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Clásicos del pensamiento

Apología de Sócrates

LATO

Edición y m aterial didáctico: LLATZER BRIA

ΜΙΊϊ'
Ϊ5Γ A l h a m b r a L o n g m a n
GRfcJP _
ΙΙάντα pel
La historia de la Hum anidad es la historia de sus ideas. Ideas
elaboradas, principalmente, por los filósofos, esos hombres a los
que fam iliarm ente llamam os pensadores.
Enseñar a leer filosofía es una tarea por hacer. Por eso aparece una
nueva colección en la que pretendem os fundam entalm ente estos
dos objetivos:
que cada libro sea autosuficiente, es decir, que se encuentren en
él resueltas las dudas que surjan, a través de un léxico específico,
dossiers inform ativos y repetidas y abundantes notas a pie de página;
que cada libro sea una guía para el lector, y para ello se afronta
la reflexión a que invitan los ensayos filosóficos por medio de
ejercicios o pautas de lectura y documentos sobre el autor y su obra.

APOLOGÍA DE SÓCRATES

Un día de la primavera del año 3 9 9 a. de C., la culta y dem ocrática Atenas


condenaba a m orir al «más justo y destacado de sus ciudadanos».
Una cadena de enigmas ha rodeado aquella vida y la discutid a sentencia
del Tribunal Popular. Esos enigm as —¿era Sócrates ¡nocente o culpable,
creyente o ateo, revolucionario o farsante, m aestro o c o rru p to r? — siguen
acuciándonos al cabo de los siglos. Leer la «Apología» es un reto
estim ulante tan to para los jóvenes com o para gentes de edad madura.
Este libro ya no pertenece sólo a su autor, Platón, sino que es propiedad
de tod a la humanidad.

L l a t z e r B r ia

M N*
555 A lh a m br a L o n g m a n
C O O R D IN A C IO N :
L L A T Z E R B R IA e
H IL A R I A R N A U
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Πάντα pel
Última reimpresión, 1995

© ALHAMBRA LONGMAN, S. A., 1985


Fernández de la Hoz, 9. 28010 Madrid

© Edición y material didáctico: L. Bria

ISBN: 84-205-1135-8

Depósito legal: M. 9.405-1995

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del


«Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la
reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella
mediante alquiler o préstamo públicos, así como su exportación e importación.

Impreso en España - Printed in Spain


Gráficas Rogar, S. A. León, 44. Pol. Cobo Calleja - Fuenlabrada (Madrid)
INDICE

Pàiçs.
P R E S E N T A C IO N .............. ................................................... V II

C R O N O L O G I A .................................................................... 1

D O S S IE R I N F O R M A T I V O .......................................... 5

1. Retrato a d is ta n c ia ................................................. .. 5
D atos personales, 5. A spectos psicosom áticos, 7. Sus
cam pañas m ilitares, 9. Su categoría in telectual, 10.
Sócrates y la política, 11. N uestro Sócrates, 13.

2. Las «apologías» de S ó cra tes........................................ 14


La rehabilitación socrática, 14. La Apología de Pla­
tón, 15. La Apología de Jen ofon te, 19.

3. Los a cu sad ores................................................................. 21


A cusadores antiguos, 21. Los acusadores presentes
en el ju icio, 23.

4. Las acusaciones contra S ó c r a t e s ............................... 25


La acusación por im p ied ad (asebeia), 25. Segunda
acusación: corruptor de ju ven tu d , 29. Tercera acu­
sación: introducir d ivinidades nuevas, 32.

5. Los trámites del proceso . . . ........................................ 36


La dem ocracia ateniense, 36. Organigram a del Go­
bierno en la A tenas de Pericles, 37. Desarrollo del
proceso, 38. La «antitím esis» o petición de penas,
38. Segunda votación, 39. E jecución de la senten­
cia, 39. El destierro, 39. C rónica de una muerte, 40.

V
VI I IN D ICE

Págs.

6. Sócrates y los sofistas.................................................................... 42


O rigen del nom bre, 42. C lasificación de los sofistas,
42. P olém ica éntre nomos y physis, 44. Sócrates, ¿era
sofista?, 47.

7. La revolución ética de S ó cra tes............................................. 51


La axiología socrática, 52. La interiorización, logro
socrático, 53. Q u ien piensa correctam ente, actúa
correctam ente, 53. L uego, la ignorancia es el m al,
54. ¿La virtud es enseñable?, 54. La virtud es el
m áxim o b ien in d ivid u al y social, 55. L a ética se
convierte en p olítica y la p olítica en ética, 56. La
ética socrática es la búsqueda, no las respuestas, 56.
A m odo de conclusión, 57.

8. El m étodo so crá tico ......................................................... 58


La m odestia socrática, com o inicio de la partida,
59. La razón com o fuente de conocim iento, 60. La
inducción, «invento» socrático, 61. El diálogo so­
crático, gen ialid ad didáctica, 62. La contradicción,
piedra de toque, 63. Los pasos de la m ayéutica, 63.
Sócrates y la filosofía griega, 66.

A P O L O G IA D E S O C R A T E S .......................................... 68
Parte I: R efu tación acusaciones, 68. Ejercicios, 109.
Parte II: La antitím esis, 118. Ejercicios, 123. Parte
III: R eflexión ante la m uerte, 125. Ejercicios, 132.

D O C U M E N T O S . . . . .......................................................... 136
D ocu m en to I, 136. D o cu m en to II , 139. D ocu m en to
II I, 141. D ocu m en to IV , 144. D ocu m en to V , 145.
D ocu m en to V I, 149. D ocu m en tó V I I , 151.
L E X I C O ..................................................................................... 153

B IB L IO G R A F I A .................................................................... 159
I

. Hace cerca de veinticuatro siglos, en una ciudad llamada Atenas,


apareció un hombre, inquieto e inquietante, que se empeñó en hacer
soñar a unos, y en quitar el sueño a la inmensa mayoría.
M olestó a paisanos y forasteros, y a los más ancianos del lugar,
pero encandiló a los más jóvenes que veían m él, no sólo el desenmasca-
rador de beatos y leguleyos, sino abrirse las puertas de un nuevo
horizonte.
Su nombre era Sócrates, pero resultaba demasiado aristocrático,
por lo que el mismo decidió cambiárselo por el que convertiría en el
más popular de los apodos: El tábano de A tenas.
Tan agudos fueron sus'aguijones, que un día, un grupo de 5 0 0
ciudadanos, serios, responsables, guardadores de la ley y de la tradi­
ción, en un oscuro y apasionado juicio, reunidos al aire libre — traicio­
nando la transparencia del cielo azul y haciendo llorar la inmensidad
de su mar...— , decidieron que debía morir.
Pero, un enigma recorre la H istoria, ¿Sócrates, murió realmente?
Su presencia sigue viva.

¿Por qué una edición más de la Apología?


N o hay Universidad importante que no tenga sus estudiosos sobre
la obra'de Sócrates, e incluso que no haya editado una edición docu­
mentada, crítica,:exhaustiva. Pero, muchas veces, el punto de mira aún
es demasiado alto. Creemos que hay que dar una lectura desmenuzada,
sin necesidad de continuas consultas a diccionarios o dejando, un p u n to .
sí, y otro también, a medio entender.
Por eso creemos necesaria esta nueva edición.

V II
V III I PRE SE N T AC IO N

III

Nuestro método de trabajo ha sido el siguiente:


U n a parte inform ativa, constituida por los dossiers, notas,
léxico y cronología, con lo que se va ampliando los puntos citados en la
A pología. Sería como un noticiario retrospectivo de aquella época.
La traducción, sin aparato crítico, sin transcripción de palabras
griegas, sin elucubraciones. Preferimos el punto y a parte, la fra se
corta, la palabra ágil.
Los ejercicios o pautas de lectura, que son la clave para la
comprensión de este trabajo. Los libros de Filosofía son difíciles, no
tienen argumento lineal. E s un discurso hacia dentro. E s un pequeño
rompecabezas. Los ejercicios son la recomposición de las piezas, la
fundamentación de la lectura. E s obvio, que ni están todos, ni deben
hacerse todos. Son simples sugerencias. No sólo pueden, sino que deben
elaborarse de nuevas.

IV

¿Complejo de Sócrates?
¿Quién no lo ha padecido? «A n tesy después de Sócrates», «Apolo­
gías y Diálogos socratófilos», y en contra, «panfletosy libelos socrató-
fobos». N o hay abstenciones. Como tampoco las hubo en los 5 0 0 jueces
que le condenaron.
Sócrates despierta pasión. N o se puede acercar a él con indiferen­
cia. Su lectura deja poso.
A ver si es verdad.
Barcelona, octubre de 1984.

«A gradezco a V ictoria C lim en t sus ilustra­


ciones y a Jo a n A lberich sus orientaciones.»
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CRONOLOGIA / 3

e m p íric a . H ip ó crates nace en el 468. La matemática b u s c a


Medicina: Las guerras necesitan otro tipo de m e d ic in a :
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4 I APOLOGIA D E SOCRATES

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Hacia el 390: Jenofonte publica su Apología y los Memorables.


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.ϊί . «j Η u *0 * En el 393: Polícrates publica el planfleto contra Sócrates.
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Hacia el 395: Platon escribe su Apologia.

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DOSSIER INFORMATIVO

Retrato a distancia

Son tantas las versiones surgidas en torno a este


hom bre, que, tam bién aquí, deberem os contentarnos con la
sospecha de lo que fue.
Los que escribieron sobre él, no nos sirven dem asiado: o
bien fueron am igos fervörosos o enem igos viscerales. En
am bos casos la im agen queda distorsionada.

D atos p e rso n ale s


El ciudadano ateniense Sócrates «nació... en el año IV de
la O lim píada L X V I I , a 6 de T ragelión , en cuyo día los
atenienses lustran la ciu dad...». Según los cálculos, corres­
pondería al mes de abril del año 468 ó del 469, durante las
fiestas de prim avera.
«Soy hijo de una excelente y trem enda partera que se
llam ó Fenáretes» y de un artesano m edio (hánausos) , p icap e­
drero cualificado, que algunos equiparan a escultor, llam ado
Sofronisco. N ació en el dem os de A lópeca, pueblo de A tica,
m uy próxim o a Atenas. H ablará siem pre con orgullo del
oficio de sus padres, llegan d o a identificarse con el de su
m adre, «com adrón de m entes», y con orgullo tam bién de su
ciudad, de la que se sentirá tan enraizado que renunciará a
los paseos por los bosques por preferir el bullicio y la vida de
su polis.
Atenas proporcionaba una buena educación. El .debió

5
6 I APOLOGIA D E SOCRATES

« S ó c ra te s .» B ritish M u se u m .
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 7

recibir, com o todos, in iciación a la lectura y escritura,


cálculo elem ental, m úsica y gim nasia (las dos asas de la
filosofía...). Por su cuenta aprendió astronom ía, arm onía,
dialéctica y nos dice haberse pagado lecciones de gram ática
o sinonim ia. Presume de saber tocar la lira y danzar. No se le
conoce oficio, aunque lo más probable es que trabajara en el
taller de su padre alguna tem porada. El am biente cultural
de Atenas en esta época de oro le proporciona — se está
construyendo el Partenón— una edu cación artística prácti­
ca, y la A sam blea le in icia en la política.
Casado con X antipa, de la que tuvo tres hijos. R elacio­
nes de pareja difíciles, dado el Carácter tem peram ental de
X antipa, según los socratófilos, m ujer ordinaria, im petuosa,
y la poca escrupulosidad de Sócrates con sus deberes fam ilia­
res que han dado lugar a pintorescas anécdotas. X antipa
aparecerá con sus tres hijos en los últim os m om entos de
Sócrates, envuelta en un m ar de lágrim as1.
Curiosam ente da la im presión de que no tuvo infancia, ni
adolescencia, ni m adurez, puesto que irrum pe en la historia
hacia sus cincuenta años, tras sus cam pañas militares.

A spectos p sico so m ático s ^


Com o es lógico, tam bién las descripciones de su físico
serán contradictorias: repelente, según la caricatura de Aris­
tófanes y los peripatéticos, pero atractivo, fuerte, según otros;

1 N o nos resistim o s a c o p ia r te x tu a lm e n te a lg u n a s d e las sa b ro s a s a n é c d o ta s


r e la ta d a s p o r D ió g en e s, en su b re v e b io g ra fía - a n e c d o ta rio d e S ó crates:

« H a b ié n d o le in ju r ia d o d e p a l a b r a u n a v e z su m u je r X a n ti p a , y d e sp u é s d e p e d ir le
p e r d ó n llo r a n d o , re s p o n d ió : “ N o d ije yo q u e c u a n d o X a n ti p a tro n a b a , llo v e r ía ...”
Q u itó le ésta , e n u n a o c a sió n , el p a lio en el fo ro , y c o m o los fa m ilia re s le in s ta se n a
q u e ca stig ase Ja in ju r ia , re s p o n d ió : “ P a rd ie z , q u e s e ría b u e n e sp e c tá c u lo q u e n o so tro s
riñ ié s e m o s y vo so tro s clam aseis: A n im o , S ó c ra te s ; b ra v o X a n t i p a .”
H a b ie n d o c o n v id a d o a c e n a r a c ie rta s p e rs o n a s ric as, c o m o X a n ti p a tuviese r u b o r
d e la c o r te d a d d e la c e n a , le d ijo : “ n o te a flija s, m u je r, p u e s si ellos s o n p a rc o s , lo
su frirá n ; y si s o n co m ilo n e s, n o n o s in te re s a q u e v u e lv a n .” (O p. cit., 14.)
S in e m b a rg o , re p r e n d e s e v e ra m e n te a su h ijo m a y o r p o r el m a l c o m p o r ta m ie n to
c o n su m a d r e , a la q u e ex ig e el m á x im o c a riñ o y o b e d ie n c ia .»
8 I APOLOGIA D E SOCRATES

kaloskagathós, bello y bueno, dirá A lcib iades en el Banquete, de


Jenofonte. MLsiquic.ra^pcidemos .ííarnos de. su-.au.torre trato:

U n a cosa es bella — le dice a un geóm etra— , si la


N aturaleza o el arte la h acen propia para el uso en el cual se
J a em p lea... Siendo así, m is ojos son más bellos que los tuyos,
porque los tuyos sólo ven en lín ea recta pero yo veo tam bién
de lado, porque los m íos son salientes al m odo de los del
cangrejo, que v en más y m ejor... M i nariz es herm osa, si es
verdad que los dioses han hech o las ventanas de la nariz para
percibir olores: las aberturas de las tuyas están dirigidas al
suelo, m ientras que las mías están levantadas y de m anera
que reciben olores que se exh alan por todas partes... Eh
cuanto a la boca, dijo C ritóbulo, te cedo la palm a si está
h ech a para morder: la tuya obtendría el pedazo m ayor que la
m ía, y porque tiene los labios gruesos, tam b ién es m ejor para
besar. U n a prueba la tienes en que las N áyades son diosas y,
sin em bargo, no paren hijos sem ejantes a ti, sino a mí: los
silcno. (Jk n ofon tk : Bam /i/ih, Y, “J-jlS.j

, N o resulta rrjuy agraciado que digam os. El tópico de la


fealdad de Sócrates ha sido general, «la naturaleza le fue
injusta», afirmó M ontaigne. T ovar2 le encuentra caracteres
m ongoloïdes: ancha boca, labios gruesos, ojos salientes, nariz
d ilatad a3. Por ello, en algunos de los retratos en m árm ol más
antiguos que se conservan, com o el del M useo de N ápoles,
aparece con las formas de sátiro, m etáfora que arranca de los
contertulios de los Banquetes, de Platón y Jenofonte.

2 T o v a r : Biografía de Sócrates, 6 6 .
3 A p a s io n a d a es ta m b ié n la visión d e N ie tz sc h e : « T o d o e n él es e x a g e ra c ió n , b u r d a
c a r ic a tu r a , y al m ism o tie m p o lle n o d e esco n d rijo s, d e s e g u n d a s in te n c io n e s , d e
su b te rfu g io s... S ó c ra te s p e r te n e c e a u n m u n d o p u e s to al rev és y c a b e z a a b a jo ... S ó c ra ­
tes e ra d el m á s b a jo o rig e n . P leb e . T a m b ié n se sa b e q u e e ra h o rro ro s o . L a fe a ld a d q u e
p a r a n o s o tro s es y a u n a o b je c c ió n , p a ra los g rie g o s e r a ca si u n a r e fu ta c ió n ...
¿F u e S ó c ra te s el d e lin c u e n te -tip o ? » ( E l ocaso de los (dolos, T u s q u E ts , ,28 y sigs.
H a y q u e a ñ a d ir q u e lo q u e p ro v o c ó las ira s d e N ie tz s c h e n o fue s o la m e n te la
p r e s u n ta f e a ld a d d e S ó c ra te s , sin o su re v o lu c ió n : « C o n S ó c ra te s se c o rro m p e el g u sto
g rie g o e n fa v o r d e la d ia lé c tic a ...» , «el s o c ra tis m o d e s p re c ia el in s tin to y, c o n ello, el
a r te » , es la p ro c la m a c ió n d e la p r im a c ía d e la ra z ó n , d e la ló g ic a , lo q u e e x a s p e r a a
N ie tz s c h e . E l s o c ra tis m o , c o m o d is o lu c ió n g rie g a y la c re a c ió n d e u n a n u e v a m o ra l
c o n tr a D io n isio s, el in s tin to . S o c ra tis m o q u e c u lm in a r á , s e g ú n él, e n el C ris tia n is m o .
DOSSIER INFORMA TIVO ' / 9

Hom bre abierto, tolerante, conversador em pedernido,


am igo insobornable. Irónico hasta la provocación, «jamás
sabemos si hablas en broma o en serio», capaz de despertar
fascinación, incluso generadora de celos, según las quejas del
brillante Alcibiades, que califica de «seductor» a Sócrates;
relaciones que han m antenido abiertas las sospechas del
llam ado «vicio socrático» o la práctica de relaciones hom ose­
xuales, de tan diversa valorización en la época clásica.
Hom bre de calle, de plaza, «el mejor tesoro que poseo es el
ocio». Austero en su tener y desear, «¡cuántas cosas hay en el
m ercado, que yo no necesito!», o en el comer, que hacen
exclam ar a D iógenes, del que vam os entresacando estas citas,
«que por ello no cogió la peste de Atenas del año 429». Con
una resistencia física adm irada en sus cam pañas militares y
en la palestra donde se ejercitaba diariam ente. Austero,
entre los primeros, pero de gran resistencia física en las
famosas com ilonas, m uchas veces disim ulada bajo el eufem is­
m o «sym posium », donde sólo él «resistía los vapores del
vino», o en las largas horas de concentración y de pie, «más
recto que una estaca».
Controvertido y chocante, donde lo inesperado es norm a
(por algo los cínicos le consideran su padre...), atrevido en
sus compromisos, aunque fueran un desafío al poder. O lfa­
teando en todos los asuntos públicos, «el cam po y los árboles
nada me enseñan, sino los hom bres y la polis», se convierte
en el centro, queriéndolo o no, de la atención pública,
practicando así la definición de política o cuidado de la
polis4.

Sus c a m p añ a s m ilita r e s
El servicio m ilitar era obligatorio en Atenas, pero sólo
cuando lo exigían la defensa propia o de sus colonias.
-V

4 P a ra a m p lia r la ' p e r s o n a lid a d h u m a n a d e S ó crates, a d e m á s d e D ió g en es d e b e


lcersé la o b r a de J e n o f o n t e : Recuerdos de Sócrates, en la q u e se tra n s c rib e n m ú ltip le s
a n é c d o ta s d e la v id a n o rm a l.
10 I APOLOGIA D E S O C R A T E S

S o ld a d o h o p liia . E n esic c u e r p o m ilitó


S ó c ra te s e n la s tre s c a m p a ñ a s m ilita r e s de
q u e te n e m o s n o tic ia . D e b ía a p o r t a r , d e su
p e c u lio , ca sco , e s c u d o ν la n z a .

Sócrates era hoplita, soldado de a pie, que debían colabo­


rar con su prestación personal y la aportación de escudo
redondo, lanza y arm adura. Podían serlo los ciudadanos que
poseían una renta de 200 dracm as o 200 m edidas o m edim ­
nos de trigo y que de hecho constituían la segunda clase
social ateniense.
M ilitó brillantem ente en tres cam pañas: en el año 432,
en Potidea, salvando a A lcibiades, el político im portante y
polém ico, que es gravem ente herido y transportado en los
hom bros de Sócrates; en el 424, en D elión, y, por fin, ya
quincuagenario, en Anfipolis.

Su c a te g o r ía in te le c tu a l
Precisam ente de estas cam pañas arranca su prestigio
intelectual. A cab ad as éstas, aparece rodeado de hom bres
im portantes. Sócrates era, ahora, el ciudadano con m ayores
oportunidades históricas para alcanzar la fam a en Atenas.
D esaparecido Pericles y su círculo, hacia el 429, Sócrates
contem pla cóm o a su alrededor se aglutinan los in telectuales
y políticos más influyentes, y, tam bién, algunos de los más
polém icos, com o el propio A lcibiades, Critias, el m ás duro de
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 11

los Treinta Tiranos. U n círculo fuerte, pero dispar ideológi­


cam ente, unidos más por el carism a personal que por cues­
tiones intelectuales. Jenofonte h abla de éstos, com o del grupo
«de los que le tenían afición» (Recuerdos, II, 5), aunque
Sócrates le quite im portancia com entando «que preocupados
por los tesoros que la herencia com ún nos ha dejado enjibros
escritos, que desarrollándolos en com ún con los com pañeros,
los vam os pasando y cada vez que vem os algo de interés, los
sácám os aparte y los guardam os y así tenem os por ganancia
grande cada ocasión en que venim os a ser útiles los unos a los
otros» ( D i ó g e n e s : op. cit.)
Círculo brillante con la crem a de la sociedad ateniense:
Platón, Critón, Critias, Fedón, Jenofonte, Antístines, Esqui­
nes... Círculo duram ente criticado por la oposición y que fue
el trasfondo de su posterior condena. C alicles com para a
Sócrates a una rana croando en una charca llena de jo v en ­
zuelos.

S ó c rate s y la p o lític a
Políticam ente, no se le conoce m ilitancia en ningún
partido, aunque algunos prefieran encasillarle en el dem o­
crático, en su juventud, y en el aristocrático, en su vejez. H a
visto durante su vida todo el esplendor de Atenas y toda la
m iseria de su decadencia. A lgunos achacan este desastre final
a los enem igos exteriores, Esparta sobre todo. El prefiere
analizar las causas internas que han contribuido a esta
degradación: las luchas por el poder, la m anipulación de las
A sam bleas donde m edran los dem agogos, los continuos cam ­
bios de gobierno, incluso con el golpism o, la incom petencia
de ciertos gobernantes.
Sócrates, no está ni con unos ni con los otros: a la dem o­
cracia achacará su in com peten cia y las contradicciones entre
sü teoría idealista y su práctica: el nefasto sistema del sor­
teo de los cargos que significa la m itificación de las n u li­
dades, «dejar en m anos de ineptos los asuntos del Estado»,
12 / APOLOGIA D E SOCRATES

la confusión entre los derechos igualitarios con las preten­


siones de poder; y a la aristocracia, que de hecho era una
oligarquía, le atacará por su dureza, y defensa de los in ­
tereses de clase con lo que se había llegado, en más de una
ocasión, a la corrupción. Con am bos gobiernos tiene pro­
blemas: con la dem ocracia por el affaire de los 'diez estra­
tegas de la b atalla de las A rginusas6, que él, sólo él, se
opone a su condena, y con la aristocracia, rechazando su
colaboración en el proceso contra León6, a pesar de «que a
m uchos ciudadanos m uy estim ables les iban ejecutando,
m ientras a m uchos se los iban ganando para hacer el m al a
otros», y fue entonces «cuando Critias y los otros le llam an y
m ostrándole la ley le prohíben tener conversaciones con los
jóvenes». Lo extraño fue que Sócrates no hubiera sido
condenado m ucho antes.

S ó c r a t e s , f r u t o y c o a u t o r d e su e n t o r n o :

Filosofía: C lásicam ente se divide en presocráticos (físicos m ile-


sios y jónicos) y postsocráticos: P latón y A ristóteles.
Atenas: Sócrates es, para algunos, «lustre de la ciudad»; para
otros, su ignom in ia. El se siente con cien cia cívica, el
tábano.
P olítica:' P rácticam ente es la oposición que no cesa, contra la
dem ocracia y contra la oligarquía. T eóricam en te,
m arca nuevos rumbos: por la ed u cación del in d ivid u o
se logrará u n E stado perfecto.
Pedagogía, ética: D esde él son cosas distintas, con categoría de
cien cia, episteme: desde él se h abla de: in telectualism o
socrático, «la bondad natural del hom bre», «prim acía
de la voz de la con cien cia», interiorización de la
virtud», areté..
Sofística: Sócrates no la inició. T rató con sus representantes,
recibió lecciones, discutió, contrastó y le dio un viraje
total.

5 V éase n o ta 82.
6 V é a s e n o ta 86.
DOSSIER IN FORMATIVO / 13

N uestro Só crates
¿Q uién fue, auténticam ente, este hombre?
Es, y será, un enigm a más.
No nos sirven los retratos de quienes pudieron conocerle,
ni tampoco las lecturas posteriores, ya sean de autores
cercanos a él, o la de los posteriores, Uaménse Erasmo, autor
de la sim pática exclam ación: «Sancte Sócrates, ora pro
nobis»; o Kierkegaard, que da una visión dem asiado cristia-
» nizada, o la m itificadora de H egel, o la más rabiosa de
Nietzsche.
Sin mitos, sin pasión y sin desencanto, nos quedaríam os
con un Sócrates socarrón, pícnico, brillante en sus ocurren­
cias. Hom bre de luz y de mar, m oldeado por el M editerrá­
neo, abierto com o su puerto del Pireo. Por encim a de
costumbres, de tics sociales, de esnobismos. Libre en su decir,
pensar, vestir, vivir y... morir. Genial con apariencias de
payaso o bufón. H um ano, rodeado de am igos, adornado con
geniales virtudes, pero tam bién con «geniales» defectos.
D espegado de la vida, con las ideas claras sobre la muerte,
pero con el temor en los huesos, cuando ve la enfermedad
final.
Según uno de sus más profundos estudiosos: « U n a de las
figuras de la historia que se ha convertido en sím bolo y uno
de los pocos representantes de la H um anidad»7, o según
D iógenes, su casi m aternal biógrafo: «era considerado el más
feliz de los hombres», y que cuenta con nuestra adm iración
porque «fue el primero de los filósofos que murió condenado
por la justicia» ( D i ó g e n e s : op. cit.).

7 J aeger , W .: « P a id c ia » , Fondo de Culturo Económica, 57, 1957, 170.


L as « apologías » de Sócrates

L a re h a b ilita c ió n so c rá tic a
La m uerte de Sócrates_no sentó bien a los atenienses.
U n a ola de culpabilidad com partida recorrió sus calles.
Biografías poco rigurosas se explayan explicando los castigos
acaecidos a sus acusadores8.
U nos pocos años después de su m uerte, en el 393, aparece
un panfleto escrito por Polícrates, quien guiado por el odio e
intereses políticos, presenta un Sócrates, m aestro de gandu­
les, parásitos y sacrilego, protector y protegido de los Treinta
Tiranos, causante de todos los m ales que A tenas había
sufrido. El escrito es duro. T an to que para Jenofonte consti­
tuye un texto obsesivo llegando a citarle continuam ente con
el apodo de el acusador.
Entre los am igos y discípulos de Sócrates, es lógico que
aparezca el em peño com ún de la recuperación y rehabilita­
ción socrática.
Primero aparecen los dialogoi socratikoi o una especie de
«florecillas» donde se cuentan, hasta la enésim a vez, unas
anécdotas, cada vez más fantaseadas, con intenciones m orali­
zantes. N o son sim ples apuntes biográficos, sino continuado­
res de las enseñanzas del maestro, pasadas por el tam iz de la
propia versión. E videntem ente que excluim os los «diálogos»
de Platón, sin parangón y con un esquem a literario distinto:
Sócrates aparece com o un m aestro que conversa c o n un

8 V éase p á g in a 26.

14
DOSSIER IN FORM A TIVO / 15

personaje, del que el diálogo recibe su nom bre, con un tem a


central: la virtud, personal o cívica.
Después, aparecen las «apologías», de las que por lo
m enos se conocen una docena, nacidas de la gratitud y para
acabar con los últim os coletazos de los enem igos socráticos.
En las «apologías» se pretende reconstruir lo dicho d u ­
rante el juicio del año 399. Lo que verdaderam ente se dijo
aquella m añana será un enigm a más. N in gun o de los «apo­
logistas» son totalm ente fiables por su posición partidista.
■Auténtica o no, sí que es expresiva la frase de Sócrates acerca
d e Platón: «Y cóm o m iente sobre m í este jo ven cito...». Claro
que no se podía referir a su Apología, pues aún no estaba
escrita.
Sin em bargo, la crítica acepta el esquem a general jurídi­
co, más que el trasfondo dram ático o la m uerte del maestro
inocente. Esta, ju ntam ente con la de Jenofonte, son las dos
únicas que la crítica acepta, aunque sea con las debidas
reservas.

L a «A p o lo g ía» de P lató n
«Platón, hijo de A ristón y de Pericciona, fue ateniense.
Su m adre descendía de Solón... y su padre del rey Codro.»
Así de pom posa es la presentación que ofrece D iógenes
(op. cit.). Aristócrata, em parentado con los oligarcas, sobrino
de Cridas — con el que no com parte su actuación— , escritor
brillante. Genial.
Su obra literaria, m uy extensa, es la creación del m ito
socrático, sobre todo en sus «diálogos» de juventud, en los
que no logra despegarse del m aestro. En toda su larga vida,
la som bra de Sócrates jam ás le abandona. Curioso em pareja­
m iento el de un «m aestro» que no dejó nada escrito, y el de
un discípulo, que quiere transmitir «los apuntes» oídos.
M uchos de sus diálogos son para .rehabilitar su m em oria.
A lgunos, esquem atizan tanto su obra que quieren reducirla a
la respuesta de esta inobviable pregunta: ¿Cómo una ciudad
16 I APOLOGIA DE SOCRATES

E l b in o m io S ó c r a te s -P la tó n c o n s titu y e n u n e je m p lo c o n tu n d e n te d e u n a s b u e n a s r e la ­
cio n es e n tr e m a e s tro y d is c íp u lo . H a y q u ie n h a d ic h o q u e la e x te n s ís im a o b r a d e P la tó n
es el d e s a rro llo d e la s id e a s d e S ó c ra te s. E x a g e ra d a a firm a c ió n , p e r o q u e tie n e m u c h o
d e v e r d a d . P o r d e s c o n o c e rse r e tra to s a u té n tic o s d e a m b o s, p re fe rim o s e s ta c a r i c a t u r a
d e S ó c ra te s y P la tó n d e u n c ó d ic e d e la U n iv e rs id a d d e O x fo rd . C u rio s a m e n te S ó c ra te s
e s tá e s c rib ie n d o , y P la tó n , d e trá s , d ia lo g a n d o ; s ie n d o así q u e e n la re a lid a d fu e al revés:
S ó c ra te s no d e jó n a d a escrito .

tan culta, con un gobierno dem ocrático — el m enos m alo,


según los griegos— , pudo condenar a un hom bre que des­
pués la historia ha declarado héroe de la hum anidad?
N o es este el m om ento para detenernos en las obras de
Platón. Sólo quisiéram os enum erar los «diálogos» en que
Sócrates y su persona son el tem a central: la Apología en que
se nos cuenta su juicio y propia defensa; en el Fedón , el relato
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 17

de su muerte; en el Critón, los treinta días de cárcel después


del juicio y las razones por las que no quiso huir; Lists y
Cármides, el Sócrates educador; Eutrifón, para esclarecer su
piedad frente a la acusación de «asebeia»; en el Protágoras,
hará la distinción entre la sofística y Sócrates; en el Banquete,
el afecto que despertaba.
Refiriéndonos en concreto a su Apología, hay que decir
que se trata de una recuperación del maestro, m ucho m ás
afectiva que crítica. A unque él estuvo presente, y es de las
pocas ocasiones en que se autocita, no se puede hablar de
una transcripción literal, aunque sí se trata de un reflejo
fiable de lo que allí se dijo y de lo que allí pasó. Fiable, sin
em bargo, no quiere decir estrictam ente fidedigna.
Sin em bargo, hay que preguntarse: ¿Quiso decir toda la
verdad? Y sobre todo, ¿podía hacerlo? A pesar de ello, es la
pieza mejor reconstruida, escrita pocos años después' de los
hechos, catalogada entre los'D iálogos de su juventud.

Su esquem a general se reduce a:


A) U n exordio: Sócrates rechaza toda com paración con
las formas oratorias de los sofistas y hace una relación de sus
acusadores antiguos y m odernos, con el contenido de sus
acusaciones.
B) R efutación de las tres acusaciones:

a) A cusación de asebeia: usando el argum ento de las


contradicciones lógicas, com o eje de su argum enta­
ción, hace confesar a sus acusadores la falsedad de sus
palabras. Confesión de fe socrática en divinidades.
b) A cusación de corrupción de juventud: desm iente no
tener discípulos ni ser maestro; predica el ascetismo;
ninguno de sus seguidores, ni los padres de éstos, le
han recrim inado sus enseñanzas.
c) A cusación de introducir nuevas divinidades: valora­
ción de su «daim on» personal.
18 I APOLOGIA DE-SOCRATES

G) Prim era votación, donde es declarado culpable por


escaso m argen de votos.
D ) La «antitim esis» o petición de penas por parte del
culpable: por no considerarse culpable, sino m ás bien bene­
factor de su polis, de la que se proclam a conciencia crítica,
el tábano, no pide penas, sino una recom pensa: ser m ante­
nido por el Estado. Después, acepta pedir nuevas, pero
insuficientes penas.
E) Epílogo platónico: la ley no perm itía pasar de aquí.
Pero Platón añade una tercera parte dram ática, creación
literaria y pequeño anticipo de lo que será el Critón. D espedi­
da de sus am igos, herencia a sus acusadores y reflexión
personal sobre la m uerte.
Esta Apología es un discurso bien construido, entusiasta en
su prim era parte, con un Sócrates arrollador, m aestro de la
m ayeútica. Cansado en su segunda y dram ático, pero con
serenidad, en la tercera.

Los contenidos ideológicos podrían sintetizarse en:

— la envidia del poder que no consiente que nadie le


m ine su terreno, com o causa fundam ental de su con-
-denación;
— la auténtica sabiduría, que es al m ism o tiem po igno­
rancia y desenm ascaram iento de los hom bres que
presum en saber y, que al ser descubiertos, se convier­
ten en enem igos de sus desenmascaradores;
-·—la auténtica corrupción y educación de la juventud;
—f- el derecho a creer en las propias creencias aunque
vayan en contra de la m ayoría o del Estado;
— reflexión sobre la m uerte, ¿por qué creer que es un
gran mal? Puede tratarse de una «noche sin sueños o
de un cam bio de morada»;
proclam ación de su m isión, encargado divino, que le
convierte en «conciencia crítica social», y ser «el
tábano de Atenas»;
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 19

— «el no lugar del filósofo en la política»;


— la obediencia ciega a la voz im periosa de la propia
conciencia o el principio de interioridad;
— desprecio de los valores de este m undo y proclam ación
de la nueva axiología socrática: el cuidado de lo
bienes del «alm a».

Cada uno de estos apartados constituyen fragmentos bien


construidos dentro de la Apología y constituirán el tema de
otros tantos diálogos, tan b ellam ente escritos por Platón.

L a «A p o lo g ía» de Jen o fo n te
«Jenofonte, hijo de Grilo, nació en Erquia, demos de
Atenas. Fue m uy vergonzoso y herm oso de cuerpo en sum o
grado.»
D icen que habiéndolo encontrado Sócrates en una calle­
ju ela, le cruzó su báculo y le detuvo, preguntándole:

— ¿D ónde se form an los hom bres buenos y virtuosos?


A lo que Jen ofon te no supo responder. Sócrates añadió:
— Síguem e y lo sabrás.
Y desde entonces fue su discípulo. (D iógenes, II, 48.)

Esto sucedía en el 401.


D esde m uy jo v en se enrola en la cam paña de Ciro
contra Artajerjes, su propio herm ano, y ya no vio más a
Sócrates. Por lo tanto no asistió al ju icio y su Apología es la
versión tras el relato oído a H erm ógenes, m ezclado Con el
recuerdo em ocionado y apasionado de los escasos contactos
m antenidos con su m aestro, pretendiendo presentarlo com o
un ciudadano justo, parco en su com portam iento, creyente y
practicante hasta el punto de ofrecer sacrificios a los dioses.
Jenofonte escribe espoleado por la dura crítica del «acusa­
dor» Polícrates. Gran parte del m aterial de su Apología está
tom ado de los dichos Memorables de Sócrates. D iscutida lar-
20 I APOLOGIA D E SOCRA TES

gam ente su autenticidad, tanto su estilo com o sus conteni­


dos son aceptados actualm ente. C oincide m uy poco con
Platón. A lguien incluso llega a calificarle de «pobre apolo­
gía»9. N o tiene una estructura conexionada, sino que salta
temas, sin profundizar en las cuestiones. Por haber dedicado
a Sócrates una obra m ucho más extensa, Los memorables, se
perm ite dejar cabos sueltos, anotando recuerdos desde un
destierro largo, enzarzando en continuas guerras y atrevidas
aventuras.
N o añade nada, sino m ayor incidencia en destruir la
acusación de «asebeia», y añadiendo datos anecdóticos sobre
los acusadores.
Es realista y exclusivam ente apologética: Sócrates fue la
víctim a inocente, no el revolucionario, falsam ente condenado.

1
9 G a r c ía C alvo : Defensa ante el Jurado, 163, S a lv a t, B a rc e lo n a , 1971.
Los acusadores

«Así pues, debéis reconocer, com o d igo, que h ay dos tipos


de acusadores: aquellos que se han puesto a acusarm e m u y
recientem ente, y, por otra parte, aquellos que m e acusan,
desde hace m ucho tiem po.» (Apología, 18 e.)

A cu sad o res an tigu o s


En la década de los años veinte, tres com ediógrafos
presentan en un concurso público, tres obras en las que
aparece com o protagonista el m ism o hombre: Sócrates10.
N inguna de las tres recibió prem io alguno y más bien fueron
m al recibidas por el público. Sin em bargo, una de éstas, L as
nubes, obra de un jo v en poeta de- veintidós años, llam ado
Aristófanes, llegará a inm ortalizarse, no por sus valores
intrínsecos, sino por el protagonista.
Aristófanes (450-385), poeta cóm ico, celebrado por los
atenienses com o un buen com ediógrafo, y del que se conocen
once obras, pertenece a la llam ada «com edia antigua»,
preocupada por la tem ática política, en contra de «la com e­
dia nueva», que era costum brista y posterior. R epresentante
de la aristocracia, conservador en política, pacifista ingenio­
so en La asamblea de las mujeres y fem inista hábil en Lisistrata.

10 D u r a n te las fiestas d io n isía c a s del. a ñ o 4 2 3 , tres p o e ta s : C ra tin o , A m ip sia s y


A ristó fa n e s, q u e c o n ta b a sólo c o n v e in tid ó s a ñ o s , c o m p ite n en u n c e rta m e n te c ó m ic o
c o n se n d a s o b ra s , y c o n la te m á tic a c o m ú n d e l a im a g e n d e S ó c ra te s, lo q u e n o s
d e m u e s tr a s u p o p u la r id a d . L as o b r a s d e los d o s p rim e ro s se h a n p e rd id o , q u e d a n d o
sólo L a s nubes, d e A r i s t ó f a n e s ..

21
22 I APOLOGIA D E SOCRATES

Personaje im portante en am bientes intelectuales, lo que


quizá explicaría la aparente o real contradicción de perte­
necer al grupo de invitados al fam oso Sym posium para
hablar del am or, que Platón nos describe en el conocido
diálogo del Banquete.
L as nubes es una burda caricatura de los sofistas, donde,
para conseguir la hilaridad del respetable, tiene que recurrir
al chiste ordinario, a la más pura horterada. El protagonista
es un tal Sócrates, con rasgos deform ados y que enseña,
cobrando, en su «escuela» o «pensatorio»11, cóm o hacer
fuerte el discurso débil — aunque sea injusto— . D esde un
cesto, colgado por los aires, intenta escudriñar cielos y tierra,
todo ello h ilvanado en un argum ento fácil12.
La obra no cuajó y, más tarde, tuvo que corregirla para
poder representarse. Sócrates estaba en la cresta de la fama,
héroe popular por sus cam pañas m ilitares y arropado por sus
buenas am istades. Era intocable. Sin em bargo, los chistes, la
estam pa de un sabio interesado y despistado, las bromas de
m al gusto vertidas por la boca de Sócrates13, fueron tem a
continuo de conversación y fuente de chism es entre las gentes
sencillas, creando, poco a poco, la im agen de un hom bre

11 E l p e n s a to rio (phrontisiérion) e r a u n lo c a l, c u y a e x iste n c ia la h is to ria n o p r e s e n ta


d o c u m e n to s q u e lo a firm e n , e n q u e se e n s e ñ a b a a te rg iv e rs a rlo to d o , a m o fa rse d e lo
v e n e ra b le y a e lu d ir p a g o s co n r a z o n a m ie n to s capciosos:
«S e d ic e q u e s a b e n u tiliz a r los do s discu rso s: el m á s fu e rte , sea el q u e s e a , y el m á s
d é b il. D e estos dos d iscu rso s, d ic e n q u e el m á s d é b il g a n a in c lu s o Jas c a u sa s p e r d id a s , a
f u e rz a d e p lá tic a s » (L a s nubes, 1 1 2 -118). C o n v irtie n d o a los a lu m n o s e n « m o li­
n o s d e p a la b ra s , u n v e r d a d e r o c a sc a b e l» (ibidem ).
D e to d a s fo rm a s no d e ja d e s er o rig in a l y a c e r ta d o la d e n o m in a c ió n d e la escu ela
c o m o « p e n s a to rio » , o lu g a r e n q u e se e n s e ñ a a p e n s a r.
E s tre p sía d e s , r u d o y p a lu rd illo , a c u d e al « p e n s a to rio » , d o n d e S ó c ra te s , d esd e u n
ce sto , e s c u d r iñ a el cielo, y sus a lu m n o s , c o n la c a b e z a in c lin a d a ,'l o q u e s u c e d e d e b a jo
d e la tie r r a . E s tre p sía d e s , co sid o a d e u d a s p o r el lu jo d e su m u je r y la a fic ió n d e su
h ijo a los c a b a llo s , h a o íd o , d e c ir q u e S ó c ra te s e n s e ñ a a v e n c e r e n la s c a u sa s d éb iles,
y él se « m a tr ic u la » p a r a a p r e n d e r a e lu d ir sus d e u d a s co n ra z o n a m ie n to s . P e ro allí se
p ie r d e c o m p le ta m e n te y c o n v e n c e a su h ijo p a r a q u e o c u p e su lu g a r. E ste , d isc íp u lo
a v e n ta ja d o , e c h a a p a lo s a Jos a c re e d o re s , fia d o e n su d ia lé c tic a . P e ro , m á s ta r d e es el
p r o p io p a d r e q u ie n d e b e m a r c h a r d e ca sa, p e rs e g u id o p o r su h ijo q u ie n le h a d e m o s ­
tr a d o , a fu e rz a d e ló g ic a , lo « n a tu r a l» q u e es q u e los h ijo s a p a le e n a sus p a d re s .
E s tre p sía d e s , a c a b a r á q u e m a n d o el « p e n s a to rio » so c rá tic o .
13 E n el d o c u m e n to I V p u e d e n v erse a lg u n a s d e estas o c u rre n c ia s , m á s b ie n
h o rte r a d a s .
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 23

sospechoso, polém ico, poco serio, cortado con el patrón de


los sofistas, preocupados en ganar causas perdidas y en
entrom eterse en los arcanos del cielo, coto reservado a los
dioses.
La obra fue estrenada en el 324, y durante veinticinco
años fue m inando la personalidad de Sócrates. D e ello da
suficiente constancia el propio Sócrates, d edicándole la pri­
m era parte de su autodefensa.

Los a c u sa d o res p re se n te s en el ju ic io
El trío que ha pasado a la historia, gracias a Sócrates, lo
forman: M eletos, A nitos y Licon.
M eletos fue quien depositó la acusación: «M eletos, del
dem os de Pithos contra Sócrates...» Las diversas fuentes le
presentan com o un oscuro poeta, autor de m alas tragedias
sobre Edipo, caricaturizado por Aristófanes, pero con ganas
de popularidad, y que a lo m ejor esperaba conseguirla con
el protagonism o en un ju icio tan famoso: «¡Creo que h a
em prendido bien la carrera del Estado!», dirá socarrona­
m ente el propio Sócrates.
Platón nos lo describe com o un m uchacho «que apenas
había cerrado la barba», y a Sócrates no deja de causar­
le asom bro, que «siendo tan joven , puede dirigir la acusa­
ción». Sócrates es despiadado con él, y en su Apología le deja
en claro ridículo; pero M eletos, representante de la sufrida
clase de los poetas, es sim plem ente el hom bre de paja, el
tonto útil.
Anitos, el que dirige los hilos de la acusación desde la
som bra, es hijo de A ntem ion, rico curtidor de pieles. Perte­
nece al grupo de los m oderados de Teram enes o dem ócratas
conservadores, según la inform ación de Platón en el Menón.
Enem igo visceral de los sofistas, defensor a ultranza de los
valores tradicionales, quiere presentar en Sócrates el escar­
m iento ejem plar. Según Jenofonte, una cuestión personal
guió la acusación: A nitos, negociante, descuida la educación
24 I APOLOGIA D E SOCRATES

de uno de sus hijos, im pidiéndole el contacto con los diversos


círculos cultos, para obligarle a trabajar en el negocio
fam iliar. El chaval, «débil de carácter», se refugia en la
bebida, de la que morirá en su juventud.
N os parece m ucho más probable la hipótesis de un Anitos
reform ista, que quiere cortar la ola innovadora y desm adra­
da que invade Atenas.
Licon, el más anodino de los tres, es del que m enos se
sabe. Para algunos era el hijo del atleta A utolico, m uerto en
el año 404 por los T reinta, en la ocupación espartana; de ahí
su odio contra Sócrates y la obra de los T reinta, todos
enrasados com o espartófilos. V ulgar dem agogo; político de
poca categoría, al que la dem ocracia le sirve para escalar,
según Jenofonte. En la Apología aparece com o representante
de los oradores.
T am poco son de fiar las versiones sobre la posible ven­
ganza de A tenas contra los acusadores: según Plutarco, «los
atenienses d etienen a los acusadores de Sócrates»; D iodoro
Siculo dice que «les habían condenado a m uerte sin proce­
so». A unque el que más datos aporta sigue siendo D iógenes
(op. cit., 17).

Este fue el fin de Sócrates, pero los atenienses se arrepin­


tieron en tanto grado, que cerraron palestras y gim nasios.
D esterraron a algunos, y sentenciaron a m uerte a M eletos.
H onraron a Sócrates con una estatua de bronce... que
colocaron en el P om peyo. Los de H eraclea echaron de la
ciudad a A nitos, en el día m ism o en que llegó.

U n a visión m uy sim plista y m aniquea que nos resistimos


a creer.
Las acusaciones contra Sócrates

L a a c u sa c ió n p o r im p ie d a d (aseb e ia )
La religión griega era una de las más desacralizadas: sin
sacerdotes, ni dogm as, ni una ortodoxia oficial, se reducía a
una esplendorosa m itología, creación literaria de H om ero y
H esíodo, principalm ente. Sabiam ente adm inistrada por las
diferentes polis, cada cual m onopolizaba un culto determ i­
nado: A tenas era coto de A tenea; Delfos, de Apolo; O lim pia,
de Zeus; etc. Se trataba de unos dioses antropom orfizados,
con virtudes y defectos, con heroicidades y ram plonerías,
pero, a pesar de todo, respestados por el pueblo. «U n a reli­
gión frívola», dirá N ietzsche.
Pero había algo más: desde la época de los tiranos14,
concepto no adecuado a nuestro paradigm a que lo asim ila a
dictadores, la religión popular se transforma en religión
estatal, y actuará com o elem en to de cohesión urbano y
nacionalista que irá incubando el sentim iento panhelénico,
acentuándose la pom posidad de sus cultos y la creación de

14 · L os tira n o s g rie g o s a p a re c e n e n el sig lo v u y a c t ú a n p rin c ip a lm e n te en eJ v i:


r e p r e s e n ta n el p aso d e la o lig a r q u ía a u n a a s c e n d e n te d e m o c ra c ia . L a s c o n tin u a s
lu c h a s e n tr e a r is tó c ra ta s ν los ex cesivos a r r e n d a m ie n to s d e sus la tifu n d io s , h a c e n q u e
a lg u n o s d e estos a ris tó c ra ta s , a p o y a d o s p o r el p u e b lo , e s p e c ia lm e n te p o r los p o b r e s y
esclav o s, se re b e le n c o n tr a los d e su p r o p ia clase y to m e n el p o d e r v io le n ta m e n te ,
c o n v irtié n d o s e e n je fe s d e l p a r tid o p o p u la r. S o ló n y P is is tra to so n los dos re p re s e n ta n te s
m á s im p o r ta n te s y a u to re s d e p ro f u n d a s re fo rm a s sociales y le g isla tiv a s (Constitución de
Solón). S in e m b a rg o , p o r tr a ta r s e d e u n g o b ie rn o im p u e s to p o r la s a r m a s y, p o r las
v a lo ra c io n e s d e filósofos a r is tó c r a ta s (P la tó n , A ristó te le s) f u e ro n co n s id e ra d o s c o m o «la
fo r m a m á s im p u r a d e g o b ie rn o » .

25
26 I APOLOGIA D E SOCRA TES

otros nuevos15. U n a religión que cum ple una doble misión:


aglutinar las diversas polis, y coadyuvar al poder del Estado.
Por eso, la «asebeia», no puede com pararse con nuestra
herejía — con su consiguiente caza de brujas de las Inquisi­
ciones— , sino que se trata de una profilaxis espiritual e
ideológica, una cuestión de autodefensa nacionalista, contra
los innovadores, generalm ente extranjeros o procedentes de
colonias. En tiem pos de crisis y de guerra, cualquier extraño
puede ser un infiltrado o un aliado del enem igo. N o debe
olvidarse el gran desastre de la Guerra del Peloponeso, que
recorre toda esta época. C ualquier innovador, m áxim e si no
es nativo de A tenas, será declarado sospechoso.
En pleno apogeo de Pericles, el intocable, políticam ente
hablando, que gozaba de toda inm unidad por m éritos pro­
pios, aparece un m anco, llam ado D iopites, que logra atacar­
le por el único flanco que escapaba a su poder: D iopites
fuerza la aprobación de un decreto (eisangleia), por el que la
A sam blea condena toda m anifestación de im piedad.
Por A tenas em pezaban a circular las prim eras tesis
agnósticas o ateas, y Pericles está protegiendo a algunos de
los que las sostienen. Sus enem igos y, m ás aún, los que iban
contra Aspasia, su mujer, tienen la ocasión de oro para
em pezar a m inar su personalidad.
A naxágoras es condenado por «asebeia», por haber afir­
m ado «que el sol era una piedra inflam ada, y que los
m eteoritos eran fenóm enos naturales». D em asiado fuerte
para un pueblo que, incluso cincuenta años más tarde,
seguirá aceptando «la incorruptibilidad de los cuerpos supra-

15 L a o fic ializac ió n d e la re lig ió n es d e b id a , p re c is a m e n te , a los T ira n o s , q u ie n e s , en


su a f á n d e p r o te g e r a l p u e b lo , p o te n c ia n la s fiestas p o p u la re s , r e s ta u ra n d o la s fiestas
n a c io n a lis ta s , lla m a d a s p a n h e lé n ic a s y los c u lto s al dios D io n isio . C u lto s q u e se v a n
c o n v ir tie n d o , p o c o a p o c o , e n las m a n ife s ta c io n e s m á s re p r e s e n ta tiv a s d e l E s ta d o
a te n ie n s e .
E l p a n h e le n is m o e r a el m o v im ie n to p o lític o q u e p r e te n d ía h a c e r u n a s o la n a c ió n
d e to d o s los países d e los B a lc a n e s, islas d el m a r E g e o y d e A sia M e n o r. A te n a s , d esd e
la C o n fe d e ra c ió n d e D élo s (4 7 8 ), in c u b a la ilu sió n d e a l c a n z a r la h e g e m o n ía . Ilu s ió n
a c a r ic ia d a , ta m b ié n , p o r P e ric le s y q u e fu e p r o v o c a n d o re n c illa s e n a lg u n a s p o lis, co m o
E s p a r ta , y q u e son el te ló n d e fo n d o d e las G u e r ra s d el P elo p o n e so .
DOSSIER IN FORMA TIVO / 27

lunares», nada m enos que por boca de Aristóteles. A naxago­


ras escogió el destierro, abandonando Atenas, en la que había
vivido treinta años.
Protágoras, el influyente y prestigioso sofista, es condena­
do por ateo y sus obras son quem adas. E n su obra Sobre los
dioses afirma:

N o puedo saber de los dioses ni si existen ni qué aspecto


tienen, pues hay m uchas cosas qu e m e lo im piden: la oscuri­
dad del asunto y la brevedad de la vid a. (Frag. 4, D iels-
K ranz.)

Pitágoras de M elos será condenado por im piedad y d i­


vulgación de misterios. Cridas, el «T irano Ilustrado», soste­
nía que los dioses fueron inventados por un astuto legislador
para que los ciudadanos cum plieran las leyes cuando nadie
les vigilara. Prodicos, sofista, dirá «que los hom bres em peza­
ron divinizando las fuerzas de la naturaleza y después, a
otros hom bres, inventores de las cosas útiles».
U n a m añana del 415, año de la desastrosa expedición
naval a Siracusa, aparecen m utilados algunos h erm es16,
protectores de la polis. A cusan a una secta llam ada «adora­
dores del m al» ( Kakodaim onistai), com puesta por jóvenes. El
sacrilegio es vivido apasionadam ente por las capas populares
que tem en la venganza de los dioses, y es explotado por los
que rigen los hilos del poder.
El desastre culm ina en el 404, con la vergonzosa derrota
de A tenas ante sus eternos rivales, los espartanos, que im p o­
nen un Gobierno duro, llam ad o de los Treinta Tiranos,

16 L os h e rm e s , sin m a y ú s c u la , p a r a d ife re n c ia rlo s d el d io s H e rm e s -M e rc u rio , e r a n


u n a esp ecie d e m o jo n es c o n c a b e z a h u m a n a , u n p e d e sta l, c u a d r a n g u la r e n cu y o c e n tr o
d e s ta c a b a el ó rg a n o se x u a l m a s c u lin o y, a sus la d o s , u n a s e sp ig a s q u e s im u la b a n u n o s
b ra z o s . E r a n sím b o lo s p ro te c to re s , p u e sto s e n e n c ru c ija d a s , lu g a re s p ú b lic o s y e r a n
o b je to d e c u lto . A l ó rg a n o g e n ita l m a s c u lin o , ta n to en G r e c ia co m o e n R o m a , se le
a t r ib u ía n p o d e re s b e n e fa c to re s, s o b re to d o p a r a los lu g a re s d o n d e e r a n r e p re s e n ta d o s
e n d ib u jo s o e s ta tu a s . S o n c o n o c id a s la s im á g e n e s d e P o m p e y a y la p ie d r a co n el falo
e s c u lp id o , q u e g u a r d a la p u e r t a o este d e la s ru in a s d e A m p u ria s , e n la p alestra.
28 I APOLOGIA D E SOCRA TES

algunos de los cuales pasaban por ser am igos personales de


Sócrates. La tiranía, aquí oligárquica, es derrotada al año
siguiente por una dem ocracia vacilante y devaluada, que
decreta una am nistía política total, esperando enterrar odios
civiles.
Sócrates, pues, no puede ser acusado de delitos políticos,
pero M eletos y sus acusadores le llevarán a los Tribunales
con la única acusación posible: la aplicación del decreto de
D iopites, y por la causa que m ayor resonancia encontraría
en las masas: Sócrates es im pío porque es un ateo práctico y
quiere destruir los valores tradicionales, introduciendo otros
nuevos.
El delito de «asebeia» — im piedad, sacrilegio, herejía...— ,
una vez más, era la punta del iceberg que escondía intereses
diversos.

La Apología socrática es brillante en su prim era parte, en


la que M eletos queda acorralado: Sócrates se reafirm a en sus
costum bres religiosas, en la participación en los cultos (re­
cuérdese su viaje a Delfos, el sacrificio del gallo a Esculapio,
la cita respetuosa de héroes y dioses) y repite insistentem ente
su proclam ación de fe en los dioses. D ialécticam en te, con el
recurso al argum ento ad absurdum reduce al silencio a M ele­
tos. ¿Cóm o puede no creer en los dioses si reconoce creer en
divinidades y dioses tan fam iliares y personales com o su tan
citado daim on?
La diferencia de la fe socrática con la fe de sus acusadores
estriba en que él no acepta la ganga del culto oficial que
se aprovecha de la religión, que la instrum entaliza para fines
políticos o m anipuladores. El es el docto de las cosas divinas,
seguidor de un daim on personal, no estatal.
En el diálogo Eutrifón, éste encarna al tipo de hom bre
religioso, experto en ritos, form alista, intérprete de los dioses
que hablan en clave: la religión com o parcela de poder, no
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 29

sólo del poder. Sócrates, con una hábil m aniobra dialéctica,


le hace reconocer que una conducta recta no lo es por el
sim ple hecho de que sea agradable a los dioses. La piedad es
relación interna del individuo con su propio daim on, es la
suprem acía de la voz de la propia conciencia, elevada a la
categoría de divinidad.
Es verdad que Jenofonte está obsesionado por mostrarnos
un Sócrates practicante, que asiste a los cultos oficiales, que
incluso ora y que habla de dios y de dioses, pero es difícil
saber el alcance de estos gestos, ni si adm ite o no a los dioses.
Su fórm ula de oración es de lo más original:

D am e aquello qu e sea m ejor para m í, porque los dioses


siem pre sabéis a la perfección qué cosas son buenas. ( J e n o ­
fo n te : Memorables, I , 3 , 2 .)

Sócrates perturba al hom bre práctico y religioso, sepa­


rando ciencia y teología: los dioses no gobiernan los fenóm e­
nos naturales. Y esta es la im agen que ha colado entre los
entresijos del alm a de las gentes sencillas que m iran cada día
al cielo con respeto y temor, porque, casi todo debe caerles
del cielo. Esta es la im agen del Sócrates de Las nubes, donde,
en plan hortera, explica que la lluvia «es la orina de Zeus
sobre una criba, y los truenos, ventosidades de su cuerpo»
(A r ist ó f a n e s : Las nubes, 3 0 ).

Segu n d a a c u sa c ió n : c o rru p to r de ju v e n tu d
Los griegos, expertos com erciantes, com pran y venden de
todo. En sus barcos, adem ás de trigo, aceite, vino, higos
secos, cerám ica, telas, van y vienen las ideas que vigen por
todo el m undo civilizado. Sus m ercados (emporium) se con ­
vierten en perm anentes asam bleas populares con ciudadanos
inquietos que preguntan y discuten. Son aula y parlam ento.
Y sus puertos, lugar de ansiosa espera, no sólo para partir a
nuevas aventuras, sino para recibir la últim a inform ación.
30 I APOLOGIA D E SOCRATES

D esde hace unos años, a inicios del siglo v i, un grupo de


hom bres nuevos, residentes en sus colonias m ilesias y jónicas, ,
se declaran am antes-de-saber-m ás. La H istoria les llam ará
filó-sofos. Estos hom bres han introducido nuevas formas de
pensar y de vivir. Este cam bio se acenturá en el siglo v , con
la llegad a de unos extranjeros conocidos por sofistas, que
significan una auténtica revolución cultural. A tenas asiste al
choque ideológico en sus propias entrañas: la cultura nativa,
tradicional, em pieza a vivir con la añoranza de los tiem pos
pasados, cuando A tenas, según frase de Pericles, era «la
escuela de toda la H élad e... por el poderío creado por nues­
tras costum bres» (Tucídides: II, 41).
Sócrates por su edad, recuérdese que aparece en la escena
pública rayando sus cincuenta añoSj debería apuntarse al
bando de los conservadores, pero por su garra y honestidad
se ha convertido en el líder de los innovadores. El mismo
reconoce en la Apología que le siguen m uchos jóvenes y de las
mejores fam ilias. Pero a pesar de tener seguidores, que ja ­
más llam ará discípulos, alum nos (mathetés), sino com pañeros
(hetáiros), no quiere que nadie le considere m aestro, porque
nada sabe y lo poco que sabe se lim ita a ofrecerlo a sus
oyentes sin ser responsable del efecto que pudieran producir
sus palabras: «Y o nunca he sido m aestro de nadie, pero si
hay alguien, jo v en o anciano, que cuando hablo o ejerzo
m i profesión desea escucharm e, jam ás se lo he im pedido»
(.A p o l 14).
Si las cosas eran así, ¿por qué acusarle de corruptor de la
juventud?
Podría pensarse, m uy ligeram ente, que se le acusaba por
su conducta personal, tan discutida desde nuestra óptica: el
aparente descuido de sus deberes fam iliares, sus formas
desaliñadas hasta la provocación, las hipotéticas relaciones
íntim as con algunos de los suyos, podrían levantar la repulsa
airáda de álgunos padres.
Pero, la acusación no iba por aquí. Sócrates no era un
m arginado social. Los m uchachos que le seguían no eran
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 31

incitados al libertinaje, sino al ascetism o. E xigía arete que era


arm onía entre belleza, justicia y am or, expresado en la
yuxtaposición de los adjetivos agathós-kalós-díkaios. Practicaba
un ascetism o radical en su vestir, com er y vivir. Enseñaba el
desprecio de los valores terrenales, rehúsa cargos, predica los
valores del espíritu. C ada uno de los diálogos de Platón es
una incitación a ú n a -v irtu d particular para conseguir la
virtud total, la arete.
La acusación parte de gente identificada con cierto
program a de educación. Es el eco del pulso entre los jóvenes,
desarraigados aparentem ente, con ansia de m aneras nuevas,
y esa Atenas tradicional, que quiere reverdecer los honores
del M arathón. E squem áticam ente lo refleja Aristófanes en
Las nubes con el program ático diálogo «Entre lo justo y lo
injusto», donde se explicitan los contenidos de la educación
tradicional y la nueva:

Educación tradicional Educación nueva


( discurso ju sto ) ( discurso injusto)

• Punto de referencia: el espíri­ • R ealidad: declive de A tenas


tu del M arathón, victoria so­ (año 4 2 3 ), luchas contra los
bre los poderosos persas. eternos rivales: Esparta, p a ­
• La m odestia en las costum ­ radigm a político e ideológico
bres. opuesto.
• La m úsica coral (significa ar­ • A m ar pleitos, baños públicos
m on ía... y trabajo de grupo y calientes, charlar en el ágo-
sin que nadie desentonara...); ra, contradecir las leyes y el
gim nasia, castidad incluso en derecho, afán de vivir, gozar:
las formas, ascetism o. R esp e­ «baila y ríe y nada te aver­
to a los mayores: cederles el gü en ce», «usa de la m ujer
sitio y am or filial. ajena com o lo h acía Zeus».

Atenas era consciente de que sus hijos tom aban otros


rumbos y que en este golpe de tim ón, Sócrates tenía d em a­
siada relevancia: «Les sorbes los sesos y los hijos te hacen m ás
caso a ti que a sus padres.»
Al proclam ar la prim acía de la voz de la propia concien-
32 / APOLOGIA D E SOCRATES

cia, apoyada por la lu z natural de la razón, apostaba por un


cam bio de paradigm a en las relaciones de autoridad, llám ese
Escuela, Estado o Fam ilia.
L a institución fam iliar era fuerte en Atenas: el no honrar ·,
a los padres, levantarles la voz, negarles el sustento, era
condenado con la atimía o pérdida de lo derechos ciudada­
nos. Los candidatos a cargos públicos eran exam inados
dokimasia sobre su conducta fam iliar. Y Sócrates reconoce
que su pasión de interpelar al personal, la ha contagiado:
«los que m e siguen no sólo disfrutan escuchándom e, sino que
después, ellos se atreven a interpelar a los que encuentran».
La auténtica acusación es ésta: Sócrates ha envenenado a
la juventud ateniense iniciándoles en el arte y la profesión de
la crítica social y política, «ellos tam bién preguntan e
interpelan». Sócrates les ha enseñado a filosofar, o a symphilo-
sophien·. a filosofar en grupo. Y esto, no sólo en A tenas, sino
ante cualquier autoridad no dialogante será y ha sido siem ­
pre sinónim o de corrupción: pensar y enseñar a pensar ha
sido el delito históricam ente más perseguido y Sócrates, uno
de los prim eros en acusarlo en su propia carne: «fue el
prim ero de los filósofos que m urió condenado por la justi­
cia», apostillará D iógenes.

T e rc e ra a c u sa c ió n : in tro d u c ir d iv in id a d e s n u ev as
El hom bre, sólo o en grupo, no ha resistido la tentación
de escudriñar lo desconocido, de buscar la llave de lo ignoto.
D el verbo mueszai, que significa «cerrar», provienen las
palabras: m isterio y m ística. A tenas había albergado a gru­
pos esotéricos, procedentes de sectores religiosos y filosóficos,
procedentes de O riente y de ritos populares y m itológi­
cos. Son conocidas las tendencias esotéricas de los pitagóricos
y la popularidad de los cultos Orficos. En las m ism as laderas
de la A crópolis, m ás de una cueva era el tem plo o antro
donde se practicaban ritos secretos, con neófitos e iniciados,
vetados para los desconocidos. L a fam osa m utilación de los
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 33

herm es fue atribuida a un grupo de jóvenes sospechosos,


llam ados «adoradores del m al». Y esto sucedía en el año 415.
Sócrates no fundó ningún círculo esotérico. H ablaba
para todos y en lugares públicos. Pero sus palabras, a veces,
infundían sospechas de estar pronunciadas en clave. T odo el
final de la Apología rezum a la presencia de un genio, espíritu
o divinidad, que desde su infancia dice que le acom paña, no
para disuadirle, sino sólo para sugerirle. U na voz íntim a,
personal, «m i dios», nos dirá, advirtiendo que aunque use­
m os la palabra «dios o dem onio», hay que m irarla con otros
ojos distintos a los nuestros, com o ya advertía Nietzsche:
«Sócrates encontraba un firme sostén gracias a la voz d em o­
níaca que m ilagrosam ente se dejaba oír»17. Oigám osle:

A tenienses, os aprecio, pero obedeceré antes a m i dios


que a los hom bres... N o traigo un dios nuevo cuando h ab lo
de m i dem onio. Creo en esa voz d ivina com o vosotros creéis...
Y creo que nunca se ha con ced id o a la polis nada m ás
ventajoso que m i celo para ejecutar esta orden. ( Apología.)

Pero, ¿qué o quién era este genio o dios personal?


T am poco aquí hay unidad de criterios ni de referencias,
incluso ni entre Platón y Jenofonte.
Jenofonte prefiere usar,el neutro to daimónion, en lugar del
m asculino o daimon: en sentido neutro sería «lo divino», algo
sobrenatural, sin concretar, algo abstracto; en m asculino se
referiría a algo m uy concreto, «el genio», «el dem onio», «el
dios», insistiendo, una vez más, que estas palabras no siem ­
pre corresponden a nuestros conceptos actuales.
Platon, por su parte, hablará de daimónion tí, tam bién
traducible por «algo divino», «de la voz am iga», «de algo
con estirpe divina».
N o querem os entrar en la interm inable polém ica sobre el

r F . N i e t z s c h e : escrito s p r e p a r a to r io s d e E l nacimiento de la tragedia (222, op. cit.).


N o h a n fa lta d o in te rp re ta c io n e s d e l daimon c o m o si se t r a t a r a d e a lu c in a c io n e s o d e
in v e n c io n e s m e g a ló m a n a s .
34 / APOLOGIA D E SOCRA TES

daimónion socrático, fom entada por la im precisión de J en o ­


fonte y Platón y por la am bigü edad del m ism o Sócrates. Se
trataría, pues, de algo divino, diferente en parte a la especie
hum ana; una fuerza m ágica, entre divina y racional, exterior
a Sócrates pero con resonancia interna, y que quizá, para
entendernos, podría referir a nuestra voz de la conciencia
entendida no en sentido ético, sino com o una luz interior,
intuitiva y racional, am iga incuestionable en situaciones
delicadas.
Incluso el m ism o Jenofonte identifica esa voz con la
tradición popular y com o una prolongación de los dioses
fam iliares, m uy arraigados en G recia y después en R om a con
los dioses lares:

... la voz q ue yo digo que m e in d ica lo que he de hacer


no es un d em on io nuevo, sino exactam en te lo m ism o que los
hom bres han tom ado com o advertencias de los dioses: los
agüeros, las palabras que al azar se escuchan, el trueno en los
oráculos, los profetas y todo lo dém as. Lo que los dem ás
tom an com o señal y advertencia en todas las cosas, eso es lo
que yo llam o dem onio y m e parece que es lo m ás santo tal
com o obro yo, que atiendo esta voz y le atribuyo lo que los
otros a los pájaros o cualidades de los profetas. (J e n o f o n t e :
Apología, 12-13.)

¿Puede ser esto m otivo de condena?


Indudab lem en te que esto sólo no. Es la últim a parte de
la acusación. Pero venía a confirmar las anteriores. Sócrates
rom pía la tranquilidad del hom bre sencillo y la rentabilidad
de ciertos sectores establecidos. Es el prim ero que instaura el
valor de la interioridad contra la exterioridad ritualista, que
hoy llam aríam os beatería. R echaza las formas externas de
piedad si no van acom pañadas de una actitud personal ética,
de aceptación y com prom iso.

E l d aim ón ion o d aim on socrático Oráculos y ritos externos

• V oz interior. · V oz de los dioses.


• A ctitu d heurística: precisa. · A ctitud heurística tam bién.
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 35

Interpretación:
• Pero en Sócrates, cada uno, • La in terpretación pertenece
es su propio intérprete. Es in ­ y la adm inistra un «cuerpo»
terioridad. social: oráculos, pitonisas,
sacerdotes. Es exterioridad.
• Es ético. • Es pseudo religioso.
• U n a voz clara, contundente. • A certijos esotéricos.
• A porta bienestar personal y • A porta rentabilidad económ i­
social. ca y engendra superstición.

Sin em bargo, Sócrates no funda una nuevai religión,


tentación fácil para tantos carism áticos y visionarios de
O riente, más o m enos coetáneos suyos: Buda, Confucio,
M oisés. Es sim plem ente la proclam ación, por primera vez en
la historia, de la prim acía de la voz de la conciencia, elevada
a la categoría y rango de religión, autónom a por excelencia.

L a s c le p s id ra s e r a n relo jes d e a g u a , u tiliz a d o s e n la G re c ia clásica. S ó c ra te s se q u e ja ,


m a c h a c o n a m e n te , d e l escaso tie m p o q u e se le h a c o n c e d id o p a r a su d e fe n sa , Los ju ic io s
y la a p lic a c ió n d e sus p e n a s, d e b ía n h a c e rs e en el p la z o d e v e in tic u a tr o h o ra s.
Los trámites del proceso

L a d e m o c ra c ia a ten ie n se '
A tenas era una dem ocracia radical: el pueblo gobernaba
sin interm ediarios, y pueblo eran todos los ciudadanos con
derecho a serlo. Sin em bargo, la realidad era algo bastante
distinta: sólo eran ciudadanos de derecho, los atenienses m a­
yores de diecisiete años, hijos de padres atenienses, y sin de­
litos. Estas cláusulas excluían a todas las mujeres, a todos
los .menores de treinta años, a todos los num erosos extranje­
ros y a los esclavos. Se trataba de una dem ocracia de élite,
aristocrática de hecho. U n 30 ó 40 por 100 de la población
gobernaba sobre el resto que constituían la m ayoría. Las
reformas de Clístines (508) y más tarde las de Pericles y
Efialtes (462) in tentaban acabar con los privilegios de la
aristocracia y conseguir una m ayor igualdad social, pero ni
unos ni otros acabaron con las diferencias de clases. La
reforma se hace a base de proteger a la clase m edia:
pequeños agricultores, com erciantes, artesanos cualificados y
una nueva clase: los m arinos, en auge tras las batallas contra
los persas, conocidas com o Guerras M édicas. Se destruye el
A reópago o gobierno de m agistrados retirados, en favor de
las nuevas instituciones, sobre todo de la A sam blea general o
Ecclesia (a la que tenían derecho, de voz y voto, todos los
ciudadanos) y de los diferentes órganos de gobierno a los
que se llegab a por el sim ple sistem a del sorteo. C ualquier
ciudadano griego podía llegar a Presidente (epistátes) del
Estado, aunque de hecho lo era por sólo un día. La dem ocra­
cia radical griega había tocado techo...

36
O rg a n ig ra m a d el G o b iern o en la A te n a s d e P e ric le s

« P o ten ciad a p o r Efialtes y • M áx im o ó rg an o gobierno.


Pericles, que sustituyen el • P a rtic ip a n todos los ciudadanos.
Consejo de exarcontes o • Se re u n ía n diez veces al año; des­
A reópago por la o m n ip o ­ pues, c u a re n ta.
tente E C C L E S IA • C o n tro lan m agistrados, leyes, deci­
siones, im puestos, C onstitución...

• Pero d a d a la dificultad de • Consejo d e 500, elegidos por sorteo,


go b e rn a r con todos los 50 p o r trib u .
ciudadanos, delegan a Ja BOULÉ • C á m a ra ejecutiva.
• M a n d a to por un año.
• P ara a seg u ra r asistencia, y no caer
en m an o s de los ricos, se prem ia su
asistencia con dos o tres óbolos.
• E ran convocados p o r los Prítanos.

• C om isión red u c id a , que • Lo c o m p o n en 50 bouletas.


gob iern an p o r turnos ro ­
tativos, convocan, custo­ • C u sto d ian llaves, tesoros, sellos, re ­
dian. P R IT A N IA ciben em b ajad as, p ro p o n en delibe­
raciones (probouleumata), convocan
la Boulé.
• Su m a n d a to d u ra 36/39 días.
• P ro p o n en votaciones: pública, o a
m an o alz a d a ; secreta, con piedras o
h ab as n egras y blancas.

• Presidencia honorífica del • Elegido p o r sorteo: p o r u n solo día,


E stado. E P IS T A T E S cu a lq u ie r ciu d ad an o podía llegar a
la Presidencia.

F U N C IO N A R IO S

• Los Once: diez m agistrados y un escribano.


• Los arqueros: alguaciles, en carg ad o s del orden.
• Carceleros.

1
P O D E R J U D IC IA L

El a p a ra to ju d ic ial griego e ra bastan te ru d im e n ta rio . No existía un c u erp o específico,


sino q u e era el sorteo quien elegía a los jueces, de en tre los voluntarios.

EL A R C O N T E -R E Y · L a acusación de Sócrates, p o r tratarse


de un proceso de im piedad, le incum bía
al arconte-rcy.
• C o m p ro b ab a requisitos legales, recogía
las declaraciones de am b as parles, p u ­
blicaba acusaciones.

T R IB U N A L P O P U L A R o H E L IE IA · Asisten al juicio, deliberan, estudian pro­


puestas o antitimesis, a p lican penas, por
el sistem a d e votación secreta.
• A uténtico trib u n a l p o p u lar.
• C om puesto p o r 5.000 m iem bros, más
otros 1.000 d e reserva.
• Poco a poco, asum en funciones de los
500 dikastai, pero no in terv ienen en el
caso S ócrairs.
38 I APOLOGIA D E SOCRATES

D e sarro llo d el p ro ceso


El caso se abría con la intervención de los acusadores.
Intervención que ni Platón ni Jenofonte explicitan. M eletos
habló en nom bre de los poetas; Anitos, en representación de
los artesanos y políticos, y L icon, de los retores.
El acusado tenía el derecho de réplica y podía invertir el
m ism o tiem po que habían invertido los acusadores. Escaso
debió ser, si nos fiam os de las continuas protestas de Sócrates.
La defensa debía hacerla el propio acusado. N o se
perm itían intervenciones ajenas, aunque sí podía servirse de
defensas hechas por otros, aprendidas de m em oria por el
presunto reo. Se sabe que Sócrates rechazó una auténtica
pieza oratoria, com puesta por Lisias, uno de los más brillan­
tes oradores del m o m en to 18, especialista en «apologías», lla­
m ados logógrafos.
A cabada la defensa (apología) se pasaba a la v otación de
culpabilidad. En el caso de Sócrates la votación fue de 280
en contra y 220 a favor de su inocencia. Escasa diferencia,
constatada con sorpresa por él mism o.

L a « a n tit ím e s is » o p e tició n de p en as
Conocidos los resultados de la votación de culpabilidad,
se pasaba a la propuesta de penas. En la acusación se pide
pena capital, y Sócrates in icia esta parte chocante en la que
parece que pretende tom ar el pelo al Tribunal. Sus propues­
tas son tan absurdas que sólo, sirven para exasperar m ás los
ánimos: ser m antenido en el Pritaneo, una m ulta de un
dracm a...

18 T r a s h a b e rla o íd o , S ó c ra te s c o n te stó : « L a p ie z a es b u e n a , L isias; p e ro n o m e


c o n v ie n e a m í.» Al p r e g u n ta r le L isias, el p o rq u é , si c o n v e n ía e n q u e e r a b u e n a ,
r e s p o n d ió : « ¿P u es no p u e d e h a b e r v e s tid o y c a lz a d o ric o s, y a m í n o v e n ir m e bien ?»
( D i ó g e n e s : Sócrates, 18).
DOSSIER INFORMA TIVO / 39

S egu n d a v o tació n
El Tribunal debía elegir entre am bas propuestas. U n
resultado m ucho m ás claro condena a Sócrates: 360 a favor
de M eletos, 14Ó a favor de Sócrates.

E jecució n de la sen te n cia


El reo era entregado entonces a los O nce, que debían
custodiarle y aplicarle la pena.
La costum bre ateniense exigía el cum plim iento de la
pena dentro de las veinticuatro horas siguientes a la conde­
na. En el caso de Sócrates , no pudo aplicarse por haber
partido, en la víspera, la nave sagrada a Délos.
C uenta la leyenda que Teseo liberó a Atenas del tributo
de las siete parejas de jóvenes im puesto por el dios M inos de
Cnosos. Cada año, partía una nave para asistir a las fiestas
del Dios A polo. M ientras esta nave realizaba el viaje, no
podía ejecutarse ninguna pena capital. V ientos contrarios
retrasaron un mes el regreso. M es que constituye la estancia
de Sócrates en la cárcel, en la que se dedicó a com poner
versos, y charlar con sus inseparables am igos, resumido en
dos de los más herm osos diálogos de Platón: el Critón y el
Fedón.

El d e stie rro
D urante este mes, Critón, F edón, P latón y una larga lista
de am igos, planean la huida del m aestro e intentan, v an a­
m ente, persuadirle. A tenas hubiera celebrado la huida. La
custodia de Sócrates era tan benigna, con un solo guardián,
que incluso parece que se lo estaban insinuando. Otros lo
habían hecho ya: Protágoras, A naxagoras, etc., y otros lo
harán en seguida: Platón, una v ez m uerto Sócrates; Aristóte­
les, aunque éste se autojustifique con «no dejaré a A tenas
pecar dos veces contra la Filosofía».
40 I APOLOGIA D E SOCRA TES

Pero en Sócrates, la huida seria la contradicción con toda


su vida. Atenas son sus raíces, huir sería dañarse a sí m ism o,
desarraigarse y renunciar a «la m áxim a honra de ser grie­
go » 19. A dem ás, y lo dirá ironizando en el Critón, resulta un
poco ridículo en un hom bre de setenta años buscar un rincón
donde no le encuentre la m uerte. Y añade, descubriendo su
gran tem or inconsciente: «¿No sabías que desde el día que
nací la naturaleza m e ha condenado a morir? M ejor es
hacerlo con el cuerpo sano, para evitar la decadencia»
(Critón, 20).

C ró n ic a d e u n a m u e rte
U n a vez ha regresado la nave sagrada, se le anuncia el
cum plim iento de la sentencia. Con este anuncio, hecho
tím idam ente por sus am igos, em pieza el Critón. La noticia
m ás bien le alegra.
R odeado de am igos y de X an tipa, con sus tres hijos,
pasará las últim as horas de su vida en recom endaciones
personales y en contagiarles de su serenidad. Sigam os las
anotaciones del Fedón:

El sol estaba ya cerca de su ocaso. L legó Sócrates, recién


lavad o y después de esto no habló m u ch o. A grad eció las
atenciones de los representantes de los O n ce y pidió:
— Çhie traigan la cicuta, si es que ya está triturada20.

10 Critón, 53 d.
20 L a m u e r te p o r el s is te m a d e b e b e rs e la c ic u ta e ra c o m o u n a co n c e sió n d e l
T r i b u n a l, p u e s los g rie g o s a p lic a b a n m é to d o s m á s cru eles (v éase p á g . 131, n o ta 118). E r a
c o n s id e r a d a co m o u n a esp ecie d e su ic id io in d ire c to . L a c ic u ta (e n g a lle g o : cegudes o
prixei prixel das bruxas; e n v a sc u e n c e : otozerri-belarr, y e n c a ta lá n : julivertassa o fo rro ll de
bou) es u n a p la n ta q u e se d e s a rro lla e n dos años. C re c e al p ie d e m u ro s y c a m in o s,
r e la tiv a m e n te a b u n d a n te p o r la p e n ín s u la . P r o d u c e u n fu e rte v e n e n o , s im ila r a la
b e lla d o n a , c a u s a n te d e la m u e rte , a la s do s o tre s h o ra s d e h a b e r l a to m a d o , p o r asfix ia
a l lle g a r lá p a rá lis is a l c o ra z ó n . E n p e q u e ñ a s dosis es u n a f o rm id a b le a n e ste s ia , q u e
c o m b a te la tos y d o lo re s in te n so s d e e s tó m a g o . T a m b ié n se u s a en p o m a d a s . L a^
d e s c rip c ió n d e sus efec to s le ta le s d e s c rito s en el Critón se a ju s ta m in u c io s a m e n te a la
r e a lid a d .
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 41

Salió un esclavo a buscarla y la trajo ya triturada, en una


copa. Al verle Sócrates, le dijo:
— B uen hom bre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué es
lo que debo hacer?
— N ad a más qu e beberlo y pasearte, hasta que se te
pongan pesadas las piernas, y luego tum barte. Así hará su
efecto — y le tendió la copa. T o m ó la con gran tranquilidad y
sin alterarse ni su color ni su sem b lan te... Al verlo beber no
pudim os contener las lágrim as y nos recriminó:
— M andé fuera las m ujeres y niños para evitar estas
escenas. Ea, pues, m ostraos fuertes.
A l sentirse pesadas las piernas, se acostó boca arriba. El
esclavo le preguntó si sentía cu an d o le apretaba el pie y le
dijo que no. Y siguiólo tocán d ole y le dijo que cuando le
llegara al corazón se m oriría. T en ía ya casi fría la región del
vientre, y descubriendo el rostro dijo éstas que fueron sus
últim as palabras:
— ¡Oh, Critón!, debem os u n gallo a A sclepio21. Pagad la
d eu da y no lo paséis por alto.
Y no habló más. A l cabo de un rato tuvo un estrem eci­
m iento y el esclavo le descubrió la cara: tenía la m irada
inm óvil. A l verlo Critón, le cerró la b oca y los ojos.»

H ay pocas veces en que la m uerte haya superado la


elegancia de estas líneas. N o es la m uerte la que acaba con
Sócrates, es éste quien supera la m uerte m irándola tan de
frente.

21 El g a llo se o fre c ía e n a g ra d e c im ie n to p o r h a b e r r e c u p e r a d o la s a lu d . N o d e ja d e
s e r c h o c a n te , p u es, q u e S ó c ra te s o fre z c a u n g a llo ai d io s d e la m e d ic in a , E s c u la p io ,
c u a n d o v a a m o rir. P a r a el g r a n e sp e c ia lista d e la v id a d e S ó c ra te s, T o v a r , se tr a ta r ía
d e la g r a titu d «por. h a b e rs e c u r a d o d e la e n f e r m e d a d d e v iv ir, n o d e u n a co n c esió n a la s
p ra c tic a s d e la íe lig ió n p o p u la r» ( T o v a r : y ida J e Sócrates. 391
Sócrates y los sofistas

O rig en d el n o m b re
El nom bre de sophistés, etim ológicam ente significa lo
m ism o que sophos o sabio, o mejor: el que sabe. Al principio,
se denom inaba con él a todo hom bre preocupado por el.
saber, D em ócrito, por ejem plo, y al m ism o tiem po, hábil y
com petente en cualquier ciencia o técnica, com o era normal
en los inicios del andar filosófico. Pero, poco a poco, se fue
distinguiendo entre el sophos, o intelectual puro, y sophistés,
profesional que vivía del saber, dotándole de cierto sentido
peyorativo. Son Platón y Aristóteles quienes m ayorm ente
contribuyen a esta depreciación. Para Platón, se trata de
«una especie de saber», porque «aparentaban ser filósofos sin
serlo», tachándoles de m inadores de los valores y «m ercade­
res de las golosinas del espíritu». A ristóteles com parte esta
apariencia de sabiduría y en la Sofística les tacha «de capturar
jóvenes m ediante el cebo engañoso de la ciencia». Los
paisanos del últim o Sócrates, aunque de una m anera infor­
m al, com partían esta opinión.

C la sific a c ió n de lo s so fista s
Es injusto englobar a todos los sofistas en el m ism o tren.
Injusto, porque los sofistas hablaron m ucho pero dejaron
m uy poco escrito. D ebem os fiarnos de citas, debidas en gran
parte a Platón y Aristóteles, y ya hem os visto su parcialidad,
agravada con un cierto aire de casta de intelectuales puros,

42
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 43

frente a estos profesionales que trabajaban cobrando, lo


m ism o que cualquiera de los dem iurgos, o proletarios. Pues­
tos a clasificarlos han surgido tres grandes bloques: la prim e­
ra sofística, que llegaría hasta el 4-40; la segunda, hasta el
400, y una tercera, en plena época rom ana, en el siglo i al iv ,
interesada principalm ente por la oratoria.
La prim era sofística cuenta con los mejores hombres,
intelectuales recios, que dieron giro total a las preocupacio­
nes cosm ológicas y físicas de los filósofos jonios y m ilesios,
para dedicarse exclusivam ente a la problem ática hum ana.
Sócrates reconoce la valía de algunos de ellos: Protágoras,
Pródicos, H ipias, y el m ism o Gorgias, todos ellos, coetáneos
de Sócrates.
Ä éstos se debe el interés por las cuestiones lingüísticas
tales com o, el género de los nom bres, la sinonim ia, el análisis
gram atical. A uge de la oratoria, la m nem otecnia, el derecho
político com parado, la sociología, la ética. Son una auténtica
Ilustración ateniense.
Pero en A tenas, conform e avanza este im presionante
siglo v , va en aum ento la dem anda de estos profesionales que
dom inan el arte del eu legein: si la A sam blea (Boulé) lo
decide todo, desde una guerra hasta una nueva ley, quien
m ejor dom ine «esta» A sam blea, será quien dom ine «esta»
guerra o «esta» ley. Este es el riesgo y la aventura de la
dem ocracia radical.
Si el orador es brillante y honrado, puede plasmarse en
un Pericles, pero si sólo es brillante pero no tan honesto,
surgirá el dem agogo, que es el cáncer de las dem ocracias. En
esta prim era sofística, la. «defensa del discurso débil» no se
identifica con el «discurso injusto», com o m uy bien aclara
Protágoras: «El discurso más débil no siem pre es el inmoral o
injusto y a veces una m edida que aparenta ser m olesta a la
com unidad, con una buena exposición y defensa puede
hacerse ver lo contrario... Saber .elegir lo que es bueno,
aunque a veces tenga apariencias de m alo, eso es propio del
sabio.»
44 / APOLOGIA D E SOCRATES

A finales de siglo, con la debacle escalonada del fin de las


Guerras del Peloponeso, estos hom bres ya no existen. Por las
calles pululan advenedizos (metekoi les llam arán) que con
apariencias de sabios y bajo los ropajes de una brillante
oratoria, discuten de todo y fascinan con unos discursos
espectaculares. La juven tu d les m ira fascinados, y los m ayo­
res, con recelo. H an alquilado locales y han fundado las
primeras escuelas de pago, siendo los padres de la enseñanza
m ontada com o negocio. A lgo dem asiado fuerte para el
paladar del pueblo griego: «vender sabiduría y el propio
cuerpo es vergonzoso», sentenciará Platón. Para ciertos sec­
tores del pueblo y, sobre todo, para Aristófanes, Sócrates era
el personaje prototipo que m ejor encarnaba a estos «atletas
de la palabra».

P o lé m ic a e n tre «n o m o s» y « p h y s is »
U n a cuestión teórico-práctica agravó la situación: la
fam osa discusión sobre el valor de las leyes físicas y de las
leyes legales22.
Los sofistas, vendedores am bulantes de ideas, habían
pisado el polvo de todos los cam inos, conociendo tantas
constituciones casi com o núm ero de polis. H asta ciento
setenta y una politeias m enciona Aristóteles. Para los atenien­
ses, las leyes eran com o una prolongación de las leyes
naturales, casi tan necesarias e inm utables com o ellas y sólo
perfeccionables por sus siete reyes-sabios, o por decisión de
todo el pueblo. Para los sofistas, por el contrario, quedaba

22 C o n la p a l a b r a pllysis, p r o c e d e n te d el v e rb o fio , q u e sig n ific a « g e r m in a r , b r o ta r» ,


los filósofos jó n ic o s — p re s o c rá tic o s — , e n g lo b a b a n to d o a q u e llo q u e d e v e n ía o se
d e s a r r o lla b a « n a tu r a lm e n te » , p o r lo q u e la tr a d u c c ió n m á s c o r r e c ta es la d e « n a t u r a le ­
za » . L a p r e o c u p a c ió n d e los p rim e ro s filósofos fu e el p o d e r in t e r p r e ta r , el e n c o n tr a r el
arjé, el p rin c ip io , el m o to r d e e s ta n a tu r a le z a y la d e sus c a m b io s . S ólo a p a r t i r d e los
sofistas, a p a r e c e c o n tra p u e s to a nomos q u e tra d u c im o s a h o r a p o r « ley » , p e r o q u e
e n to n c e s e ra b a s ta n te m á s a m p lio , co m o to d o a q u e llo r e s u lta n te d e la e d u c a c ió n , d e la
c u ltu r a , d e la so c ie d a d . Physis e r a lo n e c e sá rio , lo n a t u r a l, y nomos, lo p u e s to p o i el
h o m b r e , y a s e a n la s leyes o la c u ltu ra .
DOSSIER IN F O R M A T IV O / 45

bien claro que las leyes de la naturaleza eran intocables por


necesarias para todos, pero que el nomos era pura convención
entre paisanos y que podía cam biarse tantas veces com o
conviniera. Era «lo puesto por el hom bre», dependiente del
tipo de cultura o de las necesidades de cada pueblo. Cada
sofista aportaba su m atiz personal en la interpretación del
nomos: pacto entre iguales, o protección de los débiles contra
los fuertes, o puro com plem ento racional del hom bre.
Estaban de acuerdo en la con vicción de que con una
buena educación para todos no sólo para los nobles, com o
se venía haciendo, y un cam bio objetivo en la m ism a, que ya
no se preocuparía de formar guerreros, sino ciudadanos, con­
tribuiría a hacer útiles estas leyes convencionales.
Pero no se trataba de un sim ple problem a ideológico,
sino que encubría un trasfondo de lu ch a de clases: la
aristocracia quería m antener su status apoyada en la leg iti­
m ación natural de «la pureza de la sangre, inm utable com o
la m ism a naturaleza, reflejada en las leyes». U n sistema
legalizado de castas. E n la dem ocracia, las m agistraturas
deben fundarse sólo en la ley y a ellas d eb en optar los m ás
capacitados por una buena educación, no por una pureza de
linaje. Por eso, en la práctica, a los ciudadanos de Atenas se
les suponía aptos para todos los cargos y era el sorteo quien
decidía.
Dos eran, pues, las posturas radicalm ente opuestas: el
relativism o sofista, «el hom bre com o m edida de todas las
cosas», y el conservadurism o de la nobleza, dispuesta a
m antener el pasado.

Sócrates tiene algo que decir. En el delicioso e im presio­


nante diálogo de Platón, llam ad o el Critón, y que debería
leerse com o com plem ento de la Apología, recurre a la personi­
ficación de las leyes que le interpelan ante la hipotética
aceptación de la huida planeada por sus amigos:
46 I APOLOGIA D E SOCRA TES

Las leyes son las protectoras del individuo y del Estado.


Destruirlas, es, por tanto, destruir al Estado. Las leyes han
protegido el n acim iento, la convivencia de cada ciudadano,
han sido sus m áxim as benefactoras, luego hay que respetar­
las. U n evasor es un infractor de las leyes, y ninguna Polis
debe aceptarle. Las leyes han conform ado a cada uno de los
ciudadanos y los ciudadanos han ido conform ando estas
leyes. Entre cada ciudadano y las leyes hay un pacto
personal, no pacto de ciudadano a ciudadano, y no hay
ninguna excusa para rom perlo. El prim er deber del ciudada­
no es la ob ed ien cia a las leyes que jam ás son injustas, pues, si
alguna vez condenan injustam ente no es por culpa de las
leyes, sino de la envidia de los hom bres que las interpretan.
Parece ilógico que se condene a un hom bre que piense
así. Platón, en toda su larga vida, no supo aclarar la
m otivación de la polis para llegar a condenar al m ejor de sus
ciudadanos. Pero el am biente estaba m uy cargado y Sócrates
estaba entre los sospechosos de los que m inaban el terreno
m oral. E m pezaba a cundir el m iedo al vacío de los valores, a
una transm utación total de los principios de autoridad. La
ley, la moral, los dioses, la fam ilia, la polis eran revisadas
despiadadam ente.
La cerem onia de la confusión estaba servida. Zenón llega
al paroxism o con sus aporías, auténticas provocaciones a la
razón del hom bre práctico. La in com u nicación social era
caótica pues se usan tantos lenguajes com o conveniencias.
Las cosas son y no son, al m ism o tiem po. Las aporías, los
sofismas, las antilogías son esas armas de la confusión.
Sin em bargo, este ju ego apasiona a la juventud: ya nadie
posee la verdad, todo es relativo — el hom bre com o m edi­
da— , y en consecuencia tam bién será relativa la autoridad,
dem asiadas veces enem iga directa de las libertades juveniles.
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 47

S ó c rate s, ¿e ra so fista?
U n a cosa es lo que fue y otra lo que aparentó.
Para gentes poco críticas, y lo eran y son la m ayoría de
cualquier lugar, ver actuar a Sócrates inducía a encasillarle
autom áticam ente en el grupo de los sofistas. El retrato de
Las nubes es la im agen que más trascendió al pueblo sencillo:
un m aestrillo, propietario de una escuela/academ ia de m ala

Los so listas im p rim e n a la e n s e ñ a n z a un g iro to ta l: O rilla n el e stu d io d e la lisica. p a r a


d e d ic a rs e a las cien cia s h u m a n a s y p ro fe s io n a liz a n la e d u c a c ió n : son los p rim ero s en
c o b r a r sus e n s e ñ a n z a s , y la m b ié n los p rim e ro s en d ifu n d ir la c ie n c ia a lo d o s lo* n iv eles.
48 I APOLOGIA D E SOCRA TES

m uerte, el «pensatorio», desarraigado de la fam ilia, rodeado


de jovenzuelos «esos habladores, esas caras pálidas, esos pies
descalzos», o más duram ente «croando en m edio de una
charca llena de ranas».
Sin em bargo, la sofística tenía m uy poco que ver con el
auténtico Sócrates, que en parte es hijo de la sofística y, en
parte, es su superación. Gomo K an t lo fue de la Ilustración
y N apoleón de la R evolución. Los contenidos y el m étodo
socrático, no son sofísticos. V eám oslo detalladam ente en el
siguiente cuadro, donde se destacan m ucho m ás los trazos de
la sofística devaluada, que es la que corresponde a los m o­
m entos del ju icio de Sócrates. Sin em bargo, querem os dejar
bien claro, que no participam os de la valoración peyorativa
de la sofística, sino sólo de la actuación, en ciertos m om entos,
de algunos de sus representantes. H ay que valorar m u y posi­
tivam ente su aportación global, culturalm ente m uy positiva,
y separar algunos aspectos puntuales:

Cuadro comparativo entre los sofistas y Sócrates


1. Im a g e n e x te rn a

Sofistas Sócrates

• Son m aestros profesionales. · N o quiere ser m aestro de


nadie.
• A m bu lantes, extranjeros (me- · A rraigado en A tenas, ciuda-
tekoi). d año con plenos derechos.
• T ien en alum nos. · Sólo h ab la de com pañeros.
• R esp on d en y h ab lan de todo. · Su lem a: «Sólo sé q u e no sé
nada.»
• A lq u ilan locales, cobran es- · «Jam ás cobré», dirá en Apo-
tipendios. logia.

2. C o nten idos d o c trin a le s


• A bandono cosm ología y físi- · Tras unos devaneos físicos en
ca en pro de la antropología su ju v en tu d , d ed icación total
y política. a la an trop ología, ética y po­
lítica.
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 49

• P reocupación y cultivo de la • L a definición.


lingüística, oratoria, gram á­ • L a inducción.
tica: el arte del eu legein: del
bien hablar. Estudio del gé­
nero, sinonim ia, exactitu d de
las palabras.
• Inten to superación crisis v a ­ • P rim acía valores internos.
lores.
• Personajes respetados y con­ • Jefe indiscutible de un círcu­
sultados por los gobernantes. lo social m u y influyente.
• E xteriorización virtud y per­ • A firm ación valores objetivos.
secución éxitos sociales y po­ • Interiorización.
líticos.
• E scuela de dem agogos. • C rítica gobernantes.
• R eligiosam en te ateos o a g ­ • C reyente en su daimon y prac­
nósticos. ticante en los cultos oficiales.
• L a ley com o convención , an­ • L a ley de la polis com o co m ­
tinatural. p on en te de uno m ism o. In ­
m utable. Pacto individual con
la ley y reflejo de la ley ob je­
tiva.

Los sofistas y Sócrates com parten la tesis de la bondad del


hom bre, que sólo por accid en te p u ed e hacer el m al. L uego, el m al
es corregible con una ed u cación com ú n a todos.

3. M étodos

• E nciclopedistas eruditos, dis­ • C onfesión de ignorancia.


cursos sobre todo.
• H ab lan «ante» grandes a u d i­ • H a b la «con» personas c o n ­
torios. cretas.
• U so del m acrodiscurso. E x­ • U so del m icrodiscurso o la
pertos oradores para fascinar. conversación directa, perso­
E m ocionan. nal para convencer. R azon a
y hace razonar. Filosofar ju n ­
tos: symphilosophein.
• La antilogía o el discurso • La m a y eú d ca la paridora (iro­
contrario tam bién conocidos nía, d iálogo, definición). L a
por el dissoi logoi (discursos verdad es objetiva, lu eg o
dobles) : saber defender el «si» única.
y el «no» de una tesis.
50 I APOLOGIA D E SO CRATES

• L a im provisación com o pieza • La im provisación com o dere­


de lucim iento. cho y prueba de au ten tici­
dad.
• Locales cerrados y alquilados. • El ágora, la calle, la taberna.

4. O b jetivos

• G anar en las A sam bleas, en • C onvencer de la necesidad


pletios, areté práctica: cóm o de la virtud.
triunfar en la vida.
• C aptación de jóven es am b i­ • A bierto a todos.
ciosos.
• C onseguir dinero. • C onciencia social, «el tábano
de A tenas».
• N o conseguir la verdad, sino
ganar casos concretos.
• Enseñar a hablar en público. • Enseñar a pensar en com ún.
L a revolución ética de Sócrates

Se ha dicho en todos los m anuales que Sócrates es el


creador de la Etica, y que incluso la elevó a la categoría de
ciencia (epistéme). M érito que debería com partir con el resto
de los sofistas por su preocupación por las ciencias referentes
al hombre: Política, Sociología, D erecho, Etica.
¿Qué significa esta revolución?
U n cam bio de sentido de las preocupaciones del discurso
llam ado presocrático (atento a la cosm ología y a la física,
pero en el sentido am plio y total de la ph ysis), haciendo el
trasvase hacia la problem ática hum ana, personal y social.
Sócrates conocía estos estudios, y con algunos de estos
filósofos llegó a tratar personalm ente (Anaxágoras, por ejem ­
p lo), pero no le convencieron sus aportaciones: la physis,
después de tantas teorías de los m onistas o pluralistas, seguía
siendo iin m isterio, algo inexplicable. D elante suyo, estaban
los hom bres concretos, con preocupaciones distintas a las de
los filósofos, y esta fue su opción: «... que soy am ante del
conocim iento, y los hom bres que habitan la ciudad son m is
maestros y no los árboles del cam po» (Fedro, 230)23.

23 E s ta frase, ta n c o n o c id a , la p r o n u n c ia S ó c ra te s a n t e la s afe c tu o sa s r e c r im in a d o -
n es d e F e d ro , c o n el q u e c o m p a r te u n d e lic io so p a s e o p o r los a lre d e d o re s d e A te n a s,
« a m b o s, c o n los pies d escalzo s p a r a d is f ru ta r d e los h ilillo s d e a g u a d e l río D iso».
S ó c ra te s d e s c u b re , con p asm o , la b e lle z a d el p a isa je , y es e n to n c e s c u a n d o F e d ro le
r e c u e r d a q u e « n o a b a n d o n a s ja m á s la c iu d a d , n i s iq u ie ra p a r a s a lir d e sus m u ra lla s y
a h o r a , te c o m p o rta s c o m o u n e x tr a n je ro » , a la q u e c o n te s ta S ó c ra te s c o n la ta n c i ta d a
ex c u sa , m u y d is c u tib le , p o r c ierto .

51
52 / APOLOGIA D E SOCRATES

L a a x io lo g ía s o c rá tic a
«M i tarea es la perfección del espíritu24 hasta lo m áxim o,
no el poder ni el dinero» ( Apología, 30 b ). D esconcertante
para unos oídos de m ercaderes y com erciantes, que vivían de
la explotación de otros hom bres llegando incluso a justificar
racionalm ente la esclavitud por m edio de una de las m entes
más lúcidas de su época y la de todos los tiem pos, Aristóte­
les25... D urísim o es el reproche que Sócrates dirige a la
A sam blea que está recogiendo datos para condenarle o
absolverle, por su afán en cosechar dinero, goces m ateriales,
sinónim o de degeneración del espíritu (Apología, 29 e). Ante
ellos, él se presenta com o ejem plo de todo lo contrario: «Os
presento el testigo m ás incuestionable: m i pobreza.» Por eso,
jam ás cobró com o sus "Compañeros los sofistas, descuidó su
propia econom ía y rehusó colaborar con el poder, cuando
sabía que tenía todas las barajas en la m ano para sacar todos
los triunfos apetecidos: ni la dem ocracia ni la oligarquía
lograron torcerle, cuando todo el m undo sabía que la oligar­
quía, por lo m enos, le hubiera ofrecido cualquier prebenda a
cam bio de su colaboración.
L eyendo la Apología puede hacerse el listado de los bienes
que constituirán esa nueva axiología, que dejam os para ser
realizada en su ejercicio correspondiente. Sólo debem os
anticipar que m ás q u e’una colección de «bienes», en Sócra­
tes se trata del «bien» total, com o verem os a continuación.

24 T r a d u c im o s la p a l a b r a psijé p o r « e s p íritu » y, o tra s veces, p o r « a lm a » . P a r a los


g rie g o s, el p sijé e ra el p rin c ip io , el arjé q u e a n im a b a u n c u e rp o . T e n ía n a lm a los
a n im a le s , in c lu s o el m u n d o y los dioses. S in e m b a rg o , el a lm a h u m a n a te n ía u n as
c a ra c te r ís tic a s esp ecífica s. S ó c ra te s p a r e c e s er el p rim e ro e n h a c e r d el a l m a la sed e d e
la in te lig e n c ia y d e Ja ig n o ra n c ia y d e la s v irtu d e s . E l a lm a , c o m o fu e n te d e los v a lo re s
s u p re m o s , los q u e p r o d u c e n la v e r d a d e r a fe lic id a d , eudamonía, e n o p o s ic ió n d e los d el
c u e rp o , p a s a je ro s y, a v ec es, falsos p o rq u e c re a n d e s a rm o n ía c o n los b ie n es d e l e s p íritu .
S ó c ra te s im p r e g n a el c o n c e p to d e psijé d e u n s e n tid o é tic o n u e v o , ro z a n d o la
re lig io s id a d . S in e m b a r g o , es c o n el C ris tia n is m o , c u a n d o el c o n c e p to d e a lm a se
a d o r n a c o n u n a s c o n n o ta c io n e s e x c lu s iv a m e n te relig io sas y tr a s c e n d e n ta le s , al h a c e r la
in m o r ta l e in m a te r ia l o e s p iritu a l.
25 L a d e fe n s a d e la e s c la v itu d h e c h a p o r A ris tó te le s e n s u Polilica b a s a d a en Ja
desigualdad natural humana, c o n s titu y e u n o d e los te x to s filosóficos m á s c o n tu n d e n te s d e
la s in flu e n c ia s d el c o n te x to h is tó ric o so cia l so b re el p e n s a m ie n to .
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 53

L a in te rio riz a c ió n , lo gro so c rático


Frente a los valores de casta y sociales, sobre todo hacia
los de la nobleza, que asigna el valor a las acciones externas,
adquirido en los com bates y hazañas m ilitares, y del que
la m itología presenta abundantes ejem plos, y que inclu­
so llega a identificar la virtud, la areté, com o cualidad
exclusiva de la nobleza de sangre, Sócrates da un giro de
noventa grados: desplaza los valores de la sangre o de la
situación social en favor de una nueva axiología basada en
valores intelectuales o m orales. En este punto coincide con
objetivos de las reformas dem ocráticas: am bos proclam an la
igualdad hum ana. Pero Sócrates avanza m ucho más: el
hom bre bueno o m alo, lo es por criterios internos, no por
reconocim ientos públicos ni por logros m ateriales:

M ira Critón, es necesario q ue prestem os aten ción a si


todo debe hacerse o no, puesto que yo, no sólo ahora sino
siem pre, no tengo por costum bre ob ed ecer a ninguno de m is
interlocutores, sino ú n icam en te a aquel discurso (logos) q ue
m e parece mejor cu an d o lo exam ino.

Esta es la gran revolución socrática, lo que jam ás se


había dicho con tanta claridad y lo que provocó el escánda­
lo: la proclam ación de la suprem acía de los derechos y
deberes de la propia conciencia, que él m etaforizará con la
im agen del daimon personal, de «esa voz que llevo dentro
desde m i infancia» (Apología, 31 c). Ese es el cam bio de
sentido del discurso del nuevo filósofo: dejar la ciencia de lo
externo, el kosmos, para refugiarse en sí mismo; aquí, dentro
de cada uno, es donde la arm onía puede ser perfecta.

Q uien p ie n sa co rre c tam e n te , a c tú a c o rre c ta m e n te


La virtud consiste en resistir a los im pulsos particulares,
que son egoístas, para seguir los mandamientos universales de la
razón. La virtud escapa a cuestiones tem peram entales y
personales, e incluso, colectivas. L a virtud no recibe presio-
54 I APOLOGIA D E SO CRATES

nes particulares. Las virtudes particulares, referentes a uno


m ism o o al Estado, son perfectas cuando reflejan la virtud
universal. La areté es el Bien. N o es que Sócrates proclam e la
existencia de las Ideas innatas, que después hará Platón por
su cuenta, sino que deja bien claro que no existen bienes
particulares, ni virtudes personales26. La individualid ad de
las propias preferencias resueltas por la necesidad universal:
hacer el m al es seguir un bien particular y aparente, en
contra del real y universal. H ay una ecuación de equilibrio
entre razón-virtud-felicidad. Y así se constituye un punto de
referencia universal en contra del relativism o sofístico: él
cum ple las leyes, hasta la m uerte, porque no son fruto de
convenciones entre particulares, sino el pacto entre cada
ciudadano y la virtud objetiva de la Justicia, que es univer­
sal, por tanto, válida para todos.

Luego, la ig n o ra n c ia es el m a l
N o puede hacer el mal sino sólo aquel que ignora que
existe el bien.
La felicidad es la realización de los deseos que satisfacen,
pero no sólo a los sentidos — bienes aparentes— , sino el goce
total que sólo puede venir del disfrute de los objetos de la
R azón. C uanto más razonable sea el hum ano, m ás virtuoso
será, por necesidad de su propia naturaleza, y, por tanto,
más feliz. C onocer y actuar son directam ente proporcionales.

¿L a v irtu d es e n se ñ a b le ?27
Sí y no.
N o, si enseñar significa la copia de patrones externos y

26 T a m b ié n es n u e v a esta c o n c e p c ió n d e la v ir tu d c o m o e se n c ia , n o c o m o v irtu d e s
p a r tic u la r e s . A d e m á s d e los a c to s c o n c re to s p o r los q u e p ra c tic a m o s c ie r ta s v irtu d e s ,
e x iste n la J u s tic ia , la B ellez a, el B ie n c o m o id e a s q u e e s tá n s o b re sus m a n ife s ta c io n e s .
D e to d a s fo rm a s, S ó c ra te s n o lle g ó a la o b je tiv iz a c ió n d e la s id e a s , a p o r ta c ió n
d e s ta c a d a d e P la tó n , c o n su c lá s ic a d iv isió n del m u n d o d e los s e n tid o s (aislhetós) y el d e
la s id e a s (noetós).
27 L a s o c ie d a d c u l ta y b u rg u e s a d e A te n a s c o m p a r tía la id e a d e q u e el tr a b a jo
serv il, in c lu s o los oficios m a n u a le s , e r a n im p ro p io s d e su c a te g o r ía , re s e rv a d o s a los
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 55

vivir según normas im puestas. Se inicia aquí la discusión


entre m orales autónom as y heterónom as y es Sócrates el
anticipo de K ant al defender la necesidad en que se ve
abocada la R azón de ir siem pre, im perativo hum ano, hacia
lo que se le presenta com o su Bien.
Sí que es enseñable, si enseñar es colaborar desde fuera
para que cada uno inicie esta búsqueda. La R azón tiende
im periosam ente hacia su Bien. Lo que puede suceder es que,
en m ás de una ocasión, otros bienes particulares desvíen su
atención. Y es entonces cuando se necesita de alguien que te
«muestre» lo que tienes dentro. D e aquí el símil famoso de
Sócrates de ayudar a alum brar, a encontrar la luz o la
m ayéutica (parir)28.

L a v irtu d es el m áx im o b ien in d iv id u a l y so c ia l
Si eres bueno (agdthos), serás feliz (eudaimonos) y bien
visto o honrado (kalós) porque has sido justo (díkaios). Cada
adjetivo conduce al siguiente com o si de inferencia interna
gozaran.
Atrevida es, pues, la tesis socrática: la virtud es útil al
individuo y a la sociedad: al prim ero porque le proporciona
paz consigo m ism o, «la libertad de la autoconciencia y de la
subjetividad infinita», en frase de H egel. Libertad jam ás

esclav o s y o b re ro s (demiourgos). P o r eso, to d a p ro fe s ió n q u e p o d ía c o m p r a r s e e ra m a l


v ista . D e a h í, p a r t e d e l d e s p re c io h a c ia los so fistas q u e « c o b r a b a n p o r e n s e ñ a r» . L u e g o ,
al a f ir m a r q u e la v ir tu d p o d ía e n s e ñ a rs e , a lg u ie n p o d ía c o n fu n d irla c o n la p ro fe sió n
so fista. P o r eso, la e d u c a c ió n p a r a la v ir tu d n o e r a u n o ficio , sin o q u e p a r tic ip a b a d e l
« a rte » , d e la « té c n ic a » y d e la « c ie n c ia » . E ra te n e r c o n o c im ie n to s y c o m p e te n c ia s o b re
a lg o ta n im p o r ta n te c o m o el « a r te d e s a b e r e n s e ñ a r» . L a e d u c a c ió n c o m o c ie n c ia
(epistém e) y té c n ic a . H a y u n a arelé p a r a s er z a p a te r o , c a n to r o b u e n h o m b re ; q u ie n la
c o n o c e , d o m in a la té c n ic a e sp ecífica p a r a r e a l iz a r b ie n la s ac c io n e s q u e p r o d u z c a n los
r e s u lta d o s a p e te c id o s. S in e m b a r g o , la r e a l id a d p o lític a , e n u n a d e m o c r a c ia r a d ic a l,
s u p o n ía « q u e todos p o s e ía n el a r te d e g o b e rn a r» , el s o rte o , e le g ía , d e e n tr e los 4 0 0 0 0
a te n ie n s e s lib re s, q u ié n e s d e b ía n g o b e r n a r . S ó c ra te s , p o r el c o n tra rio , n o n a v e g a r ía e n
u n a n a v e s in e x p e rto c a p itá n , y les r e c u e r d a q u e n a d ie — él sie m p re ib a d escalzo —
d e ja r ía el a rre g lo d e sus z a p a to s , m á s q u e a l z a p a te ro . P o r ta n to , el E s ta d o d e b e
d e ja rs e e n m a n o s d e q u ie n e s p o s e a n «la arelé p o lític a » , d e q u ie n e s c o n o z c a n los b ie n e s
n e c e sa rio s p a r a cjue f u n c io n e el E s ta d o y s e p a n co n seg u irlo s: c ie n c ia y té c n ic a , co n u n a
c ie r ta dosis d e a p t itu d in n a ta .
28 V é a s e p á g in a 63.
56 I APOLOGIA D E SOCRATES

im pedida por nadie, porque nadie puede entrar dentro de


esa infinita interioridad. Y para la sociedad tam bién es útil
la virtud individual, porque la virtud es justicia que es la
vara de m edir ( métron) que nos iguala y conform a, evitando
conflictos sociales. D esde los pitagóricos, y después sobre
todo en Platón, influye notoriam ente esta idea de proporcio­
nalidad, ese construir un m undo ético-político com o si de
m edidas geom étricas se tratara. «Preguntado una vez, qué
cosa es virtud en un joven , respondió: “ El que no se exceda
en n a d a .”» ( D i o g e n e s : op. cit., 1 3 . )

L a é tic a se co n v ierte en p o lític a y l a p o lític a en é tic a


El objetivo de Sócrates es el hom bre concreto, secunda­
riam ente, el Estado: reform ando el ciudadano, nacerá el
Estado perfecto, tan m inuciosam ente diseñado, unos años
más tarde, por Platón. En la Apología (19 d) dirá sin rodeos:
«C onocer la ciencia que hace buenos hom bres y buenos
ciudadanos.»
Por eso no entra en el ju ego de la política: ni las
condiciones externas eran adecuadas, ni su daimon se lo
perm itía, ni es esa la m isión que el dios le ha asignado para
cuidar y proteger a su ciudad. D edicará toda su vida a
filosofar y a enseñar a filosofar, convencido de que es el
m ayor bien para todos, «conocer de tal ciencia, la que hace
buenos hom bres y buenos ciudadanos». O tra de las ideas
obsesivas en P latón y que desarrollará profusam ente en sus
obras políticas para llegar a la construcción de su kalípolis, la
ciudad perfecta.

L a é tic a so c rá tic a e s la b ú sq u ed a, no la s r e sp u e sta s


Podría parecer que estam os trazando unos cam inos m ate­
máticos: todo está cohesionado entre sí, si haces «a», gozarás
de «b».
Pero la práctica no era así: el hom bre justo sufre el m al,
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 57

padece la injusticia. Este es el gran dram a de Platón que no


quiso contestarse nunca de cara: ¿Por qué una polis perfecta
condena al m ás perfecto de sus ciudadanos?
Sócrates sí que se autocontestó: la felicidad no está en los
resultados externos, sino en la m ism a apetencia. Se es tan
feliz durante el cam ino com o al llegar a la m eta. El hom bre
recto siempre es feliz, y anticipándose a la tesis estoica, dirá
«que jam ás un injusto puede dañar a un hom bre justo»
( Apología, 30 d ) .
Por eso, «jamás hay que hacer el m al ni siquiera para
devolverlo, pues no se peca contra el que te daña, sino contra
las leyes» (Fedro, 166). Este es el testam ento que deja a sus
jueces legales: « N o es a m í a q u ien habéis condenado, sino a
vosotros mismos» (Apología, 30 d). Si la virtud conlleva su
propio placer, el m al, lógicam en te, llevará su propio castigo.

A m odo de conclusió n
La gran hazaña de Sócrates no son las respuestas, sino las
preguntas.
El no fue un reform ador ni el fundador de una secta
religiosa.
Antes y después de Sócrates, siguieron las contradiccio­
nes: siguió la esclavitud, continuaron las guerras, se infrava-
lorizó a la mujer, se despreciaba el trabajo m anual, incluso
el técnico.
Y se siguió condenando a nuevos hom bres inocentes,
com o le ocurrió a él: «Esa peste no se detendrá con m i
condena.»
Q uizá por eso no quiso huir y prefirió morir: para hacer
aún más vivas las contradicciones. Seguram ente que Sócrates
no sería lo que es si no hubiera bebido la cicuta. E, incuestio­
nablem ente tam bién, si en estos m om entos no hubiera tenido
a su lado a un genio llam ado Platón.
8 E l método socrático

E n u n fam o so d iá lo g o , P la ló n nos c u e rn a u n a c o n v e rs a c ió n e n tr e S ó c ra te s , M e lló n ,


im p ó r ta m e c i u d a d a n o a te n ie n s e , y u n o de sus esclavos. S ó c ra te s p re te n d e d e m o s tr a r
q u e la ve/rd ad csiá d e n t r o y q u e el esclav o , a n a lfa b e to , la d e s c u b r irá c o n só lo el a r te d e
p r e g u n ta s y re p u e s ta s, «ve y o b s e rv a si m e d e s c u b re s d e c irle o e x p lic a rle a lg o , e n v ez d e
p e d ir su o p in ió n » . E sta es la mayéulica socrática en la q u e a lg u n o s m o d e rn o s psicó lo g o s
c o n d u e lis ta s h a n q u e r id o v e r en S ó c ra te s el p re c u rs o r d e la s máquinas de enseñanza.

58
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 59

Guste o no a Sócrates, hay que concederle el título de


maestro. Su m anera de hacer ha despertado m iles de suge­
rencias. Profesional, profesor a la usanza sofística, no; m aes­
tro, pedagogo, sí.
Su lem a le viene por vía m aterna: «Soy hijo de una
trem enda y excelente partera», por eso, «¿no sabéis que m e
dedico al arte de m i madre?» que es «el arte de despertar y
de hacer cesar los dolores del parto intelectual» (T eeto,
151 b).

L a m o d e stia so c rá tic a , com o in icio d e la p a r tid a


Atenas asiste a la invasión de petulantes «que tenían la
pasión noble y peligrosa de ser sabios», dirá Platón. U n a
auténtica epidem ia donde los osados pod ían aparentar sin
exigírseles el rigor de ser.
Sócrates no quiere caer en esta tram pa o m oda social: ser
sabio sería tener que com petir con las mism as armas y
subirse a la palestra de la palabra para conseguir, no el
aplauso de la verdad, sino el de un público m anipulable.
Para dejarlo bien claro, escoge el conocido «sólo sé que
no sé nada», que en el fondo es sólo sim ulación e im potencia.
Para explicarlo, recurrirá a la fam osa encuesta a los p olíti­
cos, poetas y artesanos en su Apología (21 c). Estos se conside­
ran sabios porque creen haber llegado a una m eta y poseer la
verdad. Por tanto, ya han dejado de buscar, viven de segu­
ridades, pero que en el fondo es ignorancia irresponsable.
Sócrates está siem pre en cam ino: «no concibo una vida
sin búsqueda», y aún m ás explícitam ente: «jamás, m ientras
viva, dejaré de filosofar» (Apología, 29). El dudar y el hacer
dudar es la m agia que le seduce:

Q uerido Critias — dirá en el Cármides — , m e tratas com o


si yo pretendiera saber cosas sobre las cuales te interrogo y
dependiera de m í el ponerm e de acuerdo contigo. Yo busco.
Juntos exam inem os los problem as qu e se presentan. Y si
busco, es qu e yo m ism o no sé.
60 I APOLOGIA D E SO CRATES

Su m isión de partera le obliga a intervenir en el parto


intelectual, no a procrear, especificará. U n hijo no puede ser
de una sola persona, es una obra en colaboración. Esta es la
significación de este verbo tan expresivo symphilosophein:
filosofar es com ún, filosofar en grupo.
Y con ello ha conseguido dos cosas:
Desenm ascarar a los falsos sabios, «no dejaré en paz, sino
que le exam inaré, interrogaré y le refutaré» (Apología, 29 c).
Y adquirir pequeñas certezas, andar un trozo de cam ino
juntos, con los que no «saben nada», pero que quieren saber,
y, «esto lo haré con los jóvenes y los viejos, con todos los que
m e encuentre».

L a ra zó n com o fu en te de cono cim iento


Antes de Sócrates — los presocráticos— , tenían puesta la
m irada hacia el exterior: cosmos, caos, physis. Sócrates
invierte el cam ino, y usando el argum ento de autoridad se
apropia de la sentencia del oráculo de Delfos: «C onócete a ti
m ism o.»
Para encontrar la verdad, no hay que escuchar discursos
de m oda ni pagarse maestros. La verdad em ana de dentro de
uno m ism o y con la razón — que es physis— , el hom bre
entra en contacto con la naturaleza. Esta es la esencia del
intelectualism o socrático, aplicada a la E tica y a la fuente de
conocim iento. G uiado por la razón, todos, hasta el más
ignorante, pued en llegar a idénticas m etas. A ún ahora nos
deja perplejos la fuerza didáctica que em ana de la interesan­
te conversación entre Sócrates, M enón y un esclavo analfa­
beto que descubre — razonando— la solución a un problem a
de geom etría (M enón, 14).
«Estam os ebrios de razón», exclam ará m ás tarde Platón
(Lysis, 226 b), o el no m enos entusiasta testim onio del
T im eo, «tom ar parte en el festín de los razonam ientos». La
razón, que no es la luz-fuerza de los ilustrados, ni la pre­
cisión m atem ática-dedu ctiva de los racionalistas, sino que
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 61

en Sócrates es la lechuza de los filósofos y la inspiración de


los poetas, com o lo era en A tenea: «los m ayores bienes nos
vienen de una locura que se nos da com o don divino» (Fedro,
224 a), y más gráficam ente: «los razonam ientos hermosos son
los encantam ientos», relacionando lo m ágico con lo racional,
llegando a la herm osa confesión: «Soy sabio sin quererlo»,
porque de hecho lo que ha hecho es sólo «dejarse llevar por
donde el razonam iento nos em puje», porque «la razón nos
arrastra» (Tim eo, 27 b), ya que «la ruta de la nave de vela es
del viento» (Eutrifón, l i d ) .

L a in d u cció n , «in v e n to » so c rátic o


Aristóteles atribuye a Sócrates un dob le invento, aunque
discutido por la crítica: «el razonam iento inductivo» ( epakti-
koi lógoi) — que a partir de lo particular, se llega a conocer lo
universal— , y la «definición universal» ( orízeszai kazólou o la
horismós). Cita sacada de un fam oso pasaje de su M etafísica
V I, y según T ovar (op. cit., 43 ), procedente de Jenofonte.
Inventos por los que generosam ente atribuyen algunos la
paternidad de la L ógica a Sócrates.
La contraposición entre Sócrates y la sofística es total
aquí: éstos im ponen puntos de vista, opiniones (doxa). N o
pretenden co n v en cer— o sea: vencer ju n tos...— , sino vencer,
apabullar. Son m ercaderes de opiniones, de ahí su relati­
vismo.
H ay que superar el m undo de la doxa, o la afirm ación de
una cosa sin conocer autén ticam ente su realidad, y llegar al
m undo de la certeza, y después, al de la verdad:

— Supongo — le dice un interlocutor.


— N o basta con suponer, es preciso que sepam os ex a cta­
m ente, con fírme con ven cim ien to.

Esta es la inducción socrática: partir de casos concretos,


de los problem as cotidianos, para ascender al m undo de las
esencias, de los conceptos, la ousía, que es el saber total. Su
62 / APOLOGIA D E SO CRATES

forma de iniciar el diálogo, m uchas veces es el tí esti, «¿qué


es eso?», para llegar a la homología, o los acuerdos en la
discusión, pactos dialécticos para seguir avanzando. Saber la
esencia de las cosas ( ousía) , es llegar a su definición ( horismós) o
«determ inación de los conceptos generales», según Aristóteles.
Así, por ejem plo, no em pezará su diálogo diciendo: «la
justicia es....» «la valentía es...» — com o si él ya poseyera la
verdad...— , sino que a base de preguntas y respuestas
encadenadas, acabará preguntando: «¿Estamos de acuerdo
en que esta palabra significa, es igual para nosotros a...»
Q uien se cree poseedor de la verdad, la im pon e desde su
certeza; quien la busca, com parte dudas y esfuerzos por
hallarla.

El d iálo go so c rátic o , g e n ia lid a d d id á c tic a


Y a vim os cóm o Sócrates rehúsa el parlam ento sofístico o
m acrologos para aceptar sólo el directo con el interlocutor, el
diálogo o micrologos: «M i enferm edad es no saciarm e nunca
de discutir.»
La dialéctica socrática no tiene ese sentido de lucha de
contrarios de H eráclito o H egel. «D ialéctica es sim plem ente
saber preguntar y responder» (Crátilo, 390 c). El discurso
largo busca las m asas, el aplauso, la sugestión colectiva. El
discurso corto, el m ercado, la calle, el convencim iento, crea
lazos de am istad o rechazo:

C on que así era com o decía que llegab an a ser los h om ­


bres los mejores y los más felices y los m ás capaces para
discurrir y dialogar; y aún decía que el d ialogar o discutir se
decía en griego, dialégesthai de los que se ju n ta b a n en com ún
a reflexionar discerniendo y distinguiendo, esto es, dialégontas,
las cosas en sus géneros y clases. (Jen ofon te: Recuerdos de
Sócrates, libro IV , cap. V , 12.)
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 63

L a co n trad icció n , p ie d r a de toque


T am bién aquí están presentes los sofistas acostum brados
a vender discursos contradictorios, en este curioso juego de los
razonam ientos dobles: saber defender una causa, una tesis y
tam bién su contraria. Por eso, el relativism o es la consecuen­
cia lógica y habrá que adm itir la fam osa frase de Protágoras,
uno de los mejores representantes de la sofística: «El hom bre
es la m edida de todas las cosas, de las que son, en cuanto que
son, y de las que no son, en cuanto que no son» (Diels-
K ranz, fragm ento 1).
Para Sócrates hay un m om ento en que no debe prose­
guirse el camino: cuando aparece la contradicción con lo
dicho anteriorm ente o con los hechos de cada día. Diríam os,
usando el símil pugilístico, que goza cuando tiene acorralado
al adversario. Esa es la sensación que nos produce el careo
con M eletos ( Apología, 27 a) y en el que éste confiesa que ya
no se sabe si cree o no cree en los dioses y divinidades. La
contradicción a la que se llega por el argum ento ad absurdum
o por una cadena de argum entos disyuntivos o condicionales
en las que se van cerrando las posibilidades. La definición es
el acuerdo logrado entre todos; la contradicción es la posi­
ción personal, sin base sostenible. Con ello logra descubrir
posturas absurdas: «dicen saber pero no saben», acabará tras
el interrogatorio a poetas, artesanos y políticos o logrará la
sonrisa burlona del público en sus careos con ciudadanos
inútiles que quieren presentarse com o im portantes, com o se
ve en tantos sabrosos diálogos transcritos por Jenofonte en los
Recuerdos de Sócrates.

Los p aso s de la m a y é u tic a


V am os a sintetizar. El m étodo específicam ente socrático
se conoce con el nom bre de «m ayéutica» del verbo griego
maieuo: «alum brar, dar a luz». Consta· de tres partes m uy de­
finidas: la ironía, el diálogo propiam ente dicho y la conclu­
sión o definición.
64 I APOLOGIA D E SO CRATES

Soy hijo de una excelente y tremenda partera. S ó c ra te s lle g a .a id e n tif ic a r su p ro fe s ió n co n la


d e su m a d re : a y u d a r a la s m e n te s a d a r a lu z , lo q u e c o n s titu y e la m a y é u tic a .

La ironía: Sócrates, ese hom bre con cara de sátiro, ironiza


contra quien se presenta a dialogar engreído. H ay m uchas
m aneras de interrogar: la despectiva, la autoritaria, la inge­
nua, la curiosa, desde la ignorancia, desde el poder. En
Sócrates la ironía es ese aire ingenuo, inocentón, que le da el
atrevim iento de preguntar sobre todo y a todos. A lcibiades,
en el Banquete, le llam a «insolente burlón». C alicles, colega
de Cridas en la T iranía, le recrimina: «T ienes la costum bre
de hacer preguntas cuando sabes, generalm ente, de lo que se
trata.»
T od o el m undo sabe que una burla en público es la más
cruel m anera de cortar los hum os a los listillos. Expresiva la
anécdota en que E utidem o, que interrogaba a un m uchacho,
DOSSIER IN F O R M A TIV O / 65

hace un aparte a Sócrates para decirle: «R esponda lo que


responda, caerá en la tram pa.»
La ironía socrática es dura a veces, pero generalm ente
no. Es una m anera de conseguir igualdad entre todos los
presentes. Es un fingir que no se sabe, para que el interlocu­
tor se encuentre cóm odo y así responda sin com plejos. L lega
a decir: «Yo no sé, pero tú sí que sabes.» Y a continuación
pide a sus interlocutores que le ilustren. C uando éstos han
expuesto sus opiniones, Sócrates plantea sobre ellas unas
preguntas que aparentem ente sólo están destinadas a aclarar
aquellas, pero que llevan poco a poco a su interlocutor a la
contradicción lógica. Este reconoce entonces que no sabe
nada preciso y. seguro sobre el asunto. A partir de ahí,
Sócrates orienta las preguntas en un sentido creador, buscan­
do la verdad entre todos, constituyendo el diálogo.
E l diálogo, al que anteriorm ente hem os calificado de
genialidad didáctica y que ha sido punto de referencia de las
llam adas escuelas activas. M aestría indiscutible la de Sócra­
tes en este género, reflejada en la form a de escribir de Platón.
U n diálogo siem pre cíclico, progresivo y que obliga a todos a
disuadir: D ialogesthai. Esta segunda parte se llam a «opera­
ción partera», «m ayéutica», porque en él se da a luz la
verdad, que reposa en la propia razón del interlocutor,
aunque sin tener conciencia de ella.
L a definición o la conclusión colectiva, el acuerdo pactado
para ir venciendo el relativism o. Para que todos se pongan
de acuerdo acerca del significado de las palabras que cada
uno y todos, después, usarán. Y si no se llega a la verdad
total, la alezeia, ir avanzando con verdades particulares,
operativas.
66 I APOLOGIA D E SOCRATES

S ó crates y la filo so fía g rie g a

Siglo Escuelas ji filósofos

L O S P R E S O C R A T 1 C O S : P re o cu p a c ió n p o r la C osm ología y Física.


R a d ic a d a fu era d e A tenas.

Escuela Jónica Escuela Itálica Escuela de Elea Escuela Pluralista


(p itagórica) (co n ciliad o ra)

T ales (624)
A n a x im a n d ro (610)
A naxim enes (588) P itágoras (572) P arm en id es
¡H eráclito (540) Pitagóricos Zenón
H e rá c lito (540)
A n a x á g o ra s (500)
A p a re c en los E m p éd o cles (490)
S O F IS T A S
P rotágoras (480)
G orgias (483) -
S O C R A T E S (470)
D e m ó c rito (430)

P L A T O N (428-347) Escuelas socráticas: L


1. Escuela d e M e g ara : ' fu n d ad a p o r E uclides d e M e g ara
(no el g eó m etra) (444). C o n tem p lació n del bien. P reo ­
c u p ació n d ialé c tic a erística.
2. Escuela d e Elis. F u n d a d a p o r Fedón: a c e n tú a n su ti­
lezas erísticas.
3. Escuela d e E re tria : filial d e la an te rio r.
A R IS T O T E L E S 4. Escuela cirenaica: fu n d ad a p o r A rístip o de C irene:
(384-322) p rim a cía d e la sensación. H ed o n ism o . Se fu n d irá c o n el
epicureismo.
5. Escuela cínica: fu n d ad a p o r Antístincs. E xaltadores d e la
vida n a tu ra l. D om inio d e sí m ism o p a ra conseguir in d i­
ferencia. A u ta rq u ía .

Apogeo escuelas éticas: Helenismo.


Estoicos E picúreos
Escépticos
Kl te a tr o e ra a c tiv id a d v ital en A te n a s. S e rv ía p a r a d iv e rtirs e , re u n irse , p a ra e d u c a r al
p u e b lo V p a ra fu s tig a r vicios in d iv id u a le s o a c tu a c io n e s d e los p o litic o s. A c to r con
m á sc ara.
APOLOGIA DE SOCRATES

17a ¡C iudadanos atenienses!1:

[E x o rd io : Ignoro qué im presión habrán despertado en voso­


e lo c u e n c ia d e tros las palabras de m is acusadores. H a n h ablado
sus a c u sa d o re s.]
tan sed uctoram ente2 que al escucharlas, casi han
conseguido deslum brarm e a m í m ism o.
Sin em bargo, quiero dem ostraros q ue no han
dicho nin gu n a cosa que se ajuste a la realidad.
A unque de todas las falsedades que h an urdido, hay
una que m e deja llen o de asombro: aq u ella en que
se decía que tenéis que precaveros d e m í, y no
dejaros em baucar porque soy una persona m uy
hábil en el arte de hablar.
Y ni siquiera la vergü en za les ha h ech o enrojecer
al sospechar de qu e les v o y a desenm ascarar con
hechos y no con unas sim ples palabras3. A j i o ser

1 E l s a lu d o o Andres Athenaioi, q u e p u e d e tra d u c irs e c o m o « v a ro n e s o c iu d a d a n o s


a te n ie n s e s » , n o es el d irig id o a los heliastai o ju e c e s d e l T r i b u n a l P o p u la r , sin o el
v o c a tiv o c o r rie n te u s a d o e n la s a s a m b le a s . S ó c ra te s n o se s ie n te c u lp a b le , p o r eso,
p re fie re s e g u ir t r a ta n d o a sus c o n c iu d a d a n o s c o m o m ie m b ro s d e u n i m i s m a p o lis, d e la
q u e to d o s se e n o rg u lle c e n d e p e rte n e c e r . S ólo d e s p u é s d e su c o n d e n a c a m b ia r á este
s a lu d o e n tr e c o m p a ñ e ro s p a r a d irig irs e d ir e c ta m e n te a los ju e c e s .
2 «... ta n s e d u c to r a m e n te » : d e s d e el p r im e r m o m e n to q u ie r e d e ja r c la ro q u e tie n e
m u y p re s e n te s la s fo rm a s d e los sofistas, e n c la r a d e c a d e n c ia e n este m o m e n to . L os
sofistas, m a e s tro s d e la o r a to r ia , q u e g a n a b a n sus b a ta lla s c o n p a la b r a s , p r e o c u p a d o s en
v e n c e r, n o e n c o n v e n c e r y q u e d e s lu m b r a b a n c o n sus b rilla n te s d iscu rso s, a u n q u e
tu v ie r a n q u e c o n tra d e c irs e .
3 N u e v a a lu s ió n a los sofistas, q u e a u n q u e e s té n m a l v isto s p o r los a c u sa d o re s d e
S ó c ra te s , sin e m b a rg o , u sa n los m ism os m é to d o s . L os sofistas, v e n d e d o re s d e p a la b r a s ,
n o re s is tía n la c o n tr a s ta c ió n d e los h e c h o s, r e to q u e es la n z a d o p o r S ó c ra te s , a p e s a r de
c o n o c e r la a c u s a c ió n d u rís im a d e A ristó fa n e s a l S ó c ra te s d e L a s nubes: « s a c e rd o te d e las
v a c ie d a d e s» .

68
APOLOGIA I 69

que ellos consideren orador h abilidoso a aquel que


sólo dice y se apoya en la verdad. Si es eso lo que
quieren decir, gustosam ente he de reconocer que
soy orador, pero ja m á s en el sentido y en la m anera
usual entre ellos. A u n q ue v u elvo a insistir, que
poco, por no decir nada, han dicho que sea verdad.

[ D ife re n c ia s Y , ¡por Zeus!4, qu e no les seguiré el ju eg o co m p i­


e n tr e su tiendo con frases redondeadas, ni con bellos discur­
d is c u rs o y el d e
sus
sos escrupulosam ente estructurados com o es propio
a c u sa d o re s.] de los de su calaña, sino que v o y a lim itarm e a decir
c llan am en te lo que prim ero se m e ocurra, sin rebus­
car mis palabras, com o si de un a im provisación5 se
tratara, porque estoy tan seguro de la verdad d e lo
que digo, que tengo bastante con decir lo justo,
dígalo com o lo diga. Por eso, que nadie de los aq u í
presentes, espere de m í, hoy, otra cosa.
Porque, adem ás, a la edad qu e tengo sería rid ícu ­
lo que pretendiera presentarm e ante vosotros con
rebuscados parlam entos, propios m ás bien de los
jovenzu elos con ilusas aspiraciones de m edrar6.

4 E l te x to o r ig in a l d ic e ma D ía , « p o r m i d io s» , q u e e r a la fó rm u la e m p le a d a en
ju r a m e n to s , p o n ie n d o p o r te stig o a Z e u s, d io s m á x im o d e l a m ito lo g ía g rie g a , p a d r e de
los dioses, re y d el cielo, d o m in a d o r d e los fe n ó m e n o s n a tu ra le s . L o s ro m a n o s lo
v e n e r a r o n b a jo la a d v o c a c ió n d e J o v is , y a l q u e d e d ic a r o n el « ju e v es» , y n o so tro s
c o n o c e m o s p o r J ú p ite r .
6 L a im p ro v is a c ió n e ra u n a h a b i lid a d m á s d e los o r a d o re s sofistas. Se a tr ib u y e a
G o rg ia s s u m á x im o uso: « C u a n d o se p r e s e n ta b a e n el te a tr o d e los ate n ie n s e s te n ía el
a tr e v im ie n to d e d e c ir:
“ — P ro p o n e d u n te m a ” , p a r a p a s a r a d e s a rro lla r lo in m e d ia ta m e n te » , s e g ú n nos
c u e n ta D ió g en e s.
¿Se t r a ta d e u n a a u té n tic a im p ro v is a c ió n ? E n c u a n to a la fo rm a , c a b e , p e ro n o en
sus c o n te n id o s : e n la Apología (40 b ) , d ic e q u e s u daimon n o le d ejó p r e p a r a r el d is c u rs o
a q u e lla m a ñ a n a . J e n o f o n te c u e n ta q u e al r e p r e n d e r le H e rm ó g e n e s p o r d is c u tir d e to d o
y d e s c u id a r su d e fe n s a le co n testo :
«— ¿Es q u e n o crees q u e m e h e p a s a d o m i v id a p r e p a rá n d o m e ?
— ¿C ó m o es eso?
— E n c u a n to q u e lle g o al fin a l sin h a b e r h e c h o n a d a in ju s to , q u e es p re c is a m e n te la
q u e ju z g o la m e jo r m a n e r a d e p r e p a r a r m i d e fe n sa .»
L a ley p r o h ib ía el e je rc ic io d e los p ro fe s io n a le s o « lo g o g ra fo s» y c a d a a c u sa d o d e b ía
h a c e r su p r o p ia d efen sa. C u e n ta D ió g e n e s (Sócrates, 18) q u e el m á s fa m o so reto r, L isias,
le p r e p a r ó u n d iscu rso , a lo q u e c o n te s tó S ó c ra te s:
«— E l d isc u rso es m u y h e rm o so p e ro n o a p r o p ia d o p a r a m í. ¿N o crees q u e m e
c o n v e n d ría n m a n to y s a n d a lia s p a r a p r o n u n c ia rlo ? »
6 E r a la m o d a d e A te n a s: a fa m a d o s m a e s tro s p r o m e tía n ascen sio n es m e te ó ric a s en
la p o lític a , c o n sólo el a r te d e la e lo c u e n c ia . J o v e n z u e lo s llen o s d e a s p ira c io n e s y a fá n
d e m e d r a r , se a p u n t a b a n al m e jo r v e n d e d o r e n el m e rc a d o d e la p a l a b r a . El in ic io d el
Protágoras es u n b e llo e je m p lo d e l a n s ia d e la j u v e n tu d p o r ese tip o d e n o tic ia s
c u ltu ra le s .
70 I APOLOGIA D E SO CRATES

Tras este preám bulo, debo haceros, y m u y en


serio, una petición. Y es la de que no m e exijáis que
use en mi defensa7 un tono y estilo diferente del que
uso en el ágora8, curioseando las m esas de los
cam bistas o en cualquier sitio donde m uchos de
vosotros m e habéis oído. Si estáis advertidos, des­
pués no alborotéis por ello9,
d Pues, ésta es m i situación: hoy es la prim era vez
que en m i larga v id a 10 com parezco an te un tribu­
n a l11 de tan ta categoría com o éste. Así q ue — y lo
d igo sin roc|eos— soy un extraño a los usos de
hab lar que aq u í se estilan. Y si en realidad fuera
uno de los tantos extranjeros que residen en A tenas,
m e consentiríais, e incluso excusaríais el que hablara
con aqu ella expresión y acen to propios de d onde m e
hubiera criad o12. Por eso, debo rogaros — aunque
creo tener el derecho a exigirlo— que no os fijéis ni
18 a os im porten m is m aneras de hab lar y de expresar-

7 E l s is te m a ju d i c ia l a te n ie n s e e s ta b a m u y p o c o e la b o r a d o y la d in á m ic a d e los
ju ic io s e r a b a s ta n te sim p le : p r e s e n ta c ió n d e la a c u s a c ió n o fic ia l, e x p o s ic ió n d e Jos
a c u s a d o re s a n te los ju e c e s , ré p lic a d e l a c u s a d o . O íd a s a m b a s p a rte s , el T r i b u n a l d e los
Q u in ie n to s v o ta b a l a s e n te n c ia , q u e sólo p o d ía esco g erse e n tr e Jas p e n a s p r o p u e s ta s p o r
los a c u s a d o re s o el p r e s u n to reo . T o d o ello d e b ía re a liz a rs e e n el té r m in ç d e
v e in tic u a tr o h o ra s , lo q u e e x p lic a la s re p e tid a s q u e ja s d e S ó c ra te s.
8 E l á g o r a e r a el lu g a r in e v ita b le d e re u n ió n . L a v iv ie n d a g rie g a e ra p e q u e ñ a , y el
g rie g o , q u e g o z a b a d e l c lim a a b ie r to d e l M e d ite r r á n e o , e ra h o m b r e d e c a lle . E l á g o ra
se c o n v e rtía , s u c e s iv a m e n te , e n m e rc a d o , p a r la m e n to im p ro v is a d o , v o c e a d o r d e
n o tic ia s , lu g a r d e e n c u e n tr o , d e c ita s y d e e s p a r c im ie n to . M ie n tr a s lo s sofistas
a l q u ila b a n lu g a re s c e rra d o s p a r a e n s e ñ a r y c o b r a r , S ó c ra te s c o n tra s ta c o n el uso d e
lu g a re s a b ie r to s y c o n el r e p a r t o g e n e ro s o d e s u p a la b r a .
9 M a c h a c o n a in s is te n c ia d e S ó c ra te s en d e ja r b ie n c la ro q u e él sólo p r a c tic a el
m ic ro d is c u rs o o el d iá lo g o y n o los p a r la m e n to s y lu c im ie n to s d e los so fistas. S in
e m b a r g o , este ju ic io e r a p a r t ic u l a r m e n t e e s p e ra d o : p o r tr a ta r s e d e la c o n f r o n ta c ió n d e
d o s e stilo s d e v id a , d e estilo , d e o r a to r ia , d e filosofía y p o r la p e r s o n a lid a d d e S ó c ra te s.
E l p u e b lo se la s v e ía y p r o m e tía c o n la s p o sib le s « o rig in a lid a d e s » c o n la s q u e S ó c ra te s
les p o d ía s o r p r e n d e r . P o r eso, n o se c a n s a d e este tip o d e a d v e rte n c ia s : él n o está
d is p u e s to a c o la b o r a r e n e ste e sp e c tá c u lo .
10 L a e d a d d e S ó c ra te s , e n este m o m e n to , o sc ila b a s o b re los s e te n ta añ o s.
11 S e tr a ta d e l T r i b u n a l d e los J u e c e s o dikastai, c o n s titu id o p o r 500 ju e c e s , eleg id o s
p o r so rte o d e los c o m p o n e n te s d e la H e lie ia , o a u té n tic o T r i b u n a l P o p u la r , q u e p o c o a
p o c o fu e u s u r p a n d o fu n c io n e s . L a H e lie ia c o n s ta b a d e 5 0 0 0 m ie m b ro s , m á s u n a
re s e rv a d e o tro s 1 00 0 , to d o s ellos escogidos p o r so rteo , d e e n tr e los a s p ir a n te s
v o lu n ta rio s , q u e p o d ía n s e rlo to d o s los a te n ie n s e s , e n p le n itu d d e sus d e re c h o s.
12 A te n a s se h a b í a c o n v e rtid o , d e s p u é s d e Jas G u e rra s M é d ic a s , y s o b re to d o co n la
e x p a n s ió n c u ltu r a l y e c o n ó m ic a d e P eric les, e n el c e n tr o d e l m u n d o g rie g o , d e la
H é la d e . D e s d e el p u e r to d e l P ire o , a u té n tic a s o le a d a s d e e x tr a n je ro s , metekoiy y g rieg o s
d e c o lo n ia s, a c u d ía n c o n tin u a m e n te . S ó c ra te s r e c la m a el d e re c h o e le m e n ta l d e e x p r e ­
sa rse lla n a m e n te , c o m o si d e u n p r in c ip ia n te se tr a ta , o d e u n a d v e n e d iz o , y m á s a ú n
d o n d e e x is tía n v a ria s fo rm a s d ia le c ta le s d e la le n g u a g rie g a c o m ú n .
APOLOGIA I 71

m e 13 (que no du d o de que las habrá mejores y


peores) y qu e por el contrario, pongáis atención
exclusivam en te en si digo cosas justas o no. Pues, en
esto, en el ju zgar, consiste la m isión del ju ez, y en el
decir la verdad, la del orador.

[A c u sa c io n e s Así
pues, lo correcto será que pase a defender-
a n tig u a s .] m e 14.
E n prim er lugar de las qu e fueron las prim eras
acusaciones propaladas contra m í por m is antiguos
acusadores y después pase a contestar las más re­
cien tes15.
b T odos sabéis que, tiem po h a , surgieron d etracto­
res m íos, qu e nunca dijeron n ad a cierto y es a éstos
a los que m ás tem o, incluso más que al propio
A nitos y a los de su com parsa, au n q u e tam bién
c esos sean de cuidado. Pero lo son más, atenienses,
los que tom ándoos a m uchos de vosotros desde

13 T a m b ié n S ó c ra te s e r a c o n o c id o p o r su o b sesiv o uso d e la p a l a b r a c o m o m é to d o
d e sus e n s e ñ a n z a s . E l d iá lo g o — la d ia lé c tic a s o c rá tic a — y e r a el c a m in o e leg id o p a r a
b u s c a r co n sus in te rlo c u to re s la v e r d a d p r o f u n d a d e las cosas, la s ousías o esen cia, n o la s
a p a rie n c ia s .
S u fa m a d e b u e n o r a d o r, o d o m in a d o r d e la c o n v e rs a c ió n , e r a p o p u la r: « E n la
o r a to r ia e r a v e h e m e n tís im o , c o m o d ic e Id o m e n e o , p e ro los T r e in ta T ira n o s le
p r o h ib ie r o n e n s e ñ a rla , s e g ú n re fie re J e n o f o n te » (D ió g e n e s, I I , Sócrates, 4).
A esto h a b ía q u e a ñ a d ir c ie r ta te a tr a lid a d q u e se le a trib u ía : « m u c h a s v ec es a
ex ceso s d e v e h e m e n c ia e n el d e c ir, so lía d a rs e d e co s c o rro n e s y a u n a r r a n c a r s e los.
c a b e llo s, d e m a n e r a q u e m u c h o s se r e í a n d e él y lo d e s p re c ia b a n » , no s d ic e el m is m o
D ió g e n e s e n el m ism o te x to . V e r d a d o n o , e ste te stim o n io , lo c ie rto es q u e este ju i c io
e r a e s p e ra d o c o n p a s ió n , p e ro ta m b ié n co n im p a c ie n c ia p o p u la r : se p re v e ía to d o u n
e s p e c tá c u lo . E llo e x p lic a la c r e c ie n te fr u s tra c ió n y m u rm u llo s d e los a siste n te s,
c o n fo rm e a v a n z a el ju ic io y q u e S ó c ra te s n o se c a n sa d e a c a lla r: « n o os im p a c ie n ­
té is ...» , « n o m u rm u r é is ...» .
14 L a d e fe n s a o « a p o lo g ía » d e b ía h a c e r la el p ro p io in te re s a d o a u n q u e p o d ía s e r
a s e s o ra d o , e in c lu so , r e p e t ir d e m e m o r ia , los d iscu rso s h e c h o s p o r o tro s. N o h a y q u e
e x tr a ñ a r s e d e e s ta p rá c tic a , p u e s to q u e e n la A te n a s d e m o c r á tic a , la p a la b r a e r a la
r e c to r a a b s o lu ta e n la s A sa m b le a s, y c a b ía la p o s ib ilid a d d e la « d ic ta d u r a d e los
o ra d o re s » . P o r eso p a r e c e m u y ló g ic a la n o ta d e F ilo s tra to e n L as vidas de los sofistas
(D ió g e n e s, I): «L os a te n ie n s e s c u a n d o o b s e rv a ro n la g r a n in te lig e n c ia d e los sofistas, los
e x c lu y e ro n d e los ju ic io s a n te los tr ib u n a le s , p o rq u e p o d ía n v e n c e r c o n u n a c a u s a
in ju s ta y h a c e r la p re v a le c e r s o b re l a e q u id a d .» C o n ello se d e d u c e q u e la A b o g a c ía a ú n
n o e x istía e n G re c ia .
16 E n la a c u s a c ió n o fic ia l n o e x iste n estos d o s tip o s d e a c u sa d o re s. S in e m b a r g o ,
P la tó n o S ó c ra te s, p r e te x ta n u n a d iv isió n c ro n o ló g ic a e n t r e a c u sa d o re s a n tig u o s y
a c tu a le s p a r a fa c ilita r el e s q u e m a d e l d iscu rso .
16 A u n q u e fu e ro n tres los a c u s a d o re s , c ita só lo a A n ito s p o r h a b e r sid o éste q u ie n
fo rm a liz ó l a a c u s a c ió n a n te el A r c o n te - R e y . A n ito s , n e g o c ia n te y c u r tid o r d e p ie le s
p a r e c e q u e e r a p o lític o c o n s e rv a d o r y co n u n a c re re s e n tim ie n to c o n tr a lo s sofistas. S in
e m b a r g o , fu e M e le to s q u ie n firm ó la a c u s a c ió n , y el q u e d io la ca ra .
72 I APOLOGIA D E SOCRA TES

niños os persuadían y m e acusaban m entirosam ente


diciendo que h ay un tal Sócrates, sabio, que se
ocu p a de las cosas celestes, que in vestiga todo lo
que hay bajo la tierra y que h ace m ás fuerte el ar­
gu m ento m ás débil. Estos, son, de entre m is acu ­
sadores, a los que más tem o por la m ala fam a
que m e han creado y porque los que les h an oído
están convencidos de que quienes in vestigan tales
asuntos tam poco creen que existan dioses . Y h a­
bría de añadir que estos acusadores son m u y n u m e­
rosos y que m e están acusando desde h ace m uchos
años, con la agravante de q ue se dirigieron a
vosotros cu an d o erais niños o adolescentes y por ello
m ás fácilm ente m anipulables, in ician d o un a u tén ti­
co proceso contra m í, ap rovechándose de qu e ni yo,
ni n adie de los que h ubieran p od id o defenderm e,
estaban presentes. Y lo m ás desconcertante es, que
d ni siquiera dieron la cara, por lo que es im posible
conocer todos sus nom bres, a ex cep ció n de cierto
autor de com ed ias18. Esos, pues, m ovidos por en v i­
dias y ju gan d o sucio, trataron de convenceros para,
que una vez convencidos, fuerais persuadiendo a
otros. Son, ind iscu tib lem en te, difíciles de desenm as­
carar, pues n i siquiera es posible hacerles subir a
este estrado para q ue den la cara y p u ed an ser
interrogados, por lo que m e veo ob ligad o — com o
vulgarm en te se dice— a batirm e contra las som bras
y a refutar sus argum entos sin que nadie m e repli­
que.
C onvenid, pues, conm igo, q ue dos son los tipos de
acusadores con los que debo enfrentarm e: unos, los
m ás antiguos, y otros, los qu e m e han acusado
recientem ente,
e Por ello, perm itidm e que em p iece por desem ba-

17 I n s in ú a los c a rg o s d e la a c u sa c ió n : in t e r p r e ta c ió n d e los fe n ó m e n o s n a tu r a le s q u e
s u p o n ía la s u p re s ió n d e los dioses, e in tr o d u c c ió n d e n u e v a s d iv in id a d e s , to d o lo c u a l,
c o n d u c ía a la c o r ru p c ió n d e la ju v e n tu d .
18 L o s c ó m ico s y c o m e d ió g ra fo s e r a n — y sig u e n s ie n d o ...— los c rític o s so cia les y
p o lític o s, a u n q u e m u c h a s veces d is fra c e n la r e a l id a d c o n el re c u rs o a la c o m ic id a d , la
s á tir a y la c a ric a tu r a . E llo s so n los q u e v iv e n c o n m a y o r Riesgo el d e re c h o d e la lib e r ta d
d e ex p re s ió n .
A q u í se re fie re a A ris tó fa n e s , q u e e s c rib ió la c o m e d ia d e L as nubes, c a r i c a t u r a d e
S ó c ra te s e n el q u e le id e n tific a c o n la sofística d e v a lu a d a . E sto s u c e d ía a u n o s
v e in tic in c o a ñ o s a trá s , c u a n d o la m a y o r ía d e los asistentes" e r a n n iñ o s o a d o le s c e n te s.
APOLOGIA I 73

razarm e prim ero de los más antiguos, pues fueron


sus acusaciones las qu e llegaron antes a vuestro
conocim ien to y durante m u ch o más tiem po que las
recientes.

[ I n ic io A clarado esto, es preciso q u e pase a iniciar m i


d e fe n sa .] defensa para intentar extirpar de vuestras m entes
19
a esa difam ación que durante tanto tiem po os han
alim en tad o y debo hacerlo en tan poco tiem po
com o se m e ha c o n ced id o 19. Esto es lo qu e pretendo
con m i defensa, confiado en qu e redunde en b enefi­
cio m ío y en el vuestro, pero no se m e escapa la
dificultad de la tarea. Sin em bargo, qu e la causa
tom e los derroteros qu e sean gratos a los dioses. Lo
- m ío es ob ed ecer a la le y 20 y abogar por m i causa.

[ T e x to R em on tém on os, pues, desde el principio para ver


a c u s a c ió n .] cuál fue la acusación que d io origen a esta m a la
b im agen de que gozo y que h a dado pie a M eletos21
para iniciar este proceso contra mí. c-
Im agin ém on os qu e se tratara de una acusación
form al y p ública y oím os recitarla delante del
tribunal :
«Sócrates es cu lp ab le porque se m ete donde no le
im porta, in vestigan d o en los cielos y bajo la tierra.
P ractica hacer fuerte el argum ento m ás débil e
indu ce a m uchos otros para qu e actúen com o él.»
[ R e t r a to d e c A lgo parecido encontraréis en la com edia23 de
Las nubes.]

19 L a le y p e r m itía al a c u s a d o in v e r tir el m is m o tie m p o q u e h u b ie r a n c o n s u m id o sus


a c u sa d o re s e n la ex p o s ic ió n y p r u e b a s . R e p e tid a m e n te se q u e ja S ó c ra te s d el escaso
tie m p o c o n c e d id o . L os in s tr u m e n to s d e m e d ic ió n e r a n la s c le p s id ra s o relo jes de a g u a .
20 N u e v a a lu sió n a los sofistas e n z a r z a d o s e n la p o lé m ic a d e l v a lo r d e la ley p o s itiv a
o nomos, c o m p a r a d a c o n la s leyes d e la n a t u r a le z a o physis. E l nomos, p a r a alg u n o s, e r a
u n a sim p le c o n v e n c ió n o c o n tr a to e n tr e c a b a lle ro s , o d e sig u a le s, p a r a a u to d e fe n s a d e
los d é b ile s c o n tr a los n a t u r a lm e n te fu e rte s. S ó c ra te s a c e p ta la ley d e la po lis co m o u n
c o n tr a to in d iv id u a l c o n la s leyes, y p o r ta n to v in c u la n te .
21 M e le to s , p o e ta d e escasa c a te g o ría , es el a c u s a d o r o fic ia l, a u n q u e el a u té n tic o
a n im a d o r f u e ra el c u r tid o r d e p ie les y d e m ó c r a ta c o n s e rv a d o r, A n ito s. M ele to s e r a lo
q u e se lla m a el « h o m b re d e p a ja » , «el to n to ú til» .
22 P o r p r im e r a vez, a p a re c e el r e c ita d o d e l te x to d e la a c u s a c ió n q u e d e s p u é s
r e p e t ir á c o n m a y o r p re c is ió n e n el c lím a x d e la Apología. C o m o p u e d e c o m p ro b a rse ,
h a y u n a v a g a c o in c id e n c ia .
23 L a c o m e d ia d e L a s nubes fu e e s tr e n a d a e n el a ñ o 4 2 3 , sin d e m a s ia d o éx ito . L a
v id a d e S ó c ra te s e r a v e r d a d e r a m e n te c u rio sa , o rig in a l, p e r o n o e s tra fa la r ia , co m o lo
d e m u e s tr a la c a n tid a d y c a lid a d d e sus s e g u id o re s. E ra el a u té n tic o líd e r d e p a r te d e la
ju v e n tu d p u d ie n te y d e secto res a n tid e m o c r á tic o s .
74 I APOLOGIA D E SO CRATES

A ristófanes24, d onde un tal Sócrates se paseaba por


la escena, vanagloriándose de que flotaba por los
aires, soltando m il tonterías sobre asuntos de los que
yo no en tien d o ni poco ni n ad a25. Y no d igo eso con
ánim o de m enosprecio, no sea que entre los presen­
tes haya algú n aficionado hacia tales m aterias y lo
aproveche M eletos para entablar n uevo proceso
contra mí, por tan grave crim en.
L a verdad es, oh, atenienses, que no tengo nada
d que ver con tales cuestiones. Y reto a la inm ensa
m ayoría para que recordéis si en m is conversaciones
m e habéis oíd o discutir o exam inar sobre tales
asuntos; incluso, que os inform éis los unos de los
otros, entre todos los que m e hayan oíd o alguna
vez, y publiquéis vuestras averiguaciones26.
Y así podréis com probar que el resto de las
acusaciones q ue sobre m í se han propalado son de la
m ism a calaña.
[L a b u e n a y la Pero nada de cierto hay en todo esto, ni tam poco
m a la so fistic a.] s¡ os J^an con tad o que yo soy de los que intentan
educar a las gentes y que cobran por ello y tam bién
e p uedo probar que esto no es verd ad 27. Y no es que
no encuentre herm oso el que algu ien sepa dar
lecciones a los otros28, si lo h acen com o Gorgias de

24 A ristó fa n e s c o n fu n d e a S ó c ra te s co n los sofistas d e v a lu a d o s . R id ic u liz a a S ó c ra te s


c o m o m a e s tro , e x p lo ta d o r d e u n a A c a d e m ia , ferv o ro so s e g u id o r d e la e rístic a .
25 V é a s e e n el Documento I V el tip o d e « g ra c ia s » o ch istes q u e u s a b a el « p ro fe» ,
d ir e c to r d e l p e n s a to rio , ese ta l S ó c ra te s . S in e m b a rg o , p a r a el p u e b lo , q u e p a s a b a d e
d is tin c io n e s filosóficas y d e p a rtid is m o s e n tr e físicos jó n ic o s o m ilesios, c a p ta b a sólo el
m e n sa je d e m o le d o r d e esas a s tr a c a n a d a s , q u e a u n q u e n o g u s ta ro n c u a n d o se e s tr e n a r o n
e n el a ñ o 4 2 3 , e n p le n o a u g e d el p re s tig io d e S ó c ra te s, y q u e d a r o n c o m o p u n to de
r e fe re n c ia e n la s c o n v e rs a c io n e s d e la g e n te s e n c illa .
26 S ó c ra te s se d e s e m b a r a z a d e la s a c u sa c io n e s d e l c ó m ic o c o n el lla m a d o - « a r g u ­
m e n to d e e x p e rie n c ia » : c o n tr a la fu e rz a d e u n o s h e c h o s, se a d u c e la f u e r z a d e o tro s
h ec h o s.
27 D e s c a rta d o su in te ré s p o r los te m a s cien tífico s o e s tu d io d e la p/iysis, p a s a al
s e g u n d o a s p e c to q u e e r a el q u e m á s le h a b ía d e s p re s tig ia d o : los sofistas so n los p rim e ro s
p ro fe s io n a le s d e la e n s e ñ a n z a q u e c o b r a n p o r su tra b a jo . E n A te n a s, d o n d e el o cio e ra
n eg o c io : v ia ja r , c o n v e rs a r, c o m e rc ia r, to d o tr a b a jo r e m u n e r a d o (dem iurgos) e r a co n si­
d e r a d o tr a b a jo serv il y d e s p re s tig ia d o . E sta c o n c e p c ió n lú d ic a d e la v id a , f o m e n tó u n a
in v e stig a c ió n c ie n tífic a , sólo te ó ric a o e s p e c u la tiv a , no v a lo r a n d o sus a p lic a c io n e s
té c n ic a s, lo q u e e x p lic a sus escasos a v a n c e s cien tífico s.
S ó c ra te s , q u ie re a c la r a r : p rim e r o , n o s er m a e s tro d e n a d ie ; se g u n d o , n o te n e r
d isc íp u lo s, sin o c o m p a ñ e ro s , y te rc e ro , n o c o b ra r: v iv ir y m o r ir p o b re , p o r q u e r e r
p r e s ta r u n s erv ic io — su filo so fa r— g r a tu ito a la polis.
28 A q u í S ó c ra te s nos o frece u n a d o b le c la s ific a c ió n d e la sofística: la p r im e r a , q u e
h a b ía c o n ta d o c o n p e rs o n a je s m u y p restig io so s, a los q u e S ó c ra te s ta m b ié n re s p e ta , y la
APOLOGIA I 75

L eontinos o Pródicos de Ceos29 o H ipias de H éli-


d e30, que va n de ciudad en ciu d ad , fascinando a la
m ayoría de los jóven es y a m uchos otros ciudadanos
que podrían escoger lib rem en te y gratis, la com p a­
ñía de m uchos otros ciudadanos y que, sin em bargo,
prefieren abandonarles para escogerles a ellos para
recibir sus lecciones por las q ue deben pagar y, aún
20 a más, restarles agradecidos.
Y m e han contado, que corre por ahí uno de esos
sabios, natural de Paros31 y que precisam ente ahora
está en nuestra ciudad. C oincidió que m e encontré
con el hom bre que m ás dinero se ha gastado con
estos sofistas, incluso m ucho m ás él solo qu e entre el
resto juntos.
A éste — que tiene dos hijos, com o sabéis— le
pregunté:
«— C alías32, si en lugar de estar preocupado por
b dos hijos, lo estuvieras por el am aestram iento de dos
potrillos o dos novillos, nos sería fácil, m ediante u n
jornal, encontrar un buen cuidador: éste debería

s e g u n d a , c o m p u e s ta p o r los se g u id o re s m e d io c re s , m a e s trillo s a p r o v e c h a d o s , v e n d e d o ­
res d e tru c o s d e p a la b ra s p a r a d e s p e r ta r a d m ir a c ió n p rim e ro , y g a n a rs e la v id a
d e sp u é s. R ío r e v u e lto e n la s a g u a s d e la d e m a g o g ia o la c a z a d el v o to .
S ig u e la c ita d e los tres sofistas m á s fam osos, e n las q u e n o in c lu y e a l im p o r ta n te
P r o tá g o r a s d e A b d e ra , m u e rto e n el 415.
G o rg ia s d e L e o n tin o s ,' el s e g u n d o d e la so fistic a, q u e a lc a n z ó g r a n p re s tig io y
lo n g e v id a d , m u r ie n d o q u in c e a ñ o s d e sp u é s d e S ó c ra te s. T e n ía fa m a d e u n g r a n
m a e s tr o d e la o r a to r ia y d e h a b ilid a d d ia lé c tic a . In flu y ó m u c h o e n O c c id e n te d e ja n d o
m u c h o s d isc íp u lo s, p o r e je m p lo , Is ó c ra te s .
20 P ró d ic o s d e C eos, e r a jo n io , d is c íp u lo d e P r o tá g o ra s . H o m b re d e p o c a s a lu d y
escasa v o z, s e g ú n co n fiesa él m ism o e n el Protágoras, d e P la tó n . S u e s p e c ia lid a d e r a n lo s
« a rg u m e n to s fu n d a d o s e n d is tin c io n e s y d iv e rso s s e n tid o s d e la s p a la b ra s , e s p e c ia lm e n te
la s in o n im ia » . S ó c ra te s n o p u d o p a g a rs e u n a s le c c io n e s c o n él.
S e g ú n D ió g en e s, r e c o rría las c iu d a d e s , r e c i ta b a e n p ú b lic o a la m a n e r a d e O rfe o ,
e n s e ñ a b a a la ju v e n tu d a a d q u i r ir m a y o re s c o n o c im ie n to s , p o r lo q u e o b tu v o g r a n d e s
h o n o re s.
F u e e m b a ja d o r d e su polis, C eos, e n A te n a s, p o r lo q u e él m ism o se a u to d e fin e
c o m o so fista b ifro n te : p o lític o y filósofo.
30 H ip ia s , el m á s jo v e n d e los tres sofistas c ita d o s y el d e m e n o r c a te g o ría , d o ta d o d e
g r a n f a c ilid a d d e p a l a b r a q u e lle g a b a a e m b a u c a r a sus o y e n te s . P la tó n le d e d ic a d o s
Diálogos, « H ip ia s m a y o r y m e n o r» , d o n d e H ip ia s es in te r lo c u to r de S ó c ra te s.
31 Se re fie re a E v e n o s d e P a ro s , p o e ta y so fista d el q u e se h a b la r á m á s a d e la n te y
c ita d o p o r P la tó n e n el Fedón y el Fedro.
C o n e sta c ita q u e d a re fle ja d a la a c o g e d o ra A te n a s , m e ta d e to d a s la s c o rrie n te s d e l
p e n s a m ie n to e in n o v a c io n e s . P e ric le s, m u e r to e n el. a ñ o 29, h izo d e e lla el c e n tr o
in c u e s tio n a b le d e la s g e n te s d e l M e d ite rrá n e o .
32 H o m b r e a c o m o d a d o y m e c e n a s d e los sofistas, c o m o nos r e la ta P la tó n e n el
Protágoras.
76 I APOLOGIA D E SO CRATES

hacerlos aptos y herm osos según p osibilitara su


naturaleza y seguro que escogerías al m ás experto
conocedor de caballos o a un b u en labrador. Pero,
puesto que son hom bres, ¿a q u ién has pensado
confiarlos? ¿Q uién es el experto en ed u cación de las
aptitudes propias del hom bre y del ciudadano?33.
Pues m e supongo que lo tienes todo bien estudiado,
por m or de esos dos hijos que tienes. ¿H ay alguien
preparado para tal menester?
— Claro qu e lo hay — respondió.
— ¿Quién?, y, ¿de dónde?, y, ¿cuánto cobra? — le
acosé.
— ¡O h, Sócrates!, se llam a E venos, es de Paros y
cobra cinco m in as»34.
Y m e pareció que este tal E venos p u ede sentirse
feliz si de verdad posee este arte y en señ a tan
con vin cen tem en te. Es que si yo poseyera este don
m e satisfacerla y oi'gullosam ente lo proclam aría.
Pero, la realidad es que no en tien d o nada sobre eso.

[E l o r á c u lo d e P uede que ante eso, alguno de vosotros m e inter­


D elfos: la pele:
ig n o r a n c ia
s o c rá tic a .] — Pero entonces, Sócrates, ¿cuál es tu auténtica
profesión? ¿De dónde h an surgido estas habladurías
sobre ti? Porque si no te dedicas a nada que se salga
de lo corriente, sin m eterte en lo que no te concier­
ne, no se habría originado esta pésim a rep u tación y
tan contradictorias versiones sobre tu conducta.
E xplícate de una vez, para qu e no tengam os que
darnos nuestra propia versión.
Esto sí que m e parece razonable y sensato, y por
ser cuerdo, quiero pasar a contestarlo para dejar
bien claro de dónde han surgido estas im posturas

33 P a r a el c o n c e p to d e aralé, v éa se p ág. 54, n o ta 26.


C o n tr a los sofistas, p a r a q u ie n e s arete, v ir tu d , es h a b ilid a d p a r a c o n s e g u ir el éx ito
p o lític o y so cial; p a r a la a r is to c ra c ia , e n q u e arelé es cosa d e p u r e z a d e s a n g re , alg o
c o n n a tu r a l a s u clase s o cia l; S ó c ra te s v in c u la el c o n c e p to a l c u id a d o d e l a lm a /e s p ír itu
d e ta l m a n e r a q u e a p o r t a la fe lic id a d y a r m o n ía p e r s o n a l y co lectiv a.
34 Es d ifíc il h a c e rn o s u n a id e a e x a c ta d e la c o r re s p o n d e n c ia m o n e ta r ia . U n a m in a ,
e ra u n a u n id a d g rie g a , s e x a g é s im a p a r t e d e u n ta le n to . C o p ia re m o s u n a c ita d e
G a r c ía C alv o : « L a s p o sesio n es d e S ó c ra te s se e v a lu á n en E l económico ( I I , 3) e n cin co
m in a s , u n a s 460 p e s e ta s o r o , p o r ta n to , u n a s , 9 0 0 0 p e s e ta s a c tu a le s (1 9 7 1 ), a u n q u e
c a lc u la n d o s o b re el v a lo r a d q u is itiv o , p o d r ía n m u ltip lic a rs e p o r tres o c u a tro »
(Recuerdos de Sócrates, 19, B. B., S a lv a t, 1971).
APOLOGIA I 77

L o s o r á c u lo s te n ía n g ra n p ro ta g o n is m o religioso. V éase el tr íp o d e s a g r a d o d e D el ios,


la p ito n is a , el s a c e rd o te q u e i n t e r p r e ta b a los o rá c u lo s y los clien tes.

que m e han hech o acreedor d e esta notoriedad tan


m olesta.
d E scuchadlo. Q u izá alguno se crea qu e me lo
tom o a guasa, sin em bargo, estad seguros de que
sólo os voy a decir la verd ad 35.
Y o he a lcan zad o este popular renom bre p o jiu n a
cierta clase de sabiduría que poseo. ¿De qu é sabidu­
ría se. trata? C iertam ente q ue es una sabiduría
propia de los hum anos. Y en ella es posible que yo
sea sabio, m ientras qu e por el contrario, aquellos a
los que acab o d e aludir, quizá tam bién sean sabios,
pero lo serán en relación a una sabiduría que quizá
e sea extrahum ana, o no sé con q u é nom bre calificar­
la. H ablo así, porque, yo, desde luego, que ésa no la
poseo ni sé nada de ella y el que propale lo
contrario o m ien te, o lo dice para denigrarm e.

36 A p a re n te m e n te , p a re c e q u e S ó c ra te s no se to m e la a c u s a c ió n e n se rio , pues e n
lu g a r d e r e f u ta r la d ir e c ta m e n te , in ic ia u n d is c u rs o d e fo n d o so b re su s u p u e s ta
s a b id u r ía . P a ra él, la p rin c ip a l c a u sa d e este p ro c e s o es la e n v id ia d e s p e r ta d a p o r su
m a n e r a d e a c tu a r ÿ p o r su d ife re n te c o n c e p c ió n d e los v a lo re s c u ltu r a le s , ético s y
p o lític o s. P o r eso, n o es d e e x t r a ñ a r esos c o n tin u o s m u rm u llo s d e los v a rio s c e n te n a re s,
o m iles d e asiste n tes, e n tr e e n fa d a d o s y d e c e p c io n a d o s .
78 I APOLOGIA D E SO CRATES

A tenienses, no arm éis barullo porque parezca que


m e estoy dando autobom bo.
Lo que os v o y a contar no serán valoraciones
sobre m í m ism o, sino que os v o y a rem itir a las
palabras de a lq u ien que m erece vuestra total con ­
fianza y que versan precisam ente sobre m i sabidu­
ría, si es que poseo alguna, y cual sea su ín d ole. Os
vo y a presentar el testim onio del propio dios de
D elfos .
21 a C onocéis sin duda a Q uerofonte37, am igo m ío
desde la ju v en tu d , com pañero d e m uchos de los
presentes, hom bre dem ocrático.
C on vosotros com partió el destierro y con voso­
tros regresó. B ien conocéis con qu é entusiasm o y
tozud ez em prendía sus empresas.
•Pues bien, en una ocasión, m irad a lo que se
atrevió: fue a D elfos a hacer una especial consulta al
„oráculo, y, os vu elvo a pedir calm a, ¡oh, atenienses!,
y que no m e alborotéis. Le preguntó al oráculo si
había en el m undo algu ien más sabio que yo. Y la
pitonisa respondió que no h ab ía otro superior.
T od a esta historia la puede avalar el herm ano de
Q uerofonte, aquí presente, pues sabéis qu e él ya
m urió.

36 E n D elfos, e x istía el fa m o so s a n tu a r io al dios A p o lo , e n c la v a d o s o b r e d a v e r tie n te


s u d o e s te d e l m o n te P a rn a s o . A él a c u d ía n g e n te s d e to d a G re c ia y d e l e x tr a n je r o p a r a
h a c e r to d o tip o d e c o n s u lta s . U n a s a c e rd o tis a o p ito n is a , s e n ta d a s o b re el s a g ra d o
tríp o d e , e n t r a b a e n tra n c e , s e g ú n d e c ía n , p o r e s ta r p o s e íd a p o r el dio s, a u n q u e o tro s
te stim o n io s lo a t r ib u y e n a u n o s v a p o re s e m a n a d o s d e u n a fu e n te d e u n r in c ó n d el
te m p lo . D u r a n te e ste tra n c e e p ilé c tic o , la p ito n is a p r o n u n c ia b a p a la b r a s in c o n e x a s o
ru id o s , q u e u n o s s a c e rd o te s , s e n ta d o s a su la d o , in t e r p r e ta b a n . A lr e d e d o r d e l te m p lo se
h a b ía m o n ta d o el c lá sic o n e g o c io d e la s re lig io n e s p o co e s c ru p u lo sa s : p o e ta s q u e
v e rs ific a n estos o rá c u lo s , sa c rific a d o re s d e v íc tim a s p a r a los sacrificio s, e x a m in a d o r e s d e
la s e n tr a ñ a s d e los a n im a le s sa c rific a d o s o el v u e lo d e Jas aves.
37 Q u e r o fo n te , a m ig o su y o d e to d a la v id a , y ya d e s a p a re c id o e n estos m o m e n to s .
E n L as nubes ta m b ié n q u e d a r id ic u liz a d o , a p a re c ie n d o e n fe rm iz o y a p o d a d o el
murciélago p o r sus a n c h a s ce jas q u e c o n tr a s ta b a c o n la c a lv ic ie d e S ó c ra te s , e n z a rz a d o s
los d o s e n m e d ir la ío n g itu d d e l s a lto d e u n a p u lg a d e s d e esas ce ja s h a s ta la c a lv ic ie d el
m a e s tro . D e s te rr a d o p o r los T r e in ta T ira n o s , c o n trib u y ó a la r e s ta u ra c ió n d e m o c r á tic a .
D ió g e n e s ( Sócrates, 16) a p o r t a u n a re s p u e s ta m á s e s c u e ta : « S ó c ra te s es el s a b io e n tre
los h o m b re s » , q u e c o n tr a s ta c o n l a d e J e n o f o n te : « H a b ie n d o Q u e ro fo n te c o n s u lta d o
a c e r c a d e m í, d io A p o lo la r e s p u e s ta d e q u e n in g u n o d e los h o m b re s e ra n i m á s lib re n i
m á s ju s to n i m á s p r u d e n te .» S in e m b a r g o , h a y q u e in c lin a rs e p o r el e n u n c ia d o escu eto ,
m á s a c o rd e c o n los usos d e los s a c e rd o te s y q u e c o n c u e rd a ta m b ié n co n P la tó n : «Si h a y
a lg u ie n m á s s a b io (sofóleros) q u e S ó c ra te s y el o rá c u lo c o n te s tó n e g a tiv a m e n te .» L a
h is to r ic id a d d e este o rá c u lo e r a a d m iti d a p o r to d o s los p re s e n te s, lo q u e e v id e n c ia la
p o p u la r id a d d e S ó c ra te s.
APOLOGIA I 79

V eam os con qué propósitos os traigo a relación


estos hechos; mostraros de dónde arrancan las ca ­
lum nias que han caído sobre m í38.

[In te rp re ta c ió n C uando fui conocedor de esta opinión del oráculo


oráculo: sobre mí, em p ecé a reflexionar:
interrogatorios
a los «sabios».] «— ¿Qué quiere decir realm ente el dios? ¿Q,ué
significa este enigm a? Porque y o sé m u y bien qu e
sabio no lo soy, ¿a qu é vien e, pues, el proclam ar
que lo soy? Y que él no m ien te, no sólo es cierto,
sino que incluso ni las leyes del cielo se lo perm iti­
rían.»
D urante m u ch o tiem p o m e preocupé por saber
cuál eran sus in ten cion es y qué era lo que en verdad
quería decir. M ás tarde, y m u y a desagrado, m e
dediq ué a descifrarlo de la sigu ien te m an era39:
A ndu ve m u ch o tiem po pensativo y al fin entré en
casa'd e uno de nuestros conciudadanos que todos
tenem os por sabio, con ven cid o de que éste era el
mejor lugar para dejar esclarecido el vaticin io, pues
pensé: «Este es más sabio que y o y tú decías que yo
lo era m ás que todos.»
N o m e exijáis que d ig a su nom bre; h a y a bastante
con decir que se trataba de un renom brado político.
Y al exam inarlo, ved ahí lo que experim enté:
tuve la_pr¡m era im presión de que parecía m u ch o
más sabio q ue m uchos otros y que, sobre todo, él se
lo tenía creído, pero que en realidad no lo era.
Intenté hacerle ver q u e él no poseía la sabiduría
que él presum ía tener. C on e llo ,jio sólo m e gané su
inquina, sino tam bién la de sus am igos.
Y partí, d icién d om e para m is cabales: ninguno de
los dos sabem os nada, pero yo soy el m ás sabio,

38 S ó c ra te s, a c u sa d o d e im p ie d a d (asebeia), re c o n o c e ser c re y e n te y s e g u id o r d e la
r e lig ió n p o p u la r y la d el E s ta d o . L o q u e h a c e S ó c ra te s n o es n e g a r l a re lig ió n , s in o
i n t e n ta r p u r ific a rla d e la g a n g a d e los m a n ip u la d o r e s e in te rm e d ia r io s a p r o v e c h a d o s .
S ó c ra te s , los e lim in a y p a s a a in t e r p r e ta r , él m is m o — sin in te r m e d ia ­
rio s— , el o r á c u lo y lo h a r á d e u n a m a n e r a r a c io n a l, no g r a t u ita .
39 S e p r o p o n e n tre s m u e s tra s d e los ta n c ita d o s « in te rro g a to rio s so crático s» . E n
c a d a u n o se e n f re n ta co n u n a clase social d e te r m in a d a , p o d e ro s a e n A ten a s. L a
in te n c ió n d e S ó c ra te s es J a c r ític a so cia l, su o b sesió n p o r s er c o n c ie n c ia c rític a ,
a u to d e n o m in á n d o s e , m á s a d e la n te , el tábano de Atenas: « e x h o rta n d o a to d o s a q u e
in q u ir ie s e n q u é m a l o b ie n te n ía n e n sus ca sas» (D ió g en es, Sócrates, 5). C o n esto s
in te r r o g a to r io s les d e m u e s tra q u e d e s c o n o c e n el o b je to d e s u c ie n c ia , y p o r ello les
ta c h a r á d e ig n o ra n te s .
80 / APOLOGIA D E SOCRA TES

porque yo, por lo m enos, lo reconozco. A sí que


pienso que en este p equeño punto, ju stam en te sí
que soy m ucho más sabio que él: que lo qu e no sé,
.tam poco presum o de saberlo.
Y de allí pasé a saludar a otro de los que gozab a
aún de m ayor fam a que el anterior y lleg u é a la
m ism a conclusión. Y tam bién m e m alquisté con él y
e con sus conocidos.
Pero no desistí. F ui entrevistando uno tras otro,
consciente que sólo m e acarrearía nuevas en em ista­
des, pero m e sentía ob ligad o a llegar hasta el fondo
para no dejar sin esclarecer el m ensaje del dios.
D eb ía llam ar a todas las puertas de los que se
llam ab an sabios con tal de descifrar todas las in cóg­
nitas del oráculo.
22 a Y , ¡voto al perro!40 — y juro porque estoy em p e­
ñado en sacar a la lu z la verdad— , que ésta fue la
única conclusión: los que eran reputados o se consi­
deraban a sí m ism os com o los m ás sabios, fue a los
que encontré m ás carentes de sabiduría, m ientras
que otros que pasaban por inferiores, les superaban.
P erm itid que os relate cóm o fue aq u ella m i
peregrinación, que cual em u lación de los trabajos
de H ércules41, llevé a cabo para asegurarm e de que
el oráculo era irrefutable.

b T ras los políticos, acosé a los poetas: m e entrevis­


té con todos: con los que escriben poem as, con los
que com p on en ditiram bos42 o practican cualquier
género literario, con la persuasión de que aquí sí
que m e encontraría totalm ente superado por ser yo

40 U n a e x p re s ió n p o p u la r q u e se rv ía d e ju r a m e n t o (k a i né ton kuna). U n d e s a h o g o
s im p á tic o .
41 H é r c u le s es la ro m a n iz a c ió n d e H e ra c le s , h é ro e g rie g o , p e rs o n ific a c ió n d e la
fu e rz a , q u e d u r a n t e su la r g a e x iste n c ia , tie n e q u e s u frir d iv e rsa s m e ta m o rfo s is. P a ra
e x p ia r la m u e r te d e su esp o sa M e g a ra , d e b e e je c u ta r los fam o so s d o c e tra b a jo s ,
im p u e s to s p o r su p r im o E u ris te o , r e y d e A rg ó lid e : so fo car, c o n sólo sus b ra z o s , al le ó n
d e N é m e a ; c o r ta r la s s ie m p re r e n a c ie n te s c a b e z a s d e la h id r a d e L e rn a ; a b a tir , c o n sus
flech as, u n a n u b e d e p á ja ro s ; c a m b ia r el c u rso d e u n río , p a r a li m p ia r la s c a b a lle riz a s
d e A u g ia s; r o b a r la s m a n z a n a s d e o r o d e l j a r d í n d e la s H e s p é rid e s , e n tr e la s p ro e z a s
m á s im p o r ta n te s . T o d o e llo h a c e n q u e sea u n m o d e lo fa s c in a n te p a r a la s g e n te s g rie g as.
42 E l d itir a m b o e r a u n c a n to c o ra l q u e se c a n ta b a c o n a c o m p a ñ a m ie n to d e f la u ta y
q u e se e n t o n a b a e n la s fiestas d e l d io s d e l v in o , D io n isio s (B a c o p a r a los r o m a n o s ) . E sas
fiestas, o r ig e n d e Ja re lig ió n e s ta ta l, f u e ro n a d q u ir ie n d o , p o c o a p o c o , c a rá c te r p ro fa n o
y p u r a m e n te lú d ic o .
APOLOGIA I 81

m uchísim o m ás ign oran te qu e uno cualquiera d e


ellos. Así pues, escogien d o las q ue m e parecieron sus
mejores obras, les ib a p reguntando qué es lo q ue
querían decir. In ten tab a descifrar el oráculo y, al
m ism o tiem p o, ir ap rendiendo algo de ellos.
Pues sí, ciudadanos, m e da vergüenza deciros la
verdad, pero hay que decirla: cualquiera de los allí
presentes se hubiera exp licad o m ucho m ejor sobre
ellos, que sus m ism os autores. Pues pronto descubrí
que la obra de los p oetas no es fruto de la sabiduría,
sino de ciertas dotes naturales y que escriben bajo
c inspiración, com o les pasa a los profetas y adivinos,
que pronuncian frases in teligen tes y bellas, pero
nada es fruto de su in telig en cia y m uchas veces
lan zan m ensajes sin darse cu en ta de lo que están
diciend o43. A lgo parecido o p in o que ocurre en el
espíritu de los poetas. Sin em bargo, m e percaté de
que los poetas, a causa de este don de las musas, se
creen los m ás sabios de los hom bres y no sólo en
estas cosas, sino en todas las dem ás, pero que, en
realidad, no lo eran.
Y m e alejé de allí, con ven cid o de q u e tam bién
estaba por en cim a de ellos, lo m ism o q ue ya antes
había superado a los políticos.

Para term inar, m e fui en busca de los ártesanos,


plenam en te con ven cid o de qu e yo no sabía nada y
que en éstos encontraría m uchos y útiles conoci-
d m ientos. Y ciertam en te qu e no m e equivoqué: ellos
en ten d ían en cosas q u e yo desconocía, por tanto, en
este aspecto eran m u ch o más expertos q ue yo, sin
duda.
Pero pronto descubrí que los artesanos ad olecían
del m ism o defecto qu e los poetas: por el hecho de
que d om in ab an bien un a técn ica y realizaban bien
un oficio, cada uno d e ellos se creía entendido no
sólo en esto, sino en el resto de las profesiones,
aunque se tratara de cosas m uy com plicadas. Y esta

43 T e o r ía q u e e x p lic a la c r e a c ió n lite r a r ia , c o m o re g a lo o « in s p ira c ió n g ra tu ita » d e


la s m u sa s, p o r la q u e los p o e ta s se s ie n te n im p e lid o s h a c ia s u o b ra . C o n tr a esta te o r ía
e s tá n lo s q u e d e ñ e n d e n la o b ra d e a r t e c o m o a p lic a c ió n d e té c n ic a s y re g la s. D e sc a rte s
c o m p a r ti r á la o p in ió n d e S ó c ra te s. D e to d a s fo rm a s, n o s o n p re c is a m e n te los filósofos
q u ie n e s m e jo r p u e d e n o p in a r s o b re la o b r a d e los p o etas.
82 I APOLOGIA D E SO CRATES

p etulancia, en m i opin ión , ech ab a a perder todo lo


que sabían.
E staba h ech o un lío, porque in ten tan d o interpre­
tar el oráculo, m e preguntaba a m í m ism o si debía
ju zgarm e tal com o m e v eía — ni sabio de su sabidu­
ría, ni ignorante de su ignorancia— o tener las dos
cosas qu e ellos poseían.
Y m e respondí a m í m ism o y al oráculo, qu e m e
salía m uch o m ás a cuenta perm anecer tal cual soy.

23 a E n fin, oh atenienses, que com o resultado de


[ R e s u lta d o de esta encuesta, m e encuentro, que por un la d o m e he
los
in te rro g a to rio s : granjeado m uchos enem igos y odios profundos y
o d io s enconados com o los haya, que h an sido causa de
p e rs o n a le s.] esta aureola de sabio con que m e h an adornado y
que han encen d id o tantas calum nias. E n efecto,
quienes asisten a ccid en talm ente a algu n a de mis
tertulias se im agin an q u izá de qu e yo presum o de
ser sabio en aquellas cuestiones en que yo som eto a
exam en a los otros, pero en realidad, sólo el dios es
sabio, y lo que quiere decir el oráculo es sim p lem en ­
te que la sabiduría h u m an a poco o nada vale ante
su sabiduría. Y si m e ha puesto a m í com o m od elo,
es que sim plem ente se ha servido de m i nom bre
com o para poner un ejem plo, com o si dijera: Entre
vosotros es el más sabio, ¡oh hom bres!, aquél que
com o Sócrates ha caído en la cu en ta de que en
verdad su sabiduría no es nada.
Es por eso, sen cillam en te, por lo que voy de acá
para allá, investigando en todos los que m e parecen
sabios, siguiendo la in d icación del dios, para ver si
encuentro una satisfacción a su enigm a, y a sean
ciudadanos atenienses o extranjeros. Y cu an d o des­
cubro que no lo son, contribuyo con ello a ser
instrum ento del dios.

[L o s jó v e n e s O cu p ad o en tal m enester, da la im presión de que


q u e Je im ita n .] m e he ded icad o a vagar44 y que he d ilap id ad o mi
tiem po, descuidando los asuntos de la ciu d ad , e
incluso los de m i fam ilia, viviendo en la m ás absolu-

44 V a ria s veces e n e s ta Apología se le p r e g u n ta a S ó c ra te s c u á l es s u a u té n tic a


p ro fesió n . N i Jas o c u p a c io n e s fa m ilia re s , s e g ú n X a n tip a , n i las e c o n ó m ic a s, le in q u ie ta n
e n ex ceso , lo q u e e x p lic a sus lim ita c io n e s e c o n ó m ic a s.
APOLOGIA I 83

ta pobreza por preferir ocuparm e del servicio del


dios.
Por otra parte, ha surgido un grupo de jóvenes
que espontáneam ente_rne siguen y que son los que
disponen de m ayor tiem p o libre, por proceder de
fam ilias acom odadas, disfrutando al ver cóm o so­
m eto a interrogatorios a m is interlocutores y en más
de una ocasión se p on en ellos m ism os a im itarm e
exam inando a las gentes45. Y es cierto que han
encontrado a un buen grupo de personas que se
pavonean de saber m u ch o pero que en realidad
poco o nada saben. Y en consecuencia, los ciudada­
nos exam in ad os y desem baucados por éstos, se enco-
raginan contra m í — y no contra sí m ism os que sería
lo más lógico— , y de aq u í n ace el rum or de que
d corre por ahí un cierto personaje llam ad o Sócrates,
de lo m ás ^siniestro y m alvad o, corruptor de la
ju ven tu d de nuestra ciudad. Pero cuando alguien
les pregunta q ué es lo que en realidad enseño, no
saben qué responder, pero para no hacer el ridículo,
echan m ano de los tópicos sobre los nuevos filósofos:
«que investigan lo q ue h ay sobre el cielo y bajo la
tierra, que no creen en los dioses y de saber hostigar*
para hacer m ás fuerte los argum entos m ás débiles».
T od o ello, antes que decir la verdad, qu e es una y
m uy clara: qu e tienen un barniz de saber, pero que
en realidad no saben n ad a de n ad a. Y com o, en m i
e opinión, son gen te susceptible y quisquillosa, am én
de num erosa, y que cu an d o hablan d e mí, se
apasionan y acaloran, os tienen los oídos llenos de
calum nias graves y durante largo tiem po alim enta­
das.
Y de entre éstos es de d onde h a surgido M elet
sus cóm plices, A nitos y L icón. M eletos en represen­
tación de los resentidos poetas; A nitos, en defensa
24 a de los artesanos y p olíticos, y L icón, en pro de los
oradores46.

45 D esd e su reg reso d e la b a ta lla d e P o tid e a (a ñ o 4 3 2 ), S ó c ra te s o c u p a el v a c ío tra s


la m u e r te d e P eric les y la d e s a p a ric ió n d e su c ír c u lo d e a r tis ta s e in te le c tu a le s . S u
a s c e n d e n c ia e n tr e la ju v e n tu d es e n o r m e . Sus in te r v e n c io n e s p ú b lic a s s o n u n p u ro
e s p e c tá c u lo p a r a la s m e n te s iriq u ie ta s . L os h ijo s d e los m e jo re s y los c iu d a d a n o s
p rin c ip a le s se m u e s tra n o rg u llo so s d e s u a m is ta d . V é a s e la la r g a lista d e p erso n ajes
c ita d o s e n la m is m a Apología, 33 e.
46 N u e v a re la c ió n d e sus a c u s a d o re s , v éa se p á g in a 25. S i h u b ie r a a lg u n a d u d a d e l
84 I APOLOGIA D E SO CRATES

Así pues, m e m aravillaría — com o ya dije an te­


riorm ente— de que en el poco tiem po q u e se m e
otorga para m i defensa, fuera capaz de desvanecer
calum nias tan bien arraigadas.
Esta es, oh atenienses, la pura verdad de lo
sucedido y os h e hab lad o sin ocu ltar ni disim ular
nada, sea im portante o no. Sin em bargo, estoy
seguro que con ello m e estoy granjeando nuevas
enem istades; la calu m n ia m e persigue y éstas son sus
causas. Y si ahora, o en otra ocasión, queréis
b indagarlo, los hechos os confirm arán q ue es así.
Por. lo que h ace referencia a las acusaciones
aducidas por m is prim eros detractores, con lo dicho
basta, para m i defensa an te vosotros4 .

[A c u s a c io n e s Por lo que, ahora, toca defenderm e contra M ele-


a c tu a le s .] tos, el honrado y entusiasta patriota M eletos, según
él m ism o se confiesa y con él, al resto de mis
recientes acusadores.
V eam os cuál es la acusación ju rad a de éstos — y
ya es la segunda v ez que nos la encontram os— , y
dém osle un texto com o a la prim era. El acta diría
c así:

[ R e p e tic ió n «Sócrates es cu lp ab le de corrom per a la ju ven tu d ,


a c u s a c ió n de no reconocer a los dioses de la ciudad, y por el
o fic ial.J , . ,. . j· ·
contrario, sostiene extrañas creencias y nuevas_divi-
nidades.»
La acusación es ésta. Pasem os, pues, a exam in ar
cada uno de los cargos.

[1 .a a c u sa c ió n : Se m e acusa, prim eram ente, de que corrom po la


c o r r u p to r ju ven tu d .
ju v e n tu d .]
Y o afirm o, por el contrario, qu e el que delinque
es el propio M eletos al actuar tan a la ligera en
asuntos tan graves com o es el convertir en reos a

c a r á c te r p o lític o -so c ia l d e este ju ic io , b a s ta r ía c o n a n a liz a r la s c o rp o ra c io n e s ( a r te s a ­


no s, p o lític o s y p o e ta s ), r e p r e s e n ta d a s p o r los ac u sa d o re s.
47 A q u í te r m in a , c o m o u n a p r im e r a p a r t e d e l a Apología, d e d i c a d a a r e f u t a r la m a la
im a g e n d e b id a a a n tig u a s a c u sa c io n e s y q u e p e s a b a n e n c ie rto s a m b ie n te s , s o b re to d o
p o p u la re s .
A h o r a , e m p ie z a l a a u t é n ti c a d e fe n s a , o re s p u e s ta r a z o n a d a a la a c u s a c ió n o ficial.
APOLOGIA I 85

ciudadanos honrados, abriendo un proceso so capa


de hom bre de pro y sim u lan d o estar preocupado
por problem as que ja m á s le han preocupado. Y de
que esto sea así, voy a in ten tar hacéroslo ver48:
— A cércate, M eletos, y respóndem e:
— ¿No es verdad qu e es de sum a im portancia
para ti el que los jó v en es lleg u en a ser lo mejor
posible?
— C iertam ente,
d — Ea, pues, y de una vez: exp lica a los jueces,
aquí presentes, quién es el que los hace mejores.
P orque es evid en te q u e tú lo sabes ya qu e dices
tratarse de un asunto qu e te preocupa. Y adem ás,
presumes' de haber descubierto al hom bre que los
ha corrom pido, que segú n dices soy yo, h aciéndom e
com parecer ante un tribunal para acusarm e. V a ­
m os, pues, diles de u n a v e z q u ién es el que los hace
mejores. V eo , M eletos, que sigues callad o y no
sabes qué decir. ¿No es esto vergonzoso y una
prueba suficiente de qu e a ti jam ás te han in q u ieta­
do estos problem as? Pero, vam os hom bre, dinos de
una vez q u ién los h ace mejores o peores.
— Las leyes.
e — Pero, si no es eso lo que te pregunto, am igo
m ío, sino cuál es el hom bre, sea quien sea, pues se
da por supuesto que las leyes ya se conocen.
— A h sí, Sócrates, y a lo ten go. Esos son los
jueces49.
— ¿He oíd o bien, M eletos? ¿Q ué quieres decir?

48 S ig u e a h o r a u n a p r u e b a p a lp a b le d e n o q u e r e r u s a r el m a c ro d is c u rs o o p ie za
o r a to r ia d e lu c im ie n to p r o p ia d e los sofistas, sin o el m ic ro d is c u rs o o d iá lo g o , d el q u e
S ó c ra te s es c o n s u m a d o m a e s tro y q u e c o n s titu y e la m a y é u tic a o a rte d e d a r a lu z,
s a lie n d o d e la s s o m b ra s y d e la s d u d a s , p a r a h a c e r b r illa r la v e rd a d . E l a c u s a d o p o d ía
in t e r r o g a r al a c u s a d o r y a los testigos q u e q u is ie ra .
49 L o s ju e c e s lo e r a n p o r s o rte o , n o p o r sus a p titu d e s , p o r lo q u e los re s u lta d o s e ra n
b a s ta n te im p re v is ib le s . S ó c ra te s p r a c t ic a co n g r a n e fic a c ia la p r im e r a p a r t e d e la
m a y é u tic a : la ir o n ía q u e c o n sistía e n h a c e r p r e g u n ta s co m o h a c ié n d o s e el in g e n u o ,
p a r a lle v a r al o p o n e n te a su te rre n o . E n este caso, M e le to s, el h o m b r e d e p a ja d el
p ro c e so , q u e d a r á c o m p le ta m e n te d e s a rb o la d o .
N ó te se , p o r o tr a p a r te , la dosis d e a d u la c ió n q u e sale d e la b o c a de M e le to s h a c ia
los ju e c e s , h a c ia los m ie m b ro s d e l C o n se jo , h a c ia to d o s los m ie m b r o s d e la A sa m b le a , y
h a c ia to d o s los asiste n tes. T o d o s s o n b u e n o s , m e n o s u n o q u e es el m a lv a d o : S ó crates.
S ó c ra te s y M e le to s h a c e n u n a re la c ió n d e los o rg a n ism o s e s ta ta le s r e la c io n a d o s co n
e l p ro ceso : los ju e c e s , q u e e r a n 500 e leg id o s p o r so rte o ; el C o n se jo d e los Q u in ie n to s
(B o u lé)) y la A s a m b le a P o p u la r (E k klesta ).
86 I APOLOGIA D E SO CRATES

¿Q ue estos hom bres son capaces de educar a los


jóven es y de hacerlos mejores?
— N i m ás ni m enos.
— Y , ¿cómo? ¿Todos?, o, ¿unos sí y otros nó?
— T odos sin excepción.
— ¡Por H era!50, qu e te expresas de m aravilla.
¡Q ué grande es el núm ero de los benefactores, que
según tú sirven para este m enester...! Y, ¿el público
aquí asistente, tam bién h ace mejores o peores a
25 a nuestros jóvenes?
— T am b ién .
— ¿Y los m iem bros del Consejo?
— Esos tam bién.
— V eam os, acláram e una cosa: ¿serán entonces,
M eletos, los que se reúnen en A sam blea, los asam ­
bleístas, los que corrom pen a los jóvenes? O , ¿tam­
bién ellos, en su totalidad, los h acen mejores?
— Es evid en te que sí.
[ 1.· — Parece, pues, evid en te que todos los atenienses
re fu ta c ió n :
c o n tr ib u y e n a h acer m ejores a nuestros jó v en es.
E x experientia]
B ueno, todos, m enos uno, qu e soy yo, el único
que corrom pe a nuestra ju ven tu d . ¿Es eso lo que
quieres decir?
— Sin lugar a dudas.
— G rave es m i desdicha, si esa es la verdad.
¿Crees que sería lo m ism o si se tratara de dom ar
caballos y qu e todo el m undo, m enos uno, sería
capaz de dom esticarlos y que uno sólo fuera capaz
de echarlos a perder? O , más bien, ¿no es todo lo
b contrario?, ¿que uno sólo es capaz de m ejorarlos, o
m uy pocos, y que la m ayoría, en cuanto los m on ­
tan, pronto los envician? ¿No funciona así, M eletos,
en los caballos y en el resto de los anim ales? Sin
n in gu n a duda, estéis o no estéis de acuerdo, A nitos
y tú. ¡Qué b uena suerte la de los jóven es si sólo uno
pudiera corrom perles y el resto ayudarles a ser
m ejores. Pero la realidad es m u y otra. Y se te ve
dem asiado el que jam ás te h ayan preocup ad o tales
cuestiones y que h an m otivad o el que m e hicieras
com parecer ante este T ribunal.

50 H e r a , d iv in id a d d e l m a trim o n io , s im b o liz a la g r a n d e z a m a te r n a l, d iv in id a d d e
la tie r r a f e c u n d a , d e la v e g e ta c ió n y d e la p rim a v e ra , e n c u y a é p o c a se c e le b ró este
ju ic io .
APOLOGIA I 87

Pero, ¡por Zeus!, dinos todavía: qué v a le más,


¿vivir entre ciudadanos honrados o entre malvados?
Ea, hom bre, responde, que tam poco te pregunto
nada del otro m undo. ¿Verdad que los m alvados
son una am en aza qu e pued en acarrear algú n m al,
hoy o m añana, a los que con viven con ellos?
— Sin lugar a duda,
d — ¿Existe algú n hom bre que prefiera ser perjudi­
cado por sus vecinos, o todos prefieren ser favoreci­
dos? Sigue respondiendo, honrado M eletos, porque
adem ás la ley te exige qu e contestes, ¿hay alguien
que prefiera ser dañado?
i — N o, desde luego.

[2 ° a rg u m e n to s — V eam os pues: m e has traído hasta aq u í con la


e tic o y legal.] acusación de que corrom po a los jóven es y de que
los hago peores. Y esto, lo hago, ¿voluntaria o
involuntariam ente?
— M uy a sabiendas d e lo qu e haces, sin lugar a
duda.
— Y tú, M eletos, q ue aún eres tan jo v e n 51, ¿me
e superas en exp eriencia y sabiduría hasta tal punto
de haberte d ad o cu en ta d e que los m alvados produ­
cen siem pre algú n perjuicio a las personas que
tratan y los buenos a lg ú n bien, y considerarm e a m í
en tan grado de ignorancia, que n i sepa si convierto
en m alvad o a algu ien d e los que trato diariam ente,
corriendo el riesgo de recibir a la par algú n mal de
su parte, y qu e este d añ o tan grande, lo hago
incluso in ten cion ad am en te?
Esto, M eletos, a m í n o m e lo haces creer y no
creo que encuentres q u ien se lo trague: yo no soy el
que corrom pe a los jó v en es y, en caso de serlo, sería
involuntariam en te y, por tanto, en am bos casos,
te equivocas o m ientes.
Y si se probara de qu e yo los corrom po, d
26 a lu ego tendría que concederse qu e lo hago involun-

51 M e le to s p o d r ía s e r u n o d e ta n to s jó v e n e s c o n p re te n s io n e s p o lític a s y q u e q u iz á
c o n fia b a q u e este ju ic io fu e ra s u la n z a m ie n to . S o b re su ju v e n tu d , P la tó n d ir á « q u e a ú n
n o te n ía c e r r a d a la b a rb a » . Y s e g u irá : « S e g ú n d ic e , s a b e c ó m o se p e rv ie rte n los jó v e n e s
y q u ie n e s so n los q u e los p e rv ie rte n ! E s u n s a b io ...! C re o q u e h a e m p e z a d o b ie n la
c a r r e r a d e h o m b r e d e E s ta d o ... Q u ie r e e m p e z a r b a r r ie n d o a los q u e , seg ú n él,
p e r v e r tim o s a los fu tu ro s c iu d a d a n o s » , d ir á e n E utrifón, d o n d e a b u n d a e n la m ism a
te m á tic a d e l p re s e n te in te r r o g a to r io d é la Apología.
88 / APOLOGIA D E SO CRATES

tariam ente. Y en este caso, la ley ordena, advertir al


pesunto autor en privado, instruirle y am onestarle,
y no, de buenas a prim eras, llevarle directam en te al
T ribunal. Pues es evidente, que una vez advertido y
entrado en razón, dejaría de hacer aq u ello que
incon scien tem en te d icen que estaba h acien d o...
Pero tú, has rehuido siem pre el encontrarte con m i­
go, au nque fuera sim p lem en te para conversar o,
sim plem en te, para corregirm e y has o p tad o por
traerm e d irectam ente aquí, que es d on d e debe
traerse a quienes m erecen un castigo y no a los que
b agradecerían una corrección. Es evid en te, M eletos,
que no te han im portado ni m u ch o ni p oco estos
problem as qu e dices te preocupan.

[A c u s a c ió n p o r A clarem os algo más: explícanos cóm o corrom po


im p ie d a d .] a jos jóven es, ¿no es — si seguim os el acta de la
d en uncia— que es enseñando a no honrar a los
dioses que la ciudad venera y sustituyéndoles por
otras divinidades nuevas?52. ¿Será, por esto, por lo
que los corrompo?
— Precisam ente eso es lo que afirmo,
c — E ntonces, y por esos m ism os dioses de los que
estam os h ab lan d o, exp lícate con claridad an te esos
ju eces y an te m í, pues h a y algo qu e no acabo de
com prender:

[A rg u m e n to s ¿O es que yo enseño a creer que existen algunos


lo g ico s.] dioses, y en este caso, yo en m od o algu n o soy ateo ni
delin quo, o bien, dices, por esta parte, que en
concreto no creo en los dioses del E stado53, sino en
otros diferentes, y es por eso por lo que m e acusas o
m ás bien sostienes que no creo en n in gú n dios y que
adem ás estas ideas las in cu lco a los demás?

52 Se in ic ia el a n á lis is d e l a a c u s a c ió n d e im p ie d a d .
A te n a s n o p o s e ía u n c u e rp o d o g m á tic o n i u n a re lig ió n ú n ic a e s tr u c tu r a d a , n i
m u c h o m e n o s u n d e c á lo g o , sin o q u e se li m it a b a a u n a s p r á c tic a s re lig io sa s e s ta ta le s y
p o p u la r e s . S ó c ra te s es a c u s a d o , m á s q u e d e im p ie d a d y h e re jía , p o r n o a c o m o d a r s e a
lo s rito s o fic iales y p o r s u in t e r p r e ta c ió n p e rs o n a l d e la d iv in id a d (el daim on) q u e es
v a lo r a d a c o m o in tr o d u c c ió n d e d iv in a d e s .
C u rio s a a c u sa c ió n , la n z a d a s o b re ta n to s filósofos, c o m o s o b re K a n t p o r sus ú ltim o s
a n á lis is d e l a r e lig ió n e s ta ta l p ru s ia n a .
53 « E s ta d o » , a u n q u e el te x to d ig a polis, c iu d a d , nos p a re c e m á s e x p líc ito tr a d u c ir
« d io ses d el E s ta d o » .
APOLOGIA I 89

de Enrique Llovet

SOCRATES

L a o b r a d e S ó c ra te s m a n tie n e u n g r a n in te ré s , a p e s a r d e la d is ta n c ia . L a li te r a tu r a ,
la m ú s ic a , las a rte s p lá stic a s, el te a tr o se h a n o c u p a d o d e él. P o rta d a d e « S ó c ra te s» ,
o b r a d e te a tro d e E. L lo v e t, y d irig id a p o r A . M a rs illa c h . .

— Eso m ism o digo: que tú no aceptas ninguna


clase de dioses,
d — A h, sorprendente M eletos, ¿para qu é dices se­
m ejantes extravagancias? O , ¿es que no considero
dioses al sol y la lu n a, com o creen el resto de los
hombres?
— ¡Por Zeus! Sabed, oh ju eces, lo que dice: el sol
es una piedra y la lu n a es tierra54.

54 I n ic ia u n a c la ra r e fe re n c ia a la s te o ría s d e A n a x á g o ra s d e C la z o m e n e , filósofo
jó n ic o . E l C la z o m e n io re s id ió en A te n a s d u r a n t e tr e in ta a ñ o s , lle g a n d o a in flu ir
90 I APOLOGIA D E SO CRATES

— ¿Te crees que estás acusando a A naxágoras, mi


b u en M eletos? O , ¿desprecias a los presentes hasta
tal punto de considerarlos tan poco eruditos que
ign oren los libros de A naxágoras el C lazom en io55,
llenos de tales teorías? Y, m ás aún: ¿los jó v en es van
a perder el tiem po escuchando de m i b oca lo que
p u ed en aprender por m enos de u n d racm a56, com ­
prándose estas obras en cualquiera de las tiendas
que hay ju n to a la orquesta57 y poder reírse después
de Sócrates si este pretendiera presentar com o pro-
e pias estas afirm aciones, sobre todo, y adem ás, sien­
do tan desatinadas?
Pero, ¡por Júpiter!, ¿tal im presión te he causado
que crees que yo no ad m ito los dioses?, ¿absoluta­
m en te nin gú n dios?
— Sí, ¡y tam bién por Zeus!: tú no crees en dios
alguno.
— Increíb le cosa la que dices, M eletos. T a n in ­
creíble que n i tú m ism o acabas de creértela. M e

g r a n d e m e n te e n el c írc u lo d e P eric les, p ro te g id o p o r s u m u je r , A sp a sia . D ió g en e s


co lo c a a S ó c ra te s c o m o d is c íp u lo su y o , a u n q u e re s u lta im p ro b a b le .
F u e el p r im e r o q u e a l a m a te r ia , o m a te r ia e le m e n ta l, ta m b ié n lla m a d a p r im e r a , d e
la q u e p r o c e d e n los o tro s c u a tr o e le m e n to s , e r a lla m a d a ulé, y le a ñ a d ió la mente y
m a g n íf ic a m e n te d ic e: « T o d a s las cosas e s ta b a n ju n t a s , lu e g o s o b re v in o l a m e n te y la
o r d e n ó y p o r e s ta r a z ó n se lla m a m e n te (nous)» (D ió g e n e s, Anaxágoras, L ib . I I , 1).
S in e m b a rg o , A n a x á g o ra s n o d if e re n c ia la m a te r i a y la m e n te , p o r lo q u e S ó c ra te s
n o q u e d ó sa tisfe c h o y a b a n d o n ó p r o n to esta s te o rías.
L a c o s m o lo g ía d e A n a x á g o ra s y su in te r p r e ta c ió n d el p r in c ip io o arjé c r e a d o r , o
nous, n o convencí«) a S ó c ra te s c o m o e x p líc ita m e n te confiesa.
P o r su e x p lic a c ió n ra c io n a l y c ie n tífic a d e los fe n ó m e n o s d e la n a tu r a le z a «el sol e ra
u n a p ie d r a in c a n d e s c e n te ...» fue a c u s a d o d e im p ie d a d y se le a p lic ó la le y d e D io p e te s,
te n ie n d o q u e d e s te rra rs e d e A te n a s.
T e sis s o ste n id a p o r A n a x á g o ra s , d e l q u e S ó c ra te s q u ie re d e s m a rc a rs e c l a r a m e n te ,
a u n q u e a lg u n o s le h a g a n d is c íp u lo suyo.
55 « E l C la z o m e n io » . E r a c o s tu m b re a ñ a d ir a l n o m b re p ro p io el a d je tiv o g e n tilic io
q u e in d i c a r a la p ro c e d e n c ia ; p o r e je m p lo , D e m o c rito d e A b d e r a , A ris tó te le s el
E s ta g ir ita , etc.
60 L a e q u iv a le n c ia d e l d r a c m a c o n n u e s tr a m o n e d a a c tu a l p u e d e v e rs e e n la
n o ta 34.
N o se t r a ta d e a u té n tic o s lib ro s c o m o los a c tu a le s , s in o d e rollos d e p a p ir o o
m a te r ia s sim ila re s, d e los q u e e x is tía n b u e n m e rc a d o e n A te n a s y a p re c io s m á s b ie n
m ó d ico s. E s te tip o d e ro llo e x p lic a la tra n sm is ió n f r a g m e n ta r ia d e p a r t e d e lo s p rim e ro s
filósofos, co n o c id o s a d e m á s p o r las c ita s d e P la tó n y A ris tó te le s , s o b re to d o . A te n a s
c o n s titu ía , e n estos m o m e n to s , el m a y o r m e rc a d o d e lib ro s d e l m u n d o c iv iliz a d o , lo q u e
e x p lic a e n p a r t e e s ta m a s iv a a flu e n c ia d e in te le c tu a le s e x tra n je ro s .
57 « O r je s tr a » ^ tr a d u c id o p o r o rq u e s ta .
A u n q u e así e r a c o n o c id a la p a r te c e n tr a l d e l te a tr o g rie g o o e s p a c io c i r c u la r d o n d e
a c c io n a b a el coro„ s in e m b a r g o , a q u í se re fie re a u n lu g a r ta m b ié n lla m a d o así, q u e se
e n c o n tr a b a e n el á g o r a y s e ría c o m o el m e r c a d illo d e lib ro s.
APOLOGIA I 91

estoy conven cien d o, atenienses, de que este hom bre


es un insolen te y un tem erario y que en un arrebato
de in tem p eran cia, propios de su ju ven il irreflexión,
ha presentado esta acusación. Se diría que nos está
tram ando un en igm a para probarnos:
27 a
[ R e f u ta c ió n «A ver si este Sócrates, tan listo y sabio, se da
ad absurdum .] cuenta de qu e le estoy tendiendo una tram pa, y no
sólo a él, sino tam b ién a todos los aquí presentes»,
pues en su d eclaración, yo veo claram ente que lleg a
a contradecirse.
Es com o si dijera:
«Sócrates es cu lp ab le de no creer en los dioses,
pero cree qu e los hay.»
D ecid m e, pues, si esto no parece una broma y de
m u y poca gracia. E xam inad, conm igo, atenienses,
b el porqué m e parece d ice esto. T ú M eletos, respon­
de, y a vosotros — com o ya os llevo advirtiendo
desde el principio— os ruego qu e prestéis atención,
evitando cuchicheos porque siga usando el tipo de
discurso qué es habitual en mí.
— ¿H ay algú n hom bre en el m undo, oh M eletos,
que crea qu e existen cosas hum anas, pero qué no
crea en la existen cia de hom bres concretos? Q u e
conteste d e una v ez y que deje de escabullirse
c refunfuñando. ¿H ay algu ien qu e no crea en los
caballos, pero sí q ue adm ita, por el contrario, la
existencia de cualidades equinas?, o, ¿quien no crea
en los flautistas pero sí que haya un arte de tocar la
flauta? N o h ay nadie, am igo m ío.
Y puesto que no quieres, o no sabes contestar, yo
responderé por ti y para el resto de la A sam blea:
— ¿Adm ites o no, y contigo el resto, que p u edan
existir divinidades sin existir al m ism o tiem po dioses
y genios concretos?58.
— Im posible.
— ¡Q ué gran favor m e has h ech o con tu respues-

58 E l o rig in a l g rie g o d ic e daimónia q u e se refiere a g enios, d e m o n io s o seres


s e m id iv in o s. N o se tr a ta d e l dios p e rs o n a l o v o z in te r io r d e S ó c ra te s, daimon, daimónion
(v éase p á g . 3 4) n i d e los dioses d e l O lim p o . T r a d u c im o s p o r d iv in id a d e s p a r a e v ita r el
té r m in o d e « d e m o n io » , c o n d e m a s ia d a s c o n n o ta c io n e s relig io sas. E n u n a G recia c o n
u n a s d iv in id a d e s ta n p o c o d e fin id a s , n o d e ja d e c h o c a r la a c u s a c ió n c o n tr a S ó c ra te s d e
« in tr o d u c ir n u e v a s d iv in id a d e s» .
92 I APOLOGIA D E SOCRA TES

ta, aunque haya sido arrancada a regañadientes!


C on ella afirm as que yo creo en cualidades divinas,
nuevas o viejas, y que enseño a creer en ellas, según
tu declaración, sostenida co n ju r a m e n to .
L uego, tendrás que aceptar que tam bién creo en
las divinidades concretas, ¿no es así?
Puesto que callas, debo pensar que asientes.
Y ahora, bien, prosigam os el razonam iento: ¿no
es verdad que tenem os la creencia de que los genios
son dioses o hijos de los dioses? ¿Estás de acuerdo, sí
o no?
— Lo estoy.
— E n consecuencia, si yo creo en las d ivinidades,
com o tú reconoces, y las divinidades son dioses,
entonces q u ed a bien claro de q u e tú pretendes
presentar un en igm a y te burlas de nosotros, pues
afirmas, por una parte, que yo no creo en los dioses,
y, por otra, que yo creo en los dioses, puesto que
creo en las divinidades. Y si estas son hijas de los
dioses, aunque fueran sus hijas bastardas, habidas
de am an ceb am ien to con ninfas o con cu alq u ier otro
ser — com o se acostum bra a decir— , ¿quién, de
entre los sensatos, adm itiría que existen hijos de
dioses, pero que no existen los dioses? Sería tan
disparatado com o el adm itir que p u ed a haber hijos
de caballos y de asnos, o sea, los m ulos, pero que
negara, al m ism o tiem po, que los caballos y asnos
existen.
Pero, lo qu e ha pasado, M eletos, es que, o bien
pretendías quedarte con nosotros, probándonos con
e tu enigm a o, que d e h ech o, no habías encontrado
nada realm en te serio de qué acusarm e. Y d u d o que
encuentres algú n tonto por ahí, con tan poco ju icio ,
que crea que una persona pueda creer en dem onios
y dioses, y al m ism o tiem po, no creer en d em on ios o
28 a dioses o genios. Es absolutam ente im posible.

[ L a a u t é n ti c a A sí pues, creo haber dejado bien claro de qu e no


c a u s a d e su soy culpable, si nos atenem os a la acusación de
c o n d e n a .]
M eletos. C on lo dicho, basta y sobra.
Pero, com o llevo m a ch acon am en te d ich o, hay
m u ch a anim adversión contra m í, y son m uchos los
que la sustentan. Podéis estar seguros, que eso sí que
es verdad. Y es eso lo q ue v a a m otivar m i conde-
APOLOGIA I 93

na59. N o esas incongruencias de M eletos y A nitos,


sino la m a levolen cia y la en vid ia de tanta gente.
Cosas que y a han h ech o perder dem asiadas causas a
m uchos hom bres de bien y q ue las seguirán per­
diendo, pues estoy seguro de que esta plaga no se
detendrá co n m i condena.

[ L a m isió n b Q uizá alguno de vosotros, en su interior, m e esté


d e S o c ra te s .] recrim inando:
«— ¿No te avergüenza, Sócrates, el que te veas
m etido en estos líos a causa d e tu ocu p ación y qu e
te está llev a n d o al extrem o de hacer peligrar tu
propia vida?»
A éstos les respondería, y m u y convencido por
cierto:
— T e eq uivocas com p letam en te, am igo m ío, si
crees que un hombre con un m ínim o de valentía debe
estar preocupado por esos posibles riesgos de m uerte
antes que por la honradez de sus acciones, p reocu­
pándose sólo por si son fruto de un hom bre ju sto o
injusto. Pues, según tu razonam iento, habrían sido
c vidas in dign as las de aquellos sem idioses que m u rie­
ron en T ro y a 60, y p rin cip alm en te el hijo de la diosa
T etis, para quien con tab a tan poco la m uerte, si
había que vivir vergon zosam en te, que llegó a d es­
preciar tanto los peligros, que, deseando ardiente­
m ente m atar a H éctor para ven gar la m uerte de su
am igo Patroclo, a su m adre, la diosa, que m ás o
m enos le decía:
«— H ijo m ío, si vengas la m uerte de tu com pañe-

69 D e s m o n ta d a la a c u s a c ió n c o n este lu jo d e a rg u m e n ta c io n e s , S ó c ra te s p r o c la m a
q u e su c o n d e n a n o es p o r m o'tivos relig io so s n i ju ríd ic o s , sin o p o r in te re s e s dé cierto s"
se c to re s so cia les o d e id e o lo g ía s p o lític a s e n m a s c a ra d a s . El ju ic io d e S ó crates h a
q u e d a d o c o m o p a r a d ig m a d e ju ic io s p o lític o s c o n a p a rie n c ia s relig io sas o d e c o r r u p c ió n
so cia l. A te n a s lle v a b a a b ie r ta s m u c h a s h e r id a s d e sp u é s d e la h u m illa c ió n d e la G u e r r a
d e l P elo p o n e so y los re p e tid o s y v a c ila n te s c a m b io s d e G o b ie rn o , n o p u e d e n d e ja r p a s a r
in a d v e r tid a la p r e s e n c ia d e este h o m b r e d e p re s tig io q u e in t e n ta m a n te n e r s e n e u tr a l y
lim p io y q u e n o h a y m a n e r a d e a c o ta r.
60 L a c iu d a d d e T r o y a , ll a m a d a ta m b ié n I lio n , e s ta b a s itu a d # en el A sia M e n o r ,
m u y c e rc a d e l m a r, a la e n t r a d a d e los D a r d a n e lo s . E n el a ñ o 1870, el a le m á n
S c h lie m a n n , d e c id ió d e d ic a r su f o r tu n a y tie m p o a e x p lo r a r su e m p la z a m ie n to ,
s ig u ie n d o la le c tu r a d e H o m e ro . Se d e s c u b rió q u e h a b í a s id o lu g a r d e v a r ia s c iu d a d e s ,
q u e se f u e r o n su c e d ie n d o . S in e m b a rg o , su f a m a se d e b e a la fam o sa g u e r r a d e T r o y a ,
n a r r a d a e n la Iliada, d e H o m e ro , c o n la tr a m a a m o ro s a d e H e le n a , la esp o sa del r e y d e
E s p a r ta , fa m o sa p o r s u b e lle z a , s e d u c to r a , p e ro a l fin a l s e d u c id a p o r P a ris , y re fu g ia d o s
e n T r o y a . L a v e n g a n z a d e M e n e la o , a d q u ie r e c a rá c te r d e le y e n d a .
94 I APOLOGIA D E SOCRA TES

ro Patroclo y m atas a H éctor, tú m ism o morirás,


pues tu destino está unido al suyo»61, — tras oír esto,
tuvo a bien poco a la m uerte y el peligro, y
d tem iendo m ucho más el vivir cobardem ente que el
morir por vengar a un am igo, replico:
«— Prefiero m orir aquí m ism o, después de haber
castigado al asesino, que seguir vivo, objeto de
burlas y desprecios, siendo carga inútil de la tierra,
arrastrándom e ju n to a las naves cóncavas62».
¿Se preocupó, pues, de los peligros y de la muerte?
Y es que así debe ser, atenienses. Q u ien ocu p a un
lugar de responsabilidad, por creerse que es el
mejor, o bien, porque allá le han colocado los que
tengan autoridad, allí debe quedarse, resistiendo los
peligros sin echar cuentas para nada ni con la
m uerte ni con otro tipo de preocupaciones, sino es
con su propia honra.

[S u s c a m p a ñ a s Así pues, vergonzosa y m ucho más sería mi


m ilita re s .] conducta63, si yo, que siem pre perm anecí en el
( puesto que mis jefes m e asignaron y que afronté el
riesgo de morir, com o tantos otros hicieron, ob e­
dientes a los estrategas que vosotros elegisteis en las
e cam pañas de Potidea , A nfipolis y D elión , aho-

61 S ó c ra te s re su m e el c a p ítu lo X V I I I , 96-104, de la Iliada: « A q u ile s, h ijo d e la


d io sa T e tis , fam o so p o r su s e n tid o d el h o n o r, sa b e q u e el d e s tin o h a s e ñ a la d o su m u e rte
in m e d ia ta m e n te d e sp u é s d e la m u e rte d e H é c to r.»
62 N av es c ó n c a v a s , e r a n u n a s n av e s d e c a rg a , lla m a d a s asi p o r su fo rm a y q u e
e s ta b a n a m a r r a d a s en el p u e rto , c u a n d o n o h a b ía c a rg a p a r a ellas.
63 S ig u e u n n u e v o tip o d e a r g u m e n ta c ió n b a s a d a e n ra z o n e s e je m p la re s , lo q u e
v e n d r ía a s er u n a fo rm a d e l lla m a d o « a rg u m e n to d e a u to r id a d » : la c o n d u c ta d e los
h éro es, la v id a d e c iu d a d a n o in ta c h a b le . Es lo q u e lla m a ría m o s a te n u a n te s , a u n q u e él
q u ie r a d a r le im p o r ta n c ia c a p ita l.
04 P o tid e a e s ta b a e n la p e n ín su la C a lc íd ic a , c o lo n ia d e C o rin to , p e rte n e c ie n te a la
C o n fe d e ra c ió n d e D élos, a p e s a r d e s er d o r ia , p o r ta n to p ró x im a a E s p a rta . E n el a ñ o
432 se s e p a r a d e la C o n fe d e ra c ió n y A te n a s n o lo co n sie n te , p o r te m o r a m e n g u a r sus
a s p ira c io n e s im p e ria lis ta s y p a r a q u e n o s e n ta ra p re c e d e n te s a im ita r p o r o tra s po lis de
la C o n fe d e ra c ió n . U n e jé rc ito d e 3 000 h o p lita s es e m b a rc a d o , e n tre los q u e m ilita
S ó crates. E l a la en q u e m ilita b a n S ó c ra te s y A lc ib ia d e s es a rro lla d a ,, m ie n tra s la o tra
v e n c ía . A lc ib ia d e s , h e rid o , h u b ie r a c a íd o , p e ro S ó c ra te s le salv a lle v á n d o lo s o b re sus
h o m b ro s . S in e m b a rg o , los é x ito s fu e ro n p a r a A lc ib ia d e s, q u ie n in ic ia b a su d is c u tid a
c a rr e r a m ilita r. E ste tip o d e a m is ta d e s, co n h o m b re s d e tu rb io h a c e r p o lític o — r e c u é r ­
d ese ta m b ié n la d e C ritia s , el m ás cru e l d e los T r e in ta T ir a n o s — , in flu y e ro n
m u c h ís im o e n la d e c isió n d e c u lp a b ilid a d d e S ó crates.
65 L a b a ta lla d e A n fip o lis lle g a d ie z añ o s m á s ta rd e , y S ó c ra te s r o n d a y a los
c in c u e n ta añ o s. A n típ o lis e r a u n a polis s itu a d a al n o rte d e T r a c ia , y o b je tiv o c a p ita l
p a r a los in tereses im p e ria lis ta s d e A te n a s p o r su s itu a c ió n e s tra té g ic a d e n tr o d el país
APOLOGIA I 95

ra, que estoy p len am en te con ven cid o de que es un


dios el que m e m an d a vivir buscando la sabiduría,
exam inán d om e a m í m ism o y a los dem ás, precisa­
m ente ahora, m e hubiera dejado ven cer por el
m iedo a la m uerte o cualq u ier otra penuria y
hubiera desertado del puesto asignado. Sería, in d is­
cutiblem en te, m u ch o más deshonroso, y con ello sí
que m e haría m erecedor de q ue algu ien me arras­
trara ante los tribunales de justicia por no creer en
los dioses, puesto q u e desob ed ecía al oráculo, por
tem er a la m uerte y por creerm e sabio sin serlo.

[ T e m o r a la En efecto, el tem or a la m u erte67 no es otra cosa


m u e r te .] 29 a que creerse sabio sin serlo; presum ir saber algo que
se desconoce. Pues n ad ie conoce qué sea la m uerte,
ni si en d efin itiva se trata del m ayor d e los bienes
que pu ed en acaecer a un h u m an o. Por el contrario,
los hom bres la tem en com o si en verdad supieran
que sea el peor de los m ales. Y , ¿cómo no va a ser
reprensible esta ign oran cia por la que uno afirm a lo
que no sabe? Pero, yo, atenienses, q u izá tam bién
en este pu n to m e diferencio del resto de los m ortales
y si m e ob ligaran a decir en q ué yo soy más sabio,

« b á r b a r o » — así ll a m a b a n a to d o s los e x tra n je r o s ...— , y p o r sus m in a s d e o ro y p la ta .


N o h a y m á s q u e u n a m e n c ió n d e la p a r tic ip a c ió n d e S ó c ra te s (Apología). E n el
p r in c ip io d e l Cármides, le p id e n a S ó c ra te s , a l lle g a r p o r la m a ñ a n a a l g im n a s io , q u e les
c u e n te sus b a ta lla s m ilita re s , q u e — c o m o c u a lq u ie r v e te r a n o ...— h a c e m u y d e b u e n
g ra d o .
66 D e lió n fue e s c e n a rio d e la m á s s a n g r ie n ta d e la s b a ta lla s te rre stre s , e n e s ta la r g a
g u e r r a d e l P e lo p o n e so . O c h o m il a te n ie n s e s , g u ia d o s p o r H ip ó c r a te s , p a s a n la f r o n te ra
d e B eo c ia y o c u p a n el s a n tu a r io d e A p o lo , e n D e lió n , j u n t o a l m a r E u b e a . P ero u n a v ez
fo r tif ic a d a y d e ja d a al c u id a d o d e u n a g u a r n ic ió n so n a ta c a d o s p o r los b eo c io s, al
m a n d o d e P a g o n d a s , q u e v e n c e n y h a c e n u n a m a s a c re . S ó c ra te s y el g e n e ra l L a q u e s se
r e t ir a n c o n o r d e n y c a lm a y lo g r a n e s c a p a r. P la tó n d ir á q u e si to d o s h u b ie r a n lu c h a d o
co m o el m a e s tro , h u b ie r a n v e n c id o . E n e s ta b a ta lla s u c e d ió la a n é c d o ta c u rio sa q u e
h a b l a d e l p o d e r d e c o n c e n tra c ió n d e S ó c ra te s : p e rm a n e c ió dos n o ch e s y u n d ía ,
a b s o rto , d e p ie , m e d ita n d o s o b re la s o lu c ió n d e u n p ro b le m a .
67 T e m o r a la m u e rte : in ic ia el d iscu rso s o b re la m u e r te .
R e c o g e te o rías y a in ic ia d a s p o r o tr a s filosofías a n te rio re s q u e p r e te n d ía n d e s v a n e c e r
el te m o r a la m u e rte : u n as, p ro c e d e n te s d e los m iste rio s religiosos, d o n d e la v id a -
m u e r te sig u e el c u rs o n a t u r a l d e l a n a t u r a le z a c o n u n a v id a cíclica, s o b re to d o c o n la
im a g e n d e la s e m illa d e p o s ita d a e n la tie r r a , y o tra s, c o n a rg u m e n to s ra c io n a le s. El
a r g u m e n to so c rá tic o lo re d u c e a u n a d is y u n tiv a : « O es u n a n o c h e sin su eñ o s — el re in o
d e la n a d a — , o es u n c a m b io d e m o r a d a .» S in e m b a r g o , la tesis d e la in m o r ta lid a d d el
a l m a n o es a s u m id a c la r a m e n te p o r S ó c ra te s y sí p o r su d is c íp u lo P la tó n , con s u te o r ía
d e Ja re m in is c e n c ia y los m ito s d e la c a v e r n a y d el c a r r o a la d o .
96 I APOLOGIA D E SOCRA TES

1. El a g o r a . 2. A rc ó p a g o . 3. P a r te n ó n y a c ró p o lis . 4. C o lin a P n ix , lu g a r di*


re u n ió n . 5. T e m p lo d e H el'esteo n . 6. C á rc e l d o n d e S ó c ra te s p e r m a n e c ió u n m es y
d o n d e b e b ió la c ic u ta . 7. P ó rtic o d el A rc o n ie -re y d o n d e se d e p o s itó la a c u sa c ió n .
8. T e m p lo a la d io sa m a d r e , e n c u y o a rc h iv o se g u a r d ó la a c u s a c ió n . 9. L a H e lie ia ,
d o n d e se c e le b ró el ju ic io . El T o lo s, lu g a r d e v ig ila n c ia p e r m a n e n te d e los P rila n o s,
' e s ta b a e n el a g o ra .

m e atrevería a decir que, en descon ocien d o lo que


en verdad acaece en el H ad es68, no presumo saberlo.
A ntes por el contrario, sí que sé, y me atrevo a
proclam arlo, qu e el vivir injustam ente y el d esob e­
decer a un ser superior, sea dios o sea hom bre, es
m alo y vergonzoso. T em o, pues, a los m ales qu e sé
positivam ente sean tales, pero las cosas que no sé si
son bienes o m ales, no las tem eré, ni rehuiré afron­
tarlas.

88 El te r rib le d io s H a d e s , h ijo d e C ro n o , g u a r d iá n d e los m u n d o s s u b te r r á n e o s ,


d e s d e las m in a s h a s ta la u lt r a tu m b a . Se tr a ta d e u n dios, n o d e u n lu g a r , te m ib le ,
a u n q u e n o to r tu r a d o r , ja m á s c o m p a r a b le a n u e s tro « in fie rn o » , c o n c e p to d e s te r r a d o de
la m ito lo g ía g rie g a .
APOLOGIA I 97

Así que, aun en el caso de que m e absolvierais,


desestim ando las acusaciones de A nitos, que en
definitiva h a lleg a d o a exigir que yo debiera haber
com parecido ante este T rib u n al y una v ez com pare­
cido, m erecía ser con d en ad o a m uerte, diciéndoos
que si salía absuelto, vuestros hijos correrían el
peligro de dedicarse a practicar m is enseñanzas y
todos caerían en la corrupción, si a m í, después de
todo esto, llegaran a decirm e:
«— Sócrates, nosotros no querem os hacer caso a
A nitos, sino que te absolvem os, pero con la co n d i­
ción de qu e rio m olestes a los ciudadanos y a b an d o­
nes tu filosofar. D e m anera, que en la próxim a
ocasión en que te encontrem os ocupados, en tales
m enesteres, debem os condenarte a m orir.»

[ M is ió n y Si vosotros m e absolvierais con esta condición, os


a x io lo g ía replicaría:
s o c rá tic a .]
«— A gradezco vuestro interés y os aprecio, a te ­
nienses, pero prefiero ob ed ecer antes al dios q u e a
vosotros y m ientras tenga alien to y las fuerzas no
m e fallen, tened presente qu e no dejaré de in q u ieta­
ros con m is interrogatorios y de discutir sobre todo
lo que m e interese, con cualquiera que m e en cu en ­
tre, a la usanza qu e ya os tengo acostum brados»69.
Y aún añadiría:
«— O h tú, hom bre de A tenas y b u en a m ig o 70,
ciu dad ano de la polis m ás grande y de la más
renom brada por su in telectualid ad y su poderío,
¿no te avergüenzas de estar obsesionado por a u m en ­
tar al m áx im o tus riquezas y con ello, tu fam a y
honores, y por el contrario descuidas las sabiduría y
la grandeza de tu espíritu71, y cóm o lograr engran­
decerlas?» Y si alg u n o de vosotros m e lo discute y

68 P r o c la m a c ió n d el d e re c h o d e la lib e r ta d d e e x p re s ió n , d el q u e S ó c ra te s ‘se
c o n v e rtir á e n p r o to m á r tir .
70 O t r a v ez a p a re c e el o r g u llo p o r s er d e A te n a s y la p ro c la m a c ió n e n tu sia s ta d e los
v a lo re s d e su polis.
71 Psijé, té rm in o d e difícil a s im ila c ió n , d a d a s n u e s tra s a d h e re n c ia s re lig io sa s al
té r m in o . L a tra d u c c ió n p o r « a lm a » y p o r « m e n te » n o re fle ja n to d a la a m p litu d del
té rm in o . S ó c ra te s es el p r im e r o e n e m p le a r la c o n u n s e n tid o a p ro x im a tiv o a « a lm a » ,
p e r o c o m o sed e d e la in te lig e n c ia y d e l a ig n o ra n c ia , d e la b o n d a d y d e Ja m a lic ia ,
p e ro , in m a n e n te , o s ea, d e e ste m u n d o . P o r ta n to , « a lm a » y « e s p íritu » , a q u í so n
té rm in o s sin ó n im o s.
98 I APOLOGIA D E SOCRA TES

presume de preocuparse por tales cosas, no le dejaré


marchar, ni yo me alejaré de su lado, sino que le
someteré a mis preguntas y le examinaré72, y si no
me parece que está en posesión de la virtud, aunque
30 a afirme lo contrario, lé liaré reproches porque aque­
llo que más estima merece, él lo valora én poco o en
nada, en tanto que prefiere las cosas más viles y
despreciables.
Este será m i m od o de obrar con todo aquél que se
m e cruce por nuestras calles, sea joven o m ayor,
forastero o ateniense, pero preferentem ente con mis
paisanos, por cuanto tenem os una sangre com ún.
S ab ed qu e esto es lo qu e m e m an d a el dios.
Enteraos bien: estoy con ven cid o de qu e no ha
acaecido nada m ejor a esta polis qu e m i lab or al
servicio del dios.
E n efecto, yo no tengo otra m isión ni oficio qué
el ir deam b u lan d o por las calles para persuadir a
b jóven es y ancianos de que no h ay q ue inquietarse
por el cuerpo ni por las riqueza, sino com o ya os
dije h ace poco, en cóm o conseguir que nuestro
espíritu sea el m ejor posible, insistiendo en qu e la
virtud no v ien e de las riquezas, sino que las riquezas
y el resto de bienes y la categoría de una persona
vien en de la virtud, que es la fuente de bienestar
para uno m ism o y para el bien p ú b lic o 73. Y si por
decir esto corrom po a los jóven es, m i activid ad
debería ser con d en ad a por perjudicial; pero si al­
gu ien dice que yo enseño otras cosas, se en gañ a y
p retend e engañaros.
R esum iendo, pues, oh atenienses, creáis a A nitos o
no le creáis, m e absolváis o m e declaréis culpable,
yo no puedo actuar de otra m anera, m il v eces m e
c condenarais a morir.
N o os pongáis nerviosos, atenienses, y dejad de
alborotar, por favor, com o os llevo repitiendo tantas
veces, para que podáis escucharm e, pues sigo con ­
ven cid o de que os beneficiaréis si no m e interrum -

72 A p ré c ie se la r e d u n d a n c ia c o n la q u e e x p lic a su m isió n , c o n el uso d e tre s v e rb o s


seg u id o s: s o m e te r a p re g u n ta s , e x a m in a r , in v e s tig a r, p e ro q u e p a r a los a te n ie n s e s se
re s u m ía n e n u n o : fis c a liz a r. Y p o r e s ta in te r p r e ta c ió n , m e re c ió ta l re p u lsa .
73 F o r m u la c ió n d e la tesis s o c rá tic a d e q u e la v ir tu d es u n b ie n in d iv id u a l, p e ro
ta m b ié n so cial.
APOLOGIA I 99

pis. T en go que añadir aún algo que quizá os


provoque tanto que tengáis qu e m anifestaros gritan­
do, pero evitad lo si podéis.

[E l tábano de Si m e m atáis por ser lo qu e soy, no es a m í a


A te n a s.] q uien castigáis ni infringís el m ás m ín im o daño, sino
d
que es a vosotros 'mismos. Pues a mí, ni M eletos ni
A nitos pued en ocasionarm e n in gú n m al, aunque se
lo propusieran74· ¿Cóm o p u ed en h acerlo si estoy
plen am en te con ven cid o de q ue un hom bre m alvad o
jam ás pu ede perjudicar a u n hom bre justo? N o
niego que p u ed an lograr m i condena a m uerte, el
destierro o la pérdida de derechos ciudadanos;
penas que para m uchos de ellos puedan tratarse de
grandes m ales, pero yo pienso que no lo son en
m odo algu n o. M ás b ien creo m ucho peor hacer lo
que él hace ahora: in ten tar condenar a un hom bre
in ocente. Por eso estoy m u y lejos de lo que algu n o
quizá se haya creído: de qu e estoy intentando
hacer m i propia defensa. M u y al contrario, lo que
hago es defenderos a vosotros para que al condenar-
e m e no com etáis un error desagradeciendo el don del
dios. Porque si m e m atáis d ifícilm ente encontraréis
otro hom bre com o yo, a q u ien el dios ha puesto
sobre la ciu d ad , y au nque el sím il parezca ridículo,
com o el tábano 5 qu e se posa sobre el caballo
rem olón, pero noble y^fuerte y que necesita que un
aguijón le encoragine. Así, creo que he sido colo ca ­
do sobre esta ciudad por orden del dios para teneros
alerta y corregiros, sin dejar de encoraginar a n ad ie,
deam b ulan d o todo el día por calles y plazas.
31 a U n hom bre c o m o yo, no lo volveréis a encontrar,
atenienses, por lo qu e si m i hiciérais caso m e
conservaríais. Pero, en el caso de qu e vosotros,
enojados com o los q u e despiertan sobresaltados por
el aguijón de un m olesto tábano, de una fuerte
palm ad a y dóciles a las insinuaciones de Anitos, m e

74 N u e v a tesis é tic a : el h o m b re ju s to e s tá p o r e n c im a d e la s v ilezas y ‘ n a d ie n i n a d a


p u e d e p e r ju d ic a rle . T e sis a m p lia d a p o r la E s c u e la E s to ic a , so b re to d o p o r n u e s tr o
filósofo co rd o b é s, S é n e c a .
76 E l tábano, e x p re s iv a m e tá f o ra c o n Ja q u e se h a p o p u la riz a d o la fig u ra de S ó c ra te s .
N o es ei tá b a n o q u e m o Jesta, sin o q u e m a n tie n e d e s p ie rto . P o r eso n o h a y q u e
c a stig a rle , sin o m á s b ie n p r e m ia r le p o r sus servicios.
100 I APOLOGIA D E SO CRATES

m atarais im p u lsivam en te, creyendo que os pasaréis


el resto de vuestra vida tranquilos sin qu e nadie
m oleste ya vuestros sueños, a no ser que el dios,
preocupado por vosotros, os m an d e a a lgú n otro
com o yo.
Q u e yo sea un don del dios para esta ciu d ad , vais
a convenceros con lo que voy a añadir: no parece
m uy hum ano el qu e haya vivid o d escuidado de
todos m is asuntos e intereses y que durante tantos
años dejé abandonados m is bienes, y en cam b io esté
siem pre ocu p án d om e de lo vuestro, llegan d o a in te­
resarm e para que cada uno se ocu p e del b ien y de la
virtud, com o si yo fuese su padre o h erm an o m ayor.
Y si de estas actividades sacara algu n a g an an cia o
hiciera estas exhortaciones m ed ian te paga, aún ten­
dría algún sentido y se justificaría lo que hago. Pero
vosotros m ism os podéis com probar que a pesar de
tantos reproches acum ulados contrg, m í por esa
caterva de acusadores, no h an tenido el atrevim ien ­
to ni de insinuar de que yo h aya cobrado alguna
vez renum eración alguna. Y de qu e estoy d icien d o
la verdad presento al m ejor y el m ás fid ed ign o de
los testigos: m i pobreza y la de los m íos76.

[E l filósofo y la Q u izá encontréis que sea un contrasentido el que


a c tiv id a d yo que m e he pasado la vida exhortando a los
p o lític a .]
ciudadanos en privado y que m e h e m etid o en
tantos líos, que no m e haya atrevido a intervenir en
la vida pública, participando en vuestras A sam bleas
y aconsejando a la ciu d a d 77.

76 S o b re l a p o b re z a d e S ó c ra te s n o se h a lle g a d o a u n a c u e r d o . L o q u e sí es c ie rto
q u e n o lle g ó a s er el u s u re ro q u e d ic e n sus d e tra c to r e s , n i u n c i u d a d a n o m is e r a b le . P o r
s er h o p lita d e b ía p o s e e r u n m ín im o d e 200 m é d im n o s , u n o s 52 litro s. S e g ú n E l
económico, d e J e n o f o n te , p o s e ía c in co m in a s (u n a s 460 p ta s. o ro ). S e g ú n F a le r o , te n ía
u n a ca sa y u n a r e n ta d e 70 u 80 m in a s q u e le a d m in is tr a b a G ritó n , p e ro q u e la s p e rd ió
al ir a la s c a m p a ñ a s m ilita re s . L o q u e sí p a r e c e m u y c la ro es q u e la p o b re z a d e S ó c ra te s
es u n a p o b r e z a v o lu n ta r ia , y a q u e p re fie re su m isió n d e « c rític o s o c ia l» q u e la
p r e o c u p a c ió n p o r su e c o n o m ía . P la n te a u n n u e v o c a m b io d e v a lo re s y e m p ie z a p o r
v iv irlo e n su p r o p ia p e rs o n a .
77 S ó c ra te s , d e s c o n te n to c o n los m é to d o s sofistas, n o c o m p a r te sus m o d o s: a lq u ile r
lo c ales, c o b r a r h o n o ra rio s , e tc . P e ro , d e s c o n te n to ta m b ié n c o n los p o lític o s, re h ú s a
c o la b o r a r c o n el g o b ie rn o d e Ja polis (p o lític a v ie n e d e polis...) c o n su p e c u lia r sistem a
d e h a c e r p o lític a d e s d e u n a o p o s ic ió n v iv a : d isc u sió n d e los te m a s p ú b lic o s y ético s. Eí
a g o r a , c o m o p a r l a m e n t o y a s a m b le a .
APOLOGIA I 101

[L a voz La exp licación está en lo q ue m e habéis oíd o


in te r io r o decir tantas veces y en tan diversos sitios, y es que se
daimónion.]
da en m í un a voz, m an ifestación d ivina o de cierto
gen io78, y que m e sobreviene m uchas veces. Incluso
se habla de ella en la acusación de M eletos, aunque
sea en tono despectivo. Es una voz que m e acom p a­
ña desde la infancia y se hace sentir para desaconse­
jarm e algunas accion es pero que jam ás m e ha
im pulsado a em prender de nuevas. Esta es la causa
que m e ha im p ed id o intervenir en la política. Y m e
lo ha desaconsejado, creo yo, m u y razonablem ente.
Porque lo sabéis m u y bien: si hace tiem po m e
hubiera m etid o en p olítica, h ace tiem po que ya
estuviera m uerto y por ello no habría sido útil, n i a
vosotros, n i a m í m ism o.
Y no os irritéis contra m í porque os diga la
verdad, una vez m ás. N o h a y nadie que pueda
salvar su vid a , si va lien tem en te se opone a vosotros
o a cualquier otra A sam blea y se em p eñ a en im p e ­
dir las m últiples injusticias e irregularidades que se
com eten en cu alq u ier ciudad. En consecuencia,
32 a quien quiera lu ch ar por la ju sticia , debe tener m u y
presente — si es q ue quiere vivir m uchos años— ,
que se conform e con una v id a retirada y que no
se ocupe d e los asuntos p ú b licos79.
Y voy a daros pruebas contundentes de ello, no
con palabras, sino co n lo qu e tiene m ayor fuerza
ante cualq u ier auditorio: los hechos.

[E x p e rie n c ia s Escuchad lo que m e ha ocurrido para que co m ­


p e rs o n a le s co n probéis que yo no cedo ante nadie. El temor a la
la d e m o c r a c ia
y co n la
m uerte es im p oten te para hacerm e desistir de algo
o lig a rq u ía .] que sea contrario a la justicia.

78 E l daimon s o c rá tic o es u n e s p ír itu /g e n io /d iv in id a d q u e a c o m p a ñ a b a a S ó c ra te s en


los m o m e n to s m á s im p o r ta n te s , y q u e sólo le d is u a d ía d e la s a c c io n e s q u e n o d e b ía
e m p r e n d e r , ja m á s le in d ic a b a la s q u e d e b ía h a c e r. R e d u c irlo a la «voz d e la
c o n c ie n c ia » , es q u it a r le e x p re s iv id a d a! té rm in o .
79 U n a v e z m á s es difícil s e p a r a r lo q u e es a u t é n ti c a m e n te p la tó n ic o d e lo q u e es
so c rá tic o . L a tesis d e l « n o lu g a r d e l filósofo e n la p o lític a » es a m p lia m e n te d e s a r r o lla d a
p o r P la tó n , q u e y a a n c ia n o y d e s e n g a ñ a d o d e sus e sc a rc e o s e n la p o lític a a c tiv a en
S ir a c u s a y d e s u ferv o ro sa y e s p le n d o ro s a c r e a c ió n d e l E s ta d o p e rfe c to ( kalípolts)} en
m a n o s d e g o b e r n a n te s filósofos p a r a c a m b ia r la s o c ie d a d d esd e a r r i b a — d e s d e la
r a z ó n — . S in e m b a rg o , la Apología la e sc rib e e n su j u v e n tu d , p o r lo q u e la tesis p u e d e
s e r m u y b ie n d e l p r o p io S ó c ra te s y a ñ o r a d a , c in c u e n ta a ñ o s d espués, p o r P la tó n . Y lo
m á s c h o c a n te es q u e e n G re c ia — A te n a s — , el E s ta d o e r a el P u e b lo , lu e g o S ó c ra te s
a c u sa , n o a u n o s p o lític o s p ro fe s io n a le s , sin o a sus p a isa n o s.
102 I APOLOGIA D E SOCRA TES

O s voy a relatar cosas cargantes, a la m anera de


los abogados, pero todas ciertas.
Y o no he ejercido cargos públicos m ás qu e en dos
b ocasiones: cu an d o siendo m iem bro del C onsejo80,
coin cid ió que nuestra tribu de A n tióq u id a81, ejercía
su turno de Presidencia y vosotros estabais d elib e­
rando qué hacer con aquellos diez estrategas q u e no
h ab ían recogido los cuerpos de los soldados caídos
en la batalla naval y se in ten tó juzgarlos a todos
ju ntos. Esto estaba en contra de nuestras leyes com o
después se dem ostró82.
E ntonces yo sólo, y en contra de todos los Príta-
nos, m e opuse a que vosotros hicierais a lg o en
contra de la ley y voté en contra de todos. Y a pesar
de que los oradores, alentados por vuestras protestas
y vuestro ap asion am ien to, exigían abrirm e un pro-
c ceso para llevarm e an te los tribunales, creí qu e era
m ucho m ejor estar de parte de la ley y de la ju sticia,
aun que m e supusiera graves peligros, que ponerm e
de vuestra parte en busca de seguridades, si por ello
d ebía ir en contra de la ju sticia o era m ovid o por el
tem or de la m uerte o del en carcelam ien to. Y esto
ocurrió cuando A tenas era gobernada por la d em o­
cracia83.

A p a r t i r d e l a re fo rm a d e C lístin es, sig lo v , 50 s e n a d o re s d e c a d a u n a d e la s 10


trib u s, a s u m ía n la re p re s e n ta c ió n p e rm a n e n te d el p u e b lo e n te ro . D u r a n te u n p e rio d o de
tr e in ta y c in c o a tr e in ta y n u e v e d ía s, o s te n ta b a Ja m á x im a r e s p o n s a b ilid a d p ú b lic a , y
el so rte o « e le g ía » a u n o d e éstos p a r a s e r el P re s id e n te (E pistátes) d e A ten a s.
C u r io s a m e n te , c u a lq u ie r c iu d a d a n o a te n ie n s e , p o d ía lle g a r a s e r P r e s id e n te d e l a polis,
si el a z a r le p ro te g ía .
81 L a d is tr ib u c ió n p o r trib u s o d is trito s c o n s titu y ó u n a d e la s re fo rm a s m á s só lid a s,
h e c h a s p o r S o ló n p a r a e l im i n a r d ife re n c ia s d e clases. A n te s, G re c ia , e s ta b a d iv id id a p o r
ra z o n e s d e s a n g r e ( a r is to c ra c ia ) o p o r po sesió n d e tie rra s (la tifu n d io s) y r iq u e z a s .
« S ó c ra te s n a c ió e n A lo p e c a , d e m o s d e A tic a » (D ió g en es, Sócrates).
82 S e re fie re a u n h e c h o m u y f a m ilia r a los p re se n te s: e n el a ñ o 4 0 6 se lib r ó la
b a ta lla n a v a l d e la s isla s A rg in u s a s . L o s g rie g o s v e n c ie ro n , p e ro u n a to r m e n ta h iz o m u y
p e lig ro s o c u m p lir el s a g r a d o d e b e r d e los g rie g o s d e re c o g e r los c u e rp o s d e lo s so ld a d o s
m u e rto s , f lo ta n d o s o b re Jas a g u a s. L os d ie z e s tra te g a s d e c id e n a b a n d o n a r la e m p re s a
p a r a n o p e r d e r m á s . v id a s. E ste h e c h o se e n r a re c ió c o n in trig a s p o lític a s y co n
a n tip a tía s p o p u la r e s q u e p ro v o c a ro n el ju ic io c o le c tiv o a los d ie z e s tr a te g a s y su
p o s te r io r e je c u c ió n . P e ro e r a ile g a l ju z g a r lo s e n u n solo ju ic io y ta m b ié n h a c e rlo
c o le c tiv a m e n te . S ó c ra te s , e s ta v e z d e s a fia n d o la s ira s p o p u la r e s , es el ú n ic o d e los
P ríta n o s q u e se o p u s o a e s ta d e c is ió n d e la A sa m b le a .
83 S ó c ra te s c r itic a b a a l a d e m o c r a c ia , n o p o r sus c o n te n id o s id e o ló g ic o s, q u e d esd e
H e r o d o to h a s ta P eric les, q u e d a b a n p la s m a d o s e n los tre s id e a le s d e : isonomía o le y ig u a l
p a r a to d o s; isogorin o ig u a l p a r tic ip a c ió n e n la ta r e a d e g o b ie rn o , e isocracia, ig u a l p o d e r
APOLOGIA I 103

Pero tam bién, bajo el régim en oligárquico de los


T reinta fui requerido84, ju n ta m en te con otros, para
que m e presentara an te el T o lo s85, y nos ordenaron
que nos trasladáram os a Salam in a para buscar al
estratega L eón y colaborar en su m uerte86.
M isiones de este tipo en con m en d ab an a m uchos
otros para com prom eter a cuantos m ás pudieran en
su crim inal gestión de gobierno. Y entonces, v o lv í a
dem ostrar, no con palabras, sino con los hechos,
d que la m uerte — lo digo sin am bages— no m e
im porta lo m ás m ín im o, m ientras que intentar no
com eter acciones injustas es para m í lo más im por­
tante. E incluso aquel régim en que presum ía de
duro, y en verdad lo era , no pudo doblegarm e
para hacer un acto injusto. Y cuando salimos del
T olos, los otros cuatro se dirigieron a Salam ina para

p a r a to d o s, sin o p o r sus a p lic a c io n e s o c o n c re c io n e s p rá c tic a s ; d e s c u b re los fallos d e u n


s is te m a q u e d e p e n d e d el a z a r d e l so rtç o d e u n o s c a rg o s o d e la s a r tim a ñ a s d e los
b u s c a d o re s d e v o to s d o n d e d e m o c r a c ia ( g o b ie rn o d e l p u e b lo ) se c o n v e rtía e n d e m a g o ­
g ia (c o n d u c c ió n d e l p u e b lo ). L a a s p ira c ió n s u p r e m a es la eunomía, la « b u e n a ley »
c o n tr a la dusnomia, p a r a e v ita r ex ceso s so cia les, úbris. \
84 S ó c ra te s a p a re c ía co m o a m ig o d e la s fa m ilia s q u e h a b í a n te n id o m ás p o d e r
d u r a n t e la o lig a rq u ía d e los T r e i n t a T ir a n o s , «los a c o m p a ñ a n te s d e S ó c ra te s c a u s a r o n
al E s ta d o m a le s in c o n ta b le s » , d ir á «el a c u s a d o r» P o líc ra te s, s e g ú n J e n o f o n te (Recuerdos,
I, 2 -1 2 ), y p re c is a m e n te los dos q u e m á s p a s ió n d e s p e rta ro n , C ritia s « el m á s r a p a z y el
m á s s a n g u in a rio » , y A lc ib ia d e s , « d e to d o s los d e la d e m o c ra c ia , el m á s d e s c o m e d id o y
v io le n to » , r o n d a r o n p o r el c írc u lo d e S ó c ra te s . S in e m b a rg o , S ó c ra te s a f ir m a n e u t r a li­
d a d — so sp e ch o sa p a r a m u c h o s — , y a d u c e c o m o p r u e b a s s u o p o sic ió n a la o lig a r q u ía .
A ta c a r á a C ritia s (J e n o fo n te : Recuerdos, I I , 1-30) al q u e a c u s a d e « p a d e c e r u n a p a s ió n
p o r c in a p o r d e s e a r ro z a rs e c o n tr a E u tid e m o , c o m o los p u e rc o s c o n tr a la s p a re d e s » ,
C r itia s re p lic ó c o n u n a ley c o n l a c lá u s u la : « q u e d a p r o h ib id o e n s e ñ a r el a rte d e los
ra z o n a m ie n to s » .
A u n q u e los a ta q u e s p ro c e d e n s o b re to d o c o n tra el p ro c e d e r s a n g u in a rio y los
d e s tie rro s , o b r a d e los T r e in ta : « S ó c ra te s d ijo q u e le c h o c a b a q u e u n o v in ie ra a ser
p a s to r d e u n a v a c a d a y se d e d ic a r a a m e n g u a r la y a e s tr o p e a r a los m e jo re s ... y q u ie n
se d e d ic a a e s tro p e a r c iu d a d a n o s n o s ie n ta v e rg ü e n z a d e e llo .» E n to n c e s es c u a n d o
C r itia s y C a ric le s le lla m a n y le p r o h íb e n te n e r c o n v e rs a c io n e s co n los jó v e n es, d a n d o
lu g a r a u n sa b ro so d iá lo g o . L os h e c h o s d e ja n b ie n c la ro la p o sic ió n p o lític a d e S ó c ra te s.
86 L o s T r e in ta T ir a n o s se r e u n í a n e n u n e d ific io c i rc u la r, lla m a d o T o lo s o R o to n d a ,
y q u e a n te s h a b ía n o c u p a d o los P r íta n o s d e tu rn o .
8e L e ó n d e S a la m in a , fu e u n ric o g e n e ra l e je c u ta d o p o r los T r e in ta . Los T r e in ta
p r a c t ic a r á n la p o lític a d e in m is c u ir, c u a n ta m á s g e n te m e jo r, e n la p o lític a d u r a q u e
e je r c ita b a n . « L la m a ro n a c u a tr o c iu d a d a n o s y a S ó c ra te s p a r a q u e fu e r a n a d e te n e r a
u n ta l L e ó n d e S a la m in a p a r a a ju s tic ia rlo . M ie n tr a s los o tro s c u a tro fu e r o n a c u m p lir
el e n c a rg o , el m a rc h ó d e l T o lo s a s u ca sa, sin in m u ta r s e .» L os h ec h o s e r a n g ra v e s , y
S ó c ra te s s a b ía q u e se la ju g a b a . S in e m b a r g o , n o h u b o re p re s a lia s p o r q u e los T r e in ta
f u e r o n d e rro c a d o s m u y p ro n to .
87 L a d u r e z a d e los T r e in ta , r é g im e n o lig a r c a im p u e s to p o r los e s p a rta n o s , q u e d a
p a lp a b le c o n el a p o d o d e « T ira n o s » q u e el p u e b lo les re g a ló .
104 I APOLOGIA D E SOCRATES

cum plir tan injusta orden y traerse a León, pero yo


m e fui tranquilam ente a m i casa. Por este m o tivo es
m uy posible que ya hubiera encontrado entonces la
m uerte, pero aquel régim en cayó poco después. D e
e todo esto m uchos de vosotros podéis ser testigos.
Y bien: ¿acaso creéis que yo hubiera vivido
m uchos años si m e hubiera ded icad o a la p olítica, y
si, portánd om e com o es propio de q u ien antepone
su honradez a sus intereses, hubiera h ech o de la
defensa de la ju sticia m i com prom iso, an tep on ién ­
dole, com o d eb e ser, por en cim a de todo? N i m ucho
m enos, atenienses, com o tam poco n in gú n otro que
lo in ten te de esta m anera.
33 a Pero yo, durante toda m i vida, y a sea en las
cuestiones de interés p úblico en que he intervenido
a en las privadas, he sido siem pre el m ism o y jam ás
he actu ado contra la justicia-, ni he perm itido hacer­
lo a aquéllos que m is acusadores d en om in an mis
discípulos, ni a los dem ás.

[ D e f in ic ió n .d e Pero, au nque jam ás he sido m aestro de nad ie, si


su m a g is te rio .] alguien, jo v e n o m ayor, ha sentido deseos d e oírm e
u observarm e, n u n ca lo he rehusado. N o soy h om ­
bre que h ab le por dinero o que m e calle si m e lo
dan. E stoy a total disposición tanto del rico com o
del pobre para que m e pregunten cu an to deseen y
todos podéis contrastar lo que d igo. Jam ás m e he
n egad o a dialogar. Y si alguno, por todo ello, se
convierte en un hom bre m ejor o peor, no se m e eche
b a m í el m érito ni el castigo, ya que jam ás prom etí a
n ad ie n in gú n tipo de enseñanza ni de h ech o la
enseñé. Por ello, si sale algu ien que dice que ha
aprendido algo porque ha recibido leccion es mías,
ya sean particulares o públicas, podéis estar seguros
que os está m intiendo.
Pero, ¿cómo es que hay algunos que encuentran
tanto gusto en pasar el tiem po conm igo?88.

88 E l te m a d e los s e g u id o ro s o « la fa s c in a c ió n s'o c rátic a» , h a n p r o v o c a d o a p a s io n a ­


d a s le c tu ra s . S ó c ra te s o c u p a el v a c ío d e ja d o p o r la d e s a p a r ic ió n d e l c írc u lo d e P eric les
y se c o n v ie rte e n el h o m b r e d e m o d a , y q u e p r e s e n ta b a m e jo re s p e rs p e c tiv a s d e fu tu ro .
A e sto h a y q u e a ñ a d ir su r ic a y c o n tr a d ic to r ia p e r s o n a lid a d q u e e je rc ía u n p o d e r d e
a tr a c c ió n e n o r m e , d e s p e r ta n d o g ra n d e s a m is ta d e s — y e n e m is ta d e s — , lle g a n d o a Ja
f a s c in a c ió n , « d e ja n d o u n a h e r id a m u c h o p e o r q u e c u a lq u ie r p ic a d a d e v íb o r a » , d ir á
APOLOGIA I 105

Y a lo habéis oído, atenienses, os he dicho sólo la


verdad: les resulta intrigante ver cóm o interrogo a
los que presum en de sabios, pero qu e de hecho no lo

[ A p o r ta c ió n d e Sostengo que ese es el m an d ato que he recibido


te stig o s.] ¿el genio, ya sea en sueños, oráculos o por cu alq u ie­
ra de los m edios norm ales con que un dios acostum ­
bra a servirse para asignar a un hom bre una m i­
sión89. Esa es la verdad y no es nada difícil probar­
la. Pues si y o hubiera dejado un a estela de jóven es
corrom pidos y au n ahora los fuera corrom piendo,
es natural que algu n o, o todos, estarían aq u í presen­
tí tes para acusarm e y exigir el castigo y si ellos no se
atreviesen, sus padres o herm anos ven d rían en su
lugar por considerar que se h a causado daño a
algu ien de su fam ilia.
Por el contrario v eo a m uchos de ellos sentados
entre vosotros90: prim ero a Critón, de m i m ism a
edad y del m ism o dem os, padre de C ritóbulo,
tam bién aquí presente; después a Lisanias, del distri-
e to de Esfeto, padre de Esquines, quien tenéis aq u í
tam bién, y v ed a A ntifonte, del distrito de Cefisia,
padre de E pigenes, y a esos otros cuyos herm anos
han estado presentes en las conversaciones aludidas:
N icóstrato, hijo de T eozótid es, y herm ano de T eó -
doto — T eó d o to m urió y, por tanto, no puede
testim oniar— ; Paralio, hijo de D em ód oco, cuyo
34 a herm ano era Téages; A d im an to, hijo de Aristón, del
cual es herm ano P latón, ahí presente, y A yantodo-
ro, del cual es h erm an o A polodoro, ahí presente. Y
podría citaros a m uchos más, qu e incluso al propio
M eletos hubiera p od id o presentar com o testigos de

A lc ib ia d e s . D e to d o ello a lg u n o s a u to re s e x t r a e n la c o n c lu s ió n d e l a ex isten cia d e


re la c io n e s ín tim a s , o el lla m a d o « v ic io s o c rá tic o » . S ó c ra te s d e fie n d e la c o n c e p c ió n d e la
b e lle z a c o m o algo p e rfe c to , a p e te c ib le , q u e p ro v o c a la n e c e s id a d d e d e ja rs e a tr a e r . E s
m u y c la r if ic a d o ra la le c tu r a d e E l banquete, y el in ic io d e l Protágoras.
86 E r a n a lg u n a s d e la s señ ales c o n q u e se p r e t e n d ía n f u n d a r la re la c ió n d io s-
h o m b r e . « A ristó te les d ic e q u e ta m b ié n p e re g r in ó a D elfos» (D ió g en es: Sócrates, I I ) .
00 E s a la r g a re la c ió n d e a m ig o s n o es e x h a u s tiv a n i ta m p o c o c re e m o s n e c e sa rio
a m p lia r los d a to s ofrecid o s. S o la m e n te q u e C ritó n , el a m ig o « q u e c u id ó q u e n u n c a le
fa lta r e n a d a d e los p re c iso » (D ió g e n e s: Critón) , q u e a p a re c e e n v ario s d iá lo g o s y q u e es
el p r o ta g o n is ta d el b ellísim o d iá lo g o d e l Critón, q u e r e s u m e n los tr e in ta d ía s d e c á rc e l
q u e S ó c ra te s v iv ió d e sp u é s d e su c o n d e n a .
106 I APOLOGIA D E SOCRATES

su pleito, y si no lo hizo por descuido o por olvido,


qu e lo haga ahora, a ver si encuentra a alg u ien que
corrobore alguno de sus puntos. Pero com proba­
réis todo lo contrario, atenienses: todos están dis­
puestos a declarar a favor del qu e ha sido su
corruptor, el que ha destrozado sus fam ilias, según
b A nitos y M eletos aseguran91.
C abría la posibilidad de qu e los ya corrom pidos
tuvieran alguna secreta razón para au xiliarm e y
com partir m i responsabilidad, pero los no corrom ­
pidos y que son m ayores de edad que ellos, sus
parientes, ¿qué m otivos pueden tener para ayudar­
m e, si no es la que A nitos y M eletos éstán m in tien ­
do y de que yo estoy en la verdad?

Y a he dicho bastante, atenienses. T o d o lo que


p ueda añadir en defensa propia, q ueda suficiente
aclarado con lo expuesto y au nque podría ir añ a­
dien d o nuevos aspectos, m ás o m enos, serían del
m ism o estilo92.

[N o im p lo ra Y quiza alguno se in d ign e al recordar q u e en


c o m p a s ió n .] c otros casos y de m enos m onta, se rogó y suplicó a los
ju eces con lágrim as, hacien d o com parecer ante el
T ribu nal a sus hijos para despertar com pasión, y si
se terciaba, a sus parientes y fam iliares, y yo, en
cam b io, no h ago nin gu n a de estas cosas a pesar de
que estoy corriendo, com o se ve, el m ayor de los
peligros. P uede ser que alguno echándose esas cuen­
tas, tom e h acia m í una actitud de despecho, y que

91 L a d e c la r a c ió n d e los testigos es la m á x im a p r u e b a p e ric ia l e n u n ju ic io : S ó c ra te s


la re s e rv a p a r a el fin a l c o m o g o lp e d e e fe c to in c u e s tio n a b le . N o se co n o c e a n in g u n o d e
los testig o s a d u c id o s p o r la a c u sa c ió n .
92 H a y u n s ig n ific a tiv o c a m b io e n este m o m e n to : S ó c ra te s h a d ic h o r e p e tid a m e n te
q u e se tr a ta d e alg o m á s q u e d e l ju ic io a u n c iu d a d a n o . Es el p ro c e s o a u n a n u e v a
c o n c e p c ió n d e la s o c ie d a d y los a r g u m e n to s p re s e n ta d o s , b a s a d o s e n la e v id e n c ia
ló g ica, n o d ic e n n a d a a q u ie n e s les m u e v e la p asió n . L a c le p s id ra m a r c a b a y a el fin del
tie m p o p e r m itid o p a r a su d efen sa y S ó c ra te s, o P la tó n , a m b ie n t a n c o n to n o s d r a m á ti­
cos este fin a l. N i S ó c ra te s p u e d e c e d e r y r e n u n c i a r a su la b o r , n i el T r i b u n a l le d e ja r á
c o m p le ta m e n te lib r e s in la m á s m ín im a p r u e b a d e a rr e p e n tim ie n to . R e c u r r i r a la
c o m p a s ió n s e ría r e n u n c i a r in d ir e c ta m e n te a su la b o r. P o r eso, s a b ie n d o la e fe c tiv id a d
d e ta les re c u rs o s e n o tro s ju ic io s , S ó c ra te s los d e s c a rta to ta lm e n te . T r a tá n d o s e d e u n
T r i b u n a l p o p u la r , n o té n ic o , ese tip o d e re c u rso s, ileg ales, e r a n s u m a m e n te e fec tiv o s. Y
e n S ó c ra te s , u n a m u e s tra d e a r r e p e n tim ie n to , casi h u b ie r a b a s ta d o p a r a o lv id a r su
c a u sa . P e ro él n o c e d e , a l c o n tr a rio , les p ro v o c a .
APOLOGIA I 107

irritado por m i form a de actuar, deposite su voto


con cólera.
d Pues bien: si en alguno de vosotros se da esta
situación, au n q u e ni afirm o de q ue se dé, sino que
an alizo esta posibilidad, ya tengo preparada la
respuesta que le daría:
— A m igo m ío, tam b ién yo tengo una fam ilia y
tam bién p u ed o aplicarm e aq u ello de Hom ero: « N o
he nacido ni de una en cin a ni de las rocas», sino de
hom bres. T en g o fam iliares, e incluso tres hijos, uno
adolescente, por cierto, y dos de corta edad. Y, sin
em bargo, a n inguno de ellos perm itiré que suba a
este estrado para suplicar vuestro voto absoluto­
rio93.
¿Por qué no quiero hacer n ad a de todo, esto? N o
es ni por fanfarronería ni m ucho m enos por falta de
consideración hacia vosotros. Q_ue después afronte
é la m uerte con firm eza o con flaqueza, ya es otra
cuestión. Pero, por m i buen nom bre y por e] vues­
tro, que es el de nuestra ciudad, a m i edad no m e
parece honrado echar m ano de ninguno de estos
recursos, y m u ch o m enos, con la opinión que se ha
form ado de que Sócrates se diferencia de la m a y o ­
ría de los hom bres. Si de entre vosotros, los que
destacan por su valen tía o por su in teligen cia o por
cualquier otra virtud, se com portasen de este m odo,
cosa fea sería. A lgu n a vez he visto a algunos de esos
que son considerados im portantes, cuando se les
está ju zgan d o y tem en sufrir alguna pena o la
m ism a m uerte, su con d u cta m e parece in exp licab le,
pues, parece que están con ven cid os de que si logran
de que no se les con d en e a m uerte, después ya serán
por siem pre inm ortales. Estos son la deshonra y
b oprobio de nuestra ciudad, porque pued en hacer
creer a los extranjeros que aquellos ciudadanos que
distinguim os con honores y que eligim os para qu e
ocup en las m agistraturas, no se diferencian en nada'

03 X a n ti p a , la c o n tr o v e rtid a c o m p a ñ e r a , p r e s e n te e n los ú ltim o s in s ta n te s a n te s d e


m o rir . L as re la c io n e s d e p a r e ja n o d e b ie ro n s er ta n a lte ra d a s co m o a lg u n o s p r e te n d e n .
D e sus tres h ijos, s o la m e n te c o n o c em o s el n o m b r e d e l m a y o r: L á m p ro c le s . L os o tro s
d o s d e b ía n s er m u y p e q u e ñ o s , p u e s e s ta b a n e n la s ro d illa s d e s u m a d re . D a d a su c o r ta
e d a d y los s e te n ta a ñ o s d e S ó c ra te s , so n u n a e v id e n te p r u e b a d e v ita lid a d . T a m b ié n
p a r e c e s e r q u e se casó m u y m a y o r.
108 I APOLOGIA D E SOCRA TES

de las m ujeres94. Esas son escenas, atenienses, que


los que gozam os de cierto prestigio no debem os
hacer, y si lo hacem os, vosotros no debéis perm itir­
lo, sino qu e más bien debéis estar dispuestos a
dem ostrar que condenaréis a q u ien ofrezca el triste
espectáculo de suplicar la com pasión de sus jueces,
dejando en ridículo a la ciudad.
Pero, aparte de la cuestión de m i buen nom bre,
tam poco m e parece d igno el ir su p lican d o a los
c ju eces y salir absuelto por la com pasión, com prada,
sino que h ay que lim itarse a exponer los hechos y
tratar de persuadir, no de suplicar. Pues el jurado
no está puesto para repartir la ju sticia com o si de
favores se tratara, sino para decidir lo que es justo
en cada caso; y lo qu e ha ju rad o es interpretar
rectam en te las leyes, no a favorecer a los q ue le
caigan bien.
Por tanto, no podem os perm itirnos el perjurio
a nosotros m ism os, n i a los dem ás, pues am bos nos
haríam os reos de im p ied ad . N o esperéis, pues, de
m í, que recurra a artim añas n i acciones qu e no sean
d rectas ni justas, y m enos ahora, ¡oh por Zeus!, que
estoy aquí acusado de im p ied ad por M eletos. Pues
es evid en te qu e si con súplicas llegara a convenceros
o bien os forzara a faltar a vuestro ju ram en to, os
enseñaría a pensar de qu e no h ay dioses y, así, con
m i defensa, de hecho, lo que haría sería condenar­
m e a m í m ism o por no creer en los dioses.
Pero no es así, ni m ucho m enos: yo creo en los
dioses, com o cualquiera de m is acusadores. Por eso,
atenienses, dejo en vuestras m anos y en las de los
dioses el decidir lo que v a a ser m ejor para m í y
para vosotros95.

94 Es c o n o c id a la p o c a v a lo riz a c ió n so cia l d e la m u je r g rie g a . P la tó n es el p r im e ro


e n i n t e n ta r u n a e q u ip a r a c ió n d e d e re c h o s (v éase, p o r e je m p lo , e n el Tim eo). L a m u je r
n o p o d ía p a r t ic i p a r e n la s a s a m b le a s n i a p e n a s s a lir d e su c a sa . E l m a r id o p o d ía
c o m p a r tir el le c h o c o n sus esclav as. S in e m b a rg o , a q u í se t r a ta d e u n a c o m p a r a c ió n
p s ic o ló g ic a q u e d o ta b a a la m u je r d e u n a se n s ib le ría fácil y u n a m a y o r fa c ilid a d p a r a la
e x te r io r iz a c ió n d e sus s e n tim ie n to s .
95 A c a b a la p r im e r a p a r t e , c o n u n fin a l lite r a rio . Q u e d a lejos el S ó c ra te s d ia lo g a n ­
te, y p o c o a p o c o , se c o n v ie rte , o P la tó n le c o n v ie rte , e n u n o r a d o r , d o tn i n a d o r d e los
re c u rs o s , d e c a n tá n d o s e p o r la p ie z a o r a to r ia . T o n o s q u e se a c e n tu a r á n e n la s p a rte s
s ig u ie n te s , n o to r ia m e n te lite ra ria s .
APOLOGIA I 109

E JE R C IC IO S

SOCRATES Y LA SOFISTICA

I. Introducción a las cuestiones

E l ju ic io d e S ó c ra te s se re a liz a e n el 399: los a s is te n te s v iv e n c o n el esco zo r


v iv o d e la g r a n h u m illa c ió n d e l a d e r r o ta d e l P e lo p o n e so . E llos, c u a n d o n a c ie ro n ,
a ú n p o d ía n e s c u c h a r Jos ecos d e la g ra n v ic to r ia o g lo ria d e l M a r a t h ó n (39 0 ), y
v iv ie ro n el e s p le n d o r d e l sig lo d e o ro d e P eric les.
H a b ía q u e b u s c a r c u lp a b le s a la d e b a c le a c tu a l.
L os sofistas a p a re c e n c o m o los p rin c ip a le s e le m e n to s co rro siv o s, y ca si a u to re s
d e l d e s a s tre . Se h a p e rd id o la g u e r r a , p o rq u e se h a n d e g r a d a d o la s c o s tu m b re s , se
h a n c a m b ia d o los id e ales.
S ó c ra te s se p e r c a ta de! p r o b le m a y q u ie r e d e ja r b ie n c la ro q u ié n es q u ié n .
C o n o c e r estas d ife re n c ia s, v a lo r a r re s p o n s a b ilid a d e s y a p o rta c io n e s es b ásic o
p a r a s itu a rn o s e n el c o n te x to d e la Apología.

Π. Localización del texto


L é a s e Apologia, 17-19 b , y a m p líe s e c o n el d o ssier n u m . 6y el d o c u m e n to I .

m. Comprensión del texto

1. Comprensión semántica de los términos: D e fin ic ió n e tim o ló g ic a o re a l de: sofista,


filósofo, m a c ro y m ic ro d is c u rs o , im p ro v is a c ió n so fístic a, filósofos p re s o c rá ti-
cos, nomos, physis, L as nubes, c o sm o p o litism o , politeia.
2. Aspectos históricos:
2 .1. P e rio d o s d e la so fístic a, c o n sus n o m b re s m á s im p o rta n te s .
2 .2. V a lo ra c ió n g lo b a l d e la sofistica: a p o r ta c ió n c u ltu ra l, re v o lu c ió n
so cia l, lin g ü ís tic a , p e d a g o g ía , p o lític a .
2 .3. L a fo rm a s n u e v a s d e e n s e ñ a r.
2.4. O rig e n d e su re c h a z o social:
— a u to r e s q u e los m in u s v a lo r iz a n y ra z o n e s q u e a p o rta n ;
— la r e p e rc u s ió n d e la so fística e n los d iv e rso s e s ta m e n to s.

IV. Elaboración de contenidos

1. E l nombre:
1.1. S ofista y filósofo se t r a t a d e dos té rm in o s : ¿o p u e sto s, c o m p le m e n ta rio s ,
id é n tic o s, in d e p e n d ie n te s ?
1.2. R e t r a to d e los sofistas: e n los n iv e le s p o p u la re s , c u ltu ra le s , a r is to c a r á ti-
cos...
2. L a obra:
2 .1 .. A p o rta c ió n c u ltu ra l d e los sofistas: c o n c e p to d e I lu s tr a c ió n a te n ie n s e ,
lo g ro s e n lin g ü ís tic a , o ra to r ia , ló g ic a , etc.
2 .2. A p o rta c ió n p o lític a : A te n a s y la s n u e v a s n e c e sid a d e s d e la d e m o c ra c ia :
la A s a m b le a y los o ra d o r e s , d e m a g o g o s , h o m b r e s p ú b lico s.
2.3. L os filósofos a n te r io r e s y sus p re o c u p a c io n e s filosóficas (física y cosm o-
110 I APOLOGIA D E SOCRATES

lo g ia ), y el n u e v o g iro d e la filosofía so fístic a. E je m p la r iz a r las


re sp u e sta s.
2 .4. S ó c ra te s , ¿fue sofista? R a z o n a r ia re s p u e s ta ,
3. Problemas candentes:
3 .1 . P o lé m ic a nomosjphysis.
3 .2 . N a c io n a lis m o , im p e ria lis m o a te n ie n s e versus co s m p o litism o . C e n tr a r
c a d a te m a y d a r o p in ió n p e rs o n a l.
4. E l d is c u rs o so fístic o y s o crático . (Se t r a t a r á e n los ejercic io s « E l d iscu rso
s o c rá tic o » p ág. 116.)

V. Actualización del texto

1. D e s c u b rim ie n to y a n á lisis d e a c titu d e s sofísticas, e n los m e d io s d e c o m u n ic a ­


c ió n , a c tu a c ió n d e los p o lític o s, h o m b re s p ú b lic o s ... A n álisis d e a lg ú n
d is c u rs o d e p o lític o s.
2. A n álisis d e los m é to d o s so c rá tic o s y sofísticos e n la e d u c a c ió n q u e estás
v iv ie n d o .
3. V a lo riz a c ió n p e rs o n a l d e la o b r a d e los sofistas.

LOS ACUSADORES

I. Introducción a las cuestiones

L a f ig u ra d e S ó c ra te s h a c ía m u c h o s añ o s q u e e s ta b a m in a d a . U n o s v e in ti­
c in c o a ñ o s a n te s , tre s c o m e d ió g ra fo s le d e d ic a r o n se n d a s o b r a s . D e e lla s , d e sta c ó
la c a r i c a t u r a d e A ristó fa n e s. D esp u és, g ru p o s d e c iu d a d a n o s , m o le s to s p o r la
la b o r d e el tábano> a fila n sus c rític a s, a u m e n ta n este m a le s ta r. E sa es l a h e r e n c ia
q u e se re c o g e e n la a c u s a c ió n o fic ial. U n h e c h o q u e n o h u b ie r a te n id o d e m a s ia d a
tr a s c e n d e n c ia , sin a q u e llo s a n te c e d e n te s .
E s el m o m e n to d e o b te n e r l a m á x im a in fo rm a c ió n p a r a v a lo r a r l a d ec isió n
fin a l d e l ju ic io .

Π. Localización del texto


R e p e tid a m e n te a p a re c e n los tres a c u s a d o re s a lo la rg o d e la Apología,
p r in c ip a lm e n te al p rin c ip io (18 d y sigs.).
S o b re A ris tó fa n e s y los tres a c u sa d o re s, v éa se el d o ssie r n ú m . 3 y el 5.

m« Comprensión del texto

1. E n u m e r a c ió n d e los a n tig u o s y a c tu a le s a c u sa d o re s.
2. L a o b r a d e A ristó fa n e s: ¿ q u ié n e ra , q u é im a g e n d e S ó c ra te s p re s e n ta ? ;
a r g u m e n to d e L a s nubes; efec to s q u e p ro d u jo .
3. P e rs o n a lid a d d e c a d a u n o d e los tres a c u sa d o re s o ficiales.
4. E n u m e r a r p r o c e d im ie n to s n o rm a le s p a r a p r e s e n ta r a c u s a c ió n , ó r g a n o s d e
G o b ie rn o , y d ife re n te s c a rg o s c o n te n id o s e n la a c u s a c ió n o ficial.
APOLOGIA / 111

IV. Actualización del tema

1. E l te a tr o c o m o e le m e n to d e d e n u n c ia social: A n álisis d e a lg u n a o b ra y sus


re p e rc u sio n e s .
2. F u e rz a s so cia les q u e p r e t e n d e d e je rc e r el d e re c h o d e c e n s u ra y e n q u é tip o d e
ra z o n e s f u n d a m e n ta n sus p re te n s io n e s .

LA IGNORANCIA SOCRATICA O LA HONESTIDAD INTELECTUAL

I. Introducción a las cuestiones

« N o c o n c ib o u n a v id a sin b ú s q u e d a .»
L o s sofistas h a b í a n c o n tr ib u id o al cao s so cia l e in te le c tu a l d e A te n a s. L a fra se
d e P ro tá g o ra s : « E l h o m b re es la m e d id a d e to d a s la s cosas», e ra in t e r p r e ta d a c o n
u n a to ta l lig e re z a y e x h ib id a c o m o p r o to e s ta n d a r te d e l m ás o s a d o esn o b ism o
in te le c tu a l. D o s a c titu d e s e s ta b a n en a u g e : el re la tiv is m o q u e a r r e m e tía c o n tr a
to d o y el d o g m a tis m o q u e a r r e m e tía c o n tr a to d o s. S ó c ra te s p re s e n ta u n a te r c e r a
a lte r n a tiv a : él solo s a b e q u e n a d a sab e; él, sólo « b u s c a » . Y é sta es la a c titu d q u e
e x ig e a sus in te rlo c u to re s , d e lo c o n tr a rio , les d e s e n m a s c a ra . Y ésto s r e s p o n d e n
c o n la p e o r d e la s a rm a s : el o d io , la e n v id ia , la ju g a d a s u c ia . E s ta es la a u té n tic a
c a u sa d e la c o n d e n a .

Π. Localización del texto

E s ta m o s e n la Apología d e s d e el «20 c» h a s ta el «23 c» , a m p líe se c o n el d o ssie r


n ú m . 8 y el d o c u m e n to I I .

ΠΙ. Comprensión del texto


1. Técnica del subrayado: S u b r a y a r la s frases m á s e x p lític a s so b re la ig n o r a n c ia
s o c rá tic a .
2. Comprensión semántica: D e fin ic ió n d e o r á c u lo , p ito n is a , D elfos, d io s, ig n o r a n c ia
c o m ú n , ig n o ra n c ia s o c rá tic a , epistéme, tecne, sophia, symphilosophein, doxa ( o p i­
n ió n ), ousía (e se n c ia ),
E n u n c ia r a lg u n a s d e la s a c e p c io n e s filosóficas d e la p a l a b r a « razó n » .
3. Aspectos históricos:
3 .1. L os o rá c u lo s e n Ja a n tig ü e d a d : m isió n , m é to d o s d e a u g u r a r , a c e p ta c ió n
o re p e rc u s ió n p o p u la r , te m p lo s m á s im p o rta n te s .
3 .2. C o m p a r a r este te x to co n Apología, 40 a: ¿ A ñ a d e alg o n u e v o ? ¿E n q u é
m e d id a S ó c ra te s a c e p ta b a esta s p rá c tic a s p o p u la re s ? ¿S u daimon es u n
tip o m á s d e estas p rá c tic a s?
4. Comprensión de la metodología:
4 .1. L a d u d a : e n la h is to ria d e la filosofía h a n a p a re c id o d iv e rso s tipos d e
d u d a (m e tó d ic a , e s c é p tic a , n ih ilis ta ), ¿ c o m p a rte la d u d a so c rá tic a a lg o
e n c o m ú n co n esta s d u d a s ?
4 .2 . ¿ Q u é frases p o d r ía n d e fin ir Ja J la m a d a ig n o ra n c ia so c rá tic a ? ¿ Q u é
p r e te n d ía c o n ella?
4 .3 . ¿C ó m o p u e d e s er el m á s s a b io d e los h o m b re s , si él m ism o n ie g a serlo ?
4 .4 . ¿ Q u é v a lo r le d a S ó c ra te s a la s p r e g u n ta s y a la s resp u estas?
112 I APOLOGIA D E SOCRATES

4 .5 . A n álisis d e la fo rm a d e in te r r o g a r : ¿ P o r q u é u sa la fo rm a in te r r o g a tiv a ?
¿ Q u é m o tiv a c ió n p s ic o ló g ic a s ù p o n e e n S ó c ra te s? ¿ C o m p a r te la a c titu d
e n c ic lo p e d is ta d e los sofistas? ¿S u a c titu d es s im p le c u rio s id a d , re s e n ti­
m ie n to p e rs o n a l, a f á n d e c o m p e te n c ia ? ¿Es d o g m á tic a o in q u is itiv a ?
4 .6 . L os in te rro g a to rio s s o crático s: ¿A q u ié n in te r r o g a ? ¿ Q u é p re te n d e ?
E fe cto s e n los e n c u e sta d o s . C o n c lu sio n e s p e rs o n a le s a la s q u e lleg a.
¿ Q u é sig n ifica s e r s a b io y s e r ig n o ra n te ?
4 .7 . ¿C ó m o a p lic a el oficio d e su m a d r e a su p ro fesió n ?

IV. Actualización del tem a

1. C o m e n ta r : « N o c o n c ib o u n a v id a sin b ú s q u e d a .»
2. V a lo r d e l a d u d a e n la v id a p e rs o n a l.
3. B u s c a r a c titu d e s d o g m á tic a s e in q u is itv a s e n tu e n to rn o .

LA ACUSACION POR CORRUPCION DE JUVENTUD

I. Introducción a las cuestiones

S o r p r e n d e q u e u n a c u s a d o q u e e s tá re a liz a n d o s u p r o p ia d e fe n s a , a n te
c e n te n e re s d e p e rs o n a s , al a ire lib re , in ic ie u n d iá lo g o c o n sus a c u s a d o re s c o m o si
e s tu v ie ra h a b l a n d o e n c u a lq u ie r rin c ó n d e l á g o ra . N o s o r p re n d e si s a b e m o s q u e
fu e P la tó n q u ie n d is p u s o la fo r m a d e r e d a c c ió n d e Ja Apología. A sí « e n s e ñ a b a »
S ó c ra te s: e s c o g ie n d o u n te m a d e in te r é s e irle s a c a n d o , p o c o a p o co , to d o s los
c o n te n id o s p a r a lle g a r a u n a c o n c lu s ió n . E s ta p a r t e d e la Apología es in te r e s a n te ,
p o r q u e nos p e r m ite r e c o n s tr u ir el m é to d o a c tiv o d e S ó c ra te s , y s e g u n d o , p o r q u e
es ta m o s a n t e el te m a c e n tra l d e la a c u sa c ió n : S ó c ra te s h a b í a c o n tr ib u id o , s eg ú n
ellos, a c o r r o m p e r a la ju v e n tu d . ¿ C o rr o m p e r o c a m b ia r?

Π. Localización de los textos

Apología, 24 b -2 6 a.
D o ssie r n u m . 4 y el d o c u m e n to I I I .

m. Comprensión del texto


1. Comprensión semántica: D e fin ic ió n e tim o ló g ic a y re a l d e : m a y é u tic a , iro n ía ,
e d u c a c ió n « n u e v a y tr a d ic io n a l» , « e s p íritu d e l M a r a th ó n » , la fa s c in a c ió n
s o c rá tic a , el symphilosophein, la in d u c c ió n s o c rá tic a , la c o n tr a d ic c ió n ló g ica,
v ic io s o c rá tic o .
2. Comprensión metodológica:
2 .1 . A r g u m e n to ético : ¿ Q u é c o n d ic io n e s se r e q u ie r e n p a r a q u e a lg u ie n
a c e p te la re s p o n s a b ilid a d m o ra l d e sus ac to s? ¿Se d a b a n e n el caso
S ó c ra te s ? ¿ Q u é v a lo r tie n e n este tip o d e p ru e b a s ?
2.2 . A rg u m e n to ju r íd ic o : ¿ Q u é re q u isito s le g a le s e x ig ía la le y a n te s d e
p r e s e n ta r la a c u s a c ió n le g a l? ¿L os c u m p lió M ele to s? ¿ P u e d e e x ig ir
S ó c ra te s s u v a lo riz a c ió n p o r p a r t e d e l T r ib u n a l?
2 .3 . A rg u m e n to s m e to d o ló g ic o s: se t r a ta r á n e n la p á g . 118.
APOLOGIA I 113

IV. Lectura de contenidos


1. C o p ia r el te x to o rig in a l d e la a c u s a c ió n .
2. ¿ C u á l es la re a c c ió n in ic ia l d e S ó crates?
3. R e s p o n s a b ilid a d in d iv id u a l y so cia l d e la e d u c a c ió n , o re s u m e n del d iá lo g o
c e n tra l:
3.1. ¿ A c e p ta S ó c ra te s a lg ú n tip o d e re s p o n s a b ilid a d en la h ip o té tic a co ­
r r u p c ió n d e la ju v e n tu d ?
3.2. ¿ Q u é tip o d e e d u c a c ió n a c o n s e ja S ó c ra te s a sus seg u id o re s?
3.3. ¿ Q u é tip o d e a te n u a n te s e x ig e p a r a e x im ir s u h ip o té tic a r e s p o n s a b ili­
d a d e n la c o r ru p c ió n d e la ju v e n tu d ?
4. C u a d r o c o m p a r a tiv o e n tr e la « n u e v a y v ie ja e d u c a c ió n » .

V. Elaboración de los contenidos

1. S ó c ra te s, ¿ c o rru p to r o m a e s tro ?
2. I n te r p r e ta c ió n d e la a c u sa c ió n :
2 .1. ¿L os a c u sa d o re s a c tu a b a n p o r:
— L a d e s c o n c e rta n te v id a p r iv a d a d e S ó crates?
— L a s s u p u e s ta s v in c u la c io n e s c o n los sofistas y c o n a lg u n o s tira n o s ?
— L a a ñ o r a n z a d e l lla m a d o e s p ír itu d e l M a r a th ó n ? S in te tiz a la « e d u ­
c a c ió n n u e v a y la tr a d ic io n a l» , s eg ú n A ristó fan es.
— · C o m e n ta el s e n tid o d e la p a l a b r a areté.
3. S ó c ra te s y la ju v e n tu d a te n ie n s e :
3.1. R e la c ió n d e S ó c ra te s c o n los jó v e n e s :
— L a fa s c in a c ió n s o c rá tic a .
— L a in te r r o g a c ió n s o c rá tic a y su im p a c to e n la ju v e n tu d .
— E l « m a g is te rio » s o c rá tic o : in t e r p r e ta c ió n d e l h e c h o .
3 .2. L a a c tiv id a d s o c rá tic a , ¿es u n a a u té n tic a e d u c a c ió n ? , ¿se tr a ta d e u n a
m a n ip u la c ió n , p o lític a , d e m a g ó g ic a ? , ¿es u n a p r o v o c a c ió n a la s o c ie ­
d a d ? , ¿ e ra u n e n f r e n ta m ie n to c o n tin u o c o n t r a el p o d e r? P o n ejem p lo s.

VI. Actualización del tema


1. L a e d u c a c ió n a c tu a l y su m isió n s o cia l: ¿ A y u d a a fo rm a r u n a c o n c ie n c ia
crític o -so cial? ; ¿refleja la s d ire c tric e s d el siste m a ? ; ¿es sólo r e p e tid o r a d e
m o d e lo s p re e s ta b le c id o s ? Es u n a e d u c a c ió n , ¿ p ro g ra m a d a o c re a tiv a ?
L a e s c u e la , ¿d e b e s e r to ta lm e n te a s é p tic a o d e b e e d u c a r ? R a z o n a la
r e s p u e s ta . E n caso a firm a tiv o , ¿ q u ié n d e b e e d u c a r ? , ¿ q u é tip o d e e d u c a c ió n
d e b e d a rse ? E n caso n e g a tiv o , r a z o n a tu r e s p u e s ta .
2. T r a z a r el e s q u e m a d e l a e d u c a c ió n q u e vives, in d ic a n d o q u é e le m e n to s
tr a d ic io n a le s y p ro g re s is ta s e n c u e n tra s .

LA ACUSACION POR IMPIEDAD

I. Introducción a las cuestiones


L a a c u s a c ió n d e im p ie d a d c o n s titu y e el eje d el p ro ceso . T r a s los c u a r e n ta
la rg o s añ o s d e g u e r r a y re p e tid o s c a m b io s d e p a r tid o s e n el p o d e r , e n el 4 0 4 se
d e c r e ta u n a a m n is tía p o lític a to ta l. S ó c ra te s , a p e s a r d e las a n tip a tía s d e los
114 I APOLOGIA D E SOCRATES

p o lític o s d e tu rn o , n o p u e d e s er a c u s a d o p o r c u e stio n e s p o lític a s . L a « a s e b e ia » , o


im p ie d a d , e r a el a r m a s u til. S in e m b a rg o , n i a n te s n i d e s p u é s d el p ro c e s o , q u e d a
c la ro el s e n tid o d e e s ta c o n d e n a c ió n . P e ro d a n p ie a u n a p r o f u n d a re fle x ió n s o b re
do s c u e stio n e s b á s ic a s p a r a to d a c o n v iv e n c ia so cia l: la to le ra n c ia y la li b e r ta d de
p e n s a m ie n to .

Π. Localización de los textos

V é a se Apología, d e s d e «26 b -2 8 a» .
A m p líe s e c o n los d a to s d e l d o ssier n ú m . 4 y el d o c u m e n to I I I , IV .
L e c tu r a d e l a Constitución y d e Los Derechos Humanos, a rtíc u lo s 18, 19 y 20.

Π!. Comprensión del texto

1. Comprensión semántica: D e fin ir los té rm in o s : a s e b e ia , D io p ite s , to le r a n c ia ,


lib e r ta d d e p e n s a m ie n to , re lig ió n d e l E s ta d o , d a im o n , o rá c u lo s , d iv in id a d e s ,
g en io s, dio s, A n a x á g o ra s , o rfísm o , m is te rio (s ), I n q u is ic ió n , « L a d e c a d e n c ia
s o c rá tic a » s e g ú n N ie tz sc h e .
2. Comprensión de los contenidos: E s q u e m a , d el te x to .
3. Comprensión histórica:
3 .1 . L a r e lig ió n d e l E s ta d o e n G re c ia : o rig e n , im p o r ta n c ia .
3 .2 . V a lo r d e la m ito lo g ía y d e los rito s e n G re c ia .
3 .3 . T e o ría s a te ís ta s o a g n ó s tic a s e n b o g a e n a q u e lla é p o c a .
3 .4 . E l d e c re to d e D io p ite s y su in c id e n c ia so cial.

IV« Elaboración de los contenidos


1.1. ¿ C o in c id ía n en G re c ia los in te re s e s d e l E s ta d o c o n los d e la re lig ió n ?
1.2. ¿C re es q u e los o rá c u lo s e r a n m o n ta je s c o m ercia les?
1.3. ¿E stás c o n fo rm e c o n la frase d e N ie tz s c h e d e « q u e la re lig ió n g rie g a e ra
u n a re lig ió n frív o la? ¿C ó m o lo in te rp r e ta s ?
1.4. ¿ A c e p ta S ó c ra te s la re lig ió n e s ta ta l? C ita sus p a la b ra s . R e la c ió n d e
S ó c ra te s c o n las te o ría s c o sm o ló g ica s d e la é p o c a .
1.5. L a im a g e n d e l S ó c ra te s d e L as nubes, ¿ tie n e a lg ú n fu n d a m e n to ? ¿ Q u é le
a tr ib u y e A ristó fan es?
2. La re lig io s id a d d e S ó c ra te s.
2 .1 . C o m e n ta l a frase: « A n te s o b e d e c í al d io s q u e a v o so tro s.»
2 .2 . ¿ S ó c ra te s , p ro c la m a la a u to n o m ía re lig io sa d e l in d iv id u o ?
2 .3 . V a lo r d e la v o z d e la p r o p ia c o n c ie n c ia :
2 .3 .1 . A l p r e s e n ta rla en fo rm a d e d a im o n , ¿ tr a ta su c o n c ie n c ia co m o
u n a n u e v a d iv in id a d ?
2 .3 .2 . ¿D e d ó n d e d e r iv a la voz d e la p r o p ia c o n c ie n c ia ? : ¿de su
e n tr o n q u e c o n la n a tu ra le z a ? , ¿de la p r o p ia d ig n id a d h u m a ­
n a ? , ¿de la c o n firm a c ió n d e a lg u n a a u t o r id a d o re lig ió n
e x te rio r? ¿ Q u é d e b e h a c e rs e c u a n d o h a y c o n flic to e n tr e la
p r o p ia c o n c ie n c ia y la a u t o r id a d civ il o re lig io sa e x te rio r?
R a z o n a tu re s p u e s ta .
2 .3 .3 . ¿L a é tic a s o c rá tic a , es u n a n u e v a re lig ió n ? ¿Es u n a é tic a la ic a o
s a c ra liz a d a ?
2 .3 .4 . Q u ié n c o n d e n a a S ó c ra te s , ¿el j u r a d o o s u p r o p ia c o n c ie n c ia ?
2 .3 .5 . S ó c ra te s y la in te r io r id a d , ¿q u é p a s a r ía si to d a s la s re lig io n e s
a n u l a r a n los rito s ex tern o s?
APOLOGIA I 115

3. L os a rg u m e n to s d e S ó c ra te s , ¿ p r u e b a n la in c o n siste n c ia d e la s a c u sac io n es?


E n to n c e s , ¿ p o r q u é le c o n d e n a n ?
4. ¿Se tr a ta d e u n p ro ceso relig io so o p o lític o ? R a z ó n a lo .

V. Actualización del tem a

1. L a s g u e rra s d e re lig ió n , la s c a zas d e b ru ja s , la s in q u isic io n e s, ¿son fe n ó m e n o s


p u r a m e n te religiosos o e sc o n d e n o tro s in tereses? N o co n testes g lo b a lm e n te ,
sin o a n a liz a a lg ú n caso. Y a d e m á s , n o d es n in g u n a r e s p u e s ta q u e n o esté b ie n
d o c u m e n ta d a o p r o b a d a .
2. ¿E x iste, a c tu a lm e n te , a lg ú n tip o d e co n flicto s religiosos p o r in to le r a n c ia ,
in c lu s o , a lg u n a g u e rr a S a n ta ?
¿ U n a re lig ió n « v a le u n a so la g o ta d e s a n g re » ? R a z ó n a lo .
3. ¿El E s ta d o tie n e o b lig a c ió n d e v e la r p o r las c o s tu m b re s , la s id e a s y la fe d e
sus sú b d ito s? R a z o n a r l a re s p u e s ta .
¿ Q u é re la c io n e s d e b e n e x istir e n tr e u n a re lig ió n y el E s ta d o ? ¿ D e p e n d e n ­
c ia , s e p a ra c ió n , s u b o r d in a c ió n , c o m p e n e tra c ió n ...?
4. ¿E x iste esa voz d e la c o n c ie n c ia ? E n ca so a fir m a tiv o , ¿c ó m o la d e fin iría s,
c ó m o se m a n ifie s ta , etc.? E n caso n e g a tiv o , r a z o n a su in e x is te n c ia .

EL METODO SOCRATICO

I. Introducción a las cuestiones


S ó c ra te s, el M a e s tro . R o d e a d o d e s e g u id o re s, q u e el lla m a b a c o m p a ñ e ro s ,
p e ro p a r a el p u e b lo , q u e n o a f in a b a su le n g u a je , y lo s r e p re s e n ta n te s del o r d e n ,
e r a n b a n d a s p elig ro sas, « ra n a s c ro a n d o » .
¿ Q u é h a c ía este h o m b re ? R a z o n a r e n c o m ú n , d is c u tir, d ia lo g a r , b u s c a r e n
g ru p o : symphilosophein.
E s te es el g r a n h a lla z g o d e l M a e s tro , h ijo d e p a r t e r a : s a c a r a la lu z , o si
q u e re m o s educar, d e l v e rb o la tin o educere, « h a c e r s a lir» .
E so es Ja m a y é u tic a : e x t r a e r lo q u e h a y d e n tr o d e u n o m ism o , y a y u d a r a
e n c o n tr a r la re s p u e s ta p o r sí m ism o . A sí se d is fru ta d e l g o ce del c a m in o r e c o rrid o
y d e la m e ta a lc a n z a d a .

II. Localización de los textos

V a m o s a c e n tr a rn o s e n do s d iá lo g o s d e la Apología: « D iálo g o e n tr e S ó c ra te s y
C a lia s» (20 a ) , y « D iá lo g o e n t r e S ó c ra te s y M ele to s» (2 4 d ).
E n el d o c u m e n to V I a m p lia re m o s los d a to s c o n el « D iá lo g o d e l M e n ó n » y
u n o s te x to s d e N ie tz s c h e , p a r a c o n tr a s ta r o p in io n e s .

m. Comprensión del texto

1. Comprensión semántica: D e fin ir estos té rm in o s : in d u c c ió n , d e fin ic ió n , m a c ro d is -


c u rso , m ic ro d is c u rs o , a n tilo g ía , so fism a, d o b le d is c u rs o , eu légein, d ia lé c tic a
s o c rá tic a , im p ro v is a c ió n so fistic a y s o c rá tic a , « p e n s a to rio » , ir o n ía , p r in c ip io
d e c o n tra d ic c ió n , ad absurdum, ad hominem, symphilosophein, a p o r ia .
2. E n u n c ia , m u y b re v e m e n te , la s tesis p r in c ip a le s d e a m b o s d iscu rso s.
116 I APOLOGIA D E SOCRATES

IV. Compresión metodológica


Si h u b ie r a q u e d e fin ir co n u n solo v e rb o la m isió n d el filósofo, n o s b a s ta r ía
co n el d e « ra z o n a r » .
P e ro « ra z o n a r » — tra b a jo c o n la « ra z ó n » — n o es e lu c u b r a c ió n in te r io r , co m o
si la m e n te fu e r a u n ta lle r ín tim o , sin o q u e es, eso, y a d e m á s s u m a n ife s ta c ió n
e x te rio r. E l c a ta lá n h a u n id o do s v e rb o s m u y ex p resiv o s: « r a o n a r i e n r a o n a r » ,
« r a z o n a r y h a b la r» , y a la in v e rsa .
Se tr a ta a q u í d e v e r có m o « ra z o n a b a » y « h a c ía r a z o n a r » , S ó c ra te s.
1. E l d is c u rs o sofístico y el d is c u rs o so c rá tic o .
1.1. ¿ C o n q u é p a la b r a s , y s o b re to d o , co n q u é a d je tiv o s y a d v e rb io s d efin e
S ó c ra te s su d iscu rso y el d e los sofistas? ( Apología, 1 7 a ) .
1.2. P u e d e h a c e rs e u n c u a d r o c o m p a r a tiv o d e a n a lo g ía s y d ife re n c ia s.
1.3. R e p e rc u s io n e s d e a m b o s d iscu rso s e n sus re sp e c tiv o s a u d ito r io s .
1.4. O b je tiv o s d e a m b o s discu rso s: d id á c tic o s , p o lític o s...
1.5. E je m p lif ic a r la s r e s p u e s ta s co n el e s tu d io d e a lg ú n d iscu rso sofístico,
b u s c a n d o los sofism as d e los m ism o s. P ro p o n e m o s , a lg u n a a p o r í a d e
Z e n ó n , el d is c u rs o s o b re el « n ih ilis m o d el ser» , d e G o rg ia s , e tc .
2. « D iá lo g o e n tr e S ó c ra te s y C a lía s» .
2 .1 . ¿Se tr a ta d e u n m a c r o o d e u n m ic ro d isc u rso ?
2 .2 . ¿Es u n e je m p lo d e m a y é u tic a s o c rá tic a ? D is tin g u ir la s tre s p a rte s :
iro n ía , d iá lo g o , d e fin ic ió n .
2 .3 . ¿ C u á l es la p r e g u n ta in ic ia l y la c o n c lu s ió n c o m p a r tid a ?
2 .4 . ¿Se tr a ta d e u n m é to d o in d u c tiv o o d e d u c tiv o ? ¿ P o r q u é?
2 .5 . ¿C ó m o h u b ie r a a c tu a d o u n so fista si h u b ie r a te n id o q u e d irig irs e a
C a lía s c o n u n d isc u rso c o n te m á tic a sim ila r?
I n t e n t a r im ita r le c o n u n b re v e d iscu rso in v e n ta d o .
3. C a re o d e S ó c ra te s c o n M e le to s d e la n te d e l trib u n a l..
3 .1 . Argumentos lógicos:
3 .1 .1 . A r g u m e n to ad hominem (g ir a r la a c u s a c ió n e n c o n t r a del
a d v e rs a rio , s irv ié n d o se d e sus p ro p ia s ra z o n e s):
M e le to s a c u s a a S ó c ra te s d e q u e es u n c o r r u p t o r y S ó c ra te s
le c o n tr a r r é p lic a q u e el c o r r u p t o r es él.
E s q u e m a tiz a r el a rg u m e n to : p re m is a s y c o n c lu sió n .
3 .1 .2 . A r g u m e n to ad absurdum (a p a r t i r d e c ie rta s p re m is a s a c e p ta d a s
p o r a m b o s in te rlo c u to re s , h a c e r v e r a q u é c o n c lu s io n e s c o n tr a ­
d ic to ria s se lle g a ría d e p ro s e g u ir c o n e lla s ):
S ó c ra te s in ic ia u n a c a d e n a d e p r e g u n ta s s o b re los p o sib les
c o rr u p to re s d e l a ju v e n tu d .
C o p ia r la p r e g u n ta in ic ia l.
C o p ia r el e s q u e m a d e la s sig u ie n te s, y re s u m e la c o n c lu s ió n
a q u e h a n lle g a d o (a n o ta p a r tíc u la s co n la s q u e se v a n u n ie n d o
la s frases, s u b r a y a la s p re m is a s q u e v a a c e p ta n d o M e le to s ).
3 .1 .3 . U n silo g ism o es c o rre c to , c u a n d o d e u n a s p re m is a s c o n in fe ­
r e n c ia c o rre c ta se p u e d e lle g a r a la c o n c lu sió n :
¿ C u á n to s silogism os e n c a d e n a d o s e n c u e n tr a s e n este m a n o
a m ano?
¿ C u á n ta s c o n tra d ic c io n e s ?
L a c o n c lu s ió n d e S ó c ra te s , ¿es c o rre c ta ?
¿ Q u ié n im p o n e la c o n c lu sió n ? ¿ L a a u t o r id a d d e a lg u n o d e
los p re s e n te s o la e v id e n c ia d e los ra z o n a m ie n to s ?
3 .1 .4 . H e m o s tr a b a ja d o c o n u n g ra d o se n c illo d e d ific u lta d , p e ro
p o d e m o s ir a u m e n tá n d o la :
I n te n ta f o r m u la r a lg u n o d e los silogism os a n te r io r e s , e sp e ­
c ific a n d o p r e m is a m a y o r, m e n o r, tip o d e c o n e c tiv a s, c o n c lu -
APOLOGIA I 117

A p lic a r la s la b ia s d e v e r d a d c o r re s p o n d ie n te a a lg u n o d e
tus r a z o n a m ie n to s .
3 .1.5. L a inducción socrática:
S e g ú n A ris tó te le s , S ó c ra te s in v e n tó la in d u c c ió n .
S u ra z o n a m ie n to e s tá c o n s titu id o p o r u n a c a d e n a d e r a z o ­
nes o silo g ism o , lo q u e e n ló g ic a c lá s ic a se lla m a po lisilo g ism o s.
L a fa lsa c ió n d e la s d is tin ta s p ro p o s ic io n e s se b asa e n el
p rin c ip io d e c o n tr a d ic c ió n , y S ó c ra te s lo u sa, e lim in a n d o las
d ife re n te s p ro p o s ic io n e s falsas, p a r a lle g a r a u n a c o n c lu s ió n
q u e se a c e p ta c o m o v e r d a d e r a .
K1 in te r r o g a to r io , ¿ e m p ie z a c o n u n p r in c ip io g e n e ra l o u n a
c u e stió n c o n c re ta , p a r tic u la r ?
¿C u á l es e s ta p r e g u n t a in icia l?
¿Se v a a p o y a n d o e n v e rd a d e s e n c a d e n a s ? ¿C ó m o se v e e ste
e n c a d e n a m ie n to ? I n te n ta s e g u irlo , p a r tie n d o d e a lg o d e s c o n o ­
c id o y v e r c ó m o S ó c ra ic s y M c le io s v a n e n c o n tr a n d o v e rd a d e s
n u e v a s. ¿ P e n s a b a n ig u a l a n te s d e e m p e z a r a d ia lo g a r? L a
c o n c lu s ió n , ¿ p u e d e e q u ip a r a r s e a u n a d e fin ic ió n p ro v isio n a l?
¿ Q u é a s ig n a tu r a s y d is c ip lin a s u s a n p r e fe r e n te m e n te el
d is c u rs o d e d u c tiv o , y e n c u á le s el in d u c tiv o ?
II

N o m e ha sorprendido ni in d ign ad o, oh aten ien ­


ses, esta condena que acabáis de sellar con vuestro
v o to 96.

[A n álisis 36 a Y entre m uchas razones, la prim era, es que no


re s u lta d o m e ha resultado inesperada; m ás bien m e sorprende
v o ta c ió n .]
el tan gran núm ero de votos a m i favor, pues no
sospechaba que se resolvería así, sino que esperaba
m uchos m ás votos en contra m ía. Pero v ed qu e los
resultados se hubieran trastocado con sólo una
treintena qu e hubieran votad o m i absolución.
Por de pronto, que de la acusación de M eletos,
según las cuentas qu e yo m e hecho, he quedado
plen am en te absuelto y no sólo absuelto, sino que
incluso es evid en te que si no h u bieran com parecido
A nitos y L icón, hubieran sido condenados a pagar la.
b m u lta de m il dracm as por no haber alcan zad o la '
qu in ta parte de los votos exigid os97.

[L a A hora, este hom bre propone la pena de m uerte


a n titím e s is .] para mí.
B ien, ¿y qué contrapuesta98 os voy a hacer, ate­
nienses?

96 E l re s u lta d o d e la v o ta c ió n fue d e 280 v o to s a fav o r d e su c u lp a b ilid a d p o r 2 2 0 d e


su in o c e n c ia . El s is te m a d e v o ta c ió n , al tra ta rs e d e u n a v o ta c ió n s e c re ta , e r a el d e las
h a b a s o p ie d r a s d e c o lo r b la n c o o n e g ro . L os q u e p o d ía n v o ta r e r a n 500 ju e c e s , m á s el
v o to d e l P re s id e n te , p a r a u n p o s ib le d e s e m p a te .
97 L as leyes g rie g a s e x ig ía n q u e si el a c u s a d o r n o lle g a b a a c o n s e g u ir u n a q u in ta
p a r t e d e v o to s a fa v o r d e su p e tic ió n d e p e n a , o r e t ir a b a la a c u s a c ió n , o d e b ía p a g a r
u n a m u lta d e m il d ra c m a s .
08 L o s ju ic io s g rie g o s se d e s a r r o lla b a n m u y e s q u e m á tic a m e n te : lo s a c u sa d o re s
p r e s e n ta b a n la a c u s a c ió n y la s p ru e b a s ; el a c u s a d o p r o n u n c ia b a su p ro p ia d e fe n s a , y el

118
A P O L O G IA I 119

C iertam ente que voy a proponer la q ue creo que


m e m erezco. ¿Que cuál es? ¿Q ué pena o castigo
tengo que sufrir por haberm e em p eñ ad o tozuda­
m ente en no querer una vid a tranquila y cóm oda,
sino d escuidando lo qu e obsesiona a la m ayoría de
las personas, com o son sus bienes, sus intereses
personales, la dirección de ejércitos, el discursear en
la A sam blea, d edicarm e a la caza de cargos pú b li­
cos, sino q ue he p erm anecido neutral ante coalicio-
c nes y revueltas, por considerar que soy dem asiado
honrado para poder salir ileso si intervengo en la
política. Por ello, jam ás m e he ocupado de aquellas
cosas qu e ni a vosotros ni a m í pudieran reportar
utilidad, y prefiriendo hacer a cada uno de vosotros
el m áxim o bien tratando de con ven cerle de que no
se ocupara m ás qu e d e aq u ello que era de la
m áxim a utilid ad para sí m ism o y lo más razonable.
Y que no se ocupara de los asuntos de la nación,
sino de la n ación m ism a, y qu e así procediera en
todos los asuntos.
A hora bien, ¿qué d eb o sufrir por todo esto?
d C iertam ente, que algú n bien, atenienses, si de
verdad hay qu e ser ecu án im es con arreglo a los
m erecim ientos. Y , ¿qué bien puede ser el m ás
apropiado para un benefactor pobre qu e necesita
todo el tiem po posible para poder dar consejos a sus
conciudadanos? In d u d a b lem en te que sólo hay una
recom pensa qu e haga ju sticia a los m erecim ientos:
m antenerle a costa del Estado e n el Pritaneo y con
m ayores m erecim ientos que cualquiera de los gan a­
dores de algu n a carrera de caballos, o de carros por
parejas o d e las cuadrigas qu e se celebran en
O lim pia. Pues m ientras éstos os hacen creer que os
dan la felicidad, yo os h ago felices de verdad, y, por
e otro lado, ellos no precisan de vuestras pensiones y
yo sí.
En resum en, si de verdad debo proponer la

T r i b u n a l p a s a b a a la p r im e r a v o ta c ió n s o b re ia c u lp a b ilid a d o in o c e n c ia d e l p re s u n to
reo . U n a v ez co n o c id o s estos re s u lta d o s , d e b ía a d ju d ic a rs e u n a p e n a , q u e d e b ía s e r
es c o g id a e n tr e la p ro p u e s ta d e los a c u s a d o re s , e n este caso e r a la p e n a d e m u e rte , o la s
p r o p u e s ta s del p re s u n to c u lp a b le . E s ta p r o p u e s ta se lla m a b a a n titím e s is .
L a Apología lle g a a u n m o m e n to á lg id o : ¿ C ó m o re a c c io n a r á S ó crates? D e a c u e rd o
c o n su p r o p ia ló g ic a , n o se s ie n te c u lp a b le , sin o to d o lo c o n tra rio : m e re c e d o r d e l
r e c o n o c im ie n to p ú b lic o d e la po lis p o r los s erv ic io s p re s ta d o s.
120 I APOLOGIA D E SO CRATES

condena que m erezco hacien d o ju sticia, esa es la


que propongo: ser m an ten id o a costa del E stado en
el P ritaneo .
37 a T al vez al oír esta proposición y ver el tono que
uso, se repita en vosotros la m ism a im presión que
cu and o h ab lab a de recurrir a lágrim as y súplicas:
que os parezca arrogante m i com portam iento. Pero
no es esta m i in ten ción , atenienses, au nque ésta es la
única verdad: no tengo con cien cia de que vo lu n ta ­
riam en te jam ás h aya hecho mal a nadie, a u n q u e no
he podido convenceros a la m ayoría de vosotros
porque no ha habido tiem po suficiente para ello.
Pues yo creo qu e si entre nosotros fuera ley, lo que
es costum bre en otros pueblos, de qu e las cuestiones
de p ena capital no se dicte sentencia en el m ism o
día del ju icio , sino después de uno o de varios, estoy
persuadido de que os convencería; pero, ahora, no
es d em asiado fácil rechazar tan graves cargos en tan
corto espacio de tiem p o 100.
E stando con ven cid o de no haber h ech o m al a
nadie injustam ente, es lógico que tam poco m e lo
haga a m í m ism o hab lan d o com o si m e m ereciera
un castigo o m e condenara a m í m ism o.

[N o a c e p ta ni ¿Q ué tengo q ue temer? ¿Tal vez, el sufrir aq u ello


la c á rc e l n i el
que propone M eletos contra m í, cosa qu e repito que
d e s tie r r o .]
aún no sé si es un bien o un mal? ¿Voy a d ecan tar­
m e h acia Jas cosas que sé que son m alas y proponer
contra m í algú n castigo concreto? ¿Tal v ez la cár­
cel?

89 Y a h o r a lle g a el m o m e n to m á s d e s c o n c e rta n te d e este p ro c e so . P a re c e q u e e ra


e v id e n te q u e ta n to los a c u sa d o re s, y q u e s o b re to d o los ju e c e s y el p ú b lic o a s is te n te se
h u b ie r a n c o n fo rm a d o c o n u n c a stig o e je m p la r , co m o el d e s tie rro , o u n a f u e rte m u lta ,
p e ro sin lle g a r a la s ú ltim a s c o n s e c u e n c ia s. S in e m b a rg o , S ó c ra te s , a d iv in a n d o sus
in te n c io n e s , a p u e s ta p o r los c o n tra rio : « N o m e re z c o v u e s tro c a stig o s in o v u e s tro
p re m io .» Y p u esto s a p e d ir, ex ig e lo m á x im o : s e r m a n te n id o a c o s ta d el E s ta d o p a r a
p o d e r te n e r m á s tie m p o p a r a d e d ic a rs e a su m isió n . T r a to q u e m e re c ía n los g a n a d o re s
d e la s O lim p ía d a s , to d o s ellos d e la a ris to c r a c ia , y los 50 P ríta n o s q u e p r e s id ía n p o r
rig u ro s o tu r n o . L a re a c c ió n d e l T r i b u n a l, q u e c o n s id e ra ta l p r o p u e s ta u n a a u té n tic a
p ro v o c a c ió n , se e n d u re c ió . A lg u n o s e x p lic a n e sta re a c c ió n c o m o la r e s p u e s ta d el
h o m b r e c a n s a d o : « S ó c ra te s q u e r ía m o rir. N o fue A te n a s, sin o él m ism o el q u e se o b lig ó
a la c ic u ta . S ó c ra te s fo rzó a A te n a s a la c ic u ta » (N ie tz s c h e ).
100 L a r e p e tid a q u e ja p o r la b re v e d a d d el tie m p o c o n c e d id o se d e b ía a Ja o b lig a c ió n
d e re s o lv e r los ju ic io s y la a p lic a c ió n d e e je c u c ió n d e sus p e n a s, e n el c o rto e s p a c io d e
v e in tic u a tr o h o ra s.
APOLOGIA I 121

Y, ¿por qu é tengo qu e encerrarm e en una cárcel,


c a m erced de los que va y a n ocupando anu alm en te el
cargo de los O n ce, que son los vigilantes?101.
O , ¿tal v ez proponer una m u lta y prisión hasta
que no haya pagad o el últim o plazo? E stam os en lo
m ismo: debería estar siem pre en la cárcel, pues no
tengo con qué pagar.
¿Me condenaré al exilio? Q u izá sea esta la pena
que a vosotros m ayorm ente os satisfaga102. Pero
debería estar m uy ap egad o a la vida y m uy ciego
para no ver qu e si vosotros, m is paisanos, no habéis
podido soportar m is interrogatorios ni m is tertulias,
sino que os han resultado m olestos hasta el extrem o
de obligaros a libraros de ellos, ¿cómo v o y a esperar
d que unos extraños las soporten m ás generosam ente?
Es evidente que no lo soportarían, atenienses. Y ,
¡vaya espectáculo el mío! A m is años escapando de
A tenas, va g a n d o de ciudad en ciudad, convirtién­
dom e en un pobre desterrado103. Bien sé que a todas
partes d onde fuere, ven d rían los jóven es a escuchar­
m e con agrado, igual que aquí. Pero si los rechaza­
ra, serían ellos los que rogarían a sus viejos para qu e
m e exiliaran de su ciu d ad , y si los acogiera, serían
sus padres y fam iliares los qu e no pararían hasta
e hacerm e la vid a im p osib le y tendría qu e volver a
huir.
O igo la v o z de alg u ien que m e recom ienda: pero
Sócrates, ¿no serás cap az de vivir tranquilam ente y
en silencio, lejos de nosotros? Este es el sacrificio
m ayor que podíais pedirm e, pues se trataría de
desobedecer al dios y, por tanto, jam ás podría

101 A te n a s n o c o n ta b a c o n u n s is te m a c a rc e la rio m u y p e rfe c c io n a d o . D ie z m a g is tr a ­


d o s, e leg id o s p o r so rteo , y u n e s c rib a n o , los O n c e , e r a n los e n c a rg a d o s d e c u s to d ia r a
los p o co s presos q u e h a b ía .
102 D e c ía u n d ic h o p o p u la r q u e « la m u e r te y el e x ilio p u rific a n la c iu d a d » .
C o s tu m b r e m u y g e n e ra liz a d a , in s titu c io n a liz a d a c o n la p r á c t ic a d el o s tra c is m o o e x ilio
te m p o r a l, d e b id o a la v o ta c ió n a n ó n im a d e la A s a m b le a , s ie m p re q u e la a v a la r a n 6 0 0 0
v o to s. E r a u n a in te lig e n te m a n e r a d e re a liz a r la p ro fila x is c ív ic a , p u es to d o in d iv id u o
so sp e ch o so p o d ía s e r a n u la d o . N o h a y n in g u n a d u d a de q u e si S ó c ra te s h u b ie r a p e d id o
el d e s tie rro , se Jo h u b ie r a n c o n c e d id o .
103 In s is tim o s e n el v iv o s e n tim ie n to d e a r r a i g o h a c ia s u A te n a s n a t a l, «soy feliz p o r
s er g rie g o y n o b á r b a r o ...» A u n q u e c o n el p r e s e n te re c h a z o , S ó c ra te s se e n o rg u lle c e d e
A te n a s, q u e a d e m á s es p a r te d e su v id a y su v id a , p a r te d e su c iu d a d . .
E l te m a d e l d e s tie rro es d e s a r ro lla d o c o n e n te r e z a y t e r n u r a e n el d iá lo g o de P la tó n ,
lla m a d o el Critón.
122 I APOLOGIA D E SOCRATES

quedarm e tranquilo si renunciara a m i m isión. Y


38 a aun que no m e creáis y os penséis que os h ab lo con
evasivas, debo deciros que el m ayor de los bienes
para un hu m an o es el ir m an ten ien d o los id eales de
la virtud con sus palabras y tratar de tantos tem as
com o hem os h ab lad o, exam in án d om e a m í m ism o y
a los dem ás, pues, una vid a sin exam en propio y
ajeno no m erece ser vivida por n in gú n hom bre, m e
creáis o no. Sin em bargo, es tal cual os digo, pero ya
sé lo difícil que es convenceros. Pero tam poco soy de
los que acep tan gratam ente condenas injustas,
b Si m e sobrara el dinero m e habría puesto una
m u lta que fuera capaz de soportar, pues no repre­
sentaría un perjuicio para mí. Pero com o no lo
te n g o 104, sois vosotros los q ue debéis tasar la m ulta.
T al vez, rebuscando podría pagaros hasta u n a m ina
de plata. Así que, esta es la sum a que os propongo.
Pero algunos de los presentes, com o P latón, Critón
y C ritóbulo, m e instan a que os proponga ascender
hasta treinta m inas, de las que ellos se h acen
fiadores. Propongo, pues, esta n u eva sum a. Y ten­
dréis en ellos a unos fiadores de total solvencia.

104 V é a s e la n o ta 76 s o b re Ja p o b r e z a d e S ó crates. L o q u e sí es e v id e n te q u e e n tre


los s e g u id o re s d e S ó c ra te s e s ta b a n m u c h o s d e los m á s a d in e ra d o s . P re c is a m e n te e sta
re la c ió n c o n estos g ru p o s , m á s en c o n c re to c o n a lg u n o s d e los T r e in ta T ir a n o s ,
m a n te n í a n so sp e ch as d e c o la b o ra c ió n e n tr e éstos y S ó c ra te s, s o sp e c h a q u e in flu y ó e n el
in c o n s c ie n te d e m á s d e u n o d e los ju e c e s . S in e m b a rg o , no so n esos los fia d o re s a lo s q u e
se re fie re a q u í. Se t r a t a b a d e C ritó n , F e d ó n , P la tó n , todos ellos e c o n ó m ic a m e n te
fu e rte s y q u e le p ro p o n e n a b i e r ta m e n te la c o m p r a d e s u lib e r ta d . S ó c ra te s d e s m o n ta
sus a r g u m e n to s e n el d iá lo g o d el Critón.
APOLOGIA I 123

E JE R C IC IO S

LA ETICA SOCRATICA

I. Introducción a los ejercicios

L a le c tu r a d e la Apología es u n a m u e s tr a e x c e p c io n a l d e Jo q u e p u e d e s er la
tr a y e c to ria d e u n h o m b re p r e o c u p a d o p o r p la s m a r e n sus a c to s u n a s a c titu d e s
étic a s. U n h o m b re c o m o él, in m e rs o e n los p e q u e ñ o s p ro b le m a s d e la c a lle ,
in fo rm á n d o s e s o b re to d o , p a r a o p in a r d e s p u é s y e x ig ir re s p o n s a b ilid a d e s a q u ie n
in c u m b ie ra . U n a « c o n c ie n c ia c rític a » q u e e x ig e a los d e m á s , p o rq u e ta m b ié n se
e x ig e a sí m ism o . Y sin co n cesio n es.
P o r eso, h a y q u e d e te n e rs e y p r o f u n d iz a r e n estos p a s a je s y e n esas a c titu d e s .
D e elJas, e m a n a lu z .

II. Localización del texto


E s e v id e n te q u e to d a la Apología tr a n s p ir a ese a fá n d e m o s tra rn o s la s
m o tiv a c io n e s é tic a s d e S ó c ra te s . S in e m b a rg o , p a r a p o d e r re a liz a r estos e je r c i­
cios, p u e d e le erse Apología, 28 b y sigs.; 31 a; 37 c. A m p líe s e co n el d o ssier n u m . 5
y el d o c u m e n to V .

III. Comprensión del texto

1. D efinición semántica de: a r e té , é tic a , in te le c tu a lis m o so c rá tic o , b ie n , m o r a l


a u tó n o m a y h e te ró n o m a , n o m o s , p o lis, a x io lo g ía , fe lic id a d , d a im o n , v oz d e
la c o n c ie n c ia , v a lo r(e s ), é tic a m a te ria l y fo rm a l.
2. D e fin ic ió n d e la s sig u ie n te s frases, s e g ú n el p e n s a m ie n to so c rá tic o : « la
ig n o r a n c ia es el m al»;· « q u e soy a m a n te d e lo a p r e n d e r y los h o m b re s q u e
h a b i ta n la c iu d a d s o n m is m a e s tro s y n o los á rb o le s del c a m p o » ; « q u ie n
p ie n sa c o rre c ta m e n te , o b r a c o r re c ta m e n te » ; «esa v o z q u e lle v o d e n tr o , d e s d e
m i in fa n c ia » ; « la c ie n c ia q u e h a c e b u e n o s h o m b re s y c iu d a d a n o s » ; «la é tic a
es p o lític a y la p o lític a es é tic a » .
3. Aspectos históricos:
3 .1 . El c a m b io d e r u m b o d e la filosofía p re s o c r á tic a y so c ra tic o -so íístic a .
3.2. P o lé m ic a nomos y physis.

IV. Elaboración de contenidos

1. L a ética socrática:
1.1. ¿B ro ta d e la in te r io r id a d o d e la e x te rio rid a d ?
A m p lia c ió n d e lo a n te rio r. S u c o n s is te n c ia , ¿surge d e las c o s tu m ­
bres, d e los dioses, d e la le y , d e la polis, e tc ., o d e la li b e r ta d in te r io r
s o b re la p ro p ia s p asio n e s? C o n te s ta c o m e n ta n d o tu re s p u e s ta .
1.2. ¿C ó m o se d e s c u b re ? ¿Es u n a ta r e a p e rs o n a l o p re c is a d e a y u d a
e x te rio r? ¿Es in tu itiv a o ra c io n a l?
1.3. ¿L a v ir t u d se a p r e n d e e n u n a e s c u e la o p o r refle x ió n p e rso n a l?
1.4. ¿Es a u tó n o m a o h e te ró n o m a ? ¿ P o r q ué?
124 I APOLOGIA D E SOCRATES

C o m e n ta e s ta frase: « O m n ia m e a m e c u m p o rto » (« c o n m ig o llev o


to d o lo m ío » , o m á s lib e ra l: « c o n lo m ío , m e b a s to » ).
1.5. ¿ Q u é e n tie n d e p o r c u i d a r y c u id a rs e d el a lm a ?
1 . 6. P o lé m ic a nomos-physis:
— te o ría s c o rrie n te s d e la ép o c a ;
— ra z o n e s q u e S ó c ra te s a p o r t a e n el Critón p a r a n o ro m p e r el p a c to
c o n la s leyes.
2. L o axiología socrática.
2 .1 . ¿Es u n a é tic a m a te r ia l o fo rm a l? ¿ P o r q u é?
¿Se t r a t a d e h a c e r, p o s e e r, h u ir , e tc ., o se g u ir la s p ro p ia s c o n v ic c io ­
nes?
2 .2 . ¿Es m e ta fís ic a , id e a lis ta , in m a n e n te , h u m a n a o e x tr a h u m a n a ? ¿P o r
q u é?
2 .3 . ¿ Q u é es el b ie n y el m a l e n S ó crates? __
2.3.1. E l b ie n , ¿ p o d ría s e r lo ú til a la p olis, a l h o m b re ?
2.3.2. S ó c ra te s , ¿se p r e o c u p a d e l b ie n o d e los bienes?
2.3.3. L a a x io lo g ía s o c rá tic a : h a c e r u n c u a d ro s in ó p tic o d e los b ie n es
in te r n o s y e x te rn o s (págs. 30 y 52).
V a lo riz a c ió n p o r p a r t e d e S ócrates.
2 .3 .4 . « D a ñ a rs e es sólo c o m e te r in ju s tic ia .» L u e g o , ¿es m e jo r s u frir la
in ju s tic ia q u e p a d e c e rla ? ¿C ó m o lo e n tie n d e s tú?
2 .3 .5 . ¿ P o r q u é el h o m b r e ju s to n o p u e d e s e r d a ñ a d o p o r sus
en e m ig o s?
2 .3 .6 . C o m e n ta r e sta frase: « la in ju s tic ia y la d e s o b e d ie n c ia al m e jo r,
y a se a éste u n d io s o u n h o m b r e , es m a l y u n m a l» ( Apología,
29 b).

V. Actualización del tem a


1. L a fe lic id a d , ¿se c o n s ig u e c o n a c to s m a te ria le s , c o n a c titu d e s in te r n a s o co n
la p o sesió n d e bienes? R a z o n a Ja re s p u e s ta .
2. ¿ U n h o m b r e q u e a c tú a s e g ú n lo q u e él c ree q u e es lo ju s to , ¿ p u e d e q u e d a r
tr a n q u ilo ? , ¿se le p u e d e n e x ig ir re s p o n s a b ilid a d e s ? S i es q u e n o , r a z o n a la
r e s p u e s ta ; si es q u e sí, e sp ecifica q u é tip o d e re s p o n s a b ilid a d e s .
3. ¿ Q u é h a c e r c u a n d o h a y v a rio s c o m p ro m is o s d e c o n c ie n c ia e n c h o q u e e n tre
sí?; o sea p o r q u é d iv e rsa s p e rs o n a s , s o b re u n m ism o a s u n to , to m a n o p c io n e s
d is tin ta s .
4. P a s a r u n a e n c u e s ta , c o n fe c c io n a d a c o n o tro s c o m p a ñ e ro s , p a r a r e c a b a r in fo r­
m a c ió n s o b re la a x io lo g ía d e tu e n to rn o .
5. ¿ E n q u é v a lo re s cree s tú?
U n a vez h e c h o tu c a tá lo g o , c o m p á ra lo y d is c ú te lo c o n tus c o m p a ñ e ro s .
6. A c a b a d e seis m a n e r a s d is tin ta s e sta frase: « P a r a m í la fe lic id a d e s ...» C o m ­
p á r a l a c o n a lg u n a s d e las re s p u e s ta s d e tus c o m p a ñ e ro s . D e n tro d e c ie rto
tie m p o , v u e lv e a le e rla s y c o m p r o b a r si p ersiste s e n tus a firm a c io n e s .
7. L a m o ra l y s u e v o lu c ió n , ¿ h a n e v o lu c io n a d o d e s d e S ó c ra te s? ¿ P u e d e h a c e rlo ?
8. ¿ P u e d e a p r e n d e r s e la étic a ? ¿Se n a c e b u e n o o m a lo ? ¿E x iste el s a n to y el
c r im in a l n a to ? R a z o n a tus re s p u e s ta s .
9. C o m e n ta r o d is c u tir la frase d e Apología, 30 b: « In s is tie n d o e n q u e la v ir tu d
n o v ie n e d e la s riq u e z a s , sin o q u e la s riq u e z a s , y el re s to d e los b ie n e s, in c lu so
la c a te g o ría d e u n a p e rs o n a , v ie n e n d e la v irtu d .»
Ill

c Por no querer aguardar un p oco más de tiem po,


[D e s p e d id a .] os llevaréis, atenienses, la m a la fam a de haber
hecho m orir a Sócrates, un hom bre sabio, pues para
avergonzaros, os dirán que yo era un sabio, a pesar
de no serlo. Si hubierais sabido esperar un poquito
más, habría llegad o el m ism o desenlace aunque de
d un m odo natural, pues considerad la edad que tengo
y cuán recorrido tengo el cam in o de la vid a y que
cercana ronda la m u erte105.
Lo dicho no v a para todos, sino solam ente para
los que m e habéis con d en ad o ä m uerte.

[D e sus Y a éstos aún tengo algo m ás que decirles: quizá


a c u s a d o re s .] penséis, atenienses, que es por falta de razones o por
la pobreza de m i discurso por lo qu e he sido
condenado, m e refiero a aquel tipo de discursos qu e
no he usado, en los qu e se recurre a tod o tipo de
e recursos con tal de escapar del peligro. N ada m ás
lejos de la realidad.
Sí, m e h e perdido por cierta falta pero no de
palabras, sino de a u d acia y osadía, y por querer
negarm e a hab lar ante vosotros de la m anera que os
hubiera satisfecho, en ton an d o lam en tacion es, y di-

105 L le g a m o s a la te rc e ra p a rte d e Ja Apología. L e g a lm e n te el ju ic io a c a b a b a co n la


p r o p u e s ta d e la s p e n a s y la c o n s ig u ie n te v o ta c ió n q u e d io el s ig u ie n te re s u lta d o : 361
v o to s a fav o r d e su c o n d e n a y 140 a fa v o r d e su in o c e n c ia .
L a c r ític a n o d u d a e n c a lific a r e s ta p a r te , c o m o u n a c re a c ió n lite r a r ia , m a g n ífic a
p o r c ie rto , d e P la tó n . Es la d e s p e d id a : d u ra c o n sus a c u s a d o re s y ju e c e s , e m o tiv a y
tie r n a c o n sus c o m p a ñ e ro s . Es u n a n tic ip o d e la la r g a d e s p e d id a q u e c o n s titu y e n los
b rev es, p e ro a d m ira b le s d iá lo g o s d e l Critón y d e l Fedóti

125
126 I APOLOGIA D E SOCRA TES

39 a ciendo otras m uchas cosas que yo sostengo qu e son


indignas e inesperadas en m i, au nque estéis acos­
tum brados a oírlas en otros. Pero yo, ni antes creí
que no h acía falta llegar a la deshonra para evitar
los peligros, ni ahora m e arrepiento de haberm e
defendid o así; pues prefiero m orir por haberm e
defendid o así, qu e vivir si hubiera tenido qu e recu­
rrir a m edios indignos. Pues es evid en te que m uchos
en los com bates se escapan de la m uerte a costa de
abandonar sus arm as e im plorar el perdón de los
enem igos. En todos los peligros hay m uchas m a n e­
ras de evitarlos, sobre todo para quienes están
dispuestos a claudicar. Pero lo más difícil río es el
b escapar de la m uerte, sino el evitar la m ald ad , pues
ésta corre m u ch o m ás deprisa que la m uerte. Y a
m í, que ya soy viejo y ando algo torpe, m e ha
p illad o la prim era de las dos, m ientras que a mis
acusadores, que aún son jóven es y ágiles, v a n a ser
atrapados por la segunda.
A sí, que ahora, yo voy a salir de aq u í condenado
a m uerte por vuestro voto, pero ellos m archarán
llenos de m ald ad y vileza, acusados por la verdad.
Y o m e atengo a m i condena, pero ellos d eben
soportar tam b ién la suya. T al v ez era así, com o
debían transcurrir los hechos. Y pienso que incluso
están bien, tal cual están.

c D espués de todo esto, quiero añadir lo qu e veo


[L a v en g a n za que os va a suceder a los que m e habéis condenado,
s o c rá tic a .]
pues cu and o los hom bres v an a m orir es cuando
gozan m ayorm en te del don de profetizar106. Os
predigo, que después de m i m uerte caerá sobre
vosotros, ¡por Zeus!, un castigo m u ch o m ás duro del
que m e acabáis de infrigir10 . A cabáis de con d en ar­
m e con la esperanza de quedar libres de responder
de vuestro actos, pero, lo que os profetizo, es qu e las
cuentas os va n a salir m u y al revés: cada día
aum en tará el núm ero de los que os van a exigir

108 A lu d e a la c r e e n c ia d e q u e e n los in s ta n te s d e la m u e rte , se g o z a d e u n a lu c id e z


e x tr a o r d in a r ia .
101 Se h a u r d id o u n a le y e n d a n e g ra s o b re las re p re s a lia s c o n tr a los a c u s a d o r e s d e
S ó c ra te s , c o m o si A te n a s q u is ie ra la v a r u n a d e s h o n ra . A p o r ta m o s m á s d a to s en la
p á g in a 24.
APOLOGIA I 127

d explicación de vuestros actos y a los que hasta ahora


yo he podido contener, aunque vosotros n i lo advir-
tíais, y tanto más duros serán, cuanto qu e son m ás
jóven es y por ello m ás exigentes, y por todo ello,
viviréis aún m ucho m ás en ojad os108. Estáis rotunda­
m ente equivocados si creéis que la mejor m anera de
iros desem barazando de los que os recrim inan, es el
de irlos m atando. N o es este el m odo m ás honrado
de cerrar la boca a quienes os in q u ietan , sino que
hay otro m u ch o más fácil: no perjudicar a los dem ás
y m ejorar nuestra conducta en todo lo posible.
Con estas predicciones, com o si de un oráculo
fueran, quiero despediros de los que habéis votado
m i m uerte.

[ D e s p e d id a e Y ahora, m e gustaría conversar con, los que m e


d e sus a m ig o s.] habéis absuelto, conversando sobre lo que aquí ha
sucedido a la espera d e que los m agistrados acaben
de trajinar con estos asuntos y qu e m e conduzcan a
donde debo esperar la m uerte. Perm aneced, ate­
nienses, con m igo el tiem po que esto dure, pues nada
nos im pid e platicar.
40 a Q uerría mostraros, com o am igos que sois, cuál es
m i interp retación de lo que acabam os de vivir.
> ¡Oh jueces!, y os llam o jueces con toda propiedad
por haberlo sido conm igo, algo sorprendente m e
acaba de suceder y es, que a q u ella voz del daim on,
que antes se m e presentaba tan frecuentem ente
para oponerse a cuestiones, incluso m ínim as, si
creía que iba a actuar a la ligera, hoy, que según la
m ayoría acab a de sucederm e lo peor qu e podía
sufrir, com o es encontrarm e con la m uerte, no m e
b ha alertado de la presencia de ningún m al. N i al
salir de casa esta m añ an a, ni cuando subía al
T ribunal, ni en n in gú n m om en to de m i apología,
dijera lo que dijera, m e ha im p ed id o seguir hablan­
do, cuando en otras ocasiones lleg ó a quitarm e la
palabra en la m itad del razonam iento, según lo que
estuviera hablando.

108 C u rio so c o m p o r ta m ie n to el d e s u daimon, q u e sólo le im p e d ía y a l e r ta b a a n te sus


a c c io n e s n o civ as, ja m á s le o r ie n ta b a e n la s re s ta n te s .
128 I APOLOGIA D E SOCRA TES

[D isg re sió n ¿Q ué sospecho que h ay detrás de todo esto?


filo só fica s o b re V o y a aclararoslo: lo que m e acab a de suceder
la m u e r te .] para m í un bien y, por tanto, no son válidas
nuestras conjeturas cuando consideram os la m uerte
com o el peor de los m ales. Esta es la razón d e más
peso para convencerm e de ello: de lo contrario esa
voz' del genio se hubiera opuesto para im p ed ir los
hechos, si lo que m e iba a ocurrir se tratara de un
c m al y no de un bien.
Pero aún p uedo añadir nuevas razones para con ­
venceros de que la m uerte no es un a desgracia, sino
una ventura:
U n a de dos: o bien la m uerte supone ser reducido
a la nada, y por ello no es posible n in gú n tipo de
sensación, o de acuerdo con lo que algunos dicen,
sim p lem en te se trata de un cam bio o m u d an za del
d alm a de éste h acia otro lu g a r109.
Si la m uerte es la extin ción de todo deseo y es
com o una noch e de profundo sueño, pero sin enso­
ñar, ¡m aravillosa gan an cia sería! Es m i o p in ión de
que si nos obligaran a escoger entre una n och e sin
sueños pero p lácid am en te dorm ida, con otras no­
ches con ensoñaciones o con otros días de su vid a, y
que después de una b uena reflexión tuvieran que
escoger qué días y noches han sido los más felices,
e pienso que no sólo cualquier persona norm al, sino
que incluso el m ism ísim o rey de P ersia110, en con tra­
ría pocos com parables con la prim era. Si la m uer­
te es algo parecido, sostengo que es la m ayor de las
ganancias, pues toda la serie del tiem po se nos
aparece com o una sola noche.
Pero si la m uerte es una sim p le m u d an za de
lugar, y si, aún más, es cierto lo que cu en tan , que
los m uertos están todos reunidos, oh jueces, ¿sois
capaces de im agin ar algún bien m ayor?111.

109 L a v isió n s o c rá tic a s o b re la m u e r te n o es o rig in a l: d ife re n te s g ru p o s d e filósofos y


se c ta s re lig io sa s s o s te n ía n la m u e r te c o m o u n c a m b io d e m o r a d a — la s e m illa y sus
d ife re n te s e s ta d o s ...— y, o tro s, la m u e rte co m o n o ser.
L o q u e sí a p o r t a S ó c ra te s es u n a ric a d e s c rip c ió n d e la u lt r a tu m b a c o m o lu g a r de
e n c u e n tr o y re u n ió n .
110 E x p re s ió n p o p u la r o r ig in a d a p o r la p o te n c ia d e los p e rsa s, q u e se m id ie r o n
ta n ta s v ec es c o n los g rie g o s e n la s G u e rr a s M é d ic a s.
111 E l p la n te a m ie n to q u e se h a c e s o b re la m u e r te n o es d o g m á tic o , sin o h ip o té tic o .
S ó c ra te s se m u e v e e n tr e do s h ip ó te sis, m u y e n riq u e c e d o ra sl· o la m u e r te n o e x iste p a r a
APOLOGIA I 129

41 a Pues, uno, al llegar al reino del H ades, liberado


de todos esos que aquí se h acen pasar y llam ar por
jueces, nos encontrarem os con los que son au tén ti­
cos ju eces y que, segú n cuentan, siguen ejerciendo
sus funciones. A M inos, R ad am an to y T rip tólom e-
n o 112, y a toda una larga lista de sem idioses q ue
fueron justos en su vida. Y, ¿qué m e decís de poder
reunirm e con Orfeo, M useo, H esiod o y H o m ero 113?,
¿qué no pagaría cualquiera de vosotros si esto es
así? En lo que a m í se refiere, m il y m il veces, pre­
fiero estar m uerto si tales cosas son verdad.· Q u é
b m aravilloso pasatiem po sería para m í poder en con ­
trarme con Palam edes, y con A yax, hijo de T e la ­
m ón, y todos los héroes de los tiem pos pasados,
víctim as tam b ién de otros tantos procesos injustos.
A unque sólo fuera para poder com parar sus exp e­
riencias con las m ías, ya m e daría por satisfecho.
M i m ayor placer sería pasar m is días interrogando
a los de allá abajo, com o durante toda m i vid a
terrena lo he hecho con los de aquí, para ver q u ié­
nes entre ellos son los a u tén ticam en te sabios y
quiénes creen serlo, pero que en realidad no lo
son. Q ué precio no pagaríais, oh jueces, para poder
exam inar a q u ien condujo contra T roya a aquel
c num eroso ejército, o no digam os, si es el m ism o
U lises114 o Sísifo115, o a tantos hom bres y mujeres

el h o m b r e , p u e s c u a n d o e s tá m u e r to y a n o ex iste; o , es u n c a m b io d e m o r a d a , y e n e ste
caso , d e p e o r a m e jo r, p u e s se tr u e c a e ste m u n d o in ju s to e im p e rfe c to , p o r u n a esp ecie
d e cielo d e in te le c tu a le s , d e p e rfe c to s , d e triu n fa d o re s . S in e m b a rg o , n o d a o tr a s
ra z o n e s p a r a p r o b a r su ex iste n c ia q u e la s q u e n a c e n d e s u ló g ic a , a p lic a d a s a u n a s
h ip ó te sis, y la s q u e su im a g in a c ió n Je su sc ita . S e rá P la tó n q u ie n c r e a r á el m u n d o
o b je tiv o d e la s id e as, el kosmos noetós, e x iste n te f u e r a d e e s te m u n d o , h a b ita d o p o r
n u e s tr a s a lm a s , a n te s d e la e x iste n c ia te r re n a l, a la q u e v e n im o s p o r n u e s tr a s faltas, o
e m p u ja d o s p o r los deseos, y al q u e re g re s a re m o s . E l C ris tia n is m o , tre sc ie n to s añ o s m á s
ta r d e , e x p lic ita r á estos c o n te n id o s .
112 I n ic ia u n la rg o e le n c o d e p e rs o n a je s h is tó ric o s o lite ra rio s p o p u la re s , c o n los q u e
se p r e s u p o n e s e ría h o n ro s o p o d e r c o n v e rs a r. M in o s , rey d e C re ta , c re a d o r d el fam o so
la b e r in to , p r im e r rey d e l M e d ite r r á n e o y q u e im p u s o a A te n a s el tr ib u to d e las siete
p a r e ja s d e jó v e n e s . T rip tó lo m e n o , r e y d e E leu sis y fu n d a d o r d e los m iste rio s d e e s ta
c iu d a d . O rfe o , re y d e T r a c ia , c a sa d o c o n E u ric e , m ú sic o y p o e ta , in v e n to r d e la lir a y
q u e a m a n s a b a las fieras c o n sus c a n to s . L a m ito lo g ía ó rfic a e n s e ñ a b a a s o rte a r los
p e lig ro s d e sp u é s d e la m u e rte .
113 H ijo s d e R e a q u e c u r a b a n c o n c a n to s. H e s io d o y H o m e ro so n Jos dos p o e ta s
c re a d o re s d e la m ito lo g ía g rie g a y c a n to re s d e los o ríg e n e s d e l p u e b lo g rie g o .
114 U lises, c re a c ió n d e H o m e r o , sím b o lo u n iv e rs a l del g u e r r e r o in v e n c ib le , h éro e e n
to d a s sus a v e n tu ra s , s o b re to d o e n T r o y a , y p ro ta g o n is ta d e la Odisea.
116 Sísifo el m á s s e d u c to r y a s tu to d e los h é ro e s , y q u e p o r ello fu e c a stig a d o p o r
130 I APOLOGIA D E SOCRATES.

que ahora no p uedo ni citar? Estar con ellos, gozar


de su com pañía e interrogarlos, sería el colm o de m i
felicidad.
En cualquier caso, creo que H ades no m e llevaría
a un ju icio y m e condenaría a m uerte por profesar
m i oficio. Ellos son, allá, m ucho m ás felices q ue los
de aq u í y entre m uchas razones por la de ser
inm ortales para el resto de los tiem pos, si es qu e son
verdad las cosas que se dicen.
V osotros tam bién, oh jueces m íos, debéis tener
buena esperanza ante la m uerte y convenceros de
que una cosa es cierta: la de que no h ay m al posible
d para un h om b re de bien, ni durante esta vid a , ni
después en el reinado de la m u erte116, y q u e los
dioses jam ás descuidan los asuntos de estos hom bres
justos. L o que m e ha sucedido a m í, no es fruto de
la causalidad, sino que al contrario veo claro que el
m orir y quedar libre de ajetreos, era lo m ejor para
mí.
Es por eso por lo que en n in gú n m om en to m e ha
d isuadido la v o z del genio y que por lo que respecta
por m i parte, no estoy enojado lo más m ín im o
contra m is ju eces, ni contra mis acusadores, a pesar
de que no eran esas sus in ten cion es al acusarm e y
condenarm e, sino la de hacerm e algú n m al.

e Y ahora debo pediros un últim o favor:


[D esp ed id a C uando m is hijos lleg u en a ser m ayores117, ate-
teatral.] nienses, castigadles, com o yo os h e in cord iad o du­
rante toda m i vida, si os parece que se preocupan

Z eu s a s u b ir u n a r o c a a Ja c im a d e u n a m o n t a ñ a y d e j a r la c a e r, p a r a v o lv e r a s u b ir la , y
así e te r n a m e n te . L e y e n d a q u e h a d a d o lu g a r al m ito d e Sísifo.
116 T o d a la m ito lo g ía g rie g a , su re lig ió n y las c re e n c ia s p o p u la re s e s ta b a n im b u id a s
d e la e x iste n c ia d e l m á s a llá , o m á s b ie n , d e la c o n tin u a c ió n d e la v id a , a u n q u e sin
c o n c o rd a r d e m a s ia d o e n sus co n c re c io n e s. D esd e lu e g o , q u e el d o g m a d e la tr a s c e n d e n ­
cia n o e s ta b a d e fin id o c la r a m e n te . Se tr a ta d e u n p r o b le m a tr a ta d o d e s d e d iv e rsa s
ó p tic a s , a u n q u e p r e d o m in e n la relig io sa y la filosófica. L os ó rficos y los p ita g ó ric o s
a d m ití a n la metempsicosis, o tra n s m ig ra c ió n d e la s a lm a s , a u n q u e es P la tó n q u ie n
d e s a r r o lla m e jo r e s ta te m á tic a in t e n ta n to r a z o n a r la (v éase M enón, Fedón, Fedro, R epúbli­
ca). S u tesis es c la ra : h a y v id a d e sp u é s d e la m u e r te y á p o r t a u n a a b u n d a n te b a t e r ía d e
razo n es.
117 H a y c o n s ta n c ia d e q u e tu v o tre s h ijos, d e los c u a le s sólo co n o c e m o s el n o m b r e
d e l m a y o r , L á m p ro c le s. S in e m b a rg o , n in g u n o d e los tre s h a te n id o o tr a f a m a q u e la
q u e le h a d a d o el h a b e r sid o h ijo d e ta n s in g u la r p e rso n aje.
APOLOGIA I 131

más de buscar riquezas o negocios antes que de la


virtud.
Y si presum en creer ser algo, sin serlo de verdad,
reprochadles com o yo os he reprochado, exigién d o­
les que se cu id en de lo que d eb en y no creerse ser
algo, cuando en realidad nada valen.
42 a Si hacéis esto, ellos y yo habrem os recibido el
trato que m erecem os.

Y no ten g o n ad a m ás que decir. Y a es la hora de


partir. ,
Y o a morir, vosotros a v iv ir118.
Entre vosotros y 'yo, ¿quién v a a hacer mejor
negocio?
Cosa oscura es para todos, salvo, si acaso, para el
d ios119.

118 S ó c ra te s a c e p ta su d e s tin o : m o r ir a u n q u e se a in ju s ta m e n te . L os g rie g o s e je c u ta ­


b a n a los reo s d e d iv e rsa s m a n e ra s : d e g o lla c ió n ; asfix ia p o r in s o la c ió n o s is te m a d e la
« p la n c h a » en la q u e el re o , s u je ta d o s u cu e llo y c u a tr o m ie m b ro s , e ra e x p u e sto al sol
h a s ta su asfix ia; a p a le o h a s ta la m u e rte ; la p id a c ió n o p re c ip ita c ió n d e s d e el m o n te
B á r a tr o . S ó c ra te s b e b ió la c ic u ta , el m á s s u a v e d e los siste m a s d e a ju s tic ia m ie n to , y
c o n c e d id o c o m o u n a e s p e c ia l co n c esió n , e q u i p a r a d a a l su ic id io to le ra d o .
119 E s te fin a l, es a to d a s lu c es im p r o p io d e l d is c u rs o s o c rá tic o : sen cillo , d ire c to , lo
q u e p r u e b a u n a v e z m á s el in te ré s d e P la tó n e n p r e s e n ta r u n a « a p o lo g ía » b ie n
e s tr u c tu r a d a , ju r íd ic a m e n te , y b ie n e la b o r a d a , lite r a ria m e n te . R e c u é rd e s e q u e e s ta
te r c e r a p a r te , la d e s p e d id a , n o e ra le g a l, p o r lo q u e h a y q u e d a rle v a l o r lite ra rio ,
s im p le m e n te .
132 I APOLOGIA D E S O C R Â T E S

E JE R C IC IO S

LA SUPERACION DE LA MUERTF

I. Introducción a las cuestiones

S ó c ra te s, sin la c ic u ta , sería o tr a cosa. H u b ie r a d a d o o tr a ta lla . El h e c h o de


s e lla r sus c o n v ic c io n e s c o n su m u e r te , le h a d a d o a u te n tic id a d . P e ro n o q u e re m o s
re s a lta r m á s este h e c h o . L o q u e v a m o s a i n t e n ta r es p e n e tr a r e n ese e n g r a n a je de
id e a s y ra z o n e s q u e le m o tiv a r o n e n estos m o m e n to s . A p a r t i r d e la lu z d e su
ra z ó n , in t e n ta d e s c u b rir la r e a lid a d d e ] la m u e r te q u e n o a c e p ta c o m o la g ra n
ir r e a lid a d : d e l s er al n o ser, sino q u e a b r e p e rs p e c tiv a s . S ó c ra te s n o a f ir m a , a q u í,
el m á s a llá . S ó c ra te s c o n sus c o n v ic c io n e s n o lle g a a s u p e r a r la m u e r te , sin o lo
q u e l a h a c e m á s fea: el m ie d o . E l h o m b re , S ó c ra te s e n este caso, lle n o de
d ig n id a d , in c lu s o d e v a le n tía , m ira d e f re n te , d e tu a tú , a la m u e r te . Y su m é r ito
es a ú n m a y o r, p o rq u e n o a c tú a d e s d e la c ó m o d a v e r tie n te re lig io s a q u e « co n o c e»
el m á s a llá , sino d e s d e la h u m a n a , c o n sus J im ita c io n e s y g ra n d e z a s . D e to d as
fo rm a s, S ó c ra te s n o es el ú n ic o p e n s a d o r p r e o c u p a d o p o r la m u e r te . E n la
filosofía a n te r io r y e n la c o e tá n e a e s tá c la ra m e n te p la n te a d o , p o r e je m p lo , e n el
a to m is m o . D esp u és, los e p ic u ro s , a h o n d a r á n e n esas tesis so c rá tic a s , lle g a n d o
in c lu s o a la a firm a c ió n d e l « n o s e r d e la m u e r te p a r a el h o m b r e , p u e s c o n la
m u e r te n o h a y s e n tid o s y sin se n tid o s, el h o m b re n o es».

Π. Localización del texto

T e x to d e la Apología, 40 a y 29 a.

111. Comprensión del texto

1. Comprensión semántica: D e fin ic ió n d e los té rm in o s : H a d e s , m ito s d e O rfe o y


M u se o , m u e rte , d e s in te g ra c ió n , ce sac ió n , in m o r ta lid a d , m e te m p sic o sis
( tr a n s m ig ra c ió n ), s u p e rv iv e n c ia , a n titím e s is , Critón, Fedón} o s tra c is m o .
L a m u e rte e n la m ito lo g ía g rie g a : dioses, h é ro e s y h o m b re s.
L a m u e r te e n los rito s órficos.
2. Comprensión temática:
2 .1 . A c titu d d e S ó c ra te s a n te la s posibles p e n a s (a n titím e s is ). D e te n e r s e en
la n e g a tiv a a p e d ir el d e s tie rro .
2 .2 . P ro y e c to s d e S ó c ra te s e n el caso d e q u e la « m u e rte sea u n c a m b io d e
m o ra d a» .
2 .3 . A c titu d a n te la m u e rte e n S ó crates:
2 .3 .1 . L a filosofía c o m o s u p e ra c ió n d e la m u e rte .
2 .3 .2 . L a re n u n c ia a los p la c e re s co m o u n a p re m u e rte .
2 .3 .3 . L a e s p e ra n z a g o zo sa d el m á s a llá .
2 .3 .4 . L a m u e r te c o m o c o m p ro m is o p e rs o n a l c o n sig o m ism o .
T r a n s c r i b ir los c o n te n id o s d e c a d a u n o d e estos e n u n c ia d o s
y a ñ a d ir los q u e v ea s q u e n o está n .
2 .4 . C o m e n ta r la s ú ltim a s frases d e la Apología, d e sd e : «E s la h o r a de
p a r tir .»
3. Compresión metodológica:
3 .1 . E n u n c ia r la tesis s o c rá tic a s o b re la m u e rte : p u e d e a m p lia r s e este te x to
co n el 29 b.
APOLOGIA I 133

3.2. P ru e b a s a p o r ta d a s p a r a d e m o s tr a r sus tesis:


3.2.1. A rg u m e n to d e a u to r id a d : la voz d e su d a im o n .
3 .2.2. A r g u m e n to lógico: p ro s e g u ir h a s ta su c o n c lu s ió n , el d ile m a
p re s e n ta d o p o r S ó crates:
L a m u e r te o es « u n a n o c h e sin e n su eñ o s» , o es « u n c a m b io
d e m o ra d a » .
L a e v id e n c ia ló g ic a , ¿ p re s u p o n e ex iste n c ia re a l? ¿ C o n fu n ­
d e , a q u í, S ó c ra te s, ló g ic a y re a lid a d ? ¿ T ie n e n b ase sus a r g u ­
m e n to s? ¿Se p u e d e ra c io n a liz a r el « m á s a llá » ? S ó crates, a q írí,
¿es ra c io n a l o im a g in a tiv o ?

Actualización del tema


P a r a P la tó n « la filosofía es u n a m e d ita c ió n s o b re la m u e r te » , y p a r a
S a n ta y a n a « u n a m a n e r a d e p r o b a r el c a lib re d e u n a filosofía es p r e g u n t a r lo q u e
p ie n sa s o b re la m u e rte » .
1. L a realidad de la muerle:
1.1. L a m u e rte e n el cosm os, e n Ja tie rra y e n l a h isto ria .
1.2. L a m u e rte y la c ie n c ia : su c o n c e p to , ¿q u é d ic e la c ie n c ia so b re ella?
1.3. L a m u e r te e n la filosofía: el s e r y el n o se r. R e p a s a r a lg u n a d e la s
re s p u e s ta s m á s a s e q u ib le s .
E n c a d a u n o d e estos a s p e c to s v er: p o s tu ra s , n e c e sid a d , d e fin ic ió n ,
p la n te a m ie n to s , in fo rm a c ió n , e tc .
1.4. T u s e x p e rie n c ia s p e rs o n a le s s o b r e la m u e r te a je n a .
2. Diversas interpretaciones sobre la muerte:
2 .1. H a z u n c u a d ro s in ó p tic o d e la s te o ría s s o b re la m u e rte :
L a m u e rte co m o n e g a c ió n : el n o ser, el n ih ilis m o , etc.
C o m o p ro b le m a : la m u e r te r e a l, c lín ic a , d e s a p a ric ió n , etc.
C o m o lib e ra c ió n : re e n c a rn a c ió n , in m o r ta l id a d (p e rs o n a l, co lectiv a, e s p i­
r itu a l, h is tó ric a , e tc .). ¿ D e s a p a re c e r es lib e ra rs e d e sí m sim o?
3. L a superación de la muerte:
3.1. D ife re n te s te o ría s s u p e r a d o ra s d e la m u e rte :
C o le ctiv as: relig io sas, h e ro ic a s , fila n tró p ic a s , h u m a n ís tic a s , etc.
In d iv id u a le s : p e rs o n a l, f a m ilia r, p s ic o ló g ic a , etc.
Id e o ló g ic a s: m a te r ia lis ta , n ih ilis ta , r a c io n a l,-p o é tic a , a m o ro sa , e tc .
4. E l h o m b r e antes y después d e su e x iste n c ia h u m a n a c o n c re ta . I n te n ta r s e g u ir
la c a d e n a q u e h a y a n te s y d e sp u é s d e la v id a .
L a m u e r te , ¿es la n e g a c ió n d e to d o fu tu ro ?
5. E l m ie d o a la m u e rte : ¿e x iste, a tu a lre d e d o r , m ie d o a la m u e rte ? ¿A q u é es
d e b id o ? ¿ H a y in te re s e s c re a d o s p a r a m a n te n e rlo ? ¿Los rito s a n te la m u e r te
so n e x a g e ra d o s , n o rm a le s ? ¿ H a y c u ltu r a s a c tu a le s q u e n o te m e n a la m u e rte ?
In f ó r m a te .
L a e s té tic a y la a n tie s té tic a d e la m u e rte .
6. ¿ H a y cosas s u p e rio re s a la m u e rte , p o r la s q u e v a le la p e n a m o rir? E n u m e r a
a lg u n a s q u e tú v alo res.
7. E l h o m b re y la lib e r ta d a n te la m u e r te : el d e re c h o a e sco g er la p r o p ia
m u e rte : tie m p o , lu g a r, m a n e r a , etc.
I n fo rm a c ió n so b re el m o v im ie n to d e e u ta n a s ia y la le g is la c ió n a c tu a l.
8. T a c h a , d e la s ig u ie n te lis ta , los a d je tiv o s q u e n o c o m p a rta s s o b re la m u e rte :
d u lc e , a m a r g a , in g r a ta , a m ig a , b u s c a d a , ig u a la d o r a , o b sesiv a, te r r ib le ,
trá g ic a , lib e ra d o ra , v e rg o n z o s a , d r a m á ti c a , n a t u r a l, h is trio n ic a , c ie rta , i n ­
c ie rta , e s p e ra d a .
U n a v e z ta c h a d o s , le e el p erfil q u e te h a q u e d a d o y p u e d e d a r te u n a
e s tu p e n d a id e a p a r a u n a r e d a c c ió n o rig in a l.
9. V is io n ä r a lg u n a p e líc u la , o b r a d e te a tr o {La dama del alba, d e A. C a s o n a ),
134 I APOLOGIA D E SOCRATES

h a c e r el g u ió n d e a lg ú n a u d io v is u a l, p a s a r u n a e n c u e sta s o b re Ja r e a l id a d de
la m u e rte .
Q u iz á sea la L i te r a t u r a q u ie n m á s a b u n d a n te m e n te se h a p r e o c u p a d o de
la m u e rte . S e ría in te re s a n te c o m e n ta r, en la clase d e L ite r a tu r a , a lg u n a d e las'
o b r a s lite r a ria s e n la q u e se v e a n en fo q u e s d iv e rso s y e n riq u e c e d o re s s o b re la
m u e r te . E n tié n d a s e a q u í, Ja L i te r a t u r a e n u n se n tid o a m p lio : n o v e la , te a tro ,
cin e.
10· ¿ Q u é tip o d e r e d a c c ió n te su g ie re e s ta frase: « O s a r m o r ir d a(Ja v id a » ? E r a el
le m a d e u n n o b le d e l siglo x v i.

SOCRATES, ¿INOCENTE O CULPABLE?

I. Introducción a las cuestiones

« L a fis o n o m ía d e S ó c ra te s n u n c a d e ja r á d e te n e r p a r a to d o s los in v e s tig a d o ­


res, el a tr a c tiv o d e u n e n ig m a sin d e s c ifra r» (B o u c h a rd ).
« E s ta m o s c o n d e n a d o s a u n a s erie d e d u d a s e im p re c isio n e s al tr a z a r la
im a g e n id e a l d e S ó c ra te s » (A d ra d o s : Biografía de Sócrates, op. cit., p á g . 3 8 7 ).
« S ó c ra te s es u n a d e s e s p e ra n te in c ó g n ita » (P . F r ie d lä n d e r ) .
E s Ja h o r a d e u n a re fle x ió n g lo b a l d e s p u é s d e este r a t o d e c o m p a ñ ía co n
S ó c ra te s.

Π. Localización del texto

N o se t r a ta d e n in g ú n te x to e n e s p e c ia l, sin o d e to d o ese a ire q u e r e c o r r e la


Apología y q u e tr a n s p a r e n ta su p e r s o n a lid a d .
A m p líe s e , p o r c o n tr a s te , c o n la v isió n d e N ie tz s c h e , d o c u m e n to V I I .

III. Elaboración del tem a


1. Los enigmas de Sócrates.
D a la im p re s ió n p e rs o n a l, d e todos o a lg u n o s d e estos e n ig m a s:
— P rim e ro : ¿ H u b o u n S ó c ra te s o v ario s? E l S ó c ra te s h is tó ric o y los lite ra rio s .
— S e g u n d o : ¿ P o r q u é n o e s c rib ió n a d a , si e r a u n a d e la s p e rs o n a s m á s c u lta s
d e su é p o c a y q u e se d e d ic a b a a en se ñ a r?
— T e r c e ro : ¿ M a e s tro o c o rru p to r?
— C u a rto : ¿A teo o c re y e n te ? , ¿ m o ra l o d e g e n e ra d o ?
— Q u in to : ¿ I n o c e n te o c u lp a b le ?
— S ex to : ¿S ofista o an tiso fista?
¿ S a b ría s e n c o n tr a r a lg ú n e n ig m a m ás?
2. Sócrates y la polis de Atenas:
2 .1 . E s ta m u e rte , ¿fue u n a ju s te d e c u e n ta s e n tre p a rtid o s ?
2 .2 . H e c h o s p o lític o s q u e le m a r c a r o n : b re v e in fo rm a c ió n so b re el « ca so d e
la s A rg in iu s a s y los d ie z e s tra te g a s ; c o n los p a rtid o s p o lític o s: d e m o c r a ­
c ia y o lig a r q u ía ; re a lM a d y fa lse d a d d e Jas a c u sa c io n e s o ficiales.
2 .3 . S u m isió n d e c o n c ie n c ia c rític a , d e tábano, ¿ m e re c ía este fin al?
2.4 . ¿ P u e d e a lg ú n c i u d a d a n o erig irse e n c o n c ie n c ia p ú b lic a ? H a y a c tu a l­
m e n te « c o n c ie n c ia s c rític a s» e n tu e n to r n o , e n el p aís? ¿ Q u é h a c e r co n
ellos? D e fin e sus a c tu a c io n e s .
A P O L O G IA I 135

2 .5 . L a m egahpsikta (« g ra n d e z a d e e s p íritu » , « v irtu d e s h e ro ic a s » ), ¿ in flu y ó


e n la m e n te d e S ó c ra te s p a r a p r e te n d e r em u la rle s?
2 .6 . S u m u e rte , ¿ h a sid o u n e r r o r h istó ric o ? , ¿ u n te stim o n io a im ita r? , ¿ u n a
im p r u d e n c ia d e S ó crates?
2.7. R e c o n s tru ir , c o n los c o m p a ñ e ro s , el ju ic io d e S ó crates: r e p a r tir p a p e le s
p a r a lo a c u sa d o re s, S ó c ra te s, trib u n a l. S im u la r los d ife re n te s d iscu rso s.
S im u la r u n a a n tilo g ia o d o b le discurso: S ó c ra te s in o c e n te y cu lp a b le .
2.8 . A c o n se ja m o s la re p r e s e n ta c ió n o le c tu r a p ú b lic a , c o n u n m ín im o d e
m o n ta je te a tra l d e la o b ra d e E . L lo v e t: « S ó crates» (Revísta de teatro,
n ú m . 5 1 ). P u e d e le erse, m ie n tra s se v a n p a s a n d o d ia p o sitiv a s s o b r e la
G re c ia clásica.

Actualización del tem a

1. L a c rític a so cia l e n tu a m b ie n te : d e re c h o d e e je rc e rla , m e d io s, re s u lta d o s .


N o sólo h a c ia el G o b ie rn o , sino ta m b ié n h a c ia la e sc u e la , a m b ie n te , etc.
DOCUMENTOS

L O S S O F IS T A S

M isió n d e l so fista
P r o t a g o r a s . — D eclaro ser sofista e instruir a los hom bres... ¡Oh,
jovencito!, si vas a estar conm igo podrás comprobar, el m ism o día en
que hayas ven id o h acia mí, que al volver a tu casa, ya te has
convertido en m ejor, y lo m ism o sucederá al día siguiente, y cada
día harás nuevos progresos h acia lo m ejor... Los otros (sofistas)
perjudican a los jóvenes, pues conduciéndoles ju stam en te h acia las
disciplinas de las que ellos huyen, los conducen, en contra de su
voluntad, enseñándoles cálculos, astronom ía, geom etría y m úsica (y
aquí volvió la vista h acia H ip ias), m ientras que q u ien viene hacia
mí, no estudiará sino aqu ello que desea estudiar. La p rudencia es
objeto de estudio, ya sea en las cosas dom ésticas (para m ejor
gobierno de la casa), ya sea en las cosas políticas (para la m ayor
capacidad política de acción y de palabra).
S ó c r a t e s . — M e parece que tú entiendes el arte p olítico y que te
em peñas en convertir a los hom bres en buenos ciudadanos.
P r o t á g o r a s . — Eso es ju stam en te, Sócrates, lo que proclam o.
S ó c r a t e s . — E nton ces... llam án d ote «sofista», te exhibes comq
m aestro de cultura y de virtud.

( P l a t ó n : Protágoras, 317-319 y el 349.)

N ecesidad histórica de la enseñanza sofistica: la democracia y la


cultura. — D icen algunos, después, en sus discursos, qu e los oficios
d eben ser asignados por la suerte; pero se eq u ivocan ... A firm an que
eso está bien y qu e es m u y d em ocrático, pero yo, en verdad, no lo

136
D OC UM EN TO S I 137

creo, de ningún m odo, d em ocrático... Es necesario, en cam bio, que


el pueblo, preocupándose por sí m ism o, elija a los que le agradan, y
que los capaces tengan el m ando m ilitar, y los otros, la v igilan cia de
las leyes y todo el resto.
A hora bien, creo que corresponde al m ism o hom bre y al m ism o
arte, ser capaz de un deb ate con preguntas y respuestas, lo m ism o
que conocer la verdad y saber ju zgar rectam en te y concer el arte de
com poner discursos y la cap acid ad de pronunciarlos. Y, sobre todo,
q uien conoce la naturaleza de todas las cosas, ¿cómo es posible que
no supiera enseñar tam bién a la ciudad a obrar rectam ente en todas
las cosas? Y adem ás, con ocien d o el arte de los discursos, sabrá
hablar con propiedad sobre todas las cosas. Porque quien desea
hablar rectam ente, debe hablar, precisam ente, de aq u ello que sabe:
y él sabrá de todo... Y para saber disputar ante los tribunales, es
m enester saber exactam en te qué es lo ju sto, pues sobre esto se
vierten los juicios. Y sabiendo esto, sabrá tam b ién lo contrario y lo
dem ás. Y tam bién es preciso que con ozca todas las leyes; entonces,
si no posee la ciencia de las cosas, tam poco la tendrá de las leyes...
Es una conclusión eviden te que q u ien con ozca la verdad de las
cosas, lo sabe todo.

(Sofista desconocido: Discursos dobles, 7 y 8.)

C a r ic a tu r a de lo s so fista s
E s t r e p s i a d e s . — Esa es la escuela de las alm as sabias. A h í
habitan hom bres que h acen creer con sus discursos que el cielo es
un horno que nos rodea, y que nosotros som os los carbones. Los
m ism os enseñan, si se les paga, de qu é m anera pued en ganarse las
buenas y las m alas causas.
F i d í p i d e s . — ¿Y quiénes son esos hombres?
E s t r e p s i a d e s . — N o sé bien cóm o se llam an . Son personas b u e­
nas dedicadas a la m editación.
F i d í p i d e s . — ¡Ah, los conozco, m iserables! ¿Hablas de aquellos
charlatanes pálidos y descalzos, entre los cuales se encuentran el
perdido Sócrates y Querofón?
,
S ó c ra te s .— Y bien, ¿quieres llevarte a tu hijo, o dejarle para
que le enseñe el arte de hablar?
E s t r e p s i a d e s . — E nséñale, castígale, y no te olvides de afilar
bien su lengua, de m odo que uno de sus dos filos le sirva para los
negocios de poca m onta, y el otro para los de m ucha im portancia.
138 I APOLOGIA D E SOCRATES

E s t r e p s i a d e s . — D icen que enseñan dos clases de discursos: uno


justo, cualquier que sea, y otro injusto; con el segundo d e éstos
afirm an que pu ed en ganar hasta las causas más inicuas. Por tanto,
si aprendes el discurso injusto, no pagaré ni un ób olo de las deudas
que tengo por tu causa.

( A r i s t ó f a n e s : L as nubes, p á g . 6 8 , A ustral.)

Para la critica de la filo so fía griega.— La aparición de los filósofos


griegos desde Sócrates es realm ente un síntom a de decadencia; los
instintos antihelénicos adquieren suprem acía...
L a «sofística» es aún com p letam en te h elén icas..., pero com o
formas de transición. L a Polis pierde la fe en la pecu liarid ad de su
cultura, en el derecho de dom in io sobre cualquier otra P olis... Se
cam bia la cultura, es decir, «los dioses», por lo que tam b ién se
pierde fe en el derecho prim ordial del deus autochthonus. Se m ezclan
los bienes y los m ales de diversas procedencias; se desdibujan los
lím ites entre el Bien y el M a l... Este es el sofista...
El filósofo, por el contrario, es la reacción; él quiere la antigua
virtud. V e la razón de la'd ecad en cia en la ruina de las instituciones,
quiere las viejas instituciones; ve la d ecad en cia en la ruina de la
autoridad: quiere nuevas autoridades (viaje al extranjero, co n o ci­
m iento de las literaturas extranjeras, de las religiones exógicas...);
quiere la «Polis» ideal.

(N ie tz s c h e , F.: L a voluntad de poderío, E .D .A .F ., M adrid, 1968.)

Exaltación del poder de la palabra. — L a palabra es una gran


dom inadora, que con un pequeñísim o y sum am ente invisible cuer­
po, cum ple obras divinísim as, pues puede hacer cesar el tem or y
quitar los dolores, infundir la alegría e inspirar la p ied a d ... Pues el
discurso, perduadiendo al alm a, la constriñe, con ven cid a, a tener fe
en las palabras y a consentir en los h ech os... La persuación, u n id a a
la palabra, im presiona el alm a com o ella quiere. La m ism a relación
tiene el poder del discurso con respecto a la disposición del alm a,
que la disposición de los rem edios respecto a la n aturaleza del
cuerpo. En efecto, tal com o los distintos rem edios exp elen del
. cuerpo de cada uno diferentes hum ores, y algunos hacen cesar el
m al, otros la vida, así tam bién, entre los discursos algunos aflig'en, y
otros deleitan, otros espantan, otros excitan hasta el ardor a sus
auditores, otros en ven en an y fascinan el alm a con convicciones
m alvadas.
(G o rg ia s : Elogio de Elena, 8 , 12-14.)
D O C U M EN TO S / 139

P o lé m ic a «n o m o s-p h y sis»
Justicia sería no violar n in gu n a ley del Estado del cual un o es
ciudadano. El hom bre, por tanto, podría servirse de la justicia
con gran ventaja, si delan te de testigos, tuviese en cu en ta las leyes, y
cuando no hay testigos, los preceptos naturales. Pues m ientras que
los de la ley son artificiales, los de la naturaleza son necesarios. Los
de la ley convencionales y no naturales; los de la naturaleza
naturales y no convencionales. V iolan d o, por tanto, las leyes,
hasta tanto no se deje descubrir por los qu e las h a n convenido,
p u ede uno pasar sin vergüenza ni penas; pero si se deja descubrir,
no. En cam bio, si uno violen ta m ás allá de lo posible una norm a
verdaderam ente natural, au nque se oculte a todos los hom bres, no
por ello el m al será m enor, y a u n q u e todos le vean, no será m ayor,
pues el hom bre no es dañado por la ap arien cia, sino por la realidad.
Y nuestra in d agación se refiere ju sta m en te a este propósito: que
la m ayor parte de lo que es justo de acuerdo a las leyes, se h alla en
guerra con la naturaleza. Pues ha sido legislado, para los ojos, qué
cosas d eben m irar y cuáles no; para los oídos las que d eb en
escuchar y cuáles no; para la len g u a , qué d eb e decir y qué d eb e
callar; para las m anos, qué cosas d eb en hacer y cuáles no; para los
pies, adonde deben ir y h a cia d ónde no, y para la in teligen cia, qué
es lo que debe querer y lo que no debe desear. A hora bien, n o es
más valioso ni más propio a la naturaleza, lo que las leyes prohíben,
que aqu ello que postulan. E n efecto, el vivir y el m orir son propios
de la naturaleza, y el vivir deriva de lo que h ace bien, y el m orir de
lo que hace daño. Y con respecto al h acer bien, lo que está
establecido por ley, son cepos para la naturaleza, y lo qu e es
n aturaleza, es totalm ente libre.

( A n t i f o n t e : Fragmento I, del papiro Oxirrinco.)

II

L A IG N O R A N C IA S O C R A T IC A
O L A H O N E S T ID A D IN T E L E C T U A L

F ilo so far com o S ó crates nos enseñó


Para un hom bre con fe en la ciencia es lo peor de todo q u e la
filosofía carezca por com p leto de resultados universalm ente válidos
y susceptibles de ser sabidos y poseídos. M ientras q ue las ciencias
140 / APOLOGIA D E SOCRATES

han logrado en los respectivos dom inios conocim ientos im periosa­


m ente ciertos y universalm ente aceptados, nada sem ejante ha
a lcanzad o la filosofía a pesar de esfuerzos sostenidos durante m ile-
nos. N o h ay que negarlo: en la filosofía no hay un an im id ad alguna
acerca de lo conocido definitivam ente. Lo acep tad o por todos, en
vista de razones im periosas, se ha convertido, com o consecuencia,
en un con ocim ien to científico; ya no es filosofía, sino algo que
pertenece a un dom in io especial de lo cognoscible...
La filosofía bien trabajada está vinculada, sin duda, a las
ciencias. T iene, por supuesto, a éstas en el estado m ás avan zad o a
que hayan llegad o en la época correspondiente. Pero el espíritu de
la filosofía tiene otro origen. L a filosofía brota antes de toda ciencia
a llí donde despiertan los hom bres...
¿Qué es, pues, la filosofía, qu e se m anifiesta tan universalm ente
bajo tan singulares formas?
L a palabra griega filósofo (philosophos) se form ó en o p osición a
sophós. Se trata del aim ante del con ocim ien to (del saber), a diferen­
cia de aquel que estando en posesión del con ocim ien to se llam ab á
sapiente o sabio. Este sentido de la palabra ha persistido hasta hoy:
la busca de la verdad, no la posesión de ella, es la esencia de la
filosofía, por frecuentem ente qu e se la traicione en el d ogm atism o,
esto es, en un saber enun ciad o en proposiciones, definitivo, perfecto
y enseñable. Filosofía quiere decir: ir de cam ino. Sus preguntas son
más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en
una nueva pregunta.
Ir de cam ino buscando, o bien hallar el reposo y la p len itu d del
m om ento, no son definiciones de la filosofía. Esta no tiene n ad a ni
en cim a ni al lado. N o es derivable de nin gu n a otra cosa. T od a
filosofía se define ella m ism a con su realización. Q u é sea la filosofía
hay que intentarlo. Según esto, es la filosofía a la v ez la activid ad
viva del pensam iento y la reflexión sobre este pensam iento, o bien
el hacer y hablar de él.

( K a r l J a s p e r s : L a Filosofía desde el punto de vista de la existencia:


T rad. José G aos, M éjicos, F ondo de Cultura E conóm ica,
págs. 7, 8, 11 y 12.) '
D OC UM EN TO S / 141

III

¿M A E S T R O O C O R R U P T O R ?

L a ed u cació n tra d ic io n a l y la m o d e rn a en A ten as, añ o 423


E l j u s t o . — V oy a decir cuál era la ed u cación antigua, en los
tiem pos florecientes en que yo predicaba la justicia, y la m odestia
reinaba en las costum bres. En prim er lugar, era necesario que
ningún niño pronunciase im perfectam ente. Los que vivían en un
m ism o barrio, iban a casa del m aestro de m úsica, recorriendo
m odestam ente las calles desnudos y en buen orden, aunque la nieve
cayese tan espesa com o la harina del cedazo; después se sentaban
con las piernas separadas y se les en señ ab a... Si algu n o de ellos
trataba de hacer alguna payasada, o cantar, im itan d o los m odos de
Q uío y Sifnos..., era in m ed ia ta m en te castigado con sendos azotes
por enem igo de las musas. En el gim nasio deb ían sentarse con las
piernas extendidas para no enseñar nin gu n a indecencia; y cada cual
al levantarse debía rem over la arena, cu id an d o de no dejar a los
am antes ninguna huella de su sexo. N in gú n niño se ungía entonces
m ás abajo del om bligo, floreciendo en sus vergüenzas un vello suave
com o el de las m anzanas; ni se ofrecía por sí m ism o a un am ante
con dulces inflexiones d e voz y m iradas lascivas. N o les era
perm itido com er rábanos, ni el anís, reservado a los viejos, ni apio,
ni peces, ni tordos, ni poner una pierna sobre otra.
[..·]
E l j u s t o . — Sin em bargo, ésta fue la ed u cación que formó los
héroes que pelearon en M arathón. T ú en cam bio les enseñas a
envolverse en seguida en sus vestidos... Por tanto, jo v en , d ecídete
por m í sin valicar; y aprenderás a aborrecer los pleitos, a no acudir
a los baños públicos, a avergonzarte de las cosas torpes, a indignarte
cuando se burlen de ti, a ceder tu asiento a los ancianos que se te
acerquen, a conducirte b ien con tus padres, y a no hacer nada
deshonesto, porque debes ser la im ag en del pudor; a no extasiarte
ante las bailarinas, no sea qu e m ientras las m iras com o un p a p an a­
tas, alguna m eretriz te arroje su m anzana.
Brillarás en los gim nasios; no charlarás sandeces en la plaza
pública, com o hacen los jóven es del día; ni entablarás pleitos por la
cosa más pequeña, cuando pued en arruinarte las calum nias d e tus
adversarios. Sino que, bajando a la A cad em ia, te pasearás con un
sabio de tu edad bajo los olivos sagrados, ceñidas las sienes con una
corona de caña blanca, respirando en la m ás deliciosa ociosidad el
perfum e de los tejos y del follaje del álam o b lanco, y gozando de los
142 I APOLOGIA D E SOCRATES

herm osos días de prim avera, en los que el plátano y el olm o


confunden sus m urm ullos.
Si haces lo qu e te digo, y sigues m is consejos, tendrás siem pre el
pecho robusto, el cutis fresco, anchas las espaldas, corta la lengua,
gruesas las nalgas, y proporcionado el vientre. Pero si te aficionas a
las costum bres m odernas, tendrás m uy pronto color pálido, pecho
débil, hom bros estrechos, len gu a larga, nalgas delgadas, vientre
desproporcionado, y serás gran litig a n te....
E l i n j u s t o . — H ace tiempo que me abrasa la im paciencia, y
ardo en deseos de echar por tierra todos sus argumentos. Los
filósofos me llam an injusto, porque soy el primero que he descubier­
to la manera de contradecir las leyes y el derecho; pero, ¿no es una
habilidad inestimable la de salir vencedor en la causa más débil?
'V erás cómo refuto su decantado sistema de educación. En primer
lugar, te prohíbe los baños calientes. ¿En qué te fundas para
vituperar los baños calientes?
E l j u s t o . — En que son perjudiciales y debilitan al hombre.
E l i n j u s t o . — Alto: ya estás cogido y no te escaparás. D im e: ¿cuál
de los hijos de Jú p iter ha sido el más esforzado y h a llevad o a cabo
más trabajos?
E l j u s t o . — Creo que nin gu n o sobrepuja a H ércules.
El i n j u s t o . — ¿Y dónde has visto baños fríos bajo la ad vocación
de Hércules? Sin em bargo, ¿quién era el m ás esforzado?
E l j u s t o . — Esas son las razones que los jóvenes tienen siempre
en la boca, y gracias a ellas los baños están llenos y desiertas las
palestras.
El i n j u s t o . — T am b ién vituperas la costum bre de hablar en la
p laza pú blica. Y o la alabo. Porque, si eso fuese perjudicial, H om ero
no hubiera h ech o orador a N éstor, ni a todos los dem ás sabios.
Pasem os al ejercicio de la lengua: dice que los jóven es no deben
cultivarla; yo d igo lo contrario. T a m b ién recom ien d a la m odestia.
E n total, dos m alos consejos. Porque, ¿a q u ién has visto que h aya
conseguido bien alguno por m edio de la m odestia?...
[.··]
C onsidera, jo v en , todas las contrariedades de la m odestia, y de
qué placeres te privará: de los m uchachos, de las m ujeres, de los
juegos, de los pescados, de beber y de reír. ¿Para qué quieres la
vida, privada de estos placeres? Baste de esto. Paso ahora a las
necesidades de la naturaleza. H as d elinquido, has am ad o, has
com etido algún adulterio y eres cogido in fra g a n ti; ya eres hom bre
m uerto porque no sabes defender tu causa. Pero, conm igo, goza sin
cuidado de la vida, baila, ríe, y nada te avergüence. Si eres
sorprendido con la m ujer ajena, asegura al m arido que no has
faltado; echa la culpa a Jú p iter, que tam bién fue ven cid o por el
D OC U M EN TO S / 143

am or y las mujeres. T ú, siendo m ortal, ¿cómo puedes ser más fuerte


que el padre de los dioses?
H ab la, refútame.

( A r i s t ó f a n e s : Las nubes, op. cit., págs. 9 8 y sigs.)

L a fa sc in ació n so c rá tic a
«A m igos, voy a em pezar a alabar a Sócrates recurriendo a las
im ágenes. T al vez él pensará que quiero ponerlo en ridículo, pero la
im agen tendrá por fin la verdad, no la chanza. D igo, pues, q ue se
parece m uchísim o a esos silenos expuestos en los talleres de los
escultores y que los artistas representan óbn una zam poña y una
flauta, y que si las separa en dos, podem os ver que en su interior
con tienen im ágenes de los dioses. D ig o tam b ién que él se asem eja al
sátiro M arsias. N i siquiera tú m ism o, Sócrates, pondrás en duda
que tu aspecto es parecido al de estos seres. Sigue escuchando y
verás en qué sentido te pareces tam b ién en todo lo demás. Eres
insolente, ¿no es verdad? Si no estás de acuerdo con ello, presentaré
testigos. ¿Acaso no eres tam b ién flautista? C laro que sí, y m u ch o
m ás m aravilloso que M arsias. Porque aquél utilizaba instrum entos
para encantar a los hom bres con la fuerza qu e le salía de la b o ca ...
T ú sólo te diferencias de él en qu e produces el m ism o efecto sin
instrum entos, con la palabra desnuda. Lo qu e al m enos es cierto es
que cuando escucham os a algún otro orador, au nque sea m u y
bueno, hablar sobre distintos argum entos, no nos im porta nada casi
estoy por decir que a ninguno; en cam bio, cuando te escucham os a
ti, o tus discursos referidos por otro, aunque éste sea el orador más
inepto, lo m ism o da que sea mujer, hom bre o adolescente, todos nos
quedam os turbados y fascinados. Por m i parte, am igos, si no
tem iera parecer verdadero borracho, os contaría, bajo juram ento,
lo que yo he experim entado y sigo exp erim en tan d o ante los
discursos de este hom bre. E n efecto, cuando le escucho, el corazón
m e bate m ucho m ás que a los invad id os por el furor coribántico; m e
corren lágrim as al oír sus palabras. Y veo q u e hay m uchísim os más
a los que les sucede lo m ism o. C uando oía a Pericles y a otros
buenos oradores, pensaba que h ab lab an bien, pero no exp erim en ta­
ba nada parecido: m i alm a no se sentía sobresaltada, ni se agitaba
com o si de repente m e sintiera esclavo. Gracias a este M arsias, en
cam bio, yo m e he encontrando varias veces en tal disposición de
ánim o qu e no m e parecía posible v ivir en m i con d ición presente. Y
esto, Sócrates, no dirás q ue no es verdad. Incluso ahora estoy
convencido de que si quisiera prestarle oídos, no lo podría resistir y
sentiría los m ism os efectos. M e ob lig a a confesar que, a pesar de que
144 I APOLOGIA D E SOCRATES

m e faltaii m uchas cosas, sigo sin preocuparm e de m í m ism o por


ocuparm e en cam bio de los asuntos de los atenienses. Así qu e m e
tengo que alejar de él violen tam en te, con los oídos tapados com o
ante las Sirenas, para que no m e ocurra que m e llegu e la vejez
sentado a su lado. Y solam ente ante este hom bre he sentido lo que
nadie sospecharía en mí: vergüenza frente a una persona.

(P la tó n : Banquete, 215 a .)

IV

A C U S A C IO N P O R IM P IE D A D

E l « im p ío » S ó c rate s
S ó c r a t e s . — ¿Cuál Júpiter?, tú te burlas. N o hay tal Júpiter.
E s t r e p s i a d e s . — ¿Q ué estás diciendo?; ¿pues q u ién hace llover?
D em uéstram e esto antes de todo.
S ó c r a t e s . — Ellas; y voy a dem ostrarlo con grandes razones.
¿Hais visto algu n a vez que J ú p iter h aga llover sin nubes? S i fuese él,
sería necesario que lloviese estando el cielo sereno y después de
haberlas disipado.
E s t r e p s i a d e s . — Perfectam ente; por A p olo, tu argum ento m e ha
convencido. Yo creía antes, com o cosa cierta, que J ú p iter para
hacer llover orinaba en una criba. Pero dim e: ¿quién produce el
trueno? Esto m e hace tem blar.
S ó c r a t e s . — Las nubes truenan cuando se revuelven sobre sí
mismas.
E s t r e p s i a d e s . — ¿De qué m anera, hom bre audaz?
S ó c r a t e s . — C uando están m u y llenas de agua y se p o n en en
m ovim ien to arrastradas por su propio peso, al caer se en trech ocan y
rom pen con estrépito.
[..·]
E s t r e p s i a d e s . — ... Pero nada m e has enseñado todavía del
fragor de los truenos.

S ó c r a t e s . — O bservando lo que a ti m ism o te sucede, com o voy


a dem ostrarte. C uando en las panateneas cenas tanto que se te
desarregla el vientre, ¿no has notado que éste produce de repente
algunos ruidos?
E s t r e p s i a d e s . — Sí a fe mía; y en seguida m t atorm enta, y se'
D O C U M EN TO S / 145

revuelve, ruge com o el trueno, y después estalla con estrépito.


Prim ero hace, con ruido apenas p ercep tib le, pax; lu eg o papax, en
seguida papappaX, y cuando hago m is necesidades es un verdadero
trueno pappappax, lo m ism o que las nubes.
S ó c r a t e s . — C onsidera al gran ruido que haces con tu pequeño
vientre; ¿será, pues, inverosím il el qu e el aire inm enso truene con
estrepitoso fragor? Por eso las palabras trueno y ventosidad son
sem ejantes.
E s t r e p s i a d e s . — Pero dim e: ¿de dónde provendrá el rayo res­
p landeciente que a unos los reduce a cenizas y a otros los toca sin
matarlos? E vid en tem ente, Jú p iter es q u ien lo lan za contra los
perjuros.
S ó c r a t e s . — Si un vien to seco se eleva y se encierra dentro de las
nubes, las hincha com o si fueran u n a vejiga; después, cuando su
m ism a fuerza las revienta, se escapa v iolen tam en te com prim ido por
su densidad, y el ím petu terrible con que estalla hace que se
encienda a sí m ism o.

(A ris tó fa n e s : Las nubes, pág. 30, op. cit.)

L A E T IC A S O C R A T IC A

S ó c r a t e s . — Así, pues, de n in gú n m odo se debe obrar injusta­


m ente.
C r i t ó n . — D e ningún m odo, por supuesto.
S ó c r a t e s . — Por tanto, tam poco el que es víctim ade una injusti­
cia debe devolverla, pese a la op in ión del vu lgo, ya q ue en n in gú n
caso debem os hacer cosa injusta.
C r i t ó n . — E videntem ente.
S ó c r a t e s . — Bien. ¿Y es lícito hacer m al a alguien o no lo es,
Critón?
C r i t ó n . — N o lo es, por supuesto, am igo Sócrates.
S ó c r a t e s . — Bien. ¿Y es justo o no es ju sto que el que sufre un
daño lo devuelva? La gente cree qu e sí.
C r i t ó n . — D e ningún m odo es justo.
S ó c r a t e s . — Porque dañar a otro en n ad a se diferencia de ser
injusto, ¿no es eso?
C r i t ó n . — V erdad es lo que dices.
146 / APOLOGIA D E SOCRATES

S ó c r a t e s . — H e aquí lo que te digo o, m ejor dicho, te pregunto:


¿se ha de hacer o se ha de burlar aquello que con ven im os con
alguien y que es justo?
G r i t ó n . — D eb e hacerse.
S ó c r a t e s . — M ira, pues, lo que de aquí se d educe. S i nosotros
escapam os de aquí sin haber con ven cid o previam ente a la ciudad,
¿nos portam os m al con alguien, y precisam ente con quienes m enos
deberíam os, o no? ¿Perm anecem os fieles a aq u ello que convinim os y
que es justo o no?
G r i t ó n . — N o pu edo responder, Sócrates, a lo que m e pregun­
tas; no lo entiendo.
S ó c r a t e s . — Sigue, pues, este razonam iento. Si proyectando
nosotros fugarnos de aquí o com o h aya que llam ar a eso, se nos
acercasen las leyes y los gobernantes d e la ciudad y nos p regu n ta­
sen: «D in os, Sócrates, qué piensas hacer. ¿V erdad qu e con lo que te
propones llevar a cabo intentas destruirnos a nosotras, las leyes, y a
la ciudad entera en lo que está de tu parte, o tal v ez te parece
posible que siga existiendo, que no se ven ga abajo aq u ella ciudad
en la cual no tienen fuerza algu n a las sentencias pronunciadas, sino
que pierden su autoridad y son aniquiladas por obra de los
particulares?» ¿Q ué direm os, Critón, a estas razones y a otras
sem ejantes? Pues, en efecto, m uchos argum entos podrían esgrim ir­
se, sobre todo si fuera un orador el encargado de ello, en defensa de
esta ley en trance de ser violad a, de la ley que determ in a qu e las
sentencias pronunciadas son inam ovibles. ¿Direm os acaso que la
ciudad era injusta con nosotros y que no sen ten ciab a con rectitud?
¿Direm os esto o no?
C r i t ó n . — Esto, ¡por Zeus!, am igo Sócrates.
S ó c r a t e s . — ¿Y qué responderem os si las leyes dicen: «Sócrates,
¿es ese, acaso, el conven io estipulado entre tú y nosotras? ¿No te
com prom etiste a som eterte a las sentencias que la ciudad pronun­
ciase?» E n caso de que sus palabras nos causasen extrañeza,
seguram ente añadirían: «Sócrates, no te m araville lo que te d eci­
m os, y responde, ya que tam bién tú sueles recurrir al sistem a de
preguntas y respuestas. Ea, pues, dinos: ¿cuál es el m otivo de queja
que tienes con respecto a la ciudad y nosotras y que te m u eve a
intentar aniquilarnos? V eam os para em pezar: ¿no te trajimos al
m undo nosotras, ya que por nuestra m ed iación casó con tu m adre
tu padre y te engendró? D i, pues: ¿tienes algún m otivo de disgusto
con aquellas de nosotras que son leyes relativas a los m atrim onios,
por considerar que no son buenas?» «N o», respondería yo.

S ó c r a t e s . — «Pues bien, Sócrates — añadirían tal vez las leyes— :


piensa si decim os verdad al afirm ar que no es ju sto lo qu e tratas
D O C U M EN T O S / 147

de hacernos. V eam os: nosotras te trajimos al m undo, te criam os y


educam os, hicim os partícipes de todos los bienes de que nos fue
posible a ti y a todos los dem ás ciudadanos y, no obstante, tenem os
concedida licen cia — y así lo advertim os— para que, después de
alcanzar los derechos de ciu d ad an ía y de conocernos a nosotras, las
leyes, y todo lo concerniente a la ciudad, p u ed a todo ateniense a
quien no le agradem os m archar con sus cosas a d onde quiera. Y
ninguna de nosotras, las leyes, es ob stáculo ni prohíbe, en el caso de
que alguno de vosotros quiera m archar a una colonia o establecerse
en calidad de extranjero d om iciliad o dondequiera qu e sea, por no
gustarle la ciudad y nosotras, que v a y a a d on d e le plazca con sus
bienes. Pero cuando uno de vosotros, con ocien d o nuestro m odo de
hacer ju sticia y de gobernar a la ciudad en los restantes aspectos,
perm anece en ella, creem os que se h a com prom etido d e hecho con
nosotras a cum plir aquello que le ordenem os, y consideram os, si es
desobediente, que delinque por tres m otivos, ya que no o b ed ece a
sus progenitoras, que som os nosotras; ni a sus nodrizas, que som os
tam bién nosotras, y porque, habiéndose com prom etido a ob ed ecer­
nos, ni lo h ace ni nos conven ce de q u e sea m ala nuestra conducta en
algú n punto, y eso que todas nuestras órdenes carecen de acritud y
perm itim os elegir entre dos cosas: o convencernos o cum plir lo que
m andam os, cosas am bas q ue no realiza, com o hem os dicho.» Estas
son, Sócrates, las acusaciones que creem os q u e van a recaer sobre ti
tam bién, si haces lo que proyectas, y no en m en or grado que sobre
cualquier otro ateniense, sino en el grado m ás alto. Pues bien: si yo
les preguntase: «¿Por qué?», sin d u d a m e reprenderían con razón,
m anifestando que yo he sido el ateniense qu e m ayorm ente ha
contraído con ella el referido com prom iso.

(P la tó n : Critón, 49.)

O rigen , re lig ió n y le y e s
H ubo una época en qu e la vid a de los hom bres era desordena­
da, bestial y esclava de la fuerza; en la cual no existía recom pensa
para la virtud, ni tam poco castigo para el m alvado. Entonces, yo
creo, que inventaron los hom bres las leyes distributivas a fin de que
la ju sticia pudiera ser tan arrogante y poderosa com o su an tagon is­
ta, de m anera que si alguien pecab a recibía u n castigo. C uando las
leyes prohibieron com eter ab iertam en te a cción de violen cia y éstos
com enzaron a perpetuarse en secreto, algu ien , m uy sabio e in te li­
g ente, descubrió el tem or (a los dioses) para contener la perversidad;
así pues, se disponía de u n m edio d e am edrentar a los m alvados,
148 / APOLOGIA D E SOCRATES

aunque ellos hiciesen o pensasen el m al en secreto. D e ese m odo se


introdujo lo d ivino (la religión) afirm ando que hay un dios que
florece con vid a eterna, que oye y ve con su m en te, piensa en todo,
posee naturaleza extrahum ana que le perm ite conocer cuanto se
dice entre los hom bres, y es capaz de advertir de an tem an o toda
in ten ción de los m ortales. Por m ás sigilo que se ponga en planear el
m al esto no escapará a los dioses pues su in teligen cia es sobrenatu­
ral. M ed ian te tales razones se introdujo la m ás p lacentera de las
enseñanzas, cubriendo la verdad con una falsa teoría. Los dioses
m oraban, según aquel prim er intérprete, en un lugar — cuya
d en om in ación debía en m ayor grado asustar a los hom bres— , de
donde sabía él, surgen las angustias para los hom bres y la ayuda
para la vida dura, de la bóveda que gira allá arriba, en el que se
originan el relám pago, los terribles estam pidos del trueno y el
estrellado firm am ento — herm osa fábrica de tiem po, sabio arquitec­
to— , asiento de la radiante m asa del sol y desde d onde llega a la
tierra la h úm eda lluvia, y rodeó a la h u m an id ad de estos horrores y
dio a la d ivinidad en su relato, una herm osa residencia y un paraje
ad ecuado y a través de este ordenam iento elim inó la indisciplina
entre los hom bres... Así, creo yo, algu ien por v ez prim era predispu­
so a los hom bres a aceptar que existe la raza de los dioses.

( S e x to E m p íric o : Critias, IX -5 4 .)

Articulo 1 8
T od a persona tiene derecho a la libertad de pensam iento, de
co n cien cia y de religión; este derecho in clu ye la liberad de cam biar
de religión o de creencia, así com o la libertad de m anifestar su
religión o su creencia, ind ivid u al y colectivam en te, tanto en público
com o en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la
observancia.

Artículo 19
T od o in d ivid u o tiene derecho a la libertad de op in ión y de
expresión; este derecho in clu ye el de no ser m olestado a causa de sus
opiniones, el de investigar y recibir inform aciones y opiniones, y el
de difundirlas, sin lim itación de fronteras, por cu alq u ier m edio de
expresión.

(L os derechos humanos.)
D O C U M E N TO S / 149

VI

EL M E T O D O S O C R A T IC O

D ialé c tic a so c rá tic a


¿A qué venía tal aparato de razonam ientos? C ontra los hom bres
se tiene la autoridad. Se m anda esto y basta. Entre sí, inter pares , si
tiene la tradición, pero no la autoridad; y en ú ltim o térm ino, se
«com prenden». N o quedaba sitio para la dialéctica. T a m b ién se
desconfiaba de aquella facilidad para encontrar argum entos. Las
cosas honestas no tenían su razón tan a m ano. Es algo indecente
m ostrar nuestros cinco dedos. L o que p u ed e demostrarse carece de
valor. La d ialéctica despierta d esconfianza, y el instinto de todos los
oradores de todos los partidos sab e que es poco persuasiva. Nada
resulta m ás sencillo para destruir que un efecto dialéctico. La
d ialéctica sólo vale com o arm a defensiva. H ay que encontrarse en
un apuro, ver pisoteado su propio derecho: no conviene usarla
antes. Los jud íos — com o el zorro, com o Sócrates— fueron siem pre
dialécticos. La d ialéctica es un instrum ento que se tiene en la m ano,
sencillam ente despiadado. P uede tiranizarse con ella. El ven cid o se
siente indefenso. Se aband on a a su víctim a: la prueba de qu e no se
es un idiota. N a exaspera más a la gente qu e perm anecer fríos como
la razón vencedora; porque se desp oten cializa la in teligen cia de sus
adversarios. L a ironía del d ialéctico concretam ente, puede conside­
rarse una form a de la ven gan za popular: los oprim idos acreditan su
ferocidad en la acerada punta fría del silogism o.

(N ie tz s c h e , F.: La voluntad de poderío, op. cit., núm. 42 5 .)

7
¿La ironía de Sócrates expresa reb elión o rencor plebeyo?
¿Sacia, en calidad de oprim ido, su propia ferocidad con las cuchi­
llas del silogismo? ¿Se ven ga d e los nobles, a quienes fascina? El
d ialéctico tiene en sus m anos u n instrum ento im placable; co n él se
puede ejercer la tiranía; se com prom ete al m ism o tiem po que se
vence. El dialéctico deja a su adversario el cuidado de probar que
no es un idiota, le pone furioso y al m ism o tiem po le priva de toda
ayuda. El d ialéctico desp oten cializa el in telecto de su adversario.
La d ialéctica en Sócrates, ¿será sólo una form a de la venganza?

(N ie tz s c h e , F.: E l ocaso de los dioses, op. cit., págs. 28 y sigs.)


150 I APOLOGIA D E SOCRATES

D eform ación: la ironia de sí m ism o, la sequedad d ialéctica, la


in teligen cia com o tirano contra el «tirano» (el instinto). E n Sócra­
tes todo es exagerado, excéntrico, caricatura, un bufón con los
instintos de V oltaire. In ven ta una n ueva especie de com bante; es el
prim er m aestro de arm as en la sociedad d istinguida de A tenas; no
representa sino a la in teligen cia superior; la llam a «virtud» (com ­
prendió que esto era para él la salvación: no era libre de ser
in teligente, esto era natural en él); adueñarse de sí, para entrar
lu ego en la lid provisto de argum entos y no con pasión (el ardid de
S pinoza, «lente introductor» del error de las pasiones); descubrir
cóm o se llega a seducir a cada uno de aquellos a quienes se ha
apasionado, descubrir que la pasión procede de un a m anera ilógica,
h ábito en la ironía consigo m ism o, para dañar, en su raíz, el
sentim iento de rencor.
(N ie tz s c h e , F.: La voluntad de poderío, op. cit., núm . 426.)

L a t ir a n ía de la razó n
8
Y a he explicado por qué era Sócrates repulsivo; razón d e más
para explicar por qué fascinaba. H a b ía descubierto una nueva
especie de «agón», de lucha, y fue el prim er m aestro de esgrim a
para los círculos distinguidos de A tenas. F ascinó excitan d o el
instinto de luch a de los helenos; aportó una variante en la lu ch a de
la palestra entre hom bres jóven es y adolescentes. Fue tam b ién un
gran erótico.

10
C uando h ay n ecesidad de hacer de la razón un tirano, com o en
el caso de Sócrates, el peligro no es p equeño de que cualquier otra
cosa se vu elva tam b ién tirano. U n a v ez que la racionalidad fue
descrita com o salvadora, ni Sócrates ni sus enferm os tuvieron más
rem edio que ser racionales, fue de rigor, era su últim o recurso.
El fanatism o con que todo el pensam iento griego se aferró a la
n acionalidad revela un estado de necesidad: se estaba en peligro,
h abía sólo una elección posible: o hundirse o volverse absurdam ente
razonables. El m oralism o de los filósofos griegos a partir de Platón
está p atológicam en te cond icion ad o, así com o su v aloración de la
d ialéctica. R a zó n = virtud = felicidad, significa sim plem ente:
debem os hacer com o Sócrates y levantar un a lu z perm anente
contra las tinieblas: la luz de la razón. El hom bre debe ser a toda
costa claro, sereno, perspicaz, ya que cada concesión a los instintos
condu ce a lo desconocido, a lo in con scien te...
D O C U M EN TO S / 151

6
Sólo se acude a la dialéctica a falta de otros m edios. Excita la
desconfianza, es poco convincente; nada es m ás fácil de destruir que
sus efectos, com o lo dem uestra un poco de experiencia en una
asam blea donde se pronuncian discursos. Es un recurso extrem o en
m anos de personas que d eb en conquistar su propio derecho. Por
esto los hebreos fueron dialécticos. T a m b ién M aese Zorro. ¿Y ta m ­
bién Sócrates?

(N ie tz s c h e , F.: E l ocaso de los ídolos, op. cit., p á g . 29.)

V II

S O C R A T E S , ¿ IN O C E N T E O C U L P A B L E ?

El caso S ó crates
3
Sócrates era del más bajó origen. Plebe. T a m b ién se sabe qu e
era horroroso. La fealdad, que para nosotros es ya una objeción,
para los griegos era casi una refutación. Y aú n podem os preguntar:
¿era Sócrates griego? La fealdad deriva frecuentem ente de un cruce
o m estizaje. En otros casos, de la d ecad en cia. Los crim inalistas
antropológos nos d icen que él d elin cu en te trp'ico es feo: monstrum in
fronte, monstrum in animo. Pero los d elincuentes, ¿son decadentes?
¿Fue Sócrates el delincuenté-tipo? Se refiere a que un extranjero
que entendía de rostros, pasando por A tenas, dijo a Sócrates cara a
cara que era un m onstruo, que albergaba dentro de sí los peores
vicios e inclinaciones. Sócrates se lim itó a responder: « M e conocéis,
señor.»

4
Lo decadente en Sócrates está revelado no sólo por la disolución
y confesada anarquía de los instintos, sino tam bién por la superfec-
tación de lo lógico y aq u ella m align id ad de raquítico que lo
distinguía. N o hay que olvid ar tam p oco aquellas ilusiones del oído,
interpretadas en un sentido religioso com o el «d em onio» de Sócra­
tes. T od o en él era exagerado, bufo, caricatura. T od o era al m ism o
tiem po oculto, repleto de equívocos, subterráneo. Y o trato de
discernir de qué idiosincrasia proviene aq u ella ecuación socrática:
152 APOLOGIA D E SOCRATES

razón = virtud = felicidad; aq u ella ecuación, la más extravagante


que ha existido, que tiene particularm ente cóntra sí todos los
instintos de los antiguos helenos.

11
H e tratado de m ostrar qué era lo fascinante en Sócrates: parecía
un m édico, un salvador. ¿Es todavía necesario señalar el error que
im plicaba su creencia en la «racionalidad a toda costa»? Es un
autoengañ o por parte de filósofos y m oralistas creer que para salir
de la decaden cia es necesario hacerle la guerra. El salir de la
d ecaden cia está m ás allá de sus fuerzas: lo que consideran rem edio,
tabla de salvación, no es en sí m ism o sino otra m áscara’ de- la
decaden cia, cam b ian su expresión, pero no abren nin gu n a salida.
Sócrates fue un equívoco: toda m oral de perfeccionam iento, aun la
cristiana, fue un eq u ívoco... La cruda lu z del día, la razón a todo
precio, el vivir claros, fríos, cuidadosos, conscientes, sin instintos, en
contradicción con los instintos, fue en sí m ism o sólo una enferm e­
dad, otra enferm edad y no un retorno a la «virtud», a la «salud» o
a la felicidad... C om batir los instintos: ésta es la form a de la
decadencia; tanto com o dure la v id a ,. será la felicidad igual a
instinto.

(N ie tz s c h e , F.: E l ocaso de los ídolos, Tusquets, págs.' 28 y sigs.)


LEXICO

ágora. Lugar central de las polis y dem os griegos. C orrespondería


a nuestra plaza m ayor, aunque con diferentes usos (véase
nota 8, pág. 7 0 ).
A n axág o ras (5Ö0-428). Filófoso jó n ico , físico y cosm ológico, q ue
residió cerca de treinta años en A tenas, siendo el alm a del
círculo de Pericles. Introduce un principio único, m otor (el
nous), que organiza la m ateria. U n a especie de alm a del
m undo, alm a in teligen te, au n q u e m uy sutil, no es inm aterial,
actuando casi m ecán icam en te sobre la m ateria, com puesta de
elem entos indivisibles hasta el infinito. Sin em bargo, por sus
ideas de astronom ía, «el sol es com o un a piedra in can d escen ­
te», por la que elim in ab a a los dioses, fue acusado de im p ie­
dad, y desterrado de A tenas (véase pág. 26 y la n ota 54).
A nitos. N egocian te ateniense, del partido conservador, que for­
m alizó los trám ites de la acusación oficial contra Sócrates
(véase pág. 23).
Apolo. D ios p anhelénico de la m úsica, el arco, la m edicina, la
ad ivin ación y el cu id ad o de los rebaños. D ios de las leyes y las
ciencias. Por su carácter de dios de la sabiduría y de la
ad ivin ación se debió la profusión de sus oráculos, entre los que
destacaban los de D elfos.
apología. Discurso en defensa propia o de extraños, provocado
com o reacción a acusaciones concretas. Las Apologías de Sócra­
tes son m uchas, pero sólo se ad m iten com o válidas las de
Platón y Jenofonte (pág. 1 4 ). En los ju icios atenienses, el
propio acusado debía prónpnciar la propia, aunque podía
repetir de m em oria textos confeccionados por los especialistas,
llam ados logógrafos.
a n titím e sis. Era la respuesta q ue el preseunto reo daba a la
pena pedida por sus acusadores (véase p ág. 38 y la nota 9 8).
A ristó fa n es (450-385). El más con ocid o de los poetas có m i­
cos griegos. Escribió unas 40 obras, de las que sólo se conservan
11. R espetado, incluso por sus adversarios — P latón le h ace

153
154 I APOLOGIA D E SO CRATES

com ensal del Banquete — . Influenciado por su id eología aristo­


crática — vivió en sus posesiones de la isla de E gina— , choca
por el pacifism o y fem inism o de algunas de sus obras. A cep tad o
y rechazado, fue el «poeta que enseñó a reír a los griegos»
(pág. 22). / .
aseb eía (im piedad). Palabra com puesta del prefijo negativo
«a» y «sebeía», «veneración, o respeto a lo que se considera
santo». A u nque en la práctica es m uy difícil valorar con
precisión el alcan ce de esta palabra en tiem pos de Sócrates
(véase pág. 25 y sigs.).
boulé. A sam blea com puesta por quinientos m iem bros, que co­
rrespondería al Senado (pág. 37).
cam p añ as m ilita re s . Tres son las que expresam ente se citan:
P otidea, D elion y A nfipolis (véanse notas 63 y 65).
C ritia s. Escritor y orador, defensor de las ideas sofistas más
opuestas al orden establecido, a la m oral y a la religión.
O b tu vo cierta relevancia en la política con su dura participa­
ción en el gobierno de los T reinta Tiranos. Sus relaciones
am istosas con Sócrates, durante algunos años, le costaron al
M aestro graves sospechas de com partir m étodos y teorías del
político escritor.
daim o n o daim ónion. «Esa voz que m e acom p añ a desde mi
infancia.» La an alizam os en la pág. 35, principalm ente,
definición. A ristóteles atribuye a Sócrates la in v en ció n de la
■«definición» u «horism ós», por la que se^llega a las esencias de
las cosas, a los conceptos (pág. 65).
dem os. Cada una de las vecindades de l'a A tica, que no corres­
ponden a la traducción literal por «pueblo». T en ía n adm inis­
tración m un icipal in d ep en d ien te y contribuían a los gastos
generales. T en ían representación en la A sam blea o Boulé.
E staban inscritos en el dem os, los 'ciudadanos en pleno uso de
sus '»derechos, y algunas veces, los m etecos, o residentes no
nativos, sin derechos civiles. Pero jam ás los esclavos. La m ism a
A tenas se com ponía de siete u ocho demos,
dialéctica. La palabra dialéctica bs una de las palabras más
polisém icas de cualquier diccionario de filosofía. En Sócrates
tiene una equivalen cia a «diálogo», y cojnprende .todo el
esquem a de la m ayéu tica (véase pág. 62).
ecclesia o a sa m b le a p o p u lar. M áxim o órgano de gobierno en
la dem ocracia radical griega, donde el pueblo ejercía el poder
y d elegaba funciones a distintos organism os (véase pág. 39).
e rístic a . Se llam a erística al arte de la disputa, «eris». Si esta
disputa se en tien de com o un p rocedim iento d ialéctico para
argum entar y razonar, entonces coin cid en erística y dialéctica.
LEXICO I 155

Pero, si se trata de la disputa por la disputa, al estilo, por


ejem plo, de Euclides, «que dio a los m egarenses el rabioso arte
de la disputa» y creó la E scuela de los D isputadores, degenera
en sofística devaluad a y em p lea m étodos incorrectos: el sofis­
m a, la antilogía, el argum ento capcioso.
E sparta. C apital de L aced em on ia, región sudoriental del Pelo-
poneso. Prototipo de sociedad ruda, b ien organizada para la
guerra, negligente con el arte, p en sam ien to y ciencia. A tenas y
Esparta son dos paradigm as an tagón icos, y au n q u e griegas
am bas, vivieron en continuos conflictos bélicos m utuos. M o d e ­
lo envidiado por la A ristocracia ateniense, auténtica dictadura
m ilitar y oligárquica, qu e vivía gracias a la explotación de una
clase social sobre las otras, con un sistem a de gobierno arcaico,
sim ilar a la prim itiva m onarquía griega: jefes guerreros y
religiosos a la vez. Proverbial su dureza en la educación de la
ju ven tu d y cultivo de las artes m arciales y gim násticas. A tenas
no pud o resistir tan continuas fricciones y sucum bió en Egospo-
tam os ante Esparta, d esap arecien d o ésta pocos años después,
ante el Im perio de M a ced o n ia , región del norte de G recia,
futuro reino de A lejandro M agno,
h e rm es. Los herm es eran m ojones indicadores de cam inos o de
los siltios im portantes en las plazas. T en ía n form a h um ana,
destacando el m iem bro viril (pág. 27, n ota 16).
inducción. La in d u cción es un m étod o de in vestigación por el
que se llega a conocim ientos universales, partiendo de datos
concretos. Se considera a Sócrates com o el prim ero que la usó
en su m étodo de enseñar (véase pág. 61).
iro n ía . La ironía socrática constituye el prim er paso de la m a - .
yéutica (véase pág. 64).
Jen o fo n te (426-355). H istoriador, filósofo-m oralista, general a te ­
niense que dirigirá la retirada de los 10 000, aventurero o
m ercenario, latifundista en E scilonte, espartófilo. H om bre de
letras y de acción. C ultivó el ensayo, las m em orias y la
narrativa, siendo fácil su lectura. Se le considera precursor de
la biografía, de la n ovela (la Ciropedia). A m ig o apasionado de
Sócrates, del qiti: se precia h ab er sido discípulo, dedicará
m uchas de sus páginas a defenderle y a transcribir lo mejor de
sus recuerdos. Su extensa y variada producción, no le perm iten
profundizar com o sería debido, por lo q u e la crítica ha sido
dura con él ( véase pág. 19).
m ayéu tica. M étodo esp ecíficam en te socrático: símil con el qu e
identifica su m isión de educador, con el oficio de su propia
madre: partera (véase pág. 63).
m oned as griegas. En la Apología aparecen las siguientes m o n e­
156 / APOLOGIA D E SOCRATES

das: dracm as, m inas, óbolos. Su difícil h om ologación con


nuestra m oneda puede verse en la nota 34.
nom os. «N om os» era la ley positiva, la legislada por los diversos
gobiernos y recogida en las constituciones. Polém ica viva
sobre el valor de esta ley — puesta por el hom bre— , y la ley
natural, puesta por la physis (véase pág. 44).
pensatorio («phrontistérion»), «Tienda del saber», escuela don­
de el solista Sócrates enseña cobrando (véase pág. 22, nota 11).
P ericles (490-429). El m ás genial estadista ateniense y uno de los
m ás grandes m ecenas de la Historia. Políticam ente, discutible
su afán im perialista, con dom inio sobre el resto de colonias
griegas y sus formas, a veces dem agógicas, de ostentar el poder.
L uchó para reducir privilegios de clase, reestructuró el poder
de la A sam blea, llegando a conseguir la llam ad a dem ocracia
radical. Protector de artistas, intelectuales, viviéndose unos
cuarenta años de esplendor, conocidos por el «Siglo de Oro de
Pericles». C om enzó el Partenón. M urió en el 429, a causa de la
peste.
P latón (A tenas 427-347). D e fam ilia aristocrática, aunque disin­
tiera de m uchos de los objetivos de su clase social. D iscípulo
genial de Sócrates. Tras la m uerte de éste, m archa a M egara, a
C irene, a E gipto, Italia m eridional, quedándose en Siracusa
donde tiene unas negativas experiencias de gobierno con
D ionisio el V iejo y, después, con D ionisio el Joven . Im posible
catalogar, aquí, su inm ensa producción. C om o tam bién, el
presentar un pequeño esquem a de su pensam iento. Se le
considera el m áxim o heredero de las enseñanzas socráticas, que
después elaboró m uy personalm ente, siendo m uy difícil separar
el pensam iento de cada uno (véase pág. 15).
polis. C om o siem pre, concepto que no adecúa com pletam ente
con los nuestros. D ebería traducirse por ciudad-estado. Es el
cuadro de la vida política, con una extensión territorial p eque­
ña, por ejem plo, A tenas y sus alrededores. Grecia estaba
constituida por decenas de polis, m anejables, gobernables entre
todos, lo que fom enta este sentim iento de au ton om ía tan
arraigado, que incluso, a veces, exigía una autarquía total, por
ejem plo, Esparta, o algunas islas,
p ritan o . Eran los 50 bouletas encargados del servicio perm anente,
que debían ejecutar las decisiones de la Boulé (Consejo) (véase
Pag· 37).
P ro tág o ras. Filósoso de A bdera (480-410). Sofista m uy cualifica­
do, que escribió sobre gram ática, lógica, ética y política. V isitó
Atenas, de la que tuvo que huir acusado de im piedad. Se le
considera el portaestandarte del relativism o por su famosa
LEXICO I 157

frase: «El hom bre es la m edida de todas las cosas.» H ay q u ien


afirma que Sócrates fue su discípulo en algunas cuestiones.
p sije (esp íritu -a lm a-m e n te ). L a diacronía de esta palabra ha
sido constante. Sócrates le im prim e unas connotaciones esp ecí­
ficas (véase nota 69). _
so fística. T érm ino sinónim o de filósofo, aunque después se le
diese un tratam iento p eyorativo, por ciertos autores (véase
(pág. 42). _
trib u n a l de ju eces, « d ik a sta i» . O rganism o ju d icia l de 500
m iem bros que intervino en la condena de Sócrates (véase pág.
.38).
vicio socrático. In terpretación de la fascinación socrática com o
relaciones hom osexuales; costum bre m u y frecuente entre la
clase pudiente ateniense, sin estar condenado pú b licam en te
(véase nota 85).
v irtu d («arete»). T érm in o que com p ren d ía una am p lia gam a de
m atices (véase págs. 51 y sigs.).
X an tip a. V éase pág. 7, n ota 1.
BIBLIOGRAFIA

Ediciones críticas del texto original griego


R L .: Ouvres complètes, G a llim a rd , París.
o b in ,
a l i a n o , M .: Defensa de Sócrates, te x to s clásico s a n o ta d o s . E d ito ria l G re -
F e r n á n d e z -G
dos, M a d r id , 1980.
Platonis Opera, 1, O x fo rd , 1905.

Traducciones

O m itim o s la la r g a c ita d e tra d u c c io n e s q u e c irc u la n p o r eJ m e rc a d o h is p a n o y


s u d a m e r ic a n o .
S ó lo , p o r su u tilid a d y c a lid a d :
C r e x e l l s , J . : Apología de Sócrates, C o le c c ió n B e r n a t M e r g e , re im p re s a p o r la E d ito r ia l
L a ia , B a rc e lo n a , 1982, a u n q u e sin su a p a r a t o c rític o .

Libros para am pliar


• S o b re la v id a d e S ó crates:
G ia n n a n t o n i, G .: Sócrates, E d ito ria l D on cel, M a d rid , 19 7 2 .
Siguiendo la lín e a de la a n te rio r, a u n q u e d e m en o r c a te g o ría . ,

J enofonte : Recuerdos de Sócrates.


A notación de las a nécdotas y hechos m ás im p o rta n te s d e Sócrates, escrita por uno d e sus
a d m irad o re s y discípulos. Su le c tu ra m an tien e vivo el in terés p o r la tra n sp a re n c ia h u m a n a
q ue refleja. U n a especie de «m em orias».

------- : Apología de Sócrates, y a re c e n s io n a d a .

L a e r c io , D .: Vidas de filósofos más ilustres, lib ro I I : Sócrates, E dito rial A g u ila r, M a d rid ,
1975 ·
C orta, e n tre te n id a y algo fan ta sea d a bio g rafía del « m aestro » . U n clásico.

Sauvage, M .: Sócrates y la conciencia del hombre, A g u ila r, M a d r id , 196 3.


A p o rta a b u n d a n te s textos so b re la v id a d e Sócrates y su p en sam ien to .

T ovar , A .: « V id a d e S ó c ra te s » , Revista de Occidente, M a d r id , 1947.


E xcelente biografía socrática, a p o rta n d o a b u n d a n te s d a to s, basados p o r u n a crítica m u y
d o c u m e n ta d a. L a m ás c om pleta a nivel de v u lg arizació n .

159
160 I APOLOGIA D E SOCRATES

• S o b re su p e n s a m ie n to y el c o n te x to h is tó ric o
A r is t ó f a n e s : L as nubes, v a ria s e d ic io n e s c a ste lla n a s .
C om edia d o n d e se c a ric a tu riz a la figura de Sócrates, de g ra n reso n an cia en su época.

B u r s t a l l , G h .: Los griegos: la época clásica.


E xcelente p ro g ra m a de T V E , p a ra ilu stra r la época, G u erras del Peloponeso y Sócrates, el
sofista.

J aeger , W .: Paidea, los ideales de la cultura griega, F o n d o de C u ltu r a E c o n ó m ic a , 1957.


Im p re sc in d ib le p a ra co m p re n d e r esta época.

Llovet, E .: « S ó c ra te s » , Revista Primer Acto, n ú m . 51, M a d rid .


U n a com posición de los textos de la Apología d e P la tó n y Je n o fo n te , en u n a versión m u y
viva, d ire c ta , y com o es lógico, sin d em asiad o rig o r crítico. M u y rec o m e n d ab le su rep re se n ta ­
ción.

M o s te irín , J .: H istoria de la filo so fía , to m o 3, A lia n z a E d ito ria l, M a d r id , 1984.


A gilizada y e ru d ita visión d e la d em o cracia, sofistica y Sócrates.

N estle, W .: H istoria del espíritu griego, E d ito ria l A rie l, tr a d . M . S a c ris tá n , B a rc e lo n a ,


1961.
P latón Critón, d o n d e n a r r a el m es d e c á rc e l, m ie n tr a s e s p e ra b a el re g re s o d e la n a v e
:
d e D élos, p a r a q u e se e je c u ta r a la s e n te n c ia . B rev ísim o , p e ro s u b lim e d iá lo g o .
R e c o m e n d a b le .
------- : Fedón. D iá lo g o , ta m b ié n r e c o m e n d a b le , d o n d e P la tó n e x p o n e las id e a s s o b re la
in m o r ta l id a d d e l a lm a .
------- : Prolágoras, la s re la c io n e s e n tre S ó c ra te s y los sofistas. R e c o m e n d a m o s la tr a d u c ­
ció n e in tr o d u c c ió n d e G a rc ía B o rró n , J . C ., d e la E d ito ria l H u m a n ita s ,
B a rc e lo n a , 1982.
H a y q u e vo lv er a insistir q ue to d a la o b ra P la tó n ic a rez u m a socratism o, p o r lo q u e h a b ría
que a n o ta r varios diálogos m ás, p ero p a ra este estudio, con los presantes h a y suficiente.

R o d r íg u e z A d r a d o s , F .: Ilustración y política en la Grecia Clásica y « L a d e m o c r a c ia


a te n ie n s e » , Revista de Occidente, M a d r id , 1963.
U n a de las apo rta c io n e s españolas m ás serias y co rrectas sobre esta época.

NOTA: N o h a y q u e d e c ir q u e S ó c ra te s h a sid o e s tu d ia d o c o n s ta n te m e n te , p e ro q u e
n o se t r a ta a q u í d e r e la c io n a r to d a esa e x te n s a b ib lio g ra fía , q u e p u e d e e n c o n tr a r s e e n
la o b r a c ita d a d e G ia n n a n to n i, G ., a Ja q u e d e d ic a v e in tin c ic o p á g in a s .
R e c o m e n d a m o s , p a r a n u ev o s tra b a jo s o a m p lia c io n e s , el re p a s o d e los d iv erso s
Diccionarios del pensamiento q u e se te n g a n a m a n o ,
CLÁSICOS DEL PENSAMIENTO

TITULO S PUBLICADOS

Núm. 1 Núm. 8
Platón: Apología de Sócrates Hegel: Fenomenología
Edición y material didáctico: Edición didáctica y traducción:
Llátzer Bría Carlos Díaz

Núm. 2 Núm. 9
Rousseau: Discurso sobre el Kant: Prolegómenos
origen y fundam entos de la Edición y m aterial didáctico:
desigualdad entre los hombres Luis María C ifuentes
Edición y material didáctico:
Jordi Beltrán
Núm. 10
Núm. 3 Diógenes Laercio: Los Cínicos
Darw in: Viaje del «Beagle» Edición didáctica y traducción:
Edición y material didáctico: Rafael Sartorio
Oriol A lbó
Núm. 11
Núm. 4 Galileo: C artas Copernicanas
M a rx -E n g e ls : El M a n ifie s to Edición y material didáctico:
Com unista. Once Tesis sobre Pere de la Fuente,
Feuerbach X avier Granados
Edición y material didáctico: y Francisco Reus.
Anselm o Sanjuán Grupo «Phi-dos»

Núm. 5 Núm. 12
Aristóteles: Ética eudemia Platón: El Banquete
Edición y material didáctico: Edición didáctica y traducción:
Rafael Sartorio Jo rd i Beltrán y Rafael Ojeda
Núm. 6
Epicuro: Carta a M eneceo y Núm. 13
M áxim as capitales Leibnitz: Monadología
Edición y material didáctico: Edición didáctica y traducción:
Rafael Ojeda y Alicia Olabuenaga H ilari Arnau y Pere de la Fuente

Núm. 7 Núm. 14
Moro: Utopía Maquiavelo: El Príncipe
Edición didáctica y traducción: Edición y m aterial didáctico:
Llátzer Bría A ndrés Plumed

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