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Homero Aridjis
EMILIANO ZAPATA
Lo volvieron calle
lo hicieron piedra
lo volvieron bigote
traje charro
él ve nada
oye nada
SÍLABAS
Abrir o no abrir, that is the question.
Manual de Spanglish
Efraín Huerta
(1914 - 1982)
Nació en Guanajuato el 18 de junio de 1914; murió en 1982. Hizo sus primeros
estudios en León y Querétaro. En la ciudad de México cursó la preparatoria y los
primeros años de la carrera de leyes. Fue periodista profesional desde 1936 y
trabajó en los principales periódicos y revistas de la capital y en algunos de
provincia. Fue también crítico cinematográfico. Perteneció a la generación de Taller
¡1938-1941), revista literaria que agrupó entre otros, a Octavio Paz, Rafael Solana y
Neftalí Beltrán. Viajó por los Estados Unidos y Europa. El gobierno de Francia le
otorgó en 1945 las Palmas Académicas. En 1952 visitó Polonia y la Unión Soviética.
Dentro del grupo que integró la generación de Taller, Efraín Huerta se distinguió
por su sana conciencia lírica, por su apasionado interés por la redención del
hombre y el destino de las naciones que buscan en su organización nuevas normas
de vida y de justicia. Sus primeros libros: Absoluto amor y Línea del alba están
incluidos en Los hombres del alba, además de su obra publicada en revistas hasta
1944. El amor y la soledad, la vida y la muerte, la rebeldía contra la injusticia, su
lucha contra la discriminación racial, la música de los negros, la política y la ciudad
de México, son los temas más frecuentes de su poesía. Recibió el Premio Nacional
de Poesía en 1976.
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XII.
PROTAGÓRICA
El
Hambre
Es
La medida
De todas
Las
Cosas
V.
ALTURA
Estoy
Exactamente
A
Un metro
Con 74 centímetros
Sobre
El
Nivel
Del mal
PLAGIO XVII
La que quiera
Azul celeste
Que se acueste
Xavier Villaurrutia
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numerosas movidas culturales para dar a conocer la literatura y compartir esa
pasión con otras personas; fue uno de los animadores del grupo literario
Contemporáneos, entre otras cosas.
Entre sus obras poéticas pueden mencionarse "Reflejos" y "Nostalgia de la
muerte", también se han hecho muy populares sus "Nocturnos"; entre
su dramaturgia podemos citar "Invitación a la muerte", "La mulata de Córdoba"
y "Tragedia de las equivocaciones". Además escribió un libreto de ópera que fue
representado en el teatro y se llamó "La mulata de Córdoba". Cabe mencionar
también su extensa labor como crítico y traductor, siendo uno de los principales
traductores de la obra de Anton Chéjov y André Gide.
En nuestra web podrás leer algunos de sus poemas, tales como "Nocturno en que
nada se oye", "Nocturno sueño" y "Inventar la verdad".
Nocturno miedo
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Octavio Paz
(Canción mexicana)
Yo me quedo callado:
¿de quién podría hablar?
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INTERMITENCIAS DEL OESTE (1)
(CANCIÓN RUSA)
Construimos el canal:
Nos reeducan por el trabajo.
El viento se quiebra en nuestros hombros.
Nosotros nos quebramos en las rocas.
Éramos cien mil, ahora somos mil.
No sé si mañana saldrá el sol para mí.
¿Fue Mayakowski el que dijo: el gallo
Proletario canta en el alba del hombre? *
Jaime Sabines
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Yo no lo sé de cierto
Ricardo Yáñez
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VULNERADO
I
Eran las golondrinas y los días
de la luz afinada,
eran las sucesivas y precisas
voces que nos decíamos
en un presente intenso, sin fisuras,
suavísimo;
era la eternidad hecha constancia, mirada, manos, besos, eran los nuestros
cuerpos, ay, tan nuestros y tan cuerpos;
era el albor que suena, si es que suena, a tanta certidumbre.
Teníamos los ojos en los ojos y en cuanta cosa es, teníamos la prisa acomodada a lo
tan delicado,
teníamos la sangre abanderada, las espaldas abiertas a las alas del viento
y la música herida de la palabra, esa sola palabra, que no quiero decir.
Sumábamos las restas de lo que no queríamos para que lo querido fuera lo más
querido y fuera de los otros.
Entregarnos no era, ¿lo recuerdas?, un asunto de dos.
II
El mar, esa esperanza ilimitada, ¿nos aguarda?,
¿y la noche entrevista en algún tren?
Sé que recordarás cuando bailamos, en torno nuestro el mundo, en torno nuestro
tanta nada irresuelta, irresoluble, lo pasado y futuro sin orillas,
lloviznada de estrellas la mirada, la música abatiendo el qué vendrá.
Sé que aún bebes el vino que bebimos, y no ignoro —perdona que no ignore—
que en ocasiones ciertas, a distancia, repites lo que, amándome, te oí y no repetiré.
III
El descenso a la noche, he de decirte, me ha servido de algo:
comprendí que el amor que nos hicimos nos hizo del amor.
IV
He de decirte, si algo he de decir, que
soy lo que el amor de ti me deja:
cuatro ciudades, uno o dos aviones,
banquetas refrescadas por tu nombre
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y el aire de tu voz,
el aliento que alienta mis palabras.
He de decir, si algo he de decirte, que
duermo en tus cabellos,
que me mojo
el rostro de tus manos,
que sorprendo
cenzontles incendiados en el cielo
diciendo tu cintura,
que me callo para escuchar los
árboles que oíamos diseminar la luminosidad,
una tarde de junio, en que ardían nuestros cuerpos.
V
Sumo dolor e inmerecidamente recibido,
sumo abrirse a la música del vino más amargo,
este irse diciendo tanto ruido a golpes armonioso,
este quedarse en nada, de ser todo, este irse, decíamos,
muriendo.
(En la neblina el mar,
escucha el mar, y en tus
ojos el duelo de los días
amanecidamente despedidos.)
Este triste estar triste siendo que tan amado, inmerecidamente aquello y esto.
Avanzo a tropezones en la niebla, vuelvo a pedir perdón, escucho el viento
repitiendo el silencio de tu nombre a golpes y armonioso.
VI
Hubo una vez un hombre
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que se llamaba como yo me llamo
y era un hombre feliz. Tenía, fíjate,
casi ninguna cosa, sólo un nombre (por cierto no su nombre) que podía pronunciar
como si fuera suyo, como si le dijera, mejor que el suyo propio, su propio nombre.
Ese hombre cantaba, se bebía el aire de los días, se alegraba de casi no tener
ninguna cosa, excepto algunas sílabas, muy pocas, con las cuales sabía todo. Todo
le era familiar, le era su vida —era un hombre que acaso se llamaba como yo me he
dejado de llamar.
VII
Hay una luz que viene de tu nombre,
que me dice mis ojos,
que dibuja palabras y quehaceres
y árboles y nubes y también la mejor oscuridad.
Hay un olor que viene de tu tiempo, un olor como a lluvia, como a piedra donde cae
una cáscara de lima, como a amantes amados, desnudados de su propio sentir, a
fondo ciegos de todo su anterior reconocerse.
Hay una suavidad que sólo entiendo cuando digo tu nombre, murmurado a
borbotones claros y secretos.
Hay todo lo que soy, este recuerdo remembrando el olvido necesario en que vuelvo
a sabernos.
*
Viajo, amor, en tus ojos,
en la luz de tus ojos, amor, viajo,
en el paisaje de tus ojos.
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Ricardo Castillo
VI
Ya ni joden,
fraccionamientos en los pulmones de la ciudad,
llagas cada vez más grandes sin luz y sin drenaje,
edificios cuadrados en baldíos donde antes se instalaban
los circos,
bancos, tiendas, despachos sin empacho,
sembradíos de semáforos donde hasta hace poco los niños
todavía podían jugar canicas,
y luego ese brazo de San Juan de Dios, raíz de abuelos,
mutilado, adoquinado por la rascuache pretensión de
hacer la plaza más grande de Latinoamérica, o algo
así,
ese destierro de la vida de barrio a las orillas de la
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ciudad.
Ya ni joden
más puertas que zaguanes,
más madres que hijas,
más antenas que balones,
más plumeros, más jarrones que vidrios rotos,
más patrullas que carritos de nieve,
más periódicos que historias del tiempo,
más acelerados, más desconocidos que bobos
contemplando la calle.
- Lo que pasa es que Guadalajara ya no es aquella
adolescente
de Parque Alcalde, Agua Azul y cielo abierto,
uno creyera que esa muchacha ha envejecido
prematuramente
pensando que sus mejores días estaban por venir,
a veces la imagino preparatoriana violada, parada en una
esquina
con la boca contraída como por un sabor amargo,
injuriando su propia belleza infinita y traicionada.
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