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FER1VAJVDO
G/UELA
G011I4 ' ••i

Con la expresión de «invariantes l: ;;tSÜZOS>>, el


autor nos acerca a nas constantes histórico-
estéticas que de modo :nequívoco se cumpten en
nuestra arquitectura española. Se trata--del
ensa:yo crítico más penetrante que se haya hecho
sobre ste tema, aiJordando el análisis de
onceptos tales conto espacio, tie . o . volumen ·
y proporción. que son básicos para la -
comprensión de la arquitectura~ no soio co~-c
~1ecbo hisLórico sinü tarr1bién, y ·ob~.e to
como fenóme ~t~~-~·~~1......,..0~~~.....:....:~-·,...t>---¡
1
1

Fernando Chueca Goitia

INVARIANTES CASTIZOS__ DE
LA ARQUITECTURA ESPANOLA
INVARIANTES
EN LA ARQ UITECTlJRA
HISPANOAMERICANA
MANIFIESTO DE LA ALH AMBRA

DOSSAT BOLSILLO
1
IND ICE

Prólogo a la presente edición .. 7


Prólogo a la segunda edición . . ... . 9
INVARIANTES CASTIZOS DE LA
ARQUITECTURA ESPAÑOL A
Propósito .. .. . ... . 17

PARTE PRIMERA:
Pu nt o s de vist a sucesivos sobre la historia del arte
e spañol .. ... .. . .. . ... . . . . . . . . .. .. . . 31
Concep tos biológicos en el desarrollo de los estilos
art ísticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34
El cruce de culturas en la Península Iberica durante
la Edad Med ia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
El te mperamento español como v(nculo unificador
del arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37
l.
©Fernando Chueca Goitia Form alism o simbólico en la arquitectura . . . . . . . . 39
Editorial Dossat, s .a . Orien te y Occ iue nte , Africa y Europa, en la historia
Plaza de Santa Ana. 9 , Madrid-! 2 de España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
La t ra dición ete rna unam une.'>c a . . . . . . . . . . . . . 44
~ISBN: 84-237-0462-9 (tomo I) La arquitectura y los pensadores españoles . . . . 46
rJ0 ISBN: 84-237-0460-2 (obra completa) Lí mit es a la morfolog í a de la cultura . . . . . . . . 48
Depósito LegaL B -32918- }981 Resumen a m itad de camino . . . . . . . . . . . . . . 51
Impreso en España. PARTE SEGUNDA:
Pr}nted in Spain.
Conceptos básicos de espacio y tiempo en el arte del
Gráficas Ampurias . Islam . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

5
l
El espacio en la ;:.rquit~ctura isl~mic a . . .. . . .. . . 57
El volumen en l::: arqUltectura h1spanomusulmana .. 71 PROLOGO A LA PRESL1VTE EDICION
Características de la estructura decorativa aispano-
ffi llSU lm ana . . . . . . . . . . . ~ ....... . ... . 75
(El esp acio en la arquitectura españ? la . . .. . . ~ .. . 81
'¡ Sin ceri dad de volúmenes en la arqUlt~ctura espano_l~. 107 Parece que existe una tendencia a que las cosas vuelvan
Const an tes españolas de la proporc10n y decoracton a su ongen, a su punto de partida eso, en témúnos taurinos,
\ arqmte ctomcas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 se llama querencia. Pues bien, los Invariantes también tienen
151 su querencia. Nacieron en una edición, que hoy debe de ser
L Resu m en final .. ... .
INVAR IANTES EN LA ARQUITECTURA HISPANO- una rareza bibliográfica, que hizo Editorial Dossat en el
AMERICANA . . . . . . . . . . . . . 157 ya lejano año de 1947. El fonnato de los viejos Invariantes
203 era muy distinto del que caracteriza a los libros de bolsillo,
MANIF IESTO DE LA ALHAMBRA . .
].43 hoy tan populares. Su dimensión era poco más o rnenos la
N otas . . . . . . . . . . de un folio, sus láminas y dibujos se reprodudan a mayor
245
Indice de figuras . . .
251 escala,· todo era diferente, menos el contenido. Pero los
Indice de Láminas .
Invariantes hablan nacido para libro de bolsillo y en este
traje se encontraron de primera. O·ca que no pc7dieron nada
y ganaron notablemente en difusión,· ya que este modesto
librito ha tenido siempre una gran aceptación entre clrculos
bastante extensos de lectores. Lo que como autc:- r más m e
seduce es que el libro ha consen;ado su frescura y ju ventud,
en una palabra, que no ha envejecido.
La primera edición de bolsillo la acometió una esforzada
Editorial plrmteoda por un grupo de amigos entre los que
me encontraba, algunos, por cierto, intelectuales y poUticos
de primera fila. Aquellos esfuerzos, si bien fructificaron en
un fondo editon·al que eil su dza, los últimos años del R égi-
men del General Franco, tuvo su importancia no tuvieron el
fin, ni el seguimiento que hubiéramos querido, y esto por
múltiples razones, no la menor el propio cambio de régimen
polz'tico, que dispersó en varias direcciones a los hombres
que animaron esta Editorial' que, mientras estuvo vigente,
creó una Colección de Bolsillo denominada Hora H, Ensay os
y Documentos.
En esta Hora H de la Editorial Seminarios y Edicio nes
apareció con el número 11, este libro, hoy agotado. En él,
además de los Invan·antes, se publicó un ensay o sobre lo s

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Invariantes de la Arquitectura Hispano-America!Ul y el Ma- PROLOGO A LA SEGUNDA ED!CJON


nifiesto de la Alhambra, todo lo cual se explica en el Prólogo
a aquella edición, que, por considerarlo de interés, se publica
también en ésta. E n el año 194/ se publicó uno de mis primeros li-
Pero vamos a eso de la vuelta al origen. La primera edición bros. Le habían antecedido un breve, y en cierto modo
de este libro la hizo Editonal Dossat,· ahora, después de un ingenuo, estudio sobre el Palacio de Buena V ista, al-
rodeo, vuelve a caer en el regazo de quien le dio el ser como gunos artículos en el Archivo Español de Arte y el
publicación, palabra que viene de público , es decir de quien texto no ampliado ni revisado, ni menos publicado, de
por primera vez hizo públicas mis ideas sobre estos llamados la Monogi'afía sobre el arquitecto Juan de ·/ illanueva.
Invariantes. Pero vuelve a caer de nuevo en fonna de libro de Pero los Invariantes Castizos de la Arqt:itectEra Espa-
bolsillo, en una Colección que lanza al mercado Editorial ñola pertenecen a esta etapa muy llena de entusiasmo
Dossat, ahora renovada y reestructurada bajo nuevas Uneas juvenil en la que, como el niño que abre los ojos a la
v con propósitos mds amplios. Dentro de esta nueva hnea vida y quiere preguntarlo todo y nombmrlo todo, yo
caben, por ejemplo, el arte y las humanidades, que antes , buscaba. ciertamente ansioso e ilusionado, el secreto de
en una Editorial esencialmente técnica, quedaban en segundo la arquitecturo españole , que a mi se,uibilidad, acaso
ténnino y que ahora gozarán de un trato de favor. más excitable por menos gastada, se presentaba por
La Historia de la Arquitectura ha pasado en pocos años todos los ;incones de la vieja España en formas elo-
de ser una disciplina de especialistas e iniciados a convertirse cuentes y expresivas. Estas emociones provocaban en
en algo que despierta un interés mucho mds general al enten- mí un deseo de explicación, algo que diera sentido a
der que la arquitectura ha sido , a través de la historia, uno de aquel lenguaje mudo. Quise .también, como los niños,
los lenguajes más expresivos d e la aventura humana, un tes- encontrar el mecanismo rompiendo con mis manos el
timonio imprescindible para comprender nuestro destino. juguete, dándole vueltas por el haz, por el envés, pa-
Por otra parte, en un terreno mucho más concrew, la crea- sando de la superficie a las tripas, nc contentándome
ción de la rama de arte en las Facultades de Filosof(a y Le- con contemplar portadas, escudos, fachadas, capiteles
tras, con rango equival:·nte a las especialidades de historia, y torreones, sino desentrañando la armadura interna, el
filologia o filosofz'a pura y el número creciente d"{ alumnado
por qué de las estructuras, la raiz común de muchas
en las Escuelas y Facultades de Arquitectura, han hecho que
disposiciones y el por qué, asimismo, de esa raiz co··
mún , su fundamento , si es que lo habia, en los senti~
los libros de historia y teorza arquitectónica se busquen cada
mientas de un pueblo como todos difícil de compren-
ve:~· con más ansiedad.
der y zarandeado por m últiples avatares históricos.
Esperemos, pues, que lo Editorial Dossat vea compensado
El imperio que, desde la más temprana juventud,
su esfuerzo al dedicarse de una manera firme y consécuente
había ejercido sobre mí el pensamiento de Unamuno,
a temas como el que es objeto de es te libro. qL:e ahora se
su poderosa personalidad, que en dos ocasiones inolvi
ofrece de nuevo al público. dables de mi vida había sentido de cerca, oyendo ao 4

sorto sus palabras que me tenían suspendido y '.:Omo


Fl RNANDO CHUEC A GOJTU, en éxtasis, rebrotaron vigorosas cuando me atreví a ~r

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vertiendo sobre el papel mis ideas confusas. Don Miguel En la sexta lección del curso a que aludo afirma que
de Unamuno fue mi guía y mi respaldo, pues, creyendo "Fernando ·:;hueca Goitia, .tentado también por las ge·
que mis pobres :;1tuiciones tenían el aval del insigne neralizaciones -¿qué son los ..illvariantes, sino eso?- ,
maestro, me parecía edificar sobre tierra firme. .Por sin embargo, toma precauciones frente a ellas y acude
eso, este librito es en el fondo tan. unamuniano. incansablemente a los hechos históricos. Si es teórico,
Muchos comentadores de esta obra, que tiene, sin y por tanto generalizador, es mucho más empírico y
duda, las vacilaciones de la relativa precocidad, la .han analítico y en este punto no se descuida nunca".
considerado más como un propósito que como una rea- "En efecto, esta es la ve;-dadera actitud científica,
lización. Propósito, en efecto, se llama su introducción, histórica, que consiste en la comprobación continua de
que es la parte más densa, programática y me atrevería las teorías, hechas a priori o a fortiori. El arquitecto
a decir reveladora de lo que bullía dentro de mí. Aúi español de que nos estamos ocupando cumple cumpli-
lo dice E milio García Górnez en una breve y muy li- damente con esa actitud. Su obra histórica toda, hoy ya
sonjera reseña aparecida en '' Al-A ndalus" y asi lo rei- extensa, lo indica." Consideraciones así son las que más
tera a menudo el que fue muy prestigioso crítico de gratamente podían sonar a mis oidos.
arte , Juan de la Encina, en un curso monográfico dic- Ahora, que tras muchos años de estar agotados los
tado en 1955 en el Seminario de Historia de la Arqui~ Invariantes y de ser un libro difícil y oasi raro, se pre-
.tectura de la ciudad de M éxico. senta la segunda edición, podía haberse pensado en
Por esto , pudo dedicar al comentario de este breve completarlos y desarrollarlos, quitándoles ese algo com·
trabajo mío un cursillo de veinticinco lecciones, donde primido y esquemático de que adolecen. Ahora que han
fue siguiendo, paso a paso, las apretadas ideas que en pasado veinticuatro años, casi un cuarto de siglo, desde
él se amontonan, desarrollándolas y apostillándolas, se- la primera edición -lo que no deja de ser motivo de
gún le dictaba su experimentado juicio. E ste cursillo ha melancólica meditación para el autor- podría con ma-
sido el mejor homenaje que cabía soñar para una obra yor serenidad y experiencia recorrer el camino andado
que yo soy quien menos puede valorar y que lancé a y salvar lagunas y deficiencias. Bastante he publicado
las prensas en un momento de entusiástico arrebato, con en estos veinticuatro años y mucho de lo que he escrito
muchísima inquietud -no hace falta decirlo-, por lo y teorizado estaba in nuce en los Invariantes, y, por h)
que tenían de nuevo los enfoques que yo aplicaba. Por tanto, podría perfeccionarlos, pero me temo que qui-
eso, como Juan de la Encina (l osé Gutiérrez Abascal) taría fragancia a la obrG. original y que es mejor de-
creyó que m i apresurado mensaje tenía un fundarne_nto - jarla, pues, tal cual, para emplear las energías, si es
histórico , quiero en esta ocasión testimoniar la gratltud que existen, en planear y redactar otra nueva. Aunque
que le debo y que no pude, para mi desgracia, rendirle la comparación sea desmesurada, siempre elogié a los
en vida, porque la primera ve,¿ que fuí a lvl éxico ya constructores de la catedral N ueva de Salamanca por
había muerto y sólo pude escuchar los cálidos elogios no habei' derribado la Vieja, pensando que la engran~
admirativos de sus discípulos, hoy historiadores de la decían y la perfeccionaban. ¿La consiguieron? A demás,
arquitectura, arquitectos y profesores mejicanos, que no yo he oído a mvchos omigos decirme, lo cual no deja
se cansan de afirmar lo que deben en su formación a de ser amargo o, por lo menos, agridulce, que , si bien
tan excepcional mae::lro . he escrito mucho, lo mejor que he hecho ha sido ese
10 librejo mío de hace veinticuatro años.
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En cambio, me ha parecido oportuno, porque , sin En cuanto al Manifiesto de la Alhambra, su inclu-
destruir el original, lo completa y le da nuevo aliciente, sión se justifica ampliamente, pues todo lector de los
incluir en estn. segunda edición dos trabajos muy rela- Invariantes habrá observado que la A lhambra es un
cionados con el que constituye la médula del libro. Me ejemplo clave para verificar, como piedra de toque in~
refiero a los Invariantes de la Arquitectura ·Hispano- sustituible, muchas de las ideas que allí se exponen. En
americana y al M anifiesto de la Alhambra. El primero este caso, pu blícar el Manifiesto es como una amplía-
se publicó en la " R evista de Occidente", en el núm. 38 ción y más extensa confrontación de las mismas teo-
de la segunda época, y apareció en el mes de mayo rías, presentadas, por otra parte, como una bandera (de
de 1966. Juan de la Encina, en la primera lección del aquí su título de "Manifiesto") posible para promover
ya citado cursillo, se hace la siguiente pregunta: '' T ra- una campaña de renovación de nues.tra arquitectura so-
tándose de un estudio y de un tema netamente espa- bre bases autóctonas. De aquí también su vehemencia
ñoles (el de los Invariantes Castizos), ¿qué interés pue· y, en algunos momentos, su lirismo.
den tener para M éxico los es.tudios de Chueca Goitia?" El Manifiesto de la Alharnbra fue el fruto de unas
Y luego se contesta: " He notado que, habiendo /eco- jornadas que reunieron a algunos arquitectos muy no~
mendado su lectura a algunos miem bros de este Semi- tables en la colina roja donde se asienta el Alcázar
nario, se han puesto a pensar que no dejaría de tener nazarí, en el mes de enero de 1953. Allí se debatieron
interés para el estudio general de la arquitectura mexi- muchos problemas de alcance histórico-crítico, y, fun-
cana; o sea, sobre los diversos tipos de arquitectura que damentalmente, estético, que luego resumió, dándoles
se han producido sobre el solar mexicano en la g;··an forma literaria, el autor de estas líneas.
extensión de sz,: historia. Es este, pues, el origen o el El Manifiesto se publicó en un breve, pero muy
motivo que me lleva c. tratar en uno de estos cursos cuidado folleto, por la Dirección General de Arquitec-
de seminario de este tema o modo de investigación his- tura, que entonces regía el arquitecto conservador de
tórica''. la Alhambra, don Francisco Prieto-Moreno. Este fo-
Por consiguiente, creo que no dejarán de tener in- lleto mereció luego ser publicado en traducción árabe,
terés para los estudiosos de H ispanoamérica estas apre- bajo los auspicios del Departamento de Cultura de la
ciaciones mías de carácter muy general sobre su arte Alta Comisaria de España en Marruecos ..Hoy, total-
arquitectónico. Lo que siento es que el llorado iuan de mente, agotado, es casi imposible de encontrar, y este
la Encina no estuviera ya entre nosotros cuando apa- hecho abona con más fuerza la pertinencia de su reedi-
reció el articulo en la " R evista de Occidente", pues ción, en este caso junto a otros textos que lo esclarecen
nadie mejor que él para valorar y justipreciar esta sa- y lo iluminan.
lida de mi propio campo específico. 1947, 1953 y 1966 son tres fechas sucesivas que ja-
Como, en suma, Los Invariantes fue un libro que ha lonan la permanencia de un mismo pensamiento que,
tenido mucha difusión y aceptación en toda la América con sus matices o variaciones, no ha perdido vigencia
de habla hispana, al añadir a manera de corolario este en el ánimo del autor, aunque esto no quiere decir que
trabajo al tronco principal, lo hago como homenaje a suceda lo mismo en el área, rn.ás extensa, de la pública
todos aquellos historiadores y amigos de ultramar que aceptación. Al que esJo escribe le cabe, por lo menos,
tanto distinguieron con su benevolencia mis aportocio- la mínima satisfacción de que algunas de sus ideas re-
nes al campo de nuestro r'Omún intaés. movieron el pensamiento ajeno y de que, en cierto
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modo, sus conceptos enriquecieron el hacer arquitectó-
nico , incorporando una nueva terminología. Arquitectos
jóvenes desde entonces -acaso sin saber de dónde vie-
nen- manejan términos como espacio compartimenta-
do, espacio cuántico, pantallas porosas, o filtros arqui-
tectónicos, así como macias volumétricas, etc. El con-
cepto de macla arquitectónica se ha convertido en verbo,
y así se oye decir "los volúmenes" de este edificio es-
tán muy bien "maclados", o cosas parecidas. Ya es
bastante.
Esperemos que ahora, al aparecer los Invariantes
bajo un nuevo formato de libro de bolsillo, lo que le
puede p¡estar más fácil difusión, obtengan la misl1Ul
acogida que halló la excelente impresión original de
la Edi.toríal Dossat, y llegue, sobre todo -es lo que
más colmaría nuestros deseos- a las jóvenes genera- INVARIANTES CASTIZOS DE LA
ciones de es.tudiantes y estudiosos de arte, de estudian-
tes de arquitectura y de arquitectos, y que puedan en- A RQUITE C T URA ESPAÑOLA
contrar en él un incentivo capaz de abrirles nuevos
horizontes que les permitan entrar seguros en el por-
venir sin que tengan que renunciar a lo más valioso .de
nuestra intrahistoria.
FERNANOO CHUECA ÜOITIA
PROPOSITO

«Es fácil que el lector tenga olvidado, de


puro sabido, que mientras pasan sis'i.~mas,
escuelas y teorías, va fonnándose el sedi-
mento de las verdades eternas. de la eterna
esencia.»
UNAMUNO .

El diccionario de nuestra Academia dice que pro-


pósito significa "intención de hacer o de no hacer una-
cosa. Objeto, mira" . Por eso, estas palabras prelimina-
res llevcm el encabezamiento de ··Propósito'', porque
queremos explicar cuáles son nuestras intenciones, ·cuál
ha sido nuestra mira. Pero va a suceder que cuando
entremos en materia seguiremos el mismo caso: siem-
pre apuntando intenciones,· siempre preludiando desa-
rrollos: siempre, en una palabra, enunciando propósi-
.tos. Por tanto, valdría más abrigar la totalidad del
presente ensayo bajo el manto protector de este .térmi-
no benévolo que tan pocas obligaciones impone. Po-
dríamos decir que nuestro trabajo no es todo él más
que un propósito.
Es cosa reciente la boga por el estudio de las "cons-
tantes históricas'', los "eones" dorsianos. En estas cons-
tantes se ha querido ver el matiz característico de que
se hallaba teiiida una cultura (Spengler ), su fondo co-
mún por debajo del fluir del tiempo, o, más ambicio-
samente, la expresión de aquellos elementos fijos que
sobrenadan por encima de la historia, por encima de
las diversas entidades políticas o religiosas, por encima
de las diversas culturas, encadenando fases, aspectos,

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nombres. actitudes que se consideraban sin nexo m de expresión por medio de su inteligencia sensitiva. En
parentesco mutuo. su ~i~tud, el arte, expresión humana y 110 · otra cosa,
En la realidad del mundo existe un principio de partzczpa en su transcurso de esos pn'ncipios de cambio
mutabilidad y otro de permanencia. Tan incompren~ y persistencia que actualizan en cada momento al ente
sible nos sería esta realidad carente del uno como del humano, haciéndolo siempre vario y siempre sí mismo.
otro. Es posible que inmediata y espontáneamente nos La producción de un artista corre pareja al devenir de
parezca más evidente el primero que el segundo. Tene~ su propia existencia y es tan diversa como sus propios
mas siempre ante la vista la caducidad de todas las afanes y tan igual a ella misma como su creador es
cosas, y una de nuestras nociones primigenias más evi-
siempre igual a sí mismo.
dentes es la del fluir del .tiempo en que nos hallamos
Pero como el arte no es solamente un fenómeno
inmersos, aunque nos resulte oscura su última esencia
individual, sino, en mayor grado, colectivo, al alma de
y aun improbable desde un punto de vista extrahumano.
una colectividad se adscrib~ el arte · como la piel al
Pero humanos somos, a ello tenemos necesariamente
cuerpo. En esas colectividc.J.des o agrupaciones huma~
que atenernos y no podemos sal.tar sobre nuestra propia
nas, ensambladas por los más diversos vínculos telúri-
sombra.
En el hombre es donde debemos ver enclavados cos, raciales, religiosos, políticos, se percibe .también
todos los problemas de la realidad. El hombre canee~ la validez de esos mismos principios que desde el mó-
bido como sistema de estructuras, como sistema de dulo individual, donde se hallan inscritos, se extienden
funciones y como sistema de acciones (Zubiri) es un a la pluralidad colectiva. El cambio se llama en las
ente vital al que sobre este triple soporte le son dadas sociedades evolución o revolución, y la fijeza, tradición.
unas posibilidades de automoción. Si se eliminara del T_OY! incomp~ensible es lu . sociedad sin estos dos prin-
mundo orgánico y aun del físico un cierto grado de czpzos actualzzadores como lo es el individuo.
indeterminación, la vida desaparecería. Son necesarias La sociedad se expresa por el arte como integración
al ser vivo las posibilidades. del esfuerzo expresivo concomitante de sus individuos.
Pero posibilidades ¿para qué? Sencillamente, para y en cuanto esa sociedad tenga figura distinta, su ex~
que el organismo pueda ser si mismo. El ser vivo se presión artística tendrá como correlato necesario carac-
distingue de la materia inerte en que quiere ser si terísticas diferenciales propias. Es indudable que cuando
mismo; se distingue por su mismidad; se distingue por se adelgacen los vínculos que li;:?an a estas agrupado~
sus posibilidades de automoción . Aquí reside la base nes humanas. tales características se irán paralelamente
del principio de permanencia, tan absolutamente ne- desvaneciendo. La existencia de unas constantes de
cesario como el de mutabilidad, o mejor sería decir cultura, común denominaaur de pueblos dispares, razas
que de este principio de parmanencia pende la mismi- dispares, épocas históricas dispares, no dejará de ser
dad del ser vivo, de este principio que nuestra intuición muy dudosa o por lo menos estas constantes· serán de
reclama tun radicalmente como el opuesto de muta- tal amplitud y vaguedad que entre sus líneas elásticas
bilidad. toda hipótesis hallará cabida. Auscultar la entraña co-
El arte no es otra cosa sino una de las modalidades mún de vastísimos ciclos de historia y de cultura hu-
que el hombre encuentra para satisfacer su necesidad mana podrá convertirse en "divertimento" intelectual
pero nada más. '
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Podremos utilizar diversos grupos de parámetros está que hallaremos manifesto.ciones de ambos tipos
ideales para hacer inteligible la gran aventura ~um~na en todas las edades y tiempos, lo que no invalida que
y con ellos sistematiza.' su hist.oria,. sold~ndo . o dt~ocwn­ podamos también clasificarlo de mil m;meras más, sea,
do sus regiones: realzsmo e z.deal_z~mo, r~~zonallsmo, Y por e jemplo, en abstracto y naturalista, en idealista y
vitalismo; clásico y barroco; s1mbólzco, claszco Y .ro.man- realista. A simismo, la historia nos ofrecerá independien-
tico; pagano y cristiano; individu.alis:rzo o . socwlzsmo,: L'emente de toda ley cronológica tipos para lLenar nues-
aristocrático o denwcrático; autontano o lzber.al; Y a~z tros m últiples casilleros, precisamente porque el casi-
llegaríamos hasta imprevisibles límites, eso szn aludzr llero es previo a la m isma realidad y simple instru -
a las provincias en que a su vez pued~ des;:.o~ponerse mento de interpretación convencional.
el territorio de estas grandes categonas. ·... uanto, por T oda esta digresión para precavernos del peligro
último, no se complicaría el problema si estos, pará- de manejar, pretendiendo consecuencias posi.tivas, las
metros aludidos u otros diversos no los mezclasemos llamadas grandes constantes históricas.
entre sí. buscando todas las combinaciones posi_bles, En este ensayo hemos procurado en lo posible orillar
verbigracia, realismo clásico y realismo barroco, o z~ea­ estos peligros, aunque no nos extrañaría que otro ob-
lismo clásico e idealismo barroco, etc., etc. La szste- servador ajeno, más exigentemente positivista, denun-
matización ideal del mundo podemos abordarla desde ciase etí. ;-zosotros la recaída en los mismos vicios y
tantos ángulos que resulta un juego estéri~ perdernos peligros apuntados al pretender generalizaciones dema-
en deducir consecuencias, ciertas si se qwere , o por siadO vastas o denominadores comunes demasiado
lo m enos con aspectos de certeza. contando con las amplios.
hipótesis previas , pero que no invalidan por ~se: lo. N o vamos, pues, a entendérnoslas con vastos ciclos
certeza de otras deducciones emanadas de dzstmtas de cultura cuyos límites dibujan en el mapa de la his-
hipótesis. . toria imaginarias fronteras . Vamos u .~ nfrentarnos con
Cierto que a la larga de los szglos el murtflo ha una entidad viva como la que es. sin lugar a dudas, la
recaído en actitudes parecidas. hecho que nos szrve de nacionalidad española en el sentido más amplio,· vamos
base para esas ilimitadas posibilidades de sistematiza- a edificar sobre el cimiento de la Península 1bérica,
ción que en el fondo son más convencionales qu?. rea- atravesada de murallas serranas como las cortinas de
les,· ¡;.~ro esto, a nuestro juicio , no debe sorprendernos una geológica fortaleza, tierra extremada, escueta y
como un hallazgo inopinado y trascendental. Es más ardiente, con m ás d esierto que oasis; vamos a fabricar
bien la consecuencia que imponemos a fortiori nosotros so bre el hombre seco y sobrio que vive en estas lati-
mismos desde que partimos de una clasificación. Si tudes. " De raza española fisiológ ica -ha dicho Una-
decimos, por ejemplo , que los hombres pueden divi - muna- nadie habla en serio, y, sin embargo , hay casta
dirse atendiendo a los valores morales, en buenos Y espa.:1.ola, más o menos en form ación, y latina y ger-
malo~, o en egoístas y altruistas, ya queda implícito mánica, porq ue hay castas y casticismos espirituales
que entre todos los humanos que han pasado por la por encima de tlX!as las braquicefalias y d6licocefalias
tierra encontraremos ejemplos para llenar ambos gru- habid as y por haber". S o bre est elo español, que
pos. Si de la misma manera empezamos por clasificar no se parece a ningún otro 1)'/)'Df os hom bres
-'?l arte, verbigracia, en clásir.o y romántico, dicho se que han pasado por za que ~~ parece a
~(""
20 21
BIBL!O.,.ECA 'JI"'
1
en cambio, pa;a recoger el eco del aLma histórica. Nada
ninguna otra historia. Es natural que estos hombres cc:mo la arquztectura para significar un momento histó-
representen algo como comunidad. ''Estos hombres tie- nco de la Humanidad: una catedral gótica representa
nen un alma viva y ert ella el alma de sus antepesados, todo el. mundo medieval.· el Monasterio de El Escorial
adormecida tal vez, soterrada bajo capas sobrepuestas. ~s la pzed~a. de toque para comprender la ambición del
pero viva siempre. En muchos, en los que han recibido , raza polztzc~ de la Contrarreforma. De una manera
alguna cultura sobre todo, los rasgos de la casta están zntegra Y radzcal tales fenómenos colectivos no podrán
alterados, pero están allí" (Unamuno). Nos apoyamos, nunca serno.s . re velad<:s P?' un cuadro, un poema 0
pues -tal creemos-, sobre un hecho, un facturo, y no una c~mr:oszczón ,nuszcal. ~a arquitectura, además, por
una entelequia; sobre una comunidad de hombres que ~u es,.ncra, es el arte mas apegado a la tierra, más
viviendo en una misma tierra, un destino común, se zn~ardznado en el suelo y en el paisaje -paisaje ella
ha representado el mundo de una cierta manera. mzsm~; hecha de materiales robados a la tierra-, y
Las ligaduras, los vínculos que han unido y que tam_bzen ef que depende en más alto grado de la ne-
unen a estos hombres son estrechos, son reales; comu- ceszda.d. vztal del hombre. La arquitectura es una de
nidad de suelo, sangre, historia, lengua. Forman una las g;andes formas de expresión del alma popular. La
casta histórica que, puesto que existe, expresa su propia a;qu~tectura es, por tanto, historia e intrahistoria en
mismidad por la vía del arte, que es la que ahora aquí sz mzsma.
nos interesa. En es.ta casta, puesto que es algo vivo, "P~ra escudriñar el subsuelo permanente de nuestra
existe la tradición viva, el concierto del principio de a~quztectura hemos seguido un métcxl.o y una ordena-
permanencia con el de mutabilidad. .~se principio de czón .que han consistido en estudiar primero ei espacio
permanencia asomará en la realidad tangible del arte el dmto,rno . como .diría Ortega, desde el que parte 1~
por varios signos reveladores que son precisamente los morfogeneszs arqUitectónica; pasar luego al contorno
que hemos querido escudriñar. El principio de perma- o volurr:en, expresión externa, de ese interior, siguiendo
nencia es el substrato intrahistórico sobre el que resbala el camzno de aquella definición del cañón: coger un
la corriente mudable de los tiempos modificando apa- tubo y rodearlo luego 1e hierro, y hemos terminado
riencias y perfiles. En nuestro campo artístico diríamos
lueg? por ~-n an~lisis sobre la manera de estructurar
que el substrato es lo español y lo que resbala son los
la ~;xo~aczon. Szguiendo este método hemos pasado
es.tilos. Sobre el cuerpo permanente va cambiando en
r~vzsta lzgera al desarrollo de nuestra aJquitec.tura pa-
las épocas el vestido, bien a la :moda románica, a la
moda gótica, a la renacentista o. a la barroca... Pero rc:n~o_nos_ en ';_,quello~ ejemplos que nos han par~cido
szgnzfzc~tz~os. !!,Stas ejemplos, como repetimos a lo largo
sobre este cuerpo las pruulas caerán a la manera y
de la traza que el propio cuerpo impone. de~ trabaJO: están extraídos de entre muchos que po·
Dentro del panorama de las artes nosotros nos drz~n. aduczrse con tanta o más razón. Pero había que
hemos reducido en este ensayo a discurrir sobre la deczdzrse por algunos y esto significa su aparición como
arquitectura. Es aquel arte que conocemos un poco y, apoy~tura positiva de leyes generales. Porque hemos
además, el más adecuado a nuestra investigación. Nin- quer~do dar a nuestro trabajo un tinte experimental y
gún arte como la arquitectura tan pobre de medios para sanczonar nuestras ideas con la realidad de las obras,
expresar el alma individual, tan sensible y resonante,
23
22
única circunstancia que puede dar cierta solidez a nues-
tros puntos de vista. Hemos hablado de T radición Vi va, siguiendo al maes-
Antes de entrar en el estudio de las constantes tro Jnamuno; de tradición que se alimenta de lo que
castizas, que nosotros llamamos -in variantes, . a través pas(l. ~ va quedando para sustento de las cosas que
del des!Jrrollo de la . arquitectura netamente española, seguzran pasando. L a tradición así entendida de la
hemos aplicado el mismo método y sistema a la explo- única manera que puede ser entendida - lo d~más es
ración de los invariantes formales en la arquitectura anquilosamiento mineral, polvo de cementerio--, es,
hispanomusulmana, para tratar de demostrar cuán am- ante todo, un sistema de posibilidades, una plataforma
plia y profunda fue su influencia en el ulterior desarrollo p::zra el futuro . No propugn(!_mos la vuelta al pasado,
de lo español. La historia española se distingue de raíz szno el salto al porvenir sobre el trampolín de la ?ra-
del resto de la historia europea precisamente por este dición Eterna. La lección que hemos pretendido poner
ingrediente musulmán, y era lógico que este hecho fuera de manifiesto en nuestro trabaÍO es precisamente ésta
el origen de toda peculiaridad diferencial frente a lo Y nada más que ésta. Sobre .~l fondo común de la
europeo. El breve análisis experimental asi nos lo ha tradición, que en todo momento es la substancio del
comprobado luego, o al menos tal a nosotros se nos presente, España ha desarrollado en cada una de sus
antoja. épocas históricas aquello que dictaba el latido original
Este nuestro ensayo, no por la forma q ue nosotros de la hora vivida. El principio de permanench: no es
hayamos podido darle, sino por lo que lleva en sí de en el ser o~stáculo para su desarrollo, sino soporte y
substantivo, ;zas parece que no es del todo in útil ni a la vez ob¡eto de sus posibilidades, razón por la que
tarea perdida. Siempre ha recomendado la sabiduría el ser se mueve para conservarse a sí misnw actuali-
de todas las edades el nosce te ipsum como norma de zándose en cada momento. España ha sabido ;er ¡·onuí-
conducta; más todavía: como ineludible ejercicio para nica, gótica, m udéjar, plateresca, barroca, romántica,
mantener el propio e íntimo ser. En la importancia de sin dejar de ser E spaña. Como dejaríamos de ser Es-
que nos cOílozcamos a nosotros mismos radica el cum- paña - una entidad viva- seria volviendo a recrear la
plimiento y perfección de nuestra vida, o su esterili- historia, vol viendo a ser -damos a estos términos es-
dad, de lo contrario. E xtendamos esta verdad a planos tricto sentido de estilos artísticos- barrocos o plate-
más universales y quedará sentado que del conocimiento rescos, góticos o románicos. No más pastiches históri-
de nuestra cultura, de nuestra tradición viva, penden cos qu_e ya envenenaron bastante nuestro siglo X IX y
sus futuras posibilidades, su expansión, su renuevo, su que aun nos coartan hoy con algunos brotes anémicos
vigor próximo o, por el contrario, su languidez , su de neoclasicismo.
debilidad, su muerte. En los tiempos de crisis y de Estamos llegando a una sazón en que se hace in-
desconcierto en que vivimos nos parece que puede ser evitable que, despojados de toda telaraña arcaica, bus-
saludable una sincera instrospección de nuestro propio quemos una orientación actual a nuestra arquitectura
ser, de nuestra propia historia y de nuestra cultura. cor;zo signo d.e nuestra época. No creemos que esté de
No. s~ pretenda que nosotros predicamos aquí por mas que medztemos todos sobre aquellas cuestiones que
el castzcrsmo banal, por el costumbrismo, el localismo este ensayo no hace sino suscitar. T enemos la convic-
falso, el pastiche histórico. Nada más lejos de eso. ción de que será provechoso.
España -se ha olvidado demasiado-- es un pais
:ll~
25
mente y ,la_s que ha:n dado origen a nuestra preferencia,
que posee el genio de la arquitectura. Pocos espaíio/e..., con el ammo de buscar un término gue se ciñera lo
cono~en . esta verdad, que debía estar alojada en su
más posible al concepto central desarrollado en las
c~nc:e~cza !o mz:smo que lo están las de nuestro genio
líneas que van a seguir.
pzctorzco, lzterano y dramático. Nuestro .trabajo tiende A preferir este término nos ha conducido la seme-
vehementemente a esta exaltación, vindicación casi. Si janza, el paralelismo, que nuestra idea de un invariante
también consigue llevar el interés por la arquitectura artístico hallaba en la teoría matemática llamada de
hasta zonas más amplias que aquellas en las que se los Invariantes, que es en realidad el instrumento ope-
mueve a~tualmente, quedaremos doblemente satisfechos. ratorio de la moderna teoría de los grupos de transfor ..
La arquztectura es el ar.te de la geometría bella, es el m ación o simplemente de "la teoría de grupos".
a~te que se basa en las más puras y finas relaciones
Antes de llegar a la teoría de grupos, Cantor esta-
vzsuales. Es el arte que educa y adiestra por excelencia bleció la "teoría de conjuntos" introduciendo los con-
la sensibilidad visual. El mundo otorga hoy al sentido ceptos básicos de número cardinal y número serial u
de la vista la primacía de nuestro sistema sensorial. El ordinal. Número cardinal es la característica común a
hon~br_e, como en los tiempos de Pitágoras, que dieron
aquellos conjuntos que son coordinables. Rusell, uti-
naczmzento a la más bella arquitectura, piensa hoy en lizando una definición nuís logística, dice: "número
geómetra. A la fisíca clásica -fuerza y masa- ha ve-
cardinal de una clase es la clase de clases que le son
nido a sustituir en nuestro tiempos la física relativista equivalentes" (el número 1 puede ser definido corrw
-movimiento y posición; es decir, geometría-. El sen-
k clase que comprende a todas las clases, unidad, todas
tido táctil que presidía el concepto del mundo ha dejado
les que tienen un solo miembro, diríamos cayendo en
su puesto al sentido visual, que ha resultado más real
círculo vicioso.)
r:zás exacto y más sincero. Avanzamos, pues, por un~ Ahora bien: una clase se puede caracterizar por un
epoca en que la arquitectura debe ocupar el primer
cierto ordenamiento que define un número serial del
puesto entre las artes.
que puede considerarse el número ordinal como un
caso particular cuando el conjunto es.tá bien ordenado.
Un número ordinal indica el número-relación de una
sucesión bien ordenada. La filosofía matemática de-
muestra que es posible mantener invan'able el número
Ahora unas líneas para justificar por qué hemos cardinal de una clase, a pesar de que a ésta se le
agreguen · elementos, y que puede variarse el número
Oflop.tado en el titulo de este ensayo la palabra inva-
nante, no consagrada por la Academia, pero si utili- serial si': agregar ni quitar ningún elemento, por nueva
ordenaczón, y que pueden agregarse elementos sin al-
zada como expresión de un concepto clave en la ma-
temática moderna. Sin un prefijo negativo, nuestro idio- terar el número serial.
ma cuenta con la palabra constante, que recoge en Pues bien: partiendo de la teoría de los conjuntos
parte la noción que perseguimos, pero que tiene sensi- ltacia un grado de abstracción mayor. los matemáticos
bles diferencias de matiz con la palabra invariante. Y de comienzos del siglo X X llegaron a la teoría de los
esas diferencias son las que queremos apuntar breve- grupos de .transformaciones o "teoria de los grupos",

26 27
en la cual se estudian y se com paran grupos y ciclos las funciones algebraicas, diremos que si a una función
de operaciones y transformaciones considerados inde- le aplicamos una transformación y existe una cierta
pendientemente de los elementos y de los conjuntos expresión que relacione los coeficientes o parámetros
concretos o imaginarios a lo scuales '!stas operaciones de la función primitiva y la transformada, dicha expre-
podrían aplicarse; son, pues, operaciones vagando en sión es un invariante; esta expresión puede convertirse,
el vacío. Como decía Henri Poincaré: " L a teoría de a su vez. en una nueva función. Con esto descu brimos
los grupos es, por decirlo así. la nwtenúJ.tica despojada por un lado la amplitud, más que matemática, metafí-
de su materia y reducida a pura forma". sica, del concepto de invariante, y por otro, su flexibi-
Jegún esto, la geometría -toda la geometría- pue- lidad, su validez condicionada a determinadas situado~
de obtenerse del examen de grupos de transforrrzación nes, entornos, transformaciones, etc. Una constante, en
de conjuntos de 2, 3 o n dimensiones. Y de aquí la cambio, es algo fijo, algo inmutable que no responde
afirmación de Poincaré de que "el espacio euclídeo no a ninguna situación ni llamada especial. E s sim plemente
es más que un grupo de transformaciones". un número, una cantidad siempre igual a sí misma.
3i el número cardinal y el número ordinal. o más Al trasladar a un plano humorístico, a un terreno
generalmente serial, .;ervian para analizar y comparar histórico, como es éste de nuestra arquitectura, un con~
los conjuntos, para operar con ellos, aquí, tratándose cepto de persistencia de índole casi matemátka, nos
de grupos de t; ansformaciÓn la matemática ha re-
1
ha parecido, por consiguiente, mucho más adecuado
currido a la teoría de los invariantes con el mismo fin usar el término invariante con toda su flexibilidad y
operatorio. "Un invariante es una cosa que, cuando fluidez que el de constante, cuya rigidez contraviene
otras cosas ligadas a ella se modifican, permanece sin el vagaroso fluir del proceso histórico.
sufrir cambio o alteración; y el cambio queda repre- Aquellos invariantes cuya existencia hemos perse-
sentado en lógica por m edio de relaciones que los ma- guido a lo largo del suceder histórico de nuestra arqui-
temáiicos llaman transformaciones" ( Keyser: M ate- tectura y que de latentes y escondidos pasaban otras
matical Philosophy). Y según el mismo autor, "cada veces a sobrenadar claramente sobre la piedra, son pre-
paso en el camino del progresa del arte, de la ciencia cisamente algo condicionado a m uchas y m uy com ple-
o de la filosofía. consiste virtualmente en descubrir sea jas funciones y transformaciones. válidos para un deter-
las invariantes de cierto grupo de transformaciones, sea minado entorno geográfico y para una circunstancia
el grupo de transforrrzaciones que deja ciertas cosas histórica, es decir, son verdaderos in variantes (si se
in1nutables" . quiere covariantes a veces de dichas condiciones y cir-
Según esto , la geometrfo ordinaria es la teoría de cunstancias) en el sentido que dan a este vocablo los
los invariontes del grupo de desplazamientos euclidia~ filosofomatemáticos.
nos, el estudio d e las propiedades que permanecen in- .Los valores geométricos de la arquitectura, unidos
variantes con relación a un cierto grupo de .transfor- a su condición de fenómeno histórico, se prestan a lo~
·maciones (en este caso el grupo de transformaciones grar una síntesis interesante donde se conjuguen la frial-
es el espacio euclidiano.) dad de la abstracción con el calor de la vida, para,
Descendiendo del cam po ultragenérico de la " T eoría desde tan singular encrucijada, atisbar algunos aspectos
de los Grupos" al terreno concreto y bien conocido de del pensamiento íntegro del hombre. / guello que decía

28 29
Keyser: "El pensamiento tomado en su sentido más
general, para abrazar el arte, la filosofía, la religión, la PARTE PRIMERA
ciencia, tomadas a su vez en la acepción más general, es
la busca de la invariabilidad dentro de un mundo en
fluctuación".

«De .puro sabido se olvida .que la repre-


sentación del mW1dO no es idéntica en los
hombres, porque no son idénticos ni sus am-
bientes ni las fonna·s de su espíritu, hijas
de un proceso de ambientes.)>

UNAMUNO .

Puntos de vista sucesivos sobre


la hl:íi~oria del arte espafiol

Casi todas las obras generales que se han escrito


sobre el arte español, y han sido muchas las nacionales
y extranjeras que han visto la luz desde fines del siglo
pasado, comienzan, sobre todo las extranjeras, con una
introducción en la que el autor trata de penetrar en el
carácter y originalidad del arte peninsular. La versión
más extendida a finales del siglo pasado y a comienzos
del nuestro era la de que los españoles no podíamos
presentar al mundo formas y estilos artísticos coheren-
tes que se definieran claramente como una aportación
española a Ja cultura universal. Pero no olvidemos que
un cierto punto de vista histórico era mal ángulo para
comprender el extraño paisaje del arte español. Me re-
fiero al punto de vista del arte como evolución que tras
el positivismo imperó un tiempo como verdad incon-
cusa, explicativa de estilos y escuelas. No pudiéndose
marcar claramente la línea evolutiva del arte español
con la nitidez formalista que presentaba el arte en otros
países, se recurrió a otro expediente que durante un
tiempo hizo fortuna: explicar el arte español como una
30
31
así halla justificación la ardua. caJ.üv1a y penosa labor
serie de préstamos extranjeros que se nos concedian en de los eruditos del mundo en su sondeo constante por
momentos de penuria morfogenética, y que luego de- los foliados estratos de los archivos y bibliotecas.
volvíamos haciendo proliferar el capital de fuera ~o~re Debemos seguir. por tanto, aplicando a la H istoria
nuestro suelo; es decir, «naturalizado» el emprestlto nuestro punto de vista, nuestro sistema actual siemp re
hasta que una nueva ruina nos hacía acudir de nuevo recomendado. ¿Esto quiere decir q ue ya de antem ano.
al crédito extranjero. damos paso a un escepticismo inmanente a la ciencia
Pero, poco a poco, el refinamiento de los métodos histórica? En todo caso seria más justo decir no sólo
de crítica histórica y el enriquecimiento constante del privativo de la ciencia histórica, sino extensible tam-
material fáctico acumulado, hicieron perder importancia bién a las ciencias naturales y hasta 2. las exactas, por·
a la idea de evolución y debilitaron profundamente el que cada vez -es signo de los tkmpos- la indecisión,
concepto de causalidad histó.rica. Bst~ proceso de:_ l.a la probabilística _ocupan el lugar que antaño tenía la
ciencia histórica lo ha estud1ado magtstralmente HUJ- causalidad científica. Y nunca Ja ciencia -la física, . la
zinga en sus cuatro conferencias «Sobre e~ est~d~ ac- exacta- ha conocido, sin embargo, un mayor impulso
tual de la C iencia H istórica)> (1) . Este ennquectmlento creador, gozo y fluencia vital, al lado de un rigorismo
gradual del conocimiento práctico bebido e:n ~a~ «fuen· cada vez más perfecto; nunca ha sido la ciencia más
tes» hace que se tambaleen los esquemas htst?ncos, a~· optimista que ahora, porque nunca sus resultados apa-
tes simples y precisos. «Relaciones, coher~nc1as, cond,'- sionantes han llegad o a calar más h ondo en el misterio
ciones -ha dicho H uizmga- que antenormente ve1a cósmico con más cosmológica decisión.
ante sus ojos el historiador tan vivas y sencillas como Los que creyeron que el arte español era sólo re·
un grabado de madera primitivo, las ve~á en ~d~lante sultado del crédito extranjero subieron a una mengua-
más bien como un aguafuerte o acuarela 1mpres10msta. » da atalaya para ver su panorama y utilizaron un es-
Pero ello no quiere decir r4ue deba negarse todo trecho anteojo por cuyo tubo su mirada fluía fatal-
valor científico a la H istoria y cancelarse toda construc· mente en un sentido unilateral. E l primer tropiezo q 1Je
ción mental que trate de explicarla; antes bien, tod~ _la desacred itó a dichos observadores fue el choque con
corriente moderna, y me refiero en este caso a 1~ _ .~lS· otra mirada de signo inverso. T uvieron que convenir
toria del Arte, tiende a buscar un por qué expllcattvo que si España había recibido valiosísimas aportaciones
a la suma de hechos artísticos. No olvidando tampoco de fuera, otras naciones, a su vez, habíar1 obtenido de
que la Histoda como tai es siempre imag~n y pro~~c­ la nuestra no menos graciosos y preciados presentes .
ción sobre el plano del pasado de un c1erto esp1ntu Con esto se marca otra etapa más moderna en la va·
del presente, y esta incisión del presente en. el área in· loración del arte español, alcanzada merced al esfuerzo,
forme del pasado tiene que hacerse con un mstrumento sobre todo, de los investigadores nacionales, que. con
duro y preciso, con un acero templado en las. ag~as celo y con tesón, con el estudio ferviente del arte pa-
vivas del presente espiritual. Sólo así en esta . conJun~!.?n trio, empuñaron el anteojo de largo alcance en sentido
del pasado y presente tiene re~lidad y .sent.rdo la nis- contrario al de los observadores extranjeros. H ay que
toria, solamente así puede sentrrse el histon.ador como re:;;dir también un tributo de reconocimiento a aquellos
un hombre vivo y actual. creador en el rn1srno grado estudiosos forasteros, hispanistas e hispanófilos, que
que un artista, nn ingeniero o un político, solamente
33
32
al cambiar su área de residencia supieron ver la pers- (orígenes), infancia (primitivismo), madurez (apogeo),
pectiva desde un foco distinto. Si Justi estaba todavía vejez (decadencia) y muerte (acabamiento). Todo aque-
del lado de allá, E . Bertaux, Dieulafoy y Kühne1, L am- llo que no desarrolle el ciclo entero no se:'á completo,
bert, Lavedan, M~le, Mayer, Porter, Schlun k y otros y Bevan considera con este criterio que la arquitectura
varios están en muchas de sus apreciaciones del lado española escri~ una serie de historias -en lugar de
de acá y han esclarecido con sus escritos no poco de una coherente-- - desconectadas entre sí. de distinto al-
aquel fluir recíproco, de aquellas corrientes osmóticas cance, y la mayoría incompletas. Le obsesiona a Bevan
para las que los Pirineos fueron no una muralla, sino el carácter incompleto de todas estas histori as.
un filtro . Nosotros nos preguntamos por qué el gótico caste-
Bem ard Bevan, historiador inglés de nuestra arqui - llano o el catalán, el mudéjar o el arte puramente his-
tectura, todavía se coloca, en un reciente li bro, entre panomauritano, son incompletos, aun colocándonos - si
aquellos que, según dijimos, consideran el arte español tal pudiéramos- dentro del esquema pensante de Be-
como consecuencia del crédito extranjero. E sta postura van. Claro q ue por tod os los caminos volvemos a la
está taxativamente declarada en uno de los párrafos de inanidad de estos conceptos. No nos parece posible
su Introducción : «E s obvio ---<iice-, por consiguieP- med ir la edad, la juventud o la vejez de los estilos :;on
te, que una H istoria de la Arquitectura Española con- la segura certid umbre con que lo hacían los historia-
siste en gran parte en el estudio de las influencias ex- dores de los años que nos han precedido. Lampérez, por
tranjeras y en la historia de su " naturalización" .>> Por ejemplo, asegura que el plateresco fue truncado ¡x>r
eso. a seguido, celebra la frase de Lampérez: «El arte Juan de Herrera en plena juventud. ¿Por qué en plena
en E spaña es aluvial.» Es una lógica coincidencia de juventud ? De la misma manera podría asegurarse, en
mentalidades, y hasta diríamos de mentalidades con contrario, que este estilo había ya agotado sus posibi-
sello de época. Lampérez, un representante típico de lid ades «evolutivas» y que había entrado ya en la ca-
la escuela evolucionista, ante la constante parad oja que ducidad. En apoyo de este aserto ad uciríase que el pla-
él arte español significaba para quien se había educado teresco en aquellas regiones más apartadas del yugo
dentro de los conceptos biológicos del crecimiento y asfixiante de Herrera, en Andalucía, evolucionó por sí
progreso graduales, tuvo que recurrir a esta imagen del solo, desprendiéndose rápidamente de la galana envol-
arte aluvial. acertad a sin duda si se cuenta con las pre- tura de grutescos, y acercándose más y más al purismo
misas mentales de su época. para llegar pronto al man ierismo. E s decir, como tal
plateresco murió a la vez que en Castilla y sin sufrir
el golpe mortal de J uan de Herrera.
Conceptoe biológicos en el c:teaarrollo Estilos completos e incompletos, de vid a larga o
de los estlloe artlsticos truncad a, fecudos o malogrados, son ya cosas pasadas.
Conceptos casi incomprensibles para nosotros, aunque
De los-supuestos evolucionistas surge inmediatamen - en su tiempo fueran instrumento mental que abrió am-
te una idea orgánica de totalidad que debe encerrar en plios horizontes para dejar atis bar y comprender el
sí tod o un curso cíclico de crecimiento, como si se tra · campo vastísimo del arte. Además, los procesos histó-
tara de crecimiento vegetativo o biológico: nacimiento ricos. como los naturales y los físicos, vienen siempre
34 35
r

modificados por el entorno de observación, y lo que este entorno, que se enfrentan dos culturas que, sir-
parece trunco e incompleto moviéndose er.Y. el _área es- viéndonos de términos spenglerianos, ya clásicos, son
trecha de una provincia, se integra en armómco con- la ya madura y casi decrépita cultura mágica y la joven
junto cuando se . extie~de el campo ~spacia1. hasta al- cultura fáustica . Una cultura caduca y otra naciente
canzar reinos e liDpenos no sólo pohucos, smo cultu- solapan sus respectivas edades y viven separadas por
rales. Y esto. sin entrar en otro problema delicado, que varias centurias. Spengler, que con vuelo caudal se ha
es el de la ampliación del campo temporal dentro de remontado a esas alturas donde las particularidades se
la cronología de las diversas culturas, que no siguen integran sin que los detalles ofusquen , ha podido con-
paralelismos temporales, que no se suceden tampoco ciliar muchas cosas que en la mirada rastrera apare-
unas a otras como 1os portadores de antorchas de la cían contradictorias e irreductibles. Si su ambiciosa cons-
carrera olímpica y que varían de velocidad en su suce- trucción se resiente a la crítica, no por eso vamos a
der y en sus ritmos. condenar el motor de su afán, que nos ha revelado
significativas verdades.
Observemos que la cultura de los estados mahome-
El cruce da culturas en la Peninsula tanos fue siempre coherente. pero que en la España
Ibérica durante la Edad Media cristiana de la A lta Edad Media hubo poca unidad. ya
política, ya cultural. E ste hecho apoyaría la tesis spen-
A muchos historiadores de nuestro arte no se les gleriana de que mientras la cultura mágica era ya algo
ha escapado - aunque quizá no han extraído las de- maduro y hasta reseco, canónico y estereotipado por
bidas consecuencias- el doble problema espacio tem- su avanzada civilización, la cultura fáus tica era aún
poral que plantea la historia medieva~ . de la Península torpe, balbuciente e jngenua, viniendo en España a
Ibérica: problema de cruce, de encruCIJad a y de sol~po agravarse su azarosa sjtuación por el estado precario
cronológico. No extrajeron las debidas consecuc:;~:cias, de los minúsculos reinos cristianos, en guerra constante
decimos, porq ue esta condición de encrucijada europea con el Islam.
les lleva a decir que las ideas de civilización de :Ss-
paña fueron casi todas importantes, como si Italia y
la Francia meridional hubieran tenido una sucursal en El temperamento español como vínculo
Cataluña, la F rancia del Dominio Real otra en Casti- unificador del arte
lla, y el I slam otra en Andalucía. H oy en día parece
más acertado afirmar que, por el contrario, la Provenza A través de las sucesivas etapas por au e h a pasado
y el Languedoc eran satélites de Cata~uña y que, sin la valoración entera del arte español, hemos visto que
lugar a dudas, Al-Andalus era la cabeza de toda la para unos la Península ha sido meramente receptiva,
M auritania. Sería ingenuo que entráramos en pujos y pero que para otros más modernos ha sido también
disputas n acionalistas, toda vez que no existían 1as creadora. A todas luces se comprende imposible la n a-
nacionalidades actuales. V olvemos a insistir que todo ción puramente receptora como la puramente emisora.
es relativo y depende del entorno dado. En España Pero aceptado esto, nos quedamos, con todo, ante nue-
sería más exacto decir, ampliando considerablemente va incógnita. ¿E l arte español receptor y e misor, es

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una suma de aglomerados artísticos dispares, un ver-
dadero mosaico de corrientes artísticas que se suceden
o coexisten en la Península sin que se adviertan rasgos En otras artes, fondo y forma son los ingredientes
de un carácter nacional unitario, o exjste, en cambio, de una totalidad, inseparables en la realidad del ser
un algo nacional unificador en medio de la diversidad? artístico como fuego y calor, pero pueden ser distin-
L a respuesta más frecuente y más comúnmente acep- guidos, sin embargo, en un p roceso intelectivo que di-
tada es la de que, en efecto, existe ese algo, a la ma- socia figu ra y alma, sonido y pensamiento. Pero en la
nera de hilo impercepti ble que, tejido por el tempe- arquitectura esta disociación mental se hace imposible
ramento hacional, anuda la historia de nuestro arte, aun en el plano más abstracto, y eso porque la forma
como un bramante invisible ataría un ramillete de flo- ya es en sí abstraéta, ya es en sí asiento puro de un
res multicolores. «En el caso particular de la Península puro simbolismo. No podemos ni siquiera pensar el
hispánica -dice E lie L ambert (2)--- el temperamento fondo y forma arquitectónicos disociados, ~croo no po-
español se reconoce bajo los e:Jtilos sucesivos más di- demos pensar en un concepto puramente geométrico
versos de un extremo a otro de una larga historia ar · -que nada tiene que ver con su traducción analítica-
tística que ha sido extraordinariamente fecunda en por fuera de la figura geométrica. Algunos, no serán
grandes obras de toda suerte y que ha ejercido al exte- los primeros, caerán en el error de considerar que la
rior en ciertos momentos una acción singularmente es- arquitectura es, por consiguiente, u n arte sin fondo, el
timulante.» A lgo parecido viene a decirnos K arl Wos- arte sólo de la forma, pero ello sería tan ingenuo, in~
ler (3): <\·-=:uando se reflexiona acerca de lo que Es- sistiendo en la misma comparación, como considerar
paña ha transmitido en valores artísticos al resto de la geometría como ciencia hecha forma sin ningún con-
Europa, encontramos, dicho así de una manera gene- tenido trascendente , y esto es ya una contradictio in
ral, poca forma y mucho contenido.» Lope y Calderón, adjectio. L a arquití!ctura es, sin duda, d arte de la
por ejemplo, «no influyen fuera de E spaña nad a más forma sim bélica, el arte de la forma por excelencia,
que a t ravés de sus motivos y de su pensamiento, pero como lo llamó H egel, y el que expresa por ende, si no
no por su técnica)>. las cosas más sutiles y humanas, sí las más vastas y
Adolece, por lo tanto, el arte españo l de incapa- cósmicas. Por eso este arte ha sido y es la ayuda más
cídad de expansión formalista y, según Wosler, por poderosa para caracterizar la morfología de las cul-
su misma extraordinaria capacidad de adaptación for~ turas, para caracterizar todo aquello que es colectivo,
malista H echos sin duda ciertos y sobre los que ven· histórico, telúrico y, en extremos más altos, divino.
dremos más adelante. Por consiguiente, el carácter y Se comprenderá por lo dicho cuánto nos interesa
la originalidad del arte español hay q ue buscarlos en la forma en arquitectura como asiento de toda posibi-
el fondo y no en la forma, antiacadémica, descuidada lidad sim bólica, como «simbólica ella misma» . ~)e aquí
y realista. Pero esta forma existe, no obstante, y nos que intentemos buscar algunos invariantes formalistas
preocupa, y en el terreno de la arquitectura, que ahora de la arquitectura española; de la que se ha dado con
pisamos, tiene un papel preponderante. caracteres más propios en este extremo del mundo vie-
jo, azotado por todos los vientos y cuyo suelo ha co~
nocido cual ningún otro el paso sucesivo de las tres

38 39
culturas más importantes de la Historia: la clásica, la cias fueron incalculables para España. No nos toca
arábigo-oriental y la cristiana. Pero se .nos perdonará aquí adentramos en la tesis pesimista de Al bornoz, que
si antes damos algún pequeño rodeo. va, por encadenamiento sucesivo de hechos históricos,
tratando de conducimos al resultado final: que aquella
fecha fatídica (711) marca la desgracia de E spaña. F a-
Oriente y Occidente, Afrlca y Europa, tídica o no, importantísima siempre, y en este caso
en la historia de España para nosotros por la inmensa resonancia que tuvo en
los ámbitos de la cultura y el arte. «Sólo en este as-
Aquellas Introducciones de las obras generales del pecto (cultura y arte) -afirma, en efecto, Albornoz.
arte español a que aludíamos ha poco, suelen empezar en un giro optimista- no fue adverso para nosotros
90r plantear al lector el raro caso de . ~spañ~: la .pre· el Islam. Al derramarse en la España europea las esen-
sencia de Oriente y Occidente junte.;::; sobr~ un mismo cias del vaso de la cultura arábigo-española, el arte, la
campo de lucha y de cultura, ora en pugna, ora con- literatura, la filosofía y la ciencia híspanoárabes dieron
fundidos en la más extraña pero '~asi siempre seduc- frutos libérrimos en los reinos norteños, cultivaron el
tora mixtura. El libro de Bevan ya aludido no podía espíritu hispano y le prepararon para una temprana re-
ser una excepción en este sentido, y su Intro ~' ucción cepción y un maravilloso florecer del Renacimiento en
comienza así: «La arquitectura española es el prcxluc- nuestro suelo.>)
to de dos civilizaciones, la cristiana y la mahometana; Las dos grandes figuras rectoras del pensamiento
dos mentalidades que fueron diametralmente opuestas.» moderno español. Miguel de Unamuno y J osé Ortega
«Yo no puedo pensar jamás sin ;:;moción -ha di- y Gasset, se enfrentaron con este agudo y eterno pro-
cho Claudio Sánchez Albornoz (4)- en este instante blema español: Africa y Europa, y sus sentimientos en
para España trágico, de la Historia del Mundo» (el pugna fueron avivados por el fuego de una dialéctica
año de la invasión musulmana); y añade luego: «Sin apasionada qLie les condujo a veces hasta extremos de
el Islam, ¿quién puede adivinar cuál hubiera sido nues- d uelo personal. Unamuno empuñó su lanza de Quijote
tra suerte? Sin el Islam, España hubiera seguido los por Africa. y Ortega hizo brillar al sol su europeo es-
mismos derroteros que Francia, Alem~.nia, Italia e In- cudo. G uillermo de ':'erre ha recogido la grande. y
glaterra, y &. juzgar por lo que, a pesar del Islam. he- pequeña historia de este combate en su reciente libro
mos hecho a través de los siglos, acaso hubiéramos La A ventura y el Orden (5).
marchado a su cabeza; pero no ocurrió así; el Islam «El gran africano, ¡el gran africano antiguo! H e
conquistó toda la Península, torció los destinos de aquí una expresión, " africano antiguo", que puede con·
I beria y la señaló un papel diferente en la tragicome- traponerse a la de "europeo moderno" y que vale tanto,
dia de la Historia; un papel de sacrificio y de vigilia; por lo menos, como e:la. Africano y antiguo es San
un papel que tuvo enorme trascendencia en la vida de Agustín, 1o es Tertuliano. Y, ¿por qué no hemos de
E uropa, pcm que costó muy caro a España.» Nos in- decir: " h ay que africanizarse a la antigua" o "hay que
teresa destacar de las frases de Albornoz Ia inmensa anticuarse a la africBLf;\"?» (6). Y sigue el gran vasco
y solemne importancia con que reviste a aquel momen- de Salamanca: «¿Somos los españoles, en el fondo, irre-
to crucial para la historia del mundo, cuyaf: consecuen- ductibles a la europeización y a la modernización? ¿No

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hay otra vida que la vida moderna y europea? ¿No hay la vez, «el prisma puro de Sevilla» se levantaba por la
otra cultura o como quiera llamársela? ¿No será cierto simple ley de la plomada, entre los años 1184-1196. El
que, en efecto, som.;s los españoles, en lo espiritual, alminar almohade es uno de Jos símbolos más altos
refractarios a eso que se llama la cultura europea mo- -permitasenos el juego de palabras-- de todo el isla-
derna?». Unam uno se encrespa al conjuro poético y mismo. ¡Esta fecha única, estos contrastes, qué fuente
sonoro de las palabras «africano antiguo». e incide pun- inextinguible de meditación!
zante en el alma apasionad a y gemela del Doctor de Entre estos polos, ¿dór.de está España? Pues Es-
Hipona. «En realidad, San Agustín - ha dicho Spen- paña está, sin duda, entre, y España es España, si no
gler- es el último gran pensador de la escolástica ará- nos engaí)a el simbolismo arquitectónico -que es la
biga primitiva y no tiene ni un ápice de espíritu occi- única piedra de toque que nosotros comprendemos un
dental.» Ortega, en cambio, rebrinca airado: «Apenas poc<r-, cuando ese entre se llena de substancia propia,
si he escrito, desde que escribí para el público, una cuando ese «hinterland» se puebla y se coloniza con
sola cuartiJla en que no aparezca con agresividad sim- sangre de guerreros, con sudor de artesanos, con vi-
bólica: Europa. En esta palabra comienzan y acaban gilias de monjes. La España moderna empieza a di-
para mi todos los ~. olores de España.» «Regeneración bujar su figura histórica, o mejor diríamos intrahistó-
es inseparable de europeización. Regeneración es el rica, siguiendo a Unamuno, cuando la fuerza cohesiva
deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Ver· de la tierra castellana empieza a servir de fundente en
daderamente que vió claro Costa desde un principio medio de la polaridad española; cuando surge una ar-
cuando dijo que España era el problema y E uropa la quitectura que es maridaje entrañable de los dos mun-
solución.» Moja su pluma en la tinta agria del des- dos espirituales y hasta de los dos mundos formales;
procio cuando en El E spectador, al hablar de «Una cuando se construyen en Toledo iglesias como Santiago
primera vista sobre Baroja», dice : «Lo que llamamos del .Arrabal (1227); cuando Pedro el Cruel edifica los
Africa, la postura africana ante el Universo, quizá no palacios de Sevilla y Tordesillas; cuando Alba de Tor~
sea, a la postre, sino una postura histérica.» mes, Sah~gún, Toro, Cuéllar, Arévalo, IHescas, Ajo-
Africa y E uropa están siempre frente a fren te en frín, Móstoles, elevan al cielo los más seguros volú-
k historia de España. Los españoles no pensamos bas- menes de nuestra arquitectura; esas torres que dieron
tante en algunos hechos reales, concretos y contunde n ~ nombre a Madrigal de las Altas T orres, el nombre
tes que marca.t:t. mejor que nada, más plásticamente más bello de todos los pueblos de España, el que he-
que nada, los contrastes de nuestra historia. Ahí va mos oído pronunciar paladeándolo y con lágrimas en
uno de ellos: el Pórtico de la Gloria de la Catedral de los ojos al mismo maestro Unamuno. Los dos polos
Santiago se construía exactamente por los mismos años de España, Jos dos carbones incandescentes de nuestra
que la Giralda de Sevilla. El maestro Mateo terminaba historia, a los que acude la corriente de signo opuesto
su obra en 1188, creando uno de los monumentos más de dos culturas, se unen cuando sobre T oledo salta el
significativos y europeos de todo el occidente cristiano: arco como un deslumbrante relámpago de Jos que el
el «climax» de una corriente cultural que en el «ca- Greco pintara en tormentoso cielo sobre el paisaje de
mino francés» había encontrado uno de los grandes . la ciud ad hecha llama. Seguramente no se equivoca
catalizadores de la Europa joven ya cristalizándose. A González Palencia cuando dice (7): «Hacer Ja síntesis

42 43
de la vida de T oledo en los si~s XII y XIII será hacer llega a la revelación del presente, todo será p.::>co» (8).
la síntesis de la histo ria de E spaña.>> Tradición eterna e intrahistoria sor::. las dos ideas fun-
damentales del ensayo más trascendente de :Jnamr•no
¿Qué es la intrahistoria? ¿Dónde está, por consiguien-
La tradición eterna unamunesca te, la tradición eterna? La intrahistoria es el silencio
donde se apoya el ruido bullicioso de la historia, son
Y ya que en Unamuno recaemos constantemente, las quietas aguas abisales cuya piel líquida rozan los
no nos quedemos sin afirmar, aunque sea cosa sabida, vientos, es el suelo eterno y permanente sobre el que
que en sus ensayos En tomo al casticismo tendremos se sedimentará el limo turbio del río del presente, es
siempre que bucear cuando tratemos de penetrar el el fondo común y semejante y no el rasgo diferencial
alma auténtica de España, sus virtudes, sus vicios, sus y pasajero. En ese fondo está lo verdaderamente cas-
ca.racteres esenciales. En el primer ensayo , Unamuno tizo. lo original, que es lo originario.
surge entero en la idea básica de la tradición eterna. La historia actual, la llamada científica, trabaja
Toda la obra unamunesca es un anhelo de eternidad, hoy a favor de la intrahistoria, y deberá trabajar cada
un afán etemificador, un ansia de mirar todas las cosas vez más, y una de sus ramas, la historia del arte, es
sub especie aeternítatis. Su vida, incluso su vida diaria, la que más triunfos conquista y la que está llamada a
que fue como pocas presente, episódica y zarandeada, conquistarlos todavía mucho mayores. La historia del
es un combate pertinaz contra la actualidad.:. contra la arte, en muchos aspectos, es pura intrahistoria, y la
fugacidad~ fue una lucha contra el espíritu periodístico, historia de la arquitectura casi no es otra cosa más que
entablada a veces desde el propio periódico. St~. máxJ.. intrahistoria. Es intrahistoria porque la arquitectura,
m o orgullo: que se le llamara el español eterno: su tn su alma esencial, es producto de unos factores tan
soberbia, su tentación satánica: oir una voz secreta que vastos, tan difusos, tan solidarios de la tierra y del
le decía ser un hombre sin edad, ni de ayer ni de ma- hombre eterno que sobre ella vive, tan apegados al
ñana, de siempre. hombre como casta - --castizo-- y casi aí hombre como
La «tradición eterna» es un concepto que nos re· especie, que perdura por debajo de la piel mudable
sulta sobremanera caro~ es el vínculo siemple fluyente de la historia, tan propensa a toda suerte de erupcio·
y vivo que une el ayer al mañana; es la desaparición nes. L os monumentos arquitectónicos, no sólo los en-
-anegados en el lago intemporal- del pasado y el cumbrados, sino a '.'eces ep mayor grado los más hu··
futuro; es el hombre í.Jnamuno sin edad. Unamuno od.ia miJdes, sostienen al paso de los años una vigencia, una
el pasado, muerto y archivado por los bachilleres y frescur3. y una actualidad tan permanentes, que son
demás hidalgos de la razón. Quiere el pasado, el pre- la mejor imagen que puede encontrarse. L a mayoría
sente y el futuro en una sola pieza: la tradición eterna. no son de ayer, de hoy o de mañana exclusivamente,
...[ esa tradición eterna la vislumbra magistralmente co- sino de ayer, de hoy y de mañana a un mismo tiempo,
mo asentada en la intrahistoria. «T odo cuanto se re- y esto en mayor grado que pueda serlo una pintura.
pita que hay que buscar la tradición eterna ~n el pre- un drama o una novela, si salvamos muy pocas cimas
sente, que es intrahistoria más bien que historia, que inmarchitables. Piénsese, por ejemplo, en la Giralda de
la historia á.el pasado sólo nos sirve er:. cuanto nos Sevilla y se comprenderá al -~unto lo que es un mo-

44
numento eterno. ¿Habría algo más desacertado, más in- nos quedamos solos, destruímos nuestro arte, y para
comprensible para el sevillano de hoy que decirle que renovarlo tenemos que salir fuera de España para equio.
su Giralda es un monumento histórico? Como deda librar nuevwnente nuestro gusto, y apenas está éste un
el cicerone del cuento, la Giralda siempre la acaban poco depurado, volvemos a las andadas.» Y más ade-
de construir y al verla hace pensar que todavía unas lante: «l._,¡ o tenemos (iba a decir ni podemos tener) una
horas antes no estaba allí. historia de nuestros procedimientos técnicos, de nues-
tros estilos, de nuestras escuelas, porque en España no
es fácil relauonarlos todos en una unidad superior, en
La arquitectura y loa pensador• espaftoles un concepto genera}, en una verdadera escuela; y así
los puntos más altos de nuestro arte no están repre~
Dicho esto, permítaseme deslizar un reproche a los sentados por grupos unidos por la comunidad de doc-
pensadores, a los ideadores, a los teorizantes españoles trínas, sino por genios sueltos que, como Cervantes y
que para nada se han ocupado de la arquitectura, y Velázquez, forman escuela ellos solos». Qué duda cabe
en el fondo tampoco mucho de las artes plásticas, ab- que en esto, como en toda observación sincera hecha
sorbidos, por ser más de su oficio, por las artes lite- por un hombre inteligente, hay un fondo de verdad (la
rarias. Y, sin embargo, todos se han dado cuenta de misma verdad de W osler, cf. pág. 22), y de verdad por
su importancia. Ganivet decía (ldearium ) que «la sín- muchos repetida; pero la verdad no es siempre apodíc-
tesis espiritual de un país es su arte. Pudiera decirse tiCB:, matemática, puntual, podríamos decir, y, sobre
que el espíritu territorial es la médula; la religión, el todo, no lo es nunca en estas materias. Será siempre
cerebro; el espíritu guerrero, el corazón; el espíritu ju- una verdad aproximativa, que la vamos acotando al
rídico, la musculatura; _y el espíritu artístico, como una envolverla entre unos límites, y esto de una forma que
red nerviosa que todo lo enlaza, y lo unifica, y lo no es tampoco simplemente serial y matemática, como
mueve». Pero G anivet no pudo desarrollar sus ideas, y, por aproxirnacíón sucesiva, síno más compleja y me-
además, estaban, como es natural, teñidas en demasía nos lineal, más extensa, donde las fronteras no sólo
por el color de la época. Ganivet pensaba de la misma defínen por su posición, sino por su configuración, que
manera que, como dijimos al principio, pensaban mu- modifica siempre el núcleo de la verdad. Estas fron··
chos del arte español: como un arte de aluvión e in- teras se han modificado mucho desde tiempos de Ga-
vasión. <<Lo más interesante en estas anomalías que nivet, y se seguirán modificando. De estas nuevas con-
de nuestro carácter provienen -explica en su ldea- figuraciones algo hemos tratado y trataremos, sin duda
rium- es que no hay medio de evitarla imitando los con menor precisión de la que quisiéramos, en estas
buenos modelos y formando escuelas artísticas; nos- modestas páginas.
otros no queremos imitar; pero aunque q uisiéramos no ~ampoco en Unamuno y en Ortega hemos visto
podríamos hacerlo con fruto, porque n uestros m odelos, que la arquitectura produzca las incitaciones mentales
por su excesiva fuerza personal, son inimitables. Y así que hubiéramos deseado, y q ue no nos cabe duda h u-
se aclara el hecho anómalo de que, siendo tan inde- bieran enriquecido considerablemente el panorama del
pendientes, sea nuestro arte, cmno nuestra historia, una pensamiento español, ayudando al mejor conocimiento
continuada invasión de influencias extrañas. En cuanto de nuestra cultura . Nos duele que D. José Ortega y

46 47
Gasset, vecino de El Escorial -no sólo en un sentido dos, nexos y relaciones diversas entre las más variadas
espiritual-. y que ha llamado al monasterio. con in- ramas de la ocupación humana: arte, ciencia. litera-
dudable acierto, «la gr~n 1)iedra lírica de nuestra his- tura, política, deporte. etc., se expone a convertirse en
toria», nos haya dejado tan pocas sugestiones arquitec- un entretenimiento, a la fuerza ágil en ese saltar de
tónicas en su conocido ensayo que titula Meditaciones flor en flor con brincos y piruetas. pero intrascendente
de El Escorial (El E spectador). No pediríamos a Or- y a la larga vacío de todo contenído. A ese saltar, ne-
tega y Gasset un estudio arquitectónico de la mole gando toda frontera, entre arte y política o entre de-
herreriana, pero sí algo sobre aquella sugerente meta- recho y física, que ha gustado quizás con exceso a
arquitectura, donde,· como ha dicho Lafuente, el asce- algunos espíritus contemporát1eos, hay que volver a
tismo de las formas se une a k masa y tensión ya ba- oponer la realidad de aquel núcleo intrasferible de
rrocas. Sin duda Spengle;· nos hubiera dejado sobre cada una de las disciplinas humanas que las hace apa-
El Escorial algunas páginas admirables tratando de des- recer como entes de bien trazada personalidad, como
cubrir el secreto de aquella inmensa fuerza morfoge- únicos e irred ucti bies.
nética, símbolo de un espíritu español que se dispara Pero antes ya hemos hablado de esa unión íntima
delirante por la faz de toda la tierra con el gigantesco que existe entre la forma arquitectónica y su vahr
afán de encadenarla al cielo. Pero Ortega ha logrado simbólico. Esa unión la hubiese querido Valéry para
hablar de E l Escorial sin decir una palabra de arqui- la poesía, donde el enlace de las ideas con los grupos
tecttua ni utilizar nada de su terminología específica. de sonidos que las convocan es casi siempre arbitrario
El monasterio. tan presente, tan inmenso, tan aplastan- e hijo del acaso. La idea puede desarroliarse, lr.. sono-
te, no es más que un pretexto a la meditación monolo- ridad bella puede o no acudii'.
gad a, en la que no se da entrada dialéctica al perso- En el extremo opuesto la arquitectura está siempre
naje principal. construyendo con orden el efecto de sus figuras, y las
Es de justicia que hagamos una salvedad con Euge- ideas -aquí símbolos- surgen o no surgen. En poesía
nio d'Ors. que ha tenido constantemente una preocu pa· surgen o no surgen a veces las construcciones sonoras
ción por las cuestiones morfológicas de la arquitectura, del brazo de las ideas. :'odas las artes, en su ambición,
pero que nunca ha descendido de un plano demasiado buscan que tales enlaces broten en mayor o menor
genérico y universal para enfrentarse con la específica grado, y eso es lo que hace posibles los entes artísticos.
problemática del arte español. E n sus ensayos, o me- L a cultura de una época tiñe de un parecido color, es
jor «glosas>>. como dice el propio autor, tit!llados Las cierto, todas las manifestaciones humanas, pero éstas
Ideas y las Formas, nos anuncia la prosect.tóón de unos no dejan de tener su personalidad propia, independien-
estudios que, desgraciadamente, no hemos visto cum- te de la misma época y hasta de su mismo creador.
plidos. Valéry, en su ensayo sobre Mallarmé (Variété, Im ~
ha dicho: «Las intuiciones que nos excitan a producir
se forman sin tener en cuenta nuestras facultades de
Limites a la morfologia de la cultura
ejecución~ ahí están s~ vicio y su virtud. Pero la prác-
L a morfología de la cultura, entendida como una tica, poco a poco, nos habitúa a no concebir sino lo
disciplina ocupada en aprehender y clasificar parecí· que podemos ejecutar. Obra insensiblemente, restrin-

48 49
giéndonos a una economía exacta de ~uestras ambicio- mejor aún profundizar en el estudio del ente artístico
nes y de nuestros actos. M uchos se attenen a e~ta per- como perteneciente al área de la cultura dadr., er: con-
fección regular y moderada. Pero hay. en qu1enes /el vivencia con otros entes, todos hijos de la misma cul-
desarrollo de los medíos se hace tan eficaz y, ademas, tura, pero todos irreductibles en su esencia. Bntonces,
tan bien identificado con su inteligencia, que lleg~ a abund ando en la feliz expresión orteguiana. diríamos
«pensar», a «inventar» en. el tr.anscurso de /1~ eJecu- el arte, o tal arte, y su circunstancia, siendo est~. cir-
ción partiendo de los mediOs mtsmos .. La mustca, d~­ cunstancia la cultura, capaz, sin dt::.da, de imponer
ducida de los propios sonidos; la arqllltect~ra, deduci- ciertas características propias reflejándose mejor o peor,
da de los materiales y de las fuerzas; la literat~ra, de según la mayor o menor resistf'!ncia a romper las leyes
la posesión del lenguaje y no sólo de su papel smgular, inmanentes a cada arte.
sino de sus modificaciones: en una p alabra: la parte E n la arquitectura tales leyes hau alcanzado, por
real de las artee excitando su parte imaginativa, el acto muchas razones que no vamos a desarrollar aquí, fuer-
posible creando su objeto, lo que ~u~o aclarándoJ?e za singular, y la han alcanzado por dos caminos fun-
lo que quiero y ofreciéndome propositos a la vez u:- damentales - hablando sólo, del plano espiritual más
esperados y realizables al punto, tal es la consec~enc~a abstracto: de la arquitectura como pura creación del
de una virtuosidad adquirida y dominad a. L a ht.Stona espíritu-: por vía geométrica y por vía mneumónica.
de la geometría moderna svministraría a todo esto tam- En un peq ueño ensayo nuestro (9) afirmamos que «me-
bién ejemplos excelenteS)) . moria y geometría son d os buenos sillares pr..ra poder
Er estas clarividentes palabras de Paul V aléry. que- edificar alguna explicación sólida y amplia del len-
da bien patente esa realidad .de entes únicos qu~ tienen guaje arquitectónico». En ello seguimos. Ahora bien:
la poesía, la música, la arqmtectura, la geom.etna ... , las esta geometría y esta mneumónica serán matizadas por
artes y ciencias de los hombres, hasta obhgar a sus cada cultura, cada raza y cada suelo, y ahora nos im-
creadores a contar con sus leyes p ropias Y específicas, porta auscultar cuáles han sido estas matizaciones de-
con sus medios y h asta con sus técnicas. E n este n~­ bidas a la circunstancia española en virtud de una o
cleo irreductible y esencial debe pararse la audacia varias culturas determinadaf. de una o varias razas
sincretística de la morfología de la cultura. con sus características psicohístóricas y de un suelo con
En la arquitectura, como en la poesía, es d onde sus condiciones geofísicas.
este enlace de alma y cuerpo, idea y figura, es más
notorio y necesario. En la arquitectura, la metáfora,
el ornamento del lengu ~.je tiene alcance fundamtWtal Resumen a mitad de camino
de una figura simétrica o armónica ~sencial.
En vez de ahondar sólo en la morfología de la cul- H emos dado vueltas y más vueltas, girando de aqllí
tura, hay que ahondar a la vez en la morfolog~a propia para allá según nos llevaba nuestro c.iscurso; pero a la
de cada arte específico (componentes de esa m1sma c~l­ postre creemos haber apuntado algunas de las ideas
tura), en su pura inmanencia; pero no s_?lo en su m- que bullían en nuestra cabeza en tomo al p roblema
manencia formalista, sino en su inmanenc1a total, ?omo de la arquitectura española: 1. 0 Que frente a las afir-
realidades con cuerpo y alma, espíritu y matenél.; o maciones de los historiadores del siglo pasado, de que

50 ::JI
no existía originalidad en el arte español, la nueva crí- la~ condiciones de suelo y cluna. Sólo así nos halla-
tica ha demostrado algo distinto y más complejo, di- remos en el entorno de afinidades necesarias que harán
bujándose ya peculiaridades muy sabrosas de nuestro posible la contemplación comprensiva.
arte, lógicas por el cruce de culturas aquí habidas. :.,a percepción de nuestra arquitectura es la mayoría
2. 0 Que Oriente y Oc:cidente, Africa y Europa, han de las veces incompleta porque ni los españoles ni los
sido polaridad constante de nuestrB. historia, todavía extranjeros hemos acertado, en general, con el punto
vigente, como demostró ha poco la polémica Unamuno- de vista. A.! extranjero le falta alcanzar una verdadera
Qrtega. 3. 0 Que la forma en arquitectura es de impor- identif_icación con nuestro ser nacional, y al español le
tancia predominante y «simbólica» en sí misma. 4. 0 Que obnubila muchas veces su afán primario de reacción fren-
la arquitectura es una de las ventanas por donde po · te a nuestros obs¿rvadores de fuera. El forastero ve, por
demos asomarnos a la «intrahistoria», y que en este ~entraste, que es una manera de ver legítima, pero
aspecto ha sido demasiado descuidada por nuestros pen- mcompleta, y acusa con exceso tipismos y extravagan-
sadores. 5. 0 Que la morfología de la cultura puede cias que, como no acierta a explicar, achaca al capri-
esclarecer muchas cuestiones consideradas como «CÍI'· cho o la fantasía de un pueblo, a su entender, sin for-
cunstancia» del arte, pero que sus paralelos ingeniosos mación intelectual sólida. Nosotros, los españoles, equi-
se estrellan ante ciertos núcleos irreductibles de las vocándonos, reaccionamos con demasiada pasión con-
artes y ciencias consideradas como entes únicos. Por tra los juicios foráneos, pero poniéndonos a lét~ vez ~n
tanto, sin porvenir como disciplina seria, ha sido ya el punto de vista de los extraños y pretendiendo de-
superada. 6. 0 Que el arte en general -tampoco la ar- mostrar lo indemostrable: que nuestro arte o bdece a
quitectura- no puede considerarse como exclusiva- motivaciones equivalentes á las del arte occidental. In-
mente formalista ni como absolutamente espiritualista. sistimos, por lo tanto, en el mismo error de perspec-
7. 0 Que, dados estos supuestos es pertinente dibujar al- tiva, pero con el inconveniente de que, al intentar con-
gunas características genuinamente españolas, castizas, ciliaciones imposibles, nuestra pintura pierde: viveza y
de nuestra arquitectura. 8.0 Que ya dijimos algo sobre nervio, borrando y envagueciendo nuestros propios va-
dónde encontrar tales características cuando afirmamos lores.
que España, entre Oriente y Occidente, entre Africa y P or ello será siempre interesante todo libro extran-
Europa, se hallaba a sí misma precisamente en dicho jero que enjuicie y describa nuestro arte, porque nos
«entre». p resentará una pintura viva, ~olorística, aunque ado-
Si para comprender una obra de arte es menester lezca de pintoresquismo. Nos descubrirá por contraste
cierto .adiestramiento -un punto de vista idóneo-, peculiaridades nuestras que a nos.otros nos pasan qui-
para ~alorar rectamente el arte --en este caso la ar- zá inadvertidas, y nos hará, por ende, meditar i:ras el
quitectura de todo un país- es menester, con mayor verdadero conocimiento de las aparentes anomalías.
razón ,: extremar el cuidado en la elección de tal punto No debe ser nuestra pintura la negación a tontas y a
de vista. Para valorar la arquitectura e~pañolc.. debe- locas, sino la aceptación de lo mucho que hay de ver-
mos, : por tanto, considerar todo aquello sobre lo que dad en estas apreciaciones extranjeras y la integración
venimos insistiendo. Debemos conocer la compleja his- de las piezas de ese mosaico deslumbrante en el pro-
toria de nuestro pueblo, sus dualismos y contrastes y fundo substratum nacional 'Jonde todo se; explica. Ne-

52 53
cesitamos, pues, conocer nuestra intrahistoria, como PARTE SEGUNDA
quería el maestro Unam uno.
Tenemos, pues, que medir la arquitectura española
con el metro adecuado y superar las visiones incom-
pletas de los extraños y de nosotros mismos.
«Las formas que vemos fuera tienen un
,ientro como lo tenemos nosotros, y así
como no sólo nos conocemos, sino que nos
somos, ellas son.»

UNAMUNO.

Conceptos básicos de espacio y tiempo


en el arte del Islam

M ucho se ha escrito sobre el arte del Islam en sus


tres grand~s grupos; persa, árabe y turco. A nosotros
nos interesa sobr~ todo el grupo árabe y, más concre -
tamente, el híspanomaghrebí.
La raíz del arte islámico ha sido estudiada frecuen-
temente desde el punto de visto teológico y. como co-
rolario, bajo el subsiguiente de la postura del hombre
oriental ante la Creación, con su Yo transpe rson al ane-
gado en la substancia superior - D ios, Kismet-. Tam-
bién bajo el aspecto histórico, analizando la rápida pro-
gresión mediterránea. del islamismo, sin tjernpo para
decantar una cultura propia, y llevando tras sí, pro-
visionalmente, un bagajr: de acarreo cual la impedi-
menta del nómada. Asimismo bajo el determinismo geo~
físico del desierto y del oasis.
Louis Massignon (1) fundameJ."lta el arte musulmán
sobre la teología islámica y sobre el atomismo tempo-
ral de los axaríes. Sólo D ios es permanente; no hay
duración fuera de D ios y sólo instantes que plugo a
Dios crear. E stamos de acuerdo con tal punto de vista,
que nos ,-:arece cap az de aclarar muchas cosas.

54 55
La aritmología griega estudia el número puro como logía ára be. Por lo tanto, las funciones espaciales }'
un conjunto no numerable, no atomizable; el tres no temporales musulmanas son -:::minentemente disconti-
es la suma de tres unidades, sino la triada; el djez, la nuas. Sin embargo, es curioso considerar cómo a través
década, etc. l)or eso los griegos se servían del alfabeto, de varios siglos el concepto de discontinuidad, de re-
de signos o de figuras para representar sus números creación constante. de la teología musulmana se enlaza
puros. En cambio, para los musulmanes no existen con la nueva realidad del mundo físico discontinuo de
formas o conjuntos en sí, sino las agrupaciones casua- la ciencia moderna: con la teoría de los cuantos de
les que han dado eventualmente lugar a ellos y que Planck , con la emanación de la energía por cuantos,
no permanecen ni tienen validez intrínseca, porque sób por cantidades discontinuas, por saltos. Sobre esta su-
Dios es permanente. La única entidad real es ese átomo mación por saltos nos extenderemos al tratar del for-
transeunte que invalida toda permanencia formaL Si malismo arquitectónico mus ulmán y de su sentimiento
los griegos se complacen, lo mismo que en los números espacial.
enteros, en los poliedros bellos y en las esferas. que F rente al Cccidente, integración y continuidad, el
son formas cerradas e inmutables, los árabes sólo Oriente opone numeración y discontinuidad. El Oriente
comprenden la constante fluencia de las formas abier· expresa en su arte esa suma de átomos temporales y
tas y el número sucesivamente descomponible. E ra espaciales, sin continuidad, sin duración más que como
natural que fueran los árabes los inventores de la nu- suma de puntos o de instantes. El Occidente se gozó,
meración verdaderamente aritmética y sus guarismos. en cambio, en la continuidad tersa, melódica. cerrada,
De la misma manera, toda la decoración musulmana redonda y suave como un torso praxiteliano. Oriente
se basa en el atomismo diferencial y en la repetición se caracteriza por el polígono acercándose sucesiva-
insistente de motivos abiertos . Pero este atomismo está mente al círculo, pero sin . llegar al limite; Occidente,
formado por elementos extraordinariamente pequeños, por el limite mismo: el círculo.
que no llegan a ser, con todo, infic:itamente pequeños,
infinitésimos. A la cultura árabe no le fue dado alcan-
zar el concepto de límite, gloria del espíritu fáustico El espacio en la arquitectura 1116mlca
occidental. En esta operación de tomar lími.te0· o de
pasar al limite está el fundamento del cálculo infinite- Sería tarea para desarrollar en otro lugar, con cum-
simal. Salvo la operación de tomar límites, puede decir- plida apoyatura de ejemplos, el problema del espacio
se que en la decoración de árabescos, en la lacería de arquitectónico entendido a la manera del arte islámico.
polígonos del arte musulmán se halla implicito el cálcu· Se ha venido a decir que en la arquitectura musulmana
lo infinitesimal. Falta pasar de la sumación de extraor- no existe el ~enti m iento del espacio, y esto es absoluta-
dinariamen te pequeños a la integración de infinitamente mente falso. Lo que sucede es que el espacio occidental
pequeños. Falta pasar del signo ~ al f. es continuo, perspectivista y, por consiguiente, fugado;
Había lógicamente de ser así, tod a vez q ue el ato- tiene convergencia y punto de fuga . ·s n cambio, el es-
mismo musulmán, por muy atomismo q ue sea, contra ~ pacio, digamos árabe, es de índole totalmente djstinta.
dice el principio de continuidad , el princi pio de la Como nuestro espíritu presente, superficial a veces,
duracjón , inexistente, como acusa M assignon, en la teo- opera sobre conceptos occidentales -aunque si ahon-

~6 57
~,

dásemos en nuestra raíz popular española e.ncontraría- la vista o ruptura p or pantallas arquitectónicas de la
mos pronto otras vivencias espaciales-, equiparamos fluencia del rayo visual. L a índole ofuscante de toda
sin querer, y demasiado dt. prisa, espacio a perspectiva la decoración musulmana -alicatados, yeserías, arro-
y fuga, y más ampliamente a continuidad. cabes y estalactitas- sirve a esta particular concepción
Pero es hora de que rescatemos el olvidado con - del espacio.
cepto del espacio árabe, que es ei que a Jos españoles E l espacio occidental se ha llevado al teatro merced
nos interesa. :Je mí sé decir que como arquitecto he al uso de las bambalinas, que, saliendo de los costados
sentido en la Alhambra de Granada, en sus estancias, de menos. a más, .v~ form~d o el campo convergente
en sus yatios y en sus jardines, las emociones espaciéi - ?el espacw. El cnteno mon sco, en cambio, opera a la
Ies más intensas de mi vida. En el palacio nazarí nos ~versa, llenando precisamente ese campo con bamba-
hallamos ante un espacio formado por la estratifica- Jmas -pantallas arquitectónicas más o menos diáfa-
ción sucesiva, degradada desde el espectador hasta el na~ para que la ~sta salte de uno a otro espacio,
fondo. de pantallas planas más o menos porosas; está perdiendo la sensación de continuidad. Podemos ex-
producido por saltos de espacio. Podríamos llamarlo es- presar esto por dos figuras esquemáticas (fig. I.-).
pacio cuántico formado por emanación de cuantos espa-
ciales. Permítaseme una comparación no demasiado aca-
démica. R ecuerdo la peculiar sensación espacial de
recurrente propagación sentida de niño cuando me ha-
llaba sentado en una peluquería con un espejo al frente
y otro a la espalda. El espacio recluso entre estas dos
p ~~redes se iba repitiendo por saltos planos degradados.
hasta la completa ofuscación de la vista. Téngase bien
en cuenta que la~ mirada no llega a ver nunca en esta
experiencia el punto de vista del ínfinito, y que si
tenemos conciencia de él es por un acto puramente ;n- (a)
telectual: por la operación mental de pasar al límite,
que fue lo que hizo, ni más ni menos, el espíritu occi-
dental al crear el método infinitesimaL
~
Ahora bien: en el espacio infinitesimal de Occidente
ese punto de fuga nuestra vist::~. lo ve realmente muchas
veces, ':)arque las perspectivas se han condicionado ar
,2: .
tísticamente con vistas a este efecto. Tal es el caso de
los jardines de Le Notre y la escuela francesa, donde
? """"~

llega a su máxima expresión el espacio fugado . En


cambio, el espacio «cuántico» morisco desconoce la Figura. I.a ~¡
fuga y aun parece que a veces voluntariamente la pros- ( b)
cribe valiéndose de muchos recursos: ofuscación de

58 :J9
:.~n la arquitectura islámica, en la his¡;anomaghrebí si queremos descu brir el patsaJe y buscar una meta a
y sobre todo en la nazarí de la Alhambra, éstas que nuestra mirada, todavía tendremos que encerramos en
hemos llamado pantallas arquitectónicas alcanzan . por el cajón perfectamente diferenciado qm~ antecede a la
tanto, un papel preponderante en la formación del es- ventana y, más aún, entre este último espacio y el pai-
pacio. Suelen constituirse por arquerías sobre colum- saje se nos interpondrá una postrer pantalla formada
n.as, que en los ejemplos más avanzados llegan a tener por un hueco geminado con columna medial y dos
inusitada esbeltez. Estas columnillas de mármol. finí-· huequecillos con celosía en lo alto (fig. 2:). U na suce-
simas, fueron muy del gusto de los conquistadores cris-
tianos y se siguieron usando en la Andalucía renacen-
tista y barroca, dando lugar al llamado «orden an-
daluz».
Uno de los más nobles y signifkativos espacios de
este género, formado por sucesión de pantallas, es la
Mezquita de Córdoba, donde no existe el punto de
fuga, sino el fondo plano de la kibla; mas antes de
llegar a él la vista se encuentra ya ofuscada.
En la ampliación de la mezquita en tiempos de
Al-H akam aparecen ya en plenB. significaciór. estética
unas mágicas pantallas de columnas y arabescos -ver-
dadero filtro visual para el salto espacial- que ante-
ceden al mihrab (lárn. ~V).
En la Alhambra granadina es donde hallamos los
más reveladores ejemplos de este espacio discontinuo
-«cuántico>>-·-- musulmán (lám. U, a) y los más deli-
ciosos juegos de pantallas de columnas . Tomemos al
azar algunos ejemplos. Si pasamos desde el Patio de Fig. 2.• - Alhambra de Granada. Es-
la Alberca hast?.. el paisaje final que se descubre por quema planimétrico del Patio de la
Alberca, !:3ala de la Barca y Sala de
las ventanas del Salón de Comares, percibiremos la Comares.
notoria discontinuidad del ámbito espacial recorridc:
tras la pantalla de columnas del pórtico la impresión
espacial del Patio de la Alberca chocará con el con-
traste de la Sala de la Barca. corta y ancha (típicas salas
musulmanas de crujía estrecha); contradiciendo la di·
rección del tránsito visual, hace el papel de un puro sión parecida la encontramos en la serie: Sala de las
cuanto espacial~ luego nos encontraremos dentro del dos Hermanas, Sala de los A jimeces (otro nuevo cuanto
cubículo angosto de los muros dobles y por fin pasa- espacial) y Mirador de D araja (cubíctdo espacialmente
mos de salto en salto a la cuadrada Sala de Comares: diferenciado por arcos de mocárabes) (lám. 11, b). E n

60 61
leo exquisita Sala de las Camas las pantallas de colum~ lo tenemos en la mezquita almohade de la Qasba de
nas producen el espacio ~strat iforme, 1, 2, 3 (fig. 3..). Marra!<:ech, donde el gran patio se divide ~n cinco, uno
En ei fabuloso ?atio de los Leones hallamos las más grande central y cuatro pequeños laterales, y sólo me-
diante pantallas de arquerías, sin que justifique la di:;·
posición ninguna necesidad orgánic?. del edificio (fig. 4.').
\

Fig. 4. 9 · - Marrakech.
Qasba. M e z q u i t a .
Fraccionamiento de 1
espacio del patio et1
cinco compartimentos,
mediante pa ntallas de
arquerias. Obsérvese
cómo el patio grande
y los cuatro menores
tienen la misma pro-
proporción.

Fig. 3.~ - Alhambra de Granada. Sala cJ.e las Camas. Triple Conviene que h agamos resaltar un remoto antecedente
estratificación cl.el espacio.
de esta especialidad que hemos visto culminar e': el
p alacio nazarí: el p alacio asirio de K orsabad y dentro
de él concretamente uno de sus templos (fig. 5."'). Com-
inspjradas variantes de pantallas de columnas que son párese su parecido con la figura 2.a En el origen, tales
motivo para que inmateriales juegos de luz fraccionen d isposiciones obedecieron, sin d ud a , a las exigencias
el espacio recluso entre el capricho de la tenue arqui~ de la estructura abovedada de ladrillo (gruesos muros
tectura (lám. VI). y cortas luces), pero luego d ieron lugar a un verdadero
YJn ejemplo sintomático de cóm o los arquitectos sentimiento estético perdurable aun cuando las razones
hispanomusulmanes gustaban de fraccionar el espacio técnicas no lo imponían . Con esto hacemos radicar tal
62 63
sentimiento en las primeras manifestaciones conocidas ficialmente mediante la intromisión de un arco trans-
de la arquitectura oriental . verso o atajo de medio punto cabalgando sobre co-
, Pe~o ~am~s a detenemos en otro ejemplo por de- lumnillas? He aquí la revelación clara de una pura
mas Signnfcattvo, el pequeño :)ratorio del Partal, si·· preferencia estética sin adarme de razón práctica. La
diferenciación espacial se acusa marcadamente en la
individualización de los diversos techos, absolutamente
autónomos· el techo plano del espacio B, la cubierta
en forma de artesa del espacio e y la cupulilla de
l'llOCárabes del espacio D (mih rab). Esto da lugar al
espacio ~ompartimentado, que adquiere categoría de
invariante a lo largo de la arquitectura española. Una
versión occidental de este mismo oratorio sería la re-
prc~:entada en la figura 7.', b: se hubiera suprimido
la segmentación artificial del espacio central en B y C,
y los espacios A y D se hubieran acordado al espacio
central mediante una inflexión normal que gobernaría
la relación de las partes bajo la unidad del todo. El
derrame de la puerta de entrada y el nicho de la absi-
d iola con su bóveda en cuarto de esfera carecerían de
autonomía y qued arian coordinados al conjunto.
Fig. 5. 8 - Palacio de Korsr-.- E ste mísmo concepto del espacio se lleva a 1as por-
bad. Planta de uno de los tem- tadas exteriores de los edificios musulmanes, antepo-
plos con el patio anterior. niendo a ia puerta propiamente dicha un breve y bien
diferenciado espacio, abierto al exterior por un gran
tuado a Oriente del Patio de los Leones, entre la T orre arco que constituye el rasgo esencial de la composi-
de las Damas y la de los Picos . Es un bellísimo ejemplo ción. Uno de los rr1ás hermosos ejemplos es la portada
de capilla doméstica del siglo XIV, de menguadas di- del ·2orral del Carbó n (lám. ITI, a), en G ranada, bellí-
mensiones (4.16 por 3 m.). En tan reducido lugar era sima fachada donde bajo las líneas de un esquema
difícil precaver una sensación de multiplicidad espacial grandioso juegan con suprema delicadeza Jos huecos
y, sin embargo, los planos y los esquemas que hemos unitarios y binarios. Esta particular formación de las
dibujado sobre ellos nos demuestran con cuánta habi- portadas alojándolas bajo grandes antecapillas fue de
lidad la lograron los alarifes gr~nadinos (fjgs. 6." y 7. ·). largas consecuencias para la arquitectura española; luego
El primer espacio (A) lo constituye el cubículo de la nos extenderemos algo sobre ello, pero ahora no re-
puerta entre dos arcos; a querer, podría decirse que su sistimos a la tentación de mostrar una portada del re-
justificación radica en la conveniencia práctica de alojar nacimiento español, cuyas semejanzas con la del Corral
las hojas de las puertas cuando ésta está abierta. ¿;ero del Carbón son sorprendentes: la del P alacio de M ira-
qué se nos dirá del segundo espacio (B), creado arti- flores, en Ecija (lám. III, b). ·:

64 65
Adviértase el papel interesantísimo que juega en
estas ~siones o pantallas planas~ hueco geminado,
mal llamado, aunque usualmente, ajimez, la ventana
característica de toda Ja arquitectura nazarí. Antes de
cada hueco (miramos desde el interior) hay un pequeño
nicho o cubículo, verdadero «cuanto» espacial, y ]a
abertura gemela, con su manifiesta dualidad. rompe la
impresión de unidad focal, de punto de fuga (lám. ll,
b y e).
La misma sucesión estratiforme del espacio en sen-
tido horizontal la hallamos en sentido vertical cuando

(a.) ([J)

Figura 7.a

nos topamos con el cierre alto de techos y bóvedas.


:__a degradación por estratos planos se logra mediante
las caprichosas trompas, tambores, estrellas formadas
por entrecruzamiento de arcos, paneles estalactíticos,
Fíg. 6.r. - Granada. Alhambra. Oratorio del Partal. Admi-
etcétera. La sucesión mágica y ofuscante da lugar a
rable ejemp1o de espacio compartimentado. ese peculiar espacio cueviforme de que nos b.abla
(Dibujo de Torres Balbás. De la Revista .Al-Andalus~.) Spengler. ~os primeros ejemplos los hallamos en las
bóvedas estrelladas de la Mezquita de Córdoba y en

67
66
las del Cristo de la L uz, en T oledo. L a Alhambra posee conductor inmaterial de todo el perspectivismo focal,
también ejemplares sorprendentes, entre los que destaca saeta lanzada al punto de fuga en perfecto y rectilíneo
la bóveda de la Sala de los Abencerrajes (lám. liT, e). tránsito -suite-. :Jonde este eje adquiere su mayor
Las armaduras musulmanas y mudéjares, con sus cua- importancia es en las naves de las catedrales góticas
drales y tirantes, sus faldones y almizantes, producen y en los conjuntos interiores del barroco europeo. No
la misma sensación hacia lo alto de espacio a saltos. en balde, en ambos casos, tocamos las más altas ma-
Ningún. ejemplo abonarfa nuestra tesis mejor que la terializaciones plásticas del Occidente.
armadura alboaire de la P arroquia de la Seo de Zara· En la arquitectura oriental las cosas van por muy
goza. de la que hemos dibujado un perfil esquemático distinto camino . Este eje no existe para nada como
de sección por la línea diagonal (fig. 8."). Todos los enhebrador del espacio. Primero, porque eje significa
continuidad, suite, y segundo, porque representa foca-
lidad. orientación única. L a con.tj . · ya hemos visto
cómo ~;e convierte en discontinuidad, y la focalidad no
existe. _La dirección~ ns orma en multiple, y
Ja línea recta, en quebrada. L a sucesión de espacios
se verifica, por lo tanto, por saltos y por conexiones
ortogonales, a escuadra. E sto lleva consigo la sorpresa
y el asombro de todo lo impremeditado, de todo salto
y de toda media vuelta. «En la Alha lta-S~ de
r<'ig. B.o. - Zaragoza. Parro- una sala a otra, sin má mo ar uitect · u:¡ el
quia de La Seo. Armadura, del des lum ram1ento o el de as.Qlllbta», ha dicho
perfil. CORT[. DIAGONAL
acertadamente Camon. Un paso más y damos en el
milagro y en la magia.
Los primeros palacios árabes conocidos, ~1xatta,
cimborios mudéjares y góticos y muchas bóvedas del Balkuwara (cuya planta tiene tan curiosas semejanzas
1enacimiento y -del barroco serán luego rep·~tición en cor< la de El Escodal) y üjeidir, conservan todavía en
mil va riantes de este mismo concepto espacial (lámi- su traza planimétrica la tradición del campamento ro -
na III, d). mano y, por ende, una simetría heredada, pero no sen
tida. Se destaca ya el particular inten5s por los espacios
abiertos -patios-, alrededor de los cüales la.S estancias
e agrupan por agre:gación cie a - ~ P-oco e.. oco
oco estos patios q ue estaban coordinados al con-
H asta aquí hemos hablado de la manera hispanomu· - JUnto simétnco se valen por sí mismos y se crean
sulmana de sentir el espacio; ahora vamos a ver cómo unidades autónoma~ gobernadas por ellos. '?al es ya
estos espacios se articulan en vastos con'untos. . el caso de Madinat-al-Zahra, que se reflejará eh la
Más o menos, en a sucesión de todos los espac1?s disposición de la Alhambra. El p alacio de Yusuf 1
de la arq uitectura ~nt al existe implícito un eJe, consta de dos patios sensiblemente paralelos, el de

68 R.C. y\t~\c \~ 1 c;.-)f..¡ 69


. ~

Machuca y el de la Alberca, como acostados uno al


lado del otro y como desconociéndose mutuamente. lo mismo que en la composición de un cuadro o de
un motivo decorativo, · deben estudjarse las proporcjo-
Cada patio está ocupado en su propio mundo, cerrado
nes, acentuar los elementos significativos, destacar los
en sí mismo. El conjunto de la planta adolece de
inercia, de falta de vitalidad. Sin embargo, cuando dominantes, ponderar el equilibrio de las partes. La
Mohamad V construyó su nuevo palacio alrededor del belleza que reflejan las plantas es la expresión de una
Patio de los Leones, fuese por imposiciones del terreno ley operante en las elevaciones.
En la planta de la Alhambra el contraste radica en
o por una consciente voluntad de agrupamiento, lo
la diferente orientación de los dos rectángulos del Patio
de la Alberca y del de los Leones; siendo casi análogos
en proporción y dimensiones, sólo la diferencia de
orientación podía procurarlo. Dentro de este esquema
ortogonal, las estanciJ.S y patios menores se disponen
llenando . huecos, formando una sólida trabazón lo
mismo que las piedras pequeñas ocupan los hu~cos
que dejan los grandes sillares cuando unos se colccan
a soga y otros a tizón . Resulta, por consiguiente, una
comQosición compacta y expr~a, que sin esta:L" dirigi-
da por una rígida simetd a -que a veces resulta banal-.
o~?ece, sin. e~bargo, a las "~leyes generales de la gr.a~
rn..á.Hea-de- ~estF-acto. El genio español ha tenido
u~a particular sensibilidad para crear estas composi~
c1ones trabadas y asimétricas de directriz quebrada .

El volumen en la arquitectura hlspanomusulmana


Fig. 9.a - L<;. Alhambra. Planta. Los dos primeros patios se
acuestan paralelamente. El Patio de los Leones se organiza Hemos atendido al espacio, al interior, al dintorno;
ortogonalmente. Feliz hallazgo en cuanto a la articulación nos queda por ver el exterior de este espacio, el con-
de grandes espacios. torno, y recaemos, por tanto, en el volumen. Espacio
y v~lu_men son dos h .1c~s de un mismo problema arqui-
hizo siguiendo una dirección ortogonal a la del Patio tectontco, y con ello~: f1gura de la mano el tiempo, el
de la Alberca. El resultado fue felicísimo y la planta tempo, de los ritmos en que estos espacios y volúmenes
del conjunto palacial de la Alhambra, tal como hoy se suceden.
la vemos, adquirió una vitalidad y un nervio antes Aquellos interion~s cerrados y cueviformes forma-
carentes (fig. 9.&). No olvidemos que la composición dos por yuxtaposición de elementos es aciales an
de las plantas no está exenta de la aplicación d~ los l~gar. ~ una e...xpreslün vo um tnca (externa de -!}tan
mismos principios que gobiernan las artes del dibujo sup_gl_lctd e.ometnca en sus elem~l) to..s_ im.plen-,-peró
en general y del dibujo abstracto en particular, y que, de notab!~ var~edad y comp e)1 a en su conjunto, por
70 71
/.--~ -. ._
1 (V¡¡f C· \~!\
nas nacidas de una estricta intención volumétrica, cons-
la agregaei6n--du ~ ene.s_py_ros y por sus ~netra- trucciones sin interior, tales como la Giralda de Se-
--cioues, que dan lugar a tina curiosa arqmtectura- c.:::te- villa y la P uerta de la Justicia, de la Alhambra, ante
rior que, utilizando un término cristalográfico, llama- las que nos quedaríamos perplejos. Si en la Alharnbra
ríamos arquitectura «máclica» (fig. 10). Cabe pregun- sentimos las más profundas sensaciones espaciales, tam-
tarse si._.e sa sensibilidad para los conjuntos corpóreos bién encontraremos, y así en tantas obras moras o
ha sido consciente en los arquitectos árabes o sólo moriscas, las más puras y agudas impresiones de vo-
producto del azar al construir de den.tro a fuera. co~ lumen.
desprecio, muy musulmán, del extenor. Aunque as1 L a impresión que nos produce el palacio-alcazaba
fuera, desde el momento que eJjste una consciente de la Alhambra, encumbrado en el cerro que domina
la ciudad y la vega, es el de una aguerrida fortaleza
de cúbicas torres bermejas. Pero la aridez militar se

Fig. F ·- Granada. La Alhambra. Juego de abstractos y


elementales volúmenes: prisma y pirámide, rectángulo y
triángulo. La variedad de .los ejes hace que aparezcan múl-
Fig. 10. - ·- El Caíro. Mezquita de Ibn-Tulum. <<Sahm» Y al - tiples facetas al espectador lejano. Los elementos dominan-
minar. En primer término, el templete de la fvente con su tes orde:Jan la pintoresca diversidad.
cúpula sobre planta cuadrada, mediante trompas que al
exterior se resuelven en plaoos escalonados, dandp lugar
a un verdadero conjunto «máclico». El gótico tardío espafiol quiebra por la gracia límpido. de unos volúmenes per-
repetirá frecuentemente esta misma fórmula.
fectamente acordados a la topografía del paisaje. Si
la descubrimos por su flanco oriental, la Alhambra
voluntad form de dentro a fuera, tales volúmenes no nos dejará traslucir parte de su secreto interno, porque
senan resultado de la casua a , sino pura expresivi· en medio de los grandes cubos defensivos aparecerán
dad externa del interior, siguie:udo la fórmula racio- torrecilias~ edículos. templetes, construcciones múltiples,
nalista de los arquitectos más modernos. que, repitiendo los mismos temas geométricos esencia-
Además, tenemos obras entre las hispanomusulma-
73
72
les y recorriendo una larga gama de volumétricos ma- Espumando entre los elogios poéticos de la musa po-
tices, nos manifestarán toda la refinada complejidad pular y erudita española. veremos cuán buena parte se
de la vida interior. Los únicos motivos son el cubo y llevaron nuestras hermosas torres. La Giralda, sobre
la pirámide, que, proyectados en la pantalla plana de todas ellas, es el epítome sumo de España; su lección
la visión, nos producen una abstracta y delicada armo- perdura en miles de torres españolas, algunas tan des-
nía de rectángulos y triángulos. Confusión y anarquía tacadas y españo1ísimas como las de las catedrales de
se vencen por la fuerza rectora de 1as formas domi- Toledo y Segovia (lám. I).
nantes, bien jerarquizadas desde la máxima de la es-
pléndida Torre de Comares a las otras subdominantes
de grupo (fjg. 11). Características de la estructura decorativa
La arquitectura hispanomusulmana es una arquitec- hispanom usu hí·~ ana
tura de volúmenes que no debe confundirse con una
arquitectura de masas, pues los volúmenes de esta ar- La intención de cubicidad de la arquitectura his-
quitectura nunca pesan; tal es su pura e ingrávida geo- panomusulmana impone leyes s~veras a .la decoraci~n
metría, limpiamente aristada, que los hace ligeros, sin mural. En primer lugar una estncta-.. .e1anJtud , es decu,
que se perciba nunca una sensación de materia, evité:. un leve relieve. Una decoración vigorosa-y de fuerte
da merced a la planitud de las superficies"sin relieves modelado destruiría la limpidez geométrica del volumen
fuertes. cúbico. Pa ue las fOrmas pr s Jeas se im ,_QQgan
Esta «volumétrica» es siempre de formas cúbicas e"Sllrenester conservarta rersura e sus caras. La exal·
o poliédrjcas, aristada. eludienlo en toda ocasión los taCion e vo u -m e va aparejad a la fide 1 ad y res-
cuerpos redondos. En la arquitectura hispanomaghrebí peto al plano que lo conforma. La decoración hisp~no­
no existe el cilindro ni la cúpula (en parte, claro está, musulmana es una decoración absolutamente plamsta.
por razones tecnológicas nacidas del_ material árabe P.Q,r En esto se afirma una constante oriental nunca des-
. excelencia: el ladrillo), lo que ha dado lugar a la escasez mentida. El arte mesopotámico, egipcio y persa ha
. e cúpulas espano a y a que en el barroco la forma desplegado, tersas, las más gigantescas superficies ar-
esférica se sustituyera por la poliédrica de las cúpulas
quitectónicas. . ,
de cascos sobre tambor prismático. Las pocas cúpulas Pero la coordinación volumen-plano se apneta mas
hispanomaghrebís que puedan citarse son remate insig- todavía cuando se convierte en cubo-cuadrado o pdsma
nificante de un conjunto «máclico». rectangular-rectángulo. Tal sucede en la decoración his-
De la misma manera que España es un país sin panomusulmana, donde todo se ordena en una rígida
cúpulas, y por eso sorprenden más las innumerables disciplina geométrica bajo la fija decisión del ángulo
que surgieron en Nueva España, es el pueblo por an·· recto. , Todo el QIDatG-S suje~R--f-i.l:.t:nes_e_nc_uad¡a-
tonomasia de las torres. Nada colma el orgullo popular mjentos_ e se encierra e_iaf)i-a · verd'tlta "de
de los españoles como las altas torres de su ciudad o
un jardín. .
de su aldea. Los encumbrados campanarios fueron el la~composición decorativa de los l~enz~s plan.os
lujo máximo de nuestra arquitectura y hoy s?n l.os estos encuadramientos o cuadraturas seran SJgno dJs-
vigías más nobles y característicos de nuestra htstona .. tintivo y diferencial e influirán en el desarrollo todo
7~,
75
ri
de la articulación del muro, acusando la horizontdi- 1

es elemento característico de toda la arquitectura his-


dad y la proporción cuadrada. Bajo este aspecto no panomusulmana; pero el afán de cuadratura lleva a
es preciso que destaquemos la importancia señaladí- encerrar el arco dentro del alfiz, y hasta es frecuente
síma del alfiz en toda la arquitectura española. Desde que por sus arranques corra m:.. dintel, quedando. e l
que Mohamad I reconstruye la Puerta de San Esteban arco verdaderamente aprisionado en un cuadrado. Dm·
de la mezquita cordobesa y Al-H akam II enriquece tel, arco, alfiz van formando una serie estratificada de
elementos con falta de lógica tectónica por su redun·
dancia y evidente pleonasmo. Nluchas portadas es~a­
l"i.olas adolecerán luego, a su vez, de esta redundancia.
C.n estas puertas de la mezquita quedará también plan-
teado el tipo de decoración suspendida esp~o.la, cuyo
nacimiento puede obedecer a una causa practica: a1s-

Fig. 13. - Córdoba. M:z-


quita . Fachada del Mih-
rab. Sen sación de apl.o-
mo, equilibrio y reposo,
Fig. 12 - Córdoba. Mezquita. Portada de la Ampliación debidos al predomonio de
del Al-Hakam U. Decoración plana dentro de rígidos en- la proporción cuadrada.
cuadramientos geométricos . Repetición de elementos sin
sentido tectónico . Decoración suspendida; es decir, en las !aria de las partes bajas más sometidas al desgaste Y
zonas altas.
más embarazosas, y a una p referencia estética surgida
de la propia estructura de las arcadas do~I~s de l_as
luego y tipifica esta clase de portada (figs. 12 y 13) y naves de la mezquita, donde toda la decorac10n gravita
decora la portada del mihrab del mismo santuario, la sobre Jos fustes lisos de las columnas.
suerte está echada y la arquitectura española seguirá En la fachada del mihrab de la aljama cordobesa
de cerca o de lejos estos modelos. predomina, como puede verse en el sencillo trazado
El arco, bien sea de medio punto o de herradura, esquemático (fig. 13), la proporción cuadrada, merced

76 77
Georges Mar~ais lo han demostrado (2), probando hasta
a la que se logra esa sensacwn de calma, de perfec~o dónde llega la sutileza de las obras musulmanas, donde
reposo . La proporción cuadrada presta a las. composi- los ejes de simetría se superponen en lugar de yuxtapo-
ciones arquitectónicas esa viril solidez hacta la que nerse, dando lugar a simetrías solapadas o entrecruza-
tiende siempre la arquitectura de nuestro país. das (Patio de la Mezquita de Kairuan, Patio de los
El programa arquitectónico de una mezquita es Leones de la Alhambra, etc.).
tan simple, que en su origen no fue sino un vallado, Las consecuencias de esta decoración atectónica,
uno de cuyos lados se orienta hacia la Meca para que aplicada, colgada y circunscrita a puntos singulares
allí miren los fieles durante Ja plegaria. Si luego la (portadas), las veremos a todo lo largo de nuestra his-
fuerza del sol hizo que se cubriera parte de este recinto, toria arquitectónica.
no por eso varió su aspecto exterior: un simple muro Antes de terminar estas consideraciones sobre la
ciego. Con ánimo de romper la monotonía de este arquitectura hispanomusulmana, cuya área geográfica
muro, más que de atender a su solidez co.c. unos con- se extiende a ambas márgenes del Estrecho: Andalucía
trafuertes que no tienen ningún papel activo, se in- y Magreb, conviene insistir en que no se trata de un
terrumpió de vez en vez su superficie por unas torres arte ajeno a España, totalmente importado, meramente
que aparentan grandes contrafuertes rectangulares_. El árabe; es, por el contrario, una de las manifestaciones
expediente estaba bien radicado en el remoto Onente más auténticas y genuinas del temperamento artístico
caldeo-asirio y reflejaba también la estructura de los español, algo tan español como nuestro plateresco y
castillos bizantinos, que tanta influencia tuvieron en nuestro barroco, y realizado, de la misma manera, por
el primer arte árabe. hijos de España.
Por consiguiente. el muro exterior de las mezquitas Pero esto va a decírnoslo. mejor que pudiéramos
carece de verdadera expresión tectónica, que por la hacerlo nosotros, Henri Terrasse, el arqueólogo que
propia índole del edificio no puede existir. ;:__a decora- tan profundamente ha estudiado nuestra arquitectura
ción de este muro inmenso tenía que ser algo super- musulmana. «Sobre todo ha sido España --dice Terw
puesto, aplicado a su haz. Como esta decoración no rasse- quien ha dado al arte morisco su verdadera
podía abarcar, en la mayoría de los casos, la totalidad substancia: sus artistas. Es necesario rechazar una vez
de las superficies, los musulmanes acordaron concen- más la leyenda de la España árabe. Hemos visto en
trarla en puntos dados, en lugares de mayor dignidad varios casos que los musulmanes de España y los me-
o significación; tal es el caso de las portadas de mihrab. jores de entre ellos han sido, por lo general, españoles.
En edificios musulmanes del siglo XIV, como el Aun más en España que en Oriente sería absurdo, bajo
Corral del Carbón y el derruído Maristán de Granada, pretexto de que los monumentos musulmanes son anó-
encontraremos bien desarrollado el tipo de fachada nimos, ver en ellos creaciones del <<genio árabe». A
parca de ornato, con una gran portada en su centro, este pretendido genio árabe se ha atribuído muy fre-
como si se tratara de un palacio plateresco o barroco cuentemente todo lo que los pueblos islamizados hicie-
español. ron bajo su nueva religión e incluso aquello que St;
Estas decoraciones aplicadas, no obstante su carác- inspira en sus tradiciones nacionales más constantes.
ter atectónico, obedecen a leyes de composición cuando La tradición visigoda y el genio propio de los ar
se despliegan en grandes conjuntos. Los estudios de
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78
tistas españoles han dado al arte hispanomorisco sus su talento. SI arte h ispanomorisco es, por tanto, en una
caracteres verdaderament{; particulares. En el a rte es- gran parte, el arte nacional de la España medieval» .
pañol de todos los tiempos existe casi siempre un con- Se comprenderá, pue,, cuál es la Llzón de que nos
traste fundamental: el gusto profundo de la raza se hayamos detenido tanto en ]a arquitectura hispanomu-
complace a la vez en una severidad que nos parece sulmana, que, radicada en el suelo vivo de la tradición.
ascética y en una abundancia decorativa qm·. nos asom- hija del temperamento español y de artistas españole<-·.
bra. Estas dos tendencias extremas del genio artístico se desarrolló en la época de más intensa gestación del
de España no son dos fuerzas enemigas, son los dos arte europeo, condicionando para siempre la arquitec-
elementos inseparables de una misma armonía. La st-· tura española posterior.
veridad española nunca es pobreza, y el lujo en este Considerábamos que haciéndolo asi, podíamos en-
país sabe casi siempre evitar el mal gusto, y sobre todo, contrar mejor la entraña de algunos rasgos permanentes
la pesadez. Estc>. dorle tendencia del arte español se de la arquitectura española; rasgos que, fundidos a las
encuentra en !a.s obras del arte hispano-morisco . Si Ja aportaciones del medievo cristiano, dar. lugar a una
abundancia casi siempre ha tomado la delantera a la arquitectura de características propias en el concierto
austeridad, la simple desnudez de ínuchB.~ mezquitas, de las demás arquitecturas europeas.
la decoración parsimoniosa que los a rtistas andaluces Si dis;~inguimos p or un lado arquitectura hispano-
realizaron para los almohades, proceden de 1a misma musulmana y por otro arquitectura española, es para,
inspiración que tantos edificios del primer renacimiento, amparándonos en una terminología usual, ordenar nues-
cuya pureza de líneas alivia la pwconcebida severidad tro trabajo. N o se entienda con ello que queremos sig·
y que hacen pensar ya en la fuerza ascética y serena nificar un m a tiz de extranjerismo en la arquitectura
de El E sco rial. hispanomusulmana, que es tan española como otra cual-
Cuando se atraviesa E spaña, ni por un instan te quiera de las que se dieron en E spaña bajo el ropaje
viene a 1as mentes la idea de considerar el arte hispano- de uno u otro estilo. De la misma manera que el in-
morisco como extranjero. M uchas veces - y no sin flu jo del Islam vivificó el arte de Ja E spaña musulma-
razón- se ha querido recon ocer el alma secreta de E s- na, así las auras del renacímiento italiano provocaron
el nuestro y, sin embargo, la costumbre no ha dado en
pa ña en sus monumentos musulmanes>>. Y luego toda-
denominar «hispanoitál.ica» a su arquitectura. Lo mjs-
vía va más allá T errasse cuando dice que «en el lento
mo que decimos arquitectura española del F...enacimien-
y después vigoro so empuje del a rte occidental desde el to, podríamos decir de la hispanomusulmana, arquitec-
siglo IX al XIII, España ha tenido su parte de ciescu- tura an daluza de la Edad Media.
brímiento y creación . L os reinos cristianos , larga faja
de territorios pobres y sin unidad política, absorbidos
a menudo en su esfuerzo el~ reconquista, no podían pro- El espacio en la arquitectura española
ducir un arte que tradujera plenamente el temperam~n­
to artístico ele Ja raza . .Sólo en el territorio musulmán, El exponer, siquiera sea brevemente , el desarrollo
que se había mantenido profundamente español bajo que el por nosotros Bamad ~acw comp~t.difó
su vida islámica. los artistas pudieron dar la n u.:dida de ha tenido a Jo largo de toda 13arquite:Cfllra es!_1añola,

80 81
dada lugar por sí solo a un extenso volumen. Es me·
nester que pasemos por ello como sobre ascuas, apun- ta Jas primeras pantallas de columnas, como sucede en
tando aquí y allá algunos ejemplos notorios. Santa Maria de Naranco y en el iconóstasis de Santa
Desde los albores de la arquitectura española nos Cristina de Lena. Cuando llegaron los árabes a nuestra
encontramos con pequeñas iglesias visigóticas, donde Península no impusieron una arquitectura extraña, sino
este sentimiento del espacio fragmentado aparece ya que evolucionaron sobre aquello que encontraron en
claramente expresado (Santa Comba de Bande, San Pe- el suelo conquistado y que ya se hallaba saturado de
dro de la Nave, San Miguel de Tarrasa, etc.). El arte antemano de esencias orientales (bizantinismo). No hi-
asturiano prolonga en esto una tradición que nos apor- cieron luego más que ir reforzando sucesivamente las
características o den tales.
La primera arquitectura española que surge de la
fusión de la doble España escindida en moros y cris-
tianos es Ja llamada mozárabe, y en ella este sentimien-
to hispánico del espacio, de raíz oriental (sobre todo
bizantina), tiene ya manifestaciones evidentes en Santa
María de Melque, en San Miguel de Escalada (fig. 14),
con su triple espqcio estratiforme de planimetría cua-
drada, en la iglesia (tan expresiva a nuestro respecto)
de Santiago de Peñalba, y podría decirse que en todas
~-="0··.-.- ~:;_a-.~---: . las obras del estilo (fig. 15).
¡ / CONOSTASJ.S En Santa María de Lebeña el cañón de la nave
central está cortado en su mitad por un atajo sobre
iQj w
i: arco, «al propósito -dice Gómez Moreno-- de matar
el efecto de largas superficies abovedadas, nunca vistas
"!O! ' en lo mozárabe, leonés y castellano, como tampoco en
Jo propiamente árabe, prefiriéndose la impresión mis-
teriosa de altos muros que no permiten ver, sino for-
zando la visual, su acabamiento>>. Nuestras ideas se
hallan, como puede verse, revalidadas por la autoridad
de don Manuel Gómez Moreno, con el que coincidimos
puede decirse que literalmente.
Los palacios mudéjares, como el de Tordesillas y
el Alcázar de Sevilla, nuevo trasunto de los musulma-
nes, son cantera inagotable de ejemplos para ilustrar
Fig. 14. - San Miguel de Escalada. Planta. El cuadrado una teoría sobre este espacio cuántico o compartimen~
como base de trazado. Triple fraccionamiento del espacio tado (lám. V) . En el Alcázar de Sevilla tenemos prueba
en el sentido longitudinal. singular de ello en el minúsculo oratorio de los Reyes
Católicos, donde su pequeñez se halla partida por una
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83
o:Jntalla de flamígeras claraboyas colgadas sobre una como decisiva ea la historia de nuestra arquitectura.
ligera columna medial. Traducción gótica de un mo· Ejemplos entre muchísimos: el convento de Dominicas
tivo granadino (lám. V). de 2asalarreina, el convento de la Vid en la provincia
El espacio cueviforme presidido por las bóvedas es- de Burgos, Santo Tomás de Haro, capilla de Braca-
trelladas es tan frecuente en interiores cristianos que es monte en Avila, Colegiata de Berlanga- de Duero y el
obvio citar ejemplos. Este sentimiento cueviforme se gran prodigio de síntesis nórdico-oriental, como sólo
trasladó a una escala mayor -occidental- en las ca- podía darse en España, que es San Juan de los Reyes,
beceras de todas las iglesias del gótico tardío español, de Toledo. En estas cabeceras se advierte bien la inten-
cuya importancia no se ha destacado todavía bastante ción de autonomíc;. espacial con respecto a Jos pies de

Fig. 16 -- Avila. Ca-


;-:¡illa de Mosén Rubí
de Bracamonte. Cabe-
cera cruciforme; bó-
ve<!as estrelladas. Sen-
tido cuevifonne, al in-
terior; «máclico», al
exterior.

la iglesia, expresada con toda claridad en la iglesia de


Santo Tomás, de Haro. Nueva prueba de la constante
tendencia hacia e1 espacio compartimentado (figuras 16
Fig. 15. ·- Santiago de Peñalba. Perspectiva axonométricc
Máximo ejemplo de espacio compartimentado. A cada di- y 17).
visión en planta corresponde un techo distinto, una estruc- <<La mezCla de estilos en San Juan de los Reyes
tura autónoma; sáltase de una a oi:ra de sorpresa en sor- -dice el historiador inglés de nuestra arquitectura, Ber-
presa. Estos «Cuantos» espaciales, de gran altura para su nard Bevan- asombraría a cualquiera que no se haya
planta, provocan la i'llpresión de misterio de estos inte-
riores de raíz bizantina. familiarizado con las extravagancias de la arquitectura
española». Y después de pasar revista a los diversos
(l)el libro "l[l ~·,,ias Mozárabes• .)
motivos nórdicos y moriscos, dice: «San Juan de los

84 85
extiende por los lienzos planos con un rigorismo geo-
Reyes explica mejor que nada las anomalías artísticas métrico absolutamente oriental, sin escape alguno de
de su época». No puede satisfacemos esta visión su- vaguedad y flamigerismo, presa en el rígido ceñidor de
perficial de Bevan al considerar San Juan de los Reyes la móldura y del alfiz. La flámula tiene que conver-
como una simple extravagancia o anomalía, como un tirse, generalmente, en arabesco. San Juan de los Re-
templo donde se mezclan los estilos sin motivación al- yes recoge plásticamente la tensión de un siglo de_ sill-
guna, por un simple proceso «aluvial» de acarreo. No. tesis nacional. Es, en una palabra, la nueva nactona-
En San Juan de los Reyes se pretende, dramáticamente, lidad española buscándose a sí misma en lo profundo
jnsacular en un cuerpo todavía estructuralmente gótico de su ser irrenunciable (lám. VII).
Emilio Castelar, que, como Pi y Margall y otros
grandes espíritus del pasado siglo, percibía el mensaje
histórico de los monumentos quizás con más honda
efusión que Jos pensadores de hoy, cantó emocionado
con su armoniosa palabra de excelsitud de este tem-
plo. No resistimos a la tentación de transcribir algunos
de sus párrafos que inciden, poéticamen_te, en nuestro
mismo punto de vista: «Y en efecto --<ilce Castelar-.
ese lujo en la ornamentación del templo, es lo que el
romance morisco en la literatura. El monumento de
piedra so m breado de palmas, de flores, de toda suerte
de adorno~. prueba que el genio oriental es ya cautivo
del genio español, y como cautivo hermosea los tem-
plos de su señor. El romance morisco probaría, si la
historia se perdiera, que nuestros padres habían respi-
Fig. 17 - Berlanga de rado el balsámico aliento de los reyes de Granada. La
Duero. Colegiata. Las
capillas de la cabece~ Musa española, a fines del siglo XV, en que se levantó
ra, tratadas con plena el templo de San Juan de los Reyes, teñida de la 1~z
autonomfa espacial. cristiana, vagaba a las oril1as del Darro y del Geml,
para celebrar aquella sin par victoria, y recogía, vo-
lando por sus orillas, el azahar, las palmas, el mirto,
las flores de aquellos odentales campos. Así, el caba-
llero, con los ojos puestos en el cielo y el pensamiento
el sentido de la espacialidad oriental, quebrada y dis- en su dama. a la luz de la luna, en la callada noche,
continua. Por ello, la vista interior de este templo nos respirando las auras embalsamadas por los perfumes
produce una sensación agudamente poliédrica y «má~ de flores orientales, al pie de una palmera, entonaba
clica» frente a la continuidad suavísima de un templo una canción amorosa, filigranada con los esmaltes de
gótico francés. La decoración, por tanto, viene. ernpu~ la poesía de los árabes.
jada, a su vez, por una única tensión necesana y se
87
86
n
»Y como el arte es uno en esencia, aunque vario en
sus manliestaciones, el genio de Oriente filigranó esas
~
columnas de San Juan de los Reyes, esos arcos, esas
1
repisas, con adornos que parecen un encaje de piedn<_
que va a doblarse al arrullo del aire» (3).
Nuestras grandes catedrales góticas, nacidas al am-
paro de una volurüad aristocrática y e~traespañola, S(,
hicieron copiando modelos franceses; pero pronto, lo
mismo que la liana parásita se va enroscando en la
corteza del tronco frondoso, así nuestras catedrales se
vieron rodeadas de un sinfin de capillas, que, como
compartimentos autónomos, fueron haciéndose sitio unas
contra otras, corno las piedras de una mampostería con-
certada. Al contemplar el conjunto de la planta actual
de la catedral de Burgos, nos cuesta trabajo adivinar
la primitiva estructura; pero la vista de U:l arquitecto
o de otra persona acostumbrada a interpretar el len-
guaje de las plantas se deleitará ante este conjunto, bien
trabado y homogéneo en medio d2 su diversidad, que
forman la serie de estancias coaligadas (fig. 18).
Un-2. prueba de la incomprensión español2. de los
grandes espacios ordenados con estricta focalidad la te-
nemos, asimismo, en nuestras catedrales, donde pronto
se interpusieron los coros, formando verdaderos espa-
cios dentro del espacio --compartimentos-- y donde
se cerraron las capillas mayores por colosales rejas
-verdaderas pa.Dtallas arquite~tónicas-, creándose es-
pacios autónomos.
Las cabeceras del gótico tardío nacionalizado tuvie-
ron larga pervivE.-Dcia en nuestro arte renacem~;_sta., con-
Fig. 18 ·- -· Burgos. Planta de la catedral. Alrededor de la servando. y aun reforzando a veces, aquella caracterís-
iglesia del siglo XIII se fueron multiplicando capillas y tica de espacio independiente. El ejemplo más estupen-
dependencias. La exhaustiva utilización del espacio produce do nos lo ofrece la catedral de Granada, donde Siloee
una planta muy compacta, bien trabada. Las diferentes di- concibió y ejecutó una capilla mayo r (fig. 19) que es
mensiones y proporciones de las estancias otorga vitalidad
al dibujo, de indudable belleza CX>mo composición abstracta . «per se» una composición arquitectónica completa y
cerrada en sí misma, que podría vivir sin el cuerpo de
la iglesia, y que aun más se hallaba en pugna, por su

89
1
·1

• • • •
•• ••
f 1 j j j ; : ', ~ j j. ,.~n.. •
Fig. 19 - Granada. Planta de la catedral, con la Capilla Fig. 20 - Ubeda. Iglesia del Salvador. Planta. Repite en
Real y el Sagrario. La rotonda de la capilla mayor es una menores dimoosiones la solución de la catedral de Gra-
forma cerrada, con acusada autonomla espacial. Plano de nada: una rotonda unida a una iglesia basilical. P·lano de
Gómez- Moreno. Gómez-Moreno.

91
90
forma radial, con el resto cuaddculado de las naves. vente, de la M adre de Dios, de Antequera, aparece el
Nos hallamos ante un auténí.ico y bien definido com- espacio compartimentado mediante abovedamientos y
partimiento yuxtapuesto al cuerpo de la iglesia. E n especie de arcos diafragmas de cariz escenográfico, cuya
menor escala, y como hijuela de ella, t~nemos la ca- dislocada y dispar arquitectura estratifica el espacio por
pilla mayor de la iglesia del Salvador, de Ubeda, bien saltos, rompiendo la unidad ambiental. En 1~. iglesia
significativa a su vez (fig. 20). anlequerana nos invade ese cierto embrujo oriental tan
En dos iglesias renacentistas de semejante linaje se frecuente en la arquitectura española.
refleja bien el sentido hispánico de la segmentación es· Uno de los ejemplos más notables <iel espacio com-
pacial. que produce efectos pintorescos de complejidad partimentado lo constituye la cabecera de ]a iglesia del
estructural por propagación estratiforme del espacio.
Nos referimos a la iglesia de Santiago de Orihuela y
a la iglesia del oonvento de Santa I sabel de Córdoba.
En los ~icios arroces·, eclesiásticos, conventuales
y civiles ~igueaaviruéi1cl ose la validez de estos inva··
riantes espaciales. Un eco de las cabeceras siloescas se
escucha en obras tan avanzadas del barroco como la Fig. 22 - Convento
iglesia de San R afael de Córdoba y la catedral de Cá- de El Paular. Iglesia.
diz. En la iglesia jesuítica d e San L orenzo, en Burgos, Tres espacios autóno-
mos sucediéndose se-
e l curioso espacio compartimentado parr:.ce amplifica- gún el eje longit u-
ción (con caatro columnas de apeo) de una capHla de dina ~
la mezquita co rdot:~~sa (fig. 21). E n la iglesia del con·
convento de El Paular (fig. 22) en su suceswn de ca-
pilla mayor, tabernáculo y capilla del Sagrario, d ivi-
didos estos últimos por unas cancelas de madera que
llevan arcos entrecruzados mixtilíneos de una fantasía
que trae a las mientes los caprichos de la Alfajería de
Zaragoza. Parece que se trata de una obra de F ran-
Fig. 21 - Burgos. cisco H urtado, maestro mayor de las cate(irales de G ra-
Iglesia de San Lor~n­ nad a y Córdoba, y empapado, por tanto, de andalu-
zo. Estructura fo nna- cismos (lám. XIII).
da por cuatro arcos
cruzados sobre colum- E n la arquitectura civil barroca h allamos ínfinidad
nas que parecen un de complejos" "espacialeS, donde,-· mediante ligeras es·
eco lejano -en pleno tructuras sobre columnas, se ha fraccionado ]a visión
barroco-- de las clÍ- en diversos planos. Perd ura en ellos la · lección grácil
pulas de la mezquita
de Córdoba. Pla1'10 de y aérea de las arquerías de la mezquita de Córdoba.
Otto S::hubert. Véase el arranque de la gran escalera desde el claus-
tro, en el H ospicio de la Merced, de Córdoba.
6 2o M .

92 93
Al articularse estas unidades o complejos espaciales
para lograr vastos conjuntos, nos hallamos con com-
posiciones trabadas y asimétricas de directriz quebra-
da. ¡En cuántos conjuntos conventuales de España no O:U.A .MUSUl.M.ANA
encontraremos casos de planificación «more islámico» O! R.A "POS TElUO'R.
que se convierte en verdadero «more hispánico»! Citar
ejemplos sería interminable; valgan las Huelgas de Bur ..
gos, Guadalupe, El Paular, San Francisco de Medina
de Ríoseco, Tordesillas... No merece la pena seguir,
porque resulta más breve decir todos los conventos de
España.
Muchos conventos españoles se fundaron a raíz de
la conquista en ciudades hispanomusulmanas, y si las
iglesias se hicieron, por lo regular, de nueva planta, los
edificios de vida monástica fueron el resultado de en-
cerrar, dentro de altas tapjas, casas, palacios y calles,
formando asi enormes e irregulares manzanas que ame-
nazaban absorber todo el recinto murado (4). Las con-
secuencias de este hecho trascienden del plano de la
arquitectura al más extenso de la urbanización y mor-
fología de nuestras ciudades, que se desarrollaron do-
minadas por los conventos, que imponían servidumbres
que a veces asfixiaban el desarrollo natural de la ciu-
dad. De este proceso surgió la ciudad típicamente es-
pañola, que bien podemos llamar ciudad-convento, en
contraposición a la ciudad-palacio del barroco europeo
que aquí intentaron implantar los Barbones. La ciudad-
convento es la ciudad entre tapias, la ciudad interior.
:/
La plaza mayor, típicamente española, es producto de
.A·_. --
/ :
la estética urbanística del convento. Un caso de espa-
cialidad reclusa que tiene su origen en el claustro y
~ ./ l
.~ :
que responde al sentimiento de intimidad de la vida / ·~ :
musulmana. / ""-!
El antiguo palacio de Tordesillas fue fundación de ·'
Alfonso XI, por los años de 1340 a 1344, y construído L=~~
seguramente por artistas musulmanes de Córdoba y Fig. 23 - Tordesillas. Convento. Antiguo palado de Al-
Toledo. Apenas quedan algunos aposentos dispersos de fonso XI. Yuxtaposición de estancias y patios admirable-
mente trabajados, siguiendo una directriz quebrada.
94
95

j
la obra musulmana, porque a la muerte de Pedro el á ngulo, que definen la directriz quebrada generadora
Cruel, sus hijas, por encargo paterno, lo convirtieron del complejo espacial (fig. 25) . Por sus grandes méri-
en convento de Clarisas. El conjunto agregado, de va- tos artísticos y singularidad, era digno de mayor suerte
rias épocas, fue creciendo naturalmente por la yuxta- el palacio de Villena, en Cadalso de Jos V id ri os. E s
posición de estancias hábilmente trabadas. E l conjunto una residencia alegre y diáfana, con una planta en es-
es un hermoso ejemplo de planificación españoia si- c uadra desenfadada y libre, un jardín encerrado ent re
guiendo una directriz quebrada con atrio, claustro e muros con paseo por el adarve y una riente fachad a
iglesia en un flanco (fig. 23) . .2n la C asa de ?ilatos, abierta al mis mo, que la forma un pórtico en dos p isos
de Sevilla, sin par palacio mudéjar con p inceladas gó - con bellvede res y torrecillas salientes. Sus restos nos

Fig. 25 - Saldafluela
(Burgos). Palacio. La
entrada acodada. , . ¡
patio y Ja e scálera
claust ral en un an~• u­
lo, están admira bl(': -
mente enlazados por
una lfn ea quebrada .
Revela este palacio
un tacto sutil ~m Ja
manera de CO{I1poner
los espacios, sin re-
caer e n la trivial si-
metría axial.

h ablan de la vida amena del campo en sus más fel ices


Fig. 24 - Sevilla. Casa de Pilatos. Los tres patios enhebra- aspect~s y _nos hacen pen sa r en lo que pudo ser otrora
dos por una linea quebrada en es cuadra. Los tres patios y aq~el Jardm engastado como un a joya, velado al ex~
la plaza o compás del ingreso, forman una Z. tenor para fruición íntima de sus dueños (fig. 26).
De nuevo vamos a la acrópolis granadina p ara ilus-
trar esta nuestr<.;. enfadosa relación. Un monumento
ticas, platerescas e italianas, queda clara la curiosa dis-
príncipe en su estilo, parece contradecir all í tod as la~
posición ortogonal de sus tres patios y la entrada aco-
delicadezas d_e la leve arquitectura naza rí, con la op u -
dada, segú11 costumbre mahometana (fig. 24) . Un pa-
lenta sunt~osJd~d de sus itálicos m uro s de piedra. Cier~
lacio castellano del f.'-.enacimiento, el de Saldañuela, en
ta es la d1sp 2ndad en tre el palacio moro y el que se
3urgos, tiene entrada acodada y escalera claustral en
,-~, .,

96 71
mandó labrar Carlos V. Pero dejando aparte otras con- tres de sus caras y unos cuerpos salientes en dos de
sideraciones y reduciéndonos a la contemplación de la ellas que quién sabe si se los inspiraron los templetes
planta de conjunto (con plazas y pórticos adyacentes) del Patio de los Leones. El paso entre las dos plazas,
que dibujó Pedro Machuca, confesemos que el artista por un ángulo y a través de estrecha garganta, se hace
renaciente no fue tan sordo como parece a las suges- por sorpresa, suscitando el asombro, sin preparar el
tiones de la Alhambra. Todo e1 conjunto está ordenado tránsito, igual que sucede en el Palacio Viejo de los
ortogonalmente a base de una escuadra (aquelJa escua- moros (fig. 27).
dra tan evidente en el palacio moro) cuyo vértice está
en el centro del patio circular; las dos grandes fachadas
responden a esta escuadra; las dos plazas. escenario
de las mismas, también . Esta ordenación del conjunto,
ni siquiera -lástima- iniciada, revela que Ja lección
de la Alhambra no fue perdida.~ para Machuca. Tras
el Patio de la Alberca, tras el de los Leones, hubiéra-
mos tenido· otro nuevo, proyectado por Machuca y,
como ellos, absolutamente cerrado, con arquerías en

"''..;:;

Fig. 27 - Granada . Alhambra. Palacio de Carlos V y plazas


Fig. 26 - Cada-lso de los Vidrio s. Pa lacio de Villena. Des- adyacentes, proyectadas por Machuca, que no llegaron a
enfado en ·l a composición asimétrica; jardfn recoleto entre construirse . Conjunto ordenado ortogonalmente como el
altas tapias a la manera musulmana . palacio nazarí.

98 99
En las lonjas de :31 Escorial volvemos a encontrar algunas de las ascendencias orien ta les de El E scorial
una d isposición de plazas en escuadra y una voluntad se ocupó el arquitecto L uis Moya Blanco).
de cerrar el espacio mediante las casas de oficios y la Es difícil encontra r un plano donde aparezca en su
barrera de fondo de las construcciones de la Galería conjunto toda la organización planimétrica del monas-
de Con valecientes y P atio de la Botica (fig. 28). (Sobre terio, y bien merecía la pena hacerlo aunque fuera en
forma esquemática. Porque el monasterio no se puede
concebir sin todo su acompañamiento de lonjas, jardi-
nes. estanques, dependencias y casas de oficios, que no
son, ni mucho menos, añadidos, sino miembros esen-
ciales de una idea tJtal. Se nos dirá q ue algunas casas
de oficios son obra del siglo ZVIII. E s cierto; pero las
lonjas estaban ya trazadas y su disposición p revista, sin
lugar a dudas. En el plano que hemos dibu jado se ad-
vierte bien la gigantesca escuadra de las lonjas domi -
nando la composición; la tendencia constante al espacio
cerrado; la seguridad de proporción de todos los patios,
prevaleciendo la figl.!ra cuadrada; el iigor de los ejes y
simetrías, dando solidez geométrica a todo, mas sin áni-
mo de procurar perspectivismos focales ; la escuadra de
las lonjas, con su complemento en la escuadra de los
jardines. Estamos bajo la ley del cartabón , como diría
Menéllde7 y Pelayo; pero sin que esto eq uivalga, como
quería d~r a entender nuestro polígrafo, a aridez y se-
quedad. ¿No es la misma ley del cartabón la de la
Alhambra de Granada? (cf. la página 70). ¿Y quién
pudo tildar de árido al palacio nazarí? V iendo este con-
junto escurialense con ojos atentos, ¡qué cantidad de
nuevos matices pueden advertirse en la proporción y
encadenamiento de los diversos espacios! Los brazos
del cartabón de las lonjas no son de la misma an chura;
el paso de la gran lonja a la plaza exterior de la Casa
de Compaña (C) se verifica por encaden amiento angu -
la r (por la ley de la sorp resa y el asombro), como en
Fig. 28 - El Escorial. ConjuLLO planímétrico del Monaste-
rio y an.ejos. Dominio en planta de la escuadra de las las Alharnbras, como en las plazas adyacentes del Pa-
lonjas; te ndencia al e spacio cerrado y al encadenamiento lacio de Carlos 'l (cf. página 99), y se hace además a
a ng ular de los espacios ext eriores. Firm eza de la proporción través de una arquería para buscar cierre al espacio.
cuadrada e n los patios. ~esde la plaza de la Compaña la vit:.ta desciende hasta

100 101
el cuadrado y bien delimitado estanque; a la izquierda,
la escuadra de la Galería de Convalecientes esconde el
primer cuadro del largo jordín colgante. ¡Qué diversi-
dad de sensaciones espaciales, cuánta gracia y armonía,
sin asomo de sequedad, de banalidad!
Muchos son los grandes conjuntos barrocos articu-
lados de manera española. Valgan algunos ejemplos: la
Clerecía, de Salamanca (fig . 29); el Hospital de Vene-
rables, de Sevilla (fig. 30); el Hospicio de Madrid~ el
poblado de Nuevo Baztán, verdadero conjunto de ur--
banización a la española, según lo que antes hemos lla-
mado tipo de ciudad-convento, y más notable, 9uesto que
se hizo de una vez y según un plan preconcebido, Jo

Fig. 29 - Salamanca. La Clerecía. Planta. Conjunto monu-


mental de gran estilo, donde to~os los _elementos se a_grupan
con clara lógica y marcando b~en su _Jerarquía. Dom~n~n la
iglesia y el gran claustro. El e)e del 1ngreso no se s1tua. en ¡o#\.
el centro del claustro, sino en el de una de. sus galenas,
enfilándola. Las escaleras, claustrales, se s1túan en los Fig. 30- Sevilla. Hospital de Venerables Sacerdotes. Planta .
ángulos. Plano de Otto Schubert. Un patio morisco como centro de la composición; el zaguán ,
acodado, a un lado; la iglesia, a otro.

102 103
que prueba que esta manera de organizar los espacios innata de los andaluces para proporcionar y articular
en traba quebrada no fue siempre producto del azar, los espacios abiertos. Don Pablo Gutiérrez Moreno ha
sino de una marcada intención estética (fig. 31 ). Tres dicho, con sobrada razón, que «aun no ha podido re-
plazas, A, B y C, rodean en Nuevo Baztán 11 conj~nto producir la fotografía la belleza de los espacios descu-
iglesia-palacio. Las tres se van encadenando sucesiva- biertos, patios, jardines, corrales, de los edificios ar1-
mente por conexiones angulares; cada una sirve para daluces, maravillosas pruebas de la intuición artíst1Ca
destacar una fachada determinada, como sucedía en
el complejo de plazas trazadas por Mach uca para el
P alacio de Carlos V; cada una es un espacio cerrado,
proporcionado en sí como si fuera un salón cuyo techo
es el cielo. La plaza C (llamada plaza de toros), físi-
camente cerrada por unos arcos, tiene sus salidas en

JiJIR[t
Fig. 31 - Nuevo Baz-
t án . Planta del pobla-
do. Conjunto de espa-
cios aparejado a tra-
ba y no a retícula.
Plazas unidas por cn-
n e x i enes angulares,
coo tendencia a pro-
ducir efecto de espa-
cio cerrado. ¡y- Fig. 32 -- Hacienda de Torrequemada, provincia de Sevilla .
Las construcciones son los blanco~ límites de los grandes
patios y corrales, dispuestos y proporcionados c.o n innata
sensibilidad. De unos a otros se pasa por amphos p<:>rta-
tu rbina, disposición que, como dice Sitte. resulta muy lones. El volumen no puede ser más simple y expresivo
favorable, pues d~de cualquier lugar de la ;laza es La torre de la pre.nsa de aceite revela su función (un peso
posible, a lo sumo, una sola vista hacia el exterior ~· para contrarrestar la viga) y está t ratada como un ver-
dadero alminar.
por tanto, una sola interrupción de su contorno y un~­
d ad. El conjunto planimétríco de Nuevo Baztán -venJ-
mos insistiendo en este concepto-- se apareja por traba, que pone el pueblo andaluz para incorporar el cielo a
no en retícula según el trivial sistema de las modernas la arquitectura» (fig. 32) (5).
ciudades tiradas a cordeL Cada vez se va haciendo sentir más la necesidad
Y luego son innumerables los cortijos y haciendas de un estudio amplío y bien documentado sobre la
andaluces como la hacienda de la Soledad, la de Mateo historia de la urbanización en España. Entonces podrán
P ablo la 'de Guzmán, la de Torrequemada, en Sevilla; percibirse claramente aquellas características diferencia-
el co;tíjo de la Reina, en Córdoba; el del Vicario, en les que distinguen a nuestras ciudades. 1~os atrevemos
Ronda, y tantos otros, donde se revela la sensibilidad a decir, también, que los españoles hemos sido origi-

104 10:
nales en esta materia y hemos logrado dar a nuestras evolución de las ciudades tipicamente españolas, par-
ciudades una fironomia urbanística propia. con as- tiendo de las ciudades hispanomusulmanas, transforma-
pectos de belleza realmente admirables. Entonces po- das en ciudad-convento por obra de la Reconquista,
dría verse el desarrollo que las composiciones trabadas hasta llegar a las canónicas soluciones del siglo XVII,
y asimétricas de directriz quebrada han tenido en el cuya validez continúa a lo largo del siglo XVIII. salvo
conjunto más vasto de Jas ciudades. en aquellos casos de fundaciones cortesanas borbóni-
La directriz quebrada se acusa constantemente en cas, donde se impusieron modas extrañas al sentir y
nuestras urbanizaciones castizas, y es peculiar de Es- a la tradición española.
paña la calle que se quiebra paralelamente a sí misma.
Este expediente corta Jas perspectivas ilimitadas, sin
fondo, y procura una sensación de intimidad más re- Sinceridad de volúmenes en la
cogida y humana; es una expresión más de la tenden- arquitectura española
cia al espacio cerrado y compartimentado. Precisamen-
te el quiebro se presta a enclavar en él un monumento
o fachada destacada, cuya contemplación se disfruta En cuanto a la sinceridad y a la verdad de los
gustosamente al discurrir por la calle. Estos quiebros, volúmenes de toda la arquitectura española, heredados
por lo generaL no entrañan una dislocación para el de la tradición mediterránea y del arte islámico, es tan
tránsito de la vía porque basta para lograrlos con mo· evidente que en todos los pueblos de España -,alta a
ver las fachadas, como sucede con los característicos la vista. En el último viiiorrio existe un castillo, una
«compases» de las ciudades españolas, que quiebran torre, un convento, el pueblo mismo, que lo están de-
la línea de fachada dejando un remanso para la con- mostrando elocuentemente. Niatila G. Ghyka, uno de
templación de algún inofronte o portada. Ejemplos ad- los espiritus más sutiles entre los que han estudiado
mirables de todo esto que apuntamos los encontramos la arcwitectura desde la raíz de sus invariantes forma-
hasta Ja saciedad en Akalá de Henares, una de nuestras les, nos ha dejado en uno de sus libros, Esthétique des
ciudades más hermosas como conjunto urbano y más proportions dans la nature et dans les arts, una nota
radicalmente española, y española del XVE, siglo que que siempre hemos leido con emoción. Hela aquí:
podríamos llamar de oro en la historia de nuestra ur- «Notamos que entre todos los países de Europa eg
banización. En este siglo adquiere ya desarrollo maduro posiblemente España el que ha tenido en todo tícmpo
y caracteres que diríamos canónicos la típica ciudad- (o al menos hasta el comienzo del siglo XIX) el sen-
convento espaíiola. Alcalá está materialmente salpicada tido natural e innato más seguro de la proporción ar-
de pequeños «compases», marco adecuado para gozar quitectónica. Ni ios platerescos orfebres de la piedra,
de un monumento, que dan lugar a la línea quebrada ni más tarde los gongorismos arquitectónicos de la es-
de sus calles; por eso resulta tan grato deambular por cuela de Churriguera han hecho olvidar a los arqUJ-
esta ciudad austera y noblemente monumental, pero tectos ibéricos la importancia dominante del volumen;
íntima y recogida asimismo. en la más pequeña villa o villorrio de Extremadura o
Un amplio estudio de conjunto de la Historia de la de Castilla se perfila el arisco granito de sus casas en
Urbanización española permitirá asimismo seguir la masas cuya pasmosa sobriedad tiene siempre Ja segura

t06 107
armonía de una entidad orgamca. Sin duda se trata de la torre, verdadera oommante del conjunto. P ara subir
3távica intuición más que de ciencia, mas no de extra- a ella, una escalera cuyo muro anterior sirve de espal-
ñar en una raza cuyo lenguaje mismo tiene el garbo dar a un frontón. Se trata de auténtica arqu itectura
viril de la arquitectura». en su más alto 0cntido (fig. 34). L a plaza de la Cons ·
Detengamos nuestra vista al azar. en algunas ilus- titución, de Avila, se abre por un costado, dejando una
traciones. L a arquitectura militar española nos ha de- pantalla de arquerías para descubrir el cuerpo de la

Fig. 34 -Morón de Almazán. Plaza. Austeridad castellana,


sinceridad de volúmenes, perfecto carácter de Jos edificios:
concejo, palacio, parroquia. Acertada utilización de los des-
niveles para valorar la arquitectura.
Fig. 33 - Toledo. Puerta Vieja de Bisagra. Cubos alme-
nados en maclica penetración; recuadramientos mura tes
acompafiando la rectilínea sinfonía. iglesia de San J uan. Perfectamente enclavado en un
ángulo queda el cubo dominante de la torre. Una
jado imprP:sionantes muestras de lo que es la pur~ pequeña casa de Avila nos subyuga por la hidalga
emoción del volumen. He aquí un conjunto <<máclico» sobriedad del granito y la feliz disposición de sus
le prismas, acompañado de una expresiva reticu1ación huecos. Hasta ahora Castilla. En Andalucía la cal reluce
del muro, en la :?uerta Bisagra de ~.:-' oledo (fig. 33). Ved y las líneas brincan, pero los volúmenes tienen la se··
ahora la acrópolis de un pueblo de España: Morón guridad de siempre. En el Hospital de la Caridad, de
de Almazán~ en primer lugar, la fachada abíerta del Arcos de la Frontera, las pirámides se escalonan come
Concejo; luego, el palacio señorial y cerrado. No cabe cristales y se adornan con las peinetas de las espada-
mayor sobriedad ni precisión de volúmenes. E n lo alto ñas (lám. X). En la iglesia de San R afael de Córdoba

108 109
las formas tienen el galbo suave de los domos bizan· zados y secciones (fig. 15). La arquitectura román!ca,
tinos. cuando llega a producimós impresiones volu~étncas
.Ca presencia dominante del volumen se acusa más más intensas es cuando se alza. con un matenal desw
en los estilos de raíz autóctona, nacidos de la fusión usado, el ladrillo, dando lugar a un estilo vernácul?
del arabismo y cristianismo. que en los importados, singular que se ha llamado románico español en ladn ..
aunque a la larga unos y otros se plieguen a la sensi- llo. Basta citar dos ejemplos impresionantes a este res-
bilidad nacional. En las iglesias mozárabes, pequeñas
joyas de una arquitectura esencial y desnuda, pero ri-
quísima en valores estructurales, es donde aparece muy
pronto el sentimiento «máclico» del volumen. El volu ..
men externo nace de la disposición del espacio interior
discontinuo y compartimentado, expresándolo de ma-
nera simple y evidente, sin más preocupación e inten-
ción estética. Basta para darse cuenta de la unidad
orgánica de estas iglesias mozárabes contemplar las
representaciones isométricas que relacionan planta, al-

f d~.
~~~;\

l'~
Fig. 36 - Arévalo. La Lugareja, donde podemos sentir un.a
de Jas más puras emociooes de volumt :n de toda la arqUI-
"
1 tectura espafiola.

:t ~.~\~ pecto: San Lorenzo de Sahagún (fig. 35) y La :...,.ug~ej~


de Arévalo (fig. 36). En ambos la cabecera t~1~bs1da. ~
-- i i,_ílJº acusa perfectamente jerarquizados sus ~r~~ cilindros;
~ _"'=::""
--. pero el centro de gravedad de la compos'~ton, a donde
::::::- se va la vista, lo que nos embarga con su .sober~o
poder, son las grandes torres cúbicas de sus CliDbonos.
Fig. 35 - Alminar de .la mezquita mayor de Kairuán y toA San !.,orenzo de Sahagún nos recuerda notablemente el
rre-cimborio de la iglesia de San Lorenzo de Sahagún. Afi-
nidad en el sentimiento de los volúmenes. sólido alminar de la Gran Mezquita ·de Kairuán. Nin-
guna relación o parentesco puede ponerse entre estas
1.ll
dos obras, pero, sin embargo, no cabe duda que Jos tectura mudéjar, pobre y de materiales humildes. nos
obreros que elevaron estas construcciones obedecían a amenaza pavorosamente con su ruina y es me~ester
un mismo impulso ciego, a la misma llamada de la que, no la dejemos escapar de las manos. Su estupendo
tierra. Un «Certo non so qt:e» hará que el ojo advertido cat~logo de torres produce admiración. El juego de
presienta tales afinidades. volumenes, ,sobre todo a base de cubos y octógonos,
En los volúmenes, como en las superficies, siempre es de lo mas expresivo (lám. IX), y no son raras las
dominará el más simple y definido. Entre los volúme- composiciones «máclicas», como el templete de Guada-
nes (de más a menos), el cubo, el prisma, la esfera, el lupe. PJ mudéjar sevillano -de fecha tan avanzada
cilindro; entre las superficies, el cuadrado, el círculo, como 1543- corresponde una de las obras más deli-
el rectángulo, el óvalo. En una fachada con huecos de ciosas de la arquitectura española: el pabellón de
diversas proporciones la vista se sentirá atraída por Carlos V en los jardines del Alcázar de Sevilla, deJ
los huecos cuadrados; por ello se colocan frecuente-
mente en el último p jso (ático) para que sirvan de; tope Fig. 37 - Palen-
cia. Convento de
o «clímax» de la composición. L a extraña sensación San Pablo. Cabe-
de fuerza que nos produ cen San L orenzo y La :Luga- cera de la iglesia.
reja reside en que las formas más indecisas (los cilio· Composición típica
dros) se hallan en la base de la composición, y el de Jos volúmenes
en las cabeceras y
cubo, la dominante, realmente domina el conjunto. capillas del gótico
L os árabes, con su apetencia de volúmenes defini · tardío. Paso del
dos, prescribirán casi absolutamente los cilindros y cuadrado aJ octó-
hasta casi las semiesferas cupulares. Sobre todo en la gono por trompas
que exteriormente
arquitectura maghrebí apenas existen cúpulas, y cuando son medias pini.m.i-
éstas aparecen lo h acen como mero remate, sin pre- des. V a lo r a e ién
tender un papel dom inante. E n todo caso las pequeñas plástica de Jos con-
cúpulas se elevan sobre cubos o prismas a veces super- trafuertes.
puestos, fo rmando un conjunto «máclicm>. E llo explica
la casi inexistencia de la cúpula en la arquitectura
espa.i1ola y cómo cuando ésta aparece, sobre todo en arquitecto Juan Hernández. Se trata pura y simple-
el barroco, elude las formas cilíndricas del tambor y mente de un cubo porticada cubierto en pirámide. Sus
semiesféricas de la media naranja, sustituyéndolas por líneas son de la más depurada sobriedad para que
prismas ortogonales y bóvedas de cascos. restallen a la luz ías encaladas superficies. El valor
E n toda la arquitectura mudéjar , nuevo estilo na- dominante del cubo emerge del aéreo pórtico. entre
cido de las exigenci~ autóctonas, tierra y pueblo, vuelve andaluz y florentino, con pasmosa seguridad (lám. X).
a ponderar el volumen puro. El mudéjar cada vez des- El gótico tardío, el spdtgotick que alguno~ autores
pie rta más interés y es objeto de más detenido estudio. llaman, con acierto, gótico nacional, es otro de los
Falta, sin embargo, una obra de conjunto sobre este estilos donde la arquitectura española raya más alto
estilo, que esperamos no tarde en aparecer. L a arqui- en su intención e intuición del puro volumen. Las es-

112 1D
'
'
prestan dramática expresividad al volumen (fjg. 39), y
tructuras de estas iglesias pueden clasificar~ en los
lo propio sucede en la cabecera de la catedral de Má~
siguientes tipos: «Hallenkirche», «Columnana~>. (con
sus variantes andaluza y levantina) y «Reyes Catolices». laga La misma dramática tensión nos conmueve al
En las cabeceras de estos templos encontramos una de contemplar la torre de Santa Nlaría de Medina de Río-
las realizaciones más interesantes de esta arquitectura seco. En la misma ciudad vallisoletana tenemos una ca-
becera ante la que sentiremos una profunda sensación
irreductiblemente arquitectónica. Esta cabecera emerge
de un tirón hasta la altura total de esta elevadísima igle-
sia de Santiago. La forman tres ábsides curvos, que los
contrafuertes, asegurando indecisiones, convierten en
una especie de plano quebrado. No existe hueco alguno
Fig. 38 - Burgos.
Iglesia de San Gil.
Capilla de la Nativi-
dad. Una variante de
la estructura de la fi-
gura 37. Los contra-
fuertes, sin llegae al
suelo, cabalg':ln sobre
ménsulas. Se acusa
más el contraste en-
tre cubo y octógono.

esencial de escuetos volúmenes. Es típica la composi-


ción a base de un gran cubo, un octógono sobre él,
haciéndose el tránsito por medias pirámides que res-
ponden a las trompas interiores, y la pirámide de la
cubierta (figs. 37 y 38). Esta unidad «rnáclica» se com .
plica y enriquece en estructuras más complejas. Siempre
formas cúbicas y poliédricas, evitando las circulares y
esféricas.
En las cabeceras de San Juan de los Reyes, San
Esteban y los Irlandeses, de Salamanca; convento de
1~
la Vid en Burgos, con su mayestático cubo ochavado
dominante, y San Jerónimo de Granada, vuelven a im-
perar dominantes los inmensos cubos de los cimborios, Fig. 39 - Granada. San Jerónimo. Cabecera del templo. EI
como acontecía en San Lorenzo de Sahagún y en La volumen exaltado dramáticamente pDr la vigorosa plástica
Lugareja de Arévalo. En San Jerónimo de Granada los de cornisas y contrafuertes. Como dominante, el grandioso
poderosos contrafuertes y las comisas de gran vuelo cimborio.

114 115

1
que turbe la tersura de las superficies y ningún _orna-
mento arquitectónico que no sean algunas prectsas y
escuetas molduras. La ejecución y la labra es tan ~ca­
bada y oerfecta que nos diríamos ante una ohra gnega
tallada en mármol pantélico. A gentes del pueblo hemos
oído elogiar con calor este marayjlloso ábside, por
otro lado tan abstracto; y es que su perfección les
hace exclamar: «¡Parece que no lo hicieron los hom-
bres!».
El mismo lenguaje que estas cabeceras nos hablan
las grandes capillas ochavadas (genera1me;1te fun_~ra ·
rias) del gótico tardío. Una de las obras ~as patéticas;
más ricas y fantásticas de nuestra arqmtectura sera
siempre la Capilla del Condestable, de Burgos, donde
se repite la estructura gótica del cubo y el ochavo con
acuerdo por medías pirámides. Otras veces la forma
prismática surge sin interrupción del suelo, como su-
cede en la iglesia de la Cartuja de Miraflores, de
Burgos. que parece una corona votiva, o en la singular
Capilla de los Vélez, de l'..furc~a, clara ~n su estructura
como un gasómetro y que nma admtrablemente con
la poderosa torre murciana cuya máclica limpidez y
proporciones la han hecho famosa (fig. 40). .
Hemos detenido nuestra mirada en los ábs1des y
cabeceras de las iglesias porque es achaque de los his,
toriadores de la arquitectura ocuparse casi exclusiva- Fig. 40 - Murcia . Catedral. La capilla de los Vélez y la
torre. Formas cúbicas y octogonales. Los cuerpos telescó-
mente de las fachadas o más aún de las portadas. con- picos de la torre recuerdan una «malla» cristalina.
traviniendo así a su objeto, al dar preferencia a lo casi
extraarquitectónico, con merma de lo esencial y es-
pecifico de este arte. Y más grave todavía e~ que a
El volumen sigue preponderante, es obvio decirlo,
este criterio responde siempre el arsenal gráflco pre-
en El Escorial, y por ende en toda la arquitectura
sentado en las historias de la arquitectura. De ahí en
herreriana, donde la estática sensación del volumen
gran parte la poca educación arq~itectónica del gr~ simple actúa djstintamente sobre nosotros. De la es-
público e incluso de algunos espíntus cultos y perspi- cuela berreriana, obra posible de Alonso de ;Tolosa,
caces. Es, pues, necesario insistir en el saper vedere de tenemos la ermita de la Virgen de las Vacas, en Avila,
la arquitectura, ciñéndose al lenguaje formal, a la gra- cuya capilla mayor se encierra en uo simple y verdadero
mática de este arte abstracto. cubo geométrico. El conjunto dilatadísimo de los sobrios
116
117

1
í

edificios de Lerma que se asoman al acirate del río con sus formidables torres cúbicas y sus chapiteles; la
Arlanza produce en el espectador la más segura armo- facl1ada de San Juan Bautista, de Toledo, con sus torres
nía volumétrica. (, de inaudita valentía cúbica (fig. 41); la capilla de San
1

En el arte barroco, como ha dicho muy bien Ghyka. Isidro de la iglesia de San Andrés de Madrid, donde
todos los gongorismos no hacen olvidar a los arqui- sobre un cubo inmenso y desnudo se alza la cúpula
tectos la importancia dominante del volumen. Es cierto; poliédrica, que nos hace pensar en algo tan pristino y
díganlo si no los palacios del estilo «Casa de Austria». elemental como la Piccola Cuba de Palermo (fig. 42);
el austero templo del Pilar, con su aspecto de gran

:r;l
mezquita, donde disuena como obra más reciente la
cúpula principal de tambor circular demasiado afran-
cesada; el conjunto de -la ermita de la Virgen del Puertu,
:/

1
con sus anejos (fig. 43); las ásperas, atormentadas y
r·v ~ ascéticas construcciones del estilo de placas gallego.
~ A la llegaba de los Barbones se inicia una trans-
formación del arte español, que alcanzará su apogeo
- · • 1
con la fundación de la Academia de Nobles Artes. y
que nos aparta de nuestra herencia castiza, imp·:mién-
donos otras maneras forasteras. A nuestro juicio, es la
ruptura más grave con su propio ser que ha conocido
Fig. 41 - Toledo. Iglesia de San Juan Bautista. Dos torres el arte español después de la expansión del gótico
de sólida cubicidad cifien a la nave. francés. Desde el siglo XIV al XVII nos pertenecemos

118 i19

f.
1
r

a nosotros mismos, y s1 1mportamos algo de fuera de nuestra Historia, sin que desmayara un momento
-menos de lo que a primera vista se cree-, nuestra nuestra facultad creadora en materia artística. En el
propia capacidad creadora y su fuerza expansiva hace campo de la arquitectura, aunque esta facultad crea-
que la balanza de nuestro comercio artístico con el do_ra_ se expresó en varios estilos y maneras, siempre
exterior se incline a nuestro favor. Toda la poderosa existió un substractum donde puedan hallarse los inva-
irradiación del Rey Sol, que inunda con su luz a media riantes nacionales aun en e] terreno de lo formal. Estas
notas persiguez:.: como venimos diciendo, eso precisa-
mente: escudrmar algunos de eso.-; invariantes nacio-
nales.
En el_ siglo X"':III . encontramos por primera vez
construcciOnes de tipo 1talofrancés, en ]as que se olvi-
dan del todo los invariantes nacionales. En cambio, la

~ _. .,.
jj
~---

Fig. 44 ··- Madrid. Museo del Prado. Dramatización de los


volúmenes mediante -el claroscuro que provocan las som-
bras arrojadas. Patetismo -romántico.

reacción surge, aunque resulte paradójico, de la mano


Fig. 43 -Madrid. Ermita de la Virgen del Puerto. La forma del arquitecto más académico y más neoclásico en su
más elaborada, más rica, del chapitel ochavado de .]a cú-
pula, surge entre un conjunto de prismas. y pirámides puras. lenguaje, pero más patético en el contenido espiritual
de su obra: Juan de Villanueva. En todas sus reali-
Europa, no penetra en nuestra Península y, en cambio, zaciones vuelve a advertirse esa segura intuición del
cuando Luis XIV piensa con lo que será el futuro Ver- volumen que es característica del genio español. El
salles, recae en los suntuosos palacios italianos y en Museo del Prado es una trascendental cristalización de
los grandes conjuntos españoles. puros volúmenes (fig. 44), y el Observatorio Astronó-
Pero en el siglo XVIII la debilidad del f'.uerpo es- mico, reducido a una envolvente volumétrica (fig. 45),
pañol no le permitía resistir el influjo forastero, y la parece una verdadera macla mineral. Su belleza radica
ruptura con el pasado sobrevino finalmente. Sin em · no sólo en sus proporciones, sino más que nada en
bargo, habíamos vivido cinco siglos, los más grandes esta compenetración de . sus volúmenes simples, trata-

120 121
dos en una unidad piramidal que repite viejas arde· primer tercio del siglo XIX. El Observatorio de San
naciones bizantinas y esquemas leonardescos y palla- Fernando, en Cádiz, con su gran pórtico tetrástilo dó·
dianas. Silvestre Pérez, uno de los arquitectos más es- rico, es una buena muestra de la firme decisión de la
tudiosos .de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, plástica del neoclasicismo español. El Archivo de la
nos dejó algunas obras y algunos proyectos, por des- Academia de San Fernando conserva en multitud de
gracia más abundantes los últimos, donde se precisa planos la auténtica definición de su estilo, que no pudo
casi nunca plasmarse en realidad. Reconózcase, a la
Fig. 45 - Madrid. El
Observatorio Astronó- vista de los dibujos que se acompañan (figs. 47. 48 y
mico. En la mente del 49), con qué variedad y seguridad manejaban estos
arquitecto tiene lugar arquitectos los volúmenes, única fuente de su lenguaje
el m i s m o proceso expresivo.
creador que en el seno
de ,la Tierra dió naci- De la misma manera que aquellos oscuros arqui-
miento a las formas
cristalográficas . En es-
te conjunto dominan
los volúmenes de más
b" ~
1
acusada personalidad: 1 1
los cilindros.
/' - .
.....

más y más la gramática de los volúmenes arq uitectó·

-~ ~~ ~~ ~
nicos. En su proyecto para la iglesia de Mugardos
trazó un templo en cruz griega, tomando por base LBI ;;a U::
para las plantas y las elevaciones un círculo de 60 pies
de diámetro, y ordenándolo todo con extremo dgor, de
acuerdo con él y fracciones simples de su radio (fig. 46). Fig. 46 - Iglesia para Mugardos. Proyecto de Silvestre Pé-
De aquí que sus volúmenes externos aparezcan firme- rez qu~ se conserva en la Biblioteca Nacional. El arquitecto
ha sujetado sus volúmenes a claros esquemas .g eométricos,
mente sujetos bajo la proporción cuadrada -repetimos sobre la base del cuadrado de 15 pies y múltiplos de él.
y repetiremos tan española- y en su efecto advirtamos Ejemplo del valor del cuadrado como invaríaote en la pro-
esa decjsión del tracista. Pérez nos dejó en Motrico, porción arquitectónica española; lo que llam!imos cuadra·
Bermeo y algunas otras villas vascongadas, iglesias tra- lidad de nuestra arquitectura.
zadas con este mismo espíritu de rigor geométrico.
En Sigüenza, Juan Miguel de Inclán Valdés cons · tectos, así sentía el valor plástico de los volúmenes geo-
truyó, en el reinado de Fernando VII, la parroquia de métricos el más grande español de dos siglos, Francisco
Santa María, siguiendo esta tendencia de reducir la de Goya, el hombre que devuelve a España su con-
arquitectura a sus volúmenes escuetos que es caracte- ciencia creadora y que levanta en el arte la bandera
rística de nuestro romanticismo. En esta misma línea de la independencia nacional (como luego lo hará el
construyeron, o más bien proyectaron, porque era.n pueblo todo en los campos ensangrentados de la guerra).
años calamitosos para la Patria, los arquitectos del En efecto: Gaya nos conmueve en muchos de sus cua-

122 123
Fig. 47 - Academia de San Fernando. Proyecto de Aduana .
Siguiendo la tradición de Villanueva, la plástica del edificio
se vigoriza por el juego de cuerpos entrant-es y -s alientes.
La torre obedece a un sentido máclico y telescópico del
volumen.

Fig. 49 - Academia de
San Fernando. Proyecto
Fig. 48 - Academia de torre. Su belleza ra-
de Sao Fernando. Pro- dica en el puro juego de
yecto de pequefía igle- volúmenes, y su gracia
sia. Toda 1a construc- en cómo va haciéndose
ción se inscribe rigu- el paso del pri-sma al oc-
rosamente en un cubo. tógono. Se advierte la in-
El volumen está sen- fluencia de la torre de
tido con compacidad la gliesia de El Pardo,
de escultor. obra de Isidro González
Velázquez .

. L _ • ... ~
0 lO

!24 125

J
oros por una geometría esencial opaca y fosca que y d~ las pa_rt~s al todo. Sí el volUmen es claro y simple
llega a adquirir caracteres dramáticos en la prismática y bten dehm1tado, las divisiones superficiales deberán
amarillez del farolón de los «Fusilamientos» y en la ser asJmlSI?? simples, netas y distintas, y la línea, ro-
serie alucinante de los chacós cilíndricos de los verdu- tunda, defm1da, recta en su mayor parte. La cubicidad
gos. Cabría estudiar, asimismo, las características de la que hemos acusado en los volúmenes se traduce en la
composición en los cuadros del maestro y la especial cuadratura de las superficies.
conformación de su espacio pictórico. Nos encontra- La decoración de la arquitectura mozárabe es de
riamos seguramente con un predominio muy español una parquedad tal que se reduce a los aleros de modi-
de la plan itud y con el espacio concebido corno una llo,nes .. a los capiteles, a alguna faja decorativa, a las
estratificación sucesiva de esa planitud, un espacio dis. mas. stmples molduras en nacelas y a algún que otro
continuo, a saltos, sin perspectivismo ni fuga. Recor- pretil decorado en los iconostasis. Sus esquemas son
demos «La Familia de Carlos IV>>, «La Pradera de cordobeses y repiten el tema de arco y alfiz, exaltando
San Isidro>>, «El Entierro de la Sardina», los cartones la cuadratura .
de tapiz y tantos cuadros más. Los diversos planos que Las decoraciones moriscas y mudéjares obedecen
Goya apunta con sus figuras actúan en la conforma- en todo al sistema decorativo hispanomusulmán· son
ción espacial de la misma manera · que las pantallas de decoraciones pianistas, donde el ornato se encuad~a en
columnas de la arquitectura nazarí. Pero no es ésta la ~na rígida disciplina geométrica bajo la tutela del
ocasión de abordar temas goyescos, que dejamos para angula recto, en forma de recuadros y alfices . Todas
otro lugar. las torres mudéjares están revestidas por prolijas labo-
res de ladrillo, pero éstas no rebasan el marco del
en~asamento que les está señalado y por su escaso
Constantes españolas de la proporción reheve _n? destruyen el plano, que conforma el volumen.
y decoración arquitectónicas El_ esp1ntu de esta decoración encuentra el material
mas adecuado en el ladrillo .
Del volumen pasamos al plano y de la estructura . Este I_Tiismo espíritu de la decoración fina y de poco
al muro. La manera de comooner el muro tiene tam- relteve, sm perturbar la forma esencial. lo encontramos
bién en España peculisridades propias, nacidas de la en muchas obras and~Juzas del Renacimiento y m:ls
misma coexistencia de dos culturas, y responde, como avanzadas, donde pervtve una decoración de sentimien-
es natural, a Ja conformación volumétricoespacial. Es to morisco. En la Torre de San Pedro, de Sevilla, cn-
menester que nos acostumbremos a captar no sólo las contra_mos un decorado nervioso y vibrante a base de
particularidades, sino la unitaria totalidad . c~r~m.Ica, que subraya Jos lineamientos expresivos. La
La arquitectura se sirve del volumen. la superficie pu_amJde o flecha lleva una decoración de mosaico que
y ]a línea, que son los más puros elementos de su d~Ja en todo su valor la limpia forma piramidal (16-
lenguaje. Si el volumen obedece a una determinada mma Xri) .
intuición plástica, la superficie debe responder a la El planismo de la decoración española en contad''S
misma, y de igual modo la línea, para que exista una casos se ~on~radice. Es notorio en nuestro gótico, sobre
propagación y correspondencia del todo a las partes todo el fmahsta, ya nacionalizado; muy acusad0 en e1

126 127

J
I. AM!N A l
gótico catalán, que gustó de la nobleza de los grandes
muros desnudos; evidente en la obra de Herrera, que
nos dejó una ordenación clásica -las arquerías de la
nave mayor de la catedral de Valladolid-, tratada cor::.
un planismo casi desconcertante, , y algunas composi-
ciones como la escalera del M onasterio de El Escorial,
donde toda la arquitectura se modela con un relieve
delicadísimo . A pesar muchas veces de Ja decoración
ofuscante, el planismo es. cierto en nuestro barroco.
En algunos casos el ascetismo español del plano llega
a extremos tan valientes como el del convento de los
Capuchinos de Córdoba (lám. V TII), ~<
La tendencia a la cuadratura no sólo se advierte en
las arquitecturas de raiz morisca, sino en nuestro propio
arte gótico . Aun en este estilo, el más difícil de cuadrar
por su agudeza y verticalismo, la arquitectura español~.
impone su afin de horizontalidad y cuadratura. E sto
se observa bien conforme avanza la evolución y na·
cionalización del estilo en los siglos XIV, X V y XVI.
i\1uchas puertas góticas de Ja última época encierran
lateralmente el arco apuntado múltiple entre dos pe-

Fig. 50 - Palencia .
Catedral. Puerta de
Jos Novios. Esquemas
geométricos ciñendo
las composiciones del
gótico tardío . Afáp de
horizontalidad y cua-
dratura .

queñas agujas o pilarcetes mortidos que terminan a Ja


misma altura del vértice, insinuando una línea horizon-
tal ideal, pero perfectamente operante, estéticamente
hablando (ejemplo, la portada de la Cartuja de Mira-
flores, Santa Clara de Palencia, la Puerta de los Novios
en la catedral palentina) (fig. 50). En la l_}Ortada de la

128
T

LAMINA TI LAMINA IIl

G RA NA DA, :\l hom h rn. La Sala tk los Reyes. Los arcos o.1 a jo s estuloc- al GRAN ADA, , Co n ol del Carbón. 111 ECI J:\, Pn lacio de Mira fl orcs.
lit iro · se¡:: m e 11 tan e l es pa do , p rod \ K Í<:: n ~ l o un cu rioso efe cto recurrent e . Porrada . A nte el in greso. y Iras T rod ucción pla lerescu de un mo-
Diríase que se !ral a de un o rt"pelic ióu ili m ito d u producida por un jue go un gr an arc o , u n espacio es tre · livo n ;¡ zori.
idea l el(' gra l\ des e;;pe jos. cho y bi en d He ren ciad o estrati.
íica la facha da en dos planos.

b> GRANADA, Alhambra . Mirador d Gl! .\.NADA , Alhambra. Ventana


e¡ GRANADA , Alhambra. Bóveda di ZARAGOZA , Cimborio. Al BB-
· de Daraja . Al final del eje N . -S. Je ID Torre de Comllrcs. Prime-
es talac tí tica en la Sola de los cen de r la ví &la hacia lo alto en-
del Patio de los Leones eocon· ro, un .cuanto• espaciDI dife-
Abencerrajes . En lugar de lo fo r- cue n tra. sucesivur-oe nte, tres pla-
1ramos este espacio netamente rencio.do de la gran sala por un
r: ,,. , redondn y suave de las r:ú- no s. P.l d€" IM lro rn pas, el tle la
diferenciado . Antes d e que la arco feswneado : lue go, una pan-
tallo poro~ _huecos geminodos , pulas esléricas que cierran el es- pl e me n tería de la bóveda y el
vista llegue al poisnje ex terior .
med i o~ puntos con celosías- se-
poc:o afirmondo su unidad. ésli1 d el cupulin del ojo de la es l.re-
se interpone un hueco gcminad o
ñalando el salto al paisaje. opon e a la vista los planos eri- 11& . ese ojo que dejan los ner-
pDro ha cer evidente el salto es -
zados de sus 1rom.pas y falsas vio s 111 cruzarse a la manera
pa(li·t i .
trompas cortando hacia lo alto r:ordobesa .
la unidad espacial.
r

LAMINA IV LAMINA V

al CORDO BA, Interior de 18 Me·¿ quita. Perspec tivas m últ ipl es. Ausencia de
locahJad A la v1sta . el espac1o se Vfl propaga ndo por saltos enrre los
pla nos sustent a ntes de las dobles arquerías. Ant es de encontrar el lí m ite
d e l espnci<">. la v¡ s f .~ se olu~co

bJ COROOBA , Fa ch ada d e l Mihrab y Capilla de la Mocsum . Los necesid a,


des Lonstruct iv¡¡s - soportl\r i(ls hov cdas c.,rrelladas- y las mtendones
nrt¡sri c us se conjugnn ndmirilblc-mcnle en !·'tos planos porosos de sos-
lenr(lción qu<' í racc ionan el espéluo, matizandolo de m•sledosos luces

1
LAMINA V:I

G RA NA OA : Alha mbra. Pot io d e los Leo n~'S . Tros un cen da l de c:olumnos


SAN JUAN DE LOS REYES Dibujo de luan C"as que se conserva en el
:ll' r k~r ú bren m¡¡gt<"il S p<>rspecu v a~ . SL· }lJCgü ',,,, <>1 •' Spa cin <>pnstonónJvlo
\1usC'o del Prodo y que deTJtuestra el <.rutern del templo. Por co;te dibttJO
' '"("' h ovr, do s es wl oc titicll s . d e jan d o que- el airP ~e fil tre por entre lo malli1
•~rk<· rttmos hien la propen~iún en e l Mtista a quebrar y lracc ionar lo. espo-
di ófono de las columno s .
' ialidad gótico Cuando nos hnllomos en San lunn de Jos Reyes nos parec<e
habitar la geométrica acntucl de un fenomenal poliedro.
LAMINA VTII Cartuja de Miraflores los pilarcetes mortidos descan-
san sobre ménsulas, dando lugar a una decoración col-
gada que llena. como puede verse en el dibujo, un
cuadrado bien definido (fig. 51). Cuando esta linea,
como súcede en otras, se construye físicamente, tene-
mos plenamente desarrollado el alfiz (iglesia magistral
de Alcalá). Espléndida es la portada góticorrectangular,
ya del siglo XVI , de Santiago, Medina de Ríoseco, con

Fig. 51 - Burgos.
Cartuja de Miraflo-
res. Portada dt! la
iglesia. La decoración
colgada de esta puer-
ta oon blasones de
gran tamafto, a 1.11. es-
pafiola, se ins<;¡ibe en
un cuadraao.

dos firmes impostas horizontales que justifican lo que


luego llamaremos gótico horizontal. La melodía sinuo-
sa de las arquivoltas, que dibujan conopíos y grandes
corazones alargados, es insuperable (lámina VIII). En
muchos sepulcros del gótico florido el arco solio se
recoge entre las agujas prolongadas de las jamhas y
líneas horizontales, incluso marcando claramente un
friso decorado con labores de claraboya, como sucede
con el sepulcro de D. Juan de Padilla en Burgos. En
este sepulcro gótico la sucesión estratiforme de las
líneas horizontales que lo subdividen de arriba a abajo
señala una tendencia a la horizontalidad eñ pugna con
la raíz del estilo. Entre estas fajas, las labores de cla-

129
raboyas ceñidas en recuadros reiteran su geometdsrno llamamos gótico horizontal español. y que puede con-
cual si fueran verdaderos arabescos. Todo el sepulcro traponerse al «perpendicular style» inglés, es la fachada
despide un inconfundible perfume oriental. de la sacristia de la Capilla del Condestable de la Ca-
Uno de los ejemplos más característicos de lo que tedral de Burgos (fig. 52). Esta originalisitna fachadita
está rotundamente recuadrada por dos pilares vertica-
les, profusamente engalanados por estatuas y dosele-
tes, y en sentido horizontal por cinco fajas o impostac;
que dan lugar a cuatro compartimientos. La cuadra-
lidad de este esquema no puede ser más decisiva ni,
por consiguiente, más español su recio esquema (véase
el diagrama de proporciones). En el primer compar-
timiento se aloja un pequeño hueco casi cuadrado; en
A el segundo, un gran escudo entre tenantes cobijados por
i un arco recto que sería un verdadero dintel sin el aco-
-L

dillamiento tímido de los ángulos; en el tercero, un
1 hueco gemelo con arquitos de medio punto cuyas agujas
A y macollas forman un conjunto cuadrado; en el último
piso, un hueco único también de proporción aplastada
-+--
entre dos leones que sostienen láureas con simbolos
de las familias fundadoras. En los diversos pisos a)w
teman las composiciones binarias con las ternarias, la
dualidad coo- la unidad , y también la profusión con la
desnudez, dando lugar a un agradable contraste, pero
también a una aguda impresión de discontinuidad por
su disposición mural estratiforme, por su sucesión serial
A
4---.r'e:__+-----~ a saltos. Características que venimos acusando como
--+-il~-----+-----t---11-- Invariantes de la arquitectura de cepa española y que
lo mismo conforman el espacio tridimensional que el
plano bidimensional del muro. Bonito ejemplo de gótico
horizontal español es el de la fachada lateral de San
Pablo, de Valladolid, con su elegante reparto triangular
Fig. 52 - Burgos. Catedral. Fachada de la sacristía de la de huecos.
Capilla dcl Condestable. Precioso ejemplo de gótico hori- Las virtudes de nuestro gótico horizontal y rectan--
zontal español, donde se hace patente ya el influjo renacen- gular se evidencian en la fachada de flanco (principal)
tista . La composición se estratifica por fajas separadas por
impostas que horizontalizan la estrecha fachada. Alterr13 ' . de la iglesia de Santa María, de Medina de Ríoseco.
las zonas de parca y profusa ornamentación (grandes bl:l- Encajada por una plaza , proporcionada con pleno sen-
sones), con sentido indudablemente morisco. tido del monumento que enmarca. nos descubre un rec-

130 131
tángulo dividido en seis compartimientos por una im- El resultado final de esta extrema expansión de un
posta horizontal y dos contrafuertes verticales. Cuatro elemento determinado a más concreta función es el
paños llevan huecos; los tres altos, nobilísimas venta- del enmascaramiento total de los imafrontes góticos,
nas; el central de abajo, la puerta, a su vez bien recua- con abandono de toda tectónica expresión del interior;
drada por pilarcetes verticales e impostas horizontales. la fachada no es ya un prospecto, sino, por el contrario,
Los dos paños restantes, bajos, quedan en definitiva un disfraz. Estas fachadas voltean sus arcos cobijos
desnudez, dando con su silencio escolta de honor a la entre los contrafuertes, englobándolos, absorbiéndolos,
puerta. Nada puede pensarse de más noble, de más con lo que la expresión de su función constructiva des-
puro, de más limpiamente arquitectónico y nada más aparece. Sólo percibimos una antecapilla, una construc-
español dentro del arte gótico: planitud, horizontalidad, ción de poco fondo que se superpone al verdadero
cuadralidad, sentido morisco de la decoración, reducida edificio. Es una traducción a escala desmesurada, un
a puntos aislados (portadas). En este conjunto tan bello, peligroso salto desde la escala menuda de los árabes a
hasta la casa de la izquierda, moderna, conjuga .perfec- la fantástica y vertical escala del Occidente gótico. El
tamente con la iglesia. Su cornisa coincide en altura fondo resulta ser el retablo de esta capilla autónoma y
con la imposta medial del templo y la fina retícula de se concibe con léxico isabelino o plateresco como una
su galería en dos pisos, que tienen las cualidades de la decoración plena de espíritu morisco.
arquitectura más moderna (racionalista), acuerda con Desde la catedral salmantina hace fortuna esta so-
fodo el espíritu linealista y dibujístico de la fachada lución en San Esteban, de Salamanca; en San Marcos.
medieval de Santa María. de León; en la Portada de la Pellejería, de Burgos; en
La arquitectura civil española tiene infinitas mani- Santa Engracia, de Zaragoza; en la catedral de Gra-
festaciones donde perviven las constantes españolas: nada (fachada de Alonso Cano); en Santa Maria la
cubicidad, planitud, encuadramientos -alfiz-. propor- Redonda, de Logroño; en la catedral de Murcia y en
ciones cuadradas, decoración colgada en medio de muchos templos más. Estas antecapillas, buena prueba
grandes silencios de piedra. Una entre tantas. esta casa de la falta de interés que por la tectónica exterior de
de los Abarca Maldonado en Salamanca. los edificios ha tenido siempre la arquitectura española,
El concepto del espacio compartimentado ya vimos no las encontramos en el resto de la arquitectura occi-
cómo se trasplantó a las portadas exteriores de los dental y pueden, pues, considerarse como un rasgCl
edificios musulmanes, alojando las puertas bajo grandes diferencial y específico de la arquitectura española.
antecapillas, y ya apuntamos también las consecuencia}) La tendenci~ a la cuadratura ha influído poderosa-
fecundas de este tipo de composiciones (véase pág. 67). mente en las proporciones de toda nuestra arquitectura.
En Santo Tomás, de Avila (1483), existe una capilla que han sido siempre muy poco esbeltas, trazadas ~bre
alojando la puerta, y en San Pablo y San Gregario . de el cuadrado, el círculo o el triángulo equilátero. «Del
Valladolid, y más claramente en Santa María. de Aran~ redondo y el cuadrado -dice Sagredo- hicieron los
da de Duero, hay indicios de esta tendencia. En Sala- antiguos estatutos: que todo lo que labrasen y edifica·
manca (catedral) estas antecapillas adquieren todo su sen se formase sobre el redondo o sobre el cuadrado;
desarrollo, un hipertrófico desarrollo si se quiere: la y todo lo que fuera de estas dos figuras se hallare sea
antecapilla no cobija la puerta. sino la fachada toda. tenido por falso y no natural».
1
132 133
j

l
~
i\l'o es necesario insistir sobre las proporcione~ tan proporc10n tendente al cuadrado. En El Escorial y en
poco espigadas, tan cuadradas, de nuestro gótico, aun la catedral de Valladolid, la proporción más usada es
en sus épocas de más afrancesada pureza. Nuestro re~ el rectángulo sexquilátero ---sobre el que insiste el
nacimiento, hasta en su fase más italiana como ~s la Padre Sigüenza-, cuyos parámetros son 3 : 2 = 1,5,
de Herrera, se sirve de figuras y de rectángulos de más cuadrado que el rectángulo de oro 1> = 1,618 ... ,
muy usado en toda la arquitectura clásica (fig. 53). En
todos los arcos de medio punto de nuestras portadas
platerescas y barrocas se evita la proporción casi inve-
terada del doble cuadrado; es decir, el arco con G.os
círc:ulos inscritos, y se disminuye la altura buscánccsc
una proporción más achatada (fig. 54). El equilibrio
clásico de Italia se halla, por tanto, entre la esbeltez
fáustica de las arquitecturas nórdicas y la rotunda cua~
dralidad española. Estas proporciones prestan a nuestra
arquitectura esa ruda virilidad y ese acento de poder,
fuerza y majestad . El estudio de las proporciones de
nuestra arquitectura plateresca, por ejemplo, llevacio a
cabo con gran acopio de ejemplos, seria prueba de lo
que someramente venimos diciendo, y más todavía si
comparásemos las obras españolas con sus prototipos
itálicos m,¡ís o menos directos, para darnos cuenta de
hasta qué.'punto el espíritu nacional modificó las ele~
gantes proporciones italianas.
Una cantera inagotable de observaciones en cuanto
a ia manera de sentir la decoración los artistas espa-
fíoles nos la proporcionaría, asimismo, la arquitectura
plateresca . La primera cosa que salta a la vista en los
b tO 10 )() <10 10 w m.s conjuntos, sobre todo arcaicos, de este estilo, es la
falta de verdadera articulación arquitectural. de ver-
Fig. 53 - Catedral de Valladolid . Fachada principal, s~gún
el proyecto de Juan de Herrera. La fachada se inscribe en dadera tectónica. En otro lugar hemos dicho lo que
un rectángulo formado por la sumación de dos rectángulos sigue: «La arquitectura española -----desconocimiento
sesquiálteros verticales (2 a 3); por consiguíente, tiene por quizá de las leyes propias de este arte abstracto- es
base 4, y por altura, 3. Por medio de diagonales se obtienen casi siempre un trasunto de las artes menores. La ley
puntos silllgulares de la composición. De_ la misma ma~era
podríamos decir que la fachada está cub1erta por dos tr!.án~ rectora de la arquitectura no se propaga desde arriba
gulas perfectos (rectángulos, cuyos catetos e hipoten~sa en forma convergente, hasta el pequeño detalle del
están en la relación 3, 4, 5), que super¡x>nen su cateto base mueble, del adorno, del utensilio, como sucede con
igual a 4. otras culturas más modernas. En nuestra Península el

D4 135
movimiento es inverso: desde abajo, desde la inorgá~
nica menudencia del pequeño objeto, surge el foco di-
vergente que ilumina la amplia pared de la arquitec-
tura. En el fondo de toda obra arquitectónica típica-
mente española encontramos, como quien mira con unos
gemelos del revés, algún pequeño y precioso objeto:
un mueble, una cerámica, un cofre de marfil. una
tela, un bordado, una joya. Nos guste o no nos guste,
es así y nuestra misión es destacar todo casticismo y
no negarlo y contradecirlo. sino exaltarlo y encauzarlo».
Falta en los muros renacentistas españoles aquella
cadencia morosa de formas plásticas bien definidas que
sirven para exaltar el vera andamiaje arquitectónico
precaviendo con seguro tacto pausas y censuras. O el
muro queda audazmente desnudo o profusamente de-
corado, con modulación abigarrada e insistente, con
refulgir infinito de motivos organizados en un esquema
casi pueril. O una cosa u otra: contrastes rotundos.
Por consiguiente, se desconoce la razón de toda
membratura arquitectónica clásica. Buena prueba es que
los entablamentos de nuestro plateresco se convierten
en meras bandas .decorativas por hinchazón del friso y
atrofia inverosímil del arquitrabe y la cornisa, que son,
en lógica clásica, los elementos preponderantes y acti-
vos del entablamento. Las columnas apenas se utilizan
y se sustituyen por pilastras cajeadas que son verda~
deros frisos verticales. La intención, llevada a cabo con
voluntad artística potente, radica en lograr calles, cajas,
encasamentos verticales y horizontales donde desplegar
la fantasía de los grutescos. sentidos como si fueran
nueva modalidad del ataurique. A este deseo se deforma
toda membratura clásica, cuyas leyes y verdadero senw
tido fueron desconocidos por los constructores plate-
.cescos. que no pasaban en su información de las rece~ Fig. 54 - Salamanca. Iglesia de San Justo. Portada. Trans-
tas someras adquiridas en las Medidas del Romano, de cripción renacentista de un invariante hispanomusul.mán:
el alfiz. Proporción achatada del medio punto del arco.
Diego Sagredo. Precisamente en este precioso librito
puede encontrarse la clave de muchos aspectos de nuesw

136 137
tro plateresco, pues Sagredo, 'desmenuzando los órde- pánico de organización decorativa que ya hemos 1l3ma-
nes clásicos, con lo que se borraba su orgánica unidad. do decoración suspendida. El contrasentid.o más grave
__ va dando modelos de elementos aislados, una basa, un de toda ideación arquitectónica es que ésta no se apoye
capitel, una cornisa, cosas que el entallador podrá en el suelo. Contraviene el más elemental principio de
copiar pero no sabrá organizar, aunque llame a sus la lógica de este arte grávido y, sin embargo, la arqui-
construcciones con alegre énfasis «obra del romano». tectura española ilustra en multitud de ejempks esta
Es revelador señalar cómo en las primeras ediciones audaz incoherencia. Lineas atrás dijimos que esta de-
del Sagredo ni siq'Jiera se dibujaban los .órdenes clási- coración suspendida estaba ya. expresada con patente
cos completos y se añadieron más tarde en las últimas claridad en las Puertas de Al-Hakam, en la Mezquita
ediciones junto con cuatro figuras sobre la anchura de de Córdoba. Pero en las puertas cordobesas todo era
los intercolumnios. Signo del progresivo !',onocimiento pura abstracción de recuadros, fajas y paneles, y en las
del arte romano. creaciones platerescas se trata de verdaderos, aunque
En más clásica sazón, cuandc el gusto ya estaba desvitalizados, miembros arquitectónicos: pilastras, en·..
cansado del incontinente derroche de grutescos, que- tablamentos, arquivoltas, áticos, frontones. Ejemplos los
daron los encasamentos, recuadros y cajeados entera·· hallamos a miles. La fachada de la Universidad de Sa·.
mente desnudos. :pero, en cambio, haciendo resaltar más !amanea es una gran decoración suspendida, como una
su reiterativo ge-ometrismo, su insistencia. Ello dió lugar gran colgadura o inmenso tapiz que para mayor seme-
a una especial decoración abstracta, que alcanzó en janza pende de lo alto y no le falta más que flamear al
algunas obras del purismo andaluz -sobre todo en las viento. Portadas más pequeñas las hay a cientos, y son
de Vandelvira- caracteres de un verdadero, potente muestras gallardas, en la misma Salamanca, las de las
j original estilo decorativo. Excepcionales ejemplos los iglesias de Sancti-Spíritus y :::..as Dueñas, y de menor
hallamos en la iglesia del Salvador, de Ubeda, en las fuste, ~ro modélica en su género, la de la iglesia de
fachadas interiores del crucero de la Catedral de Jaén San Justo (fig. 54); y en época barroca, la misma ciu-
y en su Sala Capitular y Antesacristía. Se llega en la dad nos da un buen ejemplo en el Pabellón Regio d~
arquitectura de raíz vandelviresca a cajear pilastras es- la Plaza Mayor. Tal decoración suspendiaa continúa la
triadas. que encontramos en el gótico del siglo x·v y en el uso
E ste estilo abstracto hecho de recuadros es uno de más o menos complicado del alfiz. :"Je la decoración
los aspectos más hispánicos de nuestra decoración ar;:¡ui- suspendida puede también decirse con plena seguridad
tectural y pasa desde los pilares «recambiados» del úl- que no halla semejanza en el resto de las arquitecturas
timo gótico, desde las pilastras del renacimiento, sin europeas, más respetuosas con la tectónica, y que. por
perdido vigor, a todo nuestro barroco -sumo ~jemplo, consiguiente, puede considerarse como una manera de
las obras de Alonso Cano y su fachada de la catedral organizar la decoración castizamente española.
de Granada- y en forma más tosca el peculiar estilo Las pilastras suspendidas es menester sostenerlas
de placas. mediante ménsulas o repisas, pero a veces la fantasía
El carácter atectónico de ].:..' decoración plateresca, termina estos elementos con una réplica brillante, con
que sólc buscaba campos donde desarrollar y encerrar la curva gozosa de una decoración naturalista. Tai es
su fantasía, hizo que se insistiera en un tipo ,_nuy his- el caso del altar de la sacristía de San Marcos, de León,

138 139
con sus porten.tosos cuernos de la abundancia. Y ya
que hemos dado en esta bella composición de Juan de
Badajoz, bueno será decir que este altar nos ha parecido
siempre un paradigma acabado de nuestra estética ar-·
quitectónica: presencia de la proporción cuadrada, tra-
-bazón del conjunto por fajas horizontales que encierran
el arco de medio punto a la manera morisca, alfiz y de-
coración suspendida, reiteración sucesiva de elementos
en sentido vertical llegando al pleonasmo, gracia, fanta-
sía .Y desenfado con sus puntos de barroquismo y con
el olvido de la tectónica ortodoxa clásica.
Otro notable ejemplo, entre muchos que se podían
aducir, que revela el mismo espíritu hispánico que la
sacristía de San Marcos, es la deliciosa capilla del In-
fante, en Peñafiel.
Caso curiosísimo de toda una organización arquitec-
tónica colgada es la maravillosa iglesia del Hospital de
la Sangre, de Sevilla. Construcción, por otro lado, del
más acendrado purismo en nuestro renacimiento. El
gran orden jónjco del interior de este templo vuela SO·
bre unos enormes repisones, trasunto clásico del mo-
zárabe (fig. 55).
Entre tantas, dos fachadas de Salamanca ejemplifi-
can la modulación y el ritmo de la decoración plate-
resca española: la Universidad y San Esteban. r_,a priq
mera es una de las concepciones más originales y va-
lientes en la antología de la arquitectura universal, sin
parigual por su franqueza al enfrentarse y resolver un
puro problema estético. Se trata de crear una compo-
sición bella, un ornamento adecuado especialmente a
un determinado cuadro urbano, a una :placita cerrada
verdaderamente encantadora. Todo nexo con el edificio
posterior era baladí y él forzarlo hubiera sido un acto
de insinceridad reprobable (fig. 56). Cómo se advino ·a
Fig. 55 - Sevilla. Hospital de las Cinco Llagas. Interior de la clara, lógica y racional solución adoptada es cosa qu~
la iglesia. Una decoración colgada en gran escala y sin
temor a dejar en el aire un gigantesco orden de columnas nos pasma, y si nos pasma menos es porque sucedió en
jónicas. España, donde se había desvinculado la ornamentación

140 141
de todo trascendente ligamen con el cuerpo del edificiv.
La decoración de esta fachada está ritmada como
Sólo podía alcanzarse tal solución en un país cuya tra- una melodía islámica, donde sólo se conoce la solución
dición artistica dejaba libre de trabas la imaginacjón serial y no el acorde simultáneo, que en las artes plás-
creadora. Poco antes se había intuído algo parecido er. ticas exige perspectiva. Cada fragmento de esta fachada
el Colegio de San Gregario, de Valladolid. El proble- es un instante petrificado al que sigue otro instante sin
ma no era decorar un edficio que debía responder í1 interpolación ni resonancias, todo claro y distinto como
el acompañamiento de palmas del cante jondo. La or-
ganización del mundo parece, pues, simple, repetida,
monótona, como lo es para el occidental, de oído poco
aguzado, la música árabe. Falta toda armonía jntegra-
dora y toda intención focal, que no puede existir en
esta fachada por la falta de una dominante y por la
dualidad de sus puertas gemelas, cuyo parteluz vuelve
a aparecer en el pináculo central de la crestería alta,
dando lugar a algo así como a la ruptura y anulac1ón
del eje dominante (lám. XI). En menor grado vuelve
a darse tal modulación y tal ritmo en la gran fachada
de San Esteban.
Nunca con tan desenvuelta franqueza , pero si como
un eco consecuente de la fachada exenta de la Univer-
sidad salmantina, la arquitectura española siguió r:·ali-
zando ensayos decorativos de índole análoga a través
de las épocas manierista y barroca, como Jo demues-
tran , entre miles de ejemplos, la Cárcel de Corte de
Fig .. 56 - Salamanca. Universidad. Una fachada pensada Madrid y la Universidad de Valladolid .
precisamente para su plaza, con olvido de Ja tectónica El mismo problema estético de la fachada de Sala-
propia del edificio, que queda enmarcarada. manca en el ámbito de su plaza es el de los retablos en
el interior de los templos. Por eso se resolvió con b
unas necesidades intrínsecas. El edificio posterior no misma franqueza el problema y hallaron tanto goce Jos
obligaba a nada, no era ni siquiera necesario ningún o jos españoles en la disposición rítrníca de los encasa-
ventanaje. Crear artificialmente unas necesidades para mentos sucesivos de los retablos. Siguieron los retablos
servirlas, en lugar de sinceridad hubiera sido falsía de hasta tiempos modernos siendo expresión estética del
segundo grado, y esto se hubiera hecho en otras lati- espíritu nacional, y durante la época barroca la claridad
tudes. Aquí lo importante era buscar un fondo a la arquitectónica apenas lograda por el manierismo triden·
p~aza (un fondo al pensamiento) que recogiera en pla- tino se ofuscó de nuevo por la profusión del ornamento
mtud la yjsta, sin daño para el ambiente espacial de la y la escultura, lanzada ante el horror vacui a cubrir los
plaza,- sin asomo de perspectivismo engañoso. claros entre las columnas. Los retablos barrocos se agi-

142 141
tan nerviosos, y de su dorada cascada trasciende una de Ja perspectiva , de la fuga, del profundismo . Todas
luz sobrenatural y un milagroso parpadeo. las nociones artísticas espaciales de nuestro mundo mo·
No es este ensayo, de propósitos muy restringidos . derno occidental han seguido la línea iniciada por este
lugar para tratar sobre la esencia del barroco. Aquí concepto barroco del espacio y bemos llegado a la pe-
nos cabe aludir a ciertos caracteres específicós y d ifc- ligrosa identificación de Espacio con Espacio Barroco
renciales del barroco español. Para ello vamos a co- (véase pág. 57).
menzar por explayar unos cuantos rasgos substantivos El profundismo barroco tiende a eludir la planitud
de este estilo en que unos y otros autores parecen con- de las supeificies -modelándolas con un vigoroso claros-
venir. Es por antonomasia el arte del movimiento . Aquí curo, excavando en ellas foscos vacíos de sombra y
poddamos pararnos por haberlo dicho ya todo, puesto agitándolas en ondulantes . oleajes. La decoración neta-
que de su carácter dinámico se desprende el resto de mente barroca se acomoda a esta impresión de movj-
su fisonomía. El movimiento va suspendido inexorable- miento, trasladándola, en continuada . propagación, has-
mente de la noción primordial de unidad. Sin unidad no ta sus menores elementos. La decoración aparece tem-
puede existir movimiento, lo cual no quiere decir que blorosa, vibrante, suelta, perfectamente incardinada en
la viceversa se cumpla y que no pueda darse una unidad . la onda dinámica. Sus elementos flotan ágiles en una
estática. Pero la validez de la primera proposición nos atmósfera de luz y están como espolvoreados sobre las
1a demuestran de consuno todas las manifestaciones ar- superficies. Se huye del abigarramiento, del ornato tu-
tísticas. La Danza de los Aldeanos, de Rubens, o la pido, de la concentración del mismo en partes aisladas,
fachada de San Carla alle Quattro Fontane, de Borro- porque ello destruiría toda impresión de movilidad.
mini, no existirían en su intensidad de movimiento sin En los pocos párrafos que anteceden, y sin intención
hallarse arrastradas por una onda única, por una clara de hacerlo, hemos dibujado un paisaje antípoda del que
y unívoca intención dinámica. En cambio, la pluralidad hemos vehido definiendo como característico de la ar-
destruye toda impresión d~ movimiento -que es con- quitectura española. A estatismo hemos opuesto movi-
tinuidad- y lo fracciona , atomizándolo espacial o tem- lidad; a pluralidad y fraccionamiento, unidad; a espacio
poralmente (atomismo temporal de los axaríes, al que comparbmentado, espacio único fugado; a planismo.
hicimos mención en las primeras páginas de esta se- claroscurismo; a ornamentación encasetonada y tupida,
gunda parte). ornamentación flúida y suelta. ¿Habria, pues, que ex-
El movimiento ha sido el generador del espacio ba- traer de esta antítesis , que el barroco contradice, en su
rroco, del «espacio en marché!» (Gehraum) de Schmar- esencia morfológica, las más señaladas constantes man-
sow . Por eso en el ámbito barroco se percibe una po- tenidas a través de la historia de la arquitectura espa-
derosa voluntad de unidad . «El ideal -ha dicho Weis- ñola? Evidentemente, sí. Sentado esto, nos quedan dos
bach- era armonizar todo's los elementos de un con- supuestos a considerar. O bien la arquitectura barroca
junto espacial de tal modo que formasen un pleno acor- española rompe la línea de constantes nacionales que
de único». hemos venido perfilando, o bien e! barroco continúa las
El concepto de la espacjalidad barroca ha condu- tradiciones inherentes a tierra e historia y se separa del
cido de la mano a la exaltacion . de la tercera dimen- lenguaje común a otras arquitecturas barrocas extrape-
sión. la profundidad, haciendo del arte barroco el arte ninsulares.

144 145
En líneas generales, salvo casos· singulares y parti- churriguerismo. Pero las vindicaciones históricas, que
cularidades de matiz, se cumple el fenómeno segundo . todas llegan, nos tienen acostumbrados a mirar con es-
siendo más fuertes las raices locales que el fondo co- cepticismo estas fobias. .
mún universal del estilo. El barroco, entendido como manifestación cump1ida
España, hasta la llegada de Jos Barbones, no se in- y madura de la cultura europea occidental, triunfante
corpora al movimiento barroco europeo y sigue evolu- en la música fugada de Bach, en el cálculo infinitesimal
cionando sobre su propia mismidad. Las manifestacio- de Leibnitz, en el drama clásico francés, en la arquitec-
nes del barroco hispano e hispanocolonial siguen apega · tura de Mansard y Le Notre, en la pintura de Rem-
das al mismo mudejarism"o, notorio en el arte isabelino. brandt y Rubens, es un fenómeno extraño a la cultllla
manuelino y plateresco. Si queremos ceñir el concepto autóctona española y que pertenece al mundo gótico-
de barroco a unos límites artísticos y cronológicos jus- nórdico y apenas penetra en el mundo mediterráneo-
tos, para que su manejo como representación de un bizantino, al que España, por avatares de su historia,
estadio de cultura sea eficaz, y entonces le investimos se halla tan curiosamente vinculada. Nuestro barroco
de aquellas características generales formales explaya- es más el barrooo áspero y sólido de Zurbarán que el
das ha poco, tendremos que convenir en que el genio opulento de Rubens y el evanescente de Rembrandt,
de España no es un genio barroco así entendido, sino y hasta en sus delirios decorativos hay algú de maciz0.
antes bien, un genio mudéjar. Parece atrevido sentar de pesado, de rígido, de geométrico.
esta afirmación, toda vez que genio barroco se halla En páginas anteriores hemos tratado del espacio y
por sobra identificado a genio español. Ahora bien: del volumen en la arquitectura española, y todas las
si el concepto de barroco lo extendemos, hipertrófica- constantes aducidas las hemos visto reflejarse con sin-
mente, a tan largos límites como el concepto de clásico . gular vigor en el barroco español, contraviniendo el for·
repartiéndose con él en pie de igualdad el panorama malismo del arte barroco extranjero . Esta circun3tancla
de las formas y culturas humanas, entonces todas estas se vió favorecida porque en su esencial corporeidad, ]a[)
manifestaciones: mudejarismo, goticismo, plateresqui~­ construcciones barrocas siguieron apegadas a los esque-
mo y churriguerismo cabrán juntas en el común apela- mas herredanos de la arquitectura filipense .
tivo de barroco. Entonces el genio espaii.ol será _un ge- En la mayoría de los casos el barroquismo consistió
nio barroco. Pero miramos con recelo generalizaciones en vestir las rígidas superficies herrerianas de una de-
tan excesivas, origen de confusión por su falta de lí- coración plana, insistente, profusa y minuciosa que pa-
mites, y preferimos afirmamos en nuestra propia tesis rece volver por los fueros del arte cordobés y grana-
del genio mudéjar del arte español y llamar a nuestro dino, volver a pisar las sendas de Madinat-al-Zahra y
h3rroco con nombre y apellido barroco-mudéjar. a no la Alhambra. Decoraciones estrictamente mudéjares son
ser que volvamos a exhumar el término de churrigue~ las que recaman las fábricas viñolescas de ladrillo del
rismo para toda una fase de la arquitectura española. barroco aragonés, cuyas bóvedas están cubiertas de la-
Puede que para algunos sea piedra de escándalo bau - cería, que no son traducción de un motivo modsco.
tizar de mudéjar al genio arquitectónico español y es sino el motivo mismo. Fachadas ásperas e imponentes,
posible que para muchos oídos el término mudéjar ten- planas, revestidas de una decoración grumosa donde se
ga resonancias peyorativas, como otrora las tuvo el de contorsionan recuadros de follaje en guisa de barrocos

146 147
alfices (San Cayetano, de Zaragoza). Las labores con
que se suelen adornar las bóvedas, según Fray Lorenzo
de San Nicolás, son composiciones geométricas más o
menos sencillas (fig. 57), que evocan asimismo lacerías
moriscas, y la misma decoración abstracta, aquí hecha
recuadros y encasamentos, siive para organizar las fa'·
charlas planas del propio Fray Lorenzo (fig. 58). En
Andalucía, la decoraci,ón de las bóvedas, cuando llega

Fig. 58 - Frontispicio de iglesia según Fray Lorenzo de


San Nicolás (del libro Arte y uso de Arquitectura). Esta
fachada plana se anima por unos campos relevados cuyos
fondos (rayados) hacen más lucida la obra. Estos fondos,
manera de cintas interrumpidas, no son sino vago reflejo
de Ja labor de lazo y llenan la fachada de múltiples re-
Fig. 57 - Labores para adornar bóvedas, por Fray Lorenzo cuadros o encasamentos, siguiendo un gusto invariable-
de San Nicolás. Pervivencia en el barroco de las decora- mente espafiol.
ciooes geométricas moriséas a base de lazos.

148 149
el siglo XVIII, se divierí.c en mil juegos de quebradas
y nerviosas molduras que encierran la carnosa decora-
entre grietas murales, a manera de las cristalizaciones
ción floral, lo mismo que en el arte hispanornorisco minerales en la exudación de las grutas. En algunos
los en trelazos guardaban · celosamente los ata u ríq ues . casos (Sacristía de la Cartuja de Granada) esta deco-
ración parásita lo invade todo, bóvedas y paramentos,
Y en el fondo existe el mismo rigor geométrico y las
sin distinguir los elementos vivos o Jos campos inertes
mismas simetrías bien respetadas. En grandes arteso-
de la construcción, con olvido absoluto de toda expre-
nados planos se sigue idéntica ley, y en pleno siglo
sividad tectónica.
XVIII, cuando en Europa el rococó había aflojado ya
Este es nuestro barroco español, tan dispar en suf!
todo residuo de norma geométrica en la decoración, de-
prenotandos esenciales del italo nórdico! q~ue no pu~de
jando que todo afluyera suelto, vago y tembloroso, si-
en verd?.d cor.siderarse oomo una provmcta suya, smo
guen Jabrándose techos de espíritu radicalmente mudé-
como un hecho original y auténticamente español.
jar, como el del Palacio de Monsalud (que se conserva
hoy en el Museo Arqueológico Nacional). Al mirarlos,
al punto nos parece que estamos bajo techumbres abso- Resumen final
lutamente mudéjares, con su recamada y coralina su-
perficie que nuestros ojos se complacen en palpar, tan En el resumen que hicimos a mitad de camino con·
acusados son sus valores táctiles. Nuestro barroco mu- sideramos que, dados los supuestos allí aducidos. era
déjar adorna con marcada preferencia las bóvedas y pertinente dibujar algunas caracter~sticas genuiname~te
techos. Contradiciendo al barroco europe..o, procura dar españolas, castizas, de nuestra arqUitectura: algunos m-
la sensación precisa de un espacio cu biei:to, cerrado y variantes. En la segunda parte de nuestro Ensayo he-
sin lejanías, buscando, más que la impresión de una mos tratado de demostrar con ejemplos aquellos nues-
construcción humana, el efecto de una cueva natural, tros puntos de vista; es la parte experimentai de. n~es­
de una gruta. No se abandona, sino que se ha~ más tro trabajo, como decíamos en las palabras preliiDJna-
patente que nunca el sentimiento árabe del espacw cue- res del Propósito. Nuestro método ha sido an~r. el
viforme. Existen ejemplos notorios en las iglesias y ca- fenómeno amuitectóníco pasando de las tres dl.Dlens,o·
pillas mejicanas de los siglos XVII .Y XVIII. Sa~ta ­
María Tonantzintla, de Cholula; Capilla del Rosano,
nes (espacio yvolumen) a las dos dimensiones (plano
y decoración).
de Puebla, etc. En el barroco continental jamás se re- Ahora conviene que resumamos algunos de estos
carga la decoración en las bóvedas, que se hace casi invariantes que a nosotros nos han parecido más no·
más fluyente, más suelta, y se prefiere por lo general torios. En primer lugar hemos insistido sobre el espacio
la pintura, para con sus medios ilusionistas dar sensa- discontinuo o a saltos, formados por «cuantos» espa-
ción de cielos y lejanías. ciales, el espacio compartimentado que más o m~nos
Por lo demás es frecuente que la decoración barro- prevalece a lo largo de toda ]a arquitectura espanola.
ca española, en lugar de expandirse o~gánicamente por Esta noción espacial dijimos que dió lugar en las fa-
Jas superficies, se contraiga a determmados lugares o chadas a esa singuJar disposíción de portadas con ca··
elementos. Quedan éstas salpicadas de golpes grumo- pillas anteriores tan típicamente españolas; es decir, a
sos de follaje, que parecen brotar corno excrecencias por las fachadas y portadas con antecapilla. El espacio com-
150 151
partimentado no sólo se desarrolla en sentido hor~zon­
juicio, de la mezquita cordobesa, es la preferencia por
tal, sino que de la misma manera se propaga hacia lo
decorar las partes altas de las portadas y otras organi·
alto, formando las cubiertas estratiformes en sucesivos
zaciones arquitectónicas: lo que hemos llamado deco·
planos, dando lugar al espacio cueviforme característi-
ración suspendida, según se ve en todo el transcurso de
co de lo oriental. En España siempre se ha dado gran
la arquitectura española, sin que hallemos nada pare·
importancia a las techumbres, bien sea en las arqui-
cido en otras arquitecturas europeas. En cuanto a la
tecturas moriscas y mudéjares; en las góticas, con el manera de repartir la decoración en los muros, ya he-
fantástico desarrollo de las bóvedas estrelladas, en los mos visto cómo ésta se concentra en lugares de mayor
artesonados renacentistas o en las bóvedas tupidas de dignidad o significación, como sucede en las grandes
vegetación del barroco. Siempre el techo ha pesado, grá- portadas de templos y palacios españoles. Esta tenden-
vido de decoración, sobre los espacios interiores, pro- cia a decorar casi exclusivamente las portadas hace que
curando aquella impresión tan singular de cueva. Luego entre la arquitectura palacial española desde el ren~ci­
vimos que estos espacios se articulaban entre sí, crean- miento hasta la llegada de los Borbones apenas ex1sta
do composiciones trabcidas y asimétricas de directriz un solo ejemplo como el del Palacio de Carlos V, de
quebrada, que dieron por resultado esa ciudad-convento Granada, que despliegue una cumplida ordenación ar-
española en contraposíc~ón a la ciudad-palacio de las quitectónica por todas sus fachadas; todo lo demás se
monarquías barrocas. reduce a lienzos de parca decoración, destacando una
Y trascendiendo del espacio interior a su expresión portada menor o mayor (abarcando más o menos al-
volumétrica externa, hemos visto la gran sinceridad de tura y englobando o no huecos adyacentes). No escapa
volúmenes que se advierte en toda la arquitectura his- a esta ley la fachada occidental del Monasterio de El
pánica, su marcada cubicidad y esa manera peculiar de 3scorial, con su gran composición dórico-jónica en sn
penetrarse los volúmenes simples formando conjuntos centro.
máclicos. I.,a decoración, constreñida a estos lugares singula-
Hasta aquí moviéndonos en el espacio tridimensio- res, ocupa por completo aquellas partes que le son re-
nal; pasando luego al área bidimensional, hemos hecho servadas con minuciosa insistencia: decoración profusa,
notar la planitud "de toda la arquitectura española, su tupida y reiterante. Cuando esta decoración abandona
geometrismo, siempre bajo la rígida disciplina del án- sus cárceles geométricas no lo hace para expandirse
gulo recto, que organiza todo el ornato dentro de enca- como un acompañamiento orgánico de los elementos
samentos o encuadramientos. En las proporciones pla- tectónicos, sino que, rotas las esclusas, lo invade todo,
nas hemos visto la constante tendencia hacia el cuadra- sin distinguir los elementos vivos de los cuerpos inertes
do, lo que nos ha conducido a considerar eso que he~ de la construcción, con olvido de toda tectónica: de-
mos llamado cuadralidad de la arquitectura española coración siempre esencialmente atectónica.
corno una de sus características diferenciales. Tal cua- Estos son, en resumen, algunos de los invariantes
dralidad lleva aparejada esa propensión a la horizon~ que, a nuestro juicio, caracterizan a la arquitectura es·
.talidad, tambjén muy española, y que ha dado lugar a oañola, resultado de la fusión de Oriente y Occidente
lo que denominábamos gótico horizontal español.
De vieja prosapia española, que arranca, a nuestro
en este crisol de la península, en esta vasija de barro
ibérico que todo lo sazona al modo propio.
152 153
su organización». Revista del Instituto de Estudios de Ad-
ministración Local, núm. 6, 1942.
(5) Debo las fotografías de las haciendas de la So-
Jedad, Mateo Pablo y Guzmán a D. Pablo Gutiérrez Moreno,
y la del cortijo del Vicario a los seíiores de Becerril, a
quienes quedo agradecido.

INVARIANTES EN LA ARQUITECTURA
HISPANOAMERICANA

(l) E. Walter Palm, «The Art of the New World after


thz Spanish conquest» . Diógenes, 47, pág. 69.
(2) E. Walter Palm, Op. cit., pág. 68.
(3) George Kubler, El arte de los pueblos hispánicos .
Historia del arte, Pe-lican, .pág. 73.
(4) Fernando Chueca Goitia, Invariantes Castizos de 11.1. INDICE DE FIGURAS
ArquitectLLra Española. Madrid, 1947, pág. 91.
(5) Damián Carlos Bayón, «L'Art de 1' Amérique Latine.
Essai de definitiom>. Diógenes. 43, julio-septiembre de 1963,
pág . 109.
(6) E. Walter Palm, Op. cit., pág. 72.
(7) Graziano Gasparini, Templos coloniales de Vene-
zuela. Caracas, 1959.
(8) Véase Juan Giuria, La Arquitectur.~ en el Paraguay.
Buenos Aires, 1950.
(9) Diego Angulo Iñíguez, Historia del Arte Hispano-
americano. Barcelona-Buenos Aires, 1945, tomo I. pág. 658.
(10) Diego Angulo If'ííguez, Planos Arquite~tónicos de
lberoamérica y Filipinas existentes en el Archivo de Indias.
Tomo I, ~ám. 28 .
(11) O p. cit., tomo I, lám. 45.
(12) E. Walter Palm, «Estilo y Epoca en el Arte Colo-
nial!». Anales del Instituto de Arte Americano e Investiga-
ciones Estética.s, 2, 1949, pág. 7.
(13) Mario J. Buschjazzo, Historia de la Arquitectura
Colonial en Iberoamérica. Buenos Aires, 1S6l, pág. 27.

244
INVARIANTES CASTIZOS DE LA ARQUITECTURA
ESPAf;IOL.A

l." Esquema del espacio morisco . . . . .. . .. . .. ... 59


2."" ALHAMBRA. Esquema planímétrico del Patio de
la Alberca . .. .. . .. . . . . . .. . .. . .. .. . .. . 61
3.a ALHAMBRA. Sala de las Camas .. . . .. .. . .. . . .. 62
4." MARRAKECH. Qasba. Patio- de la Mezquita . . . 63
S.n PALACIO DE KORSABAD. Planta del patio ante-
rior de uno de los templos . . . . . . . . . . .. .. . 64
6.• ALHAMBRA. Oratorio del Parta\ .. . .. . . .. . .. 66
7.o. ALHAMBRA. Compartimentación del espacio
en el Oratorio del Partal .. . ... . .. ... 67
8.' ZARAGOZA. La Seq. Armadura, perfil .. . .. . 68
9.a. ALHAMBRA. Plantade los patios .. . .. . ... 70
10."- EL CAIRO. Mezquitade Ibn-Tulum ... . .. .. . 72
11.a. ALHAMBRA. Juego de volúmenes . . . . . . . . . 73
12.a. MEZQUITA DE CóRDOBA. Portada de la amplia-
ción de Al-Hakam II . .. . .. .. . .. . . .. . .. 76
13.~ MEZQUITA DE CóRDOBA. Fachada del Mihrab ... 77
14.a SAN MIGUEL DE LA EsCALADA. Planta. . .. .. . ... 82

247
15." SANTIAGO DE PEÑALBA. Perspectiva exonomé- 45.a MADRID . Observatorio Astronómico . . . . . . . . . 122
trica ..... . ........... .. ................ -. 84 1
46.' IGLESIA PARA MUGARDO. Proyecto de Silvestre
~ Pérez . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . .. . . . 123
16. 8 AVILA. Capilla de Mosén Rubí de Bracamonte. 85
17.~ BERLANGA DE DUERO. Planta de la Colegiata. 86 47.a ACADEMIA DE SAN FERNANDO. Proyecto de
18. • CATEDRAL DE BURGOS. Planta . .. . .. .. . 88 Aduana ... . .. ... ... ... .. . ... .. .. .. .. . ... 124
19. 11 CATEDRAL DE GRANADA. Planta .......... . .. .. 90 48.a ACADEMIA DE SAN FERNANDO. Proyecto de pe-
20.• IGLESIA DEL SALVADOR (UBEDA). Planta 91 quefia iglesia .. . . .. .. . . .. . .. .. . .. . . .. . .. 124
21. 8 IGLESIA DE SAN LORENZO (BURGúS). Estructura 49.a ACADEMIA DE SAN FERNANDO. Proyecto de
de la cúpula ...................... .. . .. 92 torre . . . .. . ... . . . . . . . . . ... . .. ... .. . ... 125
22.• CONVENTO DE EL PAULAR. Planta de la iglesia. 93 50." PALENCIA. Catedral. Puerta de los Novios 128
23. 11 TORDESILLAS. Conv-ento. Planta del antiguo pa- .Sl.a BuRGOS. Cartuja de Miraflores. Portada de la
lacio de Alfonso XI .. . . .. . .. . .. .. . . .. 95 iglesia . .. .. . . .. . .. . .. .. . . .. .. . .. . .. . 129
24.• SEVILLA. Planta. de la Casa de Pilatos ...... 96 52.• BURGOS. Catedral. Fachada de la Sacristía de
25.o. SALDAÑUELA (BuRGOS) . Planta del Palacio 97 la Capilla del Condestable .. . . .. ... ... .. . 130
26! CADALSO DE LOS VIDRIOS. Planta del Palacio de 53 Y· VALLADOLID. Catedral. Fachada principal, se-
Villena ..... . ........ . ............ . .... . 98 gún el proyecto de Juan de Herrera ... .. . 134
27.• ALHAMBRA. Planta del Palacio de Carlos V y 54." SALAMANCA. Iglesia de San Justo. Portada 137
plazas adyacentes ... ... . .. ... . .. .. .... 99 55.a SEVILLA. Hospital de las Cinco Llagas. Interior
28.a EL EscoRIAL. Conjunto planimétrico del Mo- de la iglesia . .. . .. . .. .. . . .. .. . . .. . .. . .. . .. 140
nasterio y anejos .. . .. . . .. .. . . .. .. . . .. 100 56." SALAMANCA. Fachada de la Universidad .. . . .. 142
29.• SALAMANCA. Planta de 1a Clerecía .......... .. 102 57.a Labores para adornar bóvedas, por Fray Lo-
30." SEVILLA. Planta del Hospital de Venerables renzo de Sao Nicolás .. . . .. .. . .. . . .. . .. 148
Sacerdotes .. . , .. . .. . .. .. . . .. .. . .. . .. . 103 58.a Frontispicio de iglesia, según Fray Lorenzo
31." NUEVO BAZTÁN. Planta del poblado ... 104 de San Nicolás . .. .. . ... .. . .. . .. . . .. .. . . .. 149
32. 11 HACIENDA DE- TORREQUEMADA (SEVILLA) .. . 105 '
33.a TOLEDO. Puerta Vieja de Bisagra ....... .. 108
34. • MoRóN DE ALMAZÁN. Plaza .. . .. . .. . .. . . .. 109
35.a Alminar de la Mezquita Mayor de Kairuán y INVARIANTES EN LA ARQUITECTURA
torre-cimborio de la iglesia de San Lorenzo HISPANOAMERICANA
de Sahagún ......... ... .............. . .. . 110
36. 8 ARE:vALo. La Lugareja . .. ............... . .... . 111
La BARCELONA (VENEZUELA). San Cristóbal 173
37." PALENCIA. Convento de San Pablo .. . ....... .. 113
2.' BARCELONA (VENEZUELA). San Cristóbal. Planta 174
38." BuRGos. Iglesia de San Gil. Capilla de la Na-
3.a. Iglesias «pcripteras» de Yaguarón y Capiatá,
tividad ... .. .... . .... ":'...... ........... . 114
en Paraguay . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . . .. . .. 176
39.a. GRANADA. San Jerónimo. Cabec-era del templo. 115
4." QUITO. Catedral y Sagrario. Planta . .. .. . . .. 177
40.n MURCIA. Catedral. Capilla de los Vélez y torre. 117
S.a. CARACAS Catedral. Planta .. . .. . .. . .. . .. . .. . 178
41.a ToLEDO. Iglesia de San Juan Bautista .. . ..... . 118
6. 11 SANTA FÉ (ARGENTINA). Iglesia del Convento
42." MADRID. Iglesia de San Andrés. Capilla de San
de San Francisco . .. .. . ... . .. ... . .. ... .. . 184
Isidro .......... . .................... . . 119
7.~ EL Cuzco. Planta de la Catedral coo sus dos
43. 8 MADRID. Ermita de la Virgen del Puerto .. . 12<1'-
iglesias satélites .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . 186
44.' MADRID. Museo del Prado .. . . .. . .. . .. . .. . .. 121

248 249
8." Porosí. San Bernardo . .. . . . .. . .. . .. . . .. .. . 187
9.a MÉXICO. Silueta de la Catedral .. . . .. .. . ... 189
lO .a Toor. Iglesia de la Consolación, descompuesta
en sus cuerpos simples . .. . .. .. . ... ... ... 191
!l. a MÉXICO. Sagrario de la Catedral .. . .. . .. . .. . 192
12.a. MÉXICO. Sagrario de la Catedral. Análisis de
su estructura planiforrne . . . . . . . . . . . . . . . 193
13.• GUADALUPE (MÉXICO). Planta del Pocito . .. ... 196
14.a. GUADALUPE (MÉXICO). El Pocito . .. . .. .. . .. . 197
15." Interpretación naturalista de la arquitectura
del Pocito ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 198

INDICE DE LAMINAS

250
INVARIANTES CASTIZOS DE lA ARQUITECTURA
ESPAÑOLA
Entre
páginas

I. SEGDVIA. La catedral por su flanco sur. 154 y 155


U. GRANADA. Alhambra . . . .. . .. . .. . .. . .. . 154 y 155
a) Sala. de los Reyes.
b) Mirador de Daraja.
e) Ventana de la Torre de Comares.
III. a) GRANADA: Corral del Carbón, portada 154 y 155
b) EcuA: Palacio de Míraflores.
e) GRANADA: Alhambra. Bóveda esta-
lactítica en la Sala de los Abence-
rrajes.
d) ZARAGOZA: Cimborio.
IV. CóRDOBA ... ... ... .. . ... . .. .. . ... . .. ... 154 y 155
a) Interior de la Mezquita.
b) Fachada del Mihrab y Capilla de la
Macsura.

253
Entre
páginas

V. SEVILLA.Alcázar. .. .... . .... .... .. . 154 y 155


a) Oratorio de los Reyes Católicos.
b) Patio de las Doncellas.
VI. GRANADA. Alhambra. Patio de los Leones. 154 y 155
VIl . SAN JUAN DE LOS REYES . Dibujo de Juan
Guás .... .. ... ... .. . ...... .. . . .... . 154 y 155
VIII . a) CóRDOBA: iglesia del Convento de los
Capuchinos.
b) MEDJNA DE RIOSECO: iglesia de San-
tiago, portada .. .. . .. . .. . .. . .. . .. . 154 y 155
IX. FUENTES DE JrLOCA . Torre de la iglesia
parroquial .. . .. . . .. . .. .. . .. . . .. . .. 200 y 201
· X. a) ARCOS DE LA FRONTERA; Hospital de la
Caridad.
b) SEVILLA: Jardines del Alcázar, Pabe-
llón de Carlos V . .. . .. .. . . .. . .. .. . 200 y 201
XI. SALAMANCA . Fachada de la Universidad. 200 y 201
XII. SEVILLA. Torre de la iglesia de San Pedro 200 y 201
XIII. EL PAULAR . Monasterio. Sagrario ... .. . 200 y 201

MANIFIESTO DE LA ALHAMBRA

XIV. GRANADA. La Alhambra en su paisaje .. 200 y 201


XV. GRANADA. Alhambra: volúmenes y topo-
grafía .. .... .. ..... .......... . 200 y 201
XVI. GRANADA. Generalife: la acequia ...... 200 y 201

254

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