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Modernismo y la Generación del 98

Literatos y modernistas del 98:

Historiadores y filólogos siguen debatiendo sobre la existencia de dos grupos de literatos en la Generación finisecular:
modernistas y noventayochistas; un asunto complejo, pues hay coincidencias y diferencias entre aquellos escritores.

Empezamos por las coincidencias:

Todos los mencionados autores se trataron en el Madrid de cambio de siglo, su lugar de encuentro fueron los llamados
‘cafés literarios’ donde estos autores pasaban largas horas discutiendo; encuentros que a menudo acabaron en peleas.
El contacto habitual entre ellos se tradujo en unas características comunes: su interés, las ideas, los estilos y la estética
procedente de Europa, sus críticas al régimen de la Restauración, la participación en nuevos proyectos editoriales
comunes, su colaboración en los suplementos culturales de la prensa diaria, así como la organización de actos de
solidaridad como los homenajes de desagravio y los manifiestos conjuntos.

Pero también hubo diferencias, empezando por los liderazgos:

Nadie cuestiona la influencia de Miguel de Unamuno sobre el Grupo de los Tres, formado por José Martínez Ruiz
(Azorín), por Pío Baroja y por Ramiro de Maeztu; todos ellos contribuirían a la renovación de la literatura española.

Así mismo, está reconocido el liderazgo del nicaragüense Rubén Darío, entre los poetas de su generación incluido su
ascendiente Salvador Rueda que, le superaba en edad. El influjo del nicaragüense también alcanzó Francisco
Villaespesa, a Manuel Machado, al mexicano Amado Nervo, y a Eduardo Marquina, entre otros.

La polémica sobre la denominación de la generación finisecular la provocó Azorín, que en 1913 acuñó la expresión
‘Generación del 98’. Como características comunes a este grupo mencionó el interés de sus miembros por los viejos
pueblos y el paisaje castellano, su idealismo y si reflexión acerca de lo que constituía lo característicamente español;
así como unos gustos artísticos comunes por maestros del pasado entonces poco valorados, como era el caso del
Greco y Francisco de Goya entre otros grandes maestros españoles que coincidieron en reivindicar. También hay que
mencionar sus esfuerzos por superar la literatura grandilocuente del siglo XIX, aportando en sus obras un lenguaje
más rico y preciso, temáticas nuevas y estilos de redacción tan personales como innovadores. Lo cierto es que, tanto
Pío Baroja como Ramiro de Maeztu negarían posteriormente la existencia de dicha generación, en cambio el pintor
Ricardo Baroja (hermano de Pío y amigo de todos ellos) sí afirma que existió ese grupo, llegando a escribir un libro,
Gente del 98.

En 1913 también se definió el Modernismo, pues en este año el poeta Manuel Machado publicó un libro con el
significativo título de La guerra literaria, en él consideró modernistas aquellos literatos rebeldes, que, como Alejandro
Sawa, Ramón de Valle-Inclán, Rubén Darío, Salvador Rueda y Jacinto Benavente se habían dedicado a luchar contra
los escritores consagrados de la generación anterior. A su juicio, los modernistas se caracterizaron por su afán de
renovar la literatura española, adoptando planteamientos de grandes autores de grandes países y promoviendo una
anarquía que acabara con las escuelas oficialistas.

Desde la perspectiva estilística, hubo drásticas diferencias entre modernistas y noventayochistas. Los primeros se
caracterizaron por imbuir de sutil belleza todos los asuntos, mientras que los noventayochistas prescindían de todo
preciosismo, centrándose en los auténtico y esencial con un lenguaje tan arcaico como rudo. Desde una perspectiva
finalista, los modernistas anteponían las formas al contenido, tratando de provocar el disfrute sensorial dedicándose
a asuntos amables y gratificantes; mientras que los noventayochistas daban más importancia a la carga ideológica,
especialmente su búsqueda, a veces agónica de la esencia inmortal de España, una patria que los inspiraban
estéticamente, pero que deseaban cambiar.

También hay diferencias a lo que se refiere al tipo de literatura más cultivadas por unos y otros. Todos los modernistas
se dedicaron a la poesía que les permitían regodearse en un gratificante mundo imaginario, Rubén Darío lo confesó
abiertamente: veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos imposibles; qué queréis
yo detesto el tiempo en que me tocó nacer. Esto a los noventayochistas les parecía una cursilería intranscendente,
Unamuno llegaría a escribir: Eternismo y no modernismo, es lo que quiero, no modernismo, que será anticuado y
grotesco de aquí a diez años cuando la moda pase. En cambio, como intelectuales activistas del 98 se decantaron por
el periodismo, la novela, el ensayo y el teatro; todos estos géneros se caracterizan por facilitar la expresión de los
mensajes comprometidos y regeneracionistas que albergan algunas de las creaciones de este grupo de escritores.
Aunque, también les fue posible escribir poesía muy comprometida políticamente, ejemplo de ello es Antonio
Machado que manifestó su compromiso con su causa en la persona del general comunista Lister Fragores en tu carta
me han llegado, de lucha santa en el campo ibero también mi corazón ha despertado entre olores de pólvora y romero.

Finalmente, hay que tener en cuenta el aspecto temporal: los noventayochistas encontraron su inspiración en el
desastre del 98, en los numerosos conflictos sociales de su época y en la necesidad de regeneración de una España
atrasada y empobrecida. Por estas razones, sus temáticas y su estilo incisivo se mantuvieron durante décadas, hasta
que la Guerra Civil acabó por fragmentar al grupo en dos bandos, y la victoria franquista eliminó toda clase de debate
a través del exilio y la censura. Por el contrario, el Modernismo trataba de escapar de la realidad desagradable
componiendo un melancólico rechazo al materialismo de su época que sustituyeron por una belleza y un placer que
trataban de taparlo, aprovechando las décadas de felicidad y prosperidad internacional que acabaron con el estallido
de la Primera Guerra Mundial y que significaron el final de este movimiento estético. También hay que destacar que
autores como Valle-Inclán y Antonio Machado tuvieron etapas asociadas a ambos grupos, algo natural entre creadores
que estuvieron en contacto casi continuo y que evolucionaron en sus preocupaciones con el paso de los años. Existe
una gran distancia entre el estilo de las Sonatas de Valle-Inclán y el que este mismo autor manifiesta en Luces de
Bohemia, igual ocurre entre las Soledades de Antonio Machado y sus poemas sobre España o la Guerra Civil. Fueran
uno o dos grupos, lo realmente relevante es que se trató del grupo de creadores más importante de la cultura española
de los últimos siglos.

Generación del 14 (Novecentismo)


Comienzos de la Generación del 14:

El origen puede encontrarse en la Liga de educación política de España cuyo prospecto fundacional comenzó a circular
por Madrid en octubre de 1913. El autor del texto fue José Ortega y Gasset, un catedrático de filosofía que había
estudiado en Alemania y que tenía concretas propuestas de cambio: La organización de una minoría encargada de la
educación política de las masas, vincular la suerte a España al avance del liberalismo y al proyecto de nacionalización,
agruparse con el propósito de ejercer algún tipo de actuación política que abriera, sin salir de la monarquía, las puertas
a la democracia. En ese texto Ortega y Gasset se distancia de las ideas socialistas que republicanos de su juventud,
compartiendo con sus mayores de la generación del 98, el sentimiento de ser una minoría autodesignada para liderar
la regeneración del país, así como su desconfianza hacia unas masas sin preparación política. Los demás firmantes del
manifiesto de la liga tenían parecido perfil cosmopolita y estudioso, por ejemplo, Manuel Azaña era doctor en derecho,
funcionario del estado por oposición y había cursado estudios de posgrado en París. Otro destacado miembro del
grupo era Fernando de los Ríos que había estudiado en la Institución Libre de Enseñanza (ILE) era doctor en derecho y
catedrático de universidad. Los miembros de este colectivo ya se conocían de antes, pues meses atrás habían figurado
entre quienes apoyaron la fundación del partido reformista de Melquiades Álvarez.

El 23 de noviembre de 1913, pocas semanas después de publicar el Manifiesto fundacional de la Liga, el grupo de
reunió en Aranjuez, la excusa era dedicar un homenaje a un miembro de la generación anterior, Azorín, pues la
Academia de la Lengua había rechazado la candidatura del escritor alicantino para formar parte de dicha institución.
El poeta Juan Ramón Jiménez compartió con Ortega la organización de este gesto de desafío al academicismo
oficialista.

Cuatro meses después de la reunión de Aranjuez, el 23 de marzo de 1914, el grupo volvió a reunirse en el madrileño
teatro de la comedia, allí Ortega pronunció una impactante conferencia en la que definió a los componentes de la Liga
como ‘La Vanguardia de la España vital frente a la España oficial’, anteponiendo el cumplimiento de los fines sociales
al orden público con un matiz, hasta cierto punto, revolucionario: El Estado español y la sociedad española no pueden
valernos igualmente lo mismo porque es posible que entren en conflicto y es menester que estemos dispuestos a servir
a la sociedad frente a ese Estado.

La conferencia dejó claro que mantenían una discrepancia fundamental con el ideario de Unamuno y sus amigos de la
generación del 98 que centraban su atención en la regeneración de la identidad española desde su propia historia,
pues Ortega afirmó tajantemente: España es el problema, Europa, la solución. Entendiendo por Europa la ciencia
natural y la democracia liberal, las instituciones académicas y las fórmulas de gestión más modernas; provenientes
todas ellas de allende los Pirineos.

El 29 de enero de 1915, aparece el primer número del semanario España, en el que su fundador y director insistió en
su rechazo de la España oficial: Todos sentimos que esa España oficial dentro de la cual o bajo la cual vivimos no es la
es la España nuestra, sino una España de alucinación y de inepcia. En la revista colaboraron otros miembros de la
generación del 14, como Ramón Pérez de Ayala, autor de una célebre obra anti jesuítica que contribuyó asiduamente
en la revista con agudas críticas teatrales, que reuniría después en su libro Las Máscaras. La sección de arte estuvo a
cargo de dos extraordinarios jóvenes talentos, Ricardo Gutiérrez Abascal, que firmaba sus crónicas con el pseudónimo
de Juan de la Encina, y la feminista y crítica de arte Margarita Nelken. Algún tiempo después se incorporó a la redacción
Salvador de Madariaga, un ingeniero de formación francesa que había dejado recientemente su lucrativa carrera
técnica para dedicarse a las letras, aportando valiosos artículos sobre relaciones internacionales, siempre muy
favorables a los ingleses, cuyo gobierno era consiente de que este grupo le era muy favorable, por lo que financió la
revista España a partir de 1916. Entre los principales articulistas políticos de la nueva generación, cabe señalar a dos
intelectuales que sucederían a Ortega en la dirección de esta revista, el ensayista Luis Araquistáin y, el antes
mencionado, Manuel Azaña; ambos se dedicarían posteriormente a la política desde postulados populistas, alejados
del liberalismo regeneracionista de los primeros años de la revista España.

Ramón Gómez de la Serna fue uno de los miembros de la generación del 14 que trabajó con independencia del círculo
íntimo de Ortega, su lugar habitual de reunión fue la tertulia que se reunía cotidianamente en el madrileño Café Pombo.
Este autor se caracterizó por desarrollar unos breves textos vanguardistas que denominó Greguerías. Dos miembros
de esta generación residieron por aquellos años en Barcelona, uno de ellos fue el ensayista Eugenio D’Ors, también
conocido por su pseudónimo Xènius. En su juventud fue uno de los impulsores del Noucentisme (Novecentismo), un
movimiento cultural que surgió en la última época del célebre Mesón Els Quatre Gats; posteriormente, cursó estudios
de posgrado en París, que le permitieron redactar ensayos sobre psicología, filosofía y arte. Mantuvo una cierta
relación con el grupo de Madrid a través de las conferencias en la residencia de estudiantes. En Barcelona trabajó
como funcionario Gabriel Miró, un escritor sensorial y melancólico con similitudes en temática y estilo con su paisano
Azorín. Colaboró fundamentalmente con periódicos barceloneses en aquella etapa.

Una generación que admiraba la ciencia y la técnica debía incorporar a científicos en su nómina, este fue el caso del
médico Gregorio Marañón, amigo personal del resto del grupo y que escribiría novedosos ensayos de análisis de
personalidad de personajes históricos.

Los miembros de la generación del 14 se caracterizaron por su racionalismo, algo que aplicaron incluso a los medios
de expresión más emocionales, como la pintura y la poesía; Ortega llegó a escribir acerca de La Deshumanización del
arte. Su avanzada formación intelectual y el fracaso de la Liga de Educación Política acentuaron un elitismo del que
eran plenamente conscientes.

Durante los siguientes años se centraron en esa minoría capacitada para entenderles, Juan Ramón Jiménez llegó a
escribir claramente A la minoría siempre. Se refería al reducido colectivo que en aquel momento estaba en condiciones
de apreciar sus propuestas.

Regeneracionismo
Cuando el siglo XX tendía hacia sus postrimerías, el andamiaje político, económico y cultural de España ofrece
alarmantes síntomas de decadencia. El estado de la Restauración, proclamado por los liberales y conservadores bajo
el paraguas de la monarquía de Alfonso XII ha perpetuado una España arcaica y tradicional, agraria y aristocrática;
donde el ejército, el caciquismo, oligarquía y la Iglesia funcionan como verdaderos poderes fácticos.

Mientras en Europa y Estados Unidos se desarrolla el capitalismo amparado en incipientes revoluciones industriales,
España sigue aferrada a las antiguas estructuras latifundistas, a un bipartidismo esclerótico y a una ideología
escolástica y tradicionalista, orgullosa del patriotismo colonial. Una sociedad petrificada, perfectamente reflejada en
la obra de Galdós Nuevo Mundo o, en esa descarnada obra de Clarín, La Regenta, una de las críticas más certeras de
la sociedad provincial y caciquil de la Restauración.
La crisis de este sistema impuesto por la Restauración estallará definitivamente en 1898, cuando España pierde los
restos de su Imperio Colonial (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) a consecuencia de la guerra con Estados Unidos. El desastre
colonial, que la prensa tradicional se resista a reconocer, afecta directamente al sistema político de la Restauración;
(ese panorama de fantasmas con Cánovas como empresario de la Fantasmagoría como señalará años más tarde Ortega
y Gasset), pero introduce, sobre todo, a una crisis ideológica, una revisión de valores que encuadramos bajo un proceso
genérico, el Regeneracionismo.

El Regeneracionismo va desde la segunda mitad del siglo XIX pasado hasta la guerra civil en el siglo XX. Las raíces del
problema de España, de su decadencia están en la historia, una historia secuestrada como mito glorioso por la
Restauración. El Regeneracionismo implica un intento de regenerar la salud de España, como su propio nombre indica,
puesto que se consideraba que España había caído en un estado de postrimería y decadencia llevadas al máximo.

Los regeneracionistas, intelectuales encabezados por Joaquín Costa aspiran a resolver ‘los males de la patria’ y aplicar
una política quirúrgica que acabara con la oligarquía y el caciquismo. Sin embargo, aunque la sociedad avanza, la
política no cambia, era como si el desastre del 98 no hubiese pasado factura, pues la alternancia en el poder continuaba,
los liberales abrían paso a los conservadores.

En este tiempo, aparece en España un puñado de intelectuales que serán conocidos como Generación del 98 (BAVUM),
estos comparten un mismo sentimiento, el dolor de España, y sus obras tienen algo en común La búsqueda incesante
del ser de aquella España moribunda y de las raíces de su decadencia.

A la generación del 98 pertenecen escritores como P. Baroja, Azorín, Valle-Inclán, Unamuno, Maeztu y Machado. Con
esta generación comienza una nueva etapa de esplendor ‘la Edad de Plata’ que perdurará durante tres generaciones,
pues es ahí cuando comienza la Guerra Civil.

Características:
1. Criticismo

1.1. Neocriticismo histórico Unamuno crea la intrahistoria, donde la historia no la crea el héroe, sino el
pueblo.

1.2. Neocriticismo propiamente dichocrítica a las patologías de España

2. Actitudes críticas frente a Europa y sobre todo frente a España. Surge el amor/odio, amor como fanatismo y odio
como ‘leyenda negra’

3. El tema de Españaenfrentamiento con la identidad, reivindicación del paisaje y el lenguaje popular y espontáneo.

Características de la Modernidad
Siglo XX

1. Aceleración de la historia aceleración de la vida, dos fenómenos

1.1. Toda historia se acumula, no hay historia diferenciada (I y II Guerra Mundial)

1.2. Mundialización de la historia interrelación de los fenómenos políticos y económicos

2. Belicismo la I y la II Guerra Mundial implicó a todo el planeta, sin embargo, la segunda trajo consigo una
‘política de bloques’, basada en dos tipos de ideologías ideología marxista y la liberal capitalista. Esta
característica o situación produjo una ‘angustia’ producida por el existencialismo y ‘miedo’ que alimentaba y
sustentaba la estética.

3. Vitalismoimportancia de la vida

4. Individualismo importancia del ‘yo’

5. Literatura urbanaimportancia de la ciudad

6. Civilización de la imagen desarrollo del trabajo en equipo


7. Civilización y cultura de masas

8. Crisis del Racionalismo el hombre era el entre social. El hombre se basaba en la razón, pero va a adoptar
una postura de creación más ilógica que racional.

Generación del 27 (posguerra poesía)


Bajo el marbete de “Generación del 27” o “Grupo del 27” se agrupan nombres como Pedro Salinas, Vicente Aleixandre,
Jorge Guillén, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Rafael Alberti, Emilio Prados y
Manuel Altolaguirre.

La denominación del 27 surgió de un acto cultural que se celebró en el Ateneo de Sevilla para homenajear al poeta
sevillano Luis de Góngora en el tercer centenario de su muerte.

ETAPAS
―Primera etapa: hasta 1927. Esta primera etapa está marcada por el influjo de las primeras vanguardias. Juan Ramón
Jiménez los orienta hacia la “poesía pura”. La lírica popular ejerció influencia sobre ellos, lo mismo que los clásicos
como Góngora.

―Segunda etapa: de 1927 hasta la guerra civil (1936). Se inicia un proceso de rehumanización, que coincide con la
irrupción del Surrealismo.

―Tercera etapa: Después de la guerra (1939). La Guerra Civil fue la causa de la dispersión del grupo. F. G. Lorca fue
asesinado; Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda y Rafael Alberti se exiliaron; Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre
y Gerardo Diego permanecieron en España.

Características de la Generación del 27


Tradición y vanguardismo.

Aunque desean encontrar nuevas fórmulas poéticas, no rompen con nuestras tradiciones y sienten admiración por el
lenguaje poético de Góngora, por nuestros autores clásicos y por las formas populares del Romancero.

A la par que lo tradicional, las corrientes de vanguardia, sobre todo el surrealismo, ejercen gran influencia en el grupo
del 27. Los escritores surrealistas exploran el mundo de lo inconsciente y pretenden alcanzar la belleza absoluta, que
está por encima de la realidad.

Intención estética

Intentan encontrar la belleza a través de la imagen. Pretenden eliminar del poema lo que no es belleza y, así, alcanzar
la poesía pura. Quieren representar la realidad sin describirla; eliminando todo aquello que no es poesía.

Temática

Sienten especial interés por los grandes asuntos del Hombre, como el amor, la muerte, el destino... y los temas
cargados de raíces populares.

Estilo

Se preocupan fundamentalmente de la expresión lingüística y buscan un lenguaje cargado de lirismo.

Versificación

Utilizan estrofas tradicionales (romance, copla...) y clásicas (soneto, terceto...). También utilizan el verso libre y buscan
el ritmo en la repetición de palabras, esquemas sintácticos o paralelismo de ideas.

Narrativa de posguerra
Los años 40 es un período que se conoce con el nombre de posguerra. Mientras que en Europa se iniciaba la II Guerra
Mundial, donde muchos españoles participaron voluntariamente en un bando o en el otro; en nuestro país, más que
un período de paz empezaba una época llena de dificultades. A pesar de todo lo importante era estar vivo en una
España llena de ausencias y exilios interiores y exteriores. Tras la censura, no existía en España imágenes reales de la
época, pero sí existían en la memoria de la gente que sobrevivió a esos años, superando con esfuerzo todas las
penurias, mientras esperaban un futuro mejor.

Narrativa de la década de 1930


La novela de los años 30 había tendido hacia la rehumanización y el compromiso social, tras abandonar la
deshumanización de los años 20. En estas líneas se encuentra la literatura de Ramón J. Sender, Max Aub, Francisco
Ayala y Rosa Chacel; quienes al acabar la guerra marcharon al exilio por su apoyo a la República. Sus obras se realizan
al margen de la literatura que se hace en España y, en general, tratan con insistencia el tema de la guerra.

La novela de los primeros años de posguerra


En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. Así, la novela NO puede
enlazarse con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, tampoco parece válida la estética de los
años 20. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones, todas de estilo tradicional: ideológica,
realista y humorística. Hasta los años 50 no comienzan los indicios de renovación. En la década de 1940 solo hay casos
excepcionales y aislados, como C. José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes:

 1942. La familia de Pascual Duarte de Cela

 1944. Nada de Laforet

Estas dos novelas comparten el tono sombrío y existencial que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva,
general en la novela de éxito de la inmediata posguerra. A estas nuevas voces se les une después otras, como Miguel
Delibes y Ana María Matute. En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra
desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso, abundaban en sus narraciones los personajes desorientados,
tristes y frustrados.

La familia de Pascual Duarte provoca una polémica en torno al tremendismo. Se le acusaba de deformar la realidad al
subrayar lo más desagradable. En 1942 suponía un rebumbio, pues la truculencia y la visión desolada del mundo
contrastaba con una narrativa triunfalista. La novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen
verosímiles por el tipo de protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía
para que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte.

La imitación intelectual de Pascual, el destino que parece dominar la obra y el ambiente bárbaro e injusto, convierten
a esta criatura en un asesino víctima. La obra refleja un radical pesimismo, cercano al existencialismo. La publicación
de una novela tan desgarrada en un momento de censura política y moral muy estricta, solo se explica por ser Cela un
excombatiente franquista y porque los sucesos se sitúan en la España de posguerra. Toda su obra refleja pesimismo
ante el mundo y el ser humano. Su tono es distanciado y burlón con humor negro, desgarrado y cruel. Refleja una
visión deformada del mundo.

Nada de Laforet. Transcurre en la posguerra narra como eje principal la vida de una muchacha, Andrea, que decide
mudarse a Barcelona con unos familiares con tal de estudiar en la universidad. A lo largo de la novela la protagonista
se desenvuelve en dos mundos totalmente diferentes, por un lado, el de su familia y por el otro el de su amistad con
una compañera de estudios, Ena. Estas dos dimensiones se van uniendo y acaban con un fatal desenlace: la pérdida
de un familiar y la marcha de su mejor amiga. Es un personaje completo, que evoluciona a lo largo de la historia,
debido a las penurias, desgracias, insatisfacciones y desilusiones que sufre durante su estada en la calle de Aribau.
Andrea comienza siendo una chica sencilla e ingenua recién salida del pueblo, y nos acabamos encontrando a una
mujer madura que mira la vida con ojos cautelosos y sin grandes esperanzas.

Década de los 50. Contexto social y cultural


Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos
internacionales en la orbita de Estados Unidos. El incipiente desarrollo del turismo y la industria conlleva una cierta
recuperación económica y cambios en los estilos de vida, como las migraciones de los campesinos hacia las ciudades.
La difícil inserción de estas personas en los suburbios urbanos. Al mismo tiempo, los jóvenes que han vivido la guerra
como niños o adolescentes consideran la guerra y el país de posguerra desde otra perspectiva y aparecen actitudes
críticas respecto al poder y a la división social entre vencedores y vencidos. Estas posturas se manifiestan sobre todo
en círculos obreros y universitarios.

Realismo social
Características principales

La novela española de esta década recoge pronto las nuevas preocupaciones sociales y abandona la visión existencial
de la década anterior. En 1951 Cela publicó La Colmena de tono crítico y testimonial, con un amplio personaje colectivo.
A lo largo de la década, el realismo social se intensifica, y en el año 1954 alcanza su momento cumbre gracias a
escritores como Ana María Matute y su obra Primera Memoria (1959) es una obra con un fuerte contenido
autobiográfico y personal. La historia se centra en el personaje de Matia y su paso de la niñez a la adolescencia,
acompañada de su peculiar primo Borja. Ambos viven en la casa de su abuela, alejados de los horrores de la guerra.
Tiene vital importancia la visión de la vida que ofrece la niña, su doloroso crecimiento personal y el alma que transmite.
Es en esta figura donde recae el peso de la hermosura narrativa de la novela, siendo los hechos en sí algo secundario.
Matia descubrirá muchas cosas sobre la oscura vida de las personas mayores.

El tema de la novela de realismo social es la propia sociedad española: la dureza de la vida en el campo, las dificultades
de la transformación de los campesinos en trabajadores industriales, la explotación del proletariado y la banalidad de
la burguesía. El estilo de la novela realista es sencillo, tanto en el lenguaje como en la técnica narrativa. Se pretende
llegar a un amplio público. Los contenidos testimoniales o críticos son más importantes.

La renovación de las técnicas narrativas (1962-1975)


La renovación se debió al cansancio del realismo social dominante, a la publicación en 1962 de Tiempos de silencio de
Luis Martín Santos y al conocimiento de la nueva novela hispanoamericana  Realismo mágico, Boom
hispanoamericano.

Esencialidades de Ortega y Gasset


1. FILOSOFÍA

1.1. Crea un sistema filosófico muy riguroso de raigambre germánico Raciovitalismo o La filosofía de la
razón vital

1.2. Diferenciación entre idea (algo impuesto que nos aliena) y creencia (es posterior a la idea, el sujeto vital
toma de la idea lo que le conviene o cree necesario para adaptarse a la razón vital). En filosofía hay
pensamientos impuestos frente a los que tomamos por decisión propia.

1.3. Revolución de las masas las masas son las que condicionan y dirigen el mundo

2. TEMA DE ESPAÑA una visión más moderna, se fija más en la sociedad española y no tanto en España.

2.1. Plantea un aristocratismo selectivo

2.2. Presenta ideas como la realidad de una España de autonomías y culturas

3. LA DESHUMANIZACIÓN DEL ARTE que plantea principios como que el arte es un producto de nobleza,
todo arte debe ser impopular y debe deshumanizarse, es decir, eliminar elementos humanos, como los
sentimientos.

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