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El Océano Interior
El Océano Interior
Guía para la
meditación Zen.
por Dokushô Villalba
La segunda mitad del siglo XX ha sido testigo de la llegada de las tradiciones espirituales
orientales a Occidente, entre ellas el Budismo Zen con su practica básica, la meditación
zazen. Actualmente se cuentan por centenares los centros de meditación zen en Estados
Unidos, Canadá y Europa. También en España se observa un crecimiento progresivo de
centros zen y de personas que lo practican. La práctica de la meditación zen está formando
cada vez mas parte de nuestras costumbres. Sin lugar a dudas, este hecho está siendo muy
positivo y tendrá una influencia cada vez mayor en nuestra manera de ser y de percibir la
realidad.
El jardín secreto
Nuestra mente es a menudo parecida a un océano agitado en el que continuamente se agitan
las olas de su actividad incesante: emociones contradictorias, pensamientos variados,
sensaciones, expectativas, etc. La sociedad de consumo que sufrimos dirige nuestra
atención hacia la realidad externa, en pos de la adquisición de bienes y de información. La
industria del deseo excita nuestras ansias mostrándonos una zanahoria ilusoria
magníficamente presentada por las agencias de publicidad. De esta manera la noria de
nuestros días va girando y girando, año tras año, al mismo tiempo que la serenidad interior
y el verdadero estado de felicidad se alejan cada vez más de nosotros.
Veamos en qué consiste una sesión de zazen. La agitación mental viene dada por la
dispersión (desenfoque) de la atención. Lo primero que tenemos que hacer al comenzar una
sesión de zazen es, pues, calmar la agitación mediante la concentración (enfoque) de la
atención. Para ello, en primer lugar, enfocamos la atención sobre la postura corporal.
Creamos una base corporal sólida doblando las piernas en loto o en medio loto, de forma
que las dos rodillas en contacto con el suelo y las nalgas en contacto con el zafu (cojín para
zazen) formen una base estable sobre la que pueda erguirse el tronco. Estiramos bien la
columna vertebral. Relajamos los hombros. La cabeza permanece justo sobre los hombros,
sin inclinarse hacia delante, detrás, izquierda o derecha. Dejamos caer los brazos a lo largo
del cuerpo y disponemos la mano izquierda sobre la mano derecha, ambas pegadas al bajo
vientre.
Una vez que nos hemos cerciorado de que la postura corporal es correcta y equilibrada,
enfocamos la atención sobre la respiración. Enfocar la respiración sobre la respiración no
quiere decir "controlar" la respiración. La respiración no necesita ser controlada. Sucede
por ella misma. La inspiración sucede a la espiración y ésta a la inspiración siguiendo un
ciclo natural en el que la voluntad de manipular sobra. Simplemente permanece atento a la
respiración como si tu atención fuera un corcho que flota sobre las olas de la inspiración y
de la espiración. Eso sí, no dejes que tu atención sea atraída por nada que no sea la
respiración. No luches contra las distracciones. Simplemente enfócate con determinación
sobre la respiración. De esta forma, naturalmente, automáticamente, inconscientemente, tu
actividad mental se calmará.
Una vez que sientas que tu mente se ha aquietado gracias a la concentración sobre la
respiración, puedes abrir el campo de la atención gracias a la observación. Los principiantes
deben ser muy cautelosos a la hora de pasar a la observación y deben asegurarse de que el
nivel de concentración, o quietud, no sufre mengua.
Puedes enfocar tu atención sobre las sensaciones: corporales, visuales, auditivas, gustativas,
olfativas y tomar conciencia (observar) de cada una de ellas. Aquí debes tener mucho
cuidado. ¿Por qué? Por lo general, la mente tenderá automáticamente a catalogar las
sensaciones como agradables, desagradables y neutras. Las sensaciones agradables
generarán automáticamente una actitud emocional de apego, las desagradables de rechazo y
las neutra de indiferencias. Cuando una ola se levanta, otras muchas la siguen
inmediatamente y de esta forma puedes encontrarte de pronto en un mar agitado,
zarandeado por las olas del apego y del rechazo.
Observar las actitudes emocionales a través de las cuales percibimos la realidad es una
práctica sutil y difícil que necesita una cierta experiencia y un poder considerable de
ecuanimidad. Se trata de tomar conciencia del color de las lentes a través de las cuales
percibimos la realidad y, en la mayoría de los casos, una mente no entrenada es incapaz de
discernir la realidad objetiva de su percepción subjetiva. Gracias a la práctica de la
observación de las actitudes emocionales, la mente misma puede verse a sí misma con
mayor objetividad y liberarse de las lentes coloreadas o, al menos, tomar conciencia del
color (la deformación) a través del cual está percibiendo. Esta práctica genera una mayor
ecuanimidad emocional y libera a la mente del penduleo extremo entre el apego ciego y el
rechazo visceral.
Observando el observador
Si tu práctica de zazen evoluciona naturalmente a lo largo del tiempo, tarde o temprano te
enfrentarás a la paradoja del observador observado. ¿Quién es el que observa? O mejor aún,
¿desde dónde parte la observación? Lo observado depende del punto de vista desde el que
se observa. Según el punto desde el que parte la observación, la realidad observada será una
u otra. En este nivel de zazen, puedes tomar conciencia de los contenidos mentales
(programas, metaprogramas, sintaxis, etc.) o presupuestos inconscientes desde los que
parten tu observación de la realidad que estás experimentando. Al tomar conciencia de ellos
puedes darte cuenta al mismo tiempo hasta qué punto te sientes identificado (apegado) con
ellos. Si, gracias a una observación ecuánime, permites que esa identificación emocional se
disuelva, esos metaprogramas cognitivos perderán consistencia y podrás liberarte de ellos.
De esta forma, al cambiar los presupuestos de tu observación, una nueva realidad aparecerá
ante tus ojos.
Una vez en este punto, ya no podemos decir a ciencia cierta si es el observador el que
observa la realidad o es la realidad la que observa al observador. Como decía Alan Watts, te
experimentas a ti mismo "como una abertura a través de la cual el universo se observa a sí
mismo". En palabras de un maestro zen:
"Miro la flor
Y la flor se ve a si misma
a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mis mismo
A través de ella".
Luz y sombra
Si te has sentado en zazen buscando la luz del espíritu no te extrañes si te encuentras de
frente con tus propias sombras, con los aspectos más recónditos de tu inconsciente que
permanecen ocultos a tu propia conciencia ordinaria. Un viejo maestro zen dijo: "La luz
existe en la oscuridad, no veas sólo oscuridad. La oscuridad existe en la luz, no veas sólo
luz. Luz y oscuridad depende la una de la otra como el paso de la pierna izquierda depende
del paso de la pierna derecha". La toma de consciencia de tu propia oscuridad y la
aceptación de la misma son requisitos básicos para comenzar a poner un poco de luz en la
sombra. De la misma manera que el reconocimiento de la propia ignorancia es el comienzo
del camino hacia la sabiduría, el reconocimiento de la propia sombra es el comienzo del
camino hacia la claridad. Cuida de no caer en actitudes extremas: no creas que por haber
clarificado un par de cosas ya lo has clarificado todo, no creas que por que has encontrado
zonas oscuras, toda tu mente es oscuridad. La oscuridad existe gracias a la luz que la
percibe. Como decía el maestro Kodo Sawaki: "La oscuridad de la sombra del pino
depende de la claridad de la luna".
La guía y el guía
Esta guía para la meditación zen es como un pequeño mapa introductorio. No pienses que
con él podrás iniciarte a la práctica de la meditación zen. Las instrucciones directas de un
maestro zen son imprescindibles. La meditación zen es mucho más que una técnica de
meditación y ni siquiera un grueso manual puede suplir la enseñanza directa de un maestro
zen, de persona a persona, de corazón a corazón. El secreto de zazen no está tanto en la
técnica como en la actitud (ética) con la que se practica.
3. Actitud mental. No tomes partido ni por ni contra nada, sea lo que sea. No juzgues tus
propios sentimientos, sensaciones o pensamientos. No digas: "Esto está bien, esto está
mal". Si aparecen juicios y valoraciones en tu mente, toma conciencia de los juicios y
valoraciones que han surgido y déjalos estar sin darles importancia. A esto se le llama
objetividad.
4. Actitud espiritual. No huyas ni persigas nada, sea lo que sea. No quieras alcanzar nada
ni liberarte de nada, sea lo que sea. Simplemente quédate ahí, observando, aceptando que
cada cosa es lo que es en este momento. A esto se le llama apertura interior.
Apertura. La firmeza interior generada por el profundo centramiento al que induce zazen
te permitirá abrirte al mundo sin miedo y, al entrar en contacto con él, podrás tomar
conciencia del dolor y del sufrimiento de los demás seres vivientes, así como de la gran
oportunidad que es la vida humana.
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