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Sermon
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PRIMERA PALABRA
“¡PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!”
En este viernes santo, la Iglesia acompaña a Jesús, que sube al Gólgota, al calvario, donde
se inmola por nuestra salvación. Desde la Cruz, Jesús contempla, no solo a sus verdugos,
a los que de él se burlaban, a las mujeres que le seguían llorosa, entre ellas su Madre, al
discípulo amado. Desde la cruz contempla a una humanidad, que en su gran mayoría, vaga
sin sentido por la vida. Y, esa humanidad, anda sin sentido porque desafortunadamente,
hay quienes desean que sea así, quienes se benefician de que así sea. La sabiduría popular
lo recoge en aquélla breve sentencia que reza: “A río revuelto, ganancia de pescadores”.
Es decir, que hay a quienes les conviene la ignorancia de la mayoría, aunque se ufanen de
promover un tal progreso que solo habita en sus mentes. De esta ignorancia, sacan
provecho solo para sus fines.
Desde la cruz, Jesús mira al cielo, hacia el Padre, hacia ese Padre de la misericordia infinita.
Su mirada cargada de amor y dolor. Amor porque se inmola, se entrega generosamente y
dolor porque contempla la insensatez de la humanidad, por la cual, él está inmolándose.
Dolor porque ve el sin sentido de la humanidad. Es por ello que exclama y suplica al Padre:
“Perdónalos, porque no saben lo que hacen!”.
¡Qué anhelo tan noble y tan profundo esconde esta frase del Señor por sus hermanos
y hermanas que peregrinan aquí en la tierra!
Su súplica es el anhelo al Padre, para que el hombre, la persona y sus instituciones, sean
conscientes y solidarios, con su prójimo, con su medio ambiente; para que no se firmen
acuerdos y contratos (públicos o privados), donde se maltrata la dignidad de la
persona ni se venda al mejor postor lo que constituye un bien común. Pues la nación
pierde y al ser humano se le hipoteca su futuro.
Su anhelo y súplica es, por aquéllos que seducen hacia el mal, hacia la maldad, y por los
que se dejan seducir por lo mal habido, por aquéllos que negocian con la libertad, la
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justicia social, la educación y la salud de nuestro pueblo, por Los que, sin ningún
reparo, se gastan los dineros públicos en viáticos, dietas, bebidas alcohólicas…
Su anhelo y súplica es, por aquellos que hacen de la violencia, y su hija, la inseguridad, su
modus vivendi, poniendo en peligro nuestro sosiego y bienestar común.
Padre, Perdónalos, porque no saben lo que hacen”, sí Padre, aquéllos que promueven el
odio, el rencor y la xenofobia, revestido de falso nacionalismo, o falso pudor, creando
zozobra, intranquilidad y viendo fantasmas donde no los hay.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen, cada vez que no hacemos lo correcto en
el momento oportuno. Cuando damos respuestas agradables al oído ajeno y no
comprometemos nuestro accionar para acabar con la impunidad que promueve,
amamanta y sostiene la corrupción en detrimento de las mayorías.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Sí Padre, a esos que se escudan en una
autoridad delegada para cuidar la ciudadanía, y se lucran a sí mismos, o le sesgan la vida
para robar un simple celular; de esos que atentan contra la vida del ciudadano al no
respetar las señales de tránsito, de los que promueven desmanes para alcanzar sus
malsanos fines.
Perdónalos Padre, sigue clamando Jesús desde la cruz, por aquéllos que cierran sus ojos
y su corazón hacia la necesidad del otro, siendo indolente y, a la vez, servil de otros
poderes.
Perdónalos…, cada vez que como líderes: políticos, religiosos, comunitarios, no
realizan (mos) nuestro servicio en favor del pueblo, de tu pueblo, permitiendo que las
conciencias duerman y aumente la impunidad y la corrupción.
La súplica y el anhelo de Jesús es, de que se opere en el ser humano una verdadera
conversión que lleve a un sincero arrepentimiento y consecuentemente, nos lleve a
trabajar por la libertad de nuestro pueblo para que viva en valores.
*El gran deseo de Js es ver la humanidad redimida, donde cada Hombre y Mujer, sea agente
de su propia liberación, que consciente de sus derechos, cumpla con sus deberes y
obligaciones, su deseo es que, nadie sea coartado por nada ni nadie. Es ese deseo de
redención que le lleva a suplicar al Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen.
Esa exclamación, esa súplica encierra, a la vez que el solicitado perdón, el deseo de que se
acaben de una vez y por todas, las diversas formas de esclavitudes, opresiones que parecen
invadirlo todo.
Padre, perdónalos… es el grito de los que ya no aguantan más tanto oprobio, tanto
odio, tanta violencia, tanta inseguridad, tantas injusticias.
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Es posible que ante la situación actual por la que transitamos, de sálvese quien pueda, de
violencia, de inseguridad, de tanta corrupción e impunidad en los distintos estratos de
nuestra sociedad, pensemos, y nos cuestionemos: A-¿puede o debe Js desde la cruz pedir
al Padre el perdón por aquellos que sin ningún reparo delinquen y siguen en ese agitado
curso, transitando impunemente, aprovechándose de la debilidad de los más vulnerables,
del pobre, del indigente, del inmigrante, del sin trabajo…, a sabiendas de lo que están
haciendo?
B-¿Puede o debe Js pedir perdón por aquellos que realizando auditorias en estamentos del
Estado, dejan las mismas engavetadas a sabiendas de las anomalías encontradas? ¿Puede
Js pedir perdón desde la cruz por aquéllos que conscientemente oprimen e hipotecan el
futuro del pueblo?
C-¿Puede Js clamar desde la cruz el perdón de los bandoleros, de aquellos que
aprovechándose del poder (ya sea, económico, político, social, religioso) extorsionan al
débil?
Es difícil pensar que así sea! Y, Sí, puede! Y sí, lo hace!, porque siendo inocente, fue
vendido y condenado injustamente. Y lo hace! porque con él se cometieron estas
atrocidades, porque Dios es amor y ese amor es misericordioso, es perdón. Porque él no se
complace en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y que viva.
Sí clama desde la cruz, es porque, “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único
para salvar al mundo, no para condenarle.” El perdón que Js desde el madero de la cruz
implora, no es un borrón y cuenta nueva, no significa en modo alguno, que quienes
hayan delinquido y cometido tropelías evadan la justicia y queden impunes. Su súplica
es el anhelo, de que, por un lado, sintiendo el amor inmenso de Dios en favor de la persona
humana, y, por otro, viendo el sufrimiento y dolor humano, haya verdadera justicia, se
opere, se dé en lo más profundo del corazón humano un cambio de conducta, un sincero
arrepentimiento de su mal proceder y sea una persona nueva. Pues “Dios no quiere la
muerte del pecador, sino que cambie de conducta y viva.” En pocas palabras: que quien
haya robado, quien se haya apropiado de lo ajeno, lo devuelva, al igual que hizo Zaqueo
después de aquél encuentro liberador con Jesús.
PERO, no obstante que Dios se define como amor y perdón misericordioso, no es menos
cierto que es un Dios de justicia. A veces, pareciera que tarda, pero hace justicia. En ese
tenor su clamor y súplica es un llamado a la conversión y al arrepentimiento, al cambio
de vida y de actitud en la persona.
Si hay en ti como persona, la recta intención de cambio radical, de arrepentimiento
profundo, de comenzar una nueva vida, entonces sí, siéntete dichoso/a, pues por ti Jesús
súplica al Padre el perdón.
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También hoy, en este día de viernes santo, tu Iglesia también exclama: Padre,
perdónalos…con el ardiente deseo de que, viendo a tu Hijo escarnecido en la Cruz, nuestra
conciencia, despierte y se abra a la luz de la Gracia, para que recibiendo el perdón
que necesitamos, vivamos en verdadera hermandad como nación, como pueblo e
Iglesia que peregrina hacia la patria celestial.
+Faustino Burgos Brisman, CM
Obispo Auxiliar de Arquidiócesis de Santo Domingo
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SEGUNDA PALABRA
“En verdad te digo, hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23, 43)
P. Miguel Amarante
"Uno de los ladrones crucificados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? Sálvate a
ti mismo y a nosotros. Pero el otro le respondía: ¿Ni siquiera tú que estás en el mismo
suplicio temes a Dios? Nosotros, en verdad, estamos merecidamente, pues recibimos lo
debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno. Y decía a Jesús: acuérdate
de mí, cuando llegues a tu Reino. Y Jesús le respondió: En verdad te digo: hoy estarás
conmigo en el Paraíso".
Podríamos imaginarnos la escena de desolación y ver la actitud de cada uno de los presentes
en la misma. Por un lado, estaba el pueblo, la muchedumbre que asiste con curiosidad
burlona. Los jefes y las autoridades religiosas burlándose y pidiéndole que se salvara a sí
mismo, denotando con ello su vana idea de un Mesías triunfante. Por otro lado, estaban
los soldados encarnecidos y extasiados al no entender que un rey como Jesús no hiciera
nada para defenderse y permitiera que le humillaran de tal modo.
El único que tiene una actitud positiva es uno de los ladrones que fueron crucificados con
Jesús; aquel que en algunas ocasiones se le ha llamado “el buen ladrón” cuando
deberíamos llamarle “el ladrón arrepentido”. Porque un buen ladrón sería aquel que roba,
y lo hace una manera tan perfecta que puede burlar la justicia y no ser apresado nunca por
falta de pruebas, pero no deja de ser un ladrón, por tanto, no puede ser bueno, alguien que
hace algo malo. En nuestro país, lamentablemente, tenemos muchos buenos ladrones que
burlan el fisco, burlan la justicia, se burlan del pueblo y andan tan campantes por nuestras
calles, sin ser apresados. Confiemos en que algún día se arrepientan como lo hizo el
compañero de patíbulo de Jesús.
Decía yo que el único que tiene una actitud positiva ante los hechos que presencia es uno
de los ladrones que fueron crucificados con Jesús; éste: 1) Reprende a su compañero (¿Ni
siquiera temes a Dios, tú que estás en el mismo suplicio?) 2) Se confiesa culpable y
reconoce que Jesús es inocente (Lo nuestro es justo, pues estamos recibiendo lo que
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merecen nuestros actos, pero éste no ha hecho nada malo); y por último, 3) hace una
petición a Jesús (Acuérdate de mí cuando estés en tu reino).
El ladrón arrepentido reconoce su culpa, reconoce que Jesús está condenado injustamente.
Se siente culpable, está de acuerdo con la justicia de los hombres, y aunque le teme, no se
queja de la justicia de Dios. Siente dolor por sus pecados.... "y el dolor le lleva al
arrepentimiento". Este es, ha sido y será siempre el primer paso de la genuina conversión.
El ladrón arrepentido no pide un puesto de preferencia, como en su día lo hicieran los hijos
de Zebedeo. Sólo le pide que se acuerde de él cuando esté en el paraíso. Con su actitud
demuestra la fe que tenía este hombre. Él tiene la certeza de que Jesús estará en su Reino.
El ladrón ve en Jesús a alguien fuera de lo común, sí, porque no es tan común que una
persona llame a Dios como Padre y al mismo tiempo interceda por quienes quieren matarle.
Ha de suponerse que esa es la razón por la que Dimas, como se le conoce a este ladrón,
según la tradición, se atreve a hacerle la petición. “Acuérdate de mí cuando vengas en tu
reino”. Este ladrón confía en Jesús, confía en que Jesús tiene poder sobre la muerte. En una
palabra tiene fe en Jesús, cree en él y en sus Palabras. El ladrón arrepentido ha sabido leer
los signos de los tiempos y ha reconocido en el crucificado al Mesías que va a participar
de la gloria de la resurrección. Jesús aprecia estas palabras de confianza y le asegura que,
hoy estará con Él en el paraíso. El “estar hoy en el paraíso” no expresa un dato cronológico,
sino que la salvación empieza a hacerse realidad desde la cruz. Tampoco el paraíso
debemos entenderlo como un lugar que se espera en el momento de la resurrección final;
es más bien la manera de expresar que la salvación definitiva llega a la vida de este ladrón
arrepentido.
Jesús le asegura al ladrón arrepentido que “hoy estarás conmigo en el paraíso” y ese hoy
es también el ya y ahora para nosotros.
La actitud del ladrón arrepentido nos recuerda que nunca es tarde para volver a los caminos
del evangelio. Cualquier día puede ser el hoy de la salvación. Si la primera palabra que
acabamos de escuchar nos invitaba a perdonar; ésta segunda es una invitación a la
conversión, al cambio de actitud, a dejarnos seducir por ese hombre capaz de perdonar y
amar incluso a los enemigos.
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Propicio es el momento para pedir ese cambio, esa conversión en todas las esferas de
nuestra sociedad. La conversión de un sistema judicial donde Themis, la diosa de la justicia,
se ha quitado la venda de sus ojos para juzgar de manera parcializada y atendiendo a
intereses particulares. Nuestro país, amerita un cambio en el ámbito sanitario. Da pena ver
el servicio que recibe la gente en las emergencias de nuestros hospitales donde no hay ni
siquiera camas suficientes para ser atendidos y a veces los pacientes tienen que recibir las
primeras atenciones médicas, tirados en el suelo. Es necesario el cambio, la conversión de
un sistema carcelario deficiente en el que ya es una costumbre archivar expedientes y dejar
casos en el olvido, a merced del tiempo, mientras los internos se degradan y esperan
vanamente una respuesta de dicho sistema.
Conversión de un sistema excluyente en el que los jóvenes tienen que abandonar sus sueños
y emigrar a otros países en busca de un mejor futuro.
Ese cambio, esa conversión debe tocar también las puertas de nuestras familias. Es
necesario retomar el camino, apostar por un modelo de familia donde primen los principios
y los valores del reino.
Nuestra Iglesia tampoco queda inmune a esta necesidad de convertirse, también nosotros
necesitamos convertirnos y pedir perdón por los escándalos de algunos de sus miembros,
por nuestros silencios cuando debemos hablar. Convertirnos y ser más tolerantes, más
dialogantes, ser más misericordiosos. Estando al lado de los preferidos por Jesús.
Queriendo y aceptando a los otros, como lo hizo él, sin distinción.
Que Jesús, desde la agonía de la cruz nos anime a cambiar y a constituirnos en agentes de
cambio en nuestros ambientes, para que también podamos estar con él desde ya en el
paraíso. Amén.
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P. Miguel Amarante
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TERCERA PALABRA
«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre.»
"Ustedes, todos los que pasan por el camino, miren y vean si hay dolor semejante al dolor
que me atormenta, con el que el Señor me ha herido" (Lam 1,12).
A esta hora se han alejado ya el grupo de los curiosos. Gran parte de los enemigos se ha
ido también. Quedan únicamente los soldados de guardia y el pequeño grupito de los
apóstoles y discípulas fieles, los otros hace tiempo que huyeron, no pudieron soportar la
caída del maestro. El mismo Pedro, por miedo o por vergüenza de su traición, tampoco está
aquí. Para bochorno de los varones el grupo está formado por mujeres, a excepción de Juan,
el más joven del grupo de Nazaret que lo ha seguido a Jerusalén, en quien el amor ha podido
más que el miedo y la duda.
Este pequeño grupo estaba cerca de la cruz y como escribe Lagrange: Ninguna ley impedía
a los parientes el acercarse a los condenados; los soldados defendían las cruces contra un
posible golpe de mano o para impedir cualquier forma de tumulto; pero no apartaban a
los curiosos, ni a los enemigos, ni tampoco a las personas amigas.
Realmente poco podía temerse de aquel grupito de mujeres y un muchacho. Los mismos
soldados debían de tener compasión de aquel reo a quien a la hora de la verdad, tan pocos
partidarios habían quedado como él mismo había anunciado: “heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas del rebaño” (Mt 26,31).
Si mis hermanos, en medio de este grupo estaba esa Mujer, la mujer del dolor, un dolor
que taladra hasta la profundidad de los huesos, pues es el “Señor quien me ha herido” (Lam
1,12) cuando ha permitido la llegada de “la hora”: “¿Qué tengo yo que ver contigo mujer?
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Aún no ha llegado mi hora” (Jn 2,4), pero esta es la hora, la hora de las tinieblas, por eso
“siento una tristeza de muerte” (Mc 14,34) “¿y qué voy a decir? ¿Padre, sálvame de esta
hora? Pero para esta hora he venido” (Jn 12,27).
Esta “hora” ya ha llegado: “Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado.
Le aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda sólo; pero, si muere,
da mucho fruto” (Jn 12,23-24) como contemplaba Santa Catalina de Siena: “Ahí estaba
Ella, la Mujer del Génesis, la Mujer de las Bodas de Caná, la Mujer del Apocalipsis; la
Mujer que había sido destinada, elegida, formada para ser Su Madre en la tierra”. Mujer
también en esta “hora” hay grupo de malos dominicanos y dominicanas fomentado
xenofobia que los vecinos haitianos, es verdad que nos podemos recibir a todos los ilegales
a haitianos que cruzan por la frontera, pero tratar de incentivar en los más ignorantes un
nacionalismo rancio y barato que no toca a quienes se benefician de las manos de obra
baratas de los trabajadores haitianos ni reclaman la aplicación de las leyes laborales.
Madres hay que se retiran para no presenciar la agonía de sus hijos; su amor no les
consiente asistir a tal espectáculo ni verlos morir sin poderlos socorrer. Como existen tantas
madres en los barrios donde vivimos que ven impávidas tantas adolescentes embarazadas
ante de tiempo, que se ven obligadas por estas circunstancias de abandonar la escuela, las
cuales vienen engrosar la fila de la pobreza y sobre todo nos encontramos con el drama de
la responsabilidad de niñas criando niños.
La Virgen María, por el contrario, cuanto más próximo estaba el Hijo a la muerte, tanto
más se acercaba a la cruz. La Madre miraba al Hijo agonizante sobre la cruz, y el Hijo
miraba a la Madre agonizante a su pie, quien para mirarla tuvo que sacudir los párpados
con fuerza, para limpiar la sangre, que le impedía ver y le dijo: “Mujer, he ahí a tu hijo”.
Por qué decirle “mujer” a su madre, por qué no llamarle “madre”, la razón principal
responde a la teología de Juan que relaciona dicho título con Eva, la madre de todos los
seres vivientes: “y creó Dios al hombre a su imagen; a su imagen de Dios lo creó; varón y
mujer los creó” (Gén 1,27), y el Evangelista se la aplica a la Virgen María en dos momentos
fundamentales de la vida pública de Jesús, en el primer momento, ella prácticamente obliga
a Jesús a manifestarse realizando el primer milagro en las Bodas de Cana, y ahora en este
momento crucial como afirma Dionisio Cartujano: “En la pasión del Salvador los pechos
de María se llenaron de la sangre que corría de sus llagas, para que con ella pudiese
alimentar a sus hijos. Y añade que esta divina Madre, con sus plegarias y con los
merecimientos que atesoró asistiendo a la muerte de su Hijo adorable, nos alcanzó la gracia
de participar de los méritos de la pasión del Redentor”.
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condenado en los poncios pilatos que siguen condenando a los dominicanos que se roban
una gallina y mueren enfermo en la cárcel de La Victoria en cambio los ladrones del caso
Odebrecht, quienes sobrevaloraron casi todas las obras que realizaron han andan suelto
disfrutando de las fortunas que han amasado. Porque en República Dominicana no se han
construido cárceles para los que se roban millones ni existen jueces para la clase política
que defrauda el erario público.
Es esta “mujer”, María, la madre de Jesús la que colabora para que brote el vino nuevo, el
vino de la alegría, el vino del entusiasmo que han perdido tanto jóvenes nuestros en muchos
de los cuarteles de la policía de nuestros barrios empobrecidos, quienes para quedar en
libertad deben pagar grande suma de dinero que no tienen, cuando no es a la policía, es al
ayudante fiscal porque de otra manera no salen ni con oraciones.
Es esa “mujer”, María que contempla el vino nuevo que brota del costado abierto de Cristo
en forma de sangre y agua, será el vino que alegre la boda nueva y definitiva de ser humano,
creyente o no, porque la vida sólo tiene sentido cuando se hace servicio, cuando se entrega
sin esperar nada a cambio como lo hizo tú hijo, Cristo Jesús. Es este vino el que hace falta
en las diócesis y parroquias nuestras para engendrar entusiasmo y alegría por los valores
del Reino, el compromiso solidario y militante con nuestros laicos y seglares de hacer
nuestros los proyectos pastorales que muchos presbíteros y consagrados han dejado de lado
para dedicarse a sus propios proyectos personales o buscando mezquinos intereses
pecuniarios.
Con ese anuncio “mujer es ahí a tu hijo” (Jn 19,27) moribundo desde la cruz la hace “madre
universal, madre de todos los creyentes”. El discípulo amado es el prototipo del seguidor
de Jesús. María, al convertirse en su madre, se hace la seguidora por excelencia al mismo
tiempo se prolonga en la compasión de la corredentora a todos los miembros de Cristo. Este
es el misterioso sentido de lo que dice Pablo: “Completo en mi propio cuerpo, lo que falta
a las tribulaciones de Cristo para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).
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mujeres cosificándolas con un machismo trasnochado. Estamos llamados a crear una nueva
cultura dentro del hogar donde se enseñe a valorar a la mujer por lo que es, pues es urgente
y necesario dejar de convertir a la mujer un mero objeto sexual, enseñando a los varones
la gran dignidad que la mujer posee por sí misma.
Luego dijo al discípulo que más amaba: «Ahí tienes a tu madre.» (Jn 19,27). Es evidente
que, en la cruz, Jesús hizo mucho más que preocuparse por el futuro material de su madre,
dejando en manos de Juan su cuidado. La importancia del momento, el juego de las frases
bastaría para descubrirnos que estamos ante una realidad mucho más honda. Si se tratara
de una encomienda solamente material sería lógico el «he ahí a tu hijo». María se quedaba
sin hijo, se le daba uno nuevo. Pero ¿por qué el «he ahí a tu madre»? Juan no sólo tenía
madre, sino que estaba allí presente. ¿Para qué darle una nueva?
Jesús nos regala una madre para que superemos la pobreza estructural donde hay una gran
masa de ciudadanos y ciudadanas que no tiene acceso a una casa digna, que no tiene acceso
al trabajo y los que tienen trabajo tienen un sueldo de miseria que no da para tener una vida
digna, una vida de hijos e hijas que no tienen acceso a una educación de calidad y esperan
que la promesa de una república digital llegue a los más apartados rincones donde se anida
la pobreza.
Ese es el gran legado que Cristo concede desde la cruz a la humanidad. Esa es la gran tarea
que, a la hora de la gran verdad, se encomienda a María. Es como una segunda anunciación.
Hace treinta años —ella lo recuerda bien— un ángel la invitó a entrar por la terrible puerta
de la hoguera de Dios. Ahora, no ya un ángel, sino su propio hijo, le anuncia una tarea más
empinada si cabe: recibir como hijos de su corazón a quienes son los asesinos de su
primogénito.
Y ella acepta y ya había aceptado, cuando dijo aquel «Si» al arcángel Gabriel: “Yo soy la
esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra” (Lc 1,38), era una total entrega en las
manos de la voluntad de Dios. De ahí que el olor a sangre del Calvario comience
extrañamente a tener un sabor de recién nacido; de ahí que sea difícil saber si ahora es más
lo que muere o lo que nace; de ahí que no sepamos si estamos asistiendo a una agonía o a
un parto. ¡Hay tanto olor a madre y a engendramiento en este drama!
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De esta manera, emerge una relación de familia en términos de discipulado donde el
discípulo amado es el prototipo del nuevo creyente que no teme a la cruz ni a la muerte y
sobre todo que acoge en su casa a las madres que él ha encontrado en el camino. Es un
llamado urgente que nace de la cruz de Cristo de Jesús, acabar con la prostitución de
menores que encuentra en los centros turísticos de Boca Chica y Puerto Plata caldo de
cultivo, donde muchos antros se alimentan de la desintegración familiar y de la pobreza
que se pasea por los campos y barrios nuestros empobrecidos.
Oremos
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Dom Pedro Casaldaliga
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CUARTA PALABRA
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27, 46)
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Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Este es el grito de muchas personas
que a diario ven pisoteada su dignidad, que sufren dolor e impotencia ante los abusos a los
que son sometidos en sus lugares de trabajo, con sueldos de miseria, mientras que observan
cómo los miembros de algunas instituciones del Estado, quienes devengan sueldos de lujo,
se hacen aumentos de sus sueldos a pesar de que han alegado que sus instituciones no tienen
fondos para ejecutar las funciones para las cuales han sido creadas.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Es también la expresión de dolor del
pueblo dominicano cuando observa a sus autoridades gubernamentales empeñadas más en
asegurar su permanencia en los puestos de turno (más allá del período para el cual ha sido
electos legítimamente por los ciudadanos) que en gobernar y servir al pueblo que los eligió.
En este mismo tenor, es el mismo dolor del pueblo dominicano que vislumbra poca
esperanza en sus líderes políticos emergentes porque, salvo pocas excepciones, éstos
terminan pactando alianzas electorales con otros partidos mayoritarios, asegurándose una
tajada del pastel y defraudando la esperanza y la ilusión de un pueblo que cada día cree
menos en su clase política.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Este es, hoy día, el grito de muchos
dominicanos y dominicanas que ante la justicia de nuestro país se sienten ante la injusticia
y la impunidad. Con frecuencia observamos que los acusados de sustraerse millones de
pesos de los fondos públicos son favorecidos con sentencias que van desde la permanencia
en la comodidad de sus hogares, el pago de una garantía económica o libertad pura y
simple, ya sea por un expediente mal instrumentado o por otras razones misteriosas,
mientras que los ciudadanos que no poseen apellidos sonoros, cuando vienen acusados de
cometer algún delito leve, se les dicta sentencia rápida y sin contemplación y se les envía,
sin más, a cumplirla en la cárcel de la Victoria.
Estamos ante lo que los obispos de nuestro país han llamado, en su Mensaje con motivo
del día de la Independencia Nacional, la “impostergable urgencia de vivir en valores”, entre
los cuales se resalta el imperio de la ley.
Hemos de aclamar al Señor de la Misericordia para que este panorama tan sombrío sea
iluminado por Cristo que se entrega por todos, y que resucita en el corazón y en la vida de
tantos dominicanos y dominicanas que tenemos fe en Dios y fe en nuestro país.
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
P. Vicente Sánchez Burgos, ivd
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QUINTA PALABRA:
«Tengo sed» (Jn. 19, 28)
La sed, es una necesidad absoluta aún más que el hambre, el deseo de agua, es deseo
de vida. Una persona puede morir más rápido por la falta total de agua, que por la falta
total de alimento. Tener sed, es estar necesitado uno de los elementos fundamentales de la
vida.
¿Por qué siente sed Jesús? Era muy natural que Jesucristo tuviera una sed ardiente.
Sed de agua, sed fisiológica. El sudor de sangre en Getsemaní, las terribles torturas y la
pérdida de sangre de la flagelación, de la coronación de espinas, de la cruz a cuestas y de
la crucifixión. Jesús había sido arrastrado de un lado al otro por la ciudad, y desde la
flagelación en la columna, había sangrado copiosamente, este desangramiento continuó por
varias horas. Cuando se pierde sangre se experimenta en seguida el tormento de la sed.
Nuestro Señor, debió sentir una sed abrasadora que nos hace evocar el Salmo 22, 16, que
dice: “Mi paladar está seco como una teja y mi lengua pegada a mi garganta: ya están
para echarme a la sepultura”. En lo alto de la cruz. Jesús iba perdiendo gota a gota la
sangre divina de sus venas. Probablemente hacia las tres de la tarde, tanto Nuestro Señor
Jesucristo como los dos ladrones que estaban crucificados, el uno a su derecha y el otro a
su izquierda, debían tener cuarenta grados de fiebre.
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3; 63, 12). Esta escena recuerda también el grito de Jesús en el templo en el último día, el
día de la gran fiesta: "Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. Quien cree en mí, como dice
la Escritura, ríos de agua viva brotarán de su seno" (Jn. 7, 37s). Esta escena, nos trae a la
memoria, a su vez, el diálogo de Jesús con la samaritana en el pozo de Sicar, cuando
hablaban del "agua viva". De esa agua, que quien la pruebe, jamás tendrá sed. Esta palabra
de Jesús, la podemos interpretar en dos dimensiones: por un lado, la sed que siente Dios en
relación al hombre alejado de él por el pecado o por la libertad de sus actos y por otro lado
la sed física de Jesús, por el notorio agotamiento de sus fuerzas físicas, producto del
maltrato y las vejaciones sufridas, como ya hemos señalado.
Solo Dios es quien puede saciar la sed más profunda del hombre. Cuando hay un
vacío de Dios en nuestras vidas, buscamos otros sucedáneos para intentar suplir esa
carencia esencial. Como escribió San Agustín, “Dios tiene sed de que los hombres tengan
sed de Él”. Pero los hombres, los de ayer, los de hoy y los de mañana intentamos aplacar
esa sed bebiendo en otras fuentes, recurriendo a otros pozos que prometen saciarnos y
calmar nuestra sed, pero acaban decepcionándonos porque son efímeros, engañosos,
fraudulentos, “cisternas agrietadas, que el agua no retienen”, las llama el profeta Jeremías
(Jr 2,13b). "Como busca la cierva, corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?" (Salm. 41, 2-
3). Sólo Tú, Señor, eres fuentes de agua viva y, como dejaste dicho, sólo los que beban
de esa agua quedarán saciados. Lo entendió la Samaritana, que, de los placeres de la vida,
tenía una larga experiencia a sus espaldas. Ojalá lo entendamos también nosotros.
¿Qué clase de sed padece Jesús en esta tarde del viernes santo? No cabe duda
que el Señor, está abrasado por el sol, quemado por la sed. Jesús tiene mayor sed de que se
realice el Reino de su Padre en el mundo. Tiene sed de que, por fin vivamos con la mirada
fija en Dios y no en las cosas pasajeras. Tiene sed del amor generoso, desinteresado de los
que le siguen, siendo capaces de llegar, en su discipulado, hasta el Calvario, si fuera
necesario, para testimoniar al mundo, que existe una vida superior a la intramundana.
La sed de Jesús no es sólo física, desgarradora para uno que esté colgado en la cruz.
Es la sed de un Dios que amó tanto al mundo que entregó a su propio Hijo. Jesús tiene sed
de darnos lo que sacia verdaderamente nuestra sed, desea lo que realmente necesitamos:
ser semejantes a Dios. Tener y vivir su misma vida, vivir su mismo proyecto de amor.
Jesús tiene sed, pero es al mismo tiempo el agua que da la vida. Así como en el desierto, a
Moisés se le mandó golpear con una vara la roca para que de ella brotara agua, así de este
Jesús triturado a golpes, insultado y maltratado, "brotará el agua pura que nos purificará de
nuestros pecados y de nuestras inmundicias" (Cf. Ez. 36, 25)
De este modo, Jesús muestra su amor y cumple el designio del Padre. Si su hambre
se sacia con un alimento que los discípulos no conocen (Cf. Jn. 4, 34), su sed se sacia
amando de un modo inaudito e inenarrable; ama a quienes lo odia y lo desprecia. Ama y
da su vida en rescate por muchos. Jesús inauguró su misión, tomando la condición de
hambriento y de sediento (Cf. Mt. 4, 1-4), hoy somos invitado a escuchar la voz de Jesús,
fatigado y sediento, esa misma voz que oyó la Samaritana junto al pozo de Jacob: "Dame
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de beber" (Jn. 4, 7). Contemplamos en este Viernes Santo, a Jesús clavado en la cruz, que
agonizante a gritos nos dice: "Tengo sed" (Jn. 19, 28), Hoy Jesús repite su petición y revive
los tormentos de su agonía en nuestros hermanos socialmente empobrecidos.
Recordamos la sentencia del Señor: "Y todo aquél que dé de beber tan sólo un vaso
de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, les aseguro que perderá su
recompensa" (Cf. Mt. 10, 42). Debemos de poner nuestro corazón y nuestras esperanzas,
en que un día, escucharemos la voz de Jesús que nos dirá: " Vengan, benditos de mi padre…
porque tuve sed y me dieron de beber" (Cf. Mt. 25, 34-35) “Tengo sed”, es el grito dolorido
y pascual de solidaridad, de amistad, de ternura y de misericordia de Jesús con todos los
pecadores, con todos los pobres y con todos los sufrientes. Jesús tiene sed de que los
pecadores vuelvan a los brazos amorosos del Padre.
“Tengo sed”, grita Jesús en esta quinta palabra que en términos similares han
pronunciado y pronuncian todavía hoy millones de seres humanos, hombres y mujeres,
niños, ancianos, enfermos. La humanidad tiene sed porque el agua escasea dramáticamente
a millones de personas que no tienen qué beber ni con qué lavarse ni con qué regar y hacer
crecer sus cultivos.
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Tenemos sed de una Iglesia que siga siendo "voz de los que no tienen voz". Una
Iglesia comprometida con el Evangelio, en la que pastores y laicos sigamos trabajando para
que el "Reino de Dios venga a nosotros". Una Iglesia que siga siendo rostro de Cristo, casa
de la Palabra y hogar de la caridad. Una Iglesia entregada en la transformación social de
nuestro pueblo. Que siga defendiendo desinteresadamente los derechos fundamentales, de
manera especial los del no-nacido y los derechos de la naturaleza, nuestra casa común. Una
ética ecológica implica el abandono de una moral utilitarista e individualista. (Cf. SD. 169,
138). Me hago eco de una opinión emitida por Philippe Cousteau, nieto del gran gran
explorador francés Jacques Cousteau: “El agua es la esencia de la vida, es la sustancia
más preciada, más que el oro o el petróleo. Podemos vivir sin eso, pero no sin agua”
Tenemos sed de una justicia, "más justa, imparcial y equitativa para todos". No una
justicia en dos niveles: para el grande y para el pequeño. No una justicia, en donde haya
quienes estén exentos de toda culpabilidad legal y hasta moral. Se nos está transmitiendo
como meta-mensaje, que, "si robas poco, vas a la cárcel, pero si robas mucho no". Eso es
lo que lamentablemente, se nos está dando a entender… Estas y otras situaciones, ligadas
al orden social y a la justicia, nos están llevando a tomar la justicia por nuestras propias
manos. Cada día, aumentan los casos… El mismo Jesús nos dice: "Dichosos los que tienen
hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados" (Mt. 5, 6) La sociedad
dominicana ansía que su sed de justicia quede saciada.
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La violencia, solo genera más violencia. Y como conducta adquirida, se aprende en
los distintos ambientes sociales... Dejemos de enseñar al otro el ser violento, enseñémosle
mejor, de manera teórica y práctica, a resolver sus conflictos a través del diálogo, la
paciencia, el respeto, la tolerancia, la comprensión y la no violencia. La paz es fruto del
amor y de la justicia. Jesús nos dice en su palabra: "Felices los que trabajan por la paz,
porque serán reconocidos como hijos de Dios." (Mt. 5, 9)
Que el Señor nos acompañe hoy y siempre.
P. Eric Wilson Cosme
Referencias
Belarmino, Roberto (S.f). Las siete últimas palabras de Cristo.
Castellano, Nicolás (1995). Las siete palabras desde América Latina. PPC, Madrid.
Fausti, Silvano (2008). Una comunidad lee el Evangelio de Juan. San Pablo, Bogotá.
Martín Descalzo, José Luís (1995). El sermón de las siete palabras. PPC, Madrid.
Royo Marín, Antonio (S.f). La pasión del señor o las siete palabras de nuestro señor
Jesucristo en la cruz. BAC, Madrid.
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SEXTA PALABRA
Todo está cumplido, Jn 19,30
P. Roberto Martínez
Es una palabra de triunfo. Él, al llegar a este mundo había hecho saber a todos que venía al
mundo a hacer la voluntad del Padre, “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”. Ahora
su última palabra es: “Todo está cumplido”, es decir, tu voluntad, que ha sido el alimento
y camino de mi vida, ha sido cumplida con perfección.
Según los estudiosos de los santos Evangelios, de las Siete Palabras pronunciadas por Jesús
desde el madero de la cruz, la sexta es la más corta, pero llena de un inmenso significado,
en ella se refleja su labor cumplida y deja para la humanidad un mensaje tremendo de
responsabilidad frente a sus propios actos.
Es una noticia agradable, que a pesar de pasar por el sufrimiento, ya se puede decir ¡todo
está cumplido! Si nos fijamos en los pasos de su vida, ya en muchas ocasiones se había
preludiado que la cruz sería el triunfo de Cristo.
En el evangelio de Lucas, el anciano Simeón le dijo a María su madre; mira, este está
puesto para caída y levantamiento de muchos, a ti misma una espada te atravesará el alma
(Lc 2,34-35). Cuando Jesús exclamó en la cruz “Todo está cumplido”, claramente dijo que
su muerte no fue sólo el resultado de un error judicial, ni de una casualidad, sino que estaba
prevista y era el resultado de su testimonio de su misión.
Jesús nos aseguró que vino a traer fuego a la tierra y ojalá que estuviera encendido (Lc
12,49). Anunció también que sería bautizado con un bautismo de sangre. ¡Qué angustiado
estoy hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido a traer paz? (Lc 12,49-51).
Jesús trajo división porque supo ser un verdadero profeta, él habló con claridad y precisión
sobre los pecados que aquejaban el pueblo de su época, no dudó en llamar las cosas por su
nombre; hay de ustedes fariseos y escribas hipócritas, cuelan el mosquito y se tragan el
camello, sepulcros blanqueados, por dentro están llenos de rapiña e iniquidad, serpientes,
raza de víboras, les voy a enviar profetas, sabios y escribas, a uno lo azotarán y lo matarán,
a otro lo perseguirán en sus comunidades (Mt 23,3-36).
En una ocasión le recomiendan huir de la ciudad, porque Herodes Antipas quiere matarlo,
a lo que sin pensarlo dos veces, responde: “vayan a decir a ese zorro, hoy y mañana expulso
demonios y realizo curaciones, y pasado mañana sigo mi viaje, porque no puede ser que el
profeta muera fuera de Jerusalén (Lc 13,32).
Enfatizó con claridad que no se puede servir a Dios y al dinero (Lc 16,13). Explicó la
dificultad de los ricos para entrar en el reino de los cielos (Mt 19,23). Él mismo, haciendo
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un látigo con cuerdas echó a todos los comerciantes fuera del Templo “con las ovejas y los
bueyes, desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las meses y dijo a los que vendían
palomas: ¡Quiten esto de aquí! No hagan de la casa de mi Padre una casa de mercado.” (Mt
21.12-16).
Con seguridad enseñaba que el hijo del Hombre tenía que sufrir mucho y ser condenado a
muerte (Mc 8,31). Está claro que el testimonio de su muerte fue el resultado del testimonio
de su vida.
Entonces Jesús le dijo a sus discípulos: ‘si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá. (Mt 16,24).
Después de todo esto y mucho más, afirmamos con seguridad que el grito ¡Todo está
cumplido! Es un clamor de satisfacción. Es una buena noticia, se llegó al culmen de una
misión encomendada.
Decimos que todo está consumado cuando hemos llegado a la meta final de nuestros
propios objetivos y al final de nuestra existencia.
Todo está consumado, es el llamado a la Iglesia en todos los tiempos a seguir haciendo
actual el mensaje de salvación, y actualizando la redención de Cristo.
Esta palabra de Jesús debe ser actualizada en nuestra vida personal, en nuestra vida
familiar, en nuestra vida comunitaria, en nuestra vida eclesial, en la vida política y social,
en definitiva, en nuestra vida dominicana.
Cuando nació nuestro País, se deleitó Dios y dijo: República Dominicana, es un hecho. Ese
27 de febrero de 1844, dijo Dios, ha nacido un País, y Pedro Mir le agregó “Ubicado en el
mismo trayecto del sol”.
Esta frase supone una buena noticia. Es un respiro ante el trabajo realizado. Como cuando
descansó Dios, después de ver terminada la obra creadora. Ya todo está hecho. Es una
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buena noticia, saber que un día nacimos como persona, como familia, como pueblo, como
país y como nación. Pero…
¿Qué ha pasado después de ese grito divino por la alegría de que la obra estaba hecha?
¿Por qué a diario me encuentro con tantos jóvenes graduados de la universidad y andan sin
rumbos, sin trabajos y sin oportunidades? ¿Por qué la gente no valora el medio ambiente,
común para todos?
¿Por qué se observan bajar cristales de vehículos en nuestras calles que, en medio del
jolgorio y de la briza, se desprende una mano fuera, dejando caer basuras, papeles, vasos,
cartones, botellas, en las aceras? Como si se tratara algo normal.
¿Por qué nos da la impresión de que vivimos en una selva al transitar por las calles de Santo
Domingo? ¿Por qué, cuando una persona es asaltada por los delincuentes, suelen decirle
los demás, ¡dale gracias a Dios que estás vivo? ¿Es que ya la delincuencia está en el orden
de lo natural en nuestro país? ¿Por qué tantas muertes violentas y tantos feminicidios?
Estas preguntas deben ser contestadas de manera individual por cada ciudadano de nuestra
nación. Todos tenemos responsabilidad de mantener vivo el grito de Dios “Todo está
cumplido”. Pero hay una responsabilidad superior en aquellos que nosotros, libremente
hemos decidido que nos gobiernen. En ellos está la principal responsabilidad,
especialmente de formar la patria y enseñar sus ciudadanos a ver la realidad con un juicio
crítico, y eso se logra desde una buena educación que fomente los valores. Porque,
normalmente las voluntades colectivas suelen ser siempre rectas, pero no siempre los
juicios individuales son iluminados, decía Jean Jacques Rousseau.
Hermanos y hermanas, no nos olvidemos nuestros orígenes como persona, como familia,
como pueblo, no olvidemos los orígenes de nuestra patria. Tal como lo expresa nuestro
escudo nacional, al origen de todo, se encuentra Dios, quien provee la patria y la libertad.
P. Roberto Martínez
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SEPTIMA PALABRA
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” (Lc. 23, 46)
RUAH es:
• fuerza vivificadora (se aspira y expira)
• fuente de vida (Gen 7, 22; Núm 16, 22)
• disposición interna: humildad (Prov. 16, 19; Is. 57, 15; Dan. 3, 39), fidelidad (Núm. 14,
24; Ecl. 7,8; Dan. 5, 20), intención (Ez. 11, 19; 36, 26; Prov. 16, 32; 25, 28)
• Soplo (de Dios) (Gen 6,17)= Dios sopló al hombre el aliento de vida
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Es un grito de victoria:
• Nadie pudo separarlo de su Padre, de su MISION
• El Espíritu de su Padre le ha animado toda su vida
• Termina su misión terrenal/carnal:
Lo dejó todo
Lo dio todo
Lo entregó todo
• El Padre romperá el silencio y lo RESUCITARÁ
• ¿Qué está cumplido hoy?
• ¿Qué has cumplido tú, hoy?
• ¿Qué vas construyendo tú, hoy?
• ¿Qué huellas vas dejando en el corazón de los tuyos? ¿de tu pueblo?
"2.En ti, Yahveh, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu justicia,
líbrame,
3.tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que
me salve;
4.pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges. 5.Sácame de la
red que me han tendido, que tú eres mi refugio;
6.en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Yahveh, me rescatas. Dios de verdad,
7.tú detestas a los que veneran vanos ídolos; mas yo en Yahveh confío:"
• Pero hoy, los malos espíritus- VANOS IDOLOS- han violentado nuestra sociedad.
• Violencia que violenta o priva al ser humano de su integridad:
física
psicológica
oral
derechos
libertades
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La violencia ejercida por una persona, una institución o situación estructural se inserta
cada día más queriendo crear “una cultura de la violencia” a través de:
• la incapacidad de resolver pacíficamente los conflictos
• las relaciones de poder
• el dominio del saber
• el militarismo
• una cultura patrialcal
• la discriminación
• el racismo
• la exclusión …
“Abuso sexual contra menores en la Iglesia”- Scicluna, C,J., Zollmer, Ayotte (eds), 2012
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• Nos falta el Espíritu, soplo, aliento de DIOS
• Nos falta confianza en el amor para reafirmarnos
• Nos falta dejarnos mover por el soplo del amor como lo hizo Jesús:
"6.El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
7.Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante
a los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8.y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9.Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre." (Fil, 2,
6-8)
• Nos hace falta CONFIAR más en el proyecto de Dios cuyo Espíritu Santo moviliza ser
como personas:
Reflexivo
autoconsciente
comunicativo
gestador de comunión
abierto
creativo
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Los insultos
Las injusticias
Los momentos de soledad y dudas
Los miedos…
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