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LA ESCUELA PAISAJSTA ANDINA

La conformación de lo que se podría llamar Escuela Paisajista Andina, se deriva de


la influencia que ejerció la pintura del maestro Manuel Osorio Velasco en las primeras
generaciones de estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal. El maestro
Osorio quien nació en Capacho Nuevo en 1911, se había formado artísticamente en la
Academia de Bellas de Artes de Caracas. Seguramente debió haber recibido la especial
influencia de pintores caraqueños, que después de la brillante época del Circulo de Bellas
Artes, constituyeron lo que se denominó la Escuela de Caracas.

La Escuela de Caracas no fue una agrupación como tal, más bien se podría afirmar
que ésta fue todo un movimiento pictórico surgido luego de la desintegración del Círculo
de Bellas Artes en el que un considerable número de pintores, se avocaron a captar en sus
lienzos, diversos lugares atractivos de una ciudad capital, en la que aún en sus alrededores,
prevalecían casas de techos rojos, calles coloniales, vaqueras, sembradíos, trapiches, un
transparente Río Guaire y el majestuoso Cerro Ávila.

La relación de pintores de esta llamada Escuela, está en una nutrida lista en la que se
pueden mencionar a: Rafael Ramón González, Prospero Martínez, Manuel Serrano, Pedro
León Castro, Marcelo Vidal, Rafael Monasterio, Cesar Prieto, Manuel Cabré, Antonio
Alcántara, Pedro Ángel González, Armando Lira, Tomás Goldin y Carlos Otero, con
quienes el maestro Osorio tuvo especial relación. Este movimiento pictórico, durante la
primeros años del siglo XX, desarrolló el género del paisaje con notable acierto,
influyendo a quienes, desde el interior, se asomaban en búsqueda del aprendizaje artístico
en la capital como fue el caso de los maestros Pedro Castrellon, José Requena, Julio Arraga
y el propio Manuel Osorio Velasco. Incluso muchos artistas que incursionaran en el arte
moderno durante los años cuarenta, se iniciaron artísticamente dentro de la corriente del
paisaje siendo aún estudiantes de la escuela de Bellas Artes de Caracas. Existen abundante
referencia de trabajos paisajísticos realizados, por Jesús Soto, Carlos Boguen, Hector
Poleo, Alejandro Otero, Jacobo Borges, que dan muestra de la gran influencia de esta
temática en una generación de consagrados artistas venezolanos

Al fundarse la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal en 1962, en la que el


maestro Manuel Osorio se incorpora como profesor, la enseñanza de del dibujo y la pintura
estuvo signada por un ejecución de carácter académico, clásico. En ella predominaba la
realización de: bodegones, flores, retratos y especialmente el tema del paisaje. Se podrían
definir varias razones para que este género prevaleciera en la formación pictórica de
estudiantes de la recién fundada Escuela de Artes. En primer lugar el distanciamiento
comunicacional con los movimientos artísticos modernos que se habían gestado en Caracas
desde los años cincuenta, que poco o casi nada influirían en el arte de provincia y por otra
parte la motivación de alumnos y pintores autodidactas por el tratamiento y la composición
en el paisaje de Manuel Osorio Velasco. A esto se sumaba la rica policromía de la montaña
andina y lo pintoresco de pueblos circunvecinos a San Cristóbal que invitaban a recrear
escenas y acontecimientos, en una pintura que, aunque tradicional, acaparaba el gusto de
profesores y estudiantes de la Escuela de Artes Plásticas de esa época.

A finales de los años sesenta, la escuela había graduado una primera promoción de
estudiantes, quienes en su mayoría se fueron incorporarando a la docencia en la misma
institución. Entre ellos: Pedro Mogollón, Luís Vicente Roa, Elzer Becerra, Oswaldo
Morales, Ciro López, Miguel Ángel Sánchez y Pedro Barrientos. Este grupo de docentes
continuó trabajando la pintura dentro de la temática del paisaje que había inspirado el
maestro Osorio e impartiendo la misma enseñanza a quienes ingresaban en los estudios
artísticos de la Escuela de Artes. Bajo su influencia se fueron educando subsiguientemente
varias generaciones de alumnos, con la misma mística, fervor y atracción por plasmar la
sutil belleza de la montaña andina y recrear escenas típicas de nuestros tradicionales
pueblos del Táchira.

Con la participación de estos nuevos docentes, la ejecución del paisaje se imprimió


de una nuevo visión. La atmósfera se enriqueció con nuevas gamas de color y la
composición se orientó a la búsqueda de un paisaje más real, más auténticos, menos de
taller. Logros derivado de las constantes excursiones de trabajo en escenarios al aire libre.
Durante este período, el paisaje se asumió de la misma manera que lo habían realizado los
impresionista en su época y posteriormente la llamada Escuela de Caracas. De esta manera
se hizo cotidiano el pintar de manera directa, calles, quebradas, bosques, valles y parajes,
actividad que se realizaba en salidas individuales o en pequeños grupos.

Aunque la temática del paisaje ha sido abordada por muchos pintores de la región,
cada artista ha sabido imponer su estilo propio e identificativo, bien por la búsqueda del
motivo, la composición o por el tratamiento del color de cada obra, la cual suele estamparle
el sello particular a cada trabajo. En la pintura de Manuel Osorio podemos encontrar una
característica particular. La pintura del paisaje de este singular maestro, fue más un trabajo
de taller que de pintura al aire libre, abierto como lo asumieron los integrantes de la Escuela
de Caracas. Su interés estuvo más centrado en la composición del motivo que por el paisaje
en si. Este fue tomado como escenario, como fondo en el que el maestro recreaba diversos
temas relacionados con actividades costumbristas de pueblos y aldeas del Táchira, por la
que sentía un atractivo especial. Las figuras que incluía en sus obras, eran mayormente
parejas de aldeanos, que regresaban de misa o iban al mercado. Por lo general caminaban
por encurvados caminos que conducían a caseríos, que con un aire taciturno, se pintaban al
pie de grisáceas montañas. No faltaba en los personajes la ruana y los vestidos floreados
que ondeaban en el viento, la cesta de flores y alguno que otro niño jugueteando. Como
buen pintor clásico, Manuel Osorio también trabajo el género del retrato, la ejecución de
flores y bodegones con gran maestría. Indudablemente que a la hora de estudiar la escuela
paisajista andina en el Táchira, será necesario indagar sobre la obra de este maestro, cuyo
legado más importante está en la concreción de una generación de pintores, que en la
actualidad, realizan este género con verdadero profesionalismo.

A diferencia de la pintura de taller ejecutada por el maestro Osorio, en las


generaciones posteriores, se hizo común, necesario y quizá tradición, las salidas periódicas
al campo, con el propósito de asumir la pintura del paisaje directamente. Creo que esto
fue determinante en el aprendizaje y desarrollo de esta temática. Era un ejercicio que del
exigía del artista, agudeza de observación y rapidez de trabajo, ya que la atmósfera
cambiante del paisaje andino, requiere del pintor, de una observación esmerada.

La realización del paisaje en ambiente directo, se ejecutaba a través de una


“mancha” - a si se le denominaba al esbozo rápido- para luego ser retocada en clases o en
el taller. Esta práctica se hizo fundamental en los inicios de la pintura del paisaje y se siguió
ejecutando en virtud de las mayores posibilidades de realizar un trabajo con verdadero
realismo. Algunos ejecutantes de esta temática, se especializaron en la pintura del rico
follaje de montañas, cascadas y ríos y otros, más orientados a la composición con figuras
desarrollaron el trabajo que representaba escenas campestres: arados, bailes pueblerinos,
calles y mercados.

La tendencia paisajista asumida por aquellos primeros discípulos del maestro


Osorio, fue un tanto más impresionista. Esta particularidad fue influenciada por obras de
algunos pintores venezolanos como Tomás Goldín, Armando Reverón, Manuel Cabré,
Pedro Ángel Gonzáles y de los grandes maestros impresionistas franceses del siglo XIX,
Mante, Moinet, Rendir, Degas cuyas obras escasamente se podían apreciar en un libro de
pintores impresionistas que permanecía en la biblioteca de la Escuela. En esta etapa, la
naturaleza del paisaje en la pintura, tomó mayor protagonismo. La obras se basaron en la
mayoría de los casos, en temas costumbristas, así como de diversos sitios pintorescos de la
ciudad de San Cristóbal que rememoraban la otrora escuela paisajista de Caracas.

Cabe destacar que el impulso que tuvo la corriente paisajista en el Táchira, a partir
de los finales de la década del sesenta en adelante, se debió también a la disposición de
espacios que ciertas instituciones publicas y privadas cedieron para exhibición como
complemento de actividades aniversarias. En algunos de estos lugares como el Colegio de
Ingenieros, el Colegio de Abogados, El centro de Profesionales, el Hotel Tamá se
realizaron exposiciones anuales en las que concurrían en participación tanto profesores
como alumnos o egresados de la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal. Al tiempo
que estos espacios servían de medio de participación colectiva, surgieron personalidades
del estado que con mucho amor al arte, dedicaron parte de su vida profesional a la
proyección de talentosos pintores en el ámbito del arte regional Una de estas esmeradas
personas que durante varios años se dedicó a esta actividad promocional fue Rubén Darío
Becerra, cuya vocación al arte pictórico se rememora hasta los inicios de la Cueva
Pictolirica, desde allí ha sido incansable en una permanente preocupación por escribir en
prensa local sobre pintores y sobre la pintura en el Táchira. En algunas ocasiones fungió
como marchan o agente de venta de varios pintores quienes carecían de los medios para
hacer llegar su obras a potenciales compradores. Meritoria ha sido su labor en la
organización de eventos pictóricos en diversos espacios expositivos de la ciudad como el
llevado acabo en la convocatoria realizada durante la Feria Internacional de San Sebastián,
en el que concurrió el mayor numero de artistas locales en un evento que sin duda, marco
una pauta en la historia del arte regional. . Otra persona a quien se le debe importante
impulso en la pintura paisajista fue el Profesor Joaquín Canovas Belmonte. De origen
español y radicado en San Cristóbal, realizó en el Colegio de Ingenieros en el año 1973,
dos exposiciones en las que se mostraron obras de maestros larenses como Juan Echeverria
y Luis Ordaz, de profesores como Manuel Osorio Velasco, Valentin Hernández Useche,
Pedro Mogollon, Pedro Barrientos y de alumno de la Escuela como Oscar Gonzalez,
Arecio Moncada, Nelson Duran, Martín Barrios y Valmore Carrero. Posteriormente y en
virtud de la necesidad de mantener exhibición constante de obras, en 1976 el profesor
Canovas abrió la Galería Sequeiros en el Centro Comercial el Tamá. La misma se
inauguró con una exposición de Arecio Moncada quien mostró una serie de trabajos de
paisajes y bodegones de mediano formato, ejecutados bajo la técnica de espátula, en los que
se denotaba la soltura y seguridad de este talentoso artista recién egresado de la Escuela de
Artes.

La formación de agrupaciones pictóricas en el Táchira que datan desde los años


sesenta, fue un hecho de gran importante ya que sirvieron de medio tanto para desarrollar la
pintura del paisaje, como para la proyección del mismo a través de exposiciones itinerantes.
De estas agrupaciones podemos mencionar al Grupo Catedral, Grupo Montaña, Grupo
Cóndor, Grupo FARAN (fuerzas artísticas renovadoras andinas), Paleta andina y más
recientemente Las Damas del Arte. El grupo Catedral se formó por los años 1974. Estuvo
integrado por Ciro Rivas, Arecio Moncada, Marcos Medina, Freddy Ontiveros y un joven
de apellido Rodríguez. Este funcionó en las cercanías de la catedral. El disolverse esta
agrupación se creó el grupo Montaña cuyos integrantes habían formado parte de la
agrupación Catedral. En esta atuvieron presentes Agustín Guerrero, Theo Mora, Ciro
Rivas, Arecio Moncada y Rubén Darío Becerra. El grupo Cóndor se formó a finales del
año 1974 en un taller ubicado en el sector La Guacara de San Cristóbal. Aunque en el
comienzo no se le dio nombre alguno, de este formaron parte el profesor Pedro Barrientos,
Nelson Duran, Martín Barrios y Valmore Carrero. Posteriormente, ya formada la
agrupación con el nombre de Cóndor, se incorporaron los recién egresados de la Escuela de
Artes, Guidaly Castro y Miguel Maruqe. De la mas recientes y fructíferas agrupaciones fue
Paleta Andina, fundada hacia los años ochenta, tuvo entre sus integrantes a Ciro Zambrano,
Martín Barrios y el desaparecido Jesús Rojas. Esta notable agrupación realizó un trabajo
constante a través de periódicas giras pictóricas en diferentes partes del país y fuera de
éste, especialmente en la capital Caracas en donde sus obras tuvieron gran aceptación,
difundiendo así, la pintura paisajista y costumbrista andina en todo el territorio nacional.
Contemporánea a esta agrupación, fue el grupo Faran, integrado por Ciro Rivas, Marcos
Medina, Fredy Ontiveros, Jorge Santana y otros, también desarrolló un importante trabajo
de promoción pictórica a través de numerosas explosiones dentro del país y en el exterior.
La Damas del Arte fue quizás de las ultimas agrupaciones que surgieron durante los años
ochenta y parte de los noventa, Integrada por talentosas damas formadas artísticamente en
la Escuela de Artes, tuvieron el osado propósito de trabajar la pintura moderna, clásica y
paisajista durante cinco fructíferos años, realizando exposiciones a lo largo del territorio
nacional. Sus integrantes entre quienes se cuentan; Belkis Candiales, Emma Berti de Niño,
Fanny Lopez, Lucila Materon, Luego de su desintegración como agrupación, continuaron la
plausible labor de impulsar el trabajo artístico a través de diversas actividades en
instituciones culturales del estado.

De esta manera la temática del paisaje andino se fue desarrollando, aunado a las
oportunidades de exhibición y venta que se abrieron en galerías de San Cristóbal y
principalmente de Caracas, en donde la pintura andina fue encontrando receptividad en un
público muy exigente, lo que contribuyó que algunos pintores, en búsqueda de proyección
más directa, emigraran prontamente de San Cristóbal. Tal fue el caso de Luís Alfredo
Suárez, Theo Mora y Eduardo Rey, quienes a principio de los años setenta se orientaron
hacia la capital en búsqueda de nuevos horizonte para la promoción y venta sus obras,
abriendo un camino para la incursión de este género en el amplio mercado de la pintura
tradicional venezolana, lo que permitió en adelante, la incorporación de más artistas
regionales en el ámbito de esta temática a nivel nacional.

Aunque algunos puedan considerar que la pintura del paisaje en la actualidad es un


oficio y no un arte, que no ofrece novedades, que está en atraso con respecto a una
propuesta de arte contemporáneo, de vanguardia. Al margen de todo ello, es un trabajo
artístico producto de nuestro medio geográfico, idiosincrasia y cultura como pueblo. El
paisaje andino ha alcanzado realizaciones magistrales en algunos de sus más veteranos
ejecutantes hoy considerados verdaderos maestros, cuyas obras son solicitadas en
importantes galerías del país y del exterior..

Luego de mas cuarenta a años de ejecución, el arte paisajista tiene merecidas


razones, para considerarle como una manifestación propia de nuestra cultura andina y
tachirense, al margen de las propuestas modernas o de vanguardia que por lógica
influencia de una sociedad cada vez mas globalizada, llegan hasta los más apartados
rincones, modificando patrones culturales que nos identifican ancestralmente. La
permanencia de esta temática en el arte andino, no niega la modernidad, el avance, por el
contrario debemos sustentarle, apreciarle y mantenerle por lo que ha sido siempre, a través
de la historia de la pintura, un arte para el disfrute y goce visual.

La Escuela Andina tiene en sus más notorios representantes a : Manuel Osorio


Velasco, Elzer Becerra, Owaldo Morales, Miguel Ángel Sánchez, Pedro Barrientos, Agustín
Guerrero, Theo Mora, Eduardo Rey, Eudes Carrero, Ciro Rivas, Arecio Moncada, Martín
Barrio, Freddy Ontiveros, Gerardo Duque, Cesar Castañeda, Celeste Carrillo, Ciro
Zambrano, Guidaly Castro, Nelson Durán, Eduardo Carrero, Gregory Carrero, Miguel
Angel Márquez, Lucila Materón de Paz, Angel Cegarra, Jorge Santana, Emma Berti de
Niño, Marcos Medina, Alirio Cañizales, Mario Sánchez, Miguel Morelani, Alvaro Vito,
Alberto Beto Roa Baptista, Franco Pérez, José Rosales Caro y Jesús Rojas. Testimonio de
sus obras están en diversas instituciones públicas y privadas del estado y en colecciones de
particulares en todo el país.
LA MODERNIDAD EN EL ARTE TACHIRENSE

No hay duda que la referencia de la modernidad en la pintura tachirense, está en la


llamada Cueva Pictolirica creada en el año 1965. Según refiere Rafael María Rosales en su
columna “Crónicas de San Cristóbal”, no fue una agrupación exclusivamente pictórica. Su
creación estuvo motivada por diversos grupos literarios que tradicionalmente se habían
conformado en San Cristóbal, como el Grupo Yunque y la Peña Literaria Manuel Felipe
Rugeles, agrupaciones exclusivas del género literario y constituidas, básicamente por la
relevancia de tachirenses que descollaron en esta disciplina

La Cueva Pictolírica fue conformada inicialmente, tanto por pintores como por
algunos integrantes de la Peña Literaria Andrés Eloy Blanco, quienes se pronunciaron,
según manifiesto inédito, por una renovación del pensamiento vigente durante esa época
que el mismo estuviese acorde con los cambio que se suscitaban a mediados de los años
sesenta y fundamentalmente, por una participación más abierta sin la rigurosidad y
formalidad del las agrupaciones literarias creadas hasta ese momento. Entre sus integrantes
de la llamada Cueva… cabe mencionar a: Elio Jerez Valero, Luís Rafael Olivera, Rafael
Ulacio Sandoval, Jesús Aliviares, Rubén Darío Becerra, Pablo Mora, Miriam González,
Juan Michelangelli, Freddy Pereira, Luís Castro Medina, Agustín Guerrero José Campos
Biscardi, Salvador Weg y Rafael Guerrero.

Algunos pintores que integraron esta agrupación como Jesús Aliviares, Campos
Biscardi y Freddy Pereira, más tarde se establecieron en Caracas en la oleada migratoria
hacia la capital desde inicios de los años sesenta, integrándose al movimiento plástico
renovador que crecía con auge en la capital desde hacía treinta años atrás, básicamente
dentro de la corriente de la nueva figuración y el abstraccionismo que acaparaba el gusto y
atención de los artistas mas jóvenes del momento. La Cueva…, constituyó el inicio de un
modesto movimiento pictórico en el Táchira, con la decidida intención de desarrollar un
trabajo con sentido modernista, acorde con un tiempo artístico contemporáneo que vivía
el arte venezolano, desde la creación de los Disidentes en París en el año 1952.

Evidentemente que la motivación al desarrollo de un trabajo pictórico en esa época,


cuya moderna propuesta podía desconcertar a cualquier iniciado en la pintura en la recién
fundada Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal, venia de la visión de artistas como
Ulacio, quien se había establecido en San Cristóbal procedente de la capital zuliana, en
donde había cursado estudios en la Escuela de Artes Julio Arraga y seguramente poseía una
visión pictórica distinta a la que inspiraba el ambiente frío y taciturno de una ciudad
tendida a los pies de la montaña andina Aunque antes de la creación de esta
agrupación, ya artistas locales habían incursionado en el ámbito del arte moderno en
Caracas, entre ellos: Humberto Jaime Sánchez, Pedro León Zapata y Hugo Baptista, no
obstante ello no representó en ningún momento el fundamento de un trabajo artístico propio
del arte moderno tachirense, sino que fue la incorporación de talentos locales en amplio
espectro de jóvenes de diversas regiones del interior del país que a partir de los años
cincuenta, emigraron hacia la capital, con la intención de desarrollar un arte de vanguardia,
derivado de la poderosa influencia que ejercía las corrientes vanguardistas europeas en
Venezuela y que salvo, en algunas ciudades importantes del centro, estas corrientes no
produjeron mayor interés en el resto del país y menos en una ciudad distante geográfica y
comunicacional como era la San Cristóbal de los años sesenta.

Tal vez en los actuales momentos, con los avances que ofrece el desarrollo de la
información, no podamos percibir las limitaciones que tuvieron aquellos artistas para
incorporar la pintura tachirense dentro del arte venezolano, razón por la cual se hizo
imprescindible el establecerse en Caracas y en la mayoría de los casos, realizar viajes y
estadías en capitales europeas, principalmente Paris, Madrid e Italia, cunas de renovadores
movimientos pictóricos y centro de confrontación mundial en la que prevalecían estilos
modernos como el cubismo, el surrealismo, el constructivismo y el abstraccionismo que
atraían emocionalmente a cualquier pintor latinoamericano recién llegado.

Al margen de los antecedentes referidos, considero que la pintura moderna en el


Táchira, surge como movimiento homogéneo, como verdadera propuesta elaborada en el
estado, a comienzos de los años ochenta. Aunque desde la década de los setenta y un poco
antes ya artistas como Ulacio Sandoval, Raúl Sánchez, Belkis Candiales, Jorge Belandria,
Diego Sarmiento, Erasmo de Sotty trabajaban con una perspectiva contemporánea, que
seguramente influyó de alguna manera, en la posterior vinculación de otros jóvenes en el
espacio de un planteamiento pictórico moderno. Constancia de ello lo fueron exposiciones
de dibujo que a finales de la década de los setenta, realizaron Belkis Candiales y Erasmo de
Sotti en la Galería Jesús Maria Oliveros del consejo Municipal de San Cristóbal y la de
Diego Sarmiento en la Galería Mendoza del Salón de Lectura. En la que prevaleció la
temática neofigurativista, surrealista y abstracionista .

La razones fundamentales de este sustancial esfuerzo creador en el Táchira,


también tuvo que ver con el desempeño de los medios masivos de comunicación social
como la televisión, herramienta, que a partir de la década de los setenta vinculaban con
mayor dinamismo a las ciudades del interior, con la realidad nacional desarrollada en
Caracas, entre ellas la actividad artística cultural. Importante señalar un hechos relevantes
que ocurrió en el arte venezolano en el año 1981. La creación del Salón Nacional de
Jóvenes Artistas en el Museo de Arte Contemporáneo. Este acontecimiento generó una
inmensa sorpresa tanto a organizadores como a participantes. La reunión de una generación
de creadores con un trabajo artístico renovado, en el que prevaleció el genero del
surrealismo, la pintura onírica y expresiones figurativas cargadas de sátira social. En este
evento ingresó a la escena de salones de arte, el dibujo, disciplina que había sido
subordinada en el arte venezolano como una disciplina de poca importancia y que en este
singular concurso se mostró con características de ejecución y propuestas conceptuales de
una extraordinaria realización, de tal calidad que en adelante, daría pie a su inclusión como
especialidad, en los futuros salones y bienales del país. De esta generación de expositores,
de este extraordinario movimiento es necesario mencionar a: Corina Briceño, Saúl Huerta,
Felipe Herrera, Roberto Gonzáles, Edgar Álvarez Estrada, Marisabela Erminy, Edgar
Sánchez, Pancho Qulici, Octavio Russo, Ana María Mazzei, María Eugenia Arrea, Jorge
Pisan, Adrían Pujol, Iván Dario, Maritta Berman, Francisco Vellorín, Diego Barbosa y
Nadia Benatar y al artistas tachirense Erasmo de Zotty. A partir de este momento, el arte
venezolano se fue diversificando tanto en técnicas como en propuestas. La creación de
sucesivas Bienales de arte en diferentes estados del país y la incorporación de diversas
disciplinas artísticas como el dibujo, la fotografía, la cerámica, la Escultura, las artes
gráficas, el arte conceptual, permitieron una mayor participación colectiva y abundaron en
una mayor oportunidad de confrontación. Ciertamente que este acontecimiento atrajo
notablemente a un sinnúmero de artistas que en el interior del país, se asomaron a este
abanico de posibilidades manifestadas a través de un vigoroso trabajo artístico, con la firme
propuesta de ser mostrado en los diversos eventos pictóricos que empezaron a surgir fuera
de la Capital.

No tengo dudas que tanto este salón como otros que se suscitó posteriormente,
estimularon sobradamente a quienes, desde el Táchira, estábamos buscando elementos
motivadores dentro de un arte de vanguardia.. En mi caso personal, puedo afirmar que
tanto las muestras realizadas por Erasmo, Belkis y Diego en diversas galerías de San
Cristóbal, como el Salón de Jóvenes Artistas en Caracas, me indujo decididamente en la
búsqueda inicial de un trabajo contemporáneo a través del dibujo, cuyas experiencias
quedaron como constancia en las exposiciones tituladas “Gesto y Vivencia 1983” en la
Galería Manuel Osorio Velasco, “ Génesis de Hoy 1984” en el Centro Clínico San Cristóbal
y “Eterna Evolución 1987” en el Museo Caracas, del Consejo Municipal del Distrito
Federal.

Considerando que todos estos hechos incidieron en la modernidad del arte


tachirense. Pero me atrevo a afirmar que el factor mas importante que vincula, no
solamente al Táchira en el arte moderno, sino al trabajo artístico desarrollado en diversos
estados, fue la apertura de varias bienales de arte que empezaron a crearse en diferentes
regiones y que ampliaron la confrontación de una arte nacional, que hasta los momentos se
reducía al Salón Michelena, al Salón Fundarte y a los demás eventos que en Caracas se
promocionaban aisladamente. La primera Bienal del Zulia inaugurada en 1984, fue quizás
el primer escenario en el que se involucro la pintura tachirense con visión contemporánea
en el marco del arte nacional. Fue un hecho relevante que entre 800 artistas del país que
enviaran a concurso sus obras, cuatro tachirense: Rafael Sánchez, Erasmo de Sotti ,
Carlos Tovar y el autor de estas notas, estuviéramos entre los 150 seleccionados de la
bienal, acontecimiento que indicó un claro avance de nuestra contemporaneidad artística y
sirvió de referencia a la hora de equiparar el trabajo de creadores tachirenses, con las
corrientes contemporáneas de las diversas regiones del país.

Necesario referir que este hecho se realizó por una visión actualizada que desde la
dirección de la Galería Manuel Osorio Velasco, impulsó el entonces recién graduado en
Pedagogía del Arte, el pintor Rafael Sánchez, y por la sensible decisión del Director de
Cultura, el Licenciado Oscar Carpio, durante la gestión de la Gobernadora del Táchira,
profesora Luisa Pacheco de Cachón. Desde esta Dirección se brindo el apoyó y estimuló a
esta actividad ofreciendo recepción y transporte de obras, cuya logística permitió, en
adelante, la participación constante de artistas nuestros a diversas convocatoria en todo el
territorio nacional.
Posteriormente, hacia el año 1990 se inauguraba la Bienal de Mérida, este evento
recibió la participación de varios artistas tachirenses, algunos de reconocida trayectoria
como Pancho Baptista, Rafael Ulacio Sandoval y Raúl Sánchez, y un numero apreciable de
noveles pintores y dibujantes como Adonai Duque, Gloria Fiallo, Enrique Lobo, Emiro
Lobo, Rafael Sánchez, Alirio Cañizales y Valmore Carrero. Posteriormente se inauguró la
bienal de Oriente, El Salón Binacional de la Frontera, la Bienal de Guayana, La bienal
Salvador Valero y la Bienal de Puerto la Cruz. En todos estos espacios expositivos fue
notoria la selección de obras de artistas que desde esta tierra trabajabamos en pro de la
modernidad en la pintura y otras disciplinas como el dibujo y la escultura, cuya aceptación
en tan exigentes eventos, demostraba el desarrollo y la calidad que había alcanzado la
pintura regional, con respecto en el movimiento artístico contemporáneo venezolano, al
punto de haberse hecho acreedor de galardones como los obtenidos por Adonay Duque en
el salón Michelena, y Rafael Sánchez en el salón “Cien años de la Universidad del Zulia” y
en la Bienal de Puerto la Cruz en su cuarta edición. Durante este periodo que ocupaba la
década de los ochenta y noventa, la pintura tachirense transitaba por estilos modernistas
como el abstraccionismo, el neofigurativismo, el surrealismo y una propuesta
neofigurativista de crítica social.

Todos estos aspectos, creo que han sido fundamentales en el desarrollo de la


actividad artística contemporánea en el Táchira. No cabe duda que en la actualidad hay una
realidad distinta en la expresión pictórica de nuestro estado. Una generación de jóvenes
valores cuyo trabajo está siendo valorado con importancia en diversos salones de arte,
nacionales e internacionales, representan dignamente el esfuerzo que desde hace más de
cinco décadas, han realizado generaciones de pintores tachirenses en la búsqueda por un
espacio en el arte contemporáneo venezolano.

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