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El País de España - 17/11/2014

Max Weber, el padre de la sociología moderna


Juan José Rivas
Historiador Londres

Considerado por muchos como un padre fundador de la sociología


moderna junto con Karl Marx y Emile Durkheim, el sociólogo e historiador
alemán Max Weber, del que se cumplen 150 años de su nacimiento ha sido el
objeto de críticas por parte de la historiografía post-modernista que surgió a
raíz de la descolonización.
Su influencia académica sigue siendo tal que poco después de hacerse público
que Joseph Pérez había ganado el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación
y Humanidades, el historiador francés de origen español sentenció en una
entrevista en el suplemento Mas24: "Ningún científico digno de este nombre,
ningún historiador, puede sostener hoy que la religión protestante es la religión del
progreso" una afirmación en forma de amargo tributo al alemán que no es sino
una prueba del potente legado que los trabajos de Max Weber siguen ejerciendo
hoy día en un mundo y una historia en completa fluctuación.

El mundo de Weber

Nació el 21 de Abril de 1864 en Erfurt, la actual Turingia, en aquella época parte


del Reino de Prusia. Hijo de un funcionario adinerado y liberal y de una madre
calvinista y religiosa, fue un estudiante precoz. Su vida transcurrió entre el mundo
académico y la política en una época en la que Alemania, Europa, y el mundo se
encontraban en plena ebullición: fue testigo del nacimiento del Imperio
Alemán en 1871 y su desaparición en 1918 tras la Primera Guerra Mundial, del
mismo modo, presenció el cénit de la expansión territorial europeaen África y
Asia, y de la segunda revolución industrial.

Trabajó como profesor universitario en la Universidad de Friburgo en 1894, y más


tarde en la Universidad de Heidelberg. Intelectual y polemista incansable,
Weber entró en 1888 en la Unión por la Política Social alemana, y durante toda su
vida mantuvo lazos con partidos liberales e izquierdistas. Su prestigio como
sociólogo e historiador le brindó la oportunidad de trabajar como consejero para la
delegación alemana que negoció la rendición del país en el Tratado de
Versalles, y como uno de los redactores y supervisores de la Constitución de la
República de Weimar.
Como gran observador de las innovaciones de su tiempo, centró su trabajo en dos
cambios cruciales: el nacimiento de las modernas naciones-estado basadas en
una burocracia profesional, y la expansión del capitalismo occidental por todo el
globo terrestre.

Sociología y religión

David Hume (1711-1774) fue el primer intelectual en señalar la dualidad de la


naturaleza humana. Por una parte, Hume descubrió una serie de características
universales e inalterables que podían aplicarse a cualquier ser humano: la
necesidad de alimentarse, reproducirse, e interactuar, y en un nivel más filosófico,
los principios epistemológicos que gobiernan el comportamiento humano. Fue en
estos principios universales e inalterables en los que Thomas Malthus se basó
para crear el primer tratado de demografía moderno, Ensayo sobre el principio
de la Población, publicado en 1798. La parte inalterable de la naturaleza humana
se convertiría en las bases del pensamiento económico y Darwinista del siglo
XIX.

No obstante, Hume también reconoció que el comportamiento humano está


condicionado por la cultura, la historia, y el discurso ideológico de la sociedad en la
que vino a nacer. Esta parte de la naturaleza humana es cambiante, y se
encuentra en perpetua evolución. La interacción entre ambas partes de la
naturaleza humana es el componente principal del comportamiento humano, y
llevó a la creación de la sociología moderna.

El cénit de la Ilustración

Max Weber, a quien se ha considerado junto con Marx y Durkheim como uno de
los autores que llevó la cultura de la Ilustración a su cénit, reconoció en su método
la dicotomía que aquejaba a las ciencias sociales. Weber mantuvo que
la sociología no podría llegar a ser una ciencia exacta comparable con las
matemáticas o la física, dado que los principios sobre los que se sustentaba eran
humanos, por tanto susceptibles de ser subjetivos en vez de objetivos.

Del mismo modo, Weber desarrollaría lo que más tarde se conocería como
el "individualismo metodológico", asegurando que solamente los individuos -
susceptibles igualmente a la subjetividad - son agentes activos. Su método, y el
problema de la modernidad, llevaron a Weber a explorar las relaciones entre
productividad económica y el contexto cultural de la sociedad.

La ética protestante y el espíritu capitalista, publicado en 1905, se convertiría


en su obra más influyente y leída hasta el momento. Intrigado por la creciente
desigualdad comercial y tecnológica entre Occidente y Oriente, características de
lo que hoy se conoce como la Gran Divergencia, Max Weber trató de encontrar
la excepcionalidad europea que había hecho posible el nacimiento y la
expansión del modelo de producción capitalista, centrando su investigación en las
diferencias culturales y religiosas entre ambos extremos cardinales.

En su ensayo, sugirió que el nacimiento del capitalismo - y por extensión de lo


que hoy entendemos por "modernidad" - había sido posible en Europa debido
al componente exclusivamente racional de la religión protestante. Según
Weber, todas las demás religiones tenían un componente místico / mágico que
impedía la completa realización de los intereses comerciales (teoría que más tarde
utilizaría Oswald Spengler). Asimismo, trazó un esquema de desarrollo teológico
paralelo al desarrollo material de la sociedad, avanzando desde un primitivo
estado politeísta hasta un moderno espiritualismo científico y racional.
Mucho más importante que su ensayo sobre el protestantismo - y mucho más
ignorado - es el papel que este ensayo ocupa dentro de su obra: a la Ética
Protestante le siguieron ensayos sobre el Confuncianismo, la religión en la
India, y el Judaísmo. Weber murió en 1920, antes de poder completar ensayos
sobre el Islam y el Cristianismo.

El mundo tras sus teorías

Las palabras de Joseph Pérez tienen un gran sentido actual dentro de


la historiografía moderna. No es mera coincidencia que el gran evento
convocado por la UNESCO en París para conmemorar el 150 aniversario del
nacimiento del sociólogo alemán llevase por título Racionalismo Occidental y su
espejo Oriental: Re-examinando el trabajo de Max Weber.

Este acento en el revisionismo de las teorías weberianas es el que inspira las


lecturas de Weber hoy día. Como Marx y Durkheim, Weber escribía desde
un punto de vista eurocentrista que buscaba explicar el gran enigma del mundo
moderno: ¿cómo consiguió Europa superar de forma tan radical al resto del
mundo? En este sentido, Weber, como muchos otros contemporáneos, se
esforzaron sin éxito en encontrar rasgos que pudieran dar sentido al
excepcionalismo Europeo.

El auge de la Historia Global, que pretende rastrear las pruebas de un sistema


económico mundial entrelazado por rutas comerciales interregionales del que
Europa era tan sólo una parte, ha cuestionado con éxito la máxima de la que
partían Weber y la mayoría de los autores del siglo XIX: la Europa protestante no
inventó el capitalismo moderno para más tarde exportarlo al mundo.

La Gran Divergencia sigue siendo un enigma aún hoy día, y a pesar de que el
trabajo de autores contemporáneos como André Gunder Frank, C.A. Bayly, o
Immanuel Wallerstein han creado una nueva perspectiva para analizar el problema
de la modernidad y del sistema global, el gran mérito de Weber, aún 150 años
después de su nacimiento, se debe a que fue un pionero a la hora de investigar la
relación humana entre la actividad económica y el marco cultural. Incluso si,
como bien dice Joseph Pérez, las conclusiones a las que llegó el sociólogo
alemán fueron erróneas: el capitalismo moderno no surgió en las protestantes
Suiza, Holanda o Escocia, sino en las católicas Venecia y Génova.

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