gente esparcida recogiendo de la suerte que suelen las espigas
dos gruesos escuadrones reformaron: derribarse al furor del recio viento;
los catorce españoles, conociendo no bastaron las armas enemigas
que era mejor romper, se aparejaron, al ímpetu español y movimiento,
mueven los escuadrones concentrados, que los nuestro rompieron por un lado
por el fuerte Lincoya gobernados. dejando el escuadrón aportillado.
Con flautas, cuernos, roncos instrumentos, A aun tiempo los caballos volteando,
alto estruendo, alaridos desdeñosos, lejos las rotas lanzas arrojadas,
salen los fieros bárbaros sangrientos vuelven al enemigo y fiero bando
contra los españoles valerosos, en alto ya desnudas las espadas;
que convertir esperan en lamentos otra vez arremeten, no bastando
los arrogantes gritos orgullosos; infinidad de puntas enastadas
tanto el esfuerzo y ánimo les crece puestas en contra de la airada gente,
que poca gente en contra les parece. a que no se mezclasen igualmente.
Los unos que no saben ser vencidos, Cortés y Pero Niño, por un lado,
los otros a vencer acostumbrados, hacen un fiero estrado y cruda guerra:
son causa que se aumenten los heridos Morán, Gómez de Almagro y Maldonado
y que bajen los brazos más pesados; siembran de cuerpos bárbaros la tierra;
de llamas los arneses encendidos, el Herrero, como hombre acostumbrado
con gran fuerza y presteza golpeados, y diestro en golpear, mata y atierra;
formaban un rumor, que el alto cielo pues Nereda también queda maestro,
del todo parecía venir al suelo. hiere, derriba a diestro y a siniestro.
Los dos puesto así se retiraron, El buen Morán, con mano cruda y fuerte,
sin sangre y sin vigor, desalentados, sacó la flecha y ojo en ella asido;
que jamás las espadas se mostraron, Gonzalo al duro paso de la muerte
mas siempre frente a frente careados; le apercibe y esfuerza condolido;
ambos a un mismo tiempo repararon, pero Morán gritó: “No estoy de suerte
a un punto hicieron alto, y desviados que me sienta de esfuerzo enflaquecido,
los uno de los otros tanto estaban, que solo así herido soy bastante
que aun tiro de flecha no distaban. a vencer cuantos veis que están delante.”
Y desde allí con lenguas injuriosas, Con gran alarde, estruendo y movimiento,
a falta de las manos, se ofendían, sobre la cumbre de una verde loma,
diciéndose palabras afrentosas, tendidas las banderas por el viento,
la muerte con rigor se prometían, Lautaro con la presta gente asoma:
y a vueltas de esto, flechas peligrosas como cuando de lejos el hambriento
los enemigos arcos despedían, león viendo la presa placer toma,
que aunque el aliento y fuerza les faltaban y mira acá y allá, feroz rugiendo,
el rabioso rencor las arrojaba. el vedijoso cuello sacudiendo.
Estaban del camino desviados, Vuelvo a los seis guerreros, que sintiendo
y uno de los caballos relinchando, la desgracia de Almagro, lo mostraban;
el español, con pasos sosegados, pero ayudarle en ella no pudiendo,
al alegre rumor se fue acercando; a la Imperial ciudad enderezaban:
llegó donde los seis amedrentados la tempestad furiosa iba creciendo,
con baja voz estaban de él tratando, relámpagos y truenos no cesaban,
y en aquella sazón se les presenta, hasta que salió el sol y el claro día
dándoles del suceso entera cuenta. la plaza de Purén les descubría.
Con espanto fue luego conocido Era un castillo, el cual con poca gente
que entre ellos ya por muerto se tenía, le había Juan Gómez antes sustentado,
y cada uno de lástima movido hallándose una noche de repente
a morir en su ayuda se ofrecía; de multitud de bárbaros cercado;
mas él, como animoso y entendido, repelidos al fin gallardamente,
viendo que aprovechar no le podía, fue por su industria el cerco levantado;
dice: “De mí, señores, nadie cure, no escribo esta batalla, aunque famosa,
la vida el que pudiere la asegure.” por no tardarme tanto en cada cosa.
Esto no dijo bien, cuando esforzado Allí los seis guerreros arribados
por el bosque tomó una senda incierta, fueron con tierna muestra recibidos
y aquella más usada deja a un lado, de los caros amigos, admirados
de gente y pueblos bárbaros cubierta; de verlos a tal término traídos,
otro trance mayor le está aguardando, míseros, afligidos, demudados,
pero, pues hay en Chile historia cierta, flacos, roncos, deshechos, consumidos,
allí lo podrá ver el que quisiere, corriendo sangre y lodo, sin celadas,
si gana de saberlo le viniere. las armas con las carnes destrozadas.
Juntos, el general con grave muestra Los blancos rostros, más que flores bellos,
les habla y los recibe alegremente, eran de crudos puños ofendidos,
y asiendo blandamente de la diestra y manojos dorados de cabellos
al valiente Lautaro, su teniente, andaban por los suelos esparcidos;
una escuadra le entrega de maestra, vieran pechos de nieve y tersos cuellos
escogida, gallarda y de buena gente, de sangre y vivas lágrimas teñidos,
en armas y trabajo ejercitada y rotos por mil partes y arrojados
para cualquier empresa y gran jornada. ricos vestidos, joyas y tocados.
(1) Verlas.
Esta cuesta Lautaro había elegido Apenas el primer paso había dado,
para dar la batalla, y por concierto cuando luego, tras él osadamente,
tenía todo su ejercito tendido por el fragoso monte levantado,
en lo más alto de ella y descubierto; alegre comenzó a subir la gente.
viendo que a pie en lo llano es mal partido Lautaro, sin moverse, arrinconado,
seguir a los caballos campo abierto, franca les da la entrada llanamente;
el alto y primer cerro deja exento, diez mil hombres gobierna, gente usada
pensando allí alcanzarlos por aliento. en el duro ejercicio de la espada.
Porque se tome bien del sitio el tino, Tenía su campo en torno de la cuesta,
quiero aquí figurarlo por entero. y mandado que nadie se moviese
La subida no es mala del camino, un paso a comenzar la dura fiesta
mas todo lo demás despeñadero; hasta que el son de arremeter se oyese;
tiene al Poniente al bravo mar vecino, con una irremisible pena puesta
que bate al pie de un gran derrumbadero, para aquel que del término saliese,
y en la cumbre y más alto de la cuesta que estaban así quedos y callados,
se allana cuanto un tiro de ballesta. cual si fueran en mármoles mudados.
Como el romano César, que, dudoso, Paréceme, señor, que será justo
el pie en el Rubicón fijó a la entrada, dar fin al largo canto en este paso,
pensando allí de nuevo el peligroso porque el deseo del otro mueva el gusto
hecho que acometía y gran jornada, y porque de cantar me siento laso (1);
al fin soltó las riendas animoso, suplícoos que el tardar no os dé disgusto,
diciendo: “¡Sus! La muerte ya es echada”, pareciéndoos que voy tan paso a paso,
así nuestro español rompió el camino, que aun de gentes agravio una gran suma,
dando libre la rienda a su destino. atento a no llevar prolija pluma.
CANTO V
Villagrán, con la suya a punto puesto, De esta manera, pues, la cosa estaba,
en el estrecho llano se detiene; ganosos de ambas partes por juntarse;
plantando seis cañones en buen puesto, pero ya Villagrán consideraba
ordena aquí y allí lo que conviene; que era dalle más ánimo el tardarse:
estuvo sin moverse un rato en esto tres bandas de jinetes apartaba
por ver el orden que Lautaro tiene, de aquellos codiciosos de probarse,
que ocupaba su gente tanto trecho, que a la seña sin más amonestallos
que mitigó el ardor que más de un pecho. ponen las piernas recio a los caballos.
De muchos fue esta guerra deseada, El campo con ligeros pies batiendo,
pero sabe ora Dios sus intenciones; salen con gran tropel y movimiento;
viendo toda la cuesta rodeada Rauco se estremeció del son horrendo
de gente en concertados escuadrones, y la mar hizo extraño sentimiento;
la sangre del temor ya resfriada los corregidos bárbaros, temiendo
con presteza acudió a los corazones, de Lautaro el expreso mandamiento,
los miembros del calor desamparados aunque por los herir se deshacían,
fueron luego de esfuerzo reformados. el paso hacia delante no movían.
Con nuevo encendimiento están bramando Con el concierto y orden que en Castilla
porque la trompa del partir no suena, juegan las cañas en solemne fiesta,
tanto el trance y batalla deseando, que parte y desembraza una cuadrilla
que cualquiera tardanza les da pena: revolviendo la adarga al pecho puesta,
de la otra parte el araucano bando, así los nuestros, firmes en la sillas,
sujeto a lo que su caudillo ordena, llegan hasta el remate de la cuesta
rabiada por cerrar; mas la obediencia y vuelven casi en cerco a retirarse
le pone duro freno y resistencia. por no poder romper sin despeñarse.
Firme estaba Lautaro sin mudarse Pero por más veloz en la corrida
y cercada de gente la montaña; el mozo Curiomán se señalaba,
algunos que pretenden señalarse que con gallarda muestra y atrevida
salen con su licencia a la campaña; larga carrera sin temor tomaba;
quieren uno por uno ejercitarse y blandiendo una lanza muy fornida
de la pica y bastón con los de España, en medio de la furia le arrojaba,
o dos a dos, o tres a tres soldados, que nunca de ballesta al torno armada
a la franca elección de los llamados. jara con tal presteza fue enviada.
Quien piensa de la pica ser maestro Diciendo esto miraba a Diego Cano,
sale a probar la fuerza y el destino, el cual de osado crédito tenía,
tentando el lado diestro y el siniestro, que un asta gruesa en la derecha mano
buscando lo mejor con sabio tino; su rabicán preciado apercibía,
cuál acomete, vanle y hurta presto, y al tiempo cuando el bárbaro lozano
hallando para entrar franco el camino; con fuerza extrema el brazo sacudía,
cuál hace el golpe vano, y cuál tan cierto en la silla los muslos enclavados,
que da con su enemigo en tierra muerto. hiere al caballo a un tiempo entre ambos lados.
No los perturba y pone allí embarazo, No quieren que atrás vuelva el estandarte
ni punto los detiene el temor ciego; de Carlos Quinto Máximo glorioso;
antes, si el tiro a alguno lleva el brazo, mas que, a pesar del contrapuesto Marte,
con el otro la espada esgrime luego; vaya siempre adelante victorioso,
llegan sin reparar hasta el ribazo el cual terrible y fiero a cada parte
donde estaba la máquina del fuego; envuelto en ira y polvo sanguinoso,
viéranse allí las balas escupidas daba nuevo vigor a las espadas,
por la bárbara furia detenidas. de tanto combatir aún no cansadas.
Mas eran los contrarios tanta gente, “Sacudidlo de vos, y veréis luego
y tan poco el remedio y confianza, la deshonra y afrenta manifiesta;
que a muchos les faltaba juntamente mirad que el miedo infame, torpe y ciego
la sangre, aliento, fuerza y la esperanza; más que el hierro enemigo aquí os molesta;
llevados, pues, al fin de la corriente no os turbéis, reportaos, tened sosiego,
sin poder resistir la gran pujanza, que en este solo punto tenéis puesta
pierden un largo trecho la montaña vuestra fama, el honor, vida y hacienda,
con todas las seis piezas de campaña. y es cosa que después no tiene enmienda.
Del antiguo valor y fortaleza “¿A dó volvéis sin orden y sin tiento,
sin aflojar los nuestros siempre usaron; que los pasos tenemos impedidos?
no se vio en español jamás flaqueza ¿Con cuánto deshonor y abatimiento
hasta que el campo y sitio les ganaron, seremos de los nuestros acogidos?
mas viéndose a tal hora en estrecheza La vida y honra está en el vencimiento;
que pasaban de cinco que empezaron, la muerte y deshonor en ser vencidos;
comienzan a dudar ya la batalla, mirad esto, y veréis huyendo cierta
perdiendo la esperanza de ganalla. vuestra deshonra y más la vida incierta.”
Dudan por ver al bárbaro tan fuerte De la plaza no ganan cuanto un dedo
cuando ellos en la fuerza iban menguando, por esta y otras cosas que decía,
representóles el temor la muerte, según era el terror y extraño miedo
las heridas y sangre resfriando; en que el peligro puesto lo había.
algunos desaniman de tal suerte, “¿Dónde quedar mejor que aquí yo puedo?”,
que se van al camino retirando, diciendo Villagrán, con osadía
no del todo, Señor, desbaratados, temeraria arremete a tanta gente
mas haciéndoles rostro y ordenados. solo para morir honradamente.
CANTO VI
Todos a un tiempo quieren ser primeros A tardarse más tiempo fuera muerto,
en esta empresa y suerte señalada, y a bien librar salió malparado,
y estaban como lobos carniceros que, aunque estaba de planchas bien cubierto,
sobre la mansa oveja desmandada, tenía el cuerpo molido y magullado;
cuando discordes, con aullidos fieros, pero del sueño súbito despierto,
forman música en voz desentonada, viendo trece españoles a su lado,
y en esto los mastines del ejido olvidando el peligro en que aún estaba,
llegan con gran presteza a aquel ruido. entre los duros hierros se lanzaba.
Con gran presteza, del amor movidos, Bernal hiere a Mailongo de pasada,
a donde a Villagrán ven, se arrojaban, de un valiente altibajo a fil derecho,
y los agudos hierros atrevidos no le valió de acero la celada,
de nuevo en sangre nueva remojaban; que los filos corrieron hasta el pecho;
desamparan el cerco los heridos, Aguilera al través tendió la espada
acá y allá medrosos se apartaban, y al dispuesto Guamán dejó maltrecho,
algunos sustentaban con más suerte haciendo ya el temor tan ancha senda,
su parte y opinión hasta la muerte. que bien pueden correr a toda rienda.
Que ya los nuestros, sin parar en nada, Cual banda de cornejas esparcidas
por la carrera de su sangre roja, que por el aire claro el vuelo tienden,
dan siempre nueva furia a su jornada que, de la compañera condolidas,
y a los caballos prisa y rienda floja, por los chirridos la prisión entienden,
que ni la voz de virgen delicada, las batidoras alas recogidas,
ni obligación de amigos los congoja; a darle ayuda en círculo descienden,
la pena y la fatiga que llevaban el bárbaro escuadrón de esta manera
era que los caballos no volaban. al rumor endereza la carrera.
(1) Llanto.
Suben por la gran cuesta al que más puede Así la gente estaba detenida,
y paga el perezoso y negligente, que todo su trabajo no importaba,
que a ninguno más vida se concede ni al peligro hallaba la salida
de cuanto puede andar ligeramente; hasta que el viejo Villagrán llegaba;
y al que torpe es forzoso que se quede, que, vista la excusada arremetida
que no es en la carrera diligente, cuán poco en el remedio aprovechaba,
que la muerte, que airada atrás venía, sin temor de morir, ni muestra alguna,
en afirmando el pie, le sacudía. dio aquí el último tiento a la fortuna.
A la siniestra mano hacia el Poniente Pero aquella que el buen camino tiene,
estaban dos caminos mal usados, de verle con presteza el fin procura,
estos debían ser antiguamente ninguna por el otro se detiene,
por do al agua bajaban los venados; que detenerse ya fuera locura;
digo en tiempos pasados, que al presente rodar también alguno le conviene,
por mil partes estaban derrumbados que más de lo posible se apresura;
y el remate tajado con un salto a caballo y a pie, y aun de cabeza
de más de ciento y veinte brazas de alto. llegaron a lo bajo en poca pieza.
No aguardaban por estos, mas corriendo Aquel que por desdicha atrás venía,
juegan a mucha prisa los talones, ninguno, aunque sea amigo, le socorre,
al delantero sin parar siguiendo, despacio el más ligero se movía,
que no le alcanzarán a dos tirones; quien el caballo trota, mucho corre:
votos, promesas entre sí haciendo el cansancio y la sed los afligía;
de ayunos, romerías, oraciones mas Dios, que en el mayor peligro acorre,
y aun otros reservados solo al Papa, frenó el ímpetu y curso al enemigo,
si Dios de este peligro los escapa. según en el siguiente canto digo.
Si alguno hace protestas requiriendo Pero con más dolor doña Mencía,
que no sea la ciudad desamparada, que de ello daba indicio y muestra clara
responde el principal: “Yo no lo entiendo, con la espada desnuda lo impedía
ni de mi voluntad soy parte en nada”; y en medio de la cuesta y de ellos para,
pero el temor un viejo posponiendo, el rostro a la ciudad vuelto, decía:
les dice: “Gente vil acobardaba, “¡Oh valiente nación, a quién tan cara
deshonra del honor y ser de España, cuesta la tierra y opinión ganada
¿qué es esto, dónde vais, quién os engaña?” por el rigor y filo de la espada!
“¡Oh, cuántas veces fuistes imputados “Volved, no vais así, de esta manera,
de impacientes, altivos, temerarios, ni del temor os deis tan por amigos,
en los casos dudosos arrojados, que yo me ofrezco aquí, que la primera
sin atender a medios necesarios, me arrojaré en los hierros enemigos;
y os vimos en el yugo traer domados haré yo esta palabra verdadera
tan gran número y copia de adversarios y vosotros seréis de ello testigos.
y emprender y acabar empresas tales, ¡Volved! ¡Volved1”, gritaba, pero en vano,
que distes a entender ser inmortales! que a nadie pareció el consejo sano.
“Hasta los animales, que carecen Ni a Paulo le pasó con tal presteza
de vuestro racional entendimiento, por las sienes la Jáculo serpiente
usando de razón, se condolecen sin perder de su vuelo ligereza,
y muestran doloroso sentimiento: llevándole la vida juntamente,
los duros corazones se enternecen como la odiosa plática y braveza
no usados a sentir, y por el viento de la dama de Nidos por la gente,
las fieras la gran lástima derraman pues apenas entró por un oído
y en voz casi formada nos infaman. cuando ya por el otro había salido.
Que luego que el alcance hubo cesado, Sepultado en un sueño tan profundo,
volviendo al hijo de Pillán gozoso, como si de mil años fuera muerto,
que atrás un largo trecho había quedado hasta que el claro sol dio luz al mundo
más por autoridad, que de medroso; a la vuelta tercera, que despierto
al general despachan un soldado, pidió la usada ropa, y lo segundo
alojándose el campo en el gracioso si estaba la comida ya en concierto;
valle de Talcamábida importante, el diligente siervo respondía
de pastos y comidas abundante. que, después de guisada, estaba fría.
Diciéndole también cómo había estado Viendo el silencio que en el valle había,
cincuenta horas de término en el lecho, le pregunta si el campo era partido,
del trabajo y manjares olvidado, el mozo dice: “Ayer, antes del día
con todo lo demás que se había hecho, salió de aquí con súbito ruido;
y que al comer estaba aparejado afirmarte la causa no sabría,
si del dueño se hallaba satisfecho. aunque por claras muestras he entendido,
El bárbaro responde: “No me espanto que la ciudad de Penco torreada
de haber, sin despertar, dormido tanto. era del español desamparada.”
“De esta suerte estuvimos los soldados La ciudad yerma en gran silencio atiende
más de catorce noches aguardando, el presto asalto y fiera arremetida
las picas altas, a ellas arrimados, de la bárbara furia, que desciende
vuestra tarda venida deseando, con alto estruendo y con voz corrida;
del sueño y del cansancio quebrantados, el menos codicioso allí pretende
pasando gran trabajo, hasta cuando la casa más copiosa y bastecida;
supimos que llegábades ya junto, vienen de gran tropel hacia las puertas,
que nos quitó el cansancio en aquel punto.” todas de par en par francas y abiertas.
No con tanto rigor el pueblo griego, También se roba entre ellos lo robado,
entró por el troyano alojamiento, que poca cuenta y amistad había,
sembrando frigia sangre y vivo fuego, si no se pone a salvo a buen recado,
talando hasta en el último cimiento, que allí el mayor ladrón más adquiría;
cuanto de ira, venganza y furor ciego cuál lo saca arrastrando, cuál cargado,
el bárbaro, del robo no contento, ya del propio hermano no se fía;
arruina, destruye, desperdicia, más parte a ningún hombre se concede
y aun no puede cumplir con su malicia. de aquello que llevar consigo puede.
A quién diez, y a quién veinte, y a quién treinta Crece la fiera llama en tanto grado,
mil ducados por año le rentara que las más altas nubes encendía;
el más pobre tuviera mil de renta, Tracio, con movimiento arrebatado,
de aquí ninguno de ellos abajara; sacudiendo los árboles venía,
la parte de Valdivia era sin cuenta y Vulcano al rumor, sucio y tiznado,
si la ciudad en paz se sustentara, con los herreros fuelles acudía,
que en torno la cercaran ricas venas, que ayudaron su parte al presto fuego,
fáciles de labrar y de oros llenas. y así se apoderó de todo luego.
Cien mil casados súbditos servían Nunca fue de Nerón el gozo tanto
a los de la ciudad desamparada, de ver en la gran Roma poderosa
sacar tanto oro en cantidad podían, prendido el fuego ya por cada canto,
que a tenerse viniera casi en nada; vista sola a tal hombre deleitosa;
esto que digo y la opinión perdían ni aquel tan grande gusto le dio cuanto
por aflojar el brazo de la espada, gusta la gente bárbara dañosa
ganados, heredades, ricas casas, de ver cómo la llama se extendía,
que ya se van tornando en vivas brasas. y la triste ciudad se consumía.
¿Quién podrá con el bando lautarino, Tanto marchó, que al asomar del día
viendo que su opinión tanto crecía, dio sobre las escuadras de repente
y la Fortuna prospera el camino con una barahúnda y vocería
en nuestro daño y su provecho abría? que puso en arma y alteró la gente;
No piensa reparar hasta el divino mas vuelto el alboroto en alegría,
cielo y arruinar su monarquía, conocida la burla claramente,
haciendo aquellos bárbaros bizarros, los unos y los otros, sin firmarse,
grandes, fieros, bravezas y desgarros. sueltan las armas, corren a abrazarse.
Algún tiempo pasaron después de esto “Bien entendido tengo yo, varones,
antes que el gran senado fuese junto, para que nuestra fama se acreciente,
tratando en su jornada y presupuesto que no es menester fuera de razones;
desde el principio al fin, sin faltar punto; mas solo el apuntarlo brevemente,
pero al término justo y plazo puesto que, según vuestros fuertes corazones,
llegó la demás gente, y todo a punto entrar la España pienso fácilmente,
los principales hombres de la tierra y al gran emperador invicto Carlo
entraron en consulta a uso de guerra. al dominio araucano sujetarlo.
“En fin, fuertes guerreros, como digo, Así dijo, y tras él, aunque rogado,
no puede mi intención más declararse; el buen Peteguelén, curaca anciano,
aquel que me quisiere por amigo de condición muy áspera, enojado,
a tiempo está que puede señalarse pero afable en la paz, fácil y humano,
téngase desde aquí por enemigo viejo, enjuto, dispuesto, bien trazado,
el que quisiere a paces arrimarse.” señor de aquel hermoso y fértil llano,
Aquí dio fin y, su intención propuesta, con espaciosa voz y grave gesto,
esperaba sereno la respuesta. propuso en sus razones sabias esto:
“Señor, yo no me he visto tan gozoso “Bien será que, señor, nos contentemos
después que en este triste mundo vivo, con lo que nos dejaron los pasados,
como en ver manifiesto el valeroso y a nuestros enemigos desterremos
ánimo de ese invicto pecho altivo; que están en lo más de ello apoderados;
y así, por pensamiento tan glorioso después por el suceso entenderemos
me ofrezco por tu siervo y tu cautivo, mejor el disponer de nuestros hados;
que no quiero ser rey de cielo y tierra esto a mí me parece, y quien quisiere
si hubiese de acabarse aquí la guerra. proponga otra razón, si mejor fuere.”
“Y por mi diestro brazo os aseguro, “La verde edad os lleva a ser furiosos,
si la maza dos años me sustenta, ¿oh hijos!, y nosotros, los ancianos,
a despecho del cielo, a hierro puro, no somos en el mundo provechosos
de dar de esto descargo y buena cuenta más de para decir consejos sanos,
y no dejar de España enhiesto muro, que no nos ciegan humos vaporosos
y aun el ánimo a más se me acrecienta, del juvenil hervor y años lozanos,
que, después que allanare el ancho suelo, y así, como más libres entendemos
a guerra incitaré al supremo cielo. lo que siendo mancebos no podemos.
“Si dos veces por dicha los vencistes, Tras este, otro curaca hechicero,
mirad cuando primero aquí vinieron de las vejez decrépita impedido:
que resistir su fuerza no pudistes, Puchecalco se llama el agorero,
pues más de cinco veces os vencieron; por sabio en los pronósticos tenido;
en el licúreo campo ya lo vistes con profundo suspiro, íntimo y fiero,
lo que solos catorce allí hicieron: comienza así a decir entristecido:
no será poco hecho y buen partido “Al negro Eponamón doy por testigo
cobrar la tierra y crédito perdido. de lo que siempre he dicho y ahora digo.
“El consejo más sano y conveniente “El aire de señales anda lleno,
es que el campo, en tres bandas repartido y las nocturnas aves van turbando
a un tiempo, aunque por parte diferente, con sordo vuelo el claro día sereno,
dé sobre el Cautén, pueblo aborrecido; mil prodigios funestos anunciando;
bien que esté en su defensa buena gente, las plantas, con sobrado humor terreno,
es poca, y este asiento destruido, se van, sin producir fruto, secando;
Valdivia de allanar fácil sería, las estrellas, la luna, el sol lo afirman,
pues no alcanza arcabuz ni artillería. cien mil agüeros tristes lo confirman.
Quedóle de esto el brazo tan sabroso, Según suele jugar por gran destreza
según la muestra, que movido estuvo el liviano montante un buen maestro,
de dar tras el senado religioso hiriendo con extraña ligereza
y no sé la razón que le detuvo. delante, atrás, a diestro y a siniestro,
Caupolicán, atónito y rabioso, con más desenvoltura y más presteza
transportada la mente un rato estuvo: mostrándose en los golpes fuerte y diestro
mas vuelto en sí, con voz horrible y fiera el fiero Tucapel, en la pelea
gritaba: “Capitanes! ¡Muera, muera!” con la pesada maza se rodea.
Juntos los dos al tribunal llegando, “Y pues que Mapochó solo es temido,
Tucapel, de Lautaro adelantado, después que lo demás esté allanado,
subió por la escalera, no mostrando por el potente Eponamón te pido
punto la alteración por lo pasado: que el cargo de asolarle me sea dado:
el sagaz general, disimulando, la tierra palmo a palmo las he medido,
con graciosa apariencia le ha tratado, con españoles siempre he militado;
y de la rota plática el estilo entiendo sus astucias e invenciones,
Lautaro, así diciendo, anudó el hilo: el modo, el arte, el tiempo y ocasiones.
CANTO IX
En contar una cosa estoy dudoso, Cuando el campo de allí quería mudarse,
que soy de poner dudas enemigo, que ya la tromba a caminar tocaba
y es un extraño caso milagroso súbito comenzó el aire a turbarse
que fue todo un ejército testigo; y de prodigios tristes se espesaba:
aunque yo soy en esto escrupuloso, nubes con nubes vienen a cerrarse,
por lo que de ello arriba, Señor, digo, turbulento rumor se levantaba,
no dejaré, en efecto, de contarlo, que con airados ímpetus violentos
pues los indios no dejan de afirmarlo. mostraban su furor los cuatros vientos.
Diciéndoles que aprisa caminasen “Que Dios quiere ayudar a los cristianos
sobre el pueblo español amedrentado; y darles sobre vos mando y potencia,
que por cualquiera banda que llegasen pues, ingratos, rebeldes, inhumanos,
con gran facilidad sería tomado, así le habéis negado la obediencia;
y que al cuchillo y fuego lo entregasen, mirad no vais allá, porque en sus manos
sin dejar hombre a vida y muro alzado; pondrá Dios el cuchillo y la sentencia.”
esto dicho, que todos lo entendieron, Diciendo esto y dejando el bajo suelo,
en humo se deshizo, y no lo vieron. por el aire espacioso subió al cielo.
Causó que una maldad se introdujese Luego a furor movidos los guerreros
en el distrito y término araucano, toman las armas, dejan el reposo,
y fue que carne humana se comiese acuden los remotos forasteros
(¡enorme introducción, caso inhumano!) al cebo de la guerra codicioso,
y en parricidio horror se convirtiese de los hierros renuevan los aceros,
el hermano en sustancia del hermano; templan la cuerda al arco vigoroso,
tal madre hubo que al hijo muy querido el peso de las mazas acrecientan,
al vientre le volvió, do había salido. y el duro fresno de las astas tientan.
Digo, pues, que los bárbaros llegando La gente andaba ya de esta manera
al valle de Purén, paterno suelo, con el son de las armas y bullicio,
las armas por entonces arrimando que codiciosa comenzar espera
dieron lugar al tempestuoso cielo; el deseado bélico ejercicio;
es este tiempo en estas partes, cuando juntáronse a la usada borrachera
el encogido invierno, con su hielo (orden antigua y detestable vicio)
del todo apoderándose en la tierra, la más ilustre gente y señalada,
pone punto al discurso de la guerra . a dar definición en la jornada.
“Mas porque estando Arauco tan vecino, “Bien os podéis volver luego con esto
y fija en su favor la instable rueda, que sin duda en efecto lo pondremos,
la paz nos pareció mejor camino y sobre los cristianos lo más presto
para que remediar todo se pueda, que se pueda dar orden llegaremos,
ya que lo estrague el áspero destino, donde se mostrará bien manifiesto
tiempo para morir después nos queda, lo poco en que nosotros los tenemos:
pues no estarán los brazos tan cansados pero habéis de advertir con sabio modo
que no puedan abrir nuestros costados. que aviso se nos dé siempre de todo.”
No pudiendo sufrir la fuerza brava Los que están en la fuerza (1) retraídos,
del número de gente y movimiento, como buenos guerreros se defienden,
al español el bárbaro llevaba muertos quieren quedar y no vencidos,
como a liviana paja el recio viento; que ya solo un honrado fin pretenden;
entran sin orden, que ya rota andaba y, con tal presupuesto embravecidos,
todos mezclados en el fuerte asiento, sin esperanzas de vivir ofenden,
y dentro del cuadrado y ancho muro haciendo en los contrarios tal estrago,
comienzan pie con pie un combate duro. que la plaza de sangre era ya lago.
(1) Fuerte.
Lautaro, gente y armas contrastando, Contra Ortiz revolvió con muestra airada,
en la fuerza el primero entrado había, que había muerto a Torquín, mozo animoso;
y muerto a dos soldados en entrando, la maza alta y la vista en él clavada,
que en suerte le cupieron aquel día: rompe por el tropel de armas furioso;
Lincoya iba hiriendo y derribando; no sé cuál fue la espada señalada,
mas ¿quién podrá decir la bravería ni aquel brazo pujante y provechoso
de Tucapel, que el cielo acometiera que el mástil cercenó del araucano,
si hallare algún camino o escalera? y dos dedos con él de la una mano.
No entró el fuerte por puerta ni por puente, Con el encendimiento que llevaba,
antes con desenvuelto y diestro salto no sintió la herida de repente;
libre el foso salvó ligeramente, mas cuando el brazo y golpe descargaba,
y estaba en un momento en lo más alto; que los dedos y maza faltar siente,
no le pudo seguir por allí gente, herida tigre hircana no es tan brava,
él solo de aquel lado dio el asalto; ni acosado león tan impaciente
mas, como si de mil fuera guardado, como el indio, que, lleno de postema,
se arroja luego en medio del cercado. del cielo, infierno, tierra y mar blasfema.
Apenas puso el pie firme en la plaza, Sobre las puntas de los pies estriba,
cuando el furioso bárbaro, esgrimiendo y en ellas la persona más levanta;
la ejercitada, dura y gruesa maza, el brazo cuanto puede atrás derriba,
iba los enemigos esparciendo: y el trozo impele con violencia tanta,
no vale malla fina ni coraza, que a Ortiz, que alta la espada sobre él iba,
y las celadas fuertes, no pudiendo la celada y los cascos le quebranta,
sufrir los recios golpes que bajaban, y del grave dolor desvanecido
machucando los sesos se abollaban. dio en el suelo de manos sin sentido.
En esto, un rumor súbito se siente, Unos, por los costados caen abiertos;
que los cóncavos cielos atronaba, otros, de parte a parte atravesados;
y era que la victoria abiertamente otros, que de su sangre están cubiertos,
por el bárbaro infiel se declaraba: se rinden a la muerte desangrados;
ya la española destrozada gente al fin todos quedaron allí muertos,
al camino de Itata enderezaba, del riguroso hierro apedazados.
desamparando el suelo desdichado Vamos tras los que aguijan los caballos,
de sangre y enemigos ocupado. que no haremos poco en alcanzallos.
Del todo a toda furia comenzando Quién por camino incierto, quién por senda
iban los españoles la huida, áspera, peligrosa y desusada,
siempre más el temor apresurando bate al caballo y dale suelta rienda,
con agudas espuelas la corrida; que el miedo es grande y grande la jornada;
sigue el alcance, y valos aquejando el bárbaro escuadrón, con grita horrenda,
la bárbara canalla embravecida, por sierra, monte, llano y por cañada
envuelta en una espesa polvareda, las espaldas los iba calentando,
matando al que por flojo atrás se queda. hiriendo, dando muerte y derribando.
Los que tienen caballos muy ligeros “¡Xo, xo!”, les va gritando: “¡Espera, espera!,
(¡oh, cuán de corazón son envidiados!), que más en castellano no sabía;
qué poco se conocen compañeros pero, en su natural lengua primera,
de largo tiempo y amistad tratados. atrevidas injurias les decía.
No aprovechan promesa de dineros, Tres leguas les corrió de esta manera,
ni de bienes allí representados; que jamás de las colas se partía,
tanto el miedo ocupado los había, por mucho que aguijasen los rocines,
que lugar la codicia aun no tenía. llamándolos infames y ruines.
Delante largo trecho de la gente Aunque gran trecho aquel follón se aleja
a los tres les da caza y atormenta del seguro montón y amigo bando,
un espaldudo bárbaro valiente, no por esto la dura empresa deja,
Rengo llamado, mozo de gran cuenta; antes más los persigue y va afrentando:
este solo los sigue osadamente, con prestos pies y maza los aqueja,
y a veces con palabras los afrenta, la nación española profanando
y los aprieta y corre a campo raso, en lenguaje araucano, que entendían
sin poderles ganar un solo paso. los tres que a más correr de él se desvían.
No por áspero monte y agria cuesta Viendo Alvarado a Rengo así orgulloso
afloja el curso y animoso brío, de la soberbia tema ya impaciente,
antes, cual correr suele sobre apuesta dice a los dos: “¡Oh caso vergonzoso,
tras las fieras el Puelche en desafío, que a tres nos siga un indio solamente
los corre, aflige, aprieta y los molesta, y triunfe de nosotros victorioso!
y a diez millas de alcance, por do un río No es bien que de españoles tal se cuente;
el camino atraviesa el mar corriendo, volvamos, y de aquí jamás pasemos
se fue en la húmeda orilla deteniendo. si primero morir no le hacemos.”
Por espaldas tomó una gran quebrada, Cuán usado es huir los abatidos,
revolviendo a los tres con osadía, y seguir los soberbios levantados
y, a falta de la maza acostumbrada, de la instable (1) Fortuna favoridos
a menudo la honda sacudía; para solo después ser derribados.
y allí con mofa, silbos y pedrada, Al cabo estos favores reducidos
sin poderle ofender los ofendía, a su valor son bienes emprestados
por ser aquel lugar despeñadero, que habremos de pagar con siete tanto
y más que ellos el bárbaro ligero. como claro nos muestra el nuevo canto.
(1) Inestable.
CANTO X
Estas mujeres, digo, que estuvieron Así a los nuestros esta vez siguieron
en un monte escondidas esperando hasta donde el alcance había cesado,
de la batalla el fin, y cuando vieron y desde allí la vuelta al pueblo dieron
que iba de rota (1) el castellano bando, ya de los enemigos saqueado;
hiriendo el cielo a gritos descendieron que, cuando hacer más daño, no pudieron
el mujeril temor de sí lanzando subiendo en los caballos que en el prado
y, de ajeno valor y esfuerzo armadas, sueltos, sin orden ni gobierno andaban,
toman de los ya muertos las espadas. a sus dueños por juego remedaban.
Y a vueltas del estruendo y muchedumbre, Quién hace que combate y quién huía,
también en la victoria embebecidas, y quién tras el que huye va corriendo;
de medrosas y blandas de costumbre, quién finge que está muerto y se tendía,
se vuelven temerarias homicidas: quién correr procuraba no pudiendo;
no sienten ni les daba pesadumbre la alegre gente así se entretenía,
los pechos al correr, ni las crecidas el trabajo importuno despidiendo
barrigas de ocho meses ocupadas, hasta que el sol rayaba los collados,
antes corren mejor las más preñadas. que el general llegó y los más soldados.
(1) En derrota.
Una solemne fiesta en este asiento Fue con solemne pompa referido
quiso Caupolicán que se hiciese, el orden de los premios, y el primero
donde del araucano ayuntamiento era un lustroso alfanje guarnecido
la gente militar sola asistiese; por mano artificiosa de platero;
y con alegre muestra y gran contento, este premio fue allí constituido
sin que la popular se entremetiese, para aquel que con brazo más entero
en juegos, pruebas, danzas y alegrías tirase una fornida y gruesa lanza,
gastaron sin aquel algunos días. sobrando a los demás en la pujanza.
No bien sonó la alegre trompa, cuando Ninguno con seis brazas llegar pudo
el joven Orompello ya en el puesto, al tiro de Orompello señalado,
airosamente el manto derribando, hasta que Leucotón, varon membrudo,
mostró el hermoso cuerpo bien dispuesto, viendo que ya el probar había aflojado,
y en la valiente diestra blandeando dijo en voz alta: “De perder no dudo;
una maciza lanza; luego en esto mas, porque todos, ya me habéis mirado,
se ponen asimismo Lepomande, quiero ver de esté brazo lo que puede
Crino, Pillolco, Guámbo y Mareande. y a dó llegar mi estrella me concede.”
La de Pillolco fue la asta primera Cuatro brazas pasó con raudo vuelo
que falta de vigor a tierra vino: de la señal y raya delantera,
tras ella la de Guambo, y la tercera rompiendo el hierro por el duro suelo,
de Lepomande, y cuarta la de Crino; tiembla por largo espacio la asta fuera;
la quinta, de Mareande, y la postrera, alza la turba un alarido al cielo,
haciendo por más fuerza más camino, y de tropel con súbita carrera
la de Orompello fue, mozo pujante, muchos a ver el tiro van corriendo,
pasando cinco brazas adelante. la fuerza y tirador engrandeciendo.
Unos el largo trecho a pies medían Era Orompello mozo asaz valido,
y examinan el peso de la lanza; que desde su niñez fue muy brioso,
otros por maravilla encarecían manso, tratable, fácil, corregido
del esforzado brazo la pujanza; y, en ocasión metido, valeroso;
otros van por el premio; otros hacían de muchos en asiento preferido
al vencedor cantares de alabanza, por su esfuerzo y linaje generoso,
de Leucotón el nombre levantando hijo del venerable Mauropande,
le van en alta voz solemnizando. primo de Tucapel y amigo grande.
Caupolicán, que estaba por juez puesto, Dada señal con pasos ordenados,
mostrándose imparcial discretamente, los dos gallardos bárbaros se mueven:
la furia de Orompello aplaca presto ya los viérades juntos, ya apartados,
con sabrosas palabras blandamente: ora tienden el cuerpo, ora lo embeben;
y así no se altercando más sobre esto, por un lado y por otro recatados
conforme a la postura, justamente, se inquieren, cercan, buscan y remueven,
a Leucotón, por más aventajado, tientan, vuelven, revuelven y se apuntan,
le fue ceñido el corvo alfanje al lado. y al cabo con gran ímpetu se juntan.
Tras este el fuerte Rengo se presenta, Sacáronle del campo sin sentido
el cual, lanzando fuera los vestidos, y a su tienda en los hombros le llevaron:
descubre la persona corpulenta, todos la fuerza grande y el gran partido
brazos robustos, músculos fornidos; de Rengo en alta voz solemnizaron;
mírale la confusa turba atenta, pero, cesando en esto aquel ruido,
que de cuatro entre todos escogidos a sus asientos luego se tornaron,
este valiente bárbaro era el uno, porque vieron que Talco, aparejado,
jamás sobrepujado de ninguno. el puesto de la lucha había tomado.
Con gran fuerza los hombros sacudiendo, Fue este Talco de pruebas gran maestro,
se apareja a la lucha y desafío, de recios miembros y feroz semblante,
y al vencedor contrario apercibiendo diestro en la lucha y en las armas diestro,
le va a buscar con animoso brío; ligero y esforzado, aunque arrogante;
de la otra parte Cayeguán saliendo, y con todas las partes que aquí muestro,
en medio de aquel campo a su albedrío era Rengo más suelto y más pujante,
vienen los dos gallardos a juntarse, usado en los robustos ejercicios
procurando en la presa aventajarse. que de ellos su persona daba indicios.
De la suerte que el tigre cauteloso, Bien por dos horas Rengo tuvo el puesto
viendo venir lozano al suelto pardo, en que nadie la plaza le pisase,
en cuello bajo, lerdo y perezoso, que no se dio soldado tan dispuesto,
con ronco son se mueve, a paso tardo, que, viéndole, el lugar vacío ocupase;
y en un instante, súbito y furioso, pero ya Leucotón, mirando en esto,
salta sobre él con ímpetu gallardo, que porque su valor más se notase,
y echándole la garra así le aprieta, hasta ver el más fuerte había esperado,
que le oprime, le rinde y le sujeta. con grave paso entró en el estacado.
De esta manera Rengo a Talco afierra, Luego un rumor confuso y grande estruendo
y antes que a la defensa se prevenga, entre el parlero vulgo se levanta
tan recio le apretó contra la tierra, de ver estos dos juntos, conociendo
que el lomo quebrantado lo derrenga; en uno y otro esfuerzo y fuerza tanta:
viéndolo, pues, así la desafierra, Leucotón, la persona recogiendo,
y a su puesto esperando que otro venga, a recibir a Rengo se adelanta,
vuelve, dejando el campo con tal hecho que con gallardo paso se venía
de su extremado fuerza satisfecho. de esfuerzo acompañado y lozanía.
Mas no hubo en hombre allí tal osadía Vienen al parangón dos animosos
que a contrastar a1 bárbaro se atreva: que en esfuerzo y pujanza par no tienen;
y así, porque la noche ya venía, unas veces aguijan presurosos,
se difirió la comenzada prueba otras frenan el paso y lo detienen,
hasta que el carro del siguiente día andan en torno y miran cautelosos,
alegrase los campos con luz nueva; y a todos los engaños se previenen:
sonando luego varios instrumentos, pero no tardó mucho que cerraron
hinchieron de las mesas los asientos. y con estrechos nudos se abrazaron.
Pues otro día saliendo de su tienda Juntándose los dos pecho con pecho,
el hijo de Leocán acompañado, van las últimas fuerzas apurando;
al cercado lugar de la contienda ya se afirman y tienen muy estrechos,
con altos instrumentos fue llevado. ya se arrojan en torno volteando,
Rengo, porque su fama más se extienda, ya los izquierdos, ya los pies derechos
dando una vuelta en torno del.cercado, se enclavijan y enredan, no bastando
entró dentro con una bella muestra, cuanta fuerza se pone, estudio y arte
y a mantener se puso la palestra. a poder mejorarse alguna parte.
Pero ventaja entre ellos conocida Tanto dolor del grave caso siente,
no se vio, allí ni de flaqueza indicio; el público lugar considerando,
ambos jóvenes son de edad florida, que, abrasado de fuego y rabia ardiente,
iguales en la fuerza y ejercicio; se le fueron las fuerzas aumentando,
mas la suerte de Rengo enflaquecida y furioso, colérico, impaciente,
y el hado que hasta allí le fue propicio de suerte a Leucotón va retirando,
hicieron que perdiese a su despecho que apenas le resiste; y el suceso
del premio y del honor todo el derecho. oiréis en el siguiente canto expreso.
CANTO XI
Siendo de esta manera sin ruido Juzgan ser disconformes los presentes
departida la lucha ya enconada, las fuerzas de estos dos por la apariencia
le fue a Rengo su honor restituido, viendo del uno el talle y los valientes
mas quedó sin derecho a la celada; nervios, edad perfecta y experiencia;
aun no estaba del todo definido, y del otro los miembros diferentes,
ni la plaza de gente despejada, la tierna edad y grata adolescencia,
cuando el mozo Orompello dijo presto: aunque a tal opinión contradecía
“Mi vez ahora me toca, mío es el puesto.” la muestra de Orompello y osadía.
En gran silencio vuelto el rumor vano, Fue tan presto el caer y, en el momento,
quedando mudos todos los presentes, tan presto el levantarse, por manera
en medio de la plaza mano a mano que se puede decir que el más atento
salen a se probar los dos valientes a mover la pestaña no lo viera;
como cuando el lebrel fiero y alano, ventaja ni señal de vencimiento
mostrándose con ronco son los dientes, juzgarse por entonces no pudiera,
yertos los cerros y ojos encendidos, que Leucotón arrodilló en el llano
se vienen a moeder embravecidos. y Orompello tocó sola una mano.
Cada cual de valor, destreza y maña “La joya es de Orompello, y quien bastante
usaba que en tal tiempo usar podía, se halla a reprobar el voto mío,
viendo el duro tesón y fuerza extraña en campo estamos: hágase adelante,
que en su recio adversario conocía; que, en suma, le desmiento y desafío.”
revuélvense los dos por la campaña, Leucotón, on un término arrogante,
sin conocerse en nadie mejoría; dice: “Yo amansaré tu loco brío
pero tanto de acá y allá anduvieron, y el vano orgullo y necio devaneo,
que ambos juntos a un tiempo en tierra dieron. que mucho tiempo ha ya que lo deseo.”
Ruego y medios con él no valen nada “Mira, señor, que todo se aventura;
del hijo de Leocán ni de otra gente, mira que están los más ya indiferentes,
diciendo que a Orompello la celada de Tucapel conoces la locura
le den por vencedor y más valiente; y la fuerza que tiene de parientes;
después, que en plaza franca y estacada lo que enmendar se puede con cordura,
con leucotón le dejen libremente, no lo enmiendes con sangre de inocentes:
con que aquella disputa se decida dale a Orompello el contenido precio (1)
perdiendo de los dos uno la vida. y otro al competidor de igual aprecio.
(1) Premio.
“Pierdes dos hombres, pierdes dos espadas Acabado el comer, lo que del día
que el límite araucano han extendido, les quedaba, las mesas levantadas,
y en las fieras naciones apartadas se pasó en regocijo y alegría,
hacen que tu nombre tan temido; tejiendo en corros danzas siempre usadas,
si ahora han sidi aquí desacatadas, donde un número grande intervenía
mira lo que otras veces han servido de mozos y mujeres festejadas;
en trances peligrosos derramando que las pruebas cesaron y ocasiones,
la sangre propia y del contrario bando.” atento a no mover nuevas cuestiones.
Los que Lautaro escoge son soldados Dicen que era locura claramente
amigos de inquietud, facinerosos, pensar que así una escuadra desmandada,
en el duro trabajo ejercitados, de tan pequeño número de gente,
perversos, disolutos, sediciosos, se atraviese a emprender esta jornada,
a cualquier maldad determinados, y más contra ciudad tan eminente,
de presas y ganancias codiciosos, y lejos de su tierra y apartada;
homicidas, sangrientos, temerarios, pero los que de Penco habían salido,
ladrones, bandoleros y corsarios. tiene por más el daño que el ruido.
Con esta buena gente caminaba Votos hay que saliesen al camino:
hasta Maule de paz atravesando, estos son de los jóvenes briosos;
y las tierras después, por do pasaba, otros, que era imprudencia y desatino
las iba a fuego y sangre sujetando; por los pasos y sitios peligrosos;
todo sin resisitir se le allanaba, a todo con presteza se previno,
poniéndose debajo de su mando: que de grandes reparos ingeniosos
los caciques le ofrecen francamente el pueblo fortalecen, y en un punto
servicios, armas, comida, ropa y gente. despachan corredores todo junto.
No paran con la gana que tenían Por no haber caso en esto señalado,
de venir con los nuestros a la prueba; abrevio con decir que se partieron,
los indios comarcanos que huían y al cuarto día, con ánimo esforzado,
llevan a la ciufdad la triste nueva; sobre el campo enemigo amanecieron;
rumores y alborotos se movían, trabóse el juego y no duró trabado,
el bélico bullicio se renueva, que los bárbaros luego lo rompieron,
aunque algunos que el caso contemplaban y todos, con cuidado y pies ligeros,
a tales nuevas crédito no daban. resolvieron a ser los mensajeros.
Sin aliento, cansados y afligidos, Este, sin más tardar, tomó el camino,
vuelven con testimonio asaz bastante en demanda del bárbaro Lautaro
de cómo fueron rotos y vencidos y el cargo que tan loco desatino
por la fuerza del bárbaro pujante, como es venir allí, le cuesta caro:
laxos, llenos de sangre, malheridos, diose tal prisa a andar, que presto vino
con pérdida de un hombre, el cual, delante a la corva ribera del río claro
y en medio de los campos desmandado, que vuelve atrás en círculo gran trecho,
a manos de Lautaro había expirado. después hasta la mar corre derecho.
Cuentan que levantado un muro había Media legua pequeña elige un puesto,
adonde con sus bárbaros se acoge, de donde estaba el bárbaro alojado,
y que infinita gente le acudía, en el lugar mejor y más dispuesto
de la cual la más diestra y fuerte escoge; y allí, por ver la noche, ha reparado;
también que bastimento cada día estaba a cualquier trance y rumor presto,
y cantidad de minición recoge, de guardía y centinelas rodeado,
afirmando por cierto, fuera de esto, cuando sin entender la cosa cierta,
que sobre la ciudad llegará presto. gritaban: “¡Arma, arma, alerta, alerta!
Quién incrédulo de ello antes estaba, Esto fue que Lautaro había sabido
teniendo allí el venir por desvarío, cómo allí nuestra gente era llegada,
a tan clara señal crédito daba, que después de la haber reconocido
helándole la sangre un miedo frío; por su misma persona y numerada,
quien de pura congoja trasudaba, volvióse sin de nadie ser sentido
que de Lautaro ya conoce el brío; y, mostrando estimarlo todo en nada,
quién, con ardiente y animoso pecho, hizo de los caballos que tenía
bramaba por venir más presto al hecho. soltar el de más furia y lozanía.
Diez caballos, señor, había ganado Del muro estaba el bárbaro cubierto,
en la refriega y última revuelta, no dejando salir soldado fuera;
el mejor ensillado y enfrenado, quiere que su partido sea más cierto
porque diese el aviso cierto, suelta; encerrando a los nuestros de manera
siendo el feroz caballo amenazado, que no les aproveche en campo abierto
hacia el campo español toma la vuelta de ligeros caballos la carrera;
al rastro y al olor de los caballos, mas solo ánimo, esfuerzo y entereza,
y esta fue la ocasión de alborotallos. y la virtud del brazo y fortaleza.
Venía con un rumor y furia tanta, Era el orden así, que, acometiendo
que dio más fuerza al arma y mayor fuego: la plaza, al tiempo del herir volviesen
la gente recatada se levanta las espaldas los bárbaros, huyendo,
con sobresalto y gran desasosiego; porque dentro los nuestros se metiesen,
el escándalo tanto no fue cuanta y algunos, por de fuera revolviendo,
era después la burla, risa y juego antes que los cristianos se advirtiesen
de ver que un animal de tal manera ocuparles las puertas del cercado
en arma y alboroto los pusiera. y combatir allí a campo cerrado.
Pasaron sin dormir la noche en esto Con tal ardid los indios aguardaban
hasta el nuevo apuntar de la mañana, a la gente española que venía,
que con ánimo y firme presupuesto y, en viéndola asomar, la saludaban,
de vencer o morir de buena gana, alzando una terrible vocería;
salen del sitio y alojado puesto soberbios desde allí la amenazaban
contra la gente bárbara araucana, con audacia, desprecio y bizarría,
que no menos estaba acodiciada quién la fornida pica blandeando,
del venir al efecto de la espada. quién la maza ferrada levantando.
Un edicto Lautaro puesto había, Como toros que van a ser lidiados,
que quien fuera del muro un paso diese cuando aquellos que cercan los desean
como por crimen grave y rebeldía, con silbos y rumor, de los tablados
sin otra información, luego muriese; seguros del peligro los torean,
así el temor frenando a la osadía, y en su daño los fhierros amolados,
por más que la ocasión la conmoviese, sin miedo amenazándolos blandean,
las riendas no rompió de la obediencia, así la gente bárbara araucana
ni el ímpetu pasó de su licencia. del muro amenazaba a la cristiana.
Los españoles, siempre con semblante De aquel modo los bárbaros huyendo
de parecerles poca aquella caza, con muestra de temor (aunque fingida),
paso a paso caminan adelante firman el paso presuroso, oyendo
pensando de allanar la fuerte plaza, la alegre y cierta seña conocida,
en alta voz diciendo: “No es bastante y en contra de los nuestros esgrimiendo
el muro ni la pica y dura maza la cruda espada al parecer rendida,
a estorbaros la muerte merecida vuelven con una furia tan terrible,
por la gran desvergüenza cometida.” que el suelo retembló del son horrible.
Llegados de la fuerza (1) poco trecho, Como por sesgo mar del manso viento
reconocida bien por cada parte, siguen las graves olas el camino,
pónenle el rostro y sin torcer derecho y con furioso y recio movimiento
asaltan el fosado baluarte: salta el contrario coro repentino,
por acabado tienen aquel hecho, que las arenas del profundo asiento
de los bárbaros huye la más parte, las saca arriba en turbio remolino,
ganan las puertas francas con gran gloria y las hinchadas olas revolviendo,
cantando en altas voces la victoria. al tempestuoso coro van siguiendo.
Como corre el caballo cuando ha olido Mas, como un caudaloso río de fama,
las yeguas que atrás quedan y querencia la presa y palizada desatando,
(que allí el intento inclina y el sentido), por inculto camino se derrama,
gime y relincha con celosa ausencia, los arraigados troncos arrancando;
afloja el curso, atrás tiende el oído cuando con desfrenado curso brama,
alerto a si el señor le da licencia, cuando topa adelante arrebatando,
que dar la vuelta aun no le ha señalado y los duros peñascos enterrados
cuando sobre los pies ha volteado. por las furiosas aguas son llevados,
(1) Fuerte.
con ímpetu y violencia semejante Bien una legua larga habían corrido
los indios a los nuestros arrancaron, a toda furia por la seca arena,
y sin pararles cosa por delante solo Lautaro no los ha seguido,
en furiosa corriente los llevaron; lleno de enojo y de rabiosa pena,
hasta que con veloz furor pujante viendo el poco sustento del mal regido
de la cerrada plaza los lanzaron, campo, tan recio el rico cuerno suena,
que el miedo de perder allí la vida que los más delantreros los sintieron,
les hizo el paso llano a la salida. y al son sin más correr se retrujeron.
De más prisa y con pies más desenvueltos Estaba así impaciente y enojado,
los sueltos españoles que a la entrada, que mirarle a la cara nadie osaba,
en una polvorosa nube envueltos y al pabellón él solo retirado
salen del cerco estrecho y palizada; un nuevo edicto publicar mandaba:
entre ellos van los bárbaros revueltos, “Que guerrero ninguno fuese osado
una gente con otra amontonada, salir un paso fuera de la cava,
que sin perder un punto se herían aunque los españoles revolviesen
de manos y de pies como podían. y mil veces el fuerte acometiesen.”
Los españoles sin parar corriendo “Esta los fieros ánimos reprime,
libre la plaza a los contrarios dejan, y a los flacos y débiles esfuerza,
que la fortuna próspera siguiendo las cervices indómitas oprime
con prestos pies y manos los aquejan; y a las hace domésticas por fuerza;
pero los nuestros, el morir temiendo, esta el honor y pérdidas redime,
siempre alargan el paso y más se alejan, y a la sazón a usar de ella nos fuerza,
deteniendo a las veces flojamente, que la industria solícita y fortuna
la gran furia y pujanza de la gente. tienen conformidad y andan a una.
“Cumple partir de aquí, muestras haciendo Pero el pueblo español con osadía,
que solo de temor nos retiramos, cubierto de fortísimos escudos,
y ase gurar los españoles viendo la lluvia de los tiros resistía
cómo el honor y campo les dejamos: y los botes de lanzas muy agudos;
que después, a su tiempo revolviendo, era tanta la grita y armonía
haremos lo que así dificultamos, y el espeso batir de golpes crudos,
teniendo ellos el llano y por guarida que Maule el raudo curso refrenaba,
vecina la ciudad fortalecida.” confuso al son que en torno rimbombaba.
El hijo de Pillán esto decía, Por las puertas y frente y por los lados,
cuando asomaba el bando castellano, el muro se combate y se defiende;
que con esfuerzo nuevo y osadía allí corren con prisa, amontonados,
quiere probar segunda vez la mano; a donde más peligro haber se entiende:
fue tanto el alborozo y alegría allí con prestos golpes esforzados
de los bárbaros, viendo por el llano a su enemigo cada cual ofende
aparecer los muertos, que, al momento, con furia tan terrible y fuerza dura,
gritan y baten palmas de contento. que poco importa escudo ni armadura.
(1) Crueldad.
Aquella noche, al pie de una montaña Veránse por los ojos y escrituras
vinieron a tener su alojamiento, en los presentes tiempos y pasados,
segura de enemigos la campaña, crueldades, ruinas, desventuras,
que ninguno salió esu seguimiento; infamias, puniciones (1) de pecados,
decir prometo la cautela extraña grandes yerros en grandes coyunturas,
de Lautaro después, que ahora me siento pérdidas de personas y de estados,
flaco, cansado, ronco y, entre tanto, todo por no sufrir el indiscreto
esforzaré la voz al nuevo canto. la peligrosa carga del secreto.
Dos días los españoles estuvieron “¿Qué intento os mueve, o qué furor insano,
haciendo de los bravos, aguardando, que así queréis tiranizar la tierra?
pero jamás los bárbaros vinieron, ¿No veis que todo ahora está en mi mano,
ni gente pareció del otro bando; el bien vuestro y el mal, la paz, la guerra?
al fin dos de los nuestros se atrevieron ¿No veis que el hombre y crédito araucano
a ver el fuerte, y cerca de él llegando, los levantados ánimos aterra?
oyeron una voz alta del muro, ¿Qué solo el son al mundo pone miedo
diciéndoles: “Llegados que os doy seguro.” y quebranta las fuerzas y el denuedo?
“Que para que no andéis tan al seguro, Lautaro respondió: “Marcos, si mueres
acuerdo de tener también caballos, tanto por nos mostrar tu fuerza y brío,
y de imponer mis súbditos procuro el mínimo que de ellos escogieres
y saberlos tratar y gobernallos.” a pie vendrá contigo en desafío:
Esto dijo Lautaro, y, desde el muro, del modo y al manera que quisieres,
a seis dispuestos mozos, sus vasallos, elige armas y campo a tu albedrío,
mandó que en seis caballos cabalgasen ora con ellas, ora desarmados,
y por delante de él los paseasen. a puños, coces, uñas y a bocados.”
Por las dos puentes a la voz caladas El español le dijo: “Yo te digo
salieron a caballo seis chilcanos, que mi honor, en tal caso, no consiente
pintadas y anchas dargas (1) embrazadas, darles uno por uno su castigo,
gruesas lanzas terciadas en las manos; porque jamás se diga entre la gente
vestidas fuertes cotas y tocadas que, cuerpo a cuerpo, bárbaro conmigo
las cabezas al modo de africanos, en campo osase entrar singularmente;
mantos por las laderas derribados, por tanto, si no quieres lo que pido,
los brazos hasta el codo arremangados. no quiero yo aceptar otro partido.”
“En vano, ¡oh capitán!, cierto trabaja “Tengo a mi gente triste y afligida,
quien pretende con fieros espantarme, con gran necesidad de bastimiento,
no estimo lo que ves en una paja, que me falta del todo la comida
ni alardes pueden punto amendrentarme; por orden mala y poco regimiento;
y por mostrar si temo la ventaja, pues la tenéis de sobra recogida,
yo solo con los seis quiero probarme, haced un liberal repartimiento,
do verás que a seis mil seré bastante, proveyéndonos de ella, que, a mi cuenta,
vengan luego a la prueba aquí delante.” más la gloria y honor vuestro acrecienta.
(1) Adargas.
Era, Señor, su intento que pensase Aún no era bien la nueva luz llegada,
ser la necesidad (fingida) cierta, cuando luego los bárbaros supieron
para que nuestra gente se animase la súbita partida y retirada,
de industria abriendo aquella falsa puerta; que no con poca muestra lo sintieron;
y con esto inducirla a que esperase, viendo claro que al fin de la jornada
teniendo así su astucia más cubierta, por un espacio breve no pudieron
hasta que el fin llegase deseado hacer en los cristianos tal matanza,
del cauteloso engaño fabricado. que nadie de ellos más tomara lanza.
(1) Instruido.
Triste por la partida y con despecho, “Yo juro al infernal poder eterno,
la fuerza desampara el mismo día, si la muerte en un año no me aterra,
y el camino de Arauco más derecho de echar de Chile el español Gobierno
marcha con su escuadrón de infantería; y de sangre empapar toda la tierra;
revuelve y traza en el cuidoso pecho ni mudanza, calor ni crudo invierno
diversas cosas y en ninguna había podrán romper el hilo de la guerra,
el consuelo y disculpa que buscaba, y dentro del profundo reino oscuro
y, entre sí razonando, suspiraba, no se verá español de mí seguro.”
“Mientras que yo, con tan lucida gente, En esto le parece que aflojaba
ver el muro español aun no he podido, la cuerda del dolor, que a veces tanto
la luna ya tres veces frente a frente con grave y dura afrenta le apretaba,
ha visto nuestro campo mal regido; que de perder el seso estuvo a canto;
y el carro de Faetón resplandeciente así el feroz Lautaro caminaba,
del Escorpio al Acuario ha discurrido, y, al fin de tres jornadas, entre tanto
y a fin damos la vuelta mal tratados que el esperado tiempo se avecina,
con pérdida de más de cien soldados. se aloja en una vega a la marina.
Junto adonde con recio movimiento Pues la flor del Estado deseando
baja de un monte Itata caudaloso, estaba al tardo tiempo en esta vega,
atravesando aquel umbroso asiento tardo para quien gusto está esperando,
con sesgo curso, grave y espacioso; que al que no espera bien, bien presto llega,
los árboles provocan a contento, pero el tiempo y sazón apresurando,
el viento sopla allí más amoroso a sus valientes bárbaros congrega,
burlando con las tiernas florecillas y, antes que se metiesen en la vía,
rojas, azules, blancas y amarillas. estas breves razones les decía:
Fue un tiempo de españoles; pero había “Mas no es solo con ánimo adquirida
la prometida fe ya quebrantado, una cosa difícil y pesada;
viendo que la Fortuna parecía ¿qué aprovecha el esfuerzo sin medida,
declarada de parte del Estado, si tenemos la fuerza limitada?
el cual veinte y dos leguas contenía; Mas esta, aunque con límite, regida
este era su distrito señalado; por industrioso ingenio y gobernada,
pero tan grande crédito alcanzaba, de duras y de muy dificultosas
que toda la nación le respetaba. hace llanas y fáciles las cosas.
“Como en este negocio y gran jornada Con esto fue la plática acabada
con tanto esfuerzo así nos destruimos, y la trompeta a levantar tocando,
fue porque no miramos jamás nada, dieron nuevo principio a su jornada
sino al ciego apetito a quien seguimos; con la usada presteza caminando;
que a no perder por furia anticipada viendo así, al descubrir de una ensenada
el tiempo y coyuntura que tuvimos, por Matarquino a la derecha entrando,
no quedará español ni cosa alguna un bárbaro encontraron por la vía
a la disposición de la Fortuna. que del pueblo les dijo que venía.
“Y pues volvemos ya donde se muestra Con la prisa que dio dentro metido,
nuestro poco valor por mal regidos, y ser dispuesto el sitio y reparado,
en fe que habéis de ser (alzo la diestra) fue en breve aquel lugar fortalecido,
en el primer honor restituidos, de foso y fuerte muro rodeado;
o el campo regará la sangre nuestra gente a la fama de esto había acudido
y habemos de quedar en él tendidos codiciosa del robo deseado;
por pasto de las brutas bestias fieras, forzoso me es pasar de aquí corriendo,
y de las sucias aves carniceras.” que siento en nuestro pueblo un gran estruendo.
Sábese en la ciudad por cosa cierta Entendió el español del indio cuanto
que a toda furia el hijo de Pillano, el bárbaro enemigo determina
guiando un escuadrón de gente experta, y cómo allega gentes, entre tanto
viene sobre ella con armada mano; que el oportuno tiempo se avecina,
el súbito temor puso en alerta no puso a los Cautenes esto espanto
y confusión al pueblo castellano; y más cuando supieron que vecina
mas la sangre que el miedo helado había, venía también la gente nuestra armada,
de un ardiente coraje se encendía. que de ellos aún no estaba una jornada.
Cuando la alegre y fresca aurora vino, Sin temor dice el bárbaro: “Yo juro
y él la nueva jornada comenzaba, en menos de una noche de llevarte
al calar de una loma en el camino por difícil camino, aunque seguro;
un comarcano bárbaro encontraba; de esta palabra puedes confiarte;
el cual le dio la nueva del vecino de Lautaro después no te aseguro,
campo, y razón de cuanto en él pasaba, ni tu gente ni amigos serán parte,
que todo bien el mozo lo sabía, a que si vais allá no os coja a todos
como aquel a robar de allá venía. y os dé civiles muertes de mil modos.”
Pues otro día allí juntos se dejaron Si causa me incitó a que yo escribiese
ir por do quiso el bárbaro guiallos, con mi pobre talento y torpe pluma,
y en la cerrada noche no cesaron fue que tanto valor no pereciese,
de afligir con espuelas los caballos; ni el tiempo injustamente lo consuma,
después se contará lo que pasaron; que el mostrarme yo sabio me moviese,
que cumple por ahora aquí dejallos, ninguno que lo fuere lo presuma,
por decir la venida en esta tierra que cierto bien entiendo mi pobreza
de quien dio nuevas fuerzas a la guerra. y de las flacas sienes la estrecha.
Pues que en autoridad de lo que digo Que aunque la barba el rostro no ha ocupado,
vemos que hay tanta sangre derramada, y la pluma al escribir tanto se atreve,
prosiguiendo adelante, yo me obligo, que de crédito estoy necesitado,
que ira la historia más autorizada; pues tan poco a mis años se le debe,
podré ya discurrir como testigo espero que será, Señor, mirado
que fui presente a toda la jornada, el celo justo y causa que me mueve
sin cegarme pasión, de la cual huyo, y estoy a la voluntad se tome en cuenta,
ni quitar a ninguno lo que es suyo. para que algún error se me consienta.
Quiero dejar a Arauco por un rato, En tanto que las cosas disponía
que para mi discurso es importante para limpiar del todo las maldades
lo que forzado aquí del Perú trato, quitando las justicias, las ponía
aunque de su comarca es bien distante, de su mano por todas las ciudades;
y para que se entienda más barato estas eran personas, que entendía
y con facilidad lo de adelante, haber en ellas justas calidades,
si Lautaro me deja, diré en breve de Dios, del rey, del mundo temerosas,
la gente que en su daño ahora se mueve. en semejantes cargos provechosas.
Oliendo el virrey nuevo las pasiones Pues cuando (con el tiempo) ya pensaron
y maldades por uso introducidas, que estaban sus insultos encubiertos,
el ánimo dispuesto a alteraciones en público pregón se renovaron
en leal apariencia entretejidas; y fueron con castigo descubiertos;
los agravios, insultos y traiciones que casi en los más pueblos que pecaron,
con tanta desvergüenza cometidas, amanecieron en un tiempo muertos
viendo que aún el tirano no hedía, aquellos que con más poder y mano
que aunque muerto (de fresco) se bullía, habían seguido el bando del tirano.
A quien hallaba culpa conocida Fue hecho tan sagaz, grande y osado,
del Perú le destierra en penitencia, que pocos con razón le van delante,
que es entre ellos la afrenta más sentida asaz en estos tiempos celebrado,
y que más examina la paciencia; y a los ánimos sueltos importante;
el justo de ejemplar y llana vida por él quedó Perú atemorizado,
temeroso escudriña la conciencia, temerario, rebelde y arrogante,
viendo el rigor de la justicia airada y a la justicia el paso más seguro
que ya desenvainado había la espada. con mayor esperanza en lo futuro.
Esto puso suspensa más la gente, Quien antes no esperaba estar contento
la causa del destierro no sabiendo, con veinte o treinta mil pesos de renta,
no entiende si es injusta o justamente, enfrena de tal suerte el pensamiento,
solo sabe callar y estar temiendo; que solo con la vida se contenta;
teme la furia y el rigor presente, después hizo el marqués repartimiento
y a inquirir la razón no se atreviendo, entre los beneméritos de cuenta,
tiende a cualquier razón atento oído, para esforzar los ánimos caídos
mas no puede sentir más del ruido. y dar mayor tormento a los perdidos.
¡Oh vano error, oh necio desconcierto, Cualquier rumor, cualquiera voz le espanta,
del torpe que con ánimo ignorante cualquier secreto piensa que es negarle,
no mira en el peligro y paso incierto, si el brazo mueve alguno y lo levanta
las pisadas de aquel que va delante, piensa el triste que fue para matarle;
teniendo a costa ajena ejemplo cierto, la soga arrastra, el lazo a la garganta,
que el brazo del amigo más constante ¿qué confianza puede asegurarle?
ha de esparcir su sangre en su disculpa, Pues mal el que negar al rey procura,
lavando allí la espada de la culpa! tendrá con un tirano fe segura.
Que le asome Fortuna algún contento, De un paso en otro paso voy saliendo
¡con cuántos sinsabores va mezclado del discurso y materia que seguía;
aquel recelo, aquel desabrimiento, pero aunque vaya ciego discurriendo
aquel triste vivir tan recatado! por caminos más ásperos sin guía,
Traga el duro morir cada momento, del encendido Marte el sol horrendo
témese del que está más confiado, me hará que atine a la derecha vía;
que la vida, antes libre y amparada, y así, seguro de esto y confiado,
está sujeta ya a cualquier espada. me atrevo a reposar, que estoy cansado.
CANTO XIII
Veréis en el Perú, que han procurado Nuevas por mar y tierra eran llegadas
levantar el tirano y ayudarle, del daño y perdición de nuestra gente,
para solo mostrar después de alzado por las victorias grandes y jornadas
la traidora lealtad en derribarle del araucano bárbaro y potente;
y con designio y ánimo dañado pidiendo las ciudades apretadas
le dan fuerza, y después viene a matarle presuroso socorro y suficiente,
la espada infiel de la maldad autora, haciendo relación de cómo estaban
al rey amigos, pérfida y traidora. y de todas las cosas que pasaban.
Deshechos, pues, del todo los nublados Presente no se halla a tanta guerra
por el audaz marqués y su prudencia, y a tales desventuras y contrastes;
curando con rigor los alterados, mas con vos, gran Felipe, en Inglaterra,
como quien entendió bien la dolencia, cuando la fe de nuevo allí plantastes,
en nombre de su rey a otros tocados allí les distes cargo de esta tierra,
de aquel olor descubre la clemencia, de allí con fervor le despachastes;
que hasta allí del rigor cubierta estaba pero cortóle el áspero Destino
con general perdón que los lavaba. el hilo de la vida en el camino.
“Y pues hay tanta falta de guerreros, No con los hierros botos y mohosos
haciendo esta jornada con García, de los que las paredes hermosean,
se moverá el común y caballeros, ni brazos del torpe ocio perezosos,
alegres de llevar tan buena guía; que con gran pesadumbre se rodean,
y lo que no podrán muchos dineros, ni los ánimos hechos a reposos,
podrá el amor y buena compañía, que cualquiera mudanza en que se vean
o la vergüenza y miedo de enojarte, los altera, los turba y entorpece
o su propio interés en agradarte.” y el desusado son los desvanece.
Cosas de estas yo pienso que ninguna Treme la tierra, brama el mar hinchado
os puede derribar de vuestro estado; del estruendo, tumultos y rumores,
mas tiéneme dudoso solo una, que suenan por el aire alborotado
que nadie de ella ha sido reservado; de pífanos, trompetas y atambores
esta es la usada vuelta de Fortuna contra el rebelde pueblo libertado,
que siempre alegre rostro os ha mostrado, amenazando ya con sus defensores
y es inconstante, falsa y variable, con gruesa y reforzada artillería,
en el mal firme y en el bien mudable. que dentro del Estado el son se oía.
Las naos, por el contrario mar rompiendo, Pues las naves, del Austro combatidas,
la blanca espuma en torno levantaban, las espumas olas van cortando,
y a la furia del Austro resistiendo, que de valientes soplos impelidas
por fuerza, a su pesar, tierra ganaban; rompen la furia en ellas, azotando
pero, sobre el Garbino revolviendo, las levantadas proas guarnecidas
de la gran cordillera se apartaban, de plancha de metal... Pero, mirando
y de solo una vuelta que viraron al español del bárbaro vecino,
el Guarco al Est-Nordeste se hallaron. habré de andar más presto este camino.
Mas presto por la popa el Guarco vimos, Correré a Villagrán, el cual por tierra
con Chinca de otro bordo emparejando; también en su jornada se apresura,
en lata mar tras estos nos metimos atravesando la fragosa sierra,
sobre la Nasca Fértil arribando, que iguala con las nubes su estatura;
y al esforzado Noto resistimos diré lo que sucede en esta guerra
su furia y bravas olas contrastando, y qué rostro le muestra la ventura;
no bastando los recios movimientos mas, porque todo venga a ser mas claro,
de dos tan poderosos elementos. quiero tratar un poco de Lautaro,
Que hay en Perú no es caso soberano que estaba con su escuadra de guerreros
tanta mudanza en tres lenguas de tierra, en el sitio que dije recogido,
que cuando en los llanos el verano y de foso, fajina y de maderos
los montes el lluvioso invierno cierra. le había en breves sazón fortalecido;
Y cuando espesa niebla cubre el llano tenía dentro soldados forasteros
en descubierto hiere el sol la sierra, que a fama de la guerra habían venido,
y por esta razón van más crecientes reparos, bastimentos y otras cosas
en el verano abajo las vertientes. para el lugar y tiempo provechosas.
Sola una senda este lugar tenía “Trabajó por mostrárseme terrible
de alertas centinelas ocupadas, y del tálamo alegre derribarme,
otra ni rastro alguno no le había, que, si resuelve y hace lo posible,
por ser casi la tierra despoblada; de ti no es poderosa de apartarme;
aquella noche el bárbaro dormía aunque el golpe que espero es insufrible,
con la bella Guacolda enamorada, podré con otro luego remediarme,
a quien él de encendido amor amaba, que no caerá tu cuerpo en tierra frío
y ella por él no menos se abrasaba. cuando estará en el suelo muerto el mío.”
“Cuanto más que teniéndoos a mi lado “¡Ay de mí! Que de vos yo satisfecha
no tengo que temer ni daño espero; (dice Guacolda) estoy, mas no segura;
no os dé un sueño, señora, tal cuidado, ¿ser vuestro brazo fuerte qué aprovecha,
pues no os lo puedo dar lo verdadero; si es más fuerte y mayor mi desventura?
que ya a poner estoy acostumbrado Mas ya que salga cierta mi sospecha,
mi fortuna a mayor despeñadero, el mismo amor que os tengo me asegura
en más peligros que este en he metido que la espada que hará el apartamiento,
y de ellos con honor siempre he salido.” hará que vaya a vuestro seguimiento.
Ella, menos segura y más llorosa, “Pues ya el preciso hado y dura suerte
del cuello de Lautaro se colgaba, me amenazan con áspera caída,
y con piadosos ojos, lastimosa, y forzoso he de ver un mal tan fuerte,
boca con boca, así le conjuraba: un mal como es de vos verme partida;
“Si aquella voluntad pura, amorosa, dejadme llorar antes de mi muerte
que libre os di cuando más libre estaba, esto poco que queda de mi vida,
y de ella el alto cielo es buen testigo, que quien no siente el mal es argumento
algo puede, señor y dulce amigo. que tuvo con el bien poco contento.”
“Por ella os juro y por aquel tormento Tras esto tantas lágrimas vertía,
que sentí cuando vos de mí os partistes, que mueve a compasión el contemplalla,
y por la fe, si no la llevó el viento, y así el tierno Lautaro no podía
que allí con tantas lágrimas me distes, dejar en tal sazón de acompañalla.
que a lo menos me deis este contento, Pero ya la turbada pluma mía,
si alguna vez de mí ya lo tuvistes, que en las cosas de amor nueva se halla,
y es que vistáis las armas prestamente confusa, tarda y con temor se mueve
y al muro asista en orden vuestra gente.” y a pasar adelante no se atreve.
CANTO XIV
Así los dos unidos corazones, Era llegada al mundo aquella hora
conformes en amor, desconformaban, que la oscura tiniebla, no pudiendo
y dando de ello allí demostraciones, sufrir la clara visión de la aurora,
más el dulce veneno alimentaban; se va en el Occidente retrayendo;
los soldados en torno los tizones, cuando la mustia Clicie se mejora,
ya de parlar cansados reposaban, el rostro al rojo Oriente revolviendo,
teniendo centinelas, como digo, mirando tras las sombras ir la estrella
y el cerro a las espaldas por abrigo. y al rubio Apolo délfico tras ella.
De ninguno fue visto ni sentido; No esperaron los nuestros más, pues viendo
la causa era la noche ser oscura ser ya tiempo de darles el asalto,
y haber las centinelas desmentido de súbito levantan un estruendo
por parte descuidada por segura; con soberbio alarido, horrendo y alto;
caballo no relincha ni hay ruido, y, en tropel ordenado arremetiendo,
que está ya de su parte la aventura; al fuerte van a dar de sobresalto;
esta hace las bestias avisadas al fuerte más de sueño bastecido
y a las personas bestias descuidadas. que al presente peligro apercibido.
Cuando ya las tinieblas y aire oscuro Como los malhechores que en su oficio
con la esperada luz se adelgazaban, jamás pueden hallar parte segura,
las centinelas puestas por el muro por ser la condición propia del vicio
al nuevo día de lejos saludaban; temer cualquier fortuna y desventura;
y, pensando tener campo seguro, que no sienten tal presto algún bullicio
también a descansar se retiraban, cuando el castigo y mal se les figura,
quedando mudo el fuerte y los soldados y corren a las armas y defensa,
en vino y dulce sueño sepultados. según que cada cual valerse piensa.
Lautaro, a la sazón, según se entiende, Por el siniestro lado (¡oh dura suerte!),
con la gentil Guacolda razonaba, rompe la cruda punta, y tan derecho,
asegúrala, esfuerza y reprehende que pasa el corazón más bravo y fuerte
de la desconfianza que mostraba; que jamás se encerró en humano pecho;
ella razón no admite y más se ofende, de tal tiro quedó ufana la muerte,
que aquello mayor pena le causaba, viendo de un solo golpe tan gran hecho,
rompiendo el tierno punto en sus amores y usurpando la gloria al homicida
el duro son de trompas y atambores. se atribuye a la muerte aquesta herida.
Mas no salta con tanta ligereza Tanto rigor la aguda flecha trujo,
el mísero avariento enriquecido, que al bárbaro tendió sobre la arena,
que siempre está pensando en su riqueza, abriendo puerta a un abundante flujo
si siente de ladrón algún ruido; de negra sangre por copiosa vena;
ni madre así acudió con tal presteza del rostro la color se le retrujo,
al grito de su hijo muy querido, los ojos tuerce y, con rabiosa pena,
temiéndole de alguna bestia fiera, la alma del mortal cuerpo desatada
como Lautaro al son y voz primera. bajó furiosa a la infernal morada.
Ganan los nuestros foso y baluarte, Pero aquellos que nunca el miedo pudo
que nadie los impide y embaraza, hacerlos con peligros de su bando,
y así por veinte lados la más parte poniendo osado pecho por escudo,
pisaba de la fuerza ya la plaza; están la antigua riña averiguando;
los bárbaros, con ánimo y sin arte, la desnuda cabeza del agudo
sin celada, ni escudo y sin coraza, cuchillo no se ve estar rehusando,
comienzan la batalla peligrosa, ni rehúsa la espada la siniestra
cruda, fiera, reñida y sanguinosa. ejercitando el uso de la diestra.
La baja y vil canalla, acostumbrada Que a dos manos la maza aprieta fuerte
a rendirse al temor de aquella suerte y con furia mayor la gobernaba,
por ciega senda inculta y desusada, bien se puede llamar de triste suerte
rompe el camino y desampara el fuerte, aquel que el fiero bárbaro alcanzaba;
acá y allá corriendo derramada, con la rabia postrera de la muerte
y era tan grande el miedo de la muerte, una vez el ferrado leño alzaba;
que al más valiente y bravo se le antoja mas faltóle la vida en aquel punto,
ver un fiero español tras cada hoja. cayendo cuerpo y maza todo junto.
Traía la espada en esto Diego Cano La gente una con otra así se cierra,
tinta de sangre y con Picol se junta, que aún no daban lugar a las espadas,
haciendo atrás la rigurosa mano apenas los mortales van a tierra
el pecho le barrena de una punta; cuando estaban sus plazas ocupadas;
turbado de la muerte el araucano, unos por cima de otros se dan guerra,
cayó en tierra, la cara ya difunta, enhiestas las espadas y empinadas
bascoso, revolviéndose en el lodo, y de modo a las veces se apretaban
hasta que la alma despidió del todo. que a meter por la espada se ayudaban.
De dos golpes Hernando de Alvarado Las armas con tal rabia y fuerza esgrimen
dio con el suelto Talco en tierra muerto; que los más de los golpes son mortales,
pero fue malherido por un lado y los que no lo son así se imprimen,
del gallardo Guacoldo en descubierto; que dejan para siempre las señales;
estuvo el español algo atronado, todos al descargar los brazos gimen;
mas del atronamiento ya despierto, mas salen los efectos desiguales,
corriendo al fuerte bárbaro derecho, que los unos topaban duro acero,
la espada le escondió dentro del pecho. los otros el desnudo y blando cuero.
Mas antes Pon, con una flecha presta, Por partes más de diez le iba manando
hirió al caballo en medio de la frente; la sangre, de la cual cubierto andaba,
empinase el caballo, el cuello enhiesta, pero no desfallece, antes bramando,
al freno y a la espada inobediente; con más fuerza y rumor los golpes daba;
y entre los brazos la cabeza puesta ligero corre acá y allá saltando,
sacude el lomo y piernas impaciente, arneses y celadas abollaba,
rendido Villagrán al duro hado, hunde las altas crestas, rompe sesos,
desocupó el arzón y ocupó el prado. muele los nervios, carne y duros huesos.
CANTO XV
Mil golpes por el aire arroja en vano Andrea, de empacho ardiendo en rabia viva,
el furioso italiano embravecido, sintiéndose de un hombre así apurado,
viendo cómo desnudo un araucano, firme en el suelo con los pies estriba,
y él armado, le tiene en tal partido; cobrando esfuerzo del horno sacado;
la izquierda junta a la derecha mano, y de manera sobre Rengo arriba,
y, apretando la espada de corrido, que de tierra lo lleva levantado,
al bárbaro arremete altos los brazos, que era de fuerza grande y de gran prueba
pensando dividirle en dos pedazos. bastante a comportar la carga nueva.
Pues como tal lo vio, suelta la maza, Y con facilidad y poca pena
cerrando el presto bárbaro de hecho, la mayor bota o pipa que hallaba,
y cuerpo a cuerpo así con él se abraza, capaz de veinte arrobas de agua llena,
que le imprime las mallas en el pecho; de tierra un codo y más la levantaba;
no por esto el lombardo se embaraza; y suspendida, sin verter, serena,
mas piensa de él así haber más derecho, la sed por largo espacio mitigaba,
y con brazos durísimos lo aferra, bajándola después al suelo llano,
creyendo levantarlo de la tierra. como si fuera un cántaro liviano.
Con presteza una vez tal golpe asienta Pero, vuelto en su acuerdo, que se mira
el valiente cristiano por un lado, lleno de sangre y puesto en tal estado,
que toda la persona le atormenta, más furioso que nunca, ardiendo en ira
según que fue de fuerza muy cargado; de verse así de un bárbaro tratado,
otro redobla, y otro, y, a mi cuenta, el brazo con el pie diestro retira
al cuarto que bajaba más pesado, para tomar más fuerza, y el pesado
el astuto italiano se desvía, cuchillo derribó con tal ruido,
y de una punta al bárbaro hería. que revocó en los montes del sonido.
Rengo, que el gran cuchillo bajar siente Pasa al Andrea de un golpe el estofado
y el ímpetu y furor con que venía, no reparando en él la cruda espada,
cruzando la alta maza osadamente, que rompiendo la malla por un lado
al reparo debajo se metía; le penetró hasta el hueso la estocada;
no fue la asta defensa suficiente vuelve con un mandoble, y, recatado
por más barras de acero que tenía, Andrea, viendo venir la cuchillada,
que a tierra vino de ella una gran pieza, fue tan presto con él por resistirle,
y el furioso cuchillo a la cabeza. que no le dejó tiempo de herirle.
Fue este golpe terrible y peligroso, Sin darle más lugar con él se aferra,
por do una roja fuente manó luego, donde en satisfacción de la herida
y anduvo por caer Rengo dudoso, alzándole bien alto de la tierra,
atónito y de sangre casi ciego; de espaldas le tendió con gran caída;
el italiano allí no perezoso, y por dar presto fin a aquella guerra,
viendo que no era tiempo de sosiego, la espada le quitó y luego la vida,
baja otra vez el gran cuchillo agudo, metiéndose tras esto por la parte
con todo aquel valor que dalle (1) pudo. que andaba más sangriento el fiero Marte.
Crino, que volvió el rostro al gran ruido El buen Lasarte con la diestra airada,
del poderoso golpe y la caída, en medio del furor se desenvuelve:
viendo al valiente Rengo así tendido, pasa el pecho a Talcuén de una estocada
pensó que era pasado de esta vida, y sobre Titaguán furioso vuelve;
y de amistad y deudo conmovido, abrióle la cabeza desarmada,
la espada de su propio amo homicida, mas el rabioso bárbaro revuelve,
que en Penco Tucapel ganado había, y antes que la alma diese, le da un tajo,
en venganza del bárbaro esgrimía. que se tuvo al arzón con gran trabajo.
(1) Darle.
Gabriel de Villagrán no estaba ocioso, Cuatro aquí, seis allí, por todos lados
que a Zinga y Pillolco había tendido vienen sin detenerse a tierra muertos,
y andaba revolviéndose animoso, unos de mil heridas desangrados,
entre los hierros bárbaros metido; de la cabeza al pecho otros cubiertos;
el rumor de las armas sonoroso, otros por las espaldas y costados;
los varios apellidos y el ruido, los bravos corazones descubiertos
a las aves confusas y turbadas así dentro en los pechos palpitaban,
hacen estar mirándolos, paradas. que bien el gran coraje declaraban.
La soberbia, furor, desdén, denuedo, Ya, pues, no estaba en pie la octava parte
la prisa de los golpes y dureza, de los bárbaros muertos no rendidos.
figurara del todo aquí no puedo Villagrán, que miraba esto de aparte,
ni la pluma llevar con tal presteza; viendo los que quedaban tan heridos,
de la muerte ninguno tiene miedo, les envió con dos indios de su parte
antes, si vuelve el rostro, más tristeza a decir que se entreguen por vencidos,
mostraban, porque claro conocían sometiéndose al yugo y obediencia
que vencidos quedaban si vivían. y que usará con ellos de clemencia.
Los ojos contra el cielo vueltos braman: Quedaron por igual todos tendidos
“¡Morir, morir!”, no dicen otra cosa. aquellos que rendir no se quisieron,
Morir quieren, y así la muerte llaman, que, ya al fin de la vida conducidos,
gritando: “¡Afuera, vida vergonzosa!” a la forzosa muerte se rindieron;
Esta fue su respuesta y esto claman los laxos españoles mal heridos
y a dar fin a la guerra sanguinosa de la cercada plaza se salieron,
se disponen con ánimo y braveza, de armas y cuerpos bárbaros tan llena,
sacando nuevas fuerzas de flaqueza. que sobre ellos andaban a gran pena.
Mas cuando vio la plaza cual estaba, “¿Por qué al temor doy fuerzas, dilatando
y en sus amigos tal carnicería, con prolijas razones mi jornada?
que aunque la muerte los desfiguraba, ¿Arrepentirme qué aprovecha, cuando
la envidia conocidos los hacía; ya el arrepentimiento vale nada?”
con ira vergonzosa presentaba Aquí cerró la voz, y no dudando,
la espada al corazón, y así decía: entrega el cuello a la homicida espada;
“¿Cómo yo solo quedo por testigo corriendo con presteza el crudo filo,
de la muerte y valor de tanto amigo? sin sazón de la vida cortó el hilo.
“Cobarde corazón, por cierto indino Cese el furor del fiero Marte airado
de algún golpe de espada valerosa, y descansen un poco las espadas,
pues fue por elección y no destino entre tanto que vuelvo al comenzado
perder una sazón tan venturosa; camino de las naves derramadas;
tú me apartaste (¡oh flaco!) del camino que contra el necio Noto porfiando
de un eterno vivir, y a vergonzosa de Neptuno las olas levantadas,
muerte he venido ya con mengua tuya, proejando por fuerza iba rompiendo,
por más que la mi diestra lo rehúya. del viento y agua el ímpetu venciendo.
“Si a mi sangre con esta del Estado Por entre aquellas islas navegaron
mezclarse aquí le fuere concedido, de Sangallá, do nunca habita gente,
viendo mi cuerpo entre estos arrojado, y las otras ignotas se dejaron
aunque de brazo débil ofendido, a la diestra de parte del Poniente,
quizá seré en el número contado a Chaule a la siniestra, y arribaron
de los que así su patria han defendido; en Arica, y después difícilmente
mas, ¡ay, triste de mí!, que en la herida vimos a Copiapó, valle primero
será mi flaca mano conocida. del distrito de Chile verdadero.
“¿Qué indicios bastarán, qué recompensa, Allí con libertad soplan los vientos,
qué enmienda puedo dar de parte mía, de sus cavernas cóncavas saliendo,
que yo satisfacer pueda a la ofensa y furiosos, indómitos, violentos,
hecha a mi honor y patria y compañía? todo aquel ancho mar van discurriendo:
Yo turbo el claro honor y fama inmensa rompiendo la prisión y mandamientos
de tantos, pues podrán decir que había de Eolo su rey, el cual, temiendo
entre ellos quien de miedo bajamente que el mundo no arruinen, los encierra
del enemigo apenas vio la frente. echándoles encima una gran sierra.
Menguan allí las aguas, crece el día Al fin del cual sin esperar la flota,
al revés de la Europa, porque es cuando reparados del áspero camino,
el sol del Equinoccio se desvía toman de su demanda la derrota (1),
y al Capricornio más se va acercando; llevando a la derecha el mar vecino;
pues desde allí las naves, que a porfía pasan la fértil Ligua, y a Quillota
corren al mar, y al Austro contrastando, la dejaron a un lado, que convino
de Bóreas ayudadas luego fueron, entrar en Mapochó, que es do pararon
y en el puerto coquímbico surgieron. las reliquias de Penco que escaparon.
La mar era bonanza; el tiempo, bueno; La braveza del mar, el recio viento,
el viento, largo, fresco y favorable; el clamor, alboroto, las promesas,
desocupado el cielo y muy sereno el cerrarse la noche en un momento
con muestra y parecer de ser durable; de negras nubes, lóbregas y espesas;
seis días fuimos así; pero, al seteno, los truenos, los relámpagos sin cuento,
Fortuna, que en el bien jamás fue estable, las voces de pilotos y las priesas,
turbó el cielo de nubes, mudó el viento, hacen un son tan triste y armonía,
revolviendo la mar desde el asiento. que parece que el mundo perecía.
De mi nave podré solo dar cuenta, Abrese el cielo, el mar brama alterado,
que era la capitana de la armada, gime el soberbio viento embravecido;
que arrojada de la áspera tormenta en esto, un monte de agua, levantado
andaba sin gobierno derramada; sobre las nubes con una gran ruido,
pero ¿quién será aquel que en tal afrenta embistió el galeón por un costado
estará tan en sí, que falte en nada? llevándolo un gran rato sumergido,
Que el general temor apoderado y la gente tragó del temor fuerte
no me dejó aun para esto reservado. a vueltas de agua la esperada muerte.
Con tal furia a la nave el viento asalta Mas quiso Dios que de la suerte, como
y fue tan recto y presto el terremoto, la gran ballena, el cuerpo sacudiendo,
que la cogió la vela mayor alta, rompe con el furioso hocico romo
y estaba en punto el mástil de ser roto; de las olas el ímpetu venciendo,
mas viendo el tiempo así turbado, salta, descubre y saca el espacioso lomo,
diciendo a grandes voces el piloto: en anchos cercos la agua revolviendo;
“¡Larga la triza en banda! ¡ Larga! ¡ Larga! así debajo el mar salió el navío,
¡Larga presto, ay de mí! ¡Que el viento carga!” vertiendo a cada banda un grueso río.
CANTO XVI
Luego los nuestros, sin parar corriendo, Luego los instrumentos convenientes
las casas yermas, chozas y moradas al uso militar y a la vivienda,
iban en todas partes descubriendo, sacamos en las partes competentes,
las rústicas viandas levantadas; que no hay quien lo impida, ni defienda;
y con gran diligencia previniendo donde todos a un tiempo diligentes,
los caminos, las sendas y paradas, cuál arma un pabellón, cuál toldo o tienda,
por cavernas y espesos matorrales, quién fuego enciende y en el casco usado
buscaban los ausentes naturales. tuesta el húmedo trigo mareado (1).
Ya que todos, Señor, nos alojamos Rengo también con ellos, que admitido
en el húmedo sitio pantanoso, fue al consejo de guerra por valiente,
y con industria y arte reparamos que, si ya os acordáis, quedó aturdido
la furia del invierno riguroso, en Mataquito entre la muerta gente:
las necesarias armas aprestamos, pero volvió después de su sentido
soltando con estrépito espantoso y al cabo se escapó dichosamente;
la gruesa y reforzada artillería, que, aunque falto de sangre, tuvo suerte
que en torno, tierra y mar temblar hacía. contra la furia de la airada muerte.
“Y pues que con tan loco pensamiento “Que pues el sitio y puesto que han tomado
estas gentes se os han desvergonzado, es por natura fuerte y recogido,
y en vuestra tierra y defendido asiento del mar y altos peñascos rodeado,
las banderas tendidas han entrado, por todas partes libre y defendido;
es bien que el insolente atrevimiento será de más provecho y acertado
quede con nuevo ejemplo castigado, que a su plática y trato deis oídos,
antes que, dando cuerda a su esperanza y que no se les niegue y contradiga,
les dé fuerza y consejo la tardanza. pues que solo el oír a nadie obliga.
A la plática fin con esto puso, No pudo decir más, que ardiendo en ira,
y el buen Peteguelén, viejo severo, el bravo Tucapel, con voz furiosa
por más antiguo su razón propuso, diciendo (la atajó). “Quien tanto mira
como soldado y sabio consejero, jamás emprenderá jornada honrosa;
diciendo-. “¡Oh capitanes!, no rehuso y si todo el Estado se retira,
de derramar mi sangre yo el primero, por parecerle que esta es peligrosa,
que, aunque por mi vejez parezca helada, yo solo tomaré, sin compañía,
en el pecho me hierve alborotada. las armas, causa y cargo a cuenta mía.
“Si los que aquí os preciáis de bien hablados, “Quiérolo, pido y soy de ello contento
el ánimo os bastare y el denuedo (gritaba Tucapel), y a diez contigo.”
de combatir sobre esto, en campo armados Mas saltando Orompello de su asiento,
os probaré más claro lo que puedo; dijo: “Tú lo has de haber, Rengo, conmigo.”
mas queréis os mostrar tan concertados, “También enmendaré tu atrevimiento”,
que, llamando prudencia a lo que es miedo, responde el fiero Rengo. “Y más, te digo,
por no poner en riesgo vuestra vida, que en poco tu amenaza y campo estimo
a todo, con parlar, daréis salida.” después que haya acabado el de tu primo.”
“¿Por qué con tanta saña procuramos “Pero, pues tanto esfuerzo en vos se encierra
ir nuestra sangre y fuerzas apocando que a veces, por ser tanto, lo condeno,
y envueltos en civiles armas damos y de vuestras hazañas no esta tierra
fuerza y derecho al enemigo bando? mas todo el universo anda ya lleno;
¿Por qué con tal furor despedazamos cese, cese el furor y civil guerra,
esta unión invencible, condenando y por el bien común tener por bueno
nuestra causa aprobada y armas justas, no romper la hermandad con torpes modos,
justificando en todo las injustas? pues que miembros de un cuerpo somos todos.
“¿Qué rabia o qué rencor desatinado “Si a la cansada edad y largos días
habéis contra vosotros concebido algún respeto y crédito se debe,
que así queréis que el araucano Estado mirad a estas antiguas canas mías
venga a ser por sus manos destruido y al bien público y celo que me mueve,
y en su virtud y fuerzas ahogado, para que difiráis vuestras porfías
quede con nombre infame sometido por alguna sazón y tiempo breve,
a las extrañas leyes y gobierno hasta que el español furor decline
en dura servidumbre y yugo eterno? y la causa común se determine.
“Volved sobre vosotros, que sin tiento “Y pues de vuestra discreción espero
corréis a toda prisa a despeñaros; que os pondrá en el camino que conviene,
refrenad esa furia y movimiento traer otras razones más no quiero,
que es la que puede en esto más dañaros. pues con la voz la razón tal fuerza tiene;
¿Sufrís al enemigo en vuestro asiento dejadas, pues, aparte, lo primero
que quiere como a brutos conquistaros, que venir a las manos nos detiene
y no podéis sufrir aquí impacientes y pone freno y límite al deseo
los consejos y avisos convenientes? es el poco aparejo que aquí veo.
“Que es cierto falta de ánimo y bastante, “Que por todas las partes nos divide
indicio de flaqueza disfrazada, este brazo de mar que veis en medio
teniendo al enemigo tan delante, y nuestra pretensión y paso impide
revolver contra sí la propia espada, sin tener de pasaje algún remedio;
por no esperar con ánimo constante y pues el enemigo se comide
los duros golpes de fortuna airada a tratar de concierto y nuevo medio
a los cuales resiste el pecho fuerte aunque nunca pensemos aceptarlos,
que no quiere acabarlo con la muerte. no nos podrá dañar el escucharlos.
“Mas conviene advertir, claros varones, El cual por los caciques instruido
para llevar las cosas bien guiadas, (según el tiempo) en lo que más convino,
que nuestras exteriores intenciones en una larga góndola metido,
vayan siempre a la paz enderezadas, sin más que detener tomó el camino
mostrándonos de flacos corazones y, de los prestos remos impelido,
las fuerzas y esperanzas quebrantadas en breve a nuestro alojamiento vino,
y la tierra de minas de oro rica, adonde sin estorbo, libremente,
cebo goloso en que esta gente pica. saltó luego seguro con su gente.
“Quizá por este término sacalla Al puerto habían también con fresco viento
podremos del isleño sitio fuerte tres naves de las nuestras arribado,
y con fingida paz aseguralla, llenas de armas, de gente y bastimento
trayéndola por mañas a la muerte; con que fue nuestro campo reforzado;
y sin rumor, ni muestra, ni batalla; era tanto el rubor y movimiento
abramos la carrera de tal suerte, del bélico aparato, que admirado
que venga a tierra firme, confiada el cauteloso Millalauco estuvo
en el seguro paso y franca entrada.” y así confuso un rato se detuvo.
A su habla dio fin el sabio anciano Mas sin darlo a entender, disimulando,
y hubo allí pareceres diferentes, por medio del bullicio atravesaba,
diciendo que el peligro era liviano los judiciosos ojos, rodeando
para tanto temor e inconvenientes; las armas, gente y ánimos notaba
pero Purén, Lincoya y Talcahuano y el negocio entre sí considerando
Lemolemo, Elicura, más prudentes, el deseado fin dificultaba,
al parecer del viejo se arrimaron viendo cubierto el mar, llena la tierra
y así a los más los menos se allanaron. de gente armada y máquinas de guerra.
CANTO XVII
Y no hay pecho tan lleno de artificio “Pues notorio os será lo que se extiende
que no se le penetre algún conceto, el nombre y grande crédito araucano,
que las lenguas al fin hacen su oficio que los extraños términos defiende
y más si el que oye sabe ser discreto; y asegura debajo de su mano;
nunca el hablar dejó de dar indicio, y también de vosotros ya se entiende
ni el callar descubrió jamás secreto; que, movidos de celo y fin cristiano,
no hay cosa más difícil, bien mirado, con gran moderación y disciplina
que conocer un necio, si es callado. venís a derramar vuestra doctrina.
Así vemos que el bárbaro senado, “Que el ínclito senadó habiendo oído
por saber la intención del enemigo, de vuestra parte algunas relaciones,
al cauto Millalauco había enviado con sabio acuerdo y parecer, movido
debajo de figura y voz de amigo; por legítimas causas y razones,
que, con semblante y ánimo doblado, quiere aceptar la paz, quiere partido
mostrándose cortés, como atrás digo, de lícitas y honestas condiciones,
el rostro a todas partes revolviendo, para que no padezca tanta gente
alzó recio la voz, así diciendo: del pueblo simple y género inocente.
“Pero por trato llano, sin recelo Así que con semblante y apariencia
podréis por vuestro rey alzar bandera, de amigo agradecido y obligado,
que el Estado, las armas por el suelo, pidiendo al despedir grata licencia,
con los brazos abiertos os espera, a la barca volvió que había dejado,
reconociendo que el benigno cielo y con la acostumbrada diligencia,
le llama a paz segura y duradera, al tramontar del sol, llegó al Estado,
quedando para siempre lo pasado do recibido fue con alegría
en perpetuo silencio sepultado.” de toda aquella noble compañía.
Ciento treinta mancebos florecientes Y aunque era en esta tierra el tiempo cuando
fueron en nuestro campo apercibidos, Virgo alargaba aprisa el corto día,
hombres trabajadores y valientes las variables horas restaurando,
entre los más robustos escogidos, que usurpadas la noche le tenía;
de armas y de instrumentos convenientes antes que la alba fuese desterrando
secreta y sordamente prevenidos; las nocturnas estrellas, parecía
yo con ellos, también, que vez ninguna la cumbre del collado levantada,
dejé de dar un tiento a la Fortuna. de gente y animales ocupada.
Para que en un pequeño cerro exento, Cuáles con barras, picos y azadones
sobre la mar vecina relevado, abren los fosos hondos y señales;
levantasen un muro de cimiento, cuáles con corvos y anchos cuchillones,
de fondo y ancho foso rodeado; hachas, sierras, segures y destrales,
donde pudiese estar sin detrimento cortan maderos gruesos y troncones,
nuestro pequeño ejército alojado, y, fijados en tierra con tapiales
en cuanto los caballos arribaban, y trabazón de leños y fajinas,
que ya teníamos nueva que marchaban. levantan los traveses y cortinas.
Nuestra gente del todo recogida, “Y porque a ti, señor, y a todos quiero
la cual luego segura al fuerte vino, haceros de mis obras satisfechos,
que el alto sitio y pólvora temida con esta usada lanza me prefiero
hizo fácil y llano aquel camino; de abrir lugar por los contrarios pechos
por las anchas cortinas repartida, y que será mi brazo el que primero
según y por el orden que convino, baraúste (1) las armas y pertrechos,
nos pusimos allí, todos a una, aunque más dificulten la subida,
debajo del amparo de Fortuna. y todo el universo me lo impida.”
Llegada, pues, la voz a los oídos Aquella noche yo, mal sosegado,
de nuestros enemigos conjurados, reposar un momento no podía,
no mirando a los tratos y partidos o ya fuese el peligro o ya el cuidado
por una parte y otra asegurados; que de atribuir entonces yo tenía;
con súbita presteza apercibidos así, imaginativo y desvelado,
de municiones, armas y soldados, revolviendo la inquieta fantasía,
sin aguardar a más, trataron luego quise de algunas cosas de esta historia
de darnos el asalto a sangre y fuego. descargar con la pluma la memoria.
(1) Desviar.
Quisiérame quejar, mas fue imposible, La cual me dijo: “¡Oh mozo temeroso!,
del accidente súbito impedido, el ánimo levanta y confianza,
que el agudo dolor y mal sensible reconociendo el tierno venturoso
me privó del esfuerzo y del sentido; que te ofrece tu dicha y buena andanza;
pero, pasado el término terrible, huye del ocio torpe y perezoso,
y en mi primero ser restituido, ensancha el corazón y la esperanza
del tormento quedé de tal manera y aspira a más de aquello que pretendes,
cual si de larga enfermedad saliera. que el cielo te es propicio si lo entiendes.
No bien al dulce sueño y al reposo “En campo fértil, lleno de mil flores,
dejado el quebrantado cuerpo había, en el cual hallarás materia llena
cuando, oyendo un estruendo sonoroso, de guerras más famosas y mayores
que estremecer la tierra parecía donde podáis alimentar la vena;
con gesto altivo y término furioso y si quieres de damas y de amores
delante una mujer se me ponía, en verso celebrar la dulce pena,
que luego vi en su talle y gran persona tendrás mayor sujeto y hermosura,
ser la robusta y áspera Belona. que en la pasada edad y en la futura.
(1) Desahogando.
Allí las claras fuentes murmurando Estaba medio a medio de este asiento
el deleitoso asiento atravesaban, en forma de pirámide un collado,
y los templados vientos respirando redondo en igual círculo y exento,
la verde hierba y flores alegraban; sobre todas las tierras empinado;
pues los pintados pájaros volando y, sin saber yo cómo, en un momento,
por los copados árboles cruzaban, de la fiera Belona arrebatado,
formando con su canto y melodía en la más alta cumbre de él me puso,
una acorde y dulcísima armonía. quedando de ello atónito y confuso.
Viéndome, pues, Belona allí subido, “Aquella es San Quintín, que ves delante,
me dijo: “El poco tiempo que te queda que en vano contraviene a su ruina,
para que puedas ver lo prometido, presidio principal, plaza importante,
hace que detenerme más no pueda; y del furor del gran Felipe dina (1);
mira aquel grueso ejército movido, hállase dentro de ella el almirante,
el negro humo espeso y polvareda, debajo cuyo mando y disciplina
en el confín de Flandes y de Francia está gran gente práctica de guerra
sobre una plaza fuerte de importancia. a la defensa y guarda de la tierra.
“Después que Carlos Quinto hubo triunfado “En tres partes allí, como se muestra,
de tantos enemigos y naciones, el enemigo campo se reparte;
y como invicto príncipe hollado Cáceres con su tercio, a mano diestra,
las árticas y antárticas regiones, donde está de Felipe el estandarte;
triunfó de la fortuna y vano estado, el pronto Navarrete, a la siniestra,
y asegura su fin y pretensiones con el conde de Mega, y de la parte
dejando la imperial investidura del burgo, Julián con tres naciones,
en dichosa ocasión y coyuntura. españoles, tudescos y valones.
(1) Digna.
con la amiga Discordia se juntaron, VICTORIOSO: VIENEN LOS ARAUCANOS SOBRE EL FUERTE DE LOS ESPAÑOLES.
(1) Vio.
Y así vuestro favor, del cual procede Vieran en las entradas defendidas
esta mi presunción y atrevimiento, gran contienda, revuelta y embarazos,
es el que ahora pido y el que puede muertes extrañas, golpes y heridas
enriquecer mi pobre entendimiento; de poderosos y gallardos brazos;
que si por vos, señor, se me concede cabezas hasta el cuello y más hendidas
lo que a nadie negáis, soltaré al viento y cuerpos divididos en pedazos,
con ánimo la ronca voz medrosa, que no bastaban petos ni celadas
indigna de contar tan grande cosa. contra el bruto rigor de las espadas.
Los franceses con muestra valerosa, Unos la entrada sin temor defienden
armas y defensivos instrumentos con libre y animosa confianza;
resisten la llegada impetuosa otros de miedo por vivir ofenden,
y los contrarios ánimos sangrientos; poniéndoles esfuerzo la esperanza:
mas la gente española más furiosa otros que ya la vida no pretenden,
cuando topaba más impedimento, procuran de su muerte la venganza
con temoso coraje y porfiado y que caigan sus cuerpos de manera
rompe lo más difícil y cerrado. que al enemigo cierran la carrera.
Como el furor indómito y violencia Fue presto allí Andalot, que encomendada
de una corriente y súbita avenida le estaba la defensa de aquel lado;
que si halla reparo y resistencia he aquí también por la tercera entrada,
hierve y crece allí la agua detenida; que Julián Romero había asaltado,
al fin con mayor ímpetu y potencia la suspensa fortuna declarada,
bramando abre el camino y la salida, abriendo paso al detenido hado,
que la defensa rompe y desbarata la mano a don Felipe dio de modo,
y en violento furor las arrebata. que vencedor en Francia entró del todo.
Y aunque por esta parte el almirante Pero los vencedores cuando vieron
el golpe de la gente resistía, su gran temor y poco impedimento,
no fue ni pudo al cabo ser bastante los brazos altos y armas suspendieron,
a la pujanza y furia que venía; por no manchar con sangre el vencimiento,
quedó en prisión con otros y adelante y sin hacer más golpe arremetieron,
la victoriosa y fiera compañía, vuelto en codicia aquel furor sangriento,
dejando eterna lástima y memoria, al esperado saco de la tierra,
iba siguiendo el hado y la victoria. premio de la común gente de guerra.
Pues en esta sazón, por la otra parte Quién las herradas puertas golpeando
que el diestro Navarrete peleaba, quebranta los cerrojos reforzados,
sin ser ya la francesa gente parte, quién por picas y gúmenas trepando
a puro hierro la española entraba; entra por las ventanas y tejados;
y a despecho y pesar del fiero Marte, acá y allá rompiendo y desquiciando,
que los franceses brazos esforzaba, sin reservar lugares reservados,
haciendo gran destrozo y cruda guerra las casas de alto a bajo escudriñaban
de rota a más andar ganaban tierra. y a tiento sin parar corriendo andaban.
Como el furioso fuego de repente Mas el pío Felipe, antes que entrasen,
cuando en un barrio o vecindad se enciende, había mandado a todas las naciones
que con rebato súbito la gente que con grande cuidado reservasen
corre con prisa y al remedio atiende, las mujeres y casas de oraciones;
y, por todas las partes francamente, y amigos y conformes evitasen
quién entra, sale, sube, quién desciende, pendencias peligrosas y cuestiones,
sacando uno arrastrando, otro cargado que del saco y la presa a cada una
el mueble de las llamas escapado. diese su parte franca la Fortuna.
Así la fiera gente victoriosa Las mujeres que acá y allá perdidas,
con prestas manos y con pies ligeros llevadas del temor sin tiento andaban,
de la golosa presa codiciosa, por orden de Felipe recogidas
abre puertas, ventanas y agujeros, en seguro lugar las retiraban,
sacando diligente y presurosa donde de fieles guardas defendidas,
cofres, tapices, camas y rimeros, del bélico furor las amparaban,
y lo de más y menos importancia, que aunque fueron sus casas saqueadas,
sin dejar una mínima ganancia. las honras les quedaron reservadas.
Mas del piadoso rey la gran clemencia “Y para que más quede asegurada
había las fieras armas embotado, la paz con hermandad y firme asiento,
que, con remedio puesto y diligencia, con la prenda de Enrico más amada
todo el furor y fuego fue apagado; contraerá don Felipe casamiento;
al fin, sin más defensa y resistencia, pero la cruda muerte acelerada
dentro de San Quintín quedó alojado, temprano deshará este ayuntamiento;
con la llave de Francia ya en la mano, que el alto cielo así lo determina
hasta París abierto el paso llano. y el decreto fatal y orden divina.
Diciendo: “Si las cosas que dijere “Por insolencias viejas y pecados
por cierta y verdadera profecía, vendrá el reino a ser casi destruido,
dificultosa alguna pareciere, y Carlos de sus pérfidos soldados
créeme, que no es ficción ni fantasía; a término dudoso reducido;
mas lo que el Padre Eterno ordena y quiere serán con desacato derribados
allá en su excelso trono y jerarquía, los suntuosos templos y ofendido
al cual está sujeto lo más fuerte, el mismo sumo Dios y Sacramento,
el hado, la Fortuna, el tiempo y muerte. sobrando a la maldad su sufrimiento.
“Mas vuestro rey con presta providencia, “Luego en el año próximo siguiente
previniendo al futuro daño luego, toda la Cristiandad amenazando,
atajará en España esta dolencia la gruesa armada del infiel potente
con rigor necesario, a puro fuego; irá contra el Poniente navegando;
curada la perversa pestilencia, con tan gran aparato y tanta gente,
las armas enemigas del sosiego, que temblarán las costas, y, arribando
con furia moverá contra el Oriente, a la isla de Malta, dará fondo,
enviando al Peñón su armada gente. que boja (2) veinte leguas en redondo.
“Mas, cuando ya no baste esfuerzo humano “Por otra parte, en Flandes los estados,
y la fuerza al trabajo se rindiere, desasidos de Dios en estos días,
el muro está ya raso, el foso llano turbarán el sosiego, inficionados
y la esperanza al suelo se viniere; de perversos errores y herejías;
cuando el sangriento bárbaro inhumano y contra el rey Felipe conspirados,
el cuchillo sobre ellos esgrimiere, tentarán de maldad diversas vías,
será entonces de todos conocido trayendo a estado y condición las cosas
lo que puede Felipe y es temido. que durarán gran término dudosas.
“Pues con solo una parte de su armada “También con pretensión de libertarse,
y número pequeño de soldados, en el próspero reino de Granada,
de su Fortuna y crédito guiada, los moriscos vendrán a levantarse
rebatirá los otomanos hados, y a negar la obediencia al rey jurada:
y la afligida Malta restaurada, la cual alteración por no estimarse
serán los enemigos retirados, ni ser a los principios remediada,
las fatigadas velas dando al viento será de grandes daños y costosa
con pérdida increíble y escarmiento. de sangre ilustre y gente valerosa.
“Luego, el año después, con poderoso “Irá a esta guerra un mozo que escondido
ejército, en persona Solimano anda en humildes paños y figura,
por tierra moverá contra el famoso que su imperial linaje esclarecido
César Augusto emperador romano, difíciles empresas le asegura;
y por la gran Panonia presuroso, a quien tienen los hados prometido
dejando a la derecha al Transilvano, una famosa y súbita ventura:
y atrás la ancha provincia de Dalmacia, este es hijo de Carlos, que aún se cría,
bajará a los confines de Croacia. y encubierto estará por algún día.
“Baste que a los moriscos alterados “Y, sacando una armada poderosa,
en su primera edad hará la guerra, de todas sus provincias allegada
y los presidios rotos y ocupados en la vecina Cipro, isla famosa,
los vendrá a retirar dentro en la sierra; descargará la furia represada;
adonde los tendrá tan apretados, y con espada cruda y rigurosa
que al fin reducirá la alzada tierra, será la tierra de ellos ocupada,
trasplantando en provincias diferentes entrando a Famagusta ya batida
las raíces malvadas y simientes. sobre palabra falsa y fementida.
“Serán, pues, los dos príncipes llamados “Mas el alto Señor que otro dispone,
del padre emperador, que ya aquel día y en vuestro bien con su piedad lo ordena,
querrá dar nuevo asiento en sus estados, que cuando faltan méritos compone
y hacer rey a Rodolfo de la Hungría; con su sangre y pasión la deuda ajena,
así que para Génova embarcados, y por solo un gemir luego repone
arribarán, pasando a Lombardía, la punición (1) y merecida pena:
por la ribera del Danubio amena, quebrantará con golpe riguroso
a su ciudad famosa de Viena. la soberbia del bárbaro ambicioso.
(1) Castigo.
“Allí, por ser lugar inhabitable, ¡Oh condición humana! Que al instante
sin rastro de persona ni sendero, que me privó que el rostro no volviese,
vive un anciano viejo venerable, solo aquel impedirme fue bastante
que famoso soldado fue primero; a que pronto apetito se encendiese;
de quien sabrás do habita el intratable y así, sin esperar más adelante
Fitón mágico, grande y hechicero, en el sano consejo procediese,
el cual te informará de muchas cosas volví los ojos luego, y, de improviso,
que están aún por venir maravillosas. vi, si decirse puede, un paraíso.
En un asiento fértil y sabroso, Que luego que los pies puse en el suelo,
de alegres plantas y árboles cercado, los codiciosos ojos ya cebando,
do el cielo se mostraba más hermoso libres del torpe y del grosero velo
y el suelo de mil flores varïado, que la vista hasta allí me iba ocupando,
cerca de un claro arroyo sonoroso, un amoroso fuego y blando hielo
que atravesaba el fresco y verde prado, se me fue por las venas regalando,
vi junta toda cuanta hermosura y el brío rebelde y pecho endurecido
supo y pudo formar acá Natura. quedó al amor sujeto y sometido.
Andaban por acá y allá esparcidos, Era de tierna edad, pero mostraba
gran copia de galanes estimados, en su sosiego discreción madura,
al regalado y blando amor rendidos, y a mirarme parece la inclinaba
corriendo tras sus fines y cuidados; su estrella, su destino y mi ventura;
unos, en esperanza sostenidos; yo, que saber su nombre deseaba,
otros, en sus riquezas confiados; rendido y entregado a su hermosura,
todos gozando alegres y contentos vi a sus pies una letra que decía:
de sus lozanos y altos pensamientos. del tronco de Bazán doña María.
En esto, con presteza y furia extraña, Y por saber más de ella, revolviendo
arrebatado por el aire vano, el rostro y voz a la prudente guía,
la alta cumbre dejó de la montaña, súbito el alboroto y fiero estruendo
bajando al deleitoso y fértil llano, de las bárbaras armas y armonía
donde, si la memoria no me engaña, me despertó del dulce sueño, oyendo:
vi la mi guía, a la derecha mano, “¡Arma, arma! ¡Presto, presto!” Y parecía
algo medroso, y con turbado gesto romper el alto cielo los acentos
de haberme en tanto riesgo y trance puesto. de las diversas voces e instrumentos.
Luego que en la montaña en lo más alto Donde sueltas las armas empachadas,
tres gruesos escuadrones parecieron, que aprovecharse de ellas no podía,
juntos a un mismo tiempo hicieron alto a bocados a coces y a puñadas
y el sitio desde allí reconocieron; ganar la plaza él solo pretendía;
visto el foso y el muro, el fiero asalto, los tiros, golpes, botes y estocadas
dada la seña, todos tres movieron, con gran destreza y maña rebatía
esgrimiendo las armas del tal suerte poniendo pecho y hombro suficiente
que a nadie reservaban de la muerte. al ímpetu y furor de tanta gente.
Viéndose en tal lugar solo y tratado Pero el joven Pinol, que prometido
según la temeraria confianza, había de acompañarle en el asalto
no de su pretensión desconfiado, y con el asta el foso arremetido,
mas con alguna menos esperanza, aunque no se atrevió a tan grande salto
a los brazos cerró con un soldado como al valiente amigo vio tendido
y de las manos le sacó la lanza, y descubrir la pica por lo alto,
sobre la cual, echándose en un punto, la arrebató tomando por remedio
pensó salvar el foso y vida junto. poner con pies ligeros tierra en medio.
Mas la instable (1) Fortuna, ya cansada Mas como no haya maña ni destreza
de serle curadora de la vida, contra el hado preciso y dura suerte,
dio paso en aquel tiempo a una pedrada ni bastan prestos pies, ni ligereza
de algún gallardo brazo despedida, a escapar de las manos de la muerte,
que en la cóncava sien la arrebatada que al que piensa huir con más presteza
piedra gran parte le quedó sumida, le alcanza de su brazo el golpe fuerte,
trabucándole luego de lo alto, como al ligero bárbaro le avino
yendo en el aire en la mitad del salto. en mundano propósito y camino.
Como el troyano Euricio, que volando Que apenas cuatro pasos había dado,
la tímida paloma por el cielo, cuando dos gruesas balas le cogieron
con gran presteza el torvo arco flechando, y, de la espalda al pecho atravesado
la atravesó en la furia de su vuelo, a un tiempo por dos partes le tendieron;
que retorciendo el cuerpo y revelando no dio la alma tan presto, que un soldado
como redondo ovillo vino al suelo, de dos que a socorrerle arremetieron,
así el herido mozo en descubierto, de la costosa lanza no trabase
dentro del hondo foso cayó muerto. y con peligro suyo la salvase.
(1) Inestable.
Con un osado joven que delante El valiente español, que vio tendido
venía la tierra y cielo despreciando, a su enemigo, y la victoria cierta,
de proporción y miembros de gigante, cobró la pica y crédito perdido
un asta de dos costas (1) blandeando, retrayendose ufano hacia la puerta;
que acá y allá con término galante donde por los amigos conocido,
la gruesa y larga pica floreando, fue sin contraste en un momento abierta
ora de un lado y de otro, ora derecho, y dentro recibido alegremente,
quiso tentar del enemigo el pecho. con grande aplauso y grita de la gente.
Tirando un recio bote, que cebado En este tiempo ya por todos lados
le retrujo seis pasos de tal suerte, la plaza los contrarios expugnaban,
que el gallardo español desatinado que a vencer o morir determinados
se vio casi en las manos de la muerte; por los fuegos y tiros se lanzaban;
pero, como animoso y reportado, y encima de los muros hacinados
haciendo recio pie, se tuvo fuerte los vivos a tirar se levantaban,
pensando asir la pica con la mano; de donde más la cierta puntería
mas este pensamiento salió vano. el encubierto blanco descubría.
Que el indio con destreza y gran soltura, Unos, con ramas, tierra y con maderos
saltó ligero atrás cobrando tierra ciegan el hondo foso presurosos;
y blandiendo la gruesa pica dura otros, que más presumen de ligeros,
quiso con otro rematar la guerra; hacen pruebas y saltos peligrosos;
mas el pronto español, que entrar procura y los que les tocaba ser postreros,
dándole lado, de la pica aferra, de llegar a las manos deseosos,
y aguijando por ella a su despecho tanto el ir adelante procuraban,
cerró presto con él pecho con pecho. que dentro a los primeros arrojaban.
(1) Filos.
También hacia la banda del Poniente Del mar no habían sacado los pies, cuando,
había Peteguelén arremetido, por la parte de abajo, con ruido
y, a despecho y pesar de nuestra gente, les sale un escuadrón en contra, dando
en lo más alto del bastión subido; una furiosa carga y alarido:
que el valeroso corazón ardiente venía el primero, el paso apresurando,
le había por las entrañas esparcido el suelto Fenistón, mozo atrevido,
un belicoso ardor, como si fuera que de los otros quiso adelantarse
en la verde y robusta edad primera. con gana y presunción de señalarse.
Mucho no le duró, que, a poca pieza, Nuestra gente con orden y osadía,
le arrebató una bala desmandada siguiendo su derrota (1) y firme intento,
de los dispuestos hombros la cabeza, a la enemiga opuesta arremetía,
rematando su próspera jornada; que aun de esperar no tuvo sufrimiento;
tras esta disparó luego otra pieza, y a recibir a Fenistón salía,
hacia la misma parte encaminada, con paso no menor y atrevimiento,
llevando a Guampicol que le seguía, el diestro Julián de Valenzuela,
y a Surco, Longomilla y Lebopía. la espada en mano, al pecho la rodela.
Las gentes que en las naos habían quedado Fue allí el primero que empezó el asalto
viendo el rumor y prisa repentina, el presto Fenistón anticipado
cuál salta luego arriba desarmado, dando un ligero y no pensado salto,
cuál con rodela, cuál con coracina; con el cual descargó un bastón pesado;
quién se arroja al batel y quién a nado mas Valenzuela, la rodela en alto,
piensa arribar más presto a la marina, a dos manos el golpe ha reparado,
llamando cada cual a quien debía dejándole atronado de manera
y ninguno aguardaba compañía. como si encima un monte le cayera.
Así a nado y a remo, con gran pena Bajó la ancha rodela a la cabeza,
el molesto y prolijo mar cortaron, tanto fue el golpe recio y desmedido,
y en la ribera y deseada arena y el transportado joven una pieza
casi todos a un tiempo pie tomaron; fue rodando de manos aturdido;
donde, con disciplina y orden buena, mas luego, aunque atronado se endereza,
un cerrado escuadrón luego formaron, y volviendo del todo su sentido,
marchando a socorrer a los amigos pudo al través, hurtándose de un salto,
por medio de las armas y enemigos. huir la maza que calaba de alto.
Entró el leño por tierra un gran pedazo Así de acá y de allá gallardamente
con el gran peso y fuerza que traía, por la plaza y honor se contendía;
que, visto Valenzuela el embarazo quién sobre el muerto sube diligente,
del bárbaro y el tiempo que él tenía, quién muerto sobre el vivo allí caía;
metiendo con presteza el pie y el brazo, don Gárcía de Mendoza, entre su gente,
el pecho con la espada le cosía, su cuartel con esfuerzo defendía,
y, al sacar la caliente y roja espada, al gran furor y bárbara violencia
le llevó de revés media quijada. haciendo suficiente resistencia.
Ya en aquella sazón ninguno había Vasco Juárez también por otra parte,
que solo un punto allí estuviese ocioso; Carrillo y don Antonio de Cabrera,
mas cada cual solícito corría Arias Pardo, Riberos y Lasarte,
a lo más necesario y peligroso; Córdoba y Pedro de Olmos de Aguilera,
era el estruendo tal, que parecía subidos sobre el alto balüarte,
el batir de las armas presuroso herían en los contrarios de manera
que de sus fijos quicios todo el cielo que, aunque eran infinitos, bien seguro
desencajado se viniese al suelo. por toda aquella banda estaba el muro.
¿Quién me metió entre abrojos y por cuestas, Pero viéndose solo y malherido
tras las roncas trompetas y atambores, y el ejército bárbaro deshecho,
pudiendo ir por jardines y florestas y todo el fiero hierro convertido
cogiendo varias y olorosas flores, contra su fuerte y animoso pecho,
mezclando, en las empresas y recuestas, se retrujo a una parte en la cual vido (2)
cuentos, ficciones, fábulas y amores, que el cerro era peinado y muy derecho,
donde correr sin límite pudiera, y, sin muro de aquel lado, donde un salto
dando gusto, yo le recibiera? había de más de veinte brazas de alto.
Cinco o seis veces la difícil vía Quién queda allí estropeado, quién tullido,
y de fortuna el crédito tentaba, quién se duele, quién gime, quién se queja,
que fácil lo imposible le hacía quién cae acá, quién cae allá, aturdido,
el coraje y humor que le incitaba; quién haciéndole plaza de él se aleja,
por un lado y por otro discurría, y en el largo escuadrón de armas tejido
todo de acá y de allá lo rodeaba, un gran portillo y ancha calle deja,
como el hambriento lobo encarnizado con el furor que el fiero rayo apriesa
rodea de los corderos el cercado. rompe el aire apretado y nube espesa.
Mas viendo, al fin, que era designio vano De tal manera Tucapel, abriendo
y de tiros sobre él la lluvia espesa, de parte a parte el escuadrón cristiano,
retirándose a un lado, vio en el llano arriba a los amigos, que siguiendo
la trabada batalla y fiera priesa; iban la retirada a paso llano,
y como el levantado halcón lozano, con el concierto y orden procediendo
que yendo alta la garza, se atraviesa que vemos ir las grullas el verano,
el cobarde milano, y desde el cielo cuando de su tendida y negra banda
cala a la presa con furioso vuelo: ninguna se adelanta ni desmanda.
(1) Desconcierto.
La negra noche a más andar cubriendo Andando, pues, así con el molesto
la tierra, que la luz desamparaba, sueño que me aquejaba porfiando,
se fue toda la gente recogiendo, y en gran silencio el encargado puesto
según y en el lugar que le tocaba, de un canto al otro canto paseando,
la guardia y centinela repartiendo, vi que estaba el un lado del recuesto
que el tiempo estrecho a nadie reservaba, lleno de cuerpos muertos blanqueando,
me cupo el cuarto de la prima en suerte que nuestros arcabuces aquel día
en un bajo recuesto junto al fuerte. habían hecho gran riza y batería.
Donde con el trabajo de aquel día No mucho después de esto, yo, que estaba
y no me haber en quince desarmado, con ojo abierto y con atento oído,
el importuno sueño me afligía, sentí de rato en rato que sonaba
hallándome molido y quebrantado; hacia los cuerpos muertos un ruido
mas con nuevo ejercicio resistía, que siempre al acabar se remataba
paseándome de este y de aquel lado, con un triste suspiro sostenido,
sin parar un momento: tal estaba, y tornaba a sentirse, pareciendo
que de mis propios pies no me fiaba. que iba de cuerpo en cuerpo discurriendo.
La noche era tan lóbrega y oscura “No quieras impedir obra tan pía,
que divisar lo cierto no podía; que aun en bárbara guerra se concede,
y así por ver el fin de esta aventura que es especie y señal de tiranía
(aunque más por cumplir lo que debía) usar de todo aquello que se puede;
me vine, agazapado en la verdura deja buscar su cuerpo a esta alma mía;
hacia la parte que el rumor se oía, después furioso con rigor procede,
donde vi entre los muertos ir oculto que ya el dolor me ha puesto en tal extremo,
andando a cuatro pies un negro bulto. que más la vida que la muerte temo.
Yo, de aquella visión mal satisfecho, “Que no sé mal que ya dañarme pueda,
con un temor que ahora aún no lo niego, no hay bien mayor que no le haber tenido,
la espada en mano y la rodela al pecho, acábese y fenezca lo que queda,
llamando a Dios, sobre él aguijé luego; pues que mi dulce amigo ha fenecido;
mas el bulto se puso en pie derecho que, aunque el cielo cruel no me conceda
y con medrosa voz y humilde ruego morir mi cuerpo con el suyo unido,
dijo: “Señor, señor, merced te pido, no estorbará por más que me persiga,
que soy mujer y nunca te he ofendido. que mi afligido espíritu le siga.”
“Ruégote, pues, señor, si por ventura Bien que estuve dudoso, pero luego,
o desventura, como fue la mía, aunque la noche el rostro le encubría,
con amor verdadero y con fe pura en su poco temor y gran sosiego
amaste tiernamente en algún día, vi que verdad en todo me decía,
me dejes dar a un muerto sepultura, y que el pérfido amor ingrato y ciego
que yace entre esta muerta compañía; en busca del marido le traía,
mira que aquel que niega lo que es justo, el cual en la primera arremetida,
lo malo aprueba ya y se hace injusto. queriendo señalarse dio la vida.
Movido, pues, a compasión de vella, “No por mis libres y ásperas respuestas
firme en su casto y amoroso intento, los firmes pretensores aflojaron,
de allí salido me volví con ella antes con nuevas pruebas y recuestas
a mi lugar y señalado asiento: en su vana demanda más instaron,
donde yo le rogué que su querella y con danzas, con juegos y otras fiestas
con ánimo seguro y sufrimiento mudar mi firme intento procuraron,
desde el principio al cabo me contase no les bastando maña ni artificio
y deshogando (1) la ansia descansase. a sacar mi propósito de quicio.
Ella dijo: “¡Ay de mí!, que es imposible “Muy presto, pues, llegó el postrero día
tener jamás descanso hasta la muerte, de esta mi libertad y señorío,
que es sin remedio mi pasión terrible, ¡oh, si lo fuera de la vida mía!,
y más que todo sufrimiento fuerte; pero no pudo ser, que era bien mío.
mas, aunque me será cosa insufrible, En un lugar que junto al pueblo había,
diré el discurso de mi amarga suerte, donde el claro Gualebo, manso río,
quizá que mi dolor, según es grave, después que sus viciosos campos riega,
podrá ser que esforzándose me acabe. el nombre y agua al ancho Itata entrega.
“De muchos fui pedida en casamiento, “Llegué por varios arcos donde estaba
y a todos igualmente despreciaba, un bien compuesto y levantado asiento,
de lo cual mi buen padre descontento hecho de tal manera que ayudaba
que yo aceptase alguno me rogaba; la maestra natural al ornamento;
pero con franco y libre pensamiento el agua clara en torno murmuraba,
de su importuno ruego me excusaba, los árboles movidos por el viento
que era pensar mudarme desvarío hacían un movimiento y un ruido
y martillar sin fruto en hierro frío. que alegraban la vista y el oído.
(1) Desahogando.
“Apenas, pues, en él me había sentado, “El cual dijo: “Señora, ¿no has mirado
cuando un alto y solemne bando echaron, cómo el robusto joven Mareguano
y del ancho palenque y estacado con todos cuantos mozos ha luchado
la embarazoso gente despejaron; lo ha puesto de espaldas en el llano?
cada cual a su puesto retirado, Y cuando yo esperaba, confiado,
la acostumbrada lucha comenzaron que la bella guirnalda de tu mano
con un silencio tal, que los presentes lo ciñera la ufana y leda frente
juzgaron ser pinturas más que gentes. en premio y en señal de más valiente,
“Aunque había muchos jóvenes lucidos, “aquel gallardo mozo, bien dispuesto,
todos al parecer competidores, del vestido de verde y encarnado,
de diferentes suertes y vestidos con gran facilidad le ha en tierra puesto,
y de un fin engañoso pretensores, llevándole el honor que había ganado;
no estaba en cuáles eran los vencidos, y el fácil y liviano pueblo de esto
ni cuáles habían sido vencedores, como de novedad maravillado,
buscando acá y allá entretenimiento ha levantado aquel confuso estruendo,
con un ocioso y libre pensamiento. la fuerza del mancebo encareciendo.
“Cuando un gran alboroto y vocería “Pero los jueces por razón no admiten
(cosa muy cierta en semejante juego) del uno ni del otro pedimento (1),
se levantó entre aquella compañía, ni en modo alguno quieren ni permiten
que me sacó de seso y de sosiego; innovación en esto y movimiento;
yo, queriendo entender lo que sería, mas que de su propósito se quiten,
al más cerca de mí pregunté luego si entrambos de común consentimiento
la causa de la grita ocasionada, pareciendo primero en tu presencia
que me fuera mejor no saber nada. no alcanzaron de ti franca licencia.”
(1) Petición.
“Y otra, y otra, y aún más, si él quiere, quiero, “Volvían a forcejear con un ruido,
hasta dejarte en todo satisfecho; que era de ver y oírlos cosa extraña;
y consiento que al punto y ser primero pero el mozo extranjero ya corrido
se reduzca la prueba y el derecho; de su poca pujanza y mala maña,
que siendo en tu presencia, cierto espero alzó de tierra al otro y de un gemido
salir con mayor gloria de este hecho; de espaldas le trabuca en la campaña,
danos licencia, rompe el estatuto con tal golpe que al triste Mareguano
con tu poder sin límite absoluto.” no le quedó sentido y hueso sano.
“El me dijo: “Señora, te suplico “Mi padre, que con sesgo y ledo gesto
le recibas de mí, que aunque parece hasta el fin escuchó el parecer mío,
pobre y pequeño el don, te certifico besándome en la frente dijo: “En esto
que es grande la afición con que se ofrece; y en todo me remito a tu albedrío;
que con este favor quedaré rico pues de tu discreción e intento honesto
y así el ánimo y fuerzas me engrandece, que elegirás lo que conviene fío,
que no habrá empresa grande ni habrá cosa y bien muestra Crepino en su crianza
que ya me pueda ser dificultosa.” ser de buenos respetos y esperanza.”
“Yo, por usar de toda cortesía, “Ya que con voluntad y mandamiento
que es lo que a las mujeres perfecciona, a mi honor y deseo satisfizo
le dije que el anillo recibía y la vana contienda y fundamento
y más la voluntad de la persona; de los presentes jóvenes deshizo,
en esto toda aquella compañía, el infelice y triste casamiento
hecha en torno de mi espesa corona, en forma y acto público se hizo,
del ya agradable asiento me bajaron hoy hace justo un mes, ¡oh suerte dura,
y a casa de mi padre me llevaron. qué cerca está del bien la desventura!
“Diciendo que, pues él me persuadía “Este es, pues, el proceso, esta es la historia,
que tomase parientes y marido y el fin tan cierto de la dulce vida,
al parecer según me convenía, he aquí mi libertad y breve gloria
yo por le obedecer le había elegido, en eterna amargura convertida;
el cual era Crepino, que tenía y pues que por tu causa la memoria
valor, suerte y linaje conocido, mi llaga ha renovado encrudecida,
junto con ser discreto, honesto, afable, en recompensa del dolor te pido
de condición y término loable. me dejes enterrar a mi marido.
“Que no es bien que las aves carniceras Donde en honesta guarda y compañía
despedacen el cuerpo miserable, de mujeres casadas quedó, en tanto
ni los perros y brutas bestias fieras que el esperado ya vecino día
satisfagan su estómago insaciable; quitase de la noche el negro manto;
mas cuando empedernido ya no quieras entre tanto también razón sería,
hacer cosa tan justa y razonable, pues que todos descansan y yo canto,
haznos con esa espada y mano dura dejarlo hasta mañana en este estado,
iguales en la muerte y sepultura.” que de reposo estoy necesitado.
CANTO XXI
Cuántas y cuántas vemos que han subido Ella, del bien incrédula, llorando,
a la difícil cumbre de la fama; los brazos extendidos me pedía
Judith, Camila, la fenicia Dido, firme seguridad, y así llamando
a quien Virgilio injustamente infama; los indios de servicio que tenía,
Penélope, Lucrecia, que al marido salí con ella acá y allá buscando;
lavó con sangre la violada cama; al fin, entre los muertos que allí había,
Hipo, Tucia, Virginia, Fulvia, Clelia, hallamos el sangriento cuerpo helado,
Porcia, Sulpicia, Alcestes y Cornelia. de una redonda bala atravesado.
Bien puede ser entre estas colocada La mísera Tegualda, que delante
la hermosa Tegualda, pues parece vio la marchita faz desfigurada,
en la rara hazaña señalada con horrendo furor en un instante
cuanto por el piadoso amor merece; sobre ella se arrojó desatinada,
así, sobre sus obras levantada, y junta con la suya en abundante
entre las más famosas resplandece flujo de vivas lágrimas bañada,
y el nombre será siempre celebrado, la boca le besaba y la herida,
a la inmortalidad ya consagrado. por ver si le podía infundir la vida.
Quedó, pues, como dije, recogida “¡Ay cuitada de mí! –decía–. ¿Qué hago
en parte honesta y compañía segura, entre tanto dolor y desventura?
del poco beneficio agradecida, ¿Cómo el injusto amor no satisfago
según lo que esperaba en su ventura; en esta aparejada coyuntura?
pero la aurora y nueva luz venida, ¿Por qué ya, pusilánime, de un trago
aunque el sabroso sueño con dulzura no acabo de pasar tanta amargura?
me había los laxos miembros ya trabado, ¿Qué es esto, la injusticia adónde llega
me despertó el aquejador cuidado. que aun el morir forzoso se me niega?”
Viniendo a toda priesa a donde estaba Así furiosa por morir echaba
firme en el triste llanto y sentimiento, la rigurosa mano al blanco cuello;
que solo un breve punto no aflojaba y, no pudiendo más, no perdonaba
la dolorosa pena y el lamento; al afligido rostro, ni al cabello;
yo con gran compasión la consolaba, y aunque yo de estorbarle procuraba,
haciéndole seguro ofrecimiento apenas era parte a defendello,
de entregarle el marido y darle gente tan grande era la basca y ansia fuerte
con que salir pudiese libremente. de la rabiosa gana de la muerte.
Después que algo las ansias aplacaron Estando como digo, una mañana
por la gran persuasión y ruego mío, llegó un indio a gran priesa a nuestro fuerte,
y sus promesas ya me aseguraron diciendo: “¡Oh temeraria gente insana!
del gentílico intento y desvarío, Huid, huid la ya vecina muerte,
los prestos yanaconas levantaron que la potencia indómita araucana
sobre un tablón el yerto cuerpo frío, viene sobre vosotros de tal suerte,
llevándole en los hombros suficientes que no bastarán muros, ni reparos,
a donde le aguardaban sus sirvientes. ni sé lugar donde podáis salvaros.”
Mas, porque estando así rota la guerra, El mismo aviso trajo al mediodía
no padeciese agravio y demasía, un amigo cacique de la sierra,
hasta pasar una vecina sierra afirmando por cierto que venía
le tuve con mi gente compañía; todo el poder y fuerza de la tierra
pero llegando a la segura tierra con soberbio aparato, donde había,
encaminada en la derecha vía, instrumentos y máquinas de guerra,
se despidió de mí reconocida puentes, traviesas, árboles, tablones
del beneficio y obra recibida. y otras artificiosas prevenciones.
Vuelto al asiento, digo que estuvimos No desmayó por esto nuestra gente;
toda aquella semana trabajando, antes venir al punto deseaba,
en la cual lo deshecho rehicimos que el menos animoso osadamente
el foso y roto muro reparando; el lugar de más riesgo procuraba;
de industria y fuerza al fin nos prevenimos y con presteza y orden conveniente
con buen ánimo y orden aguardando todo lo necesario se aprestaba,
al enemigo campo cada día, esperando con muestra apercibida
que era pública fama que venía. el día amenazador de tanta vida.
También tuvimos nueva que partidos Fuimos también por indios avisados
eran de Mapochó nuestros guerreros, de nuestros espiones, que sin duda
de armas y municiones bastecidos, nos darían el asalto por tres lados,
con mil caballos y dos mil flecheros; al postrer cuarto de la noche muda;
mas del lluvioso invierno los crecidos así que, cuando más desconfiados
raudales y las ciénagas y esteros no de divina, mas de humana ayuda,
llevándoles ganado, ropa y gente por la cumbre de un monte de repente
los hacían detener forzosamente. apareció en buen orden nuestra gente.
¡Quién pudiera pintar el gran contento, Pero los nuestros, de mostrar ganosos
el alborozo de una y otra parte, aquel valor que en la nación se encierra,
el ordenado alarde, el movimiento, enemigos del ocio y deseosos
el ronco estruendo del furioso Marte, de entrar talando la enemiga tierra,
tanta bandera descosida al viento, procuran con afectos hervorosos
tanto perdón, divisa y estandarte, apresurar la deseada guerra,
trompas, clarines, vices, apellidos, haciendo diligencia y gran instancia
relinchos de caballos y bufidos! en prevenir las cosas de importancia.
Aunque, como ya digo, antes tuvieron Ya, pues, en aquel sitio recogidos
gran contienda sobre ello y diferencia; tantos soldados, armas, municiones,
pero, al fin, por entonces difirieron todos los instrumentos prevenidos,
la ejecución de la áspera sentencia; hechas las necesarias provisiones,
y el poderoso campo retrujeron fueron por igual orden repartidos
hasta tener más cierta inteligencia los lugares, cuarteles y escuadrones,
del español ejército arribado, para que en el rebato y voz primera
que ya le había la fama acrecentado. cada cual acudiese a su bandera.
Tras él con fiero término seguía Seguía el orden tras estos Lemolemo,
el áspero y robusto Tulcomara, arrastrando una pica poderosa,
que vestido en lugar de arnés traía delante de su escuadra, por extremo
la piel de un fiero tigre que matara; lucida entre las otras y vistosa;
cuya espantosa boca le ceñía un poco atrás del cual iba Gualemo,
por la frente y quijadas la ancha cara, cubierto de una piel dura y pelosa
con dos espesas órdenes de dientes de un caballo marino, que su padre
blancos, agudos, lisos y lucientes. había muerto en defensa de su madre.
Pudo tanto el amor, que el mozo osado Pasó tras este luego Talcahuano,
al pescado alcanzó que se alargaba, que ciñe el mar su tierra y la rodea,
y, abrazado con él por maña a nado, un mástil grueso en la derecha mano,
a la vecina orilla le acercaba, que como un tierno junco le blandea,
donde el marino monstruo sobreaguado cubierto de altas plumas muy lozano,
(que también el amor ya le cegaba) siguiéndole su gente de pelea,
dio recio en seco, al tiempo que el reflujo por los pechos al sesgo atravesadas,
de las huidoras olas se retrujo. bandas azules, blancas y encarnadas.
Soltó la presa libre y, sacudiendo Venía tras él Tomé, que sus pisadas
la dura cola, el suelo deshacía, seguían los puelches, gentes banderizas,
y aquí y allí el gran cuerpo retorciendo, cuyas armas son puntas enastadas
contra el mozo animoso se volvía; de una gran braza, largas y rollizas;
el cual, sazón y punto no perdiendo, y los trulos también, que usan espadas,
a las cercanas armas acudía, de fe mudable y casas movedizas,
comenzando los dos una batalla hombres de poco efecto, alharaquientos,
que el mar calmó y el sol paró a miralla (1). de fuerza grande y chicos pensamientos.
(1) Mirarla.
Elicura pasó luego tras estos. Fue allí el postrero que pasó la lista
armado ricamente, el cual traía (primero en todo) Tucapel gallardo,
una banda de jóvenes dispuestos, cubierta una lucida sobrevista
de grande presunción y gallardía; de unos anchos escaques (1) de oro y pardo;
seguían los llaucos de almagrados gestos, grande en el cuerpo y áspero en la vista,
robusta y esforzado compañía, con un huello lozano y paso tardo,
llevando en medio de ellos por caudillo detrás del cual iba un tropel de gente
al sucesor del ínclito Ainavillo. arrogante, fantástica y valiente.
Lincoya iba tras él, casi gigante, Seguían, luego, detrás sus piemaiquenes,
la cresta sobre todos levantada, tuncos, renoguelones y pencones,
armado un fuerte peto rutilante, los itatas, mauleses y cauquenes
de penachos cubierta la celada; de pintadas divisas y pendones;
con desdeñoso término delante nibequetenses, pueches y cautenes
de su lustrosa escuadra bien cerrada, con una espesa escuadra de peones
el mozo Peicaví luego guiaba y multitud confusa de guerreros,
otro espeso escuadrón de gente brava. amigos, comarcanos y extranjeros.
Venía en esta reseña en buen concierto Según el mar las olas tiende y crece,
el grave Caniomangue, entristecido así crece la fiera gente armada,
por el insigne viejo padre muerto, tiembla en torno la tierra y se estremece
a quien había en el cargo sucedido, en tantos pies batida y golpeada;
todo de negro el blanco arnés cubierto lleno el aire de estruendo se oscurece
y su escuadrón de aquel color vestido, con la gran polvareda levantada,
al tardo son y paso los soldados que en ancho remolino al cielo sube,
de roncos atambores destemplados. cual ciega niebla espesa o parda nube.
Pues nuestro campo en orden semejante, “Lo que yo os pido de mi parte y digo
según que dije arriba, don García es que en estas batallas y revueltas,
al tiempo del partir puesto delante aunque os haya ofendido el enemigo,
de aquella valerosa compañía, jamás vos le ofendáis a espaldas vueltas;
con un alegre término y semblante antes le defended como al amigo,
que dichoso suceso prometía, si volviéndose a vos las armas sueltas
moviendo los dispuestos corazones rehuyere el morir en la batalla,
les empezó a decir estas razones: pues es más dar la vida que quitalla (1).
“Ya que con tanto afán habéis seguido “No sé si tengo más cerca de esto
hasta aquí las católicas banderas que decir, ni advertimos con razones,
y al español dominio sometido que en detener ya tanto soy molesto
innumerables gentes extranjeras, la furia de esos vuestros corazones;
el fuerte pecho y ánimo sufrido ¡sus, sus!, pues, derribad y allanad presto
poned contra estos bárbaros de veras, las palizadas, tiendas, pabellones,
que vencido esto poco veréis llano y vámonos de aquí todos a una
todo el mundo debajo de la mano. a donde ya nos llama la Fortuna.”
(1) Quitarla.
CANTO XXII
¿No ves que es mengua tuya y gran bajeza, Estábamos apenas alojados
habiendo tantos célebres varones, en el tendido llano a la marina,
venir a mendigar a mi pobreza, cuando se oyó gritar por todos lados,
tan falta de conceptos y razones, “¡Arma, arma, enfrena, enfrena, aína, aína!”
y en medio de las armas y aspereza, luego de acá y de allá los derramados,
sumido en mil forzosas ocasiones, siguiendo la ordenanza y disciplina,
me cargas por un sueño quizá vano corren a sus banderas y pendones
con tanta pesadumbre ya la mano? formando las hileras y escuadrones.
Pero por más que allí los aguijaban En esto, por la parte del Poniente,
con voces, cuerpos, brazos y talones, con gran presteza y no menor ruido,
los bárbaros por pies los alcanzaban, Juan Ramón arribó con mucha gente,
haciéndoles bajar de los arzones; que el aviso primero había tenido;
al fin necesitados peleaban, y, en furioso tropel, gallardamente,
cual los heridos osos y leones alzando un ferocísimo alarido,
cuando de los lebreles aquejados embistió la enemiga gente airada,
ven la guarida y pasos ocupados. en la victoria y sangre ya cebada.
Con tal facilidad arrebatados No es bien pasar tan presto, ¡oh pluma mía!,
de aquel furor y bárbara violencia las memorables cosas señaladas
iban los españoles fatigados, y los crudos efectos de este día
sin poderse poner en resistencia; de valerosas lanzas y de espadas;
algunos, del honor avergonzados, que, aunque ingenio mayor no bastaría
vuelven haciendo rostro y apariencia; a poderlas llevar continuadas,
mas otra ola de gente que llegaba, es justo se celebre alguna parte
con más presteza y daño los llevaba. de muchas en que puedes emplearte.
Por el lado derecho encaminado Tan recio se embistió que, aunque hallaron
hizo el agudo hierro gran herida, de gruesas astas un tejido muro,
pasando el escaupil (1) doble estofado el cerrado escuadrón aportillaron,
y una cota de malla muy tejida; probando más de diez el suelo duro;
el ancho y duro hierro ensangrentado y al esforzado Cáceres cobraron,
abrió por las espaldas la salida, que, cercado de gente, mal seguro.
quedando el cuerpo ya descolorido con ánimo feroz se sustentaba,
fuera de los arzones suspendido. y, matando, la muerte dilataba.
A Cáceres, que un poco atrás venía, Pero muy presto a la araucana gente,
de otro golpe también le puso en tierra, en la española sangre ya cebada,
el cual, con gran esfuerzo y valentía, los hizo revolver forzosamente
la adarga embraza y de la espada aferra, y seguir la carrera comenzada:
y contra la enemiga compañía tras estos, otra escuadra de repente
se puso él solo a mantener la guerra, en ellos se estrelló desatinada;
haciendo rostro y pie con tal denuedo, mas sin ganar un paso de camino,
que a los más atrevidos puso miedo. volver rostros y riendas les convino.
Jamás los alemanes combatieron “Venid, venid a mí, gente plebea (1),
así de firme a firme y frente a frente, en mí sea vuestra saña convertida,
ni mano a mano dando, recibieron que soy quien os persigue y quien desea
golpes sin descansar a manteniente; más vuestra muerte que su propia vida;
como el un bando y otro que vinieron no quiero ya descanso hasta que vea
a estar así en el cieno estrechamente, la nación española destruida,
que echar atrás un paso no podían, y en esa vuestra carne y sangre odiosa
y dando aprisa, aprisa recibían. pienso hartar mi hambre y sed rabiosa.”
(1) Plebeya.
Pero de tiros una lluvia espesa Viendo el fruto dudoso y daño cierto,
al animoso pecho encaminados, según la mucha gente que cargaba,
turbando el aire claro a mucha priesa que a grande priesa, en orden y concierto,
descargaron sobre él de todos lados; de esta y de aquella parte le cercaba,
por esto el fiero bárbaro no cesa, por un inculto paso y encubierto,
antes con furia y golpes redoblados, que la fragosa sierra le amparaba,
el lodo a la cintura osadamente le pareció con tiempo retirarse
estaba por muralla de su gente. y salvar sus soldados y él salvarse.
aunque por modo vil se me conceda, CONSEJO UNA HABLA CON LA CUAL DESBARATA LOS PARECERES DE ALGUNOS;
que yo espero sin manos desquitarme, SALEN LOS ESPAÑOLES EN BUSCA DEL ENEMIGO; PINTASE LA CUEVA DEL
que no me faltarán para vengarme. HECHICERO FITÓN Y LAS COSAS QUE EN ELLA HABÍA.
Cuál con justo temor dificultaba “Por cierto bien en vano han adquirido
la pretensión de algunos imprudente; tanta gloria y honor vuestro abuelos
cuál por mostrar valor, facilitaba y el araucano crédito subido
cualquier dificultoso inconveniente; en su misma virtud hasta los cielos;
cuál un concierto lícito aprobaba, si ahora infame, hollado y abatido
cuál era de este voto diferente, anda de lengua en lengua por los suelos
procurando unos y otros con razones y vuestra ilustre sangre resfriada
esforzar sus discursos y opiniones. en los sucios rincones derramada.
“Volved, volved en vos, no deis oído Mas como no tuviese tal herida
a sus embustes, tratos y marañas, que pudiese hallar la muerte entrada,
pues todas se enderezan a un partido retuvo luego la dudosa vida
que viene a deslustrar vuestras hazañas; en siéndole la sangre restañada;
que la ocasión que aquí los ha traído, y la virtud con tiempo socorrida
por mares y por tierras tan extrañas, fue de tantos remedios confortada
es el oro goloso que se encierra y el mozo se ayudó de tal manera
en las fértiles venas de esta tierra. que recobró su sanidad primera.
Púdelo bien hacer, que en las quebradas El cual dijo: “¿Qué hado o desventura
era grande el rumor de la corriente tan fuera de camino te ha traído
y con pasos y orejas descuidadas por este inculto bosque y espesura,
pacía la tierna hierba libremente, donde jamás ninguno he conocido?
pero cuando sintió ya mis pisadas Que si por caso adverso y suerte dura
y al rumor levantó la altiva frente, andas de tus banderas forajido
dejó el sabroso pasto y arboleda haré cuanto pudiere de mi parte
por una estrecha y áspera vereda. en buscarte el remedio y escaparte.”
“Mi tierra es en Arauco y soy llamado “Al pie de una espesísima montaña,
el desdichado viejo Guaticolo, pocas veces de humano pie pisada,
que en los robustos años fui soldado hace su habitación y vida extraña
en cargo antecesor de Colocolo; en una oculta y lóbrega morada,
y antes por mi persona en estacado que jamás el alegre sol la baña,
siete campos vencí de solo a solo y es a su condición acomodada,
y mil veces de ramos fue ceñida por ser fuera de término inhumano,
esta mi calva frente envejecida. enemigo mortal del trato humano.
“Mas, como en esta vida el bien no dura “Mas su saber y su poder es tanto
y todo está sujeto a desvarío, sobre las piedras, plantas y animales,
mudóse mi fortuna en desventura, que alcanza por su ciencia y arte cuanto
y en deshonor perpetuo el honor mío, pueden todas las causas naturales;
que por extraño caso y suerte dura y en el oscuro reino del espanto
perdí con Ainavillo en desafío apremia a los caballos infernales
la gloria en tantos años adquirida, a que digan por áspero conjuro
quitándome el honor y no la vida. lo pasado, presente y lo futuro.
“Viéndome, pues, con vida y deshonrado, “En la furia del sol y luz serena
que mil veces quisiera antes ser muerto, de nocturnas tinieblas cubre el suelo,
de cobrar el honor desesperado y sin fuerza de vientos llueve y truena
me vine, como ves, a este desierto, fuera de tiempo el sosegado cielo;
donde más de veinte años he morado el raudo curso de los ríos enfrena,
sin ser jamás de nadie descubierto, y las aves en medio de su vuelo
sino ahora por ti que ha sido cosa vienen de golpe abajo amodorridas,
no poco para mí maravillosa. por sus fuertes palabras compelidas.
“Los otros poderosos elementos Bien por ella cien pasos anduvimos,
a las palabras de este están sujetos, no sin algún temor de parte mía,
y a las causas de arriba y movimientos cuando a una grande bóveda salimos
hace perder la fuerza y los efetos; do una perpetua luz en medio ardía;
al fin por su saber y encantamientos y cada banda en torno de ella vimos
escudriña y entiende los secretos, poyos puestos por orden, en que había
y alcanza por los astros influyentes multitud de redomas sobrescritos
los destinos y hados de las gentes. de ungüentos, hierbas y aguas infinitas.
“No sé, pues, cómo puede encarecerte Vimos allí del lince preparados
el poder de este mágico adivino; los penetrantes ojos virtuosos,
solo en tu menester quiero ofrecerte en cierto tiempo y conjunción sacados,
lo que ofrecerte puede un su sobrino; y los del basilisco ponzoñosos;
mas, para que mejor esto se acierte, sangre de hombres bermejos, enojados,
será bien que tomemos el camino, espumajos de perros que, rabiosos,
pues es la hora y sazón desocupada van huyendo del agua y el pellejo
que podemos tener mejor entrada.” del pecoso chersidros cuando es viejo.
Luego de allí los dos nos levantamos También en otra parte parecía
y, atando a mi caballo de la rienda, la coyuntura de la dura hiena,
a paso apresurado caminamos y el meollo del cencris, que se cría
por una estrecha e intrincada senda; dentro de Libia en la caliente arena;
la cual seguida un trecho nos hallamos y un pedazo de ala de una arpía,
en una selva de árboles horrenda, la hiel de la biforme anfisibena,
que los rayos del sol y claro cielo y la cola del áspide revuelta,
nunca allí vieron el umbroso suelo. que da la muerte en dulce sueño envuelta.
“Y por mágica ciencia y saber puro, Holgó el mago de oír cuán extendida
rompiendo el cavernoso y duro suelo, por aquella región su fama andaba,
puedes en el profundo reino oscuro y, vuelta a mí la cara envejecida,
meter la claridad y luz del cielo; todo de arriba abajo me miraba;
y atormentar con áspero conjuro al fin con voz pujante y expedida,
la caterva infernal que con recelo que poco con las canas conformaba,
tiembla de tu eficaz fuerza que es tanta, y aspecto grave y muestra algo severa,
que sus eternas leyes le quebranta. la respuesta me dio de esta manera:
“Que estando así una noche retirado, Diciendo así, con paso tardo y lento,
escribiendo el suceso de aquel día, por la pequeña puerta cavernosa,
súbito fue en un sueiío arrebatado, me metió de la mano a otro aposento,
viendo cuanto en la Europa sucedía; y luego, en una cámara hermosa,
donde le fue asimismo revelado que su fábrica extraña y ornamento
que en tu escondida cueva entendería era de tal labor y tan costosa,
extraños casos dignos de memoria que no sé lengua que contarlo pueda,
con que ilustrar pudiese más su historia. ni habrá imaginación a que no exceda.
Después de haber un rato satisfecho “Que, pues, que en nuestro Arauco ya se halla
la codiciosa vista en las pinturas, materia a tu propósito cortada,
mirando de los muros, suelo y techo, donde la espada y defensiva malla
la gran riqueza y varias esculturas, es más que en otra parte frecuentada;
el mago me llevó al globo derecho, solo te falta una naval batalla
y, vuelto allí de rostro a las figuras, con que será tu historia autorizada,
con el corvo cayado señalando, y escribirás las cosas de la guerra
comenzó de enseñarme así hablando: así de mar, también como de tierra.
“Habrás de saber, hijo, que estos hombres “La cual verá aquí tal, que te juro
son los más de esta vida ya pasados, que vista la tendremos por dudosa,
que por grandes hazañas sus renombres y en el pasado tiempo y el futuro
han sido y serán siempre celebrados; no se vio ni verá tan espantosa;
y algunos que de baja estirpe y nombres y el gran Mediterráneo mar seguro
sobre sus altos hechos levantados quedará por la gente victoriosa,
los ha puesto su próspera fortuna y la parte vencida y destrozada
en el más alto cuerno de la luna. la marítima fuerza quebrantada.
(1) Veía.
Por tanto, a mis palabras no te alteres, Pero el mago Fitón me dijo: “Presto
ni te espante el horrísono conjuro, verás una naval batalla extraña,
que si atento con ánimo estuvieres donde se mostrará bien manifiesto
verás aquí presente lo futuro; el supremo valor de vuestra España.”
todo punto por punto lo que vieres, Y luego, con airado y fiero gesto,
lo disponen los hados, y seguro hiriendo el ancho globo con la caña,
que podrás, como digo, ser de vista una vez al través, otra al derecho,
testigo y verdadero coronista” (1). sacó una horrible voz del ronco pecho.
Yo, con mayor codicia por un lado Diciendo: “Orco amarillo, Cancerbero,
llegué el rostro a la bola transparente, ¡oh gran Plutón!, rector del bajo infierno,
donde vi dentro un mundo fabricado, ¡oh cansado Catón!, viejo barquero,
tan grande como el nuestro y tan patente; y vos, laguna Estigia y lago Averno;
como en redondo espejo relevado, ¡oh Demogorgon!, tú, que lo postrero
llegando junto el rostro claramente, habitas del tartáreo reino eterno,
vemos dentro un anchísimo palacio, y las hirvientes aguas de Aqueronte,
y en muy pequeña forma grande espacio. de Leteo, Cocito y Flegetonte.
Y por aquel lugar se descubría “Y vos, Furias, que así con crueldades
el turbado y revuelto mar Ausonio, atormentáis las ánimas dañadas,
donde se definió la gran porfía que aun temen ver las ínferas (1) deidades
entre César Augusto y Marco Antonio; vuestras frentes de víboras crinadas;
así en la misma forma parecía y vosotras, gorgóneas potestades,
por la banda de Lepanto y Favonio, por mis fuertes palabras apremiadas,
junto a las Curchulares, hacia el puerto haced que claramente aquí se vea,
de galeras el ancho mar cubierto. aunque futura, esta naval pelea.
Mas, viendo las divisas señaladas “Y tú, Hécate, ahumada y mal compuesta,
del Papa, de Felipe y venecianos, nos muestra lo que pido aquí visible.
luego reconocí ser las armadas ¡Hola! ¿A quién digo? ¿Qué tardanza es esta,
de los infieles turcos y cristianos, que no hace temblar mi voz terrible?
que en orden de batalla aparejadas, Mirad que romperé la tierra opuesta,
para venir estaban a las manos, y os heriré con luz aborrecible,
aunque a mi parecer no se movían, y por fuerza absoluta y poder nuevo
ni más que figuradas parecían. quebrantaré las leyes del Erebo.”
No acabó de decir bien esto, cuando Mas en el bajo tono que ahora llevo
las aguas en el mar se alborotaron, no es bien que de tan grave cosa cante,
y el seco lesnordeste respirando, que cierto es menester aliento nuevo,
las cuerdas y anchas velas se estiraron, lengua más expedida y voz pujante.
y aquellas gentes súbito anhelando Así, medroso de esto, no me atrevo
poco a poco a moverse comenzaron, a proseguir, Señor, más adelante;
haciendo de aquel modo en los objetos en el siguiente y nuevo canto os pido
todas las demás causas sus efetos. me deis vuestro favor y atento oído.
CANTO XXIV
(1) Derrota.
¿Quién bastará a contar los escuadrones Por nuestra armada al uno y otro lado
y el número copioso de galeras, una presta fragata discurría,
la multitud y mezcla de naciones, donde venían un mancebo levantado
estandartes, enseñas y banderas, de gallarda apariencia y bizarría,
las defensas, pertrechos, municiones, un riquísimo y fuerte peto armado,
las diferencias de armas y maneras, con tanta autoridad que parecía
máquinas, artificios e instrumentos, en su disposición figura y arte,
aparatos, divisas y ornamentos? hijo de la Fortuna y del dios Marte.
Así las dos armadas, pues, venían Don Juan, a la sazón, los exhortaba
en tal manera y orden navegando, a la batalla y trance peligroso
que dos espesos bosques parecían con ánimo y valor que aseguraba
que poco a poco se iban allegando. por cierta la victoria y fin dudoso;
Las cicaladas armas relucían y su gran corazón facilitaba
en el inquieto mar reverberando, lo que el temor hacía dificultoso,
ofendiendo la vista desde lejos derramando por toda aquella gente
las agudas vislumbres y reflejos. un bélico furor y fuego ardiente.
“Que quien volver de aquí vivo desea “Hoy con su perdición establecemos
al patrio nido y casa conocida, en todo el mundo el crédito cristiano,
por medio de esa armada gente crea que quiere nuestro Dios que quebrantemos
que ha de abrir con la espada la salida; el orgullo y furor mahometanos;
así cada cual mire que pelea ¿qué peligro, ¡oh varones!, temeremos
por su Dios, por su rey y por la vida, militando debajo de tal mano?
que no puede salvarla de otra suerte ¿Y quién resistirá vuestras espadas
sino en trayendo al enemigo a muerte. por la divina mano gobernadas?
“Mirad que del valor y espada vuestra “Solo os ruego que en Cristo confiando,
hoy el gran peso y ser del mundo pende, que a la muerte de cruz por vos se ofrece,
y entienda cada cual que está en su diestra combata cada cual por él, mostrando
toda la gloria y premio que pretende; que llamarse su mílite merece;
apresuremos la fortuna nuestra, con propósito firme protestando
que la larga tardanza nos ofende; de vencer o morir, que si parece
pues no estáis de cumplir vuestro deseo, la victoria de premio y gloria llena,
mas del poco de mar que en medio veo. la muerte por tal Dios no es menos buena.
Súbito allí los pechos más helados Pues, los cuernos iguales y ordenados,
de furor generoso se encendieron, la batalla guiaba el hijo dino
y de los torpes miembros resfriados del gran Carlos, cerrando los dos lados
el temor vergonzoso sacudieron; las galeras de Malta y Lomelino;
todos los diestros brazos levantados, la del Papa y Venecia a los costados
la victoria o morir le prometieron, así continuaban su camino,
teniendo en poco ya desde aquel punto cargando con igual compás y extremos
el contrario poder del mundo junto. las anchas palas de los largos remos.
Así que, brevemente habiendo puesto Por el orden y término que cuento
en orden las galeras y la gente, la católica armada caminaba
a la suya real se acostó presto, la vuelta del infiel que, a sobreviento,
donde fue saludado alegremente; ganándole la mar se aventajaba;
y, señalando a cada cual su puesto, pero luego a deshora calmó el viento
con el concierto y modo conveniente, y el alto mar sus olas allanaba,
la artillería bien puesta y alistada, remitiendo Fortuna la sentencia
iba la vuelta de la turca armada. al valor de los brazos y excelencia.
El cual, reconociendo el duro hado “Que esas gentes sin orden que allí vienen
y de su perdición la hora postrera, en el valor y número inferiores,
como prudente capitán y osado, son las que nos impiden y detienen
de la alta popa en la real galera, el ser de todo el mundo vencedores;
con un semblante alegre y confiado muestren las armas el poder que tienen,
que mostraba fingido por defuera, tomad de esos indignos poseeedores
el cristiano poder disminuyendo, las provincias y reinos del Poniente
hizo esta breve plática diciendo: que os vienen a entregar tan ciegamente.
“Que jamás la Fortuna a nuestros ojos “No penséis que nos venden muy costosa
se mostró tan alegre y descubierta, los hados la victoria de este día,
pues cargada de gloria y de despojos que lo más de esa armada temerosa
se viene ya a meter por nuestra puerta; es de la veneciana señoría:
rematad el trabajo y los enojos gente no ejercitada ni industriosa,
de esta prolija guerra, haciendo cierta dada más al regalo y policía
la esperanza y el crédito estimado y a las blandas delicias de su tierra
que de vuestro valor siempre habéis dado. que al robusto ejercicio de la guerra.
Quién por saltar en el bajel contrario Y las lanzas y tiros que arrojaban
era en medio del salto atravesado, (aunque del duro acero resurtiesen)
quién por herir sin tiempo al adversario en las sangrientas olas ya hallaban
caía en el mar de su furor llevado, enemigos que en sí los recibiesen;
quién con bestial designio temerario, y ardiendo en el agua fría peleaban
en su nadar y fuerzas confiado, sin que al adverso hado se rindiesen,
al odioso enemigo se abrazaba hasta el forzado y postrimero punto
y en las revueltas olas se arrojaba. que faltaba la fuerza y vida junto.
¿Cuál será aquel que no temblase viendo Cuáles su propia sangre revolviendo
el fin del mundo y la total ruina, andan agonizando sobreagudos,
tantas gentes a un tiempo pereciendo, cuáles tablas y gúmenas asiendo
tanto cañón, bombarda y culebrina? quedan rindiendo el alma enclavijados;
El sol, los claros rayos recogiendo, cuáles hacen más daño no pudiendo
con faz turbada de color sanguina, a los menos heridos abrazados,
entre las negras nubes se escondía, se dejan ir al fondo forcejeando,
por no ver el destrozo de aquel día. contentos de morir allí matando.
Acá y allá con pecho y rostro airado No es posible contar la gran revuelta
sobre el rodante carro presuroso, y el confuso tumulto y son horrendo;
de Tesifón y Aleto acompañado, vuela la estopa en vivo fuego envuelta,
discurre el fiero Marte sanguinoso; alquitrán y resina y pez ardiendo;
ora sacude el fuerte brazo armado, la presta llama con la brea revuelta
ora bate el escudo fulminoso, por la seca madera discurriendo,
infundiendo en la fiera y brava gente, con fieros estallidos y centellas,
ira, saña, furor y rabia ardiente. creciendo amenazaba las estrellas.
Quién faltándoles tiros luego aferra Unos al mar se arrojaban por salvarse
del pedazo del remo o de la entena; del crudo hierro y llamas perseguidos,
quién trabuca al forzado y los deshierra otros que habían probado el ahogarse,
arrebatando el grillo o la cadena; se abrasan a los leños encendidos,
no hay cosa de metal, de leño y tierra, así que con la gana de escaparse,
que allí para tirar no fuese buena: a cualquiera remedio vano asidos,
rotos bancos, postizas, batayolas, dentro del agua mueren abrasados
barriles, escotillas, portañolas. y en medio de las llamas ahogados.
En la alta popa, junto al estandarte, El buen marqués de Santa Cruz, que estaba
el ínclito don Juan resplandecía, al socorro común apercibido,
más encendido que el airado Marte, visto el trabajo juego cual andaba
cercado de una ilustre compañía; y desigual en partes el partido,
de allí provee remedio a toda parte, sin aguardar más tiempo se arrojaba
acá de prisa, allá socorro envía, en medio de la priesa y gran ruido,
asegurando a todos su persona embistiendo con ímpetu furioso
soberbio triunfo y la naval corona. todo lo más revuelto y peligroso.
Después rabioso, sin parar, corriendo Hasta el árbol mayor, donde afirmando
por la áspera batalla discurría, el rostro y pie con nueva confianza,
entra, sale y revuelve socorriendo, renuevan la batalla, refrescando
y a tres y a cuatro veces resistía; el fiero estrago y bárbara matanza;
¿quién podrá punto a punto ir refiriendo carga socorro de uno y de otro bando,
las gallardas espadas que este día fatígales y aqueja la tardanza,
en medio del furor se señalaron de vencer o morir desesperados,
y el mar con turca sangre acrecentaron? dando gran prisa a los furiosos hados.
Los turcos, viendo entrada su galera, Fue el poderoso golpe de tal suerte,
del temor y peligros compelidos, de más de la pesada y gran caída,
revuelven sobre sí de tal manera, que resistir no pudo el peto fuerte
que fueron los cristianos rebatidos; ni la rodela a prueba guarnecida:
pero, añadiendo furia a la primera, al fin el joven con honrada muerte
los fuertes españoles ofendidos, del todo aseguró la inquieta vida,
venciendo el nuevo golpe de la gente, envainando en España mil espadas,
los vuelven a llevar forzosamente. en contra y daño suyo declaradas.
(1) Resistirlo.
En esto, por tres partes fue embestida Tanto fue el sentimiento en los soldados
la famosa de Malta capitana, y la sed de venganza de manera
y apretada de todas y batida que, embistiendo a los turcos por los lados,
con vieja enemistad y furia insana; entran haciendo riza carnicera;
mas la fuerza y virtud tan conocida así que, victoriosos y vengados,
de aquella audaz caballería cristiana, recobraron su honor y la galera,
la multitud pagana contrastando, hallando solos vivos los primeros
iba de punto en punto mejorando. al general y cuatro caballeros.
Las galeras de Malta, que miraron Que don Juan, de la sangre de Cardona,
con tal rigor su capitana entrada, ejercitando allí su viejo oficio,
los fieros enemigos despreciaron ofrece a los peligrios la persona
con quien tenían batalla comenzada; dando de su valor notable indicio;
y batiendo los remos se lanzaron y la fiera nación de Barcelona
con nueva rabia y prisa acelerada hace en los enemigos sacrificio,
sobre la multitud de los paganos trayendo hasta los puños las espadas
verdugos de los mártires cristianos. todas en sangre bárbara bañadas.
No, pues, con menos ánimo y pujanza Bien dos horas y media y más había
el sabio Barbarigo combatía, que duraba el combate porfiado,
igualando el valor a la esperanza sin conocer en parte mejoría
que de su claro esfuerzo se tenía; ni haberse la victoria declarado;
ora oprime la turca confianza, cuando el bravo don Juan, que en saña ardía,
ora a la misma muerte rebatía, casi quejoso del suspenso hado,
haciendo suspender la flecha airada comenzó a mejorar sin duda alguna,
que ya derecho en él tenía asestada. declarada del todo su fortuna.
Bien que con muestra y ánimo esforzado En esto, con gran ímpetu y ruido,
contrastaba la furia sarracina, por el valor de la cristiana espada
no pudo contrastar al duro hado, el furor mahomético oprimido,
o, por mejor decir, orden divina; y la turca real del todo entrada,
que ya el último término llegado, do el estandarte bárbaro abatido
de una furiosa flecha repentina la cruz del redentor fue enarbolada
fue acertado en el ojo descubierto, con un triunfo solemne y grande gloria,
donde de a poco de rato cayó muerto. cantando abiertamente la victoria.
En este tiempo andaba la pelea Ya, pues, del cuerno izquierdo y del derecho
bien ceñida del lado y cuerno diestro, de la victoria sanguinosa usando,
donde el sagaz y astuto Juan Andrea con furia inexorable todo a hecho,
se mostraba muy práctico y maestro; los van por todas partes degollando;
también Héctor Spínola pelea quién al agua se arroja, abierto el pecho,
con uno y otro a diestro y a siniestro, quién se entrega a las llamas, rehusando
señalándose en medio de la furia el agudo cuchillo riguroso,
la experta y diestra gente de Liguria. teniendo el fuego allí por más piadoso.
El astuto Ochalí, viendo su gente Así que del temor mismos forzados
por la cristiana fuerza destruida en la arenosa playa pie tomaron,
y la deshecha armada totalmente y por las peñas y árboles cerrados
al hierro, fuego y agua ya rendida, a más correr huyendo se escaparon;
la derrota tomó por el Poniente deshechos, pues, del todo y destrozados
siguiéndole con mísera huida los miserables bárbaros quedaron,
las bárbaras reliquias destrozadas, habiendo fuerza a fuerza y mano a mano
del hierro y fuego apenas escapadas. rendido el nombre de Austria al otomano.
Mas la triste canalla viendo angosta Luego, Fitón, con plática sabrosa,
la senda y ancho mar según temía, me llevó por la sala paseando
vuelta la proa a la vecina costa y, sin dejar figura cada cosa,
en tierra con gran ímpetu embestía: me fue parte por parte declarando;
y cual se ve tal vez saltar langosta mas teniendo temor que os sea enojosa
en multitud confusa, así a porfía la relación prolija, iré dejando
salta la gente al mar embravecido, todo aquello, aunque digno de memoria,
huyendo del peligro más temido. que no importa ni toca a nuestra historia.
Cuál con brazos, con hombros, rostro y pecho Sólo diré que con muy gran contento
el gran reflujo de las olas hiende; del mago y Guaticolo despedido,
cuál sin mirar al fondo y largo trecho, aunque tarde, llegué a mi alojamiento,
no sabiendo nadar así lo aprende; donde ya me juzgaban por perdido.
no hay parentesco, no hay amigo estrecho, Volviendo, pues, la pluma a nuestro cuento
ni el mismo padre el caro hijo atiende; que en larga digresión me ha divertido,
que el miedo de respetos enemigo digo que allí estuvimos dos semanas
jamás en el peligro tuvo amigo. con falsas armas y esperanzas vanas.
¿Quién los mostró a formar los escuadrones, “¡Oh capitán cristiano! Si ambicioso
representar en orden la batalla, eres de honor con título adquirido,
levantar caballeros y bastiones, al oportuno tiempo venturoso
hacer defensas, fosos y murallas, tu próspera fortuna te ha traído;
trincheas, nuevos reparos, invenciones que el gran Caupolicano, deseoso
y cuanto en uso militar se halla? de probar tu valor encarecido,
Que todo es un bastante y claro indicio si tal virtud Y esfuerzo en ti se halla,
del valor de esta gente y ejercicio. pide de solo a solo la batalla.
Aunque en los pueblos comarcanos fueron “Y así, por entender que muestras gana
presas de sobresalto muchas gentes, de encontrar al ejército araucano,
que al rigor del tormento resistieron te avisa que al romper de la mañana
con gran constancia y firmes continentes; se vendrá a presentar en este llano,
tanto, que muchas veces nos hicieron do con firmeza de ambas partes llana,
andar en los discursos diferentes, en medio de los campos mano a mano,
que pudiera causar notable daño si quieres combatir sobre este hecho,
creciendo su cautela y nuestro engaño. remitirá a las armas el derecho.
Pero, como ya dije arriba, estando “Con pacto y condición que si vencieres
apenas nuestro ejército alojado, someterá la tierra a tu obediencia,
vino un gallardo mozo preguntando y de él podrás decir lo que quisieres
do estaba el capitán aposentado, sin usar de respeto ni clemencia;
y a su presencia el bárbaro llegando, y cuando tú por él vencido fueres,
con tono sin respeto levantado, libre te dejará en tu preeminencia,
habiéndose juntado mucha gente, que no quiere otro premio ni otra gloria
soltó la voz, diciendo libremente: sino solo el honor de la victoria.
“Mira que sólo en que esta voz se extienda Venida, pues, la noche, los soldados
consigues nombre y fama de valiente, en orden de batalla nos pusimos,
y en cuanto el claro sol sus rayos tienda y a las derechas picas arrimados
durará tu memoria entre la gente, contando las estrellas estuvimos
pues al fin se dirá que por contienda del sueño y graves armas fatigados,
entraste valerosa y dignamente aunque crédito entero nunca dimos
en campo con el gran Caupolicano, al indio, por pensar que solo vino
persona por persona y mano a mano. a tomar lengua y descubrir camino.
Don García le responde: ”Soy contento Cuando con alto y súbito alarido
de aceptar el combate, y le aseguro apareció por uno y otro lado,
que al plazo puesto y señalado asiento en tres distintas partes dividido
podrá a su voluntad venir seguro.” el ejército bárbaro ordenado,
El indio, que escuchando estaba atento, cada escuadrón de gente muy fornido,
muy alegre le dijo: “Yo te juro que con gran muestra y paso apresurado
que esta osada respuesta eternamente iban en igual orden como cuento,
te dejará famoso entre la gente.” cercando nuestro estrecho alojamiento.
Pero Caupolicán, que gobernando Tras este otro derriba y otro mata,
iba aquel escuadrón algo adelante, que fue por su desdicha el más vecino;
el paso hasta su gente retirando abre, destroza, rompe y desbarata,
hizo calar las picas a un instante; haciendo llano el áspero camino,
donde los pies y brazos afirmando y al yanacona Tambo así arrebata,
en las agudas puntas de diamante, que como halcón al pollo o palomino,
reciben el furor y encuentro extraño sin poderle valer los más cercanos
haciendo en los primeros mucho daño. le ahoga y despedaza entre las manos.
Unos sin alas con ligero vuelo Bernal y Leucotón, que deseando
desocupan atónitos las sillas; andaban de encontrarse en esta danza,
otros; vueltas las plantas hacia el cielo, se acometen furiosos, descargando
imprimen en la tierra las costillas; los brazos con igual ira y pujanza,
y los que no probaron allí el suelo y las altas cabezas inclinando,
por apretar más recio las rodillas, a su pesar usaron de crianza,
aunque más se mostraron esforzados, hincando a un tiempo entrambos las rodillas
quedaron del encuentro maltratados. con un batir de dientes y ternillas.
De sus golpes los nuestros no faltaron, Mas cada cual de presto se endereza,
que todos sin errar fueron derechos, comenzando un combate fiero y duro;
cuáles de banda a banda atravesaron, ya tiran a los pies, ya a la cabeza,
cuáles atropellaron con los pechos; ya abollan la celada, ya el escudo:
todos en un instante se mezclaron así, pues, anduvieron una pieza,
viniendo a las espadas más estrechos mas pasar adelante esto no pudo,
con tal prisa y rumor, que parecía que un gran tropel de gentes embistieron,
la espantosa vulcánea herrería. por fuerza, a su pesar, los despartieron.
Hubo muchas caídas señaladas, Tanto en más ira y más furor se enciende,
grandes golpes de mazas y picazos, cuanto el trabajo y el peligro crece,
lanzas, gorguces (1) y armas enastadas que allí la gloria y el honor pretende
volaron hasta el cielo en mil pedazos; donde mayor dificultad se ofrece;
vienen en un momento a las espadas lo más dudoso y de más riesgo emprende
y aun otros más coléricos a brazos, y poco lo posible le parece;
dándose con las dagas y puñales que el pecho grande y ánimo invencible
heridas penetrables y mortales. le allana y facilita lo imposible.
Diciendo: “¡Oh valentísimos soldados, “Que aquel que se mostrare buen soldado
tan dignos de este nombre en cuya mano tendrá en su mano ser lo que quisiere,
hoy la Fortuna y favorables hados que todo lo que habemos deseado
han puesto el ser y crédito araucano! la Fortuna con ello hoy nos requiere;
Estad de la victoria confiados, también piense que queda condenado
que ese tumulto y aparato vano por rebelde y traidor’quien no venciere,
es todo él remanente y son las heces que no hay vencido justo y sin castigo
de los que habéis vencido tantas veces. quedando por jüez el enemigo.”
Hierve el coraje, crece la contienda Veis, pues, aquí Orompello, el cual haciendo
y el batir sin cesar, siempre más fuerte; venía por esta parte mortal guerra,
no hay malla y pasta fina que defienda que, al gran tumulto y voces acudiendo,
la entrada y paso a la furiosa muerte vio cubierta de muertos la ancha tierra;
que con irreparable furia horrenda y al genovés gallardo, conociendo,
todo ya en su figura lo convierte, como cebado tigre con él cierra,
haciendo del mortal y fiero estrago alta la maza y encendido el gesto,
de espesa y negra sangre un ancho lago. sobre las puntas de los pies enhiesto.
Redobla otro el gallardo mozo luego Echó por tierra la furiosa espada
con más furor y menos bien guiado, del defensivo escudo una gran pieza,
que a no ser a soslayo el fiero juego bajando con rigor a la celada
del todo entre los dos fuera acabado; que defender no pudo la cabeza:
el genovés, desatinado y ciego, hasta el casco caló la cuchillada,
fue un poco de través, mas, recobrado, quedando el mozo atónito una pieza,
se puso en pie con prisa no pensada pero, en sí vuelto, viéndose tan junto,
levantando en dos manos la ancha espada. le echó los fuertes brazos en un punto.
Y con la extrema rabia y fuerza rara El bravo genovés, que al fiero Marte
sobre el joven la cala de manera pensara desmembrar, recio le asía;
que, si el ferrado leiío no cruzara, pero salió engañado, que en este arte
de arriba abajo en dos le dividiera; ninguno al diestro joven excedía;
tajó el tronco cual junco o tierna vara revuélvanse por una y otra parte,
y, si la espada el filo no torciera, el uno al pie del otro rebatía,
penetrara tan honda la herida intrincando las piernas y rodillas
que privara al mancebo de la vida. con diestras y engañosas zancadillas.
Pasáronlo, pues, mal al otro lado, Uno deja tullido y otro muerto,
según la mucha gente que acudía, sin valerles defensa ni armadura,
si don Felipe, don Simón y Prado, a quien acierta el golpe en descubierto
don Francisco Arias, Pardo y Alegría, del todo le deshace y desfigura,
Barrios, Diego de Lira, Coronado y el de menos efecto y más incierto
y don Juan de Pineda en compañía, quebranta brazo, pierna o coyuntura:
con valeroso esfuerzo combatiendo, vieran arneses rotos y celadas
no fueran los contrarios reprimiendo. junto con las cabezas machucadas.
Dejó por tierra cuatro o seis tendidos, No se dijeron más; y por la vía
que estrecha plaza y paso le dejaron, los dos competidores araucanos,
y los otros en círculo esparcidos haciéndose amistad y compañía,
del fatigado Rengo se arredraron, iban como si fueran dos hermanos;
y contra Tucapel embravecidos guardaba el uno al otro y defendía;
las armas y la grita enderezaron; y así con diligencia y prestas manos,
mas él daba de sí tan buen descargo abriendo el escuadrón gallardamente,
que les hacía tener bien a lo largo. llegaron a juntarse con su gente.
Rengo le respondió: “Si ya no fuera Era el rumor del uno y otro bando
por ingrato en tal tiempo reputado, y de golpes la furia apresurada,
contigo y con mi débito cumpliera, como ventosa y negra nube, cuando
que no estoy como piensas tan cansado.” del Vulturno o del Céfiro arrojada
En esto, más ligero que si hubiera lanza una piedra súbita, dejando
diez horas en el lecho reposado la rama de sus hojas despojada,
se puso en pie y a nuestra gente asalta y los muros, los techos y tejados
firme el membrudo cuerpo y la maza alta. son con prisa terrible golpeados.
Que, como os dije, el escuadrón postrero, Como los nuestros, hasta allí cristianos
adonde por testigo yo venía, que, los términos lícitos pasando,
ganando tierra siempre más entero con crueles armas y actos inhumanos
al bárbaro enemigo retraía; iban la gran victoria deslustrando;
que, aunque el fuerte Lincoya el delantero que ni el rendirse, puestas ya las manos,
a la adversa Fortuna resistía, la obediencia y servicio protestando,
no pudo resistir últimamente bastaba a aquella gente desalmada
el ímpetu y la furia de la gente. a reprimir la furia de la espada.
Siguen los nuestros la victoria apriesa, Los de la izquierda mano, que miraron
que aun no quieren venir en el partido, su mayor escuadrón desbaratado,
y de la inculta breña y selva espesa perdieron todo el ánimo, dejaron
inquieren lo secreto y escondido; la tierra y el honor que habían ganado;
el gran estrago y mortandad no cesa, así la trompa a retirar tocaron,
suena el destrozo y áspero ruido, y con paso, aunque largo, concertado,
tirando a tiento golpes y estocadas altas y campeando las banderas
por la espesura y matas intrincadas. se dejaron calar por las laderas.
Y allí, como invencible y valeroso, diciendo: “¡Oh don Alonso! Quien procura
solo estuvo gran rato peleando, ganar estimación y aventajarse,
pero viendo el trabajo infructuoso este es el tiempo y esta es coyuntura
y gente ya ninguna de su bando, en que puede con honra señalarse;
con paso tardo, grave y espacioso, no impida vuestra suerte esta espesura
volviendo el rostro atrás de cuando en cuando, donde quieren los indios entregarse,
tomó a la mano diestra una vereda que al que abriere la entrada defendida
hasta entrar en un bosque y arboleda. le será la victoria atribuida.”
Unos hienden por medio, otros barrenan Yo, a la sazón, al señalar llegando
de parte a parte los airados pechos, de la cruda sentencia condolido,
por los muslos y cuerpo otros cercenan, salvar quise uno de ellos, alegando
otros, miembro por miembro, caen deshechos; haberse a nuestro ejército venido;
los duros golpes todo el bosque atruenan, mas él luego los brazos levantando,
andando de ambas partes tan estrechos que debajo del peto había escondido,
que vinieron algunos de impacientes mostró en alto la falta de las manos
a los brazos, a puños y a los dientes. por los cortados troncos aun no sanos.
Pero la muerte, allí definidora Era, pues, Galvarino este que cuento,
de la cruda batalla porfiada, de quien el canto atrás os dio noticia,
ayudando a la parte vencedora, que porque fuese ejemplo y escarmiento
remató la contienda y gran jornada; le cortaron las manos por justicia;
que la gente araucana en poca de hora, el cual, con el usado atrevimiento,
en aquel sitio estrecho destrozada, mostrando la encubierta inimicicia (1),
quiso rendir al hierro antes la vida, sin respeto ni miedo de la muerte,
que al odioso español quedar rendida. habló mirando a todos de esta suerte:
Fueron entre estos presos escogidos “No penséis que la muerte rehusamos,
doce, los más dispuestos y valientes, que en ella estriba ya nuestra esperanza,
que en las nobles insignias y vestidos que si la odiosa vida dilatamos
mostraban ser personas preeminentes: es por hacer mayor nuestra venganza;
estos fueron allí constituidos que cuando el justo fin no consigamos,
para amenaza y miedo de las gentes, tenemos en la espada confianza
quedando por ejemplo y escarmiento que os quitará en nosotros convertida,
colgados de los árboles al viento. la gloria de poder darnos la vida.
“¡Sus!, pues; ya ¿qué esperáis o qué os detiene Por falta de verdugo, que no había
de no me dar mi premio y justo pago? quien el oficio hubiese acostumbrado,
La muerte y no la vida me conviene, quedó casi por uso de aquel día
pues con ella a mi deuda satisfago; un modo de matar jamás usado:
pero, si algún disgusto y pena tiene que a cada indio de aquella compañía
este importante y deseado trago, un bastante cordel le fue entregado,
en no veros primero hechos pedazos diciéndole que el árbol eligiese,
con estos dientes y trancados brazos.” donde a su voluntad se suspendiese.
Apenas la razón había acabado, Volví el rostro y las riendas hacia el lado
cuando el noble cacique arrepentido, donde la extraña voz había salido,
al cuello el corredizo lazo echado, y vi a Fitón el mágico, arrimado
quedó de una alta rama suspendido; al tronco de un gran roble carcomido,
tras él fue el audaz bárbaro obstinado sobre el herrado junco recostado,
aun a la misma muerte no rendido, que, como fue de mí reconocido,
y los robustos robles de esta prueba del caballo salté ligeramente,
llevaron aquel año fruta nueva. saludándole alegre y cortésmente.
“Que es orden de los cielos que padezca Salimos a un hermoso verde prado
esta indómita gente su castigo, que recreaba el ánimo y la vista,
y antes que contra Dios se ensoberbezca do estaba en ancho cuadro fabricado
le abaje la soberbia el enemigo; un muro de belleza nunca vista,
y aunque vuestra ventura ahora crezca, de varia jaspe y pórfido escacado (1),
no durará gran tiempo, porque os digo y al fin de cada escaque una amatista;
que, como a las demás, el duro hado en las puertas de cedro barreadas
os tiene su descuento aparejado. mil sabrosas historias entalladas.
Cuando a alguno, Señ or, le pareciere “Mira la Siria, ves allí la indina
que me voy en el curso deteniendo, tierra de promisión de Dios privada,
el extraño camino considere y a Nazareth dichosa en Palestina,
y que más que una posta voy corriendo: do a María Gabriel dio la embajada;
en todo abreviaré lo que pudiere, ves las sacras reliquias y rutina
y así, a nuestro propósito volviendo, de la ciudad de Tito desolada,
os dije cómo el indio mago anciano do el Autor de la vida, escarnecido,
señalaba la poma con la mano. a vergonzosa muerte fue traído.
“Mira al principio de Asia a Calcedonia; “Dentro y fuera del Gange mira tanta
junto al Bósforo enfrente de la Tracia, tierra de India, al Levante prolongada;
a Liria, Caria, Licia y Licaonia, ves el Catay y su ciudad de Canta,
a Panfilia, Batinia y a Galacia, que sobre el indo mar está fundada;
y junto al Ponto Euxino, a Paflagonia, la China y el Maluco y toda cuanta
la llama Capadocia y la Farnacia mar se extiende del Este y la apartada
y la corriente del Eufrates famoso, Trapobana famosa, antiguamente
que entra en el mar de Persia caudaloso. término y fin postrero del Oriente.
y de ellos ríos sin nombre y fama alguna, donde habita la bruta y negra gente;
que, aunque tuercen y apartan sus corrientes, mira los trogloditas belicosos
se vienen a juntar a una laguna y los que baña Gambra en su corriente;
tan grande que sus senos y laderas mandingos, monicongos y los feos
baten de tres provincias las riberas. zapes, biafras, gelofos y guineos.
“Mira al Cairo, que incluye tres ciudades, “Mira en Toscana a Siena y a Florencia,
y el palacio réal de Dultibea, y dejando la costa al Mediodía,
las torres, los jardines y heredades a Bolonia, Ferrara y la eminencia
que su espacioso círculo rodea; de la isleña ciudad y señoría (1);
las pirámides mira y vanidades Padua, Mantua, Cremona y a Placencia,
que los ciegos antiguos, que aunque sea Milán, la tierra y parque de Pavía,
señal de sus riquezas la hechura, adonde en una rota (2) de importancia
fue más que el edificio la locura. Carlos prendió a Francisco, rey de Francia.
ahí el rey don Felipe, victorioso, fijó las dos columnas victorioso,
habiendo al franco en San Quintín domado, Nihil Ultra en el mármol escribiendo;
en testimonio de su buen deseo, mas Fernando Católico, glorioso,
levantará un católico trofeo (1). los mojonados términos rompiendo,
del ancho y nuevo mundo abrió la vía,
“Será un famoso templo incomparable, porque en un mundo solo no cabía.
de suntuosa fábrica y grandeza,
la máquina del cual hará notable “Mira por el Océano bajando,
su religioso celo y gran riqueza; entre el númedo Noto (1) y el Poniente,
será edificio eterno y memorable, las islas de Canaria, reparando
de inmensa majestad y gran belleza, en aquella del Hierro especialmente;
obra al fin de un tal rey, tan gran cristiano que, falta de agua la Natura obrando,
y de tan larga y poderosa mano. las aves, animales y la gente
beben la que de un árbol se destila
“Mira luego a Madrid, que buena suerte en una bien labrada y ancha pila.
le tiene el alto cielo aparejada,
y a Toledo, fundada en sitio fuerte, “Mira a la banda diestra las Terceras,
sobre el dorado Tajo levantada; que están de portugueses ocupadas,
mira adelante a Córdoba, y la muerte y corriendo al Sudoeste las primeras
que airada amenazando está a Granada, islas que descubrió Colón, pobladas
esgrimiendo el cuchillo sobre tantas de gentes nunca vistas, extranjeras,
principales cabezas y gargantas (2). entre las cuales son más señaladas
los Lucayos, San Juan, la Dominica,
“Mira a Sevilla, ves la realeza Santo Domingo, Cuba y Jamaíca.
de templos, edificios y moradas,
el concurso de gente y la grandeza “Ves de Bahama, la canal angosta
del trato de las Indias apartadas, y, siguiendo al Poniente, la Florida,
que de oro, plata, perlas y riqueza la tierra inútil y lucida costa
dos flotas en un año entran cargadas, hasta la nueva España proseguida,
y salen otros dos de mercancía donde Cortés, con no pequeña costa
con gente, munición y artillería. y gran trabajo y riesgo de la vida,
sin término ensanchó por su persona
“Mira a Cádiz, donde Hércules famoso, los límites de España y su corona.
sobre sus hados próspero corriendo
(1) Movimiento del mar en que sus aguas se mueven del Austro hacia el Septen-
(1) El Monasterio de San Lorenzo del Escorial. trión, o al contrario; esto es, del nacimiento del viento norte hacia el Bóreas, o al
(2) Se refiere a la sublevación de los moriscos. contrario.
“Mira a Jalisco y Mechoacán famosa, “Mira los grandes montes y altas sierras
por la raíz medicinal que tiene, bajo la zona tórrida nevadas,
y a Méjico abundante y populosa, los mojos, bracamoros y las tierras
que el indio nombre antiguo aun hoy retiene; de incultos chachapoyas habitadas;
ves al Sur la poblada y montuosa Cajamarca y Trujillo, que en las guerras
tierra que en punta a prolongarse viene, fueron famosas siempre y señaladas,
que los dos anchos mares por los lados y la ciudad insigne de los Reyes,
le van adelgazando los costados. silla de las audiencias y virreyes.
“Ves las manchas de tierras tan cubiertas, Mas no bastando diligencia en esto,
que pueden ser apenas divisadas, ni las promesas, medios y partidos,
son las que nunca han sido descubiertas que en su protervo intento y presupuesto
ni de extranjeros pies jamás pisadas, estaban siempre más endurecidos;
las cuales estarán siempre encubiertas vista, pues, la importancia de aquel puesto
y de aquellos celajes ocupadas, por estar en la tierra más metidos,
hasta que Dios permita que parezcan, con maduro consejo fue acordado
porque más sus secretos se engrandezcan. sustentar el lugar fortificado.
(1) De Copiapó.
(1) Sino.
CANTO XXVIII
Que yo de acuchillado en esto siento “Mi nombre es Glaura, en fuerte hora nacida,
que es de temer en parte la ventura; hija del buen cacique Quilacura,
el tiempo alegre pasa en un momento de la sangre de Friso esclarecida,
y el triste hasta la muerte siempre dura, rica de hacienda, pobre de ventura;
y porque viene bien a nuestro cuento, respetada de muchos y servida
a la bárbara oíd, que en la espesura por mi linaje y vana hermosura;
alcancé como dije, que en su traje mas ¡ay de mí!, cuánto mejor me fuera
mostraba ser persona de linaje. ser una simple y pobre ganadera.
Yo, queriendo saber a qué venía “Mas presto el envidioso amor tirano,
sola por aquel bosque y aspereza, turbador del sosiego adredemente,
con más seguridad que prometía trajo a mi tierra y casa a Fresolano,
su bello rostro y rara gentileza, mozo de fuerza y ánimo valiente;
la aseguré del miedo que traía, de mi infelice padre primo hermano
la cual dando un suspiro, que a terneza y mucho más amigo que pariente,
al más rebelde corazón moviera, a quien la voluntad tenía rendida
comenzó su razón de tal manera: no habiendo entre los dos cosa partida.
“O fue el trato que tuvo allí conmigo, “Tú, señora, sabrás que el día primero
o por mejor decir mi desventura, de mi infelice y próspera venida
que esta sería más cierta como digo, me trujo amor al término postrero
que no la mal juzgada hermosura, de esta penosa y desdichada vida;
que ingrato al hospedaje del amigo, mas ya que por tu amor y causa muero,
del deudo y deuda haciendo poca cura, quiero saber si de ello eres servida,
me comenzó a amar y buscar medio porque siéndolo tú no siento cosa
de dar a su cuidado algún remedio. que pueda para mí ser tan dichosa.”
“Así furioso, sin mirar en nada, “Iba, pues, siempre mísera corriendo
se arroja en medio de la armada gente, por espinas, por zarzas, por abrojos,
donde luego una bala arrebatada aquí y allí, acá y allá, volviendo
le atravesó el desnudo pecho ardiente; a cada paso los atentos ojos,
cayó, ya la color y voz turbada, cuando por unos árboles saliendo
diciendo: “Glaura, Glaura, últimamente vi dos negros cargados de despojos,
recibe allá mi espíritu cansado que luego en el instante que me vieron
de dar vida a este cuerpo desdichado.” a la mísera presa arremetieron.
“Acá y allá turbada, al fin, por una “Usó el cielo conmigo de clemencia
montaña comencé luego a emboscarme guiando a Cariolán a mis clamores,
dejándome llevar de mi Fortuna, que visto el acto enorme y la insolencia
que siempre me ha guiado a despeñarme; de aquellos enemigos violadores
así que ya sin tino y senda alguna corrió con provechosa diligencia,
procuraba cuitada de alejarme, diciendo: “Perros, bárbaros, traidores,
que con el gran temor me parecía dejad, dejad al punto la doncella;
que yendo a más correr, no me movía. si no, la vida dejaréis con ella.”
“Mas como suele acontecer contino (1), “Fueron sobre él los dos incontinente,
que huyendo el peligro y mal presente mas él flechando el arco que traía,
se suele ir a parar en un camino al más adelantado y diligente,
que nos coge y anega la creciente, la flecha hasta las plumas le escondía;
así a mí, desdichada, pues me avino, hízose atrás dos pasos diestramente
que por salvar la vida impertinente, y al otro la segunda flecha envía
de un mal en otro mal, de lance en lance con brújula tan cierta y diestro tino,
vine a mayor peligro y mayor trance. que al bruto corazón halló el camino.
(1) A menudo.
“Salí de aquel lugar, que a Dios pluguiera “Y teniendo noticia que esta gente
que en él quedara viva sepultada, era la vuelta de Cautén pasada,
corriendo con presteza a la ribera también que había de ser forzosamente
adonde le dejé desatinada; por este paso estrecho la tornada,
mas cuando no vi rostro ni manera quise venir en traje diferente,
de le poder hallar sola y cuitada, pensando que entre tantos disfrazada
podrás ver que sentí, pues era cierto alguna nueva o rostro hallaría
que no pudo escapar de preso o muerto. de este que la Fortuna me desvía.
(1) Prisioneros.
Quién con carne, con pan, fruta o pescado Saltamos a pie todos al momento,
sube ligeramente a la alta cumbre; que ya allí los caballos no prestaban,
quién de petaca o de fardel cargado que llenos de sudor, faltos de aliento,
corre sin embarazo y pesadumbre; no pudiendo moverse, jadeaban;
del alto y bajo, de uno y otro lado donde, sin dilación ni impedimento
al saco (1) acude allí la muchedumbre, al lado que los indios más cargaban,
cual banda de palomas al verano en un derecho y gran derrumbadero
suele acudir al derramado grano. nos pusimos a vista y caballero.
(1) Saqueo.
CANTO XXIX
Entrar, pues, en el número merece “Así que en esta guerra tan reñida
esta araucana gente, que con tanta quien pretende descanso, como digo,
muestra de su valor y ánimo ofrece piense que no hay más honra, hacienda y vida
por la patria al cuchillo la garganta; que aquella que quitare al enemigo;
y en el firme propósito parece que la virtud del brazo conocida
que ni el rigor del hado y toda cuanta será el rescate y verdadero amigo,
fuerza pone en sus golpes la Fortuna, pues no ha de haber partido ni concierto,
en los ánimos hace mella alguna. sino solo matar o quedar muerto.”
Que habiendo en solo tres meses perdido Oído allí por los caciques esto,
Cuatro grandes batallas de importancia, muchos suspensos sin hablar quedaron,
no con ánimo triste ni abatido, y algunos de ellos con turbado gesto,
mas con valor grandísimo y constancia, enarcando las cejas, se miraron;
estaban, como atrás habéis oído, pero, rompiendo aquel silencio puesto,
en consejo de guerra, haciendo instancia sobre ello un rato dieron y tomaron,
en darnos otro asalto, mas la mano hallando en su favor tantas razones,
tomó, diciendo así Caupolicano: que se llevó tras sí las opiniones.
(1) Rato.
Así el fiero combate igual andaba Llegó el cuchillo al suelo y gran pedazo,
y el golpear de un lado y de otro espeso, aunque era duro, en él quedó enterrado,
que el más templado golpe no dejaba y en este impedimento y embarazo
de magullar la carne o romper hueso; fue Tucapel herido por un lado,
el aire cerca y lejos retumbaba de suerte que el siniestro guardabrazo
lleno de estruendo y de un aliento grueso, con la carne al través cayó cortado
que era tanto el rumor y batería, y procurando segundar no pudo,
que un ejército grande parecía. que vio calar el gran cuchillo agudo.
Mas viéndole sin maza en esta guerra, Metióse tan adentro que no pudo
que en dos trozos saltó lejos quebrada, salir del enemigo ya vecino,
la suya con desprecio arroja en tierra por lo cual, arrojando el roto escudo,
poniendo mano a la fornida espada; valerse de los brazos le convino;
en esto Tucapel otra vez cierra Tucapel, que robusto era y membrudo,
la suya fuera en alto levantada; al mismo tiempo le salió al camino,
mas Rengo, hurtando el cuerpo a la una mano, echándole los suyos de manera
hizo que descargase el golpe en vano. que un grueso y duro roble deshiciera.
Pero topó con Rengo, que ninguno Viendo, pues, al contrario algo metido
le llevaba ventaja en la braveza, le quiso rebatir el pie derecho;
de diez, de seis, de dos él era el uno mas Tucapel, a tiempo recogido,
de más agilidad y fortaleza; lo suspende de tierra sobre el pecho,
llegados a las presas cada uno, y entre los duros músculos ceñido
con viva fuerza y con igual destreza, le estremece, sacude y tiene estrecho,
tientan y buscan de una y otra parte tanto que con el recio apretamiento
el modo de vencer la industria y arte. no le deja tomar tierra ni aliento.
(1) Guárdate.
Y aunque se diga y es verdad que sea Digo que los combates, aunque usados
ímpetu natural el que nos lleva, por corrupción del tiempo introducidos,
y por la alteración de ira se vea, son de todas las leyes condenados
que a combatir la voluntad se mueva, y en razón militar no permitidos;
la ejecución, el acto, la pelea salvo en algunos casos reservados,
es lo que se condena y se reprueba, que serán a su tiempo referidos,
cuando aquella pasión que nos induce materia a los soldados importante,
al yugo de razón no se reduce. según que lo veremos adelante.
Quedó por grande rato adormecido Pero con rabia nueva y mayor fuego
y en pie difícilmente se detuvo, comienzan por el campo a revolcarse,
que del recio dolor desvanecido, y con puños de tierra a un tiempo luego
fuera de acuerdo vacilando anduvo; procuran y trabajan por cegarse;
pero, volviendo a tiempo en su sentido, tanto que al fin el uno y otro ciego,
visto el último término en que estuvo, no pudiendo del hierro aprovecharse,
de manera cerró con Tucapelo con las agudas uñas y los dientes
que estuvo en punto de batirle al suelo. se muerden y apedazan impacientes.
Y con aquella fuerza sin medida Eran pasadas ya tres horas cuando
le suspende, sacude y le rodea; los dos campeones, de valor iguales,
mas Rengo, la persona recogida, en la creciente furia declinando,
la suya a tiempo y la destreza emplea; dieron muestra y señal de ser mortales,
no la falta de sangre allí vertida, que las últimas fuerzas apurando,
ni el largo y gran tesón en la pelea sin poderse vencer quedaron tales,
les menguaba la fuerza y ardimiento, que ya en parte ninguna se movían
antes iba el furor en crecimiento. y más muertos que vivos parecían.
La pierna diestra y diestro brazo echado Quedó entre ellos la paz establecida
sobre el contrario a la sazón tenía, y con solemnidad capitulado,
lo cual de sus amigos fue juzgado que en todo lo restante de la vida
ser notoria ventaja y mejoría; no se tratase más de lo pasado;
y aunque esto es hoy de muchos disputado, ni por cosa de nuevo sucedida,
ninguno de los dos se rebullía, en público lugar ni reservado
mostrando ambos de vivos solamente pudiesen combatir ni armar cuestiones,
el ronco acento y corazón latiente. ni atravesar en dichos ni en razones.
Que las demás ciudades trabajadas No habíamos aún los cuerpos satisfecho
de las pasadas guerras nos llamaban, del sueño y hambre mísera transida,
y las leyes sin fuerza arrinconadas, cuando tuvimos nueva que de hecho
aunque mudas de lejos voceaban; toda la tierra en torno removida,
las cosas de su asiento desquiciadas, rota la tregua y el contrato hecho,
todos sin gobernar se gobernaban, viendo así nuestra fuerza dividida,
estando de perderse el reino a canto ayuntaban la suya con motivo
por falta de gobierno, habiendo tanto. de no dejar presidio ni hombre vivo.
Mas viendo la comarca tan poblada, Luego, pues, hasta treinta apercibidos
fértil de todas cosas y abundante, de los que más en orden nos hallamos,
para fundar un pueblo aparejada por la espesura de Tirú metidos,
y el sitio a la sazón muy importante, la barrancosa tierra atravesamos
quedó primero la ciudad trazada, y los tomados pasos desmentidos,
de la cual hablaremos adelante, no con pocos rebatos arribamos
que aunque de buen principio y fundamento sin parar ni dormir noche ni día
mudó después el nombre y el asiento. al presidio español y compañía.
No con tan suelta voz y atrevimiento Hizo una larga plática al senado,
que el más libre y osado no temiese, en la cual resolvió que convenía
y del menor edicto y mandamiento dar el asalto al fuerte por el lado
cuanto una sola mínima excediese; de la posta de Ongolmo a mediodía;
que era tanto el castigo y escarmiento que de cierto espión era avisado
que no se vio jamás quien se atreviese cómo la gente que en defensa había,
a reprobar el orden por él dado, demás de estar segura y descuidada,
según era temido y respetado. era poca, bisoña y desarmada.
Pero temiendo al fin como prudente Que el capitán ausente había llevado
el revolver del hado incontrastable la práctica en la guerra y escogida,
y la poca obediencia de su gente, de no volver atrás determinado,
viéndole ya en estado miserable, hasta dejar la tierra reducida;
que la buena Fortuna fácilmente y en las nuevas conquistas ocupado,
lleva siempre tras sí la fe mudable, sin poder ser la plaza socorrida,
y un mal suceso y otro cada día en breve por asalto fácilmente
la más ardiente devoción resfría. podían entrarla y degollar la gente.
Quiso, dando otro tiempo a la Fortuna, Fue tan grave y severo en sus razones
que del todo con él se declarase y tal la autoridad de su presencia,
y no dejar remedio y cosa alguna que se llevó los votos y opiniones
que para su descargo no intentase; en gran conformidad sin diferencia;
entre muchas al fin resuelto en una, y con ánimo y firmes intenciones
antes que su intención comunicase, le juraron de nuevo la obediencia
con la presteza y orden que convino y de seguir hasta morir de veras
de municiones y armas se previno. en entrambas fortunas sus banderas.
Debajo de la cual miraba atento Visto el crédulo Pran que había salido
sin mostrar atención, lo que pasaba, tan presto el falso amigo a la parada
y con disimulado advertimiento hallando voluntad y grato oído
los ocultos designios penetraba: y el tiempo y la ocasión aparejada,
tal vez entrando en el guardado asiento, de la engañosa muestra persuadido,
en la figura rústica notaba el disfrace y la máscara quitada,
la gente, armas, el orden, sitio y traza, abrió el secreto pecho y echó fuera
lo más fuerte y lo flaco de la plaza. la encubierta intención de esta manera.
Por otra parte oyendo y preguntando Diciéndole: “Si sientes, ¡oh soldado!,
a las personas menos recatadas, la pérdida de Arauco lamentable
iba mañosamente escudriñando y el infelice término y estado
los secretos y cosas reservadas; de nuestra opresa patria miserable,
y aquí y allí los ánimos tentando hoy la Fortuna y poderoso hado
buscaba con razones disfrazadas, mostrándonos el rostro favorable,
vaso capaz y suficiente seno ponen solo en tu mano libremente
donde vaciar pudiese el pecho lleno. la vida y salvación de tanta gente.
Dio fin con esto a su razón, atento “Por la sospecha que nacer podría,
al semblante del indio sosegado, será bien que los dos nos apartemos
que sin alteración y movimiento y deshecha por hoy la compañía
hasta acabar la plática había estado; a donde nos aguardan arribemos;
el cual con rostro y parecer contento, que mañana despacio al mediodía,
aunque con pecho y ánimo doblado, con mayor libertad nos hablaremos,
a las ofertas y razón propuesta, y de mí quedarás más satisfecho;
dio sin más detenerse esta respuesta: adiós, que es tarde; adiós, que es largo el trecho.”
“Quien pudiera aquí dar bastante indicio Así, luego partieron el camino,
de mi intrínseco gozo y alegría llevándole diverso y diferente,
de ver que está en mi mano el beneficio que el uno al araucano campo vino
de la cara y amada patria mía, y el otro a donde estaba nuestra gente,
que ni riqueza, honor, cargo ni oficio, el cual con gozo y ánimo malino
ni el gobierno del mundo y monarquía hablando al capitán secretamente,
podrán tanto conmigo en este hecho, le dijo punto a punto todo cuanto
cuanto el común y general provecho. oirá quien escuchara el otro canto.
CANTO XXXI
Guardarse puede el sabio recatado Tras esto allí le dijo todo cuanto
del público enemigo conocido, con Pran le sucedió y habéis oído,
del perverso, insolente, del malvado, que si me acuerdo, en el pasado canto,
pero no del traidor nunca ofendido, lo tengo largamente referido;
que en hábito de amigo disfrazado, quedó Reinoso atónito de espanto,
el desnudo puñal lleva escondido; y con ánimo y rostro agradecido,
no hay contra el desleal seguro puerto, los brazos amorosos le echó al cuello,
ni enemigo mayor que el encubierto. dándole encarecidas gracias de ello.
diciéndole: “Sabrás que usando el hado Quedaron, pues, de acuerdo que otro día,
hoy de piadoso término contigo, sin que noticia de ello a nadie diese,
las cosas de manera ha rodeado, en el tiempo y lugar que puesto había,
que puedo serte provechoso amigo, con el vecino capitán se viese,
pues en mi voluntad libre ha dejado que de la vista y habla entendería
la muerte o salvación de tu enemigo, lo que más al negocio conviniese,
remitiendo a las manos de Andresillo trayéndole por mañas y rodeo
la arbitraria sentencia y el cuchillo. al esperado fin de su deseo.
Hízolo, pues, así; pero antes de esto, “Que demás de las honras te asegura
a la salida de un espeso valle de parte del senado un señorío,
halló al amigo en centinela puesto, y por el fuerte Eponomón te juro
esperándole ya para guialle (1), que esto será escogido a tu albedrío;
donde Caupolicán con ledo gesto en tus manos me pongo y aventuro
saliendo algunos pasos a encontralle (2), y a tu buen parecer remito el mío,
adelantado un trecho de su gente para que des el orden que convenga
le recibió amorosa y cortésmente, y el esperado bien no se detenga.
diciendo: “¡Oh capitán!, hoy por el cielo “Pues con tu ayuda y mi esperanza cierta,
en esta dignidad constituido, que me prometen próspera jornada,
a quien la redención del patrio suelo en una parte oculta y encubierta
justa y meritamente ha cometido; tengo cerca de aquí mi gente armada
bien sé que solo con honrado celo, y antes que sea de algunos descubierta,
de virtud propia y de valor movido, y la plaza enemiga preparada,
aspiras arribar do ningún hombre que es el peligro solo que esto tiene,
tendrá puesto adelante más su nombre. apresurar la ejecución conviene.
“Y habiendo de tu pecho penetrado
el intento y designio valeroso, “Resuélvete, ¡oh varón!, y determina
de tu Fortuna próspera guiado, como de ti se espera, brevemente,
que promete suceso venturoso, que detrás de este monte a la marina
estoy resuelto, estoy determinado está el copioso ejército obediente,
que con golpe de gente numeroso, y porque puedas ver la disciplina,
demos, siendo tú solo nuestro guía, los ánimos, las armas y la gente,
sobre el fuerte español a mediodía. podrás llegar allá, que aquí te aguardo
con esperanza y ánimo gallardo.”
“Para lo cual ha sido mi venida
sorda y secretamente en esta parte, El traidor pertinaz, que atento estaba
donde siendo tu boca la medida a cuanto el general le prometía,
quiero del justo premio asegurarte no la oferta ni el premio le mudaba
y ver si a ti esta empresa cometida, de la fea maldad que cometía;
quieres de ella y nosotros encargarte, bien que algún tanto tímido dudaba
dando como cabeza y dueño en todo viendo de aquel varón la valentía,
el orden, la instrucción, la traza y modo. el ser gallardo, y el feroz semblante,
la proporción y miembros de gigante.
(1) Guiarle.
(2) Encontrarle.
Venía el robusto y grande cuerpo armado “Que nuestros enemigos sin recelo
de una fuerte coraza barreada, a las armas de noche acostumbrados
y un dragón escamoso y relevado cuando va el sol en la mitad del cielo
sobre el alto crestón de la celada, descansan en sus toldos desarmados;
en la derecha su bastón ferrado, y desnudos y echados por el suelo
ceñida al lado una tajante espada, en vino y dulce sueño sepultados,
representando el talle y apostura pasan la ardiente siesta en gran reposo,
del furibundo Marte la figura. hasta que el sol declina caluroso.
“¡Oh gran Apó! No pienses que movido “Que a darte la victoria yo me obligo,
por honra, por riqueza o por estado no por el galardón que de ello espero,
a tus pies y obediencia soy venido que la virtud la paga trae consigo
a servirte y morir determinado, y ella misma es el premio verdadero;
que todo lo que aquí me has ofrecido basta lo que en servirte yo consigo
y lo que puede más ser deseado y así graciosamente me prefiero
no me provoca tanto ni me instiga de ponerte sin pérdida en la mano
cuanto la gran razón que a ello me obliga. la desnuda garganta del tirano.
“Quiero ver, pues, que de ello eres servido, Y después de inquirir y haber notado
por ir del todo alegre y satisfecho, lo que notar entonces convenía,
tu dichoso escuadrón constituido, visto el grande aparato y tanteado
para tan alto y señalado hecho, la gente armada y cantidad que había,
por quien Arauco ya restituido advertido de todo y enterado,
en sus primeras fuerzas y derecho, llegó al presidio al rematar del día,
echada la española tiranía adonde le esperaba ya Reinoso
extenderá su nombre y monarquía.” de su larga tardanza sospechoso.
(1) Sino.
Jamás se vio en los términos australes Con muestra del designio diferente
salir el sol tan tardo a su jornada, dio Andresillo señal de su alegría,
rehusando de dar a los mortales diciendo que sin duda nuestra gente
la claridad y luz acostumbrada; ya, según su costumbre, dormiría;
al fin salió cercado de señales luego disimulada y quietamente,
y la luna delante de él menguada, sin más se detener de compañía,
vuelto el mudable y blanco rostro al cielo entraron en el fuerte preparado
por no mirar al araucano suelo. el falso engañador y el engañado.
Puesta en orden la plaza, y encargando No sé con qué palabras, con qué gusto
según el puesto a cada cual su oficio, este sangriento y crudo asalto cuente,
el silencio importante encomendando, y la lástima justa y odio justo,
trabó las lenguas y aquietó el bullicio que ambas cosas concurren juntamente;
quedando aquel presidio tan callando, el ánimo, ahora humano, ahora robusto,
que la gente extramuros de servicio, me suspende y me tiene diferente,
visto el sosiego y gran quietud, juzgaba que si al piadoso celo satisfago,
que todo en igual sueño reposaba. condeno y doy por malo lo que hago.
CANTO XXXII
Y aunque esta en mi opinión de ellas es una, Como la estrecha bien cebada mina
la voz común en contra me convence, cuando con gran estrépito revienta,
que al fin en ley de mundo y de fortuna que la furia del fuego repentina
todo le es justo y lícito al que vence; las torres vuela y máquinas avienta;
mas, dejada esta plática importuna, con más estruendo y con mayor ruina,
me parece ya tiempo que comience la fuerza de la pólvora violenta
el crudo estrago y excesivo modo, voló e hizo pedazos en un punto
en parte justo y lastimoso en todo. cuanto del escuadrón alcanzó junto.
Dejé el bárbaro campo sobre el fuerte, La mudable, sin ley, cruda Fortuna
en medio del furor y arremetida, despedazó el ejército araucano,
y la callada y encubierta muerte no habiendo un solo tiro ni arma alguna
de mil géneros de armas prevenida; que errase el golpe ni cayese en vano;
llevado, pues, del hado y dura suerte, nunca se vio morir tantos a una,
con presto paso y con fatal corrida y así, aunque yo apresurase más la mano,
emboca por la puerta y falsa entrada no puedo proseguir, que me divierte
el gran tropel de gente amontonada. tanto golpe, herida, tanta muerte.
Aún no eran los tiros disparados Ya que libre dejó el súbito espanto
cuando, por verse fuera en campo raso, al embaucado Pran que estaba fuera,
los caballos a un tiempo espoleados visto el destrozo cierto y falso cuanto
rompen la entrada y ocupado paso; el traidor de Andresillo le dijera,
y en los segundos indios, que ovillados la pena y sentimiento pudo tanto,
estaban como atónitos del caso, que aunque escaparse el mísero pudiera,
hacen riza y mayor carnicería en medio de las armas desarmado
que pudiera hacer la artillería. a morir se arrojó desesperado.
Las voces, los lamentos, los gemidos, Como en el ya revuelto cielo, cuando
el miserable y lastimoso duelo, se forman por mil partes los nublados,
el rumor de las armas y alaridos que van unos creciendo, otros menguando
hinchen el aire y cóncavo del cielo; otros luego de nuevo levantados;
luchando con la muerte los caídos mas al Noroeste frígido soplando
se tuercen y revuelcan por el suelo, los impele y arroja amontonados,
saliendo a un mismo tiempo tantas vidas hasta buscar del ábrego el reparo,
por diversos lugares y heridas. dejando el cielo raso y aire claro.
Respondo a esto, señor, que no venía Y con solo diez hombres retirado
capitán ni cacique señalado, gente de confianza y valentía,
visto que el general usado había ora en el monte inculto, ora en poblado,
de fraude y trato, entre ellos reprobado, desmintiendo los rastros parecía;
diciendo ser vileza y cobardía y en lugares ocultos alojado,
tomar al enemigo descuidado, jamás gran tiempo en uno resistía,
y victoria sin gloria ni alabanza usando de su bárbara insolencia
la que por bajo término se alcanza. por tenerlos en miedo y obediencia.
Y aunque esto era fingido, gran cuidado Pregunté qué ocasión la había traído
se puso en inquirir toda la tierra, a lugar tan extraño y apartado,
no quedando lugar inhabitado, cómo y por qué razón la habían herido
monte, valle, ribera, llano y sierra y de inhumana crueldad usado;
donde no fuese el bárbaro buscado; ella, con rostro y ánimo caído
mas por bien ni por mal, por paz ni guerra, y el tono del hablar debilitado,
aunque todo con todos lo probamos, me dijo: “Es cosa cierta y prometida
jamás señal ni lengua de él hallamos. la muerte triste tras la alegre vida.
“Cayó muerto quedando yo con vida; Así la triste joven luego luego (1)
vida más enojosa que la muerte; demandaba la muerte de manera,
mas viéndome un soldado así afligida que algún simple de lástima a su ruego
(en parte condolido de mi suerte) con bárbara piedad condescendiera;
me dio por acabarme esta herida mas yo, que un tiempo aquel rabioso fuego
con brazo, aunque piadoso, no tan fuerte labró en mi inculto pecho, viendo que era
que mi espíritu suelto le siguiese más cruel el amor que la herida,
y un bien tras tanto mal me sucediese. corrí presto al remedio de la vida.
(1) Inmediatamente.
Mas un soldado joven que venía Cuento una vida casta, una fe pura
escuchando la plática movida, de la fama y voz pública ofendida,
diciendo, me atajó, que no tenía en esta no pensada coyuntura
a Dido por tan casta y recogida, por raro ejemplo y ocasión traída;
pues en la Eneida de Marón vería y una falsa opinión que tanto dura
que del amor libídino encendida, no se puede mudar tan de corrida,
siguiendo el torpe fin de su deseo ni del rudo común mal informado
rompió la fe y promesa a su Siqueo. arrancar un error tan arraigado.
Que la causa mayor que me ha movido Sintió, pues, la mujer su muerte tanto
demás de ser cual veis importunado, que no bastando a resistir la pena,
es el honor de la constante Dido, soltó con doloroso y fiero llanto
inadvertidamente condenado; de lágrimas un flujo y ancha vena;
preste, pues, atención y grato oído y cubriendo de triste y negro manto
quien a oír la verdad es inclinado, los bellos miembros y la faz serena
que el mal ofende aun dicho en pasatiempo con pompa funeral ceremoniosa,
y para decir bien, siempre es buen tiempo. dio al cuerpo sepultura suntuosa.
Cartago antes que Roma fue fundada Y aunque del casto amor notable indicio
setenta años contados comúnmente, fue el soberbio sepulcro y monumento,
por Dido, ilustre reina venerada no igualó en la grandeza el edificio
por diosa un tiempo de la tiria gente; al dolor de la reina y sentimiento;
del rey Belo, su padre, fue casada que siempre con devoto sacrificio
con el sumo pontífice, asistente y continuos sollozos y lamento,
del gran templo de Alcides, el cual era llamando al sordo espíritu hacía
después del rey la dignidad primera. a las frías cenizas compañía.
Diciendo: “¿Es justo, dioses, que yo quede “Si de tu enorme intento y desatino
en este solitario apartamiento? me hubieras con indicios advertido,
¡Ay!, que de tibia fe y amor procede no por tan duro y áspero camino
no acabar de matarme el sentimiento; el tesoro alcanzaras pretendido;
el mal no es grande que sufrir se puede, mas el mal cuando viene por destino
y corto al que no basta sufrimiento; no puede ser a tiempo prevenido.
mas quiere el Cielo dilatar mi muerte ¡Ay! ¿Qué aprovecha el lamentarme ahora?
porque dure el dolor más que ella fuerte.” Que siempre es tarde ya cuando se llora.
Aunque el odio y rencor disimulaba “¿Por qué fiero enemigo así quisiste
contra el pérfido hermano y poderoso, dejarte arrebatar de tu deseo,
venganza al Cielo sin cesar clamaba, tan ciego de codicia, que no viste
con ira muda y con gemir rabioso; que matabas a Dido con Siqueo?
y cuando sola a ratos se hallaba, Materia de maldad al mundo diste
desfogando aquel ímpetu bascoso, con un hecho atrocísimo y tan feo,
soltaba con un bajo son gimiendo que durará en los siglos por memoria
la reprimida rabia y voz diciendo: de tu traición la abominable historia.
“¿Qué medio he de buscar a mal tan fuerte Para lo cual secreta y prestamente
que el cielo ni la tierra no lo tiene una fornida flota le enviase,
y aquel forzoso y último mi suerte donde con todo su tesoro y gente
porque padezca más me le detiene? en arribando al puerto se embarcase;
¡Ay! Que si es malo desear la muerte, porque, con el seguro conveniente,
es peor el temerla si conviene, el mar que estaba en medio atravesase,
que no es pena el morir a los cuitados, que era solo el temido impedimento
sino fin de las penas y cuidados. de su esperado y último contento.
(1) Embalados.
Luego Elisa, con tierno sentimiento Y pues que sus riquezas habían sido
del lastimado pueblo, se embarcaba, la causa de su dafío y perdimiento,
dando presta la vela al manso viento, matándole por ellas el marido,
que favorable en popa respiraba; y lo serían quizá del seguimiento,
la nave con sereno movimiento todas consigo las había traído,
el llano y sosegado mar cortaba, con voluntad y resoluto intento
comenzando a seguir toda la flota de echarlas en el mar do pereciesen,
de la alta capitana la derrota. porque jamás a su poder viniesen.
Aquella noche y el siguiente día Hizo luego sacar allí tras esto
corrió como viento próspero la armada, los cofres del arena barreados,
mas ya que el mar las costas encubría, y con alarde y auto manifiesto
y del todo se vio Dido engolfada, en el profundo mar fueron lanzados;
la noble y obediente compañía, los ministros del rey, con triste gesto,
al borde de su nave congregada, atónitos, confusos y turbados
hizo en torno a llegar la demás gente, se miraban, teniendo por extraña
que a la vista también fuese presente. de la animosa reina la hazaña.
“Amigos, que del firme intento mío, “Las muertes figurad y crueldades
habéis visto a los ojos ya la prueba, que en vosotros habrán de ejecutarse;
y cómo la Fortuna a su albedrío no miréis a las casas y heredades,
errando por el ancho mar me lleva, que todo por la vida es bien dejarse,
podéis volver, si ya no es desvarío, que en fortunas y grandes tempestades
a dar al rey la desabrida nueva solo en lo que se escapa ha de pensarse,
del tesoro anegado, y mi huida conociendo que están todos los bienes
a tierra y a región no conocida. sujetos a peligros y vaivenes.”
CANTO XXXIII
(1) Sino.
Lo cual nos dice bien la alevosía Para lo cual trató luego de hecho
de la secreta muerte del cuñado, con los vecinos que en el sitio había,
que alegre y contentísimo vivía le vendiesen de tierra tanto trecho
en la ley de hermandad asegurado; cuanto un cuero de buey circundaría;
mayormente que entonces parecía los moradores, viendo qué provecho
el rey a la virtud aficionado, de su contratación se les seguía,
que no hay maldad más falsa y engañosa con la reina en el precio convenidos
que la que trae a nuestra virtuosa. hicieron sus asientos y partidos.
Fue la ciudad por orden fabricada Y aunque era tal su ser, tal su cordura
mostrándose los hados más propicios, que por diosa vinieron a tenella,
en breve ennoblecida e ilustrada ninguna de su tiempo en hermosura,
de suntuosos y altos edificios; pudo ponerse al parangón con ella;
y la nueva república ordenada así que por milagro de natura
leyes instituyó creando oficios como cosa no vista iban a vélla (1),
con que el pueblo en razón se mantuviese que no sé en las idólatras del suelo
y paz y orden política viviese. a quién mayores partes diese el Cielo.
Y como en estos tiempos aun no había Llegó luego la voz de esto al oído
la invención del papel después hallada, del franco Yarbas, rey musilitano,
que en pieles de animales se escribía mozo brioso y de valor, temido
y era cualquiera piel carta llamada, en todo el ancho término africano;
del cual nombre aun usamos hoy en día, el cual, con juvenil furia movido
así aquella ciudad edificada de un impaciente y nuevo amor lozano,
en el lugar por una piel medido, a la reina despacha embajadores,
de carta le llamó Cartago Dido. de su consejo y reino los mejores.
Hízose en poco tiempo tan famosa Pidiéndole que en pago del tormento
y de tanta grandeza y eminencia, que por ella pasaba cada hora,
que era cosa de ver maravillosa quisiese con felice casamiento
el trato de las gentes y frecuencia; de su persona y reino ser señora;
mostrando aquella reina valerosa donde no, que con justo sentimiento
en gobernar el pueblo tal prudencia como de tan gran rey despreciadora
que muchos otros príncipes y reyes sobre ella con ejército vendría
de su nueva ciudad tomaron leyes. y su gente y ciudad asolaría.
(1) Verla.
Luego que los ancianos entendieron “Esto es, en suma, lo que Yarbas pide
la demanda de Yarbas arrogante, con ruegos de amenaza acompañados;
llevar por artificio pretendieron pero nuestra cansada edad lo impide
el negocio difícil adelante; y las leyes nos hacen jubilados;
así que ante la reina parecieron pues no es razón, si por razón se mide,
con triste rostro y tímido semblante, que de largos trabajos quebrantados,
bajo los ojos, la color turbada, dejemos nuestras casas y manida
mostrando desplacer con la embajada. en el último tercio de la vida.
Diciéndole: “Sabrás que habiendo oído “Si a los peligros en edad primera
Yarbas tu buen gobierno y regimiento por adquirir honor nos arrojamos,
por la parlera fama encarecido, es bien que en la cansada postrimera
y de esta tu ciudad el crecimiento, gocemos del descanso que ganamos,
de una loable pretensión movido, y a nuestra abandonada cabecera
pide que sin algún detenimiento al tiempo incierto del morir tengamos
veinte de tu consejo más instrutos quien nos cierre los ojos con ternura
vayan a reformar sus estatutos. y dé a nuestras cenizas sepultura.
Estuvo atenta allí la reina Elisa Visto los senadores cómo Dido,
a la compuesta habla artificiosa por el camino de razón llevada,
y con alegre rostro y grave risa, en el armado lazo había caído
aunque sentía en el ánimo otra cosa, en sus mismas palabras enredada,
a todos los trató y miró de guisa cambiando en rostro alegre el afligido,
tan agradable, blanda y amorosa, las manos altas y la voz alzada,
que si en verdad la relación pasara, le dicen todos juntos: “Como estamos
de sus casas y quicios los sacara. tus urgentes razones aprobamos.
“Es a todos común, a todos llano, “Sabrás, reina, que Yarbas no te envía
que debe como miembro y parte unida por tus ancianos viejos impedidos
poner por su ciudad el ciudadano que en todo buen gobierno y policía
no solo su descanso, mas la vida, tiene su reino y pueblos corregidos;
y por razón y por derecho humano solo quiere tu gracia y compañía,
de justa deuda natural debida, ofreciéndote en dote mil partidos
a posponer el hombre está obligado con útiles y honrosas condiciones
por el sosiego público el privado. y un infinito número de dones.
Y aunque el senado en la demanda instaba “Que pues del cielo el áspero decreto
por el provecho y general sosiego, de poder tener bien me inhabilita,
la reina la respuesta dilataba; y el ver a mi ciudad puesta en aprieto
dando gratos oídos a su ruego; a quebrantar la fe me necesita;
y entre tanto en secreto aparejaba quiero cortar a Yarbas el sujeto
lo que tenía pensado, desde luego, del engañado amor que así le incita,
que era acabar la vida miserable dando a mi vida fin, pues de este modo
primero que mudar la fe inmudable. faltando la ocasión cesará todo.
Llegado aquel funesto último día, “Esto será con darme yo la muerte,
el pueblo en la ancha plaza congregado, y, aunque os parezca este remedio extraño,
ricamente la reina se vestía, es más fácil, más breve y menos fuerte
subiendo en un exento y alto estrado, y, en fin, particular y poco el daño;
al pie del cual una hoguera había pues, sin peligro vuestro de esta suerte
para la inmola y sacrificio usado, saldrá el errado Yarbas de su engaño,
de donde a los atentos circunstantes y yo conservaré con más pureza
les dijo las palabras semejantes: del casto y viudo lecho la limpieza.
“¡Oh fieles compañeros, que contino “Hoy por el precio de una corta vida
en todos los trabajos los mostrastes, la vejación redimo en Cartago,
que por seguir mis hados y camino dejando ejemplo y ley establecida
vuestras casas y patria renunciastes! que os obligue a hacer lo que yo hago;
Hoy la Fortuna, y áspero Destino, y con mi limpia sangre aquí esparcida
por el último fin de sus contrastes, al cielo y a la tierra satisfago;
me fuerzan a dejar a costa mía pues muero por mi pueblo y guardo entera
vuestra cara y amable compañía. con inviolable amor la fe primera.
Fue su muerte sentida en tanto grado, Mas un indio que acabo inadvertido
que gran tiempo en Cartago la lloraron, fue de una escolta nuestro prisionero,
y en memoria del caso señalado hombre en las muestras de ánimo atrevido,
un suntuoso templo le fundaron, suelto de manos y de pies ligero,
donde con sacrificio y culto usado, con promesas y dádivas vencido,
mientras las cosas prósperas duraron, dijo: «Yo me resuelvo y me prefiero
de aquella su ciudad ennoblecida de daros llanamente hoy en la mano
por diosa de la patria fue tenida. al gralde general Caupolicano.
Fue la razón del mozo bien oída, “Yo me vuelvo de aquí, pues he cumplido
viéndole en su promesa tan constante; dejándoos como os dejo en este puesto,
y así luego una escuadra prevenida adonde salvamento os he traído,
de gente experta y número bastante, poniéndome a peligro manifiesto;
para toda sospecha apercibida, y pues al punto justo habéis venido,
llevando al indio amigo por delante, os conviene dar prisa y llegar presto,
salió a la prima noche en gran secreto, que es irrecuperable y peligrosa
con paso largo y caminar quieto. la pérdida del tiempo en toda cosa.
“Por este arroyo arriba, que es la guía, Al cabo de una milla y a la entrada
aunque sin rastro alguno ni vereda, de un arcabuco lóbrego y sombrío,
daréis presto en el sitio y ranchería sobre una espesa y áspera quebrada
que está en medio de un bosque y arboleda; dieron en un pajizo gran bohío;
y antes que aclare ya el vecino día, la plaza en rededor fortificada
os dad prisa a llegar, porque no pueda con un despeñadero sobre el río,
la centinela descubrir del cerro y cerca de él, cubiertas de espadañas,
vuestra venida oculta y mi gran yerro. chozas, casillas, ranchos y cabañas.
Mas viendo el paso en torno embarazado Que aseguraba con sereno gesto
y el presente peligro de la vida, ser un bajo soldado de linaje,
con un martillo fuerte y acerado pero en su talle y cuerpo bien dispuesto
quiso abrir a su modo la salida; daba muestra de ser gran personaje;
y, alzándolo a dos manos, empinado, gastóse algún espacio y tiempo en esto,
por darle mayor fuerza a la caída, tomando de los otros más lenguaje,
topó una viga arriba atravesada que todos contestaban que era un hombre
do la punta encarnó y quedó trabada. de estimación común y poco nombre.
Pero un soldado a tiempo atravesando Ya entre los nuestros a gran furia andaba
por delante, acercándose a la puerta, el permitido robo y grita usada,
le dio un golpe en el brazo, penetrando que rancho, casa y choza no quedaba,
los músculos y carne descubierta; que no fuese deshecha y saqueada;
en esto el paso el indio retirando, cuando de un toldo que vecino estaba
visto el remedio y la defensa incierta, sobre la punta de la gran quebrada
amonestó a los suyos que se diesen se arroja una mujer, huyendo apriesa
y en ninguna manera resistiesen. por lo más agrio de la breña espesa.
Salió fuera sin armas, requiriendo Pero alcanzóla un negro a poco trecho,
que entrasen en la estancia, asegurados que tras ella se echó por la ladera,
que eran pobres soldados, que huyendo que era intrincado el paso y muy estrecho
andaban de la guerra amedrentados; y ella no bien usada en la carrera;
y así con prisa y turbación temiendo llevaba un mal envuelto niño al pecho
ser de los forajidos salteados, de edad de quince meses, el cual era
a la ocupada puerta había salido prenda del preso padre desdichado,
de las usadas armas prevenido. con grande extremo de él y de ella amado.
No reventó con llanto la gran pena “Dime: ¿faltóte esfuerzo, faltó espada
ni de flaca mujer dio allí la muestra, para triunfar de la mudable diosa?
antes de furia y viva rabia llena, ¿No sabes que una breve muerte honrada
con el hijo delante se le muestra, hace inmortal la vida y gloriosa?
diciendo: “La robusta mano ajena, Mirarás a esta prenda desdichada,
que así ligó tu afeminada diestra, pues que de ti no queda ya otra cosa;
más clemencia y piedad contigo usara que yo, apenas la nueva me viniera
si ese cobarde pecho atravesara. cuando muriendo alegre te siguiera.
“¿Eres tú el varón que en pocos días “Toma, toma tu hijo, que era el nudo
hinchó la redondez de tus hazañas, con que el lícito amor me había ligado,
que con solo la voz temblar hacías que el sensible dolor y golpe agudo
las remotas naciones más extrañas? estos fértiles pechos ha secado;
¿Eres tú el capitán que prometías cría, críale tú, que ese membrudo
de conquistar en breve las Españas cuerpo en sexo de hembra se ha trocado,
y someter el ártico hemisferio que yo no quiero título de madre
al yugo y ley del araucano Imperio? del hijo infame del infame padre.”
(1) Fiel.
Esto confirma bien Caupolicano, “Yo soy Caupolicán, que el hado mío
famoso capitán y gran guerrero, por tierra derrocó mi fundamento
que en el término américo-indiano, y quien del araucano señorío
tuvo en las armas el lugar primero; tiene el mando absoluto y regimiento;
mas cargóle Fortuna así la mano la paz está en mi mano y albedrío
dilatándole el término postrero, y el hacer y firmar cualquier asiento,
qué fue mucho mayor que la subida pues tengo por mi cargo y providencia
la miserable y súbita caída. toda la tierra en freno y obediencia.
“Mas, juzgándote digno y de quien puedo No pienses que aunque muera aquí a tus manos
recibir sin vergüenza yo la vida, ha de faltar cabeza en el Estado,
lo que de mí pretendes te concedo que luego habrá otros mil Caupolicanos,
luego que a mí me fuere concedida; mas como yo ninguno desdichado;
ni pienses que a la muerte tengo miedo, y pues conoces ya a los araucanos,
que aquesa es de los prósperos temida que de ellos soy el mínimo soldado,
y en mí por experiencia he ya probado tentar nueva fortuna error sería
cuán mal le está el vivir a un desdichado. yendo tan cuesta abajo ya la mía.
“Y, pues, por la experiencia claro has visto, Pero mudóle Dios en un momento
que libre y preso, en público y secreto, obrando en él su poderosa mano,
de mis soldados soy temido y quisto, pues con lumbre de fe y conocimiento
y está a mi voluntad todo sujeto, se quiso bautizar y ser cristiano;
haré yo establecer la ley de Cristo causó lástima y junto gran contento
y que sueltas las armas te prometo al circunstante pueblo castellano,
vendrá toda la tierra en mi presencia con grande admiración de todas gentes
a dar al rey Felipe la obediencia. y espanto de los bárbaros presentes.
Luego, aquel triste, aunque felice día Llegóse él mismo al palo, donde había
que con solemnidad le bautizaron de ser la atroz sentencia ejecutada,
y en lo que el tiempo escaso permitía con un semblante tal, que parecía
en la fe verdadera le informaron tener aquel terrible trance en nada,
cercado de una gruesa compañía dicienclo: “Pues el hado y suerte mía
de bien armada gente le sacaron me tienen esta suerte aparejada,
a padecer la muerte consentida venga, que yo la pido, yo la quiero,
con esperanza ya de mejor vida. que ningún mal hay grande si es postrero.”
De esta manera, pues, llegó al tablado “¿Cómo? ¿Qué? ¿En cristiandad y pecho honrado
que estaba un tiro de arco del asiento, cabe cosa tan fuera de medida,
media pica del suelo levantado que a un hombre como yo, tan señalado,
de todas partes a la vista exento, le dé muerte una mano así abatida?
donde con el esfuerzo acostumbrado, Basta, basta morir al más culpado,
sin mudanza y señal de sentimiento, que al fin todo se paga con la vida,
por la escala subió tan desenvuelto y es usar de este término conmigo
como si de prisiones fuera suelto. inhumana venganza y no castigo.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo “¿No hubiera alguna espada aquí de cuantas
a un lado y otro la serena frente, contra mí se arrancaron a porfía,
estuvo allí parado un rato viendo que, usada a nuestras míseras gargantas,
el gran concurso y multitud de gente, cercenara de un golpe aquesta mía?
que el increíble caso y estupendo Que aunque ensaye su fuerza en mí de tantas
atónita miraba atentamente, maneras la Fortuna en este día,
teniendo a maravilla y gran espanto acabar no podrá, que bruta mano
haber podido la Fortuna tanto. toque al gran general Caupolicano.”
Mas Fortuna crüel, que ya tenía Era el número tanto que bajaba
tan poco por hacer y tanto hecho, del contorno y distrito comarcano,
si tiro alguno avieso allí salía, que en ancha y apiñada rueda estaba
forzado el curso le traía derecho, siempre cubierto el espacioso llano;
y en breve, sin dejar parte vacía, crédito allí a la vista no se daba,
de cien flechas quedó pasado el pecho, si ya no le tocaban con la mano,
por do aquel grande espíritu echó fuera. y, aun tocado, después les parecía
que por menos heridas no cupiera. que era cosa de sueño o fantasía.
Unos con sed rabiosa de venganza Fue entre ellos acordado que viniesen
por la afrenta y oprobio recibido, solos a la ligera, sin bullicio,
otros con la codicia y esperanza porque los enemigos no tuviesen
del oficio y bastón ya pretendido, de aquella nueva junta algún indicio,
antes que sosegase la tardanza haciendo que de todas partes fuesen
el ánimo del pueblo removido, indios que, con industria y artificio,
daban calor y fuerzas a la guerra, instasen en la paz siempre ofrecida
incitando a furor toda la tierra. con muestra humilde y contrición fingida.
Entrados como digo, en el consejo Donde también llegué, que sus pisadas
los caciques y nobles congregados, sin descansar un punto voy siguiendo
todos con sus insignias y aparejo, y de las más ciudades convocadas
según su antigua preeminencia armados, iban gentes en número acudiendo
Colocolo, sagaz y cauto viejo, prácticas en conquistas y en jornadas;
viéndolos en los rostros demudados, y así el tumulto bélico creciendo,
aunque aguardaba a la sazón postrera, en sordo son confuso rimbombaba
adelantó la voz de esta manera... y el vecino contorno amedrentaba.
Pasó de Villarica el fértil llano, Quién, sin duda publica que ya entraban
que tiene al Sur el gran volcán vecino, destruyendo ganados y comidas;
fragua, según afirman, de Vulcano, quién, que la tierra y pueblos saqueaban,
que regoldando fuego está contino; privando a los caciques de las vidas;
de allí, volviendo por la diestra mano quién, que a las nobles dueiías deshonraban
visitando la tierra, al cabo vino y forzaban las hijas recogidas,
al ancho lago y gran desaguadero haciendo otros insultos y maldades
término de Valdivia y fin postrero. sin reservar lugar, sexo ni edades.
Mas luego que el temor desatinado “¿A qué osado muro o antepecho,
que la gente llevaba derramada, a qué fuerza o ciudad, a qué castillo
dejó en ella lugar desocupado os podréis retirar en este estrecho,
por donde la razón hallase entrada, que basta sola una hora a resistillo?
el atónito pueblo reportado, Si queréis hacer rostro y mostrar pecho,
su total perdición consideraba, desnudo le ofrecemos al cuchillo,
se junta a consultar en este medio pues nos coge esta furia repentina
las cosas importantes al remedio. sin armas, capitán ni disciplina.
“Llevados por aquí, sin duda creo Ya el español con la presteza usada
que, viendo el alto monte peligroso, al último confín había venido
corregirán el ímpetu y deseo, dando remate a la postrer jornada
volviendo atrás el paso presuroso, del límite hasta allí constituido;
y si quieren buscar algún rodeo, y puesto el pie en la raya señalada,
desviarse de aquí será forzoso, el presuroso paso suspendido,
dejando esta región por miserable, dijo, si ya escucharlo no os enoja,
libre de su insolencia intolerable. lo que el canto dirá vuelta la hoja.
CANTO XXXV
Dije que don García había arribado “Y, pues, es la sazón tan oportuna
con práctica y lucida compañía y poco necesarias las razones,
al término de Chile señalado, no quiero detener vuestra Fortuna,
en do nadie jamás pasado había; ni gastar más el tiempo en oraciones;
y en medio de la raya el pie afirmado, ¡sus!, tomad posesión todos a una
que los dos nuevos mundos dividía, de esas nuevas provincias y regiones,
presente yo y atento a las señales, donde os tienen los hados a la entrada
las palabras que dijo fueron tales: tanta gloria y riqueza aparejada.”
“Veis otro nuevo mundo que encubierto Caminamos sin rastro algunos días
los cielos hasta ahora le han tenido, de solo el tino por el sol guiados,
el difícil camino y paso abierto abriendo pasos y cerradas vías
a solo vuestros brazos concedido; rematadas en riscos despeñados.
veis de tanto trabajo el premio cierto Las mentirosas fugitivas guías
y cuanto os ha, Fortuna, prometido, nos llevaron por partes engañados,
que siendo de tan grande empresa autores que parecía imposible al más gigante
habéis de ser sin límite señores. poder volver atrás ni ir adelante.
Del aire, de la lluvia y sol curtidos “¿Qué información siniestra, qué noticia
cubiertos de un espeso y largo vello, incita así vuestro ánimo invencible?
pañetes cortos de cordel ceñidos, ¿Qué dañado consejo o qué malicia
altos de pecho y de fornido cuello, os ha facilitado lo imposible?
la color y los ojos encendidos, Frenad, aunque loable, esa codicia,
las uñas sin cortar, largo el cabello, que la empresa es difícil y terrible,
brutos campestres, rústicos salvajes y vais sin duda todos engañados,
de fieras cataduras y visajes. a miserable muerte condenados.
Fuimos luego sobre ellos, recelando “Y, aunque me veis en bruto transformado
ser gente de montaña fugitiva, a la silvestre vida reducido,
mas ellos, nuestros pasos atajando, sabed que ya en un tiempo fui soldado
venían a más andar la cuesta arriba; y que también las armas he vestido;
y al pie de una alta peña reparando, así que, por la ley que he profesado,
por do un quebrado arroyo se derriba, viendo que va este ejército perdido,
todos nos aguardaron sin recelo, la lástima me mueve a aconsejaros,
puestas sus flechas y arcos en el suelo. que sin pasar de aquí queráis tornaros.
“Que estas yermas campañas y espesuras Pero visto nuestro ánimo ambicioso,
hasta el frígido Sur continuadas, que era de proseguir siempre adelante,
han de ser el remate y sepulturas y que el fingido aviso malicioso
de todas vuestras prósperas jornadas; a volvernos atrás no era bastante,
mirad de estos salvajes las figuras, con un afecto tierno y amoroso,
de quien son (como fieras) habitadas, mostrando en lo exterior triste semblante,
y el fruto que nos dan escasamente puesto un rato a pensar, afirmó cierto
del cual os traigo un mísero presente.” haber cerca otro paso más abierto.
En esto, de fardel de ovas marinas, Que por la banda diestra del Poniente,
a la manera de una red tejidas, dejando el monte del siniestro lado,
sacó diversas frutas montecinas, había un rastro cursado antiguamente
duras, verdes, agrestes, desabridas, por la nacida hierba ya borrado,
carne seca de fieras salvajinas por do podía pasar salva la gente,
y otras silvestres rústicas comidas: aunque era el trecho largo y despoblado,
langosta al sol, curada, y lagartijas, para lo cual él mismo nos daría
con mil varias inmundas sabandijas. una práctica lengua y fida guía.
No sabré encarecer nuestra altiveza, Nunca con tanto estorbo a los humanos
los ánimos briosos y lozanos, quiso impedir el paso la Natura
la esperanza de bienes y riqueza, y que así de los cielos soberanos
las vanas trazas y discursos vanos; los árboles midiesen el altura;
el cerro, el monte, el risco y la aspereza ni entre tantos peñascos y pantanos
eran caminos fáciles y llanos, mezcló tanta maleza y espesura,
y el peligro y trabajo exorbitante como en este camino defendido
no osaban ya ponérselo delante. de zarzas, breñas y árboles tejido.
Era lástima oír los alaridos, Ya por aquella parte, ya por esta
ver los impedimentos y embarazos, la entrada de la luz desocupando,
los caballos sin ánimo caídos, el yerto risco y empinada cuesta
destroncados los pies, rotos los brazos: iban sus altas cumbres allanando;
nuestros sencillos débiles vestidos la espesa y congelada niebla opuesta
quedaban por las zarzas a pedazos, el grueso vapor húmedo exhalando,
descalzos, desnudos, solo armados, así se adelgazaba y esparcía
en sangre, lodo y en sudor bañados. que penetrar la vista ya podía.
Mas con todo este esfuerzo a la bajada así aquel que arrebata buena parte,
de la ribera, en parte montuosa, de este y de aquel, aquí y allí seguido,
hallamos la frutilla coronada huyendo se retira luego en parte
que produce la murta virtuosa, donde pueda comer más escondido;
y aunque agreste, montés, no sazonada, ninguno si algo alcanza lo reparte,
fue a tan buena sazón y tan sabrosa, que no era tiempo aquel de ser partido,
que el celeste maná y ollas de Egito ni allí la caridad, aunque la había,
no movieran mejor nuestro apetito. extenderse a los próximos podía.
(1) Hambriento.
CANTO XXXVI
Donde un gracioso mozo bien dispuesto Mucho agradó la suerte, el garbo, el traje
con hasta quince en número venía, del gallardo mancebo floreciente,
crespo de pelo negro y blanco gesto, el expedido término y lenguaje
que el principal de todos parecía, con que así nos habló bizarramente,
el cual, con grave término modesto el franco ofrecimiento y hospedaje,
junto a nuestra esparcida compañía, la buena traza y talle de la gente,
nos saludó cortés y alegremente, blanca, dispuesta, en proporción fornida,
diciendo en lengua extraña lo siguiente: de mano y floja túnica vestida.
Yo, que fui siempre amigo e inclinado Cayó una gran tristeza, un gran nublado
a inquirir y saber lo no sabido, en el ánimo y rostro de la gente,
que por tantos trabajos arrastrado viendo nuestro camino así atajado
la fuerza de mi estrella me ha traído, por el ancho raudal de la creciente;
de alguna gente moza acompañado, que los caballos de cabestro a nado
en una presta góndola metido, no pudieran romper la gran corriente,
pasé a la principal isla cercana ni la angosta piragua era bastante
al parecer de tierra y gente llana. a comportar un peso semejante.
Pues otro día que el campo caminaba, Mas yo, que mis designios verdaderos
que de nuestro viaje fue el tercero, eran de ver el fin de esta jornada,
habiendo ya tres horas que marchaba, con hasta diez amigos compañeros,
hallamos por remate y fin postrero, gente gallarda, brava y arriscada,
que el gran lago en el mar se desaguaba reforzando una barca de remeros,
por un hondo y veloz desaguadero, pasé el gran brazo y agua arrebatada,
que su corriente y ancha travesía llegando a zabordar hechos pedazos,
el paso por allí nos impedía. a puro remo y fuerza de los brazos.
Hubo allí escaramuzas sanguinosas, Y, aunque más de dos mil millas había
ordinarios rebatos y emboscadas, de camino por parte despoblado,
encuentros y refriegas peligrosas, luego de allí por mar tomé la vía,
asaltos y batallas aplazadas, a más larga carrera acostumbrado;
raras estratagemas engañosas, y a Panamá llegué, do el mismo día
astucias y cautelas nunca usadas, la nueva por el aire había llegado
que, aunque fueron en parte de provecho, del desbarate y muerte del tirano,
algunas nos pusieron en estrecho. saliendo mi trabajo y prisa en vano.
Mas, después del asalto y gran batalla Estuve en tierra firme detenido
de la albarrada de Quipeo, temida, por una enfermedad larga y extraña;
donde fue destrozada tanta malla mas luego que me vi convalecido,
y tanta sangre bárbara vertida; tocando en las Terceras, vine a España,
fortificado el sitio y la muralla, donde no mucho tiempo detenido
aceleré mi súbita partida, corrí la Francia, Italia y Alemaña,
que el agravio, más fresco cada día, a Silesia, a Moravia, hasta Posonia,
me estimulaba siempre y me roía. ciudad sobre el Danubio, de Panonia.
Estuve allí hasta tanto que la entrada ¿Cómo me he divertido y voy apriesa
por el gran Marañón hizo la gente, del camino primero desviado?
donde Lope de Aguirre en la jornada, ¿Por qué así me olvidé de la promesa
más que Nerón y Herodes inclemente, y discurso de Arauco comenzado?
pasó tantos amigos por la espada Quiero volver a la dejada empresa,
y a la querida hija juntamente, si no tenéis el gusto ya estragado;
no por otra razón y causa alguna, mas yo procuraré deciros cosas
mas de para morir juntos a una. que valga por disculpa el ser gustosas.
CANTO XXXVII
Por ella a los rebeldes insolentes Por donde en justa guerra permitida
oprime la soberbia y los inclina, puede la airada vencedora gente
desbarata y derriba a los potentes herir, prender, matar en la rendida
y la ambición sin término termina: y hacer al libre esclavo y obediente;
la guerra es de derecho de las gentes que el que es señor y dueño de la vida,
y el orden militar y disciplina lo es ya de la persona y justamente
conserva la república y sostiene hará lo que quisiere del vencido,
y las leyes políticas mantiene. que todo al vencedor le es concedido.
Digo también que obligación no tiene Y aunque con justa indignación movido,
de inquirir el soldado diligente sus fuerzas y poder disimulando,
si es lícita la guerra y si conviene detiene el brazo en alto suspendido,
o si se mueve injusta o justamente; el remedio de sangre dilatando;
que solo al rey, que por razón le viene y con prudencia y ánimo sufrido,
la obediencia y servicio de su gente, su espada y pretensión justificando,
como gobernador de la república, quebrantará después con aspereza
le toca examinar la causa pública. del contumaz rebelde la dureza.
Y pues del rey como cabeza pende Oprimirá con fuerza y mano airada
el peso de la guerra y grave carga; la soberbia cerviz de los traidores,
y cuanto daño y mal de ello depende, despedazando la pujante armada
todo sobre sus hombros solo carga; de los galos piratas valedores;
debe mucho mirar lo que pretende, y con rigor y furia disculpada,
y antes que dé al furor la rienda larga, como hombres de la paz perturbadores,
justificar sus armas prevenidas, muerto Felipe Strozi, su caudillo,
no por codicia y ambición movidas. serán todos pasados a cuchillo.
Y no todo el exceso y mal que hubiere Quiérome declarar, que algún curioso
se puede remediar, ni se castiga, dirá que aquí y allí me contradigo:
que el tiempo a veces y ocasión requiere virtud es castigar cuando es forzoso
que todo no se apure ni se siga: y necesario el público castigo;
príncipe que saberlo todo quiere, virtud es perdonar el poderoso
sepa que a perdonar mucho se obliga, la ofensa del ingrato y enemigo
que es medicina fuerte y rigurosa cuando es particular, o que se entienda
descarnar hasta el hueso cualquier cosa. que puede sin castigo haber enmienda.
¿Qué es esto, ¡oh lusitanos!, que engañados A Vos, Eterno Padre soberano,
contraponéis el obstinado pecho el favor necesario y gracia pido
y con armas y brazos condenados y os suplico queráis mover mi mano,
queréis violar las leyes y el derecho? pues en Vos y por Vos todo es movido,
Qué, ¿no mueve esos ánimos dañados para que al portugués y al castellano
la paz común y público provecho, dé justamente lo que le es debido,
el deudo, religión, naturaleza, sin que me tuerza y saque de lo justo
el poder de Felipe y la grandeza? particular respeto ni otro gusto.
Mirad con qué largueza os ha ofrecido Y pues Vos conocéis los corazones
haciendas, libertades y exenciones, y el justo celo con que el mío se mueve,
no a término forzoso reducido, y en los buenos propósitos y acciones
mas con formado campo y escuadrones; el principio tenéis y el fin se os debe,
y casi murmurando ha detenido dadme espíritu igual, dadme razones
las armas convenciéndoos con razones, con que informe mi pluma que se atreve
cual padre que reduce por clemencia a emprender temeraria y arrojada
al hijo inobediente a la obediencia. con tan poco caudal tan gran jornada.
¡Y unas mismas divisas y banderas Mas el rey don Felipe que al sobrino
salgan de alojamientos diferentes, vio moverse a la empresa tan ligero,
trayendo mil naciones extranjeras, al errado designio contravino
que derraman la sangre de inocentes! con consejo de padre verdadero:
E introducen errores y maneras y pensando apartarle del camino
de pegajosos vicios insolentes, que iba a dar a tan gran despeñadero,
dejando con su peste derramada hizo que en Guadalupe se juntasen
la católica Espaiía inficionada. para que allí sobre ello platicasen.
Que el orgulloso mozo prometiendo fue luego en Portugal por rey jurado
lo que el justo temor dificultaba, don Enrique, el hermano del abuelo,
los prudentes discursos rebatiendo, cardenal y presbítero ordenado,
todos los contrapuestos tropellaba; persona religiosa y de gran celo,
y tras la libre voluntad corriendo de años y enfermedades agravado,
su muerte y perdición apresuraba; más que para este mundo para el cielo,
que no basta consejo ni advertencia ofreciéndole el reino la Fortuna
contra el decreto y la fatal sentencia. con poca vida y sucesión ninguna.
Y que de hecho el examen cada uno Vista, pues, don Felipe la justicia
a tan arduo negocio conveniente, por tan bastantes hombres declarada,
sin miramiento ni respeto alguno sospechoso del odio y la malicia
diesen sus pareceres libremente; de la plebeya gente libertada,
porque en tiempo quieto y oportuno, y la intrínseca y vieja inimicicia (1)
prevenido al mayor inconveniente, en los pechos de, muchos arraigada,
si el reino a la razón no se allanase, quiso tentar en estas novedades
sus armas y poder justificase. el ánimo del pueblo y voluntades.
Hecha por don Cristóbal la embajada, Uno Rodríguez Vázquez, que en prudencia,
y de Felipe la intención propuesta, en rectitud, estudio y disciplina,
tibiamente de Enrique fue escuchada, era de grande prueba y experiencia,
dando una ambigua y frívola respuesta, de claro juicio y singular dotrina:
que, por más que le fue representada el otro, de no menos suficiencia,
la justicia del rey tan manifiesta, famoso en letras, el doctor Molina,
procuraba con causas excusarse, ambos varones raros escogidos,
sin quererla aclarar ni declararse. en gran figura y opinión tenidos.
Para que Enrique, de ellos informado ¿Quién pudiera deciros tantas cosas
y de todas las dudas satisfecho, como aquí se me van representando,
a las Cortes que ya se habían juntado tanto rumor de trompas sonorosas,
informase también en su derecho, tanto estandarte al viento tremolando,
y al pueblo contumaz y apasionado, las prevenidas armas sanguinosas
puesto delante el general provecho, del portugués y castellano bando,
fueros y libertades prometiesen el aparato y máquinas de guerra,
con que a su devoción le redujesen. las batallas de mar y las de tierra?
Y aunque entendiese el viejo rey prudente Viéranse entre las armas y fiereza
ser esto lo que a todos convenía, materias de derecho y de justicia,
pues por la expresa ley derechamente ejemplos de clemencia y de grandeza,
el reino a su sobrino le venía; proterva y contumaz inimicicia,
con larga dilación impertinente liberal y magnánima largueza,
el negocio suspenso entretenía, que los sacos hinchó de la codicia,
a fin que aquellos súbditos y estados y otros matices vivos y colores
fuesen con más ventaja aprovechados. que fáciles harán los escritores.
Pues como hubiese el tardo rey dudoso Canten de hoy más los que tuvieren vena
el término y respuesta diferido, y enriquezcan su verbo numeroso,
llegó aquel de la muerte presuroso, pues Felipe les da materia llena
del autor de la vida estatuido: y un campo abierto, fértil y espacioso;
por donde al sucesor le fue forzoso, que la ocasión dichosa y suerte buena
viendo al rebelde pueblo endurecido, vale más que el trabajo infructuoso,
juntar contra sus fines y malicia trabajo infructuoso como el mío,
las armas y el poder con la justicia. que siempre ha dado en seco y en vacío.
Habiendo antes con todos procurado ¡Cuántas tierras corrí, cuántas naciones
muchos medios de paz por él movidos, hacia el helado Norte atravesando
provocando al temoso (1) y porfiado y en las bajas antárticas regiones
con dádivas, promesas y partidos; el antípoda ignoto conquistando!
mas el poblacho terco y obstinado, Climas pasé, mudé constelaciones,
no estimando los bienes ofrecidos, golfos innavegables navegando,
la enemistad del todo descubierta extendiendo, Señor, vuestra corona
al derecho y razón cerró la puerta. hasta casi la austral frígida zona.
¿Qué jornadas también por mar y tierra Y aunque la voluntad nunca cansada
habéis hecho que deje de seguiros, está para serviros hoy más viva,
a Italia, Austria, a Flandes, a Inglaterra, desmaya la esperanza quebrantada
cuando el reino por rey vino a pediros? viéndome proejar (1) siempre agua arriba,
De allí el furioso estruendo de la guerra y, al cabo de tan larga y gran jornada,
al Perú me llevó por más serviros, hallo que mi cansado barco arriba
do con suelto furor tantas espadas de la Fortuna adverso contrastado
estaban contra vos desenvainadas. lejos del fin y puerto deseado.
Dejo por no cansaros y ser míos Que el disfavor cobarde que me tiene
los inmensos trabajos padecidos, arrinconado en la miseria suma,
la sed, hambre, calores y los fríos, me suspende la mano y la detiene
la falta irremediable de vestidos, haciéndome que pare aquí la pluma;
los montes que pasé, los grandes ríos, así doy punto en esto, pues conviene
los yermos despoblados no rompidos, para la grande innumerable suma
riesgos, peligros, trances y fortunas, de vuestros hechos y altos pensamientos
que aún son para contadas importunas. otro ingenio, otra voz y otros acentos.
Ni digo cómo al fin, por accidente, Y pues del fin y término postrero
del mozo capitán acelerado no puede andar muy lejos ya mi nave
fui sacado a la plaza injustamente y el tímido y dudoso paradero
a ser públicamente degollado, el más sabio piloto no lo sabe;
ni la larga prisión impertinente, considerando el corto plazo quiero
do estuve tan sin culpa molestado, acabar de vivir, antes que acabe
ni mil otras miserias de otra suerte el curso incierto de la incierta vida,
de comportar más graves que la muerte. tantos años errada y distraída.