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A lo largo del presente escrito se detallan los puntos considerados más relevantes desde
el surgimiento del término trauma, para posteriormente reconocerlo como un trastorno
clínico, con sus particulares síntomas y causas, pasando por diferentes clasificaciones e
interpretaciones, así como definiciones y sus relaciones con experiencias vividas por
muchas personas involucradas en acontecimientos bélicos, situaciones estresantes y
peligrosas propias y ajenas, lo cual lleva al desarrollo de esta patología y por ende
influyendo significativamente en los individuos, repercutiendo gravemente en su salud
física y mental.
La historia del concepto de trauma psíquico data de hace muchos años a la par de
la violencia, las guerras y el afán destructor del hombre, el dolor y el sufrimiento extremo.
Si bien fue a partir del último siglo cuando se le otorgó importancia clínica, esto definino
supone su inexistencia en la historia en la cual se han registrado ejemplos de traumas y
sus consecuencias psicopatológicas.
En el año 1500 se incrementaron las patologías psiquiátricas entre los soldados que
se definían como “afectados por el síndrome del país lejano”, en cada época histórica se
interpreta un cuadro sintomatológico en el contexto de su propia cultura y mentalidad.
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En el DSM (1994) la definición del TEPT fue revisada de forma que los
acontecimientos no debían ser necesariamente “excepcionales” incluía la descripción de
experiencia traumática, la reacción de la persona y otras variables relativas a la valoración
de la situación.
En 1892, la noción de “trauma psíquico” fue propuesta por primera vez por el
psiquiatra alemán H. Oppenheim, quien habló de “neurosis traumática” y después
Kraepelin en 1896 quien acuñó el concepto de “neurosis del miedo”. P. Janet en 1899
detalló varios casos de neurosis traumáticas, propuso por primera vez una explicación en
términos de “disgregación psíquica”, posterior a la violencia, abusos sexuales, terrores,
etc.
En 1896, Sigmund Freud, explicó el trauma como “una excitación del sistema
nervioso central, que éste no ha conseguido liquidar suficientemente mediante una
reacción motriz”. Estudiando los síntomas histéricos en las mujeres Freud describió el
trauma como una energía no “digerida” por el sistema neurológico y vertida, por lo tanto,
en síntoma a nivel físico y psíquico.
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Cada enfoque teórico dará su definición con el fin de analizar y explicar los sucesos,
con base en esto, el trauma se especifica como “ruptura del vínculo con el mundo” o
“negación de todo lo que posee un valor y se transforma en percepción de la nada, en
cuanto a la teoría del apego como “separación de las personas significativas”.
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Los eventos traumáticos vividos por otros, pero de los que se tiene conocimiento,
implican las agresiones personales violentas, incidentes o lesiones graves sufridas por un
miembro de la familia o un amigo íntimo, conocer de las muertes imprevistas, inesperadas
de familiares o amigos cercanos, enterarse de una enfermedad que ponga en riesgo la
vida de un hijo.
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Son las modalidades las que determinan si la persona que intenta afrontar los
efectos logrará elaborar de forma eficaz lo sucedido, liberándose mentalmente del pasado
traumático o si su ansiedad la llevará a un trastorno (el TEPT) donde el pasado continuará
negando e invadiendo el presente.
Las coping reactions llevadas a cabo por la persona pueden ser elegidas consciente
y racionalmente con el propósito de superar el trauma o realizadas espontáneamente o
forzadas a partir de una presión específica, interna o externa.
Cuando se pide apoyo cuyo fin no es superar un inconveniente temido, sino como
consecuencia fisiológica del sentido de incapacidad y culpa, se recurre a lamentaciones y
esto consiste en aquellas situaciones en que la persona toma una posición pasiva, se
asume como “víctima”, cuya característica predominante es el de continuar
desahogándose con los demás respecto al trauma sufrido y a las sensaciones asociadas.
Esta necesidad de hablar acerca de sus sensaciones y sus miedos tiene como efecto
inmediato, por lo regular, un alivio generado por la percepción fantasiosa de haberse
deshecho de lo que le perturbaba y de haberlo expresado a quien será capaz de entender
y encargarse de ello. Esto se traduce enseguida en una necesidad imperiosa de volver a
desahogarse y una incapacidad cada vez mayor de gestionar de forma autónoma las
sensaciones dolorosas.
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Conclusión
Por otra parte, cada persona es única y también dependerá de cómo tome lo sucedido,
sus actitudes y reacciones serán variadas, pues todos somos diferentes, algunos más
sensibles que otros.
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Bibliografía
(2009). En F. Cagnoni, Cambiar el pasado, superar las experiencias traumáticas con la terapia breve
estratégica. Ponte Alle Grazie, Milán: Herder.
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