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MÁXIMO ÁLVAREZ RODRÍGUEZ

Reflexiones sobre Dios y la vida

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ÍNDICE

Creer o no creer en Dios 3


Confesiones 4
Valle de lágrimas 6
Juzgar a todos por la falta de algunos 8
Cristo sin la Iglesia 9
Hablar con Dios 11
El rostro de Cristo ¿cómo es? 12
El Cristo de la tolerancia 14
Impotencia 16
Cara y cruz de la oración 19
Entrevista a María de Nazareth 21
Entrevista a Jesucristo 24
Las grandes preguntas y respuestas 28
Alzheimer juvenil 31
¿Se acaba el amor? 34

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CREER O NO CREER EN DIOS

Si se hiciera una encuesta nos encontraríamos con que


hay mucha gente que cree en Dios, pero también con otros
que dicen no creer o que "pasan". No vamos a decir que unos
sean mejores y otros peores, porque puede haber creyentes
cuya vida deje bastante que desear y no creyentes que son
excelentes personas. Pero eso no quiere decir que resulte
indiferente la existencia o no-existencia de Dios.

Desde niño tuve la suerte de considerar a Dios como un


ser cercano, como alguien de la familia, como alguien real;
algo tan normal como tener padres o hermanos o amigos. Y
esa experiencia de Dios es siempre muy gratificante. Te
inspira confianza, seguridad, te da ánimo. Aunque eso no
significa que desaparezcan los problemas o las pruebas en la
vida. Por eso me da mucha pena cuando me encuentro con
gente sin fe. Es mucho lo que pierden. Porque en el fondo
vivir sin fe equivale también a vivir sin esperanza. Si Dios no
existe se supone que tampoco habrá vida más allá de la
muerte, que la vida no tiene sentido.

Entiendo que cualquier ser humano pueda tener dudas


sobre Dios o que diga que no entiende nada. Pero de ahí a
negar su existencia hay un abismo. ¿No parece demasiado
atrevimiento que un hombre afirme categóricamente que Dios
no existe? Concedamos que pueda decir que no encuentra
pruebas para demostrar su existencia, pero tampoco de su
no-existencia.

Nadie nace ateo ni agnóstico. Incluso los ateos más


destacados han sido en alguna etapa de su vida creyentes.
¿Puede depender la existencia de Dios de su cambio de ideas?
¿o de su estado de ánimo? Si Dios existe no depende de que
yo crea o deje de creer. Yo no puedo inventarlo ni destruirlo.

Pero tampoco puedo pretender ser más que Él, ni pedirle


cuentas, ni querer abarcar sus planes. Hay quien deja de
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creer porque las cosas no le salen como él quisiera, porque no
nos concede todo lo que le pedimos o porque se hace
presente el sufrimiento. Si Dios atendiera todos nuestros
caprichos o deseos, si nada en la vida nos hiciera sufrir, poco
mérito tendría creer en Él; nos quitaría la oportunidad de
demostrarle que lo queremos de verdad. Supongamos que
alguien nos da un millón de pesetas y nosotros en
consecuencia le manifestamos nuestro agradecimiento. Eso
no tendría ningún mérito. Pero si nosotros entregáramos
parte de nuestros bienes a alguien que no nos va a dar nada
a cambio, eso sí sería meritorio.

Me duele pensar que haya gente pasa de Dios, pero


tampoco es mérito de uno el creer, por eso deseo vivamente
que todos tengan esa suerte, que Dios les dé ese don y que
les ayude a abrirse a él. En todo caso, sepan que aunque para
ellos Dios les resulte indiferente, ellos no son indiferentes
para Dios.

CONFESIONES

En el fondo lo que más nos cuesta es reconocer que


somos pecadores y que tenemos que cambiar de vida.

Por estas fechas tienen lugar en las distintas parroquias


las confesiones. Es evidente que hay mucha gente que ya no
se confiesa. Y, como decía un cura, de entre toda la gente
que va apenas hay algún pecado decente. Unos van
convencidos, otros un poco por cumplimiento y muchos dicen
que no quieren o no necesitan confesarse. Siempre se buscan
disculpas. Aunque en el fondo lo que más nos cuesta es
reconocer que somos pecadores y que tenemos que cambiar
de vida.

Una de las razones que más se suelen aducir para no ir a


confesarse es el "tener que contarle al cura la vida". Pero
tampoco se trata de contar la vida a nadie. No obstante
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puede ser que haya quien sienta reparo o vergüenza en
manifestar sus pecados. Pero esto no es más que una
disculpa. Porque fuera de la confesión a la gente no le da
vergüenza pecar ni siquiera manifestarse como pecadores.
Por ejemplo:

Son muchos los que abiertamente se manifiestan como


agnósticos o ateos, los que manifiestan claramente su
desinterés por las cosas de Dios. Y no les da vergüenza
ninguna que se note.

Se oye blasfemar a todas horas. La gente no se recata


en decir las mayores groserías contra Dios en público. No les
importa que todo el mundo les oiga.

Las ausencias a la misa dominical y el desprecio de las


prácticas religiosas son algo palpable.

Las relaciones familiares deterioradas y las


desavenencias están a la orden del día. Incluso a la gente no
le da reparo salir a la tele o a la radio a pregonarlo.

El adulterio u otros tipos de desórdenes sexuales son


conductas cada vez más extendidas, son un hecho público. Y
en muchos casos, sobre todo si es gente famosa, están
presentes en los medios de comunicación.

Que se roba o se miente no hace falta ser ningún lince


para adivinarlo. La corrupción en estos órdenes es tan
generalizada que difícilmente se puede ocultar.

La muestra es suficiente para demostrar cómo la gente


no se oculta para pecar ni siquiera para divulgarlo o
comentarlo ante quien sea. A la gente no le importa contarlo
todo al psicólogo o al psiquiatra o al periodista de turno, pero
parece que todo el problema está en hablar con el sacerdote,
acostumbrado a conocer las debilidades humanas y a oír y
guardar secretos mejor que nadie.

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Quiero terminar con una historia tan real como
enternecedora que sucedió en nuestro Arciprestazgo. Una
mujer de cuarenta años era consciente de que se moría al dar
a luz y mandó ir a buscar al sacerdote que vivía a varios
kilómetros y que sólo podía hacer el camino a caballo. Pues
bien, como sabía que el cura no iba a llegar a tiempo escribió
los pecados en un papel y se los entregó a una vecina para
que se los entregara al cura cuando llegase. Ciertamente ya
había muerto cuando éste llegó. ¡Qué fe tan grande! ¡Qué
amor por el sacramento de la Penitencia!.

Sería bueno que viéramos la Penitencia no como una


carga pesada que nos impone la Iglesia sino como un gesto
amoroso de Dios Nuestro Padre.

VALLE DE LÁGRIMAS

Ayer, hablando con un amigo, le comenté que a veces


uno ya no sabe sobre qué tema escribir y él me dijo: escribe
sobre la soledad y el sufrimiento. Ciertamente el tema es muy
importante. Si se echa una mirada alrededor o a lo lejos,
resulta fácil constatar que es mucha la gente que sufre, por
distintos motivos. De ahí que por mucho que intentemos
modernizar la Salve no parece que sea posible quitarle lo del
"valle de lágrimas". Más aún, si se toma en serio la frase de
Ana Frank, podemos padecer de insomnio crónico: "cuando se
piensa en el prójimo es como para llorar todo el día".

A nada que nos pase, un pequeño contratiempo, un


malentendido, un dolor, una enfermedad, un problemilla
económico... somos propensos a sentirnos mal y a quejarnos.
Y sin embargo nos acostumbramos a ver y oír casi todos los
días noticias de gente que se muere de hambre, que perecen
como consecuencia de terremotos, de inundaciones, de
guerras, de accidentes... que ven cómo desaparecen bajo los
escombros o arrastrados por las aguas sus seres más
queridos, que se quedan sin hogar y sin los objetos para ellos
más preciosos.

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Si intentamos ponernos en el lugar de quienes padecen
todas estas desgracias, como si nos ocurrieran a nosotros, tal
vez podríamos hacernos una pequeña idea de lo que ese
sufrimiento significa. Pero también nos puede servir de
consuelo en el sentido de que, al compararnos con ellos,
podemos comprobar que con frecuencia nos quejamos de
vicio.

De vez en cuando les digo a mis alumnos que su mayor


problema es no tener problema ninguno. En efecto, cuando
uno tiene de todo sin hacer grandes esfuerzos, está tentado a
no valorar las cosas. Tal vez por eso desprecia más la comida
el que la tiene en abundancia; no rinde en los estudios el que
tiene facilidades para estudiar; o desprecia las prácticas
religiosas el que más oportunidades tiene de participar en
ellas.

Digamos que la experiencia del sufrimiento tiene una


función pedagógica en el sentido de que nos enseña a vivir
con menos superficialidad y a tratar a los demás con un poco
más de comprensión. Por una parte debe llevarnos a ser
mucho más solidarios con los que sufren y por otra a ir
descubriendo el verdadero valor y medida de las cosas.

Cuando mi amigo me sugirió este tema, de alguna


manera estaba sintiendo la misma preocupación que Buda:
cómo eliminar el sufrimiento. Si bien la respuesta del sabio
oriental no coincide exactamente con la cristiana, no cabe
duda que tiene mucho de aprovechable:

Si tuviéramos más vida interior, más moderación, más


espíritu de desprendimiento y renuncia... más confianza en
Dios, este valle de lágrimas sería bastante más llevadero.

Si confiamos en Dios, nuestro Padre bueno, nuestro


sufrimiento es más ligero, Dios nos ama, nos abraza, nos
acompaña en el camino.

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JUZGAR A TODOS POR LA FALTA DE ALGUNOS

¿Cómo se atreven a juzgar a los que, a pesar de sus


debilidades, intentan seguir siendo fieles?

La semana pasada me encontraba en un local en el que


había varias personas, una de las cuales estaba leyendo el
periódico. Al llegar a un titular que hablaba de dos monjas
asesinas, instintivamente se dirigió a mí, quiero pensar que
sin mala fe, pero como si por el hecho de ser cura yo tuviera
algo que ver con la actuación de las religiosas. Es verdad que
no ofende quien quiere, sino quien puede, pero de alguna
manera me molestó. Esto suele pasar con bastante
frecuencia. Así, por ejemplo, sale una noticia sobre el Papa y
te dicen: oye, mira aquí hablan de tu jefe. Y yo les digo: y del
tuyo, si es que no has dejado de ser cristiano. Otra cosa muy
distinta es que personas que te aprecian, al ver noticias
relativas a la religión o a la Iglesia, se acuerden de ti.

Volvamos a la noticia de las monjas. Se trata de dos


mujeres que están siendo juzgadas. Aún no se ha dictado
sentencia. Podrían ser inocentes. Más supongamos que, en
efecto, obraron mal y colaboraron en la muerte de otras
personas... Eso es muy grave y no tiene disculpa. Pero de
ninguna manera se puede achacar a la condición de
religiosas, ni a las normas de la Iglesia o de su congregación.
En todo caso es el fruto de un contexto salvaje de odio y
rivalidad que nada tiene que ver con el cristianismo. Sin
embargo el goteo constante de noticias escandalosas que
implican a gente de Iglesia, como ha sido también el caso de
las misioneras africanas, puede llevar a veces a la
generalización, a decir que todos son iguales o a empañar el
testimonio de entrega y santidad de cientos de miles de
personas que viven su fe y su compromiso cristiano de
manera auténtica.

Pero aún hay más, ¿por qué cuando se habla de temas


de Iglesia se tiende a pensar solamente en la Jerarquía o en

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las personas especialmente consagradas? Que se sepa, lo que
nos hace miembros de la Iglesia no es la ordenación
sacerdotal o la profesión religiosa, sino el Bautismo. Por tanto
no parece justo que un bautizado intente echar balones fuera,
señalando a los demás y no aplicándose a sí mismo lo que
aplica alegremente a los otros. Y si es que ya ha dejado de
ser cristiano por pereza o por abandono de la fe, ¿cómo se
atreve a juzgar a los que, a pesar de sus debilidades, intentan
seguir siendo fieles?

Hablando de debilidades, la expresión bíblica "hombre de


barro" no pretende presentar a Dios como el dueño de una
cerámica, sino reflejar la fragilidad, la condición pecadora del
ser humano. Y que se sepa no hay ningún producto mágico
que la elimine. Ya lo decía el clásico latino: "hombre soy y
nada humano me es ajeno". Mire sinceramente cada cual
hacia sí mismo y entonces no deberá extrañarse de que los
demás puedan cometer errores. Y si alguien se cree perfecto
ya tiene un defecto grande: la falta de visión para reconocer
sus limitaciones.

¿Monjas asesinas? Presuntamente dos, en medio de


cientos de miles y no precisamente por ser monjas. En todo
caso en la balanza de las cifras es infinitamente mayor el
número de monjas asesinadas por ser monjas. Esa es la gran
verdad y como ésta otras muchas que afectan a la Iglesia.

CRISTO SIN IGLESIA

Hace poco en una reunión con padres de niños de


primera comunión abordamos el tema de la Iglesia. Otros días
habíamos hablado de Dios creador y de Jesucristo.
Correspondía hablar en la última reunión de la Iglesia como
comunidad de los seguidores de Jesús y continuadora de su
misión. En estos casos es muy importante el diálogo, el oír
opiniones, aclarar dudas, compartir vivencias, etc... Y hoy
aunque mucha gente no tenga idea de nada siempre hay
quien opina de todo llegando incluso a decir barbaridades

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como esta: “¿por qué la Iglesia no respeta la libertad de las
personas y nos obliga a creer en Jesucristo?”. Como pueden
ver la pregunta ya no necesita respuesta ni comentario.

Pero, sobre todo, una de las cosas que con frecuencia


hay que constatar es la agresividad de muchos
padres/madres con relación a la Iglesia. Así, por ejemplo, a la
pregunta “¿se puede ser un fiel seguidor de Jesucristo
prescindiendo de la Iglesia?”, muchos respondían que “por
supuesto que sí”.

Quiero pensar que tienen un concepto muy pobre de


Iglesia, que no saben lo que dicen o que están llenos de
prejuicios... o tal vez que sea una manera de justificar la
comodidad y la falta de compromiso. Ciertamente no solo
estos padres, sino otra mucha gente piensa lo mismo.

Lo más triste es que no hayan tenido la suerte de vivir


de cerca la gozosa experiencia que supone participar de la
inmensa riqueza espiritual que se recibe a través de la Iglesia
(doctrina, amor, gracia....). Los numerosos y graves fallos
que se puedan reprochar a la Iglesia en cuanto institución
formada por seres humanos en nada empaña todo lo bueno y
santo que en ella se encuentra.

Hay inmensidad de obras buenas, de iniciativas


hermosas en favor de los demás, incluidos los más débiles...
que difícilmente habrían surgido sin ese caldo de cultivo que
es la comunidad de creyentes. Y todo ello no solo desde un
punto de vista espiritual, sino también material, cultural,
social, asistencial...

Imaginemos por un momento que la Iglesia no hubiera


existido o que desapareciera totalmente y veríamos el
inmenso vacío que esto produciría en todos los órdenes.

Convendría recordar aquella frase de nuestros Obispos


en el Documento Testigos del Dios vivo: “En un mundo como
el nuestro, quienes creen en Dios y en Jesucristo, pero viven
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alejados de la Iglesia, corren en riesgo de perder la fe en el
Dios vivo y la esperanza en la salvación cristiana”.

HABLAR CON DIOS

Si la religión se limita a creer que existe un ser superior


al que llamamos Dios o a unas ceremonias rutinarias, no es
de extrañar que muchos de los que se dicen creyentes
terminen por dejar de serlo cayendo en la indiferencia
religiosa. Pero cuando consiste en una relación personal de
amistad entre el hombre y Dios, entonces se llevan las cosas
de otra manera. Uno siente necesidad de hablar y de ser
escuchado, experimentando un gran vacío si le falta ese
tiempo de diálogo con Dios. Mejor aún, todo el tiempo se
convierte en tiempo de oración, porque uno se da cuenta que
no puede vivir fuera de su presencia y que cualquier cosa que
se haga o se piense está patente a los ojos de Dios.

Pero este diálogo a veces se torna dramático, cuando


clamas al cielo ante una dificultad y tienes la sensación de
que Dios no te escucha, porque las cosas van mal y no se ve
solución. Muchas veces pienso en las personas que tienen
familiares desaparecidos y un día y otro día o tal vez después
de varios años siguen sin saber nada de ellos, sin poder
dormir, con angustia permanente. Se supone que habrán
gritado a Dios y sin embargo no hallan respuesta. ¡Qué difícil
tiene que hacerse el orar en estas circunstancias y, a pesar de
todo, con frecuencia es lo único que se puede hacer!. Es la
oración más difícil y al mismo tiempo la más auténtica, como
la oración de Jesús en el Huerto. Por una parte suplicaba al
Padre que lo librara de la muerte y, por otra, tuvo que
resignarse a aceptar que el proceso y condena siguieran
adelante. Es cierto que tuvo fuerzas para decir “que se haga
tu voluntad”, pero también llegó a exclamar “¡Dios mío, Dios
mío!, ¿por qué me has abandonado?”

Rezar es hablar con Dios y a veces la gente sólo piensa


en la repetición de unas fórmulas aprendidas de memoria o

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acaso en la oración -muy importante también- hecha en
comunidad, junto con otras personas. Pero Jesucristo cuando
nos invita a hacer oración dice que entremos en nuestra
habitación y que allí, en secreto, podemos hablar con Dios y
que Dios nos escucha. Es como una invitación a la intimidad,
a hablar a solas con Él. Por eso aquellas personas que no se
atreven a rezar, ni siquiera a asistir, en lugares públicos no
deberían echar en saco roto esta posibilidad de hablar a solas
con Dios, con sus propias palabras, en el lugar más recóndito.
Por ahí se empieza y por ahí debería terminar la oración de
quienes también rezamos en público.

Pocas cosas hay tan maravillosas como el saber que


nunca estamos solos, que Él siempre nos escucha, aunque
sólo sea para que le manifestemos nuestras dudas o nuestras
quejas... Pero además la oración nunca es un monólogo, una
pregunta sin respuesta. Cuando uno está en actitud de
oración, al mismo tiempo que conectamos el cable para
enviarle nuestros mensajes, Él aprovecha ese mismo hilo para
enviarnos los suyos.

Podemos estar “hablando de” Dios constantemente y


meditar todas las verdades y misterios del cristianismo de la
manera más excelente que podamos imaginar. Pero el hecho
de “hablar con” Dios supera con creces todo lo que podamos
hablar de Él. Es ya como un anticipo del cielo, es llevar a la
práctica en esta vida aquella finalidad para la que fuimos
creados; “para el diálogo con Dios”. Nada hay más simple ni
más sublime: que nunca dejemos de hablar con Él.

EL ROSTRO DE CRISTO ¿CÓMO ES?

Hay un retrato de Jesús que sí tiene mucha influencia en


los demás y es la imagen que damos los cristianos

Hace un tiempo unos supuestos científicos se atrevieron


a presentar un retrato de Cristo. Decían basarse en el
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hallazgo de un cráneo de una persona judía contemporánea
de Jesús. La conclusión parece un poco atrevida, puesto que
es como si después de veinte siglos intentaran descubrir cómo
era Miss España 2000 por la cabeza de una persona poco
agraciada de la misma época. En aquel tiempo habría, como
ahora, altos y bajos, guapos y feos, de todo...

Lo cierto es que el presunto retrato de Jesús, difundido


por los presuntos investigadores, da un poco de pánico. Sin
embargo, aunque de la tradición y de los datos que ofrece el
Evangelio parece desprenderse la idea de un Jesús atractivo,
no tendría por qué extrañarnos que Jesús hubiera sido una
persona fea.

Dicha teoría existe, basada en el cántico del "Siervo de


Yahvé" de Isaías. La defendieron autores tan famosos como
San Justino, San Basilio, San Cirilo y Tertuliano, en principio
hostiles a todo lo que el cuerpo significa. Pero otros Padres de
la época como San Jerónimo, San Gregorio de Nisa, o San
Juan Crisóstomo, defendieron lo contrario.

En todo caso Jesús, que asumió la pobreza y debilidad


humanas, pudo haber asumido perfectamente la fealdad
corporal. Pero parece que no ha sido así. Por lo tanto el
mencionado retrato virtual parece, cuando menos, una
impertinencia.

Hay un retrato de Jesús que sí tiene mucha influencia en


los demás y es la imagen que damos los cristianos, la imagen
que da la Iglesia.

Y últimamente, por eso de que siempre destaca más lo


negativo, dicha imagen en los medios de comunicación no ha
salido tampoco demasiado bien parada. Que si los Obispos no
condenan claramente el terrorismo, que si los misioneros, que
si un cura hizo o dijo no sé qué...

En la mayoría de estos casos si uno se deja llevar de la


primera impresión, de los titulares y aún de los primeros
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comentarios, se comprende que puedan suscitar un
sentimiento de indignación.

Pero a medida que se va profundizando en las noticias y


recogiendo datos, las cosas se ven de otra manera.

Pero vamos a ponernos en el peor de los casos: que los


miembros de la Iglesia cometemos errores o que nuestra
manera de actuar pueda causar escándalo (unas veces con
razón y otras sin ella). Lo primero que debería tener presente
la persona escandalizada es aquella frase de Jesús a los
fariseos que querían apedrear a la mujer: "el que esté limpio
de pecado que tire la primera piedra".

Y no olvidemos que la Iglesia somos todos, no sólo las


Jerarquías eclesiásticas, sino en primer lugar todos los
bautizados. Ya el Concilio dejó bien clara la doble condición de
la Iglesia "santa y pecadora".

No es lo preocupante que el rostro de Jesús sea feo o


guapo, sino que la mencionada investigación no responde a
criterios objetivos. No es lo preocupante la imagen a veces
lamentable de la Iglesia sino la incomprensión,
sensacionalismo fariseísmo o mala uva con que algunos que
también forman parte de ella se regodean.

Es como si alguien se recreara en reirse o divulgar los


defectos o debilidades de una persona. Pero sobre todo la
belleza de la divinidad de Jesús y de la Iglesia, en cuanto
sacramento de salvación, es algo que no deja lugar para la
duda.

EL CRISTO DE LA TOLERANCIA

Nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca trataba


de imponer sus ideas, invitaba a que le siguieran.

Probablemente no hay ningún Cristo que lleve este


nombre, pero si hay un “Cristo de los faroles” o “de los

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gitanos”... con mayor razón se puede hablar del “Cristo de la
tolerancia”.

Desgraciadamente, a lo largo de los siglos, las diversas


religiones en general no sólo no la han promovido, sino todo
lo contrario. El afán de “imponer”, como sea, a los demás las
propias creencias ha dado origen a muchos odios y guerras. Y
no han faltado cristianos afectados por esta lacra.
Afortunadamente nada tiene que ver esta conducta con la
manera de actuar de Jesucristo, ni con el pensamiento de la
Iglesia claramente expresado en el Concilio. Precisamente
San Juan Pablo II en su carta ante el Tercer Milenio dijo:
“Otro capítulo doloroso sobre el que los hijos de la Iglesia
deben volver con ánimo abierto al arrepentimiento está
constituido por la aquiescencia manifestada con métodos de
intolerancia e incluso de violencia en el servicio a la verdad”.

Pero si bien es cierto que hubo épocas pasadas en las


que se llegó a hechos extremos (como la Inquisición), hay
que reconocer que en cierta manera en bastantes cristianos
aun permanece vivo cierto espíritu inquisitorial. Curiosamente
entre personas que se creen muy religiosas se puede dar una
especie de afán de meterse en la vida de los demás, en juzgar
a la ligera su modo de actuar, en condenar no a la hoguera,
pero sí con ese fuego destructor que a veces es la lengua,
como si ellos tuvieran el monopolio de la verdad. Por
supuesto que también en las filas de los no religiosos se da
esta misma actitud respecto de los creyentes.

Por eso nos viene muy bien el mirar a Jesús, que nunca
trataba de imponer sus ideas. Invitaba a que le siguieran,
pero nunca coaccionaba a nadie. Cuando terminaba de hablar
solía decir: “el que tenga oídos para oír, que oiga”. Más bien
Él fue víctima de la intolerancia de los sacerdotes, escribas y
fariseos, a quienes criticaba por estar demasiado aferrados a
la letra de la ley. Mientras éstos todo lo arreglaban con el
cumplimiento estricto de las normas, Jesús dice que no ha
sido creado el hombre para la ley, sino la ley para el hombre.

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Y así Jesús “violaba el sábado”, curando enfermos en días en
que la ley lo prohibía; era criticado porque a veces no
cumplían ni él ni sus discípulos las normas del ayuno; aunque
respetaba el templo, lo relativizó (Para orar enciérrate en tu
cuarto, adora a Dios en espíritu y en verdad); consideró
injusta la ley que castigaba a la adúltera, daba más
importancia al amor al prójimo que a ciertas leyes rituales (
Véase la parábola del Buen Samaritano). Cuando algunos de
sus discípulos se celaban de que otros expulsaran demonios
en su nombre, Él les reprendió. Otro tanto ocurrió cuando le
pidieron que mandase fuego del cielo y consumiera a aquellos
que no les quisieron recibir en una aldea de Samaría.

Todos sabemos que muchos de los amigos de Jesús, de


las personas que le acompañaban, no se distinguían
precisamente por su buena fama, llámense, Mateo, Zaqueo,
Magdalena o la Samaritana... Jesús, en este sentido, pasaba
ampliamente de los comentarios y cuchicheos de la gente. Era
una persona verdaderamente libre. Por eso mismo era
tolerante. O en todo caso, si alguna vez sacó el genio, fue
precisamente con los intolerantes. Porque, eso sí, Jesús nunca
renunció a sus firmes convicciones y a su lucha contra la
mentira, la injusticia y el pecado, como tampoco nosotros
debemos renunciar.

Digamos para terminar que aunque todo esto ya lo


sabemos no está de más que refresquemos la memoria, pues
en la práctica no pocas veces lo olvidamos, cayendo con
frecuencia en la tentación de juzgar, de condenar, de querer
imponer nuestros criterios... de distinguir “alegremente” entre
buenos y malos (los malos los demás, los buenos nosotros),
de creernos poseedores absolutos de la verdad, de no saber
comprender al otro “y sus circunstancias” de entrometernos
en ese recinto sacro que es la conciencia de los demás.

Santo Cristo de la Tolerancia, ruega por nosotros.

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IMPOTENCIA

Al emplear la palabra “ impotencia” alguien podría


pensar que estamos invadiendo el terreno de la ciencia
médica o de las relaciones de pareja. Pero, evidentemente, no
van por ahí los tiros

Lo que ocurre es que no encontramos otra palabra mejor


para describir nuestra sensación ante muchos de los graves
problemas que afectan a la humanidad y a millones de
personas (hambre, droga, miseria, guerra...).

Todos somos conscientes de la gravedad de los hechos,


queremos que se arreglen las cosas, nos gustaría hacer algo
eficaz, pero tenemos la impresión de no poder hacer nada,
nos sentimos impotentes. Así, por ejemplo, estos días se nos
habla de la hambruna de muchos lugares y se nos conmueven
las entrañas pensando en la tortura que están sufriendo esos
seres inocentes. Comparamos con nuestro nivel de vida y con
todo lo que nos sobra, con lo que gastamos innecesariamente
y no nos queda otro remedio que reconocer que las
diferencias son escandalosas, pero como nos parece que no
podemos hacer nada, seguimos igual, procurando olvidar y
deseando para ellos la resignación que seríamos incapaces de
tener si estuviéramos en parecidas circunstancias.

Es verdad que los grandes responsables de la economía


y la política en el mundo, y en esos países, tienen mucha
culpa; que miran a otros intereses creados, poniendo las
bases del desorden existente. También es cierto que si
quieren es mucho lo que pueden hacer, si ponen todos los
medios a su alcance.

A pesar de ellos, ¿nosotros no podremos hacer nada?.


Sin duda hay mucha gente buena, mucho personal voluntario
que está entregando su vida en favor de los más necesitados
de la tierra y no se puede perder de vista el valor incalculable
de su labor, aunque aun quede mucho por hacer. Suponiendo
que nos falta generosidad para imitarles, podemos apoyarles,
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colaborar con ellos desde aquí en la medida de nuestras
posibilidades, que son muchas. Tal vez no se consiga otra
cosa que poner pequeños parches aquí y allá, mientras no se
produzca un cambio global y estructural que elimine tantas
injusticias y sufrimientos inútiles. Pero también esos parches
son importantes.

Cada día es mayor el número de organizaciones no


gubernamentales que solicitan nuestra cooperación. Es cierto
que a veces no colaboramos más por desconfianza que por
falta de interés. Y siempre viene la pregunta, ¿llegará ese
dinero, llegará esa ayuda? Es posible que haya organizaciones
que no son trigo limpio. Pero me atrevo a poner la mano el
fuego por algunas que tienen que ver bastante con la Iglesia,
como Manos Unidas y Cáritas. Creo que son serias.

Lo que sí es completamente seguro es que nunca va a


llegar lo que nosotros no damos. Por eso merece la pena
arriesgarse, pues siempre habrá más posibilidades de que
llegue nuestra ayuda cuando se da que cuando no se da nada.

Baste con entrar en cualquier restaurante o


hipermercado para comprobar cuánto se gasta cada día.
Hasta para nuestra propia salud sería mejor que comiéramos
un poco menos. Reconozcamos que se despilfarra mucho, que
hacemos por los demás bastante menos de lo que podemos.

Por eso lo de la impotencia, sólo es verdad hasta cierto


punto. Porque si entre todos hacemos lo poco que está a
nuestro alcance, grano a grano, iremos haciendo un gran
montón. El hecho de cambiar nuestra mentalidad consumista
sería ya un logro muy importante, una buena base para
cambiar el mundo.

CARA Y CRUZ DE LA ORACIÓN

Quien confía en Dios nunca queda defraudado. Dios nos


comprende siempre, nos quiere, lo puede todo

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Hay momentos en la vida en los que uno necesita hablar
con alguien, compartir una alegría o una pena, pedir ayuda o
sencillamente buscar que alguien nos escuche. Rezar significa
buscar en Dios ese interlocutor que nos hace falta, esa
persona que nos eche una mano. Y son muchas las veces que
por estos motivos nos acordamos de Dios. La diferencia de
hablar con Dios respecto de hacerlo con otras personas está
en que Dios nos comprende siempre, nos quiere, lo puede
todo, inspira confianza.

Pero no han faltado quienes sostienen que Dios es una


invención del hombre, una especie de engaño o ilusión para
calmar la angustia y el sufrimiento. En alguna parte he visto
anunciado un libro titulado "Orar después de Freud". Me temo
que apunta en esta dirección. Por eso, aunque lo normal es
que uno de los frutos de la oración sea la paz, la calma, la
esperanza, también al hombre que reza le pueden asaltar
algunas dudas.

Por ejemplo, el pensar cómo Dios puede querer y amar y


estar pendiente de miles de millones de personas a la vez, de
todo ese hormiguero inmenso que es la humanidad, de los
que viven en la actualidad y de los que han vivido desde la
aparición del hombre. Se supone que para Dios todos son
importantes. Pero parece difícil que pueda comunicarse
simultáneamente con todos.

Otro sentimiento que puede tener quien se dirige a Dios


para pedirle ayuda es el siguiente: en este mismo instante
hay personas que lo están pasando muy mal, un accidente de
tráfico que acaba de ocurrir, un enfermo que no soporta los
dolores, un prisionero o secuestrado que suspira por su
libertad, alguien que se está muriendo de hambre. ¿Cómo me
atrevo yo a pedirle a Dios a esta pequeña ayuda mientras
otros necesitan mucho más y no obtienen respuesta?

La oración debe ser un remanso de paz, pero uno puede


preguntarse cómo es posible sentir esa tranquilidad, mientras

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otros viven en ese mismo instante, también ante Dios, que lo
tiene todo presente, una situación dramática y angustiosa. En
este sentido nuestra oración sincera debe llevarnos a ser
solidarios con los que sufren.

Podríamos añadir un motivo más para el desconcierto: el


hecho de estar suplicando y pidiendo a Dios ayuda y no ver
respuesta ni solución. Ello puede llevarnos a la duda y a la
desconfianza, a sumirnos más en la desesperanza.

Todas estas actitudes y otras parecidas del hombre que


ora aparecen reflejadas en la Biblia. Así por ejemplo en el
Libro de Job (quien a pesar de su fe en Dios se encuentra
lleno de desdichas), en los Salmos y también en la oración de
Jesús. El "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz" o el
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" son
muestras de esa otra cara (o cruz) de la oración.

A pesar de todo merece la pena orar sin desaliento.


Como la luz del sol que llega a todos los humanos, así Dios
llega a cada uno de nosotros en la medida de nuestra
necesidad. Ni de día ni de noche, haga frío o calor, pierde el
sol un ápice de luz o de temperatura. Y no hay invierno, por
crudo que sea, que no dé paso a la primavera y al verano.

Si hasta los grandes místicos tuvieron sus noches


oscuras del alma y sus enormes sufrimientos, nada tiene de
extraño que nosotros también podamos experimentar
parecidas sensaciones a la hora de comunicarnos con Dios. En
todo caso no deben llevarnos al desánimo sino más bien a
tener presente que, a pesar de todo, la experiencia dice que
merece la pena orar y confiar plenamente en el Señor. En
realidad quien confía en Él nunca queda defraudado. La
filosofía popular no nos engaña cuando nos recuerda que
"Dios aprieta, pero no ahoga" o que "Dios escribe derecho con
renglones torcidos".. Y siguiendo con el refranero podemos
tener encuenta aquello de "A Dios rogando y con el mazo
dando".

20
Alguien ha dicho que la oración siempre es útil, incluso
aunque Dios no existiera, porque el que ora de alguna manera
ya se está desahogando, liberando una tensión; y al mismo
tiempo el que pide algo es que tiene la esperanza de
encontrar respuesta y de alguna manera ello le lleva también
a poner algo de su parte para alcanzar la solución. Si,
además, podemos afirmar que Dios es Padre todopoderoso,
nos sobran razones para orar sin desfallecer.

ENTREVISTA A MARÍA DE NAZARETH

Pocas cosas hay más duras para una madre que ver
cómo asesinan de manera tan cruel a su hijo

Con motivo del año de la Inmaculada

Hace algunos días, desde estas mismas páginas,


ofrecíamos una entrevista a Jesucristo con motivo del Año de
la Eucaristía. Puesto que también su madre está de
celebración, con motivo del ciento cincuenta aniversario de la
proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, nos
parece justo y oportuno dedicarle este reportaje. Cada
semana las revistas del corazón nos ofrecen entrevistas con
mujeres bastante menos famosas e importantes, de ahí que
no vamos a perder la ocasión de entrevistar a la mujer más
famosa de la historia.

- Buenos días, María. ¿Eres realmente la mujer más


famosa de la historia?

Si hicieras esta misma pregunta a cualquier otra mujer y


te respondiera que sí, tal vez pensarías de ella que estaba
pecando de orgullo. Pero si yo te dijera que no soy la más
famosa estaría mintiendo. Ahora bien, que yo sea famosa no
es ningún mérito propio, sino de mi hijo Jesús. En cierta
ocasión, hace ya muchos siglos, se lo dije a mi prima Isabel:
desde ahora todas las generaciones me llamarán dichosa,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi,

21
derribando a los poderosos de sus tronos y encumbrando a
los pobres. Dios es el verdaderamente importante y famoso.

- ¿Soñaste alguna vez con ser la madre del Mesías?

Ciertamente no. Antes la vida era bastante más breve


que ahora y a partir de los trece años ya estábamos pensando
en casarnos. En mi caso ya estaba prometida en matrimonio
con José. Yo esperaba la llegada del Mesías prometido, pero
de ninguna manera podía imaginar que iba a ser su madre.

- ¿Qué supuso para ti el ser la madre de Jesús?

En realidad nuestra vida en Nazaret era absolutamente


normal, como la de las demás familias. A nadie del pueblo se
le pasó por la cabeza pensar que aquel niño era un niño
distinto de los demás. La gente le llamaba “el hijo del
carpintero”. La primera vez que a mi hijo, a los treinta años,
se le ocurrió decir en la sinagoga que él era el enviado de
Dios anunciado por los profetas quisieron precipitarlo por un
barranco. Todo el mundo lo quería mucho y le escuchaban
con interés cuando leía las Escrituras, pero tan pronto como
hizo ese comentario, se escandalizaron. En este sentido a mi
siempre me trataron como a una vecina más. Cuando veo los
cuadros e imágenes que me han hecho, reconozco que lo
hacen con mucho cariño, poniéndome ropa lujosa y joyas
preciosas. Pero jamás en mi vida tuve nada de eso.
Humanamente hablando, de cara a la gente, ser la madre de
Jesús no supuso para mi ningún privilegio.

- ¿Qué tal se portaba el Niño Jesús?

Siempre fue un buen hijo, pero no sería normal si no


fuera un poco travieso como los demás niños. En cierta
ocasión me hizo sufrir mucho, con motivo de las fiestas de
Jerusalén. En lugar de regresar con nosotros se quedó allí. No
veas qué angustia hasta encontrarlo. Después me dio una
explicación que yo no entendía del todo, pero siempre nos

22
tuvo un gran respeto. Puedo decir, y no porque sea su madre,
que era un muchacho ejemplar.

- Ya sabemos que en tu vida ha habido momentos


especialmente dolorosos, ¿qué tienes que decir al respecto?

No es cuestión de ahondar en ello. Tú sabes que desde el


nacimiento de Jesús hasta su muerte he sufrido bastante. Ya
alguien me dijo en el Templo que una espada me atravesaría
el alma. Sin duda lo más doloroso fue ver cómo lo detenían
injustamente hasta llevarlo a la cruz. Pocas cosas hay más
duras para una madre que ver cómo asesinan de manera tan
cruel a su hijo. Así como creo que no se corresponden con la
realidad algunas representaciones que han hecho de mi, me
siento muy identificada con la artista que representa mi papel
en la película de “La Pasión”. Y me siento identificada con
todas las personas que sufren.

- ¿Qué opinas de la sociedad actual?

A estas alturas, después de veinte siglos, pocas cosas


me sorprenden. Cuando mi hijo vino al mundo, la sociedad
estaba muy mal, había guerras, injusticias, tiranía y crueldad
por todas partes. Vino al mundo precisamente para que el
mundo cambiara, de acuerdo con los deseos de Dios Padre.
Algo ha mejorado, pero falta mucho camino por andar. Yo
sufrí con él al lado de la cruz y sigo sufriendo porque veo que
en cierta manera se ha avanzado muy poco. Él decía que el
Reino es como una semilla pequeña que va creciendo
lentamente hasta dar lugar a un árbol grande y se que no se
puede perder la paciencia. Me gustaría gritar a todo el mundo
lo que dije en Caná: Haced lo que él os diga.

- ¿Qué esperas de este año de la Inmaculada?

Me llaman la Inmaculada porque el Padre quiso que


fuera concebida sin pecado. No es mérito mío. El pecado y
Dios son incompatibles. A causa de los pecados del mundo
murió mi hijo. Me gustaría que entendierais la maldad del
23
pecado, que descubriérais la belleza de la gracia, de la
limpieza de pecado. No le faltaba razón a quien dijo que el
mayor pecado es pensar que el pecado no existe. Todos los
días surgen en la tierra noticias de males de uno y otro tipo,
pero el mayor mal, la raíz de todos los males es el pecado.
Para mi, que soy madre de Jesús pero también madre
vuestra, no habría mejor homenaje que comprobar que la
humanidad lucha contra el pecado: que desaparece la falta de
fe, el egoísmo, todo lo que suponga ofender a Dios y al
prójimo. Las primeras palabras de Jesús fueron “convertíos,
que el Reino de Dios está cerca”. Espero y deseo que se
produzca esta conversión. Conozco la felicidad del cielo y os
digo que merece la pena esforzarse en alcanzarlo, pero sigo
mirando a la tierra y sufro por lo que veo, precisamente
porque os amo. Por eso mismo sabéis que estoy siempre
dispuesta a ayudaros.

Gracias, Señora. Gracias, Madre. Tú eres nuestro


consuelo y esperanza.

ENTREVISTA A JESUCRISTO

Cristo permanece con nosotros en el sagrario de


nuestros templos

En la fría y nebulosa tarde del 9 de enero, Obispo,


sacerdotes y fieles salimos procesionalmente desde el
Seminario de Astorga hasta la Catedral, acogedora y con
agradable temperatura física y espiritual, para inaugurar, a
nivel diocesano, el Año de la Eucaristía. La homilía de Don
Camilo ha sido toda una catequesis programática. Después de
recorrer los fundamentos bíblicos de la Eucaristía nos invitó a
pasar de una fe teórica a una fe auténtica, sentida y vivida,
de manera que la presencia de Jesucristo sea fuente y cumbre
de nuestra vida cristiana. En consecuencia hemos de vivir el
domingo, participando en la misa, viviendo la unidad, la
comunión y la caridad cristiana; pero sin olvidar el culto y
adoración fuera de la misa. Ciertamente Cristo permanece

24
con nosotros, en el sagrario de nuestros templos. Cuando
entramos en el templo hemos de tener en cuenta esta
presencia. Podemos hablar, dialogar con él, con la seguridad
de que nos escucha. ¿Será entonces posible escuchar sus
respuestas? Pienso que sí, y por eso me he atrevido a hacer
esta entrevista.

- Señor, ¿qué te parece este año dedicado a la


Eucaristía?

Imagínate, si yo he decidido quedarme con vosotros para


que me podáis tener tan cerca, todo lo que hagáis para que la
gente tome conciencia de ello y descubra mi presencia, es
muy de agradecer. Ya me gustaría que a lo largo de este año,
muchas personas se enteraran de lo mucho que les quiero y
descubrieran mi cercanía.

- ¿Cómo se te ocurrió, Señor, la idea de quedarte con


nosotros en el pan y en el vino?

En la Última Cena ya sabía que me quedaba poco tiempo


de estar en este mundo. Yo era consciente de la importancia
que tiene un banquete cuando alguien está reunido con sus
amigos. Es una manera de celebrar la amistad. Y por eso me
pareció que esa cena podría repetirse muchas veces,
haciéndome presente en ella. Puesto que horas más tarde iba
a entregar mi vida al Padre, derramando mi sangre, de alguna
manera quise anticiparme, entregando mi cuerpo y sangre y
haciendo posible que esto se repitiera a lo largo de los siglos.

- Pero, ¿por qué en el pan y en el vino?

Verás. Hubo en tiempos de mi antepasado Abraham un


rey y sacerdote que ofreció a Dios pan y vino como señal de
acción de gracias... Son dos elementos muy nobles. El pan es
el símbolo por excelencia del alimento, también del trabajo y
del esfuerzo humano. Recuerda aquello de ganarse el pan. El
vino, bebido con moderación, alegra el corazón del hombre.
Recuerda que mi primer milagro fue convertir el agua en vino
25
en una boda. Son elementos muy significativos que están al
alcance de todo el mundo, que no pueden faltar en ningún
banquete. Antes de anunciar que mi carne es verdadera
comida y mi sangre verdadero bebida, sabiendo que algunos
se escandalizarían, quise demostrar que no era algo
imposible, dando de comer a una multitud con unos pocos
panes y peces. Mi deseo es ser para vosotros alimento y
motivo de gozo, unirme a vosotros, haciéndome carne de
vuestra carne, estando tan al alcance como lo puede estar
para todo el mundo el pan y el vino.

- ¿Qué opinas de los que no van a Misa?

Yo no puedo obligar a nadie a asistir, pero siento que


muchos no comprendan mi invitación. Si tu invitas a alguien
de corazón a un banquete, por ejemplo a una boda, te duele
que desprecien la invitación. Yo los sigo queriendo igual, pero
precisamente por eso me duele más que no se acerquen a mi.
Es normal que me alegre cuando veo que la gente asiste a la
Eucaristía. Pero aprovecho para decirte que también me
entristece que muchos de los que asisten no se acerquen a
recibirme, o que otros lo hagan sin dirigirme una sola palabra,
sin caer en la cuenta de que yo estoy dentro de ellos. Me
consuela saber que están físicamente muy cerca, pero noto
que a veces su corazón está muy lejos. También observo que
miran mucho para el reloj, con ganas de que todo acabe
pronto.

- En las Iglesias hay cada día menos jóvenes, ¿Qué


piensas de esta ausencia?

Vamos a ver, el mundo es muy grande y aunque en


muchas de vuestras parroquias es cierto que son pocos los
jóvenes y niños que participan en la Eucaristía, también hay
lugares en que niños y jóvenes participan con entusiasmo. Yo
llevo a todos en mi corazón. Entiendo que con frecuencia su
obsesión por divertirse les hace no tener tiempo para otras
cosas. También sus padres sufren cuando sus hijos tardan en

26
llegar a casa. Yo no pueblo obligar a nadie a que me visite,
pero sí puedo decir que no me canso de esperarlos.

- ¿Cómo te sientes en cada pueblo donde habitas?

Me siento como un vecino más. Antes los templos solían


estar abiertos y siempre venía gente a visitarme. Ahora
muchos están cerrados para evitar robos. Cuando pasa la
gente por la calle los muros no son obstáculo para que yo los
pueda contemplar. Hay quien no pasa de largo y se da cuenta
que yo estoy dentro, haciendo un acto de fe y amor. Siempre
hay gente sentada o de rodillas frente a mi, en muchos
sagrarios del mundo. Otros ignoran que estoy siempre
dispuesto a recibirlos y escucharlos. Seguro que tendrían
muchas cosas que contarme o pedirme. Cuántos darían lo que
fuera por tener una entrevista con mi vicario, el Papa, pues a
mi me tienen siempre a mano, sin necesidad de pedir
audiencia...

- ¿Qué opina de las primeras comuniones?

Se ha hecho famosa mi frase “dejad que los niños se


acerquen a mi”, y eso es lo que ocurre cuando un niño hace la
primera comunión. Soy consciente de la ilusión con que
muchos me reciben, aunque algunos me olvidan al día
siguiente. También se que los niños no tienen la culpa de que
sus padres no les animen con la palabra y el ejemplo. Se muy
bien lo que sufrís los sacerdotes por todo esto. Algún día,
cuando me vean cara a cara se darán cuenta como Pablo o
como Agustín de lo ciegos que estaban y de cómo no se
habrían dado cuenta de mi amor... Yo sigo amando a todos y
nunca pierdo la esperanza. Decildles lo mucho que os quiero a
todos.

Gracias, Señor. Procuraré que lean la entrevista, pero no


te canses de enviarnos tu Espíritu para que nos ayude a
descubrirte mejor.

27
LAS GRANDES PREGUNTAS Y SUS RESPUESTAS

Reflexión, oración y diálogo sobre la Gaudium et Spes.


Antes y después del Concilio.

En España, antes del Concilio Vaticano II, había menos


televisores y lavadoras, menos Institutos de Bachillerato y de
Formación Profesional, menos estudiantes de enseñanza
media y menos universitarios. Había menos carreteras
asfaltadas y bastantes menos coches. Había menos droga,
ningún video doméstico. No había democracia ni divorcio o
aborto legalizado. Se hablaba menos del paro y había menos
gente que se proclamara agnóstica o atea.

No queremos decir que el Concilio haya sido la causa de


estos cambios. Por supuesto que no. Ni los males ni los bienes
posteriores al año 1965, fecha en que terminó el Concilio, son
achacables a él. Lo que queremos señalar es cómo la
celebración del Concilio coincidió con un momento clave, de
cambio, de la historia, de nuestra historia. En cierta manera
se nos adelantó. Tal vez por esos muchos españoles no
comprendieron o no comprendimos en su momento lo que
realmente significaba.

Mucho nos tememos que abundan quienes piensan que


ha sido la muerte de Franco la que provocó un cambio de
actitud en la Iglesia, que se veía obligada a adaptarse a la
nueva situación de la sociedad española. O sea, que llegó la
democracia y a la Iglesia le interesaba ponerse a favor de la
democracia; que vino la libertad sindical y por eso los curas y
obispos empezaron a hablar de justicia social.

Pero no olvidemos que antes de 1975 habían


transcurrido ya diez años de la terminación del Concilio. Y ya
antes los obispos españoles se habían pronunciado
claramente, siguiendo la doctrina conciliar, en favor de los
derechos humanos en España (incluida la democracia) y sobre
la renuncia a los llamados privilegios y sobre el diálogo con
los no creyentes, etc.
28
Resulta chocante oír hoy muchas voces que hablan de la
Iglesia como si no hubiera existido el Concilio, como si nada
hubiera pasado, como si nada hubiera cambiado...Esto es
injusto. La Iglesia ha abierto sus puertas a todos los los
hombres de buena voluntad, con un espíritu dialogante y
renovador. Y no ha sido comprendida. Ha dado muchos pasos
de acercamiento al pueblo, al mundo contemporáneo...En el
terreno litúrgico, intelectual, en el trato de los sacerdotes, los
obispos, de los religiosos...Ya no se puede hablar de aquel
distanciamiento de épocas pasadas.

Pero el mundo no ha sido lo suficientemente


comprensivo. Siguen existiendo muchos prejuicios no
superados. Se renuevan los ataques y las críticas. Ello da pie
a un círculo vicioso: el mundo que sigue desconfiando, sin
razones, de la Iglesia y la Iglesia que desconfía del mundo. Y
así hoy día son frecuentes dos actitudes tan antagónicas
como extremistas: la de los nostálgicos que no llegaron a
entender el Concilio y que hoy se afianzan en su nostalgia y la
de los hipercríticos que tampoco llegaron a asimilarlo
adecuadamente y que adoptan una actitud a veces
demoledora.

Con lo maravilloso que sería asimilar el Concilio, fiel al


depósito de la fe y al mundo presente, con un espíritu abierto,
dialogante y comprometido...Pero sigue siendo el gran
desconocido o el mal interpretado. Es urgente conocerlo, si se
desconoce o releerlo si es que ya se ha leído. Son necesarias
iniciativas que ayuden a ponerlo en práctica.

Las páginas que siguen son un humilde intento, en un


clima de reflexión, diálogo y oración, de recordar la necesidad
de tomar en serio la tarea de, en la Iglesia y con la Iglesia,
servir al mundo en que vivimos, que -como suele decir-
buena falta nos hace.

29
1. Los gozos y las sombras La Iglesia quiere dar luz y
esperanza a la humanidad, no solo a los católicos, sino a
todos los hombres y mujeres del mundo.

2. ¿El mundo se ha vuelto loco? Los cambios en la


sociedad, positivos y negativos, han repercutido
enormemente en el terreno religioso.

3. Las grandes preguntas El creyente ve en Dios la clave


de la respuesta a estos grandes interrogantes.

4. ¿Hay ateos? El hacer de la Iglesia ante el fenómeno


del ateísmo.

5. No somos islas Dios ha querido salvar a los hombres


no de manera aislada, sino como pueblo.

6. Hacia un mundo feliz Dios toma en serio las cosas de


este mundo, pues lo creó con sabiduría y amor.

7. ¿Sirve la Iglesia para algo? La Iglesia recuerda cómo


Dios creó el mundo por amor y envió a su Hijo al mundo para
salvarlo. Y, guiada por el Espíritu Santo, prolonga a lo largo
del tiempo la obra de Jesús.

8. Reconciliarse con el mundo Aunque la Iglesia, se ha


mantenido como esposa fiel de su Señor, sabe que no
siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros,
clérigos o laicos, fieles al espíritu de Dios.

9. Y la familia ¿qué tal? El Concilio es consciente de las


deformaciones y vaivenes a que es sometida la familia en el
mundo de hoy.

10. ¿Miedo a la vida? El matrimonio, además del amor y


del bien personal de los esposos tiene como fin colaborar con
Dios en la procreación del género humano.

30
11. Grandeza y miseria de nuestra cultura Cada día que
pasa es más fácil conocer las culturas del pasado así como las
distintas culturas del mundo de hoy.

12. Cosas de la cultura y de la fe ¿La nueva cultura de


nuestros tiempos acaso no está dejando de lado la fe?

13. Economía, pecado y escándalo Son necesarias


muchas reformas en la vida económico-social, y, sobre todo,
un cambio de mentalidad y costumbres.

14. Del trabajo y de la tierra El trabajo es importante


porque el trabajo es el medio ordinario de subsistencia para el
trabajador y para su familia.

15. La Iglesia y la política Los cristianos, respetando a


los que piensen de otra manera, deben participar con
responsabilidad y espíritu de servicio al buen funcionamiento
de la comunidad política.

16. Guerra y paz La Iglesia está presente donde los


cristianos tienen el deber de colaborar a la consecución de la
paz.

17. Por un mundo mejor Una institución con el prestigio


y la autoridad moral de la Iglesia Católica puede y debe hacer
mucho. Su voz puede llegar muy lejos y el compromiso serio
de sus miembros podrá transformar el mundo en que vivimos.

18. Cristo: la clave de todo Como hombre el ejemplo de


su vida, de su amor y entrega a la voluntad del Padre y al
servicio de los demás.

ALZHEIMER JUVENIL

Resulta más doloroso cuando la pérdida de la memoria


afecta a la gente joven

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Mi buena feligresa y conocida poetisa Carmen Busmayor
ha publicado recientemente un libro sobre la enfermedad del
Azheimer basado en la triste experiencia de su madre, mujer
cordial y extrovertida, que poco a poco fue desconectándose
mentalmente de este mundo hasta perder totalmente la
memoria.

Se trata de una patología cada vez más frecuente entre


nuestros ancianos, como si fuese el mal de la moda que viene
a ahogar la fiesta de una longevidad cada vez mayor.
Personajes famosos como Rita Hayword o Ronald Reagan
forman parte de esta cada día más larga lista. Es una pena
que siendo tan propio de la vejez recordar y recrearse en el
pasado esta enfermedad anule los recuerdos.

Pero aún resulta más doloroso cuando la pérdida de la


memoria afecta a la gente joven. Sinceramente me parece
preocupante lo que les ocurre a algunos jóvenes:

-Desconocen el pasado

-Sólo viven el presente

-Olvidan lo que la humanidad ha tenido que luchar en


tiempos pasados

-Disfrutan de los inventos, pero no tienen en cuenta el


esfuerzo que supuso llegar a ellos

-Su experiencia del pasado no puede ser muy grande,


pero hay una manera de conectar con él: a través de las
personas mayores (padres, abuelos, profesores, libros,
enseñanza de la historia... ). No obstante con frecuencia
miran hacia atrás no sólo con ignorancia, sino como con
desprecio y autosuficiencia

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-Se olvidan fácilmente los compromisos adquiridos.
Muchos niños una vez que hacen la primera comunión, ya se
olvidan de Jesús y no vuelven a pasar por la Iglesia. Otro
tanto ocurre con los que se confirman, que una vez
confirmados caen en aquello de "si te he visto no me
acuerdo". Digamos otro tanto del matrimonio. "Ya no te
quiero" le dice la mujer al marido, o viceversa. Han perdido la
memoria de cuando prometieron que serían fieles en las
alegrías y en las penas, todos los días de su vida,
convirtiéndose en objetos de usar y tirar.

Al hombre le ha costado mucho alejarse de sus más


antiguos progenitores del reino animal, lograr unas normas de
convivencia y de civilización, pero con frecuencia se constata
la facilidad con que se rompe con todo, tirando por tierra el
esfuerzo de siglos. No es extraño que a veces los profesores y
los padres se desesperen.

Antes tal vez se insistía demasiado o en exclusiva en la


memorización, pero ahora nos hemos pasado al extremo
contrario, como si los estudiantes se fueran a herniar
mentalmente por utilizar la memoria. Estamos haciendo de la
mente humana una especie de disco duro de ordenador que
de vez en cuando se formatea con la consiguiente pérdida de
la información para empezar de nuevo desde cero. En honor a
la verdad no podemos generalizar y decir que todos la gente
joven sea una desmemoriada, pero ello no nos impide
constatar el aumento de esa especie de "alzheimer juvenil",
que puede llegar a las cuotas más altas cuando se
condimenta con la droga, el alcohol u otras formas alienantes
de embotamiento de la mente.

Por desgracia, para lo malo parece que la memoria falla


menos. Incluso muchas veces no es que la gente olvide cosas,
es que no las llega a aprender. Si nos ceñimos al tema
religioso, la fe cristiana se fundamenta en el pasado, en la
historia de la salvación, y ésta se desconoce cada día más.

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Tal vez muchos se pregunten a qué viene todo ésto. Por
una parte se trata de advertir sobre la existencia de un mal
que afecta a mucha gente que aún no es anciana. Y por otra,
de subrayar la importancia de luchar contra ella.

¿SE ACABA EL AMOR?

¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor eterno?


¿Es que realmente el amor verdadero puede acabarse?

La semana pasada tuve la oportunidad de compartir con


más de una docena de parejas ilusionadas, a punto de
casarse, algunas reflexiones sobre el matrimonio y la vida
familiar.

Pero siempre queda un resquicio para la duda, en el


sentido de que tal como está la vida siempre hay miedo de
que un día puedan fracasar, a pesar de la ilusión que ahora
tienen.

Hay una frase que se oye con cierta frecuencia cuando


se rompe un matrimonio y que da mucha pena oir: es que se
acabó el amor. ¿Dónde quedaron aquellas promesas de amor
eterno? ¿Es que realmente el amor verdadero puede
acabarse?

Quizá para poder responder habría que dar primero una


definición del amor. Y hay que reconocer que bajo esta
hermosa palabra se esconden a veces significados muy
diversos e incluso contradictorios.

Se puede llamar amor a una sensación placentera y en el


fondo egoísta o a la entrega más generosa y desinteresada.

Por eso los griegos, que eran muy listos empleaban tres
palabras diferentes para hablar del amor: eros, filos y agape.
Y pensamos que para que el amor matrimonial sea perfecto
deben estar presentes las tres modalidades.

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En el primer caso con la palabra eros se hace referencia
al amor físico, a la atracción corporal. No deja de ser algo
imprescindible como motor de arranque. Si no existiera esta
dimensión del amor, el matrimonio se haría muy poco
apetecible y un poco cuesta arriba. Pero evidentemente esto
no lo es todo e incluso a veces resulta muy engañoso, de tal
manera que si sólo existe este tipo de amor, una vez que se
acaba esta emoción parece que se acaba todo.

Hay una segunda modalidad, el filos o la filia que añade


el componente de la amistad. Es imprescindible que los
esposos sean buenos amigos, que les guste hablar, dialogar,
conocerse, ayudarse. La verdadera amistad tiende siempre a
ser bastante más duradera que la mera pasión física.. Casi
nada, ser buenos amigos. Por eso todo esfuerzo en cultivar la
amistad será poco si se quiere que el amor matrimonial sea
duradero.

Pero hay una tercera palabra para hablar del amor que
no podemos olvidar de ninguna manera y que en griego se
dice ágape y traducido al castellano caridad. Quizá alguien
pueda pensar que caridad es solamente algo así como dar una
limosna o compadecerse del necesitado y que tiene poco que
ver con el amor de pareja. Pero la verdadera muerte del amor
matrimonial es cuando desaparece la caridad con el otro
miembro de la pareja; cuando uno ya no es capaz de amar
sin esperar nada a cambio, cuando uno no es capaz de
perdonar, de entregarse, de sufrir por la otra persona. Es el
verdadero amor cristiano, como diría San Pablo, semejante al
que Cristo siente por su Iglesia hasta dar la vida por ella. Por
cierto que aquí no puede uno dejarse llevar simplemente por
un impulso instintivo, sino por un acto de voluntad, solo
posible en la medida en que exista calidad humana y
espiritual en la persona.

Sin duda la lectura, meditación y asimilación del capítulo


13 de la primera carta a los Corintios es un buen alimento

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para fortalecer este amor. Como aperitivo transcribimos algún
versículo:

El amor es paciente, es afable; el amor no tiene envidia,


no se jacta ni se engríe, no es grosero ni busca lo suyo, no se
exaspera ni lleva cuentas del mal, no simpatiza con la
injusticia, simpatiza con la verdad. Disculpa siempre, se fía
siempre, espera siempre, aguanta siempre.

Ojalá todos se quisieran con este amor y así habría que


decir que el amor no se puede acabar nunca.

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