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Los sistemas estructurales y constructivos de la catedral

gótica
Rogelio G. Guadarrama Mendoza
Taller José Villagrán García
Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México

Arqueología del hábitat 1


Prof. Arq. Daniel Monroy Márquez
Semestre 2019-1

Noviembre 2018

Resumen
El estilo gótico alcanzó su mayor explendor en la construcción de la grandes catedrales de
su tiempo. Estas proezas arquitectónicas necesitaron de sistemas estructurales y constructivos
especiales, avances tecnológicos alcanzados en la edad media. En este trabajo se discuten bre-
vemente los elementos componentes de estos sistemas (arco apuntado, bóveda de crucería,
arbotante, pináculo y contrafuerte), así como algunos aspectos organizacionales que se daban
en las construcciones medievales.

Palabras clave: gótico, sistema estructural, sistema constructivo,catedral, arco apuntado

Introducción
El estilo gótico imperó en Europa occidental durante aproximadamente 400 años, desde media-
dos del siglo XI hasta finales del siglo XV. Fue un estilo arquitectónico único, distinto a todo aquello
que se había generado con anterioridad, y que cuenta con ciertos aspectos espaciales, expresivos y
constructivos que le son distintivos. El arquetipo cumbre de este estilo arquitectónico fue la catedral,
aquél en donde el gótico encontró su máxima expresión y alcanzó límites nunca antes contemplados.
Si bien existieron construcciones góticas de otro tipo, tanto civiles como religiosas, como por ejemplo
ayuntamientos, castillos o conventos, entre otros, las catedrales góticas son realmente ejemplares
únicos y peculiares del gótico: generalmente, la catedral dominaba el panorama de la ciudad me-
dieval, era el centro de reunión de la población circundante, o centro de peregrinaje al que llegaban
visitantes de los distintos confines del mundo conocido. No es exagerado considerar que la catedral
era el eje rector de la vida de las personas en las ciudades medievales. De ahí su importancia, de
ahí su simbolismo.

Las primeras obras y catedrales góticas se dieron a mediados del siglo XI en el norte de Francia,
en la región conocida como la Ile de France, región que circunda a la ciudad de París. Es así el gótico

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un estilo eminentemente de origen francés, a pesar de las dudas que después pudiera haberse teni-
do (en el siglo XIX, los alemanes pensaron que era una expresión germánica máxima y pura). De ahí,
emigró a otras regiones de la Europa occidental, a lo que hoy son los países de Inglaterra, Alemania,
Italia, España y Portugal. Si bien existen características generales del estilo gótico, que en primera
instancia nos permitirían clasificar a un edificio como gótico, también es cierto que en cada región
donde se desarrolló, al estilo se le imprimieron peculiaridades muy regionales a las construcciones
que se levantaron: en Inglaterra, por ejemplo, se exploraron intricados estilos de bóvedas y techos;
en Alemania se conquistaron las alturas con las grandes torres de campanario; en Italia se jugó con
los contrastes en los tonos de distintos tipos de piedra empleados en la construcción. Esto gene-
ró, irremediablemente, cierta dificultad en determinar qué características determinaban realmente lo
que se podría llamar el estilo gótico de arquitectura; sin embargo, como se indicó en un inicio, se ha
llegado a cierto consenso de las características que especifican este estilo. En el presente trabajo,
hablaremos de las características constructivas propias de la catedral gótica, que en su momento
representaron un hito tecnológico sin igual hasta ese momento. Hablaremos del arco apuntado, de la
bóveda de crucería, de las arbotantes, los pináculos y los contrafuertes, elementos que son comu-
nes de ver en la mayoría de los templos cristianos góticos y que forman una parte relevante de las
estructuras de estos edificios.

La hoy basílica de Saint-Denis, ubicada en los suburbios de París, es considerada como la pri-
mera obra arquitectónica de estilo gótico. Su construcción fue promovida por el abad Suger en el
año 1140 d.C., misma que buscó romper con los cánones arquitectónicos anteriores. De ahí el estilo
mudó a otras regiones de Europa, y evolucionó a ejemplos tan ricos y variados, hoy consideradas
joyas catedralicias del gótico como la Abadía de Westminster en Inglaterra, la Catedral de Milán en
Italia, o la Catedral de Colonia, edificio del cual se presentará en este trabajo un análisis de sus
componentes constructivos y estructurales que la definen como una obra acabada del gótico. Si bien
su culminación tomó más de 600 años, su construcción siempre estuvo apegada a planos originales
de la misma, por lo que puede considerarse en todo sentido una obra propia del gótico y de la época
medieval.

Es claro entender que estas obras, de escala monumental, fueron el resultado del esfuerzo de
muchas personas que participaron en su construcción a lo largo de varios años e inclusive siglos.
Esto presupone un alto grado de organización en la construcción, desde las etapas de la financiación
de los gastos de la obra hasta la ejecución de la misma. Era, en todo sentido, una empresa, y como
tal requería de allegarse de recursos, pagar salarios, organizar a los obreros, resolver disputas entre
los mismos, y demás asuntos. Al final del presente trabajo se hablará muy brevemente de cómo se
organizaba la construcción medieval, capaz de alcanzar tan maravillosos edificios que varios siglos
después siguen cumpliendo a cabalidad con la función para la cual inicialmente fueron construidos.

1. Elementos constructivos y estructurales de la catedral gótica


Antes de hablar se los aspectos constructivos de la catedral gótica, es importante señalar un
esquema general de cómo se distribuía espacialmente este edificio. El tipo primitivo de la catedral
gótica es la basílica, edificio de origen romano profano, Es un edificio longitudinal, de tres, cinco o
hasta siete naves, que son separadas por columnas y pilares. La nave central tiene más altura que
las laterales; sobre las naves laterales se disponen también espacios transitables, llamadas tribunas,
a diferencia de la basílica básica. La catedral gótica adopta nuevamente una orientación estricta: la

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parte occidental es fachada, entrada y paso; en el ala oriental se ubica el coro, donde se oficia la
misa. Antes del coro, las naves con cruzadas perpendicularmente por el transepto, formando en la
intersección el crucero. El coro viene seguido de un ábside, acompañado generalmente de varias
capillas dispuestas de forma radial entorno al coro. Las naves y el transepto están cubiertas por una
hilera de bovedillas de planta rectangular. En cuanto a aspectos expresivos, la catedral era concebida
como una nueva expresión de la “casa de Dios”, como un “palacio celestial”, el “Nuevo Jerusalén”
que aparece en Libro de las revelaciones del Evangelio de San Juan. Por ende, este espacio es, en
esencia, luz.

En esta idea, el principio de construcción elemental de la catedral gótica es aliviar casi por com-
pleto a los muros exteriores del empuje que ejerce el sostenimiento de la bóveda y cargas superiores.
Así, los muros dejan de realizar una función de carga, y con ello pueden adquirir otro propósito: por
ejemplo, ser ocupados por grandes ventanales. La solución tecnológica a esto implicó el uso de varios
elementos (el arco apuntado, la bóveda de crucería o nervada, el arbotante, el pináculo y el contra-
fuerte) que, si bien no eran del todo novedosos, juntos imprimieron una peculiaridad constructiva
única a la catedral gótica. A continuación hablaremos de cada uno de estos elementos estructurales.

1.1. El arco apuntado


El arco apuntado u ojival es un detalle constructivo distintivo del gótico. Se introdujo de manera
gradual en las catedrales góticas. Puede suponerse que su uso fue motivado más por razones es-
tructurales a puramente estéticas, ya que el arco apuntado se utilizó principalmente donde debían de
sostenerse grandes cargas y empujes, provenientes principalmente del peso de las bóvedas y ele-
mentos exteriores soportados sobre las cubiertas (flechas, agujas y demás elementos meramente
decorativos). El arco apuntado, en comparación del arco semicircular o de medio punto característi-
co del románico, presenta una flexibilidad de diseño sin igual: con él fue posible determinar libremente
la altura del arco, independientemente de su claro o distancia entre las columnas que lo sostienen, al
igual que juntar arcos de distintos claros pero de la misma altura, propiedades que el arco de medio
punto no podía satisfacer.

Como todo arco, el arco apuntado transmite las cargas o empujes a lo largo de su extensión,
de ahí a los pilares que lo sostienen y así hacia el suelo a través de los cimientos. Estos empujes
totales se componen en dos direcciones: horizontal y vertical. Así, el empuje total define una línea
de empuje que, deseablemente, debe de coincidir con la forma y extensión del arco. De así lograrse,
todos los elementos que componen al arco (sillares de piedra labrados y finamente alineados unos
seguidos de otros) trabajarán únicamente a compresión. La gran ventaja del arco apuntado sobre
el de medio punto estriba en que la carga o empuje total requerido por un arco apuntado es más
claro de definir en el arco apunta: es un problema más sencillo de estimar y resolver. En efecto, la
carga horizontal experimentada en el arco de medio punto es 40 % mayor que la del arco puntea-
do; es decir, en el arco apuntado la componente principal del empuje total es la que se dirige en
sentido vertical, comparado contra un reducido empuje horizontal (Figura 1). También, conforme la
altura del arco apuntado es mayor y éste es más empinado, el empuje horizontal se reduce más. Este
factor dicta consecuentemente el tamaño del contrafuerte: a menor empuje vertical, menor dimen-
sionamiento del contrafuerte. Como además las cargas están concentradas en la extensión del arco,
la ubicación del contrafuerte es precisa. El efecto de este principio estructural es que la estructura
determinantemente se reduce, se aligera. El arco apuntado resolvió de una manera económica el
problema de alcanzar claros amplios entre columnas utilizando mampostería, con la posibilidad de

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realizar estructuras considerablemente altas.

Figura 1: Empujes verticales y horizontales en los arcos apuntado (izq) y de medio punto (der).
Fuente: Stewart (1961)

El arco apuntado no es una invención medieval. Los asirios y persas sasánidas ya lo habían
introducido con anterioridad. Fue adoptado posteriormente por los saracenos e introducido a Sicilia.
Ahí, los normandos lo usaron a inicios del siglo XI. Al sur de Francia, ya existían varios edificios
románicos con bóvedas de arco apuntado, que eran reforzadas por arcos transversales. El arco
apuntado fue definitivamente utilizado en el norte de Francia entre los años 1100 y 1120 d.C., en el
año 1140 d.C. se introdujo en Inglaterra. La llegada del arco apuntado fue posterior en Alemania, y
en Italia no se usó del todo, ya que es posible ver varios edificios góticos que siguen usando el arco
de medio punto o semicircular en su estructura.

1.2. La bóveda de crucería


Al cruzar diagonalmente dos arcos apuntados, se forma la bóveda de crucería. Si los arcos en los
extremos de la bóveda también son arcos apuntados (a modo de que constituyan los arcos formeros
y fajones) se puede alcanzar con todos estos arcos una altura similar, que además logre claros va-
riables en una u otra dirección: la planta de la bóveda puede adquirir formas rectangulares distintas.
Los arcos apuntados dispuestos en forma diagonal soportarán también las cargas provenientes de la
cubierta de la bóveda (plementería), y por ser arcos, dirigirán dichos empujes a los puntos sobre los
cuales se apoya la bóveda. Vistos en el intradós, estos arcos aparecen como unos ”nervios”, razón
por la que se le denomina también a este tipo de bóveda como bóveda nervada. El peso de esta
bóveda es menor que su equivalente en claro a la bóveda de arista.

Este esquema de construcción de bóvedas se empleó en Francia hacia el año 1140, esquema
que permaneció prácticamente constante a lo largo del gótico francés. En Inglaterra fue donde se
dio una gran variedad de estilos de bóvedas, partiendo las primeras modificaciones de la bóveda
de crucería (Figura 3: sixpartita, en terceletes, estrelladas, y en abanico). Las modificaciones fueron
tales que llegaron a ser tan intrincadas y dejaron de responder sólo a motivos estructurales e incluir

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Figura 2: Bóveda de crucería (cuatripartita). Fuente: Stewart (1961)

también razones de índole estética. La razón de estas diferencias estaba en el principio utilizado para
llenar los espacios entre los nervios (plementería) con bloques de piedra. En específico, se identifica-
ban dos técnicas de llenado de estos espacios, denominadas el método francés y el método inglés.
En el método francés se colocaban las piedras paralelas al nervio, mientras que en método inglés se
colocaban formando un ángulo con la diagonal.

Figura 3: Bóveda de terceletes (izq), de estrella (centro) y de abanico (der). Fuente: Stewart (1961)

Las modificaciones en estilo de la bóveda hizo necesaria la introducción del Tas-de-charge (Figu-
ra 5), mimso que unía todos lo empujes en un solo punto, reducía el claro y la elevación del la porción
aciva de la bóveda, y que introducía los empijes dentro de la pared, por lo que actuaba en si mismo
como un contrafuerte y lidiaba con una buena cantidad del empuje presente.

Por la dificultad de la colocación de la mamposteria en el armado de la bóveda según el método


inglés, se introdujo un nervio longitudinal que corría a lo largo de las distintas bóvedas que componían
la cubierta de una nave. En efecto, este nervio es un elemento estructural importante, ya que produce
el efecto de una clave continua a lo largo del eje que une las distintas bóvedas: amarra las bóvedas
de otra manera desconectadas una de otra, además de aportar unidad y dirección al diseño. En
sentido estricto, se convierte en la espina dorsal del edificio.

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Figura 4: Métodos francés (izq) e inglés (der) para llenado de la plementería. Fuente: Stewart (1961)

Figura 5: Tas-de-charge. Fuente: Stewart (1961)

1.3. El arbotante
En las bóvedas de cañón corrido, el empuje se distribuye a lo largo de la bóveda y es soportado
por los muros laterales, mismos de los que se debe asegurar que sean lo suficientemente anchos
para soportar dichos empujes. Con la bóveda en crucería y el arco apuntado, todas las cargas están
concentradas a lo largo de las extensiones de arcos y nervios y son finalmente dirigidas a ciertos
puntos dentro de la estructura: en la bóvedas, a los puntos de apoyo de la misma. Con ello, los mu-
ros laterales son innecesarios, y es entonces fundamental encontrar un modo de apoyar la estructura.

Los arbotantes transmiten los empujes en vez de resistirlos. Empiezan en su parte superior desde
el muro de la nave y conducen los empujes a los contrafuertes dispuestos en la parte exterior del
muro de las naves laterales. El arbotante puede formar un solo arco, esto en el caso de catedrales
de tres naves; o bien un par de arcos, divididos en la mitad por un contrafuerte intermedio, en el
caso de catedrales de cinco naves (aunque la solución de un solo arco también puede presentarse

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Figura 6: Arbotante y pináculo. Fuente: Stewart (1961)

en este caso). De cualquier forma, el contrafuerte deberá de ser suficientemente dimensionado para
soportar no sólo los empujes horizontales provenientes de las bóvedas y cubiertas, sino también el
producido por el arbotante.

La ubicación y posición del arbotante respecto a la bóveda fue determinada a través de la expe-
riencia y el ensayo y error. Realmente esta ubicación difiere de un ejemplo a otro. Es claro que los
constructores no realizaron cálculos precisos de la magnitud de la carga ejercida, de la dirección en
que esta se manifestaba, o del punto donde esta iniciaba. En la mayoría de los casos, la parte supe-
rior del intradós del arbotante estaba en línea con la parte superior de tas-de-charge. Sin embargo,
en otros casos, podría estar por arriba o por debajo de esta línea. La forma general del arbotante fue
también cambiando con el tiempo. Al final, el arbotante adquirió una forma estándar: la parte superior
del arbotante describe un plano inclinado, mientras que la parte inferior tiene la forma de un arco de
medio-punto.

Los arbotantes no sólo se utilizaban para transmitir los empujes provenientes de las bóvedas. Es
común encontrar casos de catedrales con una hilera de 2 o 3 arbotantes dispuestos en un mismo
contrafuerte. En el caso de tres arbotantes existentes, el de en medio se ubicaba a la altura de la
bóveda, y claramente su función era transmitir estas cargas al contrafuerte. El arbotante superior
transmitía las cargas de la parte superior del muro del claristorio o de las cubiertas. El arbotante
inferior se ubica por debajo del nivel en que se encuentra la bóveda, y en todo caso no transmite
el empuje producido por la bóveda. Igualmente, los constructores utilizaban otros elementos para
contrarrestar los empujes laterales y no dejarle todo el trabajo a los contrafuertes. Por ejemplo, en
muchas ocasiones los muros laterales de la nave se siguieron elevando hasta la altura de la bóveda
o aún más altos, para cumplir con este objetivo.

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1.4. El contrafuerte
El cambio del contrafuerte característico del románico, ancho y bajo, al contrafuerte del gótico,
que es delgado pero bastante alto, fue gradual. La características distintivas del contrafuerte en el
gótico eran que éste se dividía en etapas, con cada transición enrte una etapa y la otra definida por
una pequeña pendiente, y que al final remataba en el muro con un chaflán o pendiente, o en una
gablete sobre la que luego se levantaba un pináculo. Estas características cumplían funciones tanto
estéticas como estructurales. Con la división del contrafuerte en etapas, se aseguraba un mínimo uso
de material, mientras se seguía manteniendo la línea de empuje dentro del contrafuerte. No parece
existir una regla que indique el número de etapas que componen al contrafuerte, como tampoco la
magnitud de las pendientes que dividen cada una de las etapas.

Figura 7: Tipos de contrafuertes. Fuente: Stewart (1961)

En el siglo XIII, se introdujo la práctica de sustituir los dos contrafuertes que se ubicaban en
una de las esquinas del edificio, por uno solo dispuesto en diagonal con la esquina, Sin embargo,
esta práctica nunca fue universal. El contrafuerte también fue utilizado como aposento de escultura
expuesta al exterior, al ser escarbada y formas así soportes y nichos para estas esculturas.

1.5. El pináculo
La función de los pináculos es agregar con su peso, hecho de mampostería, cargas verticales
a la columna o contrafuerte sobre el que estuviera montado, para así reducir las cargas verticales.
Por ello, el pináculo no era únicamente un detalle estético en la catedral gótica, sino que jugaba un
importante papel en la estabilidad de la estructura.

2. Análisis estructural y constructivo de la catedral de Colonia


La Catedral de Colonia, declarada por la UNESCO en 1996 Patrimonio Mundial de la Humani-
dad, es una Catedral católica de estilo gótico (la más grande de este tipo en el norte de Europa),
sede del arzobispado de Colonia y de la administración de la Arquidiócesis de Colonia. Hoy en día,

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es uno de los principales atractivos turísticos de Alemania, atrayendo diariamente a 20,000 visitantes.

Figura 8: Catedral de Colonia.Fuente: Feliz (n.d.)

La Catedral de Colonia ha sido siempre el referente principal de la ciudad, centro y símbolo de


la misma. La plaza al frente de la Catedral es el espacio de reunión pública más importante de la
ciudad; la Catedral misma ha sido escenario de diversas manifestaciones políticas y culturales a lo
largo de su historia.

La Catedral de Colonia, como varios de los edificios góticos de la época, reúne varios elemen-
tos estructurales comunes en este etilo arquitectónico: arcos apuntados (u ojivales), bóvedas de
crucería, pilares, arbotantes, pináculos y contrafuertes. La conjunción de estos elementos aligeraba
estructuralmente al edificio, lo que hacía innecesaria la presencia de grandes muros de carga, ya
que los empujes se concentraban en los arcos, arbotantes y contrafuertes. Con ello, los muros fuero
sustituidos por grandes ventanales en el triforio y el claristorio, imponiendo al interior un grado mayor
de luz, en concordancia con la idea cristiana de la Nueva Jerusalén.

La bóveda en crucería (Figura 10), formada por el cruce en diagonal de dos arcos apuntados, y
los dispuestos en el perímetro de la bóveda (arcos fajeros y arcos formeros), ofrece una cubierta más
ligera, soportada por los arcos en diagonal o nervios, mismos que transmiten las cargas o empujes
a los puntos de apoyo de la bóveda.

El arco apuntado u ojival permite definir claros variables en alturas iguales y mayores a las que
puede proporcionar el arco de medio punto. Las grandes alturas se dan gracias a que la forma del ar-
co apuntado disminuye las cargas o empujes horizontales, los cuales son muy menores comparados
con las cargas verticales. Esta característica apunta a un menor dimensionamiento de los contrafuer-
tes.

Las arbotantes transmiten los empujes recibidos por el peso de las estructuras y los transmiten
al contrafuerte, quien soporta dichas cargas horizontales y guía las cargas verticales hacia el suelo.
Existen varias arbotantes por cada contrafuerte, ubicándose cada una de estas a distintos niveles.

Sobre cada contrafuerte se ubica un pináculo, que además de funcionar como remate decorativo
a la estructura, su mismo peso aumenta la predominancia de los empujes horizontales sobre los

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Figura 9: Corte de la nave en la catedral de Colonia. Fuente: García & Guadarrama (2018)

Figura 10: Bóvedas en crucería y arcos apunados dentro de la catedral de Colonia. Fuente: García
& Guadarrama (2018)

empujes verticales en el empuje o carga total que soporta el contrafuerte.

El contrafuerte recibe las cargas horizontales y verticales, y las transmite hacia los cimientos y el
suelo. De esta manera, se sostiene toda la estructura y no es necesario contar con muros de carga,
espacios que pueden ser ocupados por grandes ventanales.

3. La construcción medieval
Las catedrales góticas sólo pudieron ser resultado de la aplicación de un conocimiento técnico
y organizativo altamente desarrollado. A partir del siglo XIII hubo dibujos de arquitectura que eran
transportables y a escala reducida, que servían para discutir los proyectos. A finales del siglo XIII
también se multiplican las trazas arquitectónicas dibujadas a gran tamaño y sobre varios pergaminos

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Figura 11: Bóvedas en crucería y arcos apunados vistas en alzado al interor de la catedral de Colonia.
Fuente: García & Guadarrama (2018)

Figura 12: Arbotantes y pináculos vistos en el exterior de la catedral de Colonia. Fuente: García &
Guadarrama (2018)

unidos, donde se proyectaban con gran exactitud las obras propuestas: por ejemplo, la traza “F” de
la fachada de la Catedral de Colonia (de año 1300, aproximadamente), sirvió para proseguir la cons-
trucción de la catedral 400 años después de iniciada.

Por primera vez desde la antigüedad, los nombres y los logros de algunos famosos arquitectos se
documentan. La competencia entre los distintos proyectos constructivos en desarrollo se intensifica;
algunos arquitectos eran becados para realizar viajes de estudio. Aunado a esto, la movilidad de los
arquitectos creció, algunos de ellos se volvieron figuras reconocidas. La mayoría de los arquitectos
eran en verdad técnicos hábiles con la piedra, y que como hábiles operarios se ocupaban de cons-
truir iglesias, puentes, murallas y viviendas.

El arquitecto era una gran personalidad, amigo del rey y del obispo. Percibe un salario fijo, dispo-
ne de casa, en campo y con viñedo, con criado y caballos. Al retirarse, gozaban de una pensión, y
debía siempre de estar ligado a la obra. Trazaba planos, ejecutaba la maqueta, que revisa aprueba
con los eclesiásticos. Dibujaba también detalles: proyecciones horizontales y verticales de pilares y
sus bases, perfiles de molduras y cornisas, la techumbre y sus cabrios. Se encargaba de los trabajos
difíciles: elaboraba las estatuas más importantes, y retocaba y concluía gran parte de las figuras que
adornan los pórticos al exterior. Contaba también con varios auxiliares: el hablador lo representaba
con sus subalternos, el ecónomo o curador pagaba a los obreros y proveedores. Los arquitectos
firmaban su obra: en la parte occidental de la nave principal, se pueden encontrar losas dispuestas

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Figura 13: Contrafuertes vistos en el exterior de la catedral de Colonia. Fuente: García & Guadarrama
(2018)

Figura 14: Construcción medieval. Fuente: Toman (1999)

en meandros llamados dédalos, en el centro de los cuales registraba su nombre.

El jefe de obra era un maestro albañil de categoría, formado inicialmente como cantero, y que en
sus viajes, había estudiado los edificios del pasado y del presente. Con experiencia como ayudante,
capataz, contramaestre, el maestro anotaba en sus cuadernos esbozos de sus experiencias y dibu-
jaba todas las formas nuevas y las máquinas que podían servirle. Sus libros contenían esquemas de
esculturas, copias de estatuas, soluciones a problemas de equilibrio, estudios de caída y pliegues de
telas, y dibujos de alzados de edificios.

El mejor cantero dentro de la obra era nombrado asistente, El superior le enseñaba los principios
a los que debían de atenerse la conducta de los obreros, la manera de tratar a la gente importante
y la forma de llevar de manera racional las orientaciones teológicas de los eclesiásticos, así como a
calcular el equilibrio y resistencia de los materiales. El jefe de taller debía dominar todos los oficios
referentes a al construcción, ciencia que se adquiría con experiencia, transmitida de generación a
generación. Existía también una administración en la obra. Adjunta al capítulo catedralicio, con per-
sonalidad jurídica propia (algunas de hecho han sobrevivido hasta hoy, como en las catedrales de
Colonia o de Estrasburgo), la opus, ópera o fábrica tenía a su cargo las finanzas y el “departamento
de personal”, Los administradores tenían que rendir cuentas de lo hecho ante el comitente, su puesto
era temporal o vitalicio. Se llevaba también una exacta contabilidad de los gastos. La organización

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Figura 15: Catedral de Estrasburgo, detalle de la fachada occidental (dibujo en pergamino). Fuente:
Toman (1999)

para la construcción era tan notable como la construcción misma.

Existía una gran fluctuación de personal obrero, dada la naturaleza de las tareas muy variadas
en la catedral: la mano de obra no especializada para los cimientos, y altamente capacitada para
levantar los muros (maestros canteros). El dinero venía de fuera y generalmente de manera irregular
(producto de indulgencias, contribuciones de puestos eclesiásticos, colectas y otras fuentes), aunque
generalmente se suspendían las obras por falta de dinero.

Para la realización de los proyectos se usaban complejas construcciones geométricas (combina-


ciones de círculos, triángulos, cuadrados, pentágonos y octágonos y figuras derivadas) como base
de los diseños. Habitualmente se utilizaban figuras simples, como el cuadrado o construcciones oc-
togonales, junto con trazas ortogonales y el uso de módulos, cuya repetición guiaba la construcción.
Las mediadas comunes en la obra eran el pie, el codo, o la braza.

Para las grandes obras, como en el caso de las catedrales, se realizaban varios trabajos previos
al inicio de la construcción: se nivelaba el suelo, se retiraban los edificios existentes, se poceaban
los cimientos, o se obtenían piedras para la posterior construcción. También era necesario analizar
las opciones para transportar los materiales de construcción a la obra: por tierra o a través de los
ríos. En el caso del ladrillo, se construía un horno y se fabricaba en el sitio. Para los andamios, era
necesario explotar la madera circundante. El taller catedralicio era la oficina que guiaba el desarrollo
de la construcción: contaba con su propia carpintería, y en ocasiones el carpintero mismo tenía la

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dirección de toda la obra. En la herrería se producían clavos, áncoras y grapas. En el invierno, gene-
ralmente se cancelaba la obra de mampostería, ya que se congelaba el mortero, aunque se seguía
aprovechando el tiempo tallando piedras dentro de los talleres catedralicios. Los operarios labraban
piedras estandarizadas: maineles, impostas y nervaduras de idéntico perfil, que eran dibujadas en
sus siluetas por plantillas. Inclusive, los principales perfiles de una obra se grababan en el pavimen-
to, donde se conservaban para siempre y aún hoy en día son visibles dentro de las catedrales. Las
plantillas también se aplicaron en las partes más complejas de la bóveda, como por ejemplo en el
arranque de las nervaduras. El arquitecto director debía ejercitar a fondo cada tipo de bóveda y redac-
tar instrucciones claras a seguir, con lo que la obra podía continuar aún sin su presencia en la misma.

No siempre se concibieron obras completas desde un inicio. Las obras góticas eran tan inmensas,
que ocurrían una densa trama de problemas técnicos y logísticos, a los que debía de contestarse con
pragmatismo.

4. Comentarios finales
Las catedrales góticas son resultado de la genialidad del ser humano. Generalmente se asocia a
la Edad Media como una época de oscuridad y retroceso, pero estos templos góticos demuestran lo
contrario. Rompiendo con los esquemas arquitectónicos vigentes en su época, el románico, el gótico
no tuvo el menor temor en conquistar la luz, en conquistar la ligereza de las estructuras, y finalmente
de conquistar las alturas.

Estas edificaciones fueron un fiel reflejo de la concepción religiosa que tenían lo hombre y mu-
jeres de esos tiempo; la catedral era en toda extensión la “casa de Dios”, el “Nuevo Jerusalén”. Las
catedrales góticas, por su ligereza, aparentaban flotar en el aire, y la gran cantidad de pináculos,
agujas o flechas asemejabanuna gran cantidad de torres de la nueva ciudad celestial. Los vitrales,
posibles por el hecho de no depender estructuralmente de los muros de carga, con sus vívidos colo-
res, parecían ser los grnade muros repletos de piedras preciosas de la Jerusalén que el evangelista
San Juan narraba en su Libro de las Revelaciones. Sin duda, el habitante de la Edad Media creía
entrar en contacto con Dios mismo dentro de estos recintos.

Todos estos avances tecnológicos, el sistema estructural y constructivo mismo, fueron producto
de varias generaciones de constructores, que a base de ensayo y error, fueron capaces de ir enten-
diendo cómo conquistar el espacio y las alturas. Son así las catedrales góticas un claro ejemplo de
la importancia de la experimentación y la observación en la práctica arquitectónica. Sólo la observa-
ción paciente de los fenómenos, y la prueba insistente para encontrar la solución de un problema en
específico, dieron a los aquitectos y constructores de esa época los elementos para conquistar los
retos que se les planteaban.

Ejemplos tan vivos como la catedral de Colonia, analizada en este trabajo, siguen siendo motivo
de maravillarse ante ellas: la conquista de la altura, el rompimiento de la escala, trabajada y labrada
con las mismas manos en la dura piedra que se utilizó como material. Es por ello que es importante
honrar el esfuerzo de estos hombre y mujeres, creadores de ésta y otras tantas obras, preservando
su legado, cuidándolo y atesorándolo, para que las futuras generaciones nunca pierdan el asombro
ane ellas. Su conocimiento profundo, su entendimiento pleno, son responsabilidades que tenemos
que asumir si queremos cumplir con este objetivo.

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Finalmente, la arquitectura necesita siempre de un constante revisitar el pasado, de aprender del
ejemplo, para afrontar los retos venideros. Siglos de construcción y siglos como edificios con vida,
las catedrales góticas son ejemplo de cómo perdurar, de cómo trascender en tiempo y en memoria.
Sin duda, mucho hay que aprenderles a estas obras; algo de sus secretos puede ser todavía lec-
ción hoy en día. Un concepción religiosa acorde con el modo de construir, elementos constructivos
(arcos apuntados, bóvedas en crucería, arbotantes, contrafuertes y pináculos) que continuaron su
desarrollo ancestral y se modificaron para atender las nuevas exigencias constructivas. Arquitectu-
ra en constante evolución y movimiento, como siempre ha sucedido y con toda seguridad seguirá
ocurriendo.

Referencias
Feliz, E. V. (n.d.), ‘La espectacular catedral de colonia, una joya gótica’, Disponible en
https://elviajerofeliz.com/la-catedral-de-colonia-una-joya-gotica/ (2018/11/29).

Fletcher, B. (2005), Historia de la arquitectura, Limusa.

García, S. & Guadarrama, R. (2018), Lámina final: Catedral de Colonia.

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