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hispanic research journal, Vol. 12 No.

3, June, 2011, 244–59

Desde El lado frío de la almohada:


la izquierda española imagina la
revolución cubana
Ana Serra
American University, USA

Este artículo analiza la problemática implícita dentro del papel que juega la
revolución cubana en el imaginario de sectores de la actual izquierda radical
española, a través de una lectura contextualizada de El lado frío de la almo-
hada (2004), de la autora Belén Gopegui (Barcelona, 1963). En una trayec-
toria histórica que comienza antes de la guerra civil española, la represión,
neutralización, y trivialización de la extrema izquierda han dado a Cuba un
papel central en la localización del impulso utópico en un país remoto, y al
mismo tiempo de gran parentesco con España. La explosión editorial de
libros cubanos en España, facilitada por factores políticos y económicos,
así como la tradición y el auge de la novela detectivesca y de espías en
ambos países han motivado el gran éxito de la novela de Belén Gopegui.
Sin embargo, la dudosa consecución de los objetivos políticos de la autora
en la novela, así como la dificultad de tejer una narrativa motivada casi
exclusivamente por la ideología, cuestionan que el acercamiento idóneo de
los intelectuales españoles a la revolución cubana deba emanar desde su
propio imaginario colectivo, máxime si éste recrea una autoproyección que
se acerca a una fantasía neocolonial.

palabras clave Belén Gopegui, historia intelectual de la izquierda radical


española, política editorial en la España contemporánea, novela detectivesca
contemporánea en España y Cuba, período especial en Cuba

El lado frío de la almohada (2004), de Belén Gopegui (Barcelona, 1963) es una novela
que quiere ser abiertamente política, en un sentido literal, no sólo porque la autora
misma ha declarado esta intención, sino porque la caracterización de los personajes
y sus diálogos se basan en cuestiones ideológicas.1 Este artículo parte de un análisis

1
‘Si tuviera que elegir, preferiría que la novela se leyera desde la perspectiva política antes que literaria’. Citado
en Elizalde y Lagarde, 2004.

© Queen Mary, University of London 2011 DOI 10.1179/174582011X12983874906509


EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 245

crítico de esta novela y la atención editorial y periodística que suscitó tanto en Cuba
como en España, para examinar el trasfondo del importante papel de la revolución
cubana en el desarrollo actual de la izquierda radical en España. Comienzo con una
mirada al papel central que juega la revolución cubana en el desarrollo de la narración,
que a su vez está ligado a la trayectoria de la política española en los últimos treinta
años, en los que la izquierda española ha sido asediada por los fantasmas del pasado.
En un segundo apartado explico algunos detalles de la publicación de esta novela, en
un contexto de explosión editorial de libros cubanos en España, el cual motivó
también la publicación de numerosos libros sobre Cuba y la vuelta de la revolución
cubana a los foros públicos de discusión. Un tercer apartado sitúa el debate político
sobre la izquierda en el contexto más amplio de la obra de Gopegui. Seguidamente,
el artículo traza las líneas de la larga tradición del género detectivesco y de espías en
la transición española, y a la vez contextualiza esta narración en comparación con
otras narrativas que quizás consiguieron fusionar la política y la ficción con más
éxito. Mis conclusiones cuestionan el punto de vista y desarrollo de la narración, y
apuntan a otras direcciones posibles en el deseo de entender la revolución cubana.

El nuevo milenio y los fantasmas del pasado


El franquismo polarizó el discurso político español alrededor de la figura del caudillo,
es decir, los cuarenta años de dictadura constituyeron un ‘archivo’, en un sentido
foucaultiano, que estableció los límites de ‘lo que se podía decir’, e impuso las
‘condiciones de enunciabilidad’ alrededor de la figura central de Franco (Foucault,
1972: 129).2 Como es el caso en la mayor parte de los archivos, el de Franco se originó
en una situación de violencia, la represión de la izquierda radical. Dicha violencia se
desencadenó cuando el Frente Popular, una coalición de partidos de trabajadores,
sindicatos, marxista-leninistas, anarquistas, republicanos, y nacionalistas de varias
regiones, ganó democráticamente las elecciones de 1936, pero no llegó a gobernar por
el golpe de estado del General Franco y el estallido de la guerra civil española. Durante
la dictadura que siguió a la guerra, la izquierda clandestina se identificó con diferentes
tendencias del Frente Popular (algunas aliadas a los sindicatos, como la Confederación
Nacional de los Trabajadores, Organización Revolucionaria de los Trabajadores,
Partido del Trabajo; otras tendentes al internacionalismo revolucionario, como el
Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, o la Liga Comunista Revolucionaria,
entre otros) y proyectó realizar su potencial.
Tras el verano de 1974, cuando se publicaron en la prensa los primeros indicios
de la precaria salud de Franco, hasta su fallecimiento en noviembre de 1975, la incer-
tidumbre y el temor no cedieron, y el archivo del franquismo siguió ejerciendo su peso
en la transición española. Desgraciadamente, como solía decir el celebrado novelista
Manuel Vázquez Montalbán, la transición demostró que ‘contra Franco vivíamos

2
‘The archive is first the law of what can be said, the system that governs the appearance of statements as unique
events. But the archive is also that that which determines that all these things said [. . .] are composed together
in accordance with multiple relations, maintained or blurred in accordance with multiple regularities [. . .]. It
is that which, at the very root of the statement-event, and in that which embodies it, defines at the outset the
system of its enunciability’ (Foucault 1972: 129; énfasis en el original).
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mejor’ (citado en Vilarós, 1998: 15) es decir, la izquierda volvió a verse coartada
y desorientada por no tener un enemigo común contra el que organizarse, y la nece-
sidad de paz y unidad bajo la nueva democracia hicieron que el primer gobierno
democrático español comenzara una campaña de desmemoria con el pasado. En
el clima volátil de la España post-dictadura, la historia oficial bajó el tono de
indignación contra la era franquista y silenció las voces radicales y disonantes que
habían soñado una vuelta del Frente Popular después de la muerte de Franco.
Durante dos años, el gobierno de transición, que incluía muchos de los antiguos
miembros del gabinete de Franco, ejerció una represión sin tregua sobre los
movimientos que representaban tendencias radicales de izquierda, sobre todo los de
jóvenes.3 El primer gobierno democrático de la transición, bajo la presidencia de
Adolfo Suárez del partido UCD (Unión de Centro Democrático) llegaría a reconocer
sólo partidos de la izquierda que negaran toda conexión con el proyecto del Frente
Popular. Incluso el jefe del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo, dijo
que ‘no era cuestión de declararse en guerra por cambiar un color de la bandera’
(refiriéndose a la bandera republicana que adoptó el Frente popular, roja-amarilla-
morada, en vez de la del Estado español roja-gualda-roja) (citado en Velázquez y
Memba, 1995: 60); Carrillo consideraba que la monarquía quedaba tan al margen del
nuevo proyecto democrático que no le parecía relevante someterla a discusión. Sin
embargo, no fue sólo la propuesta de la republica la que quedó de lado: el proyecto
radical del Frente Popular fue pasado por alto una vez más, con un nuevo sistema de
gobierno que redujo el impacto de la izquierda, diluyó el impacto de tres años de
guerra sangrienta y desigual, y optó por imponer silencio en los años de represión que
siguieron, en aras de la unidad y armonía nacionales.
La llamada ‘movida madrileña’ del final de los años setenta y comienzo de los
ochenta, los años de la UCD, fueron testigos de la aparente pérdida del archivo
del franquismo como punto de referencia. Al tiempo que sentimientos de alivio y
liberación se extendían incluso entre los hasta entonces jóvenes radicales, también se
difundía una ola de desubicación y desidia. La ‘movida madrileña’ era un movimien-
to de la contracultura originado entre los jóvenes de la capital, y pronto adoptado en
otras grandes ciudades como Barcelona, Bilbao, o Valencia. Con el frenesí que le
caracterizaba, con drogas, sexo y noches enteras de fiesta en las ciudades, la movida
representaba una inconsciente, frívola, y al mismo tiempo amarga respuesta a la
violencia sobre la que estuvo fundada la dictadura, seguida por una nación demo-
crática que impuso silencio por la paz. Del mismo modo, la resistencia contra el Estado
entre los jóvenes cedió a un sentimiento de total indiferencia, cinismo, y despego
de la sociedad civil democrática, lo que en aquellos años se llamó ‘pasotismo’, como
el deseo de ‘pasar’ o no jugar en el juego de cartas, cuando la situación política
exigía asumir la responsabilidad individual. Ambos fueron reacciones al movimiento
anterior de una izquierda que se había acostumbrado a arriesgar las vidas de sus
miembros y ahora había quedado neutralizada.
La necesidad de un proyecto político centrado en la reforma social recibió un
renovado interés con la victoria del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) en

3
Véase el libro de Velázquez y Memba (1995: 23–75) para un detallado estudio de la represión de la izquierda
radical.
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1982, que fue conseguida con la promesa de crear nuevos puestos de trabajo, realizar
la reforma agraria, y renovar completamente el gabinete gubernamental, en el que
aún quedaban miembros del antiguo régimen. Pero en 1986, alegando que había
llegado el momento de ‘modernizar’ España, el gobierno consiguió convencer aún al
electorado de izquierda de que el país debía entrar en el entonces llamado Mercado
Común Europeo, además de la Alianza Atlántica (OTAN). La ‘reconversión indus-
trial’ legó la pérdida de 1.417.828 puestos de trabajo en 1986 (Velázquez y Memba,
1995: 87), y la adopción de una política económica neoliberal dejó claro que la
amnesia y el silencio ante el pasado iban a permanecer dentro de una redefinición de
la izquierda española en el poder, esta vez renacida como socialdemocracia.
Finalmente, en la década de los noventa destacó la triple celebración del año 92:
los juegos olímpicos en Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla, y la polémica
celebración del quinto centenario del llamado ‘descubrimiento de América’. Todos
ellos tuvieron como objetivo demostrar la integración de España en el ámbito
internacional, especialmente en Europa, además de reforzar su conexión con
las Américas.4 Al coordinar todas estas actividades en Madrid y diferentes partes
del país, el Estado español tuvo la oportunidad de demostrar la singularidad de sus
incipientes comunidades autónomas, además de subrayar su unidad nacional. Pero
el 92 también coincidió con las secuelas de varios escándalos de corrupción en el
partido socialista, y generó una nueva situación en la que la necesidad de sufragar los
gastos de los actos públicos impulsó la reducción de programas que apoyaban a las
clases trabajadoras, y sujetó la economía a las exigencias de la Unión Europea.5
El año 2000, con el segundo mandato del partido conservador de José María Aznar,
inauguró un tiempo de prosperidad para algunos y escasez para otros, con precios de
inmobiliaria en ascenso y restricciones en los subsidios de desempleo. Durante aquellos
años se extendió una actitud de conformismo y liberalismo que permanece en nuestros
días. Tras asentarse los escombros del muro de Berlín en Europa, se instaló una
alianza entre la democracia y el neoliberalismo como base de la mayor parte de los
regímenes occidentales. Aunque los intelectuales de izquierda han continuado activos
como agitadores de la conciencia social, pocos claman por cambios que amenacen
la base del sistema económico. Aún con una legislatura socialista desde 2004, en la
cual se introdujeron medidas radicales tales como el matrimonio homosexual y una
amnistía general de emigrantes ‘sin papeles’ o indocumentados, España continúa
alineándose con la política económica de las naciones más poderosas de Europa, y
manteniéndose a una distancia prudencial de los regímenes radicales recientemente
elegidos en América latina.
Sin embargo, dos acciones que movilizaron la oposición de izquierda en España
fueron la adhesión de Aznar a las medidas antiterroristas del presidente norteameri-
cano George Bush, así como la invasión de Irak que comenzó en el año 2003. La
novela de Belén Gopegui El lado frío de la almohada (abreviada desde ahora como

4
Para un análisis crítico de este período véase Labanyi, 2002; Subirats, 1994; Vilarós, 1998. Para un análisis de
la Exposición Universal en Sevilla, véase Pérez de Mendiola, 1996.
5
Los escándalos del PSOE giraron alrededor de Juan Guerra, hermano del entonces vicepresidente, que había
creado una oficina falsa en el gobierno de la autonomía andaluza, y desvió los fondos de dicha oficina para
beneficio propio y de miembros de su partido.
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El lado frío) se sitúa al comienzo de esta guerra, que a su vez tuvo lugar sólo un
mes antes del encarcelamiento de setenta y cinco disidentes en La Habana. Para los
personajes cubanos en la novela, los dos eventos representan dos polos opuestos
en una línea ética, pues la guerra de Irak constituye una expresión del imperialismo
estadounidense y la hegemonía de los estados regidos por el afán de lucro, mientras
que en La Habana un régimen basado en principios humanísticos aplica medidas
drásticas para defenderse (Gopegui, 2004: 68–69). Cuba emerge en la escritura de
Gopegui como la encarnación en otro país del espectro del proyecto liberador de
la izquierda española, que fue primero brutalmente reprimido, después aislado y
dividido, y finalmente neutralizado y trivializado. Así, la revolución cubana es un
revenant, en la descripción derridiana del fantasma del marxismo, un espíritu del
pasado que se nos aparece, en un momento en que se sufre de dislocación y desar-
monía, en el que rigen la injusticia y la derrota de los principios que parecían más
elementales (Derrida, 1994: 4–29). Para Gopegui, Cuba es una figura que, como
un fantasma, nos llama desde el futuro, como la promesa de una utopía aún no
realizada, como dice la protagonista de El lado frío ‘Existe Cuba, es como decir que
existe la posibilidad de actuar’ (Gopegui, 2004: 134). De esta manera, como es común
en el discurso tanto de los que están a favor como de los que están en contra de la
revolución cubana, la idea de Cuba como nación se funde con la revolución, como
si no existiera nada fuera de ella. La próxima sección amplía la conexión entre la
imaginación colectiva de España y algunos acontecimientos recientes en Cuba.

El libro cubano en España, nuevo producto


En una era de conformismo y cierto letargo en los círculos de la izquierda española,
así como el desarrollo de una economía globalizada y amplio conocimiento tecnológico,
irrumpe Cuba al final del Período Especial. En este período, la caída del bloque
soviético y la retirada de subsidios desencadenó una severa escasez económica y
radicales cambios sociales en la isla.6 Uno de estos cambios fue un decreto pronunciado
en noviembre de 1993, que autorizó a los escritores cubanos a publicar en el extranjero,
y produjo una verdadera explosión de libros cubanos publicados en España. La nueva
escena de publicación hizo que se dibujaran de nuevo las fronteras de la cultura
cubana aún más allá de la diáspora, al tiempo que escritores residentes en Cuba como
Pedro Juan Gutiérrez se hicieron tan populares entre los lectores como Zoé Valdés,
que vive hace tiempo en París. En esta aparente apertura mutua entre España y Cuba,
se privilegiaron en la ficción algunas representaciones que han venido ofreciendo
especial atractivo en España, como las transacciones con jineteras, la supuesta
excepcionalidad de la mulata cubana, la nostalgia de las ruinas y la dignidad de la
pobreza, entre otras. Los escritores cubanos que han publicado en España — otros
ejemplos incluyen Abilio Estévez, Ena Lucía Portela y Rolando Menéndez — en gran
medida explotaron el reclamo de ser un anacronismo socialista tras la caída del muro

6
Aunque la cronología del Período Especial aún está en disputa, estoy siguiendo aquí a Esther Whitfield, para
quien el Período Especial comienza con la proclamación oficial por parte de Fidel en 1990, y termina con una
declaración de Fidel bastante informal, pero cierta, en la que establece en 2005 que ‘el período especial se había
dejado atrás’ (Whitfield, 2008: 2).
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 249

de Berlín, y algunos — especialmente Pedro Juan Gutiérrez — se valieron de la ironía


para llamar la atención a la fuente europea y estadounidense de esos mitos (Whitfield,
2008: 97–126).
La popularidad de los libros escritos por cubanos dentro y fuera de la isla, junto
con la consolidación de un nuevo Ministerio de Turismo en la Cuba post-Período
Especial, acentuó el interés en el país caribeño y produjo una nueva cosecha de libros
sobre Cuba escritos por españoles, tales como Así en La Habana como en el cielo
(1998) y El niño de luto y el cocinero del Papa (2001) de J. J. de Armas Marcelo;
Amanecer con hormigas en la boca (1999) de Miguel Barroso; Habanera (1999) de
Ángeles Dalmau; La noche de la jinetera (1997) o Regreso a La Habana (2001) de
Jordi Sierra i Fabra; Los placeres de La Habana (2000) de Vicente Romero; Davalú
o el dolor (2001) de Rafael Argullol; Por el cielo y más allá (2001) de Carme Riera,
y El lado frío de la almohada (2004) de Belén Gopegui, entre otros. Han seguido
otras novelas publicadas por Anagrama, Muerte de un murciano en La Habana (2006)
por la cubana americana Teresa Dovalpage, y la premiada por Alfaguara en 2008,
Chiquita, por Antonio Orlando Rodríguez, cubano y residente en Colombia.
Además de la fuerte presencia cubana en el imaginario colectivo español, influyen
otros factores en la compleja relación de Gopegui con Cuba. En el año 2005, justo
después de que se publicó El lado frío, unas quinientas editoriales de variado tamaño
y temática comenzaron a publicar en la Península más de cincuenta mil libros al año,
de los que al menos quinientos eran escritos por novelistas principiantes (Montesa,
2005: 17). En aquel momento los periódicos recibían unos doce mil libros para reseñar
al año, y las reseñas eran leídas con avidez, contribuyendo a más ventas. En años
recientes, el concepto de comprar un libro adquirió prestigio en España, aunque
el número real de lectores se ha mantenido bajo: sólo un ocho por ciento de los
españoles tiene hábito de lectura, y cuatro de cada diez españoles no lee nunca
(Montesa, 2005: 18). Además, los efectos de la cultura han ido cambiando. En
palabras de Velázquez y Memba:
La cultura ya no es aquel promontorio desde el que se lanzaban los dardos contra el
dominio social y económico, ni la esfera donde se esperaba ver realizada la libertad, o al
menos la libertad de creación y expresión. El resultado aparente es que [la cultura] ha
acabado por convertirse en un espectáculo orientado hacia el entretenimiento, en el
que se dejan en la oscuridad, pues deslucirían los trucos, los intereses económicos e
ideológicos. (1995: 22)

Cuando la literatura se asocia con el ocio y el entretenimiento, la promoción de libros


y su consumo apela a las mismas categorías que esta industria.
En este próspero mercado del libro, ciertas casas de publicación han tratado de
crear su firma, y dirigirse a tipos específicos de lectores. Algunas de las pequeñas
editoriales están creciendo gracias a su interés por Cuba, como es el caso de Caballo
de Troya o El Viejo Topo. Otras, como la madrileña Colibrí, están especializadas en
libros de la diáspora cubana. Hasta la fecha, todas las novelas de Gopegui han sido
publicadas por la prestigiosa Anagrama, que está orientada hacia novelistas jóvenes
y es conocida por sus excelentes traducciones de libros extranjeros. Aunque no tan
empeñada en el éxito comercial como otras editoriales, Anagrama promociona el
premio Herralde de novela, lo cual contribuye a más ventas, tal y como lo hacen las
editoriales Planeta y Alfaguara con sus premios.
250 ANA SERRA

La política de los premios y las ceremonias de promoción que los acompañan han
contribuido a aumentar el estatus del libro como mercancía desde la década de los
noventa. En este contexto, la presentación de un libro como un producto atractivo
ha tomado múltiples formas. Para empezar, otras contribuciones de los escritores
— sean de ficción, blogs, o editoriales — y la asistencia a actos públicos o entrevistas
contribuyen a promocionar sus nuevos libros. En mayor o menor medida, cada autor
cultiva una personalidad pública que guarda una cierta coherencia con sus escritos y
las opiniones que expresan en público. Como ha dicho Germán Gullón, la nueva
escena de publicación en España recrea el concepto del ‘libro espectáculo’, a juzgar
por la pompa y circunstancia que acompaña al lanzamiento de un libro, y el ‘autor
marca’, que coloca al escritor en una cierta trayectoria de acuerdo con lo que ha
escrito antes y después de ese momento, y de alguna manera condiciona cómo se
va a recibir un libro. Dentro de este marco, Gopegui ha cultivado la imagen de una
escritora política, e incluso ha querido a menudo influir a los lectores para que lean
sus libros de cierta forma. En una entrevista con un crítico literario Gopegui subrayó:
‘Yo creo que una novela tiene que ir contra una cosa. No me gusta esta idea de que
cada uno lee la novela y saca su interpretación [. . .]. Por así decir, si la vida pasa en
la realidad, habrá que sacar la realidad tal y como es, no imágenes de la realidad’
(Legido-Quigley, 1999: 99). Para Gopegui, la ‘realidad’ es indiscutible, y el deber del
autor es plasmarla ‘tal como es’.
A este respecto Gopegui se sitúa en contra de algunos de sus contemporáneos,
los llamados ‘nuevos narradores’, que nacieron al final de los sesenta y comenzaron
a publicar sus primeras novelas en la década de los noventa. Lo que se ha dado en
llamar Generación X parece tener más en común con el posmodernismo norteameri-
cano, con los juegos de estilo y temas de decadencia urbana tales como la droga, el
sexo y el anonimato.7 A diferencia de estos autores, Gopegui cree que la literatura
debe ser una herramienta para crear conciencia sobre el lamentable estado actual de
apatía e indiferencia ante las lacras de la sociedad contemporánea.

El despertar a ‘la realidad’ desde el lado frío de la almohada


Una constante en la obra de Gopegui es elucidar qué es ‘la realidad’. En sus primeras
novelas, ‘el mundo real’ surge de cómo cada uno entiende lo que existe, que de hecho
llega a ser una construcción engañosa y ambigua. En La escala de los mapas (1993),
por ejemplo, la protagonista explica las diferencias entre él y su amante con la
metáfora de que, tal y como los mapas tienen diferentes escalas, los individuos tienen
diferentes varas para medir la realidad que a veces son imposibles de reconciliar.
Tocarnos la cara (1995) es sobre una compañía de teatro experimental que escenifica
las fantasías y traumas de su director, y de esta manera borra los límites entre la
realidad y las ficciones con las que el individuo construye la realidad. Conforme
Gopegui se fue haciendo más política, la realidad pasó a ser equivalente a la ‘falsa
conciencia’ de la teoría marxista, que oscurece el entendimiento de las relaciones de
dominación intrínsecas a la sociedad. Al percibir una creciente indiferencia contra la
desigualdad social en España, Gopegui se dirigió contra las fuerzas que dan forma a

7
Sobre el debate acerca de la Generación X, véase Dorca, 1997; Urioste, 1997–98; Molinaro, 2005.
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 251

la realidad de acuerdo a las reglas que impone el mercado; tal entendimiento de la


realidad basado en la ganancia y el lucro tiene que ser reemplazado por una realidad
basada en ‘el Bien’ (Gopegui, 2001b: 1).
Por su parte, el clima que Gopegui representa en La conquista del aire (1998) y
Lo real (2001) es el de ‘las democracias de tarjeta de crédito’ (citado en Odartey-
Wellington, 2008). En La conquista del aire, Gopegui especula con los mecanismos
de construcción de la conciencia colectiva, y el papel del dinero en esta estructura.
Los protagonistas de esta novela son cuatro amigos de la misma generación que
Gopegui, todos ellos con tendencias políticas de izquierda en su juventud; cuando uno
de ellos les pide a los otros un préstamo de una cantidad considerable, las relaciones
entre los cuatro amigos llegan a desmoronarse, y este proceso les hace darse cuenta
del extremo al que han traicionado sus ideales de juventud. Esta novela resultó del
gran desencanto que siguió a la cuarta y última legislatura socialista bajo Felipe
González (1993–96), asaeteada por escándalos políticos y financieros, el aumento del
consumismo complaciente y la pretensión de que la desigualdad económica podría ser
combatida siguiendo los dictados de la Unión Europea.
De todas las novelas de Gopegui, Lo real es la que más claramente desafía la
autoridad de las narrativas dominantes. Como Gopegui misma ha dicho, su principal
objetivo al escribir esta novela era una crítica del mito de la movilidad social en un
Estado capitalista (citado en Gopegui, 2002). Para Gopegui, el capitalismo alimenta
en cada individuo el deseo de poseer una parte de los medios de producción, pero
como es imposible que las personas lleguen a conseguir este objetivo, el sistema suple
esta carencia con el mito del trabajador que consigue sacar adelante a su familia
y obtiene unas expectativas de vida mejores para sus hijos. Lo real deconstruye la
división de trabajo que legitima la desigualdad, y perfila a un protagonista que se
aprovecha de las reglas defectuosas del capitalismo y su inherente corrupción, y
consigue ser el dueño de algunos de medios de producción. Hijo de un ejecutivo de
MATESA, una fábrica de textiles que fue arruinada por escándalos de corrupción en
el tardofranquismo, el protagonista también nos recuerda que, mientras los directivos
de MATESA salieron indemnes o fueron amnistiados tras una condena corta, los
subordinados, el padre del protagonista entre ellos, fueron procesados. La sugerencia
implícita en la narración es que este tipo de corrupción no acabó con el franquismo,
sino que es endémica en un sistema capitalista.
En síntesis, en la obra de Gopegui, ‘Hay tres mundos, un mundo real, un mundo
imaginado, y un mundo para hacer, un mundo en el que una clase social no tendrá
que alimentar a la otra [. . .]. La lucha por mundos imaginados no se puede separar
de la lucha contra el orden establecido’ (Gopegui, 2002: 202). En esta cita Gopegui
revela la urgencia de ir más allá de la actual alianza incuestionable entre democracia
parcial y liberalismo económico, y hacia un orden social más egalitario. En El padre
de Blancanieves (2007), su novela más reciente, Gopegui adopta la perspectiva étnica
centrándose en la tensión que se crea entre una maestra de escuela y un emigrante
ecuatoriano; cuando la maestra accidentalmente hace que despidan al empleado
ecuatoriano de su trabajo en un supermercado, éste último va a casa de ella y le
amenaza con no irse hasta que le consiga otro trabajo. Este análisis de las tensiones
étnicas y culturales fue publicado tras el malestar generado entre los conservadores
en España por una amnistía general de los emigrantes sin papeles.
252 ANA SERRA

Nacida en 1964, Gopegui pertenece a la generación de los que tienen sólo vagos
recuerdos de la transición a la democracia. La autora considera que está en una
peculiar posición dentro de su generación, intercalada entre una generación desencan-
tada, y una indiferente. Esta generación vivió un momento en el que las personas
hablaban de la política más asiduamente, pero no tomaban parte en ella (Rivera de
la Cruz, 1997). Como consecuencia, habiendo llegado a cierta edad, gran parte de la
gente de su generación se ha hecho mucho más conservadora (Legido-Quigley, 1999:
99). Como antídoto, Gopegui asegura que la política es ‘no tratar de cambiar los
actos, sino las reglas detrás de esos actos’ (Legido-Quigley, 1999: 100), pero lamenta
que la izquierda española ha dejado de cuestionar dichas reglas. En La conquista del
aire el narrador se refiere a los que dicen ser de izquierda aún sin convencimiento
en sus correspondientes ideales: para ellos, ser de izquierda se ha convertido en un
‘ritual estético’ (1998: 60). Asegura la autora que los medios de comunicación de la
cultura están en manos de gente que solían ser de izquierda, pero ya no lo son; para
Gopegui los comunicadores culturales como Rosa Montero y otros editorialistas de
El País se han acomodado y conformado con el sistema capitalista, y ya no llegan a
cuestionar y minar sus raíces (Punzano, 2004). Esa necesidad fundamental de atacar
al sistema capitalista de raíz, supuestamente, se evidencia en su novela El lado frío.
En su búsqueda de una realidad que desafíe al sistema capitalista, Gopegui pone
el punto de mira en la revolución cubana, que para ella representa toda la nación
cubana. Al decir en esta novela y en declaraciones en entrevistas que el encarcela-
miento de los disidentes en 2003 era legítimo, Gopegui se situó al margen de otros
intelectuales como Günter Grass, José Saramago y Susan Sontag, Pedro Almodóvar
y Manuel Vázquez Montalbán, Josep Ramoneda, y Antonio Tabucchi, entre otros,
que habían apoyado a la revolución durante años, pero firmaron una carta contra
lo que ellos juzgaban una violación de derechos humanos (De la Nuez, 2006: 65).
Con esta postura, Gopegui apoyó la declaración del estado cubano, que se justificó
alegando que los disidentes estaban siendo apoyados y financiados por Estados
Unidos.
El lado frío resultó generar mucha atención, con dos ediciones en España y una en
Cuba (Arte y Literatura, 2005), foros de discusión en El Mundo y El País, numerosas
entrevistas y artículos en la revista literaria cubana La Jiribilla, y en revistas y sitios
de Internet radicales en España, como Youkali: Revista crítica de las artes y el
pensamiento o rebellion.org. Además, Gopegui recibió muchos elogios por parte
de Francisco Umbral, una figura influyente entre los intelectuales de la izquierda
española, que declaró que la autora estaba entre los pocos escritores españoles que se
mantenía al margen de la literatura que vende bien, y está desprovista de sustancia.
Zoé Valdés, por otra parte, criticó duramente a Gopegui en un artículo en El Mundo
por ofrecer su propia versión de los acontecimientos del 2003 en Cuba, sin llegar
a entrevistarse directamente con los disidentes. En su respuesta en otro Encuentro
digital en El Mundo, Gopegui explicó que su objetivo era desafiar lo que los medios
de comunicación suelen decir sobre Cuba, y dar versiones distintas de los hechos.
Para Gopegui, Cuba es el lado frío de la almohada en el sentido de algo que nos saca
de nuestra complacencia y comodidad burguesa, y nos expone a otras construcciones
de la realidad. Sin juzgar si llega a conseguir sus objetivos, sin duda la revolución
cubana ha contribuido a solidificar la ‘marca’ de Gopegui como autora, desde una
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 253

postura crítica contra la izquierda apática, hasta convertirse en proponente de un


modelo alternativo, quizás el producto de su propia visión, en la isla de Cuba.
La próxima sección se centra en el género literario que Gopegui emplea para
hacer esa visión explícita, y las consecuencias que resultan del hecho de que este
género tiene una larga tradición política tanto en España como en Cuba.

Variaciones de la novela de espías: la búsqueda engañosa de un


orden utópico
Dado su anclaje en el imaginario de España, no es coincidencia que, en vez de situar
la narración en la isla, Gopegui elige escribir sobre una espía cubana residente en
Madrid. La novela no parece ajustarse al género de espías, y Gopegui misma explica
que no querría adherirse a un modelo tan formulaico y comercial. Sin embargo, la
figura del espía le permite jugar con la fantasía de la doble vida, que ha sido motivo
recurrente en anteriores novelas. El hecho de que un espía no es nunca él/ella misma,
sino que finge ser otra persona, encarna para Gopegui la falsa conciencia o el engaño
ideológico sobre el que la gente supuestamente construye su vida. Para la autora,
como es difícil volverse ‘al otro lado de la almohada’, casi nunca se está en contacto
con los ‘otros’, los que inspiran temor o esperanza, y los que supuestamente llevarían
a uno a querer realizar el sueño de una realidad alternativa.
El género de espías está directamente ligado al género más popular de la novela
detectivesca, que tiene una larga tradición en las últimas décadas desde la transición
a la democracia en España. De acuerdo con el estudio de Mari Paz Balibrea Enríquez,
en la década de los ochenta, las historias de policías y detectives de Eduardo Men-
doza, Juan Madrid, Andreu Martín, y otros mostraron un impulso de recuperación
del pasado, un síntoma del hecho de que el proyecto radical de izquierda anterior
a Franco nunca se hizo realidad. La misión del detective en aquellas novelas era
descubrir los elementos de un caso que había sido cerrado u olvidado, es decir, las
novelas de detectives de los ochenta hicieron un intento de traer la Historia de vuelta
a la discusión. Más tarde, en los años noventa, la cuestión fue decidir qué versión de
la historia era más aceptable y por qué, y tratar de generar versiones alternativas.
La explosión de la novela de detectives de los primeros diez años de democracia se
debió en parte a la renovada creencia en una dimensión utópica, en la que el orden
podría restablecerse, y un concepto del bien y el mal que era relativamente fácil de
identificar. La realidad al final de los noventa en España es más sombría: cuando
Manuel Vázquez Montalbán escribe su serie sobre el detective Carvalho, los crímenes
casi nunca quedan resueltos y el orden no llega a restablecerse. Como explica Balibrea
Enríquez, la palabra utopía se convierte en un tabú en esta serie de Montalbán, y el
debate se centra en cómo describir la realidad y definir la posición del intelectual
dentro de ella (2004: 160). Mientras que ya no se cree en Verdades, el Mal aún se
vislumbra: como decía el propio Vázquez Montalbán ‘El Bien no existe, pero el Mal
me parece o me temo que sí’ (citado en Balibrea Enríquez, 2004: 145).
La novela policíaca y de detectives también ha sufrido radicales transformaciones
en Cuba. El Ministro del Interior (MININT) promocionó activamente el género con
la creación del premio para la ‘mejor novela policíaca socialista’ en 1972, durante el
254 ANA SERRA

primer Congreso de Educación y Cultura que se celebró tras el llamado caso Padilla.8
Este género se hizo muy popular desde el final de la década de los setenta, dando
como fruto excelentes novelas como Y si muero mañana de Luis Rogelio Nogueras
(1978), y Joy (1978) y Allá ellos (1991) de Daniel Chavarría (Braham, 2004: 36). Estas
novelas modificaron radicalmente el modelo estadounidense, que se sigue en España
también, en el que el espía trabaja individualmente; en las novelas cubanas, los
Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y otros agentes de la comunidad
colaboran con los detectives o policías para descubrir los designios de los agentes de
la CIA. Sin embargo, los años noventa también trajeron una subversión del modelo
socialista de la novela policíaca en la serie de Leonardo Padura, en la que el detective
Mario Conde destapa casos de corrupción del estado cubano. En vez de revoluciona-
rios-modelo que denuncian un complot contrarrevolucionario, el detective en novelas
cubanas recientes es un cínico anti-héroe que pone en evidencia las apariencias
engañosas del buen comportamiento revolucionario. El villano de estas novelas no es
sino la élite revolucionaria anterior.
En El lado frío Gopegui desbarata las convenciones de la novela de espías y de
detectives, con una primera escena en la que ya se revela que Laura, la protagonista,
va a morir al final de la historia, y un final que permite que el desorden en el orden
social permanezca. El conflicto principal es que los agentes cubanos fingen que un
grupo de los suyos se han vuelto contra la revolución y están dispuestos a entregar
una lista de espías cubanos que trabajan en Madrid a cambio de tres millones de
dólares, los cuales van a gastar en ordenadores. El motivo real de la operación es
hacerle una encerrona a la agente estadounidense Wilson, que apoya la línea dura de
las sanciones contra Cuba, de manera que se le incrimine y pierda así su puesto en
Madrid. Del mismo modo que en otras novelas de espías en Cuba, los personajes
positivos son agentes de la Seguridad del Estado cubana que conspiran contra agentes
americanos. Sin embargo, en general el recuento de los actos de los espías es
bastante desapasionado en la novela de Gopegui. El núcleo del conflicto, en el que
se enfrentan la convicción política y otras pasiones humanas, está en la relación
entre los dos protagonistas. Después de la muerte de Laura, una escena retrospectiva
trae al lector al momento en que Laura conoce a Phillip Hull, un diplomático
estadounidense radicado en Madrid, con quien pronto le une una atracción fatal. La
próxima sección explica las implicaciones políticas de esta relación.

Amistades peligrosas: el compromiso revolucionario en la era


post-soviética
Phillip Hull tiene 57 años, está al final de una carrera bastante deslucida, y busca
emociones fuertes que le devuelvan su autoestima. Laura es mucho más joven y muy
atractiva para Hull, porque le ofrece la oportunidad de pasarse al enemigo y saborear
lo prohibido. En esta novela, el amor y especialmente el sexo tienen un cierto carácter

8
El Caso Padilla marcó un cambio profundo en la política institucional hacia la cultura en Cuba. Después
del muy público procesamiento del poeta cubano Heberto Padilla, coincidiendo con el fracaso de la zafra de
los diez millones y la sovietización de la política cubana desde 1971, la censura y el control de la producción
cultural se recrudecieron considerablemente, en respuesta también a que numerosos autores extranjeros
comenzaron a retirar su apoyo a la revolución.
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 255

sobrenatural. Sin embargo, Hull y Laura acaban siendo ‘dos adúlteros sin marido ni
mujer’ (Gopegui, 2004: 146) en el sentido de que el compromiso político se convierte
en un obstáculo entre ellos. En palabras del crítico Quintín, ‘Hay un algo de misticismo
en ese planteo, la referencia a una trama oculta del mundo para la cual la política o
el amor son vías paralelas de acceso a una misma revelación’. Pero Laura muestra
que la política es con diferencia el camino más adecuado para la revelación. En otras
palabras, cuando Laura elige Cuba en vez de Hull, convierte la filiación política en
un tipo de sacerdocio. Esta convicción política está basada en la culpa, la fe y el deseo
de cambio:
Era lo esplendoroso lo que Laura rehuía, lo que cada día claro le mostraba. Era saber que
si algo, algo político, no ocurría, lo esplendoroso, lo magnífico, lo oportuno, lo meritorio,
lo con suerte o con esfuerzo finalmente conseguido comportaría mezquindad. Porque si
algo, algo político, no ocurría, entonces lo anhelado nunca estaría libre de corrupciones
. . . . Libre de cálculo. (Gopegui, 2004: 35)

Las reflexiones de Laura sólo admiten una cierta postura política como legítima para
motor de las acciones individuales. La idea de una relación amorosa se presenta como
engañosa y abocada a fracasar desde el principio de la novela, después de que Laura
y su antiguo amante Eduardo rompen a causa de la incompatibilidad de sus ideas
políticas. En este sentido, Laura se comporta como una revolucionaria verdadera, en
los términos del Catecismo para jóvenes de Netchaiev:
El revolucionario es un hombre perdido. [. . .] Severo consigo, tiene que serlo con los
demás. Todos los sentimientos de ternura que debilitan, de parentesco, de amistad,
de amor, de agradecimiento, e incluso de honor, tienen que ser sofocados en su fuero
interno por la pasión única y fría de la causa revolucionaria. (citado en Aguado, 2004:
129)

Según la experiencia de Laura, el revolucionario sustituye la cercanía y la intimidad


con otros por la idea de salvación colectiva. Che Guevara expresó esta paradoja
fundamental en su carta, publicada como artículo, ‘El socialismo y el hombre en
Cuba’ (1965): ‘el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de
amor. [. . .] Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a
los pueblos. [. . .] No pueden descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano
hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita’ (1992: 68–69). Al final del
Período Especial, en un momento en el que Cuba es testigo del debilitamiento del
fervor revolucionario, Laura se representa como una oficial intachable, que no tiene
vida privada porque la ideología siempre está primero.
Sin embargo, por encima del celo revolucionario del protagonista, ¿cuál es la
propuesta política de Gopegui? ¿de qué manera la narración verdaderamente mina los
cimientos del sistema capitalista, como aspira a hacer la autora? El convencimiento
político de Laura imposibilita el desarrollo de la narración, y los demás personajes
parecen también inmovilizados por su aislamiento. Hull traiciona a Laura, no por sus
propios fines, sino por su incapacidad para actuar. En esta novela, los personajes
no parecen tener voluntad propia, sino que actúan en respuesta a su inevitable
conformismo y engaño al enfrentarse a fuerzas que son mucho más poderosas que
ellos, tales como la ambición, el poder del dinero o la ideología. Es revelador que la
256 ANA SERRA

autora declara abiertamente que su intención en El lado frío no es tanto discutir los
problemas de Cuba misma, sino explorar el lugar que ocupa Cuba en el imaginario
español (Elizalde y Lagarde, 2004). Para Gopegui, la sola mención de Cuba parece
servir para evocar el desafío del sistema capitalista en el mundo occidental. Citando
a Santiago Alba, un periodista y escritor español residente en Túnez, que también
escribe en foros radicales, no sólo hay que ‘apoyar la revolución’ sino ‘apoyarse en
la revolución’ (citado en Burgos Tejero, 2007) con lo que se refiere al hecho de que
Cuba nos da evidencia tangible de que es posible desafiar la ética del lucro.
El hecho de que Cuba siga siendo el modelo económico radical para Gopegui en la
actualidad parece altamente paradójico sobre todo sin pensamos en los últimos acon-
tecimientos en la isla desde el Período Especial, en el que la necesidad ha impulsado
a los cubanos a la persecución intensa del dólar — ahora son los pesos convertibles
— a través de numerosos negocios, sean legales o ilegales.9 La desconexión entre
la idea que tiene Gopegui de la revolución cubana, y la de otros que han visitado la
isla, o la de los mismos cubanos, se puede explicar por el hecho de que, según la
misma autora admite, Gopegui sólo cuenta con dos viajes de veinte días de visita en
La Habana y Matanzas (Rodríguez Marcos, 2004) y que escribió el ochenta y cinco
por ciento del libro basado en su propia investigación, y el resto de sus propias
observaciones.
Así Gopegui cumple las cuatro características de lo que Iván de la Nuez, el escritor
cubano residente en Madrid, llama ‘la rapsodia roja de la revolución’, o el hábito de
algunos intelectuales de seguir ensalzando a la revolución como símbolo de libertad
en occidente. Estas características son ‘confirmación de una revolución triunfante
allí donde otras fracasaron [. . .] celeridad por el poco tiempo invertido para
dictaminar y ser portavoces de procesos complejos [. . .] distancia por la seguridad
de saber a resguardo su pasión revolucionaria desde las desiguales pero permisivas
democracias occidentales [. . .] discriminación por el invariable segundo plano de
las voces cubanas, que casi siempre han ocupado el lugar de figurantes’ (De la Nuez,
2006: 12).
Las cartas que Laura escribe a un editor del periódico, que bien podría ser el diario
español El País, están dedicadas a desafiar la concepción del mundo de la generación
que apoyaba la izquierda radical en España, pero luego se fue acomodando a los
placeres de la vida burguesa. En opinión de Laura, los sueños de una generación que
nació en la década de los sesenta, lo que el lado frío de la almohada les ofrece, no
aportan nada para los que quieren sustituir la ‘ética del lucro’ por la ‘ética del Bien’,
personificado este último en la Cuba revolucionaria (Gopegui, 2001b: 30).
La novela de Gopegui ilustra cómo una narración construida someramente, con
personajes bastante superficiales y una postura ideológica con poco fundamento o
documentación, puede ser un éxito si se da el clima político apropiado en España.
El hecho de que Hull, el personaje que trata de descarriar a la heroína, sea un
espía norteamericano, exime a los españoles de toda culpa. Los aliados de Hull
son hombres de negocios españoles, dobles agentes y observadores pasivos, pero no
juegan un papel importante en la historia y no parecen tener una opinión de Cuba.

9
Véase Barbassa (2005) para un relato periodístico de este período o, para una visión crítica sobre el culto al
dinero desde adentro de Cuba, léase Antonio José Ponte (2001).
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 257

Las ideas de Laura se contrarrestan sólo con las de Hull, el estadounidense que
representa las ideas neoliberales. La historia se desarrolla en Madrid como podría
tener lugar en cualquier otra ciudad de Europa, con lo cual el autor no examina el
papel que puedan tener los españoles mismos en la supresión de la izquierda radical.
Cuba misma no aparece como sociedad civil, donde la gente tiene una opinión sobre
la compleja cuestión de los setenta y cinco disidentes. Las sanciones del gobierno
español a Cuba también se omiten, en una narración en la que la revolución cubana
continúa siendo una contraseña para el potencial no realizado de la izquierda radical
española.
El éxito de El lado frío se debe en gran parte al hecho de que el sueño de la utopía
cubana continúa teniendo atractivo en España, y la respuesta entusiasta que el libro
generó en Cuba demuestra que las instituciones culturales cubanas se recrean en
este sueño. Por otra parte, la recepción tan entusiasta de la novela es para algunos
un reclamo, a hacerse conscientes de que Cuba debe ser entendida en sus propios
términos, no como una extensión del imaginario colectivo de ningún otro país. En
esta novela el espacio íntimo del descanso individual en la cama sirve como vehículo
para expresar una actitud extrema entre los intelectuales en España, la suspensión
de toda crítica a Cuba. El problema es que la metáfora de un espacio tan íntimo no
deja lugar para el otro, y como resultado la novela expone visiones muy personales
de la isla, que muestran a su vez características comunes con recuentos periodísticos
o narrativa escrita en España. En éste y otros relatos, el narrador se comporta como
un turista ideológico que da una descripción bastante impresionista de la situación
actual en Cuba. La isla aparece como un espacio colonizado, sobre el cual otros
proyectan sus propias visiones del presente y el futuro.

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This article analyses the controversial role that the Cuban revolution plays in the
imaginary of some sectors of the Spanish radical left, through a contextualized
reading of El lado frío de la almohada, by Belén Gopegui (b. Barcelona, 1963). In
EL LADO FRÍO DE LA ALMOHADA 259

a historical process that begins before the Spanish Civil War, the repression,
neutralization, and trivialization of the extreme left have given Cuba a central role
in locating utopian desire in a remote country that arguably has a strong kinship
with Spain. The publishing boom of Cuban books in Spain, aided by political
and economic factors, as well as the tradition and popularity of detective and
spy novels in both countries, have caused Belén Gopegui’s novel to be a great
success. However, one can question whether the author achieves her stated
political objectives; note her difficulties in spinning a narrative driven almost
exclusively by ideology; and wonder whether the appropriate approach to the
Cuban revolution on the part of Spanish intellectuals should emanate from
their own collective imaginary, especially if the latter enacts a self-projection
approximating to a neocolonial fantasy.

keywords Belén Gopegui, intellectual history of Spanish radical left, contemporary


Spanish editorial policies, contemporary detective novel in Spain and Cuba, Cuban
special period

Nota sobre la autora


Ana Serra es Associate Professor de Español y Estudios Latinomericanos en American
University, en Washington DC, Estados Unidos. Sus publicaciones incluyen: The New
Man in Cuba: Culture and Identity in the Revolution (University Press of Florida,
2007); artículos sobre literatura y cine cubanos, e ideologías políticas de los sesenta y
de los noventa, publicados en Journal of Latin American Cultural Studies, Revista de
Estudios Hispánicos, Journal of Gender Studies, and Chasqui: Revista de Literatura
Latinoamericana, entre otros. Su investigación más reciente examina representaciones
de Cuba desde el período colonial hasta el presente, en la narrativa española
contemporánea.
Diríjase la correspondencia a: Professor Ana Serra, Department of Language and
Foreign Studies, American University, 4400 Massachusetts Ave NW. Washington DC
20016, USA. Correo-e: aserra@american.edu
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