Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Arquitectura y Genero PDF
Arquitectura y Genero PDF
MÓNICA CEVEDIO
ARQUITECTURA Y GÉNERO
ESPACIO PÚBLICO / ESPACIO PRIVADO
Icaria Antrazyt
MUJERES, VOCES Y PROPUESTAS
Diseño de la colección: Josep Bagà
Ilustración de la cubierta: Mónica Cevedio
© Mónica Cevedio
cevedio@coac.net
© De esta edición
Icaria editorial, s.a.
Arc de San Cristòfol, 11-23 / 08003 Barcelona
Impreso en Publidisa
La mentira es intolerable.
Uno muere con la mentira.
Le Corbusier*
Prólogo 9
Presentación 15
Introducción 17
PRIMERA PARTE. GÉNERO / ARTE / CULTURA 21
I Diferenciación entre género y sexo 23
II. Relaciones culturales de género 27
Vinculadas a arquitectura, literatura, pintura 27
Vinculadas a arquitectura 36
SEGUNDA PARTE. ARQUITECTURA / GÉNERO 45
III. Androcentrismo en la historia de la Arquitectura 47
IV. Le Corbusier versus Loos. Una nueva interpretación 53
TERCERA PARTE. ARQUITECTURA / SOCIEDAD / USOS / ECONOMÍA 69
V. Arquitectura y sociedad. Analogía entre lo social y el espacio,
con relación a la familia 71
VI. Arquitectura y usos. Valores y usos diferenciados en el espacio
privado 79
VII. Arquitectura y economía. Trabajo productivo / Trabajo
improductivo. Espacio público / espacio privado 91
Conclusiones 97
Propuesta 99
Bibliografía 103
Lista de ilustraciones 107
8
PRÓLOGO
CON EL PASO DEL TIEMPO
9
Recuerdo que en la universidad, cuando planteé que el tema de tesis
sería Arquitectura y Género, los profesores no paraban de hacer comentarios
inadecuados o bromas machistas, objetando que el tema no era arquitectura
o teoría de la arquitectura, a excepción de Josep Muntañola Thornberg, que
se atrevió a ser el tutor de la tesis, lo que le ocasionó también sufrir parte de
esas bromas. Creo que por los planteamientos materialistas, por mis cono-
cimientos sobre feminismo y mi firme convicción, he podido desarrollar
estas ideas y volcarlas en la arquitectura.
Otro obstáculo fue la no aceptación del término género. Esto se explica
ya que el interés del término como categoría analítica se comienza a em-
plear a finales del siglo XX. Aunque Simone de Beauvoir lo usó sin mencio-
narlo en 1949 cuando expresó «la mujer no nace se hace». En la actualidad
se utiliza frecuentemente y se identifica de forma errónea a la mujer con el
género, por ejemplo cuando se habla de violencia de género, cuando en
realidad es la violencia que ejerce el género patriarcal masculino sobre el
género femenino. Afortunadamente ya nadie discute la terminología.
Vuelvo a recordar la etapa de la universidad, el día que expuse el pro-
yecto de mi tesis. Yo podía escuchar pero no replicar; algunos de los profe-
sores (creo que eran ocho, todos hombres) me planteaban si pretendía que
hubiesen dos inodoros o si quería desarrollar un trabajo sobre cocinas. Otro
profesor (considerado un hombre de vanguardia) me preguntaba si los ani-
males tenían género. Todos, casi sin excepción, me atacaron duramente,
aunque luego, a solas, me pidieron disculpas y expresaron su desconoci-
miento sobre el tema.
Mi constancia y mi paciencia fueron importantes, así como el saber que
la arquitectura es una profesión masculina en la que, a pesar de que algunas
mujeres arquitectas dicen no haber sufrido discriminaciones, vemos que los
docentes y sobre todo catedráticos son la categoría más masculinizada, don-
de existe muy poca presencia de mujeres. En el ejercicio profesional ocurre
lo mismo, tanto en la remuneración como en la casi inexistencia de despa-
chos únicamente de arquitectas.
Podemos decir que la arquitectura históricamente, a través de todos los
tiempos, ha sido masculina, y en la actualidad conserva la estructura pa-
triarcal y androcéntrica, donde (salvo excepciones) las mujeres arquitectas
no forman parte de la arquitectura pública, reconocida y de prestigio.
Destaco las palabras de Pierre Bourdieu: «Siempre he visto la domina-
ción masculina, y en la manera cómo se ha impuesto y soportado, el mejor
ejemplo de aquella sumisión paradójica, consecuencia de lo que llamo vio-
lencia simbólica, violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus pro-
10
pias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramen-
te simbólicos de la comunicación y del conocimiento… principio simbóli-
co conocido y admitido tanto por el dominador como por el dominado, un
idioma o una manera de pensar, de hablar o de comportarse.»2 Se podría
hablar de colonización cultural interior.
A pesar de todo esto, la tesis culminó con un sobresaliente cum laude.
La editorial Icaria, con una subvención del Instituto de la Mujer, la edita y
da ha conocer mis ideas en este ensayo.
Esta nueva edición no la reescribo sino solamente la corrijo, porque
creo que encierra el valor de ser una de las primeras reflexiones sobre la
materia.
El libro despierta dos vertientes de interés. En un primer momento
tiene una mayor repercusión dentro del ambiente feminista, ya que era un
tema muy poco tratado, pero cuando se descubre desde la arquitectura,
adquiere una especial relevancia. Se ha utilizado en la universidad no sólo
de arquitectura sino también de antropología, historia y sociología, en cur-
sos, posgrados y másteres. Revistas de arquitectura vanguardistas, manuales
y periódicos lo recomiendan y se encuentra en todas las bibliotecas de Bar-
celona, así como en distintos ministerios como el de la Igualdad, el de Cul-
tura de Sevilla y Navarra y en el de Trabajo e Inmigración. Se ha difundido
no sólo en España y Tánger sino también, con mucha aceptación, en
Latinoamérica.
A partir de aquí, mi vida se transforma y comienzo a impartir conferen-
cias en La Habana, Salamanca, San Sebastián, Barcelona…, organizo mesas
redondas, escribo artículos y mantengo mi despacho profesional; pero sigo
reflexionando en que todavía queda mucho por hacer, que solamente he-
mos tomado conciencia de la situación debido a los valores masculinos y
androcéntricos que se nos han transmitido no sólo en siglos sino en milenios.
El valor de este ensayo radica en las tres variables que he reunido: mujer,
política y arquitectura. En cuanto a la primera variable, opino que las mujeres
no tenemos un pensamiento propio, ya que siempre hemos vivido con una
cultura impuesta: la masculina. Aunque como destaco en el libro, sí tenemos
una manera diferente de relacionarnos con la vida y esto se puede reflejar en la
arquitectura. Referente a la segunda, destaco que las mujeres no somos todas
iguales, que existen claramente clases sociales y, por tanto, no sufrimos de igual
manera las mismas discriminaciones y esto también se manifiesta en la arqui-
11
tectura. En cuanto a la tercera variable, la arquitectura, destaco la investigación
sobre Le Corbusier y Loos, pero sobre todo el apartado de la propuesta, donde
expreso que se deben clarificar y establecer nuevos límites entre lo público y lo
privado, entre lo social y lo individual. Así como los que separan las valoriza-
ciones entre lo productivo y lo improductivo. Resalto que no se trata de hacer
pequeñas reformas como ampliar aceras o incorporar zonas verdes sino de
cambios profundos y transgresores. Es decir, ver como una unidad a la vivien-
da y a la ciudad, entremezclando los espacios interiores y exteriores; se trata, en
resumen, de desarrollar viviendas sociales en las que se compartan algunas
tareas. Estoy segura de que estos cambios en la vivienda transformarán poco a
poco la ciudad, que tan rígidamente nos divide la vida con dos espacios im-
puestos y diferentes: el público y el privado.
En este texto expongo que la arquitectura y el urbanismo se relacionan
íntimamente con el contexto económico e ideológico del momento, y de
ahí su relación con el género, la ecología y la naturaleza. Esta forma de
pensamiento ha condicionado la historia de la arquitectura, así como sus
necesidades programáticas y estructurales. Por ello, la arquitectura contem-
poránea se basa en la especulación, la desigualdad de las personas, el
consumismo, la falta de respeto al medio y la casi inexistencia del poder de
decisión de las mujeres.
Las mujeres históricamente han tenido que cuidar (condición innata y
además cultural), por lo que pienso que no existe un cuidado de las perso-
nas, ni de la vida, ni del mundo, incluso desde la arquitectura y el urbanis-
mo, sino que lo que se está produciendo es una destrucción despiadada de
éstos.
La arquitectura y el urbanismo cambiarán de aspecto y se transformarán
cuando cambien las bases económicas y culturales que los sustentan. Estos
cambios modificarán las relaciones interpersonales y conllevarán hacia un
nuevo ser humano, lo que su vez se reflejará en el hábitat y en las relaciones de
los espacios dentro–fuera, exterior–interior y público–privado.
En este libro intento hacer una reflexión sobre qué clase de vida quere-
mos y cómo podemos contribuir a mejorarla. Subrayo las palabras de Ale-
jandra Kollontai: «No basta con abolir la propiedad privada y que las muje-
res se incorporen a la producción, es necesaria una revolución en la vida
cotidiana y en las costumbres, forjar una nueva concepción del mundo y,
muy especialmente, una nueva relación entre los sexos.»3
3. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai (1872-1952), ed. del Orto, p. 21.
12
No puedo dejar de reconocer y agradecer en este prólogo al director de
la tesis doctoral Josep Muntañola Thornberg por el apoyo y el estímulo que
siempre me ha dado. Así como a mis amigas de la librería Pròleg, en espe-
cial a Àngels Grases, que se ha preocupado de conseguir la bibliografía ne-
cesaria, y a las compañeras de las tertulias de literatura. Quiero recordar
también a la editora literaria de Icaria, Anna Monjo, que no dudó en publi-
car este ensayo y darlo así ha conocer dentro de la colección Antrazyt.
Mónica Cevedio
Barcelona, 28 septiembre de 2009
13
14
PRESENTACIÓN
15
16
INTRODUCCIÓN
17
les, de familia, de religión, de comportamientos. Valores, que nos inducen
a la alienación y que se reflejan entre otras variables en la arquitectura.
Según Montaner:
18
Este estudio no pretende ser un «manifiesto» pero sí la búsqueda de la
mujer–sujeto–arquitecta, objetivo que ha determinado estas reflexiones.
En la Primera Parte he tratado de repensar la Arquitectura en relación
con el arte, bajo una nueva mirada: la del género —es decir a través de las
diferencias culturales entre hombres y mujeres— (ya que como sexo se en-
tiende las diferencias biológicas), intentando romper con los parámetros mas-
culinos con un nuevo pensamiento puesto en la diferencia, para eliminar
los antagonismos entre cultura masculina y cultura femenina.
Luce Irigaray dice:
19
Reflexionar sobre un pasado y una historia por construir donde se incluyan
a las mujeres como grupo social, donde sean sujetos, protagonistas y no
simples espectadoras. Entro, así, en el debate existente en la caracterización
de la arquitectura, entre los que responden a lo social y quienes sólo ven en
ella los criterios de diseño.
En la Tercera Parte manifiesto la relación dialéctica entre arquitectura y
familia, tratando de demostrar que a las mujeres no les pertenece ni el espa-
cio privado ni el público, llegando a las mismas conclusiones que en el
capítulo anterior y ratificando que la mujer ha sido la gran ausente de la
historia.
Trato de hacer algunas apreciaciones entre valores y usos diferenciados en
el espacio privado, así como las diferentes concepciones, sobre el trabajo y el
tiempo entre hombres y mujeres, para manifestar más adelante la relación
existente entre trabajo productivo / trabajo improductivo y su vinculación en el
espacio público y espacio privado.
Si bien considero que el espacio no tiene sexo, su valoración se hace a
través de quién hace uso de él. Se puede decir, entonces, que el «espacio» no
es neutral y que está relacionado con el poder económico, cultural y social,
poder que dicta las normas del mismo. Por lo que manifiesto, que en la
medida en que existan desigualdades genéricas, el uso del espacio expresa y
representa a las mismas. Se trata de mantener las diferencias, pero no las
desigualdades.
Considero que la economía es la que genera las condiciones de la vida
material, social y cultural, idea con la que cierro la Tercera Parte de este tra-
bajo. Incidiendo en ésta se producirán los cambios sociales e ideológicos, que
originarán una nueva concepción en la vida cotidiana y en las costumbres.
Una nueva relación entre los sexos no se logrará sólo eliminando la pro-
piedad privada, sino combatiendo a su vez las estructuras ideológicas, pa-
triarcales y androcéntricas, que son el producto de la dominación masculina.
Por último, la deducción a la que arribo en las Conclusiones —después
de realizar las anteriores reflexiones— es de que, incidiendo y rompiendo con
las valorizaciones materiales y culturales que el sistema capitalista nos transmite
a través de la superestructura, entre tareas productivas e improductivas y la dife-
renciación que éstas generan con los espacios privados y públicos, se cambiarán
las estructuras que mantienen las diferencias entre los géneros en el uso y la
apropiación del espacio.
20
PRIMERA PARTE
21
22
I. DIFERENCIACIÓN ENTRE GÉNERO Y SEXO
No se nace mujer:
llega una a serlo.
Simone de Beauvoir1
1. Beauvoir, Simone de (1983), El segundo sexo. La experiencia vivida, ed. Siglo Veinte,
p. 13.
2. Beauvoir, Simone de (1983), El segundo sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 15.
23
Foucault dice: «No existe el cuerpo natural, incluso sus atributos bioló-
gicos se crean a través de discursos científicos y otros discursos sociales.»
También nos habla, del «biopoder (que define, como una fuerza que opera
desde abajo) que actúa controlando la sexualidad de las mujeres y de los
niños».3
Josep Muntañola en su estudio sobre las dialogías entre niños y niñas en
el análisis de las fases evolutivas sobre la noción de lugar, nos dice que mien-
tras haya dialogía, existe crecimiento personal y el producto de lo que se
experimente es positivo, creativo y enriquecedor para ambos sexos. Cuando
ésta no existe, toda creación y comunicación fracasan. Por ello, dice: «La
monología cultural provoca la muerte de la crítica.»4
Antonio Miranda opina (como ya se dijo en la introducción) que: «...nues-
tra crítica descree de la Verdad dogmática, absoluta, fija y eterna, entende-
mos que todo pensamiento crítico es un pensar dialógico, abierto...».5 Ve-
mos entonces cómo la sociedad y el patriarcado producen valoraciones
monológicas de género, dando mayor autoridad al género masculino sobre
el femenino.
Podemos definir patriarcado, como esa unidad de «pactos» entre los
hombres con el que ejercen el poder y la decisión en la sociedad. El patriar-
cado genera diferencias en el trabajo remunerado, con la explotación do-
méstica, la sexual y la cultural, con las leyes que promulga, reflejándose
todo esto en el uso del espacio, tanto privado como público. Allí es donde,
el control masculino decreta el «rol» de inferioridad y de marginalidad de
las mujeres. Las relaciones de género son por lo tanto, desiguales y jerárqui-
cas, imponiéndose uno sobre el otro.
El género tiene relación con el espacio, el tiempo y el lugar. Los com-
portamientos de género, entonces, no son estáticos sino variables. Además
de culturales. Por esto, en una sociedad clasista, la cultura dominante es la
de la clase que detenta el poder, y dentro de ésta, la del género dominante.
Se dice que «ser mujer no es un hecho natural, sino una representación
cultural», por lo que es importante distinguir entre la diferencia genérica y
la diferencia impuesta, que surge de la educación sexista y androcéntrica.
3. Foucault, citado por Mc Dowell, Linda (2000) en Género, Identidad y Lugar, ed. Cáte-
dra, pp. 80-81.
4. Muntañola Thornberg, Josep (1999), Arquitectura, Texto y Contexto, ed. Virtuals, p. 48.
Ver Arquitectura como lugar. Ver, Poética y Arquitectura, del mismo autor.
5. Obra citada, Miranda, A. (1999), p. 139.
24
Si tenemos en cuenta, además, que las mujeres no pertenecen todas a
una misma clase social, observamos, que la diferenciación de clase dentro de
un género es a veces tan relevante como la existente entre un género y otro.
Debemos tener presente, como bien ha dicho Simone de Beauvoir que
«No siempre hubo proletarios, pero siempre ha habido mujeres.»6 Ante es-
tas reflexiones, se puede decir que las divisiones de género se manifiestan en
los diseños de las viviendas (como veremos más adelante) y en el diseño urba-
no, (redes de transporte, localizaciones urbanas como centros escolares, co-
merciales, bancarios, viales peatonales, vehiculares, etc.), proyectados con cri-
terios patriarcales, economicistas y no en función de la sociedad.
Las relaciones dentro-fuera, público-privado, son relaciones, por tanto,
que evidencian el poder y la dominación de un género sobre otro.
Eli Bartra nos dice:
Una obra no tiene sexo, eso es obvio, pero tampoco tiene clase; y no
podemos negar que la clase del productor puede manifestarse de diver-
sas maneras en la obra, desde el tipo específico de arte, o sea, si se trata
de literatura, pintura, escultura, música, hasta la forma concreta de
producirlo, los materiales usados. Lo que se comunica y cómo se ex-
presa y, desde luego, lo que se difunde y cómo se distribuye, lo que se
consume y cómo se consume, tienen que ver con la clase social de los
productores.7
6. Beauvoir, S. de (1983), El segundo sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 14.
7. Bartra, Eli (1987), Cuadernos inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 12.
25
26
II. RELACIONES CULTURALES DE GÉNERO
1. Ozenfant/Le Corbusier. Acerca del purismo. Escritos 1918/1926 (1994), ed. Croquis,
p. 257.
27
Los «mitos femeninos» como los de Eva o la Virgen María han distor-
sionado el poder de las mujeres. Ya en la literatura popular de la Edad
Media se inculcaban, en los cuentos, los valores que al patriarcado le inte-
resaba sostener. Hacían del hombre un héroe, mientras que a la mujer se la
representaba con el aspecto virtuoso, religioso, la maternidad, la humil-
dad, etc.
Tanto en literatura, como en pintura, podemos ver las distintas mane-
ras de expresar «arte» entre los géneros. Pierre Auguste Renoir, declaraba,
por ejemplo, a finales del siglo XIX:
2. Porqueres, Bea (1994), Cuadernos Inacabados, n.º 13, ed. Horas y horas, p. 49.
3. Beauvoir, Simone de (1983), El Segundo Sexo. La experiencia vivida, ed. Siglo Veinte,
p. 496.
4. Ibíd p. 502.
28
Pero, si comparamos a la arquitectura con la literatura, o la pintura, ve-
mos cómo Rosa Chacel, al igual que Bartra, dice: «...no existe una literatura
femenina y otra masculina, sino buena o mala, pero se puede añadir que
ésta puede a su vez estar determinada por una actitud política y social»,5 y
también ética y filosófica, diría yo.
De cualquier manera existen rasgos diferenciales, códigos diferentes los
mismos que se dan entre distintas culturas e incluso entre distintos arqui-
tectos hombres. «En toda obra de arte hay conocimiento, es decir, elemen-
tos de conocimiento y de ideología (...)», nos dice Lefevre. Así como:
...el arte no es una ideología, es decir, una forma más o menos ilusoria
del conocimiento, pero sin embargo es una superestructura, tiene rela-
ciones con la ideología, tiene un contenido ideológico (más o menos
claro y consciente, más o menos conscientemente político).6
Podemos decir, que existen rasgos distintivos entre los géneros, debi-
do a la posición de la mujer en la sociedad, y por los valores que ésta, le
otorga a la diferencia sexual. Si analizamos, además, el arte en la sociedad
capitalista, vemos que éste está mercantilizado. Podemos entonces, hablar
de arte burgués, que además de negar la existencia de las mujeres, es un
arte separado de la sociedad, con su moda actual de esteticismo y culturis-
mo. Observamos que es un arte-mercancía, impulsado por la sociedad de
consumo.
Es decir que este arte, que no representa a la mujer, es además un arte
clasista, que no satisface las necesidades sociales.
Dentro de este marco debemos hablar de arte feminista.
El lenguaje corriente es totalmente androcéntrico, ideológico. Ya no
sólo el oral, sino también el escrito. Es por esto, que debemos ver y analizar
en una obra literaria, además de la creación cultural, cómo se expresa, qué
mensaje oculto transmite.
Antonio Miranda escribe: «El lenguaje es una parte sustancial de la ideo-
logía y por tanto de la acción del Poder.»7
29
Frida Kahlo, Las dos Fridas, Frida Kahlo, Diego Rivera, El México moderno,
1939. La columna rota, 1944. 1929-35.
Para Virginia Woolf, son tres las diferencias específicas de una literatu-
ra femenina: los temas, el idioma (lenguaje) y, sobre todo, esta visión dis-
tinta al describir a los personajes de género masculino o femenino».8
Eli Bartra, tratando de explicar con una visión feminista la creación
artística de las mujeres, escribe:
8. V. Woolf, citada por Eli Bartra (1987) en Cuadernos Inacabados, n.º 8, ed. La Sal, p. 41.
9. Ibíd, p. 42.
30
Frida Kahlo, Autorretrato, Amelia Peláez, Naturaleza Tarsila do Amaral,
1946. muerta sobre ocre, 1930. Buey en la selva, 1928.
En pintura podemos ver claramente las diferencias que marca Eli Bartra,
entre Frida Kahlo y Diego Rivera, cuando escribe:
31
Picasso, Toreros y toro a la expectativa, 1900. Picasso, Escena de corrida, 1901.
Picasso, Desamparados, 1903. Picasso, La vida, 1903. Picasso, Madre e hijo, 1922.
32
Picasso, Corrida: la muerte de la Los hermanos Mateu El falo, 1903.
mujer torero, 1933. y Angel Fernández de Soto
con Anita, 1903.
33
Elisabeth Vigée- Lebrun, Artemisa Gentileschi, Jael y Sísara, Artemisa Gentileschi,
Autorretrato con hija, 1593-1652 /53. Autorretrato como Alegoría
1755-1842. a la pintura, 1593- 1652.
34
La pintura de Louise Bourgeois «Mujer/casa» incor-
pora un edificio a su cuerpo. De esta manera trabaja el
espacio interior y establece relaciones con la interiori-
dad, con la nutrición, la soledad y el aislamiento. Mani-
fiesta sus vivencias, al igual que Frida Kahlo, pero con
una expresión surrealista diferente.
Lo importante en una obra de arte (literatura, pintu-
ra) no es solamente lo que manifiesta o expresa, sino tam-
bién, lo que oculta. Por esto es importante la crítica, para
hacer una interpretación política y transformadora, que
aporte ideas y conceptos, que expliquen lo que se oculta
o esconde.
Louise Bourgeois,
Lippard (crítica feminista norteamericana) dice: Femme maison, 1947.
13. Lipard, citada por Serrano, A. (2000) en Mujeres en el arte, ed. Plaza & Janes, p. 106.
14. El segundo Sexo, Simone de Beauvoir citada por Serrano, A. (2000) en Mujeres en el
arte, ed. Plaza & Janes, p. 98.
35
Cuando hablo de la diferencia entre pintura o escritura con la arquitec-
tura, no me refiero sólo a los «temas», ni siquiera a la calidad, intensidad de
sensaciones y emociones que se quieren manifestar o transmitir, sino a la
«distinta manera de hacer arte» donde todas esas manifestaciones están en-
tremezcladas y producen una obra diferente.
«La mujer genio no existe», como dice Simone de Beauvoir. Se da por
entendido que el arte ha sido creado por los hombres. Razón por la cual, las
mujeres no debemos considerar la diferencia sexual como una oposición
binaria, sino hacer un análisis materialista para encontrar las causas de las
formas actuales de poder. Buscando así, una nueva identidad como muje-
res, sin tener el referente hombre.
Vinculadas a arquitectura
Debemos separar claramente a la arquitectura de las artes plásticas o de la
literatura, pues no se la puede definir sólo por el concepto arte, sino tam-
bién por el de ciencia, pero sobre todo por ser una disciplina al servicio de
la realidad de las personas (cobijo, resguardo, refugio) diferenciándose así,
en su «naturaleza,» de lo únicamente artístico.
Vitruvio escribía:
15. Vitruvio (1995), Los Diez libros de Arquitectura, ed. Iberia S.A, p. 5.
16. Ibíd, p. 16.
36
Cuando nos habla de las categorías de las casas particulares, lo hace
según el estatus social del pater familias que la habite, si es abogado, hombre
de letras, banquero.Vitruvio no cuestiona a la sociedad en sus escritos, sino
que responde a ésta, y además responde de tal manera que piensa la arqui-
tectura sólo en función de los hombres.
Esta concepción de la arquitectura de Vitruvio, se manifiesta a lo largo
de toda la historia en muchos arquitectos, como Le Corbusier y Loos. Adolf
Loos opina: «La casa cumple una necesidad. La obra de arte no debe rendir
cuentas a nadie... La obra de arte es revolucionaria, la casa es conservado-
ra.»17 (Exceptúa al sepulcro y al monumento, de los que dice, pueden ex-
presarse artísticamente). Así afirma: «...el arte y la arquitectura no tienen
nada en común, operan en dos campos separados y las cosas van mal para
ambos cuando se confunden.»18
Le Corbusier por su parte, dice: «La Arquitectura es una obra de arte,
un fenómeno de emoción, situado fuera y más allá de los problemas de la
construcción.»19
Tras una nueva interpretación de ambos podríamos decir, que Loos no
es consecuente con lo que dice, ya que su arquitectura intenta ser única,
artesanal y por lo tanto se apoya más en el arte que en la ciencia. Vemos,
también una dualidad en Le Corbusier, ya que tampoco es consecuente,
pues a pesar de lo que expresa, luego su arquitectura se basa en la industria
(casas seriadas, los cinco puntos de arquitectura) y en la ciencia o las mate-
máticas con el modulor.
Miranda, dice: «...la arquitectura no es, en absoluto, un Arte, sino una
Ciencia Poética.»20 Podríamos decir que tanto la literatura como la pintura
son «acientíficas», mientras la arquitectura no lo es.
De cualquier manera, una buena obra literaria o una pintura, deben de
tener una estructura y un argumento que las componga. Donde su autor/a
consiga un proyecto acabado en sí mismo. Le Corbusier afirmó siempre
que «... el secreto de su arquitectura residía en su pintura.»21 Para María
Zambrano: «El que obtiene la unidad lo obtiene todo.»22
17. Loos A. (1993), Escritos II, Adolf Loos, ed. Croquis, p. 33.
18. Anderrson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 21.
19. L. C. (1998), Hacia una Arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 9.
20. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 197.
21. Frampton, Kenneth (2000), Le Corbusier, ed. Akal, p. 173.
22. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed Fróntesis, p. 543.
37
Museo de Arte, Saô Paulo, 1957-1968. SESC Fábrica Pompeya, Saô Estación de Bomberos de Vitra,
Paulo. 1991-1993.
38
Pabellón de Exposiciones en Weil am Rhein, 1999. Concurso Centro de
Congresos de Córdoba,
2001.
39
PENETRANDO EL CIELO. Jean Nouvel, La Torre Agbar (futura sede social del grupo aguas de Barcelona).
40
Al respecto escribió:
...el arte debe ser hecho por todos y no por uno solo.
La Arquitectura es el espejo de la personalidad de quien la escoge, la
habita o quien la proyecta.
...Creo que la función del arquitecto es ante todo conocer la mane-
ra de vivir del pueblo en sus casas y procurar estudiar los medios técni-
cos de resolver las dificultades que encuentra la vida de millares de per-
sonas. Para un arquitecto lo más importante no es construir bien sino
saber como vive la mayoría del pueblo. El arquitecto es un maestro de
vida, en el sentido modesto de que se apodera de cómo cocinar o fregar,
de cómo hacer un fuego.26
26. Bo Bardi, L., citada en Revista Fisuras, n.º 6 (1998), pp. 33, 34, 35.
41
Lefebvre dice: «Ya no se trata de saltar hacia el porvenir lejano, pasando
por encima del presente y del porvenir próximo, sino de explorar lo posible
a partir del presente.»27
Si nos referimos a la Arquitectura feminista, vemos que desde los años
setenta, se está tratando el tema. Lo primero ha sido tomar conciencia de
la situación de la mujer arquitecta, tanto en el campo teórico como en el
práctico. En 1979 en Hamburgo, en el 2º Congreso de Mujeres de las
Ciencias Naturales y la Tecnología se dice: «No nos interesa decidir cómo
debería ser la arquitectura feminista, porque no es feminista prescribir cuá-
les deben ser los objetivos de otros, especialmente en el nivel teórico.»28
A partir de estos años se han buscado nuevas formas y programas arqui-
tectónicos, con los que la mujer arquitecta se identifique, como viviendas
ecológicas y viviendas integradas al paisaje; viviendas, en definitiva más hu-
manas, con nuevos programas como viviendas para mujeres solas, librerías
de mujeres, cafés para mujeres, etc. Buscando nuevos lugares que nos repre-
senten.
Se podría decir que el «gran arte», la «gran obra de arquitectura», no
tiene sexo, ni clase, ni raza, es neutra, esto siempre desde una perspectiva de
un artista varón, blanco... Al relacionar entonces, arquitectura y mujer, ve-
mos que una obra de arquitectura se produce a través de una teoría, de una
ciencia y también de la poesía, debemos remarcar a través de la crítica dialéc-
tica, que ninguno de estos tres componentes es neutral, ya que todo está
influenciado por la ideología dominante capitalista, androcéntrica y bur-
guesa. Ejemplo de esto, son los escritos de Iñaki Ábalos, quien en su libro
La buena vida hace un discurso monológico, con un concepto de casa que
conmueva a todos por igual, sin hacer distinción de clases sociales, de géne-
ro, sin emplazarla en ningún lugar, ni tiempo definido.
Escribe:
...Lo que aquí se ha hecho es mostrar cómo con los límites epistemo-
lógicos de las técnicas proyectuales se acota el significado de las arqui-
tecturas. Desbordarlos, pensar lo impensado, es quizás la tarea más apa-
sionante a la que nos lanza la práctica de la arquitectura,... reclamar la
buena vida que nunca antes pudo imaginarse. Sólo a través de un es-
27. Lefebvre, citado por Carpani (1975) en Arte y Militancia, ed. Zero, p. 21.
28. Ecker, G. (1986), Estética Feminista, ed. Icaria, p. 163.
42
fuerzo así podríamos pensar la casa que aún no tenemos, podremos le-
vantar la casa que nos conmueva por completo.29
Si bien a simple vista parece muy lógico lo que escribe, vemos, al hacer
una observación más profunda, que tanto lo poético, como lo sensato o in-
cluso lo construido (la ciencia) no son neutrales, por lo que la obra resultan-
te, la síntesis, tampoco lo es, ni siquiera la crítica, cuando por ejemplo no
tiene en consideración a los géneros, ni si es autor o autora. Si bien Miranda
tiene en cuenta las jerarquías, no habla de la monología de uno de los géne-
ros, del androcentrismo y misoginia de las ideas y de los conocimientos.
De cualquier manera, se podría decir que en la arquitectura tenemos
teoría, poética y construcción. La teoría (semiótica) sería lo científico, lo
poético, lo artístico y lo construido sería hacer realidad los otros dos.
Miranda, dice: «No hay arquitectura bella o fea únicamente más o me-
nos verdadera o falsa en sus resultados intelectuales.»31
Para Muntañola Thornberg:
29. Ábalos, Iñaki (2000), La buena vida, ed. Gustavo Gili, p. 201.
30. Miranda, A. (1999), Ni robot ni bufón, ed. Fróntesis, p. 43.
31. Ibíd, p. 53.
32. Muntañola Torngber (1999), Arquitectura: Texto y Contexto, ed. Virtuals, p. 59.
43
a conclusiones «más» científicas, «más» neutrales. Considerar, entonces, que
la crítica para ser «más» objetiva debe de analizar dialécticamente el contex-
to histórico, la economía, lo social, lo cultural con relación a las clases so-
ciales, a los géneros, o sea, hacer un análisis de la superestructura ideológi-
ca, escondida, oculta, que posee toda teoría u obra de arquitectura, mostrando
la problemática a la sociedad, cuestionando los espacios que habitamos.
Pero lo que sí está claro, y en esto coincido con Gisela Ecker, es que:
«...El diseño creativo no es la causa de las dificultades laborales de las
arquitectas feministas.»33
Como dice Enrico Tedeschi: «...la esencia de la arquitectura radica en el
espacio, lo cual ha de comportar una total transformación tanto en los mé-
todos del proyecto y la representación, como de los criterios del análisis.»34
Por esto, se propone detectar cómo funciona el sistema, desarticulando y
deconstruyendo los espacios que habitamos.
Podemos apropiarnos de las palabras de Le Corbusier, cuando dice: «De
un hombre nuevo sólo puede salir una obra nueva...»,35 de ahí que de una
mujer nueva, que cuestione y reivindique su lugar en el mundo rompiendo
las estructuras y parámetros de pensamiento monológico de dominación
masculina y patriarcal, con un nuevo discurso por el cual afirmemos la pre-
sencia, la voz y el deseo de las mujeres, entonces surgirá una obra nueva, en
una sociedad nueva, más justa, donde primen las diferencias entre los seres
humanos, pero no las desigualdades de clase y de género.
44
SEGUNDA PARTE
ARQUITECTURA / GÉNERO
45
46
III. ANDROCENTRISMO EN LA HISTORIA
DE LA ARQUITECTURA
2. Virginia Woolf, citada por A. Serrano de Haro (2000) en Mujeres en el arte, ed. Plaza
& Janés, p. 97.
47
Xavier Rubert de Ventós en una entrevista televisiva, hablando sobre la
cultura, dijo: «La cultura es represiva por las reglas que impone para vivir.»3
Bartra dice: «Hay que reinterpretar la historia, no simplemente revisarla
para rescatar y resaltar la participación femenina.»4 En cuanto a la Arquitec-
tura, vemos que ha sido pensada por y para los hombres. Donde las valora-
ciones de género se han hecho siguiendo el principio de Alberti: «El hom-
bre... modo y medida de todas las cosas.»5
Es por esto, que cuando las mujeres queremos identificarnos con el es-
pacio, con la vivienda, con la ciudad, nos encontramos que estamos huérfa-
nas de un pasado, sin historia, sin referencias, es decir, viviendo en un mar-
co impuesto y del que no somos conscientes que habitamos. Donde la cultura
dominante es norma universal, por lo que se puede decir, que existe un
imperialismo cultural. Debemos relacionar, por lo tanto, al espacio con el po-
der (económico, social y cultural) y reconocer que el espacio no es neutral. Por lo
que es válido hacer una nueva interpretación cultural e histórica. En este senti-
do debemos basar estos nuevos planteamientos teniendo en cuenta las dis-
tintas realidades sociales y culturales de las mujeres, a partir de un discurso
donde primen estos valores, ya que el «saber» y el «ser» de las mujeres ha
sido excluido, silenciado y negado por las ideas, relaciones y conocimientos
masculinos dominantes a través de la historia. En ese contexto se han pro-
ducido unas valoraciones patriarcales que van mas allá de las diferencias de
clase, de raza, de género, que decretan que la mujer es inferior, sometiendo
y rebajando a las mujeres a un lugar inexistente o de marginalidad. Y se
articulan unos valores, en los que nos movemos dentro de esta realidad que
no sólo está determinada por la economía capitalista, sino también por es-
tos conceptos que se transmiten a través de la superestructura que ejerce su
influencia con la ideología masculina y burguesa; de tal manera que mu-
chas mujeres la sustentan «inconscientemente» y a veces traicionando los
intereses de su clase y de su género.
Por esto, es válido buscar una identidad como género. Revisar y denun-
ciar los valores y pactos patriarcales, transmitidos a través de la historia y de
los que las mujeres hemos sido excluidas, para poder así hacer una nueva
interpretación del espacio que nos envuelve.
48
Si analizamos la oposición público/privado, donde lo público represen-
ta al Estado y lo privado a lo doméstico y a lo particular, vemos, que según
distintos estudios, anteriores al siglo XVIII, los espacios de la vivienda esta-
ban «entremezclados». Se puede hablar de espacios «mixtos», es decir, pú-
blicos y privados, donde las distintas funciones se daban en un mismo lu-
gar. La vivienda constituía entonces, un lugar público, de negocios o donde
se podían realizar funciones de gobierno, pero también era un lugar donde
se realizaba la vida privada. Ya Vitruvio (como se ha mencionado en el apar-
tado anterior), escribe y determina cómo deben ser las formas de las casas
según la categoría del pater familias, si era banquero, abogado, hombre de
letras:
49
espacios que nos envuelven, espacios que han sido pensados en función de
la autoridad del pater familias.
Según el historiador francés Georges Teyssot:
En el período del espacio histórico que va desde finales del siglo XVIII
hasta los años sesenta de nuestro siglo, se ha desarrollado el lento pero
potentísimo proceso de domestización de la vida social, de normaliza-
ción de los espacios y los comportamientos, y de moralización de la
población, proceso basado en técnicas de control de los impulsos y de
canalización de los deseos hacia el ciclo producción-consumo... Este
proyecto, que se concreta en la regulación de los hábitos de la intimi-
dad, ha sido puesto a punto por dos siglos de ciencias humanas... Han
hecho falta más de tres siglos para convencernos de la idea de que la
búsqueda de los intereses privados era muy propicia para asegurar un
orden social armonioso.7
Esto ha sido así, para poder, con la división entre lo público y lo privado
domesticar, moralizar y normalizar a las personas y regular así las formas de
comportamiento.
Estos nuevos hábitos de comportamiento hacen que sea posible la exis-
tencia del capitalismo, y así establecer control y dominio desde lo público a
lo privado y la subordinación del último por el primero.
Con este nuevo orden que se impone se acentúa no sólo la división de
clases, sino también de sexos. Donde la mujer sigue siendo considerada una
mercancía, valorada según la oferta y la demanda masculina, considerándo-
la como hembra del macho y divididas entre reproductoras o prostitutas.
En el campo de la arquitectura, Teyssot, citando a Derrida manifiesta
que: «Debe darse un salto, una doble ciencia, una doble escritura, de una
categoría a la otra para ver si es posible llevar a cabo una inversión a la
oposición clásica y a un cambio general del sistema.»8
A lo que yo propongo, intervenir también con una doble lectura, la
idea de «género» y la relación de éste con los espacios, en cuyo caso poco ha
cambiado (antes y ahora), esta relación para la mujer, entre lo público y lo
privado ya que no hubo un antes para la mujer en el ámbito público.
50
O sea, que ese cambio sólo lo han experimentado los hombres que son
los que poseen, usan y disponen de los dos espacios hoy contrapuestos (dán-
dose por hecho que es para todas/os, es decir que nos incluye).
Al analizar la idea de género en la relación espacio-tiempo, diferencian-
do la economía doméstica de la economía de mercado, vemos que en el
caso del hombre, al que se lo vincula con el lugar público, el espacio-tiem-
po es productivo, y en el caso de la mujer, a la que se la relaciona con el
lugar privado, el espacio-tiempo es improductivo. Estas valorizaciones, se
siguen manteniendo en la actualidad, ya que los espacios sólo han sido pen-
sados y determinados, como ya se dijo, bajo una sola mirada, la del hom-
bre. Y cuyo reconocimiento surge por un determinismo donde impera la
dicotomía entre los géneros, y por ende de los espacios, donde un género es
la antítesis y la negación del otro y no su igual.
Debemos por lo tanto, realizar un trabajo histórico de deshistorización.
Revisar la historia, significa realizar un trabajo de construcción que impon-
ga otras formas de pensamiento, situado en las diferencias, que rompa con
las estructuras históricas, masculinas, que generan unas modos de pensa-
miento que son el producto de la dominación. Donde las mujeres son obje-
to de sometimiento como algo per natura.
Pierre Bourdieu, dice:
51
tanto, las estructuras de dominación masculina, logrará que las mujeres de-
jen de ser inexistentes para la historia en general y en el campo de la arqui-
tectura, en particular.
Según Fina Birulés:
10. Birulés, Fina (1992), Mujeres en la historia del pensamiento, ed. Anthropos, p. 22.
52
IV. LE CORBUSIER VERSUS LOOS
UNA NUEVA INTERPRETACIÓN
1. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 213.
2. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. XXXIII.
3. M. Dezzi, Bardeschi, E. Garin y otros (1988), León B. Alberti, ed. Stylos, p. 57.
53
En el prefacio del libro Precisiones, Le Corbusier dice:
54
Un hombre, No olvidemos que nuestro ojo se encuentra
su cielo, a 1,60 m sobre el nivel del suelo; nuestro
su árbol, ojo, esta puerta por donde entran nuestras
su pared. percepciones arquitectónicas.
Un hombre,
su cielo,
su árbol,
su pared.
También asevera: «El arte no es una cosa popular, ni mucho menos una
querida de lujo.»13
Al igual que Picasso, Le Corbusier ve a las mujeres a través de ojos mas-
culinos otorgándoles el papel de reproductoras, cuidadoras o prostitutas.
Loos, también escribe para los hombres: «La arquitectura despierta senti-
mientos en el hombre. Por ello, el deber del arquitecto es precisar ese senti-
miento.»14
Cuando hace referencia a las mujeres, lo hace en los siguientes términos:
«Toda ama de casa sabe que la ropa se seca antes si corre el viento»,15 reafir-
mándola en su papel subordinado, de ama de casa.
Tanto Loos, como Le Corbusier, coinciden en ir contra el ornamento y
la decoración. Para Loos el ornamento es delito. Frase a la que se adhiere Le
Corbusier.
55
Loos, escribe: «La evolución de una cultura es proporcional a la desapa-
rición del ornamento en los objetos utilitarios.»16
Le Corbusier, influenciado por Loos (según K. Framton, en L’Art
décoratif d´aujourd´hui) dice: «Cuanto más se cultiva un pueblo, más des-
aparece la decoración.»17
Loos: « ve que la carencia de ornamento disminuye el tiempo de trabajo
y sube el salario.»18
Para Loos: «Todo arte es erótico. El primer ornamento que nació, la
cruz, tenía un origen erótico...Una línea horizontal: la mujer yaciendo. Una
línea vertical: el hombre penetrándola.»19 Haciendo así una interpretación
y valoración patriarcal sobre las relaciones sexuales. A tal punto llega su
aversión a lo ornamental que escribió: «La persona moderna que se tatúa es
o un delincuente o un degenerado»20 influenciado por el criminólogo
Lombroso, de quien es el siguiente dibujo, donde expresa claramente su
visión de lo femenino.
16. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 347.
17. Frampton, K. (2000), Le Corbusier, ed. Akal, p. 49.
18. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 351.
19. Ibíd, pp. 346-347.
20. Ibíd, p. 346.
56
Casa Curutchet, 1949.
57
«Estudiar la casa, para el hombre corriente, universal, es recuperar las
bases humanas, la escala humana, la necesidad-tipo, la función-tipo, la emo-
ción-tipo.»26
58
Casa Curutchet, 1949.
59
Estos mismos efectos o juegos, los emplea Le Corbusier en la Unidad
de Habitación de Marsella.
No hay muros en la planta baja, creando un espacio intermedio entre lo
público y lo privado, entre la naturaleza y el cemento.
Combina usos públicos y privados, reproduciendo y transportando al
corazón privado de la Unidad, una calle pública, elevada, donde se estable-
cen oficinas, comercios, un hotel. En la terraza ubica una guardería, un
gimnasio y un teatro.
Se podría decir que es una combinación de una célula comunitaria
que alberga células privadas, familiares. Utilizándose la metáfora del tran-
satlántico.
60
Coincido con Loos, cuando dice: «La arquitectura siempre ha sido expre-
sión, incluso a través de sus contradicciones de la clase dirigente de su tiempo,
puesto que debido a sus determinantes político-económicas no es imaginable
una arquitectura de oposición», o sea, «La arquitectura es el reflejo de la clase
dirigente de su pueblo.»29 A lo que se debe añadir y de su género.
También cuando subrayó la necesidad de los lugares comunes para la
vida, es decir potencializar las instalaciones comunitarias y, entre ellas, so-
bre los jardines, dice «un jardín privado no es moderno. El espíritu moder-
no es espíritu social, el espíritu antisocial no es moderno.»30 o cuando dice
que «la casa es conservadora.»31
«¡¡¿Es ése el marco donde transcurren las pequeñas alegrías y las grandes
tragedias de la vida de la gente?!!»32
Pero, cuando se refiere a las mujeres, al igual que Le Corbusier, lo hace
siempre en forma despectiva y genérica, relacionándola con las tareas hoga-
reñas: «Por todos estos motivos construyo la cocina-habitación, que desaho-
ga al ama de casa y le da un papel más fuerte en la vivienda que si tuviera
que pasar el tiempo de cocinar en la cocina.»33 Y agrega: «La mujer austríaca
procura atar al marido a la familia por medio de la cocina, mientras que la
americana y la inglesa lo hacen con un hogar confortable.»34
Si bien algunos principios de Loos en arquitectura son válidos, no coin-
cido con los interiores cerrados que propone en sus villas o casas. Ejemplos
de ello son: Villa Karma, Casa Scheu, Casa Duschnitz, Casa Müller, Casa
Khuner, en las que niega claramente el exterior.
Villa Karma.
29. Anderson, Cacciari y otros (1989), Adolf Loos, ed. Stylos, p. 20.
30. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 233.
31. Ibíd, p. 33.
32. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 271.
33. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 240.
34. Loos, Adolf (1993), Escritos I. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 191.
61
Casa Scheu.
Casa Duschnitz.
Casa Müller.
Casa Khuner.
62
En estas imágenes vemos la austeridad de las fachadas y de los interiores
burgueses, intimistas, que logra Loos, utilizando materiales como madera,
mármol, consiguiendo lugares cómodos, tranquilos con los que realiza su
estilo-antiestilo.
Esta negación del interior-exterior le lleva a ubicar muebles delante de
las ventanas. Otra estrategia utilizada es la de colocar vidrios traslúcidos en
ellas, siempre negándolas, ya que él piensa que toda la riqueza ha de mani-
festarse en el interior.
«Que la casa parezca discreta por fuera, que revele toda su riqueza por
dentro.»35
Así también como cuando le dice a Le Corbusier: «Un hombre culto no
mira por las ventanas.»36
35. Loos, Adolf (1993), Escritos II. Adolf Loos, ed. El Croquis, p. 67.
36. Colomina, B. (1997), Sexualitat i espai, ed. UPC, p. 72.
37. Le Corbusier (1999), Precisiones, ed. Apóstrofe, p. 143.
63
Fauteuil Grand Confort, L. C. y
CH. Perriand, 1928.
64
de habitar.»44 Para él la relación con la industria es fundamental, y se evi-
dencia cuando habla de los cinco puntos de la arquitectura: pilotis, techo-
jardín, ventana corrida acristalada, planta libre y fachada libre, puntos con
una clara vinculación con la industria.
Loos, dice: «La casa cumple una necesidad, la obra de arte no debe rendir
cuenta a nadie. La obra de arte es revolucionaria, la casa es conservadora.»45
La lucidez de Le Corbusier radica en cómo responde a un programa
como en la Unidad de Habitación de Marsella, donde si bien hay una espe-
culación en el aprovechamiento del uso del suelo y en la reducción de los
espacios de las viviendas, éstos quedan compensados con los espacios co-
munitarios que plantea; entremezclando actividades públicas en lugares pri-
vados o viceversa, como es el caso también de la Casa Curutchet.
En sus reflexiones Le Corbusier, con sus postulados más conservadores,
refleja una arquitectura que se podría decir más progresista, más humanista,
por la relación que propone con los espacios exterior e interior y los usos
privados y públicos (y las distintas estrategias que logra con ellos) y por su
vinculación con la industria. Mientras que Loos tiene unos postulados más
lúcidos, pero, sin embargo, plantea una separación tajante entre los espa-
cios exterior e interior y los usos públicos y privados, lo que produce mayor
aislamiento, fomentándose lo individual y no lo social.
Loos se ocupa de la casa obrera y lo ve como un problema. Al igual que
Le Corbusier, plantea la necesidad de potencializar las instalaciones comu-
nitarias y entre ellas, los jardines. Plantea una relación más local y artesanal.
La diferencia de Loos con Le Corbusier, es que Loos propone: «...los
modos de vida tan diferentes de un burgués, un campesino y un obrero.»46
Es decir, que tiene en cuenta a las clases sociales.
Mientras, Le Corbusier, cree que a través de la arquitectura cambiara el
mundo, con una tendencia ideológica más internacional y industrial: «Po-
déis ir a interrogar de piso en piso a los mil seiscientos habitantes de la
Unidad de Marsella, a las madres, los niños y los padres. ¿No se abrió una
nueva vida delante de ellos?»47
65
Así como: «La arquitectura es un acto de amor y no una puesta en esce-
na... entregarse a la arquitectura,... entregarse a lo más puro de sí mismos
para brindar la felicidad al prójimo, la felicidad cotidiana en la vivienda.»48
También dice: «El equilibrio de las sociedades es una cuestión de cons-
trucción, terminemos con este dilema: Arquitectura o revolución.»49
Y: «Sólo la revolución urbanística instaura las condiciones para una re-
volución del arte y de la vida.»50
Estas utopías ideológicas de Le Corbusier, le llevan a creer que con la
arquitectura y las buenas intenciones transformará la realidad social, no per-
cibiendo que el modo de producción económico es el que condiciona la
vida social, política e intelectual de las personas.
Es así como Deborah Gans, describe que Le Corbusier, a través de la
estandarización y la posibilidad de repetirse, vio en ello el diagrama apro-
piado para una estructura comunitaria ideal donde se equilibraría «la liber-
tad del individuo y la organización de la colectividad.» Obviamente, nos
dice, es una concepción bastante romántica de un posible orden social.51
Si bien Loos tiene en cuenta las clases sociales y las relaciona con la
arquitectura queriendo reflejar la realidad, y Le Corbusier con sus ideales
ingenuos quiere lograr un nuevo orden social, vemos que ambos conciben
el espacio o la arquitectura sólo con una visión masculina. Vinculan a la
arquitectura sólo con el sexo masculino, aunque exista el «relato» de que
está dirigida a los seres humanos.
Resumiendo diré, que ante el «mito» de que el «espacio privado» perte-
nece a la mujer y el «espacio público» al hombre, es decir, el «espacio inte-
rior» y el «espacio exterior», el «espacio de la vivienda» y el «espacio de la
ciudad», veo (al analizarlo desde un punto de vista materialista y dialéctico,
que uno incide en el otro y viceversa, ya que no se puede hablar del espacio
privado sin mencionar al público, ya que ambos se interrelacionan dialécti-
camente y conforman un «todo»), que a la mujer no le pertenece ninguno
de los dos espacios. Ya que el espacio privado y el público han sido concebidos
bajo una única mirada, la del hombre; con la que transmite sólo sus propias
vivencias (tanto en los sistemas viarios, los espacios verdes, los lugares de
trabajo y las viviendas mismas) y sus conocimientos que son unilaterales
48. Le Corbusier (1961), Mensaje a los estudiantes de arquitectura, ed. Infinito, p. 26.
49. Le Corbusier (1998), Hacia una arquitectura, ed. Apóstrofe, p. 224.
50. Boesiger, W., Girsberger, H. (1992), Le Corbusier 1910/1965, ed. Gustavo Gili, p. 138.
51. Gans, Deborah (1992), Guía de Arquitectura, ed. Gustavo Gili, p. 16.
66
(sólo masculinos), y en el que las mujeres habitamos y somos usuarias pasi-
vas, sin cuestionarnos, ni advertir la invisibilidad que encierra no sólo el
diseño, sino la existencia real, material de esos espacios que nos envuelven y
nos representan sin evaluar si son los necesarios y los únicos que podemos
habitar.
Se trata, por tanto, en el caso del espacio privado de analizar la vivienda
y darle un enfoque donde se reconozca la posición social y económica de
las mujeres en la sociedad capitalista. Ya que no son todas iguales, ni sufren
las mismas discriminaciones. Observamos, entonces, que la vivienda no es
sólo el lugar que encierra el «espacio privado» en el que impera lo funcio-
nal, lo formal, las regulaciones, las normativas, los materiales, la orienta-
ción, la distribución de los espacios (cocinas, dormitorios, baños...), las
alturas, la estructura, la luz, el color y las distintas sensaciones que pode-
mos llegar a formalizar con algunos de ellos en un buen proyecto. Debe-
mos ser conscientes que la vivienda encierra un valor de uso y de cambio,
que no es sólo un lugar de «resguardo», de «refugio» sino un bien material.
No hay que olvidar, que el «lugar privado» se encuentra en una «propiedad
privada», y que además es un bien económico que se vende, se compra, se
hereda, y en el que se mueven muchos intereses económicos a través del
mercado de la vivienda, es decir que es un sector muy importante dentro
de la economía de un país.
Por esto, no se puede hablar en forma abstracta de la vivienda y de los
espacios que la conforman. Al preguntarnos por ejemplo: ¿si la vivienda o
sus espacios se adaptan a las mujeres, o cómo es el lugar de una mujer? O
¿cómo debe ser el lugar propio? (En referencia a la reivindicación de «la
habitación propia» de Virginia Wolf.) No se pueden hacer estas preguntas
de manera tan general ya que muchas mujeres están muy a gusto en sus
viviendas diseñadas, por hombres o mujeres, pero en las que prima a la hora
de proyectar, la cultura, la educación que ha sido siempre «unilateral» y
androcéntrica.
Pienso que es importante, profundizar en el conocimiento, y en este
caso tratar de llevarlo al «espacio», comprender y ver cómo se opera en él y
desde él, para intentar encontrar y plantear nuevas pautas con las que se
pueda transformar la realidad que habitamos.
67
TERCERA PARTE
ARQUITECTURA / SOCIEDAD /
USOS / ECONOMÍA
71
Luisa Posadas dice: «Es a través de pactos masculinos como las mujeres
quedan relegadas al espacio de las idénticas, como si de una sola mujer se
tratase.»3
Actualmente se proyectan o piensan las viviendas con un pensamiento
patriarcal, para una familia «tipo», compuesta por unos padres de una edad
media, con dos hijos/as, niños/as o adolescentes, es decir para una familia
no sólo tradicional sino también detenida en el tiempo.
A través de los programas se definen las necesidades «tipo» de la vida
doméstica, programas que no están sólo determinados por la especulación,
sino también por las formas de vida que, con el paso del tiempo, han gene-
rado costumbres, que son culturales e ideológicas. Interviniendo a través de la
crítica y la denuncia en estas últimas pautas, se puede tomar conciencia del
valor que encierra el programa de necesidades y usos de una vivienda, para
generar así nuevas propuestas programáticas.
Trataré de hacer un análisis crítico para poder descubrir a través de él,
cómo y por qué se han generado estos «espacios o lugares» que nos albergan
y si son los más idóneos para vivir o, por el contrario, son espacios «represores»
en su concepción y forma. Así, cómo por qué unos lugares son reconocidos
más que otros, o por qué lo privado está subordinado a lo público y cuáles
han sido las incidencias sociales que han determinado estas valorizaciones
que se reflejan o proyectan en la arquitectura.
Teresa del Valle dice: «El espacio forma parte de la experiencia cotidiana,
y encierra contenidos poderosos para la interpretación social y cultural.»4
Más adelante, dice: «...Puede afirmarse que la presencia de las mujeres en
todos los ámbitos está mediatizada por las responsabilidades familiares.»5
Simone de Beauvoir analiza el papel de la mujer en la historia, transcribe
la definición de Aristóteles, que define a la mujer como: «La hembra es
hembra en virtud de cierta falta de cualidades.»6
Reproduce también a Santo Tomás que decreta que la mujer es: «un
hombre frustrado, un ser ocasional.»
«La humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí, sino
respecto a él. El hombre se piensa sin la mujer, la mujer no se piensa sin el
hombre. Él es el sujeto, el absoluto: ella es el otro.»7
3. Artículo Luisa Posadas, Sobre pactos entre mujeres, Mujeres en red, mujeresred@nodo50.org
4. Valle, Teresa del (1997), Andamios para una nueva arquitectura, ed. Cátedra, p. 25.
5. Ibíd, p. 31.
6. Beauvoir, S. de (1983), El Segundo sexo, los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, p. 12.
7. Ibíd, p. 12.
72
Más adelante, Simone de Beauvoir, nos dice:
8. Ibíd, p. 33.
9. Tubert, Silvia (1997), «La novela familiar», Revista de Occidente, n.º 199, p. 73.
10. Engels, F. (1982), El origen de la Familia, ed. Mexicanos Unidos S.A., p. 72.
73
Según Simone de Beauvoir, citando a Engels, nos habla: «del paso del
régimen comunitario a la propiedad privada... El hombre dueño de los es-
clavos, de la tierra, se convierte también en propietario de la mujer: ‘Es la
gran derrota histórica de la mujer’. Así la suerte de la hembra y del socialis-
mo van ligadas».11
Por esto, no se puede definir a la mujer sólo por su biología, sino tam-
bién por la economía que se apropia oprimiendo la mente de su biología, de
su sexo y de su reproducción. Por eso, los hombres, para demostrar la infe-
rioridad de las mujeres y su sometimiento se han valido de la ciencia, la
religión, la psicología, la arquitectura. En el campo de la arquitectura, con la
división de los espacios. Esta división entre espacios público y privado gene-
ra comportamientos culturales para dominar a las personas en general y a las
mujeres en particular.
Estos nuevos hábitos de comportamiento hacen que sea posible la exis-
tencia del capitalismo, y poder así establecer control y dominio desde lo
público a lo privado y la subordinación del último por el primero, como ya
se dijo.
Es importante para el Estado capitalista que el proletariado esté fijo en
un lugar, que tenga un domicilio permanente donde recuperar sus fuerzas,
para poder al día siguiente seguir generando plusvalía con su trabajo. Una
persona para ser considerada como tal, debe ser una persona documentada
y para tener esa documentación debe tener un domicilio, es decir una resi-
dencia estable, en la que el Estado pueda controlarla.
De cualquier manera, se identifica al hombre con lo público, con el
Estado y a la mujer con la vivienda, con la familia, y esta subordinación de
lo privado hacia lo público también se establece entre los géneros.
Según Georges Bataille, en el Dictionnaire Critique:
11. Beauvoir, S. de (1983), El Segundo Sexo, Los hechos y los mitos, ed. Siglo Veinte, pp. 76-77.
12. A & V, n.º14 (1988), Art. «Lo social contra lo doméstico», p. 10.
74
Esta imposición de lo público y lo privado se refleja en la arquitectura,
con el predominio de lo monumental, lo público, lo religioso, lo civil y lo
militar frente a lo doméstico.
Según Iván Illich: «El tema principal de la historia no es la gente sino la
Domus. La casa a un tiempo edificio y familia, liga al hombre y a la mujer a
sus posesiones.» Más adelante añade:
75
Si reflexionamos sobre la institución familiar como salvaguardia del sis-
tema capitalista, ello nos lleva a analizar la constitución familiar y los cam-
bios que se han generado en la composición de la misma, para reconocer o
entender para quién se está proyectando y cómo son las relaciones entre los
miembros que ocupan las viviendas.
Vemos que, para Laing, la familia «es un sistema altamente complejo de
relaciones e interacciones entre sus miembros,... que ha degenerado en un
juego de poder.»14
Para Morgan,
76
Siempre se ha dicho que el ser humano es un ser social, pero lo que aquí
se cuestiona es si estas relaciones y vinculaciones anteriores son las únicas
posibles. Por lo cual, hay que analizar no sólo las relaciones familiares, sino
también las interfamiliares (tíos, abuelos, primos...). Casarse, significa ade-
más de realizar alianzas familiares que abarcan varias generaciones, una cues-
tión de Estado, pues éste regula los casamientos mediante un contrato eco-
nómico que se efectúa ante un juez, que establece la división de roles y
obligaciones «Tú debes mantener..., tú debes de seguirlo en la enfermedad,
en lo bueno y en lo malo...» Es así como la Iglesia, acomodaticia en todas
las épocas, (para preservar su patrimonio), forma parte de lo público regu-
lando también la institución familiar.
Una casa, un hogar, es algo que hay que cuidar y gobernar porque existe
el patrimonio y los hijos (que son los futuros herederos de ese capital). Es
así, como se forma una relación familiar donde se mezcla lo económico y lo
afectivo, generándose unos vínculos basados en el afecto, pero también en
la propiedad privada.
La máxima autoridad la ejerce el pater familias por lo que los demás
miembros de la familia deben llevar hasta su nombre. Como dice Josep-
Vicent Marqués:
El amor para las mujeres es un mal negocio... La esencia social del amor
parece ser la de reventar los precios del mercado laboral, impulsar ale-
gremente hacia la explotación a los acordes de la marcha nupcial.19
77
Actualmente, surge una nueva característica puesto que nunca un niño
ha tenido tan pocos hermanos y primos y tantos abuelos vivos. Este cam-
bio, producido por el alargamiento de la vida, también conlleva nuevos
condicionantes, sobre todo cuando el Estado se desentiende de ellos y se
soluciona a través del trabajo «invisible» en las mujeres. Otra de las trans-
formaciones se produce con la emancipación de muchas mujeres que ya no
toleran tantas «desigualdades» y viven de forma independiente.21
Según Alejandra Kollontai: «...hay que reorganizar la vida cotidiana,
sobre nuevas bases colectivas, en que el trabajo doméstico y la maternidad
sean socializados y asumidos por la colectividad.»22
Debemos buscar nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de vida,
donde los habitáculos se adapten a estos cambios, produciéndose así con
esto nuevas relaciones, más libres, menos perjudiciales, de mayor libertad.
Donde las mujeres se liberen de los «roles» establecidos, dando a las activi-
dades que se les asigna el valor de «productivas» y ajenas a los sexos, consti-
tuyéndolas en servicios terciarios, pero sobre todo romper con la soledad y
el individualismo imperante a través de nuevos planteos arquitectónicos y
de nuevas búsquedas de prototipos habitacionales que se adapten a estas
nuevas tendencias sociales; tendencias que están íntimamente ligadas al modo
de producción imperante que determina lo social, lo cultural.
Sólo un cambio económico, político e ideológico nos podrá liberar de
la familia actual (basada en la propiedad privada) y de los modos de relacio-
narnos, nunca será sólo a través de la arquitectura, como soñaba el utópico
Le Corbusier. De esta forma, como dice Engels, la «familia» dará el salto del
dominio de la necesidad al dominio de la libertad.23
78
VI. ARQUITECTURA Y USOS
VALORES Y USOS DIFERENCIADOS
EN EL ESPACIO PRIVADO
79
O, como dice Fray Luis de León, en La Perfecta casada:
¿No dijimos arriba que el fin para que ordenó Dios a la mujer, y se la
dio por compañía al marido, fue para que le guardase la casa, y para que
lo que él ganase en los oficios y contrataciones de fuera, traído a casa, lo
tuviese en guarda la mujer y fuese su llave?... Y pues nos las dotó Dios
ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son
menester para la guerra y el campo, mídase con lo que son y conténten-
se con lo que es su suerte, y entiendan en su casa y anden en ella, pues
las hizo Dios para ella sola.4
4. Fray Luis de León (1996), La perfecta casada, cap. XVII, Astrágalo, n.º 5, p. 77.
5. Vitruvio (1995), Los diez libros de Arquitectura, ed. Iberia, p. 152.
80
dades privadas y públicas, al igual que la valorización de los tiempos que
conlleva el ejecutarlas.
A partir del siglo XIX se ha ido fraccionando el espacio de las viviendas,
como ya hemos visto, debido a las distintas funciones que se empiezan a
dar en ella, cambio originado por los nuevos hábitos impuestos de com-
portamiento. Al quedar compartimentada la vivienda en distintos ambien-
tes, surge un valor diferenciado en los mismos, reconociendo y valorando
unos espacios más que otros, por ejemplo entre la cocina y el estar, o entre
la cocina y el estudio. Esta valorización se da y está en función del «sexo»
que lo usa o con la identificación del usuario de esos espacios, donde el
valor y el significado están determinados como hemos visto, por concep-
ciones culturales, y es ahí donde hay que incidir para romper con esos
patrones culturales, (que vienen desde la antigüedad) y con la dicotomía
que proponen entre los géneros, entre lo público-privado, entre lo exte-
rior-interior.
Vemos entonces, que el valor de un espacio ésta determinado por la
cultura dominante, y su reconocimiento está dado NO por el uso que se
haga de él, sino por quién, por qué género lo usa o lo habita. Los espacios
no representan a la mujer, ya que los habita pero siempre para estar al servi-
cio de los demás y nunca en posición de sí misma. Como dice Françoise
Collin: «De lo que las mujeres están privadas es de la privacidad».6
Lo que nos demuestra por qué el espacio privado no les pertenece a las
mujeres y sí sigue perteneciendole al hombre.
Los lugares pueden pasar de ser considerados públicos a ser considera-
dos privados, y de productivos a improductivos o viceversa, y su valoriza-
ción y su reconocimiento varía también en el tiempo.
En el estudio que he realizado sobre la diferenciación de los ambientes
que conforman una vivienda, se confirman los anteriores conceptos en los
siguientes ejemplos:
6. Collin, Francoise (1995), Ciudad y Mujer, ed. Seminario Permanente Ciudad y Mu-
jer, pp. 235-236.
81
Casa Curutchet, 1949.
82
Cocina de la villa Stein Garches, Unidad de habitación de Marsella, 1952.
1927.
83
Unidad de habitación de Marsella, 1952.
Los dormitorios, antiguamente eran un lugar para recibir. Las alcobas tenían
bancos, mesas, lugares para estar, lugares que se confundían con las salas,
donde las señoras dormían con las doncellas y los señores con los criados. Las
camas privadas y luego las camas con cortinas (para privatizar las relaciones
sexuales y conservar el calor), precedieron a los dormitorios privados.
Es uno de los espacios que más se privatizo desde la Edad Media. Según
distintos textos de los siglos XV, XVI, XVIII, como en la selección de «Les
Règles de la Bienséance et de la Civilité Chrétienne: «No debemos... desnu-
darnos, ni acostarnos ante persona alguna; y desde luego a menos que este-
mos casados, no debemos acostarnos ante persona del sexo contrario.»10 Por
supuesto, que estas normas eran para las mujeres, ya que la monogamia
nunca fue impuesta para el género masculino.
Actualmente, los dormitorios están pensados para habitarlos pocas ho-
ras del día. En el caso de la mujer es un espacio para compartir, para dormir
y no para estar. Excepto los de los niños, que en ese caso pueden ser usados
como lugar de estudio o de juego.
Los estares, el salón, el lugar para recibir, el lugar de amigos, para compartir
con las visitas. Donde generalmente está la TV, el teléfono, el equipo de
música y en el que raramente habita la mujer.
Antiguamente estaba representado por el atrio o el peristilo, que era el
corazón de la parte pública de la vivienda que servía para acoger a los visitan-
tes. El tamaño y la cantidad de columnatas, eran los elementos que daban
categoría o estatus diferentes al dueño de casa, ya que era el lugar donde éste
84
Unidad de habitación de Marsella, 1952. Charlotte Perriand, Le Corbusier y Pierre
Jeanneret, los aparatos multifuncionales de
la firma Jacob Dela. Exposición Internacio-
nal de 1973.
daba las recepciones. El importante papel jugado por este espacio estaba en
la afirmación del prestigio del propietario de cara a los visitantes.11
Los baños, baños de vapor y de agua no eran sólo para la higiene, también
se los utilizaba como fuente de placer. A partir del siglo XIX, se los relaciona
con la higiene y la prevención de enfermedades.
Podríamos mencionar los baños públicos, pero en realidad el baño en
todas las épocas ha representado a lo privado. El baño delimita el espacio
de la intimidad, un espacio y un tiempo reservado a lo personal. Lugar de
higiene, y tal vez uno de los pocos espacios donde la mujer (previo cerro-
jo) encuentra privacidad por momentos, hasta que «alguien» llame a la
puerta...
Otro de los ambientes que integran una vivienda y con el que se identifica a
las mujeres, es con los balcones, lugar donde según Luis Fernández Galiano
se ve la diferencia entre un uso masculino y otro femenino:
11. Ariès-Duby (1987), Historia de la vida privada, Tomo I, ed. Taurus, p. 353.
85
Unidad de habitación de Marsella, 1952. Casa Curutchet, 1949.
Las escaleras y las rampas no sólo sirven para enlazar la verticalidad, sino
que también manifiestan la relación de subir y de bajar, de entrar y de salir,
de relacionar el exterior con el interior, lo público con lo privado, constitu-
yen sobre todo, un lugar de paso, al igual que los pasillos que unirían hori-
zontalmente los espacios. Son los «lugares» que representan «el papel de la
mujer dentro de la vivienda,» ya que son los que sirven para unir, enlazar,
comunicar y «controlar» a los demás espacios o lugares que conforman una
vivienda, pero que en sí no constituyen un «espacio propio». Esta semejan-
za o metáfora entre mujer y pasillo, o mujer y escalera, se manifiesta clara-
mente cuando reafirmo que si bien la mujer pasa más tiempo en la vivien-
da, este espacio interior, privado no la representa, pues ella nunca está en
posición de sí misma sino al servicio de los demás.
12. Teuber, Calatrava, Pizza y otros (1996), «Baudelaire», Sileno, vol. 1, p. 31.
86
Casa Curutchet, 1949.
13. Bachelard, G. (1965), La poética del espacio, ed. Fondo de Cultura Económica, p. 102.
14. Valle, T. del (1997), Andamios para una nueva ciudad, ed. Cátedra, p. 216.
87
Casa Curutchet, 1949.
Las puertas, según García Martín, definen el espacio doméstico como «aquel
que va desde la puerta de la calle a la vivienda y que propicia las relaciones
15. Lenin, V. I. (1973), Acerca del papel de la mujer en la sociedad, ed. Agencia de Prensa
Nóvosti, p. 47.
16. Colomina, B. (1997), Sexualitat i espai, ed. UPC, p. 58.
88
Casa Curutchet, 1949. Unidad de habitación
de Marsella, 1952.
17. Valle, T. del (1997), Andamios para una nueva ciudad, ed. Cátedra, p. 47.
18. Bachelard (1965), La poética del espacio, ed. Fondo de Cultura Económica, p. 33.
89
nos, durante cientos de años han subido esos peldaños, han atravesado
esas puertas y han ascendido a esos púlpitos, para predicar, hacer dinero
y administrar justicia.19
19. V. Woolf, citada por L. Mc Dowell (2000) en Género, identidad y lugar, ed. Cátedra,
p. 214.
90
VII. ARQUITECTURA Y ECONOMÍA
TRABAJO PRODUCTIVO / TRABAJO IMPRODUCTIVO
ESPACIO PÚBLICO / ESPACIO PRIVADO
La dominación masculina
se afirma en las estructuras sociales
y en las actividades productivas
y reproductivas, y se basan en
la división sexual del trabajo
de producción y reproducción.2
Pierre Bourdieu
91
Al relacionar tareas (trabajos) y espacios que las conforman, vemos que
si aquellas cambian su función y valorización, es decir, de ser tareas consi-
deradas improductivas pasan a ser tareas consideradas productivas, también
la arquitectura cambiará su «significado» y las relaciones formales entre los
espacios exterior-interior.
Por esto, no podemos valorar a la arquitectura en sí o por sí misma, sin
«ver» su relación dialéctica con el modo de producción de cada época que la
determina. Del mismo modo debemos analizar las relaciones humanas que
se generan a través de la superestructura que transmite cambios en la cultu-
ra, en el pensamiento, en definitiva en los valores éticos y de comporta-
miento.
Existe, por tanto, una relación directa entre la arquitectura y la forma-
ción de los espacios con la sociedad y los valores que la superestructura nos
transmite. Según la ideología dominante patriarcal, el lugar natural de la
mujer es el hogar y la maternidad. Es así como el trabajo no remunerado, el
trabajo asistencial se le confiere y recae en las mujeres, cuyo tiempo se des-
valoriza, generando una desigualdad genérica que rebaja y relega a las muje-
res a la marginalidad.
Alejandra Kollontai, nos dice: «La mujer nueva como tipo generalizado
resulta ser el producto de la evolución de las relaciones de producción y de la
incorporación de la fuerza de trabajo femenina en el mercado asalariado.»3
Así es como surge la doble jornada laboral, según Kollontai «la rapaci-
dad del capitalismo no tiene límites a la hora de explotar a las mujeres.»4
92
Bebel nos dice, en La Mujer y el socialismo:
5. Ibíd, p. 37.
6. Butarelli, Tommasi (2001), Una revolución inesperada, ed. Narcea, p. 117.
7. Miguel, Ana de (2001), Alejandra Kollontai, ed. del Orto, p. 37
8. Ibíd, p. 38.
93
al dinero, al prestigio y al poder; para las mujeres, el tiempo de dar (parir,
amamantar, cuidar...) en lo doméstico, en lo social, es el tiempo de la vida,
en el que no hay intercambio de dinero, y el que las mujeres valoramos
aunque el capitalismo lo desvalorice y lo considere improductivo en térmi-
nos mercantiles, aunque en última instancia se aprovecha de él. Tiempo
desvalorizado, en el que las mujeres debemos conciliar y organizar con la
doble jornada que conlleva, ya que parecería que somos las únicas que de-
ben renunciar a sí mismas, o deben reorganizarse en lo que se considera
privado y público.
Existe un valor «simbólico» generado con la división del trabajo entre
los sexos, es decir entre el trabajo del cuerpo o reproductivo y el trabajo de
las manos o productivo, donde el primero se lo relaciona con la tierra, con
lo animal, mientras al otro se lo vincula a la lucha por la vida, a la ciencia, a
la cultura. Es imprescindible, por tanto, cambiar el valor de lo simbólico,
valorando el trabajo de dar, de cuidar. Trabajo invisible, que realizan gene-
ralmente las mujeres de forma gratuita, es decir, sin intercambio económi-
co. Trabajo de la vida al que hay que darle otro significado, más relevante,
pues es el que le da sentido a la misma vida.
Vemos también en el trabajo, (como en los demás temas tratados ante-
riormente, pintura, literatura, arquitectura), una visión histórica androcén-
trica, moviéndose siempre entre los binomios de productivo/improductivo,
binomio impuesto por el orden masculino. Es por esto, que es importante
una nueva valorización y reinterpretación sobre el trabajo y el tiempo y las
valorizaciones económicas que conllevan.
Ante este abismo que se abrió entre lo público y lo privado, donde el
trabajo productivo ha sido designado al hombre y el reproductivo a la mu-
jer, sólo nos queda romper la línea divisoria entre las esferas públicas y pri-
vadas, entre el Estado y la familia, entre el mercado y la sociedad. Propo-
niéndose no sólo un reparto de tareas entre los sexos, sino una valorización
distinta de las mismas, lo que se lograría con una nueva solidaridad entre
los sexos con igual participación en la cultura de la asistencia.
Se trata de establecer una relación directa entre los espacios público-
privado y las tareas consideradas productivas-improductivas (remunera-
das-no remuneradas), llegando a la conclusión de que si interviniésemos
en estas últimas, valorando y considerando a todas las tareas como pro-
ductivas, también se incidiría indirectamente en el uso del espacio, rom-
piendo con la división de los espacios interior-exterior, público-privado,
dentro-fuera.
Según Kollontai:
94
Una de las tareas más urgentes es encontrar modos de organización co-
lectiva, reorganizando la vida cotidiana de manera que el «improducti-
vo» trabajo doméstico no absorba las energías y el tiempo femenino.9
9. Ibíd, p. 53.
10. Ibíd, p. 21.
95
96
CONCLUSIONES
1. Virginia Woolf, citada por A. Serrano da Haro (2000), en Mujeres en el arte, ed. Plaza
& Janes, p. 91.
97
mos en estas últimas valorando y considerando todas las tareas como
productivas, también se incidiría indirectamente en el uso del espacio,
rompiendo con las divisiones interior-exterior, público-privado, den-
tro-fuera.
6. Existe una clara referencia histórica y actual entre género, arquitectura
y política con relación al espacio, razón por la cual al capitalismo le
interesa por cuestiones económicas mantener o modificar pero en pro
de su supervivencia, el uso y forma del mismo. Sólo con un cambio
económico y social que transforme las estructuras de dominación, se
transformarán y cambiarán también las relaciones humanas y, por ende,
la formación del espacio que habitamos.
98
PROPUESTA
1. José Martí, citado por Segre, R. (2000) en Astrágalo, n.º 14 (2000), p. 135.
99
lizar las «tareas domésticas.» Estos cambios se podrían dar en este sistema en
«conjuntos privados», pero no pensando en la vivienda en forma aislada
sino en viviendas plurifamiliares, donde ciertos espacios, los más sociales, se
compartirían, transformando así el individualismo imperante y rompiendo
con la idea de espacio público-privado. Es decir, compartir cocinas, lavade-
ros, salas de estar, comedores, lugares de estudio, de recreación, de ocio, etc.
De esta forma pasarían las tareas y lugares considerados privados e im-
productivos a ser considerados «semipúblicas» y productivas, en las que se
podrían compartir por ejemplo: salas de estar (para romper con el aislamien-
to de muchas personas), salas de lectura, salas de ordenadores, salas de estu-
dios para los niños (para las que se podrían contratar profesores, educadores
o pedagogos); comedores (en los que se podría solicitar comidas preparadas),
o cocinas, lavaderos... en los que se podría contratar personal especializado
que realizaran estas tareas consideradas «improductivas» (las domésticas) para
que pasasen de esta forma a considerarse «trabajos», con un salario y otorgar-
les así un valor de productivas. Esto supondría un primer paso para romper
con la división del trabajo entre los sexos, para re-valorar a estas tareas y
conferirles así el valor de «productivas».
Si bien considero que el espacio no tiene «sexo», sí lo tiene el uso de los
mismos, que es lo que define la división sexual del espacio y se da entre lo
público y lo privado e incluso dentro de lo privado.
Es por lo que la división de los espacios se rompe al atacar la división de las
tareas.
La división del trabajo entre hombres y mujeres fue el origen de la dis-
tinta concepción y división de los espacios, por lo que reafirmo que es ahí
donde hay que incidir. Se trata entonces de repensar el espacio, (tanto el
público como el privado) para que no esté generado por «roles» estableci-
dos en función de los sexos, sino por opciones individuales.
Se plantea que estos «prototipos» no sean una fantasía, ya que la propie-
dad privada sigue existiendo, por lo que se sugiere su construcción ya que
pueden convivir con los conjuntos plurifamiliares actuales, individualistas
y especulativos. Estos prototipos podrían ser organizados por organismos
públicos o cooperativas de Sindicatos, ya que sería difícil contar con pro-
motores privados en estos momentos.
Si se considerasen a todos los trabajos como «productivos», se transgrediría
la idea de espacio interior-espacio exterior, de espacio privado-espacio público
logrando así una mayor igualdad, una mejor calidad de vida entre las personas.
Pienso que no es una «utopía» ya que la idea de familia está cambiando,
al igual que el «rol» de las mujeres, por esto es el momento de incidir crean-
100
do espacios más adecuados de lo que nos beneficiaríamos en última instan-
cia todas las personas, hombres y mujeres.
Se podría clasificar estos prototipos como vivienda social de calidad,
pero con una «nueva» mirada, en contraposición a las nuevas visiones
futuristas de «tele casa», o «hogar electrónico» ya que el ser humano es un
ente social que necesita de los demás.
Quisiera terminar este libro dando la palabra a las tres Mujeres que
habitan en mí y que desde la introducción me han acompañado en la elabo-
ración del mismo.
La Mujer Arquitecta se expresa con las con las palabras de Le Corbusier:
Tomar posesión del espacio es el primer gesto de los seres vivos, de los
hombres, de las bestias, de las plantas y de las nubes, manifestación
fundamental del equilibrio y de duración. La primera prueba de exis-
tencia es ocupar espacio.2
101
102
BIBLIOGRAFÍA
103
BOURDIEU, Pierre (2000), La dominación masculina, ed. Anagrama, S.A., Bar-
celona.
BUTARELLI, A; MURARO, Luisa; LONGOBARDI, G.; TOMMASI, W. (2001),
Una revolución inesperada. Simbolismo y sentido del trabajo de las mujeres,
Ed. Narcera, S.A., Madrid.
CARPANI, R. (1975), Arte y militancia, ed. Zero, Madrid.
COLOMINA, B. (1997), Sexualitat i espai. El disseny de la intimitat, ed. UPC,
Barcelona.
COOPER, David (1971), La muerte de la familia, ed. Paidós, Buenos Aires.
DEEPWELL, Katy (1998), Nueva crítica feminista del arte. Estrategias críticas,
Edicions Cátedra Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer, Madrid.
DEZZI BARDESCHI, M.; GARIN E.; ROMANO, R. (1998), León Battista Alberti,
ed. Stylos, Barcelona.
DURAN, M.A. (1998), El género de la arquitectura, Consejo Superior de Ar-
quitectos de España.
— (2000), Si Aristóteles levantara la cabeza, Feminismos n.º57, ed. Cátedra
Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer, Madrid.
ECKER, Gisela (1986), Estética feminista, ed. Icaria, Barcelona.
ENGELS, F. (1982), Origen de la familia. La Propiedad Privada y el Estado, ed.
Mexicanos Unidos, S.A., México.
FALCÓN, Lidia (1982), «Familia», Poder y libertad, n.º 28, Madrid.
— (1990), «Feminismo y literatura», Poder y libertad, n.º 13, Madrid.
FERNÁNDEZ-GALIANO, Luis; PERROT, Michelle; ELIAS, Norbert (1988), «El
espacio privado», A & V, n.º 14, Madrid.
FRAMPTON, Kenneth (2000), Le Corbusier, ed. Akal, Madrid.
FRANCHETTI PARDO, Vittorio (1967), Le Corbusier. Los Diamantes del Arte,
ed. Toray, Barcelona.
GANS, Deborah (1992), Le Corbusier. Guías de Arquitectura, ed. Gustavo Gili,
Barcelona.
GARCÍA RAMÓN, Mª Dolors; BOWLBY, SOPHIE (1989), Documents d'anàlisi
geogràfica, n.º 14, Universidad Autónoma de Barcelona.
GAVIRA, Carmen (1996), «Si las mujeres hicieran las casas...», Astrágalo, n.º 5,
«Espacio y Género», noviembre.
LAING, R.D. (1982), El cuestionamiento de la familia, ed. Paidós, Barcelona.
LE CORBUSIER (1999), Cuando las catedrales eran blancas, ed. Apóstrofe, Bar-
celona.
— (1961), Mensaje a los estudiantes de arquitectura, ed. Infinito, Buenos
Aires.
— (1998), Hacia una arquitetura, Ediciones Apóstrofe, Barcelona.
— (1980), El modulor y modulor 2, Ediciones Poseidón, Barcelona.
— (1999), Precisiones. Precisiones respecto a un estado actual de la arquitectura
y el urbanismo, Ediciones Apóstrofe, Barcelona.
104
— (1999), La casa del hombre, Ediciones Apóstrofe, Fundación Le Corbusier,
Barcelona.
LEFEBVRE, Henri (1973), El derecho a la ciudad, ed. Península, Barcelona.
LENIN, V.I. (1975), La emancipación de la mujer, ed. Akal 74, Madrid.
— (1973), Acerca del papel de la mujer en la sociedad, ed. Agencia de Prensa
Nóvosti, Moscú.
— (1975), Fuentes y partes integrantes del Marxismo, ed. Grijalbo, Barcelona.
LEÓN GARCÍA, Isabel (1995), Ciudad y mujer, Actas del curso: Urbanismo y
Mujer- Nuevas visiones del espacio Público y Privado. Málaga 1993-Toledo
1994, ed. Seminario Permanente Ciudad y Mujer, Madrid.
LOOS, Adolf (1993), Escritos de Adolf Loos I, Escritos I 1897/1909, ed. El
Croquis, Madrid.
— (1993), Escritos de Adolf Loos II, Escritos II 1910/1932, ed. El Croquis,
Madrid.
MARX, K., ENGELS, F. (1998), La ideología alemana, ed. Eina, Barcelona.
MC DOWELL, Linda (2000), «Género, identidad y lugar», Feminismos, n.º 60,
ed. Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer, Madrid.
MEILLASSOUX, Claude (1978), Mujeres, graneros y capitales, ed. S. XXI, México.
MIRANDA, Antonio (1999), Ni robot ni bufón. Manual para la crítica de ar-
quitectura, ed. Cátedra Universidad de Valencia, Madrid.
DE MIGUEL ÁLVAREZ, Ana (2001), Alejandra Kollontai, ed. del Orto, Madrid.
MONTANER, Josep Maria (1999), Arquitectura y crítica, ed. Gustavo Gili, S.A.,
Barcelona.
MORENO, Amparo (1987), El arquetipo viril protagonista de la historia, Cua-
derno Inacabado n.º 6, ed. La Sal, Barcelona.
MUMFORD L. (1966), La ciudad en la historia, ed. Infinito, Buenos Aires.
MUNTAÑOLA T HORNBERG , Josep (1996), La arquitectura como lugar,
Quaderns d'Arquitectes 13, ed. UPC, Barcelona.
— (1999), Arquitectura: texto y contexto, ed. UPC, Barcelona.
— (1981), Poética y arquitectura. Una lectura de la arquitectura posmoderna,
ed. Anagrama, Barcelona.
MURILLO, Soledad (1996), El mito de la vida privada. De la entrega al tiempo
propio, ed. Siglo XXI, Madrid.
OZENFANT, LE CORBUSIER (1994), Acerca del purismo, escritos 1918/1926,
ed. El Croquis, Madrid.
PEZZI, C. (1998), La ciudad compartida, Consejo Superior de Arquitectos de
España.
DE PIZÁN, Cristina (2000), La ciudad de las damas, ed. Siruela, Madrid.
PORQUERES, Bea (1995), Cuadernos para coeducación. Diez siglos de creatividad
femenina. Otra Historia del Arte. Universidad Autónoma de Barcelona.
— (1994), «Reconstruir una tradición», Cuadernos Inacabados, n.º 13, ed.
Horas y Horas, Madrid.
105
RÁBANOS FACI, Carmen (1999), La crítica de las artes, ed. Librería General,
S.A., Zaragoza.
RODRÍGUEZ MAGDA, Rosa Mª (1997), Mujeres en la historia del pensamiento,
Pensamiento crítico. Pensamiento utópico, ed. Anthropos, Barcelona.
SABATÉ MARTÍNEZ, Ana; RODRÍGUEZ MOYA, Juana (1995), Mujeres, espacio
y sociedad. Hacia una geografía del género, ed. Síntesis, S.A., Madrid.
SCHEZEN, R. (1996), Adolf Loos, Arquitecturas 1903-1932, ed. Gustavo Gili,
Barcelona.
SEGARRA, Marta; CARABÍ, Àngels (2000), Feminismo y crítica literaria, ed.
Icaria, Barcelona.
SEGRE, Roberto (2000), «Arquitectura y enseñanza hacia el nuevo milenio.
Incógnitas y esperanzas», Astrágalo, n.º 14.
SEGURA, Isabel (1995), Guía de mujeres de Barcelona, ed. Ayuntamiento de
Barcelona.
SERRANO DA HARO, Amparo (2000), Mujeres en el arte. Espejo y realidad. Ed.
Plaza & Janes, S.A., Barcelona.
SIGNORELLI, Amalia (1999), Antropología urbana, ed. Anthropos, Barcelona.
SUBIRATS, Eduardo (1973), Textos situacionistas, Crítica de la vida cotidiana,
Cuadernos Anagrama, Barcelona.
TEDESCHI, Enrico; RODRÍGUEZ BUSTAMANTE, N. (1962), La arquitectura
en la sociedad de masas, Ediciones 3, Buenos Aires.
TEUBER, CALATRAVA, PIZZA y otros (1996), «Baudelaire», Silena, vol. 1.
TROTSKI, León (1977), Mujer, familia y revolución, ed. Rojas n.º 23, Barce-
lona.
TUBERT, Silvia; ROIGÉ VENTURA, Xavier (1997), «Familias y parejas», Revis-
ta de Occidente, n.º 199, Madrid.
Valcar Amalia (1994), Sexo y filosofía sobre «mujer» y «poder», ed. Anthropos,
Barcelona.
VALERA, Julia; ÁLVAREZ-URÍA, Fernando (1997), «Problemas de género»,
Archipiélago, n.º 30, Madrid.
DEL VALLE, Teresa (1997), Andamios para una nueva ciudad, Feminismos,
n.º 39, ed. Cátedra, Madrid.
VITIELLO, Vicenzo; DUQUE FÉLIX (1996), «Baudelaire», Sileno n.º 1, Madrid.
VITRUVIO, Marco Lucio (1995), Los diez libros de arquitectura, ed. Iberia,
S.A., Barcelona.
WOOLF, Virginia (1997), Una habitación propia, ed. Seix Barral, S.A., España.
106
PROCEDENCIA DE LAS ILUSTRACIONES
107
– ANDERSON, S. y CACCIARI, M. (1989), Adolf Loos, ed. Stylos: Adolf
Loos, Portada.
– LE CORBUSIER (1999), La casa del hombre, ed. Apóstrofe, Barcelona:
«Dibujos Le Corbusier»,
– LOOS, A. y SCHEZEN, R. (1996), Arquitectura 1903-1932, ed. Gustavo
Gili: Dibujos Lombroso.
– El modulor y modulor 2, ed. Poseidón, 1980, Barcelona: Modulor
– SCHEZEN, R. (1996), Adolf Loos 1903-1932, ed. Gustavo Gili: Casas
de Adolf Loos, Villa Karma, Casa Scheu, Casa Duschnitz, Casa Müller,
Casa Khuner.
– LE CORBUSIER (1961), Mensaje a los estudiantes de Arquitectura, ed. In-
finito, Buenos Aires: Dibujos Le Corbusier.
– LE CORBUSIER (1967), Los diamantes de la Arte, ed. Toray, Barcelona:
Sillón Le Corbusier/Charlotte Perriand
– Les Fempres, n.º 76 (1987): Dibujo mujer.
– Poder y Libertad, n.º 12 (1990): Fotografías mujer.
– Revista de Ca la Dona, n.º 25 (1997): Fotografías mujer.
– La Veu de l'Anoia: Fotografía lavaderos, fuentes de agua.
– Fotografías Le Corbusier, Kenneth Frampton (2000): Cocina Villa Stein,
Comedor de la Unidad de Habitación de Marsella, Dormitorio Unidad
de Habitación de Marsella.
– FRAMTON , K. (2000), Le Corbusier, ed. Akal, Madrid: Baños Le
Corbusier/Ch. Perriand.
108
109