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La Escuela de Caracas no fue una agrupación como tal, más bien se podría afirmar
que ésta fue todo un movimiento pictórico surgido luego de la desintegración del Círculo
de Bellas Artes en el que un considerable número de pintores, se avocaron a captar en sus
lienzos, diversos lugares atractivos de una ciudad capital, en la que aún en sus alrededores,
prevalecían casas de techos rojos, calles coloniales, vaqueras, sembradíos, trapiches, un
transparente Río Guaire y el majestuoso Cerro Ávila.
La relación de pintores de esta llamada Escuela, está en una nutrida lista en la que se
pueden mencionar a: Rafael Ramón González, Prospero Martínez, Manuel Serrano, Pedro
León Castro, Marcelo Vidal, Rafael Monasterio, Cesar Prieto, Manuel Cabré, Antonio
Alcántara, Pedro Ángel González, Armando Lira, Tomás Goldin y Carlos Otero, con
quienes el maestro Osorio tuvo especial relación. Este movimiento pictórico, durante la
primeros años del siglo XX, desarrolló el género del paisaje con notable acierto,
influyendo a quienes, desde el interior, se asomaban en búsqueda del aprendizaje artístico
en la capital como fue el caso de los maestros Pedro Castrellon, José Requena, Julio Arraga
y el propio Manuel Osorio Velasco. Incluso muchos artistas que incursionaran en el arte
moderno durante los años cuarenta, se iniciaron artísticamente dentro de la corriente del
paisaje siendo aún estudiantes de la escuela de Bellas Artes de Caracas. Existen abundante
referencia de trabajos paisajísticos realizados, por Jesús Soto, Carlos Boguen, Hector
Poleo, Alejandro Otero, Jacobo Borges, que dan muestra de la gran influencia de esta
temática en una generación de consagrados artistas venezolanos
A finales de los años sesenta, la escuela había graduado una primera promoción de
estudiantes, quienes en su mayoría se fueron incorporarando a la docencia en la misma
institución. Entre ellos: Pedro Mogollón, Luís Vicente Roa, Elzer Becerra, Oswaldo
Morales, Ciro López, Miguel Ángel Sánchez y Pedro Barrientos. Este grupo de docentes
continuó trabajando la pintura dentro de la temática del paisaje que había inspirado el
maestro Osorio e impartiendo la misma enseñanza a quienes ingresaban en los estudios
artísticos de la Escuela de Artes. Bajo su influencia se fueron educando subsiguientemente
varias generaciones de alumnos, con la misma mística, fervor y atracción por plasmar la
sutil belleza de la montaña andina y recrear escenas típicas de nuestros tradicionales
pueblos del Táchira.
Aunque la temática del paisaje ha sido abordada por muchos pintores de la región,
cada artista ha sabido imponer su estilo propio e identificativo, bien por la búsqueda del
motivo, la composición o por el tratamiento del color de cada obra, la cual suele estamparle
el sello particular a cada trabajo. En la pintura de Manuel Osorio podemos encontrar una
característica particular. La pintura del paisaje de este singular maestro, fue más un trabajo
de taller que de pintura al aire libre, abierto como lo asumieron los integrantes de la Escuela
de Caracas. Su interés estuvo más centrado en la composición del motivo que por el paisaje
en si. Este fue tomado como escenario, como fondo en el que el maestro recreaba diversos
temas relacionados con actividades costumbristas de pueblos y aldeas del Táchira, por la
que sentía un atractivo especial. Las figuras que incluía en sus obras, eran mayormente
parejas de aldeanos, que regresaban de misa o iban al mercado. Por lo general caminaban
por encurvados caminos que conducían a caseríos, que con un aire taciturno, se pintaban al
pie de grisáceas montañas. No faltaba en los personajes la ruana y los vestidos floreados
que ondeaban en el viento, la cesta de flores y alguno que otro niño jugueteando. Como
buen pintor clásico, Manuel Osorio también trabajo el género del retrato, la ejecución de
flores y bodegones con gran maestría. Indudablemente que a la hora de estudiar la escuela
paisajista andina en el Táchira, será necesario indagar sobre la obra de este maestro, cuyo
legado más importante está en la concreción de una generación de pintores, que en la
actualidad, realizan este género con verdadero profesionalismo.
Cabe destacar que el impulso que tuvo la corriente paisajista en el Táchira, a partir
de los finales de la década del sesenta en adelante, se debió también a la disposición de
espacios que ciertas instituciones publicas y privadas cedieron para exhibición como
complemento de actividades aniversarias. En algunos de estos lugares como el Colegio de
Ingenieros, el Colegio de Abogados, El centro de Profesionales, el Hotel Tamá se
realizaron exposiciones anuales en las que concurrían en participación tanto profesores
como alumnos o egresados de la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal. Al tiempo
que estos espacios servían de medio de participación colectiva, surgieron personalidades
del estado que con mucho amor al arte, dedicaron parte de su vida profesional a la
proyección de talentosos pintores en el ámbito del arte regional Una de estas esmeradas
personas que durante varios años se dedicó a esta actividad promocional fue Rubén Darío
Becerra, cuya vocación al arte pictórico se rememora hasta los inicios de la Cueva
Pictolirica, desde allí ha sido incansable en una permanente preocupación por escribir en
prensa local sobre pintores y sobre la pintura en el Táchira. En algunas ocasiones fungió
como marchan o agente de venta de varios pintores quienes carecían de los medios para
hacer llegar su obras a potenciales compradores. Meritoria ha sido su labor en la
organización de eventos pictóricos en diversos espacios expositivos de la ciudad como el
llevado acabo en la convocatoria realizada durante la Feria Internacional de San Sebastián,
en el que concurrió el mayor numero de artistas locales en un evento que sin duda, marco
una pauta en la historia del arte regional. . Otra persona a quien se le debe importante
impulso en la pintura paisajista fue el Profesor Joaquín Canovas Belmonte. De origen
español y radicado en San Cristóbal, realizó en el Colegio de Ingenieros en el año 1973,
dos exposiciones en las que se mostraron obras de maestros larenses como Juan Echeverria
y Luis Ordaz, de profesores como Manuel Osorio Velasco, Valentin Hernández Useche,
Pedro Mogollon, Pedro Barrientos y de alumno de la Escuela como Oscar Gonzalez,
Arecio Moncada, Nelson Duran, Martín Barrios y Valmore Carrero. Posteriormente y en
virtud de la necesidad de mantener exhibición constante de obras, en 1976 el profesor
Canovas abrió la Galería Sequeiros en el Centro Comercial el Tamá. La misma se
inauguró con una exposición de Arecio Moncada quien mostró una serie de trabajos de
paisajes y bodegones de mediano formato, ejecutados bajo la técnica de espátula, en los que
se denotaba la soltura y seguridad de este talentoso artista recién egresado de la Escuela de
Artes.
De esta manera la temática del paisaje andino se fue desarrollando, aunado a las
oportunidades de exhibición y venta que se abrieron en galerías de San Cristóbal y
principalmente de Caracas, en donde la pintura andina fue encontrando receptividad en un
público muy exigente, lo que contribuyó que algunos pintores, en búsqueda de proyección
más directa, emigraran prontamente de San Cristóbal. Tal fue el caso de Luís Alfredo
Suárez, Theo Mora y Eduardo Rey, quienes a principio de los años setenta se orientaron
hacia la capital en búsqueda de nuevos horizonte para la promoción y venta sus obras,
abriendo un camino para la incursión de este género en el amplio mercado de la pintura
tradicional venezolana, lo que permitió en adelante, la incorporación de más artistas
regionales en el ámbito de esta temática a nivel nacional.
La Cueva Pictolírica fue conformada inicialmente, tanto por pintores como por
algunos integrantes de la Peña Literaria Andrés Eloy Blanco, quienes se pronunciaron,
según manifiesto inédito, por una renovación del pensamiento vigente durante esa época
que el mismo estuviese acorde con los cambio que se suscitaban a mediados de los años
sesenta y fundamentalmente, por una participación más abierta sin la rigurosidad y
formalidad del las agrupaciones literarias creadas hasta ese momento. Entre sus integrantes
de la llamada Cueva… cabe mencionar a: Elio Jerez Valero, Luís Rafael Olivera, Rafael
Ulacio Sandoval, Jesús Aliviares, Rubén Darío Becerra, Pablo Mora, Miriam González,
Juan Michelangelli, Freddy Pereira, Luís Castro Medina, Agustín Guerrero José Campos
Biscardi, Salvador Weg y Rafael Guerrero.
Algunos pintores que integraron esta agrupación como Jesús Aliviares, Campos
Biscardi y Freddy Pereira, más tarde se establecieron en Caracas en la oleada migratoria
hacia la capital desde inicios de los años sesenta, integrándose al movimiento plástico
renovador que crecía con auge en la capital desde hacía treinta años atrás, básicamente
dentro de la corriente de la nueva figuración y el abstraccionismo que acaparaba el gusto y
atención de los artistas mas jóvenes del momento. La Cueva…, constituyó el inicio de un
modesto movimiento pictórico en el Táchira, con la decidida intención de desarrollar un
trabajo con sentido modernista, acorde con un tiempo artístico contemporáneo que vivía
el arte venezolano, desde la creación de los Disidentes en París en el año 1952.
Tal vez en los actuales momentos, con los avances que ofrece el desarrollo de la
información, no podamos percibir las limitaciones que tuvieron aquellos artistas para
incorporar la pintura tachirense dentro del arte venezolano, razón por la cual se hizo
imprescindible el establecerse en Caracas y en la mayoría de los casos, realizar viajes y
estadías en capitales europeas, principalmente Paris, Madrid e Italia, cunas de renovadores
movimientos pictóricos y centro de confrontación mundial en la que prevalecían estilos
modernos como el cubismo, el surrealismo, el constructivismo y el abstraccionismo que
atraían emocionalmente a cualquier pintor latinoamericano recién llegado.
No tengo dudas que tanto este salón como otros que se suscitó posteriormente,
estimularon sobradamente a quienes, desde el Táchira, estábamos buscando elementos
motivadores dentro de un arte de vanguardia.. En mi caso personal, puedo afirmar que
tanto las muestras realizadas por Erasmo, Belkis y Diego en diversas galerías de San
Cristóbal, como el Salón de Jóvenes Artistas en Caracas, me indujo decididamente en la
búsqueda inicial de un trabajo contemporáneo a través del dibujo, cuyas experiencias
quedaron como constancia en las exposiciones tituladas “Gesto y Vivencia 1983” en la
Galería Manuel Osorio Velasco, “ Génesis de Hoy 1984” en el Centro Clínico San Cristóbal
y “Eterna Evolución 1987” en el Museo Caracas, del Consejo Municipal del Distrito
Federal.
Necesario referir que este hecho se realizó por una visión actualizada que desde la
dirección de la Galería Manuel Osorio Velasco, impulsó el entonces recién graduado en
Pedagogía del Arte, el pintor Rafael Sánchez, y por la sensible decisión del Director de
Cultura, el Licenciado Oscar Carpio, durante la gestión de la Gobernadora del Táchira,
profesora Luisa Pacheco de Cachón. Desde esta Dirección se brindo el apoyó y estimuló a
esta actividad ofreciendo recepción y transporte de obras, cuya logística permitió, en
adelante, la participación constante de artistas nuestros a diversas convocatoria en todo el
territorio nacional.
Posteriormente, hacia el año 1990 se inauguraba la Bienal de Mérida, este evento
recibió la participación de varios artistas tachirenses, algunos de reconocida trayectoria
como Pancho Baptista, Rafael Ulacio Sandoval y Raúl Sánchez, y un numero apreciable de
noveles pintores y dibujantes como Adonai Duque, Gloria Fiallo, Enrique Lobo, Emiro
Lobo, Rafael Sánchez, Alirio Cañizales y Valmore Carrero. Posteriormente se inauguró la
bienal de Oriente, El Salón Binacional de la Frontera, la Bienal de Guayana, La bienal
Salvador Valero y la Bienal de Puerto la Cruz. En todos estos espacios expositivos fue
notoria la selección de obras de artistas que desde esta tierra trabajabamos en pro de la
modernidad en la pintura y otras disciplinas como el dibujo y la escultura, cuya aceptación
en tan exigentes eventos, demostraba el desarrollo y la calidad que había alcanzado la
pintura regional, con respecto en el movimiento artístico contemporáneo venezolano, al
punto de haberse hecho acreedor de galardones como los obtenidos por Adonay Duque en
el salón Michelena, y Rafael Sánchez en el salón “Cien años de la Universidad del Zulia” y
en la Bienal de Puerto la Cruz en su cuarta edición. Durante este periodo que ocupaba la
década de los ochenta y noventa, la pintura tachirense transitaba por estilos modernistas
como el abstraccionismo, el neofigurativismo, el surrealismo y una propuesta
neofigurativista de crítica social.