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La renovación de

la socialdemocracia

Anthony Giddens
IA TERCERA VlA
Título origina]: TheThird Way
D . R. © Anthony Gtddms, 1998
burux

T
D . R . & De l i edición isipaíiola;
íífupo Smiilfani de Edición», SA, 199?
’lórrelaguna 60, 2804Í, Madrid, Eiparia
D.íLODf c a edición:
Sanrillajia Kítioones Generales, SA .d eC .V -, I9W
Av. Universidad 767, CoL dd Valle
M éaco, D,P. 03lOO,Td¿f&íio 5*20 7530
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* Diuribuidoia y ¡ i d i m Ajuib/. A ir a iim u s , Alfaguara, S A ,


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* Editorial Sim ilhna loe.
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20Á$ H. W . $ 6lh Avenue Hiami, Fl.» 33172 U SA
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* Agtilar Chilena de Ediciones Lrda.
Dr. Aníbal Amrfa 1444.
Providencia, Santiago de Cl»ile. Tel,; 600 7 3J 10 03
» Emiliana <|ejCosta Rica, S A
Apdo. Fosca! 8 7 8 -150» San José 1 ¿7 1-2050. C sn u rt.íí3-

Prime/acdiciM; abril Je 2000


$£xia reimpresión: junio de 2005

ISBN: %8-l 9-0697-7


D. R. ÍJ IMscñoJe cubierta: PepCairió y SontaSdncht2
tX R. © Traducción: Pedro Cifucnt« I Ium±:

Im preso en Mélico

[ c d w t í d f íe t lv * ftsefv a d *. E a i puMxarion n c puede ser re p m d ira b . ni <n ti>i> (tí f íif ü i t f ,


ni r ^ s r a d j «n o m riíTiú[ ¡da pMuijs'iíUfQl de AXM pcnoln tic i nía m u o ¿ n . en ningurii ¿vttm ni
por ningún mddiíi, * e j nyeAniots ÍWOqij£fil»COkíJectríiiÍtt>vjii^i<ílk»,dfienoáj*icQ, por fccixofiii
C o ia L y in « tt\ tin 1 1p e m il» prM o, poí «Ctito, A t b editorial.-
Í n d ic e

P r e f a c i o - - - ................................... ......................................................................... 7

1 E l -S O C IA L I S M O Y S U P O S T E R I D A D ................................................ 11

l , a m u e r t e d e l s o c i a l i s m o ............................................................ 13

L a s o c ia ld e m o c r A c ia a la a n tig u a . . ................................. 19

L a p e r s p e c t i v a n e o l i b e r a l , . . , - .............................................. 22

L a s d o c t r i n a s c o m p a r a d a s .......................................................... 25

L o s d e b a te s r e c ie n te s . . , - .......................................................... 28

E s t r u c t u r a s d e a p o y o p o l í t i c o ................................................ 32

E l d e s t i n o d e l a s o c i a l d e m o c r a c i a ....................................... 35

2 C i^ c o d il e m a s ....................................... . ................................................... 39

L a g l o b a l i z a c i ó n ...................................................................................... 40

E l i n d i v i d u a l i s m o .......................................... ......................................... 46

I z q u i e r d a y d e r e c h a .......................... ................................................... 51

C a p a c i d a d d e a c c i ó n .......................................................................... 60

C u e s t i o n e s e c o l ó g i c a s ....................................... ............................ ... 68

L a p o l í t i c a d e l a t e r c e r a v ía . ....................................... 80

3 E i. E s t a d o y la .s o c ie d a d o v i l ................................................ 85

D e m o c r a t i z a n d o l a d e m o c r a c i a .......................................... 86

L a c u e s t i ó n d e l a s o c i e d a d c i v i l ............................................. 95
Delincuencia y comunidad ................................. 104
l a familia dem ocrática................................... .. 107

4 E l E sta d o so c ia l in v er so r ................................- 119


El signi ficado de la igualdad ............................... 121
Inclusión y exclusión............................... . ........... 125
Una sociedad de bienestar positivo......... . . . . . 132
Estrategias de inversión social.................* * ........ 140

5 H a c ia l a k ra g l o b a l .......................................................................... 153

La nación cosmopolita *. - . . ........................ 154


Pluralismo cultural ................................... ........... 157
Democracia cosmopolita . . . . . . ......................... 163
La Unión Europea................................................. 167
El gobierno glob al................................................. 170
El fundamentalismo de mercado
a escala mundial ..................................... 173

C o n c lu s ió n ................................ * ♦ « ♦ . ......................................................... 181

Notas ........................................... . ....................... .. 135

ín d ic e .......................................................................... 195
P r e f a c io

(Q uisiera que este libro fuera una contribución al de­


bate que se desarrolla en estos momentos en muchos
países sobre el futuro de la política socialdemócrata.
Los motivos del debate son bastante obvios —la quie­
bra del “consenso del bienestar” que predominó en los
países industrializados hasta finales de los años setenta,
el descrédito definitivo del marxismo y los profundos
cambios sociales, económicos y tecnológicos que con­
tribuyeron a que esto ocurriera— . Qué debería hacerse
en respuesta a ello, y si la socialdemocracia puede siquie­
ra sobrevivir como filosofía polídea distintiva, resulta
mucho menos obvio.
Creo que la socialdemocracia puede no sóío sobrevi­
vir, sino prosperar, tanto a nivel ideológico como prácti­
co- Sin embargo, sólo podrá hacerlo si los sodaldemó-
cratas están dispuestos a revisar opiniones anteriores
más concienzudamente de lo que la mayoría ha hecho
hasta ahora. Necesitan encontrar una tercera vía. Como
explico en el texto, el termino "tercera vía” no tiene
particular significación en sí mismo ni por sí mismo- Ha
sido utilizado anteriormente muchas veces en la histo­
ria de la sodaldemocracia, y también por escritores y
Ta t » * o :r a vía

políticos de tendencias bastante diferentes. Hago uso


de él aquí para referirme a la renovación socialdemócra-
ta —la versión, actual del replanteamiento periódico
que los socialdemócratas han tenido que ir realizando
durante el último siglo.
En Gran Bretaña, la “tercera víawha acabado asocián­
dose a la política de Tony Blair y el Nuevo Laborismo.
Las convicciones políticas de Tony Blair se han compa­
rado a menudo con las de los Nuevos Demócratas en Es­
tados Unidos, y ciertamente ha habido contactos estre­
chos y directos entre el Nuevo Laborismo y los Nuevos
Demócratas. Se ha dicho que “al igual que los gobier­
nos de Thatcher y Major, el gobierno de Blair busca la
inspiración a través del Atlántico, no a través del canal.
Su retórica es americana, las influencias intelectuales
que han modelado su proyecto son americanas; su esti­
lo político es americano”
Esta afirmación no es del todo cierta. El programa la­
borista del bienestar para el trabajo, por ejemplo, quizá
tenga una impronta de estilo americano, pero podría
demostrarse que extrae más inspiración de los progra­
mas escandinavos de mercado de trabajo activo que de
Estados Unidos. En cuanto a lo que haya de válido en la
observación, sin embargo, el énfasis necesita ser corre­
gido* El debate en torno al Nuevo Laborismo, siendo vi­
goroso e interesante, se ha desarrollado en gran medida
ajeno a las discusiones análogas mantenidas por la so-
cialdemocracia continental durante algún riempo. La
ruptura de Tony Blair con el viejo laborismo fue un lo­
gro significativo, pero práedeamente todos los partidos
socialdemócratas continentales lian realizado un tipo
de ruptura similar.
El debate en el Reino Unido necesita ponerse al día
en muchos aspectos respecto a los sectores más a v a n z a ­
dos de la socialdcmocracia continental. Con todo, el
Reino Unido está también en situación de contribuir
activamente a las nuevas ideas que ahora aparecen. En
lugar de simplemente apropiarse de pautas y nociones
americana?, Gran Bretaña podría actuar de catalizador
en la interacción creativa entre Estados Unidos y Euro­
pa continental. La mayoría de los países del continente
no ha experimentado periodos prolongados de gobier­
no neoliberal como los habidos en el Reino Unido. In­
dependientemente de lo que pueda haber logrado o no
el thatcherismo, lo cierto es que conmocionó a la socie­
dad británica. Margaret Thatcher, como la mayoría de
los neoliberales, no era una conservadora corriente.
Enarbolando la bandera del mercado libre, atacó las
instituciones y élites establecidas, mientras_s_us.políticas
daban consistencia a cambios que ya estaban recorrien­
do extensamente la sociedad. El Partido Lal>orista y sus
simpatizantes Intelectuales respondieron inmediatamen­
te, reafirmando en gran medida viejas convicciones de
izquierda. Sin embargo, los reveses electorales que el
partido sufrió por ello necesariamente impulsaron una
nueva orientación. En consecuencia, la discusión potíri-
ca ha sido de alguna forma más librepensadora en el Rei­
no Unido que en los círculos socialdemócratas del con­
tinente. Ideas desarrolladas en Gran Bretaña podían
tener relevancia directa para los debates continentales,
ya que la mayor parte de estos se lian desarrollado con
un trasfondo distinto.
Este libro surgió a partir de una serie de discusiones
informales vespertinas entre Ian Hargreaves, Geoff
Mulgan y yo mismo; quisiera mostrar mi agradecimien­
to a ambos. Originariamente, íbamos a presentar un
documento colectivo sobre el renacimiento de la social­
democracia. Por varios motivos, este proyecto no se ma­
terializó, pero nuestros encuentros me inspiraron mu­
chas ideas. Debo dar especialmente las gracias a David
Held> que leyó meticulosamente varias versiones del
manuscrito y cuyos comentarios fueron cruciales para
la reconstrucción del texto que acabaría escribiendo.
Entre otras personas que me ayudaron mucho están
Martin Albrow, Ulrich Beck, Alison Cheevers, Miriam
Clarkc, Amanda Goodall, Fiona Graham, John Gray,
Stevc Hill>Julián Le Grand, David Miliband, Hcnrietta
Moorcy Anne Power* Estoy especialmente en deuda con
Aleña Ledeneva, que no sólo contribuyó extensamente
al libro en .su conjunto, sino que me animó a continuar
siempre que me vio desalentado —algo que ocurrió
con bastante frecuencia-
El s o c ia l is m o y s u p o s t e r id a d

E n febrero de 1998, tras una reunión política con el


mando americano en Washington, Tony Blair habló de
su aspiración a crear un consenso internacional en el
ceníro izquierda para el siglo xxi. El nuevo enfoque de­
sarrollaría un marco político para responder a las trans­
formaciones en el orden mundial» “I.avieja izquierda se
resistía a ese cambio* 1.a nueva derecha no quería pro­
pulsarlo. Nosotros tenemos que impulsar ese cambio
para producir solidaridad social y prospeiidad La ta­
rea es imponente, porque, como indican estas afirma­
ciones, las ideologías políticas existentes han perdido
repercusión.
Hace ciento cincuenta años escribió Marx que “un
espectro recorre Europa" —el espectro del socialismo o
del comunismo— . Esto sigue siendo cierto, pero por ra­
zones diferentes a las que Marx tenía en mente. El socia­
lismo y el comunismo han muerto, pero siguen rondán­
donos. No podemos simplemente desechar los valores c
ideales que los impulsaron, ya que algunos siguen siendo
intrínsecos a la vida buena cuya realización es el objetivo
del desarrollo social y económico. El reto es conseguir
que estos valores sean tomados en cuenta allí donde el
programa económico del socialismo ha quedado des­
acreditado.
I>as ideas políticas parecen haber perdido hoy día su
capacidad para estimular y los líderes políticos su capa­
cidad para dirigir. El debate público está dominado por
preocupaciones acerca de los criterios inórales en decli­
ve, las divisiones crecientes entre ricos y pobres, las ten­
siones del Estado de bienestar. Los únicos grupos que
parecen resueltamente optimistas son los que tienen fe
en que la tecnología resuelva nuestros problemas. Pero
el cambio tecnológico tiene consecuencias ambivalen­
tes y, en cualquier caso, la tecnología no puede consti­
tuir el fundamento de un programa político efectivo. Si
el pensamiento político va a recobrar sus cualidades es­
timulantes no ha de ser ni simplemente reactivo ni limi­
tarse a lo cotidiano y a lo provinciano. La vida política
no es nada sin ideales^j e r o los ideales son vacíos si no
se refieren a posibilidades reales. Necesitamos saber
tanto qué tipo de sociedad desearíamos crear como las
formas concretas de acercarnos a ella. Este libro quiere
mostrar cómo pueden alcanzarse estos objetivos y resu­
citar el idealismo político.
Mi principa] punto de referencia es Gran Bretaña,
aunque muchos de mis argumentos tienen mayor al­
cance. En el Reino Unido, como en la actualidad ocurre
en muchos otros países, la teoría va por detrás de la
práedea. Privados de las viejas certidumbres, los gobier­
nos que dicen representar a la izquierda están haciendo
política sobre la marcha. El esqueleto de su quehacer
político necesita cubrirse con carne teórica —no sólo
para respaldar lo que hacen, sino para dotar a la política
de un mayor sentido de la dirección y el propósito— .
Pues, por supuesto, la izquierda lia estado siempre unida
al socialismo y, al menos como sistema de gestión eco*
nómica, el socialismo ya no existe.

L a m u er te d e l so cia lism o

Los orígenes del socialismo están ligados al primer


desarrollo de la sociedad industrial, entre la mitad y el
ocaso del siglo x v iil Lo mismo puede decirse de su prin­
cipal oponente, el conservadurismo, que cobró forma
en respuestas la Revolución Francesa. El socialismo co­
menzó siendo un cuerpo de pensamiento opuesto al in­
dividualismo; su interés por desarrollar una crítica del
capitalismo vino después. Antes de tomar un significa­
do muy específico con el nacimiento de la Unión Sovié­
tica, el comunismo y el socialismo se solapaban en gran
medida, cada uno tratando de defender la primaría de
lo social o lo comunal.
El socialismo fue antes que nada un impulso filosófi­
co y ético, pero empezó mucho antes de Marx a tomar
la apariencia de una doctrina económica. Fue Marx, sin
embargo, quien proporcionó al socialismo una teoría
económica elaborada. También situó al socialismo en el
contexto de una descripción global de la historia. La pos­
tura básica de Marx acabó siendo compartida por todos
los socialistas, independientemente de lo agudas que
fueran otras diferencias entre ellos. El socialismo busca
exponer las limitaciones del capitalismo para humani­
zarlo o para acabar con él. 1.a teoría económica del socia­
lismo depende de la idea de que, dejado a sus propias .di-
nárnicas, el capitalismo es económicamente ineficiente,
socialmcnie divisivo e incapaz de reproducirse a largo
plazo.
La idea de que el capitalismo puede ser humanizado
a través de la gestión económica .socialista dota al socia­
lismo de la mayor ventaja que pueda poseer, incluso
aunque haya habido muchas descripciones diferentes
sobre cómo pueda lograrse tal objetivo. Para Marx, el
socialismo valía o no según su capacidad para crear una
sociedad que generara mayor riqueza que el capitalis­
mo y diseminara esa riqueza de un modo más equitati­
vo. Si el socialismo está ahora muerto, lo está precisa­
mente porque estas demandas han fracasado. Lo han
hecho de una manera singular. Durante más o menos
un cuarto de siglo tras la II Guerra Mundial, la planifica­
ción socialista parecía algo establecido, tanto en el Oes­
te como en el Este, Un destacado observador económi­
co, E. F. M. Durbiiij escribía en 1949 que “todos somos
planificadores ahora... El colapso de laíe popular en el
laissez-faire ha sucedido con una rapidez espectacular...
en todo el mundo desde la guerra” 2.
El socialismo fue dominado en el Oeste por la social-
democracia—socialismo moderado, parlamentario— ,
constr uida a partir de la consolidación del Estado de bien­
estar. En la mayoría de los países, incluyendo Gran Bre­
taña, el Estado de bienestar fue una creación de la dere­
cha tanto como de la izquierda, pero en el período de
posguerra los socialistas lo redamaron como propio. Du­
rante al menos algún tiempo, incluso la planificación mu­
cho más completa adoptada en las sociedades de estilo so­
viético pareció económicamente efica2 , si bien siempre
políticamente despótica. Sucesivos gobiernos america­
nos, en los años se.senta, se tomaron en serio la afirmación
AxthowCanrt

de que la Unión Soviética podría adelantar económica­


mente a Estados Unidos en los siguientes treinta años.
En retrospectiva, podemos tener bastante claro por
qué la Unión Soviética, lejos de sobrepasar a Estados
Unidos, se quedó trágicamente rezagada, y por que la
suciaJdemocracia se topó con crisis propias. La teoría
económica del socialismo fue siempre inadecuada, in­
fravalorando la capacidad del capitalismo para innovar,
adaptarse y generar una productividad creciente. El so­
cialismo tampoco logró captar la importancia de los
mercados como proveedores de información, que ofre­
cen datos esenciales a compradores y vendedores. Estas
insuficiencias sólo se revelaron en su total magnitud con
los intensos procesos de la globalización y el cambio tec­
nológico de los primeros años setenta en adelante.
Duran te el periodo a partir de mediados de los años se­
tenta, bastante antes de la caída de la Unión Soviética, la
socialdemocraria se vio crecientemente desafiada por Jas
filosofías de libre mercado, en particular por la ascensión
del thatcherísmo o del reaganismo —descritos mas gené“
ricamente como neoliberalismo—. Durante el periodo
anterior, la idea de liberalizar mercados parecía pertene­
cer al pasado, a una era que había sido superada. De ser
generalmente consideradas como excéntricas, las ideas de
Fricdrich von Hayek-—el principal defensor del libre mer­
cado— y otros detractores librecambistas del socialismo se
convirtieron súbitamente en una fuerza a ser tenida en
cuenta. El neoliberalismo tuvo un impacto menor sobre la
mayoría de los países de Europa continental que sobre d
Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Latinoamérica.
No obstante, en el continente, como en todas partes, las fi­
losofías de libre mercado cobraron importancia.
Las categorías de “socialdemocracia” y “neoliberalis-
mo” son amplias, y han. abarcado grupos, movimientos
y partidos de varías tendencias y convicciones. Aunque
cada uno influía sobre el otro; por ejemplo, los gobier­
nos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher siguieron
políticas diferentes en contextos determinados. Cuan­
do Thatcher llegó al poder, no tenía una ideología total­
mente acabada, que fue desarrollando a medida que
ella prosperaba. Políticas thatcheristas seguidas por par­
tidos “de izquierda” como en Nueva Zelanda, han dado
un aire diferente, una vez más, a ciertas ideas políticas cla­
ves. Es más, el neoliberaüsmo üene dos ramales. El prin­
cipal es el conservador —el origen del término “la nueva
derecha”— . El neoliberaüsmo se convirtió en la ideolo­
gía de muchos partidos conservadores en todo el mun­
do. No obstante, hay un tipo importante de pensamien­
to asociado a las filosofías de libre mercado que, en
contraste con el conservador, es libertario * en cuestio­
nes morales y económicas. A diferencia de los conserva­
dores thatcheristas, por ejemplo, los libertarios apoyan
la libertad sexual o la dcspcnalización de las drogas.
SociaMemocratia es un término aún más amplio y
ambiguo. Con el me refiero a partidos y olios grupos de
la izquierda reformista, incluyendo el Parddo Laborista
británico. Al comienzo del período de posguerra, social­
demócratas de muchos países diferentes compartían
una perspectiva bastante similar. A ésta es a la que me re-
* Contrariamente a l o q u e ocurre entre nosotros, en el m u n d o an­
glosajón el término libertario o liherUmsmo lio tiene ninguna rclación
direcia con la tradición anarquista. Se refiere n iá s b i e n a un l i b e r a ­
l is m o radicalmente individua 11i sta, tanto on tema* politicoeconó­
micos como morales. £J más relevante ejemplo teórico di'l misino se
encuentra en la o b r a de R. No7Íck. (N. ¿d T.)
ferire como social democracia a la antigua o socialdcmo-
cracia clásica. Desde los anos ochenta, como respuesta al
ascenso del neoliberalismo y a los problemas del socialis­
mo, socialdemócratas de todo el mundo han comenzado
a desviarse de este punto de vista precedente. L¿js regí­
menes socialdemócratas han variado sustancialmente en
la práctica, al igual que los sistemas de bienestar que han
alimentado. Los Estados de bienestar europeos pueden
dividirse en cuatro grupos institucionales, que tienen
orígenes históricos, objetivos y estructuras comunes:

• el sistema del Reino Unido, que hace hincapié en


los servicios sociales y en la salud, pero q*je tiende
también a tener prestaciones según el nivel de in­
gresos;
• Estados de bienestar escandinavos o nórdicos, que
tienen una base tributaria muy alta, universalista
en orientación, que proporciona prestaciones ge­
nerosas y servicios estatales consolidados, incluida
la asistencia sanitaria;
• sistemas ceniroeuropeos, que tienen un compro­
miso relativamente bajo con los servicios sociales,
pero importantes prestaciones en otros aspectos,
financiadas principalmente por el empleo y basa­
das en contribuciones a la seguridad social;
• sistemas meridionales, similares en forma a los
centroeuropeos, pero menos completos y finan­
ciando menores niveles de protección 3.

Teniendo en cuenta estas variaciones, la sociaJdemo-


cracía clásica y el neoliberalismo encaman dos filosofías
políticas bastante distintas.
S o c ia l d e m o c r a c ia c lá s ic a (la v ie ja iz q u ie r d a )

— F u e r te in t e r v e n c ió n d e l E s ta d o e n la v id a s o c ia l
y e c o n ó m ic a .
— E l E s t a d o p r e d o m i n a s o b r e l a s o c i e d a d c iv il.
— C o le c tiv is m o .
“ E c o n o m ía k e y n e s ia n a d e d e m a n d a , m á s c o ip o r a t iv is m o .
— P a p e l r e s tr in g id o d e lo s m e r c a d o s : e c o n o m ía m ix ta
o s o c ia l.
— P le n o e m p le o .
— F u e r te ig u a lita r is m o .
— E s ta d o d e b ie n e s ta r d e g ra n e x te n s ió n , q u e p r o te g e a
l o s c i u d a d a n o s “ d e s d e l a c u n a h a s t a l a t u m b a ”.
—Modernización lineal,
— D é b il c o n c ie n c ia e c o ló g ic a ,
— In te r n a c io n a lis m o .
— P e r t e n e c e a l m u n d o b ip o la r .

Thatcherism o o neoliberalism o (la nueva derecha)

—Gobierno mínimo.
— S o c i e d a d c iv il a u t ó n o m a .
—Fundamentalismo de mercado. v
— A u t o r it a r is m o m o r a l, m á s u n a c u s a d o in d iv id u a lis m o
’ ii
e c o n ó m ic o . 1'
— E l m e r c a d o d e t r a b a jo s e d e s r e g u la c o iñ o n in g ú n o tr o .
— A c e p t a c ió n d e l a d e s ig u a ld a d .
— N a c io n a lis m o tr a d ic io n a l.
— E s ta d o d e b ie n e s ta r c o m o r e d d e s e g u rid a d .
-— M o d e r n i z a c i ó n l i n e a l .
— D é b il c o n c ie n c ia e c o ló g ic a .
— T c o i í a r e a lis ta d e l o r d e n in te r n a c io n a l.
— P e r t e n e c e a l m u n d o b ip o la r .
AnthonyGrimc»

Hago un resumen de las diferencias en los dos recua­


dros anteriores. Las comparaciones apresuradas de esta
clase acarrean un evidente riesgo de caricaturización. A
pesar de ello, los contrastes aquí señalados son reales e
importantes, y los vestigios de la socialdcmocracia clási­
ca son aún fuertes en todas partes.

L a sociald em ocra cia a la antigua

La socialdemocracia a la antigua veía al capitalismo


de libre mercado como causante de muchas de las se­
cuelas problemáticas que Marx diagnosticó, pero creía
que éstas podían ser mitigadas o superadas a través de la
intervención del Estado en el mercado. El Estado tiene
la obligación de suministrar bienes públicos que los
mercados no pueden abastecer, o que sólo lo pueden
hacer de modo fraccionario. Una fuerte presencia esta­
tal en la economía, y también en otros sectores de la so­
ciedad, es normal y deseable, ya que el poder público,
en una sociedad democrática, representa la voluntad
colectiva. 1.a toma de decisiones colectiva, involucrando
al gobierno, a los empresarios y a los sindicatos, reem­
plaza en parte a los mecanismos del mercado.
Para ía socialdemocracia clásica, la intervención del
Estado en la vida familiar es necesaria y merece aplau­
dirse. Las prestaciones estatales son vitales para soco­
rrer a las familias necesitadas, y el Estado debería inter­
venir allí donde los individuos, por una u otra razón,
sean incapaces de valerse por sí mismos. Con algunas
excepciones conspicuas, los socialdemócratas a la anti­
gua tendían a sospechar de las asociaciones voluntarias.
Tales grupos haccn con frecuencia mayor mal que bien,
pues comparados con los servidos sociales de proce­
dencia estatal tienden a resultar poco profesionales,
erráticos, entrando en relaciones dientclares con quie­
nes se relacionan.
John Maynard Kcynes, Ja inspiración económica del
consenso sobre el bienestar de la posguerra, no era socia­
lista, pero compartía algunas de las inquietudes de Marx
y del socialismo. Como Marx, Kcynes consideraba que el
capitalismo tenía cualidades irracionales, pero creía que
éstas podían controlarse para salvar al capitalismo do sí
mismo. Tanto Marx como Keynes tendían a dar por sen­
tada la productividad del capitalismo. El hecho de que la
teoría keynesiana prestara relativamente poca atención
al lado de la oferta de la economía estaba en armonía
con las preocupaciones socialdcmócratas, Kcynes mos­
tró cómo el capitalismo de mercado podía estabilizarse
mediante la gesdón de la demanda y la creación de una
economía mixta. Aunque no la apoyaba, uno de los ras­
gos de la economía mixta en Europa era la nacionaliza­
ción. Algunos sectores económicos deberían ser retira­
dos del mercado, no sólo debido a las deficiencias de los
mercados, sino porque industrian esenciales para el inte­
rés nacional no deberían estar en manos privadas.
La búsqueda de la igualdad ha sido una preocupa­
ción fundamental de todos los socialdemócratas, inclui­
do el Partido Laborista británico. Una igualdad mayor
ha de lograrse mediante diversas estrategias de nivela­
ción. La imposición progresiva, por ejemplo* vía Estado
de bienestar, quita a los ricos para dar a los pobres. El
Estado de bienestar tiene dos objetivos: crear una socie­
dad más igual, pero también proteger a los individuos
durante el ciclo vital. Las primeras medidas de bienestar,
que datan del siglo x j x , fueron introducidas por liberales
o conservadores, y a ellas se opuso frecuentemente la
clase obrera organizada. El Estado de bienestar de pos­
guerra, sin embargo, ha tenido normalmente una base
fuerte entre la clase trabajadora manual, que hasta hace
veinte años era la primera fílente de apoyo electoral de
los partidos socialdemócratas.
Hasta las derrotas de finales de los años setenta, toda
la socialdemocracia siguió un modelo lineal de moder­
nización —la ‘Vía del socialismo”—, El sociólogo T. H.
Marshall, quizá el más relevante intérprete de la apari­
ción del Estado de bienestar en el Reino Unido, ofreció
una descripción precisa de tal modelo. El Estado de bien­
estar es el punto álgido de un prolongado proceso de
evolución de los derechos de ciudadanía. Como la mayo*
ría de los observadores a comienzos del periodo de pos­
guerra, Marshall esperaba que los sistemas de bienestar
se expandirían progresivamente, uniendo el desarrollo
económico a una más completa realización de los dere­
chos sociales.
En conjunto, la socialdemocracia a la antigua no tenía
una actitud hostil hacia las preocupaciones ecológicas,
pero le fue difícil acomodarse a ellas. Su acento corpora-
tivista, su orientación al pleno empleo y su énfasis aplas­
tante sobre el Estado de bienestar hacían que resultara
distorsionante enfrentarse a las cuestiones ecológicas de
una manera sistemática. Tampoco en la práctica tenía
una actitud global destacada. La socialdemocracia era de
orientación intemacionalista, estaba más preocupada
por crear solidaridad entre partidos políticos de menta­
lidad similar que por afrontar los problemas globales
como tales. Mas estaba fuertemente ligada al mundo bi­
polar—situada entre el bienestar minimalista de Estados
Unidos y las economías dirigíalas del comunismo.

La perspectiv a n eo liber a l

La hostilidad hacia el “gobierno extenso” (big govem-


ment), una característica primaria y principal de las ideas
neoliberales, proviene de varias fuentes. El padre funda­
dor del conservadurismo en Gran Bretaña, Edirimid
Burke, expresó su aversión al Estado, que si se expande
demasiado se convierte en el enemigo de la libertad y la
independencia. El conservadurismo americano ha sido
hostil durante mucho tiempo al gobierno centralizado.
El thatchcrismo se sirvió de estas ideas, pero también del
clásico escepticismo liberal acerca del papel del Estado,
basado en argumentos económicos sobre la naturaleza
superior de los mercados. La tesis del Estado mínimo está
estrechamente vinculada a una visión característica de la
sociedad civil como mecanismo autogenerador de soli­
daridad social. Debe permitirse florecer a los pequeños
pelotones de la sociedad civil, y lo harán si están libres de
trabas impuestas por la intervención estatal. la s virtudes
de la sociedad civil, si se deja que ésta se desarrolle a sus
anchas, incluyen en teoría “buen carácter, honestidad,
deber, autosacrifirio, honor, servicio, autodisciplina, tole­
rancia, respeto, justicia, autosupcración, responsabili­
dad, urbanidad, entereza, coraje, integridad, diligencia,
patriotismo, consideración hacia los demás, austeridad y
dignidad” 4. “Para la sensibilidad moderna” dice el escri­
tor, estas virtudes “tienen la melodía de un antiguo hechi*
zo” —pero esto es porque el poder del Estado las lia re­
primido a base de sabotear a la sociedad civil.
Se dice que el Estado, especialmente el Estado de bien­
estar, destruye e\ orden civil, pero que los mercados no,
pues éstos prosperan a partir de la iniciativa individual.
Al igual que el orden civil, los mercados, dejados a su pro­
pia dinámica, proporcionarán el mayor bien a la socie­
dad. I jo & mercados “son máquinas en perpetuo funcio­
namiento, que requieren sólo un marco legal y ausencia
de interferencia estatal para generar crecimiento inin­
terrumpido” 5.
Los neoliberales unen las fuerzas liberadas del mer­
cado a una defensa de las instituciones tradicionales,
en especial la familia y la nación* La iniciativa individual
se desarrolla en ia economía, pero deberían fomentarse
obligacionesy deberes en estas otras esferas. La familia tra­
dicional es una necesidad funcional para el orden social,
como lo es la nación tradicional. Otros tipos de familia,
como las monoparentales, o las relaciones homosexuales,
sólo contribuyen a la decadencia social. Lo mismo ocurre
con todo lo que debilite la integridad nacional. Las alusio­
nes xenófobas son normalmente claras en las proclamas
de autores y políticos neoliberales —reservan algunas de
sus críticas más severas para el multiculturalismo.
El thatcherismo es característicamente indiferente a
las desigualdades, o bien las respalda activamente. La
idea de que “la desigualdad social es intrínsecamente
censurable o nociva* es “ingenua y poco plausible” 6. Por
encima de todo, está en contra del igualitarismo. Las po­
líticas igualitarias, más obviamente Jas seguidas en la
Rusia soviética, crean una sociedad de uniformidad mo­
nótona y sólo pueden implementarse mediante el uso
LaIwKjjwvía

del poder despótico. Aquellos mas cercanos al liberalis­


mo, sin embargo, consideran la igualdad de oportuna
dades tan deseable como necesaria. Este fue el sentido
en quejolm Major, repitiendo inverosímilmente a Marx,
habló de su intención de crear una sociedad sin clases.
Una sociedad donde el mercado opera libremente pue­
de producir grandes desigualdades económicas, pero
éstas no importan mientras personas con determina­
ción y capacidad puedan alcanzar posiciones que se
adecúen a sus facultades.
I-a oposición al Estado de bienestar es uno de los ras­
gos neoliberales más distintivos. El Estado de bienestar
es visto como el origen de todos los males, de manera pa­
recida a como lo hiera el capitalismo para la izquierda
revolucionaria. “Recordaremos el Estado de bienestar
con la misma sorna despreciativa con la que ahora con­
templamos la esclavitud como medio de organi/ar un
trabajo eficaz, motivado*V dice un escritor. El Estado de
bienestar “inflige un daño enormemente destructivo a
sus supuestos beneficiarios: los vulnerables, los margina­
dos y los desgraciados... debilita el espíritu emprendedor
y valiente de los hombres y mujeres individuales, y coloca
una carga de profundidad de resentimiento explosivo
bajo los fundamentos de nuestra sociedad libre”7.
¿Que producirá bienestar si el Estado de bienestar ha
de ser desmantelado? La respuesta ea el crecimiento eco­
nómico guiado por el mercado. Por bienestar no del>e-
rian entenderse las prestaciones estatales, sino la maxi-
mizarión del progreso económico, y, por consiguiente,
de la riqueza global, derivada de permitir a los mercados
hacer sus milagros. Esta orientación va normalmente
acompañada de un abandono de los problemas ecológi-
eos por tratarse de historias para no dormir, Thatcher
hizo algún guiño al “capitalismo verde”, pero la actitud
usual ha sido de hostilidad. Los riesgos ecológicos, se ha
dicho, son exagerados o inexistentes —una invención de
fatalistas—. La evidencia apunta, por el contrario, hacia
una era de prosperidad mayor y más universal de lo que
jamás se liaya conocido. Esta es una concepción lineal de
la modernización, que prácticamente descarta cualquier
límite al desarrollo económico.
A diferencia de la socialdemocracia clásica, el neoli­
beralismo es una teoría globalizadora, y ha colaborado
muy directamente con fuerzas globalizadoras. Los neo­
liberales aplican a escala mundial la filosofía que les
guía en sus compromisos más locales. El mundo progre­
sará más si se permite a los mercados funcionar con pe­
queñas interferencias o sin ellas. Como defensores de la
nación tradicional, no obstante, los neoliberales adop­
tan una teoría realista de las relaciones internacionales
—la sociedad global es todavía una sociedad de Estados-
nación, y en un mundo de Estados-nación es el poder lo
que cuenta—. Estar preparados para la guerra, y el
mantenimiento de lafuerva militar, son elementos nece­
sario» del papel de los Estados en el sistema internacio-
naL Como la sociaMemocracia a la antigua, el neolibcra-
lisino se desarrolló en el orden bipolar y está marcado
por las condiciones de su origen.

I a s d o c t r i n a s c o m p a ra d a s

Puede parecer que el neoliberalismo haya triunfado


en ci mundo. Después de todo, la socialdemocracia está
inmersa en una confusión ideológica, y si hace cincuen­
ta años lodo el mundo era planificador, ahora nadie pa­
rece serlo. Es un trastocamicnto considerable» ya que
durante al menos un siglo los socialistas se supusieron a
sí mism os en la vanguardia de la hi storia.
Con todo» más que ser incuesuonado, el neoliberalis-
mo se encuentra en una situación problemática, y es im­
portante ver por qué. La razón principal es que sus dos
mitades —el fundamentalismo de mercado y el conser­
vadurismo— están en tensión. El conservadurismo siem­
pre significó un acercamiento cauteloso y pragmático al
cambio social y económico —una actitud adoptada por
Burke ante las redamaciones mesiánicas de la Revolu­
ción Francesa—•-La continuidad de la tradición es esen­
cial para la idea de conservadurismo. La tradición con­
tiene la sabiduría acumulada del pasado y proporciona,
por consiguiente, una guía para el futuro. La filosofía
de libre mercado toma una actitud bastante diferente,
cifrando sus esperanzas para el futuro en el crecimiento
económico ilimitado producido por la liberación de las
fuerzas del mercado.
1 .a devoción al libre mercado, por un lado, y a la fami­
lia y nación tradicionales» por otro, es contradictoria en
sí misma. Se supone que el individualismo y la elección
se detienen abruptamente en la frontera de la familia y
de la identidad nacional» donde la tradición debe per­
manecer intacta. Pero nada hay más disolvente de la tra­
dición que la “revolución permanente” de las fuerzas
del mercado. El dinamismo de las sociedades de mer­
cado socava las estructuras tradicionales de autoridad y
fracciona las comunidades locales; el neoliberalismo
crea nuevos riesgos e i n c e r t i d u m b r c s que espera que los
ciudadanos se limiten a ignorar. Más aún, descuida la
base social de los propios mercados, que dependen de
Jas propias formas comunales que el fundamentalismo
de mercado contribuye indiferentemente a disolver.
¿Qué ocurre con la socialdemocracia a la antigua? Po­
demos distinguir un ramillete de rasgos sociales que en
el consenso sobre el bienestar keynesiano se daban por
supuestos — todos ellos se han desintegrado posterior­
mente:

• un sistema social, y especialmente una forma de


familia— en la que el marido ganaba el pan y la es­
posa era ama de casa y madre—, que permitían
una definición no ambigua de pleno empleo;
• un mercado de trabajo homogéneo en el que los
hombres amenazados por el desempleo enui prin­
cipalmente trabajadores manuales dispuestos a rea­
lizar cualquier trabajo por un salario que asegura-
ra su supervivencia y la de sus familias;
• el predominio de la producción en masa en secto­
res básicos de la economía, que tendía a crear
condiciones de trabajo estables, aunque poco pro­
vechosas, para gran parte de la fuer7,a de trabajo;
• un Estado elitista, con pequeños grupos de fieles
expertos cívicos en la burocracia estatal dirigien­
do las políticas fiscales y monetarias a impíementar;
• economías nacionales que estaban sustancialmen-
te contenidas dentro de las fronteras soberanas, ya
que el keynesianismo asumía el predominio de la
economía doméstica sobre el comercio exterior
en bienes y servicios
El igualitarismo de la vieja izquierda tenía intencio­
nes nobles, pero ha llevado en ocasiones, como dicen
sus detractores derechistas, a consecuencias perversas
—visibles, por ejemplo, en la ingeniería social que ha
dejado un legado de viviendas de protección oficial rui­
nosas y convertidas en foco de crímenes—, El Estado de
bienestar, considerado por muchos el núcleo de la polí­
tica socialdemócrata, crea hoy casi tantos problemas
como los que resuelve.

Los DEBATESRKClKNTES

Los partidos socialdemócratas, en Europa y fuera de


ella, han sido muy conscientes de estas cuestiones, y al
menos desde comienzos de los años ochenta han veni­
do respondiendo activamente a ellas. La necesidad de
corlar amarras con el pasado cobró mayor vigor con el
colapso del comunismo de Europa oriental en L989. La
mayoría de los partidos comunistas occidentales cam­
biaron sus nombres y se acercaron a la socialdemocra-
cia, mientras que en los países del este de Europa se for­
maron nuevos partidos socialdemócratas.
En el Reino Unido, el primer intento sistemático de
alejarse de los principios socialdemócratas clásicos se
encuentra en el Informe Político del Partido Laborista
de octubre de 1987. Se formaron siete grupos de análi­
sis, cada uno cubriendo un área política diferente. Se
suponía que el informe involucraría también al públi­
co, pero las reuniones públicas fueron escasamente aten­
didas y no tuvieron gran peso al final. Enfrentados con
la respuesta pública al thatcherismo, existía un acuerdo
Anthov. Qimvs

general entre los grupos.polí ticos sobre la necesidad de


que el laborismo pusiera un mayor énfasis en la libertad
individual y la elección personal. Se rechazaron prome­
sas anteriores de aumentar la titularidad pública do la
industria, se abandonó explícitamente la economía de
demanda keynesiana y se redujo la dependencia de los
sindicatos. Se introdujeron asuntos ecológicos, pero
eran de txya intensidad y no se supieron adecuar real­
mente al resto del programa político.
Similares procesos de reforma se dieron también en
la mayoría de los partidos continentales, que empeza­
ron generalmente algo antes y produjeron en algunos
casos cambios ideológicos más importantes. Los parti­
dos socialdemócratas empezaron a preocuparse por
cuestiones como la productividad económica, las políti­
cas participativas, el desarrollo comunitario y, particu­
larmente, la ecología* La sociaídcmocracia “dio un paso
más allá del campo de la distribución de recursos para
dirigirse hacia la organización física y social de la pro­
ducción y las condiciones culturales del consumo en las
sociedades capitalistas avanzadas”9.
En Noruega, por ejemplo, el Partido Laborista cele­
bró un “Debate sobre la libertad” en 1986-1988, tras un
periodo de gobierno thatcherista. Se debatieron seis te­
mas en grupos locales de estudio de todo el país: la rela­
ción entre lo privado y lo público, la flexibilidad de la
jom ada laboral, las oportunidades educativas, el medio
ambiente, la vivienda y la democracia económica. De­
fender los intereses individuales ya no era considerado
lenguaje obsceno, y el partido debía ser “un partido
abierto”, a través del cual una diversidad de grupos po­
día presionar a favor de sus demandas. Un delegado co­
lombiano en una reunión de la Internacional Socialista
en 1989 comentaba de este viraje político: “Mi partido
se llama liberal, pero es básicamente socialista. Con es­
tos europeos ocurre al revés” li).
Algunos de los principales partidos comunistas occi­
dentales sufrieron cambios similares en los años ochen-
ta. El Partido Comunista Italiano se refundo como el
Partido Democrático de la Izquierda en 1991. Bastante
antes de eso, sin embargo, el partido había empezado a
poner de relieve temas como ¡os que discutían los para­
dos socialdemócratas. En Italia se inició un debate de
gran importancia a mediados de ios ochenta, para ver
hasta qué punto seguían teniendo significado las cate­
gorías de i/quierda y derecha. Tas preocupaciones eco­
lógicas, la participación comunitaria y ia reforma cons­
titucional fueron puestas en primer plano.
Probablemente, los debates más significativos tuvie­
ron lugar en Alemania. Como en otros lugares, el obje­
tivo era responder al ascenso de las filosofías de libre
mercado, pero la demanda de un giro político estaba
también fuertemente influida por la presencia de un
movimiento verde poderoso. Cinco años de intensa dis­
cusión desembocaron en un nuevo Programa Básico
para el SPD, instituido en el año simbólico de 1989. El
programa ponía gran éníasis en las preocupaciones eco­
lógicas. Los socialdemócratas alemanes fueron el pri­
mer gran partido socialdemócrata que aceptó Ja ruptu­
ra producida en el pensamiento ecológico a finales de
los años setenta. En el pensamiento socialdemócrata
clásico se había asumido que existía un juego de suma
cero entre desarrollo económico y protección del me­
dio ambiente. Según la nueva elaboración de la moder­
nización ecológica, la protección del medio ambiente
se considera más una fuente de crecimiento económico
que lo contrario.
El Programa Básico también reconocía el impacto
del “posmateríalismo77en los países desarrollados. Esta
es una idea desarrollada más extensamente por el cien­
tífico político Ronald Inglehart. Guando se ha alcanza­
do un cierto nivel de prosperidad, se afirma, los votan­
tes se preocupan menos por las cuestiones económicas
que por la calidad de sus vidas. El Programa Básico con­
cluía que la acritud de la “mayoría próspera” se había
alejado del éthos socialdemócrata del colectivismo y la
solidaridad. 1.a realización personal y la competitividad
económica habían de ser más recalcadas.
Desde su declaración histórica de Bad Godesberg en
1959 el SPD se había sometido a la “disciplina del merca­
do”. Esto iba a combinarse ahora con un distanciamien-
to ulterior respecto al intervencionismo estatal. “Para
nosotros, el cupo del Estado no es un dogma... el punto
decisivo es ver si la calidad de vida se asegura mejor me­
diante un aumento del consumo privado o mediante
una mejora en la actuación del Estado*1. El Programa Bá­
sico hablaba de la necesidad de “reconciliar la actuación
económica con la seguridad social” y subrayaba que “la
individualidad y la solidaridad no deberían presentarse
como opuestos”. Concluía que “mientras segmentos im­
portantes del electorado no confíen en el SPD para las
tareas de la modernización económica» sino sólo para
asegurar que la protección social se mantiene, será muy
difícil construir una mayoría”
E s t b u c iu r a s d e a p o w POLÍTICO

Que estos cambios de posición política eran necesa­


rios viene indicado por los cambios en los esquemas de
apoyo político, a los que todos los partidos socialdemó­
cratas han tenido que reaccionar. Las relaciones de cla­
se que solían servir de fundamento al voto y a la afilia­
ción política se han alterado drásticamente, debido al
fuerte descenso de la clase trabajadora de cuello azul.
La entrada de la mujer a gran escala en la fuerza de tra­
bajo ha desestabiJ izado un punto más los esquemas de
apoyo clasista. Una minoría considerable ya no vota, y
permanece básicamente ajena al proceso político. El
partido que más ha crecido en los últimos años es uno
que en absoluto forma parte de la política: el “no parti­
do de los no volantes”12. Finalmente, hay evidencia sus­
tancial deque ha habido ¡cambios en los valores, en parte
como consecuencia del cambio generacional, y en par­
te como respuesta a oirás influencias.
En este último punto, los datos apuntan dos tenden­
cias: un cambio, como se acaba de sugerir, de los Valores
de la escasez” a los 'Valores posmaterialistas”; y una distri­
bución cambiante de los valores, que no se ajusta ni a los
patrones de clase ni a la dicotomía derecha/i2quicrda.
Aunque sometida a crítica desde muchos lugares, la tesis
de Inglehart sobre el cambio valorativo ha recibido con­
siderable respaldo empírico 13. Reuniendo material esta*
dístico de una serie de países industrializados, Inglehart
muestra cómo los valores de éxito y crecimiento econó­
mico se debilitan con un bienestar material creciente. La
autoexpresión y el deseo de un trabajo con significado
están reemplazando a la maximización de las recompen­
sas económicas. Estas preocupaciones están relaciona­
das con irna actitud escéptica hacia la autoridad —que
puede ser dcspolidzadora, pero que en conjunto empuja
hacia una mayor democracia y compromiso de lo que es
posible actualmente en la política convención al.
Encuestas sociales llevadas a cabo en determinados
países confirman la realidad del cambio de actitud y la
insuficiencia de la división izquierda/derecha para dar
cuenta de ella. Joh n Blundell y Brian Gosschalk, por
ejemplo, opinan que las actitudes sociales y políticas en
el Reino Unido se dividen en cuatro grupos, que llaman
conservador, libertario, socialista y autoritario. La creen­
cia en la libertad económica —el libre mercado— se
mide en un eje y la libertad personal en el segundo.
La postura “conservadora.” es la neoliberal: un con­
servador defiende la libertad de mercados, pero quiere
un fuerte control estatal sobre asuntos como la familia,
las drogas y el aborto. Los “libertarios” defienden el in­
dividualismo, y la escasa intervención del Estado en to
dos los frentes. Los “socialistas7’ son lo contrario a los
conservadores: quieren una mayor intervención del Es-
lado en la vida económica, pero desconfían de los mer­
cados y son cautelosos respecto al poder en lo que se re­
fiere a cuestiones morales. Un “autoritario” es alguien
que desea que el gobierno tenga mano firme en todas
las áreas, incluyendo tanto lo económico como lo mo­
ral. F-l resto mantiene una actitud política más ambigua.
A tenor de los datos de las encuestas, en el Reino Uni­
do un tercio de la población es, según estas definicio­
nes, conservadora» casi un 20% libertario, un 18% so­
cialista, un 13% autoritario y hay un 15% residual. El
Partido Laborista, tal como fue reconstruido por Tony
Blair, ocupaba justo antes de las elecciones de 1997 el
primer lugar en todos estos grupos, exceptuando a los
conservadores. De los que pensaban votar a los conser­
vadores, el 84% procedía de dos grupos, conservadores
y libertarios. Los resultados mostraban diferencias muy
claras en función de la edad, que se amoldan a la tesis
de Inglehart: sólo el 18% de los comprendidos entre
quince y veinticuatro años eran conservadores, compa­
rados con el 54% de los mayores de cincuenta, y cinco.
De los comprendidos entre quince y veinticuatro años,
el 72% estaba de acuerdo con la afirmación “el Estado
no tiene derecho a prohibir ninguna clase de acto se­
xual si es realizado entre adultos de mutuo acuerdo”,
mientras que sólo el 36% de los mayores de cincuenta y
cinco años la compartía H.
Comparando estos hallazgos con investigaciones en
Estados Unidos, el experto elecLoral Robert Worcester
concluye que:

la s c a i a c t e r i ¿ 'a c i o n e s d e l o s a c t u a l e s p a r t i d o s l a b o r i s t a y

c o n s e r v a d o r . c o m o “i z q u ie r d a ” y “d e r e c h a ” e n m a s c a r a n

c ó m o a c o n t e c im ie n to s q u e h a n a f e c ta d o a a m b o s p a rtid o s

e n la s d o s ú ltim a s d é c a d a s h a n d if u m ín a d o la s e m á n t ic a

d e l p a sa d o p a ra d e s c r ib ir sus p a p e le s h o y d ía .,, la c o m p a r a ­

c ió n d e lo s d a to s r e c o p ila d o s e n A m é r ic a y la G r a n B r e ta ­

ñ a d e l N u e v o L a b o r is m o s o n n o ta b le s p o r s u c o h e r e n c ia ,

a lg o s o r p r e n d e n t e p o r c u a n t o Ja s id e o lo g ía s d e a m b a s paí­
ses han sido e n g f a n m e d id a m u y d is p a r e s d u r a n te los ú l­
t i m o s c i n c u e n t a a ñ o s 15.

La comparación entre una gama más amplia de so­


ciedades muestra que lo general es que las pautas de se­
guimiento y apoyo político hayan cambiado. Práctica­
mente en todos los países occidentales, el voto ya no se
ajusta a pautas clasistas, y ha variado desde una polariza­
ción izquierda/derecha hacia un. diseño más complejo.
El eje econ óm ico que solía separar a los votantes entre
posturas “socialistas" y “capitalistas” tiene una promi­
nencia mucho menor, mientras que los contrastes entre
libertarios y autoritarios, y entre “modernos” y “tradicio-
nalisias”, han aumentado. Otras influencias más contin­
gentes — como el estilo de lidera2go— han adquirido
más importancia de la que solían tener.
Hay aquí varios dilemas de apoyo político, pero lam-
bién nuevas posibilidades de construcción de un con­
senso. Los partidas socialdemócratas ya. no tienen un
“bloque de clase” consistente en quien confiar. Al no po­
der depender de sus identidades anteriores, tienen que
crear otras nuevas en un ambiente social y culturalmen-
te m is diverso l6. Incluso en Suecia, uno de los países en
los que el voto de clase solía ser más representativo, el
valor prcdictivo de las clases cayó desde el 53% en 1967
hasta el 34% en 1985. El poder profético de las opinio­
nes sobre ciertas cuestiones aumentó firmemente en
este periodo; en Suecia es menos probable que los vo­
tantes másjóvenes y las mujeres se vean influidos por su
posición de clase.

El d estin o d e i a sociajjüem ocracia

Estos cambios no han condenado a los socialdemócra­


tas a una posición política margi nal. A mediados de 1998,
hay partidos socialdemócratas o coaliciones de centro*
izquierda que ocupan el poder en el Reino Unido, Fran­
cia, Italia, Austria, Grecia y varios países escandinavos,
entre otros, en Europa occidental, mientras que en Euro­
pa del Este tienen una influencia creciente.
A pesar de sus éxitos electorales, los sodaldemócratas
no han configurado todavía una ideología política nue­
va e integrada. La socialdcmocracia estuvo siempre liga­
da al socialismo. ¿Qué orientación debería tener en un
mundo en el que no hay alternativas al capitalismo? El
mundo bipolar fue el contexto en el que se modeló la
socialdemocracia de posguerra. Los socialdemócratas
compartían al menos algunas de las ideas del comunis­
mo, aunque también se definían a sí mismos en oposi­
ción a él. ¿Tiene todavía algún sentido estaren la izquierda
ahora que el comunismo se ha desplomado completa­
mente en Occidente, y el socialismo, más ampliamente,
se ha disuelto?
Los debates políticos que tuvieron lugar en Europa a
finales de los anos ochentay a comienzos de los noventa
sin duda reconstruyeron sólidamente la socialdemocra­
cia, pero también produjeron una gran confusión ideo­
lógica. Un participante alemán en la iniciativa del Pro­
grama Básico del SPD resumió las cosas de un modo
esdarecedor:

I-a d e c is ió n d e e m b a r c a r s e e n e l p r o g r a m a s e t o m ó e n

u n a s itu a c ió n e n la q u e e s e x tr a o r d in a r ia m e n te d ifíc il tra ­

z a r u n b o s q u e jo c l a r o r íe la s t e n d e n c i a s e n e l m u n d o y e n

l a s o c i e d a d . É s e e s e l d i l e m a e n q u e .se e n c u e n t r a e l p a r t i ­

d o . S a b e q u e e n e s t o s t i e m p o s c a m b i a n t e . 1; u n a r e o r i e n t a -

c i ó n p a r e c e n e c e s a r i a , p e r o e l p r o p i o c a m b i o h a c e q u e la

r e o l ie n t a c ió n s e a d if íc il d e c o n s u m a r . L a c ie n c ia n o o f r e ­
c e u n d ia g n ó s tic o d e la é p o c a , n in g u n a c o m p r e n s ió n c o

m ú n d e l o q u e e s t á o c u r r i e n d o n i c u á le s s e r á n la s f u t u r a s

t e n d e n c i a s l7 .

Ante este escenario, ¿qué provecho podemos sacar


hablando de una tercera vía? La expresión parece ha­
berse acuñado ya a finales del siglo pasado, y fue común
entre los grupos de derechas en los años veinte. Sin em­
bargo, ha sido utilizada mayormente por socialdemó-
cratasy socialistas. A comienzos del periodo de posguerra
los socialdemócratas estaban convencidos de que esta­
ban encontrando una vía distinta al capitalismo de mer­
cado norteamericano y al comunismo soviético. En el
momento de su refundación en 1951, la Internacional
Socialista hablaba explícitamente de la tercera vía en
este sentido. Unos veinte años más tarde, tal y como fue
usada por el economista checo Ota Sik y otros, se em­
pleó para referirse al socialismo de mercado. A finales de
los ochenta los socialdemócratas suecos parecen haber
hablado con más frecuencia de la tercera vía, en su últi­
ma versión, para referirse a una importante renovación
programática.
La apropiación más reciente de la “tercera vía” por
Bill Ginton y Tony Blair ha encontrado un recibimien­
to tibio por parte de la mayoría de los socialdemócratas
continentales, así como por los críticos de la vieja iz­
quierda en. sus respectivos países. En su nueva versión,
los críticos contemplan la tercera vía, como un neolibe-
ralismo recalentado. Miran a Estados Unidos y ven una
economía bastante dinámica, pero también una socie­
dad con los niveles más extremos de desigualdad en el
mundo desarrollado. Clinton prometió “acabar con el
sistema de bienestar tal como lo conocemos” parecien­
do imitar algunas actitudes de lo» conservadores neoli­
berales. Al llegar al poder, dicen sus críticos, Blair y el
Nuevo Lal>orismo han perseverado en las políticas eco*
nómicas de Margaret Thatcher,
Mi propósito a continuación no es valorar si osas ob­
servaciones son o no certeras, sino analizar dónde se
encuentra el debate sobre el futuro de la socialdcmo-
cracia. Daré por hecho que la '‘tercera vía” se refiere a
un marco de pensamiento y política práctica que busca
adaptar la socialdemocracia a un mundo que ha cam­
biado esencialmente a lo largo de las dos o tres últimas
décadas. Es una tercera vía en cuanto que es un intento
por trascender tanto la socialdemocracia a la antigua
como el neoliberaüsmo.
C in c o d il e m a s

L o s debates sobre el futuro de la socialdemocracia


habidos en los últimos diez o quince años han suscita­
do diversas preguntas y dificultades generales —una
medida de lo problemático que se ha vuelto el terreno
de la política— . Sin embargo, no puede configurarse
un programa integrado de políticas socialdemócratas
hasta que no se den respuestas, por lo menos provisio­
nales, a estas preguntas, Aquí me concentraré en cin­
co dilemas básicos que han sobresalido merecidamen­
te en esos debates. Sugeriré una visión de cada uno,
pero he de pedir la indulgcncia.del lector. Todas ellas
son grandes preguntas. Aquí sólo hay espacio para
ofrecer respuestas concisas, y no podré ofrecer garan­
tías suficientes para convencer a un escéptico en nin­
gún caso particular*
Ixxs cincos dilemas se refieren a:

• La globalización: ¿qué es exactamente y qué impli­


caciones tiene?
• El individualismo: ¿en qué sentido, si lo liay, están
haciéndose las sociedades modernas más indivi­
dualistas?
• Izquierda y derecha: ¿qué pensar de la afirmación
de que ya no tienen significado?
• Capacidad de acción política: ¿está la política ale­
jándose de los mecanismos ortodoxos de ía demo­
cracia?
• Problemas ecológicos: ¿cómo deberían integrarse
en la política socialdemócrata?

L a (';ijo ba u za c ió n

La historia del poco agradable término “globaliza-


don" es interesante. Hace sólo unos diez años, la palabra
apenas era utilizada en obras académicas o en la prensa
popular. De no encontrarse en ningún sitio, la palabra
ha pasado a estar en todas partes — ningún discurso po­
lítico es completo, ni ningún manual económico acep­
table, si no contiene referencias a ella—. Su nueva fami­
liaridad ha impulsado un intenso debate en círculos
académicos y en la literatura de la sodaldemocracia. Se
lia señalado con bastante razón que en años recientes la
globalizadón ha estado en el centro de la mayoría de las
discusiones políticas y debates económicosl .
Gran parte de los aspectos de la globalizadón son
controvertidos: cómo debería entenderse el término, si
es o no nuevo, y qué consecuencias probables tendrá.
Han surgido dos corrientes bastante opuestas, ligadas
hasta cierto punto a posturas políticas divergentes. Al­
gunos sostienen que la globalizadón es sobre todo un
mito, o como mucho una continuación de tendencias
ya estableadas hace tiempo. No sorprende que esta pos­
tura sea atractiva para aquellos que quieren defender
aspectos de la socialdcmocracia a la antigua* Para ellos,
la globalización es un invento de los neoliberales. Una
vez que entrevemos el engaño, podemos seguir más o
menos como antes. En el otro polo están los autores y
políticos que dicen que la globalización es no sólo real,
sino que está ya bastante avanzada. En palabras del gurú
financiero Keniche Ohmae, vivimos ahora en un mun­
do sin fronteras, en el que el Estado-nación se ha con­
vertido en una “ficción” y los políticos han perdido todo
poder efectivo2.
La globalización se entiende comúnmente en su di­
mensión económica, y, como sugiere su raíz, incluye co­
nexiones que abarcan al mundo entero. En su libro sobre
el tema, Paul Hirst y Graham Thompson lo expresan de
este modo: “Se afirma que ha aparecido, o que está apa­
reciendo, una economía verdaderamente global, en la
que las diferentes economías nacionales y, por consi­
guiente, las estrategias domésticas de gestión económica
nacional, son crecientemente irrelcvanies* Estos auto­
res montan una ofensiva contra este punto de vista. La
mayoría del comercio sigue siendo regional. Los países
de la Unión Europea, por ejemplo» comercian principal­
mente entre ellos. F.l nivel de exportaciones de la UE al
resto del mundo sólo ha aumentado marginalmente en
las tres últimas décadas. Mientras que Estados Unidos se
ha abierto más, habiendo doblado sus exportaciones du­
rante el mismo periodo, tal evolución está muy lejos de
crear una “economía totalmente globalizada” El aumen­
to del comercio dentro de y entre bloques económicos
diferentes nos ha, devuelto simplemente a finales del si­
glo xix. En aquel tiempo, dicen HirstyThompson, había,
tal como hoy, una economía de comercio liberalizado.
Este último punto puede, en realidad, rebatirse con
bastante facilidad. Incluso si el periodo actual fuera sólo
una repetición del siglo pasado, seguiría siendo bastante
diferente de la época de posguerra del Estado de bienes­
tar keynesiano. Las economías nacionales estaban más
cerradas de lo que están ahora. En 1950» la exportación
ríe bienes comerciales constituía únicamente el 1% del
PIE de los países de la OCDE, comparado con un 12%
en 1911. Se alcanzó el 12% de nuevo en 1970, y en 1997
liabía crecido hasta el 17%. Por otra parte, ahora se pue­
de comerciar con una gama mucho mayor de bienes, in­
cluidas muchas formas de servicios, que en el siglo pasa­
do. Muchos más países están implicados en negocios
comerciales mutuos.
El cambio más importante es el mayor papel de los
mercados financieros mundiales, que operan creciente­
mente a tiempo real. Más de un billón de dólares se nego­
cian al día en transacciones financieras societarias. La
proporción de intercambios financieros en relación al
comercio se lia multiplicado por cinco en los últimos
quince años 4. El “capital aislado” — dinero gestionado
institucionalmente— ha aumentado en un 1100% a esca­
la mundial desde 1970 en comparación con otras formas
de capital. Unicamente en Estados Unidos, inversores ins­
titucionales tenían 11,1 billones de dólares en activos en
julio de 199f>. Los fbndo& de pensiones privados, o l>onos
puestos en circulación para garantizar planes de pensio­
nes, son una parto básica de esta suma enorme. En 1995,
fondos de pensiones, mutualidades y pólizas ascendían a
331.000 millones de dólares en valores institucionales5.
1.a globalización económica es, por tanto, una reali­
dad, y no sólo continuación, o reversión, de las tenden­
cias de años anteriores. Mientras que gran parte del co­
mercio continúa regionalizado, sí hay una “economía
plenamente global” a nivel de mercados financieros. No
obstante, la idea de globalizadón no se comprende si se
aplica únicamente a conexiones que son literalmente
mundiales y si se considera únicamente, o incluso prin­
cipalmente, en su dimensión económica. La globaliza­
dón, al menos tal como la concebiré en lo sucesivo, no
es sólo, ni principalmente, interdependencia económi­
ca, sino la transformación del tiempo y del espacio en
nuestras vidas. Acontecimientos lejanos» económicos o
no, nos afectan más directa e inmediatamente que nun­
ca. A la inversa, las decisiones que tomamos como indivi­
duos tienen, con frecuencia, implicaciones globales. Los
hábitos dietéticos de los individuos tienen, por ejemplo,
consecuencias para los productores alimenticios, que
pueden vivir al otro lado del mundo.
La revolución de las comunicaciones y la extensión de
la tecnología informática están estrechamente vincula­
das al proceso globalizador. Esto es así incluso en el terre­
no económico. Los mercados monetarios que funcionan
las veinticuatro horas del día dependen de una fusión de
tecnologías satélite e informáticas, que afectan también
a muchos otros aspectos de la sociedad. Un mundo de
comunicación electrónica instantánea, en el que están
implicados incluso los que viven en las regiones más po­
bres, reorganízalas insúmdones locales y las pautas vita­
les cotidianas. La sola influencia de la televisión es consi­
derable. La mayoría de los comentaristas coincide, por
ejemplo, en que los acontecimientos de 1989 en Europa
del Este no se habrían desarrollado del modo en que lo
hicieron si no hubiera sido por la televisión.
¿Está el Estado-nación convirtiéndose en una "fic­
ción”, como sugiere Ohmae, y el gobierno en algo obso­
leto? No, pero su forma está cambiando. La globaliza­
ción “se aleja” del Estado-nación en el sentido de que
algunos de los poderes que las naciones poseían, inclui­
dos los subyacentes a la gestión económica keynesiana,
se han debilitado. No obstante, la globalización tam­
bién ‘‘presiona” hacia abajo —crea nuevas demandas y
también nuevas posibilidades de regenerar identidades
locales— El repunte rccienie del nacionalismo escocés
en el Reino Unido no debería verse como un ejemplo
aislado. Es una respuesta a los mismos procesos estructu­
rales que se dan en otros lugares, como Quebec o Catalu­
ña. Los nacionalismos locales no están desintegrándose
ineludiblemente, Puede que Quebec opte por separar­
se de Canadá, como Escocia del Reino Unido. Alterna­
tivamente, puede que ambos sigan el camino catalán,
constimycndo partes cuasiautónomas de un ente nacio­
nal mayor.
La globalización también presiona lateralmente; crean­
do nuevas regiones económicas y culturales que a veces
traspasan las fronteras nacionales. Además de parte de
Cataluña, y también de España, Barcelona se incorpora
también a un área económica que se extiende al sur de
Francia- El movimiento en tres direcciones de la globali­
zación está afectando a la posición y el poder de los Es­
tados en todo el mundo. La soberanía ya no es una cues­
tión absoluta, sí es que alguna vez lo fue: las fronteras se
están volviendo más borrosas, especialmente en el con­
texto de la Unión Europea. Con todo, el Estado-nación
no desaparece, y el campo de acción del gobierno, to­
mado en su conjunto, más bien se expande que dismi­
nuye a medida que la globalización evoluciona. Algunas
naciones, en ciertas situaciones, tienen más poder del
que tenían, no menos —por ejemplo, los países del este
de Europa tras la caída del comunismo.
Las naciones mantienen, y mantendrán durante el
futuro previsible, un considerable poder gubernamen­
tal, económico y cultural, sobre sus ciudadanos y en el
ámbito exterior. A menudo, no obstante, sólo serán ca­
paces de ejercer tales poderes en activa colaboración
mutua, con sus propias localidades y regiones, y con
grupos y asociaciones transnacionalcs. “Gobierno” por
tanto, empieza a identificanse menos con “cT gobierno
— el gobierno nacional— y se convierte en algo de ma­
yor alcance. “Gobernancia* * aparece como un concep­
to más pertinente para referirse a algunos tipos de fa­
cultades administrativas o reguladoras, Organizaciones
que o bien no son parte de ningún Estado — organiza­
ciones no gubernamentales—, o bien son de carácter
transnacional, contribuyen al gobierno.
Se habla con frecuencia de la globalización como si
fuera una fuerza de la naturaleza, pero 110 lo es. Estados,
empresas y otros grupos lian promovido activamente su

* Hemos incluido aquí el término “gobernancia" para distinguirlo


del anteriormente mencionado, “gobierno*’. En castellano no exis­
te lodavia, sin embargo, un claro acuerdo sobre el uso específico
que competa a este barbarigmo. En el campo de Jas ciencias de la
administración, el único en el que de hecho es utilizado, n o tiene
además el sentido del que aquí le dota Giddens, Se refiere más
bien a la capacidad de un Estado, o un conjunto de órgímos c insti­
tuciones administrativas, para go7.ar de los medios financieros y ad­
ministrativos necesarios panx hacer efectivas sus decisiones. Cuando
más adelante lo utilice el autor en otro contexto, por ejemplo, al
hablar de globalgavemáncr, preferiremos mantener el más generali­
zado término de “gobierno". (N. del T.)
avance. Gran parte de la investigación que ayudó a crear
la comunicación por satélite fue sufragada por gobier­
nos, al igual que, más recientemente, lo fueron las pri­
meras fases de lo que ha resultado ser Internet. Los go­
biernos han contribuido a la expansión de los mercados
financieros mundiales mediante la emisión de obliga­
ciones dirigidas a recaudar dinero para sus compromi­
sos domésticos. Las políticas liberalizadoras y privatiza-
doras han contribuido a la intensificación del comercio
mundial y del intercambio económico. Las empresas se
han involucrado cada vez más en la inversión exterior
directa. I.as ventas de las sucursales de las empresas
transnacionales fueron en 1997 superiores en un 20% a
la exportación mundial total de bienesy servicios.
La globalízación} en suma, es una compleja serie de
proce.^os, impulsados por una amalgama de factores po­
líticos y económicos. Está transformando la vida diaria,
especialmente en los países desarrollados, a la vez que
cica nuevos sistemas y fuerzas tj-ansnacionales. No se li­
mita a ser únicamente el telón de fondo de la política
contemporánea: tomada en conjunto, la globaÜ2ación
está transformando las instituciones de las sociedades
en que vivimos. Influye directamente, sin duda, en el as­
censo del “nuevo individualismo” que ha destacado en
los debates socialdemócratas.

El in d iv id u a u sm o

1.a solidaridad ha sido desde hace mucho tiempo un


componente de la socialdcmocracia. El legado original
del marxismo era ambivalente en el tema del individua­
lismo frente al colectivismo. Marx habló de la desapari­
ción del Estado con el advenimiento de una sociedad
socialista plenamente madura, en la que “el libre desa­
rrollo de cada cual será la condición del libre desarrollo
de todos5'. E ií la práctica, el socialismo y el comunismo
ponían igualmente un gran énfasis en el papel del Esta­
do para generar solidaridad e igualdad. El colectivismo
se convirtió en uno de los rasgos principales que distin­
guían a la socialdcmocracia del conservadurismo, que
ideológicamente acentuaba mucho más la dimensión
del “individuo" Una actitud colectivista ha formado par­
te también durante mucho tiempo de la ideología de­
mócrata-cristiana en los países continentales.
Gran parte de esto ha venido retrocediendo desde fi­
nales de los setenta* Los socialdemócratas tenían que
responder al reto del neoliberalismo, pero eran más im­
portantes los cambios qué ocurrían en los países occi-
dentales y que ayudaron a dar al thatcherismo su sopor­
te ideológico. Simplificando bastante, podría decirse
que la socialdemocracia clasica tuvo más éxito y se desa­
rrolló mejor en países pequeños, o en países con culturas
nacionales homogéneas. Todos los países occidentales,
sin embargo» se han vuelto mas pluralistas culturalmen­
te, con una proliferación de estilos de vida—una conse­
cuencia, en parto, de la propia prosperidad que la “so­
ciedad del bienestar” ayudó a producir.
Al estar su nueva postura más l>asada en un renuente
repliegue de las viejas ideas que positivamente funda­
mentada, no sorprende que los socialdemócratas se ha­
yan tenido que esforzar para adaptarse a Ja creciente im­
portancia del individualismo y a la diversidad de estilos
de vida. Han sido incapaces de aclararse sobre cuál es la
medida en la que el nuevo individualismo se identifica
al individuo egoísta retratado en la teoría económica
neoliberal, y se han visto constreñidos por ello. Después
de todo, la idea del “individuo autónomo” era precisa­
mente el concepto que el socialismo fue combatiendo
desde sus orígenes.
Hay que afrontar varios problemas básicos. ¿Qué es
exactamente el nuevo individualismo? ¿Qué relación tie­
ne con el papel creciente que juegan los mercados? ¿Es­
tamos presenciando el nacimiento de una generación,
del “yo”, que genera una sociedad del “yo primero” que
inevitablemente destruye los valores comunes y las preo­
cupaciones públicas? Si los socialdemócratas van a ha­
cer más hincapié en la libertad personal que en el pasa­
do, ¿cómo debería abordarse el antiguo problema de la
relación entre libertad c igualdad?
Tanto la izquierda como la derechase han preocupa­
do por la sociedad del yo primero y sus desastrosas con-
secuencias para la solidaridad social, pero señalan cau­
sas diferentes. Los autores socialdemócratas ven sus
orígenes en las fuerzas del mercado, junto con el impac­
to ideológico del thatcherismo, con su énfasis sobre la
idea de que los individuos deben valerse por sí mismos
en lugar de depender del Estado. Los neoliberales y otros
conservadores apuntan en su lugar a la permisividad de
los sesenta, que puso en marcha un proceso de deca­
dencia moral.
Ninguna de las hipótesis resiste un análisis minucio­
so. Investigaciones de diferentes países sugieren que el
debate en su conjunto ha de ser reconducido. La gene­
ración del “yo” es una descripción errónea del nuevo in­
dividualismo, que no indica un proceso de decadencia
moral. Más bien al contrario, las encuestas muestran que
las generaciones más jóvenes están sensibilizadas hoy
día con una gama mayor de preocupaciones morales
que generaciones anteriores No relacionan, sin em­
bargo, estos valores con la tradición, ni aceptan que las
formas tradicionales de autoridad legislen en cuestiones
relativas al estilo de vida- Algunos de estos valores mora­
les son claramente posmaterialistas en el sentido que le
atribuye Inglehart, referidos, por ejemplo, a los valores
ecológicos, los derechos humanos o la libertad sexual.
Tal como observa el sociólogo Ulrich Bcck, el nue­
vo individualismo:

no es t h a t c h c r i s m o , n i in d iv id u a lis m o d e m o r c a d o , n i a t o ­

m iz a c ió n . A l c o n t r a r i o , s ig n if ic a “in d iv id u a lis m o in s titu ­

c i o n a l i z a d o ' ’. 1 .a m ayoría d e lo s d e r e c h o s y titu la r id a d e s

q u e c o n f ie r e e l E s ta d o d e b ie n e s ta r , p o r e je m p lo , e s tá n

d e s tin a d o s a in d iv id u o s e n lu g a r d e a f a m ilia s . E n m u c h o s

casos p r e s u p o n e n e l e m p le o . E l e m p le o , a su v e z , im p lic a

e d u c a c ió n , y a m b o s s u p o n e n m o v ilid a d . M e d ia n t e to d o s

e s to s r e q u is it o s so in v ita a la g e n t e a c o n s t itu ir s e c o r n o in ­

d iv id u o s : a o r g a n iz a r s e , e n t e n d e r s e , d is e ñ a r s e c o m o in d i­

v id u o s 7.

El nuevo individualismo, en suma, está asociado a la


difuminación de la tradición y de la costumbre en núes*
tras vidas, un fenómeno relacionado con el impacto de
la globalización entendida de un modo más amplio que
la mera influencia de los mercados. El Estado de bienes­
tar hajugado su papel: instaurado bajo la égida del colec­
tivismo, las instituciones del bienestar han ayudado a li­
berar a los individuos de algunas de las fijezas del pasado.
En lugar de ver nuestro tiempo como una época de deca­
dencia moral tiene, pues, sentido con templarla como
una época de transición moral. Si individualismo institu­
cional no es igual a egoísmo» representa una amenaza
menor para la solidaridad social, pero sí implica que te­
nemos que buscar nuevos medios de conseguir esa soli­
daridad. I¿i cohesión social no puede garantizarse me­
diante la acción vertical del Estado ni mediante el apego
a )a tradición. Hemos de construirnos nuestras vidas de
un modo más activo que las generaciones anteriores, y
tenemos que aceptar más activamente responsabilidades
por las consecuencias de lo que hacemos y por los hábi­
tos de estilo de vida que adoptamos. El tema de la res­
ponsabilidad, u obligación mutua, estaba presente en la
socialdemocracia a la antigua, pero estaba en gran medi­
da latente, subsumido bajo el concepto de provisión co­
lectiva, Hoy día hemos de encontrar un nuevo equilibrio
entre responsabilidades individuales y colectivas.
Muchos críticos de izquierda mantienen una actitud
reservada hacia el nuevo individualismo. La aulorreali-
zarión, la realización del potencial: ¿acaso no es esto más
que pura jerga de terapia, o un capricho de los ricos?
Obviamente, puede que así sea, pero limitarse a esta, per­
cepción equivale a ignorar un cambio de rumbo en las
actitudes y aspiraciones de la gente. El nuevo individua­
lismo está ligado a presiones hacia una mayor democrati­
zación. Todos hemos de visir de una manera más abierta
y reflexiva que las generaciones anteriores. Este cambio
no es sólo beneficioso: aparecen nuevas preocupaciones
e inquietudes. Pero también muchas más posibilidades
positivas.
IZQUIKRDAYDKRECI L\

Desde sus inicios, a finales del siglo xvm, la distinción


en^re izquierda y derecha ha resultado ambigua y difícil
de concretar, pero se resiste obstinadamente a desapa­
recer. En su historia de los grupos y parados políticos
que se lian descrito a sí mismos como M ni de izquierdas
ni de derechas", el historiador del fascismo francés Zeev
Sternhel! señala lo polémica que ha sido siempre la na­
turaleza de la división s. La izquierda y la derecha tam­
bién han cambiado sus significados a lo largo del tiem­
po. Una ojeada al desarrollo del pensamiento político
muestra que las mismas ideas han sido consideradas de
izquierdas en determinados periodos y contextos y de
derechas en otros. Por ejemplo, los defensores de las fi­
losofías librecambistas eran considerados de izquierda
en el siglo XIX, pero hoy se les sitúa normalmente a la
derecha. La afirmación de que la distinción izquier­
da/derecha está agotada fue hecha en la década de 1890
por sindicalistas y defensores del solidarisme. La afirma­
ción ha sido repetida con frecuencia a través de los años.
Jean-Paul Sartre nwonaba en esos términos en los se­
senta, pero la tesis ha sido desarrollada más a menudo
por personas que proceden de la derecha. En 1930, el
historiador Alain (Émile Chartier) comentaba: “Cuan­
do se me pregunta sí la división entre izquierda y dere­
cha tiene todavía algún sentido, el primer pensamiento
que me viene a la cabeza es que la persona que hace la
pregunta no es de izquierdas”
El pensador político italiano Norberto Bobbio publi­
có en 1994 el Ubro más debatido sobre el tema de la h-
q uierda y la derecha en tiempos reci en tes El libro fue
un iKstseUeren su publicación originad en Italia, vendien­
do más de 200.000 ejemplares en su primer año. Bob-
bio trataba de defender la relevancia perdurable de la
distinción haciendo frente a un torrente de libros que
la declaraban obsoleta — que venían esta vez principal­
mente de personas de procedencia más izquierdista
que de derechas—, Los argumentos de Bobbio mere­
cen escucharse. la s categorías de izquierda y derecha,
dice, han continuado ejerciendo tanta influencia sobre
el pensamiento político porque la políüca es necesaria­
mente una actividad adversarial. La esencia de la políti­
ca es la lucha dcxoncepriones y políticas opuestas. La
izquierda y la derecha proceden de los dos lados de un
cuerpo. Aunque lo que está “en la izquierda" o “en la de­
recha” puede cambiar, nada puede estar en la izquierda
y en la derecha al mismo dempo. La distinción es polari-
zadora.
Cuando los partidos o las ideologías políticas están
más o menos igualados, argumenta Bobbio, pocos cues­
tionan la relevancia de la distinción entre la izquierda y
la derecha. Pero en momentos en los que una u otra se
hace tan fuerte que parece “el único casino de la ciu­
dad” ambas partes tienen interés en cuestionar esa re­
levancia. La parte más poderosa tiene interés, como
proclamara Margare! Thatcher, en declarar que “no
hay alternativa”. Al haberse hecho impopular su éthos, el
lado débil intenta normalmente adoptar algunas de las
convicciones de sus oponentes y propagarlas como opi­
niones propias. I a estrategia clásica del lado perdedor
es producir una “síntesis de posturas opuestas con la in­
tención práctica de salvar lo que se pueda salvar de la
propia postura abriendo espacios a la postura opuesta, y,
así, neutralizarla” u . Cada parte se representa a sí mis­
ma como yendo más a)lá de la vieja distinción izquier­
da/derecha o combinando elementos de ella para crear
una nueva y vital orientación.
La derecha política se vistió con nuevos ropajes, por
ejemplo, en el periodo posterior a la IT Guerra Mundial,
tras la caída del fascismo. Para sobrevivir, los partidos de
derechas tuvieron que adoptar algunos de los valores
de la izquierda, y aceptar el marco básico del Estado de
bienestar. Desde comienzos de los ochenta, las cosas han
sido al reves, debido al influjo ideológico creciente del
neoliberalismo y al colapso del comunismo. La afirma­
ción de que Tony Blair ha adoptado la mayoría de las
ideas del thatcherismo, reciclándolas como si fueran
algo nuevo, se comprende fácilmente desde tal punto de
vista. Esta vez es la izquierda la que más dene que ganar
diciendo que las viejas categorías ya no tienen sentido.
La distinción entre izquierda y derecha se reafirmará, se­
gún Bobbio, como ya hiciera con anterioridad. De este
modo, dado que la socialdemocracia está volviendo a la
vida y la nueva derecha está rápidamente dejando de ser
tan nueva, los socialdemócratas pronto pueden dejar de
dudar sobre si la izquierda y la derecha están obsoletas.
La diferencia izquierda/derecha, en opinión de üob-
bio, no os solamente una cuestión de polaridad. Un
criterio importante reaparece continuamente al distin­
guir la izquierda de la derecha: las actitudes respecto a
la igualdad. T,a izquierda favorece una mayor igualdad,
mientras que la derecha ve la sociedad como inevitable-
men;e jerárquica. La igualdad es un concepto relativo.
Debemos preguntar: ¿igualdad entre quiénes, de qué y
en qué grado? La izquierda busca reducir la desigual­
dad, pero esta meta puede entenderse de diferentes
maneras. No es que la izquierda quiera disminuir todas
las desigualdades, mientras que la derecha quiere siem­
pre preservarlas. La diferencia es de contexto. Por ejem­
plo, en un país con una reciente población inmigrante,
el contraste entre izquierda y derecha puede expresarse
en la extensión en que deba otorgarse a los inmigrantes
derechos básicos de ciudadanía y protección material.
A pesar de argumentar que la división entre izquier­
da y derecha seguirá existiendo, Bobbio concluye en
una “Respuesta” a los críticos de su libro aceptando que
Ja distinción no posee ahora el apoyo que solía tener;

E s in n e g a b le q u e e l m o tiv o d e la a c t u a l fa lta d e d ir e c ­

c ió n d e la iz q u ie r d a e s q u e c u e l m u n d o m o d e r n o h a n

s u r g id o p r o b le m a s q u e lo s m o v im ie n to s tr a d ic io n a le s d e

l a i z q u i e r d a n u n c a s e h a b í a n p l a n t e a d o , y a l g u n a s d e la s

h ip ó te s is s o b r e la s q u e fu n d a b a n s u fu e r z a y s u s p la n e s

p a r a la t r a n s f o r m a c ió n d e l a s o c ie d a d n o s e h a n m a te r ia li­

z a d o ... N in g ú n iz q u ie r d is t a p u e d e n e g a r q u e la iz q u ie r d a

n o e s h o y l o q u e e r a 1?.

Bobbio está seguramente en lo cierto al decir que la


distinción izquierda/tlerecha no desaparecerá, y al con­
siderar la desigualdad como núcleo de ella. Aunque
puede ser interpretada de maneras bastante distintas, la
idea de igualdad o justicia social es básica para la pers­
pectiva de la izquierda. Ha sido criticada persistentemen­
te-por personas de derechas. La definición de Bobbio
necesita, no obstante, algún refinamiento. Las personas
de izquierdas no sólo buscan justicia social, sino que
creen que el gobierno debe jugar un papel clave en fo­
mentarla. En lugar de hablar de la justicia, social como
tal es más preciso decir que estar en la izquierda signifi­
ca creer en una política de la emanciparión. La igual­
dad es importante sobre todo porque es relevante para
las oportunidadesvitales, el bienestar y la autoestima de
la gente. Como dice el filósofo de Oxford Joseph Raz:

L o q u e h a c e q u e n o s p r e o c u p e m o s s o b r e d ife r e n te s

d e s ig u a ld a d e s ... e s e l h a m b r e d e lo s h a m b r ie n to s » l a n e c e ­

s id a d d e lo s n e c e s ita d o s ... e l h e c h o d e q u e e s t á n e n p e o r

s itu a c ió n q u e su s v e c in o s e n a s p e c to s im p o r ta n te s e s r e le ­

v a n te . P e r o e s r e le v a n te n o c o m o u n m a l in d e p e n d ie n te

d e la d e s ig u a ld a d . S u r e le v a n c ia e s t r ib a e n m o s t r a r q u e su

h a m b r e e s m a y o r, s u n e c e s id a d m á s a c u c ia n t e , su s u fr i­

m ie n t o m á s d a ñ in o , y, p o r t a n t o , e s n u e s t r o in t e r é s p o r la

ig u a ld a d el q u e n o s h a c e d o t a r l a s d e p r i o r i d a d ,3 .

También hay otras razones para preocuparse por la


igualdad. Una sociedad altamente desigual se ve perju­
dicada por no hacer el mejor uso de los talentos y facul­
tades de sus ciudadanos. Por otro lado, las desigualda­
des pueden amenazar la cohesión social y tener otras
consecuencias socialmente indeseables (como provo­
car altas tasas de criminalidad). Es cierto que ha habido
sociedades que han all>ergado grandes desigualdades y
a pesar de ello han permanecido estables -—el sistema
tradicional de castas indio, por ejemplo— . Pero en una
época de democracia de masas las cosas son muy dife­
rentes. Una sociedad democrática que genera desigual­
dad a gran escala producirá probablemente desconten­
to y conflictos generalizados.
La globalizadón, junu, con la desintegración del co­
munismo, ha alterado lo* contornos de la izquierda y de
la derecha. En los países i idusü'ializados no hay extre­
ma izquierda de la que ha). *r. Pero sí hay una extrema
derecha, que se define ca<rt vez más en respuesta a la
globalización —un patrón común que une a políticos
derechistas como Pat Buchman en Estados Unidos,
Jean-Marie I a? Pcn en Francia v Paulino Hanson en Aus­
tralia—. Lo mismo puede dec: ^e incluso de los grupos
radicales más fieros de la derecha, como los Patriotas en
Estados Unidos, que ven en las Naciones Unidas y el go­
bierno federal complots contra su integridad nacional.
Los temas centrales de la extrema derecha son el pro­
teccionismo económico y cultural. Buchanan, por ejem­
plo, vocea “¡America primero!" Defiende el aislacionis­
mo nacional y una política inflexible en inmigración
como alternativas apropiadas ala moda de lo global.
La distinción izquierda/derecha sigue viva, poro una
cuestión fundamental para la socialdemocracia es si la
división cubre tanto espacio del espectro político corno
antes. ¿Estamos, como liobbio parece sugerir, simple­
mente en un periodo de transición, antes de que la iz­
quierda y la derecha se restablezcan con total fuerza, o
ha habido un cambio cualitativo en su aplicabilidad?
Sería difícil resistirse a la conclusión de que ha existi­
do tal cambio. Los motivos han sido bien analizados en
los debates socialdemócratas de los últimos años. Estu-
viejím o no directamente influidos por el marxismo, la
mayoría de los pensadores y acúvistas de la izquierda
adoptaron una visión progresista de la liisioria. Se alia­
ron estrechamente no sólo con “el progreso del socialis­
mo”, sino con el avance de la ciencia y la tecnología. Los
conservadores, por otro lado, han sido escépticos sobre
los grandes proyectos y son pragmáticos respecto al de­
sarrollo social, y han puesto énfasis en ía continuidad.
Estos contrastes se han hccho hoy menos ásperos. Tan­
to la izquierda como la derecha, han veniílo a aceptar la
naturaleza dual de la ciencia y de la tecnología, que ge­
neran grandes beneficios pero crean también nuevos
riesgos e in certidumbres.
Con la defunción del socialismo como teoría de ges­
tión económica ha desaparecido una de las principales
lineas divisorias entre izquierda y derecha, al menos
para el futuro inmediato. La izquierda marxista quena
derrocar al capitalismo y reemplazarlo por un sistema
diferente. Muchos socialdemócratas también creían que
el capitalismo podía y debía ser progresivamente mo­
dificado, de modo que perdiera la mayoría de sus ca­
racterísticas defmitorias. Nadie tiene ya alternativas al
capitalismo— los debates que se mantienen atañen a la
extensión y las forma* en que el capitalismo debiera ser
dirigido y regulado— - Estos debates son ciertamente
significativos, pero se quedan atrás respecto a las discu­
siones más fundamentales del pasado.
AJ haber mudado estas circunstancias, se ha puesto
de relieve toda una gama de problemas y posibilidades
nuevos que no están al alcance del esquema izquier­
da/derecha. Estos incluyen cuestiones ecológicas, pero
también asuntos que tienen que ver con la naturaleza
cambiante de la familia, el trabajo y la identidad perso­
nal y cultural. Por supuesto, los valores de justicia social
v emancipación están conectados a ellos, pero todas es­
tas cuestiones trascienden aquellos valores. A la polídea
emancipadora de la izquierda clásica hemos de añadir lo
que he llamado en otra parte la política <ie la vida l4. El
término puede ser bueno o no. A lo que me refiero con
él es a que, mientras que ia política emancipadora atañe
a las oportunidades vítales, la política de la vida atañe a
decisiones vitales. Es una política de elección, identidad
y reciprocidad. ¿Cómo deberíamos reaccionar a la hipó­
tesis del calentamiento global? ¿Deberíamos o no acep­
tar la energía nuclear? ¿Hasta qué punto debería seguir
siendo el trabajo un valor central en la vida? ¿Debería­
mos apoyar la devolución? * ¿Cuál debería ser el futuro
de la Unión Europea? Ninguna de éstas es una cuestión
clara de izquierda/derecha.
Estas consideraciones sugieren que los socialdemó-
cratas deberían contemplar de otra manera el centro
político. Los partidos socialdemócratas se han acercado
al centro fundamentalmente por motivos oportunistas.
El centro político, por supuesto, en el contexto de la iz­
quierda y la derecha sólo puede significar compromiso,
él “punto medio” entre dos alternativas más definidas.
Si la izquierda y la derecha abarcan ahora menos que
antes, sin embargo, esta conclusión ya no sirve. La idea
del “medio activo” o “centro radicar, muy debatida en­
tre los socialdemócratas recientemente, debería ser to­
mada en serio.
Implica que “centro-izquierda” no es inevitablemente
igual a “izquierda, moderada”. Casi todas las cuestiones
de la política de la vida mencionadas más arriba requie­
ren soluciones radicales o sugieren políticas radicales,
en niveles diferentes de poder. Todas son potencialmen-
* En el Reino Unido, se entiende por devolución la transferencia de
facultades políticas y administrativas a las autoridades regionales
de sus territorios históricos. (N. ddT.)
le polémicas, pero las condiciones y alianzas requeridas
para desarrollarlas no siguen necesariamente las pautas
de aquellas basadas en divisiones de interés económico.
En La cultura de la satisfacción, el economista J . K Gal-
braith sugirió que en las sociedades contemporáneas
los ricos pierden interés en la suerte de los menos privi­
legiados Sin embargo, investigaciones realizadas en
países europeos demuestran que en muchos aspectos
sucede lo contrario. Pueden formarse alianzas unáni­
mes, que pueden ofrecer una base para políticas radica­
les. Afrontar los problemas ecológicos, por poner el
caso, desde luego requiere con frecuencia una actitud
radical, pero ese radicalismo puede, en principio, dictar
un amplio consenso. Lo mismo puede decirse de res­
ponder a la globalización o la política familiar.
El término “centroizquicrda" no es, pues, una califi­
cación inocua. Una socialdemocracía renovada ha de
estar a la izquierda del centro, porque la justicia social y
la política emancipadora siguen constituyendo su esen­
cia. Pero no debería considerarse que el “centro” no de-
ne sustancia. Hablamos más bien de las alianzas que los
socialdemócratas pueden tejer a partir de la diversidad
de estilos de vida. Los problemas políticos, tradicionales
y nuevos, tienen que ser analizados de este modo. Un
Estado de bienestar reformado, por ejemplo, ha de sa­
tisfacer criterios de justicia social, pero también tiene
que reconocer e incorporar una elección activa de esti­
lo de vida, integrarse en estrategias ecológicas y respon­
der a nuevos escenarios de riesgo.
El “radicalismo” solía concebirse como la izquierda
arremetiendo contra la derecha —y la izquierda contra
la izquierda, ya que los autoproclamados revoluciona-
ríos y marxistas se conceptuaban bastante lejanos de los
que consideraban meros “reformadores’’—. La ecuación
entre ser de izquierdas y ser radical ya no se sostiene, si
es que alguna vez lo hizo. Muchos socialdemócratas en­
cuentran incómoda tal situación, pero ofrece mayores
beneficios, pues permite intercambios a través de barre­
ras políticas que eran mucho mis altas. Consideremos
de nuevo el ejemplo de la reforma del sistema de bien­
estar. Hay grandes diferencias entre socialdemócratas y
neoliberales acerca del futuro del Estado de bienestar,
y esas diferencias se concentran en torno a la división iz­
quierda/derecha. La mayoría de los socialdemócratas
quiere mantener un gasto elevado en bienestar, mien­
tras que los neoliberales apoyan una red de seguridad
pública mínima. ílon todo, hay también cuestiones co­
munes con Jas que se enfrentan todos los reformadores
del bienestar. La cuestión en torno a que hacer con una
población envejecida, por ejemplo, no consiste simple­
mente en establecer grados de pensiones. Requiere una
reflexión más radical sobre la cambiante naturaleza del
envejecimiento como tal, los patrones cambiantes de sa­
lud y enfermedad, y otros temas.

C apaci» ai> D£ a cción

En todos los intentos de renovación política surge la


cuestión de la organización. Si puede configurarse un
programa político coherente, ¿cómo ha de ser impie-
mentado? I.os partidos socialdemócratas comenzaron
originariamente siendo movimientos sociales, a finales
del siglo xix y comienzos del xx. Hoy, además de sufrir
su crisis ideológica, se ven desbordados por nuevos mo­
vimientos sociales y, como oíros partidos, envueltos en
una situación en la que la política se ha devaluado y el
gobierno ha sido aparentemente privado de poder. El
neoliberalismo ha armado una crítica continuada del
papel del gobierno en la vida social y económica, que
parece resonar en tendencias existentes en el mundo
real. Es hora de que los socialdemócratas lancen un
contraataque contra tales ideas, que no resisten un aná­
lisis detenido.
Los temas del fin de la política, y de la inmersión del
Estado en el mercado global, han sido tan destacados
en la literatura reciente que merece la pena reiterar qué
es lo que el gobierno puede lograr en el mundo contem­
poráneo.
El gobierno existe para:

►suministrar medios para la representación de inte­


reses diversos;
• ofrecer un foro para conciliar las demandas rivales
de estos intereses;
• crear y proteger una esfera pública abierta, en la
que pueda llevarse a cabo un debate libre sobre
cuestiones políticas;
• suministrar una variedad de bienes públicos, inclu­
yendo formas de seguridad y bienestar colectivos;
• regular los mercados siguiendo el interés público
y fomentar la competencia mercantil donde haya
amenaza de monopolio;
• fomentar la paz social mediante el control de los
instrumentos de violencia y mediante el manteni­
miento del orden;
• promover ci desarrollo activo de capital humano a
través de su papel esencial en el sistema educativo;
• m a n t e n e r u n s is te m a ju d ic ia l e fic a z ;

• tener un papel directamente económico, como


empleador principal, en intervención macro y mi-
croecónomica, además de la provisión de infraes­
tructuras;
• más discutidamente, tener una meta civilizadora
—el gobierno refleja normas y valores ampliamen­
te aceptados, poro también puede ayudar a mol­
dearlas, en el sistema educativo y fuera de él;
• fomentar alianzas regionales y transnadonales y
perseguir objetivos globales.

Por supuesto, estas tareas pueden ser interpretadas


de maneras muy diferentes* y siempre hay áreas de sola-
pamiento con organizaciones no estatales. La lista os tan
impresionante que suponer que el Estado y el gobierno
se han vuelto irrelevantes no tiene sentido.
Los mercados no pueden reemplazar al gobierno en
ninguna de estas áreas, pero tampoco pueden hacerlo
los movimientos sociales u otras clases de organización
no gubernamental (ONGs), por muy significativas que
se hayan vuelto. Los movimientos sociales y los llamados
“partidos antisistema” no han jugado un papel tan im­
portante en el Reino Unido en los años ochenta y co­
mienzos de los noventa como en muchos países conti­
nentales. No obstante, los cambios producidos por la
globalización han amenazado en todas partes con debi­
litar a los partidos políticos ortodoxos. Los socialdemó­
cratas se vieron en los años ochenta, sin un marco ideo­
lógico efectivo con el que responder, mientras que los
movimientos sociales y otros grupos pusieron de relieve
las cuestiones que caían fuera de la política socíaldemó-
crata tradicional —la ecología, los derechos de los ani­
males, la sexualidad, los derechos de los consumidores
y muchas otras.
Lo que a algunos les parecía un proceso de despoliti-
zación —la pérdida de influencia de gobiernos nacio­
nales y partidos políticos— era para otros una extensión
del compromiso y activismo políticos. Ulrich Beck ha­
bla del surgimiento de la “subpolítica” —la política que
ha emigrado del parlamento hacia grupos de “interés
único” (singíe-issue) en la sociedad 16—. Muchos de estos
grupos, como Greenpeace u Oxfam, operan a una esca­
la globaJ. Un episodio clave para Bcck y muchos otros
fue el de Brent Spar. 1.a compañía de petróleo Shell pía*
ncó en 1995 deshacerse de la plataforma petrolífera
Brent Spar hundiéndola en el océano. Grupos de defen­
sa del medio ambiente organizaron protestas enérgicas
y consumidores de muchos países dejaron de comprar
gasolina Shell. Los cambios en la actitud de la compa­
ñía desde entonces han sido profundos.
En 1998 Shell publicó un interesante informe descri­
biendo sus nuevas actitudes hacia la responsabilidad
corporativa. El informe habla de implicarse en un “de­
bate global”, “para aprender de otros” y “explicar nues­
tras acciones”. Acepta que hay una “responsabilidad de
asegurar que nuestros negocios se llevan de una mane­
ra que sea éticamente aceptable para el resto del mun­
do" y que “debemos mostrar que lo estamos haciendo
ofreciendo garantías susceptibles de verificación inde­
pendientemente”. Shell reclama ser la primera gran
compañía energética que apoya públicamente laDeda-
ración Universal de Derechos Humanos de la ONU. Se
formó un Comité de Responsabilidad Social en 1997
para revisar la política y la conducta de los negocios
S h elll7.
Un discurso pronunciado por Cor Hcrkstrotcr, el
presidente mundial de Shell, es revelador. De los grupos
defensores del medio ambiente y de los consumidores
dice que “fuimos algo leu los en comprender que estos
grupos tendían a adquirir autoridad. Infravaloramos la
extensión de estos cambios — erramos en no implicar­
nos en un diálogo serio con estos nuevos grupos— *\
Añade que “sencillamente, las instituciones de la socie­
dad global están siendo reinventadas a medida que la
tecnología redefine las relaciones entre individuos y or­
ganizaciones”.
Los nuevos movimientos, grupos y ONGs son, pues,
capaces de tensar sus músculos en la escena mundial y
hasta las corporaciones mundiales lian de tomar nota.
Beck compara “el intnovilismo del aparato gubernamen­
tal” con la “movilidad de los agentes en todos los niveles
posibles de la sociedad” y “el declive de la política” con
íkla activación de la subpolítica”. Los grupos de iniciativa
ciudadana, argumenta, han adquirido poder unilateral-
mente, sin esperar a los políticos. Ellos, no los políticos,
han incluido las cuestiones ecológicas, y otras muchas
preocupaciones nuevas, en los programas. Grupos de
ciudadanos originaron las transiciones en Europa del
Este en 1989: “Sin foiocopiadoras ni teléfonos, fueron
capaces de forzar a los grupos dirigentes a retirarse y caer
por el simple hecho de reunirse en una plaza” lS.
El crítico cultural Hans Magnus Enzensbergcr escribe
de Alemania —y por inferencia también de otros países:
Se injuria a los políticos diciendo que el pueblo se inte­
resa menos y menos por ellos... [pero] las innovaciones y
decisiones sobre el futuro no provienen de la clase políti­
ca dcs<le hace ya algún tiempo... El Gobierno Federal
[alemán] es relativamente estable y tiene relativo éxito, a
pesar de y no debido al hecho de que está dirigido por
esas personas que nos sonríen desde los carteles de cam­
paña... Alemania puede permitirse un gobierno incom­
petente, porque en definitiva las personas que nos abu­
rren en las noticias diarias no importan en realidad ,9.

Tales comentarios son coherentes con investigacio­


nes sobre la decreciente confianza en los políticos y en.
la maquinaria de la política ortodoxa, similar en la ma­
yoría de los países industriales. En Estados Unidos, el
76% de Ja gente contestó en una encuesta de opinión
en 1964 “todo”o ‘la mayor parte del tiempo” cuando se
le preguntaba “¿Cuánta parte del tiempo confía usted
en que el gobierno de Washington haga lo correcto?”.
La encuesta repetida en 1994 mostraba que la propor­
ción había descendido hasta el 25%. De aquellos que
expresaban una confianza continuada en el gobierno,
el 61% había votado en las elecciones presidenciales
anteriores, comparado con el 35% de los menos confia­
dos. 1.a gente joven tiene una actitud más reservada ha­
cia la política parlamentaria que las generaciones mayo­
res, aunque los jóvenes tienen más interés que sus
m ayores en cuestionen d e “subpolítica”. La “lzurga gene­
ración cívica” nacida entre 1910 y 194<^es más proclive a
confiar en los políticosy a votar M. Una encuesta realiza­
da en once países europeos occidentales en 1981 y repe­
tida en 1990 mostraba que la confianza en las instilacio­
nes gubernamentales había disminuido en seis países,
era estable pero bastante baja en cuatro y había aumen­
tado sólo en uno (Dinamarca). No es sólo que la gente
exprese menos confianza en los políticos de la que solía
tener: lo mismo puede decirse de sus actittides hacia
otras figuras de autoridad, como la policía, los aboga­
dos o los médicos
Los “partidos antisistema” han buscado explotar es­
tos sentimientos atacando á los partidos ortodoxos di­
rectamente. Los partidos verdes y los partidos populis­
tas de extrema derecha han disputado por una porción
do poder en la mayoría de los países industriales. Am­
bos tipos de partido están ligados a movimientos socia­
les más amplios y ambos protestan explícitamente con­
tra los partidos y sistemas de gobierno establecidos. En
1998, los verdes tienen diputados en once parlamentos
nacionales en Europa. Los partidos populistas de dere­
chas, que se formaron principalmente en los ochenta,
tienen una representación más variada, hasta un 20%
de apoyo en algunos países, como alcanza el Freiheídi-
chc Partei en Austria, y prácticamente ninguna presen­
cia en otros, como el Reino Unido, España, Holanda o
Noruega.
No hay señal de que estos partidos vayan a ganar más
apoyo electoral del que lian logrado hasta ahora, aun­
que esto les coloca a veces en una posición de comisio­
nistas del poder. Al igual que los movimientos sociales y
grupos activistas, su importancia es en gran parte sim­
bólica: presionan para incluir asuntos en la agenda polí­
tica, y dan forma concreta a los conflictos que les rodean.
Los partidos y movimientos de extrema derecha serían
peligrosos si se convirtieran en algo más que inquietudes
minoritarias. Los verdes, por otro lado, plantean cuestio­
nes ideológicas que son imposibles de ignorar, y que po­
nen en tela de juicio algunas de las orientaciones bási­
cas de la socialdemocracia. A pesar de las discusiones de
diez años sobre la "modernización ecológica”, no pue­
de decirse que los socialdemócratas hayan sido capa­
ces de asimilar adecuadamente el pensamiento ecológi­
co. “Incluso en la oposición, Ja izquierda establecida en
la mayoría de países no había demostrado convincente­
mente haber cambiado su postura respecto a los nuevos
problemas” ^ En parte, la dificultad es que los proble­
mas intelectuales y políticos relacionados son de una
magnitud enorme. Además, gran parte de los parados
socialdemócratas están divididos, una consecuencia de
estar en una transición en la que las viejas ideas de iz­
quierda siguen siendo importantes y ninguna alternati­
va plena se ha formado.
¿En que medida reemplazara la “subpolítica" a las e.v
feras más convencionales de la política y el gobierno?
Beck tiene razón al sostener que el interés decreciente
en la política partidista y parlamentaria no significa des-
politización. Los movimientos sociales, los grupos de in­
terés, las ONGs y otras asociaciones de ciudadanosjuga­
rán seguramente un papel en política sobre una base
continuista —desde un nivel local hasta un nivel mun­
dial—. Los gobiernos tendrán que estar dispuestos a
aprender de ellos, reaccionar ante las cuestiones que
susciten y negociar con ellos, como harán las grandes
empresas y otros agentes económicos.
Pero la idea de que tales grupos pueden suceder a los
gobiernos allí donde estos fallan, o sustituir a los parti­
dos políticos, es una fantasía. El Estado-nación y el go­
bierno nacional pueden estar cambiando su forma,
pero ambos mantienen una importancia decisiva en el
m un do actual. Las "personas que nos aburren en ías no-
ticias diarias” sí importan, y lo harán durante el futuro
indefinido. Los cambios de 1989 en Europa del Este de­
pendieron, al menos, de la connivencia de Estados y di­
rigentes de Estados —en especial la decisión del poder
soviético de no enviar tropas para reprimir las manifes­
taciones— . Por muy importantes que puedan ser los
movimientos y grupos de interés no pueden gobernar
como tales. Una de las funciones principales del gobier­
no consisto precisamente en reconciliar las demandas
divergentes de grupos de ínteres, en la práctica y en ías
leyes. Pero “gobierno” aquí debería^ entenderse en un
sentido más general que sólo gobierno nacional. Los so­
cialdemócratas tienen que analizar cómo podría ser el
gobierno mejor reconstruido para afrontar las necesi­
dades de la época.

C u e st io n e s e c o ló g ic a s

La importancia de la política ecológica va mucho más


allá de la influencia que los movimientos sociales verdes
puedan cobrar, o de la proporción del voto que los par­
tidos verdes puedan captar. En la política concreta, la
influencia de los grupos ecologistas ha sido ya conside­
rable, especialmente en Alemania —no sorprende que
la noción de “subpolítica” se originara alU—•.En su obra
L a iz q u ie r d a alemana, Andret Markovits y Philip Goiski

señalan que “durante los años odíenta los verdes se


convinieron en. el agente socializador de la izquierda
alemana en el sentido de que prácticamente todas sus
nuevas ideas, innovaciones políticas, formulaciones es­
tratégicas, estilo de vida.,, provinieron de los verdes y su
medio” 23. Al canciller Willy Brandt le gustaba decir que
los verdes eran “los niños perdidos del SPD”, pero en rea­
lidad los socialdemócratas fueron revitalizados por su
inevitable confrontación con el movimiento ecologista.
Las consecuencias son palpables. Alemania es uno de
los países líderes del mundo en cuanto a medidas am­
bientales como la eficiencia energética (la cantidad de
energía requerida para producir una unidad de renta
nacional) olas em ision es per cápiUi d e contaminantes ta­
les como el dióxido de carbono o el dióxido de azufre.
Los movimientos ecologistas no están todos corta­
dos, por supuesto, por el mismo patrón, y el ámbito eco­
logista está repleto de controversias. Las premoniciones
de una posible catástrofe global se expresaron por prime­
ra vez en los sesenta, y pronto cristalizaron en prediccio­
nes acabadas. Los recursos de la tierra, se proclamaba, es­
tán siendo consumidos a un ritmo alarmante, mientras
que la contaminación está destruyendo el l>alance eco*
lógico del que depende la continuidad de la naturaleza.
Estas terribles advertencias provocaron una respuesta
vigorosa por parte de los críticos, que afirmaban que el
crecimiento económico indefinido es posible. Lo hicie­
ron apoyándose sobre todo en la teoría económica neo­
liberal. Los principios del mercado asegurarán que no
haya límites al crecimiento. Al igual que otros bienes, si
cualquier recurso natural se vuelve más escaso, aumen-
tará su precio y descenderá su consumo. Si desciende el
precio de los bienes, ello significa que la oferta está des­
bordando la demanda. El economista Julián Simón hizo
una famosa apuesta con el ecologista Paul Ehrlich en
1980. Simón apostó que, para cualquier conjunto de re­
cursos naturales que Ehrlich quisiera escoger, los pre­
cios serían inferiores en un determinado momento del
futuro. Ehrlich escogió 1990, y eligió el cobre, el cromo,
el níquel y el tungsteno. En 1990, los precios de estos
materiales eran de un 24 a un 78% más bajos de lo que
habían sido diez años antes. Ehrlich pagó puntualmente.
En cuanto a la contaminación, Simón y otras perso­
nas que sostienen opiniones similares denden simple­
mente a negar que haya causa alguna para la preocupa­
ción. El calentamiento global, por ejemplo, o bien no
está ocurriendo, o bien es un fenómeno natural y no está
producido por actividades humanas. La naturaleza tie­
ne propiedades restauradoras con \m alcance mucho
mayor que cualquier impacto que los seres humanos
puedan causar sobre el medio ambiente—por ejemplo,
la naturaleza está siempre creando nuevas especies a la
vez que destruyéndolas 24.
¿Es tal visión defendible? No lo creo. Las soluciones
del mercado son posibles para una diversidad de pro­
blemas ecológicos, pero, como en otras áreas, esto no
debería implicar optar por el fundamentalismo del mer­
cado. Ser confiado sobre los peligros ambientales seria
por sí misma una estrategia altamente peligrosa. Reco­
nocer este hecho significa comprometerse con las ideas
de desarrollo sostenible y modernización ecológica,
como han reconocido apropiadamente la mayoría de
los partidos socialdemócratas.
Desde su inclusión en el informe de la Comisión
Brunddand en 1987, el desarrollo sostenible se ha con­
vertido en la preocupación dominante de los grupos
ecologistas, y políticos de la mayoría de las ideologías
aparentan estar de acuerdo con elío. Brundtland ofre­
ció una definición engañosamente simple de desarrollo
sostenible, como la capacidad de la generación actual
“para asegurar la satisfacción de las necesidades del pre­
sente sin comprometer la capacidad de las generacio­
nes futuras para satisfacer sus propias necesidades” 25. Ya
que no sabemos cuáles serán las necesidades de las ge­
neraciones futuras, o cómo se verá afectada la utilización
de los recursos por el cambio tecnológico, la noción de
desarrollo sostenible no puede ser precisada — no sor­
prende que se hayan contabilizado hasta cuarenta defi­
niciones diferentes de ella.
El desarrollo sostenible es, por tanto, más un princi­
pio guía que una fórmula precisa. No obstante, fue apro­
bado en la Agenda 21, un programa patrocinado por la
ONU como continuación minuciosa de los esfuerzos de
Brundtíand. \forios países han hecho grandes esfuerzos
para integrarlo en su pensamiento económico. Asom­
brosamente, el gobierno conservador del Reino Unido
afirmó en 1988 que la política económica británica cum­
plía con los principios de desarrollo sostenible, mos­
trando cuán dúctil es el concepto.
La actitud de Gran Bretaña afínales de los años ochen­
ta y comienzos de los noventa contrastaba nítidamente
con la de algunos países continentales — por ejemplo,
Holanda, que en 1989 puso en marcha un plan nacional
para integrar criterios ecológicos en el funcionamiento
rutinario de todos los departamentos gubernamenta­
les— . Cada departamento tiene objetivos de calidad
medioambiental y un calendario establecido para lo­
grarlos. El desarrollo sostenible es definido como el evi­
tar la aplicación de tecnologías “extenuantes” a favor de
modos de producción que estén diseñados desde el prin­
cipio para evitar o limitar la contaminación. Grupos de
ciudadanos y represenlanles de la industria toman par­
le en las reuniones para llegar a la planificación de obje­
tivos. El proyecto ha tenido la acostumbrada ración de
reveses y dificultades, pero ha cumplido su papel a la
hora de convenir a Holanda en un país con uno de los
mejores registros ambientales.
lanoción de desarrollo sostenible enc<ya bien con la
mas amplia de modernización ecológica. Maarten Ha-
jer, uno de sus teóricos principales, considera que la. mo­
dernización ecológica reúne para un propósito común
valias “líneas de desarrollo creíbles y atractivas": desa-
rrollo sosicniblc en lugar de tícrecimiento-defínidvo’’;
una preferencia por la prevención antes que la restau­
ración; igualar contaminación con ineficacia; y tratar la
regulación medioambiental y el crecimiento económi­
co como mutuamente beneficiosos 26. Mientras que la
intervención del gobierno sea necesaria para promover
principios ecologistas firmes exigirá la cooperación ac­
tiva de la industria—y, ojalá, su cooperación voluntaria,
a través del reconocimiento de que la modernización
ecológica es beneficiosa para la economía—. “La moder­
nización ecológica implica un consorcio en el que go­
biernos, empresas, ecologistas moderados y científicos
cooperan en la reestructuración de la economía políti­
ca capitalista con arreglo a criterios más defendibles eco­
lógicamente” 27.
¿Demasiado bueno para ser cierto? Sí. No hay duda
de que la modernización ecológica une los intereses so-
cialdemóc ratas y ecológicos más estrechamente de lo
que parecía posible. Tiene a su espalda logros reales: los
países más influidos por la idea de modernización ea>
lógica son los más limpios y verdes de las naciones in­
dustrializadas. Sin embargo, exigiendo el mejor mundo
de los posibles, la modernización ecológica elude algu­
nos de los principales desafíos que los problemas ecoló­
gicos plantean al pensamiento socialdemócrata. No es
realmente convincente dar por sentado que la protec­
ción medioambiental y el desarrollo económico encajan
cómodamente —algunas veces, una entrará con seguri­
dad en conflicto con el otro— , Por otro lado, la moder­
nización ecológica es principalmente una cuestión de
política nacional, pero la mayoría de los peligros am­
bientales atraviesan las fronteras de las naciones y algu­
nos tienen alcance mundial.
Las hipótesis algo cómodas de la modernización eco­
lógica desvían la atención respecto de dos cuestiones
fundamentales suscitadas por consideraciones ecológi­
cas: nuestra relación con el avance científico y nuestra
respuesta al riesgo. En parte como consecuencia de la
globalizadón, el cambio científico y tecnológico se ha
acelerado, y su influencia sobre nuestras vidas se ha vuel­
to tan inmediata como profunda. Podemos pensar en el
“medio ambiente” como el mundo natural, pero, por
supuesto, ya no es eso. Mucho de lo que antes era natu­
ral es ahora el producto de, o está influido por, la activi­
dad humana — no sólo el mundo exterior, incluyendo
posiblemente el clima de la Tierra» sino el “medio am­
biente interno* del cuerpo— . Para bien o para mal, la
ciencia y la tecnología han invadido el cuerpo humano,
y han vuelto a trazar la frontera entre lo que puede hu-
monamente conseguirse y lo que simplemente hemos
de ^aceptar” de la naturaleza.
Ciencia y tecnología solían considerarse fuera de la
política, pero esta concepción ha devenido obsoleta.
Todos vivimos en una relación más “interrogativa" con
la ciencia y la innovación industrial que antes. '‘Nuevas
autopistas, plantas incineradoras de residuos, fábricas
químicas, nucleares o biotécnicas e institutos de investi­
gación encuentran la resistencia de los grupos de pobla­
ción inmediatamente afectados. Eso, y no [como en la
temprana industrialización] regocijarse por este pro­
greso, es lo que ha venido a ser predecible" 2R. La toma
de decisiones en estos contextos no puede dejarse a los
“expertos”, sino que tiene que involucrar a políticos y
ciudadanos. Resumiendo, ciencia y tecnología no pue­
den quedar fuera de los procesos democráticos. No se
puede confiar automáticamente en los expertos para sa­
ber lo que es bueno para nosotros, ni pueden ofrecer­
nos siempre verdades inequívocas; deberían estar obli­
gados a justificar sus conclusiones y políticas ante el
escrutinio público.
La crisis del BSE * en el Reino Unido es vista por mu­
chos como un caso puntual —como un problema britá­
nico o, a los ojos de algunos izquierdistas, como un fallo
de regulación thatchcrista—. No es ninguno de los dos,
o no sólo eso. El episodio del BSE debería considerarse
más bien típico de las situaciones de riesgo que se origi­
nan cuando “la naturaleza ya no es la naturaleza*1. Ca­
racterístico de las nuevas situaciones de riesgo es que ios
* En castellano, EEB (Encefalopatía espongiforme bovina); he
mantenido las siglas inglesas debido a la difusión generalizada
quehan alcam ad o. (N. delT.)
expertos discrepan entre sí. En lugar de existir una serie
bien definida de hallazgos a los que recurrir por parte
de los políticos, las investigaciones generan conclusio­
nes ambiguas e interpretaciones encontradas.
Con muchos riesgos corrientes, las tendencias están
establecidas históricamente. I j o s riesgos pueden calcu­
larse sobre la base de ía experiencia anterior. El riesgo
de que un conductor se vea envuelto en un accidente
de tráfico en un determinado periodo de tiempo puede
calcularse fácilmente sobre una base estadística. Las
nuevas situaciones de riesgo no son así. No tenemos ex­
periencia anterior para guiarnos, c incluso el que exis­
tan riesgos puede discutirse a voces. La mayoría de los
científicos del ramo cree que el calentamiento global
está ocurriendo, que tiene un origen humano, y que tie­
ne reservados desastres posibles para la human idad. No
obstante, una minoría significativa de especialistas no
cree ninguna de estas cosas y; como hemos visto, algu­
nos colaboradores de la literatura medioambiental es­
tán de acuerdo.
Los sucesos del BSE están por ahora lejos de haber fi­
nalizado. Nadie sabe en cuántos otros países puede apa­
recer el BSE, o cuáles puedan ser sus consecuencias a
más largo plazo. El modo preciso de su transmisión en­
tre especies es un misterio y puede tener un periodo de
gestación largo. Su impacto puramente económico ya
ha sido considerable. La última estimación de la investi­
gación del BSE en 1998 señala, por el momento, un co*-
te para la economía británica de 3.000 millones de li­
bras, calculado sólo en términos de compensaciones
pagadas a los granjeros y de los costes derivados de sacri­
ficar vacas infectadas y eliminar sus restos. El consumo
de vacuno ha caído en algunos países no directamente
afectados hasta ahora por el BSE.
El episodio del BSE ofrece abundante evidencia, si
fuera necesaria, de que los riesgos ecológicos no pue­
den “dejarse a un lado", pues inundan las áreas centra­
les de la política moderna. Es obvio, por ejemplo, que
las políticas sanitarias no pueden diseriarse como si con­
trolar la contaminación fuera un área distinta del “me­
dio ambiente”, o como si estuvieran separadas de los
procesos de cambio tecnológico. Hacer frente al riesgo
ecológico será un asunto problemático en el futuro pre­
visible.
En la literatura de la modernización ecológica, el prin­
cipio precautorio se ofrece normalmente como medio
de tratar las amenazas ecológicas. El concepto parece
haber sido utilizado por primera vez en Alemania en los
años ochenta, y hasta cierto punto ha formado paite de
la política pública en aquel país. Muy simplificado, esta­
blece que debería actuarse sobre las cuestiones medio­
ambientales incluso aunque exista incertidumbre cien­
tífica sobre ellas. Así, en varios países continentales se
iniciaron programas para combatir la lluvia ácida en los
ochenta, mientras que en Gran Bretaña la falta de evi­
dencia concluyente se utilizó para justificar la inactivi­
dad en éste y otros problemas de contaminación.
Sin embargo, el principio precautorio no es siempre
útil o siquiera aplicable. El riesgo ecológico no se nor­
malizará con frecuencia de esta manera, porque en mu­
chas situaciones ya no tenemos la opción de “estar cerca
de la jiatui-aleza”, o porque el balance de bcneílciosy pe­
ligros del avance científico y tecnológico es impondera­
ble. Puede que necesitemos con cierta frecuencia ser
más audaces que cautelosos a la hora de apoyar la inno­
vación científica y tecnológica.
El complejo carácter de las nuevas situaciones de ríes^
go se extiende incluso a la manera en la que entran en
el debate público. Consideremos de nuevo el ejemplo del
BSE. El gobierno de aquel momento ha sido general­
mente culpado, antes que nada, por negar que el BSE
presentara, un nesgo sanitario para los humanos, y pos­
teriormente cambiara su postara a la luz de nueva evi­
dencia científica- Es demasiado fácil despachar tal inco­
herencia como incompetencia gubernamental. Donde
existen nuevos riesgos, y la evidencia científica es in­
completa, los gobiernos han de tomar decisiones que
son por definición un salto en la oscuridad. Existe una
incertidumbre elemental en cuándo y cómo anunciar
posibles peligros que han sido revelados a través de la
información científica. El anuncio público de un nuevo
escenario de riesgo, como demuestra el episodio BSE,
puede tener consecuencias profundas. Si un riesgo se
divulga —o se le da estatus “oficial* mediante la inter­
vención del gobierno— y resulta haber sido exagerado
o ser inexistente, los críticos dirán que es “alarmismo”.
Supóngase, no obstante, que las autoridades creen que
el riesgo es bajo, o son cautelosas respecto a hacer un
anuncio. Los críticos dirán “encubrimiento" —¿por qué
no se informó al público antes?
Los problemas involucrados aquí son aún más com­
plicados. En ocasiones, asustar a la gente puede ser nece­
sario para persuadirles a cambiar su comportamiento, o
para que acepten los pasos que deberían darse para pre­
venir un peligro o serie de peligros concretos. Una ac­
ción mundial eficaz para combatir el calentamiento glo­
bal, por ejemplo, es probable que se inicie sólo si los go­
biernos y otras instancias se ven sensiblemente afectados
por los desastres que, en otro caso, pueden sobrevenir.
Con todo, hay presumiblemente un límite al número
de temores que pueden o deberían ser fomentados pi>
bbeamente. Si hay demasiados, existe la posibilidad de
que ninguno sea tomado en serio.
Ofrecer seguridad a los ciudadanos ha sido desde
hace mucho tiempo una preocupación de ios socialde­
mócratas. El Estado de bienestar ha sido visto como el ve­
hículo de dicha seguridad. Una de las principales leccio­
nes a sacar de los problemas ecológicos es que la misma
atención ha de concederse al riesgo. La nueva promi­
nencia del riesgo conecta la autonomía individual, por
un lado, con la influencia arrolladora del cambio cientí­
fico y tecnológico, por otro. El riesgo llama la atención
sobre los peligros que afrontamos —los más importantes
de los cuales hemos creado nosotros—, pero también so­
bre las oportunidades que corren parejas con ellos. El
riesgo no es sólo un fenómeno negativo— algo a ser pre­
venido o minimizado— . Es al mismo tiempo el principio
kinético de una sociedad que ha roto con la tradición y la
naturaleza.
Tradición y naturale7a se parecen en el sentido de
que muchas decisiones “vienen dadas” Las actividades
y acontecimientos “ocurren siempre así”, o son acepta­
das como “naturales” Una vez que la tradición y la na^
turalcza son transformadas» hay que tomar decisiones
progresivas» y tenemos responsabilidad por sus conse­
cuencias. Quién debería cargar con la responsabilidad
de las consecuencias Altura.? de acdvidades presentes
(ya sean de individuos, naciones u otros grupos) es una
de las principales preocupaciones de la nueva política,
como es quién proporciona seguridad si las cosas van
mal, cómo y con qué recursos.

La matriz del riesgo

Oportunidad Innovación

Seguridad Responsabilidad

La oportunidad y la innovación son el lado positivo


del riesgo. Nadie puede escapar al riesgo, por supuesto,
pero hay una diferencia básica entre la experiencia pasi­
va del riesgo y la exploración activa de los entornos de
riesgo. Un compromiso convencido con el riesgo es un
componente necesario de la movilización social y eco­
nómica. Algunos riesgos los queremos minimizar cuan­
to sea posible; otros, como los derivados de decisiones
inversoras, son una parte positiva c inevitable de! buen
funcionamiento de la economía de mercado.
Riesgo no es exactamente igual a peligro. El riesgo se
refiere a los peligros que tratamos activamente de afron­
tar y analizar. En una sociedad como la nuestra, orienta­
da hacia el futuro y saturada de información, el tema
del riesgo unifica varias áreas de la política, que de otro
modo serian bastante distintas entre sí: la reforma del
Estado de bienestar, el compromiso respecto a los mer­
cados financieros mundiales, las respuestas al cambio
tecnológico, los problemas ecológicos y las transforma­
ciones geopolíticas. Todos necesitamos protección con­
tra el riesgo, pero también la capacidad de afrontar y
contraer riesgos de un modo productivo.

La po lít ic a dk i a te r c er a vía

Hasta ahora he abordado los “cinco dilemas” de for­


ma separada, como si fueran independientes entre sí.
Por supuesto, no lo son, y en ésto y en los siguientes capí­
tulos hemos de atar los cabos.
I a. meta general de la política de la tercera vía debería
ser ayudar a los ciudadanos a guiarse en las grandes revo­
luciones de nuestro dempo: la globalizadón, las transforma­
ciones de la vidapeKsonaly nuestra relación con la naturaifza.
La política de la tercera vía.debería adoptar una actitud
positiva hacia la globalizadón —pero, necesariamente,
sólo como un fenómeno con un alcance mucho mayor
que el mercado global—, Ix>s socialdemócratas necesitan
responder al proteccionismo económico y cultural, el te­
rritorio de la extrema derecha, que ve la globalizadón
como una amenaza a la integridad nacional y a los valo­
res tradicionales. Kvidentemente, la globalizadón econó­
mica puede tener efectos destructivos sobre Ja autosufi­
ciencia local. Pero el proteccionismo no es sensato ni
deseable. Incluso si se consiguiera que funcionara, crea­
ría un mundo de bloques económicos egoístas y proba­
blemente belicosos. La política de la tercera vía no debe­
ría identificar globalizadón con un apoyo universal al
libre comercio. El libre comercio puede ser un motor del
desarrollo económico, pero dado el poder social y cuJtu-
raJmente destructivo de los mercados» sus consecuencias
más generales han de ser siempre examinadas.
1.a. política de la tercera vía debería mantener como
preocupación esencial la justicia social, y aceptar que la
gama de cuestiones que escapan a la divisoria izquier­
da/derecha es mayor que nunca. Igualdad y libertad in­
dividual pueden colisionar, pero las medidas igualita­
rias también aumentan a menudo la gama de libertades
accesibles a los individuos. La libertad debería significar
para los socialdemócratas autonomía de acción, que a
su vez exige Ja implicación de la comunidad social en
sentido amplío. Habiendo abandonado el colectivismo,
la política de la tercera vía busca una nueva relación en-
ire individuo y comunidad, una redefinición de dere­
chos y obligaciones.
Uno podría sugerir como lema principal para la nue­
va política: ningún derecho sin responsabilidad. El gobier­
no tiene una multitud de responsabilidades respecto a
sus ciudadanos y respecto a otros, incluida la protección
de los débiles. La socialdemocracia a la antigua, sin em­
bargo, tendía a considerar los derechos como exigencias
incondicionales. Con el individualismo creciente debe­
ría venir una extensión de las obligaciones individuales.
Las prestaciones por desempleo, por ejemplo, deberían
acarrear la obligación de buscar trabajo activamente, y
depende de los gobiernos asegurar que los sistemas de
bienestar no desalienten la búsqueda activa. Como prin­
cipio ético, “ningún derecho sin responsabilidad” debe
aplicarse no sólo a los destinatarios del bienestar, sino a
lodo el mundo. Es muy importante que los socialdemó­
cratas recalquen esto, porque, de otro modo, puede
considerarse que el precepto se refiere sólo a los pobres
o a los necesitados —como tiende a ocurrir con la dere­
cha política.
En la sociedad actual, un segundo precepto debería
ser: ninguna autoridad sin democracia. La derecha ha re­
buscado siempre entre los símbolos tradicionales como
medios principales dejustificar la autoridad, ya. sea en la
nación, el gobierno, la familia u otras instituciones
Pensadores y políticos de derecha mantienen que sin
tradición y formas tradicionales de respeto la autoridad
se desmorona —la gente pierde la facultad de diferen­
ciar entre lo que está bien y lo que está mal—. En conse­
cuencia, la democracia nunca puede dejar de ser in­
completa. Los socialdemócratas deberían oponerse a
esta concepción. En una sociedad donde la tradición y
la costumbre están perdiendo su fuerza, la única ruta
para establecer la autoridad es la democracia. El nuevo
individualismo no corroe inevitablemente la autoridad,
pero reclama que sea reconfigurada sobre una base ac­
tiva o participativa.

Valores de la tercera vía

Igualdad
Protección de los débiles
Libertad como autonomía
Ningún derecho sin responsabilidad
Ninguna autoridad sin democracia
Pluralismo cosm opol ica
Conservadurismo filosófico

Otras cuestiones de las que se ocupa la política de la


tercera vía no pertenecen al marco de la política eman­
cipadora» o sólo parcialmente afectan a dicho marco.
Incluyen respuestas a laglobalización, al cambio cicntí-
fleo y tecnológico, y a nuestra relación con el mundo
natural. Las preguntas a hacer aquí no son sobre justicia
social, sino sobre cómo deberíamos vivir tras el declive
de la tradición y la costumbre, cómo recrear la solidari­
dad social y cómo reaccionar ante los problemas ecoló­
gicos. En respuesta a estas preguntas hay que poner gran
énfasis en los valores cosmopolitas, y en lo que puede
llamarse conservadurismo filosófico. En una era de ries­
go ecológico» la modernización no puede ser puramen­
te lineal y desde luego no puede equivaler simplemente
a crecimiento económico.
El lema de la modernización es básico para la nueva
política. La modernización ecológica es una versión,
pero también hay otras. Los discursos de Tony Blair, por
ejemplo, están salpicados de referencias a la moderni­
zación. ¿Qué debería entenderse por modernización?
Una cosa que significa, obviamente, es la modernización
de la propia socialdemocracia —la ruptura con las po.v
turas socialdemócratas clásicas— . Como programa más
amplio, sin embargo, una estrategia modernizadora pue­
de funcionar sólo si los socialdemócratas tienen una
comprensión sutil del concepto.
Una modernización ecológicamente sensible no sig­
nifica “más y más modernidad”, sino que es consciente
de los problemas y limitaciones de los procesos moder-
nizadores. Está atenta a la necesidad de restablecer la
continuidad y desarrollar la cohesión social en un mun­
do de transformación errática, donde las energías in­
trínsecamente imprededbles de la innovación científi­
ca y tecnológica tienen un papel tan importante.
El tema del conservadurismo filosófico es esencial.
Modernización y conservadurismo, por supuesto, son
normalmente considerados como opuestos. No obstan­
te, debemos utilizar las herramientas de la modernidad
para poder vivir en un mundo “liiás allá de la tradición”
y “al otro lado de la naturaleza", en el que el riesgo y la
responsabilidad forman una nueva mezcla.
El “conservadurismo”, en este sentido, tiene sólo una
vaga afinidad con el modo en que ha sido entendido en
la derecha política. Sugiere una actitud pragmática a la
hora de afrontar el cambio; una concepción matizada de
la ciencia y la tecnología, reconociendo sus consecuen­
cias ambiguas para nosotros; un respeto al pasado y a la
historia; y en el ámbito medioambiental, una adopción
del principio precautorio allí donde sea factible. Estas
metas no sólo no son incompatibles con un programa
modernizador; lo presuponen. Ciencia y tecnología,
romo se ha afirmado antes, no pueden dejarse ya fuera
de la esfera de la democracia, pues influyen en nuestras
vidas de un modo más directo y trascendental que en
generaciones anteriores.
Como otro ejemplo, tomemos la familia, que figura
en algunos de la? mayores contenciosos de la política
moderna. Mantener la continuidad en la vida familiar,
especialmente proteger el bienestar de los niños, es una
de los principales objetivos de la política familiar. Esto
no puede lograrse, sin embargo, mediante una postura
reaccionaria, un intento de reinstaurar la “familia tradi­
cional*. Como intentaré mostrar después, exige un pro­
grama de democratización modernÍ2ador.
E l E sta d o y i a s o c ie d a d c iv il

I jax ideas desarrolladas a continuación presentan el


perfil —y no es más que un perfil—>de un programa p o
ft'tko integrado, que cubre cada uno de los principales
sectores de la sociedad. La reforma del Estado y del go­
bierno debería ser un principio orientador básico de la
política de la tercera vía —un proceso de profundiza-
ción y extensión de la democracia—, El gobierno puede
actuar en asociación con instancias de la sociedad civil
para fomentar la renovación y el desarrollo de la comu­
nidad. La base económica de tal asociación es lo que lia-
marc la nueva economía mixta. Esa economía sólo pue­
de ser eficaz si las instituciones del bienestar existentes
se modernizan completamente. La política de la tercera
vía es política de una nación. La nación cosmopolita
ayuda a promover la inclusión social, pero también tie­
ne un papel clave en fomentar los sistemas trajisnacio-
nales de gobierno.
Cada uno de estos conceptos serán discutidos con al­
gún detalle en las secciones siguientes. No quiero insi­
nuar que ninguna de las ideas que propondré sea proble­
mática. Al contrario, casi todas son discutibles y difíciles.
No sabemos si seremos capaces de controlar adecuada­
mente las fuerzas que la globalización y el cambio tec­
nológico lian desatado. Los nuevos escenarios de riesgo
presentan una mezcla enigmática de peligros y ventajas.
El marco aquí propuesto equivale, de este modo, a un
programa que está confeccionándose.

El program a de la tercera vía

El c e n t r o radiad
El nuevo Estado democrático (el Estado sin enemigos)
U n a s o c i e d a d c iv il a c t iv a
La familia democrática
La nueva economía mixta
Igualdad como inclusión
Bienestar positivo
El Estado social inversor
I-anadón cosmopolita
Democracia cosmopolita

D e m o c ra tiz a n d o i a . d e m o c ra c ia

Los neoliberales quieren reducir el Estado; los social-


demócratas, históricamente, han buscado insistente­
mente expandirlo. La tercera vía sostiene que lo necesa­
rio es reconstruirlo —ir más allá de aquellos derechistas
“que dicen que el gobierno es el enemigo”y de aquellos
izquierdistas “que dicen que el gobierno es la solución".
Si hoy hay una crisis de la democrada liberal, no es,
como hace medio siglo, porque esté amenazada por ri­
vales hostiles, sino, al contrario, porque no tiene rivales.
Tras el fin de la era bipolar, la mayoría de los Estados no
tienen enemigos claros. Los Estados que afrontan peli­
gros en lugar de enemigos han de buscar fuentes de le­
gitimidad diferentes de Jas del pasado. El Estado mo­
derno fue foijado en las tribulaciones de la guerra, y la
guerra o su preparación influyó en la mayoría de los ras­
gos de las instituciones estatales. Los derechos de ciuda­
danía y los programas de bienestar fueron establecidos
principalmente al tratar los Estados de aü'aer a sus po­
blaciones y mantener su apoyo, un fenómeno que con­
tinuó durante el periodo de la Guerra Fría. Este hecho
ha sido ignorado por muchos autores socialdemócratas
—entre ellos quizá el más influyente, T. H. Marshall—,
que ven el desarrollo de la democracia liberal y del Esta­
do de bienestar como procesos más autónomos de lo
que realmente faeron.
El avance del mercado global y el repliegue de Ja gue­
rra a gran escala no son los únicos factores que afectan a
Ja estructura de los Estados o a la legidmidad de los go­
biernos. Otras influencias son la propia extensión de la
democratización» que está estrechamente ligada a la in­
fluencia declinante de la tradición y la costumbre. Ei
apego a la democracia no proviene sólo, o incluso prin­
cipalmente, del triunfo de las instituciones democriíti-
co-liberales sobre otras, sino de las fuerzas más profun­
das que están remodelando la sociedad global, entre
ellas la demanda de autonomía individual y la emergen­
cia de una ciudadanía más reflexiva- La democratización
está desbordando la democracia, y la desproporción ha
de ser consignada.
1.a crisis de la democracia viene de no ser suficiente­
mente democrática. Mientras que, como se lia explicado
en el capítulo anterior, la proporción de gente que ex­
presa su confianza en los políticos ha caído en las tres últi­
mas décadas, la fe en la democracia en sí no lo ha hecho.
De la población de Estados Unidos, un 90% está “satisfe­
cha con una forma democrática de gobierno” l. Una en­
cuesta en once países europeos durante el periodo 1981-
1990 también mosiróque más del 90% daban por bueno
“el sistema democrático de gobierno”. La misma propor­
ción estaba de acuerdo en que “deberíamos buscar ma­
neras de desarrollar más ampliamente la democracia”.
La cuestión no es más o menos gobierno, sino reco­
nocer que el gobierno debe ajustarse a las nuevas cir­
cunstancias de la era. global; y que la autoridad» incluida
la legitimidad del Estado, ha de ser positivamente reno­
vada. En una sociedad postradidonal, la autoridad ya
no puede legitimarse mediante símbolos tradicionales
o diciendo “así es como se han hecho siempre las cosas”.
¿Por qué reformas deberíamos presionar? ¿Cómo pode­
mos democratizarla democracia? Las respuestas depen­
den en parte del contexto, ya que países distintos han
seguido trayectorias diferentes, y tienen antecedentes
constitucionales variables. Pero los énfasis generales de­
bieran ser iguales en todas partes. Pueden resumirse de
la siguiente manera:

(l) El Estado debe responder estructuralmcnte a la


globalizadón. La democratización de la democracia
implica antes que nada descentralización — pero no
como proceso unidireccional—. La globalizadón da
un impulso y una lógica fuertes a la devolución de p o
der hada abajo, pero también a la airibución hacía
arriba. En lugar de simplemente debilitar la autori­
dad del Estado-nación, este doble movimiento —un
movimiento de doble democratización— es Ja condi­
ción para reafirmar esa autoridad, ya que este movi­
miento puede hacer al Estado más sensible a influen­
cias que, en otro ca.so; le desbordan por todas pai tes.
En el contexto de Ja Unión Europea, esto significa
considerar la subsidiaríedad como algo más que un
término doctrinal: es la forma de construir un orden
político que no sea ni un superestado ni únicamente
un área de libre comercio, y al mismo tiempo otorgue
aJ Estado una influencia renovada.

(2) El Estado del)ería aumentar el papel de la esfera


pública, que implica una reforma constiaicional diri­
gida a una mayor transparencia e imparcialidad,junto
a Ja introducción de nuevas salvaguardas contra la
corrupción. No es casualidad que gobiernos de todo el
mundo hayan afrontado acusaciones de corrupción en
años recientes. La razón no es que la corrupción esté
aumentando, sino que la naturaleza del entorno polí­
tico ha cambiado. Supuestamente bastante abiertas,
las instituciones democráticas liberales de la mayoría
de los países han dependido en la práctica de acuer­
dos entre bastidores, prerrogativas y prebendas. Uno
de los mayores cambios que afectan ala esfera política
es que los gobiernos y los ciudadanos viven ahora cada
vez más en un entorno único de información. Las for­
mas existentes de hacer las cosas se someten a escruti­
nio y se amplía la gama de Jo que es considerado co­
rrupto o inaceptable.
Una de las dificultades específicas — ¿o se trata de
una oportunidad?— para el Reino Unido es que el
país necesita un doble procéso de modernización
constitucional. Una reforma constitucional extensa
ha estado en la agenda desde que la Carta 88 la invo­
co hace diez años, y ha formado parte del programa
político laborista. Cuando se debatió por primera vez,
]a reforma estaba inspirada en la idea de que Gran
Bretaña tenía que equipararse a modelos constitu­
cionales existentes más avanzados- Ahora necesita,
además, reaccionar a tendencias más generales.
A diferencia de prácticamente todas las demás de­
mocracias liberales, Gran Bretaña no tiene Constitu­
ción escrita. Sólo en la costumbre, y en algunos casos
la ley, están expuestas las fondones del gobierno y
los derechos y deberes de los ciudadanos. El cambio
constitucional no sólo debería aspirar a hacer explí­
citos estos principios, sino a combatir la cultura del
secrctismo que ha invadido los niveles más altos de
las instituciones británicas, El ejecutivo ostenta de­
masiado poder, y ías formas ejdstentes de responsabi­
lidad son deficientes; los comités parlamentarios re­
flejan la composición de la Cámara de los Comunes,
y rara vez denen mucho efecto. En su estado actual,
la Cámara de los Inores es un anacronismo en una so­
ciedad democrática.
A primera vista, una reforma en cualquiera, de es-
las áreas parece enormemente difícil, por no hablar
de una general. Después de todo, la reforma han de
realizarla las mismas instituciones que constituyen el
problema. Sin embargo, el laborismo en el poder ha
hecho ya un intento audaz, y es posible que lo que
parecen modos profundamente arraigados de hacer
las cosas puedan mostrarse abiertos al cambio si se
les aborda activamente.
(3) Para conservar o recobrar legitimidad, los Esta­
dos sin enemigos han de elevar su eficiencia adminis­
trativa. Se desconfía del gobierno, a todos los niveles,
en parte porque es engorroso e ineficaz. En un mun­
do en el que las organizaciones económicas respon­
den rápidamente al cambio y son muy ágiles por sí
mismas, el poder puede quedarse rezagado. Después
de todo, el término “burocracia”, con sus connotacio­
nes concomitantes de papeleo, fue inventado para
referirse al gobierno. La reestructuración del gobier­
no debiera seguir el principio ecológico de “obtener
más de menos", entendido no como una despedida
de empleados sino como una mejora, del valor produ­
cido. La mayoría de los gobiernos tiene todavía mu­
cho que aprender de la mayor eficiencia de las empre­
sas —por ejemplo, controles de objetivos, auditorías
eficaces, estructuras de decisión flexibles y mayor
participación de los empleados—, siendo el último
de éstos un factor de democratización. Los socialdo­
mó eratas deben responder a la crítica de que, sin dis­
ciplina de mercado, Jas instituciones estatales se vuel­
ven indolentes y ios servidos que proveen de mala
calidad.
Como indica el comentarista político norteameri­
cano E. J. Dionne, el argumento puede convertirse
en una parodia de sí mismo, como si gobierno fuera
sinónimo de inefidenda, ignorando la existenda de
buenas escuelas, hospitales públicos o parques * La
respuesta apropiada no es introducir mecanismos de
mercado, o cuasimercados, allí donde se vea la míni­
ma posibilidad. La idea de que el gobierno debería
imitar al mercado constituía el embate principal del li­
bro de David Osborne y TecI Gacbler Reinventando d
gobierno^. Su obra influyó en las políticas de Clinton a
comienzos de los noventa- Reinventar el gobierno sig­
nifica a veces, desde Juego, adoptar soluciones basa­
das en el mercado. Pero también debería significar re­
afirmar la eficacia del gobierno frente a los mercados.

(4) La presión hacía abajo de la globalización intro­


duce no sólo la posibilidad, sino la necesidad, de for­
mas democráticas distintas al proceso ortodoxo de
votación. El gobierno puede restablecer un contacto
más direcLo con los ciudadanos, y los ciudadanos con
el gobierno, mediante los “experimentos de demo
erada” —democracia local directa, referendos elec­
trónicos, jurados ciudadanos y otras posibilidades*—.
Éstos no sustituirán a los mecanismos de voto norma­
les en el poder local y central, pero podrían conver­
tirse en un complemento perdurable de ellos. Un
modelo es el planteamiento utilizado en Suecia hace
veinte años, cuando el gobierno involucró directa­
mente al público en la formulación de la política
energética. El gobierno, sindicatos» partidos y organi­
zaciones educativas pusieron en marcha cursos de un
día sobre energía* Cualquier persona que asistiera a
tal curso podía hacer recomendaciones formales al
gobierno. Setenta mil personas participaron en una
práctica que influyó decisivamente en Ja política.

(5) Los Estados sin enemigos dependen más que an­


tes, .si quieren conservar su legitimidad, de su capaci­
dad para la gestión del riesgo. La gestión del riesgo,
como se subrayó antes, no concierne sólo a la provi­
sión de seguridad, que es la forma en la que se ha en­
tendido el riesgo en el contexto del Estado de bien­
estar. Ni se refiere sólo a riesgos económicos: oíros
riesgos, que provienen, por ejemplo, de la ciencia y
Ja tecnología también afectan directamente al go­
bierno. Gobernar tiene que ver necesaria e intrínse­
camente con regular el cambio científico y tecnoló­
gico, a la vez que con abordar las cuestiones éticas
que suscita.
Definir el riesgo, como se afirmó antes, no puede
dejarse únicamente a los expertos. Requiere desde el
principio un compromiso público. Entre las muchas
situaciones diferentes que pueden producirse están
aquellas en las que el peligro es serio, pero la con­
fianza en la organización responsable es baja. Se ne­
cesitan en cada momento procedimientos deliberati­
vos que lleven a decisiones de riesgo, y normalmente
deberían incluir a expertos, al gobierno y a indivi­
duos legos. El objetivo de la caracterización del ries­
go es alumbrar elecciones prácticas y los límites del
conocimiento científico o técnico aprovechable. La.
naturaleza compleja de muchas situaciones de riesgo
implica que el marco del debate ha de ser con fre­
cuencia amplio.
El Proyecto de Riesgo Comparativo de California
es un ejemplo instructivo de cómo pueden combi­
narse la evaluación del riesgo y la participación dia­
léctica ciudadana. Se formaron tres comités técnicos
sobre salud, protección medioambiental y bienestar
social, que trabajarían independientemente para gra­
duar los riesgos en sus categorías. Se establecieron
otros tres comités para analizar cómo podrían admi­
nistrarse los riesgos y sus implicaciones legales y eco­
nómicas. Los dos grupos de comités fueron después
reunidos e incitados a llegar a conclusiones. Los co­
mités legos plantearon muchas inquietudes que los
técnicos simplemente ignoraban, y que condujeron
a un debate público provechoso sobre los criterios de
riesgo, algunos de los cuales alimentaron luego la
política pública.

(6) La democratización de la democracia no puede


ser sólo local o nacional —el Estado debe tener una
perspectiva cosmopolita, mientras que la democrati­
zación ascendente no debiera detenerse en el nivel
regional—. La democratización descendente supo­
ne la renovación de la sociedad civil, de la que se ha­
blará más tarde. En conjunto, estos puntos definen
una forma de gobierno que debería constituir el ob­
jetivo que los socialdemócratas han de promover: el
nuevo Estado democrático.

El nuevo Estado democrático (el Estado san enemigos)

Devolución
Doble democratización
Renovación de la esfera pública —transparencia
Eficiencia administrativa
Mecanismos de democracia directa
El gobierno como gestor del riesgo
El nuevo Estado democrático es un ideal, un tanto
impreciso además. No pretendo desentrañar ninguno
de los detalles que serían necesarios para darle verdade­
ro cuerpo. Además, todas las reformas tienen sus pro­
pias complicaciones. Deseenualización y devolución,
por ejemplo, suenan atractivas — \devolver el poder a
Jas regiones, las ciudades, los barrios!— . Como todos
los procesos democratizadores, sus ventajas llevan apare­
jadas ciertas condiciones. La devolución puede conducir
a la fragmentación si no se equilibra con una transferen­
cia de poder “hacia arriba”. No es intrínsecamente de-
mocratizadora: dene que ser convenida en ello. Como
señalan algunos crídcos, la devolución puede añadir co­
las de poder burocrático local a las ya existentes en el
centro polídeo. Las “ciudades pobres, tristes” de Gran
Bretaña, se ha dicho* podrían regenerarse mediante un
mayor autogobierno, y esto es seguramente cieno 4. En­
tre los peligros obvios, sin embargo, está que algunas
ciudades o regiones podrían valerse de ello para ade­
lantar a otras, agravando las marcadas desigualdades re­
gionales ya existentes en el Reino Unido.

L a c u e st ió n d e la sociedad c iv il

La promoción de una sociedad civil acdva es una par­


te básica de la política de la tercera vía. En contraste con
la vieja izquierda, que tendía a apartar las preocupacio­
nes sobre una decadencia cívica, la nueva política acep­
ta que tales inquietudes son verdaderas.
La decadencia cívica es real y visible en muchos sec­
tores de las sociedades contemporáneas, y no sólo un
invento de políticos conservadores. Se observa en el de­
bilitado sentimiento de solidaridad en algunas comuni­
dades locales y vecindarios urbanos, en los altos niveles
de criminalidad y en las rupturas matrimoniales y fami­
liares.
La derecha tiende a negar que la carestía económica
esté asociada a estos problemas. Pero es igual de erró­
neo reducir la decadencia cívica a la economía, como
bacía con frecuencia la vieja izquierda, que negar la in­
fluencia de la pobreza y el desamparo. No podemos cul-
j>ar de la erosión del civismo al Estado de bienestar, ni
suponer que puede revertirse dejando a la sociedad ci­
vil funcional’ a sus anchas. El gobierno puede y debe ju­
gar un papel principal en renovar la cultura cívica.

La renovación de la sociedad civil

Asociación de gobierno y sociedad civil


Renovación de la comunidad mediante
el aprovediamien lo d el a ¡n íc íativa local
Implicación del sector terciario
Protección de la esfera pública local
Prevención comunitaria del crimen
Ta familia democrática

El Estado y la sociedad dvil deberían actuar asociados,


caria uno para ayudar, pero también para controlar, la
acción del otro. El tema de la comunidad es fundamen­
tal para la nueva política, pero no sólo como lema abs­
tracto. El avance de la globalizadón hace que un foco
comunitario sea necesario y posible, debido a la presión
que ejerce hacia abajo. “Comunidad" no implica tratar
de recobrar formas perdidas de solidaridad local; se re­
fiere a medios prácticos de apoyar la restauración social
y material de barrios, ciudades y áreas locales mayores.
No hay fronteras permanentes entre gobierno y socie­
dad civil. Dependiendo del contexto, el gobierno necesi­
ta a veces ser atraído más profundamente a la arena civil,
otras veces debe reararse. Donde el gobierno se aleja de
la implicación directa, sus recursos pueden ser todavía
necesarios para mantener actividades que los grupos
locales asumen o introducen— sobre todo en las áreas
más pobres— . Pero es sobre todo en las comunidades
más pobres donde el fomento de ia iniciativa local y el
compromiso pueden generar un mayor rendimiento.
La confianza disminuida en los políticos y otras figu­
ras de autoridad es considerada en ocasiones como in­
dicador de apatía social general. Como ya se ha dicho,
no lo es—quizá lo contrario— . Una sociedad creciente­
mente reflexiva es también una sociedad caracterizada
por altos niveles de autoorganización. Investigaciones
en Estados Unidos, el Reino Unido y otros lugares pare­
cen mostrar una esfera civil floreciente, al menos en al­
gunos áreas y contextos. Algunas formas más antiguas
de asociación civil y compromiso cívico están perdien­
do síi arraigo, pero otras modalidades de energía comu­
nal las están reemplazando. La cuestión es aprovechar
éstas en pro de fines sociales más amplios de manera
que beneficien tanto a las comunidades locales como a
la sociedad en su conjunto.
Roben Wuthnow ha estudiado la evolución del movi­
miento de grupos pequeños en Estados Unidos. Por
grupos pequeños entiende cantidades pequeñas de
gente que se reúne de modo regular para, desarrollar in­
tereses comunes. A partir de una extensa investigación»
concluye que el 40% de los norteamericanos — unos 75
millones— pertenecen al menos a un grupo pequeño
que se reúne con regularidad. En tales grupos se genera
un sentimiento de comunidad, pero 110 sólo en el viejo
sentido de formar parte de un área local. La gente con
inquietudes similares se junta más bien para hacer un
“viaje por la vida*:

A los grupos pequeños les va mejor de lo que a mu­


chos de sus críticos les gustaría pensar. Las comunidades
que crean rara vez son frágiles. La gente se siente queri­
da. Se ayudan entre sí... Los vínculos que nacen entre los
miembros de grupos pequeños demuestran claramente
que no somos una sociedad de individualistas ariscos que
desean vivir completamente solos, sino, más bien, que...
incluso en medio de las tendencias discordantes de nues­
tra sociedad, somos capaces de apiñarnos en lazos de
ayuda mutua

Muchos de los grupos se formaron en los sesenta» y


reflejan ideas sobre el sistema grupal que se difundie­
ron por entonces. Algunos practican explícitamente las
clases de valores que Inglehart denomina posmaterialis­
tas. lx>s modelos terapéuticos han influido a la mayoría
fie estos grupos, independientemente de cuáles sean
sus ámbitos específicos ríe interés. Los grupos de auto-
ayuda son especialmente llamativos. Ck>mo todo grupo
o comunidad, los grupos pequeños obviamente tienen
sus limitaciones y problemas, pero evidencian una vida
cívica floreciente.
En su estudio del Reino Unido en el periodo poste­
rior a 1950, Peter HaJl muestra que la actividad en el sec­
tor terciario — trabajo voluntario— ha crecido durante
los últimos cuarenta años. I x>s grupos más tradicionales
han decaído, pero han sido más que compensados por
otros nuevos, especialmente grupos de auloayuda y eco­
logista5. Un cambio importante es el aumento de parti­
cipación de las miyeres. Los grupos de caridad han
mostrado un incremento considerable —había más de
160.000 grupos caritativos registrados en Gran Bretaña
en 1991—. Casi el 20% de Ja población se compromete
con alguna forma de trabajo voluntario durante el año,
y aproximadamente el 10% lohacesemanalmente. Hall
comprobó que la gente joven se involucra hoy día en
trabajos voluntarios al menos en igual proporción que
las generaciones anteriores.
Significativamente, sin embargo, la mayor parte del
aumento de la actividad cívica se ha dado entre los es­
tratos más ricos. La gente de entornos más pobres suele
central' sus contactos sociales informales en los parien­
tes y allegados. Proporciones mucho menores de gente
perteneciente a los grupos más ricos sufre una ausencia
total de apoyo social comparados con las personas de
estratos más pobres °.
Una de las preocupaciones principales del gobierno
debería ser contribuir a restaurar el orden ciudadano
en tales grupos. La comunidad integrada de la clase tra­
m adora es una imagen recurrente, pero hoy día perte­
nece principalmente al pasado. El compromiso ciuda­
dano está menos desarrollado en áreas y vecindarios
marginados por la estela del cambio económico y so­
cial. La renovación de comunidades locales pobres su­
pone incentivar la iniciativa económica como medio
para generar una recuperación cívica más amplia. Las
lecciones de la ingeniería social de los sesenta se han
aprendido ya en todas partes. Estudios recientes indi­
can que con un adecuado apoyo externo la iniciativa lo­
cal puede invertir procesos de declive, incluso aquellos
profundamente arraigados7,
Estos estudios provienen de muchas panes del mun­
do, no sólo de Europa o Estados Unidos. Ccara, al nor­
este de Brasil, es un ejemplo Las reformas en la zona
fueron iniciadas por un grupo de jóvenes empresarios
que trabajaban en sectores como la televisión, el comer­
cio minorista o los servicios. Las élites tradicionales de
Ccara exportaban productos agrícolas al exterior, y esta­
ban más interesados en mantener los bajos salarios que
en el desarrollo local.
Los reformadores se juntaron seguidamente con ins­
tancias gubernamentales* utilizando técnicas de planifi­
cación partlcipativas y reuniéndose con organizaciones
comunales. Para fomentar el desarrollo indígena se le­
van laron proyectos para introducir nuevas empresas en
la región. A las familias más necesitadas se les asignó un
empleo con salario mínimo por vivienda. Se construye­
ron centros de asistencia diaria, regidos no por el gobier­
no, sino por voluntarios con, al menos, el salario mínimo
garantizado. Se ofrecieron recursos a grupos vecinales y
organizaciones comunitaria* para hacer préstamos a
pequeña escala —por ejemplo, prestar dinero a una mu­
je r para comprar una máquina de coser y que así pudie­
ra ganarse la vida—. Entre 1987 y 1994, la economía de
Ceara creció a una tasa del 4%, comparada con el 1,4%
del conjunto de Brasil.
La empresa social es otro ejemplo que viene al caso.
Se han desarrollado una extraordinaria variedad de pro­
yectos de empresa social en diferentes países desde fina­
les de los ochenta. Uno es el “crédito de servicio”, intro­
ducido en una serie de ciudades en Estados Unidos y
Japón. Los voluntarios que participan en obras de cari­
dad son “pagados” en tiempo donado por otros trabaja­
dores voluntarios. Un sistema informático registra cada
“dólar temporal* ganado y gastado y proporciona a los
participantes facturas regulares. Los dólares temporales
están libres de impuestos y pueden acumularse para pa­
gar la asistencia sanitaria y otros servicios de salud, in­
cluyendo la reducción del coste del seguro sanitario. El
Instituto Time Dollar de Nueva York está desarrollando
una agencia de empleo que ofrezca acceso a oportuni­
dades laborales, formación y programas de apoyo. Los
individuos pueden usar la agencia para obtener infor­
mación laboral y reciben un dólar temporal por cada
hora adicional trabajada sobre cualesquiera que sean
los salarios ortodoxos que reciban del trabajo. Estos
pueden ser juntados y utilizados para cursos formativos
o como recurso si la persona pierde su empleo. Un pro­
yecto iniciado en 1998 establecerá centros en cincuenta
y dos ciudades del mundo para ofrecer programas de
voluntariado, apoyados por empresarios, relacionados
con educación y sanidad. Basados en programas de dó­
lar temporal, trata de fomentar una economía de tiem­
po voluntario, utilizando tecnología informática sofis­
ticada.
El gob iern o d eb ería estar dispuesto a co lab o rar con
estas tentativas, al igual que estim ular otras form as de
adopción ‘consensuada d e decisiones y a u to n o m ía lo-
La TERCÍKAVÍ^

cal* I jos programas de microcréditos, por ejemplo, tie­


nen una probada eficacia como medio de estimular ini­
ciativas económicas locales. Algunas actividades pueden
ser desarrolladas por comunidades locales, pero necesi­
tan a menudo ser autorizadas o revisadas por el gobier­
no. Esto es obviamente así en la educación, por q'emplo,
en la que las escuelas pueden recibir una serie de nue­
vas potestades, pero el modo en el que éstas son ütiliza*
das ha de ser regulado por el Estado.
La inversión continuada en zonas recónditas de la
ciudad puede engendrar técnicas de trabajo aplicables,
desarrollar la propiedad económica local y suministrar
capital para la restauración del activo inmobiliario. El
gobierno puede suministrar capital de manera directa,
pero también crear incentivos para que las sociedades
privadas hagan inversiones, ofrecer programas de for­
mación y fomentar la iniciativa local. California, entre
otros estados de Estados Unidos, tiene áreas empre.sa-
ríales productivas en funcionamiento, y otras planifica­
das. Se han hecho varias propuestas ulteriores. Una es
renunciar al impuesto sobre las ganancias del capital si
los beneficios se rcinvierten en negocios de manera
que las acciones sean adquiridas por empleados resi­
dentes en zonas empresariales. Otra es hacerlo si las ga­
nancias se rcinvierten en organizaciones no lucradvas
que ofrezcan formación laboral u otros bienes comuni­
tarios.
Las políticas d.e renovación comunitaria no deben
ignorar la esfera publica. Una esfera publica, abierta es
tan importante a nivel local como nacional» y es una ma­
nera en la que la democratización conecta directamen­
te con el desarrollo comunitario. Sin ella, los programas
A.vnrowG'Di’^

de renovación comunitaria corren el riesgo de separar


Ja comunidad de Ja sociedad globálmente considerada,
y son susceptibles de corrupción. “Público” incluye aquí
eJ espacio físico público. La degeneración de las comu­
nidades locales está marcada normalmente no sólo por
la ruina genera], sino por la desaparición del espacio
público seguro — calles, plazas, parques y otras áreas
donde la gente puede sentirse a salvo.
El Estado puede ahogar a la sociedad civil. Esto ocu­
rrió en las economías comunistas de Europa del Este y
la Unión Soviética, donde no había una esfera pública
desarrollada y donde Ja sociabilidad cotidiana estaba
en gran parte reservada a la casa —había normalmente
pocos restaurantes, cafés o entornos públicos para la in­
teracción social— Una sociedad civil saludable prote­
ge al individuo de un poder estatal abrumador. Tero la
sociedad civil no es, como algunos quieren imaginar,
una fuente de orden y armonía espontáneos. 1.a rege-
neración comunitaria puede producir sus propios pro­
blemas y tensiones. ¿Cuánto poder deberían tener las
organizaciones de vigilancia .vecinal? ¿Qué ocurre cuan­
do grupos activistas locales tienen interpretaciones
muy diferentes del futuro de la comunidad? ¿Quién
decide dónde termina “la comunidad* y empiezan las
otras? El gobierno debe pronunciarse sobre éstas y otras
cuestiones difíciles. El Estado debería también prote­
ger a los individuos de los conflictos de interés siempre
presentes en la sociedad civil. El Estado no puede üans-
mutarse en sociedad civil: “Sí el Estado está en todas
partes, no esta en ninguna”^.
ÜEI .INCUENCIA Y COMUNIDAD

Prevenir la delincuencia, y reducir el miedo al crimen,


están ambos estrechamente ligados a la regeneración
comunitaria. Una de las innovaciones más significativas
en criminología en años recientes ha sido el descubri­
miento de que la decadencia del civismo cotidiano está
directamente relacionada con la criminalidad. Durante
bastante dempo se prestó atención casi exclusivamente
a los delitos graves —robo, agresión o violencia—. Sin
embargo, los delitos menores y algunas formas de des­
orden público suelen tener un efecto cumulativo. En
las ciudades europeas y americanas, cuando se les pide
que describan sus problemas, los residentes en vecinda­
rios problemáticos mencionan los coches abandona­
dos, los graffitit la prostitución, lás bandasjuveniles y fe-
nómenob similares.
La gente actúa movida por la inquietud sobre estas
realidades: se van de las áreas en cuestión, si pueden, o
compran pesadas cerraduras para sus puertas y rejas
para sus ventanas, y abandonan las instalaciones públi­
cas. Las alteraciones desenfrenadas del orden público
son an indicador para los ciudadanos de que el área es
insegura. Los ciudadanos temerosos se alejan de las ca­
lles, evitan ciertos barrios y restringen sus actividades y
asociaciones normales. A la vez que se retiran física­
mente, se apartan también de los roles de mutua ayuda
respecto a sus conciudadanos, con lo cual renuncian a Los
controles sociales que en otro tiempo ayudaron a man­
tener el civismo en la comunidad. “En definitiva, el re­
sultado para un barrio cuya red de vida urbana y trato
social ha sido socavada es una creciente vulnerabilidad
al influjo de un mayor desorden público y crímenes
graves”
La$ implicaciones de esta tesis deberían compren­
derse fácilmente. No significa aumentar los poderes de
la policía para barrer a los indeseables de la calle. Más
bien al contrario, significa que la policía debería cola­
borar estrechamente con los ciudadanos para mejorar
los niveles comunitarios locales y la conducta cívica, uti­
lizando la educación, la persuasión y el asesoramiento
en lugar de la denuncia. En su reciente libro, el aboga­
do Stephen Cárter ha trazado el derrotero del civismo
en las sociedades modernas. Define el civismo como “la.
suma de los muchos sacrificios que nos corresponde ha­
cer para poder vivir juntos*. Trata sobre nuestras rela­
ciones con extraños— sentirse seguro en encuentros en
lugares públicos con individuos que puede que no vea­
mos nunca más n .
Se dice con frecuencia que la gente suele tener un
miedo irracional al crimen. La gente mayor, en especial
la que vive en áreas más pobres, se angustia a menudo
ante la posibilidad de ser atracados, cuando las oportu­
nidades de que esto ocurra, son bajas. Los hombres más
jóvenes tienen mucha mayor probabilidad de ser vícti­
mas de una agresión que los mayores. No obstante, esto
no tiene en cuenta el hecho de que la gente que teme el
crimen altera su comportamiento para evitar situacio­
nes potencialmente peligrosas —no salir de noche, y
demás—. El riesgo de ser una víctima de la delincuencia
parece, por ello, menor de lo que realmente es.
Una labor de policía colal>oradoTa requiere no sólo
ganar la cooperación de los propios ciudadanos, sino
cambiar la actitud característica de las fuerzas policia­
les. La mayoría de los países lia adoptado el “modelo
profesional de policía”, introducido a partir de finales
de los años cincuenta. 1.a “policía profesional” implica
concentrarse principalmente en la delincuencia grave y
atajarla a través de la centralización de la autoridad poli-
cial, también a nivel transnacional. Sin embargo, las im­
plicaciones devolutivas de la globalizadón atañen a la
policía tanto como a otras esferas. Un énfasis renovado
en la prevención del crimen antes que en el endureci­
miento de las leyes puede ir acompañado de la reinte­
gración de la policía en la comunidad. El aislamiento
de la policía respecto a aquellos a los que supuestamen­
te sirve origina a menudo una mentalidad de sitio, ya
que la policía tiene poco contacto regular con los ciuda­
danos comunes.
Para que funcionen, los consorcios entre las instan­
cias gubernamentales, el sistema de justicia criminal, las
asociaciones locales y las organizaciones comunitarias
han de ser completos — todos ios grupos económicos y
étnicos han de estar incluidos E2— . El gobierno y los
empresarios pueden actuarjuntos para ayudar a enmen­
dar la decadencia urbana. Un modelo es la creación de
distritos de aprovechamiento empresarial que conce­
dan rebajas fiscales a las sociedades que partidpcn en
una planiíicadón estratégica y aporten inversiones a las
áreas designadas. Para tener éxito, tales programas exi­
gen un compromiso a largo plazo con objetivos sociales.
Hacer hincapié en estas estrategias no significa negar
los vínculos existentes entre desempleo, pobreza y delin-
cucnda. De hecho, la lucha contra estos males sociales
debería estar coordinada con programas comunitarios
dirigidos a la prevención del crimen. Estos programas
pueden, en verdad, contribuir directa e indirectamente
a fomentar lajusticia social. Donde el orden ciudadano
ha decaído a la vez que los servicios públicos y el capital
inmobiliario, otras oportunidades también disminuyen.
Mejorar la calidad de vida en un barrio puede revivirlas.

La familia dem ocrática

l,a familia es una institución básica de la sociedad ci­


vil. La política familiar es un test clave para ía nueva po­
lítica: ¿hay una política familiar más allá del neolibera-
lismo y de la sorialdemocracia a la antigua?
Como en tantos otros ámbitos, el telón de fondo es
el cambio. I^s estadísticas son bien conocidas. El divor­
cio ha aumentado exorbitantemente en casi todos los
países occidentales, aunque las tasas en algunos de ellos
son mucho más altas que en otros. La proporción de fa­
milias monoparentales y de niños nacidos de padres
solteros ha crecido considerablemente. En el Reino Uni­
do, en 1994, el 32% de los nacimientos ocurrían fuera
del matrimonio. Mientras que en Italia la tasa era sólo del
7%, en Francia era del 35%, en Dinamarca del 47% y en
Suecia del 50%. El número de gente que vive sola tam­
bién se ha incrementado. En muchos países, sólo una
minoría de niños crece en un contexto “tradicional",
donde el padre y la madre están casados y viven en la
misma casa que sus hijos biológicos, en la que el padre
es el sustento económico y la madre ama de casa.
Muchos hablan ahora de la desintegración de la fa­
milia. Si tal desintegración está ocurriendo, es extrema­
damente significativa. La familia es punto de encuentro
de una serie de pautas que están afectando a la sociedad
en su conjunto —creciente igualdad entre los sexos, en-
tiada generalizada de las miijeres en la fuerza de traba­
jo , cambios en el comportamiento y expectativas sexua­
les, relación cambiante entre hogar y empleo.
La derecha tiene una historia particular que contar
acerca de las consecuencias de estos cambios. La. familia
está en crisis porque la familia tradicional está desinte­
grándose. Los remedios propuestos brotan de este análi­
sis. Debería reafirmarse la inviolabilidad del matrimonio.
El matrimonio es el principal campo de entrenamiento
emocional para los machos descarriados, comprometién­
doles a deberes y responsabilidades que en otro caso
abandonarían. 1.a ausencia de padre, según esta visión,
"es la tendencia demográfica más perjudicial de esta ge­
neración... Es también el motor que impulsa nuestros
problemas sociales mas urgentes, desde la delincuencia a
los embarazos adolescentes, pasando por el abaso sexual
infantil y la violencia domestica contra las mujeres” 13.
Para preservar la familia, el divorcio debería hacerse mas
difícil de obtener. Las relaciones familiares heterodoxas,
como las homosexuales, no deberían redbir apoyo ni del
gobierno ni de las autoridades religiosas, o deberían ser
activamente dificultadas. El matrimonio homosexual
debe seguir estando legalmente proscrito. I jz s medidas
sociales que incentivan los hogares monoparentales de­
berían ser reformadas para erradicar este efecto.
Muchos socialdemócratas de izquierda, y también al­
gunos libertarios, mantienen una postura muy diferen­
te. Para ellos la historia de la familia contemporánea es
una saludable proliferación. Después de todo, si diversi­
dad y elección son los lemas de la época, ¿por qué debe­
rían detenerse en el umbral de la familia? Deberíamos
aceptar que la gente pueda vivirjunta felizmente sin es­
tar casada, que los homosexuales puedan criar niños
con igual competencia que la población heterosexual, y
que, con los recursos adecuados, los padres solteros sean
capaces de criar niños igual de satisfactoriamente que
las parejas.
¿Cómo puede la nueva política afrontar la cuestión
de la familia? Deberíamos tener claro en primer lugar
lo poco plausible que es la idea de regresar a la familia
tradicional. Merece la pena enumerar las razones:

• Estamos asistiendo a profundos procesos de cam­


bio en la vida cotidiana, que tienen un alcance
mucho mayor que la capacidad de ninguna ins­
tancia política para invertirlos.
• I ,a nostalgi a de la familia tradicional idealiza el pa­
sado. Las familias rotas eran casi tan comunes en
el Reino Unido en el siglo xix como ahora, aun­
que el motivo principal era. la muerte de un cónyu­
ge en lugar de la separación o el divorcio. La inves­
tigación histórica está desvelando mudias cosas
sobre el lado oscuro de la familia tradicional, en la
que la violencia y el abuso sexual contra niños
eran mucho más frecuentes de lo que la mayoría
de los historiadores creía.
• La familia tradicional era ante todo una unidad
económica y de parentesco. Los lazos matrimoniar
les no estaban individualizados como ahora, y el
amor o el compromiso afectivo no eran la base fun­
damental del matrimonio, tal como se han con­
vertido con posterioridad.
LaTOORaYU

• El matrimonio tradicional estaba basado en la des­


igualdad de los sexos y la posesión legal de las mu­
jeres por parte de los maridos —las mujeres fue­
ron vasallas en la ley inglesa hasta bien entrado
este siglo—. De manera similar, los niños tenían es­
casos derechos legales.
• La familia tradicional implicaba generalmente un
doble rasero sexual. Las mujeres casadas debían
ser "Virtuosas”, en parte por la importancia de ase­
gurar la paternidad. A los hombres les estaba per­
mitida una mayor libertad sexual.
• Los niños eran la raison d’étre<\z\ matrimonio, la s
familias numerosas eran o deseadas o aceptadas
como lo normal. Ahora vivimos en la era del “niño
lasado* en la que los niños no constituyen ya un
beneficio económico, sino en su lugar un gran cos­
te económico. La naturaleza de la infancia y de la
educación infantil ha cambiado profundamente.

Recobrar la familia tradicional no es posible. Prácti­


camente cualquiera de estos puntos tomados indivi­
dualmente seria suficiente para derribar tal proyecto.
No sorprende, por tanto, que cuando los críticos de de­
rechas hablan de la familia tradicional no se refieran en
realidad a la familia tradicional en absoluto, sino al esta­
do transicional de la familia en el periodo inmediata­
mente posterior a la guerra —la familia (idealizada) de
los años cincuenta— . I*a familia tradicional había des­
aparecido prácticamente en este momento, pero las mu­
jeres no habían entrado todavía masivamente en la fuer­
za de trabajo, y las desigualdades sexuales seguían siendo
pronunciadas.
¿Es atractiva la visión alternativa a la perspectiva de­
rechista? No, porque la idea de que ía proliferación de
diferentes formas de familia es deseable y nada proble­
mática no es, sencillamente, convincente. Los efectos
del divorcio sobre las vidas de los niños siempre serán
difíciles de evaluar, porque no sabemos qué habría pa­
sado si los padres hubieran permanecido juntos. La se­
rie más exhaustiva de estudios realizados hasta la fecha
rechaza, sin embargo, “la afirmación de que los niños
criados por un solo padre salen igual de bien parados
que los niños criados por ambos padres" l4. Gran parte
de las razones son económicas —la caída repentina de
ingresos asociada con el divorcio—, Pero aproximada­
mente la mitad de la desventaja procede de la inadecua­
da atención parentaly de la falta de vínculos sociales. La
separación o el divorcio, demuestran los autores, debili­
tan la conexión entre el niño y el padre, al igual que el
vínculo entre el niño y la red de amigos y conocidos del
padre. Sobre la base de una amplia investigación empí­
rica , los autores concluyen que es un mito que haya nor­
malmente fuertes redes de apoyo o lazos familiares ex­
tensos accesibles a las madres solteras.
No todo marcha bien respecto al matrimonio, la fa­
milia y el cuidado de los niños, pero la pregunta es que
estrategias políticas eficaces podrían mejorarlos y que es­
tado ideal de la familia deberíamos esforzamos por al­
canzar. En primer lugar y fundamentalmente, debemos
partir del principio de igualdad entre los sexos, del que
no puede haber marcha atrás. Sólo hay una historia
que contar sobre la familia hoy día, y es la de la demo­
cracia. 1.a familia se está democratizando, en formas que
siguen la pauta de los procesos de democracia pública;
y tal democratización sugiere el modo en el que la vida
familiar podría combinar la elección individual y la soli­
daridad social.
Los criterios son sorprendentemente parecidos. La
democracia en la esfera pública implica igualdad formal,
derechos individuales, la discusión pública de cuestio­
nes sin violencia y una autoridad apoyada más en la ne­
gociación que asentada en la tradición. La familia de­
mocratizada comparte estas características, algunas de
las cuales están ya protegidas en la ley nacional e inter­
nacional. La democratización en el contexto de la fami­
lia implica igualdad, respeto mutuo, autonomía, toma
de decisiones mediante la comunicación y ausencia de
violencia Características bastante similares ofrecen tam­
bién un modelo para las relaciones padre-hijo. Los pa­
dres, por supuesto, todavía reclamarán autoridad sobre
los niños, y con razón; pero ésta será más negociada y
abierta que antes. Estas cualidades no se aplican sólo a
las familias heterosexuales— tienen exactamente el mis­
mo implante en las relaciones homosexuales.
1.a familia democratizada es, de nuevo, un ideal.
¿Cómo deberían los socialdemócratas tratar de fomen­
tar ese ideal, y que puede hacer específicamente el go­
bierno? Como en otros ámbitos, el énfasis debe ponerse
seguramente en garantizar un balance entre autono­
mía y responsabilidad en el que formas positivas de estí­
mulo corran parejas con otras sanciones. Hay un anhelo
generalizado de que la familia proporcione estabilidad
en un mundo cambiante, pero en realidad es tan proba­
ble que refleje otras cualidades de este mundo como
que las compense. Se pone mucho acento en la flexibili­
dad y adaptabilidad en el lugar de trabajo: lo mismo ha
de ser cierto de las capacidades que los individuos apor­
tan al matrimonio y a las relaciones familiares. La capa­
cidad de mantener relaciones a través del cambio, inclu­
so cambios radicales como el divorcio, deviene central
no sólo para la felicidad de los individuos, sino para lo-
gTar la continuidad en las relaciones con los niños.
La protección y el cuidado de los niños es el hilo fun­
damental que debería guiar a la política familiar. No es
una solución proponer que la obtención del divorcio
sea dificultada. TaJ medida podría disminuirlas tasas de
divorcio formal, pero no evitaría la separación y acarrea­
ría casi con seguridad que incluso menos gente se casa­
ra — el efecto opuesto al deseado por los que propug­
nan unas leyes divorcistasmás estrictas.
Las relaciones familiares democráticas implican una
responsabilidad compartida en el cuidado de los niños,
especialmente un mayor reparto entre mujeres y hom­
bres, y entre padres.y no padres, pues en la sociedad en
general las madres están cargando con una parte des­
proporcionada de las cargas (y disfrutando de una par­
te desproporcionada de las recompensas emocionales)
de los niños. El matrimonio y la paternidad siempre se
han considerado vinculados, pero en la familia destra-
dicionalizada, en la que tener un hijo es una decisión
totalmente diferente que en el pasado, se están desen­
redando. La proporción de niños nacidos fuera del ma­
trimonio probablemente no decrecerá, y las uniones
sexuales vitalicias serán casi con certeza cada vez menos
comunes. El compromiso contractual con un hijo po­
dría, así, separarse del matrimonio, y ser asumido por
cada progenitor como una cuestión de derecho obliga­
toria, con padres solteros y casados con los mismos de­
rechos y las misma* obligaciones 15. Ambos sexos ten­
drían que reconocer que los encuentros sexuales tienen
el riesgo de resj>onsabilidades para toda la vida, inclu­
yendo la protección frente al abuso físico. En combina­
ción con otros cambios culturales que promueven una
imagen más positiva de Ja paternidad, tal reestructura­
ción de la paternidad socavaría la idea misma del “pa­
dre único”. Reforzar los contratos de paternidad no es­
taría exento de problemas. Obviamente, otros modos
de tratar de equilibrar riesgo y responsabilidad tam­
bién podrían ser instituidos.

La familia democrática

Igualdad emocional y sexual


Derechos y obligaciones recíprocos en las relaciones
Copaternidad
Contratosvitalicios de paternidad
Autoridad negociada sobre los niños
Obligaciones de los niños con los padres
La familia socialmente integrada

La democracia es difícil de lograr y puede ser dura


de aceptar, en la familia como en otras áreas. En lo que
concierne al cuidado de los niños, implica la copaterni-
dadj por lejano que esto pueda estar en las circunstan­
cias actuales. La concepción derechista, de la desinte­
gración de la familia tradicional suele ir acompañada
de una tesis especifica sobre las limitaciones de los hom­
bres: los hombres son intrínsecamente incompetentes y
moralmente ir responsables; a menos que estén enco
A.vnioNYC[t>r>}.v>

rrados a buen recaudo en un matrimonio de tipo tradi­


cional, son una fuerza social mente subversiva.
Sin embargo, las investigaciones no apoyan esta idea1G.
Para la mayoría de los hombres, como de las mujeres, el
divorcio es una experiencia dolorosa y perturbadora.
La gran mayoría de los hombres no siente alivio por ha­
berse quitado de encima las responsabilidades con sus
hijos. La mayoría intenta mantener sus relaciones con
eUos, incluso ante grandes dificultades. Muchos de los
que pierden el contacto lo hacen debido a los traumas
emocionales subsiguientes, o a la hostilidad manifiesta
del antiguo cónyuge, más que al deseo de seguir un esti­
lo de vida errante.
Como señala urt investigador, hay una línea muy fina
entre aquellos padres que siguen estando muy implica­
dos con sus hijos tras un divorcio y aquellos que no. El
factor determinante más importante no es la acdtud del
padre» sino las respuestas de los otros, además de acon­
tecimientos fortuitos que inclinan las cosas hacia un
lado en lugar de hacia otro. Muchos padres pierden el
contacto con sus hijos y no les mantienen económica­
mente. Contrariamente a la visión del “macho descarria­
do”, sin embargo, esta no parece ser una cuestión de
genero. Un estudio de la Oficina del Censo de Estados
Unidos comprobó que las madres sin custodia eran me­
nos proclives que los padres en situación análoga a pagar
la manutención infantil asignada por los tribunales17.
1.a copaiermdad podría ser fomentada mediante una
serie de innovaciones. Al igual que el de “madre única",
el término “padre ausente”, muy utilizado en derecho,
ayuda a perpetuar una situación en la que un progeni­
tor, normalmente el padre, es visto y tratado como peri-
fcrico. Los factores económicos también son relevantes.
¿Por qu e no son la atención al niño y el cuidado extraes-
colar igual <lc accesibles a los padres no residentes que a
las madres únicas? Los padres deberían tener mayores
derechos de paternidad que en el presente, pero se les
debería proporcionar, cuando sea necesario, los medios
para desempeñar sus responsabilidades.
Los políticos hablan a menudo de la necesidad de
que las familias fuertes fomenten la cohesión social. No
se equivocan al hacerlo* pero deberían hacerse algunas
precisiones. En primer lugar, la familia no se refiere
sólo a padres que crían niños. Ix>s niños deberían tener
responsabilidades frente a sus padres, no sólo al revés.
Merece la pena al menos considerar si esto debería ser
legalmente obligatorio. El Gobierno Federal de Estados
Unidos, en 1983, trató de compeler a hijos a ayudar a
mantener padres de edad avanzada, como parte del pro­
grama Medicaid. La propuesta nunca fue implementa-
da, aunque veintiséis estados tienen ahora reglamentos
que exigen a los niños ofrecer protección a padres ne­
cesitados ia. Éstos apenas han entrado en vigor, pero qui­
za haya llegado ya el momento para este proyecto. Por
ejemplo, tales obligaciones podrían ser engranadas en
contratos de paternidad vitalicios.
En segundo lugar, no tenemos que mirar muy lejos
para ver que las familias fuertes no crean inevitable­
mente solidaridad social. Italia meridional ofrece un
ejemplo a gran escala, pero algo similar puede ocurrir
en otros escenarios. Los barrios pobres, por ejemplo,
pueden tener sus propias familias delincuentes, en las
que lazos y obligaciones fuertes son la base misma de sus
actividades delictivas. Incluso familias escrupulosamente
observadoras de Ja Jey pueden cerrarse al mundo exte­
rior y abandonar sus responsabilidades frente a él. Los
lazos familiares fuertes sólo pueden ser una eficaz fuen­
te de cohesión cívica si se proyectan hacia el exterior a
la vez que hacia el interior —esto es a lo que me refiero
con familia socialmcnte integrada—. relaciones fa­
miliares son parte del tejido más amplio de la vida social.
E l E sta d o s o c ia l in v e r s o r

L a socialdemocracia clásica consideraba la creación


de riqueza como casi accesoria a sus preocupaciones bá­
sicas por la seguridad y la redistribución económicas.
Los neoliberales hacían mucho más hincapié en la coin*
peritividad y en la generación de riqueza. La política de
la tercera vía también pone mucho énfasis en estas vir­
tudes, que tienen una importancia decisiva dada la na-
turaíeza del mercado global- No serán estimuladas, sin
embargo, si se deja a los individuos navegar o hundirse
en un torbellino económico. £1 gobierno tiene un pa­
pel esencial que cumplir ínvirüendo en los recursos hu­
manos y la infraestructura requeridos para desarrollar
una cultura empresarial.
La polídca de la tercera vía» podría sugerirse, pro-
pugna una nueva economía mixta. Existían dos versiones
diferentes de la vieja economía mixta. Una implicaba
una separación entre el Estado y los sectores privados»
pero con gran parte de la industria bajo control públi­
co. La otra era y es el mercado social. En cada una de
ellas, los mercados permanecen en gran medida subor­
dinados al gobierno* La nueva economía mixta busca
en lugar de eso una sinergia entre sectores públicos y
privados, aprovechando el dinamismo de los mercados
pero teniendo en cuenta el interés publico. Requiero
un equilibrio entre regulación y desregulación, tanto a
nivel transnacional como nacional y local; y un equili­
brio entre lo económico y lo no económico en la vida
social. Lo segundo es a] menos tan importante como lo
primero, pero se alcanza en parte a través de ello.
Una alta tasa de formación y di.wlución de negocios
es característica, de una economía dinámica. Este flujo
no es compatible con una sociedad en la que predomi­
nan hábitos inculcados, incluidos los producidos por
sistemas de bienestar. Los socialdemócratas han de variar
la relación entre nesga y seguridad existente en el Estado
de bienestar, para construir una sociedad de “tomadores
de riesgo responsables” en las esferas del gobierno, los
negocios y el mercado del trabajo* La gente necesita
protección cuando las cosas van maJ, pero también las
facultades materiales y morales para superar grandes
periodos de tiansidón en sus vidas.
El concepto de igualdad ha de ser pensado minuciosa­
mente. Igualdad y libertad individual pueden entrar
en conflicto, y de nada sirve pretender que la igualdad, el
pluralismo y el dinamismo económico son siempre com­
patibles* Impulsada como está por cambios estructurales,
la desigualdad creciente no es fácil de combatir. Los so-
cialdcmócratas no deberían aceptar, en cualquier caso,
que altos niveles de desigualdad son funcionales para la
prosperidad económica, o que son inevitables. Deberían
alejarse de lo que en el pasado ha constituido a veces una
olxsesión con la desigualdad, al igual que reflexionar so
bre qué es la igualdad. La igualdad debe contribuir a la
diversidad, no ponerse en su camino.
Por razones que explicaré después, la redistribución
no debe desaparecer del programa de la socialdemo*
cracia. Pero el debate reciente entre socialdemócratas
ha dirigido el énfasis, bastante razonablemente, hada la
“redistribución de posibilidades”. El cultivo del poten­
cial humano debería reemplazar en cuanto fuera posi­
ble a la redistribución "tras los hechos”

El sig n ifica d o d e la igualdad

Muchos apuntan que el único modelo de igualdad


debería ser hoy en día la igualdad de oportunidades, o
meritocracia —esto es, el modelo neoliberal— . Es im­
portante tener claro porqué esta postura no es defendi­
ble. En primer lugar (si fuera alcanzablc), una sociedad
radicalmente meritocrálica produciría profundas des­
igualdades de resultados, que amenazarían la cohesión
social. Considérese, por ejemplo, el fenómeno de todo-
para-el-ganador, un efecto demostrable en los merca­
dos de trabajo. Alguien sólo marginalmente más dotado
que otra persona puede disponer de un salario mayor
que el otro. Un tenista o can tan te de ópera de élite gana
muchísimo más que uno que no es tan bueno, y esto
ocurre no a pesar de, sino debido al hecho de que con­
curre un principio mcritocritico. Cuando márgenes
apenas perceptibles marcan la diferencia entre que el
resultado sea un éxito o un fracaso, los riesgos para un
negocio son enormes. Los individuos de los que se per­
cibe que hacen esta diferencia marginal son recompen­
sados desproporcionadamente. Constituyen una nueva
categoría de los “famosos desconocidos” l.
A menos que esté acompañada de un cambio estruc­
tural en la distribución de empleos, que por definición
sólo puede ser transitorio, una sociedad meritocrática
también tendría una acusada movilidad descendente.
Muchos han de descender para que otros asciendan. Sin
embargo, como han mostrado muchas investigaciones,
una movilidad descendente generalizada tiene conse­
cuencias socialmente destructivas, y produce sentimien­
tos de alienación entre los afectados. La movilidad des­
cendente a gran escala amenazaría la cohesión social en
igual medida que la existencia de una clase desafecta de
excluidos. De hecho, una mcritocracia total produciría
un ejemplo extremo de una clase de esta, naturaleza, una
clase de intocables. Pues no sólo se trata de que grupos
de personas estén en el nivel más bajo, sino que éstos sa­
brían que su falta de capacidad hizo que esta situación
sea justa y adecuada: es difícil imaginar algo más des­
alentador.
En cualquier caso» una sociedad totalmente meríto-
crática no es sólo irrealizable; es una idea contradictoria
en sí misma. Por las razones ya oftecúlas, una sociedad
meritocrática será probablemente desigual en sus resul­
tados. En un orden social así, los privilegiados segura­
mente seran capaces de otorgar ventajas a sus hijos —aca­
bando, de esta manera, con la meritocrada—. Después
de todo, incluso en las relativamente igualitarias socieda­
des de estilo soviético, en las que la riqueza no podía ase­
gurar el progreso de los niños, los grupos privilegiados
podían transmitir ventajas a su descendencia.
Estas observaciones no implican que los principios
meritocrá ticos sean irrelevantes para la igualdad, pero
sí significan que estos principios no son exhaustivos, o
no pueden utilizarse para definirla. ¿Qué debería enten­
derse, entonces, por igualdad? La nueva política define
igualdad como inclusión y la desigualdad como exclusión,
aunque estos términos necesitan alguna precisión. In­
clusión se refiere en su senado más amplio a la ciudada­
nía, a los derechos y deberes civiles y políticos que todos
los miembros de una sociedad deberían tener, no sólo
formalmente, sino como una realidad de sus vidas. Tam­
bién se refiere a las oportunidades y a la integración en
el espacio público. En una sociedad en la que el trabajo
sigue siendo esencial para la autoestima y el nivel de
vida, el acceso al trabajo es un ámbito principal de opor­
tunidades. La educación es otro, y lo sería incluso aun­
que no fuera tan impostante para las posibilidades do
empleo, para lasque es determinante.
Dos formas de exclusión se están manifestando espe­
cialmente en las sociedades contemporáneas. Una es la
exclusión de los que están abajo, aislados de la corrien­
te principal de oportunidades que una sociedad ofrece.
En la cúspide está la exclusión voluntaria, “la rebelión
de las clitcs”: una retirada de las instituciones públicas
por parte de los grupos más ríeos, que eligen vivir sepa­
rados del resto de la sociedad 2. Los grupos privilegiados
empiezan a vivir en comunidades fortificadas, y se apar­
tan de los sistemas públicos de educación y sanidad.
Inclusión y exclusión se han convertido en concep­
tos importantes para anali2ar y responder a ía igualdad
debido a los cambios que están afectando a la estructu­
ra de clases de los países industriales, a los que antes se
hizo brevemente referencia. Hace un cuarto de siglo,
una mayoría de la población laboral estaba empleada
en trabajos manuales, sobre todo en la manufactura. La.
iconología informática ha alterado drásticamente la na-
turalcza de la producción manufacturera, y ha dismi­
nuido de forma dramática la demanda de mano de
obra no cualificada. El diseño y la fabricación compute­
rizados, el almacenamiento y los sistemas de distribu­
ción automatizados, y la integración de la producción
con los proveedores y consumidores han reemplazado
al trabajo manual anterior. Hoy día, menos del 20% de
la fuerza de trabajo en la mayoría de las economías de­
sarrolladas está en las fabricas, y la proporción sigue ba­
jando. La clase trabajadora tradicional ha desaparecido
en gran pai te y las viejas comunidades de clase trabaja­
dora, concentradas por ejemplo en torno a la produc­
ción del carbón, del hierro y del acero o Ja construcción
naval> han cambiado su. perfil.
Algunas se han revitalizado, mientras que otras han
caído en declive. Como barrios deprimidos interiores,
se han aislado de la sociedad globalmente considerada.
Allí donde hay una fuerte presencia de grupos minori­
tarios, los prejuicios étnicos pueden reforjar los proce­
sos cxcluyentes. Al igual que han hecho durante mucho
tiempo las ciudades norteamericanas, las ciudades eu­
ropeas están acogiendo grandes cantidades de inmi­
grantes, creando un “nuevo pobre" en Londres, París,
Berlín» Roma y otras áreas urbanas. La exclusión econó­
mica es, de este modo, también con frecuencia física y
cultural. En áreas decadentes, la vivienda se deteriora, y
la falta de oportunidades de trabajo desincentiva la edu­
cación, lo que conduce a la inestabilidad y desorganiza­
ción sociales. Más del 60% de los habitantes de una hilera
de viviendas oficiales alrededor de )a City de Londres, la
milla cuadrada más rica de Gran Bretaña, están desem­
picados. Sin embargo, el aeropuerto de la ciudad, muy
cercano, no es capaz de encontrar suficientes trabajado­
res cualificados para sus necesidades s.

In c lu sió n y e x g l u sió n

La exclusión no se refiere a niveles de desigualdad»


sino a mecanismos que operan para apartar a grupos de
personas de la corriente principal de la sociedad. En la
cúspide, la exclusión voluntaria está impulsada por una
diversidad de factores. Tener los medios económicos
para aislarse de la sociedad global es la condición nece­
saria para ello, pero nunca la explicación completa del

La sociedad inclusiva

Ig u a ld a d c o m o in c lu s ió n
M e r ito c r a c ia lim ita d a
Renovación del espacio público (liberalismo cívico)
“Más allá de la sociedad del trabajo”
Bienestar positivo
El Estado social inversor

porqué los grupos eligen hacerlo. La exclusión en la cii^


pide no es sólo tan peligrosa para el espacio público, o
la solidaridad común, como la exclusión en la base; está
causalmente vinculada a ella. Que las dos van juntas se
ve fácilmente en los ejemplos más extremos ocurridos
en algunos países, como Brasil y Suráftica. Limitar la ex­
clusión voluntaria de las élites es esencial para crear una
sociedad más inclusiva en la base.
Muchos sugieren que la acumulación de privilegios
en Ja cúspide es imparable. Las desigualdades de renta
parecen crecer de modo generalizado. En Estados Uni­
dos, por ejemplo, el 60% de los aumentos de ingresos
en el periodo entre 1980 y 1990 fue a parar al 1% más
rico de la población, mientras que la renta real del 25%
más pobre ha permanecido estática durante más o me­
nos treinta años. El Reino Unido muestra pautas simila­
res, aunque menos extremas. La brecha entre los traba­
jadores mejor pagados y peor pagados es mayor de lo
que ha sido durante aJ menos cincuenta años. Mientras
la gran mayoría de la población trabajadora está mejor
pagada en términos reales que hace veinte años, el 10%
más pobre ha visto cómo sus ingresos reales disminuyen.
Con todo, no se sigue que tales pautas vayan a conti­
nuar o empeorar irrefutablemente. La innovación tec­
nológica es imponderable, y es posible que en algún
punto la tendencia hacia una mayor desigualdad pueda
virar hacia el otro lado. Estas tendencias son, en cual­
quier caso, más complejas de lo que parece a primera
vista. Como han calculado algunos de los estudios más
completos, la desigualdad de renta ha decrecido en vez
de aumentar en algunos países desarrollados durante,,
los últimos treinta años. Por supuesto, no sabemos exac­
tamente cuán fiables son los datos sobre la renta —los
intentos de medir la economía sumergida son pura adi­
vinación— . Esa economía puede aumentar la desigual­
dad, pero es más probable que acmé en el otro sentido,
j>orque las actividades económicas informales, los true­
ques y las transacciones monetarias no oficiales son más
comunes entre los grupos más desfavorecidos. Final­
mente, los países con periodos duraderos de gobierno
neoliberal han mostrado mayores aumentos de la des­
igualdad económica que otros, con Estados Unidos, Nue­
va Zelanda y Reino Unido a la cabeza.
Escribiendo sobre Estados Unidos, el periodista polí­
tico Mickey Kaus ha sugerido una distinción entre el “li­
beralismo económico”y el "liberalismo cívico" 4. La bre­
cha entre ricos y pobres seguirá creciendo y nadie puede
evitarlo. El reino de lo público, no obstante, puede re­
construirse a través del “liberalismo cívico" Kaus tiene
seguramente razón aJ afirmar que el vaciamiento del es­
pacio público puede revertirse, y que abordar la exclu­
sión social en la cúspide no es sólo una cuestión econó­
mica. Sin embargo, las desigualdades económicas no
son, ciertamente, irrelevantes para los mecanismos ex­
cluyen tes y no hemos de desistir en reducirlas.
En el contexto europeo» un elemento clave es mante­
ner los niveles de gasto público. El Estado do bienestar
puede necesitar una reforma radical, pero los sistemas
de bienestar influyen» y deben hacerlo, en la distribu­
ción de la riqueza. También pueden contemplarse otras
estrategias» algunas de ellas susceptibles de aplicación
generalizada» tales como programas de suscripción de
capital por parte de los empleados, que podrían tener
importantes implicaciones redistributivas. Una influen­
cia esencia] para la distribución de la renta es la cre­
ciente igualdad sexual. Aquí la desigualdad de renta
decrece, no aumenta, contradiciendo de nuevo la afir­
mación simple de que la sociedad se está haciendo más
desigual. I>os cambios en la familia afectan a las estruc­
turas de desigualdad. Por ejemplo, en el Reino Unido
en 1994-1995, la mitad de los incluidos en el 20% supe­
rior de los ingresos eran o bien trabajadores solteros a
tiempo completo o parejas en las que ambos trabajaban
a tiempo completo. Los nuevos patrones de desigual­
dad no vienen simplemente dados. Pueden ser afecta­
dos por políticas gubernamentales, como las que esti­
mulan la inclusión de los padres solteros en la fuerza de
trabajo.
El “liberalismo cívico”—la recuperación del espacio
público— debe ser, en todo caso, parte básica de una so­
ciedad inclusiva en la cúspide. ¿Cómo puede renovarse
o mantenerse tiste liberalismo? FJ cultivo exitoso de la
nación cosmopolita es una manera* La gente que se sien­
te miembro de una comunidad nacional es más procli­
ve a reconocer un compromiso con otros dentro de ella.
El desarrollo de un ithos empresarial responsable es
también importante* En términos de solidaridad social,
los grupos más importantes no son solo los nuevos ricos
incorporados, sino también los miembros de la clase
media profesional y adinerada, pues están más cerca de
las franjas que amenazan con apartarse del espacio pú­
blico. Mejorar la calidad de la educación pública, soste­
ner un .servicio sanitario sólido, promover prestaciones
públicas seguras y controlar los niveles de criminalidad,
todo esto es relevante. Por estas razones es por lo que la
reforma del Estado de bienestar no debería reducirlo a
una red de segundad. Sólo un sistema de bienestar que
beneficie a la mayor paite de la población generará una
moral común de ciudadanía. Allí donde el “bienestar”
asume sólo una connotación negativa y se dirige mayor­
mente a los pobres, como ha solido ocurrir en Estados
Unidas, los resultados son divisorios.
Estados Unidos tiene un nivel mayor de desigualdad
económica que ningún otro país industrializado. Con
todo, incluso en esa sociedad, la tierra natal del indivi­
dualismo competitivo, hay motivo para la esperanza en
que la “rebelión de las clites” pueda contenerse. En su
reciente investigación, el sociólogo Alan Wolfe encon­
tró escasa evidencia de que las personas de clase media
alta estuvieran separándose de la sociedad globalmente
considerada. Descubrió un amplio respaldo a la justicia
social en América, “compartido con tanta probabilidad
por conservadores cristianos como por liberales de la
Costa Esto” La mayoría cree que la desigualdad econó­
mica en Estados Unidos se está extremando demasiado:

Los economistas que adoptan un enfoque fatsset- [aire


hacia su disciplina han tendido a sostener que los sueldos
elevados de altos directivos, incluso cuando son aparente­
mente abusivos, acaban por beneficiar a todo el mundo,
ya que las compañías ineficientes o los ejecutivos ¡nfrapa-
gados no sirven a los intereses de nadie. Pero desde la
perspectiva de la América de clase media, los salarios cor­
porativos altos son más susceptibles de sor considerados
egoístas, y las personas y organizaciones egoístas, por es­
tar fuera de equilibrio, ponen en peligro la fragilidad del
orden social

No es difícil pensar en políticas que tengan un efecto


positivo sobre el espacio público en lugar de corroerlo.
La atención sanitaria, por ejemplo, debería responder a
las necesidades de un electorado amplio. “Atención sani­
t a r i a e n este contexto, debería entenderse en sentido
extenso, de modo proporcionado a la idea del bienestar
positivo que se discutirá posteriormente. 1.a reducción
de la contaminación medioambiental, por ejemplo, es
un beneficio general. Ciertamente, las estrategias ecoló­
gicas son un elemento central de los acuerdos sobre cali­
dad de vida, pues la mayoría de los beneficios ecológicos
repercuten sobre las distintas clases.
Al igual que la exclusión social en la cúspide, la ex­
clusión en la base tiende a reproducirse a sí misma. De­
bería seguirse cualquier estrategia que rompa los ciclos
de pobreza:

Es... absolutamente esencial ayudar a los adultos sin


habilidades o cualificadones básicas a que las adquieran,
ayudar a las personas cuyas habilidades están anticuadas a
que las actualicen, y aumentar la confianza en sí mismo
de cualquiera cuya moral haya sido minada por un perio­
do largo sin empleo. Las personas sin cualificación denen
cinco veces más probabilidades de quedarse sin empleo
que aquellos con unas cualificariones de mayor nivel edu­
cativo: al fixial, el empleo va a los empleables 7.

La educación y el aprendizaje se han convertido en el


nuevo mantra para los políticos socialdemócratas. Tony
Blair describe notoriamente sus tres prioridades princi­
pales en el gobierno como “educación, educación, edu­
cación”. La necesidad de mejores técnicas educativas y
aprendizaje cualificado es aparente en la mayoría de los
países industrializados, especialmente j>ara los grupos
más pobres. ¿Quién podría negar que una población
bien formada es deseable para cualquier sociedad? La
inversión en educación es hoy un imperativo parad go­
bierno, una clave para la “redistribución de posibilida­
des”. Sin embargo, la idea de que ía educación puede
reducir las desigualdades de manera directa debería
contemplarse con cierto escepticismo, Gran cantidad
de estudios comparados, en Estados Unidos y Europa,
demuestran que la educación tiende a reflejar desigual­
dades económicas más amplias, y que éstas han de ser
abordadas en su origen.
La participación en la fuerza de trabajo, y no sólo en
empleos sin proyección, es claramente vital para atacar
la exclusión involuntaria. El trabíyo tiene múltiples be­
neficios: genera ingresos para el individuo, da una sen­
sación de estabilidad y dirección en la vida, y crea rique­
za para la sociedad en general. Pero la inclusión ha de
extenderse mucho más allá del trabajo, no sólo porque
hay mucha gente en cualquier momento incapaz de es­
tar en la fuerza de trabajo, sino porque una sociedad
dominada en exceso por la ética del trabajo sería un lu­
gar bastan lc desagradable en el que vivir. Una sociedad
inclusiva debe proveer lo suficiente para las necesida­
des básicas de los que no pueden trabajar, y debe reco­
nocer la mayor diversidad de metas que la vida ofrece.
Los programas convencionales contra la pobreza han
de ser reemplazados por enfoques basados en la comu­
nidad, que permiten mayor participación democrática
a la vez que son más eficaces. Los incentivos a la cons­
trucción comunitaria mantienen las redes, la autoayuda
y el sostenimiento del capital social como medios para
generar la renovación económica en barrios de rentas
bajas. Luchar contra la pobreza requiere una inyección
de recursos económicos, pero aplicados a apoyar la ini­
ciativa local. Dejar a la gente enredada en prestaciones
tiende a excluirla de la sociedad globalmente conside­
rada. Reducir prestaciones para forzar a los individuos
al trabajo les empuja a mercados de trabajo precario ya
saturados. Las iniciativas de construcción comunitaria
se concentran en los múltiples problemas a los que se
enfrentan individuos y familias, incluyendo la calidad
del trabajo, atención sanitaria e infantil, educación y
transporte

U na sociedad de bjknestar positivo

Ningún asunto ha polarizado a la izquierda y a la de­


recha tan claramente en años recientes como el Estado
de bienestar, ensalzado por un lado y vituperado por el
otro. Lo que llegó a ser “el Estado de bienestar” (un tér­
mino no usado extensamente hasta los años sesenta, y
que a William Beveridge, el arquitecto del Estado de
bienestar británico, le disgustaba profundamente) tie­
ne en realidad una historia ajetreada. Sus orígenes estu­
vieron bastante lejos de los ideales de la izquierda —en
verdad, fue creado en parte para disipar la amenaza so­
cialista.—. Los grupos dirigentes que levantaron el siste­
ma de seguridad social en la Alemania imperial a finales
del siglo xjx despreciaban la economía del UússezrfaiTe
tanto como el socialismo. Sin embargo, el modelo de Bis-
marek fue copiado por muchos países. Beveridge visitó
Alemania en 1907 para estudiar el modelo El Estado
de bienestar* tal como existe hoy en Europa, fue creado
en y por la guerra, como lo fueron tantos aspectos de la
ciudadanía nacional.
El sistema que Bismarck creó en Alemania es consi­
derado usuaJmente como la forma clásica del Estado de
bienestar. No obstante» el Estado de bienestar alemán
ha tenido siempre una red compleja de grupos y asocia­
ciones del sector terciario, de la que han dependido las
autoridades para poner en práctica fas políticas del bien­
estar. La meta es ayudar a éstas a alcanzar sus objetivos
sociales. En áreas como la atención infantil, los grupos
del sector terciario tienen casi un monopolio. El sector
no lucrativo en Alemania se expandió, en lugar de men­
guar, a medida que el Estado de bienestar crecía. Los
Estados de bienestarvarían en el grado en que incorpo­
ran o dependen del sector terciario. En Holanda, por
ejemplo, las organizaciones no lucrativas constituyen el
principal sistema de provisión de servicios sociales, mien­
tras que en Suecia casi no se utiliza ninguna. En Bélgica
y Austria, como en Alemania» casi la mitad de los servi­
cios sociales son asegurados por grupos 110 lucrativos.
El científico político holandés Kees van Kcrsbcrgcn
sostiene que “uno de los grandes discernimientos del
debate contemporáneo [sobre el Estado de bienestar]
es que igualar socialdemocracia y Estado de bienestar
puede haber sido un error"l0. Examina en detalle la in­
fluencia de la democracia cristiana sobre el desarrollo
de los sistemas de bienestar continentales y el mercado
social. Los partidos demócrata-cristianos descienden de
los partidos católicos que fueron importantes en el pe­
riodo de entreguerras en Alemania, Holanda, Austria y,
en menor grado, Francia e Italia. Los unionistas católi­
cos veían al socialismo como el enemigo y trataron de
desbordarlo en su propio terreno subrayando la code-
terminación y la reconciliación de clases. La opinión de
Ronafd Reagan, expresada en 1981, de que “hemos per­
mitido al gobierno arrebatarnos aquellas cosas que an­
tes podíamos hacer voluntariamente” llene un eco muy
anterior en Europa en la tradición católica. Iglesia, fami­
lia y amigos son las principales fuentes de solidaridad so­
cial. El Estado debería intervenir sólo cuando esas insti­
tuciones no cumplan enteramente con sus obligaciones.
Reconociendo la historia problemática del Estado de
bienestar, la política d.e la tercera vía debería aceptar al­
gunas de las críticas que la derecha hace al Estado. Es
esencialmente no democrático, dependiendo efectiva­
mente de una distribución vertical de prestaciones. Su
fuerza motriz es la protección y la atención, pero no da
suficiente espacio a la libertad personal. Algunas formas
ríe institucionalización del bienestar son burocráticas,
alienantes e ineficientes, y las prestaciones del bienestar
pueden producir consecuencias perversas que socavan
aquello para lo que estaban diseñadas. No obstante, la
política de la tercera vía no ve estos problemas como
una señal para desmantelar el Estado de bienestar, sino
como una parte de la necesidad de reconstruirlo.
¡.as dificultades del Estado de bienestar son sólo en
parte económicas. En la mayoría de las sociedades occi­
dentales, el gasto proporcional en sistemas de bienestar
ha permanecido bastante estable durante los últimos
diez años. En el Reino Unido, la porción de PÍB inverti­
da en el Estado de bienestar aumentó regularmente du­
rante gran parte del siglo, hasta finales de los años se­
tenta. Desde entonces se ha estabilizado ll, aunque las
figuras brutas esconden cambios en la distribución del
gasto y las fuentes de ingresos. La elasticidad de los pre­
supuestos del sistema de bienestar en el Reino Unido es
tanto más notable dada la determinación de los gobier­
nos de MargaretThatchcr por recortarlos.
El gasto en educación, como porcentaje del PÍB, cayó
entre 1975 y 1995 del 6,7% al 5,2%. El gasto en el servi­
cio sanitario, sin embargo, creció durante este periodo.
En 1975 era equivalente al 3,S% del PIB. En 1995 había
aumentado hasta el 5,7% (un porcentaje menor que en
la mayoría de los demás países industriales). La vivienda
pública experimentó el mayor recorte, cayendo del 4,2%
del PIB en 1975 al 2,1% veinte años más tarde. Como
ocurrió en otros lugares, el gasto en seguridad social
fue el que más aumentó. En 1973-1974 llegaba al
del PIB. En 1995-1996 alcanzó el 11,4%. El gasto en se­
guridad social creció más del 100% en términos reales
durante esc periodo. Los principales factores que sub-
yacen a este aumento fueron el alto desempleo, un cre­
cimiento del número de empleados: pobres y cambios
en los patrones demográficos, especialmente un creci­
miento del número de padres solteros y de ancianos.
Todos los sistemas de bienestar han seguido evolu-
ciones muy similares, pues están ligados a cambios es­
tructurales intensos. Están causando problemas funda­
mentales a los Estados de bienestar más completos,
como los existentes en Escandinavia. El igualitarismo
nórdico dene raíces históricas y culturales, no es sólo
producto de un Estado de bienestar universalista. Hay
lina mayor aceptación pública de altos niveles de im­
puestos que en la mayoría de los países occidentales.
Pero el sistema de prestaciones sufre tensiones cuando
el desempleo crece, como ocurrió en Finlandia—^esto a
pesar del hecho de que los países nórdicos iniciaron po­
líticas activas de mercado de trab<yo— . Dado su tamaño
rcladvo, el Estado de bienestar escandinavo es un em­
pleador principal, particularmente de mujeres. Sin em­
bargo, su resultado es que el grado de segregación se­
xual en el empleo es mayor que en la mayoría de los de­
más países industrializados.
El gran aumento del gasto en seguridad social es una
de las fuentes principales del ataque a los sistemas de
bienestar por parte de los neoliberales, que ven en él el
desarrollo generalizado de la dependencia del bienes­
tar. Tienen seguramente razón al preocuparse por la
cantidad de gente que vive de las prestaciones estatales,
pero hay una manera más sofisticada de ver lo que está
pasando. Las reglas del bienestar devienen con cierta,
frecuencia ineficientes, u originan situaciones de riesgo
moral. La idea de riesgo moral se utiliza mucho en las
discusiones sobre riesgo en el seguro privado. El riesgo
moral existe cuando la gente utiliza la protección del se­
guro para cambiar su comportamiento, redefiniendo
así el riesgo para el que están asegurados. No se trata tan­
to de que algunas formas de provisión del bienestar
creen culturas de la dependencia como de que la gente
toma ventaja racional de las oportunidades ofrecidas.
Prestaciones establecidas para contrarrestar el desem­
pleo, por ejemplo, pueden llegar a producir desempleo
si se usan activamente como protección frente al merca­
do de trabajo.
Escribiendo contra los fundamentos del sistema de
bienestar sueco, el economista Assar Lindbeck señala
que puede hacerse una fuerte defensa humanitaria del
apoyo generoso a las personas afectadas por el desem­
pleo, enfermedades, discapacidad o los demás riesgos
cubiertos por el Estado de bienestar. El dilema es que
cuanto mayores sean las prestaciones, mayor será la
oportunidad de riesgo moral, al igual que de fraude.
Sugiere que el riesgo moral tiende a ser mayor a largo
plazo que en periodos más cortos. Esto sucede porque a
largo plazo se forman hábitos sociales que vienen a defi­
nir lo que es “normal” La verdadera dependencia de
las prestaciones ya no se ve entonces como tal, sino que
se convierte sencillamente en comportamiento “espera­
do”. Una tendencia creciente a solicitar asistencia so
cial, mayor absentismo laboral alegando motivos de sa­
lud y un menor nivel de búsqueda de empleo pueden
encontrarse entre los resultadosl2.
Una vez establecidas, las prestaciones tienen su pro­
pia autonomía, independientemente de que sirvan o
no a los propósitos para los que fueron originalmente
diseñadas. Al ocurrir esto, las expectativas se “fortifi­
can” y los grupos de interés se atrincheran. Países que
han tratado de reformar sus sistemas de pensiones, por
ejemplo, se han encontrado una resistencia concertada.
Deberíamos tener nuestras pensiones porque somos
"Viejos” (una edad de sesenta o sesenta y cinco), hemos
pagado nuestras cuotas (aunque no cubran los costes),
otras personas anteriormente las han tenido, todo el
mundo tiene la vista puesta en lajubiladón* etc* Pero tal
estancamiento institucional refleja por sí mismo la ne­
cesidad de una reforma, pues el sistema de bienestar ha
de ser tan dinámico y sensible a las tendencias sociales
generales como cualquier otro sector de la Adminis­
tración.
No es fácil de llevar a cabo la reforma del sistema de
bienestar, debido precisamente a los intereses afianza­
dos que crean los sistemas de bienestar. Sin embargo, el
perfil de un proyecto radical para el Estado de bienestar
puede ser esbozado sin demasiada dificultad.
El Estado de bienestar, como se indicó antes, es más
una mancomunidad de riesgos que de recursos. Lo que
ha modelado la solidaridad de la política social es que “gru­
pos por otra paite privilegiados descubrieron que com­
partían un ínteres común en distribuir de nuevo el riesgo
con los desfavorecidos” 13. No obstante, el Estado de
bienestar no está preparado para cubrir riesgos nove­
dosos como los referentes al cambio tecnológico, la ex­
clusión social o la creciente proporción de hogares mo-
noparentales. Estos desajustes son de dos clases: cuando
los riesgos cubiertos no se adecúan a las necesidades y
cuando se protege a grupos equivocados.
La reforma del bienestar debería reconocer los argu­
mentos sobre el riesgo anteriormente suscitados en la
discusión: la gestión eficaz del riesgo (individual o co­
lectivo) no sólo significa minimizar o proteger contra
los riesgos; significa también aprovechar el lado positivo
o energético del riesgo y suministrar recursos para la
adopción del riesgo. La adopción activa de riesgos so re­
conoce como inherente a la actividad empresarial, pero
lo mismo puede decirse de la fuerza de trabajo. Decidir
ir al trabajo y renunciar a las prestaciones, o aceptar un
empleo en una determinada industria, son actividades
de riesgo ínfundidas —pero tal adopción de riesgos es
con frecuencia beneficiosa tanto para el individuo como
para la sociedad globalmente.
Cuando Beveridge escribió en 1942 su Informe sobre
la Seguridad Socialy Servicios Conexos, hizo su célebre de­
claración de guerra a la Indigencia, ala Enfermedad, a
la Ignorancia, a la Miseria y a la Indolencia. En otras pa­
labras, su enfoque era casi completamente negativo.
Hoy deberíamos hablar de bienestar positivo, al que con­
tribuyen los propios individuos y otros agentes además
de la Administración —y que es funcional para la crea­
ción de riqueza—. El bienestar no es en esencia un con­
cepto económico, sino uno psíquico, que atañe, como lo
hace, al estar-bien. Las prestaciones o ventajas económi­
ca* no son, por tanto, casi nunca suficientes por sí mis­
mas para producirlo. El bienestar no sólo es generado
en muchos contextos y por muchas influencias distintas
al Estado de bienestar, sino que las instituciones del bien­
estar deben ocuparse de promover mejoras psicoló­
gicas a la vez que económicas. Pueden ofrecerse ejem­
plos bastante mundanos: e! asesoramiento, por ejemplo,
puede ser en ocasiones más útil que el apoyo económico
directo.
Aunque estas proposiciones puedan sonar remotas a
las preocupaciones terrenas de los sistemas de bienes­
tar, no hay una sola área de la reforma del bienestar para
la que no sean relevantes o que no puedan contribuir a
esclarecer. El principio guía es la inversión en capital
humano allí donde sea posible, más que la provisión di­
recta de sustento económico. En lugar del Estado de
bienestar deberíamos colocar el Estado social inversor,
funcionando en el contexto de una sociedad de bienes­
tar positivo.
La idea de que el “Estado de bienestar" debería ser
reemplazado por la “sociedad del bienestar’"se ha repe­
tido regularmente en la literatura reciente sobre temas
de bienestar. Donde las instancias del sector terciario
no están todavía bien representadas deberían tener un
mayor papel en la provisión de servicios de bienestar.
La distribución vertical de beneficios debería ceder
paso a sistemas de distribución más localizados. Más ge­
neralmente, deberíamos reconocer que la reconstruc­
ción de las provisiones del bienestar han de integrarse
con programas para el desarrollo activo de la sociedad
civil.

Eyi’RATKClAS DK JNVERSIÓN SOCIAL

Dado que son tantas las instituciones y servicios co­


múnmente agrupados bajo la rúbrica de Estado de bien­
estar, me limitare aquí a comentar la seguridad social.
¿A que aspiraría el Estado social inversor en relación a
sus sistemas de seguridad social? Consideremos dos áreas
básicas: provisión para Ja tercera edad y desempleo.
En cuanto a la tercera edad, una perspectiva radical
aconsejaría salirse de los límites entre los que se desen­
vuelve normalmente el debate acerca del pago de las
pensiones. La mayoría de las sociedades industriales
tiene una población envejecida, y este es un gran proble­
ma, se dice, debido a la bomba de tiempo de las pensio­
nes. Los compromisos con las pensiones de algunos paí­
ses, como Italia, Alemania o Japón, superan con creces
lo que pueden permitirse, incluso admitiendo un creci­
miento económico razonable. Si otras sociedades, como
Gran Bretaña, han evitado en cierta medida estas difi­
cultades es porque han reducido activamente sus com­
promisos respecto a las pensiones estatales — en Gran
Bretaña, por ejemplo, ajustando las pensiones a los pre­
cios medios en lugar de a los ingresos medios.
Un nivel adecuado de pensión estatal garantizada es
una necesidad. Hay buenas razones para apoyar tam­
bién los programas de ahorro obligatorio. En el Reino
Unido, el efecto de relacionar los aumentos en las pen­
siones con los precios en lugar de con los ingresos, sin
otras disposiciones legales, dejará probablemente a mu-
chosjubilados empobrecidos. Un hombre de cincuenta
años en 1998 que deja el mercado de trabajo a los sesen­
ta y cinco recibirá una pensión estatal que alcanzara solo
el 10% de los ingresos masculinos medios. Mucha gen te
no tiene lampoco pensiones profesionales o privadas11.
Otros países lian seguido estrategias más eficaces. Exis­
ten una serie de ejemplos de fondos de pensiones com­
binados entre el sector público y privado, algunos de los
cuales pueden ser generalizados. El sistema finlandés,
por ejemplo, combina una renta, mínima básica garanti­
zada por el Estado y una pensión dependiente de los in­
gresos con una provisión regulada del sector privado.
El interés del tema de las pensiones, sin embargo, se
extiende más allá de las cuestiones de quién debería
pagar» en que nivel y con qué medios. Debería ir acom­
pañado de una reflexión sobre la tercera edad y sobre
cómo los cambios en la sociedad global afectan a la posi­
ción de la gente anciana. Eí bienestar positivo es tan per­
tinente en este contexto como en cualquier otro: no bas-
ta pensar sólo en términos de prestaciones económicas.
La tercera, edad es un riesgo nuevo que se hace pasar
por uno antiguo. El envejecimiento solía ser más pasivo
de lo que es ahora: el cuerpo decadente era simplemen­
te algo que tenía que ser aceptado, En una sociedad mas
activa, reflexiva, el envejecimiento se ha convertido en
un proceso mucho más abierto, tanto a nivel físico como
psíquico. Hacerse mayor ofrece al menos tantas oportu­
nidades como problemas, para los individuos y para la
comunidad social globalmente considerada.
El concepto de una pensión que empieza a la edad
de jubilación, y ei adjetiva “pensionista”, fueron inven­
tos del Esutdo.de bienestar. Pero éstos no sólo no se
ajustan a las nuevas realidades del envejecimiento, son
el caso más claro de dependencia del bienestar que uno
puede encontrar. Sugieren incapacidad, y 110 sorpren­
de que para mucha gente la jubilación conduzca a una
pérdida de autoestima. Cuando la jubilación fijó por
primera vez “la tercera edad” a los sesenta o sesenta y
cinco años, la situación de la gente mayor era muy dife­
rente de la actual. En 1900, la esperanza media de vida
para un varón de veinte años en Inglaterra era de sólo
sesenta y dos años.
Deberíamos avanzar hacia la abolición de la edad fija
de jubilación, y deberíamos contemplar a la gente ma­
yor como un recurso y no como un problema. La cate­
goría de pensionista dejará entonces de existir, porque
es separable de las pensiones como tales: no tiene senti­
do retener los fondos de pensiones hasta alcanzar la
“edad de jubilación". La gente debería poder utilizar ta­
les fondos como desee —no sólo para dejar la fuerza de
trabajo a cualquier edad, sino para financiar la educa­
ción, u horas reducidas de trabajo, cuando estén crian­
do niños pequeños 15— . Abolir la jubilación legal pro­
bablemente sería neutral respecto a las implicaciones
del mercado de trabajo, dado que los individuos po­
drían dejar antes el trabajo del mismo modo que per­
manecer más dempo en él. Estas estipulaciones 110 ayu­
darán como tales a pagar las pensiones en un país que
haya tensado demasiado sus compromisos futuros, y esta
perspectiva es indiferente respecto al equilibrio que
deba buscarse entre fondos públicos y privados. Pero sí
sugiere que hay espacio para un pensamiento innova­
dor sobre el tema de las pensiones.
Una sociedad que separa a la gente mayor de la mayo­
ría en un gueto dejubilados no puede llamarse inclusiva.
El precepto del conservadurismo filosófico es aplicable
aquí como en otros iügares: la tercera edad no debería
vera como una época de derechos sin responsabilida­
des. He allí la célebre observación de Burke de que “la
sociedad es una comunidad no sólo entre los que viven,
sino entre los que viven, ios muertos y los que han de
nacer” l6. Tal comunidad se presume, en un contexto
relativamente mundano, por la idea misma de pensio­
nes colectivas, que actúan de conexión entre generacio­
nes. Pero un contrato intergeneracional claramente ne­
cesita ser más profundo que esto* Ix>sjóvenes deberían
buscar modelos entre los ancianos, y la gente mayor de­
bería verse como sirviendo a las generaciones futuras 17.
¿Son realistas tales aspiraciones en una sociedad que se
ha apartado del respeto, y en la que la edad ya no parece
portar sabiduría? Varios factores apuntan a que pueden
serlo. Ser “anciano" dura más de lo que solía. Hay mucha
más gente mayor en la población y, por tanto, los ancia-
nos son más visibles sorialmente. Finalmente, su impli­
cación creciente en el trabajo y la comunidad debería
servir para vincularles directamente con las generacio­
nes másjóvenes.
La posición de los ancianos frágiles, gente que nece­
sita atención continua, suscita cuestiones más peliagu­
das. Hoy hay veinte veces más gente mayor de ochenta y
cinco años en el Reino Unido de la que había en 1900*
Muchos de los “ancianos jó venes” pueden estar en una
situación bastante distinta a la de aquellos pcrtenecien-
tes ai mismo grupo de edad hace un par de generacio­
nes. El problema es diferente para los “ancianos viejos”,
algunos de los cuales lo pasan m a l L a cuestión de que
recursos colectivos deberían ponerse a disposición de
los ancianos frágiles no es sólo de racionamiento. Hay
que afrontar ciertos temas, incluidas cuestiones éticas
bastante fundamentales, que sobrepasan en mucho el
alcance de esta discusión.
¿Y el empleo? ¿Significa algo todavía la meta del pleno
empleo? ¿Hay una relación directa, como dicen ios neoli­
berales, entre empleo y mercados laborales desregula­
dos, contrastando el “milagro laboral” de Estados Unidos
con la Euroesclerosis? Deberíamos señalar, antes de
nada, que no hay una sencilla comparación posible entre
“Estados Unidos" y el “modelo europeo” Como ha mos­
trado el economista Stephen NickeJl, ios mercados labo­
rales en Europa muestran una gran diversidad. Durante
el periodo entre 1983 y 1996 hubo grandes variaciones
en las tasas de desempleo en la Europa de la OCDE, des­
de un 1,8% en Suiza hasta más del 20% en España. De los
países de la OCDE, el 30% tuvo durante estos años tasas
de desempleo menores que Estados Unidos. Aquellos
con las menores tasas no destacan por tener los merca­
dos de trabajo más desregulados (Austria, Portugal» No­
ruega). Las rigideces del mercado laboral, al igual que
una legislación estricta sobre el empleo, no influyen fuer­
temente en el desempleo. El alto desempleo esta ligado a
prestaciones generosas que continúan indefinidamente
y a pobres niveles educativos en el extremo inferior del
mercado laboral—el fenómeno de la exclusión l9.
La postura de la tercera vía debería ser que la desre­
gulación general no es la solución. El gasto en bienestar
debería permanecer en niveles europeos y no estado­
unidenses, pero habría de destinarse en cuanto fuera po­
sible a la inversión en capital humano. Los sistemas de
prestaciones deberían reformarse cuando induzcan al
riesgo moral, y debería estimularse una actitud de adop­
ción de riesgos más activa, allí donde sea posible me­
diante incentivos, pero donde sea necesario mediante
obligaciones legales.
Merece la pena, quizá, llegados a este punto, comen­
tar brevemente el “modelo holandés” citado a veces
como adaptación exitosa de la socialdemocracia a las
nuevas condiciones sociales y económicas. En un acuer­
do concluido en Wassenaar hace unos dieciseis años, los
sindicatos del país accedieron a la moderación salarial a
cambio de una reducción gradual de horas de trabajo.
Como resultado, los costes laborales han caído en más
de un 30% durante los últimos diez años, mientras que
la economía lia prosperado. Esto se ha logrado con una
tasa de desempleo menor del 6% en 1997.
Examinado más de cerca, sin embargo, el modelo ho­
landés es menos impresionante, por lo menos en térmi­
nos de creación de empleo y reforma del sistema de bien-
estar. Cantidades importantes de personas que en otros
países contarían como descmpleados viven de presta­
ciones por incapacidad —el país, de hecho, tiene más
gente registrada como no apta para el trabajo que como
oficialmente dcscmpleada—. En el 51%, la proporción
de la población con edades entre quince y sesenta y cua­
tro años trabajando a tiempo completo es menor que
en 1970, cuando era casi del 60% y está bastante lejos de
la media europea del 67%. De ios empleos creados du­
rante los últimos die2 años, el 90% son a tiempo parcial.
Holanda gasta la proporción más alta de renta de los paí­
ses europeos en seguridad social, y su sistema de bienes­
tar está sometido a una tensión considerable 20.
Las estrategias para la creación de empleo y el futuro
del trabajo han de estar basados en una orientación ha­
cía las nuevas exigencias económicas. Empresas y con­
sumidores operan crecientemente a escala mundial si­
guiendo los criterios exigidos para los bienes y servicios.
Los consumidores compran a escala m undiaJ»en el sen­
tido de que la distribución es global y, por tanto, “lo me­
jo r” ya no tiene conexión genérica con el lugar en que
se producen los bienes y servicios. Las presiones para
cumplir estos criterios alcanzarán también cada vez más
a las fuerzas de trabajo. En algunos contextos, tales pre­
siones profundizarán probablemente los procesos de
exclusión social. La diferenciación no será sólo entre tra­
bajadores manuales y c o t í estudios, o entre alta y baja
cualificadón, sino entre aquellos con una perspectiva lo­
cal y aquellos más cosmopolitas.
1.a inversión en recursos humanos está demostrando
ser la fuente principal de eficacia de las empresas en
sectores económicos clave. Un estudio en Estados Uni­
dos comparó 700 grandes empresas de industrias dife­
rentes. Los resultados mostraron que incluso una dife­
rencia marginal en un índice de inversión en personas
aumentaba las ganancias de los accionistas en 41.000
dólares 21. El analista financiero Rosabeth Moss Kanter
identifica cinco áreas principales en las que la política
gubernamental puede contribuir a la creación de em­
pleo. Debería haber apoyo a im cialivas empresariales rd a-
tivas a la puesta en marcha de pequeños negocios y a la
innovación tecnológica. Muchos países, particularmen­
te en Europa, ponen todavía demasiada fe en que las
instituciones económicas establecidas, incluido el sec­
tor público, creen empleo. En un mundo “en el que los
consumidores pueden literalmente comprar trabajado­
res", sin las nuevas ideas avaladas por el empresariado
hay ausencia de competencia. La empresa es una fuente
directa de empleos. También estimula el desarrollo tec­
nológico, y da a la gente oportunidades para el autoem-
pleo en épocas de transición. La política gubernamental
puede ofrecer apoyo directo al empresariado, ayudan­
do a crear capital empresarial, pero también reestructu­
rando los sistemas de bienestar para dar seguridad
cuando los negocios arriesgados vayan mal —por ejem­
plo, dando a la gente la opción de declarar sus impues­
tos en ciclos de dos o tres años en lugar de sólo anual­
mente.
Los gobiernos han de impulsar la educación durante
toda la vida? desarrollando programas educadvos que
comiencen en los primeros anos de un individuo y con­
tinúen incluso a una edad madura. Aunque el aprendí*
¿aje de conocimientos específicos pueda ser necesario
para muchos cambios de empleo, más importante es el
desarrollo de la competencia cognitiva y emocional. En
lugar de descansaren prestaciones Acondicionadas, las
políticas deberían orientarse a estimular el ahorro, el
uso de recursos educativos y otras oportunidades de in­
versión personal.
Las asodaciones para proyectos públicos pueden otorgar
a la empresa privada un papel mayor en actividades de
las que antes se ocupaban los gobiernos, a la vez que
asegurar que el interés público sigue siendo el superior.
El sector público puede a su vez proveer recursos que
pueden ayudar a florecer a Ja empresa y sin los cuales
los proyectos conjuntos pueden fracasar. Moss Kanter
s^ ala que los programas de bienestar para el trabajo
en Estados Unidos han fracasado por el problema del
transporte, l-as empresas ofrecen empleos en zonas que
las personas dispuestas a ellos no pueden alcanzar fácil­
mente debido a la ausencia de infraestructuras adecua­
das de transporte.
Las políticas gubernamentales pueden acrecentar la
movilidad, ya sea mediante niveles comunes de educa­
ción o mediante derechos transferibles de pensiones.
Una mayor armonización de prácticas y niveles educati­
vos, por ejemplo, es deseable para una fuerza de trabajo
cosmopolita. Algunas sociedades mundiales han estable­
cido ya requisitos de entrada estandarizados» pero los
gobiernos han de llevar la pauta. Como en otras áreas,
la armonización no es necesariamente enemiga de la di­
versidad educativa y puede incluso ser la condición de
su mantenimiento.
Finalmente, lo s gobiernos deberían estimular políti­
cas de lugar de trabajo compatible con la fam ilia, algo que
también puede realzarse mediante colaboraciones pú-
blico-privadas. Los países varían considerablemente en
el nivel de atención infantil que ofrecen, por ejemplo,
al igual que las empresas. No sólo la atención infantil,
sino otras oportunidades laborales, como la telecomuni­
cación o los años sabáticos, pueden ayudar a reconciliar
empleo y vida, doméstica. Cuanto más hincapié hagan las
empresas en lo s recursos humanos, más competencia
habrá para tener lo s mejores ambientes laborales com­
patibles con la familia. Los gobiernos que las ayuden
tenderán también a atraer inversión interna ^
¿Pueden producir estas estrategias una vuelta al ple­
no empleo en el sentido corriente: suficientes buenos
empleos para lodos los que quieren uno? Nadie lo
sabe, pero parece poco probable. La proporción de em­
pleos duraderos a tiempo completo está descendiendo
en las economías occidentales. Las comparaciones entre
las '‘economías de pleno empleo”, como Estados Unidos
o el Reino Unido, y las sociedades “con alto desempleo”,
como Alemania o Francia, son menos inequívocas cuan­
do comparamos no el número de empleos sino las horas
de tral>ajo realizadas. La creación neta de empleo cualifi­
cado seguro y bien pagado durante la década 1986-1996
fue la misma en Alemania que en Estados Unidos, un
2,6%. La productividad del trabajo se duplicó en Alema­
nia durante ese periodo, mientras que en Estados Uni­
dos aumentó sólo un 25% 23.
Ya que nadie puede decir si el capitalismo glolad ge­
nerará o no suficiente trabajo en el futuro sería absurdo
proceder como si lo fuera a hacer. ¿Es posible la “redis­
tribución activa” del trabíyo sin consecuencias contra­
producentes? Probablemente no en la forma de límites
a la semana laboral fijados por el gobierno —las dificul­
tades de tales proyectos son bien conocidas—. Pero si la
contemplamos en un contexto más amplio, no tenemos
que preguntarnos si es posible la redistribución del tra­
bajo. Está ocurriendo ya. de modo generalizado, y la cla­
ve es fomentar sus aspectos positivos. Un experimento
muy citado es el de la planta de Hewlett Packard en Gre-
noble. La planta se mantiene abierta en un ciclo de 24
horas siete días a la semana. Los empleados tienen una
semana laboral justo por encima de 30 horas, pero reci­
ben los mismos salarios que cuando trabajaban 37,5 ho­
ras semanales. La productividad del trabajo ha aumen­
tado sustancialmente ¿i.
Puesto que el renacimiento de la cultura cívica es
una ambición básica de la política de la tercera vía, el
compromiso acdvo del gobierno en la economía social
tiene sentido. De hecho, algunos nos han presentado la
elección en términos rigurosos, dado el estatus proble­
mático del pleno empleo; o bien ana mayor participa­
ción en la economía social, o bien afrontar el surgimien­
to de “culturas proscritas”. Las posibilidades son diversas,
incluyendo los programas del dólar temporal mencio­
nados anteriormente y los salarios indirectos — rebajas
fiscales por horas trabajadas en la economía social—.
Como muestran divertios estudios en Europa, “más y
más personas buscan un trabajo con significado propio
y oportunidades para el compromiso fuera del trabajo.
Si la sociedad puede valorar más y recompensar ese com­
promiso, y ponerlo al nivel del empleo remunerado,
puede crear tamo una identidad individua] como cohe­
sión social” *5.
En «uma, ¿que apariencia tendría un Estado de bien­
estar reformado radicalmente, el Estado social inversor
en la sociedad de bienestar positivo? El gasto en bienes­
tar, entendido como bienestar positivo, no será genera­
do y distribuido totalmente a través del Estado, sino por
el Estado actuando en combinación con otros agentes,
incluyendo el mundo financiero. La sociedad del bien­
estar en este contexto no es sólo la nación, sino que se
extiende por encima y debajo de ella. El control de la
contaminación medioambiental, por ejemplo, nunca
puede ser asunto del gobierno nacional solamente, pero
es, sin duda, directamente relevante para el bienestar.
En la sociedad de bienestar positivo se altera el contrato
entre individuo y gobierno, pues la autonomía y el desa­
rrollo personal —el medio de expandir la responsabili­
dad individual—* se convierten en el foco principal- El
bienestar, en este sentido básico, atañe a los ricos igual
que a los pobres.
El bienestar positivo sustituiría cada aspecto negativo
de Bcveridge por uno positivo: en lugar de Indigencia»
autonomía; no Enfermedad, sino salud activa; en lugar
de Ignorancia, educación, como elemento duradero de
Ja vida; en vez de Miseria, bienestar; y en lugar de Indo­
lencia, iniciativa.
H a c ia ia era global

L o s socialdcmócratas deberían buscar un nuevo pa-


pcl a la nación en un mundo cosmopolita. El orden glo­
bal emergente no puede sostenerse como un “merca­
do puro”. El mercado fracciona tanto como unifica: un
mundo de mil ciudades-estado, que algunos han predi-
cho, sería inestable y peligroso. Una reafirmación del
papel de la nación * es importante como fuerza estabili-
zadora, constituye una barrera frente a la fragmenta­
ción completa. 1.a identidad y la pertenencia son poten-
cialmente divisivas. ¿Cuán realista es suponer que la
afiliación a la nación puede ser una fuerza benigna? Al
fin y al cabo, el Estado-nación y el nacionalismo es sabi­
do que tienen un rostro de Jano —las naciones propor­
cionan un mecanismo integrador de la ciudadanía,
pero el nacionalismo puede hacerse beligerante, y las
aspiraciones nacionalistas han alimentado muchos con­
flictos destructivos durante el último siglo y medio.

* E n e J t e x t o i n g l e s o r i g i n a l s e u t iliz a a q u í l a p a l a b r a n a lio n . C o m o
e s s a b i d o , e n d i c h a l e n g u a s e r e f i e r e e n g e n e r a l a s u s e n t i d o d e E s-
c a d o - n a r i ó n o p a ís . C o n t o d o , h e m o s p r e f e r i d o t r a d u c i r l o c o m o
n a c i ó n . (N . d e lT .)
Los aspectos divisivos del nacionalismo no desapa­
recerán, desde luego. Pero precisamos exactamente de
una versión más cosmopolita de la nacionalidad para ir
controlándolos. Dicho cosmopolitismo es causa y condi­
ción de Ja posible desaparición de la guerra agran escala
entre Estados-nación. Él "Estado fuerte” solía estar bien
pertrechado para la guerra. Hoy día debe significar algo
distinto: una nación suficientemente segura de sí misma
como para aceptar los nuevos límites a la soberanía-

La nación co sm o po lita

Los Estados-nación se formaron realmente cuando


consolidaron “fronteras* claras, en lugar de los “límites”
más imprecisos característicos de los Estados más tradi­
cionales. la s fronteras son líneas precisas dibujadas so­
bre un mapa, que designan el territorio de la nación, y
cualquier violación de ellas es considerada como un ata­
que a la integridad de la nación. Los Estados están vol­
viendo a tener limites más que fronteras, pero no por
Jas mismas razones que en el pasado. Los Estados más an­
tiguos tenían límites porque tenían un aparato político
inadecuado: no podían haccr que su autoridad tuviera
efecto en sus perímetros externos. Las fronteras de los
Estados actuales están convirtiéndose en límites debido
a sus lazos con otras regiones y a su integración en agru­
paciones transnacionales de todo tipo. La Unión Euro­
pea es el prototipo, pero el debilitamiento de las fronte­
ras está ocurriendo también en otras partes del mundo.
l a identidad nacional sólo puede ser una influencia
benigna si es tolerante con la ambivalencia o con la afi~
liación múltiple. Los individuos que son simultánea­
mente ingleses, británicos, europeos y que tienen algún
sentido general de ciudadanía global pueden conside­
rar a alguna de éstas como su identidad dominante, pero
esto no ha de evitar necesariamente que acepten tam­
bién las otras. El nacionalismo xenófobo es lo opuesto; la
nación es “una, indivisible”. Es culturalmente proteccio­
nista, asumiendo que la nación tiene un “destino”*—que
no está únicamente separada, de, sino que es superior a,
otras naciones—. Pero las naciones no üenen destinos, y
todas las naciones, sin excepción, son “naciones híbri­
das”. La nación no es algo dado por naturaleza, y por
remotas que sean las conexiones que puedan tener con
comunidades étnicas anteriores, las naciones son un
producto relativamente reciente de la historia. Todas
han sido construidas a partir de una diversidad de frag­
mentos culturales-
En su obra sobre el nacionalismo, el filósofo político
David Miller se afa^a en combatir dos opiniones sobre
la nación y el nacionalismo ampliamente extendidas
entre la izquierda. Una es que el nacionalismo es ante
todo una cuestión de sentimiento o emoción, desprovis­
ta de contenido racional. La segunda es que el naciona­
lismo es intrínsecamente una doctrina de la derecha
política, hostil a los valores de la izquierda. Los que sos­
tienen tales opiniones, afirma, tienden a tratar el nacio­
nalismo como si fuera de una pieza, mientras que, en
realidad, podemos distinguir sin muchas dificultades
que posee formas distintas. El “principio de nacionali­
dad” descansa sobre una serie de postulados. Las identi­
dades nacionales son una fuente válida de identidad
personal; los individuos que experimentan ser parte de
una nación como elemento de su identidad no sufren
una ilusión. Es moralmente defendible que deseen pro­
teger su identidad contra las fuerzas que puedan ame­
nazarla. I,as naciones son comunidades éticas, en las
que aquellos incluidos en ellas tienen ciertas obligacio­
nes respecto a los otros miembros que no siempre son
reconocidas frente a personas de fuera. Las naciones
proporcionan un foco para la autodeterminación: la na­
ción debería desarrollar estructuras estatales que per­
mitan a los ciudadanos decidir por sí mismos cuestiones
de importancia general.
Ijds naciones congregan estos tres elementos con
particular fuerza debido a otras determinadas cualida­
des especiales:

las naciones no son asociaciones voluntarias, sino com u­


nidades en las que la mayoría de los m iem bros nacen, vi­
ven y m ueren, de m anera que estamos unidos con nues­
tros com patriotas en una com unidad de destino; más
aún, oslas com unidades,., se con ciben a sí mismas com o
históricam ente extendidas, así que nuestros deberes no
son sólo co n nuestros contem poráneos, sino tam bién res­
pecto a m iem bros pretéritos y fmunos... debem os asirnos
al principio de nacionalidad, m ientras procuram os foijar
identidades nacionales que puedan acom odar el pluralis­
m o y la mutabilidad de la cultura co n tem p o rán ea 1.

¿Pero cómo puede esto suceder? ¿Puede la idea de


nación ser compatible con el pluralismo étnico y cultu­
ral? En respuesta, a esta, pregunta, el nacionalismo con-
servador mantiene que la “nación unitaria” debe seguir
siendo la unidad, suprema —la “nación una” se hereda
del pasado y debe ser protegida de la contaminación
cultural— . El coste de la comunidad nacional, tal como
lo expone un autor de dereclias, es “santidad, intoleran­
cia, exclusión y un sentido de que el significado de la
vida depende de la obediencia, y también de la vigilan-
cia frente al enemigo”2.
E! mulüculturaJismo radical de los libertarios, y de al­
gunos izquierdistas, sigue una senda muy diferente,
abrazando el pluralismo cultural cualquiera que sea el
coste que tenga para la solidaridad global. Desde esta
perspectiva, la identidad nacional no tiene prioridad so­
bre otras demandas culturales—de hecho, la identidad
nacional se considera a menudo como de procedencia
dudosa, artificialmente construida, al servicio de los in­
tereses de los grupos dirigentes.

P lu r a lism o cultukal

Ahora bien, afiliaciones grupales especiales no me­


noscaban, obviamente, la identidad nacional. Muchas
adhesiones que mandenen individuos y grupos, como el
barrio o la religión, no chocan inevitablemente con la
pertenencia nacional. Debido a su cualidad inclusiva, ét-
nica y, a veces, religiosa, las identidades plantean el ma­
yor problema. Sin embargo, respecto a tales grupos las
demandas del inulticulturalismo son bastante engaño­
sas. Las identidades étnicas están tan socialmentc cons­
truidas como las identidades nacionales — toda identi­
dad étnica es, en parte, producto del uso del poder y es
creada a partir de diversos orígenes culturales— . En el
ámbito de laetnicidad, como en el del nacionalismo, no
hay sangres poras. Por otra, parte, c\ multiculturalismo
radical présame la misma comunidad nacional que pare­
ce rechazar. La meta de la política multkulturalista es
completamente loable —combatir la explotación de los
grupos oprimidos— . Pero esto no puede hacerse sin el
apoyo de la comunidad nacional más amplia, o sin un
sentido de justicia social que debe trascender las deman­
das y resentimientos de cualquier grupo específico. “A1-
l>erga mucho más el sentido de la equidad de la mayoría
de lo que el multiculturalismo aprecia, y ese sentido de la
equidad es susceptible de reducirse si los grupos que ha­
cen demandas rechazan la identidad por la que pertene­
cen a la misma comunidad que la mayoría” 3,
Podría afirmarse, por supuesto, que las actuales ten­
dencias sociales socavan la posibilidad de construir la
nación cosmopolita. ¿No es acaso una realidad la frag­
mentación antes aludida, con la identidad nacional des­
gajándose frente al tribalismo étnico, por un lado, y la
desintegración regional de los Estados, por otro? En Eu­
ropa, Wigoslavia y Checoslovaquia se han subdividido,
¿Quien sabe si Bélgica se mantendrá unida, el norte de
Italia se separará del sur o los vascos formaran un Esta­
do separado?
Sin embargo, no todo es fragmentación* En Alema­
nia, en lugar de dos estados ahora hay uno, y lo mismo
acabará sucediendo probablemente en Corea. El “tri-
baJismo" está disminuyendo en algunas áreas y contex­
tos en vez de ir aumentando. Los conflictos étnicos en
Irlanda del Norte, por ejemplo, son excepcionales en
Europa, y en el momento de escribir estas líneas parece
que se ha encontrado un arreglo constitucional que los
pueda detener.
La nación cosmopolita es una nación activa; pero la
construcción de naciones ha de tener un significado di­
ferente ahora que en generaciones anteriores, cuando
era parte de un sistema “realista” de relaciones interna­
cionales. En el pasado las ilaciones estaban construidas
en gran parte desde eí antagonismo hacia otros— en el
caso de Gran Bretaña, como Linda Colley ha demostra­
do, la hostilidad, hada la Francia católica 4— . Hoy día,
las identidades nacionales han de sostenerse en un en­
torno tolerante, en el que no tendrán el nivel de inclusi-
vidad que una vez tuvieron, y donde existen otras lealta­
des paralelas. Lo que se quiere dar a entender, como en
otras esferas de la sociedad, es una construcción más
abierta y reflexiva de la identidad nacional —que subra­
ye lo distintivo de la nación y sus aspiraciones, pero de
un modo menos heredado que antes.
A medida que las fronteras se vuelven más difusas, y
las demandas de autonomía local más insistentes, viejas
formas de identidad nacional han de ser reestructura­
das. La pregunta de “¿quienes somos?” deviene confusa,
pero presiona, sin embargo, hacia una respuesta cohe­
rente. La “britanidad”es de lo más confuso. Como subra­
ya el pensador político Bemard Crick, “soy ciudadano de
un país sin un nombre coloquial aceptado* Muchos di­
cen “Inglaterra” cuando quieren decir “Gran Bretaña", y
a veces al revés. “Bretaña* no es técnicamente lo mismo
que “Gran Bretaña” (Inglaterra, Escocía y Gales), o que
el “Reino Unido** (Gran Bretaña c Irlanda del Norte). La
devolución agudizará el sentimiento nacional de Escocia
y Gales —de hecho, puede que Escocia reclame la inde­
pendencia total—. Si el acuerdo cristaliza allí, Irlanda
del Norte tendrá vínculos tanto con Irlanda como con el
continente británico. No sólo esto: Gran Bretaña tiene
grandes minorías étnicas e inmigrantes, en parte un le­
gado de su pasado imperial. Esta heterogeneidad puede
vencer cualquier intento de rcmodelar una identidad
nacional omnicomprensiva, pero no es en sí misma una
barrera. Más bien, es parte integral del significado mis­
mo de “nación cosmopolita”como tal.
Uno de los grandes temas que afrontan muchos paí­
ses es la inmigración. Estados Unidos ha sido desde sus
comienzos una sociedad inmigrante. Los países euro­
peos» sin embargo, tienen ahora poblaciones mucho
más heterogéneas que hace veinte años. Alemania, por
ejemplo, es un país inmigrante de hecho si no de repu­
tación. Su composición demográfica ha variado en bas­
tante poco tiempo. Cuatro veces más inmigrantes fueron
a Alemania que a Francia en 1990, y ocho veces más que a
Gran Bretaña. Alemania aceptó 1,1 millones de inmi­
grantes en 1995, mientras que la inmigración a Estados
Unidos fue de 720-000 personas
La inmigración ha sido durante mucho tiempo suelo
fértil para el racismo, a pesar del hecho de que estudios
de todo el mundo demuestran que la inmigración es
normalmente ventajosa para el país anfitrión. Oabitual-
mente, los inmigrantes quieren trabajar y son con fre­
cuencia más aplicados que la población autóctona.
Quieren prosperar, y al hacerlo se convierten en consu­
midores, creando empleos en lugar de usurparlos. Las
propias diferencias culturales que pueden causar resen­
timiento u odio tienden a producir un efecto vigoriza-
dor sobre la sociedad en su conjunto.
Los países que firmaron el acuerdo de Schengen de
1985 para tener fronteras abiertas están apelando a los
miembros de la UE con “fronteras externas** para que
las vigilen con mayor rigor. En junio de 1998, Francia
envió refuerzos policiales a su frontera italiana para
impedir que entraran refugiados kurdos. Alemania so­
licitó que se establecieran controles de carretera en
Italia; ha intensificado el control en su frontera con
Polonia. No obstante, el acuerdo de Schengen ha so-
brevivido al flujo de refugiados de "ttigoslavia y, des­
pués, de Albania.
Cosmopolitismo y multiculturalismo se fusionan en
el tema de la inmigración. Una perspectiva cosmopolita
es condición necesaria para una sociedad multicultural
en un orden globalizador. El nacionalismo cosmopolita
es la única forma de idenddad nacional compadble
con ese orden. Incluso más que la mayoría de los otros
países, Alemania se está viendo forzada a revisar su iden­
tidad nacional. Fue la única sociedad realmente frac­
cionada en dos por el mundo bipolar. El país ha de
moldear una nueva identidad, como otros en Europa,
mientras cede un tanto de autonomía económica y cul­
tural a la UE — en la que es el primero entre iguales.
Alemania es una especie de caso de prueba para el
nacionalismo cosmopolita en el contexto europeo, pues
el país niega oficialmente su multiculturalismo. La na­
turalización se basa actualmente en la descendencia, no
en el lugar de nacimiento. Generaciones de niños inmi­
grantes nacidos en Alemania siguen siendo extranjeros,
mientras que aquellos de origen alemán nacidos en
otros países ptieden reclamar la nacionalidad alemana.
Para promover una identidad cosmopolita han de cam­
biarse las leyes de nacionalidad y realizarse un gran giro
cultural. Una nación cosmopolita necesita valores con
los que todos estén comprometidos, y una identidad con
la que los ciudadanos se sientan cómodos, pero también
ha de aceptar la ambigüedad y la diversidad cultural,
¿Es un nacionalismo benigno, cosmopolita, posible
realmente? Como succdc con otras ideas abordadas an­
teriormente, se trata de un idea], pero dada la naturale­
za cambiante del orden mundial no está tan distante de
la realidad. Los discursos existentes en el Reino Unido
sobre la Gran Bretaña “que mola.” y sobre “recrear el
Made in BriUrin^ deno tan >por balbuceantes que pue­
dan ser, un reconocimiento de que la identidad nacio­
nal ha de ser acdvamente analizada en diálogo con
otras identidades.
Según la teoría “realista”, las naciones y los bloques
de poder, que actúan egoístamente siguiendo sus inte­
reses, son los árbitros del poder en la arena mundial. Es
obvio, sin embargo, que esta es una teoría que se retro-
alimenta. Los líderes de Estados que piensan así actua­
rán así. El fin de la era. bipolar, junto con el impacto de
la globalización, han alterado radicalmente la naturale­
za de la soberanía estatal- Globalización, debería subra­
yarse, no es igual a internacionalízación. No significa
sólo lazos más estrechos entre las naciones, sino proce­
sos, como la emergencia de la sociedad civil global, que
traspasan ias fronteras nacionales. Estados que afrontan
riesgos y peligros, en lugar de enemigos, no rienen por

* L o s t é r m i n o s C o o i B r ila n n t a y r e b r a n d in g lír it n s n s e g e n e r a l i z a r o n
e n e s te p a is a raíz d e l l i b r o d e l j o v e n n e o l a b o m t a M a r k I ^ o n a r d R f-
b r a n d in g B r itm n , L o n d r e s , D e m o s , 1 9 0 7 . A l u d e n a l a n e c e s i d a d d e
r e h a b ilita r la c o n c ie n c ia n a c io n a l a p a r tir d e n u e v a s s e ñ a s d e id e n ­
t id a d , c o m o e s l a n u e v a e x p l o s i ó n d e c r e a t iv id a d — q u e s e m a n i f i e s ­
ta sobre to d o e n e l c a m p o d e l d is e ñ o y la música p o p — o c u r r i d a en
l o d o e l R e i n o U n i d o . (AT. d e t 'í\ )
qué Y er el mundo en términos realistas — “realismo” es
un término equivocado, pues la mentalidad a laque se
refiere está volviéndose arcaica.

D em ocracia co sm o po lita

£1 nuevo Estado democrádeo y la nación cosmopoli­


ta están ligados a un campo político mucho mayor, que
no puede ser abordado durante más tiempo como mo­
ramente “externo”. La nación cosmopolita implica una
democracia cosmopolita, funcionando a escala global7.
Pero normalmente tales cuestiones se mantienen bas-
tante separadas de los debates sobre política nacional e
incluso regional* El resto del mundo está lejos, so dice, y
tenemos suficientes problemas en nuestra propia casa,
mientras que la idea de una democracia superior a la ca­
tegoría del Estado-nación es utópica. En el discurso aca­
démico» esta separación ha estado formalizada desde
hace mucho por la existencia de la disciplina de las “rela­
ciones internacionales” cuyo ámbito de estudio es preci­
samente este “campo externo”. En un orden globaliza-
dor, sin embargo, tal diferenciación tiene poco sentido.
Algunos dicen que el mundo esta retrayéndose del
gobierno global, no avanzando hacia ella —la desinte­
gración del mundo bipolar ha generado más desorden
que interdependencia—.Aunque reconoce que el “caos
global es completamente evitable” el periodista Robert
Harvey afirma que “al acabar el milenio, las... semillas
del desorden global, incluso la anarquía... se están sem­
brando”8. El pensador frailees Alain Mincha hablado en
términos parecidos de un retorno a una nueva Edad Níe-
dia, caracterizada por una profusión de conflictos, ene­
mistades y zonas grises carentes de autoridad
Sin embargo, en lugar de describir el mundo tal y
como es, lo que por el momento es obvio que no hacen,
tales interpretaciones deberían contemplarse como <¿¿s-
iopias* el lado catastrófico de las posibilidades positivas
que existen. Considérese, por ejemplo, el impacto de la
guerra. Mucha más gente ha muerto en el campo de
batalla durante los últimos cien años que en ningún si­
glo anterior. Si se incluyen las muertes d e civiles, una
proporción mayor de la población mundial murió en la
guerra que en ningún periodo anterior. Unos 10 millo­
nes de personas murieron en combate en la I Guerra
Mundial; más millones murieron directa o indirecta­
mente a resultas de la guerra. La IT Guerra Mundial
tuvo una proporción mucho mayor de víctimas civiles:
de los 50 millones de fallecidos, menos de la mitad eran
soldados. Se ha calculado que 50 millones de personas
más han muerto en otros conflictos desde 1945 hasta
hoy En tiempos muy recientes, las matanzas en Bosnia
y Ruanda han añadido otro millón de víctimas in.
Con todo lo espantosos que fueron estos últimos
episodios de violencia» indican un cambio en el esque­
ma de la guerra, que está lejos de las primeras guerras
geopolíticas entre Estados-nación. La obsolescencia de
la guerra a gran escala, accidentes aparte, había queda­
do ya clara durante la era bipolar. La invención de las
armas nucleares invirtió el teorema de Karl von Clau-
sewitz —en lugar de ser la guerra el instrumento final
de la diplomacia, el objetivo predominante de la diplo­
macia fue evitar la guerra, al menos en la forma de
conflicto nuclear—. Mijaíl Gorbachov reconoció explí­
citamente la obsolescencia de la guerra al proponer
que se detuviera la carrera armamentística, una cues­
tión que iba mucho más allá de la mera conveniencia
por su parte u .
Hay otras varias razones por las que ya no es irreal de­
cir que la guerra a gran escala entre naciones tiene me­
nos probabilidades de ocurrir en el futuro. El mundo ya
no está dividido en dos bloques de poder militarizados.
Las fronteras entre naciones han sido fijadas y acorda­
das en casi todo el mundo por consenso internacional.
En la era de la información, el territorio ya no importa
tanto a los Estados-nación como en el pasado. El cono­
cimiento y la capacidad compe tiiiva cuentan más que
los recursos naturales, y la soberanía se ha vuelto confu­
sa o múltiple. La democracia se está generalizando, y
hay algo de verdad en la idea de que las democracias no
van a !a guerra entre sí. Finalmente, el mundo está infi­
nitamente más interconectado de lo que nunca lo fuera
con anterioridad, incluido el periodo de finales del si­
glo XIX.
Ante este trasfondo, ya no es utópico conectar asun­
tos de gobierno nacional y global, pues ya están íntima­
mente conectados en la práctica. Bajo la inquietud de
los mercados y la fuerza estimulante de la innovación
tecnológica ha habido un crecimiento masivo en el nú­
mero de organizaciones cooperantes que trabajan a ni­
vel global. A comienzos de este siglo, por ejemplo, había
unas veinte organizaciones gubernamentales interna­
cionales y 180 organizaciones 110 gubernamentales trans­
nacionales. Hoy hay más de 300 de las primeras y casi
5.000 de las últimas. Hay ya gobierno global y ya hay una
sociedad civil global12.
Hay formas importantes de cosmopolitismo que vie­
ne “de abajo”. Grupos como Greenpeace o Amnistía In­
ternacional persiguen objetivos relacionados con la hu­
manidad en su conjunto. Amnistía Internacional, por
ejemplo, sigue el principio de “estricta imparcialidad e
independencia”, asegurándose de que sus miembros no
se involucren en casos en sus propios países. Las ONCs
han recogido la llamada reunificadora, convocando
una sucesión de cumbres, la mayor de las cuales reunió
en Pekín en 1995 a 50.000 delegados.
Los procesos gíobalizadores han transferido poderes
de las naciones al espacio global despolitizado. Pero
como en cualquier otro entorno social, o incluso en ma­
yor medida dada su importancia universal, este espado
nuevo necesita regulación, la introducción de derechos
y deberes: “ubi soáetas, ibi t u s “donde hay sociedad, de­
bería haber leyes”13*
En el momento actual hay una disyunción entre go­
bierno regional y global. Regionalmente, en especial en
la forma de la Unión Europea, el Tratado de Libre Co­
mercio Norteamericano y otros agrupamientos, la co­
operación se está desarrollando en instituciones de gran
influencia. Además de la UE están laOUA, la ASEAN, la
Liga de Estados Árabes, el CARICOM y MERCOSUR.
Todas son ejemplo de colaboración social y económica
entre países que lian tenido divisiones y conflictos en el
pasáclo. A un nivel verdaderamente mundial, por el con­
trario, las instituciones existentes son todavía intergu-
bernamcntales —dependen del acuerdo entre los Esta­
dos para funcionar* tienen poco poder para intervenir
por sí mismas—. La ONU es específicamente una aso­
ciación de naciones, como lo son las instancias relacio­
nadas con el comercio y el intercambio económico —la
OMC, el GATT, el FMI y el Brinco Mundial.

L a U n ió n E u r o pea

La Unión Europea empezó siendo parte del sistema


bipolar, pero debería entenderse hoy como una respues­
ta a la globalizadón. Lo que importa no es tanto que de­
fina un ente, “Europa’', como que esté desarrollando
instituciones sociales, políticas y económicas que üas-
cienden al Estado-nación y llegan hasta el individuo.
Creada por la cooperación entre gobiernos nacionales,
es mucho más que una asociación regional de Estados.
Por supuesto, la UE tiene sus problemas —se ha dicho
que si ella misma solicitara incorporarse se le denegaría
la entrada, porque no es suficientemente democrática—.
No obstante, incluso con su actual perfil, ofrece un mo­
delo susceptible de una aplicación más general, y podría
tener un papel directo en ofrecerlo*
La UE ha adquirido una creciente importancia en las
vidas de sus ciudadanos al mismo tiempo que pierde
respaldo popular. Es responsable de más del 75% de la
legislación económica que afecta a sus Estados miem­
bros, y del 50% de toda la legislación interna. A pesar
de ello, las encuestas muestran que en la mayoría de los
países miembros hay menos entusiasmo por la UE del
que solía haber —con dos o tres sociedades moviéndose
en sentido contrario— . Las raíones que normalmente
se aportan son la falta de democracia en la UE y su leja­
nía de las preocupaciones de la gente corriente. Pero
vista en el contexto de la globalizadón, yvuelta más sen­
sible a las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos,
la UE es tan importante por su papel político como por
el económico, porque en este aspecto va. por delante
del resto del mundo, Eslá promoviendo formas de go­
bierno que no se ajustan a ningún molde tradicional.
Los países miembros de la UE tienen una fuerte motiva­
ción para comportarse como naciones cosmopolitas,
tanto fu era como dentro del contexto europeo.
Jos de Beus, autor del Programa Electoral de 1994
del Partido Laborista holandés, dice que hay eres tram­
pas que los sociaidemócratas deberían evitar al conside­
rar el futuro de la UE:

• el pensamiento sujeto a presiones— la globaliza­


ción significa que la UE debe sucumbir a las pre­
siones del mundo global, en lugar de tratar de in­
fluir en el de forma independiente;
• el pensamiento ilusorio —el mercado único, el
curoy el Banco Central Europeo fomentarán auto­
máticamente ideales democráticos;
• el fatalismo —la UE es enemiga, de la socialdemo-
cracia, así que la meta de los socialdemócratas de­
bería ser devolver el poder a las naciones indivi­
duales H.

De Beus tiene razón al sugerir que el futuro de la UE


es abierto. Durante el periodo de la GuerTa Fría, las limi­
taciones democráticas de la UE no eran una barrera sig'
níficativa a su evolución. Las decisiones acordadas por
los gobiernos nacionales “en Bruselas” eran aceptadas
por los votantes. En los años noventa esta situación ya no
se mantiene. Parte de la solución, como sugieren mu*
chos, debería consistir en atribuir un mayor poder al
Parlamento Europeo (PE) con una organización trans-
nacional de parados más eficaz. Las federaciones transna­
cionales de partidos probablemente se hagan más fuer­
tes. En la actualidad, las elecciones al PE se libran como
“torneos nacionales de segundo orden* en lugar de
como “elecciones europeas”. La evidencia proveniente
de encuestas en países diferentes de la UE señala que es
la percepción de la falta de importancia de las eleccio­
nes al PE la que aparta a la gente de las urnas.
La prevista incorporación de países de Europa Cen­
tral y del Este a la UE es obviamente un gran reto. Los
países que aguardan una pronta entrada incluyen a la
República Checa, Estonia, Hungría, Polonia y Eslovenia.
A otros cinco países —Bulgaria» Rumania, Eslovaqviia,
Letonia y Lituania— se les han asignado recursos para
ayudarles a preparar la entrada* La mayoría de estos paí­
ses tienen un PIB que alcanza un tercio o menos de la
media actual de la UE. Por otra parte, se están esforzan-
do casi sin excepción por introducir instituciones libera­
les democráticas y principios de mercado. Incluso aque­
llos que parecían estar haciendo la transición con el
mayor desahogo, como la República Chccay Polonia, es­
tán encontrando problemas tanto a nivel político como
económico.
Las tensiones que inevitablemente causará la “am­
pliación” podrían hacer que todo el proyecto europeo
fracasara. Pero la ampliación podría beneficiar a Ja UE
al añadir fuerza a los procesos de reconstrucción. Des­
pués de todo, como se mencionó anteriormente, no
deja de ser irónico que una organización no democráti­
ca imponga, criterios de democracia a otras. La incorpo­
ración de las .sociedades de Europa Central y Oriental
podría sor un e.stúnulo para democratizar y rcmodelar
las instituciones de laUE. “Si la ampliación quiere tener
éxito, la UE debe abordar las complejas y espinosas
cuestiones de ía identidad social y cultural, función y le­
gitimidad y las duda*; e inquietudes que provocan en
Europa" lb.

El g o b ier n o g lo ba l *

Que la configuración básica de las instituciones de la


UE vaya a cambiar sustancialmente durante los próxi­
mos años es algo que no sabemos. La división de poderes
en la UE puede necesitar una reestructuración profun­
da, a tenor de los elementos que se acaban de mencio­
nar. Pero también es posible que un sistema más comple­
to de gobierno global tuviera el mismo sistema formal
que ya posee la UE: un cuerpo representativo (el Parla-
memo), uno administrativo (la Comisión), una asocia­
ción imeigubernamental (el Consejo) y tribunales fede­
rales (el Tribunal de Justicia). Este esquema institucional
por supuesto diferiría, a un nivel mundial, en el papel y
la función de los cuerpos que hoy existen. En principio,
sin embargo, no es difícil ver cómo podrían ser reforma­
dos en esta direcc ión. Por ejemplo, la OMC, el FMI y el
Banco Mundial podrían estar integrados en un solo
cuerpo, mientras que lo que es acttialmcntc la ONU po­
dría dividirse en un parlamento y un consejo. La OCDE

* Recuérdese lo ya mencionado en la nota de- la página 45 en lo re­


lativo aJ usodíí losrérmínos govemmerUy girvernance. (N. d tlT .)
podría incluso ser una posible cabeza de puente hacía
un orden global mayor, sí absorbiera a la UE y extendiera
los mismos poderes de los que disfruta, ya la UE al resto
de sus miembros. Para los países del Sur, esta podría ser
una jugada positiva, porque ya no sería un club exclusi­
vo, sino un grupo al que pueden incorporarse como
miembros todos los países que cumplan los requisitos.
La idea de que pudiera erigirse una nueva asamblea,
o parlamento, en conjunción con la ONU, se ha debati­
do mucho en los últimos años l6. El Parlamento Euro­
peo podría ser un modelo para la formación de tal asam­
blea parlamentaria. Podría establecerse iniciaJmente
como cuerpo subsidiario de la Asamblea General, am­
parado por el artículo 22 de la Carta de la ONU. Los par­
lamentos de los Estados miembros enviarían antes de
nada representantes que elevarían propuestas para una
asamblea elegida directamente. El sistema electoral se­
ría similar al del Parlamento Europeo, con el número
de diputados por cada país proporcional a su pobla­
ción, y una medida correctiva establecida en favor de
los países más pequeños 17.
I,a institución de un tribunal dejuslicia efectivo seria
un paso crucial para acompañar a la asamblea mundial.
El Tribunal Internacional dejusticia signe representan­
do una concepción mtergubernamental del derecho, a
pesar del hecho de que los Tribunales de Núremberg y
Tokio establecieron el principio de jurisdicción sobro
los individuos y sus Estados. El tribunal erigido para in­
vestigar y perseguir las violaciones de las leyes interna­
cionales de derechos humanos en la antigua "ftigoslavia
tiene poderes análogos. Podría, y debería, formar un
vínculo con el sistema del derecho cosmopolita, cuyo
elemento básico es que la jurisdicción del tribunal de­
bería extenderse a las relaciones entre los Estados y sus
ciudadanos. El hecho de que la mayoría de los Estados
haya apoyado, a fccha de 1998, la formación de un Tri­
buna] Penal Internacional es señal de un consenso cre­
ciente sobre estas necesidades,
¿Son factibles estas propuestas? ¿Se encontraría la de*
mocrada globalizada> cristalizada en asambleas repre­
sentativas, con los mismos problemas de apatía y hostili­
dad con los que tropieza a nivel nacional? Respecto a la
segunda pregunta, es esencial subrayar de nuevo la difu­
sión bidireccional del poder. La democracia cosmopoli­
ta no es sólo el movimiento del gobierno hacia un nivel
mundial, sino también su difusión descendente hacia
los entes locales. Los que dudan sobre tales posibilida­
des deberían analizar lo que se ha logrado en la Unión
Europea, Hace sólo medio siglo Europa estaba postra­
da, recuperándose de una guerra fruto de tensiones du­
raderas entre los Estados europeos. Pero esos Estados
han colaborado para crear un nuevo sistema de poder
transnacional y transferido, han cedido aspectos de su
soberanía y han erigido tribunales eficaces de justicia.
Lo han hecho, por otra parte, no sólo por idealismo,
sino por interés propio, e intereses parecidos incumben
hoy a todos los Estados en el gobierna global18.
1^ expansión de la democracia cosmopolita es una
condición para regular eficazmente la economía mun­
dial, combatiendo las desigualdades económicas globa-
iesy controlando los riesgos ecológicos. No tiene sentido
competir con el fundamentalismo de mercado a nivel
loca! mientras se permite que rija en el ámbito global;
El lahsezrjaireglobal es un momento en la historia de la
economía mundial nádente, no su momento final.., lo
que está más allá de la duda razonable es que organizar la
economía mundial como un único mercado libre global
promueve la inestabilidad. Fuerza a los trabajadores a so­
portar el coste de las nuevas tecnologías y del libre comer­
cio sin trabas- No incluye medios con los que poder conte­
ner las actividades que pongan en peligro el equilibrio
económico global... supone, en efecto, poner en juego el
futuro del planeta bajo la suposición de que estos enor­
mes peligros se resolverán como consecuencia automád-
ca de la búsqueda natural de beneficios. Es difícil pensar
en una postura más temeraria19.

E l FUNDAMENTl ALiSMO d e MERCADO a ESCAIj \ m undial

El fundamentalismo de mercado ha sido forzado a re­


plegarse en la política nacional debido a su naturaleza es­
trecha y contradictoria. Sin embargo, continúa rigiendo
a nivel global, a pesar de que allí surgen los mismos prc>
blemas que en ámbitos más locales. En la ortodoxia neo­
liberal, dar total libertad, a los mercados globales es lógi­
co, porque, como todos los mercados, son mecanismos
que resuelven problemas y denden al equilibrio* Fluc­
tuaciones aparentemente irracionales son en realidad
actividades condensadas de resolución de problemas,
que conducen muy pronto a un nuevo y reajustado
equilibrio. Una descripción más convincente de la diná­
mica de los mercados mundiales sugiere, sin embargo,
que son las expectativas de las fluctuaciones de los pre­
cios, más que los precios en sí, ías que impulsan las decí*
siones, y las expectativas son habitualmente inducidas
más por fenómenos psicológicos que por los puramente
económicos. Crisis, fluctuaciones erráticas, la repentina
afluencia de capital que entra y sale de determinados paí-
sesy regiones—éstos no son rasgos marginales, sino cen­
trales, de los mercados descontrolados.
La regulación de los mercados financieros es la cues­
tión más apremiante de la economía mundial, a raíz de
la crisis mexicana de 1994 y los sucesivos problemas en
el sureste asiático. Aquí, como en otras partes, desregu­
lación no es igual a libertad, y un compromiso global
con el libre comercio depende de la regulación eficaz
en lugar de hacer caso omiso de su necesidad. Los obje­
tivos de tal intervención son fáciles de identificar, pero
qué políticas concretas debieran seguirse, y cómo pue­
den ser implementadas, es obviamente más problemá­
tico. Las necesidades son: restringir los excesivos movi­
mientos de capitales y controlar los excedentes; separar
la especulación monetaria a corto plazo de la inversión;
y fimdar una mayor responsabilidad entre las organiza­
ciones transnacionales involucradas en la gestión eco­
nómica mundial, a la vez que reestructurarlas.
Del billón de dólares USA en divisas que se intercam­
bia a diario, sólo el 5% deriva del comercio y otras tran­
sacciones económicas sustantivas. El otro 95% está com­
puesto por especulaciones y arbitrajes, al buscar los
negociantes que manejan sumas enormes beneficios rá­
pidos en fluctuaciones de tipos de cambio y diferencia­
les de tipos de interés. Estas actividades distorsionan las
señales que dan los mercados para las operaciones a lar­
go plazo y el comercio. El capital en valores tiene una
movilidad espectacular —cientos de miles de millones
de “dinero caliente” pueden abandonar un mercado o
un país en un día—. Los bancos centrales no tienen re­
servas suficientes para soportar la presión colectiva de
los especuladores jugando con la devaluación de las
monedas más débiles.
Tras la crisis mexicana, muchos escribieron sobre la
necesidad de crear instrumentos más eficaces de go­
bierno financiero —pero se instituyeron pocos cambios
sustanciales— . Los trastornos sufridos por las economías
del tigre asiático han hecho mucho más aparente la ne­
cesidad de nuevas formas de regulación. Recuérdese
que los países asiáticos pasaron de la noche a la mañana
de representar modelos de éxito industrial a ser econo­
mías en apuros* Antes de estos acontecimientos, no era
tan obvio que los movimientos de capital pudieran ge­
neral* crisis con tanta facilidad. En 1996, 93.000 millo­
nes de dólares afluyeron hacia Indonesia, Corea del Sur,
Malasia, Tailandia y Filipinas. De repente, en 1997, la si­
tuación se invirtió, con un flujo saliente de 12.000 millo­
nes de dólares20.
La respuesta neoliberal, liberalizar aún más los mer­
cados de capitales, sólo sirve de recela para unos tras­
tornos incluso mayores de los que se han sufrido en los
últimos años* La idea de que controlar la libre movili­
dad de capital produce una pérdida de eficiencia no
toma en cuenta los costes sociales y económicos de las
crisis. Asegurar la rentabilidad del capital significa habi­
tualmente subir los tipos de interés y vender activos na­
cionales. Por otra parte, las afirmaciones frecuentemen­
te realizadas sobre los beneficios de la libre movilidad
de capitales son, cuando menos, cuestionables. China y
Japón, entre otros países, han tenido altas tasas de crecí-
miento sin convertibilidad de la cuenta de capitales. En
Europa, ha ocurrido lo mismo en Irlanda y Portugal,
que no avanzaron resueltamente en esta dirección has-
ia comienzos de los noventa.
¿Cómo pueden regularse los mercados financieros?
Un aspecto clave es la especulación monetaria. La. entra­
da del curo significa que habrá tres monedas mundiales,
con una interrogación sobre el yen. Esta, situación po­
dría llevar a enfrentamientos entre los bloques moneta­
rios, pero también implica una coordinación creciente
en la economía mundial que podría volverse en coope­
ración activa. El financiero George Soros ha sugerido
que el euro y el dólar estadounidense podrían unirse for­
malmente como mecanismo estabilizador.
Los tipos de cambio estables <iel>erían beneficiar por
igual a las instituciones financieras, a las empresas, a los
inversores y a los gobiernos. La inversión a largo plazo y
el préstamo son estimulados por una mayor estabilidad.
Los costes para los exportadores e importadores serán
menores, pues no existirá la necesidad de protegerse
contra las fluctuaciones en los tipos de cambio. Por otra
parte, tanto los países industrializados como los que es-
lán en vías de desarrollo tienen qué ganar, ya que am­
bos buscan una mayor autonomía gubernamental y una
intervención efica2 de los bancos centrales.
Una alternativa al régimen fijo de dpos de cambio es
el muy discutido impuesto Tobin, cuyo creador propuso
hace más de un cuarto de siglo 21. El impuesto podría es­
tablecerse a un nivel que desincentivara la especulación
financiera, pura, en tanto que no evitaría el intercambio
monetario necesario parala financiación del comercio y
la inversión directa. Una tasa del 0,5% aplicada en 1996
habría producido 150.000 millones de dólares si se hu­
biera recaudado a escala mundial. Sus detractores afir-
man que no sería viable, porque los negociantes encon­
trarían maneras de evadirlo. El obstáculo principal, sin
embargo, no atañe a problemas de evasión, o, en gene­
ral, de implementación, sino a la falta —por el momen­
to— de voluntad política. A un nivel más local, el siste­
ma de reservas en Chile ha atraído, merecidamente,
mucha atención. Aquellos que desean invertir en el país
están obligados a efectuar un depósito sustancioso, al
0% de interés, en eí banco central durante un año, sien­
do el efecto separar la inversión verdadera de los nego­
cios financieros más especulativos.
El Banco Mundial, e l FMI y el GATT fueron creados
para lidiar con los trastornos globales de los anos veinte
y treinta, no con los de hoy. El sistema Bretton Woods-
GATT fiie introducido para evitar las dificultades surgi­
das tras la I Guerra Mundial, incluidas las políticas co­
merciales restrictivas y la Gran Depresión — el periodo
conocido comúnmente como “la era de la catástrofe"— .
El objetivo era estimular la cooperación económica in­
ternacional a través de una economía mundial abierta y
en expansión. Estos objetivos han sido en gran medida
logrados. El nacionalismo económico virulento no ha
reaparecido y no ha habido grandes guerras entre los
países que forman el núcleo del sistema. En parte, es ese
mismo éxito el que ha generado una nueva serle com­
pleta de problemas.
Debería considerarse seriamente el establecimiento
de un Consejo de Seguridad Económica en el seno de
las Naciones Unidas. Hacerlo sería tan difícil como otras
reformas, o más, pero sería complicado refutar su im-
portancia. Requeriría un cambio en la Carta de la ONU
y “una voluntad política de proporciones heroicas” El
G8 podría seguir jugando su papel actual en la coordi­
nación de las estructuras políticas de los países indus­
trializados. Hay muchos asuntos, como é¡ gobierno de
los mercados de capitales y la respuesta a los riesgos eco­
lógicos, que no pueden resolverse sin una acción colec­
tiva que involucre a muchos países y grupos. Ni siquiera
la economía nacional más liberalizada funciona sin una
coordinación macroeconómica; no dene sentido supo-
ncr que la economía mundial es diferente.
El tema de la gestión ecológica global se solapa en
gran medida con el de la profunda división económica
en la sociedad mundial. Hay un paralelismo real entro la
exclusión den tro de las naciones y regiones y la exclusión
a escala mundial. Una prosperidad creciente para mu­
chos deja a otros sin recursos y marginados. Los veinte
países más ricos del mundo han experimentado un cons­
tante avance en riqueza desde 1980. Aproximadamente,
un cuarto de la población mundial vive en estos países.
El estancamiento económico, o incluso el declive absolu­
to, ha caracterizado a muchas de las sociedades más po­
bres. Un 30% de la población mundial vive en el umbral
de la renta de pobreza equivalente a un dólar USA dia­
rio. El Africa subsahariana, con la excepción parcial de
Suráfrica, integra prácticamente un continente comple­
to de excluidos. Incluso en los países más pobres hay
también exclusión en la cúspide. Pequeñas élites, a veces
objetivamente ricas, viven física y culturalmente aisladas
de la gran mayoría. Con bastante frecuencia sacan sus In­
gresos abiertamente del blanqueo de dinero, el tráfico
de armas o el de drogas.
A v n fO N Y C JD D L ss

Los problemas relacionados con la reducción de la


desigualdad mundial son verdaderamente intimidado-
res. Parece muy improbable, sin embargo, que pueda
causarse un impacto significativo sobre ellos sin un pro­
greso hacia un mayor gobierno global. Lo mismo ocu­
rre con el riesgo ecológico. La cuestión no es sólo cómo
contener los peligros medioambientales, sino los efectos
del desarrollo económico de los países pobres, supo­
niendo que aquello se consiga. La modernización ecoló­
gica, tal como es entendida actualmente, no proporcio-
na estrategias para la transición desde una economía
agraria a una industrial. I^a gestión económica global,
como mínimo, no será fácil, y no sólo debido a las pre­
siones a favor de un crecimiento económico medioam-
bientalmente nocivo, sino debido a que los riesgos eco­
lógicos, y más ampliamente los asociados al cambio
tecnológico, son tan intrínsecamente controvertidos.
Las acusaciones de alarmismo innecesario no provie­
nen sólo de la derecha, y mucha gente se abandona a la
opinión de que “las cosas acabarán saliendo bien”.
Puesto que por definición nadie puede calcular los ries­
gos, y el cambio tecnológico futuro es imposible de pre­
decir, no pueden describirse escenarios plenamente
convincentes. Los problemas globales responden a ini­
ciativas locales, pero exigen también soluciones globa­
les* No podemos dejar tales problemas a. merced del
errático torbellino de los mercados mundiales y de los
relativamente impotentes cuerpos internacionales si
queremos crear un mundo que combine estabilidad,
equidad y prosperidad.
C o n c l u s ió n

A . comienzos de los noventa, participantes en el deba-


le sobre el futuro de la socialdemocracia hablaban del
aire de desilusión que ha rodeado ala renovación social-
demócrata Los sodaldemócratas en Europa, y tam­
bién en otras zonas del mundo, perdieron confianza a la
vista del ascenso de la filosofía del libre mercado y el co­
lapso del “socialismo actualmente existente** en Europa
del Este. Ronald Reagan y George Bush ostentaron el
poder en Estados Unidos, mientras dos de los grandes
partidos sodaldemócratas, en Gran Bretañay Alemania,
pasaron largos periodos en la oposición. Aunque los so-
ciaJdemócratas mantuvieron el tipo en Europa meridio­
nal, tanto electoral como conceptualmente “lasocialde-
mocrada entró en un estado de depresión*2.
Una serie de acontecimientos clave, como la elec­
ción de Bill Clinton a la presidencia de Estados Unidos
en 1992, ayudaron a que cambiara la suerte* Wim Kok
.se convirtió en primer ministro de Holanda, Lioneljos-
pin accedió al poder en Francia, Romano Prodi en. Ita­
lia. La victoria del laborismo en el Reino Unido fue con*
siderada también en muchos países como un nuevo
comienzo. “;Y entonces llegó TonyP, proclamaron los
autores de un libro sobre el estado de la socialdemocra-
cia en Europa en 1998» añadiendo que Tony Blair de­
rrotó “al símbolo mismo de la crisis socialdcmócrata de
los anos ochenta, el conservadurismo thatcherista” 5.
No obstante, muchos de los que ensalzan la propor­
ción de la victoria también ven hueco el proyecto del
Nuevo Laborismo. La m ayoría aplastante conseguida
por el Nuevo I.al>orísmo fue el resultado de una campaña
muy activa y profesional, en la que se utilizaron técnicas
desarrolladas en Estados Unidos. Se piensa general­
mente que el Nuevo laborismo depende de una políti­
ca orientada hacia los medios, y que esta creando un
“socialismo de diseno*. “La imagen personal, las esce­
nificaciones simbólicas, los efectos de sonido, los gags vi­
suales* cuentan más que "los temas de discusión, los ar­
gumentos, los proyectos y Ja evaluación de las promesas
de campaña”4.
Una regla de la publicidad exitosa es, sin embargo,
que la imagen sola no es suficiente. Debe haber algo só­
lido tras el montaje, pues si no el público ve muy pronto
lo que hay detrás de la apariencia. Si todo lo que el Nue­
vo Laborismo tuviera que ofrecer fuera astucia mediáti­
ca, su permanencia en la escena pofíüca sería corta, y su
contribución a la revitalización de la sodaldemocracia
limitada. Espero que este no sea el caso.
Como he intentado mostrar en este libro, está sur­
giendo una agenda sustanciosa de los debates socialde-
mócratas, una agenda a la que el Reino Unido tiene
mucho que ofrecer. Cuanto más verdaderamente trans-
nacionalcs se conviertan estos debates, mejor. Incluso
dentro de Europa, no ha habido tanta interacción entre
contextos nacionales como podría haber. Y un diálogo
del centro-izquierda debería tener mucho mayor alcan­
ce, como de hecho exige una orientación hacia la glo-
balización.
N otas

P r e f a c io

1 David Marqijand: “La paradoja Blair", Prvspíct, mayo 1998,


p. 20.

1 El so c ia l ism o y s u po ster id a d

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17 Kun Soíjtheimhr, citado en Stephen PaDGETT: T h e Germán
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S v áal Dtrm#cracy, p. $59*
I n d ic e

Alemania, 30,64, 65, 68, 76, cambios de valores, 32,34, 48


149,158-161 capital humano, 62,121,139
Amnistía Internacional* 166' capitalismo, 13-15,19-20. 57
atención sanitaria, 120, 355 Ó?ara. 100
autoritarios, 33 ciencia y tecnología. 57,73.124
ciudadanía, 64,72,87
Banco Central Europeo, 168 clase, 24.32,35.124
Banco Mundial, 167,170.177 Gausewiu, Karlvon, 164
Beck, Ulricli> 10, 49,63,67 Clinton, Bill, 37,02,181
Bcvevidgc, WíUiam, 132, 138, cohesión social, 23,51, 56,116
151 comercio, 41,46
bienestar, 60,129,133, 138* 150 comunidad, 96,102-107,124,131
bienestar para el trabajo, 8, 147 comunismo, 11.13,28,30.36,47
bipolar, mundo, 22, 36*86,161, conservadurismo, 13,16,22.26,
165 33,83, 143
Blair, Tony, 8, 11, 3^3-1,37, 38, contaminación, 69, 130.150
53. 83,130,181,182 cosmopolitismo, 83,85,94, 146,
BobbiOv Norberto, 51-54,56 154-156,159, 16M67
Brandt, Willy, 69 creación de empleo» 145, 149
Burkc, Edmund, 22, 26,143 creación de riqueía, 100, 119,
Bmh, Geor^c, 181 139
delincuencia, 104-106,116 Estado social inversor, 139, 150
democracia, 82, 86-95.111,168 Europa, 17. 28, 30. 66,100.131,
derecha política, 5 3 ,5 6 ,6 6 ,9G, 144, 158; vid. también Europa
m dei Este
dcTcchos/iesponsabilidadcs, 81, Europa del Este, -13, 64. 68,103,
M3 m
detóiroUo sosicjjibte, 69 exclusión, 122, 130,146
devolución, 95,159
desempleo, 135, 136,144,1*19 familia, 23, 27, 34,107-117
desigualdad* 12, 23, 95, 110, FM1, 167,170,177
122, 127-120,179 fondos de pensiones, 42
división izqnierda/’di-j'echa, 33, fuerzas del mercado, 48,174.175
4/», 51-60
divorcio, 107, 107-115, 115 Galbraii]*. John K-, 59
dólares temporales, 101* 150 gasto público, 127
globalización, 25, 40-46, 56, 80,
ecología, 24, 29-31, ftfWJO 87,161,105,172
educación, 101,123, 150, 335,147 gobernaneia, 45,165. 170
Estados Unidos, 8, 37, 41, 56* gobierno, 44,45,61; vid. también
100. 129,148, 160.181,182 Estado
empico, 27,123,144,147-148 Gorbachov, Mijail, 164
empresariado, 147 Gran liretaña,8, 9,12,14, 21,
Enzensbcrger, Hans Magnus, 64 26,33, 34,44,76,89,90,95,
Escartriinavia, 135 97.99,124, 134,140.159,
Escocia, 44, 159 160, 162,JS1
espacio público, 103,128 Greenpeace, 63,166
España, 44, 66, 144 guerra, 164
Estado, 18, 22, 86,103; vid.
también gobierno Hayck. Friedricb von. 15
Esiadode bienestar, 12,14, 17, Haxgreaves, lan, 9
2 0 ,2 1 ,24,87,93, 132, 133, Held, David, JO
135,138,140, 150 Hewlett Packard, 149
Holanda, 66, 7 2 ,1 3 3 ,1 4 5 .1 8 1 modernización ecológica, 67,
72,76,83,179
identidad, 4 4 .1 5 7 , moví miento* ecologistas, 69,165
identidad nacional, 154,159-161 movimiento de grupos
igualdad. 20,24,53.81.112, pequeños, 97
120 Mulgan, GcofF, 9-10
imposición, 20 multiculturaliuao, 25. 157. 161
individualismo, 39, 45, 81, 87
Inglehart, R*, 31, 49, 98 nacionalismo, 44,153, 155-156,
inmigrantes, 5 4 ,1 2 4 ,1 6 0 162
intervención estatal, 18, 31. 77 Estado-nación, 41, 44,68, 153,
154, 165, 167
Jo&pin, Uonel, 181 Naciones Unidas, 64, 166, 170,
177,178
Kersbergen, Kees van, 1 33 neoliberalismo, 8, 15, 18, 23, 25,
Keynes.J. M .,2 0 ,2 7 38,47, 121, 127, 182
conservadurismo. 16, 26. 33
lib e r a l i s m o , 1 6 , 1 2 7 , 1 2 8 fuerzas del mercado. 119,
l ib e r t a d e s , 3 3 , 1 2 0 120.174
l ib e r t a r i o s , 1 6 , 3 3 3 5 , 1 0 8 democracia social, 17,
vid, también thatcherismo
M ajor, Jo h n , 8, 24 niños, 107-117,132, 161
M a is h a lU T .I L .2 U 8 7 nueva eeonomía mixta, 85, 119
M a r x .K a r l, I I , 1 3 , 1 4 ,1 9 .2 0 , nuevos movimientos sociales,
2 4 ,4 7 .5 0 61,66,67
m a tr im o n io , 1 0 7 , 1 1 7

m e r c a d o s , 1 5 , 1 9 , 2 3 , 2 6 , SO , 9 1 , OCDE, 42.144,170
1 1 9 ,1 5 3 ,1 7 3 OMC. 167,170
m e r c a d o s f in a n c i e r o s , 1 7 4 ONGs, 45, 62, 64, 67, 165, 166,
m e r c a d o d e t i a b a jo . 8 , 2 7 . 1 3 2 , 167
136, 144

r o e r íio c r a e ia , 121 papel de Jas mujeres, 32, 99


paternidad, IOS, 111,114 mundo bipolar, 21, 22, 36
Partido r^iborisia, 9 ,1 6 , 20, 29, clásica, 16,17,18, 46,119
3 3 ,3 4 ,9 0 ,1 8 1 ecología, 40, 68-80
partidos antisistema, 62, 06 igualdad, 20
pensiones, 137,140,142 familia, 9$
población envejecida, 60, HO Alemania, 30
pobreza» 126,131,135, 178 división izquierda/derecha,
poder, 35, 88, 162 33,40,51-60
política, 12, 32-35, 53, 61, 64, 97 neoMberallsmo, 8,15,23, 38,
política de la tercera vía, 8, 37, 121, 127
3 8 ,8 0 3 4 ,1 1 9 ,1 3 4 ,1 5 0 a la antigua, 19, 28
posmateríalisrno, 31, 3 2 ,4 8 , Ü8 poder, 35
prestaciones riel bienestar, 19, riesgo, 120
81, HO socialismo, 11,13, 33, 48. 56,
Prodi, Romano, 181 182
sociedad civil, 22,85, 95-103,
RaZjJoscph, 55 165
Reagan, Runald, 16,133,181 subpolítica, 63.67
Reino Unido, lwzspGran Bretaña Suecia. 35,37.92,133, 136
riesgo, 72, 7 3 ,7 9 ,92; 120,138
Thatcher, Margzrct, 8, 9, 16. 25,
Sarire.Jean-Pant, 51 38, 52,134
sectores público y priado, 120. thatcherismo, 16,18, 22, 28, 29,
132, M7 46, 53,182
seguridad social, 135,140
sexualidad, 34, 109,112 Unión Europea, 44.89, 154,
Shell, compañía petrolera, 63,64 161, 166.167. 171
Sik, Ota, 37
soberanía, 27, 44, 165 votar. 31,35,65,92,169
südaidemocracía, 16,28,39,40-
45,91, 182 Wtifhnow, Robert, 97
¿ ¿ tercera v ía íc irrim nó d e im prim ir í n ju n io d e 2 0 0 5 , en
Pr¡7, Impresos, S.A. de C .V . Su r 113-A , Mnz, 3 3 C o l.
Juvenirno Rosas, C .P . 0 8 7 0 0 , M éxico, D .F .

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