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Espiritu de profecia

LA NECESIDAD DEL
DOMINIO PROPIO
Un capitulo de Joya de los testimonio tomo 1

Elen White

Los que una pareja debe conocer antes de dar un paso tan importante en
la vida como el matrimonio y para si tenerlo limpio de mansilla y
practicas no gratas para los ángeles lo cual baja al hombre ser como los
brutos y a la mujer cuidarse para la santa vocación que a sido llamada.
COLECCIÓN: Espíritu de Profecía

LIBRO: JOYAS DE LOS TESTIMONIOS TOMO 1

CAPÍTULO: La Necesidad del Dominio Propio

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La Necesidad del Dominio Propio

LA EXHORTACIÓN de Pedro es del más alto valor para todos los que buscan la
inmortalidad. Se dirige así a los que tienen la misma fe preciosa:

"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado fe igualmente
preciosa con nosotros en la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo: gracia y paz os
sea multiplicada en el conocimiento de Dios, y de nuestro Señor Jesús. Como todas las
cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos sean dadas de su divina potencia, por el
conocimiento de Aquel que nos ha llamado por su gloria y virtud: por las cuales nos son
dadas preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes
de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por
concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en
vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza
paciencia, y en la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el
amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán
estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mas el que no
tiene estas cosas, es ciego, y tiene la vista muy corta, habiendo olvidado la purificación de
sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra
vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta
manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro
Señor y Salvador Jesucristo." " (2 Ped. 1: 1-11.)

Estamos en un mundo en el cual abundan la luz y el conocimiento; y sin embargo, muchos


de los que profesan pertenecer a la misma preciosa fe son voluntariamente ignorantes.
Los rodea la luz; y sin embargo, no se la apropian. Los padres no ven la necesidad de
informarse, de obtener conocimiento, y de ponerlo en práctica en su vida matrimonial. Si
siguiesen la exhortación del apóstol, y viviesen de acuerdo con el plan de la adición, no
serían infructuosos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero muchos no
comprenden la obra de la santificación. Piensan que la han alcanzado, cuando han
aprendido solamente las primeras lecciones de la adición. La santificación es una obra
progresiva; no se alcanza en una hora o en un día, ni se conserva luego sin esfuerzo
especial de nuestra parte.

Muchos padres no obtienen el conocimiento que debieran tener en la vida matrimonial.


No se cuidan de manera que Satanás no les saque ventaja ni domine su mente y su vida.
No ven que Dios requiere de ellos que se guarden de todo exceso en su vida matrimonial.
Pero, muy pocos consideran que es un deber religioso gobernar sus pasiones. Se han
unido en matrimonio con el objeto de su elección, y por lo tanto, razonan que el
matrimonio santifica la satisfacción de las pasiones más bajas. Aún hombres y mujeres
que profesan piedad, dan rienda suelta a sus pasiones concupiscentes, y no piensan que
Dios los tiene por responsables del desgaste de la energía vital que debilita su resistencia y
enerva todo el organismo.

El pacto matrimonial cubre pecados del más vil carácter. Hombres y mujeres que profesan
ser piadosos degradan su propio cuerpo por la satisfacción de pasiones corrompidas, y así
se rebajan a un nivel más bajo que el de los brutos. Abusan de las facultades que Dios les
ha dado para que las conserven en santificación y honra. Sacrifican la vida y la salud sobre
el altar de las bajas pasiones. Someten las facultades superiores y más nobles a las
propensiones animales. Los que así pecan ignoran el resultado de su conducta. Si pudiesen
ver cuánto sufrimiento se atraen por su complacencia pecaminosa, se alarmarían, y 265
algunos por lo menos rehuirían la conducta pecaminosa que cobra tan espantoso salario.
Es tan miserable la existencia que arrastra una vasta clase de personas que preferirían la
muerte a la vida. Muchos mueren prematuramente por haber sacrificado su vida a la nada
gloriosa satisfacción excesiva de las pasiones animales. Sin embargo, porque están
casados, piensan que no cometen pecado alguno.

Un falso concepto del amor

Hombres y mujeres, aprenderéis algún día lo que es la concupiscencia y el resultado de


satisfacerla. Puede hallarse en las relaciones matrimoniales una pasión de clase tan baja
como fuera de ellas. El apóstol Pablo exhorta a los esposos a amar a sus esposas "como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella." "Así también los maridos deben
amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se
ama. Porque ninguno aborreció jamás a su propia carne, antes la sustenta y regala, como
también Cristo a la iglesia." " (Efe. 5:25, 28, 29.) No es amor puro el que impulsa a un
hombre a hacer de su esposa un instrumento que satisfaga su concupiscencia. Es
expresión de las pasiones animales que claman por ser satisfechas.

¡Cuán pocos hombres manifiestan su amor de la manera especificada por el apóstol: "Así
como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, [no para contaminarla], sino
para santificarla y limpiarla," para "que fuese santa y sin mancha." Esta es la calidad del
amor que en las relaciones matrimoniales Dios reconoce como santo. El amor es un
principio puro y sagrado; pero la pasión concupiscente no admite restricción, no quiere
que la razón le dicte órdenes ni la controle. No vislumbra las consecuencias; no quiere
razonar de la causa al efecto. Muchas mujeres están sufriendo de gran debilidad y
constantes enfermedades debido a que se han despreciado las leyes de su ser; y se han
pisoteado las leyes de la naturaleza. Hombres y mujeres despilfarran la fuerza nerviosa
266 del cerebro, y la ponen en acción antinatural para satisfacer las pasiones bajas; y este
monstruo odioso, la pasión baja y vil, recibe el nombre delicado de amor.

Muchos cristianos profesos que desfilaron delante de mi, carecían de restricción moral.
Eran más animales que hijos de Dios. De hecho, su naturaleza parecía ser casi
completamente animal. Muchos hombres de este tipo degradan a la esposa a quien
prometieron sostener y apreciar. Hacen de ella un instrumento para satisfacer las
propensiones bajas y concupiscentes. Y muchísimas mujeres se someten a ser esclavas de
la pasión concupiscente; no poseen sus cuerpos en santificación y honra. La esposa ya no
conserva aquella dignidad y respeto propio que poseía antes del casamiento. Esta santa
institución debiera haber conservado y aumentado su respeto femenino y su santa
dignidad; pero su casta, digna y divina femineidad ha sido consumida sobre el altar de la
pasión baja; ha sido sacrificada para satisfacer a su esposo. Ella no tarda en perder el
respeto hacia el esposo que no considera las leyes a las cuales obedecen los brutos. La
vida matrimonial se convierte en un yugo amargo; porque muere el amor y con frecuencia
es reemplazado por la desconfianza, los celos y el odio.

Frutos de los excesos

Ningún hombre puede amar de veras a su esposa cuando ella se somete pacientemente a
ser su esclava para satisfacer sus pasiones depravadas. En su sumisión pasiva, ella pierde
el valor que una vez él le atribuyó. La ve envilecida y rebajada, y pronto sospecha que se
sometería con igual humildad a ser degradada por otro que no sea él mismo. Duda de su
constancia y pureza, se cansa de ella y busca nuevos objetos que despierten e
intensifiquen sus pasiones infernales. No tiene consideración con la ley de Dios. Estos
hombres son peores que los brutos; son demonios con forma humana. No conocen los
principios elevadores y ennoblecedores del amor verdadero y santificado. La esposa
también llega a sentir celos del esposo, 267 y sospecha que, si tuviese oportunidad,
dirigiría sus atenciones a otra persona con tanta facilidad como a ella. Ella ve que no se
rige por la conciencia ni el temor de Dios; todas estas barreras santificadas son derribadas
por las pasiones concupiscentes; todas las cualidades del esposo que le asemejarían a Dios
son sujetas a la concupiscencia brutal y vil.

El mundo está lleno de hombres y mujeres de esta clase; y muchas casas aseadas, de buen
gusto y aún costosas, albergan un infierno en su interior. Imaginaos, si os es posible, lo
que debe ser la posteridad de tales padres. ¿No se hundirán los hijos a un nivel aún más
bajo? Los padres graban en sus hijos la imagen de su carácter. Por lo tanto, los hijos
nacidos de tales padres heredan de ellos cualidades bajas y viles. Satanás fomenta todo lo
que tiende a la corrupción. La cuestión que se ha de decidir es ésta: ¿Debe la esposa
sentirse obligada a ceder implícitamente a las exigencias del esposo, cuando ve que sólo
las pasiones bajas lo dominan y cuando su propio juicio y razón la convencen de que al
hacerlo perjudica su propio cuerpo, que Dios le ha ordenado poseer en santificación y
honra y conservar como sacrificio vivo para Dios?

No es un amor puro y santo lo que induce a la esposa a satisfacer las propensiones


animales de su esposo, a costa de su salud y de su vida. Si ella posee verdadero amor y
sabiduría, procurará distraer su mente de la satisfacción de las pasiones concupiscentes
hacia temas elevados y espirituales, espaciándose en asuntos espirituales interesantes. Tal
vez sea necesario instarlo con humildad y afecto aún a riesgo de desagradarle, y hacerle
comprender que no puede ella degradar su cuerpo cediendo a los excesos sexuales. Ella
debe, con ternura y bondad, recordarle que Dios tiene los primeros y más altos derechos
sobre todo su ser y que no puede despreciar esos derechos, porque tendrá que dar cuenta
de ellos en el gran día de Dios. "¿ 0 ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque
comprados sois por precio: glorificad pues "268 "a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios.""Por precio sois comprados; no os hagáis siervos de los
hombres." (1 Cor. 6: 19, 20; 7:23)

Si ella elevara sus afectos, y en santificación y honra conservara su dignidad femenina


refinada, podría la mujer hacer mucho para santificar a su esposo por medio de su
influencia juiciosa y así cumplir su alta misión. Con ello puede salvarse a sí misma y a su
esposo, y cumplir así una doble obra. En este asunto tan delicado y difícil de tratar, se
necesita mucha sabiduría y paciencia, como también valor moral y fortaleza. Puede
hallarse fuerza y gracia en la oración. El amor sincero ha de ser el principio que rija al
corazón. El amor hacia Dios y hacia el esposo deben ser los únicos motivos que rijan la
conducta.

Si la esposa decide que es prerrogativa de su esposo tener pleno dominio de su cuerpo, y


resuelve amoldar su mente a la de él en todo respecto, para pensar igual que él, renuncia
a su individualidad y pierde su identidad, pues ésta se funde con la de su esposo. Ella es
una simple máquina que la voluntad de él ha de mover y controlar, un ser destinado a su
placer. Piensa, decide y actúa por ella. Ella deshonra a Dios al ocupar esta posición pasiva,
pues delante del Señor tiene una responsabilidad que debe asumir.

Cuando la esposa entrega su cuerpo y su mente al dominio de su esposo, y se somete


pasiva y totalmente a su voluntad en todo, sacrificando su conciencia, su dignidad y aún su
identidad, pierde la oportunidad de ejercer la poderosa y benéfica influencia que debiera
poseer para elevar a su esposo. Podría suavizar su carácter severo, y podría ejercer su
influencia santificadora de tal modo que lo refinase y purificase, induciéndole a luchar
fervorosamente para gobernar sus pasiones, a ser más espiritual, a fin de que puedan
participar juntos de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que impera
en el mundo por la concupiscencia.

El poder de la influencia puede ser grande para inspirar a la mente temas elevados y
nobles, por encima de las complacencias 269 bajas y sensuales que procura por naturaleza
el corazón que no ha sido regenerado por la gracia. Si la esposa considera que, a fin de
agradar a su esposo debe rebajar sus normas, cuando la pasión animal es la base principal
del amor de él y controla sus acciones, degrada a Dios, porque deja de ejercer una
influencia santificadora sobre su esposo. Si le parece que debe someterse a sus pasiones
animales sin una palabra de protesta, no comprende su deber con él ni con Dios. Los
excesos sexuales destruirán ciertamente el amor por los ejercicios devocionales, privarán
al cerebro de la substancia necesaria para nutrir el organismo y agotarán efectivamente la
vitalidad. Ninguna mujer debe ayudar a su esposo en esta obra de destrucción propia. No
lo hará si ha sido iluminada al respecto y le ama de verdad.

Abnegación y temperancia

Cuanto más se satisfacen las pasiones animales, tanto más fuertes se vuelven y más
violentos serán los deseos de complacerlas. Comprendan su deber los hombres y mujeres
que temen a Dios. Muchos cristianos profesos sufren de parálisis de los nervios y del
cerebro debido a su intemperancia en este sentido. Hieden de podredumbre los huesos y
tuétanos de muchos que son considerados como hombres buenos, que oran y lloran, que
ocupan puestos elevados, pero cuyos cuerpos contaminados no cruzarán los portales de la
ciudad, celestial.

¡Ojalá que pudiese hacer comprender a todos su obligación hacia Dios en cuanto a
conservar en la mejor condición el organismo mental y físico, para prestar servicio
perfecto a su Hacedor! Evite la esposa cristiana, tanto por sus palabras como por sus
actos, excitar las pasiones animales de su esposo. Muchos no tienen fuerza que malgastar
en este sentido. Desde su juventud han estado debilitando el cerebro y minando su
constitución por la satisfacción de las pasiones animales. La abnegación y la temperancia
debieran ser la consigna en su vida matrimonial.

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