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Historia de Knut Peterson

Prefiero una Alemania turca a una católica


Knut Peterson

Los lansquenetes alemanes, borrachos y fornidos arras-


traban la tiara por las calles de Roma; la chusma de
moriscos "españoles" que se había intoxicado de
hachís y orado en dirección a la Meca, estrellaba con-
tra los escalones de San Angelo, inapreciables reliquias
como el brazo derecho de SañtbTomás de Aquino,
que había roto una mesa ante un emperador. El
cronista Salazar cuenta que vio al cardenal de Siena,
vestido con un atabardo, dando trompicones entre
lansquenetes que habían ya profanado la Sagrada
Forma y desolado a las muy escasas vírgenes romanas
entre los cadáves espantosamente mutilados por las
hojas curvas de las cimitarras moriscas.
La entrada a saco en Roma, en 1527, por las
huestes imperiales, produjo la consternación de toda
la cristiandad. Enrique VIII dirigió a su sobrino una
sentida carta, y Carlos V debió contestar los enconados
ataques de sus enemigos, divulgando el Diálogo de
Lactancio y un arcediano de su secretario Alfonso de
Valdés. La postración y ruina de Roma no tuvo límite,
llamas y humaredas se desprendieron por todas partes
de la destruida ciudad. Ni los godos, ni los vándalos,
ni otras naciones bárbaras habían infringido tal daño
al corazón del cristianismo. Las estancias del Vaticano
fueron convertidas en establos para los caballos de

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los luteranos. Los relicarios y copones fueron usados Enrique VIII dirigió una fuerte censura a Lutero,
por los moriscos para derretir tabletas de hachís, que reconviniéndolo para que abandonara su locura y se
luego consumían en los copones sagrados disueltas sometiera a la autoridad de Roma. Lutero, por ese
en un espeso vino verdoso. Tales calamidades estaban entonces tan activo, se encontró extrañamente
anunciadas en el tratado De la profanación de Roma paralizado. Sus invectivas, sus dardos filosos, sus
por el Augusto Emperador de Knut Peterson, impreso injurias insuperables parecían haberlo abandonado.
el año de gracia de 1521, en los talleres de München. Casi catatónico, silencioso, a veces con sudores y
Esta es la pequeña historia de cómo Peterson pudo fiebre era sometido a una cura de los nervios por la
encontrar en los rústicos lansquenetes y en los fieros monja Gertrud Rosenberg, que lo sumergía en una
poza de agua sulfurosa cerca de un pueblo de
moriscos el brazo que castigara a la Prostituta de
München. Cuando Lutero regresaba de uno de sus
Babilonia.
baños, vio a Knut Peterson saliendo de una
Knut Peterson, rubio y sonriente, luego de haber
cervecería. Peterson, envalentonado por la cerveza, le
sido un tímido fraile dominico, quedó inflamado por
propuso contestar al rey inglés; suyas son las siguientes
las enseñanzas de Lutero. Hasta ese entonces Peter-
líneas, briosas y desalmadas, que lo dibujan de cuerpo
son sólo había escrito una glosa de un sermón de Lu-
entero y que desafían todo comedimiento: "cerdo y
tero y un comentario un tanto insípido al Tratado so-
asno, estercolero, veneno de víbora, basilisco, bufón
bre los ángeles y los demonios y cómo estos hablan entre
mentiroso vestido de rey y, en fin, necio, loco, de
ellos del patriarca griego Anaxágoras, el mudo. Nadie
boca espumosa, y cara de libertino". Peterson fue
adivinaba que Peterson pudiera ser otra cosa que un
considerado un escritor a "tota ultranza" y sumado
perro faldero de Lutero. Se le consideraba una perso-
como disputador de la causa luterana, pasó entonces
nalidad subordinada y secundaria, de talento medio-
a ser confidente y amigo de Lutero.
cre, afecto a las jarras de vino y a los grandes trozos de
La tarde se oscurecía como una herejía de boca
carne. Peterson, de treinta años por 1521, era de piel
negra, en el silencio de esa noche prematura casi
blanca, fornido y con una gran disposición por las mu-
tarde, en que el tono crepuscular hundía aún más en
jeres. Charlatán y de ingenio fresco, solía seducirlas en
el horizonte las afiladas agujas góticas de la iglesia
el confesionario, para transformarse en su guía espiri-
El Divino Pastor de München; el sol, oculto ya, daba
tual y en su amante carnal. Peterson había pedido en-
lugar a una luna en menguante, de rayos tristísimos
trevistarse con Lutero para organizar a los campesinos
sobre esa tarde-noche en que los matices se
alemanes que eran presa de los desmesurados albigen-
confunden y la mancha oscura sobreviene sobre el
ses. Un hecho histórico favoreció a Peterson; y luego
caminante. Peterson -que especulaba sobre la
la lujuria lo hizo vidente.

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compostura del emperador Carlos en la Dieta de más nórdica que meridional. Gertrud acostumbraba
Worms; Lutero y Melenchton alabaron la discreción eructar al término de abundantes comidas rociadas
de Carlos-, no tenía tiempo para nada que no fuera el generosamente con vino. En las noches solía hablar
ritmo de esa idea. La presunción de que los tercios en voz alta en monólogos febriles mientras dormía.
españoles podían despedazar, en cualquier momento, Monja de devoción y sacrificio, despreciaba la pompa
al monstruo protestante lo atenazaba. El flamenco- romana cuya grandeza no entendía. Hubiera preferido
español Carlos V podía estar esperando la ocasión una liturgia sosa y desmaravillada como al cabo la
propicia para arrancar la mala hierba del cisma y unir tuvieron los protestantes. Mujer enigmática, la
otra vez espiritualmente a Occidente. En la tarde Reforma la llevó a abandonar los hábitos y a ser la
sombría, noche apenas, las sombras se fundían sobre musa de muy ilustres jefes luteranos. Cada hombre que
las hileras de los pinos; a lo lejos, apenas visible, se la conoció íntimamente, sufrió un cambio perceptible.
distinguía venir muy lentamente el cortejo y las Uno de los capitanes lansquenetes que la tuvo en sus
monturas de Lutero que regresaba de su baño en los brazos fue distinguido en acción por el príncipe de
manantiales sulfurosos de Brock. Mindelheim, disidente fervoroso que lo elevó a capitán
Encabezando el cortejo, conduciendo al mulo que general de los mercenarios. Algunos otros no tuvieron
arrastraba la carreta de Lutero, se agitaba la cabellera tanta suerte, terminaron locos furiosos, en la gran ola
llameante y los senos altivos de Gertrud Rosenberg, la de histerismo colectivo, trastornos psíquicos, suicidios
monja encargada por el Paráclito de bañar al profeta y alucinaciones que azotaron a los nuevos países
languideciente y balbuceante. Peterson pudo ver a la protestantes. En ese cúmulo de enfermedades dos de
luz menguada de la luna el cuerpo blanquísimo de sus amantes se suicidaron, pero la gente confundida
Gertrud Rosenberg, oculto como la hostia por el lo dejó pasar. El rey Enrique VIII de Inglaterra y la
misterio, en un relicario blanco de seda, que la embrujadora religiosa Gertrud Rosenberg, son
guardaba como una patena del tiempo anterior a la entonces las claves con que Knut Peterson, a los treinta
herejía. Gertrud era un espécimen extraño de gran años descubría, simultáneamente, la carne blanca y
fascinación sexual. De piernas anchas y duras, tez luminosa como los girasoles de la campiña alemana y
pecosa y ojos de intenso e imperturbable azul, tenía la venganza que ejercería el emperador de romanos,
como Ana Bolena o Bullen (de la que se creía parienta heredero de la corona de hierro de los Lombardos
lejana por la rama del abuelo, el duque de Norfolk) seis contra la ciudad santa y el romano pontífice.
dedos en una mano y padecía de bocio, el cual ocultaba Peterson reclamó a Gertrud el que siguiera some-
con cuellos altos; a diferencia de Bolena, su cabello era tiendo a Lutero a las curas nerviosas del agua sulfu-
de un rubio encendido y se le podría considerar mucho rosa de Brock. Gertrud había ya llevado al rapto al ex-

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dominico luterano desplegando su cabellera rubia so- predecía una gran sequía, plagas de langosta y temibles
bre su desnudez solar y éste empezó a ser más celoso meteoros. Cuando Lutero pudo leer que Peterson
en su pasión, y el más intransigente entre los radicales acusaba a Carlos V de perpetrar el máximo sacrilegio
y obstinados herejes. En su Historia general del protes- contra la dignidad romana, anotó de su puño y letra:
tantismo (1538), el marqués de Lombay, tercer gene- "Peterson no es un apóstol de la nueva fe, un ángel
ral de los jesuítas, consigna que "Peterson fue el más que puede cortar la cabeza de los papistas, se trata de
rabioso entre la legión negra de los herejes y cismáti- un loco o de un jesuíta".
cos, maldecidos por Dios, seguidores del loco Lutero". Las calles de Roma fueron ultrajadas por la turba,
El mismo Lutero, regido aún por la majestad imperial peor que en tiempos de Atila. Knut Peterson, hechi-
de Carlos V, empezó a temer el extremismo de Peter- zado por la carne límpida de Gertrud Rosenberg y
son, que exaltado por el filtro de Circe dado por Ger- alentado por su recompensada diatriba contra el rey
trud, pidió el degollamiento de monjas y frailes católi- inglés, dibujó las sangrientas escenas en que los lans-
cos que tenían prisioneros en München las mesnadas quenetes y los moriscos ensartarían a su dios perdido,
al servicio de Lutero. Este decidió entonces suspender destruyendo los crucifijos. Abalanzados sobre las mu-
su tratamiento en el manantial de Brock y despidió a la rallas entre Belvedere y la Puerta de San Pancracio,
responsable de su baño, a la vez que exigió a Peterson los herejes tendrían oportunidad de humillar a Roma
le entregara sus últimos escritos, pues sospechaba que y castigar su corrupción. El único dato que el febril
éste había preparado un documento contra el empera- Knut Peterson no previo concernía a su propia segu-
dor demasiado peligroso. ridad. Lutero lo mandó decapitar y sus miembros des-
Los escritos de Peterson fueron más allá de lo pedazados fueron clavados en lanzas. Gertrud Rosen-
previsible. En su De la profanación de Roma por el berg se suicidó tomando veneno, antes de ser víctima
Augusto Emperador (1521), no sólo está contenida la de la venganza de Lutero. Hay otro dato, y en él brilla
descripción del último gemido, de la más insignificante la Providencia: los invasores lansquenetes y moriscos
ceniza, de las variadas torturas y vejaciones que de Roma fueron derrotados sin estandartes ni trom-
petas por la peste, la muerte negra.
azotarían a Roma y la reducirían por la sangre y el
fuego. En su oscuro libro, producto de la pasión y del
azar, están vaticinadas otras calamidades: el baile de
San Vito que asoló a las principales ciudades europeas,
el mal del sudor inglés, epidemia extraña que atacaba
sólo a los ingleses y raramente a los extranjeros. Para
la misma Alemania Peterson no era nada alentador,

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El descifrador

Para oponerse con terquedad a todas las


fuerzas, para no doblegarse, para mostrar fortaleza,
llamad a los brazos de los dioses.
Goethe

La cara que se refleja en el espejo parece no tener


facciones, como si la lepra las hubiera borrado con
minuciosidad; la luz borrosa de la tarde en la Ciudad
de México hace resaltar la luminosidad del cráneo
perfectamente rapado; la cuchilla de barbero, que usa
para afeitarse, centellea sobre los muros desvencijados
del hotel Toledo; en el espejo, el cráneo cóncavo
claramente dolicocéfalo, dibuja fugazmente la insignia
Totenkopf; Paul Haushofer se detiene en su tarea, pues
bulle sobre la mesa la tetera china, toma agua y se
limpia con una toalla la cabeza, luego pulsa el filo de
la cuchilla con delectación mientras mira salir a las
fregonas del edificio Rex.
Frite co. es el letrero que puede leerse en la entrada
de la firma comercial alemana en Alejandría. Ahí un
niño alemán se separa de su institutriz, corre a la
mezquita más próxima donde lo esperan los ulemas.
Este infiel, cuyo nombre islámico llegaría a ser después
de muy arduas pruebas espirituales Alí Alwar Al Allah,
es instruido en los secretos islámicos al tiempo que
juega con los niños alemanes de la escuela evangélica
y se familiariza con las burdas intrepideces del "Oíd
Shatterhand" fiero colonizador del Oeste, leyendo a
Karl May. El niño tiene una mirada triste, magnética,

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profunda, es lo que más destaca en las fotos del liceo; Alemania entra en guerra; apenas adolescente, men-
lo que al pasar de los años le valdrá como prueba de tirá sobre su edad para poder ser aceptado en el servi-
locura. cio. Combatirá en la infantería del regimiento Bávaro.
Paul Haushofer de edad indefinida, quizá un poco Durante la sanguinaria batalla de Verdún, será herido
anciano pero con una gran vitalidad, plancha con cui- en 1916 por el casco de una granada ante el fuerte de
dado los pantalones de casimir de su único traje, esa Douaumont. Retirado de la infantería, pedirá su tras-
noche impartirá una conferencia sobre el "Descifra- lado a la aviación. En distintas convalescencias profun-
miento de los glifos aztecas". Revisa sus apuntes. Al- dizará su conocimiento sobre la cultura china, llevando
guien toca a la puerta, se trata del chino Mikong. Haus- siempre consigo, en la mochila de campaña, una taza
hofer, no sin cierta molestia, lo invita a pasar. Ha- de porcelana.
ciendo a un lado la tetera y la grabadora chinas, apar- Los dueños del hotel Toledo ignoran cuáles son las
tando también la parrilla casera, Mikong monta dies- ocupaciones de Paul Haushofer, saben que mantiene
tramente la radio que ha traído en una valija, sus ma- estrecha amistad con distintos chinos de la vecina calle
nos amarillas se mueven sobre el tablero negro, se es- de Dolores, que a veces suele encontrarse con los
cucha el seriado casi imperceptible del sistema com- viejos chinos más respetables en la cantina Don Pepe
putarizado, una voz contesta "Aquí Beijing; Beijing", para tomar tequila con cerveza. La mesa del cuarto
el susurrante parloteo chino de Mikong repite con in- está cubierta de libros de los cronistas españoles, de
sistencia una palabra: "Tiananmen", "Tiananmen"... códices indígenas, fotografías de glifos y estelas. En
El duro carácter de Fritz, su precisión maniática en ser la esquina izquierda, de frente directamente con un
puntual, la costumbre de tener siempre las botas estacionamiento, se pueden ver hileras de libros
negras impecablemente limpias, al punto de hacérse- escritos en chino. En distintas tardes los dueños han
las bolear a los sirvientes dos veces por día, hicieron podido ver cómo Paul Haushofer, con los ojos
que pronto mandara al niño -que adelantaba en la sa- concentrados en el azul despejado de un día con
biduría de los ulemas como en el manejo de las injurias viento, mira el cielo; en ocasiones han creído distinguir
populares en árabe-, al territorio de la vieja Alemania. una mirada más cristalina, como si la cabeza de huevo
Ahí lo inscribirían en el Pedagogium Evangélico de no contara, tan sólo los ojos azul acero, penetrantes,
Bad Godesberg. En esa época ya convertido en ado- que no se detienen en las cortinas rasgadas y las
lescente principia a interesarse en la cultura china, al persianas sucias que siguen fijos en el cielo.
punto de que montará una exposición de ideogramas Sobrevivirá a la I guerra, de lo cual dejará constancia
que asombrarán a sus maestros y condiscípulos. Sin en una carta que escribe a su prima "tenía que luchar,
embargo, los días felices de Alejandría van a terminar, allá donde resultaba más duro, entre la suciedad y

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el barro, arrostré el peligro de la muerte en todos sus Intervendrá en los hechos de noviembre de 1923,
aspectos, me sacudió durante jornadas enteras el lo que le valdrá ser internado en la fortaleza de
estrépito del fuego, dormí en un hoyo donde yacía el Landsberg bajo el trato de "caballero político". Se
cadáver de medio francés". Participará en los cuerpos dedicará a la práctica de los saltos de altura y al estudio
francos y verá morir en sus brazos a la condesa Westarp del chino, así como a mecanografiar el libro que le
que le pedirá que nunca pierda la intensidad de su dictará la voz, ¿la voz de los ulemas, la voz de los
mirada. Las fotos de la época lo reflejan con unas cejas mandarines? Nunca lo sabría, pero esa voz conmovería
pobladísimas, del cenceño de un monje medieval. En a Alemania hasta arrojarla en las rocas de fuego y en
ese tiempo usará guantes negros e intervendrá en las el martilleo de fraguas gigantescas, en que los dioses
violentas jornadas de la cervecería Hofbrauhaus en serían heridos por el rayo. En ese tiempo, a bordo de
München. Acrecentará su relación con la joven Use un Messerschmit, sus vuelos se harán más riesgosos.
Próhl, visitará a la secta Mong de los mandarines en Las tardes alemanas parecerán detenerse como los
China y contemplará los largos crepúsculos en la selva ojos azules de Use Próhl. Caminará largamente en la
negra, se perderá muchas veces en vuelos a Hamburgo selva negra y se le oirá pronunciar largas retahilas en
siguiendo el vuelo de las águilas o las formas nítidas de chino.
las nubes, mirará y mirará. La noche cubre la calle de Dolores, los comercios
Paul Haushofer está por terminar el doceavo tomo abren su falsa luminosidad de tiendas pobres; Paul
de su obra magna Los glifos de la muralla china, libro Haushofer va de prisa, tiene una cita urgente, pese a
que el propio Alfred Rosenberg hubiera leído ho- ello, se detiene en el escaparate de una tienda de
rrorizado al sostener que "al abandonar Alemania su baratijas y descubre un pequeño talismán con la figura
misión sagrada, corresponde a China hacer cumplir el
de un escarabajo egipcio, inmediatamente lo asocia
orden hiperbóreo". Haushofer, además de su sapien-
con el gato negro de porte faraónico que lo acompaña
cia, había llegado a ser popular entre las prostitutas
chinas por su cabeza de rodillo y el tamaño de su miem- mientras escribe. Sin poderlo evitar recuerda unas
bro viril que aventajaba a los falos un tanto tímidos de frases en árabe, mientras se encamina a su habitación
los empleados chinos del hotel Hong-Kin. En las tar- en el hotel Toledo, ha recibido información de Mikong.
des, Haushofer solía caminar hacia la librería Indepen- Al llegar a su aposento Haushofer encuentra a Mikong
dencia para hojear libros militares y en ocasiones se dando un largo informe sobre la conspiración que "el
metía en el cine Metropolitan para ver películas de ar- podrido Occidente prepara en Tiananmen contra
tes marciales chinas; Haushofer se regocijaba tanto de China". Mikong y Haushofer dejan de ser tales, por
las acrobacias de los luchadores como del torrente de así decirlo, para volverse los ideogramas faltantes en
sangre que salpicaba la pantalla. el libro Los glifos de la muralla china, en cuyas páginas

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se anuncia el resurgimiento de "una potencia espiritual romano. Emprendió otro más de sus vuelos para
formadora que irá acompañada del refinamiento". Al realizar una prueba experimental del nuevo prototipo
parecer ni la embajada norteamericana ni la soviética Messerschmit y desapareció sin que fuera posible
logran interceptar el mensaje secreto por el cual, desde encontrar restos del avión. El Volkischer Beobachter
las calles apenas alumbradas de los tés desabridos, las publicó la noticia en primera plana y se guardaron tres
ratas que deambulan entre los peroles de las cocinas días de luto en el Reich. El único indicio de su último
de los restaurantes, las minifaldas de las prostitutas vuelo es que atravesaba el Canal de la Mancha.
del hotel Hong-King, se ha descubierto el complot La prostituta Hong Ling le ha entregado una taza
contra las autoridades de China. Haushofer, gracias a de porcelana de la más fina, de la región de Tung Ting,
esta meritoria acción, recibirá dos preciosos objetos: la para que Paul Haushofer tome el té proveniente de la
pócima Pak Fah Yeow (en su fabricación clandestina) misma zona montañosa. Aplacados los estudiantes
y el verdadero té Tung Ting Oolong que crece en la occidentalófilos, destruida la neoyorkina Diosa de la
montaña neblinosa y provoca imágenes en quien lo Libertad y restaurado el símbolo del dragón con
ingiere. cinco garras de la dinastía Ming sobre los "bárbaros",
En ese tiempo se dedicó a dibujar ideogramas sobre Paul Haushofer ha cumplido con creces su misión; es
los planos de las ciudades dóricas que se trazarían tiempo de descansar, de ser recibido en la Ciudad
como un desafío a los fríos rascacielos cosmopolitas de Prohibida. Prepara la infusión de té en la verde
la ciudad sin alma. En esa época escribe con desprecio porcelana bullente con su corazón de neblina. Mira
acerca del que todo lo sacrifica a la carrera, sin atender las pilas de libros, su magna obra casi terminada.
su sentido interno. Hacer carrera está emparentado Mira también el reflejo de la imagen Totenkopf
con el hacer dólares americanos. "Haz dólares, hijo sobre su cráneo rapado. Distingue, por un momento,
mío, si puedes, honradamente..., pero de todos modos la profundidad de su propia mirada. Toma el té a la
haz dólares". Para un alpinista y esquiador habitual manera elegantísima de la secta Mong de los
el hecho de que escribiera "Llega más alto aquél que mandarines mientras que en el fondo de la tetera se
no sabe dónde sube. Aquél que no escoge las etapas dibuja otro ideograma; pero antes de mirarlo, para
de la carrera como punto de orientación, sino que conocer su propia identidad, la taza de porcelana
sigue al impulso interno para alcanzar la verdadera quedó hecha añicos.
creación", se volvía algo más que una metáfora. Se
alejó entonces de los salones culturales del esbelto
ministro de propaganda, así como de las fastuosas
recepciones ofrecidas por quien ya se disfrazaba de

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El sueño de la Emperatriz

Los trazos firmes sobre la mata negra acentuaba la


delicadeza de la figura; el pubis, como una herida
metafísica, se abría sobre la piel blanquísima; las
manos groseras del pintor aderezaban un aserrín
atezado sobre la dinástica herencia femenina; ésta,
convertida en boca, abismo y éxtasis, podía clamar
para sí misma, distante, por un momento, de la mirada
suave, y a la vez delirante del cuadro de la Emperatriz
Carlota desnuda.
Había considerado desdeñable el que un pintor,
escaso de imágenes, venciera su penuria desvistiendo
a las reinas. Destruir el Trono y el Altar le había
parecido siempre el destino de las hordas y de los
que odian a los faroles de los parques. Se había
negado así repetidamente a aceptar la invitación que
le hicieran para contemplar lo que sólo los ojos de
Maximiliano deben haber devotamente conservado
como un secreto, fuera de las ocasionales entregas y
sacrificios que la Emperatriz pudiera tener para su
ser mortal, en que reveló furtivamente las formas
perfectas de la realeza de su carne.
La dignidad de Carlota no había sido herida, como
sí la humilló la traición de Napoleón "el pequeño" o
la artera conducta del Papa, para no mencionar a sus
propios subditos que la abandonaron a la fatalidad de
su locura. La dignidad del pubis se había acentuado
con la concentración que da el bosque, o los frutos
turgentes del trópico. Echado sobre sí mismo,

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enmarañado como el dilema de su historia, cerrado a Malinche y las noches oscuras de las criollas; la visión
la esperanza terrible, el pubis revelaba el sufrimiento lo había despojado de sí, le había arrancado el alma.
real en la crecida hierba que lo cubría, que lo hacía El código de honor de Miramón y de Valle era muy
presente más allá del sexo, en su verdadera naturaleza superior a las furias partidarias y al acoso sanguinario
religiosa. Pubis de comunión, espejo multiplicador de de las banderías. Señalaba, por otra parte, la insignifi-
las generaciones, en sus nervaduras empapadas de pez cancia de los días pacíficos en que el corazón langui-
negrísimo se encontraba su desdicha, y quizá también dece, los días que habían trazado su existencia hasta el
el signo secreto del Imperio. encuentro con la Emperatriz. En las noches los insom-
nios se alargaban febriles, casi autónomos. Las pencas
Al cabo, esa visión lo condujo a la vida errante.
de maguey, azotadas por el viento de la guerra civil,
Incapaz de soportar la rutina del trabajo, inhabilitado
eran ya parte viva de su memoria. En instantes podía
para las fatigosas exigencias de la vida práctica, distinguir el galopar de los caballos, el destello de las
creyó encontrar su propia alma perdida. Esa reve- espadas, el color de los estandartes. En otros momen-
lación le valió también un destino: la desdicha por su tos aparecía como la fauce abierta de las diosas pri-
época, la reconstrucción de momentos que no sólo se migenias, la herida vislumbraba entre los muslos del-
explicaron por sí mismos, sino que corrieron como gados y firmes de Carlota, la inagotable noche pro-
anuncios del porvenir. La verdad se desnudó una tarde rrumpía en alboradas que no querían bostezar como
borrascosa, en que sumergido en el mundo flotante por el cuadro grabado e imborrable de la Emperatriz des-
diversas pipas de opio que había fumado, pudo leer nuda.
cómo los excadetes Miguel Miramón y Leandro Valle, Al subir al metro se sintió muy distinto a la gente
defensores ambos del alcázar del Castillo de Chapulte- común. Desterrado de la sociedad, vagabundo. Se
pec, antes de librar un combate, dejaban colgadas en alojaba con distintos amigos y en diversos lechos.
las pencas del maguey los recuerdos de dos fieles ca- Acostumbrado a la vida de los libros, flácido, de
maradas de armas. Reflexionó en la contradicción de mansas carnes pálidas de pez que ha leído mucho en
su vida, lejana del verdadero riesgo, constreñida a los la pecera de la vida, sintió renacer en su ser profundo
usos y a las costumbres. En la tupida sombra del mis- el ansia de otros tiempos, la mirada fundadora de la
terio profundo del alma de Carlota pudo entrever la Emperatriz, el brío de las cargas, las devociones
caballerosidad de dos guerreros mexicanos, las hebras desaparecidas. Al fin pudo entender que el cuadro de
de sol que la asaltaban reflejadas en su imaginación, Carlota no era un don gratuito, una extravagancia
hicieron brillar los cascos de los Coraceros, su herida artística o una trivialidad de copista. El cuadro había
abierta a la muerte mostraba el pubis lampiño de la sido pintado como un mensaje, en él se había escrito

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una invisible fiebre de posesiones. La devoración todo: la herida de amor de Carlota, su mirada distante
mística de su espíritu. De forma semejante a la manera que constrasta con la tupida maleza de sus vellos,
en que algunos libros "dicen" a pesar de sus autores, rizos entreverados en que acecha la luz y la sombra,
el cuadro le había anunciado el rostro de Carlota para la belleza y la muerte, la espada y la traición. La
clavársele en la vida misma, ahí donde se funden el dedicación de su vicio obtuvo al fin recompensa. Al
pavor y la ilusión. cabo de varias semanas de intoxicarse diariamente,
Caminando por el parque España, percibió, al mirar pudo ver salir a la Emperatriz del cuadro como un
un raro cielo despejado que su espíritu se tensaba fantasma que escapara de la densa fragilidad de la tela.
como lo exige cabalgar sobre la sangre, una tarde en La Emperatriz desnuda descendiendo del cuadro con
que se prepara con asiduidad la muerte, una tarde la realeza de su carne intacta, el florecer de lo mejor
como las cabalgadas por Valle y por Miramón. Esa concentrado en el pubis, mostrado como llaga, pasión,
noche entró en una iglesia, lo que no hacía en desolación, comunión ansiada. Esa noche o día en que
muchísimo tiempo, y sintió que "la amada en amado la Emperatriz se había descolgado del caballete con sus
transformada" se hacía presente en una virgen. La muy bien montadas piernas, alta, desnuda, había sido
impasibilidad arrebatadora de la virgen manifestaba ungido por la vida extraordinaria. El entrechocar de las
quizá la bendición del cielo a su propósito de arrancar espadas lo devolvió a la realidad, alguien llamaba a la
a la vida su secreto, de no satisfacerse con los vanos puerta, pudo distinguir vagamente que había soñado o
remedios de sus contemporáneos. creído soñar.
Desde esa noche fumó más opio hasta consumir Al día siguiente de ser visitado por la Emperatriz,
cuatro pipas diarias y quedarse arrumbado en el sofá. se dirigió con paso lento pero seguro, hacia la casa
En su pequeño departamento, cuyas ventanas del pintor, había reducido sensiblemente su dosis de
miraban a una plaza, el sueño de la intoxicación lo opio y había apurado una regular cantidad de cocaína.
elevaba sobre la fuente art-decó, sobre las gárgolas que En los faldones del abrigo ocultaba un stiletto. No tuvo
guardaban su entrada y el magnífico tragaluz de vidrios que pensar mucho, resuelto, se acercaba a su destino.
policromados. Encima de sí mismo la Emperatriz Tampoco cruzaron palabra, el stiletto penetró sobre la
parecía esperarlo. En el fondo de su visión, como luz carne fofa y aceitunada del enorme badajo
cegadora, irrumpía de pronto el duelo encarnizado de despanzurrado, la sangre manchó con sus gotas el
las espadas de Miramón y Valle trenzadas en la pubis divino e inmaculado de la Emperatriz, que sólo
musicalidad del combate. Mas no sólo escuchaba el sería de él para siempre. Cuando el cuerpo rodó, creyó
chocar diáfano de las espadas, su lenguaje perfecto y oír cómo se desplomaban Miramón y Valle ante las
centellante; se muestra otra vez la visión dominándolo balas del odio partidista; también percibió el ulular

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de los gritos de Carlota en el castillo de su natal El signo de Cíbola
Laeken. El rodar del cuerpo y el final entrechocar de
las espadas. Nuestra obra es la conversión y el cambio de un
ser en otro ser, de una cosa en otra cosa, de la
espiritualidad en fuerza, de la corporeidad en
espiritualidad
La Tradición Hermética, Julius Evola

El desierto áureo e interminable se le revela a Fran-


cisco Vázquez de Coronado como el atanor de la obra
magna; en la marcha de Cíbola y Quivira los conquis-
tadores españoles recorren enormes distancias con un
ejército medieval acompañado de cinco mil carneros
y tropas aliadas de indios mexicanos para hacer cum-
plir el mandato del virrey Antonio de Mendoza. Con
las celadas cerradas, prestas las rodelas y empuñando
las espadas, los aventureros que se adentran en busca
de las Siete Ciudades de Oro realizan el sueño secreto
del alquimista de origen persa Alí Jomeini; pese a que
Fray Marcos de Niza, con su mirada de loco santo, des-
criba a los soldados los collares de turquesa, las vasijas
de oro, el hecho portentoso y apenas vislumbrado de
un príncipe indio bañado en polvo de oro saliendo de
las aguas sombrías en que los crepúsculos se han fun-
dido con la oscuridad de los tatuajes de los indios, lo
cierto es que la historia de Cíbola se trazó en la ciudad
de Córboba por un alquimista en un texto escrito en
árabe con caracteres persas. Este es un breve recuento
de los pasajes que recuerdo haber leído de la memoria
de ese sueño.
Al aceptar Francisco Vázquez de Coronado la en-

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comienda del virrey Mendoza, ya había cundido en la la obra de purificación del plomo en oro. En otras
Nueva España la fiebre por las noticias provenientes ocasiones y siempre a través de sueños, que alguna vez
de Cíbola; tal ansiedad se manifestó tanto en los trató de explicar inúltimente a su confesor, Vázquez de
españoles como en los indios, según lo consigna Coronado se observó en el estadio de la putrefacción
Castañeda en su crónica "porque la fiebre de Cíbola alquímica, luego de haber vivido ya la calcinación hasta
había enfermado tanto a los españoles como a los na- llegar al Solve et Coagula en que la imagen disolviendo
turales", en esa efervescencia del ánimo novohispano, todo lo inferior, a riesgo de romperse, se transforma
en su propio porte de conquistador con una armadura en el supremo rayo solar, el mismo que se refleja en su
dorada, en la cabellera negra rojiza de su amada doña armadura, en su camino al desierto para conquistar el
Beatriz, en los relatos pormenorizados y delirantes de sueño de Cíbola.
Fray Marcos de Niza sobre las tierras del norte recién De alguna manera Vázquez de Coronado, que ex-
descubiertas, en su catolicismo desfalleciente como los tendería su aventura basta lo que hoy es Kansas so-
Cristos quebrados sobre su humildad, Vázquez de Co- metiendo a los indios wichitas, alcanzaba a vislum-
ronado acallaba el persistente sueño que asechante lo brar partes sustantivas de su pasado. Mas esas pistas
perseguía cada noche con la constancia de una amante sobre su historia personal se fundían con recuerdos
fiel: el rostro blanquísimo del alquimista, ese mismo que lo desasosegaban, como le había ocurrido al alqui-
rostro llevando sobre la frente un turbante verde la- mista persa Alí Jomeini en Córdoba en el siglo XII.
garto, los fragmentos de largas citas en árabe de un Vázquez de Coronado había sido perseguido por la
documento que sólo podía ver sin entenderlo. El con- fascinación y muerte por mujer, -antes de entregarse
quistador de los reinos míticos empezó por sentir ex- a doña Beatriz-, padeció en Sevilla por los ojos de una
traño el afán por el oro que perturbaba a la metrópoli mora. Alí Jomeini creyó que no es el plomo el metal
del Septentrión. que debe convertirse en oro, sino el polvo o la ceniza.
El que fuera gobernador de la Nueva Galicia y El polvo por ser de la tierra y de la vastedad de la ma-
general y gobernador de las provincias de Cíbola, teria; la ceniza por provenir del sacrificio del fuego.
Acus, las Siete Ciudades, los reinos de Marata y las Vázquez de Coronado, al fin, comprendió, -y esto le
tierras que descubriera, solía dar largas caminatas por permitió emprender la conquista de Cíbola-, que la
sus propios sueños. Se detenía de pronto sobre una mujer no es eterna como el desierto ni radiante ni so-
imagen, la fijaba, la escribía sobre su sangre. Esa lar, si bien es cierto que aparece como erráticamente
imagen lo ligaba a recuerdos brumosos: la vida de sus infinita. Logró entrever que su expedición, como la
antepasados, el extraño pacto hecho con el alquimista carne, se corrompería porque los soldados anhelaban
por Don García de Coronado, el fulgor del atanor, mujeres que no son amantes y oro que en realidad es

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plomo. El alquimista, por su parte, llegó a la conclusión alcanzó a encalabrinar con la idea ciboliana a este leal
salvadora de que el polvo y la ceniza se dispersan, que reino.
es necesario acceder a la centralidad de lo áureo, al co- Francisco Vázquez de Coronado, hechura del virrey
razón auténtico y espiritual del oro. El descubrimiento Mendoza y su ejército medieval armado con pocos ar-
del alquimista persa con su turbante verde lagarto sería cabuses, nada de artillería, abundancia de lanzas, es-
definitivo en los sueños del conquistador español va- padas, cotas, celadas, barbotes. Los caballos protegi-
rios siglos más tarde. dos por pechos y faldones de mantas de tierra. La no-
Ajeno a la vida de los sueños, Fray Marcos de ble intrepidez de la "flor de la juventud" novohispana
Niza sueña con la conversión de los naturales. Esa se encamina al norte por un largo camino que los lle-
fiebre de conversión lo hará transformar la realidad, vará de Cíbola a Quivira. En las noches en la lumbrera
amoldándola, inadvertidamente, a la opus magna. Ve- del campamento, en jornadas interminables por muy
terano de los caminos de Perú y América Central, de- difíciles caminos, Vázquez de Coronado se retira de la
talló un mundo irreal con suma precisión. Presumi- guardia y no permite que nadie lo acompañe. Quiere
blemente, Fray Marcos fue perdido para la Providen- estar solo para pensar en su sueño, en la imagen del
cia, ya que sus visiones, más que proceder de mensa- rostro blanquísimo y el turbante verde lagarto, en sus
jes angélicos, se debieron a la ingestión del cactus del propios pesares de amor, que ha amenguado el caudal
peyote en sus largas marchas por los desiertos de So- y la pasión de Doña Beatriz; pese a todo, de pronto
nora y de los territorios desconocidos. El astuto Alí Jo- vuelven a asomarse a la página los traicioneros ojos de
meini se valió del fanatismo cristiano para propagar su- la mora.
brepticiamente el secreto alquímico, Fray Marcos es- Los soldados empiezan a descreer de las apasio-
cribió con vehemencia que Cíbola "está asentada en un nadas palabras de Fray Marcos. Los tesoros y tierras
llano, en las faldas de un cerro redondo, con la mejor maravillosas que debía haber en el Abra, según había
vista de pueblo de todas aquellas regiones, con casas relatado, no existían, no había nada a excepción de
de piedras, con sobrados y azoteas, según le pareció de rancherías con veinte o treinta chozas. No se encon-
un cerro, a donde se puso a mirarla, y que la población traban vergeles, los caminos eran tan abruptos que
era mayor que México". Esa Cíbola imaginaria llevaría los carneros perdieron las pezuñas, todo era exacta-
al descubrimiento de los bisontes o "cíbolos, que tie- mente al revés de lo que había contado el franciscano.
nen más ímpetu para embestir que los toros, aunque En realidad, el ferviente predicador servía a los des-
no tanta fortaleza", al del Cañón del Colorado, al de ignios de la obra alquímica, de ahí que él mismo se
la calcinación alquímica, entre otros misterios devela- extrañara de que la realidad no fuera como la había
dos por la prédica del encendido fraile franciscano que descrito en sus visiones empeyotadas, en las que su

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espíritu había estado sujeto a la transformación de En cada sueño la imagen era más nítida, Vázquez
ladoctrina hermética. Por un momento, se dijo para sí de Coronado tuvo entonces la verdadera revelación de
Vázquez de Coronado -quien empezaba a ver mejor las Cíbola. Sus torres son las peñas rojizas del Cañón; sus
cosas-, que el fraile no era un mentiroso o un fabu- templos efímeros, el agitarse de la arena incandes-
lador como los que pergeñan historias de caballerías y cente; el oro no está oculto, se muestra radiante en el
encantamientos. Había visto efectivamente vasijas de infinito reflejo solar sobre el desierto. Su derrota es el
oro, ciudades magníficas y hasta la desnudez áurea de hallazgo alquímico, su angustia la que entiende que su
un príncipe indio bañado en polvo de oro. El fulgor victoria no será entendida, la de quien considera que
del alma de los naturales que brillaba sobre su tez mo- para los soldados el oro que él ha encontrado por inter-
rena, era una prueba de que no mentía; sujeto a la pu- mediación del alquimista Alí Jomeini no despide des-
rificación de la obra, se había valido de una sospechosa tellos sino una grande, cegadora exasperación que bri-
metáfora cristiana: "el oro de las almas". El oro que los lla en los ojos afiebrados de los conquistadores.
soldados no encontraban ni los collares de turquesas Cíbola, un pueblo miserable, la muy lejana Quivira
ni los dromedarios que aseguraba haber visto ni mu- de indios morenos y tatuados. El general Vázquez de
cho menos las portentosas ciudades que eclipsarían en Coronado, con su armadura dorada y su penacho, son
grandeza a Tenochtitlan. las estampas que examina en un sueño el alquimista
La fiebre por Cíbola, reflexionaba el general mien- persa Alí Jomeini con su turbante verde lagarto. En
tras cruzaba el terreno calcinado, que se reflejaba so- otro sueño, Vázquez de Coronado cree soñar en el
bre peñascos, barrancas y pasos peligrosos, era una atanor alquímico, en el desprendimiento de la
prueba del poder hipnótico que puede tener la alqui- putrefacción, en el Sol permanente de la Cíbola
mia para efectuar ciertas operaciones de conversión de interna. Sabe que finalmente ha encontrado el secreto
la realidad en sueño, o del plomo en oro. A esta fiebre y sigue soñando.
no fue ajeno ni el propio obispo Zumárraga que
asentaba sobre los cibolianos "La gente es más política,
así en edificios de muchos sobrados de madera, y en
el vestir de sus personas, y no tiene ídolos, sino al sol
y la luna que adoran, ni tienen más que una mujer, y
muerta no se casan con otras. Hay perdices y vacas que
dice que vio este padre, y tuvo relación de camellos y
dromedarios, y de otras mayores ciudades que esta de
México".

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El filibustero

¿Qué hubiera hecho Pizarro?


Conde Gastón de Raousset-Boulbon

El conde Gastón de Raousset-Boulbon mira bailar a


las mulatas de la isla Barbada, al tiempo que febril es-
cribe sobre los pedazos marchitos de papeles que la
incuria de sus compañeros anglosajones abandonó en
la cubierta del paquebote Ecuador. Sus manos refi-
nadas tienen que lidiar con la atroz punta de acero
que se desliza sobre los papeles no demasiado lim-
pios, en ellos Raousset señala: "las mulatas saltaban
al son de una flauta agradablemente acompañada de
panderos y violines, y olvidaba un bajo que no hacía
mal efecto". Mas el conde que despreciara profunda-
mente a la "raza bastarda" de la América española, se
lamenta de las grotescas contorsiones de las mulatas,
que con sus pronunciados escotes donde brilla la carne
negra, se empeñan en reproducir la contradanza in-
glesa. Mesando su piocha, tocando a veces su bigote,
detiene la punta de acero sobre los papeles mugrien-
tos. Su rostro en la mitad de la tarde parece reflejar
la brillantez y demencia de sus congéneres los "poe-
tas malditos". Sin embargo, luego de terminada la pri-
mera ronda del baile completa sus ideas, en las que si-
gue prevaleciendo una decepción contenida, la misma
que se convertiría en serenidad la mañana de su fusi-
lamiento en el puerto mexicano de Guaymas. "Espe-
raba ver la bambula, la verdadera danza propia de es-

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tos salvajes, pero no hallé sino vestidos de olanes". El desprecio por su padre y sus hermanos, trabajadores y
conde, aburrido, guarda sus papeles y rompe la torpe metódicos, metidos en la faena, simples, productivos.
punta de acero que tiene entre los dedos; las mulatas, Ella no conoce a los apaches; por fortuna, tuvo una
entretanto, continúan bailando con su sonrisa peren- india pima como nana pero hasta ahí. El único apache
nemente animalesca. que vio a los dieciséis años, era un pedazo de apache,
Decepcionado de la vida parisiense en la que ha ago- más bien la cabeza ensangrentada de uno de los jefes
tado su fortuna, el conde Raousset proveniente de una exhibida en una caja de hierro en el fuerte militar.
familia noble de Provenza, escribe a un amigo: "Pienso Recuerda aún los ojos vaciados por los zopilotes, la
que somos unos desventurados, que estamos despilfa- melena negra medio arrancada del cráneo, el cerco
rrando nuestra juventud en tonterías. Es preciso hacer inmaculado de los dientes.
alguna cosa. . . que sea extraordinaria". El conde Ni las condiciones de pobreza de su viaje ni la
Raousset que fletaría en el Sena un barco con orquesta compañía de rufianes han hecho perder dignidad al
y buenos vinos, que establecería un hotel de lujo, que conde Gastón de Raousset. Acostumbrado a tener
fundaría el periódico La Libertad, está ya cansado de servidumbre, ahora se ve rodeado de criados que se
Europa y en Argelia no ha encontrado lo que buscaba; creen sus iguales, pero no se inmuta pues su destino
en todas partes la misma raza blanca corrupta e idiota. es la Alta California, los manantiales áureos, los pla-
El conde Raousset, con su hermosa figura todavía a ceres inexplorados. Mas ello no desanima su espíritu
los treinta y tres años persigue un sueño. ¿Dónde lo romántico, así que se da tiempo para describir el nuevo
encontrará? mundo que aparece tras las lentas olas del Océano
María Antonia Arizmendi peina sus trenzas rubias Pacífico: "cimas sombrías, cuyas siluetas audaces re-
en la mañana clara. La casona de sus padres, en Her- cortan el cielo, rocas calcinadas que lame el índigo de
mosillo, le parece pequeña; ella prefiere los grandes las olas, horizontes blancos, cielos de fuego". Esa
espacios, la vastedad sin límites, el desierto. En las contemplación poética no le basta; estando próximo a
noches suele despertarse bañada en sudor, con el ca- Panamá, describe sombríamente su encuentro con la
misón blanco subido sobre sus muslos como si sus ma- América española, que es a su manera un diagnóstico
nos, indóciles, obedecieran otro poder que el de la sobre nuestra decadencia: "Santa Marta. Estamos por
piedad. En esos momentos de deseo sucumbe ante la fin en la verdadera América, la América española: rui-
imagen irreal de un apache, éste no tiene facciones, ni nas, mendigos, una raza bastarda, mezcla aventurada
cuerpo, es una sombra. María Antonia que ha rezado de todas las sangres, desocupados que pulsan la guita-
muchas decenas de rosarios para olvidarlo, tiene que rra, mujeres en los balcones, niños desnudos que vagan
reintegrarse a él en las noches en que la asalta el como salvajes entre los perros; de lejos en lejos, algún

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fraile de rostro desteñido". El sensible temperamento Europa. Había comprado un libro de poesía francesa
del conde rechaza la ambición, si ésta no esta cubierta y unas medias blancas en un momento en que pudo
por la gloria; así se pregunta, continuando con su re- escapar de la vigilancia de sus hermanos deslumhrados
flexión "En las cercanías de esta villa fue donde des- por los casinos, los juegos callejeros de ruleta y las
embarcó Pizarro. ¿Qué haría ahora Pizarro?" La res- divas rubias de los salones. María Antonia sentía
puesta a este giro retórico del conde entraña la máxima repulsa por los rústicos que pretendían cortejarla en
desolación, quizá sea mejor que la respuesta quede flo- HermosiUo, que sólo sabían hablar de su ganado y de
tando, que no se responda aún, que nunca se responda, su trabajo; pese a ello, la nueva civilización que había
o cuando menos que la respuesta no asuma la suicida levantado una cosmópolis sobre el espectro hispánico
admiración que le produjeron los asépticos ediñcios de las rancherías mexicanas y de la arquitectura
anglosajones. española del viejo San Francisco de la que casi no
El conde Raousset nunca sospecharía, al escribir quedaban huellas ante la irrupción del "progreso", era
con su punta de acero en los papeles astrosos, que también objeto de su desdén. María Antonia no se
precisamente de la América española emergería el sentía a gusto en HermosiUo pero tampoco en San
sueño que lo llevaría a la muerte, rescatándolo de sí Francisco, esperaba otra cosa. En las noches la cabeza
mismo. El sólo veía los perros escuálidos, los niños cercenada del apache se le aparecía mientras que sus
desvalidos, la envoltura del mundo, por decirlo así. manos, sin que lo advirtiera del todo, frotaban con
No alcanzó a percibir lo que se escondía detrás de las ansia sus desnudos muslos blancos.
ruinas. Pero la pregunta se yergue, una vez más, El conde Raousset había llegado finalmente a San
amenazante "¿Qué hubiera hecho Pizarro"...? Francisco, embarcándose en Panamá, en donde le as-
Las faenas de la casa hartaban cada vez más a quearon los camastros hacinados y en donde con-
María Antonia Arizmendi, esbelta y rubia, de ojos firmó la decadencia de la América española: "Edi-
olivo. Su temperamento criollo se sentía constreñido ficios arruinados, fortificaciones, iglesias, conventos,
por el bordar y el tocar el piano. No terminaba de creer cañones abandonados, población que duerme... Todo
que la vida fuera eso: las misas desabridas del padre como en España". Gastón Raousset llegó tarde a la
Duarte con sus fervorines contra las depredaciones Alta California, los placeres ya habían sido ocupados
de los apaches y su incitación a que guardaran sus y el torrente aurífero se había agotado. Se ocupó en-
cuerpos del enemigo malo. María Antonia había tonces en introducir ganado a San Francisco y luego se
viajado recientemente a San Francisco, al que conocía empleó como alijador haciéndose de una lancha para
desde niña, si bien éste le había parecido atroz, una descargar los barcos que fondeaban en la bahía. Mas el
gárrula ciudad de aventureros de toda laya, la hez de conde Raousset no había viajado a la "joven América"

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para ser el alijador de un capitalista, buscó otro ho- se posaron sobre sus ingles rodeando apenas el ligero
rizonte, en el que aparecían, insospechadamente, las vello rubio de su vulva.
trenzas rubias de Maria Antonia y sus clandestinas me- Los periódicos de la época clamaban sobre el es-
dias blancas. Empezó a oír los rumores sobre las rique- tado de indefensión en que se encontraba el país, es-
zas de un territorio baldío que se encontraba al sur, pecialmente las provincias del norte. El Monitor Repu-
desolado e ingobernable. Ese territorio resultó ser So- blicano asienta en su edición del 13 de julio de 1852:
nora. "Los indios bárbaros, no encontrando ya resistencia
Gastón de Raousset esperó su oportunidad, ésta por hallarse todos los pueblos fronterizos arruinados,
apareció cuando la compañía minera La Restauradora sin medios de defensa, no conocen ya un dique bas-
organizó una fuerza militar a fin de explotar el rico tante para detener sus incursiones, y por eso vemos
mineral de la Arizona. Raousset fue el responsable de que en las capitales de los estados más centrales an-
la expedición, reclutando en San Francisco doscientos dan sembrando la muerte y la desolación". El conde
cuarenta franceses que desembarcaron en Guaymas el Raousset, que mascullaba rudimentos de castellano,
8 de junio de 1852. La partida del conde dedicó los se regodeaba con la lectura del Monitor, la cual con-
primeros tres días a emborracharse al tiempo que el firmaba su primera impresión de la América española:
comandante de Sonora, el general Blanco, se limitaba, en estos territorios habitaba una "raza bastarda", inca-
sin recursos ni fuerza, a enviarle atentas misivas para paz de cualquier esfuerzo persistente, sin sentido del
que depusiera las armas y se sometiera a las leyes del honor, que esperaba ansiosa el mando de un jefe ex-
país. En su fuero interno, el conde Raousset había ya tranjero mientras tocaba la guitarra y postrada de hi-
decidido la conquista de Sonora y la formación de una nojos imploraba a sus santos, muchos santos, miseri-
nación independiente; así, el 26 de junio hizo marchar cordia. Los pensamientos del conde adquirían un cariz
con banderas desplegadas a su tropa mercenaria por el eclesiástico, quizá por la influencia de la vieja misión
centro de Hermosillo. Encabezando el desfile iba el franciscana; en Saric, donde acampaba con sus fuer-
propio conde montado en un caballo blanco; pese a la zas, redondeó sus reflexiones describiendo las condi-
prohibición de sus padres, las jóvenes sonorenses ciones de su partida; "Han sido remendados nuestros
salieron a los balcones para mirar a los nuevos vestidos, con un gusto más o menos bizarro y poético;
invasores. Detrás de los visillos de la ventana, María a falta de botas, hemos hecho sandalias. Hemos mon-
Antonia Arizmendi observó la galana figura del que su tado nuestros dos cañones fundiendo el último clavo,
padre y sus hermanos llamaban "pirata". Esa noche la todo se ha improvisado en las grandes salas ruinosas
jaula de hierro con la cabeza decapitada del jefe de la misión. Las sombras de los frailes difuntos bien
apache desapareció de su sueño, pero sus manos sorprendidos que deben de estar en sus tumbas".

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Simultáneamente a los preparativos de combate, el atestiguó con mucho esprit: "Una de las excelencias
conde enviaba cartas a sonorenses conspicuos para que de esta tierra bendecida por el sol es que en ella se
se unieran a la causa de secesión contra México, parla- encuentran también mujeres rubias entre los grupos de
mentaba también con los apaches, sin saber que la ca- bellas carnes bronceadas, de rotundas formas, miradas
beza cercenada de uno de ellos había ocupado el deseo negras y cabellos teñidos en las ondas de la Estigia".
contenido de una criolla. Luego de mediar con el conde y sin que éste rin-
El conde Gastón de Raousset asaltó Hermosillo el diera las armas, los habitantes de Guaymas pagaron el
14 de noviembre de 1852 con doscientos cuarenta transporte de regreso de la partida a San Francisco, de-
aventureros franceses en sandalias, el general Blanco jando muy en claro que los vecinos no querían pelear.
trató de oponer resistencia pero sólo pudo reunir unos El conde más tardó en llegar a su destino que en pre-
cuantos hombres mal armados y los sonorenses no se parar una nueva expedición cuyo fin no se restringía a
mostraron muy dispuestos a luchar. Al día siguiente, Sonora sino que perseguía la formación de un nuevo
luego de haber vencido a los mexicanos en una batalla país con los territorios de dicho estado y los de Sina-
de dos horas, hizo los dos actos más importantes loa, Chihuahua y Durango. Mas el conde Raousset co-
como jefe rebelde: expidió una proclama libertaria y metió un funesto error de cálculo, no toda la América
se encontró en el desierto con María Antonia. En el española estaba formada por una "raza bastarda". Lu-
campo político fracasó, nadie secundó los propósitos cas Alamán, como secretario del interior y del exte-
secesionistas del conde; en el amoroso, conquistó el rior del nuevo gobierno que había derrocado al me-
corazón de Sonora: "Mañana, a galopar en busca de droso presidente Arista, organizaba la defensa nacio-
los indios; después, una tarde, salvar quince leguas nal. Tampoco el conde encontraría en Sonora -en esta
para ir a. . . alguna parte, a desanudar las trenzas ocasión- la obsecuencia de una población descastada.
rubias de una mexicana enamorada". María Antonia En su segundo arribo a Guaymas lo esperaba lo que
Arizmendi había encontrado por fin quien apaciguara estaba detrás de las ruinas, de los perros famélicos,
sus noches desasosegadas, el que había arrancado de de los niños desnudos, del tocar de la guitarra, el or-
sus obsesiones los ojos vaciados del apache, el que le gullo de raza que el conde nunca pudo percibir ocu-
había quitado las medias blancas compradas en San pado en la contemplación del "constelado pabellón de
Francisco, el que la había rescatado de la vulgaridad la joven América". Así, el general José María Yáñez
de sus paisanos y de sus tareas mostrencas. María y un puñado de patriotas con muy limitados recursos,
Antonia escribió en su diario: "Hoy me he entregado logró vencer con doscientos mexicanos al ejército del
bajo el sol del desierto al conquistador de estas conde formado por cuatrocientos mercenarios entre
tierras; nada me importa ya". Por su parte, el conde franceses y alemanes. El conde Raousset pudo huir en

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la goleta La Belle pero prefirió arrostrar su responsabi- Las vicisitudes de los dioses
lidad y morir como un caballero. Las autoridades me-
xicanas le concedieron la gracia de que sin ninguna hu-
millación fuera fusilado "de pie, con las manos libres y Los gritos de Fray Luis de Cáncer se perdían entre las
sin venda en los ojos". ciénegas; en las negruzcas formaciones de limo los cai-
Al alba del 12 de agosto de 1854, el conde Gastón manes se ocultaban, sigilosos. Las cabezas sapienciales
de Raousset Boulbon fue sacado de la prisión en el de los padres eran castigadas con las macanas gentiles;
puerto de Guymas, se dirigió tranquilo a la plazoleta de los cráneos, tupidos de escolástica, brotaba una san-
del muelle donde ya lo esperaba el pelotón de fusila- gre espesa; los indios regocijados humillaban el orgu-
miento. Sus sueños de gloria venían a terminar en un llo español que tanta sangre natural había derramado,
oscuro punto de la América española. El sonido de las danzando alrededor de los cuerpos de los divinos lo-
olas, la brisa del mar, el susurro de las oraciones del cos, su frenesí ponía término a otro intento más de con-
cura de Guaymas fueron el fondo litúrgico de la des- quistar Florida. La derrota evangélica significó apartar
carga de los fusiles. En Hermosillo, María Antonia, del dominio del imperio los territorios inhóspitos de la
la novia del pirata, lloraba en silencio. Al atardecer, quimera floridiana; en realidad, los indios se valían de
cuando se confirmó que el conde había muerto, pasa- una metáfora para rebatir las tesis de Las Casas, ha-
das ya las campanadas de la media noche, María Anto- ciendo ver que la cruz sin la espada es inútil, como lo
nio se levantó del lecho para besar las medias blancas puede ser la ira de Dios si ésta no quiebra el destino
que habían conocido la pasión del tórrido desierto. En de los hombres.
la edición del 14 de agosto del periódico La Esperanza, Los indios de Florida agradecían a sus dioses que
apareció una breve nota: "La señorita Maria Antonia la piedad cristiana les hubiera permitido vengarse de
Arizmendi fue encontrada ahorcada con unas medias sus enemigos los españoles. ElAiuva me Domine Deus
blancas en el baño de su casa, en la calle de San Miguel meus que pronunciara el padre Cáncer antes de que su
num. cincuenta y siete. En una última carta expresó su ánima se presentara en el purgatorio, no había logrado
deseo de ser enterrada en el malecón de Guaymas en ablandar a los habitantes de la península cansados de
dirección de Punta Tordilla". las expediciones de los conquistadores. El sacrificio
de los misioneros había sido para los indios un acto
de elemental justicia: aplacar al demonio cristiano
cortándole la cabeza, como lo hacían con el gran
caimán en sus fiestas chamánicas.
Los comentaristas cristianos dividirían sus opinio-

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nes, al punto que la frustrada conquista espiritual pro- se entregaran en la costa como los fervientes buscado-
dujo las más excesivas reacciones. El padre Pérez de res del dolor, que al recibir terribles palos en la cabeza
Rivas aprovechó tan ilustrador ejemplo de porfía in- los llamaban aún "hermanos".
discreta para consignar, en su obra Triunfos de Nues- Cuando el cautivo Juan Muñoz explicó en su lengua
tra Santa Fe, que cuando la osadía de los infieles llega a los indios que los misioneros eran distintos al resto
no sólo a rechazar la fe sino a impedir predicarla, de los españoles, "que no buscan oro, ni plata, ni
como había ocurrido con los misioneros fioridianos, quitan mujeres, ni vida", los naturales creyeron que
"en nada desdice de la predicación evangélica que el esos españoles eran tan extraños como los enanos y
Rey emplee sus fuerzas, tesoros y armas en quitar es- homúnculos que formaban parte del séquito del rey
torbos que atajen la expansión de la fe". Por su parte, de las ricas provincias de Coza, un indio enorme a
los seguidores de Las Casas encontraron en los papeles cuyo pecho apenas llegaba el más alto de los
postumos de Fray Luis de Cáncer el mejor alegato de extranjeros. Los chamanes fioridianos interpretaron
quien encarna con su muerte la verdad: "los naturales la presencia de los misioneros como la de "aquellos
cuando son humillados por la espada, tienen el dere- que con conjuros, con forma humana o de animales
cho de romper y blasfemar la cruz, de tal modo que los obedecen al espíritu del fango y de la ciénega". El
indios que mató Cortés para convertirlos, se hubieran mismo Juan Muñoz pudo ver el momento en que a
hecho justicia resistiendo el que derribara sus ídolos los frailes les cortaron la cabeza luego de rematarlos a
aunque estos pudieran parecer Belcebú". macanazos. Las cabezas fueron enviadas al rey de Coza
Resulta probable que el futuro mártir ignorara hasta que empleó los cráneos como cráteras en sus fiestas
qué punto los dioses fioridianos le tomarían la pala- para beber en sus cascos en venganza de sus enemigos.
bra; la presencia de los misioneros en nada se distin- Los frailes, sin proponérselo, sirvieron como cálices de
guió de la de los demás españoles, los hábitos que la alegría pagana que se derramaba de sus calaveras.
vestían les fueron arrancados, sus cuerpos rendidos Mas las palabras de Juan Muñoz no fueron inútiles.
por el suplicio eran blancos, como el de los soldados Cuando descendieron más frailes del batel para averi-
que acompañaron a Hernando de Soto, y que volvie- guar qué había sido de Fray Luis de Cáncer, los indios
ron con el general novohispano Tristán de Luna y Are- se contentaron con despojarlos de sus hábitos, lo que
llano. Los indios no diferenciaron las corazas de los contrarió mucho a los españoles por la indignidad de
paños mendicantes, el reflejo de la armadura de la tener que enseñar las vergüenzas a los "bárbaros". Los
sombra de la cruz, los gritos de batalla de las oracio- indígenas no hicieron mayor daño a los misioneros por
nes; profundamente religiosos, procedieron a rogar al la costumbre de respetar a los bufones y a los enanos
espíritu del gran caimán que en el futuro los españoles que les había arraigado el señor de Coza. Así que, en

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lugar de darles el tratamiento que había padecido el robar haciendas, decir y hacer injurias, no guardar
desgraciado de Fray Luis y sus acompañantes, se con- palabra, afrentar mujeres casadas y doncellas, y quitar
formaron con burlarse de sus cruces, de sus barbas, y generalmente vidas sin causa", como el propio Fray
de la costumbre de ponerse de hinojos con el menor Luis había observado en la provincia de Verapaz; de
pretexto; especialmente les pareció graciosa la tonsura ahí que los chamanes del rey de Cuza, adoradores de
que llevaba un lego, al punto que los enanos del rey de lagartos, y los argumentos del dominico, convergieran
Coza fueron tonsurados como recuerdo y vilipendio de en la necesidad de dejar a los naturales la decisión de
la fe católica. adorar a "Dios", o bien, a "los demonios que los traen
Entre los papeles hallados en la celda que ocupaba engañados".
en México Fray Luis de Cáncer pudieron encontrarse El alegato dominico erosionaba los firmes cimien-
algunos que lo comprometían gravemente, ya que tos de los monasterios y amenazaba incluso el esplen-
llevaban a su último desarrollo las ideas del obispo Las dor herreriano de las catedrales. De ser cierta su afir-
Casas "sólo por pusilanimidad pecaminosa pueden los mación, los franciscanos que oficiaron las misas del
frailes justificar el ser acompañados por la soldadesca pequeño ejército de Cortés consagraron el despojo y
en sus misiones evangélicas; desconfiar del poder de el sacrilegio; un auténtico testimonio cristiano hu-
la fe es retar a Dios, cuya causa se cumple. Propagar biera consistido en abandonarse a los "papas" para que
la fe usando la espada es propio de romanos y otros éstos, bañados en su sangre y con la larga cabellera
gentiles, como la recalcitrante morería". Este apelmazada, les abriesen el corazón para dar motivo a
razonamiento no sólo negaba el derecho teológico a Dios y a sus ángeles de manifestarse. Al valerse de la
la conquista, sino que privilegiaba el alma de los espada como medio supletorio en las tareas de evange-
indios gentiles, "pura y sin conocimiento de la sed del lización, los misioneros habían declarado la inferiori-
oro", con el alma bizarra de los españoles expuesta "a dad del Dios cristiano, incapaz por sisólo de derribar a
herejías durante siglos y dada al torcimiento con que los ídolos y convencer a los naturales de que ese mismo
ciega a los hombres la codicia". Dios había protegido a los esclavos en las catacumbas
De alguna manera, Fray Luis de Cáncer estaba de hasta lograr que el orgullo patricio fuera reemplazado
acuerdo en su verdad más íntima con su atroz destino. por la caridad galilea.
Los naturales, al sacrificarlo, habían defendido su Vista desde esta perspectiva, ya no resultan tan
derecho a amar a sus propios dioses y a vivir en la jactanciosos los comentarios de los últimos sacerdo-
inocencia gentílica; más aún cuando "cristiano" quería tes indígenas recogidos, entre otros, por Sahagún; así
decir para los pobladores originales de las Indias cuando los misioneros en prueba de la ira divina les
"diablo crudelísimo, y hombre cuya religión profesaba refirieron a los postreros "papas" reunidos en Santiago

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Tlatelolco, "la ruina y desolación en que había que- si Las Casas y Fray Luis de Cáncer se proponían que "la
dado convertida Tenochtitlan", éstos contestaron que predicación evangélica entrase con paz, y la gozasen las
"bien poco les imponía pavor un Dios que hacía valer almas por la fe y caridad, esperando la perfecta en la
sus designios con arcabuces, vestidos de hierro, caba- gloria", el fracaso de la conquista pacífica de Florida
llería y bergantines". Era el Dios de los "popolocas" sirvió para fortalecer a los partidarios de la cruz y la
falsamente dulce y misericordioso, pues de haber sido espada, puesto que según el padre Pérez de Rivas "la
dejado a sus fuerzas "nada pudiera contra los dioses espada al cortar limpiaba el corazón de los idólatras,
que no tenían que dejarse matar ni humillar, pues se para que sin demonios ni malas inclinaciones la cruz
alimentaban de la radiancia del sol y de su sangre". Los se grabara en sus almas".
sacerdotes indígenas dudaban del poder de un Dios La discusión se extendió al tema de Santiago
que se había hecho crucificar y al que se podía devorar Matamoros y al mismo grito de combate de los tercios
al tragar un pedazo de levadura. De ahí que los indios "Santiago, España" que para Fray Luis de Cáncer no
negaran que la destrucción de Tenochtitlan se debía a era muy distinto a "la gritería y ulular de voces que
"los atroces pecados de la gentilidad", pues sin "las ponían grima en el ánimo de los conquistadores",
bocas de fuego y los demás monstruos Tenochtitlan se- pues "los españoles al entrar a punta de espada en los
guiría reinando en el mundo". templos gentiles ahondaban el sacrificio de los
Sin que los chamanes floridianos tuvieran la profun- demonios entronizados, derramando más sangre que
didad de los sacerdotes aztecas, éstos, admirados por la la que ya habían vertido en sus infernales ceremonias".
mansa muerte de Fray Luis de Cáncer, decían a voces Las entradas a saco de los tercios, muy mal vistas por
que los frailes eran distintos al resto de los españoles Fray Luis, no podían ser más que una derivación del
y a los enanos del rey de Coza, caprichosos y dados a "herético saco de Roma en que para vergüenza de la
la vida opulenta. De esta forma, a los misioneros que fe la turba habían profanado, asaltado y hecho mil y un
perdonaran les hicieron saber que ellos no eran cris- crímenes". De esta costumbre surgían "las querellas
tianos, como lo creían, sino "hombres del cielo", y no entre conquistadores como la de Almagro y Pizarro
eran españoles como presumían, sino "padres". Por ser cegados por el oro", así como las "desdichas que los
diferentes a los conquistadores y al atrabiliario humor pobres indios han de padecer desde que los españoles
de los bufones, los indios los dejaron libres, pues es- les prometieran la vida eterna". Por ello, Fray Luis
tuvieron a punto de enviarlos con el rey de Coza al había estado abrumado desde que llegara a las Indias
lado de los cráneos de Fray Luis y de sus malhadados "más ocupado en llorar crueldades, que poderoso para
acompañantes. remediarlas".
Pese a ello no se esclareció quién tenía razón, ya que Acaso el crucificado no pudiera vencer a Huichilo-

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bos ni las obras pías de los misioneros eclipsar el poder das como "balandronada", "aventura loca y desorbi-
del lagarto chamánico de la Florida. La lucha entre los tada", "quijotería de santo vagabundo", "perrada que
dioses había sido interrumpida por el fervor titánico pagó con la vida" según el más rispido de los juicios.
de los españoles que, a toda costa, se proponían le- Resulta todavía un misterio el sentido de su sacrifi-
vantar la cruz sobre la memoria de los dioses muer- cio y la alegría justiciera de los indios floridianos, que
tos como siglos antes lo había hecho la iglesia paulina derrotaron al Dios cristiano dejándolo mudo. Cabe la
con los símbolos y las fechas paganas; para tal efecto, incertidumbre en el destino que hubieran tenido los
si en el antiguo testamento el pueblo elegido por Dios misioneros y su doctrina, si sólo se hubieran valido de
había sido el judío, desde la gracia de la redención de las razones de amor que condenaron la espada. Presu-
Cristo ese papel sólo podía ser cumplido por el pueblo miblemente la lucha de los dioses no se habría decidido
español, pues se daba por descontado que el "español del todo, ajenos al fragor de los hombres y de su tiempo
es la lengua de los hijos de Dios", presumiblemente el efímero. El historiador Joaquín García Icazbalceta su-
idioma que se habla en el cielo. giere una hipótesis que favorece a los partidarios de
Sobre este particular, los apologistas de la espada la cruz y de la espada, pero que continúa siendo a su
hacían referencia a la necesidad de que la predicación pesar sospechosa si se la interpreta como un canto a la
fuera oída por los idólatras, asunto imposible si antes fortaleza del paganismo: "Si los primeros predicadores
no "se les vencía y ya sosegados se ponían a escuchar", hubieran venido antes que Cortés, lejos de haber des-
pues si la evangelización tiene como objetivo rendir arraigado la idolatría y la poligamia, hubieran recibido
los hombres a Cristo, éstos deben estar en disposición la corona del martirio en la piedra de los sacrificios; y
pues ya dijo el apóstol: Fides per auditum. En este después de aquel crimen viniera sin duda la conquista
punto, Fray Luis de Cáncer apunta que es "muy por las armas, acaso con mayor estrago". La conquista
discutible la potestad de un Dios que debe obligar a de la Florida jamás se concluyó.
sus criaturas que le escuchen con la punta de la espada,
pues más parecería uno de los dioses gentílicos que con
dureza gobernaron la Persia y otras tierras de tiranos".
El sacrificio de Fray Luis restó credibilidad, para
desgracia de los naturales, a las tesis que rechazaban
la sumisión a la cruz por la fuerza, ya que las palmas
del martirio, si bien fueron homenajeadas por los
principales y los cristianos viejos de Nueva España y
de la corte de Madrid, resultaron también considera-

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El converso

"Conjuróte, Ángel malo de Israel, perseguidor de los


idólatras cristianos, emperador de la corte dañada,
Macabeo invencible, capitán soberbio de los condena-
dos ángeles, señor de la profundidad infernal, señor de
los sulfúreos fuegos, yo Moisés Pérez por las hostias
profanadas, los goims vaciados de sangre, la gravedad
de los nombres y signos que en este papel se contienen,
por la áspera ponzoña de las víboras, de que este aceite
fue hecho, te ordeno que vengas sin tardanza para que
Rosa, hija de condestable, cristiana vieja y virgen me
adore en la noche del sábado".
La Inquisición había encontrado pistas de Moisés
Ben David, llamado Moisés Pérez entre los cristianos,
desde que el lugarteniente del inquisidor de Córdoba
se hizo de varias redomas, papeles con azafrán,
cuernos de buey y un anillo de latón con una piedra de
cristal de color bermejo en la posada que ocupaba el
distinguido doctor y atroz nigromante. Moisés, de más
de cuarenta años de edad, de estómago prominente,
piel morena clara, pelo negro ensortijado y barba rala
era muy querido entre los cristianos de Córdoba por su
devoción y su generosidad; repartía escudillas con los
restos de su comida a los pobres, vestía con humildad
y había empleado su ciencia para atender a los clérigos
y castigar a los moriscos. El escribió que "los moriscos
por ser de Alá y otros falsos dioses no pueden ser
buenos conversos, como los judíos, hijos del mismo
Dios cuyo hijo nos salvó en la cruz". Sobre las moras

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Pérez opinó: "las moras son muy sabidas en maldad, poco cojitranco, era de natural despierto, vivaz. Se
señaladamente aquellas de Toledo, que encadenan a decía que mucha de su pureza como "cristiano nuevo"
los hombres y hácenles perder el seso y el entender". provenía del hecho de ser célibe. Tal confianza ingenua
Erudito y pacífico, Pérez se convirtió al cristianismo, del pueblo se disiparía si conociesen que en los apéndi-
abominó del deicidio y de sus hermanos contumaces. ces de la Clavícula Salomonis, libro que poseía Pérez,
Rosa Fáñez cabalgaba de regreso al castillo. Los luego de la descripción de intrincados experimentos,
cascos del corcel retumbaban sobre el campo lóbrego se consigna que "el nigromante mayor ha de ser célibe,
de la tarde de invierno. Desafiante, Rosa había salido porque Satanás su señor lo es también. Representado
esa tarde para tratar de disipar de su mente los como cabrón y fornicador de las sorquiñas, Satanás es
encantamientos que había leído en el Amadís. Airosa, célibe porque posee el misterio de la erección y de la
de piel carda, ojos profundos y voz clara, Rosa se impotencia". Pese a que Pérez abominaba de los cris-
mantenía separada de la gleba y especialmente temía tianos, los trataba con cordialidad y doblez para no ser
que su sangre pura se infectara con mezcla de tenido como sospechoso por aquellos nobles que des-
"cristiano nuevo". Extraña doncella que, a base de confiaban profundamente de la fidelidad de los con-
caprichos y remilgos, había logrado aprender a leer, versos. Tenía a su servicio seis moras cristianizadas,
con la desapacible tolerancia de sus padres y el a las que apaleaba cada vez que podía. Una vez, los
asombro de sus coetáneos. Rosa, de pechos gritos llegaron a la calle y Moisés confesó su mal ge-
abundantes, talle largo y piernas gruesas, indicaba con nio, ese mismo día, en que muchos vecinos lo vieron
su comportamiento indisciplinado y temperamental ir compungido a la iglesia lacerando públicamente su
que ya era tiempo de que fuera desposada. Mas los corazón, poco faltó para que se pusiera ceniza en la
padres desesperábanse y con razón. Rosa se aburría, frente. Fuera de los pequeños desafueros contra sus
quería encontrar a toda costa caballeros con quienes esclavas, cosa no mal vista, ya que al fin eran pleitos de
comentar los encantamientos de Arcalús que tanto la morisma con la judería, Moisés era en todo ejemplar
daño hicieron a Amadís, las maravillas de la ínsula para las minuciosas exigencias de la nueva fe.
firme, el sobrenatural poder de Urganda la Una tarde Rosa Fáñez solicitó ver al sabio Moisés
Desconocida; en lugar de estos prodigios, los Pérez porque languidecía en uno de sus estados de
castellanos reacios a la fantasía miraban sus ojos y postración, durante los cuales nada de la tierra
rezaban las salves. despertaba su atención como si su alma se fundiera
Moisés Pérez había conseguido, tras arduos traba- con el aire sagrado de los cirios para disolverse en el
jos, la autorización para construir un laboratorio de- olor del sahumerio que asciende hasta la eternidad de
dicado al "arte benévola y cristiana". Algo bizco y un Dios. Rosa Fáñez creía ver en su distracción y

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desdeñamiento de las artes mundadas, en su afición hace referencia a sus "sacrilegos rizos como mojados
por los episodios de encantamientos del Amadís, la en pez" y a sus "ojos bizcos y malignos", como estados
señal de una vocación mística, el estigma de su cuerpo anteriores a la pérdida de una fisonomía reconocible, -
torturado por el dominio de sus apetitos hasta la rasgos que parecían tan irreales como la sutil sustancia
saciedad de Dios que nunca puede ser corporal, la del demonio, lo que hizo escribir al lugarteniente del
secreta convicción de que ella había sido llamada inquisidor de Córdoba: "no se supo nunca si se
para separarse de los hombres y sujetarse al Amante apresó a Moisés Pérez o la sombra de Moshe Ben
de los cielos. Rosa Fáñez recibió a Moisés en su David".
habitación. Sus ojos estrábicos, como desorbitados de Desde el encuentro con Rosa, el nigromante no
las cuencas en su entrecruzamiento, se detuvieron en quedó en paz. Invocó las cuarenta artes vedadas para
la forma de los senos y en el cabello negro y que los amuletos de protección y preservativos supers-
profundo. La fealdad asaltaba a la belleza y la pervertía ticiosos dejados por el aya de la cristiana para inmu-
con el conocimiento. Rosa sería la más perfecta obra nizarla, no tuvieran poder. De nada sirvieron las man-
luciferina del nigromante y, a la vez, la rosa mística que gúelas de plata, sartas de conchas, pedazos de espejo
lo salvaría del infierno. quebrado que fueron colocados para impedir su en-
La visión satanocrática de un poder maligno no cantamiento. Pérez, avezado al arte nigromántica, ol-
fecundante, negaba la tradición de los íncubos y de vidó su cautela y algunas noches, además del resplan-
los súcubos y la descripción de diversas brujas de que dor que de pronto brotaba de su laboratorio como un
el miembro de Satanás es como una quemadura, que breve relámpago del mal, se le vio obrar prodigios
cuenta con un pene bifurcado, o bífido como la como hacerse invisible en un salón muy concurrido. En
lengua de las serpientes. Mas esas consideraciones no su proceso se señala "se le atribuyen a este nigromante,
parecían importarle a Moisés Pérez que había llegado marrano o falso converso, entre otras maravillas, em-
a ser un asceta del mal, un eremita y un célibe bermejecer el sol con la piedra heliotropia, hacerse
dedicado a la destrucción de la Iglesia de Dios. Judío invisible por medio de la hierba andrómena, adivinar
ferviente, odiaba en especial a los "cristianos viejos", lo futuro, atraer la lluvia y el trueno con el vaxillo de
pero no pudo reprimir el deseo y el recuerdo de Rosa. arambre". Las asechanzas del nigromante se hicieron
Sus criadas moriscas intuyeron algún cambio en el insoportables, al punto que fue llamado urgentemente
humor de su amo, porque desde ese momento dejó de al castillo el dominico Fr. Lope Barriento, experto en
apalearlas. Su faz terrosa y desvanecida tornóse cada arte demoníaca. Rosa Fáñez se encontraba más des-
vez más difusa, hasta ser descrito -ya prisionero de la compuesta que nunca, con los miembros desmayados
Inquisición- como un nítido rostro sin facciones. Se y un completo abandono a las fuerzas de la muerte. Al

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no poder vencer el hechizamiento su virtud de "cris- entre los folios de la Clavícula Salomonis, célebre tra-
tiana vieja", no había logrado que traicionara la pureza tado de evocación de demonios, distintos conjuros de-
interior. Esa resistencia le había valido la consunción dicados al Ángel malo de Israel para perder a Rosa
y el agotamiento. El encantamiento le había envenado Fáñez; tal hallazgo produjo la estupefacción de los in-
la sangre, porque la piel del demonio es fría y abrasa a quisidores acostumbrados, las más de las veces, a ha-
quien posee. Moisés Pérez renunció así a su celibato, llar imágenes santas enterradas en las entradas de las
para entregarse a la posesión. Sus desafueros le valie- casas de los conversos para que los goims inadvertida-
ron la prisión, su posterior desvanecimiento y la miste- mente las mancillaran al pisarlas, o bien crucifijos rotos
riosa salvación de su alma. y vueltos de cabeza escondidos detrás de candelabros
Cuando Moisés Pérez renunció a su culto célibe a de siete brazos. El converso nigromante parecía igno-
Satanás para lograr por malas artes la sumisión de rar las blasfemias usuales con que los judíos escupían
Rosa Fáñez, no tomó en cuenta los caminos de Dios sobre el crucificado, para concentrarse en una forma
que permiten la actuación del Diablo. Rosa había en- pura del mal, la de robar el alma de una santa para
fermado porque el semen del demonio cristaliza en la glorificar al infierno con la corrupción de los mejores.
temperatura de la vagina femenina y no puede engen- Este propósito, al parecer, había pasado inadvertido
drar, entonces el demonio se venga ulcerando o chu- para los inquisidores, más atentos a las supersticiones
pando la vida a sus víctimas hasta que éstas enloque- groseras que a las sutilezas del alma del sabio. Pese a
cen o pierden la fe. Pero Rosa, que se había atrevido ello, Fr. Lope Barriento percibió la dimensión del mal
a desafiar a los hombres por los encantamientos del y oró más que nunca por Rosa, cada vez más débil y en-
Amadís, se enfrentó con la sombra del demonio para ferma. Fr. Lope Barriento se refirió a la disputa que se
redimirla de sí misma. Ulcerada, con su bella piel en es- produjo en la Corte de Don Juan II entre los teólogos
tado de putrefacción, Rosa Fáñez se entregó más que y los filósofos, con motivo del caso del nigromante. En
nunca a la quietud del alma y a los consuelos de su con- su Tratado de la Divinanza dejó escrito: "Los filósofos
fesor, Fr. Lope Barriento, gran experto en el arte que afirman y creen que la adivinanza y todas las otras artes
la asediaba. Su alma tomó firmeza en el vacío, se hizo mágicas o supersticiosas son imposibles.. . Los teólo-
una y se olvidó de sí para mejor estar; se nulificó en la gos afírmanlo en alguna manera por posible, y aun en
acción mística hasta alcanzar momentáneamente la re- algunos actos por necesario".
velación. Rosa lograría desconcertar así la astucia del Encerrado en los calabozos inquisitoriales, Moisés
mal. Pérez desapareció una noche de luna llena. No quedó
La Inquisición actuó con presteza y eficacia: des- de él rastro alguno. Se buscaron las usuales huellas,
manteló el laboratorio de Moisés Pérez encontrando vestigios de azufre, dibujos de El Maligno o signos

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cabalísticos. La celda al parecer estaba desierta. En la La virgen de los muladíes
tabla que servía de camastro encontró Fr. Lope
Barriento una rosa, recordó casi inmediatamente uno
de los renglones de .la pragmática contra la hechicería Los pesados grilletes desollaban aún más la piel herida,
"de otra cosa cualquier de adivinanza de cabeza de las pantorrillas cubiertas de llagas se habían convertido
hombre muerto, o de bestia o de palma de niño o de en una masa sanguinolenta, de los brazos henchidos
mujer virgen, o cortan la rosa del monte, porque sane por el esfuerzo esclavo colgaban cadenas sujetas por
la dolencia que llaman rosa." Rosa Fáñez se las muñecas a los remos del bajel, la espalda doblada
restableció y entró en un convento, en las mañanas era cruzada en líneas rojizas por los latigazos. La
muy claras y de luz intensa, recordaba la última costa de Túnez se iluminaba de pronto por olivos en
luminosidad luciferina que irradiaba el nítido rostro que aparecía fugazmente la silueta de un minarete. En
del jamás encontrado Moisés Ben David. esa sed reconcentrada de días interminables de
cautiverio la fe cristiana de Fernando Gualderrama,
soldado imperial, iba desmayado como la acechante
apostasía que se había extendido por el levante y el sur
de España.
Gualderrama, con más de cincuenta años de edad,
cansado ya de seguir las invencibles banderas del
imperio por toda Europa, acostumbrado a la soberbia
francesa, la obstinación alemana y la perfidia inglesa,
recogía durante las largas noches de cautiverio en el
terrible calor de una mazmorra tunecina, breves
momentos de su vida. En un principio, creyó que
recordaría las alegres mancebías con que las aldeanas
alemanas festejaban el águila de Flandes, pero su
mundo acosado por el infiel, se había reducido cada
vez más a detalles íntimos. Una noche en que los
esbirros del eunuco Nazar lo llevaron a la ciénega
descalzo, para que las sanguijuelas pudieran prendarse
y succionar mejor su cuerpo exhausto, sintió que por
momentos sus quemaduras punzantes se desvanecían

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como si los bichos apartaran su boca chupadora hartos en 1516, y que estuvo a punto de capturar a la duquesa
de su sangre. Pensó en las justas de Castilla, donde de Trajetto, célebre por sus hermosos senos y sus ojos
había visto combatir en sus juegos de niño al príncipe de un azul llameante para el harén de Solimán el
Felipe con grandes cirios en vez de lanzas. Aparecieron Magnífico, sentía una especial afinidad con el Islam,
también los rostros aceitunados de las moriscas de más allá de las glorias del saqueo y de su pelo rojizo
Toledo, el color púrpura del vino, los grandes palios como su ansia de sangre. El almirante Kheyr-ed-Din
dorados de las procesiones en Sevilla. Esa noche, al o Barbarroja se había convertido para los renegados o
regresar de su tortura tuvo que atar sus manos con un muladíes en el símbolo de su naturaleza. Despreciados,
cordel porque los ojos negros de las muladíes le tanto por los cristianos como por los musulmanes, los
entraban en los ojos del alma. Al día siguiente renegados eran una casta aparte, una casta cuyo
empezó a servir como galeote. Cuando el látigo de rostro era el motín, la piratería y la crueldad. Cuando
Nazar le rasgó la piel, llevándosela en jirones con sus Barbarroja pasó a cuchillo la pequeña guarnición
pequeñas bolas de plomo, pidió en secreto a la virgen española de la isla del peñón, encontró entre los
un milagro. Al regresar y ser internado en su cadáveres de los soldados botas de vino, libros del
ergástula, Gualderrama comprendió que había dejado Amadís y una bolsa de cuero con maravedíes. De
de ser el osado soldado que sostenía la línea a fuerza varios de los cuellos de los soldados muertos pendían
de mandobles. Enjuto y duro como Castilla, su piel estampas de vírgenes, Barbarroja tomó del cuerpo
se había hecho terrosa y cetrina, deslavada por el exánime del capitán Diego Corcuera la estampa de
implacable sol africano. Nada le quedaba; humillado, una virgen morena como la mayoría de los tornadizos,
tuvo que escupir el crucifijo para lograr sobrevivir. y la guardó con él en un compartimiento secreto de
Esa noche soñó con la sierra de Guadalupe y con sus su armadura, regalo de la Sublime Puerta. Esa noche
grutas. En la mañana, nada parecía haber cambiado el espíritu del renegado Ibn-Meruan le habló en un
para los veinte mil esclavos cristianos que tenía en su sueño.
poder el pirata Barbarroja. En Túnez, las palmeras enceguecidas por el sol se
Era el viejo Barbarroja con su poblada barba y sus agitaban como las esmeraldas de las huríes en su danza
cejas rojizas un impenitente y pertinaz renegado. Su en el paraíso, su verde encendido parecía apaciguar
abandono del cristianismo se debía a razones la luz implacable como guardándola para los días fas-
espirituales más que de conveniencia material, como tuosos. Barbarroja se aprestaba a extender su domi-
las que habían impulsado a muchos de sus hermanos nio sobre el Mediterráneo, teniendo a Argelia como
que se habían convertido al Islam en el sur de España. capital. Luego de haber mandado a un representante
El corpulento pirata, que trató de raptar al Papá León turco a Marsella para entrevistarse con el Papa Cle-

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mente y con el rey francés Francisco I, se sentía con el prácticos o útiles. Sus ancestros, de ánimo resuelto e
ánimo desolado y ni siquiera las esclavas italianas lo indomable, participaron en todas las insurrecciones de
complacían del todo. Sentado en su tienda en el centro los renegados contra el dominio árabe en Andalucía.
de Túnez, para no perderse ninguno de los servicios de Su linaje se perdía entre aquellas trescientas cabezas
la mezquita, presionó el compartimiento de su ar- que en Córdoba, Al-Hakem, hizo clavar en las orillas
madura y extrajo su anillo de familia y la imagen de la del río en el ya lejano 814 para escarmiento. Barba-
virgen tomada al capitán Diego Corcuera. En los ojos rroja despreciaba las femeninas zalamerías con que los
de la virgen, Barbarroja pudo leer parte de su destino. hombres tratan de rehuir a la muerte. De ahí que se en-
Esa misma tarde, en la ciénega, el soldado Fernando contrara siempre en el puesto de mayor peligro, bajo
Gualderrama pidió tinta y papel para redactar un res- la lluvia acerada de las flechas o las explosiones de los
cate; los sicarios del eunuco Nazar presto se lo pro- arcabuzazos; desafiaba también los tiros de las culebri-
porcionaron. La piratería necesitaba fondos cristianos. nas y de los cañones. Su conversión al Islam obedeció a'
Escondido entre las ralas matas y los olivos, Gualde- una fuerza interior profunda, la representación divina
rrama tan pronto escribió el rescate trazó, sin pensarlo, de las imágenes cristianas le parecía extraviada y débil.
la imagen de una virgen; recordó entonces su sueño so- Barbarroja, que amaba la cimitarra llena de sangre, no
bre la sierra de Guadalupe. El pirata renegado y el sol- podía entender la belleza sobrenatural de un Dios cla-
dado imperial estuvieron muy unidos, sin saberlo, ese vado en una cruz, exhibido inerte y pálido, sangrante y
crepúsculo en que los alfaquíes vieron arder encinas resignado. Amó entonces la pureza islámica de la re-
en el desierto y a una yegua dar a luz potros mellizos. presentación divina que prohibe las imágenes. El Islam
Barbarroja había abrazado el Islam por razones dis- estaba a salvo de las imperfecciones de la realidad o
tintas a la de la mayoría de los muladíes, renegados o de la imaginación siempre repetitiva de los hombres.
tornadizos cuya apostasía muchas veces se debía a razo- Bajo el sol cegador de Túnez, Barbarroja miraba el
nes miserables. Los siervos se hacían musulmanes para símbolo incandescente de la guerra santa, invencible
obtener la libertad. Los nobles patricios para conser- como la voluntad de Alá. En los pendones verdes del
var su patrimonio. En su fuero interno los muladíes se Islam, y las largas oraciones en la mezquita, Barbarroja
reconocían como unos descastados, y obraban en con- había encontrado paz suficiente para tener el alma le-
secuencia con prevaricación y felonía. El ejemplo de vantada.
fidelidad cristiana dada por los muzárabes cordobeses Fernando Gualderrama acostumbró desde esa tarde
era una espina clavada en su corazón. Sin embargo, el en la ciénega, en que pintara a hurtadillas el retrato de
audaz K}ieyr-ed-Din, había desdeñado, como un testi- la virgen, rezarle todas las noches cuando los sicarios
monio de su estirpe guerrera, la abyección por motivos del torvo eunuco Nazar dormían, dejando un

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tiempo de reposo a los prisioneros. Recordó la palabra un cierto "don", "baraca" se dijo para sí el pirata.
árabe Guadalupe, y pensó nuevamente en su sueño, Cuando contemplaba a la virgen no podía dejar de
con la gruta y la imagen de una virgen mucho más olvidar el inquietante sueño que tuvo. Al que
semejante a las muladíes que a las godas españolas. Sin interpretó como una alucinación infernal propiciada
proponérselo, Gualderrama se fue convirtiendo en el por los cristianos. En él, el renegado Ibn-Meruan,
jefe de los prisioneros. Su reciedumbre, su experiencia célebre por haber predicado en Mérida una religión
como soldado y su serenidad lo hicieron el jefe de los mixta de cristianismo y fe islámica, le llamaba a la
cautivos. Los soldados de su tercio murmuraban que paz, le exigía que abandonara el placer de la
algo había cambiado en él, su humor levantisco y cimitarra. Naturalmente, Barbarroja relató su sueño a
acre, su cólera y su impulsividad. Gualderrama parecía los alfaquíes, quienes determinaron que se trataba de
alegre, y esa alegría estaba contenida, enriquecida su una visión inducida por algún demonio cristiano.
naturaleza al hacer reposar sus fuerzas dispersas y Los hechos se sucedieron de forma precipitada. Bar-
centrarlas. Su propio cuerpo membrudo y delgado barroja recibió informes fidedignos del rey francés
parecía animado por una nueva fuerza, sólo semejante Francisco I de que el César Carlos V preparaba una
a aquellos días en que Gualderrama se aprestaba a expedición en su contra. Desoyendo la invitación del
entrar en combate; pero aquí la tensión había dado emperador de sumarse a la cruzada contra el turco,
paso al equilibrio, un equilibrio poderoso que como Francisco I se había apresurado a informar al corsa-
un látigo podía restallar en el momento justo. Los ojos rio. Barbarroja se hacía pagar así los favores presta-
de las muladíes, que aguijoneaban su carne bajo el dos a la causa del rey francés. El pirata se aprestó en-
tórrido sol de Túnez, habían perdido parte de su poder, tonces a reunir un ejército de cien mil moros, bere-
en cambio, en los ojos negros de la virgen el soldado beres y árabes para enfrentar al ejército de Carlos y
encontraba cada noche el abismo de su alma. del príncipe Andrea Doria de Genova. No pudo evitar
En el pabellón, en el centro de Túnez, Barbarroja que Carlos se apoderada de la fortaleza de Goleta,
acababa de ser designado por los alfaquíes como "la bastión de Túnez, cuya defensa estaba a cargo de su
paloma de la mezquita", ya que asistía con extrema segundo Sinán, el judío. Mientras tanto, el soldado
puntualidad al culto. Cuando descansaba, no pudo Fernando Gualderrama extremaba su devoción por la
resistir ver una vez más la imagen de la virgen virgen, cuyo culto empezaba a compartir con varios
arrancada al capitán español en el asalto de la isla del prisioneros. Las imágenes se multiplicaron copiadas
peñón; sin querérselo confesar, sentía que esa mirada clandestinamente. En una ocasión el gigantesto
negra, como la de las muladíes, tenía algo familiar y eunuco Nazar pudo apoderarse de una estampa y, pese
quizá, sin querer blasfemar, hasta divino, a que inmediatamente la rompió e hizo luego que sus

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perros defecaran donde la encontró, alcanzó a ver la El pensionado
morena tez, los penetrantes ojos, el pelo negro. Inme-
diatamente hizo llamar a la esclava Sama que servía
a los prisioneros y delante de los cautivos la decapitó, El rostro de la bailaora parecía una máscara filipina,
para "que ninguna muladí, se acerque a los perros in- su cuerpo aceitunado se teñía de barniz oriental; tra-
fieles". Gualderrama, al enterarse de la noticia, se ape- zando sobre el vacío la belleza de sus giros plenos, de
sadumbró; pero intuyó que de la sangre apóstata de sus muslos firmes, de sus palmas batidas contra el
esa muladí, sacrificada por su parecido con la virgen, viento de la Turre del Oro. Las castañuelas, con su so-
brotarían en el desierto las rosas de la fe, a las que los noridad vibrante, atrapaban los extraños dialectos, las
tercios sirven con sus espadas. islas interminables, la conquista del mundo empren-
La cabellera negra-rojiza de Barbarroja era ungida dida desde México.
con perfumes a fin de que los enemigos pudieran Sus monótonos días de pensionado se extendían,
distinguirlo de entre los muertos; su ánimo era resuelto todos ya muertos de antemano, llagados y con un penar
pero algo le anunciaba que no conocería en esa en la entraña. Esas largas jornadas que se prolongaban
ocasión la victoria. Vestido ya con armadura, extrajo incesantes permitían lujos pequeños como el ir a la
del compartimiento secreto la estampa de la virgen Biblioteca México, atravesando la sucia Ciudadela,
morena, comprendió que el candor de su faz era el de atrás de las últimas campanadas del reloj chino.
todas las muladíes, el de su propia sangre negada. Se En una de esas noches en que procuraba regresar
ciñó la cimitarra y se alejó al romper el alba. El soldado temprano a su casa para evitar tener que cenar en el
Fernando Gualderrama organizó la resistencia de los sombrío y maloliente restaurante chino de bisquets
esclavos cristianos en Túnez, antes de que sus hombres mosqueados y café con leche, se entretuvo más de lo
abrieran la puerta de la ciudad al ejército imperial, que había previsto en la historia de la fundación de
hizo que los prisioneros rezaran a la virgen de la sierra Filipinas. La resolución del portugués Magallanes, la
de Guadalupe, la misma virgen de ojos negrísimos que determinación del vasco Elcano, la sapiencia náutica
habían decapitado aquella tarde. de Urdaneta, el sueño del imperio oceánico de Cortés,
el temple de López de Legazpi lo acompañaron en su
regreso a su departamento en Bucareli. Esa noche, los
Nota: Algunos historiadores señalan que si bien Barbarroja fue derrotado anuncios rancios de los pequeños talleres, la fugacidad
y su ejército disperso en el desierto, poco después su escuadra apareció en glauca de los muros descuidados, los hocicos huidizos
aguas italianas con el embajador francés a bordo. Por otra parte, en el libro
Las iluminaciones de Guadalupe, de autor anónimo, 1605, se anota que "el de las ratas que pudo ver mientras esperaba el camión,
estandarte de ¡a virgen de Guadalupe amparó a las fuerzas cristianas en su le parecieron más despreciables aún que el hurgar de
triunfo en Lepanto ".

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narices practicado por el chino Lee con su delantal geramente insoportable, diez años habían transcurrido
blanco, sus ojos oblicuos y sus bisquets siempre duros, en la misma rutina, de ahí que en los avatares del gran
ante la fascinación horrorizada de sus parroquianos, navegante y fraile de la cara quemada, Andrés de Ur-
durante aquellas noches en que su vida se hundía en el daneta, hallara por fin la letra perdida del alfabeto de
café con leche y la mesera prietita. la vida, como si pudiera borrar los muros mal pintados
Magallanes llega al archipiélago que será bautizado y el derramarse de la cafetera en el restaurante chino
como Filipinas en honor del príncipe de Asturias y fu- sobre el vaso torrefacto del café con leche. Era tiempo
turo rey del mundo. En esas aguas encrespadas, el an- de cambiar, se dijo, y a la mañana siguiente dispuso de
tepasado del buen Lee había sembrado la desolación sus ahorros en el banco. Naturalmente, se cuidó mucho
con su piratería cimarrona y su flota de sesenta naves y de comunicar esta noticia tanto al bibliotecario al que
seis mil hombres. Li Ma Hong (Lee) había sido derro- saludaba con un monosílabo, como al sonriente y sucio
tado en Luzón por el valor novohispano, lo que gene- señor Lee con su piel amarilla restirada sobre pómulos
raría un rencor de siglos que esperaría con paciencia filosos y villanos. Por lo que respecta a las hordas bitu-
china el momento de la venganza. minosas que emergían detrás de cada esquina con sus
Conforme los días pasaban, una y otra vez, arranca- hocicos puntiagudos, sus bigotitos ralos, sus ojos asiáti-
dos de toda raíz nutricia, ya cadáveres, perfectamente cos llenos de alegría idiota, el pensionado sólo sentía
opacos en una lenta decadencia lánguida, avanzaba en desprecio.
la lectura de la conquista de Filipinas, hazaña realizada En la biblioteca México ha leído sobre Filipinas, y
cuando apenas contaba cuarenta años de ser fundada en esa remembranza de signos ha creído encontrar la
la Nueva España. Esas noches no sólo le molestaba voluntad heroica que ha faltado en su vida. Decide
el pasar relleno y negruzco de las gordas ratas de la así viajar a España, aunque en un momento piensa
Ciudadela sobre la acera irregular, surcada de hollan- que visitará Filipinas. Este dato siempre lo confundirá.
cos, también le parecían especialmente chillones los Se propone alejarse de la pantanosa trampa en que
anuncios de los Chou-suei y de los pollos, como con- Lee ha transformado su restaurante para vaciarlo de
centradamente repelentes las sombras de los otros que toda intención, despojándolo de su último sí, en cada
se alejaban en la oscuridad. El tiempo rehuía fluir en bisquet, en cada café con leche -drogándolo a la mala
los pequeños actos en que se pierde la vida; se detenía por así decirlo- mientras lo mira satisfecho y maligno
sobre sí como la espada de Guido de Lavezaris en la hurgándose las narices amarillas sobre el fondo ámbar
garganta descubierta como un bisquet amarillento del en cuyos viejos tablones reposa el pan dulce del pérfido
pirata chino Li Ma Hong (Lee). descendiente del pirata y actual restaurantero.
Para el pensionado su existencia vacía se volvía li- Hace una breve escala en Madrid y viaja en tren

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a Sevilla. Extrañamente para sus hábitos avaros que suficientemente bella como para obligar aun mortal a
le habían permitido sobrevivir malamente, se dio una marchar a las islas para olvidar su rostro.
gran cena con vinos y tomó un gabinete para viajar. Ese En su primera noche en Sevilla, dominado por las
dispendio fue una advertencia desoída de las vírgenes figuras de las gárgolas de la catedral y la afilada aguja
sevillanas, las cuales le anunciaban que detuviera su de la Giralda clavada en el cielo verde del Islam,
aventura, mas el tren lo lleva a su perdición sin que camina con rumbo seguro hacia un tablao apartado
sea capaz de reflexionar sobre sus actos. El de la zona turística como si conociera muy bien las
pensionado parece viajar a Sevilla, aunque en sueños laberínticas callejuelas. Advierte sorprendido que el
trace como Urdaneta la ruta de retorno a Filipinas a la antro se le ha ofrecido como a veces suelen hacerlo,
manera del cartógrafo que recoge la formidable sin decir palabra, algunas mujeres. El tablao no es
"Carta que narra el venturoso descubrimiento que los muy distinto de los que el pensionado ha visto en
mexicanos han hecho navegando con la armada que varias películas hollywoodenses, pero tiene un sabor
S.M. mandó hacer en México". artificial, como si detrás del cantaor, las bailaoras y los
Al llegar a Sevilla, el pensionado se siente desilu- sospechosos meseros, se ocultara la verdad oprobiosa:
sionado por las pieles aceitunadas que lo rodean, ya las lanzas de los nativos, las infinitas islas, los umbríos
que cuando no toma la suficiente manzanilla ni fuma follajes de una naturaleza inagotable, la sonoridad de
los porros reglamentarios, sufre de terrores atávicos nombres como Mindanao, Talao, Gilolo, la sensación
que intempestivamente le recuerdan las muchedum- de que el chato de manzanilla que le ofrece el mesero
bres tristes deambulando por la Ciudadela, víctima de de aspecto oriental, es una droga semejante a la que el
los bisquets con droga ingeridos a lo largo de diez años chino Lee ha inoculado en sus verduscos bisquets de
en aquel ¡nocente restaurante chino en la Ciudad de Bucareli.
México. De esta manera el despiado, y a la vez cobarde Sentado con aparente calma percibe que la bailaora
pirata Li Ma Hong (Lee), al que ahuyentaran quinien- lo mira desde el tablao. Se olvida de sus mezquinas
tos novohispanos en Luzón cuando comandaba fuer- fobias, de sus recuerdos vanos, de su propia inanidad,
zas abrumadoramente superiores, se ha vengado de la al tiempo que sigue tomando ávidamente manzanilla.
afrenta mexicana destruyéndolo a través del benevo- Se ha logrado librar del irremediable pasado por el
lente Lee, mediante un largo acertijo muy chino como sencillo expediente de una borrachera en Sevilla o
el que había dibujado sobre el desmantelado recuerdo Manila, poco importa. La bailaora es singular, por su
de los bisquets y el café con leche. Lee confunde la palmear de manos, su cabellera alboratada, el ímpetu
visión del pensionado, que tendrá que encontrar a sus de la danza, sus ojos negros rasgados de criolla filipina,
muy buscadas Filipinas en los ojos de una bailaora lo sus gruesos muslos que pueden entreverse fugazmente

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al levantarse la falda sobre la piel aceitunada. La en la cama creyó ver un morrión y una espada, esa
bailadra no sólo ha logrado borrar la memoria de los imagen grabada como un ideograma sobre la pared,
días infaustos, el paso de las ratas furtivas y regordetas fue sustituida por las figuras rojas y verdes que fueron
sobre los cañones de los héroes en la Ciudadela, la formando en torno a su incipiente sueño las velas de la
tenacidad de la oscuridad sobre su destino, ha disuelto flota de juncos del pirata Li Ma Hong (Lee), en cuyo
también las amenazantes sombras chinescas, que centro podía distinguirse el ideograma: muerte. El
agitadas y orientales se paseaban solícitas como pensionado entendió que no era ajeno a la
meseros de navaja guardada por si no pagas. malquerencia con que el chino había sufrido la derrota
Sumergido en la embriaguez y en los ojos de la a manos de los mexicanos fundadores de Filipinas, en
bailaora, pudo intuir que esa escenografía de tablao ella cumplía un papel sórdidamente preponderante el
oriental bien podía ser el postrero ajuste de cuentas del chino Lee, su restaurante destartalado y sus bisquets
chino Lee quien, a su vez, vengaba al derrotado pirata con droga. El pensionado presiente que la flota de Li
Li Ma Hong (Lee). Un montaje preparado para Ma Hong se prepara a asaltar Luzón, al tiempo que
traicionarlo. De pronto, al ver reflejado en los ojos de una sombra, un signo, un ideograma ha invadido su
la bailaora el rostro quemado de Urdaneta, el cuarto. Comprende que la mirada de la bailaora es una
pensionado desecha el temor, no puede retroceder, prueba demasiado dura y, por un instante, quiere
como no lo hizo el atrevido navegante vasco, cuando apartar de sí su destino, mas vuelve a él la confianza y el
en Tidore, una de las Molucas, sufrió quemaduras ánimo como si entreviera la anhelada tierra en la ruta
profundas al estallar un barril de pólvora, saltó a la mar oceánica de las Filipinas. Piensa en la flota de juncos
y los lusitanos le dispararon abundantes escopetazos. destruidos por la armada novohispana, cree escuchar
Urdaneta había sido uno de los motivos fundamentales un juramento, alcanza a distinguir la cabeza del pirata
para que el pensionado abandonara su vida gris sin colgando de una pica mientras que un profundo sopor
dejar simultáneamente de ser lo que era, librándose de lo domina en la desdichada cita que le ha preparado la
su triste condición en los momentos en que, como historia.
ahora, una bailaora le mostraba el más allá de la vida, El pensionado está seguro de lo que ocurrirá. El
en los muslos y en los ojos, aunque sólo fuese por una restaurante chino aparece muy lejos en su memoria
única noche en Sevilla. como un manchón amarillo. Sabe que sueña que
Descubrió que la mirada de la bailaora era de alguna duerme en una cama en una pensión en Sevilla, pero
forma como la muy peligrosa ruta de las Filipinas; también pudiera ser Manila. En el fondo de su sueño
demandaba lo incierto, exigía el riesgo. Esa noche al escucha la sonoridad de las castañuelas que abaten por
llegar a su hostal dejó el cuarto abierto; echado última vez el silencio. Intuye que se cumple una

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venganza de siglos, urdida por el tortuoso resquemor Robinsonia Mexicana
del pirata derrotado y de su corrupto descendiente, el
chino Lee, con su rostro enjuto de diablo amarillo.
Desconoce quién se aproxima, ignora si es la misma Los estibadores negros, con el cuerpo bañado en su-
bailaora, el pensionado sólo siente el frío del puñal que dor, descargan diversas cajas de madera en Boquilla
penetra en su carne blanda. de Piedras; al parecer, se trata de un cargamento en-
viado por el Secretario de Estado Mr. James Mori-
son a los insurgentes mexicanos, ya que Estados Uni-
dos se propone desembarazarse del exceso de arma-
mento, producto de su victoriosa guerra contra Ingla-
terra. Los negros, que acompañan su tarea cantando
sones africanos, son escrupulosamente vigilados por
el cronista y agente secreto William Davis Robinson,
fiel subdito de la naciente democracia norteamericana;
de pronto, Robinson (que lleva un parche negro en el
ojo izquierdo) da un fuerte latigazo a uno de los es-
clavos, quien desaprensivamente ha dejado caer una
de las cajas, al rodar sobre las piedras, se escucha va-
gamente como si se hubieran roto varias botellas. Ro-
binson ordena que al negro se le tienda en la arena du-
rante dos días a pleno sol, al tiempo que se recluye en la
tienda de campaña que ha mandado montar el como-
doro Patterson, comandante de la base naval de la ma-
ñana de guerra en Nueva Orleans, cuyo sueño, según
ha expresado al representante del Congreso mexicano,
Dr. José Manuel de Herrera, es llegar a bloquear Ve-
racruz. El comodoro Patterson escribe aquella noche
una breve nota al presidente Madison: "Nadie duda
de los conocimientos de William Davis Robinson (lla-
mado don Guillermo por los mexicanos); su panfleto A
Cursory View of Spanish America ha sido fundamental

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para que se entienda nuestra filantrópica política sobre pies, fue capturado en Playa Vicente al dispersarse la
estos pobres pueblos dominados por la oscura España, partida del jefe insurgente don Manuel Mier y Terán;
tan sólo es de extrañar su extrema palidez y la sevicia a este respecto queda constancia de su aspecto y de sus
con que trata a los esclavos". pertenencias en la misiva que el jefe realista Ramírez
William Davis Robinson, de 40 años de edad, na- Ortega dirigió con carácter de urgente al comandante
cido en Filadelfia, ha albergado un profundo odio a Manuel Obeso con residencia en Oaxaca: "Se ha
España debido al fracaso de sus transacciones comer- tomado prisionero al Inglés (sic) Guillermo Davis,
ciales con las autoridades peninsulares en Venezuela. emisario de los Estados Unidos, según manifiesta el
La primera constancia de su presencia en tierras de la prisionero José Marqueta... llega sumamente cansado
América española se remonta a 1799, cuando des- y débil por no haber comido en cuatro días. . . pese a
embarca en el puerto de Guayra que estaba, como los su aspecto astroso traía consigo en todo momento
demás de Venezuela, bloqueado por los cruceros de una navaja de corte romo, dos camisas de seda de
Inglaterra entonces en guerra con España. Será enton- manga larga y un maletín de cuero donde llevaba
ces cuando el Intendente don Esteban Hernández de medicinas, que son para él indispensables para no
León le hará perder un ojo, cuando se le asalta en una morir de paludismo y de malaria, las tales botellitas las
cantina, lo estafará en la compra de cuarenta mil quin- conservó el preso con el mayor cuidado, violentándose
tales de tabaco que le entregará completamente podri- cuando un soldado quiso probar su contenido".
dos, y lo conducirá indirectamente al procesamiento Por qué Robinson agotado y sin probar bocado
del opio y a la comercialización de la morfina. Todos pudo escribir una larga carta, la misma noche de su
estos incidentes conforman otra historia, que reduciría aprehensión, al comandante Obeso. Por qué Ortega
a Robinson al papel de un bribón tuerto, abandonando no le decomisó el maletín. Por qué al cabo de quince
la escritura a la evocación historiográfica del inventa- días le permitió descorchar botellas de vino español y
rio de sus denuestos contra España, sin embargo, Ro- escribir al mismo virrey. La contestación a estos
binson emergerá de la prueba del anonimato mercantil inquirimientos es sumamente perturbadora, al punto
con hazañas truculentas e infidencias meritorias. que el virrey Apodaca, al darse cuenta de la verdadera
Conformémonos entonces con el rostro macilento, peligrosidad del hábil agente anglo-americano, lo
y extrañamente cruel de William Davis Robinson, mandó encerrar en el castillo de San Juan de Ulúa,
marcado con un parche negro. Sólo quedaría por informando de sus andanzas al cónsul español de
señalar su costumbre de llevar siempre abotonadas Nueva Orleans, Felipe Fació, quien se horrorizó de los
las mangas de sus camisas de seda, incluso así se descubrimientos del virrey.
presentó cuando, cubierto de fango de la cabeza a los Al fracasar en Venezuela William Davis se traslada

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a Nueva Orleans, llevando ya consigo el primer car- Desesperados, los espías españoles contratan a una
gamento de morfina que ha podido sustraer, con mu- mulata "experta en amores y hechicerías" a la que
chos trabajos, al fraudulento Intendente Fernández de comprometen cuando la confiesa el religioso capu-
León. En Nueva Orleans Robinson entra en contacto chino Fr. Antonio de Sedella. Sedella forma parte de
con los insurgentes mexicanos, facilitando la relación un grupo de espías que aparenta ser partidario de los
de éstos con los piratas de Barataría, de la isla Ama- insurgentes José Alvarez de Toledo y Bernardo
lia, de Galveston y otros lugares. Su influencia es tan Gutiérrez de Lara. Si han conseguido ganarse la con-
grande que logra que los barcos piratas de los herma- fianza ingenua de los libertarios mexicanos, nada ob-
nos Lafitte se dediquen a realizar viajes periódicos a tienen, al parecer, del hermético anglosajón. El capu-
Piedras Negras y a Nautla conduciendo nombres, vi- chino Sedella deja entrever su desconsuelo en un in-
tuallas, correspondencia y material de guerra. Con- forme balbuceante: "La alcahueta que se contrató para
vence también a los famosos corsarios Gamby y Ami- proteger los intereses del Rey N.S. ha fracasado. Según
gony para que sus buques piratas ataquen a las naves cuenta, el hereje Robinson la hizo pasar a su aposento,
españolas enarbolando pabellón mexicano. Sus cons- ella exhibió las tetas, pues se abrió el corpino. Robin-
piraciones, sutilezas y enmarañamientos lo hacen, en son la tomó del brazo izquierdo y con una lanceta que
un sentido, superior al mismo Poinsett, al punto que tenía detrás como una bomba de vidrio, la sumergió en
burla a los espías españoles destacados en el puerto de un sueño tan agradable, que la pobre pecadora jura
Luisiana para vigilar las actividades de los insurgentes. que se trata de un santo".
En las noches, William Davis se entretiene en tocar Unido a la sutileza de William Davis Robinson
los senos de las esclavas mulatas, mascar tabaco de las para evadir los controles de la red de espías realistas
Antillas y tomar botella tras botella de vino español. desconcertados por el sonido de los banjos tocados
En el día, con un estilo preciso, casi neoclásico, da por los músicos negros de Nueva Orleans, ayudaba a
cuenta de largos trabajos sobre la política norteame- los propósitos de enmascaramiento del comerciante,
ricana y las condiciones de la rebelión en México. En agente secreto y cronista, el que se le confundiera
los tugurios su rostro pálido con el parche negro es muy con su casi homónimo: John Hamilton Robinson.
conocido. Mas si fomenta la revolución en México con Este último era de una finura de rasgos femeninos,
éxito, al parecer arrollador, entra en fases declinantes que acentuaba su efecto entre atractivo y depravado
en las que toca breves composiciones de piano sin de-
con los labios carnosos y los grandes ojos azules de
jarse ver/por nadie, a excepción de su fiel criado An-
muñeco. William Davis, aún después de "lancetearse
tonio, responsable de la limpieza inmaculada de sus
los brazos" como lo describiera el canónigo, ya
camisas y de los frascos con un polvo cristalino y blan-
cuzco que guarda en su maletín de cuero. borracho, cuando fue incapaz de reprimir su desa-

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hogo contra el "perro anglosajón", no podía resistir la y Terán, consignaran que la presencia del esclavo negro
mirada limpia de John Hamilton, especialmente la fas- como acompañante de John Hamilton no sólo cumplía
cinación que su rostro poseía entre las mujeres, que al "fines muy seguramente sodomizadores", sino que era
besarlo, sentían tener enroscada en la lengua los labios el enlace entre éste y el propio William Davis para
de una amante prohibida. Pese a su aspecto femenino que Terán se apoderara de algún puerto del Golfo,
y un tanto endeble, lo cual resaltaba por su costumbre muy posiblemente del desguarnecido Coatzacoalcos,
de llevar sus estrechos pantalones ceñidos a las nalgas, con el objeto de reunir en ese punto a los refugiados
John Hamilton Robinson era un aventurero de siete de Cartagena y de Caracas que se encontraban en
suelas como suele decirse. No conforme con haber in- Santo Domingo, aconsejado por Williamn Davis para
tervenido en la expedición de Zebulón James Madi- que se sumaran a la rebelión batallones de negros
son en 1806 de San Luis Missouri a Santa Fe de Nuevo procedentes de Haití, que debían desembarcar en San
México con fines pretendidamente "científicos", John Juan Bautista y el puerto de Tabasco bajo la protección
Hamilton ostentaba el grado de brigadier y el nombra- del controvertido general Mier y Terán.
miento de Comandante General de las Provincias In- Nada agradaba más secretamente a William Davis
ternas que le había conferido el Congreso mexicano. que, por medio de batallones de esclavos cimarrones,
De cualquier manera, los españoles no sabían a cien- se agravara la lucha de castas y se acrecentara el odio
cia cierta a quién temer más, si al afeminado brigadier, contra la sangre española. Así, entre los papeles que
o bien al pálido intrigante del parche negro. No es de le fueron confiscados en su calabozo en el castillo de
extrañar que nuestro William Davis tuviera que escla- San Juan de Ulúa, antes de que los pudiera quemar
recer al virrey Apodaca su verdadera identidad, fasti- "pliego por pliego" cuando se enteró de su probable
diado de que, una vez más, sus enemigos lo identifica- traslado a España, se encontró una nota que hacía
ran con John Hamilton, que por cierto nunca se sepa- referencia a "la estupidez india, la perfidia mestiza, la
raba de un hombrón negro de origen hatiano que le hueca arrogancia criolla, -hollow arrógame- y la
servía, a la vez, de intérprete y esclavo. bajeza peninsular [las cuales serían arrasadas] por la
Esta es quizá una de las razones por las cuales los poderosa raza negra carente de luces pero con la
interrogadores enviados por el virrey Apodaca a necesaria fuerza física para terminar de arruinar a la
Oaxaca para averiguar la verdadera dimensión de la raza descastada de los actuales habitantes de México".
conspiración de Williamn Davis Robinson, luego de Pudiera explicarse la furia explícita de estas líneas y
enterarse de que el anglo-americano comía unas pinas su abierta provocación contraria a los muy avezados
en el huerto, en el momento en que las tropas realistas métodos de disimulo de William Davis, si se toma en
asaltaron Playa Vicente sorprendiendo al general Mier cuenta que frente a los mismos oficiales españoles que

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le informaron de su traslado a la fortaleza de Ulúa, vidar la Corte de Madrid y las tribulaciones del reino
manifestó los más procaces comentarios sobre el virrey agravadas por los facciosos, detenía el tiempo, alige-
Apodaca, incluso se valió del estribillo insurgente "lo raba el corazón, remediaba la gota, desaparecía el do-
apodan Daca al miserable Apodaca", mismo que le lor más agudo, y hasta hacía olvidar la verruga que lle-
valió a varios zambos y saltapatrás que se les mandara vaba en la nariz la virreina, es más, disolvía a la propia
cortar la lengua como escarmiento, cuando corearon barragana siempre tan exigente con sus pechos abun-
la tonadilla al paso del cortejo del virrey. dantes y sus eructos.
En 1816, las victorias realistas en Veracruz y los lla- Los espías españoles en Nueva Orleans, luego de
nos de Apam redujeron sensiblemente el poderío in- haber sometido al tormento de la pistola descargada
surgente, afectado también por las luchas internas en- al inocente insurgente neogallego Juan de Dios Oro-
tre los jefes de la rebelión. William Davis Robinson peza, lograron enterarse de cómo se corría el rumor
se quejaba amargamente de esta desfavorable circuns- de que John Hamilton, el olvidado brigadier depra-
tancia que lo mantenía en poder de los realistas, si bien vado, había logrado salvarse del naufragio de la lan-
era un hecho que se había logrado apoderar de la vo- cha en que huía del desastre de Playa Vicente mientras
luntad de su primer captor, Ramírez Ortega; a éste se que se confirmaba que los realistas habían aprehen-
le vio rogándole varias veces al prisionero que le pro- dido a Williamn Davis, pero que éste había obtenido
porcionara de esa sustancia blanca que calentaba en con sus artes y polvos el favor de gente muy principal.
un mechero, pues era necesario precaverse contra el Alarmado, don Felipe Fació, cónsul español en Nueva
paludismo y la malaria. Robinson, envalentonado por Orleans, escribió una carta al virrey Apodaca, precisa-
el prestigio que le habían dado sus remedios, se de- mente el día en que William Davis -el ya célebre "sabio
dicó a buscar por las tierras de maravilla que rodeaban don Guillermo"- sería recibido en su pequeño salón
su camino a Veracruz, variantes de una planta extraña Duque de Alba. El virrey soñaba ya con los "calientes
que era con la que preparaba los lancetazos por los que lancetazos de fuego" que Robinson propagaba con
empezó a ser muy solicitado entre los principales del destreza inmediata. La carta apuntaba que "Robinson
reino; se desconocen los resultados de estas investiga- se apoderaba de cristianos fidelísimos y subditos lea-
ciones. Se dice que el virrey Apodaca que estaba muy les de su Majestad con un falso bálsamo blanco" que
enterado de los fines ocultos de los angloamericanos él preparaba como "en otro tiempo los alquimistas, ni-
por su relación con el ministro Luis de Onís, cuando gromantes y magos", que en fin William Davis formaba
se desempeñó como gobernador de Cuba, no pudo re- parte destacada de un plan por el cual Estados Unidos
sistir el deseo de ser atendido personalmente con esa fomentaría las revoluciones en la América española,
medicina milagrosa que adormecía las penas, hacía ol- encubriendo "bajo este pretexto el momento favorable

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para esclavizarlas; esto es lo que se llama republicani- que se empezaban a pudrir. Estuvo en Cuba en la
zar a la Bonaparte". fortaleza del Morro y, posteriormente, en Cádiz, en el
castillo de San Sebastián. El jefe, por decirlo así, de los
El virrey, con gran contrariedad, aplazó primero su
espías españoles en Nueva Orleans sostenía, cuando
cita con William Davis, plazo que éste aprovechó para
escuchaba el relato del lancetazo de fuego en la cama
escribir con abundancia cartas, reclamos, minutas, así
revuelta de la mulata que había conocido a William
como principiar su muy leída obra Memors of the
Davis, que a Robinson se le había condenado al
Mexican Revolution, Including a Narrative of the
"Ultimo suplicio, ahorcándolo en Veracruz y poniendo
Expedition of General Xavier Mina. Una noche, varios
después su cabeza en una jaula en la punta de la
agentes del virrey se aseguraron que William Davis
gallega, a la vista de los buques de guerra de nuestros
bebiera un poco más de la cuenta; entraron en su
fieles aliados los Estados Unidos". La mulata, al
aposento -localizado en el área de la casa virreinal
escuchar esas palabras incomprensibles, pensaba que
más alejada del oratorio-, extrajeron varias botellitas
el cónsul Felipe Fació se había vuelto loco por los
blancas del maletín del cronista que dormía una suave
banjos y su sonido interminable como un grito negro.
mona. Al otro día, al despertar, -sin explicaciones-fue
Entre tanto, en el virreinato se rumoraba que el virrey
conducido a la diligencia que salía a Veracruz
Apodaca no salió en muchos días de su habitación, que
escoltado por cincuenta dragones.
adquirió cierto matiz cetrino que recordaba la palidez
Los datos sobre su destino se desvanecen como el
de William Davis, aunque las damas no olvidaran su
polvo blanco. Al parecer, los españoles lo enviaron a
parche negro ni su sonrisa cruel. La caja de hierro
Cuba días antes de que anclara en la isla de
nunca se exhibió en Veracruz.
Sacrificios el navio de guerra norteamericano Boxer
en septiembre de 1817, cuyo capitán John Porter
exigió su liberación. Se sabe que encerrado en Ulúa
pudo salir de una húmeda mazmorra compartida con
los soldados de Mina, recién prisioneros, en la cual
entraban el agua y los cangrejos con los que se
alimentaban, logrando encender un mechero antes de
que los centinelas españoles se desmayaran por lo
corrompido del aire. Esa noche, de cangrejos y de
agua, le recordó su hundimiento en el fango en Playa
Vicente, cuando fue tomado prisionero y no pudo
ocultar la visión de las pústulas de sus piernas

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